palmiguía. edición especial. enero de 2012

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palmi guía Palmira, sus desafíos, su opinión. Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Enero de 2012. Número 03. ISSN 2248-7123 Desarmar es necesario, pero no suficiente Las ciudades pueden contener la criminalidad y el delito, también cuando quienes gobiernan sean capaces de postular respuestas concretas a la educación de los adolescentes, y fuentes de trabajo para quienes están desempleados. ¿Limpiando la historia? Después del auge y el emocionalismo de los resultados militares, y del populismo de derecha que lo caracterizó, han comenzado a descubrirse escándalos y abusos.

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Page 1: Palmiguía. Edición Especial. Enero de 2012

palmiguíaPalmira, sus desafíos, su opinión.

Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Enero de 2012. Número 03. ISSN 2248-7123

Desarmar es necesario, pero no suficiente

Las ciudades pueden contener la criminalidad y el delito, también cuando quienes gobiernan sean capaces de postular respuestas concretas a la educación de los adolescentes, y fuentes de trabajo para quienes están desempleados.

¿Limpiando la historia?Después del auge y el emocionalismo de los resultados militares, y del populismo de derecha que lo caracterizó, han comenzado a descubrirse escándalos y abusos.

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No tenemos estadísticas ni estudios sobre cómo y cuándo usan las armas quienes están amenazados y no sabemos quienes son los que disparan al aire. Sí sabemos para qué, en primer lugar, sirve un arma, sea de fuego o blanca. Las armas se han creado para reprimir, para matar, herir; no para prevenir.

Leopoldo de Quevedo y Monroy.

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CONTENIDO

PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • ENERO • 1

Desarmar es necesario, pero no suficiente

La medida restrictiva sobre el porte de armas es extraordinaria. Pero requiere ser adoptada como parte de una políti-ca pública que precise las soluciones a otros problemas relacionados.

Pág. 6

▪ Soñar, soñar… y nada más. Pág. 3

▪ Ingenios azucareros: a cortar la injusticia. Pág. 5

▪ Aviso imperial. Pág. 8

▪ ¿Limpiando la historia? Pág. 10

▪ La mentalidad paramilitar. Pág. 12

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¿Sabía que...

Por comuna se entiende una subdivisión admi-nistrativa menor que corresponde a una zona urbana, rural o mixta.

Que el origen del nombre y función proviene de la Edad Media, época en la cual era la designa-ción de las ciudades italianas independientes de un señor feudal.

Que comunas en Colombia se refiere a una uni-dad administrativa de una ciudad media o princi-pal del país que agrupa sectores o barrios determi-nados.

Que las comunas son creadas por los consejos municipales de cada ciudad y que la creación de és-tas tiene como fin la administración de los servicios que se brindan a una población urbana o rural de-terminada.

Que cada comuna está regida por una Junta Administradora Local (JAL), integrada por no me-nos de cinco ni más de nueve miembros, elegidos por votación popular para un período de cuatro años que deberá coincidir con el período del Con-cejo Municipal.

Que Palmira está conformada por dieciséis co-munas, siete urbanas y nueve rurales.

Que la comuna Dos, con 3 507 741 m2, es la co-muna urbana de mayor extensión geográfica.

Que la Cinco es la comuna urbana con el mayor número de habitantes (44 mil, aproximadamente) que tiene Palmira.

Que San Pedro, ubicado en la comuna Cinco, es el barrio con el mayor número de habitantes de Palmira (14 200, aproximadamente).

PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • ENERO • 2

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Bulevar de los días

PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • ENERO • 3

Soñar, soñar... y nada másPor Leopoldo de Quevedo y Monroy

Casi desde que era niño oigo a muchos que in-vocan al Destino con

la palabra sueño. Exhalan un suspiro y entornan sus ojos para decir que soñar es un placer intelectual y un manjar que sólo prueban los

místicos, poetas y locos en sus delirios o los an-acoretas en el eremo.

El ser humano ha sido lanzado a este mundo terreno a vegetar, a cazar, a luchar con las piedras, los mi-nerales y las fieras. A desgastar sus neuro-nas y energías en un aprendizaje largo y doloroso. No contaba con la limitación de su cuerpo, más débil que el de las plantas de la selva, que el león y la ser-piente, que la fuerza del río y la grandeza del mar.

A duras penas balbuceó por siglos hasta que construyó el lenguaje, hizo rodar la piedra y dominó los metales, descubrió y clasificó los elementos y abatió a la Naturaleza. Inventó la honda, la ballesta, la pólvora, el vapor, las máquinas, el avión y encendió las guerras. Tumba montañas, hace rascacielos, horada la tierra y contamina los mares. Nada ha quedado sano ante su ambición. Su afán de ir más allá, no acaba.

¿Acaso el hombre nació para tener derechos, para vivir en un limbo de leyes que lo aten y deba desenvolver su vida en medio de las telarañas que teje la masa en la sociedad? ¿No es libre para trazar su destino, su existen-cia? ¿No tiene capacidad de urdir, de cavilar y delinear el camino por donde llegue a salvar el salto de su vida? Si el hombre aprendió a soñar cuando está despierto, como cuando descubrió la manzana.

Soñar se convierte, entonces, en un des-vío, en una salida, en un remanso al frenesí que el mundo le ofrece como plato diario. El ser humano no es un robot que se levanta en la mañana cuando suena el reloj de su muñeca y empieza a ejecutar un recital al compás de di-rectores ubicados en la calle, la oficina, los su-permercados y su hogar. Debe desconectar de vez en cuando el hilo que lo tiene prendido a su exterior.

El soñar es un momento en que se cierran los sentidos y se abre la puerta a la imaginación

y los deseos para que vaguen por laberintos y meandros y perci-ban con sus tentácu-los paisajes, lugares y situaciones nuevas y placenteras que refr-esquen la monotonía

y los quehaceres ordinarios. Es una oportuni-dad para hacer un alto en la rutina y propon-erse retos, a mediano y largo plazo.

Soñar debiera hacerse a medio año o al final de un ciclo. Es una actividad personal aunque también se puede hacer en grupo para planear renovación de metas. Soñar no es sol-amente actividad de poetas que han creado montañas de mundos locos en sus versos. Tam-bién lo hacen los publicistas, los predicadores de premios para otras vidas, los novelistas, los comerciantes para atrapar moscas y clientes entre sus bolsas y empaques.

Soñar no es deporte extremo ni un ejer-cicio de yoga para rebajar de peso o ahuyentar el estrés. Es un acto voluntario y casero. Lo hace el niño cuando juega con sus dibujos, sus juguetes, el estudiante cuando pisa cuadros y salta para llegar al cielo. Lo hace el sanguinario cuando prepara el cuadro para enmarcar los dólares, el cura cuando pone la escudilla para recoger limosnas, el sabio para escaparse de la ciencia y vivir en la inocencia.

El soñar es un momento en que se cierran los sentidos y se abre la puerta a la imaginación y los deseos.

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Caricaturas

PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • ENERO • 4

Repartición burocráticaPor Cotudo

Co

tud

o

Lo acostumbrado en Palmira, cuando un nuevo alcalde asume la

administración, es que éste le devuelva a quienes le ayudaron a

alcanzar el poder, las ayudas recibidas durante su campaña. Es así,

como muchos de los recursos que deberían invertirse en mejorar

las condiciones de vida de los ciudadanos, terminan en las arcas de

movimientos políticos, personas, organizaciones y entidades, que

poco o nada le aportan al Municipio.

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Columnista invitado

PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • ENERO • 5

Ingenios azucareros: a cortar la injusticiaPor Arvey Lozano S.

Los corteros de caña de azúcar, una pobla-ción social, económica

y laboralmente vulnerada e históricamente atropellada, aparentemente, tendrá una oportunidad de recuperar unos mínimos derechos; sin

embargo, les queda un sabor agrio. Ahora, ante las nuevas realidades laborales del sector azu-carero, no saben si será peor la cura que la en-fermedad.

Después de haber probado un modelo que se implementó en muchas empresas del Valle del Cauca y Colombia desde el año 2002, en el cual se contrataba con Cooperativas de Trabajo Asociado o CTA, la realización de tareas especí-ficas de producción o prestación de servicios, y éstas, a su vez, vinculaban trabajadores sin los mínimos derechos a estabilidad laboral, libre asociación y dignidad humana, se está imple-mentando otro modelo para tratar de cumplir las disposiciones legales y jurisprudenciales.

Para la jurisprudencia, las actividades de las CTA se determinaron tendientes a efectuar intermediación laboral o tercerización con el fin de disminuir los ingresos de los empleados y trabajadores, y, a su vez, desconocer y evadir obligaciones laborales, y se convirtieron en un elemento que atentaba contra el derecho al tra-bajo.

En ese sentido, la Ley 1429 de 2010, en su Artículo 63, estableció que la contratación de personal a través de cooperativas de trabajo asociado en toda institución y/o empresa públi-ca y/o privada para el desarrollo de las activi-dades misionales permanentes, no podrá estar vinculado a través de Cooperativas de Servicio de Trabajo Asociado que hagan intermediación laboral o bajo ninguna otra modalidad de vin-culación que afecte los derechos constituciona-les, legales y prestacionales consagrados en las normas laborales vigentes. Aunque la norma otorgaba un periodo de gracia para la elimina-

ción de las CTA como intermediarias laborales, algunas empresas iniciaron un proceso de cam-bio en las condiciones laborales.

Mediante la conformación de una empre-sa filial del Grupo Manuelita, denominada Ser-vicios de Cosecha Manuelita S. A., se inicia un nuevo proceso de vinculación laboral en el in-genio azucarero. Dicha empresa, desde el vier-nes 6 de enero del 2012 inició la vinculación de corteros de caña mediante contrato de trabajo a término indefinido, sin periodo de prueba, con vigencia a partir del próximo 16 de enero de 2012. La misma empresa comunicó que las tarifas de corte por tonelada de caña que paga-rá Servicios de Cosecha Manuelita S. A., son las mismas que se pagan actualmente a las CTA, y que ya fueron ajustadas en el pasado mes de noviembre de 2011.

En contraste, en el Ingenio Pichichí S. A., a pesar de ocurrir algo similar a lo que se pro-pone en Manuelita S. A., creando Pichichí Cor-te, los trabajadores se niegan a aceptar la nueva forma de contratación, manifestando que les conviene más la vinculación mediante CTA, las cuales ya han sido declaradas ilegales, y su de-seo es vincularse directamente con la empresa matriz y no a través de filiales o subsidiarias.

El paso, que en cumplimiento de la Ley, la Constitución y los Acuerdos Internacionales suscritos por Colombia, están dando empresas como Manuelita S. A. y Pichichí S. A., no debe limitarse a cumplir tibiamente con la norma-tividad, sino que debe generar un compromiso social del sector empresarial, para devolverle la dignidad al trabajo de los vallecaucanos y, se-guramente, de ese modo recuperaremos la ima-gen de departamento importante de Colombia.

Los ingenios azucareros, creando filiales y subsidiarias para el corte de caña, desean, a toda costa, desvincular los trabajadores corte-ros de su operación principal y, desde luego, eliminar algunas garantías extralegales que tie-nen los vinculados a la empresa matriz. Parece que peor será la cura que la enfermedad.

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La antorcha

PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • ENERO • 6

Desarmar es necesario, pero no suficientePor Fernando Estrada

La medida sobre la res-tricción del porte de armas en Bogotá tiene

impacto considerable para ciudades intermedias. Máxi-me si pensamos que Bogotá amplía problemas de vio-lencia dentro de una escala

relativamente superior. Y que por ello mismo, las soluciones de más amplio alcance terminan beneficiando la política pública que otros al-caldes deben implementar para contender los dramáticos índices de crímenes y delitos. Sin embargo, vale la pena observar detalles que se pasan por alto, o que en el mejor de los casos, se pueden analizar mejor desde otra perspectiva.

Primero concedamos razones a quienes se oponen a la medida. En ciudades con una creciente proyección de crímenes y delitos, los espacios públicos (calles, parques, cafés, cines, etcétera), como privados (centros comercia-les, almacenes, hogares, etcétera) representan altos riesgos contra la integridad y la vida de las personas. Segundo, el porte de armas legal ha sido un mecanismo usado para la legítima defensa ante condiciones de riesgo. Los delin-cuentes tienen restricciones cuando su objetivo tiene cómo defenderse. Personas amenazadas, de la misma manera, emplean este medio para reaccionar cuando la situación presente un alto nivel de secuestro o muerte. Tercero, el merca-do de seguridad privada ocupa uno de los ren-glones más crecientes de la economía militar, de modo que se mueve como negocio en térmi-nos de la oferta y la demanda. Mayor inseguri-dad, mayor demanda de armas en las calles, y viceversa.

Sin embargo, no podemos perder el con-texto. Las expresiones de violencia y crimen se han generalizado hasta deteriorar, no sólo la calidad de vida de quienes habitan las ciu-dades, sino la capacidad de éstas mismas para ofrecer crecimiento y desarrollo a la mayoría de

la población. Agreguemos que las inversiones directas de capital para incorporar nuevas em-presas se niegan cuando las ciudades son peli-grosas. Nadie quiere montar una planta indus-trial o de tecnología, en donde se cuentan diez o quince muertos semanales. En Palmira quienes invierten lo hacen en mercados de consumo, sabiendo que pueden recuperar multiplicados sus capitales sin mayor esfuerzo.

Alguien afirmaba que quienes andan des-armados son los buenos, mientras los malos saben cómo encontrar armas en el mercado negro. Esta creencia compartida es razonable, pero simplifica demasiados aspectos. No se trata de una apuesta maniquea entre buenos y malos. Los criminales, paramilitares, bandas organizadas y delincuentes comunes, por lo ge-neral, son buenas personas, buenos hermanos y buenos hijos. Las ciudades confunden a veces de manera indiferente, entre quienes son sus peores enemigos de los ciudadanos correctos. Los males se han incorporado de tal forma en las prácticas cotidianas que aquello que reina entre todos es un miedo generalizado. Cruzan-do la calle o deteniendo el vehículo ante un se-máforo, el transeúnte experimenta escalofrío cuando un extraño se le acerca.

El mercado informal de armas tiene ma-yor demanda, en la medida en que el miedo sea más generalizado. Mientras una población de jóvenes y adolescentes no encuentren oportu-nidades de estudio o empleo, son potenciales presas de los cuervos del crimen. Las bandas organizadas trabajan con una demanda que se relaciona también con el negocio de la extor-sión, el boleteo y los préstamos cuentagotas. No es extraño, por ejemplo, que quienes con-trolan territorialmente las plazas de mercado sean al mismo tiempo proveedores de armas, dueños de establecimientos fachadas del nar-cotráfico —también buenos esposos y padres—. Quienes usan legalmente las armas, por lo ge-neral, saben que deben poner la cara ante po-

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sibles excesos; a excepción de miembros de la fuerza pública que se han prestado al servicio de organizaciones criminales. En cualquier caso, lo cierto es que los delitos cometidos du-rante recientes años en las ciudades, quedan enmarcados en un complejo dominio de ilega-lidad protocolizada.

Restringir el porte de armas resuelve par-te del problema, no todo. Esta respuesta es razonable tomando en cuenta condiciones de-rivadas. Primero, que en paralelo, sean detec-tados los nodos centrales en donde se negocian armas del mercado negro. Segundo, tomando decisiones radicales contra el incremento des-bordado de empresas de seguridad privada. Tercero, desplegando sistemáticamente a la fuerza pública en zonas de la ciudad que pre-senten mayores indicadores de delito y crimen. Cuarto, estableciendo programas preventivos, desde la población de jóvenes y adolescentes, de modo que en la ciudad existan políticas coordinadas con centros educativos y el ICBF.

En ciudades intermedias como Palmira, además de lo mencionado, deben corregirse otras desviaciones. Esta ciudad, como Pradera, agregó contingentes de reinsertados del para-militarismo, que se negaron a continuar dentro de la política de reinserción. Ninguno de los al-caldes tenía prevista una política pública con-centrada en esta población. ¿Cuáles han sido las consecuencias? En las comunas 1 y 2 de Pal-mira, operan bandas organizadas (la banda de

los 300 es una de ellas) que han logrado asen-tamientos subnormales en los mismos barrios. Desde esas comunas estas organizaciones han desplegado hacia toda la ciudad una red siste-mática de extorsión, boleteo y crimen.

Ofreciendo seguridad privada, lograron recursos de la misma alcaldía, de modo que existen barrios completos en donde cobran mensualidades, casa por casa. Asimismo, han logrado transferir modalidades de secuestro, préstamos cuentagotas en las plazas de mer-cado y, obviamente, dominan el negocio de las armas. Palmira, como Pradera, son municipios que hicieron un aprendizaje acelerado de la estructura sicarial. Los adolescentes y jóvenes usados para cometer los crímenes pertenecen a una generación que será prolongada en el tiem-po, si las autoridades municipales no cambian la política pública en seguridad. La depuración de la policía en Palmira es urgente. Exceptuan-do las manzanas saludables, esa institución tie-ne mucho delincuente rodando por las calles.

En conclusión, la medida restrictiva so-bre el porte de armas es extraordinaria. Pero requiere ser adoptada como parte de una po-lítica pública que precise las soluciones a otros problemas relacionados. Las ciudades pueden contener la criminalidad y el delito, también cuando quienes gobiernan sean capaces de pos-tular respuestas concretas a la educación de los adolescentes, y fuentes de trabajo para quienes están desempleados.

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Baukará

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Aviso imperialPor Teresa Consuelo Cardona G.

Durante los primeros días de enero, pasa-da la resaca, sólo se

hablaba de la elección de los titulares de los entes de con-trol que tendrán la tarea de ser garantes del desempeño del ejecutivo. He revisado

atentamente lo que al respecto se ha dicho y casi todos los comentarios sobre lo que sucedió en Palmira se centraron en que la coalición de gobierno se rompió y que el alcalde y sus “res-paldantes” perdieron su primera batalla. Pero lo que se dice no constituye más que la distrac-ción del verdadero asunto.

La razón por la que existen las contral-orías, es porque constitucionalmente está ex-presado que se debe controlar el poder. Lo cual deja en claro que los poderosos tienden a ser insaciables. Y de paso, que los humanos ten-emos esa tendencia que solo se visibiliza cu-ando tenemos algún tipo de poder. Y aunque la Constitución no fuera explícita al respecto, la experiencia de miles de años con diversas manifestaciones de poder, nos han ayudado a levantar los dedos. No debe existir, por el bien de los gobernados, un poder absoluto e ilimita-do. Por ello, el Estado está soportado por tres tipos de poder: el Ejecutivo (representado en lo local por el Alcalde), el Legislativo (encarnado localmente por el Concejo) y el Judicial (con-stituido por jueces y fiscales). Pero como los poderosos tienden a entenderse entre ellos y a confabularse, el Estado posee los organismos encargados de vigilar la separación de poderes y de poner límites a los excesos que son inevi-tables, porque hacen parte de la naturaleza hu-mana. Ya en la Edad Media se habló de control al poder, pero no se contó con un ordenamiento jurídico que lo garantizara. La humanidad sabe que debe haber equilibrio entre los diferentes poderes dentro de la estructura del Estado. Por ello existen las contralorías.

Pero tampoco ellas han funcionado. No se necesita un trabajo exhaustivo para revisar la historia de su función. Develar actos de corrup-ción como el del Ministerio de Agricultura con el programa AIS, la ilegalidad de los contratos tipo Nule, los sobrecostos en la contratación con EPS, la asignación de lujosas propiedades por parte de la DNE a amigos del Gobierno; no fue una tarea de las contralorías correspondi-entes, sino de la prensa. En Palmira también hay ejemplos de corrupción, con la diferencia de que ninguna ha sido revelada por la prensa. En cualquier caso, la Contraloría no sirve para vigilar a los funcionarios públicos y proteger los dineros de quienes pagamos impuestos, porque es típico que los gobernantes avancen con paso avasallante por encima de los entes de control, o por un ladito, sin perjudicar a nadie. Enton-ces, ¿para qué sirve?

Pues la Contraloría hace parte del impe-rialismo tercermundista. Sirve para enfrentar las fuerzas en pujas de poder, para demostrar quién tiene más fuerza, y al contrario de para lo que fue creada (limitar el poder) sirve para agregar poder a los poderosos. Y sobre todo, para distraer a los observadores. La elección de quienes dirigirán en control casi siempre ter-mina siendo un capítulo del muy antiguo espe-ctáculo de pan y circo. Al fin y al cabo, a ningún gobernante le preocupa sinceramente la hoja de vida, la capacidad jurídica o administrativa de un contralor, sino su pertenencia a un grupo político determinado y no porque ello le repre-sente un comportamiento austero y limitado, sino porque se tiene que gastar una platica en seducirlo o más bien en reducirlo.

Estaré especulando demasiado al pensar que cuando la liebre salta y sorprende, ¿sólo es-tamos acudiendo a una modificación teatral del mismo libreto? Tan antigua como la preocupa-ción del control al poder, es la práctica política resumida en la frase “Divide et impera” (Divide y reinarás). ¿Hay alguien que se coma el cuento

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de que tres concejales se escurrieron de la U y votaron libremente en contra de las expectati-vas de sus líderes, quienes actualmente hacen gala de poder absoluto? ¿Y que la minoría de dos concejales, que debería perder, resultó mágicamente enriquecida por ocho concejales de partidos que apoyaron al alcalde en su cam-paña? ¡Muy ingenua la explicación!

Si uno no sabe de política cuántica, como yo, pensaría que la Contraloría terminó siendo la secretaría que se le dio a Cambio Radical, luego del ofrecimiento de participación mani-festado en el discurso del posesionado alcalde. Con ello, dividir la coalición propia garantizó proyectar una imagen plural que aparente-mente limitaría el unanimismo del poder ab-soluto. Y de paso, garantiza dos cosas: por un lado, oposición nula al poder absoluto, y por otro, un pretexto indestronable acerca del su-puesto equilibrio y el fingido control al que es-taría sometido ese poder absoluto. Siendo una “secretaría” la Contraloría, abandona su ver-dadero papel, se funde con el Gobierno local y confunde a la comunidad. Esta estrategia po-dría darles a los absolutistas el pretexto perfec-to para no cumplir sus compromisos (que eran incumplibles). Le explicarán a sus acreedores que la Contraloría que está en contra, les im-pide dar los contratos prometidos en campaña y que no pueden hacer nada al respecto.

Me gusta mucho la literatura, la cien-cia política, las humanidades, la sociología; porque ellas me permiten explicar cosas que

la matemática muestra. En la literatura y en el teatro, los únicos héroes invencibles son lo que están protegidos por el poder infranqueable del escritor o del libretista. Es éste último quien los dota de características imbatibles para que siempre alcancen la gloria. Y bueno, es también el libretista el que los desaparece, cuando, por ejemplo, ya no son rentables.

Pero en la vida cotidiana, lo que realmente termina subordinando a los poderosos es la costumbre. Esta se adopta a través del tiempo y se legitima a través de sucesivas resignaciones o complicidades de quienes deberían limitar la voluntad arbitraria de los poderosos. En la democracia (a diferencia de la monarquía y de la aristocracia), la soberanía del pueblo es vital para limitar el poder absoluto. O para consoli-darlo, claro está. En Palmira, la desencajada aristocracia sigue tan campante su camino ha-cia la monarquía. Es decir, vamos para atrás. Sólo la comunidad puede detener este desati-no. Pero no lo pueden lograr los desempleados, las madres cabeza de familia, los desocupa-dos, quienes están completamente destinados a tratar de sobrevivir. Sino, esa comunidad media, que se abre espacios con sus empresas aunque no reciba beneficios, los profesores en los colegios y universidades, los profesionales que se pueden dar el lujo de tomarse un minuto para pensar, son el poder que puede detener el poder para que no haya abusos y logremos tener un poder moderado.

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Pensare

PALMIGUÍA • EDICIÓN ESPECIAL • ENERO • 10

¿Limpiando la historia?Por Pablo Moreno

Recientemente en Chi-le se dio una polémi-ca por el cambio en

los textos escolares, del tér-mino “Dictadura” por el de “Régimen militar” al perío-do 1973–1990, dirigido por Pinochet e iniciado con un

golpe de estado al gobierno, legítimamente ele-gido, de Salvador Allende.

Esta iniciativa surgió en el Ministerio de Educación chileno, presidido ahora por Harold Beyer, quien restó importancia a la algarabía despertada por este cambio, sin embargo, re-conoció que se enviará una “formulación que resuelva la controversia”. Dijo también el mi-nistro que “nunca pretendió desconocer el ca-rácter no democrático del régimen militar ni las violaciones a los derechos humanos que allí concurrieron” (Tomado de ALC Noticias).

El asunto parece ser de menor impor-tancia, pero en verdad no lo es, se trata de una medida acostumbrada por los ganadores en la historia de ir limpiando poco a poco la imagen de las atrocidades cometidas en nombre del bienestar de la República y de la Democracia, utilizando cualquier medio para alcanzar su fin.

No es la primera vez que esto ocurre ni será la última, los relatos de la independencia en Colombia, por ejemplo, han dejado por fue-ra la realidad social y política en que quedaron sumidos los negros y los indios en ese período de tan recordado triunfalismo.

El proceso sigue más o menos los siguien-tes pasos. Primero, el ocultamiento durante el acontecimiento de la “dictadura” como en el caso chileno; Segundo, viene el momento del develamiento de lo ocurrido, las comisiones de verdad, las acciones de la rama judicial para ha-cer justicia y algún proyecto de reparación; fi-nalmente, comienza la etapa de la expurgación para que años y décadas después los villanos terminen siendo recordados y hasta celebrados

como héroes y padres de la Patria.Recientemente en Colombia hemos vivi-

do un acontecimiento bastante agitado con los dos períodos del gobierno uribista, y digo uri-bista, porque no ha sido una persona, sino un proyecto con el que ha gobernado a Colombia, con el beneplácito de sectores políticos, milita-res, económicos y sociales bien identificados.

Sin embargo, después del auge y el emo-cionalismo de los resultados militares y del populismo de derecha que lo caracterizó, han comenzado a descubrirse escándalos, abusos, violaciones a los derechos humanos, atropellos, jugadas maestras, acciones descaradas, etc.

Parece que aún no termina esta etapa, pues no se concluye ni se cierra ésta, sino hasta cuando haya condenas efectivas de los respon-sables. Tampoco sabemos cómo terminará todo esto, si en una inmensa impunidad y olvido o en una verdadera acción de justicia, verdad y reparación.

No obstante, el tema aún está en ciernes cuando ya debemos ir pensando cómo se conta-rá esta historia. Ya el protagonista principal de ese gobierno, el expresidente Uribe, la cuenta como la contó cada vez que era demandado por una pregunta capciosa o cuestionadora en los pocos debates abiertos que tuvieron lugar.

La historia es más o menos como sigue. Érase una vez, un país que estaba en la más tenebrosa oscuridad, acéfalo, sometido por los terroristas, con gobiernos timoratos y en completo desprestigio ante la comunidad in-ternacional. La gente se iba del país huyendo del secuestro, el soborno y la amenaza; la eco-nomía estaba estancada, el desempleo de dos dígitos no bajaba, sino que prometía subir cada vez más, los pobres no eran atendidos por el go-bierno, el Estado era burocrático e ineficiente, las empresas públicas corruptas e inútiles. Pero un día, cuando menos se esperaba, se lanzó a la presidencia un político de armas tomar, nacido en una región del país donde la gente es em-

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prendedora y lista. Después de estar por debajo de las encuestas, terminó siendo el mejor pre-sidente de la República desde los tiempos del libertador Bolívar.

La gente se entusiasmó, porque ningún debate fue ajeno a él, siempre los ganó todos y especialmente cuando quienes se atrevían a de-batirlo eran personas de la calle, maestros ca-minantes u otro ciudadano común y corriente que se atrevía a cuestionar al ícono. Sólo algu-nos intelectuales y periodistas resentidos y he-rederos de una izquierda trasnochada se atre-vieron a controvertirlo con fuertes argumentos, pero, ni aún así, lograron derribarlo, sino que lo empujaron hacia arriba para finalmente lo-grar su segunda elección.

En fin, la historia podrá continuar, esa es la versión oficial del uribismo, que aún se repite por ahí, pero como estamos en la segunda etapa

que es la del develamiento, seguramente algu-nos detalles irán cambiando hasta dar cuenta de otra historia.

También en eso contará mucho quien se-guirá gobernando, porque de allí dependerá en gran parte el relato que se querrá elaborar para las generaciones por venir. Después, segura-mente, tratarán de limpiar del uribismo salpi-cado por los escándalos y las posibles condenas, lo que más se pueda para tratar de reconstruir el relato original del ícono adorado.

Para que esa otra historia, la de los per-dedores no se pierda a la vuelta de unos cuan-tos años como está ocurriendo ya en Chile, es necesario conservarla en medios escritos, grá-ficos y digitales; repetirla una y otra vez para que permanezca en el imaginario social, así sea compitiendo con la versión rosa ofrecida por los ganadores.

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Especial

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La mentalidad paramilitarPor Fernando Estrada

En los reveladores infor-mes sobre la posesión como alcaldes de reclu-

sos encarcelados por nexos con paramilitares, además de la asociación de notarios con-fabulados con estos hechos, existen fenómenos de alcance singular para comprender lo que sucede en la política local de municipios herederos del paramilitarismo y el narcotrá-fico. Los siniestros tentáculos paramilitares se arraigaron en la cultura institucional y en la mentalidad de poblaciones en-teras de Córdoba, Antioquia y el Valle del Cauca. La red crea-da por los paramilitares ha logrado mantenerse gracias a los capitales que circulan para comprar funcionarios públi-cos de relativa reputación.

Los departamentos men-cionados no son únicos depo-sitarios de tales efectos, pero reflejan, como espejo convexo, hechos duros. En el caso de los municipios de Córdoba, la cantidad de votos alcanzados para ganar las elecciones se confunde con evidencias del perverso mundo de pobre-za y miseria en que viven sus pobladores; la capacidad de mover influencias desde las cárceles no es asunto menor; sumado a los avales dados por los partidos que respaldaron tales candidaturas y el notario que certificaba la posesión co-rrespondiente. Hasta aquí la descripción desnuda una rea-lidad contundente.

Porque significa que la cultura paramilitar determina condiciones para su continui-dad. Veamos con detalle. Es-tos casos indican que los parti-dos no cuentan con suficientes controles para conceder los avales de sus candidatos. ¿Que resultaba imposible verificar cada hoja de vida?, el argu-mento no excusa responsabi-lidades; menos aún, sabiendo que los candidatos provienen de una región en donde el pa-ramilitarismo tuvo hegemo-nía. De paso las autoridades electorales suelen esconder su cabeza como el avestruz.

Es posible, sin embar-go, adoptar un margen de duda sobre la obligación de los partidos, tan pésimamente estructurados, tan improvisa-dos y tan llenos de políticos oportunistas; ex post, tras los hechos cumplidos, un siste-ma democrático cuenta, sin embargo, con mecanismos de contención judicial; pero tam-bién aquí se presentan debi-lidades estructurales. Un no-tario, absolutamente ajeno y distante a la región cordobesa, entra como autoridad apro-bando los nombramientos. No son hechos casuales. Más bien, obedecen a una relación de causalidad concomitante con la mentalidad paramilitar y mafiosa que se tomó a Co-lombia.

Tanto el notario como quienes cerraron sus oídos desde los partidos y la regis-

traduría, conforman un siste-ma afectado por la herencia de ultraderecha. El narcotrá-fico provee todos los recursos materiales (dinero, influencias personales, deudas); lo que significa, además, que quie-nes se encuentran encarcela-dos por parapolítica no están pagando sus condenas como prisioneros regulares. Al man-tener relaciones de influencia en instancias decisorias de la rama jurisdiccional, en los partidos políticos y en la ca-dena de la economía informal

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provista por el narcotráfico, quienes entraron en coalicio-nes con comandantes parami-litares se mantienen dentro de su línea de formación.

Al conseguir desafiar el sistema de controles institu-cionales, la cultura paramilitar reivindica su vigencia. De nue-vo, no se trata de dos pelaga-tos que deseaban controlar los recursos de poblaciones aban-donadas a su suerte, sino más bien la evidencia acumulada sobre los defectos del sistema judicial, del sistema de parti-

dos, en contraste con el poder mafioso. El paramilitarismo reflejó no sólo capacidades para quebrantar principios de honor militar, sino que sostu-vo sus posibilidades de cogo-bernar a Colombia. El man-dato anterior le concedió esas atribuciones. Si bien los co-mandantes fueron perdiendo un escenario de protagonismo político, encontraron políticos dispuestos a reflejar sus ta-reas. Obviamente, en algunos casos, políticos de las regiones que sabiendo como burlar las

leyes, apostaron también por las ventajas con los coman-dantes.

Córdoba no ha sido el caso excepcional, aunque sí el más evidenciado por los me-dios. Pero el Valle del Cauca, Antioquia o Nariño presentan un panorama semejante. En realidad, los protocolos de po-sesión como alcaldes de para-políticos no son otra cosa que señales de una cultura mafiosa que se apoderó del país duran-te dos décadas, y que se niega a desaparecer.

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El aire pasa y nos tocaPor Leopoldo de Quevedo y Monroy

El aire, elemento corpo-ral, de tenue rostro y esquelética figura, pasa

en silencio casi siempre al lado nuestro. Nos roza con su halo, con su bata de transpa-rente pliegue. Jamás dejó ver sus pies, brazos o espalda. A veces lo sentimos respirar en-cima de nuestro hombro y sos-pechamos que tiene pulmones voluminosos.

Es un ser que pareciera llenar todo el espacio y deja transitoriamente lugar a obje-tos, cavernas, montes y edifi-cios. Es tan inmenso. No solo vaga por el planeta. Se anida en el firmamento y de allí baja en la mañana, arrullado por las nubes. A veces es frío cuan-do acompaña al alba y muchas veces se contagia de las brasas del sol, enfurece las olas del mar y sofoca a la selva y a la arena de los desiertos.

El aire es centinela de la noche que la viste con la capa negra de Batman. Pasea por rincones y basureros y bate con su boca los olores fétidos para alejarlos y vuelve a pa-sar de nuevo como barrende-ra buena para ver si su tarea dejó el aroma de la limpieza y el decoro. Entra vestido de ele-gante mayordomo a las casas y palacios para regalar frescura

y permitir que el oxígeno llene los ambientes. Levanta el pol-vo de las mesas y despereza a las arañas en su palacio de an-guladas hebras.

Su carácter por lo gene-ral es suave y recatado. Sin embargo, a veces los trópicos lo empujan con su calor y los polos con el frío le calan sus huesos y, entonces, se estira y enrolla su manto por sobre su cuerpo. Quisiera entrar a las casas por las ventanas y silva para que le abran para gua-recerse. Cuando la presión es muy fuerte golpea paredes, tumba puertas, forma olas en los mares y mil demonios lo invaden para convertirse en turbiones gigantescos. El hombre les pone nombres de mujer embravecida a estos ai-res que viajan más rápido que un avión con cuatro turbinas. Catrina fue uno de esos ciclo-nes que dejaron atónito al pla-neta.

La función del aire, sin embargo, es dar vida al hom-bre, a los otros animales, al río, a los árboles, a nevados y montes. Sin él las abejas no llevarían la miel ni los estam-bres derramarían su polen ni se desvestiría de su pomo blanco la flor. Muchos árbo-les perderían las semillas que

esperan su mano para ser lle-vadas a las hendiduras de la tierra para que las alimente el rocío y el calor que sale de entre el humus y viene alígero del cielo.

El aire nos acompaña desde que salimos del vien-tre materno. Se nos metió en la garganta y nos hizo dar el primer berrido. Señal de que estábamos vivos. Llenó los al-véolos de nuestros pulmones y corrió veloz por arterias y fo-sas nasales. Salió por los poros y axilas y sin él no podemos ni hablar, ni caminar o dor-mir. Va con nosotros a fiestas, a comer, a bailar o subir a la montaña. Nos despeina en la tardes y refresca el cuerpo en la noche caliente.

Qué necesario es el espí-ritu del aire que cuelga como murciélago blanco del árbol del éter. Sin él no prende ni arde la llama del fuego y sin él no se purifica el agua que salta en el limo y las piedras. Sin él no habría luz ni viajarían los rayos de la radio ni sonarían las orquestas de viento o de cuerdas. El aire puro es ele-mento vital y regalo inicial del infinito Universo que a cada momento nos besa.