palmiguía. edición especial. febrero de 2012

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palmi guía Palmira, sus desafíos, su opinión. Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Febrero de 2012. Número 04. ISSN 2248-7123 Alzhéimer ciudadano Vigilar, hacer seguimiento, dudar, definir cuáles son los problemas públicos que requieren atención, establecerle prioridades a la administración pública son ejercicios que romperían con la rutina conducente al alzhéimer ciudadano. Palmira, la quinta ciudad más violenta del mundo en 2011 Con 320 homicidios en 2011, Palmira alcanzó una tasa de 107.88 homicidios por cada cien mil habitantes.

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Palmira, sus desafíos, su opinión.

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Page 1: Palmiguía. Edición Especial. Febrero de 2012

palmiguíaPalmira, sus desafíos, su opinión.

Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Febrero de 2012. Número 04. ISSN 2248-7123

Alzhéimer ciudadano

Vigilar, hacer seguimiento, dudar, definir cuáles son los problemas públicos que requieren atención, establecerle prioridades a la administración pública son ejercicios que romperían con la rutina conducente al alzhéimer ciudadano.

Palmira, la quinta ciudad más violenta del mundo en 2011Con 320 homicidios en 2011, Palmira alcanzó una tasa de 107.88 homicidios por cada cien mil habitantes.

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Aunque de muchas maneras es la ciudad la que deja huella en nosotros, al incorporarnos inconscientemente a procesos culturales preestablecidos, es hora de que intentemos dejar huella en ella. Es obvio que el sitio en el que vivimos, la forma como nos transportamos y hasta los horarios en los que nos movemos, cada vez son más imposiciones y menos decisiones. Sin embargo, es nuestro comportamiento ciudadano dentro de esas imposiciones sociales el que puede provocar el cambio.

Teresa Consuelo Cardona G.

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Alzhéimer ciudadano

Una ciudad entra fácilmente en un estado colectivo de rutina, cuando por omisión de sus líderes las cosas empiezan a estandarizarse por lo bajo.

Pág. 12

▪ Ética vs. Legalidad. Pág. 3

▪ Descarado voto veinte. Pág. 4

▪ Palmira, la quinta ciudad más violenta del mundo en 2011. Pág. 6

▪ Transporte público. Pág. 8

▪ Todos a la mesa en Genève. Pág. 10

▪ Las tiendas de mi barrio. Pág. 14

▪ La araña no vive sólo en su nido. Pág. 18

CONTENIDO

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¿Sabía que...

Fue María Josefa Cabal de Hoyos, quien por iniciativa del Pbro. Pedro Antonio Holguín, cura y vicario de Palmira, cedio el terreno

para la fundación del Hospital San Vicente de Paúl.Que su construcción se adelantó con fondos

particulares del Pbro. Holguín, y colaboración de la ciudadanía que reunió algunos fondos.

Que en 1888 se construyeron nuevos pabello-nes y su dirección se confió a las Hermanas de la Caridad, quienes empezaron a manejar los escasos fondos que tenía el Hospital.

Que en 1891 se le concedió personería jurídica, y el 1 de abril de 1894 se aprobaron sus primeros estatutos.

Que en 1899, tras el deceso de su fundador, el Pbro. Pedro Antonio Holguín, se le da el nombre de Hospital San Vicente de Paúl y se inaugura el 1 de enero de 1900.

Que en 1901 se entrega la administración del Hospital a las autoridades eclesiásticas, y en 1902 se nombra su primer capellán.

Que en el año de 1948, en un lote de 11 650 me-tros cuadrados, adyacente al Hospital, se realizaron trabajos para construir un centro hospitalario que tuviera características modernas, pero fueron sus-pendidos debido a diferencias de opinión acerca de su funcionabilidad, y se dispuso mejorar la antigua edificación.

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Bulevar de los días

Ética vs. LegalidadPor Leopoldo de Quevedo y Monroy

Cuando estaba senta-do en las aulas uni-versitarias, con gran

asombro oí de labios de mis profesores de Derecho que en la interpretación jurídica no había lugar para la ética. Que la norma jurídica tenía

un carácter tan especial que no admitía “intro-misiones” de la moral y la ética. Así, el abogado, cuando estudiaba un artículo o todo el texto de una ley debía atenerse a la letra, a su sentido estricto, o al “espíritu” con que ha-bía sido expedida, si había al-guna duda. —¿Qué significa el “espíritu”? ¿No es algo vaporoso y cercano a la ética de quienes conci-bieron el texto? —me preguntaba inocente yo (!).

Ahora, en estos tiempos de confu-sión, corrupción de costumbres, de des-enfado social, vuelve la reflexión a la palestra: ¿es sano que esté ausente la ética cuando se acude a la ley?

Nuestros máximos magistra-dos, los de la Sala Disciplinaria, los guardianes de la corrección en el aparato judicial, se han prestado para el amiguismo y han llamado a su seno a sus camaradas para hacerles el favorcito legal de aumentarle sus pensiones.

Oh, si la sal se corrompe… Si se acude a los subterfugios de interpretación jurídica para decir que aquí todo es legal.

En la escala de los servidores públicos en la rama judicial, en el más alto lugar están los magistrados. Magistrado viene de maestro, de quien tiene autoridad, de quien vigila que todo

se haga como ante los ojos de la República. Que no haya lugar a sospecha. Que todo sea claro y diáfano. Que no haya favorecimiento a unos pocos para gozar de la leche pública. Que no haya defraudación al erario, como dice la Con-tralora.

Habrá libros muy gordos, como ciertas novelas de hoy, que defiendan que la ética es enemiga del Derecho. La ética, ese espíritu que vaga cuando el hombre actúa consciente de la trascendencia de sus actos. Diferente a lo que dictan las reglas morales que se confunden con

lo que se llama la “costumbre” en la sociedad. Algo parecido a lo que

invocó hace poco uno de los Nule: “Es propio del ser

humano ser corrupto”. “Si lo hacen todos, ¿por qué no lo haré yo?”.

Oh, sapiencia suma, de dioses hu-manados llegados a magistrados. Oh, en-señanzas preclaras de

los maestros en las au-las cuando alguien em-

pieza a estudiar derecho. Así no enseñaron Aristó-

teles ni Catón en la Escuela. Que la moral va por su lado y el

derecho por otro camino. No sabía el alumno lo que ya practicaban los ellos en sus tronos dorados y con penacho negro en sus ca-bezas blancas.

¿Qué esperanza tendrá el colombiano se-diento de transparencia y aburrido de tanta co-jera en las leyes y tanta duda en la “alta” corte?

Razón ha tenido la opinión nacional de que se acabe con el Consejo Superior de la Ju-dicatura que ha estado por debajo de las expec-tativas, del “espíritu” con que fue creado por la Constitución del 91, que era ser el ejemplo para todo el aparato judicial.

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Baukará

Descarado voto veintePor Teresa Consuelo Cardona G.

Para resolver ese anti-guo asunto, acerca de lo insaciable que po-

dríamos ser los humanos ante la posibilidad del poder absoluto y de lo dañino que un poder absoluto podría ser para la sociedad, la Adminis-

tración Pública y los poderes públicos promue-ven la obtención del bien colectivo mediante la actividad social y la participación política, lo que, en teoría, impediría que el absolutismo y otras conductas reprochables hicieran mella en la sociedad. Esa participación social garan-tizaría también que lo puramente administra-tivo con lo exclusivamente político funcionara de forma armónica, pero independiente. Y que ambas estuvieran al servicio de todos los ciu-dadanos. Todo ello reclamaría una dimensión ética en torno a los funcionarios del Estado y a todos los miembros de la sociedad.

Dicho de otra forma: ni los políticos ni los funcionarios públicos son dignos de total con-fianza, por lo que es preciso que unos vigilen a los otros, a fin de limitar sus tendencias ti-madoras. Y para evitar que ellos se pongan de acuerdo y nos estafen, estamos los ciudadanos. Nos corresponde a nosotros vigilar los procesos para mantener el equilibrio.

Una de esas vigilancias que debemos ha-cer, recae sobre quienes ejerciendo el rol polí-tico han llegado a hacer parte de autoridades colegiadas como el Concejo Municipal, cuya principal función es representarnos luego de que nosotros, los ciudadanos, les hemos con-ferido nuestra confianza simbolizada en un voto. Representarnos, quiere decir presentar-se a nombre nuestro. Lo que exige una gran responsabilidad ética para con sus electores, sean ellos de partido o independientes. Y para con quienes no les eligieron, pero que son ciu-dadanos tan respetables como los primeros. En cualquiera de los casos, los elegidos lo son

a nombre de sus partidos y toman decisiones grupales según lo establece la ley de bancadas. Y según lo establece la ley, escrita para proteger a los partidos, deben votar públicamente. Con lo que ponen ante los ciudadanos sus actuacio-nes para que sean juzgados por ellos.

En Palmira acudimos a la elección de las autoridades que tienen por tarea limitar el po-der de la administración pública, sometiéndola al principio de legalidad y conduciéndola es-trictamente a los aspectos de interés público. Le corresponde al Concejo Municipal, por delega-ción del pueblo, elegir los cargos de Contralor y Personero. Y ¡que sorpresa! En un acto que carece de coherencia y hasta de decencia, los miembros del Concejo Municipal olvidaron o desconocieron las normas al respecto. El asunto tiene dos situaciones que deben ser observadas por nosotros, los centinelas de la democracia. Por un lado, se violó la ley de bancada y por el otro, cojea el comportamiento ético de quienes deberían darnos ejemplo de legalidad, objetivi-dad y preeminencia de la ley. Ambos asuntos se desprenden de la votación secreta que hicie-ron los concejales al hacer la elección de ambos funcionarios. Al respecto la ley de bancadas es clara: “Los miembros de cuerpos colegiados de elección directa representan al pueblo, y debe-rán actuar consultando la justicia y el bien co-mún. El voto de sus miembros será nominal y público, excepto en los casos que determine la ley”. Saltarán a gritar que el voto secreto está protegido por la Constitución Nacional. Sí, el de los ciudadanos de a pie y no el de los miem-bros del Senado, la Cámara, las Asambleas y los Concejos.

Como consecuencia de los actos de los concejales, se abrió tímidamente la discusión que se ha centrado en las disposiciones de la Ley de bancadas y puede que la preocupación por la violación a esa ley sea válida. Pero en todo esto, ¿dónde queda el asunto de la respon-sabilidad por la actuación pública? Se supone

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que quienes fueron elegidos para integrar el Concejo Municipal pueden demostrar su capacidad técnica, su conoci-miento de las normas, su respon-sabilidad sobre el impacto de sus acciones, su conciencia so-bre los deberes del Estado y, sobre todas las cosas, su ca-pacidad para promover la orientación al ciudadano y para proteger la platica de todos los aportantes.

Los aquelarres en los que se eligieron a la Contralora y al Perso-nero son una muestra de todo lo contrario. La misteriosa vota-ción en la que el gru-po minoritario ganó la Contraloría con una mixtura de votos pú-blicos y privados, así como la elección del Personero que se hizo fuera del plazo corres-pondiente, con una terna de dos ante el re-tiro de César Quintero, en la que los conceja-les expusieron pública-mente los arreglos de los caciques, que contó con el enigmático voto veinte producido por diecinueve concejales, dejan todo que desear. Los concejales han explicado su desconocimiento de la ley, como si les sirviera de excusa.

El problema no lo constituyen los elegidos ni los costos que tendrán las equivocaciones en los procedimientos, que di-cho sea, no serán pocos. Ni la imagen que ten-drá Palmira de villorrio tercermundista, en el que invertir sería irresponsable. Sino el men-saje que los padres del terruño le envían a sus

coterráneos sobre la flexibilidad de la ética y la amplitud del umbral moral. No

tendrán ninguna autoridad para exigirle a los palmiranos un com-

portamiento acorde con la ley ni mucho menos podrán basar

sus reflexiones en la práctica de una cultura de calidad basada en la libertad como principio para actuar bien. Los lagartos insaciables de corrupción y podre-dumbre abrirán sus fau-ces tras sus pasos, hasta que los empujarán al abismo de donde no podrán salir limpios jamás. Se revolcarán en la oscura ignomi-nia y se degradarán en su condición política y humana. Y luego, con falsedades ridículas, se presentarán nueva-mente ante sus electo-res y, carentes de dig-nidad y mandados por sus capos, usarán la amnesia colectiva para regresar a sus curules.

Habrán perdido su ver-güenza en servilismos

bochornosos. Pero ello no será óbice a su carrera po-

lítica.Pero a los palmiranos

nos irá peor, porque una hor-da de infames, inspirados en

políticos pestilentes, hará gala de sus oprobios a los derechos de

los ciudadanos. No habrá autoridad que los controle, porque todo el Estado

local está permeado por la mala conducta éti-co–política. Y porque quienes son titulares de los poderes públicos, han abierto la puerta a la deshonra. Y los palmiranos ¿los reelegirán? ¡Espero que no!

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Columnista invitado

Palmira, la quinta ciudad más violenta del mundo en 2011Por Arvey Lozano S.

Muy al contrario de lo expresado en los eslóganes corpora-

tivos de la anterior Adminis-tración Municipal de Palmi-ra desde 2008, que a la letra indicaban: “Con seguridad ciudad para todos” y “Pal-

mira, tierra de progreso”, los cuales se erigie-ron como la imagen pública del exgobernante Arboleda; la ciudad, con una velocidad abru-madora, se fue convirtiendo en una represen-tación del “viejo oeste” o algún estado de Méxi-co o quizás Afganistán. La imagen de Palmira, ciudad acogedora, que era admirada como el mejor vividero del departamento del Valle del Cauca, se fue diluyendo de manera vertigino-sa. La figuración nacional y departamental en los medios no obedecía a elementos propios de la capacidad, la innovación o la creatividad del pueblo palmirano que, por cierto, es mucha, sino que correspondía a nefastas noticias re-lacionadas con homicidios, hurtos, secuestros, pandillas, microtráfico, bandas criminales, ofi-

cinas de cobro, sicariato y microextorsión.En el primer año del mandato del exalcal-

de Arboleda (2008), Palmira llegó a una tasa de homicidios de 61.1 por cada cien mil habitan-tes (hcmh), para el 2009 se incrementó hasta 71.4 hcmh, en 2010 se alcanzó una cifra de 96.4 hcmh, y, de manera preocupante y triste a la vez, en 2011 la tasa de homicidios fue de 107.8. Esta situación indica que la tasa de homicidios de la ciudad creció en un 46.7% entre 2008 y 2011, algo que demuestra a las claras, porque la aritmética no miente, que en los cuatro años de gobierno del mencionado mandatario, poco se hizo por la seguridad ciudadana y, sin lugar a equívocos, se puede afirmar que las estrategias en seguridad, si es que existieron, favorecieron; antes que neutralizar a los delincuentes.

Palmira, con 320 homicidios en el año 2011 y una población para dicho año estima-da en 296 620 habitantes, alcanzó una tasa de 107.88 homicidios por cada 100 mil habitan-tes, cifra que la lleva a destacarse, de manera vergonzosa, como la quinta ciudad en tasa de homicidios más alta en el mundo.

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La ONG Seguridad, Justicia y Paz rela-cionó en un ranking las 50 ciudades más vio-lentas en el mundo en 2011, según sus cifras, y comparándolas con la tasa de homicidios de Palmira; evidentemente, se demuestra que únicamente es superada por San Pedro Sula, Honduras (158.87 hpcmh); Ciudad Juárez, México (147.77 hpcmh); Maceió, Brasil (135.26 hpcmh); Acapulco, México (127.92 hpcmh). En el quinto lugar estaría Palmira con una tasa de 107.88 hpcmh.

La crudeza de las cifras, invita a la re-flexión, en el sentido que Palmira sí tuvo algún

progreso en la Administración Arboleda y este progreso se evidenció en el crecimiento abru-mador de las tasas de homicidio; por ello, se tiene que afirmar que Palmira fue “Tierra de regreso”, al “viejo oeste”.

Queda mucho por recuperar, bajar las ta-sas de homicidio doloso es un reto que deben asumir el nuevo mandatario Ritter López, los organismos de seguridad del Estado, los em-presarios y los ciudadanos; si, verdaderamen-te, quieren construir una ciudad digna para el futuro de sus hijos.

Posición Ciudad País Homicidios Habitantes Tasa

1 San Pedro Sula Honduras 1 143 719 447 158.87

2 Juárez México 1 974 1 335 890 147.77

3 Maceió Brasil 1 564 1 156 278 135.26

4 Acapulco México 1 029 804 412 135.26

5 Distrito Central Honduras 1 123 1 126 534 99.69

6 Caracas Venezuela 3 164 3 205 463 98.71

7 Torreón México 990 1 128 152 87.75

8 Chihuahua México 690 831 693 82.96

9 Durango México 474 593 389 79.88

10 Belém Brasil 1 639 2 100 319 78.04

11 Cali Colombia 1 720 2 207 994 77.90

12 Guatemala Guatemala 2 248 3 014 060 74.58

13 Culiacán México 649 871 620 74.46

14 Medellín Colombia 1 624 2 309 446 70.32

15 Mazatlán México 307 445 343 68.94

Primeras quince de las cincuenta ciudades más violentas del mundo en 2011

Fuente: Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C. 2012.

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Especial

Transporte públicoPor Fernando Estrada

Aunque sin datos pre-cisos, esta fotografía ilustra parcialmente

detalles del transporte pú-blico en Palmira a principios del siglo XX. Algunos, según Covarrubias, le llaman coche, quasi curroche, como carroza de curroza á curro. Y también quienes afirman que se deriva de una población de Hungría, en la que suponen, fueron in-ventados o de la voz alema-na gutsche, lecho de reposo. También pudiera venir de la voz inglesa stagecoach, “dili-gencia o transporte a caballo de cuatro ruedas”. Obviamen-te, la adaptación a la geografía local nos permite observar de-talles de los pobladores de la

Villa de las Palmas. Los carruajes de caballos,

con diseños heredados del sis-tema europeo, permitían ofre-cer un servicio para distancias relativamente cercanas como La Buitrera o Potrerillo, y pueblos vecinos como Florida y Buga. Estos coches, fabri-cados en madera, disponían asimismo de ruedas forradas con gruesos materiales de cau-cho, de modo que pudiesen soportar trayectos destapa-dos y caminos de herradura. Tanto viajeros como animales debían terminar sus jornadas extenuados y con algo de dolor en sus extremidades.

Mal contadas, viajan 25 almas en este medio de trans-

porte. La demografía poblacio-nal durante la primera mitad del siglo XX dejaba marcados contrastes entre una minoría que copaba la cabecera mu-nicipal y la mayoría de habi-tantes de los corregimientos y las veredas. La agricultura re-producía una economía básica familiar de la que dependían dos, tres y hasta cuatro gene-raciones. Los pobladores del campo tenían entonces que trasladar sus productos en ca-ballos y mulas, mientras que los viajes dominicales para negocios o paseos familiares hicieron uso regular de los co-ches de caballos. Es claro que con los viajeros, sus cargas tenían lugar en bodegones de madera situados en la parte inferior.

Suponiendo recorridos de cincuenta kilómetros por día, estos carruajes podían transportar entre ochenta y cien paisanos. Naturalmente, los viajes dominicales supera-ban el tamaño de la población transportada durante la sema-na. Sumado a las temperatu-ras de un medio día vallecau-cano; las jornadas del cochero, viajeros y caballos tenían que resultar agotadoras. Las ca-rreteras del Valle del Cauca y, en general, de todo el país es-tuvieron todavía en una etapa premoderna. La gran innova-ción del transporte durante este período sería el Ferroca-rril del Pacífico, pero su tra-

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yectoria, naturalmente, estuvo limitada a las ciudades capita-les e intermedias.

El vestuario del viajero refleja parcialmente diferen-cias sociales marcadas. Som-breros de copa, saco y corbata, trajes de paño que contrastan con viajeros con sombreros de paja y camisas almidonadas. Se observan adolescentes que llevan boinas y uniformes do-minicales. No es demasiado curioso pensar que las modas del vestuario capitalino (o an-tioqueño) tuviesen notable influencia entre los cotudos. Pero resulta importante saber que los pasajeros llevan ropa que contrasta con las tempera-turas vallecaucanas. El paisaje de fondo no deja duda que nos encontramos en una época ca-lurosa del año, entre los meses de junio y agosto.

Nos impresiona el tiem-po del viajero, si comparamos aquella época con la nuestra. La imagen parece suspen-dida en el tiempo, sin duda, dentro de una geografía en la cual el espacio y la distancia son cercanos, el tiempo flu-ye lentamente. Una señal de que habían mayores encuen-tros comunitarios, vínculos familiares, solidaridad; expre-siones de una sociedad rela-tivamente aislada de la gran civilización. Lo fundamental es observar que la evolución del transporte corresponde a cambios en las formas de vida,

transformaciones que provie-nen de hábitos y costumbres sustituidos durante la segunda mitad del siglo. Valores de una sociedad que se reflejan en su movimiento, en los modos de transporte público.

¿Qué tanto hemos cam-biado los palmiranos que sea reflejado en estos medios de transporte? Admitiendo que los cambios han sido gra-duales, demos un salto hasta principios del siglo XXI. La bicicleta masificó la movilidad dentro de la ciudad; Palmira ocupó el título de “ciudad de las bicicletas” por excelencia. Comparadas las ciudades por tamaño de pobladores, la Vi-lla de las Palmas obtenía el galardón hasta mediados de la década de los años ochen-ta. Con la bicicleta, tenemos los coches de paseo dentro de

la ciudad, cuya vigencia se ha mantenido con dificultades. Muy a pesar, ni la bicicleta ni el coche fueron concebidos dentro de un plan de transpor-te público. Con la moderniza-ción de la ciudad, llegarían los primeros buses municipales e intermunicipales.

Entre los coches de servi-cio público durante la primera mitad del siglo XX y los vehí-culos motorizados que circu-lan a principios del siglo XXI, Palmira ha perdido condicio-nes fundamentales de vida so-cial; la evolución de ciudades con un tamaño poblacional se-mejante, demuestra que la for-malización del transporte pú-blico contribuye al bienestar de toda la población. Una ma-sificación desordenada de la movilidad es muestra también de nuestro atraso cultural.

Entre los coches de servicio público durante la primera mitad del siglo XX y los vehículos motorizados que circulan a principios del siglo XXI, Palmira ha perdido condiciones fundamentales de vida social.

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Espiral

Todos a la mesa en GenèvePor Ana Milena López de Vélez

Van en busca de acuer-dos fundamentales. Se sentarán doce ho-

ras en Ginebra, Suiza, con-vocados por la revista The Economist del Reino Unido. Estarán la empresa privada, los gobiernos, los amables

componedores, como la FAO y Naciones Uni-das (ONU); y las ONG representando la socie-dad civil organizada. El lema sería: “Pongámo-nos de acuerdo en lo fundamental. Lo demás es tecnología”.

¿Y qué es lo fundamental en este caso? José Graziano, brasilero, director de la FAO, lo resume, en lo que creo, puede presentarse como el verso de un poema:

«¿Por quéun billón de personas están hambrientasen un mundodonde el alimento producido es más que

suficiente?».Menuda confusión hemos armado des-

de que aparecimos nosotros, los humanos, en el Universo. Como dice la Cábala, se retiró la luz a nuestro pedido y quedamos inmersos en la oscuridad, para ejercitar nuestro enorme deseo de ser creadores de luz también. Nos ha tomado cinco millones de años y vean por don-de vamos. En plena confusión, sin saber cómo crear luz permanente dentro de nosotros que nos permita, al menos a los siete billones que somos, “eviscerar la mala nutrición y el ham-bre crónica”, como dice el Dr. Shaphiro, parti-cipante de este Encuentro Feeding the World.

Es la oportunidad. Participemos con un aporte acertado o equivocado en la búsqueda de soluciones. Por física cuántica, sabemos ahora que el pensamiento es una forma de energía que se transforma y tiene poder transforma-dor, estando en capacidad de generar formas más densas como lo es la materia. Entonces, hagamos cada uno nuestra tarea en la medida

de nuestras posibilidades: en la academia, en la ciencia, en el periodismo, con publicaciones especializadas, en la mesa de nuestra casa, en la página web del Evento.

¿Cómo hacer para que todos deseemos re-definir el sistema, el régimen, que ha llevado a la humanidad a esta situación de inequidad en la distribución de los recursos?

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Y cuando se dice todos, sabemos que es-tán incluidos los participantes que se sientan a la cabecera de la mesa, los poderosos y grandes beneficiados de la situación actual. Hablamos de las grandes transnacionales, empresas sin fronteras políticas, la empresa privada globali-zadora. Se sentarán a la mesa Monsanto, Du-Pont, Nestlé, Illycaffé y muchas otras. Fabri-

cantes de leyes que legitiman sus actuaciones.También en ese todos se encuentran los

gobiernos, detentores del poder que les permi-te trazar las políticas que nos han llevado a esta inequidad, donde la corrupción campea como una manada de potros salvajes en las praderas de nadie. Aprobadores de leyes, que como fa-llas geológicas, han fracturado la unicidad de la raza humana y de la naturaleza.

Todos son también cada una de las orga-nizaciones supranacionales, creadas para facili-tar, ayudar a prevenir problemas de inequidad y que de un momento a otro se levantan sobre las organizaciones de la sociedad y se alejan de ellas tomando el partido de los más poderosos y empobreciéndolas.

Todos somos todos los que nos paramos encima de nuestro vecino arrancándole una lá-grima de impotencia o haciéndolo escupir san-gre, como canta Atahualpa Yupanqui.

En cuanto a tecnología, está en la mesa otra pregunta de José Graziano, la cual presen-to en forma de verso también:

«¿Cómo podemosproducir máscon un menor impacto ambiental?».

Espero con verdadero interés la ponen-cia de Andrea Illy, cuya industria Illycaffé lleva tres años trabajando en un proyecto para desa-rrollar un sistema productivo más sustentable. Para resolver este problema fundamental, difí-cil y complejo, los esfuerzos también han de ser proporcionales.

La solución primera está dentro de cada uno de nosotros y después en la ciencia. Rede-finamos nuestras prioridades y estaremos re-definiendo el sistema oscuro en el que vivimos muchos hoy: unos pocos poderosos en la ori-lla amable y la gran muchedumbre en la orilla donde se escucha el llanto y el crujir de dientes.

Sentémonos a manteles y vamos a redefi-nir, ellos allá en Ginebra y nosotros en el silen-cio de la noche.

Menuda confusión hemos armado desde que aparecimos nosotros, los humanos, en el Universo. Como dice la Cábala, se retiró la luz a nuestro pedido y quedamos inmersos en la oscuridad.

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Especial

Alzhéimer ciudadanoPor Teresa Consuelo Cardona G.

Una ciudad entra fácil-mente en un estado colectivo de rutina,

cuando por omisión de sus lí-deres las cosas empiezan a es-tandarizarse por lo bajo. Esos estados rutinarios terminan causando problemas muy se-rios, entre ellos, la pérdida de la capacidad de reacción, la disminución en la destreza de la coordinación de pequeños movimientos y la ausencia de memoria colectiva. Nada más parecido al alzhéimer. Al fin y al cabo las ciudades son, de cierta forma, extensiones de nosotros mismos. Creo que eso le ha sucedido a Palmira. Su síntoma inicial es la inha-bilidad de adquirir nuevas memorias y, en cambio, ha desarrollado una tendencia a los delirios y las alucinaciones. El verdadero peligro es que el alzhéimer es incurable y ter-minal. Así que debemos hacer algo urgentemente.

El neurólogo que trata el alzhéimer de las ciudades es la administración pública. El tratamiento primario consis-te en prestar un servicio a la sociedad atendiendo los inte-reses y derechos de los ciuda-danos y los grupos en los que ellos se reúnen. Su principal medicamento es, sin duda al-guna, el equilibrio mezclado con legalidad, eficacia y efi-ciencia.

El alzhéimer ciudadano tiene manifestaciones muy

claras que deben ser atendi-das inmediatamente para evi-tar su avance. Una de ellas, es que por la amnesia de la que es víctima, especialmente en la memoria de corto plazo, la comunidad olvida rápidamen-te cuáles son sus necesidades y expectativas. Tan pronto pa-san las elecciones, los ciudada-nos olvidan incluso por quien votaron y que la administra-ción pública es, evidentemen-te, una institución prestadora de servicios al ciudadano y a la sociedad en su conjunto por una razón fundamental y es que los recursos que adminis-tra le pertenecen al ciudadano y a la sociedad.

Otro olvido frecuente es que el poder de la adminis-tración pública es limitado y no se le puede exigir al gober-nante nada que contradiga a la Constitución o a la Ley. Y otra manifestación innegable de esa falta de memoria colecti-va, es que casi nadie recuerda el programa de gobierno de su gobernante, sea que lo haya elegido o no, al fin de cuentas, el ganador define la ruta de la ciudad por el periodo para el cual fue votado.

Ese alzhéimer ciudadano es una catástrofe en tiempos actuales, en los que las ciuda-des no solo son referentes fí-sicos y espaciales, sino, sobre todas las cosas, las ciudades constituyen una medida pú-blica de los conceptos cotidia-

nos y las vivencias colectivas. Me explico: cada elemento constitutivo de una ciudad, sus espacios simbólicos, sus parques, los barrios, la ubi-cación de jardines infantiles, escuelas, colegios y universi-dades, las plazas de mercado, los ancianatos, los centros co-merciales, las concentraciones de vendedores estacionarios, la movilidad, los vehículos, las zonas de crecimiento a través de construcciones legales o ile-gales, los hospitales y clínicas, las zonas de esparcimiento, el tipo de esparcimiento en algu-nas zonas, la conexión con las zonas rurales, hablan de cómo sus habitantes y gobernantes entienden el mundo y de cómo unos y otros se han relaciona-do históricamente. Una ciu-dad caótica es el reflejo, entre

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otras cosas, de una falta de li-derazgo de sus gobernantes y también de sus habitantes.

Tiende a pensarse que los líderes son fruto de la so-ciedad que los contiene, pero es también sabido que de mu-chas maneras es el líder el que hace a la sociedad. Para hacer-la tiene que pensarla, discu-tirla y estimularla. Y pensar, discutir y estimular son prác-ticas que ayudan a detener el alzhéimer. El liderazgo basado en el respeto por la diferen-cia, es un proceso de estímulo mutuo que conduce a quienes lo practican a la obtención de causas comunes. Aunque un individuo se yerga como líder, el liderazgo de la ciudad de-pende totalmente del grupo que lo reconozca como tal y de la forma como ese grupo pro-

voque el funcionamiento de lo colectivo. No habrá liderazgo ciudadano si los ciudadanos no se incorporan a un sistema integral de formación, regula-ción y cambio del orden social.

Aunque de muchas ma-neras es la ciudad la que deja huella en nosotros, al incor-porarnos inconscientemente a procesos culturales prees-tablecidos, es hora de que in-tentemos dejar huella en ella. Es obvio que el sitio en el que vivimos, la forma como nos transportamos y hasta los ho-rarios en los que nos move-mos, cada vez son más imposi-ciones y menos decisiones. Sin embargo, es nuestro compor-tamiento ciudadano dentro de esas imposiciones sociales el que puede provocar el cam-bio. Vigilar, hacer seguimien-

to, dudar, definir cuáles son los problemas públicos que requieren atención, estable-cerle prioridades a la adminis-tración pública son ejercicios que romperían con la rutina conducente al alzhéimer ciu-dadano.

Nos hemos acostum-brando a rutinas ciudadanas como cambios en la estruc-tura de los hogares cada vez más monoparentales o enca-bezados por mujeres, a la fe-minización de la pobreza y al surgimiento de nuevos pobres. Y no nos inmutamos. Tam-poco lo hacemos ante la apli-cación de medidas de ajuste económico orientadas por los organismos multilaterales, el rompimiento de la estabilidad social, la corrupción adminis-trativa, el desgaste abusivo de los recursos naturales, el aprovechamiento indebido de los cargos públicos, la incerti-dumbre ante la seguridad ali-mentaria o la existencia de un mínimo vital de agua y la falta de transparencia en los proce-sos de contratación y manejo de los dineros del Estado. Y es posible que nos estemos acos-tumbrando a no notar a los lí-deres que nos puedan ayudar a salir de esa petrificación. Para encontrarlos basta, tal vez, ubicarnos frente al espejo. Y participar de las decisiones trascendentales de la existen-cia individual y colectiva, nos aleja de la costumbre rutinaria de quejarnos al final de cada gobierno, por lo que pudo ha-ber sido y no fue.

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Crónicas y relatos

Las tiendas de mi barrioPor Fernando Estrada

Desde la Grecia clásica las tiendas han con-formado la propia vida

de la Polis (comunidad). Y las pequeñas tiendas fueron esce-nario apropiado en los diálo-gos de Sócrates, las polémicas de Protágoras; antes de ellos los discursos de los rapsodas (cantores populares) que se situaban dentro de una tra-dición que llega hasta Home-ro en la Ilíada y la Odisea. La tienda constituye la ocasión y

el lugar para conocer lo que pasa en una ciudad, en sus for-mas de gobierno y los temas centrales de interés público. Tanto la tienda como el Ágora (plaza pública) formaron par-te de la cultura griega en el pe-ríodo de su mayor esplendor. Las tiendas se confunden con expresiones mitológicas en las tradiciones de Oriente, según el notable historiador en re-ligiones comparadas, Mircea Eliade.

Algo de su pasado con-servan todavía las tiendas en los barrios. El oficio del tende-ro en las fondas de tradición antioqueña, su amabilidad y atención se describen legen-dariamente en la obra maestra de la literatura castellana: El Quijote de la Mancha; y con la misma gracia en los pequeños poblados que encontramos en la geografía colombiana: desde el Viejo Caldas, Ipiales, Popayán, la Guajira, Leticia o en el Valle del Cauca. Ninguna ciudad puede comprenderse sin este lugar, como afirmaba Borges, en el mismo período en que Fernando González escribía: Viaje a pie (1929). La tienda y el café son luga-res de creación para Fernan-do Pessoa en Lisboa, así como para Walter Benjamin en Pa-ris a principios del siglo XX. Pueden observarse matices de estas tradiciones entre las tiendas que encontramos en el Cairo, Egipto a mediados del siglo XIX y los mercados populares que describe Barto-lomé de las Casas durante la segunda mitad del siglo XVI. Toda la geopolítica y los cam-bios culturales de la humani-dad han pasado por las tiendas de barrio.

La evolución histórica de Palmira puede observar-se como una extensión de las tiendas en sus barrios; los ten-deros y el generoso servicio que prestan a la comunidad

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son una pauta social que me-rece estudio. ¿En dónde radi-can propiamente los secretos de la tienda? La tienda origi-nalmente hizo parte de un in-tercambio artesanal. Y los va-lores del intercambio entre la comunidad se han sucedido en escala menor. Esto es, menor en tamaño pero superior en la calidad de sus servicios. El caso se ilustra porque la econo-mía familiar depende, en una mayoría de casos, de peque-ñas necesidades: un poco de aceite, algo de sal, un poco de cebolla y unos tomates. El ob-jeto de esta economía domés-tica es el bienestar de la gente, ¡Todos los días nos sentamos a comer! Y son las tiendas y sus dueños los proveedores de estos bienes de consumo en la canasta familiar.

Es cierto que con la transformación de las ciuda-des la economía ha abierto in-mensas cadenas comerciales. Y las tiendas reducen sus al-cances con respecto a merca-dos de competencia superior. Pero es equivocado sostener que las grandes cadenas pue-dan reemplazar todo lo que encontramos en las tiendas. El tendero tiene funciones socia-les semejantes a los artesanos en la Antigüedad y la época del Renacimiento, la tienda es fuente de abastecimiento dis-ponible a una distancia más cercana, en la tienda pueden encontrarse con frecuencia

desde bienes de consumo re-gular hasta accesorios de fe-rretería o mechones para en-cender hogueras. No sólo son los bienes al alcance, sino sus cantidades, tamaños y gustos. ¿Puede usted comprar media panela en un supermercado? No. ¿No tiene para comprar la libra de café o el paquete de ci-garrillos? En la tienda pueden ofrecerle los mismos produc-tos por unidades. Sin embar-go, todas estas curiosidades de contraste entre las tiendas y los grandes centros comer-ciales son lo de menos. Las tiendas en las tradiciones de mercado son mucho más que depósitos de comida.

El mayor desafío para las tiendas como unidades de con-sumo se centra en las ambicio-nes de los grandes mercados. Esto nos resulta poco familiar, debido a que comúnmente tiende a darse por sentado que las prácticas de consumo están determinadas por el desarro-llo de la economía en los gran-des centros comerciales. La libertad de elección del consu-midor individual tiene sólo un papel limitado en la respuesta a las ofertas productivas espe-cíficas de la economía desde los tiempos de la Grecia clá-sica. Lo que quiere la gente es aumentar su bienestar dentro de condiciones amigables con el hogar. Justo la razón por la que las tiendas cumplen un papel social más cercano que

las grandes cadenas comercia-les. Aquello que consumimos a diario está a mano en la tien-da. Nadie se complica con un producto que puede conseguir más fácilmente con el tendero.

Mi versión literaria pro-cede de la infancia. En los barrios de Palmira, en donde pasaba mi niñez, las tiendas fueron mis lugares favoritos. En San Pedro teníamos cua-tro tiendas en donde reinaba el comercio más amable que uno se pueda imaginar. En la calle 37 con carrera 14 estaba la tienda de la familia España, reconocida porque sus dueños distribuían los mejores panes y la confitería de mayor gus-to en todo Palmira. Y un poco más arriba, en la carrera 15, teníamos dos tenderos famo-sos. La tienda de don Pedro, un paisa llegado del Viejo Cal-das, tenía las hijas más bonitas de todo el barrio. Don Pedro ofrecía lo que necesitaba toda unidad familiar: el petróleo para los fogones, arroz que era traído desde el Huila y todas las variedades de espaguetis italianos. La fama de don Pe-dro fue reconocida por todo el vecindario. En términos prác-ticos, don Pedro no dejaba que ninguno de sus vecinos se muriera de hambre. “Lleve su remesa, luego me paga”. Y con este principio don Pedro nun-ca se encontró en condiciones de miseria. Sus hijos llegaron a la universidad y sus hijas se

Las tiendas y los tenderos representan un símbolo artesanal de un comercio pequeño, pero de inmenso significado para los seres humanos.

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casaron bien casadas.Frente a la tienda de don

Pedro, en el barrio San Pedro, estaba la tienda de don Napo-león. Que por el afecto del ve-cindario le llamábamos “Don Napo”. Ambas tiendas se dis-putaban el cariño de los con-sumidores. Don Napo ofrecía unas vitrinas de lujo con todo tipo de productos, desde tosta-dos hasta hilos para la costura. Don Napo, a diferencia de don Pedro, no fiaba. El viejo Napo no fue tan desconfiado como su señora. Y tenían sobre la pared de entrada el cuadro le-gendario de un rico opulento rascándose su estómago: “Yo vendí de contado”; y, a su lado, un pobre miserable con una tienda desierta rodeada por ratones y basura: “Yo vendí a crédito”. Todo el barrio sabía que el cuadro había sido colo-cado como una sátira contra la tienda de don Pedro. Lo curio-so, sin embargo, era que tan-

to don Pedro como don Napo fueron amigos de entrañables sentimientos con la gente del barrio. Esa amistad parecía aristotélica.

Madre tuvo que recurrir en muchas ocasiones a los fa-vores de la tienda de barrio. Durante una temporada no teníamos ni en donde caer muertos. Faltaba lo básico en la cocina: aguadepanela y arroz. Como yo era el manda-dero, Madre me ordenó que fuera primero al granero de don León, la tienda más gran-de del barrio, arriba en la ca-rrera 13. Con una pequeña lista en mis manos llegaba a la tienda, siendo despachado de inmediato con estas palabras: “Dígale a su mamá que el que fía está en el cielo”. Pero como el hambre la teníamos en la tierra, Madre me ordenó ir hasta donde don Pedro. Se en-contraban en la tienda don Li-símaco, el jugador del barrio;

Toño, el viejo que tenía tres mujeres; mi abuelo Melquia-des y don Saturnino. Cuando yo entregué el pedido, don Pe-dro llamó a sus amigos aparte. Y luego de cinco minutos co-menzaba a llenar un canasto con tantos víveres como nunca he visto en mi vida. Luego lla-maron al cochero don Jacinto. Y en cinco minutos estaba en mi casa con un mercado que nos duraba varios meses.

La tienda de don Pedro ha sido el lugar de mayor ge-nerosidad que he conocido en este mundo. Todavía, en nues-tra época y en los barrios de las ciudades, muchas expresiones de solidaridad son la mejor manifestación de la vida en comunidad. Las tiendas y los tenderos representan un sím-bolo artesanal de un comercio pequeño, pero de inmenso sig-nificado para los seres huma-nos.

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Caricaturas

Palmira avanza...Por Cotudo

Palmiraavanza...

Cotudo

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La araña no vive sólo en su telaPor Leopoldo de Quevedo y Monroy

Extraño este diminuto ser que sale de los rincones y parece que naciera

viejo del vientre de los escom-bros, de cuerpo estrecho, ojos saltones, boca sin dientes y un manojo de ocho patas largas. Vive como ermitaño en casas desiertas, cuevas oscuras, bo-degas desocupadas y, a veces, debajo de grandes piedras. Se alimenta de moscas, zancudos que buscan su destino entre las paredes de su fortaleza de redes.

Las arañas tienen mu-chas historias y no son de muertes y susto. Cierto que de su boca salen uñas que ma-tan con veneno a las víctimas que se enredan en sus mallas. Cierto que todas tienen cicuta para atrapar a sus impruden-tes visitas. Mas son muy pocas especies las que son de peli-gro al ser humano. Ni atacan a sus presas si no llegan a su casa. Ellas trabajan tejiendo y el resto del tiempo lo pasan dormitando, visitando flores o caminando por tierra, piedras y arena. Algunas de sus hem-bras se comen a sus machos durante el apareamiento y por eso se llaman viudas negras.

Otras madres se suicidan para dar el primer alimento a sus hijas.

La indefensa araña, la mínima araña —la de cuerpo frágil que puede morir de un pastorejo humano o bajo la pata de un ciervo—, también merece un lugar en nuestra manera de mirar su Arte.

La araña es toda una obra en sí misma con su te-laraña donde vive y en la que atrapa su comida. Las hay gri-ses, negras, blancas, amarillas, delgadas como el hilo, gordas, de peludas piernas, de ancas anchas y rollizas, pintadas como con tatuaje, diminutas o enormes como la pollera. El mundo arácnido es numerosí-simo y apasionante.

Cuando la araña con sus hileras va dando vueltas y lue-go atraviesa la red en líneas rectas hasta el centro, se com-porta como toda una arqui-tecta. Desde la esquina donde comienza a desenrollar su ovi-llo, se lanza en picada extrema y sin paracaídas hasta la otra orilla para enlazar su cuerda. Si uno la mira con ojos de mú-sico, la puede ver como una pianista de alto vuelo. Mien-

tras pulsa teclas construye una sinfonía de redes y espacios delgados para encantar a sus presas entre su melodía de hi-los. A ocho manos, en compa-ses largos y silencios delgados, compone la obra en sólo un día, sea invierno u otoño.

También se las ingenia para irse de paseo por las flo-res y nadar entre mullidas co-rolas rojas o amarillas. Posa para la foto de Damoiseau y pareciera que retozara entre el néctar escondido en estam-bres y pistilos. Las arañas se pintan y camuflan como fé-minas vanidosas y sensibles. Con sus tres pares de ojos en su frente nos miran y se miran en las gotas de rocío, se hacen las uñas y cuidan no caerse de sus tronos enredados para no sufrir rotura de sus frágiles fé-mures y caderas.

Entre lianas moradas y alfombras rojas, alguna ara-ña se quedará dormida. Lue-go irá a fabricar su palacio de cuerdas anguladas, tenderá su cuartel y en la esquina es-perará al incauto huésped que intente acompañarla en su es-condida existencia. Saldrá a su encuentro, le inoculará una pócima y en estrecho abrazo le chupará sus líquidos.