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Paint it black Fiel a sí mismo. -AQUÍ YACE ALGUIEN CUYO NOMBRE FUE ESCRITO EN EL AGUA. (EPITAFIO EN LA TUMBA DE JOHN KEATS) (Dedicado a la memoria de A.C. y R.Ch. y al (maldito) lobo emisario de la muerte) Por más que lo desee, pido disculpas a los lectores (o espectadores) del siguiente relato, explicación, texto inclasificable. El problema no está en clasificar un texto, sino en clasificar los asuntos de la vida. MIERDA, MIERDA EN CAJITAS. } Pido de antemano disculpas por no incluir todos aquellos elementos relacionados directamente con la muerte, dado que mi memoria no es tan fiable a la hora de procesar recuerdos. Y que por tanto el criterio para juzgarlo sea a partir de los hechos y sucesos aquí mencionados, así como la postura personal (basada en la experiencia de vida) de quien me escucha o de quien me lee. Irónico que Gary Gilmour sea el tercero.

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Paint it black

Fiel a sí mismo.

-AQUÍ YACE ALGUIEN CUYO NOMBRE FUE ESCRITO EN

EL AGUA. (EPITAFIO EN LA TUMBA DE JOHN KEATS)

(Dedicado a la memoria de A.C. y R.Ch. y al (maldito) lobo

emisario de la muerte)

Por más que lo desee, pido disculpas a los lectores (o

espectadores) del siguiente relato, explicación, texto

inclasificable. El problema no está en clasificar un texto, sino

en clasificar los asuntos de la vida. MIERDA, MIERDA EN

CAJITAS. }

Pido de antemano disculpas por no incluir todos aquellos

elementos relacionados directamente con la muerte, dado

que mi memoria no es tan fiable a la hora de procesar

recuerdos. Y que por tanto el criterio para juzgarlo sea a partir

de los hechos y sucesos aquí mencionados, así como la

postura personal (basada en la experiencia de vida) de quien

me escucha o de quien me lee.

Irónico que Gary Gilmour sea el tercero.

COMENZAR CON EL ALEPH.

Traté de razonar.-Pero, ¿no es muy oscuro el sótano?-La

verdad no penetra en un entendimiento rebelde. Si todos los

lugares de la tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las

luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz.he

leído otros de los cuentos...se leen muy rápido...aunque para

entenderlos, se necesitan varias lecturas...aunque vea que la

tristeza por Beatriz, que acompaña a Borges a lo largo del

relato, no lo sé, pero se apacigua un poco con el tiempo.

Entre su muerte y el descubrimiento del Aleph, pasan

más de diez años, y aunque él lo recuerda cada

instante, al igual que la luz, y el lo que ve él,

finalmente sucumben a algo netamente humano...el

olvido. Sentí infinita veneración, infinita lástima. Todos

quieren expresar esa sensación de infinita grandeza y

de infinita miniatura, la paradoja cósmica que a Borges

acoge al contemplar el universo

Qué cuento tan poderoso... el poder de hecho no es nada

comparado con todo esa energía, con todos esos eventos que

se escapan de la voluntad humana (Santiago) si...aunque

suena un poco platónico...pero precisamente solo

accedemos a ellos a través de reflejos...nosotros

mismos somos un efecto y un reflejo del universo De

hecho, no sé, se me ocurre que es antiplatónico.no es

un idealismo, no se trata de pensar el universo como

una materia inmóvil, una esencia que permea todo...

sino más bien como una experiencia desbordante,

como un gran abismo... pero entonces...cómo acceder

a él... partiendo de que también somos parte de él es

agnóstico es como sí, pero no, plantear la ambigüedad

como experimento. De alguna manera Borges es usted.

Borges está muerto, los gusanos y las moscas se lo han

llevado a todas partes

Y usted, un bicho K. lo lee e interpreta el mundo, usted

está vivo y se apropia de él.Para muchos es solo un

cuento, pero para usted es El Aleph! fue pensar en la

muerte de Casagemas lo que me hizo empezar a pintar

en azul". (Picasso)El mejor de los tres es el que se

conserva en el Museo Picasso de París. Casagemas

yace en su ataud, con la marca del disparo en la sien

derecha, iluminado por una enorme llama en la que

algunos han querido ver una representación de los

genitales femeninos (tendría cierto sentido). Tanto en

el colorido como en las pinceladas, Picasso está

imitando a Van Gogh, y lo hace a propósito. Es un

homenaje póstumo a dos pintores que, deprimidos, se

quitaron la vida de un disparo. (La muerte como un

catalizador. El caso de Picasso y la relación que tiene

con el período azul, desencadenado tras la muerte de

Casagemas, que lejanamente recuerda la relación

entre Marlowe y Shakespeare, entre Sartre y Nizan).

El Greco, El entierro del Conde Orgaz

Después de una larga espera tuve que parame de nuevo y

replantear todos los acontecimientos de los últimos dos años.

Y es que no se puede considerar una etnografía,sin un

tratamiento prolongado por los hechos, la diferencia entre

sincrónico y diacrónico, la dimensión temporal. O en otro

sentido, inevitable que el objeto de estudio se transformaea

medida que el investigador también cambie, lo que para este

caso aplica: mi relación con la muerte y con los muertos. En

principio, había pensado para el día de hoy, elaborar un

recuento acerca de cómo elaborar una etnografía a través de

dos días que fueron uno solo. Dos años más tarde, no me

importa más que una cosa: replantar esta misma relación,

conectando dos puntos como cortes, entre líneas formadas

sucesivamente de puntos, valiéndome de una posición

abierta hacia la etnografía, la muerte (y con esto digo, la

vida), la sociología, la literatura; y un abordaje heterodoxo a

lo que suelen ser los mismos hechos, mediados por la mayor

cantidad de asociaciones, recuerdos y coincidencias en las

que estamos sumidos. Al respecto, traer a colación la técnica

de Nabokov expuesta en su biografía, que le permite pasar de

una cosa a otra. Tras estar corroído por la depresión y la

soledad, se me dio por organizar mis recuerdos. Quería

seguirle la pista a los momentos felices. Ya no tengo familia, o

ya no lo somos como alguna vez lo fuimos. Encontrarme de

niño también fue hallar a mi idiota interior, momento en el

que no cabían las preocupaciones y los días eran tan anchos

como un río. Cada vez que las observo, algo nuevo llega a mi

mente. Un caso es que desde niño, la mayor parte de los

personajes que aparecen en sentido cronológico, vuelven una

y otra vez a mi vida. Son mis fantasmas que se mueven

en espiral, porque los recuerdos van de atrás hacia

adelante, para ser vividos otra vez. De eso se trata

recordar. En una de esas fotografías está mi abuelo, que ya

no existe, y en el que pienso de vez en cuando. La sensación

de observar todo el conjunto de fotos organizadas en una

vitrina, verse a sí mismo un poco cosificado, se parece un

poco a la sensación que tuve el año anterior, cuando falleció

mi abuelo, y su rostro pálido y amarillento –la faz cadavérica-

era un reflejo de mi propio rostro, a la vez tan cercano y tan

distante. Los personajes de mi vida aparecen y se repiten, y

con cada uno está una historia. Allí veo a mi primo, en unas

fotos de nuestra niñez, al lado de una piñata, en el campo

salimos con los viejos y unos perros. LETANÍAS.

pero descubrir la muerte es algo no sé si

necesario...para descubrirse uno mismo. No es muy

lúcido decirlo a través de la resaca. EL CARNAVAL DE

LA MUERTE. El primer contacto con la muerte

pienso...que es fundamental para entenderse, para

reconocer la contingencia, olvídelo...solo que cuando vi

mi primer muerto en la niñez tuve pensamientos

parecidos a los que acabo de describirme...

Ni el Sol ni la muerte se pueden mirar fijamente, La

Rochefauld.

La Muerte... Un compromiso de todos. El primer disco de la

Pestilencia.

¿No existe una posibilidad de pensar algo distinto?

¿Una relación con la muerte secular, o con elementos

más cercanos a las posibilidad del presente? Ya

creador no hay para volver a comenzar/Como dijo la

sagrada maldición/El universo en siete días lo creo/La

tercera guerra mundial será un estruendo

nuclear/donde historiadores no podrán narrarla/ Y los

humanos no podremos resistirla.

La cultura es una manera de darle sentido a nuestras

existencias, que de por sí son sociales. Es nuestra segunda

piel pero para sustentarla necesitamos establecer una

diferencia con el mundo de atrás, la naturaleza. Venimos de la

selva o del desierto, o como sea, pero es imperante decir que

algo sucedió, algún personaje la embarró o el mundo se acabó

y renació en forma medio humana. Por ello los rituales, para

reconocer nuestra propia existencia, dotada de conciencia de

puro y llano milagro. Claro que no todos los rituales alcanzan

el punto qué le digo, en muchas ocasiones, son una manera

de expresar un paso, un tránsito, de manera social. Es como

un guión ya escrito, sobre qué, cómo y porqué vivir. No es tan

evidente en nosotros, pero que otro rito más cercano que el

grado, para simbolizar la entrada al miserable mundo laboral,

o para simular que se es un adulto. Mire que hace unos días

divagaba con crudeza sobre las fiestas de quince. Las

relacioné con los ritos de paso en otras sociedades, en las que

una vez a la niña le llega su primera mestruación, es

encerrada, aleccionada por las mujeres que la rodean, y

cuando la experiencia concluye, la comunidad se encarga de

celebrarle, gritando a los cuatro vientos que ya no tenemos

una niña, sino una mujer. Es curioso pero las fiestas de quince

años son eso, y disculpará la frialdad, pero su función es

encubrir que la niña con vestido rosa y que baila el vals del

Danubio Azul con los edecanos, ya menstrúa (con el perdón

de todas las feministas que conozco).

¿Y qué es la vida? Sí, tiene toda la razón. Ya lo decía un tal

Céline hace ochenta años: Viajar es muy útil, hace trabajar la

imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas.

Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza.

Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y

cosas, todo es imaginado. Es una novela, una simple historia

ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca. Y, además, que

todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos.

Está del otro lado de la vida.

Pero, sí, será mejor introducir una pausa antes del fin. Aunque

algo muy feo....recuerdo que vi un curso de antropología de la

muerte, con una señora en verdad moribunda...ella nos

hablaba de los moribundos, diciendo que antes de morir,

muchos parecen recobrar la vida por instantes, pero no, es

puro engaño, como una última patada antes de irse por

completo.

Para cuando se hable de México, la relación con los

muertos, García Márquez y su funeral. NADIE ES DE

NINGÚN LUGAR HASTA QUE NOTIENE UN

MUERTOTodavía no tenemos un muerto—dijo él—. Uno

no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto

bajo la tierra. De José Arcadio a Úrsula.

Para mí la noche es día/ay que solo estoy. solo me

espera la muerte/ay que solo estoy/cuando cambiara

mi suerte?

¿La descripción del fallecimiento de A.?LOBO-LOBO-

LOBO. Y en cuanto a la muerte, sí, es mucho más

sincero vivir teniéndola como una sombra. Aunque

para el caso de nosotros no es algo tan evidente como

en otros. Está el caso de una enfermedad, en la cual no

se trata de curarla sino más bien de convivir. (La

enfermedad de vivir).

«Y esa muerte sólo existe en la imaginación; somos

nosotros los que tenemos esa idea.La Naturaleza no la

conoce.Hasta la más cruel de todas las muertes o

catástrofes se borra en la indiferencia absoluta de la

Naturaleza. Sólo nosotros damos a esta vida cierta

importancia. La Naturaleza podría asistir sin inmutarse

al exterminio de la raza humana. (…) Condenamos sin

ninguna pasión; ya no hay bellas muertes individuales

dadas en espectáculo; sólo queda una rutina mortal,

anónima, por la que pueden ser pasados pueblos

enteros con un cálculo frío hasta el día, por fin, en

que toda la vida sea liquidad.” (Marat Sade)

Una reflexión sucinta derivada de las caminatas sin

sentido a lo largo de la ciudad, pasear sin rumbo entre

las estaciones de bus, mordido por el polvo, dejando

que las brisas de aire se posen en mí, y que de ese

mismo modo, se diluyan las penas y la tristeza.

Después de que algunas cosas que me sucedieron que

replantearon mi relación con la muerte, o de la muerte

en relación con los vivos, fue que muchas cosas se

escapan de la vista, me ponía a pensar en la muerte

como un fenómeno mucho más cotidiano y presente de

lo que parece. Sorprende el hecho de que en medio de

la parafernalia montada por la Iglesia Católica y su

negación de la vida, la afirmación del dolor y los ritos

que impregnan las despedidas, se encuentra un mundo

que trata de dotar al mismo fenómeno de otro sentido,

como bien pasa al entrar en cualquier antro conocido

como la última lágrima. La muerte canta de alegría, es

algo que puede sonar extraño dentro del absurdo, pero

hay infinidad de canciones que así lo expresa. La

muerte se sale por los poros y se escucha en todos los

parlantes de la ciudad, en parte, para que no la

olvidemos, en parte, para que salga de nosotros. pero

jeje expresa una relación con la muerte propia de

nuestra cultura populares, algo no

domesticado..salvaje, irreverente,muy distinto al

réquiem de Mozart, a las ceremonias privadas con

música poco sincera, la muerte en hospitales...a la

racionalización de la muerte que la descontamina pero

irónicamente le quita "vida". ES LA VIDA LA QUE CANTA

A LA MUERTE.,

Yo no quiero que me hablen, de pena ni sufrimiento. Yo

quiero vivir mi vida, alegre, feliz, contento. /El dia que

yo me muera, no quiero llanto ni rezo. (A la memoria

del muerto-Fruko). Que traigan mucho aguardiente, y

todos bailen contentos. Y que bailen mis amigos, a la

memoria del muerto. Y que bailen las muchachas, a la

memoria del muerto. Yo no quiero que me hablen, de

pena ni sufrimiento. Yo quiero vivir mi vida, alegre,

feliz, contento. El dia que yo me muera, no quiero

llanto ni rezo. Que me lleven a mi Cali, a Barranquilla y

el Puerto. Que traigan mucho aguardiente, queden

todos bien contentos.

Cuando me muera levanten/ una cruz de marijuana, con

diez botellas de vino y cien barajas clavadas, al fin

¿qué fue mi destino? Andar en las sendas malas. Sobre

mi tumba levanten una cruz de marijuana. No quiero

llanto ni rezo, tampoco tierra sagrada, que me

entierren en la sierra con leones de mi manada. (LA

CRUZ DE MARIHUANA)

PARA MI LA NOCHE ES DÍA

cuando yo me muera no quiero que lloren/hagan una

fiesta con cohetes y flores y se sirva vino y que traigan

mariachis para que me canten mis propias canciones y

si muero lejos del amor que quiero mandelen una carta

y que venga enseguida para que me bese como

despedida cuando ya me dejen con la tierra encima.

cuando yo me muera que suelten palomas para que en

sus alas se valla mi alma que le den permiso en la

iglesia del pueblo para que repiquen por mi las

campanas

Si lloras por capricho o por melancolía olvida ya la

pena y vive del presente he vuelto lleno de cariño y

con ansias de amarte y quererte más. (EL AUSENTE-

FRUKO)

Cuando me muera y me tengan que enterrar/ Quiero

que sea con una de tus fotografías/ Para que no me de

miedo estar abajo/ Para que no se me olvide como es

tu cara/ Para imaginar que estoy contigo/ Y sentirme

un poquito vivo. (Mátenme porque me muero-caifanes)

Cuando al panteón ya me lleven no quiero llanto de

nadie.... Sólo que me estén cantando la canción que

más me agrade el luto llévenlo adentro teñido con

buena sangre... Y si al correr de los años/ mi tumba

está abandonada... y aquella cruz de madera ya la

encuentran destrozada remarquen las iniciales de

aquella cruz olvidada junten la tierra y no olviden que

el que muere ya no es nada!!! (Cruz de madera-Los

rayos)

(La cruz de madera). Nota, las muertes en los caminos,

las cruces en los caminos: las ánimas que tienen sed.

Como si diera a pie a una especie de equilibrio (en la

cultura), a juego pactado y en tablas entre la vida y la

muerte.

DARK WAS THE NIGHT, COLD WAS THE GROUND

En cierto modo quería hablar con usted para contarle

una serie de asuntos que me han dado vuelta en la

cabeza, por no decir un vuelco en la existencia, y que

por la naturaleza de esas circunstancias, hubiera

preferido hacerlo personalmente. Lo que me motiva a

hacerlo ahora es que de postergarlo, ya no podré hacer

nada, y se olvidará, o peor aún, empezará a mancharse

de recuerdos que harán de la situación diferente, un

recuerdo alterado por la memoria y la nostalgia. He

cometido la equivocación de narrar estas historias una

y otra vez, pero no me consuela esta forma, la

presiento como una descarga –aún peor que ésta-

porque será devorada por lo efímero. Me ha sucedido

que se cuenta algo y al día siguiente ya no se recuerda.

Le ocurre al otro, y eso da cuenta, de que tan

importante se puede ser para el otro. La comprensión

es incomprensión. También me ha sucedido, de que las

palabras entren por un oído y salgan por el otro. Lo

escribo, entonces, para que no se pierda tan pronto,

para que en una próxima vez pueda consultarlo, ya que

no lo haré para mí mismo.

uno los temas a incluir dentro de mis intereses es la

muerte. No sé de dónde exactamente proviene esa

fascinación, pero sucedió un hecho en tiempo reciente

–hace apenas una semana-, difícil de describir, revuelto

en emociones y sentimientos, impresiones y

percepciones, recuerdos y pensamientos, que en el

instante mismo en que duró, fueron como un sueño,

que al día siguiente, en cama, despertándome de una

pesadilla, preguntándome si aquello fue cierto, o no

más que un impase. Fue mucho más severo para que

fuese un detalle intrascendente, y aquel breve

pensamiento de que la realidad continuaba, que mis

días seguían ligados a una rutina, a un hábito de la

existencia, no dejaban de lado de que había ocurrido

algo lo suficientemente fuerte para haber causado un

cambio profundo en mi realidad.

La noticia fue la muerte de mi abuelo.

Un año atrás me enteré de la noticia de un cáncer.

Después del diagnóstico, mi abuelo estuvo encerrado

en el Hospital de Engativá, cirugía y exámenes, aún

con vida pero con el presentimiento de la muerte,

como una sombra que acosa, que no dicta el día pero

prepara su hora. Cuando me enteré, me sumergió en

una honda tristeza, que recuerdo ser incapaz de oír en

una clase los comentarios atildados y desatinados de

los demás, y que en la intensidad de los pensamientos,

me lanzó una tarde fría fuera del aula, luego de la

universidad, montando en un bus rumbo al hospital.

Esa fue una tarde muy triste, en el que repasaba

velozmente los acontecimientos de mi vida ligados a él,

pendiente de la impresión de una visita repentina. De

haberlo sabido, me lo habría tomado con más calma,

aprovechando que podía hablarme, y aún más, estaba

tan vivo como antes, pero esto no fue así, y en mi

inexperiencia, al subir las escaleras del centro médico

me derrumbaron los nervios. Entré al cuarto, no fueron

más que unos minutos, para observar el cuerpo

exhausto de un enfermo, que sin embargo, me saludó,

me preguntó por mi vida, y que a pesar de la serenidad

de las respuestas, la noticia del cáncer en lo hondo de

mí, me llenó los ojos con la amenaza de unas lágrimas.

No lo revelo a menudo, no suelo darle prelación a las

emociones, pero frente a esto, a la posibilidad de un

final, por más que esté dictado desde el comienzo, no

me gustan las despedidas, ni la de un amigo en un

funeral ni la de la pareja que pronto dejará de serlo.

Esta impresión se acrecienta cuando quien se despide

es un cercano, y en parte, por algo de vanidad, pues

ese hombre que está ahí en buena parte también soy

yo, quizá un reflejo distante por el tiempo, pero carne

de tu carne, que sin eludir los acontecimientos de la

vida, funciona a modo de espejo, no lo sabemos pero

es un presentimiento de cómo puede ser el final. Salí

de ahí al caer la tarde, un poco rayado después,

porque me ofendía el hospital, desaseado,

desorganizado, con enfermos arrebujados en cuartos,

una atención pésima, que me llevaba a reflexionar,

como un hombre no tiene derecho a morir con

dignidad. No era para tanto, entonces, pero paseaba

por un lugar más de la ciudad, los alrededores de un

portal, una iglesia con ventanas de fuego, un lote

enorme con el pasto hasta en las rodillas, y mi pies,

caminando, ligado la historia de mi abuelo a la ciudad.

Esa noche, en el bus de regreso a ningún lugar, porque

sé que no fui a casa, se varó unos instantes, saliendo

humo de una de sus llantas.

Meses después no hice ninguna otra visita, y por

meses, en medio de otras experiencias, el recuerdo de

mi abuelo fue insistente, pero para que inventar, por

más que las imágenes pasearan de vez en cuando, en

especial, a solas en el cuarto, en la oscuridad y poco

antes de dormir, no es que cambiara mi situación, el

impulso de vivir siempre ha sido más fuerte, una carga

encima, un cruel recordatorio.

La última vez que lo vi fue hace algo más de un mes. El

día anterior había sido largo, una fiesta y las sábanas

de una amiga, el regreso a casa la mañana del sábado,

de nuevo caminando. Tomé la decisión de cortarme el

pelo, dejar algo atrás, ser un poco más decente con mi

vida, pero no por eso, sino por decirle a mi mamá que

finalmente la acompañaría. Fue un trayecto largo, la

vida de él y de parte de mi familia, ha estado en Suba.

No tengo nada con respecto a la localidad, salvo que

queda en la mierda, pero como me asombra el paso del

tiempo, recuerdo que no hace mucho, quince años

atrás aún pastaban vacas y el terreno eran pantanos,

ahora ya no, moles de concreto y parques con

columpios, una nube de polvo que respiran los

pulmones de hierro.

Era el cumpleaños de él, el número 82, al que llegaba

la familia, no la propia de un patriarca, sino la de un

hombre envejecido y modesto, rodeado por sus hijas,

su esposa, dos nietos y una perra que batía la cola. Lo

saludé, me dio incluso dinero para cigarrillos, y

pasamos una tarde cada vez más fría, entre

conversaciones rotas, fotografías estragadas por la luz,

pedazos de pastel y vasos de gaseosa. A mi abuelo lo

vi bien, lo convencían de lo que seguía, una cirugía a

realizar en dos o tres días. En su rostro no recuerdo

haber observado una cuestión que me intriga: ¿Puede

reconocer en los ojos de alguien el rostro de la muerte?

Me ha sucedido antes, y es algo que se relaciona con

aquello que hablábamos acerca de las fotografías,

como si en la mirada se escondiera la esencia que hace

reconocible a un individuo, lo que revela su carácter

ante la vida, los períodos de felicidad y los estragos del

tiempo y las circunstancias. La mirada de la muerte es

la de los ojos apagados, la de aquellos cuyo brillo se

hace más tenue hasta ser inexistente. Es el camino sin

retorno.

Lo que siguió no fue para nada positivo. En un tiempo

bastante corto, mi abuelo pasó de una expectativa de

una cirugía breve que lo dejara descansar en casa, a

una súbita complicación, a una infección que lo postró

en cuidados intensivos, a una repentina perotonitis, y a

constantes lavados y cosas que desconozco, y de las

que preferí aislarme por un rechazo respecto a ciertos

tratamientos, que el destino sea morir en un hospital,

despedazado por los médicos. En verdad, mi abuelo no

tenía escapatoria, su edad era avanzada y su

enfermedad incurable: de un cáncer de colón nadie se

salva. Lo que no me gusta en esta situación, y que

podrían excusar por la juventud y desconocimiento, es

que en nuestra sociedad no se aprende a morir, como

tampoco lo sabe usted, muchas veces, ni siquiera se

aprende a vivir. ¿Por qué terminar los días entre

paredes blancas? El solo pensarlo me eriza y solo

deseo que no ocurra nunca, que ese reflejo no sea el

propio, y que ojalá pueda hacer de mi vida una cosa

diferente.

Fue un período bastante terrible, que se prologó por

cerca de veinte días. No pude volver a visitar a mi

abuelo, y la única vez que decidí ir a donde estaba, en

el Cancerológico, mi visita se frustró por una cirugía.

Era una mañana horrible, fría y gris, insufrible ante la

vista de los cerros. Al no entrar, me llevaron a un

último piso, donde contemplé desde un amplio

ventanal las cúpulas de las Iglesias del Centro y las

casas que devoran los cerros. Y no solo eso, sino que

de vez en cuando, vi niños pasar, todos enfermos de

cáncer, incluso uno sin un ojo, su cuenca vacía, su

pequeña cabeza envuelta en una bufanda. Fue triste y

me prometí volver aunque era mentira. A la próxima

sería demasiado tarde.

No me lo pregunté mucho, pero no era buena idea

haberlo contemplado en la etapa final. Las

descripciones eran fatales: un hombre sin poder

hablar, respira lentamente mientras se apagan sus

signos vitales, atado y conectado a máquinas, en una

cama en una habitación compartida, paredes blancas y

olor a formol.

Lo que pensé después fue en el inevitable camino hacia

la muerte. Hoy día con el hecho ya resuelto, con el final

ya a cuestas, es posible develar la causalidad detrás de

cada día y cada detalle. Mi abuelo antes, más allá de

los mejores recuerdos, en tanto los últimos tiempos, el

andar cada vez más lento, el ocio en horas de

televisión, la renuencia a comer. Las cosas que se

pagan y que no se previenen: un cigarrillo, una copa,

un problema de salud. Los otros sucesos, ya propios de

la enfermedad, el diagnóstico, las medidas, el examen,

una primera operación, la extirpación de una parte, el

volver, cada vez peor, otra cirugía, otro tratamiento, la

cercanía del fin.

Hace una semana, el lunes, la noticia de su deceso me

llegó en un mensaje. Y luego la llamada telefónica de

mi madre: mi papi se nos fue. Sentí algo que no pude

expresar en ese momento, quería hacerlo, pero no ahí.

De repente la tarde se hizo de color azul, poco después

llovió, y no hubo lágrimas, pero afloraron la cantidad

de recuerdos. Era lo menos que podía hacer: recordar

su vida y pensar que más allá del descanso, de que

llegó la hora de la despedida, eso no detenía el curso

de los acontecimientos, de las otras cosas que estaba

viviendo, y que le contaré en el siguiente mensaje,

pero que justo ahora las omitiré, para decir que se

enredaban con esto otro, alegría y dolor.

Esa noche no fui el más cumplido, pero él ya no podía

sentirlo, estaba algo absorto y preso de mis

pensamientos. Me despedí de alguien con un beso bajo

la lluvia, sin decirle mi próximo destino, caminando

cuadras y cuadras mientras llovía y llovía, y mis

zapatos se mojaban cada vez más, las gotas hechas

charcos, y la imagen de que en Bogotá no me gustaría

morir. Tardé más de una hora en llegar al lugar

destinado: Cristo Rey, en la 69 con Caracas. Di unas

vueltas por Flores, la visión de los arreglos, cosa que

no me gustaba, y no por la disposición de las tiendas y

los colores, sino por ese olor tan desagradable, a flor

de cementerio y agua estancada. Contrasta bastante,

con algo que sucedió en ese mismo lugar, una

madrugada caminando con una chica, con vallenatos y

merengues en las radios, y los tenderos que

preparaban sus flores para la mañana próxima, el

domingo día de las madres. El caso es que di unas

vueltas más, apagué más de un cigarro antes de llegar,

hasta hallar la dirección.

El resto fue muy rápido y mis impresiones de esa noche

hasta la noche siguiente, me han parecido un sueño

negro del que intento reponerme. Lo que presentí

como un hondo dolor, se mezcló curiosamente, con la

experiencia del presente, y no sé si me entienda, pero

me refiero, que a pesar de lo que implicaba esta

circunstancia para mí y mi familia, no por ello, podía

dejar de sentir una fascinación ante un suceso inédito

en mi vida, o hasta entonces no en un cercano, y no de

esa manera, y que no puede ser otra cosa que la

muerte. Atrás quedó recorrer cementerios por gusto y

curiosidad, el juego del sociólogo y antropólogo,

buscando las tumbas de escritores. Mi relación con la

muerte siempre fue un asunto aparte, algo tangencial,

y que cuando la experimenté, fue algo que en

principio, me acechó de temores. La primera vez que vi

un muerto fue en el colegio, el fallecimiento de un viejo

profesor, que fue velado en la capilla del colegio, y al

que me acerque al ataúd por curiosidad, sin poderme

librar de la impresión del rostro impávido y el color

ceroso del muerto por cerca de dos noches. Desde

entonces la rehuí y solo en ocasiones excepcionales,

me vi en frente de ella.

Este año han sido tres funerales. Uno de ellos fue el de

García Márquez. También muy emotivo, en el que la

embriaguez por el viaje en el extranjero se juntó con el

homenaje; las personas con flores amarillas en sus

manos o solapas, lentamente avanzando en filas, se

postraban ante la urna, con respeto a pesar de la

invasión de los flashes, mientras la música colombiana

sonaba en el fondo. La muerte a miles de kilómetros de

casa.

Cuando arribé a la sala de velación, con la ropa

empapada y las ojeras marcadas, saludé a las personas

presentes en la estancia. Con tristeza saludar a mamá,

a la esposa de mi abuela, a mis tías. Disimulaban la

tristeza con distracciones; con distracciones fungían

tristeza. Me preguntaron que si quería acercarme y

despedirme. Eso hice, dando unos pasos hasta el

ataúd, y tocar la madera con mis manos. Luego miré

hacia dentro, en el que bajo un vidrio me reencontraba

con el abuelo. Algo extraño sentí, y era que verlo, por

más desolación que me causaba, se chocaba con una

curiosidad: por así decirlo, pensé que la muerte le

había devuelto la dignidad al abuelo, después de verlo

mal los últimos meses. La rigidez de su cuerpo no

opacaba la elegancia de un vestido azul a rayas y el

pelo entrecano peinado hacia atrás. El gesto

inamovible de sus labios, una sonrisa silenciosa. Si,

esto era distinto a lo de antes. Tal vez alcanzó la paz.

El hecho es que ya no podía escucharme ni sentirme, y

que esta última visita era para que nosotros le

diéramos un adiós.

Todo fue muy rápido. Mi abuelo falleció a la 1 de la

tarde de un lunes, y para las 4 de la tarde del día

siguiente, ya había dejado por completo de existir.

Falleció de un paro cardiorrespiratorio, poco después

de la visita de mi madre y de su esposa. Había pasado

cerca de 21 días en cuidados intensivos. Cuando los

médicos informaron la noticia, procedieron mi madre y

tías a preparar el funeral. No me contaron mucho,

suelo estar fuera de muchos asuntos familiares, sea

por omisión o exclusión. Me dijeron algo de un vestido,

de cómo alguien había ido a casa a traerlo. Esa noche,

un empleado trajo unos arreglos florales, y hacia las 10

de las noche nos expulsó del lugar, las luces eléctricas

se apagaron y la invitación quedó para la tarde

siguiente.

El martes pasado fue el funeral. Esa mañana, me vi

obligado a vestirme de paño, a ir a la universidad de

esa manera, paseando una incómoda situación. El

impulso de vivir me ganó, quedándome hasta tarde a

almorzar a la universidad, que cuando arribé a la

funeraria, me informaron que el féretro ya había

salido. Por fortuna, más vale tarde que nunca y alcancé

a pasar los minutos de la misa. No fue algo muy

concurrido, pues mi familia es pequeña y mi abuelo fue

un hombre que falleció viejo y era modesto, lo que

impidió que llegaran más personas. Adelante mi mamá

y tías, vestidas de negro, sentadas en la primera fila.

Mi primo, un par de bancas atrás, lloraba sin

contenerse, mientras que su mujer trataba de

consolarlo, pasando la mano por su espalda. El

sacerdote soltaba su prédica de mierda, las palabras

de la fe para el final, el ritual de despedida de los vivos

a los muertos. Lo más doloroso venía al final, cuando

concluye la ceremonia, el ataúd es bañado en agua

bendita, suena música lúgubre, mientras que seis

hombres, cada uno agarrado a una manija, llevaban el

féretro fuera de la Iglesia, hasta el auto que lo llevará

al cementerio. La procesión de estos seis hombres,

vestidos de negro, la tristeza inconfundible y el andar

lento, y seguido, los otros familiares y cercanos, mi

madre llorando, con la sombra rosácea de las lágrimas

en los párpados, con el brazo aferrado al de una prima

de ella, lentamente, el adiós para siempre. Me levanté

de mi puesto, salí del estupor de la circunstancia, y me

uní a mi madre en su dolor.

Una camioneta de color azul llevaba en el vidrio trasero

la cinta con el nombre completo de mi abuelo:

RIGOBERTO VILLANUEVA LOZANO. Detrás de él, en un

bus, estaban los que quisieron permanecer, y

continuar hasta el cementerio. Sentado en la última

silla, miraba por la ventana, el camino fuera de la

ciudad, el de la última parada. A mi lado fue una de mis

tías, Rocío, que por coincidencia, cumplimos el mismo

día y que también estudió en la Nacional.

Al llegar, unos dos kilómetros fuera de Bogotá, intenté

fumar un cigarrillo apresuradamente. Esperamos un

rato a que llegaran a todos, a que todo estuviera listo.

Finalmente, sin pensarlo, me vi junto al carro,

cargando junto a otro de los primos, el pesado ataúd

hacia el lugar de la cremación. Allí, los veinte que

quedábamos, nos preparamos para oír a un señor

cualquiera, otro sacerdote al servicio de las lucas y la

muerte, que tomó un libro y leyó lo que parecían ser

unas fotocopias, aquellas palabras que hablan del

descanso eterno. Al concluir, levantó la tapa del ataúd,

y nos instó a que juntos, dedicáramos los últimos

minutos para un último adiós. Fue así como los veinte

que estábamos, nos pegamos los unos a los otros,

todas las hijas de mi abuelo juntas después de mucho

tiempo, contemplando el cuerpo sin vida, que no sentía

ya, que no escuchaba, que dudo nos haya visto desde

arriba, con las lágrimas brotando con profusión. Yo me

acerqué, toqué el ataúd, y en silencio le regalé mis

últimas palabras. Inevitable compartir el dolor, que

salía espontáneamente, y al que dentro de mí, lo

entendía necesario y parte de la vida, de así como

existe la alegría, también era necesario el dolor, que

saliera y sentirlo, ser integrante del adiós. Fue como si

todos nosotros, hubiéramos levantado manos y

pañuelos para agitar, despedirnos, prometiendo que el

olvido es la verdadera muerte, y que cada uno de

nosotros, se llevaba el recuerdo, de lo que

compartimos con él estando en vida. Sin pensarlo, me

pidieron el favor para que tomara una manija y

ajustara el ataúd, nuevamente bañado en agua

bendita, para que por medio de unas ruedas, ingresara

en la puerta abierta de un horno, al cual entra, luego

se cierra, y ya no hay más. Ocurre esto, y una de mis

tías se derrumba, y llora para que todos escuchemos

sus lágrimas.

El regreso a casa fue con mis padres, y sentado en la

parte de adelante del bus, soy incapaz de tocar el libro

que llevo en mis manos. Los recuerdos emergen tanto

como las lágrimas. Pero es necesario. Al entrar de

nuevo a Bogotá por la Calle 80, se me viene a la cabeza

la último vez que pase por este lugar. En esa ocasión,

dos de enero, un largo sendero de tierra me llevaba al

Parque de la Florida, me acuerdo de esa tarde, el soplo

del viento en la piel, y la vista de un ave, una lechuza

blanca que agita sus alas en el cielo gris.

NUNCA ME HABÍA VISTO TAN DESNUDO EN LA VIDA,

RAZÓN POR LA QUE LA MUERTE ES UN

ACONTECIMIENTO SOCIAL POR EXCELENCIA: LA CLASE

SOCIAL, EL GÉNERO, SUS CREENCIAS, SU FAMILIA, SUS

COMPAÑÍAS. HASTA EL COLOR DE LA ROPA EN UN

LUTO.

Conversación entre Allen Ginsberg y Bob Dylan ante la

tumba del escritor beat Jack Kerouac. Si señor, la vida

finalmente te atrapa cansado de vivir. Em ambas

ocasiones fui yo un salvaje con el rostro mirando las

luces de las calles donde los fantasmas se apresuraban

a desprenderse de sus signos en un memorable solo de

chelo.¿ Sabes lo que está escrito enla tumba de Keats?

No-AQUÍ YACE ALGUIEN CUYO NOMBRE FUE ESCRITO

EN EL AGUA. Entonces Sebastian se fue a la guerra y

fue asesinado en la playa de Anzio durante la Segunda

Guerra Mundial. Y justo antes de morir, le envío a Jack

una pequeña fotografía grabada con la Adonais de

Shelley diciendo “Lloro por Adonais-Está muerto!”

(Epitafio completo de Keats“Esta Sepultura/ contiene

todo lo que fue Mortal/ de un/ Joven Poeta Inglés/

Quien/ en su Lecho de Muerte,/ ante el Malicioso Poder

de sus Enemigos,/ Deseó estas palabras/ para ser

enterrado en su tumba: AQUÍ YACE UNO/ CUYO

NOMBRE FUE ESCRITO EN AGUA.”). (MI PROPIA

FASCINACIÓN ANTE LAS TUMBAS DE LOS ESCRITORES)

¿Estuviste alguna vez en la tumba de Chejov?No, pero

estuve en la de Maicovski en Moscú.¿Qué tumbas has

visto?-La tumba de Víctor Hugo-Solía perseguir

cementerios en París-Fui a ver la tumba de Polonia.-

¿Así que esto es lo que te va a suceder a ti?-No, quiero

estar en una tumba sin nombre.

Un dialogo a solas con la muerte. De H. para H.

La muerte de Abel Antonio en mi tierra la sintieron los

muchachos. Fueron cinco noches que me hicieron de

velorio, para mis nueve noches todavía me deben

cuatro, Pobrecita madre mía,por mi muerte lo mucho

que sufriste, Abel Antonio no muere todavía, Abel

Antonio muere cuando Dios lo necesite, Abel Antonio

no llores que eso le pasa a los hombres,Abel Antonio

no te pongas a llorarque eso le pasa al que sale a

caminar. Que caso lastimoso el que me ha pasado a mi,

para que no le pase a otro esto le vengo a decir. Oiga

lo que es esto se acaba entre los dos, me gana la

muerte o me la gano yo,Esta muerte que me

atibulapara que este negro muera,que no me claven

sepultura,que yo vivo adentro y estoy afuera.Toda la

familia míami muerte la lloraba con duda, Abel Antonio

volvió a los cinco días,ha regresado vivo para levantar

su tumba,Abel Antonio no lloresque eso le pasa a los

hombres,Abel Antonio no te pongas a llorarque eso le

pasa al que sale a caminar.Que caso lastimosoel que

me ha pasado a mi,para que no le pase a otro esto le

vengo a decir.Oiga lo que es esto se acaba entre los

dos,me gana la muerte o me la gano yo. (La muerte de

Abel Antonio de Alfredo Gutiérrez). Interesante, en la

medida de que es el muerto quien habla, sobre su

muerte y su despedida, la relación con su familia, y la

aceptación de esta.

Montada en un caballo negro se anda paseando la

muerte/ Voy a ver si me la encuentro para que la anca

me lleve/ Montada en un caballo negro se anda

paseando la muerte/ Voy a ver si me la encuentro para

que la anca me lleve/ Para que quiero la vida si ya me

dejo la negra/ Desde el dia tu partida mi corazon me

deleita queja/ La muerte viene a caballo alla se oye

galapando/ Quiero que llegE a mi rancho alli la estoy

esperando/La muerte viene a caballo alla se oye

galapando/ Quiero que llege a mi rancho alli la estoy

esperando/ Ay negra porque te fuiste dejandome a mi

solito/ sabiendo que yo te quiero y no volvistes a

ranchito/ Llevo en el alma una herida la negra cambio

mi suerte/ Para que quiero la vida me voy a ir con la

muerte/ La muerte viene a caballo alla se oye

galopando/ Quieroque llege a mi rancho ahí la estoy

esperando/La muerte viene a caballo alla se oye

galopando/ Quiero que llege a mi rancho ahí la estoy

esperando (LA MUERTE A CABALLO- ENRIQUE DIAZ

Relación entre Colombia y la muerte.

Pensar en una cosa hipótetica: ¿Qué sucede con P.T. o

K.M.?

Siento una voz que me dice agúzate/ Que te están

velando/ Siento una voz que me dice agáchate/ Que te

están tirando. (Agúzate-Richie Ray)

No puedo verte triste porque me mata / tu carita de

pena; mi dulce amor,/ me duele tanto el llanto que tu

derramas / que se llena de angustia mi corazón. /Yo

sufro lo indecible si tu entristeces, no quiero que la

duda te haga llorar, hemos jurado amarnos hasta la

muerte y si los muertos aman, después de muertos

amarnos mas. Si yo muero primero, es tu promesa,

sobre de mi cadáver dejar caer todo el llanto que brote

de tu tristeza y que todos se enteren de tu querer. Si

tu mueres primero, yo te prometo, escribiré la historia

de nuestro amor con toda el alma llena de sentimiento;

la escribiré con sangre, con tinta sangre del corazon.

(Nuestro Juramento- Julio Jaramillo)

Tu eres la tristeza de mis ojos/que lloran en silencio

por tu amor /me miro en el espejo y veo en mi rostro /el

tiempo que he sufrido por tu adios Obligo a que te

olvide el pensamiento /pues siempre estoy pensando

en el ayer /prefiero estar dormida que despierta /de

tanto que me duele que no estes .Como quisiera ahhh

que tu vivieras /que tus ojitos jamas se hubieran

/cerrado nunca y estar mirandolos /Amor eterno e

inolvidable /tarde o temprano estare contigo /para

seguir amandonos /Yo he sufrido tanto por tu

ausencia /que desde ese dia hasta hoy no soy feliz /y

aunque tengo tranquila mi conciencia /se que pude

haber yo hecho mas por ti /Oscura soledad estoy

viviendo /la misma soledad de tu sepulcro tu eres el

amor del cual yo tengo el mas triste recuerdo de

Acapulco /Como quisiera ahhh que tu vivieras /que tus

ojitos jamas se hubieran cerrado nunca y estar

mirandolos /amor eterno e inolvidable tarde o

temprano estare contigo para seguir amandonos

(AMOR ETERNO-JUAN GABRIEL)

Si no me querés, te corto la cara/ con una cuchilla de

esas de afeitar, el día de la boda/ te doy puñaladas, te

arranco el ombligo/ y mato tu mamá. (La Cuchilla- de

las Hermanitas Calle) La música da hasta para la

muerte y el crimen pasional.

"hijo de mi corazon / por lo que acabas/ de hablar antes

/ de que salga el sol /la vida le han de quitar" / lo que le

encargo a mi padre /que no me entierre en sagrado

/que me entierre en tierra bruta /en donde me trille el

ganado /con una mano de fuera /y un papel sobre

dorado /con un letrero que diga /felipe fue

desgraciado.,

Armero y Luis Alberto Suárez Guava: Lugar donde lo

enterrado está desenterrado y lo desenterrado

enterrado, y la relación que tienen los entierros, la

polisemia aplicada al análisis del fenómeno, donde

entierro es a la vez muerto en tierra, brujería o magia y

guaca. Claro está, teniendo en cuenta, que en Armero

lo único que se mantuvo en pie ante las cenizas que lo

cubrieron todo, pues el polvo borró el pueblo de la faz

de la tierra, fue el cementerio y la zona de tolerancia.

Pedro Páramo y Juan Rulfo

Es curioso que de sociología, hayan emergido

personajes dedicados a otros oficios que a la largan

continúan la misma sociología. Un caso a señalar es el

de Luis Fayad, salido de las primeras generaciones de

la disciplina y cuya primera novela, un clásico de la

novela urbana en Colombia, Los Parientes de Ester,

comience justamente con una muerte: “Por eso cuando

Ester murió Gregorio Camero sintió su ausencia por

todos los costados, pero no la falta de orden en el

hogar.” La descripción al comienzo de la novela es

impecable: “Se encontraban en la sala, junto a las

mujeres que hablaban en voz baja y a los hombres que

fumaban sin descanso. El humo subía a través de la

nube que ya se había arremolinado a la altura de las

cabezas y que las velaba en su vaivén gris. (…) Se va a

enfermar –repitió. Él dio unos sorbos, pensativo.

Pensaba en que quizá no fuera tanta la tragedia si los

demás no contribuyeran a agrandarla, y pensaba

también en que quizá no existiera tal tragedia. Por

primera vez había pensado en la muerte, o al menos

tenía conciencia de que existía verdaderamente.

Alcanzó a pensar en que la vida es una estafa. Terminó

el café levantando el pocillo de manera que pudiera

beber hasta la última gota, y se incorporó. En la puerta

se detuvo y Doris creyó oírlo sollozar. Y tal vez fuera

sólo eso porque era ella la que no siempre podía

reprimir un gemido de desahogo, pero en ese momento

debía preparar el café para las visitas y algo de comer

para los parientes. Ellos habían estado entrando y

saliendo de la casa, dando la impresión de que no la

habían abandonado desde la noche del velorio. Aquella

noche y las siguientes algunas tías se acomodaron en

los sofás para acompañar al hombre y a sus hijos,

levantándose a veces a beber un poco de agua o a

inspeccionar las ollas de la cocina o a consolar el llanto

de los muchachos, que de todas maneras siempre

estaban amparados por Doris. Gregorio Camero se

dirigió a la sala. Antes de entrar lo detuvo en el patio

un amigo que llegaba en ese momento y que lo abrazó

fuerte como si no quisiera soltarlo. Le parecía

inconcebible que él ni siquiera supiera que Ester había

estado enferma, y otro que se encontraba un poco más

atrás no podía creer que hubiera muerto ya que hacía

sólo ocho días había pasado por la casa para que le

prestaran una herramienta.

Nadie es eterno en el mundo. (D.G.)

Todo tiene su final, nada dura para siempre, tenemos

que recordar que no existe eternidad, Como el lindo

clavel solo quiso florecer, y enseñarnos su belleza y

marchito perecer, todo tiene su final nada dura para

siempre tenemos que recordar que no existe

eternidad. Como el campeón mundial dio su vida por

llegar y perder lo mas querido en la masa otro mas,

todo tiene su final (todo tiene su final) si no me quieres

dímelo ahora a mi velorio no venga a llorar no no (todo

tiene su final) hay mamita rica (todo tiene su final) yo

sabia que un día tenia que acabar (todo tiene su final)

punto final todo se acabo (todo tiene su final) y va a

llegar un demonio automico y te va a limpiarecha (todo

tiene su final) te lo juro ke todo tiene su final (todo

tiene su final) echa pa lante mama. Yo perdí lo mas

querido cuando perdí a mi mama, (todo tiene su final)

pero seguí pa lante y pa lante (todo tiene su final) has

como yo nunca eche pa tras (todo tiene su final) ni pa

coger impulso que va (todo tiene su final) cuidao que

de espalda te pueden atacar (todo tiene su final) echa

palante cobarde (todo tiene su final) anda rebuscate el

pan (todo tiene su final) oigo una vos que me dice

(todo tiene su final) cuidao tierra va a temblar, tierra

va a temblar. (TODO TIENE SU FINAL- HÉCTOR LAVOE)

De las Tumbas quier irme /no sé cuando pasará /las

tumbas son pa' los muertos /y de muerto no tengo na.

Cuando yo saldré, de ésta prision que me tortura, me

tortura mi corazón si sigo aqui, enloqueceré. Suelta! Ya

las tumbas son crucificción monotonía, monotonía,

cruel dolor si sigo aqui, enloqueceré. Cuando yo saldré,

de ésta prision que me tortura, me tortura mi corazón

si sigo aqui, enloqueceré. Ya que mira pero ya las

tumbas soncrucificción monotonía, monotonía, mira

cruel dolor si sigo aqui, enloqueceré. Suelta! (Las

tumbas-Ismael Rivera)

bienvenida a Tijuana/ bienvenida mi suerte/bienvenida

la muerte/por la panamericana (Welcome to Tijuana-

Manu Chao)

Esta ciudad es la propriedad /Del Senor Matanza!! /El

de la rebaja baja del taxi /Los tiros, la tira, el basuco y

la mentira! Esta ciudad es la propiedad Del Senor

Matanza Esa olla, esa mina, y esa finca y ese mar Ese

paramilitar, son propriedad Del Senor Matanza Ese

federal, ese chivato y ese sapo, el sindicato Y el

obispo, el general son propriedad Del Senor Matanza

Buenas jiniteras y alcool, estan bajo control, La escuela

y el monte de piedad son propriedad Del Senor

Matanza El decide lo que va, dice lo que no sera Decide

quien la paga dice quien vivira Esa y esa tierra y ese

bar son propriedad Del Senor Matanza Y a mi niero

llevan pal monte Y a mi niero llevan pal monte Y mi

niero que lo llevan y se van, Los que matan, pam pam,

son propriedad Del Senor Matanza!! El decide lo que

va, dice lo que no sera Decide quien la paga, dice quien

vivira No se pueda caminar sin colaborar con su

santidad, El Senor Matanza Y a mi niero llevan pal

monte Y a mi niero pal monte Cuando no manda, lo

compra Si no lo compra lo elimina!! ... Esa linea de

autocar, el Hotel y el Billar, Esa chica que se da, por el

Bulevar, son propriedad Del Senor Matanza (SEÑOR

MATANZA-MANU CHAO)

Guayabo negro nunca me digas adiós, digas adiós que

es una palabra triste, guayabo negro nunca me digas

adiós, digas adiós que es una palabra triste, corazones

que se quieren, corazones que se quieren, nunca

deben despedirse. Como se mecen las palmeras con la

brisa, como se secan las espigas con el sol, como se

mecen las palmeras con la brisa, como se secan las

espigas con el sol, así se acaba mi vida, como triste

mariposa, que vuela de flor en flor. así se acaba mi

vida, como errante mariposa, que vuela de flor en

flor.Las golondrinas con sus últimas palabras,se me

han quedado enredadas en el pecho.Las golondrinas

con sus últimas palabras,se me han quedado

enredadas en el pecho.Pero no pueden cantar,pero no

pueden cantar,ni pueden alzar el vuelo. (Guayabo

negro-Luis Ariel Rey)

La muerte como un acontecimiento individual y

colectivo. Para lo primero, la reflexión individual ante

un hecho es importante; para lo segundo, lo social es

inherente a nuestra existencia, la compañía que nos

sigue como sombra del nacimiento a la muerte, en

todos los ritos sociales.

Artaud: Tenemos sobre todo necesidad de vivir y de

creer en lo que nos hace vivir, y que algo nos hace

vivir; y lo que brota de nuestro propio interior

misteriosamente no debe aparecérsenos siempre como

preocupación groseramente digestiva.

Todas nuestras ideas acerca de la vida deben

reformarse en una época en que nada adhiere ya a la

vida. Y de esta penosa escisión nace la venganza de las

cosas; la poesía que no se encuentra ya en nosotros y

que no logramos descubrir otra vez en las cosas

resurge, de improviso, por el lado malo de las cosas:

nunca se habrán visto tantos crímenes, cuya

extravagancia gratuita se explica sólo por nuestra

impotencia de poseer la vida.

Si el teatro ha sido creado para permitir que nuestras

represiones cobren vida, esa especie de atroz poesía

expresada en actos extraños que alteran los hechos de

la vida demuestra que la intensidad de la vida sigue

intacta, y que bastaría con dirigirla mejor.

Pero por mucho que necesitemos la magia, en el fondo

tememos a una vida que pudiera desarrollarse por entero bajo

el signo de la verdadera magia.

Protesta contra la idea de una cultura separada de la

vida, como si la cultura se diera por un lado y la vida

por otro; y como si la verdadera cultura no fuera un

medio refinado de comprender y ejercer la vida.

Cuando todo nos impulsa a dormir, y miramos con los

ojos fijos y conscientes, es difícil despertar y mirar

como en sueños, con ojos que no saben ya para qué

sirven, con una mirada que se ha vuelto hacia adentro.

Mi intención era recuperar mis recuerdos para darle un

orden y proyectarlos hacia el futuro. Me encanta

pensar que la ciudad es tanto mi hogar como mi cárcel.

No sabe el modo en que todos los días pido al cielo que me

saqué de aquí, pero eso no es posible. Santiago me lo repitió

con insistencia: usted es la ciudad. Y de eso me doy cuenta.

Aunque ese mismo tipo de ejercicio lo podría hacer con

cualquier citadino e incluso con usted. Por más que reniegue

de ello, no soy más que 20 de Julio, San Cristóbal, Venecia y el

7 de agosto, Las Cruces, El voto nacional, la Estación de la

Sabana y el Instituto Técnico Central, la Universidad Nacional

de Colombia y la Plaza Che, el Freud, Ciencias Humanas y

Sociología, la Luis Angel Arango, el Claustro de San Agustín, el

barrio Rincón de Suba, la L y la fonda en la 59 con Caracas, la

vecindad y todos los bares donde se me ha ido la vida y el

hígado, Troya y los lupanares del Santa Fe y la 42, el

cementerio central y Silva, el cementerio de la Inmaculada y

Chaparro, y el cementerio del Sur y mi nombre, la décima e

irse en luca, el parque Simón Bolívar, el Tunal y el de la

Florida con Bienvenidos a Bogotá, Monserrate, el señor Caído

y todas las iglesias del centro de Bogotá, el Sena de

Paloquemao y toda la avenida Primero de Mayo, los barrios de

las personas que he amado y cuyos recuerdos se han borrado,

como un campo de rosas que se marchitaron y un excusado y

un sofá a la intemperie por dos meses. Me inquieta saber que

soy un preso, y que desde la caverna persigo la sombras del

mundo, tarde o temprano, mi vida conectará esta tradición,

que también me encadena a Colombia, mis abuelos exiliados

en Bogotá, San Gil, Belencito, Purificación, Tarqui; el río

Magdalena que siempre ha unido a la familia entre sus aguas,

desde las fotos de mi abuela en los cincuenta hasta la muerte

de un abuelo en Honda, el Huila todo el Huila, el Valle del

Cauca y el Señor de los Milagros, la Costa y García Márquez,

el Amazonas y los Llanos que no conozco, mis familiares

lejanos que son raspachines, y los que no lo son y recogen los

granos en inmensos cafetales, los perros que ladran en la

oscuridad, la coca y la yerba, los libros de páginas rotas y

deshechas desde el primero, librería La Enseñanza en la plaza

de la Iglesia del 20 de Julio, Soacha, Cundinamarca, los

muiscas y el exilio. Mi casa, Bogotá, Colombia, se conecta al

resto de tradiciones del mundo para ser una sola, desde

Ushuaia hasta Siberia. Levanten las velas, el barco parte.