oviedo jose miguel historia de la literatura hispanoamericana vol 1 pdf

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Alianza Universidad Textos José Miguel Oviedo Historia de la literatura hispanoamericana 1. De los orígenes a la Emancipación Alianza Editorial

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Primer tomo de la historia de la literatura hispanoamericana

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  • Alianza Universidad Textos Jos Miguel Oviedo

    Historia de la literatura hispanoamericana 1. De los orgenes

    a la Emancipacin

    Alianza Editorial

  • , 'd d lo dispuesto en el art. 534-bis deT Reservados todos los derechos. De co.nionm con lt rivacn de libertad Cdigo Penal vigente, podrn ser castigados con penas de mu aby P,. . . artstica o

    . . . la iaren, en todo o en parte, una o ra uer~a, ~~~~~c;eJj~:~~ec::iq~ie~ tipo de soporte sin la preceptiva autonzac1on.

    Jos Miguel Oviedo . Alianza Editoria~. S. A. Madrid, 199155 28027 Madrid telf. 393 88 88

    Calle Juan Ignacm Luca de Tena, , ISBN: 84-206-8151-2

    p~~:!~ ~~f~~~. {~~5i,~;:;,~I Gran Canaria, 12. Humanes (Madrid) Printed in Spain

    NDICE

    Introduccin . . . . . .. . . . . .. . .. . .. . . .. .. . .. . . . . . . . . .. .. . ... . .. . . .. . . . . . . . . 17 CAPTULO l. ANTES DE COLN: EL LEGADO

    DE LAS LITERATURAS INDGENAS l. l. El concepto literatura indgena: problemas y lnMtes 31 1.2. Literatura nhuatl . . .. ... . ...... ........ ....... ........ ....... .... 38

    1.2.1. Los cdices ........... ..... ...... .......................... 38 1.2.2. Los CUcarl>> y sus tipos .......... ...... ... ......... ... .. 41 1.2.3. Nezahualcyotl y la poesa de la mortalidad ......... 44 1.2 .4. Los

  • 1.4.2. Tipos de poesa amorosa ................................ . 1.4.3. Formas de la prosa ...................................... . 1.4.4. La cuestin del teatro quechua ....................... .

    1.5. Noticia de la literatura guaran .......................... .. .

    CAPTULO 2 . EL DESCUBRIMIENTO Y LOS PRIMEROS TESTIMONIOS: LA CRNICA, EL TEATRO EVANGELIZADOR Y LA POESA POPULAR

    2.1. El problema moral de la conquista y la imposicin de la letra escrita ................................. .. .

    2.2. Naturaleza de la crnica americana .......................... . 2.3. Los cronistas de la primera parte del siglo XVI ..............

    2.3.1. Cristbal Coln y sus Diarios ........................... . 2.3.2. La observacin del mundo natural y el providencia-

    lismo catlico de Femndez de Oviedo .............. . 2 .3 J. Las Cartas de Corts .......................... ..... . 2.3.4. Motolina, el evangelizador ......................... .. 2.35. Las fabulosas desventuras de Nez Cabeza de Vaca .. 2.3.6. Otros cronistas ...........................................

    2.4. Los vencidos: memoriales, cantares y dramas indgenas .. . 2.4.1. Crnicas y otros testimonios nhuatl ................ .. 2.4.2. Los testimonios quich .. , ............................. .

    2 .4 .2 .1. El Chilam Balam de Chumayel .............. . 2.4.3. En memoria de Atahualpa ............................ ..

    25. El teatro evangelizador y otras formas dramticas. y.Gonzlc:z. de Eslava ................................... .

    2.6. La vertiente poeuca popular ............................... .. 2.7. El inters por las lenguas y culturas indgenas .............. . 2.8. El contexto cultural: la universidad y la imprenta ....... .

    CAPTULO 3. EL PRIMER RENACIMIENTO EN .AMRICA

    66 67 69

    72 75 81 81

    86 90 93 95 98 99

    100 102 103 105

    108 115 119 119

    3.1. El conflicto entre libertad y censura . . .. . .. ... . . . . .. . . . . . . . . . .. 123 3.2. La crnica de la segunda mitad del siglo XVI .............. 125

    3.2.1. Bartolom de Las Casas y la cuestin indgena . . . . . . 125 3.2.2. Lpez de Gmara, cronista de Indias .............. .... 130 3.2.3. Vitalidad de la hstoria en Daz del Castillo . . . . . . . . . 133 3.2.4. Los estudios del mundo azteca: Sahagn Y otros 137

    fndice 9

    3.2.5. Cronistas indios y mestizos de Mxico .............. . 3.2.6. Los cronistas del Per ................................... . 3.2.7. Descubrimientos y exploraciones. Testimonios sobre

    Chile, Nueva Granada y Ro de la Plata .............. . 3.3. Una nueva retrica ............................................ .

    3.3.1. La prosa cortesana en Mxico y Nueva Granada .. . 3.3.2. La lrica culta ............................................ . 3 .3 .3. La poesa satrica: Rosas de Oquendo ................. . 3.3.4. El surgimiento de la pica ............................. .

    3.3.4.1. La gesta de Chile en La Araucana ........... . 3 .3 .4 .2. La desmesura pico-histrica de Juan de

    Castellanos ...................................... . 3.3.4.3. La huella de Ercilla en la pica

    hspanoamericana ............................. .

    CAPTULO 4. DEL CLASICISMO AL MANIERISMO

    4.1. La madurez del Siglo de Oro en Amrica ................. . 4 .2. Rasgos del manierismo ........................................ ..

    4.2.1. La lrica manierista: las poetisas annimas ........... . 4.2.2. La pica manierista ...................................... .

    4.2.2.1. El Mxico paradisaco de Balbuena ........ . 4.2.2.2. La pica religiosa de Hojeda ................. . 4.2.2.3. Poetas picos menores ...................... ..

    4.3. Esplendor de la crnica del XVII 4.3 .l. El Inca Garcilaso y el arte d~ l~ ~~~~~ ... :::::::::::: 4.3.2. El ardor verbal e iconogrfico de Guamn Poma ... 4.3.3. Otros cronistas del XVII 4.3.4. El extrao caso de El carn;;~ ....... .

    4.4. La cuestin de la novela colonial .............. ~; ......... . 4.4.1. Algunas novelas y protonov~~:;:::::::::::::::::::::

    45. El teatro religioso y profano .................................. . 4.5.1. Ruz de Alarcn: un autor americano o espaol? .

    CAPTULO 5. EL ESPLENDOR BARROCO: SoR}UANA Y OTROS CULTERANOS

    139 141

    147 149 150 151 158 160 161

    168

    170

    173 176 178 181 182 187 189 191 193 202 206 208 210 213 217 221

    5.1. Las paradojas del barroco ......... ........... ..... .............. 227 5.2. Orbe y obra de Sor Juana ........... .. ... ................... .. .. 234

  • 10 Indice

    5 J. El sabio Sigenza y Gngora ................................ . 5.4. Otros escritores del barroco mexicano ....................... . 5 5. El barroco en el virreinato peruano .......................... .

    5 5. l. Virulencia y espontaneidad en Caviedes .............. . 55.2. El Lunarejo, defensor de Gngora ................. .

    5 .6. El barroco en otras partes de Amrica ....................... . 5.7. El mestizaje del teatro ......................................... .

    5.7.1. El pobre ms rico .. _. ...................................... . 5.7.2. Usca Pucar ............................................... . 5.7.3. El Gegence ............................................ .

    CAPTULO 6. DEL BARROCO A LA ILUSTRACTN

    250 253 256 256 263 268 271 274 276 277

    6.1. Dos concepciones del mundo .................. : .. . . . . . . . . . . . . 281 6.2. Matices rococ ............................. ~... ... ..... ....... ... . 285

    6.2.1. Peralta y Barnuevo, un ilustrado peruano . ....... .... 287 6.2.2. El teatro de . . .. . . . . . . . . . . .. . . 291

    6.3. La cultura eclesistica y la expulsin de los jesuitas . . . . . . . . . 292 6.4. La polmica sobre Amrica . . ... ... .. . .. ... . .. ....... ... .. . .. .. 296 65. Una mstica en Nueva Granada .............................. 298 6.6. Viajeros, cientficos y otros prosistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301 6.7. Una magra cosecha potica ..... ... ... ........ .... ...... .. .. ... 304 6.8. Un teatro en tiempos de transicin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309

    6.8.1. La cuestin del Ollantay. . . .. . . .. . .. . . . .. .. .. .. .. . . . . .. . . . 311 6.9. Neoclasicismo y conciencia nacional ........ 1............... 314

    6.9.1. Un Baedecker americano: El Lazarillo de Carri de la Vandera ................................................ 317

    6.9.2. La vida novelesca de Olavide . ... .. .. . .. .. .. . . . . . . . . .. .. 322 6.9.3. La Carta de Viscardo .... ................................ 327 6.9.4. Fray Servando, memorialista . ... .. .. . .. .. .. . . . .. . .. .. . . 329

    6.10. El periodismo, las sociedades ilustradas y el pensamiento liberador . . .. . .. . .. . .. . .. . . .. .. . .. .. .. .. . .. . .. . .. . .. .. .. .. .. . .. . .. 3 3 2

    CAPTULO 7. ENIBE NEOCLASICI~MO Y ROMANTICISMO

    7.1. Una gran pugna literaria .. ....................... ......... ..... 337 7.2. Lizardi, periodista y novelista . . ... ...... ...... .. . .. . .. . . . . .. . . 339 7.3. El sueo de Bolvar y las aventuras de Miranda ............ 348

    ndice 11 7.4. La poesa cvica de Olmedo . 7.5. Los

  • ..

    Hay muchos modos de escribir una historia literaria hispanoame-ricana, pero esos modos bien pueden reducirse a dos. Una opcin es escribir una obra enciclopdica, un registro minucioso y global de todo lo que se ha escrito y producido como activdad literaria en nues-tra lengua en el continente a lo largo de cinco siglos. Esta es la histo-ria-catlogo, la historia-depsito general de textos, que realmente casi nadie lee en su integridad y cuyas pginas se consultan como las de un diccionario o una gua telefnica: cuando uno busca un dato especfi-co por un motivo tambin especfico. Este modelo atiende ms al pro-ceso histrico que genera los textos, que a los textos mismos, que apa-recen como una ilustracin de aqul. Es decir, privilegia la historia misma sobre la literatura; mira hacia el pasado espiritual de un pueblo (o conjunto de pueblos) y recoge sus testimonios escritos con actitud imparcial y descriptiva.

    La otra opcin es la de leer el pasado desde el presente y ofrecer un cuadro vvo de las obras segn el grado en que contribuyen a definir el proceso cultural como un conjunto que va desde las pocas ms re-motas hasta las ms cercanas en el tiempo, obras cuya importancia in trnseca obliga a examinarlas con cierto detalle, mientras se omite a otras. Esta historia no ofrece el cuadro rigurosamente total, de la A hasta la Z, sino el esencial: el que el lector contemporneo debe cono-cer y reconocer como su legado activo. No recoge una lista completa de nombres porque se concentra en ciertos autores y textos de acuer-

    Retoque001Resaltado

  • do con su significacin propia (sin descuidar,: por. supuesto, l_o~, con-textos); no es un ndice de toda la cultura escnta, smo una. revlSlon de lo mejor y lo de mayor trascenden~ia dentro y ~era de su ~empo. Este modelo de historia ofrece un conunto que, siendo amplio y abarca-dor, es un compendio manejable y legible ~ara un lector interesado en saber, no el universo bablico de lo producido por centenares ~e aut?-res en medio milenio, sino aquella porcin que nos otorga s~nudo his-trico y nos explica hoy como una cultura particular ele Occidente. En vez de hablar un poco de muchos, prefiere hablar mucho de poc~s ..

    Ms que descriptivo y objetivo, este segundo modelo d~ histo:ia li-teraria es valorativo y crtico, lo que siempre supone los nesgas mh~rentes a una interpretacin personal; tales riesgos, sin emb~r~o'. seran quiz menores si el historiador asum: y d~cl~ra des?e el prmcip10 que no hay posibilidad alguna de una historia tmp~rcial, ~~vo q_ue se la convierta en una mera arqueologa del pasado, sm funcion activa ~ el presente. El historiador realiza un~ operaci~ .intelectual que comb~a las tareas del investigador, el ensayista y el cnu~o, cuando ~? la propia de un verdadero autor cuyo tema no es l, smo su relacion con l?s otros autores. Es esta opcin la que se ha tomado para la p~sente his-toria de la literatura hispanoamericana. Pero hacer e~te deslin?e no es sino el comienzo: el segundo modelo est, como el pnmero, enzado de muchas otras dificultades, problemas y peligros. Tratar de encararlos y, si se puede, resolverlos, es q~z la part~ ms ~autivant: de. ~a em-presa como sta, porque la define y al mismo tiempo la ustifica. Ex-pongo algunas de esas cuestiones. . . .

    l. El primer gran problema consiste en establecer, siqwera .dentro de los trminos de una obra como sta, qu entendemos por y cmo establecemos sus valores. Esta cuestin desvela ah?ra mis-mo a muchos tericos e historiadores, y ha generado una corriente re-visionista que llama la atencin sobre el hecho de q1:1e las lneas. gene-rales segn las cuales la historia ha le~do los textos hispano~e-?canos han establecido un canon tendencioso, dando preferencia (sm base cientfica de apoyo) a unos textos sobre otros, y que ~ hacerlo as he-mos falseado la interpretacin de nuestra cultura, n~gan~onos a noso-tros mismos. Tal visin se aplica a todo el proceso literario, pero se ha concentrado con mayor intensidad en el periodo colonial (

  • 20 Historia de la literatura

    laborada a lo largo de los siglos por tericos, retricos y crticos, des-de Longino hasta Barthes y De Man. Es obvio que la contribucin eu-ropea y, ms recientemente, norteamericana, a ese corpus de ideas y p uestas ha sido mayor que la hispanoamericana, pese a las conside-r contribuciones de Bello (7.7.)1, Alfonso Reyes y Paz. No pode-mos escapar de los hechos: incluso cuando hablamos de gneros y de-cimos que esto es novela y aquello un poema>>, estamos repitiendo esquemas y categoras que fueron pensados mucho tiempo antes del descubrimiento de Amrica o de que su problemtica cultural inquie-tase a nuestros espritus. No creemos que haya que pedir disculpas por aprovechamos de ellos, ni que sea indispensable usar una nomencla-tura completamente nueva, inmaculada de toda conexin con el mun-do cultural eurocntrico; en estas materias la tentacin adnica puede tener el resultado contraproducente e indeseable de aislamos ms en el contexto global al que pertenecemos por derecho propio. Por ser americanos somos una fraccin de Occidente, una. suerte de europeos ms complejos (y tal vez completos) que los europeos mismos, pues hemos sido enriquecidos por nuestras propias tradiciones indgenas y las africanas, asiticas, rabes, etc. Somos una distinta versin de lo mismo. Nuestro costado europeo no nos encasilla: es un modo de re-conocer que somos universales, aunque lo somos a nuestra manera y -a veces- al grado de casi no parecerlo.

    El historiador literario debe operar con su materia de manera ra-zonable (es decir, inteligentemente y sin dogmatismos), evitando acti-tudes grandiosas o desorbitadas; debe resistir la pretensin de que su obra puede resolver todas las grandes cuestiones estticas, culturales e ideolgicas, aunque debe plantarselas y tenerlas en cuenta. Existen evidencias ante las cuales hay que rendirse: por ejemplo, no puede abarcarse la literatura hispanoamericana con el criterio de las bellas letras que predomin hasta el siglo pasado. En la medida en que nos permite incorporar formas de discurso que escapan a ese molde y tienen un alto valor espiritual en el orden literario (las tradiciones ora-les, las pictografas de los antiguos cdices, la escritura cronstica, el entrecruzamiento de la ficcin con el testimonio y el periodismo, etc.), las nuevas propuestas son vlidas y tienen el mrito de haber llamado la atencin sobre aspectos glvidados de nuestra herencia cultural, que

    l Estas referencias, que aparecern frecuentemente en las pginas siguientes, remiten a otros captulos y pargrafos del volumen en los que se estudia el autor citado.

    Introduccin 21

    poco o nada deben a Europa. Este libro trata de respetar esa flexibili-dad, haciendo referencia incluso a expresiones que caen fuera del marco de la lengua castellana: nuestra literatura es plural y a veces ha-~la ~n lenguas indgenas o en el producto lingstico de un largo mes-tlZaJe. Al usar este concepto tenemos que hacerlo, pues, conscientes de que manejamos una nocin que, no por ser borrosa en sus mrgenes, es incierta en su ncleo. No necesitamos disolverla en el ocano de fe-nmenos que producen significado y que se han englobado bajo el tr-mino de semiosis, para extender lo estrictamente literario a esas y otras manifestaciones marginales que son propias de la cultura ameri-cana. En muchas partes de esta historia se ver cmo se ha aplicado ese criterio y cmo se han tratado de salvar sus problemas especficos.

    2. Tambin es necesario referirse en detalle al segundo trmino de la expresin literatura hispanoamericana. Por un lado,la palabra hispa-noamericana desencadena de inmediato una serie de preguntas: se re-fiere a la literatura escrita en Hispanoamrica? O a la escrita por his-panoamericanos donde quiera que ellos se encuentren? O acaso es aquella cuyo tema o asunto es hispanoamericano? Si respondemos afirmativamente a cada una de estas interrogantes, estaremos aplican-do respectivamente un criterio geogrfico, gentico o temtico -nin-guno de los cuales parece muy satisfactorio. Por otro lado (y esta cues-tin es ms grave), el concepto literatura hispanoameneana es difuso porque tambin lo es el concepto mismo del que deriva: Hispanoam-rica. Esta palabra designa un mundo cultural formado bsicamente por el aporte hispnico, las culturas precolombinas y luego la sociedad mestiza o criolla. Pero parece soslayar o encubrir los otros aportes a los que hemos hecho referencia ms arriba (africanos, asiticos, ra-bes, europeos no hispnicos) que configuran ese mundo en proporcio-nes que varan de regin en regin. La enorme variedad de nombres con que se han propuesto para designar esta parte del continente y su cultura (lberoamrica>>, Eurindia,

  • 22 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    El concepto Hispanoamrica es relativamente reciem:: surge en l~s albores del proceso emancipador. y se establece a ~onuenzos del si-glo XIX, popularizado por el ideal, 1:tegr~dor ~e.Bolvar (7.3.). Su uso est asociado al vocabulario poltico e 1deologico d~, ese mom~to, ms que a una definicin cultural; en esa poca tambie_:i nos llamaba-mos, con igual orgullo, , provoc.an su duda: Una y otra designan realidades heterogeneas y, a veces, 1:11-compatibles (Poesa latinoamericana?, p. 153). Nuest:os ensa~tas y pensadores siguen discutiendo qu es, en el fondo,. H1spai:oame-rica; si ese concepto ~ debatible, p?,dren:os aca~o decir que literatu-ra hispanoamericana seala una ~ocion mas precis~? Se trata de una ecuacin o incgnita que no ha sido del todo despe1ada.

    Pero la misma persistencia de la pregunta senala alg~: creemo~ e~ esa identidad 0 comunidad al menos como una p.royeccion, . destino, tal vez no somos, pero sin duda queremos ser. ~panoamei:ica es 1;111 conjunto de pases, pueblos, regiones cu!turales, ideales y pasiones dis-persos (y a veces incomunicados), que sm embar?o buscan ~ddperdamente una unidad que todos puedan com?~rtlr y ?11 re . a en a que todos puedan participar: una conste!acion de at~mos errantes Y excntricos que anhelan un ncleo perdido en lo mas bond.o de su conciencia histrica. Siendo intensamen~e ~ragmentada Y dispar, la cultura hispanoamericana tiene una continllidad en ver~ad sorpren-dente s se toman en consideracin las barreras y los obstaculos que s~ abren entre sus partes. Hay notables diferencias entre la cultura mexi-cana frente a la argentina, as como entre la cubana frente a la perua-

    a pero tambin es notable su voluntad integradora dentro de una ;r~ rbita que no se confunde, de ninguna manera, con la eur~pea ? la norteamericana, aunque"tenga grandes d:udas con an:bas. Es preci-samente esa diferencia del conjunto, esa unidad en las ratees ~y~ que no en todas sus ramificaciones y floraciones) lo que nos hace distintos de los otros y semejantes a nosotros mismos. . ,

    En trminos prcticos, pues, la literatura hispanoamencana sera aqulla.que exprese ese denso y confuso fondo comn, ya sea que los criterios geogrfico, gentico o temtico estn t~os pr~ntes ? f~te ~guno y aun todos. Cito dos casos extremos y al nusmo tl~po mdisa:tt-bles: La Florida del Inca Garcilaso (4.3.1) narra~ conqUlSta ~e la penm-sula de ese nombre, en Norteamrica, y fue escnta en Espana, pero na-

    Introduccin 23

    die duda de que forma parte de nuestra literatura y no porque el Inca naci en el Cuzco, pues el dato es casi accidental en relacin con esta obra, sino porque agrega algo fundamental a la visin pica y fabulosa del Nuevo Mundo. Lo mismo puede decirse de la poesa surrealista de Ludwig Zeller, hijo de alemanes y chileno de primera generacin, que ha escrito principalmente desde Canad, y aunque lo ha hecho casi com-pletamente al margen de las grandes vas por las que discurre la poesa hispanoamericana de hoy, no puede negarse que su obra es un despren-dimiento tardo de las propuestas del grupo Mandrgora>> surgido en el pas sureo. En ambos casos hay una asimilacin de profundas esen-cias espirituales e intelectuales de la experiencia hispanoamericana: ex-presan algo que nos pertenece por una especie de derecho histrico.

    Nada de esto significa que los limites que separan lo hispanoame-ricano del resto, sean precisos y fcilmente verificables: nuestra litera-tura (y tal vez todas las otras: en diversos grados) est llena de casos fronterizos de no siempre fcil discriminacin. Quiz ese hecho con-tenga una til leccin para el historiador: siendo en verdad enorme, la literatura hispanoamericana es tan slo una parcela de las literaturas de Occidente; est especialmente vinculada a la espaola y luego -en la poca modernista y ms tarde en la etapa que va de la vanguardia a la postvanguardia- a las literaturas francesa y norteamericana. Tam-bin tiene contactos de otro rango con la brasilea y las literaturas an-tillanas de lengua francesa o inglesa, corno bien saben los que estudian de cerca la literatura caribea y especialmente la cubana. Paradjica-mente, estas manifestaciones franco-inglesas de la regin -tan prxi-mas por geografa al rea hispanoamericana-, no forman parte de ella, aunque no le sean del todo ajenas. La literatura hispanoamerica-na no se define, pues, por sus fronteras geogrficas: es un espacio cul-tural, no fsico, en el que se abren espacios paralelos (el ms grande es el del Brasil, cuya dinmica es peculiar) y se producen superposiciones (sin la poesa norteamericana no puede entenderse la poesa nicara-gense de este siglo). Las discontinuidades son tan importantes corno las confluencias y son parte del conjunto que consideramos.

    3. Los primeros esfuerzos por organizar, en historias, antologas o re-pertorios, la literatura hispanoamericana datan de mediados del siglo pa-sado pero maduran al comenzar el presente. Son, primero, un brote del espritu de afinnacin nacionalista -el Volksgeist- exaltado por el ro-manticismo y, luego, de las teorizaciones del positivismo de Taine (1828-1893) y otros sobre la influencia del medio y la raza en las creaciones hu-manas. Nuestras primeras historias literarias nacionales se basan en esos

  • 24 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    presupuestos, asumidos con el natural entusasmo de pueblos j;>, que llamamos as no porque se~ menores en importancia, sno porque participan en diver-sa proporc1on de los rasgos de aqullas con las que colindan:

    !. Regin rioplatense: Argentna y Uruguay Zona ntennedia: Paraguay

    II. Regin andina: Ecuador, Per, Chile y Bolivia Zona intermedia: Colombia

    III. Regin caribea: Cuba y las Antillas Zona ntermedia: Venezuela

    IV Regin centroamericana Zona ntermedia: Guatemala

    V Regin mexicana

    Dos cosas deben anotarse respecto de este esquema y su uso: pri-mera, que no acepta necesariamente y sn cuestionarlas nomenclaturas cmnmente aceptadas como cono sur>> o pases an'dinos. Colom-bia, por ejemplo, es considerado un pas andino, pero su literatura -como lo demuestra un libro de la importancia de Cien aos de sole-dad- no siempre parece encajar fcilmente dentro de esa denomna-cin; aqu, por eso, aparece dentro de una zona ntermedia entre la reg!n andina y la caribea. Paraguay ofrece un caso todava ms com-ple10 Prque, .siendo ntermedio entre la regin rioplatense y la andina, es al ~s~o tiempo una cultura aislada y diferente de ellas, aparte de s~; bilingue. La se~da es que este esquema tiene una cabal aplica-c:on al pres~nte pnmer volumen, por la sencilla razn de que en el pe-nodo col~mal y en~ etapa de la emancipacin no existen todava pa-ses p~opiamente dichos (aunque su anticipacin aparezca en la obra de vanos ~utores). E;i el segundo volwnen, que cubre el nicial pero-do republicano y la e~oca _contempornea, se har referencia a pases, pero tratando de a~ciar siempre esta nocin a la de regiones y zonas cua?do resulte ~ertment~ por la naturaleza del fenmeno o gnero es-tudiado. Es decir, no evita del todo hablar de determinados pases y

  • 26 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    movimientos nacionales; simplemente, no emplea ese cri:te~C: corno principio organizador de la mayor parte de su desarro~o histonco:

    4. Una de las cuestiones ms constantemente deba~das en la histo-riografa literaria es la de la periodizacin, ese rnecanisrn? .por el cual se articula el proceso que, a travs del tiempo, se manifiesta en las obras y estilos de una lengua literaria. Hoy, ms que nunca, el terna se discute mucho entre los crticos hispanoamericanos, descontent?s con los cuadros histricos y las correspondientes nomenclaturas aplicados para entender ese proceso. Hay una razn muy poderosa para. ello: esos conceptos han sido aplicados, de modo bastante des~p~ns1vo, a una historia literaria corno la hispanoamericana, que es disnnta de la espaola aunque su velculo lingstico sea .bsicamente el mismo. Este terna est vinculado al que hemos exarnmado en el apartado 1, pero merece tratrsele aparte P.r s:i ~po~ancia: de l depende la configuracin que adopta una histona literana.

    Sin duda, hemos heredado de los cuadros hiStricos europeos un orden 0 sistema de lectura cultural que no corresponde del todo; la realidad, y menos ahora. Un ejemplo de eso es la vasta _Antologta de poetas hispano-americanos (4 v'?ls., 1893~1894) de ~enendez Pelayo (1856-1912), el primer repertono de su upo Y. el rn.as cornp!eto ~e su tiempo, que es parte de un proyect? de raz n8:c1onalista del hispanismo europeo: quera demostra: que, as1 c~i;io la literatura gaJ!ega o portu-guesa, era literatura espanola, tarnb1en lo e~ la producida en la>; as, nuestra literatura era vista corno una extens1on 0 provincia de la metropolitana. Ese error -comparable al de c~nver~ tir la literatura norteamericana en apndice de la inglesa- contnbuyo a difundir una aplicacin mecnica y acrtica d~ ~iertos modelos o esti-los de poca (Renacimiento, Barroco, Neoclac~isrno, etc.) para

  • 28 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    5. La literatura es indudablemente un fenmeno social. Esta carac-terstica ha dado lugar a interminables discusiones, con alguna fre-cuencia confusas o basadas en dudosos argumentos, cuyas conclusio-nes suelen ser todava ms especiosas. Algunos de estos excesos pue-den verse en la pretensin de cierta sociocrtica de hoy, que valora los textos por sus mritos como testimonios histricos, como meros elementos de una ideologa personal, de clase o de poca, lo que permitira colocar las obras. en las distintas trincheras donde se libra la batalla por la

  • 30 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    bajos de referencia y consulta que han servido como fuentes principa-les paira; es ~. ROBERTO. Uteratura, historia e histor,a de . l:z: lite~~tura. Introduccin a una Teora de la Historia Literaria. Kassel: Edinon R'eiclkn-berger, 1993. . . Eu.Is, John M. Teora de la crtica literaria, Anlisis lgico. Madnd: Tauros,

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    Mrieo: Joaqun Mortiz, 1992. . . , GUILLN, Claudio. Teoras de la historia literaria. Madnd: Colecaon Austral

    Espasa-Calpe, 1989. . , HENRfQUEZ UREA, Pedro. Seis ensayos en busca de puestra expresmn. En

    Ob-r.1.rn1itica*, pp. 241-271.. . ., . --- La utopa de Amrica. Ed. de ngel Rama 'f Rafael Gunerrez G1rar-

    dot. Caracas: BibliotecaAyacucho, 1978. PAZ, Octavio. El arco y la lira*. , . --- Pbesfa: lattinoamericana?. En ET signo y el' garabato. Mexico: Joa-

    qun Mortiz, 1973. . . PERKINs, David. Is Uterary Histor.y, Possible? Balnmore-Londres: John Hop-

    kins University Pres&, 1992. ROJAS Mix, Miguel. Los cien nombres de Amrica. Barcelona: Lumen, 1991. ROSE de FuGGLE, Sonia, ed. Discurso colonial hispanoamericano. , . REYES, Alfonso. El deslinde. Mixico: Fondo de Cultura Econorruca, 1963

    (Obras completas, vol. 15).

    Captulo 1 ANTES DE COLN: EL LEGADO DE LAS LITERATURAS INDGENAS

    l. l. EJ concepto literatura indgena: problemas y lmites

    Es significativo que una historia literaria hispanoamericana tenga quecomenzar con una referencia a formas literarias anteriores a la im-plantacin de la lengua castellana en el continente: es un obligado prlogo que nos recuerda, de entrada, la complejidad de los fenme-nos y la variedad de lenguas que encaramos si hemos de dar una ima-gen cG>herente de cmo se forj y desarroll la cultura que llamamos hispanoamericana>>. El natural impulso de todo pueblo por lo fabu-loso y lo extrao fue particularmente fecundo entre las sociedades in-dgenas americanas: una red de creencias y prcticas mgicas sostera su concepcin ,del mundo y les permita comprenderlo y as conjurar-lo. Queran testimoniar su presencia en el cosmos y conservar una re-lacin armnica con l; todo tera para ellos un sentido misterioso, todo era una cifra de su origen y su destino. Esto dio origen a una se-rie de expresiones y formas de creacin verbal que pueden asociarse a los fenmenos literarios (poticos, narrativos, dramticos, etc.) tal como nosotros los conocemos, aunque carezcan de ciertos rasgos, como la escritura.

    El corpus multilingilistico que llamamos hoy

  • 32 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    creadores. Pero tambin poda estar animado por una intencin mo-ralizadora o pedaggica para guiar la conduc:a ~e la _m~sa, y aun ~ostrar interesantes actitudes psicolgicas (astucia, iroma, J~ego, susp!ca-cia) que sobrevivan a la dominante norma de re.speto y cie/?a .obe~encia impuesta por la autoridad. En todo caso, tlen~ el decidido s~grio tradicional de algo que, siendo de todos, no es c'?ntmgente Y se afirma con el tiempo. Quiz por eso estas forn;ias, contmuamente reelabor~das y reinterpretadas a lo largo de los si~os, se han c~nservado Y asi-milado con facilidad al folklore de las sociedades mestizas del presen-te, para nutrir sus nuevas expresiones litera?as. . . , .

    La literatura espaola no es, pues, la pnmera manfe~tac~on litera-ria que se produce en Amrica: no vie~e a llenar 1;11l ;acto, smo a sus-tituir (o someter) otros sistemas de stm~olo~, e tmagene:s culturales considerablemente evolucionados; tal sustttucion es el fe?omeno c!ave de la dependencia cultural que impone el .si~:em~ ,colomal. Esos siste-mas indgenas tuvieron como centros la civilizacion a;teca y la maya, en la zona mesoamericana, y la quechua, en el corazon de los Andes sudamericanos. No fueron los nicos, sin embargo, porque hay que recordar lo que nos han dejado los pueblos guaranes en ~1 Paraguay, entre otros (1.5.). Estas literaturas son parte de las expre~iones cultu-rales -arte, arquitectura, msica, danza, etc.- que coi:isutuyen nues-tra antigedad, anlogas a las primeras. que, aparecieron entre los pueblos del Asia, Medio Oriente y de! Mediterraneo, con los cuales los americanos tienen asombrosas seme1anzas, a pesar de que sus reales vinculaciones estn lejos de haber sido probadas. Aunque son. veces menos conocidas o celebradas en el mbito europeo que las onentales 0 rabes es un error considerarlas primitivas: en algunos aspectos son inig~alables (en cuanto a formas est~t~cas, .una escultur~ maya. o una tela Paracas no tienen nada que envidiar rn a un. ~aso gneg~ m . un tapiz persa) y por eso mismo son formas de creac10n qu~ estan vi-vas hoy. Pero tambin es equvoco tratar de ente.nder esas litc:raturas con los mismos parmetros conceptuales que aplic~.os a las literatu-ras modernas: sus funciones y categoras son de distmto orden y no pueden confundirse con las o:ras que c~mocemos. Hay que empezar, pues, por aclarar esas dferc:ncias y la latitud con la 9ue podemos usar el concepto t:ibmas con.especial cu.1da?o es c:tra: no slo fueron casi siempre anonunas y habitualmente mdferenciadas de otras funciones rituales

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    o sociales, sino que adems fueron grafas, corno la quechua, o slo al-canzaron, corno los aztecas, sistemas pictogrficos o jeroglficos de re-presentacin, cuyo exacto sentido tdava sigue intrig~d?f!-OS. Aun los mayas, que, al parecer, llegaron a desarrollar formas mc1pi~~tes de escritura fontica, no lograron crear un sistema de representaaon ade-cuado a la naturaleza siempre cambiante del pensamiento humano: les seIVa para fijar, no para especular a partir de lo cono.:;ido y as pr?du-cir nuevas ideas. Les falt, pues, el instrumento esencial -la escntura fontica corno tal-, que poda apartar a la literatura del cauce comn al folklore y a otras prcticas comunitarias. .

    Hubo formas de anotacin o registro simblico en las culturas In-dgenas (los quipus quechuas. brindan un :jernplo; lc;s cdices cale?d-ricos aztecas es otro), pero nmguno constituye un sistema de escntu~a propiamente dicho, y menos un ve}culo exp.resivo capaz de ~ugenr toda la variedad que hay en las metforas poet;ic.as o las secuen:ias ?-rrativas. No son la representacin cabal que brmda un lenguaje, smo su condensacin o sntesis, complementada con smbolos visuales ~ re-presentaciones pictogrficas. Son formas bsicas de grafa o escritura pre/itera!, a las que Derrida se refiere cuando ~rma 9ue aun lo~ pue-blos que no saben escribir nunca carecen de c~erto tipo de escntura (De la gramatologa, cap. 3 ). Por su parte, Alcma Franch cree que la lengua nhuatl se encontraba ya, cuando lle?~on los espaoles, en un proceso de fonetizacin que le habra permitido lograr pronto su ple-no desarrollo.

    Generalmente, los rudimentos fonticos que usaron los mayas se aplicaban a nociones onomsticas o .topogrficas, no a img~nes ?e emociones o actitudes humanas: un sistema bueno para organ12ar lis-tas y cmputos, no para elaborar discursos nuevos. ~sta ~rcunstanc~a tiene dos resultados paradjicos. Por un lado, la pervivencia de esas li-teraturas que, fijadas en la memoria de las genera~i~:mes, fueron ate~oradas por los pueblos indgenas como ur: expresion de ~g~ entrana-ble y precioso, a lo que no podan renunciar: eran ~a es~ci~ ~v~ de sus respectivas culturas, lo fundamental de su expen~cia histo:ica. Por otro, su difusin y asimilacin por la modem~ so.c;edad ~~rgida de la conqusta fue posible slo gracias a su transcnpcion fone~ca a la ler:-gua castellana (o a las aborgenes), llevada a.cabo por cromstas, P.redi-cadores indios adiestrados en la lengua del mvasor y letrados cunosos por des~ubrir los misterios de las ci~~c~o?es.ame.ricana~; sin su con-tribucin nos habra sido mucho mas difcil (si no rmposible) heredar ese valios~ legado y hablar de l en nuestro tiempo. Hay que recordar

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 35

    ~ este punto que_, hasta la conqusta, el secreto arte de compilar, fijar e mterpretar los libros sagrados, lo compartan slo unos cuantos: la lengua era de todos, pero las llaves de sus enigmas estaban en las ma-nos de una casta de elegidos. El saber era hermtico y exclusivo; en un poema de los Cantares mexicanos escuchamos hablar a uno de esos

  • 36 Historia de la literatura hspanoamercana. 1

    gstico-literaria del mundo andino.y del mbito gu~ran-, la.i:r~sencia del sustrato indgena resulta evidente. Es, por eempl~, dif~il en-tender a un escritor contemporneo como el peruano Jose Mana Ar-guedas sin ligarlo a las viejas tradiciones poticas del quechua, de las que l era un conocedor profundo. Y aun ciertos autores de otras reas como el nicaragense Ernesto Cardenal o el uru~ayo Eduardo Gale~no, estn permeados hoy por tradiciones de la misma ?ro~e_dencia cultural. Hablar de literaturas indgenas no es un mero eer~i~io de arqueologa cultural, sino el reconocimiento ?~ W: co~guracion an-tropolgica que enriquece y estimula la creac1on literaria del pr~sente, por lo menos donde los restos de esa herencia no se han perdido del todo. l . , . .i:

    Por estos motivos, debe subrayarse que a expres~on

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    pero no exhaustiva- de las expresiones literarias en las tres mayores lenguas de la Amrica antigua: la nhuatl, la maya y la quechua; y ha-remos una referencia a las del rea guaran.

    Critica:

    DERRIDA,Jacques. De la gramatologa. Mxico: Siglo XXI, 1970. Hn,L BooNE, Elizabeth y Walter.: D. MIGNOLO, eds. Writing without Words.

    A!temative Literacies in Mesoamerica & the Andes. Durham, North Caro-lina: Duke University Press, 1994.

    LEN-PORTILLA, Migud. Literaturas de Mesoamrica. Mxico: Secretara de Educacin Pblica, 1984.

    LIBNHARD, Martin. La voz y la huella. Lima: Horizonte, 1992, caps. I Y II. SEGALA, Amos. Literatura nhuatt*, cap. l

    REGIN MEXICANA 1.2. Literatura nhuad

    Siendo numerosos los testimonios literarios que nos dej el pueblo azteca, representan slo una parte de una produccin que debi ser cuantiosa y con races muy antiguas y complejas. Pero, sin duda, esta herencia literaria es la que ms intensa y ampliamente ha sido estudia-da, descifrada, sistematizada y traducida, primero P?r los cronistas y luego por los especialistas modernos (los aportes de Angel _Mara Gari-bay y Miguel Len-Portilla son fundamentales en nuestro siglo); de este modo, hoy sabemos de ella ms de lo que podra suponerse tras la se-vera destruccin de la que fue objeto durante la conquista. Las fuentes fundamentales son los cdices o amoxtli en los que los aztecas, hacien-do uso de pictografas, ideogramas y, despus, de su primaria transcrip-cin fontica, dejaron testimonio de un variado conjunto de cosmogo-nas, historias, cuentas calendricas, cantares, doctrinas y discursos, cuya preservacin fue indispensable para mantener viva su cultura.

    1.2.l. Los cdices Los cdices mexicanos son una vasta constelacin de materiales heterog-

    neos que han debido ser organizados en grupos o familias como d grupo Borgia, segn su origen, contenido o localizacin. El hecho de que algunos se

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 39

    conozcan bajo nombres y ediciones distintos, no hace ms fcil su identifica-cin para el lector ~o adiestr~do. Hay cdices nhuatl, mixtecos y zapotecas, pero los de mayor nnpo~ancia ~on los primeros. Una lista de las principales entre esa,s ~ente~ y las mas pertmentes a nuestro propsito, seria la siguiente:

    a) Codzce Chzmalpopoca: recogido hacia 1558 por los indgenas informan-tes de Sahagn, (3.2.4.) copiado por el historiador Fernando de Alva Ixtlilx-chitl, (3.2.5.) y deposi~ado en el Museo Nacional de Mxico; fue publicado en Berln en 1938. Contiene los Anales de Cuauhtitln y la Leyenda de los soles publicados en 1975. '

    b) Cantares Mexicanos (1532-1597): conservados en la Biblioteca Nacional de Mxico, traducidos y publicados -junto con el titulado Romances de los Seores de la Nueva Espaa, que se halla en la biblioteca de la Universidad de Texas, Austin- por Garibay en 1964-1965, bajo el ttulo Poesa nhuatl.

    c) Cdice Aubin (1576): depositado en la Biblioteca Nacional de Pars re-dactado en parte en d sistema nhuatl de anotacin y en escritura fonti~a e impreso en Pars en 1903. . '

    d) Cdice Borbnico: conservado en la Biblioteca dd Palais Bourbon de Paris, c~~ ~aliosa. ~ormacin _calendrica y sobre d mundo religioso nhuatl, cuya ediaon facsimilar apareci en esa ciudad en 1899.

    e) Cdice Bo~~ia: se guarda en la Biblioteca Vaticana y es en realidad el n-c;~ de una familia de cuatro cdices de origen prehispnico; su primera edi-cion en castellano apareci en Mxico en 1976.

    f) Cdice Florentino: depositado en la Biblioteca Medicea Laurenziana sus ilustracion_es fueron publicadas facsimilarmente en Madrid en 1905 y sus

    1

    tex-tos aparecieron en 12 volmenes en Nuevo Mxico entre 1950-1970.

    g) Cdice Mendoza: se halla en la Biblioteca Bodleian de la :Universidad de Oxford, Inglaterra. donde fue editado en 1938.

    h) L?s dos C~lice~ Matrit~nses: uno del Real Palacio y el otro de la Real Aca~emia de la Histona, publicados en versin facsimilar en 1906 y 1907, res-pectivamente.

    i) Cdice Ramrez, o Relacin dd origen de los indios que habitan esta Nueva Espaa: lo conserva el Museo Nacional de Antropologa de Mxico y fue editado en esa ciudad en 1944.

    j) Cdice Vaticano designado como A o Ros (para distinguirlo del 13 3 3 7 3 dd grupo de cdices Borgia), cuya publicacin en Roma data de 1900. '

    k) Cdice Xlot!, publicado en Mxico en 1951. Lo que los cita~?s cdices y las informaciones cronsticas nos dejan saber

    es ~~e la conservac1on de todo lo que tuviese que ver con la historia, creencias r~~giosas y ;?stur_n~res de la comunidad azteca constitua una gran preocupa-cion de la elite dingente: era una sociedad volcada hacia la preservacin del pasado, 1~ q~e se refleja en sus expresiones literarias. En los captulos siguien -tes se ~erad 101p?rt~te papd que, como primeros estudiosos y recopiladores de la literatura, histona y cultura del Mxico antiguo, cumplieron d citado Sa-hagn, Motolina>> y Olmos, entre otros.

  • 40 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    El material literario que encontramos en esas y otras fuentes, puede orde-narse en dos categoras que parecen corresponder a la misma divisin existen-te en tiempos prehispnicos: el verso o poesa, que los aztecas llamaban cucatl, o sea canto o himno; y la prosa o relacin, lo que se conoca como tlahto-lli, o sea palabra. La nobleza gobernante estimulaba el desarrollo de estas expresiones de la cultura indgena, mediante instituciones como las llamadas amoxcalli o Casas de libros, que pueden considerarse una mezcla de biblio-tecas y archivos; haba tambin los llamados telpuchacalli o casas de jvenes, que eran centros donde se enseaba poesa y otras artes.

    El ejercicio potico de los forjadores de cantos, el pensamiento filosfi-co y el registro histrico (asociados todos a la religin), eran parte del legado comunitario que deba guardarse en la memoria de los hombres. El cronista Daz del Castillo (3.2.3.) cuenta haber visto esos libros de su papel cosidos a dobleces, como a manera de paos de Castilla (Historia verdadera ... , cap. XLIV), pero hay que recordar que tales libros eran un conjunto de pictogra-fas y jeroglficos que, como se dijo antes, eran slo la base a partir de la cual la interpretacin de los sabios o entendidos y la difusin por va oral, podan completar el proceso comunicativo. Aunque estaban inscritos sobre hojas de papel de amate (corteza vegetal) y cosidos como pginas, no eran libros para leer, como los que conocemos, sino para mirar, descifrar y recordar-una ex-periencia del todo distinta de la nuestra. El fundamento de la literatura ind-gena era la palabra viva, el acto verbal y su repeticin a travs de las generacio-nes. A continuacin nos ocuparemos de las mencionadas categoras y otras formas literarias mexicanas.

    Textos y crtica:

    Codex Chimalpopoca. Stuttgart y Berln: M. Kohlhammer, 1938. Codex Ramrez, Origen de los mexicanos. Ed. de Germn Vzquez. Madrid:

    Historia 16, 1987. Cdice Borgia. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1963. Cdice Xlotl. Ed. de Charles E. Bibble. 2." ed. Mxico: UNAM-lnstituto de In-

    vestigaciones Histricas, 1980. , Cdices mexicanos de la Biblioteca Nacional de Pars. Indice de manuscritos pic-

    togt/icos mexicanos. Ed. de Joaqun Galarza. Mxico: Archivo General de la Nacin, 1981.

    Cdices matritenses de la Historia general de las cosas de la Nueva Espaa de Fr. Bernardino de Sahagn. Ed. de Manuel Ballesteros-Gaibrois. Madrid: Po-rra Turanzas, 1964.

    The Codex Mendoza. Ed. de Frances F. Berdan y Patricia Rieff Anawalt. Ber-keley: University of California Press, 1992.

    [Nota: A partir de 1992, el Fondo de Cultura Econmica de Mxico inici la publicacin facsimilar de una serie con los siguientes cdices prehispni-

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 41

    cos y coloniales, complementados con libros explicativos: Vindobonensis, Nutall, Borbnico, Borgia, Vaticano B, Laud, Fvrbry-Mayer, Cospi, Dresde, Tro-Cortesiano, Peresiano, Moctezuma, Vaticano A, Egerton o Snchez Sols, Magliabecchi e Ixtlilxchilt.]

    GARIBAY, ngel Mara, ed. Poesa indgena de la altiplanicie. Mxico: UNAM, 1982. AtCINA FRANCH,Jos. Cdices mexicanos*. BIBBLE, Charles E. El antiguo sistema de escritura en Mxico>>. Revista Mexi-

    cana de Estudios Antropolgicos, 4:1-2, 1944, pp. 105-128. HALY, Richard. Poetics of the Aztecs. New Scholar. Santa Brbara, Califor-

    nia: 10:1-2, 1986, 85-133. LEN-PORTILLA, Miguel. Historia de la literatura mexicana. Perodo prehispni-

    co. Mxico: Alhambra Mexicana, 1989. SEGALA, Amos. Literatura nhuatl*.

    1.2.2. Los CUCatl y sus tipos Como en otras culturas antiguas, los cucatl eran frecuentemente

    acompaados por msica y a veces por danzas, lo que explica que, a pesar de las distintas formas que podan adoptar, las exigencias del metro y del ritmo fuesen siempre muy visibles: facilitaban su repeti-cin y transmisin. Estilisticamente, la poesa nhuatl se caracteriza por la presencia de unidades fijas de diferente extensin y por una su-cesin de variantes, subrayadas por paralelismos, estribillos y un re-pertorio de metforas establecidas por la tradicin. La regularidad del metro era frecuentemente mantenida gracias a slabas no lxicas (ex-clamaciones, interjecciones, onomatopeyas) que reforzaban la orali-dad de la composicin; saber de los rasgos lingsticos propios del n-huatl (duracin silbica, timbre y tono), es indispensable para enten-der su arte potica. Este breve ejemplo de los Cantares mexicanos es ilustrativo:

    El ave roja de Xochiquetzal se deleita, se deleita sobre las flores. Bebe la miel en diversas flores; se deleita, se deleita sobre las flores.

    Los cucatl tienen un marcado sesgo filosfico y reflexivo: propo-nen un tema que es sometido a diversas consideraciones o examinado desde diversos niveles, dejando una impresin de esclarecimiento de

  • 42 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    una cuestin ardua o apremiante. (Esto no quiere decir que no hubie-se expresiones de poesa ligera, irnica y a veces licenciosa.) En algu-nos casos aparece una especial forma de paralelismo, que Garibay ha denominado difrasismo, o sea la conjuncin de dos imgenes o met-foras para e;xpresar un solo pensamiento. Debido a estos rasgos, refle-jo quiz de la influencia de crculos o escuelas poticas que imponan los gustos y temas sobre el resto, la expresin lrica produce una cier-ta sensacin de monotona y rgida repeticin de esquemas de pensa-miento y creacin de imgenes; es una poesa formulaica y emblemti-ca, que tiende a quedar cristalizada, en vez de evolucionar, a lo largo del tiempo.

    Ese lenguaje altamente formalizado y muchas veces enigmtico, funcionaba sobre la base de ecos y reverberaciones de ciertas claves o smbolos --como jade, estera, mariposa, guila, hule, cacao-- previa-mente aceptados y conocidos por todos; la comparacin entre esta poesa y la barroca espaola ha sido hecha y puede ofrecer ilustrativas coincidencias. Igual que en ella, en la literatura nhuatl hay constantes referencias al propio ejercicio potico o artstico, cuyo emblema verbal es flor y canto, imagen capital profusamente repetida en esta poesa. Y por su rigor y poder de condensacin verbal, no por la estructura, se acerca a veces al haik japons. Pese a la restriccin que impona el re-pertorio de sus frmulas, tiene una fuerza y un brillo extraordinarios: las imgenes relampaguean con los tonos deslumbrantes de las piedras preciosas, las plumas multicolores, la flora tropical. Esa luminosa sen-sualidad contrasta vivamente con el dima emocional sombro y apesa-dumbrado que la distingue. Es, en el fondo, un conjunto de graves meditaciones sobre el misterio de la vida, el destino de los hombres y su relacin con los dioses.

    Por su temtica y tono pueden reconocerse distintos tipos o for-mas de cucatl. Los denominados teocucatl eran cantos divinos o him-nos sagrados, cuyas imgenes contienen oscuras referencias a mitos e historias teolgicas. En las fiestas religiosas, estas composiciones eran parte de ceremonias pblicas, en las que se entonaban con acompaa-miento musical. El siguiente es un breve himno al dios Tezcatlipoca que expresa admirablemente la arrogancia de un ser todopoderoso:

    Yo mismo soy el Enemigo: busco a los enviados y a los mensajeros de mis tos, los emplumados de negro. Aqu los tengo que ver

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 43

    no maana ni pasado maana. Traigo aqu mi espejo mgico y traigo la celebracin del signo quinto. Son los que rigen la marcha del da hasta que sean encerrados, mis tos, los emplumados de negro.

    Existen teocucatl que combinan el tema religioso con leyendas cosmognicas, pic~s o histricas; un ejemplo de lo primero es el poe-ma llam~do s antiguos poetas mexicanos y su don verbal. No hay nada difuso ni superfluo en su poesa; al alto grado de concentracin retrica corresponde una mxima tensin emocional. Jzguese por este breve poema:

    Brotan las flores, estn frescas, medran, abren su corola. De tu interior salen las flores del canto: t, oh poeta, las derramas sobre los dems.

    A pesar de que la mayora de lo que se conserva de esta literatura, como ya hemos sealado, es annimo, algunos nombres individuales de poetas han llegado hasta nosotros, gracias a cronistas como , por e1emplo). ReVISando la.n.mina ~e.poetas de la que disponemos, pue-de afumarse que la actIVIdad poetlca era una prctica general entre la nobleza gobernante: como en otros pueblos antiguos, la figura del rey-

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    poeta aparece aqu con frecuencia, indicando que el arte y el refina-miento cultural eran tambin privilegios de las castas que detentaban el poder; desde estas esferas se irradiaba la poesa haca la masa popu-lar, a cuya memoria quedaba confiada. El hecho de que fuesen los no-bles quienes cultivaban la poesa y, en general, la literatura, explica que existiesen dinastas de poetas y que los lazos de parentesco creasen focos regionales que ayudaban a mantener viva la tradicin. As ocu-rre con Nezahualcyotl (1.2.3.), su hijoNezahualpilli (1464-1515) y su nieto Cacamatzin (1494?-1520), grandes poetas (y sabios los dos pri-meros) de Texcoco. Estas dinastas poticas desarrollaron orgullosas escuelas locales, con caractersticas distintas; Len-Portilla reconoce tres: la ya mencionada de Texcoco, la de Mxico-Tenochtitln (en la que figura Macuilxochitzin [1435?-?], la nica poeta mujer cuyo nom-bre conocemos) y la de Puebla-Tlaxcala, donde floreci Xicotncatl llamado el Viejo (1425?-1522), conocido por un canto de exaltacin de la guerra florida, ritual blico librado para aplacar a los dioses.

    De todos los poetas aztecas, el ms celebrado e importante es Ne-zahualcyotl, quien merece un examen aparte.

    Textos y crtica:

    GARIBAY, ngel Mara, ed. Poesa nhuatl'~. La literatura de los aztecas. Mxico: Joaqun Mortiz, 1970.

    LEN-PORTILLA, Miguel. Literatura del Mxico antiguo. Los textos en lengua nhuatl. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978.

    1.2.3. Nezahualcyotl y la poesa de la mortalidad

    Nacido en Texcoco y criado en el palacio paterno, Nezahualcyotl (1402-1472) goz de una educacin esmerada que lo convirti en un gran conocedor de las viejas doctrinas y creencias toltecas. De joven vivi tiempos agitados por las luchas polticas, que lo obligaron a bus-car refugio entre los poderosos de Tlaxcala. Concert una alianza con los mexicas, que le permiti volver a su patria y recuperar su trono, al que ascendi en 1431. Su reinado dur ms de 40 ,aos y se caracte~iz por el esplendor que alcanz su cultura. Ademas de poeta y sabio, era un importante legislador y un gran arquitecto, pues construy? pa-lacios y templos y dirigi obras de irrigacin; compararlo con Pendes,

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 45

    quiz no sea del todo exagerado. En una de las secciones del cdice llamado Mapa Quinatzin (depositado en la Biblioteca Nacional de Pa-rs) hay una representacin pictogrfica, realizada en tiempos posthis-pnicos, de algunas de sus obras y hazaas. Entre otros cronistas, Motolina y Alva Ixtlilxchitl proporcionan valiosos datos sobre l.

    Lo que queda de su obra potica son slo unos 36 poemas que, conservados en cdices como Cantaras mexicanos y en antiguas crni-cas, pueden con seguridad atribursele; pese a su escaso nmero, bas-tan para justificar su fama. En su formacin potica se advierte una sntesis de dos principales tradiciones culturales: la tolteca y la chichi-meca. Pero es la forma original como el autor interpreta ese doble le-gado lo que resulta admirable. El gran tema de Nezahualcyotl es la muerte; mejor dicho: la mortalidad y el drama de la fugacidad de la vida. Aun en medio de su enorme poder y la grandeza que lo rodeaba (o, tal vez, precisamente por eso), el poeta reflexiona con gravedad y angustia sobre el escaso tiempo que podemos disfrutar lo que tene-mos. Nada en verdad es nuestro: todo le pertenece al Dador de la vida, al inventor de s mismo, presencia constante, cuyo poder ab-soluto crea en su poesa una tensin dialctica con el triste destino hu-mano. En ese sentido, su poesa es profundamente religiosa y permite ingresar al abigarrado mundo de la teologa azteca, tan distinta a la oc-cidental. La idea misma de la divinidad es aplastante y llena de pavor el corazn de los hombres, pues su voluntad es implacable: no un ser providente, sino una entidad arbitraria, de quien nadie puede sentirse protegido. El mundo del cielo y de la tierra estn separados por un abismo de terror e incertidumbre que cabe llamar existencial:

    Qu determinars? Nadie puede ser amigo del Dador de la Vida ... Amigos, guilas, tigres, adnde en verdad iremos?

    En el conmovedor Canto de la huida, escrito precisamente cuando se encontraba escapando de su enemigo el seor de Azcapot-zalco, hay una sombra reflexin sobre la miseria de la condicin hu-mana:

    No es cierto que vivimos y hemos venido a alegramos a la tierra.

  • 46 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    Todos aqu somos menesterosos. La amargura predice el destino aqu, al lado de la gente.

    El nico modo de vencer la brevedad y fragilidad de la existencia, es el camino del arte y la poesa, la flor y canto emblematizada por toda la poesa nhuatl:

    Slo con nuestras flores nos alegramos. Slo con nuestros cantos perece nuestra tristeza. Oh seores, con esto, nuestro disgusto se disipa. Las inventa el Dador de la Vida, las ha hecho descender el inventor de s mismo ...

    La vida -su origen, su desarrollo, su fin- es un misterio que no podemos resolver, una bsqueda incesante. Nuestra nica certe-za es que los dioses la destruirn. Aludiendo a las pictografas que conservan la memoria, Nezahualcyotl escribe estos esplndidos versos:

    Despus destruirs a guilas y tigres, slo en tu libro de pinturas vivimos, aqu sobre la tierra. Con tinta negra borrars lo que fue la hermandad, la comunidad, la nobleza. T sombreas a los que han de vivir en la tierra.

    Textos y crtica:

    GARIBAY, ngel Mara. Historia de /,a literatura nhuatl. 2 vols*. LEN-PORffiLA, Miguel, ed. Trece poetas del mundo azteca. Mxico:

    UNAM, 1981. MARTfNF..z,Jos Luis. Nezahualcyotl. Vida y obra. Mxico: Fondo de Cultura

    Econmica, 1972.

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 47

    En los Cantares mexicanos hallamos los nombres de algunos otros poetas aztecas, entre los cuales est Aquiauhtzin {1430?-1490?), de quien se conservan slo dos extensas composiciones. Una de ellas, el Canto de las mujeres de Chalco, es un ejemplo de poesa ertica que resulta interesante sobre todo por el atrevido tono burln y por el he-cho de que el texto asume la voz de las mujeres en un abierto desafo sexual.

    1.2.4. Los tlahtolli

    Bajo este nombre se conoce una amplia gama de expresiones en prosa: relatos, crnicas, discursos, doctrinas, consejos, pensamientos. Predomina el tono expositivo y moralizante: comunican un saber y una experiencia acumulada en .el tiempo para ser transmitida a las nuevas generaciones. Aunque en este caso la elaboracin de ideas y de secuencias narrativas predomina sobre la carga emotiva de las imge-nes propia de los cucatl, ciertos recursos propios de stos -metfo-ras, reiteracin de motivos, paralelismos- tambin aparecen dentro del cauce general de la prosa.

    Dos son sus formas ms importantes y evolucionadas: los hue-huehtlahtolli y la thltoloca. Los primeros son

  • un hibridismo de dos tradiciones ticas totalmente dispares. Pese a esas desfiguraciones es posible apreciar todava la belleza potica y la hondura filosfica que debieron tener fas expresiones originales:

    Aqu ests, mi hijita, mi collar de piedras finas, mi plumaje de quetzal, mi hechura humana, la nacida de m. T eres mi sangre, m color, en t est mi imagen.

    Ahora recibe, escucha: vives, has nacido, te ha enviado a la tierra el Seor Nuestro, el Dueo del cerca y del lejos, el hacedor de la gente, el inventor de los hombres.

    La otra forma en prosa es la thltoloca, la narracin histrica que, en forma de complejos anales y cronologas, representados con pinturas y jeroglficos, dejaba constancia de los grandes acontecimientos del pa-sado. La fijacin de dinastas, aos y ciclos era esencial para preser-varlo; alrededor de ellos se tejan las leyendas y relatos mticos. Hay numerosos ejemplos de estos relatos, muchos de ellos fragmentarios. Sahagn recogi las conocidas leyendas sobre Quetzalcatl, que tam-bin aparecen en los Anales de Cuauhtitln del Cdice Chimalpopoca ya citado (1.2.1), en los que figuran los hechos del gran Nezahualc-yotl. En la tercera parte del mismo cdice aparece la importante Le-yenda de los soles, conocida a travs de un inconcluso manuscrito n-huatl del siglo XVI, que contiene una relacin de mitos cosmognicos del pueblo mexicano y sus migraciones en tiempos muy remotos.

    Textos y crtica:

    Huehuehtahto!li. Testimonios de la antigua palabra. Est. de Miguel Len-Por-tilla. Mxico: Secretara de Educacin Pblica/ Fondo de Cultura Econ-mica, 1991.

    LEN-PORTILLA, Miguel, ed. Cantos y crnicas del Mxico antiguo. Madrid: Historia 16, 1986.

    1.2.5. Manifestaciones teatrales Siendo las ceremonias y ritos religiosos tan abundantes e impor-

    tantes en la vida cotidiana de los aztecas, es fcil imaginar que esas oca-siones estimulasen el desarrollo de manifestaciones pblicas, donde la palabra, la msica, la pantomima y ciertos elementos dramticos y co-

    l !t 11

    K I

    Antes de Coln: el 49

    reogrficos se integraban. El testimonio de los cronistas corrobora esta hiptesis, pues nos han dejado descripciones, a veces muy minuciosas, de esos actos multitudinarios, de gran vistosidad y animacin; se sabe tambin de la existencia de cuicacalli, o sea casas de canto y danza>>, donde se formaban a los que actuaban en tales festividades. Pero, de-bido a su naturaleza misma de representacin colectiva y efmera (sin el auxilio de la escritura), lo que nos queda directamente de tales ex-presiones es fragmentario y disperso.

    Estas fastuosas procesiones y ceremonias cuyo colorido maravill a sus testigos espaoles, que slo tenan para compararlo el austero teatro medieval, se celebraban con la periodicidad de un estricto ca-lendario: tiempos de siembra o cosecha, efemrides militares, fiestas cortesanas, rogativas religiosas, ritos de fecundidad o iniciacin, etc. Eran actos con una notable sugestin escenogrfica, que exaltaban la grandeza del estado y la unidad del pueblo alrededor de l: espectcu-los de masas orquestados mediante una combinacin de antiguas creencias y oportunos intereses del poder poltico. Si sumamos los po-cos fragmentos que nos quedan, los testimonios espaoles e indgenas posthispnicos, podemos aceptar lo que deca Alfonso Reyes cuando afirmaba que el teatro haba nacido tres veces en la historia de la hu-manidad: en Grecia, en la Europa medieval y en la Amrica precolom-bina. El problema es que de la que menos sabemos es de la ltima; en este caso, la falta de escritura fue fatal.

    Otros prefieren creer que, si hubo algo que pueda asimilarse a lo que entendemos por teatro, eran formas incipientes de poesa drama-tizada usadas con fines litrgicos, ms cercanas, en verdad, a los movi-mientos simblicos de la danza ritual que al teatro propiamente dicho; la palabra sera slo un elemento, y no el ms importante, en esos ri-tos. De lo que no cabe duda que los aztecas tuvieron un alto sentido del espectculo y que lo usaron conscientemente como un modo de crear en la masa una visin imborrable e impresionante del mundo de sus dioses y las grandezas del pasado; en esa amplia concepcin de la teatralidad, tambin cultivada por pueblos antiguos del Oriente, y no en el restringido de arte dramtico tal como se forj en Occidente, es posible afirmar la existencia de formas teatrales en el Mxico antiguo. Es significativo que, con el advenimiento de la conquista, estas formas en vez de desaparecer, se afincasen ms hondamente en el espritu de los indgenas y dieran origen a un teatro de races nativas, pero ya pe-netrado por las formas de la dramaturgia europea. As, a travs de la reelaboracin folklrica de mitos, cosmogonas y leyendas que se re-

  • 50 Hstoria de la literatura hispanoamercana. 1

    presentan, an hoy, en sus comunidades, pudieron preservar su iden-tidad cultural y sus tradiciones.

    En los Cantares mexicanos encontramos algunos ejemplos de lo que pudieron ser esas ceremonias, a travs de fragmentos de sus ele-mentos verbales, como los denominados Bailete de Nezahualcytl y Huida de Quetzalcatl>>, o las breves relaciones nhuatl de las fiestas de los dioses, que aparecen en el Cdice matritense del Real Palado.

    Texto:

    LE6N-PORTILLA, Miguel, ed. La literatura del Mxco antguo. Los textos en len-gua nhuatl. *

    REGIN MEXICANA Y ZONA INTERMEDIA: GUATEMALA

    1 J. La literatura maya y sus cdices

    As como la literatura nhuatl ms representativa es la poesa, la de la rica cultura maya es la historia o crnica cosmognica. El principal inters de este pueblo parece haber sido el de explicar sus orgenes mediante fbulas, mitos y snbolos, y de dejar el registro de su histo-ria como una civilizacin fundadora de un estricto orden social, pol-tico y religioso. Si queremos saber cmo se representaban el mundo los mayas y qu papel jugaban en l, hay que recurrir a sus densass constelaciones mitolgicas, verdaderas Biblias del mundo aborigen americano anterior a la conquista. Los dos mayores monumentos pro-vienen de los pueblos quich (en la actual Guatemala) y cakchiquel (en el rea mexicana del Yucatn) que dieron forma a la cultura maya: son respectivamente el Popo! Vuh y el Chilam Balam. Libros mgicos y fabulosos cargados con revelaciones del pasado inmemorial y con predicciones del futuro, pero tambin de consejos morales, cronolo-gas y observaciones astronmicas. Pueden ser ledos hoy como fasci-nantes documentos de la imaginacin proliferante y la mentalidad ri-gurosa de nuestros antepasados americanos. Pero no son libros or-gnicos: son ms bien palimpsestos o recopilaciones miscelnicas, que condensan diferentes tiempos histricos y se deben a innumerables manos que trabajaron a partir de antiguos cdices.

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 51

    Cuatro son los cdices fundamentales para conocer la cultura maya: el Cdi'ce Dresde que se encuentra en la Biblioteca Estatal de esa ciudad y que, siendo muy antiguo, es copia de uno anterior; el Trocor-tesiano o de Madrid (por conservarse en el Museo Arqueolgico de esta ciudad); el Cdice Prez o de Pars (en la Biblioteca Nacional de Pars); y el Grolier (en el Museo Nacional de Antropologa de Mxi-co). Estos cdices haban fijado, usando una mezcla de ilustracin pic-togrfica, representacin simblica (jeroglficos) y elementos de trans-cripcin fontica, un saber ancestral confiado tambin, como en el caso de la cultura nhuatl, a la memoria colectiva e interpretado fun-damentalmente por la casta sacerdotal. Tras la llegada de los espao-les, el rescate de ese legado por los sobrevivientes se convirti en una necesidad de dramtica importancia para evitar su prdida total. Con ese propsito o quiz para cumplir con pedidos de informacin por parte de estudiosos espaoles, usando su propia lengua en transcrip-cin fontica a nuestro alfabeto, un grupo de indios realizaron en los siglos XVI y XVII las versiones que ahora conocemos. Eran indios cris-tianizados y en diversos grados de mestizaje cultural, lo que ayuda a entender por qu, al lado de cosmogonas mayas, aparecen (en una medida a veces difcil de establecer) ideas y creencias de origen euro-peo. Se ha sealado, con toda razn, que el estilo mismo de presenta-cin que siguen estas transcripciones, es cercano al modelo de los al-manaques cristianos de la poca, lo que plantea una interesante cues-tin: era un recurso indgena para hablar de su tradicin usando un vehculo irrecusable, o fue imposicin europea para purgar la idola-tra del contenido?

    Textos y crtica:

    Cdices mayas. rtr0d. y !bibliog. de Thomas A. Lee y T wda G.utirrez, M6ci-co: Universidad Autnoma de Chiapas, 1985.

    GARZA, Mercedes de la, ed. Lteratura maya. Caracas: Biblioteca Ayacu-cho, 1979.

    1.3 .l. El Popo! Vuh

    Es el libro capital maya en lengua quich y uno de los grandes li-bros de la humanidad, cuyo valor antropolgico, histrico, filosfico y literario es comparable al de otros grandes libros sobre la gnesis de

  • 52 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    los pueblos antiguos: la Biblia, el.Mahabarata, el Upanishad. El Popo! Vuh o Libro del Consejo contiene las ms antiguas cosmogonas, mitos e historias que constituyen el fundamento de la cultura del pue-blo quich, pero fue escrito despus de la conquista, como puede comprobarse por las numerosas interpolaciones cristianas que presen-ta. La obra se conoci slo a comienzos del siglo XVIII, gracias al casual hallazgo de un manuscrito en Chichicastenango (posiblemente escrito entre 1554 y 1558) que hizo el padre Francisco Ximnez, quien trans-cribi y luego tradujo al castellano el texto; bajo el ttulo de Historia V del origen de los indios de esta provincia de Guatemala apareci por primera vez en nuestra lengua (antes se conoci en ingls y alemn) en 1857, con pie de imprenta en Viena y Londres. Posteriormente, el ma-nuscrito original desapareci.

    Aunque algunos lo atribuyen a un indio quich llamado Diego Reynoso, parece ms razonable considerarlo slo un copista entre mu-chos otros pertenecientes a la alta clase sacerdotal maya, sabios que heredaron los secretos de su antigua cultura. El libro mismo remite a otro texto original, de igual nombre, que rega las creencias de la co-munidad maya, pero ahora inaccesible pues el que lo lee y lo comen-ta, tiene oculto su rostro. El Popo! Vuh representa un rescate o reve-lacin de la antigua palabra, que contiene ya entonces el saber herm-tico de los mayas: es un complejo recuento de sus genealogas y las hazaas de su civilizacin.

    El material reunido en el libro es heterogneo y, ms que organiza-do, yuxtapuesto en una estructura con secuencias cuya lgica interna no siempre es fcil de reconocer. Por eso, los especialistas han discutido los libros o partes en que debe dividirse la obra, pues el conjunto puede ser ledo -y de hecho ha sido ledo- de modos muy diferentes. El inves-tigador norteamericano Munro S. Edmonson lo ha distribuido en 97 captulos, que giran alrededor de las cuatro distintas creaciones del mundo en una sucesin cclica de destrucciones y renacimientos. La fu-sin de los tiempos divino y humano es inextricable y complica la lectu-ra. Pero es perceptible una gradacin en el proceso de la creacin divi-na: primero aparecen los animales, que no hablan; luego la raza de los hombres hechos de barro; ms tarde los creados de madera, todos los cuales son sucesivamente destruidos por diversas razones; finalmente, aparece el pueblo quich, la raza de hombres creados de mazorcas de maz. Leyendo un pasaje que se refiere a ese ciclo de creaciones del g-nero humano, cabe preguntarse cunto deben las frmulas que usa el narrador indgena a la tradicin judeocristiana de raz bblica:

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 53

    Desl?us fueron destruidos ~ muertos todos estos hombres de palo, por-que habiendo entrado en conseo el corazn del cielo y enviando un gran di-luvio los destruy a todos; de palo de corcho que se llamaba tziit fue hecha la

    ca~e de los hombres y de esta materia se labr el hombre por el Criador y las mueres fueron hecha~ con el corazn de la espadaa que se llama zibac; y as fue la voluntad del Cnador, el hacerlos de esa materia ... (Cap. III).

    En _reali~ad, puede considerarse que el Popo! Vuh ofrece, a la vez, un testlffiomo de las creen~ia~ y leyendas sobre el origen quich, y del te~~rano p:oceso de mest_1zae que esa cultura sufri con la evangeli-zac1on espanola. Al traducirlo y comentarlo, el padre Ximnez no de-saprov:~h 1:1:guna oportunidad para acercar la teologa quich a la revel~~1on cristiana. Lo que tiene claramente origen indgena es la con-cepc1or.i dual del mundo divino: los dioses creadores son generalmen-te pareas que corresponden a dualismos observados en el mundo na-tural (sol y luna, luz y tiniebla, hombre y mujer). Del tiempo ms re-moto y oscuro de los orgenes el texto pasa a la historia del orden

    sagrad~, con sus dinastas de dioses que destruyen su propia creacin en cast~go por los _P~~ados de esos seres, y de all a la aparicin del pue-blo q~che, sus v_ic1s1tudes y su desarrollo civilizador, que es brusca-mente mterrump1do con la venida del hombre blanco, que se mencio-na en el captulo final, dedicado a registrar la descendencia de los re-ye~ ~ s~ores quichs; al llegar a la duodcima generacin de los ongmanos Balamquitze, se anota que estos reinaban cuando vino Al-varado, y fu:ron ahorcados por los espaoles (Cap. XXI). Pese a que el valor d~l ~,bro es sobre todo antropolgico, la belleza lrica y la gran-deza ~e vis~on 9ue encon~ramos en varios pasajes le otorgan un alto va!_or literan?; l:ase, P,or eemplo, este fragmento de la oracin que los senores Cab1qmb dec1an ante el dios Tohil:

    Oh t, hermosura del da, t, Huracn, corazn del cielo y de la tierra t dador _de n~estra gl?ria y t, t~bin, dador de nuestros hijos, mueve y ~el'. ve hacia aca tu g~or~a y da que vivan y se cren nuestros hijos e hijas, y que se aurnent7n Y multipliquen tus sust~ntadores y los que te invocan en el camino, en ~?s nos, en las barrancas debao de los rboles o mecates, y dales sus hijos e hr~s, no ~nci.~entren_ algun~ desgracia e infortunio y ni sean engaados, no tropi~cen 01 caigan, 01 sean uzgados por tribunal alguno ... Oh t, corazn del_ ~ielo, cora_zn ?e la tierra, oh t, envoltorio de gloria y majestad, t T ohil, Avilix, ~acavrtz, vr~ntre del cielo, vientre de la tierra! oh t que eres las cua-tro esquinas de la tierra, haced que haya paz en tu presencia y de tu dolo! (Cap.XX).

  • 54 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    El Popo! Vuh ha ejercido un poderoso influjo en la imaginacin y el pensamiento mtico hispanoamericano de este siglo, y ha dejado vi-sibles huellas en la obra de escritores como Miguel Angel Asturias; tra-ducido a muchas lenguas, ha estimulado a muchos creadores en los ms diversos campos, como lo prueba Ecuatorial (1961), la composi-cin para voz y orquesta del rnsico francs Edgar Varese, que utiliza textos del libro.

    Texto y crtica:

    Popo! Vuh. Ed. de Carmelo Senz de Santa Mara. Madrid: Historia 16, 1989.

    MEGGED, Nahum. Los hroes gemelos del Popo! Vuh, anatoma de un mito indgena. Guatemala: Jos de Pineda !barra, 1979.

    SANOOVAL, Franco. La cosmovisin maya quich en el Popo! Vuh. Guatema-la: Ministerio de Cultura y Deportes, 1988.

    1.3.2. Los Libros del Chl.am Bal.am

    En el rea mayense del Yucatn no hay documento basado en tra-diciones prehispnicas cuya importancia supere el conjunto de textos llamados Libros del Chil.am Balam. El nombre proviene de las palabras ah chl.am (alto sacerdote o intrprete) y bal.am (jaguar>>), nom-bre del noble personaje del pueblo de Man que es mencionado en es-tos libros y que debi ser uno de los sabios o profetas ms famosos de su tiempo. Los libros se atribuyen a descendientes suyos, que quisie-ron guardar para la posteridad la antigua sabidura del pueblo cakchi-quel. Pero hay que tener en cuenta que, habiendo sido hecha la reco-pilacin en poca posterior a la conquista, en lengua maya pero segn el alfabeto latino, los pasajes testimoniales sobre la llegada del hombre blanco y las contaminaciones judeocristianas, son considerables. Tan-to que alguno de los libros, especficamente el Chil.am Bal.am de Chu-mayel, posiblemente el ms famoso, no puede ser omitido entre los documentos que expresan

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    dos redactores,} os Mara y Secundino Nah, y fue escrito en el pueblo llamado Teabo; se encuentra ahora en los fondos de la Biblioteca de la Universidad de Princeton, New Jersey. Y el de Ixil, copiado tambin por Po Prez, es un documento de principios del siglo XVII; estuvo perdido un tiempo pero ahora puede ser consultado en la Biblioteca del Museo Nacional de Antropologa de Mxico.

    Como ya hemos sealado, el conjunto textual que estos libros presentan no puede ser ms heterogneo, lo que, sumado al carcter esotrico de muchas de sus partes, dificulta la lectura. Alfredo Barre-ra Vsquez, en El libro de los libros del Chilam Balam, ha clasificado temticamente ese contenido en distintas categoras que nos permi-ten ver que parte del contenido no tiene relacin con el mundo ind-gena; los textos tratan casi de todo: asuntos religiosos (mayas o cris-tianos); histricos y cronsticos; cronolgicos y astrolgicos (que in-cluyen los cmputos calendricos segn das o katunes dispuestos en series de 13 nmeros y 20 nombres hasta formar un ciclo de 260 ka-tunes); medicina indgena o europea; informaciones astronmicas de origen europeo; ritos y ceremonias; y una miscelnea de textos no clasificados.

    El material de mayor inters es el que cae en las cuatro primeras categoras, que nos permiten ingresar al enigmtico mundo maya, del que todava tantas cosas se ignoran o se discuten entre los especialis-tas. A pesar de las oscuridades y cuestiones no resueltas que estos tex-tos plantean, a pesar de sus entrecruzamientos con la tradicin euro-pea, no hay mejores documentos para captar la grandeza del imperio maya y entender el vrtigo de su cada y destruccin como sociedad autnoma tras la conquista. Pero aun para el lector no erudito, mu-chos pa~ajes -gracias al poder mgico e incantatorio de su lenguaje metafrico-- le permitirn asomarse a un mundo donde la imagina-cin y el acto de pensar el pasado y el futuro funcionan dentro de coordenadas que nada tienen que ver con las nuestras.

    Textos y crtica:

    El libro de los libros del Chilam Balam. Alfredo Barrera Vsquez y Silvia Ren-dn, eds. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, SEP, 1984.

    The Maya Chronicles. Alfredo Barrera Vsquez y Sylvanus C. Morley. Wash-ington, D. C.: Camegie Institution, 1949.

    MARTfNEZ HERNANDEZ, Juan. Crnicas mayas (Mam; Tizimn, Chumayel). M-rida: Carlos R. Menndez, s. a. [1926].

    Antes de Coln: 57

    1.3.3. Otros ejemplos de prosa maya Un texto en lengua quich que merece mencionarse es el Ttulo de

    los Seores de Totonicapn (1554) que narra, con mucha contamina-cin del pensamiento cristiano, la peregrinacin de las tres tribus ora-mas del pueblo quich, su organizacin social, sus luchas y sus creen-cias religiosas. Lo que conocemos es su traduccin castellana, hecha en el siglo XIX, pues el manuscrito original se ha perdido. Sus coinci-dencias con lo que cuenta el Popo/ Vuh son de inters historiogrfico y antropolgico. Lo mismo puede decirse del Memorial de Solal, co-nocido tambin como los Anales de los Cakchiqueles, manuscrito es-crito en la lengua de este pueblo maya que trata de sus orgenes y sus rivalidades con los quichs. En el rea yucateca hay fuentes y referen-cias indirectas que permiten hablar de otros gneros muy asociados con el folklore: libros de medicina popular; sentencias, ejemplos y pro-verbios; adivinanzas, ageros y supersticiones; y las llamadas bom-bas, que son facecias, breves composiciones de ingenio o burla.

    1.3.4. El Rabinal-Ach

    Esta es posiblemente la obra dramtica ms conocida de los tiem-pos prehispnicos, y una importante prueba -con mayor peso que las que existen en la literatura nhuatl- en favor de la existencia de ex-presiones teatrales evolucionadas entre los mayas; en este caso no slo tenemos un texto integral, con mnima contaminacin hispnica, sino tambin vivo en la tradicin comunitaria indgena. Aunque se repre-sent a lo largo del perodo colonial, en algunos momentos fue supri-mido por las autoridades y pas a ser clandestina, tanto por su carc-ter pagano como por su mensaje de rebelda popular contra un inva-sor (en este caso, otro pueblo indgena). Est escrita en lengua maya-quich y su ttulo significa El Varn o Seor de Rabinal; tam-bin es conocida bajo el nombre Baile del tun, que alude al sonido del tambor usado en ceremonias sagradas y al hecho de que se trata, en efecto, de un drama.danza, cuya msica original -por excepcin-se conserva. Rabinal es precisamente el nombre del pueblo donde el abate Charles Etienne Brasseur de Bourbourg, administrador eclesis-tico en Guatemala a mediados del siglo XIX, lo escuch de labios de Bartolo Ziz, un indgena que haba interpretado la pieza y guardado memoria del antiguo texto en quich. El mayista Georges Raynaud lo

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    tradujo al francs; usando esta versin, Luis Cardoza y Aragn lo tra-dujo en 1928 al castellano.

    La obra plantea una situacin prcticamente nica: el conflicto en-tre el Varn de Rabinal y su prisionero, el Varn de los Quich, que son los casi exclusivos interlocutores; su disputa nos permite asistir a la captura del prisionero, su largo interrogatorio y finalmente su muer-te. Aunque la accin tiene una base histrica (las luchas entre esos pueblos en el siglo xrr), el cli~a domU:ante es el de una alego~a m?ral. Los dilogos entre los dos protagomstas son extensos y reiterativos, ms parlamentos recitados que propiamente dilogos. A travs de ellos nos vamos enterando del por qu de la situacin. Cada uno va exp;niendo sus razones y defendiendo su causa; cuando el prisionero, atado a un rbol, declara sus hazaas y los motivos de su accin; el Va-rn de Rabinal responde con el recuento de las suyas y justifica la cap-tura alegando las desgracias que su feroz prisionero ha trado sobre su pueblo. Simultneamente vemos los esfuerzos y argucias yue hace el prisionero para recuperar su libertad. Hay un tercer personaje: el go-bernador de Rabinal, el todopoderoso Cinco-Lluvia, ante quien el prisionero negocia su libertad. Al fracasar sus intentos, el Varn de los Quich acepta la muerte, pero pone con una condicin: que se le rindan los honores propios de su origen noble. As, se le permite danzar con una doncella y con otros altos caballeros (los llamados guilas y Jaguares Amarillos), todo lo que constituye un complejo y colorido ceremonial, acentuado por la msica, el baile y el uso de mscaras.

    El sacrificio se consuma como una alegora de la comunin del hombre con la naturaleza primordial. La historia central est acompa-ada de rituales y participacin de numerosos personajes mudos (mu-jeres, siervos, soldados, pueblo). La accin (dividida en cuatro partes o actos muy desiguales de extensin) resulta a veces oscura y demasia-do dilatada, sobrecargada de repeticiones y frmulas cortesano. Pero pese a ello, la obra tiene una bsica teatralidad y un sentido simblico que indudablemente proviene de antiguas leyendas. La pugna entre los dos nobles personajes tiene los elementos tpicos del conflicto tea-tral: presenta una variante del eterno dilema entre libertad y someti-miento, vida y muerte, violencia y justicia, dignidad y humillacin. Raynaud ha observado que el texto tiene la caracterstica singular de eliminar casi por completo el aspecto religioso comn a las manifesta-ciones teatrales indgenas.

    e-

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 59

    En el rea de la actual Nicaragua, hasta donde lleg la influencia de la cultura maya, debe mencionarse la existencia de otra interesante obra teatral: El Gegence o Macho-ratn, comedia-bailete escrita en nhuatl y castellano corrompido, en el que se observa una de las primeras asimilaciones del teatro espaol por el teatro de raz indge-na. Indudablemente inspirado en antiguos ritos de la regin, que so-brevivieron hasta comienzos de siglo gracias a representaciones popu-lares en comunidades nicaragenses, es una clara expresin teatral mestiza del siglo XVII, por la que la estudiaremos en el lugar correspon-diente (5.7.3.).

    Texto:

    Rabinal-Achi. El Varn de Rabinal. Trad. y prl. de Luis Cardoza y Aragn. Mxico: Porra, 1972.

    1.3 .5. Los Cantares de Dzitbalch

    Desde hace apenas medio siglo se conoce lo que se considera la fuente ms importante de textos poticos mayas del rea yucateca: el Libro de los Cantares de Dzitbalch, manuscrito de mediados del siglo XVIII que fue descubierto en Mrida por el mayista Alfredo Barrera Vsquez, quien lo public en 1965. El manuscrito mismo indica que fue redactado por un tal Ah Bam, seor del pueblo de Dzitbalch (Campeche); contiene 16 cantares (algunos fragmentarios) que se mantenan vivos en la tradicin local. Compuestos unos antes de la conquista y otros posteriormente a ella, los cantares estn basados ~n expresiones poticas asociadas al teatro y la danza mayas; en cualqmer caso, debido a su larga pervivencia, las huellas del mestizaje que han experimentado son bastante visibles. Predominan los cantares sacros, oraciones o conjuros mgicos, y tambin hay algunos poemas de ca-rcter ertico. Es interesante anotar las semejanzas formales de la poe-sa maya con la nhuatl, por el uso de paralelismos, estructuras duales y sistemas metafricos; as, el smbolo floD> vuelve a aparecer con el mismo sentido que en la poesa antigua mexicana, pero tambin como emblema de la virginidad, segn aparece en este pasaje de un poema ertico:

    Alegra es lo que cantamos, porque vamos a recibir

  • 60 Historia de la literatura hispanoamericana. 1

    a recibir la flor, todas las mujeres doncellas.

    Tambin pueden encontrarse variadas expresiones poticas en los Libros del Chilam Balam y otros libros mayas, pero aun teniendo stas un relativo valor representativo, son slo una muy pequea muestra de lo que debi ser una actividad de gran riqueza. Por eso no se pue-de hablar de la poesa maya sino dentro de trminos largamente hipo-tticos y previa reconstruccin del inmenso material perdido.

    Texto:

    El libro de los Cantares de Dzitbalche. Ed. y trad. de Alfredo Barrera Vsquez. Mxico: Instituto Nacional de Antropologa e Historia, 1965.

    REGIN ANDINA

    1.4. Literatura quechua

    De la riqueza de expresiones literarias en lengua quechua no cabe duda: cronistas como el Inca Garcilaso (4.3.1.), Guamn Poma de Ayala (4.3.2.), Santa Cruz Pachacuti, Juan de Betanzos, Sarmiento de Gamboa, Mura, Francisco de vila y otros (3.2.6.), transcribieron abundantes textos en sus obras o dieron variadas noticias de ellos. Aunque disperso y heterogneo, el caudal basta para dar una idea de lo que pudieron ser esas manifestaciones. No tenemos, en cambio, ras-tros de las formas que debieron cultivar los pueblos preincas, culturas locales surgidas en diversos puntos de la costa y la regin andina del antiguo Per, cuyos notables adelantos en el campo de las artes, arqui-tectura, urbanismo y organizacin social parecen indicar que su lite-ratura tal vez fue tan evolucionada. El total silencio sobre esa porcin de la herencia indgena anterior a los Incas no se debe a la conquista espaola, sino a los Incas mismos, que los absorbieron, borraron sus tradiciones y sus lenguas e impusieron sobre ellos el autoritario sello de su imperio: una sola lengua (el quechua, que ellos llamaban runasi-mi o lengua general), un creador (Viracoche, el dios serpiente), un culto (el de lnti, divinidad solar y agrcola), una sociedad obediente del Inca y sus leyes paternalistas y absolutas. Los testimonios que tene-

    Antes de Coln: el legado de las literaturas indgenas 61

    mos se remontan, pues, slo tan lejos como puede registrarse la pre-sencia del pueblo quechua, hacia el siglo XIII. Ninguno de ellos nos permite identificar un creador individual y las atribuciones de paterni-dad, salvo contadsimas excepciones (las llamadas Sentencias de Pa-chactec es una de ellas), parecen ser ms bien legendarias: el corpus literario quechua es esencialmente annimo.

    El imperio incaico, consolidado por Pachactec hacia mediados del siglo XVI y convertido en el ms poderoso del subcontinente, era a la vez un pueblo agrcola y guerrero, lo que se refleja en los dos prin-cipales modos de sus manifestaciones literarias: por un lado, las for-mas asociadas a los ciclos de la siembra, cultivo y cosecha, de tono bu-clico, terrgena y optimista; por otro, las que celebran con exaltacin heroica y orgullosa los triunfos militares incaicos. A ambas las une, sin embargo, el espritu religioso, omnipresente en las expresiones de su cultura. Fbulas, relatos histricos y elaboraciones cosmognicas tam-bin son caractersticos del espritu creador quechua.

    El pueblo incaico desarroll un sistema propio de fijacin grfica de todo aquello que queran salvar del olvido, desde los grandes he-chos del pasado hasta registros estadsticos o econmicos: los quipus, cuerdas con nudos de distinto tamao, grosor y color cuyas claves no han sido del todo descifradas y sobre cuyo valor como grafa o escri-tura todava se siguen discutiendo. En sus Comentarios reales, Garci-laso dedica dos captulos (Libro VI, caps. VIII y IX) y muchos otros pasajes a describir minuciosamente los quipus, principalmente como sistema de cmputo o contabilidad, pero tambin como un mtodo mnemotcnico que les permita guardar

  • bles diferencias que oscurecen su significado. La oralidad de la comu-nicacin literaria quechua est asociada a otros rasgos o condiciones que ya hemos visto para el caso de las nhuatl y maya: su predominan-te carcter ceremonial, popular y colectivo como parte de ritos mul-titudinarios, as como su asociacin con otras expresiones artsticas, sobre todo la danza y el canto.

    Que el estado incaico propiciaba el cultivo de estas actividades como parte de la vida diaria y que haban alcanzado un rango institu-cional, lo prueba el hecho de que existieron funcionarios especializa-dos en tales menesteres. Otra vez, el testimonio de Garcilaso, corrobo-rado por el de otros muchos cronistas, es esclarecedor: en sus Comen-tarios reales nos dice que hubo amautas, que eran los filsofos encargados de componer tragedias y comedias, y harauicus (o hara-vicus) que eran los

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    tencia diaria, ha dejado valiosos testimonios de sus ritos agrcolas; ste haylli es uno:

    Los hombres Ea, el triunfo! Ea, el triunfo! He aqu el arado y el surco! He aqu el sudor y la mano!

    Las mujeres Hurra, varn, hurra!

    Los hombres Ea, el triunfo! Ea, el triunfo! Dnde est la infanta, la hermosa? Do la semilla y el triunfo?

    Las mujeres Hurra, la simiente, hurra! ...

    Por su parte, la musa guerrera o heroica de los quechuas poda al-canzar una terrible ferocidad, que era estimulada por su poltica de constante expansionismo y anexin de culturas rivales en la que se ba-saba el engrandecimiento del imperio. Vase este muy citado canto re-cogido por Guamn Poma:

    Beberemos en el crneo del enemigo, haremos un collar de sus dientes, haremos flautas de sus huesos, de su piel haremos tambores, y as cantaremos.

    1.4.2. Tipos de poesa amorosa

    Entre las composiciones ms puramente lricas, abundan las de tema amoroso, que pueden clasificarse en varios tipos: el haraui pro-piamente dicho (pues la palabra, como hemos visto, se refera a la creacin en general), que celebra los placeres del amor a veces en un tono ligero; el wawaki, que es una cancin campesina de forma dialo-gada, con un tono epigramtico y gracioso; el urpi (paloma en que-chua) por la reiteracin de esta imagen alusiva a la ingrata :1111:1111e.

    Antes de Coln: el 65

    Otras composiciones de naturaleza festiva como el taki, el huaynu (o wayno) y la khashua, a las que el tema amoroso no era ajeno, son for-mas populares ms directamente asociadas al canto y la danza, por lo que se han integrado al folklore andino.

    Pero la forma ms reconocible y caracterstica es la del urpi. El tema que trata es universal y comparte rasgos y motivos con los de otras lenguas y tiempos: la ausencia, el olvido, la reconciliacin, la que-ja, el despecho del amante solitario, etc. Hay que observar