pasión en salamanca 2012

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Número 19 de la revista cultural que, desde 1994, edita la Tertulia Cofrade Pasión de Salamanca.

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Page 3: Pasión en Salamanca 2012

EDITORIAL

SIGNOS DE IDENTIDAD

Llevamos ya como veinticinco años deba-

tiendo en torno a la identidad de nuestras

cofradías y procesiones de Semana

Santa. Y bueno es considerar y confrontar distin-

tos puntos de vista, siempre y cuando los argu-

mentos sean de peso y las voces autorizadas.

Lamentablemente, uno de los males más exten-

didos de nuestra sociedad intersecular consiste

en equiparar, en esto de la opinión, al especia-

lista con el lego, sin medir los peligros que de

ello derivan. Una cosa es el derecho a expresar

libremente lo que se piensa y otra ensalzar la

vacuidad en aras de la igualdad y el respeto

mutuo. Se confunden las personas con las

ideas. Las personas son siempre dignas de con-

sideración, cualesquiera que sean su estado y

circunstancias, pero las opiniones vertidas no

pueden ser consideradas igualmente válidas. En

principio, el médico sabe más de medicina, el

teólogo de religión y el albañil de técnicas cons-

tructivas.

Coinciden muchas veces estos intercam-

bios de opinión con la generalización de las nue-

vas tecnologías y la posibilidad de que cualquier

ciudadano, independientemente de sus méritos

y bagaje intelectual, acceda libremente a los

blogs, foros y demás medios generalistas o

especializados. Y a través de ellos, con frecuen-

cia desde el anonimato, son muchos los que

sientan cátedra. Leídos y jaleados por el grupito

de fieles, las necesidades de un protagonismo

jamás soñado quedan satisfechas, pero el daño

permanece. La vulgarización de ideas equívocas

conlleva, por desgracia, la toma de decisiones

que perjudican al fenómeno en su conjunto.

Con nuestras cofradías y procesiones no

podía ser menos. Y los ungidos por la red como

creadores de opinión deciden qué papel deben

desempeñar las cofradías en la Iglesia y socie-

dad y cómo deben plantearse sus desfiles proce-

sionales. El problema surge al ignorar que las

cofradías y procesiones tienen varios siglos de

existencia, un arraigo eclesial y social que nece-

sariamente determina su devenir y un entorno

antropológico que sirve de referencia para las

características estéticas de su puesta en escena.

Opinar por opinar no es riguroso, pero es

algo inherente a la condición humana. El proble-

ma radica en que la opinión antes quedaba en

los mentideros y cafés de media tarde y ahora,

vía Internet, se vende cuasi como dogma. Y ante

la creciente minusvalía intelectual de la nueva

sociedad, dada casi siempre a lo fácil e inmedia-

to, no se criba información. Y lo que bien pudie-

ra ser excelente medio para el enriquecimiento,

en muchos casos queda para extender críticas

infundadas y planteamientos de lo más inverosímil.

Las cofradías son instituciones centena-

rias. Busquemos sus signos de identidad, tenga-

mos claro que son ante todo un vehículo para la

inserción del cristiano en la comunión eclesial. Y

esto de alguna forma debe quedar de manifiesto.

Las cofradías nacieron para el ejercicio de la

caridad. Resulta inconcebible que las institucio-

nes así denominadas dejen pasar los años sin

tener siquiera un gesto de ayuda al hermano

necesitado. Las obras, no las palabras, las obras

determinan la credibilidad. Solo cuando esta

acción caritativa brota del corazón y no busca el

interés ni el protagonismo mediático, solo enton-

ces alcanzan pleno sentido estas instituciones

que nacieron para ayudar.

Por último, las cofradías tienen una pro-

yección pública que se manifiesta en el desfile

de penitencia, destinado a exponer ante el pue-

blo que el mensaje de salvación continúa vigen-

te. Teniendo claro lo fundamental, el decoro y el

cuidado de las formas resulta prioritario. Una

procesión no puede ignorar el lenguaje y simbo-

lismo del tiempo litúrgico en el que se desarrolla;

tampoco puede prescindir del entorno etnográfi-

co que la genera. Es la manera de evitar estri-

dencias y preservar lo genuino.

Solo cuando estos signos de identidad se

han asumido como propios, la inmunidad ante la

contaminación informativa o las modas dispara-

tadas es más fácil. Es el remedio, también, para

evitar los errores que en justicia nos podrían

recriminar las generaciones venideras.

3Pasión en Salamanca

Page 4: Pasión en Salamanca 2012

RevistaPasión en SalamancaAño 2012. Nº 19.

Portada:"Al alba del tercer día"(acuarela de Jerónimo Prieto).

Edita:Tertulia cofrade “Pasión”Apartado de correos nº 163,37080 Salamanca

[email protected]

I.S.S.N.: 1695-890XDepósito legal: S.301 – 2003

Director: Francisco Javier Blázquez Vicente.

Subdirector: Abraham Coco Barajas.

Consejo editorial: Antonio Borrego Sánchez, J. M.Ferreira Cunquero y José Antonio Vázquez Guerra.

Colaboraciones: Julio de la Torre, Carlos Ferrero, MaríaJosé Gallardo, Jesús González, Mª Carmen LeonísLozano, Antonio Malmierca, Tomás Martín, J. M. EstebanPrado, Vicente Velasco, Conrado Vicente, Félix Torres,Alejandro M. Pérez y Pablo de la Peña.

Ilustraciones: Jerónimo Prieto, Andrés Alén, JesúsCobos, Miguel Gosálvez, Alejandra Rodrigo del Amo yAlfonso Cuñado.

Fotografías: Heliodoro Ordás, H. S. Tomé, Roberto Haro,Ángel Benito Sánchez, Ángel González, Pablo de la Peña,Venancio Gombau, Francisco Javier Casaseca y PilarMagadán.

Maquetación: Centro de Estudios Tormes.Impresión y fotomecánica: KADMOS (Salamanca).

La dirección de la revista no tiene por qué compartir nece-sariamente las opiniones vertidas por los colaboradores.Por tanto solo hace suya la línea editorial y los textos queaparecen sin firmar, de los cuales sí se responsabiliza.

EditorialSignos de identidad 3

Índice 4

La palabra y los clavosPlàcid Garcia-Planas 5

Las cruces del CristoJerónimo Prieto 7

Coronación de espinasJosé-Román Flecha 8

INRI Jesús Nazoreo Rey de los JudíosXabier Pikaza 10

“A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”José Manuel Hernández Sánchez 12

Lo que viven las cofradías de BilbaoMaría José Lanzagorta Arco 15

Maternal llantoSoledad Sánchez Mulas 17

Jesús, DespojadoFructuoso Mangas 18

Las metáforas del dolorAsunción Escribano 20

Pasión en Salamanca desde sus cancioneros (II)Pilar Magadán Chao 22

La Danza de la Cruz de Los Villares de la ReinaRosa María Lorenzo 24

La JMJ en la esencia de las hermandades y cofradíasEnrique Guevara Pérez 26

La Pasión española ante el PapaHeliodoro Ordás y J. M. Ferreira Cunquero 28

Contrapunto: De interés turístico ¿devaluado?Abraham Coco Barajas 30

Línea editorial: Hermanos costalerosFélix Torres González 31

Las cruces de Andrés AlénMontserrat González García 33

Tavolettas del Cristo de la LiberaciónH. S. Tomé 35

Cristo recogiendo las vestidurasEduardo Azofra Agustín 36

El Cristo del Humilladero de PeñarandaFrancisco Javier Casaseca 38

Las cofradías de Jerez a fines de la Edad MediaSilvia Mª Pérez y Juan Carlos Arboleda 42

El pescado de la Última CenaSantiago Juanes 44

En tres dimensionesLuis Felipe Delgado 46

El hombre de las cruces verdesJosé González Torices 49

Cartel "Pasión en Salamanca 2012"Fernando Segovia 53

Poema ante la cruzJosé Frank Rosario 54

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LA PALAbRA y LOS cLAvOS PLàcID GARcIA-PLANAS

¿Qué nos dice un monasterio dinami-tado? ¿Cómo se escribe el cuerporoto de Jesucristo despuntando de

la ruina? ¿Cómo se describe un hombre doble-mente crucificado?

Era el verano del año 2001 y allí estabacon mi libreta y mi bolígrafo frente a un milagro:medio cuerpo del Hijo de Dios, con el torsodesnudo pintado al fresco,surgiendo de los escombros. Eraen el norte de Macedonia, en unenclave de eslavos ortodoxosrodeados por albaneses musul-manes, y la guerrilla albanesadel UÇK acababa de dinamitar laiglesia del monasterio de SanAtanasio de Lesocki.

¿Qué nos dice un monas-terio reventado? ¿Qué nos diceel torso desnudo de Jesucristocrucificado y dinamitado?

No era el primer monaste-rio reventado que había vistoentre Kosovo y Macedonia ni elúnico que vería. Ni siquiera erael más antiguo: la iglesia de SanAtanasio sólo tenía un par desiglos. Lo que me impresionabaes que apenas había pasado unmes entre mi descubrimiento delmonasterio, en las montañas delShar Planina, en la soledad, y sudestrucción.

Ya había visto las ruinasel monasterio kosovar de laSantísima Trinidad de Musutiste,construido en el siglo XIV y dina-mitado con toda su colección delibros y manuscritos. Todoarrasado cuando las tropas ale-manas de la OTAN ya habíanentrado en el territorio. Y lasruinas de la iglesia de laPresentación de la Virgen deDolac, también del siglo XIV y

también reventada con todos sus frescos.Había visto cómo los albaneses iban queman-do las casas y los templos serbios y cómo losserbios –aterrados como antes ellos habíanaterrado a los albaneses– se iban refugiandoen el Patriarcado de Pec y sus murallasmedievales. Los serbios iban resguardando susreliquias en la capilla de San Demetrio: los cru-

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Ante la Cruz, ilustración de Andrés Alén

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cifijos rotos y los iconos abrasados iban entran-do en el Patriarcado.

Había visto el monasterio de Devic antesde ser incendiado –cuando el UÇK sólo habíagrabado con un cuchillo las tres iniciales de laguerrilla sobre una mártir pintada al óleo: meenseñó el cuadro una monja con tristeza infini-ta– y había regresado a Devic después de sudestrucción, con los soldados franceses queprotegían sus ruinas arrestándome en la entra-da y apuntándome con sus fusiles, los mismosfusiles que habían sido incapaces de evitar ladestrucción.

Había visto todo eso. Pero lo que encon-tré en San Atanasio antes de que lo dinamitaran–lo volaron a la hora de los fusilamientos, demadrugada– era algo más grande que todas lasmurallas y todos los frescos del mundo: encon-tré a cuatro monjas eslavas ortodoxas cuidandoa un puñado de ancianos tuberculosos.Ancianos albaneses musulmanes… Estaba enEuropa. En el tercer milenio. Y el sacrificio deesas cuatro monjas escondía –como seesconde un tesoro en su cofre– toda laResurrección del mundo… ¿Cómo meter esoen un par o tres de folios, cómo explicarlo en lasección internacional de un diario?

Veía a los últimos serbios de Prizren –enel sur de Kosovo– como ocho años antes habíavisto a los últimos musulmanes de Bijeljina –enel norte de Bosnia– y cuatro años despuésvería a la última judía de Basora –en el sur deIraq–… Sólo tres puntos de un mundo lleno depuntos, y al final del camino parece que losseres humanos no sepamos vivir sin crucificar aalguien, una y otra vez.

La historia incluso me clavó un día eldolor en el madero exacto: fue el día de ViernesSanto de 1999 cuando los albaneses deKosovo empezaron a desbordar la frontera conAlbania huyendo de las razzias serbias. Ochodécadas antes, en la Gran Guerra, fueron losserbios los que huían desesperados del avancebúlgaro y alemán. Por ese mismo paisaje y enun dolor clavado en los libros de historia con unnombre: el Gólgota serbio.

Pero no quiero terminar este círculo enlos Balcanes. Lo quiero terminar junto a los cris-tianos que quedan entre Alejandría y Basora.Porque los clavos que les clavan hoy son de

metal. A nosotros, como cada año, nos llegarála Pascua. ¿Les llegará a ellos? A nosotros,como cada año, nos llegará el primer domingoposterior a la luna llena que sigue al equinocciode primavera: la Pascua de Resurrección. ¿Lesllegará a ellos ese domingo? ¿Cuánto durarásu calvario? ¿Llegará su equinoccio de prima-vera y su luna llena? ¿Y dónde estaremosentonces nosotros, los cristianos que no somosde Oriente Medio? ¿Y dónde estamos ahora?

Morimos porque nacemos, y he vistopuntos de la tierra donde la Navidad y elCalvario se funden en una esperanza infinita-mente más dolorosa que la nuestra. Uno deellos es Klayaa, un enclave católico maronitadel extremo sur de Líbano. La noche de laNavidad del año 2006, meses después de losintensos bombardeos aéreos y terrestresisraelíes sobre todo Líbano, los maronitas deKlayaa no entendían cómo el emirato islámicode Qatar pagaba la mitad de la reconstrucciónde su iglesia y que nadie en Europa aportaranada.

Klayaa, con su iglesia de San Jorge, estácrucificada en la misma frontera: conforman lapoblación más puramente maronita de todo elsur chií de Líbano. Crucificada en el precipiciogeoestratégico, entre Hezbolah, el Tsahal y lacumbre del monte Hermón en la lejanía.

Frente al pesebre de San Jorge, en unaantigua y hermosísima letanía de cadenciaotomana, los fieles católicos rezaban al hijo deAlá nacido en Belén. Porque Alá es Dios enlengua árabe. Un canto de melancolía ante lasletras de Gloria in excelsis Deo clavadas en lapared como todo se sujeta en esa parte delmundo: con alfileres.

Era de noche, era Navidad y a lo lejosbrillaban unas lucecitas que emitían un resplan-dor diferente, misterioso, inalcanzable, como sifueran luces de otro planeta, como la estela queguió a los tres Reyes de Oriente haciaOccidente…

Eran las primeras bombillas queencendían los israelíes en sus casas de la AltaGalilea.

Plàcid Garcia-Planas,

reportero de La Vanguardia.

Pasión en Salamanca6

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Las cruces del Cristo: Acuarela de Jerónimo Prieto.

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cORONAcIÓN DE ESPINAS JOSé-ROmáN FLEchA ANDRéS

El tercero de los misterios dolorosos delRosario nos invita a contemplar a Jesúscoronado de espinas. Esta escena,

reflejada con frecuencia en la pintura a partir dela Baja Edad Media, ha ejercido una hondaimpresión en la sensibilidad del pueblo cris-tiano.

En primer lugar por el sarcasmo queevoca en este caso el uso sacrílego de la coro-na, que habitualmente se vincula a la dignidadreal, y en segundo lugar, por la facilidad con laque se puede imaginar el dolor que las espinashan debido de causar en la cabeza delFlagelado.

LOS TEXTOS EVANGÉLICOS

Les testimonios evangélicos que serefieren a la coronación de espinas se encuen-tran en el evangelio de Mateo (27, 29), en el deMarcos (15, 17) y también en el de Juan (19, 2-3).

El evangelio según Lucas omite tanto laflagelación de Jesús como este episodio de lacorona de espinas. Sin embargo, también eneste texto se añade que Pilato termina porentregar a Jesús a la voluntad de los judíos (Lc23, 13-25).

Ahora bien, Mateo y Marcos introducenla escena de las burlas en ese tiempo quetranscurre entre la flagelación de Jesús y ladecisión de Pilato de entregarle a los judíos y la

salida del cortejo hacia el Calvario. El evan-gelio de Juan, coincide con los dos pri-

meros sinópticos en la evocación dela escena de burlas a la que essometido Jesús, pero añade porsu parte otro detalle al afirmarque cuando Pilato muestra alFlagelado a la multitud, “salióJesús fuera, llevando la coro-na de espinas y el manto depúrpura” (Jn 19, 5). Esa es laimagen del “Ecce Homo” queha conservado y venerado la

piedad cristiana.

De todas formas, es con-veniente releer el texto con el que

se describe la escena de la corona-ción de espinas y los agravios sufridos

por Jesús, según el evangelio de Marcos:

Los soldados le llevaron dentro delpalacio, es decir, al pretorio, y llaman a

toda la cohorte. Le visten de púrpuray, trenzando una corona de espi-

nas, se la ciñen. Y se pusierona saludarle: “¡Salve, rey delos judíos!” Y le golpeabanen la cabeza con unacaña, le escupían y,doblando las rodillas, sepostraban ante él.

Pasión en Salamanca8

Acuarela de Jesús Cobos

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Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la

púrpura, le pusieron sus ropas y le sacan fuera

para crucificarlo (Mc 15,16-20).

A propósito de este texto, es necesario

tener en cuenta algunos detalles que pueden

ofrecer una cierta explicación de lo narrado por

los evangelios.

Los soldados que aquí se mencionan

seguramente no eran legionarios romanos.

Podrían formar parte de las tropas auxiliares,

reclutadas entre los sirios y los samaritanos.

Estos pueblos eran enemigos de los judíos y

fieles al Imperio Romano, como recuerda repe-

tidamente Flavio Josefo en su obra sobre la

“Guerra judía”.

Este odio secular puede explicar el com-

portamiento de esta tropa con relación a Jesús.

Habiendo oído que el detenido era acusado de

pretender ser rey de los judíos, como escribe

Ricciotti, los mercenarios consideraron un moti-

vo de diversión, “en verdad gustosa, cubrir de

ludibrios y befas al rey de aquellos bribones

judíos”.

La clave de toda la escena se encon-

traría en el saludo con el que aquellos esbirros

se burlan de Jesús “¡Salve, rey de los judíos!”

Su rechazo instintivo al pueblo judío se mani-

fiesta precisamente en las burlas organizadas

contra este presunto rey al que tratan como a

un loco. Por eso lo cubren con un paño rojo,

que evoca para ellos la púrpura real, y colocan

entre sus manos una caña, a modo de cetro.

La corona de espinas puede haber sido

pensada como una especie de diadema, espe-

cialmente si estaba trenzada a base de ramas

de acanto. Ese es precisamente el nombre con

el que la califican tanto los evangelios canóni-

cos como el apócrifo Evangelio de Pedro (3, 8).

En este caso, la corona no sería necesaria-

mente un instrumento de tortura, sino un ele-

mento más de la burla contra aquel supuesto

rey de los judíos.

Una burla que pudo desarrollarse en el

“Enlosado” (Jn 19,13) para tratar de repetir el juego del

rey. Practicado en las fiestas Saturnales, consistía en

elegir a un condenado para convertirlo en rey de bur-

las antes de ejecutarlo. Así pues, en Jesús se

cumplían las antiguas profecías que veían al

Siervo del Señor como “azotado, herido de Dios

y humillado” (Is 53, 4).

LA CORONA DEL CRUCIFICADO

Un fresco en la catacumba romana de

Pretextato, en torno al año 200, representa a un

hombre, de cuya cabeza parecen salir espinas

en todas direcciones. Según Raymond Brown,

si ese hombre es Jesús, nos daría idea de

cómo se imaginaban la corona de espinas los

primitivos cristianos de Roma.

Como se sabe, Tertuliano y Clemente de

Alejandría consideran la corona como un ins-

trumento de tortura. Y el pueblo cristiano no ha

dudado en subrayar con frecuencia y con sin-

cera piedad el intenso dolor físico que una coro-

na o un casquete de ramas espinosas pudo

causar a Jesús. Con agudeza ha escrito el P.

Braulio Manzano: “Si Herodes se burló de la

realeza divina mediante un manto blanco, los

soldados del Procurador se valen de uno rojo,

de una corona de espinas y de un cetro de caña

para mofarse de la humana”.

Es más, aunque se supone que el manto

rojo y la caña debieron de ser abandonados al

sacar al reo camino del patíbulo, la tradición

siempre ha imaginado que la corona de espinas

había de permanecer sobre la cabeza de Jesús

hasta la cruz. Todas las representaciones artís-

ticas de Jesús, tanto en el camino hacia el

Calvario, como en el momento de la crucifixión,

lo presentan coronado de espinas. Se supone

que la corona sólo le es retirada por José de

Arimatea y Nicodemo al bajarlo de la cruz. La

corona de espinas descansa al lado del Cristo

muerto, en el Descendimiento pintado por

Durero, que se conserva en Munich, y en la

Piedad, pintada por Tintoretto, que se puede

ver en la Galería Brera de Milán.

De esa forma, la coronación de espinas,

junto con el tormento de la flagelación, ha lle-

gado a comprenderse y representarse como la

anticipación del tormento de la cruz.

Para la piedad popular, el crucificado es

el coronado de espinas. Y sus espinas son

recordadas como un icono de la burla padecida

y del dolor aceptado por el Señor, que adoptó la

forma de esclavo y se hizo obediente hasta la

muerte y una muerte de cruz (Flp 2, 7-8).

José-Román Flecha Andrés,

Universidad Pontificia de Salamanca.

9Pasión en Salamanca

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INRIJESÚS NAzOREO REy DE LOS JUDÍOS

XAbIER PIkAzA

La tradición ha conservado dos versionesdel título o letrero de la Cruz. La de Marcos(“había una inscripción de su condena,

que decía: El rey de los judíos”; Mc 15, 26) hasido aceptada y ligeramente modificada porMateo y Lucas. La de Juan afirma que el títuloestaba escrito en hebreo (o arameo), latín y grie-go y que decía: “Jesús el Nazoreo el Rey de losjudíos” (Jn 19, 19).

– Marcos: El Rey de los judíos (15, 26).Este pasaje, más breve y conciso, recoge la acu-sación básica que lossacerdotes presenta-ron a Pilato en contrade Jesús, aquella quePilato tomó comocausa y razón de sucondena a muerte. Asíexpresa la experienciabásica de Jesús, quehabía actuado comoprofeta del Reino deDios en Galilea, peroque se había presen-tado en Jerusaléncomo Mesías, término que, en lenguaje jurídico ypolítico romano, podía traducirse como “Rey delos judíos”. Es poco probable que Jesús se pre-sentara como Rey (y menos como rey de losjudíos), pues, a su juicio, el Reino era de Dios. Élse tomaba más bien como Mesías de Israel o,quizá mejor, como pretendiente mesiánico, peroPilato no entiende ese término (mesías), pues noentra en cuestiones intrajudías. Por eso prefiereemplear un término político: Rey de los judíos.

–Juan: Jesús el Nazoreo el Rey de losjudíos (19, 19). El texto supone que el letrero esta-ba escrito no sólo en hebreo/arameo (la lenguade la zona), sino en latín y griego (las lenguas delimperio). De esa forma puso de relieve el carác-ter universal (mundial) de la condena y muerte de

Jesús. Los sacerdotes le piden que no ponga“rey de los judíos”, pues no lo sería en realidad.Pero Pilato lo mantiene el letrero, para humillar deesa manera a los sacerdotes, recordándoles quesu rey es Jesús. Más difícil de evaluar es el valorhistórico del otro término (Nazoreo, no Nazareno,como suele decirse).

Según Marcos, el letrero decía simple-mente “Jesús”. Según Juan añadiría: “Nazoreo”,que no significa simplemente que es de Nazaret,sino que pertenece al “nezer” o familia de David.

Ciertamente, esa pa-labra (nazoreo) puedehaber sido “creada”por el mismo Juan,para presentar el“nombre completo” deJesús, siguiendo elestilo del nombre de los emperadores,que constaba de tres partes, como TiberioCésar Emperador (deRoma). En esa línea,en vez de decir sim-

plemente Jesús (como Marcos), Juan habría con-servado el nombre completo de Jesús, con sustres elementos: Jesús Nazoreo Rey (de losjudíos).

Ese nombre (nazoreo, no nazareno, lorepito) constituye un elemento clave del mesia-nismo de Jesús, que no fue solamente “nazare-no” (de Nazaret de Galilea), sino “nazoreo”, des-cendiente del “nezer”, es decir, del “tronco” deJesé, que es la familia real de David, siendo portanto un pretendiente mesiánico.

La cuestión es saber si Marcos suprimióese título (Nazoreo), porque no quería presentara Jesús en la línea mesiánica davídica, o si Juanlo añadió (con un afán de purismo literario)… o si

Pasión en Salamanca10

Page 11: Pasión en Salamanca 2012

simplemente lo mantuvo, recogiendo así una tra-dición antigua, que presentaba a Jesús comoNazoreo, en una línea mesiánica que le vincula-ba a las promesas de David. Desde mi visiónexegética e histórica, las cosas se explican mejorsuponiendo que ha sido Marcos el que, conformea su estilo y queriendo desvincular a Jesús delmesianismo davídico/nazoreo, quiso suprimir esenombre, que recoge una tradición histórica.

Pienso, según eso, que el título originario,escrito sin duda en una sola lengua (griego, quizálatín) decía Jesús Nazoreo Rey de los Judíos(palabras que, por sus iniciales, aparecen comoINRI en las imágenes de la crucifixión). Desdeese fondo se entiende mejor la protesta de lossacerdotes de Jn 19, 19-24, que no tienen dificul-tad en reconocer a Jesús como nazoreo (pues loes, por familia), pero que no quierenaceptarle como rey de los judíos.

De un modo significativo, en elmomento clave del prendimiento, losagentes de la autoridad han llamado aJesús “nazoreo”, como suponiendo queese título tiene algo que ver con todo loque está sucediendo (cf. Jn 18, 5. 7 ytambién Mt 26, 71, que introduce ese títu-lo en el proceso de Jesús). Ciertamente,es difícil precisar hoy el sentido de esetítulo, pero todo nos permite afirmar queel prendimiento y muerte de Jesús estárelacionado con su condición de nazoreoo pretendiente mesiánico.

Permítase una pequeña licenciahistórica. Pienso, además, que Jesús noera un nazireo armado (un nazir de Dios,de los que no comen ni beben, pero luchaen la guerra santa, en la línea de Sansón)y añado que no subió a la ciudad deJerusalén para conquistarla, muriendo enel intento, sino que era un nazoreo no vio-lento. Jesús no fue nazireo, pero sí “nazo-reo”, un pretendiente mesiánico pacífico,alguien que supo dar la vida por la trans-formación personal y social, religiosa ynacional del judaísmo de su tiempo. Enesa línea, estrictamente hablando, los“nazarenos” de la Semana Santa no

deberían llamarse así (nazarenos de Nazaret),sino “nazireos”, comprometidos por la causamesiánica de Jesús.

Sea como fuere, resulta claro que Pilatocondenó a Jesús por ser (querer hacerse) “rey delos judíos”, pensando que de alguna forma élquería usurpar el “poder de Roma”. Para Pilato,Jesús es un rey fracasado, uno más en la granlista de pretendientes políticos vencidos, Para lossacerdotes será un falso rey, un engañoso profe-ta de mentiras peligrosas. Para los seguidores deJesús, ese título está al principio de su visión delmesianismo, pero sólo se puede entender desdela Cruz, y tras la experiencia pascual; antes (ofuera) de ella es un título de escándalo.

Xabier Pikaza,

teólogo.

11Pasión en Salamanca

Fotografías de Roberto Haro

Page 12: Pasión en Salamanca 2012

“A TUS mANOS, SEÑOR, ENcOmIENDO mIESPÍRITU”

JOSé mANUEL hERNáNDEz SáNchEz

Estas palabras con las que, según el

evangelio de Lucas, Jesús expira en la cruz (Lc

23, 46) pertenecen al salmo 31. Se trata de una

oración intensa y dramática en la que un cre-

yente, acosado por sus enemigos y al borde de

la muerte, se desahoga con Dios. Es un texto

lleno de fuerza que, por una parte, describe con

imágenes desgarradas la situación extrema a la

que ha llegado; pero que, en una segunda

parte, refleja con no menos fuerza e intensidad

la certeza de que Dios le va a socorrer. Por eso,

no duda en concluir con una invitación a la

acción de gracias por la acción liberadora de

Dios.

Un poema en tres tiempos

El salmo arranca (v. 2-9) con una intensa peti-ción de ayuda a Dios, con un grito de socorro y auxi-lio acompañado de algunas motivaciones, en formade títulos divinos, que justifican esa súplica. A Dios sealude con cinco imágenes vigorosas, que sugieren laidea de fuerza y seguridad: Dios es “roca – fortaleza– baluarte – alcázar – refugio”. El creyente, en mediode su angustia y aflicción, cuando se ve a punto decaer, no recurre a “los ídolos vanos”, sino a su Dios,reafirmando una confianza absoluta en Él.

En la segunda parte (v. 10-19) se describecon más detalle la situación lamentable en que le hanpuesto sus enemigos: le han tendido una red, viveentre suspiros y lágrimas, se siente agotado y con-sumido, es objeto de burla e irrisión, su estado es tanrepugnante que provoca la huida de los amigos…,para concluir con una imagen muy expresiva: ya nose siente persona, tiene la sensación de que sólo es“un cacharro inútil”. Pero, justamente en medio deesta situación, en el centro mismo del poema, apare-cen las expresiones más rotundas de confianza: “Yoconfío en Ti, Señor y te digo ¡Tú eres mi Dios!” (v. 15),

“Mi destino está en tus manos” (v. 16), “¡Sálvame portu amor!” (v. 17), “¡No me defraudes!” (v. 18).

La última parte se abre con una exclamación:“¡Qué grande es tu bondad, Señor!” (v. 20). Está tanseguro de que su súplica será escuchada y atendida,que el grito inicial de socorro se convierte ahora enestallido de júbilo y alabanza “¡Bendito sea el Señor!”(v. 22). Y concluye sacando de la experiencia que leha tocado vivir una doble lección o moraleja: hay queamar al Señor y hay que ser fuertes y mantenersiempre el ánimo.

Una oración apropiada para decirla Jesúsen la cruz

Tal y como los evangelios describen la muer-te de Jesús en la cruz, este salmo es el texto másapropiado para poner en sus labios. Los enemigoshabían estrechado el cerco contra él y, al verse alborde la muerte, Jesús, como creyente se volvería aDios apelando a su fidelidad. Hay, además, en elsalmo una serie de detalles en algunas expresiones,que se estaban cumpliendo al pie de la letra: gruposdistintos se habían puesto de acuerdo para quitarle lavida y habían vociferado “¡crucifícale!”; sus discípu-los, sus amigos, le habían abandonado y habíanhuido; al estar crucificado junto a una de las puertasde la ciudad, se había convertido en el hazmerreír decuantos pasan junto él; la denigrante ejecución enuna cruz le había despojado de su dignidad humanay todo parecía confirmar que se trataba de un rotun-do fracaso, como “un cacharro inútil”…

Por otra parte, desde el “¡Abba!” que Jesúspronunció en Getsemaní (Mc 14, 36), ha asumido lacruz en una actitud de filial obediencia y de la másabsoluta confianza en el Padre. Es lógico, pues, quede sus labios saliese una plegaria con expresionescomo: “Yo confío en ti…; sálvame por tu amor…, entus manos pongo mi destino…, Padre a tus manosencomiendo mi espíritu”.

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Con toda razón la liturgia del Viernes Santoincorpora este salmo entre la lectura del poema delSiervo de Yahvé y el texto de la carta a los Hebreos,antes de la lectura de la Pasión.

Una oración oportuna también para noso-tros

La actitud de Jesús en la cruz quedó comoreferencia obligada para todos los que quisieran serluego sus seguidores. Y así, el primer mártir cristiano,el diácono Esteban, muere repitiendo las mismaspalabras con las que expiró Jesús. El libro Hechos delos Apóstoles atestigua queEsteban expiró diciendo “Señor,recibe mi espíritu” (Hch 7, 59).

Más allá de este dato,hoy nosotros nos podemos iden-tificar también con esta oración.Hay en nuestra vida y en nuestromundo muchas situaciones quenos ponen a prueba. Frente aellas tenemos que echarle corajey resistir. Pero no es suficiente.Los creyentes tenemos querecordar que por encima denosotros hay Alguien que estápendiente de nosotros, queacompaña y conduce misteriosa-mente nuestra historia, y a quienhemos de levantar los ojos y lapalabra para repetir una y otravez: “Padre, pongo mi vida en tusmanos”.

La Liturgia de las horas,en la última oración del día, en elrezo de Completas, nos invita arepetir esa misma oración: en elresponsorio se dice “A tusmanos, Señor, encomiendo miespíritu; tú, el Dios leal melibrarás”. Es la palabra adecuadapara retirarse a dormir y asegurarun buen descanso, sabiendo queestamos en tan buenas manos.

Carlos de Foucauld, seguramente ins-pirándose en este salmo y en esta escena delevangelio, ha popularizado una oración muyconocida y repetida hoy por muchos creyentes:“Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí loque tú quieras. Sea lo que sea te doy las gra-cias… Te confío mi vida, te la doy, porque Túeres mi Padre.”

José Manuel Hernández Sánchez,

responsable de los Grupos Bíblicosy Párroco de La Purísima. Salamanca.

Dibujo de Andrés Alén

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LO QUE vIvEN LAS cOFRADÍAS DE bILbAOmARÍA JOSé LANzAGORTA ARcO

Hablar de religiosidad en Bilbaodespués de la guerra civil, es hablarde Semana Santa. Con la creación

de las cofradías, a excepción de la SantaVera Cruz que ya existía desde 1554,después de nuestra guerra civil, se marca unnuevo camino en la religiosidad de la ciudad.Han pasado los años, han desaparecidoalgunas cofradías y otras después de perio-dos de silencio han vuelto a salir a la callecon sus pasos y sus hábitos. La religiosidadha cambiado de forma contundente; en laactualidad las cofradías sobreviven a unaprofunda crisis de fe que acompaña a lasociedad. Antiguamente formar parte de unacofradía era algo importante, algo que mar-caba a la persona; hoy en día cada vez sonmenos los cofrades que integran dichas insti-tuciones. Hay que buscar el origen de estedecaimiento de las cofradías bilbaínas endiferentes espacios que imperan en lasociedad actual. La política que se ha vividoen el País Vasco en los últimos tiempos haalejado a la juventud de todos los valores quese vivían en tiempos pasados. Junto a esealejamiento de los valores básicos, tambiénse ha dado un giro en la religiosidad, losjóvenes se han apartado de ella y es muy difí-cil acercarles a todo lo que tenga algo quever con la religión y menos con la Iglesia.

Las cofradías que beben de laaportación de nuevos cofrades en sus filas,se ven afectadas por esta falta de fe quedomina en la sociedad. Cada cofradía sesurte de cofrades en los diferentes ámbitosdonde esta se mueve, pero es muy difícil,cada día más, el tener jóvenes en cada unade las cofradías que en este momento hay enBilbao. Si quitamos las que se encuentraninsertadas en colegios, como Jesuitas oSantiago Apóstol, en las demás el número dejóvenes es cada día más escaso, lo quesupone un serio problema de continuidad.Hay cofradías en las cuales apenas hay ya

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cofrades, otras que tienen muchos, pero soncofrades que no duran mucho tiempo dentrode ellas. Son “cofrades de ida y vuelta”, un añoestán y al siguiente ya no, no se comprometen,no son capaces de permanecer con un com-promiso por más de una temporada. Otra delas dificultades con las que se enfrentan lascofradías es la falta de atención por parte delas Instituciones, estas no dan el valor que lascofradías tienen en la sociedad o por lo menosque deberían tener. Son muy pocas las sub-venciones, las ayudas y los compromisos queestán dispuestas a darles. En la ciudad se haperdido todo ese espíritu que en épocaspasadas se vivía, donde las procesiones deSemana Santa formaban parte del entramadode la misma ciudad. Es cierto que los tiemposhan cambiado, y que en la actualidad y creoque más en el País Vasco, los días de SemanaSanta, son días vacacionales, días donde eléxodo de la población deja a la ciudad prácti-camente vacía.

Los turistas, muchos de ellos extran-jeros, son los mayores espectadores de lasprocesiones que caminan cada día deSemana Santa por las calles de Bilbao, peropocos bilbaínos son los que acuden a “ver lasprocesiones”, como sucedía antaño.

Pero si contamos que desde lasInstituciones no se le dan a estas el lugar quese merecen, no podemos pedir a la ciudad queactúe de otra forma. En Bilbao, donde hay pro-cesiones desde el Viernes de Dolores hasta elDomingo de Resurrección, estas, que tienenun recorrido establecido y siempre peleadocon el Ayuntamiento, discurren por las callesjunto con el tranvía, los autobuses urbanos, loscoches y muchas veces con manifestacionesautorizadas por el mismo Ayuntamiento uórgano competente a la misma hora y por elmismo recorrido que transcurre la procesión.Ha habido épocas pasadas, en donde las cir-cunstancias todavía eran peores, a loscofrades se les insultaba, se les tiraba huevosdesde las ventanas a su paso desde la sede alinicio de la procesión. En estas circunstanciaslas cofradías han subsistido a través de losaños, con empeño y con tesón, ante multitudde adversidades y piedras en el camino.

Son años complicados para todos, peropara las cofradías están siendo muy duros, lafalta de cofrades, la falta de espíritu religiosopor parte de la sociedad y los organismos quegobiernan, hacen que cada Semana Santasea un reto para cada una de ellas. Hace yamuchos años que las Instituciones no estánpresentes en los actos de la Semana Santa, nien el Pregón que da comienzo a las celebra-ciones, ni en las procesiones ni en ningún actoque estas realicen.

Pero no toda la culpa se le puedeatribuir a la falta de religiosidad o la falta desensibilidad por parte de las autoridades; lascofradías no han sabido hacer las cosas comoquizá había que hacerlas, no han sabido ac-tualizarse, ni darles un carácter másdemocrático. Todavía existen cofradías quesiguen sin actualizar sus estatutos, que norealizan votaciones para elegir a sus mandos,que gobiernan a base de mandatos y sobretodo que no hacen más vida que la estricta-mente referente a los días de Semana Santa,misa de difuntos y poco más. Este es uncamino nada afortunado para mantener unacofradía unida, para que los jóvenes se involu-cren en ella y para que los cofrades se sientanunidos y a gusto en ella.

Tendrían que cambiar muchas cosaspara que la Semana Santa bilbaína, adquierala altura que le corresponde y que en un pasa-do tuvo, ya que tiene todos los ingredientesnecesarios para ser una de las SemanasSantas más importantes de España. En laactualidad, en muchos lugares ni se sabe queen Bilbao hay una Semana Santa que data delsiglo XVI y que ha sido una de las más impor-tantes, con pasos de autores de gran nombre,de época barroca e incluso alguno del sigloXVI, de grandes imagineros.

Tendrían que cambiar las Instituciones ytambién las cofradías, ponerse en su lugar, enel lugar que ocuparon años atrás, y a pesar deque las circunstancias no son las mejores, apesar que en la actualidad la religiosidad estáen sus horas más bajas, estas deben mante-nerse y crecer en la medida que puedan.

María José Lanzagorta Arco,

licenciada en Teología y Geografía e HistoriaUniversidad del País Vasco/EHU.

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La cruz es ya un encaje de termitas,cuyo temblor oscuro,

contra el terroso cielo de cendales rasgados, recorta la silueta de una mortal pregunta.

Lirios rotos y lágrimas;bocas secas de polvo y de respuestas;

hilos de luz colgandodel fanal mortecino del silencio,

de la paloma triste del temor.

Labio agrietado, frutomaduro en el amor, el de una madre

que, entreabierto y sumiso,bebe la última gota que destila su Ser.

Pupila sumergida en las saladasaristas del dolor.

Nada y ayer —pues rodará una losa—,nada y ayer —pues consumó la tarde—.

vacío y profanado el Santuario;de par en par la puerta;

solo un eco de llantopalpita dulcemente en su pared.

MATERNAL LLANTOJn 19, 25

Estaban junto a la cruz de Jesús su madrey la hermana de su madre,

María de Cleofás, y María Magdalena.

Soledad Sánchez mulas

Fotografía de Roberto Haro

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JESÚS, DESPOJADOFRUcTUOSO mANGAS

Es el título principal de la nueva cofradía que ha sido erigida en Salamanca.

Así fue

“Se reparten mi ropa, sortean mitúnica”, el lamento del salmo 22 estabatan a flor de labios que los cuatro evan-gelios lo recuerdan y lo aplican con preci-sión y hasta, en el caso del cuarto evan-gelista, con detalles extremos y llenos deintención.

Por segunda vez Jesús es desnu-dado. Ya lo había sido en el pretorio paraser azotado y ahora, sin duda con mayorvejación, antes de ser crucificado. Es unamedida que responde por un lado a laescasez de textiles que provocaba la

rapiña de los verdugos y por otro al casti-go de la vergüenza pública con unadramática desnudez a la vista de todos.Nos hemos acostumbrado a la imagen,pero tiene una crueldad innecesaria yextrema. Y no en vano ni por casualidadtantos verdugos de cualquier tiempo handesnudado a sus víctimas para despojar-las de dignidad y de resistencia.

Ya le habrían arrebatado el manto,ahora le arrancan la túnica, le quitan conmedio zarpazo el resto de la ropa, ele-mental y escueta en un humilde judío, leacomodan un paño viejo usado ya conotros condenados y por eso lleno de san-gre y heces y así, en lo más bajo deloprobio, es clavado y elevado en alto

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sobre la cruz… Desnudo, a la vista y enalto es nadie. Sin olvidar el llanto extre-mo de amigos, seguidores y especial-mente de María, su madre. Aunque resul-te increíble millones y millones de vecesse ha repetido escena semejante entodos los tiempos y lugares. Nunca olvi-daré la impresión que me causaron aque-llas cinco páginas en las que el Nobel de1962, Ivo Andric, en El puente sobre elDruina, describe minuciosamente el com-plicado proceso del empalamiento izandopor fin al condenado a la vista de todoshasta morir en grito vivo durante cuatrodías.

Despojado, más que un nombre

Jesús desnudado, despojado,expoliado, robado, desvalijado, desposeí-do, vejado, saqueado, violentado, desva-lido… es la imagen extrema del Hijo deDios metido en lo más inhumano de nues-tra condición humana. Hasta ahí seabajó, despojándose de todo y siendouno de tantos crucificados en las laderasy caminos del Imperio. Por eso es un títu-lo que estremecería las entrañas de todacofradía que lo lleve en su nombre. Haynombres y nombres.

Y es dolorosamente inevitable veren el expolio que se hace sobre Jesús lasviolencias y despojamientos sufridos ayery hoy por tantas personas en todas laspartes de la tierra, cerca y lejos. Es unpanorama que sobrecoge, desde el ham-bre, incansable y mortal, que no cesa,hasta los derechos humanos pisoteadosde mil modos cada día… Son los despo-jados, los desnudados, los robados, losdesvalidos, los desposeídos, los nadiesde la tierra…, esos que “no valen lo quevale la bala que los mata” según el gritode Eduardo Galeano con el que fija lo quevale un “desvalido”. Y así cientos demillones de personas, de hijos de loshombres, de hijos de Dios, de hermanos,de co-hermanos” nuestros, de “cofrades”de todos… ¿Puede subir más alto lacrueldad de los que pueden y no hacen obajar más abajo la indignidad de cuantosrespiramos sin decir ni hacer nada?

En eso estamos. Cada cuaresma ycada día, cada Semana Santa y todas las

semanas, cada viernes santo y todos losviernes de todos los calendarios, esta-mos en las mismas: el mandato de amory la indiferencia, la dignidad de cada unoy el maltrato, el pan abundante y el ham-bre, cubiertos de dones y despojados detodo don… Y la Pasión sigue. Y el Expolioy el Despojamiento.

Cada uno tiene la acción y la palabra

Por supuesto. Aunque desde losviejos profetas nos lo tengamos querecordar una y otra vez. Y en estos días,algo más santos que lo de costumbre sies que eso es posible, nos lo recordamoscon especial gravedad:

- los despojados de pan tendrán que serrevestidos de la justicia de cada día- los despojados de voz y de palabra tie-nen derecho al manto diario del respeto ydel grito- los desposeídos de esperanza y derazón necesitan ser revestidos de paz yde futuro- los desvalidos de Dios y de fe necesitanla oferta, humilde y medida, del gozo dela fe- los robados en promesas y desencantostienen pleno derecho a ser revestidos defeliz fidelidad- los desvalijados de libertad y de huma-nidad deben ser cubiertos con la nobletúnica de la dignidad- los desnudados de derechos recibirán lavestidura completa de todos los derechoshumanos

Y mil revestimientos más paradevolver a los despojados sus vestidos,su pan y su dignidad, la justicia negada,la dignidad secuestrada, todos los dere-chos robados…

La imagen de Jesús despojado desus vestidos a la vista de todos es un cla-mor en medio de nuestra calle abriéndo-se paso entre los expoliados y desvalidosdel mundo. Y su contemplación deberáponer a prueba la verdad de nuestra pie-dad y el alcance real de nuestro compro-miso cristiano.

Fructuoso Mangas Ramos,sacerdote diocesano.

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LAS METÁFORAS DEL DOLOR EN J. M. FERREIRA CUNQUERO

ASUNCIÓN ESCRIBANO

Hablar de la metáfora es nombrar la

identidad última de todo. Más allá de

ser un recurso retórico inevitable de

carácter embellecedor de la ya de por sí her-

mosa realidad, la metáfora identifica aquello

que de común tienen las cosas. Nombra la

esencia única y verdadera del universo. No es

una invención, es un reconocimiento que con-

duce más lejos de sí la mirada, corrigiendo esa

miopía arbitraria de lo convencional.

Sin embargo, ensanchar el propio ver

con las palabras es sólo una capacidad de los

más grandes. Es algo que no se aprende. Se

nace con las retinas preñadas de milagros o no

se aprende. Quizá por ello, han sido los mejo-

res poetas los que han ofrendado al lenguaje

con las más intensas imágenes, consiguiendo,

de este modo, enriquecer la realidad con nue-

vas y desconocidas combinaciones de prodigio-

sos sintagmas.

Y si se habla de símbolos únicos, la

memoria de la Semana Santa ha dotado la his-

toria literaria de representaciones espléndidas

que hablan de la realidad de manera sacral, en

la pluma de los poetas que más la han sentido

como propia. En este sentido, toda la escritura

elaborada en torno a esta celebración es una

cantera sorprendente de los emblemas del

dolor, del sufrimiento del Cristo, y también del

hombre que lo contempla afligido.

Entre estos escritores, cómo no nombrar

con mayúsculas a José Manuel Ferreira

Cunquero, poeta por antonomasia de este tiem-

po de evocación desconsolada. Sus metáforas

hablan de una fe intercalada como veta perfec-

ta en la palabra más intensa amasada en el

poema. Consigue, de este modo, Ferreira

Cunquero crear toda una imaginería insólita del

sufrimiento del Cristo, anudada en torno a un

haz semántico que agrega dolor, tristeza y llanto.

Esta triple red conceptual multiplica sus

resonancias al ir enlazados estos términos en

los poemas de José Manuel Ferreira a una

compilación excepcional de figuras portento-

sas. Esa malla establecida en torno a la deso-

lación se materializa en este autor en una gavi-

lla de términos que construyen en su discurrir

poético la concepción de una afrenta escanda-

losa al Cristo que el hombre-poeta siente como

propia.

En primer lugar, el poeta se siente des-

terrado de la historia y por ello señala con su

verbo la incapacidad carnal de su presente. De

este modo, sólo le queda permitir que su ánimo

se traslade en el verso al gesto físico de la

indignación. “Mordiendo sube la tristeza/ hasta

ser llorando en su frente/ el miedo”, escribe

entonces en “Escena”, con una prosopopeya

agresiva que simboliza esa mandíbula cerrada

de la impotencia total, y que refleja toda la

crueldad que nace de no poder intervenir en el

curso obligado del pasado ya escrito.

Ese abatimiento interior del escritor

busca permanecer a pesar del paso del tiempo,

quiere ser señal de un compromiso duradero,

tangible, y lo hace mediante la plasmación de

un dolor que no se permite ser efímero, y

extiende sus dominios más allá del espacio de

la celebración semanasantera. De aquí que

esta consternación se vuelva material, tierra,

extensión geográfica creciente con vocación de

permanencia. Las “comarcas de la tristeza” de

su poema “Lo he visto” acogen, de este modo,

la llegada del Cristo roto, como modo hiperbóli-

co de hablar de su potestad. Esas comarcas a

las que adviene el Cristo consiguen invadirlo

todo y la tierra se conmueve con el dolor de

quien la habita, recurso este muy frecuente en

Ferreira Cunquero, quien consigue como nadie

encarnar en piedras y paisajes la conmoción de

lo humano.

Y junto a ellas, la alusión a la sangre:

“coagulada la pena se vislumbra/ sobre la

noche” en la “Procesión en Castilla”. Ambas

imágenes nos hablan en realidad de los consti-

tuyentes materiales básicos del hombre, tierra y

sangre, que dan amparo al pesar que los con-

tiene. La sangre se manifiesta también en la

encarnación corporal del daño, adjetivada aho-

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21Pasión en Salamanca

ra con el tinte de la linfa: “la honda aflicción detu pena encendida”, le canta José ManuelFerreira Cunquero a la “Dolorosa de Montagut”,o alude en el poema “Calvario” al clavel que“torna en llanto enrojecido”, semejando en lágri-mas o flores la hemorragia, una de las repre-sentaciones más agresivas de la muerte inme-recida del Dios que se hizo igual al hombre parasusurrarle de cerca y mirándole a los ojos.

Por otro lado, como modo pequeño ycotidiano del permanecer, esa conciencia deso-lada se vuelve densa, concreta, real. Por ello,también se ofrece volcada en los verbos delhacer. Tejida o tallada, la ciudad o la tierra sedejan empapar por el ánimo de los hombresque las ocupan y así canta o llora el poeta en“Nazareno de la Vera Cruz”: “Salamanca sedespierta/ tallada en dolor y sombras”; o“dolor de esta tierra o triste clamor/ queteje en la noche el paño que carda”, en“El Cristo del Amparo”. No otra cosanecesita el hombre, cuyo tactobusca palpar entre las sombras laseñal concreta y permanente delo sentido.

Finalmente, como últimogesto de la carencia, tambiénacude José Manuel FerreiraCunquero a los verbos de ladireccionalidad violenta, que seasemejan al látigo o a la lanza:“tristeza clava universitaria/en el nocturno caminar quegrita,/ con apenada hondurauna p lega r ia ” e s c r i b e e n“ H e r m a n d a d Universitaria”.“Tristeza eyaculada por el miedo”, en“Huerto de los Olivos”. Venablos expre-sivos que apuntan a la herida y tambiéna la incapacidad del hombre para evitar-la. Infamia recreada y resurgida en lospoemas de manera oblicua, como en uncuadro, como hacen líricamente los quesaben hacer…

Las imágenes del dolor en los poe-mas de Ferreria Cunquero estiran su rea-lidad material para alcanzar ese “imposi-ble verosímil” del que hablara Aristóteles.Y no ha de extrañarnos, porqueesa paradoja que dilata la lógicaen dos direcciones contrariases laque también se perpetúa en la

Semana Santa: la Resurección contenida en lamuerte. Y esa certeza rotunda es la luz queguía los pasos de este escritor en sus poemas.Terminamos de este modo con unos versoshomenaje a los “Poetas ante la Cruz” que, reco-nociendo la suma de aflicción y esperanza quesupone la cruz, así lo atestiguan: “alzamoshasta tu cruz,/ madero de sangre y luz,/ la vozde nuestra poesía.”

Asunción Escribano,

catedrática de “Lengua y Literaturaespañolas” (UPSA).

Procesión del Arrabal, dibujo de Andrés Alén.

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PASIÓN EN SALAmANcA[DESDE SUS cANcIONEROS POPULARES TRADIcIONALES] (II)

PILAR mAGADáN chAO

La Palabra y sus músicas “como parteindivisible e inseparable sustentando laCruz” nos acerca al infinito, con respec-

to a la inspiración creativa del pueblo salmanti-no.

El Cancionero Salmantino de D. DámasoLedesma (editado en Madrid 1907 y CancioneroSalmantino Segunda Parte (Salamanca 2011)así como el Nuevo Cancionero Salmantino( S a l a m a n c a1943) y Páginasinéd i tas de lCancionero deS a l a m a n c a( S a l a m a n c a1995) del Dr.Aníbal SánchezFraile, son testi-monio de esafuente de creativi-dad y de hondolirismo.

El estudiode dichos Can-cioneros ofrecereferencia impa-gable para com-probar, a travésdel trabajo “decampo”, la frecuente permanencia viva en eltiempo, de melodías y ritmos transcritos en sudía. De este análisis comparativo se deduceque los textos (en este caso, “la Palabra sus-tentando la Cruz”) se ven felizmente comple-mentados, gracias a los “Cancioneros vivientes”que raramente pasan a la imprenta, personifi-cados en quienes han podido y han queridoofrecerte el caudal de su sabiduría.

Con profundo agradecimiento y recuer-do, evoco a Trinidad Estévez San Juan(Puebla de Yeltes 1915-2005) que guardó en suespíritu y en su memoria, la interminable rique-za literario-musical de su pueblo. La claridad

mental y la entrega de Trinidad, la impulsaron atransmitir sus saberes, en su pueblo principal-mente y también a quienes solicitasen informa-ción. A esa noble tarea dedicó gran parte de suvida. Personalmente creo (dada su actitud y porlos datos que conservo en mi archivo) que esatarea fue la vida misma de Trinidad Estévez.

Son innumerables los ejemplos que trassu información, demostraron la pervivencia delas músicas transcritas en los Cancioneros

que nos ocu-pan, y el enri-quecimiento delte x t o ( L aPalabra) conrespecto a losmismos. Paraprimera mues-tra, que nodebiera ser laúltima, escoge-mos la Letrilla

a Jesús queilustra y rema-ta el capítulo Ide esta serie(Pasión en Sa-lamanca 2011

pp.18 -19), que incluye música y texto recogidosen el Nuevo cancionero salmantino (pp. 121 y207) del Dr. Aníbal Sánchez Fraile. La partituraque ilustra dicho capítulo es testimonio de loque exactamente pude escuchar en Puebla deYeltes a Trinidad Estévez y sus seguidoras, enmayo de 1977. Sin embargo, para ellas laLetrilla a Jesús del Nuevo cancionero era tansolo la primera estrofa de las doce que integra-ban el diálogo Madre-Hijo que, con la mismaforma poética, algún arcaísmo e idéntico espa-cio (la calle La Amargura) conservan allí, condatos muy precisos en cuanto a título y momen-to: Soledad de la Virgen (Viernes Santo

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Trinidad Estévez San Juan, transmite su sabiduría literario-musical enPuebla de Yeltes (Salamanca), mayo de 1977 (foto: Pilar Magadán).

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noche). Debo señalar que Trinidad no se con-formó con cantar y autorizar que grabase sucanto: Me ofreció su impagable informaciónmanuscrita personalmente. De ella transcribo,en forma facsimilar y como ilustración, la prime-ra estrofa (común a la recogida por mi maestro,D. Aníbal, para su Nuevo cancionero editadoen 1943) y también la duodécima estrofa, conese rotundo “-FIN -------”, para un diálogo mater-no-filial sentido e ingenuamente lírico.

Fue propagado con una generosidadconsciente de que con ella se enriquece nuestroacervo popular salmantino y, sobre todo, se inte-gra como parte indivisible e inseparable de laPalabra sustentando la Cruz.

Jesús de mi alma Hijo de mi vidaHijo de mi vida Jesús de mi almaMira que a tu Madre las lágrimas corren, suspiros

exhalanMira que a tu Madre las lágrimas corren, suspiros

exhalan.

De las mis entrañas, Hijo muy amadoHijo muy amado de las mis entrañas¿Dónde están los besos, dónde están las risas

que a mí me causabas? ¿Dónde están los besos, dónde están las risas

que a mí me causabas?

¡Ay Madre querida!, no se acerque a MíNo se acerque a Mí, ¡ay Madre querida!Aparta tu vista, no mires el rostro de quien te adorabaAparta tu vista, no mires el rostro de quien te adoraba.

Prenda muy amada, ¡adiós, Hijo mío!Adiós, Hijo mío, Prenda muy amadaTu madre se aleja, porque losa fría tu cuerpo ya

aguarda Tu madre se aleja, porque losa fría tu cuerpo ya

aguarda.

Enjuga esas lágrimas, Madre de mi almaMadre de mi alma, enjuga esas lágrimas Que ya mis tormentos, que ya mis angustias

aumentan y agrandanQue ya mis tormentos, que ya mis angustias

aumentan y agrandan.

Que enjugue esas lágrimas, ¿cómo quieres, Hijo?¿Cómo quieres Hijo que enjugue esas lágrimas?Si tu Rostro veo, si tu cara observo con sangre

manchadaSi tu Rostro veo, si tu cara observo con sangre

manchada.

En esto diciendo, Jesús con la CruzJesús con la Cruz en esto diciendoAl suelo se cae, su Rostro Divino de polvo cubiertoAl suelo se cae, su Rostro Divino de polvo cubierto.

Caminando Cristo va al Monte Calvario,Va al Monte Calvario caminando CristoSu Madre le sigue, la sangre que vierte, de guía le

sirveSu Madre le sigue, la sangre que vierte, de guía le

sirve.

Al Gólgota llega con la Cruz, cansadoCon la Cruz cansado, al Gólgota llegaEn Ella le clavan, sus manos traspasan, sus pies

agujeranEn Ella le clavan, sus manos traspasan, sus pies

agujeran.

Debajo la Cruz se puso su MadreSe puso su Madre debajo la CruzLa sangre salpica su toca y su cara la tiñe de sangreLa sangre salpica su toca y su cara la tiñe de sangre.

Pilar Magadán Chao,investigadora e intérprete de la música tradicional.

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Pasión en Salamanca24

A la memoria de Federico Lozano 2

por acercarnos al pasado

La Semana Santa salmantina ha sabido con-servar ritos seculares de religiosidad popu-lar que ayudan a mantener viva su identi-

dad. Tradicionalmente, desde el día de JuevesSanto, enmudecían las campanas de las iglesias–en señal de duelo por la muerte de Cristo– hastaque la llegada del Domingo de Resurrección dabapaso a la exaltación de la alegría. En esa mañanade Pascua Florida, tenían lugar en la ciudad deSalamanca diversas manifestaciones como lasque aparecen recogidas en el siglo XVII en elarchivo de la cofradía de la Vera Cruz y que se per-dieron con el tiempo. Entre otras, lasdanzas religiosas de gitanos,zapateadores, turcos, indios,labradores y otros gre-mios, acompañados detamboriteros. Entre ellasse menciona en el año1621 la Danza delTriunfo de la Cruz, com-puesta de ocho danzan-tes ataviados con sayosde brocatel y sombreros conplumas, que realizaron unaescenografia relacionada con la invernacion de laaparicion de la cruz en un altar, haciendo mudan-

za al son de un tamboril3 .

A lo largo del tiempo, perdida la tradición delas danzas procesionales de Resurrección, elEncuentro entre el Hijo y la Madre –que ha cono-cido distintos escenarios salmantinos–, era anun-ciado con el estallido de los cohetes, el vuelo delas campanas y a mediados del siglo XX con pie-zas musicales interpretadas por los Coros deEducación y Descanso dirigidos por el maestro D.Bernardo García Bernalt.

La antigua costumbre de danzar, solemne-mente, delante de la Virgen y el Cristo fue recupe-rada por el Grupo de Coros y Danzas deEducación y Descanso que en el año 1941 hicie-

ron resurgir los grupos de danzas en la provinciasalmantina y a partir del 1961 comenzaron a parti-cipar en la citada procesión, con danzas religiosasde la provincia entre las que destacaba la Danza

de la Cruz.

DANZA DE LA CRUZ EN LOS VILLARES DE LA REINA

Las danzas procesionales existieron endiversas localidades salmantinas donde se con-servaron durante siglos. Danzas que en palabrasde D. Miguel de Unamuno, son expresión del almasalmantina, tesoros de cerebro y corazón, conmelodías y ritmos elaborados por el pueblo que esel que hace lengua y música.

Tras un largo y conti-nuado proceso de evolu-ción, algunas pervivieron

hasta la primera mitaddel siglo XX como laDanza de la Cruz del

domingo de Pascua deResurrección en los

Villares de la Reina. Estadanza se halla vinculada ala antigua organización de

las cofradías y la importanciaque la cera adquirió en ellas4. La ejecutaban Losmozos de la Cera del Señor, que eran aquellossolteros que servían al Santísimo durante un añoantes de contraer matrimonio, cuidando de la ceraque lo alumbraba, como se documenta en suarchivo parroquial, en el siglo XVIII, concretamen-te en el año 1706:

Tiene por costumbre dicho lugar quelos mozos, tanto los del lugar como los queestán sirviendo en él de fuera, ponen diezachas en el presbiterio de dicha Iglesia todoslos días de la festividad del Señor y festivida-des clásicas que ay en la dha Iglesia siendoestilo práctico renovarlas a su costa losmozos que entran de Mayordomos que lla-man de la Cera y ellos se nombran en cada

DOmINGO DE RESURREccIÓN. LA DANzA DE LA

cRUz DE LOS vILLARES DE LA REINA1

ROSA mARÍA LORENzO LÓPEz

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25Pasión en Salamanca

un año y a costa de diferentes limosnas quepiden entre año para ello y solo ellos cuidanesta cera y disponen de ella… Todo ello estáen práctica hasta el día de oy y tiene dchaCofradía por propio para ayuda de sus gas-tos, una casa, un zenso, tierras, viñas 5.

Sus obligaciones incluían la participaciónen determinadas fiestas religiosas de la localidadcomo las velambres, ritos religiosos de protecciónhacia las cosechas, que se conocían como laSemana de la Cera de los Mozos del Señor.

O en la de Pascua de Resurrección, bai-lando la Danza de la Cruz ante la imagen de unNiño Jesús que simbolizaba a Cristo Resucitado.Esta danza se perdió con el tiempo y fue recupe-rada en la primera mitad del siglo XX por FedericoLozano, de Los Villares de la Reina, magistral bai-lador procedente de una familia de lígrimos folklo-ristas y autor de la coreografía de esta danza.Profesor del grupo de Coros y Danzas supo trans-mitir este legado tradicional teniendo en cuenta elcontexto geográfico y religioso de una danza cas-tellana, con la indumentaria propia del lugar.

La Danza de la Cruz, describe en su cuida-da coreografía la Resurrección, danzando de unaforma majestuosa y solemne. Consta de dos par-tes:

La primera, con los danzantes formandouna cruz, simboliza la adoración al leño sagrado ytransmite la honda y pura emoción de una danzasacra.

La segunda es un paleo de gloria propio dela festividad que se va trenzando y destrenzandoal ritmo del tamborilero mientras el cantador ensal-za la Resurrección de Cristo con sencillas estrofascomo las siguientes:

Esta cruz que aquí formamos/la heredamos del Señorpaso a paso, hasta el Calvario/tres veces Cristo cayó.llamaron al Cirineo/para ayudar al Señor.

Jueves Santo, Jueves Santo/tres días antes de Pascuacuando el Redentor del mundo/a los discípulos llamaba.

Ya resucitó Jesús/Dios y hombre verdaderoya resucitó Jesús/en la tierra y en el Cielo.

La danza finaliza, con los danzantes com-poniendo nuevamente la cruz, para acompañar alSeñor durante la procesión.

Tradicionalmente la realizaban los varones,Los Mozos de la Cera del Señor, pero en la actua-lidad está compuesta de doce danzadores queincluyen a hombres y mujeres.

La Danza de la Cruz de Federico Lozano,cuenta con importantes premios nacionales e inter-nacionales. Entre ellos destaca el Primer PremioNacional de Danza (Madrid 1965), Hacha de Plata(Polonia 1992) o el Primer Premio en el IX Festivalde Bailes Regionales (Madrid 1997).

El grupo de Coros y Danzas que se formóen los años 40 del pasado siglo, se fue renovandoa través de los años y en 1978 se creó el Grupo deCoros y Danzas “Federico Lozano” en honor alilustre maestro, coreógrafo y bailador. En la actua-lidad, con el rigor que le caracteriza, aún continúallevando en su repertorio la Danza de la Cruz, unade las piezas más bellas de las danzas procesio-nales salmantinas que año tras año, pueden con-templar miles de salmantinos en la procesión delEncuentro que tiene lugar en la Plaza Mayor deSalamanca.

Rosa Mª Lorenzo,

etnógrafa.

1Mi sincero agradecimiento a Dña. Pepita del Pozo,Presidenta del Grupo de Coros y Danzas “Federico Lozano”y gran experta en el folklore salmantino, por su generosadisposición y ayuda y al Grupo de Coros y Danzas “FedericoLozano”. 2 Excelente bailador y maestro, al que tuve la suer-te de conocer cuando era profesor de baile en el Centro deCultura Tradicional que entonces dirigía Ángel Carril y yodesarrollaba allí actividades docentes e investigadoras enEtnografía. 3 AHPS Prot. Not. 4344, f. 690, 691 y 751, 752.Dato que también es recogido por el profesor D. FranciscoJavier Lorenzo Pinar en su libro Fiesta religiosa y ocio enSalamanca en el siglo XVII. (1600-1650), Salamanca,Ediciones Universidad de Salamanca, 2010 pág. 64. 4 Lorenzo López, Rosa Mª, “La cera en la religiosidad popu-lar: Las cofradías salmantinas” Studia Zamorensia, nº 4,UNED Zamora, 1997, págs. 251-259. 5 ADS. Libro Becerrode la parroquia de Villares de la Reina, 389/23. Año 1706 f. 32.

Fotos cedidas por Pepita del Pozo. En la página anteriorFederico Lozano con su grupo de coros y danzas enZakopane (Polonia) y la Danza de la Cruz en parroquia deVillares de la Reina.

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LA JMJ EN LA ESENCIA DE LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS

ENRIQUE GUEVARA PÉREZ

Durante el mes de agosto del pasadoaño 2011, tuvo lugar en Madrid el granacontecimiento que significó la

Jornada Mundial de la Juventud, que concentróen torno a la figura del Santo Padre a más deun millón de jóvenes venidos desde todos loslugares del mundo. El Encuentro quedarágrabado en la memoria de los anales de nues-tras hermandades por singularizar el Vía Crucisorganizado en dicho evento con pasos de diferentes cofradías españolas que represen-taron las estaciones conmemorativas de laPasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

Como en anteriores ediciones de la JMJcelebradas en otras tantas ciudades del mundo,el Vía Crucis quedaba enmarcado como unacto de oración comunitaria dentro de los actoscentrales de la JMJ, Madrid 2011, presidido porel Papa. Para esta ocasión se había contadocon pasos de la Semana Santa española paraque significasen cada una de las estaciones delmismo. Bien podemos decir que cada paísaporta su propia riqueza, su historia, su tradi-ción, y en nuestro caso, la Semana Santa nosolo es vivida en el interior de los templos, sinotambién en las calles, con el procesionar denuestras cofradías. Tenemos un magnífico

patrimonio artístico entodo ello, que quedópatente en el Vía Crucisque presidió el Papa.

Debemos pues po-ner en va lor la impor-tanc ia que t ienen lascofradías para la Iglesiadel siglo XXI, reconocien-do la capacidad de organi-zación y de convocatoriaque atesoran, además desu labor incesante deevangelización. El hechode que desde un principiose contase con pasos deSemana Santa y con lasimágenes titulares de

nuestras hermandades para singularizar el VíaCrucis de la JMJ, elevando a las cofradíascomo un exponente significativo de la Iglesiaespañola frente al mundo, que la representó ymostró a tantos millones de personas la singu-lar forma con que aquí se conmemora la Pasióndel Señor, ya cumplía con creces las preten-siones de cualquier cofrade.

Cuando empezó a fraguarse la peculiaridea de que representasen o escenificasen lasestaciones del Vía Crucis pasos de nuestraSemana Santa, hubo que decantarse por dife-rentes pasos o tronos candidatos. El hecho deque se viesen representadas varias zonas denuestra geografía nacional fue un condicio-nante prioritario a cumplir para que la riquezade la muestra fuese mayor y más plural.Conscientes de que nuestras imágenes sontambién obras de arte, deberían estar repre-sentadas obras de los grandes imagineros detodos los tiempos: Salzillo, Castillo Lastrucci,Coullaut-Valera, Palma Burgos, GregorioFernández, Ramón Álvarez, Benlliure, MarcoPérez... Además, se buscaba un equilibrio entrela calidad del paso y de la imagen, es decir, queaquel no desmereciese a la obra principal.

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Muchas zonas de gran arraigo en su SemanaSanta, centraban su imaginería en cautivos,nazarenos, crucificados o yacentes, si bienAndalucía en general ofrecía misterios demucha escenografía. Sin duda alguna, el hechode concentrar quince pasos de la SemanaSanta española para el Vía Crucis se trata deuna iniciativa extraordinaria y osada, en la quelas imágenes continuarán con la misión cate-quética con que fueron creadas, mostrando laPasión a jóvenes de todo el mundo de unamanera singular. Conformar las estaciones delVía Crucis con pasos proce-sionales, como expresión dela piedad popular española,aportó a la JMJ 2011 deMadrid un hecho diferenciadorrespecto de ediciones anteri-ores y constituyó un ver-dadero elemento evange-lizador para los jóvenes ymayores que acudieron aeste especial encuentro conel Papa Benedicto XVI.

La responsabilidad yla voluntad con que cadahermandad partícipe asumióel reto, ha sido ejemplar entodos los sentidos, si bienpaliaron todos los gastosinherentes a su presencia enMadrid. Ellas fueron quienesgestionaron los fondos nece-sarios para poder mostrar almundo una parte de lo que es y lo que repre-senta la Semana Santa en nuestro país. Peroquizás no sea lo más importante ni lo más mer-itorio el hecho económico, sino que tambiénhay que reconocer la cantidad de hermanosque movilizaron junto a sus imágenes titularespara que el éxito de cada cortejo estuvieragarantizado.

Pero España es también un país de ricatradición eucarística y mariana, y por ello tam-bién estuvo presente en el Vía Crucis la Virgende Regla, de Sevilla, como ejemplo y signifi-cación de lo que es un paso de palio, haciendomayormente presentes aquellas palabras queentonase Juan Pablo II en 2003, al despedirsediciendo "hasta siempre España, hasta siem-pre, tierra de María". De igual modo, debemosdestacar la presencia de la famosa custodia de

Arfe, que cuenta con quinientos años de histo-ria, constituyéndose como el máximo expo-nente de la orfebrería española, y que ge-nerosamente puso a disposición la Diócesis deToledo para la vigilia de jóvenes para mostrar laEucaristía durante la noche del sábado día 20de agosto.

Fueron más de un millón de peregrinosllegados desde diferentes zonas del mundo losque llegaron a Madrid para vivir la JMJ, si bienpudieron disfrutar de los tronos y de las imá-

genes no solo en la jornadadel propio Vía Crucis, sinotambién días antes en lostemplos y edificios dondequedaron ubicados estosrecibiendo culto. Fueronseiscientos millones de per-sonas las que siguieron elVía Crucis a través de losmedios de comunicación entodo el mundo. Podemosimaginar que en muchos delos casos, constituía laprimera vez que la mayoríade ellos eran testigos de lasformas que tienen lascofradías españolas de con-memorar la Pasión, Muerte yResurrección de NuestroSeñor Jesucristo. Muchos deellos lo vieron como algograndioso, emotivo, artística-

mente magnánimo, y otros muchos más nopasaron de ahí en sus apreciaciones, y no lle-garon a comprender el cúmulo de significa-ciones y vivencias que encierra la SemanaSanta de nuestro país. Por todo ello, lascofradías que acudieron tuvieron la granresponsabilidad de representar a las más dediez mil que existen en España, e incluso meatrevería a decir que la obligación de explicar yhacer vivir nuestra experiencia al resto, inten-tando generar en la vivencia del peregrino en elVía Crucis un valor añadido en cuanto a sucomprensión.

Enrique Guevara Pérez,

Comité organizador VÍa Crucis JMJ,Madrid 2011.

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Fotografías de Heliodoro L. Ordás. La Virgen de Regla(página anterior) y el Cristo de Mena durante su estanciaen la catedral castrense de Madrid.

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L a Pasión esp

Ceremonia de Cruz

Nuestro dolor sobre sus hombros siempre.

Helado en el rostro el beso

traidor nos entrega la vida.

Sutil la belleza

conmovida abraza con serenidad la ang

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spañola ante el Papa

angustia.

Raíz de lo que fuimos. La costumbre admirada

viviendo entre nosotros siempre.

Golpe de furia.

Estruendo de grito hincado en la carne.

Yace Cristo en la crucial espera

que nos hará nacer tras la muerte huida.

Fotografías de Heliodoro L.Ordás

Textos de J. M. Ferreira Cunquero

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cONTRAPUNTODE INTERéS TURÍSTIcO ¿DEvALUADO?

Diecisiete semanas santas españolasson de interés turístico internacional,una distinción concedida por la

Secretaría General de Turismo que tradicional-mente solo poseían cinco capitales: Cuenca,Málaga, Sevilla y Valladolid, desde 1980, yZamora, desde 1985. En 1997 se otorgó a laprocesión del Domingo de Ramos de Elche.Pero fue al obtenerla León en 2002 cuandocomenzó a incrementarse la lista: Salamanca(2003), Cartagena (2005), Lorca y Hellín(2007), Medina de Rioseco y Granada (2009),Orihuela (2010) y Murcia, Cáceres, Medina delCampo y Crevillente (2011). Toledo, Ávila oPalencia quieren unirse. ¿Se está devaluandoun título considerado durante años un privile-gio?

Para Carlos García Rioja, cofradeleonés y ex presidente de la asociación LaHorqueta, no hay duda de que sí. En su opi-nión, ese quinteto que presumió tanto tiempode este reconocimiento “del que nadie dudaba,representaba la quintaesencia de la SemanaSanta española”. Y como prueba de su degra-dación, indica que esas ciudades ya no orga-nizan actos conjuntos y que algunas han deja-do de promocionarlo en su cartel.

Los criterios se modificaron en 2006para, según apuntaba la orden ITC/1763 publi-cada en el BOE, dotarlos “de mayor objetivi-dad” que los anteriores, de 1987. Sin embargo,García afirma que algunos “son muy mecáni-cos y se ha bajado el listón”. E incluso sostie-ne que “de las últimas concesiones, varias notienen justificación”.

“Hay semanas santas que se han apro-vechado de momentos concretos: León, porejemplo, tiene una mención especial a laProcesión de los Pasos y a la Ronda. Eran losactos que se iban a declarar y por ser ecuáni-mes, se democratizó al resto. En Hellín suce-dió lo mismo con la Tamborada”, analizaGarcía. “Ese tipo de cosas –argumenta–demuestran que no hay criterio y que en oca-siones son decisiones políticas”.

En el lado opuesto se encuentra JulioLópez Revuelta, concejal de Cultura y Turismode Salamanca. “Es lógico que cuando el títulose da a más localidades tienda a compararse.Y nos comparamos con las que lo tienen.¿Pero por qué no con las más de diecisieteque no lo tienen?”, rebate. El edil entiende que“la proliferación no es mala si se cumplen losrequisitos y se otorga con criterio” y exponeque “el expediente de Salamanca fue muycompleto, pues unía la Semana Santa y la ciu-dad, lo que le daba coherencia”.

López aclara que “no se valora solo lacalidad de las tallas, lo ceremonioso o elnúmero de cofrades. Eso es un 50 por ciento yquien atienda solo a ello se equivoca. Hay otroporcentaje que defiende la ciudad con suscalles, sus plazas y sus rincones”. Y añade:“Objetivamente es un título importante parauna capital como Salamanca que tiene en sucurrículum ser Patrimonio de la Humanidad oCapital Europea de la Cultura”.

Abraham Coco Barajas

Pasión en Salamanca30

Viñeta de Miguel Gosálvez

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LÍNEA EDITORIALhERmANOS cOSTALEROS

Como casi desde siempre, cuando la cua-resma está en el quicio del calendario, encasa se escuchan machaconamente los

sones de marchas procesionales.

Suena “Hermanos costaleros” de Moreno....Hermanos costaleros... ...costaleros...

–¡¡Me voy a “hacer la ropa”, que me espe-ra mi cuadrilla!!

¿En Salamanca? ¿En la Semana Santade Salamanca? ¡Pues sí!

Aunque nunca aquí se hubiera planteadolo que ahora, parece que sin remedio, se nosviene encima, es cierto también que en algunosambientes han comenzado a proliferar prosélitos“del costal” y que en esos círculos prácticamentenadie descartaba que algún día esto llegase anuestra ciudad.

Partamos de la premisa de que nosotros,cofrades salmantinos, como cualquier otro cofra-de ibérico que se precie, nos “peleamos” porponernos bajo unas andas y sufrir su peso duran-te horas, sea como sea. Porque es tradición ycomo tal la mantenemos con orgullo. Pero aquíesta tradición de portar pasos procesionalessiempre pasó por el empleo de los hombros comosostén para las imágenes de devoción.Conscientemente. Sabedores quienes lo hacende que se trata de un trabajo incómodo que exigeun esfuerzo que puede llegar a dañar el organis-mo de quienes lo practican. Por ello, soportar unacarga así siempre será un sacrificio admirable.

Pero salvada esta premisa inicial, somosmuchos aún los que no alcanzamos a entenderlos cambios que se avecinan. Porque no se dudade que en Sevilla, lugar de origen de la “carga concostal”, no sea tradición; incluso en algunos otrospueblos de la geografía andaluza. Lo alarmantees que este modelo se haya copiado en localida-des más o menos alejadas del núcleo inicial enlas que, por lo que parece, va arraigando conmayor o menor dificultad. Incluso, ahora, en laSemana Santa salmantina.

En cualquier caso, salvo para su lugar denacimiento, es obvio que este modelo obliga a la

transformación, si no a la desaparición, de la idio-sincrasia propia de cada una de estas localidadesobligando a la pérdida de su identidad.

¿Pero tiene identidad la Semana Santa deSalamanca? Sí, o al menos seguro que la tuvoalgún día. Pero los costaleros de cada época,esos que sin personalidad siempre creían que lomejor estaba fuera; esos que pensaban que alimportar lo ajeno siempre mejoraban lo que habíaen casa, fueron haciendo que aquella se diluyera,lenta y uniformemente, hasta alcanzar lo queahora tenemos. Batiburrillo que, incluso en lashermandades más tradicionales que aún guardanla esencia de la Pasión salmantina, impide quenuestras cofradías tengan una imagen propia, tra-dicional y particular.

Tendremos costaleros en Salamanca paracargar los pasos. Pero no es lo importante el cam-bio en la manera de llevar los pasos, sino lo quetrasciende de ello, siendo más lo que se pierdeque aquello que se gana. Y eso sí que debehacernos reflexionar; sí que debe dolernos.Porque renunciamos, un poco más, a nuestra yaexigua tradición.

Félix Torres González

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Costaleros salmantinos de la Virgen del Rosario.Fotografía de Ángel Benito Sánchez.

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LAS cRUcES DE ANDRéS ALéNmONTSERRAT GONzáLEz GARcÍA

Cuentan las crónicas que LeCorbusier, durante una conferenciapronunciada en Buenos Aires, llegó

a exclamar tras haber traza-do una cruz: “¡Esto basta!”.No le faltaba razón al genialarquitecto pues la cruz, comoresultado de la intersección de la vertical y lahorizontal, se convierte en un símbolo totali-zador, quizá uno de los símbolos más ricos ycomplejos. Fuerza centrípeta y centrífuga,unión de lo alto y lo bajo, síntesis y ordena-ción son algunas de las significaciones másconstantes. Ello explica la presencia de cru-ces incluso en las más remotas culturas,

desde una cruz cretense de már-mol que se suele fechar hacia elsiglo XV a. de C. hasta la señal dela cruz, que incluso en una épocadesacralizada como la nuestra con-

serva ciertos valoresprofilácticos: se per-signan todavía los

toreros antes de iniciar el paseíllo,los futbolistas al comenzar un parti-do y, en general, cuantos quierendefenderse contra algún peligro obeneficiarse de buena suerte.

En la tradición cristiana, elsentido evocador de la pasión ymuerte de Jesucristo se ha impues-to sobre cualquier otro significado.La cruz de Cristo es teológicamen-te el motivo al propio tiempo místi-co y visible de la unión de cielo ytierra, de la reconciliación delCreador con su creación, es el cen-tro de la historia de la salvación.¿Es posible reinterpretar el emble-ma fundamental del cristianismo

tras siglos de tradición? La respuesta es un sírotundo si el que aborda este “rethinking” es elartista salmantino Andrés Alén. Con unanueva sensibilidad alejada de los lenguajestradicionales, desmigando la narración tradi-

cional de la cruz como símbolo agónico delucha e instrumento de martirio, Alén plan-tea algo nuevo, que brota con fuerza (cfr.

Isaías 43, 18-19) sinrecordar lo de antaño, sinpensar en lo antiguo.

Nos referimos a las cruces realiza-das para la Cofradía de la Oración en elHuerto de los Olivos. Tres cruces, comolas de Cristo y los dos ladrones en elmonte Gólgota, que engrandecen el desfi-le procesional de la Oración en el Huerto,enriqueciendo a la vez el patrimonio de laSemana Santa Salmantina. Son crucesque podríamos llamar “eucarísticas” porel significado de los motivos representa-dos en ellas: cálices, espigas, uvas,sagradas formas, vid y hojas de olivo.Están realizadas con tro-zos de saco, arpillera, frag-mentos de lienzo, tarlata-na, papeles, estropajos,etc., materiales todos ellosresiduales, inservibles,que lasmanos deAlén entrete-

jen en natural orden. La pobrezay naturalidad de los materialestransforman la cruz en árbolbendito de vida. El instrumentode tortura y muerte se convierteen libro de verdadera sabiduría,como escribiera Lope de Vega.Signos eucarísticos se engastana las cruces nutriendo sus arte-rias y dotándolas de un carácterpropio.

La primera de las crucesestá dedicada a la vid y los sar-mientos. Nervaduras estérilesrecorren la sencilla cruz, blanca,casta y pura. Yermas ramas quese transforman en vida y divinidadal contacto con Jesucristo, representado por

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Pasión en Salamanca

el racimo de uvas del crucero.La vid ya fue identificada por lospueblos antiguos de Orientecon “la hierba de la vida”. Elideograma sumerio que expre-saba la noción de vida era una

hoja deparra .En ela r t ecristia-no, elracimode uvas

será símbolo eucarístico,evocando la inmortalidadque causa la Eucaristía.Cristo como dador de Vida:“Yo soy la vid, vosotros lossarmientos” (Jn 15, 1). Asílo explicaba el propio artistaen la presentación de estascruces a los medios decomunicación el 13 de abrilde 2011.

La segunda cruzhomenajea a la Cofradíade la Oración en el Huerto

con hojas de olivo recogidas de los propios oli-vos situados frente a la iglesia del Carmen deAbajo, nueva sede canónica de la cofradía.Las hojas naturales, forradas y cosidas a lapropia cruz, se distribuyen a lo largo de laestructura, creando todo un entramado detallos y ramas. Bellos ramos de olivos que lanoche del Viernes Santo desnudarán el troncode la Cruz. Olivos que atropellan la paz prego-nando la muerte del Justo. Un sencillo cáliz yla Sagrada Forma rematan la composición deesta pieza en la intercesión de sus brazos.

El triángulo eucarístico se completa conuna tercera cruz afiligranada con ramilletes deespigas flanqueadas por diferentes elementoseucarísticos: racimos de uvas, un cáliz,receptáculo de la sangre de Cristo, muchomás elaborado que el anterior y, una vez más,la Sagrada Forma. Cruz dedicada al pan, ali-mento fundamental y expresión del carácterinsubstituible de Cristo. “Yo soy el pan de vida”(Jn 6, 35). Pan como certeza de vida y purezaprimigenia.

Debemos mencionar también una cuar-ta cruz procesional que se realizó para laHermandad del Santísimo Cristo del Amor yde la Paz con los mismos componentes: espi-gas, olivos y uvas.

Todos los motivos ornamentales deestas piezas han sido cosidos y bordados alas telas con gran laboriosidad y esfuerzo, amano. Horas de preparación se esconden trasestas cruces que estilísticamente entroncancon el retablo que acoge las imágenes delpaso de la Oración de Jesús en el Huerto delos Olivos, en su sede canónica, realizado porel mismo artista. Fragmentos de telas, mate-riales pobres, ingredientes naturales que sevan ensamblando, superponiendo, entretejien-do hasta la creación definitiva, como si se tra-tara de un “collage” en 3-D.

Sólo la sensibilidad y el talento deAndrés Alén son capaces de fusionar banalesmateriales, dignificados en el revestimiento delas cruces, con una aparente simplicidad.Acumulación barroca de desechos que seencaminan hacia lo esencial, a la representa-ción del principio vital de la Iglesia: laEucaristía. Apenas hay representacioneseucarísticas en la historia del Arte y menosaún en la Semana Santa, de ahí la originalidadde estas creaciones de Alén. Cruz, pasión ypobreza se integran completamente en laintencionalidad de esta obra, cargada de pro-funda espiritualidad, que revela el talanteartístico de su creador, haciendo que cadatarde de Viernes Santo, en el desfile procesio-nal de la Oración de Jesús en el Huerto, lasentencia de Whistler se cumpla y el Artesucede (“Art happens”).

Monserrat González,

historiadora del Arte.

Fotografías de Ángel Benito Sánchez

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Con un claro dominio de la técnica, la suave luz matiza el cálido am-biente nocturno de esta escena procesional. Su autor no podía ser otro queel artista salmantino H. S. Tomé, quien ha dedicado gran parte de su investi-gación fotográfica al estudio de la luz. La luz como elemento imprescindiblede la composición artística.

El instante captado nos muestra el desfile procesional del Cristo de laLiberación que, al principiar el sábado sus horas, recorre acompañado de uncortejo sorprendente las calles salmantinas. En primer término, podemosobservar a tres penitentes portando las tavolettas que, realizadas por elinsigne pintor Jerónimo Prieto (autor de la portada de esta revista), se con-vierten en una de las más interesantes aportaciones artísticas del pasadosiglo a la Semana Santa de Salamanca.

J. M. Ferreira Cunquero

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SObRE UNA EScENA PASIONARIA:CRiSTO RECOGiENdO LaS vESTiduRaS

EduARdO AzOfRA AgusTíN

Uno de los temas iconográficos más origi-nales del ciclo de la Pasión y Muerte deCristo es el de Cristo recogiendo las ves-

tiduras tras de la flagelación. Se trata del instan-te preciso en el que Jesús estando en el pretoriode Pilatos extiende los brazos para recoger susvestiduras tras la flagelación, después de habersido sometido a tan inhumano tormento y, portanto, antes de la coronación de espinas. Estepasaje pasionario, que no aparece recogido ni enlos evangelios canónicos ni en los apócrifos,tiene sus principales fuentes literarias en losescritos de varios teólogos franciscanos, algunosincluso de época medieval, y cartujos y jesuitas,sobre todo estos últimos, de los siglos XVI y XVII.Entre los primeros está el Pseudo-Buenaventura–bien sea Giovanni de Caulibus o Jacopo diCardone, que en sus Meditaciones de PassioneIesu Christi anotará: Desatado, pues, ya NuestroSeñor de la columna, le traen así desnudo y azo-tado por la casa buscando sus vestiduras quehabían esparcido los que le desnudaron. Míraleafligido y temblando de frío que, según dice elEvangelio, lo hacía entonces muy grande. Y ensu Contemplación de la vida de Nuestro SeñorJesucristo apuntará: Mírale pues atentamente, y

muévete con piedad y compasiónde ver que coge una vestidura, yaotra, hasta que se vistió a presen-cia de todos. A otros miembros delfranciscanismo se deben otrasmeditaciones importantes sobreeste episodio de la Pasión, con elfin de acercar la presencia humanade Jesús, de recrear paso a paso lapresencia del Hijo de Dios en estemundo. Ese es el caso de SanPedro de Alcántara con su Tratadode Oración, Meditación y Devoción(1533) o de fray Diego de Estellacon sus Meditaciones devotísimasdel amor de Dios (1576). En lamisma línea están los Exerciciosespirituales. De las excelencias,provecho y necesidad de la ora-ción mental (1612), del cartujo frayAntonio de Molina. En el caso de

los miembros de la Compañía de Jesús, cuyosrelatos, cargados de verismo y realismo, se ajus-tan además a la perfección al llamado “métodode la composición de lugar y aplicación de senti-dos” descrito por San Ignacio de Loyola en susEjercicios Espirituales (1548), sobresalen lasMeditaciones de los padres Luis de la Puente, enconcreto la Meditación XXXV del tomo II, titulada“De los azotes de Cristo Nuestro Señor a lacolumna”, de sus Meditaciones de los misteriosde Nuestra Santa Fe (1605), y de Diego J. Álva-rez de Paz con su De inquisitione pacis siveStudio orationis, publicada en 1617. A estos tex-tos también se deben sumar otros propios de lamística –tanto tardomedieval como coetánea,apartado en el que tiene una singular importancialas Celestiales Revelaciones de Santa Brígida deSuecia (1302-1373)– y uno de los libros máspopulares del barroco español, Mística Ciudad deDios (1670) de la religiosa franciscana concep-cionista Sor María Jesús de Ágreda.

Este motivo iconográfico, que según algu-nos autores apareció en la plástica italiana delsiglo XVI con Bernardino Luini, irrumpe en el arteespañol tras el Concilio de Trento (1545-1563), a

Jesús recogiendo sus vestiduras, sacristía de la Clerecia de Salamanca(Venancio Gombau), Filmoteca de Castilla y León.

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37Pasión en Salamanca

comienzos del siglo XVII, en momento en el queel barroco hispano potenciará los episodios de laPasión, acrecentando su dramatismo y patetismocon el fin de conmover y emocionar al fiel. Fueabordado en la pintura del Seiscientos sobre todoen el foco sevillano y madrileño, en ocasionescon variantes de cierta conside-ración y teniendo en cuenta quealguna de esas obras se hanperdido, entre otros, porFrancisco Pacheco –que tam-bién dedicó a este tema unapartado en su tratado de ElArte de la Pintura–, Juan deRoelas, Vicente Carducho,Diego Velázquez en su famosoCristo flagelado contempladopor el Alma Cristiana, MateroCerezo el Viejo, Alonso Cano,Francisco de Zurbarán –aquien se debe quizá la obramás conocida de este tema, el lienzo pintado en1661 para la iglesia de Jadraque (Guadalajara)–,Claudio Coello y Bartolomé Esteban Murillo ensus dos versiones de Cristo recoge las vestidu-ras, en el que Jesús desatado yade la columna y abandonado porsus verdugos se arrastra de rodi-llas sobre el suelo para alcanzarlas vestiduras con las que cubrir sucuerpo desnudo y azotado.

Sobre este episodio pasio-nal en el campo de la esculturaeran muy espectaculares, ambasse quemaron en 1936 pero haydocumentación gráfica, las imáge-nes talladas por los granadinosAlonso de Mena para la iglesia deAlcalá la Real (Jaén), en la queCristo estaba de rodillas y se tra-taba del primer ejemplo escultórico conocidosobre este tema, y José de Mora para el conven-to de los PP. Franciscanos Descalzos deGranada, que pasó a la iglesia de El Salvadortras la desamortización de los bienes monásti-cos, en la que El Redentor se arrastraba por elsuelo buscando sus vestiduras. Otros ejemplos,algunos variantes de esa iconografía y todosellos muy efectistas, auténticos reclamos plásti-cos, hay por esas tierras, fruto del trabajo de losmejores escultores del barroco andaluz, comoNuestro Padre Jesús que recoge las vestidurasdespués de la Flagelación, llamado popularmen-te el Cristo a gatas del Santuario Nuestra Señora

del Carmen de Rute (Córdoba), o el Cristo delMayor Dolor de la Real Colegiata de SanSebastián de Antequera (Málaga), obra maestradel escultor Andrés de Carvajal que, formado enGranada, la hizo y la donó en 1771. Por tanto,obra coetánea a la extraordinaria imagen de

Cristo recogiendo su túnicadespués de ser azotado talladaen 1760 en Madrid por LuisSalvador Carmona para presi-dir el retablo hornacina de lasacristía del Real Colegio de laCompañía de Jesús deSalamanca que, por ese moti-vo, está recubierto de espejos,para que esta figura pudiera

ser contemplada en todo sucontorno sin dificultad y demanera muy especial su fla-gelada espalda. Pero la trans-formación de esa sacristía en

el Aula Minor de la Universidad Pontificia ha cer-cenado su primitivo destino y motivado que elmagnífico Cristo de Carmona haya salido delámbito para el que se crearon, perdiendo en

buena medida su función originariay el entramado ideológico que le diosentido en su día.

De todas formas, cabe indi-car que en Salamanca ya seconocía un ejemplo anterior de estaiconografía. Así, en el camarín de laVirgen de los Remedios de la igle-sia de San Julián y Santa Basilisacuelga hoy un cuadro de Cristorecogiendo las vestiduras despuésde la flagelación, firmado porMartín de Cervera. Pintor bienconocido en el ámbito salmantino,donde se documenta entre 1598 y1621, año de su muerte, se hizo

eco muy pronto de este tema, hecho que hapasado inadvertido en la historiografía salmanti-na y que creo debe ser valorado en su justamedida. Sobre todo si se tiene en cuenta que,hasta donde sabemos, se trata de la obra con-servada más antigua sobre este tema. Del mismomodo, cabe reseñar que en Salamanca se con-serva, procedente de un convento femenino gra-nadino de la Orden Carmelitana, otro cuadro conla misma temática en el Colegio Mayor “ElCarmelo”, que fundado en 1964 está dirigido porlas Carmelitas Misioneras.

Eduardo Azofra Agustín,

historiador del Arte, Universidad de Salamanca.

Jesús recoge sus vestiduras despuésde la flagelación. Santuario de Ntra.Sra. del Carmen, Rute (Cordóba).

Cristo recoge las vestiduras,Martín de Cervera. Iglesia deSan Julián de Salamanca

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EL SANTO cRISTO DEL hUmILLADERO DE PEÑARANDA DE bRAcAmONTE: UNA ImAGEN EN cAÑA DE mAÍz

FRANcIScO JAvIER cASASEcA GARcÍA

La imagen del Cristo del Humilladero reci-be culto en su ermita del barrio deChamberí, atendido por su propia

cofradía, que lo saca en procesión con grandevoción durante la Semana Santa y también eldía de su fiesta el 6 de agosto, la Transfiguracióndel Señor. Ni siquiera la leyenda da una versiónde la procedencia de esta imagen, tan solo narracómo llegó hasta donde hoy se alza su ermita.Eso sí, su llegada está rodeada de un halo mági-co, pues los bueyes que lo portaban se queda-ron clavados en dicho lugar y no logaron quearrancasen de nuevo, permaneciendo parasiempre la imagen en Peñaranda.

Tras un minucioso examen de la imagen,su aspecto externo parece indicarnos que setrata de un crucificado de caña de maíz1 realiza-da por un artista anónimo, según la tradición delos indios tarascos de la región mexicana deMichoacán, a finales del siglo XVI o principiosdel XVII. Pudo haber llegado a España porencargo, como donación, o comprada tras sullegada, métodos habituales en estas imágenes.

Las obras realizadas en los talleresescultóricos mesoamericanos que trabajaroncon la caña de maíz, son resultado del mestiza-je que se produjo entre las técnicas de la escul-tura mesoaméricana anteriores a la conquista ylas llevadas por los españoles.

Los pueblos indígenas2 tenían como cos-tumbre llevar consigo a las batallas las imáge-nes de sus dioses como mecanismo para intimi-dar a sus enemigos, algo semejante a los estan-dartes portados en las guerras en Europa. Aestas imágenes se les suponían propiedadesmilagrosas, y cuando perdían, tenían que reti-rarse apresuradamente dejándolas en el campode batalla, siendo objeto de profanación porparte de los vencedores. Por ello comenzaron ahacerlas en materiales livianos como la caña demaíz, para no dejarlas abandonadas y llevárse-las en la retirada.

Esta técnica se la apropiaron los evange-lizadores españoles a su llegada en el siglo XVI,para crear imágenes de la nueva religión con lastécnicas y materiales tradicionales del antiguoculto3, entre otras razones por el reducido pesoque confería a las imágenes que les permitíaprocesionarlas con escasos recursos.

Esta técnica está bien estudiada4, y tienediversas variantes dependiendo de cada escul-tor o taller. Partiendo de un armazón en maderaligera o caña de maíz, se construían las imáge-nes por medio de moldes, empleando materia-les autóctonos: caña de maíz5; maguey; made-ra de colorín o zompantle, de oate y de pino;papel español, de maguey y de amate, reapro-vechando incluso manuscritos y códices6; teji-dos de refuerzo y telas encoladas de lino,algodón, cáñamo y seda; cuerdas; cuero, pielesy cañones de plumas de ave.

Hubo una abundante producción de imá-genes con esta técnica, de temática cristológica,mariana y hagiográfica. La mayoría se conser-van en Hispanoamérica, aunque en Españacontamos con una importante representación,traídas como regalos, ofrendas o como mer-cancía artística, por quienes habían viajado ovivido en las Indias. Su cronología varía desde lamitad del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII.

La imagen del Cristo del Humilladerorepresenta a Cristo muerto en la cruz, está com-pletamente hueca y es extremadamente liviana,entre 7 y 10 kg de peso7. Tiene un tamaño lige-ramente mayor que el natural: 190 cm de alto,192 cm de ancho y 44 cm de profundidad, sintener en cuenta la cruz. Debido a la antigüedadque se le presupone (siglo XVII), seguramentehaya sido intervenida a lo largo de su existencia,transformando su aspecto exterior, sobre todoen su policromía, que actualmente debe diferirde la original.

La cabeza está inclinada hacia la izquier-da, los ojos cerrados, la boca apenas entrea-bierta y practicada hacia el interior hueco de la

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imagen; posee facciones agradables,la frente despejada, nariz afilada ylarga, expresión dulce y semblantesereno a pesar del momento representado.

El cabello lo forma un fino aca-nalamiento en la superficie escultórica;cae sobre los hombros formandomechones y algún tirabuzón. Asomaentre el cabello su oreja izquierda. Lacorona de espinas es postiza, realizadaen metal dorado.

La barba bífida, está partida endos bucles simétricos, enroscados y afi-lados.

La anatomía es correcta, nodemasiado marcada, con un modeladoblando que insinúa levemente las costi-llas, el torso y el abdomen; la muscula-tura es pobre, muy esquemática en losmúsculos de hombros, brazos y ante-brazos. Así se deduce el procedimientode elaboración de nuestra imagenmediante moldes con pocos detalles,tanto en la cabeza, cuerpo y parte delas extremidades, acusado por su faltade definición y sus volúmenes blandos y redon-deados, dado por las características de losmateriales empleados, la caña de maíz y elpapel.

Las manos y los pies son de buena fac-tura, proporcionados y de correcta anatomía,con un grado de detalle por encima del restode la anatomía. Haciéndolos sonar al tacto, secomprueba que son de madera maciza, y asimple vista se nota la unión de las manos alos antebrazos por encima de las muñecas, ylos pies a la altura de los tobillos, en forma defisura, así como por la diferente textura super-ficial. No se puede determinar la naturaleza deesta madera, pero habitualmente la empleadaen estas imágenes era la de colorín o zom-pantle, muy liviana.

La cruz es posterior y de época reciente,con una sección reducida, 15 x 7,5 cm, ya que elpeso que debe soportar también es reducido. Apesar de ello, los anclajes de ambas manos estánreforzados con pletinas metálicas. Los clavos enpies y manos son metálicos y de factura moderna.

El paño de pureza está realizado conpapel, y tiene un drapeado rígido y acartonado,sin apenas pliegues, demasiado liso, debido a lafalta de flexibilidad del material; sólo presentaalgunos dobleces en la parte superior y en elintento de simular el nudo del perizonium, estesituado a su izquierda y cayendo el extremo conforma de triángulo plano, como ocurre en otroscristos de caña de maíz8. El perizonium estádorado al mixtión sin bruñir y estofado con undiseño a base de franjas verticales blancas,rojas y en oro, y un enfondado de ojetes, sinpoder determinar a simple vista si es el original,a tenor del resto de la imagen. El extremo trian-gular que pende del nudo tiene el envés en oro.La parte trasera no está estofada.

En las rodillas y en la espalda presentaheridas muy realistas, con la piel levantadamostrando la carne, realizadas con elementospostizos en cuero y papel. Se completan conuna policromía muy cruenta. Tiene abultadaherida en el costado izquierdo, que manaabundante sangre.

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El conjunto de la policromía muestra unatextura excesivamente brillante, fruto de recientesy continuas intervenciones, siendo visible en cier-tas zonas la superposición de diferentes estratosde policromía que indican que la capa que vemosactualmente no corresponde con el estrato origi-nal. Su aspecto es una mezcla de suciedad pro-cedente del polvo, hollín, barnices y ceras, queocultan el tono verdadero de la policromía. La car-nación posee un tono ocre agrisado, la sangretiene una apariencia oscura, las variaciones tona-les de la carne apenas visibles, y lo mismo suce-de con hematomas y latigazos, que quedan par-cialmente difuminados.

En su conjunto la imagen resulta imponen-te, llena de fuerza, incluso extraña, de una notablecalidad artística dentro del conjunto de cristos encaña de maíz que se conservan en España, y quejustifica la enorme devoción que se le profesa y elinterés artístico que despierta. Se aprecianademás similitudes formales con otros cristos enlos que sí ha sido demostrada la autoría tarasca:punto de vista eminentemente frontal; inclinaciónde la cabeza hacia la izquierda; indefinición mus-cular y blandura anatómica; el paño de pureza, enconcreto la parte que pende del nudo, con formatriangular, realizada con pliegos de papel, barbabífida y representación del cabello por medio deun fino acanalamiento de la superficie; caída delcabello en forma de tirabuzones; manos y pies enmadera maciza, y el resto en materiales huecos;peso muy ligero en comparación con su grantamaño: entre 6 y 10 Kg; arqueamiento de los piesen forma de aspa.

Para profundizar más en el conocimientode su origen exacto, los materiales precisos conlos que se construyó, sería conveniente realizar unestudio técnico científico a la imagen.

Francisco Javier Casaseca García,

profesor de Conservación y Restauración de Escultura.

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1 Así se denomina al conjunto de técnicas y procedimientosescultóricos que se basan en el empleo de la caña de maíz, el papely maderas ligeras autóctonas de Mesoamérica.2 Luft, E., “Las imá-genes de caña de maíz de Michoacán”, en Artes de México nº 153.1972. 3 Castro Gutiérrez, F., “Eremitismo y mundanidad en laAmericana Thebaida de Fray Matías de Escobar”, en Estudios deHistoria Novohispana, 9 (1987) 147-157. 4 Ver los trabajos al respec-to de Carrillo y Gariel, Estrada Jasso, Araujo Suárez, Terán-Cazzaniga, entre otros. 5 Las cañas se empleaban embonadas y tal-ladas; también en forma de pasta resultante de amasar la médula dela caña en polvo, aglutinada con el jugo del Tatzingui; en algunoscasos se empleaban las hojas secas del maíz. 6 Así se constatódurante la restauración del Cristo del Capítulo de Bornos en el IAPH,del Cristo de Mexicaltzingo, del Cristo de Churubusco, y del Cristode Telde. 7 Se calcula su peso sin la cruz tomando como referenciauna imagen de similares características, el Cristo de Telde, que pesa6 kilos y medio y mide 1,80 metros de alto. 8 Es similar al del Cristodel Capítulo de Bornos y al Cristo de Telde.

Fotografías de Francisco Javier Casaseca García

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LAS cOFRADÍAS DE JEREz DE LA FRONTERAA FINES DE LA EDAD mEDIA

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SILvIA mARÍA PéREz GONzáLEz - JUAN cARLOS ARbOLEDA GOLDARAcENA

El estudio de las cofradías en las postri-merías de la Edad Media no está exen-to de dificultades, sobre todo debido a

la escasez de documentos referentes a estasinstituciones religiosas en los primeros añosde su surgimiento. No obstante, la labor inves-tigadora en los diferentes archivos nos permi-te, tesela a tesela, construir el bello mosaicodel nacimiento del fenómeno cofrade. En estaocasión, estudiaremos el caso de las cofradíasde Jerez de la Frontera (Cádiz), basándonosen la documentación procedente de su ArchivoMunicipal, sección Protocolos Notariales(A.M.J.F.P.N.). Indicamosel escribano, la fecha y elfolio. El espectro cronoló-gico de nuestro estudioabarca los años com-prendidos entre 1414 y1501.

La escasez docu-mental va unida, irreme-diablemente, a la ausen-cia de datos sobre lasdistintas cofradías, por loque la nómina de la quedisponemos no es muyextensa. Aun así, hemosdocumentado un total deonce corporaciones, a lascuales se hace referen-cia, en función de cadacaso, con los títulos dehermandad (erigidaspara fines benéficos),cofradía (erigidas para elculto público) u hospital.No podemos olvidar que, en la época estudia-da, el binomio cofradía-hospital es, por logeneral, indisoluble. Así las cosas, enumera-mos las corporaciones documentadas:Hospital (o Hermandad) de Santa María delPilar, Cofradía de San Dionís, Hermandad yCofradía de San Luis con advocación en el

monasterio de San Francisco, Cofradía deSanta María de la iglesia de San Salvador,Cofradía (o Hermandad) del Hospital de SanSebastián, Hospital de la Misericordia,Cofradía del Hospital de San Blas, Hospital deSanta María de la iglesia de San Juan,Cofradía (o Hermandad y Cofradía) de (o delseñor) San Cristóbal, Hospital de la Sangre,Hospital del señor San Miguel.

Como es de suponer por la naturalezade este tipo de documentación, las actividadesde las cofradías que recogen los Protocolos

Notariales están filtra-das por el tamiz de lomundano y respondena la necesidad de lascorporaciones de acu-dir ante el escribanopúblico para gestionartodo tipo de negocios.Podemos clasificarestas actividades entres grupos.

En primer lugar,la actividad benéfica delas cofradías, materiali-zada en la asistenciaante la muerte, es unaconstante en losProtocolos, que reco-gen multitud de testa-mentos en los que eltestador se acuerda dedeterminadas corpora-ciones para que lo asis-tan en tan duro trance.La actividad de las

cofradías se centraba primordialmente en elacompañamiento del cadáver durante las hon-ras fúnebres (2, 6, 7, 15, 18) y la celebraciónde misas, fiestas, vigilias y remembranzas enhonor del difunto (6, 8, 12, 21). Para ello, eltestador destina siempre una serie de bienesque se otorgan a la cofradía. En otras ocasio-

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Cristo de la Viga, el mas antiguo de la SemanaSanta de Jerez.

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nes, la persona que escribe el testamento rea-liza donaciones de dinero o bienes a determi-nadas cofradías, pero a modo de limosna, sinningún fin concreto más que el de asegurarseuna existencia feliz en la otra vida mediante lasobras de caridad (10, 13,22). También hay personasque establecen en su tes-tamento el deseo de serenterradas en lugares bajola jurisdicción de algunacofradía u hospital. Tal esel caso de varios jerezanosque mandan enterrarse enel Hospital de la Sangre(11, 16, 17).

Pero esta actividadbenéfica de las cofradías,que no se ocupaban única-mente de la asistenciaante la muerte, sino queabarcaban también otrosámbitos como la ayuda alos más pobres, debía sus-tentarse en una serie debienes con los que las cor-poraciones negociaban para aumentar supatrimonio. Muchos de estos bienes procedíande los testamentos, aunque nos centramosahora en los que no derivan directamente deestos. En todos los casos documentados, setrata de censos, es decir, rentas fijas aplicadasa bienes inmobiliarios o rurales con las que lascofradías negocian: dan a censo determinadosbienes (4, 20), compran bienes sujetos a cen-sos para después negociar con ellos (3) o reci-ben de particulares el pago de estas rentas (5)u otros bienes (19). También podían recibirdonaciones materializadas en censos (9).Destacamos, por su especial importancia, unode los documentos (5), en el que es una mujer,Elvira Alfonso, quien ostenta el cargo de prios-ta (equivalente al cargo de hermano mayor enla actualidad) y recibe como tal el pago deunas rentas.

Por último, las escribanías públicaseran también fieles testigos de determinadospleitos en los que se veían sumidas lascofradías a la hora de administrar sus bienes.Es el caso de la pugna mantenida entre los

cofrades del Hospital de Santa María del Pilary dos vecinos de Jerez por la venta a estos deuna casa. Al final ambas partes llegan a unacuerdo (1).

En definitiva, lascofradías jerezanas definales de la Edad Mediaactuaron como agentesprimordiales de una socie-dad profundamente reli-giosa y cristiana, pero a laque no puede negárseleuna vertiente secularimportantísima. Estas cor-poraciones acudieron a lasescribanías públicas paragestionar diversos nego-cios y ampliar su patrimo-nio. Un patrimonio que, enla mayor parte de loscasos, utilizaron para lle-var a cabo su misión prin-cipal: la actividad benéfi-co-asistencial.

Silvia María Pérez González y

Juan Carlos Arboleda Goldaracena,

Área de Historia Medieval. UniversidadPablo de Olavide (Sevilla).

(1): Juan Román. Jueves 25 de noviembre de 1501.Fol.394v. (2): Juan Martínez. Jueves 11 de enero de1414. Fols. 11v-12r. (3): Gonzalo Román. Sábado 10de noviembre de 1470. Fol.69v. (4): Ibídem. Domingo11 de noviembre de 1470. Fol.70v. (5): Ibídem. Viernes16 de agosto de 1471. Fol.522r. (6): Bartolomé deMaya. Sábado 7 de febrero de 1489. Fol.26v. (7):Ibídem. Sábado 7 de febrero de 1489. Fol.55v. (8):Ibídem. Sábado 7 de febrero de 1489. Fol.81v. (9):Ibídem. Sábado 31 de julio de 1490. Fol.114r. (10):Juan Ortega Gaitán. Domingo 10 de abril de 1490.Fol.53r. (11): Ibídem. Martes 7 de junio de 1490.Fol.95r. (12): Ibídem. Sábado 11 de junio de 1490.Fol.99v. (13): Ibídem. Jueves 16 de junio de 1490.Fol.101v. (14): Ibídem. Jueves 30 de junio de 1490.Fol.113v. (15): Ibídem. Martes 5 de julio de 1490.Fol.119r.(16): Ibídem. Jueves 7 de julio de 1490.Fol.122v. (17): Ibídem. Viernes 8 de julio de 1490.Fol.124r. (18): Ibídem. Jueves 4 de agosto de 1490.Fol.143r. (19): Ibídem. Sábado 5 de noviembre de1490. Fol.218r. (20): Juan Ortega Gaitán. Jueves 17 deabril de 1486. Fol.53r. (21): Juan Martínez. Lunes 8 deabril de 1448. Fol. 43v. (22): Ibídem. Martes 3 de sep-tiembre de 1448. Fol.110v.

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Fachada del Hospital de la Sangre.

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EL PEScADO DE LA ÚLTImA cENASANTIAGO JUANES

En la simbología cristiana el pez ocupaun papel destacado, quizá por su fecun-didad sin cópula, como algunos autores

sugieren. Esa fecundidad que reclama para elmensaje divino el “creced, multiplicaos y llenadla tierra”, de las Sagradas Escrituras. Puedeque también tenga que ver con ese papel des-tacado, el pez griego, Q, convertido enacróstico de Jesús, Cristo, Dios, Hijo y Salvadora modo de clave secreta e identificativa de lascomunidades cristiana primitivas. Otra posibili-dad más es que estemos ante la asunción deun culto de Asia, previo al nacimiento de Jesús,que celebraba la divinidad del pez, incluso losacrificaba y con-sumía como ali-mento bajo ritosolemne. Y así, porejemplo, Plutarco,en Isis y Osirisnarra cómo losegipcios comían elnoveno día del mesun pez ante la puer-ta de su casa. Esmuy posible que laconquista romanadiese a conocerestos rituales, loque explicaría, porejemplo, la presen-cia en las catacum-bas romanas deescenas de banque-tes en los que el pez aparece de forma eviden-te; banquetes representativos de la ÚltimaCena.

Y no solo, en la iglesia cairoca de Abu-Sarhag o de San Sergio aparece una represen-tación de la Santa Cena con doce panes y ungran pez, o en la francesa de Sainte-Marie-Aux-Dames, en Saintes, encontramos una ÚltimaCena en la que Jesús ofrece a los apóstolespan y pescado. Bien es cierto, que todas estasrepresentaciones decaen desde la Edad Mediay la escenografía de la Última Cena se ciñe al

clásico pan y vino, y en algunos casos con elcordero asado, como ocurre en la CatedralVieja de Salamanca. Dentro de todo este apar-tado de representaciones no faltan elementoslitúrgicos, como platos o fuentes, también conforma de pez.

El pez como símbolo cristiano y eucarís-tico aparece muy detallado en El Bestiario deCristo, de L.Charbonneau-Lassay, volumen II,aunque nada como las Escrituras para encon-trarnos con ese pez convertido, por ejemplo, ensímbolo de la Resurrección. En el Evangelio deSan Juan, este relata cómo después de laResurrección, Jesús se apareció a siete discí-

pulos que pescabany les invitó a comercon él pan y un pes-cado que teníanhaciéndose a labrasa, lo que llevó aasegurar tajante aSan Agustín que elpez asado es Cristo.Este texto de SanJuan —“Venid ycomed”, y tomandoel pan, les dio de él;y lo mismo hizo conel pescado”— segu-ramente impulsara larepresentación de

peces en la ÚltimaCena como símbolode Cristo. Sin olvidar

el símil del pescador, tan empleado en losEvangelios, o que el pescado esté en el milagrode la multiplicación de los panes y los peces.

El consumo ritual del pescado en nues-tros días se asocia más a la Cuaresma que a loseñalado anteriormente. La carne, como metá-fora de la gula, queda proscrita en laCuaresma, que recuerda los cuarenta días ycuarenta noches que Jesús pasó en el desiertoen una especie de purificación previa a susacrificio. Ese es el modelo. La verdura, la fruta,la leche, los huevos y el pescado son los

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Metopa románica de la ermita de San Pedro de Tejada.Segunda mitad del siglo XII. Puente Arenas, Burgos.

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alimentos de laCuaresma, aunquealgunos de ellos nosiempre estuvieronpermitidos. De ahí larepresentación de laCuaresma como unavieja que transportaun cesto de pesca-do.

Aún así, llamala atención que enalgunas fechass e ñ a l a d a s d eSemana Santa y enlocalidades concre-tas el pescado formeparte de la liturgiatradicional. Es elcaso de Villanuevade Odra, en Burgos,donde al finalizar laprocesión delViernes Santo sereparte escabeche,una técnica árabe de conservación de alimen-tos para la que se emplea el vinagre, y que per-mitió durante siglos el consumo de pescado enunas condiciones decentes a los vecinos delinterior. El escabeche, como los potajes o losdiversos preparados de bacalao están en lamemoria de muchos, aún. Precisamente, en LaBañeza, aún hoy, es costumbre el MiércolesSanto el reparto de bacalao y potaje elMiércoles Santo por la mañana en un rito que,probablemente, tenga que ver con la entregade limosna en fecha tan señalada. Porque elalmanaque tradicional señala algunas fechascomo obligadas para la limosna, especialmenteen Santos y Difuntos, por ejemplo. El potaje,hijo, como los cocidos, de la popular OllaPodrida española, tan recogida en recetarios ytextos literarios clásicos —de Lope de Vega,sobre todo— mezcla verduras, hortalizas,legumbres, bacalao y huevo, así que cumplecon el precepto cuaresmal de no consumircarne. Más o menos variado o enriquecido, elpotaje de los viernes cuaresmales, es todo unclásico de nuestra cocina, como el guiso debacalao, que en el caso salmantino solía serrebozado, con tomate o con patata.

El bacalao se ofrece como almuerzo enla localidad soriana de San Esteban de Gormazel día del Viernes Santo, con lo que cumple,igualmente, con el precepto cuaresmal, perotambién vincula este pescado y su consumo alos banquetes aludidos en los que el pescado,el pez, estaba presente en la Última Cena, quetiene lugar el Viernes Santo. Otro tanto ocurreen Bercianos de Aliste, donde al terminar elViernes Santo se ofrece el guiso de bacalaoque se conoce como “postas”.

Si el pez es símbolo cristiano, nadieduda de que el bacalao o el potaje lo son de laSemana Santa más tradicional por la vía de laCuaresma, que alcanza, como se sabe, hastael Viernes Santo, momento en el que se autori-za la ingesta de carne, y algunas comunidades,traspasada la media noche, celebran la vigiliapascual comiendo cordero asado.

Santiago Juanes,

periodista.

Detalle del fresco de la iglesia de Santa Olalla. Finales del s. XV. La Loma, Cantabria.

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EN TRES DImENSIONES

Dimensión evangélica:

Ante el cartel cobran vida las palabrasdel evangelista Lucas: “Y las tinieblas vinieronsobre toda la región”. Y Jesús decía: “Padre,perdónalos porque no saben lo que hacen”.

Dimensión artística:

La imagen del Cristo en la cruz, deBernardo Pérez de Robles, llena la escenamientras la luna, difuminada por el ojo de lacámara entre un corro de nubes, asiste a laagonía. Para anunciar la Pasión de este año,solos, frente a frente, el Señor y la noche. Enprimer plano. Sin piedras labradas por la belle-za o la fe. Sin tener detrás o al lado la ilumina-da gloria de tantos monumentos como ofrece laseñera ciudad en la que muere. Sin otro deco-rado que la madera tallada por un artista hacesiglos, policromía en carne viva, y un cielo coro-nado de luna. El Señor y la noche explican laPasión en una foto. Así, sencillamente.

Dimensión real:

Ha cubierto la luna de un velo trasparen-te las primeras galas de la noche de Ramos.¡Qué lejos parecen quedar ya los hosannas delmediodía en la Plaza y el paso feliz de cientosde niños con sus palmas y laureles! LaBorriquilla atravesó la mañana, se llevó en losbrazos del Maestro el gozo de la infancia y seposó dulcemente en los ojos de los mayores.Entre risas y nostalgias regresó Jesús a la ciu-dad que ama y bendijo un día con la belleza desu historia. Viene para morir en ella. Ya en latarde, en el filo del atardecer, su imagen en lacruz recorre los caminos del barrio cercano alrío. Dios pasa, de la gloria del mediodía atrave-sando arcos y besando torres y portadas, mara-villas de siglos convertidos en piedra, a la des-nuda agonía en soledad, en una simple cruz, enun paraje de las afueras, casi a la orilla del río.Es un contraste difícil de entender en unaspocas horas de distancia. Pero la Pasión queinventaron los hombres después de leer losevangelios y sacaron a la calle no entiende dehoras ni de secuencias. La crea la fe, sencilla yvulgar, sin retóricas de púlpitos, y la sitúan en el

mejor lugar de su corazón, sin poner fecha asus sentimientos. Un grupo de salmantinos, alláen 1945, conciben esta cofradía para venerarun espléndido crucificado de Pérez de Robles ylevantan con él un trono de perdón en el queentrañan el rito de excarcelar a un presocomún, liberado de su sentencia por la graciade Dios y de la cofradía.

La bendita imagen está en buenasmanos todo el año. El monasterio de lasMadres Bernardas acoge su calvario y presidela piadosa forma de vida que reunió un día ensu santa casa a un grupo de valientes mujeres.Buscaban la paz y se encontraron con el Señor.Desde aquel día de su primera vocación hablancon Él y comparten su Palabra. Es más, laviven. Llevan impreso en el corazón su amor aDios y lo ven cada día alzado sobre la pared dela capilla, crucificado, moribundo, en el mejortestimonio de su amor al hombre. Y una vezcada año, en este día de triunfo, lo ven salir a lacalle, a repartir el pan del perdón entre todoslos que se llaman hermanos y se olvidan de ellotan a menudo. Sale ensartado en un madero,solo, a morir en la calle para que escuchemosel último mensaje que mana de sus labios.Llega a la calle para dar la libertad a un conde-nado por la justicia humana, un rito que simbo-liza el perdón de Dios a todos los seres de lacreación. Y se pone esta noche delante delhombre, así crucificado, en una ensangrentadafigura, para enseñarnos cómo debe asumirse elperdón hasta llegar al límite de la propia vida.

En el trono sobre el que se muere, Jesúslleva a sus pies, junto a las flores, todos los per-dones que nos deben y debemos. Los quesomos incapaces de pedir y los que nos nega-mos a dar. Lleva, en su cruz clavados, todos lossilencios, los fracasos, los engaños, las traicio-nes que crecen a menudo en la vida y degüellanla convivencia. Las miserias humanas que, paracoger o mantener el poder, el dinero, la categoríasocial, envilecen la amistad, el honor, la digni-dad. La ambición que es capaz de esconder lalealtad y el cariño y dejar tirado al amigo. ¡Señor,qué difícil resulta perdonar algunas veces!

Pasión en Salamanca

LUIS FELIPE DELGADO DE cASTRO

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La procesión atraviesa las calles delnuevo arrabal con la estampa de la Redenciónimpresa en sus penitentes. Junto al arco quemuestra la cruz y las cadenas como símbolosde la hermandad, rezan hermanos y vecinos.La frase “perdona nuestras ofensas” encuentrasu mejor testimonio en ese cuadro de la Pasión.El padrenuestro crece como la levadura en elcorazón. El perdón no se compra como si fueraun pan. Se gana como un jornal. Se trabajamano a mano con Dios, aunque en ocasionescueste tanto otorgarlo.

Liberado el preso, el Cristo del Perdónregresa al con-vento. La imagenvue l ve a l asmanos y las ple-garias de lasmonjas. La nocheha borrado todahuella de luna,agazapada entrelas nubes. Un fríovientecillo desnu-da las primerash u e l l a s d e l amadrugada. LaPasión de la viejac iudad aho ra dormida, aguardaotros momentosde intensa piedady e s p l é n d i d abelleza en estosdías santos que elCristo del Perdónha preludiado.

Contemplouna vez mas lafotografía. Es talla verdad delmomento deteni-do en la cámaraque, por un ins-tante, parece quea s i s t a m o s a lDrama en primerplano, bien cercadel suplicio, allado. Desde lacruz, enhiesta en

el Gólgota, el Crucificado, con el pecho abiertoa la agonía, la mirada fija en la cercana muertey la boca entreabierta por la voz quebrada, dejacaer la primera palabra de su testamento:“Padre, perdónalos, porque no saben lo quehacen”.

Luis Felipe Delgado de Castro,

periodista.

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Fotografía ganadora del concurso de la Junta de Cofradías (Ángel González).

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EL hOmbRE DE LAS cRUcES vERDESJOSé GONzáLEz TORIcES

ALLÁ POR AQUEL ENTONCES me parla-ron de un ser llamado Gervasio Lucas, el cualse pasaba parte de la claridad del día llorique-ando. Desde el amanecer a la atardecida.Jamás por las noches. Como si al tal Lucas lehubieran engendrado dentro de una lágrima, enel interior de una cencellada invernal. ¡Qué exa-geración!

-Dentro de una lágrima.

Gemiqueaba por sus singulares peca-dos, los de su mujer y otros elementos vivos ydifuntos. Amasando en sus cuentas, además, alos animales, a las plantas, al fuego, a lasaguas y a los vientos. Porque los vientos, en sudecir, trajinaban con las palabras sin cribar delos hombres. Que alma tenían como el que setambalea. Ya que el vendaval conduce losvocablos. Unos sanos, otros fornicados.

Ronroneaba en el decir y creer suyo loque digo, dos puntos:

“El que lagrimea los llantos por los ojosdesencajona los nublados del cuerpo zánganoy del alma díscola. Porque cada cual apacientaen los palomares interiores, sin ventanales,unos terruños oscuros. Unos páramos que norevelará al grito, quizá por vergüenza, para quenadie los oiga. O quede al descubierto, en car-nes vivas, sin sábanas para cubrirse. Solo Diosestá enterado y no lo pregona por las esquinasde las escuchas. ¡Menos mal! ¡Alabado sea elSeñor! El que zarandea con garbo la cruz delpesar, halla la gloriosa botica para la salvacióneterna. La del Juicio final. Da alegrías. Purificael ánimo. Libre de infiernos. Libre de impuestos.De este modo orea su espíritu de perversida-des y otras zarandajas. Amén Jesús”.

Congoja por el día, que por la noche dor-mitaba su sueño en placidez. Entre sonrisassus carnes y frondosos huertos su alma.Esencia de azahar. Nadie tan satisfecho. Todoello se lo debía, según él, a la fuerza de suscruces de olivo verde, de las que ya hablare-mos. Las cuales le acarreaba un religioso fran-ciscano, Padre Jerónimo, del mismo Valle deCedrón, Jerusalén, del Monte de los Olivos,

Jardín de Getsemaní. Donde Jesucristo rezó,sudó sangre e imploró al Altísimo la noche desu arresto.

-”Padre, si quieres, aparta de mí estecáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

-¡Las cruces de olivo verde!

Ser curioso. De raza nada universaleste Gervasio Lucas.

Habitaba una cochambrosa casona. Alas afueras del pueblo de Quintanilla del Olmo.En la Meseta castellana. Herencia de un tíosuyo, protervo general en no sé qué guerracivil.

Gervasio vivía en compañía de EngraciaGómez, su esposa peruana. Sin hijos. Corazóncándido; el cual galopaba en una figura esbel-ta. Muy corneada. Con desollones. Antañobella. Dada, a escondidas, al alcohol y otrosvicios menores. Fumaba a la desbandada. Algoque le llevaban los demonios al marido.

-“La Cruz la salvará”, pensaba con certeza.

Siempre, ahora digo, andaba rodeado deperros, vacas, ovejas, cabras, gatos, gallos yconejos. A los que les había marcado una cruzen el cuerpo. Para su salud y mejor rendimien-to. Y de un loro barraquero, cojo, desplumado,simpaticón, apodado Tomás. A la avezuela laacarreaba aposentado en su hombro derecho.Tomás, como aquel apóstol incrédulo ante lasllagas de Cristo. “Si no lo veo, no lo creo”. Alloro verboso le había enseñado, a golpe deterrones de azúcar, a repicar machaconamenteel nombre sagrado del Señor Jesucristo. Conrespeto y veneración:

-¡Jesucristo, Jesucristo!

A lo que el hombre respondía santiguán-dose, con avidez, tres veces:

-¡Amén, san Jesús!

Aseguraban las palabras, quizá conrazón, que el tal Gervasio tenía el seso cha-muscado, atolondrado, barrenado.

-¿Orate, lunático, vesánico…?

-¡Qué sé yo! Es de suponer, supongo.

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Nadie, en su real juicio, viniera a pade-cer semejante desquicio quijotesco: la de lascruces. Obsesión por ellas. Fanatismo. ¡Qué séyo! Cuando le preguntaban las curiosidades desus vecinos el porqué andaba su cuerpo deaquella manera, en aquella calentura, sortean-do las baldosas de la cocina, a saltitos, él res-pondía amedrentado: “El que pisa raya, pisamedalla. El que pisa hoyo, pisa demonio”.

-¡Ah! Vaya por Dios.

El loro Tomás, revoloteando desde sualtura, alas en aspa, volumen crucificado,repetía pertinaz:

-¡Jesucristo, Jesucristo!

Pero a don Octaviano, el cura, no leparecía nada bien lo del loro. Que repiqueteasetanto el sacro nombre del Señor. Sin respeto.“Que solo los humanos tienen el deber de pro-nunciarlo con la reverencia debida. Nunca otrospicos. Como el loro gris africano, los lorosmonje... Que los animales no están bautizados.Amén”. Y le advertía a Gervasio Lucas, severa-mente:

-Conduces torcido tu camino espiritual,hijo.

-Amén, don Octaviano. Lo que hago melo ruega el alma.

-Eso lo dicen todos para justificar susandadas, Gervasio.

-Amén, don Octaviano.

Y desde aquel bochornoso día los doshombres se miraban de reojo.

La devoción por las cruces le había lle-gado a Gervasio Lucas de la lejanía. De lainfancia. De sus padres. De la abuela Lucrecia.Su madre, doña Jacinta, para amortiguarle elagudo dolor de oídos, además de rociarle conleche de sus pechos los orificios, le sellaba conpimentón murciano tres cruces en las orejas.En recuerdo de la Santísima Trinidad. Y securaba. Como cuando le invadía el “hipo”. Laabuela Lucrecia lo hacía desaparecer de laboca marcándole una cruz en la frente y unahebra de lana roja en aspa. Y ya estaba. Ocuando se le pegaba a la garganta aquella tosapestosa. Estampaba tres besos en el SignumCrucis y era la mejor de las aspirinas, pócimaso brebajes.

-La cruz todo lo purifica.

Su padre, don Porfirio, en cambio, grandevoto de san Antón, Antonio Abad, el patronode los animales, de los carniceros, porqueros,polleros, fabricantes de cepillos, guantes,sepultureros y más todavía, sembraba de cru-ces las paredes de los establos, las tapias delcorral, el cabañal de las teleras, las pocilgas,los huertos cuando sembraba, los árboles fruta-les cuando los plantaba... Estaba en la fiel cre-encia aquel progenitor de que la Santa Cruzamparaba y cobijaba bajo su alargada sombraa toda criatura de cuna y óbito. Les hacía cre-cer y regalaba, dadivosamente, su fruto. “Quela cruz es salvadora. Gloriosa cruz. Por esoJesucristo agonizó sobre sus tablas”, repetíaconvencido don Porfirio.

-Que la cruz es salvadora. Gloriosacruz.

De ahí mismo que Gervasio Lucas here-dara semejante fervor. Lloraba por el día laagonía de Cristo y por la noche disfrutaba de laResurrección. Que era como decir: “Padezco eldolor de una enfermedad. La sufro. La soporto.La expío en el Huerto de los Olivos. Pero locruz me redime. Veo la luz. La vida. Al PadreDios. A la Virgen María intercediendo por susdisipados hijos”.

Tan convencido estaba Gervasio Lucasde ello, ya dije y digo con repetición, que encar-gaba la madera de olivo del jardín deGetsemaní al Padre Jerónimo. Luego, ya aquí,confeccionaba las cruces con cariño. Crucesque regalaba al vecindario. Sobre todo a aque-llas casas con familiares enfermos. Eran su ali-vio y su fortaleza.

-¡Alivio y fortaleza!

Se corrió la voz por toda la comarca deque las cruces de Gervasio Lucas eran curan-deras. Que transmitían algo. Paz. Alegría.Felicidad. Buen humor. Aleluya. Júbilo.Regocijo. Algazara. Regalaban el aroma y lasesencias de la sangre redentora de Cristo.

-¡La sangre redentora de Cristo!

Las familias gozaban de aquellas cru-ces. En los tejados de sus casas, en las puer-tas, en las paredes de sus habitaciones, pen-diendo de sus cuellos; en las cuadras de los

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Jerónimo Prieto

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animales, en los campos de trigo, en el bordillode las carreteras… El único que se negaba aarrimarse al crucifijo por miedo al calambre fueCefelio Santimanso. Apodado “el Disimulado”.Ateo de profesión y palabrería. Médico.Descendiente curvo, según él, de Vladimir IlyichLenin. Cuyos tres perros perdigueros y un galgoobsoleto llevaban el nombre de Lenin. Pueseste, en vísperas de su agonía, reclamó deGervasio Lucas unas cruces. Del Huerto mismode los Olivos. Originales. Madera tierna.Entresacada de los brotes del olivo padre,sobre el que lloró el Señor. Al recibirlas, seabrazó a ellas con ansiedad y lagrimeó a solas.El corazón entró en llantos y arrepentimientos.Agonizó en paz. En la paz de Dios. Con la son-risa en los ojos. Por su alma redoblaron lascampanas de la iglesia de San Babilés. Las dul-zainas chiflaron, gozosas, en su honor.

-¡Murió en paz!

Cuando llegó el Santo Viernes, ViernesSanto, Gervasio Lucas vino a decir a donOctaviano el sacerdote:

-Me gustaría llevar sobre mis hombros lacruz del Cristo de la Gloriosa MuerteCrucificada. La que está en la capilla.

-¡No! –exclamó el presbítero, cargadode voces.

-¿Por qué? –preguntó Gervasio.

-Porque no. ¡No! ¡Y no!

Regresó a casa G. Lucas. Afligido, atri-bulado, apesarado. Triste. Muy triste. Halló aEngracia Gómez su mujer confeccionando cru-ces. Algo extraño. Al verlo llegar, la mujer corrióhacia el cuerpo de su marido, lo abrazó, besóen la frente y dijo:

-He repudiado mis vicios. Arrepentidaestoy. Me siento mejor. Gracias a las cruces,Gervasio. A tus cruces de olivo verde.

Hombre y mujer se miraron. Se besaron.Lucas contó a Engracia lo ocurrido con el sacer-dote. La mujer sonrió. Sonrió y no soltó la pala-bra del labio. Algo sabía.

Al llegar la noche del Santo Viernes,todos los habitantes de Quintanilla del Olmoasistieron a la procesión con sus cruces, farolesy rezos. Cantos religiosos, populares.Caminaban sin hábitos. Sin túnicas.

Descubiertos. Trajeados. De fiesta solemne. Lamúsica de las dulzainas alegraba los pasos.Algarabía, bullicio en los corazones de acen-drada fe.

Sorprendió a todos los ojos ver al párro-co don Octaviano salir del templo de SanBabilés. Con la cruz a cuestas. La del Cristo dela Gloriosa Muerte Crucificada. Sofocado.Contento. Andarín el ánimo y lenta la zancada.Le acompañaba el Padre Jerónimo, francisca-no. Con otra cruz. Centenaria. Con reliquiasincrustadas de la original del Gólgota. La verda-dera. Donde latió la sangre divina del gran HijoJesús. El villancico de Belén.

-¡Oh, don Octaviano!

En una de las paradas, el sacerdote sedirigió a sus feligreses. No sin antes reclamar lapresencia de Gervasio Lucas. Y les exhortó:

-Gervasio Lucas nos ha enseñado algomuy importante. La Cruz nos redime a todos.Es nuestra salvación. La alegría de la Sangrede Cristo. Su gloria. Debemos estar contentos.El dolor no es eterno. Ni el llanto. Las lágrimasmuestran el camino del cielo. De laResurrección. Del amor. Jesús murió para resu-citar. Fue necesario. Amén.

Todos los presentes aplaudían a rabiar.Calurosamente. Entre fríos y nieblas. Con másvigor Gervasio y su mujer Engracia Gómez. Elloro Tomás no dejaba de repetir, fervoroso,“¡Jesucristo, Jesucristo!”.

Los gorriones del Universo, aquellamadrugada, cantaban salmos de luz. Y conellos, todas sus criaturas. Las del Edén. Diosestaba allí. Junto a sus cruces gloriosas: losseres creados por Él.

José González Torices

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EL cARTEL dE ALfONsO cuñAdOHumildad, honestidad, naturalidad como persona y artista, austero, entusiasta, respe-

tuoso, buscador de la verdad sin fanatismos. independiente como pintor, sin someterse a

dictados ni subvenciones proteccionistas, con un camino muy profesional y claro.

Esencial en su pintura. Fronterizo en la abstracción. Equilibrador acertado de for-

mas y colores. armónico en pintura y en el mundo que rodea. Sabio estructurador del mundo

que crea con la geometría perfecta del dibujo que hay debajo.

El cartel es todo movimiento suave, balanceo leve. Luz tenue de misterio nocturno.

Madrugada, lluvia, frontera de misterio sagrado e intriga de lo que es en realidad y lo que se

alcanza a ver. El primer nazareno vuelto, tenso, inquieto, responsable, iniciador desde su pie

en esa especie de movimiento callado, tan pausado, y que lleva hasta el final, hasta el Cristo

y la sombra de la cruz reflejada sobre el arco.

Fernando Segovia

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A pesar de la sangre que los riega, besar quiero tus clavos.

Reclinar mi frente sobre tus pies y allí ofrendarte,

aferrado a lo que resta de tu cruz, maciza y dura,

mi absoluta nadidad a tu caridad absoluta.

Desclavarte quisiera, también descoronarte,

para aliviar un tanto el desierto en tu garganta,

bajarte del dolor infame del que roto cuelgas

como fruta madura, lista para la siega.

Pero es tu dolor la razón que nos eleva

del extraviado polvo al cosmos de tu Padre.

¿Cómo pedirte, entonces que bajes de tu leño

sin que suene a traición el llamado de mi sangre?

Angustiarme con tu angustia es todo lo que puedo

mientras espero que llegue tu hora de tinieblas.

Sólo una cosa pido, Señor, antes que mueras:

amanécenos contigo cuando en tres días te amanezcas.

José Frank Rosario

Nivelles, Bélgica, 12 de enero de 2012.

“La Agonía”, plumilla de Alejandra Rodrigo del Amo

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