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DOCUMENTOS DE ARCHIVO Revista de Estudios Orteguianos Nº 16/17. 2008 PAQUIRO O DE LAS CORRIDAS DE TOROS ORTEGA Y LA TAUROMAQUIA Felipe González Alcázar U nas palabras pronunciadas por Ortega en el tercer coloquio privado de los Recontres Internationales de Genève de 1951 a buen seguro sorpren- den a quienes se acercan a sus obras por primera vez: “Ha apelado us- ted a recuerdos profundos de mi adolescencia, cuando jugaba con los toros. Soy torero. Tenemos que dar a nuestra alma todas las formas posibles. [...] Pues bien, si usted viene conmigo durante algún tiempo, sin literatura, sin nada, torearemos entre los dos una hermosa corrida de toros” 1 . Próximo a la setentena, cabe aquí resumir una actitud y una pasión que ha acompañado a nuestro filósofo peren- nemente a lo largo de su vida. El hecho de que en ese coloquio, André Chamson hubiese utilizado poco antes un símil taurino despertó en él una necesidad de afirmación que debió de resultar extraña y desconcertante, por desmesurada, en un auditorio intelectual centroeuropeo. Si un francés, por tanto de “un país de tauromaquia” como había aludido a su persona el académico Chamson en un turno anterior, recurría a relacionar una llamada de atención del propio Ortega en otro contexto con el momento de fijar al toro con la voz y el gesto para eje- cutar la suerte de banderillas, él mismo se revelaría en toda la globalidad de su persona como un torero. Y expresado con la fuerza del presente, con toda la atracción de esa imagen, frente a colegas que a buen seguro, pienso yo, reirían por lo bajo vistiendo mentalmente al profesor español, bajito y filósofo, con tra- je de luces brindando al público una faena. La presencia en España del lenguaje taurino y de la cultura asociada al mundo del toro, con sus metafóricos aprovechamientos en la vida cotidiana a 1 “Tercer coloquio privado”, en Anexos: Pasado y porvenir para el hombre actual, en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas, VI. Madrid: Taurus/Fundación José Ortega y Gasset, p. 1127. En ade- lante citaré las Obras completas de Ortega según las normas de la Revista de Estudios Orteguianos.

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    PAQUIRO O DE LAS CORRIDAS DE TOROSORTEGA Y LA TAUROMAQUIA

    Felipe Gonzlez Alczar

    Unas palabras pronunciadas por Ortega en el tercer coloquio privado delos Recontres Internationales de Genve de 1951 a buen seguro sorpren-den a quienes se acercan a sus obras por primera vez: Ha apelado us-ted a recuerdos profundos de mi adolescencia, cuando jugaba con los toros. Soytorero. Tenemos que dar a nuestra alma todas las formas posibles. [...] Pues bien,si usted viene conmigo durante algn tiempo, sin literatura, sin nada, torearemosentre los dos una hermosa corrida de toros1. Prximo a la setentena, cabe aquresumir una actitud y una pasin que ha acompaado a nuestro filsofo peren-nemente a lo largo de su vida. El hecho de que en ese coloquio, Andr Chamsonhubiese utilizado poco antes un smil taurino despert en l una necesidad deafirmacin que debi de resultar extraa y desconcertante, por desmesurada, enun auditorio intelectual centroeuropeo. Si un francs, por tanto de un pas detauromaquia como haba aludido a su persona el acadmico Chamson en unturno anterior, recurra a relacionar una llamada de atencin del propio Ortegaen otro contexto con el momento de fijar al toro con la voz y el gesto para eje-cutar la suerte de banderillas, l mismo se revelara en toda la globalidad de supersona como un torero. Y expresado con la fuerza del presente, con toda laatraccin de esa imagen, frente a colegas que a buen seguro, pienso yo, reiranpor lo bajo vistiendo mentalmente al profesor espaol, bajito y filsofo, con tra-je de luces brindando al pblico una faena.

    La presencia en Espaa del lenguaje taurino y de la cultura asociada almundo del toro, con sus metafricos aprovechamientos en la vida cotidiana a

    1 Tercer coloquio privado, en Anexos: Pasado y porvenir para el hombre actual, en Jos ORTEGAY GASSET: Obras completas, VI. Madrid: Taurus/Fundacin Jos Ortega y Gasset, p. 1127. En ade-lante citar las Obras completas de Ortega segn las normas de la Revista de Estudios Orteguianos.

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  • travs de todos los niveles lingsticos posibles, implica una fuente creativa ala que los escritores, literarios o no da lo mismo, acuden a menudo dada su pro-ductividad2. En el caso de Ortega, la implicacin que despertaba en l el mun-do taurino se convertira en una de sus recurrencias ms notables. Ancdotasde su vida y citas de su obras se esparcen, digmoslo as, por el ruedo. En elalbero de la plaza concurren y se escenifican las palabras del Gallo cuandoapuntalaba su fama de sabio con aquel Ti que haber gente pat, o cuando enmltiples debates se citan diversos pasajes de la obras de Ortega acerca delmisterio de la tauromaquia en tanto problema de geometra entre toro y tore-ro o sobre la conocida premisa de que para explicar la historia de Espaa de-bemos reflexionar a su vez sobre la evolucin de las corridas de toros.

    La propia condicin de aficionado de don Jos se nos muestra con la mismapolmica que las ms hondas discusiones taurinas entre partidarios de Joselito o Belmonte, entre aquella faena o sta, como si el justo medio fuera un ig-norante o un convidado de piedra en cuestiones taurinas. De tal manera quehay quien acepta que Ortega asista a los festejos con asiduidad o quien argu-menta, como a veces afirmaba l mismo, que llegado a unos aos de madurez,rara vez acuda3. Ms an, su propia sabidura taurina, su aportacin al cono-cimiento de la Fiesta, quedan a veces en entredicho, suscitando rechazos u opo-siciones en unos4, a la par que unnimes adhesiones de otros. Como suele suceder en el mundo del toro, y en la vida misma, la verdad se compone de pe-queas verdades acumuladas hasta formar un calidoscopio. La pequea verdadprincipal, radical, consiste aqu en la voluntad orteguiana por asimilar su ntimapersonalidad, su encarnadura, a modo de juego si se desea, a la de un torero. Nosolamente por afirmacin propia como citbamos arriba (previamente al colo-quio ginebrino apel a los concurrentes agradecindoles su presencia para orla conferencia de un pequeo seor espaol que tiene cara de viejo torero5), opor su amistad cercana con maestros de la envergadura histrica de Belmonte

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    2 La bibliografa es abundante, me limito a remitir a los ensayos de Andrs AMORS, reco-gidos en Toros, cultura y lenguaje. Madrid: Espasa-Calpe, 1999.

    3 En la afirmacin de su hijo parece quedar fijada la solucin a este debate: No era mi pa-dre propiamente un aficionado a los toros. Slo de cuando en cuando asista a una corrida para tomar el pulso de cmo iban las cosas. Jos ORTEGA SPOTTORNO, Los Ortega. Madrid:Taurus, 2002, p. 305.

    4 El mismo torero Domingun que se matricul en el curso sobre Toynbee del Instituto de Hu-manidades opinaba que Ortega, al igual que Hemingway, si bien con otras condiciones, no saba demasiado del tema a tenor de sus comentarios. En Andrs AMORS GUARDIOLA, Luis Miguel Domingun. Madrid: La Esfera de los Libros, 2008, pp. 426-427.

    5 En VI, 783. Los textos de los encuentros se publicaron por primera vez en 1951 y se tras-ladaron al espaol bajo el ttulo de Hombre y cultura en el siglo XX. Madrid: Guadarrama, 1957.All fue recogida la conferencia de Ortega del 12 de septiembre de 1951 donde pronunci estaspalabras.

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  • o Domingo Ortega, incluso por su aficin al toreo de saln y por la tentacin dedar algunos capotazos en capeas de las que queda testimonio grfico, sino, so-bre todo, por haber logrado dejar esa vvida impresin hasta convencer de elloa quienes le trataron u oyeron. Recordemos en la evocacin de Madariaga quecuando tras el primer encuentro, al que asisti, entre Ortega y la Argentinita, ya requerimiento de quien refiere esto para conocer su opinin acerca del ya fa-moso filsofo, ella coment: Pues mire usted. Un torero malagueo6.

    1883-1902. Aos infancia y de juventud. Primer tercio de ilusiones

    Los toros y su mundo formaban parte medular de la realidad cotidiana deOrtega en su propia casa desde que naci. Su padre, Jos Ortega Munillafue un gran aficionado, crtico taurino, pionero de la presencia de la crnicade toros en los peridicos as como de la revista taurina a travs de El Chiclanero. Los Gasset tambin hubieron de ejercer cierta influencia, todavez que desde las pginas de El Imparcial, fundado por su abuelo EduardoGasset y Artime en 1867, tratndose del diario de mayor difusin durante laRegencia, se ejerci con gran xito la crnica taurina. En aquellos aos deformacin y de primeras grandes impresiones, indelebles en la vida de todoser humano, el nio Ortega poda toparse en su casa con protagonistas de laFiesta. Su padre se convirti en apoderado, y en husped puesto que vivien su casa por un tiempo, del joven diestro sevillano Manuel Mejas que lle-g a apodarse el Papa Negro, y ms tarde sera iniciador de la dinasta de losBienvenida, grandes protagonistas de faenas memorables y de hondas trage-dias en el pasado siglo XX7.

    Los juegos infantiles pueden suponerse muy plenos de influencias tauri-nas en los pequeos: los imitados movimientos, los juguetes, los trastos, si-mulados o adaptados a los nios. La aficin se presenta primariamente porel contacto directo. En palabras de su hija Soledad: Las corridas de torosentran tambin muy pronto en la vida de los nios Ortega. Era mi abuelogran aficionado a la fiesta nacional y tena siempre barrera en las mejorescorridas. Desde que cumplen los tres aos, lleva con l a sus dos hijos ma-yores bizarra idea sobre la educacin!; mas, por eso, mi padre lleg a co-nocer un toreo mucho ms antiguo del que corresponda a los hombres de

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    6 Salvador de MADARIAGA, Impresin de Ortega, en De Galds a Lorca. Buenos Aires: Sudamericana, 1960, pp. 111-112.

    7 Perviven diversos testimonios. Remito, en esta ocasin, al artculo de Carlos ABELLA en elreportaje especial dedicado a Ortega en su columna El espectador taurino de la revista Fiesta,4, ao I (julio de 1983), p. 85.

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  • su generacin8. Lo confirman muchos testimonios, incluidas las evocacio-nes de su hermano Manuel al referirse a una fase enfermiza de su niez9 ylas respuestas del mismo Jos Ortega a un cuestionario que bajo la divisade Domadores del xito elabor para algunos nmeros de La Esfera EnriqueGonzlez Fiol en 1924. Preguntando al filsofo acerca de su niez y ante laconfesin de haber sido un poco inquieto en aquellos aos el periodista dauna larga cambiada (o no tanto) y le inquiere sobre su aficin:

    Le gustan a usted las corridas de toros?S, seor. Y he sido taurfilo hasta el ao 1903. No faltaba a ninguna

    corrida con mi padre, y he visto torear a Currito, Lagartijo, Frascuelo y atodos los toreros ms famosos de aquella poca. Ningn aspecto de la vi-da espaola me es desconocido ni me fue indiferente.

    Pocos aos ms adelante, los toros siguen formando parte integral y vivade la formacin del joven estudiante del colegio malagueo de El Palo, a te-nor de sus alusiones epistolares. La expresin taurina, tan viva en Espaa yms an en Andaluca, pronto pas a integrarse con naturalidad en su escri-tura, suponemos que an ms en el lenguaje coloquial y conversacional. Porejemplo, en una carta fechada el 17 de enero de 1897 el joven Jos, que msadelante pasar a firmar Pepe, refiere a los padres sus primeras lecciones enmateria que habr de ser la raz de su vida intelectual: Y a propsito de car-neros (no lo digo por el to Ramn eh?) has de saber que ya hemos dado elprimer capotazo o pase, que es de pecho por lo rpido, a la sagrada cuantonula Filosofa, as como a la deliciosa Qumica...10. A buen seguro que co-noca la variedad y el nombre de muchos pases por propia experiencia. Laaficin, que debi de ser cultivada con apoyo paterno, tuvo su tiempo de en-trega e ilusin, con los visos de realidad que las fantasas de un nio de ochoaos convertan en un hecho natural. En otra carta del ao 1891 haba escrito lo siguiente: El da de la Inmaculada hay una corrida de toros y yocomo me dijiste que me ibas a hacer una capa hzmela11.

    Sobre estas ilusiones y sus cumplimientos poseemos tambin gran varie-dad de testimonios. Algunos altamente poetizados, como el artculo de A. deS. en Madrid Taurino de 1946, recordando una entrevista hecha dos lustros an-

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    8 Soledad ORTEGA SPOTTORNO, Relato, en Jos Ortega y Gasset: imgenes de una vida 1883-1955. Madrid: Ministerio de Educacin y Ciencia/Fundacin Jos Ortega y Gasset, 1983, pp.22-23.

    9 Manuel ORTEGA Y GASSET, Niez y mocedad de Ortega. Madrid: Claves, 1964, p. 36.10 Jos ORTEGA Y GASSET, Cartas de un joven espaol (1891-1908), edicin de Soledad ORTEGA

    SPOTTORNO. Madrid: El Arquero, 1991, p. 84.11 Ibidem, p. 51.

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  • tes en la que Ortega afirmaba que haba toreado con su hermano Eduardocomo pen de confianza. En su periplo de aprendizaje rememoraba que pa-s por muchos pueblos castellanos, sealando Fuentelahiguera y Malaguilla,entre otros de Guadalajara, cosechando alborozos de la aficin popular. Esabsqueda del aplauso, la intencin de ofrecerse al pblico, la expectacin ylos recursos plsticos con que se adornaba, llegaron a formar parte intrnse-ca de todo aquello que provocaba Ortega en sus conferencias y actos pbli-cos. En cualquier caso, parece que dur poco la intencin de convertirse entorero profesional. La cort en seco un morlaco de nombre Vinagre, que sim-blicamente en el relato de Madrid Taurino, indujo a la joven promesa a bus-carse otra profesin igualmente arriesgada, al menos hoy, pero mucho menoscruenta: la de estudiante universitario en Deusto y en Madrid. Quizs la me-moria selectiva o la capacidad del periodista para imaginar las ilusiones de unmuchacho, contribuyeron a publicitar esta historia. El relato que de ella hizosu hermano Manuel, despojado de emotiva aventura si bien incluso en ciertantima nostalgia, refleja, a mi juicio, una visin ms reveladora de aquellosaos de glorias fingidas y atrevimientos adolescentes:

    Es obligado aprovechar la coyuntura para aludir a las aficiones tau-romquicas de mi hermano, que han tenido en su historial contradic-torios avatares. Haba en la corraliza de mi to una pequea vacada, yacert a darse en ella un becerrete muy majo que se llamaba Vinagre.Cierta tarde se coloc Pepe delante de l con la chaquetilla de verano amodo de capote. Se arranc el bicho y le dio Pepe unos cuantos lances,mas perdi terreno y el choto lo derrib y le pas por encima, con sustoespantoso de nuestro to12.

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    12 Manuel ORTEGA Y GASSET, Niez y mocedad de Ortega, ob. cit., pp. 71-72. Se refiere a unafinca de caza propiedad de su to Pepe Gasset en la provincia de Guadalajara.

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  • Documentos:

    Cubierta y portada del libro de Sobaquillo, Mariano de Cavia, De pitn a pitn. 1891

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    Carta de Jos Ortega y Gasset a sus padres pidiendo una capa de torero.Mlaga, 22 de noviembre de 1891

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  • Carta de Jos Ortega y Gasset a sus padres refiriendo sus clases con tr-minos taurinos. 17 de enero de 1897Fotografa de Jos Ortega y Gasset con su padre en la finca de su to PepeGasset en Fuentelahiguera, Guadalajara. 1897

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    Fotografa de Jos Ortega y Gasset en una plaza de toros, con bombn ycapote. [c. 1900]

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  • La Esfera: Domadores del xito | Jos Ortega y Gasset. Artculo firmadopor Enrique Gonzlez Fiol. [5 de enero de1924]

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  • 1903-1935. poca de madurez intelectual. De algunos quites previosal brindis

    Los aos de estudios universitarios coinciden con escasos testimonios es-critos de inters por los toros, segn la documentacin conservada en el Archivo de la Fundacin Jos Ortega y Gasset. El ambiente intelectual yacadmico de primeros del siglo XX no favoreca en principio a la vocacintaurina. La intelectualidad regeneracionista, a travs de ideas krausistas,particularmente europestas de Costa o anticruentas en Giner de los Ros,desembocan en un hondo apartamiento de algunos autores del 98 de una ti-rana y exigente aficin por los toros, como recuerda Maeztu en una cono-cida carta13. Los debates se convirtieron en algo ms profundo: un elementofundamental y paradigmtico de las discusiones sobre el ser de los espao-les. Las pasiones generadas, las emociones colectivas que creaba la Fiestano podan hurtarse a la polmica. Rosario Cambria, en su tan informado es-tudio, nos recuerda que en el cambio de siglo haba cerca de trescientos pe-ridicos y revistas dedicados en su integridad o en parte a las corridas detoros14. En general, las publicaciones ms tradicionalistas mantenan suapoyo contra viento y marea frente a actitudes que a lo largo de la historiapueden asociarse a momentos de auge del Racionalismo y a autores empe-ados en afrontar reformas de costumbres, sobre todo hacia las clases aris-tocrticas que eran hasta el siglo XVIII las protagonistas del toreo acaballo: nombremos al padre Mariana, a Quevedo, a Torres Villarroel, aLarra... y como no, a casi todos los ilustrados. Las prolongadas estancias enAlemania no contribuiran a que mantuviera un contacto ms cercano consu temprana aficin, que sobrevivi soterrada en el imaginario del que ha-ba sido, siquiera en algunos momentos climticos, torerillo en ciernes, a te-nor de algunos atrevidos testimonios dispersos en su epistolario15. Muestra

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    13 Ah van algunos: hemos matado las corridas de toros y el flamenquismo (los krausistasno ejercieron influencia fuera de su capilla). Claro est que lo hechos quedan, pero los idealeslos matamos nosotros. Ya es imposible que se hagan reputaciones con revistas de toros, imposi-bles los casos de Eduardo del Palacio y Pea y Goi, imposible que un Cavia rebaje su espritua esos horrores. Ya los toros no son ms que un negocio. Muerto el ideal (en eso soy tan idea-lista como Ud.) morirn ms o menos pronto las corridas. En Dos cartas de Ramiro de Maeztu a Ortega (1908), Revista de Occidente, 65 (octubre de 1986), pp. 118-119.

    14 Rosario CAMBRIA, Los toros: tema polmico en el ensayo espaol del siglo XX. Madrid: Gredos,1974, p. 21. Remito al primer captulo de este libro para presentar un panorama del pensamien-to taurino en estos aos.

    15 No es difcil encontrar referencias taurinas en las cartas familiares, ya por el uso de tr-minos especficos, expresiones o smiles. Por ejemplo, en carta a su por entonces novia describesu naturaleza sentimental con resonancias de campo de reses bravas: Soy muy sentimental, muytierno, bien lo sabes, pero no pasional; nada en m llega al bramido de la pasin. En Cartas deun joven espaol, ob. cit., p. 547.

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  • viva de ello nos queda en una carta del 13 de marzo de 1905 en que revelaque le complace sobremanera visitar el zoolgico de Leipzig para provocaren aburridos rumiantes las reacciones de un toro de Veragua16.

    Haciendo caso al propio Ortega, o a sus bigrafos, a partir de 1903 dejde acudir con asiduidad a las plazas de toros. Curiosamente el ao en que seprohibi por las Cortes el toreo en domingo, como cualquier otro trabajo,por la Ley de Descanso Dominical. Ello no parece implicar una lejana o unrechazo, solamente apoya la afirmacin de que Ortega no apareci por lostendidos de la plazas de Madrid, la de la calle de Alcal, la Monumental des-pus, o las de Carabanchel, durante mucho tiempo o slo espordicamente.Conforme su presencia pblica aumentaba y su magisterio engrandeca su fi-gura intelectual, el aficionado que permaneca en l se retraa a espacios deintimidad. Tan ntimos como la misma reflexin, pues son ahora los momen-tos en que surgen sus meditaciones, en virtud, salvaciones, dedicadas desde losaos 10 a servir de anlisis sobre aspectos radicales del sentir espaol a tra-vs del giro que haba sufrido el ideario filosfico de Ortega hacia la feno-menologa. Estos ensayos, pronto perturbados con ideas diferentes, sin dudasuperados en su esquema previo, quedan reflejados en un documento manus-crito y en la contraportada del primer libro, Meditaciones del Quijote (Madrid:Publicaciones de la Residencia de Estudiantes), de 191417. En ambos ndicesaparece el ttulo que habr de acompaar siempre, en forma de promesafrustrada, todo acercamiento de Ortega al arte de torear: Paquiro o de las co-rridas de toros. No sabemos nada de su posible contenido en fechas tempra-nas: es un fantasma que se aparecer con empecinamiento ante los ojos delos lectores orteguianos de sus ltimos aos. Ni un atisbo de lo que por en-tonces barruntaba acerca de la tauromaquia, quizs solamente un proceso devoluntarismo, un necesario poner en orden mltiples discusiones por enton-ces muy vivas: desde la licitud de las corridas, como dijimos arriba, y su per-vivencia, a los cambios operados en la misma Fiesta. Su hijo Miguel refierealgunos condicionantes que pueden servir de resumen general de las ideasde Ortega en estos aos:

    La aficin de mi padre a los toros procede de su juventud. Mi abue-lo Ortega Munilla llevaba a sus hijos a una barrera de la plaza de torosde Madrid desde la que presenciaron la actuacin de las grandes figurasdel toreo de entonces, cuando no resultaba raro que un toro destripaseen la plaza a varios caballos. Me deca que entonces exista un equilibrio

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    16 Mi mayor placer es hurtarle el cuerpo a los vigilantes para molestar a unos bfalos y a unapareja de auerocks los cuales son de Veragua y atizan cada testarazo a unos enormes maderos quelos encierran, que resulta casi una corrida de toros. Ibidem, p. 111.

    17 Reproducido en Revista de Estudios Orteguianos, 6 (2003), p. 57.

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  • entre la fuerza del picador y la del toro; que al imponer los petos, eseequilibrio haba desaparecido al hacerse fuerte el picador con el caballoprotegido, con lo cual el toro quedaba deshecho. Por esa razn, mi padredej de ir a las plazas, aunque segua muy interesado por la teora del toreo. Tanto que entre los temas que se le quedaron trasconejados, co-mo l gustaba decir, figuraba un estudio sobre Paquiro o de las corridasde toros18.

    Este lapso de tiempo, pese a su extensa duracin, demasiado voltil debido a lo perentorio y preciso de una primera actividad periodstica y po-ltica junto a otros compaeros de la generacin del 14 y luego el engran-decimiento de su magisterio intelectual y acadmico, alej a Ortega de suembrionario propsito de dedicarse a escribir un libro sobre toros.

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    18 En Miguel ORTEGA Y GASSET, Ortega y Gasset, mi padre. Barcelona: Planeta, 1983, p. 182.La fecha a que se refiere el texto es 1928, considerada un antes y un despus en la historia deltoreo, desde la implantacin del peto, que supuso un modo diferente de afrontar la suerte de varas ya que se provocaba un choque frontal del toro contra la armadura acolchada de caballoscada vez ms robustos. Indudablemente gener una humanizacin del festejo que en casos ex-tremos, supona la muerte de muchos caballos en la plaza. Tuvo detractores desde su puesta envigor. Y en cualquier caso no justifica cronolgicamente la ausencia de Ortega en los tendidosdesde primeros de siglo. Previo a esta fecha, en No ser hombre ejemplar de 1924 escribe loque parece ser una intelectualizada actitud: La mayor parte de los espaoles no va a los toros.Por una u otra razn, esta fiesta les aburre o les repugna. Sin embargo, un da, cediendo a tal ocual circunstancia, ese espaol que no va a los toros asiste a ellos. [...] El que no suele ir a lostoros, si va alguna vez, lo hace precisamente porque no da importancia al no ir. El falso ejem-plar convierte el hecho sencillsimo y negativo de no ir a los toros en una hazaa positiva. EnII, 477.

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  • Documentos:

    Primera pgina de la carta de Jos Ortega y Gasset a sus padres desdeLeipzig en la que menciona a los toros de Veragua. 13 de marzo de 1905

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  • Carta de Ramiro de Maeztu a Jos Ortega y Gasset en la que refiere los lo-gros de su generacin. [Septiembre de 1908]Pgina del manuscrito [Po Baroja]. [1910-1015]

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  • Su amistad con Belmonte y Domingo Ortega

    Ortega sustituy la asistencia asidua a grandes plazas por el trato huma-no y cercano con la tauromaquia y con toreros que mantuvo toda su vida.Sabemos de dos amistades fundamentales que orientarn de algn modo to-do acercamiento al mundo taurino: la de Juan Belmonte y la de DomingoOrtega. El primero, muy presente en estos aos, fue un torero que hizo po-ca por su tcnica y muy frecuentado por intelectuales. Por su enfrentamien-to con Joselito y de su aportacin al arte tauromquico se han interesadomuchos escritores, culminando por entonces en el libro de Chaves Nogales19.Incluso parece haber una cierta duda respecto de la devocin expresada porOrtega hacia uno u otro20. En cualquier caso, esta amistad tuvo un terceramarre en el pintor Zuloaga. Ortega veraneaba asiduamente en Zumayadesde 1917, donde el pintor tena su casa y su taller, Santiago-Etxea. Zuloagaera, adems de un genial artista plstico, un apasionadsimo aficionado a los toros y l mismo torero desde muy joven21. En Zumaya, entre paseos, jue-gos de pelota y otras actividades veraniegas, los dos amigos revivan una de sus mayores pasiones. Ya fuera tentando vaquillas, incluso en el caso de Zuloaga toreando casi profesionalmente, ya asistiendo a corridas que el pin-tor organizaba o preparando festivales taurinos benficos para todo el pue-blo, gran parte del verano lo consuma Ortega alrededor del mundo de lostoros, incluso acercndose a San Sebastin para vivir la Semana Grande consu familia. All emulaba a sus amigos de alguna manera, no parece que almismo nivel que el pintor aunque no me cabe a m cotejar toreras y valorpor el tamao de los bureles, o contribua a que el pueblo pudiera disfrutarcon verdaderas tardes de gloria y emocin, aun tratndose de toretes (co-mo se puede leer sobre la benfica de 1925). No en vano Belmonte, invita-do a menudo y promotor tambin de festivales, padeci en Zumaya una desus ms graves cogidas, y algunos de esos festejos se recordaron durante mu-cho tiempo, sobre todo el de 1924, que trat de repetirse al ao siguiente, pa-

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    19 Manuel CHAVES NOGALES, Juan Belmonte, matador de toros, su vida y sus hazaas. Madrid: Estampa, [1930].

    20 ABELLA, en el artculo de la revista Fiesta anteriormente citado, se hace eco de esta tradi-cional dualidad imponderable, como tantas otras, de la tauromaquia: Aunque Nstor Lujn, ensu maravilloso libro Historia del toreo, sita a Ortega entre los partidarios de Belmonte seduci-dos, sin duda, por la calidad plstica y literaria del maestro trianero algunos testimonios noshablan ms bien de una cierta inclinacin por el clasicismo y tecnicismo de Joselito.

    21 Jos ORTEGA SPOTTORNO nos lo certifica indirectamente: En el garaje estuvo siemprecolgado en la pared el cartel de la novillada celebrada el 17 de abril de 1897 en la plaza de torosde la Escuela de Tauromaquia de Granada en la que uno de los matadores era Ignacio Zuloa-ga, el pintor. Los retratos de sus amigos Juan Belmonte y Domingo Ortega son obras maestrasy siempre anduvo prximo a ellos. Y no dej ningn verano de organizar en Zumaya becerra-das o corridas por todo lo alto como la que hemos contado. En Los Ortega, ob. cit., pp. 242-243.

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  • rece que con menos xito pese a la calidad del cartel. Oigmoslo con mayorcercana:

    Quiz el gran verano de Zumaya fue el del ao 1924 en que se cele-br la corrida de toros organizada con fines benficos, para el hospital lo-cal, por Zuloaga y por mi padre, [...]. Ambos eran muy entusiastas de lafiesta y ambos eran amigos de Juan Belmonte, el torero puntero entoncesy uno de los genios de toda la historia de la tauromaquia. Belmonte mo-viliz fcilmente a sus colegas ms en boga y en pocos sitios se habr celebrado una corrida de tanto fuste como aqulla. La plaza, de madera,se instal en la campa que haba entonces junto al faro y es posible que elruedo fuera demasiado estrecho para los toros de cuatro aos que se li-diaron y fuera la causa de la grave cogida que sufri Belmonte al lancearsu segundo toro22.

    En ese ambiente, ms relajado e ntimo, ajeno a los rigores madrileos,incluso taurinamente hablando, el nio ilusionado y el joven muletilla queatropell Vinagre reverdecan y se asomaban en viejos sueos bajo la apa-riencia del ya prestigioso catedrtico de metafsica, del promotor de tantasempresas culturales de primer orden o del poltico. De sus tertulias en Revista de Occidente o de sus conferencias nos trasladamos a una de las msacrecentadoras pasiones de Ortega: hablar de toros, practicar el toreo desaln (del que fue consumado ejecutor a tenor de lo que se cuenta, puestambin en dar pbulo al anecdotario se mostr Ortega inmerso en esa cul-tura taurina), discutir como un aficionado ms, explicar a su manera el en-cuentro con el animal en la plaza o sus variadas morfologas, recrear viejasfaenas de toreros ya clsicos (recordemos que en su niez alcanz a disfru-tar con Frascuelo y Lagartijo) en suma, dejando germinar poco a poco unavieja idea, la de escribir su Paquiro.

    La relacin con Belmonte ayud a mantener durante los aos 20 y 30,tan trascendentales en la labor filosfica y la poltica de Ortega, los fulgo-res juveniles y el inters en todo lo relacionado con el toreo. Ambos se pro-fesaron por esos aos una relacin de mutua admiracin, hasta el punto queel filsofo agradeca el trato personal tanto por el mismo afecto de la rela-cin ntima con otro semejante que entenda de sus mismas aficiones comopor la alta consideracin que le causaba la tan comentada vala intelectualdel torero23. Hay testimonios grficos de algunas excursiones y paseos en

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    22 Ibidem, ob. cit., pp. 304-305.23 Escribe su hijo Jos en Los Ortega, ob. cit., p. 305: En invierno Belmonte viva en Madrid

    se vean a menudo l y Ortega en paseos y excursiones en automvil a pueblos prximos. Siemprele o decir a mi padre que Belmonte era una de las personas ms inteligentes que haban pasadopor su vida.

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  • los que se advierte en ambos el gesto relajado y tranquilo de personas acos-tumbradas a la asiduidad del trato. Tambin de la presencia de ambos en,como el banquete homenaje dedicado al torero que tuvo lugar en 1935. Di-cha asiduidad admirativa hubo de sostenerse muchos aos hasta que apa-reci en la cercana vital la amistad con otro torero igualmente genial,Domingo Ortega, inalterable hasta el final de la vida de nuestro filsofo pero ms familiar a partir de los aos 40.

    Mientras tanto, la obra de Ortega apenas se mostraba permeable a es-critos y temas taurinos: breves alusiones, presencias soterradas, escasaspinceladas a propsito de la crueldad inherente al trato a los toros en las co-rridas a sugerencia de unos artculos sobre el vuelo de aves anilladas o el se-uelo de la presencia de un toro amenazante en la clase, sintomticadecisin para ejemplificar en su crtica fenomenolgica al viejo Idealismo24.An habra que esperar algn tiempo y atravesar las terribles circunstan-cias de la Guerra Civil para que, de algn modo, el tema taurino ejercieseuna centralidad ms acusada y palpable en la obra de Ortega.

    No dej nunca, ya lo hemos explicado, de relacionarse con el universo deltoro, pero en aquel momento, poca extraordinaria en la historia de la Fies-ta, solamente la crtica taurina en prensa poda alimentar el conocimiento or-teguiano de hechos fundamentales, tales como los grandes triunfos o lasnuevas promesas, la evolucin de las ganaderas y del efecto que producanalgunos cambios antes comentados, como el uso del peto, en la evolucinconcreta de la tauromaquia. El ya lejano recuerdo de Frascuelo o la asisten-cia puntual a alguna corrida, segn testimonios25, no deban bastar para sa-ciar el apetito por asumir, ldicamente pero con respeto hondo, el papel detorero. En unas ocasiones, como la corrida celebrada en Crdoba en 1932,con ocasin del VIII Centenario de Maimnides de cuyo Patronato de Ho-nor form parte en los actos celebrados en marzo de 1935, solamente emu-lando la pose del toreo previa a la faena. En las imgenes conservadas, depie, en traje de calle pero calado con sombrero de ala ancha, la vista al fren-te, serena pero ligeramente tensa, el cuerpo levemente abarquillado, la capaabrazada y plegada con elegancia sobre el brazo izquierdo, al lado de Machaquito, da la impresin de un viejo maestro que no puede evitar enfren-

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    24 Sobre el vuelo de las aves anilladas, publicado en El Sol en agosto del 29, en IV, 239,y la leccin XIII de los Principios de metafsica segn la razn vital. Curso de 1932-1933, en VIII,647-651.

    25 Jos Mara de COSSO, en un artculo suscitado por la muerte de Ortega, nos refiere al-gunos momentos de una corrida de la Prensa celebrada en Madrid en 1934 a la que asistieronjuntos. Remembranza, desde otra de los aos cuarenta en Campo Pequenho, de estilos de mon-tar e incluso de vestimenta y adornos entre un rejoneador portugus, Da Veiga, y el cordobsCaero. En D. Jos Ortega y los toros, El Heraldo de Aragn, 30-X-1955.

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  • tarse al peligro una vez ms y que generosamente, por algn motivo benfi-co, se ha vuelto a vestir de corto para complacencia de la aficin y de s mis-mo. Esa emulacin, ficticia en este caso, no es ajena a la propia evolucin desu vida, al paso del tiempo, a la prdida lgica del vigor juvenil que parecequerer retar gallardamente. Otras veces, volviendo a dar capotazos, con pre-sencia y ayuda de toreros profesionales y de otros aficionados inoculadoscon el mismo virus, como su muy arrojado amigo Zuloaga. Acerca de las fo-tos de 1935 en Azpeitia, Jos Ortega Spottorno, en su revelador Los Ortega,parece no seguir la pauta desmitificadora pero entraable que habamos le-do en su to Miguel, al apreciar, pasado el tiempo, el riesgo en que haba cado su padre bajando al ruedo ante aquellas resabiadas reses:

    En 1935, cuando pas mi padre solo unos das por Zumaya, le orga-niz [Zuloaga] una capea en la plaza de Azpeitia que l alquil para nosotros con unos toros de una ganadera de Astur, cerca de Rgil, queel ganadero alquilaba embolados para festejos tales y que, naturalmente,saban latn. All dio mi padre unos capotazos junto a Domingo Ortega yel propio pintor de los que se conserva testimonio fotogrfico26.

    Documentos:

    Fotografa de una banda de msica en la plaza de toros de Zumaya. 1920

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    26 Ibidem, p. 294.

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  • Folleto del Festival taurino a beneficio del Asilo de Beneficencia de Zumaya.4 de septiembre de 1925

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  • Fotografas de Ortega paseando con Belmonte, Luis de Tapia y SebastinMiranda. 1932

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  • Fotografas de Ortega y Belmonte en un almuerzo. 1932

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    Fotografas de Ortega en el homenaje a Maimnides en la plaza de La Viuela de Crdoba junto a Machaquito, Pascual Caldern y Rafael Castejn.Primavera de 1932

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  • Fotografas de Ortega toreando en Azpeitia con Zuloaga. Verano de 1935

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  • Tarjeta de invitacin y men del banquete-homenaje ofrecido a Juan Belmonte y Manuel Chaves Nogales, que tuvo lugar en el Hotel Nacionalde Madrid. 23 de diciembre de 1935

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  • 1936-1955. Retomando a Paquiro. Muleta en mano en busca del triunfo

    La vida de Ortega pas por terribles pruebas desde el comienzo de laGuerra Civil hasta que consigui estabilizar de alguna manera su armonaintelectual y la pura supervivencia, junto a las de su familia27. Esto tuvo lu-gar, a pesar de contradictorios testimonios, al conseguir un modo de exis-tencia reposado y tranquilo en Portugal. La relacin de Ortega con lostoros tom un rumbo diferente; apremiado por las preocupaciones y debi-do a sus estancias en Pars, sobre todo, y luego en Argentina, a pesar de al-guna expedicin al campo en tierras de los gauchos, le impidi continuarcon esa especie de doble condicin de aficionado en lo estrictamente priva-do y casi ausente de grandes festejos, si pensamos en el adjetivo grande co-mo sinnimo de plazas de primera frente a festivales, capeas o tientas. Talvez debido a la lejana primero, luego al reencuentro en Portugal con un ti-po de corrida radicalmente distinta, al prohibirse la hora de la verdad des-de 1928, para un verdadero connaisseur concedamos que muchos sellevarn las manos a la cabeza por el uso de este trmino para tratar de to-ros, sobre todo en lo que tiene de autosatisfaccin placentera e intelectual ala vez, lo cierto es que Ortega comenz a estructurar su pensamiento ha-cia la reflexin acerca del ser de Espaa, de su historia y su condicin, qui-zs a modo de revulsivo para superar el trgico suceso que haba tenidolugar y cuyas consecuencias se arrastraban y arrastraran durante demasiadosaos. Incluso en los aos lisboetas no cejaba en su inters por acudir a vera los forcados y continuar deleitndose con charlas tauromquicas en los ms extraos auditorios, como en el episodio que refiere, con cierta malicia, Pedro Sainz Rodrguez acerca de una comida de Ortega con Don Juan deBorbn, en la que don Jos no par de hablar de toros28.

    La tauromaquia pas a formar parte, con su imponente presencia en laintrahistoria espaola, de ensayos con un sesgo histrico sobre Velzquez oGoya y volvi a hacer su aparicin el fantasma juvenil de Paquiro. Y al re-gresar a Espaa la presencia taurina cobr mayor protagonismo an, in-cluso como tributo debido a unos tiempos determinados en los que muchoscondicionantes (una defensa triunfalista y agresiva de lo radical espaol, unsubterfugio a situaciones opresivas, el reflejo conductivo de recuperar concierta normalidad la cotidianeidad de la Fiesta y por ende de escapar a aosde crueldades y miserias o la simple presencia de una censura amenazante),

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    27 Son muy elocuentes las confidencias al respecto del terrible ao de 1941, extensivo a los aos trascurridos tras la guerra, que hace Ortega a Justino de Azcrate y a la condesa de Yebes.Cfr. Javier ZAMORA BONILLA, Ortega y Gasset. Barcelona: Plaza y Jans, 2002, p. 447.

    28 Cfr., Carlos ABELLA, Ortega y Gasset, art. cit., p. 85.

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  • impulsaron a que la tauromaquia se convirtiera en objeto de mltiples es-tudios y de atencin verdaderamente popular y masiva en creciente intershasta los toreros-espectculo de los aos 60 ayudado por la televisin. En elcaso de Ortega, la preocupacin radical por los toros haba por fin germi-nado, entre mltiples otros intereses intelectuales, y adems encarnado unacontecimiento concreto que haba tomado cuerpo en la dcada de los aos30 coincidiendo con cierto retraimiento ante los acontecimientos polticos ysu refugio en la Universidad: la enciclopedia de Jos Mara de Cosso.

    Documentos:

    Serie de fotografas y tarjetas postales de escenas taurinas con rejoneadoresy forcados en Portugal. [S. f.]

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  • Ortega, Cosso y Los toros

    Durante los aos 30, tras la fusin Espasa-Calpe, Ortega continuaba vinculado, editorial y administrativamente, a la editorial Calpe, y pese a ha-ber pasado a una condicin no ejecutiva, su dictamen segua muy tenido encuenta en las iniciativas editoriales29. Entre ellas resalta la iniciativa de con-vencer a Jos Mara de Cosso, que ya haba preparado una antologa de poe-sa taurina en 1931, para que publicara un libro muy completo sobre torosque incluyera diversos aspectos tcnico-artsticos. En palabras de Cosso:

    Era entonces asesor de la editorial Espasa-Calpe, y aconsej la publi-cacin de un libro de toros que en su idea debiera recoger los aspectostcnicos de la fiesta que pueden interesar a un aficionado y los histricosque debieran interesarle aunque rara vez le interesen. Asimismo deba te-ner cabida un panorama de la influencia de la fiesta en el arte, en la vidasocial y en cuantas actividades espaolas han sufrido el influjo de la fies-ta taurina. Aprobado el proyecto, fue Ortega quien, equivocadamente mepropuso para que fuera yo el que desarrollara tan ambicioso programa,tan superior a mis fuerzas como el libro, bien conocido, demuestra30.

    No solamente contribua Ortega a la idea generadora de este proyecto,sino tambin pareca vislumbrar un esquema de trabajo, unas teoras sobreel toreo y lo popular que haca tiempo maduraban en su interior. Bajo la in-trospectiva posicin de afrontar lo taurino, l haba credo reconocer trasun momento climtico en el duelo entre Belmonte y Joselito, un momentode madurez que si no poda sostenerse llevara a la Fiesta a un estadio dexodo y putrefaccin. En su opinin, remembrada por Cosso, cualquierindagacin sobre el origen, sobre lo que la fiesta ha sido y sobre todo sobre lo que puede significar, resultar ms fecundo que exponer pblica-mente opiniones y conclusiones que la encorsetaran. Si hay aqu incrusta-da una de las razones por las cuales su propia reflexin se haca esperar envano, es algo que slo podemos sospechar. El caso es que Cosso comentapoco despus en el citado homenaje la relacin de un intelectual y vvida-mente curioso Ortega que en los aos de 1934 y 1935 se acercaba con ver-dadero inters al trabajo de esa enciclopedia, hoy benemrita pero vivatodava, recibiendo los hallazgos grficos que descubra el autor y que iban

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    29 Sobre gran parte de esta relacin, puede consultarse el artculo de Juan Miguel SNCHEZVIGIL, Ortega y Gasset. Director editorial de CALPE, Revista de Estudios Orteguianos, 10/11(2005), pp. 177-196.

    30 Jos Mara de COSSO, D. Jos Ortega y los toros, art. cit.

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  • al saloncito de la Revista de Occidente antes que a mi despacho y antes que ala imprenta 31.

    La guerra interrumpi esa estrecha relacin y Cosso continu trabajan-do sin el contacto y apoyo directo de Ortega. No obstante, hay algunos tes-timonios que indican que esa relacin se traslad al plano epistolar. En elArchivo de la Fundacin Jos Ortega y Gasset se conservan al menos doscartas de Cosso durante el ao de 1940 en las que el autor informa de va-rios aspectos de inters de su obra, como la decisin acerca del ttulo, la dis-tribucin de captulos y la preocupacin por el ensayo zoolgico de ZacarasSalazar, y sobre todo trata de apremiar a don Jos para que escriba un es-peradsimo prlogo que nunca lleg a existir:

    En tal punto la obra, yo me atrevo a solicitar de usted lo que le daraun mayor inters: un prlogo, o ensayo preliminar para ella. Hace mu-cho que habla usted de un (creo que titulado Paquiro o del toreo) No se-ra posible que le redactara usted para este objeto? No basta que yo, ninadie, amontone noticias y hasta lleguemos a aventurar juicios sobre elsentido de la fiesta. Es preciso que usted por espaol y por competentedefina su significacin y aclare su sentido. Yo no me siento ni con saber,ni con autoridad para ello.

    Sin poder conseguir su propsito continu Cosso con su trabajo, a vecesinteresando a Ortega con algunas indicaciones sobre las teoras que stequera comprobar acerca de la relacin entre el toreo y el sistema de las ge-neraciones, para lo cual tomaba notas de las biografas de matadores desdeel siglo XVIII. En definitiva, el libro tom su propio cuerpo entre Cosso ysus colaboradores, lo que le vali una pequea reprimenda cuando, tras la pu-blicacin y entrega del primer volumen en 1943, llega por fin a Lisboa el 6 dediciembre, a manos del filsofo, un ejemplar dedicado por el autor, Cossofue destinatario de una carta nunca enviada y fechada el da 30 de ese mis-mo mes y publicada por Garagorri en 196032. En ella, Ortega razona sobre

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    31 No sabemos si por adicionar material a la obra o por puro cumplimiento en testimonio deamistad, Maran enva material grfico taurino para disfrute de Ortega y ste le responde encarta fechada el 22 de febrero de 1935: He agradecido mucho el envo de esas dos estupendas,conmovedoras instantneas del Espartero. Quien entienda de historia del toreo en el sentido quese entiende la historia de la pintura no necesitara ms que esos dos documentos para poder de-finir con bastante rigor el cambio radical de la fiesta acaecido entre aquella poca y la actual. Ami juicio este cambio es mucho ms sustantivo de lo que se suele creer hasta el punto de que essuperficial a l la diferencia de estilos, etc. Lo que ha cambiado por encima y por debajo de to-do eso es la zona del alma en actores y espectadores de que todava viva el toreo. Pero seraun poco largo precisar qu es lo que pienso bajo este enunciado. En Antonio LPEZ VEGA (ed.),Epistolario indito. Maran, Ortega, Unamuno. Madrid: Espasa Calpe, 2008, p. 183.

    32 Oc83, IX, 471-473. Se public con el ttulo de [Sobre el libro Los Toros], en Jos ORTEGAY GASSET, Sobre la caza, los toros y el toreo. Madrid: Revista de Occidente, 1960.

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  • los primeros tomos, I y III, que ya conoca: reconociendo al autor el xito co-mercial y las excelentes bondades de lo ya publicado, no puede evitar sentirque en la etapa verdaderamente radical del ensayo no hubiera podido l con-tribuir con diversas consideraciones. Algunas eran simplemente problemasde distribucin de materias o de acumulacin de contenidos, otras, la insis-tencia, bajo el esquema de las generaciones, en no depender demasiado delos modos actuales y presentes, como lemos antes en Cosso, para no pre-determinar la visin de la tauromaquia. Esto ltimo no le parece conseguido,ya que tras Joselito y Belmonte, apoyndose en su personal criterio, deba desuceder un perodo de transicin33. La inacabada misiva, junto con el pro-psito de iniciar un intercambio de ideas que acababa de empezar segn sededuce (Pero con todo esto no hago sino comenzar la conversacin. Lo demenos es que tenga yo o no razn en estas observaciones que le adelanto.),podra apuntar a la alabanza, necesitada de ausencia de reproches, ante untrabajo todava sin concluir, por tanto sujeto a remedos, pero muy admira-ble. Cualquier reticencia puede ser tenida por escasamente generosa, des-pus de circunstancias tan difciles, y en cualquier caso, Ortega parecaencontrarse en condiciones de escribir l mismo lo que realmente pensabasobre cuestiones taurinas. A fin de cuentas, el trato humano y personal en-tre ambos continu, as como las charlas sobre el camino que tomaba Los To-ros34, y tampoco debi de pasarle por alto a don Jos que Cosso habaconseguido, asumiendo su primigenio criterio, presentar datos e informacinpositivistas sin encorsetar la visin general, sin interpretarlos hacia una po-sicin u otra35, excepto en la no decisin de creer en la esencia del ser espa-ol respecto de una particularsima relacin con el animal bravo, compartidaen su primitivo origen con muchos otros pueblos.

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    33 Los taurinos orteguianos, para afirmar su extraeza ante el escaso aprecio por el toreo enlos aos 30 que se deduce de opiniones, o ms bien, falta de opiniones al respecto en Ortega, sehan detenido en afirmaciones como sta.

    34 COSSO, en su recuerdo pstumo escriba: Cuando reanud mi comunicacin con el ex-traordinario escritor ya el libro estaba publicado en gran parte y escrito en su casi totalidad. Esdecir, mis desaciertos no tenan remedio. Pero ello no impidi que sobre l hablramos muchasveces y en que l le mirara con especial benevolencia. En D. Jos Ortega y los toros, art. cit.

    35 Es lo que se desprende del propsito del autor y de la interpretacin general de la obra.Vase el libro de Rosario CAMBRIA, Los toros: tema polmico en el ensayo espaol del siglo XX, ob. cit.,pp. 40-44.

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  • Documentos:

    Carta de Jos Mara de Cosso a Jos Ortega y Gasset pidindole un pr-logo para Los Toros. Madrid, 26 de abril de 1940

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  • Carta de Jos Mara de Cosso a Jos Ortega y Gasset acerca del ttulo ycontenido de Los Toros. Madrid, 1 de junio de 1940

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  • Anexo a una carta de Jos Mara de Cosso a Jos Ortega y Gasset con unndice posible para Los Toros. [c. 1940]

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  • Portada y dedicatoria de Jos Mara de Cosso en la hoja de guarda de laprimera parte publicada del libro Los Toros. 1942

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  • Las Provincias: D. Jos Ortega y Gasset y los toros. Artculo firmado porJos Mara de Cosso. [29 de octubre de 1955]El Heraldo de Aragn: D. Jos Ortega y Gasset y los toros. Artculo firma-do por Jos Mara de Cosso. [29 de octubre de 1955]

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  • Hacia el tantas veces prometido Paquiro

    El tema de los toros, objeto de una pretendida meditacin desde tiempoatrs, si bien nunca estuvo lejano de una manera u otra en la estructura in-telectual de Ortega, apenas haba sido objeto de reflexin escrita y pblica,aunque hubiera gastado horas enteras en discutir opinada y a la vez razona-damente, entre charlas de aficionado y perorata de entendido junto a dilo-go vivo de filsofo. Toma cuerpo lentamente a travs de incitaciones ytestimonios esparcidos. El mismo inters que haba declarado intencional-mente al impulsar la enciclopedia taurina en los aos 30, parece haberle in-ducido a escribir abierta y profundamente sobre el tema. Tal vez inundadopor la ilusin o deseoso de despertar del mal sueo (o de escapar de la tris-tsima realidad), cruel y nefasto, de la Guerra Civil, precipita un ilusionadolibro sobre toros del que informa a Gustav Kilpper, su editor alemn. Tene-mos reciente testimonio publicado en la coleccin del epistolario con su tra-ductora Helene Weyl en carta de sta fechada en 1938:

    No mucho antes de mi partida de Princeton recib una carta deKilpper, que me llen de una ardiente excitacin y alegra. Me escribaque ha terminado usted un librito de unas 150 pginas sobre la corridade toros y que tendr pronto en mis manos para traducirlo: [...] Espe-ro reencontrar en su libro muchas de las explicaciones tcnicas e his-tricas que me dio usted sobre ese juego primitivo, puesto que entoncesen la excitacin palpitante de la hora no me qued nada ms en la me-moria que el tono de su voz y la expresin de sus ojos36.

    No ser la primera vez que el espectro de Paquiro se aparecer a los con-temporneos de Ortega. No slo por testimonios personales del escritor, sinotambin por advertencia editorial a la que no pudo ser ajeno nuestro filsofo,ya que en la edicin de Obras completas de 1946 (Madrid: Revista de Occi-dente, 1946-1947), supervisadas por l, al final de la lista de meditaciones pre-vistas en 1914 se avisa a los lectores: Como se ve, andando el tiempo hanaparecido algunos de estos ensayos, y otros que pudieran juzgarse definitiva-

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    36 En Gesine MRTENS (ed.), Correspondencia. Jos Ortega y Gasset, Helene Weyl. Madrid: Biblio-teca Nueva/Fundacin Jos Ortega y Gasset, 2008, p. 231. El texto de Weyl interrumpido mere-ce ser reproducido en nota: Oh, querido Ortega, de qu modo se me hizo presente de nuevo todoal recibir esa noticia, nuestro viaje con Jos a Pamplona por las montaas, en el que usted y el chi-co ya rebosantes de ilusin tarareaban todos los pasodobles, la ciudad que herva en su exuberan-te y arrebatador jbilo festivo, el momento cuando la puerta de bronce se abri de golpe como undragn y el primer toro sali corriendo, fornido y negro, como un smbolo de la naturaleza pro-creadora y los banderilleros delgados y estirados y como una llama de plata delante de la arreme-tedora fuerza horizontal del dorso del oscuro animal y por ltimo el desconcertante arte de Pas enla danza del torero con el toro, que termina en sangre y muerte.

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  • mente abandonados, van a aparecer en el tiempo prximo, como por ejemplo,el que se refiere a las corridas de toros. No adelantar ninguna novedad aquienes estn ante estas pginas al afirmar que nunca se concluy tal libro niparece posible la existencia de las 150 pginas sobre el tema anunciadas aKilpper37. Sin embargo, durante los aos 40 el tema taurino en algunos de suscondicionantes y bajo parmetros muy orteguianos, haba tenido presenciavariable pero intensa en algunas publicaciones, conferencias y cursos: prime-ro en algunas apreciaciones del Prlogo a Veinte aos de caza mayor del con-de de Yebes de 194238, tambin con otras excusas, en sus trabajos sobreVelzquez y Goya, que culminaron en la publicacin de Papeles sobre Velzquezy Goya de 195039 pero fruto de trabajos anteriores a esa fecha, y en el co-mienzo de la leccin VII (1949) de su curso sobre Toynbee entre 1948 y 1949en el Instituto de Humanidades40.

    En todas ellas destaca un inters primordial superior a todos los demsposibles: la imbricacin de los toros en la cultura verdaderamente popularde Espaa y por tanto el autntico origen como tal de la corrida de torosmoderna, ya separada radicalmente como espectculo y rito de los aristo-crticos juegos de toros y caas, por tanto, del toreo de a pie frente al dea caballo, y las suertes y composicin de dicha corrida moderna con prota-gonismo centrado en la faena de muleta. Quizs, una cierta democratiza-cin del viejo rito, una vuelta a las esencias vitales incorporadas as a todala sociedad en su conjunto, que se ve como posible espectadora, juzgadorao protagonista.

    Tal vez, y no infiero de aqu que se mostrara decepcionado con el trabajode Cosso sobre cuyo aplauso gratificante y justificado no dud nunca, Orte-ga no qued del todo satisfecho con la indecisin o la buscada ambigedad enLos Toros al no ofrecer una fecha concreta del punto de partida real y efecti-vo, datable, de las corridas de toros modernas que permitiera enlazar con ladiacrona autoimpuesta al aplicar el sistema de las generaciones a la historiadel toreo a travs del agrupamiento biogrfico de toreros famosos noticiadosy su apogeo. O simplemente trataba de poner orden en las fechas del aconte-

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    37 A pesar de que en el Prlogo a Veinte aos de caza mayor del conde de Yebes, fechado en1942, indique: Espere el lector la publicacin que no presumo remota de mi libro Paquiro o delas corridas de toros, donde procuro irme al fondo en esta materia, que he llamado la trgica amis-tad, tres veces milenaria, entre el hombre espaol y el toro bravo. En VI, 286.

    38 Lo fecha Ortega en Lisboa en 1942 aunque su primera edicin es Madrid: Espasa-Calpe,1943, pp. IX-XCI. En VI, 269-333.

    39 Madrid: Revista de Occidente, 1950. (VI, 600-772). Sobre todo en Goya y lo popular,proveniente de unos papeles usados por Ortega para un coloquio sobre Caractersticas del ar-te de Goya celebrados durante el curso de 1949-50 en el Instituto de Humanidades. Vase VI,749-750.

    40 Cito por Una interpretacin de la Historia Universal. (En torno a Toynbee), Oc83, IX, 11-242. So-bre toros, pp. 120-124.

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  • cimiento que trataba de racionalizar. Lo cierto es que el Archivo de la Fun-dacin Jos Ortega y Gasset conserva abundantes fichas de trabajo prepara-das para un estudio mucho ms profundo y completo que debe principiar porel origen histrico con una preocupacin fehaciente por datar generacionesde lidiadores, algunas apreciaciones sobre su propia teora tauromquica yuna distribucin de los parmetros vitales del momento de esplendor de to-reros antiguos por los que busc informacin en su biblioteca de primera mano y en fuentes secundarias. As, por referencias anotadas a travs de loslibros de su biblioteca personal, entre obras dedicadas por los mismos auto-res, Alczar, Bleu, Jaln (en cuyas palabras se desprende la inclinacin bel-montista de Ortega)..., o en libros antiguos y ediciones modernas de Marianode Cavia, Pepe-Hillo, Milln, Redondo, Santa Coloma..., alcanzamos a verclaramente cmo a travs de la muy documentada miscelnea del Conde delas Navas, El espectculo ms nacional, don Jos iba sealando con sus lapice-ros azules o rojos las notas colectadas de Vargas Ponce, Daza o Bedoya, y enla documentacin adicional que Cotarelo ofreca en las cartas reproducidasen Los Iriarte y su poca41. En esa recopilacin epistolar de Cotarelo o en otrasfuentes, Ortega encontraba fechas aproximadas sobre esa gran revolucin deltoreo. Ya fuera sobre la ltima fiesta de toros lidiada por caballeros en 1725en Madrid, tras levantar Felipe V la prohibicin de lidiar, o sobre las fiestasreales celebradas en la Maestranza en 1730, en las que ya tuvieron lugar co-rridas de vara larga, considera a travs de reconocidos testimonios que laformacin del espectculo tal y como lo conocemos aunque hubiera otrasmodalidades y variantes, como puede verse en grabados goyescos se forjentre finales del XVII y primeros del XVIII: Puede decirse que es en tornoa 1740 cuando la fiesta cuaj como obra de arte42. Sostiene an ms clara-mente en el comienzo de la leccin VII del curso sobre Toynbee, tras buscarfechas cercanas a 1728 para ese extrao hecho, que eran una realidad deprimer orden en la historia espaola desde 1740. Sus investigaciones le lle-van a afirmar con contumacia en diversos momentos que nadie se haba pre-guntado por el comienzo de esa bicentenaria realidad histrica.

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    41 Citar entre el apartado taurino de la biblioteca de la Fundacin Jos Ortega y Gasset, losnombrados aqu, de entre una veintena de ellos, que le pertenecieron o hered de su padre: Federico ALCZAR, Tauromaquia moderna. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1936; Flix BORREL (F. BLEU), Antes y despus del Guerra. Madrid: Imprenta clsica espaola, 1914; CsarJALN, CLARITO, Grandezas y miserias del toreo. Madrid: A. Maeso, 1933. Mariano de CAVIA, SOBAQUILLO, De pitn a pitn. Madrid, Fernando Fe, 1891; Jos DELGADO, alias HILLO, La tauro-maquia. Madrid: Lorenzo Escribano, 1894; Ladislao REDONDO, Guerrita y su tiempo. Madrid:Fernando Fe, 1899; Jos SANTA COLOMA, La tauromaquia. Madrid: Minuesa, 1870; Juan G. LPEZ-VALDEMORO, El espectculo ms nacional. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1899; Emilio, COTARELO Y MORI, Los Iriarte y su poca. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1897.

    42 En Goya y lo popular, VI, 759.

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  • Por ese motivo llega el momento de profundizar, de decir lo que nadie hadicho, de dar vida a ese Paquiro cuyo ttulo semeja un homenaje al torero le-gislador, a aquel que con su oficio y su Tauromaquia completa de 1836 estable-ci los cnones y suertes de la corrida bajo parmetros racionalizadores,explicativos, superando al esfuerzo, todava algo tosco, de Pepe-Illo cuaren-ta aos antes43. Ansioso por aportar su propia reflexin, Ortega inicia unmanuscrito titulado Sobre las corridas de toros o Secretos de Espaa. I44

    que apenas contiene breves pginas abandonadas de lamento sobre el pocointers despertado por celebrar el bicentenario de las corridas de toros y teo-rizar sobre ello entre sus conciudadanos. Su propia frustracin en poca di-fcil, entre distancias que l parece acumular con el recuerdo de las crticasde quienes le consideran el extranjerizante, conducen a esta pretensin enun simple despertar, en un mero manifestar por escrito (verba volant...) su dis-posicin a pensar sobre el tema en un contexto que, llevado al extremo, re-cuerda a los calurosos debates finiseculares de su juventud.

    Este liminar acercamiento pronto abortado puede encontrar superacinen tres textos, slo uno de ellos conocido en vida, el eplogo al libro de su ami-go Domingo Ortega que public en la editorial de Revista de Occidente,Enviando a Domingo Ortega el retrato del primer toro, de 1950, y los in-ditos [Borrador del Eplogo] y [Notas para un brindis], publicados porPaulino Garagorri pstumamente en 196045. El hecho de promover nada msque intentos y de no acabar de atravesar la barrera embrionaria de su tantasveces prometido Paquiro, llev al filsofo a resarcirse con textos cortos, ape-nas unas rfagas de explicacin escrita de cul podra ser su personal teoradel toreo, que, si bien en un primer momento pareca precisar del modelo delas generaciones para el que en las fichas de notas dej preparadas Ortega lascasillas fechadas de quince en quince aos desde Zaracondegui y Francisco

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    43 Cito por Francisco MONTES, PAQUIRO, Tauromaquia completa. Madrid: Turner, 1984. Recuerdo al lector no aficionado que el libro, en remedo del de Pepe-Illo a travs de Jos de laTixera, es opinin que fue escrito en nombre del torero por Santos Lpez Pelegrn, Abenmar. Losexpertos en historia taurina suelen coincidir en que Paquiro, adems de sus triunfos, pas a la his-toria del toreo por establecer a su pesar, pues acab con las antiguas ideas de escuela como la ron-dea, una suerte de escuela chiclanera continuada por Jos Redondo el Chiclanero, lo que tal vezaporte el elemento familiar de pequeo homenaje, siquiera inconsciente, a Jos Ortega Munilla,fundador de El Chiclanero.

    44 Manuscrito autgrafo [1940?]. Se publicar en el tomo IX, en preparacin, de la nuevaedicin de Obras completas. Leemos en la leccin VII del curso sobre Toynbee: Ah tienen uste-des cmo para saber lo que es un torero hay que saber muchas cosas y, viceversa, slo quien sa-be lo que es un torero averigua ciertos secretos fundamentales de nuestra historia moderna. EnOc83, IX, 123.

    45 En Oc83, IX, 459-464 y 465-470, respectivamente. El libro-conferencia, acto que tuvo lu-gar en marzo de 1950, de su ntimo y homnimo se titula El arte del toreo. Madrid: Revista de Occidente, 1950.

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  • Romero entre 1687 y 1701 con cenit en 1694, despus se transform en susconocidas reflexiones acerca de la diferencia entre el toro andaluz, el caste-llano y el navarro, y la conversin en geometra, apoyado por los versos deZorrilla (El diestro es la vertical; / el toro, la horizontal), del mgico mo-mento de enlace entre el toro y el torero ayudado por la muleta establecien-do esquemas de movimientos a similitud del matemtico grupo detransformacin. Esta aproximacin qued alterada severamente tras la pri-mera redaccin del eplogo como puede verse comparndolo con el borradorpublicado por Garagorri, y tal vez reservndose para su prometida obra, pre-firi convertir su contribucin al libro del amigo fraterno en un homenaje alprincipal protagonista de la Fiesta, el toro46. En ello radicaba su investigacinsobre el uro, con la famosa ilustracin debida al impulso de su admiradoLeibniz, para lo que pidi informacin adicional a su editor alemn, Kilpper,proporcionndole ste las fotocopias del artculo sobre el uro en Egipto deldoctor Hilzheimer, que le fue remitida a travs del Consulado espaol enHamburgo.

    No cabe duda de que el tema taurino, en todos sus aspectos, acaparla atencin intelectual de Ortega durante estos aos cuarenta y los quehubo de vivir de la siguiente dcada hasta su mitad. Por desgracia, las cir-cunstancias de su biografa, desde los mltiples intereses intelectuales quele absorban hasta las iniciativas culturales o la cada vez ms quebradizasalud, ayudaron a frustrar la que debi de ser una de sus ms queridas ynunca del todo apagadas pasiones: escribir un libro nico, decisivo y de-terminante sobre toros. De l no tenemos ni siquiera una idea aproxima-da de su esquema o de los fundamentos que podran basar laargumentacin, si histrica o asertiva, si de puro detalle descriptivo o depropsito reglamentador. Tampoco parece que el ttulo permita dilucidarsobre un protagonismo de aquel torero, sustrayndose a posteriores ma-nifestaciones del papel del pueblo en general en la evolucin tauromqui-ca, acorde con la encarnacin de sta en el ser de los espaoles y en el fluirde su historia. Quizs planteara todo eso y ms. Mientras tanto, las cons-tantes dilaciones, los varios acercamientos a sus orillas, supieron a pocopero sirvieron de consuelo y de acicate para no dejar de prometerse a smismo y de ofrecer a quienes queran orle la promesa de sacar a la luz de-finitivamente su Paquiro.

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    46 Tal vez no quiso contribuir a cierta polmica o despiste en los lectores, entre sus propias te-oras sobre el movimiento en la tauromaquia y las que acababan de leerse en el texto de Domingo Ortega: La conferencia de Domingo Ortega es un documento nico en la historia dela tauromaquia, porque en ella un maestro insigne del arte se ocupa en definir menudamente elesquema de movimientos en que la tcnica del toreo consiste. En Enviando a Domingo Ortegael retrato del primer toro, VI, 597.

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  • Documentos:

    Pgina de la carta de Helene Weyl a Jos Ortega y Gasset interesndosepor un supuesto libro de Ortega sobre toros. Seattle, 1 de julio de 1938

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    Primera pgina del manuscrito Sobre las corridas de toros o Secretos deEspaa. I. [1940?]

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    Tres de las 43 notas de trabajo de la subcarpeta Notas para toros de lacarpeta Toros. [S. f.]

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    Una de las 19 notas de trabajo de la subcarpeta Conferencia toros de lacarpeta Toros. [1949]

    Dos de las 36 notas de trabajo de la subcarpeta Toros de la carpeta Toros.[S. f.]

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  • Cuarta pgina de la leccin VII del manuscrito [Una interpretacin de lahistoria universal: en torno a Toynbee]. [c. marzo de 1949]

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  • Saluda de Ernesto La Orden y sobre en que adjuntaba a Ortega la docu-mentacin sobre el uro enviada por Gustav Kilpper. 25 de noviembre de1949

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    Otra de las 19 notas de trabajo de la subcarpeta Conferencia toros de lacarpeta Toros. [1949]

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  • Grabado reproduciendo un cuadro que representaba el uro segn un artcu-lo del profesor Max Hilzheimer. [1950]

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    Primera pgina del manuscrito Enviando a Domingo Ortega el retrato delprimer toro. [1950]

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  • Cubierta y portada del libro-conferencia de Domingo Ortega, El arte del toreo, con eplogo de Jos Ortega y Gasset. 1950

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    Hoja de calendario en alemn del ao 1946 que al dorso presenta la tra-duccin al francs de la carta de Leibniz a que se refiere Ortega en la pgi-na 62 de su Anejo a El arte del toreo, encontrada entre las pginas delejemplar conservado en la Fundacin Jos Ortega y Gasset. [1950]

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  • Ortega, filsofo torero y taurino

    En los aos ltimos de la vida de Ortega, la presencia de mundo del torose convirti en un hecho comn, acentuado agudamente por la amistad conDomingo Ortega, muy cercana y presente. Con l viajaba con frecuencia porEspaa y, a veces, por Europa. Los dos Ortegas iban a capeas donde el fil-sofo, a pesar de su edad, se atreva an a dar unos capotazos, a las fiestas queel matador de Borox daba en su finca de Navalcaide con muchos y variopin-tos invitados o al carnaval de Munich:

    Smbolo de esa amistad puede servir la invitacin que hizo mi padreal matrimonio Ortega para asistir al carnaval de Mnich en 1954. Mi pa-dre acababa de realizar una tourne triunfal de conferencias por Alemaniay quiso transmitir as su euforia a sus amigos. Parece que hizo sensacinla entrada de la pareja l, Domingo, vestido de corto; ella, Pikuki, conmantilla de blonda, ambos elegantes y magnficos en el saln donde secelebraba el gran baile del Fasching muniqus, a los acordes de su famosopasodoble, cuya partitura me haba ordenado mi padre enviarle para quese la aprendiera la orquesta del hotel. Poco despus, Domingo le regala-ra a mi padre un lujoso capote de paseo que vino a mis manos en el re-parto de esos objetos que se quedan dormidos en las estancias silenciosascuando sus dueos se van para siempre47.

    Ambos amigos se admiraban, aun pareciendo que por preparacin y co-nocimiento hubiese sido difcil en principio conjugar tan varias y alejadasformaciones intelectuales. Como suceda con Belmonte, Domingo Ortegaera una persona de natural inteligente, un gran maestro de su oficio que tu-vo su momento de esplendor en los aos 30 y estaba perfectamente acos-tumbrado al trato cotidiano con intelectuales y personalidades del mundoartstico y cultural que se acercaban con esa mezcla de envidia sana, intersy admiracin por la lidia. Los testimonios que indagan en los pormenores deaquella amistad, filias aparte, suelen recalar en el agrado de Jos Ortega porla vivencia de lo taurino y en aquella faceta de su personalidad que hemosreflejado anteriormente y ahora volvemos a sealar que consista en hablarde toros. Comentar faenas, suertes o conocimientos sobre los orgenes deltoreo con un verdadero profesional que haba madurado los pormenores desu oficio hasta el punto de preparar una conferencia-tratado sobre el temaque no dud en publicar la editorial Revista de Occidente en 1950, permitia ambos madurar sus opiniones y sobre todo, hacerse una idea ms cabal delsignificado real de la lidia. As lo seala Carlos Abella:

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    47 Jos ORTEGA SPOTTORNO, Los Ortega, ob. cit., p. 305.

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  • Parece irremediable que Ortega escogiera a Domingo Ortega comoel amigo torero, pues ste encarnaba mejor que nadie en el escalafn tau-rino la sapiencia y la sabidura de su propia materia. Hasta el punto queel torero debi proporcionar al filsofo las claves misteriosas de la em-bestida del toro. A la sabidura y conocimiento profundo del toro, de lasdistancias, de los terrenos. Y a la comprensin que posea el torero deltoro uni Ortega su profunda capacidad de anlisis y de conocimientoreflexivo de la realidad48.

    La presencia de Ortega en relacin con lo taurino se intensific enestos aos hasta tal punto que la prensa se haca eco de que su figurapblica estaba directa y estrechamente unida a ello. Con Ortega, y asu lado, haba a menudo por estas fechas alguien o algo relacionadocon toros, casi siempre Domingo Ortega, adems de la expectacinque l quiso crear alrededor de su tan alardeado Paquiro. Es la pocaen que el debate taurino, una manera ms de evitar el debate poltico,toma cuerpo en las portadas de los rotativos y nuestro filsofo noquiere dejar de formar parte de l, haciendo ver siempre que no re-flexiona y trata sobre un mero espectculo sino sobre un tema radicalen la vida de los espaoles. En esa tensin informativa, devoradora denovedades, se inscribe la presencia de un libro tantas veces prometi-do, primero por tratarse de la personalidad intelectual ms sobresa-liente de Espaa en aquel momento, por tanto susceptible deutilizacin por el rgimen franquista, luego, por su condicin de vie-jo aficionado, de castizo y entendido, como escribir con cierta sor-na A. de S. en Madrid Taurino de 1946 en una entrevista tomada deotra diez aos anterior segn su autor, en la nos cuenta la historia co-nocida de Vinagre como excusa para anunciar el ensayo sobre tauro-maquia. Ms interesante, a todas luces, en ese mismo ao (2-VI-1946)fue el artculo-entrevista de Luis Calvo en ABC, titulado La teora deltoreo, a propsito de una visita a la finca serrana de Domingo Ortega,en que don Jos, su hijo Pepe, Cosso y el maestro dedican una jor-nada a la tienta y la conversacin taurina. Lo que Miguel Ortega49considera un esquema sustancioso del estudio sobre toros de su pa-dre, comienza por la sugestiva imagen del filsofo-torero, segn el es-tilo florido de Calvo:

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    48 En el especial dedicado a Ortega de la revista Fiesta, 4, ao I (julio de 1983), p. 85.49 En Ortega y Gasset, mi padre, ob. cit., p. 182.

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  • Hay en su obra y en su persona un floreo externo y un vigor recn-dito, que son tpicamente andaluces. Flamenquera y ringorrango; nervioterne y esfuerzo enjuto. Ha sido, adems, torero. Zuloaga deca que na-die toreaba de saln con ms gracia que Ortega. Y no hace todava unao que en la plaza de la dehesa de Domingo Ortega, este hombre el deLa rebelin de las masas, de piel bronca y crneo largo y vertical, cubier-to de derecha a izquierda por unos ralos cabellos de lino, este hombre ex-traordinario, madurado en el estudio y la meditacin, perda el resuello,si no el comps, saludando con largas lagartijeras, y el pecho abombado,a unas becerras sin tentar.

    Esta potica evocacin del periodista sirve para entrar en materia a pro-psito de la discusin que se gener aquella tarde despus de ver a DomingoOrtega torear a unas becerras, en la que don Jos, ante cuestin espinosa co-mo el origen de la fiesta de a pie, aventuraba sus propias reflexiones acercade la popularizacin de la lidia, el cambio operado desde la presencia del pe-to y sus quejas sobre la moderna costumbre de torear de lado y no frente a lares. Despus de su alocucin, como buen aficionado, piensa siempre en cali-dades perdidas, tal vez necesarias con la transformacin de los toros y dirigea su amigo y anfitrin una pequea queja inquiriendo sobre por qu no vol-van a aquellas largas de capote tendido al hombro o al brazo, que doblabany agobiaban a los toros de otro tiempo. El silencio del maestro permite a Calvo excusar el fin de su artculo mediante un guio hacia la espera del ina-cabado Paquiro.

    La prensa haba tomado al filsofo en esta nueva etapa como un verda-dero experto taurino, suscitado por l mismo y sus allegados, pero ausentede la zalamera burlona y del ataque despectivo con que fue recibida la pre-sencia de Domingo Ortega y Domingun en el curso sobre Toynbee de 1948y 1949. Los aristcratas y toreros que asistan a sus lecciones no parecanrepresentar el modelo ideal sobre el que hacer brotar la labor docente delInstituto de Humanidades. Nada le doli ms a Ortega que esa ofensa, con-tra la que aleg al comienzo de su leccin VII tachando de sabandijas pe-riodsticas a estos informadores. En su clera acentu algunas de susafirmaciones anteriores sobre la absoluta y solitaria seriedad de su reflexinsobre los toros y la importancia de stos para explicar la historia espaoladesde 1650. A tenor de su respuesta y consciente de que no caba separar-se demasiado del hilo de sus argumentaciones, retoma la encendida defen-sa en unas notas para un discurso en un homenaje hacia octubre de 1949[Notas para un brindis] las titul Garagorri, que no lleg a tener lugar.Slo aade a sus ya conocidas aseveraciones la determinante concepcin deque el toreo es todo lo que acontece en torno al toro (desde su vida en el

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  • campo hasta la presencia del pblico) desde que nace hasta que muere y nosolamente a la faena en s.

    De estos aos finales de la dcada de los 40 se conserva todava, a pesarde lo avanzado de la edad, alguna foto de Ortega trasteando en Navalcaide,y otra tan famosa como la tomada por Rafael Cano, Canito, tanto tiempo de-cano de los fotgrafos taurinos, en la que se ve al filsofo de punta en blan-co, con terno gris y zapatos de un negro inmaculado, toreando al alimnuna becerra con Domingo Ortega.

    Hasta el final de su vida persigui a Ortega el inters por los toros y elfantasma que l mismo ayud a trasfigurar en su Paquiro, multiplicadas lasancdotas y el protagonismo en el famoso carnaval muniqus para el que untraje de oficio de su amigo sirvi de disfraz a ste, ante lo que quisiramosver, adems de la invitacin a una pareja amiga, un pequeo juego travieso,toda vez que algunos peridicos alemanes le haban saludado a su vuelta en1949 llamndole Ein Torero des Geistes. En aquel festival, ante una concu-rrencia para quien el traje corto del matador era un simple disfraz, Ortegajugaba al despiste bajo una peluca rubia sonriendo feliz y relajado anteaquellos muniqueses que no entendan cmo un filsofo de su categora ha-ba dicho e insista todava en aseverar que, en el fondo, l era un torero.

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  • Documentos:

    Madrid Taurino: Las andanzas toreras de un filsofo. Artculo firmado A.de S. [24 de marzo de 1946]ABC: La teora del toreo. Artculo firmado por Luis Calvo. [2 de juniode 1946]

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    Solidaridad nacional: Intelectuales y toreros en los cursos de Ortega. [10 dediciembre de 1948]

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  • Gaceta del Norte: Noticias breves: se dice que Domingo Ortega y MiguelDomingun.... [11 de diciembre de 1948]El Heraldo de Aragn: Los toreros y el filsofo. [15 de diciembre de 1948]

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    El Noticiero universal: Ortega habla de toros. [c. diciembre de1949]Serie de fotografas en la finca Navalcaide del torero Domingo Ortega, con Ortega, su hijo Jos y otros invitados a una capea: Luis Calvo, Emilio GarcaGmez, Torcuato Luca de Tena, Jos Mara de Cosso... [1949]

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  • A la izquierda fotografa de Ortega toreando en la finca Navalcaide. [1949].A la derecha Domingo Ortega toreando en su finca Navalcaide. [S. f.]

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  • Hamburger Abendblatt: Torero des Geistes. [27 de agosto de 1949]

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    Frnkische Presse: Torero des Geistes. Ortega y Gasset sprach in Bonn. Ar-tculo firmado por Rolf Gerlach. [13 de febrero de 1954]Westzlarer Neue Zeitung: Ortega y Gasset: Torero des Geistes. Artculo fir-mado por Rolf Gerlach. [13 de febrero de 1954]Fotografa de Domingo Ortega posando con su mujer, Pikuki, en el Festi-val de Munich. [Octubre de 1954]

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  • Recorte de prensa sin nombre de diario: La filosofa y los toros: as piensaOrtega. [1954]La Voz de Espaa: Intelectuales y toreros ante la decadencia de la Fiesta.Artculo firmado por Antonio Obregn. [26 de mayo de 1955]

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  • Eplogo. La hora de la verdad

    Ortega falleci en su casa madrilea el 18 de octubre de 1955. Dej obrasinacabadas, intereses intelectuales sin satisfacer, bastantes trabajos proyec-tados o abocetados en notas o en embrionario estadio imaginativo, pero po-cos de ellos fueron tan persistentes, tan compaeros a lo largo de una vida yquizs tan ntimamente deseados como el proyecto de escribir su Paquiro, pa-ra el que tantas veces interes a sus lectores. El peculiar modo de expresarsus teoras sobre el toreo influy en la reflexin que los especialistas han to-mado a modo de conclusin. Jos Carlos Arvalo, reconocedor de la doctri-na tauromquica orteguiana a modo de semillero, se pregunta abiertamentesi Ortega saba de toros50. Nadie se atreve realmente a negarlo, si bien pare-ce difcil de aplicar su sentido geomtrico, y an de problema matemtico,de la lidia, aunque a todos parece gustar el papel concedido a las corridas enla historia de Espaa, las muy jugosas reflexiones sobre la pertenencia de lostoros y su morfologa correspondiente, as como los movimientos inventadospor los toreros segn mimetismos de los mismos movimientos en su vida co-tidiana. Asimismo resalta entre sus afirmaciones la verdadera centralidad deltoro en este espectculo a travs de la comprensin intuitiva del animal y lasintona entre toro y torero con las reacciones del pblico. Contra ciertasesencias nacionalistas actuales parece acometer el origen vasco de las corri-das a pie frente al esencialismo andaluz51. Debatida sigue siendo la cuestin,algo marginal, de si era don Jos un verdadero aficionado antes que un te-rico original de la Fiesta. Al debate podr aadirse la documentacin queofrecemos aqu. Creo observar, sin embargo, que muchos de los que han de-batido cuestiones relativas al conocimiento taurino de Ortega parten de ladiferencia entre el filsofo y el aficionado, como si en una misma persona nocupieran ambas posibilidades. No cabe aqu analizar con detalle la tauroma-quia orteguiana52, sino ofrecer los documentos conservados en el Archivo dela Fundacin Jos Ortega y Gasset que puedan ayudar a los lectores a for-mar una opinin. Por los textos agrupados y publicados, pstumos o no,Cambria concluye con bastante rotundidad la opinin ms comnmenteaceptada: Ortega no penetr ms all de la superficie de la cuestin; pero,

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    50 En dos artculos de contenido muy similar recogidos uno Ortega y los toros, en el espe-cial de Fiesta ya citado, pp. 87-90, y levemente corregido, con el mismo ttulo, en Revista de Occi-dente, 36 (mayo de 1984), pp. 49-59.

    51 Un resumen no sistemtico ni militante, sino descriptivo podemos observar en Agustn TEMES LHARDY, Nuevos ensayos taurinos. Madrid: Duval, 1995, pp. 7-15.

    52 Hemos recordado algunas referencias, ninguna tan determinante en mi modesta opinin,como el captulo que dedica a analizar pormenorizadamente las ideas de Ortega sobre toros enla monografa clsica de Rosario CAMBRIA, Los toros: tema polmico en el ensayo espaol del siglo XX,ob. cit., en las pginas 118-144.

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  • de todas maneras, fue mucho ms de lo que haba hecho cualquier otro pen-sador espaol antes de l53. Esa centralidad, continuada por otras muy in-formadas opiniones54, rinde tributo al filsofo y marca una senda de prestigioque no ha podido ser apenas continuada, quizs por conformarse en torno auna particularsima visin, propia del vitalismo radical orteguiano, aparen-temente difcil de conjugarse con el serio espacio del pensamiento acadmi-co. Olvidamos acaso que Platn fue atleta antes que filsofo y de ah elsobrenombre por el que es comnmente conocido.

    La pasin por los toros en Ortega, pese a todo, conforma un elemento deconsistencia y particularizacin en su vida, concedmoslo, ms que en suobra. El esfuerzo intelectual por explicar, si bien pretendidamente sealadacon la exclusividad, seriedad y profundizacin que l mismo se atr