para una critica de la noción de raza - carlos lopez beltran

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CIENCI AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001 vertido en sus vínculos de genes. El pensa- miento llamado tipológico (o esencialis- ta) hasta el siglo XIX solía ligar pertenencia a familia, tribu, grupo y nación con un sustrato material, transmitido de genera- ción en generación a través de la sangre y reflejado en los rasgos físicos y morales de las personas y colectividades. De ahí surgen, por un lado, la idea de pureza de raza y, por el otro, la idea complementa- ria de hibridación o mestizaje. La mezcla de razas ha sido vista alternativamente como algo nocivo o deseable, según tiem- po y lugar, pero parece llevar siempre im- plícito el ir contra una tendencia “natu- ral”, el romper un orden preestablecido (Tomaré a una mujer salvaje, hará a mi ra - za morena y rara, escribió Tennnyson). En los diccionarios etimológicos en- contramos desacuerdo sobre la manera en la que se incorporó la palabra raza a las lenguas romances. Una versión nos ha- bla de la incorporación al francés, a fines del siglo XV, de razza, una forma poslati- na, meridional, del italiano que se refería a una “especie o grupo de gentes”, o del pro- venzal antiguo rassa, que indica una “ban- da de individuos que se organizan; un complot o conjura”. Otra versión hace de raza una deformación del latín ratio (cál- culo). Paradójico sería que fuese pariente cercana de razón. Una tercera historia es que proviene del latín generatio, pasando por formas intermedias como generace o naraccia (en el veneciano), para referirse a una familia o banda de gentes al servicio de alguien. Esta asociación con familia, casta, grupo consanguíneo, se refuerza durante los siglos XVI al XVIII. En la Enciclopedia de Diderot y d’A- lembert se asocia la palabra raza con la ciencia de la genealogía. Sinónimo de ex- tracción, línea, linaje. “Lo que se dice tan- to de los ascendientes como de los descen- dientes de una misma familia: cuando se trata de una familia noble, la palabra es sinónima de nacimiento”. Un segundo y notable sentido de raza en esa obra es el de “especies particulares de algunos anima- Para una crítica de la noción de Raza es una de las palabras más difíciles de criticar, no sólo en el idioma castellano sino en casi todas las lenguas occidentales. Ha echado raíces profundas en ellas y es innegable que ha conformado la manera cómo vemos a los demás y somos vistos. A principios del siglo XVIII el famoso mé- dico Boerhaave escribía (siguiendo en es- to a algún autor de la antigüedad clásica) que en la historia de la humanidad más personas han muerto debido a la mala cla- sificación (y por tanto mala cura) de enfer- medades, que todas las que han caído en los campos de batalla. Un efecto similar —podría afirmarse— ocurre cuando se acude al concepto de raza para clasificar a los seres humanos: engendra tales prejui- cios y malos entendidos que tiene el efec- to de cegar a sus usuarios. La noción de raza está vinculada his- tóricamente a la de estirpe, pues se con- funde con la genealogía y el origen histó- rico y biológico de los seres. Remite a sus “lazos de sangre” que hoy día se han con- raza

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Raza, Crítica, Antropología, Revista.

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  • CIENCI AS 60-61 OCTUBRE 2000 MARZO 2001

    ve rtido en sus vnculos de genes. El pensa-miento llamado tipolgico (o esencialis-ta) hasta el siglo X I X sola ligar pert e n e n c i aa familia, tribu, grupo y nacin con unsustrato material, transmitido de genera-cin en generacin a travs de la sangre yreflejado en los rasgos fsicos y moralesde las personas y colectividades. De ahsurgen, por un lado, la idea de pureza deraza y, por el otro, la idea complementa-ria de hibridacin o mestizaje. La mezclade razas ha sido vista alternativa m e n t ecomo algo nocivo o deseable, segn tiem-po y lugar, pero parece llevar siempre im-plcito el ir contra una tendencia n a t u-r a l, el romper un orden pre e s t a b l e c i d o(Tomar a una mujer salvaje, har a mi ra -za morena y rara, escribi Tennnyson).

    En los diccionarios etimolgicos en-contramos desacuerdo sobre la maneraen la que se incorpor la palabra ra z a a laslenguas romances. Una versin nos ha-bla de la incorporacin al francs, a finesdel siglo XV, de razza, una forma poslati-na, meridional, del italiano que se refera auna especie o grupo de gentes, o del pro-venzal antiguo ra s s a, que indica una ban-da de individuos que se organizan; uncomplot o conjura. Otra versin hace dera z a una deformacin del latn ra t i o ( c l-c ulo). Paradjico sera que fuese parientec e rcana de ra z n. Una tercera historia esque proviene del latn generatio, pasandopor formas intermedias como g e n e ra c e on a ra c c i a (en el veneciano), para re f e r i r s ea una familia o banda de gentes al serv i c i ode alguien. Esta asociacin con familia,casta, grupo consanguneo, se re f u e rz adurante los siglos XVI al XVIII.

    En la Enciclopedia de Diderot y dA-l e m b e rt se asocia la palabra raza con laciencia de la genealoga. Sinnimo de ex-traccin, lnea, linaje. Lo que se dice tan-to de los ascendientes como de los descen-dientes de una misma familia: cuando setrata de una familia noble, la palabra essinnima de nacimiento. Un segundo ynotable sentido de raza en esa obra es el deespecies part i c u l a res de algunos anima-

    Para una crtica de la nocin de

    Ra z a es una de las palabras ms difcilesde criticar, no slo en el idioma castellanosino en casi todas las lenguas occidentales.Ha echado races profundas en ellas y esinnegable que ha conformado la maneracmo vemos a los dems y somos vistos.A principios del siglo XVIII el famoso m-dico Boerhaave escriba (siguiendo en es-to a algn autor de la antigedad clsica)que en la historia de la humanidad mspersonas han muerto debido a la mala cla-sificacin (y por tanto mala cura) de enfer-

    medades, que todas las que han cado enlos campos de batalla. Un efecto similarpodra afirmarse o c u r re cuando seacude al concepto de ra z a para clasificar alos seres humanos: engendra tales prejui-cios y malos entendidos que tiene el efec-to de cegar a sus usuarios.

    La nocin de ra z a est vinculada his-tricamente a la de estirpe, pues se con-funde con la genealoga y el origen hist-rico y biolgico de los seres. Remite a suslazos de sangre que hoy da se han con-

    r a z a

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    les. Este doble alcance, hacia la genealo-ga humana y hacia la tipologa animal,habra de fusionarse poco despus con lacientifizacin del trmino.

    Raza ha estado as teida por la conno-tacin genealgica, que pide que los miem-b ros de una ra z a p e rt e n ezcan a un mismorbol de descendencia, sean de la misma fa-milia, casta o linaje. No eran rasgos fsi-cos en un principio los que determinabanla pertenencia a la ra z a, sino los pare n t e s-cos. Debido, claro, a la vieja observacinde que lo similar engendra lo similar esposible que muy pronto la palabra ra z ase asociara con similitudes fsicas. Lo im-portante a destacar es que desde su intro-duccin en idiomas como el francs, elingls o el espaol, raza fue siendo usadacada vez con mayor frecuencia en sentidopeyorativo (para denostar a los otros, lose x t r a n j e ros, los diferentes) que en un sen-tido positivo (para elogiar la procedenciafamiliar o tribal de alguien) o neutro. Ningn cuerdo quiere muger con raza dejuda ni de marrana, se dijo en Espaaen el siglo XVI.

    La utilizacin del mismo vocablo porlos estudiosos de los seres vivos que, desdeLinneo en adelante, intentaban encon-trar clasificaciones naturales para la dive r-sidad animal y vegetal, ayud a extenderel uso de raza, y a producir la confusin.Podramos decir que la construccin enel siglo X V I I I de un poderoso sentido cien-tfico en torno al trmino ra z a se conjugcon los prejuicios originales que ya aca-r reaba ste para darles una apariencia deobjetividad a las diferencias genealgicas.Eso se debi en parte a que aun dentro delespacio cientfico, ra z a se sigui usandocon bastante ligereza y vaguedad (lo mis-mo para referir variedades geogrficas na-turales, que linajes o pedigres de ciert o sanimales domsticos). Los problemas cl-sicos de la taxonoma y la historia natu-ral (cundo una variedad es tan difere n t ecomo para ser considerada otra especie?)se complicaron cuando, despus de Dar-win, se estableci que finalmente el nico

    criterio real de unidad de un grupo biol-gico a que podemos aspirar es genealgico:la ascendencia (o descendencia) comn.

    Para mediados del siglo X I X la situa-cin respecto a las llamadas ra z a s h u m a -n a s estaba bastante embrollada. Dcadasatrs, en aquel viejo e imperial continen-te, bajo el celo clasificatorio ilustrado devarios autores, como Blumenbach, Bu f f o no Kant, se haba decidido que existen cin-co tipos humanos bsicos (y no dos o die-cisis), cada uno con su lista muy pecu-liar de caractersticas fsicas, intelectualesy morales, de las cuales (sorpresa!) la ra -z a c a u c s i c a era la ms perfecta. Las otras,en su versin geogrfica, eran: la asitica,la americana, la africana y la malaya. Almismo tiempo, la palabra ra z a se siguiusando para referir otro tipo de gru p o shumanos, por ejemplo aquellos con his-torias nomdicas y tradiciones endog-micas (que suelen inducir gran rechazo yrecelo) como los gitanos o los judos, o lade pueblos que se dispersaron dejandoislas de su influencia cultural en muchossitios, como los celtas o los rabes.

    Uno de los efectos profundos de lac i e n t i f i z a c i n de las ra z a s humanas f u ela tipologizacin de las mismas, que con elespritu clasificatorio y esencialista bajoel que se hizo implicaba que a cada unac o r responda un conjunto bien atado, in-divisible, de rasgos. Quiz una de las dis-cusiones ms cargadas de ideologa en lahistoria de la ciencia sea aquella que se diodurante las dcadas decimonnicas sobrela genealoga humana. El poligenismocontra el monogenismo. La primera posi-cin haca de las razas humanas cinco es-pecies biolgicas distintas, sin ancestro scomunes; cada una producto de un actode creacin independiente. Por su part e ,los monogenistas defendan, unos con ba-ses bblicas, otros con cientficas, la ideade que los humanos venimos todos de an-c e s t ros comunes, esto es, que somos dela misma especie. Fue sin duda una granf o rtuna para el gnero humano que lossegundos hayan tenido los hechos de su

  • lado, pues bastantes atrocidades ya hancometido nuestros congneres basadosen la repulsin hacia lo diferente. Pero lalengua no ha tenido tiempo (ni deseos) deponerse al da. Una herencia de la disputasobre el origen y la importancia de las ra -zas para el conocimiento cientfico de loss e res humanos es que esta palabra, ra z a, haquedado impregnada de un sentido queinsiste en la diferencia, de un modo esen-cialista y determinista. Se tiende a pensarque la pertenencia a un grupo racial es al-go fundamental, biolgicamente y espi-ritualmente, que hace a la persona ser loque es.

    II

    Desde hace varias dcadas ha crecido elnmero de voces que insisten en que ha-bra que eliminar por completo el vo c a b l ora z a del lenguaje. En el habla cotidianase afirma es una aglutinadora y trans-p o rtadora de prejuicios xenfobos, y enel mbito cientfico el trmino raza hasido tan sobrecargado de significacioness u p e rfluas y contradictorias, conceptoserrneos y reacciones emocionales queha perdido casi por completo su utilidad(palabras de J. P. Scott). Pero no ha falta-do por otro lado quien, como Bu e t t n e r -Janusch, abogue por la pre s e rvacin deltrmino, afirmando que aquellos que sos-tienen que las razas no existen estn exas-perados por la inadecuacin e inconsis-tencia de las clasificaciones publicadas, porlos males de la intolerancia y por lo a b u-rrido de la mayora de los escritos acerc ade la raza. Sus corazones se hallan en u nlugar idneo, sus cabezas, no [] raza e sun trmino perfectamente til y vlido[] es una comunidad re p roductora deindividuos que comparten una mismadotacin de genes.

    La posibilidad, o imposibilidad, deestablecer la existencia de grupos racialesatendiendo a las caractersticas genticas,y dejando de lado la pura superf i c i l i d a dde algunos rasgos fenotpicos, se halla as

    en el centro de la disputa cientfica actual,y a mi ver inclina la balanza contra el usodel trmino raza.

    Ac l a remos: la discusin contempor-nea en torno a las razas humanas toma dosformas. Un debate cientfico, en el quep a rticipan principalmente antro p l o g o s ,genetistas de poblaciones, demgrafos yalgunos observa d o res cercanos de la cien-cia. Ot ro debate popular, abierto, sobresi sigue cumpliendo algn fin la clasifica-cin de los humanos en ra z a s , y sobre si es-t de algn modo presupuesta en el esque-ma clasificatorio mismo la jerarq u i z a c i nracista de los grupos humanos. No estc l a ro cmo estn vinculados ambos de-bates, pero pareciera que del desenlace delp r i m e ro depender la fuerza que en lo su-c e s i vo tendrn los argumentos de los ban-dos enfrentados en el segundo. Es decir,si los cientficos llegasen a concluir queno hay ninguna realidad objetiva que pue-da ser capturada con una divisin de la es-pecie humana en variedades o subespecies

    geogrficas-genealgicas que puedan agru-parse en el esquema racial, entonces quie-nes se oponen a que tales distinciones sesigan haciendo en el habla comn, sobretodo por sus estelas racistas, vern re f o r-zada su posicin. Y si el consenso cient -fico se inclinase hacia conservar la racima-cin racial, el bando que apela al s e n t i d oc o m n heredado obtendra los bonos.Es por lo mismo importante evaluar el es-tado de la discusin entre los cientficos.

    III

    La disputa en las comunidades cientfi-cas se despliega en torno a la pregunta desi tiene sentido o no seguir conserva n d ola clasificacin racial para Homo sapiens.Con la reformulacin de la nocin de evo-lucin biolgica en trminos de cambiode frecuencias gnicas en poblaciones, ycon la exploracin por la biologa molecu-lar de los polimorfismos en las poblacio-nes humanas, se reformula tambin la idea

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  • de que existen grupos humanos geneal-gicamente establecidos e identificablespor las divergencias genotpicas y fenot-picas acumuladas durante los periodos deaislamiento geogrfico entre los gru p o s ,debido a un proceso evo l u t i vo de dive r-gencia que dio origen a lo que puedenconsiderarse subespecies o razas.

    La pregunta es si existen subespecies(ra z a s) descriptibles por cmulos de ras-gos (genes y su expresin fenotpica) es-tables, tpicos, constantes, de modo que,dejando de lado hbridos incmodos, acada individuo corresponda uno y slo unsitio en la clasificacin. O, en trminosactuales, si la divergencia histrica logrconstituir conglomerados discretos de ge-nes tpicos, asociados a las poblaciones quee s t u v i e ron geogrficamente aisladas du-rante los siglos de la prehistoria.

    Otra manera de formular la preguntaes re s o l ver si ra z a es, digamos, como vo l-cn, una palabra que puede indicar y se-parar con relativa verdad una clase de co-

    sas o de sucesos, y se re f i e re a aspectosque encuentran su apoyo en la maneracomo el mundo est de hecho armado, osi por el contrario el uso de ra z a se pare c ecada da ms al que hacemos de humoro de t e m p e r a m e n t o, que son re s i d u o sde viejas clasificaciones mdicas, otro r aobjetivas, y que nos siguen sirviendo co-mo modos de significar ciertas aparien-cias superficiales (que las antiguas teorast o m a ron durante un tiempo como esen-ciales) pero que han perdido por comple-to su agarre re f e rencial con el mundo, alhaberse mostrado como ilusorias sus pre-misas tericas. La ciencia podra as deci-dir si ra z a es slo una reliquia lingstica.Restara la pregunta de si la quere m o sconservar.

    Desde la dcada de los cincuentas delsiglo XX podemos encontrar tanto a cien-tficos que defienden como a otros queatacan el uso de ra z a. Es claro que la inco-modidad tica respecto a la nocin esen-cialista de ra z a se extendi rpidamente

    despus del nazismo y sus devastaciones.Un argumento que se us en aquellos aosfue que las condiciones que privaban du-rante el periodo de formacin de las ra z a sh u m a n a s (pequeas poblaciones pre h i s-tricas separadas geogrfica y gentica-mente y sometidas a presiones de seleccinp a rt i c u l a res vinculadas a ciertos ambientes)d e j a ron de pre valecer con el paso de los si-glos, y que con la situacin actual de mi-graciones y mestizaje ha perdido el sentidohablar de razas.

    En 1962 S. L. Washburn se quejabade que la discusin de la raza parece en-gendrar discusiones y confusiones sinf i n. Para criticar a las personas [que]piensan que las nuevas condiciones dela especie humana son tan difere n t e sque resulta mejor ya no utilizar la pala-bra raza ni la palabra evo l u c i n, puesc rea que esto confunde ms de lo queaclara, ya que la evolucin no se ha de-tenido puesto que las nuevas condicio-nes cambiarn las frecuencias gnicasaunque las condiciones que produjeronlas viejas razas se han ido. Para Wa s h-burn entonces la actitud correcta a adop-tar es reconocer que nuestro pasado pro-dujo inicios de divergencia biolgica ennuestra especie que dieron como resulta-do los conglomerados de rasgos adapta-t i vos distintos que caracterizan a los hu-manos con orgenes geogrficos va r i o s(tpicamente africano, asitico, euro p e o ,americano o australiano). Que para nues-tra fortuna la divergencia no alcanz ap roducir disrupciones en el proceso defecundacin y desarrollo de modo quetoda la especie humana sigue siendo100% interfecunda y frtil (lo cual posi-bilita la proliferacin actual de mestiza-jes). Que no conviene negar la existenciade las razas (ya que es un hecho histricoy biolgico, y ayuda a conocer la va r i a-cin entre los hombres de, por ejemplo,p roclividad a ciertas enfermedades, oadaptacin superior a ciertos ambientes).Que lo ms importante es saldar las dife-rencias externas entre los hombres, eco-

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  • nmicas y polticas, que son el verdaderoorigen de guerras y xenofobias.

    Esta percepcin de que negar la exis-tencia de las ra z a s es caer en una distor-sin ideolgica de signo inverso al racis-mo, en la que por pruritos ticos o de otrandole se ignoran los hechos, es comn.Esta subordinacin de la ciencia a la visinpoltica o social, se arguye, es muy peli-g rosa, debido a que se pierde el asiderode la objetividad, y se cae en el territoriodonde terminan dominando los sectore sque usan la demagogia y no la razn, co-mo lo hacen los racistas mismos. El len-guaje en el que Washburn plante el pro-blema se ha vuelto, sin embargo, un tantoobsoleto.

    Dejando de lado la correccin polti-ca, ha sido el avance en el conocimientode la variacin gentica en poblacioneshumanas lo que ha inestabilizado ms lanocin de ra z a. La redefinicin de pobla-cin en trminos de acervo gentico com-p a rtido por organismos de la misma espe-cie y geogrficamente cercanos (de modoque sea factible que compartan descen-dencia prxima) desvi abiertamente laatencin de los rasgos fenotpicos noto-rios que haban sido el fundamento deci-monnico de la divisin racial. Bajo esadescripcin, de comunidad re p ro d u c t o r ay su peculiar coctel de diferentes genes,la discusin se vuelve en torno a si, dehecho, en las poblaciones humanas con-c retas encontramos discontinuidades,distancias genticas y agrupamientos degenes que sealen la existencia clara de va-riedades biolgicas discretas en nuestrae s p e c i e .

    As, en las dcadas de mediados del si-glo X X, con la idea de que una ra z a es unapoblacin re p roductora local, se intententerrar la nocin esencialista. Ra z a d e-vino un trmino taxonmico dirigido aa g rupaciones dentro de una especie, dem a yor generalidad que la poblacin local.Se afirm que lo que define a las ra z a s es ladiferencia en la frecuencia de algunos ge-nes. La cuestin a aclarar, en todas las es-

    pecies, pero crucialmente en el caso huma-no, no fue ya si existe variabilidad gen-tica asociada a la distribucin geogrfica,sino si esa variabilidad se acumula y agru-pa, conformando bolsas o cmulos discre-tos que puedan delimitar una subespecieo raza.

    En 1953 Wilson y Brown hicieron lap ropuesta de desechar el concepto de s u -be s p e c i e de la biologa, pues, segn ellos,los hechos lo invalidaban. La variacin lo-cal entre poblaciones locales, alegaron, esd i s c o rdante. Es decir, que los distintos ca-r a c t e res que difieren entre poblacionesc e rcanas no lo hacen de una manera co-r relacionada, salvo en situaciones muy es-peciales. As, si se usa un solo carcter ge-ntico es posible dividir a una especie ensubespecies de acuerdo a cmo vara di-cho carcter. Si se usan dos caracteres pue-de seguir siendo posible hacerlo, pero setendrn algunas poblaciones pro b l e m aque un antroplogo llamar compuestas omixtas. A medida que incorporamos msc a r a c t e res al anlisis se va haciendo cadavez ms imposible determinar cules sonlas verdaderas razas.

    En los aos sesentas hubo intentos dere s o l ver los dilemas de la visin neodar-winista en torno a ra z a. Se argumentque la variacin gentica y su distribucinrespaldaban la objetividad de la idea desubpoblaciones raciales. Es se el contextode la afirmacin citada de Bu e t t n e r - Ja-nusch: raza es un trmino perf e c t a m e n t etil y vlido que sigue diciendo es unacomunidad re p roductora de individuosque comparten una misma dotacin degenes. El nivel en que se defina la comu-nidad re p roductora depende del pro b l e m aque a uno le interesa inve s t i g a r. No hayun nivel absoluto, definitivo o verdade-ro en el que se definan estas comunida-des reproductoras. Es una visin relati-vista y pragmtica la que ah se defiende.Las poblaciones biolgicas permiten, parac i e rtos fines part i c u l a res, sta o aquelladivisin subespecfica, y es til y hasta ne-cesario hacerla, siempre y cuando no la

    queramos generalizar y sacar del contex-to de investigacin especfico.

    El clebre genetista T. Do b z h a n s k ydefendi una posicin similar. El concep-to de ra z a, afirm, tiene dos aspectos. Po run lado es una categora de clasificaciny por el otro es un fenmeno biolgico.La clasificacin es una necesidad []Hay ms de tres billones de personas en elmundo hoy, y nadie puede conocer a to-das individualmente; es necesario agru-parlas, clasificarlas, denominarlas. Si lasrazas no existieran habran tenido que seri n ve n t a d a s. Dado que existen, este autorpensaba, nuestra tarea es entender quson. Partiendo de que hay diferencias ge-nticas entre dos individuos cualesquiera( e xceptuando gemelos univitelinos), Do bz-hansky afirma que bajo el enfoque po-blacional neodarwinista las difere n c i a sraciales son diferencias genticas entre po-blaciones mendelianas, no entre personas.Y sin embargo las razas difieren en los mis-mo rasgos que difieren las personas.

    Dado que entre cualesquiera dos pobla-ciones humanas encontraremos siemprealgn grado de diferencia en las frecuen-cias gnicas, habr siempre la posibilidadde distinguirlas y nombrarlas distinto. Siesto resulta conveniente (si por ejemplocoincide con una divisin histrica o et-nolgica) no hay razn para no darle nom-b re a esa diferencia. Ra z a es tan bueno co-mo cualquier otro, con la ventaja de quees el nombre usado y entendido por todos.El nico peligro piensa Do b z h a n s k yes asociar al nombre un pensamiento ti-polgico (esencialista), que ignore el ca-rcter estadstico de la realidad racial, yel carcter convencional de la estipula-cin. Para l, las ra z a s d i f i e ren entre s msrespecto a la frecuencia de algunos genes,que debido que ciertos genes estn pre s e n-tes en todos los individuos de una de el-l a s y ausentes en los de otra. Esto, diceDobzhansky desautoriza la concepcint i p o l g i c a. Pe ro tambin desautoriza ac i e rtos autores modernos, quienes pre-t e n d e n que, dado que las razas no son ca-

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  • jones hermticos, no existen. Esta lti-ma y caprichosa propuesta, piensa nues-t ro autor, necesita como antagonista lanocin caduca de raza para ser adecuada.Pienso que, con todo, no deja de haberuna apelacin al sentido comn enDobzhansky: puesto que los habitantesde distintos pases son diferentes las ra z a sexisten; su u t i l i d a d es respaldar lo pre-concebido.

    Es importante notar que no todos acep-tan la redescripcin del problema de lara z a en trminos neodarwinistas. El impe-rativo clasificatorio ha sido defendido deuna u otra manera, por encima del puroesquema gentico, por algunos antro p l o-gos y bilogos con intenciones a menudobastante ladinas. La idea es que indepen-dientemente de las frecuencias gnicas,que sin duda son el sustrato de la va r i a c i ne n t re las poblaciones humanas, hay unsubconjunto especial de rasgos adaptativo s ,m o rfolgicos, fisiolgicos y conductualesque distinguen ntidamente a los subgru-pos que re q u i e ren el estudio especializadode las ra z a s h u m a n a s. Los cientficos con-temporneos que se siguen abocando aesta tarea tpicamente correlacionan pro-piedades varias (cuya eleccin misma,c reo, es criticable dada su inexplicablesesgo descalificador de uno u otro gru p o )con la pertenencia a supuestos grupos ra-ciales. El ejemplo ms notable y contro-ve rtido es el del coeficiente intelectual(I Q). Ot ros menos conocidos son la ten-dencia a la poligamia, a la violencia sexual,a tener partos mltiples, concentracinde testosterona en los va rones, etctera.Otro tipo de estudios, slo un poco me-nos dudosos, tienen como objetivo utili-zar las divisiones raciales para conocer ladistribucin en stas de pre d i s p o s i c i o n e s ,genticas o de otra ndole, a ciertas en-fermedades.

    IV

    La decisin de cmo entender la va r i a-cin gentica en poblaciones humanas,

    aunque no pueda obligar a que todos sealineen (es decir aunque deje abierto el te-r reno para que alguno decida enfocar suatencin sobre subconjuntos de caracte-res y arbitrariamente decida basar su cla-sificacin racial en ellos) es import a n t eporque al menos puede darnos un marcode referencia para mostrar el nivel de ab-surdo, o de prudencia, que tienen los es-tudios focales.

    Frank B. Livingstone propone que lamanera de entender la variacin en pobla-ciones humanas es cambiar la nocin deraza geogrfica por el concepto pro p u e s t opor Ernst Mayr de clina, que resulta ade-cuado para modelar la forma en la que sec o m p o rta la variacin gentica entre laspoblaciones humanas. La idea central esque la variacin gnica no se agruma en

    p aquetes discretos (candidatos a llamarserazas), sino que se dispersa como un gra-diente en el que definir una frontera ess i e m p re una arbitrariedad. La nocin desubespecie tiene, Mayr reconoce, utilidadt a xonmica, pero normalmente se trata deuna apariencia que no responde a ningnsustrato biolgico real, y de ningn modopuede considerarse, como lo hacen algu-nos, una unidad de evolucin. Una po-blacin subespecfica es parte de una c l i n acuando forma parte de un gradiente quela vincula con una o varias otras poblacio-nes cercanas. Livingstone concluye que lam a yor parte de la variacin gentica en-t re las poblaciones humanas puede descri-birse y explicarse sin utilizar el conceptode ra z a, ni algn sucedneo de ste quealuda a discontinuidades claras. La va r i a-

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  • bilidad en la frecuencia de cualquier genepuede graficarse de la misma manera enla que la temperatura es graficada sobre unmapa de climas, y esta descripcin de lavariabilidad gentica puede describirla to-da y no presupone ninguna explicacin.

    Recientemente, los estudios de la his-toria gentica de las poblaciones humanas,basados en exhaustivas mediciones de lasdistancias genticas, de Luigi Luca Cava-l l i - S f o rza y varios otros, han dado un con-tundente respaldo a la posicin de Li-v i n gstone. Basadas en una investigacin an i ve l planetario de la manera en la quevaran las frecuencias de genes con re l a-cin a la geografa y a la historia de losm ovimientos migratorios de las pobla-ciones, Cava l l i - S f o rza y sus colaborado-res han hecho ver que la idea de definirg rupos geogrfica y genticamente separa-

    dos, as sea conve ncionalmente, comien-za a rayar en el absurd o. Contra lo queDobzhansky crea, no es posible en lam a yora de los casos tener casos claros enlos que se justifique el establecimiento den o m b res, de definiciones basadas en fre-cuencias genticas. Suponiendo que unaraza la conformen un grupo de indivi-duos cuya suma de caractersticas nospermita reconocerlos como biolgica-mente distintos a los dems, dicha dife-rencia debe demostrarse estadsticamen-te, sobre todo respecto a las poblacionesc e rcanas. Dado que lo que se encuentras i e m p re son continuidades de va r i a c i nde frecuencias, que se dan a distintas ve-locidades en distintos tipos de genes (v.gr. los genes neutros difieren de los genessujetos a algn tipo de seleccin), y ded i f e rente manera en distintas dire c c i o-

    nes, resulta arbitrario fijar un criterio es-tadstico de cundo se ha acumulado su-ficiente variacin para decir que ya setrata de otra ra z a. Al hacerlo tendrem o ss i e m p re situaciones absurdas, como q u ehabr ms variedad gentica entre dos in-dividuos de la misma raza que entre dosde razas distintas, y tendremos poblacio-nes vecinas, las de Pe rote y Jalapa, porejemplo, que se enteraran con sorpre s aque pertenecen a distintas ra z a s. Sin duda, nos dice Cava l l i - S f o rza, las barre-ras geogrficas han dejado huellas en lasf recuencias genticas, al frenar la migra-cin y difusin de genes en ciertas dire c-ciones, pero jams han sido completa-mente impenetrables (y menos en tiemposmodernos), de modo que las migracio-nes siempre han terminado por establecercontinuidades casi perfectas. Contrario alo que sucede en otras especies, en las quehay subespecies biolgicas que s se as-lan en trminos re p ro d u c t i vos, la fecun-didad entre los seres humanos de todoslos grupos fue siempre completa. Para Ca-va l l i - S f o rza, un reconocimiento impor-tante para esclarecer la discusin en tornoa las ra z a s es el de que las diferencias mor-folgicas que dieron origen en los siglospasados a las clasificaciones raciales esen-cialistas se debieron histricamente a adap-taciones epidrmicas (en sentido literal ymetafrico) a distintas situaciones clim-ticas. Los caracteres de adaptacin cli-mtica son, tpicamente, caracteres de las u p e rficie corporal, casi como tautolo-ga la superficie del cuerpo es muy visi-b l e y sus caractersticas pueden provo c a ren nosotros impresiones duraderas. So-b re todo si se trata de la percepcin ded i f e rencias, de extraamientos. El erro rconsiste en hacerlas extensivas a todos losdems caractere s. La inmensa mayora delos caracteres humanos son invisibles, yslo definibles y demarcables a travs deestudios biolgicos, fisiolgicos o molecu-l a res. Las adaptaciones locales, climticas,de salud, nutricionales, etctera, tienenuna importancia re l a t i va al conjunto de

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  • todo los genes, as como re l a t i va a todaslas funciones fisiolgicas y sicolgicas hu-manas, tan menor que apenas puedenconsiderarse como un accidente. Ad a p-taciones que adems han perdido com-pletamente significacin en las nueva scondiciones demogrficas y sociales de laespecie.

    A mi entender, el problema bsico noest en la decisin de si estudiar en el ni-vel gentico, u otro, las caractersticas delas poblaciones humanas, sino en si he-mos de invocar el espectro de la nocinde ra z a. Pe ro debemos tener claro que unap a rte importante de la confusin actuald e r i va de que mientras algunos bilogos ya n t roplogos han dejado completamen-te atrs la vieja imagen de las cinco razasfenotpicamente distantes, y trabajan enun mundo donde lo que hay que atender

    s o b re todo es a la distribuciones de fre-cuencias gnicas (cuya dinmica de cam-bio puede adems modelarse matemtica-mente), hay todava demasiados cientficosinteresados en privilegiar la superficie fe-notpica y en usarla como fuente de cri-terios clasificatorios, que de ese modo si-guen abierta o implcitamente afectadospor las nociones heredadas, esencialistas,de raza.

    Es una inferencia bastante lamenta-b l e en su llana calidad lgica la de pasarde unos cuantos rasgos llamativos al es-tablecimiento de estancos definitivos queq u i e ren capturar todos los rasgos de unapersona bajo su pertenencia a una ra z a.Se necesita, entre otras cosas, el lubricantede una pasin xenofbica o racista paraque psimas inferencias como sas asu-man la apariencia de obviedad que para

    algunos tienen. Bajo una perspectiva asresulta injustificado seguir manteniendocon algn grado de seriedad inve s t i g a c i o-nes con pretensiones cientficas basadas enc o r relaciones entre grupos de rasgos y pre-tendidas razas humanas. Lo nico a lo quec o n t r i b u yen es a aumentar la confusiny el prejuicio.

    V

    Debemos eliminar el uso de la palabraraza? Paul T. Baker piensa que no nos to-ca decidirlo. Las ra z a s, escribe, no tienenms o menos realidad que las sillas, pues-to que ambas son entidades informativashumanas que persistirn lingstica y con-ceptualmente en tanto sirvan a los pro p -sitos de quienes las utilizan. Pe ro pode-mos cuestionar dichas intenciones, y conello la pretendida objetividad a la que con-ducen. En la biologa, salvo las catego-ras taxonmicas con objetos bien defini-bles, como p h y l u m, especie, y por supuestoindividuo, todas las dems son claramen-te arbitrarias y dependen de conve n c i o n e sre vocables. So b re todo aquellas, como su-bespecie, variedad o ra z a, que estn pord ebajo del nivel de especie y por encimad e l de individuo.

    Los heterogneos agrupamientos dec a r a c t e res, en grupos de individuos re l a t i-vamente aislados, que dan origen a las lla-madas variedades geogrficas, parecen sers u p e rficiales e inestables comparados conlos muchsimos y ms determinantes ras-gos que los miembros de una especie com-parten. Las diferencias genticas entre se-res humanos clasificados como de razasdistintas es por lo general del mismo or-den de magnitud que las diferencias entreindividuos de la misma raza. No hay dis-continuidades abruptas. Por ende, la ideade que hay algo as como la raza a la quecada ser humano pertenece (o la cru z ad e ra z a s, dada en partes pro p o rcionales desangre segn los ancestros) carece de ob-jetividad. se parece ser el consenso haciael que se mueven los cientficos. La re c i e n-

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    te propuesta para cambiar la declaracinde la U N E S C O s o b re las razas de la Asocia-cin Americana de Antroplogos Fsicosas lo muestra.

    A pesar de que la gentica de pobla-ciones nos indica una direccin clara: (elabandono del concepto y la palabra mis-ma de ra z a ), su dictamen no tiene por quregir autoritariamente el uso en todos loscontextos. El debate tico y poltico entorno al uso del vocablo tiene que seguirsus propias dinmicas. A pesar de lo du-doso que pueda ser, si alguno toma la de-cisin de privilegiar las diferencias super-ficiales en la morfologa de los gru p o s

    humanos, ninguna norma legal deberp ro h i b i r l o. Est claro que si los hablan-tes de nuestras lenguas deciden que les vabien seguir usando para algn fin las di-f e re n c i a s que demarcan las categorasraciales heredadas, lo harn. Se trataraentonces de convencerlos de su erro r. Eldebate se traslada as a la regin menoso b j e t i va y ms controversial de los va l o-res, la correccin o incorreccin tica (queno poltica), y la sanidad en las re l a c i o n e sentre los grupos humanos. Personalmen-te creo que el caso contra seguir usandora z a es fuerte y debemos tratar de elimi-nar el vocablo.

    Aunque claro que hay muchos usosmenos problemticos del trmino ra z afuera del contexto humano (perros, cone-jos), y que tambin podra alegarse quemuchos usos de raza en contextos huma-nos son inocuos y superficiales, el asuntose torna grave cuando se transporta el sen-tido de raza hacia el espacio donde se di-rimen las identidades culturales, naciona-les, tribales. Creo por eso que identificaruna ra z a, con todas las connotaciones seu-dobiolgicas y genealgicas, con una na-cin es un acto no slo de ignorancia, sinoque, en el sentido de Boerhaave, puedellegar a ser criminal.

    Tengo la conviccin de que el lema Por mi raza hablar el espritu que utili-za la Un i versidad Nacional Autnoma deMxico desde hace dcadas ha perd i d osu sentido; se ha vaciado. Jos Vasconce-los, su cre a d o r, vivi inmerso en una visindel mundo fosilizada, heredada del sigloX I X, en la que hablar de la raza csmi-ca, o pergear el lema que se nos ha f o-silizado en la U N A M resultaba n a t u r a l. Esc i e rto que muchos de nuestros contem-porneos se resisten a salir de ese mundoen que un indio era un indio, y un blancoun blanco, y cada cual deba saber su si-t i o. Que es sin paradoja el mismo mundodonde la mezcla o mestizaje es un fen-meno biolgico de una importancia fun-damental, y hasta csmica, que puede pors mismo dirigir el curso de la historia. Nodebemos olvidar que se es exactamenteel mundo que da sentido al eugenismo, alas polticas de saneamiento tnico y tan-tas otras aberraciones. Quiz ha llegado lahora de que el espritu hable por otra cosams significativa que la raza.b

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICASCavalli-Sforza, Luigi Luca. 1997. Genes pueblos y len -guas. Crtica, Grijalbo Mondadori.

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    IMGENESRal E. Discua, fotografas tomadas entre 1930 y1950. Archivo Fotogrfico Mxico Indgena del Insti-tuto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacio-nal Autnoma de Mxico.

    Carlos Lpez Beltrn

    Instituto de Investigaciones Filosficas, Universidad Nacional Autnoma de Mxico.