paisaje cultural del noroeste de la cuenca lacustre de pátzcuaro, 1500-1580

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Paisaje cultural del noroeste de la cuenca lacustre de Pátzcuaro, 1500-1580 Claudia Rodríguez Espinosa UMSNH / Facultad de Arquitectura Fecha de publicación: noviembre de 2008 Red Patrimonio. Revista Digital de Estudios en Patrimonio Cultural. El Colegio de Michoacán, A.C. Centro de Estudios Arqueológicos. ISSN en trámite. Línea de investigación: Estudios en Patrimonio Cultural. www.redpatrimonio.org.mx Directora de la revista: María Antonieta Jiménez Consejo Editorial: Magdalena A. García Sánchez José Alberto Aguirre Anaya Rafael Diego-Fernández Sotelo: Presidente de El Colegio de Michoacán, A.C. Eduardo Zárate Hernández: Secretario General.

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Paisaje cultural del noroeste de la cuenca lacustre de Pátzcuaro, 1500-1580

Claudia Rodríguez Espinosa UMSNH / Facultad de Arquitectura

Fecha de publicación: noviembre de 2008

Red Patrimonio. Revista Digital de Estudios en Patrimonio Cultural. El Colegio de Michoacán, A.C. Centro de Estudios Arqueológicos. ISSN en trámite.

Línea de investigación: Estudios en Patrimonio Cultural. www.redpatrimonio.org.mx

Directora de la revista: María Antonieta Jiménez Consejo Editorial: Magdalena A. García Sánchez José Alberto Aguirre Anaya Rafael Diego-Fernández Sotelo: Presidente de El Colegio de Michoacán, A.C. Eduardo Zárate Hernández: Secretario General.

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Paisaje cultural del noroeste de la cuenca lacustre de Pátzcuaro,

1500-1580

Dra. Claudia Rodríguez Espinosa [email protected] UMSNH, Facultad de Arquitectura Fecha de publicación: Noviembre, 2008

Resumen:

El presente trabajo plantea explicar la transición del periodo prehispánico a las primeras décadas de la vida virreinal en la zona noroeste de la Cuenca Lacustre de Pátzcuaro; identificando permanencias y transformaciones de este territorio. El estudio del paisaje cultural, entendiéndolo como la suma de formas físicas con formas culturales, es la base de esta investigación, analizando el paisaje natural y su transformación efectuados por las culturas tarasca y novohispana, permiten la reconstrucción histórica de este periodo de cambios.

Las reconstrucciones históricas realizadas para los periodos prehispánico y virreinal, permitieron comprobar que tanto los procesos culturales como las formas de apropiación del espacio natural que se dieron en ambas temporalidades, definieron la morfología del paisaje cultural novohispano del siglo XVI.

Esta influencia de la aportación tarasca, se hace evidente al identificar permanencias en la etapa virreinal, en caminos, estructuras políticas, relación de habitantes con el lago, y algunas técnicas de explotación de recursos naturales. Además, las transformaciones de la etapa novohispana, dejaron su impronta en el paisaje cultural del siglo XVI, especialmente en cambios identificados como cambio de religión, establecimiento de nuevas formas de organización política y económica y la evolución del modo de vida de la sociedad lacustre. Palabras clave: Morfología del paisaje cultural * Pátzcuaro Michoacán, siglo XVI * Territorio y

urbanismo novohispano Abstract:

The present work tries to explain the transition of the pre-Hispanic period to the first decades of virreinal life in northwest zone of lake Pátzcuaro; identifying permanence and the transformations of this territory. The study of the cultural landscape, understanding it as the sum of physical forms with cultural forms, is the foundation point of this investigation, in which the knowledge of the natural landscape and the changes carried out by both cultural groups, allows the historical reconstruction of this period of changes.

The historical reconstructions made for the prehispanic period and the virreinal period, allowed to verify that the cultural processes as forms of appropriation of natural space, defined the morphology of the cultural landscape of the sixteenth century. This influence of the prehispanic contribution, allows identifying permanencies in the virreinal stage, especially in political structures, the relation of the population with the lake, and some techniques of operation of natural resources.

The transformations of the novohispanic stage, marks important changes in cultural landscape of the sixteenth century, mainly in characteristics like change of religion, establishment of new forms of political and economic organization and evolution of the way of life of the lacustrine society. Key words: Cultural landscape’s morphology * Pátzcuaro Michoacán, in the XVI Century *,

novohispanic urbanism.

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__________________________ Claudia Rodríguez

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Introducción

En este artículo, se presentan los

resultados obtenidos durante el desarrollo

de la investigación desarrollada en el

noroeste de la cuenca lacustre de

Pátzcuaro, reconstruyendo el paisaje

cultural prehispánico y el novohispano del

siglo XVI. El espacio, como parte intrínseca

de la vida diaria, tal vez por ser inseparable

de la existencia humana, con frecuencia no

es visto, comprendido, diseñado ni percibido

como un todo. Esta parte fundamental

dentro de la cual los grupos humanos se

desarrollan en todos sus aspectos, ha sido

la materia prima de investigaciones por

parte de diversas disciplinas, buscando

explicaciones para los procesos de

apropiación del espacio, de las formas en

que es utilizado por las diversas sociedades,

adecuándolo a sus necesidades específicas

determinadas en gran parte por

condicionantes cronotópicas. El tiempo y el

espacio, definidos por el factor

sociocultural, son el eje rector de este

trabajo de investigación.

El tiempo que guía este trabajo, es el

pasado, que cuenta con varias “historias” o

“versiones”. La primera, es aquella

memoria de los grupos mesoamericanos,

tradicionalmente transmitida oralmente, y

como menciona Florescano:

El núcleo de este mensaje era la historia del propio pueblo, los valores que lo constituyeron como nación y explicaban sus relaciones con los dioses, el cosmos, la naturaleza y los pueblos vecinos. El mito, los anales históricos, los cantos y la arquitectura de los centros ceremoniales fueron los transmisores de estos valores (Florescano, 1999:15).

Esta memoria era transmitida de

generación en generación, como lo relata la

Relación de Michoacán, que cada año, en la

fiesta de equato consquano era referida por

el petámuti:

Levantábase en pie aquel sacerdote Mayor y tomaba su bordón o lanza y contábales allí toda la historia de sus antepasados: cómo vinieron a esta Provincia y las guerras que tuvieron, el servicio de sus dioses. Y duraba hasta la noche que no comían ni bebían él ni ninguno de los que estaban en el patio (Relación de Michoacán, 1997:143).

Sin embargo, esta riqueza, esta memoria,

intentó ser destruida por algunos

españoles, a la vez que fue protegida por

otros. Este relato del pueblo tarasco, fue

presumiblemente puesto por escrito gracias

a un fraile, Jerónimo de Alcalá, y a él

probablemente se debe que aún podamos

contar con esta fuente primaria de

conocimiento del periodo prehispánico. Así

de contradictoria fue esta etapa de

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encuentro de dos culturas: una parte

negativa, destructora; otra parte positiva,

creadora de una nueva cultura: la

novohispana, en la cual los mestizos

desempeñaron un nuevo papel en la

historia, en que una vez más, la dualidad

creadora-destructora se presenta, al querer

destruir su antecedente español y

revalorizar su pasado indígena, al tiempo

que busca su nueva identidad.

Por ello, se considera que este periodo de

encuentro, de transición de una etapa a

otra, con esa dualidad creadora-

destructora, compleja en sus estructuras y

que da origen a la sociedad novohispana

que dominará el espacio, el territorio

durante tres siglos, es fundamental para

comprender a la sociedad actual, e incluso,

poder imaginar a las futuras culturas que

una vez más, acorde a los ciclos históricos,

se apropie del espacio en sus propios

términos.

Esta investigación analiza

fundamentalmente el proceso de transición

de una cultura a otra, es decir, la etapa

prehispánica en el momento de la máxima

expansión del reino tarasco pasando por el

proceso de la conquista española hasta las

primeras décadas de la vida virreinal. Dos

momentos culturales que dejaron su

impronta en el paisaje cultural de la zona

noroeste de la cuenca lacustre de Pátzcuaro

(imagen 1). Aquí es necesario mencionar lo

qué se entiende en este trabajo por Paisaje

Cultural, es decir, es la conjunción de los

aspectos físicos de un territorio

determinado con las formas culturales

producidas por los grupos humanos que se

apropian de ese espacio. Esta definición es

generada desde la geografía histórica,

disciplina que presta las bases teórico

metodológicas que dan sustento a esta

investigación (Sauer, 1925: 19-53).

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Imagen 1: Mapa de la zona de estudio, indicando las unidades de análisis

Es importante hacer énfasis en que el

objetivo central de la investigación es el

explicar la transición de un periodo cultural

al otro a través de la identificación de las

permanencias y las transformaciones de un

territorio, por lo que el estudio del paisaje

cultural, entendiéndolo como la suma de

formas físicas con formas culturales, es la

parte fundamental de este trabajo.

Las formas que integran el paisaje cultural

se dividen en dos: formas físicas y formas

culturales. Las formas físicas se refieren al

clima, a la tierra o superficie y que incluyen

el suelo, el drenaje y la vegetación. Las

formas culturales son cuatro

principalmente: población, alojamiento,

producción o economía de grupo y

comunicaciones. Estas formas son las

categorías de análisis del fenómeno que se

define: la morfología del paisaje cultural en

el noroeste de la cuenca lacustre de

Pátzcuaro durante la mayor parte del siglo

XVI.

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1. Ubicación cronotópica

El fenómeno objeto de este estudio se ubica

en una de las temporalidades más difíciles

de ser estudiadas, el siglo XVI, debido a la

falta de información primaria disponible,

sobre todo aquella referida a los años

previos al contacto con los europeos. Los

principales documentos disponibles

referidos a esta etapa prehispánica, son de

carácter etnográfico y fueron realizados

durante la etapa virreinal, por lo que las

principales fuentes de información son los

restos materiales estudiados por los

arqueólogos.

Tomando en consideración que el objetivo

fundamental de este trabajo es la

comparación de dos paisajes culturales, se

considera que esta investigación requiere

de dos delimitaciones: una espacial y una

temporal. La delimitación espacial de la

zona de estudio se realiza a partir de la

ubicación de los asentamientos -entendidos

como la distribución de asociaciones y

actividades humanas en áreas

determinadas- (Sauer, 1940) de la cuenca

lacustre de Pátzcuaro sobre los cuales se

han producido mayor número de estudios

desde diversas disciplinas, lo cual da como

resultado que la zona noroeste de la cuenca

ha sido menos trabajada, además de contar

con un número de asentamientos que

consideramos adecuado para establecer un

universo de estudio factible de ser

analizado desde diversas perspectivas, por

lo que se enfoca este trabajo de

investigación en esa zona.

Durante la etapa prehispánica (Williams,

1996: 30), esta región tuvo una importancia

fundamental, al ser la vía de comunicación

tanto con la zona serrana como con la

ciénega de Zacapu, zona productiva ubicada

al norte que proveía de gran variedad de

productos, principalmente agrícolas vitales

para el sustento de la población lacustre de

Pátzcuaro. Es importante resaltar, que

acorde a la tradición, el lugar de origen de

la élite tarasca, conocidos como uacúsecha,

fue precisamente la zona de Zacapu, como

se narra en la Relación de Michoacán:

Vosotros los del linaje de nuestro dios Curicaueri, que habéis venido, los que os llamáis Eneani y Tzacapu-hireti, y los reyes llamados Uanacaze, todos los que tenéis este apellido, ya nos habemos juntado aquien uno, donde nuestro dios Tirípeme-Curicaueri se quiere quejar de vosotros, y ha lástima de si. El empezó su señorío, donde llegó al monte llamado Urínguaran-pexo, monte cerca del pueblo de Tzacapu-tacanendan (Relación de Michoacán, Op. Cit: 14).

Por otra parte, durante el siglo XVI se dio

una división marcada en la cuenca lacustre,

sobre todo durante el periodo de la

encomienda de Juan Infante, en que el

norte y oeste estaban bajo el poder de

Infante, mientras que en la zona sur y este

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se daba la influencia de Vasco de Quiroga

con sus hospitales, y en especial con

Guayameo, donde establece su pueblo

hospital de Santa Fe de la Laguna. Al hacer

la delimitación de la zona, se considera una

división de la cuenca lacustre en dos partes:

la zona noroeste que abarca desde

Chupícurao en el extremo noreste hasta

San Isidro en el extremo poniente; y la zona

sureste que abarca desde Santa Fe de la

Laguna en su extremo noreste hasta Uricho

en su extremo suroeste. Además, la zona

noroeste tuvo una gran importancia

durante el siglo XVI, pues abría la

comunicación con la zona serrana.

Considerando que el periodo prehispánico

es el más difícil de ubicar espacialmente, ya

que depende casi por completo de los

trabajos arqueológicos, se retoma el mapa

elaborado por Hellen Pollard1, en el cual

señala los sitios que detectó en la cuenca

lacustre de Pátzcuaro, seleccionando 14

asentamientos para constituir la muestra

de estudio: Asajo, Puácuaro, Erongarícuaro,

Oponguio, Itzícuaro, Házcuaro, San Andrés

Tziróndaro, San Jerónimo Purenchécuaro,

Chupícuaro, La Zarzamora, Yotatiro, 1 Helen Perlstein Pollard, profesora de antropología, ha realizado investigación arqueológica y etnohistórica en el occidente de México desde 1970. Específicamente, su investigación se ha centrado en Michoacán y la zona tarasca, desarrollando la teoría social en arqueología para entender la evolución de la desigualdad de clase, la pertenencia étnica, y estudios de género. Información del sitio web del departamento de antropología de la Michigan State University, URL http://anthropology.msu.edu/faculty/pollard.shtml, [28/05/2007].

Tepetates, Napizaro y San Isidro, que se

relacionaban en estructuras comerciales,

políticas y religiosas (Pollard, 1993, p.64).

El principal criterio para lograr esta

selección, aunado a su registro por Helen

Pollard, es que existieran fuentes

documentales que demostraran su

existencia en el siglo XVI, aunque

desaparecieran posteriormente de los

registros escritos (Reyes, 1988, p.99).

Para este estudio, se toman dos

temporalidades que puedan ser

comparadas, y que permitan identificar las

transformaciones y las permanencias que

se efectuaron en la zona de estudio

delimitada. El primer momento es el

inmediatamente anterior a la llegada de los

españoles, periodo en el cual el Irechequa

Tzintzuntzan o reino tarasco llega a su

momento de máxima expansión, (Michelet,

2001, p.185) por lo que los asentamientos

ya están configurados espacialmente.

Para determinar el límite temporal

superior, dentro del segundo momento, se

considera el periodo comprendido entre la

llegada de Cristóbal de Olid en 1522 a la

entonces capital del reino tarasco,

Tzintzuntzan y la consecuente conquista

del territorio tarasco, hasta llegar a la

década de 1580, en que una serie de

acontecimientos, llevaron a la pérdida de la

relación fundamental de la zona noroeste

de la cuenca lacustre con la sierra, así como

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la disgregación de la unidad que como

territorio presentó hasta ese momento.

El traslado de la sede de poder de

Tzintzuntzan a Pátzcuaro por una parte; el

establecimiento de Valladolid en el Valle de

Guayangareo como capital de la provincia

de Michoacán y el traslado en 1580 de la

sede catedralicia de Pátzcuaro a Valladolid

bajo el obispo Medina Rincón (López, 1999,

p.70), dándose por consecuencia el cambio

de sede de poder político y religioso al valle

de Guayangareo y estableciéndose una

nueva tendencia de relaciones hacia la

ciudad de México por otra; además del

establecimiento de nuevos polos de interés

económico como las minas en el norte de la

Nueva España; la fundación y desarrollo de

la capital de Nueva Galicia en Guadalajara,

cuya importancia opacará a las otras

capitales de la zona occidente; el proceso de

conquista y colonización de la región

Chichimeca.

Además del proceso congregacional de

1538-1539 motivado por el deseo de Vasco

de Quiroga de impulsar a Pátzcuaro como

capital de la Provincia de Michoacán; la

resolución del conflicto legal entre Vasco de

Quiroga y el principal encomendero de la

región Juan Infante por los derechos sobre

los “barrios de la laguna” en 1554 a favor de

Vasco de Quiroga; la pérdida de poder por

parte de las órdenes mendicantes y el

aumento de la influencia del clero secular; y

en especial la región de Erongarícuaro,

hacia la mitad del siglo XVI, sufre un

despoblamiento del 52.3 % al pasar de

9,666 habitantes en 1524 a sólo 4,615

habitantes (incluyendo Pomacuarán) en

1547, según fuentes como la visita de

Carvajal y la Suma de visitas (Navarrete,

1997, p.45); fueron factores que

contribuyeron a la fractura de la cohesión

interna del territorio analizado, por lo que

se considera como límite temporal superior

la década de 1570.

2. Contexto teórico

Este trabajo, se basa en un marco teórico

metodológico que en gran medida, emplea

herramientas, conceptos y posturas teóricas

desprendidas de la disciplina de la

geografía histórica, principalmente en

textos de Carl O. Sauer entre otros, ya que

genera una base teórica que permite el

análisis del espacio a escala territorial. La

geografía cultural, y con ella la histórica, se

adaptan a lo que menciona Fernández

Christlieb:

La Geografía Cultural rebasa la visión positivista en la que el investigador observa desde “afuera” su objeto de estudio pretendiendo que su resultado es “objetivo”. Más bien, el geógrafo aspira a mirar desde “adentro” a la sociedad que estudia y a su entorno para dar una visión manifiestamente “subjetiva” de los hechos. Ahora bien, esta subjetividad confesa tiene mayores

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alcances en la medida en que da mejor cuenta de la complejidad del espacio. Por ello, desde los tiempos de Carl O. Sauer, fundador de la Geografía Cultural estadounidense, se ha rechazado producir una teoría o hallar una verdad absoluta. […] Este enfoque cultural es de particular importancia para sociedades mixtas como las de toda Latinoamérica y en especial para desentrañar las condiciones históricas en que se construyeron nuestros territorios. Por ello, la Geografía Histórica se sirve cada vez más del enfoque cultural (Fernández, 2004).

La geografía histórica, desde la visión

fenomenológica que plantea Carl O. Sauer,

puede considerarse como una ciencia o

campo de conocimiento que busca ampliar

sus ideas a través del estudio de los

fenómenos que forman parte de esa

disciplina (Sauer, Op Cit)

El campo de conocimiento de la geografía,

gira en torno al área como objeto de

estudio, y el método geográfico consiste en

la localización o delimitación de uno o

varios fenómenos en el espacio terrestre.

Así, se considera que la geografía histórica

busca descubrir la “conexión de los

fenómenos” asociados o interdependientes

que se realizan en un área determinada en

una temporalidad definida. El elemento

temporal está sin duda presente en la

asociación de hechos geográficos, que por

tanto en gran medida no son recurrentes

(Ibidem).

Este factor tiempo, llamado por el mismo

Sauer (Sauer, 1981) “la cuarta dimensión

de la geografía” es fundamental al entender

que el conocimiento de los procesos

humanos debe partir de la idea de que

tienen un origen y una evolución, y que los

fenómenos generados por el ser humano

sobre un área son siempre cambiantes, ya

que como menciona el autor: “El

conocimiento de procesos humanos solo

puede ser obtenido si la situación

contemporánea es entendida como un punto

en movimiento, un momento en una acción

que tiene comienzo y fin” (Sauer, 1940 Op Cit).

Recapitulando, la geografía histórica

maneja áreas y fenómenos, en lo que Sauer

considera como labor fundamental de esta

disciplina, es decir, la localización espacial

de maneras de vivir, en un ejercicio de unir

el factor humano o social al de tiempo y

espacio. Este objetivo puede ser planteado

de dos maneras, como cita el mismo

geógrafo: “Hay por tanto dos métodos de

aproximación: uno a través de la extensión

en área de rasgos de cultura particulares, y

otro mediante la determinación de

complejos culturales como áreas” (Ibidem).

Esta área, es manejada como sinónimo de

región e incluso de paisaje, que es definido

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por Sauer (Sauer, 1925 Op Cit) como un

área compuesta por una asociación

distintiva de formas, tanto físicas como

culturales. Y por ende, cada paisaje es

individual, con sus propias formas y

características, pero que sin embargo, no

está aislado, sino que siempre está

relacionado con otros paisajes.

Los factores culturales, sociales y

económicos son tomados en cuenta para

explicar y no sólo describir los patrones de

organización y los procesos de desarrollo

territorial (Cortez, 1991, p.11). Esto lleva a

estudiar y reconstruir tanto los paisajes

como los patrones de asentamientos, o la

organización de un territorio. Esta es labor

fundamental de la geografía histórica, cuyo

desarrollo en el siglo XX da pauta a los

estudios de paisajes culturales.

Las escuelas de los años cuarenta de esta

disciplina desarrolladas en Inglaterra,

Estados Unidos y Francia, comenzaron a

usar herramientas antes de uso exclusivo

de los historiadores, como fuentes

históricas, documentos de archivo,

testimonios, rescate de mapas y toponimia

para reconstruir paisajes históricos.

Gracias a ello, la geografía comenzó a

retroalimentarse de otras ciencias como la

historia económica, la antropología y la

arqueología, además de enriquecer sus

instrumentos de análisis con préstamos de

la ecología. Así, la geografía histórica tuvo

un auge importante en los años cincuenta

(Ibidem: 15-16).

Sin embargo, fue hasta los años setenta que

con los debates teóricos de Darby, se

propusieron tres tareas para la geografía

histórica: los cambios geográficos a través

del tiempo, el desarrollo de los paisajes y la

evolución de las formas espaciales; tareas

asociadas con el estudio de las causas

sociales, económicas y políticas que llevaron

a la materialización de estas estructuras

espaciales y la morfología física de esos

paisajes (Ibidem).

En México, la aparición de la geografía

histórica como actividad de los geógrafos se

dio con retraso en comparación con otros

países. Como menciona Claude Cortez,

Sin embargo, México ha tenido también sus precursores, etnólogos, arqueólogos e historiadores que, ante la imposibilidad de llevar a cabo estudios interdisciplinarios, tuvieron que suplir por sus propios medios la ausencia de los geógrafos […] la preocupación por esta especialidad proviene de instituciones descentralizadas de reciente creación, cuya vocación es el rescate de la historia de las regiones en donde se ubican, como los colegios de Michoacán y Mexiquense entre otros (Ibidem: 18-19).

El estudio de los paisajes culturales inicia

en el siglo XIX, con los trabajos de

Alexander von Humboldt, que en México

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durante 1808-1810 relacionó de manera

coherente y analítica los aspectos físicos

(geología, topografía, clima) con los

culturales (comercio, comunicaciones,

población, renta). En el siglo XX, destaca

un contemporáneo de Carl O. Sauer: Franz

Boas, antropólogo y geógrafo que une al ser

humano y la naturaleza dentro del concepto

de paisaje. Ambos realizaron temporadas

de investigación en México, lo cual les

permitió observar la complejidad de las

culturas que habitan este territorio.

A partir de estos autores, se han

desprendido varias investigaciones, que

Fernández Christlieb (Christlieb, Op. Cit) enuncia en los antecedentes para el estudio

de paisajes culturales en la Nueva España,

y que se enfocan principalmente a casos

específicos, no de forma general como lo

maneja Sauer, por lo que se considera que

esta visión es la más adecuada para la

presente investigación desde el punto de

vista de la historia del urbanismo.

Acorde a esta postura teórica, los paisajes

poseen ciertas cualidades, que vistas desde

el enfoque antropocéntrico de la geografía,

aquellas que interesan son las que tienen

valor de hábitat, es decir, aquellas que han

sido, son o pueden ser de utilidad para un

grupo humano (Ibidem). Por lo tanto, al

recordar que cultura es

La actividad aprendida y convencionalizada del grupo que ocupa un área. Un rasgo o complejo cultural se origina en un momento determinado en una localidad particular. [...] Existe una manera estrictamente geográfica de pensar la cultura; específicamente, como la impresión de los trabajos del hombre sobre el área (Sauer, 1940. Op Cit).

Esto conduce a definir que nuestro objetivo

es el explicar la transición de un periodo

cultural a otro, identificando las

permanencias y las transformaciones de un

territorio, por lo que el estudio del paisaje

cultural, entendiéndolo como la suma de

formas físicas con formas culturales, es

parte fundamental de este trabajo de

investigación. Para estudiarlo, Sauer

retoma el método morfológico usado por

Vidal de la Blache, y que consiste en la

acumulación y ordenamiento de los

fenómenos, considerándolos formas que se

integran en estructuras y que deben ser

comparadas entre ellas (Ibidem).

Las formas relativas a los fenómenos que

estudia la geografía histórica, se dividen en

dos: formas físicas y formas culturales. Las

formas físicas se refieren al clima, a la

tierra o superficie y que incluyen suelo y

drenaje, y la vegetación. Las formas

culturales son cuatro principalmente:

población, alojamiento, producción o

economía de grupo y comunicaciones. Estas

formas, serán por tanto, las categorías de

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análisis del fenómeno que se busca definir:

la morfología del paisaje cultural en el

noroeste de la cuenca lacustre de Pátzcuaro

durante la primera mitad del siglo XVI.

Esta delimitación, referida a lo que Sauer

llama “unidad de observación”, consiste en

un paisaje en el cual predomina un modo de

vida funcionalmente coherente (Ibidem), y

por tanto con un alto grado de

homogeneidad en los fenómenos que tienen

lugar en este espacio y que son

transformados con el paso del tiempo. Este

mismo autor, hace referencia a estos

fenómenos o procesos históricos de la

sociedad humana: “El área cultural, en

tanto que comunidad con una forma de

vida, es por tanto un crecimiento que ocurre

en un “suelo” u hogar particular, una

expresión histórica y geográfica” (Ibidem).

El conocimiento de los antecedentes

históricos, culturales, sociales, etc., de un

grupo social, permite entender el espacio o

territorio desde su proceso de conformación

o apropiación. Los procesos de

transformación del espacio natural por

parte de un grupo cultural, parten de la

satisfacción de las necesidades espaciales

de esa sociedad, que requiere, acorde a su

contexto cultural, de espacios adecuados en

qué desarrollar sus actividades.

Retomando a Sauer, se presenta la

necesidad de interactuar con la disciplina

de la historia para lograr hacer las

reconstrucciones que permitan entender el

pasado y el desarrollo de los espacios o

territorios. “No puede tratar la localización

de actividades sin conocer el

funcionamiento de la cultura, los procesos

de vida en comunidad del grupo, y solo

puede hacer esto mediante la

reconstrucción histórica” (Ibidem).

Por otra parte, es obvia la relación

existente entre el espacio o territorio y el

grupo social que lo ocupa y transforma,

definiendo características propias resultado

no sólo de las características culturales del

propio grupo humano, sino que además son

definidas por el contexto natural o físico del

mismo territorio. Esto conduce a la

necesidad de definir o delimitar un paisaje

cultural, como lo llama Sauer y define que

el estudio de estas áreas y los grupos

humanos que las transforman, es objetivo

de la geografía histórica. Sobre ella,

menciona lo siguiente:

Si el objetivo consiste en definir y entender las asociaciones humanas como crecimientos en áreas, debemos descubrir cómo han llegado a ser lo que son en sus distribuciones (asentamientos) y sus actividades (uso de la tierra). Tal estudio de áreas culturales es geografía histórica. La calidad de la comprensión que se busca depende del análisis de orígenes y procesos. El objetivo general es la diferenciación espacial de la cultura. Al ocuparse del hombre, y

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al ser analizado en una perspectiva genética, el tema se vincula necesariamente con secuencias en el tiempo (Sauer, 1940. Op. Cit).

De esta manera, se establece que la rama

de la geografía que brinda las herramientas

más adecuadas para este estudio, es

precisamente la geografía histórica.

Incluso, Sauer comenta sobre la utilidad de

esta disciplina para el estudio del periodo

de tiempo que nos ocupa.

Tomemos por ejemplo la reconstrucción de México en el momento de la conquista española. Aquí necesitamos conocer tan bien como sea posible la distribución de la población a comienzos del siglo XVI, los centros urbanos, las economías urbanas, los tipos de agricultura, [...] el abastecimiento de plantas y animales provenientes de tierras silvestres, y las líneas de comunicación (Ibidem).

La reflexión sobre el objeto de la geografía y

su imbricación con la historia nos hace

considerar que el vínculo entre teoría social

y concepto de espacio ha cambiado de

identificar el espacio sólo como contenedor,

para en su lugar considerarlo como una

dimensión de la experiencia humana, como

representación subjetiva y como objeto y

materialidad social y, por lo tanto, como

producto social, como objeto social,

vinculado a la naturaleza espacial de la

sociedad humana, esto es, vinculado a la

producción, como espacio construido

(Valcarcel, 2000, pp. 337-367).

Retomando la idea de que uno de los

objetivos de este estudio, es la morfología

del paisaje cultural, es necesario indicar

que ésta es entendida desde el punto de

vista de conocer los procesos que

intervienen en la misma conformación, así

como entender el espacio como construcción

social y como elemento inherente a la

cultura. Al entender el espacio así, el

territorio será entonces la expresión

espacial o materialización de los procesos

de desarrollo del grupo humano, y su

apropiación será referido a las condiciones

en que se da el habitar el espacio (Palacios,

1983, pp. 56-68).

La producción social del espacio incorpora la apropiación y transformación del espacio natural, creando un nuevo espacio cultural. Así mismo, el espacio es simultáneamente el producto de una transformación y un elemento transformador en sí mismo. Como un producto social, el espacio puede ser continuamente reforzado o reproducido manteniendo una apariencia de estabilidad y continuidad (Soja, 1985, pp.93-95).

La producción del espacio y la fabricación

de la historia pueden ser descritas como el

medio y la consecuencia de las relaciones y

acciones sociales, es decir, las estructuras

espaciales y sus relaciones son la

materialización de las estructuras y las

relaciones sociales. En este sentido, el

espacio se convierte en producto social, en

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la concreción de una sociedad y debe ser

reproducido acorde a las necesidades de ese

mismo grupo social. El espacio debe

entonces no sólo ser un producto, sino que

debe convertirse en productor de relaciones

sociales al ser el contenedor de toda la vida

de una sociedad (Ibidem: 95-99).

Considerando que es preciso ahondar en la

relación existente entre espacio y sociedad,

se retoma otra rama de la geografía, que

presenta estudios de este tipo muy

recientes y que se ha apoyado en los

escritos de Sauer. A partir de la geografía

crítica, el espacio se puede clasificar en

tres: el espacio continente, el espacio como

reflejo y el espacio como una instancia de la

totalidad social. El espacio como continente

es pasivo, pues sólo se presenta como un

mero soporte sobre el que se ubican

elementos y relaciones, sin ejercer ninguna

acción o influencia sobre los objetos que

contiene. El espacio como un reflejo de la

sociedad que lo habita y transforma, es

decir, si las relaciones sociales cambian, el

espacio a su vez sufre transformaciones.

Finalmente, el espacio “[…]es entendido

como una instancia o una estructura social

integrante de la totalidad social, y como tal

toma un carácter de estructura

subordinante-subordinada, es productor y

producido” (Hiernaux, 1993:90-92).

Retomando esta idea, Milton Santos

considera al espacio como relaciones que se

desarrollan a través de funciones y formas

que representan una historiografía

generada por procesos del pasado y del

presente (Ibidem: 103-104). Y a la

conformación espacial como el modo que los

objetos que integran el espacio adoptan y

como la esencia de esos mismos objetos en

la medida que respondan a los procesos

sociales que transforman el espacio. Estos

procesos se expresan como acciones sociales

que se realizan a través de formas

espaciales. Por tanto, la conformación de un

espacio supone el conjunto de acciones

sociales realizadas en formas espaciales en

momentos determinados (Ibidem).

Para lograr la delimitación de la unidad de

observación, retomamos lo propuesto por

Braudel, como resultado de sus reflexiones

sobre la dialéctica del espacio y del tiempo,

en que considera la pluralidad de las

duraciones y decide descomponer la historia

en tres planos escalonados, un tiempo

geográfico que se ocupa de la influencia del

medio ambiente en el objeto de estudio; un

tiempo social; y un tiempo individual o

actual en que se analizan los

acontecimientos específicos objeto de esta

investigación. Cada una de las partes en sí

es un intento de explicación de conjunto

(Brodel en Corcuera, 1997: 186).

En el primer aspecto, la delimitación

geográfica y de influencia del medio

ambiente se hace retomando tanto

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elementos del presente, como documentos

del pasado que permiten una

reconstrucción hipotética de la zona en su

momento histórico definido, como lo hiciera

Braudel en su obra sobre el Mediterráneo

en que comenta que la consulta de varios

mapas le permitieron localizar y explicar el

desarrollo de un grupo humano para

después escribir una geografía humana

retrospectiva (Ibidem: 185).

En cuanto a la delimitación temporal, se

busca hacerla conforme a la propuesta de

Bloch, en que el corte temporal no debe ser

el establecido comúnmente por el tiempo

humano, sino el que mejor se adapte a la

naturaleza de la investigación (Block,

2000:176-177). El siguiente aspecto a

tratar, es el del aspecto social del estudio,

ya que siendo un estudio del pasado, refiere

a “actos humanos, nacidos de necesidades

colectivas y que solo fueron posibles merced

a una estructura social determinada”

(Ibidem: 28). Es decir, que se requiere del

análisis de las estructuras creadas por un

grupo social determinado (en nuestro caso

de estudio las sociedades tarasca y

novohispana), tomando en consideración las

circunstancias espacio temporales que

caracterizan a esa sociedad (referidas en

esta investigación a la zona noroeste de la

cuenca lacustre de Pátzcuaro y a ocho

décadas del siglo XVI).

Considerando que esta investigación versa

sobre el conocimiento de un fenómeno del

pasado, es decir, la transición de la etapa

prehispánica a la virreinal, que dio origen a

la sociedad mestiza actual, se concluye este

apartado con la cita de Bloch: “La

incomprensión del presente nace

fatalmente de la ignorancia del pasado.

Pero no es, quizá, menos vano esforzarse

por comprender el pasado si no se sabe

nada del presente” (Ibidem: 47).

3. Las formas físicas

Las formas físicas, son la expresión

tangible de la naturaleza en la morfología

del paisaje natural. Es aquí donde se

presenta el análisis de la base en la que los

grupos culturales instalan las expresiones

de su cultura, apropiándose de un territorio

y conformando un paisaje cultural.

El clima es la forma física en que el papel

que las lluvias han tenido en la zona

respecto al nivel del lago de Pátzcuaro, es

fundamental para reconstruir el paisaje

natural que fue apropiado por las culturas

tarasca y novohispana durante el siglo XVI.

El aumento del nivel del lago de Pátzcuaro

durante el periodo anterior al

establecimiento del reino tarasco, obligó a

los habitantes de la cuenca lacustre,

especialmente en nuestra zona de estudio, a

buscar otros medios de proveerse de los

productos para su supervivencia, debido a

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que la superficie disponible para el cultivo,

se vio disminuida al crecer el nivel del lago

(imagen 2).

Imagen 2: Nivel más alto del lago de Pátzcuaro, reinterpretado del elaborado por Pollard.

Esta situación llevó a que surgieran castas

de guerreros dedicados a conquistar

regiones con mayores recursos naturales,

para que una vez dominados, pudieran ser

sujeto de pago de tributo, integrándose a la

extensa red de asentamientos tributarios

del cazonci, rey del reino tarasco. En el

momento previo a la llegada de los

españoles, casi toda la producción del

actual estado de Michoacán tenía como

destino la ciudad de Tzintzuntzan, capital

del reino tarasco y residencia del cazonci (Williams, 1996, p.34).

Otro reflejo importante de esta disminución

de tierras cultivables, fue el desarrollo de la

técnica de cultivo en terrazas, que fue

predominante sobre todo en la zona

noroeste de la cuenca lacustre de

Pátzcuaro, en que las pendientes mayores

al 10% impedían otras técnicas de siembra

(Rojas, 1989, p.188). Además, posterior a

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1250 d.C. (O’hara, 1993) hubo un marcado

incremento en la erosión del suelo,

presumiblemente asociado a la presencia de

mayores cantidades de gente:

El patrón de erosión, que sugiere la excavación de barrancas más que la remoción de la capa superior de suelo fino, conjuntamente con la evidencia de una subsecuente baja en el nivel del lago debida a sequías, sugieren que durante los periodos preclásico tardío y clásico pudo haber habido un aumento en la precipitación pluvial, particularmente durante las lluvias torrenciales de verano. Tal aumento en el nivel del lago hubiera conducido al abandono gradual de los asentamientos lacustres del preclásico (Pollar, 1995, p.48).

Aquí es conveniente recordar que en los

últimos años se ha dado una importante

discusión acerca del papel que ambas

culturas: tarasca y europea, tuvieron en el

proceso de degradación y transformación

del paisaje natural de la cuenca lacustre de

Pátzcuaro. Christopher T. Fisher (Fisher,

2005), ha retomado lo que se conoce como

“Columbus polemic”, en que trata de

dilucidar cual cultura causó una mayor

alteración de este territorio, a partir de la

revisión de los más importantes estudios

relativos realizados en la década de los

noventa. El primero se intitula “Plan

Pátzcuaro 2000: Investigación

multidisciplinaria para el desarrollo

sostenible” desarrollado por Víctor Toledo y

su grupo de trabajo (Toledo, 1993) cuyo

mayor aporte fue definir que la cultura

tarasca poseyó características intrínsecas

que favorecieron el uso y conservación de la

naturaleza, así como el mantenimiento

continuo de los procesos productivos. El

segundo trabajo es de Sarah L. O'Hara, F.

Alayne Street-Perrott y Timothy P. Burt,

llamado “Accelerated soil erosion around a

Mexican highland lake caused by

prehispanic agriculture” (O’Hara, Op. Cit) cuyos resultados contradecían a Toledo, y

establece que que desde la etapa posclásica,

la cultura tarasca y su explosión

demográfica generada a partir del 1200

d.C., fueron los causantes de la degradación

del entorno natural.

De este análisis y de su propio trabajo de

campo, Fisher llega a la conclusión de que

la creación de grandes asentamientos, y no

la adopción de la agricultura, fue lo que

causó las primeras evidencias de

degradación del suelo, además de que el

paisaje rural, al ser abandonado por los

tarascos con los procesos de reagrupación

del territorio impuestos por los españoles,

generó una mayor degradación de la tierra

(Fisher, Op. Cit).

Por otra parte, las formas terrestres es la

forma física que presenta el aspecto de la

superficie o forma de la tierra, referida

específicamente al perfil topográfico, cuyo

estudio permite llegar a varias

conclusiones. El perfil topográfico de la

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cuenca lacustre, generó por una parte la

necesidad de ubicar los asentamientos

prehispánicos en zonas irrigables,

desarrollando el sistema de cultivo agrícola

en terrazas, y que a pesar de ser un sistema

eficaz, no proveía suficientes productos

para alimentar a la densa población que

habitaba en esta región (Pollar, 1995 Op Cit: 30-36). Otro aspecto de la topografía, es

el de la ubicación de los asentamientos

dentro de la zona de estudio. Las curvas de

nivel en esta región van de la cota 2,000

msnm para el nivel superficial del cuerpo

lacustre, hasta la 2,800 msnm en el cerro El

Bosque ubicado al norte de Puácuaro.

Sin embargo los asentamientos que

integran la muestra de estudio se ubican

principalmente en la zona ribereña,2 ya que

estudios arqueológicos (Williams y

Weigand, 1996: 33-34) indican que en la

etapa temprana del periodo posclásico, se

dio un incremento del nivel del lago de

Pátzcuaro, probablemente debido a una

mayor precipitación pluvial aunado a una

disminución de la evaporación, llegando a

una consecuente disminución de la tierra

irrigable, por lo que la mayoría de los

asentamientos generados en esta etapa

prefirieron una ubicación cercana a estas

pocas tierras irrigables ubicadas entre las

cotas 2050 y 2200 msnm. En este mapa

(figura 3), se indica la pendiente

2 Cartas topográficas de Pátzcuaro (E14A22) y Cherán (E14A21) del INEGI.

topográfica máxima existente en la zona de

estudio, en que el perfil A-A’ muestra una

pendiente muy pronunciada, lo cual se

reflejará en el uso del sistema agrícola de

terrazas de cultivo.

Por ello, se requirió de establecer, una vez

definido en el poder el grupo uacúsecha que

controlaba los recursos naturales y su

distribución, una estructura importante de

intercambio comercial, que proveyera de los

productos necesarios para la subsistencia

del pueblo tarasco. Al norte de la cuenca

lacustre de Pátzcuaro, se ubica la ciénega

de Zacapu, (figura 4) región altamente

productiva en recursos agrícolas, sobre todo

de maíz, frijol y habas desde la época

prehispánica temprana.

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Imagen 3: Mapa con los perfiles Topográficos de la zona de estudio.

.

Imagen 4: Tomada de Google Earth, indicando al norte la ciénega de Zacapu

y la ubicación de la localidad de Asajo.

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De esta manera, el comercio con esta zona

se volvió una prioridad para los tarascos,

por lo que en el paso natural que unía a la

cuenca con la ciénega, se ubicó al

asentamiento de Asajo, que funcionó como

puerta de entrada a los productos

provenientes del norte, convirtiéndose en

uno de los tres grandes centros de

intercambio comercial prehispánico junto

con Pareo y Tzintzuntzan (imagen 5).

Imagen 5: Mapa de la zona lacustre de Pátzcuaro ubicando los principales centros de intercambio

comercial durante la etapa prehispánica.

Sin embargo, en la etapa virreinal, esta

función se transforma, sobre todo con el

establecimiento de la encomienda, ya que

Asajo cambia su dependencia de

Erongarícuaro a Comanja, asentamiento

perteneciente a la ciénega de Zacapu del

cual será sujeto. Por otra parte, el comercio

en esta etapa se concentrará en la nueva

ciudad de Mechuacán, es decir Pátzcuaro,

cuyas ligas comerciales serán establecidas

hacia Valladolid y hacia el Bajío. Asajo por

lo tanto, una vez terminados los veintidós

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años de encomienda de Juan Infante en los

pueblos de la laguna, perderá la

importancia que tenía en la etapa

prehispánica y que había obtenido por su

ubicación geográfica principalmente

(Paredes, 1998, p.25).

Al utilizar la consulta de fuentes

documentales históricas como planos, se

evidencia la relación entre las formas de la

tierra y la morfología del paisaje cultural.

Al confrontar mapas realizados con

información de la etapa prehispánica como

el elaborado por Pollard, con el mapa

presentado por Pablo Beaumont para la

etapa virreinal con imágenes actuales de la

zona de estudio; se corroboró que algunos

asentamientos cambiaron de ubicación,

como reflejo de la acción de las actividades

humanas sobre el paisaje cultural (imagen

6).

Imagen 6: Reinterpretación del mapa de Beaumont de la zona de estudio.

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Uno de estos asentamientos, es

Chupícuaro, que en la actualidad sólo

cuenta con algunas casas, y que se ubica

más cerca del límite actual del lago,

mientras que en la etapa prehispánica se

ubicaba más lejos. Otro caso es Házcuaro,

que en la etapa prehispánica se ubicaba en

una península, y no se puede identificar

actualmente a nivel superficial. Igual caso

presenta Tepetates, que en la etapa

prehispánica se ubicaba en las márgenes

del lago y del cual no se aprecian restos

aparentes. Sitios que se marcaban en los

mapas antiguos, no pueden ser

identificados en los recorridos que se

hicieron en la zona. La utilización de mapas

históricos y su confrontación con imágenes

actuales y trabajo de campo, resultaron una

herramienta indispensable para observar

las transformaciones que las formas físicas

del paisaje cultural sufrieron en el siglo

XVI (imagen 7).

Imagen 7: Reconstrucción histórica de la zona de estudio, indicando los asentamientos que permanecieron

hacia 1580, nótese la desaparición de varios poblados al confrontar con la imagen 1.

Al analizar la cantidad de tierras

cultivables disponibles para la zona de

estudio, se comprobó que cuando el nivel

del lago era más alto, solo se podrían

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sostener un promedio de 2,450 habitantes,

mientras que cuando el nivel del lago

bajaba, esta cifra aumentaba a 3,350

habitantes. Si consideramos que el mercado

de Asajo atendía a 13 poblaciones para una

población aproximada de 13,655

habitantes, identificamos un déficit de más

de 10,000 habitantes (Pollard, 1993 Op Cit: 80).

En la etapa de la conquista, el sistema

agrícola mesoamericano, basado en la

selección de la semilla, el abono de la tierra,

la protección de las plantas jóvenes y la

asociación y rotación estratégica de

cultivos; permaneció al inicio del contacto

con los españoles, debido al éxito que

lograban en las cosechas mediante este

sistema. Este sistema, cambia en la época

virreinal, en que dentro de la encomienda

de Juan Infante, que abarca la zona

noroeste de la cuenca lacustre de

Pátzcuaro, sus indios encomendados eran

obligados a trabajar más, al ampliar la

superficie de cultivo y poner menos granos

en los agujeros de siembra, mostrando la

ignorancia del encomendero con respecto a

las necesidades específicas del cultivo de

maíz y a su deseo de hacer más productivas

sus tierras, y beneficiarse en el sentido de

que parte de la cosecha de maíz era

destinada a la alimentación de su ganado

porcino.3

3 Archivo General de la Nación, Mercedes, vol.2, exp.166, f.62r-62v. publicado por Carlos Paredes, “El

Otra transformación de los cultivos, fue la

introducción del trigo, cuyo cultivo era

adecuado para zonas pantanosas, y su

demanda por parte de la población española

requería de mayores superficies para su

producción. Sin embargo, los indios

adaptaron el sistema de cultivo aprendido

de los españoles, sembrando el trigo a mano

y con un azadón o coa en camellones

(Warren, 1993, p.586). Esto permitía por

una parte, el aprovechamiento total del

producto, pero por otra parte, era menor la

cantidad que podía ser sembrada.

Sobre la forma física del drenaje, se hace

énfasis en el lago de Pátzcuaro, principal

cuerpo de agua en la zona de estudio. Al

analizar la relación existente entre el lago y

la morfología del paisaje cultural analizado,

se comprueba que se dio sobre todo por la

necesidad del grupo humano que se apropió

de este paisaje natural, de explotar los

recursos que el cuerpo lacustre ofrecía. El

pescado, las plantas, las aves, y demás

productos procedentes del lago, fueron

fundamentales para el establecimiento de

asentamientos en la ribera del lago. No sólo

proveían productos para el consumo local,

sino que al establecerse un poder central y

generarse redes de intercambio comercial,

estos fueron los principales insumos de

tributo indígena en la región del lago de Pátzcuaro” en Michoacán en el siglo XVI, Morelia, Fimax publicistas, 1984, apéndice documental 1, p.375

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intercambio con otras regiones. Además, el

lago permitía la comunicación directa entre

los diferentes asentamientos ribereños para

diversos fines establecidos por el grupo

cultural, como religiosos, políticos, etc.

En la etapa virreinal, el consumo de los

productos procedentes del lago y la relación

con el cuerpo lacustre permaneció sobre

todo para los naturales, pero no fue así

para los españoles, quienes dieron mayor

importancia a los productos que

introdujeron y al caballo y carruajes, así

como animales de tiro para las

comunicaciones, dejando de lado la

importancia prehispánica del tránsito a

través del lago, pero permaneciendo el uso

de tamemes durante la mayor parte del

siglo XVI.

Como conclusión general sobre las formas

físicas, podemos afirmar que al estudiarlas

en un determinado paisaje natural, y

combinándolas con las formas culturales, es

posible reconstruir la morfología del paisaje

cultural en dos temporalidades,

identificando transformaciones y

permanencias, permitiendo reconstruir los

procesos de apropiación del espacio por

parte de dos grupos culturales muy

distintos.

4. Las formas culturales

Por otra parte están las formas culturales,

es decir, la influencia que el ser humano,

agrupado en sociedades, tiene sobre el

paisaje natural, generando paisajes

culturales específicos para cada cultura en

un tiempo y un espacio determinados. En lo

que respecta al tema de población,

diferentes datos históricos permiten inferir

que las unidades de análisis presentaban

un modo de vida con actividades de

explotación de recursos naturales muy

variados, lo cual se refleja en la ubicación

de las mismas con respecto al lago. La

principal actividad de la población era la de

la pesca, por lo que la mayoría de la

población, se asentaba en las orillas del

lago, con la finalidad de poder explotar los

recursos lacustres de la manera más

eficiente. El ritmo de vida de la población,

estaba regido por los ciclos naturales,

adaptados a calendarios religiosos, y a

sistemas de organización de la población

muy definidos, en que cada individuo

desempeñaba un rol específico (García,

2004, pp.94-95).

Con la llegada de los españoles, se

transformaron en gran medida las

circunstancias en que se desarrollaba la

vida en todos los ámbitos: social, político,

administrativo, religioso, etcétera. Nuevos

rituales religiosos sustituyeron a los

sistemas prehispánicos establecidos, y con

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ello, nuevos ritmos de vida fueron

adaptados por los indígenas en el siglo XVI.

Dentro de estos cambios, la obra del primer

obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga,

generó transformaciones en la morfología

que adquirió el paisaje cultural de nuestra

zona de estudio. Al instaurar el pueblo

hospital de Santa Fe de la Laguna con sus

reglas y modos de vida bien demarcados,

transformó en parte la manera en que los

indígenas se organizaban

tradicionalmente.4

Demográficamente, el patrón de

asentamiento disperso imperante en la

etapa prehispánica, en que alrededor de la

cabecera se agrupaba el 50% de la

población, y el resto en la zona circundante

hasta una legua de distancia (Navarrete,

Op Cit: 1997, 33-35); fue transformado en

la etapa virreinal, con los procesos

congregacionales tempranos efectuados por

Vasco de Quiroga en la zona de estudio.

Varios asentamientos de nuestra muestra

de estudio desaparecieron al ser

congregados o al perder importancia para

los españoles. Otro factor del

despoblamiento, es el trabajo forzado en las

minas de los Ángeles en Colima y el Pinal,

a donde el encomendero Juan Infante

mandaba a una parte de sus indios

4 Para ampliar este tema ver Juan José Moreno, Fragmentos de la vida y virtudes de don Vasco de Quiroga, México, UMSNH, 1998

encomendados. Adicionalmente, las guerras

de conquista hacia Zacatula y Nueva

Galicia, y posteriormente las guerras del

Mixtón en la década de los cuarenta,

también contribuyeron a la baja

demográfica junto con los indios que

escapaban a los montes o al norte de la

Nueva España para escapar de la carga

tributaria. Debido a lo anterior, la

población tarasca se verá disminuida en la

región de Erongarícuaro, hacia la mitad del

siglo XVI, en un 52.3 % (Ibidem: 56-57).

La siguiente forma cultural analizada, es la

de alojamiento, en que se estudian las

estructuras edificadas por los grupos

culturales, es decir, el proceso en que los

seres humanos se apropian del paisaje

natural, organizándolo acorde a sus

necesidades particulares. Una de las

formas que permite esta apropiación, es la

que parte de la cosmovisión de cada grupo

cultural. La religión prehispánica,

adecuada a las características físicas

climáticas benignas de la zona de estudio,

permitió el desarrollo de una arquitectura y

urbanismo predominantemente al aire

libre. La organización del espacio

prehispánico tarasco, dividido en cuatro

partes alrededor de un centro, se observa

en la distribución de centros religiosos en

toda la cuenca lacustre, buscando siempre

que la ubicación de los cúes o templos,

tuvieran una posición jerárquica de

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dominio visual del lago (Corona, 1993,

pp.370-371).

De la muestra de estudio, Itzícuaro fue en

la época prehispánica un importante centro

religioso, además de San Andrés

Tziróndaro, que tuvo una gran jerarquía

antes de la llegada de los españoles. Aquí se

iniciaba una calzada de piedra que llegaba

a Zacapu, mandada construir por el rey

tarasco Tariacuri, para ver la peregrinación

anual para rendir culto al dios Tocup-Achan (imagen 8).

Imagen 8: Mapa indicando los principales centros religiosos de la zona de estudio durante la etapa

prehispánica.

En la etapa virreinal, en la zona noroeste

de la cuenca lacustre de Pátzcuaro, al llegar

los religiosos franciscanos, establecieron un

sistema de asentamientos alrededor del

lago, que buscaba sustituir el sistema de

centros religiosos prehispánicos. Nuevos

rituales, nuevos calendarios religiosos,

nuevas festividades sustituyeron

paulatinamente las prácticas religiosas

tarascas. El centro religioso de Itzícuaro

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desapareció, y fueron fundados los

conventos de San Jerónimo Purenchécuaro,

San Andrés Tziróndaro y Erongarícuaro en

nuestra zona de estudio (imagen 9). En la

primera mitad del siglo XVI, el clero

regular era todopoderoso en la región, pero

en la segunda mitad se dio un gran impulso

desde España al clero secular

.

Imagen 9: Mapa de la zona de estudio indicando las principales fundaciones franciscanas.

La cuenca lacustre contó con solo dos

parroquias seculares para administrar

todos los asentamientos: al norte Santa Fe

y al sur Pátzcuaro (León, 1997, p.164). A la

primera es que pertenecía nuestra muestra

de estudio y de ella dependía sobre todo al

final del siglo (imagen 10).

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Imagen 10: Mapa de la zona de estudio indicando la ubicación de las parroquias seculares virreinales.

Conjuntamente con las parroquias y

conventos, se fundaron hospitales en todo el

obispado. En la cuenca lacustre de

Pátzcuaro, se ubicaron cuatro, cada uno

cubría una región diferente: el de Pátzcuaro

cubría la zona sur de la cuenca en su parte

más densamente poblada aunque un poco

más al sur se ubicaba el hospital de

Zirahuén ya fuera de la cuenca; el de

Tzintzuntzan la zona central; los de

Cocupao y Santa Fe la zona norte, y

finalmente el de Erongarícuaro dentro de

nuestra zona de estudio, la región oeste,

que en forma proporcional cubría un mayor

territorio que los demás hospitales (imagen

11) (Muriel, 1960, p. 290).

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Imagen 11: Mapa de la zona de estudio ubicando los hospitales fundados en le etapa virreinal.

Dentro de esta forma cultural de

alojamiento, la organización es

fundamental dentro de la morfología del

paisaje cultural. Los sistemas de

organización en nuestro caso de estudio, es

la organización política o de centros de

poder. Solo el antiguo reino tarasco o

Irechequa Tzintzuntzan, superaba el nivel

de señorío o ciudad estado, aparte del

imperio mexica, en la Mesoamérica anterior

a la Conquista. La mayor parte de la

información existente acerca de cómo

funcionaba la organización político

administrativa de esta entidad política,

procede del documento etnohistórico

conocido como la Relación de Michoacán,

(Relación de las ceremonias y ritos y población y gobierno de los indios de la provincia de Michoacán).

En la lámina XXVII, se muestra el árbol

genealógico de los gobernantes del reino

tarasco, y a partir de aquí, medio siglo

antes de la conquista, los herederos de

Tariácuri: Hiripan, Tanganxoán e

Hiquíngare desarrollaron en forma el reino

tarasco, para que posteriormente

Zizispandáquare unificara el reino hasta su

máxima expansión, lo cual nos permite

suponer que las estructuras político

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administrativas tarascas tenían apenas

medio siglo de existir antes de la llegada de

los españoles. El primer irecha o rey es de

esencia divina, es el que guarda los objetos

que lo representan, por lo cual, es que

“tiene” al dios (Michelet, 1998, p.54). Tiene

funciones no solo de jefe político, sino de

“juez mayor, sacerdote principal, capitán

máximo y aún dueño de la tierra y sus

frutos” (Ibidem).

En la tercera parte de la Relación de

Michoacán, se habla acerca del gobierno y

la organización política de los pueblos

tarascos, iniciando con el capítulo “De la

gobernación que tenia y tiene esta gente

entre si” (Relación de Michoacán, Op. Cit: 173-179), se hace una descripción del

sistema de organización político

administrativo del reino tarasco. El dios

principal, Curicaueri, deja a un sucesor en

su lugar que lleve leña a los cues, es decir,

el cazonci. Su reino, dividido en cuatro

partes con cuatro señores principales en las

cuatro fronteras y su capital en la ciudad de

Tzintzuntzan. Esto permite establecer una

relación directa entre las estructuras de

poder y la organización del territorio, a

partir de las formas de apropiación del

medio físico para transformarlas en un

paisaje cultural definido.

Como se mencionó, el centro de poder del

antiguo reino purépecha se ubicaba en la

capital: Tzintzuntzan, dentro del llamado

“corazón administrativo” que

geográficamente coincide con la cuenca

lacustre de Pátzcuaro. Sin embargo, Helen

Pollard marca como centros de poder para

el periodo protohistórico, es decir, para

1520, las localidades de Erongarícuaro (que

forma parte del universo de estudio),

Pichátaro, Uricho, Pareo, Uayameo,

Pátzcuaro, Itziparamuco y Pacanda-

Jarácuaro; sin embargo, al revisar

diferentes bibliografías, se identifica una

propuesta de Efraín Cárdenas, en la que

opina que

Esta propuesta es un tanto cuestionable ya que la evidencia arqueológica presenta un panorama muy distinto, no puede ser que sitios como Ihuatzio, San Andrés Tziróndaro y Pueblo Viejo, ubicados en la misma cuenca y con una destacada arquitectura no aparezcan como sitios de gran relevancia, e incluso como cabeceras o centros de poder (Cárdenas, 1999, p.275).

Retomando esta propuesta que Cárdenas

no llega a graficar, y analizando la

importancia que tanto Ihuatzio (por su

centro ceremonial monumental) como San

Andrés Tziróndaro (donde comenzaba una

calzada construida por el cazonci que

llevaba a Zacapu para fines religiosos)

tuvieron, rehicimos el mapa propuesto por

Pollard para la división de estructuras

político administrativas en la cuenca

lacustre de Pátzcuaro, utilizando el mismo

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sistema de los Polígonos de Thiessen5,

dando como resultado el siguiente mapa

(imagen 12). Esto nos permite deducir

varios puntos. En un primer lugar,

Erongarícuaro dominaba una zona mucho

mayor dentro de nuestra muestra de

estudio que en la propuesta de Pollard, lo

cual tiene sentido en las relaciones entre

asentamientos identificadas en este

trabajo. Además, en lugar de tener cinco

centros de poder, presentamos cuatro, lo

cual tiene una mayor coherencia con la

cohesión interna que se identifica entre los

diferentes asentamientos que integran

nuestra muestra de estudio.

Esta información nos permite deducir que

Erongarícuaro fue un importante centro de

poder, que tuvo un papel determinante en

el sistema de organización política del reino

tarasco, por lo que debió recibir varios tipos

de beneficios, como mayor pago de tributo

en especie y en servicio personal (imagen

13). Además, su ubicación geográfica le

permite tener un dominio visual del lago de

Pátzcuaro, además de que de este

asentamiento parte un camino hacia la

región oeste, sobre todo a Pichátaro, que

desempeñó un papel fundamental en la

etapa virreinal.

5 Los Polígonos de Thiessen son una estrategia utilizada en Sistemas de Información Geográfica y en análisis espacial para establecer una relación entre puntos y espacio.

Con el establecimiento de los españoles en

la zona de estudio, nuevas formas de

organización fueron implantadas. Tras el

negativo papel de Nuño de Guzmán y el

asesinato del rey tarasco, se dio una

desintegración paulatina del antiguo

sistema político. Se pierde el poder central

y aparecen gobiernos locales, usualmente

bajo el mando de nobles indígenas o

parientes del antiguo rey (Félix de

Espinosa, 2003., p.94). Esto nos lleva a

pensar que en una primera etapa de

desorganización del antiguo sistema

político tarasco generado por la muerte del

cazonci, los anteriores gobernantes tarascos

lograron adaptarse al nuevo sistema

político implantado por los españoles,

siguiendo el sistema indígena.

En nuestra zona de estudio, los centros de

poder residían principalmente en

Tzintzuntzan en una etapa temprana, para

posteriormente tomar su jerarquía la

ciudad de Pátzcuaro. En cuanto a las

cabeceras dentro de la encomienda de Juan

Infante que abarca nuestra zona de estudio,

aparecen distintas formas de organización

en los documentos disponibles.

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Imagen 12: Mapa indicando la propuesta elaborada con el método de los polígonos de Thiessen indicando

las divisiones políticas de la zona de estudio.

Imagen 13: Ubicación de los principales centros de poder en la etapa prehispánica.

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En la cédula de encomienda de 1528,

aparecen Erongarícuaro y Chupícuaro como

cabeceras.6 En un documento referido al

proceso por la posesión de los “barrios de la

laguna” de 1531 (Paredes, 1984: 42),

aparecen Erongarícuaro y Capacuaro como

cabeceras. Posteriormente, cuando sale de

la cárcel Infante y vuelve a su encomienda,

en un documento de 15467 aparece

Jarácuaro como la cabecera principal de

todos los “barrios de la laguna”, y con

cabeceras en Erongarícuaro (con San

Francisco Uricho, Huiramangaro y

Pichátaro como sujetos) y San Jerónimo

Purenchécuaro (con Atzcuaro, San Andrés

Tziróndaro, Guanimao y Cutzaro como

sujetos). Esto nos lleva a concluir que

Erongarícuaro, Chupícuaro, Capacuaro,

Jarácuaro y Purenchécuaro, fueron centros

de poder en las diferentes etapas de la

encomienda de Juan Infante, hasta 1553

(Paredes Op. Cit: 42) en que el rey le quita

esos poblados y se los devuelve a la ciudad

de Pátzcuaro (imagen 14).

La etapa de la encomienda en la primera

mitad del siglo XVI causó una gran baja

demográfica entre la población indígena,

además de pestes y plagas que diezmaron

poblados enteros, reflejándose en una

6 AGI justicia 203, f.21r, paleografiado por Carlos Paredes, inédito. 7 Papeles de Nueva España, vol.1, pp. 123 y 181, citado por Carlos Paredes, 1984, op.cit., p.64

nueva configuración del paisaje cultural

que analizamos. Al establecerse la

encomienda con Juan Infante y comenzar el

litigio con Vasco de Quiroga por la posesión

de los “barrios de la laguna”, se dio una

división de la cuenca, en que el

encomendero tenía bajo su control a la zona

norte y oeste; mientras que el obispo

Quiroga tenía influencia en el sur y el este.

La división del espacio tarasco en cuatro

partes alrededor de un centro, se verá

modificado por los intereses económicos y

políticos de estos dos personajes

novohispanos.

Algunos asentamientos que integran

nuestra muestra de estudio en el periodo

prehispánico desaparecieron, como

Itzícuaro, Napizaro, Tepetates, Yotatiro, La

Zarzamora y San Isidro, sin embargo,

vuelven a aparecer en los siglos posteriores,

lo cual daría como resultado la hipótesis

que estos asentamientos al carecer de

importancia para los conquistadores

españoles, se perdieron de vista, pero

permanecieron en el imaginario colectivo de

alguna manera, ya que al paso de tiempo

fueron ocupados nuevamente, generando

cambios estratégicos en la configuración

espacial regional.

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Imagen 14: Mapa de la zona de estudio resumiendo la información disponible sobre los asentamientos

encomendados a Juan Infante.

En cuanto a la producción, es referida a la

adquisición, intercambio y consumo de

productos para la subsistencia de los

grupos culturales. Los productos que eran

consumidos en la zona de estudio en la

etapa prehispánica, tenían una procedencia

distinta acorde a su estatus social: la gente

común consumía lo que producía o lo

intercambiaba en Asajo, mientras que la

élite residente en Erongarícuaro lo recibía a

través del tributo o del intercambio

comercial de productos externos a la

cuenca, lo cual era una forma más de

imponer su estatus preponderante en la

sociedad tarasca (Gorenstein y Pollard,

1983, p.104).

En nuestra zona de estudio, el mercado de

Asajo manejaba una gran cantidad de

productos procedentes de la ciénega de

Zacapu, como hortalizas, frijol y maíz

principalmente. Recordando que la

población de la cuenca lacustre en el

momento de máxima expansión del reino

tarasco era de aproximadamente 60,000 a

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105,000 habitantes, puede deducirse que la

cantidad de productos alimenticios para su

consumo no eran producidos en su totalidad

en las tierras dedicadas a la agricultura

(Kemper, S/f), por lo que suponemos que se

deben haber importado a través de redes

comerciales, como ya quedo establecido en

puntos anteriores. Estas redes eran

esencialmente regionales y locales, por lo

que es posible que los productos

procedieran de zonas relativamente

cercanas, como la zona productiva de la

ciénega de Zacapu.

En el caso de Asajo, los nuevos caminos y

medios de transporte de la etapa virreinal,

facilitaron el intercambio entre la cuenca

lacustre de Pátzcuaro y la ciénega de

Zacapu, de forma más directa, sin

necesidad de hacer escalas en Asajo, por lo

que este mercado perdió importancia,

transformándose en un centro de menor

categoría.

Para la etapa prehispánica, es manifiesta

la importancia que los caminos, tanto

terrestres como lacustres, tuvieron para la

población local. De la zona noroeste, varios

caminos unían a la cuenca con Zacapu

hacia el norte o con Uruapan hacia el oeste,

por ejemplo, partiendo de Erongarícuaro y

Tziróndaro, pero ambos iniciaban en

embarcaderos que permitían el cruce del

lago hacia la capital del reino tarasco:

Tzintzuntzan.8

En la etapa virreinal, el plano de

Beaumont, indica los principales caminos

existentes en el siglo XVI. Uno de los

caminos inicia en Tzintzuntzan, a la que

marca como “Ciudad capital de los reyes

tarascos”, partiendo del embarcadero

ubicado frente a la isla de Pacanda,

cruzando la ciudad por la plaza mayor

hacia las yácatas del rey ubicadas frente a

la localidad de Uhatzipan, continuando

hacia una intersección frente a Yemaquaro,

siguiendo el camino cerca del Humilladero,

Huecorio, Tzentzenguaro hasta terminar en

Pátzcuaro. A un lado de este camino se

marca otro, partiendo también de

Tzintzunzan, pero de otro embarcadero

próximo, cruza la ciudad por un costado del

hospital, pasando a un costado de

Sirandagacho, bordea el cerrito Carichuato

y llega a la intersección de Yemaquaro.

Otro camino parte de la misma ciudad de

Tzinztuntzan, pasando por Sirandagacho,

donde en una intersección se desvía rumbo

a Cocupao (hoy Quiroga) y continúa rumbo

al noreste. En nuestra zona de estudio,

varios caminos unían a la cuenca con

Zacapu o con Uruapan, por ejemplo,

partiendo de Erongarícuaro y Tziróndaro,

8 Para profundizar, revisar Claudia Espejel, Caminos de Michoacán…y pueblos que voy pasando, México, INAH, 1992

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pero ambos iniciaban en embarcaderos que

permitían el cruce del lago hacia la capital

del reino tarasco: Tzintzuntzan. Esto

destaca la importancia que tenían los

caminos tanto terrestres como lacustres

para este periodo (imagen 15).

Imagen 15: Mapa de reconstrucción histórica de la zona de estudio, marcando los caminos identificados

tanto en la etapa prehispánica como en la virreinal.

Finalmente, queda demostrado que la

hipótesis planteada en un inicio, se

comprueba con estos resultados, ya que a

través de las reconstrucciones históricas

realizadas, se identificaron cambios pero

también permanencias en el paisaje

cultural generadas en cada una de las

etapas analizadas.

Con la finalidad de presentar en forma más

clara las transformaciones y permanencias

identificadas, se elabora el siguiente

esquema, basado en la información

anteriormente presentada.

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Tabla 1. Transformaciones y permanencias en el paisaje cultural del siglo XVI Etapa prehispánica Etapa virreinal

Caminos recorridos a pie Transformación Caminos recorridos a pie y caminos de herradura

Cultivo de maíz en terrazas Transformación Cultivo de trigo en camellones Trazo de caminos considerando

las formas físicas Permanencia Aprovechamiento de los caminos

prehispánicos Tributo para garantizar

supervivencia Transformación Comercialización de productos

tributados Formas de explotación de

recursos naturales lacustres Permanencia Formas de pesca tradicionales

Ubicación de los asentamientos con dominio visual del lago

Permanencia Ubicación de los asentamientos con dominio visual del lago

Religión tarasca y estructura de centros religiosos

Transformación Religión católica y nueva estructura parroquia, visita, etc.

Estructura política con centro de poder relacionado con nobleza

Transformación Estructura política con cabeceras establecidas por encomienda

Centro de comercio en Asajo, Pareo y Tzintzuntzan

Transformación y permanencia

Centro de comercio en Pátzcuaro y Tzintzuntzan

Reflexiones finales

Este trabajo de investigación presenta

fundamentalmente, el proceso de transición

de una cultura a otra, es decir, desde la

etapa prehispánica en el momento de la

máxima expansión del reino tarasco

pasando por el proceso de la conquista

española hasta las primeras décadas de la

vida virreinal. Dos momentos culturales: el

de la cultura tarasca y el de creación de la

cultura novohispana, que dejaron su

impronta en el paisaje cultural de la zona

noroeste de la cuenca lacustre de

Pátzcuaro.

Como conclusión general, se considera que

esta investigación, genera aportaciones

importantes dentro de los estudios

regionales para la comprensión del proceso

de configuración del espacio, en su escala a

nivel territorio, lo cual permite, con base en

el conocimiento del pasado, comprender el

presente y poder planificar adecuadamente

el futuro desarrollo de la región noroeste de

la cuenca lacustre de Pátzcuaro.

Tomando en consideración la idea de que

cada cultura genera un paisaje específico, a

partir de la instalación de formas culturales

sobre las formas naturales del territorio en

que se asientan, se comprueba que tanto la

cultura tarasca como las aportaciones

hispanas, a través de la instauración de

diversas formas culturales sobre el espacio

natural, generaron paisajes culturales

distintos, con permanencias y

transformaciones identificadas.

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La hipótesis que generó esta investigación,

establece que las formas físicas y las formas

culturales generadas por el antecedente

cultural tarasco en la nueva cultura

Novohispana, transformaron el territorio

analizado, creando un paisaje cultural

específico, que sufrió cambios importantes

durante la primera parte del siglo XVI; se

considera comprobada, ya que a lo largo de

la investigación, se demuestra la influencia

del antecedente tarasco en la morfología del

paisaje cultural de la zona noroeste de la

cuenca lacustre de Pátzcuaro durante la

primera mitad del siglo XVI, así como la

impronta de la cultura novohispana

resultante de la mezcla de elementos

prehispánicos con europeos.

Esta influencia de la aportación tarasca, se

hace evidente al identificar permanencias

en la etapa virreinal, como la continuidad

de los caminos, la ubicación jerárquica de

los asentamientos principales con dominio

visual del lago de Pátzcuaro, la explotación

de recursos lacustres, el sistema tributario

y el aprovechamiento de las estructuras

político administrativas tarascas para crear

el cabildo indígena, entre otros. El proceso

de identificación de las formas naturales,

muestra también las permanencias de la

etapa prehispánica, al analizar por ejemplo

la relación existente de los habitantes de la

cuenca lacustre con el lago, las diferentes

formas de explotación de sus recursos

naturales, que pervivieron hasta la

actualidad, al igual que el sistema de

transporte acuático a través de canoas,

manteniendo un sentimiento de identidad

entre los diferentes pueblos ribereños que

aún sus habitantes presentes lo

manifiestan, a pesar de que el uso de la

flora y fauna como fuente alimentaria ha

decrecido debido a efectos negativos como

contaminación y sobreexplotación entre

otros.

Sin embargo, las transformaciones

identificadas, también dejaron su impronta

en el paisaje cultural novohispano, como la

sustitución de la religión tarasca por la

católica, que generó cambios importantes

en varios rubros, como la modificación o

desaparición de algunos caminos

procesionales. Otro cambio importante, fue

el establecimiento de una nueva forma de

organización económica, la encomienda de

Juan Infante, que cambió las relaciones

entre cabeceras y sujetos, transformando

las relaciones jerárquicas existentes en la

etapa prehispánica.

Otra transformación importante, es el modo

de vida, que durante la etapa prehispánica

estaba regida por su cosmovisión basada

sobre todo en la importancia de la

supervivencia, es decir, en los ciclos

agrícolas. Sus dioses, sus rituales, sus

creaciones artísticas (incluyendo por

supuesto a la arquitectura) tenían como

principal razón de ser el coadyuvar a las

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fuerzas superiores a la preservación y

mantenimiento de las condiciones

necesarias para lograr cosechas abundantes

y obtener los productos lacustres necesarios

para cubrir las necesidades de la sociedad.

El mismo sistema político tenía su base en

este principio fundamental, al ser el rey o

cazonci el representante de Curicaueri, dios

fuego, dios relacionado con el sol, sin el cual

no existe vida.

A la llegada de los españoles, esta visión del

mundo cambia radicalmente, a pesar de los

esfuerzos de los mendicantes por

transformar algunos rituales con la nueva

religión. Su dependencia de la agricultura

tendrá un nuevo protagonista: el tributo

que debería pagar a la codicia del español,

en lugar del tributo pagado al

representante del dios que garantiza la

supervivencia. Enfoques distintos, modos

de vida diferentes.

Es posible entonces, con los resultados

obtenidos, confirmar que tanto los procesos

culturales como las formas de apropiación

del espacio natural que se dieron en ambos

momentos culturales, definieron la

morfología del paisaje cultural novohispano

del siglo XVI.

Esta morfología del paisaje cultural, se

define a partir de una postura teórica

apoyada en otras disciplinas, como la

geografía y la historia, que permiten una

visión más amplia del problema de

investigación, y que facilitan las

herramientas necesarias para lograr una

lectura del espacio que va más allá del

objeto arquitectónico o los elementos

urbanos, englobando aspectos de

transformación cultural del paisaje natural

por parte de grupos sociales que se

apropian del territorio. Estas

transformaciones son identificadas con

procesos sociales, políticos, económicos y

culturales, que tienen su sustento en

formas naturales.

Uno de los principales aspectos tratados en

este trabajo, es el de la relación existente

entre el espacio prehispánico y el espacio

virreinal. La concepción que los tarascos

tenían del espacio, procedente de su

cosmovisión, estaba definida por varios

factores: el primero es el desarrollo de la

vida cotidiana al aire libre, situación

permitida gracias a la benignidad de la

forma física del clima. El contacto diario

con la naturaleza, la dependencia directa de

la subsistencia relacionada con el acceso a

los recursos lacustres y productos agrícolas,

generaron un sistema de distribución de

asentamientos dispersos, que facilitaba la

explotación de las formas físicas existentes

en la cuenca lacustre de Pátzcuaro.

Esto explica en gran medida la cantidad de

asentamientos prehispánicos identificados

tanto por Helen Pollard como Efraín

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Cárdenas en la cuenca, ya que la población

se encontraba muy dispersa en todo el

territorio. Esta situación con la que se

encontraron los españoles a su llegada, fue

uno de los elementos que posteriormente

generaría el proceso de congregaciones,

fenómeno que permitió a los conquistadores

una más eficiente explotación de la mano

de obra tarasca, así como facilitar la labor

evangelizadora de los mendicantes

franciscanos.

Sin embargo, el tema de las congregaciones,

que ha sido trabajado por varios

investigadores, sobre todo historiadores y

antropólogos, aún se encuentra en debate

para la zona lacustre de Pátzcuaro, no así

para otras regiones como la sierra

purépecha o la cañada de los once pueblos.

Debido a ello, en este trabajo de

investigación se retoma la propuesta hecha

anteriormente, de que el proceso

congregacional sí afectó a nuestra zona de

estudio, en las congregaciones tempranas y

voluntarias de indios en Tzintzuntzan y

Pátzcuaro fomentados por Quiroga y en el

proceso de finales del siglo XVI que se

encuentra fuera del límite temporal

establecido para este estudio.

La visión del espacio de los europeos, de

centros urbanos compactos medievales

producto de la inestabilidad política

generada a la caída del imperio romano,

contrastaba por completo con el modelo

tarasco de asentamientos dispersos y vida

al aire libre. El concepto de habitabilidad y

de apropiación del territorio para una y

otra cultura, implica por tanto, una

diferenciación a partir de las formas físicas

y culturales que integran los paisajes

culturales propios de cada una.

Por otra parte, tomando en cuenta los

estudios previos que alimentaron la

investigación, (para el periodo

prehispánico: Helen Pollard, Efraín

Cárdenas, Eugenia Fernández Villanueva

Medina, Eduardo Williams y Phil C.

Weigand; y para el periodo virreinal los de

Carlos Paredes y Brigitte Boehm

Schöndube), se considera que este trabajo

aporta por una parte la interacción con la

geografía histórica, que resulta

fundamental para la elaboración del cuerpo

teórico que da sustento al presente trabajo.

Por otra parte, el estudio a nivel territorio

de una zona bien definida y no muy

estudiada, aporta también un plus a los

estudios anteriores, cuyas temáticas

abarcaban dos escalas: a nivel macroregión

como es el caso de Helen Pollard que

trabajó toda la cuenca lacustre de

Pátzcuaro; o sólo trabajan a nivel

asentamiento humano, como el estudio de

Eugenia Fernández en Tzintzuntzan.

Tomando en cuenta que el proceso de

transición de la etapa prehispánica a la

etapa virreinal en el noroeste de la cuenca

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lacustre de Pátzcuaro, es más complejo de

lo que aparenta a simple vista; se considera

que el estudiar esta etapa a nivel territorio,

puede dar nuevas pautas a futuros estudios

en otras regiones que permitan reconstruir

de manera integral todo el proceso de

generación de la cultura Novohispana en el

antiguo obispado de Michoacán.

Sin embargo, como se señaló

anteriormente, es fundamental el analizar

a nivel asentamiento humano cada una de

las poblaciones que integran la muestra de

estudio, en su estado actual, para inferir

con fuentes históricas su proceso de

desarrollo urbano durante la etapa

virreinal. La morfología urbana de estos

poblados, analizada desde una postura

multidisciplinaria, podrá complementar el

estudio que se presenta en este trabajo a

nivel territorio.

Por ejemplo, la reconstrucción del sistema

parcelario, puede explicar la distribución de

espacios, la configuración de las manzanas,

la ubicación de los edificios jerárquicos

(religiosos o administrativos), etc. Esto

puede llevar a solucionar problemas

actuales de tenencia de la tierra, de

propiedad o incluso de obligaciones de

conservación patrimonial. El sistema de

espacio abiertos, también se considera

fundamental en la actualidad, pues se esta

dando un fenómeno a nivel nacional de

privatización del espacio público, sobre todo

aquel destinado a la recreación de los

habitantes de una comunidad. Por ello, el

estudio de estos elementos permitirá

comprender y explicar la manera en que

este fenómeno social se ha ido

desarrollando a lo largo del tiempo, y con

ello, generar propuestas de solución a esta

problemática.

Una vez más, se considera que la

reconstrucción histórica de los procesos de

desarrollo de las tramas urbanas, permitirá

comprender mejor la situación actual que

presentan estas comunidades y solucionar

de la mejor manera sus necesidades

presentes y futuras.

Otra línea de investigación desprendida de

este trabajo, es la de los estudios

comparados. Partiendo de la premisa que la

encomienda de Juan Infante en el siglo XVI

abarcó durante un tiempo los “barrios de la

laguna” además de los asentamientos de la

ciénega de Zacapu y los poblados de la

sierra, se considera que al comparar la

morfología de los paisajes culturales

propios de cada territorio, se podrá

responder a preguntas sobre la posible

existencia de una regionalización, mediante

el análisis de los procesos de conformación

del espacio en el siglo XVI.

Tratando de concluir, se retoma el tema

central de esta investigación: el paisaje

cultural. Dos aspectos fundamentales

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orientaron la interpretación de la

información que da cuerpo al presente

trabajo: la consolidación de un territorio y

la etapa del mestizaje cultural. Dos

dimensiones del problema: espacio y tiempo

definidos por la acción cultural ejercida por

dos grupos humanos.

Este estudio aporta por tanto, conocimiento

a la línea de la historia del urbanismo, y

por otra, busca formar parte de las nuevas

tendencias de conservación y gestión

patrimonial. Es importante señalar que el

concepto tradicional de patrimonio se ha

ampliado en tiempos recientes, como

menciona Roberto Fernández en su obra

sobre la gestión integral del patrimonio,

(Obra del tiempo, gestión integral del patrimonio, curso impartido en la facultad

del Hábitat de la UASLP durante octubre

de 2005, dentro de la Red Historia de la

arquitectura y conservación del patrimonio)

de monumentos aislados y con contenidos

histórico-artísticos a dimensiones más

urbanas, territoriales y ambientales desde

perspectivas interdisciplinarias, que

abarquen todos los aspectos que el

patrimonio a nivel territorio o paisaje

cultural contienen.

Por ello, es necesaria la concepción global

para entender la relación entre gestión del

patrimonio monumental y la planificación

territorial, ya que implica tomar en cuenta

las vocaciones específicas de las

configuraciones territoriales y de las

condiciones locales que dan forma a los

paisajes culturales. Al abordar la

dimensión territorial del patrimonio, es

importante tomar en cuenta que implica ir

mas allá de objetos, edificios y ciudades

para alcanzar la dimensión del territorio,

como lugar que registra la acción del ser

humano en formas culturales y que deja su

huella en el espacio natural, conformando

paisajes culturales que generan un interés

en la cuestión de la gestión patrimonial

integral.

Por otra parte resulta imposible no tomar

en cuenta el aspecto inmaterial del

patrimonio cultural, ya que forma parte

intrínseca de la identidad de pueblos y

personas. Por ello, se debe integrar la

cuestión ambiental al pensamiento y

práctica paisajística y la voluntad de

gestionar territorios como patrimonio.

Concluyendo, este trabajo de investigación

pretende dar soluciones a ciertos aspectos

de los problemas de territorio, cultura y

patrimonio que existen en nuestro contexto

regional. Es solo un inicio, pero las

posibilidades que se plantean, son tan

amplias como la labor del investigador de la

historia de la arquitectura y el urbanismo.

Bibliografía citada

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