para llegar a madrid

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¿Qué ocurre si sales a la calle con un iPhone y te propo- nes descomponer los iconos de tu ciudad? Pues que te das cuenta de que son indestructibles, por muchas vuel- tas que les des. Además , como por arte de magia, el iPhone elige aque- llos símbolos que, como él, representan lo fundamental de nuestra vida ciudadana, el consumo, la comunicación y la falsa sensación de reposo. Con tantas líneas cruzadas, uno se pregunta si nuestros ídolos urbanos tienen mil caras y cual de ellas correspon- de a su perfil verdadero. La ciudad rara vez se deja ver tal como es. 41 42 Para llegar de verdad a Madrid Fotografías : Luis Fercort y Suso de Dios

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Page 1: Para llegar a Madrid

¿Qué ocurre si sales a la calle con un iPhone y te propo-nes descomponer los iconos de tu ciudad? Pues que te das cuenta de que son indestructibles, por muchas vuel-tas que les des.

Además , como por arte de magia, el iPhone elige aque-llos símbolos que, como él, representan lo fundamental de nuestra vida ciudadana, el consumo, la comunicación y la falsa sensación de reposo.

Con tantas líneas cruzadas, uno se pregunta si nuestros ídolos urbanos tienen mil caras y cual de ellas correspon-de a su perfil verdadero. La ciudad rara vez se deja ver tal como es.

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Para llegar de verdad a MadridFotografías : Luis Fercort y Suso de Dios

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Page 3: Para llegar a Madrid

De entre las muchas formas de viajar a Madrid, mi preferida es haciendo autostop, como cuando yo era Poil de Carotte…

Bien mirado, vivir o estar en Madrid no se diferencia mucho de vivir o estar en Tacuarembó. El aire, tal vez, es diferente. Su claridad, en ocasiones, ciega el alma para que veamos con mayor claridad las cosas: las calles conjeturales, esa jerga dia-lectal del castellano que tan bien hablan en la vieja capital de la madre patria.

La verdad es que Madrid es una ciudad que no existe. Pese a los guerreros y sacerdotes que salieron de la villa y corte y que jamás volvieron, pese a las mujeres de Madrid, melancólicas y prácticas en la región con menos sentido de la meseta.

O tal vez Madrid es una ciudad imaginaria, a la que hay que llegar en autostop y no volando, con veinticinco años y no con casi cincuenta. Roberto Bolaño Entre paréntesis Ed.Anagrama 2004

…de ahí esa mirada que uno puede descubrir en los ojos de las ma-drileñas: mitad sorna y mitad Mérimée.

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No me mires, no me mires, déjalo ya...