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    Para seguir leyendo

    al Pato Donald

    Laura A. Dvila Garca

    Corra el ao de 1971, una poca de

    grandes cambios sociopolticos en gran

    parte de Amrica Latina, particular-

    mente en Sudamrica. Una poca en

    que la Guerra Fra y sus influencias

    hacan sus estragos en las sociedades.

    Todas ellas marcadas por una alza a la

    voz de temas intocables y muchas veces

    la represin.

    En Chile la influencia era por parte

    de la potencia Sovitica, que haba

    forjado la toma del poder por parte de

    los socialistas, obviamente en un marco

    de polaridad y lucha de sociedades. La

    gran burguesa chilena se opona a los

    cambios sugeridos por la Unidad Popu-

    lar. Cambios que incluan arrancar los

    medios de influencia capitalista a las

    grandes masas. Las historietas de Disney

    se convirtieron en un blanco a tirar para

    los educadores. Armand Mattelart y

    Ariel Dorfman, expertos en ciencias

    humanas, polticas y sociales vieron en

    Disney muchos trasfondos ocultos en

    esos inocentes animalitos e historie-

    tas, llevndolos a un anlisis exhaus-

    tivo de sus contenidos de los que saldra

    el siguiente libro: Para Leer al Pato

    Donald. Serie de ensayos que previa-

    mente consultados y bien investigados,

    establece varios fundamentos que des-

    enmascaran las cortinas que cubren al

    mundo de Disney, un mundo que es

    un espejo de una ideologa, una clase y

    una forma de vida, segn los autores.

    Un libro que, quiz por fatalidad del

    destino dej de leerse en Chile al arribar

    la dictadura militar (respaldada por

    EEUU, casa y base de Disney) slo dos

    aos despus y echando por la borda los

    esfuerzos de construccin del pas de los

    socialistas.

    Pero dejando a un lado el contexto

    en el que el libro fue concebido, de lo

    que se trata es de leerlo (textual y meta-

    textualmente) para darle una interpre-

    tacin de cmo es este caso en particular

    en los medios de comunicacin, en la

    ideologa, y como, an despus de tantos

    aos, se le puede (y debe) seguir dando

    una lectura que nos ayude a entender

    mejor el medio en que nos movemos.

    Por qu tocar este libro en particu-

    lar, acerca de este mundo ya creado, que

    ha formado parte involuntaria (involun-

    tariedad nuestra) de nuestras vidas y

    justo en esta poca, donde el capitalismo

    y la gl ob al izaci n pa recen haber

    triunfado?

    Una cosa est clara: los medios de

    comunicacin en Amrica Latina no se

    entienden de la misma manera que en

    Laura A. Dvila Garca

    Torren, Coahuila, 1987. Cursa eltercer semestre de la Licenciaturaen Comunicacin en la UIA Lagu-na. Integrante del taller literario dedicha institucin.

    [email protected]

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    otras partes, y se tiene particularmentede nuestro desgraciado (desgracianuestra) vecino, Estados Unidos, unainfluencia apabullante. Cierto que sedebe admitir que haya un incipienteestudio local del medio, pero lo pocohecho ha llevado a importantes avancesen nuestra comprensin de la realidad.Particularmente uno de los temas demayor inters es el del imperialismocultural. Para Leer al Pato Donald es unextenso estudio de ello.

    Para empezar, debe decirse que pordcadas la industria Disneylandia hatenido una gran presencia en todo elmundo. En ocasiones los nios de lospases (particularmente subdesarro-

    llados) a donde llega conocen ms aMickey Mouse y compaa que al perso-naje nacional en turno.

    Por lo que se entiende imperialismocultural, por otro lado, es la tendenciade un pas a imponer por todos losmedios la cultura propia para satisfacerintereses particulares y los EEUU son elperfecto ejemplo de ello. sta siempreha estado presente en nuestra regindebido a la falta de recursos y la vecin-

    dad con ste. No slo nosotros, sino(desgraciadamente) el mundo enteroest sujeto a su influencia meditica.Otra cosa aparte es el dominio poten-cial, econmico, pero ese tema a noso-tros no nos interesa. Y as, esta supuestacultura toma a otras culturas y las deco-difica, digiere y visualiza a su convenien-cia. Los pases subdesarrollados, comoveremos, caen en la banal visualizacin,en la falsa denominacin. Acabamos

    vindonos en un seudo espejo que la po-tencia nos pone para que sigamos obe-deciendo a sus intereses y nos valoremoscomo pueblo.

    Segn Mattelart y Dorfman, Disneyno slo no escapa a esta acusacin, sinoque es el estandarte principal de estasteoras. El libro fue criticado por losconservadores a juicio de que la

    literatura infantil (si se le puede llamaras a estos productos) es algo intocable yno se deben meter con la imaginacinde los nios (Disney deja siquieraimaginar?).

    Estos son los puntos: mientrasdefiende la unificacin de culturas, laenseanza de valores, la democracia, ladefensa de la inocencia del nio, es msbien un batidero de ideas meramentecapitalistas, de una realidad torcida quepretende ser feliz e invitar a la imagina-cin a todos los nios cuando no hacems que bombardearlos subliminalmentecon sus ideas, su percepcin de la reali-dad, su aversin al mundo real. Empe-zando por presentar un mundo asexuado

    que pretende ser muy moral perorayando en lo torcido, eliminando lasfiguras paternas (en especial el lugar queocupa una madre, debido a, como dice,posturas machistas evidentes dentro delas historietas: la mujer como objetosexual e inferior). El primer crculo deproduccin (el biolgico) queda muti-lado: no existe relacin fuerte entre lospersonajes, al girar su vida alrededor delcapital sin que haya acciones desinte-

    resadas y de verdadero afecto por algnotro. Adems de encontrarnos con quelos llamados nios en esas historietas noson ms que la visin an ms torcidade cmo el adulto se refleja en el nio,donde no deja de aparecerse como unasombra que redime los errores de losadultos.

    Ms especficamente, defiende elsaqueo del sistema y los pases poderososa travs de sus personajes buscadores de

    oro, carentes de verdadera moral, ha-ciendo de la vida total un tiempo y espa-cio de estatuas muertas, de cosasproducto de la casualidad y no de unnacimiento, todo en aras de utilizarsepara los fines de enriquecimiento, comoes la tecnologa, la familia, el conoci-miento y el trabajo. y que pretenden sus-tituir a las figuras trabajadoras. Defien-

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    den estas posturas, banalizando todo loque a l se opone, como las luchas so-ciales, los artistas las protestas, la guerra.Y se redimen otros aspectos humanoscomo la avaricia, que eventualmentedesembocan en soledad (Rico Mc Pato).La eliminacin del proletariado quedafinalizada al banalizar tambin el tra-bajo, pasando de producto de satis-faccin de necesidades a mera manerade conseguir dinero.

    Y es ah donde entramos a las falsasinterpretaciones, o estereotipos. Segnlos autores, el verdadero nio (ser ca-rente de madurez intelectual y emo-cional) es el buen salvaje, o sea, el serhabitante de estas reas, a donde elprogreso nunca llega, a donde seaspira retornar al estado natural, ydonde las riquezas abundan sin sertrabajadas y despojadas de toda historiay esfuerzo. sa es la interpretacin demuchos de nuestros pases de AmricaLatina. Al estar en un proceso donde sele imposibilita la entrada a lo que Disneyentiende por civilizacin, los pases quedan como imgenes de un proletariadomutilado, proveedor de folklore (riquezacontra el tedio de la metrpoli Pato-landia) y riquezas no manufacturadas,dadas al natural sin un solo esfuerzo y

    sin que los personajes se preocupen porel esfuerzo que implica llegar a ellas. Yes en el folklore donde aflora el clich.Los pases subdesarrollados y sus habi-tantes son esos buenos salvajes que dana manos llenas sus riquezas, a cambiode recibir migajas, chucheras, y serpartcipes de su propia explotacin porparte de los extranjeros. Invasores (sinque ellos mismos se acuen el trmino)que deben verse como salvadores y justi-cieros (eso s, los poseedores de las bri-llantes ideas, que las otorgan en auto-mtico los derechos de posesin y pobredel que se quiera llevar una parte) quellevan adelantos a estos lugares, saque-ando, pero dando poco a cambio paraocultar su criminal acto.

    A grandes rasgos eso es lo que ofreceel falso espejo Disney acerca de nosotros(no es mera casualidad que la atraccinde Disneylandia Un Mundo Feliz seamareante y traumante).

    Lo que nos interesa es cmo eseimperialismo cultural peg y siguepegando en nuestras sociedades, quimagen fomenta de nosotros y de ellosmismos. Quiz hace falta aclarar un parde puntos para darnos cuenta de lavigencia de este libro a 35 aos de supublicacin. Primero que nada, los auto-

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    res eran pura y definidamente socialistas

    por excelencia. Como ya explicbamos

    en el contexto histrico, era normal ata-

    car a sectores de la ideologa capitalista,

    particularmente la que influye a los ni-

    os. Actualmente, pasados los sistemas

    represores y dictatoriales en toda la re-

    gin, se ha tenido una gran apertura a

    la democracia, a mayor participacin de

    la gente. En esos procesos, muchos

    pases han tenido un retorno al sistema

    social-demcrata (Chile es de estos

    pases), pero en aras de un crecimiento

    asociado a la globalizacin. Se ha de

    afirmar, as, que los medios han pasado

    de ser mquinas de los Estados a perte-

    necer muchas veces a particulares. La

    influencia norteamericana sigue siendo

    latente, sobre todo en nuestro pas. Debe

    decirse que el imperialismo cultural an

    tiene un puo de hierro sobre el resto

    del mundo. Pero el caso de Disney no es

    el mismo.

    Si un defecto tienen las producciones

    Disney es que no han sabido adaptarse

    al paso del tiempo. Su defensa de los

    valores y las buenas costumbres viene

    rayando en lo anacrnico. Mientras

    llegaron los 70, 80, 90, Disney se qued

    estancado en los 60. Es esta barrera de

    tiempo contra la que ms se ha

    batallado. Signos como la baja de sus

    ventas, la descendiente calidad de sus

    propuestas animadas (y ms an con el

    cierre de produccin de dibujo tradi-

    cional) ponen en jaque a Disney, que

    ahora pretende modernizarse sin bue-nos resultados, lo que lo convierte en

    una mala imitacin de dibujos animados

    actuales y de mejor calidad (si es maso-

    quista y quiere comprobarlo vea la pro-

    gramacin de Disney Channel y dgame

    cuantas neuronas le quedan despus de

    eso). Porque quiz una caracterstica que

    no mencionaron los autores es que,

    independientemente de los secretos que

    embaraen sus personajes, tienen otros

    defectos: son inmensamente oos

    (no hay otra palabra).

    Pero la vigencia de este libro radica

    en ser un estudio que no slo pone en

    tela de juicio a estos personajes, que

    queramos o no son parte de nuestras

    vidas, sino a la colonizacin ideolgica

    misma, como parte de los medios masi-

    vos que se dan hoy en da. El latino-

    americano ha tomado otro rostro dentro

    de esta gala de estereotipos: el migrante.

    El que va a aduearse de las riquezas que

    por un supuesto derecho pertenecen a

    los nativos(?) de esos pases, y que por

    ello pasan a ser los ladrones, que es otra

    forma en que Disney dibuja al proleta-

    riado, segn los autores. Y aunque la pre-

    sencia del latino se vuelve ms participa-

    tiva y menos estandarizada cada vez, los

    prejuicios siguen latentes, palpables, y

    entrando a nuestros hogares.

    Por ello es importante seguir anali-

    zando ese tipo de obras en nuestros es-

    tudios acerca de la comunicacin y las

    identidades regionales. El lector elige si

    creer o no estas ideas y corrientes, pero

    no por ello dejan de ser un verdadero

    espejo de nuestra cultura y cmo la gente

    pensante reacciona a las amenazas e

    influencias imperialistas. Pero sobre

    todo, desde un punto de vista entera-

    mente nuestro. Esas son las bases para

    seguir fomentando el estudio de la

    comunicacin en nuestra realidad.

    O queremos esperar a tener un(bueno, por ejemplo) Pato Pascual como

    reflejo de nuestra identidad? A