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Para Lope. Estimación del Fénix en Europa y en España María Grazia Profeti Nuestro Congreso de la Asociación Siglo de Oro se propone trazar «retrospectivas y nuevos enfoques en los albores del nuevo siglo»; me ha parecido útil, por lo tanto, analizar la fortuna del Fénix, no para dedicarme a una «apología de Lope», sino como desafío; ya que al estudiar el «caso Lope» nos enfrentamos con una trayectoria singular y problemática, que pasa de la exaltación contemporánea al olvido y hasta al desprecio en períodos sucesivos. Examinar cómo se forma la memoria de un pueblo entero puede explicar también cómo después la recibirán otras épocas y naciones; y quizás hablar del porqué los españoles no quieren a su gran dramaturgo nacional significa contestar también a la pregunta del porqué los españoles no se quieren a sí mismos. Espero que este esbozo de reflexión fomente una serie análoga de análisis: para comprender nuestro presente es en efecto necesario interrogarnos sobre nuestro pasado. 1. Lope, Calderón y la memoria Iniciamos nuestro camino en el período en que se crea la memoria de las literaturas nacionales en Europa, en las primeras décadas del siglo XVIII, cuando los intelectuales consideran su propio pasado y tejen la trama de una modernidad que lo integre, en el momento mismo en que lo perciben como Otro. Recordemos que en España, justo en el umbral del siglo, se produce un cambio dinástico que complicará el proceso; así que la dinámica no será entre tradición e innovación, sino que ésta última se connotará negativamente como xenofilia: la memoria de la tradición se santificará como castiza, y las novedades se censurarán como afrancesadas. La dialéctica entre ortodoxia y heterodoxia se sitúa en los cimientos de la querelle Mayans y Siscar-Feijoo en los albores del siglo XVIII y llegará a su codificación en la Historia de los heterodoxos de don Marcelino, al cerrar el siglo XIX. En esta dinámica la cuestión del teatro constituye casi una piedra de toque: el aprecio del teatro nacional juega en el equipo de la tradición; mientras se connota como antigualla para los partidarios de la innovación. La consecuencia de la fractura que se produce a finales del siglo XVIII, es que cuando con el romanticismo se reanuda la memoria del teatro clásico, el caudal textual se AISO. Actas V (1999). Maria Gazia PROFETI. Para Lope. Estimación del Fénix en Eu...

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Para Lope. Estimación del Fénix en Europa y en España

María Grazia Profeti

Nuestro Congreso de la Asociación Siglo de Oro se propone trazar «retrospectivas ynuevos enfoques en los albores del nuevo siglo»; me ha parecido útil, por lo tanto,analizar la fortuna del Fénix, no para dedicarme a una «apología de Lope», sino comodesafío; ya que al estudiar el «caso Lope» nos enfrentamos con una trayectoria singulary problemática, que pasa de la exaltación contemporánea al olvido y hasta al desprecioen períodos sucesivos. Examinar cómo se forma la memoria de un pueblo entero puedeexplicar también cómo después la recibirán otras épocas y naciones; y quizás hablar delporqué los españoles no quieren a su gran dramaturgo nacional significa contestartambién a la pregunta del porqué los españoles no se quieren a sí mismos. Espero queeste esbozo de reflexión fomente una serie análoga de análisis: para comprender nuestropresente es en efecto necesario interrogarnos sobre nuestro pasado.

1. Lope, Calderón y la memoria

Iniciamos nuestro camino en el período en que se crea la memoria de las literaturasnacionales en Europa, en las primeras décadas del siglo XVIII, cuando los intelectualesconsideran su propio pasado y tejen la trama de una modernidad que lo integre, en elmomento mismo en que lo perciben como Otro. Recordemos que en España, justo enel umbral del siglo, se produce un cambio dinástico que complicará el proceso; así quela dinámica no será entre tradición e innovación, sino que ésta última se connotaránegativamente como xenofilia: la memoria de la tradición se santificará como castiza,y las novedades se censurarán como afrancesadas. La dialéctica entre ortodoxia yheterodoxia se sitúa en los cimientos de la querelle Mayans y Siscar-Feijoo en losalbores del siglo XVIII y llegará a su codificación en la Historia de los heterodoxos dedon Marcelino, al cerrar el siglo XIX. En esta dinámica la cuestión del teatro constituyecasi una piedra de toque: el aprecio del teatro nacional juega en el equipo de la tradición;mientras se connota como antigualla para los partidarios de la innovación.La consecuencia de la fractura que se produce a finales del siglo XVIII, es que cuandocon el romanticismo se reanuda la memoria del teatro clásico, el caudal textual se

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percibe de forma fraccionada; las predilecciones románticas orientarán las sucesivasediciones y estudios de forma evidente1.

Dentro de esta situación, que afecta a todo el teatro áureo, un olvido especial parecerodear al Fénix desde finales del siglo XVII; mientras que la obra de Calderón, a pesarde las resistencias de los intelectuales neoclásicos, sigue proponiéndose a través de todoel siglo XVIII2. Y cuando se verifica el «descubrimiento» del teatro nacional por partede los románticos alemanes, es otra vez Calderón a quien los hermanos Schlegelexhaltan, identificándose con una hipotética rebeldía calderoniana del hijo contra elpadre, y valorando el cote trágico-filosófico de su obra; mientras Shelley en Inglaterraalaba Los cabellos de Absalón y traduce fragmentos del Mágico prodigioso. Así quela trayectoria de Calderón nos propone algunas analogías y algunas diferencias respectoa la de Lope; en España, entre el anticalderonismo de Alcalá Galiano y los titubeos deMenéndez y Pelayo, la revalorización de don Pedro procede con cierta dificultad, perolos anglosaj ones (Wilson, Alexander Parker) en los años treinta trabaj an hacia una nuevaconsideración de su teatro, y la crítica contemporánea alemana hereda de sus románticosun interés calderoniano, que va a producir una serie de estudios e iniciativas3. Lo queacomuna Lope y Calderón, es que sólo recientemente, bajo el impulso de los estudiososde semiótica de la representación, han sido valoradas todas las facetas de la obra de donPedro, su forma de la expresión compleja y refinada, los juegos de palabras llenos dehumor y su plenitud lírica, su dominio del espacio teatral: lo literario y lo teatral hantriunfado sobre tantas discusiones para-filosóficas.

Si comparamos estos vaivenes, y sobre todo la grieta que se produce en el umbraldel siglo XVIII, con lo que se verifica en Inglaterra en relación con Shakespeare, nosdaremos cuenta de una profunda diferencia, ya que nadie en ámbito inglés parece poneren tela de juicio la grandeza del autor de Strafford-on-Avon, que sigue representándosedurante todo el siglo XVIII, a lo mejor «arreglado»4. El resultado de actitudes tandistintas se puede medir en la actual programación española, como notaba con ironíaFernando Doménech en el Congreso sobre Lope que se ha celebrado en Florencia enfebrero:

En los últimos años he podido ver, en inglés o en español, mediadocena de versiones de El sueño de una noche de verano, dos o tres

Véase el caso de Vélez de Guevara: M.G. Profeti, «L. Vélez de Guevara e l'esercizio ecdotico»,Quaderni di lingue e letterature, 5,1980,49-94; después en La vil quimera de este monstruo cómico,Kassel, Reichenberger, 1992, 289-241.Véase la bibliografía que he reunido en «Texto literario del siglo XVII, texto espectáculo del sigloXVIII: la intervención censoria como estrategia intertextual», en Coloquio internacional sobre elteatro español del siglo XVIII, Abano, Piovan, 1988, 333-350; después en La vil quimera de estemonstruo cómico, ob. cit, 147-162.Véase la praxis de los Coloquios Anglogermanos: Hacia Calderón, el último de los cuales, el XII,acaba de celebrarse en Leipzig; o las Concordancias de H. Flasche y G. Hofmann: Hildesheim-NewYork, I (1980), II (1981), III (1982), etc.Innocenti, L., La scena trasformata. Adattamenti neoclassici di Shakespeare, Firenze, Sansoni, 1985.

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de Noche de Reyes, algunas de Mucho ruido y pocas nueces...Romeo y Julieta ha sufrido versiones para tres personajes solos,versiones sólo para actores varones... El rey Juan y Ricardo IIItampoco son extrañas a nuestra programación, así como tampocoLa tempestad.Frente a eso, sólo las obras estrenadas por la CNTC y alguna arries-gada producción privada nos traen contadas gotas del Fénix: poresas mismas fechas hemos podido ver El anzuelo de Fenisa, por laCNCT', y La dama boba de Réplika.5

Esto se puede medir en términos de fama planetaria, por decirlo así: en un libroreciente, que analiza y clasifica a los «grandes» de nuestro milenio, Shakespeare figuraen las primeras posiciones; Shakespeare in love triunfa con el Osear, pero nos falta unapelícula sobre Lope enamorado, a pesar de la mucha materia que ofrecería su biografía.

Parece increíble que en la Florencia del siglo XVII Lope se representara en lasmejores academias, que se le considerara término de referencia teórica; o que la Franciadel mismo período saqueara sus «argumentos»6; hoy en Italia apenas se ha visto El perrodel hortelano de Pilar Miró, mientras puntualmente se proponen con gran éxito las variasadaptaciones shakespearianas de Kenneth Branagh.

Sobre la diferencia entre el teatro español y el de Shakespeare reflexionaba tambiénCasalduero, hacia 1972:

Por no haber tenido revolución, aunque sí desorden, ni espírituconservador, aunque sí reaccionario, se ha perdido en España latradición; más perdida todavía cuando se la cree resuscitar. Es tareamuy difícil la de conservar creando o la de crear conservando.Iglaterra parece ser el único país que ha logrado renovarse sinperder totalmente el sentido de su tradición. [...] Los hombres del98, tan inteligentes y sensibles, no pudieron aceptar la Comedia nipenetrar en ella. A pesar del esfuerzo de algunos universitarios,todavía hoy el teatro español del Barroco no puede ser apreciadocomo el inglés o el francés de la misma época.7

Doménech Rico, F., «La puesta en escena de El rufián Castrucho hoy», en Otro Lope no ha de haber.Actas del congreso Internacional, Febrero 1999, Firenze, Alinea, en prensa.Cfr. R. Menéndez Pidal, Lope de Vega. El arte nuevo y la nueva biografía, en A. Sánchez Romeralo(ed.), Lope de Vega: el teatro, El escritor y la crítica, Madrid, Taurus, 1989, I, 128-144; y losvolúmenes dedicados a Commedia áurea spagnola epubblico italiano, Firenze, Alinea, 1997-1998.Las relaciones teóricas entre Lope e Iacopo Cicognini se pueden ver en M.G. Profeti, «Dal buon gustocol tempo affinato nascono le buone rególe: Iacopo Cicognini tra teoría drammatica e prassi delrappresentare», enEchi di memoria. Scritti di variafilología, critica e lingüistica in ricordo di GiorgioChiarini, Firenze, Alinea, 1998, 448-460.Casalduero, J., Estudios sobre el teatro español, Madrid, Gredos, 1972, 10-11.

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Hasta parece que nos hemos olvidado de la grandeza de Lope como lírico, un líricoque nada tiene que envidiar a Quevedo o a Góngora, y que en Italia, por ejemplo, es casicompletamente desconocido8.

Examinemos ahora rápidamente la línea histórica del «caso Lope»9. A la enormepopularidad contemporánea corresponde una reticiencia ya en las décadas sucesivas,puesto que es evidente un cambio en la forma del espectáculo desde los primeros añosdel siglo XVII, que se intensifica hacia los años cincuenta10. La conciencia de estecambio opera también en los primeros críticos del teatro, en Gracián y Bances Candamo,por ejemplo; los cuales, frente a la distinta densidad de la representación en la comediade las décadas maduras, no pueden sino considerar las primeras pruebas lopescas comoalgo ingenuo e incompleto:

Lope de Vega, con su fertilidad y abundancia... hubiera sido másperfecto si no hubiera sido tan copioso: flaquea a veces en el estilo,y aún en las tracas; tiene gran propiedad en los personajes, especial-mente en los plebeyos."

Esta perspectiva se radicaliza a través del siglo XVIII, y añádase que el teatro delFénix, libre y no homogéneo, impide una apropiación de tipo ideológico análoga a laefectuada por los románticos alemanes en relación con Calderón. Lo advierte yaMontesinos, con su prosa tajante:

Se explica el desvío de los neoclásicos, mucho más duros con Lope,en general, que con Calderón, a quien no dejaban de salvar conatenuaciones (creo que Moratín fue algo excepcional en esta línea)[...] La cosa se explica. Calderón representaba una cierta forma, depésimo gusto en ocasiones, pero forma; sus comedias parecían

8 Compárese la bibliografía de las traducciones que aparece en Versi d'amore e concetti sparsi, Firenze,Alinea, 1996, 34, nota 35.

9 Son muy útiles los materiales recogidos por A. Sánchez Romeralo, Lope de Vega: el teatro, vols. I yII, con un buen perfil crítico y una buena bibliografía. Recuerdo también la que aparece en J. M.Rozas, Estudios sobre Lope de Vega, Madrid, Cátedra, 1990; sobre todo los dos apartados «Lope deVega, poesías y prosas»,17-35, y «La obra dramática de Lope de Vega», 37-68, que vuelven aproponer las intervenciones aparecidas en B.W. Wardropper (ed.), Siglos de Oro: Barroco, Historiay critica de la literatura española, vol. 3, Barcelona, Crítica, 1983, 123-140 y 291-321. En el Primersuplemento de la misma Historia y crítica, al cuidado de A. Egido, Barcelona, Crítica, 1992, A.Carreño se ocupa de «Lope de Vega: poesías y prosas», 94-106, y yo misma del teatro, 172-184.Con estas referencias ya bastante desarrolladas, puedo ahorrarme un excursus puntual de la crítica.

10 Cfr. M.G. Profeti, «Jacinto de Herrera y Sotomayor y la comedia calderoniana», en 15. Jornadas delteatro clásico de Almería, Marzo 1997; en prensa.

11 B. Gracián, Agudeza y arte de ingenio, Obras completas, ed. A. del Hoyo, Madrid, 1967,442b.

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mantenidas dentro de un sistema, mal sistema, claro, pero sistema.Frente a esto, Lope parecía amorfismo puro, el puro caos.12

De forma paradójica, es la misma riqueza textual del Fénix la que constituye unaulterior dificultad para su valoración («hubiera sido más perfecto si no hubiera sido tancopioso»); no sólo por la dificultad de abarcar su obra en su totalidad, sino por unimplícito falso silogismo: es teatro de consumo, y por lo tanto es malo. A lo mejor sesalvan algunas comedias, que se consideran excepcionalmente logradas, o bien se salvael corpus en su globalidad en cuanto «artesanía noble», en una especie de actividadcolectiva, en un circuito de afectos entre el autor y el voraz público del siglo XVII comoconsumidor.

Sin embargo es una falsa perspectiva la que, al evaluar el teatro de Lope, distingueentre textos «buenos», que se tendrán que salvar, y textos «malos» que habrá quecondenar, ya que el espectador contemporáneo reconocía a su teatro un estándar de altonivel, como atestigua el sintagma «parece de Lope», que llegó a ser sinónimo de «esbueno». Y en el prólogo de la Parte XXII espuria, impresa en Zaragoza en 1630 porPedro Verges, se afirma:

... advirtiéndoles [a los críticos] que si algún yerro hallaren sea enla variación del concepto, o ya en lo elegante del verso, que aquellono es culpa de Lope, porque éste -como minero rico y fértil Vega-siempre ha producido ya en vez de versos oro acrisolado, y portodas sus obras tantas, tan varias y tan divinas flores, que apenasse conoce que haya diferencia en su producción, ni haya sido másestéril el ingenio de donde salieron una vez que otra.13

2. La «falta» de Lope

Las reflexiones que nos guiarán en una evaluación de la obra de Lope tienen que ser dedistinto tipo. Habrá que preguntarse cuál es la quidditas que impide la difusión de suteatro y hasta fomenta el desprecio nacional, por así decirlo.

En efecto, la crítica, aun la que parece más favorable a Lope, le reprocha una especiede falta, de ausencia; a veces parece maravillarse porque este teatro no es el teatrogriego, o el de Shakespeare.

12 Montesinos, J. F.«La paradoja del Arte Nuevo», en A. Sánchez Romeralo, Lope de Vega: el teatro, cit.,I, 146.

13 Profeti, M.G., «Un amigo de Lope paña al lector nel 1630», Quaderni di lingue e letterature straniere,13, 1988, 156-157.

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Como hace Arnold Reichenberger:

El teatro inglés del siglo XVII es, como el español, independientede las formas clásicas, y es a su vez un teatro auténticamente nacio-nal, aunque de vida no tan extensa como la del teatro español. Sucúspide, Shakespeare, presenta al hombre solo en el universo comoen la tragedia griega (Hamlet, Ótelo) y empujado a la destrucciónpor fuerzas misteriosas que vienen de lo profundo de sí mismo(Macbeth, Ricardo III). Y también, como en la tragedia griega, cadadrama se confronta con un nuevo problema.De esta manera, los otros dos teatros, el inglés y el griego, presen-tan seres humanos expuestos a inescrutables y todopoderosasfuerzas de origen sobrenatural (el griego), o, en un plano estricta-mente secular, aun individuo en soledad (Shakespeare).14

En cambio, dice Reichenberger, «el sistema ideológico de la comedia» «se afirma»en «dos pilares»: «la honra y la fe»; de lo cual derivaría que «una obra dramáticaespañola sigue una pauta que va del orden conculcado al orden restablecido»15. Unafórmula bonita, como se ve, pero vacía de sentido, ya que el mismo Edipo va del ordenconculcado al orden restablecido, a través del castigo del inconsciente, si no inocente,protagonista.

Rozas, al trazar su panorama de las tendencias españolas y extranjeras relacionadascon Lope, procuraba ya deslindar el análisis literario del histórico:

El crítico literario debe utilizar estos trabajos tomando un punto devista distinto, desde la realidad del objeto que analiza. La revisiónde los valores sociales del teatro español se hacía necesaria, a causade las apologías que desde la derecha (Menéndez y Pelayo, HerreroGarcía, Entrambasaguas) y desde la izquiera (Giner de los Ríos,Bergamín, Arconada) había recibido en el último siglo. Y en estesentido es muy útil que la filología y la crítica acudan a lo quehistoriadores como Maravall puedan decir al respecto [...] Estevaivén de valoraciones es necesario para iniciar un nuevo caminoen el inacabable perspectivismo histórico de la obra de arte.16

Parecen reflexiones muy oportunas, y quiero comprobarlas examinando el principiode la «justicia poética» y del propósito moral, que Alexander Parker ve como cons-

14 Reichenberger, A., «La singularidad de la comedia», en Sánchez Romeralo, Lope de Vega, el teatro,1,67.

15 Ivi, 68.16 Rozas, J. M., Estudios sobre Lope de Vega, cit, 47. Las referencias son al ensayo de J.A. Maravall,

Teatro y literatura en la sociedad barroca, Madrid, Seminarios y ediciones, 1972; y al de J.M. DiezBorque, Sociología de la comedia española del siglo XVII, Madrid, Cátedra, 1976.

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unitivos de la comedia, de Lope y de los españoles en general: al lado de principioscomo «la primacía de la acción sobre la caracterización de los personajes», o de «laprimacía del tema sobre la acción» habría en este teatro «una intención moral [que] seejemplifica en el tema a través del principio de justicia poética»17.

La experiencia de mis lecturas choca aquí de lleno con la clave propuesta por elcrítico anglosajón. ¿Dónde está el problema de la «justicia poética» en comedias comoLos donaires de Matico? ¿O como La doncella Teodor, Las ferias de Madrid, Losmelindres de Belisa, La hermosa fea? Y cito -como se ve- comedias que se sitúan enlos primeros y en los últimos años de la actividad del Fénix, las cito porque he estudiadoalgunas de ellas y sobre todo porque representan un tipo de texto que raramente llamala atención de la crítica, el tipo de comedia que embaraza, que el estudioso borra de sumirada, prefiriendo acudir a los caminos de siempre, a Fuente Ovejuna o al Caballerode Olmedo, para entendernos.

Lo mismo puedo repetir por las argumentaciones de Américo Castro:

Comienza a dibujarse el horizonte frente al cual se hizo posible la«comedia» de Lope de Vega: la hombría sexual, la machez, comoíndice de la dimensión individual de la persona; la fe en la creenciaancestral y sin tacha, como signo de la dimensión cristiano-socialdel español imperativo, triunfante sobre los no cristianos dentro desu tierra, sobre los protestantes en Europa y contra toda forma dereligiosa discrepancia, en un sueño delirante de dominación uni-versal. En un acorde grandioso, Lope de Vega integraría más tarde,en una unidad poética sólo así posible, la dimesión individual ysocial del español-cristiano viejo. De ahí Peribáñez.18

Argumentaciones que no convienen de ninguna manera a los textos que he mencio-nado y a muchos otros, entre los cuales comedias de deliciosa frescura como La damaboba; argumentaciones que nos dicen mucho del malestar de la generación a la cualCastro pertenecía, pero que se conforman muy poco con la comedia de Lope, tal comose nos presenta en sus centenares de piezas conocidas.

La misma sensación de desajuste se percibe al leer textos como Mangas y Capirotesde Bergamín, que he analizado el año pasado, llegando a concluir que el escritor noconsigue comprender el teatro nacional, y se entrega al puro alarde verbal19. Leamosfragmentos como los siguientes, donde el teatro de Lope se define como popular-cristiano:

17 Parker, A.A.,«E1 teatro español del siglo de oro: método de análisis e interpretación», en SánchezRomeralo, Lope de Vega: el teatro, cit,, I, 61.

18 Castro, A., «El drama de la honra en la literatura dramática», en Sánchez Romeralo, Lope de Vega:el teatro, cit., I, 224.

19 Profeti, M. G., «II teatro áureo e gli intellettuali spagnoli: lo scacco della memoria», en J. Bergamín.Tra avanguardia e barocco, Atti del convegno, en prensa.

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Todo puede ser uno -afirmó Lope-; la Historia y la Poesía. Todopuede ser uno, por la cruz: por la fe de Cristo. Todo se unifica enesta poesía totalizadora de la fe o se totaliza por esta unificaciónpoética del pensamiento, en un teatro español y católico: total yúnico, universal y solo. Unidad y soledad, universalidad y eterni-dad, es lo que este teatro representa como la voluntad nocional ynacional de España: como concepción y como encarnacióon de suverdad y de su vida. España, soñándose en la Historia, como enLope de Vega, o historiándose en sueño, como en Calderón, seentraña y se desentraña poéticamente en sus cielos, en la eternidadde su noche celeste: se pierde y se encuentra, de nuevo, eternamen-te, en su laberinto de estrellas [...]. El teatro español del XVII sepopularizaba de este modo generándose en la fe católica; como lafe católica se teatralizaba de este modo: por su generadora populari-dad.20

No se puede obviamente negar que la forma del mundo de los Siglos de Oro fuerala católica, pero lo mismo se puede decir de Francia o de Italia; por lo tanto esta únicaclave no puede explicar las peculiaridades de los varios teatros nacionales.

Si el destinatario aparece en estas evaluaciones, siempre es de forma reductiva; nosólo el «necio vulgo» como ironizaba el propio Lope, sino el español de pocas luces,aplastado bajo el peso de su leyenda negra, de la contrarreforma, del problema del honor.Un monolítico depositario de creencias nacionales, como lo pinta, con cierta ingenui-dad, Reichenberger:

Para mí la grandeza de la comedia está precisamente en ser uninstrumento insuperado de expresión personal de un pueblo. Com-pacto y unitario como sus creencias es su teatro, la artística recrea-ción de creencias en una forma dramática.21

Y si la comedia se conformara de forma tan pasiva a la ideología más represiva desu destinatario, si fuera únicamente deudora a la visión católica del español contrarre-formista, mal se explicarían las polémicas sobre la licitud del teatro, que tanto se repitena lo largo del siglo XVII: una antinomia con la cual se tienen que enfrentar los estudio-sos del teatro hagiográfico.

La contrarreforma, como cualquier otra clave interpretativa, consuela a los críticospues es una ganzúa fácil, que se puede aplicar para descifrar varias formas artísticas (lahe visto aplicada recientemente a la historia del arte español). Pero en la historia de lacultura ningún fenómeno es tan lineal y sencillo como parece; siempre hay que teneren cuenta fuerzas de tipo distinto, que actúan en interacción con las culturales, espiritua-

20 Bergamín, J. de, Mangas y capirotes (España en su laberinto teatral), Madrid, 1933, 23, 30-33.21 Reichenberger, A., «La singularidad...», ob. cit.., 76.

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les, literarias, retóricas; fuerzas antropológicas, más difíciles de detectar y más podero-sas.

La clave «contrarreforma» por ejemplo no explica la fortuna de Calderón frente ala de Lope, ya que don Pedro -lo podemos conceder-sería tan contrarreformista comoLope; ni explica por qué en Italia, donde este fenómeno espiritual es indudable, noasistimos a un igual desarrollo del teatro nacional; porque en Italia no hay un Lope oun Calderón, por así decirlo. O sea, no sólo no explica las peculiaridades literarias ytécnicas de lo autores, de los teatros nacionales, sino que tampoco explica el desarrolloo la falta de cultivo del género mismo.

Será el caso, por lo tanto, de que nos olvidemos del trillado tópico del contrarre-formismo de Lope, y también del de su «conformismo»; y si las argumentacionesteóricas que acabo de formular os parecen poco persuasivas os invito a comparar entresí dos estructuras dramáticas.

1. Un joven procura casarse por dinero con una mozuela rebelde, la «doma» conpalizas y malos tratos, por ejemplo no dándole de comer; la ex-fierecilla llegará así aser una perfecta hipócrita.

2. Un joven procura casarse por dinero con una mozuela que parece poco lista, a lacual consigue «enseñar» los buenos modales, a escribir y a danzar, a través del amory del contacto físico; la ex-boba llegará así a ejercer un completo dominio sobre larealidad, hasta la disimulación.

¿Cuál de las dos estructuras os parece más conformista? Os recuerdo que en lasegunda, enZ,a dama boba de Lope, se enseñarán en el escenario los abrazos de los dosprotagonistas y la «boba» aludirá a las «partes escondidas», a lo que hay debajo de lapretina del prometido («¿qué importa que sea pulido /este marido o quien es,/si todo elcuerpo no pasa /de la pretina? Que en casa /ninguno sin pierna ves»)22. ¿Es este un teatroconvencional, o al contrario es un teatro temible por demasiado libre y transgresor?

3. La «quidditas» de Lope

Intentemos, pues, otro tipo de explicación, que no se centre sólo en razones históricas,o en aspectos ideológicos, incluidos los religiosos23 -razones que necesariamente tienenque ser comunes a Lope y a otros autores de su tiempo-; sino en la estructura literaria,en aquel mirable «idiolecto» que constituye el sello, la característica que identifica ysingulariza a cada autor. Desde un punto de vista metodológico rechazaremos la colaciónde fragmentos esparcidos de textos lopescos. El porqué se comprende fácilmente: enun género pluridiscursivo y polifónico como es el teatro del Siglo de Oro, y sobre todo

22 L. de Vega, La dama boba, ed. A. Zamora Vicente, Madrid, Austral, 1991, 78, w . 872-76. «¡Aúnagora/viene con piernas y pies! ...El verle de medio arriba/me daba mayor congoja...«, 80, w . 916-920.

23 Cfr. M.G. Profeti, «Forma literaria, forma teatral, forma del mundo», en Dramaturgia e Ideología, VIICongreso de Aitenso, Almería, Marzo 1997; en prensa.

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el de Lope de Vega, se puede hallar cualquier tipo de afirmación, incluso afirmacionesopuestas entre sí; cada personaje tiene en efecto derecho a su verdad, hasta el Mal, eldiablo; así que en este inmenso corpus podremos hallar puntos de vista plenamentecontradictorios; detrás del personaje, de los personajes, el autor nos esconde su propiaforma del mundo. El dramaturgo quema esta renuncia en aras de lo teatral, es sólo elsentido último de la estructura que nos puede ofrecer un síntoma de su propia voz.

Vamos a ver, por lo tanto, por qué el autor Lope nos parece más inalcanzable queotros, las razones de su lejanía, de su inasequibilidad, y lo vamos a ver a través de lapercepción global de sus centenares de comedias, de sus funciones, de sus repetidasrepresentaciones, de su teatro como lo podemos reconstruir, pero sobre todo adivinar.

En efecto tendremos que subrayar una previa dificultad: la de recuperar hoy el texto-espectáculo: música, actividades coréuticas, actuación, puesta en escena, repercusiónmisma de los temas en un destinatario tan consciente de ellos cuanto lejano es el de hoy(un ejemplo: cuando el espectador de los Siglos de Oro sentía resonar en el tablado lacanción del Caballero de Olmedo, advertiría un escalofrío, ya que conocía el trágicodestino del protagonista; todas las palabras del protagonista se cargarían de un sobresen-tido evidentísimo). Si juzgar el texto literario para el teatro es siempre operación parcial,tanto más parcial se revela en relación con Lope, cuyos textos nos han llegado de formafragmentaria y a veces corrompida.

Identifico, pues, la «quidditas» de Lope a través de varias características de su teatro,que constituyen a su vez razones de la dificultad de recuperarlo. La primera es suligereza. Hay una general labilidad en el código de lo cómico, tan atado a las circuns-tancias de las cuales nace:

Si fa ridere e si ride solo in rapporto ad oggetti che una determina-zione storica ed ideológica ha reso potenzialmente «comici»; ésempre di qualcos'altro che si ride, anche se questo altro é dentrose stessi, anche se si ride di se stessi... il riso e il cómico sonósempre forme di uso storico di oggetti dati.24

Sobre las distintas teorías de lo cómico he reflexionado varias veces, repitiendo quesi se llora por los mismos motivos en todos los tiempos y lugares, se ríe por razones muydiversas en épocas y países distintos; por esto, a menudo lo cómico se ha identificadocon su sociología histórica25.

24 Ferroni, G., II cómico nelle teorie contemporanee, Roma, Bulzoni, 1974, 16.25 Profeti, M.G., «Código ideológico-social, medios y modos de la risa en la comedia del siglo XVII»,

en Actas del Congreso Internacional Risa y sociedad en el teatro español del siglo XVII ,Toulouse, 31janvier-2 février 1980, París, CNRS, 1980,13-23; «Condensación y desplazamiento: la comicidad ylos géneros menores en el teatro del Siglo de Oro», en Los géneros menores en el teatro español delSiglo de Oro, Jornadas de Almagro 1987, Madrid, Ministerio de Cultura, 1988, 33-46; después en Lavil quimera ...,ob. cit, 43-56 y 57-69. Aquí se hallará una bibliografía básica sobre las varias teoríasde lo cómico.

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Sin adentrarnos en los recorridos ideológicos que ya examiné, baste recordar, a nivelde la forma de expresión, la dificultad de comprender juegos de palabras y referenciasa costumbres y acontecimientos contemporáneos, hoy perdidos y a veces imposibles derecuperar a través de la documentación de archivo. El teatro de Lope es más pródigoque otros en referencias a lo cotidiano, la suya es una escritura que vorazmente sealimenta de la vida, y por lo tanto resulta para nosotros elusiva en la medida en que esalusiva. Y ya he recordado que incluso las comedias «ligeras» de Calderón se apreciandesde hace poco tiempo.

Ahora bien, el hecho de que el teatro de Lope sea esencialmente un teatro de«diversión», de consumo, fomenta una especie de «conciencia infeliz» del género; yrepito una fórmula que ha sido aplicada a la novela rosa. Lo cómico siempre se haconsiderado inferior a lo trágico; observación banal, como se ve, pero que tiene su peso,si Reichenberger puede afirmar rotundamente -en contra de la comedia áurea- «El teatrogriego es trágico»26, olvidándose tranquilamente de Aristófanes, y sobre todo olvidandoque conocemos un corpus muy limitado de lo que fue el teatro antiguo.

No nos queremos acordar del teatro cómico, y así el estudioso anglosajón nomenciona la comedia romana, que sin embargo comparte con el teatro griego estructurasfundamentales; no queremos apreciar la ligereza, descuidando que la sonrisa es unaprerrogativa de los hombres y de los dioses, que es una forma de conocimiento, comobien sabían los escritores y filósofos renacentistas, un desafío al cielo, como repite Jorgede Burgos en el Nombre de la rosa y como temían los adversarios del teatro en el mismoSiglo de Oro, los moralistas preocupados por lo «afectos» despreciables -según ellos-que la representación suscitaría.

Análogamente queremos olvidar el aspecto «risible» que Don Quijote debe a suépoca y que su época apreció sumamente en España y en Europa, sin tener en cuentaque reír o sonreír es un acto que pone en tela de juicio las certidumbres tópicas, lasteorías oficiales y triunfantes; más allá de la carcajada, la «risa soberana», según laterminología de Bataille, «non si presterá a commento divertito e cómplice, né consola-torio del travagliato, pericolante presente» sino que «puó porre in causa la certezza delleacquisizioni consolídate, gli assetti delle dottrine ufficiali e imperanti»27.

Pero quizás ha llegado el tiempo, en este obscuro fin de milenio, de alabar comosuma calidad la ligereza, cuyas razones ítalo Calvino exaltaba en la primera de susLecciones americanas21'.

Así llegamos a la segunda razón: la libertad del teatro de Lope. Se podría opinar queesta libertad proviene al texto teatral de su función de grieta, de válvula de escape deuna sociedad cerrada y autoritaria, y condenarlo otra vez como síntoma de un malestar.Pero sabemos que ésta es la función misma de la obra literaria, de toda obra literaria,de cada tiempo y lugar, como bien ha argumentado Francesco Orlando: la literatura es

26 Reichenberger, A., «La singularidad...».27 II riso maggiore di Cervantes, Firenze, La Nuova Italia, 1998,126.28 I. Calvino, Lezioni americane. Sei proposte per ilprossimo millennio, Milano, Garzanti, 1988, 5-30.

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el ámbito donde, a través de la ficción poética (que funciona como pantalla y comofiltro, amparo), el individuo y la sociedad permiten que pase lo reprimido, lo que de otraforma no se podría expresar; es la negación simbólica la que permite la aceptación, porparte de la comunidad, de sentimientos y conductas condenables:

La poesía é dunque incorreggibilmente conservatrice e sovversivanello stesso tempo... Un ritorno del represso reso innocuo dallasublimazione e dalla finzione, meriterá entrambi questi attributicontraddittori.29

La libertad del teatro de Lope es muy amplia, e implica no sólo la ruptura literariade las normas pseudo-artistotélicas, obviamente, sino también el desprenderse de unaadhesión estricta a las normas sociales; es un teatro que da derecho de palabra algracioso, a las clases bajas, un teatro polifónico por antonomasia. Los estudiosos vacilanante esta libertad, sus instrumentos ideológicos se atascan, tienen que confiarse a lacasuística (en esta comedia sí, en la otra no, etc.).

Es un teatro donde el cuerpo reina y triunfa, donde las transgresiones más evidentesse premian: una viuda valenciana se enamora de un guapo joven, le acoge en su casay en su cama y al final se casa con él: ¿será un castigo este casamiento final, comoalgunos críticos opinan? Una madrasta se enamora de su ahijado, morirán los dos, y yalo saben desde el principio; lo que no impide que al espectador se le cuente con porme-nores y detalles sus abrazos y sus besos incestuosos: «miré y vi, ¡caso terrible!/en elcristal de un espejo/que el conde las rosas mide/de Casandra con los labios».30

Es obvio que al ñnal el orden triunfa, pero triunfa también el deseo, hasta el deseode llorar, como en el final del Caballero de Olmedo o del Castigo sin venganza: es lavoluptad de las lágrimas, que Reichenberger -muy puritano- ignoraba en su juicio: «seacerca -sólo se acerca- a la tragedia»31. Un padre que no se sacia de llorar viendo a suhijo muerto, aquel hijo que ha tenido que «castigar» a pesar de su voluntad: «Entanta/desdicha, aun quieren los ojos /verle muerto con Casandra»... «Llanto sobra, yvalor falta»32: sólo nuestra ceguera crítica impide que estas palabras resuenen en eltablado del teatro universal.

Una ceguera que a lo mejor deriva también de la última característica del teatro deLope: su complejidad. Una complejidad que obedece a varias razones. La primera esque se trata de un teatro polifónico, ya lo hemos señalado, donde cada personaje tienederecho a su verdad. La segunda es que se trata de un teatro ambiguo, donde el aparecer

29 Orlando, F., Lettura Freudiana della Phédre, Tormo, Einaudi, 1971,28.30 L. de Vega, El castigo sin venganza, ed. crítica de J.M. Diez Borque, Madrid, Espasa Calpe, 1987,

231, w . 2074-77.31 Reichenberger, A. «La singularidad ...», ob. cit., 74.32 L. de Vega, El castigo sin venganza, ob. cit., 280, w . 3009-11, 3015.

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juega en pareja con el ser33. Un sólo ejemplo: es obviamente sobre la importanciaconcedida a la apariencia que se funda el tema del honor, si es cierto que «dans cethéátre oú tout est décor perdre son apparence c'est se perder soi-méme, puisqu'on nes'y soucie pas d'étre, mais de paraítre»34. Por esto el «castigo» final, Castigo sin ven-ganza, se organiza como espectáculo críptico: Federico mata a Casandra escondida baj oun paño creyéndola un peligroso enemigo del padre; y el marqués Gonzaga mata a suvez a Federico, creyendo que ha matado a su madrasta porque pensaba que estabaembarazada, es decir por miedo a perder el derecho al trono. Así la apariencia se hacerealidad, y la negación del aparecer llega a ser negación del ser.

El lugar donde tantas alquimias se cumplen y se resuelven es el ojo del espectador,el único detentor de la verdad, o por lo menos de aquella porción de verdad que aparece.Se verifica así de forma evidente la implicación del destinatario, peculiar del artebarroco. Pero cuando el espectáculo se concluye y entrega al público su mensaje, noparece resolver su duda fundamental: el lujo y la poliedricidad de la apariencia sóloparece exorcizar la inquietud de la esencia.

Un corolario implícito es que este teatro es pluri-interpretable porque se dirige a unauditorio múltiple: la pluralidad de destinatarios necesita una pluralidad de descodifica-ciones, de interpretaciones. Lope lo sabe muy bien, si en Ay verdades que en amorrepresenta al público mismo que sale del teatro, y subraya que cada uno de los especta-dores se ha fijado en su propia verdad: las damas en el entremés y en el traje y tocadode Amarilis, los caballeros en la elegancia de unas décimas y en la dicción de un soneto,otros en las «trazas y conceptos nuevos»: «Fulvio ¡Buena comedia! Darío ¡Extrema-dal/Fulvio Por cierto que es mucho hallar/después de haber hecho tantas,/trazas yconcetos nuevos./... {Salen dos damas con mantos)/ Primera ¡Oh, qué gracioso en-tremés ¡/Segunda ¡Qué bien Amarilis habla!/Primera ¡Qué bien se viste y se toca!/...Perseo No he visto cosa más rara/que las décimas que dijo/con tales afectos Arias./Alhano Laurel mereció Cintor/por el donaire y la gracia/con que dijo aquel soneto».35

Las características que he identificado explican ya -me parece- por qué este tipo deteatro no pasa a las épocas sucesivas: la ligereza, la libertad son tan temibles que setienen que contrarrestar con una serie de «reglas», que cimientan el teatro de las décadasaltas; mientras que la pluridiscursividad, que tiene en cuenta los niveles más bajos dela audiencia, choca con otra necesidad del siglo XVIII: la de controlar las formas de lacultura popular. El teatro se cierra a las clases bajas; como repiten reiteradas disposicio-nes de la Sala de Alcaldes de Madrid, no se admitirán en la luneta, gradas, tertulia,aposentos, galerías los que lleven capa y gorro; en los aposentos se admitirán sólo

33 Conceptos que perfilé con mayores detalles en «Essere vs Apparire nel teatro barocco», en Dialogo.Studi in onore diLore Terracini, Roma, Bulzoni, 1990, II, 543-555; después en ¿ a vil quimera, ob. cit.,32-42.

34 Rousset, J., La littérature de l'áge barroque en France, París, Conti, 1954, 63.35 Lope de Vega, Ay verdades que en amor, ed. E. Cotarelo y Mori, Madrid, Nueva Edición Académica,

1917, III, 311b.

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espectadores con «sombrero armado de tres picos, peluquín» y redingott; en 1786 sesubraya que no se admitirá en los aposentos a quien lleve capa parda y redecilla, «talcomo Goya representa al pueblo en sus cartones de tapices»36.

La nueva compacidad que en el siglo de las luces une los intelectuales a los nobles,a los nuevos ricos, conduce al desprecio de la voz de la cultura popular, y al rechazo deun teatro «desarreglado», desarreglado no sólo y no tanto por lo irrespetuoso de lasformas literarias (de las «normas aristotélicas»), sino de las mismas formas sociales.

Así se pierde la memoria de Lope en España, así se tacha en Europa; y si despuésse volverá a desenterrarla será para contrarrestar modas culturales o inventar modasnuevas, para exaltar una ideología en contra de otra (y recuerdo el fragmento de Rozascitado más arriba acerca de la apología de Lope desde la derecha y desde la izquierda);es decir se usará como instrumento; y es obvio que las «guerras» no respetan las armasde las cuales se sirven.

Se suele repetir que Lope no ha sellado con su nombre una «obra culminante»,universalmente conocida, como pasa con Cervantes, por ejemplo; pero habrá querecordar que el Fénix ha ligado su quehacer al desarrollo, al florecer de un género entero,que después del desplegarse de su actividad no podrá concebirse ya de la forma que teníaantes. El nos ha dejado en herencia un gran Teatro, como puede entenderse moder-namente. Y cabe preguntarse también en qué medida la misma obra maestra cervantina,su «teatralidad», su ligereza, su libertad, su complejidad se deben al magisterio deLope37.

36 Domergue, L., «El alcalde de casa y corte en el Coliseo. Teatro y policía en España a fines del antiguorégimen», en Coloquio internacional sobre el teatro español del siglo XVIII, 172-173. Se trata dedisposiciones que se reiteran en toda la península: para Toledo cfr. L. Montero de la Puente, «El teatroen Toledo durante el siglo XVIII. 1762-1776», Revista de Filología Española, 26,1942,411 -468; paraZaragoza A. Egido; Bosquejo para una historia del teatro en Aragón hasta finales del siglo XVIII,Zaragoza, Diputación provincial, 1987, 39; para Valencia cfr. A. Zabala, El teatro en la Valencia definales del siglo XVIII, Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 1982, 138-139. M. D'Ors,«Representaciones dramáticas en la Pamplona del siglo XVIII», Principe de Viana, 134-135, 1974,lámina 6, reproduce un cartel, expuesto en 1798 en la Casa de las Comedias de Pamplona, que reza:«Se previene que a ninguno de los Concurrentes al Patio de Comedias se le permitirá fumar dentro deél, como ni tampoco gritar con motivo alguno, ni beber vino, debiendo todos observar la mayorquietud y compostura, en inteligencia de que se procederá a lo que corresponda contra el sugeto usugetos que quebrantaren este orden en cualquiera de sus partes».

37 Cfr. G. Díaz Plaja, Cuestión de límites, Madrid, Revista de Occidente, 1966, 11-136.

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