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Historia de una ambición

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IASEGUNDA SERIE

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Más de dos décadas han pasado desde la reu-nificación alemana. El mundo ha cambia-do. El fin de la Guerra Fría dio lugar a la expansión de un capitalismo salvaje en un

escenario cada vez más multipolar. El surgimiento de nuevos actores de peso y la relativa pérdida de he-gemonía de Estados Unidos, en un contexto de crisis económica y financiera mundial, son la expresión de un nuevo orden. También Alemania ha cambiado. No es la misma que en 1989 veía caer el Muro de Berlín, pe-ro tampoco es la que, casi cincuenta años antes, había hecho padecer y había sufrido ella misma los crímenes del Tercer Reich. Aunque algo de ella sigue vivo: su po-tencia y su ambición. Sin embargo, esta nueva Alema-nia todavía lucha por definir su identidad, en una ten-sión permanente entre aquel pasado y su futuro.

Dos guerras mundiales, de las cuales salió derro-tada, aniquilaron moral y económicamente al país. La reunificación, sellada en octubre de 1990, con la anexión de los territorios del Este, implicó también un enorme esfuerzo económico. Sin embargo, hoy Alemania es la cuarta potencia mundial, la primera de Europa y uno de los principales exportadores del mundo. ¿Debería sorprender acaso la fortaleza de es-te ex gran Imperio?

El peso de la culpaCon el fin de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles, a través de la “cláusula de culpabilidad”, señalaba a Alemania como la principal responsable. Las condiciones que se le impusieron la dejaron eco-nómica, territorial, militar y moralmente desgastada. Ese era el objetivo de los aliados: debilitar al poderoso imperio alemán. Pero Alemania se levantó. Y, tal co-mo explica la historiadora Margaret MacMillan (1), fueron estas duras condiciones las que dieron lugar al resentimiento alemán, que sentaría las bases para el surgimiento y expansión del nazismo.

La Segunda Guerra, por su parte, dejaría a Euro-pa devastada y a Alemania con una deuda moral im-pagable sobre sus espaldas. Su nombre quedaría por siempre asociado a los crímenes del nazismo. El es-tigma de la culpa y las obligaciones para con sus ve-cinos la llevaron a relegar sus intereses nacionales y a adoptar una política exterior más pasiva, que le ha impedido durante muy largo tiempo asumir cual-quier tipo de liderazgo.

Pero poco después del fin de la Guerra, gracias al Plan Marshall de ayuda a la Europa de la poscrisis, Alemania se recuperó y alcanzó una situación econó-mica incluso más favorable que la de muchos de sus vecinos. Fue lo que se denominó el “milagro alemán”, período en el cual el país mostraría una vez más una sorprendente capacidad de resiliencia.

La clave del éxito A lo largo de la década de 1990, Alemania debió en-frentarse a un doble desafío: la reunificación con Ale-mania Oriental y el establecimiento de la Unión Mo-netaria Europea. Los altos costos de la integración de los territorios del Este –colapsados tras adoptar un tipo de cambio sobrevaluado, el marco occidental– provocaron altos déficits e incremento de la deuda. A eso se sumó, poco después, el establecimiento de la Unión Monetaria, que se tradujo en un período de ta-sas de interés reales relativamente altas, acompaña-das por baja inflación y lento crecimiento (2).

Esa situación condujo al estancamiento en el que se encontraba la economía alemana a comienzos del siglo XXI. Las reformas de la denominada Agenda 2010 –flexibilización de la economía y desmantela-miento del Estado de Bienestar–, implementadas por el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder en 2003, se propusieron reencauzar la situación del país. Si bien lograron incrementar la competitividad y sen-taron las bases para el modelo exportador actual, tuvie-

INTRODUCCIÓN

Reunificada hace casi veinticinco años, Alemania ocupa hoy un lugar central en la escena internacional que le había sido vedado durante décadas. En el marco de una Europa en crisis –de la cual es en parte responsable– esta potencia ya no disimula sus ambiciones.

Edición Luciana Rabinovich

Diseño de colecciónJavier Vera Ocampo

Diagramación Ariana Jenik

Edición fotográfica Luciana Rabinovich

Investigación estadística Juan Martín Bustos

Corrección Alfredo Cortés

LE MONDE DIPLOMATIQUE

Di rec torJosé Natanson

Re dac ciónCarlos Alfieri (editor)

Pablo Stancanelli (editor)Creusa Muñoz

Luciana RabinovichLuciana Garbarino

Se cre ta ria

Pa tri cia Or fi la

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Producción y circulación

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[email protected]

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Los nuevos caminos de Alemania

STAFF2 EXPLORADOR

SEGUNDA SERIE

Redacción, administración, publicidad y suscripciones:Paraguay 1535 (C1061ABC)

Tel.: 4872-1440 / 4872-1330Le Monde diplomatique /

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todos los artículos, en cual-quier formato o soporte, salvo

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por Luciana Rabinovich

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SUMARIO

Luciana Rabinovich

INTRODUCCIÓN2 | Los nuevos caminos de Alemania

2. LUCES Y SOMBRAS DEL MODELO Alemania hacia adentro

3. UNA NUEVA HEGEMONÍA Alemania hacia afuera

4. ARTE DE VANGUARDIA Lo vivido, lo pensado, lo imaginado

5. LA NUEVA ALEMANIA Lo que vendrá

Bernard Umbrecht

Philippe Dubois

Osvaldo Gallone

71 | Fausto y la crisis del capitalismo

75 | El Dr. Mabuse y la locura del poder

78 | La máquina narrativa de Günter Grass

Till Van Treeck

Olivier Cyran

Günther Maihold

Cécile Marin y

Philippe Rekacewicz

25 | El éxito germano desmitificado

29 | Un paraíso para el empresariado

35 | La Alemania de Angela Merkel

40 | Revisionismo en Europa del Este

Henri Ménudier

Perry Anderson

Philippe Leymarie

Wolf Grabendorff

P. Rekacewicz, C. Marin

y E. Bournay

45 | Berlín defiende sus intereses

51 | La amenaza de un imperialismo teutón

57 | Error de cálculo en Afganistán 63 | América Latina en la mira

66 | En busca de una estrategia política

1. UNA HISTORIA QUE OBSESIONA Lo pasado

Christian Gerlach

Alejandro Teitelbaum

Bernard Umbrecht

Ignacio Ramonet

7 | El eterno peso del pasado

11 | Gran capital y Tercer Reich

15 | Detrás del Muro

20 | El día que cambió el mundo

Andrés H. Reggiani82 | Una nación dueña de su destino

ALEMANIAHistoria de una ambición

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ron un efecto social negativo. El “éxito” se obtuvo a costa de un aumento de las desigualdades, desregulación del mercado laboral, reducción de salarios, deterioro del sistema de previsión social, todo lo cual llevó a debilitar la demanda interna a la vez que frenó el crecimiento.

Los pilares del nuevo modelo se basaron entonces en la gran capacidad exportadora del país, beneficia-da por un aumento en la competitividad que obedece a la entrada en vigor de un euro fuerte, pero también a la implementación de políticas salariales restrictivas. Sin embargo, este “nuevo milagro” alemán, que llevó al país a la cabeza de los exportadores mundiales (só-lo superado por China en 2010), se basa en realidad en un sistema vulnerable, que desequilibra al resto de la eurozona, de la cual, paradójicamente, depende para seguir creciendo. Si bien, tal como señala Andrés Reg-giani (3), Alemania parece querer salvarse de Europa, en vez de hacerlo con ella, ¿puede acaso salir victorio-sa sin sus vecinos? Pareciera más bien que las huelgas griegas, el desempleo español y la competitividad ale-mana están indisolublemente ligados.

Un nuevo lugarCabe preguntarse entonces cuál es el rol de Alemania en el nuevo orden internacional. ¿En qué medida el pasado sigue presente y condiciona los márgenes de su política exterior? Hoy, casi veinticinco años des-pués de la reunificación de su territorio y con los fan-tasmas del pasado alejados de la población más joven, que empieza a ocupar lugares en la dirigencia políti-ca, Alemania ha vuelto a pensar por sí misma y privi-legiar sus intereses. Con un recobrado nacionalismo en materia de política internacional, Alemania ya no disimula sus ambiciones.

Sin embargo frente a la crisis del euro ha debido adoptar un rol de gendarme-responsable económico que hasta el momento no había querido asumir. Las duras condiciones de austeridad impuestas a sus veci-nos y su reticencia a coordinar esfuerzos al inicio de la crisis terminaron agravando la situación y despertan-do un fuerte rechazo en los países más afectados, que no ven con buenos ojos las políticas dictadas por Ange-la Merkel. La hegemonía alemana aparece así paradó-jicamente como necesaria, por un lado, y amenazante, por el otro, despertando incertidumbres y reavivando viejos temores. Ahora bien, es indudable que en la era de la globalización la hegemonía se define en términos económicos, y en ello Alemania lleva la delantera. Co-mo potencia económica, se encuentra ante una encru-cijada: de Alemania depende, en buena parte, la evo-lución de la crisis europea; pero de la evolución de la crisis también dependerá su futuro.  g

1. Margaret MacMillan, Paris 1919. Six months that changed the world, Random House, Nueva York, 2002.2. Michael Dauderstädt, “Alemania y la crisis: victorias pírricas”, Nueva Sociedad, Buenos Aires, julio-agosto de 2013.3. Andrés Reggiani, “Las razones de Alemania”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2012.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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UNA HISTORIA QUE OBSESIONA

Lo pasado

Los crímenes del nazismo permanecen en la conciencia alemana como un trauma difícil de superar. Durante largas décadas la culpa condicionó el imaginario social y limitó su proyección internacional. Sin embargo, hoy cobra fuerza un necesario proceso de revisión. La memoria ocupa un lugar central en la nueva Alemania, que busca construir su propia identidad, siempre tensionada entre ese pasado que permanece como un estigma y un futuro que ya se presenta prometedor.

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El eterno peso del pasado

Reflexiones sobre el nazismo y la Segunda Guerra Mundial

Todavía hoy, Alemania busca su identidad, y no puede hacerlo desligada de los crímenes de la guerra. Los debates que han intentado ocuparse de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial han caído muchas veces en simplificaciones, que no lograron despertar el interés de la sociedad, y que poco han ayudado a comprender, hacer el duelo y seguir adelante.

por Christian Gerlach*

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A medida que el nazismo, la Segunda Guerra Mundial y los crímenes masivos cometidos por los alemanes se alejan en el tiempo, es-te período es el que más debates públicos y

trabajos históricos suscita. Aunque parezca una pa-radoja, en realidad no lo es: la propia enormidad de las agresiones y exterminios perpetrados durante el Tercer Reich hace que la mayor parte de los debates importantes se ocupen de esta terrible página de la historia. El fenómeno también podría explicarse por las décadas de silencio. Pero lo esencial está en otra parte: las nuevas generaciones se confrontan con ho-rrores ligados para siempre al nombre de Alemania.

De la gran cantidad de temas, pueden recordarse cinco polémicas importantes que han ocupado a la opinión pública en los últimos tiempos. La primera consistió en una exposición itinerante del Instituto de Ciencias Sociales de Hamburgo sobre la partici-pación de la Wehrmacht en el exterminio: ¿hasta qué punto puede considerarse al ejército como un actor autónomo? Durante mucho tiempo no fueron pocos los que afirmaban que sólo algunas unidades y con-tados militares entre los quince millones de soldados que cumplieron servicio en la Wehrmacht se habrían comportado como criminales.

Sin embargo, en Los verdugos voluntarios de Hitler (1), el historiador estadounidense Daniel J. Goldha-gen afirma que prácticamente todos los alemanes ha-brían apoyado la matanza de los judíos y que cada vez que pudieron participar, lo hicieron con crueldad. Es-to se explicaría por el desarrollo en Alemania, duran-

te el siglo XIX, de un “antisemitismo de eliminación”, borrado luego por la “reeducación” de posguerra.

El segundo fue sobre si había que erigir en Berlín un monumento nacional en memoria de las víctimas del genocidio y con qué forma. La discusión culminó con la decisión parlamentaria del 25 de junio de 1999: el monumento consistiría en una plaza donde serán erigidas 2.800 estelas de cemento (2).

Otro debate, surgido en parte por presiones es-tadounidenses, fue el de la indemnización para los cientos de miles de prisioneros víctimas de trabajos forzados, en su mayor parte de Europa del Este, de-portados y explotados en Alemania. Buena parte de ellos sigue padeciendo consecuencias físicas por el daño infligido y muchos nunca recibieron compen-saciones. Después de practicar durante décadas la política del avestruz, la industria alemana recibe de-mandas millonarias. Y la opinión pública se pregun-ta... aunque no demasiado.

El quinto debate fue inaugurado por el célebre es-critor Martin Walser. En octubre de 1998, al recibir el Premio de la Paz de los libreros, llamaba a poner fin a las discusiones sobre el pasado y a tender un manto de silencio sobre los crímenes, refiriéndose a Auschwitz como un “garrote moral” al servicio de otros intere-ses. El presidente del Consejo Central de los judíos en Alemania, Ignatz Bubis, expresó entonces su indig-nación, pero se quedó solo, vergonzosamente aban-donado, tanto por los dirigentes políticos como por las élites culturales. Antes de su muerte, en 1999, consta-taría con tristeza que el ejercicio de sus funciones

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Volkswagen y el trabajo esclavo Sin el trabajo de los extranjeros, y especialmente de los esclavos soviéticos, la industria alemana se hubiese desmoronado en la Segunda Guerra Mundial. En 1945, el 90% de los obreros de Volkswagen eran no alemanes. Paradoja de las paradojas, fueron las víctimas del régimen fascista las que contribuyeron a prolongar la vida de la industria alemana.

d aprovisionamiento de las tropas. Frank Bajohr de-muestra que la cantidad de alemanes que participa-ron en la rapiña de bienes judíos y en la arianización es bastante superior a lo imaginado. Beate Meyer re-lató la lucha de los judíos y de sus parejas de “matri-monios mixtos” por la supervivencia. Por fin, Peter Longerich fue el primer historiador alemán que des-cribió globalmente, en 1998, el aniquilamiento de los judíos europeos (6).

El trabajo histórico también permitió compren-der mejor la destrucción de otras víctimas, sobre todo de los prisioneros de guerra soviéticos (tres millones de muertos). Las SS y la policía no fueron los únicos responsables del genocidio: participaron todas las ramas civiles y militares de los gobiernos de ocupación y también de la autoridad central. El exterminio no obedeció exclusivamente a órdenes procedentes de arriba: se apoyó en la convicción de los expertos y de funcionarios comunes –no todos eran miembros del partido nazi– de que ello era in-dispensable para superar algunos problemas admi-nistrativos, sobre todo en el caso de los prisioneros de guerra soviéticos.

La imagen compleja que se desprende de todas es-tas investigaciones afecta escasamente a la opinión pública, y no parece incidir en la política. Esto no só-lo es válido para la nueva generación de escritores: ni el libro de referencia de Ulrich Herbert sobre el trabajo forzado, publicado en 1985, ni las siguientes publicaciones, tuvieron demasiado peso en el debate aún vigente sobre sus indemnizaciones. El estudio pionero de Christopher Browning (7) sobre las ma-tanzas cometidas por los batallones de reserva de la policía, publicado en 1991, sólo despertó interés en-tre los especialistas.

En contrapartida, todo parecía sencillo en el libro oportunista de Daniel Goldhagen: el problema se re-ducía al odio hacia los judíos que desde hacía siglos maduraba en Alemania, y que llegó a su paroxismo en el Holocausto para desaparecer luego gracias a la reeducación. La culpa colectiva alemana relucía en su absoluta y seductora claridad. Nada encontrare-mos allí que pueda involucrar a nuestros contempo-ráneos: el asesinato de los judíos era cuestión de una época ya superada y de una especie extinta. Es sin lu-gar a dudas por eso que multitudes de espectadores –sobre todo jóvenes– se abalanzaron a las conferen-cias de Goldhagen en Alemania para experimentar, in fine, un sentimiento de alivio...

Los que alimentaron las últimas controversias en torno a los crímenes nazis no eran, por regla ge-neral, historiadores realmente calificados. Es el ca-so de Daniel Goldhagen, pero también el de ciertos responsables de la exposición sobre la Wehrmacht y de la mayoría de los miembros de la asociación a favor del Memorial. De donde surge, en los dos pri-meros casos, cierta esquematización en los hechos históricos. Los historiadores denunciaron las nue-vas mistificaciones. Sin embargo, esas simplifica-

no le había servido para hacer retroceder el anti-semitismo. Símbolo del judaísmo alemán renaciente, eligió la tierra de Israel para su entierro, por miedo de que su tumba fuera profanada, como la de su predece-sor (3). Una cachetada a la conciencia alemana...

Pero estos debates no fueron inútiles. Contribu-yeron a agudizar la conciencia política y a desarro-llar conocimientos históricos. Y también revelaron cuán superficial seguía siendo la comprensión de los crímenes alemanes. Todos los enfrentamientos se circunscribieron al escenario político-mediáti-co, salvo la controversia en torno a Goldhagen, que dio lugar a una lucha científica digna de ese nombre. En este caso, el desencadenante fue un libro; en los demás se trató de una exposición, un monumento, procedimientos judiciales y un discurso. Contraria-mente a la querella de los historiadores de la década del 80, no fue la derecha –salvo en el caso de Walser– la que tomó la iniciativa.

No obstante, sólo la discusión sobre la Wehrma-cht alcanzó una verdadera repercusión más allá de los círculos intelectuales. El enfrentamiento entre Ignatz Bubis y Martin Walser fue como una conver-sación entre señores de edad y por ende no despertó el interés de los jóvenes, a pesar de que les impresiona que aún resulte necesario preguntarse si es posible para los judíos vivir en Alemania. Los residentes del Este, demasiado atareados en forjarse una identidad post RDA, no se sintieron aludidos.

Aunque el debate sobre el memorial a las víctimas del genocidio ocupó bastante espacio en los medios, no conmovió demasiado a los alemanes. Después de diez años de conversaciones y un debate apático, el Bundestag (Parlamento) se decidió por uno de los tres proyectos seleccionados: un monumento dedi-cado exclusivamente a la memoria de los judíos ase-sinados. Cada uno de los oradores tomó serios recau-dos para no cometer furcios, y los diputados jóvenes y responsables hicieron denodados esfuerzos por des-tacar su condición de... jóvenes y responsables. ¿Me-morial o simple monumento? Parece ser que las élites (esencialmente occidentales) deseaban más que na-da aliviar sus conciencias.

Nuevas interpretaciones¿Y los historiadores? Durante la década del 90 se multiplicaron las investigaciones sobre la política genocida llevada adelante entre 1939 y 1945, sacan-do a la luz hechos desconocidos y proponiendo inter-pretaciones inéditas. Así fue que la destrucción de los judíos no obedeció a un plan preestablecido: fue el re-sultado de la actividad de numerosas instituciones y ciudadanos alemanes, en distintos niveles, como lo revelan los análisis de Dieter Pohl sobre Polonia (4). El proyecto de colonización de Europa Central y Oriental por “alemanes de pura cepa”, que implicaba un “desplazamiento” de los demás pueblos, también jugó un rol importante, según subraya Götz Aly (5). Otros estudiaron las consecuencias de la política de

Memorial. 2.177 bloques de cemento recuerdan el horror.

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Auschwitz. Largo camino al mayor centro de exterminio nazi.

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1 | UNA HISTORIA QUE OBSESIONA | EL ETERNO PESO DEL PASADO

ciones estimularon el debate público. Pero los in-vestigadores, precisamente porque se restringen a la argumentación más precisa y discriminada posi-ble, están condenados a ver que sus libros y ensayos sólo causan efecto en los círculos especializados y en un pequeño grupo de profanos interesados en el tema: sólo les queda la esperanza de que por fin un día sus conocimientos ejerzan una vasta influencia sobre la sociedad.

De todos modos, ese no es el fondo del problema. El creciente número de estudios y la falta de interés del público tienen una raíz común: los crímenes na-zis se convierten en un hecho histórico y ya nada se puede cambiar. Los jóvenes historiadores desarro-llan un abordaje más analítico y dinámico, liberado de los prejuicios y de las implicaciones personales. Pero su trabajo no parece ser más relevante para la sociedad: perdió su significado político, de ahí tam-bién que encuentre menos resistencias.

Produce cierta amargura constatar que luego de haber perpetrado matanzas y de haberlas negado o ignorado durante décadas, la sociedad alemana no se sienta al fin y al cabo demasiado conminada a rendir cuentas. También se les puede reprochar a las gene-raciones siguientes que no hayan realizado el duelo, pero nada puede obligarlas a hacerlo. En términos generales, nuestros contemporáneos efectivamen-te ya no son responsables de lo acontecido durante la guerra. Todos aquellos que en 1945 tenían edad sufi-ciente como para responder por sus actos hoy por hoy están jubilados, si es que viven.

¿Y si el problema no se redujera al antisemitismo? ¿Si t a mp o co se re dujera a e sos hombres incomprensibles con extraños cortes de pelo y camisas negras o marrones, que gritaban “Heil Hitler” y termi-naron cometiendo crímenes insensatos? ¿Si fuera ne-cesario comprobar que otros elementos “modernos”, externos a la organización burocrática del genocidio, pueden haber intervenido en el exterminio: política social, intereses socio-económicos, “necesidad” de la conducta de guerra, reflexiones estratégicas, compla-cencia hacia la opinión de los “conciudadanos” y su ni-vel de consumo, corrupción y estructuras de decisión que al gozar de cierta autonomía no obedecían ciega-mente las órdenes? Son cuestiones que autorizan una investigación empírica enriquecedora.

Entre tanto, una década después de la reunifica-ción alemana, la posición de los historiadores del na-zismo se modificaba un poco. Alemania participaba en una guerra cuyo objetivo máximo era el debilita-miento político y económico de Yugoslavia, median-te la destrucción de las infraestructuras serbias. Los principales dirigentes de la RFA justificaron los bom-bardeos de objetivos civiles en gran escala aseguran-do que Alemania debía participar ¡“debido a Aus-chwitz”! La escritura de la historia nazi es manipu-lada como una ciencia cuyo objetivo es legitimar una política agresiva hacia los “Estados parias”...

Daniel Goldhagen defendió una ofensiva terres-

tre, aplicando a los serbios sus teorías sobre el deseo genocida de los alemanes. Según Götz Aly, los serbios merecían ser el blanco de la OTAN, puesto que la ma-yoría de los civiles se hicieron cómplices de los actos de violencia en Kosovo. ¿Habría que ver allí una con-secuencia lógica del carácter ya histórico de los crí-menes nazis y de la despolitización de la historiogra-fía de este período?

Las dos AlemaniasAnte las matanzas de mediados de siglo pasado, Ale-mania parece un país desgarrado. Existen corrientes fascistas y autoritarias, pero también pedagogos, ar-tistas e intelectuales comprometidos. Se encuentra al mismo tiempo gente indiferente y un gran interés por el “turismo de la memoria” en los antiguos gue-tos de Europa del Este. Hay investigadores apasiona-dos y manuales que no han cambiado desde los años 60. Mientras la televisión difunde documentales in-nobles sobre los “asistentes de Hitler” –que, como to-dos sabemos, eran sólo seis– se promueven cientos de iniciativas para la construcción de monumentos. Adolescentes estudiosos y honestos se codean con viejos (y jóvenes) negacionistas cuyos libros consi-guen grandes tiradas.

Si el nazismo es al mismo tiempo objeto de un in-terés vigilante y de debates superficiales, es porque coexisten dos fenómenos. Alemania busca todavía su identidad, que no se puede imaginar desligada de los crímenes de la guerra: tiene que asumir una res-ponsabilidad, pero no una seudo culpabilidad. Pero dentro y fuera del país, se intima a las élites alemanas a probar su legitimidad, ya que las décadas de nega-ción, el análisis insuficiente de su pasado y el aborda-je apresurado de su historia las constriñen finalmen-te a batirse siempre en retirada. Ninguna de estas dos Alemanias puede conformarse con tal estado de co-sas, que impide a ambas “entregarse al descanso”. Al menos el crimen no cae en el olvido... g

1. Daniel Goldhagen, Los verdugos voluntarios de Hitler, Taurus, Madrid. Véase también Dominique Vidal, “De Mein Kampf a Auschwitz”, Le Monde diplomatique, París, agosto de 1998.2. N. de la R.: En mayo de 2005 se terminó de construir el Monumento en Memoria de los Judíos Asesinados de Europa, www.stiftung-denkmal.de/es/casa.html.3. N. de la R.: Esta tumba fue finalmente profanada, pero por un extremista religioso judío.4. Dieter Pohl, Nazionalsozialistische Judenverfolgung in Ostgalizien (La persecución nacional-socialista de judíos en Galitzia Oriental) 1941-1944, Oldenbourg, Frankfurt, 1993.5. Götz Aly, Endlösung (Solución final), Fischer, Frankfurt, 1995. Véase también Götz Aly, Susanne Heim, Vordenker der Vernichtung (Precursores de la aniquilación), Hoffmann und Camper, Hamburgo, 1991.6 . Peter Longer ich , Polit ik der Ver nicht un g (Pol ít ica del aniquilamiento), Piper, Munich, 1998.7. Christopher Browning, Des hommes ordinaires, 10/18, París, 1992.

*Historiador, autor de Krieg, Ernährung, Vöilkermord (Guerra, ali-

mentación, genocidio), Hamburguer Edition, Hamburgo, 1998.

Traducción: Patricia Minarrieta

1989Cae el Muro La RDA anuncia la apertura de sus fronteras, provocando una oleada que barre con todos los regímenes comunistas de Europa del Este.

1949El estadista Asume Konrad Adenauer, primer canciller de la RFA, perteneciente a la Unión Demócrata Cristiana (CDU), que gobernará hasta 1963.

1961La divisiónConstrucción del Muro de Berlín, que dividirá a Europa durante casi treinta largos años y se convertirá en el símbolo de la Guerra Fría.

1949Dos AlemaniasEn mayo se crea la República Federal de Alemania (RFA) y en octubre, la República Democrática Alemana (RDA) en la zona de ocupación soviética.

1945La capitulaciónTras su derrota en la II Guerra, el territorio alemán es ocupado por las potencias aliadas: Estados Unidos, Francia, Reino Unido y la URSS.

EN LA GUERRA FRÍA

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Gran capital y Tercer Reich

Las grandes empresas y su participación en el nazismo

El nazismo encontró en Alemania un gran aliado: banqueros y empresarios que, fascinados con la figura de Hitler, contribuirían a su ascenso. A través del trabajo esclavo de los campos de con-centración, la mayoría del empresariado europeo fue cómplice de sus crímenes. En Alemania, la sangre mancha a los grandes campeones: Bayer, BMW, Deutsche Bank, Siemens, Volkswagen...

por Alejandro Teitelbaum*

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Los campos de concentración nazis han que-dado en la memoria colectiva como la expre-sión de la máxima bestialidad que puede al-canzar el ser humano. Pero a menudo se olvi-

da un aspecto: que no sólo fueron campos de muer-te, sino también fuente de mano de obra esclava pa-ra grandes empresas.

Conocer ese aspecto del Holocausto es indispen-sable para comprender los factores y mecanismos que llevaron a “la solución final” (1), confluencia de una ideología irracional y fanática, racista y agresi-va, y de los intereses de ese momento de los sectores dominantes del gran capital. El antisemitismo no lo inventó Hitler. Tiene una historia más que milenaria, obedece a razones religiosas y económicas a las que Hitler añadió el ingrediente racial que estaba y sigue estando arraigado en la mente de muchas personas. Para los objetivos del hitlerismo y del gran capital ale-mán en la década de 1930, fue un mensaje que encon-tró receptividad entre las mayorías golpeadas por la crisis económica y ayudó a la “arianización” de la eco-nomía; al despojo de los bienes y empresas propiedad de judíos en el marco de la fuerte concentración del capital operada bajo el nazismo. “En el mundo de los negocios [...] los ‘arios’ estaban al acecho para apro-vechar a expensas de sus homólogos judíos [...]. Cen-tenares de sociedades judías, incluidos bancos esta-blecidos desde hacía mucho tiempo, como el Warburg y el Bleichröder, fueron obligados a ceder sus activos a compradores ‘arios’ por sumas ínfimas. Fueron los grandes grupos los que más ganaron [...] como Man-

nesmann, Krupp, Thyssen, Flick y IG Farben y gran-des bancos como el Deutsche Bank y el Dresdner Bank” (2).

Amenaza rojaDespués de la Primera Guerra Mundial, la revolución bolchevique había despertado las simpatías de mu-chos intelectuales y, en los pobres, la esperanza de que era posible un mundo mejor, fundado en la fra-ternidad y la solidaridad. Esto provocó una ola de pá-nico en los medios capitalistas de todo el mundo. En enero de 1919, los espartaquistas alemanes intentaron seguir el ejemplo de los bolcheviques, pero fracasaron y fueron sangrientamente reprimidos. Sus dirigentes más conocidos, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, fueron asesinados.

Pero los trabajadores y los grupos de izquierda ale-manes siguieron preparándose para nuevos inten-tos, como el de octubre de 1923, también fracasado: un llamado a la huelga general revolucionaria, que no se concretó, y una insurrección aislada en Ham-burgo, que fue rápidamente aplastada. El gran capital alemán no quería correr riesgos y además debía hacer frente a la gran crisis económica con medidas drás-ticas. Desde 1925 los grandes empresarios alemanes decidieron financiar a las fuerzas de choque antiobre-ras y anticomunistas del Partido Nacional Socialista; las SA y las SS.

Pero a los grandes industriales y banqueros ale-manes se les adelantó Henry Ford, que financiaba al movimiento de Hitler desde 1922 (3). Tanto es así

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empresarios le pidió al presidente Hindenburg que lo nombrase jefe de Gobierno, a lo que éste accedió. Pero Hitler rechazó la designación porque pretendía alcanzar los plenos poderes.

En la cronología del ascenso de Hitler al poder es importante reseñar la actuación de algunos destaca-dos empresarios y banqueros. Uno de éstos, Hjalmar Schacht, había desarrollado ideas políticas de dere-cha radical y, después de leer el libro de Hitler Mein Kampf (Mi Lucha), quedó convencido de su capacidad como futuro líder de Alemania. En enero de 1931 se entrevistó por primera vez con Hitler y se comprome-tió a crear un fondo fiduciario para el Partido Nacio-nalsocialista. Schacht comprometió a Albert Voegler (acero), Gustav Krupp y Alfried Krupp (armas), para obtener el concurso de otros industriales como Fritz Thyssen, Emile Kirdorf, Carl Bechstein y Hugo Bruc-kmann, con los que se crearía el fondo. En noviembre de 1932, Schacht redactó una carta, firmada por los más connotados industriales alemanes, urgiendo al presidente Hindenburg a que nombrara a Adolf Hit-ler canciller de Alemania. Ante el estado insostenible de la situación política y el apoyo de los industriales y hombres de negocios, Hindenburg cedió. Hitler asu-mió la Jefatura de Gobierno el 30 de enero de 1933 y, a partir de ese momento, la represión contra los oposi-tores se acentuó. El 20 de febrero de ese año, Schacht organizó una reunión de la Asociación de Industria-les Alemanes, en la que se recolectaron 3 millones de marcos para el NSDAP, que serían utilizados princi-palmente para apoyar la candidatura de Hitler en las elecciones de marzo, en las que comunistas y socialis-tas sumados obtuvieron 201 bancas y el partido nazi 288, es decir la mayoría absoluta.

El 23 de marzo de 1933 el Reichstag le otorgó los plenos poderes a Hitler y ese mismo mes se habilitó en Dachau el primer campo de concentración, en el que fueron internados comunistas, anarquistas, so-cialistas y otros opositores. En mayo fueron disueltos los sindicatos y en julio se dictó una ley ilegalizando todos los partidos, salvo el NSDAP, que quedó como partido único. En enero de 1934 se dictó la ley de regu-lación del trabajo nacional, favorable a las empresas. Los patrones de las grandes empresas fueron designa-dos Führer. El 30 de junio de ese año fueron asesinados numerosos miembros de las SA, opositores a Hitler en el interior del NSDAP. Fue lo que se conoció como la “Noche de los Cuchillos Largos”. Por último, en sep-tiembre de 1935 se promulgaron en Nuremberg las le-yes raciales. Según un informe de esa época del Soco-rro Rojo Internacional, entre 1933 y 1935 fueron asesi-nadas en Alemania más de 4.200 personas, detenidas 317.800 y 218.600 heridas y sometidas a torturas.

En marzo de 1938 Hitler proclamó el “Anschluss” y ocupó Austria. En agosto de 1938 se les prohibió a los judíos ejercer como médicos; en septiembre, ejercer la profesión de abogado. La “Noche de los Cristales Rotos”, del 9 al 10 de noviembre de 1938, dejó como saldo 191 sinagogas incendiadas, 91 judíos asesinados,

que Hitler, en cuyo despacho colgaba el retrato de Ford, lo condecoró en 1938 con la Gran Cruz del Águi-la Alemana. Tenían en común, entre otras cosas, un furibundo antisemitismo. Hitler era un gran admira-dor del trabajo en cadena implantado por Ford en sus fábricas. En su autobiografía My life and work, Ford escribió, como recuerda Charles Patterson (4), que se había inspirado para el trabajo en cadena en el modo de operar de los mataderos de Chicago. Así se cierra simbólicamente el círculo. Como dice un personaje de la novela La vida de los animales, de J.M. Coetzee: “Chicago nos mostró el camino: fue de los corrales para animales de Chicago de donde los nazis apren-dieron cómo procesar los cuerpos” (5).

Fritz Thyssen fue, por su parte, el promotor en Ale-mania de la ayuda financiera al nazismo y además ex-tendió a Estados Unidos las redes bancarias que le permitieron expatriar sus ganancias y reenviar parte a Alemania para colaborar financieramente con Hit-ler. En 1926, Thyssen y el empresario estadounidense Averell Harriman (6) crearon la Union Banking Corpo-ration (UBC), de cuyo directorio participaban Roland Harriman, en representación de W.A. Harriman & Co., y E. S. James, en representación de Brown Brothers. En los directorios de estas dos últimas compañías estaba Prescott Bush, abuelo de George W. Bush.

Recién en octubre de 1942, un año después de que Estados Unidos entrara en la Segunda Guerra, las autoridades estadounidenses incautaron los fondos bancarios y haberes de la UBC. La firma fue denun-ciada como una “entidad financiera y comercial cola-boradora del enemigo”. Posteriormente, el gobierno ordenó también la incautación de otras dos socieda-des de primera fila, vinculadas a la sociedad bancaria Harriman: la Holland-America Trading Corporation (Sociedad de comercio holando-estadounidense) y la Seamless Steel Equipment Corporation. El 11 de no-viembre de 1942, otra sociedad del mismo grupo, la Silesian-American Corporation, fue embargada por la misma ley sobre el comercio con el enemigo. Estos embargos se mantuvieron hasta 1951 (7).

El ascenso de HitlerLa clase media baja alemana empobrecida por la cri-sis y los numerosos desocupados eran un terreno fér-til para las arengas revanchistas y racistas de Hitler y para su demagogia populista, reflejada en el nom-bre de su partido: Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP). En las elecciones de julio de 1932 el NSDAP obtuvo 230 bancas, contra 133 de los socialistas, 89 de los comunistas y 156 de otros partidos. Hitler reclamó la Jefatura de Gobierno, pero el presidente Hinden-burg se negó y los nazis desataron la violencia en las calles y en el propio Parlamento.

En noviembre de 1932 se realizaron nuevas elec-ciones. Los comunistas aumentaron sus bancas a 100, los socialistas perdieron 12 y los nazis 34. Hitler de-claró entonces que Alemania estaba al borde de la revolución bolchevique y un grupo de prominentes

Frío. El crudo invierno hacía más duro el trabajo en los campos.

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Trabajo esclavoEn el Tercer Reich (1944, en millones)

Civiles

Prisioneros de guerra

Prisioneros en campos de concentración

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30.000 arrestados y el saqueo de 7.300 tiendas.El 29 de septiembre de 1938, cuando ya nadie podía

ignorar la naturaleza dictatorial, racista, antisemita, belicista y expansionista del régimen nazi, se reunie-ron en Munich Hitler, Mussolini, Chamberlain y Da-ladier. Ni el gobierno de Praga, ni la Unión Soviética, que se había ofrecido a cumplir su acuerdo de asisten-cia mutua con Checoslovaquia en caso de un ataque alemán, fueron invitados a la reunión.

Hitler consiguió prácticamente todo lo que recla-maba: el gobierno checoslovaco debía evacuar inme-diatamente las regiones con predominio de población germana. Alemania se anexionaba así más de 16.000 kilómetros cuadrados, donde vivían 3.500.000 per-sonas, entre las que había más de 700.000 checos. En marzo de 1939 Alemania completó la ocupación de Checoslovaquia (8).

En Munich, las potencias occidentales siguieron aplicando su estrategia básica: dejar las manos libres a Hitler, para que éste se decidiese a agredir a la Unión Soviética. Pero Hitler tenía otros planes, que lleva-ron al estallido de la Segunda Guerra Mundial en sep-tiembre de 1939.

Trabajo esclavo El 30 de abril de 1942, Oswald Pohl, jefe de la “Ofici-na principal económica y administrativa SS” enviaba a Heinrich Himmler un informe sobre “La situación actual de los campos de concentración”: “La guerra ha producido cambios estructurales visibles en los campos de concentración y ha modificado radical-mente sus tareas en lo que se refiere a la utilización de los detenidos. La detención sólo por motivos de segu-ridad, educativos o preventivos, no está ya en primer plano. El centro de gravedad se ha desplazado hacia el lado económico”.

El reglamento dictado en consecuencia decía que los detenidos debían trabajar hasta el agotamiento, a fin de alcanzar el máximo rendimiento; que la jornada de trabajo era ilimitada y que sólo dependía de la es-tructura y de la naturaleza del trabajo.

De esta mano de obra gratuita y esclava se aprove-charon grandes empresas como Krupp y Siemens pe-ro, particularmente en Auschwitz, la IG Farbenindus-trie, que instaló en Buna, tercer campo de Auschwitz, una fábrica de caucho sintético. Por allí pasaron unos 35.000 detenidos de los cuales murieron 25.000 (9).

Otras grandes empresas alemanas también parti-ciparon y se beneficiaron del Holocausto, entre ellas la Bayerische Motoren-Werke (BMW), Volkswagen y Daimler Benz. El libro IBM y el Holocausto (10) in-forma cómo el conocido gigante estadounidense de la informática trabajó para el régimen nazi: las tar-jetas perforadas de IBM sirvieron para identificar y catalogar a quienes serían perseguidos y elimi-nados. También Ford y General Motors utilizaron el trabajo esclavo bajo Hitler, fabricando durante la guerra vehículos militares en Colonia (Alemania) para el ejército alemán.

Varias de las empresas que participaron y se benefi-ciaron del Holocausto intervienen hoy en grandes reu-niones internacionales, influyen sobre los organismos del sistema de las Naciones Unidas, financian funda-ciones y subvencionan ONG, pero retacean, como Vo-lkswagen y Ford, el pago de las indemnizaciones que reclaman los sobrevivientes de los trabajos forzados.

En 1999 el gobierno alemán anunció la creación de un fondo para la indemnización de los trabajado-res forzados de la época nazi, financiado por el Es-tado alemán y por las siguientes empresas: Allianz, BASF, Bayer, BMW, Daimler-Chrysler, Deutsche Bank, Friedrich-Krupp, Krupp-Hoesch, Hoechst, Siemens, Volkswagen y Dresdner Bank, entre otras. Estas empresas confiaron en un primer momento en la “solución biológica”, es decir en la muerte de los so-brevivientes, pero la publicidad creciente sobre su im-plicación con el nazismo las obligó a participar de este fondo para dejar a salvo su imagen. Sin embargo, en Europa Oriental, cientos de miles de ex trabajadores esclavos de los nazis todavía están vivos. En la región del Báltico, Polonia, Rusia, la República Checa, Hun-gría y Ucrania hay por lo menos un millón de perso-nas que hasta el día de hoy han recibido solamente li-mosnas (aproximadamente 500 marcos por persona, según la ley de compensaciones de 1993) o, peor, nin-guna compensación. Sin embargo, estas víctimas fue-ron excluidas de las negociaciones. g

1. Si bien la inmensa mayoría de las víctimas de los campos de concentración fueron judíos, también murieron en ellos resistentes de diversas nacionalidades, prisioneros soviéticos, roms, negros, homosexuales, etc. Aunque las razones para eliminar a cada grupo nacional, racial, religioso o político fueron diferentes, el objetivo fundamental perseguido en los campos de concentración fue destruir la dignidad inherente a la condición humana.2. Ian Kershaw, Hitler, 1936-1945, Península, Barcelona, 1999.3. The New York Times, 20-12-1922.4. Charles Patterson, Eternal Treblinka: Our Treatment of Animals and the Holocaust, Lantern Books, Nueva York, 2002.5. Antony C. Sutton, Wall Street and The Rise of Hitler, Arlington House Publishers, Nueva York, 1976. Disponible en: www.reformation.org/wall-st-hitler.html6. Magnate de los ferrocarriles; fue embajador de Franklin Roosevelt en la URSS; se desempeñó en diversos cargos con Harry Truman, John Kennedy, Lyndon Johnson y Richard Nixon; fue gobernador de Nueva York y precandidato a presidente por el Partido Demócrata, además de amigo y socio de Prescott Bush, abuelo de George W. Bush.7. Webster G. Tarpley y Anton Chaitkin, George Bush: The Unauthorized Biography, 1992. Disponible en: http://tarpley.net/online-books/george-bush-the-unauthorized-biography8. Munich no fue la primera gran concesión al fascismo de las potencias occidentales; ante el putsch de Franco en 1936 contra la República Española, éstas proclamaron la “no intervención”, mientras la Alemania nazi y la Italia fascista enviaban a Franco tropas, armas y escuadrillas de aviones, que bombardeaban indiscriminadamente a la población en zona republicana.9. Raul Hilberg, La destruction des Juifs d’Europe, Fayard, París, 1988.10. Edwin Black, IBM y el Holocausto, Laffont, París, 2001.

*Abogado. Representante de la Asociación Americana de Juristas ante

Naciones Unidas, Ginebra.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

1 | UNA HISTORIA QUE OBSESIONA | GRAN CAPITAL Y TERCER REICH

Las dos Alemanias

PIB(en miles de millones de dólares de 1990)

Población(en millones)

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1950

1950

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En mayo de 2009 concluía un concur-so nacional organizado por iniciati-va del Parlamento alemán y abierto a todos los artistas y arquitectos. El lla-

mado a proyectos concernía a la realización de un monumento nacional que simbolizara “la unidad y la libertad”. Fue un fracaso to-tal: de más de quinientas propuestas presen-tadas, ninguna convenció. “Esta dificultad para encontrar un símbolo unificador es el problema histórico de Alemania”, reflexiona Enzo Traverso, que se encontraba en Berlín dando un semestre de enseñanza en la Uni-versidad Libre. El historiador menciona “un gran país, de gran cultura, que desempeñó un papel mayor en la historia, pero que no tie-ne un mito positivo y que siempre debió de-finirse negativamente. Cuando Alemania se definió positivamente, lo hizo en un espacio supranacional. Esta búsqueda de un posicio-namiento identitario que no sea etno-cultu-ral puede verse en la noción de patriotismo constitucional” (1).

Traverso dice estar sorprendido por “el contraste, muy perceptible en Berlín, en-tre una obsesión por recuperar el pasado ju-dío de Alemania y, en paralelo, esta voluntad igualmente feroz de borrar el pasado alemán oriental, el de la RDA”. Esta brecha en la me-moria de la sociedad alemana, añade, “se ex-presa visualmente en el corazón de Berlín en dos espacios: por un lado, el Memorial del Holocausto, enorme, macizo, que indica que Alemania no quiere olvidar el genocidio; por

otro, el inmenso espacio vacío del antiguo Pa-lacio de la República de la RDA”. Por un lado se llena un agujero de la memoria –el rechazo al Holocausto– y, por el otro, se crea un nuevo agujero de la memoria, sea por borramiento o pura y simple demolición, sea por lo que Régi-ne Robin llama la “museificación” (2).

¿Hubo, en estos últimos veinticinco años, una especie de “Guerra Fría” de la memoria? ¿O ello se inscribe más bien en un movimiento más amplio y una tradición, mucho más anti-gua en Alemania, de borramiento de las épo-cas anteriores? Para Robin, es claro que en es-te país existe una tradición de damnatio me-moriae (3), pero su influencia varía según los ámbitos. “Al mismo tiempo que Alemania se ensaña contra el Palacio de la República, hace restaurar el estadio nazi de los Juegos Olímpi-cos para el Mundial de Fútbol. Eso no le mo-lesta. Conserva intactos los faroles de Speer [el arquitecto de Adolf Hitler (4)] en la ciudad, igual que la mayoría de los edificios nazis no tocados por las bombas, mientras que hace de-moler casi sistemáticamente a los edificados por la RDA, incluso en Alexanderplatz. Hay una ilegitimación total de la RDA. Quieren que sea un paréntesis en la historia de Alemania, una vergüenza igual que la del Tercer Reich. No debe quedar nada: himno, bandera, héroes, nombres de calles, edificios, manuales escola-res, cursos universitarios... todo debe desapa-recer”, observa la autora quebequense.

Difícil. Si los paneles que quedan del Muro fueron barnizados para conmemorar la des-

aparición, ¿cómo borrar al mismo tiempo lo que había detrás? Acabaríamos por pregun-tarnos por qué había sido levantado. Y por ol-vidar que el pueblo que se sublevó hace vein-ticinco años soñaba con algo más que Coca-Cola y supermercados.

Detrás del Muro... Para diecisiete millones de habitantes, allí se desarrolló una vida. Eso no se borra con sólo chasquear los dedos, so-bre todo cuando lo que se les ha presentado como alternativa fracasa delante de sus ojos. Nadie quiere el regreso de la RDA, pero vein-ticinco años después una mayoría todavía conserva una apreciación positiva de ella, co-mo lo evidencian las encuestas sobre la per-sistencia de la “ostalgia”; el 63% de los alema-nes del Este considerarían que las diferen-cias son aun más importantes que los puntos comunes entre el Este y el Oeste (5).

¿Unificación o conquista?En el ambiente de los arquitectos se empieza a protestar contra esta pérdida de patrimonio urbano en los territorios de la ex República Democrática. Tal es el caso, particularmen-te, de Philipp Oswald, director de la Funda-ción Bauhaus de Dessau, quien se rebeló con-tra los proyectos de reconstrucción –en un estilo medieval– del centro de Berlín, entre el río Spree y Alexanderplatz. Debe señalarse, sin embargo, que el lugar todavía contiene la famosa estatua de Karl Marx y Friedrich En-gels, vestigio insoportable para algunos espí-ritus obtusos. En ocasión del aniversario

Veinticinco años después de la caída del Muro de Berlín, Alemania parece querer olvidar el pasado comunista, a la vez que ensalza la memoria judía, que le ayuda a lavar culpas. Sin encontrar todavía un símbolo unificador (porque la división sigue de algún modo presente) la ex Alemania del Este y sus valores sufren un proceso de ilegitimación y olvido.

por Bernard Umbrecht*

¿Una “Guerra Fría” de la memoria?

Detrás del Muro

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de la adopción de la Constitución de Alemania Fe-deral (1949), durante mayo y junio de 2009 tuvo lugar una exposición en el Martin Gropius Bau, el antiguo Museo de Arte Decorativo, con el título “60 años - 60 obras”. La muestra fue calificada en su momento por parte de la prensa profesional como “arte de los ven-cedores”: toda creación pictórica o escultural que vi-niera de la ex RDA había sido pura y simplemente eli-minada. La revisión llegaba al punto álgido con la se-lección de las obras del pintor Wolfgang Mattheuer: al retener solamente las creaciones posteriores a 1989, los curadores de la exposición daban a entender que Mattheuer se habría convertido en “verdadero” artis-ta recién después de la caída del Muro, cuando en rea-lidad ya lo era mucho antes. Las 60 obras pretendían ser una ilustración del artículo 5.3 de la Constitución, según el cual “el arte es libre”. La lección de moral ha-bía sido entendida: bajo una dictadura no puede haber creación artística.

Para el escritor Christoph Hein, que públicamen-te declinó la invitación a la inauguración, esta expo-sición simboliza el estado real de la “pseudounifica-ción interalemana”. “Hay un equívoco sobre la cues-tión de la unificación –explica–. Sólo la gente del Este la quería. Para los del Oeste, Alemania se terminaba en el río Elba, que para ellos era la frontera con Ru-sia, y no con otra parte de Alemania. Los alemanes del Oeste hubieran preferido una reunificación con la Toscana o las islas Baleares, pero no con la RDA, país sobre el cual no tenían ninguna idea.” Consultado so-bre la dificultad que experimentan los alemanes pa-ra encontrar un símbolo de unidad, Christoph Hein se exalta: “¡Símbolos de unidad hay demasiados! Esta exposición es uno, por ejemplo. El informe sobre la pobreza en Alemania es otro, ¡magnífico! El reparto desigual de los salarios, los empleos, las jubilaciones, ¡ahí hay unos símbolos magníficos!”.

Podríamos prolongar esta lista sin dificultades e ilustrarla muy concretamente, incluyendo la presen-cia de la mafia, cuya rama calabresa extendió su do-minio hacia Erfurt, Leipzig, Eisenach (6).

La nueva película de Thomas Heise, Material (7), reúne imágenes filmadas desde fines de los años 80 en la RDA, hasta mediados del año 2008 en Alema-nia. También habría podido llamarse Lo que queda. “Lo que queda ocupa mi cabeza. Estas imágenes en-tran constantemente en nuevas relaciones. Siguen moviéndose. El material está inconcluso. Está con-formado por lo que guardé. Mi imagen.” También es un intento de establecer el balance de estos últimos veinticinco años.

Como epígrafe, Heise inscribió la siguiente frase: “La historia puede pensarse bajo una forma oblonga. Pero forma un cúmulo”. Una manera de decir que la historia no está hecha solamente con un antes y un después, sino que también contiene un adelante y un atrás, altos y bajos, lo visible y lo oculto. Rica en docu-mentos originales, la obra no está construida como un documental acompañado por un comentario ex-

Leche negra del alba la bebemos al atardecerla bebemos al mediodía y a la mañana la bebemos de nochebebemos y bebemoscavamos una fosa en los aires allí no hay estrechezEn la casa vive un hombre que juega con las serpientes que escribeque escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margaretelo escribe y sale a la puerta de casa y brillan las estrellas silba llamando a sus perrossilba y salen sus judíos manda cavar una fosa en la tierranos ordena tocad ahora de baile

Leche negra del alba te bebemos de nochete bebemos de mañana y al mediodía te bebemos al atardecerbebemos y bebemosEn la casa vive un hombre que juega con las serpientes que escribeque escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro MargareteTu cabello de ceniza Sulamita cavamos una fosa en los aires allí no hay estrechez

Grita cavad más hondo en el reino de la tierra los otros cantad y tocadEcha mano al hierro en el cinto lo blande tiene ojos azuleshincad más hondo las palas los unos y los otros volved a tocar música de baile.

Leche negra del alba te bebemos de nochete bebemos al mediodía y a la mañana te bebemos al atardecerbebemos y bebemosun hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarete tu cabello deceniza Sulamith él juega con serpientes

Grita tocad más dulcemente a la muerte la muerte es un amo de Alemaniagrita tocad sombríamente los violines luego subiréis como humo en el aireluego tendréis una fosa en las nubes allí no hay estrechez

Leche negra del alba te bebemos de nochete bebemos al mediodía la muerte es un amo de Alemaniate bebemos al atardecer y a la mañana bebemosy bebemos la muerte es un amo de Alemania su ojo es azulte alcanza con bala de plomo te alcanza certeroun hombre vive en la casa tu cabello de oro Margareteazuza sus perros contra nosotros nos regala una fosa en el aireacosa con las serpientes y sueña la muerte es un amo de Alemaniatu cabello de oro Margaretetu cabello de ceniza Sulamita.

*Nació en 1920 en Czernowitz, capital de Bucovina, región dividida entre Ru-mania y Ucrania. Perteneció a la minoría judía, de expresión alemana, que su-frió los embates del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Exiliado en Francia, en 1970 puso fin a su vida, arrojándose al Sena. Amapola y memoria

es su primer libro.

“Fuga de la Muerte”, Amapola y memoria, Hiperión, Madrid, 1996 (traducción

de Jesús Munárriz).

Fuga de la MuerteMEMORIA DEL HORROR

Paul Celan*

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2 | NOMRE CAPíTULO | TíTULO NOTA

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1 | UNA HISTORIA QUE OBSESIONA | DETRÁS DEL MURO

LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 17

REUNIFICACIÓN Y DESPUÉS

1990Un nuevo país

Se aprueba la incor-poración de los Estados de la RDA a la RFA y, en octubre de ese año, Ale-mania adquiere su plena soberanía.

1992Unión Europea

Con el decidido impul-so alemán, en febrero se firma el Tratado de Maastricht, que pone en marcha la Unión Económica y Monetaria.

1999A la alemana

Comienza a funcio-nar el Banco Central Europeo, creado bajo directa influencia del Bundesbank. El 1 de enero de 2002 entra en circu-lación el euro.

2003Agenda 2010

La delicada situación económica lleva al canciller Schröder a adoptar una serie de reformas de flexibi-lización del mercado laboral.

2005La era Merkel

En noviembre Mer-kel asume su primer mandato. En lo peor de la crisis de la UE, la canciller se con-vierte en la principal promotora del ajuste.

plicativo. El director deja que las imágenes se entre-choquen en un montaje fragmentario. Al espectador le corresponde leer entre las líneas, escuchar entre las palabras, ver entre las imágenes, como toda una población aprendió a hacerlo. Prácticamente todos esos fragmentos evocan momentos de alocuciones directas, instantes olvidados... Por ejemplo, inter-cambios entre prisioneros y guardias a propósito de una amnistía, o entre militantes del Partido Comu-nista de Alemania Oriental y sus dirigentes.

Heise quiere discutir “la parte podrida del rela-to” de los acontecimientos. Recuerda, entonces, que cuando los manifestantes, sobre quienes se cernía la sombra de Tiananmen, gritaban “Somos un pueblo”, se dirigían no sólo a los alemanes del Oeste, como se trató de hacer creer más tarde, sino a los policías que cercaban la manifestación. “Esa es la realidad que se quiere borrar; ese momento en que los ciudadanos se acercaron a la línea de fuego para hablar por sí mis-mos. No se quiere ese recuerdo. Festejamos la caída del Muro, pero no el hecho de que el pueblo se haya declarado soberano frente a un vacío de poder; ni cómo, a causa de ello, no hubo una reunificación si-no una anexión, el restablecimiento del orden por la destrucción de las utopías. La República Federal no podía permitirse la existencia de un pueblo soberano en una parte de Alemania; no habría sobrevivido. El Muro se abrió para impedir que la revolución tuviera lugar”, sostiene el cineasta.

La inversión de los valoresPero el borramiento no concierne solamente a la polí-tica, la cultura, los símbolos: es toda la infraestructu-ra industrial, técnica y científica de esta parte de Ale-mania la que ha sido destruida. El economista Edgar Most no sale de su enojo, y todavía hoy le reprocha al canciller Helmut Kohl que haya decidido esa anexión deliberadamente, por razones electorales. “Fijar una tasa de cambio de 1 marco oeste = 2 marcos este, más allá de los 4.000 marcos, fue una decisión económi-camente absurda que arruinó los fundamentos de la economía en esta parte de Alemania. Cuando me en-teré, creí que estaba en lo de Günter Mittag” (8). Y co-mo ya lo había intentado el propio Mittag –aun cuan-do ya era demasiado tarde–, Kohl reclamó la cabeza de Most, sin mayor éxito.

Most lleva con orgullo sus orígenes y su fuerte acento de Turingia. Su hablar franco no data de hoy. Para él, y para algunos otros, la RDA fue el lugar don-de se desarrollaron acciones fuera de la norma, dado que se sabía jugar con los límites. Hace poco publicó una autobiografía titulada Cincuenta años al servicio del capital. “Pero en dos mundos diferentes”, precisa. En efecto, Most fue vicepresidente del Banco del Esta-do de la RDA antes de fundar el primer banco privado alemán oriental y de terminar en las más altas esferas del Deutsche Bank en Berlín. “En el período del Banco del Estado implementé una política monetaria y credi-ticia con dinero que pertenecía al Estado. En el centro

de las decisiones que tenía que tomar aparecían, en el siguiente orden, estas preguntas: ¿Para qué le sirven al Estado, a la sociedad? ¿Son útiles para las empresas, para el trabajo? Y, recién en tercer lugar, ¿para qué le sirven al banco? Con el capital privado, hay una com-pleta inversión de los valores: la primera pregunta es la de saber para qué le sirven al banco”.

En 1990, habría deseado que hubiera un tiempo para reflexionar: “Todo lo que se había creado en la RDA se dejó de lado. La administración pasó a manos del Oeste. Y el personal enviado no era precisamen-te de alta gama. En las universidades, los profesores occidentales ocuparon todos los lugares (9) y la Aca-demia de las Ciencias se disolvió. Todas las institu-ciones científicas de la ex RDA, perfectamente capa-ces de competir con las del Oeste, fueron eliminadas. Jamás hubo ningún intento de evaluar todo eso, de hacer un balance”. Los del Oeste ocuparon el terre-no. Es bastante fácil comprender por qué los del Este se sintieron tratados como ciudadanos de segunda.

Aun cuando piensa que la RDA acabó por vivir por encima de sus medios, nuestro banquero recusa la idea de que Alemania Oriental haya entrado en sus-pensión de pagos a fines de los años 80. Francia, afir-ma, estaba dispuesta a darle crédito. Sin una pizca de nostalgia, Most tiene la impresión, compartida por otros actores del universo económico, de revivir una irrealidad que ya conoció. Todos fechan en 1972 el principio del fin de la RDA, con la llegada al poder de Erich Honecker, quien nacionalizó todas las peque-ñas y medianas empresas, así como el comercio mi-norista, y se dedicó a forjar una “unidad de la política económica y social” desconectada de la realidad. Su director de obra, Günter Mittag, actuaba en nombre del Partido sobre las empresas de Alemania Oriental con las mismas exigencias irresponsables que los ac-cionistas en las empresas capitalistas.

De comunistas a empresariosChristian Wegerdt no escribió una autobiografía pe-ro, al escucharlo, uno piensa que él también debería intentarlo. Ingeniero especializado en física de los materiales, cuenta su metamorfosis de dirigente de una empresa socialista a empresario capitalista, un territorio desconocido para él. Nos encontramos con él en Dresde, en la sede de su empresa, IMA Dresde, especializada en el análisis de los materiales. Sus 160 empleados, fundamentalmente ingenieros, trabajan para clientes de la aeronáutica (Airbus), pero tam-bién para las industrias automotriz, ferroviaria, eó-lica y médica. El entorno económico de Sajonia no es, sin embargo, el más favorable. Al ser tan fuertemente exportadora, esta región –una de las más industria-les de Alemania– sufre más duramente que otras las repercusiones de la crisis global. Después de varios estudios en el ámbito de la metalurgia, nuestro inter-locutor se convirtió rápidamente en director cientí-fico y técnico, y luego en director de investigación, en un conglomerado (una gran empresa estatal) de la d

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siguiente texto: ‘Declaro no haber trabajado jamás para la Stasi’ (11). Respondí que no firmaría, pero que podía ofrecer una declaración. Firmé el texto si-guiente: ‘Declaro no haber firmado jamás nada para conservar mi puesto, ni en el antiguo sistema ni en el nuevo’. Esto pasó por la mañana, a las 10:30. A las 13:30, me echaron a la calle”.

Faber atravesó momentos de furia en ese período agitado que siguió a la caída del Muro: “No era épo-ca para poesía. Los libros de los mejores autores de la RDA, pero también ediciones de Heinrich Mann, Leon Feuchtwanger, Arnold Zweig, Anna Seghers, toneladas de libros fueron a la basura. Había que ha-cer lugar en las estanterías para los libros de cocina, los libros de autoayuda de todo tipo y las guías turís-ticas”. El asesinato del primer dirigente de Treuhand Anstalt, en 1991, había marcado un giro. Detlev Ro-hwedder consideraba posible preservar una parte del potencial industrial de la ex RDA y en particular la editorial Aufbau Verlag. Esta última fue primero comprada por un promotor inmobiliario, y luego de su quiebra fue recuperada por un hombre de negocios berlinés, Matthias Koch. “Después de la muerte trá-gica de Detlev Rohwedder asistimos al triunfo de la tontería –agrega Faber–. Por ejemplo, un día, el jefe de Personal de la Treuhand acabó por concluir de sus bri-llantes meditaciones que nuestra editorial en realidad no había publicado nada que no fuera Marx y Engels (12). Ése es el género de imbecilidades de arrogancia increíble con las cuales nos vimos confrontados.”

“Ahistorización” y olvidoPara el editor de Leipzig se implementó un proceso de “ahistorización”: “Quisieron olvidar por qué queríamos otra Alemania”. Esto explicaría por qué carecen de to-da lucidez los debates actuales, que reescriben la histo-ria comenzando por el final. “Si los dirigentes se vuel-ven más tontos que los dirigidos, nos conducimos a la catástrofe – concluye Faber con Gramsci–. Eso es lo que pasó en la RDA. Hoy las cosas se repiten, con la diferen-cia, no obstante, de que el atontamiento de la clase polí-tica se ve acompañado por el de la población.”

El Deutsches Hygiene Museum de Dresde no es, a priori, el lugar donde uno espera encontrar una exposición sobre el trabajo, aunque la institución se presente a sí misma como un Museo del Hombre. La noción de trabajo no es fácil de limitar, sobre todo si se considera que contiene pero no recubre totalmen-te la de empleo. Al definir hipotéticamente el trabajo como una transformación humanamente motivada por el mundo, la exposición ofrece nuevas pistas, de-jándole al visitante una extraordinaria libertad para criticar las mismas propuestas que le son hechas. Ti-tulada “Arbeit Sinn und Sorge”, la muestra ubica el trabajo en relación con la noción de sentido (Sinn) y de preocupación (Sorge), que significa también cui-dado, en el sentido en que Bernard Stiegler utiliza la palabra en el catálogo (13).

En el Sorge alemán, la dimensión de la inquietud,

industria minera y siderúrgica ubicado bajo la tu-tela directa del Ministerio de Economía.

En la RDA, uno podía negarse a ser viceminis-tro una vez, en todo caso, pero no dos... Wegerdt lo aprendió en carne propia. En su momento –a fines de los ochenta– vivió como una sanción su transferen-cia a un instituto científico y técnico de 900 personas especializadas en la investigación de los fenómenos de corrosión (la empresa que actualmente dirige). Luego vino la caída del Muro. ¿Qué hacer? “Recorrí toda Alemania: nadie quería saber nada con noso-tros. En 1990/91 hubo cuatrocientos despidos. Treu-hand (10) había resuelto: o la privatización, o la liqui-dación de aquí a 1992. Entre cuatro, decidimos com-prar la empresa”. Con éxito.

La altivez de los alemanes del Oeste, “que creían que no sabíamos sumar ni comer con cuchillo y te-nedor”, lo marcó. Para él, el corto período en que la cuestión de los derechos civiles estaba en el centro de los debates “estuvo marcado por decisiones que llegaron del exterior, impulsadas por la ideología de la competencia, la carrera por la suplantación, en parte con una mentalidad de ocupante, en parte con buenas intenciones, pero con infinita fanfarronería y arrogancia estúpida”. La gestión de Treuhand en el conjunto de la economía alemana oriental “no era más que la continuación de la economía centralizada pero en dirección invertida”.

En el año 2001, en una conferencia cuyo manuscri-to nos ofrece, el empresario consideraba “simplemen-te inmoral ver cómo, poco a poco, la renta del capital se vuelve más importante que la del trabajo. [...] Cuan-do el socialismo todavía competía en este mundo, nos daba miedo y ese miedo era un freno. Ahora que el miedo desapareció, los frenos también desaparecen”.

Por supuesto, no todos los intentos del mismo ti-po fueron exitosos, lejos de ello. Pero por esa razón, la mirada de los que salieron mejor parados es aun más interesante, pues no está teñida por el despecho del fracaso.

Secundado por su hijo, convertido en vicealcalde de la ciudad, Elmar Faber instaló en Leipzig la edi-torial Faber y Faber. Él se educó en un período fasto, cuando espíritus tan brillantes como Ernst Bloch y Hans Mayer, por citar sólo los más conocidos, enseña-ban en la Universidad de Leipzig, y no está dispuesto a aceptar que se le retire semejante herencia. Antes, Faber era editor en la editorial más prestigiosa de la RDA, la de Bertolt Brecht y Thomas Mann: Aufbau Verlag. Como tal, condujo el pasaje al sector privado.

Privatización o desaparición: tal era en efecto la única alternativa planteada por la reunificación a las empresas estatales. El proceso era controlado por la Treuhand, a la cual todavía había que presentar-le pruebas de honestidad cuando se sellaba la tran-sición. Faber no escapó a la norma. “Me convocaron a la Treuhand. Faltaba un papel en mi expediente. Según órdenes del personal, me presentaron un do-cumento titulado ‘Declaración’. Tenía que firmar el

Dos paísesEl Muro se construyó en 1961 para impedir una hemorragia financiera de la RDA y su debacle económica debido a la parálisis de la producción, provocada por la evasión de las fuerzas vivas del país. Esto tuvo como consecuencia la fosilización de las relaciones sociales, gangrenadas por una paranoia securitaria.

Tras la reunificaciónPIB per cápita en 1990 y en los territorios actuales, en 1998 (en miles de dólares de 1990)

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el miedo, la preocupación (“me preocupo por ti”) in-troduce una connotación más bien negativa. Pero también está presente otra dimensión del cuidado, vinculada a la idea de atención llevada a sí mismo y a los demás (“prestar atención”). Así, tal como lo ex-plica Daniel Tyradellis, filósofo y curador de la ex-posición, “para nosotros era importante ofrecer una dimensión positiva en el nombre de la exposición. La cuestión es el objeto del cuidado. ¿Qué amplitud pue-de darse a ese objeto? ¿Una dimensión estrictamen-te individual, o se puede ir más allá? ¿En qué medida podemos desarrollar sentimientos por algo que tras-ciende la dimensión individual?”.

¿Qué pasó con el trabajo después de la caída del Muro? En un plano estadístico, la tasa de desempleo empezó a escalar, al tiempo que se desarrollaban formas de trabajo parcial. Simultáneamente, el sentimiento de satisfacción en el trabajo aumentaba en la parte oriental y, de manera contradictoria, los sufrimientos psíquicos se intensificaban (14). Para el sociólogo Wolfgang Engler, rector de la Escuela Su-perior de Teatro Ernst Busch de Berlín, “la paradoja sólo es aparente si se dice que en el Oeste el trabajo precedía al salario, mientras que en el Este el sala-rio precedía al trabajo”. Engler considera que la gen-te “también rechazó de la RDA un sistema en el cual consideraban que, bajo la cubierta del pleno empleo, despreciaba su deseo de realizar algo”.

A unos pocos cientos de metros del museo, un edi-ficio muy nuevo y totalmente transparente (de allí su nombre de “Manufactura de vidrio”) alberga el último grito de la empresa Volkswagen. Una catedral erigida a la gloria del Dios automotor. Cada comprador de un Phaeton puede asistir en directo al montaje y al acaba-do de su propio coche. En el film de presentación, Vo-lkswagen expresa la ambición de igualar las construc-ciones barrocas de Dresde, y celebra el automóvil co-mo una obra de Richard Wagner. El lugar se presenta como un espacio cultural, de exposiciones de pintura, de desfiles de moda; se dan óperas. Y sin embargo, hay obreros trabajando allí. Aunque se los ve moverse en la cadena de montaje automatizada como si sirvieran el té, el término “manufactura” es abusivo.

Igual que Porsche, Opel o Mercedes, Volkswagen –de la cual el emirato de Qatar compró el 17%– for-ma parte de estas “utopías” occidentales, particular-mente alemanas, que se hunden. “La antigua Alema-nia Federal siempre vinculó estrechamente demo-cracia y progreso económico alrededor de grandes empresas. Se pensaba que serían eternamente indi-sociables. El desafío económico manifiesto al cual nos vemos enfrentados, así como la desaparición de esos pocos faros de la conciencia colectiva, pone a prueba nuestra democracia”, analiza Engler.

¿Podrá resistir a eso? Esta preocupación sobre el futuro de la democracia anima a varios de nuestros interlocutores. Interrogado sobre lo que más extraña cuando piensa en la desaparecida RDA, el escritor de Dresde Ingo Schulze declara: “La evidencia con

la cual se cuestionaba el statu quo. Nos definíamos a nosotros mismos a través de la cuestión de nuestra representación del futuro [...]. Hoy, cuando se ha-bla de futuro, es más bien con el miedo a un deterio-ro de nuestra situación actual. Tenemos que volver a aprender que podemos cambiar las cosas” (15). g

1. Concepto desarrollado por Jürgen Habermas. Salvo mención contraria, las declaraciones citadas son extraídas de entrevistas realizadas por el autor.2. Autora de Berlin Chantiers, Stock, París, 2001.3. Damnatio memoriae: sentencia post mortem votada en el Senado romano para borrar todo rastro público de un hombre político.4. Condenado a 20 años de prisión por el Tribunal Internacional de Nüremberg.5. Según Renate Köcher, directora del Instituto Allensbach, Deutsche Presse– Agentur, Hamburgo, 28-9-09.6. “La mafia está allí”, Die Zeit, Berlín, 13-7-09.7. La película obtuvo el primer premio en la Competencia Internacional del Festival Internacional del Documental de Marsella.8. Jefe de Economía de la Oficina Política del Partido Comunista de Alemania Oriental.9. En ciertos institutos de la antigua RDA no queda más que el personal de mantenimiento, precisa Christoph Hein.10. Treuhand Anstalt, una institución fiduciaria pública encargada de conducir la transferencia de propiedad en el momento de la disolución de la RDA.11. Policía política de la RDA.12. Lo cual, por otra parte, es completamente falso. La edición de las obras de Marx y Engels estuvo a cargo de la editorial del Partido Comunista de Alemania Oriental, Dietz Verlag.13. El texto del catálogo de la exposición aparece citado en el último ensayo de Bernard Stiegler, Pour une nouvelle critique de l’économie politique, Galilée, París, 2009.14. El duro trabajo de los alemanes del Este, sin embargo, empezaba a desvanecerse.15. “Ingo Schulze: les hommes politiques ne sont plus que des managers”, Cicero, Berlín, mayo de 2009.

*Periodista.

Traducción: Mariana Saúl

1 | UNA HISTORIA QUE OBSESIONA | DETRÁS DEL MURO

Al aire libre. Con la caída del Muro, una sección de 1.316 metros se ha convertido en una enorme galería abierta, con 103 murales pintados por artistas de todo el mundo.

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Economía de mercado

La Treuhand Anstalt fue una institución fiduciaria encargada de administrar y privatizar las empresas de propiedad estatal de la RDA en la transición a la economía de mercado, tras la reunificación. De un total de 23.500 empresas, 15.000 fueron privatizadas, 4.500 fueron reprivatizadas en manos de sus antiguos dueños, 500 fueron absorbidas y 3.500 cerradas.

LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 19

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El sueño panafricano, nacido en Améri-ca a caballo de los siglos XIX y XX, se fijó como misión rehabilitar las civili-zaciones africanas, restaurar la digni-

dad del hombre negro y preconizar el retorno a la “madre patria”, la de las raíces de la diás-pora. Sylvester William, originario de Trini-dad y una de las primeras figuras emblemáti-cas del movimiento, se apoyó en ciudadanos de Nigeria, Sierra Leona, Gambia o las Anti-llas Británicas para impregnarse de las reali-dades africanas y organizó, en 1900, en Lon-dres, la primera Conferencia Panafricana. Su principal resolución se refirió a la confisca-ción de tierras en Sudáfrica por los ingleses y los afrikaners, y al destino de la Gold Coast (Ghana).

Burghart Du Bois, fundador de la Aso-ciación Estadounidense para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, en inglés), orga-nizó luego el primer Congreso Panafricano, en 1919, en París, que reivindicó la adopción de un “código de protección internacional de los indígenas de África”: derecho a la tie-rra, a la educación y al trabajo libre. Duran-te el IV Congreso, en Nueva York en 1927, se opuso a Marcus Garvey, heraldo del “retorno a África” y partidario de un “sionismo negro”, que había creado una compañía marítima –la Black Star Line– y movilizado a más de tres millones de afro-americanos. Pero su sueño

En 1945, durante un V Congreso en Man-chester, George Padmore, trinitense, hizo adoptar un manifiesto que proclamaba orgu-llosamente: “Estamos decididos a ser libres... Pueblos colonizados y sometidos del mundo, uníos”. Bajo su protección, la antorcha del pa-nafricanismo militante pasó a la generación de los futuros líderes del África independien-te: Jomo Kenyatta (Kenia), Peter Abrahams (Sudáfrica), Haile Selassie (Etiopía), Nnam-di Azikiwe (Nigeria), Julius Nyerere (Tan-zania), Kenneth Kaunda (Zambia) y Kwame Nkrumah (Ghana).

Maximalistas vs. minimalistasA partir del VI y VII Congreso Panafricano, en Kumasi (1953) y Accra (1958), el desafío de la descolonización y la confrontación Este-Oeste alteraron las reglas de juego políticas y diplomáticas, dando lugar a dos formas de panafricanismo. En primer lugar, un pana-fricanismo “maximalista”, estrategia de re-composición de la geopolítica instaurada por la Conferencia de Berlín (1884-1885): ésta había oficializado la balcanización del conti-nente en un mosaico de zonas de influencia europeas. El objetivo final era la fundación de los Estados Unidos de África, susceptibles

A veinticinco años de la caída del Muro

por Ignacio Ramonet*

El día que cambió el mundo

Ya han transcurrido más de dos décadas desde que el Muro de Berlín fuera derri-bado pero, en ese lapso, se han construido otros no menos infamantes, y no ha hecho

más que fortalecerse la muralla que separa a ricos y pobres, al Norte y al Sur.

El 9 de noviembre de 1989 caía el Muro de Ber-lín. Veinticinco años después, mientras el capitalis-mo, a su vez, vacila bajo los golpes de una crisis sis-témica, ¿qué balance se puede establecer de las dos décadas que acaban de transcurrir? ¿Por qué otros muros, igual de indignantes, no se han derribado?

Simbólicamente, el hundimiento del Muro de Berlín marca la conclusión de la Guerra Fría así co-mo el fin –aunque la Unión Soviética no se disolve-ría hasta diciembre de 1991– del comunismo auto-ritario de Estado en Europa. Pero no el fin de la as-piración de millones de pobres a vivir dignamente en un mundo más justo e igualitario.

Las causasEl Muro de Berlín se hunde debido, por lo menos, a tres hechos capitales ocurridos durante la década de 1980:

1. Las huelgas de agosto de 1980 en Polonia, que ponen en evidencia una contradicción fundamen-tal: la clase trabajadora se opone a un presunto “Estado obrero” y al supuesto “Partido de la clase obrera”. La teoría oficial sobre la que se basaba el comunismo de Estado se viene abajo.

2. En Moscú, en marzo de 1985, Mijail Gorba-chov es elegido secretario general del Partido Co-munista de la URSS. Lanza la “perestroika” y la “glasnost”, y activa, con las precauciones de un ar-tificiero, la reforma del comunismo soviético.

3. Durante la primavera boreal de 1989, en Pe-kín, en vísperas de una visita de Mijail Gorbachov, miles de manifestantes reclaman reformas simi-lares a las que se llevan a cabo en la URSS. El Go-bierno chino hace intervenir al Ejército. Resulta-do: cientos de muertos en la Plaza de Tiananmen y condena internacional del régimen de Pekín.

Cuando, en el otoño boreal de 1989, ciudadanos de Alemania del Este salen a la calle para exigir reformas democráticas, las autoridades dudan en disparar o no sobre las multitudes. Moscú anuncia que sus tropas estacionadas en Europa del Este no participarán en ninguna represión. La intensidad de las manifestaciones se multiplica. La suerte está echada. El Muro de Berlín cae. En unos meses, uno tras otro, los regímenes comunistas de Europa son barridos. Incluidos los de Yugoslavia y Albania.

Constatación importante: el sistema se desplo-ma por descomposición interna, y no a causa de una ofensiva del capitalismo que lo habría derrota-do. En esos años, Estados Unidos se halla en grave recesión tras el “Lunes negro” de Wall Street acae-cido dos años antes (el Dow Jones había caído, el 19 de octubre de 1987, un 23%). Pero la interpretación

El 9 de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín. Once meses después, desaparecía la República Democrática Alemana (RDA), creada en octubre de 1949 en los territorios germanos ocupados por las tropas de la URSS al final de la Segunda Guerra Mundial. Con aquel Muro, se derrumbaba la aspiración de millones de personas a vivir dignamente. Y, si bien no se trató de una victoria del capitalismo por sobre el comunismo –puesto que el sistema cayó por su descomposición interna–, ello le dio nuevas fuerzas a Estados Unidos, quien ya no encontró frenos para imponer la globalización económica, desatando así lo que sería la etapa más salvaje del capitalismo.

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2 | NOMRE CAPíTULO | TíTULO NOTA2 | NOMRE CAPíTULO | TíTULO NOTA

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que se dará es que, en el enfrentamiento que opone, desde el siglo XIX, el comunismo al capitalismo, és-te se ha impuesto. Por nocaut. De ahí una suerte de ebriedad intelectual que hará creer a algunos en el “fin de la historia”.

Error fatal. Al perder a su “mejor enemigo” –el que, mediante una relación de fuerzas constante, le obligaba a autorregularse y a moderar sus pulsio-nes– el capitalismo se dejaría arrastrar por sus peo-res instintos. Olvidando la promesa de hacer que el mundo se beneficie de los “dividendos de la paz”, Washington impone en todas partes, a marchas for-zadas, lo que cree ser la idea triunfal: la globaliza-ción económica. Es decir, la extensión al conjunto del planeta de los principios ultraliberales: financia-rización de la economía, desprecio por el medio am-biente, privatizaciones, liquidación de los servicios públicos, precarización del trabajo, marginación de los sindicatos, brutal competencia entre los asalaria-dos del mundo, deslocalizaciones, etc. En resumen, una vuelta al capitalismo salvaje. El multimillona-rio estadounidense Warren Buffet proclama: “Hay una lucha de clases, por supuesto, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que dirige la lucha. Y nosotros ganamos” (1).

Inmensa derrota moralEn el plano militar, Washington despliega su hi-perpotencia: invasión de Panamá, guerra del Golfo, ampliación de la OTAN, guerra de Kosovo, margi-nación de la ONU... Tras los atentados del 11 de sep-tiembre de 2001, George W. Bush y sus “halcones” deciden castigar y conquistar Afganistán e Irak. Re-ducen la ayuda a los países pobres del Sur y lanzan

una cruzada contra el “terrorismo internacional” utilizando todos los medios, incluidos los menos no-bles: vigilancia generalizada, tortura, “desaparicio-nes”, prisiones secretas, cárceles ilegales como la de Guantánamo... Creen en un mundo unipolar, dirigi-do por un Estados Unidos hegemónico, seguro de sí mismo, arrogante.

El balance será desastroso: ninguna victoria militar real, una inmensa derrota moral y una gran destrucción ecológica. Sin que los principales pe-ligros hayan sido eliminados. La amenaza terro-rista no ha desaparecido, la piratería marítima se agrava, Corea del Norte se ha dotado de armas nu-cleares, Irán podría hacerlo... Medio Oriente sigue siendo un polvorín...

El mundo ha pasado a ser multipolar. Varios gran-des países –Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica– forjan alianzas al margen de las potencias tradicio-

1 | UNA HISTORIA QUE OBSESIONA | EL DÍA QUE CAMBIÓ EL MUNDO

nales. En Suramérica, Bolivia, Ecuador y Venezuela exploran nuevas vías del socialismo. Hasta el recur-so al G-20 con motivo de la crisis económica global confirma que los países ricos del Norte no pueden solventar en solitario los principales problemas mundiales.

La oportunidad histórica que constituía la caída del Muro de Berlín se ha desperdiciado. El mundo de hoy no es mejor. La crisis climática hace pender sobre la humanidad un peligro mortal. Y la suma de las cuatro crisis actuales –alimentaria, energética, ecológica y económica– da miedo. Las desigualda-des han aumentado. La muralla del dinero es más

imponente que nunca: la fortuna de las quinientas personas más ricas es superior a la de los quinientos millones más pobres... El muro que separa el Norte y el Sur permanece intacto: la malnutrición, la pobre-za, el analfabetismo y la situación sanitaria incluso se han deteriorado, particularmente en África. Por no hablar del muro tecnológico.

Además, se han levantado nuevos muros: como el edificado por Israel contra los palestinos; o el de Estados Unidos contra los migrantes latinoamerica-nos; o los de Europa contra los africanos... ¿Cuándo decidiremos destruir de una vez para siempre todos esos muros de la vergüenza? g

1. The New York Times, 26-11-06.

*Director de Le Monde diplomatique, edición española.

© Le Monde diplomatique, edición española

El sistema se desploma por descomposición interna, y no a causa de una ofensiva del capitalismo que lo habría derrotado.

El beso más famoso. Leonid Brezhnev y Erich Honecker, líderes de la URSS y Alemania Orien-tal, respectivamente. Un ícono de la Guerra Fría en la East Side Gallery.

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ReunificaciónDurante los años 90, la reunificación de Alemania Occidental con su par Oriental significó un gran desafío económico para la primera, que debió financiar alrededor de la mitad del consumo de los ciudadanos del Este (unos 100.000 millones de euros al año, el equivalente al 8% de su PIB) mediante diferentes prestaciones.

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LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 23

Austeridad fiscal, flexibilización laboral, ajuste de los salarios, incremento de las desigualdades, caída de la demanda interna. La contracara del éxito alemán muestra las limitaciones de un modelo económico basado fundamentalmente en la capacidad exportadora del país. Alemania, principal beneficiaria y defensora del euro, impone a una Europa en crisis un conjunto de medidas ortodoxas que, al desestabilizar a sus vecinos, pone en riesgo las bases del proyecto común europeo.

Alemania hacia adentro

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LUCES Y SOMBRAS DEL MODELO

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por Till Van Treeck*

Un modelo económico que amenaza a la Unión Europea

Las reformas estructurales de la Agenda 2010, implementadas en la última década, elevaron a Alemania al rango de potencia económica. Pero el éxito del modelo –exportaciones y desregu-lación del mercado laboral– tuvo nocivas consecuencias hacia adentro y fronteras afuera del país: debilitó la economía nacional y desestabiliza a sus vecinos más débiles de la Unión Europea.

El éxito germano desmitificado

Crecimiento en alza, desempleo en baja: la in-dustria alemana renace vigorosa. Estos re-sultados parecen confirmar un modelo eco-nómico que reposa en las exportaciones, el

estancamiento de los salarios y la desregulación del trabajo. ¿Cuáles serán las consecuencias a largo pla-zo? La implementación de esta estrategia acentua-rá peligrosamente los desequilibrios comerciales y desestabilizará la unión monetaria en Europa, al obligar al resto de los países a una mayor austeridad salarial y presupuestaria para tratar de recuperar su competitividad ante Alemania.

Los dirigentes alemanes muestran una confianza inquebrantable en la solidez de su economía. Social-demócratas o conservadores se alegran de haber lle-vado a cabo, en los últimos diez años, las reformas es-tructurales que habrían catapultado al país al puesto de “mayor exportador del mundo”, título que le arre-bató China en 2009, actualmente primer exportador mundial en valor.

Sin embargo, la economía alemana sufrió dura-mente la crisis financiera de 2008 y el consecuente derrumbe del comercio mundial. El Producto Inter-no Bruto (PIB) cayó un 5% en 2009, mientras que el de los demás países europeos “apenas” se redujo un 3,7%. A pesar de ello, Alemania es siempre conside-rada un modelo de estabilidad en el seno de la Unión Europea (UE), especialmente en relación con los paí-ses periféricos (Portugal, Italia, Grecia, España, Ir-landa). Se señala, por ejemplo, su moderado déficit presupuestario, inferior al 3% del PIB en 2009, con-

tra el 8% en Portugal, casi el 14% en Grecia y el 8% en Francia. Por sus esfuerzos y su disciplina, habría ganado –y se merecería– la “confianza de los merca-dos”. Un modelo a seguir.

Esta lectura de la crisis, dominante más allá del Rhin, no resiste ningún análisis. Si la mayor economía europea (que concentra por sí sola un cuarto del PIB de la eurozona) continúa con su estrategia de creci-miento basada en las exportaciones, los desequilibrios comerciales se agravarán y obligarán a los demás paí-ses miembros a la austeridad presupuestaria y salarial, con el fin de no perder competitividad frente a Alema-nia. Tomadas simultáneamente, estas medidas corren el riesgo de generar una espiral negativa, que combi-na aumento del desempleo, deflación y tensiones so-ciales. Este diagnóstico coincide exactamente con el realizado por John Maynard Keynes en su crítica al mercantilismo, doctrina desarrollada en el siglo XVI, según la cual cada nación debe mejorar su balanza co-mercial a costa de sus vecinos, lo que hace caer inevi-tablemente la demanda global a un nivel demasiado bajo como para mantener la cohesión del conjunto del sistema. El neomercantilismo alemán desestabiliza la unión monetaria europea. Sin embargo, fue objeto de consenso, al menos hasta 2009.

Retroceso del Estado de BienestarQuien inició esta política fue el Partido Socialdemó-crata (SPD), que gobernó Alemania de 1998 a 2005, antes de que el canciller Gerhard Schröder cediese su puesto a Angela Merkel, quien tomó entonces

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Exclusión. Escasas posibilidades para los inmigrantes del Este.

FlexibilizaciónLa Ley Hartz IV, implementada en 2005, instauró los “minijobs”, pagados con 400 euros por mes, sin aportes y sin seguridad social, y los “jobs a 1 euro”, esencialmente trabajos de interés público. Las condiciones para cobrar el seguro de desempleo se endurecieron y la duración de las indemnizaciones se redujo.

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Abandono. El hospital de Beelitz-Heilstätten, al sur de Berlín, funcionó como un hospital de guerra durante las dos contiendas mundiales. Desde el 2000 ha caído en el olvido.

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ock las reiteradas negativas a extender a todos los secto-

res los acuerdos empresariales, apuntan a desmante-lar el sistema de negociación salarial implementado en la posguerra. En este sentido, el gobierno alemán comparte al parecer la convicción de Hans-Werner Sinn, un asesor muy influyente, quien estimaba en 2009: “El desarrollo de un sector de bajos y muy ba-jos salarios no es la prueba del fracaso de la Agenda 2010, sino de su éxito” (1).

Para quienes se interesan por los rendimientos de la economía alemana en los últimos diez años, esta vi-sión optimista se basa más en convicciones de orden ideológico que en datos concretos. Junto con Italia, Alemania vivió el crecimiento más bajo de la eurozo-na entre 1999, año del lanzamiento de la moneda úni-ca, y 2007, año que precedió a la actual crisis. Su eco-nomía creó menos empleo que la de Francia, España o Italia (y este retraso persiste, si se tienen en cuenta las diferencias de PIB). Incluso el período de prosperi-dad de 2005-2008, que algunos responsables políticos no dudaron en calificar de “nuevo milagro económico alemán”, generó menos empleo que en Francia duran-te los mismos años o al inicio del milenio (como conse-cuencia de la introducción de las 35 horas).

Al mismo tiempo, la diferencia entre ricos y po-bres aumentó tan rápido que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ex-presó su preocupación: entre 2000 y 2005, señala un informe, “la desigualdad salarial y la pobreza se de-sarrollaron más rápido en Alemania que en cualquier otro país de la OCDE” (2). Incluso durante la reacti-vación de 2005-2008, el Coeficiente de Gini, que cre-ce con la desigualdad, subió cuatro puntos en Ale-mania. Semejante aumento se explica en parte por la desregulación del mercado laboral, que generó el estancamiento e incluso la caída de los salarios, aun durante el boom de 2005-2008. También tiene su ori-gen en el retroceso del Estado de Bienestar y del gas-to público en general. Así, según datos de la Comisión Europea, Alemania es el único país, junto con Japón, donde el gasto público, teniendo en cuenta la infla-ción, disminuyó entre 1998 y 2007. En la eurozona, aun incluyendo a Alemania, el gasto público aumen-tó un 14% en el mismo período... Este retroceso del Estado es consecuencia de reducciones impositivas sustanciales en favor de las empresas y los contribu-yentes de mayores recursos, así como de la obstinada intención de “hacer que el presupuesto recupere el equilibrio” y reducir la deuda pública.

El contraste muy pronunciado entre una economía interna debilitada y un sector exportador muy diná-mico deriva en gran parte de esta política. Entre 1999 y 2007, Alemania fue el único país de la eurozona en el que las exportaciones contribuyeron más al creci-miento del PIB que la actividad económica interna. El consumo de los hogares sigue siendo anémico, debido a la caída de los salarios reales y a la sensación de inse-guridad generada por las reformas del mercado labo-ral y el sistema de protección social. Del mismo modo,

las riendas de un gobierno de coalición dominado por los conservadores (CDU). Al SPD le resulta difí-cil admitir que las “reformas estructurales” iniciadas en 2002, en el marco de un vasto programa titulado Agenda 2010, contribuyeron al debilitamiento del consumo interno alemán y a generar los desequili-brios actuales. En su Plan para Alemania, dado a co-nocer públicamente para las elecciones federales de 2009, el candidato del SPD, Frank-Walter Steinmeier, alababa así el éxito de la Agenda 2010: “Desde 1998, los socialdemócratas hemos modernizado Alema-nia y restablecido su competitividad internacional. En cooperación con los aliados sociales y gracias a los esfuerzos de moderación salarial, supimos hacer que nuestras empresas (y nuestros productos) se ubicaran nuevamente en un primer plano en el mercado mun-dial. El país al que los medios de comunicación inter-nacionales hace diez años llamaban ‘el gran enfermo europeo’ se convirtió en la locomotora de la Unión”.

La “modernización”, denominación discreta de la desregulación del mercado laboral, comenzó de he-cho en la década del 90, y se aceleró bajo el efecto de la Agenda 2010. Consiste en reducir la participación de los salarios en la riqueza nacional, profundizando las desigualdades. En un discurso pronunciado en el Foro Económico Mundial de Davos, en 2005, el can-ciller Gerhard Schröder resumía: “Hemos creado un sector del mercado laboral donde los salarios son bajos y modificamos el sistema de subsidio por des-empleo con el fin de crear fuertes incentivos al tra-bajo”. Conforme a las recomendaciones del Consejo de Análisis Económico alemán y de la mayoría de los especialistas, el gobierno aún se niega a establecer un salario mínimo legal, por temor a relajar la presión sobre los salarios. Estas decisiones, combinadas con

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2 | LUCES Y SOMBRAS DEL MODELO | EL ÉXITO GERMANO DESMITIFICADO

la contribución del gasto público al crecimiento fue la más débil de todos los Estados miembros.

Las lecciones de KeynesDesde luego, la “moderación salarial” estimula la competitividad de las exportaciones alemanas. Pe-ro ¿a qué precio para la UE? En el marco de una unión monetaria, las diferencias de competitividad entre países ya no pueden compensarse con devaluaciones nominales. En consecuencia, cuando la evolución del costo unitario de la mano de obra (fuertemente rela-cionado con la tasa de inflación nacional) difiere entre varios países, algunos ganan mecánicamente en com-petitividad con respecto a los demás. Ahora bien, en el período 1999-2007, el costo unitario de la mano de obra creció menos del 2% en Alemania, mientras que aumentaba del 28% al 31% en Grecia, Irlanda, Portu-gal y España. Esto significa que todos los demás países perdieron en competitividad respecto de Alemania, pero también que, al tener Alemania una inflación me-nor, las tasas de interés reales fueron allí más altas, lo que continuó debilitando la demanda interna. Incluso en Francia, donde el costo unitario de la mano de obra sólo aumentó un 17% entre 1999 y 2007 (lo que corres-ponde aproximadamente al objetivo de inflación de-terminado por el Banco Central Europeo), la balanza comercial, superavitaria de 1999 a 2003, se inclinó –y luego cayó– del lado deficitario.

Ahora bien, los ataques especulativos de prin-cipios de 2010 estuvieron mucho más ligados a los desequilibrios de la balanza comercial de los países europeos mencionados que a su déficit presupues-tario. Entre 1999 y 2007, el déficit público de España nunca superó el límite del 3% impuesto por el Tra-tado de Maastricht y el Pacto de Estabilidad y Cre-cimiento Europeo (a título comparativo, Alema-nia no respetó este criterio entre 2002 y 2005). Más aun: durante este período, la deuda pública española, expresada en porcentaje del PIB, se redujo del 62% al 36% (mientras que en Alemania aumentaba del 61% al 65%) y el Estado incluso acumuló excedentes entre 2005 y 2007. En cambio, en el sector privado (hogares y empresas), los gastos superaron sistemáticamente los ingresos, especialmente a causa de la burbuja inmobiliaria. De allí un déficit constante que alcanzó algunos años el 12% del PIB. Al ser la balanza entre lo público y lo privado netamente negativa, la deuda global aumentó significativamente. Y cuando la burbuja del endeudamiento privado estalla y el desempleo explota, a partir de 2008, el Estado español debe asumir los créditos actualmente imposibles de pagar, lo que obliga a tomar préstamos masivamente. De repente, los mercados cuestionan la solvencia de España. La situación es similar en Irlanda, donde el endeudamiento público retrocedió del 49% al 25% entre 1999 y 2007, pero donde los déficits privados aumentaron durante el mismo período (en Grecia y Portugal, el Estado fue también durante mucho tiempo deficitario, pero en

proporciones inferiores a las del sector privado). Son pues los déficits comerciales –generadores de deuda externa, mucho más que el déficit presupuestario del Estado– los que afectan la solvencia de un país y lo exponen a la especulación financiera.

Los dirigentes alemanes se equivocan entonces al celebrar las “reformas estructurales” que habrían vuelto al país más “sólido” y más “seguro” a los ojos de los inversores. La aparente fuerza de Alemania no es sino una victoria pírrica. Según Plutarco, mientras lo felicitaban por su nueva victoria sobre los roma-nos, el rey de Epiro habría declarado: “Si obtenemos otra victoria como ésta, será nuestro fin”; puesto que había perdido en la batalla gran parte de sus fuerzas, así como a la mayoría de sus oficiales y aliados.

La situación de Alemania no es muy diferente: su victoria en la guerra de la globalización fue arranca-da a un precio muy caro. En el plano social, primero, con la explosión de la desigualdad, la pobreza y la caí-da de los salarios reales, incluso para la clase media. En el plano político también, a escala europea, ya que sus mejores aliados sufren las consecuencias del neo-mercantilismo alemán y dudan cada vez más abierta-mente de la solidaridad europea de Merkel. En efec-to, la estrategia alemana, centrada únicamente en las exportaciones, sólo puede funcionar si todos sus so-cios siguen acentuando sus déficits comerciales. Los cuales, tal como se vio, son precisamente responsa-bles de la crisis actual.

Incluso desde el punto de vista de su estricto interés nacional, es absurdo convertirse en el “mayor exporta-dor mundial” para quejarse luego del costo de las medi-das de rescate que se tornaron indispensables debido al endeudamiento insostenible de los importadores (más del 40% de las exportaciones alemanas están destina-das a los países de la eurozona). La unión monetaria no puede funcionar durante mucho tiempo si su economía más poderosa contribuye tan poco a la demanda global. Es una de las lecciones a aprender del análisis realizado por Keynes de las guerras comerciales que destrozaron Europa en la primera mitad del siglo pasado.

Los socialdemócratas comenzaron además a revi-sar su doctrina. En el Plan para Alemania de 2009, el SPD reconoce implícitamente que “la contrapartida de la dominación alemana en el terreno de la competi-tividad es un débil consumo. [...] Será necesario tornar más equitativa la distribución del ingreso y desarro-llar las inversiones públicas”.

Pero los conservadores conducidos por la canci-ller Merkel no tienen intención alguna de modificar la política actual. g

1. Hans-Werner Sinn et al., “Die Agenda 2010 und die Armutsgefährdung”, Ifo Schnelldienst, Munich, N° 17, 2009.2. OCDE, “Growing Unequal? Income Distribution and Poverty in OECD Countries. Country note: Germany”, París, 2008.

*Economista del Institut für Makroökonomie und Konjunk-

turforschung (IMK) de la Fundación Hans Boeckler.

Traducción: Gustavo Recalde

Un país envejecidoMayores de 65 años (porcentaje del total)

15,0%

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Tasa de natalidad (cada 1.000 personas)

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Un paraíso para el empresariadopor Olivier Cyran*

Deslocalizaciones, bajos salarios y alta competitividad

Pese a la crisis, el empresariado alemán está tranquilo. Las reformas de los últimos años, que han acabado por completo con el sistema de coges-tión social heredado de la posguerra, desregulando el mercado de trabajo, proveen un marco de negocios ideal. Promotores a ultranza del euro, ven en la moneda común un reaseguro para la competitividad de su industria.

Con su físico hollywoodense y su leve acento bávaro, Klaus Probst encarna la síntesis perfecta del hombre de mundo y del industrial encerrado en su forta-

leza. Aunque el “modelo alemán”, tan a menu-do invocado, puede hacer agua, ninguna duda inquieta a este ingeniero convertido en gran empresario. “Nuestro sistema constituye cier-tamente un modelo”, asegura con voz pausa-da. Y agrega: “Cuando vemos la forma en que los sindicatos reaccionan en Francia a la eli-minación de empleos, nos damos cuenta de la ventaja que tenemos en Alemania, donde todo el mundo consigue entenderse con solucio-nes razonables. El acuerdo social que reina en nuestro país me parece de una gran estabili-dad; no veo ninguna amenaza en el horizonte”.

Indestructible, el optimismo de Probst es-tá a la altura de la multinacional que preside: Leoni AG, el mayor proveedor europeo de sistemas de cableado para la industria auto-motriz. En el último año llevó a cabo un volu-men de negocios de 3.800 millones de euros y obtuvo un beneficio (sin descontar los im-puestos) de 236 millones, en clara progresión respecto de los años precedentes. Es también uno de los miembros más prestigiosos de la Asociación de la Industria Metalúrgica y Electrónica de Baviera (VBM), que represen-

ta a seiscientas empresas y a más de setecien-tos mil empleos. “La VBM es una estructura bastante poderosa. Defiende los intereses de nuestro sector frente a los políticos, en par-ticular frente a Horst Seehofer, el presidente de Baviera, pero también frente a la canciller Angela Merkel. Intervenimos especialmente en las cuestiones de política energética, pues la electricidad cuesta cada vez más cara, lo que pone en peligro algunas de nuestras em-presas”, admite Probst.

La finalidad es evitar las disposiciones del “giro energético” que se supone deben promo-ver las energías alternativas, pero que está ate-nuado por una serie de enmiendas consentidas bajo la presión de los lobbistas. Desde la modi-ficación legislativa de junio de 2011, más de dos mil grandes empresas fueron exoneradas de la ecotasa, un impuesto que grava a los grandes consumidores de energía fósil. El costo de estos arreglos para el Tesoro Público está estimado en 4 mil millones de euros para 2013 (1).

En Alemania, el lobbying toma también la forma de dinero contante y sonante. Así, de 2002 a 2011, la VBM distribuyó 4.160 millo-nes de euros a diferentes partidos, entre ellos la Unión Social Cristiana de M. Seehofer (2) que recibió 3.700 millones. Solo BMW y el Deutsche Bank se mostraron más generosos.

Ante estas cifras, la epidemia alemana de bajos salarios y de precariedad parece de pronto un despropósito. Que Alemania forme parte de los tres países europeos –después de Bulgaria y de Rumania– en los que la diferen-cia de ingresos entre el 20% más rico y el 20% más pobre es la más profunda entre 2000 y 2010 (3) no altera el buen humor de Probst. “Aunque varios estudios confirman lo que us-ted dice, a mi alrededor no veo nada semejan-te. Gracias a la ayuda social, todos aquí dispo-nen de una fuente de ingresos que les permite vivir decentemente. Yo mismo tengo dos hi-jos que estudian: no tengo ningún temor de que la sociedad en la que viven se quiebre o caiga en el caos”, asegura. Probst mira su re-loj. En algunos instantes debe dar una confe-rencia en los lujosos salones del Club de Pren-sa de Nuremberg; el tema: “Las innovaciones no caen del cielo”.

El fin de la cogestiónEn materia de innovaciones, el grupo Leo-ni aportó mucho en el transcurso de su lar-ga historia, en la que se refleja la epopeya del capitalismo renano. Fundado en el siglo xix, en plena Revolución Industrial, el grupo fa-bricante de cables, que cotiza en Bolsa desde 1923, se afianzó durante el período nacio-

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colectiva: el 60% en el oeste del país y el 48% en el este, contra el 75% y el 63% respectivamente, quince años atrás. Y en los sectores donde todavía se apli-ca, la delicada balanza entre los actores sociales se inclina cada vez más de un solo lado. “Los vínculos son cada vez más laxos, cuando no están rotos, entre las centrales sindicales y los representantes del per-sonal que se sientan en el directorio de las empre-sas. No es raro que los representantes que se supone defienden el interés de los asalariados pacten con el empleador”, suspira Bothner.

En cuanto a Probst, celebra el “sentido de respon-sabilidad” de sus partenaires sociales. De hecho, es-tos últimos saben mostrarse complacientes: en 2000 y, más tarde, entre 2008 y 2010, los representantes de los asalariados del gremio metalúrgico y electrónico al cual está afiliado el grupo Leoni aceptaron sin pro-testar la oferta patronal de un congelamiento de los salarios. Gracias al acuerdo el fabricante de cables ha “sobrellevado la crisis y está hoy muy bien, en bene-ficio de todos sus empleados”, se alegra su director, quien se mostró menos riguroso consigo mismo: sus propios ingresos aumentaron un 8,8% entre 2008 y 2009. Hoy está clasificado en el orden 55 en el palma-rés de los administradores mejor pagos de Alemania con un salario anual de 1,87 millones de euros, a los que se suman los ingresos financieros (4).

Otro factor contribuyó a vaciar la cogestión social de su sustancia: las olas de deslocalizaciones que des-de hace dos décadas barren Alemania. En este terre-no, también Leoni AG fue uno de los precursores. De los sesenta mil empleados del grupo, solo cuatro mil trabajan todavía en suelo alemán. “Cuando la Corti-na de Hierro cayó, en 1989, nosotros decidimos inme-diatamente deslocalizar una parte de nuestra pro-ducción a Hungría, Polonia, Eslovaquia y República Checa”, recuerda Probst.

Después de una segunda ola, a fines de los años 90, hacia Ucrania y Rumania, siguió una tercera en los años 2000, en dirección esta vez de Túnez, Marrue-cos y Egipto. ¿Las revoluciones árabes afectaron esta estrategia de competitividad? “De ninguna manera”, replicó el patrón. “El cálculo es fácil: en Alemania, el costo del trabajo en el sector de la electrónica es de 25 euros la hora, cuotas sociales incluidas, mientras que en Polonia es de 6 euros y en Túnez, de 2”, agrega. In-útil precisar que los doce mil obreros de la ciudad tu-necina de Susa, mayoritariamente mujeres pagadas a razón de 300 euros por mes, no están comprendi-das dentro de las ventajas del “modelo alemán”. Para Probst su empleo revela más bien una “forma moder-na de ayuda al desarrollo”.

“Alemania va muy bien, nunca estuvimos tan próximos del pleno empleo”, profesa todavía. En un país donde cuatro millones de trabajadores –o sea el 12% de la población activa– cobra un salario horario bruto inferior a 7 euros (5) y donde una agencia de trabajo considera útil publicar un folleto aconsejan-do a los desocupados tomar un vaso de agua de la ca-

nal-socialista al beneficiarse con el trabajo obliga-torio de los deportados. Luego se expandió gracias al “milagro alemán” de la posguerra y al boom de la industria automotriz. La euforia de la época, unida a la prohibición de las “huelgas políticas” y a un an-ticomunismo muy duro por su proximidad al Muro de Berlín, favoreció el surgimiento de un consenso social inédito en Europa. La joven República Federal pudo entonces delegar en las organizaciones patro-nales la tarea de negociar ellas mismas las conven-ciones colectivas, gremio por gremio.

El Estado renuncia así a toda intervención: son los empleadores quienes deben fijar, de acuerdo con los sindicatos, las condiciones de trabajo y de remunera-ción. En contrapartida de este derecho soberano, se comprometen a asociar estrechamente a los repre-sentantes del personal con la administración de sus empresas. Es así como nace el sistema de la cogestión paritaria, que atribuye a los sindicatos la mitad de las plazas en las instancias dirigentes, sea el consejo de establecimiento (Betriebsrat) para las empresas pe-queñas o medianas o el consejo de supervisión (Auf-sichtsrat) para aquellas que cuentan con más de qui-nientos empleados. En realidad, el sistema sólo es pa-ritario en la metalurgia: en todos los demás gremios, la dirección de la empresa dispone de un voto de des-empate para decidir en caso de conflicto.

Envidiada por los empresarios latinos, la coges-tión a la alemana está, sin embargo, en vías de diso-lución: “En los papeles todo sigue siendo perfecto, pero en realidad la participación social sólo existe en las industrias tradicionales”, se lamenta Jürgen Bothner, secretario general del Sindicato Verde del Land de Hesse. El aumento de poder de una indus-tria de servicios profundamente indiferente a los atractivos del “modelo alemán” lo hizo fundir, como la nieve al sol. En 2012, solo el 58% de los empleados alemanes se veían favorecidos por una convención

Frankfurt. Es la capital financiera del país y el centro económico más importante de toda Europa. Allí también tiene su sede el Banco Central Europeo (BCE).

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Flexibilización laboralTrabajadores de medio tiempo (como % del empleo total, 2013)

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Reino Unido

Alemania

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Estados Unidos

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ciones precedentes. La moderación protestante aso-ciada tradicionalmente al capitalismo renano pare-ce haber volado en pedazos, como bombardeada por el afán de lucro. “Con una ganancia promedio de 2,9 millones de euros, los principales dirigentes de las empresas cotizadas en el Dax [índice de la Bolsa de Frankfurt] cobraron en 2010 ganancias cuatro veces y media más elevadas que en 1995: un alza impresio-nante en solo quince años. Nuevamente en 2011, sus ganancias treparon sustancialmente, con un prome-dio de 3,14 millones de euros por miembro de direc-torio”, observa el sociólogo Michael Hartmann en su último libro (9).

Otro indicador de esta desintegración es la mul-tiplicación, en el curso de los últimos años, de los es-cándalos de fraude fiscal. No es que la trampa sea un invento reciente entre los grandes contribuyentes: en los años 70 ya estaba “bien visto proteger su dine-ro en el extranjero”, como lo admite Albert Eickhoff, un industrial de la alta costura perseguido en 2012 por fraude fiscal junto con cientos de millonarios ale-manes (10). Lo que cambió, constata Pohlmann, es la ostentación con la que los directivos de las empresas exhiben la tolerancia de estas prácticas. “En 2009, después de la condena de Klaus Zumwinkel, el dueño de la Deutsche Post, casi todos nuestros interlocuto-res están de acuerdo en subrayar que los 2 o 3 millo-nes de euros escondidos por su infortunado colega eran sólo espuma y que no había por qué hacer tanto escándalo”, dice.

Miembro del Consejo de Control de DZ Bank, el tercer establecimiento bancario de Alemania con un capital en fondos propios de 11 mil millones de euros, Siegmar Kleinert se destaca en el ambiente atilda-do de los cuellos blancos por sus arranques de cólera contra lo que él llama la “berlusconización” del país. Desde que Gerhard Schröder vendió sus contactos al grupo energético ruso Gazprom, “los diques se soltaron, no hay más límites a los conflictos de inte-rés”, denuncia. Y hay que citar como ejemplo la tra-yectoria de Wolfgang Clement, ministro de Econo-mía y de Trabajo en el gobierno de Schröder, que se convirtió en consejero del gigante Adecco y del ban-co Citigroup. O incluso, los “arreglos” de Peer Stein-brück, quien encabezó, por el Partido Social Demó-crata (SPD), las pasadas elecciones legislativas: entre noviembre de 2009 y octubre de 2012, el candidato a la cancillería mantuvo setenta y cuatro conferencias pa-ra establecimientos tales como la Deutsche Bank, Ci-tigroup, BNP-Paribas y JP Morgan. Habría cobrado, cada vez, entre 15.000 y 25.000 euros.

Los empresarios le agradecen a la izquierdaLa facilidad con la que los secretarios de Estado –los jefes de gabinete de ministros– se pasan al sector pri-vado ilustra la creciente porosidad entre el mundo político y el de los negocios. Hartmann calculó que, entre 1949 y 1999, sobre los veinte secretarios de Es-tado que se han sucedido en el Ministerio de Eco-

nilla en vez de agua en botella (6), estos comentarios tan candorosos podrían sorprender… Sería olvidar que los grandes empresarios alemanes viven en una burbuja cada vez más hermética.

El descarnado espíritu del liberalismoMarkus Pohlmann, profesor de Sociología en la Uni-versidad de Heidelberg, dirige desde hace seis años un ambicioso estudio sobre las elites económicas en los cuatro puntos del globo. En Alemania, su equipo mantuvo ochenta y dos entrevistas con los altos diri-gentes de dos generaciones –los que estaban en acti-vidad en los años 80 y 90, y los que tienen el mando en la actualidad– con el objetivo de “evaluar hasta qué punto los principios del neoliberalismo impregnaron el espíritu de quienes toman las decisiones y su ges-tión de los negocios”.

Según Pohlmann, los empresarios alemanes “se consagran en cuerpo y alma a su empresa hoy mucho más que hace veinte años. Su tiempo de trabajo oscila en promedio entre catorce y dieciséis horas por día durante la semana, y entre diez y doce horas más el fin de semana. La empresa es el único filtro a través del cual perciben el mundo social”. El sociólogo ob-serva otro cambio importante: “Para la antigua ge-neración existía una suerte de pacto social en virtud del cual la búsqueda de consenso atemperaba la fría obligación de acumular ganancias. Esta concepción desapareció. Lo que prevalece ahora es el principio del capital humano según el cual cada individuo es responsable por su propia suerte. A los que no logran tan buenos resultados –las ‘personas de performan-ce limitada’, como se las llama en este medio–, se los descarta sin ningún escrúpulo”.

Esta evolución se traduce tanto en los discursos como en la práctica. Desde hace algunos años, la pro-fesión de fe de los grandes empresarios contrasta, por su rudeza sin escrúpulos, con el tono más adulador de los barones de la vieja escuela. “En Alemania te-nemos una tendencia a imaginarnos que le corres-ponde al jefe de la empresa pagarle al trabajador un salario suficiente como para que viva toda su familia. Pero, en el plano económico, eso es imposible”, lan-zaba, por ejemplo, en 2005, Walter Norbert, entonces economista jefe del Deutsche Bank (7). En la misma época, Michael Rogowski, presidente en ese momen-to de la poderosa Federación de la Industria Alemana (BDI), recurría a una metáfora animalista para ex-plicar el funcionamiento del mercado de trabajo: “La mano de obra tiene un costo, exactamente como el cerdo. En el ciclo comercial, los precios suben cuan-do el cerdo escasea. Cuando hay mucho cerdo, los precios bajan” (8). Desde entonces, el amante de los embutidos se convirtió en el asesor del grupo de in-versiones estadounidense Carlyle, y luego en conduc-tor de un programa en el canal privado alemán N-Tv.

Pero es en el plano de los “valores éticos”, según la expresión de Pohlmann, donde los dirigentes ac-tuales se distinguen más francamente de las genera-

2 | LUCES Y SOMBRAS DEL MODELO | UN PARAÍSO PARA EL EMPRESARIADO

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Salario mínimo Uno de los pilares del acuerdo de la alianza entre Merkel y el SPD, tras las elecciones de 2013, gira en torno a la introducción de un salario mínimo (establecido en 8,5 euros la hora, inferior al de Holanda y Francia pero superior al de Estados Unidos o España).

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Evolución del PIB(crecimiento anual promedio, por períodos)

3,3%

1,6%1,1%

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nomía, únicamente cinco ingresaron al sector pri-vado después de haber dejado su puesto, o sea uno so-bre cuatro; proporción que permaneció estable du-rante medio siglo. Desde 2000, en cambio, siete de los ocho secretarios de Estado que se sucedieron en el Ministerio de Economía hicieron enseguida carrera en las altas esferas de la economía o de las finanzas.

Por otra parte, el puente entre lo público y lo pri-vado se cruza alegremente en ambos sentidos. Axel Nawrath, alto funcionario del Ministerio de Econo-mía y miembro del SPD, fue contratado en 2003 por la Bolsa de Frankfurt para ocuparse de la dirección de las relaciones públicas; dos años más tarde, se reintegró al servicio público en el cargo de secreta-rio de Estado del ministro de Economía Hans Eichel. Hoy, ocupa un lugar en el directorio de KFW, uno de los quince bancos más grandes de Alemania.

Es fácil predecir que los lazos creados en el curso de la década pasada entre los poderes públicos y los due-ños del dinero no dejan de tener ventajas para estos últimos. El caso de Heribert Zitzelsberger corrobora este presentimiento. Ex director financiero del grupo Bayer, donde se dedicaba en particular a las estrate-gias de optimización fiscal, en 1999 fue seducido por el gobierno rojo-verde de Schröder para ocupar el cargo de secretario de Estado en el Ministerio de Economía. “Hemos enviado a nuestro mejor fiscalista a Bonn. Es-pero que haya sido lo suficientemente ‘infiltrado’ por Bayer para que inicie las reformas necesarias”, anun-ció entonces el presidente del gigante de la industria química, Manfred Schneider, con el beneplácito de la asamblea de los accionistas (11).

No se decepcionaría. Zitzelsberger dispuso una reforma fiscal consistente en bajar el impuesto del 34% al 25% a las empresas y en desgravar los benefi-cios obtenidos por las compañías que cotizan en Bol-sa sobre sus reventas de acciones. Al anuncio de estas medidas de “apoyo a la competitividad”, con un costo de 23.000 millones de euros por año para las cajas del Estado, el índice Dax saltó un 4,5%. Gracias a su ex fiscalista, el grupo Bayer embolsó en 2001 un retorno fiscal de 250 millones de euros, que devolvió íntegra-mente a sus accionistas. A su muerte, dos años más tarde, Zitzelsberger recibiría los homenajes del em-presariado alemán, entristecido de ver desaparecer al hombre que le hizo el “regalo más grande de todos los tiempos” (12).

Berthold von Freyberg quedó también profunda-mente agradecido hacia Schröder y su coalición rojo-verde. Miembro de una antigua y poderosa familia aristocrática –su hermano, Ernst, preside el Banco del Vaticano (IOR)–, este cincuentón de aspecto de campeón de tenis fundó con dos socios un fondo de inversión de capital de riesgo, Targer Partners, que pone en juego los millones de sus clientes en start-ups de alta tecnología. Desde los suntuosos despachos que ocupa sobre una de las arterias más elegantes de Munich, se aflige por la injusticia que golpea a su pro-fesión: “Sobre 100 millones que inviertes, cobras du-

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“Fuimos a buscar fuerza de trabajo, y llegaron hombres”. Esta síntesis del escritor suizo Max Frisch se aplica de modo inmejorable a las am-biguas relaciones entre Alemania y sus dos millones de turcos. En los años 60, esos Gastarbeiter (trabajadores huéspedes), en su mayoría procedentes de las regiones pobres del sudeste de Turquía, eran reci-bidos con orquestas y discursos de bienvenida. Penuria de mano de obra obliga, su llegada era la condición para la reconstrucción del país: el primer acuerdo sobre inmigración con Turquía se remonta a 1961. Utilizados en tareas ingratas y mal pagas, sus “beneficiarios” sentían sin embargo que la República Federal los necesitaba.A fines de los noventa, en una Alemania siempre próspera, pero que contaba con más de cuatro millones de desempleados, se volvieron indeseables. Con mayor razón en la medida en que esos hombres, que habían llegado solos, trajeron a sus mujeres e hijos. La primera ley so-bre inmigración de 1965 limitaba el tiempo de estadía a un año, para instaurar un sistema de rotación. Pero fracasó: hasta los patrones se opusieron, negándose a que “sus” obreros extranjeros formados fue-ran reemplazados por recién llegados sin experiencia. Pero el interés económico que representaba esta mano de obra abundante y estable terminó por entrar en conflicto con el interés étnico-nacional.Los responsables políticos alemanes no pararon de machacar que “Alemania no es un país de inmigración”. Atraer trabajadores extran-jeros –y más aun, integrarlos– contradecía el espíritu mismo de la ley sobre nacionalidad, votada por el Reichstag en 1913, y fundada no en el derecho de suelo (ius soli), sino en el derecho de sangre (ius san-guinis). En lugar de revisar fundamentalmente esta legislación, el go-bierno Schroeder-Fisher votó apenas una semi-reforma.“En el imaginario político de los alemanes, es difícil conciliar la preser-vación de una identidad cultural turca con la adquisición de la ciuda-danía alemana. La pertenencia al Estado está demasiado ligada con la pertenencia a la Nación”, escribe el sociólogo estadounidense Rogers Brubakers. Schroeder repetía “el barco está lleno”... En Alemania, los inmigrantes aportan por año a las cajas del Estado y a la Seguridad So-cial más de lo que reciben. Y, como recordó Jürgen Habermas, el país necesita a sus inmigrantes para compensar la caída de su natalidad. Pero las fórmulas populistas de las personalidades políticas son elec-toralmente más exitosas que estudios estadísticos serios...

*Periodista, enviada especial.

Traducción: Yanina Guthmann

Ayer bienvenidos, hoy desplazados

INMIGRACIÓN TURCA

por Brigitte Pätzold*

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rante cinco años una comisión anual del 2,2% o sea 2,2 millones. Pero, desde hace un año, los fondos de inversión alemanes deben pagar una tasa del 19% so-bre estas comisiones. Alemania es el único país de Eu-ropa en haber instalado esta medida. ¡Incluso Francia es más liberal en este sentido! Esto causa un perjui-cio inmenso a todo el sector. Los inversores se dicen: ‘¿Por qué colocaría yo mi dinero en Alemania si en Es-tados Unidos no pago nada?’. En consecuencia, no-sotros tomamos estas tasas a nuestro cargo, lo que se traduce en una pérdida del 19% sobre nuestras ganan-cias. Es catastrófico. Hay que apretarse el cinturón”.

Si le creemos a Von Freyberger, no es el ex canci-ller social-demócrata quien habría cometido seme-jante falta de delicadeza: “Schröder creó las condi-ciones de la prosperidad que conocemos hoy día. Le debemos infinitamente más que a la señora Merkel, a quien yo no le critico la defensa del euro, pero no realizó ni la cuarta parte de lo que cumplió su prede-cesor en materia de reformas estructurales del mer-cado del trabajo”.

A pesar de esto, según un estudio realizado por la consultora Kienbaum, una aplastante mayoría de los empresarios alemanes otorgan sus favores a la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel (78%). Em-presarios que aprecian a la izquierda pero votan a la derecha: la especificidad alemana está de capa caída.

El mismo sondeo indica por otra parte que la mo-neda única conserva la plena confianza de los medios de negocios; dos directores de empresa de cada tres la consideran benéfica para su país. El ex titular de la Federación de la Industria Alemana (BDI), Hans-Olaf Henkel, en una ruidosa campaña contra la divi-sa europea, se cansó de convencer a los suyos: sólo el 1% de los empresarios desearía el retorno del Deuts-che Mark. “Para los empresarios alemanes, el euro es un éxito formidable. A pesar de las incertidum-bres, tienen confianza en la moneda única y en la po-lítica de salvataje de Merkel”, declara un directivo de Kienbaum (13).

Con su franqueza desconcertante, Probst, el dueño de Leoni, confirma: “La moneda única nos ha ayudado mucho. La depreciación del euro en relación con el dó-lar, como consecuencia de los malos resultados econó-micos de nuestros vecinos europeos fue, sin duda, un estímulo para nuestras exportaciones y reforzó nues-tra competitividad en los mercados europeos. Si Ale-mania volviera al Deutsche Mark, provocaría un en-carecimiento de nuestra moneda que sería desastroso para la industria alemana. Hay que reconocerlo con toda honestidad: la presión financiera ejercida sobre Europa mantiene el euro en un nivel artificialmente bajo que nos favorece enormemente”.

Sacar provecho de la desgracia ajena: ¿ese sería, pues, el nuevo modelo alemán? Para estar seguros, miramos hacia un “pequeño” industrial del Mittels-tand, término que les gusta a los alemanes para de-signar a las pequeñas y medianas empresas, pero también a los valores de probidad, trabajo y perse-

2 | LUCES Y SOMBRAS DEL MODELO | UN PARAÍSO PARA EL EMPRESARIADO

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verancia que les están asociados. Lothar Reininger dirige con su hermano la sociedad Reininger AG, es-pecializada en la provisión de materiales médicos: sillas de ruedas importadas de China, camas espe-ciales fabricadas en Polonia, productos de higiene venidos de Tailandia, etc. Emplea a ciento noven-ta trabajadores. Sin embargo, Reininger pone mala cara cuando se lo califica de empresario. Ex obrero de Triumph-Adler, de donde fue despedido en 1994 como resultado de una huelga “dura” contra la rees-tructuración del grupo por un fondo de inversión es-tadounidense, ocupa, desde 2006, un lugar en el con-sejo municipal de Frankfurt en las filas de Die Linke, el partido de izquierda. Aunque encarna imperfec-tamente los mitos del Mittelstand, conoce todas sus contradicciones.

“En nuestro gremio –explica– hay muchos tra-bajadores precarizados, llamados ‘independientes’, que nuestros competidores subcontratan, y que ga-nan entre 5 y 6 euros la hora por pequeñas tareas de entregas, de limpieza, de desinfección, etc. Entre no-sotros, los propios empleados se encargan de estas tareas por un mínimo de 10 euros la hora. Incluso en un contexto de competencia desenfrenada, digan lo que digan las organizaciones patronales, todavía es posible asegurar un ingreso y un estatus decente a los empleados. Pero, ¿por cuánto tiempo? Con solo la instauración de un salario mínimo de 9 o 10 euros a nivel federal podría ponerse un freno al dumping social. Al negarse, el gobierno de Merkel amenaza la supervivencia de algunos empleadores que desean trabajar correctamente”. En 2012, la Reininger AG obtuvo un margen de 414.000 euros, redistribuidos entre los empleados accionistas. No es seguro que en los años próximos pueda repetir la performance. g

1. “Diese Unternehmen sind von der Öko-Strom-Umlage befreit”, Cicero Online, 23-1-13.2. Cifras oficiales del Bundestag.3. Eurostat. Citado por Michael Dauderstädt, Europas unterschätzte Ungleichheit, Fundación Friedrich-Ebert, Berlín, 2010.4. Clasificación anual de los ingresos patronales establecida por Manager Magazin Online: www.manager-magazin.de5. Institut Arbeit und Qualifikation. Citado por Michael Hatmann, Soziale Ungleichheit, Kein Thema für Eliten?, Campus, Frankfurt, 2013.6. “Gehen Sie nie hungrig einkaufen”, Die Süddeutsche Zeitung, Munich, 19-7-13.7. Entrevista en el diario Volksstimme, Magdeburgo, 11-2-05.8. Citado por Norbert Blüm, ex ministro de Trabajo conservador, en Ehrliche Arbeit, ein Angriff auf den Finanzkapitalismus und seine Raffgier (“Trabajo honesto, un ataque contra el capitalismo financiero y su rapacidad”), Gütersloher Verlagshaus, Gütersloh, 2011.9. Soziale Ungleichheit, op. cit. 10. Entrevista en Bild Zeitung, Berlín, 13-11-12.11 . Citado por Ha ns Weiss y Ernst Schmiederer, Asoziale Marktwirtschaft, Kepenheuer & Witsch, Colonia, 2005.12. “Das grösste Geschenk aller Zeiten”, Die Zeit, Hamburgo, 8-9-05.13. “Deutsche Unternehmen vertrauen dem Euro”, Kienbaum, Berlín, 26-7-13.

*Periodista (enviado especial).

Traducción: Florencia Giménez Zapiola

Autobahn. Un nuevo sistema vial para un nuevo Estado.

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La mezquita de la discordia La población musulmana de Alemania es en un 75% de origen turco, constituyendo, con 2,3 millones de habitantes, la mayor comunidad extranjera en el país. Pero la integración es conflictiva. El proyecto de construcción de una gran mezquita en Colonia suscitó la oposición de partidos de extrema derecha y de grupos de acción colectiva.

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nica, a fin de evitar que se cambiaran con tanta fa-cilidad los fundamentos del sistema de gobierno, tal como lo había hecho el nazismo. Uno de los dispositi-vos implementados para ello fue la introducción del umbral del 5% de los votos en las elecciones, reque-rido para que un partido logre tener representación en el Parlamento. El otro, fue evitar opciones de ca-rácter plebiscitario, por lo que se optó por la elección del canciller federal a través del propio Bundestag. De esta manera se les encomendó a las bancadas de cada partido en el Parlamento la tarea de buscar un acuerdo de mayorías tal que les permitiesen un go-bierno estable.

Tales medidas, que resumieron las experiencias de un parlamentarismo fracasado antes de la Segun-da Guerra Mundial, han llevado a un eterno juego de coaliciones en el sistema político alemán. Una cons-telación crítica incluso para los propios ciudadanos, puesto que su participación en esta definición central se limita a un voto estratégicamente depositado, lo cual, sin embargo, no garantiza que los actores polí-ticos se mantengan fieles en materia de alianzas a sus promesas electorales.

Así, el país ha vivido en tres períodos “grandes coaliciones” entre los dos partidos mayoritarios de la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia, y en su abrumadora mayoría “pequeñas coaliciones” entre un partido mayoritario y un partido pequeño (como los Liberales o los Verdes). Para este último tipo de alianzas se ha recurrido a menudo al símil del coci-nero (partido grande) y el mesero (partido peque-

“Crear el futuro de Alemania”, tal es el título del acuerdo de coalición que firmaron el 16 de di-ciembre de 2013 los tres partidos que integran el nuevo gobierno de Angela Merkel (2013-2017).

Las negociaciones duraron tres meses y la decisión final requirió de un referéndum entre los miembros del Partido Socialdemócrata alemán, puesto que sus dirigentes querían estar seguros de no tomar una de-cisión en contra de la voluntad de sus afiliados. Así, quedó constituida por tercera vez en la historia de la Alemania de la posguerra una “gran coalición”, op-ción política reservada, según los propios actores po-líticos, a situaciones de emergencia y crisis profun-das. La capacidad de sellar un acuerdo entre adver-sarios de la campaña electoral es característica de la historia política de este país, y obedece al afán de no permitir situaciones de desgobierno y de mante-ner en funcionamiento el sistema político. Al mismo tiempo, aumentan las expectativas en la población de que un gobierno con una holgada mayoría del 70% de los votos realmente produzca resultados y no se es-tanque en bloqueos mutuos.

Eterno juego de coalicionesDesde la fundación de la República Federal de Ale-mania, en el año 1949, el país ha tenido 23 gobiernos de coalición de diferentes colores políticos. Después de la experiencia de la República de Weimar y el as-censo del nacionalsocialismo se procuró establecer regulaciones institucionales que garantizasen que ningún partido pudiera lograr una posición hegemó-

La Alemania de Angela Merkel

La canciller asume su tercer mandato

por Günther Maihold*

Pese al rechazo que sus políticas despiertan en el resto de Euro-pa, el triunfo de Merkel en las elecciones de septiembre de 2013 responde al deseo de estabilidad de los alemanes en tiempos de crisis. En un contexto de agotamiento del sistema de partidos, la canciller ha desplegado un incuestionable liderazgo político, tejiendo hábiles alianzas en un complejo entramado de poder.

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ño), lo cual demuestra las secuelas de estos acuer-dos asimétricos, no solamente en el diseño del pro-grama de gobierno, sino también en la distribución de las carteras que cada actor puede reclamar para sí.

El actor central de este juego de coaliciones ha si-do el Partido Democrático Liberal (FDP), el partido que ha logrado mantener durante la mayor cantidad de tiempo su presencia en el gobierno, a través de dis-tintas coaliciones desde 1949. Excepto en el gobierno de Gerhard Schröder (1998-2005), cuando los social-demócratas pactaron con Los Verdes, tanto los so-cialdemócratas como los conservadores se han apo-yado en este partido, el cual, sin embargo, tuvo que pagar en las elecciones de 2013 por su indefinición programática con la salida del parlamento, al no su-perar el umbral del 5% mínimo necesario para lograr la representación en el Bundestag.

Cambios en el sistema de partidos Los efectos del juego de coaliciones en el sistema de partidos resultan bien visibles. De las ocho ban-cadas representadas en el primer Bundestag, entre 1949 y 1961, solamente han quedado tres: la bancada unida de demócratacristianos y socialcristianos de Baviera, la socialdemócrata y la liberal –cuadro que se mantuvo hasta 1983, cuando Los Verdes logra-ron entrar en el Parlamento y, en 1990, después de la reunificación el Partido del Socialismo Democráti-co (PDS) de la ex RDA, hoy convertido en el partido Die Linke–. Así, el sistema de partidos en Alemania ha visto a lo largo de su historia dos tendencias en-frentadas: en la era de la posguerra, una dinámica de convergencia que implicó la reducción del núme-ro de partidos con una creciente centralidad de los partidos mayoritarios y, desde la década del 80, una mayor diversificación de la oferta partidaria a costa de los grandes partidos y el aumento a cinco banca-das, hecho que empezó a complicar la formación de gobiernos.

El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) es quien ha sufrido especialmente una erosión de su electorado. Históricamente siempre logró acaparar alrededor del 40% de los votos, pero en las últimas elecciones de 2013 se ha visto reducido a un 25,7%. Esta pérdida puede explicarse en parte por las mis-mas razones que aquejan a los demás representan-tes de esta corriente política en Europa. Así, el SPD no escapa al desgaste de sus principios ideológicos: la pérdida de esa “gran narrativa” que lograba fun-damentar valores e identidades; el vaciamiento de la vida intrapartidaria ante la pluralidad de iden-tificaciones desarrolladas entre sus miembros; la desarticulación de la base tradicional de “obre-ros” y sindicatos; los cambios en la cultura política, acompañados por nuevos ambientes políticos como el ecológico, lo alternativo, etc.; la incapacidad de encontrar contrapartes estratégicas en la sociedad, y la pérdida del internacionalismo como fuente de proyección y retroalimentación.

CDU-CSU. Nacida en 1945, tanto la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), como su “hermana” bávara, la Unión Cristiana Social (CSU), se inscriben en el movimiento demócrata cristiano. Juntos obtuvieron el 41,5% de los votos en las últimas elecciones legislativas, en septiembre de 2013. Se trató de un triunfo histórico para el partido, el mejor resultado desde el 43,8% obtenido por Helmut Kohl, en 1990. Con esta victoria casi absoluta, la canciller Angela Merkel obtuvo su tercer mandato.

Partido Socialdemócrata de Alemania (Sozialdemokratische Partei Deutschlands, SPD). El SPD es el partido socialista más antiguo de Europa (su núcleo original se remonta a 1863). Su ex líder Gerhard Schröder fue canciller de 1998 a 2005. En 2013 consiguió apenas el 25,7% de los votos, el segundo peor resultado en la historia de la Alemania moderna. Participa con la CDU-CSU en el actual gobierno de “gran coalición” conducido por Angela Merkel.

La Izquierda (Die Linke). Resultado de la fusión del Partido del Socialismo Democrático (PDS) de la ex RDA y de la Alternativa Electoral Trabajo y Justicia (WASG), fue fundado en 2007. En las últimas elecciones legislativas de 2013 obtuvo el 8,6% de los escaños, constituyéndose en la tercera fuerza parlamentaria del país.

Alianza 90/Los Verdes (Bündnis 90/Die Grünen). Este partido nació en 1990 de la unión de Los Verdes (Alemania Occidental) y de Alianza 90, un movimiento por los derechos cívicos de la República Democrática Alemana (RDA). Se trata del partido medioambientalista más fuerte de Europa. En 2013 obtuvo el 8,4% de los votos.

Partido Democrático Liberal (Freie Demokratische Partei, FDP). Constituido en 1948, el FDP postula el neoliberalismo en el sentido anglosajón del término. Estuvo durante mucho tiempo asociado sucesivamente con la CDU-CSU y el SPD y fue, desde la unificación de 1990, un aliado estable de la Democracia Cristiana. Sin embargo, en las últimas elecciones obtuvo apenas un 4,8% de los votos (una caída abrupta respecto a 2009, cuando había obtenido el 14,6%), menos del 5% necesario para obtener representación en el Bundestag.

Extrema derecha. La Unión del Pueblo Alemán (DVU) se encuentra actualmente en coalición con el más antiguo Partido Democrático Nacional (NPD). Juntos obtuvieron el 1,3% de los votos en 2013. Carece de representación en el Parlamento.

Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland, AfD). La novedad de las últimas elecciones ha sido la AfD, un partido conservador y euroescéptico fundado a comienzos de 2013, que obtuvo un impresionante 4,7%, cercano al 5% necesario para alcanzar representación parlamentaria.

Un paisaje político en movimiento

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libertad en las redes. Aunque Los Piratas solamente lograron representaciones a nivel subnacional, son expresión de aquellos movimientos sociales centra-dos en un solo tema, que logran acaparar la adhesión temporal de un número suficiente de votos como para impactar en la composición general del Parla-mento. Esta tendencia pone de relieve la dificultad de los grandes partidos para desarrollar programas que satisfagan las muy diferenciadas preferencias de la ciudadanía; optan, por tanto, por ofrecer alter-nativas sociales y electorales más cercanas a los in-tereses del momento.

El legado de Schröder Diez años después de su anuncio formal, La Agen-da 2010 –el programa de reformas que comprendía al sistema social alemán y al mercado laboral–sigue alimentando los debates en el país. Esta pieza central de las reformas llevadas a cabo durante el gobierno de Gerhard Schröder (1998-2005) fue, para unos, un golpe de timón necesario para alcanzar la competi-tividad de la economía alemana, mientras que, para otros, fue la expresión del recorte del Estado de Bien-estar y de la “neoliberalización” del proyecto social-demócrata. La lógica del programa consistía en reac-tivar la economía alemana, que se encontraba estan-cada. Pero ello implicaba reducir aun más el gasto público. Los sindicatos y el ala izquierda de su propio partido rechazaban la reducción de las asignaciones para programas sociales y pedían revertir aquellas medidas que afectaran la protección del empleo. Los efectos políticos de este programa fueron inmedia-tos: el Partido Socialdemócrata no solamente per-

El partido está muy lejos de los tiempos de Willy Brandt, cuando a nivel internacional era un modelo de referencia para muchos partidos afines. Hoy en día, el SPD se encuentra a 16 puntos de distancia de su rival tradicional, la coalición entre los partidos Demócrata Cristiano y Social Cristiano CDU/CSU liderada por Angela Merkel. Con el surgimiento del partido Los Verdes, en 1980, y Die Linke (La Izquier-da), en 1990, han aparecido dos actores políticos que le impiden estructuralmente al Partido Socialdemó-crata alcanzar niveles de votación que se acerquen a los de antaño.

Hoy estamos ante una gran cantidad de diferen-tes pequeños partidos que –en el caso de la euroes-céptica Alternativa para Alemania (AfD)– casi lo-gran cruzar la barrera del 5% que garantiza la re-presentación en el Parlamento. El agotamiento del sistema de partidos de Alemania es –a pesar del éxi-to importante de Angela Merkel en las elecciones de septiembre de 2013– una amenaza real, que abre un espacio importante para las siempre presentes ten-taciones populistas y cortoplacistas.

Movimientos sociales institucionalizadosLa vida social y política no se desarrolla únicamen-te en los circuitos partidarios, aunque es cierto que en Alemania los actores y movimientos sociales in-tentan alcanzar relativamente pronto una expresión política. Casos ejemplares son la transformación parcial del movimiento ecologista y del movimiento de paz en el partido Los Verdes o la conformación del partido Piraten como expresión de la sociedad infor-mática, los digital natives que buscan garantizar la

Economía. El Deutsche Bank es la entidad financiera más grande de Alemania y uno de los bancos de inversión más importantes de los mercados globales. Un jugador de peso en el país, la Unión Europea y el mundo entero.

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Nueva Ley de InmigraciónAunque más de un tercio de sus habitantes sean inmigrantes de primera o segunda generación, Alemania no se asume como un país de inmigración. La nueva legislación, en vigor desde 2005, se propone “mitigar los efectos del negativo desarrollo demográfico, frenar el abuso de los sistemas de asistencia social por parte de extranjeros y aumentar la seguridad”.

Tasa de desempleo (2013)

26,4%

12,2%10,8%

5,3%

España

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Francia

Alemania

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ciller goza de la amplia aceptación que ya reflejaban las encuestas de muchas consultoras de opinión pú-blica. Merkel encarnó la voluntad de la gran mayo-ría de los electores alemanes, quienes expresaron una preferencia por su persona en aquel voto favo-rable del 41,5% para su Partido Demócratacristiano y un 49,2% en el caso de Baviera, en favor de su alia-do, el Partido Social Cristiano. Sin embargo, no hubo “cartón lleno” –ciertamente una perspectiva ajena a la historia electoral de Alemania– porque no todo si-gue igual: Merkel perdió a su aliado de la última ges-tión gubernamental, el Partido Democrático Liberal (FDP). Para lograr una mayoría absoluta se le presen-tó una situación paradójica: la gran ganadora tenía que entrar en negociaciones con el Partido Socialde-mócrata (SPD), a fin de garantizar una mayoría sufi-ciente en el Bundestag.

Aunque no haya correspondido a sus preferencias, Merkel tuvo que optar por una nueva gran coalición después de la experiencia de 2005-2009. Su partido aceptó esta opción rápidamente, no sólo por el domi-nio casi total que la canciller ejerce en su propia for-mación política. Con un instinto de poder insupera-ble, ha logrado un alto nivel de “domesticación” en el Partido Demócrata Cristiano, congelando todo el personal político que podría hacerle competencia y estableciendo condiciones de lealtades que le ga-rantizan un ejercicio controlado de su agrupación. Su experiencia en el juego de poder le ha permitido coordinar exitosamente sus esfuerzos en la gestión gubernamental con actividades partidarias y el con-trol de la coalición gubernamental. Este oficio es al-tamente valorado por el electorado alemán ya que su pragmatismo parece garantizarle una política sin so-bresaltos ni soluciones abruptas ante situaciones de crisis como las de la Unión Europea o la ucraniana. En efecto, el hecho de que actualmente se esté discu-tiendo sobre la continuidad de Merkel como canciller más allá de 2017 es una clara señal de la relevancia in-cuestionable que ha adquirido en la función pública.

La estabilidad económica como meta Merkel parece responder ampliamente al deseo de estabilidad y seguridad social de sus conciudadanos, especialmente en tiempos de la crisis del euro y de la deuda soberana. La preservación del estatus social parece ser el valor central del electorado alemán y ello logra soslayar otros temas de la agenda política. Su decisión de no asumir compromisos financieros que pudieran poner en jaque la apreciada estabilidad del país o generar dinámicas de inflación que pusie-ran en peligro el equilibrio de los precios es expre-sión clara de esta disposición. Su preferencia por im-plementar políticas de ajuste en países como Grecia, Italia, España y Portugal no solamente se apoya en la propia experiencia alemana de la Agenda 2010, sino que también busca evitar que la crisis afecte la situa-ción económica y social de los ciudadanos de su país. Aunque provocó un rechazo generalizado en el resto

dió una elección tras otra a nivel subnacional, sino también gran parte de sus militantes, lo cual implicó a su vez la pérdida de apoyo de Schröder en su propio partido. El saneamiento de las finanzas públicas y la anhelada reducción del déficit del Estado no tuvieron efecto hasta después de la salida de Schröder de su cargo como canciller federal en 2005, dejándole a su sucesora, Angela Merkel, la posibilidad de cosechar los frutos de una política impopular, implementada cinco años antes de la implosión de la crisis del euro y del endeudamiento en la Unión Europea.

La privilegiada posición económica de Alemania en la crisis europea y su capacidad de imponer salidas (por cierto controversiales) a las difíciles situaciones fiscales de algunos países miembros son de alguna manera resultado de una política de ajustes tempra-na asumida por Schröder. El costo social y político de esta decisión fue evidente: desmantelamiento del Estado de Bienestar –modelo para muchos otros paí-ses– y profundización de la desigualdad en la distri-bución del ingreso. Sin embargo, al desentenderse de las supuestas aberraciones neoliberales del pasado reciente, los debates que actualmente bregan por un retorno a la tradición parecen carecer de fuerza para trazar un camino viable para el futuro.

¿Merkel for ever? No cabe duda: Angela Merkel se encuentra, después de las elecciones de septiembre de 2013, en el mejor momento de su carrera política. Con un crecimien-to del 8% en las elecciones, ha logrado cosechar un indudable éxito en las urnas, a las cuales acudió el 72% del electorado alemán. De esta manera, la can-

Integración. En Bruselas se encuentra la sede de la Comisión Europea. Y en Frankfurt, la sede del Banco Central Europeo: ambas ciudades son las “capitales” de la UE.

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dEn el país de Lutero La población se divide entre un poco más de 26 millones de católicos y un poco menos de 26 millones de protestantes. Cada ciudadano declara su confesión al Estado y puede pagar un impuesto que se distribuye a las Iglesias. Éstas cumplen un papel social considerable y constituyen el primer empleador después del Estado.

de puestos de trabajoEs lo que perdió la industria manufacturera alemana de 1991 a la actualidad (de un total de 13,4 millones de puestos).

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de la Unión Europea, esta actitud –criticada por su sesgo nacional– fue aprobada en las elecciones ale-manas. Sin embargo, aunque la opción de la “vía ale-mana” como receta a seguir por Europa sigue siendo una coincidencia entre Merkel y la ciudadanía, algu-nos temen que se convierta directamente en una “he-gemonía alemana”.

Hacia un cambio del modelo energético La transición energética –el programa de reforma más ambicioso desde de la reunificación– anhe-la modificar a fondo la matriz energética alemana. Proyecto defendido a ultranza por Merkel, quien se comprometió personalmente con las políticas de mi-tigación de los efectos del cambio climático, repre-senta un giro radical en su posición, tras años de pro-mover y defender el uso de la energía nuclear en el país. Sin duda, la catástrofe nuclear de Fukushima (como consecuencia del tsunami del año 2011 en Ja-pón) ha guiado este cambio de paradigma en la polí-tica energética alemana.

La meta de esta transición se centra en lograr una economía sustentable en Alemania a través del uso de energías renovables, la eficiencia energética y el desarrollo sustentable, sustituyendo el carbón y otras fuentes de energía no renovables. La supera-ción de la dependencia del país respecto de energías fósiles y el fomento de la energía eólica, geotérmica y de los paneles solares constituyeuna reforma central, asumida ya en el gobierno anterior. Sin embargo, da-das las fuertes resistencias por parte de las empresas energéticas y los sindicatos mineros, aún no se ha da-do el paso esperado, especialmente ante la tendencia

al alza de los precios energéticos y de electricidad. Aunque se ha logrado aumentar la participación de la energía eólica del 5% en 1999 al 22,9% en 2012, sigue habiendo dificultades en lo que respecta a la infraes-tructura de transmisión de las costas de los mares en el norte del país a los consumidores y la industria en el sur. La transición energética sigue siendo una asig-natura pendiente de Angela Merkel, quien se está en-frentando a los intereses de los conglomerados más fuertes del país.

Con todo ello, Alemania continúa en el proceso de búsqueda de una fórmula para la convivencia ar-mónica entre mercado y Estado, entre una población mayoritariamente envejecida y un escaso número de jóvenes, entre desarrollo sustentable y estructuras industriales tradicionales. Ninguna fuerza política ha logrado todavía presentarle un proyecto convin-cente al electorado o siquiera impulsar un debate so-cial profundo sobre el futuro del envejecido modelo social alemán. Se trata de un proceso de búsqueda sin un destino claro, ni un camino fijado de ante-mano. Una búsqueda sin brújula, pero al menos una búsqueda…  g

*Subdirector del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de

Seguridad (SWP), Berlín/RFA; actualmente es titular de la Cátedra Gui-

llermo y Alejandro von Humboldt en el Colegio de México, México, D.F.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Reichstag. El edificio sede del Parlamento fue inaugurado en 1894. Quedó completamente destruido después de la Segunda Guerra Mundial. Remodelado entre 1994 y 1999, su impactante cúpula es hoy un símbolo de Berlín.

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2012Disciplina fiscalLa CE, el BCE y el FMI imponen severas condiciones a cambio de nuevos paquetes de ayuda. Alemania adopta un rol central en los dictados de la troika.

2010Salvar a GreciaLa Comisión Europea (CE) acuerda el primer plan de rescate en colaboración con el FMI. En España, Portugal e Irlanda comienzan los ajustes.

2011IndignadosEn España un movimiento ciudadano rechaza los recortes. El fenómeno social se contagia a otros países del continente en crisis.

2010EstabilidadEn mayo, los líderes de la UE crean un Fondo de Estabilidad Financiera para socorrer a los países en crisis de la eurozona.

2008El estallido En septiembre quiebra el banco de inversión Lehman Brothers. Se desata la mayor crisis financiera desde 1930, que se expande al mundo entero.

LA DOCTRINA DEL AJUSTE

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Batallas por la memoria

Checkpoint Charlie. El paso fron-terizo más famoso del Muro.

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Pareciera existir un “choque de memorias” entre el Este y el Oeste de Europa. El comunismo, el papel de la Unión Soviética, el genocidio nazi y sus complicidades son objeto de las “revisiones” de los últimos tiempos.

Revisionismo en Europa del Este

Algunas instituciones europeas, como el Consejo de Europa y el Parlamento Euro-peo, asimilan ya nazismo, estalinismo y comunismo. Los medios de comunicación

juzgan a Hitler y Stalin como corresponsables de la guerra debido a su pacto de no agresión firmado en agosto de 1939 y a sus cláusulas secretas. Polonia in-siste particularmente en la masacre de sus oficiales perpetrada en 1940 por los soviéticos en Katyn.

Como reacción, Rusia les recuerda a Occidente y a Polonia sus propios compromisos. Se indigna de que agresores y agredidos sean colocados en el mis-mo nivel. Los ex soviéticos se sienten injuriados: pa-garon con 26 millones de vidas humanas la “victoria sobre el fascismo”.

A fuerza de institutos y de museos que vituperan las “ocupaciones soviéticas” y los horrores bolche-viques, los nuevos Estados bálticos y Ucrania pusie-ron en obra “memorias nacionales” que valorizaban las “resistencias patrióticas” de los años 1941-1945. Así, por ejemplo, honraban a la Organización de Na-cionalistas Ucranianos (OUN), que luchó contra el Ejército Rojo y cuyos principales jefes colaboraron con la Alemania nazi.

Se suceden celebraciones, homenajes y construc-ción de monumentos. En Letonia y en Estonia están dedicados a los ex SS; en Ucrania, a los veteranos de la división (Waffen SS) Galitzia y del Ejército Insur-gente (OUN-UPA) que, sin embargo, está acusado, entre otros crímenes, del genocidio de los polacos de Volinia. En Rumania, se “restaura” la memoria del dictador fascista Ion Antonescu; en Polonia, los veteranos de las Brigadas Internacionales que com-batieron en España son tratados de “criminales”.

Este “revisionismo” se impondría fácilmente si no se hubiera producido el genocidio de los judíos.

Ahora bien, los nazis y sus aliados luchaban con-tra el “judeobolchevismo”: el antibolchevismo tie-ne buena prensa, pero no el judeocidio. No obstan-te, algunos persisten en denunciar los “crímenes judíos” del régimen soviético. Sin embargo, tanto Kiev como Riga velan por que sus políticas de la me-moria no caigan en el negacionismo. Mejor aun: en cooperación con Israel, las autoridades conmemo-ran el Holocausto. ¿Pero cómo disimular que entre los “patriotas” rehabilitados figuran actores del ge-nocidio?

Alemania no se queda atrás: negación de la resis-tencia antinazi comunista, eliminación de las hue-llas de la RDA, consenso compasivo ante “todas las víctimas de la guerra”. En contraposición, también son historiadores alemanes los que publican las in-vestigaciones recientes más detalladas sobre el ex-terminio perpetrado por los nazis en el Este.

¿Habrá un “choque de memorias” entre el Este y un Oeste que algunos pretenden afectado de “hi-permnesia de los crímenes nazis y de amnesia de los crímenes comunistas”? Desde 1917 hasta la actuali-dad, los occidentales han sido debidamente forma-dos para detestar el comunismo. Curiosamente, los pueblos del Este, que se supone lo han vivido, tienen del comunismo representaciones menos unívocas que en el Oeste, como lo muestran los estudios de opinión. Algunos tabúes persisten. Así, la participa-ción en el genocidio nazi de Estados, ejércitos y po-blaciones de los “países del Este” sigue siendo una página de la historia desconocida, preferentemen-te ocultada, en momentos en que Europa se unifica.

En semejante clima de “Guerra Fría” de las me-morias, las políticas de “gestión del pasado” pare-cen menos destinadas a conocer la historia que a instrumentalizarla. g

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LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 41

Praga

BratislavaViena

Zagreb

Berlín Varsovia

Dánzig

Königsberg

Budapest

Kiev

Odessa

Bucarest

Kichinev(Chisinau)

Lvov

KaunasMinsk

Riga

Copenhague

EstocolmoOslo

Tallin

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Vyborg

Gotemburgo

Moscú

Stalingrado

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Gómel

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TiranaSkopje

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EstrasburgoNancy

París

Bruselas

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Berna

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Fiume (Rijeka)

Roma

Milán

Nápoles

Túnez

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Madrid

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Lisboa

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Estonia

Letonia

MONTENEGRO

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ESLOVAQUIA

TRANSNISTRIA

GOBIERNOGENERAL DE

POLONIA

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BOHEMIAMORAVIA

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LandstormPaíses Bajos

Nordland

VikingNordland

Nordland

Príncipe EugenioKama

Karstjäger

Handschar

Italia

Skanderbeg

Galitzia

Letonia

Estonia

Lituania

Bielorrusia

Caballería cosaca, unidad Vlasov,

regimiento Varjag y otras divisiones rusas

María Teresa

Hungría

Bohemia-Moravia

Hunyadi

Países Bajos

500 km0

Azul

La expansión alemana

Europa frente a la Alemania nazi (enero de 1943) Participación no alemana en las divisiones Waffen-SS(en miles de hombres)

Límites del Reich

Países en guerra contra Alemania

Divisiones SS no alemanas (formadas entre noviembre de 1940 y marzo de 1945)

División de infanteríaDivisión de montaña Otros tipos de divisiones

División

Estados aliados de Alemania

Estados vasallos y territorios ocupados por el ejército alemánEstados con un régimen colaborador

Alemania y sus anexiones

Protectorados del Reich

Territorios rusos conquistados por los alemanes

Estados y territorios neutrales

Fuentes: Serge Berstein y Pierre Milza, L’Allemagne de 1870 à nos jours, Armand Colin, 1999; Centre de Recherches et d’Études Historiques de la Seconde Guerre Mondiale (CREHSGM); La Deuxième Guerre mondiale, récits et mémoire (1939-1945), Le Monde, 1994; Gordon Williamson, The Waffen-SS (4 vol.), Osprey Publishing, 2003-2004. 0

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HolandesesHúngaros

CosacosUcranianos

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FrancesesGeorgianos

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DanesesEslovenos

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AlbanesesFinlandeses

SerbiosBúlgaros

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2 | NOMRE CAPíTULO | TíTULO NOTA

LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 43

Alemania hacia afuera

UNA NUEVA HEGEMONÍA

3

Alemania ha vuelto a la escena internacional, pujante y segura de sí misma. Cuarta economía mundial, líder en el ranking exportador, modelo en materia industrial: el poderío germano es económico. Liberada en gran medida de las culpas del pasado, ha renacionalizado la política exterior, permitiéndose diseñar una estrategia que se ajusta más a sus propios intereses. Y muestra sus ambiciones: reivindica derechos a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

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LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 45

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Alemania vuelve a las grandes ligas

Una asombrosa constancia que no excluye ajustes... Hasta 1990, la política exterior de la República Federal de Alemania (RFA) se caracterizó por cierta reserva, motivada por

su pasado hitleriano y la división del país en varias zonas. De hecho, el contexto internacional fue el que propició en 1949 –momento de la fundación del país– el surgimiento de los dos pilares que rigen la gestión de las relaciones exteriores alemanas. Por una parte, el anclaje en el Oeste y el rearme efectuado durante el mandato del primer canciller de la RFA, Konrad Adenauer, dirigente de la Unión Demócrata Cristia-na de Alemania (CDU). Por la otra, la apertura al Es-te (u Ostpolitik). La Ostpolitik, lanzada por el primer gobierno de gran coalición entre la CDU, la Unión Social Cristiana (CSU) y el Partido Socialdemócra-ta (SPD) entre 1966 y 1969, fue continuada de mane-ra sistemática por los cancilleres Willy Brandt, entre 1969 y 1974, y Helmut Schmidt (SPD), entre 1974 y 1982; lo mismo hizo su sucesor, Helmut Kohl (CDU), quien se adaptó a ella después de haberla combatido.

Podría haberse imaginado que la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania desencade-narían un aumento del nacionalismo, un despertar de las tentaciones de dominación e incluso un movi-miento pendular entre el Este y el Oeste. Semejan-tes transformaciones habrían provocado sin duda una ruptura en la política exterior del país. ¿Acaso su entorno no había sufrido cambios que tornaban a la mayoría de los mapas obsoletos? Desaparición de la Unión Soviética, del Consejo de Ayuda Mutua Eco-

nómica (CAME o Comecon) (1), del Pacto de Varso-via; surgimiento de nuevas entidades estatales; re-formas en el seno de la Unión Europea y de la Alianza Atlántica; aparición de nuevos conflictos en todo el mundo...

Pragmatismo y moderaciónTodos estos acontecimientos tuvieron un impacto considerable sobre Alemania. Sin embargo, su po-lítica exterior evolucionó con prudencia, sin apar-tarse verdaderamente de su línea anterior. Con una excepción: el rechazo del canciller Gerhard Schrö-der (SPD) a avalar la intervención militar de Estados Unidos en Irak en 2003. De hecho, durante las dos últimas décadas, los gobernantes alemanes hicieron todo lo posible por tranquilizar a sus socios extranje-ros y convencerlos de que no se olvidarían de las lec-ciones de la historia.

Esta resistencia al cambio deriva tanto de las dis-posiciones institucionales propias del país como de la personalidad de sus dirigentes políticos. Para em-pezar, el federalismo, con su amplio reparto de poder entre las regiones (Länder) y el Estado Federal, incita a los partidos a cooperar más que a enfrentarse. Las verdaderas disputas sobre la orientación de la polí-tica exterior (anclaje en el Oeste, rearme, Ostpolitik, euromisiles) se desarrollaron antes de 1989. Desde la reunificación prevaleció un consenso bastante am-plio, excepto sobre la intervención militar en Afga-nistán en 2009, donde murieron soldados alemanes.

Por otra parte, la Ley Fundamental, en especial

por Henri Ménudier*

Berlín defiende sus interesesEn los últimos años, Alemania ha regresado de manera notable a la escena internacional. El pragmatismo, la prudencia y el mul-tilateralismo guían el diseño de su política exterior. Liberándose en gran medida de las culpas del pasado, se dispone a pensar el mundo por sí misma, mientras busca un nuevo lugar en el orden global, siempre con un anclaje en el Oeste.

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46

Intervenciones militares Consciente de los límites y de las obligaciones que se imponían a su país en 1989 y luego en 1994, Kohl de-clinó el ofrecimiento de Estados Unidos de convertir-se en su socio privilegiado. Sin embargo, razones de orden a la vez constitucional (prohibición hecha a la Bundeswehr –el nuevo ejército fundado en 1955– de intervenir fuera de las fronteras de la OTAN) y prác-tico impidieron a Alemania participar en la guerra contra Irak (1991) después de la invasión a Kuwait en agosto de 1990 (guerra que sostuvo sin embargo a tra-vés de una contribución financiera sustancial, califi-cada como “política de la chequera”). A partir de este episodio, y después de que la Corte Constitucional Fe-deral autorizara, en 1994, las intervenciones militares alemanas fuera de la zona geográfica cubierta por la Alianza Atlántica, Kohl emprendió la reforma de la Bundeswehr, necesaria para facilitar el despliegue.

Desde la oposición, el SPD y Los Verdes criticaron la “militarización” de la política exterior. Pero ape-nas algunos meses después de su llegada al poder, de marzo a junio de 1999, la Bundeswehr se unió a los bombardeos de la OTAN contra Serbia, con el fin de prevenir un “genocidio” en Kosovo, según lo que se sostuvo entonces oficialmente. El ministro de Rela-ciones Exteriores Joschka Fischer (Los Verdes) jus-tificó esta intervención haciendo referencia a Aus-chwitz, “que no debe repetirse”. El propio gobierno sostuvo el concepto de Política Europea de Seguri-dad y Defensa (PESD) y envió soldados alemanes a los Balcanes, a Afganistán y a África.

Sin embargo, el desarrollo de la crisis yugoslava había convertido a Alemania en el blanco de las críti-cas (3). En diciembre de 1991, después de haber alen-

su artículo 65, confía la tarea de fijar las grandes orientaciones de política exterior al canciller. Si bien la Ley precisa que, en ese marco, “cada ministro Fe-deral dirige su departamento de manera autónoma y bajo su propia responsabilidad”, el poder del jefe de Gobierno no es discutido y su ministro de Relacio-nes Exteriores es con frecuencia vicecanciller y has-ta presidente del otro partido de la coalición.

Así, fieles a un enfoque comunitario y multilate-ral, los diferentes cancilleres han administrado las situaciones de crisis privilegiando las soluciones ci-viles. El recurso a medios militares –muy restringi-do– sólo intervino ante el pedido de organizaciones internacionales tales como la Unión Europea, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) o la Organización de Naciones Unidas (ONU), y después del acuerdo del Parlamento. Un pragmatismo y una ponderación que no impidieron a la nueva Alemania, muy lúcida acerca de sus intereses, ejercer plenamente mayores responsabilidades.

Postulándose como heredero espiritual de Aden-auer, Helmut Kohl (1982-1998) se dedicó desde el principio a disipar las inquietudes sobre su política exterior, declarando de buena gana que la unidad de su país y la de Europa eran dos caras de una misma moneda. Así, fue uno de los principales artesanos del Tratado de Maastricht, firmado en 1992, tanto como de la creación de la Unión Económica y Monetaria (UEM). A él se debe también la política de amplia-ción de la Unión y de la OTAN a los países de Europa del Este. No cesó de buscar el acuerdo con París, aun al precio de amargas negociaciones, diciendo con malicia: “Delante de la bandera francesa hay que in-clinarse siempre dos veces” (2).

“Al pueblo alemán”. El homenaje a la soberanía popular figura en el pórtico del Reichstag desde 1916. El edificio, destruido por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, volvió a ser la sede del Bundestag en 1999.

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Superávit comercial(en miles de millones de euros, 2013)

Francia

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España

Grecia

Portugal

Con los países en crisis de la UE

Con los países grandes de la UE

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LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 47

3 | UNA NUEVA HEGEMONÍA | BERLÍN DEFIENDE SUS INTERESES

tado su secesión, había reconocido precipitadamente a Croacia y a Eslovenia. Esta manera unilateral de ac-tuar le valió ser apartada de las negociaciones sobre la ex Yugoslavia durante dos años. En el momento de la intervención en Kosovo –problemática, ya que no hu-bo mandato explícito de la ONU–, la Bundeswehr se unió a sus aliados de la OTAN para, según las autori-dades alemanas, poner fin a la violación de los dere-chos humanos cometida por los serbios, evitar una ca-tástrofe humanitaria y estabilizar la región.

Sin embargo, el unilateralismo de la política esta-dounidense, su forma de esquivar el derecho interna-cional y su desprecio ostensible hacia la ONU disgus-taron cada vez más a Berlín. A pesar de la “solidari-dad ilimitada” prometida a George W. Bush después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Schrö-der (1998-2005) rompió espectacularmente relacio-nes con él y rechazó implicar a su país en la guerra contra Irak. “Las cuestiones esenciales que concier-nen a la nación alemana son tratadas en Berlín y en ninguna otra parte”, proclamó con energía ante del Parlamento alemán, el 13 de septiembre de 2002. No es, sin duda, la crisis financiera, económica y social desencadenada por la quiebra de Lehman Brothers en 2008 la que incitará al actual gobierno a innovar.

La política de MerkelAbandonando todo complejo de inferioridad y de-fendiendo ruidosamente los intereses nacionales, Schröder causó impacto a veces, al declarar, por ejemplo, en diciembre de 1998: “Más de la mitad de la plata malgastada en Europa es pagada por los ale-manes” (4). Desde entonces, las divergencias con Pa-rís se multiplicaron: en 1999, respecto de la Política Agrícola Común (PAC), que Schröder estimaba de-masiado costosa; y en 2000, en el momento de las ne-gociaciones sobre el Tratado de Niza, donde la dis-puta estuvo referida a la nueva ponderación de votos en el Consejo Europeo. El canciller alemán operó sin embargo un acercamiento con París y Moscú, con-virtiéndose en el portavoz de una “vía alemana” (der deutsche Weg) que recordó enojosamente las parti-cularidades del “otro camino” (Sonderweg) de la se-gunda mitad del siglo XIX: después del fracaso de los movimientos nacionales y liberales de 1848, tanto la construcción estatal como el proceso de unificación en Alemania originaron, sobre la base de una indus-trialización rápida, un régimen autoritario y panger-manista en oposición con las potencias occidentales.

La descortesía de Schröder no le impidió admi-nistrar las relaciones internacionales con pruden-te determinación: llevó adelante la ampliación de la OTAN y de la Unión e hizo adoptar el proyecto de Constitución Europea que los franceses, por su par-te, rechazaron el 29 de mayo de 2005. Ese mismo año, le costó admitir que fue vencido con justicia por una mujer, Angela Merkel quien, además, apoyaba la po-lítica de Bush.

La canciller Merkel restableció el diálogo con Es-

tados Unidos, tornó la política exterior de Alemania menos dependiente de Francia y tomó distancia de la Rusia del presidente Vladimir Putin, considerado poco respetuoso de los derechos humanos. En cier-tas ocasiones flexibilizó su posición, usando un tono moderado, pero sin renunciar a su objetivo: Alema-nia debía asumir más responsabilidades que antes. Merkel adquirió, a los ojos de los alemanes, una gran autoridad en el plano internacional al presidir con éxito el Consejo Europeo y el G7 en 2007.

Entre sus éxitos reivindicados figuran la adopción del Tratado de Lisboa, la reactivación de la colabora-ción entre la Unión Europea y Rusia y el Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático. Comprometida en la búsqueda de la paz en Medio Oriente, Merkel entabló un diálogo con Israel y los palestinos. Demostró en fin un interés sostenido por África (5) y nunca cuestionó las intervenciones exteriores de la Bundeswehr.

Aunque escucha a sus socios, la canciller no vacila sin embargo en desaprobarlos, e incluso en oponerse a ellos. Por eso, la conducción de la crisis financiera y económica mundial creó muchas tensiones entre París y Berlín (6). Merkel criticó al presidente Bush a propósito de las prisiones secretas de la Central Inte-lligence Agency (CIA): “Una institución como Guan-tánamo no puede y no debe existir a largo plazo”, afirmó en enero de 2006 (7).

Para no violentar a Rusia, Merkel hizo aplazar la entrada de Georgia y de Ucrania en la OTAN. Las amenazas de represalias chinas –que se concreta-ron– no le impidieron recibir al Dalai Lama en 2007 y desaprobar la apertura de los Juegos Olímpicos en Pekín en 2008. Puesto que los objetivos esenciales

Una nueva era. Diseñada por el arquitecto Norman Foster, la cúpula del Reichstag simboliza la reunificación alemana.

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Energías renovables La nueva Ley sobre Energías Renovables (EEG) permitió ahorrar millones de toneladas de dióxido de carbono. Esta política responsable con el medio ambiente constituye también un motor en materia de empleo, inversiones y exportaciones.

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Con América LatinaExportaciones (en miles de millones de euros, 2013)

Brasil

México

Argentina

Chile

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2,8 2,8

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del Banco Central Europeo (BCE), y sobre la gestión económica de la Unión. Otras divergencias aparecie-ron tanto en relación con las soluciones para afrontar la crisis financiera y económica como por la reforma del sistema financiero internacional. Las tensiones nacidas de la deuda griega, en fin, sacan a la luz con-cepciones opuestas de la “solidaridad europea”.

¿Solidaridad o rigor?En marzo de 2010, en efecto, para no alentar el “laxis-mo” que, según ella, podría difundirse en la zona eu-ro, Merkel se mostró intransigente respecto de Ate-nas, maltratada por los mercados financieros. El 23 de marzo hasta impuso su solución: el recurso al Fon-do Monetario Internacional (FMI) y a las ayudas bi-laterales. Para tranquilizar al mundo de las finanzas, el 11 de abril de ese año intervenía un nuevo acuerdo europeo. El monto de los préstamos bilaterales de-pendería del porcentaje de cada Estado en el capital del Banco Central Europeo (BCE), del que Alemania es el primer contribuyente. Dos enfoques comple-mentarios: la gestión rigurosa de la zona euro (punto de vista alemán) acompañada de la solidaridad y de una verdadera coordinación de las políticas econó-micas (punto de vista francés), sin atentar contra la independencia del BCE.

El pacto franco-alemán no deja de conservar su ca-rácter de indispensable: si bien no alcanza para hacer avanzar a Europa, su desaparición le impediría pro-gresar. Además, las divergencias entre los dos países, a menudo mediatizadas, no deben hacer olvidar la am-plitud de sus convergencias, puesta de relieve por la estrecha colaboración cotidiana, muy acaparada por la política europea de sus gobiernos.

Europa sigue siendo de una importancia funda-mental para Alemania por estar tan ligada a su histo-ria: después de 1945 le dio una suerte de identidad sus-titutiva y constituyó el marco dentro del cual pudo re-cuperar progresivamente su soberanía confiscada por los aliados. Por eso el país no dejó de estar en primera fila en las negociaciones europeas. Sin embargo, aun-que desde los años 90 Berlín privilegió la ampliación antes que la profundización, ahora se muestra menos integracionista, se adapta más a la cooperación inter-gubernamental y no duda en defender sus intereses, tal como lo hacen los otros países.

En 2006, Fischer causó alarma cuando denun-ció “un desplazamiento fatal de perspectiva”. Según él, “Europa ya no es el proyecto central de la política alemana” (9) y sería percibida fundamentalmente a través del prisma deformante de sus intereses nacio-nales. Así como Schröder apoyaba la entrada de Tur-quía en la Unión, Merkel se opone a ello y preconiza una colaboración privilegiada, a riesgo de disgustar al aliado estadounidense.

Tanto el desacuerdo con Washington a propósi-to de la guerra en Irak en 2003 como la decepción manifestada por Merkel ante el limitado interés del presidente Barack Obama por Europa no deben sin

de su política exterior estaban en otra parte, podía darse el lujo de una desavenencia pasajera con Pekín; más aun sabiendo que China era incapaz de prescin-dir de Alemania en el plano económico.

Divergencias sobre el proyecto comúnEl anclaje en el Oeste sigue siendo sin embargo la ba-se fundamental sobre la cual se articulan las relacio-nes de Alemania con el mundo: no se ubica a igual distancia de Washington y de Moscú y no se consi-dera como una potencia de Europa Central. Además, los desafíos cruciales que se presentan en el siglo XXI refuerzan el acercamiento multilateral.

El compromiso euro-atlántico descansa sobre la cooperación franco-alemana, la integración europea y la colaboración atlántica forjada con Estados Uni-dos y la OTAN, elementos difíciles de disociar. Des-de la declaración de Robert Schuman (9 de mayo de 1950) (8) y el Tratado del Elíseo (1963) –Tratado de Amistad y Cooperación entre Bonn y París–, el dúo franco-alemán juega un papel activo en la construc-ción europea. Pero la influencia de ese dúo tiende a diluirse con las ampliaciones sucesivas de la Unión; y, a pesar de los abrazos públicos, la voluntad de concer-tación no excluye serios enfrentamientos respecto de los contenidos que deben darse a esta Europa siempre en gestación. Por esta razón, se alude fácilmente a una banalización, un desencanto, e incluso un desequili-brio en las relaciones franco-alemanas.

Es verdad que, más allá de sus diferencias de esti-lo y personalidad, Sarkozy y Merkel expresaron des-acuerdos sobre una Unión Mediterránea (de la cual Alemania debía ser excluida) que se convirtió en la Unión para el Mediterráneo; sobre la independencia

De punta. La industria alemana se destaca a nivel mundial por su alta tecnología y su capacidad de innovación.

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DisyuntivaEn el año 2000, durante el gobierno de Schröder, entró en vigencia una nueva Ley de Ciudadanía. Los hijos de padres extranjeros que gocen de permiso de residencia serán considerados como alemanes hasta la mayoría de edad, momento en que deberán decidir entre la nacionalidad alemana o la de sus padres.

La más alta. Torre de televisión, construida en 1969 por la RDA.

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de eurosMonto al que ascienden las exportaciones alemanas; la cifra representa el 38% de su PIB. El superávit comercial del país, en tanto, alcanza el 6% de su PIB.

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LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 49

3 | UNA NUEVA HEGEMONÍA | BERLÍN DEFIENDE SUS INTERESES

Asia constituye un vasto conjunto demasiado heterogéneo como para que sea posible describir a grandes rasgos la política seguida por Berlín res-pecto del continente. Su enfoque regional establece una distinción entre Asia Oriental –China, Japón, Corea–, el Sudeste Asiático –en particular los diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiá-tico (ASEAN) – y Asia del subcontinente indio –en especial Afganistán, India y Pakistán–. Además de las relaciones comerciales, los intercambios abar-can muchas cuestiones sociales: educación, forma-ción, investigación, empleo, medio ambiente, ener-gía, tecnología. China, que superó a Alemania como primera potencia exportadora mundial en 2009, lla-ma fuertemente la atención; sin embargo se observa, desde hace algunos años, un interés creciente por In-dia, hasta ahora descuidada, así como por los países emergentes, actores de primera línea en las relacio-nes internacionales de mañana.

En el mensaje inaugural de su gobierno, el 20 de septiembre de 1949, el primer canciller, Konrad Adenauer, fijó tres objetivos para la República Fede-ral, que en esa época no disponía todavía de un Mi-nisterio de Relaciones Exteriores: la soberanía nacio-nal y la igualdad de los derechos con las otras nacio-nes, la construcción europea, la reunificación. Gra-cias a una política que supo adaptarse a los cambios internos y a la evolución del contexto internacional, esos objetivos fueron alcanzados el 3 de octubre de 1990. La canciller Merkel, en su primer mensaje a los diputados, el 30 de noviembre de 2005, constataba: “Alemania nunca fue tan libre como ahora”. g

1. Organización de ayuda mutua económica entre los países del bloque comunista (1949-1991).2. Citado por Maxime Lefebvre, “L’Allemagne et l’Europe”, Revue internationale et stratégique, Armand Colin, Nº 74, París, 2009.3. “Las responsabilidades de Alemania y el Vaticano en la aceleración de la crisis fueron evidentemente abrumadoras”, declaró el 16 de junio de 1993 el ministro de Relaciones Exteriores francés Roland Dumas. Véase Paul-Marie de La Gorce, “Les divergences franco-allemandes mises à nu”, Le Monde diplomatique, París, septiembre de 1993.4. Citado por Jacques-Pierre Gougeon, L’Allemagne du XXI siècle, une nouvelle nation, Armand Colin, París, 2009.5. Raf Custers, “Los intereses europeos en África”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2006.6. En 2009, la balanza comercial alemana, sostenida por una severa política de austeridad salarial, anunciaba para 2010 un cómodo superávit. Este desequilibrio fue criticado (aunque en términos moderados) por la entonces ministra de Economía francesa Christine Lagarde. En efecto, los superávits alemanes están necesariamente a la altura... de los déficits de sus socios comerciales, entre los cuales se encuentra Francia.7. Der Spiegel, Hamburgo, 7-1-06.8. El ministro de Relaciones Exteriores francés anunciaba allí el proyecto de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), fundado sobre un acuerdo franco-alemán, suscripto en 1951.9. Der Spiegel, 21-12-08.

*Profesor de la Universidad Sorbona Nueva París III.

Traducción: Florencia Giménez Zapiola

embargo hacer olvidar el cordón umbilical que unió a estas dos potencias desde 1949. Estados Unidos parti-cipó en el origen de la RFA: facilitó la reconstrucción del país a través del Plan Marshall, garantizó su segu-ridad y la de Berlín durante la Guerra Fría y organizó el rearme controlado en el marco de la OTAN. Aunque los conflictos se hayan desplazado hacia la periferia o fuera de Europa, Alemania continúa dependiendo de la presencia militar estadounidense en el interior de sus fronteras y, más ampliamente, en el continente.

Gracias a la desaparición de la Cortina de Hierro en 1989-1990, Alemania reanudó plenamente sus vínculos tradicionales con los Países de Europa Cen-tral y Oriental (PECO). Las relaciones con Polonia y la República Checa –objeto de una gran atención–, si-guen siendo difíciles a pesar de todo, a causa de la ex-pulsión de los alemanes de esos países en 1945. Berlín desarrolló también una política de vecindad activa con los Estados cercanos a Rusia (Bielorrusia, Ucra-nia y Moldavia) y, en nombre de la prevención de con-flictos, manifiesta un interés verdadero por los regí-menes del Cáucaso (Georgia, Armenia y Azerbaiyán) y de Asia Central.

Generalmente, Alemania estima que los gra-ves problemas que plantean países tales como Irak, Afganistán, Pakistán o Irán deben resolverse en el seno de las organizaciones internacionales, de las que es un importante contribuyente financiero. Su política apunta a circunscribir el empleo de la fuerza en provecho de soluciones multilaterales.

En 1990, la promesa de una ayuda económica y fi-nanciera consecuente convenció a la URSS de acep-tar la unidad alemana. Por razones ligadas al pasado (la historia de los imperios ruso y alemán, las guerras mundiales del siglo XX) pero también económicas (la dependencia energética) y estratégicas (la paz en Europa), las relaciones con Rusia parecen primordia-les para Berlín. Los dirigentes alemanes se muestran entonces preocupados por administrar una potencia fuertemente debilitada desde hace veinte años. Así te-jieron con Rusia una apretada red de cooperaciones bi-laterales, europeas y multilaterales, teniendo cuidado al mismo tiempo de no despertar el temor de los PE-CO, que guardan en la memoria la tutela del Kremlin.

Las animadas críticas que suscitó el proyecto del gasoducto que unirá bajo el Báltico a Rusia directa-mente con el norte de Alemania, son una buena ilus-tración de las precauciones que deben tomar sus di-rigentes; estos reproches fueron oídos porque otros socios, entre los cuales se encuentra Francia, se aso-ciaron ahora al proyecto. Independientemente de las crisis políticas (Chechenia y Georgia) y de los des-acuerdos persistentes sobre la cuestión de los dere-chos humanos, el refuerzo constante de la coopera-ción económica y la reducción de la dependencia ener-gética alemana son considerados esenciales. En pos de la estabilidad, Berlín quiere hacer de Moscú un socio completo (un objetivo relativamente fácil, comparado con la complejidad del rompecabezas asiático).

NegociosJunto a Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido, Alemania (que ocupa el tercer puesto) es uno de los seis mayores exportadores de armas del mundo. Entre 2009 y 2013 se ubicó como el mayor exportador mundial de submarinos: envió ocho a cinco Estados, entre ellos, Grecia, especialmente afectado por la crisis económica.

Modelo exportador Participación en las exportaciones mundiales (en porcentaje, 2012)

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Europa orientación positiva alguna. Lo que hacía falta, al contrario, era un referéndum a escala europea que proveyera a la Unión una armonización social y fiscal, medios milita-res y, sobre todo, una presidencia elegida por voto directo, que, por sí sola, salvaría al con-tinente de un futuro “dictado por la ortodo-xia neoliberal”. Al notar hasta qué punto es-te entusiasmo de Habermas en favor de una expresión democrática de la voluntad popu-lar (que nunca había siquiera mínimamente expresado en su propio país) contrastaba con sus posiciones tradicionales, consideré que una vez ratificado el Tratado de Lisboa ter-minaría sin dudas adhiriendo al mismo dis-cretamente (4).

Narcisismo exacerbadoEsta previsión se vio superada por la realidad. No sólo Habermas abrazó el Tratado, sino que se convirtió en su vocero. Descubrió ahora que, lejos de ahondar un abismo entre las eli-tes y los pueblos, el Tratado es nada menos que la carta de un progreso sin precedentes en la marcha hacia la libertad humana, que fortale-ce los cimientos de una soberanía europea que reside a la vez en los ciudadanos y en los pue-blos (y no en los Estados) de la Unión, que es una matriz luminosa de donde surgirá el

sarlo, si uno se atiene a un ejemplo notable: el reciente libro del filósofo alemán Jürgen Ha-bermas sobre la Unión Europea (1), continua-ción de su Ach, Europa (2008). El núcleo de esta obra, un artículo titulado “La crisis de la Unión Europea a la luz de una constituciona-lización del derecho internacional”, ilustra de la mejor manera posible lo que es la introver-sión intelectual. Sus cerca de sesenta páginas contienen un centenar de referencias, tres cuartas partes de las cuales remiten a autores alemanes; entre éstos, el propio autor y tres de sus socios –a los que agradece su ayuda– superan la mitad.

Las citas restantes aluden exclusivamente a autores anglo-estadounidenses; a la cabe-za (una de cada tres menciones), su admira-dor británico, el politólogo David Held, que se destacó en el caso Gadafi (2). No se admi-te ninguna otra cultura europea en esta inge-nua exhibición de provincianismo.

El tema del artículo es aun más chocante. En 2008, Habermas había criticado dura-mente el Tratado de Lisboa por no aportar ningún remedio al déficit democrático de la Unión y por no ofrecer ningún horizonte mo-ral y político. Su adopción, escribía, sólo po-día “ahondar el abismo que separa a las elites políticas de los ciudadanos” (3), sin ofrecer a

Al ver los nombres de algunos galar-donados con el Premio Nobel de la Paz –Menahem Begin, Henry Kis-singer y Barack Obama–, uno re-

cuerda las palabras del novelista Gabriel Gar-cía Márquez, para quien el nombre correcto de esta recompensa sería “Premio Nobel de la Guerra”. El laureado en 2012 muestra un per-fil un poco menos belicoso, pero igualmente propicio para la sátira. Dichosa Unión Euro-pea, gratificada con lo que podría llamarse el “Premio Nobel al Narcisismo”. Se puede contar con Oslo para superarse. Era de espe-rar que en 2013 el Comité del Nobel hiciera lo conveniente: otorgarse el premio a sí mismo.

Sin embargo, el honor otorgado a Bruse-las y Estrasburgo –que se lo disputaban– es ciertamente oportuno. Durante los primeros años del siglo XXI, las vanidades europeas fueron in crescendo. Se hacían manifiestas en la afirmación de que la Unión ofrecía a la humanidad el “parangón” universal del de-sarrollo social y político, según la expresión lanzada por el historiador británico Tony Judt y retomada por otros tantos pilares de la sabiduría europea. Desde 2009, los desgarros en la eurozona desmintieron cruelmente es-tos desbordes de autosatisfacción. Pero éstos, ¿han desaparecido? Resulta prematuro pen-

La crisis europea pone al descubierto divisiones internas que hacen tam-balear el proyecto común. El cuestionado rol hegemónico de Alemania, que impone severas medidas de austeridad y disciplina fiscal, provoca en los otros países de la Unión fuertes desequilibrios y despierta desconfianzas y temores respecto a las ambiciones de la mayor economía de la región.

por Perry Anderson*

La amenaza de un imperialismo teutón

De la solidaridad al vasallaje, los temores de los vecinos de la Unión Europea

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Parlamento del mundo futuro. La Europa de Lis-boa, al conducir un “proceso de civilización” que pa-cifica las relaciones entre Estados, al limitar el uso de la fuerza a la represión de aquellos que violan los dere-chos humanos, abre el camino que conduce de nues-tra actual “comunidad internacional” –indispensable, aunque aún imperfecta– a la “comunidad cosmopo-lita” de mañana, una especie de Unión ampliada que abarcaría hasta la última alma del planeta.

Con estos impulsos extasiados, el narcisismo de las décadas pasadas, lejos de debilitarse, alcanzó un nue-vo paroxismo. Que el Tratado de Lisboa se refiera a los Estados de Europa y no a los pueblos; que haya sido adoptado para eludir la voluntad popular expresada en tres referéndums; que consagre una estructura que no tiene la confianza de aquellos que están sometidos a ella, y que, lejos de ser un santuario de los derechos hu-manos, la Unión que codifica esté involucrada en actos de tortura y de ocupación, sin que sus representantes más ilustres digan una sola palabra: todo ello desapa-rece en una autocelebración satisfecha.

Ningún espíritu individual equivale jamás a una mentalidad colectiva. Actualmente laureado con tantos premios europeos como medallas tenía un mariscal brejneviano, Habermas es sin duda en par-te víctima de su propia eminencia: encerrado, al igual que el filósofo estadounidense John Rawls antes que él, en un universo mental colmado casi exclusiva-mente de admiradores y discípulos, es cada vez me-nos capaz de dialogar con posiciones que se alejan de las suyas en más de algunos milímetros. A menudo saludado como el sucesor contemporáneo de Im-manuel Kant, corre el riesgo de convertirse en un moderno Gottfried Wilhelm Leibniz, construyendo a golpes de eufemismos imperturbables una teodicea en la cual los perjuicios de la desregulación financie-ra convergen en los beneficios del despertar del cos-mopolitismo (5), y en la que Occidente abre el camino de la democracia y de los derechos humanos hacia el último edén de una legitimidad universal.

En este punto, Habermas representa un caso par-ticular, tanto por su distinción como por la corrup-ción que lo afectó. Pero la propensión a convertir a Europa en el objetivo del mundo, sin saber demasia-do sobre la vida cultural y política que allí se produce, no desapareció; y no son las tribulaciones de la mone-da única las que lograrán hacerla tambalear.

Resulta inútil insistir sobre la confusión en que la crisis del euro precipitó a la Unión. Europa está pre-sa de la recesión más severa y más larga jamás sufri-da desde la Segunda Guerra Mundial. Para entender sus causas, es necesario tomar conciencia de la diná-mica subyacente que está en marcha en la crisis del euro. Para decir las cosas sencillamente: la crisis es producto del encuentro de dos fatalidades, indepen-dientes una de la otra. La primera es la implosión ge-neralizada del capital ficticio con el que los merca-dos funcionaron a través del mundo durante el lar-go ciclo de financiarización iniciado en los años 80, a

“Quien hoy día quiera luchar contra la mentira y la ignorancia y escri-bir la verdad, tiene que superar al menos cinco obstáculos. Debe tener el valor de escribir la verdad, a pesar de que en todos sitios se reprima; la perspicacia de reconocerla, a pesar de que en todos sitios se encu-bra; el arte de hacerla útil como un arma; el buen criterio para elegir a aquellos en cuyas manos se haga efectiva; la astucia de propagarla entre ellos. Estos escollos son considerables para aquellos que escri-ben bajo el régimen fascista, pero también existen para aquellos que fueron perseguidos o huyeron, e incluso para aquellos que escriben en los países de la libertad burguesa.”

“La gran verdad de nuestro tiempo (con cuyo conocimiento no bas-ta, pero sin cuyo conocimiento no puede encontrarse ninguna otra verdad de importancia) es que nuestro continente se sume en la bar-barie porque la propiedad se vincula forzosamente a los medios de pro-ducción. ¿De qué sirve escribir algo valeroso de lo que se desprenda que el estado en el que nos sumimos es bárbaro (lo cual es cierto), si no está claro por qué hemos llegado a este estado? Hemos de decir que se tortu-ra, porque las relaciones de propiedad han de mantenerse intactas. Por supuesto, cuando decimos esto perdemos muchos amigos que están en contra de la tortura, porque creen que las relaciones de propiedad po-drían mantenerse sin necesidad de la tortura (algo que no es cierto).Tenemos que decir la verdad acerca de la situación de barbarie que existe en nuestro país, que puede hacerse aquello que la llevaría a desaparecer: cambiar las condiciones de la propiedad.Y además debemos decírselo a aquellos que más sufren con el repar-to de la propiedad y más interés tienen en cambiarlo: a los trabajado-res y a aquellos que podemos presentar como aliados suyos, porque ellos en realidad tampoco tienen propiedad sobre los medios de pro-ducción, aunque participen de los beneficios. Y, en quinto lugar, tene-mos que actuar con astucia.Y estos cinco obstáculos hemos de superarlos a la vez, porque no po-demos investigar la verdad acerca de la situación de barbarie sin pen-sar en aquellos que la padecen y mientras nosotros, sacudiéndonos siempre todo arrebato de cobardía, buscamos las verdaderas cau-sas en función de aquellos que están dispuestos a utilizar sus cono-cimientos, tenemos que pensar también en hacerles llegar la verdad de tal manera que en sus manos pueda ser un arma y al mismo tiempo hacerlo de forma tan astuta que esa transmisión no pueda ser descu-bierta y abortada por el enemigo.Esto es lo que se pide cuando se pide que el escritor diga la verdad.”

*Dramaturgo, poeta, narrador y ensayista (1898-1956).

“Cinco obstáculos para decir la verdad”, Manifiestos por la revolución, Debate, Madrid, 2002 (fragmento). Traducción Marta Fernández Bueno y León Mamés.

Cinco obstáculos para decir la verdad

ENSAYO

Bertolt Brecht*

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medida que las ganancias de la economía real se con-traían bajo el efecto de la competencia internacional y que las tasas de crecimiento se reducían de una dé-cada a otra.

Los mecanismos de esta desaceleración, internos al propio capitalismo, fueron magistralmente des-criptos por Robert Brenner en su imponente histo-ria del capitalismo desde 1945 (6). Por su parte, sus efectos en el crecimiento exponencial de las deudas privadas y públicas, apuntalando no sólo las tasas de ganancia, sino también la viabilidad electoral, fueron recientemente analizados por Wolfgang Streeck (7). La economía estadounidense ilustra esta trayectoria con una claridad paradigmática. Pero su lógica vale para el sistema en su conjunto.

En Europa, sin embargo, se puso en marcha otra lógica con la reunificación de Alemania y el proyecto de unión monetaria de Maastricht, y luego el Pacto de Estabilidad, ambos tallados según las exigencias alemanas. La moneda común sería puesta bajo la tu-tela de un banco central de concepción hayekiana (8), que no tendría que rendir cuentas ni a los electores ni a los gobiernos, sino que apuntaría al único objetivo de la estabilidad de los precios. Dominando la nue-va zona monetaria, estaría la economía alemana, hoy ampliada a los países del Este, con, justo en sus fron-teras, un enorme yacimiento de mano de obra bara-ta. Los costos de la reunificación fueron elevados y empujaron a la baja el crecimiento de Alemania. Para compensar esto, el capitalismo alemán puso en mar-cha una política de represión salarial sin preceden-tes, que los sindicatos alemanes debieron aceptar ba-jo la amenaza de una creciente deslocalización hacia Polonia, Eslovaquia o más allá.

Alemania impone austeridadPara Europa del Sur, las consecuencias económicas eran totalmente previsibles (9). Por una parte, con el aumento de la producción manufacturera y la ba-ja relativa del costo del trabajo, las industrias expor-tadoras alemanas se volvieron más competitivas que nunca, apoderándose de una porción creciente de los mercados de la eurozona. Por otra, en su periferia, la pérdida correspondiente de competitividad de las economías locales se vio anestesiada por una afluen-cia de capitales baratos con tasas de interés fijadas de forma virtualmente uniforme en toda la unión mo-netaria, conforme a reglas impuestas por Alemania.

Cuando la crisis general de sobrefinanciarización nacida en Estados Unidos golpeó a Europa, la credi-bilidad de esta deuda periférica se desmoronó, ha-ciendo temer una reacción en cadena de Estados en bancarrota. Pero mientras en Estados Unidos pla-nes masivos de salvataje públicos podían conjurar la quiebra de bancos, de compañías de seguros y de fir-mas insolventes, y la emisión de moneda por parte de la Reserva Federal podía frenar la contracción de la demanda, dos obstáculos hacían imposible la pues-ta en marcha en la eurozona de una solución provi-

soria similar. No sólo los estatutos del Banco Central Europeo (BCE), consagrados en el Tratado de Maas-tricht, le prohibían formalmente recomprar la deu-da de los países miembros, sino que además no había una Schicksalsgemeinschaft –esa “comunidad de des-tinos” de la nación weberiana (10)– que uniera a go-bernantes y gobernados en un orden político común, en la cual los primeros pagarían muy caro su total ig-norancia de las necesidades existenciales de los se-gundos. En el simulacro europeo de federalismo, no había lugar para una “unión de transferencia” basada en el modelo estadounidense. Por esa razón, cuando la crisis golpeó, la cohesión de la eurozona no podía provenir del gasto social, sino sólo del diktat político: la implementación por parte de Alemania, al frente de un bloque de pequeños Estados nórdicos, de pro-gramas de austeridad draconianos –impensables pa-ra sus propios ciudadanos– dirigidos a los países del Sur, ya incapaces de recuperar competitividad me-diante una devaluación.

Sometidos a esta presión, los gobiernos de estos “pequeños” países cayeron como moscas. En Irlanda, en Portugal y en España, los regímenes en el poder a comienzos de la crisis fueron barridos en elecciones que instalaron sucesores con tendencia a aumentar la dosis de remedios drásticos. En Italia, la erosión interna y las intervenciones externas se combinaron para reemplazar un gobierno surgido del Parlamen-to por un gobierno de “técnicos”, sin pasar por elec-ciones. En Grecia, un régimen impuesto por Berlín, París y Bruselas redujo el país a una condición que recuerda la de Austria en 1922, cuando un alto comi-sionado fue nombrado en Viena por la Entente –bajo el estandarte de la Sociedad de las Naciones (SDN)–, para administrar a su conveniencia la economía del país. El hombre elegido para ese puesto fue el alcal-de de derecha de Rotterdam, Alfred Zimmerman,

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Lisboa. El negativo impacto de las medidas de austeridad impuestas por la troika como res-puesta a la crisis ha despertado fuertes movimientos de protesta en toda Europa.

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3 | UNA NUEVA HEGEMONÍA | LA AMENAZA DE UN IMPERIALISMO TEUTÓN

RetrocesoUn reciente estudio de la OCDE revela que, a lo largo de la década de 2000, la desigualdad aumentó en la mayor parte de los países miembros de esa organización debido a la creciente brecha salarial entre empleos de alta y baja calificación provocada por el cambio tecnológico, así como por la menor capacidad redistributiva de las políticas sociales.

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en absoluto, los trucos chapuceados por la canciller alemana Angela Merkel y el entonces presidente Ni-colas Sarkozy corren el riesgo de no durar.

Su alianza, es cierto, nunca fue equilibrada. “No se descarta que el poder alemán adopte una forma más brutal, que se expresaría a través de los mercados y no desde las altas esferas o el directorio del Banco Central”, escribíamos antes de que estallara la crisis (12). Alemania, que, más que cualquier otro Estado, fue la mayor responsable de la crisis del euro debido a su política de represión salarial interna y de capi-tales baratos hacia afuera, fue también el principal arquitecto de los intentos de hacer pagar la factura a los más débiles. En este sentido, ha llegado la hora de una nueva hegemonía. Y con ella, ha llegado puntual-mente el primer manifiesto descarado de un vasalla-je de Alemania sobre la Unión.

En un artículo publicado en Merkur, la revista de opinión más influyente de la República Federal, el ju-rista de Constanza Christoph Schönberger explicaba que el tipo de hegemonía que Alemania está destina-da a ejercer en Europa nada tiene que ver con el de-plorable “eslogan de un discurso antiimperialista a lo Gramsci”. Debe entenderse en el sentido constitucio-nal tranquilizador otorgado por el jurista Heinrich Triepel, es decir la función tutelar que corresponde al Estado más poderoso en el seno de un sistema fe-deral, a semejanza de Prusia en la Alemania de los si-glos XIX-XX.

La Unión Europea equivale precisamente a este modelo: un consorcio esencialmente interguberna-mental reunido en un Consejo Europeo cuyas deli-beraciones son forzosamente “insonorizadas” y del que sólo la ciencia ficción podría imaginar que se convertiría un día en la “flor azul de la democracia, liberada de todo residuo institucional terrenal” (13).

partidario de reprimir la tentativa holandesa de seguir los pasos de la revolución alemana de noviem-bre de 1918. En Viena, donde permaneció en funcio-nes hasta 1926, “criticó incansablemente al gobier-no, subrayando sus carencias, exigió cada vez más ahorros, cada vez más sacrificios, a todos los sectores de la población”, y, presionando al gobierno para que “estabilice su presupuesto en un nivel considerable-mente más bajo”, afirmó “que el control se manten-dría hasta que se alcanzara ese resultado” (11).

En todos los países en los que fueron aplicadas, las medidas tendientes a restaurar la “confianza” de los mercados financieros en la fiabilidad de los go-biernos locales fueron de la mano de recortes de los gastos sociales, de la desregulación de los mercados y de la privatización de bienes públicos: es decir, el repertorio neoliberal estándar, combinado con una presión fiscal mayor. Para blindarlas, Berlín y París decidieron imponer la exigencia del equilibrio pre-supuestario en la Constitución de los diecisiete paí-ses miembros de la eurozona; una noción durante mucho tiempo rechazada en Estados Unidos como una idea fija de una derecha loca.

Una nueva hegemoníaLas pociones elaboradas en 2011 no curarán los ma-les de la eurozona. Los spreads de las tasas de inte-rés de las deudas soberanas no volverán a los niveles anteriores a la crisis. Y la deuda que se acumula no es solamente pública, lejos de eso: según algunas es-timaciones, los créditos bancarios dudosos alcanza-rían los 1,3 billones de euros. Los problemas son más profundos, los remedios más débiles y aquellos que los administran más frágiles de lo que los círculos de dirigentes admiten. Cuando es evidente que el fan-tasma de las cesaciones de pagos no ha desaparecido

Austeridad. Grecia fue uno de los países más afectados por las recetas aplicadas para paliar la crisis de la eurozona.

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Entre sus vecinos(porcentaje en la UE, año 2012)

Población

Territorio

Alemania

Resto de Unión Europea

16%

84%

8%

92%

Grandes potenciasPIB (en miles de millones de dólares, 2012)

Estados Unidos

China

Japón

Alemania

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8.227

5.960

3.428

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2 | NOMRE CAPíTULO | TíTULO NOTA

Pero en la medida en que los Estados representados en el Consejo Europeo son extremadamente des-iguales en tamaño y en peso, sería irrealista creer que podrían coordinarse en pie de igualdad. Para funcio-nar, la Unión necesita que el país más importante en población e ingresos asegure la cohesión y dirección del grupo. Europa necesita la hegemonía alemana, y los alemanes deben dejar de mostrarse tímidos en su ejercicio. Francia, cuyo arsenal nuclear y cuyo asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organi-zación de las Naciones Unidas (ONU) ya no tienen ma-yor relevancia, debería revisar otro tanto sus preten-siones. Alemania debería tratar a Francia como Otto von Bismarck trataba a Baviera en ese otro sistema fe-deral que fue el II Reich: gratificando al socio inferior con favores simbólicos y consuelos burocráticos (14).

¿Aceptará Francia tan fácilmente verse rebajada al estatuto de Baviera en el seno del II Reich? Queda por verse. La opinión de Bismarck sobre los bávaros es muy conocida: “A mitad de camino entre un austríaco y un ser humano”. Bajo la presidencia de Sarkozy, la analogía quizás no hubiera parecido insólita, teniendo en cuenta que París se apegaba a las prioridades de Berlín. Pero hoy, tal vez convenga mejor otra comparación, más contemporánea. La ansiedad que muestra la clase política francesa por permanecer siempre asociada a los proyectos alemanes en la Unión, recuerda cada vez más otra “relación especial”: la de los británicos que se aferran desesperadamente a su papel de ayudante de campo de Estados Unidos.

Cabe preguntarse cuánto tiempo más podrá per-durar la subordinación francesa sin el menor esbo-zo de protesta. Las fanfarronadas de Volker Kauder, secretario general de la Unión Demócrata Cristia-na (CDU) de Alemania, afirmando que “hoy Euro-pa habla en alemán”, están más dirigidas a provo-car resentimiento que docilidad. Sin embargo, des-de hace muchos años, debido particularmente a las notables distorsiones del sistema electoral francés, ningún país produjo una clase política tan escrupu-losamente conformista en sus perspectivas como Francia. Esperar una mayor independencia eco-nómica o estratégica de François Hollande, sería la victoria de la esperanza sobre la experiencia. Por la misma razón, no hay otro país donde el abismo en-tre la opinión popular y las exhortaciones oficiales siga siendo tan profundo.

Hollande llegó al poder a la manera de Mariano Rajoy en España, sin fervor alguno de sus electores, como la única opción disponible; podría verse tam-bién rápidamente debilitado, una vez establecido el ajuste. En el seno del sistema neoliberal europeo, del que se convirtió en el intendente francés, sólo Gre-cia vivió hasta el momento turbulencias populares de envergadura, aunque España sufre temblores pre-monitorios. En otras partes, las elites todavía no es-cucharon a las masas. Es cierto que no existen garan-tías de que incluso los sufrimientos más duros hagan

estallar la reacción de los pueblos antes que parali-zarlos, tal como demostró la pasividad de los rusos bajo el catastrófico gobierno de Boris Yeltsin. Pero los pueblos de la Unión no están tan desmoralizados y, por poco que sus condiciones de vida continúen dete-riorándose, su paciencia podría ser más limitada. En el trasfondo de todos los escenarios, hay una realidad sombría: aun cuando la crisis del euro pudiera ser re-suelta sin que sufran los más débiles –hipótesis muy poco probable–, la contracción subyacente del creci-miento continuaría. g

1. Jürgen Habermas, Zur Verfassung Europas, Suhrkamp, Fráncfort, 2011.2. Held era el director de tesis de Saif Al Islam Gadafi en la London School of Economics (LSE). El joven libio recibió un doctorado por una tesis que no escribió, luego de que Libia hiciera una importante donación a la Escuela. Tras el escándalo, Held tuvo que abandonar la LSE y el director renunciar.3. Jürgen Habermas, Ach, Europa. Kleine politische Schriften XI, Suhrkamp, 2008, pág. 105.4. Véase Perry Anderson, El Nuevo Viejo Mundo, Akal, Madrid, 2012. En 2005, la apasionada intervención de Habermas en la campaña por el referéndum francés sobre el Tratado Constitucional Europeo, su predicción de catástrofe en caso de que fuera rechazado, fue acompañada por un silencio absoluto sobre la ausencia de consulta popular en Alemania, como también ocurriera en los años anteriores acerca del Tratado de Maastricht.5. “The cunning of economic reason”, Zur Verfassung Europas, op. cit., pág. 77.6. Robert Brenner, The Economics of Global Turbulence, Verso, Nueva York, 2006. Para prolongar esta historia hasta la crisis de 2008, véase, del mismo autor, “L’économie mondiale et la crise américaine”, Agone, N° 49, “Crise financière globale ou triomphe du capitalisme ?”, Marsella, 2012. Véase The New Left Review, Nº 54, Londres, noviembre-diciembre de 2008, págs. 49-85, las actas de un simposio sobre las obras de Brenner por esas autoridades de la “anglósfera”, de Europa y Japón que son Nicholas Crafts, Michel Aglietta y Kozo Yamamura. 7. Véase Wolfgang Streeck, “Las finanzas al poder”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, enero de 2012.8. N. de la R.: Del nombre del economista liberal austríaco Friedrich von Hayek (1899-1992). En 1974, recibió el premio del Banco Real de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. 9. Para cifras sobre los costos salariales alemanes entre 1998 y 2006 y una previsión de su incidencia en las economías de Europa del Sur, véase El Nuevo Viejo Mundo, op. cit.10. N. de la R.: Concepto utilizado particularmente por el sociólogo alemán Max Weber (1864-1920).11. Charles A. Gulick, Austria from Habsburg to Hitler, University of California Press, Berkeley, vol. I, 1948 , pág. 700.12. El Nuevo Viejo Mundo, op. cit.13. Tomada del poeta Novalis, que hizo de ella una metáfora de la aspiración humana al infinito, la expresión “f lor azul” devino proverbial en Alemania.14. Christoph Schönberger, “Hegemon wider Willen. Zur Stellung Deutschlands in der Europäischen Union”, Merkur, N° 752, Stuttgart, enero de 2012, págs. 1-8. Triepel, que ofrece un modelo conceptual a Schönberger, no era solamente un ferviente admirador de Bismarck. En 1933, festejó la llegada al poder de Adolf Hitler, que calificó como “revolución legal”, y terminó su obra sobre la hegemonía (1938) con un elogio del Führer como el hombre de Estado que, a través de la anexión de Austria y los Sudetes había finalmente hecho realidad el viejo sueño alemán de un Estado plenamente reunificado (Die Hegemonie. Ein Buch von führenden Staaten, Kohlhammer, Stuttgart, 1938, pág. 578).

*Historiador. Autor del ensayo El Nuevo Viejo Mundo, Akal, Madrid, 2012.

Traducción: Gustavo Recalde

3 | UNA NUEVA HEGEMONÍA | LA AMENAZA DE UN IMPERIALISMO TEUTÓN

Peso en Europa(porcentaje en la UE, año 2012)

Exportaciones

Participación en el PIB

Demasiado pocos… A pesar de la buena calidad de vida, la disminución poblacional es el talón de Aquiles de Alemania. Al ritmo actual, e incluyendo un saldo migratorio positivo anual de 170.000 personas, el país tendría apenas 53 millones de habitantes en 2080 (hoy tiene aproximadamente 80 millones).

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Alemania

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Un accidentado regreso a la escena internacional

por Philippe Leymarie*

Error de cálculo en AfganistánEstá previsto que las Fuerzas Armadas alemanas se retiren de Afganistán a fines de 2014. Pero la intervención habrá dejado una nueva herida. Con el “error de Kunduz” en 2009 –que significó la muerte de 142 afganos y provocó la dimisión del jefe de la Bun-deswehr–, la imagen pacifista que el país había forjado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se resquebrajó por completo.

“Quedamos consternados. Comprendimos que escondían cosas. Nada estaba claro: ni la canti-dad de muertos, ni los cuerpos desplazados…”. Citha Maass –especialista en política alemana

en Afganistán del Instituto Alemán de Política Inter-nacional y Seguridad (SWP)– se encontraba en Afga-nistán, en el marco de una misión oficial, ese 4 de sep-tiembre de 2009 cuando uno de los jefes del contin-gente alemán que integraba la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (FIAS, ISAF en inglés) solicitó a la aviación de la OTAN bombardear dos ca-miones cisterna desviados por los rebeldes. El oficial superior había pretextado un peligro para los solda-dos alemanes si hubieran tenido que recuperar esos vehículos por vía terrestre.

Lo que enseguida se denominó “el error de Kun-duz” causó la muerte de 142 afganos, en su mayoría civiles, y quebró la imagen que Alemania deseaba dar. Durante mucho tiempo se había negado la di-mensión propiamente militar de su compromiso, presentado como una “ayuda al desarrollo bajo pro-tección armada”, una acción humanista e idealista bien alejada de las miserias de la lucha contrainsu-rreccional: implementación de una democracia al es-tilo occidental, liberación de la mujer, acceso de las jóvenes a la educación, etc.

“La guerra quedaba disimulada tras una cortina humanitaria”, afirma Citha Maass, quien recuer-da que el sitio de internet del Ministerio de Defensa alemán rebosaba de temas sobre el apoyo al gobierno afgano, la distribución de alimentos, el retorno de los

refugiados, pero casi nunca sobre la manera de lle-var seguridad al país: “Hasta Kunduz, el gobierno alemán proyectaba la imagen de un Afganistán más feliz, más positivo que en la realidad. Describía la si-tuación en términos diplomáticos, sin dar demasia-dos detalles”. Sin embargo, los años 2009 y 2010, lejos de aportar la “estabilización” anunciada, fueron los más violentos y los más mortíferos desde la creación de la FIAS en 2003.

La sociedad alemana, pero también sus diputados, tuvieron la sensación de haber sido engañados. Para aplacarlos, se lanzó una investigación parlamenta-ria. Investigación que antes de perderse en el limbo de un cambio de coalición gubernamental, provocó la dimisión del ministro de Defensa, de su adjunto y del jefe del Estado Mayor. En abril de 2010 Angela Merkel, por primera vez desde que es canciller, re-cibió sobre la pista de un aeropuerto los cuerpos de siete soldados alemanes muertos en Afganistán. Ella misma terminó por pronunciar –de mala gana– la palabra “guerra”, hasta entonces tabú.

“Descubrimos de pronto que el comandante ale-mán se comportaba como un Rambo”, declara Sven Hansen, de la redacción del Tageszeitung (TAZ), el diario de izquierda de Berlín (1), ubicado en la Rudi-Dutschke Strasse, a pocos metros del ex “Checkpoint Charlie” (2). “Antes eran los estadounidenses los que cumplían ese papel: ¡primero disparas, después pre-guntas! Nosotros éramos los buenos, los reconstruc-tores: preguntas primero y, sólo después, si tu vida es-tá amenazada, recurres a las armas…”, dice Hansen.

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Servicio militar. Desde 2001 las mujeres pueden ingresar como voluntarias a todas las ramas del ejército. Actualmente conforman el 10% del total de los efectivos de la Bundeswehr.

conflicto –dice con desolación–, se sabe, sobre todo, que no se sabe.”

Cambios en la BundeswehrEl Bendlerblock, edificio austero del centro de Ber-lín y sede del Estado Mayor de la Marina durante la Segunda Guerra Mundial, aloja ahora al Ministerio Federal de Defensa. Oficiales superiores habrían preparado allí el atentado que estuvo a punto de cos-tarle la vida a Hitler el 20 de julio de 1944; el coronel Klaus Graf von Stauffenberg y los demás conjurados fueron ejecutados en ese mismo lugar. El culto que hoy se profesa a esas (escasas) figuras militares de la resistencia al nazismo pretende ser el anclaje demo-crático de la Bundeswehr, el nuevo ejército formado en 1955, con la bendición –y bajo la vigilancia– de los aliados y del Bundestag, para expulsar los fantasmas de la Wehrmacht.

El oficial que nos recibe lo reconoce sin dificul-tades (4): es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que se han matado tantas personas con la participación del ejército alemán. El comando del contingente de la Bundeswehr fue, además, el pri-mero en violar gravemente las nuevas reglas del com-promiso que acababa de dictar el general Stanley Mc-Chrystal, en ese entonces comandante de la FIAS, justamente para evitar los atentados a los civiles (5).

Pero después de más de un año, en Bendlerblock se prefiere otorgarle un cariz “positivo” a esos inciden-tes y revelaciones que son, al menos, la prueba de que los militares alemanes –criticados desde hace varios años por su bajo compromiso en el terreno– partici-pan plenamente en los combates en las provincias del norte, a su vez sitiados por los rebeldes talibanes. En febrero de 2010, ante el apremiante pedido de los estadounidenses, Berlín aceptó enviar un refuerzo de 500 hombres, consolidando así su lugar de tercer contingente de la coalición (5.200 hombres), detrás de Estados Unidos (100.000) y Reino Unido (10.000), pero antes de Francia (3.850).

Más de 400 militares, secundados por 200 poli-cías, se dedicaban exclusivamente a la formación de las fuerzas afganas. Los créditos militares se dupli-caron y el equipamiento se adaptó para hacer fren-te a la peligrosidad: blindados reforzados, más arti-llería, dotación de aviones no tripulados. “Desde mi punto de vista, el equipamiento personal del soldado alemán en Afganistán es el mejor posible”, se enorgu-llece un oficial, señalando que la Bundeswehr es un actor que participa plenamente en las operaciones. Y que lucha según las mismas reglas del compromiso, salvo por una limitación: la zona de despliegue que se le ha asignado, con la aprobación del Parlamento ale-mán, sigue estando en el norte (6).

Nuestro interlocutor lamenta mucho el “malen-tendido” entre el ejército y la sociedad alemana, da-do que para este oficial, en el contexto de una guerra que hoy se menciona por su nombre, la pregunta sería más bien sobre “la aceptación [por los políticos, por la

La imagen de soldados-reconstructores, afec-tados a una zona del norte del país considerada du-rante mucho tiempo como relativamente segura, se desdibujó rápidamente. Las iglesias alemanas, a pe-sar de ser más bien prudentes, abandonaron al go-bierno. “¡No hay nada bueno en Afganistán!”, pro-clamaba la obispo Margot Kässmann, la personali-dad más destacada de la Iglesia Evangélica alemana, durante un sermón resonante el 1º de enero de 2010 (3). Su homólogo católico, Robert Zollitsch, arzobis-po de Friburgo, llamó a un cambio de política, “in-evitable desde el punto de vista de la ética cristiana”. Desde hace ya algunos años, capellanes militares de regreso de Afganistán multiplican los testimonios y los debates en el seno de las universidades, de ONG o de iglesias, poniendo en evidencia la brecha existente entre los objetivos oficiales y la realidad.

Otro punto de quiebre fueron las revelaciones del sitio WikiLeaks, en agosto de 2010, a propósito de la cooperación de elementos de las fuerzas especiales alemanas con una unidad estadounidense encarga-da de la eliminación de cuadros talibanes, asesinados o encarcelados sin juicio. Según Der Spiegel, el prin-cipal periódico alemán, la Bundeswehr (el ejército) había hecho agregar jefes talibanes a la lista de per-sonas a matar. En el Ministerio de Relaciones Exte-riores aseguran que ese mandato de las fuerzas es-peciales era público y la misión, transparente, con frecuentes discusiones en el Parlamento. Pero para Winfried Nachtwei, ex portavoz de Die Grüne (Los Verdes) y especialista en Afganistán, esas revelacio-nes vinieron a confirmar “lo inconfesable”, sobre el fondo de un compromiso que él juzga “insensato” y sin relación con la seguridad de Alemania. “En este

Industria automotriz(porcentaje del total mundial, 2013)

China

Estados Unidos

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Alemania

Corea del Sur

Resto del mundo

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LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 59

Rearme. En los últimos veinticinco años la Bundeswehr ha recuperado protagonismo en la escena internacional.

3 | UNA NUEVA HEGEMONÍA | ERROR DE CÁLCULO EN AFGANISTÁN

opinión pública] de un nivel adecuado de violencia”.En el Ministerio de Relaciones Exteriores, un di-

plomático hace un balance entre el enorme eco que tuvo el drama de Kunduz en Alemania y la reacción, más bien complaciente, de las autoridades locales afganas, para las cuales los militares actuaron nor-malmente, en un contexto de fuerte inseguridad. Valora el hecho de que las “compensaciones” para las víctimas del bombardeo –5.000 euros por fami-lia, según los estándares de la OTAN– se pagaron a partir de agosto de 2010. Al insistir en que esta ayuda procede de una acción voluntaria, y no de una obliga-ción jurídica, la presenta principalmente como una “limosna de duelo, conforme a la tradición local”.

Gracias a Afganistán y a la crisis económica, la Bundeswehr sufriría a partir de 2011 el cambio más profundo en sus 55 años de existencia. El informe de la Comisión Weise, presidida por el director de la Agencia Federal para el Empleo, lo menciona como “una institución burocrática, sobredimensionada y demasiado costosa con relación a los resultados ob-tenidos”, que no está en condiciones de enfrentar sus misiones (7). El Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), por su parte, evaluó en 3.000 mi-llones de euros el verdadero costo anual del compro-miso asumido en Afganistán –en lugar de los 1.000 millones inscriptos en el presupuesto de defensa (8)–, es decir, una deuda de 36.000 millones entre 2001 y 2013, fecha estimada para el comienzo del retiro.

En una doble preocupación de ahorro y eficacia militar, el ministro Federal de Defensa, Kart-Theo-dor zu Guttenberg, apoyado por Angela Merkel, de-sea duplicar la cantidad de unidades de proyectiles, pero reducir en un tercio los efectivos de soldados (que pasarían a 180.000 hombres), con la elimina-ción de hecho del servicio militar obligatorio, sobre el cual se apoya el ejército alemán desde su refunda-ción, en 1955. Los liberales, los verdes y la izquierda están de acuerdo con la supresión de la conscripción militar, que se ha hecho muy desigual e ineficaz mi-litarmente (desde su reducción a seis meses), pero los democristianos (CDU) y los cristianos bávaros (CSU), que debatieron el tema durante sus congresos en octubre y noviembre de 2010, hicieron pesar su in-fluencia para el mantenimiento de un servicio civil voluntario más extenso, que reemplazaría a la cons-cripción a partir de julio de 2011.

Concebido para ser demócrata y pacifista, y com-puesto por “soldados-ciudadanos”, el ejército alemán no estaba, en su origen, librado a sus propias decisio-nes. Antes de 1990, la República Federal de Alema-nia (RFA) y Alemania del Este, al no ser plenamen-te soberanas, no participaban en las operaciones in-ternacionales llamadas “de paz”. El 2 de octubre de 1990, después de la caída del Muro, una negociación “4+2” (9) terminó en un tratado de unificación y en una transferencia de soberanía. La Constitución de Alemania Occidental, que se impuso a la Alemania unificada, prevé que toda misión militar en el extran-

jero sea aprobada por el Parlamento, contrariamente a la regla que prevalece en numerosos países (como, por ejemplo, en Francia).

Cada decisión importante –como una renovación de mandato– se transforma así en un “ejercicio de acroba-cia de política interna” que termina en la adopción de una serie de restricciones, al punto de generarles a los militares el sentimiento de que los dirigentes políticos no los apoyan realmente (10). Además, la Bundeswehr es controlada día a día por un comisario parlamentario de las Fuerzas Armadas. Elegido por voto secreto en la Cámara por un período de cinco años, este comisario no es ni diputado, ni funcionario ni, menos aun, militar; es elegido “con vistas a la protección de los derechos fun-damentales y en calidad de órgano auxiliar de la Bun-destag para el ejercicio del control”.

Librarse del pasadoEl gobierno alemán debió crear las condiciones para la aceptación progresiva por parte de la opinión pú-blica de un despliegue fuera de Europa y de la zona de intervención natural de una OTAN que, desde la des-aparición del enemigo soviético, pretende “no tener fronteras”. Por eso hubo una primera participación internacional en Camboya, en 1993, bajo la forma de una misión médica. Después en Somalia, en 1994, también en un marco humanitario.

El verdadero paso “desde una cultura de conten-ción al ejercicio del poder” (11) se hizo en 1999 con la participación alemana en las operaciones contra Serbia y en la guerra de Kosovo, por decisión del can-ciller socialdemócrata Gerhard Schröder; ese fue el bautismo de fuego. Le siguió, después de los atentados de septiembre de 2001, el compromiso junto a los

Industria armamentística Exportación mundial de armamentos (en porcentaje, 2009-2013)

Estados Unidos

Rusia

China

Alemania

Francia

Reino Unido

Resto del mundo

6%

29%

27%

22%

7%

5%

4%

El costo del errorEl denominado “error de Kunduz” generó un descalabro en el gobierno, apenas Merkel asumió su segundo mandato. Provocó las dimisiones del jefe del Estado Mayor de la Bundeswehr y del recién nombrado ministro de Trabajo y titular de Defensa, Franz-Josef Jung.

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El pecado original El diseño incompleto de las instituciones de la Unión Monetaria (la ausencia de un federalismo fiscal y la imposibilidad de contar con un prestamista de última instancia) desembocaron en la crisis del euro. Las políticas de austeridad adoptadas por Alemania y la UE exacerbaron la crisis y desaceleraron o directamente impidieron la recuperación.

Tensión. Alemania es uno de los mayores exportadores mundiales de armas. Entre sus principales compradores se encuentra la endeudada Grecia, que paradójicamente tiene uno de los mayores presupuestos en defensa de la UE.

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estadounidenses en la “guerra contra el terror”, con la creación en 2003 de la FIAS. Una vez reuni-ficado, salido del “estado de excepción histórica de no soberanía” (12) y siendo un actor económico im-portante, el país comenzó a hacer valer su “norma-lidad” gracias a una nueva generación de dirigen-tes, nacidos después del final de la Segunda Guerra Mundial, para quienes “el deber de memoria relati-vo a la época nazi ya no [debía] inhibir a Alemania en la escena internacional”.

Desde entonces, la Bundeswehr descubrió tener una vocación para las intervenciones exteriores: en Congo (2006), Chad (2007) y contra los piratas so-malíes en el Océano Índico (desde 2008). Pero siem-pre se trató de operaciones limitadas en el tiempo y el espacio, cuidadosamente enmarcadas por el Par-lamento, realizadas desde una óptica de solidaridad internacional y de reconstrucción posconflicto, sin reivindicar un vínculo con la seguridad nacional alemana y con la preocupación de limitar el uso de las armas a la protección de sus efectivos.

En Alemania, como en otras partes de Europa, la opinión pública es poco sensible al argumento se-gún el cual su libertad se jugaría allí, en las montañas afganas. “¿Por qué seguir allí hoy?”, se pregunta Carl von Wogau (CDU), ex presidente de la Subcomisión de Defensa del Parlamento Europeo, que había sido, sin embargo, partidario de la intervención occiden-tal: “Nuestro enemigo es el terrorismo internacional, no los talibanes. No se trata de una tarea militar, sino policial”, afirma este cacique de la diplomacia euro-pea, que recuerda que Alemania se había comprome-

tido con el propósito de garantizar la estabilización de Afganistán, como antes la de Kosovo: prioridad a la policía, a la justicia, a la educación…

Pero la cuestión de los Balcanes conmovió inme-diatamente a la población alemana, que veía la nece-sidad de una intervención militar para evitar masa-cres en un país europeo. En cambio Afganistán está lejos. Los compromisos en África –Congo, Chad– ya fueron difíciles de “vender”. Sólo la operación anti piratas en el Océano Índico presentaba característi-cas ideales: no había víctimas civiles; era una guerra entre “profesionales” (piratas contra soldados); te-nía un cierto romanticismo (la piratería, los mares cálidos); la protección de las rutas comerciales (una misión de salubridad pública); era una acción multi-lateral, etc.

Para Hansen, la estrategia actual también es mala: hay más soldados y la situación empeora. Pe-ro, ¿hay otra?, se pregunta este periodista –ex ter-cermundista y antimilitarista–, que se manifiesta confuso, como también lo es su redacción: “La in-tervención actual no aportó gran cosa. ¿Entonces? ¿Entrenamos a los afganos y nos vamos? Pero si la OTAN deja el país, ¿no va a derrumbarse lo poco que existe?”.

“En Afganistán se lucha por la seguridad de Ale-mania y por los derechos humanos”, insiste Merkel, como la mayoría de sus colegas europeos. “En Ale-mania, hasta ahora, hemos tenido suerte. Pero hubo atentados en Londres, en Madrid…”, agrega un di-plomático, haciendo notar que unas cuarenta nacio-nes están representadas en la coalición de la FIAS:

Gasto militar (porcentaje del PIB)

1990

2001

2012

Alemania Estados Unidos

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2,5%

1,5%

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3 | UNA NUEVA HEGEMONÍA | ERROR DE CÁLCULO EN AFGANISTÁN

“Todo el mundo está en ella”. Y tampoco se trata de querer “transformar Afganistán en una nueva Suiza”.

¿El fin de la Alemania humanista?Nuestros interlocutores recuerdan que toda Asia Central está involucrada en este conflicto que tiene una dimensión geopolítica, no en términos de oleo-ductos o de materias primas, sino porque “los puntos de estabilización son esenciales en esta frágil zona telúrica”. Por esta razón será necesaria una asisten-cia a largo plazo, según uno de ellos: desde los años 70, Alemania debió formar a los policías afganos en tres oportunidades. En los años 60, este país era el primer beneficiario de la ayuda alemana. Y hoy vuel-ve a serlo (13)…

La relación germano-afgana se remonta a cerca de cien años atrás. En 1919, el rey de Afganistán ayu-dó al ex imperio alemán a salir de su aislamiento di-plomático después de la derrota. Durante la Segun-da Guerra Mundial, Hitler –para quien los afganos eran arios– trató de utilizar a ese país para esquivar a los británicos. En sentido inverso, los emigrantes que huían de la ocupación soviética fueron recibidos en Alemania Occidental y hubo estudiantes que se ins-cribieron en las universidades de Alemania del Este. Un liceo de Kabul, la German Amani School –en com-petencia con los establecimientos de Francia y Tur-quía–, es un testimonio de esta proximidad ya anti-gua que haría que, según nuestros interlocutores, los afganos no pudieran ver a los alemanes como invaso-res al estilo soviético o estadounidense. El shock pos Kunduz fue tanto más fuerte porque con ese drama la opinión pública descubrió cómo sus bonachones “soldados del desarrollo” se comportaban como gue-rreros predadores en un país amigo.

Estos interrogantes fueron reveladores, como si Afganistán hubiera ayudado a Alemania a normali-zarse ante sus propios ojos: ¿es posible, para esta na-ción reunificada, siempre una importante potencia económica, seguir siendo un “enano político” cuyo ejército, por ejemplo, tiene dificultades para hacerse respetar? La afirmación del presidente Horst Köhler, en mayo de 2010, a su retorno de una visita a las tro-pas alemanas en Afganistán, de que su país también debía “defender militarmente sus intereses, la liber-tad de comercio y de intercambio”, generó un escán-dalo, incluso entre sus amigos. Köhler prefirió re-nunciar, después de que el ministro Karl Theodor zu Guttenberg replicara que “los intereses económicos no constituyen una justificación para el despliegue en Afganistán”.

Después del drama de Kunduz, el Presidente ter-minó de romper el espejo que, en estos últimos años, había devuelto la imagen de una Alemania pacifista, reconstructora y humanista, por vocación o por ne-cesidad. Köhler aseguró que lo habían comprendido mal: él se refería a la participación alemana en la ope-ración europea Atalanta para garantizar la seguri-dad del tráfico marítimo en el Océano Índico, y no al

compromiso en Afganistán. Pero era demasiado tar-de: “En Alemania no estamos acostumbrados a ha-blar en términos de intereses nacionales”, comenta Citha Maass.

El gobierno alemán aprobó el 12 de enero de 2011 la prórroga del mandato de la Bundeswehr en el seno de la FIAS –decisión que debía ser ratificada por el Bundestag el 28 de enero de 2011, al término oficial del mandato–. Todas las formaciones políticas espe-raban un principio de repliegue a fines de ese año. Só-lo Die Linke –ex comunistas e izquierda socialista– llamó a un retiro inmediato. Pero si el contexto po-lítico-militar no evolucionase favorablemente, sería más difícil obtener la luz verde del Bundestag el año siguiente. Amplios sectores de los verdes, de la so-cialdemocracia, así como los democrata-cristianos, podrían pasarse al campo de los “anti”: “Ya no pode-mos combatir en Afganistán simplemente para dar-les el gusto a los estadounidenses y aplicar la cláusula de solidaridad de la OTAN posterior a los ataques a las torres de Nueva York. Para un alemán no hay nin-guna razón imperiosa de ‘morir por Afganistán’”, juzga Maass. g

1. Este diario publica todos los meses una edición de Le Monde diplomatique en alemán.2. El “Checkpoint Charlie” era el puesto fronterizo Este-Oeste más conocido en Berlín, en los tiempos del Muro. Desmontado en junio de 1990, es uno de los sitios obligados de visita de los turistas.3. La señora Kässmann fue obligada a renunciar en febrero de 2010, después de haber sido detenida conduciendo en estado de ebriedad.4. El entrevistado expresó su deseo, a l ig ual que nuestros interlocutores en el Ministerio de Relaciones Exteriores, de no ser nombrado específicamente.5. El general Stanley McChrystal fue separado de sus funciones en junio de 2010 y reemplazado por el general David Petraeus. Véase “Afghanistan: ave Petraeus!”, 25-6-10 (http://blog.mondediplo.net/2010-06-25-Afghanistan-ave-Petraeus).6. Eventuales transferencias hacia otras zonas se someten a la autorización del ministro de Defensa, sin necesidad de consultar al Parlamento.7. Se requieren, por ejemplo, 35 militares y 16 civiles por cada hombre enviado lejos al terreno; y el propio ministerio está compartimentado en 17 direcciones, muchas de las cuales se superponen. Véase TTU-Lettre d’informations stratégiques et de défense, N° 775, París, 27-10-10.8. Incluyendo también los gastos soportados por los demás ministerios, la atención médica y las pensiones a los heridos, las ayudas a las familias, etc.9. Clausurando la Segunda Guerra Mundial, y concebido como una condición previa para la reunificación alemana, el tratado denominado “4+2”, firmado en Moscú en septiembre de 1990, entre Alemania Occidental y del Este, Francia, la Unión Soviética, Gran Bretaña y Estados Unidos, estipula que la nueva Alemania renuncia a las armas nucleares y reconoce sus fronteras como “inalterables”.10. Véase Markus Kaim, “L’engagement militaire allemand“, Notes du Cerfa, N° 76, París, julio de 2010.11. Jacques-Pierre Gougeon, “L’Allemagne, nouvelle puissance“, Le Monde, París, 5-10-10.12. Heinrich August Winkler, Histoire de l’Allemagne, XIXe, XXe siècle. Le long chemin vers l’Occident, Fayard, París, 2005.13. Los créditos de cooperación civil se duplicaron, pasando a 500 millones de euros anuales.

*Periodista, autor del blog Défense en ligne

(http://blog.mondediplo.net/-Defense-en-ligne).

Traducción: Lucía Vera

El valor del euroEvolución de la paridad cambiaria (dólar por euro)

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1,60

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1,39

Alemania-Rusia: una relación estratégicaPorcentaje del consumo energético que cubren los hidrocarburos rusos, 2011

38%

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Petróleo crudo

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Relaciones con los poderes emergentes del Sur

por Wolf Grabendorff*

América Latina en la miraDesde mediados del siglo pasado, en América Latina el nombre de Alemania ha sido asociado con industria y tecnología. Hoy, con inversiones que alcanzan los 90.000 millones de dólares es, luego de Estados Unidos y China, el tercer inversor más importante en la región, donde sus socios más importantes son México y Brasil.

La fascinación que América Latina despierta en-tre los alemanes posiblemente se deba al ex-traordinario viaje que entre 1799 y 1804 realizó el barón Alexander von Humboldt al “Nuevo

Mundo”. El proceso de independencia de la Corona de España, iniciado pocos años después, facilitó, por su parte, los flujos migratorios alemanes hacia los nuevos países. Sin duda, los alemanes que emigraron durante el siglo XIX, procedentes de los diversos reinos y prin-cipados alemanes (no hay que olvidar que la primera “unidad alemana” de los tiempos modernos no se pro-ducirá hasta 1871) lo hicieron más que nada movidos por la búsqueda de una tierra y un trabajo que les per-mitiesen una vida mejor, huyendo de la pobreza. Así, sucesivas oleadas de emigrantes alemanes irán esta-bleciéndose principalmente en Venezuela, Chile y en el sur de la antigua colonia portuguesa de Brasil. Co-mo agricultores, artesanos, comerciantes o científi-cos, los alemanes crearán asentamientos en los que su lengua, religión y cultura cumplen un papel impor-tante, al tiempo que mantienen fuertes relaciones con sus lugares de origen, construyendo un sólido vínculo, que todavía persiste y convierte a Alemania en uno de los países europeos con lazos más arraigados en Amé-rica Latina (1), además de ser uno de los socios más res-petados en la región.

Una dinámica marcada por la guerraLas vicisitudes históricas del Estado alemán y de los diversos Estados latinoamericanos, así como también los cambios en el contexto del sistema internacional

han influido tanto en la especificidad que adquirieron las siguientes olas migratorias como en las relaciones políticas entre ellos. Así, mientras las primeras olea-das tuvieron un marcado carácter económico, en el período de entreguerras los nuevos emigrantes –asen-tados principalmente en Argentina, México y algunos países andinos– buscarán refugio político. En los años previos a la Segunda Guerra Mundial fueron alema-nes de origen judío quienes emprendieron el éxodo ha-cia América Latina.

La Segunda Guerra provocó también una fuerte alteración en el vínculo. Bajo la presión de Estados Unidos, ya en 1941 algunos países latinoamericanos habían cortado sus relaciones con Alemania, aunque otros sólo le declararían la guerra en 1945. Esta rup-tura de relaciones condujo no sólo a la confiscación de la mayoría de las firmas alemanas de la región y de los depósitos bancarios, sino también a un cambio radical en la percepción de los latinoamericanos ha-cia Alemania. Las propias comunidades alemanas se encontraban muy divididas entre partidarios y opo-sitores del Tercer Reich. A principios de los 50, Ale-mania restableció sus relaciones con los países lati-noamericanos y, aunque la mayoría de ellos no resti-tuyeron sus bienes a los alemanes “locales”, sí volvie-ron a aceptar un buen número de nuevos refugiados, políticos y económicos, que huían de los devastados territorios europeos.

Sin embargo, no hay que olvidar la existencia de “otra Alemania”, la República Democrática Alemana (RDA), durante el período que se extenderá hasta

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64

lleva el liderazgo mundial, como son las energías re-novables y la tecnología adaptada a la sustentabilidad del medio ambiente, así como los sistemas de trans-porte público. Detrás de Estados Unidos y China, Ale-mania es el tercer inversor más importante en la re-gión. La inversión alemana se calcula en alrededor de 90.000 millones de dólares, con aproximadamente la mitad de esta suma dirigida al principal receptor, Bra-sil, una cuarta parte a México, y el resto dividido prin-cipalmente entre Chile, Argentina, Colombia y Perú.

El comercio fue lo primero que unió a Alemania con América Latina, anticipándose incluso al esta-blecimiento de relaciones diplomáticas con muchos de los países de la región. Antes de la Primera Guerra Mundial, hace ya cien años, Alemania era el segundo proveedor de América Latina, después de Gran Bre-taña, posición que mantuvo hasta la Segunda Guerra Mundial, pero en este caso detrás de Estados Unidos. Puesto que Alemania no era una potencia colonial, América Latina era la región más idónea para conver-tirse en un mercado prometedor para la creciente in-dustria alemana, fortalecida durante la Guerra Fría. Hasta fines del siglo pasado, Alemania mantuvo su ya casi tradicional segunda posición en el comercio con América Latina, detrás de Estados Unidos. Sólo a co-mienzos de este siglo vio disminuido su papel por el creciente poder económico de China, que ha aumen-tado de tal manera su intercambio con la región que parece que, incluso, podría desplazar a Estados Uni-dos del primer puesto.

En 2012, Alemania ha realizado exportaciones hacia América Latina por un valor de 33.000 mi-llones de dólares, mientras que las importaciones provenientes de la región llegaron a 30.000 millo-nes de dólares. A pesar de este desplazamiento en el ranking de exportadores, en realidad Alemania ha duplicado el volumen de sus exportaciones a la región durante la última década. Sin embargo, para el conjunto del comercio exterior alemán, América Latina tiene hoy una importancia limitada, pues só-lo representa el 2,2% del total de sus exportaciones y 2,3% de sus importaciones. Las exportaciones están concentradas en un 90% en seis países: Brasil, Méxi-co, Argentina, Chile, Colombia y Perú, en este orden. Los principales productos que Alemania les vende a estos países son en casi un 50% maquinaria, auto-móviles y sus repuestos, y el resto, productos elec-trónicos, metalúrgicos, químicos y plásticos. Desde América Latina los productos que Alemania impor-ta siguen siendo los mismos de siempre: productos agropecuarios y minerales. Últimamente se han in-corporado productos químicos y automovilísticos fabricados por las filiales de las empresas alemanas establecidas en la región.

La estabilidad económica de América Latina en los últimos años y, por otra parte, la crisis en que to-davía se encuentran los países europeos desde su es-tallido en 2008, hace que el empresariado alemán vea con optimismo nuevas posibilidades de inver-

la caída del Muro, en 1989. Aunque la existencia de dos “Alemanias” no tuvo demasiado impacto en las relaciones con Alemania Occidental, implicó al-gunas peculiaridades con ciertos países como Cuba y México, Chile durante el gobierno de Allende, o Ni-caragua en el tiempo de los sandinistas. La RDA, sin embargo, nunca fue un actor político demasiado re-levante en la región. Invirtió un considerable capi-tal político y humano principalmente en establecer fuertes relaciones con los regímenes antes mencio-nados. Sí influyó, quizá, en el hecho de que Alema-nia Occidental se sintiera mucho más ligada a Esta-dos Unidos en todos los conflictos Este/Oeste, e in-clinada a apoyar las políticas que implementaba en la región. Con la unificación de las dos Alemanias, la nueva República Federal de Alemania (RFA) asumió aquellos proyectos de desarrollo que la RDA tenía ya emprendidos, especialmente en Cuba y Nicaragua.

La reunificación, en 1990, supuso un esfuerzo de fi-nanciamiento y modernización de la RDA que afectó durante años a la economía alemana, pero sobre todo supuso un giro en la atención de su política exterior hacia los países de Europa del Este que se desvincula-ban de la Unión Soviética. De todos modos las relacio-nes con América Latina estaban claramente determi-nadas por el propio interés de Alemania en la región y por sus múltiples vínculos desarrollados a lo largo de casi 200 años. No es de extrañar que, existiendo allí numerosas comunidades de origen alemán, la presen-cia cultural en América Latina se haya hecho notar tan fuertemente y haya un gran interés en Alemania por la cultura latinoamericana.

La impronta industrialPero han sido las relaciones económicas las que ma-yor atención han recibido en la región. El nombre de Alemania ha estado siempre asociado con tecnología e industria. En muchos de los países latinoamericanos, especialmente en las décadas de 1960 y 1970, la indus-trialización tenía una “marca alemana”. Sobre todo en el campo de la industria automotriz (Volkswagen, Mercedes, BMW), en los sectores químico-farmacéu-tico (Bayer y Basf) o en el tecnológico (Siemens), las empresas alemanas fueron el motor para la creación de una red de industrias subsidiarias en la región. Un ejemplo de ello es el caso de San Pablo, que sigue sien-do aún hoy, con la presencia de unas 1.200 empresas alemanas, la “ciudad industrial alemana” más grande del mundo. Esta concentración en el sector industrial se ha mantenido en las últimas décadas, ya que Ale-mania, urgida por su propia reunificación y la concen-tración de sus vínculos económicos con la Europa del Este, tras la Guerra Fría, no se vio involucrada –como lo hicieron otros países: España, Francia, Gran Breta-ña o Estados Unidos– en la ola de privatizaciones y en la captación del sector de servicios.

Las inversiones siguen concentrándose en estos sectores tradicionales, con un enfoque especial en aquellos que, por sus avances tecnológicos, Alemania

dEl FuscaEn Brasil, Volkswagen tiene la producción más importante de toda América Latina. Su ya legendario modelo –el Fusca, que empezó a fabricarse en 1970– marcó a toda una generación.

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Comercio. Brasil es socio principal de Alemania en América Latina.

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LE MONDE DIPLOMATIQUE | EXPLORADOR 65

3 | UNA NUEVA HEGEMONÍA | AMÉRICA LATINA EN LA MIRA

varios países, que conlleva un rol más activo del Es-tado, con menos influencia del sector privado. Y por último, la paralización de los modelos de integración económica, en los que se proyectaba un desarrollo si-milar al de Europa y donde Alemania, como miem-bro fundador de la Unión Europea, tantas esperan-zas depositaba.

Estos cambios, junto con la pérdida de relevancia de las relaciones Norte-Sur en general, han dejado a Alemania en una incómoda situación para lidiar con esta región emergente, ante la constancia de que los “valores comunes” como base de la relación están des-apareciendo. El gobierno alemán realizó un especial esfuerzo en 2010 para redefinir sus relaciones con América Latina en un documento que suponía una hoja de ruta para el futuro de las relaciones, focalizán-dose en las relaciones bilaterales, específicamente con dos actores globales: Brasil y México (2). Allí queda plasmada la búsqueda por parte de Alemania de nue-vas formas de relación que reflejen el peso ganado por la región en el sistema internacional.

Estas nuevas concepciones contemplan la coopera-ción con la región frente a los desafíos globales, sean de medio ambiente, paz y seguridad o la reforma de los organismos internacionales. América Latina sigue considerándose un socio importante en un mundo multipolar sin suficientes reglas en común. Esa per-cepción sólo parece realizable en el marco de las polí-ticas de la UE y por eso Alemania ha sido un promotor de la asociación de países o subregiones latinoameri-canas con la UE y espera un rápido éxito de las nego-ciaciones con el Mercosur.

La incógnita que se abre a futuro es, entonces, en qué medida la perspectiva alemana responde a las ex-pectativas latinoamericanas, para quienes una alian-za con los viejos poderes europeos no se considera tan prometedora, puesto que confían cada vez más en un cambio sustantivo del sistema internacional conjun-tamente con los otros poderes emergentes del Sur. An-te la menor influencia de Estados Unidos en la región, algunos países latinoamericanos se sienten mucho más seguros y autónomos, y en ese sentido es un pro-blema para Alemania ser percibida como un aliado de-masiado fiel de Estados Unidos y como un nuevo po-der regional en una Europa, que, por otra parte, tam-poco tiene tanto peso como para influir en las reglas que configuren el nuevo orden mundial.  g

1. Actualmente la representación diplomática alemana en América Latina cuenta con 22 embajadas, 4 consulados generales y 73 consulados honorarios, 21 cámaras de comercio exterior, 15 Institutos Goethe y 37 colegios alemanes.2. Auswärtiges Amt: Alemania, América Latina y el Caribe. Lineamientos del Gobierno Federal, Berlín, 2010.

*Politólogo, profesor visitante en la Universidad Andina Simón

Bolívar, sede Ecuador. Fundador y ex director del Instituto

de Relaciones Europeo-Latinoamericanas (IRELA) en Madrid.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

sión y la ampliación de mercados a los países latinoa-mericanos, más allá de los sectores tradicionales. Las grandes obras de infraestructura y modernización llevadas a cabo en algunos de estos países son fuente de nuevas oportunidades para las empresas alema-nas que ofrecen alta tecnología. Al mismo tiempo, si bien por un lado Alemania parece reconocer que, por la dinámica de las nuevas relaciones Sur-Sur, su pa-pel económico en la región no tiene mayores posibili-dades de expansión, por otro tiene grandes chances de poder mantenerse como un “socio parcial” y fiable debido a la calidad de sus productos y confiabilidad de la mayoría de sus empresas.

Herramientas de cooperación En sus relaciones con América Latina, Alemania ha intentado siempre vincular sus propios intereses ideológicos y económicos con la cooperación al de-sarrollo. Este aspecto tomó especial importancia en el comienzo de la Guerra Fría, ya que con su política de cooperación quería evitar el reconocimiento de la RDA y la implantación en la región de modelos socia-listas de desarrollo, promoviendo en cambio el forta-lecimiento de instituciones democráticas y el Esta-do de Derecho y, a su vez, el desarrollo de la empresa privada y la economía de mercado. El enfoque de la cooperación al desarrollo se concentró al principio en la reducción de la pobreza y la mejora de servicios básicos en zonas subdesarrolladas. Dado el progreso alcanzado por la mayoría de los países de la región, este enfoque se dirige actualmente más hacia temas de educación, medio ambiente y sustentabilidad, así como a la ayuda en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado.

Alemania ha sido tradicionalmente el país euro-peo con el mayor nivel de financiamiento en coopera-ción al desarrollo en América Latina. Hoy, alrededor del 10% de toda la cooperación al desarrollo que fluye a la región es alemán, aunque la suma se reducirá no-tablemente en los próximos años, puesto que muchos países latinoamericanos ya han pasado a considerarse países de renta media. La futura cooperación se con-centrará principalmente en los países más pobres, co-mo Bolivia, Nicaragua y Haití.

Época de cambiosLas relaciones políticas entre ambos bloques han su-frido un cambio sustancial en la última década, prin-cipalmente debido al creciente peso internacional de América Latina, que es percibida desde Alemania como un actor económicamente estable pero políti-camente difícil. Tres son las razones que complican las denominadas “tradicionalmente amistosas” re-laciones, dada la cercanía cultural e ideológica an-tes descripta. La primera es el cambio parcial de las elites en algunos países de la región, lo que implica una ampliación de los actores políticos tradicionales con los que habitualmente se venía cooperando. La segunda es el cambio en el modelo de desarrollo en

Presencia culturalAmérica Latina cuenta con 184 colegios alemanes asociados, 15 Institutos Goethe, 42 sociedades culturales, 2 Delegaciones del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) y 32 Lectorados del DAAD en universidades de la región.

Inversión Extranjera DirectaFlujos de IED de Alemania en América Latina (porcentaje del total alemán)

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Más allá de la diplomacia económica

Líder. A la cabeza del ranking de exportadores a nivel mundial.

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Dos décadas después de su reunificación, Alemania ya no duda en hacer explícitos sus intereses nacionales. Su política exterior apuesta prioritariamente a Europa y a la Alianza Atlántica como marco propicio para relanzar su influencia en un mundo multipolar.

En busca de una estrategia política

La reunificación de Alemania, en 1990, amplió sus márgenes de acción en materia de políti-ca exterior. Y la canciller Angela Merkel, en línea con su predecesor Gerhard Schröder, se

propone asumir ese nuevo estatus de “potencia”: lo demuestran, por un lado, la oposición a la guerra de Estados Unidos en Irak, en 2003, y por el otro, el en-vío de soldados de la Bundeswehr fuera de la zona de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a África, Afganistán o los Balcanes.

Alemania se está emancipando: si hasta el final de la Guerra Fría había tenido que renunciar a “pen-sar el mundo” por sí misma –a tal punto su destino estaba ligado al de Estados Unidos (como RFA) y al de la Unión Soviética (para la RDA)–, hoy ya no du-da en hacer explícitos sus intereses nacionales.

Ante los desafíos del terrorismo internacional, el entonces ministro de Defensa Peter Struck declara-ba, en 2004, que la defensa de Alemania también es-taba en juego en los límites del Hindu Kush en Afga-nistán. Y para subrayar que la protección del Estado de Israel no es ajena a los principios fundamentales de la política exterior alemana, Berlín integró, en 2007, la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano, con fuerzas navales.

Visto desde Berlín, sin embargo, el vasto mundo sigue siendo una terra incognita. Alemania, segun-do exportador mundial, encarna la potencia comer-cial por excelencia; pero después de 1945 ha elimi-nado de su pensamiento político una verdadera cul-tura estratégica. En un escenario de crisis del capi-talismo renano y de declive demográfico, los alema-nes desean, ante todo, preservar un multilateralis-mo europeo y atlántico que los tranquiliza, y dentro del cual despliegan su influencia.

Desde los años 1950, Europa constituye la es-tructura que moldea la visión que las elites econó-micas y políticas alemanas se hacen del futuro de su país en un entorno estable. Luego del histórico esfuerzo que implicó la reunificación, Alemania aprendió a vivir nuevamente con su integridad te-rritorial recuperada, mientras la construcción eu-ropea adoptaba una marcada dimensión centroeu-ropea, y el campo de visión alemán se ampliaba a toda Europa Oriental, hasta alcanzar Asia Central.

El mapa mental de los actores políticos y econó-micos representa un país físicamente (re)posicio-nado en el centro del continente. Así pues, un cam-bio de percepción de los intereses alemanes parece inevitable: se traduce, después de la promoción de la ampliación de la Unión Europea hacia el Este y la perspectiva europea otorgada a los Balcanes, en el desarrollo de una nueva Ostpolitik (Política del Este) en dirección a Rusia y de una estrategia para Asia Central (debido a la importancia de los recur-sos energéticos).

Con la reivindicación de sus derechos a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el debate sobre el lugar de Alemania en el mundo cobra una nueva dimen-sión. La atribución de ese asiento pondría fin a la diplomacia económica como expresión casi exclu-siva de la política exterior alemana.

Pero la gigantesca obra de la unificación interna aún no ha concluido. Por otra parte, desde el fin de la Guerra Fría, el porcentaje del presupuesto federal dedicado a la acción exterior se ha reducido casi a la mitad. Estos dos factores llevan, entonces, a dudar seriamente de la capacidad de Alemania para jugar en “las grandes ligas”.  g

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Philippe Rekacewicz

Fuente: ATLAS DE LMD III

Nueva diplomacia alemana

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2 | NOMRE CAPíTULO | TíTULO NOTA

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Bach y Beethoven, Goethe y Schiller, Kant y Hegel, clasicismo y romanticismo. Alemania es la patria de algunas de las más grandes figuras de la creación artística e intelectual de la humanidad. Una tradición que cruza siglos y que encuentra en el Berlín actual la expresión más vanguardista del arte contemporáneo. El genio creativo alemán es tal que se atreve, en palabras de Bertolt Brecht, a definir el arte no como espejo de la realidad sino como martillo que le da forma.

ARtE DE vAnguARDiA

LO VIVIDO, LO PENSADO, LO IMAGINADO

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Johann Wolfgang von Goethe escribe Faus-to en el momento en que las revoluciones in-dustriales y políticas sacuden a Europa a fi-nes del siglo XVIII y comienzos del XIX. Es

el trabajo de una vida. Cuando retoma al viejo doc-tor Fausto –figura legendaria del sabio alquimista embarcado en un deseo todopoderoso, que surge en la Edad Media alemana y luego es consolidado en la obra del inglés Christopher Marlowe, a fines del siglo XVI–, Goethe tiene unos veinte años. Tras una pri-mera versión (Urfaust) en 1775, publica Fausto I en 1808; acabará la obra más de medio siglo después, en 1831, “bajo la influencia de la Revolución de Julio de 1830 en París”, según señala Michael Jaeger, profe-sor de Literatura de la Universidad Libre de Berlín (1). Ese Fausto II que Goethe guardó bajo llave hasta su muerte, en 1832, a la edad de 82 años, permaneció ausente de los escenarios alemanes durante largos años. Pero ahora se representa otra vez y, a la luz de nuevas interpretaciones, como la de Hans Christo-ph Binswanger, en particular (2), sorprende por su resonancia con la crisis del capitalismo actual.

Recordemos que el doctor Fausto, profesor due-ño de un inmenso saber que sin embargo no lo satis-face, hace una apuesta con el Diablo: si este último lo ayuda a conocer la felicidad en este mundo, en-tonces Fausto le dará su alma.

Si a un instante le digo alguna vez: ¡Detente, eres tan bello!, puedes atarme entonces con cadenas;

y acepto hundirme entonces de buen grado; puede doblar entonces la campana… (3)

En compañía de Mefistófeles, el héroe abandona pues su biblioteca y se lanza al mundo, para agotar allí sus deseos.

Goethe mostró un gran interés en las ciencias, la técnica, la economía. Sus habilidades en este último ámbito le valieron el nombramiento como ministro de Economía y Finanzas en el ducado de Weimar. Allí, se ocupó muy concretamente no sólo de las fi-nanzas, sino también de las obras públicas y de las industrias minera y textil. En el plano presupuesta-rio, se le debe la supresión casi total del presupues-to militar, con excepción del dinero necesario para los desfiles. Como buen hombre de acción, las cues-tiones que interroga en Fausto se refieren a las im-plicancias de la búsqueda del progreso y los límites de la “modernidad”. Todo lo cual resulta particular-mente flagrante, si se echa una mirada contemporá-nea sobre el ámbito de la economía.

La invención del dineroAsí, por ejemplo, para responder a las necesidades del Emperador, cuyas arcas estaban vacías, Fausto y Mefistófeles crean dinero: magia moderna, con-tinuación de la alquimia por otros medios, según el economista Binswanger, donde ya no se trata de transmutar plomo en oro sino de transformar una sustancia sin valor, el papel, en dinero. Ya no hace falta lo sobrenatural, el milagro es terrenal. Por

una relectura en clave económica de la obra de goethe

por Bernard umbrecht*

Fausto y la crisis del capitalismoCon el correr del tiempo, Fausto, obra emblemática de la cultura alemana, ha despertado las interpretaciones más diversas. Más bien ignorada en la RFA, fue leída en la RDA como símbolo de la construcción de una sociedad nueva. A la luz de la crisis, la obra adquiere una nueva dimensión: Fausto, primer empresario de la globalización, se ha convertido hoy en un héroe negativo.

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otra parte, en el siglo XVIII, el Duque de Orleáns, tras contratar al banquero John Law, despide a sus astrólogos. En la obra, el acto de creación moneta-ria –una quimiquería apenas emparentada con un pase de magia– es vinculada con mucha lógica a la farsa: cuando firma a la luz de las llamas el original del billete de banco, el Emperador está disfrazado de Plutus, dios infernal de la riqueza sepultada en la tierra.

En Europa –contrariamente a lo que ocurre en China, que la precedió en este tema– la creación monetaria no fue privilegio del Estado, sino de un banco privado, dotado de los privilegios del Estado. Goethe se inspiró en la creación del Banco de In-glaterra en 1692 por parte de los comerciantes de la City, al cual el Rey le había concedido el privilegio de emitir papel moneda sin que el valor emitido es-tuviera completamente cubierto por su valor en oro. Ese es el punto de partida de nuestro sistema mone-tario actual: la invención del crédito, más adelante, prolongó –por otros medios– la creación monetaria “faustomefistofélica”.

La segunda etapa del proceso alquímico es la creación de valor real. Goethe vio claramente que la garantía en oro de la moneda no alcanzaba. El dinero debe convertirse en un capital, debe ser in-vertido. Transmutación familiar para los observa-dores de la Revolución Industrial: “De esta alcan-tarilla inmunda fluye oro puro”, escribe, por ejem-plo, Alexis de Tocqueville a propósito de Man-chester. El dinero permite la acción, la creación en el mundo económico:

¡Ganaré señoríos y riquezas! La acción lo es todo: no vale la fama, proclama Fausto.

Pero, ¿cuál es el objetivo, la finalidad? A las puer-tas de su último gran desafío, el héroe de Goethe pronuncia esta frase monstruosa que él considera “la última palabra de sabiduría”:

Sólo merece vida y libertad quien sabe conquistarlas cada día. Cercados de peligros, pasarán niño, hombre y viejo el tiempo laborioso. ¡Querría poder ver ése afanarse, estar con gente libre en suelo libre! Querría yo decir a este momento: ¡Detente, eres tan bello!

Ese es su ideal: la puesta en movimiento de todo y la movilidad de todos, generalizadas en el conjun-to de la sociedad que trabaja constantemente, sin descanso ni interrupción. Una sociedad, por otra parte, que, ubicada en la inseguridad permanente, ya no existe como tal, sino que se ha convertido en una sociedad de espectros. Si se traspola a términos contemporáneos, en ese mundo no hay jubilación, ni educación… y por supuesto se trabaja los domin-

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Proceso de aprendizaje

Aprender aprender otra vez aprender (Lenin):

Todavía veo cuando voy por la callepara comprar cigarrillos al mendigo sobre la veredao a la mujer de Bosnia con el niño en brazossentada al lado de los tachos de basura y mi manotrepida en el bolsillo por unas monedas pero el hombre esel animal que aprende yo aprendo rápidono veré más mendigos y ninguna miseriano hay mendigos no hay miseria

(21-10-1993)

Mirada extraña: despedida de Berlín

Desde mi celda delante de la hoja en blancoEn la cabeza un drama para ningún espectadorSordos son los victoriosos los vencidos mudosUna mirada extraña sobre una ciudad extrañaAmarillas grises las nubes pasan por la ventanaGrises las palomas cagan sobre Berlín

(14-12-1994)

Sin títuloaparecer en la estación aisladadel agujero negro sobre la mesa de operacionesel rendezvous con la muerte se celebraen la memoria ninguna huella pálidamirada en la oscuridad muda tormentaal cirujano van las categoríasal gotero los filosofemasse apareanhegel y kant marx besa a nietzsche

(1994)

*Dramaturgo y escritor alemán (1929-1995), uno de los más importantes y contradictorios de la RDA. Desde 1961 algunas de sus obras comenzaron a ser censuradas por la RDA, mientras empezaba a ser aclamado en la RFA. Fue uno de los directores artísticos de la compañía teatral del Berliner Ensemble.(Los poemas pertenecen a Heiner Müller, Die Gedichte, Suhrkamp, Berlín, 1998. Obra inédita en español).

Traducción: Tomás Bartoletti

InstantáneasA unO y OtRO LADO DEL muRO

Heiner müller*

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4 | ARtE DE vAnguARDiA | FAUSTO y LA CRISIS DEL CApITALISMO

se del espíritu del capitalismo según Max Weber.

Porque soy, debo actuar. Me gustaría enseguida arremangarme y ponerme a trabajar

¿Es esa la esencia del ser humano, a riesgo de que el trabajo se convierta en “adicción”? Fausto termina por dirigir un campo de trabajo y Oskar Negt no puede evitar ver en ese pasaje la premoni-ción del campo de concentración de Buchenwald (6), próximo a Weimar, la ciudad de Goethe.

“En el principio existía la Acción”, traduce Fausto tras sucesivamente desechar la Palabra, el Sentido y la Fuerza. La bulimia de acción en el ámbito económico se revela como una búsqueda frenética de inmortalidad en este mundo. La ca-za del tiempo muerto mata el tiempo de la muer-te. Pero Fausto, que quiere conquistar el dominio del tiempo, no puede sino fracasar: y Mefistófeles anuncia que “El tiempo deviene el amo”: la expe-riencia alquímica fracasó, en busca de lo ilimitado, Fausto permanece frente a un mundo finito. Según esta lectura, el poema dramático aparece como el intento de Goethe de pensar hasta el final La fá-bula de las abejas de Bernard Mandeville y hacer de esta obra el laboratorio de sus múltiples con-secuencias. Su célebre máxima, fundamento del liberalismo, según la cual “los vicios privados ha-cen el bien público”, sintoniza con la afirmación de Mefistófeles cuando declara ser “una parte de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace el bien”. Pero qué es lo que hace Fausto, apoyado en la “fuerza” del diablo, si no liberar sus pulsiones y lograr “barrer en el prójimo todo lo que le po-ne trabas a su desarrollo” (7): principio mismo del mercado divino… g

1. Autor de Global Player Faust oder das Verschwinden der Gegenwart (“O la desaparición del presente”), WJS Verlag, Berlín, reedición 2010.2. Profesor emérito de Economía y Ecología en la Universidad de Saint Gall, en Suiza. Autor de Geld und Magie [“Dinero y magia, una interpretación económica del Fausto de Goethe”], Murmann Verlag, Hamburgo, 2010 (primera edición: 1985).3. La edición citada en el artículo en francés es Urfaust, Faust I, Faust II, traducida y comentada por Jean Lacoste y Jacques Le Rider, Bartillat, París, 2009. En la traducción al español se utilizó Fausto, con traducción y notas de José María Valverde, Planeta, Barcelona, 1980.4. “Le capitalisme comme relig ion”, en Frag ments, Presses universitaires de France (PUF), París, 2000.5. Die Faust Karriere, Vom verzweiflten Intellektuellen zum gescheiterten Unternehmer [“La carrera de Fausto. De intelectual en busca de la duda a empresario fracasado”], Steidl Verlag, Göttingen 2006.6. Construido en 1937.7. Le divin marché, Denoël, París, 2007.

*Periodista.

Traducción: Mariana Saúl

gos. Para Fausto, no hay más descanso que el des-canso eterno. Pero esa intranquilidad permanente no es soportable: las excursiones a las cocinas de las brujas que elaboran drogas para él son indispensa-bles para seguir:

¡Ánimo, adentro va! ¿Quién dijo miedo?, le susurra, antes de intimarlo:¡Vamos allá! ¡No debes estar quieto!

una nueva religiónDinero, propiedad, energía y máquinas, estamos en la revolución industrial y en la nueva religión del capitalismo. “La trascendencia que en otra época el hombre buscaba en la religión fue trans-ferida a la economía”, observa Binswanger. Pero aunque, para Walter Benjamin, “el capitalismo sirve esencialmente al sosiego de esas mismas pre-ocupaciones e inquietudes, a las cuales antigua-mente las religiones aportaban una respuesta” (4), el deseo de acción, de progreso que lo anima a él no puede sosegarlo. La obra podría ser interpreta-da idealmente en la sede del Fondo Monetario In-ternacional. Pero hoy Goethe, frente a ese rompi-miento compulsivo, permite pensar la cuestión de sus límites.

Así pues, para Binswanger la tragedia de Fausto es la desmesura: “cegado por su visión de un pro-greso perpetuo”, Fausto “destruye él mismo los fundamentos de su proyecto económico, agota el mundo”. A falta de ello, los compañeros de progre-so serán activos, por cierto, pero igualmente tóxi-cos… Según el economista, cuando Fausto, para su “última y suprema conquista”, emprende la tarea de secar los pantanos que apestan “todo lo que ya fue conquistado” está siendo víctima de una ilu-sión. Este secado no es la culminación de su gran obra (en el sentido alquímico), sino la simple cor-rección indispensable de las externalidades nega-tivas producidas por sus propias obras anteriores de canalización. Goethe seguía con atención los proyectos del Canal de Suez, Panamá y Rhin-Da-nubio, que se topaban con dificultades.

Pero hay otros “activos tóxicos” más espiritua-les. Fausto, cegado por un personaje alegórico lla-mado Sorge (“preocupación”, en alemán, la palabra también significa “cuidado”), cree que el ruido de palas y picos que oye están trasformando los pan-tanos. En realidad, están cavando su tumba. Y ya no son seres humanos los que los utilizan, sino es-pectros, fantasmas, almas errantes, los únicos seres que quedan. El sueño de Margaret Thatcher se hizo realidad: la sociedad fue destruida. Entonces, ¿cuál es el valor que puede atribuirse a toda esta empresa? Oskar Negt (5), ex discípulo de Adorno y colabora-dor de Jürgen Habermas, que dedicó gran parte de su tiempo a los sindicatos, centra su interpretación de Goethe en la ética calvinista del trabajo, en la ba-

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Ópera. Representación de Parsi-fal, de Richard Wagner.

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Escultura. El arte está presente en cada rincón de la ciudad de Berlín.

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Literatura. Goethe, uno de los padres del Romanticismo alemán.

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por Philippe Dubois*

El Dr. mabuse y la locura del poder

Fritz Lang, un artista premonitorio

tico Menschen am Sonntag, 1929 (en el que trabaja-ron Robert Siodmak, Edgar G. Ulmer y Fred Zinne-man); del muy ignorado Geschlecht in Fesseln, (1928), de William Dieterle, sobre las consecuencias físicas de la detención carcelaria; o aun del admirable Berlin Alexanderplatz, 1931, de Phil Jutzi.

Se trata de una época que obsesionó a los alema-nes que emigraron escapando del nazismo, presente también en las películas que hicieron en Hollywood. En las de Lang, por supuesto, sobre todo en sus obras antinazis como Man Hunt (Cacería humana, 1941), The Ministry of Fear (El ministerio del miedo, 1944), Hangmen Also Die (Los verdugos también mueren, 1943), en colaboración con Bertolt Brecht. Pero tam-bién en algunas obras estadounidenses de Kurt Siod-mak, George Ulmer, Billy Wilder, Otto Preminger o Fred Zinnemann.

De esas películas, mudas o sonoras, alemanas o estadounidenses, se desprende efectivamente una misma figura: la locura del poder. “¡Ahora el mun-do va a saber quién soy yo! Un gigante que no tiene Dios ni ley”, exclama, por ejemplo, Mabuse. Por su importancia social e ideológica, el nombre de Ma-buse designa una fuerza que atraviesa los cuerpos, los hombres, las películas, las sociedades. Se trata de una fuerza terrible a la que la República de Wei-mar le dio claramente su primera forma histórica: el terror y el caos. Fuerza que la historia ulterior de Alemania retomaría bajo otras formas, mucho más trágicas, hasta extenderla a la locura mediática de una sociedad enferma de su voluntad panóptica.

El principio de extensión concéntrica es el nú-cleo de los tres Mabuse que marcan el itine-rario del director austríaco Fritz Lang (1890-1976), desde El Doctor Mabuse (un díptico de

1922, formado por Mabuse, el gran jugador e Infierno), hasta su última película, Los crímenes del Doctor Ma-buse (1960) con sus mil ojos electrónicos, pasando por el fascinante El testamento del Doctor Mabuse (1933).

Esas tres obras maestras, desplegadas como una narración telescópica a lo largo de casi cuarenta años, muestran un Mabuse expansivo y migrato-rio, como una metáfora o un virus que abandonara su cuerpo de origen para expandirse a otros territo-rios. Más allá de ese triple núcleo, ese principio de ex-pansión se encuentra en la mayoría de las películas de Lang entre los años 1920-1933 y asoma en todo un sector del cine alemán, tanto antes como después de la llegada de Hitler al poder, en 1933.

A la vez que una película sensacionalista basada en un personaje delirante-realista, Mabuse es tam-bién un personaje producido por el campo social de una época, la posguerra, y un país: la Alemania de la República de Weimar. Lo mismo puede decirse de otros films de entonces. No tanto de los expresio-nistas (Das Kabinett des Doktor Caligari, El gabinete del Doctor Caligari, 1919, de Robert Wiene), ni de los films de Friedrich W. Murnau, pero sí de las pelícu-las realistas de Georg Wilhelm Pabst (Abwege, Cri-sis, 1928, Die Dreigroschenoper, La ópera de los tres centavos, 1931, y Das Tagebuch einer Verlorenen, Tres páginas de un diario, 1929); del más que emblemá-

El cine de Fritz Lang constituye un acto social y político. La serie sobre el Dr. Mabuse capta, a lo largo de casi cuarenta años, el surgimiento de un virus que se expandirá de forma absoluta: el terror. Mabuse trasciende su época, deviniendo un síntoma del poder totalitario. Y en su desmesura, Lang imagina un arquetipo que atraviesa todo el siglo XX. Y que sigue vigente.

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Leni Riefenstahl. Figura contro-versial del arte del III Reich.

Definición “El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma”

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un mito. La gran actriz Marlene Dietrich en el Museo del Cine de Berlín. La ciudad está entre los mayores centros de arte de vanguardia del mundo. La Berlinale, uno de los festivales de cine más importantes, tiene lugar allí cada año.

quista, el asesinato de Rathenau, el golpe de Kapp y otras escenas de violencia” (2).

A continuación de esas trágicas escenas contem-poráneas, siempre según Lang, aparecía un panel con la leyenda: “¿Quién está detrás de todo esto?”, y luego otro con una sola palabra en caracteres que iban in crescendo: “Yo”. Inmediatamente después de ese punto, de ese “Ich” creciente, venía la escena de las cartas-rostros en abanico sostenidas por Mabu-se, primera imagen del film hoy en día. Pues lo que el Mabuse de Lang mostró entonces, con un brío ex-cepcional para la época, no es sólo la imagen de un mundo en estado de putrefacción interior (al parecer, al llegar el film a la URSS, Eisenstein hizo en Moscú un nuevo montaje de ese Mabuse rebautizándolo: La podredumbre dorada), sino que el cine es en sí mismo, hasta en su forma, un acto social y político. Menos un reflejo que un operador, menos un cuerpo reflectan-te que un concepto que actúa, menos una imagen que registra que una forma que piensa.

Y eso era lo que decía, a su manera, el catálogo de distribución de Mabuse en 1922: “El mundo que pre-senta este film es el mundo en que todos vivimos, só-lo que concentrado, con los detalles agrandados, con una condensación del conjunto, y todas las acciones animadas por el aliento febril de los años que van de la crisis a la curación, de esos años inestables de semi-vigilia al borde del abismo, en busca de un puente. Es-te doctor Mabuse, ‘el jugador’, no era factible en 1910, y no lo será quizás, ‘nos gustaría poder decir: ojalá’, tampoco en 1930. Pero, para los años 1920, represen-ta una imagen agigantada, casi un arquetipo, al me-nos, un síntoma”.

Claro que Mabuse no es sólo un personaje (el famoso Doctor, originariamente psicoanalista) (1), ni tampoco sólo una tradición temática (la del “genio del mal”) sino más bien una palabra, opaca y transpa-rente, un principio, algo abstracto como una geome-tría. En síntesis: un concepto, a la vez absoluto (la vo-luntad de poder más allá del bien y del mal) y terrible-mente concreto, materialista (modelo brechtiano). Un concepto inscripto en un contexto socio-históri-co determinado. Porque Mabuse existe y es concebi-ble únicamente como figura alemana.

El terror como absolutoNombre de un poder incorpóreo que late en cada uno de nosotros, Mabuse puede adoptar cualquier apa-riencia. Es también el nombre de un poder sin indi-vidualidad, que actúa en el seno de cada cuerpo so-cial, de cada sociedad donde ciertas condiciones lo hagan posible, o peor aun, probable: la Alemania de los turbios comienzos de la República de Weimar, la del joven Lang (que tenía 32 años cuando creó el pri-mer Mabuse); la Alemania que este vienés atraviesa y observa de 1919 a 1933, como lo hizo Freud desde un punto de vista no muy diferente.

La Alemania de Weimar es entonces la sociedad que favorece la encarnación de la figura mabusiana. Según Lang, en palabras recogidas por Lotte Eisner, la película inaugural de la serie, El Doctor Mabuse (cuyo subtítulo es Cuadro de una época, para la pri-mera parte, y Hombres de una época, para la segunda) incluía inicialmente una secuencia de apertura, hoy desaparecida, compuesta por un montaje de imáge-nes de actualidad que evocaban “la revuelta esparta-

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4 | ARtE DE vAnguARDiA | EL DR. MABUSE y LA LOCURA DEL pODER

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Berlinale. El Oso de Oro es el pre-mio más importante del Festival.

Ya sabemos lo que ocurriría con esa esperanza (decepcionada) de “esos años inestables de semivigi-lia”, que de hecho caerán en el mundo de las pesadi-llas: los años 30 serán aun peores y, lejos de la cura-ción, se producirá la recaída en las más negras pro-fundidades del nazismo. En 1933 Lang necesitará todo su segundo Mabuse (El testamento del Doctor Mabuse) para inscribir la transformación, poco más de diez años después. Mabuse (el jugador, el mudo, el cuerpo) está efectivamente muerto, pero su potencia virósica ha escapado de su cuerpo contaminando to-do el campo de una sociedad enloquecida por su de-seo de poder. El terror se ha vuelto absoluto. Ya no es sólo un síntoma, es claramente un arquetipo. Ya no es siquiera el caos, sino directamente la nada que abre sus puertas. Al escapar de la Alemania de Hitler, Fritz Lang estará escapando efectivamente de esa nada, de ese arquetipo del terror como absoluto.

metafísica del poderEs sin duda por eso que durante todo su “periodo es-tadounidense”, Fritz Lang no volverá a trabajar (di-rectamente) con la figura de Mabuse. No porque ella no exista, sino más bien porque, vista desde el otro extremo del mundo, ya no se inscribe por sí misma en el cine estadounidense. En Hollywood, lo direc-to no es posible, a pesar de Man Hunt, que muestra tempranamente, en 1941, en su famosa secuencia de apertura, un Hitler situado exactamente en la mira telescópica del fusil de uno de los mejores cazadores del mundo. No hay más que apretar el gatillo, pero, como es sabido, habrá un acto fallido, una suerte de lapsus gestual, el juego de una bala ausente, inmedia-tamente seguido de una nueva tentativa, pero que lle-ga demasiado tarde: insuficientemente sincronizada como para cambiar el curso de la historia.

La cinematografía hollywoodense de los exiliados del nazismo será potente pero desfasada. Aparece-rán en ella, por supuesto, diversas figuras vagamente mabusianas; en particular, criminales inscriptos en el campo de las relaciones sociales, pero siempre bajo formas maniqueas: el crimen individual (patológico, con todo su cortejo de modelos pseudo-explicativos vinculados con guiños al psicoanálisis: The Woman in the Window; Secret Beyond the Door; While the City Sleeps); y el crimen social, organizado con el hampa: Big Heat; o instituido “popularmente” con el lincha-miento: Fury; jurídicamente con la pena de muerte: Beyond a Reasonable Doubt; y mediáticamente, con la locura manipuladora de los periodistas: While the City Sleeps. Pero son apenas débiles ecos. No se tra-ta nunca de la figura del terror como absoluto, como voluntad de poder. Apenas un desorden funcional, siempre política o socialmente corregible.

Sólo a fines de los años 50, al regresar a Alemania, Fritz Lang volverá a encontrar a Mabuse para su úl-tima película. La elección fue difícil (Lang rechazó las propuestas de su productor Arthur Brauner, en particular la de una remake de Nibelungen), y sólo

fue posible retomar al personaje de Mabuse luego de descubrirse un proyecto de los nazis para cons-truir un hotel en Berlín, destinado a los huéspedes extranjeros del Reich, totalmente trucado y puesto bajo la vigilancia tecnológica absoluta de micrófo-nos y cámaras de video.

El regreso a Alemania de Fritz Lang, luego de pa-sar veinte años realizando películas en Estados Uni-dos, donde la tecnología estaba explícitamente aso-ciada a la amenaza del botón nuclear, se produjo en el contexto de la Guerra Fría de los años 1950. Con ese último film, Mabuse se convirtió en una forma (sofis-ticada) de tecnología pura (como concepto, una vez más). Y la lógica de Lang de inscribir a Mabuse en el “marco de una época” sigue vigente: el terror, el caos y la nada son esta vez los de la destrucción atómica y los del arma absoluta.

Este último Mabuse televideográfico y atómico, con una puesta en escena clásica, se muestra sor-prendentemente premonitorio, como una anticipa-ción de lo que se extendería insidiosamente por todo el mundo, más allá del cine y aun más allá del cam-po de los medios y la televisión. Una especie de pre-figuración del Vigilar y castigar de Michel Foucault extendido a escala del campo social en general. Una visión política del estado del mundo, donde el tema del poder y del control ya no pasa por la amenaza de la maquinaria nuclear, sino fundamentalmente por los órganos distribuidores de un pantecnologismo mediático, que constituyen la base de un poder eco-nómico e ideológico fundamentalmente totalitario.

Luego de su anclaje en los comienzos perturba-dos de la República de Weimar, luego de su inclusión entre los efectos de prefiguración del nazismo, luego de su inscripción con fondo de Guerra Fría, Mabuse, héroe negativo del siglo XX, podría fácilmente pro-seguir sus “hazañas” en la era de Internet y de las re-des electrónicas mundiales, a la hora de una globali-zación económica que instala su terror universal. No es un mérito menor de la figura inventada por Fritz Lang el de seguir existiendo así, como un virus, como una realidad virtual. Es decir, como revelador.

Fritz Lang fue un atento y precoz lector de Sig-mund Freud, e hizo de Mabuse no sólo un maestro de las técnicas de control mental y del poder psíquico por medio de la hipnosis, sino también un verdadero síntoma de ciertas patologías sociopolíticas. g

1. Lotte Eisner, Fritz Lang, Cahiers du Cinéma/Cinémathèque française, París, 1984. 2. Espartaquismo: movimiento socialista –luego comunista– alemán, dirigido por Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo entre 1914 y 1919. En enero de 1919 fue aplastado por los conservadores. Walther Rathenau (1867-1922): ministro de Relaciones Exteriores de Alemania en 1922, asesinado ese año por los pangermanistas. Wolfgang Kapp: autor de un fallido golpe monárquico en marzo de 1920 en Berlín.

*Director de conferencias sobre cine de la Uni-

versidad París-III-Sorbonne Nouvelle.

Traducción: Carlos Alberto Zito

Leni Riefenstahl Actriz y cineasta, célebre por sus técnicas cinematográficas revolucionarias. No menos relevante es la controversia por su participación en el nazismo. El triunfo de la voluntad (1934) y Olimpia (1938), sus obras más reconocidas, fueron producciones propagandísticas financiadas por el régimen nazi.

La Escuela de FrankfurtAdorno, Horkheimer, Benjamin, Marcuse, Fromm, Habermas son las figuras más destacadas de este programa de reflexión filosófica, investigación social y orientación política surgido en la década de 1930 y que influyó decisivamente en el desarrollo de la filosofía y las ciencias sociales.

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por Osvaldo gallone*

El tambor de hojalata, novela emblemática

En 1959 se publica El tambor de hojalata, una de las novelas fundacionales de la narrativa contemporánea alemana. Su autor, Günter Grass, hace gala de su prodigiosa imagina-ción, de su desbordante capacidad narrativa y de una ambición ya casi desaparecida de la literatura: la de transfigurar en el relato la totalidad de un mundo.

La máquina narrativa de günter grass

Hace medio siglo, en el marco de la Feria del Libro de Francfort, se pre-sentaban tres novedades editoria-les: Los dos sacramentos, de Hein-

rich Böll; La frontera, de Uwe Johnson, y la primera novela de un joven escritor: El tam-bor de hojalata, de Günter Grass. Si se admi-te, con la mejor buena voluntad del caso, que es posible fechar los movimientos artísticos en períodos más o menos precisos, se pue-de pensar que esa Feria de Francfort de 1959 marcó el nacimiento de la narrativa alema-na contemporánea, un nacimiento cuyo fru-to dorado resultó ser, sin duda, El tambor de hojalata: la singular historia de Oscar Mat-zerath, un niño que para expresar su cerra-do repudio al mundo de los adultos decide dejar de crecer a los tres años.

El “punto cero”Si hay que rastrear los orígenes literarios de Grass se hace necesario mencionar al Grupo 47, nombre que alude al año de su fundación y que integraban, entre otros, los ya mencio-nados Böll y Johnson, Martin Walser y las escritoras austríacas Ingeborg Bachmann e Ilse Eichinger. No es azaroso que sea 1947 el año de fundación de este grupo literario de vanguardia habida cuenta de que para de-finir la situación sociopolítica de Alemania en el curso de 1946 se utilizó la expresión “punto cero”. En concordancia con ello, el Grupo 47 parte de un punto cero, renueva la estética alemana y critica con virulencia la desnazificación practicada por los esta-dounidenses, un operativo que cultivaba el rigor con nazis de poca monta mientras que los otros quedaban en libertad (varios pasajes de la narrativa de Böll desarrollan el tema con detalle). El Grupo, que duró co-hesionado hasta 1967, se reunía para leer las obras de sus integrantes, discutir y criticar-se recíprocamente (método de corrección literaria de reconocida eficacia: nada mejor que un escritor para destrozar a otro con las mejores intenciones). Grass arriba al Gru-po en 1955 y se puede sospechar lo que en-contró en el mismo: un ámbito privilegiado de lectura y crítica, y una validación como escritor. Su estrecha relación con el Grupo también ilustra una característica de Grass desde sus comienzos en el ámbito intelec-tual: la asunción de un claro compromiso de orden político.

A este respecto resulta cuanto menos cu-rioso el reciente escándalo suscitado por la aparición en 2006 de Pelando la cebolla, en donde el autor se extiende en torno a su per-tenencia, de los diez a los catorce años, a la

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Jungwolk, y de los catorce a los dieciséis a la Juventud Hitleriana. El argumento que esgrime que Grass escamoteó deliberada-mente este dato de su pasado a fin de que no obstara para la obtención del Premio Nobel (galardón que recibe en 1999) parece care-cer de fundamento. Grass se detiene larga-mente sobre el particular en un libro cuya edición castellana es de Gedisa y que se co-noció en 1980: Conversaciones con Günter Grass, de Nicole Casanova, libro en el que tiene la honestidad elemental de desmenu-zar la fascinación que ejercía el nacionalso-cialismo en un adolescente de nulos recur-sos económicos, convivencia forzadamente hacinada con su familia y deseoso de perte-necer a un sujeto colectivo que subsumiera y redimiera la miseria individual.

El lado profano de la vidaEl tambor de hojalata es parte de la llama-da “Trilogía de Danzig”, que completan El gato y el ratón (1961) y Años de perro (1968), y también es un fabuloso fresco de la histo-ria alemana que cubre desde los momentos previos a la Primera Guerra Mundial has-ta el fin de la Segunda Guerra y los años de lenta y laboriosa recuperación. Fue llevada al cine en 1979 con la dirección de Volker Schlöndorff en una adaptación fiel al texto literario y con una actuación memorable del niño David Bennent dando vida a un perso-naje tan complicado y controvertido como Oscar Matzerath.

Como queda dicho, Oscar decide dejar de crecer a los tres años. A este deseo (de orden mágico: se consigue lo que se desea con la sola enunciación del deseo) se le suma una razón de orden clínico (Oscar se deja caer a lo largo de los dieciséis peldaños del sótano de su casa provocándose un daño irrepara-ble); es por este tipo de procedimiento na-rrativo (la perfecta amalgama de dos regis-tros) que la novela siempre queda enraizada en el suelo del realismo. Con todo, resulta ostensible que la narrativa de Grass abreva en las aguas de los relatos tradicionales y de carácter maravilloso: Oscar Matzerath es de imposible comprensión si no se lo lee a la luz del cuento de Pulgarcito, así como el cuento “El pescador y su mujer”, recopilado por los hermanos Grimm, funge como in-equívoca inspiración de El rodaballo (1977), el segundo gran fresco novelístico de Grass.

El cerrado repudio del personaje al mun-do de los adultos acaso haya que buscarlo –en un exceso que bien podría calificarse de freudiano– en el momento de la concep-ción: Oscar es la prueba viva del resignado

tono del adagio que advierte que madre hay una sola, pero padre puede haber (presumi-blemente y sin lesionar el buen nombre y el honor de nadie) varios: a la madre de Oscar (orgánica y sexual: huele, saborea, desea y copula) y al señor Matzerath se les une des-de el comienzo de su relación Jan Bronski. Es notable la forma en que progresa narra-tivamente hasta la evidencia este ménage à trois, una constatación que si bien, a los ojos de un niño, puede parecer brutal, está na-rrada en el tono que mejor maneja Grass: el humor, la parodia, el distanciamiento iróni-co y refinado; un triángulo que está defini-do por Oscar de modo inmejorable: “los tres que me trajeron al mundo”.

Oscar está dotado de un registro de voz intolerablemente agudo que reduce a añicos los cristales y que acompaña con la percu-sión de su tambor de hojalata. El ritmo na-rrativo lo marca el tambor: la música de la letra, y Oscar es un pequeño chamán que establece una relación animista con su tam-bor: lo interpela, lo interroga y halla res-puestas allí donde los demás sólo escuchan un ruido monótono, sincopado y prolija-mente hipnótico.

Novela no sólo rítmica, sino eminente-mente visual, El tambor... le debe mucho al cine en general y a las persecuciones de cor-te chaplinesco en particular. El primer ca-pítulo, donde la narración en primera per-sona de Oscar se remonta a su abuela y a la particular protección que ésta le brinda a un hombre perseguido por la policía (pro-tección un tanto desmedida: merced a ella se concibe a la madre de Oscar), es digno de los mejores momentos de Charlot: el perse-guido que burla al perseguidor obteniendo un plus de beneficio, el paradigma del píca-ro en la literatura española.

Oscar es un personaje donde confluyen Apolo y Dionisos, el arte de la simulación, la genuina maldad y una prolija ausencia de culpa en el ámbito de una novela con aliento totalizador en la que cabe, precisamente y como en la narrativa clásica del siglo XIX, todo. El texto nombra y celebra lo crasa-mente orgánico: una cabeza de caballo car-comida y atiborrada de anguilas, el vómito que el espectáculo le provoca a la madre de Oscar, las gaviotas que se comen ese vómi-to; como si para el texto nada, absolutamen-te nada, fuera desecho o resto, sino que to-do pudiera ser narrado y narrable, un texto omnívoro que se nutre de todo y al que todo lo nutre.

En un pasaje memorable, Oscar coloca su preciado tambor entre las manos de un Ni-

ño Jesús de yeso y constata que la imagen sagrada no puede tocar el instrumento. El tambor, pues, pasa a ser progresivamente un símbolo emblemático: lo toca sólo Os-car, pero, más importante aun, no lo puede tocar Jesús, con lo cual el tambor termina constituyendo una línea divisoria –una de las grandes metáforas de la novela– entre lo sagrado y lo profano, y Oscar, como todos los hombres, queda definitivamente insta-lado en el lado profano de la vida.

una concepción de la literaturaToda la narrativa de Grass –hasta los tex-tos urgentes, escritos para el presente in-mediato, tales como Anestesia local (1972) o Diario de un caracol (1975)– reconoce una impronta predominante a la que la estéti-ca posmoderna parece contemplar con ho-rror sagrado: el imperativo categórico de narrar una historia, el empecinado afán de contar el cuento. El propio autor ha señala-do en Conversaciones...: “Mi concepción de la literatura es que los libros deben suponer para el lector una doble exigencia: divertir y exigir su atención”. Grass es de la raza de narradores íntimamente emparentada con, por mencionar sólo dos modelos, Dickens o Balzac: una demoledora máquina narrativa que cuando parece desfallecer, recomienza y sigue narrando.

Pocos novelistas contemporáneos le de-ben tanto a Grass como John Irving, el no-table autor de El mundo según Garp, entre otras obras, quien ha declarado: “A ningún escritor vivo le debo tanto como a Günter Grass. [...] Lo que más me fascina de Grass, sin embargo, no son sus proezas con el len-guaje ni su sensibilidad con los lugares, sino simplemente las cualidades narrativas de su imaginación. [...] Su imaginación es sen-cillamente extraordinaria”.

En efecto, es una imaginación extraordi-naria al servicio de una narrativa aluvional que se funda en la memoria, como él mismo ha reconocido: “Me acuerdo escribiendo. La escritura quita las peladuras de la cebolla una tras otra. Y ya se sabe que la cebolla tiene mu-chas capas”. Tantas como tantos son los re-gistros y las intensidades de su producción narrativa; no en vano, a más de 50 años de su aparición, el tambor sigue sonando. g

*Escritor y crítico literario.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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LO QUE VENDRÁ

LA NUEVA ALEMANIA

El futuro próximo de Alemania está signado, en gran medida, por el devenir de la crisis económica europea, en la cual tiene su parte de responsabilidad. Liberada al fin de las culpas del pasado, y segura de sí misma, asume un revitalizado rol internacional que augura un futuro de cambios. Más cerca de sus propios intereses, Alemania es un actor clave en un escenario global donde las potencias emergentes le disputan a Occidente su tradicional liderazgo.

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Al momento de escribir estas líneas (marzo de 2014) Alemania se prepara para conmemorar los cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial y los veinticinco de la caída del Muro

de Berlín. Estas efemérides coinciden con un complica-do escenario internacional derivado de la crisis econó-mica iniciada en 2008 y, más recientemente, el embro-llo ucraniano y el conflicto entre Rusia y Occidente. En ambas coyunturas, el rol internacional de Alemania se ha venido afirmando de una manera cauta pero clara, poniendo de manifiesto lo que muchos observadores coinciden en señalar como rasgos de una política ex-terior de un país “normal”. Al mismo tiempo, hay con-senso acerca de que esta “renacionalización” nada tiene que ver con el nacionalismo “histórico”, más allá de la identificación con ciertas tradiciones y valores compa-tibles con el espíritu de una democracia madura.

Desde 1989, Alemania se ha visto afectada por tres grandes procesos simultáneos que aún siguen abiertos: la reunificación, la integración europea y la globaliza-ción. En conjunto, estos tres desafíos han contribuido a reposicionar a Alemania en el escenario internacio-nal y a reconfigurar su sociedad, su cultura política y su economía. La reunificación la convirtió en el país con mayor población de la Unión Europea (UE) y la segun-da potencia demográfica de Europa, después de Rusia. El desplazamiento hacia el Este, que supuso la incorpo-ración de los cinco länder de la antigua RDA, favoreció la consolidación de la influencia económica alemana en el mundo eslavo. Al mismo tiempo, su ubicación es-tratégica en el centro del continente hizo de Berlín un mediador privilegiado entre los antiguos y los nuevos miembros de la Unión Europea.

Sin embargo, esta expansión demográfica y geográ-fica debilitó la cohesión interna y los avances realizados en materia de integración de las minorías (mayormen-te de inmigrantes). La absorción de millones de Ossis, educados y socializados con valores considerados ana-crónicos y cuyas expectativas de asimilación se vieron refutadas por el abismo cultural que los seguía sepa-rando de los Wessis (“el Muro está en la cabeza”, reza una frase alemana) es un ejemplo de ello.

Modell DeutschlandDesde el comienzo de la crisis del euro se han multipli-cado las voces que veían a la economía alemana como un modelo susceptible de ser adoptado por otros paí-ses. Las tasas de crecimiento eran moderadas, pero los niveles de desempleo eran los más bajos desde la reuni-ficación, inferiores a los de cualquier otro país europeo de dimensiones comparables, e incluso a los de Estados Unidos. Se equilibró el presupuesto y la deuda pública como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) pasó a ser la más baja de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Las exportaciones crecían y lo mismo ocurría, año a año, con el superávit fiscal. Estas condiciones de estabilidad macroeconómica le dieron a Alemania una voz decisiva en las discusiones sobre las medidas de rescate ya que

Una nación dueña de su destino por Andrés H. Reggiani*

NUEVOS DESAFÍOS DE CARA AL FUTURO

El rol de Alemania en el mundo se ha ido consolidando a paso firme y segu-ro. Las nuevas generaciones ya no car-gan con el peso del pasado, que había condicionado la vida política interna y externa del país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.Con la reunificación, el país ha ganado un nuevo lugar en la geopolítica mun-dial. Su desplazamiento hacia el Este favoreció la consolidación de la influen-cia económica alemana en el mundo eslavo, a la vez que amplía sus horizon-tes hacia nuevos actores emergentes, en un mundo en crisis y cada vez más multipolar. El perfil pragmático de sus dirigentes forja un estilo particular en el que se asienta su nueva identidad.

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parecía ser el único país que contaba con los recursos financieros adecuados para pagar los bailouts.

El éxito de la economía alemana se ha manifesta-do ante todo en la performance exportadora de sus empresas. Mientras que muchos países europeos vieron reducir su cuota de exportaciones en los mer-cados mundiales, Alemania no sólo la mantuvo sino que la aumentó. Más aun, entre 2000 y 2012 pasó de un déficit del 1,7% del PIB a un superávit del 5% (7,4% en 2007). Las opiniones sobre las razones profundas de este fenómeno ponderan diferentes aspectos. Pa-ra algunos, la clave ha sido un sector manufacture-ro altamente especializado y bien posicionado para beneficiarse del crecimiento de países como Brasil, China y Rusia.

Como exportadora de bienes de capital, produc-tos químicos y automóviles de alta gama, Alemania ha sido una de las principales beneficiarias del boom de las inversiones en los mercados emergentes y el surgimiento de una nueva elite empresarial ávida de bienes suntuosos. Otros han subrayado una posi-ción geográfica privilegiada que convierte a Alema-nia en el puente que une el bloque de países integra-dos con alto PIB (los Estados fundadores de la UE) y los nuevos miembros más pobres del antiguo bloque socialista, siendo la principal beneficiaria del fuerte impulso en la demanda de productos importados (en especial, bienes de capital) que se produjo tras el in-greso de estos últimos a la UE.

Una de las explicaciones más corrientes del des-empeño de las empresas alemanas pone el énfasis en los precios, más competitivos que los de Francia y otros países de la eurozona. Medidos en términos de unidades nominales de costos laborales, los pre-cios alemanes incrementaron su competitividad en relación con los del resto de la eurozona en más de un 10% (25% comparados con los de Italia y España). Este aumento de la competitividad, sin embargo, no ha sido el resultado de un incremento sustancial de la productividad, la cual desde 2000 disminuyó, sino de una política salarial restrictiva.

El costo del éxitoSi examinamos el consumo y la inversión doméstica el cuadro se vuelve menos atractivo. La relativamen-te débil demanda interna no es una novedad, y la ima-gen del alemán ahorrativo goza de una larga histo-ria (1). Más preocupante, y menos conocida, es la baja tasa de inversión pública. Desde 2000, la formación de activos fijos como porcentaje del PIB en Alema-nia se ha mantenido por debajo del resto de los países de la zona del euro. Si uno mira con detenimiento las estadísticas, saltan a la vista dos cuestiones: prime-ro, la inversión pública cayó de un ya magro 0,4% del PIB en 1995 a cifras negativas en 2003, año en que se aprobaron las reformas impulsadas por el socialde-mócrata Gerhard Schröder (la denominada Agenda 2010) (2). De hecho, hasta el estallido de la crisis fi-nanciera mundial (la cual redujo la inversión pública

en los países más afectados cuando sus gobiernos se vieron obligados a recortar los gastos), los niveles de inversión pública en Alemania permanecieron con-siderablemente relegados en comparación con los de sus socios de la UE (desde la crisis estas cifras expe-rimentaron una mejoría temporaria tras la adopción de un paquete de medidas de estímulo). Segundo, la inversión en materia de vivienda se mantuvo igual-mente débil como consecuencia de la reducción y posterior eliminación en 2006 de los subsidios para la construcción de casas unifamiliares.

La combinación de austeridad fiscal y modera-ción salarial produjo una serie de efectos económi-cos y sociales negativos. Uno de ellos fue el débil cre-cimiento de la productividad. Entre 1999 y 2010 ésta no sólo se desaceleró en comparación con períodos anteriores, sino que se mantuvo en niveles inferiores a los de muchos otros países de la eurozona y de Es-tados Unidos. Dado que Alemania se encuentra muy próxima a la frontera tecnológica, el camino para mejorar la productividad pasa por la inversión en ca-pital humano, investigación y desarrollo. Sin embar-go, cuando se la compara con otros países europeos, la inversión pública en estas áreas ha sido, cuanto menos, mediocre. Con menos del 3% del PIB, Alema-nia pasó a integrar el grupo de países con récords de subinversión en educación (junto a Portugal, Italia, Irlanda, España, Eslovaquia, Grecia).

Otro efecto fue el surgimiento de uno de los mer-cados laborales de salarios bajos más grandes de Eu-ropa. En 2008 unos siete millones de asalariados (ca-si el 20% del total) percibían menos de 9 euros por hora. Entre 2000 y 2006, los dos quintiles inferio-

5 | LA NUEVA ALEMANIA | UNA NACIÓN DUEÑA DE SU DESTINO

Reunificación. La Puerta de Brandemburgo es uno de los espacios más significativos de la historia alemana. La cuadriga que corona la Puerta, realizada en 1794, es un símbolo de paz.

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Ideología y verdad“La ideología es una filosofía de embellecimiento, utilizada y reutilizada corrientemente tanto por el capitalismo privado occidental como por el socialismo tal y como existe. En nuestra búsqueda de la verdad es preciso que nos apartemos rigurosamente de la idea de filosofía como embellecimiento ideológico que sirve a las voluntades de poder”.

Joseph Beuys

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res de la población asalariada experimentaron una reducción de sus ingresos reales. Dado que las reformas implementadas por Schröder no afectaron el sistema de negociaciones colectivas, es probable que este fenómeno se deba a la forma en que sindica-tos y empleadores negocian los salarios en función de la situación económica en diferentes sectores, así co-mo también al hecho de que importantes segmentos de las industrias con bajos salarios quedaron fuera del sistema de negociación colectiva desde principios de la década de 1990.

El impacto de las reformas en este sector del mer-cado de trabajo fue doble: por un lado, aumentó la oferta de mano de obra mal paga como resultado de la obligación impuesta al desempleado de aceptar un trabajo aunque éste no sea compatible con sus califi-caciones. Por el otro, disminuyó el salario de reserva toda vez que la nueva reglamentación permitió uti-lizar la seguridad social para redondear los salarios bajos, introduciendo en la práctica una suerte de sub-sidio a los ingresos más bajos. Este mecanismo im-pulsó el aumento de la oferta de mano de obra y, como resultado, una caída del salario real en los sectores de menores ingresos.

“Gigante económico, enano político”A más de dos décadas de la reunificación, Alemania ha recuperado las atribuciones de una nación sobe-rana o, como frecuentemente se formula en el debate político y académico, se ha vuelto un país “normal”. Desde los años 90, este término ha sido utilizado en referencia a tres aspectos relacionados con la polí-tica exterior: la herencia del pasado, la relación con la OTAN y la afirmación del interés nacional. Cabe recordar que durante el medio siglo que va desde el

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Wende superado

Lo que está detrás de nosotroslo sabemos. Lo que está delanteserá desconocidohasta que lo tengamos detrás.

(1989)

Sin título

Detrás de la ciudadpedazos de campiña, hacia el atardecer, los caminosde los que hablastese extienden por las colzas y cebadasde la vieja cooperativa LPG, atravesadospor carriles de vagones minerosllenos de barro. Banderas polvorientasondean desde excavacionessobre campos de malezas, divididos en las parcelas de los próximos propietarios.Todo está cambiando. Huérfanoel corral de ovejas de Kollm. La batalla de Frankenhausen,marcada con la piedra de Apel número 13, transitada por automovilistas en busca de un nidito de amor.Liberadas a la economía de mercado, las zonas industrialessellan el suelo. Ahora mudasvaguean por la tierraen busca de objetos perdidos. Chatarra nacionalizadasin dueño se amontona sobre los pueblos. Sin reses, el debees reintegrado por la cuota de leche.Buscando descanso y silencioencuentras unamáquina de escribir tirada, de marca Filia,inserviblepara la sociedad computarizada.

(1997)

*Poeta y dramaturgo alemán (1935-2009). Estos poemas forman parte de la antología Lyrik der DDR, Ludwig Arnold y Hermann Korte (editores), Fischer, Berlín, 2009 (obra inédita en español).

Traducción: Tomás Bartoletti

Restos de la vieja RDA

POEMAS DE LA TRANSICIÓN

Heinz Czechowski*

Esculturas. Las orillas del Spree muestran cambios tras la reunificación. Hoy el arte les da nueva vida a sus márgenes.

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4 | LO VIVIDO, LO PENSADO, LO IMAGINADO | LAS DOS CABEZAS DEL IMPERIO

fin de la Segunda Guerra Mundial a la reunificación, Alemania había quedado dividida en dos Estados, ca-da uno incorporado a bloques ideológicos antagóni-cos, y bajo la tutela directa de sus antiguos enemigos. Ya sea que se la mire desde una perspectiva realista o weberiana, la República de Bonn (1949-1989) apa-recía como Estado “anormal”, incapaz de traducir su primacía económica en una influencia política. Su caracterización como “gigante económico, ena-no político” capta bien la percepción a posteriori del déficit de soberanía estatal como una “anormalidad”.

Así pues, de manera un tanto paradójica, la situa-ción de la posguerra mantuvo y reforzó la idea del Sonderweg, de un desarrollo histórico singular o “es-pecial”. A comienzos del siglo XX este concepto ha-bía tenido connotaciones positivas y era utilizado por intelectuales y publicistas nacionalistas para desta-car aquellos elementos que habían elevado la Alema-nia imperial al rango de potencia. A partir de los años 60, el término fue resignificado críticamente para explicar las “peculiaridades” de un proceso de mo-dernización económica y social que había conducido a Alemania no al liberalismo político y la democracia (como Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia) sino a la dictadura y la guerra. Hoy, ese concepto ha perdi-do validez, al menos en el ámbito de la política, y sólo es utilizado de manera esporádica.

Jürgen Habermas, por ejemplo, se ha valido del argumento implícito en este término para criticar la caracterización de la República Federal como un Estado “normal”. Advertía que la magnitud de los crímenes nazis imponía responsabilidades cívicas y morales que resultaban incompatibles con la idea del interés nacional. Agregaba, además, que la idea de normalidad conllevaba una postura revisionista

5 | LA NUEVA ALEMANIA | UNA NACIÓN DUEÑA DE SU DESTINO

Dialéctica. En Berlín conviven edificaciones tradicionales con representaciones de la arquitectura más moderna del siglo XXI. Una metáfora de la capital germana, que cabalga entre la memoria y la construcción de un futuro ambicioso.

que amenazaba el vínculo especial que Alemania te-nía con los aliados occidentales (Westbindung). Sin embargo, su propuesta de “patriotismo constitucio-nal” (que tomó de Dolf Sternberger) era un reconoci-miento de que el debate sobre la identidad de la nueva Alemania era algo irreversible, y que por esa misma razón urgía anclar la pregunta sobre lo que significa-ba ser alemán en una experiencia colectiva, exitosa y alejada del mito del Volk: la Ley Fundamental de 1949 (Grundgesetz) fue la respuesta.

El rearme como punto de inflexiónLa Guerra del Golfo marcó un quiebre histórico en este debate. A partir de ese momento la referencia al pasado fue cediendo ante los argumentos que ponían el énfasis en las responsabilidades de Alemania co-mo miembro de la Alianza Atlántica y la comunidad internacional, o bien, en el “interés nacional”. Esta ruptura pudo apreciarse en la manera más desinhi-bida en que se abordaba la espinosa cuestión del en-vío de tropas al exterior. El primer paso en esta di-rección había sido dado hacía tiempo cuando, urgi-da por Estados Unidos y ante el fracaso de la Comu-nidad Europea de Defensa, en 1955 la OTAN apro-bó el rearme de Alemania Occidental. Sin embargo, durante el medio siglo siguiente, el ejército federal (Bundeswehr) sólo participó de ejercicios militares dentro de sus fronteras. El recuerdo de los crímenes de la Wehrmacht y el criterio de reclutamiento ba-sado en el principio democrático de la conscripción dificultaron el uso de esta fuerza en acciones que la sociedad repudiaba.

Si la invasión de Kuwait actuó como catalizador en este debate, las guerras de la ex Yugoslavia des-pejaron el camino para la puesta en práctica de

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El desarrollo sustentablePorcentaje de energías renovables en la matriz energética (2010)

Alemania

Estados Unidos

Unión Europea

5,6%

10,1%9,9%

Auschwitz“Ni Prusia, ni Baviera, ni siquiera Austria hubieran podido, por sí solas, desarrollar y aplicar los métodos y la voluntad de genocidio organizado; tenía que ser la gran Alemania [...]. No podemos pasar por alto Auschwitz”.

Günter Grass, Escribir después de Auschwitz

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una política exterior propia de una “nación segu-ra de sí misma y madura”, como sostuvo el entonces canciller Schröder. Este razonamiento divergía del utilizado por su ministro de Relaciones Exteriores y líder de los ecologistas, Joshcka Fischer, quien, tras conocerse la masacre de Sbrenica (1995), defendió el envío de tropas a los Balcanes como una obligación moral que Alemania tenía de evitar un nuevo Holo-causto. Pero, señal de que los tiempos estaban cam-biando, este tipo de argumentos ya no podían dar-se por sentados. El ex asesor de política exterior de Willy Brandt y arquitecto de su Ostpolitik (la apertu-ra hacia el bloque socialista), Egon Bahr, objetó esta “instrumentalización” de Auschwitz señalando que “el futuro de Europa es más importante que el pa-sado de Alemania”. En la segunda mitad de los 90 el gobierno rojo-verde envió tropas a Bosnia y Kosovo y, tras el ataque a las Torres Gemelas (2001), también a Afganistán, como parte de la operación “Enduring Freedom” de la OTAN.

Pese a algunas críticas que advierten contra el peligro de una “remilitarización” de la política ex-terior de Berlín, la no participación de Alemania en la invasión a Irak (2003) y la intervención en Libia (2012), pese a las fuertes presiones de sus aliados so-bre los gobiernos de Schröder y Merkel, demuestra hasta qué punto el principio de solidaridad atlántica (Bundnistreu) ha quedado supeditado a considera-ciones de índole doméstica.

En parte por los efectos residuales de la memoria y por la sospecha de que tras las intervenciones hu-manitarias se esconden objetivos menos altruistas, ha venido aumentando la presión sobre el gobierno para retirar las unidades de la Bundeswehr de ciertas zonas calientes. El peso de la opinión se ha hecho sentir es-pecialmente allí donde unidades alemanas estuvieron

involucradas en acciones que resultaron en la muerte de civiles pero también como resultado de los ex comba-tientes que regresaron severamente traumatizados (es-pecialmente los que prestaron servicio en Afganistán).

Solidaridad occidental e interés nacionalLa erosión de la hegemonía y del prestigio de Esta-dos Unidos que supusieron la “guerra contra el terro-rismo” y la crisis financiera (y, más recientemente, el espionaje a miembros del gobierno alemán), sumada al ascenso de nuevos actores internacionales y la ex-pansión hacia el Este de la integración europea han modificado las coordenadas que orientaban el posi-cionamiento de Alemania en el tablero internacio-nal. Dicho esto, debe recordarse que las decisiones más polémicas en este sentido (el despliegue de tro-pas en el exterior) fueron tomadas por el primer go-bierno plenamente de izquierda surgido de eleccio-nes democráticas. Asimismo es importante señalar que hoy existe un consenso bastante amplio a favor de una postura que compatibilice, por un lado, la so-lidaridad con Europa y Estados Unidos y, por el otro, una cierta independencia que permita ponderar op-ciones basadas en consideraciones más pragmáticas.

La política de acercamiento a Rusia emprendida por Schröder desde los 90 es un ejemplo. Aprove-chando la familiaridad de Putin con Alemania y su conocimiento del idioma (durante la Guerra Fría el líder ruso había prestado servicio en la República Fe-deral como agente del KGB), el canciller socialdemó-crata construyó una relación personal e impulsó una política hacia Moscú que no siempre fue vista con agrado por sus aliados occidentales (Putin premió la lealtad del canciller otorgándole un cargo en el con-sejo de dirección del gigante energético Gazprom) (3). Merkel comparte algunos rasgos que favorecen

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AlexanderPlatz. En 1929 sirvió como fuente de inspiración a Alfred Döblin para su famosa novela Berlin Alexanderplatz. En 1980 el director Werner Fassbinder la adaptó, llevándola al cine, en una serie de trece episodios y un epílogo.

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El peso de los sindicatosTrabajadores cubiertos por convenios colectivos (porcentaje del total de ocupados, 2010)

EquidadDesigualdad de ingresos (razón quintiles 80/20, entre los ingresos del 20% más rico y el 20% más pobre)

Solidaridad alemana “Ningún apoyo servirá de nada si los socios no hacen los deberes”, afirmó Angela Merkel ante el Bundestag, en junio de 2013, al proponer la creación de un Fondo de Solidaridad Común Europeo para combatir la crisis.

73,3%

3,7

4,9

11,7%

30,4%

4,3

52.9%

Italia

Alemania

Reino Unido

Estados Unidos

1997 2007 2012

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4 | LO VIVIDO, LO PENSADO, LO IMAGINADO | LAS DOS CABEZAS DEL IMPERIO5 | LA NUEVA ALEMANIA | UNA NACIÓN DUEÑA DE SU DESTINO©

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Polo cultural. La política exterior tiene hoy un componente cultural central. El peso de sus instituciones en el exterior –los institutos Max Plank y Goethe, la Fundación Friedrich Ebert, o la Konrad Adenauer– constituye un claro ejemplo.

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la relación especial con Rusia: creció en la Alemania comunista y habla el ruso con fluidez y, más impor-tante aun, está ausente de su educación política esa identificación con Occidente que había sido un rasgo característico de los que la precedieron.

El ascenso de la generación post-Muro a funciones de responsabilidad pública es un buen indicador de los nuevos parámetros socioculturales que subyacen a los cambios mencionados. De los más de 600 dipu-tados que conforman el actual Parlamento (Bundes-

tag), cerca de 200 ocuparon sus bancas por primera vez tras las elecciones de 2009; menos de 40 accedie-ron al recinto antes de la reunificación. Esto significa que las tragedias y los conflictos que sirvieron de pun-to de partida para la democratización e integración de Alemania con el mundo occidental están ausentes de la memoria viva de las nuevas generaciones.

Ni el revisionismo histórico ni el “deber de la me-moria” proveen hoy el marco de referencia de los de-bates sobre la política y la sociedad. Poco antes de la campaña electoral de 2013 un periodista le preguntó a Merkel qué era lo que según ella definía a Alemania: “las ventanas herméticas, ningún otro país las hace tan herméticas y bonitas”, respondió. Podría haber mencionado los mundialmente codiciados automó-viles de alta gama o las admiradas máquinas y herra-mientas; eligió, en cambio, un objeto trivial, casi in-significante. ¿Un tributo a la excelencia tecnológica o una metáfora sobre Alemania y el mundo? g

1. Hace seis siglos Maquiavelo escribió lo siguiente sobre los hábitos frugales de sus vecinos del norte: “Nadie puede dudar de la potencia de Alemania ... La razón por la que sus pueblos son ricos … es que viven como pobres, porque ni edifican, ni gastan en vestir, ni poseen enseres en sus casas y les basta con tener pan y carne en abundancia y una estufa para protegerse del frío ... De tales hábitos resulta que el dinero no sale de su país, que se contentan con lo que el país produce, y en su país entra siempre dinero introducido por los que quieren adquirir sus mercancías manufacturadas, con las cuales embellecen casi toda Italia. Y el beneficio es tanto mayor, cuanto que la parte más importante de sus ganancias se debe a productos manufacturados y gastan escaso capital en otras cosas. Y por eso gozan de su vida rústica y libertad”. (Informe sobre los asuntos de Alemania, 1508).

2. El paquete de reformas Agenda 2010 adoptado por la coalición rojo-verde entre 2003 y 2005 incluía cinco elementos clave. Primero, fusionó el antiguo seguro de desempleo con el sistema general de seguridad social. Segundo, centralizó la administración de los fondos destinados al desempleo (Arbeitslosengeld) creando un ente federal ad hoc, la Arbeitsagentur. Tercero, desreguló parcialmente el empleo temporario y liberalizó el acceso al mercado para ciertas profesiones. Cuarto, reformó de manera marginal los requisitos para el despido. Quinto, redujo las contribuciones para la seguridad social para algunos empleos precarios.3. En los últimos Juegos Olímpicos de Invierno, Schröder salió al cruce de quienes criticaban su utilización por parte del gobierno ruso, afirmando que la política no debía interferir con las fiestas deportivas. Los más de 6.000 empresarios alemanes que trabajan hoy en Rusia; los propietarios alemanes de las fábricas, máquinas y edificios de oficina construidos e instalados en territorio ruso (valuados en millones de euros), y los 300.000 trabajadores alemanes que producen para el mercado ruso probablemente compartan las opiniones del ex canciller.

*Doctor en Historia, Profesor en la Universidad Torcuato Di Tella.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

El ascenso de la generación post-Muro a cargos públicos es un buen indicador de los nuevos parámetros socioculturales.

La fábrica de EuropaProducción de automóviles (porcentaje del total de la UE, 2013)

Alemania

Reino Unido

Resto Unión Europea

España

Francia

35%

11%13%

10%

31%

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Fuente: Herbert, Ulrich “Forced Laborers in the Third Reich. An overview”, International Labor and Working-Class History, Nº 58, 2000, págs. 192–218.

Las dos Alemanias, página 13Fuente: Maddison, A., The world economy: a millennial perspective, París, 2001, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Tras la reunificación, página 18Fuente: Maddison, A., The world economy: a millennial perspective, París, 2001, OCDE.

Tasa de desempleo, página 18Fuente: OCDE, 2014.

Un país envejecido, página 27Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial.

Tasa de natalidad, página 27Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial.

Flexibilización laboral, página 30Fuente: OCDE, 2014.

Evolución del PIB, página 31Fuente: Oficina Federal de Estadística, Wiesbaden, 2013.

Tasa de desempleo, página 37Fuente: OCDE, 2014.

Superávit comercial, página 46Fuente: Oficina Federal de Estadística, Wiesbaden, 2013.

Con América Latina, página 47Fuente: Oficina Federal de Estadística, Wiesbaden, 2013.

Modelo exportador, página 49Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial.

Grandes potencias, página 54Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial.

Entre sus vecinos, página 54Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial.

PROCEDENCIA DE LOS TEXTOS

El eterno peso del pasado, por Christian Gerlach, página 7, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, octubre de 1999.

Gran capital y Tercer Reich, por Alejandro Teitelbaum, página 11, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2005.

Detrás del Muro, por Bernard Umbrecht, página 15, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2009.

El día que cambió el mundo, por Ignacio Ramonet, página 20, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de 2009.

El éxito germano desmitificado, por Till Van Treck, página 25, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, septiembre 2010.

Un paraíso para el empresariado, por Olivier Cyran, página 29, Le Monde diplomatique, París, septiembre 2013.

Berlín defiende sus intereses, por Henri Ménudier, página 45, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Informe Dipló, mayo de 2010.

La amenaza de un imperialismo teutón, por Perry Anderson, página 50, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, enero de 2013.

Error de cálculo en Afganistán, por Philippe Leymarie, página 57, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, febrero de 2011.

Fausto y la crisis del capitalismo, por Bernard Umbrecht, página 71, Le Monde diplomatique, París, octubre de 2011.

El Dr. Mabuse y la locura del poder, por Philippe Dubois, página 75, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, febrero de 2001.

La máquina narrativa de Günter Grass, por Osvaldo Gallone, página 79, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, diciembre de 2009.

FUENTES DE LOS GRÁFICOSTrabajo esclavo, página 12

Peso en Europa, página 55Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial.

Industria automotriz, página 58Organización Internacional de Constructores de Automóviles (OICA), 2013.

Industria armamentística, página 59Fuente: Indicadores del Desarrollo Mundial 2013, Banco Mundial.

Gasto militar, página 60Fuente: Reserva Federal, Economic Research & Data, 2014.

El valor del euro, página 61Fuente: Reserva Federal, Economic Research & Data, 2014.

Alemania-Rusia: una relación estratégica, página 61Fuente: Oficina Federal de Estadística, Wiesbaden, 2013.

Inversión Extranjera Directa, página 65Fuente: Eurostat.

El desarrollo sustentable, página 85Fuente: OCDE, 2014.

El peso de los sindicatos, página 86Fuente: Ilostat, Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Equidad, página 86Fuente: Eurostat.

La fábrica de Europa, página 87Fuente: OICA, 2013.

MAPASRevisionismo en Europa del Este, páginas 40-41, por Cécile Marin y Philippe Rekacewicz, El Atlas histórico de Le Monde diplomatique. Historia crítica del siglo XX, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2011.

En busca de una estrategia política, por P. Rekacewicz, C. Marin y Emmanuelle Bournay, páginas 66-67, El Atlas III de Le Monde diplomatique. Un mundo al revés, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2009.

Hecho el depósito de Ley 11.723

Se terminó de imprimir en abril de 2014

en Forma Color Impresores S.R.L., Camarones 1768, C.P.

1416ECH Ciudad Autónoma de Buenos AiresFecha de catalogación: 08/04/2014

El Explorador, Alemania / Ignacio Ramonet ... [et.al.] ; compilado por José Natanson. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Capital Intelectual, 2014. 88 p. ; 27x23 cm. ISBN 978-987-614-442-1 1. Medios de Comunicación. I. Ramonet, Ignacio. II. Natanson, José, comp.CDD 302.232 2

TÍTULOS DE LA COLECCIÓN

1 CHINA 2 BRASIL 3 INDIA 4 RUSIA 5 ÁFRICA

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1 ESTADOS UNIDOS 2 ALEMANIA 3 JAPÓN

4 GRAN BRETAÑA

5 FRANCIA

PRIMERA SERIE SEGUNDA SERIE

Los números anteriores se consiguen en librerías o por suscripción a través de www.eldiplo.org

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