paraguay despues d el guerra del chaco

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EL PARAGUAY POLÍTICO FEBRERO DEL ‘36 El análisis de uno de los hechos más trascendentes de lo que va del siglo en el Paraguay -no tanto por sus resultados como por lo que significó desde el punto de vista de las transformaciones en el campo político-, la Revolución de Febrero del año 1936, no escapa ni puede hacerlo, de la constante maniqueista a la que aludíamos antes. Hay quienes la califican de poco menos que diabólica, si se considera que se estaba expulsando del poder, a escasos seis meses de la conclusión de su mandato, nada menos que al llamado, con justicia, "Presidente de la Victoria", el Dr. Eusebio Ayala, quien marcharía al exilio como consecuencia de esta revolución, y moriría lejos de su patria. Otro tanto ocurriría con el entonces General José Félix Estigarribia, victorioso conductor de las tropas paraguayas en el conflicto internacional con Bolivia. Hay, sin embargo, quienes la consideran una verdadera gesta libertaria, encauzadora de rumbos torcidos y antipopulares. La guerra del Chaco, que enfrentara por tres años menos un día a paraguayos y bolivianos, había cesado en sus hostilidades hacía poco. Subyacía, sin embargo, la resolución diplomática del conflicto. Tardaría en llegar hasta julio de 1938. Los excombatientes de la contienda del '32 al '35, vencedores, volvían a sus hogares y se encontraban con graves problemas no resueltos en el largo período de los gobiernos vinculados al Partido Liberal, en el poder desde 1904. Así, aun cuando el celo puesto en el manejo macroeconómico durante el reciente conflicto internacional llevó al país a producir en la Región Oriental casi como si nada ocurriera en la Occidental, hasta el punto del incremento de algunos rubros de exportación y el pago de los gastos de la guerra sin apelar a onerosos préstamos internacionales, había deudas pendientes con la sociedad en su conjunto. El viejo problema -bueno es recordar que en el siglo pasado, luego del genocidio del '64 al '70, como consecuencia de la malhadada guerra contra la triple alianza la economía del país en ruinas sólo podía solventarse con la venta de las tierras públicas- de la reforma agraria, seguridad social para trabajadores y obreros, atención a la salud de la población, la incorporación de nuevas técnicas y equipamiento - fundamentales para un país con las características del Paraguay- en la actividad agrícola, las grandes obras públicas de infraestructura que apuntaran a un verdadero desarrollo, eran las principales de esas asignaturas pendientes. Si no se reclamaba, en este descontento colectivo, una porción para la Educación, ello se debía exclusivamente a que en 1924, bajo el extraordinario gobierno del Dr. Eligio Ayala, un maestro guaireño, Ramón Indalecio Cardozo, había diseñado, desde la Dirección General de Escuelas, el más eficiente de los sistemas de reforma de la Educación del cual se tenga

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EL PARAGUAY POLÍTICO

 

         FEBRERO DEL ‘36

 

         El análisis de uno de los hechos más trascendentes de lo que va del siglo en el Paraguay -no tanto por sus resultados como por lo que significó desde el punto de vista de las transformaciones en el campo político-, la Revolución de Febrero del año 1936, no escapa ni puede hacerlo, de la constante maniqueista a la que aludíamos antes. Hay quienes la califican de poco menos que diabólica, si se considera que se estaba expulsando del poder, a escasos seis meses de la conclusión de su mandato, nada menos que al llamado, con justicia, "Presidente de la Victoria", el Dr. Eusebio Ayala, quien marcharía al exilio como consecuencia de esta revolución, y moriría lejos de su patria. Otro tanto ocurriría con el entonces General José Félix Estigarribia, victorioso conductor de las tropas paraguayas en el conflicto internacional con Bolivia. Hay, sin embargo, quienes la consideran una verdadera gesta libertaria, encauzadora de rumbos torcidos y antipopulares.

         La guerra del Chaco, que enfrentara por tres años menos un día a paraguayos y bolivianos, había cesado en sus hostilidades hacía poco. Subyacía, sin embargo, la resolución diplomática del conflicto. Tardaría en llegar hasta julio de 1938. Los excombatientes de la contienda del '32 al '35, vencedores, volvían a sus hogares y se encontraban con graves problemas no resueltos en el largo período de los gobiernos vinculados al Partido Liberal, en el poder desde 1904. Así, aun cuando el celo puesto en el manejo macroeconómico durante el reciente conflicto internacional llevó al país a producir en la Región Oriental casi como si nada ocurriera en la Occidental, hasta el punto del incremento de algunos rubros de exportación y el pago de los gastos de la guerra sin apelar a onerosos préstamos internacionales, había deudas pendientes con la sociedad en su conjunto. El viejo problema -bueno es recordar que en el siglo pasado, luego del genocidio del '64 al '70, como consecuencia de la malhadada guerra contra la triple alianza la economía del país en ruinas sólo podía solventarse con la venta de las tierras públicas- de la reforma agraria, seguridad social para trabajadores y obreros, atención a la salud de la población, la incorporación de nuevas técnicas y equipamiento -fundamentales para un país con las características del Paraguay- en la actividad agrícola, las grandes obras públicas de infraestructura que apuntaran a un verdadero desarrollo, eran las principales de esas asignaturas pendientes. Si no se reclamaba, en este descontento colectivo, una porción para la Educación, ello se debía exclusivamente a que en 1924, bajo el extraordinario gobierno del Dr. Eligio Ayala, un maestro guaireño, Ramón Indalecio Cardozo, había diseñado, desde la Dirección General de Escuelas, el más eficiente de los sistemas de reforma de la Educación del cual se tenga memoria en el Paraguay Independiente. Aquella "Reforma Cardozo", que basándose en los principios de la Escuela Activa apuntó, y con éxito, a dejar de lado la formación enciclopedista de niños y jóvenes y a convertir a la Educación en una herramienta para la vida práctica, empezaba a dar sus frutos y, consiguientemente, no se podía objetar mucho en materia educativa. Pero en los otros terrenos señalados sí. Y con sobrada razón.

         "Aproximadamente 100.000 ex-combatientes desmovilizados, integrados casi en su totalidad por campesinos, llegaron al centro neurálgico de la vida política y administrativa del país: Asunción. En la ciudad, la efervescencia de los intelectuales reformistas, contribuía a crear un clima de intranquilidad, que probablemente afectaba con especial vigor a las capas medias -pequeños comerciantes e industriales.

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         En esta coyuntura política, el ejército victorioso, y la Asociación Nacional de Ex-combatientes, con una gran capacidad de movilización, se convirtieron en actores del proceso, que culminó con el derrocamiento del presidente de la república, Dr. Eusebio Ayala". (2)

         Efraím Cardozo, insigne historiador, relata: "El lunes 17 de febrero de 1936 estalló un movimiento revolucionario contra el gobierno presidido por el Dr. Eusebio Ayala... Los tenientes Coroneles Federico W. Smith y Camilo Recalde fueron llamados para dirigir la acción revolucionaria... A las ocho de la mañana comenzó el tiroteo. El Departamento de Policía fue atacado con bombas de mortero que causaron gran mortandad. Las fuerzas gubernistas abandonaron el edificio y se replegaron primero sobre el local del Correo y luego sobre el Departamento de Marina. Mientras tanto, una por una las comisarías caían en poder de los revolucionarios. Se luchó durante todo el día. El Presidente Ayala se trasladó al anochecer al "Paraguay", cañonero estacionado en la bahía. El jefe del mismo, capitán de Fragata Báez Pin, pidió autorización para levar anclas y marchar al norte, a fin de buscar contacto con las tropas de Concepción y las del Chaco, que no se habían pronunciado y donde se encontraba desde el día anterior el General Estigarribia. El Doctor Ayala se negó a dar la orden. "Estoy dispuesto a renunciar para evitar mayor efusión de sangre", dijo al capitán Báez Pin. Momentos después subía a bordo el teniente coronel Recalde, quien recibió de manos del doctor Ayala su renuncia a la presidencia de la República. Eran las 9 de la noche...". (3)

         Dos días después, traído del exilio, con el cargo de Presidente Provisional de la República, asumía el mando del gobierno y de la triunfante revolución el Coronel Rafael Franco, integrante de la primera promoción de egresados de la Escuela Militar, antiguo jefe de la reciente contienda, célebre tanto por su valor y arrojo -junto con el Coronel Eugenio Alejandrino Garay, fue el primero en recibir la condecoración "Cruz del Chaco", en 1934- como por su carácter díscolo, por sus desplantes de indisciplina y por sus marcadas diferencias con el General José Félix Estigarribia. Un documento conocido como "Acta Constitucional del Plebiscito del Ejército Libertador" concedía a Franco, a más del poder, la potestad de convocar una Convención Nacional Constituyente "que habrá de resolver sobre la organización moderna y definitiva de la República" y de dictar decretos y leyes, si bien preceptuaba que la Constitución de 1870, libertaría y sólida, sería observada "en su espíritu y preceptos fundamentales, considerando las circunstancias del momento histórico". (4) Una de las consecuencias inmediatas de la Revolución de Febrero de 1936 es la creación de la Unión Nacional Revolucionaria, luego Partido Revolucionario Febrerista. Esta agrupación no estará exenta, andando el tiempo, de los avatares de la política criolla. En 1946 integrará un gobierno de coalición con el Partido Colorado y las fuerzas armadas, el cual perecerá por imperio del golpe de estado colorado del 13 de enero del año siguiente. Ya durante el gobierno de Stroessner, el partido se vinculará a la Internacional Socialista, integrará el Movimiento "14 de Mayo" (1959) y logrará su reconocimiento como partido político (1964).

         Integraron el gobierno surgido en 1936, coaligados, nacionalistas de la "Liga Nacional Independiente" -agrupación que pretendía constituirse en opción frente al bipartidismo ancestral que, de manera significativa, aún campea en el Paraguay- alternativa política abierta a la consideración pública el 14 de mayo de 1928 -como movimiento más que como partido- por los directores del combativo y lacerante periódico "La Nación", Dres. Adriano Irala y Juan Stefanich; en aquel momento, la "Liga" se embandera con el reclamo de la defensa del Chaco, propicia la formación de una nueva conciencia política y reivindica al Doctor Francia como prócer máximo de la independencia y a Carlos Antonio López como fundador del Estado moderno; (5) colorados, pertenecientes a la Asociación Nacional Republicana, fundada en 1887, la cual, principalmente de la mano de los generales Bernardino Caballero y Juan Bautista Egusquiza, forjó la llamada "Hegemonía Colorada" de finales del Siglo pasado; es el Colorado un partido de filiación liberal -no podía ser de otra manera si se mira el entorno histórico en el cual nace a la actividad pública- si bien sus postulados se dicen "agraristas" y su accionar concreto se vuelca -no siempre, sin embargo- hacia las preocupaciones, sufrimientos, anhelos y esperanzas de las grandes mayorías populares; socialistas y fascistas, quienes en un juego de opuestos aparentemente irreconciliables hacían suyas las ideas que se enseñoreaban de Europa, laboratorio político,

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hasta el presente, de la cultura occidental contemporánea; militares que, a la vuelta del Chaco, urgían respuestas válidas a viejos interrogantes y pedían saldar las deudas contraídas principalmente en materia social. Como puede notarse, se trataba de excluir tajantemente de cualquier cuota de poder a miembros del Partido Liberal, el antiguo Centro Democrático, fundado pocos meses antes que la A.N.R. en aquel histórico año de 1887. Tantas distintas extracciones, tan diferentes posturas a la hora de aportar soluciones, tantas irreconciliables rencillas de décadas, convirtieron la tarea del gobierno encabezado por Rafael Franco en una misión difícil, no exenta de conflictos internos y de disputas personales, pero que, no obstante, con sus acentos blancos y negros, procuró empujar el carro del Estado contando en su haber con realizaciones positivas, principalmente en el campo social, y negativas, fundamentalmente en el campo político.

         Entre varios otros hechos resaltantes del gobierno de Franco, de exigua duración -concluyó, abruptamente como se inició, dieciocho meses después, el 13 de agosto de 1937- se cuenta la cancelación de todos los decretos que declaraban fuera de la ley y traidor al Mariscal López, y se pasa a considerarlo "Héroe Nacional", en abierta oposición a la opinión liberal mantenida por décadas. Son repatriados los prisioneros de guerra, tanto paraguayos como bolivianos. La creación de los Ministerios de Agricultura y de Salud Pública y la promulgación de la Ley de Reforma Agraria -el más acabado intento en nuestra historia política por lograr una repartición justa de los improductivos latifundios del país- son acontecimientos destacables como de neto corte social. En el afán de ordenar la economía nacional se creó el Banco de la República del Paraguay. Llegó a su conclusión la construcción del Oratorio de la Virgen de la Asunción -monumento inspirado en el parisino y paradigmático "Cuartel de los Inválidos"- destinado a ser "Panteón Nacional de los Héroes". Se realizó, en una cuasi paradoja histórica si se considera el carácter agnóstico del gobierno febrerista, el Primer Congreso Eucarístico Nacional, de significativa trascendencia para la Iglesia Católica Paraguaya. Junto a estos hechos, que bien podrían calificarse de signos positivos en la intención revolucionaria de los gestores del movimiento político del 36, se adoptaron medidas próximas al más rampante y sectario de los autoritarismos. Una de ellas es la promulgación del discutido decreto N° 152, que declaraba identificada la Revolución Libertadora del 17 de Febrero de 1936 con el Estado de la República; observadores imparciales han señalado la clara vinculación de este hecho con las corrientes nacionalistas y totalitarias imperantes en Europa y en el mundo en aquel momento histórico. Se derogó, asimismo, sin consulta de ningún tipo y contra toda lógica, la Constitución Nacional de 1870, al tiempo de disolverse el Congreso y de desplazar a la antigua dirigencia liberal de cualquier centro de poder. (6)

         Apreciaciones de calificados observadores de la realidad política paraguaya, de distinta extracción ideológica, de diversa actividad pública y de diferente filiación partidaria, permiten arrojar luz sobre los alcances y las características del fenómeno histórico de la revolución de febrero de 1936. Así, en el opúsculo "Panorama político paraguayo - La post guerra del Chaco (1936 - 1946)" atribuido a Juan Francisco Pérez Acosta, puede leerse: "El movimiento revolucionario del 17 de febrero de 1936 en el Paraguay, sale del marco de los tantos movimientos subversivos que han agitado este país y reclama por lo mismo un examen atento de sus antecedentes y posibles proyecciones... Dados los antecedentes, múltiples y complejos, de este movimiento, la forma como ha surgido y los elementos que integran su elenco directivo, tampoco es fácil establecer cuál será su orientación definitiva y la eficacia de su acción. No sólo no se tiene aún un programa definido, o tan siquiera puntos de vista uniformes, aceptados por todos los que en aquel participan, sino que estos mismos carecen de experiencia en la difícil ciencia del gobierno, como carecen de un punto de apoyo firmemente basado en una entidad orgánica, medianamente responsable. Si en 1870 no había pueblo para asimilar y aplicar los postulados de la nueva Carta Magna, en 1936 tampoco existe sino este conglomerado heterogéneo por lo que se trató de formar improvisadamente, hasta por decreto, un simulacro de partido -inocuo como todo simulacro-, a base de la anulación total de las fracciones políticas preexistentes y de la prohibición de toda actividad en forma no menos totalitaria". (7)

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         Por su parte, Horacio Galeano Perrone, en su libro "Paraguay. Ideología de la dependencia" transcribe la opinión de Juan Stefanich -ministro de Relaciones Exteriores del gobierno franquista y líder de la "Liga Nacional Independiente" en el momento de estallar la revuelta- en su libro "La restauración histórica del Paraguay" contenida a su vez en la obra "Anarquía y revolución en el Paraguay", de Manuel Cibils, en el sentido de que "Tres grandes revoluciones determinan y fijan los destinos auténticos de la nacionalidad y de la democracia paraguaya: la Revolución de los Comuneros, la Revolución de la Independencia de 1811 y la Revolución de febrero de 1936... La Revolución del 17 de febrero de 1936 fue en sus comienzos un movimiento caudaloso, multitudinario, arrasador, marcadamente heterogéneo, sin una orientación ideológica claramente predeterminada: fue una especie de BASTA, que resonó en todo el ámbito nacional con fuerza arrolladora". (8)

         Luís María Argaña, en su "Historia de las Ideas políticas en el Paraguay" expresa: "Terminó la guerra, se firmó el armisticio, y se superó el lenguaje de "correligionario" para ser sustituido por el de "excombatiente", "camarada de armas", "Chaco-ré", y dentro de esta semántica se producen los diálogos secretos, escurridizos de la policía liberal, y estalla al final, como un ansia popular incontenible, como un acto de liberación e independencia, la Revolución del 17 de febrero de 1936. Allí estaba todo el pueblo paraguayo, sin distinción de banderías, contra la fracción dominante del Partido Liberal. La Revolución de febrero más que un "pro" fue un "anti", era la voz que salía de las entrañas del pueblo paraguayo y decía "BASTA" a tanta incapacidad, a tanta incuria, a tanta oligarquía despótica, a tanto entreguismo. Era la ruptura de las cadenas de la esclavitud... Por ello, no tuvo un programa inicial, fue multitudinario, espontáneo, como la toma de la Bastilla. Pero fue una revolución traicionada, que se debatió en contradicciones internas, marginó a los auténticos revolucionarios y al final fue devorada por sí misma". (9)

         Rafael Eladio Velázquez dice: "En 1936 se rompe la continuidad institucional y el poder militar será, desde entonces y por una década, determinante. No resulta tan simple la interpretación de los hechos: se expresa la disconformidad de los jóvenes oficiales de reserva, que regresan del frente y aspiran a cambios; se incorpora a la acción política la pequeña clase media, grupo social nuevo en el acaecer nacional; se manifiestan e influyen nuevas corrientes ideológicas del más amplio espectro, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha; los problemas y las reformas sociales pasan a ocupar lugar destacado en la publicidad y en los planes de gobierno; y la intervención del Estado en la economía será una constante de la vida paraguaya... La inquietud y la disconformidad de las nuevas generaciones urbanas, que se venían manifestando desde la década del 20, intentan definirse en el movimiento de febrero de 1936, aunque éste, en la acción, depende de un pronunciamiento militar. Pese al entusiasmo de sus actores, hay desorientación ideológica, que se traduce en algún decreto ya histórico y en otros documentos y actos oficiales". (10)

         En la "Nota preliminar" de su libro "Ayala, Estigarribia y el Partido Liberal" escribe Policarpo Artaza: "El doctor Juan Stefanich, ex ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de facto surgido a raíz de la cuartelada del 17 de febrero de 1936, acaba de publicar en tres volúmenes los Capítulos de la revolución paraguaya. Quiere justificar en ellos aquel triste episodio llamándolo "movimiento de liberación integral del pueblo paraguayo" contra los "vende patria, legionarios, entregadores liberales", cuando, en realidad, el 17 de febrero de 1936 marca la iniciación de la anarquía que desde hace diez años carcome los cimientos vitales del Paraguay. La historia juzgará a su hora ese pronunciamiento, que no tiene justificación ni explicación alguna dentro de la lógica y del patriotismo. Habíase logrado una gran victoria militar en el Chaco, confirmándose con ella nuestro prestigio de pueblo heroico; conquistando la admiración del mundo entero por la valiente defensa del suelo patrio y la justicia de nuestra causa; acrecentado el prestigio internacional, actuando nuestros delegados con todo éxito en las conferencias de Buenos Aires para la conclusión del tratado de paz. Todo nos era favorable en ese instante crucial de los destinos patrios. ¡Qué no hubieran alcanzado entonces los gobiernos responsables y progresistas con el apoyo del pueblo entero, unidos en el común y fecundo esfuerzo de la paz! Vivíamos el cuarto de hora, largamente esperado, de la reconciliación nacional, no de las

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recriminaciones de pasados errores que debían sepultarse en homenaje al sacrificio de los caídos por la patria en las soledades del Chaco. Era la hora de la evolución, de las transformaciones pacíficas, de cambios radicales si se quiere, pero realizados en movimientos de carácter institucional. No era hora de la insurrección, de la rebelión armada, de la cuartelada, como fue la del 17 de febrero". (11)

         El investigador santafecino residente en los Estados Unidos de Norteamérica Carlos R. Miranda, en su obra "Paraguay y la era de Stroessner" escribe: "Los resultados de la Guerra del Chaco fueron positivos para Paraguay, especialmente gracias a la participación de gran parte de la población. Fue una guerra con apoyo popular, y los sentimientos favorables hacia el rol del gobierno crecieron. En contraste, ciertos oficiales del ejército creían que no habían estado lo suficientemente preparados y que la nación había invertido demasiada energía siguiendo las mezquinas controversias políticas que acompañaron a la guerra. Un descontento generalizado empezó a crecer entre los rangos castrenses. Los oficiales de alto nivel en la guerra, sin ser comandantes de primera línea, se las arreglaron para recibir premios considerables, y al General Estigarribia le fue otorgada una generosa pensión vitalicia. La dirigencia liberal, con su antiguo desprecio por las contribuciones de la población y su favoritismo hacia los oficiales liberales que no se habían mostrado muy activos en el frente, contribuyo a dar forma a un movimiento revolucionario que terminó con el gobierno liberal de Eusebio Ayala. Las ideas de los militares revolucionarios tomaron forma en febrero de 1936. Liderados por el Coronel Rafael Franco, los denominados febreristas... eran contrarios al estado liberal que había gobernado al Paraguay desde 1904. Imágenes del Francismo y de los López promovieron la creación de un gobierno con orientaciones fascistas. Como era una coalición heterogénea, los febreristas incluían una facción nacionalista liderada por Juan Stefanich, los colorados representados por Bernardino Caballero, un grupo con ideas socialistas liderado por Anselmo Jover Peralta, fascistas liderados por Freire Estevez y militares que habían combatido en la Guerra del Chaco. Aproximadamente en un año los febreristas proscribieron la Constitución, suspendieron los partidos políticos y pusieron a todos los grupos políticos bajo el control directo del Ministerio del Interior. Estos esfuerzos fueron dirigidos hacia la creación de un Estado unípartidario, con apoyo de parte de los estudiantes, obreros, trabajadores y veteranos de guerra". (12)    

         Entre los más jóvenes, Juan Carlos Herken Krauer expresa: "La revolución febrerista de 1936 constituye en parte la explosión de los problemas irresueltos que arrastraba la administración liberal desde ya hace tiempo, y de los que por otra parte eran conscientes una gran parte de sus dirigentes. Las propuestas y los avances concretos en materia de legislación social y agraria, y las demandas estatistas del gobierno febrerista, fueron reconocidos como signos concretos de que se daba un cambio en la correlación de las fuerzas de poder". (13)

         En el libro reportaje "José Asunción Flores - Pájaro musical y lirico" Armando Almada Roche, periodista paraguayo residente en la Argentina hace largos años, recoge una serie de reflexiones del Maestro Flores, el más grande músico popular de la historia del arte paraguayo e inmortal e indiscutido creador del género de la Guarania, militante del Partido Comunista Paraguayo, exiliado por varias décadas en Buenos Aires y fallecido en 1972. Dice el Maestro acerca de la Revolución de Febrero: "Miles de ex-combatientes de la guerra del Chaco se ofrecieron, a costa de cualquier sacrificio, hasta a entregar la vida, para defender y mantener el nuevo estado revolucionario, pero todo fue en vano. Los seudorrevolucionarios que actuaban en la dirección del movimiento -por temor a los comunistas, por el miedo atroz al comunismo, la única y real ideología que puede salvar al hombre de ser toda su vida una cosa, un esclavo- prefirieron traicionar la causa y la entregaron a la reacción. Y así nos fue. Nos quedamos sin revolución y nuestro pueblo volvió a ser expoliado y explotado. Volvieron a ocupar las riendas del país los burgueses reaccionarios... La revolución del 17 de febrero fue -al principio de su etapa embrionaria- una verdadera marcha hacia la liberación del oprimido y moribundo pueblo paraguayo. Al parecer, los jefes y caudillos revolucionarios poco o nada entendían -o no querían entender- de revolución...". (14)        Desde la óptica del intelectual que hurga en los acontecimientos con ojos distintos, Carlos R. Centurión, en el Tomo III de su monumental

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"Historia de las Letras Paraguayas" alude con claridad a la Revolución de Febrero: "Los sucesos político - militares del 17 de febrero de 1936 dieron por tierra con el gobierno de Eusebio Ayala y con la hegemonía del Partido Liberal... Las imprentas pasaron violentamente al servicio del nuevo régimen. Durante dieciocho meses no pudo escucharse otra voz en el Paraguay que no fuera la de los triunfadores. Sólo de rato en rato llegaba, secretamente, desde el misterio, un periódico llamado Heraldo. Traía la protesta airada de los perseguidos, que llenaban cárceles y deambulaban por tierras extranjeras. Era un periódico de combate. ¿Quiénes lo redactaban? Plumas liberales al servicio de un ideal. Ese ariete socavó los cimientos del régimen del Coronel Rafael Franco, vale decir, de la "Liga Nacional Independiente", cuyo jefe era el canciller de entonces, Juan Stefanich". (15)

         El propio Coronel Franco, a poco de haber asumido la Presidencia provisional, declara: "Tenemos entendido que el problema político - social planteado a los hombres de gobierno, consiste en un cambio de estructura del viejo Estado Liberal... La estructura del nuevo Estado Paraguayo será una expresión tan fiel como sea posible de la fisonomía y de la realidad orgánica natural de nuestra Nación... No copiaremos ninguna de las Constituciones presentes, pero aprovecharemos las expresiones de todas ellas y daremos a la nueva organización nacional, al mismo tiempo que el espíritu de la época, la sustancia medular de nuestro pueblo y nuestra raza. En tal sentido, el Estado Paraguayo no será comunista, ni fascista, ni racista y no adoptará las formas políticas referidas... El Paraguay es una democracia natural cuya estabilidad económica, espiritual y moral, reposa esencialmente sobre la gran masa campesina y obrera; la nueva Constitución respetará, en primer término, estas realidades y les dará la forma política adecuada. La gravitación campesina será dominante... No se creará una dictadura constitucional. La soberanía popular y la democracia representativa y funcional convenientemente adecuadas a la organización del Estado, serán, serán la base de la nueva estructura política... Creemos lealmente que los partidos tradicionales han cumplido su misión y que deben ser substituidos por organismos que respondan a la nueva estructura estatal. No pretendemos, sin embargo, imponer por la fuerza o la violencia esta convicción. No disolveremos los partidos, ni les impondremos el silencio coactivo. Confiamos en la fuerza de la verdad y de la realidad que nos asiste, y esperamos que la convicción, el estudio y la persuasión serán nuestros mejores colaboradores... El decreto de tregua política dictado últimamente no es una medida de gobierno ni una medida permanente. Es un recurso de emergencia, a que se ve obligado a recurrir el Gobierno Revolucionario, para organizar y cimentar el Poder Revolucionario. Tenemos el derecho incuestionable de llevar adelante los designios de la Revolución, y el deber de velar por la conciliación. No se ha hecho la Revolución para entregarla a la anarquía y a la demagogia. Los tiempos de plena libertad constitucional, se restablecerán sin demora, tan pronto como las fuerzas populares de la Revolución, estén organizadas... Tales son los principios directivos que guían a mi gobierno. Es necesario, sin embargo, que la adopción definitiva de ellos repose en la voluntad de la Convención Nacional Constituyente, para discutir y votar la organización del Nuevo Estado Paraguayo...". (16)

         El contenido de las precedentes citas releva cualquier comentario adicional acerca de la Revolución del 17 de febrero de 1936. Quienes en tiempos y circunstancias diferentes, con la pasión, el encono o la objetividad como estandarte, desde el poder o desde "el llano" han formulado el contenido de las mismas, contribuyen a perfilar este acontecimiento que para muchos marca el ingreso del Paraguay a una época, históricamente hablando, distinta, y que, como es lógico, para otros, no es más que una revuelta de las tantas que conoció el país a lo largo de su azarosa vida independiente.

 

         1937: PAIVA Y LOS UNIVERSITARIOS EN EL PODER

 

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         Escribe Osvaldo Kallsen: "Pero el período de transición del nuevo régimen fue demasiado brusco: el pueblo no estaba habituado a estas radicales transformaciones. Se crea una atmósfera asfixiante. Los militares exigen cambios en el gabinete. Y nuevamente se produce, el 13 de agosto de 1937, un golpe militar, dirigido por el Teniente Coronel Ramón L. Paredes y por el Mayor Dámaso Sosa Valdez. El Coronel Franco opta por renunciar, para evitar nuevo derramamiento de sangre". (17)

         El Dr. Félix Paiva, quien ostenta la condición de único paraguayo en la historia del país que ocupó la titularidad de los tres poderes del Estado, como Presidente del Congreso, del Superior Tribunal de Justicia y finalmente de la República, reemplazó al Coronel Franco. Maestro por largo tiempo, periodista, político destacado -fue vicepresidente del Señor Manuel Gondra-, jurista, exiliado, legislador y ex rector de la Universidad Nacional, Paiva ocupaba el cargo de Decano de la Facultad de Derecho cuando fue llamado a las más altas funciones en el gobierno. Salvo dos carteras ministeriales -Interior y Guerra y Marina- cubiertas por hombres de armas, el nuevo gabinete se conformó con todos graduados universitarios.

         Restablecido en sus funciones el Congreso Nacional luego de su disolución por el gobierno surgido de la Revolución Febrerista -los miembros civiles del nuevo gabinete gubernamental habían puesto como condición indispensable la reanudación de un proceso democratizador en el país, por cuya razón fueron convocadas en 1938 elecciones, de las cuales no participará el Partido Colorado, para designar Senadores y Diputados-, el Dr. Paiva, haciendo galas del excelente manejo del idioma que poseía, en un largo y meduloso mensaje, el 1 de octubre de ese mismo año, expresaba: "Tras el período de la dictadura que se implantó a raíz del movimiento militar del 17 de febrero de 1936, la Nación quedó poco menos que deshecha, pues el desorden y la confusión que sentaron sus reales durante el régimen oprobioso hicieron conmover a aquella en sus propios fundamentos. Las consecuencias del golpe aleve fueron tan desastrosas que todo el país respiraba honda anarquía... Si se contempla por ahora el estado general del país, la impresión no puede ser naturalmente la misma de los días de la dictadura, ni siquiera de los primeros meses de la nueva situación política siguiente. Pues el ambiente ha cambiado, los espíritus han tendido a la concordia, la confianza ha vuelto a renacer en los hombres responsables del Gobierno y todos, cual mas, cual menos, avizoran con optimismo el porvenir... Han pasado ya, creo, los momentos de incertidumbre en que el menos receloso no podía jurar por el mañana. Las cosas sociales y políticas, si bien se resienten aún de la crisis anterior, se han encauzado de nuevo y empiezan a seguir con relativa suavidad la corriente, como la mansa linfa de nuestro río epónimo que, sin saltos ni remansos, lleva sus aguas tranquilas a través del Plata al Océano...". (18)

         Fue en el campo de las relaciones internacionales donde el "Paivato", como es también llamado -casi peyorativamente- este gobierno, obtuvo sus logros más significativos. El 21 de julio de 1938, se firmó en Buenos Aíres el Tratado de Paz con Bolivia. Un "Plebiscito Nacional", convocado por decreto del 22 de julio de ese mismo año para el día 10 de agosto con el objetivo concreto de que el pueblo se pronuncie sobre el contenido del documento pacificador logrado, arrojó 135.385 votos a favor de la aprobación y 13.204 votos en contra de la misma. (19)

         El Tratado de Paz delegó en un Colegio Arbitral integrado por los mandatarios de los países mediadores -Argentina, Brasil, Chile, Perú, Uruguay y los Estados Unidos de Norteamérica- o sus representantes, la potestad de fijar la línea limítrofe. El pronunciamiento de estos árbitros fue dado a conocer el 10 de octubre de ese mismo año. Luego de numerosas fórmulas transaccionales, el resultado final de tres años de largas, trabadas, tediosas y muy difíciles tratativas, ha generado opiniones encontradas entre los historiadores y los observadores de la realidad paraguaya: hay quienes piensan que el Tratado marca un enorme retroceso en relación con la posición paraguaya al término del cruento conflicto internacional -se llegaron incluso a escribir libros acerca de la supuesta "entrega del Chaco", estigmatizando a los diplomáticos de entonces- y otros, más conciliadores y menos apasionados, que son de opinión de que el contenido del acuerdo, si bien no satisface plenamente a los intereses paraguayos, constituye el

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precio que había que pagar para arribar a la anhelada paz. Lo cierto de todo ello es que, tras la guerra, heroicamente sostenida por un pueblo en armas, y con el pacto logrado, el Paraguay recuperó alrededor de 137.000 kilómetros cuadrados de su región Occidental.

         Por otra parte, el añejo conflicto con la Argentina sobre el Río Pilcomayo, como límite entre ambas naciones -recuérdese que desde el Laudo Hayes, fallo arbitral del Presidente norteamericano quien el 12 de noviembre de 1878 resolvió que el Paraguay tenía justos títulos sobre una zona de la región occidental del país, en disputa con el estado argentino, se determinó que el límite era el "brazo principal del Pilcomayo", brazo éste que, tratándose de un río de curso inestable, era poco menos que imposible determinar- fue resuelto por el acuerdo suscrito el 5 de julio de 1939 entre el Dr. Higinio Arbo, ministro paraguayo, y por el Dr. José María Cantilo, canciller argentino, con la participación del General Estigarribia. Este tratado precisó con claridad que el brazo principal era el brazo sur, que desemboca frente a Itá Enramada, hecho éste que favorecía al Paraguay. (20)

         El caprichoso río, no obstante, sigue siendo, hasta hoy, motivo de conflicto entre el Paraguay y sus vecinos del sur, por imprevisiones, negligencia y resoluciones inconsultas y unilaterales que han perjudicado gravemente intereses de personas y empresas dedicadas a la explotación agrícola - ganadera y han dañado, en algunos casos, irreparablemente, el hábitat circundante al curso de agua.

         En el plano político va a desempeñar una descollante actuación el Coronel Arturo Bray, jefe de plaza de Asunción, autor del Bando N° 1 -que nunca tuvo aplicación práctica- el cual castigaba con la pena de muerte a quienes atentaran contra la vida de miembros de las Fuerzas Armadas. Bray -perteneciente al primer grupo de Bachilleres del Colegio de San José, en 1913- fue un extraordinario escritor y sus más que polémicas memorias fueron publicadas en tres tomos bajo el nombre de "Armas y Letras". A poco de asumir el nuevo gobierno, regresan al país numerosos liberales exiliados y comienza la campaña proselitista que concluye con la nominación a la primera magistratura del país del General Estigarribia, quien estaría llamado a ser -luego de vencer en comicios sin oposición- el trigésimo quinto presidente de la República a partir de la vigencia de la Constitución de 1870. Le acompañaría en la fórmula presidencial el Dr. Luis A. Riart, recordado ministro de Economía durante la contienda chaqueña, hacedor del casi milagro económico operado en el país durante el lapso de aquellas difíciles circunstancias.

         En el marco de la Educación Superior y como no podía ser menos tratándose del llamado "gabinete universitario", se crean las Facultades de Odontología (1937) y de Química y Farmacia (1938), sobre la base de anteriores ensayos realizados mediante escuelas que cubrían estas áreas del saber humano.

         Para un pueblo como el paraguayo, y una ciudadanía como la asuncena, eminentemente católicos, tuvo importante significación el decreto de fecha 21 de octubre de 1937, por el cual "se restituyó a la Virgen de nuestra ciudad el edificio situado en las calles Palma y Chile, quedando como "Oratorio de Nuestra Señora de la Asunción y Panteón Nacional de los Héroes". (21)

         Ya de entonces data uno de los primeros intentos, de varios realizados y nunca concretados, de construir un oleoducto en el Chaco, mediante un acuerdo formalizado entre el Ministerio de Agricultura y Yacimientos Petrolíferos Bolivianos.

         En materia de realizaciones artístico - culturales, el Gobierno de Paiva adquirió para el Estado paraguayo la Colección de Arte -pinacoteca y esculturas- que había pertenecido al culto hombre público Juansilvano Godoi. El "Museo Godoi" es hoy el de "Bellas Artes".

         De formación jurídica sólida, de carácter pacífico y conciliador, de posturas caballerescas y dignas, el Dr. Paiva entra en la historia del Paraguay como quien, habiendo presidido en

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circunstancias en extremo complejas los destinos de su patria, tuvo logros notables en ciertos aspectos y claros déficits en otros; en este último sentido, poco es cuanto el "Gobierno Universitario" pudo realizar para lograr, cuando más no sea en mínima medida, la neutralización del poder militar, cuya sombra, en constante crecimiento, se cernía amenazante sobre el futuro del Paraguay.

 

         ESTIGARRIBIA

 

         El glorioso comandante en jefe del Ejército Paraguayo durante la Guerra del Chaco, el entonces General de Ejército José Félix Estigarribia, llegó a la primera magistratura del Paraguay -si bien luego de vencer en elecciones sin participación de ningún sector político opositor, celebradas el 4 de marzo de 1939- por el voto dé sus conciudadanos, el 15 de agosto de ese mismo año. El joven perito rural nacido en Caraguatay, el recio militar, el hombre formado en Chile y en Francia, el que con sus éxitos bélicos llegara a ser considerado uno de los grandes estrategas contemporáneos, resuelve, con la misma entereza de los tiempos de la guerra, bajar a la arena política, en la paz. En opinión de los miembros del Partido Liberal que propiciaron su candidatura, su enorme prestigio nacional y la admiración internacional que concitaba su persona, podían servir para el logro de un reencauce definitivo del Paraguay luego de los incontables problemas sobrevinientes a la terminación del conflicto internacional con Bolivia.

         Mucho es cuanto se ha dicho y se ha escrito en relación con el Estigarribia político. La más contemporánea crítica histórica divide -cuando no en el Paraguay- su opinión entre quienes lo consideran sinceramente comprometido con una profunda transformación nacional, en lo que algunos de sus apologistas llamó pomposamente la "Auténtica Revolución Paraguaya", y quienes lamentan vivamente que el genial guerrero haya pasado finalmente a la historia como un político mediocre, preso en las redes de las ideas totalitarias en boga en esos tiempos en el mundo y en las no menos peligrosas del accionar paraguayo en política, no siempre comprometido con el bienestar general -como debiera ser su objetivo último- sino, las más de las veces, sirviendo a intereses subalternos de facciones y grupos coyunturales. Un hombre de tanta estatura dentro de la historia de su pueblo, mal puede pasar desapercibido. Así, Estigarribia encenderá las críticas más duras de sus adversarios, e inspirará entre sus seguidores, los más altos conceptos.

         Moviéndose en la urdimbre de solapados o públicos hilos tendidos por grupos adherentes -intelectuales liberales que lo rodean y apartan de la escena a la dirigencia tradicional de su partido, como Justo Pastor Benítez, Alejandro Marín Iglesias, Salvador Villagra Maffiodo, Efraím Cardozo, Pablo Max Ynsfrán, entre otros- y opositores a su gobierno -tal el caso de quienes, poseedores también de una sólida formación, se agrupan en el combativo y brillante periódico "El Tiempo", los llamados, por ellos mismos "Tiempistas", entre quienes se cuentan Luis A. Argaña, Carlos Andrada, Carlos Pedretti, Aníbal Delmás, Sigfrido Gross Brown, Celso Velázquez, por citar sólo algunos-, Estigarribia, a pocos meses de asumir el poder, se ve forzado a adoptar impopulares medidas. El 29 de enero de 1940, se interviene la Universidad Nacional. Sobre este acontecimiento, escribe F. Arturo Bordón en su libro "Morínigo, Un paréntesis trágico en la vida democrática del Paraguay": "Lo acontecido entonces aumentó la inquietud reinante. La prensa opositora, a cuya cabeza enarbolaba su bandera de subversión el diario "El Tiempo", desató una virulenta campaña contra el Gobierno del General Estigarribia y sus colaboradores liberales". Un decreto del 31 de enero, "declara intervenida la enseñanza secundaria y comercial, asumiendo el Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública las funciones del Consejo Directivo de la Enseñanza".

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         El "Acta del Consejo de Ministros" del 16 de febrero expresa: "... A esta altura de las deliberaciones, toma la palabra el Excelentísimo Señor Presidente de la República,... quien expresa que, en mérito a las consideraciones expuestas precedentemente, y al clima de agitación política que impera en el país, y muy particularmente en el seno de las Fuerzas Armadas, del estudiantado universitario y secundario, y del obrerismo, movidos principalmente por el "franquismo", los colorados y los comunistas, ha llegado a la conclusión de que debe asumir la plenitud de los poderes, pero dentro del respeto a los principios de la Constitución Nacional y a las leyes, y con el único y definido propósito de asegurar su vigencia, decisión respecto de la cual, solicita opinión expresa de los Excelentísimos Sres. Ministros..." Del gabinete ministerial, se pronunciaron decididamente a favor de la propuesta presidencial los generales Eduardo Torreani Viera y Nicolás Delgado y el Dr. Efraím Cardozo; manifestó su oposición y extendió su renuncia el Dr. Justo P. Prieto, quien fue secundado por el Dr. Alejandro Dávalos. (22)

         En este contexto, el 18 de febrero de 1940, Estigarribia asume la plenitud de los poderes, deroga la Constitución de 1870 y establece una tregua en las actividades políticas. Cuenta Efraím Cardozo: "... a las 8 de la mañana, desde su despacho del palacio de gobierno, el Presidente de la República... pronunció por radiotelefonía un discurso en que anunció al pueblo que asumía desde la fecha la responsabilidad total del poder político por el tiempo que considerara necesario "para asegurar a la Nación Paraguaya orden y paz estable y hacer posible su grandeza y prosperidad". (23)

         En circunstancias poco claras, los miembros de ambas cámaras legislativas habían renunciado. Este hecho -denominado "autodisolución del Congreso" dejó el camino libre para que el Ejecutivo se hiciera con todo el poder del Estado, si bien el decreto Nº 1, en su artículo 2° decía: "Declaro subsistente el Capítulo de la Constitución Nacional relativo al Poder Judicial". El artículo 3° expresaba: "Establécese una tregua en las actividades políticas de los partidos y agrupaciones". El artículo 6° del mismo decreto recogía la opinión mayoritaria de los dirigentes del Partido Liberal, en el gobierno con Estigarribia, en el sentido de que se consideraba necesario dotar al país de una nueva Carta Magna: "Créase una Comisión de Juristas integrada por tres Miembros encargados de formular el anteproyecto de la nueva Constitución, que deberá inspirarse en los principios de la democracia representativa". Este decreto, a todas luces totalitario, y al que siguió otro de la misma fecha nominando a nueve ministros secretarios de estado, marca a fuego no sólo a su gobierno sino a todo el accionar político del vencedor del Chaco. Los fundamentos de la llamada "tregua política" -que tendrá importancia como medida coactiva no sólo para Estigarribia sino también, y principalmente, para su sucesor, Morínigo, en los primeros tiempos de su gobierno- están indicados en un decreto de fecha 18 de marzo de 1940. "La medida de emergencia adoptada por el Decreto N° 1 al establecer la tregua política, está inspirada en el anhelo de pacificar los espíritus como primer paso para la creación del ambiente propicio que ha de facilitar la nueva estructuración del Estado..." y sus alcances señalados en la parte resolutiva del mismo documento: "Artículo 1°: La tregua política establecida por Decreto N° 1, de fecha 18 de febrero ppdo., consiste en la suspensión de las actividades públicas de los partidos y agrupaciones políticas...". (24)

         Con la suma del poder en manos del Presidente, el gobierno de Estigarribia adoptó, siempre en 1940, inequívocas medidas restrictivas de la libertad de expresión.

         Con la autoría de la máxima figura nacional en materia de política agraria en lo que va de este siglo en el Paraguay, el Dr. Carlos Pastore -entonces presidente del Departamento de Tierras-, fue sancionado, el 29 de febrero de 1940 el "Estatuto Agrario". La administración Estigarribia pretendía, de esta suerte, dar soluciones concretas a este problema calificado en su momento por el ilustre Dr. Eligio Ayala como "grave y urgente". La Constitución de 1870 establecía el principio de la "inviolabilidad del derecho de propiedad" el cual se convirtió en un obstáculo para intentar la solución integral de la cuestión agraria. El nuevo Estatuto afirmaba "el dominio eminente del Estado sobre el suelo de todo el territorio nacional, en el concepto de que la tierra es el instrumento de una función social y en el principio de que todo hogar paraguayo

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debe estar asentado sobre un pedazo de tierra propio que le produzca lo necesario para la vida". Consideró susceptibles de expropiación, para su aplicación a la reforma agraria, a todas las tierras aptas para la explotación agropecuaria y la colonización que no fueran explotadas racionalmente por sus propietarios, las que fueran ocupadas por núcleos mayores de veinte personas y las que fueran abandonadas por sus dueños residentes en el extranjero. Estableció, asimismo, el principio de la indemnización a los propietarios expropiados. (25).

         Cincuenta y tres años justos después de la fundación del Centro Democrático -el que sería el Partido Liberal- por un decreto-ley refrendado por el Presidente Estigarribia y por todos los ministros de su gabinete, se dio a conocer la nueva Carta Política fundamental del Estado, cuyos autores fueron Pablo Max Ynsfrán y Justo Pastor Benítez. Este instrumento jurídico es llamado por Hugo Marinoni Rodríguez -mentor de vocaciones juveniles para las humanidades e ilustre profesor de Historia- "carta otorgada", en recuerdo de otros documentos que a lo largo de los tiempos no contaron, en su elaboración, con la participación del pueblo ni de sus representantes legítimos. La Constitución de 1940 llegaba pues al escenario político sin contar con el requisito de una Convención Nacional Constituyente que validara su contenido, si bien una consulta popular bajo la forma del plebiscito la aprobó el 4 de agosto de ese mismo año. Las consideraciones que preceden al articulado del nuevo ordenamiento se expresan, entre otras, de la manera siguiente: "El movimiento político que se operó el 18 de febrero ppdo. obedeció al propósito de salvar al país del recrudecimiento de la larga anarquía que tan duramente había castigado a la familia paraguaya. Sólo una amplia política nacional podía crear el ambiente de concordia y de tolerancia que se necesitaba para que el gobierno estuviese en situación de superar los factores que trababan su acción restauradora e iniciar una era de trabajo pacífico y fecundo. Pero los instrumentos políticos con que contaba el Estado para gobernar a la Nación y alcanzar estos fines, eran deficientes e ineficaces, circunstancia que obligó a declarar la caducidad de la Constitución de 1870 como un paso preliminar para dar cima a la reforma total de la misma, en cumplimiento de la decisión del H. Congreso Legislativo del 16 de febrero último..." Hacen referencia además a la "amenaza al orden y al progreso...", a los "partidos políticos, (que) en vez de ser órganos de una democracia legalista, se resienten... de pesadas herencias, como se comprueba con la negativa... a colaborar en la redacción del proyecto de Constitución...", al hecho de que "urge que la nación tenga una Carta Política que establezca derechos, garantías y obligaciones y que dé al gobierno un estatuto legal que defina su orientación, que fije sus atribuciones y que sirva de marco a sus funciones... (y) debe responder a nuevas necesidades, a nuevas doctrinas, a nuevos hechos y también a una concepción más nueva del Estado...", a la circunstancia de que "es... indispensable dotar al Estado de facultades que le habiliten más ampliamente a cumplir las funciones de realizar el progreso y de intervenir para alcanzar una mayor justicia social, para orientar la economía, para racionalizar la producción y sistematizar convenientemente el trabajo nacional". Más allá de estas consideraciones, por sesudas que las mismas aparezcan, lo cierto es que la nueva Constitución de la República establecía una notable preponderancia del Ejecutivo sobre los demás poderes, al conferir al Presidente de la República la posibilidad de disolver el Congreso unicameral y de dictar decretos-leyes con el auxilio del Consejo de Estado, organismo que funcionaba durante el receso parlamentario; extendía a cinco años el mandato presidencial -por la Constitución de 1870 ese mandato era de cuatro años- y preveía la reelección; las Fuerzas Armadas se erigían como custodias del orden y de la soberanía, de la integridad territorial y del honor del país, así como en defensoras de la Constitución. Lejos de aportar soluciones, la Constitución Nacional de 1940 fue una "carta otorgada" que no logró enderezar los rumbos ni pacificar los ánimos. Bajo su imperio, cumpliéndosela muchas veces a medias, el Paraguay vivió un anárquico período de su turbulenta historia. Ello es así porque de nada sirven los instrumentos jurídicos, por buenos que sean o que parezcan ser, si no se crean las condiciones favorables para que el pueblo salga de la ignorancia, deje de seguir a un trapo de color y a caudillos y mandamases de turno, se resuelva por las propuestas y las acciones con generoso sentido de patria, y asuma el desafío intransferible de su propio desarrollo en libertad.

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         El gobierno del General Estigarribia inició los trabajos de asfaltado de la hoy ruta internacional N° 2, que lleva, merecidamente, su nombre. Este hecho no debe ser mirado aisladamente pues marca el inicio del mejoramiento vial a lo largo del territorio nacional.

         El año 1940 es crucial en la historia del Paraguay contemporáneo. Se producen, a más de los ya consignados, dos acontecimientos de enorme importancia: fallece, trágicamente, el Presidente Estigarribia y llega el primer empréstito norteamericano al Paraguay y, curiosamente, desde entonces y hasta hace pocos meses -abril de 1996- el poder militar, afianzado, será de imponderable relevancia en la vida política paraguaya.

         El 7 de setiembre, en un infortunado y no del todo aclarado accidente aéreo -la máquina asignada a los viajes presidenciales había sido enviada a trasladar a un oficial enfermo hacia el norte y tuvo que ser sustituida por un Potez 7, antiguo pero recientemente reacondicionado-, fallecen el Presidente Estigarribia -contaba 52 años-, su esposa, doña Julia Miranda Cueto y el piloto de la aeronave, el mayor -ascendido a este grado póstumamente- Carmelo Peralta. "El avión remontó vuelo a las 11 y 10 de la mañana. El tiempo era cálido y soplaba viento Norte. Aunque la visibilidad era buena, una ligera neblina envolvía como un impalpable sudario la tierra. En el campo de aviación de San Bernardino esperaba, como lo hacía habitualmente, el comisario de la localidad, Andrés Acosta. Transcurrida hora y media y en vista de que el avión no llegaba de regreso, el capitán Urbieta Rojas pidió al jefe de policía, coronel Sigfredo Melgarejo, que solicitara informes a San Bernardino. Así se hizo. La respuesta fue que el presidente Estigarribia no había llegado. La Dirección General de Aeronáutica dispuso inmediatamente la salida de todos los aviones disponibles, pero la búsqueda del Potez 7 al que se suponía en aterrizaje forzoso fue infructuosa. Pocos momentos después el ministro del Interior recibió un telegrama del comisario de Altos, Emiliano Valdovinos, donde se informaba que se había presentado un vecino de la compañía Aguai'y a dar la noticia de que en las cercanías de su casa había caído un avión cuyos tripulantes, no identificados, habían perecido... Tan pronto como se comprobó fehacientemente la consumación de la tragedia, el ministerio del Interior expidió un comunicado con la luctuosa nueva. El hecho produjo profunda consternación... El féretro conducido sobre la cureña de los cañones de Campo Vía y acompañado por una inmensa multitud, fue depositado en la cripta del Panteón Nacional... Las exequias de Estigarribia fueron las más grandes realizadas en el país". (26)

         El accidente en las cercanías del antiguo pueblo de Altos -uno de los primeros fundados en el Paraguay Colonial- dejó trunca la posibilidad de un juicio más acabado acerca de las intenciones verdaderas del gobierno de Estigarribia y de los resultados de las drásticas medidas adoptadas en los trece meses que duró el mismo. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que la estrella fulgurante del invicto vencedor del Chaco no tuvo el mismo brillo para con el hombre que, en materia política, no pudo apartarse de las vicisitudes de tiempos hartamente difíciles.

         Quien es, en opinión de la crítica literaria, el más pulcro y fino estilista en la literatura paraguaya de este siglo, Carlos Zubizarreta, nos presta el comentario final en torno a la vida y al gobierno de quien fue ascendido a Mariscal luego de su deceso: "La Historia podrá enjuiciar con reparos la acción política emprendida por Estigarribia después de la guerra del Chaco, que la tragedia dejó trunca. Pero el rostro militar de su figura no tiene sombras. Es esplendoroso. El guerrero que llevó a la victoria al pueblo paraguayo en armas debe ser considerado uno de los grandes generales del mundo". (27)

        

 

         MORÍNIGO

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         "El 7 de setiembre de 1940, Estigarribia pereció en un accidente de aviación, cerca de Altos, junto con su esposa. La Nación lo lloró como a su más esclarecido hijo, héroe del Chaco, autor de su paz externa y fundador de sus nuevas instituciones. El presidente provisional debía ser elegido por la Asamblea Nacional, integrada por la Cámara de Representantes y el Consejo de Estado, pero estos dos organismos aún no habían sido constituidos. En su defecto, el Consejo de Ministros designó presidente provisional al ministro de Guerra y Marina, general Higinio Morínigo". (28)

         "El país pasaba por un momento difícil cuando (Morínigo) asumió la función que otros pusieron en sus manos. Los vientos de la anarquía soplaban desde todos los lados. Muchos de los cuestionadores de la memoria de Morínigo parecen olvidar, por ingratitud o por sectarismo, las especiales circunstancias que lo llevaron al Palacio de López. Su situación fue bien distinta a la de otros que llegaron a ese mismo sitio a codazos, puntapiés, o a tiro limpio, y que no dejaron de utilizar ningún medio en ese empeño, incluyendo a la traición, el pecado más nefasto, para cuyos ejecutores Dante reserva el noveno y último círculo del infierno. Morínigo recibió la presidencia sin luchar por ella, sin siquiera efectuar una maniobra. Los que le siguieron en el cargo pujaron por él en forma desesperada, sin detenerse algunos ante la bajeza más abominable. En aquel 7 de setiembre de 1940, Higinio Morínigo fue el primer sorprendido por su nuevo empleo...". (29)

         Las citas precedentes, que tienen significativo valor por provenir de dos protagonistas de primera línea en aquellos cruciales momentos que difieren diametralmente en su opinión acerca del Presidente Morínigo, permiten establecer las coordenadas de cuanto ocurrió realmente. El Coronel Ramón L. Paredes y el Teniente Coronel Dámaso Sosa Valdez fueron quienes encabezaron el golpe que depuso al Coronel Franco y que echó por tierra las pretensiones de la revolución febrerista. Pues bien, ellos mismos, conocidos tanto por su enorme preponderancia en el mundo castrense como por su decisión firme de intervenir en asuntos políticos de manera a preservar la porción de poder que había ido consolidando la clase militar en el último lustro de historia paraguaya, tuvieron decisiva participación en el nombramiento del nuevo mandatario. El General Nicolás Delgado, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, tuvo que ceder ante las pretensiones de sus subalternos, quienes habían escogido a Morínigo en el convencimiento de que sería mucho más maleable a la hora de indicársele cuanto debía de hacer, que el General Eduardo Torreani Viera -quien en el mes de mayo anterior había sido sustituido por orden de Estigarribia en el cargo de Ministro de Guerra y Marina y en el Comando en Jefe, ya por presión, entre otros, de Paredes y Sosa Valdez-, famoso por su entereza y por su independencia de criterio. La misma noche del 7 de setiembre, mientras el pueblo velaba y lloraba al héroe, adoptada la decisión en el seno de los altos mandos militares, se comisionó ante el Consejo de Ministros, presidido por el Dr. Alejandro Marín Iglesias, al propio General Delgado para que diera a conocer la determinación. Los miembros del gabinete de Estigarribia validaron unánimemente la designación como presidente provisional -el 36° mandatario de la llamada era constitucional- del General Higinio Morínigo Martínez.

         Una de las novedades introducidas al Derecho Constitucional Paraguayo por la Carta Magna del 40 consiste en la desaparición de la figura del Vicepresidente de la República como integrante del Poder Ejecutivo. En cuanto concierne a las urgentes decisiones que se debían adoptar en las circunstancias históricas cuya reseña realizamos, el art. 58 de la Constitución de 1940 preceptuaba "... salvo que la renuncia, inhabilidad o muerte se produzca dentro de los dos primeros años de un período presidencial, en cuya circunstancia el Presidente Provisional convocará al pueblo a elecciones dentro del plazo de dos meses..." Si se considera que el fallecimiento del General Estigarribia acaeció a poco más de un año de haber asumido el poder, lógico era entender que el presidente provisional Morínigo debía, en un breve lapso, entregar el poder a quien, por elección, fuera designado en su reemplazo. Pero los hechos fueron otros.

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         El 12 de setiembre, en el diario "El País" se da a conocer una Proclama del presidente provisional en la cual, de manera escueta, se delinea la política que guiará la acción del nuevo gobierno. Hace mención a que "...Las iniciativas de diverso orden serán proseguidas, tanto en el orden material y en vías de ejecución, así como a la política eminentemente nacional de firmeza y tolerancia iniciada por el Presidente Estigarribia..." El documento concluye sin hacer mención al tema de la convocatoria a elecciones conforme al Art. constitucional N° 58 y, por consiguiente, no hay alusión al tiempo, breve o prolongado, del mandato provisorio. Una curiosidad, no casual: en la Proclama, el presidente provisional se dirige "Al pueblo de la República" en primera persona; sin embargo, la suscriben todos los ministros, hecho que, según algunos analistas validaba la posibilidad de que Morínigo cumpliera el período del desaparecido Estigarribia. El diario "El País" -dirigido por el liberal Policarpo Artaza- editorializó sobre la proclama, criticándola por no haber esclarecido el punto de la convocatoria a elecciones. La nota editorial de referencia es la última que publicó el periódico; se hizo saber a sus responsables que, por la tregua existente, el combativo medio de comunicación debía abstenerse en lo sucesivo de emitir juicios u opiniones sobre el momento político. (30) "El Presidente... siguiendo los consejos del Dr. Juan José Soler, fue cumpliendo las etapas programadas; primero la Proclama, haciéndola firmar por todos los Ministros; segunda, acallar la reacción de la prensa, y enseguida, las siguientes medidas. Llamó a su despacho al Ministro de Gobierno y Trabajo, Dr. Alejandro Marín Iglesias, expresándole: "Señor Ministro, para dar cumplimiento a los preceptos constitucionales, le ruego que por su ministerio se redacte el decreto correspondiente convocando al pueblo a elecciones para Presidente de la República, dentro del plazo de los dos meses, para ser cumplidas en el final del período presidencial del General Estigarribia, o sea para 1943". El Dr. Marín Iglesias "le expresó su extrañeza sobre el pedido, cuando lo que constitucionalmente correspondía hacer era convocar al pueblo a elecciones inmediatamente para la elección de un presidente efectivo que deba cumplir el período del General Estigarribia". El General Morínigo le repuso: "Bien, señor Ministro, no nos estamos entendiendo, ya discutiremos eso más adelante". (Testimonio del Dr. Alejandro Marín Iglesias)". (31)

         El día 30 de setiembre, Morínigo, contando con la aprobación de la totalidad de los comandos de grandes unidades de las Fuerzas Armadas, solicita su renuncia a todos los Miembros del Gabinete Ministerial, argumentando que se hacía necesario reestructurar los cuadros y las carteras gubernamentales. Aceptó las dimisiones presentadas por los ministros liberales, quienes habían sido confirmados en sus cargos el día 7 de setiembre, nombrando en su reemplazo a militares y a un destacado exponente del "Tiempismo". La buena estrella que, con la sola interrupción del año '36, había acompañado la gestión liberal desde el gobierno, comenzaba a declinar en su brillo.

         La, hasta ese momento, enojosa cuestión del llamado a elecciones para la sucesión presidencial, se resolvió mediante decreto del 15 de octubre de 1940. Luego de un extenso considerando, el documento expresa, en su parte resolutiva, "convócase al pueblo a elecciones generales para el día quince de febrero de mil novecientos cuarenta y tres..." Morínigo, con el apoyo de "franquistas" y "tiempistas", reunidos en el llamado Movimiento Nacionalista Revolucionario organizado a finales de 1939, comenzaba, de esta suerte, a afianzar su poder, excluyendo de manera decidida a toda dirigencia liberal. La integración de los sucesivos gabinetes ministeriales que colaboraron con el sucesor de Estigarribia permite visualizar con claridad la paulatina y rápida prescindencia de los liberales en cuanto refiere al ejercicio del poder. Paralelamente, introduciendo cambios significativos en los cuadros militares próximos a su gobierno, tuvo Morínigo enorme habilidad para capear revueltas y cuartelazos, saliendo de éstos fortalecido y entero.

         "La Cámara de Representantes no fue constituida, y el Gobierno declaró que "la democracia exclusivamente electoralista en un pueblo aún no educado para el voto consciente y libre es una farsa". Se proclamó que el "orden, la disciplina y la jerarquía eran las nuevas normas reguladoras de la convivencia y se crearon tribunales de defensa del Estado, capacitados para aplicar la sentencia de muerte a los delitos políticos según la "íntima convicción de los jueces". Con todo,

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el "tiempismo" no pudo agrupar en su torno a las masas y renunció a sus pretensiones de organizarse políticamente. Efectuada bajo su égida la "votación" de presidente para el período 1943 - 48, se excluyó expresamente "la intermediación de los llamados partidos políticos", y a fin de "no provocar la división de la familia paraguaya ni agitar a la opinión pública" fue prohibida toda propaganda electoral, como también la proclamación de candidaturas. En estas condiciones Morínigo fue reelegido para el nuevo período presidencial". (32)

         Una de las acciones más salientes, y no por ello, más desafortunada, de este gobierno, fue la disolución y la cancelación de la personería política del Partido Liberal, en virtud del decreto 12.246, del 25 de abril de 1942. El referido documento, claramente liberticida, generó, sin embargo, en su momento, encontradas opiniones. Por un lado: "El Decreto 12.246 es un precioso documento por la valentía política con la que se encara los capítulos de cargos contra dicha asociación partidaria...". (33)

         "Con el histórico Decreto dado a conocer el 25 de Abril de 1942, se cierra por siempre el ciclo de sombras y de sangre que iniciara hace medio siglo el partido liberal. Se ha corrido el telón por donde por tantos años representara ante la nacionalidad el grotesco sainete de un afán ilimitado de lucro y de poder...". (34)

         "El decreto del P. E. que disuelve el partido liberal constituye un acto de trascendencia histórica. Con él se cierra un ciclo doloroso y nefasto de nuestra vida política, durante el cual la bandería política hoy extinta encarnó, en todas sus formas, la traición a los intereses nacionales...". (35)

         Y por el otro: "La dictadura del general Morínigo, en efecto, huérfana de todo apoyo popular, hostilizada pese al terror y a la violencia, por la execración de la opinión nacional, que le es unánimemente adversa, ha tenido que apelar a un supremo y desesperado recurso, para herir a la democracia paraguaya en su más vigoroso y fundamental sostén...". (36)

         "Cumple, empero, a nuestra lealtad advertir que mientras ese borrón de ignominias que es el Decreto N° 12.246 no desaparezca del Registro Oficial y no se rectifiquen los conceptos agraviantes e injustos con que se ha pretendido mancillar al Partido Liberal, no podremos, ni nosotros, ni nuestros hijos, ni los hijos de nuestros hijos, arrancar del corazón la amargura que en él ha dejado esa injuria...". (37)

         "La idea surgió de una publicación hecha en Buenos Aires y que reproducía un informe de Mr. Spruille Braden sobre la denuncia del Dr. Enrique Finot de que durante el gobierno de Franco algunos exiliados políticos liberales solicitaron ayuda de Bolivia para derrocar a Franco. Y como la ocasión era propicia, ese decreto de disolución fue fraguado por un grupo de civiles y militares en forma sorpresiva. Como tal, fue todo un fracaso. Yo no fui consultado sobre el texto de ese decreto, y me informé de ello por los diarios. Muy poco después empecé a recibir fuertes presiones para disolver también al Partido Colorado. Les respondí que si insistían en ese absurdo podrían ir buscándose otro ministro (del Interior)...". (38)

         Los Sres. Braden y Finot, aludidos por Pampliega eran, el primero, embajador norteamericano en Buenos Aires durante el conflicto chaqueño y luego delegado de su país ante la Conferencia de Paz, y el segundo, un diplomático boliviano de trascendente actuación en las gestiones que llevaron al tratado definitivo de la Paz del Chaco. El decreto N° 15.591 del 25 de setiembre de 1946 -en plena "primavera democrática"-, derogó los artículos pertinentes del celebérrimo decreto 12.246, hecho con el cual la tradicional agrupación política recuperó -bajo el mismo gobierno de Morínigo- todas sus prerrogativas.

         Al día siguiente de asumir las altas responsabilidades inherentes a la conducción del Estado, por decreto del 8 de setiembre de 1940, el gobierno del presidente Morínigo confirió al

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hasta entonces General de Ejército José Félix Estigarribia el grado de "Mariscal de la Nación Paraguaya". El victorioso conductor del ejército del Chaco, el hombre que, con la emoción prendida al alma, expresó, a poco del cese de las hostilidades: "A todos mi gratitud de paraguayo y de soldado. Yo llevaré a la paz de mi hogar, como el más grande honor de esta guerra, el haber sido vuestro Comandante en Jefe", (39) se convertía en el segundo de los héroes paraguayos en llegar a este excepcional rango militar.

         En agosto de 1942, la Argentina declaró extinguida la deuda de guerra del 64-70. En mayo de 1943 hizo lo propio el gobierno brasileño.

         De acuerdo con un plan trienal dado a conocer el 24 de diciembre de 1940 y luego mediante un plan quinquenal presentado por Morínigo a poco de su elección en 1943, se llevaron adelante obras entre las que destacan la conversión en plaza del antiguo mercado de Asunción, sobre las calles Independencia Nacional, Estrella y Oliva; el asfaltado de numerosas arterias capitalinas las que hasta entonces contaban con el pintoresco empedrado a cuña; la creación del Instituto de Previsión Social, en febrero de 1943 (antes de las elecciones, siendo aún Morínigo presidente provisional) y del Banco del Paraguay, en setiembre de 1944; la habilitación de ocho mercados en distintos barrios asuncenos; la creación de la aviación comercial paraguaya y de la Flota Mercante del Estado; en materia educativa, la creación de la Escuela de Humanidades (base de la actual Facultad de Filosofía), de la Escuela de Técnicos Industriales y de la Escuela Normal de Profesores en Villarrica; la apertura de COPACAR (Corporación Paraguaya de Carnes) y de COPAL (Corporación Paraguaya de Alcoholes); en el plano de las realizaciones militares, el establecimiento del CIMEFOR (para la formación militar de los estudiantes secundarios) y del Instituto Geográfico Militar; la instalación de desagües y cloacas en algunas zonas de la capital; la creación de colonias agrícolas; numerosas obras públicas y de servicio a la comunidad.

         El "Peso Fuerte", moneda nacional paraguaya, enormemente devaluado, es sustituido por el "Guaraní", dividido en cien céntimos y vigente hasta nuestros días. A partir de la promulgación de la Ley 655 del 5 de octubre de 1943, un "Guaraní" pasa a tener el valor de cien "Pesos Fuertes".

         En enero del '42, en pleno fragor bélico de la Segunda Guerra Mundial y a poco más de un mes del ataque japonés a la base aeronaval norteamericana en Pearl Harbor -que determina la entrada de los Estados Unidos en la guerra- el Paraguay rompe las relaciones diplomáticas con las naciones del eje Roma-Berlín-Tokio; esta actitud le valdrá al gobierno de Morínigo la posibilidad concreta, en lo financiero, de la obtención de numerosos préstamos, y en lo político, el apoyo de una de las potencias más poderosas de la tierra. El 8 de febrero de 1945 se declara, aunque sólo de manera simbólica, la guerra a las naciones opuestas a los llamados "aliados".

         Por decreto-ley del 10 de julio de 1945, se establece una nueva organización territorial de la República, creándose 16 departamentos. (40)

         Más allá de los alcances de este pormenorizado recuento, lo cierto es que, bajo Morínigo, el Paraguay no logró despojarse de antiguos lastres -algunos de los cuales hasta hoy frenan su verdadero despegue- y, lo que es más grave, fue creando enconos, desavenencias, odios y rencores que estallarían, irrefrenables, en la más nefasta página de la historia independiente del Paraguay, la guerra civil de 1947, mal llamada "Revolución". Las revoluciones verdaderas tienen la característica principal de cambiar estructuras y modificar esquemas y formas de pensar; lo que ocurrió en el Paraguay en el '47, muy lejos de "revolucionar" nada, fue una atroz matanza entre hermanos, una auténtica e infausta guerra civil.

 

         EL ‘47

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         Luego de gobernar con el auxilio "tiempista" y con prescindencia de los partidos políticos, forzado por circunstancias diversas y aun cuando a fines de 1944 todavía consideraba que "...las asociaciones políticas no son organismos indispensables para hacer la democracia" y sólo "...sindicatos formados para conquistar el poder y explotarlo en su exclusivo beneficio...", (41) Morínigo, a poco de sofocar una grave crisis militar ocurrida el 9 de junio de 1946, tuvo que apelar a la formación de un gabinete de coalición compuesto por tres ministros colorados y tres febreristas, reservando para los militares las carteras del Interior y de Defensa Nacional.

         "El Presidente de la República, luego de los sucesos del 9 de junio, ya no fue el mismo. La nueva perspectiva política de traer al Gobierno a dos partidos comenzó a producir una metamorfosis en el primer magistrado. El ambiente no daba muestras de confianza en que las cosas iban a resultar como esperábamos algunos. En mi caso, no tenía mucha fe en el paso a darse. Volví a insistir al Presidente sobre la conveniencia de llevar también (al gobierno) a comunistas y liberales, pero aquél ya había tomado una decisión y volvió a repetirme. "Vamos a comenzar con esto, Pampliega. En todo caso, estudie la posibilidad de levantarles la interdicción que pesa a esas agrupaciones y luego veremos...". (42)

         "El reconocimiento por el gobierno del General Morínigo de la libertad de prensa, de reunión y de propaganda como consecuencia de los sucesos de carácter político-militar del mes de junio último, y la colaboración en su gobierno de los partidos Colorado y Concentración Febrerista, abren nuevos horizontes a la democracia paraguaya. Como consecuencia de la libertad de reunión los partidos democráticos han comenzado a reorganizarse con gran entusiasmo, y a combatir con decisión y energía desde la prensa y las tribunas populares los actos ilegales, despóticos e inmorales de la dictadura...". (43)

         Es concreto y tangible que el gobierno colorado - franquista abrió irrestrictamente las compuertas del dique político cerrado por tan largo tiempo y dio paso al ejercicio pleno de las libertades públicas; pero aquellas aguas bajaban violentas, y turbias. El propio General Amancio Pampliega, que reunía en sí los cargos de Ministro del Interior y de Defensa Nacional, fue uno de los principales responsables del período más libre -salvo el actual momento histórico- en el devenir de los sucesos del Paraguay Independiente. Ese segundo semestre de 1946 recibe, con justicia, el nombre de "Primavera Democrática". A más de colorados y febreristas actúan, con enteras garantías, comunistas y liberales, éstos últimos, luego de la derogación del malhadado decreto 12.246. Regresan al país, desde el exilio, el Coronel Rafael Franco, indiscutido referente del febrerismo, el Dr. José Patricio Guggiari, jefe de enorme peso político en filas de su partido, el Liberal, y el Dr. Oscar Creydt, miembro calificado del Partido Comunista Paraguayo, agrupación que debido a la interdicción que pesaba sobre ella, actuó, hasta ese momento, en la clandestinidad. Manifestaciones y mítines, encontronazos entre facciones, balaceras y tiroteos, discursos incendiarios, críticas severísimas al gobierno y a las viejas estructuras del Estado, son la constante en este particular momento histórico.

         "A mediados de 1946 se levanta(n) la tregua política y las restricciones a la prensa, concediéndose amplía amnistía y libertad. Pero este experimento fue un completo fiasco y tuvo graves repercusiones. Comienzan las manifestaciones callejeras hostiles, con serios disturbios y tiroteos. En ocasiones, a falta de otros proyectiles, los manifestantes hacían uso de las frutas del naranjo agrio (apepu), que entonces abundaban en la zona céntrica. Muy pronto apareció un periódico satírico denominado "Apepu". Con razón afirmaba el sociólogo suizo Juan Jacobo Rousseau que "la libertad es un alimento suculento, pero de difícil digestión". Imperó la demagogia y el libertinaje. Se incitaba abiertamente a la rebelión y hasta se exhortaba a pedir la cabeza del Presidente. La coalición en el gobierno entre colorados y febreristas se había deshecho. No se colmaban las aspiraciones de los segundos...". (44)

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         Si había -entre tanto saludable e inédito alboroto- una idea en la que convergían absolutamente todos los enconados rivales políticos, era la de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente. Pues bien, el debilitado Morínigo anunció que en 1947 se reuniría el alto cuerpo deliberante para dar a la Nación una nueva Carta Magna.

         A finales de 1946 se desató una fuerte crisis al interior del gobierno coaligado. Todo se centraba en torno a la cantidad de Ministerios que correspondían a cada agrupación política. Se zanjó la situación el día 13 de diciembre con la creación de un nuevo ministerio y la partición igualitaria de las carteras entre los tres centros del poder real en aquellas horas: el ejército, el febrerismo y el coloradismo. Pero la solución acordada no era más que un endeble parche. Al poco tiempo, los ministros febreristas, por indicación del Coronel Franco, renuncian a sus cargos. Así las cosas y en medio de un encendido debate entre las autoridades de las juventudes de uno y otro partido -el Colorado y el Febrerista- , el 13 de enero de 1947, el gobierno de Morínigo recibe el respaldo inequívoco del Partido Colorado, en cuyas filas, de manera desembozada, actúan altos mandos castrenses vinculados principalmente a la poderosa arma de la Caballería, cuyos cuarteles y poderoso armamento, hasta hoy, se encuentran a pocos minutos del centro de Asunción. De esta suerte, la Asociación Nacional Republicana consolida su poderío en la República y, desbravando el intrincado malezal político que por largo tiempo le bloqueó el camino, prepara su vuelta al ejercicio del gobierno y al poder luego de largas décadas de actuación en la "llanura".

         "No habían transcurrido dos meses del golpe de estado perpetrado por el propio presidente con la decisiva colaboración de los colorados Natalicio González y Víctor Morínigo, cuando se produjo lo esperado: la violenta reacción encabezada por la D.2 de Concepción, que dio comienzo a lo que hoy conocemos como guerra civil de 1947. Militares y miembros de los partidos febrerista y liberal y comunista, se unieron para combatir al gobierno surgido de un golpe de mano. No se había cumplido lo que todos esperábamos, la Convención Nacional Constituyente, continuamente pregonada por las mencionadas agrupaciones políticas durante todo el año de 1946, incluidos los colorados. La suerte estaba echada para ser decidida por el nefasto camino de las armas. Entre paraguayos se iba a librar otra gran batalla campal de caña, poncho y cuchillo, como aquella de 1922 - 1923. "Fuimos vilmente traicionados" era el "leit motiv" de la coalición líbero - franco - comunista, no dispuesta a aceptar ser excluida de ese modo del gobierno...". (45)

         El levantamiento militar en Concepción, al que alude el General Pampliega y que contaría, poco después, con el apoyo de fuerzas en el Chaco, tuvo lugar el 8 de marzo. Un día antes, en Asunción, un grupo armado conformado en su mayoría por febreristas intentó copar el Departamento Central de Policía y de resultas de esta acción hubo muertos y heridos, entre estos últimos Rogelio Benítez, Jefe de la institución policial, quien perdió un brazo. La pólvora estaba encendida. Su reguero se extendería por toda la República.

         No es la intención de esta reseña entrar a ahondar en el desarrollo del conflicto que recién cesaría a mediados de agosto de aquel infausto año. Las acciones bélicas, por talentosas que pudieran haber sido y por eficaces que resultaran a los intereses de sus gestores en uno y otro bando, mal pueden servir para la vanagloria cuando media nada menos que la muerte de paraguayos provocada por otros paraguayos. La guerra civil, con su bagaje de sangre, espanto, latrocinio, violaciones, saqueo, vejámenes, todas esas otras caras del más puro terror, produjo, como era natural, una serie de dolorosas consecuencias cuyos alcances, trabajosamente, en este tiempo nuevo del Paraguay actual, han comenzado a enmendarse. El exilio se convirtió en la más corriente de las monedas. Marcharon, expulsados del país, intelectuales, artistas, políticos, militares, periodistas, hombres y mujeres del pueblo que bien podían haber contribuido en la construcción de un país mejor. La pesada herencia de la guerra civil del '47 fue, andando el tiempo, la instalación de la atroz dictadura stronista. Los mentores colorados de aquella tragedia se hicieron del poder, como no. Pero el precio que debió pagar la República fue demasiado caro. Si estamos empeñados en la construcción de un nuevo país, es ahora cuando debemos echar tierra sobre antiguos odios. La alusión a los "pynandí" (pies descalzos) del '47, los milicianos

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colorados, debe hacerse sólo en los estudios sobre esta página negra y luctuosa en la historia del Paraguay, pero nunca más debe usarse como bandera política, como estandarte de guerra, como prenda de valor o como símbolo de hidalguía.

         Culminada la sangrienta refriega entre hijos de un mismo suelo, Morínigo, por increíble que parezca, resulta airoso. El apoyo del Partido Colorado -llega al poder luego de 43 años- y del gobierno argentino presidido por el General Juan Domingo Perón -proveyó víveres y armamentos-, lograron lo que para muchos iba contra todos los pronósticos.

         En febrero de 1948, en comicios para elegir Presidente, triunfa el señor J. Natalicio González, mentor y líder de una de las facciones en las cuales se hallaba escindido el "coloradismo". Ante la posibilidad, nunca desmentida, de que el General Morínigo no quisiera entregar el poder a su sucesor, un golpe de estado derroca a quien por largos ocho años, con sus más y sus menos, fue árbitro de la política paraguaya desde el Palacio de López. "Morínigo declaró ser un dictador sin partido con fuerte apoyo de parte de las fuerzas armadas. Aunque aparentemente no era un político hábil, mostró enseguida gran capacidad para sobrepasar a sus oponentes. Cortejó hábilmente a las masas con su fluido guaraní, proclamando orgullosamente que no era colorado ni liberal. Dado el favorable clima económico durante la Segunda Guerra Mundial, Morínigo fue también popular debido al mejoramiento general del nivel de vida...". (46)

 

         SEIS PRESIDENTES EN QUINCE MESES

 

         "1947 es año de guerra civil en el Paraguay. Pero de más trascendencia que las operaciones bélicas, es la postguerra: éxodo de un apreciable porcentaje de la población paraguaya, represión y discriminación partidista. El nuevo orden político halla dificultades dentro de sí mismo para asentarse; surgen pugnas y banderías, con muertes violentas, y entre junio de 1948 y setiembre de 1949, seis ciudadanos se suceden en la Presidencia de la República, y cinco de ellos serán derrocados. Aparte de la discriminación y la inestabilidad, caracterizan a esta época una indefinición de la titularidad del poder y una distorsión del intervencionismo de Estado en la economía...". (47)

         Derrocado Morínigo, asume la presidencia provisional del país, por poco más de dos meses, el Dr. Juan Manuel Frutos, de familiar filiación colorada y de amplia militancia política. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Asunción, el nuevo presidente, combativo periodista en la década de los años '10 y jurista destacado -cuenta en su haber con el primer proyecto de reforma de la Constitución Nacional de 1870- poco o nada es cuanto puede realizar. En la integración del gabinete ministerial que colabora con su gestión cuenta, en la cartera de Hacienda, con J. Natalicio González, Presidente electo. Dos días antes de entregar el poder, el gobierno de Frutos creó el Ministerio de Justicia y Trabajo.

         Propugnador de un Estado autóctonamente paraguayo, escritor y poeta, periodista de prosa fina y elegante, brillante intelectual -independientemente de su ideología muy próxima a peligrosos conceptos tales como: "raza guaraní" o "ser nacional", los cuales, más que nacionalistas podrían, en muchos casos, considerarse tales pero con "z", nazionalistas- , ensayista político y pensador sagaz, integrante del célebre "Cuarteto Guaireño" junto con Manuel Ortiz Guerrero, Facundo Recalde y Leopoldo Ramos Giménez, J. Natalicio González -quien alguna vez manifestara "no habrá ningún colorado pobre"- es ungido el 15 de agosto de 1948 como Presidente de la República de Paraguay.

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         Son algunas realizaciones salientes de su gobierno la nacionalización de la antigua Compañía Americana de Luz y Tracción, que pasó a denominarse Administración Nacional de Electricidad (ANDE) y la llegada al país de barco construidos especialmente para la Flota Mercante del Estado, creada años atrás. (48)

         Un nuevo golpe de estado, esta vez el 30 de enero de 1949, aparta a González, renuncia mediante, del poder. Su partido está gravemente escindido entre "guiones rojos" -grupo corporativista y nacionalista muy cercano al nazi -fascismo-, liderados por él, y "democráticos" -facción de ideas más progresistas-, a cuyo frente milita el señor Federico Chaves.

         El mismo día, 30 de enero, asume la Presidencia provisional el General Raimundo Rolón, quien desempeñaba el cargo de Ministro de Defensa Nacional en el gabinete del derrocado J. Natalicio González. El nuevo primer mandatario, que durará en sus funciones 28 días, era, a más de hombre de armas, un interesante escritor. Por aquellos días se producen dos hechos trascendentes: llega a la presidencia del Partido Colorado el Dr. Felipe Molas López y con él, se arriba a una paz partidaria al interior de la tradicional agrupación política, y el 25 de febrero de 1949, a la edad de 86 años y con 63 de sacerdocio, fallece Monseñor Juan Sinforiano Bogarín, un hombre de pueblo, sin gran cultura, campechano y sencillo, de aquellos que conocían las cuatro o cinco verdades elementales que hacen a la idiosincrasia paraguaya, quien había acompañado a sus conciudadanos con total entrega, en cruciales horas, desde la condición de Obispo, a partir de 1895, y de primer Arzobispo de Asunción, cuyo nombramiento se produjo el 15 de agosto de 1930.

         El 27 de febrero de 1949, el General Rolón es obligado por un golpe del día anterior a presentar su renuncia. La Cámara de Representantes nomina para sustituirlo, al Dr. Felipe Molas López, destacado político -mentor civil más importante de su partido en apoyo del gobierno de Morínigo durante la guerra fratricida del '47- y eminente odontólogo. Luego de comicios realizados en abril, Molas López asume el 14 de mayo como Presidente Constitucional. Bajo su gobierno, se decreta una amplia e irrestricta amnistía general -que incluye a los expatriados después de la guerra civil del '47- para todos los exiliados; asimismo, se resuelve reanudar las relaciones diplomáticas con el Uruguay, rotas a raíz de la ayuda charrúa a los rebeldes de 1947. Queriendo desplazar del entorno del poder a líderes del sector "democrático", Molas López se ve privado del apoyo que sustente su por demás endeble gobierno y el 11 de setiembre de 1949, un golpe de estado le obliga a renunciar y es designado como su sucesor el señor Federico Chaves. (49)

         Ya en el poder, Chaves procura la pacificación de los caldeados ánimos, pero ésta es una tarea no sólo ímproba, sino también imposible. La oposición al gobierno se manifiesta en las agrupaciones políticas de distinto signo y también en el Partido Colorado, en cuyas filas milita el mandatario desde los Tiempos del Coronel Escurra, allá por 1902. En un primer momento se desempeña como Presidente de facto y en 1953 es electo para las altas funciones que ya venía ejerciendo. El 15 de agosto de ese año jura en el carácter de Presidente Constitucional.

         Como resulta lógico de entender, luego de tanta inestabilidad y anarquía como las que se cernieron sobre el país después del '47, un gobernante que logra permanecer por casi cuatro años en el Ejecutivo realizará, naturalmente, obras de progreso. La enumeración que sigue sirve no sólo para medir la gestión de la administración Chaves; paralelamente, permite echar por tierra la aseveración del lema fatídico de "Paz y Progreso con Stroessner", que situaba al dictador como el único personaje del Paraguay en este siglo cuyo gobierno había encarado el desarrollo del país en "el Paraguay de la Segunda Reconstrucción" (conforme a la tesis stronista, la primera había sido la lograda al finalizar la guerra contra la triple alianza por sucesivos gobiernos colorados que arrancan con el general Bernardino Caballero). El gobierno de Federico Chaves logra la instalación de la fábrica de cemento en Vallemí; se inauguran el Hospital Bautista, el cine - teatro "Victoria" y las Escuelas de Policía y de los Padres Redentoristas; se reabre la Escuela Superior de Guerra e inicia sus clases el Liceo Militar "Acosta Ñu"; se realiza un censo

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poblacional en 1950, que arroja los datos de que el país cuenta con aproximadamente 1.425.000 habitantes, de los cuales 20.000 son indígenas; en noviembre del Año Santo de 1950 se proclama un nuevo dogma de la Iglesia Católica, la Asunción de la Virgen María, por cuyo motivo, en el agosto siguiente el Congreso confiere a la Santísima Virgen de la Asunción, Patrona de la República del Paraguay, el grado de Mariscala de sus ejércitos; comienzan a operar en la estación aeroportuaria de Ñu Guazú, las compañías internacionales Braniff, Panair do Brasil, Pluna y Real; el Doctor Francia es considerado -decreto mediante- "fundador de la República del Paraguay" y su busto deberá figurar en la Galería de Héroes de la Unión Panamericana; se expropian 250 hectáreas en la localidad de Capiatá, para asiento del Colegio Militar "Francisco Solano López"; se crean la Feprinco (Federación de la Producción, la Industria y el Comercio) y el Banco Central del Paraguay; se inaugura el hospital del Instituto de Previsión Social; visita el país el General Perón, Presidente argentino, en retribución de una visita del Presidente Chaves a Buenos Aires con motivo del centenario de la muerte del Libertador San Martín.

         Por aquello de que las realizaciones materiales son importantes, pero lo son más las actitudes que la sociedad en su conjunto debe desarrollar para generar las claves de su crecimiento, el gobierno de Chaves, en 1954, entra en un verdadero tembladeral político. La figura del General Alfredo Stroessner, quien en 1951 había sido nombrado Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, comienza a erguirse con notable estatura. El entonces presidente del Banco Central -líder carismático y talentoso creador artístico en el campo de la música y la poesía populares-, Epifanio Méndez Fleitas, encabeza conspiraciones contra el gobierno; andando el tiempo, será víctima de una atroz persecución política y con él, miembros fundamentales de la más sana juventud colorada agrupados en el que sería el MOPOCO (Movimiento Popular Colorado).

         En este ambiente, se llega al día 4 de mayo. Una de las altas y esperanzadoras cifras políticas del Partido Colorado, por entonces Jefe de la Policía de la        Capital, Roberto L. Petit, de personalidad arrolladora y enorme popularidad, es asesinado en su despacho. La División de Caballería N° 1 se subleva y el Presidente Chaves se ve obligado a renunciar. El 8 de mayo, la Asamblea Nacional acepta la renuncia y asume como Presidente Provisional el Arquitecto Tomás Romero Pereira. (50)

         Quien es el primer paraguayo en acceder al título profesional de arquitecto llega al Palacio de López y permanece en él desde el 8 de mayo y hasta el 15 de agosto de 1954. De destacadísima actuación durante la Guerra del Chaco, hombre de vasta cultura, Romero Pereira, a los 64 años, es llamado a colaborar con el gobierno de Chaves desde las carteras de Obras Públicas y Comunicaciones y del Interior. Preparó el camino político a Alfredo Stroessner y su influencia en los sucesivos gobiernos de éste fue de enorme gravitación. El 11 de julio del '54, en elecciones para designar Presidente de la República, vence el General Stroessner y asume el 15 de agosto de ese año. Con él al frente del timón gubernamental se pone fin, no cabe duda, a una época signada por la inestabilidad, pero se abre un período de persecución al pensamiento y de total falta de respeto al disenso y a las ideas de quienes no piensan como "el único líder". La prebenda se enseñorea de la función pública y las dos armas principales que sustentan la feroz dictadura son la corrupción, que favorece a los amigos; y la represión, que castiga y persigue a los luchadores por la libertad. Alguien alguna vez, de manera simplista, comparó a Stroessner con el Dr. Francia, argumentando que ambos ayudaron a la forja de un Paraguay mejor. Si bien es cierto que Francia consolidó la independencia paraguaya y que Stroessner acabó con un período de anarquía, es también verdad que ambos personajes resisten bien poco a la pregunta: ¿A qué precio?. Sin embargo, la gran diferencia entre Francia y Stroessner radica en el hecho de que al modelo austero y honesto en extremo del primero, se enfrenta la experiencia esencialmente corrupta del segundo. El dirigente liberal -conoció la cárcel y el exilio- y abogado Fernando Giménez Uriarte sostiene la tesis de que "el Paraguay se desarrolló a pesar de Stroessner", esto dicho tomando en consideración el vaciamiento de las arcas estatales que sufrió el país por la acción de quienes medraron a la sombra del poder del dictador. Una de las más brillantes síntesis de cuanto fue el Paraguay bajo Stroessner está dada en un breve y expresivo graffiti que tuve

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ocasión de leer escrito en una de las paredes del edificio de la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica en Asunción: "pienso, luego exilio".

         Tras seis sucesivas reelecciones, en ocasión de un golpe cívico - militar liderado por el también general Andrés Rodríguez, Stroessner es derrocado el 3 de febrero de 1989. Junto con él, cae el oprobio que se abatió sobre el Paraguay por más de 34 años.

De muchas maneras la Guerra del Chaco actuó como un catalizador para unir la oposición política con los obreros y campesinos que fueron elementos cruciales para una revolución social. Después de la tregua de 1935 retornaron a casa miles de soldados y lo que quedó del ejército regular tuvo que patrullar las líneas delanteras. Esos soldados que compartieron peligros y vericuetos bélicos estaban resentidos con los liberales a quienes creían ineptos e incompetentes manejando el país durante la guerra. Daban testimonio del estado miserable del ejército paraguayo (pese a que sus escasos recursos fueron muy bien aprovechados al máximo) y fueron forzados en muchos casos a enfrentar al enemigo munidos sólo con machetes.

Después de todo lo que sufrieron, las diferencias políticas partidarias les parecían tan nimias. El gobierno enardeció a los veteranos al negarse a otorgar pensiones en 1936 mientras otorgó una pensión de 1.500 pesos oro por año a Estigarribia. El coronel Franco, en deber activo desde 1932, se convirtió en la cabeza de los rebeldes nacionalistas. La chispa final de la rebelión estalló cuando Franco fue desterrado por criticar a Eusebio Ayala: el 17 de febrero de 1936, unidades del ejército irrumpieron en el

Héroe discutido.Nadie discutía los dotes militares de

Estigarribia pero fue mal vista la pensión que le fue otorgada cuando millares de

veteranos estaban en malas condiciones.

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Palacio Presidencial y Ayala fue forzado a renunciar acabando así treinta y dos años de dominio liberal.

Fuera del Paraguay, la revuelta de Febrero '36 fue interpretada como una paradoja porque derrocó a los políticos que habían ganado la guerra. En cambio los soldados, veteranos, estudiantes y otros que se sublevaron sintieron que esa victoria había sucedido pese al gobierno liberal. Prometiendo una revolución nacional y social, el Partido Revolucionario Febrerista (PRF) normalmente conocido como el Febrerismo, puso al desterrado en la Argentina coronel Franco como presidente. El gobierno de Franco demostró ser serio sobre la justicia social desposeyendo más de 200.000 hectáreas de tierra para dárselas a 10.000 familias campesinas. Además el nuevo gobierno les garantizó el derecho de huelga a los obreros y estableció el día laboral de ocho horas. Quizás la contribución más duradera de ese gobierno afectó a la conciencia nacional. En un gesto de volver a escribir la historia y borrar siete décadas de vergüenza nacional de un plumazo con el guiño del coloradismo, Franco declaró a Francisco Solano López como un "héroe nacional sin ejemplar" porque se atrevió a enfrentar a las amenazas extranjeras y fue enviado un equipo a Cerro Corá para encontrar su tumba nunca marcada. Una vez encontrado el cuerpo, el gobierno lo enterró junto con su padre Don Carlos López en una capilla designada como el "Panteón Nacional de Héroes" y después erigió un monumento en su honor en Lambaré, la colina dominante de Asunción.

Al nuevo gobierno le faltó un claro programa a pesar del entusiasmo popular que saludó a la revolución del Febrero '36. Como síntoma de los tiempos, Franco empleaba el estilo Mussolini dando discursos desde un balcón. Pero cuando publicó su olorosamente fascista Decreto-Ley N° 152 que prometía una "transformación totalitaria" similar a aquellas en Europa, las protestas hicieron erupción. Los elementos juveniles e idealistas que colaboraron con el movimiento febrerista se sintieron anticuados en el esquema político y social de esa época y Franco se vio en profundos problemas políticos. El gabinete de Franco reflejó casi cada sector concebible de opinión política: había socialistas, simpatizantes del fascismo, nacionalistas, colorados y liberales cívicos. Un nuevo partido para apoyar al régimen, la Unión Nacional Revolucionaria, se fundó en noviembre de 1936. Aunque el nuevo partido abogaba por la democracia representativa, derechos campesinos y obreros y nacionalización de las industrias importantes, falló en sumar más apoyo a Franco. El presidente perdió pronto el apoyo popular ya que no logró mantener sus promesas hechas a los pobres porque no se había atrevido a expropiar propiedades de hacendados extranjeros mayoritariamente argentinos, para hacer realidad la sociabilización de las tierras. Además el liberalismo aún tenía apoyo militar influyente para el derrocamiento de Franco. Cuando Franco pidió a las tropas paraguayas que abandonen las posiciones avanzadas en el Chaco que se

habían instalado desde la tregua de 1935, el ejército se sublevó en agosto de 1937 y devolvió al poder a los liberales.

El ejército, sin embargo, no tenía una opinión unificada sobre el febrerismo. Algunas intentonas advirtieron al presidente liberal Félix Paiva (antiguo decano de derecho en la Universidad Nacional de Asunción) que aunque los febreristas estaban fuera de poder, estaban lejos de estar muertos.

El fascismo está de moda.

Siguiendo los pasos del español Francisco Franco y

del italiano Benito Mussolini, el coronel Rafael Franco instauró un gobierno

populista con tintes nacionalistas.

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21 de julio de 1938: Tratado Definitivo de Paz, Amistad y de Límites con Bolivia en la Casa Rosada, Buenos Aires,

Argentina.Sentados de izq. a der.: el canciller Cecilio Báez, general J.

F. Estigarribia y Luis A. Riart.

Entre tantas trifulcas políticas, se logró un buen resultado para terminar el viejo litigio chaqueño: se firmó la paz con Bolivia el 21 de julio de 1938, fijando los límites finales más atrás de las líneas militares paraguayas en ese entonces, pero ganando por cierto bastante territorio nuevo a los bolivianos aunque no se logró retener el río Parapití como frontera. En un plumazo, los resultados fueron positivos ya que desde la Independencia, el Paraguay no conseguía efectivizar su posesión sobre el Chaco entero por diversas razones: indios belicosos locales, la derrota en 1870 que priorizó la rápida normalización de la vida cotidiana, contener a la Argentina en sus pretensiones entre el río Verde y el río Pilcomayo, las pullas entre colorados y liberales... para al final lograr más tierra más allá del límite más generoso jamás propuesto con Bolivia en tiempos de paz (Pinilla-Soler, 1907) y quedar el puerto Bahía Negra bajo soberanía indiscutible paraguaya. A Bolivia se le cedió unos pocos kilometros del río Paraguay al norte del puerto Bahía Negra y la entera posesión del río Parapití para evitar su insastifacción (y probables y futuros deseos de una guerra revanchista) y demostrar que el Paraguay pese a la guerra no provocada por él y luego ganada demostraba interés en la hermandad con sus vecinos.

En 1939 el liberalismo sabía si quería permanecer en el poder tenía que escoger a alguien con estatura nacional como presidente. Eligio Ayala, probo hombre público indiscutido ya había muerto en 1930 entonces el general Estigarribia, el héroe de la Guerra del Chaco, fue su candidato natural.

Estigarribia que se encontraba en los Estados Unidos como enviado especial, comprendió rápidamente que debía adoptar muchas ideas febreristas para evitar la anarquía y exhibir señas de dialogo con los opositores. Eludiendo a los ultraliberales en el Congreso Nacional quienes se oponían a él, Estigarribia asumió "temporalmente" poderes dictatoriales en febrero de 1940, pero prometió que la dictadura se acabaría en cuanto una constitución realista y acorde a los tiempos fuera escrita.

Bajo el gobierno de Félix Paiva se logró el tratado de

paz y límites con Bolivia.

Page 25: Paraguay Despues d El GUERRA DEL CHACO

Estigarribia persiguió vigorosamente sus metas. Comenzó un programa de reforma de tierra que prometía una pequeña parcela para cada familia paraguaya. Volvió a abrir la universidad, equilibró el presupuesto, financió la deuda pública, aumentó las reservas del Banco Central, llevó a cabo reformas monetarias y municipales y preparó planes para construir carreteras y obras públicas. Un plebiscito hecho en agosto de 1940 ratificó la constitución propuesta por Estigarribia que permaneció vigente hasta 1967. La constitución de 1940 prometió un "fuerte pero no despótico" presidente y un nuevo y fuerte estado de derecho pero expandió grandemente el poder a favor de la rama ejecutiva legitimando así una abierta dictadura.