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TRABAJADORES Ideologías y experiencias en el movimiento obrero Revista de historia Año I. Número 1 Primer semestre de 2011

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TRABAJADORES. Ideologías y experiencias en el movimiento obrero. Revista de historia. Número 1.

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TRABAJADORES Ideologías y experiencias en el movimiento obrero

Revista de historia

Año I. Número 1

Primer semestre de 2011

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Año I, número 1. Primer semestre de 2011

TRABAJADORES es una revista electrónica de periodicidad semestral y distribución gratuita, publicada por el Proyecto de Reconocimiento Institucional “Argentina no era una fiesta. Aportes para una historia social y política de los trabajadores en Buenos Aires (1870-1910)”, radicado en la Cátedra de Historia Argentina II B del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

Los artículos publicados pueden ser reproducidos, con el requisito de mencionar la fuente. La responsabilidad de los artículos publicados con firma es exclusiva de sus autores.

Director / Editor responsable: Lucas Poy

ISSN: en trámite

Correspondencia: Pte J. E. Uriburu 950, 6º piso, oficina 22 (1114) Ciudad de Buenos Aires

Web: http://trabajadoresrevistahistoria.blogspot.com

Email: [email protected]

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Contenidos

Estrategia y lucha en la huelga de tipógrafos de 1878, por Inés Van Peteghem

pág. 1

Una periodización de la agitación obrera en Buenos Aires (1887-1893), por Lucas Poy

pág. 24

La huelga de los talleres del Ferrocarril del Sud de 1888, por Tomás Chami

pág. 62

¿Unidos o divididos? Los anarquistas en los Congresos de Fusión (Argentina, 1907-1910), por Martín Manuli

pág. 75

¿Nacionalismo o internacionalismo? El dilema del Partido Socialista ante las fiestas patrióticas, por Melisa Aita Camps y Sabrina Asquini

pág. 107.

La clase obrera en el Centenario: un aporte a la comprensión del Sindicalismo Revolucionario, por Florencia D’Uva y Ludmila Scheinkman

pág. 128

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Estrategia y lucha en la huelga de tipógrafos de

1878

Inés Van Peteghem

[email protected]

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Resumen

La aguda crisis económica mundial nos

muestra cotidianamente los vaivenes del

sistema capitalista, poniendo en relevancia

el papel protagónico que debe interpretar

frente a ésta el movimiento obrero y, a su

vez, lo vuelve a situar –tanto hacia el

conjunto de la sociedad como en el plano

de las ciencias sociales- en primera plana,

como a lo largo de la toda la vida del

capitalismo.

Si consideramos a la huelga general como

el hecho que empíricamente nos

demuestra la existencia de una clase

obrera políticamente organizada y aquella

se concreta en la Argentina hacia 1904,

recorriendo un proceso en el que la lucha

de los obreros toma un cariz netamente

político, resulta de interés abordar los

hitos recorridos en este camino. Por esto,

el objetivo del presente trabajo es repensar

-dado el contexto político, social y

económico actual que, como hemos

resaltado, lo amerita- los orígenes del

movimiento obrero argentino a partir del

análisis de la primera huelga

documentada en la Argentina, la huelga de

tipógrafos de 1878, que ha sido

escasamente investigada en la

historiografía argentina, abordando un

relato detallado de los acontecimientos y

las discusiones suscitadas en torno a éstos.

En este sentido, el presente trabajo tendrá

como finalidad delinear problemáticas a

investigar en torno a este conflicto, el cual

se presenta como la primera expresión de

una determinada estrategia de lucha de la

clase obrera aun en ciernes. Estrategia que

identificará el primer ciclo de lucha de la

clase obrera hasta comienzos de la década

de 1930, momento en el cual se

desarrollará una nueva estrategia que dará

origen al posterior ciclo (1930-1970).

La presente ponencia muestra los

primeros resultados de una investigación

que intenta generar herramientas que

permitan abordar problemáticas tales

como aquellas referidas a la dirección

adquirida por esta lucha, la forma en que

esta última se desarrolló y la forma de

organización desplegada, desde una

perspectiva histórica pero sin descuidar el

análisis conceptual del proceso y poniendo

énfasis en interrogantes acerca de la

metodología a utilizar dadas las

condiciones y posibilidades ofrecidas por

el material factible como fuente.

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Introducción

l presente trabajo es un primer avance de una investigación en desarrollo y

aun en proceso de formulación, en la que nos interesa indagar cuáles son las

formas de organización que adquiere la clase obrera en su proceso de

gestación como tal, poniendo el énfasis en los momentos de lucha en los cuales las

clases se constituyen. El objetivo de este artículo es realizar una descripción de la

huelga de tipógrafos de 1878: nos interesa a través de un trabajo exhaustivo de

fuentes primarias analizar no la huelga en sí misma si no la construcción de ésta

realizada por los diarios, principales implicados en la medida de fuerza, al ser la

patronal misma. Esta construcción realizada nos permitirá observar cómo se

desarrolla la lucha teórica desplegada por la burguesía en contra de la organización

obrera y en defensa de sus intereses particulares, así como el intento de presentarlos

como los intereses del conjunto, en búsqueda de construcción de hegemonía.

Partiendo, en este sentido, de la formulación de Antonio Gramsci, quien plantea “que

un periódico (o un conjunto de periódicos), una revista (o un conjunto de revistas),

son también “partidos” o “fracciones de partido” o “función de determinado

partido”” (1998: 28), indagaremos la forma en que este alineamiento se expresa en el

conflicto en cuestión. De aquí se desprende nuestro especial interés, en este primer

avance, en destacar la representación que los diarios construyen de este

enfrentamiento y sus protagonistas, pudiendo así observar cómo se desarrolló el

proceso mismo de posicionamiento de ambos bloques como antagónicos.

Consideramos relevante el estudio de este conflicto en tanto constituye el primer

enfrentamiento social (documentado) protagonizado por los trabajadores en la

Argentina: “con la huelga de los tipógrafos, la lucha económica toma la forma que se

corresponde con la sociedad capitalista: la de los obreros contra el despotismo del

capital. Y comienza superando su escalón más bajo (por unidad productiva): los

obreros de un oficio se unen” (Iñigo Carrera, 2000: 32). Este momento se presenta

como un hito que da comienzo a lo que Nicolás Iñigo Carrera clasifica como el primer

ciclo de la lucha de la clase obrera argentina. La consideración de este

enfrentamiento como fundante podemos ubicarla en distintos autores, entre ellos

Jacinto Oddone, Sebastián Marotta, Ricardo Falcón, Julio Godio, Hilda Sabato y el

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citado Nicolás Iñigo Carrera, entre otros. Son estos autores los que utilizaremos

como insumos, así como una importante cantidad de fuentes primarias; entre los

diarios consultados se encuentran las siguientes: La Tribuna (LT), El Nacional (EN),

La Nación (LN), Comercio del Plata (CdelP), La Prensa (LP), La República (LR) y

La Libertad (LL). No disponemos hasta el momento de fuentes desde la perspectiva

de los trabajadores. Gracias al relevamiento de estas fuentes podemos aquí presentar

un relato lo más pormenorizado posible del desarrollo del enfrentamiento en

cuestión.

Asociacionismo y condiciones de trabajo

Hacia el 25 de mayo de 1857 queda establecida en la ciudad de Buenos Aires la

Sociedad Tipográfica Bonaerense (STB), una de las primeras entidades obreras

organizada en torno al oficio. “Reunía a trabajadores de los diferentes oficios

relacionados con la producción y venta de materiales impresos” (Di Stefano et al,

2000: 115), y no se daba aun una forma de organización gremial de resistencia sino

que se constituía con fines de ayuda mutua, para “propender al adelanto tipográfico

[…] prestar socorro a los miembros que se enfermasen o imposibilitasen para el

trabajo […] proteger a los que necesiten auxilio justo […] y conseguir que los

operarios sean siempre remunerados en proporción de sus aptitudes y conocimientos

de modo que les garantice sus existencias” (Marotta, 1960: 17-18). Esta organización

temprana les permitió a los trabajadores tipógrafos “apreciar con más facilidad que

los demás los beneficios de la organización” (Oddone, 1949: 69).

Siguiendo a María Silvia Badoza (1990) podemos afirmar que en el gremio era

mayoritario el desempeño de trabajadores varones y nativos, mientras que entre el

pequeño porcentaje extranjero sobresalían los provenientes del Uruguay; a su vez es

destacable una importante presencia de trabajo infantil en las tareas menos

calificadas. Ricardo Falcón destaca varias circunstancias que posicionan al gremio

tipográfico como vanguardia: la principal sería la característica misma del oficio,

“que supone un cierto grado de instrucción en una época en la cual leer y escribir

correctamente no era usual entre los trabajadores manuales” (1984: 33), siendo esto

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mismo un requisito establecido para el ingreso al gremio. Respecto a las condiciones

de trabajo podemos resaltar la presencia de una jornada laboral caracterizada por el

“arbitrio patronal de fijarla por propia voluntad o de exigirla “de acuerdo a las

costumbre de la casa”” (Marotta, 1960: 23), por tanto la ausencia de un horario fijado

para los tipógrafos de los diarios y de un salario establecido acorde a tal horario. Los

principales objetivos perseguidos por los trabajadores en huelga estarán en relación a

la regularización del trabajo, mostrando así su constitución en tanto asalariados, en

búsqueda de establecer las mejores condiciones posibles para la venta de su fuerza de

trabajo (Iñigo Carrera, 2004: 268).

Descripción de la huelga y los eventos precedentes con incidencia en su

despliegue

Para el 20 de junio de 1878 observamos que se había llegado a la conformación de

otra sociedad al interior del gremio, la Sociedad Unión Tipográfica (SUT). Según los

diferentes autores se constituye hacia 1877 aunque no tenemos registro exacto de la

fecha de tal acontecimiento. Esta Sociedad no será contradictoria con la anterior sino

complementaria. En ella se llevarán a cabo elecciones con el objetivo de designar a

los miembros que integrarán su dirección. Quedó así constituida la Comisión

Directiva que luego liderará la huelga1, comisión de la primera organización de

asalariados, acercándose sus objetivos a los esbozados por las organizaciones

sindicales. Consignaremos también aquí aspectos relacionados al sector de los

tipógrafos en general, dando cuenta de la actividad paralela realizada por ambas

Sociedades durante este proceso y el mecanismo que los diarios intentan realizar al

considerarlas como entidades de carácter distinto y antagónico.

Hacia el 16 de agosto el diario El Nacional realiza una prevención acerca de la

inminencia de la declaración “en huelga [de] todos aquellos que trabajan en diarios

de la mañana” (EN, 16/08/1878): se destacan como las causas que a eso los mueve,

las cargas que recaen sobre sus hombros y la duración extensiva de la jornada                                                             1 “Presidente-Hipólito Gauthier, Vice presidente-Ramón Fernández, Tesorero-Luís Fique, Pro tesorero-Ginés E. Álvarez, Pro secretario-Pablo Della Costa, Vocales-Moreno-Goyeneche-Ocio-Sarniguot-Frugoni-Garcia-Martín-Sanchez-Parpal”, EN, 21/06/1878.

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laboral. El diario expone una clara línea acerca de cómo pensar a la huelga en

términos generales, tildándola de “recurso vicioso, y no siempre para lo que la ponen

en práctica dá buenos resultados. En esto se debe proceder con calma” (EN,

16/08/1878). Esta aclaración hecha por la redacción del diario aparece claramente

como una oposición a la posible huelga e, incluso, puede dar cuenta de cierta

advertencia a los trabajadores de su imprenta que pensasen en tal recurso.

Comprobamos cómo la huelga estaría netamente acotada a los talleres e imprentas

editores de diarios, tal como luego ocurre. A su vez, la enumeración de motivaciones

para los trabajadores revela el reconocimiento de éstos como asalariados y, por esto,

muestra una claridad en la fijación de sus intereses: el mejoramiento de las

condiciones de trabajo y de venta de su fuerza de trabajo, así como la orientación de

la SUT en pos de esto.

La Tribuna y La República, el día domingo 18 de agosto, anuncian la futura

inauguración en el mes de septiembre de la Biblioteca Popular de la STB, junto con

actividades para “solemnizar el acto” (LT, 18/08/1878) y recaudar fondos. Esto nos

muestra cómo la STB continúa con atribuciones de tipo mutualista y con su interés

por el desarrollo de los conocimientos de sus socios y su bienestar; a su vez, resalta el

papel que esta asociación tiene en la sociedad porteña de la época y el lugar otorgado

por los diarios a la difusión de sus actividades. El 29 de agosto se publica en la prensa

una notificación acerca de la reunión, a realizarse el viernes 30 de agosto, de los

miembros de la SUT “en el Teatro de la Alegría, á fin de reglamentar el trabajo

tipográfico en los diarios de la ciudad” (EN, 29/08/1878). La publicación nos

muestra quiénes son los trabajadores directamente implicados en la convocatoria y

que serán partícipes en la próxima huelga: los trabajadores de los diarios, no los

tipógrafos de todas las imprentas (véase también EN, 16/08/1878); a su vez, expone

claramente cuál es el objetivo perseguido por los trabajadores: la reglamentación del

trabajo tipográfico, aspecto que hasta el momento no había podido realizar la STB2

                                                            2 “Siempre en nuestra sociedad ha habido dos ideas. La una que tendía únicamente al socorro mutuo; y la otra, que además de él tendía al adelanto del arte, y el material e intelectual de los asociados (…). Propender al adelanto del arte, obtener el arancel de los trabajos tipográficos, y sobre todo, hacer que nuestro trabajo personal sea justamente remunerado. He aquí el gran problema que debemos prontamente resolver como lo ordenan nuestros estatutos”, Anales de

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por su misma entidad como asociación de ayuda mutua, actuando ahora la SUT

como órgano sindical, adquiriendo las atribuciones propias de éste.

La reunión antes mencionada se realiza el 30 de agosto en el Teatro de la Alegría “á

las dos de la tarde” (LT, 30/08/1778) y con la concurrencia “de cuatrocientos á

quinientos tipógrafos” (LT, 31/08/1778 y 01/09/1778) según el diario La Tribuna y

“mil y tantos tipógrafos” según el periodista Rafael Barreda (recordado por Félix de

Ugarteche, 1929: 370). Podemos reconstruir lo discutido y resuelto en esta reunión a

partir del resumen realizado por los diarios El Nacional, La Tribuna, La Libertad y

El comercio del Plata en las ediciones del sábado 31 de agosto al 1 de septiembre

(dependiendo de su régimen de publicación).

La nota publicada por El Nacional expone la intencionalidad expresa de mostrar las

debilidades de la organización, poniendo énfasis en los disensos al interior de la

asamblea: “las opiniones de la asamblea estaban en estremo divididas (…) esto

prueba que la Sociedad Unión Tipográfica no podrá llevar nada a cabo, puesto que no

se cuenta con el consenso unánime, necesario é imprescindible para el caso que se

proponen” (EN, 31/08/1878), buscando dividir (al menos hacia la opinión pública) al

movimiento, al marcar el debate entre las posturas de dos de los oradores: Ginés

Álvarez (Secretario de la Sociedad) y Ramón Lozano, quien expresó, según el diario,

“á sus compañeros, con la mayor buen fé, que la imposición de la tarifa no podía aun

llevarse a cabo porque el gremio no estaba en circunstancias de mantener sus

propósitos” (ibíd.). Al leer La Libertad (publicación del 30 y 31 de agosto) notamos

que Ramón Lozano es el encargado de la imprenta de El Nacional y, según la tapa del

diario mismo, el editor responsable, por lo cual podemos al menos darnos el

beneficio a la duda acerca de su papel en la asamblea.3 A su vez intenta destacar los

disensos entre la Comisión Directiva (o un sector de ésta) y la asamblea, ya que                                                                                                                                                                           la Sociedad Tipográfica Bonaerense, Buenos Aires, octubre de 1870, año I, Nº II, págs. 18 a 20 (en Badoza, 1990: 35). Podemos observar que hacia 1870 la reglamentación del trabajo tipográfico era una preocupación clara al interior del gremio, que requería pronta solución. A su vez ésta necesidad estaba en disputa (en tanto línea de acción) con otra postura, que ponía el eje central en lo estrictamente mutualista o asistencial. Hacia 1878 continúa esta preocupación, que viene a ser saldada por la conformación de la SUT. 3 Similar a la postura desarrollada por el diario El Nacional es la de María Silvia Badoza quien al comentarla resalta la voz de Ramón Lozano en el debate, tildando a las ideas contrincantes de “ideas utópicas”, responsables de dividir las opiniones en la asamblea (1990:39).

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“varias veces el Presidente de la Sociedad, pidió á los oradores no hiciesen uso de la

palabra huelga” (ibíd.).

La nota de La Tribuna muestra una visión menos confrontativa al resaltar cómo una

de las posturas logra sostenerse y sus propuestas “merecieron el apoyo más caluroso

(…) obteniendo más tarde la aprobación general de la asamblea” (LT 31/08/1778 y

01/09/1778). Por su parte El Comercio del Plata presenta una información más

puntual y de carácter “informativo”, sin aportar más valoraciones al respecto que una

línea final en la que sentencia: “¿A donde acabarán estas misas?” (CdelP

31/08/1878), en la cual muestra su postura respecto a la posible huelga y, en cierto

sentido, augura un desenlace negativo; enuncia, sin embargo, una unión más sólida

entre los trabajadores ya que en la asamblea “se leyeron varios discursos, redactados

todos en el sentido de que los tipógrafos deben unirse y sostenerse para obligar á los

dueños de imprenta aceptar la tarifa que ha confeccionado la sociedad Unión, y en

caso de no obtener lo que solicitan ponerse en huelga (sic)” (ibíd.) . Esta crónica

aporta un dato valioso: el aviso de una segunda reunión concertada para el día

domingo 1º de septiembre en el mismo lugar.

Nuevamente, El Nacional (al igual que La Tribuna) expresa cuáles fueron los

resultados de la asamblea4 y las decisiones tomadas por ésta: “que todos los que

concurrieron firmasen una declaración, comprometiéndose á respetar las

resoluciones de la Comisión Directiva, acudiendo inmediatamente al llamado que

hiciese á los tipógrafos. Que una Comisión saldría á informarse en todas la imprenta

del número de tipógrafos que estaban dispuestos á seguir los propósitos de la

sociedad. Que se insistiria nuevamente ante los directores de diarios y gerentes de

imprenta, para que aceptasen la nueva tarifa de los operarios. Que en caso contrario,

se reunirian nuevamente en una asamblea general, para resolver lo que tenian que

hacer, es decir, la huelga” (EN, 31/08/1878, LT, 31/08/1878 y 01/09/1878).

Además de lo ya dicho acerca de las reivindicaciones pedidas por los tipógrafos, en

los relatos de Oddone, Marotta y Ugarteche encontramos mayores especificaciones.

En primer lugar aparece como causa detonante que “una empresa diarística cercenó                                                             4 La transcripción es igual en ambas publicaciones, por lo que podemos inferir que se trata de lo resuelto por la Asamblea en términos textuales.

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el sueldo de sus operarios [desconocemos cuál], que ya era reducido” (Ugarteche

1929, Marotta 1960: 22), siguiendo su ejemplo luego otras empresas. En segundo

lugar aparece la necesidad de fijación de un horario para los tipógrafos de los diarios,

que trabajaban a jornal (distinto de los tipógrafos de otras imprentas que trabajaban

a destajo), ya que la jornada era fijada por cada dueño de taller a su arbitrio. Por otra

parte, la necesidad de prohibición del trabajo infantil. En términos generales se

buscaba la aceptación del reglamento confeccionado por la Comisión Directiva de la

SUT5 en el que se instituía una tarifa de salario y se hacía acertada clasificación de las

aptitudes.

Suponemos que el 1º de septiembre se efectúa la segunda reunión anunciada de la

SUT, pero no tenemos registros documentales de ésta. “Se procedió como se había

resuelto en la asamblea; las comisiones nombradas realizaron su cometido, y en las

imprentas donde no se aceptaron las tarifas y el régimen instituido, se produjo la

huelga…” (Marotta, 1960: 22). Suponemos, por esto, que aquí es donde se decide

llevar adelante la medida de fuerza, a partir del trabajo de relevamiento realizado por

las Comisiones en las distintas imprentas y votado en asamblea. Éste habría sido

realizado entre los días 31 de agosto y 1º de septiembre.

El lunes 2 de septiembre se declara y estalla la huelga de operarios tipográficos en las

imprentas donde se publican diarios, dado el rechazo de la petición expresada por la

SUT a los directores de diarios y gerentes de imprenta. A partir de las noticias

publicadas en este día y los subsiguientes, mientras perdura la huelga, vemos cómo

las distintas empresas periodísticas asumen distintas actitudes. Debemos pensar que

son justamente estas empresas las principales implicadas y perjudicadas por la falta

de operarios necesarios para realizar el trabajo y continuar con la publicación de

diarios sin mayores modificaciones. A su vez, las distintas actitudes tomadas pueden

estar mostrándonos una relación con las resoluciones adoptadas en cada empresa y

cómo afrontaron la falta de operarios en cada caso, permitiéndonos pensar cuál es la

forma que va tomando la huelga y la actitud por parte de la patronal (viendo su

expresión en cada diario) hacia la medida. Ciertos diarios anunciaron de forma

                                                            5 No disponemos de este reglamento como fuente de primera sino por medio de referencias no textuales en diversos autores.

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explícita e inmediata la medida de fuerza adoptada por los trabajadores, otros lo

hicieron de forma indirecta, ya sea por medio de publicaciones de tipo clasificado o

editoriales, variando también el carácter entre ellas. Intentaremos detallar estas

diferentes actitudes en las fuentes disponibles según orden de publicación.

Este día La Libertad publica el aviso de declaración de huelga de los operarios,

mostrando cómo ésta se extiende a lo largo de la jornada: “La huelga – Esta

mañana se declararon en huelga los operarios tipográficos de las imprenta por donde

ven la luz varios de nuestros colegas de la mañana y de la tarde. A medio día

consiguieron, según se corre, imponer sus deseos á tres de aquellas” (LL, 1 y

2/09/1878, el destacado es del diario). La Libertad es uno de los diarios que más

noticias y actualizaciones publica sobre la huelga, si no el que más. En El Nacional, si

bien no se publica ninguna notificación directa sobre el estallido de la medida de

fuerza, aparece como muestra del desarrollo del conflicto y el enfrentamiento ya

declarado, un aviso de tipo clasificado en la primera plana —lugar donde usualmente

no encontramos avisos de este tipo sino la estructura troncal del diario constituida

por las siguientes secciones: editorial, sueltos, tema del día, avisos oficiales, entre

otras— que dice: “Operarios [en letras más grandes]. Se necesitan en esta Imprenta”

(EN2/09/1878).6 Este simple aviso nos permite observar la concreción de la huelga

por parte de los trabajadores, la cual estaría afectando, obviamente, la posibilidad de

publicar el matutino o la necesidad de modificar el régimen de producción dada la

poca cantidad de operarios. A su vez, este aviso se repite en este diario los días 6, 7, 9,

10, 11 y 12 de septiembre (entre los diarios disponibles para nuestra consulta faltan

algunos ejemplares en los cuales no podemos saber de su aparición).

Continuando con las repercusiones frente al conflicto, el 3 de septiembre La

República presenta dos marcas de éste. De menor importancia, pero sin embargo

interesante, es la publicación de un anuncio de la imprenta en el cual se sacan a

                                                            6 Este día también aparece un artículo en el diario El Nacional titulado “Estudios sobre el proyecto de ley de imprentas III” (EN, 3/09/1878) que resalta la conflictividad con los trabajadores como un factor que impide el desarrollo de este proyecto. No queda claro en qué consiste al no encontrarse los ejemplares en los que aparecen la sección I y II, sin embargo muestra la consideración de la organización de los trabajadores como un problema necesario de resolver.

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relucir los galardones obtenidos por ésta y se reseñan los variados servicios y

productos ofrecidos, además de la calidad de su servicio, la efectividad de su

desarrollo y la calificación de sus operarios.7 A su vez, publica una noticia acotada

pero específica sobre la huelga en la cual informa la declaración y presenta algunos

de los fundamentos presentados por los trabajadores para incursionar en tal medida

de fuerza: “que son bajos los honorarios que perciben actualmente y (…) que a todo

operario que tenga cinco años de práctica, se le abonen 50 pesos moneda corriente

diarios” (LR, 2 y 3/09/1878). Continúa explicitando cuáles fueron las repercusiones

de este pedido en distintos diarios: “Esta alta tarifa ha sido aceptada en El Nacional,

La Nación, Correo Español, etc” (LR 2 y 3/09/1878). En cuanto al enfoque adoptado

por el diario La República, explicita su posición al decir “Creemos que á pesar de

todo no ha de dar los resultados que se propone la “Unión Tipográfica”” (LR, 2 y

3/09/1878), y la sostendrá en publicaciones posteriores.

Volviendo a La Libertad, en esta fecha publica una editorial sumamente interesante

para nuestro trabajo en la que se tratan diferentes facetas del conflicto. Comienza

informando sobre el estallido de la huelga, intentando poner como eje la falta de

efectividad de la medida: “entendemos que varias imprentas se han arreglado,

haciendo venir operarios de Montevideo ó de otras partes, pues se hallaban

prevenidas. Otras se han arreglado de otra manera, pero lo cierto es que los

huelguistas no han conseguido su objeto que era impedir con su actitud la

publicación de los diarios” (LL 2 y 3/09/1878). En cuanto al impedimento de la

publicación de los diarios, podemos resaltar, al estar justamente utilizando como

fuentes las publicaciones de estas fechas, que si bien es cierto que no se suspende la

publicación al menos de los principales diarios, los diversos avisos clasificados

publicados por diferentes diarios en búsqueda de personal especializado (operarios),

                                                            7 “Gran medalla de oro. Exposición nacional de Córdoba. Año 1871. La República Sociedad Anónima de Imprenta, Litografía y Fundición de tipos á vapor Belgrano 189. Este establecimiento tiene permanentemente en depósito un Variado surtido de papel y o más moderno en tipos, máquinas prensas y demás útiles de imprenta y litografía. (…) Con tres ó cuatro dias de tiempo se preparan imprentas; no importa cuáles sean sus dimensiones. (…) Los talleres de la imprenta cuentan con aventajados operarios y lo más adelantado en útiles, lo que permite hacer toda clase de trabajos en cualquier idioma, de lujo ó económicos, con brevedad y á precios módicos (…)” (LR, 2 y 3/09/1878, el destacado es propio). Esta publicación se reitera: 4/9/1878, 5/9/1878, 6/9/1878 y 7/9/1878.

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los cambios de formato que algunos deben realizar (ver infra) y la mención de

Oddone acerca de la reubicación del personal en las imprentas y el efecto sobre los

diarios de menor tirada – “los diarios más importantes tuvieron que reducir el

material de lectura, no obstante haber puesto a las cajas a los empleados de

administración y algún personal adventicio. Los diarios menos importantes no

aparecieron” (Oddone, 1949:70)8- son hechos que nos permiten demostrar el escollo

que tal conflicto generaba en la patronal, a pesar de sus intentos por cercenarlo. Por

otra parte, respecto a la contratación de operarios uruguayos, ésta es la única fuente

que insinúa tal perspectiva, coincidiendo el resto de las fuentes consultadas en

exactamente lo contrario, en la demostración de solidaridad de los trabajadores

tipográficos del Uruguay9 hacia los trabajadores argentinos, presentándose ésta

como la primera muestra de solidaridad internacional frente a una medida de fuerza

en los albores del movimiento obrero organizado.10

A continuación es firme la línea editorial: “En cuanto al hecho en sí, debemos

reprobarlo” (LL, 2 y 3/09/1878). A esto sigue una comparación entre su

caracterización de las condiciones de trabajo y asociación en la Argentina y en

Europa, intentando imputar un carácter “atrasado” al gremio en esta tierras y la falta

de condiciones estructurales que ameriten la medida de lucha realizada: “Aquí existe

el trabajo libre, y no median las mismas causas que existen en Europa, donde el

trabajador lucha con mil dificultades, con el monopolio, con el privilegio… En

Europa, la tipografía es una profesión en regla, especial, mientras que aquí se toma

por accidente, siendo muy pocos los que tienen conocimientos especiales. A pesar de

                                                            8 Cuando Oddone hace referencia a “haber puesto en las cajas” está hablando de la tarea específica realizada por los operarios tipográficos encargados de la composición de las placas metálicas llamadas galeras (bases para las copias) a partir del armado de los componedores, en los cual se encastran los tipos y letras fundidos, así como los espacios seleccionados de forma precisa de las cajas. 9 La Sociedad “Tipográfica Montevideana comenzó a funcionar en 1870” (Badoza, 1990: 23). Entre ambas organizaciones existían relaciones fluidas demostradas por la firma de un convenio en 1873 regulando las posibilidades de pase de los socios entre asociaciones, siempre y cuando se cumpla con el pago de las respectivas cuotas y fuese manejado por estos organismos. 10 “El gremio de tipógrafos de Montevideo, a cuyo esfuerzo quisieron recurrir algunas de las empresas, aplaudió, en telegrama dirigido a la sociedad, “la trascendental huelga bonaerense”, adhiriéndose a ella y prometiendo que, a pesar de las muchas solicitudes, nadie vendría de allí” (Marotta, 1960:22).

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eso, son bien remunerados y no hay, no puede haber una queja fundada” (LL, 2 y

3/09/1878). Nos sorprenden, sin embargo, algunas de estas declaraciones en

comparación con el aviso clasificado del diario La Republica antes comentado en el

cual se destaca que “los talleres de la imprenta cuentan con aventajados operarios y

lo más adelantado en útiles, lo que permite hacer toda clase de trabajos en cualquier

idioma, de lujo ó económicos” (LR, 2 y 3/09/1878, el destacado es propio), que

implica una necesaria calificación de los operarios, capacitados para realizar trabajos

en distintos idiomas, más aun teniendo en cuenta que casi unánimemente los

trabajadores tipográficos de la Capital Federal eran nativos o a lo sumo, en mínima

proporción comparativamente, españoles y uruguayos, siendo estas dos

nacionalidades de habla hispana.

Seguidamente la noticia insiste en diferenciar las condiciones locales de las

condiciones en Europa, recomendando a los trabajadores locales no hacer caso de los

malos ejemplos transmitidos por los “espíritus inquietos que vienen aquí con las

mismas preocupaciones que tienen en Europa” (LL, 2y3/09/1878) e incurre en una

especie de intimidación hacia los trabajadores ya que “el resultado de estas huelgas

inútiles puede ser el que muchos operarios inocentes se queden sin trabajo y se vean

despedidos. Desde luego puede ya verse este resultado” (LL, 2 y 3/09/1878),

mostrando una clara postura por parte de la patronal, decidida a hacer frente a la

amenaza presentada por los trabajadores y su Sociedad.

Cierra la noticia haciendo muy explícita la postura de la patronal y su intento por

quebrar la unidad de los trabajadores, apelando a profundizar las diferenciaciones

entre las categorías de operarios, buscando escindir a una porción – la porción de los

oficiales- del resto de los trabajadores.11 Siguiendo lo planteado por Marx en Miseria

de la filosofía podemos reconocer aquí la política ejercida desde la burguesía

respecto a la organización obrera: “las condiciones económicas, transformaron

primero a la masa de población del país en trabajadores. La dominación del capital

ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes” (Marx, 1970: 158).                                                             11 “La comisión de los huelguistas ha fijado una tarifa que solo va a aprovechar á los oficiales, viéndose los medios oficiales y los aprendices sin trabajo, porque en las imprentas preferirán un oficial, con conocimientos especiales, para pagarle el precio de la tarifa antes de pagar á los que no poseen perfectamente el arte de la tipografía” (LL, 2 y 3/09/1878).

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La patronal intenta romper, imponiendo su línea en la utilización de la sección

editorial, esos lazos que su misma dominación generó acorde a sus necesidades;

intenta romper la unión en esta masa que “es ya una clase con respecto al capital”

(ibíd.).

En este día otra seña interesante que encontramos en las fuentes primarias aparece

en el diario El Comercio del Plata que a partir del 2 de septiembre cambia el

ordenamiento de la edición. Como primera medida, hay una reducción notable de las

noticias diarias, aquellas que requieren mayores cambios en la edición, pasando de

ser casi dos páginas de cuatro previamente al 2 de septiembre a ser una de cuatro

luego de esta fecha; esto hace que en segunda instancia se establezca más de una hoja

(lo cual implica más de una placa de preparación en el taller) de propaganda como

fija a lo largo de todo el conflicto, no siendo modificada. Estos dos aspectos podrían

estar mostrando una falta clara de operarios y la imposibilidad de cumplir con más

de una hoja de noticias preparadas para la edición, haciendo uso de mayor cantidad

de planchas minerva ya armadas, por ejemplo en forma de propaganda.12

Nuevamente La Libertad, el 5 de septiembre, nos ofrece una nota editorial muy

interesante en la cual podemos apreciar la reiteración de su línea editorial con

respecto a la huelga suscitada por los operarios. Apela otra vez a la caracterización de

Europa como transmisora de malas costumbres y hábitos sediciosos, no tildando por

esto al viejo continente de culpable por la situación dada sino adjudicando a los

trabajadores argentinos la obligación de efectuar un juicio selectivo mediante el cual

deben poder “discernir entre lo bueno y lo malo que nos manda; incorporar á nuestra

naciente sociabilidad sus hábitos de labor perfeccionado, sus méritos y sus virtudes,

pero hacer á un lado sus resentimientos, sus hostilidades y sus falsas emulaciones”

(LL, 5/9/1878). La huelga es expresión de lo exótico, propio de otras tierras

propensas para su surgimiento y con condiciones dadas para ello, no así nuestra

tierra determinada por la libertad, “donde el obrero laborioso, inteligente y moral, es

rey y no vasallo” (ibíd.). Aquí el obrero no corre la misma suerte que en el continente                                                             12 El diario cambia de formato, pasa de un orden: noticias (Pág.1), noticias (Pág. 2), propaganda (Pág. 3) y propaganda (Pág. 4), previo al 2 de septiembre a propaganda (Pág.1, plancha fija en lo sucesivo), noticias (Pág. 2), propaganda (Pág. 3, fijas y cambia sólo parte de la 1º columna) y propaganda (Pág. 4, bastante fija) (CdelP, 3/09/1878).

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europeo donde debe “arrastrar una larga vida de pobreza y privaciones, muriendo

obrero y dejando á su familia la miseria como herencia (…) aquí el obrero gana más,

vive mejor y forma capital acumulando ahorros” (ibíd.), de lo cual se desprende la

supuesta capacidad del obrero, de así desearlo, de ascender socialmente y convertirse

en propietario, por ejemplo. La Argentina, según la línea editorial del matutino,

estaría exceptuada de la lógica del capitalismo (aquí aun en ciernes, claramente) ya

que “entre el capital y el trabajo no existe aquí el antagonismo que existe en otras

partes. Ambos se dan la mano, viven fraternalmente, corren los mismos riesgos y

juntos soportan cargas” (ibíd.), caracterización que, de ser así, daría cuenta de una

relación de producción de tipo cooperativo en las industrias (entre las que se

incluirían las imprentas), siendo el capital y el trabajo socios,13 cuestión que

descartamos de plano. A continuación exhorta a los trabajadores a reflexionar sobre

los efectos contraproducentes que haciendo la huelga generan hacia la producción y

su propio trabajo, así como a las perspectivas de mantenerlo, atentando contra sus

propios intereses. Las exigencias de los trabajadores a una mejor paga

imposibilitarían la continuación de la producción local en términos competitivos con

el extranjero, llevando a la “ruina del patrón y ruina del obrero (…) he aquí el fin

seguro é infalible hácia el cual marchan las cosas si el buen juicio no se sobrepone á

las inspiraciones de los que fomentan la huelga” (ibíd.).

Tal como en editoriales anteriores, busca el quiebre de los trabajadores agremiados,

apelando a lo heterogéneo de la asociación, buscando categorizar en dos grupos los

reclamos de los trabajadores, tildando a uno de éstos como despóticos: “Los que

entiendan que su trabajo es retribuido en lo que vale, son dueños de pedir lo que

crean justo (…) Abusan de ese derecho, lo ultrapasan y atentan contra el derecho

ageno, cuando pretender hacer estensivo su motivo de queja á aquellos que nada

tienen que decir, que están contentos con la retribución que se les dá y viven en

perfecta armonía con sus patrones. ¿A titulo de qué vendrá una asociación á

imponerme el despotismo de su voluntad?” (ibíd.). Claramente el ataque es hacia la

forma misma de asociación de los trabajadores, a la unión de éstos con propósitos                                                             13 En este sentido podemos ubicar las interpretaciones de Rocchi (2000), en las cuales se sostiene la existencia de una supuesta lógica de solidaridad entre trabajadores y patrones, o sea entre capital y trabajo.

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gremiales, no así hacia la reunión con fines mutualistas, que sí es bien vista por los

diarios y patronales, como veremos más adelante en la diferenciación que hacen

respecto a las noticias publicadas en referencia a la SUT (gremial) y a la STB

(mutual).

“Obrero, tipógrafo, ó lo que se quiera, estoy contento con mi suerte (…) ¿Por qué he

de consentir que se me obligue á cambiar la situación?” (ibíd.). La Sociedad es

representada como un agente externo que se inmiscuye en una relación armoniosa y

beneficiosa entre ambas partes, entre capital y trabajo, situación frente a la cual el

trabajador no tiene ninguna objeción. Inclusive se pone en tela de juicio la

representatividad y legitimidad de la Sociedad: “mucha generosidad en estos tiempos

de general egoísmo!” (ibíd.). A su vez, intenta posicionar la medida de fuerza de los

trabajadores como un posible ejemplo pernicioso a suscitarse en diferentes ámbitos

sociales, no sólo laborales, sino también personales y familiares: “Hoy es con la

imprenta, mañana será con la familia” (ibíd.), instando a los obreros a no seguir los

mandatos de la Sociedad, nuevamente vista como externa, no como organismo

representativo de los trabajadores, ya que “sociedades con tales fines son malas

sociedades, que deben desaparecer para tranquilidad del obrero juicioso y moral”

(ibíd.). Sin embargo, “pueden y deben existir cuando, administradas con honradez,

tienen por objeto auxiliar á sus miembros en los días que falta el trabajo en la hora de

la vejez” (ibíd.). Como habíamos dicho, cuando su fin es sólo mutualista, lo cual no

altera el orden dado de las relaciones laborales. “Destinarlas á imponer la felicidad

por la fuerza y sembrar para ello la anarquía en los talleres donde reinó siempre el

contento entre superiores y subalternos, es desnaturalizar su esencia y condenarlas á

prematura muerte” (ibíd.).14

                                                            14 Esta visión propia de la patronal en el momento del conflicto, podemos también hallarla en estudios recientes sobre asociacionismo en la historia argentina, en los cuales se presenta a la STB como ámbito de sociabilidad válido y competente para los trabajadores tipográficos. La raíz de ésta consideración radica en la concepción misma sobre la naturaleza de las asociaciones de ayuda mutua y las organizaciones gremiales, siendo, según Hilda Sabato, más “completas” las mutualistas “ya que al objetivo general de la asistencia en materia de salud, desempleo y educación se sumaba la defensa corporativa del oficio (…) [y] no se definían en términos clasistas e incluían en su seno no solamente a trabajadores en relación de dependencia sino también a quienes lo hacían por cuenta propia e incluso a patrones o empresarios del sector correspondiente” (Di Stefano et. al., 2000:114-115). Por oposición, las

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El 6 de septiembre, además del ya mencionado aviso de tipo clasificado publicado en

El nacional en búsqueda de operarios, se suman avisos similares en otros periódicos

como La Libertad en los cuales se solicitan operarios y distribuidores para su

imprenta y para otras (en este caso La Pampa); se repetirán estos avisos con pedidos

de trabajadores para distintas imprentas en sucesivos días.

No sólo estos avisos nos permiten comprobar la continuidad de la huelga, dada la

evidente necesidad de operarios, sino también una nota del diario La República, en

la cual podemos constatar las diversas repercusiones que la medida tiene sobre las

imprentas de los diarios: “En algunas imprentas trabajan los sócios de la Unión

Tipográfica imponiendo fuertísimas condiciones” (LR, 6/09/1878), mientras que en

otras imprentas evaluamos que se sentía la falta de operarios, ya que “algunos diarios

reducirán su formato, hasta tanto vuelvan las cosas á su estado normal, que es lo que

indudablemente tiene que suceder” (ibíd.), marcando la modificación de ciertas

publicaciones y su consideración acerca de la huelga, la cual según el matutino debe

indefectiblemente terminar y reestablecerse el orden. Claro ejemplo de esta

alternativa adoptada en los diarios afectados por la falta de operarios es que “[El

diario] La América del sud reducirá su formato a la mitad del que actualmente tiene”

(ibíd.).

La Nación, al igual que La Prensa, optó por omitir información directa sobre la

huelga de los trabajadores tipográficos, silenciando los hechos. Sin embargo, La

                                                                                                                                                                          asociaciones gremiales se presentan como más sesgadas en sus objetivos y tareas, e incluso excluyentes. A su vez, al suponer que “esta «fraternidad» se rompió en 1877 cuando se planteó un conflicto por los salarios obreros y un grupo se separó de la institución, formó la Unión Tipográfica (…) para intervenir directamente y buscar imponer a los patrones pautas salariales y de trabajo para el sector” (Di Stefano et. al., 2000:116), podemos deducir, según lo planteado por la autora, que la organización de tipo gremial quiebra la lógica “adelantada” de la organización mutualista. En sentido opuesto al presentado hasta el momento, Ricardo Falcón estima de manera disímil a la SUT, sus tareas y objetivos, destacando la presencia misma de esta Sociedad como un aspecto importante de la huelga tipográfica de 1878, al aparecer “como la primera organización con fines sindicales específicos” (Falcón, 1984:79). A su vez, considera claramente de manera distinta la fundación de la SUT como un avance respecto al carácter mantenido hasta el momento por la STB: “Desde fines de 1877 un núcleo de militantes de la Sociedad Tipográfica Bonaerense se había propuesto crear una nueva asociación que superara los límites mutualistas que ésta tenía” (Ídem). En igual sentido es estimada por Oddone (1949:69) y Marotta (1960:19).

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Nación publicó una serie de artículos denominados “El periodismo en la República

Argentina”,15 escritos por el aun joven Ernesto Quesada, en los cuales podemos

observar una patente preocupación por la situación imperante. El primero de estos

artículos da cuenta de cálculos acerca de cuánto dinero “gasta la República en los

periódicos argentinos que mantiene” (LN 7/09/1878). Resulta de particular interés

la publicación de “El periodismo en la República Argentina II” del sábado 7 de

septiembre, en la cual se presentan cálculos acerca de cuánto cuestan a las empresas

los diarios que circulan anualmente, intentando dilucidar la rentabilidad de la

empresa periodística, haciendo para esto especial énfasis en el papel importante que

tienen los avisos, ya que “son los avisos los que mantienen a un diario” (ibíd.), y en

los gastos de las imprentas en términos de mano de obra necesaria para la

producción. El contenido de esta publicación no nos resulta inocente dado el

contexto en el cual se enmarca, buscando tal vez generar reacción en los lectores, al

presentar una situación de “peligro” para la publicaciones periódicas y sus

posibilidades de sostenimiento.

Como ya dijimos, La Prensa es uno de los diarios que no da cuenta directamente del

conflicto, negando así la política llevada adelante por la SUT. Sin embargo no se

posiciona de la misma manera respecto a la STB, acerca de la cual sí refiere en el

diario, publicando noticias sobre sus actividades y proyectos. Una de estas noticias es

publicada el día domingo 8 y lunes 9 en la cual señala: “Sociedad Tipográfica

Bonaerense-En el local de esta sociedad situado en la calle Solís entre Chile é

Independencia, tendrá lugar en la semana próxima la apertura de la Biblioteca

Popular y un bazar con el objeto de obtener fondos para su sostenimiento” (LP, 8 y

9/09/1878), mostrando simpatías hacia tal sociedad, pudiendo aquí encontrar

notoriamente la diferenciación realizada en múltiples ocasiones por los diarios y

ciertos autores, entre las dos Sociedades y, dándose por sobreentendido, sus

propósitos.

                                                            15 Aparecieron en el orden siguiente: El periodismo en la República Argentina I (4/09/1878), El periodismo…II (7/09/1878), El periodismo…IV (17/09/1878), El periodismo…V (18/09/1878). No disponemos de la fecha de publicación de El periodismo…III.

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La situación dada en las imprentas se presenta como una posible amenaza, según los

diarios, factible de presentarse en otros gremios y establecimientos, tal como lo

destaca El Nacional del 12 de septiembre, en una nota en la cual sentencia que “El

precedente tiene que ser funesto” (EN, 12/09/1878), dando aviso de la agitación que

están efectuando los mayorales del tramway, avivando “la idea de declararse en

huelga, hasta que se le aumenten sus salarios” (ibíd.). A su vez el matutino previene a

los trabajadores de la esterilidad de tal decisión, en caso de tomarla, ya que ese

empleo puede ser ocupado por “miles de personas” (ibíd.). Similar advertencia

realiza el diario La República el 13 de septiembre, siendo incluso ésta más incisiva,

“Vá de huelgas – Según rumores que corren (…) ¿A que no se animan?” (LR,

13/09/1878), hasta sonando como amenaza.

El Nacional, el 14 de septiembre, publica una nota editorial en la cual nuevamente se

destaca lo innecesario de la medida de fuerza llevada adelante por los tipógrafos y de

las posibles nuevas medidas que se rumoreaba ocurrirían, acusando de tales sucesos

a ociosos que simplemente imitan y plagian lo que por medio de noticias se enteran

ocurre en Europa y en los Estados Unidos. Nuevamente es presentada a la Argentina

como excluida de la lógica del capitalismo, dada la descripción del proceso

productivo en los países europeos, que implica la posibilidad de baja de salarios o

despidos y, como consecuencia, la declaración en huelga de los trabajadores, en

oposición a nuestro país, donde la oposición capital-trabajo no existe, ya que “entre

nosotros no hay tales alternativas, ni hay concurrencia de oferta ni demanda. La

huelga sería una ridícula parodia, sin objeto y sin resultado” (EN, 14/09/1878). A su

vez, señala que “hay perturbaciones que tienen sus causas en Europa, y que debemos

cuidar que no se las traiga por imitación á nuestro suelo, que tiene, por desgracia, las

suyas propias” (ibíd.). Siempre es la huelga un elemento extraño, pero en esta nota

encontramos otro elemento que pretende ser considerado o presentado como

foráneo: es la primera mención al socialismo, que “usa las huelgas como instrumento

de perturbación, pero el socialismo es una necedad en América” (ibíd.),

entendiéndose que éste debe ser repudiado o ahuyentado de estas tierras.

Otro aspecto interesante de esta nota es la consideración realizada por el diario

respecto de los trabajadores tipográficos, los cuales, “entre nosotros, se mostrarían

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mas dispuestos á ser influidos (…) por cierto grado de desarrollo intelectual y tener

una sociedad organizada” (ibíd.), reconociendo, por un lado, la calificación de estos

trabajadores y, por otro, destacando lo avanzado de la sociedad organizada en este

gremio.

En los días sucesivos, del domingo 15 al sábado 21 de septiembre, se publican

noticias en casi todos los diarios consultados sobre la inauguración de la biblioteca

de la STB así como de un bazar a efectuarse en beneficio de la Sociedad; vemos así

como se efectúa la separación, antes indicada, entre las dos sociedades de los

tipógrafos, haciéndose eco de las noticias respecto a la STB todos los diarios,

publicando a su vez correspondencia cordial hacia la STB, dándole a ésta legitimidad

y reconocimiento desde la patronal, distinto del trato dado a la SUT.

Se da hasta el 9 de octubre un salto temporal, tiempo en el cual aparecen sólo

noticias referidas a eventos y actividades realizadas por la STB. El 9 de octubre

reaparecen noticias sobre la medida de fuerza de los trabajadores mediante una

notificación en el diario El Nacional del reemplazo del viejo personal tipográfico por

uno nuevo, ya que “la empresa del NACIONAL se ha visto en la obligación, dolorosa e

imprescindible, de reformar totalmente el personal de operarios tipográficos del

establecimiento. Producida la huelga en el mes anterior, este movimiento inusitado é

injustificable en sus formas, ha proseguido en la escala creciente que su orijen

erróneo determinaba y ha llegado un momento en que se ha hecho ineludible la

medida llevada ayer a cabo por la Dirección” (EN, 9/10/1878). A partir de esta

noticia, los resultados de la huelga deben ser revisados. Si nos guiásemos sólo por

esto, entenderíamos que la huelga fue aplastada, saliendo victoriosas las imprentas y

diarios que en ellas se imprimen, ya que éstos lograron prescindir de los operarios

tipográficos anteriores y reemplazarlos por nuevos. Sin embargo, Oddone destaca

cómo “a pesar de la presión (…) para hacer fracasar el movimiento, la huelga fue

ganada, estableciéndose la jornada de diez horas en invierno y doce en verano”

(Oddone, 1949:70). Este autor presenta una posible hipótesis de cuál puede ser una

de las causas que contribuyeron a esta victoria, como es la escasez de trabajadores

del gremio. Sin embargo, esta misma causa es la que permite a los patrones, una vez

ganada la huelga, desbaratar el triunfo conseguido haciendo que predomine el

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egoísmo de los obreros, “cuya conciencia de clase estaba todavía en pañales” (ibíd.),

al poder implantar el trabajo a destajo, iniciándose así una vuelta a la situación

anterior: los obreros ante la perspectiva de ganar más por día prolongaron la

jornada, desapareciendo paulatinamente la conquista obtenida con esta fijación de

horario.

Primeros resultados

El trabajo realizado hasta el momento nos ha permitido conocer con mayor

profundidad (aunque aun parcial) el desarrollo de este conflicto tantas veces

documentado pero no investigado de manera exhaustiva; el contacto con las fuentes

primarias y las posibilidades brindadas por ellas, ha determinado el carácter de este

primer acercamiento a los acontecimientos y ayudado en la incipiente delimitación

de los problemas y objetivos a desarrollar en la investigación de aquí en adelante.

El papel jugado por la patronal a través de su expresión en las líneas editoriales de

los diarios, posiciona a la construcción de hegemonía, buscada desde estos sectores,

como uno de los factores a continuar investigando, intentando dilucidar (de la

manera más completa posible) la forma que adquiere la lucha teórica encarada por la

burguesía en este momento decisivo. Es interesante observar cómo efectúan los

sectores patronales, desde las líneas editoriales, la “construcción” de sujetos (al

caracterizar e imponer tareas a los trabajadores, por ejemplo), así como la

“construcción” de realidades (al describir la situación imperante en el país, al igual

que las condiciones económicas, por ejemplo), intentando imponer su

posicionamiento y sus intereses como los intereses del conjunto de la sociedad, en

búsqueda de construir hegemonía. Paralelamente, se debe seguir investigando la

estrategia desplegada, frente al accionar de la patronal, por este sector de los

trabajadores en la constitución de la clase obrera como bloque en contra del

despotismo del capital, en el desarrollo de la lucha misma. Otro aspecto a seguir

investigando es la composición estructural del gremio de tipógrafos y las

características del proceso de trabajo, a fin de conocer las condiciones establecidas y

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    22� 

su correlato en las formas de organización y acción, buscando establecer el grado de

la conciencia desplegado, así como la dirección adquirida en la lucha.

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Referencias

Badoza, María Silvia (1990) “Los tipógrafos en Buenos Aires. La Sociedad

Tipográfica Bonaerense – 1855-1880” en Mercado de trabajo y paro forzoso, nº3

T.2 Estudios-Investigaciones, La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la

Educación, UNLP.

De Ugarteche, Félix (1929) La imprenta argentina. Sus orígenes y desarrollo,

Buenos Aires, Ed. R Canals.

Di Stefano, Roberto, Sabato, Hilda, Romero, Luís Alberto y Moreno, José Luís

(2002) De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil. Historia de la

iniciativa asociativa en Argentina 1776-1990, Buenos Aires, Edilab Editora.

Falcón, Ricardo (1984) Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899), Buenos

Aires, CEAL.

Gramsci, Antonio (1998) “Análisis de situaciones. Relaciones de fuerzas” en Notas

sobre Maquiavelo, sobre la política y el Estado moderno, Buenos Aires, Nueva

Visión.

Iñigo Carrera, Nicolás (2000) La estrategia de la clase obrera -1936-, Buenos Aires,

Pimsa - La Rosa Blindada.

Iñigo Carrera, Nicolás (2004) “La centralidad de la clase obrera en el pasado y

presente de la Argentina” en A cien años del informa Bialet Massé, Jujuy, Facultad

de Humanidades y Artes - Universidad Nacional de Jujuy.

Marotta, Sebastián (1960) El movimiento sindical argentino, Buenos Aires, Lacio.

Marx, Karl (1970) Miseria de la Filosofía, Buenos Aires: Siglo XXI

Oddone, Jacinto (1949) Gremialismo Proletario Argentino, Buenos Aires, La

Vanguardia.

Rocchi, Fernando (2000) “Un largo camino a casa: Empresarios, trabajadores e

identidad industrial en la Argentina, 1880-1930” en Juan Suriano (compilador) La

cuestión social en Argentina, 1870-1943, Buenos Aires, La colmena.

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    24� 

Una periodización de la agitación obrera en

Buenos Aires (1887-1893)

Lucas Poy

[email protected]

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    25� 

RESUMEN:

Las transformaciones estructurales en la

sociedad argentina de fines del siglo XIX

dieron lugar a la aparición de tensiones

sociales de nuevo tipo a partir de la

formación de una clase trabajadora de

origen mayoritariamente inmigrante y

fuertemente concentrada en las ciudades

del litoral. En este trabajo presentamos

algunos avances de nuestra investigación,

que pone en relación el análisis de la

situación de los trabajadores urbanos con

el proceso de luchas reivindicativas y el

desarrollo de las corrientes políticas que

intervenían en el “mundo de los

trabajadores”. La periodización de las

luchas obreras del período 1887-1894

permite advertir la relación existente entre

las vicisitudes del ciclo económico, los

procesos de ascenso y reflujo de los

movimientos reivindicativos y las

tendencias hacia la unidad y la división en

las organizaciones políticas. Así como el

proceso de acción conjunta que llevó a la

celebración del 1º de mayo de 1890 y a

numerosas actividades unitarias no puede

separarse del ascenso huelguístico de los

años 1887-1890 en un contexto de

creciente carestía e inflación, las

numerosas divisiones y rupturas que

tuvieron lugar en el período posterior

deben ponerse en relación con el reflujo de

las luchas obreras provocado por el

impacto de la crisis económica y sus

secuelas de desocupación y emigración.

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    26� 

Introducción

unque la mayor parte de los trabajos históricos sobre la llamada “crisis de

1890” se concentraron en la bancarrota financiera y en el surgimiento de

una oposición burguesa representada por la Unión Cívica, es importante no

perder de vista que pocas semanas antes de la Revolución del Parque se había

realizado la primera celebración del 1º de mayo, en lo que fue considerado por

muchas historias “oficiales” del Partido Socialista y el PC como la “aparición” de la

clase obrera en la escena del país. Es importante destacar, en cualquier caso, que no

se trataba de un rayo en cielo sereno. Si en la década de 1870 el enviado de la

Asociación Internacional de Trabajadores, Raymond Wilmart, estaba aún en

condiciones de escribirle a Karl Marx que las posibilidades de ascenso social

existentes en el país hacían imposible cualquier intento de organización de los

trabajadores (Tarcus, 2007: 509), en la segunda mitad de la década de 1880 las cosas

habían cambiado. En las vísperas de la revolución del 90, incluso desde antes que se

consolidara un movimiento de oposición dentro de las filas de la propia oligarquía, la

clase trabajadora de la ciudad de Buenos Aires se había puesto en movimiento.

Diversos trabajos han enriquecido nuestro conocimiento sobre el desarrollo

alcanzado por los agrupamientos socialistas y anarquistas de Buenos Aires en este

período, que ponía en evidencia que, cuando habían transcurrido dos años de la

presidencia de Miguel Juárez Celman (1886-1890), la actividad de militantes

inmigrantes de diferente orientación política era ya un elemento importante en los

medios obreros de la ciudad (Oved, 1978, Zaragoza, 1996, Falcón, 1984, Tarcus,

2007, entre otros; para una discusión historiográfica más amplia, ver Poy, 2010a).

Permanece mucho menos estudiado, sin embargo, el proceso de desarrollo

huelguístico que se produjo en el lapso clave que va desde fines de la década de 1880

hasta mediados de la siguiente. En esta ponencia presentamos algunos avances de

nuestra investigación doctoral, que apunta a poner en relación el análisis de la

situación de los trabajadores urbanos con el proceso de luchas reivindicativas y el

desarrollo de las corrientes políticas que intervenían en el “mundo de los

trabajadores” en las últimas dos décadas del siglo XIX. Sobre la base de un trabajo de

seguimiento de la prensa obrera del período y fundamentalmente de los principales

A

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    27� 

periódicos de la prensa comercial de la época —los cuales dedicaron en este período

una atención importante a la conflictividad obrera— desarrollamos un análisis de la

evolución de los episodios huelguísticos en Buenos Aires haciendo particular énfasis

en algunos conflictos fundamentales por su duración y su trascendencia. Aunque aún

se trata de apuntes preliminares de una investigación más amplia, creemos que la

periodización de las luchas obreras del período 1887-1894 aquí esbozada permite

extraer algunas conclusiones sobre la relación existente entre las vicisitudes del ciclo

económico, los procesos de ascenso y reflujo de los movimientos reivindicativos y las

tendencias hacia la unidad y la división en las organizaciones políticas.

Buenos Aires hacia 1890: industrialización incipiente, expansión

demográfica y carestía

Si todo el país había conocido un gran crecimiento de población a partir de la

inmigración masiva que tuvo lugar en la década de 1880, el fenómeno era

particularmente notable en la ciudad de Buenos Aires: entre 1869 y 1887 la población

creció a una tasa anual del 7,3%, y según el censo municipal realizado en ese último

año vivían en la ciudad 433.375 personas, de las cuales el 52,7% eran extranjeras. El

imponente crecimiento de la ciudad había convertido a la construcción en una de las

principales ramas de la economía: en 1887 el Censo registraba a más de 10.000

personas ocupadas como albañiles, pero es importante sumar también a los

trabajadores ocupados en diversas obras públicas y privadas como las de

remodelación y construcción portuarias, instalación de cloacas y alumbrado, etc.

Alrededor de 10.000 personas se desempeñaban como carpinteros, ocupados tanto

en la industria de la construcción como en la producción para el consumo.

Un rol fundamental, por su cantidad y por el lugar que ocupaban en el contexto de la

economía exportadora, era el jugado por los trabajadores de los transportes, el

comercio y diversos servicios. A los trabajadores ferroviarios, en creciente expansión

dado el aumento de las líneas férreas, debemos agregar a los casi cinco mil carreros y

más de dos mil cocheros que existían en 1887. El crecimiento de la ciudad, por otra

parte, había generado un mercado para distintos productos que eran elaborados en

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pequeños talleres y fábricas. Si bien había fábricas que empleaban a más de un

centenar de obreros, el promedio de trabajadores por establecimiento era todavía

reducido. Las principales ramas eran la industria de la alimentación (panaderías,

confiterías, licorerías, etc) y la confección (zapateros, sastres, sombrereros, entre

otros), aunque también tenían su importancia ciertas industrias livianas: existían ya

en la ciudad varios miles de trabajadores metalúrgicos y herreros que jugarían un

papel importante en la agitación del período inmediatamente posterior.

En este trabajo nos interesa analizar el proceso de conflictividad obrera que tuvo

lugar a fines de la década de 1880 y por lo tanto no profundizaremos en el análisis de

la conformación estructural de la clase trabajadora en la Buenos Aires de la época,

que estudiamos en otro trabajo (Poy, 2010c). Creemos que conservan su actualidad

los planteos de Ricardo Falcón, quien distinguió un cambio importante en la segunda

mitad de la década de 1880 y particularmente en el período que nos ocupa. Según

este autor, “hasta 1887, particularmente para los trabajadores inmigrantes, la

situación se caracteriza por una perspectiva relativamente justificada de gran

movilidad social”. A partir de ese año, sin embargo, la situación comienza a

modificarse:

Las transformaciones de la década del ochenta aceleran la proletarización de la masa de

trabajadores. La llegada de grandes volúmenes de inmigrantes hacia fines de los años ochenta

va a provocar un vuelco en la situación, que se verá agravado por la crisis económica. El

aumento de la oferta de mano de obra favorece la situación de los patrones en la imposición

de las condiciones de empleo. (Falcón, 1984: 72)

Aunque no llegó a profundizarse para dar lugar a definiciones concluyentes, la

historiografía conoció un debate respecto a la situación de los trabajadores durante el

período. Roberto Cortés Conde (1979) fue el principal defensor de la llamada “tesis

optimista”, cuando sostuvo –a partir de datos salariales de empleados de Bagley y de

peones de la policía– que la situación de los trabajadores había mejorado durante el

período de la crisis de 1890. Esta posición contradecía la interpretación que hasta

entonces había sido predominante, desde los trabajos de Adrián Patroni a fines del

siglo XIX, y sostenía que los salarios reales habían disminuido. Si bien es una

cuestión que excede por completo los límites y objetivos de este trabajo,

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compartimos las apreciaciones de Juan Suriano (2003), quien señaló en un trabajo

reciente que, más allá de las dificultades para proveer datos “cuantitativos” que

refuten la interpretación de Cortés Conde, una enorme cantidad de fuentes

“cualitativas”, como las que analizamos en este trabajo, contribuyen a sostener una

interpretación de tipo “pesimista”. Tal como analizamos más ampliamente en otro

trabajo (Poy 2010c) no es posible, por otra parte, reducir la cuestión de la “movilidad

social” a una simple evolución del “salario real” –para la elaboración del cual existen

dificultades documentales muy difíciles de resolver– sino de analizar las crecientes

dificultades que encontraban los inmigrantes, tal como señala Falcón, para escapar

de un destino de proletarización.

En cualquier caso, lo que nos interesa en este punto es analizar de qué manera esas

condiciones estructurales prepararon el terreno para un proceso de agitación y

luchas obreras en la antesala de la crisis económica. Creemos que a los elementos

señalados por Falcón es necesario agregar el profundo proceso de encarecimiento del

costo de la vida que tuvo lugar en los años inmediatamente anteriores al estallido de

la crisis, y sin cuyo análisis es imposible comprender la movilización de los

trabajadores. La ley 1130, sancionada el 25 de noviembre de 1881, había establecido

que un peso oro sería equivalente a 1,033 de los antiguos “pesos fuertes” y a 1,6129

gramos de oro, al igual que la libra esterlina. La convertibilidad, no obstante, no duró

más que dos años, y a partir de 1885 el peso moneda nacional comenzó a devaluarse.

A comienzos de 1888, la moneda nacional ya se había depreciado en un 45%, lo que

provocó una fuerte carestía que impactó directamente en el bolsillo de los

trabajadores.

La agitación huelguística del verano de 1888

En efecto, el reclamo obrero ante la carestía provocada por la fuerte devaluación del

peso sería el eje fundamental de la agitación huelguística de los años inmediatamente

anteriores al estallido de la crisis de 1890. La chispa que dio inicio al ciclo de huelgas

no fue provocada, sin embargo, por un reclamo salarial, sino por el rechazo a un

intento de imponer una regimentación sobre el personal de servicio. Una

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reglamentación arcaica se convertiría así en el detonante de un proceso de conflictos

de carácter indiscutiblemente “moderno”, cuando a fines de enero de 1888 se

generalizó una huelga de mozos y cocineros de hoteles y restaurantes de la ciudad de

Buenos Aires. El conflicto se debía a la decisión de la municipalidad de establecer

una ordenanza que disponía que los patrones tenían la obligación de expresar en una

libreta cuál había sido la conducta de sus sirvientes mientras éstos se hubiesen

desempeñado bajo sus órdenes. La ordenanza prácticamente condenaba a los

trabajadores a una dependencia total respecto a sus patrones y a la imposibilidad de

continuar trabajando en caso de ser despedidos o de no contar con el certificado de

“buena conducta”. En cuestión de horas, el movimiento generado por el rechazo a la

“libreta” se generalizó al personal empleado en restaurantes y hoteles y se extendió a

otros gremios: el sábado 21 de enero los cocheros se declararon en huelga “por no

querer aceptar las prescripciones municipales sobre servicio doméstico al cual no

pertenecen según su opinión”.1

Tanto los cocheros como los cocineros y mozos comenzaron a sufrir persecuciones

policiales, que impidieron la realización de reuniones y asambleas. Desde un primer

momento se produjeron incidentes menores y detenciones en restaurantes y hoteles:

en una carta enviada al presidente, el intendente municipal planteaba que el conflicto

era “un escándalo que creo que debe ser reprimido con toda la energía que reclaman

estos movimientos vergonzosos” (Rivero Astengo 1944: 466-467). El domingo 22 una

reunión de doscientos cocheros en un corralón del Bajo fue desalojada por la policía

y más tarde sucedió lo mismo en Palermo. El mismo día, unos seiscientos cocineros y

mozos se reunían en el hipódromo de Lanús, ante la prohibición policial de hacerlo

en la jurisdicción de la ciudad.2

A pesar de que los periódicos hablaban de un movimiento “sorpresivo”, en los días

posteriores los huelguistas pusieron en evidencia un importante nivel de

organización, que permite considerar la existencia de vínculos previos. Las crónicas

hacen mención, por caso, de una “Sociedad de Artistas Culinarios”, que declaraba

tener un “fondo de reserva” que alcanzaba la altísima suma de 25.000 pesos. Incluso

                                                            1 “La huelga”, La Nación, 21/01/1888. 2 “Huelga de cocineros, mozos y cocheros”, La Prensa, 26/01/1888.

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se había establecido que de dicho fondo se concedería 1 peso con 50 centavos diarios

–prácticamente el equivalente a un jornal promedio– a aquellos huelguistas que lo

necesitasen.3 Los trabajadores no sólo organizaban asambleas y recaudaban fondos

de reserva, sino que se daban una política activa para difundir la huelga. Así, los

“artistas culinarios” dispusieron la formación de “comisiones seccionales que

recorrerán los hoteles del municipio para incitar a la huelga a los cocineros y mozos

que aún permanezcan en sus puestos”.4

Aunque el intendente municipal recibió mensajes de apoyo del gobierno nacional e

incluso un documento de adhesión firmado en la Bolsa de Comercio por

aproximadamente 180 personas, el creciente peso de “la opinión” contraria a la

ordenanza, que reflejaba la fuerza de la huelga y también la presión de los

propietarios de establecimientos, que en muchos casos se oponían a la misma, fue

quebrando la resistencia gubernamental. La Nación planteaba el 24 de enero que “se

mira muy mal en las altas regiones oficiales la conducta del intendente que está

‘comprometiendo con sus errores el crédito de la administración’”.5 El 25 de enero,

cuando se dio a conocer la iniciativa de un grupo de concejales de reformar los

artículos de la cuestionada ordenanza, la “comisión de cocheros en huelga” llamó a

volver al trabajo: poco tiempo después la ordenanza sería derogada y el propio

intendente renunciaría a su cargo.6

La primera huelga del agitado bienio de 1888-1889 concluía así con un importante

triunfo para los trabajadores. Pero su impacto no sólo había impulsado a la acción a

los trabajadores de los gremios afectados: actuó en realidad como un catalizador para

impulsar otras medidas de lucha e intentos de organización obrera. La consecuencia

más importante fue el estallido de una huelga en el gremio de los panaderos,

centrada en reivindicaciones salariales, que marcaba la línea general de lo que serían

los conflictos obreros de los meses venideros. A diferencia de lo ocurrido con la

                                                            3 Ibid. Según la crónica, “un cocinero de categoría ha donado 5.000 nacionales para ese fin”. Los “artistas culinarios” llegaron a reclamar y obtener la solidaridad de sus compañeros de la ciudad de Mar del Plata. 4 “Huelga de cocineros, mozos y cocheros”, La Prensa, 26/01/1888. 5 Ibid. 6 “La huelga”, La Prensa, 26/01/1888. “El ukase municipal”, La Nación, 26/01/1888. Ver también el “Retrospecto político, noticioso y estadístico de 1888”, La Prensa, 01/01/1889.

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huelga de cocineros y cocheros, la de los panaderos enfrentó desde un principio la

oposición de los principales medios de prensa. El intendente municipal se reunió con

los propietarios de panaderías pocas horas después de iniciado el conflicto y les

aseguró que la municipalidad estaba dispuesta a “suministrar mil o mil quinientos

peones municipales” para elaborar el pan y a disponer “lo necesario para que se

trajera pan de Montevideo, Rosario, Mercedes, La Plata y otros pueblos cercanos”.7

A pesar de la oposición de la prensa, los patrones y el gobierno, los panaderos

mantuvieron firme su medida de fuerza y, con el correr de los días, fueron logrando

que los propietarios de panaderías cedieran a sus reclamos. Para lograr ese desenlace

tuvo una importancia fundamental la organización con la que contaban, que les

permitió actuar de forma unificada ante unos patrones panaderos que encontraron

serias dificultades para ofrecer una respuesta unívoca. En efecto, la Sociedad

Cosmopolita de Obreros Panaderos era anterior al conflicto y en buena medida lo

había preparado: se trataba de una organización fundada en julio de 1887 por

panaderos fuertemente influidos por el anarquismo, cuyos estatutos habían sido

redactados por Errico Malatesta y cuyo secretario era Ettore Mattei. Apenas iniciado

el conflicto, La Nación informaba que circulaban “numerosas listas de suscripción

para los fines de la huelga”, a través de los cuales los panaderos decían haber

recolectado la suma de veinte mil pesos. Durante la huelga, la Sociedad mostró una

capacidad organizativa importante: los patrones que aceptaban el acuerdo pronto

podían restablecer el trabajo en sus establecimientos porque “los huelguistas tienen

varias comisiones en la Fonda ‘Panaderos de Aplano’ y en un café de la calle

Suipacha, las que al recibir la adhesión del patrón disponen el envío de las cuadrillas

necesarias”. Al constatar que muchos propietarios cedían individualmente a los

reclamos de los obreros, un grupo de dueños de panaderías intentaron organizarse

para dar una respuesta unificada. Aunque establecieron una multa para todos

aquellos que cediesen al reclamo obrero, la huelga de los panaderos concluyó con un

triunfo de los trabajadores una semana después de iniciada.8

                                                            7 “La huelga de panaderos”, La Prensa, 01/02/1888. 8 “La famosa ordenanza y sus efectos”, La Nación, 31/01/1888. “La huelga de los panaderos”, La Prensa, 02/02/1888.

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La gran huelga ferroviaria y metalúrgica de fines de 1888

Luego de los conflictos del verano de 1888, la agitación obrera conoció un nuevo

ascenso, mucho más profundo que el anterior, durante la primavera. El 20 de

octubre un grupo de encargados de sección de los talleres del ferrocarril del Sud

ubicados en la estación Sola, en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires,

presentaron una petición a la gerencia, solicitando que los jornales de los

trabajadores del taller fueran pagados en oro. El viernes 26 por la mañana, cuando el

gerente anunció a los trabajadores que la decisión del directorio era no tomar

ninguna medida hasta tanto no se consultara con las restantes empresas ferroviarias,

los ferroviarios de Sola se declararon en huelga y se dirigieron hacia la plaza Herrera

de Barracas, donde fueron reprimidos por fuerzas policiales que arrestaron a más de

un centenar de trabajadores.9

La huelga ferroviaria, y sobre todo los incidentes producidos en Barracas, tuvieron

un enorme impacto en los periódicos, que volvieron a dedicar un gran espacio al

problema de la conflictividad obrera, tal como habían hecho en los primeros meses

del año. La mayoría de los medios de prensa comenzó adoptando una posición

favorable a los huelguistas, considerando que sus reclamos eran justos y obedecían al

grave encarecimiento de la vida que había tenido lugar en los meses previos. En este

contexto, el lunes 29 de octubre la gerencia del F.C. del Sud decidió otorgar un

aumento de sueldo, acordado con el resto de las compañías ferroviarias (Norte,

Rosario, Sur y Pacífico), y convocar a los trabajadores a regresar a los talleres a partir

del viernes 2 de noviembre.

Cuando aún no se había cerrado el conflicto de los operarios de los talleres de Sola,

de todas formas, comenzaron a estallar huelgas en otros talleres de la ciudad. El

domingo 2 de noviembre los trabajadores de la fundición “Fénix”, ubicada también

en Barracas, enviaron una solicitud a los patrones; en sus breves párrafos es posible

                                                            9 “Continúa la huelga”, Sud-América, 27/10/1889. El comisario de la seccional llegó incluso a pedir tropas del ejército como refuerzo, lo cual fue rechazado por el jefe de la policía.

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advertir no sólo la importancia de la reivindicación salarial como eje del reclamo sino

también el impacto causado por otros conflictos laborales:

Ilustres señores Bash y Com.- Buenos Aires, 2 de noviembre 1888.- La grande

cuestión que todavía se agita en la República Argentina, por una causa justa y

sacrosanta en pro del trabajador, que es el aumentación del su sueldo, nosotros

creemos que sea a Vs. bien nota, por eso limitámonos a decirse que nosotros

trabajadores del suyo taller, sentimos en esta guerra económica los mismos

menesteres y también hemos los mismos derechos. El aumento de estipendio que

nosotros deseamos, no deferiense mucho de lo que los nuestros compañeros de

desventura, han dirigido a los suyos rispectivos principales.10

Ante la respuesta negativa de la patronal, los 160 trabajadores de Bash se declararon

en huelga, iniciando un ciclo de conflictos entre los obreros de los establecimientos

de fundición, herrería y metalurgia. El miércoles 7, por la mañana, los trabajadores

del taller de Wohlers y Cía, ubicado en la calle Montes de Oca a poca distancia del de

los hermanos Bash, se declararon en huelga en reclamo de un aumento del 25%. Lo

mismo hicieron ese día los más de 200 obreros del gran establecimiento mecánico de

Schwartz y Cía, en Casa Amarilla, cerca de La Boca, reclamando un aumento salarial

del 40%.11 El 9 de noviembre fueron a la huelga los fundidores del establecimiento de

J. Raimondi y Vetere, solicitando un 25% y el 12 lo hicieron los ciento treinta

trabajadores de la casa Drysdale.12 El martes 13 se sumaron los obreros de dos

nuevas fábricas: “La Platense” y Rey y Chavanne (Zaragoza 1976: 101). En poco más

de una semana la huelga se había extendido a los principales establecimientos

metalúrgicos de la ciudad.

La primera respuesta de los propietarios de los talleres fue rechazar cualquier tipo de

acuerdo con los trabajadores: Wohlers y Schwartz anunciaron el despido de todos los

operarios. Contaron enseguida, como había sucedido en los conflictos de principios

de año, con el apoyo de las fuerzas policiales, que destinaron piquetes de vigilancia

en las inmediaciones de los talleres. A pesar de ello, las huelgas lograron mantenerse,

basándose una vez más en los vínculos organizativos creados por los trabajadores y                                                             10 “La nueva huelga”, La Prensa, 07/11/ 1888. 11 “Huelgas”, La Prensa, 08/11/1888. 12 “Huelga”, La Prensa, 10/11/1888. “Más huelguistas”, Sud-América, 13/11/1888.

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desarrollados durante el conflicto. El 24 de noviembre, el diario La Prensa señalaba

que había circulado “profusamente” un “manifiesto suscrito en ‘nombre de todos los

huelguistas’ por ‘La Comisión’ y por ‘los trabajadores huelguistas de los talleres de

Bash, Wohlers, Schwartz y Raimondi, a sus compañeros’, en que exhortan a los

obreros a sostenerse en su actitud, hasta conseguir el aumento de salarios”13. El dato

no sólo pone de manifiesto que la huelga de los trabajadores de los establecimientos

metalúrgicos se extendió durante buena parte del mes de noviembre, sino también

que existían lazos entre los trabajadores de los diferentes talleres.14 Más interesante

aún, una nota de La Prensa señalaba la existencia de otro manifiesto “dirigido ‘a los

obreros del arte de fierro y demás mecánicos’ por ‘los obreros de Sola’, en que estos

hablan en el mismo sentido del manifiesto anterior”15, lo cual da cuenta de que

existían vínculos de solidaridad y organización entre los trabajadores que habían

salido a la huelga en esa agitada primavera de 1888.

Con el correr de las semanas, los propietarios de establecimientos metalúrgicos

fueron cediendo a los reclamos de los obreros. La agitación obrera se extendió, por

otra parte, a otros talleres del ferrocarril, en la ciudad y en el interior de la provincia

de Buenos Aires. El 17 de noviembre un nuevo gremio se sumó a la agitación, cuando

los sombrereros de la fábrica de Rolando La Vigni y Cía se declararon en huelga en

reclamo de aumento de sueldos y pusieron “a disposición de los demás obreros del

mismo oficio que quieran imitarlos una modesta suma de dinero que han formado

por suscripción levantada entre ellos”16. El 20 de noviembre se logró evitar una

huelga de marineros a partir de la concesión, por parte de los empresarios, de un

aumento salarial.17 En diciembre los zapateros, organizados en una Sociedad

Cosmopolita, obtuvieron un aumento del 20% luego de realizar una asamblea

conjunta con un grupo de patrones (Marotta, 1960: 56-57).

                                                            13 “Las huelgas”, La Prensa, 24/11/1888. 14 Un artículo de La Nación de la semana anterior planteaba que “En La Boca, foco del huelguismo, se ha formado una asociación denominada Sociedad operaria mecánica de protección mutua. El centro cuenta ya con cerca con mil doscientos miembros.” (“Las huelgas”, La Nación, 17/11/1888). 15 “Las huelgas”, La Prensa, 24/11/1888. 16 “Las huelgas”, La Prensa, 18/11/1888. 17 “La huelga de lanchoneros”, La Prensa, 21/11/1888.

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A mediados del mes de enero se desató un conflicto en el puerto de Buenos Aires,

cuando unos trescientos obreros que trabajaban en las obras del Riachuelo se

declararon en huelga luego de no obtener ninguna respuesta a su exigencia de

incremento del 25%. Al día siguiente, según las crónicas, los obreros comenzaron “a

volver al trabajo” luego de que una delegación de huelguistas aceptara el aumento de

10% para oficiales y 20% para marineros, otorgado por la Comisión de Obras del

Riachuelo, en acuerdo con el ministro del Interior.18 Ese mismo día, La Prensa

incluía una breve noticia sobre una huelga de “parte de los operarios de los talleres

del ferrocarril al Rosario, situados en la sección 13ª”, que culminó con el arresto de

17 operarios que intentaron “impedir que sus compañeros penetraran a los

talleres”.19 Hacia fines del mes de enero, se inició un nuevo conflicto protagonizado

por los trabajadores de peluquerías, que reclamaban un aumento del 30% en sus

sueldos y el otorgamiento de una hora y media para cada comida “fundándose en la

gran distancia de sus domicilios a las peluquerías en que trabajan”. El conflicto no

llegó a transformarse en una huelga, y algunas semanas después la mayoría de los

dueños de peluquería resolvió otorgar un aumento del 20% en los sueldos pero

disponiendo al mismo tiempo de un aumento equivalente en los precios a los

clientes20.

Si bien no se produjeron nuevos movimientos huelguísticos de magnitud, es posible

rastrear durante el resto del verano y el otoño de 1889 una serie de elementos que

muestran que continuaba el proceso de agitación y organización de los trabajadores,

que llevaría al agudo ascenso de los conflictos durante el invierno. En algunos casos

se trataba de conflictos breves pero que dan cuenta del malestar reinante entre los

trabajadores y los intentos de organizarse para plantear sus reclamos y

reivindicaciones. El 15 de febrero, por ejemplo, La Prensa informaba sobre una

agitación entre los 170 obreros que trabajaban en la obra de demolición del edificio

del Cabildo y construcciones adyacentes, producida luego de que les fuera informado

                                                            18 “Huelga”, La Prensa, 15/01/1889. “La huelga”, La Prensa, 16/01/1889. “Huelga de obreros”, La Nación, 15/01/1889. 19 “Operarios en huelga”, La Prensa, 16/01/1889. 20 “Los peluqueros”, La Prensa, 06/02/1889. “La querella de los peluqueros”, El Nacional, 13/02/1889. “Los peluqueros”, La Prensa, 17/02/1889.

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el despido de uno de los operarios: los trabajadores nombraron una comisión

encargada de exponer el reclamo y aguardar un par de días hasta tomar alguna otra

medida de fuerza.21 En abril tuvo lugar un reclamo de los maquinistas del F.C. del

Sud como consecuencia del encarcelamiento sufrido por dos de sus compañeros

luego de un accidente ferroviario. En mayo fueron a la huelga los trabajadores

gráficos de Peuser, en rechazo al establecimiento de medidas de control del personal,

y en julio lo hicieron los trabajadores cigarreros (Marotta, 1960: 61-63).

La “huelga del Riachuelo” (invierno de 1889)

Hacia fines del invierno de 1889, una nueva ola de agitación huelguística, más fuerte

que todas las anteriores, sacudió a la ciudad de Buenos Aires. Por la tarde del viernes

2 de agosto, se declararon en huelga los marineros y trabajadores empleados en las

obras del Riachuelo, los empleados de las lanchas que efectuaban un servicio de

carga y descarga a las lanchas y los barraqueros próximos a la ribera. Sud-América

informaba que la huelga venía siendo preparada desde tiempo atrás por la actividad

de grupos de obreros:

Como siempre en tales casos, varios cabecillas andaban desde días atrás recorriendo

fondas y almacenes, e incitando a sus colegas a un levantamiento en masa, como

único medio de traer a los patrones a un arreglo cuyo resultado fuese un aumento de

sueldos. Tanto trabajaron y tan bien, que ayer el movimiento comprendía la mayor

parte de la población de la Boca.22

La “huelga del Riachuelo”, como pronto empezó a ser llamada, se convirtió en un

movimiento general de agitación de los trabajadores de toda la zona portuaria: la

reivindicación salarial unificaba el reclamo de los trabajadores de los diferentes

gremios. Las crónicas hablaban de “grupos de doscientos y trescientos marineros”

que se agrupaban en la ribera y eran disueltos por la policía.23 Según La Nación,

El espectáculo que ofrece la Boca es, como puede suponerse, excepcionalmente

animado. Hombres de todas nacionalidades discuten en todas partes la cuestión                                                             21 “Obreros municipales”, La Prensa, 15/02/1889. 22 “Huelga de marineros”, Sud-América, 03/08/1889. 23 Ibid.

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palpitante, y su crecido número, con el de los agentes de diversas autoridades,

moviéndose todos en un radio limitado, cercano a la ribera, llama la atención del que

llega por allí ignorante de lo que ocurre.24

Según La Prensa,

La Boca y Barracas han seguido presentando en las últimas 25 horas el aspecto de los

días festivos: gran aglomeración de gente que transitaba por las veredas, pero el

movimiento de carros interrumpido por completo. Cunde el ejemplo dado por los

peones de las dragas hasta el punto de poder calcularse ayer en siete u ocho mil el

número de huelguistas.25

Aunque la cifra pueda ser exagerada, no cabe duda que el conflicto portuario

movilizó a miles de trabajadores a la huelga, causó un profundo impacto en los

medios de prensa e impulsó la agitación en otros gremios. El 7 de agosto se extendió

la huelga a las obras del Puerto Madero, donde carpinteros y braceros abandonaron

el trabajo en reclamo de aumento salarial, “promoviendo desórdenes que obligaron a

la policía a intervenir y hacer 45 prisiones”.26 El malestar se extendió incluso a

gremios no portuarios: La Prensa informaba que en el gremio de carreros

“notábanse anoche ciertos síntomas precursores de contratiempos” y que circulaban

volantes de los panaderos que discutían la convocatoria a una huelga por aumento de

jornal. El viernes 9 de agosto el directorio del F.C. del Sud ofreció un aumento del

10% luego de que sus trabajadores reclamaran el 15%, mientras ciento cincuenta

peones cargadores y algunos cambiadores de la estación Retiro se declararon en

huelga pidiendo aumento de jornal. El mismo día, los peones de los depósitos

ferroviarios de Campana reclamaron también un aumento del 20%.27

Una semana después del inicio de la huelga, la situación comenzó a normalizarse

luego de que la mayoría de los patrones llegasen a un acuerdo con las “comisiones”

formadas por los trabajadores. Según informaba Sud-América el viernes 9 de agosto,

Las reuniones de ayer tarde han sido más eficaces que las anteriores. (…) Con

excepción de algunos huelguistas de las obras del Riachuelo, carpinteros, calafates y                                                             24 “La huelga de la Boca”, La Nación, 07/08/1889. 25 “Huelga en la Boca y Barracas”, La Prensa, 06/08/1889. 26 “La huelga en vías de solución”, La Prensa, 08/08/1889. 27 “Nuevos episodios de la huelga”, La Prensa, 09/08/1889.

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peones, todos los demás obreros han aceptado las proposiciones que les han sido

hechas. Las bases del convenio se plantearon en una reunión a la que concurrieron el

sub-prefecto del Riachuelo señor Victorica, representantes de corrales de madera,

lancheros y huelguistas; después de algunas consideraciones, éstos se declararon

satisfechos con el sueldo mensual de 30 pesos, 15 para la manutención, los extras de

viajes que les dan a cada uno diez pesos de sobresueldo por lo menos y, por fin, el

pago de los jornales de los días de jolgorio.28

A fines de mes se dio a conocer un decreto que establecía un aumento salarial del 15

al 25% para los trabajadores de las obras del Riachuelo, que habían sido los primeros

impulsores de la huelga.29

Huelga de carpinteros y de albañiles (septiembre de 1889)

En septiembre se produjo otro conflicto de importancia, que tuvo como

protagonistas a los trabajadores ocupados en la industria de la construcción. Los

primeros registros del conflicto entre los trabajadores de carpintería se encuentran a

fines del mes anterior, cuando se declararon en huelga alrededor de 240 trabajadores

del taller de Diego Triggs y Cía, reclamando un aumento del 15% en sus salarios.30 El

conflicto comenzó a generalizarse pocas semanas más tarde, cuando se extendió a la

mayor parte de los establecimientos de la ciudad. En los primeros días de septiembre

se hizo circular una solicitud a los patrones en la que se reclamaba un aumento del

20% para todos los trabajadores del gremio. Al igual que en el caso de la huelga de

panaderos, los propietarios que accedían al acuerdo contaban de inmediato con el

personal necesario para reanudar sus tareas, debilitando de esta manera la acción de

aquellos patrones que se negaban a ceder a los reclamos.

La característica distintiva de la huelga de los carpinteros de 1889 es el rol jugado

por una comisión que desde un primer momento centralizó el reclamo de todos los

trabajadores del gremio y que tenía vínculos muy estrechos con los socialistas

alemanes nucleados en el Club Vorwärts. La acción de la comisión como eje

                                                            28 “La huelga casi terminada”, Sud-América, 09/08/1889. 29 “Los sueldos en las obras del Riachuelo”, La Prensa, 29/08/1889. 30 “Otra huelga”, La Prensa, 27/08/1889.

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articulador de la huelga puede observarse a través de múltiples episodios del

conflicto. En el taller de Ocampo, Sackman y Cía, por ejemplo, que empleaba a varios

cientos de trabajadores y estaba ubicado en Montevideo y Cuyo, “la solicitud fue

presentada por una comisión de obreros que no eran del establecimiento, mientras

una parte del personal en número de 150 esperaban la contestación reunidos en las

inmediaciones”.31 Hacia mediados del mes de septiembre el conflicto llegó a su punto

más alto, cuando se sumaron los trabajadores de las fábricas de billares, lo cual llevó

a más de dos mil el número de los trabajadores implicados en la huelga según el

diario La Prensa.32 Las reuniones de la comisión se sucedían casi diariamente, y en

ellas se informaba sobre la situación del conflicto y acerca de las casas que habían

aceptado conceder el aumento del 20%. Incluso funcionaba una comisión en forma

casi permanente en el mismo local del Verein Vorwärts, para “recibir las nuevas

adhesiones y facilitar socorros a los más necesitados de los obreros sin trabajo”.33 Los

vínculos con los inmigrantes alemanas no sólo se ponían de manifiesto por el papel

jugado por socialistas como Mauli y Schultz y por la sede de las reuniones: también

se informaba “de los 160 y tantos pesos donados por la sociedad alemana de obreros

muebleros y del ofrecimiento de la tipografía alemana para facilitarles la propaganda

con la impresión de manifiestos”.34

Los propietarios de carpinterías intentaron ofrecer una respuesta unificada a los

trabajadores, aunque desde un primer momento se encontraron con la dificultad de

encontrar que varias decenas de patronos cedían de forma individual al reclamo

obrero. Durante la segunda mitad del mes las crónicas periodísticas siguen

informando, día tras día, de nuevos establecimientos que aceptaban los reclamos de

los trabajadores y de las reuniones y asambleas permanentes que éstos realizaban. El

domingo 30 de septiembre, en el Café Tivoli, los carpinteros votaron dar por

                                                            31 “Huelga de los carpinteros”, La Prensa, 11 de septiembre de 1889, subrayado nuestro. 32 “La huelga en las fábricas de billares”, La Prensa, 13/09/1889. 33 “La huelga de los carpinteros”, La Prensa, 15/09/1889. 34 “La huelga de los carpinteros”, La Prensa, 14/09/1889.

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terminada la huelga en una conflictiva asamblea donde “fueron muchos los que se

pronunciaron contra la cesación de ella”.35

El impacto más importante de la huelga de los carpinteros, buena parte de los cuales

trabajaba en la construcción, fue promover la generalización de la lucha huelguística

en otros trabajadores vinculados a la misma rama. El sábado 21 de septiembre, en

efecto, una reunión de trabajadores albañiles resolvió “pedir un aumento del 30% y

una reducción de las horas de trabajo a 9 horas por día en los meses de mayo, junio,

julio y agosto, y a 10 horas y media en los demás meses del año”.36 La huelga

comenzó el lunes 23 cuando se vieron paralizadas la mayor parte de las obras en

construcción de la ciudad. Encontramos también en este conflicto la conformación

de una “comisión” de huelguistas encargada de coordinar y difundir las medidas de

lucha. El miércoles 25 los albañiles realizaron un importante acto público en la Plaza

Constitución –luego de que el gobierno se negase a autorizar la manifestación en la

Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo), tal como había sido solicitado– en el que

reunieron a miles de trabajadores.

Los medios de prensa consideraban injustificada la huelga de los albañiles, dado que

consideraban que se trataba de uno de los gremios mejor pagos de la ciudad, en un

contexto de fuerte demanda de mano de obra provocada por la incesante expansión

de la construcción. Es interesante notar, por otro lado, que El Nacional planteaba

que los empresarios de la construcción no parecían enfrentar la huelga con

demasiada fuerza, dado que no estaban en condiciones de cumplir los contratos a los

que se habían comprometido por el incremento de los precios provocado por la

inflación.37 El martes 1 de octubre, de todas maneras, una reunión de empresarios

constructores planteó que eran “ajenos a la huelga” y que los obreros “han desertado

de las obras sin formular petición de ninguna clase”.38 Según Marotta, el conflicto de

los albañiles concluyó con acuerdos parciales entre trabajadores y distintos

                                                            35 “Las huelgas”, La Prensa, 01/10/1889. La crónica continuaba informando que “la excitación causada por la suspensión de la huelga, por algunos que resistían, impidió que se tratase en la reunión del domingo, de la fundación de la sociedad ‘La Obrera Internacional’”. 36 “La huelga de los obreros de albañilería”, La Prensa, 21/09/1889. 37 “De huelga”, El Nacional, 26/09/1889. 38 “La reunión de los empresarios constructores de obras”, La Prensa, 02/10/1889.

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empresarios, aunque con exclusión de los dirigentes gremiales, que fueron

“prácticamente descabezados” (1960: 65).

Nuevas huelgas ferroviarias (fines de 1889)

En cualquier caso, la conflictividad continuó a comienzos de la primavera y a fines de

septiembre de 1889 se renovó la agitación ferroviaria. El 24 de septiembre volvieron

a entrar en conflicto los peones de carga y descarga de la estación Constitución, que

presentaron un reclamo a la gerencia para exigir un aumento de sueldo que llevase

sus jornales de 1,80 a 2,50 pesos por día. El 30 se declararon en huelga los

“doscientos y tantos” obreros de los talleres de la estación General Brown

(ajustadores, torneros, caldereros, fraguadores, limpiadores y carpinteros),

perteneciente al ferrocarril Buenos Aires-Ensenada, que reclamaban de un aumento

salarial del 25% y tomaron la medida luego de la decisión de la empresa de despedir

a tres trabajadores. El conflicto duró varios días y la “comisión” de huelguistas, que

estableció las negociaciones con la empresa y distribuyó un manifiesto entre los

obreros, finalmente aceptó volver al trabajo el sábado 5 de octubre, luego de que la

empresa aceptara conceder un incremento salarial del 10%. El 1 de octubre también

habían ido a la huelga los peones de carga y descarga de la estación Once de

Septiembre, en número de un centenar, reclamando que su jornal pasase de 1,70 a 2

pesos.39

El jueves 26 de septiembre se produjo un conflicto de mayores proporciones en el

ferrocarril de Buenos Aires al Rosario, porque finalmente fueron a la huelga los

maquinistas y foguistas nucleados en La Fraternidad, que seguían reclamando por la

libertad de un compañero que había sido detenido tras un accidente ferroviario.40 La

huelga produjo serios trastornos a todo el tránsito ferroviario del país, dado que la

suspensión del servicio Buenos Aires-Rosario dificultaba el funcionamiento de otras

líneas como el Andino, el Central Argentino y el Central Norte. El conflicto se

                                                            39 “Otra huelga”, El Nacional, 30/09/1889. “Las huelgas”, La Prensa, 01/10/1889. “Las huelgas”, La Prensa, 03/10/1889. “La huelga de los talleres General Brown”, La Prensa, 05/10/1889. “Sigue la huelga”, El Nacional, 01/10/1889. 40 “La huelga de maquinistas”, El Nacional, 28/09/1889.

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resolvió en pocas horas, cuando un juez de La Plata terminó de resolver el

sobreseimiento del maquinista detenido.41

A mediados de octubre, volvió a estallar un conflicto en los talleres ferroviarios de

Sola, que con sus más de mil doscientos trabajadores (entre mecánicos, ajustadores,

fundidores, carpinteros, herreros, pintores y otros) y varios conflictos de importancia

en el pasado reciente, ya se habían convertido en uno de los núcleos de la

conflictividad obrera de la ciudad. Esta vez el conflicto no se inició por una cuestión

salarial, sino por el despido de veinte trabajadores, en un episodio que parecía

mostrar una represalia patronal originada en las huelgas previas. Mientras la

gerencia argumentó que se trataba simplemente de dejar cesantes a un conjunto de

obreros recién incorporados por “parecerle que sobraba gente en los talleres”, los

trabajadores respondieron que los despedidos eran “empleados que desde hace

varios años han trabajado en los talleres, sin incurrir en la menor falta y sin dar lugar

al menor reproche; pero que algunos figuraron entre los cabecillas de la última

huelga”42.

La huelga se inició el jueves 18 de octubre por la mañana y de inmediato la comisión

de los trabajadores, que había tenido un rol fundamental en los conflictos previos,

tomó una serie de iniciativas para coordinar la acción obrera: se solicitó permiso a la

policía para realizar una reunión pública y se convocó a una reunión en el Café Tivoli,

ubicado en la avenida Montes de Oca, para el día siguiente. A ella concurrieron “la

mayoría de los 1.200 obreros que están ahora sin ocupación”, mientras los talleres

permanecían cerrados y con vigilancia policial. Como en conflictos anteriores, la

comisión de los huelguistas se ocupó de coordinar las acciones de la medida de

fuerza y de enviar notas a los principales medios de prensa para argumentar en favor

de la huelga. Las circunstancias hacia fines de 1889, no obstante, no eran las mismas

que un año antes, y la huelga comenzó a extenderse y a tomar un carácter más duro

ante la cerrada negativa de la empresa a negociar. El 25 de octubre la comisión

mantuvo una reunión con el jefe de los talleres y le planteó que estaban dispuestos a

                                                            41 “Huelgas de maquinistas y foguistas”, Sud-América, 27/09/1889. “La huelga y los viajeros del interior”, Sud-América, 28/09/1889. 42 “Nueva huelga en los talleres del ferrocarril del Sud”, La Prensa, 18/10/1889.

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levantar la huelga y a reducir los salarios de cada uno de los trabajadores en la

medida necesaria para poder mantener en sus puestos a los trabajadores despedidos,

pero la propuesta fue rechazada. Al día siguiente, sábado 26 de octubre, se realizó

una nueva reunión en el café Tivoli de Barracas, con la asistencia de unos

ochocientos trabajadores, en la cual se aconsejó “a los que encontrasen ofertas de

trabajo, el aceptarlas con el fin de prevenir dificultades ulteriores”. El mismo día se

informaba que “otro número crecido de obreros de los talleres de Sola han resuelto

dar por terminada la huelga, e invitar a sus compañeros a volver al trabajo”. El

retorno al trabajo, sin embargo, llevó bastante tiempo. El martes 29, los huelguistas

todavía estaban en condiciones de organizar una asamblea en Tivoli con la

participación de más de ochocientas personas y los talleres permanecieron cerrados

todavía una semana más43.

Nueva huelga de panaderos (febrero de 1890)

Dos años después de la primera gran huelga que marcó el inicio de los reclamos

salariales, los trabajadores panaderos de Buenos Aires volvieron a entrar en conflicto

en el verano de 1890. A comienzos de febrero, la Sociedad Cosmopolita de

Resistencia y Colocación de los Obreros Panaderos envió una nota a los dueños de

panadería en la que planteaban la necesidad de convenir “una nueva tarifa nacida de

meditado estudio y basada en los conocimientos adquiridos”, además de reclamar un

incremento en la asignación diaria reservada para la alimentación de los obreros.

Dado que la respuesta de los patrones fue negativa, la Sociedad dispuso el comienzo

de una huelga a partir del día lunes 10 de febrero. Ese mismo día, una comisión de

propietarios se presentó al despacho del Intendente Municipal, quien convocó

inmediatamente a un representante de la sociedad obrera, en una decisión que

mostraba una notable diferencia con la actitud adoptada al comienzo de la huelga

                                                            43 “Obreros de Sola”, La Prensa, 27/10/1889. “Los huelguistas de los talleres de Sola”, La Prensa, 06/11/1889.

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anterior, cuando las autoridades se habían negado a establecer cualquier tipo de

negociación con los huelguistas44.

Como en conflictos anteriores, en la huelga de panaderos de febrero de 1890 se

advierte el papel activo jugado por la sociedad de resistencia, quien organizó

asambleas en un salón del barrio de la Boca y mostró una vez más un interés, tal

como había ocurrido con otras comisiones de huelguistas en los meses previos, por

dirigirse al conjunto de los trabajadores y a la “opinión pública” para defender la

legitimidad de la medida adoptada. El 13 de febrero, por ejemplo, se dio a conocer un

“manifiesto”, en el cual se justificaba la huelga sobre la base de una exposición de las

penosas condiciones de vida y trabajo de los obreros y se abordaba la cuestión de las

“denuncias” acerca de la participación de militantes políticos en el reclamo gremial.

La argumentación de la sociedad de panaderos, en este punto, sostenía que la causa

de las huelgas no era tal participación sino las necesidades de los trabajadores, pero

también iba un paso más allá, con un razonamiento que permite advertir el mayor

peso de los militantes anarquistas que habían tenido una participación destacada en

la fundación del gremio y seguían jugando un rol preponderante dentro de él:

Ciudadanos: se pretende confundir nuestra huelga y nuestra sociedad con los

movimientos socialistas; y ante afirmación tal que envuelve intenciones no muy sanas

contra el alcance de la huelga, debemos hacer constar públicamente: “Que si el pedir

menos tiranía por parte de los patrones; equitativa distribución de las cuadrillas de

obreros que hacen el pan para no ser tan penosa la producción, y mora y aumento en

la alimentación que se nos da por los que tienen convertido dicho artículo en Bolsa de

cotizaciones, cosas todas muy insignificantes, es ser socialistas, confesamos serlo;

seguro de hallarse a nuestro lado desde el literato y periodista que no están

conformes con que exploten su inteligencia y actividad al precio que quieren los

editores, hasta el más oscuro y reaccionario obrero, ha de protestar para demostrar

que es hombre y que sus naturales derechos nadie debe hollar45.

La huelga se extendió ante el rechazo de los propietarios a ceder al reclamo obrero.

El viernes 14 se realizó una asamblea de más de 1200 personas en el local de la

Sociedad La France, ubicado en Lavalle 849 y centro habitual de reuniones obreras.                                                             44 “Huelga de panaderos”, La Prensa, 11 de febrero de 1890, pág. 6. 45 “La huelga de panaderos”, La Prensa, 13 de febrero de 1890, pág. 6.

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El jueves siguiente apareció en algunos medios un nuevo manifiesto en el cual se

puede advertir la dureza del conflicto y también la aparición de un elemento que

sería una característica importante de las luchas obreras de Buenos Aires en períodos

posteriores: el llamado al boicot y a la solidaridad de los trabajadores con los

compañeros de una rama o empresa en conflicto.

…Conste que lucharemos hasta lo último, prefiriendo trabajar en otras artes u oficios

antes que perder las armas en la batalla que hoy sostenemos contra la avaricia del

patrón panadero; conste que si muchos huelguistas hoy trabajan, es debido a efectuar

arreglos ventajosísimos con los patrones, y conste también, que los obreros

panaderos, apoyados por las 96 sociedades obreras que existen en Buenos Aires, de

común acuerdo llevarán sus demandas a los dueños que hayan aceptado y acepten la

petición que motiva el paro, a fin de favorecer los intereses del que cumple con sus

trabajadores y anonadar a los que pretenden confundir al obrero panadero con

bestias de carga. Tal haremos: a tal terreno nos vienen conduciendo. Cuando

presentamos la demanda estábamos los panaderos solos; hoy que estamos en ella y

en el período de más lucha, están con nosotros miles de obreros que influirán con

otra huelga moral, digna, solidaria: con la huelga en la compra. (…) Quizás sea esta la

vez primera que en la Argentina se conozcan los efectos de lo que es, vale y puede la

unión solidaria de los trabajadores.

Ese mismo jueves 20 de febrero, de todas formas, la asamblea de panaderos resolvió

dar por finalizada la huelga: si bien se anunciaba brevemente que “otros dueños de

panadería” habían accedido al reclamo obrero, es posible suponer que la medida de

fuerza se levantó sin haber obtenido un triunfo completo. Del mismo modo que la

huelga de los talleres de Sola de octubre de 1889, la de los panaderos de 1890

mostraban que estaba llegando a su fin la etapa de ascenso obrero y que se abría un

período en el cual la fuerza de la crisis económica y la desocupación creaban

condiciones mucho más desventajosas para la lucha de los trabajadores.

1890-1891: reflujo obrero y huelgas aisladas

En los meses siguientes, las huelgas comenzaron a espaciarse, reduciéndose a

reclamos defensivos y encontrando serias dificultades para obtener las

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reivindicaciones. El 10 de marzo, por ejemplo, surgió un reclamo salarial en la gran

fábrica de tejidos de Adrián Prat, que ocupaba varios centenares de trabajadores,

pero los huelguistas no fueron más que algo más de de treinta operarios del sector

tejeduría. El 18 del mismo mes, se declararon en huelga unos cien obreros de las

obras en construcción en la zona de Catalinas, en reclamo de salarios adeudados,

pero volvieron al trabajo pocas horas más tarde al recibir la promesa de que serían

pagados al día siguiente. El 3 de abril se declaró una huelga de maquinistas y

foguistas del Ferrocarril de la Provincia, en rechazo al despido de dos trabajadores,

que fue enfrentada con especial dureza por la empresa y la policía: se encarceló a más

de treinta obreros y se aseguró la partida de los trenes con personal administrativo e

incluso policial. Con el correr de los días, y ante los rumores de que La Fraternidad

podría convocar a una huelga solidaria en otros ferrocarriles, se publicó una nota de

esta sociedad, en la cual se defendía el reclamo de los trabajadores con un tono muy

moderado, aclarando que no se trataba de una medida tomada por La Fraternidad,

que era una “sociedad de socorros mutuos”. Hacia fines de la primera semana de

abril, el servicio de trenes funcionaba “con regularidad” y la empresa reafirmó el

despido de los dos trabajadores, agregando además el de los dirigentes de la huelga y

firmantes de los comunicados de los trabajadores46.

A fines de mayo los obreros de los talleres de Sola volvieron a ser protagonistas de un

avance patronal, que da cuenta de las difíciles circunstancias que se abrían para los

trabajadores en la nueva coyuntura de crisis y creciente desocupación. El día 23 la

gerencia dispuso una reducción salarial del 25%, acompañada de una reducción de la

jornada laboral de la misma proporción, argumentando que la medida “ha sido

motivada por la gran paralización del trabajo y el mucho personal permanente”. Un

síntoma del nuevo clima reinante en unas filas obreras que ya se veían golpeadas por

el desempleo y las dificultades económicas es la respuesta planteada por la comisión

de los trabajadores, que expresó que la medida de la patronal “no ha sido combatida

por la clase obrera”, y se limitó a pedir una distribución diferente de la reducción

                                                            46 “Huelga”, La Prensa, 12/03/1890. “Huelga de obreros”, La Prensa, 18/03/1890. “Los maquinistas del Ferrocarril de la Provincia”, La Prensa, 04/04/1890. “La huelga de maquinistas”, La Prensa, 06/04/1890. “Huelga de maquinistas”, La Prensa, 08/04/1890.

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laboral, en tanto exigían “que se les de cinco días completos de trabajo a la semana y

que el sábado les quede libre por completo, para destinarlo a otras ocupaciones”.47

Durante el mes de julio y en las vísperas del estallido de la Revolución del Parque, se

produjo una huelga de cigarreros de “La Proveedora”, que con más de seiscientos

obreros constituía una de las principales fábricas de la ciudad. Las crónicas daban

cuenta de la existencia de tensiones previas al interior del taller, que no habían

llegado a transformarse en huelgas por sucesivas concesiones a los obreros. En el

invierno de 1890, sin embargo, el propietario Manuel Duran consideró llegado el

momento de enfrentar a los trabajadores y despidió a tres operarios, acusándolos de

robar tabaco y papel durante su trabajo. La respuesta de los obreros fue declararse en

huelga y concentrarse en la puerta de la fábrica, ante lo cual Duran dio aviso a la

policía y se produjeron varias detenciones.

El propietario de la empresa mostró su decisión de ir a fondo en el conflicto, y el

mismo día de los incidentes publicó un anuncio en el que se ofrecía trabajo para “mil

obreros, hombres, mujeres y niños mayores, en los talleres de elaboración de

cigarrillos a mano”. La presión de la patronal, en un contexto de crisis y desempleo,

provocó que una gran cantidad de trabajadores regresara al trabajo, manteniéndose

en huelga solamente setenta al día siguiente de iniciado el conflicto, y mientras los

dirigentes de la huelga permanecían detenidos e incomunicados. Ante esta

combinación de represión policial e intransigencia patronal, en un contexto de crisis

económica, la huelga de los cigarreros comenzó a deshilacharse muy rápidamente.

Algunos días más tarde, La Prensa publicaba incluso una nota firmada por 444

operarios que tomaban una posición favorable a la empresa y a la policía. Los

firmantes parecían querer disculparse de haber tomado en la huelga, y concluían

felicitando el accionar de la policía, que disolvió los piquetes que impedían el ingreso

a la fábrica de los que pretendían trabajar:

el señor comisario Beascoechea, ya enterado de nuestros planes, procedió arrestando

a todos aquellos que daban motivo, lo que sin duda fue un gran bien para una

multitud de operarios padres de familia, que necesitamos del jornal para vivir y que

                                                            47 “Obreros de los talleres en el F.C. del Sud”, La Prensa, 24 de mayo de 1890. “Los obreros del F.C. del Sud”, La Prensa, 27 de mayo de 1890, pág. 6.

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por culpa de unos cuantos disidentes nos hubiéramos visto obligados a la necesidad

de recurrir a otro trabajo menos lucrativo48.

Después de la huelga de los cigarreros de La Proveedora, se inició una etapa de

pronunciado reflujo, más marcado que el anterior y durante el cual prácticamente

desaparecen los registros de medidas huelguísticas. A comienzos de septiembre de

1890 fueron a la huelga los aguateros de la ciudad, protestando contra el aumento de

la tarifa impuesto por la empresa de Obras de Salubridad para proveerse de agua en

las fuentes públicas. La policía intervino y realizó varias detenciones en Plaza

Constitución, donde grupos de huelguistas intentaban evitar que otros compañeros

cargaran agua de dichas fuentes. El 1 de noviembre un grupo de mayorales y

cocheros de una de las empresas de tranvías se declaró en huelga por algunas horas.

A mediados de diciembre, hicieron lo propio unos doscientos trabajadores de la

carpintería mecánica de Antonio Zanotti, por adeudárseles dos mensualidades. El 19

de enero de 1891, se declararon en huelga una veintena de peones que trabajaban en

los depósitos de aguas corrientes de la Recoleta, que fueron inmediatamente

detenidos por la policía cuando intentaban evitar que otros compañeros realizaran

sus tareas.49 A mediados de junio encontramos un nuevo avance patronal sobre los

trabajadores de los talleres de Sola: argumentando que la crisis había disminuido

considerablemente el trabajo, la gerencia dispuso el despido de un tercio de los

obreros y la reducción a tres cuartos de día la jornada laboral de los restantes. Da una

idea del cambio en la correlación de fuerzas la respuesta de los trabajadores, que

enviaron una nota a la gerencia “pidiendo que no se despida a ninguno de sus

compañeros y, en cambio, para que la empresa no resulte perjudicada si continúa la

escasez de trabajo, que se reduzca a los firmantes el jornal de tres cuartos de día,

dejándolo en medio solamente”.50

En medio del duro reflujo impuesto por la crisis y la desocupación, estalló en pleno

invierno de 1891 un importante conflicto en los talleres ferroviarios que el Ferrocarril                                                             48 “Los obreros cigarreros”, La Prensa, 19/07/1890. 49 “Huelga”, La Prensa, 02/09/1890. “Los aguateros en huelga”, La Prensa, 03/09/1890. “Huelga de mayorales y cocheros de tramway”, La Prensa, 01/11/1890. “Huelga de obreros carpinteros”, La Prensa, 16/12/1890. “Novedades de policía”, La Prensa, 20/01/1891. Nótese que este último conflicto gremial aparece en la sección de noticias policiales. 50 “Economías en los talleres de Sola”, La Prensa, 16 de junio de 1891.

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del Oeste tenía en la localidad de Tolosa, iniciado cuando los más de quinientos

operarios se declararon en huelga el día 22 de agosto. Aún en el contexto de crisis, no

se trataba de un conflicto defensivo como los de los meses previos sino una huelga en

reclamo de aumento de sueldos, que ponía énfasis particularmente en la diferencia

salarial existente con respecto a los trabajadores de los talleres del Ferrocarril del

Sud.51 Los quinientos trabajadores mantuvieron con firmeza la huelga durante más

de una semana: como en conflictos ferroviarios previos, ponían en primer plano que

las empresas mantenían su salario devaluado mientras ataban—gracias a las

disposiciones oficiales—sus tarifas a la evolución de la prima del oro, y reclamaban

que lo mismo sucediera con sus salarios o que al menos se les diera un aumento

equivalente al recibido por los operarios de otras compañías. Finalmente la huelga

logró arrancar una concesión a la patronal, y el 5 de septiembre los trabajadores

volvieron al trabajo luego de que la empresa se comprometiera a un peculiar arreglo,

que establecía una suerte de “indexación” salarial de acuerdo a la evolución de la

prima del oro:

Las condiciones propuestas y aceptadas por los obreros en el aumento de sus salarios,

han sido que cuando el premio del oro se encuentre entre 351 y 400 se les aumentará

un 30% en sus sueldos, de 301 a 350 un 20% y de 250 a 300 un 10%.52

Siguen los “tiempos difíciles”: 1892-1893

A mediados de febrero de 1892 fueron a la huelga los foguistas, carboneros y cabos

de la empresa de vapores “La Platense”, reclamando un aumento salarial equivalente

al incremento de tarifas establecido por la compañía. A fines del mismo mes, se

produjo una huelga de los lecheros de la ciudad, en protesta por lo que consideraban

medidas arbitrarias dispuestas por la Municipalidad, que los acusaba de vender leche

adulterada. En marzo volvió a producirse un conflicto serio en una fábrica

productora de cigarrillos: esta vez fue el caso de la cigarrería “La Popular”, ubicada

en México y Maza. Los trabajadores se declararon en huelga tras el despido de un

capataz, ante lo cual el dueño de la fábrica llamó a un oficial de policía que se acercó                                                             51 “En los talleres de Tolosa”, La Prensa, 24/08/1891. 52 “Terminación de la huelga”, La Prensa, 06/09/1891.

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hasta la puerta de la empresa sin dejar salir a nadie. El resultado fue un grave

enfrentamiento entre los obreros y la policía que dejó un saldo de nada menos que

setenta detenidos y provocó una honda impresión en los medios de prensa de la

ciudad.53

Recién se encuentran registros de nuevos episodios huelguísticos en la primavera de

ese duro año de 1892. El 18 de septiembre se declararon en huelga unos doscientos

oficiales “alpargateros a mano”, rechazando un intento de los patrones de rebajar la

tarifa pagada por cada docena de alpargatas elaboradas a mano. Los alpargateros

reclamaban, para volver al trabajo, que se dejase sin efecto la reducción y que se

incrementase la tarifa “a 1 peso por el surtido grande y 80 centavos por el pequeño”,

argumentando que “trabajo tan fuerte y nocivo para la salud no está remunerado ni

siquiera como el de otros obreros también de alpargatería”. Con el correr de los días

fueron varios los patrones que aceptaron la nueva tarifa.54

El principal conflicto de esa primavera, en cualquier caso, fue el protagonizado por

los trabajadores del gremio de zapatería, que llevaron adelante una gran huelga en el

medio de una etapa de profundo reflujo de las luchas obreras. La huelga comenzó el 7

de noviembre, con el reclamo de un aumento salarial del 50 por ciento y la

disminución de la jornada laboral, y enfrentó desde un primer momento la represión

policial: el primer día de la huelga la policía detuvo a un número importante de

huelguistas que pretendían, como en todos los conflictos del período, evitar que otros

compañeros fueran a trabajar.55 La preocupación policial y patronal por evitar la

tarea de difusión del conflicto por parte de los trabajadores tenía una justificación

evidente, en tanto se trataba de un gremio cuyos trabajadores se repartían en

numerosos talleres y zapaterías esparcidos por toda la ciudad. Para los obreros y para

los patrones, por otra parte, se trataba de asegurar, en un caso, y evitar, en el otro, la                                                             53 “Huelga de foguistas”, La Prensa, 18 y 19/02/1892. “Huelga de lecheros”, La Prensa, 29/02/1892. “El asunto de los lecheros”, La Prensa, 01/03/1892. “Huelga de cigarreros”, La Prensa, 18 y 19/03/1892. 54 “Huelga de alpargateros”, La Prensa, 28/09/1892. “Los alpargateros”, La Prensa, 29/09/1892. 55 “La huelga de zapateros”, La Prensa, 10/11/1892. El jefe de policía dirigió una circular a los comisarios seccionales, en la que establecía que “disuelvan todo grupo de huelguistas zapateros que recorran las calles, a causa de que no tienen permiso de la policía para verificarlo”.

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participación en la huelga de los trabajadores de la gran Fábrica Nacional de Calzado,

ubicada en el barrio de Chacarita y la principal empleadora del gremio. En los

primeros días de la huelga, por ejemplo, los agentes de la comisaría 24ª disolvieron a

“doscientos huelguistas que descendieron de algunos tramways en la calle Corrientes

y se dirigían a la fábrica nacional de calzado”.56

El 10 de noviembre los obreros de esa gran fábrica finalmente resolvieron adherirse a

la huelga. Ese día se realizó una jornada de deliberación y movilización de la que

probablemente no existían en ese momento precedentes en la ciudad: desde

primeras horas de la mañana los trabajadores se concentraron en el local de la Unión

Obrera Española (ubicado en Chacabuco 661), convocados por la comisión

organizadora de la huelga, adonde se pronunciaron discursos exhortando a continuar

con la medida de fuerza. Luego de obtener un permiso policial, se organizó por la

tarde una gran manifestación que recorrió buena parte de la ciudad, desde San

Telmo hasta Chacarita por las calles Chacabuco, Belgrano, Entre Ríos y Corrientes,

pasando por el frente de la Fábrica Nacional de Calzado. Según las crónicas:

Los huelguistas recorrieron tan largo trayecto con el orden más completo. La policía

confiesa no haber visto manifestación obrera mejor ordenada, máxime siendo, como

lo era, muy numerosa. Al pasar por frente a la fábrica [nacional de calzado, L.P.]

hubieron unos gritos, vivando la huelga, y siguióse hasta la Chacarita, donde se

detuvo la columna para oír la palabra de los oradores, trepados en una mesa a

manera de tribuna improvisada. Los discursos pronunciados por los señores Real,

Morales, en español, y otro en italiano, fueron breves y muy tranquilos, sólo se trató

del derecho que al aumento de salario tenían los zapateros y de la necesidad de

continuar la huelga hasta que los dueños de zapatería cedan en las justas peticiones

de sus obreros. Todos concluyeron con vivas al jefe de policía, al comisario Quintana,

a sus subalternos y a los vigilantes.57

Con el correr de los días y la continuidad de la huelga, los zapateros continuaron

fortaleciendo su organización a través del funcionamiento de un comité de huelga

permanente que coordinaba la realización de asambleas periódicas e incluso la

formación de “comisiones encargadas de visitar en sus domicilios a los obreros que                                                             56 Ibid. 57 “La huelga de oficiales zapateros”, La Prensa, 11/11/1892.

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siguen trabajando y excitarlos a que dejen el trabajo y se adhieran a la huelga”.58

Volvemos a encontrar el método de la publicación de “manifiestos” con los cuales

buscaban ganar la confianza de otros compañeros del gremio y al mismo tiempo

defender la legitimidad de la acción obrera frente a los cuestionamientos patronales y

gubernamentales. A poco de iniciada la huelga se editaron diez mil ejemplares de un

manifiesto que buscaba “desmitificar” ciertas suposiciones hechas en los medios de

prensa sobre el nivel de ingresos que podían obtener los trabajadores zapateros y

concluía con un llamado a la unidad de acción y a la continuidad de la huelga,

poniendo de manifiesto de todas maneras las dificultades que enfrentaban quienes se

decidían a seguir una huelga prolongada en un contexto de crisis económica:

…en cuanto a aquellos que no tienen medios para aguantar el paro, “que no exiten en

proporcionarse trabajo de peón”, ya en la ciudad o para el campo, hasta que se acabe

la huelga, que sin duda alguna, con una corta resistencia, la victoria será nuestra. Y

entonces por nuestro carácter varonil y nuestra seriedad podremos levantar la cabeza

orgullosamente y dar a registrar un hecho más a la historia del trabajo honrado; y una

fecha más a la cronología de la miseria y un artículo más a la reivindicación del

proletariado.—La comisión”. 59

El 13 de noviembre los zapateros realizaron una nueva manifestación callejera por las

calles de la ciudad, dirigiéndose esta vez desde el local de la Unión Obrera Española

hasta la plaza Once. De la lista de oradores que tomaron la palabra en la plaza Once

puede advertirse que la huelga de zapateros había vuelto a promover una acción

conjunta de militantes socialistas y anarquistas, que en el contexto del conflicto

confluían con otros oficiales del gremio sin filiaciones políticas definidas. Socialistas

como Mauli o Manresa o anarquistas como Gervasini se turnaron entre los oradores

de un acto a cuyo término “tocóse el Himno Argentino, dióse unas vivas a la policía y

a la huelga”.60

La huelga llegó a su punto más alto con la convocatoria a una manifestación pública

en plaza Once que los zapateros extendían a todas las sociedades obreras de la

ciudad: en el punto más álgido del conflicto, los huelguistas buscaban la solidaridad                                                             58 “La huelga de los zapateros”, La Prensa, 12/11/1892. 59 Ibid. 60 “La huelga de los zapateros”, La Prensa, 14 de noviembre de 1892.

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de las restantes organizaciones para quebrar la resistencia de los patrones. El

meeting fue convocado para el día domingo 20 de noviembre, y no resultó, sin

embargo, un éxito de convocatoria. Según la crónica,

Propiamente hablando, no tuvo lugar ayer el anunciado meeting obrero a que la

“Federación Internacional Obrera Argentina” había invitado a todos los gremios para

hacer acto de solidaridad con los oficiales zapateros en su movimiento huelguista.

Aunque la lluvia no empezara sino a las tres, es decir a la hora en que debía darse

comienzo a los discursos, sólo unos trescientos manifestantes rodeaban el círculo

formado por las 4 tribunas improvisadas en el “rond point” de la plaza Once de

Septiembre. Junto con el aguacero empezó la retirada, quedando únicamente las

comisiones de la Federación y de los huelguistas, los vigilantes, y un centenar de

personas.61

Los organizadores resolvieron postergar el meeting para otro día de la semana,

aunque no se privaron de pronunciar algunos discursos: entre los oradores

encontramos otra vez a importantes figuras de la militancia socialista y anarquista

del período, como los socialistas Mauli y Manresa, los anarquistas Ghiglio, Gervasini

y Bernardo Sánchez (este último un obrero cigarrero que había comenzado como

militante socialista para vincularse luego a los grupos anarquistas). A pesar de que

las crónicas continuaron informando durante todo el mes de noviembre de la

continuidad de la huelga, comentando incluso que diversos patrones habían cedido

al reclamo de aumento del 50%, hacia fines del mes las noticias sobre la huelga

comienzan a espaciarse y a dar mayor lugar a la decisión de los trabajadores de

establecer una suerte de cooperativa de trabajo (cuya sede era la citada Unión Obrera

Española, en Chacabuco 661) que ofrecía servicios de zapatería como un modo de

asegurar el ingreso a los huelguistas y al mismo tiempo de enfrentar a los patrones

que pretendían seguir trabajando sin ellos. El día 30 de noviembre, una bucólica

nota en La Prensa informaba que “la huelga de los zapateros ha terminado por falta

de recursos para continuarla, y así lo hacen saber al gremio”.62

                                                            61 “Reunión obrera de ayer”, La Prensa, 21/11/1892. 62 “La huelga de los zapateros”, La Prensa, 30/11/1892.

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Durante el resto del año 1892 y la totalidad de 1893 se mantuvo la situación de

reflujo de las luchas obreras y prácticamente no se produjeron grandes huelgas, más

allá de algunos estallidos parciales que fueron en su mayor parte derrotados. En los

últimos días de diciembre de 1892 tuvo lugar una huelga de unos sesenta estibadores

del puerto, en reclamo de aumento salarial y reducción de la jornada laboral, que fue

no obstante desbaratada por los empresarios al disponer que las propias

tripulaciones de los barcos realizaran las tareas de carga y descarga.63 En febrero de

1893, por su parte, fueron a la huelga los oficiales peluqueros en reclamo de una

reducción de la jornada laboral y el establecimiento de un horario fijo para todas las

casas de peluquería, que distinguía la duración de la jornada en los meses invernales

y estivales. Organizados en una Sociedad de Oficiales Peluqueros, los trabajadores

consiguieron en este caso que numerosos dueños de peluquerías accedieran al

reclamo e incluso rechazaron firmar un acuerdo que no dejase constancia que se

había establecido como producto de una negociación con la sociedad que

representaba a los trabajadores.64

En marzo se produjo una importante huelga en reclamo de aumento salarial por

parte de los oficiales toneleros, un gremio que comenzaba a desarrollar sus primeros

pasos en términos organizativos y contaba con una participación dirigente del obrero

tonelero y militante socialista Víctor Fernández. La huelga se extendió por lo menos

hasta fines de mes y al parecer fueron varios los patrones que debieron ceder a las

exigencias obreras.65 A mediados de abril se realizó una huelga en la cigarrería “La

Popular”, en rechazo al despido de catorce operarios acusados de falsificar el

producto, que de todas formas parece haber concluido con una derrota y el retorno

paulatino de los huelguistas a su trabajo.66

Conclusión

                                                            63 “Huelga de estibadores”, La Prensa, 29/12/1892. 64 “Los peluqueros. Entre patrones y dependientes”, La Prensa, 7 de febrero de 1893. “La huelga de los peluqueros”, La Prensa, 9 y 10/02/1893. 65 “Oficiales toneleros”, La Prensa, 8 de marzo de 1893. “Huelga de toneleros”, La Prensa, 20/03/1893. 66 “Huelga de cigarreros”, La Prensa, 16 y 18/04/1893.

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El desarrollo de una industrialización incipiente, en el marco de la expansión

demográfica acicateada por la inmigración masiva, fue dando forma a una Buenos

Aires obrera que, hacia las últimas décadas del siglo XIX, tenía poco en común con la

ciudad de los burgueses, profesionales y políticos. En ella se procesaban, a espaldas

de las miradas y la atención de la clase dominante, las experiencias de miles y miles

de inmigrantes y trabajadores nativos que sufrían cotidianamente la explotación y la

opresión en las fábricas y talleres, en el puerto, en las obras en construcción, en los

conventillos, en los barrios obreros. Cuando a fines de la década de 1880 las luchas

obreras hicieron su aparición brusca en la escena política, la prensa comercial y la

oligarquía la consideraron una explosión inexplicable, sin razones aparentes en un

país que ofrecía todas las posibilidades a los recién llegados; en realidad, se trataba

de la manifestación de un proceso que venía desarrollándose molecularmente en la

experiencia de los trabajadores de esa “otra” ciudad de Buenos Aires, y la tarea del

historiador es no repetir esa mirada impresionista, marcada por una perspectiva de

clase, para recuperar el proceso a través del cual se constituía esa experiencia

colectiva de los trabajadores.

En este trabajo presentamos algunos primeros elementos para un análisis de los

principales episodios huelguísticos de la etapa 1887-1894. Creemos, en este sentido,

que más allá de la provisionalidad de este primer relevamiento, es posible advertir la

relación existente entre las vicisitudes del ciclo económico, los procesos de ascenso y

reflujo de los movimientos reivindicativos y las tendencias hacia la unidad y la

división en las organizaciones políticas activas en el mundo de los trabajadores—

aunque este último es un tema que escapa los límites de este trabajo y hemos

desarrollado más ampliamente en otros artículos (Gaido y Poy 2009a y 2009b). Con

buena razón se ha enfatizado el papel clave que jugó el año 1890, pero la importancia

de los años inmediatamente anteriores no debe ser soslayada. Al incluir en el análisis

el desarrollo huelguístico y el ascenso de masas del bienio anterior, es posible

comprender los acontecimientos de 1890 –no sólo la manifestación del 1º de mayo

sino el indudable salto cualitativo que implicó la aparición de un periódico

anarquista estable, El Perseguido, y del primer periódico socialista en español, El

Obrero– menos como un rayo en cielo sereno o una “importación” de decisiones

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tomadas en el extranjero que como un producto de la combinación de la acción de los

militantes políticos y del proceso de ascenso y organización de los trabajadores.

Del mismo modo, así como el proceso de acción conjunta que llevó a la celebración

del 1º de mayo de 1890 y a numerosas actividades unitarias no puede separarse del

ascenso huelguístico de los años 1887 a 1890 en un contexto de creciente carestía e

inflación, las numerosas divisiones y rupturas que tuvieron lugar en el período

posterior deben ponerse en relación con el reflujo de las luchas obreras provocado

por el impacto de la crisis económica y sus secuelas de desocupación y emigración.

Después de la manifestación del 1º de mayo de 1890, en efecto, el movimiento no

logró seguir profundizándose: en cierta medida se debió al estallido de la revolución

del Parque, hacia fines de julio de 1890, que puso en primer plano las tensiones al

interior de distintos sectores de la burguesía e implicó un fortalecimiento represivo

que limitó las posibilidades de expresión de los trabajadores. En este contexto se

observa un declive de las huelgas y movilizaciones obreras —en un contexto de

depresión económica general—, que se profundizaría en el bienio siguiente. Por otra

parte, la acción conjunta de socialistas y anarquistas que tuvo lugar durante 1888 y

1889 se veía ahora fuertemente limitada por el predominio que comenzaron a ganar

los anarquistas individualistas. En buena medida, la movilización del 1º de mayo de

1890 fue menos el punto de partida de un desarrollo conjunto de la clase obrera que

la última acción común del período previo, marcado por el ascenso obrero.

No es casual que, a diferencia de lo ocurrido el año anterior, el 1º de mayo de 1891 no

se realizara una acción conjunta. Mientras se profundizaba la polémica desde las

páginas de El Obrero y El Perseguido, se realizaron algunas reuniones para intentar

organizar una manifestación unificada.67 Como era de preverse, el intento fracasó

rápidamente: la contradicción entre el grupo de socialistas que quería incluir en las

resoluciones una “tirada extraordinaria” de El Obrero y los anarquistas

individualistas, que reclamaban convocar a una huelga general y “atentar los

almacenes”, era demasiado aguda, y el contexto de movilización obrera ya había

entrado en un reflujo. Las diferencias se concretaron en una polémica sobre si la

                                                            67 “Una reunión despótica”, El Perseguido, nº 19, 05/04/1891; “Reuniones”, El Perseguido, nº 20, 19/04/1891.

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manifestación debía hacerse en un lugar público o cerrado y dieron lugar a una

ruptura de las negociaciones. El 1º de mayo, los anarquistas protagonizaron una

manifestación en la Plaza de la Victoria que terminó con trece detenidos, mientras

que los socialistas realizaron un acto reducido (“una fiesta seria y digna”) en la sede

del Verein Vorwärts. 68

La retracción de la actividad huelguística de los años 1891-1892, analizada en este

trabajo, no sólo profundizó las diferencias entre socialistas y anarquistas sino

también al interior de los primeros. En efecto, poco después del 1º de mayo de 1891

comenzó a ponerse de manifiesto la crisis dentro del propio campo de los socialistas

alemanes, que hasta entonces habían actuado de manera unificada en la formación

de la incipiente Federación Obrera. El 24 de mayo el Verein Vorwärts anunció su

separación de la Federación: sus editores consideraban que el intento de construir tal

organismo era prematuro, en tanto la clase trabajadora no estaba aún en condiciones

de constituir semejante asociación. Lo que se planteaba, a juicio de Oswald Seyffert,

el nuevo editor del periódico, no era construir una Federación sino intentar

fortalecer las organizaciones gremiales de oficio.69

Aunque el grupo organizador de la Federación Obrera y editor de El Obrero defendió

en su momento, a través de la pluma de Germán Ave-Lallemant, el trabajo realizado,

e intentó continuar con la estructuración de la federación,70 la caracterización del

Vorwärts tenía algo de profético: la profundización de la crisis llevaría, en la segunda

mitad de 1892, a la desaparición de El Obrero y a la disolución de la Federación

obrera después de la realización de un Segundo Congreso en el cual la participación

de sociedades gremiales había menguado hasta casi desaparecer. El último número

de la primera etapa de El Obrero apareció el 24 de septiembre de 1892. El intento de

construir una organización gremial con una definición política socialdemócrata había

llegado a un límite, en el marco de la crisis económica, las luchas políticas con los

anarquistas y las divergencias entre los propios emigrados alemanes. Así las cosas, en

diciembre de 1892 la Federación se declaró disuelta y los militantes agrupados en la                                                             68 El Perseguido nº 22, 17/05/1891. “Die Maifeier,” Vorwärts nº 227, 09/05/1891. 69 “Zur Klärung”, Vorwärts nº 242, 22/08/1891. 70 “Betrachtungen über den Ersten Argentinischen Arbeiterkongress,” Vorwärts nº 252, 31/10/1891.

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Sección Varia decidieron, por mayoría, transformarse en la Agrupación Socialista de

Buenos Aires. Un grupo minoritario, cuyos principales referentes eran el alemán

Gustav Nohke y el español Esteban Jiménez, se opuso a la decisión y defendió la

necesidad de continuar con la organización de una federación obrera.

El año 1893 marcó el punto más álgido del reflujo obrero. Es por ello, también, una

divisoria de aguas entre dos etapas: en el marco del reanimamiento de la lucha

obrera y gremial que desembocaría en las grandes huelgas de 1896, irán resurgiendo

los anarquistas “organizadores”, que poco después publicarán La Protesta Humana,

y también se procesarán importantes cambios en la militancia socialista: con la

aparición de La Vanguardia como factor de aglutinación de los diferentes grupos

existentes se abre un nuevo período, en el cual la figura dominante del socialismo

argentino será Juan B. Justo.

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    60� 

Referencias

Cortés Conde, Roberto (1979) El progreso argentino. 1880-1914, Buenos Aires:

Sudamericana.

Falcón, Ricardo (1984), Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899), Buenos

Aires: CEAL.

Marotta, Sebastián (1960) El movimiento sindical argentino. Su génesis y

desarrollo. 1857-1907, Buenos Aires: Lacio.

Oved, Iaacov (1978) El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina, Siglo XXI,

Buenos Aires.

Poy, Lucas y Daniel Gaido (2009a) “Entre Bismarck y Juárez Celman. Lucha política

y contribuciones teóricas de los socialistas alemanes en los orígenes del movimiento

obrero argentino”, II Jornadas Nacionales de Historia Social, Centro de Estudios

Históricos-Conicet, La Falda.

Poy, Lucas y Daniel Gaido (2009b) “Antes de Justo. Los inmigrantes alemanes y la

‘prehistoria’ del socialismo argentino (1888-1894)”, XII Jornadas

Interescuelas/Departamentos de Historia, Universidad Nacional del Comahue.

Poy, Lucas (2010a), “Tu quoque trabajador? Agitación obrera en Buenos Aires

(1888-1890)” en serie Documentos de Jóvenes Investigadores, número 18, mayo de

2010. Instituto de Investigaciones Gino Germani.

Poy, Lucas (2010b) “Sobre los orígenes del movimiento obrero argentino. Crisis

económica y huelgas obreras en Buenos Aires (1888-1890)”, en En Defensa del

Marxismo Nº 39, Buenos Aires, agosto.

Poy, Lucas (2010c) “No tan Buenos Aires. La situación de la clase trabajadora urbana

en la época del ‘orden y el progreso’ (1880-1890)”. 2das. Jornadas Internacionales

de Problemas Latinoamericanos. Movimientos Sociales, Procesos Políticos y

Conflicto Social: Escenarios de disputa. Universidad Nacional de Córdoba.

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    61� 

Poy, Lucas y Daniel Gaido (2010) “New Research on the History of Marxism in

Argentina”, en Historical Materialism. Research in Critical Marxist Theory,

Amsterdam, Holanda, en prensa.

Rivero Astengo, Agustín (1944) Juárez Celman 1844-1909. Estudio histórico y

documental de una época argentina, Buenos Aires, Kraft.

Suriano, Juan (2003) “La crisis de 1890 y su impacto en el mundo del trabajo”, en

Entrepasados, número 24-25.

Tarcus, Horacio (2007) Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros,

intelectuales y científicos, Buenos Aires, Siglo XXI.

Zaragoza, Gonzalo (1996) Anarquismo argentino 1876-1902, Madrid, Ediciones de la

Torre.

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    62� 

La huelga de los talleres del Ferrocarril del Sud de

1888

Tomás Chami Rouvroy

[email protected]

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    63� 

Resumen

En octubre de 1888 los obreros de los

talleres de Sola, del barrio porteño de

Barracas, iniciaron una huelga exigiendo

al Ferrocarril del Sud que sus salarios

fuesen abonados en oro. El violento

conflicto concluyó a comienzos de

noviembre, con un aumento de salarios

general del 25 por ciento. El objetivo de

este trabajo será problematizar el reclamo

obrero de salarios en oro, en relación con

el movimiento de los indicadores

macroeconómicos del período, en especial

el tipo de cambio, la emisión monetaria, la

balanza comercial y el oro en plaza

obtenido por empréstitos.

Fundamentaremos nuestra investigación

en las tablas de evolución económica de

Juan Álvarez y de Vicente Vázquez

Presedo, así como en fuentes primarias de

la prensa periódica de la época, con

particular atención al diario socialista de

lengua alemana Vorwärts, que consigna el

período inicial de la huelga. Haremos

hincapié finalmente en la importancia de

estudiar el final de la década de 1880 para

comprender el surgimiento del

movimiento obrero “visible” tras la crisis

de 1890.

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    64� 

a política económica del estado argentino en la década de 1880 fue un abono

propicio para que las “flores exóticas” del anarquismo y del socialismo

arraigaran con vigor en suelo americano. Comprender las reivindicaciones

obreras de la huelga de los Talleres de Sola es comprender el impacto de la política

monetaria en la vida de los trabajadores porteños. Este estudio de caso nos permitirá

vincular la creciente conflictividad social de fines de la década con la evolución de los

indicadores macroeconómicos nacionales; los orígenes del movimiento obrero

“visible” de los 90 se remontan así a la organización de los trabajadores frente al

deterioro de sus condiciones de vida a fines de los 80.

La política monetaria argentina en la década de 1880

En 1881 se establece la primera unidad monetaria nacional, el peso moneda nacional

oro, fijado desde 1883 en un valor de un peso moneda nacional (billete). Como

señala Roberto Cortés Conde, “en teoría, se trataba de un patrón metálico; el

gobierno no emitía dinero fiduciario. Los billetes del banco eran asimilables al

cheque” (1989: 246). Tras la interrupción de la convertibilidad en 1885,1 el peso

papel comenzó a depreciarse sensiblemente: al inicio de la inconversión (enero de

1885), su valor ya había caído en un 21% en relación al oro (un peso oro se cambiaba

a 1,21 pesos papel). En el período que nos ocupa (es decir, la década del 80 hasta

1888), el peso papel alcanzó un pico de depreciación en abril y mayo de 1886, con un

valor de 1,55 pesos oro (Alvarez, 1929: 122).

Ingresos fiscales en papel moneda depreciado, y obligaciones externas en oro: para

capear la tormenta, el gobierno decidió intervenir en el mercado de cambios desde

1886, a fin de frenar la depreciación del peso papel, aprovechando las reservas de oro

que el Banco Nacional había recibido por la venta de bonos a los Bancos Garantidos,

endeudados en oro en el exterior. Sin embargo, en opinión de Cortés Conde, el

aumento de emisión de dinero generó expectativas de una futura depreciación,

                                                            1 Cortés Conde atribuye el fin de la convertibilidad al “no funcionamiento de los mecanismos de ajuste del patrón oro”: el agotamiento de las reservas de oro podría haberse evitado, reduciendo la cantidad de circulante disponible, cuyo exceso habría ocasionado la salida de oro (1989: 225).

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dando lugar a que el público cambiara el papel moneda por oro (1989: 216-221, 246-

247). En efecto, desde el inicio de la intervención del gobierno en el mercado de

cambios, el papel moneda en circulación aumentó de 89 millones de pesos en 1886, a

194 millones en 1887, bajando a 130 millones en 1888 para luego subir a 164

millones en 1889. La emisión alcanzó un pico en 1893 (307 millones),

estabilizándose posteriormente cerca de los 290 millones de pesos (Ford, 1975: 141).

La política de estabilización del papel moneda ocasionó de este modo una fuga de

capitales, fundamentalmente hacia Montevideo o Europa. En 1887 las reservas en

pesos oro del Banco Nacional ascendían a 40 millones. En 1888 ya habían

descendido a 33,50 millones, bajando a 5,80 millones al año siguiente, para

reducirse a tan sólo 18 mil pesos oro en 1890 (Cortés Conde, 1989: 220-221). Vemos

así cómo la estrategia que el gobierno había diseñado para frenar la depreciación del

papel moneda tuvo justamente el efecto contrario al previsto: la intervención en el

mercado de cambios drenó las reservas en oro del estado, a raíz de las expectativas

de depreciación fomentadas por la gran emisión de un papel moneda del que el

público buscaba desprenderse, en busca de activos monetarios más confiables. De

este modo, el oro se hizo más escaso, y su premio creció.

El cuadro se vio aún más agravado por una balanza comercial que en la década del

80 arrojó saldos positivos tan sólo en 1881, alcanzando un punto crítico entre 1888 (-

28,3 millones de pesos oro) y 1889 (-74,4 millones de pesos oro) (Vázquez Presedo,

1969). Un intercambio comercial tan deficitario sólo podía sostenerse con

empréstitos externos; los fondos extranjeros se empleaban tanto para mantener el

nivel de importaciones como para pagar los servicios de la deuda. El volumen de

dinero extranjero fue aumentando a lo largo de la década del 80, con un salto

cuantitativo observable en los años 1886 (67,6 millones de pesos oro), 1887 (153,5

millones) y 1888 (247,8) (ibíd.). A partir del año siguiente los fondos extranjeros

comenzarían a disminuir hasta llegar al cese de préstamos por tres años en 1892.

Vemos por lo tanto que el oro extranjero llegaba a Argentina para salir nuevamente

bajo la forma de: 1) pagos por importaciones, 2) servicios de deuda externa, 3) fuga

de capitales por expectativas de depreciación del peso papel. En palabras de Cortés

Conde: “en esas condiciones, cualquier entrada de capitales (nuevos préstamos del

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    66� 

exterior) hubiera vuelto a salir para la compra de activos externos (fuga de capitales,

capital flight)” (1989: 217). A pesar de la gran cantidad de oro que ingresaba al país,

éste volvía a salir, ya que el público buscaba deshacerse del papel moneda,

considerado poco confiable. Y mientras tanto, la emisión de dinero continuaba.

Escasez de oro, y abundancia de billetes: controlar la depreciación del peso papel era

poco menos que imposible.

Un editorial de La Prensa del 3 de noviembre de 1888puede servirnos de índice del

estado de ánimo del medio de negocios porteño:

EL ORO A 150

Pocas horas después de conocerse la noticia del embarque en Londres de 450,000

esterlinas más con destino á Buenos Aires, en la pizarra de la Bolsa se anotaban

operaciones al contado, á 150.

En otros tiempos una noticia análoga bastaba para presionar la plaza y hacerla ceder:

hoy día es contestada con el alza de medio punto.

[…] El Ministro de Hacienda se presentó con más énfasis que Creso en la Cámara de

Diputados, anunciando un depósito para dentro de pocos meses en el Banco

Nacional, de 100.000.000 de pesos oro; y la Bolsa le responde con la cifra puesta al

frente de estas líneas.

[…] Se han señalado las causas generales de la depreciación del billete, á fin de que se

dirijan sobre ellas las fuerzas poderosas de la Nación; pero al mismo tiempo, se ha

recordado que por el momento, la copiosa y nunca vista importación de oro de este

año, determina una situación de baja, cuya estensión [sic] y duración no es fácil

prever.

En la resistencia de la plaza á la enorme presión que se le hace, palpita y relampaguea

la desconfianza de la opinión en la política inepta que combatimos: el oro a 150, en

estos momentos, no puede tener otra esplicación [sic].

Y al Ministro consta que, en el mes pasado se han hecho esfuerzos bajistas, sin éxito,

con el oro vendido en la Bolsa: esto lo repite todo el mundo en el mercado.

[…] Y por lo tanto, cerrando las reflexiones que sugiere la cifra puesta como rubro de

estas líneas, se puede y debe hacer constar, que el principal causante del oro á 150, es

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    67� 

el Ministro de Hacienda, destituido de la fe pública como consecuencia de su

política.2

A fines de 1888 la contratación de nuevos empréstitos ya no parece suficiente para

frenar la suba del premio del oro. La llegada de fondos extranjeros es señalada aquí

como causa del fenómeno mismo que se buscaba contrarrestar con dicho dinero: la

depreciación del peso papel. Pareciera corroborarse así lo señalado por Cortés Conde

respecto de la desconfianza del público en cuanto a la capacidad del gobierno para

frenar el aumento del premio del oro.

Huelga en los talleres de Sola del Ferrocarril del Sud

El 20 de octubre de 1888, los obreros del taller de Sola, situado en Barracas,

presentaron al jefe de Tracción y Talleres, Walter B. Scott, un petitorio por el cual

reclamaban el pago en oro de sus salarios. El Vorwärts3 del 3 de noviembre

señalaba:

Esta solicitud estaba fundamentada en una referencia detallada a la enorme

depreciación del papel moneda, con una cotización del oro de casi 150, y además, en

que la compañía del Ferrocarril del Sud cobraba en oro al público todas las tarifas de

viaje y carga, y finalmente, en que los empleados del Ferrocarril mejor pagos

cobraban en oro, mientras que los trabajadores con sueldos bajos no, y que dichos

sueldos no habían aumentado un centavo desde la creación de la nueva moneda, y

entre tanto el precio de los alimentos, alquileres y vestimentas había subido mucho

más, a tal punto que con sueldos semejantes los trabajadores debían realizar grandes

sacrificios para mantener a sus familias.4

Scott rechazó la solicitud de los trabajadores, sosteniendo que los salarios ya habían

sido aumentados el año anterior, por lo que no presentaría la cuestión a la compañía.

El 24 de octubre, una segunda solicitud con 750 firmas fue presentada por los

trabajadores, quienes negaron categóricamente haber recibido aumento de salario

                                                            2 La Prensa, “El oro a 150”, 3 de noviembre de 1888. 3 Periódico de lengua alemana publicado por un grupo de emigrados socialdemócratas, exiliados en Argentina a causa de la legislación represiva de Bismarck. 4 “Wie in Argentinien die Arbeiter behandelt werden” (Cómo son tratados los trabajadores en Argentina), Vorwärts, 3 de noviembre de 1888.

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    68� 

alguno. Ante estos hechos, Scott se vio obligado a poner al directorio en

conocimiento de la situación; el 26 de octubre anunció que la respuesta de la

compañía llegaría en dos días, provocando el descontento de los obreros del taller de

Sola, quienes decidieron en el acto declararse en huelga y dirigirse luego a la plaza

Herrera con el objetivo de “nombrar una comisión que corriera con todos los asuntos

de la huelga”.5 La manifestación fue reprimida por la policía, y 115 obreros fueron

detenidos. El conflicto terminó el 3 de noviembre: si bien los obreros no lograron que

se les pagase en oro, obtuvieron un aumento de salarios del 25 por ciento (Marotta,

1975: 62-63).

En una entrevista realizada por el diario La Prensa, cinco obreros explicaron los

motivos de la huelga, señalando un incremento de precios de un 100 por ciento

aproximadamente, en los rubros alquiler de pieza (de 9 a 20 pesos moneda

nacional), “manutención de familia” (de 12 pesos a “más del doble”), vino (de entre 8

ó 10 centavos la cuarta, a 20 ó 22 centavos) y aceite (de 4 pesos la arroba, a 8 pesos).

El artículo no aclara cuánto tiempo separa los valores comparados, y el Vorwärts

sólo indica que “los alquileres para un trabajador y su pequeña familia subieron en

los últimos años de 9$ a 20$, y en la misma proporción subieron los precios de todo

lo demás”, pero esto pierde importancia si consideramos las palabras de un obrero

entrevistado por La Prensa:

-¿Les han aumentado el sueldo desde que empezó a desvalorizarse el papel?

-No señor, es el mismo sueldo que ganábamos con diferencia de centavos, desde que

existía la moneda corriente. 6

Es decir que, desde el comienzo de la depreciación del papel moneda en 1885, no

hubo ningún aumento de salarios.

Este deterioro del poder adquisitivo de la clase trabajadora de Buenos Aires es

también observado por Martín Cuesta (2008). En su estudio sobre la evolución de los

salarios y los precios en la región durante la segunda mitad del siglo XIX, el autor

observa un descenso del salario real en el bienio 1887-1888. Cuesta indica que “el

                                                            5 “La huelga de los obreros del ferro carril Sud”, La Prensa, 27 de noviembre de 1888. 6 Ibíd.

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incremento de los salarios no tuvo la misma magnitud que el aumento en los precios

de los bienes y servicios”, y en consonancia con las conclusiones de nuestro trabajo,

atribuye este hecho “al impulso expansionista de la política monetaria de Juárez

Celman y la creación de los Bancos Garantidos”. Vemos así cómo este estudio

cuantitativo confirma lo afirmado más arriba por un obrero anónimo en el extracto

de La Prensa: el sueldo que recibe “es el mismo con diferencias de centavos”, pero

estos incrementos siguen siendo insuficientes para compensar el deterioro

inflacionario de su poder de compra.

Por otro lado, no debemos olvidar que los ingresos fiscales del estado argentino en el

siglo XIX provenían casi exclusivamente de los derechos de importación: en la

década de 1880, éstos representaban alrededor del 70 por ciento de la recaudación

estatal (Vázquez Presedo, 1969). Y si consideramos que los bienes de consumo

representaban entre un 65 y un 70 por ciento del total de bienes importados entre

1885 y 1888 (Ford, 1975: 126), se sigue entonces que los derechos de importación

afectaban fundamentalmente al consumo de las masas.

Debemos sin embargo ir más allá del evidente aumento del costo de la vida a fines de

la década de 1880, para detenernos en la especificidad de la problemática del

Ferrocarril del Sud. A partir del extracto del Vorwärts reproducido más arriba, es

posible afirmar que el reclamo específico de salarios en oro no fue tan sólo una

demanda coherente a una compañía con ganancias en oro, sino probablemente

también la consecuencia de una diferenciación interna dentro del mismo conjunto de

trabajadores del Ferrocarril del Sud: “los empleados del Ferrocarril mejor pagos

cobraban en oro, mientras que los trabajadores con sueldos bajos no”. En cuanto a la

naturaleza de dichos empleados mejor pagos, el artículo de La Prensa que acabamos

de tratar señala:

Los jornales asignados desde el tiempo que regía la moneda corriente y que pasaron a

la moneda nacional, con aumento de centavos, fluctúan entre 1 peso 24 centavos,

2.68, 2.88 y 3 pesos diarios.

Al primer precio corresponden los operarios peones, los que descontando fiestas,

puede estimarse que cobran 30 pesos mensuales.

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El tipo de 2.68 y 2.88 pesos diarios corresponde á los oficiales de los diversos ramos

que cuentan los talleres, carpinteros, herreros, tapiceros, etc. Resultan á 65 y 70

pesos por mes respectivamente.

El de 3 pesos por día es el de los encargados de cuadrilla que son en total 16 para las

distintas secciones. Estos con la antigua moneda era su jornal de 70 pesos m/c y al

ponerse en vigencia la moneda actual se les asignaron los tres pesos indicados que

representan próximamente 75 pesos al mes.

Siguientes en categoría ascendente los capataces los que cobraban sus sueldos á oro

computándoseles la diferencia dentro de un tipo que no excede del 20% de premio.

Estos como es de suponer no han entrado en la huelga.

Por lo tanto, es probable que a través de la huelga los trabajadores de los talleres de

Sola buscasen extender al conjunto de los obreros los privilegios de que sólo gozaban

sus supervisores, quienes no sólo percibían salarios mucho más altos, sino que

además estaban protegidos de los efectos más perniciosos de la política cambiaria del

gobierno al ser remunerados en oro.

Economía y movimiento obrero

La particularidad de esta huelga reside en su vinculación con la principal fuente de

riquezas de la Argentina: la producción agrícola de exportación, cuya condición de

posibilidad fue la construcción de ferrocarriles que redujeran los costos de transporte

de los granos. La compañía del Ferrocarril del Sud participaba de este modo de las

ganancias del sector primario-exportador, que se servía de los ferrocarriles para

transportar su producción hasta la ciudad-puerto. La conciencia de este hecho movió

a los trabajadores ferroviarios a exigir salarios en la misma moneda en que sus

patrones fijaban sus tarifas.

La huelga de los talleres de Sola debe asimismo comprenderse en el contexto de una

puja distributiva entre clases a nivel nacional. Un papel moneda depreciado permitía

al sector terrateniente reducir los costos de producción mientras recibía oro por sus

productos en el mercado internacional, y resultaba de igual modo ventajoso para

enfrentar obligaciones internas en pesos papel (como los títulos hipotecarios), toda

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vez que las deudas en oro pesaban sobre toda la población como deudas del estado

nacional (Ford, 1975: 126). El gobierno debía sin embargo tratar de mantener un

punto de equilibrio, para evitar que la depreciación del papel moneda afectase

excesivamente a los ingresos fiscales. Por lo tanto, la intervención en el mercado de

cambios no tuvo por objeto frenar el deterioro de los ingresos populares, sino

conservar un tipo de cambio políticamente tolerable, que diese al Tesoro argentino

un respaldo mínimo para seguir contratando empréstitos en el exterior, a fin de

proseguir con la expansión de la frontera agrícola.

En consideración del objetivo perseguido por el gobierno nacional al implementar su

política monetaria –fundamentalmente, un objetivo de clase, por cuanto la economía

de la clase trabajadora no fue tenida en cuenta en la elaboración de sus lineamientos

básicos - consideramos del todo inconsistente la afirmación de Julio Godio, quien

sostiene respecto del salario en oro:

El economicismo anarquista entronca en este punto con el librecambismo socialista.

[Anarquistas y socialistas] coinciden en una postura que objetivamente servía a la

política librecambista. […] Lo que valían eran los hechos y la moneda fuerte permitía

comprar más cosas a los obreros. […] Unos y otros no cuestionaban así la hegemonía

efectiva de la oligarquía.

De todas maneras los socialistas habían abandonado la tesis de salario en oro. Su

mayor aproximación a una política nacional les hacía defender el valor de la moneda

argentina. En este aspecto eran más evolucionados que los anarquistas, para los

cuales todas las monedas y valores tenían un mismo signo: la “dominación burguesa”.

Como las monedas para ellos, “tampoco tenían fronteras”, de acuerdo con sus

fantásticas ideas preferían los valores seguros, y lo más sólido era el oro. Elegían por

eso al oro. La idea ya había sido planteada por los ferroviarios en el siglo pasado, y

aunque por ese objetivo se realizasen huelgas combativas, no dejaba de ser una idea

reaccionaria, pues se contraponía con los intereses nacionales (Godio, 2000: 206).7

El razonamiento de Godio es sorprendentemente ahistórico: ignora la necesidad de

reconstruir los motivos que movieron a la acción a los distintos actores en un tiempo

y lugar determinados. Vemos aquí asomar la matriz ideológica del autor: éste

                                                            7 Agradezco a Martín Manuli por traer a mi atención este pasaje.

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reconoce que “la moneda fuerte permitía comprar más cosas a los obreros”, pero

sostiene finalmente que el salario en oro era “una idea reaccionaria, pues se

contraponía a los intereses nacionales”. La política más “evolucionada” era “defender

el valor de la moneda argentina”. Dicho de otro modo, al priorizar su bienestar

material sin atender a los “intereses nacionales” -¡esto es, la moneda nacional!- los

ferroviarios y luego los anarquistas se comportaron como librecambistas

reaccionarios. Estamos ante la presencia de un pre-juicio teleológico a penas velado:

la clase obrera no era aun “nacional”, debía todavía forjarse en comunión mística con

el suelo que le había dado acogida, para terminar su gestación, auténticamente

argentina, cincuenta años después de los hechos de Sola.

Siguiendo, pues, esta especulación contrafáctica, ¿qué hubieran debido hacer los

trabajadores de los talleres de Sola? Según Godio, aferrarse patrióticamente y sin

quejarse a un papel moneda cada vez más devaluado, y luchar por salarios más altos

en moneda nacional, para cuestionar así realmente “la hegemonía efectiva de la

oligarquía”. De este modo, los obreros habrían defendido “el valor de la moneda

argentina” frente al librecambismo oligárquico, alentando de este modo un

desarrollo industrial proteccionista que la misma clase dominante se mostraba

incapaz o renuente de fomentar. Por otra parte, Godio considera que, a diferencia de

los socialistas –quienes partían de consideraciones teóricas particulares- los

anarquistas pedían salarios en oro porque “consideraban fútil toda disquisición sobre

la función de la economía agroexportadora como parte de la economía mundial”. De

esta manera, el autor atribuye el reclamo de salarios en oro a trabajadores poco

patrióticos y poco versados en economía.

El análisis de Julio Godio, tributario de la tesis de la “flor exótica”, es altamente

deficiente, no sólo porque el autor proyecta retrospectivamente nociones

corporativistas sobre el movimiento obrero de fines del siglo XIX -¡los trabajadores

no tenían aun la madurez suficiente para entrar en una alianza de clases con el sector

verdaderamente nacional de la burguesía!- sino también porque subestima a los

individuos cuya historia trata de comprender. Es evidente que los obreros del taller

de Sola exigieron salarios en oro, precisamente porque tenían una idea bastante

acabada de “la función de la economía agroexportadora como parte de la economía

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mundial”. Ellos se encontraban en el corazón del sistema: el transporte de granos al

puerto. Comprendían perfectamente que de la importancia estratégica del ferrocarril

se derivaba el que las tarifas de carga se cobrasen en oro. En su lugar de trabajo,

podían ver a las claras que el salario en oro era un privilegio de clase, reservado a sus

superiores jerárquicos. Es por lo tanto ridículo tildar de reaccionarios a unos

trabajadores que, con un elevado grado de conciencia del funcionamiento estructural

del sistema de explotación, fueron a la huelga para luchar contra la expropiación

inflacionaria, que no afectaba a supervisores y personal ejecutivo del ferrocarril.

El ascenso huelguístico de fines de los 80 parece haber tomado por sorpresa a la

clase dominante argentina. El tono comprensivo de los periódicos de la época ante

las primeras manifestaciones obreras dio rápidamente paso a la condena virulenta

cuando el fenómeno comenzó a expandirse. Los artículos señalaban lo artificial del

fenómeno huelguístico en un país en que las posibilidades de ascenso eran

ilimitadas. La única explicación parecía ser la insidiosa propaganda anarquista y

socialista (ver Poy, 2010). Nuestro estudio muestra sin embargo los límites de dicho

ascenso a fines de la década de 1880. La huelga de los talleres de Sola es un ejemplo

claro del modo en que la política económica del estado argentino terminó con aquel

país

[…] considerado justamente como el paraíso del proletario, en el que todo buen

trabajador, con tan sólo ser ahorrativo, podía en pocos años reunir dinero suficiente

como para transformarse en propietario8.

Los sucesos de Sola nos permiten avanzar en el estudio de un proceso en que se

hayan inextricablemente relacionados la expansión de la economía agroexportadora,

la política monetaria y financiera, y el ascenso huelguístico de fines de la década de

1880. No es posible comprender la emergencia del movimiento obrero tras la crisis

de 1890, sin remitirse antes a las circunstancias que en la década de 1880 llevaron a

los trabajadores a organizarse para luchar por mejores condiciones de vida. De otro

modo, nos veríamos obligados a suscribir a la tesis de la flor exótica, ignorando que

las flores no prenden sin un sustrato propicio.

                                                            8 La Prensa, sección Revue Économique, “Situation générale”, 4 de noviembre de 1888.

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Bibliografía

Álvarez, Juan (1929) Temas de historia económica argentina, Buenos Aires, La

Facultad.

Cortés Conde, Roberto (1989) Dinero, deuda y crisis. Evolución fiscal y monetaria

en la Argentina, 1862-1890, Buenos Aires, Editorial Sudamericana.

Cuesta, Eduardo Martín (2008) “Precios e instituciones políticas en Buenos Aires

(1850-1900)”, en Cuesta y Serrafero (ed.), Pasado y futuro: una complejidad en

clave política, Sociedad Científica Argentina, Buenos Aires, 2008

Ford, A. G. (1975) “La Argentina y la crisis de Baring de 1890”, en GIMÉNEZ

ZAPIOLA, Marcos (comp.), El régimen oligárquico, Buenos Aires, Amorrurtu.

Godio, Julio (2000) Historia del movimiento obrero argentino. 1870-2000, Buenos

Aires, Corregidor.

Marotta, Sebastián (1975) El movimiento sindical argentino, Ediciones Líbera,

Buenos Aires.

Poy, Lucas (2010) Tu quoque trabajador? Agitación obrera en Buenos Aires(1888-

1889), Buenos Aires: Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de

Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (Documentos de Jóvenes

Investigadores, Nº 18). Disponible en Internet:http://www.iigg.sociales.uba.ar/Pu-

blicaciones/JI/ji18.pdf

Vázquez Presedo, Vicente (1969) Estadísticas históricas comparadas, 1875-1939,

Buenos Aires, Macchi.

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    75� 

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Repensando la participación política de los

trabajadores. La huelga ferroviaria de 1896

Verónica Norando

 

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Introducción

n este trabajo, mi objetivo es analizar, a través del conflicto ferroviario de

1896, la estrategia política de los trabajadores en relación con los sectores

dominantes. Esto es, tratar de comprender (al menos avanzar en una

hipótesis tentativa) el carácter de la participación política de los trabajadores. ¿Por

qué analizar y tratar de comprender la participación política de los trabajadores?

Porque por mucho tiempo la pluma de los historiadores (y no solo de los

historiadores), ha silenciado la voz de los explotados de todos los tiempos. “‘¿Quién

construyó Tebas de las siete puertas?’ pregunta el lector obrero de Brecht. (…) La

pregunta conserva toda su carga” (Ginzburg, 1986: 13). En los tiempos que corren y

desde distintas perspectivas, muchos historiadores han intentado e intentan hacer

escuchar estas voces. Es importante complementar, completar y profundizar su obra.

La formación, la dinámica y las manifestaciones ideológicas de la clase obrera

argentina han sido analizadas desde distintos puntos de vista.1 Por las características

de este trabajo, no me voy a explayar sobre estas distintas perspectivas sino que

esbozaré algunas líneas de investigación, que sirven, a mi criterio, a la

complementación de las investigaciones ya realizadas sobre el tema. A nivel

historiográfico, sí voy a especificar mi propio punto de partida metodológico.

A lo largo de las últimas tres décadas del siglo XIX el capital despliega su dominio en

la Argentina: en la última década del siglo ya es la relación social dominante (Iñigo

Carrera, 2004: 30). Este proceso está relacionado con una nueva fase del desarrollo

del capitalismo, como sistema mundial: la del origen y desarrollo del capital

financiero. Las potencias se disputan el dominio sobre territorios económicos

(colonias y países dependientes) (ver Lenin, 2000). En la Argentina, las condiciones

y la forma de inserción en el mercado mundial se convierten en catalizadoras de los

cambios que se estaban presentando durante el siglo XIX: se origina y se constituye

la burguesía argentina y la satisfacción de sus intereses la llevan a fundar una

enérgica alianza con el capital financiero a nivel internacional.

                                                            1 Ver las Referencias bibliográficas

E

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    78� 

Siempre, el desarrollo del capital tiene como condición necesaria la presencia de una

masa de desposeídos de sus condiciones materiales de existencia. La expansión

capitalista argentina se desarrolló con la importación y la acumulación local de

capital en conjunto con la inmigración de crecientes cantidades de población, es

decir “la importación de trabajadores que el capital necesitaba para existir” (Iñigo

Carrera, 2004: 30). Esta población extranjera se sumó a la que, en el propio

territorio, iba siendo despojada de sus medios de producción. El crecimiento de la

población y su concentración en las ciudades del litoral hicieron que se intensificara

la división social del trabajo y que comenzaran a surgir sectores industriales de

producción de medios de consumo. Es así como, en la Argentina de fines del siglo

XIX, se pueden ver desarrolladas las relaciones sociales propias del capitalismo

dependiente, produciéndose un salto cualitativo cuando con la conclusión de la crisis

de 1890 se produce un crecimiento de la producción industrial propiamente dicha

(ver Dorfman, 1986).

Ahora bien, este proceso de expansión del capitalismo es la base para la formación

del proletariado como grupo social, pero de ninguna manera es una explicación

acabada para la génesis de la clase obrera. Porque si no se estarían dejando de lado

elementos subjetivos que hacen al proceso de su formación que son fundamentales. Y

aquí me veo en la obligación de especificar que es lo que entiendo por clase social.

Marco conceptual

Un buen punto de partida metodológico es acercarse a la categorización

metodológica que hace Karl Marx sobre la clase social y luego profundizarla con las

concepciones de otros investigadores marxistas que fueron definiendo la categoría.

Si bien Marx nunca la ha definido específicamente2, de su obra se desprende (en un

acercamiento simple y parcial) que una clase social está constituida por un grupo de

personas que se relacionan del mismo modo con las fuerzas productivas. Desde

                                                            2 Marx no definió en ninguno de sus trabajos el concepto de “clase social”; es más bien una categoría histórica que se desprende de sus distintas obras. Le debemos a distintos autores marxistas (Lenin, Thompson, Dobb, Hobsbawm, y muchos otros), la delimitación de esta categoría analítica.

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aquí podemos partir para profundizar: por ejemplo, E. P. Thompson plantea la clase

social como una relación, en la confrontación en el núcleo de la sociedad con otros

grupos sociales y sostiene que no se la puede captar como si se le sacara una foto en

un momento determinado, dejándola inmóvil, “en un determinado momento y

anatomizar su estructura” (1977: 7). El mismo autor sostiene en otra obra que “las

clases no existen como entidades separadas que miran en derredor, que encuentran

una clase enemiga y empiezan después a luchar” sino que, “es en el proceso de lucha

donde se descubre como clase” (Thompson, 1974: 37). Metodológicamente, el

análisis que hace Thompson nos permite ubicar la clase social en el terreno de la

lucha de clases. La categoría de clase de Marx “no era estática sino dinámica, no era

descriptiva sino analítica” (Dahrendorf, 1963: 45).

Para Thompson,

la clase es un fenómeno histórico, que ocurre cuando algunos hombres, como

resultado de experiencias comunes, sienten y articulan la identidad, de sus intereses

entre sí, y contra otros hombres, cuyos intereses son distintos a los suyos (1964: 8).

Si bien, también hay que tener en cuenta que, en palabras de J. Solomonoff: “las

clases están determinadas por las posiciones relativas de los individuos en el sistema

social global, dentro del cual se privilegian las relaciones sociales de producción”

(1988: 24)

Lo que se desprende de todo lo antedicho, es que la lucha, el conflicto, es el momento

histórico constitutivo de la clase. Las clases se constituyen en la lucha. Marx lo

expresa claramente “los individuos no forman una clase sino en la medida en que

deben realizar una lucha común contra otra clase” (1977: 50 ) Esto es, que los

individuos que se hallan en una posición determinada dentro del proceso de

producción, se constituyen en clase, “solo cuando han de sostener una lucha común

contra otra clase”. Esta lucha demanda la unión discrecional de los individuos, a fin

de lograr el control de las condiciones sociales determinantes de sus posibilidades de

desarrollo (Solomonoff, 1988: 25). Es esta intención explicita, de la acción en el

campo de las relaciones de poder, la que define la lucha de clases como acción

esencialmente política. La realidad de ser asalariado constituye el interés común de

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los trabajadores, establece la base eventual de su antagonismo con los patrones, “es

el punto de partida estructural para el posible surgimiento de una común acción de

resistencia-coalición” (Solomonoff, 1988: 25). La condición de asalariado implica,

entonces una posibilidad de clase.

Sintetizando, no solo el salario cuenta en la caracterización de las clases en el

capitalismo. Ese proceso de asalarización de la fuerza de trabajo fue creando,

históricamente, identidades, afinidades, características comunes. Pero no todos los

asalariados son obreros, aunque sí, todos los obreros son asalariados (Pla, 1989-90:

14). La acción orientada en oposición a los grupos dominantes es lo que convierte a

los asalariados en una clase real, en clase para sí. Las condiciones objetivas que

determinan la constitución de la clase obrera requieren, de acuerdo con Marx, que la

acción opositora de clase se dirija hacia la destrucción del orden social imperante en

sus bases constituyentes. “Se encuentran (los proletarios) en oposición directa con la

forma por la que los individuos en la sociedad se han dado hasta aquí una expresión

general, el Estado, y deben entonces abatir al Estado para hacer triunfar su

personalidad”. (Marx, 1977: 90). Y siguiendo su planteo,

el sostenimiento del salario, este interés común que tienen contra su patrono (los

asalariados), los reúne en un mismo pensamiento de resistencia: coalición. (…) En

esta lucha, verdadera guerra civil, se reúnen y se desarrollan los elementos

necesarios para una batalla venidera, una vez llegada a este punto, la coalición

adquiere un carácter político. (Marx, 1969: 134)

Las condiciones económicas transforman la masa del país en trabajadores: la

dominación del capital crea a esta masa una situación común, intereses comunes.

Aquí, esta masa es una clase frente al capital pero no lo es aún para ella misma. Esta

es la diferencia que hace el autor, entre “clase en sí” y “clase para sí”. La clase en sí es

un fenómeno económico, es decir, hace referencia a las condiciones en las que el

hombre se relaciona con las fuerzas productivas; la clase para sí es un fenómeno

subjetivo, psicológico: hace a la conciencia que los hombres tienen, o no, y en qué

grado, de esas condiciones materiales. La clase solo es una clase para sí cuando los

hombres y mujeres que la conforman toman conciencia de sí mismos, de sus propios

intereses, asumen sus fines y el antagonismo que entablan con otra clase.

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El problema de la conciencia de clase a través de su asunción conciente de fines,

implica analizar el accionar político. Por esto es que aquí, se van a analizar las

acciones políticas de los trabajadores, que se manifiestan a través de la lucha de

clases. Este es el marco metodológico desde el cual parto para hacer el análisis de la

huelga de ferroviarios de 1896, que tuvo características de huelga general, pero que

no lo fue en su definición acabada.

La huelga

El contexto histórico en el cual se produce este enfrentamiento, que comienza en

Tolosa y que cubre desde principios de agosto hasta fines de noviembre de 1896, está

marcado por un ascenso de la lucha de clases que va a tener un pico de conflictividad

en este año y que luego va a descender hasta su próximo pico que va a ser a

principios del siglo XX.

Los trabajadores ferroviarios de Tolosa (Provincia de Buenos Aires, cerca de La

Plata), reclaman, en agosto de 1896, las ocho horas de trabajo (sin modificación de

salarios), la eliminación del trabajo a destajo (por pieza o a contrata), el descanso

dominical y el pago doble de las horas extras (Marotta, 1960: 98). Como la patronal

se negó a satisfacer esta demanda, los trabajadores emprenden el movimiento de

protesta que “comprende a un millar de trabajadores” (Marotta, 1960: 98). Así se

declara la huelga en Tolosa el día 10 de agosto de 1896.3 El día 13 del mismo mes la

huelga ya se había extendido a los talleres de Sola del Ferrocarril Sur.4 La actitud de

la patronal fue muy firme y clara: no iban a conceder ninguna de sus peticiones a los

trabajadores. Esta actitud de las patronales alimenta la decisión de los trabajadores

que aseguran que no volverán a sus puestos de trabajo hasta que la gerencia no

acepte sus reivindicaciones.

Al poco tiempo, el conflicto se extiende a los talleres del Ferrocarril Sur, Oeste,

Buenos Aires y Rosario y Pacífico. Los obreros de los talleres de Basch y Fénix (que

                                                            3 La Nación, 11 de agosto de 1896, p. 5 4 La Nación, 14 de agosto de 1896, p. 3

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efectúan trabajos para los ferrocarriles), los cambistas de La Plata y Tolosa y las

cuadrillas volantes se adhieren al movimiento (Marotta, 1960: 99).

Más allá de que, en ese momento, la clase obrera argentina no contaba con una

organización nacional estable que nucleara sus intereses, los trabajadores del

ferrocarril y de todos los gremios que se han adherido a la huelga (panaderos de

Buenos Aires, pintores de la misma ciudad, alpargateras, carpinteros, albañiles,

tipógrafos que ya estaban en huelga, empleados de teléfono, zapateros; todos con las

mismas reivindicaciones) han podido sostener una larga lucha y darse como

estrategia la huelga general, aunque no se haya podido lograr en su definición

acabada. Al mismo tiempo, estaba la determinación de no volver a ocupar sus

puestos de trabajo bajo acuerdos parciales, y habían declarado que cualquier decisión

debía ser considerada primero por una asamblea de delegados, para luego ser

sometida a las asambleas generales de los obreros. A propósito de esto, La Nación

dice:

el gerente del ferrocarril del Sur mandó llamar una comisión a fin de entrar en

arreglos con los obreros. La comisión fue y escuchado que hubo las proposiciones de

la empresa puestas a consideración de la asamblea quedaron completamente

rechazadas. Los huelguistas no aceptaban ningún pacto que no parta de las bases por

ellos propuestas.5

El nivel de solidez de los lazos de solidaridad que han sabido generar los trabajadores

entre los distintos sectores fue de una importancia de primer orden para el avance en

la constitución de la clase obrera argentina. Hasta la prensa burguesa no puede dejar

de destacar esto (aunque con temor y alarma): “Ya no son solo los obreros de los

ferrocarriles los que se vienen declarando en huelga. El movimiento ha repercutido

en talleres que nada tienen que ver con las vías férreas”.6 Durante la huelga, según

datos de Marotta, se adhieren al movimiento unos 26.000 trabajadores, de los cuales

12.000 eran empleados del ferrocarril.

                                                            5 La Nación, 13 de agosto de 1896. 6 La Nación, 15 de agosto de 1896. La extensión de esta nota en el diario La Nación da cuenta de la importancia que se le da al tema en los medios de comunicación oficiales. No he transcripto toda la nota por razones de espacio, pero es muy interesante puesto que describe como se unen a la huelga muchos otros sectores de trabajadores como, por ejemplo, las alpargateras.

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La reacción violenta de la burguesía y el Estado no se hizo esperar. Lo primero que

hicieron las patronales ferroviarias ayudadas por el Estado, fue tratar de suplantar a

los trabajadores en huelga para que los trenes no dejaran de funcionar. Así fue como

por un tiempo bomberos y mecánicos de la armada se hicieron cargo de varias de las

actividades de los trabajadores en huelga. La Nación da cuenta de esto, a pocos días

de comenzado el conflicto:

lo que más ha podido entorpecer la marcha de los trenes en la estación de Sola es la

falta de cargadores de carbón porque los operarios encargados de esta actividad se

levantaron secundando la actitud de sus camaradas, pero este trabajo ha quedado

regularizado encargándose de esa tarea parte de la compañía de bomberos que presta

guardia en los talleres.7

Al mismo tiempo que la “ayuda” de los bomberos, “el gobierno mandó mecánicos de

la armada para substituir a los obreros”. (Marotta, 1960: 100). Visto que estas

medidas paliativas no tuvieron los efectos esperados, no tardaron en utilizar todos

los medios a su alcance para reclutar trabajadores italianos que fueron afluyendo a la

Argentina en cuantiosas tandas hasta completar el estrepitoso número de 700. A

estos trabajadores los obreros locales los denominaron “langostas” en alusión a la

plaga. En correlación con estas actitudes de la burguesía argentina en connivencia

con la burguesía italiana, la clase obrera de estos países tiene esbozos de una actitud

solidaria a nivel internacional. Demostrada, por un lado, por las denuncias hechas

hacia los embarques de obreros italianos hacia la Argentina por los trabajadores

genoveses, y por el otro, de los trabajadores argentinos que comprendían el hecho y

también lo denunciaban.

Cuando las patronales vieron que la huelga se prolongaba poniendo en peligro sus

intereses económicos más importantes, no dudó en utilizar la violencia, como el

medio para terminar el conflicto. La represión policial fue contundente y violenta: “el

jefe de policía de la provincia envió a Tolosa en cuanto tuvo conocimiento de lo

ocurrido un piquete de vigilantes con el objeto de mantener el orden”.8 Según

Marotta “la policía, en los campos de Pereyra, sablea a los huelguistas de Sola (…)

                                                            7 La Nación, 14 de agosto de 1896 8 La Nación, 11 de agosto de 1896

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son perseguidos hasta en las casas en que se refugian para librarse de su furiosa

arremetida” (1960: 99) La represión llevada delante de esta forma, con intervención

en las asambleas de los obreros, detenciones o golpes y abusos de todo tipo, fue la

respuesta más común y que se había ya generalizado como accionar característico de

las patronales.

A nivel legal, la burguesía, en medio de esta huelga, intentó crear un mecanismo de

expulsión de los “agitadores”. La Unión Industrial Argentina, integrada casi

totalmente por industriales extranjeros, aunque dirigida por largos años por ex

senadores, diputados y ministros argentinos (Dorfman, 1970: 118), solicita al Poder

Ejecutivo de la Nación el destierro de “los perturbadores del orden social”. Este

requerimiento no se logra todavía en el año 1896, pero interpretando este pedido el

que luego será senador, Miguel Cané, proyecta la ley que tres años después, en 1899,

(será sancionada en 1902) el Poder Ejecutivo solicita a las cámaras para sofocar la

agitación de esos tiempos, y supuestamente resolver el problema social.

A pesar de todo esto, la huelga en los ferrocarriles resistió tres meses: en los otros

gremios la resistencia tuvo más debilidades y poco a poco los distintos gremios

fueron volviendo a sus puestos de trabajo, sin haber logrado sus reclamos.

Entre los autores que analizan esta problemática hay acuerdo en que a nivel de

ideología contestataria y revolucionaria, el anarquismo, en su vertiente

“organizadora”, tuvo una participación positiva en el conflicto.

En 1896, se empieza a delinear con fuerza esta corriente dentro del anarquismo

debilitando la vertiente individualista, que había tenido mayor importancia en los

años anteriores. El desarrollo del pensamiento anarquista en la Argentina, se dio

hacia la consolidación (hacia 1899) de la tendencia que aprobaba la participación

integral en las actividades de los sindicatos obreros. (Oved, 1978: 64) Se publicaron

diversos periódicos que tenían esa tendencia: El Oprimido (uno de esos periódicos),

simpatizó con la huela de 1896. Al mismo tiempo, defendió frente a criticas de

grupos individualistas como los que se nucleaban en El Perseguido. En un artículo

editorial, polemizó con los opositores a las huelgas anarquistas: “Combatir la huelgas

es malgastar el tiempo y esfuerzos que pueden ser debidamente aprovechados.

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Nosotros preferimos impulsarlas, darles nuestro apoyo, hacerlas revolucionarias (…)

Toda huelga (…) será de resultados excelentes” (El Oprimido, 23 de agosto de 1896,

citado en Oved, 1978: 64). El grupo nucleado en este periódico estuvo en el invierno

de 1896 haciendo un fuerte trabajo de difusión entre los trabajadores en huelga,

dándole importancia a la huelga general como estrategia política de lucha de la clase

obrera.

¿Por qué no se llega a la huelga general en estas jornadas? Tan proclamada por las

organizaciones anarquistas, faltó todavía experiencia en la organización de una

medida de lucha semejante. Pero estas jornadas servirían a la clase para poder dar

más adelante otras batallas con un saldo más positivo. Analizar el conflicto en la

clave de la participación política de los trabajadores, su accionar político a través de

la lucha por sus intereses inmediatos, nos ayuda a comprender la calidad de su

accionar. Es decir, acercarnos a la comprensión de los cambios cualitativos en el

desarrollo de la lucha de clases en la Argentina. La direccionalidad política de sus

manifestaciones en el enfrentamiento puede darnos la pauta de en qué grado de

desarrollo se encuentra la conciencia de sí mismos de los trabajadores.

Hay que seguir desarrollando en este sentido, investigaciones, que den cuenta de

cómo en la realidad concreta en que se desarrolla la lucha de clases, va marcando a

través del aprendizaje adquirido en esa misma lucha, las estrategias políticas que va

poniendo en práctica la clase obrera (y también la burguesía). Estas van cambiando,

no son siempre las mismas y están determinadas por la experiencia de la lucha

política y la relación de los trabajadores con las ideologías revolucionarias.

 

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¿Unidos o divididos? Los anarquistas en los

Congresos de Fusión (Argentina, 1907-1910)

Martín Manuli

[email protected]

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Introducción

l Centenario de la Revolución de Mayo se celebró bajo el estado de sitio. El

“peligro” por el cual fue invocado era la declaración de la huelga general por

las dos centrales obreras del momento: la Federación Obrera Regional

Argentina (FORA) y la Confederación Obrera Regional Argentina (CORA). El

proletariado argentino sufrió la primera gran derrota de su historia, quedando así en

una virtual inacción durante los primeros años de la década de 1910.

Este trabajo tiene el objetivo de explicar la derrota del Centenario haciendo eje en la

división de las fuerzas obreras en dos centrales. Para ello se hará un recorrido

histórico por el Congreso de Unificación Obrera (1907) y el Congreso de

Concentración Obrera (1909), haciendo hincapié en las tendencias ideológicas del

movimiento obrero del momento: el anarquismo, el socialismo y el sindicalismo

revolucionario.

Postularemos que la división de las fuerzas obreras se debía a una doble disputa en

torno tanto al modo de construcción revolucionaria, como al rol que cumplirían los

sindicatos en ésta: un fin o un medio.

Los olvidados de la historia

En 1901 se construyó la primera central obrera de importancia: la Federación Obrera

Argentina. Desde el primer congreso se vislumbra que el acuerdo era incómodo para

amplios sectores del anarquismo y el socialismo. En el 2do Congreso de la FOA se

retirarán estos últimos, quienes, luego de constituir un Comité de Propaganda

Gremial fundaron la UGT.1

Esta separación no significó tranquilidad a la interna de cada una de las centrales,

sino que cada una, en su seno, albergaba grupos con posturas diferentes. Grosso

modo he de sostener que en la FOA (a partir de su 3er Congreso se llamará FORA)

disputaban dos corrientes: por un lado quienes creían que la central debía poseer                                                             1 Para una profundización sobre el proceso de conformación de la corriente organizadora del anarquismo, y el desarrollo de los congresos de la FORA véanse Bilsky (1985) y Zaragoza (1996).

E

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una meta claramente definida –el comunismo anárquico– y que debían militar en

ella, con preferencia, los anarquistas; y por otro lado, quienes sostenían que el

sindicato es lugar de cooperación de los trabajadores en tanto explotados, los cuales

en la lucha por sus reivindicaciones harán la experiencia que los llevará a ver que la

única salida es el comunismo anárquico. A los primeros me referiré como

forismofinalistas y a los segundos fusionistas. Por otro lado, en el seno de la UGT se

daba un debate que reflejaba la interna del Partido Socialista (PS). Éste se

encontraba polarizado en dos posiciones contrapuestas: los socialistas justistas

sostenían la necesidad del sometimiento del sindicato a la lucha parlamentaria del

Partido, mientras que los de la corriente sindicalista revolucionaria afirmaban que la

línea política debía someterse a las necesidades de las organizaciones del

proletariado. Cuando en el 7mo Congreso del PS (1906) se resolvió expulsar a los

Sindicalistas Revolucionarios, éstos, gracias a su trabajo previo, lograron en pocos

meses hegemonizar la UGT (ver Oddone, 1983: 286-290; Belkin, 2007).

Había, entonces, dos centrales y cuatro corrientes: los anarquistas (divididos en

forismofinalistas y fusionistas), los sindicalistas revolucionarios y los socialistas. Una

vieja tradición de la historiografía de la izquierda argentina sobre el período sostiene

que existen “tres historias del movimiento obrero”, una por cada corriente

mayoritaria: la anarquista de Diego Abad de Santillán –La FORA. Ideología y

trayectoria del movimiento obrero revolucionario en la Argentina2–, la socialista

por Jacinto Oddone –Gremialismo Proletario Argentino3– y la sindicalista

revolucionaria de Sebastián Marotta –El movimiento sindical argentino. Su génesis

y su desarrollo4–. Tres historias sobre cuatro corrientes. La misma tradición citada

sostiene que todo el anarquismo se encontraría bien cubierto por el libro de Abad de

Santillán pero un análisis cuidadoso desmiente esta suposición. Ninguno de estos

autores fue un académico de sillón sino que todos fueron militantes activos de

organizaciones políticas. Por tanto hay que analizarlos teniendo en cuenta la

                                                            2 Publicado originalmente por Ediciones Nervio en 1933, corregido por el autor y republicado en 1971 por editorial Proyección. Reeditado actualmente por Utopia Libertaria, Bs. As., 2005. 3 Publicado originalmente por Ediciones La Vanguardia en 1949. 4 Publicado originalmente por Ediciones Lacio en tres tomos entre 1960 y 1970.

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tendencia del que escribe tanto como las necesidades políticas del momento de

producción del texto. Para mis fines he de indagar el libro de Abad de Santillán.

La militancia anarquista de este autor empezó hacia el final de su adolescencia en

España. Al llegar a la Argentina, en 1918, integró el Comité Redactor de La Protesta.5

Durante la década del veinte discutió desde las páginas de este periódico tanto con la

tendencia antorchista como con los anarquistas expropiadores. La FORA... fue

publicado en 1933 en plena década infame: Abad de Santillán se encontraba exiliado

en Montevideo, mientras fracciones del anarquismo argentino se abocaban con

fuerza a la tarea de construcción de una organización que estuviera a la altura de las

circunstancias: la futura Federación Anarco Comunista Argentina (FACA)6. Esta

empresa se encontró con la oposición de muchos militantes abroquelados en la

FORA y en la redacción de La Protesta, siendo Abad de Santillán uno de ellos. Estos

veían a la futura FACA como un competidor indeseado a la hegemonía del

forismofinalismo en el anarquismo argentino.

Si bien no es nuestra intención sostener un lazo orgánico de continuidad entre la

FACA y los fusionistas de la primera década del siglo XX, es innegable la existencia

de una importante similitud: la intención de construir de un modo divergente de lo

que la ortodoxia forismofinalista postulaba. Desde la óptica de este trabajo la

diferencia más importante se origina en el plano teórico: los fusionistas sostenían

que su fin era fortalecer a la institución de la clase obrera, mientras que los faquistas,

de raigambre especifista, la consideraban un medio.

Puntualmente, sostenemos que Abad de Santillán al escribir La FORA...

conscientemente desdibujó la existencia de la corriente fusionista realizando una

tarea de ocultamiento para incidir, desde posiciones forismofinalistas, en la polémica

por la creación de la FACA. Su “historia de la central anarquista” es en realidad una

historia sumamente distorsionada de una de las dos corrientes imperantes en la

FORA (si bien se trataba de la hegemónica).

                                                            5 Sobre la vida de Diego Abad de Santillán véase su biografía en Troncoso (1983: 13-30). 6 Sobre la FACA y su complicado proceso de gestación, véase López Trujillo (2005). Otra organización anarquista de la década de 1930 fue la Alianza Obrera Spartacus: véanse Iñigo Carrera (2000) y Benyo (2005).

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Por tanto para estudiar a los fusionistas argentinos no podemos recurrir a la “historia

oficial anarquista” sino que necesitamos el aporte de otras fuentes. He podido

avanzar en este sentido realizando una tarea de análisis y comparación de los textos

de Marotta, Oddone y Abad de Santillán, auxiliada con La Protesta, El Látigo del

Carrero (órgano de los Conductores de carros), La Confederación (órgano de la

CORA) y La Acción Socialista (órgano de los sindicalistas revolucionarios).

El fusionismo olvidado de la Argentina

En las diversas historias del movimiento obrero he encontrado varios indicios que

nos permiten vislumbrar la existencia de esta corriente. Marotta hace mención a que

en los meses previos al Congreso de Unificación Obrera de 1907 desde La Protesta se

combatía a la fusión “aunque una fuerte corriente anarquista opónese a tan

peligrosa orientación, ella va, sin embargo, abriéndose camino” (Marotta, 1960: 289,

cursivas mías).7 Abad de Santillán nos ayuda a indagar más en la corriente al

decirnos que en este congreso intervienen “incluso algunos anarquistas, Coch y

Perducca, contra la declaración finalista por considerarla innecesaria” (Abad de

Santillán, 2005: 169, cursivas mías). Marotta ofrece una versión ligeramente

diferente de estos hechos: “delegados de filiación anarquista como Pardo, Casares,

Perducca, Coch y otros pronunciaron palabras de honda emoción. Nada ganará el

anarquismo –dicen– con imponer por el número una etiqueta ideológica a la nueva

organización. Demuestran cómo la clase obrera, con su división, continuará en

constante pérdida” (Marotta 1960: 304). El historiador Edgardo Bilsky sostiene que

“importantes figuras del anarquismo y no las menores, apoyaban enérgicamente el

esfuerzo unitario: Maturana, Calcaño, Pascual Guaglianone” (Bilsky, 1985, t.2: 141).

Sobre el Congreso de Unificación Sindical (1909) Cappelletti sostuvo que “aún

cuando en la nueva central quedaron, junto a socialistas y sindicalistas, varios grupos

e individuos que seguían considerándose anarquistas, es claro que la FORA no podía

reconocer tal fusión” (Cappelleti, 1990: XXX). Por último en la reunión de delegados

                                                            7 Según Bilsky luego del congreso una parte de los anarquistas fusionistas se expresarán en el órgano Labor, “pero no es pro sindicalista revolucionario” (Bilsky, 1985, t.2: 144 y 178).

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de la FORA post Congreso de Unificación Sindical (1909), donde se tenía que

resolver el problema del ingreso a la CORA, “inútiles fueron los argumentos en favor

de la incorporación en el nuevo organismo expuesto por los delegados de los

sindicatos de Conductores de Carros, Conductores de Carruajes, Zapateros,

Aserradores, Fundidores, Laminadores y otros –entidades fundamentales de la

F.O.R.A.– para que los acuerdos del congreso fueran ratificados” (Marotta, 1961: 56).

¿Sindicato anarquista o anarquistas en los sindicatos?

Puesto que mi hipótesis es que el anarquismo en el movimiento obrero argentino

debería dividirse en dos ramas –forismofinalistas y fusionistas–, es necesario

entonces fundamentar en qué se basaba esta separación. Como he mostrado en el

acápite anterior, los fusionistas basaban sus intervenciones en que consideraban a la

declaración finalista innecesaria. De este modo, la discusión distaba de ser de puro

carácter táctico, tratándose, en el fondo, de una divergencia en base a la estrategia.

La inexistencia de fuentes directas en donde los fusionistas fundamenten el por qué

se oponían a la declaración finalista torna necesario remitirnos a las críticas

realizadas al forismofinalismo por militantes internacionales y por los fusionistas del

9no Congreso de la FORA.

Tanto el forismofinalismo como el fusionismo coinciden en ciertos caracteres básicos

del anarquismo: anticapitalismo, antiestatismo, acción directa y federalismo, pero

disienten en la caracterización de cómo se dará la situación revolucionaria. El eje es:

¿la revolución la llevarán a cabo el pueblo o los anarquistas?

Es posible sintetizar la posición fusionista en las palabras que Luigi Fabbri escribió

en mayo de 1907 con respecto al Congreso de Unificación Obrera (1907):

… la organización obrera, para no ser sectaria, dogmática o autoritaria, debe evitar

toda afirmación ideológica que pueda dividir a la masa proletaria según especiales

preocupaciones de partido, pero conservando un contenido ideal, que es el de la

solidaridad con todos los trabajadores contra el capitalismo.

[...] El sindicato –agrega– para no reducirse a un mero corporativismo,

debe estar sobre la directriz de la lucha de clases y proponerse, como fin

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último, la abolición de la propiedad privada. Sobre esto todos podemos

estar de acuerdo. El sindicalismo debe tener un contenido ideal, pero debe ser tal

que afirme más los vínculos de solidaridad obrera y no que los rompa... (Marotta,

1960: 310. Cursivas del original. Negritas mías)

Pedro Casas, quien votó en contra del comunismo anárquico en el 9no Congreso,

expuso su posición en Ideas y Figuras:

Hemos dicho que las sociedades obreras no son entidades anarquistas, y esto es la

pura verdad. ¿Quién puede negar esto? Sólo los miopes de entendimiento,

desconocedores de la organización sindical de los trabajadores. Nosotros sabemos

que las sociedades obreras son organismos creados y sostenidos por individuos de

distintas tendencias sociales e ideológicas, unidos por una misma necesidad

económica. Todo lo contrario de las instituciones anarquistas –que por desgracia

pocas o casi ninguna hay ya en el país– las cuales están formadas y sostenidas por

individuos unidos por afinidades ideológicas, aún cuando exista diferencia en las

condiciones económicas de cada uno.

[...] No confiamos en las declaraciones porque sabemos que no es con

ellas que se hará conciencia, pues ésta sólo surge por la obra diaria de los

que sienten y los que piensan. Por esto es que bregamos noche y día, dentro de

las multitudes, con el fin de hacer conciencia, pues estamos convencidos que ella,

solamente ella, la conciencia de la propia fuerza y derechos, ha de revolucionar el

mundo. (Ideas y Figuras, 1/5/15. Cursivas del original. Negritas mías).

Encontramos la fundamentación del forismofinalismo en un artículo de Gilimón

escrito en 1915 debido también al 9no Congreso de la FORA:

Yo entiendo que el anarquista es anarquista en todas partes, debe serlo, está obligado

consigo mismo a serlo. Y no se está profundamente convencido de la verdad de las

propias ideas, o es de rigor que en el gremio, en las escuelas y en todas partes se

sostengan y propaguen.

Sin embargo, no se hace esto y lo que es peor aún, se censura a quienes lo hacen o a

quienes sostienen que se debe hacer.

Unos aducen que los gremios son agrupaciones de intereses idénticos y que llevar a

ellos las ideas es romper la unidad de intereses.

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[...] Todo esto es sencillamente incongruente. Y además peligroso para la difusión del

ideal, que desgraciadamente tropieza con demasiados obstáculos para llegar al

conocimiento de las grandes multitudes” (Gilimón, 1921: 3).

“Una entidad que se intitule anarquista, posiblemente llegará a hacer obra anárquica.

Una que prescinda de este rótulo, considerándolo pernicioso para su robustez, jamás

realizará obra anárquica, y cerrará sus oídos a toda prédica anarquista (Gilimón,

1921: 6).

Este artículo es comentado por el joven Abad de Santillán, quien sostiene que:

En un sindicato revolucionario, los que no comparten los puntos de vista de sus

miembros no tienen nada que hacer de bueno y sólo de estorbo y de lastre sirven. Y

sacrificar la finalidad de estas organizaciones obreras a su integración numérica, es

conspirar contra la revolución, o desconocer la base fundamental de las

organizaciones (Abad de Santillán en Gilimón, 1921: 15).

Como es evidente, esta discusión, de raigambre abstracta al tratar de estrategia

revolucionaria, significa un fuerte posicionamiento hacia la realidad concreta: los

anarquistas que sostenían posiciones en la línea expuesta por Fabbri y Casas trataron

de incidir desde dentro de las organizaciones de la “masa”, en cooperación con

fuerzas no anarquistas, pero sosteniendo métodos y fines consecuentes con su ideal.

Entender a la FORA como institución de la totalidad de la clase es entender que el

anarquismo será una fuerza más dentro de ella, aunque en esta lectura, es una

necesidad revolucionaria el llegar a ser la hegemónica. La concepción estratégica de

los forismofinalistas estaba en las antípodas de esta posición: ni siquiera con la

hegemonía en una central “apolítica” se conformarían, solamente era aceptable la

sumisión formal de todas las otras tendencias ante el principio “superior”: el

comunismo anárquico.

El sindicato: ¿medio o fin?

Un debate de alta importancia que nunca fue saldado en el período es el concerniente

al rol de los sindicatos en el proceso revolucionario: ¿se tratan de un medio

revolucionario, o de un fin en sí mismos?

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Los forismofinalistas recalcaban que al poner como finalidad el comunismo

anárquico se evita que la organización sindical se reduzca a una mera “lucha del

estómago” (El Látigo del Carrero, 28/4/1910). En palabras de Emilio López Arango:

¿Qué harían los sindicatos obreros, en plena revolución y una vez expropiados los

capitalistas, para organizar la vida sobre bases nuevas, si sus componentes carecieran

de una noción sociológica que les permitiera abarcar el difícil problema de su

verdadera y completa emancipación? (López Arango, “Sindicalismo Revolucionario”,

en López, 1998: 211)

Los fusionistas –en sintonía con el pensamiento de Bakunin– veían en la solidaridad

que nacía entre los trabajadores agremiados el germen de la sociedad futura.

Encontramos este punto de vista en Labor -revista publicada en 1907 por un grupo

de anarquista profusión entre los que estaban Fag Liber y José de Maturana- en el

artículo “Organización y Acción”:

á la organización no puede suponérsela creada para un fin único, determinado, sino

que, como nacida de las nececidades [sic] populares, es á la vez un arma de guerra

que se esgrime diariamente contra el patronato, que va destruyendo, lenta pero

eficázmente, los torreones en que se guarece el capitalismo. y también el embrión de

la sociedadfutura [sic] en que los productores, organizados, resolverán en el

sindicato las mejores y más científicas formas de producir más y mejor en el menor

tiempo posible y con un desgaste mínimo de energía productoras (Marcelo Vives,

Labor N° 2, s/f. Cursivas mías)

Este planteo es similar al que sostenían los sindicalistas revolucionarios. Por ejemplo

Francisco Rosanova escribe:

En la organización [sindical] el proletariado adquiere la potencia para combatir al

capitalismo y la triple capacidad indispensable para suprimirlo con ventaja en un día

no lejano. Ahí no hay profesores de sociología; y, sin embargo, es donde se elabora

una nueva y más perfecta sociedad con nuevos derechos y una nueva moral (La

Confederación, 1/5/15. Cursivas mías).

Como se verá en los acápites siguientes es el forismofinalismo quien sostiene la

necesidad de entender al sindicato como un medio, mientras que los fusionistas

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compartían con los sindicalistas revolucionarios la posición de la organización de los

trabajadores como una finalidad.

Primer intento: Congreso de Unificación Obrera (1907)

Luego de la huelga general de enero de 1907, realizada por la FORA y la UGT, se

abrió un proceso en donde la fusión se veía como necesaria. Si bien los

forismofinalistas eran reticentes, la influencia hacia dentro de la central de la

corriente fusionista, sumado con el sector sindicalista revolucionario que militaba

con fuerza en la UGT y al clamor de las bases, logró que en el 6to Congreso de la

FORA se resolviera hacer un llamado a un Congreso de Fusión. En palabras de Abad

de Santillán:

Los trabajos pro acercamiento gremial no cesaban por parte de los sindicalistas y

también de algunos anarquistas; el tercer congreso de la Unión General de

Trabajadores [...] había allanado mucho el camino. Pero lo que borró muchas de las

hondas disidencias y desconfianzas recíprocas fue la gran huelga general de enero de

1907 en solidaridad con el proletariado rosarino. (Abad de Santillán, 2005: 160)

El Congreso de Unificación Obrera sesionó a partir del 28 de marzo de 1907 en el

Teatro de la Sociedad Verdi de Capital Federal. Comenzó mal para los sindicalistas

revolucionarios puesto que, luego de una larga discusión (que tomó dos sesiones), los

forismofinalistas impusieron su mayoría y revocaron las credenciales de Zaccagnini

–por ser administrador de La Vanguardia- y Juan Peréz Arce, aprobándose la de

Carlos Balsán –administrador de La Protesta- quien estaba formalmente en la

misma falta que el primero. Para coronar esta demostración de fuerza la asamblea

decidió colocar a Balsán como presidente.

Este Congreso tuvo un resultado negativo puesto que se aprobó por 62 votos contra 9

(con 38 abstenciones) que la finalidad de la central fusionada fuera el comunismo

anárquico. Sostuvieron esta postura los delegados forismofinalistas y se declararon

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en disidencia los delegados de la UGT (especialmente los socialistas8) junto con una

minoría anarquista.

Esta disidencia la encontramos reflejada en las fuentes del siguiente modo:

“[intervienen] incluso algunos anarquistas, Coch y Perducca, contra la declaración

finalista por considerarla innecesaria” (Abad de Santillán, 2005: 169, cursivas

mías). Según Marotta: “delegados de filiación anarquista como Pardo, Casares,

Perducca, Coch y otros pronunciaron palabras de honda emoción. Nada ganará el

anarquismo –dicen– con imponer por el número una etiqueta ideológica a la nueva

organización. Demuestran como la clase obrera, con su división, continuará en

constante pérdida” (1960: 304).

Hemos confeccionado una lista de los ácratas que levantaron una posición pro fusión

en este congreso: los delegados de sombrereros9 (Atilio Bianchetti10 y E. Castagnino),

Coch, Pardo y Vicente Perducca (delegado por Aserradores11). Es interesante

remarcar que ninguno de ellos se acopló a la decisión de varios gremios de retirarse

                                                            8 Según Oddone los sindicalistas revolucionarios eran partidarios de “la fusión a todo trance, aun a costa de pasar por la declaración del comunismo anárquico, que –según decían– no tenía importancia alguna, pues como los anarquistas carecían de conocimientos de organización y de administración, pronto la nueva central habría caído ‘en nuestras manos’”. Por eso “en la votación final todos los sindicalistas se abstuvieron de votar o estuvieron ausentes, para no sumar sus votos a los adversarios del comunismo anárquico. Y así, como veremos, se retiraron del Congreso, juntamente con socialistas y autónomos, fue ante la reacción de éstos y la decisión manifiesta de los anarquistas de no admitir en su organización a quienes no pensaran como ellos” (Oddone, 1975: 288). 9 Según Marotta este gremio “después de rechazar la resolución [del comunismo anárquico], estima ‘que una declaración de esta índole debe ser tomada por las asambleas de los gremios’” (1960: 309). 10 En Bilsky (1985, t.2: 176 y 154) encontramos un problema con Bianchetti. Este autor lo menciona dos veces, la primera en tanto parte de la fracción pro fusión del anarquismo, y la segunda como perteneciente al sindicalismo revolucionario. En tanto Marotta lo rubrica como “sindicalista” cuando es nombrado para el Consejo Confederal de la CORA (1961: 55). Pero siendo que este militante pertenece a un gremio de fuerte inspiración anarquista integrante de la FORA (sombrereros) nos encontramos en una encrucijada. Siendo que la realidad es compleja y es una tarea muy difícil señalar el momento de pasaje de una tendencia política a otra, es posible que Bianchetti fuera un militante que se encontrara en algún punto entre la fracción anarquista que he llamado fusionista y la corriente sindicalista revolucionaria. Un caso similar (aunque ligeramente posterior) es el de Francisco J. García, véase Troncoso (1983) y Sartelli (s/f). 11 Por el mismo gremio estaba delegado Cesano, quien mantuvo las mismas posiciones que Perducca. Por desconocer si se reconocía como militante anarquista hemos preferido no mencionarlo en la lista anterior.

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del Congreso en protesta por la votación del comunismo anárquico. Es posible que

esto deba entenderse como expresión de voluntad de seguir construyendo dentro de

la FORA más allá de las diferencias de índole táctica.

Se encuentran en los balances de este Congreso acusaciones cruzadas de votación

inorgánica. Un testimonio muy valioso lo encontramos en el panfleto de Antonio

Zaccagnini “Desde la barra del Congreso de... fusión” republicación de una nota del

Progreso de la Boca publicada una semana después de la finalización del Congreso.

El autor, quien fue echado del Congreso y tuvo que presenciarlo desde la barra, dijo:

se han visto en este Congreso representantes de gremios –como el de Vendedores de

diarios12- que désde (sic) hace tiempo habían abandonado por completo su

organización sindical. Otros se han organizado especialmente para asistir á las

sesiones del Congreso, formando así una mayoria (sic) artificiosa (Zaccagnini, 1907:

15).

Otra acusación, todavía más seria por las implicancias que tiene, es la siguiente:

¿Quién no conoce entre nosotros a los que forman la sociedad Carpinteros de Ribera?

Sus componentes son en mayoria (sic) hombres todavia (sic) esclavos de los

prejuicios religiosos, católicos militantes; sin embargo el delegado de este gremio ha

votado por el comunismo anárquico. Y despues (sic) se dice que los diputados no

representan las aspiraciones del pueblo!

-Estaba escrito é impreso este artículo cuando la asamblea de los «Carpinteros de

Ribera», rechazó en un todo la conducta del Delegado13, resolviendo retirarse de la

F.O.R.A. (Zaccagnini, 1907: 26-27).

Según Marotta los delegados de “Pintores, Panaderos, Obreros de las Catalinas,

Fundidores y Caldereros” desconocieron su mandato de impulsar la moción “que el

congreso no se pronuncie ni en pro ni en contra de la propaganda de ideologías

dentro de las sociedades gremiales” (Marotta, 1960: 309). Al analizar los nombres de

                                                            12 Esta referencia es la única que hemos podido encontrar a la participación de este gremio en este Congreso. Tanto Abad de Santillán como Oddone no lo mencionan en sus listados de participantes. Marotta no consigna la lista de asistentes. Es posible que haya habido una omisión en las actas del Congreso o que se trate de un error de Zaccagnini. 13 Según Oddone se trataba de Miguel Cabrera y J. Gonga. No hemos encontrado más datos de ellos.

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estos delegados encontramos a José Pañeda (Caldereros): un destacado

forismofinalista designado al Consejo Federal luego del 6to Congreso de la FORA y

posteriormente deportado por su militancia en la Huelga de Inquilinos (1907). Otro

delegado digno de mención es Ramón Rusp (Obreros de las Catalinas) quien en su

intervención en el Congreso sostuvo que “si los obreros estuvieran capacitados otra

cosa sería. Por eso hay que enseñarles el comunismo anárquico” (Marotta, 1960:

299).

Por otro lado, según Abad de Santillán, de “Aserradores y Anexos [el] delegado votó

contra el mandato de su gremio [oponiéndose al comunismo anárquico]” (Abad de

Santillán, 2005: 171). Siendo que Aserradores tenía dos delegados, pero se votó por

número de sociedades, esto debe significar que tanto J. Cesano como el ya

mencionado Vicente Perducca deben haberse puesto de acuerdo en esta (supuesta)

inorganicidad14.

En el primer intento de fusión los forismofinalistas se plantearon puristas dejando

pasar la oportunidad de hegemonizar una central reforzada. Esta posición se volverá

la histórica de la FORA. Veremos como en el próximo Congreso los fusionistas

seguirán militando por la unidad15.

Segundo intento: Congreso de Concentración Obrera (1909)

                                                            14 No encontramos referencias sobre este hecho tanto en Oddone como en Marotta. Es de extrañar que un militante que probadamente haya ido en contra de su mandato volviera a ser elegido por las bases para representarlas en un futuro congreso de fusión en donde sostuviera un voto similar a su (pretendida) posición inorgánica, aunque no sería una situación imposible. Pero las evidencias me hacen pensar en que Abad de Santillán no consigna la información de manera correcta. 15 He tenido acceso a algunos números del periódico profusión Labor (2, 3, 6 y 7) pero no he podido encontrar en ellos una crítica clara a este Congreso. Es posible que esta figure en el número 1. He encontrado dos rastros: en “La Fusión” (número 2) se sostiene que la moción Oddone “no triunfó, con ser hermosa [...]. Le faltaba algo, una clàusula [sic] final, una frase, un pedacito de futuro!”. Y en el número 3 en la crítica del folleto “Desde la barra del Congreso de Fusión” de A. Zaccagnini se dice: “Nos place que el grupo sindical no omita esfuerzos para justificar su actuación en aquel debate, que tan deplorables consecuencias tuvo por la intransigencia de todos”. Es de remarcar que ninguno de los redactores de Labor participó del Congreso como delegado.

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El segundo Congreso de Fusión, llamado “Congreso de Concentración Obrera”, nace

de la gestión de un grupo de gremios autónomos, que en reunión el 25 de febrero,

desecharon la idea de formar una nueva central. Por ello comenzaron a gestionar la

fusión de las existentes por medio de un Comité. Este se encontraba compuesto por 1

delegado del sindicato de Ebanistas (afiliado a la UGT), 1 delegado de Carpinteros16

(afiliado a la FORA), 3 delegados de los sindicatos autónomos, y dos respectivamente

para cada una de las centrales. Un total de 3 delegados por central (y otros tantos

para los autónomos). Pero la FORA decidió no darle entidad al nuevo Comité al

nunca nombrar a sus delegados. El Comité comenzó a gestionar un Congreso de

Fusión desde esa fecha, enviando circulares a todos los organismos obreros del país.

En las semanas previas al Congreso se dieron una serie de hechos confusos. Según el

informe leído por el Secretario de la FORA en el 8vo Congreso estos se resumirían así:

“se pasó una circular con fecha 28 de agosto, en la cual se invitaba a las sociedades a

reunir sus componentes respectivos y resolver sobre la actitud a asumir.

Terminábase pidiendo el envío de los delegados a la reunión que el 17 de septiembre

[...] a fin de conocer los resultados. [...]

Estos delegados publicaron en nombre de sus gremios el acuerdo tomado y que dice:

[...] este Consejo, a indicación de los delegados reunidos el viernes 17 del presente,

aconseja a todas las sociedades federadas que concurran a dicho congreso con

razonado y elevado criterio a fin de que la verdad, la luz y la razón abran amplios

horizontes a nuestra marcha.

[...] El Comité pro fusión que entonces funcionaba, por error adoptó una resolución

que obstruía la entrada al congreso de toda sociedad que hasta el 2 de septiembre no

                                                            16 Según Oddone se trata de Vollino (Oddone, 1975: 294), de quien no encontramos rastro en ningún congreso tanto previo como posterior. Es interesante notar que excepto este “desliz” los Carpinteros son uno de los sindicatos mas fieles al forismofinalismo: en el Congreso de Unificación Obrera (1907) votaron a favor de mantener el comunismo anárquico, en el 7mo Congreso de la FORA elevaron la moción de que no se tenga mas trato con la UGT (aprobada) y en el 9no Congreso de la FORA fueron de los pocos contrarios a retirar la finalidad comunista anárquica, participando de la escisión llamada FORA V Congreso. Como se trasluce de la Circular del Consejo de la FORA con fecha 28 de septiembre el delegado del gremio de Carpinteros siguió participando de la Comisión (dicha Circular en Abad de Santillán, 2005: 192).

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hubiese presentado su adhesión. La notificación se publicó en diferentes diarios,

entre los días 3 y 7 del mes mencionado. Como la medida implicaba exclusión

arbitraria, naturalmente hubo protestas. Más tarde se publicó en La Protesta la

revocación de aquel acuerdo, asegurándose que se hizo con fecha 13. Pero esta

medida y su rectificación, y las tardías decisiones de las sociedades que contestaron a

la circular del 28 de agosto, llevaron como consecuencia el que la celebración del

segundo congreso de fusión contase con 10 de nuestras sociedades17” (Abad de

Santillán, 2005: 200-201).

Este suceso complicado puede ser tomado de diversas maneras. Oddone lo omite en

su capítulo dedicado a la fundación de la CORA. Abad de Santillán no abundará más

allá del informe, parte del cual transcribimos. Bilsky lo toma como “errores

involuntarios de la comisión organizadora crean confusión en las filas de los

anarquistas” (tomo dos, 1985: 153). Por último Marotta reproduce parte del informe

antedicho y acota con mordacidad: “a esa circunstancia [el cierre de admisiones el 2

de septiembre], y a las tardías decisiones de las organizaciones en contestar la

circular que motivara la reunión débese, de estar al informe, que sólo diez de las

organizaciones afiliadas a la F.O.R.A. hubiesen acudido al congreso que, como hemos

visto, venía siendo propiciado desde un año antes y había sido convocado con

largos meses de anticipación” (Marotta, 1961: 65. Cursivas mías).

El análisis de las diversas posiciones refleja que el problema de las fechas es más bien

una excusa, puesto que el problema de fondo radicaba en que la FORA no tenía

posición tomada sobre el Congreso. Ante la inminencia del hecho se trató de salvar

esta carencia llamando lo más rápido que permitían los tiempos a una reunión de

delegados con mandato. En esta era posible que la FORA hubiera acordado no

participar. Pero se resolvió lo contrario. Como ya se resaltó previamente, el cierre del

plazo de recepción de adhesiones había sido unos días antes, por lo que resulta

materialmente imposible que los delegados no supieran que su decisión no se daba

luego de la posibilidad de adherir al Congreso. Los delegados actúaban a sabiendas

                                                            17 Como veremos infra mis datos indican que este número se encuentra errado, siendo 12 las sociedades de la FORA presentes en el Congreso.

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de que era posible que varias sociedades de resistencia afiliadas a la FORA no

pudieran asistir.

A esta reunión asistieron delegados de 12 gremios, consignados en la columna b del

cuadro 118. Comparando estos gremios con los asistentes a la reunión del 25 de

febrero citados en Oddone19 encontramos que Albañiles y anexos, Curtidores,

Herreros de Obras y Carpinteros participaron de ambas reuniones. Por otro lado

sabemos que en el posterior Congreso de Concentración Obrera Sombrereros,

Conductores de Carros y Aserraderos votaron a favor de la creación de la CORA. De

este modo encontramos que de los 12 presentes en la reunión del 17 de septiembre

son cuando menos 7 los que están a favor de lograr, como mínimo, la discusión de

una posible fusión.

Pero hay un detalle más a tomar en cuenta: 12 gremios van a encontrarse

representados en el Congreso de Concentración Obrera (columna c). Tanto Oddone

como Abad de Santillán reproducen las listas de participantes20, por lo que es posible

que en el Informe del Consejo Federal de la FORA se deslizara un error material al

consignar que asistieron sólo 10 sociedades federadas. Al comparar la columna b con

la c surge que la reunión de delegados (de la que lamentablemente no encontramos

fuente que consigne el conteo de votos) no tuvo ninguna representación de los

gremios que no buscaron participar del Congreso de Fusión. Viceversa todos los

sindicatos que se hicieron presentes en este entendieron necesario militar la reunión

previa.

El Congreso de Concentración Obrera se realizó los días 25 y 26 de septiembre de

1909 en México 2070. Previo al inicio, en la tradicional disputa por las credenciales,

sucedió un episodio similar al anterior Congreso sólo que con los roles cambiados.

En esta ocasión la comisión de poderes impugnó la credencial de Antonio Zamboni,

                                                            18 Por consideraciones de espacio he omitido del mismo los gremios que no participaron de las dos reuniones de delegados de la FORA. 19 Estos fueron: Albañiles y anexos, Pechereros, Obreros en mimbre, Escoberos, Electricistas, Talabarteros, Sastres, Constructores de Carros de La Plata, Liga Internacional de Domésticos, Torneros en madera, Curtidores, Ebanistas, Herreros de obras, Empajadores, Horneros, Unión General de Trabajadores y Carpinteros (en Oddone, 1976: 294). 20 Con ligeras diferencias: en Abad de Santillán no figuran los Zapateros. Las listas en Oddone (1976: 295) y en Abad de Santillán (2005: 190-191).

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delegado por los Cigarreros de Santa Fe, la de los delegados de Panaderos de

Balcarce y los Obreros de las Canteras de Tandil. Luego de las discusiones de rigor, se

decidió rechazar sólo la de Zamboni por no pertenecer a organización obrera alguna

(aunque era redactor de La Protesta). Posteriormente varios delegados objetaron la

credencial de F. Cúneo (socialista), quien después de un largo debate se retira del

Congreso.

A diferencia del anterior este finalizó, nominalmente, con la fusión concretada en

una institución: la Confederación Obrera Regional Argentina. Al final de Congreso

encontramos varios discursos de apoyo, entre los que figuran dos reconocidos

anarquistas: Francisco J. López (histórico delegado de Conductores de Carros) y

Gabriel Biaggiotti (delegado por Carpinteros). Este último si bien había votado en

contra de la fusión en el Congreso de Unificación Obrera (1907) y en este defendió la

necesidad de la finalidad, aceptó la fusión, siendo elegido parte del Consejo

Confederal de la CORA. Como vemos los fusionistas y los sindicalistas

revolucionarios llegaron a un acuerdo y, durante el congreso, lograron someter al

mismo a los forismofinalistas.

Dos días después del fin del Congreso el Consejo Federal de la FORA emitió una

circular. En esta se explica de modo rápido la situación y se resuelve: “es imposible

que este Consejo reconozca o acepte lo hecho por ese congreso, puesto que de las 85

sociedades que componen la F.O.R.A., sólo 10 de ellas tomaron parte en sus

deliberaciones, no pudiendo tampoco aceptar un Consejo nombrado en forma tan

anormal. Por las consideraciones expuestas más arriba, pedimos a la sociedades

federadas que reúnan al gremio en asamblea y resuelvan la actitud que se debe

adoptar ante lo hecho por el congreso de fusión” (Abad de Santillán, 2005: 193).

Luego se llama a una reunión de delegados para el 30 de octubre.

Abad de Santillán reproduce la circular enviada con el resumen de la reunión. En ella

el delegado de Panaderos de Tucumán, Zamboni (quien fuera expulsado del

Congreso de Concentración), sostuvo una moción en donde se niega la validez de la

fusión y se exige que un Congreso de la FORA se expida. Mientras que como

contrapuestas figuran una moción de Albañiles y otra de Sombrereros (aunque no se

menciona su contenido). Ganó la impulsada por Zamboni. Encontramos más

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información sobre esta reunión en La Acción Socialista, órgano de los sindicalistas

revolucionarios. En la nota publicada el 6/11/1909, con el nombre “La decadencia

antifusionista”, se explica que primero “un delegado pretende que se excluya de la

reunión las delegaciones de aserradores y sombrereros porque se han adherido a la

Confederación [...]. Fue rechazada la moción por 16 votos contra 9” (Acción

Socialista, 6/11/1909, en AAVV, 2010: 42). Luego se abrió el debate. Intervinieron a

favor del finalismo anárquico los delegados de Fideeros de la capital y Repartidores

de diarios. En la posición contraria nos encontramos con Pérez de Panaderos y a

Martínez de Conductores de Carros21. El delegado de esta última llegó a sostener que

“los conductores de carros tenían el propósito de retirarse de la F.[ORA] si ésta no se

incorporaba a la Confederación” (Acción Socialista, 6/11/1909, en AAVV, 2010: 42).

En este artículo de La Acción Socialista nos encontramos con valiosa información

concreta: “Votaron por la adhesión á la Confederación las delegaciones siguientes:

conductores de carros, idem de vehículos, panaderos, aserradores, sombrereros,

obreros del puerto, zapateros y otras dos que no recordamos cuáles son” (Acción

Socialista, 6/11/1909, en AAVV, 2010: 43).

Al comparar la columna b con la d del cuadro 1 encontramos que, excepto Herreros

de obras, todos los gremios que participaron de la reunión del 17 de septiembre

asistieron a la del 30 de octubre. Una mirada horizontal nos indica que 3 gremios

tienen asistencia perfecta a todas las instancias. Sólo 4 gremios de la FORA

participaron del Congreso Obrero del 25 de febrero. Conductores de vehículos es un

caso único de gremio que sólo asiste al Congreso de Concentración y a la reunión de

delegados del 30 de octubre. Por su parte Herreros de obras participa de las tres

primeras instancias pero no de la última reunión de delegados de la FORA.

                                                            21 En El Látigo del Carrero nos encontramos que existe un Ramón Martínez militante activo de esta sociedad. Participó como tesorero de la comisión de la huelga de 1906 en la que fue apresado (junto con el histórico carrero M. Santos Montagnoli). La referencialidad de Ramón Martínez nos lleva a suponer que es posible que fuera el quien estuviera en esta reunión. En El Látigo... del 31 de marzo de 1910 se informa que decidió retirarse al campo “á buscar allá lejos, el seno apasible [sic] de la naturaleza, un poco de paz para su espíritu, un tanto fatigado, sino quebrantado, por la vida de lucha. [...] Nos consta que esta su resolución de retirarse de la vida activa, más que el canzancio [sic], ha influenciado otras causas que no nombramos por no ser del caso, ni necesaria”. Que esta decisión sea por otras causas y en medio de agrias disputas en el seno del movimiento obrero es sugerente.

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Cigarreros de Santa Fe sólo asistió al Congreso, sin poder participar de él puesto que

su delegado es expulsado. En resumen, excepto 12 gremios que asistieron al

Congreso, todos los demás miembros de la reunión del 30 de octubre asistían por

primera vez en este año a una discusión orgánica sobre la fusión obrera; estos

totalizan 16 gremios.

Al no poseer un listado de los que votaron en contra de la participación en la CORA,

me veo obligado a realizar deducciones, que como tales sólo son aproximaciones

parciales. Ya nombramos a 7 de los que votaron a favor (entre los que figuran los

panaderos). Según Marotta (1961: 56) Laminadores estaba a favor de la fusión.

Panaderos de Tucumán debió votar en contra puesto que elevó la moción de no

participar en la nueva central. Repartidores de diarios y Fideeros expresaron en la

reunión posiciones contrarias a la CORA. Es lógico pensar que el voto positivo

restante se debe encontrar en los gremios que asistieron a más reuniones. En el

cuadro figuran con la marca “X **”. Estos son 4.

Otro análisis posible de estos datos es la fuerza relativa que poseen estos gremios.

Leáse: su inserción estratégica en el proceso productivo. De este modo encontramos

que entre los gremios que instaban por la entrada en la CORA se encuentran los más

influyentes: Aserradores, Conductores de carros, Conductores de vehículos, Obreros

del puerto, Laminadores y Panaderos. Entre los 5 dudosos (de los que es muy

probable que uno se posicionara favorablemente a la CORA) se ven potencias

variables: Albañiles, Carpinteros22, Curtidores y Fundidores. De los que asistieron

sólo a la última reunión conocemos a ciencia cierta sólo a 2 que se expresaron

negativamente: Repartidores de diarios y Fideeros. Dentro de los que no sabemos su

posición, como gremios de importancia sólo encontramos a: Caldereros, Foguistas

unidos y Gasistas. En síntesis: entre los que votaron por la negativa tenemos al

menos 13 gremios de importancia muy marginal.

                                                            22 Este gremio es el único de la FORA que estuvo representado en el Comité Pro Fusión creado en el Congreso Obrero del 25 de febrero. Su histórico abroquelamiento con el forismofinalismo genera dudas razonables sobre la posibilidad de un posicionamiento favorable a la unidad en las gestiones posteriores. Aunque el discurso pro fusión del delegado Biaggiotti al final del Congreso nos vuelve a sumir en la incertidumbre.

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De este modo el discurso inaugural del Congreso realizado por Magistrale, secretario

del Comité Pro Fusión, suena profético: “entre los 32 sindicatos de la Capital y 16 del

interior que respondieron al llamado, figuran los ‘de mayor importancia, tanto por

su número como por su espíritu de combatitividad’, y comprenden a la mayoría de

los obreros sindicados en la República’. El Congreso –añade- ‘es el representante fiel

del proletariado organizado del país, cuantitativa y combativamente considerado’”

(Marotta, 1961: 50. Cursiva mías). Ya desde el comienzo se quizo dejar sentada su

legitimidad, avizorando predecibles impugnaciones sobre este aspecto.

Como explicar lo inexplicable

Conductores de carros es un caso de gremio que se abocó a la fusión. Participó de 3

de las instancias. En el Congreso su delegado Francisco López es uno de los que

“pronuncian sentidos discursos, exornados de bellos conceptos, haciendo votos por

que sea fructífera la obra de la nueva central, oradores de todas las tendencias”

(Marotta 1961: 55). En la reunión del 30 de octubre encontramos que:

“Habla Martínez, delegado de los conductores de carros de la capital, manifestándose

partidario de la incorporación de las organizaciones de la F.O.R.A á la

Confederación. Sostuvo su propósito con sólidos argumentos, estudiando la misión

de la organización obrera y su impotencia actual para realizar luchas de carácter

general. [...] Hay que unir todas las fuerzas en la Confederación, la cual lucha sobre el

terreno de la acción directa, para hacer posible una campaña beneficiosa que derribe

todos los obstáculos que se oponen al desenvolvimiento de la organización. Estos

argumentos y muchos más que expuso Martínez no fueron refutados y ni siquiera

tocados por los adversarios quienes hallaron más cómodo repetir que querían ser

fieles a su fetiche, la F.O.R.A. y que ésta era más amplia. ¡Tremendo argumento!”

(Acción Socialista, 6/11/1909, en AAVV, 2010: 43).

Pero finalmente Conductores de carros permaneció dentro de la FORA. De tal modo

participó del 8vo Congreso. Francisco López en tanto delegado de este gremio fue el

Presidente de las sesiones. La aridez de las actas nos niega más información sobre la

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participación de esta sociedad en los debates. Sabemos que Conductores de Carros

continuará dentro de la FORA luego de este Congreso.

Afortunadamente contamos con un balance del Congreso de Unificación de 1909 en

El Látigo del Carrero. El 28 de febrero de 1910 fue publicada una nota con el título

“ACLAREMOS” escrita por “El delegado al Congreso” en donde se exponen las

razones por las cuales esta sociedad si bien participó en principio de la nueva central,

posteriormente decide retirarse. El autor puede ser López o Martínez, aunque siendo

que el primero fue el delegado al Congreso, mientras que el segundo fungió en la

reunión de delegados, es más probable que se trate de López. Este texto está escrito

en respuesta a una nota publicada en El Obrero en Madera en donde “el articulista

[manifiesta] que somos absorvidos y dirijidos [sic] por cuatro charlatanes jesuitas

[del Consejo de la FORA]”. A lo que el delegado responde que si Conductores de

Carros “mandó delegado al último Congreso de Fusión fué por que reconocía que la

fusión era una necesidad de la cual todos estábamos enterados, y si los delegados de

este gremio aceptaron las resoluciones del último Congreso, fué porque las creyeron

convenientes, pero tengase en cuenta que dichos delegados no se han adherido á la

Confederación sinó que expusieron que lo allí acordado pasarían á «referendum de la

asamblea del gremio»” en donde se acordó no adherir a la nueva central. Puesto “que

si [Conductores de Carros] se adhería á la nueva institución, cometería un acto de

traición á sus hermanas aquellas que siempre las habían acompañado en la lucha [...]

y que por lo tanto era un deber moral el de ponerse de acuerdo con ellas”. Finaliza

aclarando “conste que nosotros queremos la unificación de todas las organizaciones

obreras de la Región Argentina pero en una forma amplia donde todos tengan

derechos á gozar de la fuerza de la organización del proletariado argentino sin

reducirnos puramente á una lucha del estómago”. En síntesis en Conductores de

Carros primó la organicidad ante la decisión de la mayoría de los delegados de la

FORA. Esta es la posición de aparente contradicción que le recrimina El Obrero en

Madera, órgano de una sociedad perteneciente a la CORA.

En La Protesta del 3 de noviembre de 1909 encontramos la argumentación de

Zamboni. En esta explica porque, para los forismofinalistas, el estar en contra de la

CORA es militar en pos de la fusión:

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    109� 

“Pasaron años tras años, se gastaron muchas energías, y al fin y al cabo, llegamos á la

conclusión de que, aceptando el Pacto de Solidaridad, quedarían destruidas las

divisiones latentes entre los organismos obreros del país. [...] Pero nosotros, los

revolucionarios anárquicos, continuaremos machacando por el cumplimiento de los

acuerdos adoptados por el VII Congreso, que según parece fueron subordinados á los

chines y tiquis miquis [sic] de pretensos revolucionarios” (Cursivas del original).

Como vemos es una explicación complicada. La clave está en el llamado a respetar las

resoluciones del 7mo Congreso de fines de 1907, en donde específicamente se dice:

“Considerando que en el pasado congreso de unificación [1907], las sociedades

adheridas a la U.G.T. han dado pruebas de poca corrección societaria en las prácticas

democráticas, pues una minoría ha sido la causa del fracaso de dicho congreso [al

retirarse tras la imposición del comunismo anárquico], hago moción para que desde

este congreso la F.O.R.A. no tenga ya trato con la U.G.T. para realizar otro congreso

de unificación” (Abad de Santillán, 2005: 180).

En síntesis Zamboni sostenía que el Congreso de Concentración Obrera que se

realizó pocos meses antes iba en contra de los acuerdos previamente tomados y, por

lo tanto, en consonancia con estos no podía haber acercamiento entre las dos

centrales. Ya se habría comprobado que la unificación era a partir de la aceptación

del Pacto de Solidaridad y del consiguiente comunismo anárquico. El argumento de

Zamboni reside en que cualquier posición contraria a este acuerdo no tenía que ser

entendida como una búsqueda sincera de la fusión.

La continuación de la línea

La decisión de la reunión de delegados del 30 de octubre de 1909 debía ser revisada

en el 8vo Congreso de la FORA. Este no pudo realizarse en diciembre a causa al

estado de sitio posterior al ajusticiamiento de Falcón, por lo que se sustanció a

mediados de abril de 1910. En este se resuelve que:

“1° La F.O.R.A. da por resumida su labor de organización y elaboración de bases,

quedándose con el pacto de solidaridad y la adhesión de las sociedades concurrentes

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    110� 

a este congreso e invita a las sociedades autónomas y adheridas a la Confederación a

ingresar en ella cuanto antes.

2° Nombrar el Consejo Federal íntegro, dando a tres de sus miembros el carácter de

provisionales para que en caso de incorporarse las restantes sociedades los

reemplacen compañeros nombrados ad referendum, por las sociedades no

concurrentes” (Abad de Santillán, 2005: 203-204).

Será este el acuerdo que permitió el ingreso de la CORA en 1914, antesala del

polémico 9no Congreso en donde se quitó la finalidad comunista anárquica a la

Central. Pero en 1910 nada daba a esperar este desenvolvimiento posterior.

Los magros registros sobre este Congreso que se encuentran en Abad de Santillán,

Oddone y Marotta nos impiden realizar generalizaciones. Encontramos que la

comisión de poderes estuvo compuesta por dos forismofinalistas (Antonio Zamboni y

Joaquín Hucha), un anarquista fusionista (Florentino Giribaldi quien aquí comenzó

su participación en Congresos obreros, teniendo importancia en el 9no Congreso) y

un militante del que no tenemos datos (Pereira). La presidencia la obtiene Francisco

López (de Conductores de Carros), siendo los antedichos Giribaldi y Piccinini23 sus

secretarios.

Un análisis de las sociedades nos muestra que algunas estarían realizando una “doble

militancia” entre ambas centrales o se encontrarían en una posición ambigua difícil

de asegurar. El carácter resolutivo sobre la fusión de este Congreso debe haber hecho

que sociedades ingresadas en la CORA participen de este para lograr la solución al

problema de la división. De este modo nos encontramos que 13 sociedades que

asistieron al Congreso de Concentración Obrera se encuentran representadas aquí.

Estas son: Obreros del puerto, Bronceros y anexos, Aserradores y anexos de Boca y

Barracas, Herreros y anexos, Sombrereros, Federación Obrera Marítima24, Pintores

                                                            23 Sobre este militante sabemos que participó del 7mo Congreso de la FORA ocupando la mesa revisora de credenciales y que posteriormente fue deportado durante la represión del Centenario. Carecemos de datos para hacer una cabal ubicación en alguna fracción del movimiento anarquista. 24 Al Congreso de Concentración asiste la antecesora de la FOM, la Liga Obrera Naval Argentina. La agregamos a esta lista por entender que la composición del sindicato no debe haber cambiado a grandes rasgos. Posteriores estudios seguro matizarán esta aseveración.

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    111� 

Unidos. Carpinteros y anexos, Repartidores de diarios, Conductores de vehículos,

Fundidores y anexos, Curtidores y Conductores de carros25. Es de resaltar que

volvemos a encontrarnos con los gremios de Aserradores y anexos y Sombrereros,

pero no hemos podido encontrar mención a que delegados los representaron en este

congreso. También llama la atención la falta de los albañiles quienes tuvieron una

militancia destacable con respecto a la fusión.

Según Abad de Santillán la aprobación de la moción expuesta en supra se realizó por

48 votos a favor, 7 abstenciones y 4 ausentes. La falta de referencias en los textos

reseñados nos imposibilita a realizar conjeturas acerca de cual fue la distribución de

las sociedades para lograr estos resultados.

La huelga general que la FORA no quiso

Con las fuerzas divididas las centrales se sumieron en una labor frenética aunque un

tanto autista. La FORA celebró su 8vo Congreso en abril de 1910 en el cual se decidió

no ingresar a la CORA, otorgándole a esta la posibilidad formal de disolverse e

ingresar en ella a cambio de acatar la línea finalista. Mientras, la CORA comenzó sus

primeros pasos de vida orgánica. Una de sus primeras decisiones de relevancia fue

amenazar con la huelga general de ser extendido el estado de sitio de fines de 1909.

Llegando hacia el Centenario los ánimos en el movimiento obreros eran contrarios a

los festejos. La idea de aguarle la fiesta a la oligarquía mediante un accionar obrero

estaba en el aire. Es en este ambiente que la CORA decidió en abril llamar a la huelga

general26. Esta situación dejaba a la FORA en una posición incomoda puesto que,

según Gilimón, “el efecto que causó entre los anarquistas fué grande, ya que con [la

declaración de la huelga] se presentaban los sindicalistas como más revolucionarios

que la F.O.R.A., á pesar del abolengo revolucionario de esta institución” (Gilimón,

1911: 84). Mientras, el Consejo Federal de la FORA se encontraba en tratativas

secretas con el Gobierno para derogar la Ley de Residencia. Pero estas caerían si la

                                                            25 Esta lista surge en base a comparar los sindicatos mencionados por Abad de Santillán en las páginas 190-191 y 202. 26 Aunque no le puso fecha de sustanciación. Véase Darraidou (2010: 2).

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    112� 

central llamaba a la Huelga General. Para los forismofinalistas la idea de que los

sindicalistas revolucionarios se vieran como más revolucionarios era inaceptable.

Como marca Sebastián Darraidou el sector más doctrinario decidió cortar el nudo

gordiano al impulsar una asamblea en el mitin del 8 de mayo por los presos sociales.

“Balsán fue el encargado de leer la moción elaborada por el Comité de Agitación: ‘El

pueblo congregado en manifestación magna en la Plaza Colón, porque es tal su

voluntad, declara llegada la ocasión de ir á la huelga general revolucionaria para el 18

del actual, si no ha obtenido antes satisfacción completa a las condiciones siguientes:

derogación de la ley de residencia, libertad á los presos por cuestiones sociales,

amnistía amplia para los infractores y desertores del ejército’ (LN, 9/05/10). La

multitud aprobó la moción por aclamación. Quedaba así sancionada la fecha de

comienzo de la huelga general, aclamada por una multitudinaria manifestación, que

los organizadores calcularon en 70.000 asistentes.” (Darraidou, 2010: 3).

Pero este accionar en realidad no redundaba en el fortalecimiento del movimiento y a

la central, sino que era síntoma de su crisis:

“[el movimiento anarquista] llega con una división entre su pata ideológica (los

grupos redactores de La Protesta y La Batalla) y su pata sindical (F.O.R.A.). La

primera trata de controlar a la segunda, por medio de la declaración de la huelga en

el mitin del 8 de mayo y el pedido de renuncia de los miembros del C.F. que se

entrevistaron con Gálvez. Los miembros de la F.O.R.A. tienen una actitud dubitativa

y buscan establecer canales de diálogo con el gobierno para alcanzar los fines

propuestos.” (Darraidou, 2010: 11).

Es en este panorama que el gobierno tomó la iniciativa. El 14 de mayo se decretó el

estado de sitio. En realidad las detenciones de militantes empezaron el 13 por la

noche, junto con turbas patrióticas que prendieron fuego a La Protesta, además de

atacar locales obreros y librerías que vendían material revolucionario. El movimiento

obrero argentino sufrió la primera gran derrota de su historia aunque,

lamentablemente, no fue la última.

Si bien Gilimón sostendrá que el día de la declaración: “no hubo siquiera [un orador]

á quien se le ocurriese declarar [la Huelga General] para aquel mismo momento [...].

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    113� 

Fué un desacierto” (Gilimón, 1911: 84), esta crítica es superficial. El error primordial

fue llegar al Centenario con dos centrales sin relacionamiento alguno. Una buscaba

constituirse como una opción revolucionaria para la clase obrera. La más

referenciada no quería la huelga, y tuvo que aceptarla a regañadientes, so pena de

perder status. El Estado realizó lo que había prometido hacer. El movimiento obrero

marchó a su derrota, sin entender que lo que lo arrastraba no era la fatalidad de una

ley natural e inmutable, sino el fruto de malas tácticas y sus consiguientes decisiones.

Conclusiones

Este trabajo se centró en torno a una fracción del anarquismo: los fusionistas. A

través de su participación en los congresos obreros pudimos avanzar en su

posicionamiento táctico y estratégico. De este modo he tratado de darle entidad a los

que fueron desdeñosamente tildados de malos anarquistas o poco teóricos, buscando

la coherencia en su accionar. En décadas posteriores surgirán otras experiencias

fusionistas en el anarquismo local que lograrán una influencia superior a los que

estudiamos, como los ácratas que participarán del 9no Congreso y, años más tarde,

los nucleados en torno a la ALA quienes, como estrategia de construcción, emplearon

sus fuerzas en una nueva alianza con los sindicalistas revolucionarios: la Unión

Sindical Argentina.

Por otro lado, en esta exposición se indagó en la tragedia del movimiento obrero

posterior: con la preponderancia de la coalición sindicalista revolucionaria y los

fusionistas, la visión del sindicato como fin y no como medio se volverá hegemónica.

Esto abrirá un período en donde los organismos obreros se volverán cada vez más

reformistas, llegando a transformarse en una traba para las reivindicaciones de la

clase. Mientras que los forismofinalistas, quienes denunciaban los peligros de esta

vía, se dieron políticas que los alejaron cada vez más de la clase obrera y los

transformaban en una secta. Pocas décadas después los sindicalistas revolucionarios

colgarán su adjetivo y buscarán simplemente “humanizar” la explotación. Si bien en

todo este proceso los anarquistas pro fusión seguirán militando y creando

experiencias noveles que intentarán revertir este proceso de burocratización (el ALA,

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    114� 

la FACA, la Alianza Obrera Spartacus) las dos fracciones del anarquismo no podrán

llegar a un entendimiento para unificar fuerzas en pos de la labor revolucionaria

consumiéndose, en cambio, en una lucha fraticida.

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    115� 

Publicaciones periódicas

La Protesta

El Látigo del Carrero

La Confederación

Labor

Bibliografía

Abad de Santillán, Diego (2005) La FORA. Ideología y trayectoria del movimiento

obrero revolucionario en la Argentina. Utopía Libertaria, Buenos Aires.

AAVV (2010) La Argentina no era una fiesta. La clase obrera de Buenos Aires en el

Centenario. Selección de Fuentes, Cátedra de Historia Argentina II “B”, FFyL-UBA.

Bilsky, Edgardo J. (1985) La F.O.R.A. y el movimiento obrero, dos tomos, CEAL, Bs.

As.

Cappelletti, Ángel (1990) “Prólogo”, en Rama y Cappelletti El anarquismo en

América Latina, Biblioteca Ayacucho, Caracas.

Darraidou, Sebastián (2010) “La reacción del Centenario. Un ejercicio de

reconstrucción del enfrentamiento de clases en la Argentina durante la celebración

del Centenario”. Ponencia en las IX Jornadas Nacionales y VI Latinoamericanas “El

pensar y el hacer en nuestra América, a doscientos años de las guerras de la

independencia” (Bahía Blanca).

Gilimón, Eduardo (1921) El anarquismo en los gremios, publicado junto con Ricard,

F, Fundamentos Biológicos de la Anarquía”, Talleres Gráficos Perú 1537, Bs. As.

---------- (1911) Hechos y comentarios. Seguido de “Páginas íntimas” y algunos

artículos de varios escritores, Bs. As., Montevideo, México.

López, Antonio (1998) La FORA en el movimiento obrero, Tupac Ediciones, Bs. As.

Page 119: Para Tramite ISSN ANEUF Numero 1

 

  

    116� 

Marotta, Sebastián (1960-1961) El movimiento sindical argentino. Su génesis y su

desarrollo. Tomos I y II, 1907-1920, Ediciones Lacio, Bs. As.

Oddone, Jacinto (1975) Gremialismo proletario argentino, Ediciones Libera, Bs. As.

---------- (1983) Historia del socialismo argentino, dos tomos, CEAL, Bs. As.

Zaccagnini, Antonio (1907) Desde la barra del Congreso de... fusión, Biblioteca del

Progreso de la Boca, Imp. a vapor Progreso – Lamadrid 260, Bs. As.

Page 120: Para Tramite ISSN ANEUF Numero 1

 

  

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Cuadro 1

Congreso

obrero

25/2

Reunión

delegados

17/9

Congreso

Concentración

25/9

Reunión

delegados

30/10

Albañiles X X X X*

Aserradores X X X�

Ayudantes y peones de

Cocina X

Caldereros X

Carpinteros X X X X*

Centro Obrero de

Mercedes X

Cigarreros X

Cigarreros de Santa Fe α

Conductores de Carros X X X�

Conductores de Vehículos X X�

Curtidores X X X X*

Fideeros X

Foguistas unidos X

Fundidores X X X*

Gasistas X

Herreros de obras X X X

Hojalateros de La Plata X

Page 121: Para Tramite ISSN ANEUF Numero 1

 

  

    118� 

Ladrilleros de Santa Fe X

Laminadores X X X�

Obreros del puerto X X X�

Panaderos ? X�

Panaderos de Carlos

Casares X

Panaderos de La Plata X

Panaderos de Paraná X

Panaderos de San

Fernando X

Panaderos de Santa Fe X

Panaderos de Tucumán Xβ

Repartidores de Diarios X X X

Sombrereros X X X�

Zapateros X X X�

Notas:

La X marca participación.

�: Voto a favor de ingresar en la CORA.

*: Puede ser uno de los dos gremios que votaron a favor y el cronista de La Acción

Socialista no recuerda el nombre.

α: Revocan la credencial del delegado (Zamboni).

β: Autor de la moción contraria a la CORA (delegado Zamboni).

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    119� 

3 Participó de todas las instancias

8 Participó de las dos reuniones y del Congreso

1 Participó sólo de las tres primeras instancias

1 Participó sólo de la Fusión y de la última reunión

16 Participó sólo de la reunión del 30/10

? En Abad de Santillán y Oddone figuran los panaderos de Balcarce y los de Córdoba.

No queda claro si asistieron los panaderos del Este o del Oeste (de Capital) puesto

que cada autor nombra a uno diferente. En La Acción Socialista figuran simplemente

los "panaderos" por lo que no podemos si fue alguna de estas sociedades o la central

de todas la que participó de la reunión de delegados de la FORA del 30/10.

Fuente: Elaboración propia en base a Marotta (1961), Oddone (1971), Abad de

Santillán (2005) y La Acción Socialista

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    120� 

¿Nacionalismo o internacionalismo? El dilema del

Partido Socialista ante las fiestas patrióticas

Melisa Aita Camps

[email protected]

Sabrina Asquini

[email protected]

Page 124: Para Tramite ISSN ANEUF Numero 1

 

  

    121� 

Resumen:

A fines del siglo XIX, el socialismo se

encontraba en un proceso de expansión

favorecido en parte, por las condiciones

sociales que empujaban a miles de

trabajadores a abandonar Europa. Los

nuevos reagrupamientos socialistas,

fueron constituyendo partidos modernos

sobre la resignificación del material

simbólico de cada nación enfrentando así

tensiones permanentes con los principios

básicos del internacionalismo.

Esto se agrava cuando se analizan las

consecuencias socio-culturales de la

inmigración. La divergencia cultural dio

origen a prácticas sincréticas impidiendo

que la identificación como “argentinos”

fuese algo lineal o evidente.

La propia historia oficial del Partido

Socialista ha dado cuenta del origen

extranjero de las organizaciones obreras

del país cuyas publicaciones recién hacia

1890 se pueden leer en castellano. Esta

herencia, por sí misma, plantea el

problema de la cuestión nacional al

interior de las filas partidarias y la ruptura

-o no- con los derechos y obligaciones con

el país de origen.

El objetivo de este trabajo es, entonces,

analizar cómo intervenía el socialismo

frente a los aniversarios nacionales y qué

problemas político-partidarios generó el

advenimiento del Centenario de la

Revolución de Mayo.

Para ello se presentará extractos de

publicaciones como La Vanguardia,

además de notas, pronunciamientos y

declaraciones sobre las fiestas nacionales a

fin de dilucidar los debates internos y

posibles divergencias a la hora de

intervenir en la realidad con un programa

proletario.

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    122� 

Introducción:

onsideramos a la lucha de clases como parte constituyente de las clases

sociales. En esta perspectiva, la acción y reacción son las claves para

entender las especificidades de los grupos sociales y finalmente, de la

realidad social. Esto quiere decir que el problema de qué hacer ante la acción de la

burguesía es parte de la lucha consciente del proletario - para la conquista del poder -

y al mismo tiempo, es definitoria. Por esta razón, en este trabajo nos preocuparemos

en indagar un aspecto específico de la acción que despliega un sector de la clase

obrera frente a la iniciativa burguesa respecto a la constitución de identidades

nacionales.

Para el socialismo, desde muy temprano, la cuestión de la patria se ha constituido

como un problema. Ya el Manifiesto Comunista decía “se acusa también a los

comunistas de querer abolir la patria, la nacionalidad. Los obreros no tienen patria.

No se les puede arrebatar lo que no poseen.”(Marx y Engels, 2003:39). Esa frase

describe supuestos de una época, la forma en que una sociedad veía a los comunistas

o por lo menos, ideas con las cuales Marx y Engels decidieron discutir. Digámoslo de

nuevo: los obreros no tienen ni patria ni nacionalidad.

Décadas después, esta idea sería discutida, constituyendo un asunto refractario de la

relación de la clase obrera con el Estado Nacional. La inserción de los partidos

socialistas en el escenario político colocó en debate la cuestión nacional –por lo

menos en el terreno de la práctica-, llegando incluso a atravesar a la

socialdemocracia hasta finalmente partirla1. Consideramos que esta discusión

continúa aún hoy pendiente.

A lo largo de este trabajo, intentaremos analizar el significado que tenían las fiestas

patrias para los socialistas argentinos agrupados en el Partido Socialista.

Primeramente, se deberá indagar si este significado es uno sólo, es decir, si hay un

consenso interno sobre la cuestión, o si existen diferencias. De no haber habido

                                                            1 Nos referimos a la toma de posición de los partidos socialistas miembros de la Segunda Internacional frente a los votos de guerra en ocasión de la Primera Guerra Mundial.

C

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    123� 

acuerdo -como suponemos previamente-, nos preguntaremos por las consecuencias

conflictivas a las que se pudo haber enfrentado la organización.

Para la búsqueda de estas cuestiones, nos hemos sumergido en las páginas del

semanario La Vanguardia2. Seleccionamos el período comprendido entre los años

1900 y 1910 dado que creemos que de haber existido ese consenso, éste se tendría

que haber constituido en los años de mayor iniciativa de la burguesía. Debemos tener

en cuenta, que en este período se encuentra el primer centenario de la Revolución de

Mayo de 1810.

En un primer apartado, contextualizaremos el período seleccionado. Posteriormente

examinaremos el contenido de las notas con el objetivo de evaluar los conflictos o

diferencias en las apreciaciones sobre la cuestión de la patria y lo “nacional” durante

el proyecto burgués de conformación de la identidad argentina, diferenciando notas

de opinión de aquellas que se plantean como la línea oficial del partido. Cabe aclarar

que no hay indicaciones sobre las editoriales, por ende suponemos que son las

primeras notas de la primera hoja que, en general, no contienen firma. A su vez,

desconocemos el uso o no de seudónimos, por lo que intentaremos dilucidar

abreviaciones en las firmas. Finalmente, daremos cuenta de aquellos conflictos

detectados.

Contexto social y político

Grandes transformaciones sociales

Durante la década del 80 el país emprende un proceso acelerado de modernización.

Completada la unificación nacional, el fenómeno de la inmigración masiva plantea el

problema de la integración nacional, a la vez que comienza a acrecentarse la

preocupación por la nacionalidad en torno a las fiestas patrias. La consolidación del

Estado Nacional hacia este período ejerce un estrecho vínculo con esta inquietud.

De los cientos de miles de trabajadores que arriban al país, solo unos pocos se

nacionalizan. Debido a ello, las grandes mayorías permanecen alejadas de los canales

                                                            2 Desde el 1ro de septiembre de 1905, el semanario comienza a salir todos los días.

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    124� 

de participación formal y ello comienza a ser percibido como un riesgo para la elite

nativa. De hecho, el crecimiento de las comunidades extranjeras3 en el país

acrecentaba esta preocupación por la desintegración social. Es importante

contextualizar estos miedos en el período de expansión territorial de las grandes

potencias, y tener en mente los reclamos que -por ejemplo- la diplomacia oficial

italiana hacía sobre sus emigrados.

Con profunda preocupación el diario La Prensa describía los festejos previos al año

1881 –momento en que es federalizada la ciudad porteña-, resaltando la

participación popular y el fervor hacia la patria. Es decir, desde 1887 sectores de la

burguesía lamentaban públicamente la falta de interés popular en las fiestas patrias

–en ese momento sólo el 25 de mayo y 9 de julio-. En esa época, no existían festejos

institucionales ni una actividad regular que ubicara esas fechas dentro del calendario

escolar. La participación de los escolares en dichas ceremonias comenzó a efectuarse

con mayor regularidad a partir de ese año, a través de la actividad organizada por el

director de la Escuela de Graduados del Distrito 1, Pablo Pizzurno. Al parecer la

participación escolar en los actos patrios contribuyó al entusiasmo popular otrora

dormido, y habría sido un eficaz instrumento para despertar el sentimiento de

nacionalidad en una época donde era necesario terminar de consolidar el Estado

Nacional.

Con posterioridad, el Estado se apropia de la iniciativa y coloca al Ejército – que tras

las Campaña del desierto adquirió mayor importancia en la escena nacional – en el

centro de las celebraciones patrias. Esto provocó un quiebre, puesto que “los

antiguos protagonistas terminaron por convertirse en público” (Bertoni, 2007:84).

No obstante, ese no es el único cambio que se procesa. A raíz de los frutos del

accionar de Pizzurno, en adelante, los niños serán la mayor fuente de atracción

“popular” de esta nueva liturgia nacional. En tal sentido, Lilia Ana Bertoni (2007)

explica que la formación de batallones de niños solados participando en los actos

oficiales, adquiría una función específica, en tanto se utilizaba como vinculo emotivo                                                             3 Son comunidades de cuyo origen común produce un vínculo fraternal que se solidifica con una organización de tipo mutual para resolver diversos problemas de la vida cotidiana. Conmemoran sus propias fiestas nacionales. Su crecimiento es realmente sorprendente y tiene como base la inmigración masiva.

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    125� 

entre un pasado heroico y fundacional para el nacimiento de la patria, y un futuro

próspero para estos niños como defensores de la misma. Dicho de otra manera,

además de incentivar la formación patriótica de los niños, se lograba alimentar el

espíritu y el entusiasmo general.

La iniciativa de la burguesía.

Este período es testigo de grandes debates en el Congreso acerca de qué hacer con la

inmigración y sus consecuencias. Según el trabajo de Bertoni, se plantea el problema

de la nacionalización y el significado de la nacionalidad, es decir si se trata de un

simple derecho o si debe implicar una pertenencia determinada al conjunto social.

Sin resolverse esta cuestión, desde mediados de 1880, se promoverán proyectos de

ley en pro de integrar las masas al Estado y garantizar la cohesión social que faltaba.

Fernando Devoto (2005) explica que este movimiento reformador no fue anti-

liberal, puesto que el liberalismo continuaba su hegemonía en el pensamiento de la

elite argentina.

Así, para resolver la conflictividad social y la inestabilidad política la burguesía

criolla comenzó a mezclar métodos de represión y reforma social. En otro trabajo

Devoto (2003) explica que la elite utilizó, por un lado, las herramientas del Estado, y

por el otro, las experiencias europeas –fundamentalmente francesas- que

habían demostrado tres vías básicas para la construcción nacional: el servicio militar

obligatorio, la educación y la política.

El contenido de éste trabajo nos obliga a dejar suspendido el aspecto político de la

Construcción Nacional. Sería necesario sólo dejar en claro que coexistieron dos tipos

de medidas que no consideramos antagónicas: la reforma electoral propuesta por

Joaquín V González (1901) y la Sanción de la ley de Residencia de 1902.

Por su parte, el Ejército se presentaba como un pilar del naciente Estado Nacional,

participaba en las fiestas nacionales haciendo gala de grandes desfiles y desde

mediados de la década del noventa, promovió reiteradas iniciativas de reclutamiento

que concluyeron finalmente en la ley de Servicio Militar Obligatorio (1901).

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    126� 

Desde la función educativa del Estado también se trabajaría duramente. La ley 1420

(educación universal, laica y gratuita) fue sancionada a fines de la década del 80´ y

continuada por la ampliación escolar que proponía la ley Láinez (1905). En el medio

hubo diversos proyectos como la propuesta de obligatoriedad del idioma nacional en

las escuelas (1894) o la incorporación de los cantos de niños en los festejos patrios

(desde 1887).

Estas tareas de formación se realizaron en dos dimensiones. Una, discursiva, que

buscaba la creación de una historia y su difusión a través de la inclusión en los

contenidos básicos de las escuelas (en esto fue sumamente detallista el Consejero

Escolar José María Ramos Mejía). Y la otra, de tipo simbólica y ritual, que fue

organizada como una verdadera religión cívica cuya adoración a la nación podía

asemejarse a la de un Dios4.

Esto último condujo a muchos historiadores y políticos a referirse a las fiestas patrias

y todo lo que las rodea como liturgia patriótica. Término cuyo significado está

asociado a las ceremonias religiosas de la antigüedad en las cuales los rituales, los

cantos y demás formas que éstas tomaran, eran considerados parte de la vida

colectiva de la población. En la modernidad, la adoración supersticiosa del pasado5

es una fuente de legitimidad a la que apela la burguesía para gobernar. La

justificación de su reinado no puede salir de sí misma y tiene que recurrir por ello a

la mistificación de la comunidad nacional.

Estructuración de la respuesta:

“Y allí en el hall central adornado con las banderas de todos los pueblos allí

representados, al ver la bandera argentina comprendí una vez más que nadie la

honra como el pueblo trabajador de mí país cuando se educa y organiza para elevar

                                                            4 En el fragmento del texto de la jura de la bandera que citamos a continuación se ve el entrelazamiento de éstas dos dimensiones: “preparados desde la escuela para practicar á su tiempo con toda pureza y honestidad las nobles virtudes inherentes á la ciudadanía, estudiad con empeño la historia de nuestro país y de sus grandes benefactores, á fin de seguir sus huellas luminosas y á fin también de honrar la bandera”. “El día de la patria”, La Vanguardia, 09/07/1909. 5 Así la define Marx (1998:16) en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.

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su situación, cuando en esa lucha se solidariza con el movimiento obrero mundial”

(Dickmann, 1993).

Este fragmento proviene de las notas tomadas por el dirigente más reconocido del

Partido Socialista, Juan B. Justo, en ocasión del Congreso de la Internacional

Socialista en Copenhague en 1909. En él, se encuentran incluidos los dos aspectos

que queremos analizar: la bandera como representación de la comunidad nacional y

el carácter mundial de la lucha del movimiento obrero -socialista-. Estas dos esferas

deben necesariamente vincularse de una manera especial en medio de la acción

“nacionalizadora” de la burguesía. Particularmente, dicha organización genera un

discurso totalizante-generalizante a través del cual pretende encaminar a toda la

sociedad argentina en las vías del progreso.

Para principios de siglo, los socialistas son una tendencia relativamente joven en el

país. Se constituyeron en partido recién a mediados de la última década del siglo

XIX, y disputaban a las corrientes anarquistas la dirección del movimiento obrero.

Los militantes del Partido Socialista se percibían a sí mismos como aquel sector de la

clase cuya acción consciente promueve la elevación de las condiciones de vida de la

clase obrera. No obstante, su concepción de la política como un espacio superador de

las confrontaciones económicas, y la idea de que el partido político es “una escuela

de cultura y civismo” (Camarero y Herrera, 2005:13), los llevaron a proponerse

como la alternativa social a la barbarie en que la clase gobernante había sumergido al

país.

A nuestro entender, por todo esto, adquiere mayor importancia la posición que toma

dicho partido respecto a la “cuestión nacional”. En un trabajo titulado “Fiestas

patrias o fiestas socialistas”, Marina Becerra trata de pensar la conformación de una

identidad socialista frente a los rituales escolares, la oposición negativa o

resignificación en momentos en que la búsqueda burguesa de una aglutinante social

pone en primer plano la cuestión nacional. Para la autora, es conflictiva la

coexistencia de la cuestión social y la nacional (Becerra, 2005:100).

Continuando con esta dicotomía, Patricio Geli (2005), va a generalizar la cuestión a

los partidos socialistas del mundo. Según él, los partidos socialistas a fines del siglo

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XIX atraviesan un doble proceso: de institucionalización y nacionalización. El

primero está directamente vinculado a la creciente intervención en el interior de los

estados y las consecuencias que promueve en la estructuración organizativa. El

segundo, de nacionalización, es resultado de la apropiación de las características de

la realidad nacional cuyas diferencias -grados de desarrollo y ritmos económicos,

relaciones de fuerza entre las clases- contribuyeron a profundizar. Éstas

organizaciones al re-significar los materiales pre-existentes retoman de ellos muchas

de sus características definitorias. Consecuentemente, el sustrato socialista –

generalmente marxista- funcionaría sólo como fuente de legitimidad.

El caso del Partido Socialista Argentino parece no diferir del esquema propuesto

anteriormente. José Aricó (1999) quien discute con las interpretaciones que ubican al

socialismo como una corriente externa a la realidad nacional, describe al

pensamiento justiano como inscripto dentro de la intelectualidad liberal. Según el

autor, la relación entre éste y el pensamiento sarmientino de última hora, es

innegable (Aricó, 1999:44). Ambos, comparten la necesidad de la ampliación de los

canales del sistema representativo. De hecho, la campaña desarrollada por

Sarmiento en pos de la naturalización en masa de los residentes extranjeros, será

recuperada y convertida en una de las propuestas centrales del Partido Socialista

Argentino. No obstante, vale la aclaración que realizan los profesores Patricio Geli y

Leticia Prislei (1993), cuando explican que la nacionalización propuesta por el

Partido Socialista tiene por centro desacralizar la noción de nacionalidad y se le

confiere a ésta un carácter meramente instrumental.

En resumen, si bien se puede inscribir esta concepción al interior del pensamiento de

la elite letrada argentina, el Partido Socialista es superador en la medida que revierte

las mistificaciones a la vez que propone un método de acción racional y científico. Es

decir, la ruptura con la hipótesis liberal se dará a través de la introducción de un

nuevo sujeto social a cargo de la transformación: la clase obrera. Es el desarrollo

social el que promueve el surgimiento de dicho sector –y no una elite letrada-.

En el carácter científico de su proyecto modernizador, residía la verdadera impronta

“nacional” de la nueva Argentina. Entonces, para Aricó, no existiría relación

problemática entre las esferas nacional e internacional en las que tiene que intervenir

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el partido. Hay que tener en cuenta que el trabajo de Aricó está centrado en la

concepción política de Justo y no en la del partido, aunque es sabido que luego del

Congreso de 1900 su figura comienza a hegemonizar la dirección partidaria.

La patria como cuestión teórica:

La construcción de una identidad propia implicaba para el Partido Socialista -como

para cualquier otra organización- una diferenciación necesaria respecto de lo

existente. Como representante de la clase oprimida, los socialistas debían redefinir el

relato histórico oficial que se constituyera luego de la batalla de Pavón cuando se

planteó la posibilidad real de unificación del país. El Partido Socialista era parte de

esa realidad nacional - a la que además, contribuyó a constituir- y a la vez, tenía el

objetivo de demostrar las raíces internacionales del capital y el trabajo. Es decir,

funcionaría como una síntesis histórica donde se entrelazan las tradiciones de lucha

europeas con el pasado de las masas argentinas (Geli y Prislei, 1993:29).

Concretamente, en el terreno local, la nueva caracterización de la Revolución de 1810

buscaba desmitificar las imágenes elaboradas por el liberalismo mitrista. Esta re-

elaboración se realizó en una clave economicista (“La naciente burguesía argentina”

no habría perseguido “realizar los sueños de libertad ni de democracia sino obtener

la autonomía económica del país”6) y en ocasiones, estructuralista: “no fueron los

hombres ni fracciones del pueblo sino el rompimiento natural de los antiguos moldes

que cubrían a esta tierra y que su desenvolvimiento económico hacía libre”7.

De las fuentes recolectadas, encontramos tan solo tres notas que dan cuenta de esta

resignificación histórica. Una primera nota escrita en 19098, aparentemente

editorial, comienza discutiendo la Revolución de Mayo entendiéndola como la

realización de un puñado de grandes hombres9. La razón de los hechos que se

adjudicaba a los “padres” de la patria, era el producto de las necesidades

estructurales –como adelantamos más arriba-. Es manifiesta la oposición que recorre

                                                            6 “Apreciación Histórica”, La Vanguardia, 26/05/1909. 7 “25 de Mayo. Su apreciación histórica”, La Vanguardia, 26/05/1909. 8 Como la nota no lleva firma, suponemos que se trata de la redacción dirigida por Carnei. 9 La Vanguardia, 26/05/1909.

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el artículo, entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el dominio español. No

obstante, es menos clara la relación entre estas fuerzas en desarrollo y el accionar de

esos revolucionarios. Es decir, desde nuestra perspectiva, hace falta mayor

delimitación de éstos hombres. ¿A qué clase social pertenecían, quienes eran, bajo el

rol de quién actuaron?

En éste sentido, una segunda nota, más completa, es el artículo firmado por Rienzi

en el año 1907. Según el Diccionario biográfico de la izquierda argentina éste sería

el seudónimo que solía utilizar Enrique Dickmann quien fuera parte del Comité

Ejecutivo. El texto da cuenta de una solidez teórica, de la cual la mayoría de las notas

carece. El autor comienza explicando la etapa histórica presente que se caracteriza

por desarrollos técnicos e intelectuales que provocan un desdibujamiento de las

fronteras. En paralelo, se expandiría en igual proporción un nacionalismo crónico

fundado en la necesidad de supervivencia de los grupos dirigentes. Es por su propia

supervivencia que estos grupos transforman la patria en un ídolo, al mismo tiempo

que promueven sentimientos de odio y rechazo al extranjero.

El texto plantea que la patria no le pertenece al pueblo y por ello, hace una

caracterización de la revolución que la fundaría. La revolución es burguesa, y la

prueba de ello son los límites conservadores que ha tenido una vez que la burguesía

se ha consolidado en el poder10. De hecho, en las reivindicaciones democráticas

reclamadas por la burguesía “en realidad, [el pueblo] poco ha ganado (...)

Teóricamente libre, es esclavo en la práctica. Leyes escritas le conceden derechos y

privilegios; pero cuando de ellos quiere el pueblo aprovecharse como medios para su

elevación económica é intelectual, tales leyes se convierten en letra muerta”. No

obstante, “la independencia argentina fue real y verdadera para nuestra burguesía;

pero de un valor muy relativo para el pueblo trabajador. Apenas puede considerarse

como un jalón insignificante en la larga vía de su emancipación”. Es correcto,

entonces, que la clase obrera sea indiferente a los festejos que organiza la burguesía.

El rol del partido revolucionario sería desenmascarar a los festejos burgueses,

mostrarlos ante el pueblo como lo que son: festejos de una clase mezquina y egoísta.

Como se verá más adelante, podría haber más de una forma de desenmascararlos.                                                             10 La Vanguardia, 26/05/1907.

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La pregunta que nos queda pendiente de respuesta es: ¿por qué un miembro de la

dirección firma con un pseudónimo? ¿Significará eso, que la línea desarrollada es a

título personal y no de la organización?

La tercera nota corresponde a la Conferencia dictada en mayo de 1909

específicamente, a las palabras de Nicolás Repetto. En ella propone una explicación

materialista de la revolución burguesa. Se dedicó a destruir la concepción de los

grandes hombres movilizados por ideales de libertad, explicando las raíces

económicas del proceso social. La participación de Palacios en dicha conferencia será

retomada más adelante.

La patria como cuestión práctica

Liturgia patria y las masas

La mayoría de las notas del período trabajado incluyen en su interior la descripción

de los festejos organizados por el gobierno de turno. Se describen arreglos

sumamente ostentosos que incluyen alternadamente el abanderamiento de edificios

públicos, el uso de fuegos artificiales, magníficos banquetes, bailes y el uso de luces

eléctricas en el caso de la iluminación de la Avenida de Mayo para el Centenario.

Pero fundamentalmente, la fiesta cívica organizada por los distintos gobiernos de

turno había puesto como elementos centrales los desfiles militares y misas o

Tedeum, como suelen llamarlo los socialistas, en la catedral11. Ante tal tipo de evento,

las páginas de La Vanguardia no dejan de denunciar su carácter reaccionario: “Es un

anacronismo bien resaltante que estas fiestas celebradas entre aclamaciones a la

triple <libertad, libertad, libertad>, predominen las farfaicas ceremonias del

catolicismo y la exhibición de las tropas en las calles, simbolizando ambas cosas

respectivamente el oscurantismo y la fuerza bruta, que no coinciden con el ideal de

progreso y civilización atribuido à los revolucionarios de la fecha que se rememora”12.

Se trata de una burla o farsa del pasado.

                                                            11 Tedeum en latín Te Deum: a ti Dios. Formaba parte de los cánticos religiosos. 12 “Las fiestas patrias”, La Vanguardia, 22/05/1907.

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En casi todos los casos puede observarse la alusión al término “farsa” para referirse a

las festividades en las que se trataba de incluir a una población realmente excluida a

través de engaños.

Por otro lado, las notas denuncian la ausencia del pueblo en esos festejos. La

indiferencia de las grandes masas de la población se ve enfrentada por diversos

recursos a los que apela el estado para atraer a diversos sectores populares: desde

espectáculos hasta los cantos de los niños de las escuelas de la ciudad. Aún así parece

claro que cada vez asistiría menos población y que el mito tendería a desarmarse

tanto que, finalmente, “han de reducirse con el tiempo á un cortejo de caballería

escoltando á algún presidente por las calles desiertas. Por que el pueblo ha de llegar á

comprender que en el fondo de estas escenas sólo hay una mentira. Y muchos que

engordan explotándola”13.

Es común en las notas que se haga referencia a quién paga las festividades:

“Gratuitos? Así lo cree el pueblo en su ingenuo y simple raciocinio, por que no le

cobra para asistir a la fiesta que él paga buenamente sin advertirlo al momento”14.

Problemas partidarios

“Me llamo argentino, y quiero que este sea el nombre de un pueblo respetado por sus

propósitos sanos y sus acciones eficientes; veo que todavía con cada pueblo tiene una

bandera que, mientras la humanidad no tenga una, la argentina o la sudamericana

flamee en estas tierras”15.

El problema de cómo intervenir frente a las fiestas patrias, cómo entenderlas, generó

en el partido rispideces, discusiones y hasta incluso, separaciones. Pruebas de la

                                                            13 La Vanguardia, 10/07/1907. 14 “Se acabó la fiesta”, La Vanguardia 15 Esta cita habría sido parte de conferencia dada por Dr. Justo el día 18/07/1898 (Dickmann, 1933:20).

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existencia de estos problemas son los cuidados en las formas retóricas con que los

militantes introducen sus opiniones16.

Estas divergencias confluyeron en por lo menos dos formas de intervención distintas.

La primera la podríamos pensar como abstencionista en tanto niega las fechas

patrióticas como parte del calendario popular. Esta línea continúa con la idea

presente en el Manifiesto Comunista de que los obreros no tienen patria. Un

referente de esta posición puede verse en Mario Bravo. En un texto casi literario que

narra una charla familiar entre un padre y un niño –quien acaba de jurar lealtad a la

bandera nacional-, el padre le explica que le han hecho prometer una mentira: “Hijo

mío, no es cierto… [la bandera azul y blanca] es el símbolo de los que nos gobiernan,

de los que mandan, de los dueños de la tierra, de los ricos. Nosotros, que somos

pobres, que somos gobernados, mandados (…) no tenemos esa bandera (…) Los

trabajadores los que hoy no tenemos nada, tenemos por símbolo en nuestro partido

socialista y en nuestra sociedad gremial una bandera roja, que es la misma que

tienen por símbolo los obreros, como yo, de todos los países del mundo”17.

La segunda línea de intervención se presenta como continuadora de la revolución

burguesa que se ha quedado trunca, que se ha convertido -como dijo Dickmann- en

letra muerta. Dentro del pensamiento materialista se trataría de una síntesis

dialéctica, posterior a la negación absoluta de la patria y la nacionalidad. En esta

línea podemos pensar la nota de Atilio Regulo18, cuya publicación le reconoce a la

bandera azul y blanca los significados que le asigna el discurso burgués pero explica

el significado que tienen para el proletariado. Pero fundamentalmente, debe incluirse

el pensamiento de Alfredo Palacios, quien en la Conferencia de 1909, como segundo

orador explica que el socialismo es el verdadero continuador de la obra desplegada

por la burguesía. En esa función histórica, se basaría la concepción de patria que

tiene la clase obrera: “entendemos que cabe la nacionalidad dentro de la

                                                            16 A modo de ejemplo, citamos el inicio de una nota de opinión: “No es mi intención tender sobre este asunto zaleas ásperas para que la discusión con visos de polémica degenere en tal, pero si quiero decir algo de lo que opino, sin intenciones de réplica ni alardeos de ataques “á fondo” ó “arrestos””, La Vanguardia, 29/05/1909. 17 La Vanguardia, 9/07/1909. 18 La Vanguardia, 20/05/1905.

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internacionalidad como cabe la familia dentro de aquella. (...) No creemos que la

bandera roja excluya la bandera argentina, y nos parece repudiable locura la

afirmación de Hervé19 cuando dice que la bandera de Francia débese colocar sobre un

estercolero. Somos patriotas en el sentido amplísimo de la palabra”20.

Estas dos propuestas de acción están en constante choque dentro de la estructura

partidaria. Tal es así, que las palabras de Palacios despertaron la instantánea

respuesta de Alejandro Comolli (hijo): “Me cuento entre los socialistas que no

respetan la bandera patria. Por lo tanto, las palabras del compañero Palacios,

pronunciadas anoche en Unione e Benevolenza, me obligan á manifestarme

públicamente, en la creencia de que mi concepto respecto á la enseña nacional no es

equivocado”21. La nota es extensa y repleta de preguntas retóricas22 que buscan

desestructurar las palabras de Palacios.

En La Vanguardia pueden verse discusiones que se reiteran con cierta frecuencia,

debido a que en el terreno concreto estas diferencias conducen a concurrir o no a los

festejos organizados por la burguesía.

Una nota de lectores de 1904, firmada por A.S -quien suponemos que debió haber

sido Ángel Sesma, ex redactor del semanario- señalaba: “Yo no veo pecado en que los

compañeros de causa hayan concurrido a formar en la columna cívica ese día. Cuanto

más revelará eso que todavía hay de los prejuicios patrióticos en esos compañeros; y

para quitar esos prejuicios, necesaria es la instrucción”23, manifestando que es

necesario un mayor trabajo de educación partidaria, finalmente, explica que el

prejuicio proletario es tan malo como el burgués.

El año siguiente, en Mayo son descriptos con entusiasmo la participación de los

alumnos de las escuelas de la Boca en el acto de la Plaza de Mayo. La nota titulada

                                                            19 Gustave Hervé, una figura de la izquierda socialista francesa, fundador del semanario La Guerra Social. 20 “La conferencia del Domingo”, La Vanguardia, 24 y 25/05/1909. 21 “Patria y Banderas”, La Vanguardia, 25/05/1909 22 Citamos tan solo una: “¿Cómo podemos profesar amor á la patria, en el sentido político, si nuestros naturales enemigos son los que están en el gobierno de ella, en nombre de la cual nos persiguen y combaten encarnizadamente?”. Escrita a menos de un mes de los sucesos de la Semana Roja. 23 “A un compañero de Lobos”, La Vanguardia, 04/06/1904.

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“Síntomas muy buenos”, relataba la acción de los jóvenes quienes cantaron el himno

revolucionario <hijos del pueblo> en lugar del Himno Nacional. El cronista describe

el momento comentando la represión de los docentes, la reincidencia de los niños y

el color rojo de los moños que éstos llevaban. En el artículo contiguo, con el mismo

entusiasmo se hacía referencia a los alumnos de las escuelas salesianas -también de

La Boca- quienes generaron un gran escándalo cuando a coro entonaron el mismo

himno revolucionario.

No obstante, ese mismo año con motivo de la celebración del 9 de Julio, una acción

también dentro del ámbito escolar, no desató el orgullo del partido sino que terminó

en la expulsión de tres pedagogos. Nos adentraremos en el hecho.

En la ciudad de La Banda en la Provincia de Santiago del Estero funcionaba desde

principios de siglo una escuela socialista. La misma era sostenida por el Partido

Socialista y desde sus inicios había sido dirigida por Bernardo Irurzun. El Partido

Socialista le reclamaba al Estado los insumos y materiales para sostener la educación

laica y le reprochaba el mantenimiento de escuelas parroquiales. Ante la negativa

reincidente del Estado argentino de cederle recursos a la llamada escuela popular, los

socialistas optaron por autofinanciarla24.

El hecho conflictivo se generó en torno a la celebración del 9 de julio que organizó el

consejo escolar de la localidad de La Banda. En esa ocasión Irurzun decidió

participar del festejo con sus niños. Según la declaración de los participantes, que

son rescatadas por un miembro del Comité Ejecutivo que difiere de la resolución

adoptada, Irurzun habría participado con los niños, pero estos llevaban en sus ojales

escarapelas rojas y cantaban el himno de los Trabajadores en lugar del Nacional. Su

discurso habría sido “netamente socialista, estudiando la independencia argentina

con criterio de lucha de clases”25. Paradójicamente, para el autor, el discurso habría

despertado la censura de la prensa burguesa y la expulsión del Centro Socialista.

                                                            24 Esa negativa fue desmentida por una nota publicada por Enrique Dickmann: “He sabido que la escuela del Centro Socialista de la Banda solicitó y obtuvo de las autoridades escolares de aquella localidad bancos, útiles, etc”, “Entre nosotros”, La Vanguardia, 12/08/1906. 25“Entre nosotros”, La Vanguardia, 12/08/1906.

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En el partido la noticia fue recibida con revuelo. Irurzun y su compañera, Salasvery26

renunciaron a sus cargos y finalmente, un año después, fueron apartados del partido.

Lo interesante del asunto son los argumentos y las posiciones que se leen en el

periódico acerca del conflicto. Las discusiones parecen estar más centradas en las

formas que en el contenido. Sin embargo pueden leerse varias notas que manifiestan

desacuerdos y miedos acerca de la decisión que finalmente se expresa como

metodológica.

El propio Irurzun explica esta participación justificado su acción para evitar un

conflicto con las autoridades. Es decir, él mismo no vincula su actuación como una

política alternativa sobre la cuestión nacional.

La cuestión concluye en 1906, con una nota titulada Correspondencia, enviada por el

Centro C. Obrero de la Banda. En ella se desmiente la posibilidad de que la

concurrencia en esa fecha haya sido como fue señalada por Enrique Dickmann.

Explica que si las características del acto hubiesen generado una situación de

censura, las relaciones posteriores con el maestro no hubiesen terminado con la

asignación del cargo de maestro en la Escuela Nocturna Fiscal de La Banda. Es decir,

el asunto se cierra marcando el acercamiento de Irurzun con el gobierno local.

Hacia la conclusión

“Tienen en verdad una noción muy distinta de la patria y el patriotismo que el pobre

soldado fallecido en el hospital á consecuencia de las penurias de la campaña; que el

chacarero esclavizado al señor por el dogal de los arrendatarios; ó que el trabajador á

quien fusilan por la espalda si levanta su protesta frente a las cadenas que lo

oprimen”27.

Concepto de patria

                                                            26 En distintos artículos el apellido figura escrito de distinta manera. Suponemos que debería ser Salaberri, porque así figura la nota enviada por ella. 27 “De la patria y del patriotismo”, La Vanguardia, 28/05/1909.

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Como nos imaginamos no hay una única concepción de patria o nacionalidad. Es

posible que sea esta falta de homogeneidad sobre la caracterización de la historia y la

patria lo que haya provocado tantos inconvenientes.

Hasta 1909, la única nota que propone una caracterización más o menos explícita de

la acción revolucionaria de la burguesía en tanto clase, es la que aparece un 24 de

mayo de 1902 en La Vanguardia. No obstante, la nota no avanza en la caracterización

histórica de la revolución. Recupera el pasado, explicando que la independencia

política fue el entronizamiento de la burguesía en la silla que ocupaban los virreyes.

Frente a la bandera nacional se expone que “es un símbolo, pero no es la libertad.

Simboliza la libertad democrática que luego se restringió. Simboliza la libertad

económica pero hoy estamos abrumados de impuestos y nuestros trabajadores

modernos tienen más del paria que del libre”. Dado que la burguesía, hoy, habría

negado o restringido las conquistas revolucionarias, concluye que no hay que asistir a

los festejos: “¡Ay! Asistir á esta fiesta en la cual las instituciones libres están

representadas por sus verdugos, es renunciar á la libertad, es mirar á la puesta del sol

y no á su nacimiento”.

Asimismo, está presente en varias notas el problema del extranjero, es decir, el

concepto de patria burgués es leído como el odio al extranjero, al vecino, al que está

fuera de la frontera nacional: “Hay que odiar al vecino, al extranjero porque es

enemigo de la <patria>. (…) de aquí nacen las rivalidades nacionales, las envidias y

los odios; de ahí nace el militarismo con todos sus terribles consecuencias”28.

En 1909 se desarrolla un debate en torno al significado a asignar al 25 de mayo y al 9

de julio. Se puede observar en el periódico varios militantes que opinan sobre la

patria. En primer lugar, podemos citar la nota de un tal José Muzzilli29, quien por un

lado define el significado teórico como “pedazo de tierra que te ve nacer”, y por el

otro, en el terreno de lo práctico la caracteriza como “sinónimo de inequidad”, de

“carácter banal y mezquino”. Mientras tanto, una segunda nota firmada por Eliseo

Ibañez culpabiliza al pueblo por los gobernantes que tiene y las farsas que éste

organiza.                                                             28 La Vanguardia, 26/05/1907 29 Desconocemos su función dentro del Partido.

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Otro texto del mismo año abordando la esta idea de falsedad del concepto, explica

que el carácter de un pueblo no se puede modificar con leyes artificialmente. El

autor, José Caminos, compara esta iniciativa con los tiempos de Felipe II de Francia

y escribe: “Imagina el actual gobierno30consolidar la <la nacionalidad argentina>

implantando el culto a la bandera, glorificando la música marcial, levantando

pedestales á los héroes del sable, y proscribiendo de la enseñanza y de las

instituciones todo lo que no lleve cuño genuinamente nativo”. En definitiva, este

artículo de opinión discute la posibilidad de construcción y la calidad de los

elementos con que se procuraban constituir ese nacionalismo. En las escuelas los

niños sabían de batallas, de cantidad de hombres pero no de proyectos o ideas. Este

intento de constitución de un sentimiento nacional, se hace a través “[del] ruido de la

charangas y de los <oíd mortales>, créese inculcar á las generaciones nacientes el

sentimiento patrio. Todo lo que es tradicional ó nativo está santificado por la

divinidad, sin excluir la bota de potro y la lanza de caña del montonero. Sin embargo,

aquel sentimiento es tan impreciso que se vería en duros aprietos el maestro que

pretendiera explicarlo”.

El texto de José Caminos aporta un punto de vista interesante: la vinculación de la

patria a la condición social, aunque no hay clarificación respecto a la clase. “Roca,

recibiendo sesenta leguas de tierras después de su campaña del desierto; el perito

Moreno gratificado con igual ó mayor extensión de campo flor –lejos por cierto de la

Puna de Atacama ó de la árida zona litigiosa; Unzué y Anchorena, creando el

latifundio merced á las leyes que les otorgan diputados venales; Figueroa Alcorta

tapando sus delitos electorales con cátedras de moral cívica- tienen en verdad una

noción muy distinta de la patria y del patriotismo que el pobre soldado fallecido en el

hospital á consecuencia de las penurias de la campaña; que el chacarero esclavizado

al señor por el dogal de los arrendamientos; ó que el trabajador á quien fusilan por la

espalda si levanta su protesta contra las cadenas que lo oprimen”.

En cuanto a los escritores de estas notas podemos cerciorar que no son desconocidos

– a excepción de José Caminos, posiblemente un seudónimo - ya que en diferentes

                                                            30 Se refiere al gobierno de Figueroa Alcorta.

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averiguaciones hemos podido corroborar que pertenecían a primeras y segundas

líneas partidarias.

En pocas notas está claramente definido el carácter de las fiestas y o caracterizada la

acción socialista ante las mismas. Esta incertidumbre impide dar una respuesta

satisfactoria al interrogante que nos planteábamos al comenzar este trabajo puesto

que existieron problemas partidarios alrededor de esta cuestión que, por lo que

pudimos constatar, no habrían sido resueltos por una verdadera discusión política.

Ante las divergencias existentes, la dirección partidaria no se dio una tarea de

homogeneización, ni fue capaz de una posición superadora. ¿Es posible que se

considerase la cuestión nacional al margen de la conceptualización de la etapa

imperialista? ¿No caeríamos en el patriotismo en un sentido amplísimo, en el amor

terruño? Cabe la posibilidad, también, de formularnos un interrogante más de lo que

probablemente sucedía hacia el interior de las filas del Partido posiblemente para

algún trabajo futuro. Respecto a estas discordancias, ¿estaremos en presencia de una

ruptura que dará a luz a una nueva corriente del movimiento obrero?

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Referencias

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Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo,

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Bertoni, Lilia Ana (2007) Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción

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Económica.

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Devoto, Fernando (2003) Historia de la Inmigración en la Argentina, Buenos Aires,

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Dickmann, Adolfo (1916, re-edición 1933) Nacionalismo y socialismo, Buenos Aires,

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Marx, Karl (1998) Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Buenos Aires, Need.

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    141� 

La clase obrera en el Centenario: un aporte a la

comprensión del Sindicalismo Revolucionario

Florencia D’Uva

[email protected]

Ludmila Scheinkman

[email protected]

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    142� 

El primer centenario argentino se presenta

para la investigación histórica como algo

más que mera efeméride. Por el contrario,

al aparecer en el centro de la escena

pública de la época, constituye un

momento ejemplar de observación de la

dinámica inter e intra-clases.

En efecto, en los festejos y “contrafestejos”

del Centenario se manifiesta una compleja

dialéctica entre clases dominantes y

trabajadores, atravesada por agudos

conflictos sociales que culminarán, meses

más tarde, en la sanción de la Ley de

Defensa Social. Asimismo, puede

identificarse una dinámica propia en el

mundo de los trabajadores, entre las

distintas corrientes que operaron en su

seno.

Mientras en la visión de la época el

anarquismo es presentado como el

protagonista de los disturbios,

condensando los estereotipos del

extranjero, el antinacional y el disruptivo,

consideramos que la investigación

histórica se centró excesivamente en su

análisis, opacando otros movimientos.

Esto se plasma en la casi inexistencia de

estudios sobre la corriente sindicalista

revolucionaria, la cual experimenta, en

parte por su crucial intervención en los

hechos del Centenario, un explosivo

crecimiento.

El presente trabajo se propone, estudiando

esta intervención, devolver al Sindicalismo

Revolucionario al lugar histórico

destacado que ocupó en esta etapa

temprana de su desarrollo.

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    143� 

l primer centenario argentino se presenta para la investigación histórica

como algo más que mera efeméride. Por el contrario, al aparecer en el

centro de la escena pública de la época, constituye un momento ejemplar de

observación de la dinámica social de la Argentina de aquellos años.

En efecto, en los festejos y “contrafestejos” del Centenario se manifiesta una

compleja dialéctica entre clases dominantes y trabajadores, atravesada por agudos

conflictos sociales que culminarán, meses más tarde, en la sanción de la Ley de

Defensa Social y una aguda represión de la cual el movimiento obrero tardará años

en recuperarse. Asimismo, puede también identificarse una dinámica propia en el

mundo de los trabajadores, plasmada en los numerosos debates, discusiones y

polémicas que sostuvieron las distintas corrientes que operaron en su seno.

Por esto mismo, el presente trabajo se centrará en la intervención de la corriente del

Sindicalismo Revolucionario (en adelante SR) en el año de 1910, en un intento de

reconstruir su intervención casi crucial en la realización de la huelga del Centenario,

con las consecuencias que ésta habría de implicar para el movimiento obrero

organizado.

Precisamente, el intento de reconstruir la participación de este poco estudiado

movimiento se funda en la necesidad de ubicarlo como un actor decisivo que en la

mayoría de los casos ha sido opacado por el excesivo énfasis puesto en el

anarquismo. En la visión de la época, el movimiento ácrata fue presentado como el

protagonista de los disturbios, condensando los estereotipos del extranjero, el

antinacional y el disruptivo. Asimismo la investigación histórica ha reproducido este

esquema, centrándose excesivamente en su análisis, como lo atestigua la gran

cantidad de estudios sobre el anarquismo en la época frente a la casi inexistencia de

estudios sobre la corriente SR. Ésta experimenta, en parte por su crucial actuación en

los hechos del Centenario, un explosivo crecimiento que la llevará unos años después

a ganar la hegemonía de la FORA, principal central obrera de la época.

El presente trabajo se propone devolver al SR al destacado rol que ocupó en esta

etapa temprana de su desarrollo. Para ello se analizarán, en primer lugar, las

principales concepciones teóricas que guiarán el accionar de la corriente en esta

E

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    144� 

etapa temprana de su desarrollo, haciendo hincapié en el papel del sindicato y la

huelga general. A continuación, se considerarán las elaboraciones conceptuales del

SR respecto de la situación nacional: el Centenario, la Revolución de Mayo, su

significado y carácter. Por último, se vincularán los principios teóricos analizados en

primer lugar, con la política concreta llevada adelante por la corriente a lo largo de la

primer mitad de 1910, a través de un recuento de los acontecimientos en los que se

pone de manifiesto.

El sindicato como un fetiche

En Argentina, el sindicalismo revolucionario surge hacia 1905 como un “ala

izquierda” dentro de las filas del Partido Socialista. Nutrida de los principios del

sindicalismo revolucionario europeo del francés Georges Sorel y el italiano Arturo

Labriola, la tesis principal de esta corriente se encontraba en la idea de que eran los

sindicatos, en lugar de los partidos políticos, el eje de toda la vida social y política y el

arma principal de la lucha obrera. Así, rechazaban la política y al Estado tanto como

a los intentos de integración institucional de los trabajadores. Y ponían énfasis en los

movimientos reivindicativos y de acción directa, como la huelga, el boicot y el

sabotaje, como única forma de acción revolucionaria. El objetivo de los mismos era la

acumulación de fuerzas y experiencia hasta la llegada de la “huelga general” que

daría inicio a una nueva sociedad (Del Campo, 1986:9). Consideraban, asimismo,

que la lucha de clases sólo se libraba en el terreno de la producción, siendo los

sindicatos las únicas instituciones que respondían a la mecánica interna de la lucha

de clases. Los partidos políticos, según ellos, debían limitarse al apoyo de las

acciones sindicales.

El distanciamiento cada vez mayor del grupo sindicalista con respecto a las

posiciones del Partido Socialista llevó a que en su VII Congreso, celebrado en 1906,

fueran desplazados del Partido. De este modo, el socialismo perdió gran parte de su

base sindical, mientras que la corriente sindicalista experimentó un marcado

crecimiento, del que era testigo su conquista, ese mismo año, de la hegemonía de la

UGT en su IV Congreso, y los llevaría en 1915 a dirigir la principal organización

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obrera, la FORA, en su IXº Congreso. Alejandro Belkin, a partir de su análisis de la

huelga de inquilinos de 1907, va a interpretar este crecimiento desde la idea de una

“plaza vacante” o “espacio vacío” dentro del movimiento obrero en el terreno de la

lucha económica, que los sindicalistas ocuparon con sus propuestas: “los

sindicalistas hacen hincapié en la necesidad imperiosa de apoyar las propias luchas

obreras, sin que sea necesario adosarles ningún otro condimento” (Belkin. 2007:11).

Además de esta fuerte base sindical, Falcón señala que “a pesar del evidente anti-

intelectualismo de la propaganda Sindicalista Revolucionaria, el movimiento

congregará desde un principio a un sector de intelectuales socialistas, que se

integrarán posteriormente a la nueva corriente y continuarán en ella” (Falcón,

1986/7: 378). Es sintomático que Marotta, quien compendia la versión sindicalista

de la historia del movimiento obrero, pretenda minimizar este hecho afirmando que

“muy pocos intelectuales sumáronse a esta fracción. Figuraban Julio A. Arraga,

Aquiles S. Lorenzo, Bartolomé Bosio, Emilio Troise y Gabriela L. de Coni” (Marotta

1960a:212). Algunos de estos intelectuales habían sido primero prominentes

dirigentes socialistas, y es a ellos a quienes se debe la introducción del pensamiento

de los teóricos europeos, particularmente a Gabriela L. de Coni, de procedencia

francesa, y al abogado Julio Arriaga, luego de una prolongada estadía en Europa.

Julio Godio menciona asimismo la influencia de Walter Mocchi, corresponsal del

Avanti (Godio, 2000:163).

Entre las tendencias principales del sindicalismo revolucionario argentino

encontramos la lucha por la unión obrera y la unidad sindical, la cual llevará a los

sindicalistas a proponer sucesivas veces la fusión a la FORA anarquista para encarar

una acción conjunta contra los principales problemas de la época, como la ley de

residencia, la ley nacional del trabajo y el estado de sitio. En particular, en el

contexto del Centenario, impulsaba el segundo Congreso de Fusión, el “Congreso de

Concentración Obrera”. Este fracasaría a partir de la discusión sostenida en el 8º

Congreso de la FORA en abril de 1910, que implicaría el rechazo de la mayoría ácrata

a la unificación, pese a existir sectores fusionistas.

A entender de los sindicalistas revolucionarios, los sindicatos debían ser no

ideológicos, pluralistas y partidarios de la lucha de clases, “celosos defensores de la

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autonomía e independencia del movimiento sindical” (Marotta, 1960b:18). Gracias a

esta postura, conseguirán fortalecerse, impulsando la acción sindical sin exigir a los

sindicatos una definición por una corriente ideológica determinada. Y si bien

reconocían luchar también por derribar al régimen burgués, van a centrarse en la

acción obrera, llevada adelante por los mismos trabajadores en pos de sus propios

intereses, criticando, consiguientemente, tanto a anarquistas como a socialistas por

acercarse al movimiento obrero para imprimirle sus intereses partidarios.

Estas posturas estaban en consonancia con la Carta de Amiens, que postulaba al

sindicato como forma de organización propia del proletariado, a la vez que le

asignaba, por un lado la función de organismo de lucha por las reivindicaciones

concretas y cotidianas y por el otro, de núcleo de la sociedad futura, proclamando la

independencia del mismo respecto de partidos o corrientes ideológicas:

en la obra reivindicativa cotidiana, el sindicalismo persigue la coordinación

de los esfuerzos obreros, el aumento del bienestar de los trabajadores

por la realización de las mejoras inmediatas (…) y considera que el

sindicato, hoy día grupo de resistencia, será en el porvenir el núcleo de la

producción y de la distribución; base de reorganización social. (…) en

aquello que concierne a los individuos, el Congreso afirma la entera libertad

para el asociado, de participar, fuera del grupo corporativo, en

cualquiera de las formas de lucha que correspondan a su concepción

filosófica o política, limitándose a exigirle, en reciprocidad, no introducir

en el sindicato las opiniones que profesa fuera del mismo.

En lo que concierne a las organizaciones, el Congreso decide que con el objeto de

que el sindicalismo alcance su máximo de efectividad, la acción

económica debe ejercerse directamente contra la patronal, no teniendo

las organizaciones confederadas, como asociaciones económicas, qué

preocuparse de los partidos y de las sectas que, afuera y al margen, puedan

perseguir, en absoluta libertad, la transformación social”1.

                                                            1 La negrita es nuestra. Orden del día adoptado en el XV Congreso Nacional Corporativo de la Confederación General de Trabajo de Francia, realizado en Amiens del 8 al 16 de octubre de 1906, declaración de principios del SR internacional. Disponible online en: http://es.wikisource.org/wiki/Carta_de_Amiens

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En consonancia con estos postulados, en “¡Esa autonomía!”, una furiosa crítica a la

posición contraria a la fusión que dominaba entre los anarquistas de la FORA, los SR

argentinos van a afirmar en La Acción Socialista, periódico sindicalista

revolucionario (en adelante L.A.S.):

Entendemos que la organización obrera debe desenvolverse libre y autónomamente

para realizar su obra revolucionaria.

Pero nuestro autonomismo es lógico y consecuente, no teniendo ningún parecido con

el autonomismo de esa gente que después de predicarlo en todas las formas quieren

someter la organización á una influencia de elementos ajenos, sea los provenientes de

las sectas, sea de los partidos ó de las religiones ó del estado.

Entendemos que la clase obrera se basta por sí sola para realizar su lucha

revolucionaria llevándola hasta el extremo anhelado de la expropiación capitalista.

Por lo tanto rechazamos los auxiliares que se ofrecen para llevar de la mano al

proletario y rechazamos las muletas regalitarias ó sectarias que se les brinda. Las

muletas son un estorbo para quienes no las necesitan. El proletariado, bastándose por

si solo no hallará más que un estorbo en esos auxiliares.

En consecuencia, todos aquellos que ofrezcan el amparo de una secta ó una tendencia

del estado ó de un partido á la clase proletaria organizada, con ello no hacen mas que

ofrecer estorbos a la obra que ella realiza en el mundo capitalista, aun cuando quieran

con palabras ampulosas, hacer creer en la poderosa influencia de sus muletas

milagrosas2.

Julio Godio analiza la vinculación con las ideas del italiano Arturo Labriola,

continuador de Sorel, quien afirmaba en Reformismo y sindicalismo que “la

Confederación de los sindicatos es la forma natural de organización de la clase

obrera. En ella se organiza precisamente la clase como tal: los proletarios como tales.

El partido es una asociación ideológica formada por personas que comparten una

misma creencia. El intelectual, el pequeño burgués e incluso el capitalista, pueden

ser socialistas, y por tanto miembros del partido. En los sindicatos lo que une es la

comunidad de la situación económica; en el partido la comunidad de la ideología.

                                                            2 “¡Esa autonomía!”, L.A.S., 16/10/1909.

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¿En qué basamos nosotros, los marxistas, en la premisa de la pureza ideológica o en

la premisa económica de la situación de clase?” (citado en Godio, 2000:161).

La respuesta a esta pregunta parece más que evidente, y en ella se funda un fuerte

antipartidismo, el rechazo a las ideologías, la desconfianza frente a los intelectuales y

el anti-intelectualismo (con la contradicción que ello implica), y a una fuerte

oposición a toda forma de dirigencia “externa” a los propios trabajadores, tal como

aparece plasmado en “La organización obrera”, un artículo de enero de 1910:

El proletariado, por falta de unidad y cohesión se ha debatido en la impotencia,

mientras que los que pretenden ser superiores á la organización proletaria, se han

portado ridículamente y han obstaculizado la obra de éstos.

Aprendan una vez por todas los trabajadores á no confiar á otras fuerzas

que las propias y á desconfiar de todos aquellos que siendo ajenos á

nuestros métodos de lucha, á nuestra condición, quieren introducirse en

nuestras filas, porque la evidencia y la realidad nos dice que ellos solo persiguen

nuestro propio debilitamiento para fortalecer y dar vida á las formas democráticas

que ellos alimentan en perjuicio de la acción revolucionaria de las fuerzas sindicales.

Los momentos por los cuales atravesamos á gritos nos dicen que nuestra confianza

debemos depositarla solo y exclusivamente en nosotros, los productores, y en

nuestras organizaciones de combate; las sociedades de resistencia y que, lo que, lo

que nosotros no podamos, mancomunando nuestras fuerzas nadie lo podrá, mas si

nosotros confiamos en fuerzas extrañas y á ellas nos adherimos no hacemos más que

declararnos impotentes para afrontar los golpes reaccionarios, y es que elaboramos

nosotros mismos nuestra impotencia si es que recurrimos á instituciones que nada

pueden darnos por su carácter democrático y ajenas á nosotros.

Las sociedades de resistencia tienen un poder que nadie puede

igualarlos, puede, cuando la voluntad proletaria así lo quiere, paralizar las fuentes

de riqueza, cosa que obliga al estado burgués á ceder á todas sus peticiones.

Este poder en ningún otro organismo que no sea sindical lo hallaremos. Entonces,

como trabajadores, nuestra organización por excelencia es aquella donde se agrupan

todos los productores.

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Y ella más que nadie acelerará nuestra emancipación, porque sus interesados allí

actúan.

¡Trabajadores desechemos el estrecho partidismo que nos separa,

unámonos todos en un solo organismo y jamás la burguesía se atreverá á cometer con

nosotros lo que durante el estado de sitio ha cometido”3.

Es a partir de estas concepciones, que elevan sobremanera el papel del sindicato

como institución que, por su sola existencia y a través de la huelga portaría el poder

de crear la sociedad futura. El papel de la política es reducido, desatendiendo a las

coyunturas concretas. Por esto podríamos hablar de una “fetichización” del sindicato

como única herramienta de lucha proletaria; o más que herramienta, como un fin en

sí mismo.

La huelga general

Alcance el resultado que se quiera, triunfe o fracase, se logre o no la reivindicación

reclamada y en virtud de la cual se promueve un movimiento de huelga general, esa

arma poderosa, decisiva de los productores, tiene la suprema virtud de exponer con

un hecho el estado de ánimo del proletariado que realiza, á la vez que pone en

antecedente á sus actores de una fuerza, quizá antes oculta para ellos mismos;

perturba la tranquilidad de una organización que solo vive y descansa en la

mansedumbre, en la inacción obrera. La huelga general es un principio de subversión

de esta tranquilidad; un principio de negación de los derechos y poderes burgueses;

es la expresa declaración proletaria de la insuficiencia de la legalidad para alcanzar su

mejoramiento, su emancipación y todas sus aspiraciones que intenta actuar por

medio de esta potente y nueva arma que la clase obrera ha concebido y puesto en

práctica en su vida penosa de combate por el bienestar y la libertad. “La huelga

general”, L.A.S., 22/01/1910.

En estos términos definía el SR la huelga general, en vísperas del Centenario.

Entendida como arma ofensiva de singular eficacia y única específicamente obrera, la

                                                            3 “La organización obrera”, L.A.S., 22/01/1910 (la negrita es nuestra).

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huelga general fue defendida por los sindicalistas revolucionarios desde un principio

como recurso fundamental en la lucha entre el proletariado y el capital. Por esto

mismo para lograr la derogación de la Ley de Residencia sancionada en 1902

(herramienta de la burguesía para desarmar el movimiento obrero), los sindicalistas

no dudarán a la hora de escoger el medio de lucha. Así es que esta corriente obrera

impulsará una huelga general para el Centenario como una amenaza dirigida a la

burguesía y a su fiesta “patriota” y “nacional”, que operara de forma de presión para

empujar a las clases gobernantes a derogar la tan repudiada ley.

Así, los SR argentinos obraban en concordancia con los postulados del SR francés

plasmados en la Carta de Amiens: “la obra del sindicalismo: prepara la emancipación

integral que sólo puede realizarse por la expropiación capitalista; preconiza como

medio de acción la huelga general y considera que el sindicato, hoy día grupo de

resistencia, será en el porvenir el núcleo de la producción y de la distribución; base

de reorganización social”4.

Estos principios se hacían ya presentes hacia 1905, cuando previo a la ruptura, el

tercer congreso de la UGT proclamaba una declaración en torno a la huelga general

que respondía al creciente predominio de la fracción sindicalista y afirmaba: “la

huelga general, si por ella se entiende el abandono consciente y espontáneo del

trabajo por parte de los obreros de una localidad, como acto que traiga por

consecuencia la paralización del movimiento de aquellas industrias indispensables

para la vida económica de dichas localidades, puede ser, en determinadas

circunstancias de lugar y tiempo, un medio eficaz para exteriorizar protestas de la

clase trabajadora” (Abad de Santillán, 2005:113). Esto, en palabras de Diego Abad de

Santillán, “significa (…) un acercamiento a la F.O.R.A.” (Abad de Santillán,

2005:133). Sin embargo, como hemos visto, las diferencias entre los sindicalistas y

los anarquistas defensores de la línea de la FORA del V Congreso se harían pronto

visibles, sobre todo en lo concerniente al apoliticismo de unos y el ultimatismo de los

otros. Al respecto, Falcón afirma que si bien “los Sindicalistas Revolucionarios

compartirán el antipoliticismo y el antiestatismo de los anarquistas. Sin embargo,

                                                            4 Carta de Amiens, op. cit.

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pronto se harán visibles, notorias diferencias entre ambas corriente. Para los

sindicalistas el rechazo a la “acción política” no será sustituido por la preparación de

la vía insurreccional, sino que el sindicato aparecerá como el eje presente y futuro de

toda la vida social” (Falcón, 1986/7:377).

Efectivamente, la referencia a la acción directa como método de lucha (y la huelga

general como máxima expresión de aquella) aparecía ya en lo que Sebastian Marotta

denominaba la “concreción del pensamiento sindicalista” (Marotta, 1960a:211), la

declaración del programa sindicalista que aparecía en el primer número de L.A.S., en

julio de 1905, en su artículo b): “Enaltecer la acción directa del proletariado,

desarrollada por su simple y deliberada voluntad de modo independiente de toda

tutela legal, dirigida a disminuir prácticamente las condiciones de inferioridad

económica en que lo tiene colocado el capitalismo” (Marotta, 1960a:212).

El elemento soreliano en las concepciones SR salta a la vista, como bien apunta

Ricardo Falcón: “el recurso a la huelga general tenía (…) un parentesco directo con la

idea del mito soreliano como elemento educador y movilizador de la clase obrera”

(Falcón, 1986/7:377). En términos de Sorel, la huelga general es “el mito en el cual el

socialismo se condensa enteramente, es decir, una organización de imágenes capaces

de evocar instintivamente todos los sentimientos que corresponden a las diversas

manifestaciones de la guerra entablada por el socialismo contra la sociedad moderna.

Las huelgas han originado en el proletariado los sentimientos más nobles, los más

profundos y los de mayor motricidad que posee; la huelga general los agrupa a todos

en un cuadro de conjunto y, por ese agrupamiento da a cada uno de ellos su

máximum de intensidad” (Sorel, 1978:128).

Este elemento emotivo e irracionalista aparece también en las conceptualizaciones

de L.A.S. El componente instintivo espontáneo y movilizador, las imágenes que

evocan recuerdos y sentimientos se corresponden al elemento soreliano en el

pensamiento SR argentino:

La expresión culminante de la acción directa, su expresión más potencial, es la huelga

simultánea de todos los productores, que paralizando la vida productiva de toda la

sociedad la pone al borde de un precipicio, puesto que sin producción no puede haber

vida en sociedad posible.

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Además la huelga general produce un sin fin de revueltas de todo género que

detrimenta el actual estado de cosas constituido y mengua enormemente el poder de

la clase burguesa y del estado, porque ella evidencia con una claridad solar que las

aspiraciones del proletariado no han sido satisfechas, que la democracia es

insuficiente, que los medios legales son una engañifa para tenerlo siempre en

condiciones de esclavo.

Es también un estallido de entusiasmo, de fuerza, de juventud, de todo un

conjunto de sentimientos, todo absolutamente nuevo, de origen

proletario. Luego se ligan á todos esos sentimientos mil recuerdos, mil

episodios, toda una historia de triunfos, derrotas, de caídos; en fin, se

forma toda una vida nueva, la cual comienza con los simples documentos

y protestas, se agranda con los primeros hechos y se agiganta con la

grandiosa manifestación general de fuerza y entusiasmos que es la

huelga general. Esta no es sino la gran batalla necesaria para dejar definitivamente

conquistadas mil ventajas de otros tantos pequeños combates y escaramuzas. Las

guerrillas son el preludio indispensable de estos colosales choques de las clases.

Aceptando lo uno, es lógica consecuencia hay que aceptar lo otro. No hay más

diferencia que de cantidad de fuerzas que entren en acción.

Parece por eso que la huelga general será el arma favorita del proletariado en los

tiempos venideros5.

En éstos mismos términos analizaban, a su vez, la huelga del 1º de mayo de 1909,

como un “elocuente despertar proletario”, haciendo énfasis nuevamente en los

elementos movilizadores y aglutinantes (los elementos de motricidad que resaltaba

Sorel), y la idea de un “alma proletaria” capaz de responder a la huelga

movilizándose:

ella alcanzó tan grandiosa magnitud, que no podíamos hacer a menos que dejarnos

arrastrar por la sorpresa que nos produjo la constatación de ese hecho sugerente

que nos presento íntegramente el alma proletaria: rebelde, vigorosa,

impregnada de un profundo sentimiento de guerra de la explotación y la

tiranía burguesa. Por su grandiosidad es un hecho que subyuga. Y

significativo en sumo grado por las esperanzas que sugiere.

                                                            5 “La huelga general”, L.A.S., 22/01/1910 (la negrita es nuestra).

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Todo ha contribuido a dar impresión real de la existencia de una fuerza

formidable capaz por si sola de conmover y trastornar el orden burgués.

Y esa fuerza, esa energía, es propia y exclusiva de los trabajadores. Así se

ha comprobado en los hechos una vez más. Basta para ponerla en actividad y para

que asuma todos los caracteres específicos de una acción disolvente,

demoledora, que se hiera su dignidad de clase, o que se sientan

impulsadas por el soberano deseo de conquistar su emancipación.

Cuando sus sentimientos de guerra, que eternamente dormitan,

despiertan, adquieren un empuje irresistible. Es que el proletariado lo

puede todo porque lo crea todo. Un instante de instintiva clarividencia lo

lleva a la clara comprensión de su condición y capacidad social, entonces,

cual un titán hace crujir músculos de acero con inaudita fiereza y

exterioriza con imponente majestad todo su odio a la tiranía capitalista

que somete a la clase productiva a la más oprobiosa explotación”6.

Paralelamente a la discusión de Sorel y el SR francés con el socialismo

“parlamentario” y “reformista”, los SR Argentinos van a reivindicar continuamente la

estrategia de la huelga general como método por excelencia de intervención de la

clase obrera, en franca discusión con el socialismo local, que es acusado de

parlamentario y reformista. Es que hacia 1910, lejos de las posiciones “reformistas”

que harían conocido al sindicalismo revolucionario más adelante y que han sido

ampliamente retomadas por la historiografía, esta corriente que se encontraba en

franco ascenso va a presentar una política sumamente radical, profundamente crítica

del estado, que rechazaba cualquier intervención del aparato público y ponía énfasis,

exclusivamente, en el accionar obrero a través de la huelga general. Así, los

sindicalistas intentaron, frente al Centenario, dar al movimiento un carácter de

cuestionamiento político al sistema arrollando los símbolos burgueses.

La concepción sindicalista revolucionaria del Centenario7

                                                            6 “Elocuente despertar proletario, La huelga general – Triunfo completo de los huelguistas”, L.A.S., 16/05/1909 (la negrita es nuestra). 7 Esto ha sido desarrollado en profundidad en el artículo de las autoras, “La impugnación al imaginario nacional patriótico y la construcción de una identidad opositora propia: el sindicalismo

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    154� 

La conmemoración del primer Centenario de la Argentina se presentó como una

fecha clave para la elite, en un contexto en el que ésta buscaba afianzarse y

consolidar su posición de poder, ocultando las diferencias de clase, reforzando los

sentimientos patrióticos y nacionales y arrastrando bajo su tutela al resto de la

sociedad. Frente a la difusión de las ideas de “patria”, “nación”, “república”,

“tradición”, “ciudadanía” y “libertad” que la clase gobernante intentaba imponer al

conjunto de la sociedad, el SR intervino de manera independiente, cuestionando

críticamente cada una de estas nociones y construyendo, por oposición, una

identidad propia articulada en torno de la concepción de “clase”. Con respecto a la

noción de libertad, los sindicalistas revolucionarios rechazaron rotundamente su

contenido y carácter burgués, proclamando las libertades obreras: el

desenvolvimiento de la acción sindical y del accionar en pos de la emancipación

obrera. Asimismo entendían la conmemoración de la Revolución de Mayo como una

revolución de carácter burgués en la que la burguesía habría conquistado el poder

político. De este modo se rechaza la idea de una unificación del pueblo argentino en

el festejo, y se rechaza la gesta de mayo como un momento fundacional para el

proletariado, que tiene sus propias fechas, hitos y festejos. En L.A.S. del 26/03/1910,

en “La batalla del Centenario” leemos:

La burguesía argentina no celebra un acto exento de carácter de clase. Ella celebra la

conquista de una plaza que fue la base de conquistas posteriores y de su

enriquecimiento y grandeza. (…) Juzgándolos con este criterio, se comprende

fácilmente que lo que en el fondo hay es una celebración de las libertades de gobernar

política y económicamente conquistado por la burguesía. No libertades genéricas. No

conmemoración de libertades proletarias, puesto que el proletariado ha surgido de su

condición primera de revolucionario. (…) Así el proletariado (…) no puede tolerar que

se conmemore con total hipocresía “libertades” no existentes8.

                                                                                                                                                                          revolucionario en el Centenario”, Actas de las Jornadas “Bicentenario, Perspectivas, debates y desafíos para las ciencias sociales, Tandil, agosto de 2010. 8 “La batalla del Centenario”, L.A.S., 26/03/1910.

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En otro artículo titulado “¡Dulce Patria!” y publicado en L.A.S. el 15/01/1910 con

motivo del levantamiento del estado de sitio declarado a partir del atentado que se

cobró la vida del jefe de policía Falcón, se lee una serie de denuncias frente a las

supuestas “libertades” de que se goza en suelo argentino: en un país supuestamente

rico y de abundancia, para el obrero los alimentos y alquileres son caros, y su vida se

rige por la escasez; se denuncia la corrupción de los concejales que “estafen

patrióticamente”(sic) al pueblo; en un país de libertades, se apresan y matan

huelguistas y militantes obreros, y el accionar de la policía es represivo; en un país

que recibe de brazos abiertos al inmigrante, se lo expulsa por la puerta trasera

aplicando la ley de Residencia a través de expulsiones y deportaciones; “la prensa ha

tenido la más amplia libertad para callar todo lo que sabía y decir lo que no sabía”;

denuncian, por último, el estado de sitio, anulación por excelencia de las libertades.

Además de protestar por la inexistencia de libertades para el proletariado, el SR

rechaza la noción de “patria” que, en las proximidades del Centenario, la clase

dominante exaltaba y festejaba, y denuncia a ciertos sectores del socialismo por

plegarse a la efervescencia nacionalista. Mientras que el socialismo dice guardar

“respeto” y “admiración” por la obra de 1810, “que dio al país más libertad de

comercio, acelerando así su desenvolvimiento, vinculando su pueblo a los otros

pueblos del mundo, y abriéndolo a los mismos hijos de España, alejados hasta

entonces de esta región por vetustas ordenanzas” (La Vanguardia 10/04/1910), el

SR entiende la “patria” como un instrumento de la clase dominante para dividir al

proletariado, que en el caso argentino estaba nutrido de un gran componente

extranjero, y propone, en cambio, un ideal internacionalista de unidad. Los

socialistas son acusados de “reformistas”, refutando sus caracterizaciones acerca de

la patria y el nacionalismo, mientras se rechazan los intentos de la burguesía de

ocultar las diferencias de clase para mantener así a los obreros dispersos,

desorganizados y sometidos a la explotación. Así en L.A.S. del 01/07/1909 afirman:

Quieren los reformistas fortificar la unidad nacional”. En esa obra los directamente

interesados son los burgueses, los hombres de estado, los conservadores. El beneficio

de tal fortificación sería para la burguesía argentina y su casta dominante en el estado

(…) El proletariado se halla en lucha permanente contra el estado, contra la nación,

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contra todas las ideologías que apuntalan a la burguesía en primer lugar al

patriotismo, la nueva religión que se ha propagado para sustituir a la religión

muriente que el pueblo obrero va abandonando. Si no se puede sujetarlo por la

religión antigua, por el amor y el temor de dios, se puede dominarlo por la religión

del estado, la patria, inculcándole en todas formas esa nueva deidad subyugadora de

conciencias. (…) Este sentimiento inteligente de los burgueses, estúpido en lo

obreros, tendría la virtud de reunir a todos los argentinos bajo los pliegues de la

blanca y azul bandera de Berutti y French (¡!!). (…) guiado el proletariado por los

piadosos y patrióticos deseos de los reformistas llegaría a la degeneración y la muerte

de su lucha, de su organización, de su personalidad histórica, a la renuncia de su

provenir (…) La fortificación de la nación es la fortificación de la burguesía, de las

fuerzas conservadoras de la sociedad capitalista. El proletariado que tiende a la

destrucción de la burguesía y de todas sus instituciones no puede sino lamentarse si

las naciones se robustecen, si los sentimientos patrióticos se arraigan. Un

proletariado patriota, seria un proletariado de almas de esclavos, que no haría

huelgas generales, que seria obediente de las leyes, que estaría dispuesto a matarse

con el proletariado brasileño o chileno, en cuanto se ofendiese al trapo azul o blanco

de Falcon y Figeroa Alcorta9.

De este modo, para el SR cualquier idea de una patria común para capitalistas y

obreros no era más que un engaño, un intento de disfrazar el carácter clasista de esta

construcción. Y la defensa de la patria no era más que la defensa del estado burgués,

de la propiedad privada y de la explotación del obrero. Para el SR “Cuando se

defiende la patria, lo que se defiende en realidad es al estado, bajo cuyas órdenes

están los medios de guerra y de mando” (“El proletariado y la patria”, L.A.S.,

02/04/1910). Esta corriente también va a denunciar el falso “nacionalismo” de la

burguesía argentina, que mientras atacaba a los extranjeros que venían a trabajar en

suelo nacional, se arrodillaba frente a los capitales y bancas internacionales:

“¿Porqué se habla de extranjerismo si se sabe que quien gobierna en este país

esencialmente cosmopolita, es la alta banca, los grandes industriales, las fuertes

empresas ferrocarrileras, de tranvías, los ricos terratenientes, etc. Y los dueños de

todo eso que constituye la R. A. en su inmensa mayoría, son extranjeros, gente de esa

                                                            9 “El proletariado y la patria (conclucion)”, L.A.S., 01/07/1909.

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que no sabe compensar los cuantiosos sacrificios que han hecho por ellos los nativos”

(“La “raza” y la “tradición””, L.A.S., 08/12/1909.).

Vemos entonces que los SR criticaron y rechazaron los valores que la burguesía

pretendía imponer en la sociedad, y al conjunto del proletariado, y realizaron sus

propias caracterizaciones acerca de la Revolución de Mayo y la conmemoración del

Centenario denunciando el carácter de clase de estos hechos que, a su entender, en

nada beneficiaron al proletariado sino que por el contrario lo sometieron al yugo de

quien se erigió como clase dominante a partir de 1810, la burguesía “nacional”. Por

esto mismo propugnaron a fondo la celebración “inversa” del Centenario con la

huelga general, para desenmascarar la fiesta burguesa y levantar los reclamos de la

clase obrera.

Relato de los acontecimientos

Los hechos del Centenario son la culminación y cierre de un ciclo de ascenso de las

luchas obreras y conflictos sociales abierto hacia 1909, cuyos hitos principales son

harto conocidos. La Semana Roja, el “ajusticiamiento” de Falcón, la manifestación en

solidaridad con el asesinato del anarquista español Ferrer, el estado de sitio que va a

durar hasta enero de 1910, los intentos de fusión propuestos por la CORA a la FORA

y el VIII Congreso de la FORA son todos hechos que preceden y enmarcan el

contexto del Centenario y los sucesos que aquí nos proponemos rememorar.

Ya a principios de 1910 las distintas corrientes del movimiento obrero organizado

comienzan a discutir la necesidad de aprovechar el Centenario como una instancia

para hacer sentir sus reclamos y presionar sobre la burguesía para lograr sus

principales reivindicaciones, fundamentalmente la derogación de la Ley de

Residencia y la liberación de los presos por causas sociales. Mientras que los

socialistas no adoptan una actitud demasiado crítica hacia los festejos de la “patria”

que la clase dominante preparaba, anarquistas y sindicalistas discutirán la necesidad

de llevar adelante una huelga general que coincidiese con los festejos y reclamase

principalmente, entre otras cosas, por la eliminación de la mencionada ley.

Igualmente, existieron marcadas diferencias entre estos dos grupos y las respectivas

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centrales obreras que dirigían, la FORA y la CORA. Mientras que esta última

impulsará firmemente la realización de la huelga, en el interior de la FORA existirán

divergencias con respecto a la capacidad del movimiento obrero para llevar adelante

tal medida con éxito. Estas discrepancias entre las dos corrientes quedaron

registradas en sus periódicos de aquel entonces. Así, vemos que en marzo de 1910 La

Protesta, diario anarquista, publica una nota titulada “Centenario Rojo” en la que si

bien no se hace mención a la huelga general, se proclama la necesidad de

conmemorar un Centenario “rojo” para denunciar las injusticias de la Argentina de

aquel entonces, y cuya máxima expresión era la existencia de la Ley de Residencia

sancionada contra aquellos que se rebelaban contra el sistema (“Centenario Rojo”,

La Protesta, 23/03/1910). Tres días después de esta nota, L.A.S. publica un artículo

titulado “La batalla del Centenario” en el que se denuncia la inexistencia de

libertades para el proletariado y se anuncia la conveniencia de declarar una huelga

general:

Se comprende entonces que la burguesía no pueda conmemorar una fecha que señalo

el triunfo de su causa creando sus libertades, con la cesión de libertades al

proletariado, quien al crear el nuevo poderío de la clase obrera destruye la

supremacía burguesa conquistada hace un siglo (…) Solamente el proletariado puede

hacer que el centenario se convierta en una fecha que señale la conquista de una

nueva libertad. A ello se prepara. La CORA ya ha dado la voz para que los gremios

traten preferentemente este asunto en sus reuniones, á fin de que en el momento

preciso, ya demasiado vecino, se produzca el estallido de la huelga general exigiendo

la derogación de la ley de residencia10.

A su vez, en L.A.S. de ese mismo día es publicada una circular, con fecha el 15/03,

bajo el título de “Confederación Obrera Regional Argentina” y repartida a todos los

sindicatos adheridos en la que se declara:

El objeto de la reunión de delegados de los sindicatos obreros es para acordar y

determinar la declaración de huelga general en la fecha del centenario exigiendo del

Estado burgués la abolición de la ley de residencia. Camaradas ninguna fecha mas

propicia para los trabajadores de la Argentina podía presentarseles para reivindicar

                                                            10 “La batalla del Centenario”, L.A.S., 26/03/1910.

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sus derechos de clase violentamente ultrajados por el enemigo común como el

centenario de la independencia burguesa, fecha que por el lujo y brillo de la misma

exteriorizará la miserable situación de los trabajadores11.

Se sucedieron numerosos debates sobre la conveniencia o no de declarar la huelga

general. El diario anarquista de la tarde, La Batalla, publica el 07/04/1910 un

plebiscito “para conocer la opinión popular” con respecto a una serie de

interrogantes: “¿Conviene derogar la ley de residencia? ¿Conviene exigir la amnistía?

¿Conviene exigir la libertad de los presos por cuestiones sociales? ¿Es lógica la huelga

general para el Centenario? ¿Cuál debe ser la actitud de los nacionales y extranjeros

ante ella y el objeto que la motiva?” (“Huelga general para el Centenario. Plebiscito

de La Batalla”, La Batalla, 07/04/1910). Cinco días después era publicado el cupón

para entregar el voto del plebiscito.

Por esos mismos días, el 09 de abril, L.A.S. publicaba un artículo titulado “La

Revancha” en el que se comenta el temor existente en la opinión pública burguesa

con motivo de la anunciada huelga general:

Ya se encargará la Confederación de exponer claramente las causas que motivan esa

lucha, por medio de terminantes y explicitas declaraciones. Así sabrá el proletariado

del mundo entero que se luchará para que no subsista la inicua ley de residencia,

decretada con el solo propósito de impedir el desenvolvimiento de la acción sindical y

la realización de la obra de emancipación obrera. ¡La burguesía pretende que se le

deje realizar libremente los festejos en honor de una mentida emancipación

americana, cuando el proletariado argentino está sometido política y

económicamente por ella sin tener siquiera los más elementales derechos de

defensa!12

Y en un tono amenazante anuncia: “¡Oh, si; será el día de la venganza! (…) ¡La fiesta

se convertirá en tragedia! O dese satisfacción á las reclamaciones proletarias:

libertad de los presos y derogación de la ley de residencia (…) Decidan los

gobernantes si quieren tragedia o fiesta (…) ¡Viva la huelga general del centenario!”

(Ibíd.).

                                                            11 “C.O.R.A”, L.A.S., 26/03/1910. 12 “La Revancha”, L.A.S., 09/04/1910.

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Como dijimos anteriormente, el tema de la huelga general suscitará divergencias

entre las distintas corrientes obreras. El socialismo se resistirá desde un principio a

considerar la medida como adecuada para lograr la satisfacción de los reclamos

obreros. Tal es así que el 10 de abril La Vanguardia publica un artículo escrito por

Juan B. Justo y titulado “En Mayo” en el que el dirigente socialista expresa su

opinión acerca de la huelga del Centenario:

es ésta un procedimiento de lucha cuya eficacia y trascendencia conviene no

comprometer en intentonas extemporáneas e inmotivadas. Se habla de vengar

agravios recibidos por la clase trabajadora, idea pueril de venganza que, aun como

sentimiento individual, es una preocupación grosera e inconducente. El ofendido que

se deja dominar por ese sentimiento atávico recibe doble ofensa: la que le infligió el

ofensor y la que se inflige a sí mismo al subordinar su conducta a la de otro, al

distraerse de sus fines propios en la obsesión de castigar al ofensor (…) La huelga

general es una gran solemnidad obrera. Declararla en ocasión de las fiestas del

Centenario sería, pues, asociarse a ellas, contribuir por contraste a darles

importancia, subordinar a la tradición burguesa un acontecimiento de la vida obrera

que se pretende sea grande (…) Actos recientes de la autoridad, y en primer término

la importante ordenanza sobre la intervención de la policía en las huelgas, preparan

una época de progreso ordenado y rápido para la organización obrera. Grave error

sería malograr esta buena oportunidad por el capricho de hacer un poco de ruido o de

escándalo. El papel del pueblo trabajador consciente en las próximas fiestas debe ser

otro. (…) Celebremos el Centenario en nuestro fuero interno, pero no dejemos creer

que las fórmulas de independencia y libertad nos colman de entusiasmo cuando nos

oprime y nos despoja una oligarquía corrompida, incapaz de respetar siquiera las

reglas elementales de la libertad burguesa. Mantengámonos, pues, lejos de los altares

en que los politicastros van a ofrendar sus sonados y mentidos sacrificios a la patria13.

Esta postura fue criticada por el SR y el 16 de abril es publicada una nota con título

“La preocupación burguesa”, en la que además de hacer referencia a los temores de la

clase dominante frente a las amenazas del proletariado de convocar a una huelga

general se critica a los socialistas tildándolos de “reformistas” e “intelectuales”:

                                                            13 “En Mayo”, La Vanguardia, 10/04/1910.

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Así los diarios burgueses han lisonjeado en las últimas semanas al patriotismo, al

argentinismo de los reformistas, llamándolos á estar con los burgueses dentro de un

mes, cuando la Republica burguesa argentina estará vestida de gala para festejar un

siglo de existencia. Y acertaron. La lisonja fue correspondida. El reformismo, como

partido militante, no puede sino condenar los actos “instintivos y salvajes” que realice

un proletariado revolucionario para la conquista de sus libertades, para afirmar una

vez más su personalidad combatiente en el concierto ilimitado de las guerras sin fin

que se libran en todo lugar y tiempo. (…) Pero ante esa oposición burguesa el

proletariado unánimemente debe levantar su bandera de guerra. Aún la fracción

obrera templada que milita en el mismo bando de los intelectuales que manifiestan su

posición la huelga del centenario, deben acompañar decididamente esta lucha, si su

alma obrera no ha sido del todo transformada en un alma de rebaño. Porque en el

centenario se dividirán las clases, y los intelectuales que medran en los ambientes y

sistemas democráticos estarán con la democracia, mientras que los obreros, que en

los estados democráticos se hallan en la abyección, estarán con su clase, con sus

ansias de libertad, con sus odios á sus explotadores: estarán con la revolución obrera

que ellos elaboran, no con la revolución burguesa del siglo pasado, que elaboraron los

dignos antenatos de los actuales grandes ladrones del gobierno, del comercio y de las

fabricas. El proletariado no ha cruzado las universidades, como las cruzaron estos

intelectuales, y por eso nada los liga á la patria ni á la clase dominante. En cambio ha

cruzado las fábricas, donde ha sentido el azote de la explotación. Por eso solo puede

expresar los odios reconcentrados y las protestas airadas contra los farsantes que

pretenden festejar grandezas que desconoce la clase obrera14.

Luego de largos debates finalmente la CORA vota la huelga general, que queda

acordada en una reunión de delegados el día 22 de abril. Al día siguiente los distintos

periódicos obreros publican y dan a conocer las resoluciones y el detalle de los votos

de los delegados de las sociedades adheridas: 13 a favor, 4 en contra y 8

abstenciones. En La Vanguardia se lee: “Enseguida se pasó a discutir la fecha en que

debía producirse el movimiento, que según sus iniciadores tendría como objetivo la

derogación de la ley de residencia, la libertad de los presos por cuestiones sociales y

la entrada al país de los obreros deportados. El debate fue glacial, llegándose en la

conversación a un acuerdo tácito respecto a la conveniencia de celebrar una tercera

                                                            14 “La preocupación burguesa”, L.A.S., 16/04/1910.

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asamblea para determinar la fecha del pronunciamiento. Mientras tanto, se dijo, el

Consejo Confederal correrá con la propaganda, agitando especialmente aquellos

gremios que deben desempeñar un papel primordial en la huelga votada” (“Agitación

gremial. C.O.R.A”, La Vanguardia, 23/04/1910).

Días después, el 28 de abril, el Consejo Confederal de la CORA publica un

documento sobre la huelga general en el que se lee: “El consejo de delegados de esta

organización (…) ha resuelto declarar, si los poderes no dan satisfacción en fecha

oportuna, la huelga general como único medio que tiene a su alcance la clase obrera

para conseguir tan alto propósito de libertad de clase (…) Si la voz del proletariado no

tiene la virtud de ser atendida, la huelga general estallará en las vísperas del 25 de

Mayo, como un mentís a cuantas libertades quieran celebrarse y exhibirse ante el

mundo civilizado (…) ¡Trabajadores! ¡La resolución de los delegados de nuestros

gremios ha de merecer nuestra más decidida adhesión, y cada uno de vosotros debe

convertirse en un soldado de la cruzada libertadora! (…) Estemos listos para esta

emergencia en que se desarrollará la lucha más estupenda que registra la historia del

proletariado argentino. -¡Abajo la ley de residencia! ¡Viva la huelga general! ¡Viva la

Confederación!” (“La C.O.R.A. al proletariado argentino”, La Confederación, n° 2,

mayo de 1910).

Marotta comenta este documento y discute las polémicas afirmaciones de Abad de

Santillán quien afirma: “Los sindicalistas de la Confederacion Obrera Regional

Argentina comprendieron que el Consejo Federal de la F.O.R.A. no se hallaba

enteramente dispuesto a seguir en absoluto la corriente popular, y se atrevieron a un

golpe de audacia demagógica, declarando por su cuenta la huelga general para el 18

de mayo” (Abad de Santillan, 2005:206). Frente a esto Marotta responde: “En un

juicio injusto, Diego Abad de Santillán, atribuye a la CORA, con su declaración de

huelga general, la realización de `un golpe de audacia demagógica´. (…) y agrega:

“los sindicalistas (…) propugnaron la huelga general, como supremo argumento

desde mayo de 1909, y la ratifican en todas sus publicaciones posteriores a esa fecha

hasta el momento de las decisiones definitivas” (Marotta, 1960b:71) Asimismo, el

militante ácrata Gilimón, con respecto a la declaración de la huelga, sostiene en sus

“Hechos y Comentarios”:

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Los sindicalistas por su parte se apercibieron de la actitud silenciosa y un tanto

equívoca de los hombres que estaban al frente de la Federación, y dieron un golpe de

efecto declarando la huelga general para el 18 de mayo, si para ese día el gobierno

nacional no derogaba la ley de residencia, decretaba la libertad de los presos por

cuestiones sociales y daba amplia amnistía á los prófugos y desertores del Ejército.

Esa declaración de huelga general comprometía muy poco á los elementos de la

Unión General de Trabajadores, que eran muy poca cosa para un paro de ese género;

pero el efecto moral que causó entre los anarquistas fue grande, ya que con ella se

presentaban los sindicalistas como más revolucionarios que la F.O.R.A., á pesar del

abolengo revolucionario de esta institución. Los miembros del Consejo Federal

continuaron, no obstante, callados. Y para contestar á los anarquistas que personal ó

públicamente le censuraban, mostraban reservadamente una serie de manifiestos que

tenían ya impresos, declarando la huelga general, y daban cuenta de los hechos con

ciertos gremios -los de la empresa de la usina eléctrica entre ellos- para que en plena

fiesta se declararan en huelga, reclamando mejoras. El hecho es que el Centenario se

temía abajo y arriba, en todas partes, y que faltaba resolución para encarar la

situación de un modo franco en todos lados.” (Gilimón, 1971: 83).

De este modo vemos cómo los SR terminaron empujando “por izquierda” a la FORA,

apresurándose a declarar la huelga general y obligando así a esta a sumarse a la

convocatoria de huelga para el día 18. Las dudas de ésta organización se habían

hecho ya visibles en la celebración del 1º de mayo, en cuyo balance, titulado “Fracaso

de los socialistas.-Triunfo de la F.O.R.A.---8.000 manifestantes desfilando bajo la

lluvia”, La Batalla, diario anarquista de la tarde, afirma:

El objeto de este mitín puede decirse que no ha sido otro que el de exponer fuerzas y

comprobar en piedras de toque—las lluvias desmoralizadoras, las especies alarmistas

á rodar—el valor de empuje y resistencia de las multitudes anarquistas. Se necesitaba

esta constatación para lanzarse con firmeza á la campaña del Centenario. Podemos

asegurar después de lo de ayer que el más espléndido triunfo coronará esta campaña,

pues las multitudes que saben resistir un aguacero—y díganlo los ciudadanos del

1810—sabrán resistir después aún las balas…

El objeto ostensible de esta manifestación—la conmemoración del 1º de Mayo—fué

sustituido por el objeto de actualísimo de las batallas centenarias en que estamos

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empeñados. El mitín de ayer es, pues, algo así como un adelanto, un anticipo del

mitín monstruo a realizarse el día 8; debemos estar satisfechos los anarquistas…15

El 7 de mayo La Vanguardia vuelve a manifestarse en contra de la huelga del

Centenario con una nota titulada “En pro del buen sentido y de los intereses obreros”

en el que se le resta importancia a la Ley de Residencia:

Comparada con muchas leyes extorsivas que perjudican los intereses más vitales del

pueblo trabajador y con otras que necesitaría, la ley de residencia está muy lejos de

tener la importancia de ellas. Esto no quiere decir que le neguemos toda importancia

(…) Pero de esto a dar una preferencia inmotivada a esa demanda, a revolver el

mundo por ella, hay una distancia que sólo puede salvarla el cálculo malintencionado

o la mentecatez elevada a la quinta potencia.” Y se critica la medida de la huelga

general para reclamar por la eliminación de esa ley: “El recurso supremo de la huelga

general, arma eminentemente política de la que no se debe echar mano sino en

circunstancias extremas, y siempre de resultados problemáticos, no puede ser

empleado para reclamar la derogación de una leyecita perfectamente innocua, y que

nadie debe mirar con tanto desprecio como los anarquistas, despreocupados de toda

ley, y tan revolucionarios que nadie los creería capaces de dar ni pedir cuartel al

enemigo (…)¡Una huelga general por ley! Indudablemente, la táctica de los

anarquistas es muy sabia, y sobre todo muy revolucionaria. La clase trabajadora,

según ellos, no debe elegir diputados que combatan las leyes malas y sostengan las

buenas. Le será más provechoso imponerse el sacrificio de muchos días sin salario

para ir, guiada por los caudillos anarquistas, futuros empleados de aduana, a las

puertas del congreso o de la casa de gobierno, a pedir al señor Figueroa o a sus

diputados quieran cambiar o derogar esta o la otra ley”.

El día 8 de mayo los anarquistas organizaron un mitín de protesta contra las

autoridades de la Penitenciaria Nacional, para reclamar por el maltrato a los presos

en las cárceles. Según Marotta “En el lugar del numeroso mitín –plaza Colón- los

anarquistas y la F.O.R.A. anunciaron la huelga general, fijando también como la

C.O.R.A. el 18 de mayo para su comienzo. Entretanto, el Consejo Federal de la

F.O.R.A. parlamentaba con el gobierno con el objeto de lograr una solución antes de

                                                            15 “El gran acto callejero de ayer. Fracaso de los socialistas.-Triunfo de la F.O.R.A.---8.000 manifestantes desfilando bajo la lluvia”, La Batalla, 02/95/1910.

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llegar a los extremos. Pero fueron inútiles las conversaciones” (Marotta, 1960b:72).

Gilimón, en Hechos y Comentarios, también hace referencia al 18 de mayo como el

día acordado para iniciar el paro. En este contexto, el 12 de mayo tiene lugar una

reunión de delegados de sociedades obreras convocadas por la C.O.R.A. para fijar la

fecha en la que debería darse comienzo a la huelga general. Hubo una votación en la

que de un total de 25 delegados, 19 votaron a favor de declarar la huelga el 18 y 16 se

abstuvieron de votar.

El gobierno, por temor de ver frustradas sus celebraciones y festejos, se adelanta al

movimiento obrero declarando el estado de sitio el día 14 de mayo, aunque desde el

día anterior inicia una ofensiva represiva con el ataque a las redacciones de los

principales periódicos obreros –incluida La Vanguardia, aunque el PS se había

manifestado en contra de la huelga general-, el encarcelamiento de centenares de

activistas, deportaciones, y ataques a numerosos locales obreros. Sin embargo, la

huelga general se llevó adelante, si bien con mucho menos fuerza debido al feroz

accionar represivo. Al respecto, L.A.S., afirma:

Como es de conocimiento general, la huelga general había sido declarada para el día

18 de Mayo. Sin embargo, muchos trabajadores se adelantaron comenzando á hacer

la electiva el lunes 16, como respuesta al estado de sitio y á los criminales desmanes

de la chusma burguesa. (…) El movimiento se mantuvo por algunos días decayendo

luego visiblemente debido á la imposibilidad de reunirse ni de vincularse en forma

alguna. Con todo esta huelga representa un triunfo obrero. Más de quinientos

compañeros, y entre ellos casi todos los mas activos estaban presos desde antes que

se decretase el estado de sitio. (…) Con todo esta huelga representa un triunfo obrero.

Más de quinientos compañeros, y entre ellos casi todos los mas activos estaban presos

desde antes que se decretase el estado de sitio”16.

El día 21 la CORA levantaba la huelga, “pues el movimiento decaía y eran inútiles los

esfuerzos que rehacían para prolongarlo” (Ibíd.).

Balance

                                                            16 “La huelga general”, L.A.S., 14/6/1910.

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Este “triunfo obrero” que destacaban los SR no fue visto como tal por el resto de las

corrientes. En efecto, podría afirmarse que las predicciones del Partido Socialista

habían sido bastante certeras, cuando afirmaban que las condiciones no estaban

dadas para una huelga general.

El forista Diego Abad de Santillán afirmaba en La FORA que todos habían sido

atormentados por la represión, incluyendo a la CORA quien había sido “víctima de su

afán de ganar una batalla a lo Pirro adelantándose a la declaración de la huelga (…)

El gobierno triunfó, pero la historia recordará que para celebrar la fecha de la

Independencia fue necesario convertir a Buenos Aires en un campamento militar,

con estado de sitio y con cárceles repletas (…) Por un par de años fue imposible el

funcionamiento normal de la organización obrera” (Abad de Santillán, 2005: 207).

Por su parte, el sindicalista Marotta va a hacer con posterioridad un balance con una

mayor autocrítica que L.A.S. de aquel entonces, donde el movimiento ya aparece

como una “derrota”, responsabilizando de ello al gobierno. “El movimiento, realizado

para consagrar la libertad, era derrotado con el estado de sitio, con la prisión de

medio millar de sus más enérgicos militantes y la destrucción de sus locales y

órganos de publicidad. (…) Podrá decirse –con no poca razón- que hubo de parte de

las organizaciones obreras precipitación y de algunas publicaciones excesos de

lenguaje; podrá arguirse que las circunstancias no eran las más propicias para la

realización de un movimiento de esta naturaleza. Nada de esto justifica sin embargo

ni la declaración del estado de sitio, ni la serie de tropelías cometidas” (Marotta,

1960b:78).

Como reconoce Marotta éste fue un duro golpe para la organización de los

trabajadores, que tardará años en recuperarse y rearmarse. Hacia mediados de la

segunda década del siglo XX, cuando se advierte un despuntar en la actividad del

movimiento obrero, el escenario ya no será el mismo que hasta 1910: el SR se

encuentra ya ganando hegemonía, y en 1915 en el IX Congreso de la FORA (a la que

habían decidido ingresar tras disolver la CORA) logrará derogar el postulado que

defendía el comunismo anárquico como fin de la organización. Asimismo, ganará

hegemonía en algunos de los principales sindicatos. El anarquismo, en cambio,

saldrá golpeado de la contienda, aunque mantendrá parte de su hegemonía. Sin

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embargo, la etapa del predominio anarquista en el movimiento obrero había llegado

a su fin. El socialismo, por su parte, seguirá profundizando su política parlamentaria.

Si bien la responsabilidad de la represión le cabe al gobierno, no hay que dejar de

lado que el accionar “irresponsable” del SR en parte provocó la acción precipitada del

gobierno, que no dudó a la hora de reprimir. Este accionar se desprende de los

principios teóricos ya analizados, en lo que podría denominarse una “fetichización”

de la huelga general como un fin en sí mismo, más allá de sus resultados o

consecuencias, “alcance el resultado que se quiera, triunfe o fracase, se logre o no la

reivindicación reclamada”. Por esto mismo el SR se demostró intransigente en la

declaración de la huelga general del Centenario y defendió a rajatabla este recurso.

Como indica Suriano, “la decisión de la CORA apresuró el apoyo de la FORA a la

medida y, aún sin convicción, radicalizó el discurso en pro de la huelga arrastrando a

todo el movimiento anarquista” (Suriano, 2010:6), quién fue el más duramente

golpeado por la represión.

El presente trabajo se ha propuesto mostrar el papel crucial que cumplió esta poco

estudiada corriente en los hechos del Centenario, y sus consecuencias para el

movimiento obrero organizado, reconstruyendo a su vez los principios teóricos que

lo guiaron en su accionar en estos años. Sin embargo, se hace necesario aclarar que

en estos momentos de su historia el SR se encontraba en el pico de su radicalización;

no mucho tiempo después, y al igual que el ideólogo francés del que se nutrían,

terminarán abandonando muchos de estos principios y volcándose al más tibio

reformismo sindical, lo cual, junto con su apoliticismo, los llevará, ya asentados en

algunos de los principales gremios, a atravesar un proceso de creciente

burocratización.

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Referencias

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