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Guillermo Ondeen dt las Universidades de fíetdelberg y Giessei Federico Hirth de las Universidades de Berlín y Columbu HISTOÍIA DE LA IHIls<fAr~ A N T IG U A TRABUCCION DIRECTA DE SU ORIGINAL J i PRIMERA EDICION ARGENTINA y actaaiizariim par ENRIQUE DE LTL Salterió* ilnstratica y cartográfica por HUGO ANGEL SFORZA i m m is o BUENOS AIRES - REPUBLICA ARGENTINA

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Historia de la China Antigua

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Guillermo Ondeend t las Universidades de fíetdelberg y Giessei

Federico Hirthde las Universidades de Berlín y Columbu

H IS T O ÍIADE LA

IHIls<f Ar~ A N TIG U ATRABUCCION DIRECTA DE SU ORIGINAL

Ji

PRIMERA EDICION ARGENTINA

y actaaiizariim parENRIQUE DE LTL

Salterió* ilnstratica y cartográfica porHUGO ANGEL SFORZA

i m m i s oBUENOS AIRES - REPUBLICA ARGENTINA

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ADVERTENCIA SOBRE ESTA EDICIÓN

Este tercer volumen de la colección de Historia Universal, que publicamos para integrar la obra dirigida por él Dr. Gui­llermo On c k e n , está tomado de la última publicación española.

A efectos de completar él trabajo del Dr. F ederico H irth , que fué publicado primeramente en inglés bajo el título “ The Ancient History of China” , en base a los estudios efectuados por el autor en la propia China, cuando desempeñaba funciones cdminiszmzire-? en la Oficina Internacional Marítima de China y en base tcmiié-r c sus conferencias pronunciadas en la Uni­versidad de Columbio, hemos encomendado a los revisores y directores de esta biblioteca, E nrique de L yl y H ugo A ngel Sforza, la preparación del presente volumen, que no dudamos será acogido favorablemente por los estudiosos debido a la po­breza bibliográfica de textos y monografías sobre la historia y evolución de los pueblos orientales.

Surge así esta obra, enriquecida con el agregado de la Cuarta Parte, que reseña cronológica y suscintamente la histo­ria china, hasta la terminación del período antiguo o autóctono que, con la invasión mongólica, abre un nuevo ciclo, sobre el cual hay un mayor conocimiento para los estudiosos de la materia.

La parte gráfica ha sido prolijamente seleccionada, toman­do él material de las principales obras que versan sobre este tópico, conjuntamente con el material del archivo particular del ilustrador.

Los E ditores.

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REGLAS DE PRONUNCIACIÓN

APLICABLES A LAS PALABRAS CHINAS

EMPLEADAS EN ESTA OBRA

Nuestros lectores no tendrán que esforzarse mucho para leer con relativa propiedad las palabras chinas que hallen en este volumen; pero, de todos modos, deben considerarlas más bien como meros símbolos de ciertos caracteres chinos, trans­critos en el dialecto de los mandarines. Como que los sonidos asignados a los caracteres del idioma chino escrito varían con­siderablemente en las diversas provincias y aun en el mismo dialecto mandarín, debemos observar que sólo se trata de obte­ner una aproximación de los verdaderos sonidos tal como se oyen en el Norte de China. Los principios fonéticos que nos sirven para explicar aquí los sonidos corresponden esencialmen­te a los adoptados por la Real Sociedad Geográfica de Londres y la Junta de los Estados Unidos constituida para la explicación de nombres geográficos. Según dichos principios, las vocales deben pronunciarse como en italiano y como generalmente se acostum­bra en el continente europeo, y las consonantes como en inglés.

VOCALES Y DIPTONGOS

a tiene el mismo sonido que a en padre. Ejemplos: ma, caballo; sha, arena; uán, bahía; shan, montaña; nan, Sur.

e o é tiene el sonido de e en tengo. Ejemplos: hién, co­marca, distrito; mién, cara, superficie; süé, nieve; t’ié, hierro; yé, salvaje, silvestre; hüé, caverna; t’ién, campo; yen, sal.

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i en ciertas palabras tiene un sonido largo, como en los términos inca, mío. Ejemplos: si, Oeste; tsi, rocas submarinas; k’i, riachuelo; ni, limo, cieno; i (también y i) , ciudad, aldea.

En otras palabras es breve como en las castellanas pino, libra, o en el diptongo ie en quiero. Ejemplos: kin, oro; ts’ing, azul; kia, familia; kiang, r ío ; tién, palacio; k’iau, puente; k’iai, modelo. En general la i china es corta cuando va seguida de n, de otra vocal o de diptongo.

i significa que una vocal debe pronunciarse simultánea­mente con la consonante que la acompaña, Ejemplos: ch’i, pozo o lago; ski, piedra; yi, sol; tz’i, porcelana; ir, dos. Em­pléase también este signo para representar el sonido ei en pa­labras como lei, nei, etc., en las cuales la i es tan débil que casi desaparece como embebida en el sonido de la e precedente.

o tiene un sonido largo, que se debilita y obscurece gra­dualmente, como en la voz inglesa mote. Ejemplos: so, lugar, sitio; ho, río; fo, Buda; po, lago pantanoso.

o tiene un sonido obscuro que se articula entre e y o y que tienen los franceses en la vocal compuesta eu, y los alemanes, húngaros, suecos, noruegos y dinamarqueses en la o. Ejemplos: mon, entrada, puerta; shong, provincia; tó, virtud.

u tiene a veces sonido largo, como en las voces tumba, lumbre. Ejemplos: hu, lago; ku, valle; fu, prefectura.

Otras veces, cuando precede a un diptongo o a las letras n, a u o, es corta, como en los términos luna, humo. Ejemplos: t ’un, aldea; tung, Este; kuang, ancho; ch’uán, río, corriente (de agua) ; Szi-ch’uán, provincia de; chuang, granja; huang, amarillo; kuán, paso de frontera, aduana; tuán, corto; kuo, reino; k’uai, rápido, ligero.

ü tiene un sonido obscuro que se articula entre i y u y que es con toda exactitud equivalente al de la u francesa y al de la ü alemana. Dicho sonido es largo en las palabras que siguen, y en las análogas a ellas: sü, isleta; kü, malecón; k’ii, albañal; hü, mercado; y es breve cuando precede a las letras n, a o é, como, por ejemplo: sün, estación militar; ts’üán, fuen­te; yüán, manantial; süé, nieve; yüé, la luna.

ai tiene el mismo sonido que el diptongo igual castellano.

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Ejemplos: hai, mar; t’ai, terraza, torre; ch’ai, plaza fuerte, fortaleza sobre una colina; ai, risco, escollo, borde.

au se lee como el diptongo castellano correspondiente. Ejemplos: au, bahía, ensenada; kau, alto; lau, viejo; miau, templo.

e'i tiene el mismo sonido que el diptongo castellano corres­pondiente en las voces peine, reino. Ejemplos: hei, negro; lei, trueno; mei, carbón; pei, Norte; wei, cola, extremidad, fin.

ou es un diptongo en el cual suenan distintamente los dos elementos que le componen, como en t’óu, cabeza, que debe tener el sonido de las palabras' catalanas bou, prou, o la primera del hebreo tohu bohu, sin la h. Ejemplos: lóu, casa con piso alto; k’óu, boca desembocadura, puerto; kóu, zanja; hóu, después, detrás; fóu, montón de tierra.

ui suena como el diptongo análogo castellano en ruina, fuimos. Ejemplos: shui, agua, río; hui, remolino; tui, montón, aglomeración (de rocas, etc.).

CONSONANTES

k, p, t, ch, ts, tz. Las letras o grupos iniciales k, p, t, ch, ts y tz no deben ser tan duras como en castellano, aunque sí más fuertes que g, b, d, y (en ya, ye) y ds; por tanto, la k inicial de kan, suave, debe pronunciarse con un sonido intermedio entre la g de gama y la c de cama. Para indicar que las letras y grupos k, p, t, ch, ts y tz deben ser pronunciadas con toda la fuerza prosódica que normalmente les corresponde, irán se­guidas de apóstrofo. Ejemplos: kan, suave; k’an, hoyo, pozo; ping, soldado; p’ing, llano, nivel; to, mucho; lo-t’o, camello; chau, mañana; ch’au, dinastía; tsiau, rocas que quedan a medio descubrir en la bajamar; ts’iau, montañoso; tzi, púrpura; tz’i- hi, placer suave, maternal (la denominación más característica de la Emperatriz viuda).

ch tiene el mismo sonido que la ch castellana en chico, mucho, y algo más fuerte cuando va seguida de apóstrofo. Ejemplos: chóu, isla; ch’ong, ciudad amurallada. Seguida de i, el sonido de esta vocal queda como embebido por el de la ch.

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k, p, t. (Véase lo dicho anteriormente sobre el grupo k, p, t, ch, ts, tz).

ts, tz. (Véase lo dicho respecto del grupo k, p, t, ch, ts, tz ) . f suena como en castellano. Ejemplos: fóng, cumbre, pico;

fóu, montón de tierra.h se pronuncia, unas veces, con una ligera aspiración, y

otras algo más fuerte, casi como j castellana: ambos sonidos se emplean en el Norte de China. Ejemplos: hung encarnado; hüé, caverna; hía, garganta, desfiladero.

j suena como la j francesa en jeu. Ejemplos: yon, hom­bre; yo, caliente, cálido. Cuando va seguida de la letra i, el sonido de esta vocal queda como embebido en el de la j. La representamos por y.

l, m, n suenan como en castellano. Ejemplos: ling, desfi­ladero, paso de una montaña; mi, arroz; ni, limo, cieno; an, templo pequeño; kuán, posada.

r dental, sólo se emplea en unión con la vocal i, que se embebe en aquélla, de tal modo que es difícil decir si el sonido correspondiente es inicial o final. Ejemplo: 'ir, dos.

sh suena como la ch francesa. Ejemplos: shang, sobre, en­cima. Cuando va seguida de i, el sonido de esta vocal queda como embebido en el del grupo sh. Ejemplo: shi, diez.

ss es un grupo de sonido sibilante duro, algo más fuerte que el de la s castellana; en unión con él desaparece el sonido de la vocal i. Ejemplo: ss'i, monasterio.

w suena como la u castellana. Ejemplo: man (uán), golfo, bahía.

y es sonido consonante, como en castellano. Ejemplos: yé, tierra inculta; yen, precipicio; ying, campamento; yii’an, re­manso. Cuando esta letra sea negrita (y) y no cursiva (y) ¿íene el sonido de / inglesa; es decir, un sonido análogo a como pronuncian la ll algunos andaluces, que la hacen y paladial tendiendo a ch.

ng. Este grupo, final de palabra, suena como en las voces castellanas engaño, tengo. Ejemplos: t’ing, prefectura subal­terna; tsing, pozo; yang, Océano; kang, colina, loma; chung, centro, medio, intermedio; t’ang, dique, charco; tung, cueva, gruta. En ciertas palabras que empiezan por a, 6 u o, el grupo

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ng es como una inicial y no debe transcribirse. Por esto hay personas que pronuncian ngan el término an, reposo; y tal es el motivo de que digamos a menudo Si-ngan-fu, en vez de Si-an-fu.

N O T A S

1*. El acento ortográfico en las combinaciones de vocales óu, ié'y ilé, indica, en las transcripciones, lo mismo que en cas­tellano; es decir, la vocal sobre la cual debe cargarse el acento prosódico, y, aunque esto rib es esencial en una transcripción, sirve para no confundir dicho acento con la particular entona­ción de la palabra en la frase.

2̂ . En el moderno dialecto de Pequín la evolución lingüís­tica ha operado ciertos cambios en las iniciales, como puede advertirse en la pronunciación del latín y se ve en el cambio de la letra c, que originariamente era gutural, en una sibilante sobre la cual llamó por primera vez la atención Augusto Schléi- cher, con el nombre de cetacismo. Este fenómeno se observa en palabras de varios idiomas, como la griega K¿x£p<av y la italiana cicerone; la escocesa kirk y la inglesa church; la alemana Kinn y la inglesa chin. Sin embargo, en el dialecto de Pequín, no sólo la k antes de i o ü se muda en la sibilante ch (kiang, río, se convierte en chiang; k’üán, perro, se transforma en ch’üán), sino que la inicial ts múdase también en ch, y las iniciales h y s en el grupo hs. De este modo el nombre de tan conocida provin­cia de Kiang-si conviértese en Chiang-hsi; los de los grandes emperadores K’ang-hi y K’ién-lung se transforman en K ’ang-hsi y Ch’iéwAung, y el de la ciudad de Tsi-nan de muda en Chi-nan.

La adopción de la ortografía de Pequín en la transcripción de palabras chinas es muy dada a confusiones, particularmente en lo que toca al cambio de iniciales, que puede desorientar, a los lectores acostumbrados al estilo tradicional, más que otras cualesquiera alteraciones en la transcripción de los sonidos. No es de gran importancia que el nombre del puerto de Kiu-Kiang se escriba y deletree a la manera antigua inglesa Kew-kmng, o, según los sinólogos franceses, Kieou-kiang, si se tiene pre­sente que la ortografía pequinesa Chiu-chiang hace el nombre

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casi desconocido para los lectores que lo buscan en algún mapa actual de China. Por eso hemos conservado en nuestras trans­cripciones las iniciales tradicionales (k, ts, h y s), adaptando en lo posible, por otra parte, la ortografía a los principios fonéticos para que pueda servir como regla fija de los nombres geográficos, lo mismo en Inglaterra que en los Estados Unidos.

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P r i m e r a p a r t e

DESDE LOS ORÍGENES HASTA

LA DINASTÍA DE CHÓU

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LA MITOLOGÍA Y LA LEYENDA

I. — La cosm o g o n ía fabu losa

La mayor parte de los sucesos que los autores chinos han registrado en los comienzos de su historia son, probablemente, hijos de la erudición, inventados por generaciones muy poste­riores a las fechas en que se supone haber ocurrido. Los inven­tores dan muestras de alguna lógica al suponer que las socie­dades humanas necesitan cierto grado de desarrollo para pre­pararlas ("al menos en lo que se conoce de la raza china) a conseguir ese estado de civilización, sin el cual no se explican muy bien los relatos de la historia primitiva.

El período mitológico de los chinos, como el de otras na­ciones antiguas, se extiende desde la creación del mundo, sur­giendo del caos, hasta las primeras apariencias de historia, aunque no merezcan este nombre. Desde el punto de vista cien­tífico, debe concedérsele a este período más extensión que mirado a la luz del juicio, menos crítico de los historiadores chinos.

Debe observarse, ante todo, que los chinos no aluden a ninguna tradición oral o escrita referente a que sus más remo­tos antepasados inmigraran de otros países. Según se despren­de de sus monumentos literarios, la cuna de la civilización china fué el territorio que hoy ocupan las provincias de Shen-si y Kan-su, en el Noroeste del país. No tenemos noticias acerca de si en época alguna se establecieron allí tribus procedentes de otras comarcas del mundo. Supónese que los dioses y semi- dioses mencionados como predecesores de los tradicionales

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soberanos chinos tuvieron su origen en territorios situados dentro del área geográfica relativa a las épocas en que dichas leyendas fueron forjadas por la imaginación popular china. Reina una gran obscuridad respecto a las emigraciones y co­rrerías de la raza desde diversas regiones del Asia a los terri­torios que ocuparon posteriormente. Si hemos de juzgar por las narraciones indígenas, los chinos deben de haber habitado, desde los tiempos más remotos de su historia, en el Noroeste del país llamado actualmente China. Su origen, por lo tanto, nos es absolutamente desconocido.

Dos Emperadores Celestes con el ángulo y el compás.

La mitología china atribuye el origen de los hombres a un personaje fabuloso conocido con el nombre de P’an-ku, el pri­mer ser humano, aunque dotado de un poder sobrenatural. Los mitos relacionados con su génesis cosmogónica, su aparición, su naturaleza y su primer acto de relajación, varían según los diversos relatos referentes a su vida. Dichos mitos, por consiguiente, no tienen nada que ver con la historia: dícese que transcurrieron millones de años desde la época de su crea­ción hasta los comienzos de la época histórica.

Al período fabuloso que siguió a P’an-ku, a quien la fan­tasía poética de sus creadores consideró como el primer mo­narca del mundo, sucedieron diez épocas distintas de soberanos,

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algunos de los cuales, aun desde el mismo punto de vista fabu­loso, para nosotros no son más que meros nombres; pero todo lo interesante que se halla relacionado con las supuestas haza­ñas* de estos personajes constituye una especie de progreso en la civilización que se asigna a estos diversos períodos a que aquéllos pertenecen.

Los soberanos que siguieron inmediatamente a P’an-ku, los llamados t’iérts-huang o “ Emperadores Celestes” (serie de trece' hermanos que sucedieron ordenadamente unos a otros), representan un estada de vida análogo al del Paraíso. El hom­bre, en aquella época, vivía una vida de inocencia perfecta, y no conocía ni la tentación ni la impureza. Algunos atribuyen a este período primitivo la invención de los Diez Troncos (sM- kan) y de las Doce Ramas (shn-r-chi), series de diez y doce símbolos que se combinaron después para formar el “ Ciclo de Sesenta” en el calendario chino actual. A cada uno de los trece hermanos se le atribuye un reinado de diez y ocho mil años.

Sucedieron a los Emperadores Celestes los ti-huang o “ Em­peradores Terrestres” , once hermanos de quienes se cuenta que fueron los primeros descubridores del sol, la luna y las constelaciones. Establecieron las divisiones del día y de la no­che, así como la del mes en treinta días. Se les asignó como morada los montes de Hiung-ii y Lung-mon. El primer nombre aparece más tarde en Ho-nan y el último en varias ciudades de la China septentrional.

La generación siguiente presenció el advenimiento de los yon-hwang, “ Emperadores Humanos” , nueve hermanos que di­vidieron el mundo por ellos conocido en nueve países, un reino para cada uno, con sus ciudades grandes y pequeñas.

Aquellos seres fabulosos vinieron a constituir la época de­nominada de los “ Tres (o Nueve) Emperadores” , a la cual si­guió el período de los “ Cinco Dragones” (wur-lung) y a éste otra serie de soberanos, cada una de ellas comprensiva de mu­chas generaciones y llevando nombres fantásticos hasta la época Yin-ti, cuando la nación estaba regida por trece familias conocidas bajo el nombre de Yu^ch’au, “ los Constructores de Nidos” , de yu, “ tener, poseer, ocupar” , y de ch’au, “ un nido” . Muchos nombres están formados de esta suerte, en los cuales

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la sílaba yu denota que los que los llevaban poseían un terri­torio nombrado en la segunda sílaba. Yin-ti enseñó a las gentes a construir habitaciones para protegerse contra los animales. Creíase que éstos, de todas las especies, habían vivido en una paz absoluta con el género humano; que el hombre primitivo se alimentaba de vegetales y no se empezó a matar animales, para alimentarse de sus despojos, hasta que aquéllos se mos­traron hostiles al hombre.

A los Yu-ch’au siguió Sui-yon, “ Creador del Fuego” , el Prometeo de China, que había descubierto el elemento ígneo contemplando las estrellas; pero no le dió a tal descubrimiento ninguna aplicación práctica hasta que vió que un pájaro hacía

Arado primitivo.

saltar chispas al picotear el tronco de un árbol; es decir, que se imaginó que podía producirse el fuego frotando pedazos de madera unos contra otros. Esto, como era natural, trajo con­sigo, más adelante, el arte de la cocina. Se cree que el mismo soberano fué el inventor del sistema de nudos o escritura pre­histórica de los chinos.

Varias manifestaciones del progreso de la civilización, atribuidas a aquellos soberanos fabulosos, vuelven a presentar­se como nuevas invenciones en los períodos subsiguientes. Lo más que nos sugieren estos particulares del saber antiguo es la convicción de que la literatura china no conoce los principios de ciertos elementos de cultura dentro del período histórico, y por tanto, los atribuye a las épocas mitológicas.

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Estos períodos representan una mezcla algo arbitraria de desarrollo cultural, aunque no los consideremos más que como meros símbolos de lo que pueden haber sido. Se verá también que, como la misma historia, los relatos fabulosos que ocupan su lugar no hacen más que repetirse. Como símbolos de ciertos períodos de desarrollo social, los emperadores legendarios que siguieron al período Yin-ti están llenos de un profundo interés. Ssi-ma Ts’ién, el Herodoto de los chinos, que en esto es para nosotros un guía algo mejor que los inventores de las leyendas prehistóricas, comienza su lista de emperadores con Huang-ti (T) , el primer soberano que se puede incluir en una cronología.

II. — Fu-hi(2852-2738 antes de J. C.) O

Como ignoramos el período fabuloso que precedió al personaje que los historiadores chinos consideran su primer emperador, deducimos que éste no puede haber sido un perso­naje histórico. Los cronólogos no concuerdan respecto a la época exacta del reinado de Fu-hi; pero, dado el carácter le­gendario de su vida, aquella circunstancia no debe interesarnos mucho. Los chinos lo colocan en los comienzos del tercer mile­nario antes de J. C. También se le conoce por el nombre de Pau-M, que puede ser un modo diferente de escribir el nombre Fu-hi, pues no sabemos los cambios fonéticos que han podido sufrir las sílabas que hoy se pronuncian Fu y Pau, respectiva­mente, desde que se usó o se inventó el nombre. El oficial como emperador fué el de T’ai-hu, “ el Gran Omnipotente” . Las generaciones posteriores le representan en parte como un ser sobrenatural y en parte como un emperador de forma humana. Este es uno de los riesgos a que fácilmente conducen las narra­ciones prehistóricas de los chinos, que a menudo son reconsti­tuidas imitando hechos que parecen históricos y que no tienen nada que ver con la realidad. No debe darse, por consiguiente, a tales relatos sobrenaturales más valor del que tienen, y con­viene ser prudentes en cuanto a los historiadores, a quienes, al repetirlos, se concede mayor crédito que a la indocta multitud,

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que se inclina siempre a representar lo imaginario como un hecho real y positivo.

Refieren algunas crónicas que Fu-hi sucedió a Sui-yón, “el Creador del Fuego” , quien le escogió entre cuatro de sus dis-

La esfera del emperador Shun.

cípulos. Su madre, Hua-sü, según algunos escritores, nació en Lan-t’ién, cerca de la ciudad actual de Si-an-fu, y le dió a luz, en circunstancias milagrosas, en un lugar llamado Ch’óng-ki, cerca de Kung-ch’ang, en la región que hoy es provincia de

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Kan-su. Concreto puntualmente este detalle que, por otra parte, carece de importancia, porque demuestra que los mismos chi­nos no consideran como inmigrantes a sus primeros soberanos. Ni de Fu-hi, ni de ninguno de sus antecesores, aún más fabu­losos que él, se menciona particularidad alguna por la que po­damos inferir que tienen algo que ver con territorios situados más allá del Noroeste de la China moderna.

Todo lo que nos dice el biógrafo de Fu-hi (3) acerca de la vida de este personaje es una mezcla de rasgos sobrenaturales y de cómica realidad. Descríbele con el aspecto de un Tritón, es decir, con figura humana cuya parte inferior, a partir de la cintura, tiene la forma de una serpiente de piel escamosa. En las conocidas esculturas de piedra de las tumbas de Wu- chl-shan, en Shan-tung, descritas por el profesor Chavannes (4) y que datan del siglo II antes de J. C., hay una representación

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de Fu-hi y una figura de apariencia femenina, que quizás fuese su hermana o su mujer. La parte inferior de ambos cuerpos está representada por colas de serpientes entrelazadas.

Según las autoridades históricas que consideran a Fu-hi como primer soberano real de los chinos, éste fué quien intro­dujo el orden en las relaciones sociales de sus súbditos, que,

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Escritura china.

antes que él llegara a gobernarlos, habían vivido como anima­les en los bosques. También se supone que estableció el matri­monio, desconocido hasta entonces, y enseñó al pueblo a cazar, a pescar y a guardar rebaños; construyó instrumentos músicos de madera y hebras de seda; se dice que inventó los ocho dia­gramas misteriosos llamados pa -̂kua, serie de líneas simbólicas que comprendía el sistema primitivo de la filosofía mística china, la cual, a pesar de los esfuerzos hechos por parte de al­gunos sabios europeos, continúa siendo un misterio para núes-

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tros filósofos. También se cree que substituyó la antigua es­critura nódica, que debía de parecerse al quipu de los peruanos, por un sistema de jeroglíficos; calculó una expecie de calenda­rio, y dió expresión a sus sentimientos religiosos estableciendo la práctica de sacrificios en honor de su divinidad en el monte sagrado de T’ai-shan. La capital elegida por Fu-hi era una ciudad llamada Ch’ón, situada en lo que hoy es provincia de

Ssi-ma Tsien. Historiador.

Ho-nan. Se cree que este monarca murió después de un reinado de ciento quince años, y que le sucedió un personaje llamado Nü-kua o Nü-ua, cuyo sexo es aún dudoso para los investigado­res. Según unos, Nü-kua fué hermana de Fu-hi, y también se la representa a veces con cabeza humana y cuerpo de serpiente.

Nü-kua no añadió gran cosa a los esfuerzos hechos por Fu-hi en pro de la civilización, pero se cree que inventó el shong, especie de armonio; y cuando el espíritu malo de Fu-hi (su ministro Kung-kung) rompió la bóveda del cielo, Nü-kua fué quien la recompuso con piedras que fué ablandando y unien­do unas con otras. Otra leyenda posterior, que aún estaba en

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boga en Camboya en el siglo XII de nuestra era, habla de ciertas manchas visibles en una distante región del cielo, las cuales no le fué posible recomponer y que se refieren al parecer a los llama­dos “ sacos de carbón” que están cerca de la Cruz del Sur(5).

III. — Sh ó n -nung(2737-2705 antes de J. C.)

Si, guiándonos por algunos autores chinos, admitimos que Nü-kua no reinó más que en nombre de Fu-hi, el segundo lugar entre los emperadores legendarios le corresponde a Shón-nung, cuyo nombre dinástico fué Yeru-ti y que hallamos a veces repre­sentado con cuerpo de hombre y cabeza de buey. Se le atribuye la invención de los principales aperos de labranza y la intro­ducción del cultivo de la tierra, como lo indica su nombre, cuya traducción es “ el Divino Labrador” . Entre las varias fases de cultura cuyo invento o aplicación se le atribuye, la más digna de nota es el descubrimiento de las propiedades medicinales de las plantas. Ya hemos hecho advertir que el valor de los des­cubrimientos imputados a los emperadores legendarios tiene un carácter negativo, pues es de presumir que los comienzos de algunos elementos de cultura fueran colocados por los chinos en los tiempos fabulosos, ya que no podían referirlos a ninguna época histórica. Esto puede decirse, particularmente, de los supuestos inventos del emperador Shon-nung. Lo que se su­pone que hizo este monarca, relacionado con los productos del reino vegetal y sus propiedades medicinales, ha sido recogido en un libro titulado Shon-nung-pónts’-au-king ( “ Lo clásico de la Botánica de Shón-nung” ). El libro mismo no existe hace muchísimo tiempo; pero se cita continuamente como autoridad en las obras posteriores que tratan de dicha materia: quizás sea un trabajo de época posterior a la de Shón-nung, y esto nos enseña que los conocimientos en él contenidos no pueden atri­buirse históricamente a ningún otro período y que fueron trans­mitidos desde una época anterior a los comienzos de la historia china. Es muy posible que sea idéntico a alguna producción que existiera durante la dinastía de los Han. El nombre del emperador Shón-nung debió de añadirse al título para demos-

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Constelación de Kuei, protector de la literatura y de los exámenes. El lema de esta composición astrológica se traduce “ Todo correcto e imparcial” .

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trar que los conocimientos que se dan en la obra son del más remoto origen. Chang Yü-si, autor del siglo XI, dice así, refi­riéndose a ella:

“ En tiempos muy lejanos, cuando no era todavía conocido el arte de escribir, la ciencia se transmitía de unas generaciones a otras por medio de la tradición oral, y lo que llamaban Pon- ts’au no era entonces un libro escrito. En la época de la dinastía de los Han empezó a desarrollarse la medicina. Chang-ki y Hua T’o, médicos famosos del siglo III de nuestra era, contribuyeron en gran modo a perfeccionar y difundir los conocimientos mé­dicos, comentados en anteriores escritos, añadiéndoles nuevas noticias y ordenando sistemáticamente el conjunto; y ésta fué, probablemente, la época en que la materia médica de Shon-nung apareció por vez primera como un tratado escrito” (6).

La mayor parte de los lugares relacionados con la vida de Shon-nung se hallan en el Noroeste de China, pues él había re­sidido habitualmente en la antigua capital de sus predecesores; pero se cree que Shon-nung provenía originariamente de un lugar de Hu-pei; que vivió más tarde en K’ü-fóu, donde nació Confucio, en Shan-tung, y que fué enterrado en Ch’ang-sha, que actualmente es la capital de Hu-nan. Dij érase que los in­ventores de relatos referentes a la época fabulosa deseaban indicar de esta manera el aumento gradual de la esfera de cultura china en dichos tiempos prehistóricos.

Se atribuye a Shon-nung la fundación de una familia que dió soberanos al imperio durante varias generaciones; pero, como de todos ellos no se conoce más que los nombres, y los autores discrepan acerca de su cronología, no debemos preocu­parnos por ninguno de dichos personajes hasta llegar a Huang- ti. “ el Emperador amarillo” .

IV. — H uan g -ti(2705-2595 antes de J. C.)

Las crónicas relativas a la vida de este monarca, el tercero de la serie de grandes emperadores agrupados con el nombre chino de wu-ti, “ los cinco Soberanos” , son también muy contra­dictorias. Según las noticias de Ss'i-ma Ts’ién, Huang-ti era

MWHimwilli IW W W aM BH MMUMUuiunBM t

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hijo de Shau-tién, lo cual significaría que tenía parentesco con Shon-nung, pues Shau-tién se menciona asimismo como padre del último emperador citado, a pesar de las discrepancias en la cronología, la cual es, por consiguiente, tan falsa como las le­yendas que hemos tenido ocasión de ver.

Los dones sobrenaturales de Huang-ti se hicieron ya visi­bles desde la cuna; pues cuando aquél era todavía niño de pecho

Yelmos utilizados por la infantería imperial.

hablaba como un hombre. Según las referidas noticias de Ssi- ma Ts’ién, parece ser que Huang-ti, cuyo nombre propio era Hién-yikm, fué contemporáneo de Shon-nung; que la anarquía reinaba a la vista del anciano emperador, pues sus descendien­tes luchaban entre sí, y que Hién-yüan llegó a ser emperador merced a su extraordinaria energía. Persiguió a los rebeldes, dejó en paz a los de condición pacífica, abrió pasos al través de los montes y construyó caminos y carreteras; así es que ni en las épocas de paz tuvo un momento de verdadero descanso. Extendió su imperio hacia Levante hasta el mar de Shan-tung, hacia Poniente hasta más allá de Kan-su y hacia el Mediodía hasta el Yang-tse-kiang, mientras que en el Norte desalojó a los Hun-yü. Este nombre será, probablemente, otra variante

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de lo que los chinos, llamaron después Hiung-nu, sus antiguos hereditarios enemigos de la frontera septentrional y ascendien­tes de los hunos de Atila. Si no podemos admitir que dichas tribus tuvieran existencia histórica en aquel remoto período legendario, la mención de ellas parece demostrar que un pueblo llamado Hun-yü, que ocupaba los confines septentrionales de China, puede haber figurado entre las primitivas tradiciones históricas del Extremo Oriente.

Después de haber consolidado su imperio, Huang-ti anduvo mucho tiempo errante dentro de los límites de sus campamen­tos militares, sin tener lugar fijo como residencia. Chavan- nes (7) cree que este pasaje del relato de Ss'i-ma Ts’ién puede referirse a la vida nómada que llevaban los antiguos chinos. Huang-ti reglamentó las ceremonias religiosas y los sacrificios de su pueblo, y mejoró más tarde los trabajos hechos por Shon-nung en pro de la agricultura, determinando la época en qpae debían sembrarse los cereales y plantarse los árboles, y (■ ■ (n a d o también so atención al reino animal. Atendió asi- wmmmm a la a É n u n a . así como a las olas del mar, a las rocas,

y a l jada: ge le atribuye un gran número de inventos de la errftiarióc china.

3C® es preciso etnrn-erar aquí todos los hechos atribuidos a este períoc: legendario que, como ya hemos dicho, no puede ser histórico. Para nosotros, los emperadores legendarios, des­de Fu-hi en adelante, no son más que símbolos de los primiti­vos progresos de la civilización china, tales como los imagina­ron sus inventores y probablemente en relación con las anti­guas tradiciones; no obstante, desde la época de Fu-hi se ad­vierte cierta lógica en el orden en que se suceden unas a otras las principales fases de aquella civilización, y no nos aventu­raremos mucho descartando, por un lado, toda cronología re­lacionada con dichos emperadores, y no considerando, por otro, sus nombres sino como meramente representativos de los pe­ríodos que prepararon la civilización en la vida nacional china.

Si los antiguos relatos nos dicen que antes de Fu-hi los chinos vivían como los animales, que cubrían su cuerpo con

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pieles, comían carne cruda, no conocían más que a sus madres, no a sus padres, y que no conocían el matrimonio; que fué el mismo Fu-hi quien sacó a su nación de aquel estado de existen­cia salvaje introduciendo la caza, la pesca, la cría del ganado, el calendario, el matrimonio y el arte de guisar, todo esto no significa sino que él fué el representante de todo lo que vemos en los comienzos de las historias de todos los países, es decir, el período de la caza y de la vida nómada. Por lo que respecta a la cronología asignada al período legendario, si el tiempo

G. ONCKEN Y F. HIRTH

Chen.Instrumento primitivo combinación de flauta y órgano.

que se señala a algunos de dichos soberanos es demasiado largo como plazo de gobierno para lo que puede vivir un hombre, en cambio resulta demasiado corto si lo medimos por el progreso cultural que representa para la nación. El período de la vida de caza de Fu-hi debe haber durado una porción de generacio­nes antes de que llegase el período agrícola representado por Shón-nung; y en cambio no es posible que este último conduje­se, en el transcurso de poco más de un siglo, al enorme pro­greso atribuido a Huang-ti.

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V . — Supuesta civilización e x t r a n je r a en t ie m p o de H uan g -ti

El difunto profesor Terrién de Lacouperie realizó una in­geniosa, aunque, en mi concepto, estéril tentativa, para ex­plicar los varios desarrollos culturales atribuidos al emperador Huang-ti, como renuevos de la civilización babilónica. Ya he expuesto antes que mi opinión en esta materia es la de un agnóstico. La tradición china no contiene ningún indicio de emigración de la raza china o parte de ella del Oeste al Este, y los argumentos invocados por Lacouperie en su voluminosa obra consagrada a este problema (8) parecen condenados a co­rrer la misma suerte que la tentativa de De Guignes (ante la Academia Francesa en 1758) para demostrar que los chinos eran oriundos de una colonia egipcia.

Todos los que estudian el chino saben que los chinos son muy aficionados a expresar las categorías en ciertos números redondos, ene no vienen un significado más profundo que el a.r? en el sentido ce un número indefinidamentegrari-.de. Aid es ru-e la t-alabna t : o pe. que se pronuncia pak

oc.ir en el díale:::- de Caneen, está colocada ante un gran rieren: de r:mitres jara denotar "totalidad” . Pav-kuan, “ los ti-en mandarines” , significa “ todos los mandarines” o “ el mun­do oficial” : pai-is’au, “ las cien plantas” , significa “ todas las t lar.tas” o “ el reino vegetal” . De una manera análoga pai-sing o zo-?ing, “ los cien apellidos” , significa “ el pueblo” . De La­couperie ignoró estas analogías, y, para salir del paso, dijo que el término po-sing no era categoría numérica, sino un nombre étnico, y dió a este núméro pai (esto es, “un ciento” ) su pro­nunciación antigua o de Cantón pak o bak, traduciendo la pa­labra por “ las tribus del Bak” . Bak-sing, dice él, “ es la primi­tiva denominación que se dieron los chinos en su literatura histórica para diferenciarse de los pueblos indígenas a quienes habían subyugado. Los Bak-sing fueron los continuadores de Huang-ti, que vinieron con él del Noroeste y se establecieron primeramente en el límite Sudoeste de Kan-suh” . Durante más de diez años el autor ha combatido la traducción general de

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Bak-sing por “ las cien familias” , porque, según su opinión, era un nombre étnico primitivo, y entre los argumentos invocados en favor de su aserto hay el siguiente que puede engañar al indocto lector: “ En la expresión Bak-sing, el primer signo no puede haber tenido en China el significado de “ un ciento” , co­mo número definido, por la concluyente razón de que el número de Sings en las épocas primitivas no llegaba a un quinto de

Carro antiguo de viaje.

aquel total. Si los Sings fueron en número de ciento antes de aquella época, esto debió de ser en la residencia originaria de la raza en el Asia occidental, en el país de donde eran oriundos Huang-ti y sus sucesores” . A esto debe objetarse que pai o pak, en dichas frases, no es un número definido, y que la pala­bra no implica necesariamente que el pueblo consistiera exac­tamente en cien familias. Además no puede probarse que el vocablo existiera en la época de Huang-ti, ya que se usa por vez primera en las clásicas obras de Confucio, escritas más de cien años después del reinado de aquel emperador. Así, ya que el significado étnico “ tribus de Bak” debe considerarse como el resultado de una interpretación arbitraria que no se encuentra en parte alguna en la literatura china, no podemos por menos de emitir nuestra opinión de que aquel término nunca tuvo

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otro significado que el de la totalidad de los varios apellidos que representaban al pueblo chino.

Ahora bien: el profesor De Lacouperie cree que un pueblo llamado Bak estaba originariamente establecido en Babilonia, desde donde emigró hacia el Oriente, y uno de los argumentos

aducidos en apoyo de su insostenible teoría es la existencia en el Asia occidental de nombres geográficos en los cuales predo­mina la sílaba Bak, por ejemplo Bakhdi (Bactra), Bakhtán, Bakthyari, Bagdad ( ! ) , Bagistán, “ tierra de Bak” . Por tanto, Huang-ti, según De Lacouperie, no es un soberano chino abo­rigen, sino el jefe de las “ tribus de Bak” , que condujo a su pueblo desde Babilonia al Noroeste de China.

Ssi-ma Ts’ién dice en su SM-ki (9) : “ A contar desde Huang- ti hasta Shun y Yü, todos los emperadores tenían el mismo

Soldados de la China Antigua del Norte.

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nombre de familia y, por consiguiente, para distinguirlos entre sí les dieron el nombre de los feudos de que eran señores antes de su elevación al trono. El nombre que se da a veces a Huang- ti en la historia china es el de Yu-hiung, que traducido literal­mente significa “ que tiene Hiung” , o “Dueño del feudo Hiung” . Varios nombres se formaron de esta suerte, y a su debido tiem­po tendremos que hacer mención de los títulos que significan “Dueño de tal o cual feudo” y que están compuestos de la sílaba yu, “ tener, poseer” , y del nombre del feudo. El término hiung en el nombre del feudo de Huang-ti tiene doble pronunciación en el chino antiguo, es decir,'hiung y nai, según el significado que se le dé; pero todos los autores que son una autoridad en materia de voces antiguas están de acuerdo en darle el sonido de hiung y no el de nai cuando se aplica al feudo que el empe­rador Huang-ti poseía. Por un error se transcribió Yur-nai en vez de Yu-hiung en la lista cronológica de la conocidísima obra de Mayer The Chínese Reader’s Manual; pero ha sido corecta- mente traducido en la Synchronistiche Regententabellen, de Arendt, la mejor obra que poseemos sobre cronología china, y asimismo en la traducción de Chavannes del Shi-ki, en el Diccionario de Giles, y en realidad por todos los sinólogos que conocen familiarmente la materia.

De Lacouperie separa arbitrariamente del nombre del em­perador Yu-hiung el de su feudo, Hiung; da a éste el sonido erróneo nai, que supone procede del original nak, y lo une al nombre Huang-ti, para reconstruir un nombre, Nak-huag-ti, que no se encuentra en ningún libro chino, declarando que es idéntico al de aquel poderoso rey de los babilonios Kudur Nak- hunté (el criado de Nakhunte), el jefe-dios elamita que vivió poco más o menos en la época asignada por la falsa cronología china al emperador Huang-ti.

Esta supuesta identidad de los dos nombres debe rechazar­se por razones filológicas; y en cuanto a los hechos, creemos que ni la historia real ni la legendaria suministran base alguna para el supuesto de una inmigración de los babilonios al Nor­oeste de China. No queremos descartar irreflexivamente la idea de un origen occidental; pero hemos de confesar que la lógica empleada en las tentativas demasiado ingeniosas de De Lacou-

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perie no inspira ninguna confianza respecto al resultado de sus investigaciones. Aprovechamos esta oportunidad para decir que la obra mencionada contiene, sin embargo, datos muy va­liosos basados en la literatura china, muy interesantes si se los relaciona con cuestiones particulares, y dignos en absoluto de la atención de los estudiosos que gustan de someter los vuelos de una imaginación vigorosa, base de toda investigación filo­lógica, a la férrea norma de la autocrítica.

Otra tentativa, mucho más plausible que la de De Lacou- perie, para derivar la civilización china del Occidente, débese al barón de Ritchthofen (10) , quien considera el oasis de Jotán, en el Sudoeste del Turquestán oriental, como la cuna de la raza china. La posibilidad de una inmigración desde aquellos luga­res puede admitirse por razones geográficas relacionadas con unos cuantos relatos legendarios en la historia por los chinos; pero hemos de ser muy cautos respecto a las declaraciones his­tóricas de los últimos períodos. Es cierto que los historiadores flinns de los siglos Y y VI después de J. C. dicen que la gente de Ku-eh’ang (es decir, dei Turfán) y del lejano Oeste tienen lw qjae kendádoE y las narices arremangadas, y que únicamen­te las helit lírica de Jotán no se parecen a aquellos extranjeros, p a n ea e£ aspecto y en el carácter s:n semejantes a los chinos. Los recientes descubrimientos hechos en aquella parte del Asia central r-: i parecen demostrar, sin embargo, que la civilización de Ies naturales de Jotán y sus alrededores, incluyendo los an­tiguos florecientes oasis de las ciudades hoy enterradas en la arena, en el desierto de Takla-makan, fué importada por inmi­grantes indios desterrados de Taxila, en el Penyab, bajo el reinado de Asoka, durante el siglo III antes de J. C. (12). Nu­merosas reliquias del arte budista y manuscritos del Jaroshthi y otros escritos indios atestiguan que allí florecía una civilización no china, cuando los chinos creyeron haber descubierto entre los odiados turcos una nación más simpática para ellos desde el punto de vista de la apariencia exterior y de la civilización.

Hasta qué punto los historiadores chinos se inclinaban a considerar como signo de afinidad las muestras evidentes de una civilización superior, que distinguía a ciertas naciones ex­tranjeras de sus rudos vecinos turcos en el Asia central, puede

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inferirse de una declaración contenida en el Hon-han-shu, cuyo autor dice de sus contemporáneos, los habitantes de Ta-ts’in, u Oriente romano, que son altos y erguidos como los chinos, por lo cual se los llama Ta-ts’in (1S). La vanidad china sintióse halagada por esta idea, que se repite reiteradamente al través de los siglos por los últimos historiadores. El hecho de que los autores chinos comparen a los muy civilizados jotaneses, de origen indio, a su propia raza, se explica suficientemente por lo dicho más arriba; pero nosotros no lo consideramos como un argumento en favor de la inmigración prehistórica desde aque­lla región de la cuenca del Tarim.

VI. — O tros hechos de H uan g -ti

Huang-ti tuvo que luchar con las armas en la mano para subir al trono; pero cuando hubo asegurado y decapitado a Ch’i-yu, el jefe que le combatía y el primer traidor que alzó la bandera de la rebelión en el suelo chino, consagróse a las obras de la paz, siendo su primer cuidado organizar el gobierno. Quizás sea un hecho característico de la gran veneración de que han gozado en todo tiempo los historiadores chinos el que los autores de este período hayan atribuido a Huang-ti la ins­titución de un consejo de historiadores dividido en dos seccio­nes, derecha e izquierda, encargada la primera de registrar los hechos, y la segunda los discursos y palabras. El primer historiador del Estado colocado a la cabeza del nuevo consejo fué Ts’ang-kié, el inventor legendario del arte de escribir, a quien los relatos más fabulosos representan con cuatro ojos. Supónese que sacó la primera clave para sus jeroglíficos de las huellas impresas en la arena por las patas de las aves, lo que demuestra que los autores de esta leyenda no pueden haber te­nido a Fu-hi por inventor del sistema jeroglífico.

Según algunos, Ts’ang-kié no hizo más que perfeccionar lo que ya existía antes que él. Sus útiles para escribir consis­tían en tablillas de bambú en las que pintaba los jeroglíficos con un pincel también de bambú teñido de una especie de bar­niz. Supónese que fué el inventor de unos 540 jeroglíficos que

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representaban un tipo especial de escritura antigua conocida con el nombre de niau-ts^wón, “ escrito análogo a las huellas de patas de ave” . Mientras Ts’ang-kié se ocupaba en perfeccionar la escritura, Huang-ti echaba los cimientos de lo que siempre ha

Doncellas chinas paseando en uno de los más antiguos medios de transporte utilizado en el Antiguo Imperio.

desempeñado el papel más importante en la vida pública china, el culto de los sacrificios. Hasta entonces los sacrificios a Shang-ti, “el supremo soberano” , se habían hecho siempre al aire libre; Huang-ti, de quien se cree que fabricó ladrillos y enseñó a sus obreros a construir casas, edificó el primer templo para la celebración de aquéllos. Redactó reglas de conducta para su pueblo, y más tarde construyó un palacio para su pro­

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pió uso a fin de distinguirse de sus súbditos, pues hasta enton­ces los emperadores no habían disfrutado, en cuanto a esto, de ningún privilegio, ya que todos habían vivido, como el último de sus vasallos, en chozas hechas con ramas de árboles. Los habitantes de su imperio que hasta entonces habían vivido es­parcidos y a su antojo, se reunieron en aldeas, ciudades y pro­vincias. Las provincias llamáronse shóu, término que denota hasta la Edad media una comarca más vasta que la que hoy

Pescador del Sur de China.

ocupan, motivo por el cual ciertos títulos de oficiales, que en nuestro tiempo no suponen ninguna jerarquía superior, deben traducirse de manera distinta cuando se vean los libros anti­guos. El hombre que gobernaba un shóu, y que ahora no es más que un simple magistrado, era en los tiempos antiguos gobernador o virrey.

Para arreglar el calendario cuyos comienzos se ha dicho que datan de Fu-hi, Huang-ti construyó un observatorio y lo puso bajo el cuidado de ciertos funcionarios, a cada uno de los cuales confió una sección especial de observación astronómica. Unos tenían que estudiar el curso del sol, otros el de la luna, y otros, por último, el movimiento de los cinco planetas. En­tonces fué cuando se descubrió que los doce meses lunares no

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bastan a formar el año y que tenía que intercalarse otro mes suplementario. Las observaciones hechas sobre este particular las describen con todos sus detalles los historiadores de aquel período fabuloso.

La esposa del emperador, Lei-tsu, llamada “ la Señora de Si- ling” , estudió la cría del gusano de la seda, y dícese que son in­venciones suyas las principales manipulaciones de esta industria.

No satisfecho eon haber creado las fuentes de la riqueza nacional, el emperador atendió a los medios para el cambio de productos, inventando los carros tirados por bueyes. Cubrió también de lanchas los ríos y los lagos de su imperio; suminis­tró a sus soldados arcos y flechas, lanzas y espadas, y estas tropas agrupadas en regimientos aprendieron a seguir una bandera. Introdujéronse las piedras preciosas y las piezas de oro y de cobre para facilitar las transacciones mercantiles.

Para obligar al pueblo a que adoptara rápidamente todos estos nuevos elementos de civilización, gobernó con mano fé­rrea; la obediencia implícita era la orden del día, y toda re­beldía era castigada con la pena de muerte. Por otra parte, esta extrema severidad contra los elementos rebeldes era com­pensada por la wás grande benevolencia hacia los súbditos t a H en cuyo beneficio introdujo ciertas placenteras noveda­des. principalmente en los instrumentos músicos. La invención de una especie de flautas combinadas en series para formar un armonio, supónese que determinó estudios sistemáticos, rela­cionados con la producción de ciertos sonidos musicales. La construcción de estos instrumentos produjo naturalmente cierta exactitud en las medidas, cuyos más minuciosos detalles han sido registrados por los autores chinos como resultado de obser­vaciones hechas por funcionarios nombrados a este propósito.

De tales estudios músicos derivan los chinos todo su siste­ma de pesas y medidas; y, realmente, un sistema ordenado hubo de ser indispensable al inventor de la anotación musical china, la cual, por muy desagradable que sea para el oído europeo, está sujeta a principios matemáticos, que exigen esfuerzos ce­rebrales mucho mayores que lo que suponemos nosotros al oir los acordes de una banda de música china.

Al mismo tiempo la emperatriz había elevado la industria

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de la seda al más alto grado de perfección. Hasta entonces la gente se había vestido con pieles; no se conocía en absoluto el arte de tejer, y sólo, gracias a los esfuerzos de la señora de Si-ling, se tejieron telas de seda, que la misma emperatriz bor­daba con figuras de flores y de pájaros. A su debido tiempo imagináronse otros inventos, y el emperador pudo idear uni­formes para que los lucieran sus oficiales y palaciegos en cier­tas ocasiones. Por primera vez la apariencia exterior reveló la posición y el rango; gorros, tiaras, casacas, delantales y otros adornos revistieron formas distintas, y el deseo de aumentar la variedad de dibujos trajo la aplicación del color, pudiendo, por consiguiente, suponerse que se emplearon entonces substan­cias tintóreas.

Créese que el monarca, en uno de sus viajes de inspección, descubrió en los alrededores de K’ai-fong-fu una mina de co­bre, descubrimiento que motivó la instalación de una fundición en la provincia de Ho-nan, donde se fabricaron los primeros vasos para los sacrificios, según modelos trazados por el mismo emperador. Sin embargo, Huang-ti no vivió lo bastante para ver los resultados de su última empresa, pues lo llevó a la tumba una cruel enfermedad después de un glorioso reinado de cerca de cien años. Le sucedió su hijo mayor Shau-hau.

VII. — Sh a u -hau

(2594-2511 antes de J. C.)

Shau-hau no fué un monarca tan grande como su padre, pero era de condición pacífica y no sembró disturbio alguno entre su pueblo, mérito de que no pueden envanecerse todos los grandes hombres. No tenía más que continuar las obras de su padre, que bastaban para tener ocupado al pueblo durante algún espacio de tiempo.

En Shau-hau el amor a la paz debió de degenerar en ne­gligencia, pues leemos que durante su reinado la veneración hacia Shang-ti, el supremo soberano, fué violada por algunos de los funcionarios del emperador que se dieron a doctrinas consideradas heréticas.

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Shau-hau hizo otros cambios en los uniformes de sus man­darines; en efecto, la costumbre de bordar pájaros en los uni­formes de los funcionarios civiles y ciertos animales de presa en los de los militares, que ha prevalecido hasta hoy, se atri­buye a este período. Esto es probablemente todo lo que puede decirse del gobierno de Shau-hau referente a los nuevos elemen­tos de civilización. Ssi-ma Ts’ién omite su nombre. Shau-hau murió en K’ü-fóu, el sitio donde nació Confucio, en Shan-tung, en donde se supone que existe todavía su tumba, debidamente reconocida por numerosas inscripciones de piedra.

VIII. — C h u an -hü(2510-2433 antes de J. C.)

El pueblo chino no estaba muy satisfecho del gobierno del difunto emperador y, por lo tanto, eligió para sucedería, entre los príncipes de la casa imperial, no al primogénito, sino al que creyó que era más digno del cargo, es decir, a Kau-yang, nieto de Huang-ti. que subió al trono con el nombre de Chuan-hü. El nuevo monarca había recibido una educación muy rígida y es- ■ n a d a ñesde su niñez, y sus primeros actos de gobierno fueron contra la difusión de aquellas doctrinas heréticas y supersti­ciosas que por culpa del descuido de su predecesor habían ad­quirido tanta preponderancia en la vida pública. Reorganizóse el servicio de los sacrificios; se hicieron muchos progresos en astronomía, que contribuyeron al mejoramiento del calendario, y se extendieron considerablemente los límites del imperio, que se dividió en nueve provincias. Chuan-hü tuvo varias mujeres. Del hijo de su primera esposa descendía el gran emperador Yü, y del de una de sus concubinas el emperador Shun.

A su muerte dejó el imperio en estado muy floreciente.

IX . - T i-k/ u(2432-2363 antes de J. C.)

Ti-k’u, que no era príncipe de la familia imperial, fué elegido emperador en virtud de sus buenas cualidades. Bajo su reinado fundáronse escuelas públicas y se mejoró conside­

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rablemente el arte de la música. Se casó con tres mujeres su­cesivamente, y no teniendo ningún hijo de ellas, se desposó con una cuarta, de la cual nació Chi, su sucesor. Después del naci­miento de Chi, su segunda mujer le dió un hijo, que fué más tarde el célebre emperador Yau, mientras que un hijo nacido de su tercera mujer tuvo entre sus descendientes en línea recta, algunos siglos más tarde, al emperador Ch’óng-t’ang, que es el fundador de la dinastía Shang. Un hijo que nació de Kian- güan, su primera consorte, diez meses después de la muerte de Ti-k’u, llegó a ser el antecesor legendario de los emperadores de la dinastía Chóu, y es muy conocido, con el nombre de Hóu-tsi, como el héroe cuyo milagroso nacimiento está des­crito en algunas de las populares baladas del Shi-king o “ Libro de las Odas” (14).

X . — T i-chí(2362-2358 antes de J. C.)

Chi o Ti-chi (es decir, el emperador Chi), fué un soberano incapaz, y a los seis años de su reinado el pueblo y los funcio­narios públicos, indignados de su libertinaje, lo destronaron por medio de un golpe de Estado y colocaron en el trono a su hermanastro Yau.

LAS LEYENDAS DE CONFUCIO

I. — Y au(2357-2258 antes de J. C.)

Yau y su sucesor Shun son quizás las dos figuras más populares de la historia china, tal como se enseña en aquel país. A ellos han sido atribuidas las cualidades más estimables de que puede estar dotado un soberano; la literatura china está llena de sus alabanzas, y el relato de sus hazañas, tal como pue­de verse en el Shu-king de Confucio y en el Shí-Ki de Ssi-ma Ts’ién, puede considerarse como el verdadero “ Espejo de los Príncipes” impuesto a las generaciones futuras como norma de

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la buena conducta de un emperador. En el Shu-Jcing el “ Ca­non de Yau” sirve de introducción a aquella venerable obra histórica; de él copio lo siguiente, tomado de la traducción de Legge (15).

Militar y ciudadano del tiempo de Yau.

“Escudriñando en la antigüedad, vemos que al emperador Yau se le llamaba Fang-hün. Era respetuoso, inteligente, bien educado y reflexivo, todo ello naturalmente y sin esfuerzo al­guno; cortés en extremo, sincero y extraordinariamente afable. La fama de estas cualidades llegó a los cuatro confines del Imperio y se extendió de la tierra al cielo. Era apto para todo lo imaginable, y virtuosísimo, y así ganóse el amor de las nueve clases de su parentela, que vivieron en buena armonía. Educó

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e ilustró a todo su pueblo, que llegó a ser muy inteligente; y por último unió y puso de acuerdo a los millares de estados del Imperio, transformando a sus pelinegros súbditos. Resultado de todo esto fué la concordia universal” .

Después de esto el compilador del Shu-king ahonda en los anales del reinado de Yau para decirnos que ordenó a Hi y a Ho, cualesquiera que hubiesen podido ser estas notabilidades, “ que observasen el cielo, calculasen y trazasen el movimiento del sol, la luna y las estrellas y los espacios zodiacales, y de esta suerte enseñasen respetuosamente al pueblo las estaciones” .

Hi y Ho parecen ser nombres de familia, pues en la con­clusión se menciona a “ Hi, el hermano segundo” , “ Hi, el her­mano tercero” , etc., etc., como funcionarios. Estos hermanos salieron a hacer observaciones astronómicas a las más remotas regiones del Imperio. Si esto fuera verdad, revelaría que en aquella época, es decir, en el siglo XXIII antes de J. C., la cien­cia astronómica se hallaba en un estado muy floreciente. Juz­gando por ello, Yau debió de tener conocimiento del año astro­nómico, el cual consta de 366 días, y de otros hechos que sólo una agudísima observación podía revelar al hombre primitivo. Se ha publicado casi una biblioteca acerca de los conocimientos astronómicos que poseían los antiguos chinos, figurando entre los principales investigadores, nombres como los de Deguignes, Gaubil, Biot y Schlégel; y se ha derrochado mucho ingenio para probar la exactitud de las afirmaciones hechas en aquellos archivos antiguos. De otro lado están los escépticos que sos­tienen que la forma del texto original del Shu-king debe de haber sido alterada por posteriores interpolaciones y que los últimos editores han introducido asertos que sólo podían ha­cerse con el conocimiento astronómico poseído por sus contem­poráneos. Confucio mismo pudo sentir la tentación de fechar cincuenta generaciones atrás lo que no era ni con mucho de fecha tan remota. Hay que admitir que la cuestión es muy com­plicada, y yo, por mi parte, desconocedor o poco experto en semejantes materias, no me atrevo a erigirme en juez.

Durante el reinado de Yau hubo varias inundaciones que amenazaron destruir el imperio chino y una de las cuales, en sus descripciones gráficas, recuerda el Diluvio bíblico. Con es­

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te motivo el emperador censuró a Kun, su ministro de obras públicas, a quien se dice que le dirigió las siguientes palabras: “ ¡Oh jefe de las cuatro montañas!, destructoras en su desbor­damiento son las aguas de la inundación. En su vasta extensión abarcan las montañas y cubren las colinas amenazando a los

cielos con sus ondas, de modo que la multitud se encoleriza y murmura (16) Nueve años habíanse empleado en el intento de contener las aguas, cuando el emperador, después de un reinado de setenta, manifestó el deseo de abdicar y ofreció el trono a uno de los ministros de su mayor confianza, el cual declinó semejante honor por considerarse indigno de él. “ Se­ñala a uno entre los ilustres o indica a uno entre los pobres y

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humildes” , dijo el emperador; y entonces sus consejeros convi­nieron unánimemente en que el más calificado para el caso era un joven llamado Shun, uno de los súbditos más humil­des del emperador. El monarca envió a buscarle y le casó con sus dos hijas.

II. — Shun(2258-2206 antes de J. C.)

Shun, según puede verse por la manera como se le intro­duce en el Sh/Urking, fué un hombre que todo se lo debió a sí mismo.

Después de la muerte de Yau, ocurrida en el año 2258, hubo un período de duelo que duró tres años y que los historia­dores chinos no consideran como parte del reinado de Shun.

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Éste organizó la administración del Imperio, que dividió en ocho departamentos; y delante de su palacio hizo colgar una tabla en que todos los súbditos podían escribir las faltas obser­vadas en su gobierno. Por medio de un tambor colgado de la puerta de su palacio llamábase su atención sobre cualquier que­ja que le formularan sus súbditos.

Desterró a Kun, el funcionario a quien Yau llamara para contener las inundaciones, a causa de su notoria incapacidad, y nombró a Yu, el hijo del funcionario caído en desgracia, para que realizara las obras que en tanto abandono había te­nido su padre.

III. — L a dinastía de H ia(2205-1766 antes de J. C.)

Esta es la primera dinastía continua de que los historia­dores chinos consideran como la historia de China. No me pro­pongo narrar más que los detalles importantes de esta época, que no puede ser considerada como historia, en el estricto sen­tido de la palabra. El nombre de la dinastía derívase del título honorífico de su primer emperador Hia-po, es decir, “ conde de Hia” , o Yu-hia, que quiere decir literalmente “ el que tiene o posee a Hia” , es decir, “ dueño del feudo de Hia” , que le dió el emperador Shun en recompensa de sus servicios, que consistían en haber librado al Imperio de las inundaciones.

El segundo título Yu-hia puede ser comparado con el de Huang-ti, Yu-hiung y con el de Yu-zü, “ dueño del feudo de Yü” , con que a menudo se designa al emperador Shun.

Estas y otras varias combinaciones que se hallan en la historia más antigua demuestran con toda claridad que la sí­laba yu, “ tener, poseer” , tiene una regla fija reconocida en nombres por el estilo, y que los manejos de De Lacouperie para unir el nombre de su feudo al del emperador Huang-ti, como ya hemos tenido ocasión de ver en otro lugar, no estaban justificados.

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IV. — Yü o T a-yü(2205-2198 antes de J. C.)

Los hechos del emperador Yü o Ta-yü, “ el gran Yü” , co­mo con frecuencia se le llama, han sido narrados en el Shio- king, cuya compilación, según registros que se supone haber existido antes de su época, se ha atribuido, quizás erróneamen­te, a Confucio, que murió en el año 479 antes de J. C. De todos modos el Sku-king es la fuente más antigua de la historia preconfuciana de China. Según recientes autoridades en la ma­teria, Yü era natural de la provincia de Ssi-ch’uan, donde su nombre ha sobrevivido en numerosas leyendas. Según Ssi-ma Ts’ién, fué descendiente del emperador Huang-ti, aunque nin­guno de sus antecesores ocupó el trono. Su padre, Kun, como ya hemos visto, había sido comisionado por el emperador Yau para contener las inundaciones del imperio, habiéndole elegido para obra tan magna por consejo unánime de los funcionarios del gobierno y contra su propia opinión.

Sin embargo, las tentativas de Kun fracasaron al fin. Es un rasgo característico de la historia de aquellos primitivos emperadores, especialmente de Yau y de Shun, a quienes se ha presentado ante el mundo como modelos de perfectos empera­dores, el de que se guiasen en todos los asuntos importantes por los consejos de sus ministros. Esto nos parece muy signi­ficativo respecto de la clase de personas que influyeron princi­palmente en el invento de “ la doctrina del emperador modelo” , como podemos llamar a aquella parte de la historia china, ad­mitiendo como bueno que en tales casos el pensamiento fué hijo del deseo.

No está desprovista de fundamento la suposición de que no un historiador independiente, sino ciertos elementos inte­resados en aumentar la importancia de su clase, fueron los que inventaron o modificaron los antiguos relatos, achacando la paternidad intelectual de las grandes resoluciones a los minis­tros o los filósofos consejeros. Puede asegurarse que, como ob­serva el barón de Richthofen (17), aquellos exagerados discur­sos de los emperadores y de sus ministros, registrados en el Shu-king, han sido colocados allí por sus compiladores para

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expresar las ideas fundamentales de política y gobierno social y esclarecer la manera de resolver las cuestiones en aquellos tiempos primitivos. El monarca pregunta: “ ¿A quién debo nombrar?” El ministro propone y el emperador sigue placente­ramente sus consejos. Yau cometió un error al nombrar a Kun, que por ser el descendiente de Huang-ti tenía más influencia personal que talento y Yü debió sacar una provechosa enseñan­za de los desastres de su padre.

Molinero

Su educación debió ofrecerle frecuentes ocasiones de es­tudiar la causa de las inundaciones que devastaban entonces la China y los medios de contenerlas, y es muy posible que acer­tara en algunos detalles; pero si leemos los relatos de lo que el gran ingeniero prehistórico llevó a cabo, nos sentimos incli­nados a convenir con la opinión expresada por Biot, Legge y Richthofen. Este último (1S) cree que el relato más antiguo de los trabajos de Yü contenidos en aquella parte del Shu-king, conocida con el nombre de Y'ii-kung (“ El Tributo de Yü” ), es mucho más moderado en sus afirmaciones y menos fabuloso que los comentarios posteriores. Según estos últimos, que pue­de decirse que representan la creencia de los chinos modernos, parece ser que Yü abrió canales al través de los montes para

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ofrecer una salida a las aguas; visitó las varias provincias de] Imperio y atravesó toda la cordillera; escudriñó todos los ríos hasta su nacimiento y luego hasta su desembocadura con el propósito de limpiar sus fuentes, regular su curso, profundizar su lecho, levantar malecones y cambiar su dirección; o dicho en otras palabras, que realizó trabajos comparados con los cua­les. según observa atinadamente Richthofen, la construcción del túnel de San Gotardo sin materiales perforantes resultaría un juego de niños, y todo ello en el espacio de muy pocos años.

Si nos inclinamos a suponer que estos antiguos archivos han sido formados sobre una base histórica, es necesario des­pojarlos de la exageración poética que arrastró a los historia­dores antiguos a representar las obras del hombre como las de un dios. Los relatos de un gran diluvio se hallan en todas las literaturas; pero ¿quién sabe lo que les ha añadido la imagi­nación de las generaciones posteriores?

Esta exageración poética puede haber llevado a los histo­riadores a presentar las inundaciones como una catástrofe mayor de lo que fueron en realidad. El emperador Yau, según el Shit-Jcing, describe el espantoso diluvio invadiendo las mon­tañas, sumergiendo las cumbres de las colinas y amenazando hasta a los mismos cielos. ¿Cómo puede referirse este lenguaje a un fenómeno nunca visto en ninguna parte del mundo? ¿No recuerda más bien una imagen poética de Schíller cuando dijo: Bis zum Himmel spritzte der dampfende Gisckt (19) ? También cabe suponer que hay una gran exageración en la descripción de los esfuerzos de Yü para contener las aguas, que debieron menguar al cabo de cierto número de años. Yo creo que no hay que censurar al padre de Yü por no haber sido capaz de luchar con la catástrofe cuando ésta llegó a su apogeo, y que Yü no merece la fama, que tan pródigamente le han otorgado sus con­temporáneos, de haber contenido las aguas con sus propios es­fuerzos. No fué más sino que su pueblo sintió una gran satis­facción en erigirle en héroe nacional, como expresión del gran alivio que experimentó al cesar las inundaciones. Considero la historia del emperador Yü como la primera manifestación de lo que ha continuado siendo un modo de pensar característico de los chinos hasta nuestros días. El emperador es, por lo co-

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vestido masculino de la antigua China

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El vestido masculino de la Antigua China, no variaba solamente por la condición social, sino también por la función desempeñada.A pesar de ello, la multiplicidad de los modelos, y la diversidad de tipos de prendas dejaban librado al gusto de cada uno, la vestimenta. Generalmente ésta estaba constituida por una casaca con mangas protec­toras, una blusa de seda, calzas del mismo tejido, y una especie de kimono, que algunos ciudadanos prominentes eran afectos a vestir.Durante la dinastía de Han, el vestido chino adquirió un lujo y una riqueza extraordinaria, decayendo después con la desintegración del im­perio, no sólo en la variedad de las prendas, sino también en la exquisitez de los motivos con que los tejidos eran adornados.

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mún, responsable de los fenómenos naturales; él es quien debe dirigirse al cielo en súplica de que llueva después de una larga sequía, y cuando el remedio llega atribúyese éste a su inter­vención. Está en absoluto conforme con el carácter chino el que los méritos de un hombre a quien sus contemporáneos su­ponen dones sobrenaturales, sean exagerados de una manera extraordinaria por las generaciones posteriores.

Silla de caña de bambú utilizada antiguamente en las residencia del Sur.

El documento más interesante que se refiere a aquel pe­ríodo en el Shti-king es “ El Tributo de Yü” , antes mencionado. Descríbense en él, en aquel pulido y arcaico lenguaje peculiar de las antiguas crónicas de todas las naciones, las nueve pro­vincias en que Yü dividió su Imperio, así como sus productos; y los incidentes relatados en esta narración concuerdan en un todo con los que se registran en las que se escribieron dentro del período histórico, y éste es precisamente el motivo por que algunos críticos opinan que pueden ser muy bien interpolacio­nes de una fecha más reciente.

El difunto profesor James Legge, de Oxford, a cuya edi­

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ción del Shu-king puede recurrir el lector para el texto origi­nal, traducción y juicios críticos, adoptó un punto de vista ab­solutamente escéptico respecto a los hechos de Yü. “ Aun ad­mitiendo, dice (20), que todos los recursos del Imperio, por decirlo así, estuvieran a su disposición, los trabajos que, según se asegura, realizó, exceden a todos los límites de la creduli­dad” . Legge cita a Eduardo Biot, el menor, que dice:

“ El río Amarillo, después de entrar en China, tiene un curso ulterior de 560 leguas; el Kiang, si se cuenta únicamente desde el gran lago de Hu-kuang visitado por Yü, tiene un curso de 250 leguas aproximadamente; el Han, desde su origen hasta su confluencia con el Kiang, tiene 150 leguas de longitud. Estos tres ríos presentan una longitud total de 1.000 leguas aproxi­madamente; y añadiendo los otros ríos (en los que trabajó Yü) debemos aumentarla hasta 1.500... La antigüedad china ha producido un monumento que supone un trabajo inmenso, la Gran Muralla, la cual tiene una extensión de 300 leguas aproximadamente; pero la terminación de este gigantesco mo­numento exigió un gran número de años. Fué comenzada a fragmentos en los antiguos estados de Ts’in, Chau y Yen, y fué después reparada y alargada por el primer emperador de la dinastía de Ts’in. Ahora bien, semejante fábrica de alba- ñilería es mucho más fácil de construir que los malecones de enormes ríos en una extensión de 1.200 ó 1.500 leguas. Sabe­mos hoy los esfuerzos, el tiempo y las molestias que se requie­ren para dar a dichos trabajos una perfecta solidez, y de ello podemos juzgar por las repetidas inundaciones del Ródano, y esto que el Bajo Ródano no tiene ni la cuarta parte de la ex­tensión del Ho y del Kiang en la parte inferior de su curso. Si diésemos crédito a los comentadores, Yü habría sido un ser sobrenatural que pudo encauzar los inmensos ríos de China como si hubiesen sido míseros riachuelos” (21V

Legge continúa diciendo:“ Estos ejemplos de Biot no pueden ser más concluyentes,

pero yo puedo presentar el asunto al lector de un modo distinto. He representado las condiciones de la superficie de China cuan­do Yü comenzó sus trabajos: supongamos que los primeros

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China durante la dinastía de Hia. ( 2 2 0 5 -1 7 6 6 a n te s d e J . C .)

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colonos europeos del siglo XVII se hubiesen encontrado con un desorden y una devastación semejante en las regiones de la América del Norte, desde el San Lorenzo hacia el Sur. Dichos colonos no tenían que vencer las dificultades con que Yü tro­pezó, y, sin embargo, sabemos cuán lentamente fueron abrién­dose paso en el país. Habiendo crecido gradualmente su pobla­ción, que Europa se encargaba de aumentar cada año, y llegado a ser una gran nación que podía rivalizar con todas las del mundo por su inteligencia y sus iniciativas, no pudieron, sin embargo, en el dilatado espacio de los siglos, cultivar y ordenar sus territorios en mayor escala que Yü, en menos de veinte años, las inundadas regiones de China.

” E1 imperio, según vemos en “ El Tributo de Yü” , se com­ponía de nueve provincias, y por el Norte y el Este sus límites eran los mismos que los de la China propiamente dicha de nuestros días. Por Oriente, extendíase hasta, el mar y, según muchos autores, aún más allá, llegando a abarcar el territorio de Corea. Sus límites por el Sur no están bien definidos, pero no llegarían, en realidad, hasta la cordillera que corre por el Norte de la provincia de Kuang-tung, internándose en Kuang- si por el Oeste y en Fu-kién por el Este. Aunque no incluya­mos aquellas tres provincias en los dominios de Yü, queda siem­pre un vasto imperio, tres veces mayor que Francia, aproxima­damente, imperio que hemos de suponer gobernado por él y cuyas diferentes regiones enviaban sus tributos proporcionados de granos y otros artículos a la capital año tras año” .

El lector podrá hallar más valiosos datos sobre las haza­ñas del emperador Yü, y especialmente los rasgos geográficos del Yii-kung, en el tomo I de la tan conocida obra de Ritchtho- fen que lleva el título de China,. Consideramos a dicho autor como una gran autoridad en esta materia, pues su especialidad es la geografía y geología, incluso del territorio chino; pero hemos de establecer una profunda distinción entre su recono­cida competencia y el estudio de los problemas filológicos, cuya solución depende del conocimiento de la lengua y de la literatura china.

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1 . Vaso de bronce, representando un elefante. Pertenece a la época de la dinastía de Han. Alto 16 cmts.

(D e la colección d el In s ti tu to S ta e d e l d e F r a n c fo r t ) .

2. Bandeja de bronce con un tigre del mismo metal. Época de la di­nastía Chóu. Medidas: alto 13.5 cmts., largo 36 cmts.

(D e la colección d el Museo E tn o g r á fic o de B e r lín ) .

3. Vaso con forma de águila e incrustaciones de oro. Época de Chóu. Alto 26.5 cmts.

(D e la colección de B o s c h -R e i tz ) .

4 . Oso de bronce dorado. Época de Han. Alto 18 cmts.(D e la colección S to c le t) .

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V. — Sucesores de Y ü

Ninguno de los dieciséis sucesores del gran Yü ofrece bri­llantes rasgos de carácter, y no parece sino que la historia de sus reinados no fué escrita más que para dar relieve a las fi­guras de los grandes ídolos de Confucio: Yau, Shun y Yü.

Yü quiso escoger por sucesor, más bien que a su hijo, a un hombre inteligente y hábil, pero cedió ante los consejos de sus ministros, dejando el imperio a su legítimo heredero K’i ó Ti-k’i, “ el emperador K’i” (2197-2189 antes de J. C.).

Como el pueblo y sus ministros estaban muy satisfechos del reinado de Yü, infringióse la regla, observada hasta enton­ces, de elegir sucesor en el seno de otra familia; y de este precedente dicen los chinos que data la costumbre de épocas posteriores de asegurar la sucesión a uno de los hijos del em­perador. Ti-k’i gozaba de la confianza de todos sus nobles fe­derados, menos uno, Yu-hóu, “ señor del feudo de Hóu” , que se negó a prestarle obediencia, y tomó las armas contra él; pero el emperador lo venció con ayuda de sus partidarios, de modo que Ti-k’i a su muerte, acaecida después de un reinado de nueve años, pudo dejar el imperio en un orden perfecto a su primo­génito T’ai-k’ang.

T ’ai-k’ang (2188-2160 antes de J. C.) se dió a una vida alegre y licenciosa, a las mujeres y a la caza. De no ser nieto del gran Yü, el pueblo se hubiera rebelado contra él, pues des­truía las cosechas en sus partidas de caza. Vanas fueron las advertencias que le hicieron sus ministros, uno de los cuales, llamado Hóu-i, “ señor del feudo de K’iung” (Yu-k’iung), pre­paró un golpe de Estado. Aprovechándose de la prolongada au­sencia del emperador, con ocasión de una de sus cacerías, le salió al paso con un ejército y, habiéndole hecho prisionero, ofreció el trono a Chung-k’áng, uno de los hermanos de T’ai-k’ang.

Chung-k’ang (2159-2147 antes de J. C.) era mucho mejor que su hermano, pero no quiso asumir la dignidad imperial mientras éste viviese, y no le sucedió legalmente hasta después de su muerte. Hóu-i continuó siendo su ministro; pero habien­do llegado a ejercer una autoridad mayor de lo qué conviniera

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a Chung-k’ang, éste cercenó considerablemente su influencia en los negocios del Estado. El cargo de general en jefe del ejército, de que disfrutaba antes Hóu-i, fué conferido a su rival, el príncipe de Yin. Durante el reinado de Chung-k’ang los dos astrónomos de la corte, Hi y Ho, que suponemos eran descen­dientes de los dos hermanos del mismo nombre y que desem­peñaban las mismas funciones en tiempo del emperador Yau, fueron decapitados por no haber anunciado un eclipse de sol

Antiguo violín popular en todo el Imperio.

que ocurrió precisamente cuando los dos culpables estaban au­sentes y dados al libertinaje en vez de cumplir con sus deberes.

Se han hecho algunas ingeniosas tentativas para identifi­car el eclipse solar de que se habla en el relato del Shu-king bajo el reinado de Chung-k’ang, siendo una de las más recien­tes y plausibles la que resulta de la labor conjunta del difunto profesor G. Schlégel, autor de la gran obra sobre astronomía china Urcmogmphie chinoise, y del Dr. Kühnert, de Viena, que, además de sinólogo, es astrónomo de profesión. Se nos figura que nadie más que un hombre erudito, versado en ambas cien­cias, es capaz de entender del todo tan complicado asunto; pero los estudiosos pueden recurrir a la misma obra publicada por

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la Real Academia de Ciencias de Amsterdam con el título Die Schu-king-Linstemiss (Amsterdam, J. Müller, 1889). Los au­tores se esfuerzan por demostrar que el eclipse que los astró­nomos Hi y Ho dejaron de anunciar durante el reinado de Chung-k’ang acaeció el 7 de mayo del año 2165 antes de J. C., una hora después de haber salido el sol, y fué del todo visible en Ho-nan. No estando versado en astronomía, no puedo refu­tar la crítica del famoso sinólogo doctor E. J. Eitel (22), que hizo las siguientes observaciones sobre el asunto:

“ Si pudiera fijarse exactamente la fecha de este eclipse de modo que llevase el convencimiento al ánimo de una gran mayoría de lectores, se desvanecería la desconfianza respecto a la crónica histórica más antigua que existe en el mundo y se adquiriría la base para trazar un diseño coherente de la histo­ria antigua de China. Pero, a pesar de la habilidad sinológica y astronómica mostrada por ambos profesores, a juzgar por su obra, es dudoso que la mayor parte de los lectores vean en los argumentos en ella invocados una evidencia mayor en pro de la fecha de 7 de mayo de 2165 que en pro de la de 11 de octubre de 2154, señalada por Gaubil, o la de 12 de octubre de 2127, indicada por Largeteau y Chalmers en sus trabajos, indepen­dientes uno del otro, o la de 24 de octubre de 2006, de Fréret y Cassini, o la de 22 de octubre de 2155, de Gumpach, o la de 21 de octubre de 2135 (todas antes de J. C.), de Oppolzer.

” La cuestión es complicadísima por las siguientes razones: la interpretación original del texto del Shu es incierta, pues Confucio pudo alterarlo para amoldarlo a sus imperfectos co­nocimientos astronómicos y, sobre todo, a sus prejuicios en contra de la posible interpretación de su original, ocasionada por su ignorancia de la precesión de los equinoccios. Los edi­tores de los Han, después de la quema de los libros, llenaron las lagunas de los antiguos textos y reconstituyeron libremente el Shu, y pueden también haber corregido la enmendada inter­pretación de Confucio. Pero, por otra parte, es asimismo po­sible que tanto Confucio como los editores referidos respetaran la interpretación original del Shu, dejándola intacta. En nues­tra opinión, es absolutamente imposible formular otro criterio

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sino el de la posibilidad, en ambos puntos de vista. De certeza no puede hablarse (23)

A la muerte de Chung-k’ang, sucedió a éste su hijo Ti-siang (2146-2119 antes de J. C.).

Todo lo que sabemos acerca de él y de los sucesos de Yü débese principalmente a las crónicas de los Libros de Bambú, y es quizás una cosa característica que Ssi-ma Ts’ién no dé apenas sino los nombres de emperadores hasta Kié.

El emperador Han-cho.

Ti-siang, hombre de temperamento apacible y amable, era demasiado blando de condición para no ser víctima de sus as­tutos subordinados. Reintegró en su cargo de general en jefe a Hóu-i, quien obtuvo grandes éxitos subyugando rebeldes na­ciones fronterizas, y habiendo llegado a ser con tal motivo fa­vorito del pueblo, abusó de su poder y redujo el del emperador a una simple sombra. Ti-siang se vió obligado a vivir en los confines de su imperio, sin atraverse a ir a la capital, donde gobernaba en absoluto Hóu-i; y al volver, después de un largo destierro, Hóu-i le declaró inepto para gobernar y lo depuso después de haber abusado de la autoridad imperial para librar-

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se de los funcionarios que se oponían a sus ambiciosos planes.Entre los partidarios de Hóu-i había un oficial llamado

Han-cho, que arrebató el imperio al usurpador por medio de etro golpe de Estado. Hóu-i, como su víctima Ti-siang, había contraído una gran pasión por la caza, y Han-cho se aprovechó de esta misma circunstancia, que tan fatal había sido al em­perador. Apoderóse, en efecto, del gobierno durante la ausen­cia de Hóu-i, e hizo que a la vuelta de éste lo matase uno de los que tomaban parte en la cacería, y después se casó con la viuda, de la cual tuvo dos hijos. Al encargarse del imperio como úni­co regente, el “ emperador fantasma” Ti-siang siguió viviendo en el destierro, y el usurpador, para evitar toda legítima inter­vención que derrocara sus planes, indujo a sus hijos, en el año 2119 antes de J. C., a que mataran al emperador, con lo cual la dinastía de Hia fué interrumpida por el reinado de Han-cho. Éste (2119-2079 antes de J. C.) tuvo que luchar con­tra las tentativas hechas por la familia del legítimo emperador, sobre todo por la viuda y su hijo sostenidos por sus partidarios, para reconquistar el imperio. Sucedióle un hijo de Ti-siang, que subió al trono bajo el nombre de Shau-k’ang (2079-2058 antes Je J. C. 1.

Para saber los nombres de los diez sucesores de Shau- r ’ang. el lector debe recurrir a las listas cronológicas dadas en La tercera parte de esta obra. La lista de los emperadores de la dinastía de Hia ciérrase con el nombre de uno que estuvo a punto de acabar con ella, y esto, en opinión de los histo­riadores chinos, es motivo suficiente para pintarle como un redomado bribón.

Kié, conocido también por el nombre de Kui, Ti-kui y Kié-kui (1818-1766 antes de J. C.), reunió en su persona los más abominables defectos que pueden afear a un soberano. Si toda la historia de esta primera dinastía es mera invención, indudablemente los historiadores han mostrado cierto método en trazar vigorosos bocetos del gran Yü y del bribón de Kié. En lo sucesivo puede considerarse como una regla, que corre pareja con todo lo que se ha observado en la historia de las de­más naciones, el hecho de que el fundador de una dinastía esté por lo común dotado de todas las virtudes de un gran hombre,

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mientras que a aquel a quien le toca la mala suerte de ser el último de una dilatada y gloriosa serie de gobernantes se le atribuyan, después de la ruina de aquélla, toda suerte de vicios y maldades. Kié inauguró su reinado con el castigo de aquellos de sus vasallos que, impulsados por el profundo desprecio que les inspiraba su cruel y disoluta condición, se negaron a obe­decerle. Uno de ellos, Yu-shi, “ señor del feudo de Shí” , tenía una hija muy hermosa que se llamaba Mei-hi, y conociendo el flaco del emperador por los encantos femeninos, le envió a la joven, de la cual Kié se enamoró locamente. Para agradar a la que pintan como mujer de tan grande inteligencia como poco corazón, Kié se entregó a los más extravagantes placeres que puede concebir la imaginación humana. Sobre esta amorosa pareja se han acumulado todas las infamias del vicio que ja ­más registró la historia, y puede decirse que los historiadores han pintado en la reseña de aquel desastroso período el proto­tipo de lo más bajo y despreciable de la naturaleza humana. Los detalles de sus abominables actos de crueldad están vigoro­samente descriptos por los historiadores de aquel período, cu­yos relatos, respecto al reinado de Kié, dejan atrás todo cuanto se ha registrado en punto a tiranía en la historia del mundo, sin exceptuar los períodos más sombríos de la historia de Ro­ma. La reacción se produjo bajo el reinado de Ch’ong-t’ang, o Tang, “ el Perfecto” , príncipe de Shang, que después de haber destronado a Kié, llegó a ser el fundador de la casa conocida por el nombre de dinastía de Shang, o de Yin.

LA DINASTÍA DE SHANG O DE YIN(1766-1122 antes de J. C.)

I. — C h ' óng -t ’an g(1766-1754 antes de J. C.)

Este soberano, cuya rebelión contra Kié data del año 1783, empleó diecisiete años luchando contra el emperador, que no tardó en verse abandonado de sus antiguos partidarios, siendo

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hecho prisionero y depuesto del trono en 1766 antes de J. C. Cuando Ch’ong-t’ang entró a reinar como fundador de la di­nastía de Shang-, se vió que era un excelente y virtuoso sobe­rano. No sólo extremaba su benevolencia con sus súbditos, sino también con los animales, y su nombre llegó a ser proverbial en materia de caza y pesca por las medidas que dictó para im­pedir todo acto de crueldad contra estos últimos. Se le atribu­yen reglas para los deportes cinegéticos. Su nieto T’ai-kia le sucedió en el trono.

Vendedor ambulante de alimentos con su carro impulsado a vela.

Desde su primera juventud, T’ai-kia (1753-1721 antes de J. C.) fué rebelde y díscolo, pero I-yin, el prudente ministro de su abuelo, hizo que se retirara del gobierno durante tres años a fin de que se preparase a cumplir, con la circunspección debida, los deberes de su cargo. Transcurrido aquel plazo, re­gresó a la capital.

II. — Los SUCESORES DE C h ’ ÓNG-t ’a NG

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I-yin debió de ser hombre dotado de grandes facultades y hay que considerarle como el agente principal de la consolida­ción del imperio durante el reinado de los tres primeros sobe­ranos de la dinastía. Ayudó mucho a Ch’ong-t’ang en afianzar el trono y continuó siendo su principal consejero durante su vida, e igual misión desempeñó durante el reinado de T’ai-kia. Murió a los cien años de edad, en el de 1714 y reinando el hijo de T’ai-kia, Wúting (1720-1692 antes de J. C.).

T’ai-kong (1691-1667 antes de J. C.) fué el que le sucedió y, a su muerte, subió al trono su hijo Siau-kia (1666-1650 an­tes de J. C.), a quien sucedió su hermano menor Yung-ki (1649-1638 antes de J. C.). Bajo este reinado debilitóse la autoridad imperial, y cuando el monarca convocó para una asamblea a los príncipes del imperio, éstos no hicieron caso de la convocatoria.

T’aí-móu (1637-1563 antes de J. C.), conocido también por su nombre postumo Chung-tsung, era hermano de Siau-kia y de Yung-ki. Asustóse del funesto presagio del repentino cre­cimiento de un moral y de un tallo de cereal, y habiendo con­sultado sobre aquel agüero a su ministro I Chü, éste le dijo que la hechicería era impotente ante la virtud y atribuyó el fenó­meno a la falta de buenas cualidades del emperador. El mo­narca no menospreció la saludable advertencia y resolvió cam­biar de vida, después de lo cual se marchitaron las peligrosas plantas. Esto fué causa de que los príncipes del imperio, que se habían negado a obedecer a su hermano, se apresuraran a prestarle pleito homenaje. Sucedióle su hijo Chung-ting (1562- 1550 antes de J. C.). Este joven monarca no tuvo, como su hermano, la suerte de que le ayudara en las arduas tareas del Estado un consejero tan excelente como el primer ministro I Chi, que murió después que su soberano. Los Estados vecinos le negaron el vasallaje, sumiendo al reino en una guerra con­tinua. Para mayor desdicha de China, el río Amarillo salióse de madre, amenazando destruir la capital imperial, que estaba situada en las tierras bajas adyacentes, y que, a consecuencia de aquella inundación, fué trasladada a otro sitio menos peli­groso, en la que es hoy la provincia de Ho-nan. Chung-ting murió sin hijos después de un reinado de trece años.

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Sucedióle su hermano Wai-yón (1549-1535 antes de J. C.), que no tenía más que quince años y que a su muerte dejó el imperio a otro hermano de Chung-ting, Ho-tan-kía (1534-1526 antes de J. C .), quien de nuevo cambió de residencia a causa de las inundaciones del río Amarillo. Cuidó mucho de dar a su hijo una educación adecuada a su jerarquía, y le sucedió éste

El emperador Chung-tsung, asiste a la tradicional fiesta de las linternas.

con el nombre de Tsu-i (1525-1507 antes de J. C.). Fué un soberano pacífico, que tuvo la suerte de que le ayudára un hábil ministro. Durante su remado la capital fué trasladada a menudo de un punto a otro, pero Tsu-i dejó el imperio en un orden perfecto.

La mayor parte de la historia de esta dinastía no consiste más que en una serie de nombres, y la cronología de los sobe­ranos a que estos nombres pertenecen ha sido establecida por las generaciones posteriores con la ayuda de crónicas que es muy posible existieran dos mil años antes, pero que no han

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llegado hasta nosotros. Desde Tsu-i hasta el fin de la dinastía regístranse los nombres de diecisiete soberanos, los cuales fi­guran en las listas cronológicas que constituyen la tercera parte de esta obra. El grado de parentesco que une a estos monarcas unos con otros no tienen ninguna importancia.

Muchos de dichos nombres se mencionan en el Shu-king, pero los detalles de la historia de esta dinastía, junto con los materiales que permiten al filólogo reconstituir algo de la cro­nología, se encuentran en otra obra conocida con el nombre de Chu-shu-kir-nién, es decir, “ Anales de los libros de Bambú” , que contienen la historia y la cronología de los soberanos chinos desde la época de Huang-ti hasta aproximadamente el fin de la dinastía de Chóu. Estas crónicas fueron descubiertas, hacia el año 280 después de J. C., por un natural de la comarca de Ki, al Norte de lo que es hoy la provincia de Ho-nan, quien cometió lo que, según las ideas chinas, constituía una gran im­prudencia: excavar la tumba de un príncipe de la dinastía de Chóu, cuyos restos dormían allí en paz hacía casi unos seiscientos años.

La crónica de donde tomamos este hecho consigna que, a pesar de lo sacrilego del acto, el descubrimiento referido causó gran júbilo a los filólogos de la época. Era costumbre, como se desprende de casos semejantes, que abundan mucho en la literatura china, enterrar con los restos de los personajes ilus­tres no sólo sus armas y armadura, sino también valiosos ma­nuscritos ; y a esto se debe el que haya podido conservarse has­ta el año 299 antes de J. C. una de las principales fuentes de la historia antigua. El texto que contenía estos anales estaba grabado en varias tablillas de bambú, que era la manera de escribir en boga en aquella época anterior a la invención de útiles de escritura más cómodos.

Estaba escrito en caracteres cuyo desciframiento fué con­fiado a los peritos de entonces, quienes hubieron de recurrir a todo su ingenio filológico para interpretarlos antes de que, transcritos en buenas copias, pasasen a formar parte de los tesoros de la biblioteca imperial. No tenemos más motivo para dudar de la buena fe de dicha obra filológica que el estar acos­tumbrados a dudar de la tradición de muchas obras históricas

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de origen griego o romano; y habría que invocar argumentos muy sólidos para que creyésemos en su autenticidad (24).

Aunque existen discrepancias de mucho peso en sus tradi­ciones si se los compara con el Shu-king (el texto más antiguo que trata de la historia más remota) y con la gran obra his­tórica de Ssi-ma Ts’ién, el SKi-ki, que tiene su origen en los comienzos de la primera centuria antes de J. C., los “ Anales de los libros de Bambú” , tales como son, constituyen la crónica más detallada de los primeros períodos de la historia china.

Barbero ambulante con sus implementos de trabajo.

Una de las más importantes de tales discrepancias es la cronología de los primitivos períodos legendarios. En las fe­chas que se asignan a aquellos emperadores he seguido lo que puede llamarse la idea tipo de los cronólogos chinos. Los “ li­bros de Bambú” difieren de ellas considerablemente; así el rei­nado del emperador Huang-ti, que empezó en 2704 antes de J. C., según el cómputo normal, aparece datada más de dos­cientos años después, es decir, en 2491 antes de J. C., en los “ Anales de Bambú” . La diferencia sigue disminuyendo gra­dualmente, pero siempre se remonta a más de cincuenta años al final de la dinastía de Shang, hasta que desaparece hacia mediados del siglo IX antes de J. C.

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Ss'i-ma Ts’ién, con verdadero espíritu histórico, se abstie­ne de todo intento de cronología exacta anterior al año 841 antes de J. C. En la lista genealógica incluida en el libro dé- cimotereero de su obra no da más que nombres y generaciones de los precedentes períodos, y por las indicaciones que hace parece que su cronología, aunque vaga e indecisa, se acerca más que los “ libros de Bambú” a la regla fija de nuestras ci­fras (25). No debe concederse mucha importancia a las fechas de cualquier clase anteriores a la dinastía de Chóu (2e).

Todo lo que sabemos por los “ libros de Bambú” acerca de la dinastía de Shang es escueto y desprovisto de interés, cir­cunstancia que, en mi concepto, constituye un argumento en favor de la confianza que debe inspirarnos. Los relatos mucho más detallados de los primitivos emperadores fabulosos son atractivos comparados con los suscintos apuntes que aparecen sobre la dinastía de Shang en la vieja crónica; y esto, teniendo en cuenta lo remoto de aquel período, infunde ciertas sospe­chas. Muy poco hay que decir acerca de la larga lista de nom­bres, a que me he referido, de soberanos de esa dinastía, que abarca desde la décimoquinta hasta la duodésima centuria.

P’an-kong, que vivió en los comienzos del siglo XIV (1401 1374 antes de J. C.), trasladó nuevamente la corte a un lugar situado en lo que es hoy provincia de Ch'i-li, pero esta vez el cambio de capital no obedeció a las inundaciones del río Ama­rillo. Se ha conservado en el Shu-king una larga narración que contiene discursos en que el emperador habla de sus ideas acerca de la gobernación de los pueblos. Uno de sus sucesores, Wu-ting, el último de los virtuosos soberanos de la dinastía (1324-1266 antes de J. C.), confió todos los asuntos del go­bierno a su anciano preceptor Kan-p’an, quien tuvo que reti­rarse muy pronto a causa de su edad avanzada. El emperador buscó entonces un hombre inteligente que le ayudara en su pe­sada tarea, para lo cual dirigióse a Shang-ti, el Soberano Su­premo, es decir, Dios, preguntándole si le revelaría en un sueño quién era el que debía ser su primer ministro; y efectivamente vió en sueños, a su futuro consejero, pero no pudo hallarle entre los varones eminentes de su imperio, aunque le buscó por todo el país. Por último, vió que un hombre ordinario, un

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obrero llamado Fu-yüé, no sólo se parecía al sujeto que Dios le había mostrado en sueños, sino que reunía las más relevantes cualidades para el alto cargo a que fué elevado inmediatamente. Este obrero llegó a ser el digno sucesor del gran I Yin, el mi­nistro de Ch’ong-t’ang, fundador de la dinastía; y de la per­fecta y armoniosa colaboración de Wu-ting y su ministro re­sultó un glorioso y pacífico gobierno.

No es necesario decir gran cosa de sus sucesores, lo mismo soberanos que ministros, hasta Chóu-sin, el último emperador de la dinastía, sobre cuya odiosa cabeza han acumulado los his­toriadores de las épocas posteriores todos los crímenes de un monarca vicioso e inepto. Su historia es casi igual a la de Kié, el último e indigno emperador de la dinastía de Hia, y aquí viene muy a cuento citar la traducción de Legge (27) de los “ libros de Bambú” para demostrar la semejanza de esta anti­quísima crónica.

III. — C hóu-sin(1154-1122 antes de J. C.)

“ En su primer año, que fué el de kikai (treinta y seis del ciclo = 1102 antes de J. C.), cuando subió al trono, Chóu-sin, que vivía en Yin, concedió destinos a los príncipes de K’iu, Chóu y Yü.

"Durante el tercer año de su reinado, un gorrión engendró un halcón. Durante el cuarto realizó una gran cacería en Li, e inventó el castigó de quemar viva a la gente. En su quinto año construyó durante el verano la torre de Nan-tán. Hubo una lluvia de tierra en Po. El jefe del Oeste (Si-po, es decir, Won-gang) hizo por vez primera sacrificios a sus antepasa­dos en Pi. En su noveno año las tropas reales atacaron el Estado de Su, trayendo a Ta-ki cautiva. El rey hizo construir un edificio para ella con muros de piedra roja y con las puertas adornadas con piedras preciosas. En su año décimo, durante el verano, en el sexto mes, cazó en las fronteras del Oeste. En su año décimoséptimo el jefe del Oeste devastó el Ti. En el invierno el rey hizo una excursión de recreo al K’i. En su año vigésimo primer o, durante la primavera, en el primer mes, los

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príncipes fueron a Chóu a rendirle homenaje. Po-i y Shu-ts’i acudieron a Chóu desde Ku-chu. En su año vigésimosegundo, durante el invierno, realizó una gran cacería a lo largo del We'i. En su año vigésimotercero encarceló al jefe del Oeste en Yu-li. En su año vigésimonoveno puso en libertad al jefe del Oeste, al que fueron a buscar muchos príncipes escoltándole

Chóu-sin y la emperatriz presenciando el suplicio del fuego.

hasta Ch’ong. En su año trigésimo, durante la primavera, en el tercer mes, el jefe del Oeste condujo a los príncipes a la corte, con sus tributos. En su año trigésimoprimero el jefe del Oeste empezó a formar un ejército regular en Pi, siendo Lü Shang el general en jefe. En su año trigésimosegundo hubo una conjunción de los cinco planetas en Fang; un cuervo rojo brilló sobre el altar levantado a los espíritus de la tierra en Chóu, y el pueblo de Mi invadió a Yüan cuando el jefe del Oeste condujo a sus fuerzas contra Mi. En su año trigésimo- tercero el pueblo de Mi se rindió al ejército de Chóu y fué trasladado a Ch’óng, y el rey otorgó poderes al jefe del Oeste,

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para atacar y castigar a los estados rebeldes según mejor le pareciera.

” En su año trigésimocuarto las fuerzas de Chóu tomaron a K’i y Yü, y luego atacaron a Ts’ung, a la cual rindieron. Durante el invierno, en el duodécimo mes, las hordas de Kun invadieron a Chóu. En el año trigésimoquinto hubo un hambre muy grande en Chóu, cuando el jefe del Oeste se trasladó de Ch’óng a Fung. En su año trigésimosexto, durante la prima­vera, en el primer mes, los príncipes fueron a la corte de Chóu y después derrotaron a las hordas de Kun. El jefe del Oeste mandó a su hijo y sucesor Fa (es decir, Wu-wang) que cons­truyese Hau. En su trigésimoséptimo año el duque de Chóu construyó un colegio imperial. En su año trigésimonono el alto funcionario Sin-kia huyó a Chóu. En su año cuadragésimo el duque de Chóu construyó la torre del Espíritu y el rey envió a Kiau-ko a Chóu en busca de piedras preciosas. En su año cuadragésimoprimero, durante la primavera, en el tercer mes, murió Ch’ang, el jefe del Oeste. En su año cuadragésimose- gundo Fa, el jefe del Oeste, recibió el libro encamado de Lü Shang, y una muchacha se convirtió en hombre. En su año cuadragésimotercero, durante la primavera, hubo una gran re­vista y parte del monte Yau se derrumbó. En su año cuadra- gésimocuarto Fa devastó a Li. En su año cuadragésimosépti- mo el archivero del interior Hiang Chi huyó a Chóu. En su año cuadragésimoctavo fué vista la cabra I, y dos soles apa­recieron juntos. En su año quincuagésimoprimero, durante el invierno, en el undécimo mes, en el día móu-tzi (vigésimoquinto del ciclo), el ejército de Chóu cruzó el vado de Móng, pero vol­vió para atrás. El rey encarceló al vizconde de K’i y condenó a muerte a su pariente Pi-kan, y entretanto se escapó el vizcon­de de Wei. En su año quincuagésimosegundo, que fué hóng- yin (vigésimoséptimo del ciclo) Chóu atacó por vez primera a Yin. En el otoño el ejército de Chóu acampó en la llanura de Sién, y durante el invierno, en el duodécimo mes, hizo sacrifi­cios a Dios. Las tribus de Yung, Shu, Kiang, Mau, Wei, Lu, P'óng y Pu siguieron a Chóu para atacar a Yin” .

Es necesario dar alguna explicación para que el estudian­te moderno pueda entender este sucinto relato, aparte de los

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varios nombres geográficos y personales, cuyo comentario nos llevaría demasiado lejos de nuestro propósito.

Estoy en absoluto conforme con la opinión expresada por Chavannes (2S), quien, refiriéndose a la confianza que debe inspirar la historia china hasta este período, dice que las le­yendas allí indicadas y correspondientes a los emperadores Yau y Shun, parecen haber sido compuestas con un sistema simé­trico que despierta la duda; que nada se menciona acerca de ellas en el clásico y más antiguo libro confuciano el SM-Jcing, y que la mayor parte de los detalles de su historia, delatan el modo de ser y la organización política de la dinastía de Chóu. Y añade:

“ Por lo que respecta al emperador Yü, se le atribuye haber llevado a cabo obras hidráulicas que hubieran necesitado los continuos esfuerzos de varias generaciones.

” En el libro del Shu-king llamado “ El Tributo de Yü” podemos distinguir una geografía antigua, con la cual se ha mezclado la leyenda de este soberano por medio de una adición posterior. Yau, Shun y Yü, estos tres augustos fantasmas mi­tológicos, dejan de tener realidad si queremos abarcarlos cor­poralmente. Los hechos verdaderos no aparecen antes de la dinastía de Chóu, ni del príncipe depuesto por ella, el perverso Chóu-sin, que se hizo culpable de un excesivo amor hacia la hermosa y cruel Ta-ki. No es, pues, sino a fines de la duodé­cima centuria antes de J. C. cuando encontramos el camino, antes inseguro, por donde nos han guiado los historiadores has­ta hallar terreno firme para poder recorrerlo” .

Chóu-sin reunió en su persona todo lo que es censurable en un emperador. Si Yan y Shun pueden llamarse los empe­radores modelos, los emperadores “por excelencia” , él fué el verdadero reverso de la medalla. Ssi-ma T’sién (29) lo carac­teriza en las pocas palabras que copio a continuación:

“ El emperador Chóu tenía gran discernimiento, estaba do­tado de finos y perspicaces sentidos, de una inteligencia ex­traordinaria y de una enorme fuerza física. Sus conocimientos le permitían precaverse de las censuras y reconvenciones, y su elocuencia disfrazar sus crueldades y sus vicios. Hacía alardes

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de preclara inteligencia ante sus súbditos y ensalzaba su im­perio para ensalzarse indirectamente a sí mismo. Era aficio­nado a la bebida y a la licencia, y estaba locamente enamorado de su esposa, la idolatrada Ta-ki, de la que era sumiso esclavo” .

Según lo que los historiadores registran acerca de estos cónyuges, parece ser que Ta-ki fué el prototipo de esa perver­sa mentalidad representada en el siglo XVIII por el maniático marqués de Sade, de tan pésima reputación.

Legge (30) recapitula todo lo que los comentadores del Shu- king han dicho respecto de sus crímenes, del modo siguiente:

“Ta-ki era desvergonzadamente lujuriosa y cruel. Para su recreo componíanse los cantos más licenciosos y ejecutábanse las danzas más descocadas. La corte estaba situada en lo que es hoy el distrito de K’i, departamento de We'i-hui, y allí fué edificado para ella un palacio provisto de una magnífica te- craza o torre, de dos li de extensión (31), y rodeado de un ex­tenso parque lleno de los animales más raros. Los grandes gas­tos que todo esto ocasionaba sólo podían cubrirse a costa de onerosos impuestos que pesaban sobre el pueblo y contra los cuales éste murmuraba. En Sha-k’iu, lo que es hoy distrito de P’ing-hiang, en Ch'i-li, reinaba la mayor extravagancia y di­sipación. Había un estanque de vino; de los árboles colgaba carne, y hombres y mujeres se perseguían unos a otros com­pletamente desnudos. En el palacio había nueve salas espe­ciales en donde se bebía toda la noche. Los príncipes empeza­ron a rebelarse cuando Ta-ki dijo que no se reverenciaba lo bastante la majestad del trono; que los castigos eran muy sua­ves y las ejecuciones muy raras. En vista de ello inventó dos nuevos instrumentos de tortura, uno de los cuales, llamado “el calorífero” , consistía en una pieza de metal candente que los castigados tenían que coger con las manos. El otro consistía en un pilar de cobre cubierto enteramente de grasa y puesto encima de un hoyo con brasas de carbón. El culpable tenía que pasar por encima del pilar y cuando su pie resbalaba caía dentro del fuego, lo que deleitaba sobre manera a Ta-ki. Este suplicio fué llamado “ el tostadero” , y tales atrocidades hicieron que todo el imperio hirviera de coraje y de indignación (32).

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IV . — WONG-WANG, DUQUE DE C h ÓU (1182-1135 antes de J. C.)

Este estado de cosas no podía ser muy duradero, de modo que la reacción no tardó en estallar. Entre los Estados feuda­les del imperio estaba el de Chóu, que se distinguía por su vir­tuoso soberano Ch’ang, conocido también con el nombre de Si-po, “ jefe del Oeste” , y famoso en la literatura china con el de Wóng-wang: tuvo por hijo a Wu-wang, primer soberano de la dinastía de Chóu, y sucedió a su padre en el trono del ducado en 1182 antes de J. C. Su abuelo T’an-fu, conocido en la litera­tura con el nombre de Ku-kung, “el viejo duque” , o “ T’ai- wang” (King-t’ai), y príncipe de un pequeño Estado llamado Pin, en las cercanías de la que es hoy Si-an-fu, había cambiado desde el año 1327 antes de J. C. el nombre de su modesto du­cado por el de Chóu. Sucedióle como duque de Chóu su hijo Ki-li en 1231 antes de J. C., el mismo año en que nació Ch’ang (Wón-wang), el hijo de Ki-li. Éste había sido, al través de varias generaciones de emperadores, el personaje más influ­yente del imperio, desempeñando el cargo de primer ministro y a vces el de general en jefe para combatir a rebeldes y a enemigos, y cuando le sucedió Wón-wang se presumió el papel que la gran casa de Wu-wang estaba destinada a desempeñar, sesenta años después, en la historia de China.

Wón-wang empezó su reinado consagrándose él mismo por completo a la gobernación de su Estado, que convirtió en un modelo de buen gobierno. En la literatura china abundan los relatos de sus hechos, y todos los autores alaban unánimemente su virtud y su sabiduría. Su esposa dióle diez hijos; el mayor murió joven, y el segundo, Wu-wang, cuyo verdadero nombre era el de Fa, llegó a ser con el tiempo el fundador de la dinas­tía de Chóu. Su cuarto hijo, Tan, famoso bajo el nombre de Chóu-kung, o duque de Chóu, ayudó a Wu-wang en la tarea dé consolidar el Imperio. La entereza de carácter de Wón-wang debía llevarle tarde o temprano a reñir con el tirano emperador Chóu-sin. Él y otros dos insignes magnates fueron elevados a la categoría de duques, aunque ninguno de ellos estaba con­

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forme con el vicioso gobierno de su jefe. Dos amigos y colegas de Won-wang, que habían realizado una tentativa para curar al emperador de su ciega pasión hacia Ta-ki, fueron condena­dos a muerte y el cuerpo de uno de ellos fué descuartizado, guisado y servido como un plato de carne al padre de la víc­tima, a quien mataron después. Won-wang dió rienda suelta a su indignación ante tales horrores, por lo cual una de las hechuras del emperador, el marqués de Ch’ung, le acusó de cri-

Sillón palanquín utilizado por altos dignatarios imperiales.

men de lesa majestad; pero la intachable reputación de que disfrutaba en todo el imperio le daba una autoridad que tuvo que respetar el mismo emperador, quien no se atrevió a qui­tarle la vida, temeroso de que estallara la indignación del pue­blo, y se contentó con encarcelarle en Yu-li, en la moderna Ho- nan. Allí estuvo Won-wang tres años, empleando el tiempo de su reclusión en escribir una de las obras más famosas de la literatura china, el I-king, “ Libro de las Metamorfosis” , que después de ciertas baladas del Shi-king, o “Libro de las Odas” , y dejando a un lado las inscripciones jeroglíficas del Shang, es

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una de las más antiguas producciones que se conservan de la literatura china (33).

Como ya hemos visto, la invención del llamado Pa^kua, “ Ocho kua” , o trigramas místicos de la superstición china (no encuentro mejor modo de nombrarlos), se atribuye al empera­dor Fu-hi. Esto indica que los historiadores chinos no pueden nombrar a ningún inventor dentro del período histórico. Los ocho trigramas o kua consisten en una combinación de líneas continuas y rotas que corresponden a ciertos elementos de la naturaleza. Las líneas continuas representan los principios masculinos, y las líneas rotas los femeninos. Todo lo que es bueno y superior, en opinión de los chinos, pertenece al hom­bre, y lo contrario corresponde a la mujer, que ocupa eviden­temente un puesto inferior en la naturaleza. El cielo es mas­culino, la tierra es femenina; el sol es masculino, la luna es femenina. Del mismo modo las ideas del “ día” , “ Sur” , “blan­co” , como términos positivos, son masculinos, al paso que sus opuestos “noche” , “ Norte” y “ negro” son femeninos. Si el in­ventor de estas combinaciones místicas, que en último término se remontan a la división más antigua china de los fenómenos naturales en masculinos y femeninos, se hubiera dado cuenta de que otorgaba todas las cosas buenas al hombre, dejando a su hermosa compañera en la inferioridad más absoluta, los ocho kua no hubieran tenido su origen en una época en que el ma­triarcado estaba a la orden del día, como debió de ser con an­terioridad a Fu-hi, el inventor del matrimonio, antes de cuya época se nos dice: “ que los hijos conocían únicamente a sus madres y no a sus padres” . Esta inconfundible alusión al ma­triarcado la hallamos en el Pai-hu-t’ung, obra publicada por el célebre historiador Pan-ku, que murió en el año 92 después de J. C. La coincidencia de que el matriarcado fuese abandonado por el matrimonio, gobernado por un pater familias que impli­ca el encumbramiento del varón a la soberanía de la familia, y la invención de un sistema de símbolos que asociaban todos los fenómenos simpáticos de la naturaleza con el varón, dejando los lados antipáticos a la hembra, me da otro ejemplo de lógico razonamiento entre los historiadores responsables de estos de­talles en su historia imaginaria del hombre primitivo.

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Los ocho trigramas de Fu-hi son los siguientes:

l 9 -------: K’ién, cielo, el principio etéreo; el símbolo quese compone de tres líneas masculinas.

2° = : K ’un, tierra; tres líneas femeninas.39 — - ~ Chón, trueno; dos líneas femeninas encima de

una masculina.4“ = = Kón, montaña y colinas; dos líneas femeninas

debajo de una masculina.59 = ^ - = Li, fuego, luz, calor; una línea femenina entre

dos masculinas.69 = HE K ’an, agua, elemento líquido; una línea mascu­

lina entre dos femeninas.79 Tui, vapor; una línea femenina sobre de dos

masculinas.89 = = Sá», viento; una línea femenina debajo de dos

líneas masculinas.

Ya ven nuestros lectores que todos estos símbolos consti­tuyen una combinación de líneas rotas y continuas que signi­fican las primeras el género femenino o yin y las segundas el masculino o yang. La preponderancia y situación relativa del uno o del otro de los dos principios del género producen la idea de ciertos elementos de la naturaleza. Créese que Won-wang perfeccionó dicho sistema duplicando el número de líneas y obteniendo de esta suerte sesenta y cuatro combinaciones, a ca­da una de las cuales añadió cierto número de significados sim­bólicos. Explica dicho sistema en el I-king, considerado por los chinos como la obra clásica de su literatura, y en su opinión constituye la esencia de toda sabiduría. Su obscuridad la hace, sin' embargo, ininteligible para las personas que no quieran consagrar todas sus energías a su interpretación. El I-king, que durante muchos años ha llamado la atención de los sinólo­gos, es importante no sólo por el valor moderno que pueden atribuirle los eruditos, sino también por la relación íntima, aunque a nosotros nos parezca misteriosa, que ha conservado durante tres mil años con la vida mental y social de los chinos. La literatura indígena, en la forma de comentarios sobre la obra de Wón-wang, es enorme; y por ser el libro que contiene

HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 7 7

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lo que los chinos llamarían los principios de su ciencia de la adivinación, el I-king, a pesar de su ininteligibilidad, ha pene­trado quizás más profundamente en las masas que los escritos de Confucio. El mismo Confucio alababa la obra en los térmi­nos más expresivos, y esto era una recomendación para todos los filósofos de su escuela.

Fa, el hijo de Wón-wang, que andando el tiempo llegó a ser el fundador de la dinastía de Cbóu bajo el nombre de Wu- wang, sentía el vivo deseo de ver a su anciano padre libre de su reclusión, y como no veía el medio de lograrlo ni por la per­suasión ni por la fuerza, se aprovechó de la debilidad del em­perador por la belleza femenina. Le regaló, en efecto, una her­mosa joven que aprovechó el momentáneo enamoramiento del tirano para pedirle la libertad de Wón-wang. Éste fué repuesto en todos sus antiguos cargos y, además de esto, nombrado pri­mer príncipe de la corte, lo cual implicaba el privilegio de ro­dearse de un séquito armado. Wón-wang abandonó muy pronto la corte, retirándose a su ducado; allí congregó en torno suyo a todos los elementos descontentos, entre los magnates del im­perio, y guerreando contra los Estados vecinos que el empe­rador le había encargado de someter, aumentó su poderío mili­tar. Después de haber cambiado de capital dos veces y emplea­do varios años en guerrear, murió en 1135 antes de J. C., a la edad de noventa años, tras un glorioso reinado de medio siglo.

V. — Wu-WANG Y LA CAÍDA DE LA DINASTIA DE SHANG

El gobierno de Wón-wang había robustecido mucho el po­derío de su ducado, y la gran reputación que había sabido ga­narse como soberano y que contrastaba con el desgobierno del emperador, le valió numerosos amigos; de suerte que su hijo Wu-wang no tardó en encontrarse a la cabeza de un partido revolucionario destinado a poner fin a la desastrosa dinastía de Shang. Las inauditas crueldades cometidas por Chóu-sin y su consorte Ta-ki contribuyeron nuevamente a avivar el fuego de la sedición. Las advertencias y amonestaciones de los leales al emperador no sirvieron de nada, y uno de sus deudos, llama­

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do Pikan, que se atrevió a echarle en cara su depravación, fué una de las últimas víctimas de su crueldad. En efecto, habien­do dirigido un largo discurso al emperador, éste exclamó: “Di­cen que un sabio tiene siete orificios en su corazón; quiero ver si lo mismo pasa contigo” . E hizo que le sacaran las entrañas en su presencia.

Tañedor del “ Cuerno de Oro” , clarín guerrero para señales.

Otro pariente del emperador, el vizconde de Wei, abandonó la corte para ponerse bajo la protección de Wu-wang, que, por último, reunió todas sus fuerzas para castigar por sí mismo al tirano. Antes de cruzar el río Amarillo, en un lugar llamado Móng-tsin, dirigió a sus partidarios unas cuantas arengas fa­mosas en las que les explicó los motivos de su conducta y cuyo supuesto texto ha sido conservado en el Shu-king (34). Así les dijo Wu-wang:

“El cielo y la tierra son los padres de todas las criaturas, y, de todas éstas, el hombre es el que está mejor dotado. El que es sincero, inteligente y perspicaz entre los hombres llega a ser el gran soberano, y el gran soberano es el padre de su pue­blo. Pero Chóu-sin, el rey de Shang, no reverencia a Dios por encima de todas las cosas y abruma de calamidades al pueblo.

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Se ha dado a la embriaguez y a la lujuria de una manera des­enfrenada y se ha atrevido a ejercer una terrible opresión. Juntamente con otros criminales ha castigado a todos sus deu­dos, y ha dado cargos a hombres incapacitados para ejercerlos, violando así el principio hereditario. Ha consagrado todos sus esfuerzos a adquirir torres, palacios, pabellones, malecones, es­tanques y otras propiedades, insultando del modo más vil a todo el pueblo. Ha quemado y tostado a los hombres leales y a los buenos, y ha desentrañado a mujeres encintas. Los altos

Sala de una casa de la Antigua China.

cielos se han llenado de indignación y encargaron a mi difunto padre Wón-wang, reverentemente, que desplegara su majestad; pero murió antes de terminar su obra.

” Con este motivo, yo, Fa (Wu-wang), que no soy más que un niño, he contemplado, merced a vosotros, soberanos here­deros de los Estados amigos, el gobierno de Shang; pero Chóu- sin no sabe lo que es arrepentimiento. Chóu-sin, en su descui­do, no sirve a Dios ni a los espíritus de la tierra, abandona el templo de sus antecesores y no sacrifica en él. Las víctimas y las vasijas de mijo son presa de malvados salteadores, y él siempre dice: “ El pueblo es mío, la ley es mía” , sin esforzarse nunca por corregir su altanería ni su orgullo. Y el cielo, a fin

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de proteger al pueblo bajo, hizo para él los soberanos y los maestros, con el objeto de que fueran aptos para ayudar a Dios y garantizar la tranquilidad de las cuatro partes del Imperio. Respecto a los que son criminales y a los que no lo son, ¿cómo voy a atreverme a ser indulgente con mis propios deseos? Don­de la fuerza es la misma, mide las virtudes de ambas partes; donde la virtud es la misma, mide su rectitud. Chóu-sin tiene cientos de miles y miríadas de ministros; pero éstos tienen cientos de miles y miríadas de pensamientos; yo tengo tres mil ministros, pero con un pensamiento solo. La iniquidad de Shang ya no puede ser mayor. Dios ordena que se le destruya; si no obedezco las órdenes celestes, mi iniquidad dejará atrás la suya.

” Yo, que no soy más que un niño, estoy siempre lleno de recelos. Mi difunto padre Wón-wang me confió esta misión, y he ofrecido a Dios sacrificios especiales, he prestado los debi­dos servicios a la gran Tierra, y os he conducido a vosotros para realizar el castigo señalado por el cielo. El cielo se apiada del pueblo; el cielo verá la manera de realizar los deseos del pueblo. Me ayudáis a mí, al hombre único para limpiar para siempre lo que está comprendido entre los cuatro mares. ¡Ya es hora! No debemos perder el tiempo” .

Con arengas por el estilo dirigióse Wu-wang a los jefes y soldados de su ejército y a sus aliados, que habían “ venido de muy lejos, pues eran hombres de las regiones occidentales” . Es muy posible que contara con la ayuda de los hunos, sus ve­cinos del Oeste, y realmente menciona cierto número de nom­bres étnicos que no pertenecen a tribus chinas. “ Levantad vues­tras lanzas, juntad vuestros escudos, preparad vuestros vena­blos” . “ Chóu, el rey de Shang, no hace caso más que de las palabras de su mujer” . “ Sólo honran y exaltan a los vagabun­dos del imperio, sobre quienes pesan todos los crímenes; sólo a ellos emplean, sólo de ellos se fían, haciéndolos altos funcio­narios y nobles para que puedan tiranizar al pueblo, ejerciendo sus villanías en la ciudad de Shang” .

Después de haber pronunciado numerosas arengas que se conservan todas en el Shvrking, Wu-wang dió la batalla al ejér­cito del emperador, que fué completamente derrotado en un sangriento combate. Chóu-sin se refugió en su palacio, adonde

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ordenó que le llevaran sus más valiosas joyas, y prendió fuego al edificio para no caer en manos del enemigo. Cuando llevaron a Wu-wang la nueva de la muerte de Chóu-sin, penetró en el palacio de éste para convencerse de que era verdad. Ssi-ma Ts’ién nos dice que Wu-wang disparó tres flechas contra el cuerpo del emperador, bajó de su carro y lo hirió con su daga, cercenándole después la cabeza, que colgó de una bandera blanca. Los cadáveres de Ta-ki y otras favoritas del empera­dor recibieron igual tratamiento.

La palabra empleada por el historiador Si-ma para desig­nar la daga con que Wu-wang hirió al emperador es la de king- kién, que significa una espada pequeña de dos filos; pero evi­dentemente no es ésta la interpretación primitiva. La última se conserva en el Chów-shu, obra que cree Chavannes (35), con razón, que es más antigua que el Sh'i-ki. En el pasaje corres­pondiente del Chóu-shu, que aparece con leves alteraciones en el texto de Ssi-ma Ts’ién, la palabra usada para designar dicha daga de Wu-wang es la de king-lü (king = “ ligera” , lü = “ un caramillo” ). Los dos caracteres empleados para indicar este sonido carecen en absoluto de sentido en el chino vulgar, y los comentaristas creen necesario añadir que la palabra re­presenta “ el nombre de una espada de dos filos” , o “una daga” (kién-ming).

Ssi-ma Ts’ién, o quizás algún editor posterior de su texto, que no entendió la palabra, la substituyó por la de king-kién, “ una espada ligera de dos filos” . Pero el término se explica fácilmente si lo consideramos como vocablo extranjero. Tene­mos un buen indicio respecto a su origen en el relato de un acontecimiento que se conserva en la historia de la primitiva dinastía de Han (36). Cuando en el año 47 antes de J. C., el jefe de los Hiung-nu o hunos estuvo a punto de firmar un tra­tado con la corte china, debía celebrarse la ceremonia con so­lemne juramento, en la cual el Gran Jan, o Shan-yü, tenía que beber un brebaje preparado por él mismo y compuesto de la sangre de un caballo blanco mezclada con vino. El Jan agitó el vino con un kig-luk en un ciato de oro, y el escoliador explica el término king-luk como “ la preciosa espada de los Hiung- nu” . Durante una porción de años, en el curso de mis ínter-

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pretaciones de los textos chinos referentes a las naciones tur­cas del Asia central, he intentado descubrir los prototipos de las transcripciones chinas de palabras turcas; y numerosos ejemplos parecen indicar que el lenguaje usado por los antiguos hunos, o los Hiung-nu, era entonces el turco, tal como han indicado Klaproth y otros. La palabra correspondiente a la transcripción china king-luk puede reconocerse fácilmente en uri término hallado en el turquí moderno y en otros dialectos tur­cos, a saber, km-grak, “ un cuchillo de dos filos, un sable” . No vacilo en aplicar esta significación a la palabra usada para la daga de Wu-wang, king-lu, que puede ser simplemente una trans­cripción de la palabra genuinamente turca kingrak. Si mis deducciones son ciertas, indicarían que se usaba un nombre turco para designar un género de arma que el primer empera­dor de la dinastía de Chóu llevaba consigo en el siglo XII antes de J. C., y que ésta es la más antigua palabra turca registrada. Pero parece también dar a entender que Wu-wang, cuyos do­minios estaban situados en la frontera occidental de China, sos­tenía ciertas relaciones con sus vecinos fronterizos los antece­sores de los hunos. Es muy probable que los bárbaros mencio­nados a propósito de ciertas irrupciones en el territorio chino, durante los más remotos períodos de la historia del país, sean los mismos que los famosos enemigos hereditarios de los chinos, los Hiung-nu, cuya historia empieza a ser narrada con vivos detalles al principio del siglo III antes de J. C.

Los diversos nombres con que se menciona a estos vecinos septentrionales y occidentales de los chinos durante los primi­tivos períodos de la historia, preséntanse distintos en la trans­cripción del mismo nombre Hun o Hunnu; así vemos a los mencionados Hwuyü como una tribu de las fronteras septen­trionales, con la que se cree que sostuvo una guerra el empe­rador Huang-ti en la vigésimoséptima centuria antes de J. C. Otro nombre posterior fué Hién-yün, que es la designación usada antes de la introducción de la palabra Hiung-nu en la tercera centuria antes de J. C. La raíz Hun o Kun creerán encontrarla, los investigadores dotados de viva imaginación, en otros nombres de los antecesores del pueblo de Atila que ocupaban a la sazón las fronteras del Norte y del Oeste de

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China. El motivo por que los chinos comparan a aquellos nó­madas septentrionales y a otras tribus bárbaras con los “pe­rros” (K ’üan o K ’ün) puede ser muy bien un sencillo juego de palabras. Hasta el año 689 antes de J. C. no leemos en los comentarios de Tso en “ Los Anales de Primavera y Otoño” (S7) que los “perros bárbaros” , en chino K ’üan-yung, fueron derro­tados. Si esta palabra K-’üan (en el dialecto cantonés K’iin),

“ perro” , es otra transcripción de Hün o Hun, puede recordar­nos la popular etimología del término abusivo alemán Hunds- fott, erróneamente derivado de las palabras Hunus fuit. Una de estas tribus, a la que se supone derrotó Won-wang en 1138 antes de J. C., fué llamada Kuan, Kun o Hun, y los historiado­res chinos la situaron en el Sur del actual territorio de Ordos. Mencius ensalza a Won-wang por la prudencia con que supo “ ayudar” a los bárbaros Kun. “ Requiérese mucha virtud en un príncipe, dice Mencius (3S), para consentir, estando al fren­te de un gran país, en ayudar a un país pequeño, como por

Tipo de mujer china de la campaña.

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ejemplo, ayudó el rey Wón a los bárbaros Kun; y se necesita ser un príncipe muy hábil para ser capaz, estando al frente de un país pequeño, de ayudar a uno grande, como el rey T’ai (el abuelo de Wón-wang, 1327 antes de J. C.) ayudó a los Hün-yü” . Los dos nombres étnicos que aquí se mencionan re- fiérense probablemente a los hunos. De cómo Wón-wang ayudó a sus vecinos los hunos podemos enterarnos por otro pasaje de Mencius (s9) que dice:

“Antiguamente, cuando el rey T’ai vivía en Pin, los bár­baros del Norte hacían constantes irrupciones en su territorio. Él les ayudó con pieles y sedas, y a pesar de eso continuó su­friendo sus vejámenes. Les suministró perros y caballos y con­tinuó sufriendo sus vejámenes. Los halagó con perlas y pie­dras preciosas y siguió sufriendo sus vejámenes. En vista de esto, congregó a los ancianos y les dijo: “Lo que desean los ” bárbaros es mi territorio. Yo he oído decir que un soberano ” no perjudica a su pueblo con aquello con que lo alimenta. ” Hijos míos, ¿por qué debéis apuraros por no tener príncipe? ” Yo dejaré esto” . Y abandonando a Pin, cruzó la montaña de Liang,, edificó una población al pie del monte K’i y allí vivió. El pueblo de Pin dijo: “ Es un hombre muy bueno. No debemos perderle” . Los que le siguieron parecían multitudes dirigién­dose apresuradamente hacia el mercado” .

Por este pasaje averiguamos que T’ai-wang, conocido tam­bién por Ku-kung, cuyo nombre personal era el de T’an-fu, el abuelo de Wón-wang, cambió su residencia desde un sitio lla­mado Pin a otro denominado K’i, y que este movimiento fue debido a los agobiadores tributos que le exigían sus vecinos los Hün-yü (Hunnu) o tribus de los Hiung-nu, como más tarde fueron llamados aquéllos por los chinos. La fundación del du­cado de Chóu está, pues, íntimamente relacionada con este he­cho histórico situado errónea o fundadamente en el año 1327 antes de J. C. Yo me siento inclinado a creer que el constante aumento de poderío de la casa de Chóu se debe a dos causas principales: primera, a la podredumbre del gobierno chino du­rante el reinado de Chóu-sin, que carecía del vigor necesario para proteger a la nación contra el enemigo común que después del transcurso de mil quinientos años llegó a ser fatal para la

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poderosa Europa; y segunda, la situación expuesta de los du­ques de Chóu, que durante una porción de generaciones tuvie­ron que defender su lejano territorio contra el enemigo común, mientras la cabeza responsable de la nación tostaba a sus súb­ditos para agradar y complacer a su favorita Ta-ki. A no ser por los duques de Chóu, China habría llegado a ser presa de los bárbaros. En una de las arengas a su ejército que se con­serva en el Shu-king (40) Wu-wang menciona ocho nombres étnicos: “ ¡Oh, vosotros, hombres de Yung, Shu, Kiang, Mau, We'i, Lu, P’dn y Po, blandid vuestras lanzas, embrazad vues­tros escudos, preparad vuestros venablos! Tengo necesidad de hablaros” . Los comentaristas chinos sostienen que estos nom­bres pertenecían a las tribus bárbaras que vivían fuera de la China propiamente dicha, e insinúan que se hallaban sujetas a los duques de Chóu, sin estar dentro de los dominios del em­perador de China. A algunas puede situárselas al Sur y al Sudoeste del ducado de Chóu; de otras se afirma que ocupaban las fronteras del Oeste y del Norte. En los libros de Bambú se representa a Wu-wang “ reuniendo a los bárbaros del Oeste (sv-i) y a los príncipes para atacar a Yin” (es decir, Shang) (41), lo que parece indicar que ejercía entonces su ascendiente por medio de un ejército extranjero. Es, por lo tanto, muy po­sible que una parte del ejército de Wu-wang estuviese formado por los bárbaros Kun, o hunos, del territorio de Ordos, sus más próximos vecinos, derrotados y, según podemos admitir, incorporados a sus dominios por su padre Wón-wang en 1138 antes de J. C.

No debemos, pues, asombrarnos de que palabras turcas como la de la daga de Wu-wang hayan pasado al idioma chino, que es una mezcla de elementos extranjeros como la civiliza­ción china en general. Hago hincapié en esta idea, que para mí no ha sido suficientemente apreciada por los historiadores; aunque no podamos hallar sino leves huellas de las influencias extranjeras que afectaron a la nación y que, a pesar del ca­rácter conservador de la cultura china reconocido por todos, han revestido, durante las pasadas centurias, tales proporcio­nes que casi han llegado a constituir una especie de amalgama.

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V I . — C u l t u r a d e l p e r ío d o d e lo s Sh a n g

Antes de dejar la dinastía de Shang, que puede conside­rarse como el período semi-histórico de la historia china, no estarán de más unas cuantas palabras respecto a su cultura. Las dinastías de Shang y de Chóu han dejado al mundo del Extremo Oriente valiosos legados en forma de monumentos del arte nacional, sobre todo vasijas de los sacrificios, y campanas

Sillón-cama convertible de caña de bambú utilizado antiguamente en el Sur.

de bronce llenas de adornos característicos y en las que algu­nas veces había inscripciones jeroglíficas. Durante el reinado del emperador Shi-huang-ti las obras de arte y de literatura es­taban casi relegadas al olvido, a causa de las persecuciones de aquel enemigo de toda la civilización antigua. Los amantes de dichos preciosos monumentos de la antigüedad tenían que en­terrarlos, emparedarlos o esconderlos, si no querían que fuesen descubiertos y destruidos en virtud de severísimas leyes. Algu­nos siglos después fueron desenterrados, cuando alboreaba un período de renacimiento, y figuraron en lugar preeminente en Las colecciones imperiales de la dinastía de T’ang en el siglo VIII. y también en el XII bajo el reinado del gran coleccionista

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imperial Hui-tsung, y por último en tiempos de K’ien-lung, de la actual dinastía. Arqueólogos chinos han hecho excelentes tra­bajos aplicando un sólido método de crítica al examen de tales obras, y por mi parte me siento favorablemente inclinado a confiar en el resultado de sus investigaciones. En mi concepto, no puede decirse si un jarrón antiguo de bronce tiene 1.000, 2.000 ó 3.000 años de antigüedad, juzgando sólo por su aspecto exterior ; el análisis químico es el que puede arrojar alguna luz sobre el particular; pero no sé si esto se ha intentado. Para resolver si tales jarros databan de la dinastía de Shang, los arqueólogos chinos guiábanse por el estilo de los adornos, que sólo una vista experta puede distinguir de los de la posterior dinastía de Chóu; por la naturaleza y el estilo de las leyendas en ellos contenidas, por la forma de los jeroglíficos y, sobre todo, por el nombre de las personas en ellos mencionadas.

Empecemos por los nombres propios: es un hecho muy característico del período de Shang el que los tales nombres estén representados por caracteres cíclicos, como I, Ting, Sin, Kui, Kóng y Wu, que se usaron originariamente como signos del calendario para denotar ciertos días del mes. Cuando nacía un niño poníanle el nombre del día en que había visto la luz, y se dice que esta costumbre prevaleció durante todo el período de Shang hasta principios de la dinastía de Chóu. Examinando la lista de los emperadores de Shang, vemos que, con excepción de Ch’ong-t’ang, el fundador de la dinastía, todos los nombres contienen un epíteto personal, como T’ai, “grande” ; Siau, “ pe­queño” ; Tsu, “ antecesor” ; y otros seguidos por uno de esos caracteres cíclicos que denotan el natalicio, por ejemplo, T’ai- kia, Siau-sin y Tsu-i, nombres propios de emperadores de Shang, o Fu-i y Tsu-mou que se ven en las inscripciones de los vasos de los sacrificios. O, dicho en otros términos, la formación de nombres llega a ser típica si se la compara con el precedente período legendario y con la época siguiente de Chóu. Es, pues, natural que la presencia de un nombre compuesto según dicho principio, hiciera creer a los críticos de arte medievales que las obras que lo contenían databan del período de Shang; y esto los llevó al estudio de otras características, tales como la forma de los jeroglíficos empleados, el estilo de los ador­

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nos, la clase de los jarrones en relación con los diferentes sacrificios, etc.

El estudio de estos antiguos bronces, hecho desde un punto de vista crítico, comenzó en el siglo X después de J. C., cuando, bajo el título de K ’a/ur-ku-t’u, se publicó una obra ilustrada, con la cooperación del famoso pintor Li Lung-mién, conocido en el

Tung-chung-shu, filósofo del período de los Shang.

Japón por Ririumin, gran coleccionista de antigüedades y autor de algunas de las ilustraciones que daban una idea de la forma y adornos de los antiguos bronces. El compilador de dicha obra tuvo que recoger sus materiales de fuentes múltiples, pues en aquella época no había en las colecciones del Estado más que unos pocos de los vasos descritos, estando el resto en manos de treinta y siete coleccionistas particulares que vivían en dis­tintos puntos del imperio, principalmente en la capital Ch’ang- an, la actual Si-an-fu. En menos de un siglo operóse un cambio muy grande; el gran catálogo de las colecciones del empera­dor, que comprendía los tesoros de arte, antes en manos de particulares, y además muchos otros, fué preparado y publi­

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cado bajo el nombre de Po-ku-t’u-lu, en treinta tomos, durante los años de 1107-1111. Su autor, Wang Fu, era un eminente arqueólogo, y el emperador Hui-tsung (1101-1126), a pesar de su insignificancia desde el punto de vista político, era el más ilustre protector de las bellas artes de cuantos se sentaron en el trono de China. En su capital K’ai-fóng-fu reunió los más cuantiosos tesoros artísticos, consistentes en bronces, obras en jade, cuadros y manuscritos, y en los que figuran, entre un número enorme de bronces, 148 vasos que Wang Fu atribuye a la dinastía de Shang. En 1749, el emperador K’ién-lung, de la dinastía actual (42), mandó que se publicara un magnífico catálogo ilustrado de bronces antiguos, encargando su publica­ción a un comité de eruditos. En dicho catálogo, además de los que ya se conocían, se describió e ilustró cierto número de ejem­plares de Shang, cuya existencia al parecer ignoraba Wang Fu; y en otra publicación del año 1822, el Kin-sM-so, en doce tomos, se hicieron nuevas adiciones.

Dichas obras en bronce, de la dinastía de Shang, con sus inscripciones, y unas cuantas baladas del SM-king, “Libro de Odas” , son los principales monumentos que arrojan alguna luz sobre la cultura de aquel período. Las inscripciones contenidas en aquéllas, así como las de los vasos posteriores de bronce, han sido recogidas en numerosas obras. El método chino de calcar las inscripciones antiguas y grabarlas en bloques de ma­dera para imprimirlas después, facilita en gran manera la pu­blicación de ilustraciones para obras de este género. El mejor tesoro que se conoce de las leyendas jeroglíficas que se encuen­tran en casi todas las buenas colecciones de obras chinas es el Chung-ting-i-k’-i-kuan-sKi, publicado en 1804 por Yüan Yüan (fallecido en 1849), el gran estadista y erudito, famoso por la política obstruccionista que siguió como virrey de Cantón res­pecto a las relaciones exteriores. Dicha obra contiene facsími­les de todas las inscripciones jeroglíficas de los vasos de bronce más antiguos conocidos hasta aquella época, y entre ellos cerca de 170 corresponden a los vasos para los sacrificios y a las campanas que se atribuyen a la dinastía de Shang. Yüan Yüan reproduce fielmente las opiniones de los primitivos arqueólogos

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indígenas que merecen entero crédito por su criterio imparcial y conservador; y el método crítico de sus comentarios nos ofre­ce una prueba irrefutable del esmero con que los eruditos indí­genas han examinado los argumentos en pro y en contra de la áutenticidad de cada una de dichas inscripciones. Tal como es en sí, el Tesoro de jeroglíficos de Yüan Yüan, que contiene pro­bablemente mucho menos del tesoro de palabras que podían haberse incluido en él, arroja alguna luz sobre la civilización de aquel remoto período (*s). Trataré de hacer un breve exa­men del material jeroglífico, contenido en la obra de Yüan Yüan, tal como ha sido descifrada por los críticos indígenas. Hallamos en él las siguientes palabras:

a) Nombres y pronombres

Los nombres técnicos de cierto número de vasos para los sacrificios, tales como ting, i, tsun, etc.; las palabras campana, venablo, flecha, arco y hacha (estas dos últimas son simple­mente la pintura de los objetos que representan); coche, reta­ma, cauris (los más antiguos medios de cambio) y posiblemente ámbar; además, los términos madera o árbol, vasija o vaso, paños, campo, palacio, puerta. Entre los vocablos que repre­sentan a personas, hallamos padre, madre, hijo, nieto, tío, mu­jer, esposa, antecesor, amigo, príncipe o rey, ministro de Es­tado, jefe militar, señor. Los nombres de animales no están representados más que por el halcón y pinturas del caballo, del tigre, del ciervo, y su significación es incierta. Además de éstos se encuentran las palabras sol o día, luna o mes, año, tarde, familia, territorio, historia, principio, medio, órdenes, sacrifi­cio y felicidad; el pronombre que denota él, ella y ello.

b) Cualidades, números, etc.

Oeste y Este, precioso, eterno, trueno, militar, salvaje o rudo, y casi todos los números cardinales, incluyendo wan (miríada).

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c) Verbos

Hacer, usar, completar, sostener, registrar, grabar, dar, confiar en, ver, levantar, extenderse (las tropas), mover, ge­mir, amonestar, decir, beber y seguir.

De los nombres de persona, compuestos en su mayor parte de algunas de las palabras mencionadas y de un carácter cícli­co, ya he hablado en otro sitio.

Las odas del SM-king, colección de cantos populares reco­pilados por Confucio, contienen probablemente cierto número de modelos que representan el Shang-lore, si no el verdadero texto transmitido desde el período de Shang. Pero esta supo­sición no deja de ser una conjetura, puesto que nos faltan las alusiones históricas que nos permitirían atribuirlas a un de­terminado período. Los chinos consideran una oda especial co­mo la más antigua a que pueda asignársele una fecha (44). De ella hablaré más adelante; y como esa fecha no va más allá del siglo VIII antes de J. C., debemos contentarnos con la idea de que es posible que algunos fragmentos del SM-king lleguen algo más allá de la época de Wu-wang.

Todo cuanto sabemos acerca de la cultura del período de Shang y de los períodos legendarios que le preceden, aparte de los mencionados monumentos de arte, se halla en los relatos históricos del Shu-king, en los secos y escuetos anales de los “ Libros de Bambú” , en el SM-ki de Ssi-ma Ts’ién y en las notas accidentales de Confucio y de la literatura posterior. El Shu- king es una fuente histórica tanto más sospechosa cuanto más entra en detalles acerca de la vida cultural; y yo me inclino a creer que mucho de lo que leemos acerca de las hermosas máximas de vida oficial y social conservadas en los discursos atribuidos a los emperadores y ministros durante los períodos primitivos, desde Yau y Shun y el gran Yü hasta Chóu-sin, no son sino las ideas filosóficas de los sabios confucianos, que las adaptaron a un marco cronológico de su propia invención para impresionar más hondamente al pueblo. Si ésta fué su inten­ción, hay que confesar que el éxito no pudo ser más brillante. La antigua erudición del emperador, despojada de este marco

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cronológico, puede estimarse como la filosofía social dramati­zada de los siglos VI y V antes de J. C., y así considerada, posee, realmente, un gran valor desde el punto de vista cultural. Las escasas huellas de verdadero desarrollo de civilización que se hallan en estas supuestas viejas crónicas se deben a tradiciones vivas todavía en la época en que fueron amalgamadas con la erudición contemporánea.

Es una verdadera lástima que no podamos apoyar la anti­quísima historia de China sobre monumentos imperecederos co­mo los del antiguo Egipto. Si Napoleón I hubiese aparecido con su ejército en las orillas del río Amarillo, en vez de las del Nilo, su conciencia histórica no le hubiese permitido decir a sus soldados que “ cuatro mil años los contemplaban desde allí” , sin añadir enfáticamente la palabra “quizás” . Con más confianza hubiera podido decir “ tres mil” , aunque en vano ha­bría buscado para impresionar la imaginación algo que se pa­reciese a las venerables pirámides de Giseh o a las ruinas del templo de Luksor y de Karnak. Con excepción de la Gran Mu­ralla, una fábrica casi moderna comparada con sus rivales egip­cias, y unas cuantas tumbas de dudosa autenticidad, China no posee más que pruebas literarias de la antigüedad de su cul­tura. Los más viejos testimonios que existen de ella son los vasos para los sacrificios y las campanas de las dinastías de Shang y de Chóu; de estos objetos sí que poseemos fieles des­cripciones con reproducción de los jeroglíficos en ellos conte­nidos. Pero ¿quién puede establecer la diferencia entre un ori­ginal que se dice que data del siglo XV antes de J. C. y una hábil refundición o imitación hecha dos mil años después, tal como ha sido realizada en millares de copias desde la dinastía de Han? Estos monumentos, los únicos existentes del segundo milenario de antes de J. C., y de la siguiente dinastía de Chóu, están actualmente esparcidos por todo el mundo, y se encuen­tran en las tiendas de curiosidades del Japón, en los museos de Europa y en los salones de los millonarios. Por nuestra parte, estamos dispuestos a reconocer la bono, fides de estos testimonios de la cultura antigua, sean auténticos o no, puesto que una refundición, o una imitación exacta y hasta una buena ilustración de un libro valen tanto para nosotros como un ori-

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ginal, con tal que el estilo antiguo haya sido conservado en toda su pureza, cosa que hemos observado en casi todos los ejem­plares. Los materiales suministrados por aquellos restos del arte de Shang y de Chóu son raros, si se los compara con los que nos ofrece la literatura; pero tienen en su favor la circunstan­cia de que no han intervenido en ellos editores literarios.

La cultura del período de Shang, por lo que concierne a la vida religiosa de los soberanos, de los magnates y del pueblo, y a las relaciones sociales entre sí, debe de haberse reflejado en las narraciones de los historiadores de la dinastía de Chóu, y lo que sabemos de los emperadores legendarios Yau, Shun y Yü, hay que aplicarlo más bien al período que precede inme­diatamente a la época de Chóu que a otras más remotas. Ate­niéndonos a las crónicas del Shn~king, hay que admitir que los antiguos chinos eran acérrimos monoteístas. Shang-ti, “ el so­berano supremo” , era tan venerado por su pueblo como lo es Dios, bajo cualquier otro nombre, por todas las naciones con­temporáneas. El instinto religioso de los soberanos de Shang y Chóu quizás fuera menos romántico que el de la Grecia ho­mérica, pero se acercó más al tipo cristiano que el de otras muchas naciones de la antigüedad. La adoración de otros seres espirituales estaba menos desarrollada de lo que llegó a estar en la China de siglos posteriores. La religión no se hallaba en manos de los sacerdotes, sino que el padre era sacerdote para su familia, el príncipe de cada estado lo era para su pueblo, y “ el Hijo del Cielo” para el imperio. Los deberes del empe­rador como supremo sacerdote de la nación no dependían de creencias personales, sino que formaban la parte más impor­tante de su jerarquía.

Las ideas de los antiguos chinos acerca de un Dios único, que gobernaba sobre todos los demás espíritus, es decir, sobre el Sol, la Luna y las Estrellas, las “ Cinco Sagradas Montañas” , el Cielo y la Tierra, tal como se representan en las crónicas del Shu-king, las describe muy bien Legge (45) en los siguien­tes párrafos:

“ El nombre con que se designaba a Dios era el de “ el So­berano” y “ el Soberano Supremo” , denotando enfáticamente su personalidad, supremacía y unidad. Constantemente le vemos

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trocado por el término “ Cielo” , en el cual se contienen igual­mente las ideas de superioridad y de unidad, al paso que la de personalidad se indica sólo vagamente, por medio de una aso­ciación mental. Supónese que los reyes gobiernan por la volun­tad de Dios; que por éste los príncipes son llamados a hacer justicia, y que todos están bajo su ley y destinados a obedecer

su voluntad. Hasta al pueblo bajo ha otorgado cierto sentido moral, y con esta concesión quiere infundir en él una rectitud invariable. Todos los poderes que existen dimanan de Él, que eleva a un mortal al trono y derriba a otro.

” La obediencia está convencida de hallar gracia a sus ojos, y la desobediencia, de ser castigada con su maldición. La misión de los reyes es gobernar con rectitud y benevolencia para que el pueblo sea bueno y dichoso. Deben ser un ejemplo para todos los que ejercen autoridad y para las multitudes que están bajo su gobierno. Su mejor timbre es hacer que el pueblo siga tran­quilamente la senda que su naturaleza moral indica y apruqba.

Tipo de hombre chino de la campaña.

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Cuando obran mal, Dios los amonesta por medio de juicios, tempestades, hambres y otras calamidades, y si persisten en el mal, dicta sentencia contra ellos, quitándoles el poder y dán­doselo a otros más dignos. El duque de Chóu, en su discurso sobre “ El Establecimiento de Gobierno” , hace un excelente e impresionable resumen de la historia del imperio hasta su épo­ca. Yü el Grande, el fundador de la dinastía de Hia, buscó hombres capaces de honrar a Dios; pero el camino seguido por Kié, el último de su descendencia, fué muy diferente, pues se sirvió de hombres crueles. No tuvo sucesores y el imperio fué concedido a T’ang el Afortunado (Ch’ong-t’ang), que “ siguió admirablemente las doctrinas divinas” . El trono de T’ang no tardó en pasar a manos de Chóu-sin, que era todo violencia, de modo que Dios le castigó severamente.

” E1 imperio fué entonces transferido a la casa de Chóu, cuyos soberanos demostraron su aptitud para encontrar hom­bres que sirvieran reverentemente a Dios, a quienes nombraron presidentes y jefes de su pueblo.

” Era el deber de todos los hombres el reverenciar y hon­rar a Dios, obedeciendo la ley escrita en sus corazones y bus­cando su bendición por todas sus sendas; pero había un culto solemne y nacional dedicado a Él, como gobernante en la natu­raleza y en la providencia, y este culto sólo podía rendírselo el emperador y consistía en sacrificios, ofrendas y oraciones. No existía ninguna imagen suya, pues los chinos nunca han pensado en fabricar imagen alguna del Ser Supremo.”

Además de adorar a Dios como Soberano Supremo, los mo­narcas Shang y sus supuestos predecesores veneraron a divi­nidades menores, si así podemos llamarlas, como se demuestra en el Shu-king. Legge habla de esta fase de la vida religiosa en los siguientes términos:

“ No se sabe quiénes eran “ los seis honrados” a quienes Shun hacía sacrificios lo mismo que a Dios. Al adorar a las colinas, a los ríos y a una multitud de espíritus, debió creer que había ciertos seres tutelares que presidían a los objetos más notables de la naturaleza, y sus varios procesos. Estaban bajo el poder de Dios y no podían hacer nada si Él no lo per­mitía y les daba el poderío necesario; pero su culto era incom-

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patible con la verdad que Dios exige para ser reconocido como “ Aquel que lo opera todo en todo” y no permite más homenaje religioso que el que a Él se le rinde. Esto debió de haber sido el origen de muchas supersticiones, y preparó el camino para el panteísmo, que forma una gran parte de la creencia de los chinos modernos y cuyas primeras huellas hallamos en la prác­tica, que comenzó con la dinastía de Chóu, de no usar sólo el término “ Cielo” como sinónimo de Dios, sino la combinación “ Cielo y Tierra” .

El culto a los antepasados, que es el rasgo principal de toda creencia religiosa entre los chinos hasta nuestros días, de­bió de tener origen en los tiempos prehistóricos, pues en el Shu-king se alude a él, atribuyéndolo a la época de los empe­radores legendarios. Legge dice respecto a esto:

“Los antiguos chinos rendían también un culto religioso a los amigos fallecidos, culto que continúa observándose por todas las clases de la sociedad, de emperador abajo, y que parece ser el que tiene más preponderancia en el pueblo. El título dado en el Shu al ministro de la religión, de Shun, es el de “ el Orde­nador del templo atávico” . La regla de Confucio de que, “muer­tos los padres, debían hacérseles sacrificios según los bienes” , estaba sin duda de acuerdo con una práctica que ha prevalecido desde las épocas primitivas de la nación.

“ Suponíase que los espíritus de los fallecidos tenían cono­cimiento de las circunstancias de sus descendientes y podían interesarse por ellas. Los sucesos importantes de una familia les eran comunicados ante sus altares y muchos asuntos de go­bierno se tramitaban en el templo ancestral. Cuando Yau dimi­tió el poder en favor de Shun, la ceremonia se verificó en el templo del “ ilustre antecesor” , el individuo a quien Yau siguió en la posesión de la dignidad suprema, y mientras Yau vivió, Shun, cada vez que regresaba de su capital, después de cum­plidas sus tareas administrativas, sacrificaba un buey ante el altar del mismo personaje. Del mismo modo, cuando Shun halló demasiado pesadas las fatigas y desvelos del gobierno, y llamó a Yü para que las compartiera con él, la ceremonia se verificó en el templo del “ antecesor espiritual” , el jefe de la estirpe de los progenitores de Shun. En la notable narración contenida

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h i s t o r i a d e L A CH INA A N TIG U A

Carro de guerra de un general.

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en el sexto libro de Chóu, en la cual el duque de Chóu ora por­que se restablezca de una grave enfermedad su hermano King Wu y ofrece morir en su lugar, se explica que el duque levanta tres altares a su padre, abuelo y bisabuelo y les ruega que velen desde el cielo por su gran descendiente; y cuando tiene la cer­teza, en virtud de adivinación, de que el rey se restablecerá, declara que ha tomado posesión del trono de Wu renovado por los tres reyes a quienes había consultado acerca de la larga duración de su dinastía.

” Este hecho nos prueba que se creía que los espíritus de los reyes buenos estaban en el cielo. Aun resulta esto más pa­tente en lo que leemos en el séptimo de los libros de Shang. El emperador P’an-kong, irritado por la oposición que la rica y poderosa dinastía hacia a todas sus disposiciones y por sus excitaciones al pueblo para que también murmurara contra ellas, la amenazó con toda clase de calamidades, que enviaría sobre ella su ilustre antecesor T’ang el Afortunado. Y dijo a sus ministros que sus padres y sus ascendientes que habían servido con lealtad a sus antecesores, exigían repetidamente a T’ang, en su estado de espíritu celestial, que infligiera grandes castigos a sus descendientes. De modo que no sólo los buenos soberanos continuaban disfrutando de una venturosa existen­cia en el cielo, sino que también los buenos ministros compar­tían su felicidad, y estaban a su alrededor como lo habían estado en la tierra, y se interesaban en los asuntos que les habían preocupado durante su vida mortal. Los eruditos modernos, si­guiendo la opinión de Confucio, para quien el futuro estado de los fallecidos estaba envuelto en sombras, en nubes y obscuri­dad, dicen que el pueblo, en tiempo de la dinastía de Shang, era muy supersticioso. Mi objeto es sacar a luz el hecho y la naturaleza de su superstición.

” No hay indicio en el Shu, ni en ninguna otra parte, que yo sepa, del sitio adonde iban a parar los malos emperadores y los malos ministros después de su muerte, ni del futuro des­tino de los demás hombres. Hay un cielo en los libros clásicos de los chinos, pero no existe ni el infierno ni el purgatorio, y sus oráculos no dicen nada acerca de los futuros premios y cas­tigos. Sus exhortaciones al bien y sus amonestaciones contra

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Bajo el reinado de Yang-Kien, primer soberano de la dinastía Suy, innú meras bibliotecas públicas fueron instaladas en todas las principales ciu

dades del Imperio.

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el mal están todas basadas en una alusión a la voluntad de Dios y en la certeza de que en esta vida será recompensada la vir­tud y castigado el vicio. De las cinco felicidades, la primera es una larga vida; la segunda, la riqueza; la tercera, la salud del cuerpo y la serenidad del espíritu; la cuarta, el amor a la virtud; y la quinta es hacer o recibir hasta el fin la voluntad del cielo.

” No hay ninguna promesa de reposo o bienestar después de la tumba. El hombre virtuoso puede vivir y morir en el su­frimiento y la desgracia; dejadle que sea consolado. Su poste­ridad recibirá la recompensa de sus méritos, y alguno salido de su sangre será rico o poderoso. Pero a ninguno de los sabios antiguos se le ha ocurrido nunca que pudiera muy bien no te­ner posteridad.

” No quiero concluir estos párrafos sin hablar de la adivi­nación. Aunque apenas pueda asegurarse que los antiguos chi­nos tuviesen conocimiento de una vida futura, y aunque no sen­tían curiosidad por tenerlo, les inquietaba conocer la sabiduría y el desenlace de sus planes en la vida terrena; de aquí que recurriesen a la adivinación. Indudablemente la practicó el du­que de Chóu, y entre los funcionarios de la dinastía de este nombre hallamos una verdadera multitud de adivinadores. P’an- kong la practicó durante la dinastía de Shang; y también Shun, si hemos de dar crédito a los “ Consejos de Yü” . Los instru­mentos de adivinación eran una concha de tortuga y los tallos de cierta hierba o junco. Mediante varias operaciones cáusticas ejecutadas sobre la primera y de ciertas manipulaciones a que eran sometidos los segundos, creíase que era posible cerciorarse de la voluntad del cielo. Es inconcebible que los grandes hom­bres chinos creyesen semejante superchería. Es digna de men­cionarse una observación atribuida a Shun, quien, según pa­rece, dijo a Yü que la adivinación, cuando es afortunada, no debe repetirse. Una vez vi a un hombre y a su hijo adivinando según una de las maneras que se estilan en el día; ambos sacu­dían las raíces del bambú, que se colocaron en posición de mal agüero doce veces seguidas. Al fin se pusieron una de buen presagio, y entonces los dos se miraron, se rieron muy satisfe­chos y se levantaron. La adivinación era ahora afortunada y no se atrevieron a repetirla.”

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Los sacrificios, según se desprende de la lectura del Shu- king y otras crónicas referentes a la dinastía de Shang, eran el rasgo característico de la vida espiritual de los chinos y se hacían en holocausto a Shang-ti, Dios, o a las que podemos lla­mar divinidades menores, por estar subordinadas al “ Soberano Supremo” (o a los espíritus de los antecesores). Esa minucio­sidad de detalles que hasta la época presente rige toda la vida social y religiosa de los caballeros chinos, tanto más cuanto más

Dormitorio de una casa de la China del Norte.

superior es su rango, y más que en nadie, por consiguiente, en el emperador mismo, comenzó a afectar la vida pública y pri­vada china antes de los ascendientes de la dinastía de Chóu, en cuyo reinado adquirió su mayor desarrollo para servir de mo­delo a las futuras generaciones. Los vasos conservados como testimonios vivos de aquella relación casi religiosa entre el hom­bre y las potencias invisibles, que se suponía influían en su vida, están llenos de adornos simbólicos. Cada una de sus múl­tiples formas está consagrada a un designio especial, que, en aquella época, nada tenía que ver con la práctica de quemar incienso, forma del culto peculiar del budismo y de otros cultos modernos, más bien que de los ritos del período de Shang. Los vasos de bronce de las épocas de Shang y de Chóu se usaban

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para poner en ellos viandas ante los espíritus a quienes se ado­raba, o vino para las libaciones que se hacían en su honor.

El término “ incensario” que se les aplica a menudo es im­propio, porque, aun cuando los chinos de épocas posteriores usaron dichos vasos para poner cenizas de incienso quemado, sus prototipos no estaban hechos con semejante intención. Las formas de los vasos para los sacrificios, ollas y botellas inven­tadas durante la dinastía de Shang, si no en época anterior, fueron perfeccionadas durante la de Chóu, y a fuerza de imi­taciones llegaron a ser los modelos de las posteriores industrias cerámicas y del jade. De esta suerte han ejercido una gran influencia en la alfarería europea, cuyas formas no se limita­ron, en su origen, a los modelos de Grecia y Roma.

Entre los adornos grabados en la superficie exterior de los vasos de Shang hay uno que se ve con mucha frecuencia, y que representa la faz convencional de un monstruo que tiene expre­sión felina, llamado por los chinos T’au-t’ié, nombre cuya pro­nunciación antigua era probablemente la de fo -t ’it, t’o-t’in o t’o-t’im. Yo no puedo sancionar la tentativa hecha (46) para re­lacionar este sonido con el griego rav9e, que se deriva del cunei­forme Tiumat (47), ni creo que los intentos realizados para relacionar el nombre con palabras análogas de las lenguas oeste- asiáticas se vean coronados por un éxito lisonjero.

Según las definiciones incluidas en los antiguos dicciona­rios chinos, parece ser que las dos sílabas que representan di­cho nombre son palabras chinas separadas, de las cuales la primera, t’au, significa “ ansioso de comer y de beber” , y la segunda, fié , “ ansia de dinero y de bienes” . Así se explica en el Tso-chuan, antiguo comentario del Ch’un-ts’iu, o “Anales de Primavera y Otoño” (4S), en donde el vocablo va unido a cuatro nombres iguales, cada uno de los cuales representa la personi­ficación de alguna cualidad abominable. Fuesen personas o tri­bus las que los llevaban, el emperador Shun “ desterró a aque­llos cuatro malvados” “ Caos” , “ Monstruo” , “ Pedrusco” y “Glo­tón” (este último es la traducción que Legge da de t’au-t’ié) para apaciguar el rencor de los espíritus y de las cosas malas; y el resultado de ello fué que, cuando Yau murió, todo lo que alentaba bajo el cielo, unánimemente, como un solo hombre,

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llevó a Shun al trono imperial, porque. . . había desterrado a los cuatro malvados” . Los términos que Legge traduce por “ Caos” , “ Monstruo” , “ Pedrusco” y “ Glotón” están construidos Bobre un plan uniforme, combinando dos palabras de signifi­cación mala. Según uno de los comentarios, el Glotón o T’(m-t’ié era idéntico a un personaje o tribu (pues parece que es un nombre étnico) llamado San-miau, a quien el emperador des­terró de sus dominios y que originariamente ocupó las regiones cercanas al monte Hóng-shan y las riberas del lago de Tung- t’ing, en lo que es hoy provincia de Hu-nan. Dícese que el emperador lo desterró desde aquellas antiguas comarcas a un sitio llamado San-wéi, que los comentaristas chinos han iden­tificado con una localidad que hoy se conoce por el nombre de San-wéi-shan en las cercanías de Tun-huang-hién, en el Kan-su nordoccidental. Los San-miau son considerados como los ante­pasados de los tangutanos o K’iang, los vecinos meridionales de los Yüé-ch'i o indoescitas, antes de su gran emigración hacia el Oeste en la segunda centuria antes de J. C., y de las tribus de Miau-tzi. Si es exacta la deducción a que llega Klaproth, basándose en informes chinos, sobre el origen de la raza tibe- tana, que hace descender de aquellas tribus del K’iang (49), la leyenda del destierro por el emperador Shun de los San-miau, sus antecesores, puede considerarse como una alusión simbólica al traslado de sus residencias aborígenes. Según dicha tradi­ción, los tangutanos, tibetanos y Miau-tzi ocupaban originaria­mente el Norte de la provincia de Hu-nan y desde allí fueron empujados hacia el Oeste a causa del desarrollo de la raza china. Legge ( co) observa con mucha propiedad, respecto de este do­cumento de folk-lore: “Las alusiones a personas y cosas de lo que podemos llamar el período prehistórico, indudablemente es­taban de acuerdo con las tradiciones en boga en aquella época, aunque no podamos admitir que estuviesen revestidas de auto­ridad histórica, sobre todo por existir un espíritu anti-confu- ciano en lo que se dice de Yau” .

La historia del destierro de los San-miau ha sido recapi­tulada por Ssi-ma Ts’ién en su Shi-ki (51), y uno de los comen­tarios sobre este acontecimiento se refiere a una obra primitiva de erudición espiritual, el Shón-i-king, que, probablemente, data

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Li-Yuan, duque de Tang, famoso en la corte imperial de la dinastía Suy. por su destreza en el manejo de las armas, conquistó a su esposa, en una apuesta con otro noble de su categoría, logrando clavar en los ojos de un pavo real las dos flechas permitidas para tal competencia.Después de un proceso borrascoso en el cual le cupo actuar conjuntamente con su hijo Li-Shi-Min, ascendió en el año 619 al trono de China, ini­ciando la dinastía de Tang, la cual durante tres siglos perfiló las páginas más interesantes de la historia del antiguo imperio.

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del siglo IV o V después de J. C., y en la cual la palabra t’aiu-t’ié se halla relacionada con los San-miau. El párrafo del cual está tomada esta cita dice así:

“ En los desiertos del Oeste existe un animal que tiene el aspecto de tigre, pero con pelo de perro de dos pies de largo, cara de hombre, pies de tigre, dientes y hocico de cerdo y la cola de dieciocho pies de longitud. Es una plaga del desierto y le llaman T’au-wu, es decir, “ Pedrusco” o “ Cabeza de pe- drusco” , o Au-lang, “ persona que se convierte en lobo” , “ el lobo insolente” , o Nwn-sün, “ el indomable” . Los “ Anales de Primad-

Músicos chinos tañendo el chée.

vera y Otoño dicen así: “ El emperador Chuan-hü tenía un hijo degenerado que se llamaba T’au-wu y era idéntico a aquel ani­mal: tenía la cara de hombre, y los ojos, manos y pies también revestían la forma humana, pero tenía alas en los brazos, aunque no por esto podía volar. Era muy glotón y voraz (para expresar lo cual se emplean las palabras t’au y t’ié ) , impúdico, perezoso y desprovisto de razón: él o su pueblo llamábanse Miau.”

Estos son los San-miau mencionados en los “Anales de Pri­mavera y Otoño” , de quienes dice el Shtt-king “ que el empe­rador los desterró a San-wei” .

Si admitimos las grandes exageraciones de este documento de folk-lore, puede ser origen de semejante conseja el mastín tibetano, perro feroz de pelo crecido y de larguísima cola, muy

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conocido en las regiones a que alude dicho pasaje. De todos modos, la palabra T an-fié figura en todas estas antiguas re­laciones como un adjetivo compuesto de distinta significación: “goloso y voraz” . Esto no obsta para que el vocablo tenga su origen en la etimología popular como el alemán Vielfrass, de idéntica significación para las masas, pero que en realidad se deriva del escandinavo fjalffress, es decir, “habitante de las rocas” , cuadrúpedo parecido al oso y que vive en las colinas escandinavas; pero en manera alguna sacaremos una deduc­ción si nos guiamos por la única evidencia de la semejanza en el sonido.

De todo lo que he podido averiguar tomándolo de la tradi­ción china resulta que el monstruo llamado T’au-t’ié parece ser una invención indígena. De esta suerte todas las demás figuras mitológicas representadas en los vasos para los sacrificios de la dinastía de Shang, principalmente los cuadrúpedos, las aves y los reptiles, son convencionales hasta tal extremo, que casi es imposible identificar su forma. Entre ellas están el dragón y el fénix (lung y fóng), y aunque estos nombres se encuen­tran en la literatura antigua, las formas en que suelen estar representados en aquellas viejas obras de arte son en absoluto diferentes de las refinadas pinturas hechas por artistas poste­riores. Los atributos pictóricos añadidos por éstos no aparecen antes de la dinastía de Han, cuando la influencia extranjera empezó a modificar el arte conservador del de las dinastías de Shang. y de Chóu. Por lo tanto me apresuro a adoptar la insi­nuación hecha por el profesor Chavannes, quien, al pasar re­vista a mis investigaciones sobre la influencia extranjera en el arte chino, dice (52) :

“ El ave que figura en aquellos bronces arcaicos es, por lo general, el fénix. Antes del período de Hang no veo nada que se le parezca, y a mí se me figura que esta ave fantástica se deriva por completo de alguna leyenda o dibujo de Occiden­te; el mismo dragón podemos atribuírselo a los nagas de la India. Es cierto que del dragón y del fénix se hace mención en aquellos escritos que, en vista del rudimentario estado de sus textos admitidos por los sinólogos, debemos considerar como auténticamente antiguos; pero la forma tradicional que han

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adoptado es de fecha reciente y parece haber sido sacada de algún modelo extranjero. Es interesante observar que este gru­po de fantásticos convencionalismos no es quizás chino en ab­soluto desde su principio, y en ningún caso tan antiguo como uno se siente inclinado a creer.”

Entre los principales adornos de los vasos para los sacri­ficios de la dinastía de Shang vemos una combinación de líneas

Monedas Antiguas.

que, en algunos ejemplares, recuerda a primera vista el rollo de pergamino egipcio o un modelo griego; sin embargo, nada tiene que ver con ellos y debe considerarse, por el contrario, como una creación independiente del simbolismo chino. Los arqueólogos chinos hacen derivar su origen del viejo jeroglí­fico para “ el trueno” , que representa una sencilla espiral, y en esta forma lo hallamos en distintos vasos de la dinastía de Shang. Pero como los objetos redondos son más difíciles de grabar que los cuadrados, pronto lo hallaremos convertido en una “ espiral cuadrangular” , si es que puede llamarse así; y

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dos de estas figuras combinadas producían el dibujo llamado por los chinos Lei-wón o “ diseño del trueno” . Colocados juntos a manera de orla, formaban a menudo un adorno algo pare­cido al rollo de papiro egipcio; la diferencia consiste, sin em­bargo, en que este último es continuo, mientras que en aquél los elementos no están unidos, sino que las más de las veces aparecen amontonados en espacios vacíos que circundan algún diseño principal, usándose por consiguiente como rellenos. El significado simbólico que los arqueólogos del país atribuyen a este modelo es el de “ tempestad y lluvia” , como principales bienhechores de la agricultura.

Además de los vasos para los sacrificios y de las campa­nas y de unas cuantas armas de bronce, tales como puntas de lanza y lanzas, atribuidas a la dinastía de Shang, las antigüe­dades de este período están representadas por cierto número de ejemplares de jade. Un gran número de obras hechas con este material han sido descritas en un vasto catálogo ilustrado que se publicó en el año 1176 después de J. C. con el título de Kuyü-t’w-'p’u, del cual apareció una nueva edición en 1779. En­tre los colaboradores mencionados en el prefacio figuran algu­nos de los más notables pintores de aquel período, especial­mente los grandes paisajistas Ma Yüan, Hia Kui y Li’T’ang, conocidos en Japón con los nombres de Bayen, Kakei y Rito, y que, al parecer, revisaron la preparación de muchas ilustra­ciones. Mientras los críticos que publicaron e interpretaron los tesoros de bronce chinos no pasan más allá de la dinastía de Shang, este libro nos muestra tablitas de jade cubiertas de je­roglíficos y atribuidas al fabuloso emperador Yü, según rezan las inscripciones añadidas en la superficie del reverso durante la séptima y décima centurias. Se dice en el texto que los ca­racteres de las inscripciones originales se parecen al estilo de la famosa tablita de Yü, la cual, si fuera auténtica, sería sin duda el ejemplar más antiguo de escritura china hoy existente, y que, aun siendo una falsificación, debe de ser de una época muy remota, como ha demostrado Mr. C. T. Gardner en su estudio La tablilla de Yü (63) . Estas tablitas de jade, como las inscripciones de piedra atribuidas al emperador Yü, y los nue­ve trípodes geográficos que se supone dejó a la posteridad como

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un recuerdo pictórico de las nueve provincias en que dividió su imperio, son probablemente tan dudosas en su origen como los relatos de su reinado, sus obras de ingeniería y sus pro­vincias registradas en el Shu-lcing y otras obras. La época con- fuciana es responsable, en mi sentir, no solamente de fraudes literarios, sino asimismo de falsificaciones artísticas. Si se dice que el emperador Huang-ti halló una mina de cobre y estable­ció una fundición en Ho-nan, poco antes de su muerte, se ve claramente que el defraudador literario sigue las huellas del inventor de los trípodes de Yü. El Kuyü-t’u-p’u contiene cierto número de ilustraciones que demuestran que se hicieron nume­rosas copias en jade de los antiguos vasos para los sacrificios en el período de Shang y de la dinastía de Chóu. Sin embargo, aunque parece que el estilo ha sido bien conservado en dichas imitaciones, los arqueólogos chinos han declarado que la ma­yor parte pertenecían al período de Han. Yo no quiero decir que las esculturas de jade fuesen una imposibilidad durante el período de Shang; sin embargo, sabemos de joyas e insignias jerárquicas que pudieron o no ser de jade, y además la palabra yü, jade, se encuentra repetidamente en los antiguos textos. Debe también admitirse que el jade o la jadeíta puede, merced al intercambio comercial, haber llegado a China procedente de canteras situadas en otros países, ya que no de Jotán, sin que los chinos conocieran su origen. Pero no es probable que dicha industria existiese en gran escala antes de la dinastía de Han. Las canteras de jade de Jotán, que desde la dinastía de Han fueron las más importantes para el comercio de aquel precioso material por lo que a China concierne, no fueron conocidas de los chinos con anterioridad a las postrimerías de la segunda centuria antes de J. C.

Es una notable circunstancia, característica de aquel an­tiguo catálogo de obras de jade, la de que durante toda aquella época, desde el siglo I antes de J. C. hasta el XII de nuestra era, casi todos los vasos de jade y los utensilios representados en ellos tienen su prototipo en la forma de un antiguo objeto de bronce. Los chinos de la dinastía de Shang deben ser consi­derados como los creadores del arte autóctono chino, pues en

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aquella época echáronse los cimientos de la mayor parte del progreso posterior; y nos autoriza a adoptar esta opinión el vigor de los monumentos existentes de la civilización de Shang en forma de vasos para los sacrificios, que son un testimonio mucho más sólido que las meras creaciones literarias.

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Se g u n d a p a r t e

LA DINASTÍA DE CHÓU

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DESDE WU-WANG HASTA K’ANG-WANG. LA AUTORIDAD IMPERIAL

I. — WU-WANG, REY DE C h ÓU (1122-1116 antes de J. C.)

Después de la muerte de Chóu-sin, Wu-wang quedó dueño del imperio. Los partidarios de Chóu-sin que le habían perma­necido fieles se dispersaron por las montañas, y Wu-wang, en vez de seguir el consejo que le daban de perseguirlos, invitó a que volvieran a cuantos le prometiesen ser súbditos leales; pero en cambio trató a los refractarios con gran severidad. Uno de los antiguos ministros de Chóu-sin, Shang Yung, le ayudó a apaciguar la aterrada población, y no tardó en ser universal­mente reconocido como “ Hijo del Cielo” (t ’iéru-tzi), nombre con que se designa en China al que disfruta de la autoridad supre­ma, sean cuales fueren sus demás títulos, y que se aplicó a los emperadores legendarios. El gran Yü llámase a sí mismo “ Hijo del Cielo” en uno de sus discursos conservados en el ShVr-hmg; los emperadores Shang usaron igual título, y si a Wu-wang se le designa de esta suerte es por ser virtualmente emperador de China, que reina sobre su pueblo (el pueblo por excelencia), cuyo señor ha recibido la aprobación del cielo, que gobierna el mundo en nombre del cielo, y es el representante de t’ién-hi’a, “ lo que está bajo el cielo” , “ el mundo” , “ el pueblo chino” . T’ién-tzi puede ser traducido con toda propiedad en este sentido como “ Hijo de Dios” , designación para la cual es muy fácil hallar semejanzas en la historia de otras naciones orientales y occidentales. Porque, aunque Shang-ti, “el sobe­

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rano supremo” , puede ser considerado como el verdadero tér­mino para designar a Dios en el monoteísmo preconfuciano, T’ién, “ cielo” , tiene la misma fuerza en la filosofía natural de los chinos. En un sentido significa el otro mundo, y realmente en el relato de una embajada de cierto califa de la primera parte del siglo VII (51) se aplica el vocablo al cielo mahometano. Según este relato, el mahometano que muere ante el enemigo

Jarrones y vasos de cobre creación de artífices del período de Chóu.

nace nuevamente en el t’ién, el “ cielo” ; los mahometanos se arrodillan cinco veces al día ante t’ién-shón, “ el espíritu del cielo” ; y los miembros de aquella embajada del califa declina­ron el hacer la ceremonia del k’o-t’óu, diciendo: “ Los habitan­tes de nuestro país no se arrodillan sino ante el t’ién, pero ante el rey no se arrodillan” . En este caso t’ién referíase claramente a Alá o Dios. El “ Hijo del cielo” parece ser, por lo tanto, un término que puede compararse al homérico Sioyévrig paaiXség, al Divus de los emperadores romanos y a un gran número de epítetos parecidos en los títulos orientales.

Cuando Wu-wang hubo llegado a ser “ Hijo del Cielo” , dió al hijo de Chóu-sin, Wu-kong, conocido también por Lu-fu, que

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le había prestado vasallaje, el título de chu-hou, “ Príncipe del Imperio” , y le nombró rey de Corea. El título ti, “ emperador” , se había hecho impopular después de los muchos ejemplos de debilidad y de carencia de virtudes que habían dado muchos de los emperadores precedentes, que no se adaptaban al mo­delo, puesto para ellos, de “ los Cinco Emperadores” , nombre con que se designa a Fu-hi y a sus sucesores inmediatos. En su modestia, continuaba llamándose a sí mismo sencillamente ivcmg o “ rey” y sus sucesores siguieron este ejemplo. Así hasta la época de Sh'i-huang-ti, que deliberadamente ignoraba toda la historia antigua y se llamaba a sí mismo “el Primer Empera­dor” , que tal era la significación literal de su título, todos los soberanos de la dinastía de Chóu se denominaron también wang, que quiere decir, “ rey” o “príncipe” , además de que conserva­ron la dignidad de “ Hijos del Cielo” . Wu-wang, después de la muerte de su padre, había sido duque de Chóu durante doce años, cuando subió al solio imperial. Como emperador, fué so­berano del estado chino desde 1122 hasta 1116 antes de J. C. Grandes dotes personales y una hermosa figura unidas a una gran afabilidad le ayudaron mucho a captarse la simpatía de su pueblo, simpatía que aumentó a causa de su buen gobierno, en el que le ayudó su hermano Tan, conocido en la literatura por Chóu-kung (el “ Duque de Chóu” ). Desde la muerte de Wón-wang, Chóu-kung fué el alma del gobierno de Wu-wang y a él debe asignarse una parte importante en la consolidación del poder de esta dinastía, ya que muchas instituciones funda­mentales debiéronse a sus consejos e instigaciones. Tan vivo era su interés por los asuntos del'gobierno, que si le consulta­ban sobre ellos estando en el baño, lo interrumpía en el acto y, sosteniendo con las manos sus cabellos empapados en agua, conversaba con su interlocutor.

Después de haber hecho Wu-wang su entrada solemne en la capital, publicó un manifiesto destinado a tranquilizar al pueblo y en el cual prometía gobernar según el espíritu incul­cado por los antiguos sabios. Abrió de par en par las puertas de las cárceles, libertando a las víctimas de la severidad de Chóu-sin, y abrió también los graneros de éste, distribuyendo catre el pueblo todo cuanto contenían. Todos los tesoros y ob-

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jetos de lujo hallados en el palacio de Chóu-sin se emplearon en recompensas a los oficiales y soldados del ejército de Wu- wang, y en parte distribuidos entre el pueblo, pues el rey no quiso quedarse para su uso particular con ninguna de aquellas mal adquiridas riquezas.

Más aún, las numerosas mujeres que formaban el harén de Chóu-sin fueron devueltas a sus familias.

Jarrones de metal trabajado pertenecientes al período de la dinastía Chéu-

Wu-wang, poco después de su advenimiento al trono, hizo una visita a su ducado natal de Chóu. Entre los objetos del tesoro imperial había encontrado los famosos trípodes de bron­ce que se suponía haber sido fundidos por orden del gran Yü y que contenían las descripciones de las nueve provincias de aquel emperador, e hizo trasladar a su capital, situada en el Oeste, aquellas reliquias nacionales, pues consideraba su pose­sión como una garantía de la tranquilidad del imperio. Una de las primeras medidas tomadas por Wu-wang fué la regla­mentación de la nobleza de su imperio. Parece ser que la jerar­quía hereditaria había tenido en más estimación en los antiguos períodos de la historia china que durante su desarrollo mo­

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derno. La división de la nobleza en los cinco grados que existen actualmente, es decir, los de Jcung, “ duque” , hóu, “ marqués” , po, “ conde” , tz'i, “ vizconde” , y nan, “ barón” , créese que fué es­tablecida por primera vez por los emperadores Yau y Shun. Wu-wang ordenó que a cada uno de estos dignatarios se le asig­nase una porción fija de tierra. Al escoger los funcionarios de su gobierno, hizo una cuidadosa selección entre los de su pre­decesor, no destituyendo más que a los incapaces. Se esforzó en mejorar el tipo moral de su pueblo y consagró una atención especial tanto al bienestar de las clases trabajadoras como a su industria y comercio. Al principio de su reinado tuvo que luchar con varios elementos refractarios entre sus propios súb­ditos, pero no tardó en reducirlos y en restablecer la paz en todo el imperio.

Después él mismo consagróse a la reforma del calendario. Declaró que el color rojo sería el de su reinado, como es ama­rillo el de la actual dinastía; y se ordenó que todas las ban­deras imperiales lo adoptaran. Como la antigua capital, F5ng- ch’óng, “ Ciudad de Abundancia” , que había sido construida algunas generaciones antes por su padre Won-wang, resultase demasiado reducida para su corte, el soberano trasladó la resi­dencia del gobierno a un sitio llamado Hau, situado en las cer­canías de la moderna Si-an-fu, y ésta continuó siendo por mu­chísimo tiempo, en la antigüedad y la Edad media, el centro del imperio chino. Allí fundó escuelas, divididas en seis clases, de las cuales las tres inferiores servían para la educación de muchachos de ocho a quince años; y en la admisión de jóvenes aspirantes a los grados superiores de la enseñanza no se hizo distinción alguna entre el noble y el plebeyo, entre el rico y el pobre. Así echó los cimientos de aquel principio democrático que ha sido, hasta la época presente, la característica del sis­tema de educación, y que da entrada, por tanto, a los más altos destinos en China. Su mismo hijo, el heredero presunto del trono, fué educado en una de aquellas escuelas como cualquier hijo de labrador. Y aun dió un paso más en la consolidación de su poder rodeándose de una falange de fieles defensores del trono; y para ello reorganizó la clase de nobleza llamada chú- kóu, “ Príncipes del Imperio” , escogidos entre los representan-

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tes de las familias cuyo linaje descendía de los antiguos empe­radores sagrados y de otros personajes de igual mérito.

Parece ser que existían aún descendientes de Shon-nung, Huang-ti y Shun, y que Wu-wang recompensó los méritos de sus respectivos antecesores nombrándolos a ellos propietarios de feudos en diferentes partes del imperio. A su hermano Chóu- kung, su consejero confidencial, le dió el condado de Kü-fón, llamado también Lu, en cuya capital nació Confucio en el siglo V I ; y otros hermanos suyos fueron igualmente nombrados pro­pietarios de feudos. El sentimiento de gratitud que sembró con su conducta en el corazón de los grandes de su imperio duró mientras éstos vivieron; pero las generaciones posteriores olvi­dan siempre los beneficios concedidos a sus antepasados, ejem­plo que puede verse en la historia de todas las naciones, y en este respecto China estaba destinada a no ser una excepción.

A todos los buenos soberanos de China se les representa como dotados de un gran sentimiento religioso, y son muchos los ejemplos de emperadores antiguos que por sí mismos diri­gían sus oraciones al Altísimo; y si la vida social china ha dependido siempre, en todas sus fases, de infinitas ceremonias menudas, todas ellas no reconocían más fin que la sumisión hu­milde ante un destino poderoso que gobierna a todos los hom­bres. El culto a los antepasados empezó a practicarse gradual­mente como un desarrollo parcial de este original monoteísmo, y aun se tuvo la creencia de que el espíritu de un antepasado reemplaza realmente al destino influyendo en la vida de sus descendientes. Ya hemos hablado de los comienzos del culto de los antepasados en relación con los emperadores legendarios de la décimotercera centuria. El virtuoso emperador P’an-kong dice, según el Shu-king (5t¡) :

“ Si gobernara mal y persistiera en ello durante largo tiem­po, mi supremo soberano, el fundador de nuestra casa, me en­viaría grandes castigos por mi crimen y me diría: “ ¿Por qué oprimes a mi pueblo ?” Y si vosotros, los millares de almas que componéis el pueblo, no atendéis a la perpetuación de nuestras vidas y formáis conmigo un mismo cerebro, un hombre único en mis planes, mis antepasados os enviarán grandes castigos por vuestro crimen y os dirán: “ ¿Por qué no estáis de acuerdo

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con nuestro nieto, y sí continuáis malogrando vuestras virtu­des?” Cuando os castigan desde arriba, no tenéis ningún ca­mino para huir.

” Desde muy antiguo, mis reales antecesores se desvelaron por vuestros antepasados y vuestros padres. Vosotros sois el pueblo a quien alimento, pero vuestra conducta es ofensiva y está engendrada en vuestros corazones. Puesto que mis reales antecesores hicieron felices a vuestros antepasados y a vues-

Lanzas, hachas y sables de la infantería china.

tros padres, vuestros antepasados y vuestros padres os aban­donarán y apartarán de sí y no os librarán de la muerte. Aquí están los ministros de mi Gobierno que comparten conmigo los asuntos del Estado, y que, sin embargo, no piensan más que en acumular cauris (el antiguo medio de cambio) y joyas. Vuestros antepasados y vuestros padres le dicen ahincadamen­te a mi soberano supremo: “ Imponed grandes castigos a nues­tros descendientes” . De esta suerte intiman a mi soberano su­premo para que envíe sobre vosotros grandes calamidades.”

El dios de los antiguos chinos era creación de su propio entendimiento y resultado de su instinto natural; no existía ninguna revelación hecha a ellos por Dios parecida a nuestros

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diez mandamientos o al Nuevo Testamento. Como Shang-ti, “el soberano supremo” , o T’ién, “cielo” , el Dios verdadero no ha sido nunca, como tampoco lo es ahora, negado del todo por los chinos; y aun le vemos de cuando en cuando reconocido dentro del mismo espíritu del tan citado precepto atribuido a Oliverio Cromwell: “ Depositad vuestra confianza en Dios, pero tened cuidado de conservar seca vuestra pólvora” . El Sh'W-king de­muestra esto con toda claridad en una conversación entre uno dé los caballeros representantes de aquel período, el duque de Chóu, y el príncipe de Shi, en la cual éste pronostica la esta­bilidad de la nueva dinastía con las siguientes palabras (5<i) :

” No me atrevo a decir, como si lo conociera, que van a tener término nuestros infortunios. Vos habéis dicho, ¡oh prín­cipe!, que esto depende de nosotros mismos. Yo tampoco me atrevo a confiar en el favor de Dios por no pronosticar a dis­tancia la indignación del cielo en la época presente en que el pueblo ni murmura ni se rebela: el resultado han de traerlo los hombres. ¿Podrá nuestro actual sucesor demostrar a sus padres que no es capaz de reverenciar ni a Dios ni al pueblo, y de esta suerte poner fin a su gloria, y podremos estar ignorantes de ello en nuestras familias? No es fácil conservar el favor del cielo, que es duro para depender de él. Los hombres pierden sus beneficios porque no son capaces de la reverencia ni de las brillantes virtudes de sus padres. Pero yo, Tan, que soy un chiquillo, no puedo amonestar ni corregir a nuestro rey. Yo quisiera sencillamente conducirle a la gloria de sus antepasa­dos, y hacer su juventud partícipe de ella. .. No se debe fiar en el cielo. El curso de nuestra vida no es más que buscar la duración de la virtud del sereno y apacible rey Wu-wang, y así el cielo no hallará ocasión de derogar el benéfico decreto que otorgó a Wón-wang.”

La influencia de Dios en el destino del hombre colócase aquí en oposición directa con la de un antepasado. Habiendo el cielo o Dios otorgado favores a un ascendiente, a la genera­ción actual no le queda más remedio que forjar ella misma su destino.

Una antigua anécdota referida en el Shu-king (57) indica

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claramente a qué poderes reales se debían dirigir las plegarias y cómo con elle se buscaba su influencia sobre el destino de la generación viviente. Dos años después de la conquista de la di­nastía Shang, esto es en 1120 antes de J. C., Wu-wang cayó enfermo y estaba “ completamente desconsolado” . Alguien pro-

Choza de campesinos del Sud.

puso consultar ei oráculo de la tortuga respecto a su suerte; pero Chóu-kung se opuse porque ello podría “ disgustar a nues­tros anteriores reyes” . Conservar seca la pólvora, según el di­cho de Cromwell, no hubiera servido de mucho para salvar la vida de un moribundo; pero es característico que, en vez de rogar al cielo, Chóu-kung se dirigiera a los espíritus de sus abuelos, a cada una de cuyas tres generaciones precedentes eri­gió un altar sobre el cual depositó la sagrada joya (pi). Esto

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lo hizo con la gravedad de un clarividente moderno, mientras sostenía con las manos cruzadas su insignia personal de jade (kui), como prueba de su persona y categoría para cuando com­pareciese ante aquellos exaltados espíritus. Preparado de esta guisa, oró a los espíritus de T’ai-wang, a Ki, el hijo de T’ai- wang, y a Wón-wang, padre suyo y de Wu-wang.

El gran historiador escribió por orden suya en tablillas su oración para conseguir el debido efecto: “ A. B., vuestro sobe­rano descendiente, sufre una grave y peligrosa enfermedad. Si vosotros, los tres reyes, tenéis allá en el cielo la misión de velar por él, el gran hijo del cielo, permitidme que yo, Tan, substi­tuya a su persona. Yo siempre obedecí a mi padre amorosa­mente; poseo muchas artes y habilidades que me hacen apto para servir a los seres espirituales. Por otra parte, vuestro soberano descendiente no tiene tantas artes ni habilidades como yo, y no es tan capaz de servir a los seres espirituales. Además fué nombrado en la sala de Dios para extender su ayuda hasta las cuatro partes del imperio a fin de que estableciese a vues­tros descendientes en este mundo inferior. El pueblo de las cuatro regiones del imperio siente por él un reverente temor. ¡Oh!, no dejéis que el precioso nombramiento conferido por el cielo ruede al abismo; y todos nuestros reyes anteriores tendrán también una perpetua confianza y refugio. Ahora consultaré vuestras órdenes a la gran tortuga. Si me concedéis lo que os pido, cogeré estos símbolos y esta maza, volveré y esperaré la respuesta. Si no me lo concedéis, las apartaré” .

El duque entonces consultó a las tres tortugas y todos los vaticinios fueron halagadores. Tomó una llave; abrió y cerró a cada respuesta del oráculo, que fueron todas favorables, y dijo: “ Según la forma del pronóstico, el rey no sufrirá ningún daño. He recibido su nombramiento renovado por los tres reyes” . Al día siguiente el rey se puso mejor.

En el cuarto año de su reinado (1119 antes de J. C.) se verificó una gran asamblea de los príncipes y grandes del im­perio que prestaron homenaje a Wu-wang como a emperador suyo. Wu-wang murió en 1116 antes de J. C.

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I I . — C h ' ó n g -w a n g(1115-1079 antes de J. C.)

Ch’ong-wang, hijo y heredero de Wu-wang, era menor de edad al subir al trono, y Wu-wang, antes de su muerte, confióle al cuidado de su tío el duque de Chóu, quien, por ser el mayor de la familia, fué nombrado también regente del imperio. Los celos y las intrigas de sus hermanos y de otros descontentos

El emperador Ch’ong-wang con sus ministros y favoritos.

fueron causa de que circularan entre el pueblo rumores de que Chóu-kung intentaba usurpar permanentemente el poder, y de que su tutela sobre el joven emperador no era más que un pre­texto para conseguir sus fines; pero el regente, con gran deli­cadeza de sentimientos, salió al encuentro de todas estas acu­saciones retirándose de la corte sin informar de ello al empe­rador. Era, sin embargo, tan grande su influencia en el pueblo, que pareció que se llevaba toda la corte consigo, a juzgar por el entusiasmo con que se le recibía dondequiera que se presen­taba. Dos años permaneció en su voluntario destierro, durante

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el cual ocupóse en la continuación de la obra comenzada por su padre Won-wang cuando estuvo en la cárcel, es decir, el I-king o “El libro de las Metamorfosis” ; mas no por eso dejó de vigilar tan atentamente como la distancia se lo permitía a sus hermanos, que estaban al corriente de las intrigas urdidas en contra suya y se habían encargado entretanto de velar por el joven emperador. Parece ser que dos de sus hermanos, im­pulsados por la ambición, habían inventado aquellos rumores con el propósito de mantener alejado al poderoso duque de Chóu para poder realizar más fácilmente sus planes. Con la ayuda de Wu-kon, el hijo del último emperador de la dinastía de Shang, al cual Wu-wang había encargado el gobierno de Corea, tramóse una rebelión; se cree que al ver el peligro que aquellas conspiraciones suponían para el emperador, Chóu-kung escribió un poema, que se conserva entre las odas del Shu-king (5S), y que es una especie de alegoría en la cual se representa a sí mismo como un ave que lamenta los ataques de las lechuzas eontra su nido, donde criaba a su polluelo (es decir, el empe­rador). Aunque esta oda no fuera compuesta realmente por Chóu-kung, se la atribuyeron a él y es característica de aquella situación. He aquí los últimos versos según la traducción de Legge:

“ Con mis uñas arañé y agarré.A causa de los juncos que recogíY de todos los mate-iales que reuníMi boca me dolía:A mí mismo me dije que mi hogar no estaba aún completo.Mis alas están estropeadas;Mi cola está rota;Mi nido está en peligro,Pues lo agitan el viento y la lluviaY no puedo lanzar un grito de alarma” .

El joven emperador estuvo siempre reservadamente al lado de Chóu-kung. En una ocasión en que, debido a una gran tem­pestad, fueron destruidas todas las cosechas, consultó las cró­nicas de la corte a fin de ver lo que sus predecesores habían imaginado para conjurar aquellas calamidades; y fué entonces cuando halló la plegaria de Chóu-kung a sus antepasados en la

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cual el duque ofrecía su vida para que se restableciera su her­mano el emperador Wu-wang. Esto conmovió hondamente al joven emperador, quien, convencido entonces de que aquella gran tempestad la había enviado el cielo como castigo de lo mal que había tratado a Chóu-kung, llamó al desterrado y le restituyó de todos sus honores.

Sus enemigos declaráronse entonces en abierta rebelión, y tomaron las armas con el pretexto de defender a la dinastía contra su ministro, el duque de Chóu, con gran contento de Wü-kong, el cual esperaba que, gracias a los esfuerzos de la familia de Chóu para arruinar su propia dinastía, podría vol­ver a empuñar las riendas del gobierno. El emperador tuvo la prudencia de adivinar sus designios y envió un ejército a las órdenes de Chóu-kung contra las fuerzas aliadas de Wü-kong y sus amigos. Chóu-kung obtuvo una victoria decisiva e hizo prisionero a Wü-kong, y sus hermanos se sometieron, siendo uno de ellos ejecutado en compañía de Wü-kong, y el otro des­terrado. En el espacio de tres años Chóu-kung restableció la paz en todo el imperio. Después de la muerte de Wü-kong, la dignidad de príncipe imperial, que le habia sido otorgada como último vástago de la dinastía Shang, fué transferida al herma­nastro del difunto soberano Chóu-sin, Wei-tzi (o K’i, barón de Wei), dando el emperador con este favor dispensado al descen­diente de la dinastía fundada por uno de los mejores monarcas chinos, Ch’óng-t’ang, una prueba de su respeto a la legitimidad de la tradición. Wei-tzi había sido uno de los que habían pro­testado contra las crueldades del difunto emperador Chóu-sin y, por lo tanto, merecía ser elegido como uno de los miembros de su familia a quien se pusiera en condiciones de continuar la generación en una posición preeminente, ya que no imperial. En el Shu-king (59) conságrase un capítulo especial a un dis­curso de Ch’ong-wang, pronunciado con motivo de la investi­dura de Wei-tzi. Al nombrarle príncipe de Sung, el emperador dijo entre otras cosas:

“ Con reverencia y exquisito cuidado cumplís vuestros de­beres filiales; con gravedad y respeto tratáis a los espíritus y a los hombres. Admiro vuestra virtud y la declaro grande y digna de no ser olvidada. Dios se regocijará siempre de vues­

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tras ofrendas y el pueblo estará siempre humildemente satis­fecho bajo vuestro poder. Yo os elevo, por lo tanto, al rango de Gran Duque, para que gobernéis esta parte oriental de nues­tro gran país (es decir, Corea).

” Sed reverente. Id y difundid fuera de aquí vuestras ins­trucciones ; sed solícito vigilante de los atavíos y otros símbolos de vuestro cargo; seguid y observad las leyes justas, demos­trando así que sois un baluarte de la Casa Real. Aumentad la fama de vuestros egregios antecesores, sed la ley para el pueblo a fin de conservar para siempre vuestra dignidad. Así seréis para mí una ayuda, el hombre único; las edades futuras dis­frutarán de los beneficios de vuestra virtud y todos los Estados os tomarán por modelo, logrando que nuestra dinastía de Chóu nunca esté quejosa de vos. Id y que la prosperidad os acom­pañe. No desatendáis lo que es objeto de mis cuidados.”

III. - El “ C hóu-l i”

El reinado de Ch’ong-wang se distingue porque en él se echaron los cimientos de un gobierno en China; y el tío del rey, Chóu-kung, puede considerarse como organizador de la máqui­na del Estado en la dinastía de Chóu. Dos capítulos del Shu- king, titulados respectivamente “ El Establecimiento de Gobier­no” y “Los funcionarios de Chóu” , están especialmente consagra­dos a las instituciones fundamentales establecidas por Ch’óng- wang, por consejo del duque de Chóu. También se atribuye a Chóu-kung la paternidad del Chóu-li, obra en la que se describe todo el organismo gubernamental de la dinastía de Chóu. Es muy posible que Chóu-kung planease dicha obra, pero no es probable que se encargara de todos los detalles que se hallan en el texto actual, pues han de haber transcurrido muchas ge­neraciones de vida gubernamental para que se presentasen su­cesivamente las ocasiones de ir registrando las minuciosas nor­mas incorporadas a aquella enorme colección de leyes. Existen, por lo tanto, muchas opiniones contradictorias entre los chinos respecto a la paternidad de dicha obra. El gran expositor de la filosofía confuciana, Chu Hi (1130-1200 después de J. C.),

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fué quien investigó el asunto y defendió el origen antiguo del Ckóu-li, diciendo que era muy posible que fuese escrito por el propio Chóu-kung. Aun siendo así, no tiene nada de particular que una obra modelo de instituciones gubernamentales estuvie­se sujeta a muchas adiciones y modificaciones determinadas por exigencias prácticas en el transcurso de setecientos cin­cuenta años, que fué el período que transcurrió desde la época de Chóu-kung hasta el fin de la dinastía. Suponiendo que el núcleo del contenido fuese realmente obra de Chóu-kung, el texto, j;al como ha sido transmitido a la posteridad, parece re­presentar las instituciones públicas de la dinastía en su más completo desarrollo, formando por este motivo una fuente im­portantísima de la historia de la vida cultural durante el pe­ríodo de Chóu, que debe ser considerada como un modelo y guía para las generaciones posteriores. Como educador de la nación, probablemente el Chóu-li no tiene rival en ninguna literatura del mundo, sin exceptuar siquiera la Biblia. Esta observación se refiere especialmente a los minuciosos detalles de la vida social y pública, y en este aspecto su influencia sobre el carác­ter chino ha sido absolutamente igual a la ejercida por las doctrinas de Confucio respecto a la moral. Su contenido, tal como aparece en la valiosa traducción francesa (60) de Eduardo Biot, arroja mucha luz sobre la constitución y la cultura de la nación durante el período de Chóu.

China estaba en aquellos días dividida como Alemania en un número de pequeños Estados, algunos de los cuales recono­cían al Hijo del Cielo como a su principal soberano, que desde el principio debió ejercer un inmenso poder sobre los varios gobiernos feudatarios, pues él es quien establece Estados, de­fine sus límites e indica el sitio de sus capitales; por él también los soberanos conservan sus cargos. El gobierno de éstos debe modelarse por el del emperador y tiene que ser examinado y vigilado de cuando en cuando por él, que tiene la facultad de revocar, deponer y amonestar a los rebeldes. Las ceremonias religiosas más severas regulan la vida cotidiana del emperador, de los funcionarios del gobierno y de los señores feudatarios. Este detalle respecto de las formas externas de vida es el que ha conservado la unidad del organismo de Chóu al través de

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muchas centurias. Apenas hay acto alguno en' la vida oficial y hasta en la social que no vaya acompañado de ciertas ceremo­nias, que se aplican a los vestidos que hay que llevar, a los discursos que hay que hacer y a las posturas que hay que adop­tar en todas las ocasiones posibles, ora sea en la corte, ora en la vida privada. Biot observa, atinadamente, que el móvil prin­cipal de todas esas minuciosas reglas era determinar cierta in-

Jarrones y pebetero de cobre de la época de Chóu.

mutabilidad de gobierno sobre la inmutabilidad física y moral de los individuos, privándolos, en lo posible, de toda acción es­pontánea en la vida pública y privada. Aunque las catástrofes siempre han perturbado las relaciones dinásticas y sociales en­tre el pueblo, parece ser que la veneración tradicional que han conservado los chinos hacia su ceremonial desde la época del ChóuAi, tiene mucho que ver con la estabilidad de China y de los chinos como imperio y nación.

Muy por debajo del emperador y de los príncipes del im­perio estaba la masa del pueblo, ocupando un rango más o me­nos humilde según sus profesiones u oficios.

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La nación se componía del soberano, de sus auxiliares, los funcionarios del gobierno, y de las clases trabajadoras. Estas últimas estaban divididas en nueve secciones, colocadas en el orden siguiente : en primer lugar los terratenientes, producto­res de grano; en segundo, los jardineros cultivadores de plan­tas y árboles frutales; en tercero, los leñadores que se ocupaban de los productos de los bosques y de los montes; en cuarto, los que poseían animales domésticos y criaban aves y ganado; en quinto, los artesanos que convertían las primeras materias en artículos de uso diario; en sexto, los comerciantes, así los que residían en las poblaciones como los que viajaban; en séptimo, las mujeres que convertían en telas la seda y el cáñamo; en octavo, los criados de ambos sexos, y en noveno, las clases mix­tas, que no tenían profesión fija, sino que cambiaban de ocu­pación según las circunstancias.

Los agricultores, que constituyen la clase primera, conser­van sus bienes como arrendatarios de sus príncipes y han de entregar un tanto ñor ciento de los cereales que cultivan en proporción a la fertilidad del suelo. De ésta dan fe funcionarios especiales nombrados con dicho objeto, y que instruyen tam­bién a los labradores sobre ia naturaleza de los vegetales que se adaptan mejor al cultivo, y sobre las épocas de labrar, sem­brar, regar y cosechar. Por consejo suyo se introdujo el sistema de riego que mejor se adaptaba a la configuración del suelo Los funcionarios del gobierno revisan la producción de la seda en todos sus detalles. Los habitantes son tratados como una gran familia, a la cabeza de la cual se halla el emperador, su patriarca. El aparato gubernamental no se reduce, por lo tan­to, a los que administran justicia, cobran los impuestos y go­biernan lo que entre nosotros se llaman provincias, sino que los funcionarios de Chóu ( Chóu-huan, que era el título origi­nario del Chóu~li) comprenden inspectores nombrados por el gobierno para todas las obras útiles realizadas por el pueblo.

Casi igual en poder al emperador era el primer ministro (ta-tsai), que tenía a su cargo las seis divisiones del gobierno. Esta división de todos los asuntos oficiales en seis categorías, tal como se describe en el Chóu-li, llegó a ser el prototipo de las seis juntas de gobierno (liu-pu) de las últimas dinastías y

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de las correspondientes divisiones hechas en las oficinas admi­nistrativas hasta la época presente. Los seis ministerios o con­sejos diferían muy poco entre sí.

A la cabeza de ellos estaba el “ Consejo del Cielo” o el “ Mandarín del Cielo” , o t’ién^kimn, cuyo jefe tenía las mismas atribuciones que el primer ministro. A este Consejo superior correspondía, por lo tanto, la inspección general de todos los asuntos de gobierno y la fiscalización de los nombramientos de

Carretilla utilizada para transporte de materiales.

los funcionarios; y de él salió el Consejo que más tarde se de­signó con el nombre que hoy tiene, el li4-pu o el “ Consejo de la oficina civil” . El presidente de este consejo (Ift-pu-shang-shu) tenía siempre prioridad sobre sus colegas de los demás conse­jos, y al ministro que lo presidía se le ha llamado siempre, y aún se le llama hoy, t’ién-kuan, “ el Mandarín del Cielo” , el principal ayudante del t’ién-tz'i, el “ Hijo del Cielo” , es decir, el emperador (61) . Los asuntos exteriores han sido relegados has­ta nuestra época a último término entre las divisiones admi­nistrativas chinas. El antiguo tsung-li-yamen no era más que una comisión que los chinos no admitieron nunca como un con­sejo, principalmente porque los estadistas de hace tres mil años habían hecho sus convenios sin pensar nunca que las relaciones

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con las naciones extranjeras fueran lo suficientemente impor­tantes para justificar la creación de un ministerio especial. La ambición nacional de China, desde que se dictaron disposicio­nes constitucionales sobre la vida pública, consideró al empe­rador como la persona que gobierna a todo el universo por de­creto del cielo. El “ mundo” era China, que en este sentido se denomina t ’ién-hia, es decir, “ todo lo que está bajo el cielo” . Las naciones extranjeras eran consideradas como meras tribus fronterizas en estado de rebelión contra el emperador, su legí­timo soberano, y si enviaban a la corte china embajadas con presentes de cortesía, éstos eran llamados tributos (kung). Du­rante la dinastía de Chóu hasta la del Han occidental, cuando China vivía en el aislamiento en el extremo Oriente, mucho antes de que conociese la existencia de otros vastos países como la India y las grandes monarquías del Asia occidental y el im­perio romano, aquella idea no estaba desprovista de sólido fun­damento, pues China era entonces realmente la única nación civilizada, que se hallaba muy por encima de un tropel de tri­bus bárbaras que la circundaban. Durante este largo período de indiscutible superioridad sobre sus vecinos esta caracterís­tica megalomanía nacional, de la que aún hoy mismo le cuesta tanto desprenderse, tuvo mil años para desarrollarse y echar firmes raíces en el corazón del país. Los chinos no se hubieran atrevido nunca a realizar un cambio en aquellas sagradas ins­tituciones (que, según se dice, fueron registradas por vez pri­vara en los anales por el duque de Chóu) sino en virtud de «■constancias superiores a su voluntad.

Los seis departamentos gubernamentales, según se descu­bren en el ChónuAi, eran los siguientes: l 9 “ El Mandarín del O rio" (t’ién-kuan), que ejercía un poder general sobre todos hn demás departamentos. Su ministerio correspondía al moder­an Jr*-jm (62) o “ Consejo del Ministerio Civil” . 2? “ El Mandarín dk la Tierra” (ti-kuan), que se encargaba de la instrucción del ■BeUo. principalmente en agricultura (nóng), por ser ésta la Jk vte principal de la riqueza nacional y, por consiguiente, de l a ingresos del gobierno. Desde este punto de vista nos expli-

nosotros su cambio gradual en lo que actualmente se ku -pu, el “ Consejo del Pueblo” o “ Ministerio de la Ren­

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ta” . 39 “ El Mandarín de Primavera” (ch’un-kuan), encargado del fausto ceremonial y que correspondía al moderno li3-pu o “ Consejo de Ceremonias” . 49 “ El Mandarín de Verano” (hia- kuan), que ejercía el poder ejecutivo y está actualmente repre­sentado por el “ Consejo de la Guerra” (ping-pu). 59 “ El Man­darín de Otoño” (ts’iu-kuan), encargado de los castigos, repre­sentado actualmente por el “ Consejo de Justicia” (hing-pu). Y, finalmente, 69, “ El Mandarín de Invierno” (timg-kuan), que se encargaba de las obras públicas y correspondía al moderno kung-pu o “ Consejo de Obras Públicas” .

Estas seis categorías han sido hasta hoy fundamento de toda división de los trabajos oficiales, y los y amen o delegados del gobierno imitan en todo el imperio el orden metropolitano clasificando los asuntos por departamentos separados, grandes o pequeños según la mayor o menor importancia de su juris­dicción, a las órdenes de los seis jefes llamados de Personal, Ingresos, Ceremonias, Militar, Judicial y Obras Públicas.

El Mandarín del Cielo desempeñaba la función de un pri­mer ministro, e incumbíale la responsabilidad de los otros cin­co Consejos. Él era quien fijaba las sumas que habían de ser recaudadas de los contribuyentes, como los tributos locales y las contribuciones de todas clases que constituían los ingresos imperiales, y quien reglamentaba los gastos públicos. Estaban bajo su jurisdicción todos los servicios gubernamentales del interior y del exterior, así civiles como militares, y la adminis­tración de las diversas casas imperiales, incluyendo las del em­perador, de la emperatriz, del príncipe y de las concubinas del soberano. El gran número de éstas exigía, en aquella remota época, para el servicio de las mujeres imperiales, el empleo de una clase especial de funcionarios de la corte, los eunucos, que son la plaga de la vida cortesana en Oriente. Este rasgo de la constitución de la dinastía Chóu forma un extraño contraste con la pureza moral que caracterizaba, por otra parte, la pri­mitiva vida social de los chinos. El eunuquismo ha sido siempre una calamidad para la vida pública de China, y más de una catástrofe se atribuye a sus intrigas, que han elevado a hom­bres indignos y ocasionado, bajo mano, muchos perjuicios. Se­gún parece, los primeros legisladores de la dinastía de Chóu no

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1. Vaso de arcilla policromada. Época Prehistórica.(D e la colección del. M u s e o N a c io n a l d e E s to c o lm o ) .

2. Vaso de arcilla pintada. Época de la dinastía de Shang.(D e la colección d el M u s e o N a c io n a l de E s to c o lm o ).

3. Puente esmaltada, encontrada en Cantón. Época de la dinastía de Han.ID e la colección d el V ic to r ia a n d A l b e r t M u s e u m d e L o n d r e s ) .

4. Vaso de porcelana blanca y azul, con motivos mitológicos. Época de la dinastía de Sung.

(D e la colección d el V ic to r ia a n d A l b e r t M u s e u m , d e L o n d r e s ) , 5

5. Vaso de porcelana, filigrana de oro, cuya tapa puede abrirse como los pétalos de un loto. Época de la dinastía de Sung.

(D e la colección d el V ic to r ia and A l b e r t M u se u m , d e L o n d r e s ) .

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son responsables de una corrupción de la vida palaciega como la que vemos, por ejemplo, en la dinastía de los Ming, cuya caída se atribuye al infame poderío que alcanzaron, como clase, los eunucos de la corte. En el reinado de Chóu no eran más que criados que en modo alguno podían inmiscuirse en las tareas políticas o administrativas.

El palacio imperial consistía en un vasto recinto rodeado de altas murallas de barro o de ladrillos y contenía lo siguien­te: las habitaciones del emperador y de la emperatriz, de las concubinas y de su servidumbre; las oficinas de los ministerios, los salones de recepción y los templos; tiendas en donde se tejía la seda y el cáñamo para el uso de la corte; arcas del tesoro para la conservación de los archivos imperiales, docu­mentos históricos, joyería y otros objetos preciosos pertene­cientes al Estado o al emperador; almacenes de provisiones y de todo lo necesario para el mantenimiento de la vida. En una palabra, era una ciudad amurallada dentro de la capital y re­servada para el emperador, su casa real y su gobierno; y el monarca no la abandonaba más que para las ceremonias ofi­ciales. La vida personal del emperador estaba reglamentada por un ceremonial rígido hasta en sus más mínimos detalles, de modo que aquel hombre tan poderoso, enterrado entre millones, era menos libre que el último de sus súbditos. Su manera de vestir, las tareas que tenía que desempeñar durante cada hora del día, los ademanes y actitudes que tenía que adoptar en de­terminadas ceremonias, y las palabras que debía pronunciar en todas las ocasiones de su vida cortesana estaban reglamentadas por aquella despótica y rígida etiqueta. Hasta los manjares dia­rios, la clase y cantidad de alimento que había que servirle en cada estación del año y en ciertas ocasiones, estaban sujetos a reglas fijas; y se suponía que también sufría hambre cuando ésta se cebaba en el país o en épocas de calamidad pública. Los manjares no le eran presentados ni por dignatarios de la corte ni por eunucos que podían halagar sus sentidos para ganarse su favor, sino por uno de sus servidores que debía probarlos antes en su presencia. Los príncipes feudatarios estaban some­tidos al mismo tiránico ceremonial.

Partiendo de la suposición de que las masas no sabían

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cómo obrar en las diversas circunstancias de la vida, la segun­da de las divisiones administrativas, que era la de la enseñanza y estaba dirigida por el Mandarín de la Tierra, tomaba las de­bidas precauciones para su bienestar. La jurisdicción del man­darín se extendía a todas las relaciones de la vida, a las ocu­paciones del pueblo, a su comercio, a sus obligaciones civiles, a sus deberes religiosos y a sus asuntos de familia, etc., etc. Los súbditos comunes, aun en su vida privada, estaban bajo la vigilancia del Gobierno. Un mandarín especial cuidaba de los casamientos y debía procurar que ningún hombre permane-

Monedas Antiguas.

cíese soltero después de haber cumplido los treinta años, ni ninguna mujer después de los veinte. El deber principal de este departamento era el de exigir los tributos según el presupuesto redactado por el primer ministro. El Mandarín de la Tierra era también una especie de juez de paz. Se dictaban a millares las ordenanzas de escasa importancia para evitar toda clase de desórdenes, y a fin de que fuesen observadas lo mismo por los agentes del gobierno encargados de su ejecución que por el pue­blo que debía obedecerlas, había funcionarios que vigilaban la vida pública y denunciaban toda irregularidad. Tales medidas tendían a mantener a la nación en un estado de bondad general, y para el caso de que el gobierno faltase a sus sagradas obli­gaciones había el pau-shi, funcionario que tenía el derecho de reconvenir al mismo emperador; el ss'i-shi, que había de ins­

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truir al emperador y a los hijos del imperio (kuo-tzi), es decir, a los hijos mayores de los altos funcionarios, en todo aquello que era bueno y virtuoso; y el ssi-kién o censor público, el cual se mezclaba entre el pueblo para estudiar su vida, corregir sus faltas e informar de todos los males que llegaban a su noticia. Estos funcionarios, que dependían del Mandarín de la Tierra, podía decirse que desempeñaban las funciones de predicadores, aunque sus deberes no tenían nada que ver con la religión, sino sólo con la moral, la virtud y la bondad pura y sencilla. Su subordinación a un Consejo Superior indica que no disfrutaban de la influencia política ejercida más tarde por el cuerpo de Censores Públicos (yü-shi), que no actuó antes de las dinastías de Ts’in y de Han.

Hasta qué punto descendía a los más mínimos detalles la solicitud del gobierno respecto a la vida de la nación, puede verse en el hecho de que de los cuarenta y cuatro libros del código de la dinastía de Chóu, ocho están consagrados a las funciones del Mandarín de la Tierra y a los funcionarios que estaban a sus órdenes. Uno de éstos tenía la obligación de efec­tuar rondas de inspección para cerciorarse de los méritos de los individuos para el cargo o empleo que tenían que desempe­ñar; porque, fuera del emperador, los príncipes y los varios señores feudatarios que ocupaban los puestos preeminentes, hasta los más altos funcionarios del gobierno, eran elegidos en­tre el pueblo. Unicamente los primogénitos de los altos funcio­narios disfrutaban de ciertos privilegios bajo el nombre de “ Hi­jos del Imperio” (kuo-tzi), con tal que se les diera una educa­ción esmerada bajo la dirección de un funcionario especial; te­nían sus uniformes particulares y eran admitidos como pajes en las ceremonias de la corte.

También se hacían excepciones respecto a la herencia de empleos, en los casos en que ciertas cualidades que los destinos requerían fuesen privativas de determinadas familias y hubie­sen llegado a ser tradicionales por haber sido transmitidas de generación en generación, como, por ejemplo, la práctica de ciertas artes que se consideraban como secretos de familia. Es un rasgo característico de la vida social china el que las espe­cialidades en artes y manufacturas sean consideradas como

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privilegio exclusivo de ciertas familias, del que no podía par­ticipar ningún extraño. Tal sucedía, durante la dinastía de Han, con los modelos de brocado de seda. Muchas industrias, como, por ejemplo, la de la excelente laca de Foochow y la manufac­tura de tambores de bronce de Cantón, han sido siempre secre­tos de familia, y estos secretos están tan bien guardados, que una rama de arte puede muy bien morir con el último vástago de la familia que la creó, como ha sucedido con el célebre la- quista Foochow, cuyo secreto se perdió durante la rebelión de T’ai-p’ing.

El Mandarín de Primavera, que estaba encargado de las ceremonias religiosas, fué una creación característica de la na­ción china. Si, conforme ya hemos visto, el mismo emperador invocaba a Dios o al cielo como al soberano supremo, sus súb­ditos hacían sacrificios a seres de un orden inferior: al sol, a la luna y a las estrellas, a las montañas, a los ríos y a los bosques, y, por último, con igual fervor, a las almas de sus antepasados. La manera de hacer dichos sacrificios estaba re­glamentada por mil minuciosas instrucciones. Examinando el ChóvAi, que las registra todas, adquirimos una idea de la vida espiritual del pueblo, que estaba lleno de supersticiones. El arte de obtener un pronóstico de los espíritus invisibles se cultivaba con todos los detalles posibles, y los medios principales paria un augurio eran el sistema famoso del Pa~kua, tal como se ex­plica en el I-King de Wóng-wang. Muchas veces las escamas de las tortugas, chamuscadas al fuego, se empleaban como orácu­los ; y como las hendeduras que de esta suerte se formaban en la superficie de una escama eran de gran variedad, se inventó un sistema regular para la interpretación de lo que pudiera lla­marse la adivinación por las tortugas. Había sabios para la interpretación de los sueños, y hechiceros de ambos sexos que vaticinaban el buen tiempo o la lluvia. La observación de las estrellas era, por consiguiente, uno de los grandes medios de predecir el destino del hombre. El cargo de astrónomo de la corte, con funciones distintas de las de los astrólogos peritos, era hereditario. El astrónomo hacía buenos trabajos en rela­ción con el calendario, y lo que leemos en el Chóu-li acerca de sus obligaciones denota un gran adelanto del desarrollo cien­

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tífico. El astrólogo desempeñaba funciones distintas de las de su mencionado colega: el astrónomo tenía que estudiar la posi­ción y movimientos de los cuerpos celestes, y al astrólogo se le exigía que interpretara los presagios que de aquéllos se de­ducían, puesto que numerosas ceremonias estaban relacionadas con las estaciones del año. Ambos funcionarios tenían grandí­sima importancia en relación con el Consejo de Ceremonias. Los astrónomos de la dinastía de Chóu estaban familiarizados con el uso del gnomon; y sus observaciones, comprobadas por sabios europeos, han resultado exactas.

El cuarto de los seis Consejos, representado por el Man­darín de Verano, correspondía al actual Consejo de Guerra. Los chinos, en aquella época, no tenían ejército permanente, pero cuando se necesitaban soldados para combatir a enemigos exteriores, ahogar rebeliones o ayudar al emperador en sus ex­pediciones cinegéticas, se alistaba siempre el número necesario. El Mandarín de Tierra, encargado del Consejo del Pueblo, ha­cía las levas, y sus subordinados ponían los reclutas a las órde­nes del Mandarín de Verano, que era como el general en jefe del Imperio. Publicábanse minuciosas instrucciones relaciona­das con el alistamiento; el número de hombres hábiles que había de aprontar cada familia estaba prescrito por la ley, y para ello se hacía cada tres años un censo general de toda la población, estableciéndose una distinción entre hembras y va­rones, adultos y niños, y se tomaba nota de los animales domés­ticos y de las herramientas de trabajo.

La estadística se desenvolvió como ciencia regular aun en aquellas épocas primitivas; y cómo se empleaba el método estadístico para los fines gubernamentales, aparte de la leva de tropas, lo especifica más tarde la obra del filósofo Kuan-tzí, que murió el año 646 antes de J. C. La leva de tropas echó, pues, los cimientos de la estadística como ciencia y fué asimismo un gran estímulo para mejorar los diseños de la situación geo­gráfica del imperio, que estaba dividido en nueve provincias. En dichos mapas figuraban los principales ríos, los lagos y las montañas, los productos y artículos de comercio y otros útiles detalles. La China de aquella época no era, por consiguiente, el gigantesco imperio de nuestros días, pues sus dominios estaban

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confinados a la parte septentrional de las “ Dieciocho Provin­cias” actuales. En los comienzos de la dinastía de Chóu, las naciones tártaras del NO., los precursores de los hunos, arran­caban pedazos al que fué más tarde el incontestado territorio chino; y la nación no se sentía tentada a extenderse hacia el Sur y el Sudeste, que estaban a la sazón en poder de los incultos bárbaros Man. Por el Este, el mar seguía ofreciendo los límites más satisfactorios, puesto que ninguna flota extranjera ame­nazaba en aquella dirección la paz del imperio.

Monedas Antiguas.

La provincia más distante y la que se describe primero en el Chóu-li era la de Yang-chóu, que ocupaba los territorios de la costa cerca de la desembocadura del río Yang-tzi, al Norte y al Sur del mismo. El término Yang-chóu, como denominación del margraviato septentrional del imperio, ha tenido significa­ción muy elástica en la historia. Unos autores chinos sostienen que ocupa todo el Sur de la China, toda la extensión de terri­torio a que llegó la autoridad imperial durante los diversos pe­ríodos de la historia; otros, de crítica más exigente y descon­tentadiza, excluyen del Yang-chóu de la dinastía de Chóu todos los territorios del Sur que están resguardados por la cordillera de Nan-ling. El nombre Yang-chóu ha sobrevivido en el de la ciudad así llamada y, quizás, en el del río Yang-tzi, cuya eti­mología es dudosa. Esta provincia estaba regada por el bajo Yang-tzi, con sus afluentes y el lago T’ai-wu, y su comercio consistía en metales, estaño y bambú. El Chóu-li dice que su

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población contaba cinco varones por cada dos mujeres, y tenía en el cultivo del arroz una de sus principales ocupaciones. Cada provincia poseía su montaña sagrada: la de Yang-chóu se lla­maba Kui-ki (Hui-ki).

La segunda provincia descrita en el Chóu-li es King-chóu, que comprendía los fértiles territorios situados a orillas del curso medio del gran río y cuyo nombre ha sobrevivido en el de la ciudad de King-chóu-fu, situada cerca del puerto interior de Shasi. Puesto que se menciona el monte Hong como su mon­taña sagrada, estos territorios debieron extenderse muy hacia el Sur dentro de la provincia de Hu-nan. Dícese que Hu-nan y Hu-pei ocupan el territorio del antiguo King-chóu. El Chóu-li afirma que el comercio consistía en bermellón (cinabrio), mar­fil y pieles. La palabra empleada en el Chóu-li para indicar el marfil es ch’i, que significa pura y simplemente “ un diente frontal” ; pero los comentarios le dan el significado de “ diente de elefante” . Aunque este paquidermo se ha extinguido en esas regiones, varios archivos locales contienen un gran número de tradiciones que indican que, en los tiempos antiguos, dicho ani­mal debía hallarse entre la fauna de las comarcas salvajes de aquellas cercanías. Una leyenda local cuenta que un elefante fué visto allí en el siglo VII de la era actual (Hú-nan-fang-um- cM, capítulo VIII, pág. 9). En la población de la provincia de King-chóu predominaban las hembras en la proporción de dos por cada varón.

La provincia que confinaba al Norte con King-chóu y que llegaba a las orillas meridionales del río Amarillo era Yü-chóu. Su colina tutelar era el monte Hua, y su comercio consistía en bambú, barnices, seda y cáñamo. La proporción de ambos sexos era de tres mujeres por cada dos varones.

El territorio que hoy ocupa la actual Shan-tung se llamaba Ts’ing-chóu y el monte I era su montaña sagrada; el comercio consistía en juncos y pescado, y por lo que respecta a la pobla­ción, los sexos estaban divididos por igual. Háblase de aves domésticas y perros como principales animales, lo que demues­tra que el país estaba muy poblado, y se dice que en los campos crecían el arroz y los cereales.

Al Norte de Ts’ing-chóu, ocupando la parte septentrional

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de la actual Shan-tung, estaba la provincia de Yen-chóu, que tenía por colina sagrada al famoso monte T’ai. Estaba situada a orillas del río Amarillo, que se internaba entonces en el golfo de Chi-li, como ahora, y los hombres y las mujeres estaban en la proporción de dos a tres, respectivamente.

El extremo Oeste, el país al Sur del territorio de Ordos, que tenía al monte Yo como colina sagrada, llamábase Yung- chóu. Estaba limitado al Sur por el río We'i, y su comercio consistía en jade y otros minerales. El sexo masculino predo­minaba en la proporción de cinco hombres por tres mujeres; los animales principales eran los bueyes y los caballos, y el suelo daba cierta especie de mijo.

La parte de la actual provincia de Chi-li que mira a la costa llamábase Yu-chóu; su colina sagrada era el monte I-wu- lü, situado en la actual provincia de Shong-king; el pescado y la sal eran sus principales productos, y, respecto de población, la proporción de las hembras era de tres por cada varón.

La parte meridional de Shan-si estaba ocupada por la pro­vincia de Ki-chóu, cuya montaña sagrada llamábase Ho. El co­mercio de la comarca era de pinos y cipreses; el sexo masculino dominaba en la proporción de cinco por tres; los caballos y los bueyes eran los animales principales, y su suelo producía mijo.

La provincia más septentrional, Ping-chóu, ocupaba el Nor­te de Shan-si y tenía por colina sagrada el famoso monte Hing. Sus: productos eran el algodón y los tejidos de seda. Ping-chóu y Yung-chóu eran las dos provincias fronterizas que estaban más en contacto con las tribus nómadas de la estepa septen­trional, y la mayor parte de las grandes batallas campales que conmemoran aquella lucha interminable entre la raza china y sus vecinos del Norte se dieron dentro de sus límites.

La geografía del Chóvr-li presenta una gran semejanza con la del Yü-kung, aunque pueden señalarse entre ellas algunas diferencias de detalle. Todo lo que sabemos de China durante la dinastía de Shang difiere por completo en una y otra, y dijérase que esto viene en apoyo de la conjetura según la cual las nueve provincias de Yü son una reconstrucción de los filó­sofos de la dinastía de Chóu. A pesar de sus defectos, la sección geográfica del Chóu-li nos da una idea de la extensión de China

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H ISTO RIA DE L A C H IN A A N TIG U A 1 4 1

durante la primera parte de aquel período. El esmero con que se ha registrado la proporción de ambos sexos en las diversas provincias demuestra que se prestó una gran atención a la es­tadística demográfica, lo que está completamente de acuerdo con las lecciones dadas a su príncipe por el filósofo Kuan-tz'i.

La quinta gran división gubernamental era la del Consejo de Justicia, presidido por el Mandarín de Otoño, que se supone estaba “ encargado de los bandidos” . Él y sus subordinados te­nían que administrar justicia en los casos delictivos. El código penal de la dinastía de Chóu representa un sistema lleno de detalles que pueden calificarse humanos comparados con otros sistemas asiáticos. Antes de que se pudiera sentenciar a muerte a un criminal, habían de observarse las más rígidas y meticu­losas reglas. Apelábase primeramente a un consejo de altos fun­cionarios, luego a una comisión compuesta de funcionarios de inferior categoría, y por último al pueblo mismo; y parece ser que el veredicto del pueblo era el definitivo, algo así como el de los jurados de las naciones civilizadas modernas, teniendo únicamente el soberano la prerrogativa del perdón. El pueblo era también consultado en casos de ofensas leves. Todos los súbditos eran iguales ante la ley, pero los miembros de la casa imperial y los funcionarios administrativos disfrutaban del pri­vilegio de ser castigados en privado para que conservaran la dignidad de su rango. El pueblo podía también deliberar y re­solver, bajo la autoridad de los jueces del gobierno, lo que debía hacerse en caso de ser invadido el país por el enemigo, o cuándo parte de la población debía trasladarse a otra provincia por falta de subsistencias en sus hogares. También intervenía el pueblo en la elección de nuevo rey cuando vacaba el trono sin heredero. En una palabra, encontramos en todo esto rastros del poder parlamentario.

Ciertos funcionarios subordinados al Mandarín de Otoño, conjuntamente con los delegados del Consejo de Ceremonias, eran los que tenían la responsabilidad de legalizar ciertos con­tratos del Estado, tales como los convenios hechos entre el em­perador y sus príncipes feudatarios, o los de estos últimos entre sí. Otros funcionarios tenían que dirigir las ceremonias rela­cionadas con contratos entre el pueblo, cuyo rasgo principal era

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un juramento en el que entraba como factor más importante la sangre de un animal sacrificado. También estaba subordi­nado a este Consejo el funcionario llamado ta-hing-yon, el “ Gran Viajero” , como traduce Biot, que era la autoridad prin­cipal que tenía a su cargo los asuntos de embajadas, y que, junto con su estado mayor, desempeñaba funciones algo pare­cidas a las de un ministro de Negocios Extranjeros. Estaba encargado del ceremonial relacionado con la recepción de visi­tantes a la corte, procedentes de los Estados feudatarios o del extranjero, recepciones acerca de las cuales contiene el Chói^li los detalles más minuciosos.

Moneda antigua circular.

El “ Gran Viajero” y su colega, más joven, el “Pequeño Viajero” (siau-hing-yón) estaban además encargados de fun­ciones policíacas, puesto que sus subordinados tenían que inspec­cionar la situación de los Estados feudatarios y su población, y habían de informar al emperador de todo lo que acontecía en tales dominios. El mismo emperador recorría sus Estados para ver por sus propios ojos dónde hacía falta su interven­ción, y en estas excursiones por el imperio le acompañaba un funcionario provisto de mapas que le proporcionaban los infor­mes necesarios acerca de las provincias que visitaba. Otro fun­cionario debía ocuparse en todas las cuestiones históricas, so­ciales y económicas concernientes a dichas provincias.

El “ Gran Viajero” convocaba también asambleas periódicas de los intérpretes de la corte, músicos e historiadores oficiales.

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Los intérpretes (siang-sü) tenían que estar familiarizados con las lenguas de las naciones vecinas, y asistir a las recepciones de la corte. Los músicos eran denominados ku, “ciegos” , porque ellos y los cantantes de la corte eran escogidos siempre entre hombres privados de la vista. Representábase a los historiado­res de la corte como una vasta y complicada plana mayor de funcionarios, uno de los cuales, el siau-shi o “ Pequeño Histo­riador” , estaba encargado de los documentos que contenían el material para la historia de los Estados del imperio, mientras que otro, el wai-shi, el “ Historiador del Exterior” , cuidaba, en­tre otras cosas, de los anales de la historia de las naciones ex­tranjeras y de los Tres Emperadores y de los Cinco Soberanos (san-hiumg-wu-ti). Es probable que uno de estos funcionarios, obedeciendo a elevadas inspiraciones, sea responsable de las supercherías relativas a los fabulosos Fu-hi, Shon-nung y Huang-ti, de los hermosos discursos de Yau y de Shun, y de las notables obras de ingeniería del gran Yü.

El sexto Gran Consejo era el de las Obras Públicas. La sección del ChóvAi que describe la organización de este depar­tamento se extravió y fué reemplazada durante la dinastía de Han por una obra llamada Tung-kuan-k’au-kung-ki, “ Archivo de las Obras Públicas del Mandarín de Invierno” , o Ssi-kung, “ Superintendente de Obras” . En ella no hallamos nada acerca de las funciones administrativas de esta importante división de la vida gubernamental; pero contiene una enorme suma de detalles concernientes a las artes y a la industria de aquel pe­ríodo, del cual han llegado tan pocos restos a las generaciones posteriores, y así aparecen registrados en ella los hechos más valiosos respecto a la manufactura de utensilios de bronce y de vasos. Las campanas, trípodes y objetos para los sacrificios contenían una sexta parte de estaño en una aleación de cobre; las hachas de todos tamaños contenían una quinta parte; las lanzas y venablos, una cuarta; los cuchillos y espadas, una ter­cera; los cuchillos raspadores y puntas de flechas, una quinta, y los espejos metálicos, una mitad. Todos los objetos importan­tes de arte y los productos manuales están descritos minucio­samente en este interesante capítulo, que los historiadores de la cultura del país citan en relación con el origen de una gran

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cantidad de productos característicos de la civilización china.El Chóu-li, a pesar de sus lagunas, es una mina de infor­

mación de la cultura del período de Chóu, que ha llegado a ser por muchos conceptos el prototipo de instituciones posteriores. Los pocos hechos reales que he extraído de sus páginas no son más que una pálida imagen de la obra, y si el lector desea una información más detallada, debe recurrir a la traducción fran­cesa de Biot. Hay que advertir que el estilo de la obra es tan lacónico y ambiguo que su comprensión, lo mismo que la de los demás clásicos chinos, es en muchos casos imposible sin la ayu­da de los comentarios indígenas posteriores.

IV. — O rigen de l a b r ú ju l a en C h in a

El reinado de Ch’óng-wang (1115-1079 antes de J. C.) ha sido citado por autores nacionales y extranjeros como el perío­do en que se descubrió la propiedad de la aguja magnética de apuntar siempre al Norte o, como dicen los chinos, “hacia el Sur” . En el sexto año de su reinado, según refiere la leyenda, Ch’ong-wang recibió la nueva de que embajadores de un apar­tado reino extranjero, el de las tribus de Yñé-ch’ang, habían llegado con presentes para rendirle homenaje. Procedían del Sur del país de Kiau-chi, es decir, del actual Tunking. Los his­toriadores chinos posteriores las situaron en el sitio verdadero, en donde, durante varias centurias, al principio de nuestra era, desembarcaron las embajadas de la India (T’ién-chu) y de Si­ria (Ta-ts’in) para ser conducidas a la corte china, y de donde, según el Shui-king-chu, documento geográfico del siglo V des­pués de J. C., solían zarpar los buques para su viaje al Sur de los países de la Península Malaya. Este sitio marca claramente lo que pudiera llamarse el término de la navegación occidental, según la situación de China; y es, probablemente, idéntico a la ciudad de Cattigara de Tolomeo, que era el término de las em­presas marítimas en el lejano Oriente, según los autores clá­sicos occidentales. El emperador dió la orden de que los emba­jadores de Yüé-ch’ang fuesen conducidos a la corte y de que se les tributaran en ella grandes honores. Los embajadores,

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acompañados de varios intérpretes que hablaban diversas len­guas, traían consigo faisanes y el colmillo de un elefante como tributo. Dícese que estando en duda acerca del camino que de­bían emprender para regresar a su patria, el duque de Chóu, tío del emperador y su primer ministro, les regaló cinco carros provistos de un aparato que señalaba hacia el Sur (chi-nan-kü, “carros que señalan hacia el Sur” ). De esta suerte pudieron hallar el camino de regreso “hacia los mares de Fu-nan y Lin-i” ; este último país, muy famoso durante la dinastía de Han, abar­caba el territorio de donde habían venido, como ha puntuali­zado Legge (83).

Ni en el Shiir-king ni en el Shi-ki encontramos ningún in­dicio de esta embajada ni de los carros que señalaban hacia el Sur con ella relacionados; en su consecuencia, Legge considera esto como un mito. Sin embargo, hay indicios primitivos de la creencia de que se había inventado un aparato por el estilo, si no por Chóu-kung, al menos por algunos de los soberanos antiguos. El filósofo Han Fe'i, que murió en 233 antes de J. C., dice en uno de sus ensayos (fl4) : “Los primitivos reyes cons­truyeron el ssi-nan, es decir, “ el indicador del Sur” , para fijar la situación de la mañana y de la tarde” ; y otro filósofo ante­rior, Kui-ku-tz'i, que floreció en la cuarta centuria antes de J. C., cuenta que el pueblo de Chóng (K’ai-fóng-fu) empleó “el carro indicador del Sur” (ssi-nan-kü) para traer jade (Kui- kiv-tzi, secc. 10). Kui-ku-tz'i, cuya obrita no se ha conservado por entero, es también citado en la T’aí-p’ing-yü-lan, enciclo­pedia del siglo X, por haber dicho: “Los Su-shon (65) ofrecie­ron un faisán blanco a Wón-wang, y a fin de que no se extra­viaran en su viaje, Chóu-kung construyó el “ carro indicador del Sur” para acompañarlos” (66).

Es muy posible que en este pasaje se confundiese a Wong- wang con Ch’on-wang. El texto de Kui-ku-tz'i contiene, sin em­bargo, otro pasaje (página 4 B) en el cual habla de “ imán que atraía una aguja” ; pero no creo tener que insistir en que esta circunstancia no implica necesariamente el conocimiento de la brújula. De lo dicho parece desprenderse que en el siglo IV antes de J. C. existía, o se creía que había existido en tiempos ante­riores, una especie de aparato que indicaba la dirección del Sur.

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En la literatura posterior, el término cki-nan (de chí, “ señalar con el dedo” , y nan, “ Sur” , idéntico a ssi-nari) úsase a veces metafóricamente, como, por ejemplo, en “La historia de los tres reinos” (6T), según la cual parece ser que el término era conocido en el sentido de “guía” en los alrededores del año 200 después de J. C. Sin embargo, no poseemos ningún indicio para probar que existiese realmente el carro indicador del Sur o

Tipo de soldado tártaro de las provincias del Norte del Imperio.

cM-nan-Jcu. No oímos hablar de la aguja magnética usada como brújula a bordo de un buque hasta muchos siglos después de la caída de la casa de Chóu; y si la aguja se relacionaba con aquellos carros, cuya invención se atribuye al emperador Huang- ti en uno de los pasajes del Ku-Jcin-chu y a Chóu-kung en otro, no poseemos ningún documento que demuestre cómo sus carros fueron construidos. De un relato de la historia de este invento contenido en el Sung-shu, obra histórica del siglo V (6S), parece desprenderse que el secreto de los “ carros indicadores del Sur” perdióse durante muchas centurias hasta que lo reconstruyó el eminente astrónomo Chang Hóng, que murió en 139 después de

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Jesucristo. Su modelo perdióse también en los disturbios que ocasionaron la caída de la dinastía occidental de Han.

A contar desde la tercera centuria después de J. C. vol­vióse a despertar el interés hacia aquellas misteriosas alusio­nes de la literatura antigua que impulsaron a repetidas tenta­tivas para reconstruir lo que los seudo-reconstructores tomaron equivocadamente por un aparato mecánico; y parece ser que todo lo que salió a la luz fué una máquina consistente en ciertas ruedas que probablemente registraban los movimientos del eje de un carro de tal modo que una manecilla señalase siempre la misma dirección, cualquiera que fuese la que llevase el carro. Yo no sé si una construcción semejante está realmente dentro de los límites de la posibilidad; si es así, me inclino a creer que estas reinvenciones se usarían como juguetes mecánicos, buenos a lo sumo para ser conservados en algún museo imperial como modelos que al parecer correspondían con los carros de Chóu- kung, pero condenados al olvido como objetos de uso práctico. En el Sung-shu, al que el profesor H. E. Parker ha consagrado preferente atención en la China Review (tomo XVIII, página 197), veo que ciertos modelos hechos según las instrucciones de Sh'i Hu, emperador de una breve dinastía extranjera a me­diados de la cuarta centuria, y de Yau Hing, emperador de la dinastía posterior de Tsin (por el año 400), cayeron en manos de la corte de Sung en 417 después de J. C .; pero como “ la ma­quinaria era muy burda, el indicador del Sur señalaba con tanta frecuencia en una dirección falsa, que había que volver a po­nerlo siempre en la verdadera” . Se dice que las tentativas sub­siguientes fueron más afortunadas; pero, según lo que he sa­cado en claro del Sung-shu, el autor de dicho relato discurre de “maquinaria” y no está al tanto del verdadero agente, aun­que por casualidad observe que durante la dinastía de Tsin (268-420) había asimismo un chi'-nan-chóu, es decir, “ un buque indicador del Sur” . El aparato del emperador Yan Hing está descrito con mayor claridad en la biografía de su ingeniero (*9) que dice que aquél estaba desprovisto de maquinaria, pero que en seguida que se ponía en movimiento tenía que colocarse un hombre en el interior para mover el aparato. Leyendo entre líneas, me inclino a creer que esta observación sugiere con gran

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fuerza la idea de una brújula, y que el hombre que tenía que meterse dentro imprimía al carro la dirección que aquélla seña­laba. Sin embargo, en el Sung-shi (70) nos encontramos con la descripción detallada del modelo de un “carro indicador del Sur” , presentado al emperador Yon-tsung en 1027 después de J. C. y que se basaba en un sistema, más complicado, de ruedas dentadas, cuyos diámetros y número de dientes se indicaba; dícese que este aparato fué construido allá por el año 806 des­pués de J. C. Una máquina parecida, descrita también en el Sung-shi, fué construida en 1107 y presentada al emperador Hui-tsung. Puede probarse con el apoyo de otras fuentes que en aquella época debía conocerse muy bien la aguja magnética, si no como una guía para los marinos, al menos como un ins­trumento que ya estaba en manos de geománticos muchas cen­turias antes. El doctor Edkins, en su artículo “Sobre los nom­bres chinos de buques y aparejo de buques” , cita a Mr. Wylie para demostrar que el sacerdote budista y astrónomo imperial I-hing, a principios del siglo VIII, conocía no sólo la propiedad de la aguja magnética de señalar al Sur, sino también su des­viación hacia el Este (71). Como no se aducen datos, no puedo confirmar el hecho, pero estoy seguro de que la desviación de la aguja era conocida en China por el año 1115 después de J. C., pues ha sido descrita en el Pón-ts’ au-yen-i (72). Decíase en él que si se frotaba una aguja con imán, señalaría hacia el Sur, pero que siempre se desviaría algo hacia el Este y no señalaría exactamente el Sur. Para preparar el aparato había que separar una hebra fina de un copo de seda en rama y fi­jarla con medio candareen de cera de abeja en el centro de la aguja, colgando a esta última donde no hubiera viento, con lo que la aguja apuntaría siempre hacia el Sur. Clavando la aguja en la torcida de una lámpara (que en China se hace con el meollo de una planta) y haciéndola flotar luego sobre el agua, señalaría también hacia el Sur con una leve desviación que el autor trata de explicar desde el punto de vista místico de la filosofía china. Shón Kua, que escribió a mediados del siglo XI, da una idea más clara del aparato, que, según sus propias pa­labras, empleaban los fang-kia o geománticos, sin hablar en absoluto de que se usara en la navegación. También habla de

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la desviación de la aguja, sin intentar explicarla, pues según él “ no puede explicarse por qué el imán señala hacia el Sur, como los cipreses señalan hacia el Oeste” (73). Siendo Shón Kua natural de Hangchau, donde en aquella época existía un activo tráfico con comerciantes de Arabia y Persia, parece muy posi­ble que éstos hubiesen visto la aguja usada por los geománticos en los alrededores de su país, si no en Chin-chiu (Zaitún) o en Cantón, y que hubiesen aprendido el secreto de cómo la preparaban los chinos, descubriendo su empleo posterior en la navegación.

El Ch’au-yé-ts’ién-tsai (74) dice que, en 692 después de J. C., fué enviado a la corte de Hai-chóu, puerto de mar situado en la costa Sur de Kiau-chóu (Shan-tung), un mecánico que había construido un “carro que señalaba las doce horas del día” (shi-ír-ch’on-kii) por medio de la lanza vuelta hacia el Sur. Parece ser que la aguja magnética andaba también metida en ello. Debió de ser algún juguete mecánico de uso doméstico, algo así como otro “carro indicador del Sur” , descrito en la página precedente de la enciclopedia, y que sólo tenía siete pul­gadas y media de largo por quince pulgadas de alto, por lo cual no hay que pensar que fuera un carro de uso ordinario.

La primera mención inequívoca del uso de la aguja mag­nética como una guía para los navegantes, con que he podido dar en la literatura china, es probablemente tan antigua como el conocimiento de su uso en Europa. Hállase en una obra del siglo XII titulada Ping-chóu-k’o t’an y recopilada por un tal Chu-yü, natural de Hu-chóu, en Chó-kiang. En el segundo ca­pítulo de dicha obra el autor ha insertado una serie de notas sobre el comercio extranjero en Cantón, que antes de la llegada de los portugueses a las aguas orientales estaba en manos de los navegantes árabes y persas. Como, según lo que sabemos de la vida del autor, éste no habitó nunca en Cantón, donde su padre, Chu-fu, había desempeñado un destino a fines del siglo XI, los críticos del gran catálogo de la Biblioteca Imperial de Pequín (75) sostienen que su información respecto al comer­cio extranjero en aquella ciudad está basada en informes de su padre Chu, y que, por lo tanto, data de las postrimerías del siglo XI después de J. C. En favor de esta opinión milita el

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hecho de que en los párrafos de Chu-yü referentes a Cantón en otros asuntos, se mencionan los años de 1086 y 1099. Entre estas interesantes notas tropiezo con una (capítulo II, página 2) que habla de los buques extranjeros que hacían el comercio entre Cantón y San-fo-ts’i (Palembang) en la costa de Suma­tra, y, además, entre los puertos de los países arábigos, incluso la India. Dice así:

Máquina de guerra utilizada para escalar murallas.

“ Cuando la atmósfera está clara, el capitán se cerciora de la situación del buque, mirando de noche a las estrellas y de día al sol; cuando el cielo está nublado y obscuro, mira a la aguja indicadora del Sur ( chi-nan-chón). A veces emplea una cuerda de diez chang de largo para sacar del fondo del mar cieno cuyo olor le indica la dirección que busca. En alta mar no llueve, y cuando llueve es que se está cerca de tierra, etcé­tera, etcétera” .

El estilo de este pasaje es de tal naturaleza que no nos da ningún indicio de si los chinos estaban familiarizados en aquella época con el uso de la brújula a bordo de los buques. Yo, no obstante, me inclino a creer que se hicieron tentativas

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en China para usar la aguja magnética en la navegación ape­nas fué conocida por los geománticos, pero que fué luego aban­donada como un lujo inútil por el espíritu conservador de los patronos de juncos que estaban acostumbrados a gobernar es­tos barcos por medio de ciertas orientaciones y sondeos y que casi no necesitaban la brújula para sus viajes por la costa. La navegación de altura estaba, en aquella época, en manos de ex­tranjeros (árabes y persas) y ésta puede ser la razón de que hayamos oído hablar de ellos como los> primeros que dieron apli­cación práctica a bordo de los buques al antiguo invento chino.

Ya hemos visto que, aparte de la gran probabilidad de que la aguja magnética fuese conocida en la más remota anti­güedad, hay ejemplos, registrados en los anales de la historia, de haberla empleado los geománticos en la Edad media. Si no es infundada mi suposición de que los comerciantes árabes vie­ron la aguja magnética en la costa de China usada por los geománticos, de que la aplicaron a la navegación, y de que des­pués fué llevada a China como “brújula de navegantes” , la historia de este invento puede considerarse análoga a la de la pólvora, cuya preparación era conocida probablemente por los chinos mucho antes de que aprendieran de los europeos su apli­cación a las armas de fuego.

Resumen cronológico

2704-2594 antes de J. C. Invención del “ carro indicador del Sur” , atribuida al emperador legendario Huang-ti, según el Ku-kin-chu (cuarta centuria después de J. C.).

1231-1135 antes de J. C. Wong-wang ofrece los “ carros indicadores del Sur” a varios embajadores. El pasaje, que qui­zás haya sido transmitido erróneamente, se halla en el Kui-ku- tzl, obra de la cuarta centuria antes de J. C.

1115-1079 antes de J. C .; reinado de Ch’on-wang. Leyenda de la llegada de embajadores del Sur que regresan a su país con la ayuda de los “carros indicadores del Sur” . No se registra ninguna indicación de cómo eran estos carros. Toda la relación es legendaria y no la confirman noticias contemporáneas.

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Siglo IV antes de J. C. El filósofo Kui-ku-tz'i habla de que los habitantes de Chóng usaban los “carros indicadores del Sur” , y sabe que el imán atrae a una aguja.

233 antes de J. C. El filósofo Han Fe'i habla de un “ indi­cador del Sur” por medio del cual podía averiguarse la situa­ción del Este y del Oeste.

139 después de J. C. El astrónomo Chang Hóng trata de reconstruir el antiguo “ carro indicador del Sur” . Su modelo, sin embargo, se ha perdido y olvidado.

200. El término cKi-nan ( “ indicador del Sur” o “ brújula” ) se emplea figuradamente en el sentido de “ guía” (san-kuo-chi).

350-400. Los emperadores Sh'i Hu y Yau Hing poseen apa­ratos indicadores del Sur, pero como la maquinaria es imper­fecta, éstos señalan erróneamente (Sung-shu), y el aparato de Yau Hing necesita de un hombre para moverlo (Naiv-ts’i-shu).

265-420. Menciónanse “ Buques indicadores del Sur” (chi- nan-chóu).

692. Invéntase un aparato indicador del Sur que señala las horas del día.

700. El astrónomo budista I-hing está familiarizado con la desviación oriental de la aguja magnética (Edkins, en una nota de Wylie). Wylie en un trabajo titulado “La aguja magnética en China” , reimpreso en Chínese Researckes (Shangae, 1897), página 155, dice lo siguiente: “ Un pasaje de la vida de Yih- hing, sacerdote budista y astrónomo imperial de principios del siglo VIH, demuestra que dicho asunto llamó la atención a lo menos novecientos años antes (por consiguiente en el siglo XVIII). Dícese que, “ al comparar la aguja con el polo Norte, descubrió que la primera señalaba hacia las constelaciones hü y wei. El polo estaba exactamente a seis grados de hü, desde la cual la aguja se inclinaba hacia la derecha (Este) 2o 95. Al inclinarse hacia la derecha del polo Norte, hacíalo necesaria­mente hacia la izquierda del polo Sur” . No he podido hallar este pasaje en las biografías de I-hing que me ha sido dado consultar, pero lo doy por hallado fiándome en la gran auto­ridad del difunto Mr. Wylie, que asegura que figuraba en otro texto chino con que espero tropezar algún día. Por desdicha, ni Mr. Wylie ni el Dr. Edkins han fijado el capítulo ni el

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párrafo de este pasaje, tan interesante para la historia de nuestro asunto.

806. Se dice en el Sung-sM que se construyó un aparato indicador del Sur, con ruedas dentadas.

1027. Se presenta al emperador Yóng-tsung (Sung-shi) un “ carro indicador del Sur” que se describe como aparato me­cánico.

1030-1093. Período en que vivió el enciclopedista Shón Kua, quien habla de la aguja magnética y de su desviación, y dice que la usaban los geománticos anteriormente. Probable­mente se menciona por primera vez de un modo claro, en la literatura china, el uso que los navegantes extranjeros (árabes y persas) en Cantón hacían de la aguja magnética a bordo de los buques.

1107. Preséntase al emperador Hui-tsung un “carro in­dicador del Sur” , descrito también como un sistema de rue­das dentadas.

1115. En el Pón-ts-aiu-yen-i se describe detalladamente la aguja magnética y se habla de su desviación, aunque no se alu­de a su empleo a bordo de los buques.

V. — R ein ado de C h ’ó n -w a n g(Continuación)

Después de la embajada de los bárbaros de Yüé-ch’ang en Tung-king, Ch’ón-wang resolvió erigir una nueva capital que debía estar situada más al centro que su antigua residencia del Oeste, y la ciudad elegida fué Lo-yang, que correspondía a la actual Ho-nan-fu. Chóu-kung tomó todas las medidas necesa­rias y la corte se trasladó a Lo-yang. Como se suponía que el país cercano a Lo-yang ocupaba el centro del imperio chino, se le llamó, para distinguirle de otras provincias, Chung-kuo, “ El País Central” , o “ Reino del Centro” : en este sentido, aquel tér­mino, que ha sido citado como origen del actual nombre de China, y que se traduce, generalmente, por “ Reino del Centro” , hállase repetidamente en el Shi-king. Sin embargo, el mismo libro contiene una oda (76) en la cual se ve que mucho antes de

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Wóng-wang, el abuelo de Ch’ón-wang, se usó el término Chung- kuo en el sentido de China, en oposición a Kui-fang o las “ Re­giones del Demonio” . En el “ Tributo de Yü” (” ) debe enten­derse China de un modo inequívoco en el término Chung-pang que Legge traduce por las “ Regiones Centrales” . También en el Shi-king y en otros clásicos se halla otro nombre, Chung-yiián, que puede traducirse por la “ llanura central” . Todo esto demues­tra que durante la dinastía Chóu, y probablemente mucho an-

Timbal antiguo de percusión a martillo.

tes, los chinos consideraban a su país como el centro del mundo.En el año de 1105 antes de J. C. murió Chóu-kung, y Ch’on-

wang lo enterró con honores regios. La nación china lo considera como uno de los personajes más importantes de su historia. Mencius (7S), refiriéndose a Yü, Confucio y Chóu-kung, los lla­ma los “ tres grandes sabios” (san^shong), cuya obra él no hizo más que continuar. Chóu-kung fué el tipo del monárquico, y sus ejemplos de lealtad deben considerarse como el firme apoyo y la estabilidad de la dinastía de Chóu. La larga duración de aquel uniforme espíritu de la vida social china, que, a pesar de todos los cambios de política y de personas, ha persistido

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con todas las dinastías, es ante todo obra de aquel estadista modelo, el tribuno más eminente del gobierno humano y de la justicia absoluta, por una parte, y, por otra, de la indiscutible legitimidad del soberano supremo. “ En los tiempos antiguos — dice Mencius— Yü reprimió la caudalosa corriente de la inundación y el imperio fué reducido al orden. Las expediciones de Chóu-kung se extendieron hasta las bárbaras tribus del Nor­te y del Oeste; desalojó hasta a los animales más feroces de sus madrigueras, y todo el país disfrutó de tranquilidad y re­poso” . Mencius ensalza a Chóu-kung señalando el contraste que forma con ciertos filósofos de su época, especialmente con Yang Chu el cínico, “ cuya doctrina era: cada uno para sí” y que recomendaba que no se cumpliesen las órdenes del soberano. “ Chóu-kung, dice Mencius, habría acabado con estos negadores del padre y del rey” . Aunque no hubiese hecho otra cosa que proponer los fundamentos de aquel código único, el Chóu-li, habría hecho realmente más que cualquier otro soberano, esta­dista o filósofo de los que le sucedieron, dando a la vida social china sus rasgos característicos de sistematización.

Los años del reinado de Ch’on-wang que siguieron a la muerte de Chóu-kung transcurrieron en medio de la paz. Ch’on- wang murió en 1079 antes de J. C. Chau, su presunto heredero, por ser menor de edad; nombró regentes a los duques de Shau y de Pi, y reinó con el nombre de K’ang-wang.

VI. — K ’an g -w a n g(1078-1053 antes de J. C.)

El reinado de K’ang-wang, lo mismo que el de su padre, fué manantial de prosperidades para el imperio, gracias a sus sentimientos humanitarios y a su amor por el pueblo. El duque de Shau (Shcm-kung), uno de sus tutores, que era además su primer ministro, secundó activamente tan benévola inclina­ción: su condescendencia para con el pueblo era tan grande que recorría todo el país para escuchar sus tribulaciones y sus quejas. Esto fué causa de que lograse gran popularidad, de la que ha quedado imperecedera memoria en una de las odas más famosas del Shi-king (79).

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“ De este umbroso y dulce peral No podéis ni rompáis ninguna de sus ramas Porque debajo de él descansó el duque de Shau.”

El dulce peral (Kang-t’ang, cuya traducción es dudosa) ha sido siempre entre el pueblo el símbolo de la bondad y condes­cendencia demostradas en su favor.

OCASO GRADUAL DEL PODER CENTRAL

I. — C h a u -w a n g(1052-1002 antes de J. C.)

Ssi-ma Ts’ién insinúa que en el reinado de Chau-wang “ el gobierno se hizo débil y defectuoso” , por haberlo confiado el monarca a sus ministros, entre los cuales no había hombres co­mo los duques de Chóu y de Shau. A pesar de las serias adver­tencias que le hizo el cielo bajo la forma de fenómenos natu­rales, el rey no quiso cambiar de conducta, y se entregó fran­camente a los placeres. Para satisfacer su pasión de la caza no vaciló en echar a perder las cosechas en las tierras de sus súb­ditos; y las respetuosas amonestaciones de sus ministros no hicieron ninguna mella en su ánimo. En 1002 antes de J. C. hubo una grave revuelta en el pueblo de Ch’u, el Estado semi­bárbaro de la frontera meridional, y Chau-wang se encaminó al Sur para guerrear contra los bárbaros; pero tomó también la campaña como una especie de excursión de placer, y como en sus partidas de caza causó grandes daños en los campos de sus súbditos, se atrajo el descontento de éstos. Para que pu­diera cruzar el río, que, según unos, era el Kiang o Yang-tzi, y, según otros, el Han-kiang, el pueblo le proporcionó un bote cuyas tablas estaban mal unidas, método usado en aquellos tiem­pos para cometer un asesinato político; y cuando estaba en me­dio del río el bote se deshizo y el rey estuvo a punto de perecer ahogado, muriendo poco después de resultas del accidente.

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I I . — M u -w a n g(1001-947 antes de J. C.)

Al salir para el Sur con su ejército, el rey nombró regente a su hijo Man, y éste, a la muerte de su padre, subió al trono con el nombre de Mu-wang. Tenía entonces cincuenta años y era un gran admirador de las virtudes de sus antecesores Wón y Wu. Los detalles que se hallan en el Shu-king acerca de su vida y su reinado son muy escasos; así gran parte de lo que

Máquina de guerra portadora de teas incendiarias para la conquistade las ciudades.

sabemos respecto a él ha sido añadido por autores posteriores. Su principal rasgo característico, según éstos, era una desme­dida afición a los viajes fuera de los confines del imperio. Sus viajes al Oeste dieron origen a las más extrañas especulaciones, y se dice que fué el mediador entre la civilización asiático- occidental y la china. Los Libros de Bambú no contienen más que unas cuantas alusiones a sus expediciones contra las hordas de los bárbaros K’üan o K ’ücmg-yung, a quienes los comenta­ristas chinos identifican con los posteriores Hiung-nu o hunos, los cuales, como ya he demostrado, habían combatido bajo va­rios nombres, que correspondían lingüísticamente a la raíz de

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Hun o Kun, contra los antepasados del rey, cuando ellos (los Hiung-nu) conservaban todavía las fronteras del Noroeste del Imperio durante la dinastía Shang bajo el reinado de T’ai-wang y Wong-wang. Además de cierto número de viajes y de expe­diciones cinegéticos y represivos, descritos como “ rondas de inspección” , los Libros de Bambú (so) refieren que “cuando te­nía diecisiete años, Mu-wang emprendió una expedición de cas­tigo al monte K’un-lun y vió a Si-wang-mu ( “ la madre del rey occidental” ). Aquel año él (Si-wang-mu) llegó a la corte” . En este punto hay añadida una nota, que puede ser de un comen­tarista de fecha más reciente, en la que se dice “ que el rey, en sus expediciones al Norte, recorrió mil li (81) sobre el Liu-sha” (“ las arenas movedizas” , nombre por el cual debe entenderse una parte del desierto central asiático al Oeste de la Gran Mu­ralla, si no el desierto de Takla-makan) ; que también recorrió mil li sobre el Tsi-yü ( “plumas amontonadas” ) ; y que guerreó con los K’üang Yung (¿los hunos?) y regresó al Este con sus cinco reyes cautivos. Dícese que “ llevó sus expediciones hacia el Oeste, en donde los pájaros verdes mudan las plumas” (los comentaristas chinos dicen que dicho sitio es el de San-we'i-shan, cerca del Tang-ho, afluente del Bulungir). La nota termina di­ciendo que en estas expediciones recorrió más de 190.000 li. Dicho relato, árido y escueto, lo compensa con amplitud otra obra consagrada especialmente a las expediciones de Mu-wang: el Mu-t’ién-tzi-chuan, “ Biografía de Mu, el hijo del Cielo” , es­crita probablemente en un período no posterior al siglo III antes de J. C., si es que aceptamos el hecho de haber sido hallada en la tumba de uno de los príncipes de We'i, que databa del año 281 antes de J. C. De esta obra dice Wylie (82) : “ Tiene un carácter demasiado fabuloso para que podamos admitirla entre los re­latos auténticos, pero se ha conservado como un ejemplar de redacción antigua” .

Dicha obra contiene una porción de nombres geográficos que es casi imposible poder identificar ahora y el más conocido de los cuales es el del monte K’un-lun, en donde se cree que el rey encontró a Si-wang-mu. El nombre K’un-lun lo encontra­mos mencionado por primera vez en el Shu-king (8S), en la lista de artículos que se dice fueron enviados al emperador Y ü ;

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Li-Tai-Po, el á n g e l d e s t i n a d o , según el cariñoso y elocuente apodo de sus contemporáneos, fué uno de los más exquisitos poetas de la China Antigua. Sus poemas, verdaderas joyas de la espiritualidad china, eran compuestos por su autor, entre copiosas libaciones de vino y licores, que lo tenían sumido en un constante estado de embriaguez.Tsuang-Tsung, emperador de la dinastía de Tang, gustaba oír declamar a este inspirado vate, y le permitía las irreverencias que en su estado alcohólico incurría.Su vida transcurrió entre los halagos de una corte complaciente y amante del ingenio, y sus arbitrariedades de temulento impenitente.Su misma muerte, acaecida en el año 762, tuvo contornos de tragedia. Después de haber concurrido a una fiesta en la cual sus condiciones de dipsómano quedaron incólumes, se le ocurrió pasear por el lago vecino, para inspirarse en la contemplación de los astros. Al ver la Luna refle­jada en las aguas, quiso abrazarla, pereciendo ahogado.Ningún poeta de la antigüedad ha dejado tan profundas huellas en el alma popular, como este lírico que perdió la vida en su afán de estrechar entre sus brazos a la Reina de la Noche.

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pero en aquel pasaje parece en extremo dudoso que no se apli­que al nombre de alguna tribu salvaje del Oeste que suminis­traba “ telas de crin y pieles” . Es también posible que dicho nombre, tal como lo mencionan los Libros de Bambú, no sea más que esto; pero como está descrito como una montaña, puede comprenderse que el autor o algún interpolador del Mu-t’ién- tzí-ckuan llegó a identificarlo con el K’un-lun-shan, cordillera del Kara-kórum, donde está el famoso manantial del río Ama­rillo que, según las primeras ideas chinas, nace en los afluentes del Tarim y se esconde en el suelo en el lago Lobnor, para rea­parecer en su curso verdadero en el Noroeste del Tíbet. El K’un-lun-shan, en época más moderna que el Shu~king, se ha ido convirtiendo poco a poco en un país de hadas, en un nido de numerosas creaciones legendarias entre las cuales figura la de Si-wang-mu, la cual, debido a la significación de aquellas tres palabras, se representa por lo común como una reina, “ la Real Señora del Oeste” , dirigiendo los tropeles de genios que inoran en el monte K’un-lun-shan y conversando de cuando en cuando con sus adoradores imperiales favoritos. Tal es la le­yenda que ha ido formándose en el transcurso de las edades sobre la débil base de la presencia de aquel nombre en las pri­mitivas tradiciones. También en el Shan-hai-Mng, crónica geo­gráfica tan antigua como insípida, se encuentra una obscura alusión a Si-wang-mu; y sobre el fundamento de estas antiguas noticias se cree que el filósofo Lié-tz'i compuso en el siglo V antes de J. C. un cuento fantástico y casi alegórico de la hos­pitalidad y agasajos con que era honrado y subyugado King Mu por los seres sobrenaturales. En épocas posteriores, los supers­ticiosos caprichos del emperador Wu-ti (140-87 años antes de J. C.) dieron origen a innumerables relatos fabulosos acerca de las supuestas visitas hechas a aquel monarca por Si-wang-mu y su ejército de hadas; y la imaginación de los escritores tauis- tas de las generaciones siguientes ejercitóse en brillantes des­cripciones de su palacio montañoso (84).

Suponíase que este palacio se hallaba en el monte K’un-lun, el cual, después de las expediciones de Wu-ti, se supo que estaba situado al Sur de Jotán. Todos los buenos historiadores chinos convienen en que el general Chang K’ién, al regresar de su pri-

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mer viaje al Oeste, en 126 antes de J. C., fué el primero que trajo noticias a China de los países que, como Jotán, estaban cerca de las fronteras occidentales. La mención del K’un-lun relacionada con los viajes de Mu-wang es, sin embargo, un acertijo, a menos de suponer que bajo este nombre se indique otra región más cercana a sus dominios. No debe causarnos ningún asombro el tropezar con tal trastrueque de nombres que, en concepto de Kings-mill, corresponde al desarrollo de los conocimientos geográficos entre los chinos. Aunque el mismo K’un-lun, después de haberse averiguado que era el monte Kara- kórum, no perdió por eso su prestigio, puede demostrarse que otras muchas creaciones de la imaginación popular china pasa­ron al Oeste, en la misma proporción que el conocimiento de hechos reales empezaba a propagarse en China. Esto se refiere especialmente a ciertos términos legendarios relacionados con cada uno de los períodos primitivos. La Si-wang-mu, que se tomó por una reina de hadas, debido a que el nombre fué trans­crito con caracteres que sugerían dicha interpretación, se su­puso que vivía en una montaña, llamada a veces “ la Montaña Blanca de Jade” , y en un palacio de jade. Cerca de su morada estaba el IAu-sha o “ las Arenas Movedizas” , y éstas pueden muy bien haber sido una parte del desierto de Tarim, al Oeste del lago Lob-nor, puesto que los geógrafos chinos dicen que el Liu-sha comienza a unos 80 li al Oeste de Sha-chóu. Otro nom­bre que también se halla en el Shu-king es el de Yo-shui, o “ Agua escasa” , al Oeste de la cual tenía su corte “ la Madre del Rey de Occidente” . Yo me inclino a creer que los lugares a que se alude embozadamente por medio de estos nombres le­gendarios estaban al principio mucho más cerca del imperio de Chóu de lo que se dijo más tarde, y que yendo asociados cons­tantemente a los límites occidentales de lo que era para China el mundo deshabitado, su situación imaginaria cambiábase de cuando en cuando más al Oeste, porque, según algunas de las mencionadas leyendas, la Si-wang-mu debía estar situada cerca del sitio “ en donde el sol se pone” . Cuando Chang K’ién regresó de su visita a Bactriana, había descubierto que existía un Oeste más lejano, y cuando se conocieron en China las primeras des­cripciones detalladas de Ta-ts’in, es decir, de las provincias

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orientales del imperio romano, los chinos se enteraron de que T’iau-chí o Caldea, que después de las expediciones de Chang K’ién era el territorio asiático más occidental que se conocía, al menos por el nombre, en China, no era el fin del mundo, sino que Ta-ts’in, o Siria, estaba todavía situado más hacia el Oeste. Porque, como dijeron los historiadores chinos del siglo II des­

cama de una persona de la nobleza.

pués de J. C .: “ Antes se creía erróneamente que el Yo-shui, o “Agua escasa” , estaba al Oeste de Tiau-chi, pero ahora el Yo- shui está al Oeste de Ta-ts’in. Antes se estaba en la errónea creencia de que, marchando más de doscientos días hacia el Oeste de T’iau-ch'i, se llegaba cerca del sitio “donde se pone el sol” y ahora se llega cerca del sitio donde el sol se pone mar­chando hacia el Oeste de Ta-ts’in” (85).

Por lo que toca al Si-wang-mu que, según los Libros de Bambú,visitó la corte de Mu-wang, la responsabilidad de los cuentos fantásticos acumulados alrededor de aquel nombre in-

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cumbe a los autores posteriores. Si nos limitamos a los textos realmente antiguos, o a las narraciones más circunstanciadas del Mu-t’ién-tzi-chuan, no hay nada que nos impida adoptar la opinión expresada por el autor de una crítica de la obra pu­blicada en el Gran Catálogo de la Biblioteca Imperial de Pe- quín (86) . A este mismo punto de vista ha llegado independien­temente el Dr. E. J. Eitel, a quien debemos una traducción de la obra con preciosas notas explicativas (87). Respecto al nom­bre Si-wang-mu dice el doctor Eitel:

“ Estos tres caracteres no son, probablemente, más que una transcripción de un nombre perteneciente a una lengua polisi­lábica que, por tanto, no es china. La significación de estos caracteres, escogidos para representar el nombre extranjero, no deben extraviar el juicio del lector. No hay nada en este u otro texto antiguo que indique que Si-wang-mu era una mujer. Tomando este nombre como otros de nuestro texto, me parece mejor admitir que el de Si-wang-mu es el de una tribu cuyo jefe llevaba la misma denominación.”

Semejantes transformaciones no eran extrañas en asuntos fabulosos de períodos mucho más recientes que la leyenda de Si-wang-mu, y el cambio de un hombre en una mujer se regis­tra igualmente en la doctrina budista, si consideramos que la diosa Kuan-yin, la santísima virgen de los chinos, se originó de Avalokités-vara, divinidad india masculina, representada en el siglo VIII por el gran pintor chino Wu Tau-tzi (el Godoshi de los japoneses) como un joven alto y esbelto, con un bigote poblado y larguísimo.

La impresión que tengo respecto a la significación histó­rica de Mu-wang, después de un estudio atento de la litera­tura indígena, es la siguiente: Si nos remontamos hasta las más viejas crónicas, nada nos impide suponer que el emperador sentía la pasión de los viajes, pero que aun sus largas excur­siones no pasaban más allá de la actual muralla fronteriza del Oeste. El mismo Terrien de Lacouperie cree que el emperador no llegó nunca sino hasta Karashar, que entiende debe consi­derarse como el punto más lejano que se alcanzó en la direc­ción a Occidente (8S). En este caso los relatos del K’un-lun y todo lo que se refiere a la parte occidental del Turkestán chino

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debe considerarse como interpolado en épocas posteriores. Sin embargo, si admitimos la opinión del doctor Eitel, que cree que el Mu-t’ién-tz'i-chuan es una obra del siglo X antes de J. C., no podremos negar que la región llamada K’un-lun, si no el Kara- kórum, fué conocida a la sazón por los chinos. La opinión am terior tiene partidarios hasta entre los mismos chinos, pues las crónicas locales de la ciudad de Su-chóu, en Kan-su, pretenden

Recipiente de bronce para sacrificios utilizado en época de Chóu.

que el K’un-lun-shan en donde Mu-wang se encontró con Si- wang-mu es el mismo que cierta montaña llamada Süé-shan, es decir, “ Montaña Nevada” , situada a doscientos cincuenta li a'. Sudoeste de aquella ciudad (Su-chóu). El inventor de esta teoría, un magistrado que se llamaba Ma Ki y que vivió en el siglo X después de J. C., creía que había que buscar en aquel lugar “ la Casa de Piedra y el Gran Salón de jade” de Si-wang-mu.

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La leyenda de este último y las relaciones de Mu-wang con tan misterioso personaje han dado origen a una opinión dis­paratada acerca de la extensión de las expediciones del empe­rador. El profesor A. Forke, de Berlín, en una ingeniosa ten­tativa para explicar las diversas narraciones conservadas en la literatura china (89), llega a la conclusión de que Si-wang-mu era nada menos que la reina de Saba, y que los viajes del em­perador le llevaron a su reino, en la Arabia Feliz.

Pero el nombre de Si-wang-mu no figura únicamente en la vida de Mu-wang; porque, aparte de que se halla en leyendas posteriores, los anales de los Libros de Bambú (90) hablan de una visita de Si-wang-mu al emperador Shun; y Legge, si­guiendo los comentarios indígenas, explica el nombre como el de “ un estado o reino del remoto Oeste” . Ciertamente, el recopilador de los Libros de Bambú no puede haber pensado en la reina de Saba, puesto que relaciona el nombre con el de Shun, el cual, según esta verdadera fuente, debió vivir mil cien años antes que Mu-wang. Los argumentos que aduce Forke en pro del problema del Si-wang-mu son muy interesantes; pero yo no puedo aceptar sus conclusiones, como no las acepta Chavan- nes. Éste (91) ha dedicado un estudio al “Viaje al país de Si- wang-mu” , en el que trata de demostrar que el Mu-wang de las leyendas de Si-wang-mu no es el emperador de aquel nom­bre, sino su homónimo el duque de Mu, del Estado de Ts’in, que reinó desde 659 hasta 621 antes de J. C. (92).

Cualquiera que sea la opinión que adoptemos, parece ser que los viajes de Mu-wang no tuvieron influencia alguna en la civilización china; suponiendo que el emperador llegara real­mente a la apartada región de Jotán, nadie puede decir hoy, qué clase de gente encontró allí, si indios, persas o tártaros; y aun admitiendo que el ilustre viajero llevase a su patria al­gunas impresiones singulares de sus interesantes correrías por las regiones desconocidas del Asia Central, no podemos presen­tar pruebas tan palpables de la introducción de elementos ex­tranjeros en la civilización china, durante la dinastía de Chóu. como las que tenemos de que se introdujeron unos novecientos

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años más tarde, bajo el reinado del emperador Wu-lt, de la dinastía de Han.

Mu-wang, contra los consejos o la opinión de sus minis­tros, hizo grandes preparativos para una campaña contra los K’üan-vung, campaña que, según parece, terminó de un modo desastroso. Examinando en conjunto su largo reinado, se ve que no contribuyó a robustecer el imperio. Murió a la avanzada edad de 104 años, después de haber reinado cincuenta y cinco.

III. — K ung-w an g(946-935 antes de J. C.)

I-hu, el hijo mayor de Mu-wang, tenía setenta y dos años cuando sucedió a su padre con el título de Kung-wang. Su reinado, que duró unos diez años, hubiera sido de una paz ab­soluta a no ser por un acontecimiento escandaloso que echó un: borrón sobre la vida del emperador.

Uno de los vasallos de Kung-wang, el duque del pequeño Estado de Mi, se había casado con tres mujeres que llevaban su mismo apellido, cosa que había sido siempre considerada en China como una especie de incesto y que era contraria también a las leyes de la dinastía Chóu. Según Ss'i-ma Ts’ién, su madre amonestóle con tal motivo, diciéndole: “Debías entregar tus mujeres al emperador, pues así como tres animales forman un rebaño y tres personas una reunión, tres mujeres constituyen un lujo. El lujo es cosa muy bella, pero ni el mismo emperador tomaría tres mujeres de una misma familia. Si quieres hacer lo que él no puede, esto acarreará tu ruina” . Cuando Kung- wang hubo visto a las tres beldades del duque, exigió que éste se las entregara, y como el polígamo se las negase, el empera­dor declaró la guerra al ducado de Mi, concluyendo por des­truirle. En el relato de Ss'i-ma Ts’ién no se dice para qué el emperador quería las tres mujeres; pero de otras narraciones se desprende que el monarca se enamoró de ellas a pesar de su vejez (93). Kung-wang murió a la edad de ochenta y cuatro años, dejando el trono a su hijo I-wang.

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IV. — P-WANG(934-910 antes de J. C.)

Ssi'-ma Ts’ién pinta a este monarca como un soberano inep­to, bajo cuyo gobierno la casa real declinó rápidamente, e insi­núa que muchos de los poemas satíricos que se hallan en el SM-king aluden a él (94).

V. — H ia u -w a n g(909-895 antes de J. C.)

Este es el primer monarca de la dinastía de Chóu que no era hijo de su predecesor. Hiau-wang, hermano menor de Kung- wang, usurpó el cetro por ser los hijos de I-wang demasiado jóvenes para suceder a su padre. El hecho más notable de este reinado fué la elevación de un favorito, llamado Fei-tzi, al ran­go de príncipe de Ts’in. Suponíase que la genealogía de Fe'i-tz'i derivaba de Po I, ministro del culto de los lares bajo el empe­rador Shun, en el siglo XXIII antes de Jesucristo; pero habiendo degenerado su familia, se vió obligado a ganarse la vida como tratante de caballos; al ver que el emperador era un gran de­portista, de tal modo se condujo para congraciarse con él, que no tardó mucho en llegar a caballerizo mayor, siendo al fin nombrado príncipe del imperio.

En el transcurso de varias centurias el ducado de Ts’in fué haciéndose cada vez más poderoso, y al cabo de varias genera­ciones ocasionó la caída del imperio de Chóu.

VI. — P-WANG(894-879 antes de J. C.)

II 2 *-wang era el hijo mayor de I4-wang y sobrino de su pre­decesor Hiau-wang. El carácter despótico de éste, llamado el usurpador, impidió que se desarrollara en el carácter de I2-wangaquella alta conciencia de sí mismo que es inseparable de ladignidad de un soberano. Según hablillas palaciegas, en la pri-

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Durante la dinastía Ts’in en el año 220 a. de J. C. las tribus de los Hu y de los Hiunhg-nu asolaron constantemente los centros civilizados del Imperio Chino, iniciando la era de la penetración de los pueblos bárbaros.

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mera asamblea de la corte, cuando estaban congregados todos los ministros y magnates del imperio para rendirle pleito ho­menaje, el emperador bajó de su trono para saludar a sus ami­gos. A los príncipes desagradóles esta democrática familiari­dad; pero por su parte empezaron también a tomarse liberta­des, con lo que se relajó la disciplina en el imperio, siendo el resultado de todo ello una gaerra civil.

VII. — L i-wang(878-842 antes de J. C.)

Li-wang intentó remediar la excesiva blandura de su padre con una severidad excesiva; y la consecuencia de su poco razo­nable conducta fué que la autoridad imperial se convirtiera rá­pidamente en una sombra. Extremando el rigor más que nin­guno de sus predecesores, quiso gobernar por la violencia ate­rrorizando al pueblo; además era muy codicioso de dinero y favoreció a muchos funcionarios que conocían los medios de arrancárselo a sus súbditos. El espíritu de independencia que se había apoderado de los príncipes feudatarios bajo el mando de P-wang, fortalecióse durante el reinado de Li-wang. China fué convirtiéndose cada vez más en una confederación de pe­queños estados y el poder del gobierno central era también cada día más nominal, a pesar de los grandes esfuerzos del empe­rador para sofocar toda tentativa de libertad por parte de sus súbditos. Una vez, en una entrevista con su primer ministro, el duque de Shau, el emperador dió rienda suelta a su descon­tento porque el pueblo se mofaba de él a su paso. Al replicarle el duque que no era posible impedirlo por medio de la violencia, el emperador se puso furioso, enviando a buscar a los nigro­mantes de la corte y ordenándoles que le suministraran una lista de aquellos de sus súbditos que se atrevieran a hablar mal de él; y cuando le suministraron la lista requerida, todos los presuntos murmuradores fueron ejecutados. Nadie se atrevió desde entonces a decir una palabra, pues todas las calles tenían ojos para descubrir a los ofensores. Al expresar Li-wang su regocijo por el buen éxito obtenido, preguntó al duque: “ Y bien,

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¿qué se ha hecho ahora de vuestros murmuradores?” El duque, según parece, le replicó con este famoso discurso:

“ Lo que habéis conseguido no es sino correr una pantalla que os impide ver los verdaderos sentimientos de vuestros súb­ditos ; pero sabed que es mucho más peligroso cerrar la boca del pueblo que detener las aguas de un río. El contener la inunda­ción significa darle mayor fuerza para que se desborde y ex­tienda, haciendo de este modo más daño que si hubiera seguido

Cardador de algodón en rama utilizando métodos primitivos.

su curso natural. Así acontece con vuestro pueblo: si queréis impedir los daños con que amenaza la inundación de un río, debéis darle un cauce adecuado donde quepan todas sus aguas; si queréis dejar huella en el pueblo, permitidle que hable, con libertad” .

Luego continuó explicando cuál era la mejor política para dejar que los poetas, historiadores y estadistas hablaran libre­mente, y al efecto repitió todos los lugares comunes, todos los argumentos manidos, para poner en relieve el desastroso resul­tado del excesivo rigor en la censura pública.

La respuesta de Li-wang se ha conservado en una obra

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de origen dudoso, que dicen que se recopiló durante la dinastía de Chóu, titulada Kuo-yü, “ Discursos oficiales” , típicamente re­presentativa de una gran cantidad de obras que contienen dis­cursos atribuidos a todos los personajes históricos posibles, pero que no es probablemente más que la efusión retórica de algún filósofo que deseaba manifestar sus opiniones, amenizándolas con anécdotas históricas. Este parece ser, en efecto, el origen de la mayor parte de lo que ha sido transmitido hasta nosotros como historia china, y en este respecto, nuestro conocimiento de la antigüedad del país, apenas si es mejor que el de la anti­güedad romana, cuya historia nos impresiona a veces como si hubiese sido creada expresamente para el teatro. Aun el Shu- king, nuestra fuente más antigua para todo lo anterior a Con- fucio, no es más que una serie de discursos que contienen la ciencia social y política entreverada de anécdotas sueltas inven­tadas probablemente para el caso y distribuidas en un marco cronológico que puede muy bien ser ficticio. Ya hemos visto que al emperador Huang-ti se le atribuía el haber creado una Junta de historiadores dividida en ala derecha y en ala izquier­da, la primera con el cometido de registrar los hechos, y la segunda, las frases y los discursos. Esta es, por consiguiente, una invención de las edades posteriores, pero que indica clara­mente el método observado por los antiguos chinos para cons­truir o reconstruir su más remota historia. La cuestión estriba en si los hechos no fueron inventados con el propósito de en­contrar un pretexto para dar salida a los discursos. Estos, des­pojados de su fondo seudo-histórico, podían coleccionarse en un sistema de filosofía política y social. Su asociación con las dra- matis personas de las varias dinastías y reinados, que de otra manera no hubieran sido más que un monótono y aburrido ar­mazón de nombres, infunde vida a lo inanimado y hace más agradables al lector las teorías abstractas. El profesor Grube en su Historia de la Literatura china (90) llama justamente la atención sobre esta peculiaridad de los más antiguos textos his­tóricos en los cuales los discursos preponderan y los hechos son referidos de un modo meramente casual, como para facilitar la comprensión de aquéllos. Por lo tanto, los relatos históricos del Shu^king consisten más que en hechos en coloquios filosóficos.

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El gobierno de Li-wang fué, por consiguiente, antipático y repulsivo para el pueblo, que por fin declaróse en abierta rebe­lión en 842 antes de J. C. y obligó al rey a pasar el resto de sus días en el destierro, dejando el gobierno a los duques de Chóu y de Shau, descendientes del gran Chóu-kung.

VIII. — E l período de K ung-ho(841-828 antes de J. C.)

El interregno durante el cual los dos duques gobernaron en nombre del rey ausente llamóse de Kung-ho, nombre que puede ser traducido por “Armonía común” , como aludiendo a la regencia de los dos funcionarios nombrados por Ss'i-ma Ts’ién. Según los Libros de Bambú y el filósofo Chuang-tz'i (cuarta centuria antes de J. C.), la palabra Kung-ho no es sino el nom­bre de un tal Ho, conde de Kung, lo que denotaría que éste, y no los dos duques, era realmente responsable del gobierno. Al estallar la indignación popular en abierta rebelión. Tsing, el heredero presunto del trono, refugióse, después de la fuga de su padre, al lado del duque de Shau, que le protegió contra los revolucionarios, y cuando en 828 antes de J. C. Li-wang murió en el destierro, Tsing, que acababa de llegar a su mayor edad, fué proclamado rey bajo el nombre de Süan-wang.

IX . — SÜAN-WANG (827-782 antes de J. C.)

Gracias a los consejos de los virtuosos duques de Chóu y de Shau, Süan-wang se ganó la confianza completa de su pue­blo, lo mismo que la de sus funcionarios, aunque el abandono de sus deberes trajo consigo repetidamente reveses políticos, que los historiadores son tan aficionados a achacar a los so­beranos que han desoído los buenos consejos antes de tomar una resolución.

Había una costumbre inveterada bajo la dinastía Chóu, que consistía en que el emperador tenía que cumplir la ceremo­

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nia de trabajar en persona en los “ Campos de los Mil Acres” (98) especialmente destinados a este propósito, ceremonia parecida al manejo del arado por el emperador de la época presente. Süan-wang no quiso observar dicha práctica, a pesar de las advertencias de uno de los duques, dando esto por resultado que en 789 antes de J. C. su ejército saliese derrotado en una batalla contra ciertas tribus tangutanas. El nombre del campo

Orquesta palaciega de la corte de un antiguo emperador.

de batalla, según Ss'i-ma Ts’ién, era el de Ts’ién-móu, que sig­nifica “ mil acres” , pero parece que este nombre se dio a dicho lugar más tarde en conmemoración de la resistencia del empe­rador a escuchar las advertencias de sus ministros. El relato que Ssl-ma Ts’ién hace del reinado de Süan-wang es muy su­cinto y no dice nada sobre hazañas militares contra los hunos.

Hallamos muchos datos acerca de este asunto en una oda del Shi-king, que aclara particularmente una de aquellas luchas de los chinos contra sus enemigos hereditarios, los Hién-yün o los hunos del Norte. Aunque no sea una narración histórica, el Shi-king sirve a veces de valiosa fuente para el historiador.

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Sus odas existían, probablemente, muchas generaciones antes de Confueio, y cuando alude a hechos históricos puede ser con­siderado como una tradición casi contemporánea puesta en for­ma poética.

Esta composición de poesía antigua contiene la animada narración de una batalla entre el ejército chino y los hunos, batalla que, según los comentaristas, dióse al comenzar el reinado de Süan-wang, en julio del año 827 antes de J. C. El filósofo Chu Hi, al describir la situación narrada por el poeta, dice: “ Después de Ch’ong-wang y K’ang-wang, la casa de Chóu em­pezó a decaer. Li-wang era tan tirano que el pueblo le expulsó de la capital. Los Hién-yün aprovecháronse de las discordias intestinas e invadieron el país hasta que, a la muerte del rey, su hijo Tsing, conocido con el nombre de Süan-wang, sucedióle en el trono y mandó contra ellos a Yin Ki-fu, cuyas afortunadas operaciones cantó el autor de la mencionada oda” (97). Esta parte del Shu-king, escrita por un cronista-poeta de la batalla de los hunos, cronista que floreció 1200 años antes de Prisco y Jordanes, tiene probablemente como relato histórico el mismo valor que cualquiera de los discursos atribuidos a emperadores o ministros y conservados tan religiosamente en el Shu-king y otras historias. Reproduzco la traducción de la oda hecha por Legge (9S) :

“ En el sexto mes todo era excitación y bullicio.Los carros de guerra estaban ya dispuestos, con sus cuatro corceles ligeros y vigorosos.Todos los pertrechos fueron puestos en los carruajes,Los Hién-yün atacaban con indómita fuerza, y de ahí la urgencia.El rey ordenó la expedición para libertar a su reino.

"Iguales en el brío eran los cuatro negros corceles, sumisos y obedientes a la rienda.En este sexto mes todos los preparativos completamos, completamos todos los preparativos y marchamos treinta li todos los días.El rey ordenó la expedición para ayudar al Hijo del Cielo.

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"Los cuatro corceles eran grandes y recios y de ancha cabeza.Aniquilamos a los Hién-yün, coronándonos de gloria.Nuestro jefe era severo y cuidadoso en el cumplimiento del servicio militar, al cumplir su servicio militar y afirmando de este modo la regia soberanía.

"Mal calcularon los Hién-yün al ocupar confiadamente Tsi’au y Huo y al invadir Hau y Fang hasta más allá del Sur del King.En nuestras banderas campeaba nuestro blasón de pájaros, mientras nuestros gallardetes blancos ondeaban brillantemente.Diez grandes carros de guerra marchaban los primeros de frente.

"Los carros de guerra estaban bien hechos, balanceábanse gallardamente hacia atrás y hacia adelante; sus cuatro corceles eran fuertes, fuertes y bien adiestrados.Hicimos correr a los Hién-yün hasta T’ai-yüan.Para la paz o la guerra está pronto Ki-fu, un modelo para todos los estados.

” Ki-fu se regocija y está alegre, gran dicha es la suya.Al volver de Hau,larga y lejana ha sido nuestra marcha.Él conversa con sus amigos y los agasaja con tortuga asada y carpa picada.¿Y quién está ahí?Está Chuang Chung, el filial y fraternal.”

Despréndese de esta oda que los Hién-yün hacían incur­siones hasta el mismo centro de los dominios chinos. Aunque los varios nombres mencionados en relación con los territorios ocupados o invadidos por las salvajes hordas no pueden identi­ficarse hoy con exactitud, no cabe duda alguna acerca del río King, al Sur del cual (y no al Norte, como inadvertidamente traduce Legge) llegó el enemigo. El King es un afluente del río Wei que desagua en éste por el Norte, cerca de la actual

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ciudad de Si-an-fu. Ya hemos visto que el ejército de Süan- wang derrotó a los Hién-yün en T’ai-yüan, lo que demuestra que los hunos después de la victoria de Süan-wang estaban en posesión de todo el Norte de la provincia de Shan-si, en los alrededores del lugar en donde, en la tercera centuria antes de J. C., el gran monarca Man-tun tenía su capital.

El héroe de esta oda fué Yin Ki-fu, de quien se habla repe­tidas veces en el “ Libro de Odas” como de un caudillo militar y que, según parece, disfrutó de un cargo de confianza cerca del rey. En otra oda ( " ) ensálzanse las hazañas de las tropas imperiales a su regreso de una expedición contra los Hién-yün a las órdenes de un general a quien se describe llamándole el “ terrible Nan-chung” . Esta oda refiérese generalmente a la guerra, mucho más antigua, de Won-wang contra los Hién-yün,. aunque puede haberse compuesto en una época posterior. En otra oda (10°) se menciona también a un descendiente del mis­mo Nan-chung como caudillo militar. No estoy lo suficiente­mente preparado para decir qué relación guarda este personaje, cuyo nombre propio era el de Huang-fu, con el de Nan-chung, puesto en una inscripción jeroglífica que campea en el famoso trípode de bronce que está actualmente en el monasterio bu­dista de la Isla de la Plata, en el río Yang-tzi, cerca de Chin- kiang, y del que pude sacar una fotografía en 1892 (101). Esta interesante reliquia del antiguo arte chino ha sido objeto de varios eruditos ensayos hechos por arqueólogos indígenas, que han demostrado que dicha inscripción data del año 812 antes de J. C., y que corresponde al reinado de Süan-wang. Las gue­rras de este emperador contra los Hién-yün, en relación con lo que los bardos del SM-king han hablado de ellas, nos dan una idea apropiada de los pertrechos de un ejército chino en aquella época. Las fases de la cultura preconfuciana, tales como se escriben en las diversas odas del SM-king, han sido recogidas y ordenadas metódicamente por Ed. Biot en un trabajo titulado Sur les mceurs des anciens Chinois d’aprés de Chi-king (102) y reproducidas en una traducción inglesa por Legge, en un apén­dice a los Prolegómenos de su edición del SM-king (103). Al recomendar a los estudiosos aquella excelente fuente de nuestro conocimiento de la cultura de Chóu, me parece oportuno repro­

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ducir algo de ella, pues el reinado del guerrero emperador Süan- wang suministra una ocasión propicia para extratar los hechos más dignos de mención respecto a la manera como dirigieron generalmente las guerras los chinos del período de Chóu. Biot dice así:

“ Se ha dicho que la caza es la imagen de la guerra, y esta comparación resulta una realidad en los desiertos de América del Norte y en los del Asia Central. Cuando los individuos de una horda se reúnen y salen de su lugar de residencia, su aso­ciación obedece a dos objetos simultáneos: el de cazar en las vastas estepas que no tienen dueño determinado, y el de gue­rrear con las otras hordas que van a cazar también al mismo terreno litigable. En las épocas descritas en el SM-king, la mayor parte del país que rodeaba el inmenso valle cultivado del río Amarillo era un terreno de caza indiviso entre los chi­nos y las hordas indígenas. Los ejércitos chinos luchaban en­tonces contra los bárbaros; cazaban y luchaban alternativa­mente ; sus guerreros usaban las mismas armas contra los ene­migos y contra los animales. No obstante, algunas odas relatan expediciones regulares dirigidas por el soberano o por un prín­cipe feudal chino contra otro príncipe; otras describen los pues­tos regularmente establecidos en las fronteras. Algunos ex­tractos de dichas odas dan una idea de lo que era entonces el arte de la guerra en China.. .

”Los puestos fronterizos entre los Estados en guerra, o los de los límites de las regiones bárbaras, servíalos el paisa­naje, que era relevado cada año; este servicio era obligatorio y de aquí las lamentaciones de los soldados que tenían que pres­tarlo. El edicto que ordenaba el servicio regular en las fronte­ras estaba grabado en una tablilla de bambú colocada en el puesto. En los ejércitos chinos de aquella época, lo mismo que en los ejércitos feudales de nuestra Edad media, la infantería componíase de hombres casados arrancados a sus labores, que se quejaban amargamente de su suerte, sobre todo cuando for­maban parte de una expedición contra las hordas bárbaras del Norte o del Sur. Temían de un modo extraordinario a los Hién- yün del Norte, denominados posteriormente Hiung-nu. El prin­cipal elemento de un ejército chino era el carro tirado por cua­

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tro caballos, que conducía a tres guerreros cubiertos con cotas de malla, y en el centro al oficial. Éste llevaba a la diestra a su escudero cargado con sus armas y al carretero a la izquierda. Una compañía de soldados seguía al carro para protegerlo. La palabra “ carro” era entonces un nombre colectivo como “ lan­za” en nuestra Edad media. El Li-ki calcula por cada carro tres guerreros con cota de malla, veinticinco peatones al frente

Antigua carretilla de transporte para pasajeros y mercancías.

y a los lados para guiar a los caballos y al carro, y setenta y dos soldados de infantería ligera detrás. Pero la compañía no estaba nunca completa... El soberano no marchaba jamás sin una guardia de 2.500 hombres llamada shi. Cada dignatario o alto funcionario llevaba una escolta de 500 hombres llamada lü. Empleando nuestros términos militares, ski era un regimiento y lü un batallón; seis shi o 15.000 hombres formaban un ejér­cito ordinario. Diferenciaban a los soldados del ala izquierda y de la derecha, según la división que se usaba hacía tiempo en la marcha y campamento de las hordas tártaras. Un ejército

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estaba dividido en tres partes. El jefe de cada cuerpo tenía su sitio en el centro del mismo.

” E1 carro del soberano o del general en jefe tenía cuatro o seis caballos, uncidos de frente; en el primer caso, que era lo ordinario, dos iban uncidos a la vara y los otros dos a la vara transversal del carro. Los caballos llevaban también gual­drapas de malla o iban protegidos por broqueles. Los de los jefes tenían los bocados del freno de oro con campanillas a cada lado. Las riendas ostentaban ricos adornos y pasaban por anillos de cuero hasta las grupas de los caballos. Los costados del carro estaban protegidos por una tablazón contra las fle­chas del enemigo. Iban adornados en el interior con esterillas de bambú o con tapices bordados. Los ejes de las ruedas en los carros de los jefes estaban recubiertos de seda verde o de cuero, probablemente para reforzarlos. La vara estaba también recubierta de cuero pintado con cinco colores.

” Los príncipes y los guerreros llevaban cascos; los de los príncipes de la sangre tenían por adorno un penacho de seda encarnada. Los guerreros ceñían espada, empuñaban dos lanzas (o bien venablos) y dos arcos. Las vainas de las espadas de los jefes estaban realzadas con piedras preciosas u otros ornamen­tos. Las lanzas eran de tres clases: las mau, que tenían cuatro metros de largo (20 codos de Chóu), y las ko, 16 codos (104) ; unas y otras iban puestas con las puntas hacia arriba en los carros. Las jabalinas tenían 6 codos y 6 pulgadas de largo y usábanlas los infantes. Todas las lanzas tenían gallardetes rojos o banderolas.

” A1 igual de los arcos de caza, los que se usaban en la guerra eran de madera con adornos de seda verde; los de los jefes tenían adornos de marfil. Había también arcos de cuerno o tan fuertes como el cuerno, que disparaban varias flechas a la vez. Para conservarlos guardábanlos en estuches de piel de tigre o de cuero ordinario, cada uno de los cuales contenía dos arcos y estaba perfectamente cubierto de bambú para que no lo dañara la humedad. Los estuches de arcos y las aljabas eran de la piel de un animal marino llamado yü, que debía de ser la foca.

” Los guerreros cubiertos de cotas de malla tenían escudos y hachas de batalla con mangos de madera; los de a pie iban

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generalmente armados sólo con jabalinas y lanzas. Los caba­llos de los carros relinchaban; ondeaban al aire los pendones y banderas; y los infantes y los ayudantes que guiaban los ca­rros marchaban en silencio. Además de vehículos de guerra, había los carros del ejército cargados con sacos de bagaje y tirados por bueyes. Dichos sacos tenían una o dos aberturas y contenían provisiones. Los carros eran descargados y colocados en torno a la plaza del campamento. Entonces los más débiles guardaban el bagaje, mientras los fuertes avanzaban contra el enemigo.

” Las expediciones contra las tribus indígenas del centro, el Oeste y el Norte hacíanse en el sexto mes, la época del año correspondiente al fin de mayo y al principio de junio. Mar­chaban treinta li por día, unos 11 kilómetros, si evaluamos los li a 1.800 codos y 10 centímetros cada uno. Para un gran ejér­cito de 300 carros, 10 carros formaban la vanguardia.

” Las banderas, en las que había figuras de aves y de ser­pientes, llevaban prendidas campanillas y cintas. En el estan­darte real campeaba la imagen del sagrado dragón. Los prín­cipes de la sangre y los jefes secundarios o virreyes llevaban grandes pendones y banderas; y detrás del carro del jefe de escuadrón colocábase un pendón formado por una cola de buey puesta en lo alto de un palo.

” Los guerreros llevaban musleras de color y borceguíes. En una de las odas un soldado de Ts’in compromete a otros a que le sigan a la guerra con la promesa de darles los trajes, los zapatos y las armas que necesiten. El comandante de un cuerpo de ejército tenía el título de K ’i-fu o de Shang-fu. Va­rias odas designan al general con la denominación de “hombre ilustre” , que significa “ el Príncipe” , “ el Dignatario” .

” E1 tambor daba la señal de la partida para el ataque o la retirada. Los tambores grandes los cubrían con la piel de un saurio llamado t’o. Antes de la batalla, los guerreros ani­mábanse entre sí con simulacros de combate; saltaban, corrían y se amenazaban con sus armas.

” En una de las odas, King Wón excita al asalto de una ciudad fortificada, y sus soldados trepan a la muralla por me­dio de escalas con garfios. Hace algunos prisioneros y castí­

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galos por rebeldes, proporcionando la pena a la gravedad del delito. Manda que les corten a todos los cautivos la oreja iz­quierda, y porque se contenta con este castigo pasa por ser un hombre justo y humano. En el estado de Lu (hacia el Sur de Shan-tung) el ejército regresa de una expedición; los soldados presentan al príncipe las orejas que han cortado, y llevan a los cautivos principales a presencia del juez que los condena. Como las tribus de América, los chinos hacían entonces muy pocos prisioneros, pues condenaban a muerte a los jefes venci­dos y soltaban a los soldados rasos después de haberles cortado una oreja, como marca de deshonor, o para poder reconocerlos si se encontraban con ellos otra vez.

” En la plaza de armas de la capital hacían ejercicios de arco y otras armas.”

Esta gráfica descripción del método chino de guerrear bajo la dinastía Chóu, tomada de numerosos pasajes del Shi-Mngrr servirá de ejemplo para demostrar que la antigua literatura poética llena en la tradición histórica una laguna semejante a la que llenó la epopeya homérica en la historia de Grecia. Los estudiosos hallarán en la traducción de Legge referencias deta­lladas, con algunas notas críticas de valor, que modifican en parte los resultados que sacó Biot del SKi-king.

Desde el punto de vista militar, el método chino de gue­rrear no llamó la atención por lo práctico, si se tiene en cuenta que los Hién-yün o hunos, como verdaderos hijos de la estepa que deben haber sido en todos los tiempos, tenían que disfrutar de una gran ventaja moviéndose a su antojo sobre sus ligeros corceles contra un enemigo desprovisto en absoluto de caballe­ría. Aunque los chinos han sido derrotados casi siempre por los hunos, parece ser que, en conjunto y a pesar de sus toscos carros de combate que habían de marchar por caminos proba­blemente no mejores que los de ahora, tenían por su parte un armamento muy superior y cierta uniformidad de organiza­ción; pero su principal ventaja durante los siglos que duró dicha guerra consistió en el hecho de que las batallas se daban en terreno montañoso, donde no podía moverse libremente la caballería; de modo que los hunos fueron más afortunados en las vastas llanuras (como las estepas mongólicas) que en regio­

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nes alpinas (como el Norte de Shan-si). Cuando invadieron Europa unos mil doscientos años después de Süan-wang, sus primeras victorias debiéronse principalmente a las condiciones del terreno, a aquellas vastas llanuras de la Rusia septentrio­nal sobre las cuales lanzaron el alud de sus hordas guerreras, que aumentaban su fuerza obligando a los pueblos afines a que militaran en su servicio. Por último, hemos de tener en cuenta

Funeral de un chino de la clase media.

la probabilidad de que, durante el período de Chóu, los hunos no estaban todavía consolidados como nación, al paso que los chinos, a pesar de ser una confederación de estados pequeños, por el estilo del imperio germano, acudían todos solícitamente al llamamiento del Hijo del Cielo cuando la nación se hallaba en peligro. Si el Shi-king trata con cariño todos los detalles de la guerra en lo que se refiere a los chinos, muy poco nos dice, en cambio, de los hunos de aquella época. Los primeros infor­mes acerca del desarrollo de la vida de los Hiung-nu nos lo suministra Ssi-ma Ts’ién, que probablemente reconstituye su boceto de los hunos más antiguos con lo que supo de aquellos

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nómadas en su misma época, a principios de la primera centu­ria antes de J. C. Ssi-ma Ts’ién (106) nos da el siguiente infor­me de los citados Hiung-nu:

“ Sus primeros antecesores fueron descendientes del em­perador Yü, de la dinastía de Hia y llamábanlos “ Shun-wei” . Parker insinúa que este nombre de Shun-wei, que más proba­blemente se aplica al jefe del país, puesto que no toda la nación, sino sólo la familia reinante, pudo haber descendido del empe­rador Yü, se refiere a una antigua familia china llamada Shun- yil Esto es muy posible, más que los chinos lo derivan de un pequeño Estado que se menciona en “ Los Anales de Primavera y Otoño” . Aunque apenas sabemos nada respecto a los sonidos de los caracteres chinos durante la dinastía de Chóu, excep­tuando las vagas conclusiones que pueden deducirse de un es­tudio de las rimas en las odas del SKi-king, no creo que sea una conjetura audaz el relacionar este título Shun-wei o Shun- yü con el sonido Shom-yü, con el cual se designa en toda la his­toria china al soberano supremo de los Hiung-nu.

"Antes de la época de Yau y de Shun había los Shan-yung, los Hién-yü y los Hun-yü, que ocupaban las comarcas septen­trionales, siguiendo a su ganado y cambiando de residencia, Este ganado consistía principalmente en caballos, bueyes y car­neros, que eran los animales que por lo común criaban; rara vez llevaban camellos, o mulos y otros animales equinos nom­brados en el texto, pero difíciles de identificar. Siguiendo a sus rebaños mudaban a cada paso de morada y no tenían ni ciu­dades ni aldeas ni otras viviendas fijas, ni agricultura unifor­me y metódica, aunque dividiesen-sus propiedades. No poseían documentos escritos, bastando la palabra para estipular los contratos. Desde la más tierna edad acostumbrábanse a mon­tar sobre carneros, a tirar el arco y a matar ratas y aves; cuando eran mayores cazaban zorras y liebres para alimen­tarse. Nacidos para la guerra, convertíanse todos en excelentes arqueros, y les daban arneses para sus Caballos; en tiempos de paz seguían a su ganado y vivían de la caza, pero en las épocas revueltas todos sabían pelear en batalla campal y estaban pron­tos a hacer incursiones en otros países. Esta era su disposición natural. Para la lucha a distancia sus armas eran el arco y lá

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flecha; para la lucha cuerpo a cuerpo, la espada y la daga. Cuando la suerte les era propicia, avanzaban peleando sin cesar, pero se retiraban en seguida en cuanto la victoria les volvía la espalda. No se avergonzaban de huir, y cuando la ventaja es­taba de su parte no reconocían ni la propiedad ni la justicia.

Relieve en piedra, con representaciones mito-realistas descubiertas en la cámara mortuoria de un jerarca de la antigüedad.

Desde el príncipe y el rey hasta el último soldado todos vivían de la carne de sus ganados; vestíanse con pieles y llevaban ju­bones de fieltro. Los fuertes y robustos comían las partes más ricas y delicadas de los manjares, dejando los despojos a los viejos, pues ellos honraban la robustez y la fuerza y despre­ciaban a los ancianos y decrépitos. Aquel cuyo padre moría se casaba con sus madrastras (es decir, con las mujeres de su padre, menos con la que era su madre) ; cuando moría el her­

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mano, sus consortes convertíanse en las mujeres del hermano superviviente. No se preocupaban por los nombres, y sus clanes carecían de ellos y de apodos. Cuando la dinastía de Hia co­menzó a debilitarse, Kung Liu, duque de Liu y antepasado de los emperadores de Chóu, abandonó su puesto de agricultor, se convirtió en un tártaro occidental y tuvo su ciudad en Pin. Trescientos años después de esto, los tártaros Yung y Ti ata­caron al gran rey T’an-fu, el abuelo de Won-wang” .

Me siento inclinado a deducir de este pasaje que los ante­cesores de la casa de Chóu adoptaron durante algunos siglos la vida semitártara; y apoya mi presunción la hipótesis de que Wu-wang ocasionó la caída de la dinastía Shang con la ayuda de las tribus de los hunos. Esto explica el uso de un nombre turco dado a la daga que empuñaba al dar el golpe de gracia al cuerpo de su enemigo Chóu-sin.

“T’an-fu huyó y se fué al pie del monte K’i, adonde le siguió el pueblo de Pin, fundando allí una ciudad que fué el principio del Estado de Chóu. Más de cien años después de es­to, el duque del Oeste, es decir, Won-wang, guerreó contra los bárbaros Kun, y unos doce o trece años más tarde Wu-wang luchó contra Chóu-sin, se apoderó de su campamento en las cercanías de la ciudad de Lo y vivió otra vez en Fóng y en Hau, dispersando y expulsando a los bárbaros Yung hasta el Norte de los ríos King y Lo, desde donde le ofrecieron un tri­buto periódico, y se dió orden de que se los llamara Huang-fu, lo que significa “ Dependencia de Estepa” .

” Más de doscientos años después empezó a declinar el pres­tigio de la dinastía de Chóu, y cuando Mu-wang guerreó contra los bárbaros K’üan, abandonó la lucha mediante el tributo de cuatro lobos blancos y cuatro ciervos del mismo color. Desde entonces los Huang-fu no volvieron, por lo que Chóu introdujo el castigo de la mutilación. Probablemente esto se refiere a la costumbre de cortar la oreja izquierda a los prisioneros de guerra, y puede estimarse como un acto de represalia de los hunos el que éstos dejasen de mandar su tributo a la corte china. Más de doscientos años después de Mu-wang, Yu-wang, de la dinastía de Chóu, riñó con el marqués de Shón (padre de la emperatriz legítima) a causa de su sultana favorita Pau

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Ss'i (10e). Encolerizóse el marqués de Shon e hizo una alianza con los bárbaros K’üan, atacando y dando muerte a Yu-wang, de la dinastía de Chóu, más abajo del Li-shan. Después de esto apoderáronse aquéllos de varios territorios del Chóu, y se esta­blecieron entre los ríos King y Wei, traspasando estos límites y atemorizando al imperio chino.”

Se ha atribuido a la época de Süan-wang la erección del monumento más interesante de la antigüedad china: la extensa inscripción llamada de “Los Tambores de Piedra de la dinastía Chóu” , que describe, según sostienen críticos chinos, una expe­dición cinegética del emperador a los alrededores del monte K’i, la patria clásica de los soberanos Chóu.

Después de esta época se descubrieron las diez losas de piedra que contenían los restos de aquellos antiguos jeroglí­ficos que han sido objeto de tantas controversias entre los chi­nos. Para entender bien la frase “ tambores de piedra” , en chino sKi-ku, es preciso saber que los chinos incluyen en este término todas las rocas que tienen una superficie lisa y se parecen en la forma a un tambor. Desde su primer descubrimiento, a prin­cipios del siglo VII después de J. C., época en que se supone que estaban situados cerca del antiguo Monte K’i, al Sudoeste de Shen-si, los tambores de piedra han sufrido muchos cambios, de suerte que los setecientos caracteres chinos que constituye­ron su texto original han disminuido hasta poco más de tres­cientos, y el resto se ha borrado por completo. Entre las opi­niones, muy doctas, registradas por los arqueólogos indígenas, la más digna de recuerdo es la de Óu-yang Siu, el Mommsen de su época, el siglo XI, pues fué el primer historiador y , epi­grafista, que se muestra completamente escéutico de que sea un documento auténtico, y la de otro escritor de la dinastía de Sung, que trata de refutar los argumentos de Óu-yang Siu, uno por uno. La opinión moderna entre los autores chinos más au­torizados está a favor de la inscripción, por creer que es un verdadero documento del período de Süan-wang. Esta es tam­bién la opinión expresada por el Dr. S. W. Bushell en un primoroso ensayo, “Los Tambores de Piedra de la dinastía Chóu” (107), trabajo que termina de la siguiente manera: “No hay ningún motivo para creer en una superchería en tan gran

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escala. Si admitimos los razonamientos de Óu-yang, hemos de rechazar todos los monumentos esculpidos de Egipto, Asiria y Persia que se han descubierto con tanta profusión en estos úl­timos años” . Chavannes, al aceptar los Tambores de Piedra como una reliquia auténtica de la antigüedad, difiere de la opi­nión china corriente, pues los atribuye no a Süan-wang, el em­perador, sino a un soberano del Estado de Ts’in que floreció por los años de 300 antes de J. C. (10s) .

X . — Y u-w ang(781-771 antes de J. C.)

Al hacer este rápido examen de las antiguas relaciones de los chinos con sus vecinos los hunos, he anticipado la época revuelta y tempestuosa que siguió al enérgico Süan-wang, bajo el reinado de su lujurioso hijo Yu-wang. Los ejércitos de Süan- wang habían combatido victoriosamente, no sólo contra los bár­baros hunos, sino también contra los bárbaros Man en el Es­tado de King, a orillas del río Yang-tz'i, en los alrededores del lago de Tung-t’ing, y contra otros enemigos en el Este y en el Oeste, logrando defender y extender en todos sentidos las fron­teras de su imperio.

Yu-wang llevó una vida disoluta y fué al mismo tiempo un tirano. Como algunos de sus antecesores, perjudicóse mucho a sí mismo y ocasionó grandes daños al país a causa de su desenfrenada pasión por las mujeres. Al querer guerrear con un pequeño estado llamado Pau, el jefe de aquel país le envió a una de las mujeres más hermosas de su serrallo llamada Ss'i, y por tal motivo se la conoce por el nombre de Pau-ssi o Ss'i de Pau; el rey enamoróse de ella tan locamente que repudió a su legítima consorte, hija del marqués de Shon; y fué tan débil que se hizo esclavo toda su vida de los caprichos de la favorita, quien, según parece, no sabía agradecer sus atenciones, hasta el punto de no otorgarle jamás una sonrisa. Sabiendo que el ruido producido por la seda al desgarrarse le era muy grato, el em­perador mandó rasgar muchas y hermosas piezas del precioso tejido. Todos sus deseos eran satisfechos en el acto, hasta el

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punto de haberse encendido, por haberlo ella deseado, grandes almenares, que, según se había convenido, servían de señal a los vasallos del emperador para que acudieran en su auxilio en las ocasiones de peligro. Los príncipes acudieron al punto a aquel llamamiento, y la frívola reina se mofó de ellos. No sabía la emperatriz que es muy peligroso gritar “ ¡al lobo!” no ha-

Emperador implorando los favores de los dioses.

hiendo motivo para ello; y cuando más adelante los hunos rea­nudaron sus incursiones, y se encendieron las almenaras a toda prisa, los príncipes feudales, sin cuya ayuda el rey estaba a merced del enemigo, no acudieron, pensando que otra vez iban a ser víctimas de una burla, y ocasionaron con ello la ruina de Yu-wang.

Ssi-ma Ts’ién fija la época en que Yu-wang fué dominado por su concubina en el tercer año de reinado (779 antes de J. C.). El emperador tenía de ella un hijo llamado Po-fu, y de

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ahí el deseo de la infame pareja de deponer a la legítima con­sorte como madre del heredero del trono. Esto fué causa de que el astrónomo Po-yang vaticinara la caída de la dinastía, y preciso es convenir en que tuvo muchas y buenas razones para predecirla, si miramos las cosas con los ojos de un antiguo fi­lósofo chino. En la misma naturaleza notáronse distintos pre­sagios: un terremoto sembró el pánico en el pueblo; el hambre que asoló a todo el imperio fué interpretada como un castigo inmediato del cielo por la mala conducta de Yu-wang; pero el más portentoso de todos los avisos celestes fué un eclipse de sol. Referente a este eclipse, en relación con otros infortunios públicos que cayeron sobre el imperio, poseemos una oda del Slíi-king (109) que como documento histórico tiene gran va­lor. Dice así:

“ En la conjunción del sol y de la luna en el mes décimo, en el primer día de la luna, que fué s in -m a u , el sol eclipsóse, lo que es un mal presagio.La luna entonces se hizo muy pequeña, y ahora el sol se ha empequeñecido.En adelante el pueblo bajo estará en situación muy deplorable.

"La luna y el sol anuncian daños, pues no siguen sus propios caminos.En todo el reino no hay gobierno conveniente, porque los buenos no son empleados.Que la luna se eclipse es una cosa natural.Ahora que se ha eclipsado el sol,¡cuántos males significa esto!

"Grandemente brilla el relámpago del trueno.Hay un ansia de reposo, un ansia de bien.Los ríos hierven y salen de su cauce.Caen las rocas de las cumbres de los montes, y los altos montes se convierten en valles; y profundos valles se convierten en montes.¡A y de los hombres de estos tiempos!¿Qué hace el rey que no evita estas cosas?

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” Huang-fu es el presidente;Fan es el ministro de Instrucción;Kia-po es el administrador principal;Chung-yün es el jefe de cocina;Tsóu el archivero del interior;K’ui el caballerizo mayor;Yü el capitán de la guardia,y la bella esposa resplandece, en posesión ahora de su puesto.”

Esta oda, de la cual he transcrito las primeras cuatro es­tancias de la traducción de Legge, tiene por asunto la lamen­tación de un funcionario del emperador que vivía en uno de los apartados confines del imperio, llorando solo, con inmensa me­lancolía, la corrupción en que el imperio estaba sumido. Aunque no nos decidimos a aceptar que el eclipse sucediese bajo el rei­nado de Chung-K’ang, en el año 2165 antes de J. C., en cambio no cabe duda alguna acerca de lo que se refiere en la oda. El décimo mes y el primer día de la luna, designado con los carac­teres cíclicos sir -̂mau del calendario de Chóu, corresponde al 29 de agosto del año 776 antes de J. C., no del 775; el Dr. Chal- mers y con él Legge y otros sinólogos cometen el error de un año en todos sus eálculos cronológicos por no contar el año del nacimiento de Jesús como 1 antes de nuestra era (110). Este hecho tan esencial, que merece que se invoque al mismo cielo como testigo confirmador de la confianza que debe inspirarnos aquel período primitivo de la historia china, ha sido puntua­lizado sin contradicción, que yo sepa, de sinólogos y astróno­mos, por el padre jesuíta Amiot en su célebre trabajo sobre “ La antigüedad de los chinos demostrada por sus monumen­tos” (1U). La coincidencia de las dos fechas demuestra, sin que haya lugar a dudas, que la opinión de los comentaristas chinos, que atribuyen esta oda a Yu-wang apoyados en motivos de una evidencia circunstancial, debe ser exacta. De acuerdo con todas las autoridades chinas en cronología, es el sexto año del rei­nado de Yu-wang, y ciertamente, como Legge dice, “ la primera fecha de la historia china sobre la cual no puede caber duda alguna” .

Las fechas anteriores se han obtenido en virtud de un cómputo, lo cual no quiere decir que el período histórico co­

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mience en el reinado de Yu-wang, como Mayers parece admitir en sus Tablas cronológicas. Es cierto que se justifican las du­das respecto a la exactitud cronológica, pero en este caso tene­mos que distinguir entre la cronología y la historia. Ya hemos \isto que las dos fuentes principales de la primera, la regla del cómputo y los Anales de los Libros de Bambú, apártanse

considerablemente una de otra, aumentando esta diferencia en cuanto retrocedemos a los tiempos primitivos y alcanzando más de doscientos años bajo el reinado de Huang-ti; pero tal dife­rencia desaparece por completo al final del reinado de Li-wang. (842 antes de J. C.). Si la primitiva historia china, tan con­cienzuda por otra parte en registrar los hechos astronómicos, no menciona antes de la época de Yu-wang eclipses solares que debieron ser visibles en China, ello puede ser debido, como ha insinuado Amiot, a que aquéllos acaeciesen cuando el cielo en-

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capotado imposibilitara toda observación. Yo, por lo tanto, no veo ningún motivo para que no podamos fechar el comienzo del período histórico, respecto a lo que concierne a los principales hechos, varias generaciones antes de Yu-wang, admitiendo las dudas que la cronología nos ofrece debidas a la tradición dupli­cada. Las fechas de los Libros de Bambú se encontrarán en la tabla de Arendt. Las diferencias, en el principio, de los prin­cipales períodos pueden verse en el siguiente extracto:

Huang-ti.................Y a u .........................Shun .......................Yü ...........................Chung-k’ang ..........Ch’ong-t’ang ..........Chóu-sin.................W u-w ang................Mu-wang ...............Li-wang ..................Período de Kung-ho

Cronología fija (Antes de J. C.)

2704 2357 2258 2205 2159 1766 1154 1122 1001 878 — 841

Libros de Bambú (Antes de J. C.)

2491 2145 2045 1989 1952 1558 1102 1050 962 853

Parece extraordinario que dos cronologías tan divergentes vengan a coincidir en el comienzo del período de Kun-ho, nom­bre que, como ya hemos visto, ha sido interpretado en un doble sentido. ¿Es posible que ninguna de las interpretaciones sea justa, y que el nombre Kung-ho, “ armonía común” , se refiera al término de las discordias entre los cronólogos, los cuales se­ñalaron el primer año de aquel período?

Ya hemos visto en el Shí-king que la hermosa Pau-ssi “ es­taba en posesión de su puesto” al lado del emperador en el sexto año de su reinado. La leyenda, si es que puede calificár­sela de esta suerte, de haber hecho que se encendieran las alme­naras para burlarse de los príncipes feudatarios, parece, por tanto, caer dentro del año que siguió al eclipse; pero es cierto que el condigno castigo que terminó con la completa ruina de Yu-wang corresponde al año 771 antes de J. C., que fué el últi­mo de su reinado. Ssi-ma Ts’ién no menciona el eclipse a que se refiere el Shí-king, pero ha conservado una multitud de de­

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talles acerca del asunto de las almenaras. Parece ser que el mismo Yu-wang ordenó que se encendiese una almenara “ en cuanto el gran tambor anunciase la proximidad del enemigo” , almenara cuyo humo debía servir de señal durante el día, mien­tras que las llamas eran visibles de noche, aun a una larga dis­tancia; pues las almenaras se solían colocar en las cumbres de las montañas. El marqués de Shon, padre de la legítima empe­ratriz, resentido, como era natural, del tratamiento que el em­perador, en unión de su manceba, daba a su hija y a su nieto, alzóse con los bárbaros K’üan (hunos) para atacar al licen­cioso. Encendiéronse entonces las almenaras, pero ningún sol­dado acudió en auxilio del soberano y Yu-wang fué muerto por los hunos, que se llevaron consigo a Pau-ssi, después de haber entrado a saco en el tesoro imperial.

XI. — P ’ lNG-WANG(770-720 antes de J. C.)

Después de la caída de Yu-wang, los señores feudales con­vinieron con el marqués de Shon en que el hijo legítimo del difunto emperador, que se había refugiado al lado del marqués, subiese al trono, que ocupó con el nombre de P’ing-wang, para encargarse, según dice Ssi-ma Ts’ién, de los sacrificios de la dinastía de Chóu. Este, según parece, fué desde entonces el de­ber más importante de los emperadores de Chóu, que, en virtud del gran respecto a la legitimidad que caracteriza a los chinos, tenían que estudiar cuáles serían los sacrificios más dignos y más propios que ofrecer a sus antepasados, Pero esto era todo, pues el poder real cada vez iba pasando más a las manos de los vasallos del emperador. P’ing-wang, temeroso de la debili­dad de sus dominios occidentales, mucho más expuestos a los ataques de los bárbaros, trasladó su capital a la ciudad de Lo, conocida antes por el nombre de Tung-tu, es decir, la capital oriental (112). El reinado de P’ing-wang, según Ssi-ma Ts’ién, caracterizóse por la rápida decadencia del poder imperial en favor de la creciente influencia de los Estados feudales. Entre estos últimos, Ss'f-ma Ts’ién menciona particularmente los de

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Ts’i, Ch’u, Ts’in y Tsin, que trataban cada vez más al empe­rador como una nulidad, y cuyos señores conservaban el mando cada cual en su esfera propia.

Es quizás característico el hecho de que bajo el reinado de P’ing-wang se efectuase un cambio importante en nuestras fuentes históricas. El ShtL-king termina aquí sus noticias sobre

los emperadores de Chóu, noticias que son una colección de documentos o discursos atribuidos a los reyes y otros persona­jes históricos y que contienen lagunas muy importantes durante largos períodos en los que no se registra nada notable. Leg- ge (113) dice respecto a estas omisiones del Shu-king:

“ Este hecho es suficiente para demostrar que Confucio no recopiló el Shu como una historia de su país, ni intentó siquiera suministrar los materiales para que dicha historia se escribiera. Su designio fué más bien el- de acumular documentos que de­

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mostraran el maravilloso poder y la inteligencia de los antiguos soberanos y estadistas que podían considerarse como modelos para las edades futuras; pero entre P’ing-wang y Mu-wang reinaron siete monarcas de la casa de Chóu, y es una cosa sor­prendente que ni un solo documento del reinado de ellos fuese incorporado al Shiir-Mng por Confucio.

” Es muy cierto que Wu-wang, el primero de los soberanos de Chóu, no tuvo ningún sucesor que se le igualara; y a no ser por su hermano el duque de Chóu la dinastía hubiese tenido un fin prematuro. Hubo después de K’ang-wang una constante degeneración, cuyos progresos se contrarrestaban de cuando en cuando, pero débilmente. El poder y la influencia pasaban con un constante progreso de la corte imperial a uno u otro feuda­tario, hasta que en la época del mismo Confucio los suceso­res de Wu-wang apenas si eran las sombras de un nombre sonoro y vacío.”

El traslado de la capital de P’ing-wang a Oriente marca una nueva época en la historia de la dinastía de Chóu. Los his­toriadores chinos hablan hasta aquella época del Si-chóu, es decir, del “ Chóu occidental” , y, después de P’ing-wang, del Tung-chóu o “ Chóu oriental” . Es una coincidencia notable que de aquella época date también el período descrito en otro libro histórico recopilado por Confucio con el título de Ch’un-ts’ iu, “Anales de Primavera y Otoño” , que no describe la historia de la casa de Chóu, siendo de la dinastía imperial, con tanta extensión como la de un Estado vasallo llamado Lu, que ocu­paba ciertos territorios al Oeste de la actual provincia de Shan- tung, y que es el país natal de aquel sabio. A pesar de todo, “ Los Anales de Primavera y Otoño” , contienen la historia de doce ducados de Lu, desde el año 722 hasta el 481 antes de J. C. Se Cree que Confucio los recopiló de crónicas que se refe­rían a la corte ducal de Lu. El texto principal de la obra se reduce a las más breves noticias de los principales aconteci­mientos, pero ha sido aumentada con tres comentarios ante­riores, el más notable de los cuales es el de Tso-k’iu Ming, un personaje de dudosa identificación, y que es muy posible que fuera un discípulo del mismo Confucio. Este comentario es co­nocido y muy citado con el nombre de Tso-chwan y constituye

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nuestra fuente principal del período tratado por “ Los Anales de Primavera y Otoño” . Este último apenas si contiene algunos detalles para constituir una historia, mientras que el comen­tario arroja una luz vivísima no sólo sobre sucesos relacionados con el Estado de Lu, sino también sobre la historia de otros Estados y de la casa imperial. El autor ha tenido un ímprobo trabajo para coleccionar informes aparte de las crónicas du­cales, de modo que Legge dice acertadamente de esta obra (114) :

“ Los sucesos y los caracteres de la época-pasan ante nos­otros como una viviente realidad. En ninguna historia antigua de otro país tenemos una pintura tan animada de un largo pe­ríodo de sus anales como la tenemos en Tso de los doscientos setenta años que abarca su obra.”

Existen otros dos comentarios sobre los “ Anales de Prima­vera y Otoño” , a saber: los de Kung-yang Kau y Kuliang Ch’i, que vivieron en el siglo V antes de J. C., pero ambos son, pro­bablemente, más recientes que el de Tso-k’iu Ming. Sin embargo, el Tso-chuan no sólo es el más completo, sino probablemente el que merece más confianza de los tres, aunque, como acontece con la mayor parte de las obras de la dinastía de Chóu, que vieron la luz después de los libros confucianos, ha pasado por el purgatorio del tratamiento filológico de los eruditos indíge­nas de la dinastía de Han, que son responsables de las inter­polaciones y adiciones fácilmente distinguibles de la substan­cia puramente histórica, como reflexiones filosóficas y predic­ciones ex post fado. Comparado con el comentario Tso-chuan, el mismo Ch’un-ts’iu aparece como una obra indigna de un gran historiador, y muchos dudan de que su autor sea Confucio. Si el gran sabio es realmente responsable de ella, debió tener mo­tivos especiales para dejarla con todas las imperfecciones seña­ladas por los críticos posteriores.

La gran reputación de que ha gozado la obra en todo tiem­po entre los eruditos chinos débese, al parecer, a la admiración personal que sentía la nación hacia su gran educador. Confucio no era escritor, y el Ch’un-ts’iu es la única obra cuya paterni­dad se le atribuye, si admitimos las dudas de que él pueda ser el autor del Shu-king y si consideramos su conexión con el Shi- king como meramente editorial. Su grandeza, como la de Só­

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crates, consiste más en su personalidad y en las enseñanzas difundidas entre sus amigos que en sus escritos, y si Men- cius (115) le atribuye el haber dicho : “La Primavera y Otoño es la obra que hará que me conozcan los hombres y también la que ha de ser causa de que me condenen” , es que alude con toda claridad a sus opiniones políticas y no al rango que ocu­paba como educador de la nación. Es muy posible que la obra no haya llegado hasta nosotros en su forma original. El pro­fesor Grube, en un juicioso ensayo sobre esta enojosa cuestión de la literatura china (11S), toma en consideración la posibili­dad de que tanto el Ch’un-ts’iu como su comentario el Tso-chuan fuesen escritos por Confucio; y si nos hacemos cargo de que el texto de la última fué tocado indebidamente por los editores de la dinastía de Han, las contradicciones que se hallan en ella de cuando en cuando no serán un obstáculo para que hagamos una benévola transacción.

X II . — G eografía del período de C h ’un-ts’iu(722-481 antes de J. C.)

Si echamos una ojeada al mapa de Alemania durante la guerra de los Treinta años y recordamos los cambios que se han verificado antes y después de aquel período en el espacio de unos dos siglos y medio, que es el mismo que abarca el período de Ch’un-ts’iu, comprenderemos la dificultad, por no decir la imposibilidad, de ofrecer en un mero cuadro sinóptico los numerosos Estados que estaban constantemente en guerra entre sí bajo el dominio nominal de la dinastía de Chóu. La geografía del Chóu-li con sus nueve provincias o chóu, que te­nían una semejanza tan grande con las divisiones del imperio bajo el reinado del Gran Yü, es cosa de juego si se la compara con aquella multiplicidad de Estados que empezaron a desarro­llarse desde muy humildes principios, llegando algunos a alcan­zar un vasto poderío, mientras que la vida de los otros era muy breve o veíase absorbida por la de sus vecinos. Su desarrollo en la historia puede trazarse por el Tso-chuan, pero como no afecta a la historia de China sino a la larga, sólo mencionaré

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los más importantes entre ellos. Los lectores que deseen más amplios detalles pueden hallarlos en la edición de Legge de los libros clásicos históricos.

El desarrollo de la supremacía en ciertos Estados que en­traban nominalmente dentro de la jurisdicción del emperador, débese probablemente en gran parte a su situación geográfica.

Recipiente de bronce para uso litúrgico, de la época de Chóu.

Los países que ocupaban la parte oriental del imperio se veían, naturalmente, privados de expansión por estar situados dema­siado cerca de las costas; los que se hallaban al Norte, al Oeste y al Sur, tenían la oportunidad de aliarse con rudos, pero beli­cosos vecinos, cuyos territorios procuraban apropiarse, ora fue­se por la persuasión, ora por la fuerza, y permitían que se amalgamara su población, difundiendo entre ellos la civilización china y aprovechándose al mismo tiempo de su espíritu gue­rrero. Los Estados a quienes más beneficiaba esta unión eran los de Tsin, Ts’in y Ch’u. (Los dos primeros nombres, tan pa­

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recidos en el sonido, no deben confundirse uno con otro: la inicial de Tsin (sin apostrofe) es relativamente suave, al paso que la de Ts’in pronúnciase con mucha fuerza, como si fuese aspirada). Los países representados por estos nombres eran casi vecinos y se extendían por todo el Noroeste del imperio de hoy. Tsin ocupaba la mayor parte de la actual provincia de Shan-si y la región adyacente de Chi-li, en la de Shen-si, que estaba situada cerca de la ribera opuesta del río Amarillo. El largo trecho de la región que estaba al Oeste y que comprendía el valle del río Wei con un gran número de lugares de la anti­gua civilización china, había ido convirtiéndose en dominio del Estado de Ts’in. Ambos estados habían tenido que combatir durante siglos por los chinos del interior contra sus enemigos del Norte y del Occidente, es decir, contra los hunos, que ya hemos mencionado con sus diversos nombres; y merced a esta lucha continua acrecentóse su poderío militar. Ya hemos visto cómo los antecesores de los emperadores de Chóu ocupaban también primitivamente un reducido territorio en la frontera occidental, y cómo el espíritu guerrero y la virtud de sus sobe­ranos se ejerció y fomentó luchando contra aquella corte indo­lente y voluptuosa de la decadente dinastía de Shang; y tam­bién cómo, desde humildes principios, los duques de Chóu se hicieron tan poderosos, que con ayuda de los hunos y otras tribus fronterizas se industriaron para poner a los Shang fuera de combate, encargando a su último vástago del reino de Corea, como príncipe vasallo.

Los Estados de Tsin y Ts’in y su poderoso rival en el Sur, el Estado de Ch’u, intentaron entonces, con el auxilio de los elementos extranjeros fronterizos, aprovecharse de la debilidad de la corte imperial para acrecer su poder. Quiénes eran esos extranjeros no es fácil de dilucidar. Si hablo de los vecinos de Tsin y de Ts’in llamándolos hunos, quiero que este término se entienda en su más amplio sentido. Los hunos que invadieron a Europa en la cuarta centuria después de J. C. deben conside­rarse, no como una unión de raza, sino política; los hunos, pro­piamente dichos, es decir, la raza predominante, probablemente, eran de origen turco, como los Huing-nu, sus antepasados del Este (117).

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Pero los Hiung-nu, como poder político, comprendían, ade­más de los elementos turcos entre las naciones asiáticas cen­trales, los antecesores de las razas que actualmente separamos de ellos por ser de origen mongólico y tungús.

Es muy probable que las diferentes tribus del Norte y el Oeste de China, cuyos nombres aparecen en la historia del pe­ríodo de Ch’un-ts’iu, fueran tan diferentes en raza y en len­guaje como lo son hoy día, y que sólo su vida nómada y cierta

Ataúd de madera policromada, con base de color blanco, gris y azul, éste último representativo del luto riguroso.

uniformidad de organización social las uniese en un grupo. En el Tso-chuan estos bárbaros septentrionales y occidentales apa­recen con diversos nombres, que hoy ocupan el lugar de los primeros Hun-yü y Hién-yün, los hunos de los períodos primi­tivos, con quienes han sido identificados por los historiadores chinos posteriores. Figuran en esta categoría las hordas descri­tas en el Tso-chuan, que son los Yung, los Ti y los I. Los Yung ocupaban especialmente el O., los Ti el Norte y los I el Este de los actuales dominios chinos. Nada sabemos acerca de sus rela­ciones con los habitantes de las comarcas más remotas del conti­nente asiático; y si tienen algo común con los primitivos escitas, que han llegado a ser más o menos imperfectamente conocidos en Europa, tal suposición no puede aventurarse más que como una

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conjetura. El que se los mencione con tan diversos nombres parece demostrar que en las épocas primitivas no formaban una unión política como realmente sucedió a fines de la tercera centuria antes de J. C., cuando Mau-tun — cuyo nombre he in­tentado explicar por medio de la antigua transcripción china del turco Bagathur, “ valiente” , “héroe”— , en su calidad de Gran Jan de la nación Hiung-nu, unió bajo su cetro a los tár­taros de todas las razas entre la Manchuria al Este, y el lago de Aral al Oeste.

Una vieja crónica latina, la Crónica Hungarorum de Juan de Turocz, que probablemente fué escrita hacia 1490, ha regis­trado una lista de treinta y siete nombres, que se dice repre­sentan a los antecesores del rey Atila (118). No sabemos las fuentes a que acude el autor, y la creencia general es que ha sacado los hechos de su propia imaginación. Esta era también mi opinión, hasta que comparé los nombres que se hallan en la crónica latina con los que figuran en una tabla genealógica de los reyes de Hiung-nu reconstruida según crónicas chinas: En­tonces vi que algunos de los nombres de la crónica, en sus lina­jes propios y en el mismo orden de sucesión, correspondían con las transcripciones chinas de los nombres de ciertos reyes Hiung-nu que estaban establecidos al Norte de China. La lista del autor húngaro llega hasta el trigésimo antecesor del rey Atila, y en un encabezamiento aparecen, según la inveterada costumbre de los autores medioevales, algunos nombres bíblicos. Si exceptuamos éstos, desde Noé hasta Nemrod, el primer nom­bre que tiene sabor indígena es el del trigésimotercero antece­sor del rey Atila, el cual, si calculamos por término medio treinta y tres años por cada generación, debió de vivir cerca del año 635 antes de J. C. Si queremos conciliar nuestro juicio con la buena fe del cronista respecto a los antecesores del rey Atila durante el período de Han, quizás no vayamos descaminados por lo que respecta a la dinastía de Chóu, hasta el extremo de suponer que al menos aquella porción de las tribus septentrio­nales, que eran consideradas como las hordas predecesoras de los últimos Hiung-nu, estaban gobernadas por reyes de la mis­ma familia. Ss'i-ma Ts’ién (Shi-ki, cap. CX, pág. 9) va mucho más lejos al asegurar que desde “ Shun-wei (su presunto pri­

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mer monarca, a quien se tiene por descendiente del emperador chino Yü) hasta T’ou-man (que suple probablemente la palabra turca Turnan o Turnan, “ diez mil” , el padre de Mau-tun, que murió en 209 antes de J. C.), transcurrieron más de mil años, aunque no pueda trazarse su genealogía. Esto nos llevaría al siglo XIII antes de Jesucristo, como período en el cual organi­zóse el poder real, a lo menos entre una parte de los hunos.

El nombre Yung, que se halla en el Tso-ehvxm, no es pro­bablemente sino otra forma de la raíz Hun o Kun, la cual, como hemos visto, ha revestido las formas más diversas en el trans­curso de la historia china; porque, así como a los Hién-yün y a los Hun-yü, etc., puede situárselos, según las indicaciones del Tso-chucm, en ciertas partes de los límites del Norte o del Occi­dente, límites que entonces estaban, sin embargo, mucho más cerca del centro del imperio de lo que lo estuvieron después. Una de las tribus, llamada Yung, durante varias generaciones hizo constantes incursiones en el estado de Su, la actual Shan- tung, y dícese que tuvo en otro tiempo su asiento en la actual prefectura de T’sau-chóu, al Sur del río Amarillo. Los Pe'i-yung o “ Sung septentrionales” , los Shan-yung o “Yung de la mon­taña” , cuyo nombre parece indicar que no ocupaban la estepa, y los Wu-chung estaban establecidos en Tsun-hua-chóu, a unas cien millas al Este de Pequín. Según el Tso-ckuan, los Yung del Norte hicieron una incursión al Estado de Chóng, al Norte de K’ai-fóng-fu, Ho-nan. Esta declaración del Tso-chimn (119) es importante, pues afirma que, mientras los chinos combatían en carros, los Yung no tenían más que infantes. Dice el Tso-chuan:

“ El conde de Chung los resistió, pero estaba inquieto por la naturaleza de sus tropas y dijo: “ Ellos son de infantería, ” mientras que nosotros tenemos carros. Me temo que se arro- ” jen repentinamente sobre nosotros.” Su hijo Tu dijo enton­ces: “ Haz que un cuerpo del ejército finja un ataque contra los ” ladrones y que luego emprenda rápidamente la retirada; al ” mismo tiempo coloca otros tres cuerpos en emboscada, que ” estén prontos a caer sobre ellos. Los Yung son ligeros, pero ” no tienen orden; son codiciosos y no se quieren entre s í; cuan- ” do conquistan, ninguno le cede el puesto a su camarada, y, si ” salen derrotados, ninguno piensa en salvar a otro. Cuando su

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1. Jovenzuela. En arcilla clara, sin esmalte. Época de la dinastía de Tang. Alto 19 cmts.

( D e la colecc ión d el M u s e o de M u n ic h ) .

2. Figurilla de hombre. Arcilla esmaltada en amarillo. Época de la di­nastía de Tang. Alto 24 cmts.

( D e la colecc ión d el M u s e o d e M u n ic h ) .

3. Figurilla de mujer. Arcilla esmaltada de marrón claro y verde. Época de la dinastía de Tang. Alto 63 cmts.

( D e la colecc ión d el M u s e o d e M u n ic h ) .

4. Esclavo a medio cuerpo. Arcilla gris con trazos de pintura. Época de Wei. Alto 30 cmts.

(D e la colecc ión d el M u s e o d el E x t r e m o O r ie n te , d e B e r l ín ) .

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” vanguardia presencie la victoria no pensará más que en avan- ” zar, y al seguir avanzando y caer en la emboscada, huirán ” aceleradamente. Los que estén a retaguardia no acudirán en ” su auxilio para apoyarlos, y entonces se mitigará tu ansiedad.” El conde siguió este plan. Tan pronto como la vanguardia de los Yung cayó en la emboscada, huyeron todos perseguidos por Chu-Tan, y su destacamento fué cercado y aniquilado en el frente y en la retaguardia, quedando destrozado por completo. El resto de los Yung huyó a la desbandada, poseído de gran pánico.”

La descripción de esta batalla, empeñada en el año 714 antes de J. C., demuestra que los Yung del Norte, que, según se decía, estaban entonces establecidos en Yung-p’ing-fu (Chí- li), peleaban sin caballos, y que esto era considerado como una desventaja por parte de los chinos, que combatían en carros. Después nos dice el Tso-chuan (120) que los Yung y los Ti cam­biaban continuamente de residencia y eran muy aficionados a trocar tierras por géneros. Esta flaqueza, si es que puede cali­ficársela así, fué probablemente el motivo de comprar los chinos sus territorios a los bárbaros y de empujarlos por último hasta la estepa mongólica, su última patria. También es probable­mente uno de los motivos por que los estados federales que ocupaban los límites colindantes con los bárbaros habíanse des­arrollado con tanta fuerza, comparados con los propios domi­nios del Emperador, que estaban situados en el centro del im­perio y ocupaban un territorio relativamente pequeño al Norte y al Sur del río Amarillo, cerca de la actual ciudad de Ho-nan- fu. Los estados de Tsin y de Ts’in tenían probablemente la parte del león en extensión territorial a expensas de sus vecinos los hunos. El estado de Yen, que ocupaba el actual Chi-li, era igual­mente afortunado; en cambio, otros estados como Ts’i, Lu, Wei,

J^Chu, Sung, Kü, etc., estaban cercados por el mar, y no podían crecer ni desarrollarse conquistando los territorios de los bár­baros. Esto mismo sucedió en mucho mayor grado, al tercero de los grandes estados feudales, el de Ch’u, que no debe con­fundirse con el Chu mencionado más arriba.

El estado de Ch’u estaba principalmente ocupado por los bárbaros meridionales conocidos con el nombre de Man, o Man-

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tzi, los manzi de Marco Polo. Su nombre como estado era el de Ch’u, el cual, como Tsin y Ts’in y todos los demás territorios que circundaban el dominio imperial, estaban más o menos bajo la jurisdicción nominal de “ El Hijo del Cielo” . En las escasísimas crónicas que se han conservado del reinado de Chau-

Campesinos chinos en la cosecha del arroz.

wang dícese que la región en que este indigno monarca encon­tró la muerte, al cruzar un río en 1002 antes de J. C., fué la del “ Sur” . Ssi-ma Ts’ién dice sencillamente que Chau fué al “ Sur” a un viaje de inspección y que no volvió por haber muer­to en el kiang, o río (121).

Los comentaristas posteriores, sin embargo, identifican “ el Sur” con el país de Ch’u; y como esta región estaba ocupada por entero, en un período mucho más reciente, por los bárbaros Man, podemos considerar esto como la primera mención de su

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país. En el comentario del Tso-chuan a los “Anales de Prima­vera y Otoño” se cita constantemente el estado de Ch’u con este nombre, pero en el texto principal llamósele King hasta el año 659 antes de J. C., que fué cuando le substituyó el nombre Ch’u. De la tradición conservada en los comentarios (122) pa­rece desprenderse que tal estado semi-bárbaro, si es que po­demos calificarle de esta suerte, estaba gobernado desde la más remota antigüedad por soberanos oriundos de China. Los jefes de Ch’u fueron al principio vizcondes, con el apodo de Mi, que significa “el balido del carnero” . Su linaje remóntase a los tiempos prehistóricos, pues dícese que esta familia descendía del emperador Chuan-hü (años de 2510 a 2433 antes de J. C.).

Esto tiene mucho de fabuloso; pero representantes de su raza son mencionados por su nombre, como antaño en las épo­cas de Wón-wang y Wu-wang, es decir, en la duodécima cen­turia antes de J. C., cuando el jefe de la familia llamábase Yü- hiung. Ch’óng-wang, el segundo emperador de la casa de Chóu, dió a su nieto Hiung I las tierras de King-man, es decir, de “ los bárbaros Man de King” , cuya capital era Tan-yang, situa­da en los alrededores de la actual ciudad de Ichang, en Hu-pe'i. Parece ser que, después de él, el nombre de familia de los sobe­ranos Man era el de Hiung, “ Oso” , y se cree que de tal nombre derivaba el de esta familia china (123).

En 887 antes de J. C. un tal Hiung-K’ü usurpó el título de rey, que después perdió durante algún tiempo, pero que recu­peró otra vez Hiung T’ung (conocido por King Wu) en 704 antes de J. C., el cual trasladó también su capital a Ying, cerca de la actual ciudad de King-chóu-fu (124). El gobierno de la familia de Hiung se extiende desde 1078 antes de J. C. hasta la extinción del estado de Ch’u por el de Ts’in en 223 antes de J. C. Que los cuarenta nombres mencionados en esta lista sean de los descendientes de una familia de origen chino, como lo indicaría el atribuirlos a la del emperador legendario Chun-hü, o que sean descendientes de una tribu aborigen de Man, no tiene importancia alguna.

Asunto es este que parece dudoso. Por una parte, el hecho de atribuir el linaje al emperador Chuan-hü no puede tener más valor histórico que el que tiene el del rey Atila en la Cró-

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nica Hungarorum de Juan de Turocz, encabezada como está por los nombres bíblicos de Noé, Jafet, Cush y Nemrod. El cronista húngaro únicamente condesciende en lo que puede lla­marse práctica europea de su época; los chinos también hicieron algo parecido, haciendo extensivas a algunos de sus antiguos em­peradores legendarios las genealogías de ilustres casas bárbaras.

Zapato de una doncella china de la antigüedad, cuya pequeñez la distinguía de sus congéneres de otras razas.

Hallamos semejanza perfecta en los grandes janes de los Hiung-nu, a quienes los chinos pintan como descendientes de su emperador Yü, y podemos probar con la historia china ante la vista que, dentro de las épocas históricas, los príncipes de la misma familia envanecíanse de su origen chino. Los sobera­nos del estado de Ch’u se identificaban, ciertamente, con su pueblo, al menos en ciertos pasajes del Shi-ki de Ss'i-ma Ts’ién (12B), donde Hiung K’ü, soberano de Ch’u durante algún tiempo en el siglo IX antes de J. C., justifica el nombramiento de sus hijos como “ reyes” de ciertos bárbaros Man en la región del Yang-tz'i, diciendo: “ Somos bárbaros Man, y no tenemos nada que ver con los títulos chinos” , lo cual se refiere al año 704 antes de J. C., cuando Hiung T’ung, contrariado del escaso

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agradecimiento que le había demostrado hasta entonces la corte imperial, se arrogó bajo su propia responsabilidad el título de “ rey” , ya que las circunstancias de entonces parecían justificar este acto. En una discusión que tuvo con Su adversario el prín­cipe de Sui, dijo clara y concretamente: “ Somos bárbaros Man” (Wo Man-i-yé). Chavannes (126) traduce estas palabras del mo­do siguiente: “ Je suis un barbare” ; pero parece ser que ambas interpretaciones pueden justificarse. De todos modos podía ha­berse llamado a sí mismo bárbaro, a pesar de su origen chino. Y aun llegó a decir: “ Ahora los príncipes del imperio están en un estado de rebelión tal, que invaden mutuamente sus terri­torios y se matan unos a otros” .

Al expresar su deseo de que el emperador le diera un ele­vado título, la corte rechazó su súplica, en vista de lo cual el jefe bárbaro recapitula así la historia de su casa: “ Mi ante­pasado Yü Hiung fué maestro de Wón-wang. Ch’óng-wang con­cedió a mis antecesores una baronía y les ordenó que vivieran en Ch’u, y todos los Man bárbaros le reconocieron como je­fe” (127). Esto puede indicar nuevamente que los príncipes de Ch’u eran oriundos de una familia china, y que podemos con­fiar en la genealogía detallada del capítulo de Ss'i-ma Ts’ién consagrado al reinado de Ch’u (12S), que no contiene ninguna alusión a los bárbaros Man hasta la época de Ch’óng-wang. El origen no bárbaro de esta genealogía está además confirmado con gran fuerza, si el linaje y los nombres dados por Ssi'-ma Ts’ién son exactos, por el hecho de que Yü-Hiung fué maestro de Wón-wang y uno de los escritores más notables del idioma chino en su época, y se le conoce como autor de un libro llamado Yñh-tzi, el “ Filósofo Yü” , que es muy posible que sea el ejem­plar más antiguo de la literatura china; más antiguo que el I-king, aunque las opiniones están divididas sobre este pun­to (129). Para formar una opinión respecto al desenvolvimiento cultural de los bárbaros, hay que tomar en consideración los hechos siguientes.

Los bárbaros Man estaban organizados en un Estado, go­bernado por una serie continua de príncipes, y formaban parte íntegra del imperio chino bajo la dinastía de Chóu. El terri­torio del Estado extendíase de los 23° de latitud septentrional

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al Norte del lago Tung-t’ing, y más allá al Sur. Durante aquel largo período de vida política efectuóse probablemente una ex­pansión territorial, puesto que nos encontramos con bárbaros que ocupaban todo el Sur y Sudoeste de China y las partes adyacentes del Tung-king. Poco después de la absorción del Estado indígena de Ch’u por Ts’in-shi-huang-ti (emperador de China en 221 antes de J. C.) vemos a un natural de la China del Norte, a Chau T’o, nombrado rey de los bárbaros Man. Según los indígenas, el Sur de China, en las actuales provincias de la costa y en los confines del Tung-king, era un desierto deshabitado en los albores de la historia, y los habitantes que se encontraron allí más tarde habían emigrado del Norte y del centro de China. La palabra Man, como término étnico, se pres­ta a confusión, y, para que no se entienda erróneamente, nece­sita ser bien especificado. El término Nan-man, “hombre sep­tentrional” , o “bárbaro” , comprende, en su más amplio sentido, naciones de afinidades enteramente distintas de las de aquellos bárbaros Man que formaban el Estado de Ch’u bajo la dinastía de Chóu; pero de la genealogía de las tribus del Sur y del Sudeste, reconstituidas según las fuentes chinas, despréndese que el Man de aquel Estado meridional del imperio de Chóu retrocedió, ante la extensión de la cultura china, hacia sus pos­teriores territorios meridionales, que se extendían más allá de los actuales límites de China, hasta lo más recóndito de la pe­nínsula malaya. Por consiguiente, es muy posible que las razas del tipo Man se estableciesen allí desde tiempo inmemorial, y que la idea china de que hubiesen inmigrado allí desde el Norte se originase del hecho de haber sido descubiertas, dentro de períodos históricos, en ciertas regiones del continente que an­tes se creían deshabitadas. Sin embargo, el espíritu vagabundo de ciertas tribus puede señalarse con toda claridad en la his­toria china, y la mejor prueba de esto puede verse, por ejemplo, en la historia de una de sus grandes divisiones, los bárbaros Liau, cuya residencia originaria estaba en Han-chung, al Sur de la actual Si-an-fu, desde donde se extendieron hasta más allá de la provincia de Ss'i-ch’an y más tarde llegaron hasta Kui-chóu.

En el siglo XII después de J. C., si no un poco antes, los

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La emperatriz Wu-Hau, real consorte del emperador Kau-Tsung, fué la primera mujer que gobernó la totalidad del territorio de la Antigua China. A la muerte de su esposo, no se contentó con ser la consejera obligada de sus hijos, los príncipes Chung-Tsun y Yui-Tsung, sino que desterrando a éstos, se proclamó en Emperatriz de la China.Su administración fué acertada, y sus expediciones militares contra las tribus de los tunguises le dieron una fama tan extraordinaria entre el pueblo del Imperio, que aún después de haber sido derrocada por su hijo Chung-Tsun, en el romancero vernáculo, su figura cobraba contornos mitológicos.Buena parte de la literatura de esa época se basa en la actuación de esta extraordinaria mujer, que de simple cortesana se elevó a la más alta dig­nidad imperial dando un singular brillo a la actuación de la dinastía de Tang.

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hallamos divididos en más de cien tribus al Sudoeste del río Yu-kiang cerca de los límites de Tung-king (13°). Según una antigua leyenda, un bárbaro Man, llamado P’an-hu, ayudó al emperador Ti-k’u (2432 antes de J. C.) procurándole la cabeza de su enemigo, un jefe de los K’üan-yung, por la cual el sobe­rano le dió, entre otras recompensas, la mano de su hija. Este P’an-hu llegó a ser el antecesor legendario de numerosas tribus bárbaras del Sur, entre las cuales figuraban los Miau-tz'i, según ciertas narraciones. Por lo tanto, no existe la menor base his­tórica para dicha historia popular; pero la leyenda parece se­ñalar cierto parentesco primitivo entre los bárbaros Man y la raza china, a la cual, guerreando contra otros vecinos, presta­ron ayuda los hunos (131). Ora admitamos que las tribus de la parte Norte de la península de Malaca emigrasen a ésta de los confines de China o que estuviesen establecidas allí desde tiem­po inmemorial, lo cierto es que se verificaron en el territorio chino algunas incursiones de Norte a Sur; que sus antepasados fueron vasallos del Estado de Ch’u durante la dinastía de Chóu; que, por consiguiente, debieron participar hasta cierto punto de los beneficios de la civilización china, y que las que estaban antes unidas al Estado de Ch’u pueden haber sido las transmi­soras o el vehículo de ciertas huellas de la influencia china que se observan no sólo entre los primitivos miembros del Estado de Ch’u, como uno de los territorios confederados de China bajo la dinastía de Chóu, sino también entre sus vecinos meridio­nales de la península de Malaca. Estas influencias chinas pue­den haber existido en épocas anteriores sin que dejaran huellas en sus crónicas.

El único legado que nos ha transmitido la vieja cultura de los Man consiste en un corto número de antiguos tambores de bronce que ostentan adornos en su superficie exterior y al­gunos de los cuales son de origen chino; al paso que otros ejemplares, y probablemente los más antiguos de entre ellos, cualquiera que sea la época a que pertenezcan, han sido desde hace muchos años un problema no resuelto todavía.

Los lugares donde se han hallado estos tambores (ya sea

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en las tumbas de antiguos jefes Man o entre anticuarios chinos, ya en algún paraje de la península malaca), y lo que los indí­genas han dicho en sus crónicas respecto de ellos, me inclinan a incluir en un grupo a todas las tribus aborígenes que han usado los tambores de bronce como instrumentos de autoridad o de adoración bajo el nombre común de “ pueblos de los tam­bores de bronce” .

Implementos y armas utilizados por las tropas en la antigüedad.

El área geográfica en que dichos instrumentos se usaron antes o se han usado hasta nuestros días se extiende desde la región del Yang-tz'i, al Norte, hasta más allá de todo el Su­doeste de China, incluso algunas comarcas de la provincia de Kuang-tung, en el interior de la península malaya, y algunas is­las del archipiélago. Las naciones que pueden agruparse en esta denominación común de “ pueblos de los tambores de bron­ce” deben dividirse en una sección septentrional y otra meri­

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dional. La primera, que comprende las varias denominaciones de los bárbaros Man y los Miau-tzi y que se extiende por la parte del Sur hasta los actuales límites de China, apenas ofrece dificultad respecto a su antiquísima conexión con la civiliza­ción china al través del Estado de Ch’u. Puede demostrarse que varias tribus de bárbaros Man del Sur de China emigraron a sus patrias adoptivas desde el antiguo territorio Ch’u dentro de los períodos históricos, y la antigua leyenda del destierro del San-miau refiere que tanto los Miau-tzi como otras tribus aborígenes, entre las cuales, probablemente, incluyese a los tan- gutanos del Noroeste de China, se establecieron en el centro de China en remota antigüedad. A la sección meridional, que comprende varias tribus de la península malaya, no se la pue­de, que yo sepa, situar en el antiguo Estado de Ch’u, y si emi­graron del Norte al Sur debió de ser en los períodos prehis­tóricos.

Es difícil afirmar si existen afinidades de raza entre las varias naciones de los tambores de bronce. Parece ser, sin em­bargo, que se ven huellas de la influencia china en los adornos de los más antiguos descubrimientos, ya que uno de sus ele­mentos principales es la figura más o menos convencional de un pájaro inmóvil o volando, el cual puede ser únicamente identificado con la garza real del Sur de China, otro antiguo emblema tradicional del tambor de piel. La sección meridional puede haber sido también influida en su cultura por la India, j . por último, no es tampoco difícil que los Man y otros bár­baros hayan añadido rasgos de su propia invención al adorno tradicional de origen indio o chino. Así ha ocurrido, probable­mente. respecto a las figuras de ranas o sapos trazados eti la cara de dichos instrumentos que corresponde a la piel de los tambores ordinarios. Dichas ranas, que se hallan en algunos de los ejemplares más antiguos descubiertos en el Sur de Chi­ta , han de considerarse como el tótem de los bárbaros de Kuang- ! ■ ( Kuang-si, etc., etc., pues en un pasaje de los anales de l i a r te china del año 112 antes de J. C. (132) se alude a los Mataros habitantes del antiguo Estado de Nanyüé, con el nom- tae ét ranas o sapos.

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Rodeado por sus estados federales, el dominio propio im­perial de Chóu era un estado relativamente pequeño situado en la que es hoy provincia de Ho-nan. El poder del emperador, durante el período de Ch’un-ts’iu, fué haciéndose cada día más nominal, y el mismo Ch’unAs’iu, como se ha explicado más arri­ba, no describe la historia de los emperadores de Chóu, sino la de los príncipes de Lu. La historia de los demás estados, aunque mucho más importante desde el punto de vista político, tiene que ser reconstituida sobre las abundantes amplificacio­nes contenidas en el Tso-chuan. La descendencia de los empe­radores de Lu está representada por treinta y ocho nombres que van del año 1122 hasta el 249 antes de J. C.

Las crónicas del Ch’un-ts’iu referentes a la historia de Lu comienzan con el décimoquinto soberano de aquel estado, el duque de Yin, en 722 antes de J. C. El texto principal del Ch’urv-ts’iu relata los acontecimientos históricos desde el punto de vista local de Lu, año por año, bajo los doce duques siguien­tes hasta el décimocuarto año del duque Ai, hacia el 480 antes de J. C., y los comentarios llegan hasta una generación después. Teniendo en cuenta que, como es natural, cada estado federal tuvo, en una u otra época, una historia más importante que la de la casa imperial, me propongo continuar mi relato, allí don­de lo dejé, es decir, a la muerte de P’ing-wang, con los sucesos más dignos de mención que acaecieron en la época de sus suce­sores los emperadores de Chóu.

X III . — H u an -w a n g(719-697 antes de J. C.)

Huan-wang, nieto de P’ing-wang, trató en balde de afir­mar su autoridad entre los estados litigantes. Su reinado dis­tinguióse por las constantes luchas entre sus vasallos, y sus tentativas para restablecer el orden fracasaron en varias oca­siones. Huan-wang murió en el vigésimotercer año de su adve­nimiento, y le sucedió su hijo mayor, Chuang-wang.

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EL SIGLO DE LOS “ C IN CO CAU D ILLO S” (685-591 antes de J. C.)

I. — C huang-w ang(696-682)

Hubo algunos obstáculos, en cuanto a la sucesión al trono, por haberse declarado el mismo emperador a favor de su se­gundo hijo; pero, gracias a los esfuerzos y diligencias del mi­nistro Sin-po, triunfó al cabo la sucesión legítima. Las intrigas de la corte terminaron con una tentativa para asesinar al em­perador en 694 antes de J. C., tentativa que hizo abortar con mucha fortuna Sin-po. El príncipe rival huyó a un estado del Norte, y su caudillo principal, Hei-Kién, el Duque de Chóu, fué decapitado. Durante el año precedente (3 de octubre de 694) regístrase un eclipse en el texto principal del Ch’un-ts’iu.

Bajo el reinado de Chuang-wang hemos de mencionar el poderío temporal, pero considerable, de uno de los estados fe­derales más reducidos, el de Ts’i, que ocupaba el Nordeste de la actual provincia de Shan-tung, con una parte de la costa, y toda la orilla izquierda del curso inferior del río Amarillo. La fortuna política de dicho estado data de la sabia administra­ción del duque Huan, que gobernó, como décimoquinto sobe­rano, desde el año 685 hasta el 643. La próspera suerte del duque Huan debióse en absoluto a los excelentes consejos de su primer ministro, el filósofo Kuan-tz'i, conocido también por los nombres de Kuan Chung y Kuan-i-wu. Kuan-tz'i se gana nuestra simpatía por haber suministrado un ejemplo sin rival en la historia de las naciones, y fué que supo aplicar el razo­namiento científico a las tareas prácticas del estadista. El mó­vil principal de su política fué el desarrollo económico de la nación, y al aplicar sus teorías a la vida del estado hizo más en favor de su país que muchos de los consejeros oficiales de los emperadores y príncipes, anteriores y posteriores a él. Si el lector desea detalles y noticias circunstanciadas de su vida y de sus doctrinas, debe recurrir a la excelente monografía deG. von Gábelentz: Vorbereitendes zur Kritik des Kuwro-tzi (13S).

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Sus teorías han sido recogidas en un libro que ha llegado hasta nosotros, con el título de Kucm-tzi, “ el filósofo Kuan” , y que fué impreso como obra separada y como una de las series en que se incluye a los diez, filósofos menores de la antigüedad.

Las opiniones se han dividido acerca de su paternidad, pero algunas autoridades en la materia, tanto del país como extranjeras, sostienen que fué recopilado durante la dinastía de Han. Giles (1S4) lo califica de “ una de las numerosas falsi­ficaciones de las épocas siguientes” ; pero yo me siento incli­nado a creer lo mismo que Grube (135), quien considera el asun­to de su texto como contemporáneo. En efecto, si comparamos la sabiduría de que dió pruebas Kuan-tzi en su gobierno con lo que leemos en el ChóvAi concerniente a las instituciones del gobierno chino durante la dinastía de Chóu, no hay motivo al­guno para dudar de que el método casi moderno de derivar la acción política del razonamiento filosófico no necesita ser con­siderado como un anacronismo en vista del profundo interés con que la parte inteligente de la nación se consagró a los pro­gresos de la vida oficial desde los primeros soberanos Chóu. Los consejos dados a su duque por Kuan-tzi han llegado a ser un modelo de la prudencia gubernamental para los funcionarios chinos. De esta suerte Kuan-tzi, en virtud de las medidas que adoptó en el estado federal de Ts’i, llegó a ser el autor de ins­tituciones importantísimas para todo el imperio durante su ul­terior desarrollo económico; por ejemplo, en lo que se refiere al monopolio del hierro y de la sal. Si tenemos en cuenta que vivió en los primeros tiempos de la Roma real y que su obra, que ocupó toda su vida, fué realizada antes de que naciese el ateniense Solón, Kuan-tzi puede jactarse de haber suministrado el verdadero tipo del estadista en el moderno sentido de la pa­labra, puesto que supo fundamentar en hechos sus ideas sobre administración gubernamental. Además, por sus esfuerzos per­severantes en reducir estos hechos a una fórmula numérica, puede ser considerado, en el verdadero sentido de la palabra, como el estadista más antiguo de todas las naciones, mereciendo que se califique de estadístico, en todos conceptos, el método que adoptó para persuadir al monarca a que introdujera los impuestos sobre el hierro y la sal.

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El duque, en una conversación con Kuan-tzi, le consultó sobre asuntos de gobierno, y él le aconsejó que hiciera tributar al hierro y a la sal, que hasta entonces no habían sido fuentes de ingresos públicos. “ ¿Cómo va a hacerse eso?” , inquirió el duque, a lo cual replicó el filósofo: “ En una familia que se

Comerciante de la Antigua China, luciendo su atavío característico ysus maletas de viaje.

componga de diez individuos, bien habrá diez consumidores de sal; en una familia de ciento, bien habrá cien consumidores. Un hombre adulto consume cinco cuartillos o cuando menos la mitad de dicha cantidad al mes; una mujer adulta, tres cuar­tillos o cuando menos la mitad; un niño, dos cuartillos o cuando menos la mitad. Este es el término medio para el consumo de la. sal” . Kuan-tzi continuó su razonamiento, calculando el con-

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sumo según este término medio, no conocido en su época, para todo el país. “ En un país de diez mil carros — dijo— el número de consumidores puede calcularse en unos diez millones” . El filósofo recomienda que se les imponga a dichos consumidores de sal un impuesto, que nadie podría eludir.

Haciendo un cálculo semejante, recomendó la introducción de un impuesto sobre el hierro que se produjera en el país. Los funcionarios encargados de las fundiciones de hierro emitieron el informe de que cada mujer en el país debía tener una aguja y un cuchillo y de que cada labrador debía tener un arado, un azadón y una cacerola, un carro, un hacha, etc.; y siendo todo esto necesario para la vida, debía ser una fuente regular de ingresos públicos. Esta conversación de Kuan-tzi con el duque condujo a la institución de los monopolios del hierro y de la sal, los cuales no sólo rindieron los deseados ingresos, sino que también fueron un gran estímulo para que los gobiernos hicie­sen todo lo posible a fin de fomentar, a la par que la produc­ción, el consumo. Todos sabemos que la industria del hierro revistió en China enormes proporciones durante las siguientes centurias. El hierro chino debía de ser de una calidad superior, pues no sólo los países del Asia Central proveíanse en el remoto Oriente, sino hasta el mercado romano, según lo que sabemos por Plinio, el cual dice que de todo el hierro que iba a Roma el chino (sericum ferrum) era el mejor. La sal de la costa de Shan-tung, durante la dinastía de Chóu, no sólo se consumía en el país de Ts’i, sino que también los Estados de Liang, Chóu, Sung, Wei y Tu-yang, como es sabido, pasaban verdaderos apu­ros cuando no llegaba de Ts’i la acostumbrada provisión; esto sin contar con los pueblos limítrofes, como los hunos, que de­pendían en absoluto de aquella fuente de producción. El mono­polio de la sal introducido por Kuan-tz'i llegó a ser de esta suerte una fuente de inmensa riqueza para el Estado de Ts’i y la base de un sistema regular de administración, conocido desde enton­ces con el nombre de yen-fa, “ el método de la administración de la sal” . Al parecer no hay documentos que demuestren que existió un sistema parecido en otras partes de la costa durante la dinastía de Chóu; pero los relatos indígenas de donde he sacado yo mi información demuestran que los ingresos del Es­

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tado proporcionados por los monopolios del hierro y de la sal subieron durante la dinastía de Ts’in (255-205 antes de J. C.) veinte veces más que la cantidad obtenida durante el período de Chóu (l8S).

Estos no son más que algunos ejemplos importantes de las reformas gubernativas introducidas por Kuan-tz'i. No hay que decir que el desarrollo económico del pequeño Estado pudo transformarse, en manos de un hábil administrador, en un ex­celente instrumento por medio del cual el poder político se im­puso a los Estados rivales que durante muchas generaciones tuvieron que depender para su abasto de la industriosa Ts’i. Las discusiones sobre asuntos políticos y económicos extendían­se en la obra de Kuan-tzi a todas las cuestiones posibles de go­bierno, y aun admitiendo que una gran parte del texto que existe puedan ser muy bien interpolaciones, no es probable que las doctrinas atribuidas a Kuan-tz'i broten por entero de la ima­ginación de los recopiladores de Han. Como indica Grube, Ss'i- ma Ts’ién manifiesta que los descendientes del filósofo disfru­taron de altos destinos, como propietarios de feudos, durante más de diez generaciones sucesivas, y que esto puede explicar por qué la memoria de Kuan-tzi, en la forma de la obra que lleva su nombre, fué conservada con tanta piedad en las cró­nicas familiares.

La gran prosperidad del Estado de Ts’i, debida en un grado máximo a los consejos de Kuan-tzi, inició un período que duró cerca de un siglo, y en el cual varios grandes Estados feudales empiezan a florecer. El duque Huan de Ts’i abre la serie de los cinco grandes caudillos cuyo poder eclipsó al del Hijo del Cielo y que fueron, uno en pos de otro, los verdaderos sobera­nos de China. A dichos caudillos se los conoce con el nombre fe icu-pa, “ Los cinco poderosos caudillos” o “ tiranos” , inter­pretando esta palabra en el sentido original “del que retiene el z :-der, no por el derecho, sino por la fuerza” . Los cinco Estados predominantes fueron los de Ts’i, Sung, Tsin, Ts’in y Ch’u, y sus soberanos fueron: el duque Huan de Ts’i (685-643) ; el d-que Siang de Sung (650-637) ; el duque Wón de Tsin (636- ■52 c i : el duque de Mu de Ts’in (659-621) ; y el príncipe o rey, rruang de Ch’u (613-591).

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La historia de las guerras intestinas sostenidas durante este período en que se luchaba por el poderío supremo, está detallada en el Tso-chuan. No puede ser más novelesca, pero ha dejado huellas muy profundas en el corazón de los chinos. Nadie supo compendiar los principales acontecimientos de aquel interesante período como el difunto Dr. James Legge, que aca­baba de terminar precisamente su gran edición de “ Los Anales de Primavera y Otoño” , cuando en una conferencia que dió en Hong-kong en marzo de 1873 (137) trazó un encantador boceto de los que él llama “ Dos héroes de la Historia China” . Estos dos héroes que el venerable conferenciante presentó a su audi­torio fueron el duque Huan de Ts’ i y el duque Wón de Tsin, el primero y el tercero de los “ Cinco Caudillos” respectiva­mente. Voy a dejar que el Dr. Legge reanude el hilo de la his­toria allí donde yo la interrumpí al describir las relaciones en­tre Huan y su gran ministro Huang-tzi.

“ Dos HÉROES DE LA HISTORIA CHINA”

” Huan y Kuang-tzi tomaron en primer lugar medidas para acrecer los recursos de Ts’i, y luego procedieron a cultivar la buena voluntad de sus vecinos. Aumentaron los territorios, fo­mentaron las industrias, ordenaron los impuestos y desplegaron una política de tolerancia y de generosidad en las relaciones exteriores. El resultado natural de esta manera de proceder fué que se convirtieran en el amparo de todos los fugitivos y en los protectores de todos los débiles y oprimidos.

” Poco a poco fué reconocida su superioridad, y Huan, siem­pre que se presentaba una ocasión propicia, congregaba a los otros príncipes y los comprometía por medio de un pacto a observar las leyes de Chóu y a disponer medidas comunes con­tra la injusticia. Poco a poco el rey de Chóu (es decir, el em­perador) reconoció la posición que el mismo Huan se había labrado y le dió el título de “ Presidente de los Pactos” , otor­gándole al mismo tiempo el derecho de tratar, con todos los va­sallos disidentes, en nombre del rey. Tuvo muchos conflictos con las tribus bárbaras que se establecían sin derecho entre

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los Estados feudales y ocupaban el país más allá de éstos, y quebrantó sobremanera su poder. En 660 (661) él y su minis­tro Kuan-tzi dirigieron una gran expedición contra las tribus del monte Yung, que habían sojuzgado el Estado o marquesado de Yen, situándose al Este de Ts’ i y extendiéndose casi hasta la actual capital de China, hacia los grandes desfiladeros. Sería motivo de una larga conferencia el describir todas las peripe­cias que sufrieron y la perseverancia con que lucharon hasta obtener el triunfo en su país, que era en aquella época un bos­que virgen o un inmenso desierto, sin agua, sin alimento de ninguna clase. La expedición fué una victoria continua; los caudillos de la montaña de Yung y de otras tribus fueron ani­quilados por completo, y las mismas tribus destruidas o disper­sadas sin esperanza alguna de desquite. El marqués de Yen no supo cómo demostrar su gratitud al libertador. No decidiéndose a separarse de él, lo escoltó hasta más allá de los límites de su Estado, a poco más de treinta millas de Ts’i. “ Habéis quebran- ” tado — le dijo Huan— las leyes que prohíben que un príncipe ” cruce las fronteras de su Estado, a no ser para el servicio de ” su rey. Pero eso no debe importaros, y yo desde este momento ” os cedo todo el trayecto de mi territorio que acabamos de re- ” correr” . Muchos escritores chinos aseguran que hizo mal, “ porque él no tenía derecho a ceder a otro ni un solo palmo de ” su tierra sin el consentimiento del rey” ; en cambio dicen otros: “ Quizás hiciera mal, pero su acción errónea demuestra ” la nobleza de su corazón y la magnanimidad de su ánimo” .

” De todas las expediciones que emprendió Huan, la más grande fué la de 655 (656) contra el gran Estado de Ch’u, en el Sur. Los señores de éste no tenían más que el título de viz­condes, otorgado por los reyes de Chóu, pero hacía tiempo que habían usurpado el título de “ rey” y se negaban a reconocer su vasallaje. Los Estados feudales propios de China y los reyes vivían en constante inquietud a causa de las invasiones de Ch’u, que año tras año iba adelantando resueltamente en su territo­rio. Era evidente que, a menos que se le infligiera una seria derrota, acabaría aquel Estado por invadirles la tierra central con su población y sus costumbres bárbaras. Kuan-tz'i había previsto hacía ya tiempo que para coronar su obra guberna-

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mental debía contrarrestar los progresos de aquel poderío. Du­rante algunos años, hiciéronse preparativos para una expedi­ción contra Ch’u ; y cuando todo estaba ya a punto, buscóse la ocasión para arrojarse sobre él y sorprenderlo.

” Según parece, su deseo se realizó del modo siguiente. La dama favorita del duque Huan era una hija de la casa de T’sai, el más meridional de los Estados feudales y el situado más cerca de los territorios de Ch’u. Cierto día estaba solazándose con ella en un bote, en el lago, aunque le tenía mucho miedo al agua; y la dama burlábase de esta debilidad, moviéndose todo cuanto podía para hacer balancearse la embarcación. El duque encolerizóse mucho, y ordenó a su favorita que se estu­viese quieta, pero ella no le hizo caso y acabó de enojarle co­giendo agua con ambas manos y arrojándola sobre él. El resul­tado fué que Huan la devolvió a su padre, quien no tardó en encontrarle un nuevo marido. El duque recibió esto como una grave ofensa, y con el propósito de castigar al marqués de Ts’ai, en el año que he mencionado, convocó a todas las fuerzas de sus Estados y de otros siete Estados más, que marcharon hacia el Sur. El verdadero objeto era caer sobre Ch’u; sin em­bargo, este Estado se había apercibido también para la lucha, pues un eunuco favorito del harén de Huan había vendido el secreto de la expedición, así es que las fuerzas de los aliados encontráronse con las de Ch’u en la actual Hü-chóu de la pro­vincia de Ho-nan. Parecía inminente una gran batalla, pero ambas partes tuvieron miedo de correr el albur. El rey de Ch’u reconoció que había faltado no mandando el debido tributo a Chóu, y prometió la enmienda; y después de haber hecho un convenio, ambos ejércitos se retiraron. Fué una vergüenza que terminara así una expedición tan formidable, pero Ts’i fué el que llevó la mejor parte. El temible Ch’u fué amenazado y obli­gado a emprender la fuga, y toda China respiró más libremente y entonó alabanzas en loor del duque Huan.

” No mencionaré más que otra hazaña de nuestro héroe. Habiendo oído decir, en 654 (655), que había muchas desave­nencias en la familia real y que el rey intentaba degradar a su hijo mayor, que había sido declarado heredero del trono —procedimiento que hubiera producido graves desórdenes y de-

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El emperador recibe al pueblo en su palacio.(Relieve de una cámara mortuoria descubierta en la provincia

de Shan-Tung).

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sastrosas consecuencias como un precedente para los demás Estados— , Huan dijo que esto debía impedirse, y a este fin convocó a una reunión de los Estados en cierto paraje del ac­tual departamento de Kui-tó, en Ho-nan, suplicando que asis­tiera también el príncipe heredero, queriendo que los Estados reconocieran públicamente al príncipe como a su futuro rey. El monarca reinante no pudo oponerse al deseo de un noble tan poderoso, y mandó a su hijo a la asamblea, aunque interior­mente muy descontento y enojado, y la estratagema surtió efecto. En 651 (652) el rey (Hu-wang) murió y el príncipe heredero Siang-wang ocupó su puesto; y al año siguiente Huan convocó otra asamblea en la provincia de Ho-nan, en el depar­tamento de K’ai-fong, como una manifestación de lealtad al nuevo soberano. A dicha asamblea mandó el rey a su primer ministro con una porción de la carne que acostumbraba sacri­ficar poco antes al fundador de su dinastía; esto era para el duque Huan un don especial del favor regio, y no tuvo más remedio que aceptarlo con obediente reverencia. El duque es­taba a punto de bajar de la presidencia para hacer acto de sumisión, cuando el ministro del rey dijo en voz alta: “ El Hijo ” del Cielo me ha encargado que, en consideración a los setenta ” años de su tío, le otorga la excepcional distinción de que no ” baje de la presidencia a hacer acto de sumisión” . “ La Majes- ” tad del Cielo — replicó nuestro héroe— no está lejos de mí. ” ¿Debo yo, acaso, Siau-pi (así se llamaba el duque), atreverme ” a ambicionar este favor del Hijo del Cielo y no bajar para ” prestar obediencia?” Y habiendo dicho esto, bajó los peldaños y recibió el don con humilde homenaje.

” Mencius nos ha conservado los cinco artículos del conve­nio que se hizo en aquella asamblea. El primero era: “ Mata al ” hijo que no reverencie a sus padres; no cambies por otro al ” hijo a quien hayas nombrado heredero; no eleves a una con- ” cubina al rango de esposa” . El segundo: “ Honra al hombre ” digno y conserva y sostén al hombre de talento para que pre- ” mié al virtuoso” . El tercero: “ Respeta al anciano y sé bon- ” dadoso con el joven. No te olvides de los extranjeros ni de los ” viajeros” . El cuarto: “ No hagas los cargos hereditarios y ” no permitas que los funcionarios posean dos o más destinos.

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’ Ningún gobernante (sin la autoridad del rey) debe condenar ■’ a muerte a un alto funcionario” . Y el quinto: “ No sigas la ” aviesa política de poner diques. No impongas restricciones a ” la venta de granos. No hagas promociones sin consultarlas ” antes con el rey” . Y para terminar se decía: “Todos los que ” hemos hecho este convenio sostendremos desde ahor¿ relacio- ” nes amistosas” (13S).

” E1 duque Huan, como ya se ha dicho, tenía cerca de se­tenta años, y su carrera estaba ya próxima a terminar. En 645 (646) murió su gran ministro, Kuan-tz'i, que conocía los defectos de su señor tan bien como sus buenas cualidades, y estando ya a punto de expirar le advirtió de los peligros a que se exponía por confiar demasiado en indignos favoritos, de los que los principales eran su cocinero y el jefe de los eunucos. Se cuenta que el primero se ganó su confianza por medio de un acto monstruoso. El marqués era muy aficionado a los pla­ceres de la mesa, y estando un día hablando con el cocinero, que era un gran artista, acerca de los platos que había sabo­reado, le dijo chanceándose: “ Me gustan mucho el cabrito y el ” cordero, la ternera y el lebrato; lo que no sé es a lo que sabe ” un niño. No he probado nunca ese plato” . Al día siguiente le sirvieron una carne muy tierna que tenía un sabor exquisito. ¿Qué podía ser, cordero o ternera? Sin embargo, era mucho más sabroso. Llamó al cocinero y se lo preguntó, y éste res­pondióle que, a causa de sus observaciones del día anterior, había matado a su propio hijo, lo había aderezado y se lo había servido en la mesa. El marqués, indignado, despidió al artista. Luego, a causa de la repugnancia que le entró, devolvió lo que había comido; pero, después de haber reflexionado, pensó para sí: “ Ese hombre me es fiel, pues ha matado a su hijo a causa “ de mis insensatas palabras” . El cocinero fué repuesto y con­servó su favor. Pero el ministro razonaba de otro modo, y le d ijo : “ Si el cocinero pudo matar a su hijo para agradaros, ¿qué "n o sería capaz de hacer si, atentando contra vuestra vida, "lograba satisfacer su ambición?” El marqués, sin embargo, no quiso seguir su consejo, y, cuando Kuan-tzi murió, ya en la chochez de la edad, cayó enteramente en manos de sus indignos parásitos, teniendo una muerte miserable en 642 (643).

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"Había sido tan aficionado a los placeres del harén como a los de la mesa, y tenido con cinco mujeres diferentes sendos hijos, todos los cuales llegaron a la edad adulta y tenían vivos deseos de sucederle, y sus madres conspiraban con los favoritos y altos funcionarios, cada cual deseando el trono para su hijo. Sus servidores, descuidaron por completo al marqués en su en­fermedad; inventaron la noticia de que quería estar solo y le dejaron perecer de hambre en su palacio. Uno de sus hijos fué elevado por ellos al marquesado, mientras que los otros, según se cuenta, se enfurecieron como cachorros felinos. En la con­fusión que se produjo, el cadáver del poderoso presidente per­maneció varios meses insepulto, para ser inhumado, por último, con una multitud de mujeres a quienes, según la bárbara cos­tumbre, se enterró vivas con él para que fuesen sus servidoras en el otro mundo. Así se desvaneció la gloria del duque Huan. Sus hijos continuaron en la discordia, y cuatro de ellos llegaron al marquesado, pasando cada uno sobre el cadáver de su her­mano. La presidencia de Ts’i fué derrocada entre los Estados, y hemos de descender la corriente de la historia china unos trescientos años, antes de volver a encontrarla en todo el pode­río a que la había elevado Huan, aunque su nombre sobrevi­vió y sobrevive todavía para “ sacar una moraleja o adornar ” un cuento” .

” Debo pasar aceleradamente a mi otro asunto, al duque de Wón, de Tsin (139) . Ya he dicho que la presidencia de Ts’i pere­ció con Huan y su ministro Kuan-tzI. Sin embargo, la idea de semejante institución se había hecho familiar en todo el reino, y un príncipe tras otro esforzáronse en sostenerla para sí y para sus Estados, pero fué en vano. El manto de Huan cayó finalmente sobre los hombros del marqués de Tsin (l4°).

” Para encontrarle tenemos que ir desde el Este al Oeste de la China de entonces, de Shan-tung a Shan-si. Allí un her­mano menor de la familia de Chóu había sido elegido (en 1107 antes de J. C. y poco después de la elevación de la dinastía) soberano del Estado de Tsin, en el actual departamento de T’ai- yüan. Al principio este territorio fué reducido, y durante un largo espacio de tiempo continuó en el mismo estado; pero no bien se hubo consolidado a sí mismo, interiormente, su situación

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proporcionóle muy a menudo ocasión para ensancharse y au­mentar su población, reduciendo y absorbiendo a las tribus ve­cinas que vivían al Norte y al Este. Poco después de nombrado Huan marqués en Ts’i, cierto Kui-chu, conocido en la historia por el duque de Hién, obtuvo la misma dignidad en Tsin, con­servándola durante veintiséis años (676-651 antes de J. C.). Era un hombre sin mérito alguno; pero su gobierno no estuvo desprovisto de rigor, y aumentó su territorio subyugando otros

Pulseras en espiral trabajadas en oro labrado con motivos zoomorfos.

más pequeños de los alrededores, los cuales reconocieron el suyo por el más civilizado de todos los Estados del Este y como un miembro importante del reino feudal. Tuvo tres hijos de dife­rentes mujeres; todos crecieron, y el mayor de ellos fué reco­nocido como heredero de su Estado. El segundo, en quien vamos a ocuparnos ahora, llamábase Ch’ung-ir y en el año 671 (672) había sometido una tribu salvaje llamada de los Li-yung, lle­vándose consigo a la hija del jefe, que era una joven de extraor­dinaria hermosura. Habiéndola encerrado en su harén, lo mismo que a una prima suya, enamoróse perdidamente de los encantos

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de ambas y las dos le dieron sendos hijos. Las consecuencias fueron las mismas de tales casos: despegóse de sus hijos ma­yores y resolvió que los más jóvenes le sucedieran en el gobierno del Estado. Aquéllos fueron enviados fuera de la corte a diver­sas ciudades situadas a mucha distancia; pero esto no satisfizo a la nueva señora del harén, que no descansó hasta que el hijo mayor se vió obligado a suicidarse. Después, por mandato del mismo padre, envióse fuerza armada a cada una de las ciuda­des donde estaban los otros dos hermanos, para que trajeran los cadáveres de éstos a la capital.

” Ch’ung-ir fué puesto al cuidado de P’u, pueblo que le tomó afecto y le propuso que lo guiara contra los asaltantes. “ Esto sería — dijo él— luchar contra mi padre y un gran cri- ” men. Prefiero huir” . Y huyó, escapándose a duras penas del eunuco que mandaba la fuerza enviada contra él. El eunuco perseguíale muy de cerca, y cogióle por una manga al saltar por la muralla de la ciudad; una estocada dirigida contra el príncipe no logró herirle, pero sí cortar la manga, que se quedó en manos del perseguidor.

” De P’u huyó Ch’ung-'ir hasta una tribu septentrional del Ti, donde estuvo doce años con doce deudos y partidarios suyos que se escaparon con él. El jefe le tomó mucho cariño y le dió por mujer a una hermosa cautiva a quien apresó guerreando contra una tribu vecina. Al mismo tiempo su padre moría, en 649 (650), dejando el Estado a su hijo menor, bajo la vigilan­cia de los Li-yung. Esto produjo una gran confusión, teniendo que intervenir el conde del país de Ts’in (el vasto y floreciente Estado al Oeste de la actual Shen-si), el cual estaba casado con una hermana de los dos príncipes fugitivos, a quienes envió un mensaje invitándoles a establecerse en Ts’in bajo ciertas con­diciones. Ch’ung-i'r declinó el ofrecimiento con una sentencia que se ha hecho célebre: “Para un fugitivo como yo no tiene "valor alguno el logro del poder, sino la conservación de mi "benevolencia y de mi amor filial” . Su hermano más joven aceptó los ofrecimientos de Ts’in y fué nombrado marqués de Tsin en términos que redundaban en detrimento suyo y del Es­tado. Se le conoce con el nombre de duque de Hui y gobernó quince años en medio de continuos disturbios y desastres. Una

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de sus primeras medidas fué atentar contra la vida de su her­mano, que se hallaba entre los Ti (645 antes de J. C.) ; y esto fué lo que decidió a Ch’ung-ir a buscar un refugio más apar­tado y seguro. Llamando a su mujer, a quien había tomado de la misma tribu de los Ti, le dijo: “ Espérame cinco y veinte años, y si no vuelvo busca otro marido” . “ Tengo ahora vein- ” ticinco años — dijo ella— , y si he de casarme dentro de otros ” veinticinco años será con mi ataúd. Te esperaré” .

” E1 asilo que buscó fué el de Ts’i, donde estaría al amparo del gran duque Huan. Al pasar con su séquito por el Estado de Wel, camino de Ts’i, fué tratado descortésmente por el mar­qués que lo gobernaba, y reducido a tanta miseria que tuvo que pedirle un día de comer a un campesino, hombre ruin que le ofreció un terrón de barro. Lleno de justa indignación, levantó el látigo para castigarle, pero uno de su séquito intervino, di- ciéndole: “Un don del suelo es un don del cielo; es un feliz ” augurio” . Ch’ung hizo caso de su servidor, y, dejando que el hombre se fuera en libertad, metió el terrón en su coche.

El duque Huan recibióle benévolamente: en Ts’i le dió a una parienta suya por mujer y trató con toda nobleza a él y a sus acompañantes. El príncipe abandonóse durante algunos años a la dulzura de su situación, con gran descontento de su séquito, que había tenido siempre confianza en su estrella y estaba asociado a su suerte. Resueltos tan buenos amigos a que fuera marqués de Tsin, un día que salieron con él a corta dis­tancia de la capital, detuviéronse a la sombra de un gran moral e insistieron en que abandonase a Ts’i. Una muchacha de su harén, que casualmente estaba en el árbol cogiendo hojas para unos gusanos de seda, oyó todo lo que decían, y al volver a la ciudad, después que ellos hubieron terminado su conferencia, se lo contó todo a Kiang, la esposa del príncipe. Ésta hizo que la condenaran a muerte para que nadie supiese nada, y por la noche habló del asunto con su marido, el cual negó que quisiera partir y dijo que no deseaba más dicha que seguir viviendo con ella. “ ¿Y si yo — repuso Kiang— , por adormecerte en el seno ” de los placeres, contribuyera a perjudicar tu fama?” Después consultó con los acompañantes de Ch’ung-ir, emborrachó a éste e hizo que se lo llevaran. Cuando el príncipe volvió en sí, esta­

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ban ya a muchas millas de distancia de la capital de Ts’i, y aun­que se enfureció mucho con sus gentes por tal acción, consintió por último en irse con ellos.

"Después de varias aventuras y de pasar por los Estados de Ts’au, Sung y Chong, se encontró en Ch’u en la corte del rey, que era el único rival del duque Huan, y allí fué tratado con los mismos honores que en Ts’i. Parece ser que tenía algo fascinador en su aspecto y en sus modales; en sus ojos brilla­ban dobles pupilas, y sus costillas revelaban una sólida contex­tura. El rey de Ch’u le auguró un brillante porvenir, y después de festejarle un día en su palacio, le dijo: “ Si vuelves a Tsin ” y llegas a ser su marqués, ¿cómo recompensarás los bienes ’’ que te he hecho?” Ch’ung-ir replicó: “ Vuestra Majestad tiene "mujeres, joyas y sedas; vuestro país produce plumas, pieles, ” marfil y cerdas; y todos los géneros de esta clase que vienen ” de Tsin son superfluos para vosotros. ¿Qué debo hacer, pues, ” para recompensar vuestras atenciones ? — A pesar de esto ” — insistió el otro— , ¿ cómo me recompensarás ? — Si en vir- ” tud de la poderosa influencia de Vuestra Majestad — repuso ” Ch’ung-'ir— , recobro mi Estado, Tsin y Ch’u, tendrán que ” guerrear al fin y se encontrarán en la llanura de la Tierra "Central; entonces yo me alejaré de vos tres etapas de diez " millas cada una, y si no recibo vuestras órdenes para sus- ” pender las hostilidades, con mi látigo y mi arco en la mano ” izquierda y con mi carcaj en la diestra, maniobraré contra ” Vuestra Majestad” .

"Muchos de los funcionarios del rey de Ch’u hubiesen que­rido que el rey aprovechase aquella ocasión para deshacerse del príncipe y de su séquito, tan peligrosos para los destinos de la patria; pero el rey era demasiado noble para seguir sus conse­jos. “ El príncipe — les dijo— es un gran carácter y siempre ” se ha distinguido por su moderación, talento y cortesía. Sus ” servidores son graves y al mismo tiempo generosos, leales y ” de incansable ingenio. Tsin será suyo. Cuando el cielo se em- ” peña en hacer prosperar a un hombre, ¿ quién puede evitarlo ? ” El que se opone a los designios del cielo comete un delito” .

"Luego envió a Ch’ung-'ir a T’sin con una escolta, donde en seguida se buscó un medio para que regresara a Tsin, su

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Estado natal. Su indigno hermano el duque de Hui (650-688 antes de J. C.) había ya muerto en aquella época, y su hijo, que se había quedado de rehén en Ts’in y había admitido por mujer a la hija del conde, faltó a su palabra, abandonando a su mujer y escapándose a Tsin. El conde indignóse e insistió en que su hija tomara por marido a Ch’ung-Ir en lugar de su fugitivo sobrino; y preparó una expedición para establecer al príncipe en Tsin. La hija protestó, pero no tuvo más remedio que someterse, y en 635 antes de J. C. (636), después de un destierro de diecinueve años, Ch’ung-ir volvió a entrar en Tsin, en donde no encontró una oposición seria y vigorosa. Su sobrino fué condenado a muerte, y él, con general regocijo del país, fué proclamado marqués.

” Aunque iba haciéndose viejo, pues sólo le quedaban ocho años de vida, en tan breve tiempo hizo mucho en favor de Tsin y de China. Su gran experiencia de los tiempos de adversidad fuéle muy útil, suministrándole hábiles expedientes y dándole un gran dominio de sí mismo. Recompensó con noble largueza a los que le habían sido fieles en aquel largo período de apuros y sinsabores, y mostró generosa tolerancia con los partidarios de su sobrino y de su hermano. Todas sus mujeres de Ti, Ts’i y Ts’in volvieron a su lado, y hubo una edificante disputa entre ellas para ver cuál sería la marquesa, y señora del harén, deci­diéndose él por último en favor de Kiang, de Ts’i.

” Un año después de su vuelta tuvo ocasión de prestar un servicio al rey, que era el mismo a quien Huan consolidó en el trono. El rey estaba entonces fugitivo de Chong, expulsado de la capital a causa de la rebelión de un hermano más joven; pero el duque Won reunió sus fuerzas y corrió en su auxilio, y el rebelde fué derrotado y muerto, y el rey repuesto en su trono.

” Tres años más tarde, en 631 (632), ocurrió lo que Won había pronosticado en Ch’u, encontrándose en armas él y el rey del país en la llanura de la Tierra Central. Todas las fuer­zas militares de Tsin congregáronse en el campo de batalla. Ch’u tenía a sus órdenes las levas de Chong y de Ch’ón y del lado de Tsin había tropas auxiliares de Sung, de Ts’i y de Ts’in. Cerca de mil carros de guerra de uno y otro combatientes hi­cieron estremecer la tierra. Acordándose de lo que había dicho

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en Ch’u, el duque Won en tres días sucesivos se retiró, ante las fuerzas de aquel Estado, a una distancia de treinta millas, de­teniéndose por fin en un sitio llamado Ch’ong-p’u, en la actual comarca de Ts’au, departamento de Ts’au-chóu, Shan-tung. Allí se dió la batalla, que si no fué una de las más importantes del mundo fué una de las más grandes de China, pues fué la bata­lla de la civilización contra la barbarie. Ch’u quedó completa-

Puente construido en el siglo VI antes de J. C.

mente derrotado, y lo que no había hecho Huan de Ts’i realizólo Won de Ts’in. En cuanto supo el resultado del combate, envió el rey comisionados al campamento de Ts’in a saludar al mar­qués como presidente de los Estados, confiriéndole todas las insignias de aquel nombramiento. En el invierno de aquel mis­mo año presidió el marqués una gran asamblea de los príncipes o representantes de los diez Estados, en la cual exigió la pre­sencia del rey, y que se celebró en el actual distrito de Won, departamento de Huai-k’ing, en Ho-nan. Confucio le condena por haber exigido la presencia del rey, y en el relato que hace de la asamblea procura ocultar el hecho. La gloria de Won es­taba en su apogeo. Fué constantemente el primer hombre del

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reino, y volvió a Ts’in para tomar nuevas medidas que refor­zaran el poderío militar del Estado. Algunos escritores creen que proyectaba derrocar la dinastía de Chóu y proclamarse em­perador de China. Yo creo que lo hubiese hecho, de haber sido más joven; pero su vida se acercaba a su fin, y cuatro años después de la gran victoria de Ch’óng-p’u exhaló el último sus­piro en la capital, dejando al hijo, a quien nombró sucesor en la tranquila posesión de Ts’in, y al Estado una presidencia en el reino que duró cerca de doscientos años (141) .”

Esta gráfica narración de los dos “ héroes” chinos, como los llama Legge, nos hace desear un estudio más profundo de la historia de aquel período. Así se verá que los altibajos en la vida de los Estados federales más poderosos dependen en grado sumo de las prendas personales de los soberanos. No obs­tante, puede decirse que el héroe que inició el período de los “ Cinco Caudillos” fué el duque Huan de Ts’i, que, elevado a aquella alta posición, la conservó entre la confederación de du­ques y príncipes gracias a haber seguido los consejos de su gran ministro Kuan-tzI. Estos consejos lleváronle por un lado a adoptar una clase de medidas como si en realidad quisiera unir bajo su gobierno el más alto poder; y por el otro, a ser absolutamente leal a su emperador, el jefe tradicional de la confederación. Sin esta lealtad, difícilmente habría conseguido mantener su posición, y en medio de todos los disturbios que en los siguientes períodos originaron discordias entre los Es­tados contendientes, y una oposición, de uno a otro lado, a la autoridad imperial, aquel espíritu de lealtad, aquel respeto de­bido al heredero del antiguo trono en la persona del emperador, cuyos principales deberes y privilegios consistían en ofrendar sacrificios a los espíritus de sus antecesores, fueron los que mantuvieron unido el inseguro edificio de la dinastía de Chóu. Esta lealtad, basada principalmente en lo que puede llamarse sentimiento religioso de la nación, que unía los intereses más opuestos, es decir, en el culto de los antepasados, recordaba siempre a los inclinados a la deslealtad, que ellos tenían que hacer lo que sus antecesores habían hecho siempre con el Hijo del Cielo, a quien consideraban, gobernara realmente o no, co­b o soberano del mundo por la gracia de Dios. A pesar de todos

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sus infortunios la dinastía de Chóu mantúvose firme gracias a esta lealtad, por débil que fuera entre los poderosos caudillos; y ninguna destrucción de la memoria de aquello que había sido sagrado para los antecesores pudo durante muchas generacio­nes, como veremos más adelante, desligar, ni siquiera tempo­ralmente, a la nación de sus antepasados.

II. — H i-w a n g(681-677 antes de J. C.)

Hi-wang, hijo de Chuang-wang, sólo reinó cinco años; y du­rante este tiempo, según hemos visto, el duque Huan de Ts’i fué el sostén del poder en el imperio. Le sucedió su hijo Hui-wang.

III. — H ui-w an g(676-652 antes de J. C.)

Hubo algunos disturbios a causa de su sucesión, pues uno de sus tíos se declaró pretendiente al trono. Durante su reinado el duque Huan de Ts’i, que había apoyado la sucesión del rey, continuó siendo tan poderoso como leal había sido a la casa imperial. A Hui-wang sucedióle su hijo Siang-wang.

IV. — Siang -w a n g(651-619 antes de J. C.)

Durante el primer año del reinado de este monarca el du­que Huan de Ts’i presidió la asamblea de príncipes descrita en la conferencia del Dr. Legge. El duque Huan de Ts’i murió el año 643, dejando cinco hijos que se disputaban su herencia, hasta que al fin el duque Hiau quedó como sucesor, merced a la ayuda de un príncipe vecino, el duque Siang de Sung.

Sung era un Estado del centro que comprendía parte de la actual Ho-nan y Kiang-su, y su duque Siang fué desde enton­ces el sucesor del duque Huan, como el segundo de los “ Cinco Caudillos” . Su gran enemigo fué el rey de Ch’u, que gobernaba en el Sur con el nombre de Ch’óng-wang (671-626 antes de J. C.) ; y la lucha por el poder terminó con la derrota de Siang,

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que fué herido en una batalla empeñada contra Ch’u. Murió el año 639, dejando tras sí un nombre mucho menos popular que sus grandes colegas Huan y Wón. El último acababa precisa­mente de entrar en su Estado natal y llegó a ser el soberano de Tsin; en calidad de tal se le ofreció una ocasión de prestar un gran servicio al rey, guerreando contra los Yung-ti y res­tituyéndole a su capital, de la que se había visto precisado a huir.

El emperador Siang-wang.

De esta suerte se granjeó la gratitud del soberano, que le regaló grandes parcelas de tierra y le nombró presidente de la asamblea de los príncipes feudales, elevándolo de esta suerte a la jefatura por ser el tercero entre los Wu-pa. El Estado de Ch’u, como ya hemos visto, continuó originando disturbios has­ta que el duque de Won dió la gran batalla de Ch’óng-p’u en 632 antes de J. C. El duque Won de Tsin murió en 628 antes de J. C., y su hijo, el duque Siang, no supo conservar lo suyo en feudo contra el duque Mu de Ts’in (que reinó desde 659 a 621), el cual, gracias a su victoria, llegó a ser el cuarto entre los grandes caudillos, dignidad que no conservó sino unos cuantos años, pues su muerte acaeció en 621 antes de J. C. A la muerte del emperador Siang-wang subió al trono su hijo K’ing-wang.

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V. — K ’ ing -w a n g(618-613 antes de J. C.)

Bajo el reinado de K’ing-wang descendió tanto el prestigio imperial, que hasta el tesoro del rey fué insuficiente para pa­gar las exequias del emperador difunto, y tuvo que contratarse un empréstito con el próspero Estado de Lu. A K’ing-wang sucedióle su hijo K’uang-wang.

1

I h '

VI. — K ’ uan g -w an g(612-607 antes de J. C.)

El Estado de Tsin, que bajo el gobierno de su duque se había colocado a la cabeza de los Estados chinos, llegó a ser con los sucesores de éste víctima de un soberano caduco, el duque Ling (620-607), un tirano y cruel déspota que cazaba a sus súbditos como si fueran animales salvajes y no quería oír los sabios consejos de su excelente ministro Chau Tun, de quien quiso deshacerse sin poder conseguirlo. Chau Tun era hijo de Chau Ts’ui, el amigo y fiel compañero del duque Won durante su voluntario destierro, y de su esposa tártara. Chau Ts’ui había sido recompensado con el cargo de primer ministro du­rante el gobierno del duque Wón, y Chau Tun había here­dado su puesto.

La persecución de Ling obligó a Chau Tun a emprender la fuga, pero fué llamado y repuesto después que uno de sus pa­rientes hubo matado al duque. El cronista de la corte arrojó la mancha de este crimen sobre Chau Tun, que con toda su in­fluencia no pudo evitarlo, y los historiadores sostienen que co­mo ministro debió castigar al asesino del duque. A K’uang- wang sucedióle su hermano Ting-wang.

VII. — T ing -w a n g(606-586 antes de J. C.)

Bajo este reinado ocurrió un acontecimiento que, mejor que otro alguno, caracteriza la situación durante dicho perío­do. La santidad del trono imperial estaba relacionada en gran

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1. Vaso para vino, con figura de paloma y ruedas, en bronce. Época de la dinastía de Han.

(D e la colección d el V ic to r ia a n d A l b e r t M u se u m . de L o n d r e s ) .

2. Vaso para vino, de empleo litúrgico, en bronce, con figura de lechuza. Epoca de la dinastía de Chóu.

i D e la- colección B lis s , d e W á s h in g to n ) .

3. Anverso de un espejo de metal, con dibujos de origen greco-bactria- nos. Época de la dinastía de Han.

(D e la colección d el V ic to r ia a n d A l b e r t M u s e u m de L o n d r e s ) .

4. Vaso para vino, en bronce incrustado con oro y plata, forma de ánade. Época de la dinastía de Han.

(D e la colección d el V ic to r ia a n d A l b e r t M u s e u m de L o n d r e s ) .

5. Tambor militar, de bronce, característico de las tribus de Shan. Época del siglo II.

(D e la colección d el M u s e o B r itá n ic o ) .

6. Estatuilla, de bronce, figurando un Buda estilizado. Época de la di­nastía de Suy.

(D e la colección d el V ic to r ia and A l b e r t M u s e u m de L o n d r e s ) .

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parte, como ya hemos visto, con el deber de los reyes de ofren­dar sacrificios a los espíritus de sus grandes antepasados. De éstos heredó la familia de Chóu los célebres trípodes, que se dice fueron fundidos por el emperador Yü y en los cuales esta­ban grabados mapas e inscripciones de las nueve divisiones de su imperio. Dichos nueve trípodes (kiu-ting) habíanse trans­mitido siempre de una dinastía a otra como emblemas del po­der imperial. Ya hemos visto que Wu-wang, a su elevación al trono (1122 antes de J. C.), tuvo un especial cuidado en tras­ladar los nueve trípodes, que halló en el tesoro imperial de los Shang, a su nueva capital, y que los emperadores Chóu los consideraron siempre como emblemas de su dignidad. En 606 antes de J. C. el vizconde Chuang de Ch’u, “ rey de Ch’u” , según el título que se arrogaron varias generaciones, guerreó victo­riosamente contra algunas tribus de los hunos del Noroeste. A su regreso tenía que pasar por territorios del dominio imperial. Ting-wang le mandó un funcionario para que lo felicitase y le ofreciese algunos presentes, cuando de pronto se le ocurrió al poderoso vasallo hacer mofa del interés que se tomaba el em­perador por enterarse del tamaño y peso de sus trípodes. El embajador replicó vivamente que la fuerza del reino dependía de la virtud del soberano. Y añadió las siguientes palabras:

“Antiguamente, cuando Hia se distinguía por su virtud, las regiones distantes enviaban pinturas de los objetos nota­bles que había en ellas, y los nueve pastores (es decir, gober­nadores) enviaban el metal de sus provincias y se fundían los trípodes con la representación de estos objetos. Dábanse ins­trucciones para que se representasen como era debido y para que de esta suerte conociese el pueblo a los espíritus y las cosas malas. Así el pueblo, cuando pasaba por los ríos, pantanos, montañas y bosques, no tropezaba con los seres ofensivos, y los espíritus de las montañas, los seres monstruosos y los espí­ritus de las aguas no les salían al encuentro para hacerles daño. De esta manera asegurábase una armonía entre lo superior y lo inferior, y todos disfrutaban de las bendiciones del cielo. Cuando se obscureció la virtud de Kié, el último emperador de las dinastía de Hia, los trípodes fueron trasladados a Shang, donde permanecieron 600 años. Chóu-sin, de Shang, fué cruel

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y tirano, y entonces fueron aquéllos trasladados a Chóu. Cuan­do la virtud es recomendable y brillante, los trípodes, aunque sean pequeños, pesan mucho, y cuando prevalecen el error y el desorden son muy ligeros por grande que sea su tamaño. El

Actor chino de los antiguos teatros circulantes.

cielo bendice a la virtud inteligente y le otorga siempre su fa­vor. Ch’óng-wang fijó los trípodes en Kia-yu y adivinó que la dinastía alcanzaría la duración de treinta reinados, más de 700 años. Aunque la virtud de Chóu ha decaído, los decretos del cielo siguen siendo los mismos. No hay que preguntar ya por el peso de los trípodes” (142).

La suave repulsa que envuelve esta réplica parece demos­

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trar que la autoridad imperial no estaba todavía en su cuarto menguante, porque no sabemos que Cbuang-wang la tomara a mal. Sin embargo, el modo como es referida la anécdota habla en favor de la autenticidad del Tso-chuan. Los treinta reinados que Ch’ong-wang predijo a los propietarios de los trípodes fue­ron en realidad treinta y tres, y en cuanto a los 700 años, se ha probado que fueron 866 u 805, según la cronología de los Libros de Bambú. Si este pasaje, como otros muchos atribuidos al período Chóu, hubiese sido alterado por los editores de Han, éstos habrían insertado cifras más aproximadas a las consig­nadas en la verídica historia del período, y proporcionado a la crítica moderna una oportunidad para considerar esta adivi­nación de Ch’ong-wang como un vaticinium ex eventu.

Chuang-wang, el “ rey” del Estado de Ch’u, era entonces el más poderoso de los confederados, y por su lealtad a la casa imperial fué el quinto entre los grandes caudillos. Ch’u, en el Sur, estaba separado del gran Estado rival de Tsin, en parte, al Oeste, por el dominio imperial, y en parte, al Este, por el Estado de Chong. La jefatura de Chuang-wang estaba muy comprometida en lo referente a su autoridad sobre el Estado de Chong, que le disputaba su vecino del Norte, el estado de Tsin. El poder de este último había degenerado y decaído mu­cho desde la muerte del duque Wón; y las fuerzas combinadas de Tsin y de Chong fueron derrotadas por el ejército de Ch’u, cuando Chong fué sometido a la supremacía de éste. Chuang- wang murió en 591 antes de J. C.

LA ÉPOCA DE LAU-TZ1 Y DE CONFUCIO

I. — K ién-w ang(585-572 antes de J. C.)

En el remado de Kién-wang, hijo de Tin-wang, continuó la rivalidad entre los Estados de Ch’u y de Tsin respecto a la supremacía en el Estado central de Chong, saliendo al fin Tsin victorioso. A Kién-wang le sucedió su hijo Ling-wang.

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II. — L ing-w a n g(574-545 antes de J. C.)

Bajo este soberano continuaron los celos entre los Estados contendientes, cuyo número había aumentado en dos más, los de Wu y Yüé, destinados a representar cierto papel aún en un relato abreviado de la historia de China. Wu lindaba con Ch’u por el Este, y ocupaba el país por ambos lados cerca de la desembocadura del río de Yang-tzl, en la actual provincia de Kiang-su. Yüé lindaba con aquél por el Sur, y al principio co­rrespondía aproximadamente a la actual provincia de Ch’o- kiang. Más allá, extendiéndose hacia el Sur, se diferenciaban dos países de Yüé que ocupaban todas las provincias meridio­nales costaneras de China, y de las cuales Nuan-yüe, o “ el Yüé meridional” , que comprendía a Kuang-tung, Kuang-si, Tung- king y las partes colindantes, llegó a constituir el reino de los bárbaros Man del Sur.

El principal acontecimiento del reinado de Ling-wang fué el nacimiento, en 551 antes de J. C., del gran sabio Confucio, nombre que es la forma latinizada de la designación china K ’ung Fu-tz'i, “ el filósofo K’ung” . Confucio descendía de una familia cuyos miembros habían servido en diversos Estados, en calidad de funcionarios, durante varias generaciones. K’ung- kia, el padre de su tatarabuelo, que vivió a fines de la octava centuria, fué el caballerizo mayor del duque de Sung y quizás uno de los miembros más antiguos que se conocen de la familia, aunque la inveterada costumbre de inventar linajes para las personas distinguidas no ha perdonado el hogar pacífico del sabio, cuya ascendencia han remontado algunos de sus admi­radores hasta la época de Wu-wang, el fundador de la dinastía de Chóu, y aun hasta la del emperador Huan-ti. Algunos genea- logistas de la familia hallan el origen de Confucio en los duques del Estado de Sung. No cabe duda en que alguno de dichos cálculos es exacto, especialmente el de que los K’ungs, de cuya familia era miembro Confucio, representan probablemente la más antigua nobleza de que un hombre puede jactarse en el mundo, puesto que los duques de K’ung, que viven actualmente en K’ü-fóu, al Este de la provincia de Shan-tung, pueden re­

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montar su linaje a unas setenta generaciones, y acaso a algunas más, si es cierta la parte preconfuciana de la tradición de la familia. El actual duque de Shan-tung es únicamente el jefe de una familia cuyos miembros varones eran ya, hace doscientos años, once mil individuos, y no sólo duques y príncipes, sino en su mayoría de las clases bajas de la sociedad, tales como la­bradores y carreteros. La historia de la familia de K’ung es muy novelesca. Legge dice (143) :

“ K’ung-kia era un funcionario público de reconocida leal­tad y probidad. Desgraciadamente para él, tenía una mujer de soberana hermosura,. a la que en cierta ocasión pudo ver el primer ministro, llamado Hua Tu. Resuelto éste a poseerla, comenzó una serie de intrigas que terminaron en 709 (710) antes de J. C. con el asesinato de Kia y del duque reinante Shang (de Sung). Al mismo tiempo Tu se apoderó de aquella mujer y se apresuró a llevársela a su palacio, pero en el camino ella misma se extranguló con su cinturón.

"Desde entonces comenzó entre las dos familias de K’ung y Hua una gran enemistad que el transcurso del tiempo no bastó a destruir, y habiendo llegado a ser la última la más po­derosa, el nieto de Kia se fué al Estado de Lu, huyendo de su persecución. Allí fué nombrado comandante de la ciudad de Fang, por lo que se le conoce en la historia con el nombre de Fang-shu. Fang-shu engendró a Pi-hia, y de éste nació Shu- liang Ho, el padre de Confucio, que aparece en la historia de la época como un soldado de gran valor y bizarría. En el año 562 (563) antes de J. C., mientras prestaba servicio en el ase­dio de una plaza llamaba Pi-yang, parte de los asaltantes me­tiéronse por una puerta que se había dejado abierta a propó­sito, y en cuanto estuvieron dentro se echó el rastrillo. Ho acababa de entrar, y cogiendo la maciza puerta con ambas ma­nos, la levantó y la sostuvo hasta que sus amigos pudieron escapar.”

Cuando nació Confucio, su padre tenía. setenta años. Su primera esposa legítima tenía nueve hijos, pero ningún varón, y como el hijo único que tuvo de una concubina era cojo, el anciano casó con otra mujer, cuyo nombre de soltera era el de Yen. De ella nació Confucio, sin que sepamos a ciencia cierta

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Kung-fu-tseu (C o n fu c io ) y su discípulo.

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el día, ni siquiera el año de su nacimiento. Al nacer le pusieron el nombre de K ’iu, y su seudónimo literario fué Chung-ni. El sitio en que nació, lo mismo que el de Homero, es objeto de con­troversia; pero los dos lugares que parecen tener más proba­bilidades de merecer este honor estaban muy cerca uno de otro, dentro de los límites de la actual prefectura de Yen-chóu-fu, en Shan-tung. Confucio perdió a su padre a la edad de tres años, y entre las noticias de su infancia refiere Legge que, de niño, solía jugar a arreglar los vasos para los sacrificios y a adoptar actitudes ceremoniosas. Esto es en extremo caracte­rístico, aun cuando sea una invención. La vida cotidiana del señor' chino, que, durante muchos siglos según podemos deducir de aquel minucioso código social y gubernamental, el Chóu-li, vióse sujeto a la camisa de fuerza de la etiqueta, fué asunto principal de la filosofía de Confucio. Cada situación en la vida tenía su forma prescrita, y la anécdota que se cuenta de Con­fucio cuando era niño está absolutamente de acuerdo con lo que sabemos del hombre. A la edad de quince años empezó a estudiar el arte; a los diez y nueve se casó y tuvo un hijo, a quien puso el nombre de Li, es decir, “ la Carpa” , y al que lla­mó después Poyü, es decir, “el Primer Pescado” , previendo pro­bablemente los que vendrían después. Pero le engañó la espe­ranza, pues sólo tuvo una hija. Llamó a su hijo “ Carpa” porque su soberano el duque Chau, de Lu, le regaló un par de carpas el día del nacimiento, lo que demuestra que el naciente sabio estaba bien relacionado en aquella edad juvenil. Poco después recibía su primer nombramiento en la vida pública, un cargo poco importante en la administración de Lu; su misión oficial estaba, sin embargo, muy por debajo de su talento, pues se re­ducía a no cometer ningún error en los cálculos y a comprobar que los bueyes y carneros de la Hacienda estaban gordos y fuertes. A los veinte años se hizo maestro público para enseñar las doctrinas de la antigüedad, y en esta tarea echó los cimien­tos de su sabiduría; a los veintitrés perdió a su madre, y se ha escrito mucho acerca de la manera como la enterró y la lloró. Durante los años que siguieron consagróse a la enseñan­za, y pronto se encontró rodeado de un gran número de discí­pulos sedientos de estudiar las reglas de corrección y decoro

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transmitidas hasta entonces por las antiguas crónicas históricas.Al recapitular la historia de la juventud del sabio según

los pocos informes que poseemos dignos de confianza, nos he­mos adelantado a nuestros cálculos cronológicos acerca de los emperadores de Chóu; y al llegar al reinado de Ling-wang probablemente hemos dejado también atrás al personaje más importante de la época, al filósofo Lau-tzi, nombre, entre otros muchos, por el que se le conoce más en China y en otros países. Hay que distinguir entre el Lau-tzi histórico y la creación le­gendaria que se ha hecho de él. Se cree que nació en 604 antes de J. C., y su nombre verdadero es Li Ir. El de Lau-tzi, que literalmente significa “ el viejo filósofo” , tiene un sentido per­fectamente adecuado y parece hacer innecesarias otras expli­caciones; le fué aplicado, según dicen algunos de sus comen­taristas, porque ya de niño tenía el aspecto de viejo, y en este sentido puede traducirse por “ el niño viejo” . Según el breví­simo relato que Ssi-ma Ts’ién hace de la vida de Lau-tzi, éste nació en el Estado de Ch’u, lo que permite dudar de que corriera sangre china pura por sus venas. Apenas si sabemos nada de los primeros años de su vida, pero el historiador afirma que desempeñó en la capital del dominio imperial de Chóu el cargo de archivero. Si tomamos en cuenta el principal estudio de Con- fucio basado en la investigación de las antiguas crónicas his­tóricas y que tuvo por resultado la recopilación de “ Los Anales de Primavera y Otoño” , hubo ciertos puntos de contacto entre ambos filósofos, al menos en sus ocupaciones cotidianas; y, sin embargo, nadie puede imaginarse un contraste mayor que el que existe en la obra de aquellos dos grandes hombres que lle­garon a ser los tipos representativos del desarrollo de la vida espiritual china. Lau-tzi debía de ser un hombre muy viejo cuando Confucio, que entonces era relativamente joven, mani­festó a uno de sus fieles discípulos el deseo de visitar la corte imperial para encontrarse con el gran filósofo y conocer sus ideas acerca de la etiqueta y de la música. Su protector, el du­que, puso para ello liberalmente a su disposición un coche de dos caballos. Si Lau-tzi estaba realmente encargado del archivo de Chóu, es posible que registrara los breves anales de Ling- wang y los de su hijo y sucesor King3-wang.

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III. — K in g 3-w a n g(544-520 antes de J. C.)

Durante el reinado de este emperador el Estado de Chong, que lindaba por el Este con el dominio imperial y que por su posición central sufría mucho a causa de la rivalidad de Tsin en el Norte y de Ch’u en el Sur, tuvo la suerte de ser gobernado por un ministro prudente, Kung-sun Tzi-ch’an, grande amigo de Confucio, quien dijo, hablando de él, que tenía las cuatro cualidades características del hombre superior: era humilde en su manera de proceder, respetuoso con sus superiores, generoso en la alimentación del pueblo y justo en el gobierno del país. Y añadió que le consideraba como el fundamento del Estado. El gobierno de Tzi-ch’an distinguióse por su liberalidad y su bondad para con el pueblo. Mencius (144) refiere que el minis­tro solía conducir a la gente en su propio carruaje para vadear los ríos, por pura benevolencia, pero al mismo tiempo le cen­sura por tal conducta, diciendo que, aunque la acción era buena en sí, estaba reñida con las prácticas del gobierno. Habiendo discutido sobre la inoportunidad del acto que Tzi-ch’an consi­deraba como una muestra de bondad hacia el pueblo, Mencius añade que si un gobernante tuviera que complacer a todos, no le quedaría tiempo para sus quehaceres. Tzi-ch’an introdujo un código penal y pacificó sus Estados, y la mira principal que le guió en su gobierno fué la generosidad para con el pueblo, y, por consiguiente, la severidad para con sus ofensores, por ser éste el mejor camino de demostrar su amor a sus súbditos. “ Su figura queda en la historia de aquella sombría época como uno de los pocos gobernantes que fueron inteligentes y probos, fie­les a su soberano y generosos para con su pueblo” (145). Tzi- ch’an murió en 522 antes de J. C.

IV. — K in g 4-w a n g(519-496 antes de J. C.)

Fué éste un hijo del anterior, King8-wang, cuyo nombre oficial (King) parece ser el mismo en su transcripción, pero se escribe en realidad con un carácter de letra distinto y se

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pronuncia de otro modo. A su advenimiento hubo disensiones entre los príncipes hermanos, tres de los cuales reclamaban el trono; de modo que el emperador tuvo que vivir algún tiempo fuera de la capital hasta que su hermano Ch’au huyó al estado de Ch’u (519 antes de J. C.). Bajo su reinado estalló una lu­cha, que duraba hacía ya muchos años, entre los dos estados de Wu y de Yüé. El soberano del estado de Wu, que había usur­pado el poder bajo el título de Ho-lu-wan, reinó desde 514 a 496 antes de J. C. y trasladó su capital al sitio en donde está situada actualmente la ciudad de Su-chau. Ho-lu murió a con­secuencia de una herida que recibió en la batalla, y su hijo Fu-ch’ai, después de varias derrotas, obtuvo señaladas victorias contra el estado de Yüé, cuyo rey Kóu-tsién había reinado des­de el año 496 hasta el 466. King-Holu de Wu tenía a sus órde­nes a un famoso general, Sun Wu, cuyo nombre ha sido per­petuado en el de Sun-tz'i, es decir, “ el Filósofo Sun” , con el cual se le atribuye una obrilla, sobre táctica militar, que por estar mencionada en el Shi-ki, es probablemente la obra más antigua en su género.

Tiene esta obra por asunto la filosofía de la guerra, y el autor sostiene que una de las cosas más esenciales de la jefa­tura militar es el sostenimiento de la más severa disciplina. Según una leyenda muy repetida, King Ho-lu le suplicó que organizara un cuerpo de ciento ochenta amazonas, escogidas entre las mujeres del harén real; pero apenas se las hubo con­vocado se burlaron de semejante ocurrencia y prorrumpieron en alegres risotadas. Sin embargo, dicho cuerpo llegó a prestar importantes servicios, después de haber hecho Sun-tz'i decapi­tar a dos de las favoritas del rey por su insubordinación.

Las guerras que se habían originado entre los estados de Wu y Yüé duraron hasta el reinado de King4-wang y sólo ter­minaron con la absorción del estado de Wu por el de Yüé (473 antes de J. C.). Una obra especial, los Wu-yüé-ch’un-s’-ts’u ( “Anales de Primavera y de Otoño de los Estados de Wu y Yüé” ), que consta de diez tomos y data de la dinastía de Han, está consagrada a la historia de ambos estados. Otra obra, el Yüé-tsué-shu, que data de la última dinastía de Han (puesto que en el cuerpo del libro se habla del año 52), hace un estudio

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de las antigüedades de Yüé. Probablemente esta obra fué re­fundición de una crónica contemporánea, puesto que se atribuye originariamente a Tzi-kung, uno de los discípulos predilectos de Confucio. De un relato que contiene el capítulo XI de dicha obra despréndece que el período de King Kóu-tsién de Yüé coin­cidió con aquel en que se discutió seriamente la superioridad de las espadas de hierro sobre las vetustas armas de bronce. Ya hemos visto que el filósofo Kuan-tz'i aconsejó al duque de Ts’i que estableciese un impuesto sobre la industria del hierro, que se convirtió desde entonces en una de las principales fuen­tes de riqueza y de poder para Huang-kung.

Kuan-tz'i, en su discurso, dice que los instrumentos agrí­colas y domésticos y los “cuchillos y agujas de mujer” estaban hechos de hierro; pero, a pesar de su interés en citar cifras elevadas para el consumo de hierro, no dice una palabra acerca de las armas que se usaban entonces. Dedúcese de esto que en su época (el siglo VII) el hierro se usaba para los instrumentos de la paz, pero no para las armas de la guerra, que requerían filos más agudos y puntas más finas que las que podían produ­cirse en aquella primera etapa de la manufactura de dicho me­tal. Tres siglos después vemos que King-Kóu-tsién se halla en posesión de ciertas espadas mágicas, por medio de las cuales pueden realizarse hechos milagrosos, y está comprobado que aquellas armas fundíanse de estaño y de cobre. Pero está com­probado asimismo que la producción de las espadas de hierro, que se suponía dotadas de virtudes mágicas, excitó la curiosi­dad del rey de Ch’u, quien consultó acerca de ellas a un perito en la materia llamado Fong-hu-tz'i. Pareció entonces una cosa enteramente nueva que el hierro en forma de espada poseyese virtudes hasta aquella fecha atribuidas únicamente al bronce; y esto es posible que se debiera a algún perfeccionamiento en la fabricación, como la conversión del hierro en acero por me­dio del temple, que no debió ensayarse sino después de varias generaciones que siguieron a la introducción de las herramien­tas más rudas (rejas de arado, hachas y otras de uso puramente doméstico). Al preguntar el rey: “¿Cómo es posible que las es­padas hechas sólo con hierro posean esa mágica sutileza?” , Fong-hu-tz'i le contestó en términos que parecen indicar que

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sabía perfectamente la extensión y sucesión de los períodos culturales de la alta antigüedad, conocimiento que, como resul­tado de un razonamiento científico, es una adquisición compa­rativamente reciente de los occidentales. Fong-hu-tz'i coloca la “edad de la piedra” en la época de los emperadores primitivos Hién-yüan (por el año 3000 antes de J. C.), Shon-nung (2737- 2705 antes de J. C.) y Ho-sü (un emperador que se supone que vivió antes del que hemos mencionado en primer lugar). En dicho período las armas (ping) estaban hechas de piedra y usábanse para partir bloques de madera destinados a la cons­trucción de las casas; y los muertos eran enterrados por seres infernales. A este período siguió la segunda edad, desde Huang- ti (2700 años antes de J. C. aproximadamente) hasta Yü (2200 aproximadamente, o, según los Anales de los Libros de Bambú, 2000 antes de J. C.), en la cual el jade se empleaba en pareci­dos menesteres. Dicha época puede compararse a nuestro pe­ríodo neolítico, cuando se hacían las hachas y las puntas de las flechas de piedra pulida o también de jade y pedernal. El si­guiente período, la edad del bronce, comprende desde Yü hasta la época de la mencionada conversación entre el rey de Ch’u y su funcionario experto en espadas, es decir, desde la vigésimo- segunda o vigésima centuria hasta el año 500 antes de J. C. aproximadamente, cuando empezaba la edad de hierro, por lo que respecta a las armas (espadas). Un cambio cultural como el reemplazar el bronce por el hierro o el acero en la fabrica­ción de las armas no pudo, por consiguiente, verificarse de pronto; pero entiendo que puede asignársele como fecha razo­nable el año 500 antes de J. C., si es que admitimos el incidente aislado de las espadas de hierro, de que las crónicas hablan como un tributo ofrecido por los extranjeros, y si tenemos en cuenta que en ciertas regiones de China producían el hierro, al paso que en otras permaneció desconocido durante una porción de siglos. Aquellas pocas palabras que se registran en el Yüé- tsüé-shu y según las cuales un perito en espadas expone sus ideas al ver la curiosidad del rey de Ch’u, el soberano de los bárbaros del Sur, nos dan acerca del desarrollo real de la his­toria de China una idea, aunque limitada, más exacta, que las hiperbólicas narraciones de toda la literatura confuciana, en

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la cual algunas de los resultados de un desarrollo cultural mu­cho más reciente han sido colocados en períodos que pudiéra­mos llamar antehistóricos. Si los chinos nos dicen que Huan-ti, que debió de vivir a fines de la edad de piedra, hizo fundir los

El filósofo Lau-tzi.

primeros vasos para los sacrificios, y que Yü, a quien Fóng- hu-tzi pone en el comienzo de la edad del bronce, recibió hierro y acero como tributo de una de sus provincias ( llfi) , tales ase­veraciones serían un anacronismo, según nuestro filósofo, y vendrían, al parecer, en apoyo del escéptico punto de vista que

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nos obliga a estudiar con gran cautela toda la primitiva histo­ria de China (14T).

Volvamos a ocuparnos en los dos personajes más impor­tantes de las dos generaciones anteriores, los filósofos Lau-tz'i y Confucio. Estos nombres representan las dos verdaderas re­ligiones indígenas de China, si es que el nombre de “ religión” no resulta una denominación impropia que debiera substituirse por el de doctrina. Las filosofías de Lau-tz'i y de Confucio, si también “ filosofía” no es otra denominación impropia, han lle­gado a ser, a pesar de haberse aplicado erróneamente y de no haberse entendido en su verdadero sentido, el punto de partida de aquellas fases de cultura que pueden calificarse de religión por estar relacionadas con el culto y representadas por templos y sacerdotes.

Desde que se añadió el budismo a la doctrina de Lau-tz'i, referente al Tau, “ Camino Recto” , y a las enseñanzas de Con­fucio sobre los deberes del Hombre Superior, los chinos habla­ron de sam-kiau, es decir, “ Las Tres Enseñanzas” , o “ Religio­nes” , si es que admitimos el paralelo en virtud del cual el cris­tianismo fué llamado Mn-kiau, “ la Religión luminosa” , cuando por la vez primera fué introducida en China por los Néstoria- nos (636 antes de J. C.) o t’ién-chu-kiau, “ la Religión del Señor del Cielo” , que es el término moderno que se aplica al catolicis­mo romano, o Yé-su-kiau, “ la religión de Jesús” , denominación bajo la cual suelen comprenderse las sectas protestantes (14S). Una de estas llamadas religiones es la del Tauísmo, que se cree que está basada en un texto denominado Tau-to-king, “ Canon o libro clásico del Camino de la Virtud” , cuya paternidad suele atribuirse a Lau-tz'i. Sin embargo, es muy dudoso que la obra en su forma actual sea realmente la misma que escribió el fi­lósofo, si es que escribió efectivamente una obra y no desempeñó un papel parecido al de Sócrates, cuyas enseñanzas fueron recogidas y coleccionadas por otros.

No obstante, algunos de sus críticos y entre ellos Legge la consideran como una relación más o menos auténtica de las ideas del filósofo, al paso que otros, guiados por el profesorH. A. Giles (149), adoptan un punto de vista escéptico y consi­deran el Tau-to-king como una falsificación. Confucio y sus

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partidarios, que son las fuentes más antiguas por las que cono­cemos la historia de la dinastía de Chóu, no dicen nada acerca de Lau-tzi ni de su obra; pero esto puede obedecer al antago­nismo entre ambas escuelas; porque, como ya he hecho notar antes, no puede imaginarse un contraste mayor que el que existe entre las enseñanzas de Lau-tzi y las de Confucio. El primero permanecería ignorado a no ser por los fragmentos transmitidos en las obras de sus posteriores discípulos, donde a menudo se halla la frase: “ dice Lau-tzi” , y por el Tau-kd-king, que puede ser falso por completo, pero que, por otra parte, puede contener restos de sus verdaderas máximas. Con el ma­terial que tenemos a la vista es muy difícil, si no imposible, reconstituir lo que dijo Lau-tzi. Su filosofía, si es que podemos usar este nombre dada la insuficiencia de su tradición, nos parece trascendental si la comparamos con la filosofía moral de Confucio.

Como Juan Jacobo Engel, el preceptor del rey Federico Guillermo III de Prusia, Confucio fué “ un filósofo para el mun­do” , tomado el mundo en un sentido mucho más restringido que el de Lau-tzi, el mundo chino tal como ha ido saliendo de su propia historia. El kün-tzi, el “hombre superior” o el “ ver­dadero caballero en todas las situaciones de la vida” , es uno de los móviles principales de las enseñanzas de Confucio que se consagran a la vida práctica y a sus exigencias, al paso que la obra de Lau-tzi, según podemos deducir de los dispersos e inconexos fragmentos que nos es dado cotejar, debió estar llena de abstracciones místicas. Confieso que yo no las entiendo, pero no por eso critico ni censuro a Lau-tzi, Si la insuficiente edu­cación en las ideas filosóficas puede aceptarse como excusa de no entender las obras de muchos de nuestros contemporáneos escritas en nuestro propio idioma, ¿qué diremos del Tau-td-king y de los fragmentos de las máximas de Lau-tzi, conservadas en los místicos posteriores y cuyos términos elementales ,como tau ( “ El Camino” o “ La Palabra” , que es posible que tenga un doble sentido como el griego Xóyog ) o wu-wei (no-acción), han sido traducidos cada vez de un modo distinto según la opinión de los diversos comentaristas?

Desgraciadamente la traducción de una obra filosófica chi­

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na, aun cuando haya sido transmitida a la posteridad sin adul­teraciones de ningún género, está tan erizada de dificultades como la de una obra poética escrita en el mismo idioma; esta última requiere que el traductor sea no sólo un filólogo, sino también un poeta, y ambos se hallarán en pugna y reñirán a cada concesión que se hagan el uno al otro.

La traducción de una obra como el Tau-td-king, de Lau-tz'i, adolece de las mismas dificultades. El filósofo no comprende el sentido hasta que se ha enterado de lo que el filólogo tiene que decir, y el filólogo no puede ni censurar ni sancionar sin meterse en cuerpo y alma dentro del asunto. Aun cuando es muy extensa la literatura indígena y extranjera respecto de la filosofía de Lau-tz'i, lo mismo desde un punto de vista excép­tico que favorable, parece muy prematuro llegar a una conclu­sión final respecto de la autenticidad de las narraciones suyas de que se trata. Y suponiendo que sean auténticos los fragmen­tos que han llegado hasta nosotros, sería difícil, ateniéndonos a ellos, reconstituir todo el sistema filosófico del sabio.

La historia de la visita de Confucio a Lau-tzi que nos cuen­ta Ssí-ma Ts’ién puede ser muy bien una simple invención, pero es característica de los dos hombres, de los cuales Lau-tzi era el más genuinamente sabio. Fiel a los principios de la no-acción, se había despojado de toda ambición humana cuando fué inte­rrogado por el joven filósofo ansioso de inquirir noticias de las generaciones pasadas, en las cuales deseaba fundar los princi­pios con que reformar la vida de su nación.

D ícese que Lau-tzi enderezó a Confucio la siguiente répli­ca: “ Los hombres de la época a que te refieres se han podrido en sus tumbas y viven únicamente en sus palabras. El hombre superior debe andar con su tiempo para cumplir su misión; de otra suerte se verá rodeado de dificultades. He oído decir que un comerciante prudente guarda sus objetos de más valor en lo más profundo de sus almacenes, como si no tuviese que en­señárselos a nadie; igualmente el hombre superior puede estar lleno de mérito y su aspecto ser llano y sencillo. Aleja de ti la altivez y aquellos deseos de apariencia exterior y licenciosas trazas, que no pueden servirte de ningún provecho. Es todo lo que puedo decirte” . La reconvención que va envuelta en estas

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El mariscal Yo-Fei, generalísimo de las tropas imperiales del segundo período de dominación de la dinastía Sung, está considerado por los his­toriadores chinos, como uno de sus héroes máximos.Durante el gobierno de Kau-Tsung, los desacuerdos entre el emperador y los jerarcas tártaros llegaron a su punto culminante, siendo completa­mente inútiles todas las medidas tomadas en defensa de la casa imperial. Yo-Fei, el “ único hombre no corrompido” , según la frase de un moderno historiador chino, manejó hábilmente a las tropas imperiales, pero el pri­mer ministro Tsin-Kwei, verdadero amo político del imperio, cuya inte­ligencia con los enemigos era conocida por el valeroso Yo-Fei, anulaba todas las medidas que éste tomaba para defensa del imperio.El desenlace de esta lucha entre el mariscal y el primer ministro, tuvo un doloroso epílogo, al ser ajusticiado Yo-Fei, por orden del emperador, completamente dominado por el astuto Tsin-Kwei.La muerte de este extraordinario militar, agudizó aún más la descom­posición en la cual se debatía la casa Sung, que años más tarde desapa­recería como la última dinastía autóctona del imperio Chino.

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pocas palabras dice mucho respecto al carácter de ambos sabios.De los dos, Lau-tzi realmente se nos presenta como el ver­

dadero filósofo, cuyas ideas acerca del mundo han madurado después de una vida consagrada a pensar profundamente. Sper- nere mundum y Spemere se sperni parecen haber sido los ras­gos principales de su carácter personal. Confucio era el reverso de la medalla, puesto que se interesó de un modo extraordinario por este mundo, por el hombre (incluso él mismo) y por la vida. Reformar la vida social de su país nativo, para hacer que sus contemporáneos adoptasen un tipo de moralidad que mos­traron en sus actos cotidianos, fué la ambición principal de su obra. Este tipo quiso derivarlo de las normas de lo pasado, y lo que enseñó al mundo chino de su época fué no tanto creación de su mente filosófica cuanto resultado de sus estudios his­tóricos.

La característica de la vida social china, la ocultación de la vida individual entre un montón de frías ceremonias, ostenta vestigios de los comienzos de la historia china. Confucio no fué más que el hijo de su época, y su época sentíase inclinada hacia las ceremonias, y así había sido durante siglos, como lo demues­tra la historia primitiva de la dinastía de Chóu con su gran código de vida gubernamental y social, el ChóvAL No hizo más que registrar lo que había existido en las épocas anteriores e interpretarlo a su manera por medio de su enseñanza y de sus actos; y en este concepto ha influido quizás en la vida de su nación mucho más que ningún otro filósofo del mundo occi­dental en los de su raza. A pesar de los muchos cambios polí­ticos ocurridos durante millares de años, ha habido siempre una China desde el principio hasta el fin, desde el alborear de la historia hasta nuestros días.

No puede decirse otro tanto, ni mucho menos, de los otros grandes imperios del mundo, puesto que ninguno de ellos ha conseguido tanta longevidad, sin exceptuar Egipto, cuyo nom­bre abarca una gran variedad de razas, cada cual con su his­toria propia. Esta estabilidad de la vida de la nación débese en gran parte a los principios inherentes a la nación misma, pero codificados por el ilustre sabio. Si hemos de poner a estos prin­cipios una marca que diga “ Confucianismo” , no debemos olvi­

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dar que, respecto a las principales características, el fundador sólo ha expuesto ideas existentes mucho tiempo antes que él, y que la vida de la nación, cuanto más se retrograda en su historia, puede considerarse en cierto sentido como un “ Con- fucianismo retrospectivo” . Realmente, Confucio no hubiera sido nunca lo que fué sin aquel período preparatorio, aunque esto no menoscaba ninguno de sus méritos como forjador de su pue­blo, cuya dependencia de él ha expresado muy bien Gábelentz en su excelente conferencia sobre Confucio y sus enseñanzas (150).

Dicho escritor dice lo siguiente:“ Casi es única la posición ocupada por él, que como ningún

otro hombre fué maestro de su país, y me atrevo a decir que el sabio de la familia K’ung, del estado de Lu, a quien conoce­mos con el nombre de Confucio, llegó a ser y continúa siendo el director de su pueblo. Es único no sólo en la historia de la filosofía, sino también en la historia de la humanidad; pues es muy difícil encontrar otro hombre que, como Confucio, reúna en su persona todos los elementos constitutivos del tipo chino y todo lo que es eterno en el ser de su nación. Si tuviéramos que medir la grandeza de un personaje histórico, sólo veo una pauta aplicable al caso; la eficacia de la influencia de dicha persona por la magnitud, por la duración y por la intensidad. Si se le aplica esta pauta, Confucio fué uno de los hombres más grandes: porque aún en nuestros días, después de haber pasado más de dos mil años, la vida moral, política y social de cerca de una tercera parte de la humanidad continúa en abso­luto bajo la influencia de su espíritu.”

La visita de Confucio a la capital del emperador Chóu y su entrevista con Lau-tzi causaron en su ánimo una profunda impresión. Había visto el esplendor de la corte imperial y ha­bíase impresionado con los recuerdos de la gran historia del imperio conservados en las pinturas murales de los antiguos soberanos Yau y Shun, y con los sucesores de éstos, pero par­ticularmente por una representación del duque de Chóu con su pupilo el emperador infante Ch’ong dando audiencia a los prín­cipes del Imperio. Una observación que se le atribuye y según la cual designa al duque de Chóu como fundador del poder im­perial bajo la dinastía de Chóu, demuestra la veneración que

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sentía hacia el supuesto autor del Chóu-li. Después de una breve estancia en la capital, Confucio regresó a su país nativo, el es­tado de Lu, y allí su fama empezó a extenderse, contándose por millares los adeptos a sus doctrinas.

Lu no tardó mucho en desorganizarse merced a las faccio­nes políticas, que se combatían unas a otras, y tan grave llegó a ser la situación, que su legítimo soberano el duque de Chóu, en 517 antes de J. C., tuvo que refugiarse en el vecino estado de Ts’i, el cual, siglo y medio antes, había llegado a una situa­ción tan floreciente bajo el reinado de su célebre soberano el duque Huan y su primer ministro el filósofo Kuant-z'i. Para huir de los disturbios de Lu, Confucio siguió al de Chóu. La corte del duque King, soberano de Ts’i, era famosa por su mú­sica, y la impresión que causó a Confucio una pieza que oyó a su llegada fué tan grande, que se moderó en la comida durante tres meses. Las relaciones de Confucio con el duque King se hicieron muy cordiales y amistosas, determinando entre ellos un cambio de opiniones sobre asuntos políticos y sociales; pero no proporcionaron al sabio el nombramiento que deseaba, el de consejero en jefe del duque, pues éste fué prevenido por su ministro en contra del vanidoso erudito, que, en su opinión, sostenía ideas impracticables, y daba un valor excesivo a las ceremonias fúnebres, despilfarraba la hacienda en entierros y ofrecía mil particularidades extrañas en sus reglas sobre la corrección.

Despréndese de esto que el sistema social de Confucio no fué bien acogido por muchos de los estadistas de su época. El duque King, como es consiguiente, hizo poco caso de los servi­cios de su visitante, quien, después de una estancia de dos años, se volvió muy descontento a su estado nativo de Lu, en donde vivió la vida retirada de un sabio particular hasta el año 501 antes de J. C.

En aquella época imperaba en Lu un desorden general. Mientras el duque vivía como refugiado en Ts’i, sus deudos más conspicuos reñían por la supremacía del gobierno, y así continuaron hasta la muerte de aquél, acaecida en 509 antes de J. C. Sucedióle uno de sus parientes llamado el duque Ting; pero ni aun entonces cesó la contienda entre los poderosos mag­

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nates del ducado. Confucio, durante todo este tiempo, perma­neció alejado de los políticos, y después de quince años dedi­cados al estudio y a la literatura fué nombrado magistrado de una de las ciudades de Lu, donde puso en práctica sus teorías. El pueblo de Chung-tu, nombre del distrito a que se extendía su jurisdicción, tuvo que conformarse con sus reglas sobre la corrección con toda aquella pedantería que aun en nuestros tiem­

pos informa y regula la vida de los chinos bien educados. Su gobierno era una intervención continua en la libertad indivi­dual. Todo acto de la vida tenía su ceremonial prescrito con sus menores detalles tal como solemos ver únicamente en las cortes de los soberanos y en las casas de los altos funcionarios y que allí fué obligatorio y general para todo el pueblo; y hasta los asuntos de la vida cotidiana fueron sujetos a una rígida regla; pues se señalaba el alimento que debían comer las dife­rentes clases del pueblo. Los hombres y mujeres tenían que andar separados por las calles, y hasta se reglamentó el espe­sor de los ataúdes y la situación de las sepulturas.

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Los admiradores del sabio dicen que los resultados de este sistema fueron maravillosos, pues cambiaron por completo las maneras y costumbres de la población, que llegó a ser un mo­delo de buena conducta. Los príncipes de los estados vecinos quisieron imitar el estilo de su administración, y al duque Ting le impresionaron tanto los buenos resultados del sistema d e . Confucio, que se decidió a ponerle en un puesto elevado, dán­dole un alto cargo metropolitano. No tardamos mucho en verle de ministro de Justicia, y el efecto de este nombramiento fué que desapareciera todo crimen en el estado. Al juzgar un asun­to cualquiera, oía la opinión de varios individuos y después de madura reflexión se decidía por una de ellas. Una vez en que tuvo que juzgar el caso de un padre que acusaba a su hijo de haberle injuriado gravemente, condenó al primero en vez de castigar al segundo; y al ser preguntado sobre esta sentencia que no se avenía con su ternura filial, replicó que el verdadero culpable era el padre por no haber enseñado a su hijo a que le respetara y le amara.

En este elevado cargo no careció Confucio de influencia política, que dedicó principalmente a robustecer el poder del duque contra el de los magnates. Es muy probable que muchas anécdotas de la vida del sabio tengan algo de legendarias; no obstante, algún fondo de verdad deben tener si se considera la grandeza de su carácter personal. Hasta el pueblo más pacien­te de la tierra habríase rebelado contra una intervención tirá­nica como fué la que impuso al pueblo de Chung-tu, si no se hubiese presentado ante sus contemporáneos como la personi­ficación de la moralidad absoluta en medio de una sociedad llena de vicios y libertinaje.

A su modo de gobernar el estado de Lu atribuyóse el gran aumento de poderío del duque; de aquí que los vecinos de éste, especialmente el duque de Ts’i, empezaron a sentir envidia de su afortunado y próspero gobierno, que amenazaba con dar a Lu la supremacía sobre los demás estados confederados. En­tonces resolvióse echar mano de una antigua estratagema para desviar la atención del duque Ting, puesta sólo en el gobierno, hacia asuntos más frívolos y mundanos; y al efecto regalaron al duque ochenta hermosísimas jóvenes y veinte caballos de

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gallardísima estampa que el poderoso magnate aceptó con gran desagrado de Confucio. Desde aquel momento Confucio perdió toda influencia sobre el ánimo del duque, y poco a poco, aun­que sin romper abiertamente con él, volvió a retirarse a la vida privada, pero no pudiendo ya acostumbrarse a vivir recluido en su casa, viajó los catorce años que duró su voluntario destierro.

Primero visitó con algunos de sus discípulos el estado de Wei. Ling, a la sazón el duque reinante (534-493 antes de J. C.), era un hombre disipado; no obstante, como reconocía la gran reputación de que disfrutaba el sabio en toda China, le animó a que se quedara en el estado asegurándole una renta de 60.000 medidas de grano. Pero la vida que se llevaba en la corte de Wei, según parece, aveníase mal con sus ideas, cuya principal característica era la pureza en las cosas morales. El duque, a cuya corte hallábase agregado Confucio más bien como un adorno que como un propagandista de sus doctrinas, estaba casado con una dama de muy mala reputación, llamada Nan-tzi. Obligado a tener una entrevista con ella, Confucio obedeció de malísima gana, y cuando uno de sus discípulos le amonestó por habérsele visto en compañía de una mujer tan desprestigiada, se limitó a jurar enfáticamente que nada malo había pasado entre ellos. Poco tiempo después el duque, como una gran mer­ced, invitó a Confucio a que le acompañara en una cabalgata por las calles de la ciudad. El duque y su perversa consorte ocupaban un carruaje, seguido de otro en que iba el sabio. Al verlos el pueblo gritó: “ ¡Mirad, el vicio va a la cabeza y la virtud a la zagal” La idea de verse obligado a asociar su vida con aquellos que, a pesar de su elevado rango, no le igualaban en virtudes, era incompatible con sus principios, y por lo tanto resolvió dejar el país. Visitó otros varios estados, pero no pudo lograr el cargo que ambicionaba y que era una posición de gran confianza, en la que pudiese reformar el gobierno y la sociedad según sus principios. Su deseo más ardiente era lograr dicha posición. “ Si algún soberano quisiese utilizar mis servicios, de­cía (1M), me bastarían doce meses para reportar frutos de mi enseñanza, y en tres años habría completado mi obra” .

Sin embargo de esto, la deseada invitación para ayudar a alguno de los soberanos menores en las tareas gubernamentales

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no llegaba nunca, y Confucio continuó viajando de estado en estado. Pareció al fin como si pudiera poner en planta sus idea­les cuando visitó el estado de Ch’u, habitado en su mayor parte por los bárbaros Man; el rey sintióse inclinado a cederle algo de territorio, pero abandonó esta idea al advertirle su primer

Comediante chino.

ministro que un hombre como Confucio, rodeado de tantos hom­bres de talento superior que se llamaban a sí mismos sus dis­cípulos, llegaría a ser muy pronto una gran fuerza política y un peligro para el gobierno. Poco después, a la muerte del rey, Confucio abandonó el Sur y volvió a We'i.

Entretanto había habido grandes cambios en We'i. El du­que Ling había muerto, y su hijo, el heredero legítimo, vióse

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obligado a abandonar el país a causa de una disputa con su madre, la famosa Nan-tzi, recayendo entonces el gobierno en el nieto del duque Ling, que reinó con el nombre de Ch’u. Éste suplicó a Confucio que le ayudase en las tareas gubernamen­tales del estado, pero el sabio que tenía motivos para dudar de la legitimidad de la sucesión, declinó el honor y continuó viviendo en Wei unos cinco años, retirado en absoluto de la vida pública.

Merced a la influencia de uno de sus discípulos que desem­peñaba un cargo oficial en el estado de Lu, Confucio, que tenía ya sesenta y ocho años, fué llamado a su país natal y allí mu­rió a los cinco años de su regreso, en 479 antes de J. C. Después de los grandes desengaños recibidos, parece ser que menguó bastante su ambición y que llegó a reconciliarse con la idea de llevar la vida tranquila y sosegada del sabio en medio de sus compatriotas, colmado de honores y hasta consultado por los que estaban en el poder, pero sin darle en éste ninguna partici­pación. Dícese que muchas de las obras literarias atribuidas a Confucio las escribió durante aquel período de su retiro.

También perdió a su hijo Li, llamado “ la Carpa” , a quien no quería tanto como a algunos de sus discípulos. Varios de ellos estaban destinados a ser famosos y el que más amaba a Confucio era su predilecto Tzi-lu, de quien dice Legge (162) :

“ Él (Tzi-lu) era una especie de Pedro en la escuela con- fuciana, hombre impulsivo, siempre dispuesto a hablar y a obrar. Mereció muchas amonestaciones del maestro, pero es evidente que existía entre ambos una gran simpatía. Tzi-lu per­mitióse con él libertades que ninguno de sus otros discípulos se hubiese atrevido a tomarse, y no hay ninguno entre todos ellos hacia el cual, si he de juzgar por mis propios sentimien­tos, pueda sentirse tan inclinado el erudito extranjero.”

Tzi-lu, cuyo nombre originario era el de Chung Yu, des­cendía de una familia pobre, y era conocido y respetado por su ternura filial. Otro discípulo, a quien se conocía por el nom­bre de Tzi-yüan y que se llamaba Yen Hui, era notable no sólo por sus dichos, sino por su gran cariño hacia Confucio y por la amistad personal que tenía con él. Contaba treinta años me­nos que el maestro, y el historiador nos dice que a la edad de

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veintinueve encaneció por completo. Confucio tuvo también que lamentar su muerte.

Otro de los discípulos del sabio, que le sobrevivió muchos años, fué Tzi-yü, cuyo nombre verdadero era el de Tsóng Ts’an, muy conocido en toda China como modelo de ternura filial. Las leyendas que corren acerca de él lo representan como en cari­catura por la exageración de este sentimiento, que es la virtud cardinal doméstica de los chinos. El ídolo a quien adoraba por encima de todo era su madre. En cierta ocasión se negó a en­trar en una aldea porque el nombre de ésta Shong-mu, que significa “mejor que una madre” , disgustóle sobremanera; y se divorció de su esposa porque había servido a su madre un manjar insípido. Dicho en otras palabras, su virtud, a pesar de gozar de tan alta consideración entre los chinos, era como la de Confucio, a veces de índole quisquillosa, muy pedante y desprovista de toda amabilidad. A Tzi-yü se atribuye el famoso libro Hiaur-king ( “ Norma de la Ternura filial” ).

Uno de los discípulos más famosos de Confucio y el único a cuya vida consagra Ssi-ma Ts’ién una atención particular en su capítulo sobre “ Los discípulos de Confucio” , fué Tzi-kung, cuyo nombre verdadero era el de Tuan-mu Tz’i ; como Tzi'-lu, era éste uno de los principales interlocutores en los relatos de la vida del sabio, y el mismo Confucio tenía formada una alta opinión de su inteligencia. El maestro no estaba en manera alguna satisfecho de todos por igual, y no ocultaba su disgusto cuando los cogía en falta. Eso fué lo que pasó con Tzi-o, cuyo nombre verdadero era el de Tsai Yü, hombre de talento que no aceptó las reglas morales del filósofo, según puede verse en un famoso pasaje de los “ Fragmentos de Confucio” :

“ Como Tsai Yü se pasara durmiendo todo el día, el maestro le dijo:

“La madera podrida no puede grabarse; una pared de tie­rra sucia no admite la trulla” . Dijo Yü: “ ¿De qué le sirve el reconvenirme ?”

Así, cada uno de los discípulos de Confucio tenía sus ras­gos especiales no sólo respecto al maestro, como se ve en nu­merosas anécdotas por el estilo, sino con relación a las ideas expresadas por él en sus diálogos.

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No cabe ninguna duda en que Confucio influyó en el des­arrollo del carácter nacional chino mucho más aue varios em­peradores juntos. De ahí que sea una de las figuras máf im­portantes de la historia de China.

Que influyera en su nación en tal grado paréceme que se debió más a la idiosincracia nacional que a la de su propia per­sonalidad; y, de haber vivido en otro país, quizás su nombre habría sido relegado al olvido. Como ya hemos visto, su carác­ter y sus ideas personales acerca de la vida del hombre son hijos del cuidadoso estudio de los documentos íntimamente re­lacionados con la filosofía moral cultivada por las generaciones anteriores. De suerte que todo lo que predicó a sus contemporá­neos no era nuevo para ellos; pero como, en el estudio de las viejas crónicas, había oído la voz opaca de los sabios del pasa­do, vino a ser, por decirlo así, el fonógrafo por medio del cual expresó a la nación las ideas que había sacado del desarrollo primitivo de la nación misma. Su influencia debe considerarse desde un triple punto de vista, porque las lecciones prácti­cas que dió se hallan en lo que escribió, en lo que dijo y en lo que hizo.

Lo que Confucio escribió probablemente se limita a la obra directiva más bien que a lo contenido en sus composiciones suel­tas. Los llamados Clásicos Chinos consisten en dos series de libros, la primera de las cuales, conocida con el nombre de Wu- king, “ Los Cinco Cánones” , son obras de procedencia precon- fuciana, y fueron en parte editadas o recopiladas por el mismo sabio; al paso que la segunda, la Ss'i-shu, la llamada “Los Cua­tro Libros” , es un conjunto de textos relacionados con la vida y las enseñanzas de Confucio, pero no escritos ni dirigidos por él. El Wu-king comprende las siguientes obras:

l 9 El 1-king, “ Canon de las Metamorfosis” , del cual ya hemos hablado al hacerlo de Wón-wang, padre de Wu-wang, fundador de la dinastía de Chóu. Dícese que Confucio tenía una elevada opinión acerca de este libro, aunque parece que él no puso mano en la recopilación de su texto, tal como se le conocía en su época.

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29 El Shu-king, “ Canon de la Historia” , como a veces se traduce su título, aunque su versión literal no signifique más que una colección regular de escritos o documentos. Ya hemos tenido ocasión, al tratar de la historia de los emperadores más antiguos, tales como Yau, Shun y Yü, de hablar de este libro,

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cuyos detallados relatos contienen muchos discursos excelentes enalteciendo las virtudes de los grandes soberanos modelos, puestos en parangón con ciertos abominables tiranos, pero cuya autenticidad histórica no nos inspira confianza. Quizás haya en ellos algún fondo de verdad, pero parece ser que los nom­bres de Yau, Shun y Yü no sirvieron más que de pretexto para atribuir a los soberanos de mucha antigüedad, y por ende de

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gran autoridad, ideas en las que en realidad alienta el espíritu de una época casi contemporánea del mismo Confucio. Todo lo que el Shu^king registra como historia china del tercer mile­nario antes de J. C. es demasiado interesante para qjüie merezca crédito; y yo me inclino a fechar a mediados del segundo mile­nario antes de J. C. el principio de aquel período, cuyos relatos podemos admitir ya con cierta confianza cuando se hacen áridos y monótonos bajo la dinastía de Shang.

No creo que Confucio fuese el autor de esta obra, sino que debió de copiar o recopilar las noticias que halló acerca de las enseñanzas del antiguo emperador y que existían antes de su época. Y si este libro, que Grube (153) califica justamente de “ producción poética” , ha sido admitido como un evangelio hasta por los chinos de nuestros días, Confucio debe ser considerado como una gran autoridad que perpetuó este error.

39 El Shi-king, “ Canon de las Odas” , que, según mis in­formes acerca de la cultura más antigua de los chinos, contiene más de trescientas odas entonces en boga entre el pueblo ; las fechas de algunas de ellas pueden fijarse al tenor de los hechos históricos a que en ellas se alude, y muchas eran cantadas por el pueblo y sus bardos, siglos antes de que fueran escritas. Esta obra fué probablemente ordenada y editada por Confucio.

49 El lÁ-ki, “ Canon de Ceremonias” , colección de reglas que describen hasta en los detalles más minuciosos el ceremo­nial observado por los caballeros chinos en todas las ocasiones de la vida cotidiana. Estas reglas, que pueden llamarse el alma verdadera de la sociedad china, existían probablemente antes de Confucio. El Li-ki corresponde en espíritu al Chóu-li, que es para nosotros de mucha mayor importancia histórica, aunque no se le incluya ahora entre las obras canónicas más importan­tes. Al Li-ki puede llamársele el código ceremonial del indivi­duo, al paso que el ChóvAi está consagrado a la vida pública y a las instituciones de gobierno.

5° El Ch’un-ts’iu, “Primavera y Otoño” , anales del Esta­do de Lu, recopilados primero por Confucio, y aumentados luego con los comentarios que constituyen su verdadero valor, y el principal de los cuales es el Tso-chuan debido a Tso K-iu-ming.

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Estos cinco cánones son, probablemente, los libros que es­tudió Confucio en varios períodos de su vida. Si no le considero a él, ni a ningún otro filósofo relacionado con su escuela, autor del texto del Shu-king, es principalmente porque las ideas reli­giosas en éste contenidas son extrañas a la doctrina de Confu­cio. Aquel inequívoco monoteísmo cultivado por los antiguos emperadores debió ser discernido con toda claridad en las anti­guas crónicas o tradiciones que los inventores de las viejas en­señanzas del soberano convirtieron en punto de partida de sus relatos históricos.

Lo que Confucio dijo, sus ideas sobre la vida y su filosofía práctica, ha sido registrado principalmente en las obras cono­cidas con el nombre de Ss'i-shu, “Los Cuatro Libros” . Aunque su texto esté del todo conforme con la personalidad del maestro y sus doctrinas, Confucio no tuvo nada que ver en su recopila­ción, que debe atribuirse a los discípulos y partidarios del sabio. El Ss'i-shu comprende ahora las cuatro obras que enumeramos a continuación, las cuales pueden considerarse como los princi­pales libros de texto del Confucianismo.

I9 Lun-yü, “Discursos” , en los cuales las ideas esenciales del maestro estaban expresadas en diálogos inconexos entre el filósofo y sus discípulos. La traducción de Legge, que los titula “ Fragmentos de Confucio” , no es, pues, literal, pero parece apropiada por reflejar el carácter de la obra, cuyos veinte libros se supone que proceden de cierto libro de memorias conservado por sus discípulos, quienes habían apuntado en él sus conver­saciones con Confucio, y cuyos sucesores las habían colecciona­do después de la muerte del maestro. La nota típica de estos discursos es aquella virtud ensalzada por los chinos sobre todas las demás, o sea la piedad filial. El amor a los padres ha sido casi siempre una manía entre los chinos, y los ha llevado a las mayores excentricidades. Este amor forma la base de todas las bondades y excelsitudes de la vida familiar, y la sumisión fra­ternal, el respeto del hermano menor al hermano mayor, está íntimamente relacionado con él. El Estado y su gobierno no es más que la vida familiar en proporción más vasta, y el amor filial del pueblo demuéstrase en la obediencia a los padres, al soberano y al gobierno. En una de sus definiciones de la ter­

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nura filial, Confucio explica ésta simplemente por la palabra “ obediencia” ; y la obediencia que debe un hijo a su padre la deben los súbditos a sus soberanos. Al hombre se le considera con relación al mundo desde cinco puntos de vista: 1?, soberano y súbdito; 2°, padre e hijo; 31?, marido y rsujer; 4° hermano mayor y hermano menor, y 5?, amigo y amigo. En cada una de estas relaciones el hombre tiene sus deberes, cuyo cumpli­miento garantiza el buen gobierno y la paz y la dicha general. En el Lung-yü se tratan cuestiones análogas. Las consideracio­nes debidas a dichas relaciones determinan el carácter del “ hom­bre tal como debe ser” , del “hombre superior” , del “ verdadero caballero” , o, cualquiera que sea la traducción que dé al tér­mino chino Jcün-tzi, la propia creación de la mente de Confucio.

2p Ta-hio, “ La Gran Enseñanza” , un tratado sobre auto­educación, basado en el conocimiento como medio para refor­mar la sociedad.

39 Chun-yung, “La Doctrina del Medio” , traducido tam­bién por “el elevado Medio” . El hombre superior tratará en to­dos sus dichos y sus hechos de “ permanecer en el justo medio sin inclinarse ni a uno ni a otro lado” . Esta es la senda del filósofo que el sabio le aconseja seguir. Ha de obrar bien por su propia consideración, sin cuidarse de la aprobación del mundo.

49 Mong-tzi, “ El filósofo Mong” (cuyo nombre verdadero era el de Mong-k’o), famoso en el extranjero por el nombre la­tinizado de Mencius, así como el de K ’ung-fu-tzi, el “ filósofo K’ung” , fué latinizado en el de Confucius. Mencius vivió varias generaciones después de Confucio, en 372-289 antes de J. C., pero después del fundador fué el principal representante de la escuela confuciana. La obra mencionada más arriba y que lleva su nombre es una recopilación de sus enseñanzas; tiene el mis­mo estilo que el Lun-yü y domina en ella el diálogo. Ya habla­remos más tarde de las doctrinas que contiene y que se refieren principalmente a los asuntos de gobierno. Aunque en esta obra apenas se alude a los dichos de Confucio, las ideas expresadas por Mencius y sus discípulos forman parte de las doctrinas con- fucianas.

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Relieve de la cámara antigüedad data

mortuoria de la familia de Wu en Shantung, cuya del año 150. Reproducción de 1/7 del natural.

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La gran influencia de la personalidad de Confucio en la vida nacional china débese no sólo a sus escritos y enseñanzas registradas y recogidas por otros, sino también a sus actos. Su carácter personal, tal como lo describen sus discípulos y los re­latos de los escritores posteriores, algunos de ellos en absoluto legendarios, se ha convertido en el modelo de millones de indi­viduos que se esfuerzan en imitar las maneras del gran hom­bre. El décimo libro de los Fragmentos, que describe el modo de proceder de Confucio en todas las relaciones de la vida, sus trajes, sus alimentos, la manera de comportarse con todos sus amigos, etc., preséntale siempre como un hombre muy capri­choso aun desde el punto de vista chino. Todo lo que hacía en público estaba regulado por el ceremonial más riguroso, y no era invención suya, pues la vida ceremonial habíase cultivado muchos siglos antes de Confucio; pero su autoridad y su ejem­plo contribuyeron mucho a perpetuar lo que él consideraba como las prácticas sociales más apetecibles. Legge (154) cita las si­guientes particularidades de este memorable escrito biográfico:

“ En público, ora fuese en la aldea, en el templo o en la corte, era el hombre de las reglas y de las ceremonias, pero en su casa era llano y sencillo, aunque no por eso menos singular. Ni en el mismo lecho se abandonaba: “ No se echaba como un cuerpo muerto” , ni “ hablaba” . “ Su traje de dormir cubríale hasta medio cuerpo” . “ Si estaba enfermo e iba a visitarle el príncipe, colocaba la cara hacia el Este, hacía que le vistieran su traje de corte y se ceñía su cinturón” .

“ Era delicado en la comida y no le disgustaba que le gui­saran su arroz, ni que le picaran la carne en menudos pedazos” . “ Era incapaz de comer nada que estuviera pasado” . “ Gustaba de que la carne estuviese bien cortada y que todo manjar tuvie­se su propia salsa, pero no comía mucho” . “ En el vino no se ponía límites, pero sin llegar nunca a la embriaguez” .

“ Cuando se reunían los aldeanos a beber, iba siempre de­trás de los que llevaban báculos” . “Nunca faltaba el jengibre en su mesa” , y “ mientras comía no hablaba nunca” . “Aunque su comida consistiese en arroz ordinario y una pobre sopa, siem­pre ofrecía un poco de ella a manera de sacrificio, con aire grave y respetuoso” .

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"Se impresionaba al oír el ruido de un trueno grande o del viento muy impetuoso, y lo mismo le ocurría cuando se en­contraba a bordo de una barca muy cargada” . “ Inmutábase a la vista de una persona enlutada, si iba en su coche se inclinaba saludándola respetuosamente” . “ Cuando iba en coche solía no mirar a un lado ni a otro, ni hablar apresuradamente, ni acos­tumbraba señalar con las manos” . “ Era caritativo” . “ Cuando moría alguno de sus amigos, si no tenía deudos que se en­cargaran de rendirle los últimos honores, solía decir: “ Yo le enterraré” .

Hemos de tener en cuenta que estos relatos fueron escritos, no por Confucio, sino por una serie de jóvenes admiradores suyos. Estas extravagancias, que parecerán a los europeos del siglo XX una muestra de debilidad, pueden aminorar un tanto nuestro respeto hacia el genio del sabio, que no deben amen­guar en lo más mínimo la estima en que debe tenerse la inta­chable virtud de su vida.

LOS ESTADOS CONTENDIENTES

I. — Y ü a n -w a n g(475-469 antes de J. C.)

Dejamos el reinado de King4-wang (véase más arriba, pá­gina 241) cuando los dos Estados meridionales de Wu y de Yüé guerreaban entre sí. Durante el de su sucesor Yüan-wang, Kóu-tsién, el rey de Yüé, que fué al principio completamente derrotado por las fuerzas de su enemigo el rey de Wu, salió victorioso en una campaña definitiva, poniendo fin a la dinas­tía de Wu y anexionando el Estado de ésta a sus dominios. Después de haber sido derrotado por el rey de Wu, Kóu-tsién logró que le cediesen por misericordia una pequeña porción de territorio, y durante los años que siguieron a su derrota “ dur­mió sobre leña y sabrosa hiel” (155), frase que ha pasado al uso común para expresar el sentimiento de una gran humillación

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unido al propósito de tomar el desquite. Y el desquite se lo tomó muy bien Kóu-tsién cuando, algunos años después, reunió sus dispersas tropas y no dejó ni rastro de su antiguo enemigo. Al principio estaba inclinado a emplear la misma generosidad

de que habían hecho gala con él, pero su ministro aconsejóle por razones políticas que desistiese de su propósito, si no que­ría que el rey de Wu se revolviese luego en contra suya. El rey de Wu se suicidó, y Kóu-tsién, dueño entonces de los dos reinos, llegó a ser uno de los más poderosos defensores de Yüan-wang.

El período de Ch’un-ts’iu, llamado así por el libro histórico del mismo nombre, cuya obra principal se atribuye al propio

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Confucio, puede darse por terminado antes de la muerte de su autor. El comentario Tso-chuan continúa sus relatos durante setenta años más, abarcando de esta suerte el reinado de Yüan- wang. En dicha época comienza, poco más o menos, según algu­nos autores, aquel período de la dinastía de Chóu que precede a su caída, y que se conoce por el nombre de Chan-kuo, “ los Es­tados contendientes” . La historia de este período, que abarca más de las dos últimas centurias de la dinastía, está descrita en una obra titulada Chan-kuo-ts’d, “ Documentos relativos a los Estados contendientes” , a no ser que ís’o signifique aquí lo mismo que “ estratagema” o, como Grube indica, “ consejos” . Los Estados contendientes presenciaron los tiempos más funes­tos desde el punto de vista político. De haber habido en aquella época un poderoso enemigo en el continente asiático, China hu­biera sido absorbida, como en efecto lo fué, al fin y al cabo, por uno de sus propios príncipes. La moralidad pública estaba por los suelos, y sin embargo, algunos de sus inolvidables pa­triotas y de sus más grandes filósofos florecieron en aquel tem­pestuoso período. El reinado de Yüan-wang fué relativamente bonancible; pero la situación comenzó a agravarse bajo el rei­nado de su hijo Chon-ting-wang.

II. — C h o n -t in g -w a n g(468-441 antes de J. C.)

En esta triste época las discordias intestinas desorganiza­ron varios de los Estados más poderosos. Seis magnates del Estado de Tsin lucharon por la supremacía; dos de ellos fueron derrotados y los otros cuatro se repartieron sus dominios. El mismo duque tuvo que refugiarse en un Estado vecino. El reino meridional de Ch’u conquistó dos de los Estados del centro. Uno de los aspectos satisfactorios del reinado de Chon-ting-wang fué la guerra en parte afortunada de los Estados de Ts’in y de Tsin contra los bárbaros Yung, probablemente los hunos, que, con excepción de una tribu llamada I-k’ü, cesaron de hacer in­cursiones en China.

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III. — K ’a u -w a n g(440-426 antes de J. C.)

K’au-wang, que era uno de los hijos más jóvenes de Chon- ting-wang, se abrió camino al trono al través de dos revolucio­nes palaciegas, de las cuales fueron víctimas dos de sus herma­nos. El heredero legítimo del trono era el hijo mayor, que reinó nada más que tres meses con el nombre de Ai-wang y que fué muerto por el hermano que le seguía en edad, el cual a su vez fué asesinado por K’au-wang, el tercer hermano. En el Estado de Tsin el poder del duque reinante se había reducido a un título puramente nominal, y el dominio de aquel importante te­rritorio, que había aumentado considerablemente en el trans­curso de varias generaciones con las conquistas hechas sobre los bárbaros vecinos, estaba entonces en manos de las tres fa­milias de Han, Chau y Wei.

IV. — W e í-l ié -w a n g(425-402 antes de J. C.)

Con este título el hijo de K’au-wang reinó veinticuatro años. Tres poderosas familias de Tsin fueron reconocidas por el emperador, en 403 antes de J. C., como cabezas de otros tan­tos Estados feudales y que desde entonces se conocieron en la historia china por los de San-Tsin, “ los tres Estados de Tsin” . Sus jefes habían disfrutado hasta entonces del rango de mar­qués y fueron confirmados oficialmente como chu-hóu, “Prín­cipes del Imperio” . El mencionado año de 403 marca una época en la historia china respecto al curso de los acontecimientos y a las fuentes de donde sacamos nuestra información. El período que sigue de los Estados contendientes, tal como está descrito en el Chcm-kuo-ts’d, recibe mucha luz complementaria de las obras de los filósofos menores que florecieron a fines de la di­nastía de Chóu y de las de algunos autores posteriores, inclu­yendo, entre ellas, como es consiguiente, el Shi-ki de Ssi-ma Ts’ién. Estas son también las fuentes principales para la eró-

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nica de los sesenta y un años que precedieron a la elevación de los tres usurpadores Tsin.

Desde esta época, es decir, desde el año 403 antes de J. C., que es también el año en que algunas autoridades comienzan el período de los Estados contendientes, arranca el relato del T’ung-kién-lcang-mu, la obra del gran historiador Ssi-ma Kuang, que la presentó a su emperador en 1066 después de

Templo antiguo.

J. C. La obra original titulada Tzi-chi-t’ung-kién, que traducida literalmente significa “ El Espejo Universal para provecho del Gobierno” , era una enumeración de hechos históricos en orden

' cronológico, algo por el estilo del Ch’un-ts’iu. El filósofo Chu Hi sugirió una ampliación de la obra en la forma de un comen­tario parecido al Tso-chuan, y este plan fué llevado adelante por los discípulos de Chu Hi, que presentaron la obra completa al rey en 1223. Las últimas ediciones de este libro modelo fue­ron de nuevo considerablemente ampliadas, y actualmente for­man el manual más completo, ya que no el más antiguo, de la historia china. En el reinado de Kubilai Jan, en 1282, la obra

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fué traducida al idioma uigur (156). El emperador K’ang-hi (1662-1723) ordenó que se tradujera a la lengua manchú, y el célebre misionero francés, el abate de Moyria de Maillac, cono­cido por el P. de Maílla, emprendió la gigantesca tarea de tra­ducir al francés la parte más importante del texto. De Maílla murió y fué enterrado con inusitados honores en Pequín en 1748; pero su manuscrito había sido enviado ya a París y fué publicado por el abate Grosier en trece tomos en cuarto con el título de Histoire Générale de la. Chine (París, 1777-1785). De Mailla, que pasó en China cuarenta años de su vida, se rodeó de una biblioteca de libros chinos que le sirvieron de auxiliares literarios, y llegó a saber profundamente el chino y el manchú. Hablando del T’ung-kién-kang-mu dice en su prefacio (página 6) : “Tal es la historia que el emperador Kang-hi ha hecho tra­ducir al tártaro y cuya versión tengo el propósito de dar” . Se­gún se desprende de sus palabras, se valió del original y de la versión manchú para hacer su traducción, que es la obra más detallada de la historia de China que se ha publicado hasta aho­ra. Debe leerse, por consiguiente, con cautela, porque el autor, con excepción de unas cuantas citas de las fuentes a que recu­rrió, puestas al principio de su obra, apenas si se refiere a los autores chinos responsables de las diversas aseveraciones his­tóricas, limitándose a reproducir los hechos que pudo entresacar de aquella enorme colección de citas derivada de toda la litera­tura china contenida en el texto chino o manchú, sin exami­nar su valor histórico. No obstante, la investigación sinoló­gica ha hecho rápidos adelantos desde De Mailla acá, lo que hace que consideremos la materia desde un punto de vista en­teramente distinto.

Volviendo a los tres Estados de Han, We'i y Chau, parece que a Ssi'-ma Ts’ién le domina la idea instintiva de que la debi­lidad del emperador al elevar a los usurpadores ilegítimos a los rangos más elevados en sus territorios marcaba una gran época en el desarrollo de China. Aunque el Hijo del Cielo se veía redu­cido desde hacía algunas centurias a una mera sombra, hasta entonces, cuando menos, era el soberano nominal de sus vasa­llos; pero ahora la tradición habíase roto. La santidad de la voluntad imperial no podía impedir que los duques de Tsin per­

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dieran sus heredados derechos, que habían conservado desde que sus antecesores fueron investidos con su dominio en el rei­nado de Ch’ong-wang, en 1106 antes de J. C. El imperio con­sistía entonces en catorce Estados, los más poderosos de los cuales, es decir, los de Ts’in, Ch’u, Ts’i, Yen, Han, Chau y We'i, llegaron a ser conocidos posteriormente por hs’i-hiung, “ los Siete Héroes” . Entre éstos, los Estados fronterizos de Ts’in, Chau y Ch’u disfrutaban de la ventaja de una ilimitada capa­cidad de extensión a expensas de las tribus extranjeras que rodeaban a China, y las mismas influencias que al terminar la dinastía de Shang dieron la supremacía al ducado de Chóu en los reinados de Wong-wang y de Wu-wang, pueden haber comunicado en ellos algo del vigoroso espíritu de sus beli­cosos vecinos.

Ts’in hacía ya tiempo que había extendido sus primitivos territorios hasta el valle del río Wei. Los mapas indígenas de los Estados contendientes llevan sus límites hasta el interior de los territorios ocupados antes por las tribus Yung, compren­diendo la actual provincia de Shen-si con el país de Ordus y algunas regiones de los bárbaros Man hasta el río Yang-tz'i, fronterizo de Ssl-ch’uan.

Chau ocupaba un territorio igualmente expuesto en Shan- si, y su importancia debíase también a la situación geográfica. Con su capital cerca de la actual Kuang-p’ing-fu, en el Chi-li occidental, ocupaba los confines septentrionales de China, in­cluso la actual Shan-si del Norte, cuyos desfiladeros sirvieron tantas veces de caminos para las irrupciones de los hunos, los turcos y los mongoles procedentes de la gran estepa.

Ch’u, como ya hemos visto, era el país de los bárbaros Man del Sur. Sus soberanos y sus gobiernos oficiales quizás fueron chinos, y probablemente cultiváronse en la corte de sus reyes las costumbres chinas, lo mismo que en los otros Estados; y así parece natural que, en un país que durante siglos enteros había efectuado su crecimiento absorbiendo elementos extran­jeros, como sucedió en el Estado de Ch’u al extenderse hacia el Sur, el carácter del pueblo no pudiera mantenerse en su ori­ginaria pureza. Así como se civilizaron a medias los bárbaros, sus caudillos chinos infectáronse de sus salvajes cualidades y

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los matrimonios que se verificaron, lo mismo que en los otros Estados fronterizos, entre los chinos y las familias aborígenes, contribuyeron a infundir nueva sangre en las venas de ambos, creando de esta suerte una población que contrastaba, por la energía y el valor, con la otra más afeminada, aunque más refi­nada, de los Estados del interior y de las costas orientales. No vacilo, por tanto, en admitir una teoría adelantada por Cha- vannes (157), el cual dice:

“ Ts’in y Ch’u no debían ser comprendidas entre los reinos del Centro, en el verdadero sentido de la palabra. Sus poblacio­nes, aunque civilizadas por los chinos, eran de razas diferentes. Desde la época en que Ts’in y Ts’i fueron víctimas de tantas disensiones intestinas, Ts’in y Ch’u fueron los primeros actores en aquel drama que había de terminar con el triunfo de Ts’in y el establecimiento del imperio por Ts’in Shi-huang-ti en 221 antes de J. C. Podemos, pues, afirmar que la revolución que trajo por último el establecimiento de la China imperial, puede fijarse en el año 403 antes de J. C., y que tal es la razón por la cual Ssi'-ma Kuang hace de este año el punto de partida de su gran historia titulada Tzi-chi-t’ung-kién.”

Esta es, en mi concepto, la única teoría que nos explica una porción de problemas culturales que al estudiar la historia de China unos siglos más tarde, le salen al paso al investigador en forma de importantes cambios que debieron verificarse en las ideas y costumbres populares de las masas, en las supersticio­nes y en el arte. Poseemos los argumentos más plausibles en favor de la introducción de influencias extranjeras en la cul­tura china en la época en que se abrieron las relaciones con el Asia occidental en el reinado del emperador Wu-ti, a fines de la segunda centuria antes de J. C .; pero si examinamos nume­rosos hechos que se registran en las crónicas como sucedidos en las épocas que precedieron inmediatamente al período de Wu-ti, observamos también que en China se han producido en dicho período cambios de un género distinto ocurridos en las épocas confuciana y preconfuciana.

La creciente influencia de elementos extranjeros proceden­tes de Ts’in en el Oeste, de Chau en el Norte y de Ch’u en el Sur, es una prueba de lo que digo. Es muy posible que lo que

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nos impresiona como una novedad bajo la dinastía de Ts’in y la parte primera de la dinastía occidental de Han existiera ya hacía muchos siglos antes de aquella época; porque no hemos de echar en olvido que las fuentes principales que tenemos hasta el fin del período de Ch’un-ts’iu tienen su origen en escritores de la escuela confuciana, los cuales no registrarían hechos e ideas que no estuviesen de acuerdo con sus doctrinas, siendo muy posible que, de existir otras fuentes, la antigua China nos pareciera muy distinta de eomo suelen representarla los escri­tores confucianos.

Lo poco que conocemos de Lau-tzi y de las enseñanzas que fueron el germen del tauísmo, es casi un elemento extraño en la China confuciana, lo cual parece confirmar nuestra teoría, pues Lau-tzi, como natural que era del Estado de Ch’u, nació y probablemente se educó entre los bárbaros del Sur.

La familia de Chau, que parece haber sido la más fuerte entre las tres usurpadoras de Tsin, hacía mucho tiempo que residía en aquel Estado. Su linaje remóntase a un origen común con los príncipes de Ts’in, en la época de Chóu-sin, el último monarca de la dinastía de Shang, cuando dos hermanos llegaron a ser los antecesores respectivos de las dos líneas de Ts’in y Chau. Al emperador Mu, de la dinastía de Chóu, acompañóle en una de sus expediciones un miembro de- dicha familia, en calidad de auriga, y en recompensa cedióle el soberano la ciu­dad de Chau, en la actual Shan-si meridional. El poderío de la casa continuó aumentando merced a concesiones territoriales en el gobierno de los duques de Tsin.

Ya nos hemos encontrado con nombres de esta ilustre fa­milia en ocasiones anteriores. Chau Ts’ui había sido el compa­ñero del duque Wón de Tsin durante su voluntario destierro entre los tártaros, y después de su regreso fué primer ministro de Tsin. Su hijo y sucesor en el ministerio, Chau Tun, era hijo de una mujer tártara (168) ; pero no era el único bastardo de la familia. En efecto, Chau Siang-tzi, que murió, después de un reinado de treinta y tres años, en 425 antes de J. C., y que tenía por nombre Wü-su, era también hijo de una tártara, y a su vez se casó con una mujer de la misma raza (1B9). Así no nos asombremos al ver que influencias completamente extrañas

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a la tradición china estaban ya trabajando en la introducción de elementos hasta entonces desconocidos en la vida de aquellos príncipes casi chinos. Además, los que lean la historia de Chau en la narración de Ssi-ma Ts’ién recibirán la impresión de que contiene varios pronósticos de aquel importante cambio en la civilización, que llegó a predominar en la época de Ts’in Shi- huang-ti: conviene a saber, el de una China tartarizada, en la cual las ideas tradicionales de Confucio acerca de la vida están suplantadas por elementos tártaros, escitas, húnicos o turcos, elementos que, cualesquiera que sean los nombres que se les dé, surgieron de la vida nacional de los extranjeros asiáticos del Centro y empezaron a perturbar el sosegado desenvolvimiento de la nación, cuyo Código civil era el Chóu-li, y cuyo modelo de caballero había sido Confucio. Chavannes dice lo siguiente, refiriéndose a la historia de Chau (160) :

“ Observaréis en este capítulo la parte importante que des­empeña lo maravilloso: sueños, vaticinios y visiones de seres sobrenaturales campean en ella en mayor número que en cual­quiera otra parte del SM-ki.”

Liu An, que murió en 122 antes de J. C., ha conservado una anécdota característica de Chau Siang-tzí. Los intereses de la casa de Tsin estaban representados después de la decadencia de ésta, por un fiel partidario llamado Chi Po, quien pereció en la lucha entre sus fuerzas y las tropas aliadas de Chau, Han y Wei. Chau Siang-tzi se apoderó de su cráneo y con él hizo un vaso para beber (161).

Esta manera de proceder, que yo me inclino a considerar como un acto ritual más bien que como un capricho extrava­gante del que lo perpetró, habla mucho en pro de las influencias húnicas, pues nos hallamos con otro hecho idéntico en la histo­ria de los hunos, o Hiung-nu, en tiempo del gran jan Lau-shang, que reinó en 175 antes de J. C., y que habiendo derrotado a los Yüé-chi o indo-escitas, decapitó a su rey y convirtió su cráneo en un vaso para beber. Los arqueólogos chinos han sutilizado mucho acerca del sentido de la palabra traducida por “ vaso pa­ra beber” , sosteniendo algunos que era una copa usada en los festines y dándole otros una interpretación más cínica; pero lo cierto es que dichos trofeos servían para un objeto ritual, puesto

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que sabemos por los relatos posteriores que los Hiun-nu conser­varon el cráneo del rey derrotado durante varias generaciones y que le reservaban para un solemne acto oficial, es decir, para beber en el la sangre de un caballo blanco al prestar el jura­mento que santificaba la conclusión de un tratado de paz. Cha- vannes (162) alude a un caso parecido que cita Livio (163), el cual, al describir una derrota sufrida por los romanos bajo el

consulado de Lucio Postumo en 216 antes de J. C., a manos de las hordas galas, dice:

“Los Boios, después de cortarle la cabeza, se la llevaron triunfalmente, junto con los demás despojos de su cuerpo, al templo más santo que tenían. Después lavaron la cabeza según su costumbre, y luego que hubieron cubierto el cráneo con oro cincelado, lo usaron como copa para las libaciones en sus solem­nes festivales, y para que en ella bebieran sus supremos sacer­dotes y otros ministros del templo” (16í).

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Los Boios, que ocupaban ciertos territorios al Norte de Italia, eran una nación de origen bastante dudoso. Zeuss (1S6) habla de ellos en relación con las tribus célticas; pero en vista de las contradictorias noticias de los autores clásicos opina que debían de haber llegado del Norte por el Danubio, y cita un pasaje de Estrabón para demostrar que antiguamente ocuparon el bosque Herciniano que circundaba a Bohemia. La historia del cráneo contada por Tito Livio puede ser un indicio de su origen escita; pero es difícil demostrar que los escitas en aque­lla época hubiesen extendido tanto sus correrías hacia el Oeste, aunque se dice que estuvieron establecidos cerca del curso infe­rior del Danubio.

Otro ejemplo de la tartarización gradual de la cultura chi­na, si es que podemos calificarla de esta suerte, está consig­nado en una crónica de unas cuantas generaciones después, cuando el rey de Chau, que reinó con el nombre de Wu-ling (329-299 antes de J. C.), resolvió por razones políticas cambiar el traje tradicional de corte por el de un soberano tártaro, pro­pósito que llevó a cabo a pesar de las advertencias de varios miembros de su familia, que defendieron en vano la conserva­ción de la etiqueta tradicional china. Wu-ling pensaba que las maneras y las costumbres de la antigüedad eran buenas para los antiguos, pero que los hombres modernos debían amoldarse a las exigencias de su época; y ésta fué la idea principal en que inspiró las réplicas que hizo a sus amigos, y que registra Ss'i-ma Ts’ién (166).

Uno de los cambios más importantes realizados por Wu- ling en este proceso de la tartarización fué la introducción de la caballería en el ejército. Durante la primera época de la di­nastía de Chóu usábanse los caballos, generalmente, cubiertos con arneses. Los héroes de las guerras chinas combatían en ca­rros, de pie, nunca sentados, y acompañados siempre, como era natural, de una escolta de soldados de infantería; y el sentarse a horcajadas en el caballo no era una costumbre originaria de China, sino de los hunos, quienes probablemente la tomaron de la caballería de combate adoptada por el rey Wu-ling. He visto en una crítica posterior sobre el Tso-chuan que no se acostum­bró montar a caballo antes de la época de los “ Seis Estados” ,

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es decir, de la tercera centuria antes de J. C. El reino de Chau absorbió en gran número el elemento tártaro, y los súbditos de pura raza china estaban en excesiva minoría para poder apoyar y defender el espíritu conservador tradicional de una dinastía original china.

V. — A n -w a n g(401-376 antes de J. C.)

En el reinado de este emperador operóse un gran cambio en el Estado de Ts’i. Durante la época del duque Huan y su ministro Kuan-tzi habíase refugiado en Ts’i un príncipe de Ch’ón cuyos descendientes llegaron a constituir un poderoso clan, y por ciertos motivos trocaron su nombre por el de T’ién. En 481 antes de J. C. un miembro de dicha familia llamado T’ién Ch’ang se las compuso de manera que logró destronar al duque Kién de Ts’i, a quien asesinó y substituyó con el hermano más joven de la víctima, el cual le hizo su primer ministro. Su nieto T’ién Ho depuso en 410 antes de J. C. al duque reinante, usurpó el trono para sí y fué por último confirmado en la dig­nidad de duque por An-wang, consiguiendo así los buenos ofi­cios del marqués de We’i, uno de los San-tsin. Otro Estado de Wei (uei: así se pronuncia actualmente, pero el sonido de este nombre era distinto en los tiempos antiguos) dió origen a uno de los caracteres típicos de la época, que, debido a la facilidad con que los hombres de talento podían trasladarse de un Estado a otro, produjo un gran número de aventureros políticos. Wu K’i había estudiado con Tsong Ts’an, aquel discípulo predilecto de Confucio (505-437 antes de J. C.), pero no aviniéndose con él, emigró a Lu, donde estudió el arte de la guerra. Una ambi­ción desapoderada le hizo abrigar la esperanza de ser el general en jefe del ejército de Lu durante la guerra entre aquel Estado y Ts’i, su vecino septentrional. El duque de Lu tenía en mucha estima su talento, pero no quiso otorgarle dicho nombramiento porque su esposa era una mujer de Ts’i; entonces Wu K’i la mató por ser un obstáculo a su carrera, y el duque, apreciando dicha acción como una muestra de lealtad, le otorgó el deseado nombramiento, y según rezan las crónicas justificó en dicho

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cargo la gran reputación de que disfrutaba como estratega. Des­pués de esto entró a servir al Estado de We'i, pero en 387 antes de J. C. se indispuso con el gobierno y huyó al Sur de Ch’u, donde el rey Tau le nombró su canciller. En este cargo realizó excelentes trabajos, y merced a su gran energía y severidad como jefe militar mantuvo entre las tropas una rígida disci­plina. No obstante, granjeóse muchos enemigos entre los gran­des de la corte, que después de la muerte del rey conspiraron contra él y lo mataron. Todavía existe con el título de Wu-tz'i, es decir, “ el filósofo Wu” , un librito sobre arte militar que se dice que fué escrito por él.

VI. — L ié -w a n g(375-369 antes de J. C.)

Durante este reinado el Estado de Han guerreó con el de Chong, uno de los antiguos Estados feudales situado cerca de la actual K’ai-fóng-fu, y conquistó su territorio. El aconteci­miento más notable de este período fué el nacimiento, en 372 antes de J. C., del gran filósofo Mencius en el Estado de Lu, donde habían nacido también Confucio y algunos de sus discí­pulos. Allí, el usurpador que había sucedido a T’ién Ho habíase arrogado al mismo tiempo el título de “ rey de Ts’i” ; pero ha­biendo sido confirmada en su familia dicha usurpación por el Hijo del Cielo, permaneció leal a éste, y cuando en 370 antes de J. C. fué convocada en la corte imperial una asamblea de los príncipes feudales, él fué el único que rindió homenaje al emperador. A Lié-wang sucedió su hermano menor Hién-wang.

VII. — H ié n -w a n g(368-321 antes de J. C.)

Durante su reinado, que abarcó cerca de medio siglo, Hién-wang fué simplemente un silencioso espectador de las interminables luchas entre sus vasallos nominales sin el más mínimo poder para intervenir en ellas. La narración de Ssi-ma Ts’ién (16T) acerca de su reinado no es más que una lista de

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ceremoniosas cortesías hechas a los duques de Ts’in, que con su sanción imperial aspiraban a la hegemonía entre los Esta­dos contendientes, situación que presagiaba funestos aconteci­mientos futuros. Ts’in, segün dice Ssi-ma Ts’ién (16S), había permanecido alejado de los Estados restantes sin mandar si­quiera embajadores a sus pacíficas asambleas, y los Estados de pura raza china lo consideraban como un país bárbaro.

VIII. — Los filósofos Yanc» C hu y M o T i

La lucha en todas partes estaba entonces a la orden del día, lucha con las armas y con las palabras. Las diversas escue­las filosóficas que habían surgido de los cimientos echados por Lau-tz'i y Confucio peleaban entre sí, por obtener la hegemonía en el mundo intelectual, con el mismo ahinco que los diversos estados confederados luchaban para aniquilarse unos y otros por medio de las armas. Los filósofos de la época demostraban una tendencia a aplicar sus doctrinas a la vida práctica del estado. Esta ligereza, característica de la vida política de la cuarta centuria antes de J. C., que no conocía el equilibrio en­tre los estados contendientes, y que hacía que los entendimien­tos más conservadores se acostumbrasen a los cambios políticos más inesperados, iba emparejada con una libertad de pensa­miento sin precedentes entre los filósofos y escritores. Se ex­ponían las ideas más heréticas acerca del estado y de la vida privada, y la opinión pública las aceptaba. Ciertos filósofos pu­siéronse de moda, eclipsando temporalmente a los sabios anti­guos, y en el rigor con que trataban de reivindicar las creacio­nes de su cerebro estaban a la altura de los jefes políticos de los Estados contendientes. No podía imaginarse contraste ma­yor que el que ofrecían los dos filósofos Yang Chu y Mo Ti, que florecieron probablemente alrededor de aquella época, aunque no pueda afirmarse la fecha exacta. Sin embargo, acerca de ella podemos deducir conclusiones de los términos en que habla de ellos Mencius, que no aprueba sus ideas y cuyo antagonismo con los dos filósofos demuestra que debieron de llamar la aten­ción pública no mucho antes de que él escribiera.

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Yang Chu nos parece uno de los pensadores más originales que ha producido China; no estudió los viejos textos como Con- fucio, sino que habiendo pensado mucho acerca del mundo y de la naturaleza humana, dió rienda suelta a sus ideas sobre la materia con una libertad que raya en cinismo. La parte prin-

Cesta de marfil trabajado, con representación de escenas de la vida rural.

cipal de sus doctrinas está contenida en la obra que se conoce con el título de Lié-tzi, “ El filósofo Lié” , que, según Giles (169), es un título apócrifo que encubre la recopilación de algún otro erudito; pero en las obras de Chuang-tzi y particularmente en las de Mencius, su gran adversario, se alude también a sus má­ximas (17°). Yang Chu era esencialmente pesimista. ¿La vida vale realmente la pena de vivirse? Si seguimos el curso de sus ideas, se desprende que no, porque una gran parte de ella trans­

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curre en un estado de indiferencia (durante la infancia y la extrema vejez) o en el sueño durante muchas horas del día, no contando las horas que nos consumen las penas y la enferme­dad, el dolor y la amargura. En cien años, que es lo que un hombre puede vivir, no hay realmente más que diez años que valgan la pena de vivirse, pero “ni aun en ellos puede encon­trarse una hora de risueño auto-abandono sin sombra de in­quietud” , pues post equitem sedet atra cura. La muerte nos espera a todos por igual, ora muramos a la edad de diez o de cien años, y los huesos del hombre se pudren así sean los de un gran carácter como Yau y Shun, o de una criatura ruin y vil como los tiranos Kié y Chóu-sin. Por consiguiente tenemos toda clase de motivos para sacar de la vida el mejor partido posible. Para él no había nada después de la muerte. La fama no era nada. Los grandes hombres del pasado “ la celebraban y no la conocían; la recompensaban y no la conocían; la fama es para ellos lo que el tronco de un árbol o un montón de tierra” .

A los antiguos emperadores Yau, Shun y Yü, Wu-wang y Chóu-kung, que vieron transcurrir su vida entre trabajos y tri­bulaciones, los compara con aquellos despreciables monarcas, los últimos de las dinastías de Hía y Shang: Kié y Chóu-sin respectivamente, que fueron cazadores de placeres toda su vida y “no se amargaban las horas con las preocupaciones de la pro­piedad y de la justicia y murieron como moriremos todos nos­otros” . De suerte que su vida fué dichosa a pesar de la mala fama que acompañó a su memoria después de su muerte. Por­que la realidad del goce no puede darla la fama. Legge (171), a cuyo extracto de las máximas de Yang Chu me refiero, añade lo siguiente:

“ Sería cometer una injusticia con Epicuro compararlo con Yang Chu, porque aunque el filósofo griego hizo de la felicidad el primer móvil de los esfuerzos humanos, también enseñó que “no podemos vivir felices sin ser justos y virtuosos” . El sistema epicúreo es ciertamente desproporcionado a la capacidad y ha­laga sobremanera los instintos de la naturaleza humana, pero es muy distinto del desconsiderado desprecio de todo lo estima­do como bueno y grande que desfila en las páginas en que Yang Chu nos expone sus ideas.”

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El pesimismo de Yang Chu es también de un género dife­rente del de Schopenhauer, que va a parar a una ética altruista basada en la compasión (172). También hallamos en sus máxi­mas vestigios de aquel fanatismo ateo que parece redimir al hombre de toda responsabilidad de sus actos al negar el libre albedrío. Porque “ la inteligencia y la estupidez, la honradez y la ruindad no están en nuestro poder, como no lo están la condi­ción de podredumbre, decadencia y definitiva desaparición. La vida de un hombre no se halla en sus propias manos, lo mis­mo que su muerte; su inteligencia, su ruindad, su honradez no son suyas” .

Es una cosa que honra a la nación china el no haber colo­cado a un hombre del tipo moral de Yang Chu al mismo nivel de sus grandes filósofos, y que las ideas que difieren abierta­mente de las suyas hayan predominado siempre al través de las generaciones posteriores. No obstante, si tomamos en conside­ración sus ideas sobre la vida privada y el modo violento y enérgico con que quiere imponer su argumentum ad hominem, hay que considerarle como un importante eslabón en el proceso de decadencia que ocasionó la caída de la dinastía de Chóu y la victoria inmediata de los principios que dominaron en la guerra de los antiguos libros sagrados en virtud de un decreto del emperador Ts’in Shi-huang-ti. Porque lo que observamos ahora es completamente análogo a la lógica de Confucio y de su escuela, que hizo de la vida del individuo la base de las ideas sobre el gobierno y la vida pública. El “ egotismo” de Yang Chu, aplicado primeramente al individuo como miembro de la sociedad, acababa por ser el soberano supremo entre los poderes responsables del bienestar de los Estados contendientes, cada uno de los cuales luchaba por el principio “ primero nosotros y después el mundo” , o, lo que es lo mismo, “ aprés notes le déluge” .

El confucianismo tuvo que sufrir una ruda prueba en aque­llos días, y el ejemplo dado por príncipes chinos que seguían la bárbara costumbre de hacer una escudilla laqueada del crá­neo de un enemigo muerto o de ponerse el vestido anticlásico de los extranjeros del Norte, correspondía por entero al espí­ritu de la época, que se caracterizaba por el desconsiderado me­nosprecio de la santidad de la tradición. Adherirse a la tradi­

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ción, derivar de sus antepasados toda dicha en la vida, es el principio original chino, y la frecuencia, que vemos entonces, de ejemplos contrarios a este principio, así en la vida política como en la literatura, puede considerarse como un síntoma de elementos que no eran originalmente chinos y que temporal­mente predominaron. Esto puede demostrarse hasta con el ejemplo de Mo Ti, cuyas enseñanzas eran diametralmente opues­tas a las de Yang Chu. Lo que imprime en él el sello de hijo de su época es una independencia casi revolucionaria de la an­tigua tradición china. Yang Chu y Mo Ti “ estaban en los dos polos opuestos del pensamiento y del sentimiento humanos” (Legge). Las ideas de este último eran tan altruistas como eran frívolas las del primero. Si Mencius trata a Mo Ti co­mo a un adversario, es porque la antigüedad no era tan sa­grada para él como merecería serlo ante los ojos de los confu- cionistas ortodoxos.

Al llegar aquí tengo que decir algo acerca del nombre Mo Ti, cuyas variantes en la pronunciación pueden confundir a los lectores de la literatura relativa a este autor. El nombre de la familia del sabio, que en chino significa “ tinta” , en la mayor parte de los dialectos mandarines chinos suena Mo; en Cantón pronúnciase Mak, que puede decirse fué el sonido correspon­diente a la pronunciación antigua. La consonante final ha de­jado sus huellas en algunos de los dialectos mandarines, en una forma de brusca terminación de la vocal que algunos copistas expresan por la final h, razón por la cual Williams (m ) pronun­cia Moh. Morrison, en la pronunciación inglesa anticuada, pro­nuncia Mih, que Legge admite. De esta pronunciación, combi­nada con la designación tzi (Mih-tzi, es decir, “ Mih o Mo, el filósofo” ), ha salido el nombre latinizado Micius (inventado por Faber, que también le llama Lié-tzi Licius), en analogía con los nombres latinizados Confucius y Mencius.

Mo Ti está penetrado profundamente de la podredumbre de la vida oficial china, y tratando de averiguar la causa pri­mera de tal estado de cosas, llega a la conclusión de que todos los males se originan de la falta de amor mutuo y de que este recíproco amor falta no sólo entre los individuos y las familias, sino también entre los Estados. Si todos estuviesen saturados

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Constantemente la agricultura del Imperio Chino, sufría las desvasta- ciones de estos insaciables ortópteros. Durante la dinastía Tang, el em­perador Tai-Tsung inició la primer campaña científica conocida contra

este flagelo.

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de este espíritu de amor, desaparecerían los ladrones y los ban­didos, los altos funcionarios cesarían de sembrar el desorden en las familias, y los príncipes no atacarían los dominios de otros. Sólo en virtud de este mutuo y universal amor puede prosperar el Estado. El filósofo resume los males de su época de la siguiente manera:

“Los mutuos ataques de Estado a Estado; las mutuas usur­paciones de familia a familia; los mutuos robos de hombre a hombre; la falta de bondad por parte del soberano y la desleal­tad por parte del ministro; la falta de ternura filial y de los deberes naturales entre padres e hijos: tales, y no otros, son los males que perjudican al imperio. Todo esto ha nacido de la carencia de amor mutuo. Si la virtud pudiera hacerse universal y los príncipes se amaran los unos a los otros, no habría gue­rras ; los jefes de familia no intentarían usurpaciones, los hom­bres no cometerían robos, y los soberanos y los ministros serían amables y leales, los padres y los hijos serían buenos y amo­rosos, y los hermanos vivirían en armonía y se reconciliarían fácilmente. Si los hombres se amaran los unos a los otros, el débil no sería la presa del fuerte; el noble no se mostraría insolente con el plebeyo, y el falso y el astuto no engañarían al sencillo” .

“ Para introducir una reforma en este sentido, los prínci­pes y gobiernos debían empezar por dar el buen ejemplo que a la larga seguiría toda la sociedad” ; y sigue demostrando, con la historia antigua en la mano, el hecho que se observa aún en China en nuestros días y es que el pueblo se adapta con mucha facilidad a los deseos de sus soberanos, o que, en otras pala­bras, en el poder de éstos está el fomentar el amor universal en el pueblo si es que quieren dar el ejemplo (174) .

El altruismo casi cristiano de Mo Ti era superior al con- fucianismo y hubiera podido salvar al imperio si sus doctrinas hubiesen sido tan fáciles de aplicar a la vida práctica como se imaginaba el filósofo. No sólo los Estados continuaban gue­rreando, usurpando y robándose unos a otros, sino que tam­bién sus colegas en filosofía, acaudillados por el gran confu- cionista Mencius, luchaban por empequeñecer y rebajar el mé­rito de su doctrina única.

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IX . — M encius

Se sabe muy poco, relativamente, de la vida de Mencius (Mong k’o). Nació en 372 antes de J. C. en el pequeño Estado de Tsóu, no muy lejos del lugar donde nació Confucio, y ha­biendo perdido a su padre en edad muy temprana, fué educado

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Carro de guerra de un príncipe imperial.

únicamente por su madre, la cual, según las numerosas anéc­dotas que circulaban acerca de sus métodos educativos, adquirió en China una reputación de madre modelo. “ Móng-mu” , “ la Ma­dre Mong” o “ la Madre de Mencius” , es tan familiar para los chinos como la madre de los Gracos fué para los romanos. Cam­bió de domicilio varias veces porque no le gustaban ciertas compañías dañosas para la educación de su hijo, y se fué de los alrededores de un cementerio porque el niño imitaba los gestos de los deudos que iban a llorar a las tumbas. Del mismo

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modo se mudó de una casa cercana al mercado porque su hijo remedaba las maneras de los vendedores, y por último instalóse cerca de una escuela y allí el talento imitativo del niño estuvo en su propio elemento (1T5). A pesar del gran prestigio que la acompaña como madre y de la gran veneración en que, en todas las épocas, ha conservado su memoria la nación china, se le atribuye una gran oposición a la emancipación de la mujer. Cierto día Mencius formó el designio de dejar el Estado de Ts’i porque el príncipe se negaba a oír sus consejos; pero va­ciló a causa de su anciana madre, que vivía en su compañía y que al hablar él de su proyecto replicóle lo siguiente:

“ El deber de una mujer es ser hábil en la preparación de los manjares, y cuidadosa en la conservación de los artículos domésticos; mirar por las comodidades de sus suegros, y coser y tejer. A esto está limitada la esfera de su actividad. Ella es la que debe mantener el orden en la casa, y sus pensamientos no deben rebasar los límites de su hogar” . Dícese en el IÁbro de las Metamorfosis: “ Cuídese del guiso de los alimentos den­tro de las habitaciones que tiene señaladas y que ninguna otra cosa la inquiete y preocupe” . Y en el Libro de la Poesía se dice: “No debe hacer mal, ni tampoco distinguirse por sobresalientes acciones; limite sus pensamientos a los manjares y al vino” . Esto significa que una mujer no debe tomar nunca ninguna resolución por sí misma, sino que debe sujetarse a la regla de las tres obediencias. De soltera debe obedecer a sus padres, de casada a su marido y de viuda a su hijo. Este es su deber. “Hoy eres un hombre en toda la madurez de la edad y yo ya soy vieja; obra según te dicte tu rectitud, que a mí no me toca más que obedecer” .

No hay duda en que debió de ser una mujer superior, y es muy probable que la excelente educación que dió a Mencius desde la infancia contribuyó a su futura grandeza. Nada se sabe de su vida después de la niñez, hasta que es maestro o “ profesor de enseñanza y moral” , como le llama Legge, algo así como su gran modelo Confucio. Tenía entonces cuarenta años y rodeábale un gran número de discípulos.

Las enseñanzas de Mencius, que están expuestas en el libro que lleva su nombre, son principalmente de carácter político.

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Durante los 150 años que median entre las épocas en que fucio y Mencius propagaron sus enseñanzas, el proceso de de­cadencia del poder imperial que se había estancado antes del período de Ch’un-ts’iu, habíase convertido en continua a m e n a que presagiaba una conmoción general. Cuatro o cinco gene­raciones antes, los príncipes del imperio tenían al menos una especie de lealtad “nominal” al Hijo del Cielo, y este senti­miento, por lo que respecta a la legitimidad de la situación del emperador, que Confucio trató de fomentar cuanto pudo, había abierto a la sazón el camino para el absoluto desconocimiento de los derechos imperiales. Si la casa de Chóu hubiese produ­cido hombres de acción capaces de imponerse en el tumulto de las mutuas rivalidades entre los Estados feudales, habría habido un escenario apropiado para que se luciese un héroe de la his­toria acometiendo grandes hechos; pero no surgió ningún hom­bre de tales condiciones. El emperador no era más que una sombra del antiguo poderío y las cosas seguían su curso fatal sin que él pudiera impedirlo. Los príncipes guerreaban cons­tantemente entre sí y formaban ligas unos contra otros alte­rando el equilibrio del poder de generación en generación. Los disturbios políticos agraváronse mucho más a causa de la cos­tumbre que tenían los filósofos de viajar de corte en corte para dar consejos. Las clases ilustradas llegaron a ambicionar el re­lacionarse de un modo u otro con la vida política, y la facilidad que existía para trasladarse de un Estado a otro, esa Freizü- gikeit (libertad para mudar de domicilio) que en los Estados Unidos y en la Alemania moderna aparece como una concesión hecha por la legislación local al poder federal, probablemente desempeñó una parte muy importante en la decadencia general que siguió a dicho período. En aquellos días los destinos de China estaban más bien en manos de aventureros irresponsa­bles que en las de los soberanos de los diversos Estados, que se prestaban a ser instrumentos de elocuentes y ambiciosos ex­tranjeros para meterse en aventuras muy peligrosas para ellos mismos y el bienestar común. Estos consejeros salían a veces de las capas más ínfimas del pueblo, y al adherirse a una de las diversas escuelas filosóficas que dominaban en la época, ha­cían gala de cierta superioridad en la dialéctica, poniéndola al

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servicio de su ambición para granjearse la influencia política.No obstante, no puede negarse que entre todos aquellos di­

plomáticos aficionados había hombres de verdadero valer, cuyo talento habría brillado si lo hubiesen puesto al servicio de una causa mejor que las guerras intestinas. Tales fueron Chang I (muerto en 310 antes de J. C.) y Su Ts’in (que murió años antes, en 317). Ambos sirvieron como criados en una escuela, y después de haber adquirido los más necesarios conocimientos en aquel centro educativo en donde prestaban sus servicios, es­tudiaron el arte sofístico de persuadir a todos sobre cualquier cosa, bajo la dirección del filósofo tauísta Kui-ku-tz'i, que los preparó para la aventurada carrera de diplomático voluntario ambulante. La mayor parte de estos individuos carecían de pa­triotismo local, quizás porque los advenedizos son tratados con desprecio por su propio pueblo. Así Chang I, que había nacido en el Estado de We'i, llegó a ser ministro en Ts’in, y después que hubo hecho a su país todo el daño posible, cuando hubo de abandonar aquella corte por muerte de su soberano, aceptó de nuevo el puesto de primer ministro en We'i. Chang era de esos hombres de quienes dice uno de los interlocutores de Mencius: “ En cuanto se encolerizan tiemblan de pavor los príncipes del imperio, y cuando viven quieta y sosegadamente el mundo ve apaciguadas sus querellas” . Mencius, no obstante, quiso con­trarrestar con todo el peso de su autoridad las corrientes de aquella época en que la tradición confueiána se hallaba com­pletamente olvidada; pero sus esfuerzos resultaron vanos. Pasó una gran parte de su vida, entre los años 333 y 324 antes de J. C., en el Estado de Ts’i como consejero del príncipe, no que­riendo recibir ningún emolumento por sus servicios. En las conversaciones que sostuvo con el soberano y con los funciona­rios del gobierno de aquel país y de otros expuso sus ideas sobre la gobernación del Estado, ideas que no representan sino la aplicación de la filosofía confuciana a la vida oficial en aquel tempestuoso período de los Estados contendientes.

Mencius era un hombre muy orgulloso. Como Mahoma, es­peraba a que la montaña fuese a él si la necesitaba. Nunca pudo captarse la más pequeña cordialidad del rey de Ts’i, y esta circunstancia, junto con la libertad que solía usar en sus con­

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versaciones, le movió a separarse del que, por otra parte, e n su gran admirador. Con esto esperaba que el rey volvería a llamarle en bien del pueblo de Ts’i y hasta para la dicha de todo el imperio; pero la montaña no fué a él y Mencius no era Mahoma. Entonces abrazó la vida de un filósofo errante. En 319 antes de J. C. visitó a King Hui de Liang, en la actual K’ai-fóng-fu; a la conversación que tuvo con él sobre asuntos de gobierno está consagrado el primero de los siete libros de su obra. Las conversaciones del sabio con soberanos y estadistas se caracterizan por aquel espíritu de polémica peculiar de los filósofos que juegan con las palabras; pero como era un acérri­mo confucionista, merece todo respeto por defender sus ideas contra la abrumadora oposición de los intereses políticos y lite­rarios en pugna. A la muerte de Hui, en 320 antes de J. C., Mencius volvió a Ts’i, donde desempeñó un cargo en la corte y en ocasiones infirió ofensas con su indomable orgullo. Cuando murió su anciana madre enterróla con gran pompa, quizás para mortificar a su adversario Mo Ti, que aconsejaba la sencillez en las ceremonias fúnebres.

Disturbios políticos relacionados con la conquista del Es­tado septentrional de Yen por el rey Ts’i, conquista en la cual Mencius estuvo complicado, obligáronle a adoptar otra vez una vida errante (312 antes de J. C.), y después de permanecer dos años en el Estado de Sung, volvió a su país natal, Lu (en el año 310), en donde uno de sus discípulos había sido nom­brado primer ministro. Este discípulo, llamado Yo Chong, pre­paró una entrevista entre él y el duque reinante; pero uno de los cortesanos creyó que era indigno de su señor ser el primero en visitar a un simple erudito; y Mencius, a pesar de su deseo de toda la vida de exponer sus teorías sobre el gobierno a los que estaban en el poder, no quiso acercarse voluntariamente al soberano y se consoló pensando que, aunque algunos hombres pueden fomentar o retardar una buena obra, no pueden en rea­lidad contrariar el progreso de la misma, y que el no haberse podido entrevistar con el duque de Lu era un decreto del cielo. Después de este desengaño, que era a todas luces el resultado de su invencible orgullo, se abstuvo de celebrar entrevistas con so­beranos todo el resto de su vida, pasando sus últimos veinte

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años recluido y consagrado a la compañía de sus discípulos y a sus obras literarias. Murió en 289 antes de J. C.

El mérito distintivo de la filosofía de Mencius, comparada con las enseñanzas de Confucio, es su aplicación a la vida ofi­cial, partiendo naturalmente, dentro del verdadero espíritu con- íuciano, de las relaciones de familia y el deber filial; pero sus sentimientos en este respecto eran esencialmente democráticos, siendo para él lo principal la prosperidad del pueblo y de im­portancia secundaria la lealtad al soberano tal como la enseñó Confucio. No bastaba con que el gobierno procurara el bienes-, tar físico de las masas; también era deber suyo educar al pue­blo. Desprecia el poder y la grandeza exterior si no están sos­tenidos y apoyados por la rectitud y la justicia; pero es un idealista y espera que el mundo ha de ser mucho mejor de lo que es. No respeta la historia ni le parecen infalibles los libros, porque “ sería mucho mejor carecer en absoluto de libros que creer todo lo que éstos nos relatan” ; y de las crónicas que des­criben los hechos de Wu-wang no escogió más que dos o tres que le parecieran fidedignas (176).

“ Si entre estos “ libros” se alude al Shu-king, es muy sin­gular que semejantes confesiones las haga un confucionista de la reputación de Mencius que, además, era un firme creyente en Yau y Shun, los emperadores modelos. Pero parece ser que su antagonismo iba más bien contra la guerra acerca de la cual hablaban mucho los “ libros” y que él condenaba severísima- mente, y que no era tan enemigo del “Libro de la Historia” como de su contenido, el cual no probaba sus teorías. El hombre ni debe ni necesita guerrear; según Mencius, ha de ser bené­volo, “ pues el hombre venévolo no tiene enemigos” ; y así debe ser un soberano. Los que se jactan de su habilidad en la guerra son para él unos grandes criminales, y todas las guerras que se relatan en el Ch’un-ts’iu fueron injustas. A King Hui de Liang aconséjale la benevolencia en la administración pública, la lenidad en los castigos, la moderación en los tributos, etc., etc. De esta suerte no tardaría en verse apoyado por un pueblo que podría pasarse sin la guerra, pues sería bastante fuerte para oponer a “ las recias mallas y las afiladas armas” de sus ene­

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migos las tropas de Ts’in y de Ch’u “ con simples estacas en las manos” (177).

Mencius era un gran guía en cuestiones de economía polí­tica, que han desempeñado en todas las épocas un papel impor­tante en la vida política china. Si sus ideas no se llevaron a cabo al principio, ciertamente ejercieron una gran influencia en los siglos posteriores. En aquella recíproca lucha de opinio-

Timbal gigante utilizado en las grandes ceremonias oficiales.

nes, cuando se ofrecían con tanta libertad consejos sobre los negocios públicos, en todas partes habían de encontrarse refor­madores que rivalizaran en la originalidad de sus proyectos. Mencius, a pesar de su idealismo, se mantuvo por lo mismo ale­jado de semejantes excentricidades, y no sólo se colocó en un término medio entre los dos grandes filósofos antitéticos Yang Chu y Mo Ti, sino que además rechazó los absurdos de todas clases, como el hiper-ascetismo de Ch’ón Chung, que creyó que podría purificar su corazón por medio de la inanición y de un menosprecio total de los pudores de la vida, respecto de lo cual podía rivalizar muy bien con más de un budista torturador de sí mismo.

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Un excéntrico de otro género fué el “ agricultor” Hü Hing, que procedía del Estado semibárbaro de Ch’u. Era uno de los muchos filósofos peripatéticos que iban de corte en corte predi­cando sus teorías de buen gobierno y que tenían que sobrellevar muchos desengaños hasta encontrar un príncipe de cualquier Estado, por pequeño que fuese, que aprobara sus ideas. Este pequeño Estado fué Tóng, cuyo soberano, el duque Won, había consultado anteriormente a Mencius sobre una enojosa cuestión que inquietaba mucho a todos los Estados pequeños, a saber, con cuál de sus grandes vecinos era más conveniente aliarse para no ser absorbido por él. No se sabe a cuántas puertas llamó en vano Hü Hing hasta llegar a la del duque de Won, diciendo: “ Soy de una región lejana, y habiendo oído decir, príncipe, que gobernáis benévolamente, deseo obtener un sitio para una casa y formar parte de vuestro pueblo” ; y el duque le dió una casa. Sus discípulos, que eran unos doce, llevaban vestidos de tela de crin y, para poder vivir, hacían sandalias de cáñamo y tejían esterillas.

La teoría de Hing era que el cultivo del suelo constituía la única fuente del verdadero bienestar de los pueblos, y en esto difería de las ideas de Mencius, quien demostró al detalle que Hü Hing estaba en un error. Hü Hing quería que los soberanos cultivaran también la tierra y comieran del fruto de tu trabajo lo mismo que los labriegos. “ Deben guisarse sus comidas por mañana y tarde, al mismo tiempo que dirigen el gobierno” . Los graneros, los tesoros y los arsenales que conservan los príncipes r.:. eran más que una carga para el pueblo. A estos argumentos replicaba Mencius: “ Doy por sentado que Hü Hing siembre el grano y coma el producto. ¿Tejerá también paño? — No, por­que usa tela de crin. — ¿Y su gorra? — Se la dan a cambio de grano. — ¿Y las marmitas y cazuelas de barro para guisar los alimentos, y el hierro para arar? — Se los dan a cambio de grano” . Por medio de estas preguntas Mencius, como la mayor parte de los antiguos filósofos chinos, intentó demostrar su te­sis. el método erotético por medio del cual Sócrates acostum­braba probar su reductio ad absurdum. Habiendo de esta suerte puesto de manifiesto todos los absurdos del defensor de las teo­rías de Hü Hing, desarrolló su sistema de economía política,

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que demostraba que la labranza no podía ser la única base del buen gobierno, y que la industria también tiene sus derechos; que algunos hombres trabajan con su entendimiento al paso que otros con la fuerza corporal; y que los trabajadores inte­lectuales son las clases directoras, y los trabajadores manuales los que son gobernados por ellas. El Dr. W. E. Macklin, en un interesante estudio sobre Mencius (17S), refiere, relacionándola con él, esta anécdota:

Tipo chino autóctono.

“Tolstoy editó un libro escrito por un nivelador como Hü Hing, que predicó que cada cual debía cultivar su grano. No recuerdo el nombre enrevesado del escritor ruso. Si Tolstoy no se hubiese convertido ya de su manera errónea de pensar, Men­cius podría convertirlo. De esto se desprende que Mencius no es ningún mentecato que tenga telarañas en el cerebro” .

Entre los muchos filósofos que desde los días de Confucio hasta el fin de la dinastía de Chóu contribuyeron a elevar a la decadente China a un alto nivel intelectual, Mencius nos im­

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presiona por la claridad del juicio. No es ciertamente un mís­tico, y por la argumentación, de un gran sentido común, con que trata de examinar sus problemas hasta lo más hondo, su obra contrasta favorablemente con el Tau-t'ó-lmig. Los filósofos chinos no ofrecen sus enseñanzas en la forma de “ sistemas” regulares; pero el Dr. Ernesto Faber en su obra alemana sobre Mencius (179) explica perfectamente cómo puede construirse un sistema sacándolo de una obra que, a primera vista, parece un conjunto incoherente de anécdotas y una serie de diálogos que reproducen las observaciones del sabio en todos los detalles posibles del individuo, de la familia y la vida oficial. Es quizás un rasgo característico y un testimonio de su sentido común el que Mencius no comparta con su gran maestro Confucio la es­tima en que éste tenía al I-king o “Libro de las Metamorfosis” , a juzgar por el hecho de que nunca habló de él. Una simple ojeada a la recopilación de E. Faber nos demuestra que su “ Mencius” abarca una grande esfera del pensamiento filosó­fico, pero que el principal asunto es el hombre en todas sus relaciones. En este respecto es mucho más minucioso que el mismo Confucio, y cuando se le compara con él se ve que sus detalles están caracterizados por cierta moderación en aceptar la observancia de las formalidades exteriores.

Todas las fases importantes de la vida social y oficial china discútense en dicha obra, que, además, se conquista la simpatía de todos aquellos cuyo principio acerca de la vida es que no debe terminar nunca la autoeducación del carácter. En este concepto Mencius puede ser considerado como un modelo. Es cierto que hemos de tener en cuenta la circunstancia de ser chino y de haber vivido en un período muy remoto, aunque esta consideración no tiene aquí tanta aplicación como en el caso de Confucio. Además, una parte considerable del pensamiento del discípulo ha conservado más que el del maestro su valor eterno. La benevolencia y la justicia son las dos grandes virtudes que deben gobernar los actos del hombre en todas sus relaciones; de estas relaciones la más importante es la que existe entre el ? ueblo y el soberano; y los soberanos deben cultivar estas vir­tudes en primer término. Muchas de las máximas del sabio puede decirse, por consiguiente, que se hallan en aquel capí­

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tulo, tan manoseado por los filósofos orientales, del “ Espejo de Príncipes” . Pero la gran lección que da a la humanidad es la de la educación del carácter personal. El carácter es más im­portante que la capacidad. La vida del hombre debe ser una constante lucha para subyugar las pasiones a fin de llegar a la perfección por el predominio de principios éticos y la supre­sión de los instintos sensuales; y toda esta lucha por la perfec­ción no debe mantenerse por recompensas exteriores, sino por el deleite que se siente en la propia perfección. El Dr. Faber, el misionero, honra tanto al antiguo sabio que, en lugar de condenar estas ideas por proceder de un pagano, las considera, relativamente a los cristianos, como un incentivo para rivalizar con los caracteres gentiles en el ejercicio de la virtud.

Cree que los chinos están actualmente tan lejos de aquellos ideales como lo estuvieron en la época de Mencius, cuyas ense­ñanzas representan la conciencia de los chinos, el conocimiento de lo que es normal en bondad, por el que pueden ser juzgadas las desviaciones de la vida individual.

En sus ideas políticas, Mencius era resueltamente leal al rango tradicional del emperador Chóu, y achacó la decadencia de su época a la falta de lealtad. Los “ Cinco Caudillos” {wu-pa, séptima centuria antes de J. C.) fueron desleales a los “ Tres Reyes” (san-wang, es decir, los fundadores de las tres dinas­tías de Hia, Shang y Chóu), y esto significa que ellos fueron los primeros en desconocer abiertamente la autoridad imperial. Así afirma: “Los príncipes actuales son desleales a los Cinco Caudillos, y los altos funcionarios de hoy son desleales a los príncipes” . Lamenta la situación del emperador, que antes visi­taba a los príncipes en viajes de -reconocimiento, y los recibía en su corte cuando iban a ella a informarle de sus actos oficia­les. Era costumbre, en la primavera, examinar la labranza y suplir cualquiera falta en la simiente ; y en otoño examinar la siega y prestar ayuda allí donde se notara alguna insuficiencia en la cosecha. Cuando el emperador traspasaba los límites de un Estado, si se le pedían terrenos nuevos y los campos viejos estaban bien cultivados, alimentado el viejo y honrado el hom­bre digno, y los hombres de talento ocupaban empleos, el em­perador recompensaba al príncipe con una nueva cesión de te-

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Tai-Tsung, emperador de la dinastía Tang, fué uno de los más destacados monarcas de la China, en todos los tiempos.Se caracterizó su obra de gobierno, por su tolerancia religiosa, su amor a las artes, y su protección a las ciencias.La fama de sus condiciones excepcionales, transpasó las fronteras de su vasto imperio, llegando hasta Bizancio, en cuya corte era conocido el monarca chino, por los relatos de los acompañantes de Olopan, el sacer­dote nestoriano, que según estudios recientes, puede ser considerado como el introductor del cristianismo en la China Antigua.El Imperio Bizantino, deseando estrechar las relaciones políticas con Tai- Tsung, envió a su corte una delegación con presentes y tratados que fueron favorablemente recibidos por el emperador chino.

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rritorio. Por el contrario, si el emperador veía que la tierra estaba sin cultivar o arruinada por la cizaña, si se descuidaba a los ancianos y no se honraba a los hombres dignos y las ofi­cinas rebosaban de duros recaudadores de impuestos, el empe­rador reprendía al príncipe. El no asistir a la corte era castigado con la degradación de rango y con la pérdida de territorio; y si había reincidencia, con la destitución. El emperador no em­pleaba su autoridad más que para ordenar dichos castigos, que­dando encargados de su ejecución los otros príncipes. Unica­mente, gracias al poder de los Cinco Caudillos, pasaba el vene­rable privilegio imperial de manos del Hijo del Cielo a las de aquéllos; lo cual, según Mencius, era una deslealtad hacia los Tres Reyes. De esta suerte, según él, el período de los Cinco Caudillos marca la primera etapa de la decadencia del poder imperial, que había gobernado sin cortapisas durante mil y más años.

El más poderoso de los Cinco Caudillos, el duque Huan de Ts’i, como ya hemos visto, hizo que los príncipes del imperio celebraran un convenio en el que se consignaron cinco artículos que sirvieran de guía a los diversos soberanos. El artículo quinto decía así: “ No se harán promociones sin anunciárselas antes al rey o al emperador” . Esto indica al menos cierta sumi­sión o lealtad al poder central, aunque no fuese más que nomi­nalmente; pero, como Mencius continúa diciendo, los príncipes de su época infringieron todas las prohibiciones contenidas en los cinco artículos y por esto sostiene que fueron desleales a los Cinco Caudillos. Mencius compara la deslealtad de un hombre que simplemente ayuda a su soberano en una empresa inicua, con la del que le instiga a cometer dicha iniquidad. Este era, en efecto, el crimen de los altos funcionarios de su época, que eran desleales a sus soberanos. No podemos hallar mejor cro­nista de la decadencia gradual de la dinastía de Chóu, que el filósofo Mencius.

La historia del Estado de Ts’i nos demuestra cómo en la vieja China reportó prácticos frutos la aplicación de la ciencia a los asuntos de gobierno; y quizás no pueda registrarse otro ejemplo como el del filósofo Kuant-z'i, en el cual los resultados del pensamiento filosófico se relacionaran tan inmediatamente

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y con tanto éxito con la gobernación del Estada. Después de él Confucio se esforzó en vano por adquirir influencia en ios asun­tos del Estado; pero si él no pudo conseguirlo, lográronlo, en cambio, algunos de sus discípulos, además de centenares de hombres influyentes que en las generaciones posteriores se edu­caron a sí mismos con el estudio de sus enseñanzas. Un caso sumamente parecido fué el del gran confucionista Mencius, que consagró gran parte de su actividad intelectual a las cuestiones de economía política y de política en general. Este filósofo acon­sejó la tutela sobre el pueblo, pero basada en principios libe­rales, y una de sus teorías predilectas fué la división de las tierras entre la población. Según él, los gastos del gobierno de­bían cubrirse haciendo tributar la décima parte de todas las tierras cultivadas por el pueblo.

Para esto recomendaba el tsing o “ fuente” , sistema de diez­mo en virtud del cual toda tierra debía estar dividida en cua­dros iguales de algunos acres, cada uno de ellos separado del vecino por líneas divisorias que se parecen a la forma del ca-

nueve lotes cuadrados.De los mencionados lotes los ocho exteriores habían de ser

para propietarios particulares del pueblo, los cuales conjunta­mente con sus lotes respectivos debían cultivar el lote central para el gobierno. Esto no dejaba de ser utópico, aunque valía algo más que las excentricidades agrícolas de Hü Hing; y es difícil imaginar cómo a la larga pudiera este sistema producir resultados prácticamente beneficiosos. De todas maneras el sis­tema del tsing ha sido estudiado repetidas veces en el trans­curso de la historia por haberlo patrocinado un pensador tan profundo como Mencius, y por su reivindicación de cierta parte de tierras para uso del gobierno, puede haber influido real­mente en la disposición de los planos de las ciudades y en el acotamiento de los campos.

La manera de sufragar los gastos del gobierno ha preocu­pado, por lo que se ve, a los soberanos de China en todos los períodos de su historia, y cuando Mencius consagró su

rácter chino tsing (fuente), de modo que resultasen

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atención a dicho asunto ya se habían ensayado varios sis­temas de tribulación; pero, dada esa complejidad que ha prevalecido en todos los tiempos en las fuentes de ingreso, parece natural que en la China antigua, en una época en que el comercio exterior era escaso y la agricultura estaba muy lejos de ser la base más importante de la riqueza pública, el tributo de la tierra (fu) y la prestación personal (i) fuesen la parte más importante de la tributación. Desde la existencia más remota de los gobiernos en China, la tierra ha sido consi­derada siempre como una propiedad del soberano. No había

propiedad particular, sino que los súbditos podían reclamar un lote de tierra mediante el pago de un impuesto, que consistía en la entrega de un tanto por ciento de la cosecha. Este tanto por ciento, por consiguiente, varió mucho en el transcurso de la historia. Al principio calculábase sobre la simple área culti­vada por los granjeros y se dice que se imponía el tributo según la clase de la tierra, como sucedía en la época del emperador Yau (2300 antes de J. C.). Se cree que el emperador Yü (2200 antes de J. C.) introdujo el llamado sistema tributario (kung- fa), en virtud del cual se cedían cincuenta móu o acres a cada adulto, y el tributo correspondiente era el décimo del producto de la tierra. Dícese que Ch’ong-t’ang, fundador de la dinastía de los Shang (1766 antes de J. C.), fué el creador de un sis­tema de socorros mutuos ( tsu^fa) que, según el filósofo Chu Hi, fué la base del sistema tsing reconstituido por Mencius y en

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virtud del cual un tsing estaba dividido en nueve cuadros, mi­diendo cada uno de ellos 70 móu.

En virtud de este sistema parece que el tributo de la tierra fué la novena parte de la producción total, pero desde que los granjeros tuvieron que habitar en casas que ocupaban cierta porción de sus lotes, puede afirmarse que, en realidad, el im­puesto del gobierno se elevaba al tipo de la tributación anti­gua, es decir, al décimo. A principios de la dinastía de Chóu (1122 antes de J. C.) se recurrió a una combinación de los dos sistemas antiguos, y los jefes de familia de las ciudades y po­blaciones pagaban el diezmo con los productos de las tierras que les pertenecían, al paso que el sistema de socorros mutuos se­guía imperando en los distritos rurales. A este arreglo se le dió el nombre de “ sistema de particiones” (ch’ó-fa) y prevale­ció durante una gran parte de la dinastía de Chóu, bajo cuya soberanía cierto tanto por ciento de la tierra arrendada por los granjeros se cedía para la construcción de viviendas, y del res­to, es decir, de la tierra realmente cultivada, la décima parte de la cosecha era para el gobierno.

Durante toda la dinastía de Chóu, el principio que se aplicó a la tierra fué que el soberano, fuese quien fuese, era en todos los casos el verdadero propietario, y que el arrendador la tenía en ciertas condiciones determinadas por el gobierno. Al hombre se le consideraba como adulto a la edad de veinte años y enton­ces se le cedía su porción de tierra; al cumplir aquél los sesenta años, volvía la tierra a poder del gobierno, no siendo permitido al poseedor venderla ni disponer de ella en manera alguna. Este sistema no cambió bajo el gobierno feudal, en el que un sinnú­mero de reyes, duques, marqueses, condes y barones eran sobe­ranos y, por ende, propietarios de todo el suelo de sus dominios respectivos, bajo la autoridad más o menos dudosa del Hijo del Cielo. Las leyes acerca de la propiedad territorial experimen­taron un cambio total al establecerse el nuevo imperio en el reinado de Sh'i-huang-ti, cuando, por vez primera en la historia de China, los ocupantes que hasta entonces no habían sido con­siderados más que como simples arrendatarios convirtiéronse en propietarios verdaderos, y cuando se verificaron grandes cambios en la recaudación del impuesto sobre la tierra (1S0).

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X . — C huang-tzi

Así como Mencius fué el principal representante de la es­cuela confuciana de filósofos, Chuang-tzi, su contemporáneo, fué el principal representante de la filosofía tauísta. Las ideas de Chuang-tzi forman, por consiguiente, el mayor contraste con todo lo predicado por los confucianos, y este contraste puede verse hasta en su vida personal. Mientras Confucio y Mencius afanáronse constantemente por adquirir influencia entre los príncipes y los gobiernos, pues su gran ambición era la de ser reformadores sociales, Chuang-tzi fué el mejor filósofo, ya que por encima de una gran posición en el mundo ponía la absoluta libertad de una vida de sabio, de modo que, dos veces, declinó la honra de ser primer ministro del rey de Ch’u. Comparaba al hombre que ocupaba tal posición, y que estaba expuesto a perderla a cada momento, con “ el buey destinado al sacrificio y al que se engorda durante unos cuantos años para llevarlo después al altar, cubrirlo con bordados arreos y matarlo” . En otra ocasión, al ofrecerle el rey un altísimo cargo, el filósofo aludió “a una tortuga sagrada que había sido muerta hacía tres mil años, pero que se conservaba como un recuerdo respetuoso en el templo de los antepasados del rey” . “ ¿Acaso esa tortuga —preguntó al rey— , más bien que ver adorados sus muertos despojos, no preferiría vivir y agitar su cola en el cieno?” El filósofo prefería, pues, “ agitar su cola en el cieno” a ser un gran personaje y estar prácticamente muerto. Si se tiene a Men­cius por mejor expositor de las doctrinas de Confucio que Con­fucio mismo, a causa de la sencillez y la claridad de su estilo, algo parecido puede decirse de Chuang-tzi como expositor de la sabiduría tauísta de Lau-tzi, cuya obra (si en realidad es suya), el Tau-tó-king, necesita muchos más comentarios que las máxi­mas de Confucio. Poseemos una excelente traducción de los escritos de Chuang-tzi hecha por el profesor Herberto A. Gi­les (1S1), cuyo escepticismo respecto al TavAd-king, de Lau-tzi, parece calificarlo particularmente como portavoz de Chuang-tzi. Mr. Giles dice en su introducción:

“ Lau-tzi fué el gran profeta de su época. Enseñó a los hom-

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bres a devolver bien por mal y a pensar en una vida superior. Pretendió haber hallado la clave de todas las cosas divinas y humanas.

"Insistió, al parecer, en que su sistema no podía reducirse a palabras. De todos modos declaró que el que habla no sabe y el que no sabe no habla.

"Pero para adaptarse a las condiciones de mortalidad llamó a dicha clave Tau o el Camino, explicando que esta palabra debía entenderse metafóricamente y no en el sentido literal de camino o carretera por donde marchan los hombres.

"Las siguientes sentencias han sido escogidas de los frag­mentos indiscutiblemente auténticos de Lau-tz'i, esparcidos en varias obras de la literatura china primitiva:

“ Todo el mundo sabe que la bondad de hacer bien no es la ” verdadera bondad.

"Cuando hayáis completado la virtud no la toméis para ” vosotros mismos. Por otra parte, si no la tomáis para vos- ” otros, no os la tomarán.

"El ingenio se agota con las muchas palabras. Vale más ” mantenerse en la moderación.

"Quedaos a la zaga y os pondrán en la vanguardia. Que- ” daos fuera y os meterán dentro.

"No debe tratarse irreverentemente lo que el mundo reve- ” rencia.

"Las buenas palabras os granjearán honra en el mercado. " Las buenas acciones os granj earán amigos entre los hombres.

"Aquel que, consciente de su fuerza, se contente con ser ” débil, será un punto de atracción de los hombres.

"El imperio es un cargo divino y no puede ser gobernado. ” El que gobierna arruina. El que se impone por la fuerza sale ” perdiendo.

"Es poderoso el que se conquista a sí mismo."El que está contento ya tiene bastante."Con el bueno seré bueno. Con el que no es bueno seré

” también bueno, para hacerle bueno."Si el gobierno es tolerante, el pueblo no cometerá ningún

” delito. Si el gobierno es impertinente, habrá siempre infrac- ” ciones de la ley.

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"Paga la injuria con el perdón.” Si el sabio se libra de las penas es porque no las considera

" como tales.””Así eran las sencillas y puras enseñanzas de Lau-tz'i; pero

en la singular doctrina de la Inacción es donde funda su pre­tensión a la inmortalidad:

“No hagas nada, y todas las cosas se harán.”No hice nada y mi pueblo se volvió bueno espontánea-

” mente."Abandona la sabiduría y desecha el conocimiento, y el

” pueblo saldrá beneficiado en un céntuplo.”E1 débil vence al fuerte, el blando vence al duro. Todo el

” mundo sabe esto y sin embargo nadie lo hace.”Las cosas más suaves de este mundo vencen a las más

” duras. Lo que no tiene materia entra allí donde no hay nin- ” guna hendedura. Y por eso sé que hay muchas ventajas en ” la inacción.”

” Sin embargo, semejantes doctrinas no podían atraerse las simpatías de un pueblo práctico. En el siglo VI antes de J. C., antes de la muerte de Lau-tz'i, surgió otro profeta que enseñó a sus compatriotas que el deber para con nuestro prójimo abar­ca todos los deberes del hombre. La misericordia, la justicia, la sinceridad y la fortaleza resumen la ética de Confucio. No sabía nada de Dios, del alma, de un mundo invisible, y declaró que era mejor que no se tocara nunca la incognoscible.

"Contra estas ásperas y mundanas declamaciones Chuang- tzi elevó un poderoso grito de protesta. El idealismo de Lau-tz'i se había apoderado de su alma de poeta y resolvió luchar contra la ola de materialismo que arrastraba a los hombres a la per­dición.

"Fracasó, como era natural. Era realmente una empresa demasiado gigantesca el convencer a la calculadora nación chi­na de que sin hacer nada se harían todas las cosas. Pero Chuang- tzi legó a la posteridad una obra que, en razón de su maravi­llosa belleza literaria, ha ocupado siempre un sitio preeminente. Es también una obra de gran originalidad de pensamiento. Es cierto que el autor se muestra en ella principalmente como un discípulo que sigue las huellas de su maestro; pero se ha esfor­

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zado en ensanchar el campo y lleva sus elucubraciones propias a esferas con las que nunca había soñado Lau-tzi.”

Las obras de Chuang-tzi están llenas de duros ataques con­tra Confucio y sus discípulos. Este antagonismo entre confu- cianos y tauístas, que en las últimas centurias dividieron el mundo chino en dos campos hostiles, empezó a tomar una for­ma definida y concreta entre los filósofos de los Estados con­tendientes. Confucio y sus partidarios eran tratados con iró­nico desprecio; en aquella época el citado filósofo no era un hombre tan grande entre los chinos como lo fué en los siglos posteriores, después de la apoteosis de escritores influyentes como Han Yü (768-824 antes de J. C.) y Chu-hi (1130-1200 antes de J. C.) ; y para ponerle en ridículo ante el pueblo em­plearon sus adversarios todos los artificios dialécticos, no sien­do el menos poderoso de aquéllos Chuang-tzi.

Uno de los ataques más famosos contra Confucio es aque­lla magistral caricatura literaria que forma el vigésimo noveno capítulo apócrifo de la obra de Chuang-tzi, que contiene la his­toria del “Bandolero Chi” . Chi era un fingido Bill Sykes, el cual capitaneaba a una partida de nueve mil individuos de pé­sima reputación, que eran una verdadera plaga para el imperio. Esto indignó mucho a Confucio, que resolvió emplear su elo­cuencia para persuadir a Chi de que la virtud era más prove­chosa que el vicio. Cuando le anunciaron al bandido la visita del sabio, montó en cólera y al principio no quiso recibirle, vomitando sobre él toda suerte de soeces improperios; pero por último admitióle a su presencia. La conversación que se enta­bló entre los dos constituye una sátira contra la vida y ense­ñanzas de Confucio, que más que otra cosa eran propias para predisponer a las masas en contra suya; el gran ladrón lo azotó con el implacable látigo de su ironía. “ Vos lleváis un traje remendado y un cinturón estrecho — dijo el bandido a Confu­cio— , echáis bravatas y obráis con falsedad para engañar a los soberanos del país, mientras que constantemente os esfor­záis por llegar al poder y obtener riquezas. Vos sois el ladrón más grande que conozco, y si el mundo me llama a mí el “ban­dolero Chi” , con mucha más razón debía llamaros el “ ladrón Confucio” . Y entre otras cosas le dijo: “ ¡Os llamáis a vos mis­

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mo hombre de talento y sabio ! Por dos veces os han arrojado de Lu; fuisteis desterrado de We'i y fracasasteis en Ts’i. Se ve que el imperio no os necesita en parte alguna. Vuestra ense­ñanza fué la que ocasionó el trágico fin de Tzi-lu. No sabéis cuidar, en primer lugar, de vos mismo, y en segundo de los demás. ¿De qué sirve vuestra doctrina?”

Tipo chino autóctono del Sur.

Luego continúa probando la falsedad de las más queridas tradiciones de la historia china. Todos los héroes de la remota antigüedad, tales como Huang-ti, Yau, Shun, Yü, Ch’óng-t’ang, Won-wang y Wu-wang, tenían sus faltas; por muy grande que sea su reputación entre los hombres, “ una investigación con­cienzuda demuestra que el anhelo del medro personal manchó su original pureza y los impulsó en una dirección contraria, y de aquí la impudencia de sus acciones” . Después de recalcar que algunas ideas conocidas de otras obras eran las mismas del filósofo Yang Chu (uno de los varios anacronismos que impri­men un sello apócrifo a todo este capítulo), concluye diciendo:

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“ Ninguna de vuestras enseñanzas me importan, ¡oh Gob> fucio! ¡Fuera! ¡Idos! ¡No pronunciéis una sola palabra más! Vuestra doctrina es una jerga desatinada, llena de engaño j falsedad. Jamás conservará la pureza original del hombre. ¿Pa­ra qué discutir más tiempo?

"Confucio hizo dos reverencias y se alejó de allí apresura­damente. Cuando subió a su carro, por tres veces escapáronsele las riendas de las manos. Sus ojos estaban tan ofuscados, que no acertaban a ver nada. Su rostro tenía una palidez cenicienta. Con la cabeza baja empuñó la barra de su carro, incapaz de poder desahogar sus sentimientos” (182).

La historia del bandolero Chi es una de esas ficciones ale­góricas de que se valían los filósofos disputadores de los Esta­dos contendientes como el arma más impresionante en aquella lucha espiritual que inflamaba los ánimos de los partidarios de Lau-tz'i y de Confucio. En uno de los capítulos apócrifos que figuran en las obras de Chuang-tz'i (183) hácese conversar a Confucio con un sabio misterioso que se le acerca disfrazado de pescador ingenuo y viejo, con la barba y las cejas blancas como la nieve. Entre otras amargas verdades Confucio tiene que oír de sus labios la siguiente parábola en que se describen sus grandes esfuerzos por conseguir un puesto elevado desde donde reformar al mundo, sin darse cuenta nunca de que podía haber logrado el reposo filosófico dejando tranquilos a los de­más y cultivando sus propias facultades físicas y mentales se­gún el principio de inacción de Lau-tz'i:

“ Había una vez un hombre tan temeroso de su sombra y tan disgustado de sus propios pasos, que se determinó a huir de ellos. Pero cuanto más a menudo levantaba el pie, más pasos daba, y cuanto más corría, menos le abandonaba su sombra. De esto dedujo que andaba demasiado despacio y echó a correr tan de prisa como pudo y sin descansar, y el resultado de ello fué que sus fuerzas se agotaron y murió. No supo ver que an­dando por la sombra se hubiese visto libre de la suya y que estándose quieto pondría fin a sus pasos. ¡Qué necio era!”

El viejo pescador parece que da en el clavo vituperando la manía confuciana de las ceremonias externas. “ El verdadero dolor llora en silencio” . “ Nuestras emociones dependen de la

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pureza original interior, sin que nada importen las ceremonias que se celebren” . “ Todos los ceremoniales son invención del hombre; nuestra pureza original es un don divino” . “ El ver­dadero sabio debe modelarse sobre Dios y tener en estima su pureza original; no ha de depender de las exigencias humanas. Los necios, sin embargo, trastruecan todo esto” . Como se lee entre líneas, dicho necio era Confucio, a quien en este cuento apócrifo se representa como convertido casi al tauísmo; simple sátira e inocente fraude literario que, como otros muchos, ha contribuido mucho a destruir la autoridad de las enseñanzas de Confucio, que después de todo deben considerarse como los cimientos, por decirlo así, que evitaron la caída definitiva de la dinastía de Chóu.

XI. — Filósofos menores

La época de Mencius y de Chuang-tz'i y las generaciones que los siguieron hasta la primera dinastía de Han produjeron un gran número de filósofos menores cuyas enseñanzas han sido transmitidas en textos que no se distinguen siempre ni por su autenticidad ni por la certeza de su paternidad. Dichos textos fueron copiados y reproducidos durante la Edad media y publicados en innumerables ediciones después del desarrollo de la imprenta, habiendo tenido todos ellos sus comentaristas, defensores y adversarios. Fuera de los clásicos confucianos, el reconocimiento de algunos de cuyos textos, como libros canó­nicos, ha variado mucho en el curso de la historia, el Tavr-to- king y los diversos filósofos menores han sido reimpresos en numerosas series, variando la selección de los textos según el gusto de los editores. Así es que tenemos series que reproducen textos de 5, 6, 10, 20 ó 22 filósofos, y muchos de estos textos han sido intercalados en colecciones de reimpresiones no con­sagradas exclusivamente a la literatura filosófica.

Durante la dinastía de Ming, aproximadamente en 1600 después de J. C., apareció una edición de obras filosóficas con el título de Sién-ts’in-chu-tzi-ho-'pién, que significa “ Edición "jmpleta de los Filósofos que florecieron antes de la dinastía

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de Ts’in” . Este es el período que nos interesa ahora. Los filó­sofos menores, cuyos textos son los que únicamente se incluyen en la serie, están allí divididos en confucionistas, tauístas, es­critores sobre asuntos de gobierno, mihistas (partidarios de Mo Ti, el filósofo del amor universal), “ filósofos opuestos” , es de­cir, los que enseñan el arte dialéctico de defender ideas contra­rias en política, y diversas celebridades. Adoptóse esta clasi­ficación contando la división de los escritores filosóficos que por vez primera se aplicó a la Biblioteca Imperial de la dinastía de Sui en 618 después de J. C., aproximadamente. La clasifi­cación varía mucho y en otras ediciones se ha colocado a algu­nos de dichos escritores en clases diferentes. De esta suerte Yü- tzí o Yü-hiung, el venerable maestro de Won-wang (duodécima centuria antes de J. C.), cuya obrita sobre el gobierno de los pueblos sería el texto más antiguo que existe en la literatura china si se probase que era auténtico, está clasificado entre los tauístas en la colección Ming a que nos hemos referido, y entre los confucionistas en otra edición Ming publicada en 1577, al paso que una de las últimas colecciones copiosas publicada en el reinado de T ’ung-chi (1862-1875), el Tzi-shu-pai-chung, “ Cien Textos Filosóficos” , le coloca con más exactitud entre los autores diversos. Estas vastas series contienen también en­cabezamientos especiales para escritores militares, algunos de los cuales, por haber vivido bajo la dinastía de Chóu, han sido ya mencionados; y otras clases contienen escritores de períodos posteriores. No puede decirse que los confucianos, aparte de Mencius, estén representados por escritores eminentes hacia el final de la dinastía de Chóu; y los principales filósofos menores dignos de mencionarse son tauístas. Uno de ellos es Wón, cuya memoria se ha perpetuado en la obra titulada Wdn-tzi, “ El Filósofo Wón” . Este debe de ser un nombre apócrifo, pues no sabemos que semejante personaje haya existido nunca; pero en vista de que las tesis principales de la filosofía de Lau-tz'i, de la cual puede esta obra ser una ampliación, se discuten de un modo puramente filosófico y sin la pretensión charlatanista de los tauístas, tenemos el derecho de creer que la obra, en su con­tenido principal, es de origen Chóu. Otras obras filosóficas atribuidas a dicho período han de ser consideradas como falsi­

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ficaciones de posteriores recopiladores. El saber esto es de una importancia capital para el que estudia la historia, a causa de los muchos anacronismos culturales que pueden aparecer en tex­tos que pasan por ser de origen antigmo, pero que han sido amalgamados con asuntos contemporáneos por editores poste­riores. Una de estas obras es el Kuan~yin-tzí, atribuida al filó­sofo Kuan-yin, a quien la tradición presenta como a un funciona­rio encargado de uno de los pasos de montaña que abren el cami-

Junco de un personaje de la corte.

no de China al extremo Oeste, y que probablemente es un perso­naje legendario que se cree que se encontró con Lau-tzi montado en un búfalo, al abandonar este filósofo para siempre China, y recibió de sus propias manos el manuscrito del Tcm-td-king.

Entre los filósofos menores de los Estados contendientes figura aquella típica clase, cuya designación china tsung-hong- kia me he aventurado a traducir por “ filósofos opuestos” ; por­que el término tsung-hong está escrito con distintos caracteres, manera de escribir que significa que su enseñanza era a la vez horizontal y vertical, o lo que es lo mismo, que enseñaban el arte de convencer a todos cualesquiera que fuesen las materias de que se trataba. Otra interpretación es la de que estaban siem­

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pre dispuestos a poner su dialéctica al servicio de las dos polí­ticas contrarias de la época, o sean la federación (tsung) y el imperialismo (hong). Eran los sofistas entre los filósofos chi­nos, y el maestro más eminente en su arte era Kui-ku-tzi, “ Fi­lósofo del Valle del Diablo” , llamado así por el santuario que tenía en las montañas, pero cuyo nombre verdadero era el de Wang Hü. La obra que dejó con el título de Kui-kvAzi fué comentada y enriquecida con un prefacio por T’au Hung-king, el sabio más grande de su época y que floreció en 451-536; pero es dudoso que la obra que se le atribuye, aunque encerrada en un marco antiguo, fuese escrita realmente por el autor cuyo nombre ostenta. Es muy posible que fuese un personaje absolu­tamente legendario, pero, aun cuando así fuera, es probable que Kui-ku-tz'i haya existido como tipo de un maestro en dia­léctica, a cuya escuela acudirían jóvenes ambiciosos a fin de estudiar el arte de la persuasión para usarlo más tarde en el servicio del Estado. Ciertamente sabemos por la autoridad de Ss'i-ma Ts’ién (1S4) que dos de los diplomáticos más grandes que China produjo, que sólo en virtud de su elocuencia dirigie­ron la vida oficial y cuya política, además, era diametralmente opuesta, fueron condiscípulos y alumnos de Kui-ku Sién-shóng, “ Maestro del Valle del Diablo” , a quien una obra de la segun­da centuria de nuestra era representa como a un tsung-hong- Jcia (185), es decir, un “ filósofo contrario” . Pero por esta cir­cunstancia la enseñanza del filósofo no significaría más. que la excelente educación general dada por una modesta escuela a dos amigos que se hallan más tarde en opuestos campos políticos.

XII. - Su T sTn y Chano I

Estos fueron los dos grandes diplomáticos de que acaba­mos de hablar. Poco después de haber salido del colegio del “ Valle del Diablo” , ambos jóvenes escogieron la carrera más honrosa de la época, la de políticos ambulantes. Las dos prin­cipales facciones políticas existentes, cuya constitución variaba muchísimo según el buen o mal éxito de sus directores diplo­máticos, pueden calificarse de Ts’in y Anti Ts’in, aquel Estado

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El rollo del Sutra “ Vairachedika Praina Paramitá” , traducido por Wang- Chieh e impreso en el año 868, es la impresión más antigua que se conoce, y fué hallado por el explorador húngaro Marcos A. Stein en el Templo

de los Mil Budas, en Tung-Huang. (M u s e o B r itá n ic o ) .

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semibárbaro situado en los límites del Oeste y que estaba des­tinado a ocasionar la ruina de la dinastía Chóu, luchaba deses­peradamente por la hegemonía entre los Estados contendientes e iba ya camino de lograr el ambicionado predominio. De los otros Estados, algunos, siguiendo el Consejo de Su Ts’in, se confederaron. Como era oportunista de pura cepa, Su Ts’in hizo en un principio todo lo posible por aferrarse al poder, pero los planes con que trató de convencer al rey de Ts’in para aniquilar a sus rivales no hallaron en éste buena acogida y Su tuvo que abandonar la corte con la mortificación propia del hombre que ha sido desairado cuando podía haber prestado muy buenos ser­vicios. Al verse tan mal recompensado volvió a su casa, en el dominio imperial de Chóu, en donde su familia, incluso sus her­manos y mujeres, profirieron contra él toda suerte de injurias y lo ridiculizaron porque, creyendo ser un gran hombre, volvía a su hogar sin un céntimo y como un mendigo. Dijéronle que más provecho le hubiera granjeado dedicarse a un oficio o al comercio, en vez de cultivar la elocuencia (18e).

Pero Su Ts’in consagróse aún con mayor ardor al estudio para perfeccionarse en el arte de la diplomacia, y una vez pre­parado concibió el gran plan de persuadir a los príncipes más poderosos a entrar en una confederación contra Ts’in, echando abajo de esta suerte los planes que había defendido antes con tan mal éxito. Su orgullo herido debió moverle a desarrollar el tesón y la constancia que le hicieron vencer todas las dificul­tades que se oponían al paso de un hombre desconocido y me­nospreciado, pero resuelto a captarse la buena voluntad de tan­tos príncipes poderosos. Habiéndose trazado un camino a tra­vés de numerosas puertas falsas, consiguió al fin una entrevista con el duque de Yen en su capital, la actual Pequín, y conven­cióle de que la confederación y una acción inmediata contra Ts’in era el único medio para impedir que los Estados menores fuesen absorbidos. Desde entonces fué uno de los hombres más grandes de China; el duque de Yen le nombró su embajador particular y le envió a que viajara por las cortes de Chau, Han, Wei, Ts’i y Ch’u. El Dr. W. A. P. Martín, en su interesante estudio “ La diplomacia en la China Antigua” (187), dice res­pecto al brillante éxito, sin precedentes anteriores, de todas

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aquellas embajadas que atrajeron tantos honores sobre Su Ts’in por parte de los varios soberanos interesados en el proyecto:

“ No es fácil apreciar en todo su valor las dificultades y la grandeza de tan vasto designio. El hombre que concibió dicho plan y lo llevó adelante con tan perseverante tesón, es digno de todos los honores que se le tributaron. Como el príncipe de Bísmark, que a la cancillería del Imperio unió la del reino de Prusia, Su Ts’in desempeñó dobles y aun múltiples oficios. Su cargo principal era el de presidente de la séxtuple alianza, y para que pudiera hacerla efectiva cada uno de los seis Estados le confirieron el sello de una cancillería separada.”

Desde el gran plan de la confederación de Su Ts’in data el nombre, tan famoso en la historia de China, de liu-kuo, es de­cir, “Los Seis Estados” .

El capítulo de Ss'i-ma Ts’ién sobre Su Ts’in contiene en lacónico estilo los varios argumentos que empleó para persua­dir a los príncipes de aquellos seis reinos a que siguieran su política, atrayéndose a cada uno por el hábil halago de su idio- sincracia particular y de sus intereses locales. El gran éxito de Su Ts’in basóse, pues, en la fuerza de las circunstancias, aun­que parece que en medio del desorden general ninguno de los Estados contendientes había hasta entonces pensado en turbu­lencias. Su Ts’in ganó numerosas victorias sobre cada uno de sus vecinos, y nada pareció más natural que la determinación de una alianza defensiva como la negociada por Su Ts’in, en la cual se estipulaba que si uno de los Estados era atacado por Ts’in, los otros cinco tenían el deber de acudir en su ayuda, y que en el caso de que cualquiera de los Estados se negase a cumplir lo pactado, los otros debían castigarle con todas sus fuerzas combinadas. Esto ocurría en el año 383 antes de J. C.

Su Ts’in, cargado de prerrogativas y honores, establecióse en la corte de Chau. Allí se le acercó su antiguo condiscípulo Chang I, que era un estadista tan brillante como él, aunque su primera aventura en la corte del estado meridional de Chóu resultó un fracaso, debido a las intrigas de un cortesano que le acusó falsamente de robo y le sometió al castigo humillante de ser apaleado, después de lo cual huyó, refugiándose al lado de su poderoso amigo. Ts’in vió en Chang a un rival más bien que a

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Tapiz chino con motivos cinegéticos.

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un camarada y trató de alejarle de sí dándole dinero a él y a sus criados para que se fueran a la corte de Ts’in, aunque se atri­buyen otros aviesos designios a semejante determinación (18S).

Si Su Ts’in se propuso tender un lazo a su rival, hacién­dole que aceptara los dones más tentadores de un bienhechor desconocido que se revelara más tarde como enemigo mortal de la corte de Ts’in, se equivocó por completo. Chang I mostróse a su altura como diplomático, negando que tuviera nada de co­mún con su antiguo amigo. No en balde fió en su elocuencia. Cuando después de su fuga de la corte de Ch’u llegó a su casa, en el reino de Wel, su mujer echóle en cara el completo fracaso de su vida, pero Chang replicó sencillamente: “ Mira si mi len­gua está todavía en su sitio” , y al decirle ella que sí, exclamó tranquilamente: “ Ello se hará” . Con aquella misma lengua cau­só profunda impresión en Hui-won, duque de Ts’in, a quien sometió sus planes de antifederación y que inmediatamente le nombró consejero ad hoc con el rango de ministro. Posterior­mente prestó eminentes servicios como administrador, fomen­tando los intereses del país, y como caudillo militar.

Su obra más grande como diplomático fué contrarrestar la obra de su antiguo amigo Su Ts’in, a quien superaba aparen­temente por la astucia de sus planes. Después de una guerra victoriosa contra el reino de Ch’u, en 312 antes de J. C., Ts’in tenía vivos deseos de negociar la adquisición de cierta provin­cia fronteriza perteneciente al rey de Ch’u, quien ofreció ceder­la a cambio de que le entregaran a Chang. Este ladino estadista, en vez de protestar ofrecióse voluntariamente a ponerse en ma­nos del rey meridional. Confiaba en la magia de su elocuencia y en ciertas relaciones que tenía en la corte de Ch’u, cuyo rey le encarceló mientras llegaba el momento de ejecutarle. Chang no había contado en vano con la ayuda de un amigo que era el ojo derecho de la favorita del rey. Este amigo excitó los celos de la favorita, contándole que el príncipe de Ts’in intentaba rescatar al prisionero a cambio de una mujer hermosa, y el ardid surtió el apetecido efecto, pues la esposa del rey de Ch’u empleó toda su influencia en conseguir la libertad de Chang I y su regreso a la corte de Ts’in antes de que pudiera llegar el tan temido rescate. Es cierto que la “ Confederación de los Seis

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Estados” , de Su Ts’in, triunfó al cabo de unos años, pero a la larga logró imponerse la política de Chang I. Entretanto al em­perador Hién-wang, que no era más que una sombra de sobe­rano, sucedióle su hijo Shón-tsing-wang.

X III. — Sh ó n -tsing-w an g(320-315 antes de J. C.)

La historia de este soberano, como la de sus sucesores, apenas merece ser considerada como representación de China. Los hechos principales de su reinado fueron una desdichada tentativa de cinco de los Estados confederados para atacar a Ts’in, tentativa que terminó con la derrota de aquéllos en el desfiladero de Han-ku, en Ho-nan, el sitio en donde se cree que Lau-tzl se despidió del mundo, y en que fué asesinado Su Ts’in (317 antes de J. C.). Hacía tiempo que se había eclipsado la buena estrella de Su Ts’in : ya hemos visto que se había estable­cido en el Estado de Chau, por ser uno de los más fuertes de los Estados confederados, y que el éxito más lisonjero había coronado sus esfuerzos por consolidar la federación, como Ssi- ma Ts’ién lo asegura, teniendo a raya a los ejércitos de Ts’in fuera del desfiladero de Han-ku por espacio de quince años.

Pero al mismo tiempo Ts’in habíase agenciado los servicios de otro gran diplomático, astuto como Chang I, un oriundo de We'i, en la persona de Kung-sun-yen, que fué enviado de emba­jador al Este a fin de convencer a los soberanos de Ts’i y de We'i para que atacasen juntos a Chau, con el fin de desbaratar la Confederación. El buen éxito acompañó su propósito; Chau fué atacado, efectivamente, por los dos Estados confederados (332 antes de J. C.), y desde entonces triunfó cada vez más la política de Ts’in, que consistía en sembrar la discordia entre sus adversarios.

Su Ts’in, después del derrumbamiento de sus planes, se enemistó con el duque de Chau, y bajo el pretexto de una em­bajada diplomática se retiró al Estado de Yen, donde aceptó el puesto de ministro. Pero allí se vió complicado en un escándalo con la madre de su príncipe, lo que le obligó a refugiarse nue­

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vamente en la corte de Ts’i. No obstante, sus intrigas en Ts’i produjeron el descontento general del pueblo y ocasionaron su asesinato.

Chang I, que durante cierto número de años fue canciller de Wei, se vió obligado a volver a Ts’in a la muerte de su ad­versario. Ts’in, merced a la política de su gran canciller, había aumentado mucho en territorio, y su última conquista (316 antes de J. C.) fué la del país de Shu, la actual provincia de Ssi-ch’uan. Uno de los rivales más poderosos del Estado de Ts’in era el reino meridional de Ch’u, que había logrado la suprema­cía sobre todo el Sur de China, gracias a la conquista del reino de Yüe, en 334 antes de J. C. A Shon-tsing-wang le sucedió su hijo Nan-wang.

XIV . — N a n -w a n g(314-256 antes de J. C.)

Este monarca fué el último Hijo del Cielo bajo la dinastía de Chóu. Como todos sus antecesores, llevó el título modesto de rey (wang); pero varios de sus Estados más poderosos, que eran nominalmente vasallos suyos, se arrogaron en el transcur-' so de las generaciones la categoría de reinos. El imperio de Chóu componíase entonces de once Estados ,cuyos soberanos, con excepción de dos, habían obligado, en diferentes épocas, al débil emperador a que los reconociera como reyes, y una vez conseguido esto, cualquiera de ellos fué mucho más poderoso que el mismo rey de Chóu. Un título no es, sin embargo, un indicio exacto del poderío alcanzado, pues los soberanos de Ts’in habían figurado entre los más fuertes antes de arrogarse el título wang, en 325 antes de J. C. Parece ser característico el hecho de que, algunos siglos antes, Ch’u, que gracias a su gran extensión hacia el Sur y al carácter no chino de su población, se había sentido menos inclinado a mostrarse leal en sus rela­ciones con la corte imperial, pretendiera la corona real en 704 antes de J. C. Ts’i le siguió en 378; We'i en 370; Yen y Han en 332; Chau en 329, y Sung siguió a Ts’in en 318 antes de nuestra era. El príncipe de Lu continuó siendo duque como en

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tiempo de Confucio, y los soberanos del pequeño Estado de Wei (que no debe confundirse con el más grande del mismo nom­bre), los cuales habían sido duques muchos siglos, tuvieron que someterse a la “ promoción irlandesa” , quedando reducidos al rango de marqueses y finalmente al de simples señores (kün).

Dos años después del advenimiento de Nan-wang al trono, Ts’in ganó aquella gran victoria contra Ch’u, a consecuencia de la cual C'hang I se dirigió voluntariamente a la corte meri­dional como un cautivo del rey, hecho que está probado que fué un ardid de guerra en que Ts’in salió ganando tanto como per­dió Ch’u. El rey Huai de Ch’u tenía entonces a su servicio a un pariente lejano llamado K’ü Yüan, hombre de carácter que, a pesar de su juventud, había sabido captarse la confianza del monarca por la sabiduría de sus consejos. K’ü Yüan protestó en vano contra los astutos designios de Chang I, del mismo modo que había puesto en guardia al rey contra aquella guerra que produjo tantos disturbios en su país; pero sus consejos fueron desatendidos y su persistencia y tesón en repetirlos fa­cilitó el camino para las intrigas de unos cuantos cortesanos envidiosos que emplearon todas sus malas artes para enemis­tarlo en absoluto con el rey. Sus desahogos melancólicos contra la injusticia de su sino fueron el asunto de un célebre poema titulado Li-sau, “ Cayendo en el infortunio” o “Bajo una nube” . El poeta, por último, puso fin a las persecuciones de sus ene­migos ahogándose en un río. Este triste acontecimiento conme­mórase en China en su aniversario, es decir, en el quinto día de la quinta luna, con una suerte de regata, en que la juventud acomodada rema y toca gongos y tambores haciendo como que busca el cuerpo del llorado poeta que sacrificó su vida y su felicidad para servir mejor a su rey y a su patria.

Después de las odas del Shi-Jcing, la poesía de K’ü Yüan es, así desde el punto de vista de la época como del mérito, la más importante producción de la literatura china en este gé­nero, que llegó a su apogeo algunos siglos después en la gloriosa dinastía de T’ang. El poema Li-sau es lo más importante que contiene la colección que lleva el nombre de Ch’u-tz’i, “Las Ele­gías de Ch’u” , el cual posee una vasta literatura propia a guisa de comentarios y suplementos. Las efusiones de K’ü Yüan casi

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no tienen rival en punto a popularidad, porque hablan al cora­zón de todos los que sienten esa melancolía del hastío del mun­do, asunto también de algunas de las odas del SM-king.

El gran diplomático del rey de Ts’in, Chang I, intentó atraer a Ts’in a todos los Estados orientales, pero al mismo tiempo King Hui-won, que ocupaba el ti ono de Ts’in desde 337 antes de J. C., murió en el año 311, y el soberano Wu, su suce­sor (310-307 antes de J. C.), no se mostró muy propicio a seguir la política de Chang I. Después de haber fracasado las tentativas de Chang I para formar una federación en favor de Ts’in, volvió aquél otra vez a We'i, donde ocupó de nuevo el puesto de primer ministro, y murió poco después (310 antes de J. C.). El mismo Wu-wang, murió tras un breve reinado en Ts’in, habiendo aumentado su territorio a consecuencia de una guerra afortunada con el Estado de Han. En esta época (308 antes de J. C.) fué cuando Wu-ling, rey de Chau, adoptó el traje tártaro y reformó su ejército, introduciendo la costumbre tártara de pelear a caballo, un cambio cultural que, como ya hemos visto, estaba de acuerdo con las inveteradas ideas e ins­tituciones predilectas de Ts’in, el Estado semitártaro.

Una época importante esperaba al Estado de Ts’in bajo su rey Chau-siang (306-251 antes de J. C,), durante cuyo largo reinado se consiguió mucho en favor de la supremacía de Ts’in. Chau-siang era menor de edad cuando subió al trono, y su ma­dre, que desempeñó la regencia con el título de Süan-t’ai-hóu, es decir, “La reina viuda Süan” , nombró a Wei Yan (que aun­que oriundo de Ch’u, era pariente por alianza del anterior rey Hui-won) general en jefe del ejército y defensor de la capital de Ts’in, Hién-yang, la actual Si-an-fu, nombramiento que se había hecho necesario para asegurar el trono contra las intrigas intestinas de familia. El proceder de Wei Yan obtuvo un gran éxito: su bien dispuesto ejército, apoyado por todos los ardides posibles de la guerra y de la diplomacia, venció en toda la línea, consolidando el poder sobre los demás Estados.

King Huai de Ch’u, que había sido ya víctima de la audacia de Chang I, cayó en un lazo tendido por el ladino diplomático de Ts’in. Habiendo sido invitado, después de muchas infructuo­sas hostilidades, a una entrevista con el pretexto de sellar una

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alianza con Ts’in, acudió, desoyendo el consejo de su fiel amigo el poeta K’ü Yüan, al sitio señalado para el encuentro y fué hecho prisionero (299 antes de J. C .), muriendo en el cauti­verio tres años después.

En la continuación de sus guerras en contra del Estado meridional de Ch’u, Ts’in le quitó setenta y seis ciudades, con grandes porciones de territorio. Entretanto algunos de los Es­tados orientales se habían unido nuevamente formando una alianza. El rey Chau-siang tomó a su servicio a Móng-ch’ang- kün, un miembro de la familia T ’ién de Ts’i, que trabajaba como agente diplomático ; pero habiendo recaído sobre él la sospecha de que laboraba secretamente en favor de los intereses de su Estado natal, Ts’i, pudo salvar a duras penas la vida gracias a una precipitada fuga, y entró a servir en Ts’ i. Entonces for­mó una alianza con Han y We'i y causó realmente algunos daños a Ts’in, que tuvo que entregar tres de las ciudades anterior­mente conquistadas al Este del río Amarillo (298 antes de J. C.). We'i Yan llegó a ser canciller de Ts’in y nombró general en jefe en su lugar al gran estratega Po K’i, quien derrotó por completo a los ejércitos de Han y We'i en la famosa batalla de I-küé (al Sur de la actual ciudad de Ho-nan-fu), en que murie­ron 240.000 combatientes, y Ts’in adquirió otra gran parte de territorio (293 antes de J. C.). En los sucesivos encuentros con los ejércitos aliados, Po K’i salió igualmente victorioso; y las varias anexiones de territorios vecinos aumentaron el poder del rey Chau-siang, hasta el extremo de que en 288 antes de J. C., por consejo de We'i Yan, se hizo una tentativa para coronarle emperador del Oeste. El más poderoso monarca de los países orientales era entonces el rey de Ts’i, Estado que había hecho rápidos progresos desde el reconocimiento de la familia T’ién como soberanos hereditarios; y los servicios prestados por un hombre como Mong-ch’ang-kün, que debía de estar familiarizado con todos los planes de la corte de Ts’in, debieron tender a darle el mayor prestigio posible para hacer de él el jefe del Este. Por esta razón King Chau-siang no pudo alegar la influencia suficiente para justificar sus pretensiones al título de empera­dor de toda la China y se arrogó el de emperador del Oeste (Si-ti), enviando al mismo tiempo una embajada a King Min,

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de Ts’i, para ofrecerle el diploma de “ Emperador del Este” (Tung-ti).

El consejero de King Min, Su Tai, que era hermano de Su Ts’in, el autor de la confederación anti-Ts’in, fué de parecer de que se aceptase el diploma sin hacer uso del título, creyendo que esta modestia sería grata a los demás soberanos. Ts’i siguió su consejo, de modo que Ts’in no tuvo más remedio que seguir

el ejemplo y por algún tiempo se aplazó la cuestión del imperio. En 286 antes de J. C. Ts’i se vió envuelto en una guerra con el Estado de Sung, que fué incorporado a sus territorios; y al año siguiente (285 antes de J. C.) King Min hizo una tentativa para coronarse emperador; pero un año después, en 284, el rey de Yen, apoyado por los Estados de Ts’in, Ch’u, Chau y Wei, envió contra Ts’i a su general Yo I, quien tomó la capital, obli­gó al rey a huir y conquistó más de setenta ciudades, que ane­xionó a las posesiones de Yen. El rey Min fué asesinado por

Su-tzi.

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su propio ministro, ocupando entonces el trono su hijo Siang- wang.

Los ataques de Yen contra el Estado preponderante de Ts’i dejaron en libertad al rey de Ts’in para provocar al vecino Es­tado de Chau, y en 280 antes de J. C. Po K’i pudo ganar una victoria, que le costó a Chau la pérdida de 20.000 hombres. Dos años después, en el año 278, Ts’in atacó nuevamente a su pode­roso adversario, el Estado de Ch’u. El general Po K’i conquistó a Ying, la capital, que es hoy la ciudad de King-chóu-fu, en Hu- pei, y destruyó el I-ling, panteón de los reyes de Ch’u, situado en los alrededores de aquélla. En los años siguientes, Ts’in salió victorioso en varias guerras contra uno u otro de los Estados orientales. Pero en 270 antes de J. C. fué rechazado un ataque contra Chau, siendo el ejército de Ts’in completamente derro­tado por el general en jefe de Chau, Chau Sho.

Cuatro años después, en 266, sobrevino una crisis impor­tante en el gobierno de Ts’in. Durante unos cuarenta años, Wei Yan había sido el alma del engrandecimiento político de Ts’in; como deudo y favorito de la reina viuda había podido fácilmente empuñar las riendas del gobierno con mano firme y enérgica, y al mismo tiempo que sirvió a la causa que había hecho suya, o sea la supremacía absoluta de Ts’in sobre los Estados de Chi­na, supo concentrar en su persona tal cúmulo de bienes y de poder que, a la larga, se hizo insoportable al soberano, el cual, entretanto, había llegado ya a su mayor edad. En 266 antes de J. C. el rey Chau-siang puso fin a la regencia de su madre y a la cancillería de Wei Yan, que fué desterrado a su marquesado de Yan, en la actual provincia de Ho-nan. La destitución de Wei Yan 'fué acompañada de todos los honores debidos a su alto rango y del reconocimiento de sus relevantes servicios. Es un hecho característico de la carrera de Wei Yan el de que, al ser registrado su equipaje cuando pasó la frontera oriental, se des­cubrió que poseía más joyas que el mismo monarca de Ts’in. Wei Yan murió poco después en el destierro, y ocupó su vacante en Ts’in Fan Tsü, uno de esos políticos ambulantes cuya riva­lidad había temido siempre Wei Yan y a quienes había man­tenido alejados de la corte de Ts’in. Fan Tsü, oriundo de Wei, después de una vida muy tempestuosa, llena de toda suerte de

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Pabellón de onza de una residencia rural.

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humillaciones y de privaciones, logró burlar la vigilancia de Wei Yan, y a raíz de una entrevista personal con el rey Chau-siang, logró un puesto en el ministerio (en 270 antes de J. C .). Él fué quien provocó en el gobierno de Ts’in aquel cambio que causó la ruina de Wei Yan y de otros tres ministros que apoyaban su política, y habiendo ayudado con sus consejos y con su apoyo moral al rey para que ocupara al fin el puesto que le corres­pondía, llegó a ser el hombre más poderoso de China, con el título de marqués. La manera que tuvo de vengarse de sus ene­migos del Este que le habían hecho sufrir tantas humillaciones, está llena de incidentes dramáticos.

Fan Tsü continuó naturalmente la política exterior de su predecesor, que era la de conseguir a todo trance la hegemonía de Ts’in, y en ella le apoyó en un principio el gran general Po K’i, el cual (260 antes de J. C.) reverdeció sus laureles con el célebre sitio de la ciudad de Shang-tang, la actual Lu-an-fu, en Shan-si. Algún tiempo antes de esto, Ts’in se había apoderado por la fuerza de una porción del Estado de Han; pero el pueblo de Shang-tang no consintió en su anexión y prefirió unirse al Estado de Chau, con la parte de territorio que contenía la ciu­dad. Esto fué causa de otra guerra contra Chau, cuyo ejército fué derrotado y encerrado en la ciudad de Shang-tang. Allí fué sitiado por el ejército de Ts’in durante cuarenta y seis días, sufriendo la población tal cúmulo de privaciones, que sus habi­tantes acabaron por comerse unos a otros. Con la ciudad rin­diéronse 40.000 hombres, todos los cuales fueron asesinados.

XV. — Los “ C uatro N obles”

La lucha final de la casa de Ts’in contra los otros Estados contendientes fué prolongada por los esfuerzos de los llamados “ Cuatro Nobles” (ssi-kau), miembros conspicuos de las casas principescas de sus respectivos Estados o de rango principesco que habían adquirido gran influencia merced a éxitos políticos conseguidos en la administración del gobierno de sus soberanos. Ya hemos hablado de uno de ellos, Móng-ch’ang-kün, el minis­tro de Ts’i, expulsado en cierta ocasión del gobierno de Ts’in.

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322 G. ON CKEN Y F. H IRTH

Los otros tres eran P’ing-yüan-kün, el príncipe más joven de Chau, que murió en 250 antes de J. C .; Sin-ling-kün, conocido también como príncipe de Wu-ki de We'i, que murió en 244 antes de J. C .; y Ch’un-shón-kün, el primer ministro de Ch’u, cuyo nombre verdadero era el de Huang Hié y que fué asesinado en 237 antes de J. C. Los “ Cuatro Nobles” fueron los principa­les antagonistas de la política de Fan Tsü.

Huang Hié, el único de los “ Cuatro Nobles” que no era de sangre principesca, fué elevado al cargo de primer ministro y ennoblecido con el título de príncipe por el rey K’au-lié de Chóu, y por consejo suyo la capital de Ch’u fué trasladada de su an­tiguo sitio, la actual King-chóu-fu, al que hoy ocupa, Su-chau (248 antes de J. C.). Huang Hié había sido tutor del rey cuando éste no era más que príncipe de la corona, y como, antes de su advenimiento al trono, su señor vivía retenido como rehén en Ts’in, debió familiarizarse con la política de dicho Estado. En 258 Ts’in reanudó sus ataques contra Chau y tomó a Han- tán, su capital. El famoso general Po K’i, que estaba enemis­tado con el canciller Fan Tsü, se negó en aquella ocasión a ponerse al frente del ejército, lo que fué causa de su desgracia y de su consiguiente suicidio (189) .

Dos de los “ Cuatro Nobles” , Ch’un-shón-kün de Ch’u y Sin-ling-kün de We'i, que acudieron en busca del desquite al mando de este último, levantaron el sitio, mataron a Wang Ho, el general de Ts’in, y derrotaron a su ejército. Todas estas peri­pecias e infortunios que tuvo que sufrir Ts’in, además de la derrota, fueron debidos a los errores cometidos por el canciller Fan Tsü, cuya hostilidad hacia el mejor caudillo que había te­nido el Estado en muchos años privó al rey Chau-siang de uno de sus soldados más útiles, sin hablar del disgusto que debió producirle el haber cometido tan grande injusticia. El favori­tismo de Fan Tsü tuvo la culpa de que se enviara contra Chau a generales incapaces.

Fan Tsü, conocedor de su delito, obró según el verdadero espíritu chino cuando suplicó a Chau-siang que le castigase por sus errores; pero Chau-siang, en vez de hacerlo, le otorgó nue­vos honores. Esto fué en 257 antes de J. C., época en la cual ocurrió un suceso mucho más importante.

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De resultas de los anteriores tratados se había hecho una costumbre enviar príncipes de la sangre en calidad de rehenes a las cortes de los Estados contratantes, de los cuales huían aquéllos cuando motivos políticos aconsejaban el incumplimien­to de las promesas hechas. Ya hemos visto que en 263 el prín­cipe de la corona de Chau huyó de la corte de Ts’in, y ahora nos encontramos con el príncipe de I-yon, hijo del príncipe he­redero de Ts’in, residiendo en calidad de rehén en la corte de

Pan Tsu, canciller del emperador Chau-siang.

Chau. I-yon no sucedía legítimamente a su padre, pues era uno de los muchos hijos de sus concubinas. Pobre y de escaso in­genio, ignorante e inexperto, era hombre apropiado para ser víctima de un astuto intrigante. En la ciudad de Han-tan, la capital de Chau, trabó conocimiento con un comerciante llamado Lü Pu-wei, que había llegado de uno de los Estados orientales para establecerse allí y era uno de los hombres más extraordi­narios de su tiempo. Siendo un comerciante al por mayor en la época en que conoció al príncipe, no tardó en mostrarse político proyectista que supo realizar sus planes a las mil maravillas y

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encumbrarse a una posición que le convirtió casi en el principal agente para asegurar a la casa de Ts’in el resultado definitivo por el que había luchado durante tantas generaciones, colocando a su jefe en el trono de China. Cuando vió por primera vez a I-yon, dícese que exclamó: “ He aquí una mercancía preciosa y una ocasión magnífica” . Y resolvió sacar de él el mejor partido. Bastó su primer plan en el hecho de que el padre del príncipe (el príncipe de la corona de Ts’in) no tenía hijos de su primera mujer legítima, Hua-yang, a pesar de la pasión que por ella sentía. Puesto que el padre de I-yon no se interesaba mucho por los hijos habidos de las otras mujeres, persuadió al prín­cipe para que hiciese todo lo posible a fin de que se le recono­ciese como heredero del trono. El joven no tuvo que hacer grandes esfuerzos para conseguirlo, porque su astuto amigo casi lo hizo todo por él. Lü Pu-we'i invirtió su escasa fortuna en equipar al necesitado príncipe y en comprar presentes regios para captarse la buena voluntad de la reina estéril; y de esta suerte logró que su protegido fuese preferido a sus hermanas­tros y que se le declarase heredero indiscutible del príncipe de la corona.

Viendo que sus planes marchaban viento en popa, Lü Pu- we'i cometió uno de los fraudes más audaces que registra la historia. Casóse con una joven de la buena sociedad de Han-tan, a quien pinta la fama como una mujer de encantos irresistibles y al mismo tiempo de una gran habilidad en la danza y que fué conocida más tarde por la “Dama de Han-tan” . Cuenta la his­toria que Han-tan quedó embarazada de él, aunque el mundo nunca conoció la verdad de estos secretos de familia, y puede admitirse la posibilidad de que el príncipe, como amigo de Lü Pu-we'i, hubiese tenido relaciones con ella en Han-tan. I-yon enamoróse de aquella dama, y Lü Pu-we'i, con fingida repug­nancia, consintió en cedérsela, haciéndole creer al mismo tiempo que el hijo que ella dió a luz poco después había sido engen­drado por él. I-yon no se casó con la hermosa danzarina hasta que nació el niño, a quien pusieron el nombre de Chong. Según S,s'i-ma Ts’ién todo esto aconteció antes de fugarse de Han-tan el príncipe, fuga que, según asegura el mismo autor, efectuó Lü Pu-we'i sobornando a los guardias de la ciudad. Al morir

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pocos años más tarde el rey Chau-siang (251 antes de J. C.), después de un reinado de cincuenta y seis años, sucedióle el padre de I-yon como rey de Ts’in con el nombre de Hiau-won- wang, e I-yon fué entonces príncipe de la corona. Parece ser que hasta entonces no entraron en la corte de Ts’in la Dama de

Han-tan ni su hijo Chong, por haberse opuesto hasta este mo­mento el pueblo de Chau a que partiesen de aquella comarca. Chong, el hijo de I-yon, el que pasaba por hijo natural de un simple comerciante, llegó a ser nada menos que el futuro em­perador Sh'i-huang-ti, “ el que quemó los Libros” , como veremos luego.

Durante los últimos años del gobierno del anciano monarca Chau-siang, Ts’in obtuvo otras victorias sobre Han y Chau (256

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3 2 6 6 . ON CKEN Y F. H IRTH

antes de J. C .), aumentando de esta suerte considerablemente su territorio y causando enormes pérdidas a los ejércitos con­tendientes. El emperador Nan-wang, que no retenía ya en sus manos más que la sombra de una débil soberanía, hizo una in­fortunada tentativa para asegurar su extenuado poderío por medio de una alianza con los Estados orientales; pero el resul­tado de ello fué que Ts’in invadió su territorio y se apoderó de toda la parte occidental del mismo. Poco después murió Nan- wang (256 antes de J. C.), dejando la parte oriental de sus dominios a un deudo suyo, que reinó en ella con el título de Tung-chóu-kün, “Príncipe del Chóu oriental” , hasta el año 249 antes de J. C., fecha en que Ts’in puso fin a aquella gloriosa dinastía haciendo prisionero al regente y anexionándose todo su territorio. Los nueve trípodes sagrados del emperador Yü habían estado en manos de los reyes de Chóu desde que Wu- wang se los arrebató al vicioso emperador Chóu-sin; un año después de la derrota de Nan-wang apoderóse de ellos el rey de Ts’in.

En 255 antes de J. C. el filósofo Sün K’uang (adversario de Mencius, puesto que sostenía que la naturaleza humana era mala desde su origen y no buena como afirman los confucianos) fué nombrado gobernador del Estado de Ch’u, donde llegó a te­ner una gran influencia bajo la protección de Ch’un-shon-kün. La muerte de éste fué causa de la dimisión de aquél, después de la cual consagróse a la educación de sus discípulos, entre los que sobresalieron el filósofo Han-fei-tz'i y el gran anticonfu- ciano Li Ss'i, que estaba destinado hacía ya tiempo a desempe­ñar un brillante papel en su país. Ch’u realizó varias conquistas en Lu (al Sur de Shang-tung), en 255 antes de J. C., y en 254, después de haber arrebatado Ts’in una ciudad de Wei, el rey de Han le rindió homenaje en su corte con ocasión de los fune­rales del difunto monarca, mientras los otros Estados se limi­taron a enviarle mensajes por medio de algún funcionario.

La corte de Han, desde los últimos ciento setenta años, habíase abstenido de rendir este tributo de reconocimiento al Hijo del Cielo, y los escritores confucianos ortodoxos del T’ung- kién-kang-mu consideraron este acto de prudencia como un gra­ve pecado que no había de quedar sin castigo, ya que si Han

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fué el primer Estado que reconoció la supremacía de Ts’in, también fué el primero absorbido por éste en menos de una generación.

XVI. — La su prem acía de T s’ in(256-221 antes de J. C.)

Después de la muerte de Nan-wang no hubo realmente ningún Hijo del Cielo en China. Es cierto que Tung-chóu-kün, “el Señor del Chóu oriental” , era un vástago de la familia de Chóu, pero no podía reclamar el título de wang porque al per­der los trípodes sagrados había perdido también el derecho de llamarse “ Hijo del Cielo” . Para completar la parte ceremonial de la toma de posesión del elevado puesto que le constituía re­presentante de la nación china, sin arrogarse en realidad el título de emperador, el rey Chau-siang, en 253 antes de J. C., hizo sacrificios a Shang-ti, el Soberano Supremo, el único dios con el cual, según la tradición que databa de los albores de la historia de China, sólo puede comunicarse el emperador.

Los treinta y seis años que siguieron a la muerte de Nan- wang son, por lo tanto, una especie de interregno, análogo al que medió en la historia del imperio alemán entre los años 1254 1273. Fué la época de la lucha definitiva y victoriosa de Ts’ ín con sus rivales por el poder supremo.

Ya he hablado, más arriba, de algunos sucesos preliminares de dicho período. El hijo del rey Chau-siang y padre de I-yon, Hiau-won, reinó un año, o sólo tres días si contamos el tiempo que estuvo de luto, y le sucedió I-yón con el título de Chuang- siang-wang (249-247 antes de J. C.). Él y Lü Pu-we'i eran fra­ternales amigos, y apenas se hubo sentado en el trono el antiguo desterrado, cuando nombró a Lü Pu-wei su primer ministro con poderes casi ilimitados, concediéndole al mismo tiempo el título de marqués. Puede considerarse como una corroboración del supuesto escándalo histórico concerniente a la paternidad de Chóng, el príncipe de la corona, el que este hijo legítimo le añadiese a los dichos honores, como un título especial, la desig­nación de Chung-fu, “ Segundo Padre” ; pero yo me inclino a

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328 G. ONCKEN Y F . H IETH

apreciar este acto cierto como una refutación de lo que, después de todo, pudo haber sido solamente un cuento de comadres o una deliberada calumnia, inventada por los confucianos para perjudicar la fama de su más enconado enemigo, el destructor de la literatura confuciana. Si hubiese existido entre los ínti­mos de la corte de Ts’in la menor sombra de duda acerca de su

paternidad, no habría sido el joven monarca tan imprudente que inventara dicho título para su primer ministro, ni Lü Pu- wei habría tenido ningún interés en inducirle a que se lo con­firiese.

El mérito principal de Lü Pu-wei en el progreso de la causa de Ts’in fué la hábil estratagema con que logró regular la suce­sión al trono entre unos veinte pretendientes, aunque para ello las discordias intestinas pudieron haber aplazado, si no evitado,

Han-fu-song.

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el desenlace final. Uno de sus primeros actos políticos fué la completa extinción de los últimos restos de la independencia de Chóu, con la toma de la capital del Chóu oriental, situada cerca de la actual Ho-nan-fu, y la destitución formal de su príncipe. El mismo año envió al general Móng Au contra Han, que em­pezaba a faltar a la lealtad que siempre había demostrado hacia su príncipe; y el mismo caudillo, que era el abuelo del gran general de Ts’in, Móng T’ién, fué enviado después con éxito vario contra Chau y contra Wei. Aunque Ts’in fué derrotado en 247 antes de J. C. por Sin-ling-kün, uno de los “ Cuatro No­bles” , que tanto hizo por demorar la victoria definitiva de Ts’in, el resultado final de las diversas campañas emprendidas por Lü Pu-wei fué el ulterior engrandecimiento de Ts’in.

Sin-ling-kün, el valeroso caudillo del Estado de Wei, pú­sose al frente de las fuerzas aliadas de los cinco Estados de Wei, Han, Chau, Ts’i y Ch’u, que probablemente hubieran cons­tituido una potencia, digna rival de Ts’in, si hubiesen podido mantenerse en perfecta unión.

El rey Chuang-siang, es decir, I-yon, murió tras un breve reinado de unos tres años, dejando por sucesor a su hijo Chóng, que entonces no tenía más que trece años. Hu An-kuo (muerto en 1138 después de J. C.), uno de los comentaristas del T’ung- kién-kang-mu, insinúa que Lü Pu-wei fué el causante de la pre­matura muerte de los dos reyes Hiau-wón y Chuang-siang; y aunque en los historiadores antiguos no se habla nada que con­firme esto, no puede negarse que la vida de ambos monarcas era el único obstáculo que se oponía a que aquél fuese de hecho el supremo soberano de Ts’in. La muerte de Hiau-wón dejóle dueño absoluto de la voluntad de su antiguo amigo, a quien, ciertamente, había elevado hasta el trono, pero cuya memoria ultrajó después con su escandalosa intimidad con la reina ma­dre, su primera mujer, la viuda de Chuang-siang (190).

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T e r c e r a p a r t e

CRONOLOGÍA DE LOS SOBERANOS DE CHINA HASTA EL FIN DE LA DINASTÍA DE CHÓU

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P e r í o d o m i t o l ó g i c o y l e g e n d a r i o

P’an-ku, el primer soberano y creador del género humano.T’ién-huang, “ Emperadores Celestes” . Trece hermanos, que

reinaron 18.000 años cada uno.Ti-huang, “Emperadores Terrestres” . Once hermanos.Ydn-hüang, “ Emperadores Humanos” . Nueve hermanos.Wu-lung, “ Cinco Dragones” , y otras generaciones de soberanos

que llevaban nombres fantásticos.Epoca de Yin-ti. Trece familias conocidas con el nombre de Yio-

ch’au o “ Constructores de nidos” .Sui-yon, “ Creador del Fuego” .

Antes de J. C. O»1)

Fu-hi, el supuesto primer em perador...................... 2852-2738Shon-nung, o Y e n - t i .......... ........................................ 2737-2705Huang-ti, el Emperador amarillo, o Hién-yüan .. . 2704-2595Shau-hcm, hijo de H uang-ti....................................... 2594-2511ChuoM-hü, nieto de Huang-ti, o Kau-yang . . . . . . . . 2510-2433TFk’u (192), sobrino de Chuang-hü ........................ 2432-2363Ti-chi, hijo de Ti-k’u ................................................. 2362-2358

L as leyendas de C onfucio

Yau, hermano de T i-c h i............................................. 2357-2258Shun, un hijo del pueblo, que se encumbró por sus

propios méritos ................................................... 2258-2206

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334 G. ONCKEN Y F. HIRTH

D inastía de H ía(2205-1766 antes de J. C.)

Yü, Ta~yü, el “ Gran Yü” , o Hia^hóu...................... 2205-2198Ti-k’i, o K ’i, hijo de Y ü ............................................. 2197-2189Tav-k’ang, hijo de Ti-k’i ........................................... 2188-2160Chung-Jc’ang, hermano menor del soberano ante­

rior, T’ai-k’ang ................................................... 2159-2147

/ 2165, mayo 7Primer eclipse de sol mencionado en la His- l 2155, oct. 22

torio, de China, probablemente en una j 2154, oct. 11de las varias fechas calculadas por los i 2135, oct. 21sabios europeos, a saber: I 2127, oct. 12

’ 2006, oct. 24

Ti^siang, hijo de Chung-k’ang ................................. 2146-2119Han-cho, usurpador de la soberanía ...................... 2119-2079Shau~k’ang, hijo de T i-s iang ..................................... 2079-2058Ti-ch’u, hijo de Shau-k’a n g ....................................... 2057-2041Tv-hwai, hijo de Ti-ch’u ............................................... 2040-2015Ti-mang, hijo de Ti-huai ........................................... 2014-1997Ti-sié, hijo de T i-m ang............................................... 1996-1981Ti-pu-kiang, hijo del anterior, T i-s ié ...................... 1980-1922Ti-Jdung, hermano menor de Ti-pu-kiang.............. 1921-1901Ti-kin, hijo de T i-k iung............................................. 1900-1880Ti-k’ung-kia, hijo de Ti-pu-kiang............................. 1879-1849Ti-kau, hijo del soberano anterior, Ti-k’ung-kia .. 1848-1838Ti-fa, hijo de Ti-kau ................................................... 1837-1819Kié, y también Kui, Ti-kui y Kié-kui, hijo de T i-fa . 1818-1766

D inastía de Shang o de Y in(1766-1122 antes de J. C.)

Ch’ong-t’ang, T’ang, o Shang-t’ang ........................ 1766-1754Reinó como príncipe de Shang desde 1783.

T’ai-km, nieto de Ch’óng-t’ang ................................. 1753-1721Wu-ting, hijo de T’a i-k ia ........................................... 1720-1692

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H IST O R IA DE L A C H IN A A N TIG U A 335

T’ai-kong, hermano menor de Wu-ting .................. 1691-1667Siau-kia, hijo del anterior, T’a i-k on g .................... 1666-1650Yung-ki, hermano menor de S iau-kia.................... 1649-1638T’ai-móu o Chung-tsung, otro hermano de Siau-kia. 1637-1563Chung-ting, hijo de T’ai-móu ................................... 1562-1550Wai-yon, hermano menor de Chung-ting.............. 1549-1535Ho-t’an-kia, otro hermano de Chung-ting.............. 1534-1526Ts'w-i, hijo de Ho-t’an-kia ......................................... 1525-1507Tsiirsin, hijo de Tsu-i ................................................. 1506-1491Wu-kia, hermano menor de T s u -i............................ 1490-1466Tsu-ting, hijo de Tsu-sin ........................................... 1465-1434Nan-kóng, hijo de W u -k ia ......................................... 1433-1409Yang-kia, hijo de Tsu-ting ....................................... 1408-1402P’an-kóng, hermano menor de Y an g-k ia .............. 1401-1374Siau-sin, hermano menor de P’an-kóng ................ 1373-1353Sia/u-i, hermano menor de Siau-sin ........................ 1352-1325Wu-ting, o Kau-tsung, hijo de Siau-i .................... 1324-1266Tsu-kóng, hijo de Wu-ting ....................................... 1265-1259Tsurkia,, hermano menor de Tsu-kong.................... 1258-1226Lin-sin, hijo de T su -k ia ............................................. 1225-1220Kóng-ting, hermano menor de Lin-sin .................. 1219-1199Wu-i, hijo de Kóng-ting ........................................... 1198-1195T’ai-ting, hijo de Wu-i ............................................... 1194-1192Ti-i, hijo de T’a i-t in g ................................................. 1191-1155Chóu-sin, Shóu o Shóu^sin, hijo de T i - i .................. 1154-1122

LOS DUQUES DE ChÓU ANTES DE Wu-WANG

Tan-fu o Ku-kung (“ El anciano duque” ), en sunueva residencia como duque de C h óu ............ 1327-1231

Ki-li, hijo de T’a n -fu ................................................... 1230-1185Wón-tvang, hijo de Ki-li, llamado también Ch’ang

y Sipo o “ Caudillo del Oeste” ........................... 1184-1135Wu-wang, llamado también primer emperador de la

dinastía de Chóu (su nombre propio Fa) . . . . 1134-1123

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3£-3 G. ONCKEN Y F . H IRTH

D inastía im perial de C hóu(1122-249 antes de J. C.)

Wu-w(mg, primer rey de C h óu .................................Ch’ong-wang, hijo de W u-w ang...............................K’ang-wang, hijo de Ch’ong-w ang........ .. ...............Chau-ivang, hijo de K’ang-w ang...............................Mu-ivang, hijo de Chau-wang ...................................Kung-wang, hijo de M u-w ang...................................P-wang, hijo de Kung-wang .....................................Hiau-wang, tío del anterior y hermano menor de

K ung-w ang...........................................................I3-wang, hijo de IM van g .........................................Li-wang, hijo de P -w a n g ...........................................El período de Kung-ho o interregno . . . ............SiioM-wang, hijo de L i-w an g .....................................Yu-wang, hijo de Siian-wang.......... ..................P’ing-ivang, hijo de Y u -w an g...................................Huan-wang, nieto de P’ing-w ang.............................Chuang-wang, hijo de H uan-wang..........................Hi-wang, hijo de Chuang-wang ...............................Hui-imng, hijo de H i-w ang.......................................Siang-wang, hijo de H ui-w ang.................................K’ing-wang, hijo de Siang-wang .............................K’uang-wang, hijo de K’ing-wang ...........................Ting-iuang, hermano menor de K’uang-wang . . . .Kién-wang, hijo de T ing-w ang.......... ......................Ling-wang, hijo de K ién-w ang.................................King3-wang, hijo de Ling-wang ...............................King-wang, hijo del anterior ...................................Yüan-wang, hijo de King^-wang..............................Chon-ting-wang, hijo de Yüan-w ang......................K'au-wang, hijo menor de Chon-ting-wang..........Wei-lié-wang, hijo de K’au-wang .............................An-wang, hijo de Wei-lié-wang ...............................Lié-wang, hijo de A n -w ang.......................................Hién-wang, hermano menor de L ié-w ang..............

1122-11181115-10791078-10531052-10021001-947

946-935934-910

909-895894-879878-842841-828827-782781-771770-720719-697696-682681-677676-652651-619618-613612-607606-586585-572571-545544-520519-476475-469468-441440-426425-402401-376375-369368-321

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Shorir-tsing-vxmg, hijo de Hién-wang .................... 320-315Nan-wang, hijo de Shon-tsing-wang ...................... 314-256Tung-chóu-kün, el “ Príncipe del Chóu oriental” . . . 255-249

H ISTO RIA DE L A CH IN A A N TIG U A 3 37

Príncipes de T s’in

El Estado de Ts’in (que no debe confundirse con el de Tsin) nació de un pequeño territorio situado cerca de la actual ciudad de Si-an-fu, cedido por el emperador Hiau-wang a un miembro de la familia de Ts’in que se llamaba Fei-tzl y que guardaba sus manadas de caballos. Ts’in llegó a ser el más poderoso de los estados feudales en la dinastía de Chóu, en la actual provincia de Chen-si.

F&i-tzi (señor de Ts’in), aproximadamente..........Ts’in-hóu (es decir, marqués de Ts’in) ............ ..K ung-po ..........................................................................Ts’in-chung (desde 827 ministro de la corte impe­

rial) ........................................................................El duque Chuang .......................................................

„ Siang ...........................................................„ Wón .............................. ..............................„ Wu o N in g .................................................„ Ch'u o Ch’u-tzi ...................... ..................„ W u ...............................................................

Süan ..................Ch’ó n g ..............Mu o Yón-hau K ’ang o Ying . .Kung ................H u a n ................K in g ..................A i ......................Hu í ....................T a u ....................Kung o Li-kung

897-858857-848847-845

844-822821-778777-766765-716715-704703-698697-678677-676675-664663-660659-621620-609608-604603-577576-537536-501500-492491-477476-443

11

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338 G. ON CKEN Y F. H IRTH

El duque T sa u ............................................................. 442-429„ H u m .............................................................. 428-425,, L in g .............................................................. 424-415„ K ié n .............................................................. 414-400„ H u í ................................................................ 399-387„ Ch’u o Ch’u-tzi .......................................... 386-385„ H ié n .............................................................. 384-362„ H ia u .............................................................. 361-338

El rey Hui-wón ............................................................. 337-311„ W u ...................................................................... 310-307„ Chau-siang ........................................................ 306-251„ Hia/Ur-wón............................................................ 250„ Chuang-siang, ch’u, o /-yon .......................... 249-247„ Chóng (== Ts’in Sk'i-huang-ti), como rey de

Ts’in y emperador de C h ina ..................... 220-210

Príncipes de T sin

El Estado de Tsin .diferente del de Ts’in) tuvo origen en un feudo cedido al hijo menor de Wu-wang (fundador de la dinastía de Chóu), llamado Yü, y estaba situado en la parte meridional de la actual provincia de Shan-si, que ocupaba la mayor parte de su extensión posterior. Lindaba con Ts’ in por el Oeste y por el Norte con los hunos. En 745 antes de J. C., el marqués Chau nombró señor de K’ü-wu, al Sur de Shan-si, a su tío, cuyos descendientes usurparon el trono y fueron con­firmados en su rango de duques de Tsin en 678 antes de J. C.

Yü o Shw-yü (dueño del territorio de T’ang) . . . . 1107El marqués Sié, hijo de Yü.

99 Wu.99 Ch’óng.99 Li.99 Tsing ...................................................... 858-84199 Li o Hi ............................ ...................... 840-82399 Hién ................................. ...................... 822-81299 M u .................................... ...................... 811-785

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H ISTO RIA B E L A C H IN A AN TIG U A 3 3 9

Shang-shu, usurpador................................................. 784-781El marqués Won ......................................................... 780-746

„ C h a u .......................................................... 745-739„ Hiau .......................................................... 738-724

A u ............................................................. 723-718A i ............................................................. 717-710

„ Siau-tzi...................................................... 709-705„ M in ............................................................. 704-679

U surpadores de la casa de K 'ü-wu(678-376 antes de J. C.)

El duque Wu ............................................................. 678-677„ Hién ............................................................. 676-651„ Hu í ................................................................ 650-638„ H uai.............................................................. 637

Won o Ch’ung-ir ..................................... 636-628„ Siang ............................................................ 627-621„ Ling .............................................................. 620-607„ Ch’dng .......................................................... 606-600„ R in g .............................................................. 599-581

L i ................................................................. 580-573» Tcm ................................................................ 572-558

P’ing ........................................................... 557-532„ Chau .............................................................. 531-526,, K ’ing ............................................................. 525-512

T in g ............................................................. 511-474Ch’u ............................................................. 473-457

„ A i .................................................................. 456-439>, Y u ................................................................... 438-420» L i é ................................................................. 419-393„ H ia u .............................................................. 392-378„ Tsing ............................................................. 377-376

En 376 antes de J. C. fué destituido el último duque (Tsing), repartiéndose su territorio los príncipes de Wéi, Han y Chau.

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340 G. ONCKEN Y F . H IRTH

Príncipes de W eí

El marqués Wón (confirmado en 403 antes de J. C.) 425-387W u ............................................................. 386-371

EÍ rey Hui ................................................................... 370-335S ia n g ................................................................. 334-310

„ A i ........................................................................ 318-296„ Chau .................................................................... 295-277„ A n -h i ............................................................. .. . 276-243„ King-m in ............................................................ 2424228„ K i a ...................................................................... 227-225

Wei fué anexionado por Ts’in en 225 antes de J. C.

Príncipes de H an

El marqués King (confirmado en 403)„ L i é .........................................

Wón .....................................„ A i ..........................................

„ Chau El rey Süan-hui .

Siang . . . . „ Hi (Kiu)„ Huan-hui „ An ..........

408-400399-387386-377376-371370-359358-333332-312311-296295-273272-239238-230

Han fué anexionado por Ts’in en 230 antes de J. C.

Príncipes de C hau

El marqués Lié (confirmado en 403) ................... 408-400El duque Wu ............................................................... 399-387El marqués King ........................................................ 386-375

„ Ch’dng .................................................... 374-350

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H ISTO RIA DE L A CH IN A AN TIG U A 341

El rey W uA ing .............................................................. 325-299„ Hui-wdn .............................................................. 298-266,, Hiau-ch’óng ...................................................... 265-245„ Tau-sicmg .......................................................... 244-236„ Ts’ién (Yu-mu) .............................................. 235-228

Chau fué en parte anexionado por Ts’in en 228 antes de J. C., completándose la anexión seis años después, en 222.

Príncipes de C h ’u

Ck’u, que era en un principio el país bárbaro meridional (nan-man), ocupó todo el Sur de los Estados federales, espe­cialmente la comarca situada a ambas orillas del Yang-tz'i, en su curso medio. Créese que su primer príncipe, probablemente legendario, fué bisnieto de Yii-hiung, el filósofo y preceptor de Wón-wang; dicho príncipe fué Hiung I, que se cree que recibió la investidura de príncipe de Ch’u de manos de Ch’óng- wang. Desde entonces los príncipes de Ch’u tomaron el sobre­nombre de Hiung.El vizconde Hiung I, aproximadamente.................. 1100

„ „ A i .................................................. 1078-1053„ Tan .............................................. 1052-1002

„ „ S hong ........................................... 1001-947„ „ Yang ........................................... 946„ „ K ’ü, temporalmente rey, apro­

ximadamente ........................ 887jy

yy

Mu-k’ang (muerto prematura­mente) .

„ Chi-hung...................................... 867-866„ Yen ................................................ 865-848„ Yung ............................................ 847-838„ Y e n ................................................ 837-828„ Shuang......................................... 827-822„ Sün ................................................ 821-800„ Au ................................................ 799-791„ l o Y o -a u .................................... 790-764„ Siau-au ........................................ 763-758„ Foiumau ...................................... 757-741

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342 G. ONCKEN Y F. H IRTH

El rey W u ....................................................................... 740-690W o n ................................................................... 689-677

Tu-au .............................................................................. 676-672El rey Ch’ong ................................................................ 671-626

» M u ....................................................................... 625-614„ Chwcmg ............................................................... 613-591„ Kung ................................................................... 590-560„ K ’w ng .................................................................. 559-545

Kictr-au............................................................................. 544-541El rey L in g .................................................................... 540-529

„ P’ing ................................................................... 528-516„ Chau ................................................................... 515-489

Hu í ..................................................................... 488-432„ Kién .................................................................... 431-408„ S kóng .................................................................. 407-402,, T a u ...................................................................... 401-381 -„ S u ........................................................................ 380-370

Süan ................................................................... 369-340„ Wei ........................................ 339-329» Huai ................................................................... 328-299» K ’ing-siang ........................................................ 298-263„ K ’au-lié ............................................................... 262-238» Yu ....................................................................... 237-228» A i ........................................................................ 228„ Fu-ch’u ............................................................... 227-223

Ch’u fué anexionado por Ts’in en 223 antes de J. C.

Príncipes de Yen

Yen era el más septentrional de los Estados orientales y correspondía a la mayor parte de la moderna Chi'-li. Su primer príncipe fué un duque de Shau llamado Shi, cuyo noveno des­cendiente, el marqués Hui, encabeza la línea de los soberanos cronológicamente conocidos.El marqués H u i ........................................................... 864-827

» Hi ............................................................. 826-791>. K ’ing ....................................................... . 790-767

El duque Ai ................................................................. 766-765

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H ISTO RIA DE L A CHINA AN TIG U A 343

El marqués C h ong .........................................„ M u ...............................................„ Süan ..........................................„ Hitan .........................................

El duque Chuang .........................................„ Sirntg..............................................„ H u a n ..............................................„ Süan ...............................................„ Chau .............................................„ W u ...................................................„ W o n ...............................................„ r .......................................................„ Huí .............................................„ Tau .................................................„ Kung ..............................................„ P’ing ...............................................„ K ié n ...............................................„ H ié n ...............................................„ H ia u ...............................................„ Ch’dng ..........................................„ M in ...............................................

H i ...................................................„ H u a n ..............................................„ W o n ........................ ......................

El rey / ...........................................................„ K’uai .......................................: ..........

Chau ...................................................„ H u í ......................................................„ Witr-ch’o n g ..........................................

H ia u ....................................................„ H i ...................................... ..................

Yen fué conquistado por Ts’in en 222

............ 764-729

............ 728-711

............ 710-698

............ 697-691

............ 690-658

............ 657-618

............ 617-602

............ 601-587

............ 586-574

............ 573-555

............ 554-549

............ 548-545

............ 544-536

............ 535-529

............ 528-524

............ 523-505

............ 504-493

............ 492-465

............ 464-450

............ 449-434

............. 433-403

............ 402-373

............ 372-362

............ 361-333

............ 332-321

............ 320-314

............ 311-279

............ 278-272

............ 271-258............ 257-256............ 255-222antes de J. C.

Príncipes de T s’i

El Estado de Ts’i ocupaba la ribera sudoriental del río Amarillo y correspondía al Nordeste de la actual provincia de Shan-tung.

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344 G. ONCKEN Y F. H IRT H

La línea legítima de príncipes de este Estado se halla en­cabezada por T’ai-kung Shang, soberano de quien se dice que recibió aquel principado de manos de Wu-wang.

En el siglo IV entronizóse una línea de usurpadores que adoptó el nombre de familia de T’ién; el nombre de la línea legítima destronada por esta última era el de Lü.

a) Príncipes de la fa m ilia L ü

El duque Ting» I . . .„ Rui .„ A i ..„ Hu .„ Hién„ Wu .„ IÁ ..„ Wón

Ch’ong Chvxmg Hi . . . . Siang . Huan . Hiau . Chau .

Huí .. . K ’ing . Ling .. Chuang Ring .. Tau .. Kién .. P’ing . Süan .. K ’ang .

1077-10521051-11011000-935934-894893-860859-851850-825824-816815-804803-795794-731730-698697-686685-643642-633632-613612-609608-599598-582581-554553-548547-489488-485484-481480-456455-405404-379

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Los trajes y ropas usadas por las mujeres de la Antigua China, a pesar de las variaciones lógicas que existían entre las diferentes categorías so­ciales de quienes las vestían, eran de una multiplicidad tal de modelos, que en realidad es difícil distinguir una época de otra, por la vestimenta. Las pinturas descubiertas dan una pauta de lo que debía de ser el traje en la antigüedad, pero algunos complementos al mismo, como sables, lan­zas y rodelas, posiblemente eran debidos a la imaginación de los artistas que al pintar a sus heroínas les añadían los atributos que su originalidad pictórica les dictaba.Los elementos más comunes en los trajes femeninos de la antigüedad esta­ban confeccionados con tejidos de seda y brocados riquísimos, de motivos artísticos y de una policromía maravillosa.Una capa anudada a la altura del pecho, cubría una casaca que llegaba desde el cuello hasta las rodillas, cubriendo el vestido propiamente dicho, que era una especie de pollera de seda que ocultaba los zapatos, y cuyos pliegues llegaban hasta el suelo.Remataba esta vestimenta, un tocado especial para mantener sujetos a los cabellos los cuales eran anudados detrás de la nuca.

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H ISTO RIA D E L A CH IN A A N TIG U A 345

b) PÍNCIPES DE LA FAMILIA T ’lÉN

T’iénr-ho (confirmado como duque de Ts’i en 386antes de J. C.) ................................................... 410-385

El duque Huan ........................................................... 384-379El rey W e i ..................................................................... 378-343

„ S üan .................................................................... 342-324,, Min .................................................................... 323-284„ S ia n g ................................................................... 283-265„ K ié n .................................................................... 264-221

Ts’i fué anexionado por Ts’in en 221 antes de J. C.

Príncipes de L u

El Estado de Lu ocupaba la parte meridional de la actual provincia de Shan-tung al Sur de Ts’i. La cronología de los príncipes de Lu ha sido para Confucio la base de su obra his­tórica el Ch’un-ts’iu, por cuyo motivo merece fijar una aten­ción especial durante dicho período. El primer príncipe del Estado fué Chóu-kung, el hermano de Wu-wang. La cronología hasta el duque Chon es dudosa.

El duque Chóu (Chóu-kung)„ Po-k’in ................„ K ’a u .......................„ Yang ....................jí Yu ........ ................„ Wei .......................„ L i ..............„ H ié n .......................„ Chon ....................„ Wu .. .....................

Po-yü (usurpador)

1122-11091108-10631062-10591058-10531052-10391038-989988-952951-855-826825-816815-807806-796

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346 G. ONCKEN Y F . H IRTH

El duque Hicm

”H u i . . .

>í Y in .. .9f H uan .

1 31 ”

Chuang

1 *1 M in . .

O «H i . . . .

■po c1' )} W o n ..\ „ Süan .

i “CN 1 >y Ch’ongo í :

f >f S iang .Chwu .T ing ..

99 A i . . . .

99 Tau . . .Yüan Mu .. Kung K ’ang King . P’ingWonK ’ing

795-769768-723722-712711-694693-662661-660659-627626-609608-591590-573572-542541-510509-495494-468467-431430-410409-377376-355354-346345-315314-296295-273272-249

Lu fué anexionado por Ch’u en 249 antes de J. C.

Príncipes de Sung

Sung era uno de los Estados centrales cuya capital estaba situada cerca de la actual Kui-to-fu, en Ho-nan. La línea de sus soberanos está encabezada por Wei-tzi, príncipe de la di­nastía de Shang y enemigo del tirano Shóu-sin.

Wei-tzi K'i ................................................................... 1112-1079Wei Chung .................................................................... 1078-1054El duque K ’i, de S u n g ............................................. 1053-1001

„ T in g ............................................................. 1000-936

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 3 4 7

El duque Mire ............................................................. 935-909„ Yang ............................................................. 908-894„ L i .................................................................. 893-859„ H i .................................................................. 858-831,, H u í ................................................................ 830-801„ A i .................................................................. 800

T a i ............................................................... 799-766„ W u ................................................................ 765-748„ S üan .............................................................. 747-729„ Mu ................................................................ 728-720„ Shang ............................................................ 719-710„ Chuang ......................................................... 709-692» M in ................................................................ 691-682„ H u a n ............................................................ 681-651„ Siang ............................................................ 650-637„ Ch’o n g .......................................................... 636-620„ Chau ............................................................ 619-611„ W o n .............................................................. 610-589„ Kung ............................................................ 588-576.. P ’ing ............................................................ 575-532„ Y ü a n ............................................................. 531-517„ K in g .............................................................. 516-451„ Chau .............................................................. 450-404„ Tau ............................................................... 403-396» H iu ................................................................ 395-375„ P i .................................................................. 374-370„ T’i-ch’ong .................................................... 369-329

King Yen (rey desde 318) ....................................... 328-286

Sung fué anexionado por Ts’i en 286 antes de J. C.

Príncipes de C h ’ón

Ch’ón era un pequeño Estado central cerca de la actual K’ai-fong-fu, colindante por el Sur con el Estado de Sung. Su línea de príncipes está encabezada por un presunto descen­diente del emperador Shun elevado por Wu-ivang al rango de

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348 G. ONCKEN Y F. HIRTH

duque Hu. Sus sucesores fueron Shon, Siang, Hiau y Shon, a quienes sucedieron los siguientes:

El duque Y u ............................................................... 854-832„ H i .................................................................. 831-796„ W u ................................... 795-781„ / ..................................... 780-778„ P ’ing ............................................................ 777-755„ W o n .............................................................. 754-745„ H u a n ............................................................ 744-707„ U .................................................................. 706-700„ Chuang ........................................................ 699-693„ S w m .............................................................. 692-648„ M u ................................................................. 647-632„ Kung ............................................................ 631-614„ Ling .............................................................. 613-599„ Ch’óng .......................................................... 598-569„ A i .................................................................. 568-530„ Hu í ................................................................. 529-506„ Huai ............................................................. 505-502„ M in ................................................................ 501-478

Ch’dn fué anexionado por Ch’u en 478 antes de J. C.

Príncipes de T s’au

Ts’au era un pequeño Estado situado entre Sung y Lu al Sudeste de la actual provincia de Shan-tung. Su línea de prín­cipes está encabezada por Choreto, un hermano de Wu-wang. Fueron sus sucesores T’wi-po, Chung-Jcün y los condes Kung y Hiau, a quienes sucedieron:

El conde I .................................................................... 864-835„ Yu ................................................................. 834-826„ T a i ................................................................. 825-796„ Hu í ................................................................ 795-760

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3 4 9HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA

El duque M u ............................................................... 759-757» H u a n ............................................................ 756-702„ Chtumg ........................................................ 701-671» H i .................................................................. 670-662»* Chau ............................................................ 661-653

Kung ........................................................... 652-618» W o n .............................................................. 617-595

Süan ........................................................... 594-578» Ch’ong .......................................................... 577-555» Wv> ................................................................. 554-528» P ’in9 ............................................................. 527-524w Tau .................................. 523-515„ S ia n g ............................................................. 514-510» Y i n ................................................................. 509-506„ Tsing ............................................................. 505-502

El príncipe Po-yang ................................................... 501-487

Ts’au fué anexionado por Sung en 487 antes de J. C.

Príncipes de C hong

Chong era un Estado del centro, colindante por el Este con el territorio imperial de Chóu, en la actual provincia de Ho-nan. Fué creado en 806 antes de J. C. por Süan-wang a guisa de feudo para su hermano menor Yu, que fué desde entonces du­que, con el nombre de Huan.

El duque H u a n .................................................... 806-771„ Wu ............................................................... 770-744„ Chuang ........................................................ 743-701„ Li (usurpador) .......................................... 700-697„ Chau ............................................................ 696-695

T zü w ei ........................................................................... 694T zi-yin g .......................................................................... 693-680El duque L i .......................................................... 679-673

„ W o n .............................................................. 672-628„ M u ................................................................ 627-606

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3 5 0 G. ONCKEN Y F. HIRTH

El duque L in g ............................................................. 605„ Siang ............................................................ 604-587,, Tau ............................................................... 586-585„ Ch’óng .......................................................... 584-571„ H i .................................................................. 570-566„ K ié n .............................................................. 565-530„ T in g .............................................................. 529-514„ H ié n .............................................................. 513-501„ Shong ........................................................... 500-464„ A i .................................................................. 463-456

Kung ........................................................... 455-424„ Y u ................................................................. 423„ S ü .................................................................. 422-396s, K ’a n g ............................................................ 395-375

Chóng fué anexionado por Han en 375 antes de J. C.

Príncipes de T s’ai

Ts’ai era un pequeño Estado colindante con Chong y con Sung por el Sur y con Ch’on por el Oeste. Su primer príncipe, Tu, era hermano de Wu-wang.

Ts’ai-shu Tu (desterrado después), aproximada­mente .....................................................................

Ts’ai Chung-hu .............................................................Ts’ai-po ..........................................................................El marqués Kung .......................................................

„ Hi, o L i ...................................................„ Wu ...........................................................

Hi .. Kung Tai . Süan Huan Ai ..

11221107-1054

1053-948947-894893-845846-838837-810809-762761-760759-750749-715714-695694-675

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 3 5 1

El marqués M u ............................................................. 674-646„ Chuang ...................................................... 645-612„ Wón ........................................................... 611-592„ King ........................................................... 591-543„ L/ing ........................................................... 542-581„ r i n g .......................................................... 529-522

T a u ........................................................... 521-519„ C h a u ........... .............................................. 518-491„ Ch'ong ...................................................... 490-472t, Shóng ........................................................ 471-457„ Y ü a n .......................................................... 456-451„ Ts’i ............................................................. 450-447

Ts’ai fué anexionado por Ch’u en 447 antes de J. C.

Príncipes de W e í

No debe confundirse el pequeño Estado de Wei, a orillas del río Amarillo y en las cercanías de la actual We'i-hui-fu en Ho-nan, con el gran Estado de Weí, situado más al Oeste, que comprendía el bajo Shan-si y parte de Ho-nan, y que era uno de los tres Estados en que se dividió Tsin, en 376 antes de J. C. Su primer príncipe fué un hermano menor de Wu-wang, llamado Fóng, príncipe de K’ang.

K ’ang (siglo undécimo).El conde K ’a n g ........................................................... 1078-1053

„ K ’au, o Hiau .............................................. 1052-1017„ Ssi ................................................................. 1016-935„ Tsié .............................................................. 934-910„ Tsing ............................................................ 909-895„ Chon ............................................................. 894-867

El marqués K ’ing ....................................................... 866-855„ Hi ........................................................... 854-813

El duque W u ............................................................... 812-758„ Chuang ......................................................... 757-735„ H u a n ............................................................ 734-719„ Süan ............................................................ 718-700

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3 5 2 G. ONCKEN Y F. HIRTH

i 699-696 j 688-669

K ’ién-móu (usurpador) ............................................. 696-688El duque I ................................................................... 668-661

„ T a i ................................................................ 660W d n ............................................................. 659-635

„ Ch’d n g .......................................................... 634-600„ M u ................................................................ 599-589„ T in g .............................................................. 588-577

576-559f y tí. 'V&'Yl .................................... .. tí A f* A A546-544,, Chuang (entre los dos períodos de Hién) 558-547„ Siang ............................................................ 543-535„ L in g .............................................................. 534-493

„ Ch’u ............................................................. j 492"481| 476-469„ Chuang (entre los dos períodos de Ch’u) 480-478

El barón K’i (id. id.) ................................................. 477El duque T au ............................................................... 468-451

„ K in g .............................................................. 450-432„ Ctuau ............................................................ 431-426„ H u a i.............................................................. 425-415

S h ón ............................................................. 414-373„ Shong ............................................................ 372-362

El marqués Ch’óng ..................................................... 361-333„ P’i n g ......................................................... 332-325

El barón S s i ............................................................... 324-283„ H u a i.............................................................. 282-253

Yiian ........................................................... 252-230„ K i o ................................................................ 229-209

El Estado de Wei fué el único que en realidad sobrevivió al advenimiento de Ts’in SKi-huang-ti al trono del imperio. Al barón de Kio se le dió este título, pero quedo reducido a la condición de un ciudadano particular en 209 antes de J. C.

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 3 5 3

Príncipes de W u

El origen legendario del Estado de Wu, que ocupaba los territorios situados en ambas márgenes del río Yang-tzi cerca de su desembocadura, se atribuye a T’ai-po, el hijo mayor de T‘an~fu, duque de Chóu, y por lo tanto tío de Won-wang, el cual, viéndose despojado de sus legítimos derechos de sucesión al trono ducal, emigró a aquella apartada región y es el su­puesto tronco de la línea de príncipes de su familia. Se men­cionan nombres hasta la época en que Wu fué mejor conocido en la historia de China, pero toda la genealogía, con su cro­nología, es incierta hasta 585 antes de J. C.

El príncipe Shóu-móng ............................................. 585-561„ Chu-fan .................................................... 560-548„ Yü-chwi .................................................... 547-544„ I-m e'i......................................................... 548-527

El rey L ia u ................................................................... 526-515„ H o -lu ................................................................. 514-496„ Fu-ch’a i ............................................................. 495-473

Wu fué anexionado por Yüé en 473 antes de J. C.

R eyes d e Yüé

El reino de Yüé, durante el período de Chóu, ocupó apro­ximadamente la actual provincia de Ch’ó-kiang. Aunque en el Tso-chuan (Legge, Ch’un-ts’iu, pág. 302) ya se menciona a Yüé como Estado en 601 antes de J. C., la historia que nosotros co­nocemos no empieza hasta su rey KóuAs’ién, un siglo más tarde.

El rey Kóiir-ts’i é n .......................................................... 496-465„ Lu^ying .............................................................. 464-459„ P u -shóu ............................................................. 458-449„ Chu-kóu ............................................................. 448-412,, / y sus sucesores............................................. 411-334

Yüé fué anexionado por Ch’u en 334 antes de J. C.

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C u a r t a p a r t e

SINTESIS CRONOLÓGICA

DESDE LA DINASTÍA DE TS’IN HASTA LA INVASIÓN MONGÓLICA

(220 antes de J. C. al año 1278)

por Enrique de Lyl

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I. — D in a s t ía d e T s’ in(220-206 antes de J. C.)

Con la muerte del rey Chuang-siang, y al quedar en poder del trono su hijo Chong, el primer ministro Lü Pu-wei, que mantenía relaciones amorosas con la viuda del monarca des­aparecido, de hecho quedó con el manejo absoluto del vasto Imperio.

Sucedieron a este emperador que asumió el trono a los 13 años, varios otros príncipes de la misma dinastía, los cuales caracterizaron su gobierno con la extinción de los últimos gru­pos adictos a la dinastía Chóu, y se mantuvieron en un estado de continuas guerras con sus vecinos, construyendo fortifica­ciones aisladas para defenderse de las incursiones de los Hu y de los Hiung-nu, pueblos belicosos que con sus continuas de­predaciones obligaban al gobierno a continuas expediciones no sólo punitivas sino también defensivas.

Shi-Hwang-ti, subió al trono de China, dispuesto a re­formar no sólo la faz material del Imperio sino también la espiritual.

Este rey, el más combatido y también el más grande em­perador de la antigua China, caracterizó su gobierno, con me­didas de tal trascendencia, que aun en la actualidad, perduran en la conformación del país.

Sus primeros pasos en el desempeño de las tareas de go­bierno, están reflejados por el gran incremento que dio a la construcción de obras públicas, carreteras que atravesaban es­tratégicamente toda la vastedad del imperio, instalaciones hi­dráulicas para el riego de los campos de cultivo, canales que como vías fluviales intensificarían el comercio interior, y la construcción de la Gran Muralla, que en sí no fué más que la

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S58 G. ONCKEN Y F. HIRTH

unión de los distintos fuertes militares establecidos en las fronteras, que habían sido construidos por sus antepasados, y que al quedar unidos entre sí por la nueva muralla, protegía al imperio en una extensión de 2.500 kilómetros, desde Min- Chau hasta el mar.

Abolió el sistema feudal, y dividió todo el territorio del imperio, en provincias, para facilitar el manejo civil y militar.

Sostuvo cruentas luchas contra los hunos, a quienes ven­ció arrojándolos a la Mongolia.

Las sediciones tan frecuentes de esa época fueron rápi­damente sofocadas y los límites territoriales alcanzaron la mis­ma extensión que tenía el imperio en el año 1850 de nuestra era.

La construcción de la Gran Muralla, le obligó a extraer del pueblo mismo a los obreros, sin distinción de categoría social, lo cual le acarreó la animadversión de los literatos y poetas, los cuales zaherían su pretensión de querer circundar al país con una muralla gigantesca.

El emperador Shi-Hwang-ti,

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1

Vista fotográfica actual, de la gigantesca construcción defensiva debida al emperador Shi-Hwang-ti, quien en el año 200 a. de J. C. inició su obra, que protegería al Imperio en una extensión de 2.500 kilómetros,

desde Min-Chau hasta el mar.

4

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 3 5 9

Las crónicas de la época, dan una idea clara, de cuál debía de ser el estado en que se hallaba la población del imperio, con las continuas levas de trabajadores al decir “ que el nacimiento de una niña había sido saludado gozosamente, pues estaría libre de ir a trabajar en la edificación de la muralla” .

Por su apuro en terminar tan gigantesca obra, sus medi­das de gobierno fueron de una rigurosidad tan extrema que pasó a la historia como un gran constructor y un déspota consumado.

El movimiento liberal, representado por poetas y artistas, contrario a sus medidas de gobierno, le llevó a dictar una re­solución, por la cual ordenó la quemazón pública de todos los libros de literatura y filosofía no sólo contemporáneos sino oambién los de los clásicos. Esta ordenanza se promulgó y eje­cutó en el año 213 antes de J. C.

Solamente quedaron exentas del fuego, las obras de me­dicina, agricultura y los textos científicos.

Gracias a que algunos eruditos, escondieron en lo más pro- iundo de sus anaqueles las obras de Confucio, así como los li- ros básicos de la filosofía china, pudieron llegar a nuestra

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3 6 0 G. ONCEEN Y P. H IRTH

Shi-IIwang-ti dirige la recuperación de un recipiente sagrado caídoen el río.

(Relieve del altar de un templo de Chia-Hsiang-Hsien).

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 3 6 1

época todo ese tesoro de la inteligencia oriental, que de otra manera se hubiera perdido irremediablemente.

Un segundo edicto fué aun más cruel, ya que ordenaba no sólo una nueva expurgación de textos, sino también el enterra­miento en vida de varios centenares de sabios, que habían osado

desobedecer la real orden, y conspiraban intelectualmente con­tra las medidas poco contemplativas del emperador.

En el año 210 antes de J. C. murió Shi-Hwang-ti, que asi­mismo se llamaba el “ Viejo Dragón” , y le sucedió en el trono su hijo menor Or-Shi-Hwang-ti, lo que acarreó una serie de guerras civiles, las cuales al principio fueron fácilmente sofo-

Planta de la Gran Muralla.

cadas por el ejército imperial, pero las consiguientes medidas de represión, epilogaron en desgraciados encuentros para las armas del emperador.

Era tal la descomposición del Estado, que el eunuco Chau- Kau, le asesinó en el año 207 antes de J. C., colocando con la

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3 6 2 G. ON CEEN Y F. H IETH

ayuda de sus esbirros, al joven príncipe Tsi-Ying, nieto menor del constructor de la Gran Muralla.

Este emperador fué el último soberano de la dinastía de Ts’in.

Cofre de marfil esculpido. Dinastía Tsin.

II. — D in astía de H an o ccid en tal(206 antes de J. C. a 8 después de J. C.)

Tsi-Ying, sobrino del desgraciado Or-Shi-Hwang-ti, no pu­do durar en el trono más que 64 días, de gobierno más teórica que efectivo, pues una revolución encabezada por Liu-Pang, du­que de Pei, perteneciente a la casa de Han, díó por tierra con su gobierno, y estableció con su ascensión al poder a la nueva familia dinástica de la cual él era el jefe.

E l nuevo emperador había sido funcionario destacado en la administración anterior, en la cual había escalado posicio­nes, desde el humilde puesto de bedel, y no estando conforme con el estado caótico en que se encontraba el país manejado por los favoritos de Chau-Kau, se proclamó en cabeza militar de la revolución triunfante.

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364 G. ONCKEN Y F. H IKTH

Trasladó la capital del imperio a Chan-Gan, aboliendo to­das las medidas restrictivas que caracterizaron a los gobiernos anteriores, y dió al pueblo la buena nueva del recobramiento de las libertades, en una proclama, cuyo texto ha llegado hasta nosotros:

“Amigos y compatriotas:"Durante un largo tiempo habéis sufrido el despótico po­

der de la casa de Ts’in. Quejarse solamente, era incurrir en la pena de muerte. Aun las simples frases de objeción, estaban castigadas con la pena de decapitación.

"Hemos convenido con los otros nobles sublevados que el primero que irrumpiese en el territorio de Ts’in, gobernaría. Por lo tanto vengo a gobernaros. He resuelto daros tres leyes básicas. El resto de las leyes de Ts’in quedan anuladas.

"Las autoridades y el pueblo continuarán en la misma forma que hasta hoy, colaborando. Mi único objeto al venir a ocupar el trono ha sido extirpar el mal.

"Deseo no hacer violencia contra nadie. ¡No temáis!”Las tres leyes básicas referidas en la hermosa proclama

del nuevo emperador, se relacionaban al asesinato, a los daños y perjuicios corporales y al robo y a las depredaciones contra la propiedad.

Los antiguos textos de Confucio, salieron nuevamente a la luz, y la vida del Imperio volvió a su cauce normal.

. Numerosos levantamientos guerreros fueron virilmente sofocados, y a los vencidos se les acordaron nuevas tierras para su cultivo.

En una de las últimas expediciones punitivas contra nue­vos sublevados, falleció Liu-Pang de resultas de las heridas recibidas en el fragor de la batalla.

Su hijo Hui-ti, ocupó el trono como segundo emperador de la casa Han, dirigido por su madre la emperatriz Lü-Hau, que es la única mujer, que en la cronología de la China antigua, se cita con el nombre de “ Emperatriz” .

A este emperador se debe la alianza con los Yueh-Chih. enemigos tradicionales de los Hunos; los viajes a Bactriana, y la introducción en China de plantas y animales foráneos parm

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• V J K ' . T ' ”

H ISTO RIA DE L A CHINA ANTIG UA 365

Chino de clase adinerada de la época de Han.

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366 G. ONCKEN Y F. H IRTH

el mejoramiento de la agricultura y de la ganadería. Bajo su reinado los chinos descubrieron el Indostán.

Hui-ti, que ascendió al poder en el año 194 antes de J. C., falleció en 188 antes de J. C., sucediéndole en el trono su hijo adoptivo Chau-ti, el cual a su vez fué sucedido por el príncipe

Jinete mongol.

Hung de Heng-Shan, ambos bajo el control de la emperatriz viuda Lü-Hau.

A la muerte de ésta, una rebelión destronó a Hung de Heng-Shan, y llevó al poder a Weng-ti, en el año 170 an­tes de J. C.

Este emperador hizo una obra efectiva de gobierno, dic­tando leyes democráticas que beneficiaron a las clases más hu­mildes, y levantando la censura que aún subsistían sobre ciertas obras literarias. También estableció el servicio militar obliga­

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H ISTO RIA DE L A C H IN A AN TIG U A 367

torio para todos los nativos, para la atención y defensa de la Gran Muralla, y reformó el código penal del imperio.

A su muerte acaecida en el año 156 antes de J. C., ascen­dió al trono su hijo Ching-ti, quien tuvo que hacer frente a las continuas sublevaciones de los. señores feudales, las cuales le fueron muy difíciles de dominar.

Su hijo Wu-ti, ocupó el trono en el año 140 antes de J. C., siendo por las proyecciones de su obra de gobierno, el empe­rador de más importancia histórica de esta dinastía.

La consolidación del imperio, y el aniquilamiento de los señores feudales fueron sus primeras medidas de gobernante.

La reforma del calendario, la nueva subdivisión del vasto territorio imperial en distritos de más fácil control, y la ane­xión del Turquestán, transformado en provincia china, fueron los hechos más sobresalientes debidos a su labor de gobierno.

En este período, es cuando las artes literarias y plásticas, alcanzaron su más amplio desarrollo, debido a la protección mecénica del emperador, quien no sólo cuidó de la vida espiri­tual de sus vasallos, sino que manejando hábilmente la diplo­macia, hizo llegar sus emisarios a los países vecinos, con los cuales no existían para esa época ninguna clase de relación.

Sus expediciones militares a los países fronterizos, acaba­ron con las continuas incursiones de sus bárbaros vecinos, y el triunfo de su expedición contra los coreanos, no sólo asegura­ron la paz en las fronteras sino que con las nuevas anexiones de tierras sometidas, agrandaron el territorio imperial.

Una sublevación palaciega, abortada a tiempo por sus lea­les, hicieron que Ching-ti aplicara la pena capital a su esposa y a su heredero, ambos complicados en la fracasada tentativa de arrojarlo del trono.

El hijo de una de sus concubinas, fué elegido para suce- derle, previo el suicidio obligado a la madre, para evitar que ésta se transformara en una nueva Lü-Hau.

Chau-ti (86-74 antes de J. C.), Swan-ti (73-49 antes de J. C.), Yuan-ti (48-33 antes de J. C.), Cheng-ti (32-7 antes de J. C.), Ai-ti (6-1 antes de J. C.), Ping-ti (1-5 después de J.

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368 . G. ON CKEN Y F . H IRTH

C) y Yu-Tzi-Ying (6-8 después de J. C.), fueron todos monar­cas que en orden cronológico ocuparon el trono y que no se distinguieron por obra de gobierno destacada, ya que pasaron toda su vida entre las luchas de familia, las conspiraciones del harén, y las continuas sublevaciones de los caudillos del inte­rior difícilmente sojuzgadas.

III. — La dictadura de W ang-M ang

Wang-Mang, llamado “ el Usurpador” , era sobrino de la esposa del emperador Cheng-ti. Personaje siniestro que por su real parentesco se infiltró en la dinastía Han, y que durante doce años, con sus crueldades y tropelías de todo orden llenó de terror a todos los ámbitos y sectores del imperio.

Cuando Wang-Mang, fué nombrado primer ministro por la viuda del emperador Ai-ti, comenzó su obra de socavamiento del poder real, ayudado por sus parciales, reclutados entre los innumerables ambiciosos que pululaban en la corte imperial.

Ping-ti, hijo del emperador Ai-ti, ascendió al trono siendo un niño de corta edad. El aventajado primer ministro, le obligó a contraer enlace con su hija en el año 3, y en el año 5, lo envenenó para dejar el trono libre, para el nuevo elegido, que era el príncipe Yu-Tzi-Ying, bisnieto del emperador Yuan-ti, quien ocupó el trono imperial hasta el año 8, en que despojado de los atributos reales, dejó a Wang-Mang, el trono vacante para proseguir con sus maquinaciones para consagrarse empe­rador de la China.

Elevado a tan alta jerarquía, derogó toda la legislación anterior. Como advenedizo no respetó ni siquiera aquello que era secular y sagrado para el pueblo, el cual completamente ate­rrorizado por los métodos crueles utilizados por el usurpador y sus parciales, imploraba a los dioses la liberación de amo tah tiránico como atrabiliario.

Se restableció la antigua división territorial, despojando a los señores feudales de sus legítimos derechos, y transfiriendo los mismos a los cabecillas usufructuarios de la nueva sitúa-

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H ISTO RIA DE L A CH IN A AN TIG U A 369

ción, los cuales tanto en la parte moral como material eran un reflejo exacto de su principal jerarca.

La abolición de la esclavitud, medida demagógica, tomada para congraciarse la buena voluntad y el apoyo de las clases más miserables del imperio, no trajo más que una descomposi­ción social agravada por la espantosa hambre que asolaba al otrora productivo territorio imperial.

Favoritas y protegidos ocuparon los puestos administrati­vos, los cuales se obsequiaban como premio al elogio de su obra de gobernante.

Las continuas sublevaciones de los señores feudales despo­seídos de sus naturales prerrogativas, como las incursiones de las tribus limítrofes, constituían la ocupación permanente del aguerrido ejército chino, el cual estaba también comandado por generales adictos al usurpador.

Una gran sublevación que comenzó con el levantamiento de los Hiung-Nu, obligó a Wang-Mang a extremar el régimen impositivo al máximo, como así también a incorporar a las hues­tes militares a los jóvenes chinos incapacitados por su edad de atender las tareas del cuartel, lo cuál hizo qué él descontentó popular alcanzara límites inverosímiles.

Desde el esclavo emancipado, el cual moría de hambre en las carreteras poco transitadas del imperio, hasta los intelec­tuales sumidos en la más espantosa miseria, todos los sectores sociales que constituían la población china, dejaron ver clara­mente su descontento y su repudio para el emperador y su co­horte de aprovechados funcionarios.

En el año 23, Wang-Mang, comandó en persona una expe­dición militar contra los rebeldes, pero el descontento de sus soldados, hasta los cuales había llegado el eco del clamor popu­lar, le impidió conseguir el propósito preconcebido.

Los soldados reclutados en el mismo pueblo, no toleraron las disposiciones imperiales para el desarrollo de la campaña a iniciarse, y en confabulación con sus generales, dieron muerte al emperador en el mismo campo de batalla.

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370 G. ONCKEN Y F . H IRT H

IV . — D in a s t ía de H a n o r ie n t a l(25-220)

Cuando el todopoderoso Wang-Mang, sucumbió en manos de su soldadesca, ascendió al trono de China, el príncipe Li- Huan. Este nuevo emperador a quien las tareas de gobierno no seducían en absoluto, ya sea por una indiferencia total a las funciones administrativas, o por las condiciones desastrosas en que se encontraba el imperio, a los dos años de su reinado,

Carruajes de la época de Han.

abdicó en favor de Liu-hiu, príncipe de la corte, descendiente del emperador Han-Ching-ti.

El reinado de Liu-hiu, que se prolongó hasta el año 57, estuvo caracterizado por las sucesivas guerras interiores, que tuvo que sostener el emperador, para hacer efectiva su prima­cía sobre otros pretendientes al trono imperial.

En el año 37, derrota a su último rival, el príncipe Lu- Fang, y con este hecho de armas, se inicia una era de paz para el nuevo soberano, el cual en el año 41, rechazó una agresión del rey de Cochinchina, que conjuntamente con la campaña del general Ma-Yuan, contra el soberano de Anam, afianzó defini­tivamente la frontera sur del imperio.

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H ISTO RIA DE L A CH IN A A N TIG U A 371

Hasta su muerte, China gozó de un período de absoluta paz, tanto exterior como interior, en donde se perfilaron las condiciones de renovación espiritual que habrían de facilitar el camino para la reconstrucción y renovación del imperio.

A su muerte, subió al trono su hijo, Ming-ti, quien inició su gobierno en el año 58.

Ming-ti, también llamado Liu-Chuang, fué el verdadero constructor de la China, refiriéndonos a su faz espiritual, la cual subsistió hasta la revolución de Sun-Yat-Sen, en el año 1911, en que se abolió el imperio proclamándose la república democrática.

Educado bajo las nuevas corrientes intelectuales y bajo los nuevos temperamentos administrativos adoptados por su padre, este monarca, inició una era feliz de progreso y bienestar para su pueblo.

Terminada la consolidación del poder imperial, en todos los ámbitos del país, Ming-ti envió sus embajadores al Japón, a efecto de establecer relaciones diplomáticas y culturales con sus vecinos insulares.

El renacimiento intelectual se manifestó en las academias y bibliotecas populares que se multiplicaron en forma asom­brosa. La labor de los sabios y de los filósofos desarrollóse en forma eficiente, al no tener que circunscribir su función a cen­sura alguna.

El emperador, en sus deseos de ampliar el horizonte cul­tural de su pueblo, atado hasta esa fecha a los viejos cánones dogmáticos y científicos de los viejos sabios, envió una junta de estudiosos a la India, a fin de estudiar las bases de la reli­gión budista, que estaba en pleno auge en los pueblos indostá- nicos, y cuyo conocimiento si bien superficial, por parte de los filósofos chinos, databa de los tiempos de la dinastía Chin, habíase perdido completamente durante la quema de libros efec­tuada en el año 213 antes de J. C.

Hay algunos historiadores, de esa época, que acostumbra­dos a referir los hechos históricos, en forma absolutamente pa­rabólica, explican este hecho, debido únicamente a la amplia visión del emperador, a que Ming-ti, tuvo un sueño en el cual vislumbró una gigantesca estatua de oro refulgente.

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Los augures explicaron este sueño, manifestando al empe­rador que la estatua refulgente simbolizaba al Dios de un país lejano, el cual iba a transformarse en el Dios de los chinos.

Con la traducción de los libros básicos del budismo, se propagó en la China la nueva religión que se incorporó al acer­vo religioso del vasto imperio.

Los nuevos preceptos filosóficos y morales de la religión budista, sufrieron una transformación especial en su proceso

Arado de la época de Han.

de adaptación en China, pues se amalgamaron con las distintas sectas religiosas imperantes en esa época y su mismo ritual se diferenció según las zonas de profesión.

Fué el budismo la primer corriente de pensamiento, que del extranjero influyó poderosamente en la concepción cultural del pueblo chino, haciendo que por este credo religioso, se ex­tendiera la cultura autóctona con sus especiales características hasta la casi totalidad de los países asiáticos.

Ming-ti terminó su reinado en el año 75, pudiendo asegu­rarse que el único emperador de prestigio que le sucedió, fué Ho-ti, que gobernó desde el año 89 al 106.

Durante su reinado, el general Pan-Chao, conquistó bri­llantemente las regiones de Turfan, Khotan y Kaschgar, siendo nombrado por el emperador en retribución de sus éxitos mili­tares, gobernador vitalicio de la región oriental de Hsi-Yü.

Las expediciones militares de este gobernador, que culmi­naron con su victoriosa incursión a Pamir, abrieron un hori­

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zonte más amplio a los chinos, incorporando nuevos matices a su cultura, debido a las corrientes romano-helenísticas que pro­cedentes del continente europeo, llegaban en forma diluida hasta Pamir.

Con la muerte de Ho-ti, comenzó para los sucesivos empe­radores de esta dinastía una época de total descomposición so­cial, debido en primer lugar a que los emperadores eran ele­vados al trono siendo aún niños, estando en consecuencia el gobierno en manos de sus madres, las cuales transferían indi­rectamente sus derechos a sus favoritos y consejeros.

An-ti gobernó desde el año 107 al 125, Chung-ti ocupó el trono en 145 y fué sucedido por Chi-ti al año siguiente. Duró este emperador sólo un año en el poder, y en el año 147 Huan-ti ascendió al trono imperial.

Este príncipe carente por completo de condiciones para gobernar, a pesar de haber sido elevado al trono no siendo un adolescente, inició su gobierno sofocando una rebelión dirigida por literatos y filósofos, que tras un proceso severísimo, pudo asegurar la continuidad de su gobierno, pero dejando profun­das huellas entre las clases cultas del país, las que no colabo­raron en su obra de gobierno.

A pesar de sus pocas condiciones administrativas, en el año 156 ordenó la realización de un censo, que según los datos recogidos por los funcionarios imperiales, estimaron la pobla­ción del imperio chino, en un total aproximado a los cincuenta millones de habitantes.

Ling-ti, sucedió a este emperador en el año 168, y su go­bierno transcurrió sin ninguna mención especial para la his­toria, llegando hasta nosotros solamente la relación de un escri­tor anónimo sobre la terrible peste que asoló a la población china, sembrando miseria y muerte por doquier.

Los campos sin trabajar, las industrias paralizadas y la población diezmada por el terrible flagelo, completaron el cua­dro de desolación y podredumbre en que estaba sumido el im­perio en franca decadencia, según la narración del relator pre­cedente.

Varios emperadores niños, ocuparon después el trono, su- cediéndose entre las luchas intestinas, las intrigas palaciegas y

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las confabulaciones del harén. Hien-ti, fué el último soberano de esta dinastía. Su gobierno con residencia en Ho-nan, estuvo constantemente en manos de su primer ministro el general Tung-Cho, quien se proclamó dictador, y gobernó el imperio ya en vísperas de desmembrarse, en nombre del emperador.

Este último monarca, fué un protector de las artes y las letras, pero su debilidad de carácter, y el hecho de que su pri­mer ministro fuera el que en realidad gobernaba el país, hizo que el proceso de desmembración se acelerara en forma verti­ginosa.

Los generales no obedecían las órdenes imperiales, y algu­nos gobernadores de provincias lejanas, obraban y gobernaban por propia cuenta, sin tener casi contacto con el poder central.

Una sublevación de carácter religioso, conocida como “el grito del velo amarillo” o la rebelión de los T’ai-P’ing-tao, cuyos adeptos usaban una especie de turbante de muselina amarilla, derrocó en el año 184 al emperador.

Destronado el emperador, y anulado el poder de su valido el general Tung-Cho, el poder centralista del gobierno quedó completamente desarticulado, y el proceso de desorganización estadual, que había comenzado con la muerte de Ming-ti, hizo eclosión en la gran anarquía que iba a asolar a todo el imperio, dividiendo al mismo en tres reinos distintos.

El influjo de la secta tao-budista de los T’ai-P’ing-tao, puede considerarse como la primera intervención de un grupo político religioso en las luchas internas de China.

La influencia de la rebelión de “ los velos amarillos” iba a ser la semilla primigenia que iba a proliferar en innúmeras sectas que constantemente tomaron parte en forma activa en las luchas políticas del imperio, impidiendo la consolidación completa de un poder estadual, sin dependencia de organismos religiosos o políticos.

Aun en nuestra época en que China se debate en una lucha a muerte contra el invasor japonés, la influencia de estas sec­tas, traban la obra de consolidación nacional en que está em­peñado su caudillo, el mariscal Chang-Kai-Shek.

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V. — L O S TR ES REIN O S

Una novela de carácter histórico, popular en toda China, cuyo título original es San-Kuo-Chí, narra las vicisitudes del pueblo chino después del triunfo de los T’ai-P’ing-tao.

Muchos relatos occidentales, y hasta alguna crónica histó­rica, tomaron de este elemento folklorístico las bases para des­cribir este período de la historia de China antigua.

Posteriormente, los mismos historiadores chinos, corrigie­ron en sus estudios de esa época conceptos que hasta el siglo pasado eran tenidos por valederos y que no son más que elucu­braciones inspiradas en la mente del autor de San-Kuo-Chí.

Sobre esta época de los tres reinos, los datos de origen controlable son escasos, y contradictorios entre sí, pero quitan­do a la leyenda todo lo que contiene de novelesco, se puede hacer una muy breve relación de esa época caótica en la historia de la China antigua.

Derrocado el emperador, y anulado el poder que aun sos­tenía al general Tung-Cho, el general Tsau-Tsau, al morir el primer ministro de Hien-ti, asesinado por uno de sus oficiales, ocupó el trono imperial, y abandonando el título de emperador, se proclamó rey de Wei, en el año 213.

El general Sun-Chuan, victorioso también en la rebelión de “ los turbantes amarillos” , se levantó en armas y se proclamó apoyado por sus parciales duque de Wu, pero bajo el control de Tsau-Tsau.

Liu-Pei, otro general, en desacuerdo con Tsau-Tsau, se apo­deró del resto del imperio, proclamándose emperador de la di­nastía de Han, aun cuando solamente reinaba en las provincias de Shu.

El imperio en consecuencia quedó dividido en tres entes políticos distintos:

El reino de Wei, en el Norte, bajo el control de Tsau-Tsau.El reino de Wu, en el Sudeste, dirigido por Suh-Kuan.El reino de Shu, en el Sudoeste, bajo el mando de Liu-Pei,

titulado continuador de la dinastía Han, y utilizando el título de emperador.

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Una época dolorosa de guerras civiles, y de incursiones militares entre los tres reinos, hacen de este período el más infeliz de la historia de China.

Las mismas guerras, el estado de postración de la pobla­ción, la falta de un poder coordinador, y la multiplicidad de sectas religioso-políticas que gravitaban en la conciencia ciu­

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dadana, habían anulado a ésta a su más ínfima expresión.Tan sólo en los conventos religiosos se mantenían dentro

del recinto de sus ciudadelas, la llama intelectual que había podido salvarse del desastre.

En el año 263, el reino de We'i, el más fuerte y poderoso de los tres estados, aniquiló a los ejércitos de Shu, y anexó su territorio, formando un solo estado.

Con la unión de los dos reinos, el tercero quedaba en infe­rioridad de condiciones, y en el año 260, sucumbió después de

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una cruenta lucha, al poderío de los generales de We'i, quienes en el valle del Yang-Tse les infligieron una derrota definitiva.

Quedó de esta manera todo el territorio de China, bajo un solo gobierno, bajo el mando de los duques de Wei.

Los herederos de Tsau-Tsau, fueron desalojados del poder, por el general ministro del reino, el señor de Si-Ma-Yen, miem­bro de la poderosa familia de Sze-Ma, cuyos integrantes habían tenido destacada actuación en las luchas de conquista de los otros reinos independientes.

El hijo de este ministro, Si-Ma-Chau, fué declarado prín­cipe heredero, ocupando el trono en el año 265, y creando una nueva dinastía.

VI. — D in a s t ía de T sin

Esta dinastía iniciada con la ascensión al trono de Sí-Ma- Chau, que al ocupar el trono imperial cambió su nombre por el de Wu-ti, tuvo en sus primeros tiempos un solo emperador, pero debido a la constitución de estados fronterizos de pueblos tártaros, se dividió en dos zonas, la Occidental y la Oriental, a efectos de poder contener a los nuevos vecinos que durante el período de desintegración precedente se habían hecho lo sufi­cientemente poderosos como para preocupar al nuevo poder imperial, cuya estabilidad dependía muchas veces del éxito de las incursiones a través de las líneas fronterizas.

Los principales estados limítrofes eran los de Hsiung-Nu, Hsien-Pi, el reino de los Tunguises, las tribus tártaras, y una mezcla de señoríos y pequeños reinos de las más diversas razas.

Una nueva época de luchas y sucesión continuadas de em­peradores en las dos ramas de esta dinastía, aceleraron la des­composición política, que solamente con la ascensión al trono de Wu-ti parecía haberse conjurado.

A pesar de las condiciones imperantes, las artes pictóricas y literarias tuvieron una evolución magnífica.

Ku-Kai-Chi, uno de los más grandes pintores chinos, inició su famosa escuela de pintura, alguna de cuyas muestras han

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llegado hasta nuestros días, y son celosamente guardadas en el Museo Británico.

Tao-Chien, el incomparable autor de “La fuente de la flor del melocotón” y de la composición poética “ Regreso al hogar” , producciones ambas de la literatura clásica de China, conocidas

en sus magníficas versiones francesas por nuestros estudiantes de literatura, vivió también en esa época.

En el año 284, los embajadores de Diocleciano, llegaron a la corte del imperio, portadores del saludo de Roma, y estable­cieron el primer contacto oficial entre Europa y China.

En el año 399, el sacerdote Fa-Hsien, del credo budista, inició su viaje a la India, en busca de los textos básicos de su

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credo, para propender una depuración dogmática de los libros religiosos chinos.

A su regreso trajo nuevas imágenes de Buda, reliquias re­ligiosas, y confeccionó una relación detallada en que narró sus vicisitudes de viajero por los distintos países visitados en su peregrinación.

Cabeza de Buda.

La división anterior de la dinastía en Occidental y Orien­tal, a raíz de los nuevos pronunciamientos militares, se sub­dividió en otras divisiones cada una de las cuales obedeció a un jerarca, que es sucedido a la vez por otro, y así continua­mente, cada general con ascendiente político se transforma en un aspirante al gobierno.

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En el siglo IV, el Norte del Imperio Chino, quedó total­mente en manos de un solo general, perteneciente a la fa­milia To-Pa, de origen extranjero, probablemente de algún estado tunguis.

To-Pa-Kuei, fué quien agrupó bajo su poder, a todos los es­tados norteños y se proclamó emperador de We’i septentrional.

Esta separación del poder imperial, fué de extraordinaria importancia para la historia ulterior del Imperio Chino.

La gravitación político-cultural del país, se transfirió hacia el Sur, pues el Norte, estaba constituido en un bloque de diver­sos pueblos, de los más variados orígenes, aunque gobernados por un solo poder, también extranjero en la China autóctona.

En el año 418 el emperador An-ti, fué asesinado por Liu- yu, quien después de una hábil maniobra política, desplazó el poder a su hermano Ti-Wen, y en el año 420, volvió a recupe­rar las riendas del gobierno, proclamándose emperador de la China, e iniciando una nueva dinastía.

El imperio chino quedó dividido en dos zonas independien­tes: la Septentrional, sujeta a las continuas inmigraciones de los bárbaros del Norte, y la Meridional, que correspondía a la China propiamente dicha, y en donde la cultura milenaria del imperio, había homogeneizado a la población.

Desde la elevación al trono de Liu-yu, la historia da dos distintas asignaciones al imperio. El Imperio del Sur y el Im­perio del Norte.

VII. — E l I m pe r io del Sur

La nueva dinastía Sung, fundada por Liu-yu en el año 420, duró exactamente hasta el año 479.

De sus ocho emperadores, cuatro murieron asesinados. El . último de ellos, llamado Shun-ti, fué obligado a abdicar por el general Hiau-Tsau-Cheng, y asesinado conjuntamente con to­dos sus familiares, en el año 479.

El general victorioso, cambió su nombre por el de Kau-ti, y proclamándose emperador, dió comienzo a la nueva dinastía, denominada Ch’I.

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Ésta, desde 479 hasta 502 tuvo siete emperadores, todos tiranos sanguinarios, que se sucedían unos a otros, por moti­nes de cuartel.

El último emperador correspondiente a este ciclo dinástico, fué Ho-ti, quien fué asesinado por Hiau-yen en el año 502, y se proclamó emperador de todo el Imperio del Sur.

Wu-ti analizando la doctrina de los textos búdicos.

Hiau-yen, al asumir el mando imperial, cambió su nombre por el de Wu-ti, iniciando la dinastía Liang.

Gobernó este emperador hasta el año 557, siendo de una energía poco común en su acción gubernamental, y fué en sus principios un protector de las teorías de Confucio, instaurando en el año 505, el Templo de Confucio, en su propia ciudad capi­tal, y rodeándose de filósofos de ese credo, a los cuales sometía sus problemas de gobierno.

Los últimos años de este emperador, viéronse turbados por los desórdenes interiores y las conjuraciones de sus palaciegos.

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El último emperador de esta dinastía fué Ching-ti, quinto sucesor, quien en el año 558, fué asesinado por Chen-Pa- Hien, quien al ocupar el trono imperial fundó la nueva dinas­tía de Chen.

Procesión religiosa.(Relieve de una estela sagrada esculpida en la época del Imperio del Sur).

Esta dinastía también fué de corta duración, pues iniciada en el año 558, su último emperador Hou-chu, fué destronado y hecho prisionero en el año 589 por Yang-Kien, emperador que habiendo conquistado antes el estado independiente de Hou- Liang, unió a los dos países bajo un solo gobierno.

Este emperador sería el monarca que más tarde uniría, en una sola entidad estatal a todo el territorio de la China.

VIII. — El Im perio del N orte

La dinastía iniciada por el príncipe To-Pa-Kuei, a pesar de ser de origen extranjero, pudo mantenerse en el trono que agru­paba a los países del Norte.

Las luchas con el Imperio del Sur, insumieron gran parte de las energías de sus gobernantes, los cuales se sucedieron

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unos a otros, entre las discordias familiares, y los pronuncia­mientos de las provincias federadas, que en muchas ocasiones no acataban el poder real, o bien hacían inclinar éste, a los intereses de sus propios caudillos militares.

El reino de Weí duró desde 386 hasta el año 557.Sucedió a éste, la dinastía de Pei-Ch’I, desde el año

557 al 577.Derrocado el emperador Anti-Wang, en el año 577, co­

menzó la dinastía de Pei-Chau, que rigió los destinos del país hasta el año 581, en que el emperador Yang-Kien, destronó al último emperador y unió el Imperio del Norte con el Imperio del Sur, del cual habíase proclamado emperador.

IX . — D in a s t ía Suy

Yang-Kien al unir los dos imperios, en uno solo, cambió su nombre por el de Wen-ti, iniciando esta nueva dinastía.

Bajo su gobierno, sus tareas principales fueron la conso­lidación del poder imperial en toda la vastedad del territorio bajo su mando.

Fué uno de los grandes gobernantes de la China, a pesar de lo riguroso de sus métodos y procedimientos, para la segu­ridad del trono, pues en él no estaban reñidos los arrebatos sanguinarios con su inclinación a proteger todas las manifes­taciones de la inteligencia.

Entre sus obras principales, cuéntanse la prolongación y renovación de las obras de la Gran Muralla, el saneamiento de las ciudades y de los campos de labranza, la codificación de las distintas leyes, la modificación del régimen penal, la rebaja del sistema tributario, y el apoyo para la apertura de bibliotecas públicas y conventos budistas.

Influenciado por los sacerdotes de esta religión, trató de implantar en el imperio, el sistema de castas de la India, pero fracasó en su intento.

El país bajo su gobierno, fué recobrándose del debilita­miento en que se hallaba postrado, después que el poder esta- dual fué compartido entre dos emperadores distintos.

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En el año 605, fué asesinado por su segundo hijo, a quien previamente había proclamado su sucesor.

Este nuevo soberano, llamado Yang-ti, gobernó desde el año 605 al 617.

Durante su gobierno, los tesoros imperiales fueron dilapida­dos en costosas construcciones de recreo y esparcimiento, fastuo­sas fiestas, y expediciones inútiles, que desorganizaron la ha­cienda real, equilibrada sabia y metódicamente por su antecesor.

Los desastres financieros y políticos de Yang-ti, impulsa­ron a un hábil guerrero de su corte, Li-Yuan, famoso entre la nobleza y el pueblo por su valentía y por su destreza en el manejo de las armas, a sublevarse contra su gobierno.

En el año 617, Li-Yuan, duque de Tang, secundado por su hijo Li-Shi-Min, asesinaron a Yang-ti, y proclamaron a Kung- ti emperador de la China.

Este nuevo emperador duró muy poco tiempo en el trono, pues por imposición de Li-Shi-Min, abdicó en favor de Kung-ti II, el cual en el año 619 fué asesinado.

Vacante el trono imperial, Li-Shi-Min, proclamó a su pa­dre Li-Yuan, emperador de toda la China.

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X . — D inastía de T ang#

Al ocupar el trono Li-Yuan, tomó el nombre de Kau-Tsu, e inició con su reinado la dinastía de la casa de Tang, la cual dió un nuevo florecimiento al imperio, y extendió sus límites no sólo territoriales, sino también espirituales, pues todas las conquistas adquiridas durante la dinastía de Han, habíanse perdido en las sucesivas divisiones y luchas civiles.

Kau-Tsu, durante su reinado tuvo que ser un luchador in­fatigable. Sofocó cuantas rebeliones interiores quisieron poner en riesgo la seguridad de su trono.

Los usurpadores surgían desde los puntos más distantes de su dilatado imperio. El último de ellos, el príncipe Shi-tu, que habíase proclamado rey de Liang, fué derrotado y sus se­cuaces pasados por las armas, para escarmiento. Con la con­solidación de su poder se asentó la primacía de casa Tang en todo el imperio.

Las relaciones diplomáticas con sus vecinos, fueron estre­chadas, se compró la alianza de los turcos, y en ese cambio de credenciales diplomáticas, entró en el espíritu de la vieja China que se despertaba en su letargo, un nuevo hálito vivificante, que influyó en su renovación intelectual.

La agricultura recobró de nuevo su lugar de privilegio, entre las actividades básicas del imperio, la construcción de nuevos canales de riego, convirtió a los campos yermos, en fe­races praderas, y el hambre y la miseria, que por varios siglos habían sido el azote de la población, dió lugar a un esperado y agradecido bienestar económico.

Cansado de las tareas de gobierno, y comprendiendo que su edad provecta no era propicia para seguir atendiendo los negocios del Estado, con la eficiencia necesaria, abdicó Kau- Tsu, en el año 626, en favor de su hijo Li-Shi-Min, quien siem­pre le había ayudado en sus tareas de gobernante.

Este príncipe al suceder a su progenitor, optó por el nom­bre de Tai-Tsung, nombre recordado en los anales históricos de China, como uno de los más ilustres y merecedores de la gratitud nacional.

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Siguiendo la obra de ordenación y saneamiento, empren­dida con tan felices resultados por su padre, reorganizó toda la vida civil del imperio.

Incorporó a su cetro, a todas las tribus vecinas, y divi-

Un oficial extrae una flecha del caballo del emperador Tai-Tsung de la dinastía Tang.

(Relieve de la sepultura de este emperador en Hisan-Fu).

dió sus dominios en un régimen racional de administración civil y militar.

Afecto a la astronomía, dió impulso notable a esta cien­cia, estableciendo observatorios en los puntos más distantes de su imperio.

Su tolerancia religiosa le conquistó el afecto de todas las religiones y sectas seculares.

Durante su gobierno, un tío del profeta Mahoma, llamado

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Durante la dinastía Sung-, bajo el reinado de Yen-Tsung, los impresores chinos adoptaron los tipos movibles de madera, inventados en el año 1043, que si bien restaban belleza a la impresión, facilitaban ésta y reducían

su tiempo de proceso.

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 387

Uahal Abi-Khabkja, arribó a la ciudad de Cantón, para ofrecer al emperador presentes y saludos en nombre de su sobrino, y sus acompañantes obtuvieron la dispensa imperial para erigir una mezquita, que a pesar de las transformaciones que ha su­frido, aun subsiste.

En el año 635, el sacerdote nestoriano Olopan, en viaje proselitista por el Asia, presentó un pedido a Tai-Tsun, para traducir al chino, los libros cristianos, y obtuvo también la con­cesión para edificar una iglesia para propagar el nuevo credo religioso, que hacía su aparición entre las diversas religiones que profesaban los habitantes del imperio.

De esta fecha parte, la primer infiltración cristiana en Chi­na, corroborada con el descubrimiento en el año 1625, del mo­numento de Sing-an-fú, en cuyas inscripciones se cita el favor imperial concedido a Olopan, como primer emisario cristiano.

El gobierno de Bizancio, conocedor de la justicia y equi­dad que caracterizaban todos los actos de este emperador, cuya fama había transpuesto las fronteras de su patria, envió una misión especial, portadora de presentes y felices augurios para su imperial persona y para su pueblo.

Las plagas de langostas que asolaban los campos cultiva­dos, fueron científicamente extinguidas, gracias al apoyo que los sabios de las academias prestaban al emperador, quien los consultaba en sus problemas de difícil solución.

En las postrimerías de su reinado, acompañado de su hijo, Kau-Tsung, inició una campaña punitiva contra Corea, que si bien no pudo ver concluida, por su prematura muerte, fué bri­llantemente finiquitada por su hijo.

Había trascendido tanto la fama de las leyes y del régimen de administración de Tai-Tsung, que en el año 645, en el Japón se produjo la reforma llamada Tai-Kwa, y que es la implanta­ción en la vida civil y japonesa de todo el acervo legislativo de este sabio emperador.

Kau-Tsung, gobernó el imperio, desde la muerte de su pa­dre, acaecida en el año 650, hasta el año 683.

Durante su reinado fué su consejera obligada, su esposa, la emperatriz Wu-Hau, quien con consejo y visión sagaz com­partió la dirección de los negocios del Estado.

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Estela nestoriana de Olopan.

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Esta emperatriz, al morir su consorte, no se conformó con que sus hijos ocuparan el trono que lógica y legalmente les correspondía, sino que desterró a los príncipes herederos, Chung-Tsun y Yui-Tsung, y comenzó su reinado desde el año 684 al 705.

Fué la primer mujer que gobernó la totalidad del terri­torio de la China, y su fama se proyectó hasta nuestros días por el romancero vernáculo que la ensalza o la vitupera según las fases de su largo reinado.

Tuvo aciertos en la administración del imperio. Rechazó la invasión de los tangutos, que habían penetrado en el Tur- questán, y promovió una acción militar contra la tribu de los Chi-Tan, rama étnica de los tunguises, que habían desacatado a los funcionarios imperiales.

Si bien las relaciones exteriores del imperio, eran eficien­temente manejadas, la situación interna desmejoraba, y hacía sembrar el descontento entre sus súbditos, por su variabili­dad de carácter.

El príncipe Chung-Tsun, encabezando una rebelión, depuso a su madre, y ocupó en el año 705 el trono que por derecho le correspondía.

Este nuevo emperador, de carácter débil, estuvo completa­mente dominado por su esposa, la emperatriz Wei-Hou, quien lo envenenó en el año 710, sentando en el trono a su hijo Chung-Mau.

El otro hijo de la emperatriz, Wu-Hau, levantóse en armas contra su real cuñada, y destronando a su sobrino, el pequeño Chung-Mau, se proclamó emperador bajo su nombre.

Yui-Tsung, en su breve reinado, dió un impulso mayor a la agricultura, fomentó las letras y apoyó a los hombres de ciencia y trató de anular todas las medidas de sus antecesores que causaban desazón a sus súbditos.

A su muerte fué sucedido en el trono por Tsuang-Tsung, uno de los emperadores de más largo reinado.

Este monarca que gobernó durante cuarenta y cinco años, es decir desde el año 712 al 756, fué un verdadero mecenas de todos los artistas que sobresalían en el imperio.

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Lucha ante una fortaleza en los tiempos de la emperatriz Wu-Hau. (Según una pintura mural del templo de Tung-Huang).

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Durante su reinado, los principales poetas y pintores que dieron un realce significativo al arte chino, encontraron en su corte, el campo propicio para desarrollar sus inquietudes artís­ticas y espirituales.

El poeta Li-Tai-Po.

Li-Tai-Po, uno de los líricos más famosos de la literatura clásica china, fué uno de los favoritos del emperador, quien le perdonaba todos los excesos, que su vida disipada, hacían ne­cesaria la intervención de los funcionarios del Estado.

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^ r c . v

Entre los pintores, Wu-Tao-Tzu se destacó por sus nota­bles frescos pintados en los templos, y que representaban esce­nas de la vida de Buda.

Han-Khan, el maravilloso pintor de caballos, también fué contemporáneo a este emperador.

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Dibujo de Wu-Tao-Tzu, representando a un jerarca de los infiernos condenando al fuego eterno a dos pecadores.

En realidad todas las artes no sólo cobraron un nuevo im­pulso, sino que se vigorizaron en una forma tal, que en la actua­lidad, las piezas artísticas que guardan celosamente los museos y que pertenecen a este período, son contempladas por los téc­nicos con la admiración que producen las obras perfectas.

Tsuang-Tsung, emperador intelectual si los hubo en la his­toria de la China, ocupado en sus placeres espirituales, des­

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cuidó absolutamente el mantenimiento del orden en la adminis­tración del imperio.

Entregado por completo a su corte de artistas, músicos y cantores, y a las caricias de su amante Yang-Kwei-Fei, elevada

El emperador Tsuang-Tsung y su amante Yang-K-wei-Fei se disponen a partir a una expedición placentera.

por decreto a la segunda en importancia palaciega, después de la emperatriz, no tuvo la habilidad suficiente para manejar a sus favoritos.

Uno de ellos, protegido a indicación de su amante, el noble tártaro A-la-shan creyendo que los favores dispensados por el emperador, eran por temor a su conocido ascendiente sobre parte

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del ejército, se proclamó independiente del poder imperial, en el año 755, y avanzó con sus parciales, hasta las mismas puertas de la capital, poniendo sitio a la misma.

Tsuang-Tsung, incapaz de contener la avalancha que se arrojaba sobre su ciudad, abandonó el palacio, acompañado de

Estela nestoriana.

un pequeño ejército, y de su favorita Yan-Kwei-Fei, a quien los soldados leales, inculpándola de la situación imperante por su amistad con A-la-Shan ajusticiaron con el beneplácito del emperador.

Muerto Tsuang-Tsung, subió al trono en el año 756, su hijo Su-Tsung, quien con la alianza de los reyezuelos de Khotan y Bukkhara, y de algunos jefes árabes logró reconquistar la capital, pero hubo de proseguir la lucha contra el noble tártaro

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 395

y sus partidarios, hasta el año 764 en que la última resistencia de los rebeldes, fué completamente anulada.

Muerto Su-Tsung, su hijo Tai-Tsung, inició su reinado desde el año 765 al 779.

Relieve de una escultura de Honan esculpido por un artífice de ladinastía Tang.

Carente por completo de hechos de significación, tan sólo puede citarse la derrota infligida por el ejército imperial, a una rebelión de agricultores descontentos con las gabelas impositi­vas que habían empobrecido a la masa laboriosa de la pobla­ción campesina.

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Este emperador es sucedido por Ti-Tsung, quien gobernó desde 780 a 805.

Conociendo este emperador el estado de disolución en que se hallaba la administración del imperio, efectuó varias tenta­tivas para reorganizar los gobiernos militares del interior del país, y reajustar el régimen impositivo.

Abandonado por los hombres de su gobierno, tuvo que huir de la capital, y después de muchas vicisitudes pudo volver a ella, cuando el estado general del imperio, era más caótico aún.

Desde entonces comenzó la declinación de la casa Tang.Algunos de los emperadores siguientes, se envenenaron al

querer prolongar su vida, con exóticos elixires traídos de países remotos. Las queridas imperiales y los eunucos, gobernaron en­tonces entre sus disputas de intereses subalternos, la parte del imperio que aun era susceptible de ser gobernada.

Pero en este período en que los gobernantes son simples figuras decorativas que ocupan el trono, y en que hetairas y protegidos alternan las tareas de gobierno, surgen hombres excepcionales como Han-Yu (768-824, llamado con propiedad “ el príncipe de la literatura” , que no solamente sobresale por su inspiración, sino también por sus dotes de estadista y de patriota consciente.

Su palabra y sus escritos no pudieron empero torcer el curso de los acontecimientos nefastos en que se iba sumien­do el imperio.

Han-Yu, indignado porque el emperador había dispuesto recibir con honores imperiales a un hueso de Ruda que iba a ser exhibido en el Templo y que esos honores iban a significar un derroche de lujo y boato, levantó su vigorosa e indignada voz contra las disposiciones imperiales.

Confinado en un bosque, cerca de la actual Swatow, por orden del emperador, cuando éste, a instancia de los admirado­res del poeta, le perdonó su osadía y los emisarios imperiales llevaban la orden de traerlo a la capital, se encontraron que Han-Yu, había muerto de inanición y de pena.

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Shi-Hwang-ti, de la dinastía de la casa de Ts’in, a quien se debe la ini­ciación de la Gran Muralla, maravilla aún en nuestros días del ingenio humano en la antigüedad, para contrarrestar el movimiento opositor a sus férreas medidas de gobierno, ordenó en el año 213 a. de J. C., la quemazón pública de todos los libros de carácter literario y filosóficos de tendencia liberal.Sólo se salvaron del real exterminio, las obras técnicas de agricultura, ciencias y medicina.Los emisarios imperiales, registraron todos los rincones del imperio, en procura de los libros condenados por la real orden.Los libros de la antigua china por estar escritos sobre tablillas de bambú, fueron muy difíciles de ocultar por sus poseedores, pero algunos de ellos pudieron ser sustraídos a la cólera imperial, y eoniuntamente con todos los elementos dispersos y las tradiciones orales de los filósofos, sirvieron para que un siglo después, el emperador Wu-ti, de la dinastía de la casa de Han Occidental, pudiese ordenar a su historiógrafo oficial la selección para la nueva narración de los tiempos pasados.

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XI. — L as cinco dinastías

En el año 907, el emperador Chau-Suang-ti, último de la dinastía de la casa Tang, fué asesinado por Chu-Chuan-Chung, funcionario de actuación privilegiada en la corte, quien asumió el gobierno, bajo el nombre de Tai-Tsu, iniciando la dinastía de Hou-Liang.

El gobierno de este emperador fué solamente de carácter nominal, ya que en los últimos tiempos de la dinastía Tang, la desintegración del imperio había alcanzado su límite máximo.

Los jefes militares del interior, habían constituido diversos estados independientes que no acataban en modo alguno las órdenes del emperador.

Bandas de ladrones y aventureros asolaban constantemente los centros importantes de población y las ciudades eran some­tidas a brutales saqueos y depredaciones.

Desde la asunción al trono de Tai-Tsu, hasta el año 960, comienza el período histórico denominado de las cinco dinastías, que se sucedieron unas a otras ante la indiferencia de la pobla­ción completamente relajada en sus costumbres y en sus hábitos.

La primera de las cinco dinastías, fué la de Hou-Liang, que sólo reinó en Ho—Nan y en Shan-Tung desde 907 a 923. A su fundador Tai-Tsu, sucedió el emperador Mo-ti, quien fué depuesto y asesinado por el usurpador Li-Tsung-Tsu, de origen turco.

Éste a su vez, al ocupar el trono imperial, trocó su nombre por el de Chuan-Tsung, inaugurando la segunda dinastía lla­mada Hou-Tang, que gobernó desde 923 a 936, con cuatro em­peradores distintos, el último de los cuales, sitiado y vencido pos los tártaros, prendió fuego a su residencia imperial de Lo- yang pereciendo carbonizado en el siniestro.

Los vencedores iniciaron la tercera dinastía en el año 936, llamada de Hou-Chin, que duró hasta el año 947, siendo la tota­lidad de los emperadores de este ciclo dinástico, tributarios de los jefes tártaros, a quienes debían obediencia. El último em­perador Chu-ti, destronado por los caudillos descontentos, dejó en manos de éstos el trono imperial, quienes gobernaron enton­ces a su completo arbitrio.

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L

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Templo chino.

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Tras un pequeño paréntesis, en que el trono quedó vacante, el general Liu-Chi-Yuan, jefe militar chino, logró desalojar a los caudillos tártaros, y con el nombre de Kau-Tsu, inició la dinastía de Hou-Han, que gobernó al país desde 947 a 951, y que en orden de sucesión fué la cuarta.

El hijo de este emperador, llamado Yin-ti, fué vencido en el año 951, por el general Kuo-Wei, a quien sus soldados y sim­patizantes eligieron emperador bajo el nombre de Tai-Tsu, ini­ciando la dinastía de Hou-Chou, que rigió al imperio hasta el año 960, en que el joven emperador Kung-ti, incapaz de luchar contra las invasiones de los tártaros kitanes, fué destronado por el ejército, que a la manera de la Roma imperial, eligió por aclamación como emperador al mariscal Chau-Kwang, vistién­dolo en el campo de batalla con la túnica de seda amarilla, característica real en los emperadores chinos de la época.

En estos cincuenta años, solamente el emperador Shi-Tsung de la dinastía Hou-Chou, pudo reunir bajo su cetro imperial, a todo el territorio de la China, a excepción del reino de Liao, que desde el año 937, formó un imperio separado constituido por tribus tunguises, y a quien los emperadores subsiguientes hubieron de respetar como potencia extranjera.

X II. — D in astía de Sung

Con la ascensión al trono de Tai-Tsu, en el año 960, se inicia la influencia de la casa de Sung, última manifestación imperial en la China propiamente dicha.

El nuevo emperador, elevado a la máxima dignidad por voluntad de los guerreros, dió pruebas de una frugalidad ex­cepcional, propia de su condición de caudillo militar. Gobernó con discreción, guerreando para consolidar la unidad del Esta­do, y fué un propulsor de las artes intelectuales y manuales.

Su reformismo, le llevó a la modificación del calendario vigente, el cual se corrigió de conformidad a los informes que suministraron los astrónomos de su corte. Modificó también el código penal, haciendo más benignas las penas corporales y le­gislando el castigo de los diversos delitos con un espíritu más

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racional y lógico, y aclarando los preceptos a efectos de evitar que las penas fueran impuestas según el criterio o la voluntad de los jueces.

Bajo su reinado, que se prolongó hasta el año 976, las pri­meras imprentas hicieron su aparición en la corte.

Junco de carga utilizado desde épocas remotas en los transportes fluviales. Época Sung.

Imprimían estos primitivos impresores, por medio de plan­chas de madera labrada en las que previamente se habían tras­ladado en forma invertida el texto a reproducirse.

Su hijo primogénito, Tai-Tsung, le sucedió en el año 976, prosiguiendo la obra inteligente de gobierno que caracte­rizó a su padre.

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 401

Rodeado de artistas y de sabios, saneó la administración pública, ajustando los impuestos a las estrictas necesidades del erario, y consolidando bajo su mando, a todo el territorio chino.

En el año 998, fué sucedido por Chen-Tsung, quien gobernó en forma discreta hasta el año 1022.

Carruajes de gala de época de la dinastía Sung.

Durante su período de gobierno, toma gran incremento la elaboración de la porcelana, ya conocida desde la época de la dinastía Chin, pero que en este período alcanzó su más alto grado de perfección, en forma tal que sería sumamente difícil volver a repetir esos magníficos ejemplares de vajilla en verde celedón, que son preciadas joyas del acervo artístico de la hu­manidad civilizada.

Su sucesor Yen-Tsung, inició la ascensión al trono impe­rial en el año 1023. Fué el creador del sistema monetario de

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papel, que en su época fué el adelanto más acabado del ingenio humano. Las incómodas y pesadas monedas, fueron sustituidas sino del todo, por lo menos relegadas para uso de las clases populares, por el más cómodo papel moneda, que facilitaba las transacciones comerciales de los mercaderes chinos, que en esa época tenían un dinamismo sorprendente. .

Guerrero de época de la dinastía Sung.

El comercio exterior había alcanzado un nivel nunca visto hasta entonces, y las naves chinas, como las caravanas comer­ciales, distribuían por los países vecinos los productos de los industriales chinos, que maravillaban por su perfección y por lo novedoso.

Los artífices impresores mejoraron sus medios de repro­ducción e inventaron en el año 1043, los caracteres de madera,

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sueltos, que si bien restaban belleza a la impresión, facilitaban ésta y reducían su tiempo de proceso.

La actividad militar del imperio se redujo a la contención de las tribus bárbaras que constantemente irrumpían por las fronteras del imperio.

Yen-Tsung, tuvo éxitos contra los Hias, los cuales se le sometieron en forma temporaria, pero fracasó en sus tentativas de expulsar a los tártaros, con los cuales tuvo al fin que pactar una paz vergonzosa.

Los Hias, que sometidos anteriormente no habían abando­nado sus deseos de independencia, se sublevaron contra las au­toridades chinas, y se proclamaron independientes, nombrando a su caudillo Wang-Chau-Yuan, su propio emperador.

Muerto Yen-Tsung en el año 1063, el gobierno que estaba en manos de su consorte imperial, pasó a manos de su sobrino Ying-Tsung, quien gobernó solamente por un período de cua­tro años.

A este monarca de tan fugaz remado, le sucedió su hijo, Chen-Tsung, quien subió al trono en el año 1068.

Bajo su reinado que duró diez y siete años, su primer mi­nistro Wang-An-Shi, de fuerte ascendiente sobre el emperador, inició una serie de reformas que debían de conmover la estruc­turación económico-social del imperio.

Inspirado en las costumbres antiguas, especialmente en aquellas de tinte patriarcal, de la dinastía Chau, implantó lo que bien pudiera ser el primer ensayo de totalitarismo eco­nómico.

La dirección del comercio, de la industria y de la agricul­tura quedaron con tal reforma, completamente en manos del Estado. Éste entregaba las herramientas y semillas a los agri­cultores; regulaba la producción industrial y dictaba normas para el comercio interior.

La tierra se subdividió en parcelas, las que eran de exclu­siva propiedad del Estado, quien la entregaba para su laboreo. El servicio militar se declaró obligatorio en todas las provin­cias, y se crearon los diezmos de excepción.

Estas medidas de utópica eficiencia, tuvieron como es ló­gico suponer, sus partidarios y detractores.

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Con el nuevo régimen de vida, la libertad individual fué cercenada, y los no afectos a tales reformas^ después de larga lucha triunfaron sobre los propulsores del nuevo orden.

El resultado de este experimento social, fué el descalabro completo de las finanzas del Estado, y agotada la economía in-

Residencia veraniega. El estilo arquitectónico se remonta a la dinastía Sung.

terna, pues al no existir la actividad privada, las riquezas ya productivas o de extracción, estaban completamente abando­nadas.

No solamente este ministro produjo al país dificultades de orden interno, sino que para anular la influencia de los estados vecinos, cada vez más numerosos y díscolos, utilizó a otros es­

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tados extranjeros en su lucha para mantener la unidad impe­rial, iniciando de este modo lo que había de ser el principio de la intervención foránea en los asuntos imperiales, y como con­secuencia la suplantación del poder nacional, por el extranjero.

Shi-Tsung, hijo de Chen-Tsung, le sucedió en el gobierno en el año 1086. Durante su minoría de edad su abuela paterna, rigió los destinos de China.

Sacerdotes budistas de la época de la decadencia del Imperio.

Este emperador tuvo como principal tarea, la de barrer con el régimen que quiso implantar el ministro de su padre, y tratar de normalizar las relaciones sociales, de conformidad a las costumbres clásicas de su raza.

Muerto en el año 1100, al no tener descendencia directa, su hermano Huy-Tsung ascendió al trono, en el momento más peligroso en que a la dinastía le cupo actuar.

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Los j i-tan, tribus federadas de tártaros, se levantaron en armas, y comenzaron la invasión, destruyendo a su paso todo cuanto significaba algo para la cultura china.

Desesperado el emperador e impotente para rechazar por sí solo a los invasores obtuvo la alianza de los kin, con los cuales pudo repeler la agresión.

Paisaje de Huang-Ho.(Pintura en tela de Kuo-Hsi, destacado pintor que floreció durante

la dinastía Sung).

Los nuevos aliados conociendo el estado de debilidad en que se hallaba el imperio, rompieron la alianza concertada, obli­gando a los chinos a cederles importantes territorios, y a pa­garles crecidos tributos, hasta que por fin en el año 1127, toma­ron por asalto a la capital Loyang, tomando prisionero al em­perador Chin-Tsung, hijo de Huy-Tsung, quien un año antes había sucedido a su padre.

Vacante el trono imperial, nombraron los kin, a su ge­neralísimo Chang-Pang como emperador, con sede en la ciu­dad de Loyang.

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«

Escultura de la época de la dinastía Han trabajada cmts. de alto por 17 cmts. de largo. ( P e r t e n e c e a /<

en jade. Mide 12.5 colección L a n f e r ) .

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Con la ascensión de este usurpador, termina el primer pe­ríodo de gobierno de la casa Sung.

Durante su actuación en el gobierno del imperio, desde el año 960 al 1127, la casa Sung, si bien no pudo detener el proceso de desintegración del imperio, tuvo en cambio la virtud de acer­car al trono, a todo lo que en aquel entonces significaba de valor en el sentido cultural de la época.

Parecía como si a medida que las fronteras del imperio se estrecharan por los movimientos migratorios de las tribus bár­baras, el verdadero espíritu chino, tan lleno de magistrales con­cepciones, se fuera consolidando a través de la obra de sus artistas y sabios.

La literatura, las artes plásticas, la filosofía y la crítica alcanzaron niveles asombrosos.

El esplendor espiritual de China, fué acaso la parte más importante que le cupo a la dinastía Sung, pues si bien fué la causante, con sus desaciertos políticos, y su falta de energía, de la desintegración del imperio, conservó, al propulsar este re­nacimiento intelectual, a la conservación del espíritu nacional, que se transmitió a las futuras generaciones, y que los estados surgidos de este derrumbe, asimilaron en forma perfecta.

X I I I . — O caso de l a din astía Sung y del im pe r io

Chan-Pan, el usurpador del trono, no duró un año, en el ejercicio del poder, pues acostumbrado a la vida guerrera, fué incapaz de cambiar en forma tan radical sus hábitos. En el mismo año de su ascensión, abdicó, siendo elegido el príncipe Kau-Tsung, hijo menor del emperador Huy-Tsung, comenzando lo que se dió en llamar por los historiadores chinos, el segundo período de la dinastía Sung.

Este nuevo emperador, ante las dificultades que se le pre­sentaron para gobernar, pues los desacuerdos entre él y los je­rarcas tártaros se agudizaron al máximo, trasladó su corte a Lin-an, en el año 1127.

Desde su nueva capital, prosiguió la guerra contra los kin, sin éxito ninguno, pues su ministro Tsin-Kwei, en connivencia

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con los enemigos de su patria, anulaba todas las medidas que el mariscal Yo-Fei, jefe de los ejércitos imperiales, tomaba para el buen desempeño y éxito de sus campañas.

A tal punto había delegado el emperador el gobierno en manos de su ministro, que éste no vaciló en ajusticiar a Yo-Fei, para poder entenderse a su antojo con los jefes kin.

Cementerio chino de la época de la dinastía Sung.

Kau-Tsung, abatido por las precarias condiciones en la que se desenvolvía su acción de gobernante, vióse en la obligación de abdicar en el año 1162 en favor de su sobrino Hiau-Tsung.

Este nuevo emperador, cuyo reinado se prolongó hasta el año 1189, fué un enamorado de las letras, a las cuales protegió.

Chu-Hsi, ex funcionario de la corte, poseedor de una amplia cultura, especializada en las disciplinas filosóficas, expurgó los viejos textos de los sacerdotes de Confucio, extirpando de los mismos, las concepciones extrañas a la verdadera doctrina, y dando una nueva versión depurada de todo el contenido moral y cosmogónico, creó el dogma, que habría de transformar al tranquilo espíritu chino, en una intolerancia hacia el budismo, religión ya popular en numerosas clases sociales de la población.

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Con tal modificación dogmática, el confucionismo, creó un nuevo estilo literario, que llegó a ser clásico, y hasta en las artes pictóricas, tal reforma, dejó sentir su influencia.

Kuang-Tsung, sucedió en 1190, a su padre el emperador

Hiau-Tsung, y tras un corto reinado de cuatro años, su hijo Nin-Tsung ocupó el trono hasta el año 1224.

Hombre dotado de pocos alcances, dejó el gobierno en ma­nos de sus cortesanos, los cuales aprovecharon del escaso cono­cimiento de su emperador, para gobernar en su propio prove­cho, ocultando la realidad y lo difícil de la hora, en la cual se

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rr :

debatía agonizante, no sólo la dinastía, sino también el imperio, y la patria misma.

Por ese entonces, en el año 1206, los mongoles, poderosos vecinos de los chinos, hicieron su entrada en la historia al elegir al caudillo Temujin, como jefe supremo de las tribus confederadas.

Tipo chino con influencia mongólica.

Este nuevo jefe derrotó a los tártaros, a los naimanes, a los keraitas y a todas las tribus nómadas, y unificando a todos esos pueblos dispersos y antagónicos entre sí, formó con ellos una nación, que le proclamó emperador, bajo el título de Gengis Khan.

El pueblo mongol, unido bajo el cetro de Gengis Khan, co­menzó la serie de conquistas que conmovió a todos los pueblos civilizados del siglo XIII.

Los países independientes del norte de China fueron los primeros en ser conquistados.

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En 1209, sometió al reino de Hsi-Hsia. En 1211 inició la conquista del imperio de Chin, cuya capital tomó, circunstancia que fué aprovechada por el emperador Nin-Tsung, para hacer penetrar sus ejércitos por el sur, tratando de este modo, de

Ugetei.

obtener para su imperio, los territorios en los cuales aun los mongoles no habían puesto sus plantas.

En el año 1218 Gengis Khan conquistó el imperio de Hsi- Liao, y en 1220 se les sometieron tras una cruenta campaña, los estados musulmanes del Turquestán.

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Li-Tsung, desde 1225 emperador de la China, firmó con los mongoles un tratado ventajoso para los invasores, ponien­do de esta manera el resto del imperio a merced de los con­quistadores.

Bajo su reinado, y para ser más precisos en el año 1227, Gengis Khan, al atacar la fortaleza de Tung-Kuan, perdió la vida en la acción, siendo sucedido en el trono mongólico por su

Tipo chino con influencia tártara.

hijo Ugetei, quien prosiguió la serie de conquistas iniciadas por su padre.

A Li-Tsung, sucedió en 1265, Tu-Tsung, quien gobernó has­ta el año 1274. Este emperador dado a la bebida y a los amores fáciles, engañado por su primer ministro Chia-Szu-Tao, que a cada victoria mongol, comunicaba a su señor una victoria china, no pudo detener a las tropas de Hubilai, nuevo emperador mon­gol, sucesor de Ugetei, quien en su constante avance iba redu­ciendo el patrimonio territorial del imperio chino.

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 413

A la muerte de Tu-Tsung, su hijo Kung-Tsung, de cuatro años de edad, fué declarado emperador. En ese mismo año (1275) los ejércitos mongoles arrasaron la capital Li-an, sede central del gobierno chino, y tomaron prisionero al niño empe­rador y a su madre, la emperatriz regente.

Los ministros y palaciegos fugitivos, acompañados por dos príncipes de la casa Sung, pudieron refugiarse en Kuang-Tung, en el extremo sur del país.

Tuang-Tsung, uno de los príncipes, fué nombrado empe­rador, gobernando desde 1276 a 1277, y el otro príncipe, Tip- Ing, fué elevado a la misma dignidad en 1278.

En ese mismo año, el ejército mongol, conquistó la plaza fuerte de Cantón y el emperador Tip-Ing, refugiado en la isla de Ai-Shan, en la misma desembocadura del río homónimo de la plaza conquistada, pereció ahogado en el mar, ante la impo­sibilidad de escapar al sitio de los vencedores.

El régimen monárquico de China, que durante cuarenta siglos rigió los destinos del país, fué sustituido por el imperio de monarcas de otra raza, que asimilando la cultura de los so­juzgados, iniciaron otro ciclo histórico, que si bien no fué tan duradero e importante como el autóctono, en su desarrollo polí­tico social, perfiló la configuración de la China contemporánea.

XIV. — Sa n -K ia o o la s tres d o c t r in a s

Cuando el Antiguo Imperio Chino, agonizó tras un proceso de lenta descomposición, que dió lugar a su sojuzgamiento por los mongoles, la fe religiosa del pueblo, estaba distribuida en su mayor parte en tres credos distintos, denominados San-Kiao. Éstos eran el confucionismo, el taoismo y el budismo.

Múltiples sectas, ya citadas en los capítulos anteriores, in­tegraban el panorama religioso de la época, aparte de los cre­dos cristiano, judío y mahometano de escasa influencia y me­nor divulgación.

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El confucionismo, o el Ju-Kiao, nombre adoptado en el año 1115, no es propiamente una religión, sino más bien una doc­trina filosófica, sin que sea exacto la aseveración de que todo el contenido filosófico de su obra predique una moral sin Dios o sin un Ser Supremo.

Es un conjunto más bien de normas, en las cuales, la me­tafísica está completamente ausente, razón por la cual, el idea­lismo que campea en casi todas las religiones está ausente y ésta ha sido la causa que determinó posteriormente la amplia difusión del budismo de un contenido, espiritual superior.

Toda la obra de Confucio y de sus discípulos, si bien trata de mejorar la condición humana por la virtud ejercida en la forma más amplia y eficiente posible, no da a ésta, otro fin que el terreno, pues su silencio en lo tocante a la vida extra­terrena, es de por sí bastante significativo.

Confucio, moralista, buscaba la perfección humana como hemos dicho por la práctica de la virtud, y subdividía a ésta en cuatro virtudes esenciales. La primera era la Sinceridad. Sinceridad absoluta sin reservas de ninguna especie. Él mismo, dió el ejemplo, cuando ya en el apogeo de su carrera de maes­tro, el rey de Jendo, le solicitó un conjunto de reglas para go­bernar a sus súbditos, contestando:

“No conozco al rey ni a su pueblo. ¿Cómo podré entonces ” excogitar lo mejor? Si quisiese saber qué es lo que hacían en "tales casos los antiguos monarcas, sería para mí, agradable ” deber el satisfacerlo, porque entonces yo no tendría que dis- ” currir sobre cosas que yo no supiera” .

El rey, profundamente admirado de este filósofo, tan justo, positivista y ecuánime, le llevó a su corte, y dióle amplias faci­lidades para que, no solamente le brindara reglas para gober­nar, sino también que se sometió a todas las reformas que el pensador chino, impuso en la legislación de su reino.

Cuando terminó su obra, Confucio se despidió del monar­ca diciendo:

“ He cumplido con mi deber al venir aquí, y ahora lo cum- ” pío al marcharme, cuando puedo ser útil en otra parte” .

La segunda virtud, era la Benevolencia, benevolencia en todos los actos de la vida, en contraposición con la intempe-

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H IST O R IA DE L A CH IN A A N TIG U A 4 1 5

rancia característica en esos tiempos, de autocracia no sola­mente gubernativa, sino también en la vida de relación.

La tercera virtud, era la Piedad Filial, a ésta el filósofo le daba la máxima importancia, como se desprende del diálogo mantenido con su discípulo:

“ ¿Sabes, discípulo, cuál fué la suprema virtud, la doctrina ” capital que nuestros antiguos emperadores enseñaron a todo ” el reino, como medio para mantener la concordia entre los ” súbditos, y evitar todo conflicto entre superiores e inferiores ?”

“ ¿Cómo he de saberlo?, repuso el discípulo, ¡yo sé tan poco, ” de la ciencia de los hombres puros!

“ Y Confucio replicó: La piedad filial es la raíz de todas ” las virtudes y la fuente de toda doctrina.

”Los emperadores antiguos más sabios, servían a su padre ” con verdadera piedad filial, y por esto servían al Tien con ” inteligencia; servían a Li con religión: eran condescendientes ” con viejos y mozos, por esto los superiores y los inferiores ” eran gobernados felizmente. . .

” E1 príncipe es padre y madre de los pueblos.” Tened al padre el amor que profesáis a la madre, y el

” respeto que alimentáis al príncipe, y serviréis al príncipe con ” piedad filial, y seréis súbditos fieles, sumisos a los superiores, ” y dóciles ciudadanos.

”E1 que se rebela contra el rey, peca; porque su corazón ” no posee la piedad filial que hace a los hombres pronto a ” la obediencia” .

“ Maestro, me atreveré a preguntaros, si un hijo que obe- ” dece a su padre, ¿cumple todas las obligaciones del amor fi- ” lial?” , inquirió el discípulo.

“ ¿Qué dices? — respondió el filósofo— . Antiguamente el ” emperador tenía por censores a siete sabios, por lo cual aun- ” que pecase, no llegaba nunca hasta el punto de arruinar el ” imperio. Un príncipe tenía cinco sabios para reprenderlo, por ” lo cual aunque pecase, no llegaba a arruinar el principado. ” Un grande tenía tres sabios para reprenderlo, y aunque pe- ” case, no llegaba nunca a arruinar su hacienda. Un letrado ” tenía un amigo que lo reprendiese, y nunca deshonraba su ” título. Un padre tenía a su hijo para reprenderlo, y nunca se

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” extraviaba hasta el desorden. Cuando se conoce que una cosa ” es mala, el hijo no puede eximirse de reprendérsela al padre, ” ni el súbdito al soberano. Y pues que un hijo debe reprender ” a su padre, cuando obra mal, ¿cómo podría cumplir con la ” piedad filial limitándose tan sólo a obedecer ? Existe pues, una ” regla superior, que es la Divina” .

Al escuchar estas palabras, el discípulo exclamó:“ ¡Oh admirable inmensidad del amor filial! Es para los

” pueblos lo que la fertilidad de los campos para la tierra, la ” regularidad de los astros para el cielo. Ni el cielo ni la tierra ” mienten, los pueblos los imitan y la armonía del mundo du- ” rará perpetuamente, como la luz del cielo y la producción de ” la tierra. La piedad filial, pues, no ha menester de repren- ” siones para corregir, ni su política necesita de amenazas para ” gobernar” .

La cuarta virtud, era la Propiedad, ésta la podemos defi­nir como hacer bien lo que se hace, o sea a seguir el principio age quod agis. Es uno de los elementos más trascendentales dentro del cuerpo filosófico de Confucio, pues no solamente se refiere a los actos de vida diaria, sino también a los del culto. El acto de penetrar y profundizar los principios de las acciones por las acciones mismas, es el esfuerzo integral de la acción, con toda su capacidad y con toda su consciencia como acto mis­mo. Para alcanzar esta virtud, los ritos en la parte referente al culto, y la conciencia estricta en uno mismo, son los prin­cipios que determinan su logro.

Para muchos historiadores el confucionismo fué la religión practicada por los letrados de la Antigua China. Esto es inexac­to, pues el carácter de religión fué posterior a los contempo­ráneos de Confucio.

Mas bien éstos tomaban toda su doctrina, como los elemen­tos morales-filosóficos que protegían al Emperador y a las ins­tituciones oficiales.

Wieger en su Manual de Historia de las Religiones, corro­bora el carácter de religión oficialista que tenían las doctrinas confucianas al hacer la historia de la evolución y desarrollo de este credo en la China.

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Cita que en el año 442 un emperador taoista eleva un tem­plo en honor de Confueio en las inmediaciones de su sepulcro. En el año 473 un rey tunguis, extiende títulos de nobleza a sus descendientes. En el año 505 un emperador budista no vacila a consagrarle un templo en la misma capital del imperio.

Posteriormente otros emperadores y reyes de diverso ori­gen y religión, le conceden dignidades especiales como ser, Sa­bio Magnífico, Doctor Excelso, Soberano Señor, Sabio Per­fecto, etcétera.

Los grandes sacrificios son ofrecidos al Cielo, T’ien, y se realizaban pomposamente en el solsticio de invierno, a la me­dia noche.

A la Tierra, Ti, le son ofrecidos sacrificios en el solsticio de verano y posteriormente al Hombre, sacrificios en el Tao- Miao, templo de los antepasados.

Otros sacrificios medianos se efectúan en honor de los as­tros, de los emperadores de la antigüedad, de los dioses del agro y de Confueio mismo.

Los sacrificios menores, son en homenaje a los dioses que personifican los fenómenos naturales, como ser el trueno, la lluvia, el viento, y a la memoria de los hombres célebres y fa­mosos que han hecho bien a la patria.

Mencius, el discípulo o más bien el continuador de Con- fucio, ya que fué en realidad discípulo de K’ung-Chi, nieto del filósofo, fué en realidad no sólo el que sistematizó todo el acervo filosófico doctrinario de Confueio, sino también el que le dió un contenido más armónico, llegando incluso a variar ciertos principios.

Su obra reflejada en el cuarto libro dogmático de este cre­do, tiene un contenido más democrático que en los primitivos textos, pues Mencius, toma como base fundamental al pueblo, elemento primordial, al cual sigue el Estado que no es sino el pueblo mismo como entidad político-social, siguiendo después el príncipe o emperador.

Su ética es la misma que la de Confueio, la bondad de la naturaleza humana y su adaptación terrena, bajo las cuatro virtudes esenciales.

Las dos figuras, de Confueio y de Mencius, son los pilares

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básicos de este credo, que durante la época que se historia, te­nía un gran ascendiente en sectores numerosos del Imperio.

La bondad, la rectitud, y la exaltación de las virtudes, ema­nadas de las teorías de Confucio, se hallan ampliamente refle­jadas en la obra literaria Lie-Nieu, magnífica colección de ejemplos morales para mujeres, que fueron compilados en el siglo IV antes de J. C., cuya transcripción según la traducción de A. Remusat, damos a continuación:

Instrucción de una madre a su hijo Mong-ko.

“ Cuando Mong-ko llegó a la edad de estudiar, su madre lo ” envió a la escuela. Al volver un día a casa, mientras aquélla ” devanaba el hilo, le preguntó en qué punto se hallaba de sus ” estudios, y qué había aprendido. Al oír que con toda ingenui- ” dad le respondía su hijo que aún no había aprendido nada, "cogió al instante un cuchillo, como incomodada, y cortó un ” pedazo de la tela que trabajaba en su telar. Asustado el niño ” le preguntó lo que esto quería significar. “Hijo, le contestó, ” si nada aprendes, haces lo que acabo yo de hacer, y peor aún. ” El que quiere llegar a ser sabio y famoso, debe aplicarse de ” buena voluntad, a fin de aprovechar lo que le enseñan, por ” cuyo único medio puede uno vivir tranquilamente en su casa, " y entrar en los empleos sin riesgo. Si de ese modo desprecias ” el estudio, serás siempre un miserable, y te verás expuesto a ” todas las desgracias de las condiciones más viles; si haces tan ” poco caso del saber, que así pierdes el tiempo destinado a su ” adquisición, tanto vale que desde luego te dediques a mozo de ” cordel o algún otro oficio semejante, que a lo menos te ase- ” gure el pan. Se dice comúnmente que la mujer que no sabe ” hacer nada, y el hombre que nada aprende en la juventud, " tienen que dedicarse a ladrones o venderse por esclavos, y tal " dicho es demasiado verdadero” .

“ Gran sensación produjeron en Mong-ko el acto y las pa- ” labras de la madre, por lo cual, tomando por maestro a Tse-se, ” se aprovechó tanto de sus instrucciones, que se hizo un giran ” filósofo, y el hombre más célebre de su tiempo. Cuando llegó

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” a la edad conveniente, le dió su madre esposa, y un día que al ” entrar en la cámara en que esta estaba, la encontró vestida de ” un modo poco modesto, lo llevó tan a mal, que se salió al ins- ” tante incomodado, permaneciendo mucho tiempo sin verla. La ” esposa fué a buscar a la suegra, y con estas palabras se des­d id ió de ella: “ Comúnmente se dice que cuando una mujer ” está retirada en su cámara, ni aún el marido entra de día, o ” entra muy raras veces. Uno de los días pasados me hallaba ” en mi cuarto, vestida negligentemente, cuando entrando mi ” marido se mostró muy irritado de haberme sorprendido en tal ” estado. Veo que él me trata como a una extraña; a una mujer ” no conviene permanecer largo tiempo de esa suerte en una ” casa extraña, y por eso he venido a despedirme de vos para ” volverme con mi madre” .

“ La madre llamó al momento a Mong-ko, y le dijo: “ Hijo, ” cuando alguno entra en una casa, debe preguntar primero si ” puede hacerlo, hacerse anunciar por el criado, o a lo menos ” levantar la voz para ser oído antes de pasar. Tú sabes muy ” bien que tal es precisamente el uso, y que de este modo al en- ” trar se encuentra siempre arreglada la sala. Además, el que ” va a las otras cámaras, apenas abre la puerta debe bajar los ” ojos. Has faltado a estas reglas, hijo mío, y has mostrado que ” ignoras los buenos usos; y después de esto, ¿ te corresponde a ” ti ser severo con los demás? Mong-ko escuchó la reprensión ” con humildad, y dió por ella las gracias, reconciliándose en su ” consecuencia con su mujer” .

“ Mucho tiempo después, hallándose Mong-se (193) en la ” corte de Tsi, pareció un poco melancólico, y habiéndole pre- ” guntado su madre la causa, le dió una contestación vaga. Otro ” día que la misma le vió muy pensativo y agitar el bastón sus­p irando, le dijo: “ Hijo mío, hace pocos días me pareciste me- ” lancólico y me disimulas la razón; hoy suspiras agitando el ” bastón, ¿ qué tienes ?” — “ Madre, contestó Mong-se, me han ” enseñado que el hombre sabio no debe aspirar a los empleos ” y recompensas sino por medios justos; que cuando los prínci- ” pes no quieran darlas de este modo no debe prodigarles sus ” consejos, y que cuando lo escuchen sin aprovecharse de ellos, ” no debe permanecer más en .la corte. Veo que aquí es despre-

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” ciada la verdadera doctrina; quisiera por esto retirarme, pero ” vuestra avanzada edad me impide hacerlo, y por eso me veis ” triste y pensativo” . — “ El de la mujer, añadió la madre, es "hacer la cocina, coser y arreglar bien el interior de la casa; ” lo que se refiere al exterior de ella no le corresponde. Mien- ” tras somos doncellas estamos sometidas al padre y la madre; ” una vez casadas dependemos enteramente de nuestros mari- ” dos, y debemos seguirlos adonde quieran; finalmente, cuando ” quedamos viudas, si tenemos hijos de edad avanzada, debemos ” también seguirlos, como hacíamos con nuestros maridos. Ta- ” les son las costumbres respecto de nuestro sexo. Soy vieja, es "verdad, pero no importa: tú, hijo mío, haz tu deber, que no ” quiero servirte de obstáculo: yo sabré también hacer el mío” .

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Instrucciones de una, madre a su hijo Nen-pe.

“ King-kiang, doncella de elevada condición, se casó con ” Mu-pe, que ocupaba el grado de Ta-pu en la corte de L u ; ” tuvo de él un hijo llamado Nen-pe, y habiéndose quedado viu- ” da, le tocó cuidar de su educación. Lo hizo instruir bien, y ” cuando volvió a su casa después de terminar los estudios, se ” ocupó en vigilar su conducta. Más de una vez tuvo ocasión de ” ver que todos los que venían a visitar a Nen-pe lo trataban ” con mucha consideración, de donde infirió que su hijo debía ” tener relaciones solamente con personas inferiores a él, tanto ” por la edad como por lo demás, y que por eso creía no tener ” ya necesidad de instrucción.

"Un día, apenas se marcharon sus amigos, lo llamó para ” amonestarlo. “Una vez, dijo, al salir Vu-huang de la sala de "audiencia, se le desprendió la liga de una media y se le caía ” ésta; mirando a su alrededor, y no viendo a ninguno a quien "juzgase que podía ordenar atarle la media, se bajó pronta- " mente y lo hizo él mismo. Hoen-kang llevaba siempre a su ” lado tres buenos amigos; tenía cinco oficiales para que obser- ” vasen sus defectos y le amonestasen, y no pasaba día en que ” no escuchase a más de treinta personas sobre sus faltas. Cheu- ” kong en los banquetes ofrecía tres veces las mej ores viandas

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” a los ancianos, les arreglaba el cabello, y cuando al tomar las ” riendas del gobierno fué a hacer las visitas, se contaron entre ” los visitados más de setenta ancianos pobres que habitaban " en las calles más angostas. Estos tres grandes hombres eran ” soberanos, y no obstante mira cómo se humillaban siempre, ” sin embargo, con personas más avanzadas en edad que ellos, ” pues que de ordinario no admitían otras. De este modo logra- ” ban más fácilmente olvidar, digámoslo así, su grado y digni- ” dad, y por eso hacían cada día nuevos progresos en la senda ” de la virtud. Tú al contrario, hijo mío, sigues un rumbo en- ” teramente opuesto, tú que eres joven y no tienes empleo. Veo ” que aquellos con quienes tienes relaciones te creen en todo, ” y te consideran como su superior; son, pues, personas más "jóvenes que tú, y como tú poco instruidas. ¿Qué ventajas pue­d e s obtener de semejantes relaciones?" Nen-pe escuchó la ad- ” monición, y dió las gracias a su madre; conoció que había ” hecho mal y cambió de conducta. Entonces se unió a personas ” más graves, a quienes consideraba como maestros, y siempre ” se le veía ir con ancianos venerables, a los cuales servía de ” guía y apoyo cuando caminaban, y los servía también en la ” mesa. King-kiang experimentaba una verdadera alegría, y "decía : “ ¡Ahora sí que mi hijo se va instruyendo y haciendo ” hombre!”

“ Cuando Nen-pe entró en los empleos, King-kiang le diri- " gió un discurso, en el cual, por medio de comparaciones dedu­c id a s del arte de hacer telas, que ella ejercía, le expuso las ” dotes que deben tener los que ocupan los cargos del reino. De ” allí a poco tiempo, volviendo Nen-pe del palacio para ir a sa- "ludar a su madre, la encontró devanando hilo, y le hizo en- ” tender su temor de que tales ocupaciones atrajesen el desho- ” ñor sobre la familia, y aún, que pudiese dar origen a la sos- ” pecha de que él no la tratase bien. Exhalando King-kiang un ” profundo suspiro, exclamó: “ Esas son las ideas que han arrui- ” nado a este reino, en otro tiempo tan floreciente. Y tú, hijo ” mío, que tanto has estudiado y ocupas ahora cargos, ¿ lo igno- ” ras por ventura ? Muchas cosas tengo que decirte acerca de

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" esto; escúchame con atención. Los sabios reyes de los tiempos ” antiguos buscaban a propósito las tierras menos fértiles para " colocar en ellas a sus súbditos, y era entonces uno de los pri- ” meros secretos del arte de reinar tener ocupados a los pueblos ” en la agricultura y el trabajo. En efecto, el trabajo y la fatiga ” hacen al hombre atento y virtuoso, mientras que el ocio y los ” plaeeres fomentan los vicios. Los pueblos que habitan países " pingües y fértiles, son de ordinario poco industriosos y vo- ” luptuosos; por el contrario, son activos y honrados los que ” habitan un país estéril. No se ha de creer, sin embargo, que ” en la sabia antigüedad la ocupación y el trabajo se limitaban ” al pueblo: ¡cuánto no trabajan también los mismos empera- ” dores! Debían arreglar las rentas, examinar los magistrados, "v er los informes que éstos les presentaban, proveer a las ne­cesidades de los pueblos, suministrarles buenos maestros y ” pastores, decidir en apelación las causas criminales y aplicar " las penas, celebrar en los tiempos prefijados las ceremonias ” públicas y prepararse a ellas muchos días antes. Un empe- ” rador no podía tener reposo ni entregarse a las diversiones, ” sino cuando todo estaba bien en orden. Otro tanto hacían pro- " porcionalmente los príncipes tributarios; por la mañana aten- ” dían al servicio del emperador, según las órdenes que de él ” tenían; al mediodía se ocupaba cada uno en el despacho de ” los negocios de su Estado; por la tarde empleaban algún tiem- " po en el examen de las causas criminales, y por la noche arre- ” glaban lo que concernía a los operarios y jornaleros. Los gran- ” des del imperio principiaban desde la madrugada a desempe- ” ñar los cargos que a cada cual competían; después se reunían "para deliberar juntos acerca del gobierno del Estado; por la " noche tomaban nota de las cosas que se debían despachar al " día siguiente, y se veían precisados a tomar de la noche el "tiempo que habían menester para acudir a los negocios do- ” másticos. Lo propio sucedía proporcionalmente respecto de los ” individuos de todas las condiciones superiores al estado llano.

"En cuanto a las mujeres ¿ignoras que las reinas trabaja- " ban con sus propias manos aquellos ornamentos de color vio- "lado que se suspendían en torno del birrete del emperador?

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"¿Ignoras que aquella orla roja, distintivo de los príncipes y ” de los duques, era obra de sus mujeres? ¿No sabes que aque- ” lias hermosas y anchas cintas que usaban los grandes y sus ” trajes de ceremonia eran trabajados por las mujeres de aque­l l o s mismos que los llevaban? Con mayor razón las mujeres ” de inferior condición hacían con sus propias manos los vesti- ’ ’ dos de sus maridos. Y no concluía aquí su trabajo: acostum- ” braban a ofrecer semejantes objetos a los príncipes, o como ” tributo o como donativo, según que estaban o no bajo su do- ” minio. En una palabra, así para los hombres como para las ” mujeres, era delito llevar una vida ociosa. Estos eran los usos " de nuestros antepasados, y entonces se observaba escrupulo- ” sámente aquella máxima de nuestros antiguos reyes que ha ” llegado hasta nosotros, a saber: que los grandes deben traba- ” jar con la imaginación y con el cuerpo. Máximas tan sabias ” y costumbres tan laudables no se deben olvidar.

"Piensa ahora, hijo mío, que soy viuda, y que hace poco "tiempo que has entrado en carrera. ¿Nos convendrá, pues, la ” pereza y el ocio? Mientras que yo me cuido de no tener nada " que reprenderme por este lado, parece que tú desapruebas mi ” conducta. ¿ Qué bien puede esperar el monarca de un hombre ” de semejantes ideas? Temo que mi marido me haya dejado en ” ti un hijo poco digno de tal padre, y que en ti deba concluir ” su descendencia” . En efecto, de allí a poco tiempo murió Nen- " pe sin sucesión, y King-kiang enlutada lloraba por la mañana " al marido, y por la noche al hijo.

"Ki-kang, hermano de Mu-pe y tío de Nen-pe quedó de jefe " de la familia, y conforme a las costumbres, Kiang debía ir ” a residir con él. Se presentó, pues, por ella, y la invitó a se- ” guirlo hablándole con mucho respeto; siguiólo King-kiang sin ” responder, y cuando llegó a su casa, entró en la habitación ” que se le había destinado, siempre sin decir una palabra. Des- ” pués, aun cuando Ki-kang la trataba bien y como a su madre, ” ella le dirigía muy rara vez la palabra y siempre desde su ” cámara. Confucio, a quien se refirió la conducta de esta " mujer, elogió muchísimo que observase tan rigurosamente ” los usos” .

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Castigo impuesto por una madre a su hijo.

“ Haciéndose la guerra entre sí los Estados de Tsu y de ” Tsin, el rey de Tsu puso en campaña un ejército a las órdenes ” de Se-fa. Encontrándose este general falto de víveres, expidió ” al rey un correo para darle aviso, y al mismo tiempo envió a ” saludar a su madre. Cuando entró el correo en la casa, le ” preguntó aquélla cómo se hallaba el ejército: “ ¿Están bien los ” pobres soldados?” — “ Señora” , le respondió el correo, “pa- ” deoen gran escasez de víveres; hasta ahora cada soldado ha ” tenido su ración de guisantes, pero bastante pequeña, porque ” se les contaban” . — “ ¿Y cómo está el general?” , tornó a pre- ” guntar la madre. — “ También el general, dijo el correo, está ” escaso de alimento, y ni de día ni de noche tiene que comer ” otra cosa más que yerbas, un poco de carne mala y arroz bas- ” tante negro” . Aquí concluyó el discurso; pero cuando Se-fa ” volvió poco después vencedor, la madre le cerró la puerta. ” Admirado Se-fa de tan mala acogida, rogó a algunos conoci- ” dos que preguntasen el motivo a su madre. “ ¿No sabe mi hijo, ” dijo ella entonces, lo que en otro tiempo hizo el rey Yue en la "guerra contra Hu? ¿Ignora que habiéndose regalado a aquel ” rey cierta cantidad de vino, lo dió a los soldados para que lo ” bebiesen, y que en otra ocasión hizo lo mismo con el saco de ” arroz seco y tostado que le dieron, sin reservarse nada para ” sí? Se-fa, aunque vencedor, es a mis ojos un miserable gene- ” ral, y no reconozco en él a mi hijo” . Cuando refirieron esto a ” Se-fa, conoció que había faltado, pidió perdón a su madre, le ” dió gracias por la buena lección que le había dado, y entonces ” pudo entrar en su casa” .

Singular esmero de una mujer en él gobierno de la familia.

“ Una viuda del reino de Lu, después de haber dispuesto ” todo lo necesario para la fiesta del fin de año, llamó a los ” nueve hijos que tenía, y les dijo: “Hijos míos, no ignoro que ” una viuda debe estar en la casa de su difunto marido, porque

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” así lo prescriben las costumbres. Pero pienso que en mi fa- ” milia no hay ninguno de edad provecta, y en este tiempo so- ” lemne se descuidan las ceremonias o se cumplen mal. Si no ” os desagrada, quisiera dar por allá una vuelta” . — “Como "gustéis, madre, dijeron los hijos de rodillas” . — “ Debéis sa- ” ber, continuó ella, que las mujeres no somos dueñas de nos- ” otras mismas. En la juventud estamos sujetas al padre y a ” la madre; en edad más avanzada dependemos del marido; en ” la vejez y en la viudez debemos seguir a nuestros hijos y de- ” pender de ellos en muchas cosas. Vosotros, hijos míos, me de- ” jáis ir hoy a casa de mi padre, y en verdad me tomo una ” libertad que rigurosamente no es conforme a las costumbres; ” pero lo hago por ir a poner un poco de orden donde acaso no ” hay ninguno. Durante mi ausencia redoblad vosotros la vigi- ” lancia; tened la puerta bien cerrada, que yo volveré hacia ” la noche” .

“ Un momento después, salió acompañada de un viejo ser- ” vidor que había sido enviado a invitarla; al llegar allá, se ” apresuró a arreglar todas las cosas; y por estar el cielo cu- ” bierto y parecerle que se había hecho ya tarde, se puso en ” camino para volver a su casa; pero habiéndose aclarado el ” horizonte antes de que llegase, advirtió que se había engañado. ” Por tanto resolvió aguardar en cualquier rincón apartado, ” fuera de la población: y cuando llegó la noche entró en su ” casa. Habíala visto desde lo alto de su terrado un señor, a ” quien pareció la cosa bastante extraña, y tuvo la curiosidad ” de hacerla seguir e indagar bajo cualquier pretexto qué casa ” era aquélla. Sus encargados le refirieron que era una casa "honrada, y que todo estaba en ella en buen orden y según la ” exacta observancia de las costumbres. Entonces el señor en- ” vió a llamar a la viuda, y le dijo: “Tal día, viniendo de la ” parte Norte os detuvisteis en tal sitio fuera de las puertas, ” y no entrasteis hasta que llegó la noche. Eso me ha parecido ” bastante extraño, y deseo saber qué motivo os ha inducido a ” hacerlo” . — “ Señor, respondió la viuda, hace mucho tiempo ” que perdí a mi marido, y vivo con nueve hijos que me dejó. ” El último día del año, después de haberlo dispuesto todo para ” el primero del siguiente, con el consentimiento de mis hijos,

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” quise hacer una visita a mi casa paterna, y al marchar dije ” a mis nueras que no volvería hasta entrada la noche. Sea por ” error o por miedo de encontrar algún borracho, que no faltan ” en estos tiempos, como sabe bien vuestra señoría, salí de casa ” demasiado pronto para volver, y habiéndolo advertido en el ” camino, no queriendo llegar antes del tiempo indicado para ” la vuelta, me retiré a aquel apartado sitio’ a esperar la hora ” en la cual había prometido regresar” (194) . El señor elogió ” muchísimo a aquella mujer, y le dio el título honorífico de Mu, ” o sea madre y señora” .

Advertencias a, las madrastras.

“ Mang-lu, natural del reino de Hoei, se casó en segundas ” nupcias con la hija de Mong-yang, su compatriota. Cinco hi- ” jos había tenido de la primera mujer, y tres tuvo de ésta, y ” aún cuando la madrastra trataba bien a los del primer matri- ” monio, y se mostraba amorosa con ellos, no podía hacer que ” la mirasen con buenos ojos, y mucho menos que la amasen, por ” lo cual, temiendo que fuesen la causa de esto los suyos pro- ” pios, separó a los unos enteramente de los otros, a fin de que ” no hubiera cuestiones entre ellos por la habitación, la ropa o ” la comida; pero todo fué inútil, porque aquéllos continuaron ” mostrándole aversión. Ocurrió a la sazón que el tercero de ” los cinco hermanos, por no haber ejecutado una orden del ” príncipe fué puesto en prisión, y corría peligro de perder la ” vida. La madrastra pareció muy afligida, y no sólo hizo todo ” cuanto pudo para aliviarle el peso de la prisión, sino que corrió, ” suplicó, y puso en juego cuantos medios estuvieron a su al- ” canee para que no fuese condenado. Muchos que la veían afa- ” narse tanto por uno que siempre la había aborrecido, se ” mostraban admirados de esta conducta, pero ella respondía: ” “ ¿Qué importa? Yo lo considero siempre como a hijo propio ” y haré por él todo cuanto pueda en lo sucesivo. ¿ Qué virtud ” o qué mérito hay en amar a sus hijos? ¿Hay madre que no ” los ame? Yo no tengo un gran mérito en ello. El padre de es- ” tos jóvenes, viéndolos privados de madre, me eligió a fin de

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” que hiciese con ellos las veces de tal, y por lo tanto debo figu- ” rarme que soy su propia madre. ¿Y se puede ser madre sin ” amar? Si el amor que profeso a mis propios hijos me hiciese ” poco cuidadosa de éstos, faltaría a la justicia. ¿Qué es una ” madre sin amor ni justicia? Sea cualquiera la aversión que "manifiesten ellos hacia mí, ni su odio, ni sus malas maneras ” me dispensan de hacer mi deber” . Las contestaciones de esta ” mujer fueron conocidas de todos, y habiéndolas sabido el rey, ” por consideración a tal madre, perdonó al hijo. Desde enton- ” ces en adelante, no sólo éste que se había manifestado tan ” poco sumiso, sino también sus otro cuatro hermanos, se mos- ” traron respetuosos y amables con la madrastra, no menos que ” sus mismos hijos; y ella hizo instruir a los ocho tan bien, que "todos ocuparon los primeros cargos del reino” .

Consejos contra las concusiones ejercidas por los superiores con sus subalternos.

“ Tien-si-se, ministro del reino de Tsi, exigió de sus depen- ” dientes una suma bastante módica, y la llevó a su madre. “ Hi- ” jo, le dijo ésta, sólo hace tres años que te hallas empleado; sé "cuál es tu sueldo y que has tenido muchos gastos. ¿Dónde has "podido adquirir ese dinero que me traes?” — “ Os confieso, " madre, respondió Tien-si-se, que lo he recibido de mis depen- ” dientes” . — “ Hijo, repuso inmediatamente la madre, un buen ” ministro debe servir al príncipe con afecto y desinterés; con ” servar puras las manos; no valerse de malos medios para ha ” cerse rico ; y si algún mal pensamiento te pasa por la imagi- ” nación, deséchalo pronto. Debe finalmente desterrar hasta la ” sospecha de prestarse fácilmente a recibir dinero por medios " injustos y ser realmente tan desinteresado como desea pare- " cerlo a los demás, para que con su conducta pueda dar auto- ” ridad a sus palabras. El príncipe te ha hecho el honor de darte ” un cargo con un gran sueldo, y debes corresponder a sus be- ” neficios con una conducta irreprensible. Ten presente, hijo ” mío, que los deberes de un súbdito, y mucho más los de un ” ministro del monarca, no son menos sagrados que los de un

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" hijo respecto de su padre. El ministro debe al príncipe a quien ” sirve un afecto sincero, un celo ardiente, una fidelidad inva- ” riable, y dar de todas estas virtudes pruebas no dudosas, ex- ” poniendo hasta la vida si fuere menester. Pero ya que tales "extremos son bastante raros, por lo menos debe conservarse "constantemente fiel a la justicia y desinteresado. Entre mu- ” chas ventajas esta conducta tiene también la de evitar que ” uno se encuentre mezclado en feos negocios. Obrando de otra " manera, serás mal ministro; ¿y cómo serías buen hijo? Vete de ” aquí, quítate de mi presencia, que no te reconozco ya por hijo ” mío. Haz de ese dinero lo que quieras, que nada mal adquirido ” entrará en mi casa” .

“ Tien-si-se salió enteramente confundido y arrepentido; ” restituyó el dinero a los que se lo habían dado, y fué él mismo ” a acusarse ante el príncipe, pidiendo que le impusiera el cas- ” tigo que merecía. Suen-vang, que reinaba entonces en el Es- "tado de Tsi, admirado de la virtud de aquella mujer, le hizo ” dar una gran suma de dinero de su propio tesoro, perdonó a " Tien-si-se, y lo conservó en el empleo” .

Elogio de Kiang, hija del rey de Tsi.

“ Kiang, hija del rey de Tsi, fué dada en matrimonio a " Suen-vang, uno de los emperadores de la dinastía Chu. Era ” viva de ingenio, no menos que virtuosa, y nunca pudo ser een- ” surada ninguna de sus acciones ni palabras. Lamentábase de ” encontrar en el príncipe su esposo una indolencia y una pu- ” reza poco dignas de é l; pues se acostaba muy temprano, y se ” levantaba muy tarde, y para corregirlo, recurrió a este medio. ” Un día se quitó los pendientes, los alfileres y los demás ador- " nos de la cabeza, se puso en la antecámara del lecho en acti- ” tud de culpada, y por boca de una camarera, así le habló: ” “ Príncipe, yo tengo el honor de ser vuestra sierva, y conozco "que hace mucho tiempo no lo merezco por ningún concepto; ” hasta ahora no había pensado nunca en ello, pero al presente ” me confieso que soy una voluptuosa, y sin duda por mi causa, ” contra las costumbres, os presentáis todos los días a hora tan

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” avanzada, de modo que os tienen por un príncipe que prefiere ” el propio placer a todo lo demás, opinión que os granjea tanta ” mayor vergüenza, cuanto que la voluptuosidad ha sido siem- ” pre reputada como origen de infinitos desórdenes. De tal mal, ” sea el que quiera, yo sola soy la causa; ponedle, os lo ruego, ” pronto remedio, y reparad vuestra reputación castigando a ” la culpada” . Vuelto en sí entonces Suen-vang: “ Álzate, dijo a ” la esposa, recobra tus adornos y tu puesto. Si no hay en mí ” la virtud que conviene a mi dignidad, toda la culpa es mía, y ” tú no tienes ninguna” . Desde entonces Suen-vang atendió con ” oportunidad a los negocios del reino, daba audiencia desde ” por la mañana hasta la noche, y alcanzó la reputación de un ” buen príncipe.

Funestos efectos de la calumnia.

“King-seng, primogénito de Hien-kong, rey de Tsin, fué ” calumniado ante su padre por la concubina Liki, y no pudien- ” do demostrar con pruebas la falsedad de la acusación, se dió ” la muerte. Su hermano Chong-eul, hijo como él de la reina, ” temiendo que se le dirigiese igual tiro, salió del reino con gen- ” te escogida a cuyo frente iba Kieu-fan, y se retiró al Estado ” de Tsi. Allí fué acogido cortésmente por el rey Hohen-kong, ” el cual le dió un equipaje de veinte carros, lo trató honorífi- ” camente, y le concedió por esposa a Si-kiang, doncella de san- ” gre real. Contento con su suerte Chong-eul pensaba pasar en ” Tsi el resto de su vida, renunciando de buen grado a sus dere- ” chos al reino de Tsin. Pero esta indiferencia suya agradaba ” tanto menos a Kien-fan, cuanto que habiendo muerto Hien- ” kong poco después de la marcha de Chong-eul, el reino de ” Tsin había cambiado ya muchas veces de señor, y estaba to- ” davía agitado por turbulencias. Mientras un día Kieu-fan y ” sus compañeros deliberaban en un lugar apartado, y conve- ” nían en que de todas maneras debía el príncipe salir de su ” retiro e ir a tomar posesión del reino de su padre, una esclava ” les oyó y fué a referirlo todo a Si-kiang. Ésta mandó matar ” inmediatamente a la esclava, y presentándose a su marido, le "d ijo : “ Príncipe, todos cuantos os aprecian reprueban en gran

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” manera que os contentéis con vivir aquí, y piensan que debéis ” abandonar a Tsi para ir a reinar en Tsin que es vuestro. Con- ” sultaban ayer acerca de los medios de poderos inducir a tal ” resolución; una esclava que lo oyó vino a referírmelo, y te- ” miendo yo que lo contase a otros y pudiese en su consecuencia ” surgir algún obstáculo a este proyecto, hice de modo que ya ” no pueda hablar. Estad, pues, seguro del secreto; podéis par- ” tir sin ser notado como os aconsejen vuestros fieles siervos. ” Id con ellos, volved a Tsin; que después de vuestra marcha ” no ha gozado un momento de reposo. Vuestro es aquel reino, ” considerad como un deber recobrarlo, y ciertamente no os fal­c a r á el auxilio de Shang-ti (emperador supremo)” . — “ No, " respondió el príncipe, nunca saldré de aquí, aquí quiero vivir ” y morir” . — La princesa- renovó las instancias, y con varios ” ejemplos intentó despertar en el alma de su marido el deseo ” del reino y la esperanza de recobrarlo; pero viendo que eran ” inútiles sus palabras, pensó tratar del asunto con Kieu-fan. ” Convinieron ambos en embriagar al príncipe para hacerlo des- ” pués transportar, sin que lo notase, en dirección a Tsin, y así ” lo hicieron. Vuelto en sí Chong-eul, en el primer movimiento ” de cólera tomó una lanza para atravesar con ella a Kieu-fan; ” pero éste paró el golpe; en seguida, viéndose el príncipe ya ” comprometido, y por otra parte queriendo muchísimo a Kieu- ” fan, le dijo: Si la empresa tiene buen resultado, yo te perdo- ” no; pero si fracasa, tendré valor para comer tu carne. Conti- ” nuaron el camino, llegaron a Tsin con tropas que les sumi- ” nistró Mu-kong, y apenas hubo penetrado Chong-eul en el te- ” rritorio de dicho país, Hoai-kong, que se había hecho rey, fué ” depuesto, y se dió la corona a Chong-eul que tomó el nombre ” de Huen-kong; siendo también declarada reina Si-kiang, y ” recibida en los Estados de Tsin con todos los honores debidos ” a su dignidad” .

Sórdida avaricia de un ministro.

“ Ta-se, ministro del reino de Yao, pensaba más en acumu- ” lar riquezas que en administrar los negocios del Estado y ad- ” quirirse buen nombre, (riéndose de todas las observaciones que

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Este hermoso templo dedicado a Buda, fue construido totalmente con la­drillos en el año 523 por orden del emperador Wu-ti, monarca del Imperio del Sur, quien imbuido en los preceptos religiosos budistas quiso testimo­niar a sus súbditos la fuerza de su acendrada religiosidad. ( R e p r o d u c c i ó n

f o t o g r á f i c a a c t u a l ) .

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” respecto de esto le hacía su mujer. Cinco años continuó de ” este modo, al cabo de cuyo tiempo, enriquecido con la sangre ” del pueblo, renunció su empleo, pensando gozar en paz los ” tesoros amontonados, los cuales eran tan considerables, que ” al retirarse cargó con ellos cien carros. Mientras todavía ” desempeñaba su cargo, todos los de su familia a porfía inmo- ” laron bueyes para felicitarlo; pero la mujer en medio del co- ” mún regocijo sollozaba, estrechando cariñosamente contra su ” seno a su hijo. La madre de Ta-se, irritada de la conducta de ” la nuera, decía: “ ¡Qué ave de mal agüero! ¿Por qué turbas ” con tus lágrimas el júbilo de todos?” — “Tengo gran razón ” para llorar, contestó la nuera: tan enormes riquezas sin mé- ” rito ni virtud amenazan a este niño con las mayores desgra- ” cias. Tsu-nen, en otro tiempo ministro en el reino de Tsu, en- ” riqueció el Estado sin curarse de adquirir riquezas para sí, ” pero mientras vivió fué honrado por el monarca y adorado ” por el pueblo, su descendencia colmada de honores y de ri- ” quezas, y su nombre siempre estimado de todos igualmente. ” ¡,Ay, cuán poco se le asemeja mi marido! Enteramente ocu- ” pado en aumentar el esplendor de la grandeza presente, y en ” satisfacer la pasión de amontonar tesoros, no piensa en el ” porvenir. Dicen que en los campos del Mediodía hay una es- ” pecie de leopardo, que no obstante su voracidad, está hasta ” siete días sin comer más bien que salir en tiempo de lluvia, ” para que su pelo no se moje: cuanto más gordos están los ” perros y los puercos más próxima está su muerte. Las mise- ” rias del Estado son bastante mayores que las riquezas de mi ” marido, y ni con todas ellas podría procurarse el amor del ” pueblo. Yo preveo grandes desgracias, y quisiera podérselas ” evitar a este querido niño” . Tales palabras irritaron mucho ” más a la madre de Ta-se, que montando en cólera arrojó de ” la casa a su nuera. Ésta se retiró con su hijo al lado de su ” madre; y en el mismo año Ta-se, depuesto de su cargo, murió ” desgraciadamente con los suyos a manos de una partida de ” malhechores, que se llevaron todos los tesoros y solamente a ” la madre le perdonaron la vida. La nuera volvió al instante ” a su lado, para asistirla en la vejez: todos alababan la previ- ” sión y la sabiduría que había mostrado en preferir la virtud

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” a las riquezas, y admiraban su conducta, pues del mismo modo ” que con la resolución de retirarse y con la previsión había ” salvado su vida y la de su hijo, así después con una asistencia ” asidua y cuidadosa en favor de su suegra se dispuso a repa- ” rar cualquiera falta que pudiese haber cometido dejando la ” casa del marido” .

Consejo de una, mujer a, su marido acerca de la humildad.

‘ ‘Yen-se, primer ministro de Tsi, era de pequeña estatura, ” y entre sus siervos tenía un gigante de ocho pies de alto. La ” mujer de éste, que también servía en casa de aquél, un día ” que el ministro salía con gran pompa, tuvo curiosidad de ver ” aquel espectáculo. Vió a su marido hacer caracolear a su ca- ” bailo, levantarse sobre los estribos, y darse aire de importan- ” cia, envanecido de su estatura. Cuando volvió la comitiva a ” casa, llamando aparte al gigante su mujer, le dirigió estas ” palabras: “ Se ve propiamente que eres un pobre hombre dig- ” no de permanecer siempre en la bajeza de tu estado” . Admi- ” rado el marido de semejante cumplimiento, muy distante de ” lo que esperaba, le preguntó lo qué quería decir. “ Mira, con- ” tinuó la mujer, mira a tu amo; apenas de tres pies de altura, ” ha sabido subir al primer empleo del imperio, y lo desempeña ” tan bien, que granjea mucha gloria a su monarca, sin hacerse ” nada notar. Lo vi esta mañana salir con todo aquel gran sé- ” quito, y admiré su aire modesto, humilde, pensativo y casi tí- ” mido. Por el contrario, fijé la atención en ti, que con toda tu ” estatura de ocho pies no eres más que un esclavo, y vi que te ” dabas gran importancia y parecías satisfecho de ti mismo. ” Me avergoncé por ti, y me retiré en el acto” . El hombre tomó ” la reconvención de buena manera, y diciendo a su mujer que ” deseaba enmendarse, le preguntó qué creía que debía hacer. ” “ Imita, contestó, a tu amo Yen-se: ¡ feliz tú si en tu cuerpo ” de ocho pies pudieras contener tanta sabiduría como él en el ” suyo tan pequeño! Sírvelo como él sirve al monarca, si deseas ” distinguirte. Es muy verdadero lo que se dice, que la virtud ” puede colmar de gloria a un hombre, aún en la más baja con-

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” dición, y esta gloria vale bastante más que la altanería y el ” orgullo que inspira a algunos su figura” . Aprovechando esta ” lección el marido cambió enteramente; de manera que nin- ” guno se mostraba más humilde que él, más modesto, más asi- ” dúo en el servicio, más celoso de los intereses de su amo, ni "m ás exacto en el cumplimiento de sus deberes. Tal cambio ” hizo impresión en Yen-se, el cual le preguntó quién lo había ” transformado así. “ Mi mujer” , respondió el siervo, y le contó ” todo lo ocurrido. Yen-se alabó la prudencia de la mujer, y la ” docilidad del marido, y haciendo aprecio de un hombre capaz ” de tomar con tanta prontitud una resolución firme y cons- ” tante, le dió un empleo, y viendo que desempeñaba bien sus "funciones, lo ascendió, y finalmente lo hizo uno de los pri- ” meros oficiales” .

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Elogio de Sie-yu.

“ Sie-yu, habitante del reino de Tsu, vivía del trabajo de ” sus manos; pero bajo un exterior sencillo y pobre ocultaba ” gran sabiduría. El rey, que apreciaba la virtud y conocía la ” de su súbdito, quiso darle un empleo; le envió en su conse­cu en cia un mensaje, con dos carros cargados de regalos y con ” orden de decirle que el rey le rogaba aceptase, junto con aque- ” líos presentes, el gobierno y la superintendencia general de ” aquella parte de sus Estados, que estaba al Mediodía del río ” Hoai. Sie-yu se sonrió al oír tal cumplimiento y no respondió ” palabra, por lo cual el enviado se tuvo que volver sin contes- ” tación alguna. La mujer de Sie-yu, que estaba entonces fuera ” de casa, al volver a ella advirtió rodadas de carros y notó que ” se habían parado a su puerta. “ ¡Qué, marido mío!, dijo, ¿has ” olvidado aquella virtud y aquel desinterés que hasta ahora "form aron tu delicia? Han venido a nuestra puerta carros que ” no han pasado más allá, y debían de estar muy cargados, por- ” que han dejado surcos profundos. Dime, por favor, ¿qué quiere ” decir esto?” — “ Es cosa del rey, dijo Sie-yu, que me conoce ” mal; ha creído que valgo alguna cosa, y queriendo confiarme ” el gobierno de una parte de sus Estados, envió a uno expre- ” sámente con dos carros de regalos, para invitarme a aceptar

28.

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” ese empleo” . — “ Debiste rehusarlo todo, repuso la mujer, ” presentes y empleo” . Para conocer Sie-yu si las palabras de ” su mujer eran sinceras, respondió: “ Todos tenemos una in­clinación natural a los honores y a las riquezas: ¿por qué, ” pues, no aceptarlos cuando la ocasión se nos ofrece? ¿Qué ” encuentras censurable en que sea agradecido a los beneficios ” del rey?” — “ ¡Ah!, añadió la mujer muy afligida, la justicia, ” la rectitud, la inocencia, la virtud en suma, está bastante más ” segura en una vida retirada y en una honrosa pobreza, que ” no entre las dificultades de los negocios y de la opulencia. “ ¿Sería prudente hacer un cambio tan peligroso? Nosotros vi- ” vimos juntos hace mucho tiempo, y hasta ahora tu trabajo ” nos ha proporcionado lo necesario para vivir, y el mío para “ vestirnos, y no hemos padecido hambre ni frío. ¿Hay cosa ” mejor que tal vida inocente a la vez que tranquila? No debiste ” aceptar, y quizá no has meditado en la dependencia y la ser- ” vidumbre que traen consigo esos dones y empleos; por res- ” peto a la virtud, quitan al hombre parte de su libertad, y lo ” obligan a guardar consideraciones que frecuentemente se avie- ” nen mal con una perfecta justicia” . Satisfecho entonces Sie-yu ” de su mujer, dijo: “ Consuélate, no he aceptado dones ni em- ” píeos” . — “ Me congratulo contigo, repuso aquélla, pero te ” queda que hacer otra cosa, porque no conviene que un miem- ” bro de un Estado se niegue a servir a un príncipe, si éste lo ” desea” . — “Marchemos de aquí, y vamos a vivir a otra par- ” te” . Hecho por tanto el equipaje, y habiendo cambiado de ” nombre para no ser conocidos en el camino, se trasladaron a ” otro país. Cuantos supieron la resolución tomada por Sie-yu "elogiaron muchísimo su desinterés; pero hicieron sobre todo ” grandes encomios de la mujer, que al paso que no cedía en ” todo lo demás a su marido, había mostrado aún mayor pre­c is ió n y grandeza de alma.

“ Habiéndose retirado Lai-se temporalmente de los nego­c i o s , hacía con su mujer una vida pacífica apartado de la ” vista de todos. Tenían una casa con paredes de cañas y techo

Lai-se rehúsa los dones del rey de Tsu.

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” de paja: todos sus muebles consistían en una cama de tablas ” y una estera de junco; vestían ambos tela tosca, y su ordi- ” nario alimento consistía en legumbres que sembraban y reco- ” gían con sus propias manos. Sucedió que, hablándose en la ” corte de Tsu acerca de los antiguos sabios, nombró uno a ” Lai-se diciendo que los igualaba en virtud. Quiso el rey 11a- ” marlo a su corte y enviarle para ello un mensajero con rega- ” los; pero habiéndole hecho entender alguno que Lai-se no ac- ” cedería a la invitación, resolvió ir él mismo a buscarlo. Cuando ” llegó a su cabaña lo encontró ocupado en hacer cestos para ” transportar tierra. “ Yo, le dijo humildemente el rey, me hallo ” privado de luces y de saber, y no obstante estoy encargado de ” gobernar un Estado que mis mayores me legaron; por lo cual ” vengo a rogarte que me ayudes a ello” . — “ Príncipe, respon- ” dió Lai-se, yo soy un aldeano y un montañés completamente ” indigno del honor que recibo y aún más inepto todavía para ” el empleo que V. M. se digna ofrecerme” . Renovando el rey ” las instancias, dijo: “ Yo soy joven y sin guía alguno; vos me ” amaestraréis en la virtud; quiero aprovechar vuestras luces ” y ejemplos” . Pareciendo que Lai-se cedía, el rey se despidió. ” La mujer de Lai-se, que volvía de traer leña: “ ¿Qué significa ” esto?, dijo, veo huellas de carros junto a la puerta; ¿qué han ” venido a hacer aquí ?” — “ El rey en persona, respondió Lai- ” se, ha venido a instarme a que acepte el gobierno de su Es- ” tado” . — “ ¿Has consentido en ello?” , preguntó la mujer. — ” “ ¿Cómo negarme?” , repuso Lai-se. — “ En cuanto a mí, con- ” tinuó la mujer, sé el proverbio que dice: quien come el pan ” de otro se somete a recibir sus golpes. Lo que puede aplicarse ” muy bien a los que sirven a los príncipes, hoy estimados y en ” opulencia, mañana envilecidos y entre suplicios, al capricho ” de aquellos a quienes sirven. Te has entregado al dominio de ” otro; quisiera que no tuvieses que arrepentirte de ello, pero ” lo dudo mucho; por lo que a mí toca, te declaro que no quiero ” exponerme al peligro; me es demasiado cara la libertad para ” venderla de tal modo; permíteme que te deje” . En el mismo ” instante salió de casa para marcharse, no dignándose volver ” la cabeza; y aún cuando el marido le gritaba que volviera ” atrás, diciendo que deseaba pensar en ello, caminó sin dete-

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” nerse, hasta que llegó al Mediodía del río Kiang. Allí sintió ” nacer en su alma alguna inquietud respecto de la manera de "sustentarse; pero se dió esta contestación: Los pájaros y los ” demás animales dejan caer cada año muchas más plumas y ” pelo de lo que he menester para vestirme; en los campos hay ” derramado bastante más grano y frutas que cuanto necesito ” para mi sustento. Impulsado Lai-se por las palabras y el ejem- ” pío de su mujer, fué en su seguimiento, no obstante el empeño ” contraído, y los dos se establecieron al Mediodía del Kiang. ” Muchos los siguieron, trasladando allí a sus familias, de ma- ” ñera que en menos de un año se fundó una nueva aldea que en ” el curso de tres años se convirtió en una gran población.

Elogio de Yu-ung-se-chong y de su mujer.

“ Habiendo oído el rey de Tsu elogiar muchísimo el saber ” y la virtud de Yu-ung-se-chong, quiso tenerlo de ministro, y ” le envió uno de su corte con presentes para hacerle la pro- ” puesta. Cuando la hubo oído Yu-ung-se-chong, rogó al men- " sajero que esperase un poco y llevaría la contestación. Fué a ” las habitaciones interiores de la casa, y dirigiéndose a su mu- ” jer: “ El rey, dijo, me quiere para ministro; ¿qué te parece? ” Si acepto, mañana tendremos súbitamente un pomposo tren, ” y tras de nosotros una comitiva numerosa; nuestra mesa será ” ricamente provista, y todo lo demás a proporción. Dime, pues, ” lo que tú piensas". — “ Hace ya muchos años, respondió su "m ujer, que nuestro pequeño tráfico nos proporciona con qué ” vivir, sin que nunca nos haya faltado nada; además, siempre ” te ha sobrado tiempo para leer y distraerte de cuando en ” cuando tocando cualquiera pieza de música. Aún cuando tra- ” bajas tienes siempre a un lado tus libros, al otro tu kin, y ” gozas de continuo una alegría pura y viva. Esa comitiva que ” dices no es más que una vana pompa; la mesa estará bien ” provista de viandas exquisitas, que ahora no tienes; ¿ pero "vale esto la pena de tomar sobre sí tantos cuidados? Si acep- ” tas la oferta que te acaban de hacer, deberás renunciar tam- ” bién a la pura alegría que ahora gozas; porque, ¿ cómo con-

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” servarla en medio de tantas inquietudes ? Feliz tú si estando ” como están las cosas, pudieses evitar una muerte funesta” . ” Yu-ung-se-chong salió, y contestó al mensajero que no podía ” aceptar la oferta que se le hacía, y que rogaba al rey que ” confiriese a otro aquel honor. En seguida, sin perder tiempo, ” hizo el equipaje, se marchó con su mujer, y para no ser cono- ” cido, cambió su oficio antiguo por el de jardinero” .

Gratitud de Chong-evl hacia Fu-ki.

“ Chong-eul, hijo segundo de Hien-kong, rey de Tsin, salió ” del reino para librarse de los artificios de la concubina Li-ki, ” cuyas calumnias habían sido ya causa de la muerte de su her- ” mano mayor; y al dirigirse a Tsi, pasó por los Estados de ” Tsao. El príncipe de este país, lejos de honrarlo, se ocultó de- ” trás de una tienda donde podía muy bien verlo pasar con su ” séquito; y no fué él solo quien tuvo esta curiosidad, sino tam- ” bién las primeras señoras de la población. Una de éstas, que ” era mujer de Hi-fu-ki, grande del reino, en cuanto vió pasar ” a Chong-eul, y contempló las personas de su séquito, corrió "presurosa a su marido, y le dijo: “ El príncipe es tan joven ” que ninguno al verlo puede decir lo qué será de él un día; ” pero va acompañado de personas elegidas, entre las cuales ” tres especialmente me parecen de gran valía, y de seguro ” serán grandes del reino. O yo me engaño en gran manera, o ” éstas encontrarán modo de restablecer al príncipe en sus Es- ” tados, y si sube al trono, se acordará ciertamente de los trata- ” mientos buenos o malos recibidos cuando se retiraba. Nuestro "príncipe que lo trata con tan poca cortesía, experimentará é l

” primero su resentimiento, y tú participarás de su desgracia. ” Un proverbio dice: si quieres saber lo que será el hijo un ” día, considera lo qué es el padre o quién hace sus veces,; otro ” dice también que puede conocerse a un grande sin verlo, si ” se mira a las personas de su séquito. A juzgar por tal regla, ” este príncipe ahora fugitivo llegará a ser un día un rey po- ” deroso, que podrá tomar venganza de las afrentas que recibía. ” Créeme, marido mío, trátalo con las mayores consideraciones

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” posibles” . Fu-ki prestó oídos a su mujer, y faltando el tiempo ” para hacer preparativos, le envió un regalo de exquisito vino, ” y para aumentar el don le puso en el vaso un diamante. Chong- ” eul aceptó el vino e hizo restituir el diamante. Cuando des- ” pues fué restablecido en el trono de su padre, pensó ante todo ” en devastar el reino de Tsao para vengarse de aquel príncipe ” que lo había tratado con tanta descortesía; pero su primer ” cuidado fué dar un salvoconducto a Fu-ki, prohibiendo por ” tanto a los soldados, no sólo entrar en su casa a dirigirle nin- ” gún insulto, sino también pasar los límites del recinto. En su "consecuencia todos a porfía condujeron a ella quien a su pa- ” dre, quien a su madre, y cuantos allí se refugiaron estuvieron ” seguros. Las órdenes del rey fueron ejecutadas tan exacta- ” mente, que a la puerta de la casa de Fu-ki había un mercado ” público, donde se compraba y se vendía con toda tranquilidad ” como en tiempo de paz. Fu-ki manifestó que correspondía a ” su mujer el honor del buen consejo que se le había dado, la ” cual recibió por ello grandes elogios” .

Shu-ngao todavía niño mata a una serpiente de dos cabezas y la entierra. Agüero que deduce de esto su madre.

“Shu-ngao, siendo todavía niño, se encontró un día en el ” camino una serpiente de dos cabezas, a la que mató y sepultó. ” De vuelta a su casa, se presentó a su madre llorando, y ésta ” le preguntó por qué lloraba. “ Porque, contestó el niño, he oído ” decir que quien encuentra una serpiente de dos cabezas, está ” destinado a morir, y hoy paseando tropecé precisamente con ” una” . — “ ¿Qué fué de ella?” , preguntó la madre. — “La he ” matado, contestó el hijo, y para impedir que a otros ocurriese ” la misma desgracia, la he enterrado” . — “ No llores, hijo mío, "d ijo entonces su madre; el haberla visto no te hará morir, ” porque el motivo por el cual la has enterrado vencerá a cual- ” quier maligno influjo de semejante visita. La caridad sirve ” para salvar a uno de cualquiera desgracia. Tien, aunque está ” tan elevado sobre nosotros, ve y sabe todo cuanto se hace aquí ” aba jo ... ¿No dice el Chu-Jdng que Hang-tien protege la vir-

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” tud donde quiera que se halle, sin excepción de personas? No ” llores, pues, y está contento; tú vivirás y serás grande en ” el Estado” . En efecto, Shu-ngao llegó a ser a poco tiempo uno ” de los primeros magistrados de Tsu, su patria. Esta predic­ación confirmada por los sucesos granjeó mucha fama a la ” madre, la cual fué considerada como persona muy avanzada ” en las sendas de Tien” .

De ¡a manera de dar consejos.

“ Pe-tsong, siendo todavía muy joven, había subido por su ” ingenio a los primeros cargos de la corte de Chin; pero tenía ” un defecto, peligroso en todas partes, y más que en otra al- ” guna en la corte. En extremo amante de la sinceridad, recha- ” zaba todo lo que tuviese la menor apariencia de mentira y esto ” con tan malos modos, que con frecuencia hacía ruborizar a ” quien le dirigía la proposición. Conociendo tal defecto su mu- ” jer, a cada momento lo exhortaba a corregirse de él, y le decía: ” “ Marido mío, dicen que los pueblos están naturalmente bien ” dispuestos hacia sus príncipes, aún antes de haber recibido ” ningún beneficio, y dicen también que un ladrón siente natu- ” ral aversión hacia aquel a quien ha robado, aún cuando no le ” haya hecho mal alguno: la razón es que los pueblos esperan ” siempre algún beneficio del príncipe, y el ladrón teme siempre ” a quien ha despojado. Te ruego que te apliques a ti esta re- ” flexión, persuadiéndote de que si hay quien ame la franqueza ” donde quiera que se halle, hay otros que la odian porque la ” temen. La tuya es temida, por lo menos de todos aquellos que ” no la tienen, que, como sabes, son muchísimos; éstos son otros ” tantos enemigos tuyos, que tarde o temprano te harán expe­rim entar los efectos de su odio; trata con más consideración ” a los demás” . No obstante, los prudentes consejos de su mujer ” Pe-tsong continuaba sus acostumbradas maneras. Un día que "volvía del palacio, se presentó más alegre que de costumbre: ” “ Me parece, dijo su mujer, descubrir en tu rostro una alegría ” que no te he visto jamás. ¿Puedo saber por qué?” — “ Hoy, ” dijo Pe-tsong, complaciéndose, me he encontrado en el palacio

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” con otros magistrados iguales a m í: fué larga la conferencia, y ” tuve en ella la mayor parte; y todos me han hecho luego el honor ” de compararme a Yang-se (filósofo)” . — “ Yo, dijo su mujer, ” he oído alguna vez comparar a los que hablan poco y bien con ” aquellos árboles que no son de bella apariencia, pero que dan ” excelentes frutos, y quisiera que también contigo se hubiera ” usada tal comparación mejor que esa que al parecer tanto te ” complace. Porque del mismo modo que te han comparado a ” Yang-se, pueden comparar a éste a un árbol sin frutos. Dicen ” que Yang-se hablaba mucho, pero sin cuidarse en gran ma- ” ñera de lo que decía, por lo que tuvo desagradables querellas. ” En este punto es justa la comparación entre aquél y tú, pero ” no veo en ello razón para que estés satisfecho” . — “ Esa es la "acostumbrada canción que siempre me repites, dijo el mari- ” do ; siempre vas a concluir ahí. Pero quiero convencerte de lo "contrario una vez para siempre, y ha de ser de este modo. ” Daré aquí en casa una comida a mis colegas, y antes de sen- ” tamos a la mesa tendremos juntos una conferencia. Desde tu ” habitación podrás oír nuestros discursos, y finalmente te de- ” sengañarás por ti misma” . — “ Consiento en ello de buena ” gana” , dijo su mujer. El día fijado concurrieron los colegas, ” y después de una larga discusión, hubo una comida aún más ” larga. Ufano Pe-tsong de haber obtenido el acostumbrado éxi- ” to, apenas hubo despedido a la ilustre compañía, fué a buscar ” a su mujer para preguntarle qué pensaba de lo ocurrido. Ha- ” biendo conocido ésta la ilusión de su marido, y persuadida de ” que sería trabajo perdido querer demostrarle que estaba en- ” gañado, tomó el partido de disimular por entonces, y fingiendo ” rendirse, contestó: “Veo ahora que tus colegas te estiman ” realmente, y de buen grado te reconocen por superior” . Mas "com o ella, no obstante, estaba demasiado persuadida de que ” su marido tenía mucho que temer de los enemigos que se ha- ” bía creado, tomó otro camino para inducirlo, sin que lo advir­t ie s e , a eludir la venganza, y para sus fines tuvo por conve- ” niente hacerle creer que había mudado de opinión respecto de ” él. “ Los elogios, sin embargo, que esos hacen de ti, le dijo, no ” deben impedir que veas el presente estado del reino; grandes "turbulencias lo amenazan, y debes vivir alerta para no ser

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” víctima de ellas. No ignoras, ciertamente, las disensiones que ” hay en la familia real, y que van creciendo cada día. En este ” trance, el partido más seguro sería irse a otra parte sin ha­b e r s e notar; pero eso no es posible por estar tú empleado: ” por tanto, conviene esperar a pie firme la borrasca por peli- ” grosa que deba de ser; pero no por esto debemos cerrar los ” los ojos. En la discordia tan grave y abierta de nuestros prín- ” cipes, lo peor que puede hacerse es no adoptar uno ni otro ” partido. Yo creo que el príncipe Chu-li, que vale tanto, ven- ” cerá, o a lo menos encontrará medio de librarse, y por eso ” mi débil parecer sería que te ligases con los jefes de su par- ” tido, mostrándote favorable a él” . Después de haber meditado ” un poco, Pe-tsong dijo: “ Tienes razón, esposa mía” . No tardó ” en unirse a Pi-yang, jefe del partido de Chu-li. En tanto que ” los enemigos de Pe-tsong maquinaban contra él una calumnia ” que le hubiera costado la vida, estalló la discordia entre la ” familia real. Pi-yang puso en salvo fuera del reino a Chu-li, ” y habiéndolo seguido Pe-tsong, se libró del golpe que estaba a ” punto de caer sobre él sin que lo supiese. Los que conocieron ” este hecho elogiaron muchísimo la prudencia y previsión de ” la mujer de Pe-tsong.

Coloquio de Ling-kong, rey de Uei, con la, reina su mujer.

“ Habiéndose entretenido Ling-kong, rey de Uei, una noche ” en conversar con la reina hasta hora muy avanzada, oyeron ” venir de la parte de Oriente un gran ruido de caballos y ca- ” rros, y cuando estuvieron éstos próximos al palacio, cesó el ” rumor de repente, y poco después principió de nuevo por la "parte occidental. “¿Quién puede haber pasado por aquí?, dijo ” el rey como continuando la conversación” . — “Será sin duda ” alguna Ti-pe-yu, respondió la reina” . — “ ¿Cómo lo sabes, pre­g u n tó el rey, para decirlo con esa seguridad?” — “ Sé, repuso ” la reina, que es costumbre echar pie a tierra delante de la ” puerta del palacio, y que aquellos que guardan todo el respeto ” posible, procuran que su comitiva no haga ningún ruido o ” haga muy poco al pasar; sé además que un buen súbdito cum-

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” pie su deber hacia el príncipe, como un buen hijo hacia sus ” progenitores, no sólo de día, porque todos lo ven, sino tam- ” bién de noche cuando no es visto por nadie; y no conozco otro ” alguno en tus Estados que sea tan exacto como Ti-pe-yu en ” el cumplimiento de su deber” . Tuvo deseo el rey de saber la ” verdad de lo ocurrido, y habiendo dejado un momento a la ” reina, e ido a informarse, supo en efecto que era Ti-pe-yu; ” no obstante, al entrar en la habitación donde estaba aquélla,

dijo sonriéndose: “ Siento decírtelo, pero te has equivocado” . ” La reina entonces tomó una copa y llenándola, la presentó al ” rey diciendo: “Pues que no he adivinado, debo felicitarte, y ” lo hago de buena gana” . — “ ¿Por qué esas felicitaciones?” , ” preguntó Ling-kong. — “ Porque hasta ahora, replicó la reina, ” me había parecido que sólo había un Ti-pe-yu en tu reino; ” ahora que has descubierto que hay otro tan buen súbdito como ” él, me congratulo de ello, y con mucha razón, porque de la ” virtud de tus magistrados depende la felicidad del Estado” . ” Tal respuesta de la reina causó no menos admiración que pla- ” cer al rey, quien demostrándoselo así, le dijo: “ Verdadera- ” mente no hay más que un solo Ti-pe-yu, y habías adivinado ” que él era quien pasaba” . Divulgado el caso, se admiró el ” talento de la reina” .

Intrigas de mujeres en la corte.

“Ling-kong, rey de Tsi, había contraído primeras nupcias ” con King-ki, del reino de Lu, de la cual había tenido un hijo ” llamado Kuang, destinado por él a sucederle. Muerta King-ki, ” Ling-kong tomó a las dos hijas del príncipe de Song, a la ” mayor, Chong-se por mujer, y a la menor, Yong-se, por con- ” cubina. De Chong-se tuvo un hijo, a quien puso por nombre ” Yu, y habiéndose propuesto la concubina hacerlo declarar su- ” cesor en perjuicio de Kuang, lo consiguió. La reina Chong-se ” intentó disuadir de ello al rey, haciéndole observar que era ” contrario al uso, y que tales tentativas traían casi siempre ” funestas consecuencias. “ Kuang es el primogénito, decía, y ya ” ha sido declarado sucesor; ¿ por qué quitarle ahora un derecho

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” adquirido? Eso es querer atraerse desgracias” . — “Si tengo ” que arrepentirme, peor para mí” , dijo Ling-kong, y fueron ” inútiles las observaciones de su mujer. No pocos se burlaron ” de que se opusiera ésta a la elevación de su hijo, y estimulado ” el rey por la intrigante Yong-se, declaró a Kuang destituido ” de su jerarquía, y nombrando a Yu para sucederle, lo confió ” a Kao-lieu para que lo educase. Poco tiempo después, habien- ” do caído enfermo Ling-kong y estando en peligro de muerte, ” Kao-lieu dió algunos pasos para preparar los ánimos a la ele­v a c ió n de Yu; pero el éxito no correspondió a sus esperanzas, ” porque apenas hubo cerrado los ojos el rey, Tsui mató a Kao- ” lieu y colocó en el trono a Kuang. Entonces se conoció cuánta ” razón había tenido Chong-se, y todos alabaron su equidad y ” su sabiduría” .

Consejo singular de una cuñada a su cuñado.

“Apenas Kong-chin-se-pi, del reino de Lu, había dado se- ” pultura a su hermano mayor, cuando conmovido y cansado ” de los lamentos de su cuñada se presentó a la puerta de la ” cámara donde se hallaba ésta, y para consolarla le dijo en ” tono cortés, que moderase su dolor, que él pensaría en volverla ” a casar bien. Dejó no obstante pasar muchos años sin que esto ” le pasara por la imaginación, y ocurrió que habiéndole ofre- ” cido el rey el cargo de ministro, preguntó a su cuñada si de- ” bería aceptar. “ No aceptes” , respondió aquélla. — “ ¿Y por ” qué?” , preguntó Kong-chin-se-pi. — “ Yo te lo diré: apenas ” había muerto mi marido, para consolarme viniste a decirme ” que me volverías a casar: ésta fué una proposición no menos ” ridicula que contraria a las costumbres. Ahora ya hace mu- ” chos años que concluyó mi luto, y todavía no me has dicho ” una palabra para conocer mis sentimientos actuales. Cierta- ” mente no obrastes como hombre sabio, y quien comete tan "graves faltas, ¿podrá sostener con honor el cargo de minis- ” tro ? Por mi parte no lo creo” . — “ Si tenías voluntad de volver ” a casarte, replicó Kong-chin-se-pi, ¿por qué no decírmelo?” — ' ” “ Una mujer, repuso la viuda, no debe nunca hablar de tales

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” cosas la primera; a las personas de quienes depende corres- ” ponde pensar en eso por ella. Por lo demás, no lo digo porque ” haya tenido nunca el pensamiento de pasar a segundas nup- ” cías, pues antes por el contrario estoy de él muy distante, sino ” para hacerte conocer cuán poco apto eres para el empleo que ” te se ha ofrecido. ¿No es verdad que se engañaría quien qui­s ie r a juzgar de los colores con los ojos cerrados? Pues del ” mismo modo pienso que un hombre como tú, que no entiende ” los asuntos más comunes del mundo, si llega a ser ministro ” de Estado, deberá atraerse las maldiciones de los hombres y ” los castigos de Tien. Guárdate bien de ello, haz como yo, y no ” aceptes” . Kong-chin-se-pi no quiso dar oídos a su cuñada, a ” quien había pedido consejo solamente por decir algo; y ha- ” biendo aceptado el puesto de ministro, en menos de un año ” murió en el suplicio. No obstante, al morir, hizo justicia al ” celo y a la sabiduría de la cuñada, cuyo consejo había juzgado ” efecto de una venganza femenil” .

Respeto de los cortesanos hacia el príncipe: franqueza de una mujer para darle consejos.

“ Viendo Ngai-vang, rey de Uei, a su hijo ya en edad de ” tener prole, hizo buscar por el reino doncellas dignas de ser ” elevadas, al grado de esposas suyas. Entre las que le fueron ” presentadas, una llamó la atención de Ngai-vang, que envió ” las otras al palacio del príncipe heredero, e hizo entrar a ésta ” en el suyo propio. Yu-eul, uno de los principales señores de la ” corte, refirió el hecho a su madre, que al oírlo exclamó: “ ¡ Es ” posible un desorden tan grave! Tú debiste oponerte con todo ” tu poder. ¡Ah!, el reino cuenta muchos enemigos poderosos. ” y no teniendo fuerzas iguales que oponerlos, deberíamos su- ” plir las que nos faltan con grandes virtudes, como se ha hecho ” muchas veces. Pero si el rey no tiene fuerza ni virtudes, ¿qué ” será del Estado? Si el pobre monarca es tan escaso de talento ” que no ve el gran daño que se hace, a ti y a tus colegas corres- ” ponde hacérselo entender; y pues que el interés de vuestra» ” familias va unido al bien común del Estado, tenéis una doble

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” obligación de advertirlo, para impedir, en cuanto esté de vues- ” tra parte, las consecuencias de tal escándalo. Si los otros son ” tan cobardes que no se atreven a hablar, no faltes tú, hijo ” mío, a tu deber; habla, pues; lo debes al príncipe a quien sir- ” ves, y al Estado de que eres miembro” . Animado Yu-eul por ” las palabras de su madre, buscaba una ocasión favorable de ” hablar; pero antes de que se le presentase fué enviado a la ” corte de Tsi para tratar un negocio de suma importancia. ” Viendo su madre que había marchado sin haber hablado al ” rey, se hizo conducir a la puerta del palacio, donde fijó, según ” la costumbre, una súplica de este tenor: “La anciana viuda ” de Kio-hio tiene en su corazón una cosa que la inquieta y de- ” sea manifestar a Su Majestad” . Hieiéronla entrar, y cuando ” estuvo delante del rey le dirigió estas palabras: “ Príncipe, ” vuestra sierva ha oído contar siempre entre las cosas que más ” importan al bien del Estado la exacta observancia de las cos- ” tumbres, y de aquéllas especialmente que se refieren a hom- ” bres y mujeres. Nuestro sexo es naturalmente más inclinado ” al amor que a la firmeza, y este sin duda es el motivo por ” que las costumbres mandan casar pronto a las doncellas. Es- ” tán fijados los quince años para los esponsales, y los veinte ” para las bodas. Pero según las costumbres mismas, aceptados ” los dones, la doncella se considera de aquel que se los ha hecho. ” Otro tanto, en proporción, sucede respecto de las concubinas, ” que son de quien las ha tomado, y hay para todo esto cere- ” monias particulares que deben observarse. Nuestros príncipes ” más sabios en todo tiempo han considerado como uno de sus "principales deberes dar ellos mismos el ejemplo en estas co- ” sas, y la experiencia ha demostrado muchas veces que de esto ” depende la falicidad o infelicidad de los Estados. Tanto como ” Tu-chau contribuyó a la gloria de la dinastía Hia, otro tanto ” Mo-hi aceleró su ruina, y lo mismo puede decirse de Siu y de ” Tan-ki respecto de la dinastía Chang, de Tai-se y de Pao-se, ” relativamente a la dinastía Chu. Vos, no obstante, tenéis en ” vuestro poder, contra las costumbres, una mujer destinada ” para vuestro heredero, y sin considerar que el reino está cir- ” cundado de poderosos vecinos, y que no podría conservarse ” si naciesen turbulencias dentro de él, vos mismos producís el

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” desorden. Vuestro Estado sin duda está en grave peligro” . ” Habiendo escuchado atentamente el rey tales reconvenciones: ” “ He faltado” , dijo, y en el mismo instante ordenó que pasara ” a la habitación del príncipe heredero la mujer que había man- ” dado retener en las suyas. No contento con esto, hizo un gran ” regalo a la anciana que había sido la única que se había atre- ” vido a reprenderlo, y cuando Yu-eul regresó de su misión, por ” respeto a la madre lo ascendió en su destino. Ngai-vang fué ” siempre después bastante más cuidadoso y exacto en sus de- ” beres, de manera que habiendo ordenado mejor las cosas de ” su familia y del reino, sus vecinos, aún cuando poderosos, no ” se atrevieron a atacarlo. Esta acción dió grande fama a la ” virtuosa madre de Yu-eul” .

Una doncella que se niega a casarse. — Motivos de esta negativa.

“ Una doncella de Chin había sido prometida en matrimo- ” nio a un joven de Fong, y cuando ambos estuvieron en edad ” de celebrarlo, se presentó el joven con sus padres a reclamar ” la novia, pero sin haber hecho de antemano los regalos de ” costumbre, ni observado las ceremonias prescritas. La prome- ” tida por esto respondió resueltamente que no saldría de la fa- ” rnilia paterna, y exhortada a no hacer caso de puras forma- ” lidades, añadió: “ Oigo decir generalmente que en todo im- ” porta principiar bien, y que una falta, que al principio puede ” parecer ligera, tiene con frecuencia funestos resultados. Y ” esto que es verdad para todo lo demás, ¿no lo sería en punto ” al matrimonio? ¿No son los deberes de esposo y esposa los ” primeros entre los de los hombres ? ¿ No son ellos el principio ” de todos los demás deberes de la vida civil ? El fin del matri- ” monio es conservar la familia, y perpetuar en cuanto sea po- ” sible los honores prescritos por las costumbres hacia los ante- ” pasados, dándoles una posteridad. Ahora bien, se dice, con ” gran razón, que el agua que sale de una fuente fangosa no ” puede formar un límpido arroyo, y por tanto yo no me casaré ” nunca faltando a los usos prescritos” . Citada ante el tribunal

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’ para obligarla a cumplir su promesa, a pesar de las amenazas l> que se le hicieron, persistió en decir que le quitarían la vida ’ antes que obtener su consentimiento. No habiendo querido, ” pues, desistir nunca de su resolución, vivió en el celibato” .

A-pego de Pey a las costumbres.

“ Pey, hija de Suen-kong, rey de Lu, había sido prometida ” en matrimonio a Kong-koang, príncipe de Song. Al llegar la ” época de la boda, Kong-koang, en vez de ir en persona a reci- ” birla, envió un grande de su Estado; por lo cual Pey no quería ” marchar y solamente se sometió por obediencia a sus padres. ” A los tres meses, luego que el príncipe de Song cumplió la ” ceremonia de ver a la esposa en la sala de los antepasados, ” quiso consumar el matrimonio; pero Pey no lo consintió, por- ” que no había observado el uso de ir a recibirla en persona; ” y para que cediese, fué necesario nada menos que una orden ” terminante del rey su padre y de su madre la reina. Después, ” cuando quedó viuda, se mostró como antes rigorosamente ape- ” gada a las prescripciones de las costumbres. Habiéndose in- ” cendiado una noche su palacio, “ Salid, señora” , le gritaban. ” “ Huid antes que avance el fuego” . — “ Las costumbres requie- ” ren” , respondió, “que una mujer de mi condición no se deje ver ” siquiera en una sala, sin ir acompañada de sus damas de ho- ” ñor; cuando hayan venido saldré” . Vino una, pero la otra no ” se presentaba, y a pesar de cuantas instancias se hicieron a ” la princesa para que huyese, no cedió sino cuando el peligro ” estuvo muy próximo. Todos los príncipes de su tiempo elogia- ” ron y admiraron su constancia” .

Ejemplo de amor conyugal.

“ Una doncella de Song se casó con un joven de Tsai. Aec- ” metió al marido una enfermedad peligrosa, y queriendo la ” madre de la mujer que ésta regresara a su casa, contestó la ” hija: “ Considero el accidente acaecido a mi marido como si

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” a mí misma me hubiera ocurrido; las costumbres además ” exigen que una mujer viva y muera en la casa donde una vez ” estuvo establecida. Yo no me alejaré de aquí porque mi marido ” haya sido atacado desgraciadamente de un mal funesto. Si ” nuestros padres enferman, y los médicos les prescriben la yer- ” ba Feu o la yerba Y, nosotros por repugnante que sea su olor, ” vamos a cogerlas en abundancia, nos llenamos de ellas el pe- ” cho y les' extraemos el jugo. ¿Deberé hacer menos por mi ma- ” rido?” Todos elogiaron a la mujer, y su madre se valió de lo ” que había dicho de las yerbas Y y Feu para hacer sobre este ” asunto una oda en su alabanza” .

Otro ejemplo de apego a-las costumbres.

“ Mong-y, hija de Hoa, estaba prometida por esposa a Hiao- ” kong, rey de Tsi, el cual trató muchas veces de llevarse con- ” sigo a la desposada sin ceremonias; pero la joven jamás quiso ” consentirlo. Cuando Hiao-kong supo que por su demora en ” hacer los presentes de boda y cumplir las ceremonias prescri- ” tas se le llamaba el Casto, se apresuró finalmente a hacer los " gastos nupciales. En seguida, según las costumbres, fué en "persona a buscar a la novia a la casa paterna; pero Mong-y ” no se dejó conducir sino después que se le aseguró tres veces ” que Hiao-kong había ido en persona por ella. Cuando llegó a ” la casa del esposo, lo encontró todo arreglado según los usos, ” de manera que su apego a las ceremonias quedó satisfecho. ” Algunos años después, debiendo hacer Hiao-kong un viaje a ” Leang-sie, quiso que su mujer lo acompañara, y en el camino ” se volcó y quedó roto el carro que conducía a la reina, si bien ” ésta ningún daño se hizo, Hiao-kong envió inmediatamente ” un carro de su séquito para que regresara a la ciudad, temien- ” do que en el viaje le pudiera ocurrir otra desgracia, pero ” Mong-y se negó a entrar en él porque no era carro de mujer, ” y hablando detrás de una cortina que había hecho correr, dijo ” al oficial que había ido de parte del rey: “ Una mujer de mi ” condición no se presenta ni aún en una sala sin ir acompa- ” ñada de sus damas de honor; y si pasa de una a otra cámara,

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” hace oír el ruido de sus vestidos para que los demás lo sepan. ” Aún cuando salga raras veces, las costumbres han prescrito ” cuál debe ser su traje y su aparato, y todo esto ha sido orde- ” nado sabiamente, ya para el decoro exterior, ya para con- ” servar la rectitud del ánimo y del corazón. Ahora bien, el ” carro que se me ha traído no es conforme a las prescripciones, ” y no puedo servirme de él. Quedarme aquí mucho tiempo sería ” aún peor; lo más fácil es morir, y estoy a ello dispuesta antes ” que hacer cosa alguna contra las costumbres” . El oficial co- ” rrió con toda prisa a referir este discurso al rey, el cual hizo ” prontamente preparar otro carro como se requería, y en él ” regresó Mong-y a Tsi.

"Habiendo emprendido un viaje de placer Chao-vang, rey ” de Tsu, llevó consigo una de sus mujeres, hija del rey de Tsi. ” Habíala dejado un día en una amena isleta, junto a la orilla ” del río Kiang, cuando sabiendo que de improviso habían cre- ” cido extraordinariamente las aguas, envió en el acto algunos ” respetables personajes de su séquito para tomar a la princesa " y conducirla donde él se hallaba. Corrieron éstos con toda "prisa hacia la princesa, y según las órdenes recibidas, la in- ” vitaron a salir inmediatamente de la isla e ir con ellos adonde ” estaba el rey. “ Cuando el príncipe nos llama a su lado, eon- ” testó ella, da su anillo a sus mensajeros; ¿lo tenéis?” — “ El ” temor, replicaron aquéllos, de que alzándose las aguas de im- ” proviso pudieran amenazar los días de vuestra majestad, nos ” ha hecho venir con tal presteza, que hemos olvidado esta for- ” malidad” . — “ Podéis, pues, volveros por él, replicó aquélla; ” sin eso jamás me iré con vosotros” . Se le hizo presente que ” la crecida era tan rápida, y parecía que iba a ser tan grande, ” que si volvían por el anillo, acaso no llegarían ya a tiempo. ” “ Conozco muy bien, repuso la reina, que marchando con vos- ” otros salvo la vida, y que permaneciendo me expongo a mo- ” r ir ; pero si por librar la vida, infringiese una condición de ” tanta importancia, faltaría a un mismo tiempo a la fidelidad ” y al valor, y por eso prefiero la muerte” . Corrieron los envia- ” dos con gran premura a recibir el anillo; pero a pesar de ” cuanta solicitud mostraron, cuando regresaron ya la isla ha- ” bía sido anegada, y con ella quedó sumergida la princesa y

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” todo su séquito. El rey la lloró mucho, pero todavía alabó más ” su valor y fidelidad” .

Otro ejemplo de amor conyugal.

“ Muerto Pe-kong, rey de Tsu, el rey de Hu, a quien era ” notoria la prudencia, la virtud y la hermosura de su viuda, le ” dirigió un elevado personaje con gran suma de dinero, dos ” diamantes de inestimable precio, y treinta carros bien equi- ” pados para pedirla en matrimonio. “Cuando vivía mi marido, ” contestó la viuda, mientras él se ocupaba en los negocios exte- ” riores, yo arreglaba lo mejor que podía las cosas interiores de ” la casa, y pasaba el resto de mi tiempo con sus demás mujeres ” en las labores propias de nuestro sexo: ahora que ha muerto ” quiero pasar junto a su tumba los días que plazca a Tien con- ” cederme todavía. Sé cuán precioso es el grado que el rey de ” Hu me ofrece, y aprecio en lo que valen los ricos presentes ” con que me invita; pero yo no puedo aceptar tal honor sin ” hacerme indigna de é l: olvidaría a mi buen marido, y quiero ” honrarlo en la muerte como lo hice mientras estuvo vivo. El ” dolor de su pérdida ya habría debido quitarme la vida, y el ” sobrevivirle me acusa de poco amor hacia él, por lo que no ” estoy sin remordimiento. Pero no seré yo nunca quien lo ol- ” vide hasta el punto de pasar a otras nupcias. Devolved a vues- ” tro rey sus dones, y quitaos de mi presencia” . También el rey ” de Hu alabó la resolución de aquella princesa, y le dió el ho- ” norífico título de Chu-ki (195) .

Armonía entre una mujer legítima y una concubina.

“ Habiendo muerto Ling-vang sin dejar hijos de su legíti- ” ma esposa, fué declarado rey el único que había tenido con ” una concubina. Ningún cambio produjo en el ánimo de su ma- ” dre esta elevación, y supo conservarse en su propia categoría; ” honraba y servía a la reina viuda, con las mismas considera- ” ciones, y otro tanto hacía el joven rey, siguiendo el ejemplo

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” de su madre. Así transcurrieron ocho años, hasta que un día " llamando aparte la reina viuda a la madre del rey: “ Yo estoy ” verdaderamente satisfecha, le dij o, de las consideraciones que ” tenéis conmigo, y del cuidado que habéis tenido en inspirar al ” rey vuestro hijo iguales sentimientos de respeto hacia mí; co- ” nozco también que he hecho mal en permitirlo hasta el pre- ” sente, y quiero ahora a lo menos rendiros las debidas gracias. "Vuestro hijo es rey, y no está bien que su madre sirva como ” una mujer de grado inferior. Yo soy viuda sin hijos, y es to- ” davía demasiado permitirme pasar aquí tranquilamente el res- ” to de mis días. Quiero abandonar esta habitación de honor 'para cedérosla, y no entrar jamás en ella sino para tener la "honra de venir a reverenciaros” . — “ ¿Qué me decís, señora', ” replicó la madre del rey. Permitidme que os haga presente, ” que no habéis considerado bien este asunto. El rey vuestro "esposo y mi señor tuvo la desgracia de morir joven, que para ” un príncipe es un verdadero infortunio; no tuvo la fortuna " de procrear hijos de su esposa, y solamente los hubo de mí " que era su sierra: otro motivo de aflicción por su muerte. ¿Y ” querríais aumentar ahora a estos dos motivos un tercero, re- ” bajando a la esposa para elevar a la sierva? Se dice, y es ver- ” dad, que el celo de un súbdito fiel y la piedad de un buen hijo ” no deben disminuir jamás por el transcurso de los años; por ” tanto tampoco yo debo cansarme de ser como soy respecto a "vuestra majestad: mi deber es honrarla y servirla. Si tengo " el honor de haber dado un sucesor de vuestro esposo, esto no ” me dispensa de los respetos que debo de su esposa” . — “No ” se hable más, dijo la reina, de lo que vos y yo éramos en tiem- " po de mi difunto marido. El que ahora reina es hijo vuestro ” y suyo, y por eso, aún cuando sean expontáneos el honor y ” los servicios que me prestáis, yo no puedo aceptarlos sin inju- ” riar en cierto modo al príncipe en la persona de su madre” . ” La concubina, sin replicar palabra, fué al instante a buscar ” al rey, su hijo, y le dijo: “ Príncipe, he oído siempre que el " sabio no debe permitir ni hacer nada que sea contrario al or- ” den. Ahora, pues, el buen orden, en mi juicio, consiste en gran ” parte en mantener los antiguos usos, de manera que cada cual " permanezca en el puesto que éstos le asignan. La reina, mujer

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” de vuestro padre, quería ahora abandonar sus habitaciones, y "m e hace instancias a fin de que yo ocupe el lugar que ella ” tiene en la corte. Ella, pues, quiere que yo falte al buen orden, ” pero moriré antes que hacerlo, y pues que la reina me parece ” inflexible, yo le haré ceder con mi muerte” . Diciendo esto hizo ” ademán de matarse; pero la contuvieron, y prorrumpiendo el "h ijo en amargo llanto, trató de aquietarla; mas ella no con- "sistió en vivir sino cuando la reina, sabedora de su resolución, ” le prometió, aunque de mala gana, conservar su puesto como ” antes, y dejarse honrar y servir por ella. Todos quedaron ad- " mirados y gozosos de la porfía de estas dos mujeres en mos- "trar tanta deferencia la una por la otra. Esta es verdadera- ” mente sabiduría y virtud digna de la admiración de todos.

Extraordinario amor conyugal.

“ Una joven de rara belleza y de esclarecida virtud había perdido en edad aún bastante temprana al marido. Los más ricos del reino a porfía la solicitaron por esposa, pero inútil­mente; por fin, el rey, instruido de su belleza y virtud, envió a solicitarla a uno de los primeros magistrados con los acos­tumbrados dones, al cual respondió aquélla: “ Mi marido me ha dejado un hijo que es mi deber educar. Muchos me han solicitado, y todos inútilmente; y cuando me creía libre de es­tas importunas demandas, el mismo rey viene a repetírmelas. Extraño que todavía haya quien crea que yo he de olvidar nunca a mi difunto marido para entregarme a otro y sacrifi­car mi deber a una espléndida fortuna. Quiero mostrar una vez para siempre que no soy capaz de tal vileza, y desengañar sobre este punto a todos los que no me hayan conocido. Dicho esto, coge con una mano el espejo, con la otra una navaja, y se corta las narices. Héme castigada, dijo, de haber permitido que tantos dudasen de mi constancia; id a llevar mi contesta­ción al rey, y decidle, que si no me quito la vida, es porque no tengo ánimo para abandonar a mi hijo en tan tierna edad, lo que acabo de hacer bastará: el rey ciertamente me solici­taba por mi belleza; referidle ahora que este rostro no es más

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” que un resto desfigurado y monstruoso de lo que antes era: ” ahora no le costará trabajo desistir de su demanda” . El men- ” sajero refirió al rey lo que había oído y visto, y el rey alabó ” la constancia de la joven, le dió el título de kao-king, y le ” confirió grandes honores” .

Piedad filial de una nuera respecto de su suegra.

“Apenas se había desposado un joven oficial de Chu con una doncella de diez y seis años, cuando estallando de impro­viso la guerra, se vió también obligado a partir para el ejér-

'cito. Antes, sin embargo, de dejar a su esposa, le dijo: “ No ” puede saberse quién morirá en la guerra, ni quién sobrevivirá, ” ni es posible decir si me libraré de los peligros de ésta. Te ” dejo a mi buena madre que no tiene otros hijos más que y o ; ” si muero, ¿qué será de ella? ¿Me prometes cuidarla siempre?” ” — “ Sí, contestó la esposa, te lo prometo” . Y habiendo muerto ” el oficial en la guerra, la joven viuda se impuso tal cuidado ” respecto de su suegra, que noche y día trabajaba con sus pro- ” pias manos a fin de que nada le faltase. Pasados los tres años ” de luto, y siendo aún joven y sin hijos, quisieron sus padres "volvérsela a su casa para casarla en segundas nupcias; pero ” la viuda rechazó resueltamente la proposición. “La fidelidad ” y la justicia, les dijo, son nuestros principales deberes, y vos- ” otros mismos, cuando contraje matrimonio, no otra cosa me ” recomendásteis que el afecto y la obediencia a mi marido. ” Ahora bien, debéis saber que mi queridísimo marido, a punto ” de partir para la guerra en que perdió la vida, me manifestó ” la inquietud que la piedad filial le inspiraba por la suerte de ” su madre, si él llegase a faltar, y me preguntó si quería pro- ” meterle cuidar de ella; yo se lo prometí: por otra parte, el ” deber de la nuera es servir a la suegra, y la muerte de mi ” marido, lejos de dispensarme de este deber, me lo ha impues- ” to como una obligación. Si no lo cumpliese, me haría reo de "infidelidad e injusticia; mi marido sería reputado como un ” mal hijo que no había sabido proveer al sustento de su madre, ” y que demasiado fácilmente se había fiado en la palabra de

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” una esposa poco fiel. Quiero morir primero que exponer a mi ” marido y a mí misma a tales reconvenciones” . Conocida por ” sus padres su firme resolución, no le hablaron más de otro ” marido, y la suegra vivió aún veintiocho años con la nuera, ” que diligente proveyó siempre a todas sus necesidades, y la ” sirvió con asiduidad hasta su muerte, rindiéndole después ” también los últimos deberes, sin omitir ninguna de las cere- ” monias prescritas. La constancia, la fidelidad y la solicitud ” de esta viuda en servir a su suegra le granjearon la estima- ” ción de todos, tanto que el magistrado de Hoai-yang lo puso ” en noticia del monarca reinante entonces, y éste envió a la ” nuera en donativo cuarenta libras de oro, le dió el título de ” hiao-fu (mujer piadosa), y le concedió otros honores” .

Mujer que sacrifica a su hijo por salvar la vida del príncipe.

“Vu-kong, rey de Lu, se presentó a ofrecer sus respetos al ” emperador Suen-vang, acompañado de su primogénito, 11a- ” mado Ko y de su hijo segundo Hi. No simpatizó Suen-vang ” con el mayor de los dos hermanos, y por el contrario, le agra- ” dó tanto el menor, que declaró que éste sucedería en el reino ” a su padre. En efecto, muerto Vu-kong, Hi subió al trono, y ” reinó con el nombre de Hi-kong, y tuvo un hijo que reinó ” posteriormente con el nombre de Hiao-kong, pero que en la ” infancia era llamado Chu. Mientras éste estaba aún en man- ” tillas, Pe-yu, hijo de Ko, que se formó un partido en el reino, ” mató a su tío Hi-kong, que aún reinaba, y habiéndose hecho ” proclamar rey, invadió el palacio para quitar también la vida ” al pequeño Chu. Pero al primer ruido lo despojó su aya de ” sus vestidos, y vistiendo con ellos a su propio hijo, colocó a ” éste en la cuna real en lugar del príncipe. Los enviados de ” Pe-yu mataron al niño que encontraron en la cuna, y creyendo ” que fuese Chu, no se cuidaron de otra cosa, de modo que el ” aya pudo huir con el verdadero príncipe en los brazos. Apenas ” hubo salido del palacio, encontró a un grande del reino, tío ” materno del príncipe, quien le preguntó en voz baja si su so- ” brino Chu había muerto. “ No, señor mío, le contestó, es éste

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” que véis; en su lugar he puesto en la cuna a mi propio hijo, ” y lo han muerto en vez de éste” . El señor procuró a la mujer ” el medio de huir a sitio seguro con el verdadero príncipe, que ” vivió oculto quince años, y después de este tiempo todos los ” grandes de Lu se dirigieron de acuerdo al emperador pidiendo ” la muerte de Pe-yu y la elevación del joven príncipe al trono ” del padre. Habiendo accedido a ello el emperador, Chu fué ” reconocido rey, pero al subir al trono no olvidó al aya que al ” precio de su propia sangre le había salvado la vida” .

Admirable ejemplo de pudor y de modestia.

“ Cuando subió al trono Ching-vang, rey de Tsu, se situó ” en una altura para ver desde ella pasar a todas las mujeres ” que debían habitar en su palacio. Todas al pasar delante de ” él, cual con más, cual con menos audacia, alzaban los ojos para ” verlo; Se-vu fué la única que siempre tuvo la vista baja, y ” pasó muy modesta, sin dar señal de cuidarse ni pensar en él. ” Sorprendido Ching-vang de tanta modestia, y queriendo di­v e r t ir se : “Bella joven que pasáis, dijo, una miradita, os su- ” plico” . Se-vu, sin dar muestra de haber oído, continuó su ca- ” mino siempre con los ojos bajos. Ching-vang no se dió por ” satisfecho, y añadió: “ Una mirada, y os haré mi esposa” . Ni ” por esto levantó Se-vu la vista, por lo que el rey añadió la ” promesa de una suma de dinero y el deseo de engrandecer a ” su familia. Viendo que aún esto era inútil, descendió el rey de ” la altura para aproximarse a ella, y hablarle más de cerca. ” “¿Y qué?, le dijo, os ofrezco el grado de reina, os añado tam- ” bién otras promesas para induciros a dirigirme una sola mi- ” rada, ¿y no me prestáis atención? ¿Son tan preciosas vuestras ” miradas ?” — “Gran príncipe, contestó con gravedad Se-vu: ” el pudor y la modestia son el principal adorno de nuestro ” sexo. Me parecía contra el decoro y contra mi deber alzar los ” ojos a aquella altura, donde se hallaba vuestra majestad; ved ” ahí por qué tuve los ojos bajos. Si los hubiera alzado después ” de las magníficas promesas que os dignásteis hacerme, hu- ” biérais creído que lo hacía por ambición y por interés, y que

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” a estas dos pasiones posponía el deber, por lo cual me habría ” hecho indigna de serviros. Dignaos tener por buenas estas ex- ” cusas y razones de mi conducta” . Ching-vang, admirando tal ” respuesta, tomó por esposa a Se-vu” .

Desinterés extraordinario.

“Los de Tsi habían declarado la guerra a los de Lu; y es- ” tando su ejército acampado junto a las fronteras, los centine- ” las vieron una mujer, que con un niño en brazos y otro de la ” mano, huía hacia las montañas. Los soldados corrieron al ins- ” tante tras ella, de modo que viéndose perseguida, dejó al niño ” que llevaba de la mano y con el otro apresuró el paso. El niño ” abandonado la seguía de lejos, llorando tan lastimeramente, "que conmovió el corazón de los soldados; pero la mujer con- ” tinuaba huyendo sin volver siquiera atrás la vista. El general ” de las tropas de Tsi que se hallaba presente cuando el niño ” fué cogido, le preguntó si la mujer que huía era su madre, y ” él respondió que sí. Le preguntó de nuevo si el niño que su ” madre llevaba consigo era su hermano, y al oír que no, se ” aumentó su curiosidad de saber quién era, ordenando por tan- ” to a dos soldados a caballo que persiguiesen a toda carrera a ” la mujer hasta alcanzarla. Cuando la condujeron a su presen- ” cia, el general le preguntó: “ ¿Quién es el niño que llevas en "brazos, y quién el que huyendo has abandonado?” — “ El niño ” que tengo en brazos, respondió aquélla, es hijo de mi hermano "m ayor; el otro, mío. Viéndome seguida de cerca, y desespe­r a n d o de salvarlos a ambos, abandoné el mío” . — “ ¿Cómo?, ” replicó el general, ¿ qué cosa hay más cara a una madre que ” su propio hijo? ¿Y pudiste abandonar el tuyo por salvar el de "tu hermano?” — “ Señor, repuso la mujer, he creído deber ” mío sacrificar mi afecto y mis intereses al bien común de mi ” familia. Si decidiéndome por el otro partido hubiese tenido la "fortuna de escapar de las manos de vuestros soldados y de "salvar a mi hijo abandonando el de mi hermano, habría sido "tenida por una mujer interesada, y habría perdido por tanto ” la estimación de los demás. Nuestro monarca y todos sus súb-

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” ditos odian a quien sólo mira por su interés” . Al oír esta con- ” testación, hizo suspender el general la marcha del ejército, ” envió a la madre a su casa con el hijo y el sobrino, y dirigió ” en el mismo instante un oficial a la corte de Tsi con una carta ” para el rey. “Vuestra majestad, decía, me ha encargado de la ” conquista de L u ; antes de pasar adelante, séame lícito hacerle ” presente que no conviene emprender tal conquista. Cuando ” todos los habitantes, y hasta las aldeanas de aquel reino co- ” nocen y observan la máxima de sacrificar al bien común todo ” interés privado, ¿qué harán los grandes del reino y los ofi- ” cíales del ejército? El oficial portador de ésta contará a vues- ” tra majestad un caso que comprueba lo que tengo el honor de ” escribirle” . En atención a esta carta y a la narración del ofi- ” cial, el rey de Tsi ordenó a sus tropas retirarse. Sabiendo en- ” tonces el rey de Lu lo que había ocurrido, hizo a aquella mujer ” ricos presentes, y le dió el sobrenombre de y-nei (hermana ” desinteresada.) Tal es la fuerza de un verdadero desinterés, ” que salvó a un reino entero por medio de una aldeana” .

Extraordinario amor fraterno.

“ En tiempo de Suen-vang, recorriendo el campo los agentes ” de la justicia, hallaron un hombre recientemente muerto, y ” pocos pasos más lejos dos hermanos, que fueron presos como ” reos del homicidio. Habiéndose descubierto al instruir el pro- ” ceso que el muerto tenía una sola herida, se dedujo de aquí ” que uno de los dos hermanos no debía de haber herido: tra- ” tábase por tanto de saber quién de los dos había sido el mata- ” dor. Pero la cuestión no era fácil de resolver, porque el mayor ” decía haber sido él, y el menor por el contrario afirmaba que ” el mayor era inocente, y que sólo él era reo. Los tribunales ” inferiores hicieron la relación de esto al ministro, quien llevó ” el asunto ante el emperador. “ Dejar en libertad a ambos, dijo ” el príncipe, sería perdonar a los homicidas y autorizar el de- ” lito: condenar a los dos a muerte es contrario a las leyes, por- ” que es cierto que uno solo es el reo. Se me ocurre un pensa- ” miento: su madre debe conocerlos mejor que nadie. Pues que

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” uno de los dos debe morir, sepamos cuál, ateniéndonos a la ” elección de la madre” . Habiéndola hecho venir el ministro, le ” dijo: “Uno de vuestros hijos ha muerto a un hombre y debe ” morir en expiación del delito. Cada uno de ellos disculpa a su "hermano y se acusa a sí propio: el rey, a cuyo conocimiento ” se ha llevado la causa, ha dictado sentencia de muerte contra ” uno de los dos; pero os deja elegir el que queráis que se salve” . ” La infeliz madre, deshaciéndose en lágrimas d ijo : “Si uno de ” ellos debe absolutamente morir, sea más bien el menor que el ” otro” . Al hacer el ministro escribir su contestación, le mostró ” su maravilla de que hubiese dado la preferencia al mayor con- ” tra la costumbre de las madres, que siempre experimentan "m ayor ternura hacia sus últimos hijos, y le preguntó por qué ” motivo había obrado de distinta manera que las otras. “Señor, "contestó, de los dos hermanos, sólo el menor es hijo mío; el ” otro es de la primera mujer de mi marido. Cuando murió éste, ” le prometí tratarlo como al mío propio: hubiera faltado a la ” promesa que hasta ahora he observado, si hubiese querido ” salvar al menor en perjuicio del otro, y escuchar los impulsos ” de una ternura interesada. Pero por cara que me cueste la ” elección hecha, creo deber mantenerme firme en ella” . Estas ” últimas palabras fueron interrumpidas por su llanto y sollo- ” zos, y conteniendo también el ministro las lágrimas con tra- ” bajo, marchó a referir al rey lo ocurrido. El rey, en cuanto ” se enteró, otorgó gracia a los dos hermanos en consideración ” a la madre, cuya virtud y generoso desinterés elogió en gran ” manera” .

Discordias domésticas.

“Un letrado de provincia, habiendo obtenido un empleo en ” la corte, dejó en su casa a su esposa. Un vecino se aprovechó ” de su ausencia para entablar con la mujer relaciones desho- ” nestas; pero habiendo sabido que el marido debía regresar en ” breve, mostró temer que a su vuelta descubriese la intriga y ” desahogase su cólera con algún acto violento. “ Yo lo evitaré, ” dijo la mujer, le prepararé vino envenenado y se lo daré para ” que lo beba” . De allí a pocos días llegó el marido, y la per-

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En las colinas cercanas a Lo-Yang se encuentran excavados en la roca innumerables templos y ofertorios budistas, entre los cualrs sobresale el del centro representado por un Buda gigantesco. Estas construcciones se iniciaron en el siglo VII y son constantemente visitadas por los fieles de

ese credo. ( R e p r o d u c c i ó n f o t o g r á f i c a a c t u a l ) .

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” versa mujer le dijo en el acto: “ Debes estar cansado del cami- ” no, y tener necesidad de tomar algo; tengo aquí guardado vi- ” no, aunque poco, muy exquisito. Tráeme aquel frasco, dijo a ” la sierva, para que mi marido beba un trago de aquel vino” . ” La sierva, que sabía lo del veneno, se turbó, no teniendo valor ” para envenenar a su amo, ni queriendo hacerse cómplice del ” delito de su ama. Se decidió por tanto por el expediente de ” dejar caer el frasco, de modo que el vino se derramó todo por ” el suelo. El amo, naturalmente furioso, no sabiendo el servicio ” que le había prestado, la trató muy ásperamente; y desde ” aquel día, temiendo la señora que hablase, le pegaba siempre ” bajo diversos pretextos, con la intención de hacerla morir a ” golpes. A esta razón fué informado el marido por un hermano ” suyo de la conducta de su mujer y del veneno que se decía le ” había preparado; y como este aviso se lo confirmaba eviden- ” temente cuando había acaecido en su casa desde su regreso, ” mató a la mujer con la misma vara con que ella maltrataba ” a la sirvienta, preguntando en seguida a ésta por qué no le ” había descubierto el caso en vez de dejarse maltratar con tan- ” ta crueldad. “ Por mi parte, repuso la esclava, jamás me ha- ” bría aventurado a poner en peligro la vida y la reputación de ” mi señora; primero hubiera preferido morir” . El amo, ya por ” estimación, ya por gratitud de que le hubiese salvado la vida, ” quiso casarse con ella; pero ella no accedió, diciendo: “ Mi ” ama ha muerto de un modo deshonroso, y yo hubiera debido ” no sobreviviría: ¿ cómo había de ocupar su puesto ? Antes que ” hacerlo moriré” . Su amo, por tanto, se contentó con ofrecerle ” ricos dones, y pensó en casarla bien, presentándose a porfía ” pretendientes en cuanto se supo en la aldea lo ocurrido” .

Generosidad de una hija con su madre, y de la madre con su hija.

“ Un hombre rico, llamado Chu-yai, habiendo perdido a su ” mujer y quedándole sólo una hija aún niña, se volvió a casar, ” y regaló a la nueva esposa bellísimas perlas, de las cuales ella ” se hizo dos brazaletes. Seis años después murió Chu-yai fuera

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” del país, y al oír la esposa su pérdida, en la angustia del dolor "arro jó hasta sus brazaletes y adornos. Una hija de cerca de ” nueve años que había tenido de su primer marido los recogió ” sin decir nada a nadie, y los encerró en la cajita donde su ma- ” dre tenía el espejo y otras varias alhajas de que no se servía ” durante el luto. Cuando los hermanos y sus demás parientes ” supieron la muerte del marido, se dirigieron a casa de la viuda ” a tomar el cuerpo del difunto y trasladarlo a la tumba de sus ” abuelos. En el camino había una aduana donde se castigaba ” con pena de la vida a quien pasase con perlas; y examinando ” el aduanero la cajita ,encontró en ella las que había puesto la ” niña. Patente era el delito: se trataba sólo de descubrir al "culpado. Temiendo Su (así se llamaba la hija de primeras ” nupcias del marido, la cual contaba entonces trece años) por ” la madrastra, a quien pertenecía la caja, volviéndose al adua­n e r o , dijo: “ Yo soy la culpada, no busquéis otro” . — “ ¿De "qué modo?, repuso el aduanero, porque debe redactarse el ac- ” ta” . — “ Cuando murió mi padre, dijo Su, mi madrastra arrojó ” los brazaletes, y pareciéndome mal hecho tirarlos, los recogí " y volví a colocar en esta cajita, sin que aquélla lo supiese” . ” Fueron al instante a referir a la madrastra la declaración de ” Su, y ella corrió en busca de su hijastra para preguntarle có- ” mo había sucedido el hecho. “ Sí, madre mía, continuó Su, yo "recogí los brazaletes que arrojásteis, y sin que lo supiéseis "los guardé en aquella cajita. Pues que han sido sorprendidos ” en la aduana, y se me dice que la ley condena a muerte al cul- "pado, amí me toca sufrir la pena” . Su hablaba con tal segu- "-ridad, que casi creía la madrastra que decía la verdad. No ” obstante, tanto por amor como por compasión, dirigiéndose al "aduanero que había recibido la declaración de Su: “Señor, ” dijo, suspended por favor la ejecución; mi hija no es culpada, ” no le creáis; los brazaletes son míos, no suyos; yo los guardé "en la cajita cuando murió mi marido; el dolor y los cuidados "m e hicieron olvidar que estuviesen dentro; la culpa por tanto ” es mía, y a mí se me debe imponer la pena” . — “ No, replicaba "con insistencia la hija, yo volví los brazaletes a su sitio” . — ” “ Fui yo, decía la madre; mi hija sólo habla así por el cariño ” que me tiene y por librarme de la muerte a costa de su vida;

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” no la creáis” . — “ Señor, añadía la hija, mi madre, por com- ” pasión hacia mí, se hace reo de una culpa que no ha cometido, ” por eso expone su vida por salvar la mía” . No queriendo la ” una ser vencida por la otra en tan generosa porfía, abrazán- ” dose entre lágrimas y sollozos, se exhortaban recíprocamente ” a ceder, de manera que ante aquel espectáculo, no sólo los pa- ” rientes, sino todos los presentes, enternecidos y conmovidos, ” no podían contener las lágrimas; hasta que apiadado el adua- ” ñero dejó caer de sus manos el sumario, y vertiendo lágrimas ” también, exclamó: “ ¿ Quién ha visto nunca tan noble contien- ” da? La madre y la hija disputan entre sí por cuál de ellas ” debe morir; pero aún cuando yo mismo debiera perecer, no "seré quien condene a una ni a otra” ; y arrojando las perlas y "poniendo a todos en libertad, apuntó la culpa en el catálogo ” de aquéllas en que el autor no había podido descubrirse. El "convoy continuó su camino, y poco después se llegó a descu- ” brir que los brazaletes habían sido puestos en la caja por la ” niña de nueve años: entonces se elogió mucho más la gene- ” rosidad de Su y de su madrastra” .

El taoismo, la segunda doctrina de la China Antigua, toma su nombre de Lao-tsé, filósofo chino, creador del sistema reli­gioso enunciado.

Casi contemporáneo de Confucio, pues vivió 560 años an­tes de J. C., puede compararse a Epicuro, por su desprecio de las riquezas y honores, y sus deseos de sujetar todas las pasio­nes que turban y conmueven al alma humana, haciendo la infe­licidad de los hombres.

Subre su nacimiento existían ideas confusas, y para mu­chos no había sido un filósofo, sino que bajo su nombre se ha­bían agrupado todos los preceptos religiosos que con el devenir de los años, formaron el cuerpo dogmático de esta religión.

Al descubrirse a mediados del siglo XIX, la obra del enci­clopedista persa-judío Rachid Eddin, que trata sobre la Histo­ria del Mundo, cuya traducción del árabe efectuó Quatremere, fué aclarada la verdadera situación histórica y cronológica de Lao-tsé.

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Para el escritor persa-judío, nació este filósofo trescientos cuarenta y siete años después del nacimiento de Buda, y da a su nacimiento, un sentido netamente mitológico, al aseverar que el embarazo de su madre duró ochenta años, y que fué con­cebido por la Luz, de ahí su nombre de Lao-tsé, que traducido significa viejo-niño, ya que al estar en el vientre de su madre, durante tanto tiempo, al nacer, tenía el cabello completamente encanecido.

Lao-tsé era racionalista en absoluto, y por ende, contrario a las teorías y preceptos de Confucio, a quien combatía a pesar de la admiración que sentía por su inteligencia y por su bondad.

Cuenta la tradición que Confucio, le consultó sobre la con­veniencia y propiedad de las antiguas doctrinas, exponiéndole sus ideas al respecto, obteniendo la siguiente contestación:

“ Los hombres de los cuales me hablas, están lo mismo que ” sus osamentas completamente podridos, lo único que de ellos ” persiste, son sus palabras que llegaron a nosotros por tra- ” dición” .

No se puede concebir contestación más terminante y lapi­daria. Uno era el filósofo de la tradición, que trabajaba con los elementos de la sociedad, queriendo amalgamarlos cuando no armonizarlos; el otro era el renovador, despreciativo de la sociedad de los hombres y de la civilización material de los mismos.

Toda la sabiduría de sus estudios y enseñanzas, se encuen­tran en el libro Tao-te-king, escrito según la tradición a ins­tancias de un jerarca que le impidió su partida al desierto, hasta tanto no condensara en una obra escrita toda su sabiduría filosófica.

La misma etimología de Tao-te-king, explica el sentido de la obra. King significa libro grande o clásico, tao-te significan virtud y camino.

El Libro del Camino de la Virtud, manual dogmático del taoismo, es uno de los pocos libros religiosos sobre cuya auten­ticidad no ha habido discrepancias, pues siempre han estado de acuerdo tanto los taoistas como los propios historiadores chinos.

La idea principal de esta doctrina, está en la palabra Too, la cual al principio se tradujo por camino o medio de comuni­

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cación o nexo, posteriormente fué traducida por razón, los taoistas le dan la acepción del Verbo, constructor de Universo y de la Vida.

Lao-tsé inicia su investigación con el origen y destino de los seres, fundando su teoría en una causa primera, partiendo de una unidad básica y primordial para llegar después a un panteísmo absoluto.

En su obra dice:“La razón primordial puede ser sometida a la razón, pero

” es una razón sobrenatural” .Da en consecuencia el mismo valor a la palabra razón, que

los griegos al logos, es decir las tres acepciones, en primer lu­gar la razón propiamente dicha, en segundo lugar, la palabra, y en tercer lugar el Ser Supremo.

La idea de la trinidad, se refleja en su libro en estos dos pasajes, en el primero no tan claramente como en el segundo:

“ La razón produjo el uno; uno el dos, dos el tres, y el tres ” todas las cosas” .

“Aquel a quien miras y no ves, se llama I; aquel a quien ” escuchas y no oyes, se llama H i; aquel a quien buscas con la ” mano y no lo palpas, se llama V ei: tres seres que no pueden "comprenderse y que reunidos no forman más que uno. Ni el ” mayor de ellos es más esplendoroso, ni más oscuro el inferior: ” sucédense uno a otro, sin interrupción; no pueden ser nom- ” brados, volviendo se reducen al no ser. Esto se llama forma ” sin forma, imagen sin imagen, indefinible. Yendo a su en- ” cuentro no se ven sus principios, siguiéndoles no se ven su ” fin. El que alcanza el antiguo estado de la razón, para apre- ” ciar lo que ahora existe, puede conocer el principio, y tiene la ” cadena de la razón” .

Igual que los filósofos platónicos considera Lao-tsé a la razón como principio de todas las cosas, y le da el valor de Ser sublime e indefinible.

Con los pitagóricos coincide en la transmigración, como ellos cree que las almas emanan del éter, y que se unen a éste después de la muerte, y como ellos cierra el ciclo con la mónade.

Los dos principios del hombre, el material y el luminoso o espiritual, se hallan reflejados en sus doctrinas.

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La fábula sobre su nacimiento, hace que sobre su origen algunos discípulos suyos hayan tejido la leyenda, que refirién­dose a su persona manifiesta:

“ Yo nací antes que ninguna forma corpórea se manifesta- ” se; aparecí antes que el supremo principio. Yo estaba presente ” cuando la gran masa primitiva se iba desenvolviendo; y esta- ” ba de pie sobre la superficie del Océano primordial, en equi- ” librio en medio del grande espacio vacío y tenebroso; y entré ” y salí por la misma puerta de la misteriosa inmensidad del ” espacio” .

Su desprecio de todas las conquistas de la civilización, que envilecen al hombre, fueron posteriormente degenerándose en una inercia absoluta, en donde se propendía hasta llegar a la supresión total de la instrucción.

Los principios primitivos del filósofo, también sufrieron posteriormente una transformación, y los taoistas de la época de la dinastía de Han, se dedicaron a la magia para llegar a la inmortalidad.

Como para la vida terrena eran necesarias las riquezas, los monjes y sacerdotes de este rito, se dedicaron febrilmente a la alquimia, transformando los conventos y templos en lugares de refugio de cuanto charlatán y hechicero prometía riqueza o in­mortalidad por medios mágicos.

Entre las clases inferiores de la población del Antiguo Im­perio, tenían los taoistas a sus adeptos, a los cuales con exor­cismos y procedimientos mágicos le extirpaban los malos espí­ritus y le confeccionaban amuletos milagrosos.

La recompensa de la virtud practicada, era la inmortalidad, y las acciones buenas y malas eran recompensadas o castigadas por los espíritus del cielo o de la tierra.

Ya a la llegada de los mongoles, el taoismo tal como se practicaba en ese entonces no era más que un conjunto de su­percherías y superticiones en cuanto a sus adeptos se refiere.

Sobre la poca consistencia y puerilidad de las supersticio­nes, transcribimos a continuación un extracto de la obra china Los Tres Reinos, en la cual campean las leyendas, que se refie­ren a los hermanos Chang, secuaces de Lao-kiun, jefe de los

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Durante el período de declinación de la dinastía de la casa de Tang, al­gunos de sus emperadores de breve pero turbulento reinado por los conti­nuos motines de palacio, al querer prolongar su vida, bebiendo exóticos elixires traídos de países remotos, encontraron la muerte en su ansia de inmortalidad terrena.Época en la cual hetairas y favoritas, eunucos y protegidos, erar, '.os ver­daderos amos de una corte decadente y miserable, que prestaba fe a todas las prescripciones de los eternos conocedores de filtros y aguas milagro­sas cuyo poder sobrenatural daba a los privilegiados que la pudiesen obtener, la inmortalidad.

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T’ai-P’ing-tao, cuya revolución hemos analizado en la parte III de este complemento a la historia de la Antigua China:

“ Liu-pei, aprovechando la ocasión, se arrojó con todas sus ” fuerzas sobre Chang-Pao; pronto éste a rechazarlo, montó a ” caballo, con los cabellos esparcidos y agitando la espada y en ” seguida echó mano a las operaciones mágicas. Levantóse en­to n ce s el viento, retumbó el trueno con fuerza, y descendió ” una nube negra del cielo, dentro de la cual se veía combatir a ” gran número de hombres armados. Liu-pei se puso en el acto ” en retirada, y fué a consultar a Conh-siue, que le dijo: “ Dé- ” jale que siga valiéndose de maleficios. Mientras yo preparo ” sangre de puerca, de cárnero y de perro, dispon que se sitúen ” tropas emboscadas en las alturas, y cuando el enemigo se pre- ” sente lo derrotarás con sólo rociarlo con esta sangre mágica” .

“ Al día siguiente se adelantó Chang-pao a tambor batiente ” y banderas desplegadas para dar la batalla. Liu-pei le salió ” al encuentro, pero apenas estuvo cerca de él, Chang-pao recu- ” rrió de nuevo a los encantamientos; sopló el viento, retumbó ” el trueno, otra nube oscureció el firmamento, y pareció que ” del cielo bajaban escuadrones de caballeros. Liu-pei hizo de ” súbito la señal de retirada, Chang-pao lo siguió, pero no ha- ” bían llegado aún a la otra parte de la colina, cuando las tro- ” pas ocultas allí, salieron y lanzaron contra el enemigo el im- ” puro licor que habían tenido en reserva. El aire pareció ins- ” tantáneamente lleno de hombres y de caballos de papel o de ” paja que cayeron a tierra, el viento se calmó y cesó el trueno.

“ Habiendo visto destruidos sus encantamientos, quiso ” Chang-pao fugarse; pero le faltó tiempo, dos capitanes de ” Liu-pei salieron el uno por la derecha y el otro por la izquier- ” da, mientras aquél le cerraba el camino por delante, y su lu- ” garteniente por la espalda. Encerrados los rebeldes por todas ” partes fueron despedazados. Habiendo observado Liu-pei que ” sus banderas llevaban la inscripción “El Señor de la Tierra” , ” se lanzó contra Chang-pao, que pudo evitar el golpe, pero en ” la fuga fué herido en el brazo derecho por una flecha” .

Sobre uno de los discípulos preferidos de Lao-tsé, el filó­sofo Chonang-seu, existe dentro de la literatura vernácula de

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la época una narración graciosísima de cuyo argumento extrajo Voltaire tema para su incomparable Zadig o El Destino. Ex­tractamos el mismo de la traducción de A. Ramusat:

“ En los últimos tiempos de la dinastía de los Cheu apare­ció en la China un filósofo famoso llamado Chonang-seu, natu­ral de Meng, ciudad del reino de Song. Este filósofo gobernaba una pequeña provincia, y era discípulo de un sabio bastante cé­lebre en aquella época y fundador de la secta del Tao. Cada vez que Chonang-seu se dormía, soñaba que se convertía en una gran mariposa que volaba acá y allá, ora en un jardín, ora en un prado. Tanta impresión le causaba este sueño, que despierto le parecía tener las alas pegadas a la espalda, y desplegarlas para volar; y no sabía qué pensar de una cosa tantas veces re­petida y tan extraordinaria. Un día, en un momento de ocio, después de un discurso de su maestro Lao-tsé acerca del Y-hing, le refirió su sueño y le preguntó su explicación. Aquel hombre admirable que conocía todas las maravillas de la naturaleza le dijo: “ En los tiempos que han precedido a tu vida debes buscar la causa de ese sueño tan repetido. Cuando el caos se desenvol­vió, y se formó este universo, eras una linda mariposa blanca. La primera producción del cielo fueron las aguas, la segunda los árboles y las plantas que adornaron la tierra, porque todos florecieron al momento. Aquella blanca y bella mariposa que volaba a su capricho vagando y aspirando el perfume de las más exquisitas flores, supo obtener goces infinitos del sol mis­mo y de la luna, y adquirió finalmente una fuerza que la hizo inmortal. Tenía dos alas grandes y redondas, y volaba con gran rapidez. Estando un día recreándose como de ordinario, se co­locó sobre las flores del jardín de placer de la gran reina, en el cual encontró el secreto de penetrar, y estropeó algunos botones apenas abiertos. El pájaro misterioso, puesto de guardia en el jardín, dió un picotazo a la mariposa que le produjo la muerte, dejando por tanto sin vida a su cuerpo; pero su alma, que era inmortal, no se perdió, sino que pasó sucesivamente de uno a otro cuerpo, y últimamente al de Chonang-seu: de eso provienen en ti tan felices disposiciones para llegar a ser un gran filósofo, capaz de aprender el arte que enseño, de desprenderte entera­

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mente del mundo, de elevarte sobre ti mismo, y dar a tu corazón y a tu inteligencia toda la perfección posible” .

"Desde entonces descubrió Lao-tsé a su discípulo los más profundos misterios de su doctrina, y Chonang-seu se sintió en un instante convertido en otro hombre. Siguiendo los instintos de su primer estado, tuvo inclinaciones de verdadera mariposa, volando acá y allá continuamente sin fijarse nunca sobre objeto alguno por bello que le pareciese; y ni aún la fortuna pudo re­ducirlo con sus favores. Cuando vió Lao-tsé que su discípulo despreciaba los placeres del siglo y amaba la verdad, lo inició en los misterios del Tao-te-King, porque las cinco mil palabras que componen aquel libro son todas misteriosas: nada, en efec­to, debía tener oculto para tal discípulo.

” Por su parte Chonang-seu se dedicó enteramente al estu­dio, y no sólo no se cansaba nunca de leer y meditar las doctri­nas de su maestro, sino que las ponía en práctica. Con sus inves­tigaciones continuas, con purificar su ánimo, llegó a compren­der perfectamente cuánto difería la parte que era en él visible de la invisible, el cuerpo que se corrompe, del espíritu que de­jando esta morada entra en una nueva vida de maravillosa transformación.

"Iluminada por esta luz su mente, renunció Chonang-seu el cargo que desempeñaba, se despidió de Lao-tsé y se puso a via­jar esperando adquirir buenos conocimientos y hacer descubri­mientos nuevos. Aunque era muy amante de la libertad y de la tranquilidad del ánimo, no renunció a los placeres de la unión conyugal y tomó hasta tres mujeres, una después de otra. La primera se la arrebató en breve una enfermedad; repudió a la segunda por haberle sido infiel, y la tercera formará el asunto de esta historia.

"Llamábase ésta Tian, y descendía de los reyes de Tsi. Gran reputación se había granjeado Chonang-seu en aquel reino, y Tian, jefe de una rama de la real familia, prendado de su mé­rito, le dió su hija por mujer. La nueva esposa excedía con mu­cho en hermosura a las dos que antes había tenido: era blanca como la nieve, de talles esbelto y agraciada como una diosa, tanto que el filósofo a pesar de no ser naturalmente inclinado al amor, la amó con la mayor ternura.

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” E1 rey de Tson, informado de la elevada reputación de Chonang-seu, con el designio de atraerlo a sus Estados, le envió algunos oficiales de su corte con ricos presentes de oro y sede­ría para invitarlo a entrar en su consejo como primer ministro. Sin dejarse vencer Chonang-seu por tan ricas ofertas, respon­dió con este apólogo: “Una ternera destinada al sacrificio y ” alimentada durante mucho tiempo con toda delicadeza, cami- ” naba con gran pompa y con todos los adornos de que se reviste ” a las víctimas. En medio de esta especie de triunfo encontró ” en su camino dos bueyes uncidos al yugo que iban tirando del ” arado, y a semejante vista creció su altanería. Pero cuando ” al llegar al templo vió alzado el cuchillo encima de sí, y pró- ” xima ya la muerte, hubiera deseado cambiar su estado por el ” de aquellos bueyes que tanto había despreciado antes: vanos ” fueron sus votos, y fue inmolada” . De tan buena manera re­husó Chonang-seu los presentes y las ofertas del rey.

"Poco después, habiéndose retirado con su mujer al reino de Song, su tierra natal, estableció su morada en la montaña de Nan-hoa, en el distrito de Tsau-cheon, para vivir como filó­sofo, y lejos del tumulto gozar allí los inocentes placeres del campo. Paseando un día por la falda de la montaña, sumergido en sus meditaciones, se halló sin advertirlo junto a los sepul­cros de la aldea inmediata. Conmovido a la vista de tantas tum­bas, “ ¡A y !” , exclamó suspirando, “ aquí todos son iguales; aquí ” no hay grados ni distinciones; el más ignorante y el más estú­p i d o se encuentran confundidos con el más sabio: una tumba ” es el fin y la eterna residencia de todos los hombres” .

"Fijándose algún tiempo en tan melancólicas reflexiones, se adelantó entre aquellos sepulcros, y llegó a uno recientemente erigido. No estaba aún seca del todo la tierra de que se había formado el pequeño túmulo; una joven vestida de luto estaba sentada al lado, y encima de la tumba agitaba sin cesar un aba­nico blanco que tenía en la mano.

"Maravillado de verla Chonang-seu: “ ¿ Me será lícito pre- ” guntaros, señora, le dijo, de quién es esta tumba, y por qué os ” fatigáis tanto por ventilarla ? ¡ Sin duda oculta algún misterio

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” que ignoro!” La mujer sin levantarse y continuando en su afán de agitar el abanico, murmuró algunas palabras y derramó algunas lágrimas, con lo cual daba a entender que la vergüenza, más bien que la timidez natural, le impedía hablar. Finalmente le contestó: “ Yo soy viuda del que yace en esta tumba; la muer- ” te me lo quitó desgraciadamente: mientras vivió fué muy que- ” rido de mi corazón; él me correspondía con tiemísimo amor, ” de modo que le era bastante cruel abandonarme. Estas fueron ” sus últimas palabras: — Amada esposa, me dijo, si quisieres ” pensar en otro marido después de mi muerte, te conjuro que ” aguardes hasta que esté del todo seca la cima de mi tumba; ” cuando lo esté, te permito volver a casarte. — Reflexioné, ” pues, que la superficie de esta tierra recientemente amonto- ” nada no se secaría tan pronto, y por eso estoy aquí haciéndole ” aire a fin de disipar su humedad” .

” A1 oír una confesión tan sincera, con dificultad pudo con­tener la risa el filósofo, y dijo entre sí: ¿Cómo se atreve a jac­tarse esta mujer de haber amado al marido, y de haber sido correspondida por él, si tanta prisa tiene por encontrar otro? ¿Qué habría hecho si se hubieran odiado? En seguida, dirigién­dole la palabra, dijo: “ ¿Deseáis, pues, que la superficie de esta "tumba esté pronto seca? Pero delicada como sois, muy pronto ” os sentiréis cansada, y os faltarán las fuerzas; permitid que ” os ayude” . La mujer se levantó al momento, y haciéndole una profunda inclinación aceptó la oferta, y le presentó un abanico igual al suyo.

” Chonang-seu, que poseía el arte de evocar los espíritus, los llamó entonces en su auxilio, y con pocas veces que agitó el abanico sobre la tumba; hizo que desapareciera pronto toda hu­medad. La mujer, con ademán alegre y risueño, dió las gracias a su bienhechor, se quitó de la cabeza un alfiler, y se lo presentó junto con el abanico de que ella se había servido, rogándole que aceptase aquella pequeña muestra de su reconocimiento. Cho- nang-seu rehusó el alfiler y aceptó el abanico: la mujer se mar­chó después bastante satisfecha, pintándose la alegría en sus ademanes y semblante.

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"Permaneció Chonang-seu atónito e inmóvil; en seguida, entregado a las reflexiones que espontáneamente le sugería tal aventura, se volvió a su casa, y sentándose contempló por algún tiempo el abanico, y exhalando después un profundo suspiro, profirió estos versos:

No parece sino que dos personas se unen tan sóloPor efecto de un resto de odio que se han conservado desde su vida anterior Y que se casan únicamente para maltratarse todo el tiempo posible.

"Sin ser notada por el marido, estaba detrás de él Tian, la cual oyendo sus palabras, se adelantó pocos pasos hasta dejarse ver, y le dijo: “¿Podré saber qué es lo que te hace suspirar, y ” de dónde procede el abanico que tienes en la mano ?” Chonang- seu le refirió el encuentro de la viuda, y cuando hubo termina­do, movida Tian de desprecio y de cólera, prorrumpió en mal­diciones contra la viuda, llamándola el oprobio del género hu­mano y la vergüenza de su sexo. Volviéndose después a Cho­nang-seu, le dijo: “Semejante mujer es verdaderamente un ” monstruo inexcusable, pero en ninguna parte podría encon- ” trarse un corazón tan malvado” .

"Chonang-seu profirió entonces estos versos:

Mientras vive el marido, ¿qué mujer no lo acaricia y alaba?Apenas muerto, se apresura a tomar el abanico para secar pronto su

[tumba.La pintura puede reproducir bien el exterior de un animal, pero no mos-

[trar lo que hay dentro.

"Estas palabras irritaron mucho a Tian. “Los hombres son " todos iguales (exclamó) ; sólo el vicio o la virtud establecen ” diferencia entre ellos. ¿ Cómo tienes atrevimiento de hablar ” delante de mí de esa manera de las mujeres y condenarlas a ” todas, y poner injustamente a las virtuosas al nivel de esas ” miserables que son indignas de vivir? ¿No te avergüenzas de ” formar tan injustos juicios, ni temes ser castigado?”

“— ¿A qué te acaloras, querida mía? (dijo el filósofo), va- ” mos, confiésalo paladinamente: si yo muriese ahora, euando ” tú estás en la flor de la edad y en toda su belleza y gracia, ” ¿pensarías dejar que pasasen tres o cinco años sin volverte ” a casar?"

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“— ¿No se ha dicho (replicó la mujer) que un ministro ” fiel no sirve a un segundo príncipe? Así una viuda virtuosa ” no piensa en segundo marido. ¿Cuándo se han visto mujeres ” de mi clase, después de casadas, pasar de una a otra familia, ” y abandonar el lecho de sus nupcias después de muerto el es- ” poso ? Si por mi desventura hubiese de quedar viuda, sabe ” que sería incapaz de tal acción que causaría vergüenza a nues- ” tro sexo; ni en toda mi vida me ocurriría la tentación de nue- ” vas nupcias, no ya en tres o cinco años. S í; tal pensamiento ” no me pasaría por la cabeza ni aún durmiendo: tal es mi fir- ” me resolución, de la cual nada podrá hacerme variar” .

“— Semejante promesa (repuso Chonang-seu) es fácil de ” hacer, difícil de mantener” .

“Estas palabras irritaron aún más a la esposa, que pro­rrumpió en dichos poco respetuosos. “ Una mujer (dijo) tiene ” frecuentemente el alma más noble y más constante en su afec- ” to conyugal que no un hombre de tu carácter. ¿ Quién no diría ” que tú eras un perfecto modelo de fidelidad ? Y no obstante, ” muere tu primera mujer, y en breve tomas la segunda; repu- ” dias a ésta, y yo soy la tercera. Por ti mismo juzgas de los "demás, y por eso juzgas mal. Nosotras, mujeres de filósofos, ” que como ellos hacemos profesión de una virtud austera, me- ” nos que las demás podemos contraer nuevas nupcias; nos ex- ” pondríamos a la mofa de todos si lo hiciésemos. Pero tú tienes ” perfecta salud, ¿por qué, pues, hablas así, y qué placer hallas ” en afligirme?” Después de esto se arrojó sobre el abanico que tenía en la mano su marido, se lo arrancó y lo hizo pedazos con despecho.

“ Cálmate (dijo Chonang-seu) ; tu viveza me complace bas- ” tante, y estoy muy contento de verte tomar el asunto con tanto "calor” . Calmóse la mujer y hablaron de otras cosas.

“ Algunos días después, Chonang-seu enfermó gravemente, y se vió reducido en breve al extremo. La señora Tian, gimiendo y llorando, estuvo siempre al lado de su cama. “ Por lo que pa- ” rece (dijo Chonang-seu), no escaparé de esta enfermedad: ” esta noche o mañana deberemos darnos un eterno adiós. ¡ Lás- ” tima que hayas hecho pedazos el abanico que había traído!

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” Te habría servido para ventilar y secar la tierra de mi ” tumba” .

“— ¡Oh! en el estado en que te hallas, no admitas, señor ” mío, en tu imaginación sospechas que te afligen y me inju- ” rían. He estudiado bien nuestros libros, y conozco nuestros "r itos : mi corazón, que una vez te di, jamás será de otro al- ” guno, te lo ju ro : si dudas de mi sinceridad, consiento y soli- ” cito morir antes que tú, a fin de que te persuadas de mi afecto ” y fidelidad” .

“— Eso me basta (replicó Chonang-seu) ; estoy seguro en ” adelante de la constancia de tus sentimientos hacia mí. ¡ A y !, "siento que me muero, mis ojos no te verán más” . Después de estas palabras le faltó el aliento, y ya no dió señales de vida.

"Abandonándose entonces su esposa al llanto y a los gri­tos, abrazó el cuerpo muerto del marido, y lo tuvo largo tiempo oprimido contra su pecho; cubrióse en seguida de luto; noche y día resonaban con sus gemidos y sus quejas las habitaciones, y el dolor llegó en ella a tal exceso, que se la hubiera creído loca, pues ni dormía ni comía.

”Los habitantes de las montañas inmediatas acudieron a prestar los honores fúnebres al difunto, porque sabían que ha­bía sido un gran sabio. Cuando ya se retiraba la multitud, llegó un joven bachiller, de aspecto y formas graciosas, en elegante traje, vestido de seda de color de violeta, con birrete negro, cinturón recamado y zapatos encarnados, seguido de un ancia­no siervo. Este señor se anunció como descendiente de los reyes de Tson. “ Ya hace algunos años (dijo) que declaré al filósofo ” Chonang-seu mi intención de ser discípulo suyo; a este fin he ” venido, y siento ahora que haya muerto, porque para mí este ” es un daño y una pérdida grandísima” . Cambió en el acto su espléndido traje por uno de luto, y aproximándose al féretro, golpeó cuatro veces la tierra con la cabeza, y exclamó con voz interrumpida por los sollozos. “ Sabio docto Chonang-seu, ¡ cuán "infortunado es tu discípulo por no haberte podido encontrar ” en vida y aprovechar tus lecciones! Pero a lo menos quiero ” mostrarte cuánto te amaba y apreciaba, permaneciendo aquí ” de luto durante cuarenta días” : dicho esto se postró en tierra cuatro veces todavía, bañándola con sus lágrimas.

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''Solicitó en seguida ver a la viuda para darle el pésame, y ella se excusó por dos o tres veces; pero Huang-sun (que sig­nifica sobrino del rey) le hizo observar que, conforme a los an­tiguos ritos, podían las mujeres dejarse ver, cuando iban a visitarlas los amigos del marido; “ y tanto mayor derecho ten- ” go a este privilegio, añadió, cuanto que debo alojarme como ” discípulo en casa del sabio Chonang-seu” . Rindióse a tales instancias la señora; salió del interior de la casa, adelantán­dose con lento paso por la sala para recibir sus protestas de sentimiento, que fueron breves y en términos generales.

"La señora, al notar las bellas maneras, la gentileza y el talento del joven, permaneció junto a él, y experimentó en el fondo del corazón los movimientos de una pasión naciente que ella misma no sabía distinguir, pero que la hizo desear que no se alejase tan pronto. Previno su deseo Huang-sun diciendo: “Pues que he tenido la desventura de perder a mi maestro, cuya ” memoria siempre me será grata, quiero establecerme aquí en ” una habitación, donde permaneceré cien días de luto, asistiré ” después a sus funerales, y podré tener así la satisfacción de ” leer durante este tiempo las obras de aquel ilustre filósofo; ” esta lectura suplirá las lecciones de que he sido privado. — "Será un honor para nuestra casa (respondió la señora), no ” veo en ello ningún obstáculo ni inconveniente” . Hizo que le dispusieran y sirviesen una pequeña colación, durante la cual reunió sobre un elegante pupitre todas las obras de Chonang- seu, agregando a ellas el Tao-te-king que le había dado Lao-tsé, y lo ofreció a Huang-sun, que lo admitió con aquel gracioso do­naire que le era natural.

"El joven se alojó en dos cámaras al lado de la sala en que estaba el féretro, y que se comunicaba con ella, porque estaba continuamente abierta. Frecuentemente se trasladaba allí la viuda a llorar sobre el féretro del marido, y al retirarse dirigía siempre alguna palabra cortés a Huang-sun, que se hacía pre­sente para saludarla. En estos frecuentes encuentros cambia­ban sus mutuas miradas, que descubrían el estado de ambos corazones. Huang-sun estaba ya enamorado a medias de la viu­

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da y la viuda lo estaba enteramente de él, y se alegraba de hallarse en el campo y en una casa poco frecuentada, donde no podía ser muy notado el olvido de los ritos del luto. Pero como para una mujer es siempre difícil el dar los primeros pasos, apeló al recurso de llamar a su presencia al anciano siervo y dándole de beber muchas copas de vino, lo excitó, lo acarició, y poco a poco llegó hasta preguntarle si su amo estaba casado.

“ Aún no” (le contestó aquél).“— ¿Qué prendas querría él en una mujer para hacerla su

” esposa?”“ El siervo, a quien el vino había desatado la lengua, replicó:“ Le he oído decir que se creería felicísimo si encontrase

” una mujer igual a vos” .“— ¿Hablas de veras? ¿Ha dicho eso?”“— Un anciano como yo no miente, ¿podría yo engañar a

” una señora de vuestro mérito ?”“— Pues bien, tú eres el hombre a propósito para tratar

” mi matrimonio con tu amo; tus gestiones no quedarán sin pre- ” mió; háblale de mí, y si te parece que yo le agrado, asegúrale ” que me reputaré afortunada en ser suya” .

“— No es menester que acerca de eso lo tantee, pues que ” me ha manifestado él mismo francamente que tal matrimonio ” sería el complemento de sus votos. Pero añadió: Es cosa im- ” posible, porque yo era discípulo del difunto, y la gente haría ” respecto de esto grandes comentarios. — Esas son tonterías ” (replicó la viuda), tu señor no fué nunca verdadero discípulo ” de Chonang-seu; haber prometido serlo es muy distinto de ” haberlo sido. Por lo demás, viviendo en el campo y lejos del ” mundo, ninguno pensaría en nuestro matrimonio. Sobre el ” particular, si otro obstáculo se ofreciese, tú sabrás vencerlo, ” y yo recompensaré ampliamente tus servicios” .

” Para darle ánimo y ponerlo de su parte, le dió de beber otra vez abundantemente. El anciano prometió, pues, obedecer sus instrucciones, y cuando ya se iba, lo volvió a llamar la se­ñora y le dijo: “ Atiéndeme; si tu amo acepta mi oferta, ven a ” traerme la grata nueva a cualquiera hora del día o de la no- ” che: te espero con impaciencia” .

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” Luego que se hubo marchado fué extremada su inquietud; bajo varios pretextos entró muchas veces por la sala, pero en realidad por aproximarse a la cámara del joven, y favorecida por la noche se ponía a una ventana para escuchar si hablaban de lo que tanto le interesaba. Pero al pasar cerca del féretro oyó rumor y la sobrecogió el miedo. “ ¿Y qué (dijo espantada), ” daría aún señales de vida el muerto?” Va a su cámara, toma una luz, vuelve a ver de dónde había venido el ruido, y encuen­tra al viejo siervo tendido en la mesa que se había puesto de­lante del féretro para quemar los perfumes y colocar las ofren­das a ciertas horas. El anciano estaba allí durmiendo el vino que la señora le había hecho beber. Otra mujer se habría puesto furiosa al notar tanta irreverencia para con el muerto: ella no se atrevió a quejarse ni despertar al borracho, sino que se fué a acostar, aún cuando no pudo conciliar el sueño.

” A1 día siguiente encontró al siervo que se estaba paseando tranquilamente, sin pensar en darle ninguna respuesta: aquella frialdad y aquel silencio la entristecieron grandemente; llamó­le y le hizo entrar en su cámara: “ ¿Es así (le preguntó) cómo ” desempeñas el negocio de que te había encargado ?”

“— No se puede hacer nada” (respondió el anciano con sequedad).

“—¿Y por qué? ¿Has olvidado lo que te rogué que le di- ” jeras a tu amo en mi nombre, o no has sabido hacerlo valer?”

“— No he olvidado nada, y mi amo cuando se lo dije me ” pareció conmovido; encontraba ventaj osa la oferta, y buena ” la razón con que habéis disipado su escrúpulo respecto de su ” cualidad de discípulo de Chonang-seu. Ni esta reflexión lo de- ” tiene ya ; pero tengo otros tres obstáculos insuperables, me ” dijo, y no me atrevería a manifestarlos a esa joven viuda” .

“— Veamos cuáles son esos obstáculos” .“— Oídlos, tales como mi señor me los dijo: 1° ¿cómo se

” podrán celebrar fiesta y bodas teniendo delante la lúgubre "escena del féretro aún expuesto en la sala? 2r' Si el ilustre ” Chonang-seu amó tanto a su mujer, y ella experimentó hacia ” él un tierno afecto fundado en su virtud y sabiduría, tengo

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” demasiado motivo para temer que su corazón continúe siem- ” pre apasionado a su primer marido, tanto más cuanto que en ” mí hallará tan poco mérito. Finalmente, no he traído ni equi- ” paje ni dinero con que hacer los regalos nupciales ni el ban- ” quete; ni en este caso podré tampoco pedirlo prestado a na- ” die. — Estas son las dificultados que lo detienen” .

“— Obstáculos prontamente superados (repuso la señora), ” y para vencerlos no se necesita reflexionar un solo instante. ” Respecto del primer punto, ¿ qué es lo que contiene ese cata- ” falco ? Un cuerpo inanimado, del que no se puede tener miedo; ” no obstante, lo haré trasladar a un rincón de una antigua ” casa arruinada. Con esto cesa el primer obstáculo. Por lo que ” hace al segundo, ¿ creéis que mi marido era verdaderamente ” cual aparecía, hombre de rara virtud y de gran doctrina? Ya ” antes de contraer matrimonio conmigo había repudiado a la "segunda mujer: ¡buena muestra de conducta doméstica! Por ” una mal fundada fama de su doctrina, el último rey de Tson ” le envió ricos presentes y le ofreció hacerlo primer ministro; ” pero conociendo su incapacidad, y viendo que ésta se pondría ” de manifiesto en tal empleo, se fugó y vino a ocultarse en este " lugar solitario. No hace un mes que paseando un día por las "faldas del monte se encontró una joven viuda ocupada en se- ” car la superficie de la tumba de su marido, ventilándola con ” el abanico, porque no podía volver a casarse mientras aquélla ” no se hubiese secado. Chonang-seu se le acercó para charlar ” y hacer el galante, le quitó de la mano el abanico, y por com- ” placerla se puso a agitarlo él mismo, para que más pronto se ” secase la tumba. Quiso conservar en seguida el abanico como ” prenda de amistad, y lo trajo a casa; pero yo se lo arrebaté ” de la mano y lo hice pedazos. Próximo después a morir, sacó ” a cuento nuevamente esta historia, y tuvimos por ello algún ” altercado. ¿ Qué beneficios he recibido yo de él, y qué pruebas ” me ha dado de amor? Tu amo es joven, ama el estudio, y "obtendrá sin duda honor en las letras; es ya ilustre por su ” nacimiento, es como yo de sangre real; hemos nacido el uno ” para el otro, y el Cielo lo ha conducido aquí para unirnos. ” También proveeré al tercer obstáculo. ¿ Crees que haya sido

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” tan tonta que no pusiera aparte algún ahorro ? Aquí tienes ” veinte taels (onzas de oro) ; llévalos a tu señor, para que se ” haga algún traje nuevo: vé pronto, e infórmale de todo; si ” consiente, yo prepararé lo preciso para celebrar esta misma ” noche nuestro matrimonio” .

“ El siervo tomó el dinero, y marchó a referir todo el colo­quio a Huang-sun, que dió al fin el deseado asentimiento. En cuanto oyó esto la señora, dió a conocer de mil modos su rego­cijo. Abandonó instantáneamente el vestido de luto, se arregló, se adornó y acicaló, y entretanto fué trasladado por su orden el féretro a las antiguas ruinas. La sala quedó pronto desem­barazada y adornada para la ceremonia de la entrevista y de las nupcias, y se preparó un banquete, a fin de que fuese com­pleta la alegría.

“ Hacia la noche hizo adornar la señora la estancia nup­cial; iluminó la sala con gran número de antorchas; sobre la mesa del centro estaba el gran cirio nupcial; y cuando todo es­tuvo pronto, se presentó Huang-sun con un traje y un birrete, que hacían resaltar mucho la belleza de su rostro y de su persona.

“ Con un largo vestido de seda adornado de bordados finí­simos vino a reunírsele la señora: colocado uno junto a otro delante del cirio nupcial formaban una bellísima pareja; el uno realzaba la hermosura del otro, así como las piedras y las per­las aumentan la belleza de un paño de oro, y aparecen en él más bellas todavía.

“ Después de las reverencias prescritas en tal ceremonia, y de hechos los augurios de toda felicidad en su matrimonio, se agarraron de la mano y pasaron a la habitación interior: allí cumplieron el solemne rito de beber entrambos uno después de otro en la copa de la alianza, y en seguida se sentaron a la mesa. Concluido el banquete y ya próximos a acostarse, fué acome­tido de repente el esposo de fuertísimas convulsiones; se le desfiguró el rostro, los ojos se le desencajaron; hacía con la boca contorsiones horribles; y al tratar de subir a la cama, cayó al suelo. Tendido cuan largo era, con las manos se frotaba el pecho, gritando con toda su fuerza que se moría de dolores. Perdidamente enamorada la señora del nuevo esposo, olvida

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toda consideración, pide socorro, y se arroja toda angustiada sobre Huang-sun, lo estrecha entre sus brazos, le da fricciones en el pecho donde era mayor la violencia del dolor, y le pregunta de qué naturaleza es su mal; pero Huang-sun no puede respon­derle, y parece próximo a expirar. Llega en tanto el anciano siervo, que lo toma en brazos y lo sacude: “ ¿Ha experimentado ” otras veces semejantes insultos?” (le preguntó la señora).

“— Ya varias veces ha sido atacado de iguales dolores (con- ” testó el siervo), y está sujeto a ellos hace algunos años: un ” solo remedio hay que lo pueda curar” .

“— ¿Y cuál?”“— El médico de la familia real encontró un secreto infa-

” lible: es menester tomar los sesos de un hombre acabado de ” matar, y hacérselos beber en vino caliente, con lo cual le cesan ” las convulsiones y queda sano. La primera vez que le acome- ” tió el acceso, el rey, su pariente, mandó ejecutar a un reo de ” muerte, y apenas bebió sus sesos se restableció. Pero ¡ ay de ” mí! ¿dónde encontraré ahora ese remedio?”

“— ¿No serían igualmente provechosos los sesos de un hom- ” bre muerto de muerte natural?”

“— El médico en efecto (repuso el siervo), nos advirtió que ” nos sirviéramos en caso de necesidad hasta de los sesos de un ” muerto cualquiera, con tal que no hubiesen transcurrido eua- ” renta y nueve días desde su muerte, pues no estando secos ” mí! ¿dónde encontraré ahora ese remedio?”

“— Apenas hace veinte días que ha muerto mi marido, y ” pronto se abre la caja y se extrae el remedio” .

“— También había yo pensado en él (dijo el siervo); pero ” no me atreví a proponerlo, temiendo que sólo el pensamiento ” os hiciera horrorizar” .

“— ¿Y por qué? ¿No es ahora Huang-sun mi marido? Si ” fuese necesaria mi sangre para curarlo, la daría toda volun­tariam ente; ¿y tendría consideraciones con un cadáver que ” pronto será polvo ?”

Deja en el acto a Huang-sun entre los brazos del anciano doméstico; coge en una mano el hacha de cortar leña, en la otra una linterna; corre precipitada hacia el caserón en donde esta­ba el féretro, se levanta las largas mangas, toma el hacha a dos

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manos, la alza, y con toda su fuerza descarga un gran golpe sobre la tapa de la caja, y la divide en dos pedazos. La fuerza de una mujer no habría bastado a despedazar las tablas; pero Chonang-seu, por exceso de precaución y de amor a la vida, ha­bía ordenado que las planchas de su caja fuesen muy sutiles. Por eso al primer golpe rompió las tablas, y otros pocos bas­taron para levantar la tapa. Mientras fatigada la señora con el extraordinario ejercicio recobraba aliento, oyó un profundo suspiro, y mirando hacia el féretro vió moverse a su primer marido, levantarse y sentarse. La admiración y el súbito es­panto de que fue sobrecogida, le hicieron lanzar un gran grito; temblábanle las rodillas, y en aquella turbación se le cayó de la mano el hacha sin que lo notara. “ Esposa amada (le dijo ’ Chonang-seu), ayúdame a levantar” . Luego que salió del fére­tro, tomó la linterna y se fué hacia la habitación. La señora lo seguía, pero con paso incierto, y sudando a gruesas gotas, por­que pensaba que se había dejado allí al joven Huang-sun y al siervo, y que éstos serían los primeros objetos que se ofrecerían a la vista del marido. Al entrar en la cámara la vió sí prepa­rada para fiesta, pero ya no estaban en ella Huang-sun ni el siervo. Recobró entonces valor, y pensó cómo salir de tan fea intriga; y dirigiendo una tierna mirada a Chonang-seu: “Tu "esclava (le dijo), después de tu muerte, pensaba en ti noche ” y día, cuando habiendo oído un rumor confuso que procedía ” del féretro, y recordando la historia de ciertos muertos resu- ” citados, concibió la esperanza de que tú también hubieses ” vuelto a la vida, y corrió presurosa a abrirte. Mis esperanzas ” no fueron burladas; gracias doy al Cielo por ello; he reco- ” brado un marido queridísimo, cuya amarga pérdida lloraba” .

“Te agradezco tanto amor (dijo Chonang-seu) ; debo no "obstante preguntarte una cosa: ¿por qué estás en traje ele- ” gante de brocado y no vestida de luto?”

Pronta fué la respuesta: “ Como iba a abrir el féretro con ” un secreto presentimiento de mi felicidad, no debía ir a reci- ” bir tanta alegría con vestido lúgubre, ni acoger cubierta de ” luto tu vuelta a la vida” .

“— Está bien (dijo Chonang-seu) ; ¿y por qué mi féretro ” no estaba en la sala, como debía, sino en aquellas viejas rui-

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” nas?” A esta pregunta quedó la mujer confusa, y no supo qué responder. Dirigiendo la vista en seguida Chonang,seu a la mesa, y viendo todos los demás signos de alegría, los contempló con atención, y sentándose después a beber del vino caliente, bebió muchas copas sin decir palabra, en tanto que la señora mostraba la mayor confusión. Después tomó papel y pluma, y escribió estos versos:

Tu conducta, oh infiel esposa, fué de implacable enemigo.Me hablas ahora de tu ternura, pero no me conmueves:Si me conformase a vivir contigo como debe hacer un buen marido con

[su mujer,¿No debería temer que vinieses a abrirme la cabeza de un hachazo?

Luego dijo Chonang-seu a su mujer: “ Mira aquellos dos ” hombres que están detrás de ti” , y se los señalaba. Volvióse ella y vió a Huang-sun y al anciano siervo que estaban para entrar en la casa, por lo que de nuevo se espantó; pero habiendo mirado otra vez detrás de sí, notó que habían desaparecido.

La desventurada, reducida al fin a la desesperación por ver descubiertas sus intrigas, y no pudiendo sufrir tanta ver­güenza, se retiró a un lugar apartado, y con su propio cinturón se colgó de un madero. Este es el fin deplorable que tiene ge­neralmente todo el que se abandona a una pasión vergonzosa. Aquella mujer quedó bien muerta, sin esperanza de que vol­viese a la vida.

Habiéndola encontrado en tal estado Chonang-seu, la des­colgó, y sin tantas ceremonias la acomodó lo mejor que pudo en el féretro, cerrándolo después. Apoyado luego en un lado de aquél, entonó una canción, y armó un ridículo concierto hacien­do el son sobre los jarros, los platos y la demás vajilla que había servido para el banquete de boda. En seguida prorrumpió en carcajadas de risa, y dando golpes a derecha e izquierda sobre la vajilla, hízola pedazos. No contento con esto, puso fuego a la casa, que estaba cubierta sólo de paja, y que sirvió de pira a la desventurada Tian, de la que no quedó ni reliquia: sólo se salvó el Tao-te-king, que los vecinos recogieron y conservaron.

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Esculpido en la roca de la montaña, este gigantesco Buda, que data del año 480 a. de J. C., es una prueba evidente de la fe que animaba a los antiguos soberanos del Imperio Chino. <R e p r o d u c c ió n fo to g r á f ic a a c tu a l).

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Chonang-seu se dedicó de nuevo a viajar, resuelto a no ca­sarse otra vez: y en sus viajes encontró a su maestro Lao-tsé, al cual acompañó por todo el resto de su vida, llegando a ser un famoso filósofo.

El budismo, la última de las tres doctrinas, que integran el San-Kiao, hace su entrada oficial en el Antiguo Imperio, en el año 61 antes de J. C.

Ming-ti, emperador de la dinastía de Han Oriental, es el soberano chino, a quien se debe la oficialización de la doctrina de Buda, como ya vimos en la IV parte de este complemento.

Desde luego que la prédica de Sakyamuni Buda, había ya en esa época, traspasado las fronteras del Indostán, para llegar hasta los centros de cultura del Imperio, a través de los desfi­laderos del Himalaya, constantemente transitados por los mer­caderes y traficantes chinos, que mantenían un constante co­mercio con los países del Sur.

Los filósofos de la corte de Ming-ti, imbuidos seguramente en las ideas religiosas de la nueva fe, fueron los que convencie­ron al emperador, para enviar a Khotan una delegación de diez y ocho filósofos para traer a China, los libros dogmáticos del budismo.

El éxito coronó esta empresa intelectual, y a los dos años de su partida, regresaron a Lo-yang, los emisarios chinos, acom­pañados del sacerdote hindú Kashiapmadanga, portador de los verdaderos libros y de las imágenes litúrgicas.

Edificaron el primer templo en la misma capital del im­perio, y comenzaron la traducción al chino de los libros traídos de la India.

La nueva religión encontró de inmediato la oposición de los confucionistas y de los taoistas, los cuales repudiaban a los predicadores budistas, acusando de extranjerismo a las ideas propagadas, y combatiendo las mismas en todos los terrenos, tanto políticos como económicos.

Otro sacerdote hindú, Kobharana, hizo su entrada en Lo- yang, conjuntamente con un grupo de peregrinos chinos que habían regresado de los lugares sagrados de la India.

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A fines del siglo II de nuestra era, los centros budistas traducen al chino el libro Loto de la Buena Ley, y completan la traducción de los Tantras, en los cuales se detallan todos los procedimientos litúrgicos oficiales según la usanza de los tem­plos de la India.

Las bondades y la suavidad que emanan de las palabras de Sakyamuni Buda, conquistan rápidamente adeptos, y en un pueblo completamente sojuzgado, por conveniencias sociales que tienen su punto de partida en varios milenios anteriores, esta filosofía religiosa, abre nuevos senderos de luz y de esperanza, al dignificar la condición humana, envilecida y anulada, en es­pecial en las clases pobres que formaban la gran mayoría de la población del Imperio.

En el año 381, el emperador construye en su palacio una pagoda dedicada a la práctica del budismo, y se rodea de monjes y sacerdotes de esa fe.

La difusión de las ideas de Buda, tuvieron a partir de esa fecha la asquicencia imperial.

Fa-Hsien, sacerdote budista, inicia en el año 399 su expe­dición a los templos allende el Himalaya, para conseguir mate­riales a efecto de depurar las traducciones al chino, que ado­lecían de defectos, que desvirtuaban la verdadera esencia reli­giosa del budismo.

Con la caída de la dinastía de Tsin, al dividirse el imperio en dos partes, sufre el budismo un transitorio eclipse, pues los emperadores del Sur y del Norte, son adversos a la nueva reli­gión, y prefieren el viejo confucionismo, que protege sus inte­reses, sin levantar el espíritu de la plebe, dominada por la fuerza de sus guerreros y caudillos.

Sin embargo, la fe de sus adeptos, que día a día iban cre­ciendo no sólo en forma cuantitativa, sino también cualitativa, obligó a una mayor liberalidad en cuanto a las medidas res­trictivas, que se habían dictado contra la propagación de estas ideas religiosas.

En el Imperio del Sur, se levantaron completamente las prohibiciones, y nuevos templos se erigieron en honor de Buda.

Mientras tanto la pureza de los primeros tiempos se había visto suplantada por las corruptelas propias de la época, y los

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emperadores tuvieron que tomar severas medidas en defensa de los feligreses.

Parecía como si el budismo, siguiera el mismo camino de descomposición que las doctrinas de Lao-tsé.

Pero en el año 525, llega de la India, el sacerdote Bodhi- darmo, llamado por los chinos Ta-mo, o el “Buda blanco” , emi­grado de su país, por propia voluntad, debido a la decadencia de las ideas budistas.

Hombre dotado de una fe rayana en la idolatría, condujo a China, el sagrado cuenco del patriarcado budista, y con este hecho, obtiene el Imperio, la máxima autoridad eclesiástica en la religión budista.

Conjuntamente con los máximos emblemas religiosos, in­trodujo Ta-mo, la primera planta de té que enriqueció la flora indígena.

Este hecho es cantado por los poetas, los cuales asignan al sacerdote hindú, condiciones sobrenaturales.

Con la nueva traducción del Mahayana, cobra nuevos im­pulsos la religión, y la prédica se ve compensada con la con­quista de numerosos adeptos, que ven en Bodhidarmo, al ver­dadero continuador de Buda.

Su vida ascética, reñida con todo contacto social, y su va- lorosa campaña en favor de las clases humildes, a las cuales convierte con su palabra vivaz y con su ejemplo, le han creado dentro de la historia religiosa del budismo, un lugar preemi­nente comparado al de Mencius con relación al taoismo.

El budismo que de la India, quiso conquistar la China, en­contróse a los pocos siglos de su entrada en el milenario país, completamente transformado, lo cual hizo decir a un historia­dor del siglo pasado que “ la China no se hizo budista, sino que el budismo se hizo chino” .

Los emperadores subsiguientes fueron todos tolerantes con el budismo, salvo algunas excepciones debidas a intrigas pa­laciegas.

Se presenta entonces, para China, un cuadro poco común, hay emperadores que cansados de la vida palaciega, se inician en los secretos de los templos, y profesan la religión encerrados en los conventos, como simples monjes.

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Bajo el reinado de Tai-Tsung, emperador liberal si los hu­bo en materia religiosa, el sacerdote Hiuen-tsang, traduce al chino las 637 obras de filosofía budista, que había traído de la India, donde había permanecido dos décadas estudiando los libros y ritos de los sacerdotes indostánicos.

La religión adquiere en los últitmos años de dominación de la casa Tang, un boato nunca visto desde entonces; las re­liquias de Buda, son traídas desde la India, a la corte, y se dispensan honores oficiales a un hueso del Maestro, lo cual dá lugar a costosísimas fiestas imperiales, que hallan en Han-Yu un crítico eficaz y contundente.

Durante el período denominado de las “cinco dinastías” , algunos emperadores adeptos al taoismo, inician una persecu­ción despiadada contra el budismo, cerrando sus templos y con­ventos, y confinando a sus predicadores.

Pero este temperamento, lejos de anular a la religión, que ya era una de las más importantes del imperio, le da nuevos bríos, y los valores depurados de sus propagadores, no sólo in­sisten en su prédica, sino que conquistan nuevos adeptos entre las clases pudientes de la población.

Cuando agoniza la dinastía Sung, y los mongoles, suplantan a los emperadores autóctonos, el budismo es la religión más importante del imperio, contando entre sus adeptos a casi la sexta parte de la población china.

La rápida y ascendente conquista de los espíritus religio­sos, por los monjes budistas, no sólo influyeron en la vida re­ligiosa, modificando un panorama espiritual, sino que llevaron un aporte valiosísimo a todas las otras manifestaciones de la vida cultural del imperio.

La literatura y las artes plásticas y pictóricas, sufrieron una transformación radical, pudiendo aseverarse que en la his­toria crítica del arte chino del antiguo imperio, tal influencia, indica de por sí, una división natural y su trayectoria poste­rior tiene incalculables valores éticos, para la configuración posterior del alma china en su faz espiritual.

El budismo chino, pertenece a la primera división, prove­niente del cisma religioso de Kanishka, producido en el siglo I de nuestra era.

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Si bien el Mahayana o Vehículo Mayor (primera división del cisma) no tiene el carácter místico y esotérico de la segun­da división Hinaycma o Vehículo Menor, en cambio goza de una mayor comprensión para la mayoría de los feligreses, los cua­les estaban gravitados con los sedimentos del confucionismo y del taoismo.

Los misioneros budistas chinos de la antigüedad, fueron los portadores a los países vecinos, de todo el contenido cultu­ral de esta civilización milenaria, y la propagación de las doc­trinas de Sakyamuni, modificaron la condición poco civilizada, por no decir bárbara, de la mayoría de los pueblos asiáticos.

El contenido filosófico de esta religión, no lo tratamos, por corresponder a la historia de la India, en donde se estudian y se analizan toda la filsofía y la mística de las doctrinas bu­distas.

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N O T A S

(!) Chavannes, Les Mémoires historiques de Sema Ts’ien (París, 1895, tomo I, pág. 25).

(2) Los escritores que se citan a continuación dan fechas algo dife­rentes para este período. Mayers, en su The Chínese Reader’s Manual, pág. 366, da 2852-2738 antes de J. C.; Giles, en A Chínese Biographical Dictionary, pág. 233, señala 2953-2838 antes de nuestra era; y Arendt en su Synchronistische Regententabellen, etc., en las Mitteilungen des Semi- nars für Orientalische Sprachen, indica 2852-2738, asimismo antes de J. C. Es particularmente recomendable, en cuanto a la cronología, la obra que se cita en último lugar, la cual es fruto de especiales y escrupulosas in­vestigaciones sobre la materia.

(3) Chavannes, obra citada, pág. 3.(4) La sculpture sur pierre en Chine au temps des deux dynasties

Han; París, 1893.(6) “ Sacos de carbón” es el nombre que dan los ingleses a los espacios

de la Vía láctea en que no se ven estrellas. — (N. de R.).(8) Bretschnéider, Botanicon Sinicum, en el Journal of the China

Braneh of the Royal Asiatic Society, 1881, pág. 28.(7) Les mémoires historiques, tomo I, pág. 31, nota 3.(s) Western Origin of the Early Chínese Civilization; Londres, 1894.(9) Chavannes, tomo I, pág. 93, nota 3.(10) China, tomo I, pág. 48, nota.(u ) Me refiero a los resultados arqueológicos de las famosas excur­

siones de los doctores von Hedin y Stein.(12) M. A. Stein, Preliminary Report on a Joumey in Chínese Tur-

kestan, pág. 51; Londres, 1901.(13) Hirth, China and the Román Orient, pág. 41.(14) Tomo III de The Chínese Classics: with a Translation, Critical

and Exegetieal Notes. Prolegomena and Copious Indexes, por el Dr. James Legge, de la Sociedad de Misiones de Londres, en siete tomos, Hong-Kong, 1861-1872. De estos siete tomos sólo se publicaron cinco, pero como el III, el IV y el V han sido publicados en dos partes cada uno, la serie contiene en realidad ocho tomos completos. Los tomos, tal como se planearon, con­tienen lo siguiente: el I, Los fragmentos de Confucio (Lun-yü), La gran enseñanza (Ta-hio) y La doctrina del Medio (Chung-yung); el II, Men- cius; el tomo III, El Shoo Ring (Shu King); el IV, El She King (Shi- King), y el V, El Ch’un Ts’ew (Ch’un-ts’iu) con el Tso Chuen (Tso- chuan). Al citar las traducciones y las notas de Legge, me refiero, en consecuencia, a la edición original y me abstengo de repetir los títulos completos de los siete volúmenes, nombrando el clásico según mi propia

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pronunciación, por ejemplo “Shi-King, edición Legge, página 123” . Hay que advertir que la segunda edición de dichas obras publicóse en 1893 y que en ella la numeración de las páginas puede diferir de aquellas a que yo me he referido en mis citas. Para las noticias bibliográficas sobre obras de los clásicos chinos, véase Bordier, Bibliotheca Sínica, segunda edición; París, 1906, páginas 1364 y siguientes.

(1B) Shu-king, pág. 15.(16) Shu-king, ed. Legge, pág. 24.(17) China, tomo I, pág. 279.(1S) Obra citada, pág. 286.( 1 9 ) “ Hasta el cielo salpicó la humeante espuma” . — (N. de R.).(20) Shu-king, Prolegómenos, pág. 59.(21) Mémoire sur le chapitre Yu-kong du Chou-king, etc., en el Jour­

nal Asiatique, 3 ̂ serie, tomo XIV, pág. 160.(22) China Rewiew, tomo XVIII, página 266.(23) Para el texto chino, traducción y comentarios, véase Legge, Shu-

king, páginas 162 y siguientes.( 2 4 ) Véase los Prolegómenos del Shu-king, de Legge, pág. 105 y sig.,

donde el texto está reproducido con una introducción, una traducción es­merada y notas críticas. Consúltense también Les Mémoires historiques de Eduardo Chavannes, tomo I, Introducción, pág. clxxxviii, y especial­mente el tomo V, págs. 446-479, apéndice I, donde puede verse la más ex­tensa monografía de los méritos arqueológicos de la obra y de la historia de su descubrimiento. Ed. Biot publicó una traducción francesa con notas y una introducción en el Journal Asiatique, 3 ̂ serie, tomo XII, páginas 537-578, y tomo XIII, págs. 381-431.

(25) Chavannes, obra citada, tomo I, Introducción, pág. CXCI.( 2«) Los detalles de los dos sistemas de cronología figuran juntos en

las Synchronistische Regententabellen, de Arendt.I27) Shu-king, Prolegómenos, página 139 y siguientes.(28) Les Mémoires historiques, tomo I, Introducción, pág. CXL.(29) Shi-ki, cap. III, pág. 10. Consúltese Chavannes, obra citada, to­

mo I, pág. 199.(30) Shu-king, págs. 269 y siguientes.(31) El li es una medida de longitud que equivale a 360 metros, apro­

ximadamente.i82) Según la cronología de los libros de Bambú, este castigo lo in­

ventó Chóu-sin cinco años antes de hacer cautiva a Ta-ki.(33) Su . rival, por lo que respecta a antigüedad, es quizá el brevísimo

texto conocido con el nombre de Yü-tzi, “ El filósofo Yü” , ciue se atribuye con poca certeza a Yü-hiung, el preceptor de Won-wang. Wylie, Notes on Chínese Literature, página 125.

(34) Legge, pág. 281.(35) Les Mémoires historiques, tomo I, página 235, nota 1: y tomo V,

página 457.(36) Ts’ién-han-shu, capítulo 94 B, página 6.(S7) Legge, Ch’un-ts’iu, página 126.(38) Mencius, edición Legge, pág. 31.(89) Mencius, edición Legge, pág. 52.( 4° ) Legge, obra citada, pág. 301.(41) Legge, Shu-king, Prolegómenos, pág. 144.(42) La dinastía manchú a que se refiere el autor de esta obra (es­

crita en 1907) fué destronada en 1912, estableciéndose entonces en China el gobierno republicano. — (N. de R.)

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(43) Consúltese Frank H. Chalfant, Early Chínese Writing, reprinted from Memoirs of the Carnegie Museum (Pittsburg), tomo IV, núm. 1, septiembre 1906.

(44) Shi-wu-k’i-yüan, cap. IV, pág. 3.(45) Shu-king, Prolegómenos, pág. 193 y siguientes.(4S) China und Babylon, en el Beilage zur Allgemeinen Zeitung, 25

de julio, 1903.(47) Consúltese G. Oppert en la Zeitschrift fvr Ethnologie; 1903,

pág. 213.(48) Legge, págs. 280 y 283.(49) Consúltese S. W. Bushell, The Early History of Tibet en el

Journal of the Roy al Asiatic Society, 1881; pág. 439.(50) Ch'un-ts’iu, pág. 283.( 61) Chavannes, obra citada, tomo I, pág. 67 y en otros lugares.( 52) Journal Asiatique, 1896, pág. 533.(53) China Review, tomo II, págs. 293 y siguientes. Ver también a

E. Haenisch, Die Tafel des Yü, en las Mitteilungen des Seminars für orientalische Sprachen, tomo VIII, 1905, pág. 293. Mr. Haenisch cree que la tablilla no es una falsificación, sino un monumento antiguo, que no tiene nada que ver con Yü.

(54) T’ang-shu, cap. ccxxi, B, pág. 18.(55) Legge, pág. 238.(5e) Legge, pág. 475.(57) Legge, pág. 351 y siguientes.(5S) Legge, pág. 233 y siguientes.(59) Legge, pág. 376 y siguientes.(60) Le Tcheou-li, ou rites des Tcheou, dos tomos, París, 1851.(61) Esto ha sido así durante los últimos tres mil años, y sólo desde

hace muy poco tiempo y en virtud de la presión de negociaciones con las potencias extranjeras, se ha asignado al presidente de un Consejo recien­temente creado, el Wai-wu-pu o “ Consejo de Asuntos Exteriores” , un rango sobre todos los presidentes de los demás consejos. La creación de un séptimo consejo en adición a los otros seis, que tenían el prestigio del tiempo, hubiera sido imposible en la conservadora China antes de la era de las reformas iniciadas por el emperador Kuang-su en 1898, y fué im­puesta a los conservadores recalcitrantes bajo la presión extranjera des­pués de los disturbios de 1900. Este cambio de categoría fué notificado al país en un edicto imperial fechado el 24 de julio de 1901.

( 6 2 ) Nótese que las primeras sílabas de Ut-pu y IP-pu marcadas con números se pronuncian de diverso modo en las dos palabras y se escriben en chino con distintos caracteres.

(63) Shu-king, pág. 535 y siguientes.(e4) Han-fei-tz'i, capítulo II, pág. 4.(®5) Este es el mismo nombre por el que eran conocidos muchos si­

glos después los Nü-chon, Yuch'i o tártaros Djurdjen, antepasados tun­gusos de los manchúes; pero que en este caso probablemente representa una tribu bárbara desconocida instalada cerca del territorio chino men­cionado en el Shu-king (Legge, pág. 12, párrafo 56).

(ss) Legge, obra citada, pág. 537.(ST) San-kuo-chi, Shu, capítulo V III, pág. 4 B.(sa) Capítulo xviii, pág. 4.(ss) Nan-tsT-shu, capítulo lh, pág. 15.(T0) Capítulo c x l i x , pág. 15.

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(71) Journal of the China Branch, Boyal Asiatic Society, N. S., tomo XI, pág. 138.

(72) Citado en el Ko-chi-king-yüan, capítulo XLIX, pág. 12 B.(73) Mong-k’i-pi-t’an, capítulo xxrv, pág. 7 B.( 74) Obra del siglo xvm después de J. C. citada en el Ko-chi-king-

yüan, capítulo xxix, pág. 25.(76) Tsung-mu, capítulo cxli, págs. 15 y siguientes.(7e) Legge, pág. 509.(77) Legge, Shu-king, pág. 141.(78) Legge. pág. 160.(79) Legge, pág. 26.(8°) Legge, Shu-king, Prolegómenos, pág. 150 y siguientes.(si) Véase la nota 31.(82) Notes on Chínese Literature, pág. 153.(83) Legge, pág. 127.i 84) De Mayers, The Chínese Reader’s Manual, pág. 178. Consúltese

pág. 108.(85) Hirth, C h in a a n d th e R o m á n O r ie n t , págs. 68 y 291.(86) Cap. CXLII, pág. 4.(87) China Review, vol. xvii, págs. 223 y 247.(88) Origin of Early Chínese Civilization, pág. 265 y siguientes.(88) Mu-wang und die Konigin von Saba, en las Mitteilungen des

Seminare für Orientalische Sprachen, de Berlín, año VII, 1904.(so) Legge, Shu-king, Prolegómenos, pág. 115.(91) Les Mémoires historiques, tomo V, págs. 480-489.( 9 2 ) Consúltese el trabajo del profesor H. Giles: Who was Si Wang

Mu? en su Adversaria Sínica, núm. 1. Shangae, 1905, pág. 1, y también en las notas de Ed. Huber sobre la obra de Forke en el Bulletin de l’Ecole Frangaise d’Extréme Orient, tomo IV, págs. 1127-1131. Huber (pág. 1128) llama justamente la atención sobre el relato de los Libros de Bambú acerca de la visita de Si-wang-mu a la corte china “ en el mismo año” , lo que implicaría el hecho de que la reina de Saba fué una viajera asiática tan atrevida como su amigo Mu-wang. Huber puntualiza que la teoría de la reina de Saba fué concebida por Paravey en 1853, aunque rechazada por Burnouf y por Humboldt.

(93) De Maílla, Histoire genérale de la Chine, tomo II, págs. 11 y siguientes.

( 9 4 ) Su nombre I4 difiere, en el sonido, del de su hijo I2 (párrafo V I).(95) Geschichte der chinesischen Litteratur, Léipzig, 1902, pág. 118.(96) El acre es una medida superficial inglesa, equivalente a 40,47

áreas.(97) Consúltese a Giles: A Chínese Biographical Dictionary, pág. 943,

número 2.485.í98) Legge, página 281.( " ) Legge, pág. 261 y siguientes.(10°) Legge, pág. 555.(íoi) véase T’oung pao, volumen VII, pág. 487 y siguientes.(102) Journal Asiatique, cuarta serie, vol. II, 1843, págs. 307 y si­

guientes, 340 y siguientes.(103) Shi-king, Prolegómenos, págs. 142-171.(1 0 4 ) El codo de Chóu era aproximadamente de 20 centímetros.(10B) Shi-ki, cap. ex. Compárese con Parker, The Turco-Seythian

Tribes, en China Review, tomo XX, pág. 1 y siguientes.

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(106) Consúltese a Chavannes, Mémoires historiques, vol. I, pág. 281, y también a Giles, A Chínese Biographical Dictionary, pág. 619, que re­presenta a Yu-wang como “ rey de Yu” en el moderno Chi-li, aunque ignoro con qué autoridad.

(10T) Journal of the China Branch of the Royal Asiatic Society, New Series, N? 8, págs. 133-159.

(ios) Véanse Mémoires historiques, tomo V, pág. 488 y siguientes, (ios) Legge, pág. 320.(no) Arendt, Syncronistische Regententabellen, pág. 196.(n i) Mémoires eoncemant les chinois, tomo I I ; París, 1777, págs.

99 y siguientes.( ii2) Esta ciudad, conocida también por el nombre de Lo-yang, la

actual Ho-nan-fu, fué también la capital de la dinastía oriental de Han.(no) Shu-king, pág. 613, en una apostilla cuya substancia reprodú­

cese más arriba.(m ) Ch’un-ts’iu, Prolegómenos, pág. 28.(no) Legge, pág. 157.(no) Geschichte der ehinesischen Litteratur, págs. 68 y siguientes, fu ') Numerosos argumentos apoyan esta hipótesis. El hallazgo y el

desciframiento de las antiguas inscripciones de piedras turcas halladas en las orillas del Orchón, y de la inscripción del Tonyukuk, hallada cerca de Urga, no dejan la menor duda de que la lengua en que están escritas es la turca. No cabe, además, duda alguna en que, cualesquiera que fue­sen las dos naciones aliadas, los Tük y los Sir-Tardush, una parte de cuya historia se narra en aquellas inscripciones, son las mismas que las llamadas T’u-küé y Sié yen-t’o, respectivamente, en las crónicas chinas, y de las cuales se ha demostrado que eran ramas de los antiguos Hiung-nu. Igualmente dicen las crónicas chinas que la nación descrita por los chinos con el nombre de Kau-kü, que es la misma que los uigures, una de las principales representantes del tronco turco durante la Edad media, con­sidera a los Hiung-nu como sus antepasados. Dícese también que hablan el mismo lenguaje de sus antecesores, aunque con leves diferencias origi­nadas por el transcurso de los siglos. Esto explica por qué muchas de las palabras de los Hiung-nu, de que se ha conservado el sonido aproximado, y su significación en las crónicas chinas contemporáneas son fácilmente comprensibles por las palabras correspondientes del vocabulario uigúrico o por las de sus representantes modernos los dialectos turki, yagatai o teléutico. La única conclusión que podemos sacar de estas consideraciones es la de que los Hiung-nu o hunos eran realmente turcos en sentido de raza, cualesquiera que fuesen los otros pueblos, ora mongoles, ora tun­gusos, que se vieron obligados a juntar sus armas con ellos y formaron parte de los Hiung o hunos como unión política. La identidad de los hunos de Europa y de los Hiung-nu de los historiadores chinos, negada por Rémusat y Ritter, ha sido demostrada en mi trabajo Ueber Wolga- Hunnen und Hiung-nu (Sitzungsberichte der philos.-philol. Classe der k. bayer. Akademie d. Wissensch). 1899, tomo II, fascículo 2?, Munich, 1900.

(lis) Hirth, Sinologische Beitrage zur Geschichte der Tüurkvblker: I. Die Ahnentafel Attila’s nach Johannes von Thuroez en el Bidletin of the Imperial Academy of St. Petersburg, 5? serie, tomo XIII, No 2 (Sep­tiembre, 1900).

(119) Legge, pág. 28.(izo) Legge, pág. 424.(121) Chavannes, Mémoires Historiques, tomo I, pág. 250.(122) Legge, Ch’un-ts’iu, pág. 86.(1 2 3 ) Véase Giles, The Family Ñames, en Journ. of the China Branch

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4 9 4 G. ONCKEN Y F. HIRTH

of the Royal Asiatic Society, New Series, tomo XXI, 1886, pág. 265, núm. 121.

(124) Legge, Ch’un-ts’iu, Prolegómenos, pág. 109 y siguientes; y Sh'i- Ki, capítulo xiv; Chavannes,, tomo III, pág. 35 y siguientes.

(125) Capítulo XL, págs. 3 B y 5 A.(1 2 6) Tomo IV, pág. 344.(127) Chavannes, obra citada.(12S) Chavannes, pág. 337 y siguientes.(1 2 9) Wylie, Notes on Chínese Literature, pág. 125.(13°) Consúltese D’Hervey de Saint-Denys, Ethnographie des peuples

étrangers á la Chine, tomo II, págs. 106-121.(131) Consúltese D’Hervey de Saint-Denys, obra citada, págs. 1-45.(132) Consúltese a Hirth, Chinesische Ansichten über Bronze-trom-

meln. Léipzig (Otón Harrassovitz), 1904, y las diversas obras y revistas, que tratan de ellos, de Meyer y Foi, Heger, De Groot, etcétera.

(133) Sitzgb. d. Kgl. Preuss. Akad. d. Wissensch; 1892, tomo I, pág. 127 y siguientes.

(134) A Chínese Biographical Dictionary, pág. 382.( 135) G eschichte der chinesischen L it+eratur, p ág . 113.( 1.3 6 ) Véanse mis Notes on the Early History of the Salt ifonopoly

in China, en el Journal of the China Branch of the Royal Asiatic Society, New Series, volumen XXII, pág. 55 y siguientes.

( 1 3 7 ) Véase China Review, tomo I, pág. 370 y siguientes.(13S) Consúltese a Von der Gábelentz, obra cit., pág. 142.(139) Escrito incorrectamente Ts’in en la China Review.(14°) Hay que hacer notar que él relato del doctor Legge omite aquí

al segundo de los “ Cinco caudillos” , el duque Siang de Sung. Huan y Won, escogidos como los “ dos héroes” de su conferencia, pueden ser, sin embargo, los caracteres típicos del período.

(141) Al reproducir este relato de la conferencia de Legge, tomado de la China Review, me he visto obligado a corregir muchas erratas de imprenta. También he cambiado la ortografía de nombres chinos para que estén conformes con la adoptada en esta obra. Téngase en cuenta que las fechas de Legge se han adelantado un año para que correspon­diesen con la cronología de la historia occidental.

(142) Reproducido del Tso-chuan, traducido por Legge, Ch’un-ts’iu, pág. 293.

(143) The Chínese Classics, tomo I, Prolegómenos, pág. 57.(144) Legge, pág. 193.(14¡>) Watters, A Guide to the Tabiete in a Temple of Confucius, Shan-

gae, 1879, pág. 36.(146) Shu-king, ed. Legge, pág. 121.(147) Consúltese a Hirth, Chinesische Anichten über Bronzetrommel,

págs. 18 y siguientes.(145) Desde hace pocos años se la llama Ki-tu-kiau, “ Religión de

Cristo” .( 4 4 9) The Remains of Lao-tzu, en China Review, volumen XIV.(1B0) Confucius und seine Lehre, Léipzig (J. A. Brockhaus), pág. 4,

y la traducción inglesa en la China Review, tomo XVII, pág. 63.(161) Confucian Analects, ed. Legge, pág. 131.(152) The Chínese Classics, tomo I, Prolegómenos, pág. 87.( 1 5 3 ) Geschichte der chinesischen Literatur, pág. 41.(154) The Chínese Classics, tomo I, Prolegómenos, págs. 89 y si­

guientes.

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 4 9 5

(165) Esta frase se halla en un edicto de la emperatriz viuda (2 de octubre de 1901) al referirse al período de disturbios por que pasó la corte imperial después de su destierro a la capital occidental Si-an-fu, y es una de esas significativas alusiones históricos en virtud de la cual, con muy pocas palabras, se abre una vasta perspectiva de ideas al lector versado en la literatura histórica y clásica, aunque raras veces es obser­vada por intérpretes que no trabajan sino con la ayuda de un secretario indígena, que puede o no llamar su atención sobre ella.

(156) Véase Herbert A. Giles, Note on Four Chínese Voluntes sent for Identification (Cambridge, octubre 7, 1901), de la cual se han sacado las notas que se dan más arriba. Véase también el primoroso ensayo de Wylie, Notes on Chínese Literature, págs. 20 y siguientes.

(157) Les Mémoires historiques, tomo V, págs. 1 y siguientes.(158) Chavannes, obra citada, tomo V, pág. 13. Su hijo Chau Sho y

su hijo postumo Chau Wu sirvieron de asunto al drama romántico de época mongola traducido por St. Julien con el título de L’orphelin de la Chine (Syntaxe nouvelle, etc., tomo II, págs. 309 y siguientes).

(íes) Chavannes, obra citada, págs. 32, 51.(16°) Lugar citado, pág. 8.(161) Otro autor posterior dice que era “un vaso para beber, barni­

zado o cubierto de laca” .(i8 2 ) Obra citada, pág. 50.(1.63) Tito Livio, XXIII, capítulo xxrv, párrafos 11-13, edición Wéis-

senborn.(3.64) Traducción por Spillan y Edmonds, tomo II, pág. 180.(íes) Die Deutschen und die Nachbarstdmme, Munich, 1837, pág. 244.(lee) Chavannes, obra citada, páginas 70-84. Todas las innovaciones

que implicaba la adopción del traje tártaro se atribuyen al rey Wu-ling, de Chau, que se cree fué el primero en faltar a la tradición respecto al vestido, aunque las costumbres tártaras siguieron adoptándose en gran escala en diversos períodos posteriores. Parece ser que la moda que en­tonces se adoptó era más apropiada a los libres movimientos del cuerpo.

Aquellas enormes mangas, tan molestas, de los trajes de la antigua corte china fueron abandonadas por otras formas más estrechas: y las sandalias o zapatos de paja o de cáñamo fueron substituidos por medias botas que han ido variando de forma hasta la actual dinastía. En rea­lidad es al rey Wu-ling a quien se atribuye el haber introducido en la indumentaria de un caballero chino las botas que, en aquella época, se hacían de cuero amarillo. •

(167) Chavannes, obra citada, volumen I, págs. 303-304.(18S) Chavannes, obra citada, tomo II, pág. 62.(1.69) Biographical Dictionary, pág. 432, número 1251.(no) Además de los extractos del capítulo sobre Yang Chu en Lié-tzi

transmitidos por Legge en los Prolegómenos a su edición de Mencius, recúrrase al excelente trabajo del Dr. A. Forke Yang Chu the Epicurean in his Relation te Lieh-tse the Panteist, en el Journal of the Peking Orien­tal Society, tomo III, núm. 3, págs. 203-258. Yang Chu sostiene que el mejor uso que puede hacerse de la riqueza es procurarse por medio de ella toda clase de placeres personales y distribuir el resto entre nuestros prójimos. El siguiente extracto es de Forke, página 239:

“ Tuan-mu Shu de Wei era descendiente de Tzí-kung. Su patrimonio le proporcionaba un tesoro de diez mil piezas de oro. Indiferente a los proyectos y empresas de la vida no seguía más que sus inclinaciones; no buscaba sino su deleite y su gusto; y en cuanto a muros y edificios, pa­bellones y verandas, jardines y pajques, estanques y lagos, vinos y ali-

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4 9 6 G. ONCKEN Y F. HIRTH

mentos, carruajes y vestidos, mujeres y criados, emulaba en el lujo a los príncipes de T's’i y de Ch’u. Cualquier cosa que deseara su corazón, sus oídos quisieran oír, sus ojos ver y su boca gustar, procurábaselo a toda costa, aunque dichas cosas estuviesen en un país extranjero, en una comarca lejana y no en el reino de Ts’i. Cuando se hallaba de viaje y las montañas y los ríos podían ser difíciles y peligrosos de pasar y los caminos demasiado largos, procedía lentamente, lo mismo que otro hom­bre que anda unos cuantos pasos. En sus cocinas no se apagaba nunca el fuego y las bóvedas de su salón y del peristilo resonaban siempre con los sones del canto y de la música. Los restos de su comida los repartía entre los miembros de su clan; lo que ellos dejaban, entre sus conciuda­danos, y lo que éstos no querían distribuíase entre todo el reino.”

( 171) Mencius, Prolegómenos, págs. 95-102.(172) Grube, obra citada, pág. 127.(173) Syllabic Dictionary, pág. 604.(174) Para otros extractos y traducciones de la obra de Mo Ti, que

se cree fué recopilada por sus discípulos con el título de M o -t z 'i , en quince tomos, véase a Legge, M e n c i u s , Prolegómenos, pág. 104. Consúltese tam­bién a Faber, D i e G r u n d g e d a n k e v d e s a P e r e h : ' - - : * :? e h e n S ~ c : z ?:s í * u s , o d e r d ie L e h r e d e s P h i l o s o p h e n M i c i u s /E’.berfeld. 1577!; a G. von der Gábe- lentz, U e b e r d e n c h in e s is c h e -n P k i l c s o p h e v . M e k T i k er¡ B e d. k g l . S a c h s . G e s . d . W i s s e n c h . (1888), y a W. Grube, obra citada, páginas 129 y si­guientes.

(175) Arendt, The Mother of Mencius, en China Review, tomo XII, págs. 314 y siguientes.

(17e) Legge, Mencius, pág. 355.(177) Legge, Mencius, pág. 11. La China moderna no será capaz de

seguir este consejo y Kuang-sü, en su famoso edicto del 11 de junio de 1898, pregunta a su pueblo: “ ¿Podremos conservar nuestro territorio pe­leando con estacas contra cotas de malla y afiladas armas, si continuamos descuidando la instrucción y disciplina de nuestras tropas, la educación de nuestro pueblo y el desarrollo de los recursos nacionales?” .

( 17S) Mencius and Some Others Reformers of China, en el Journal of the China Branch of the Royal Asiatic Society, tomo XXXIII.

( 179) Eme Staatslehre auf ethischer Grundlage, oder Lehrbegriff des chinesischen Philosophen Mencius, Elberfeld, 1887. El autor no concuerda, en todas sus traducciones e interpretaciones, con Legge, cuyo libro sobre Mencius (The Chínese Classics, vol. II) se publicó en 1861.

(i8°) M. Daae, The Landtax in China. A description of its origin and development together with the nature and incidences of the present levy. Collected frorn the most reliable Chínese sources, en Transactions of the V III International Congress of Orientalists, Estocolmo, 1889, parte ÍV, páginas 53-86. Yo no estoy conforme con la traducción de Mr. Daae del término shi-i, literalmente “diez y uno” , que no significa aquí once partes, sino “uno fuera de diez” , es decir, el décimo. Consúltese también A. Forke, Das Chinesische Finanz und Steuerwesen. en Mitteilungen des Seminars für Orientalische Sprachen zu Berlín, año III, 1900, part. I, págs. 167 y siguientes.

( 151) Chuang-tzi Mystic, Moralist and Social Reformen, translated from the Chínese, Londres, 1889..

(152) Giles, obra citada, págs. 387-406.(183) Giles, obra citada, págs. 413-422.(184) S h 'i -k i , cap. LXIX, pág. 1; cap. LXX, pág. 1.(185) Giles, A Chínese Biographical Dictionary, pág. 388, N<? 1014.(18e) Ssi-ma T’sién coloca este episodio antes de su visita a la corte

de Ts’in.

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 4 9 7

(187) J o u r n a l o f t h e P e k i n g O r i e n t a l S o c i e t y , tomo II, 1889, págs. 241-262.

(18S) Ch. Pitón, T h e S i x G r e a t C h a n c e l l o r s o f T s ’in , o r t h e C o n q u e s t o f C h i n a b y t h e H o u s e o f T s ’i n , en C h i n a R e v i e w , tomo XIII, pág. 132.

(is9) Para librarle de la humillación de ser ejecutado, el rey le envió una espada con la que él mismo se dió la muerte. Parece ser que éste fué el primer ejemplo de una costumbre que prevalecía en China muchos siglos antes de que revistiera la forma del h a r a k v r i en el Japón. La dife­rencia sólo estriba en que en el Japón la victima tiene que abrirse el vientre, mientras que el desgraciado general Po K’i se degolló. El rasgo principal del inmerecido castigo de Po K’i es que se le enviara una es­pada, como se les envía a los daimios y samurais del Japón cuando se les quiere librar de la vergüenza de una ejecución pública.

(190) Véase en la Cuarta Parte.(i»1) Obsérvese que las fechas aquí insertas son las de la cronología

normal china adoptada por la mayor parte de los historiadores indígenas. Hay además la cronología de los L i b r o s d e B a m b ú que difieren en 200 años al principio. Nuestros lectores pueden acudir a las S y n c h r o n i s t i s c h e R e g e n t e n t a b e l l e n del profesor Arendt, de las cuales están sacadas las fe­chas que aquí consignamos, todas referentes a años antes de J. C.

(1 9 2 ) j ’i significa emperador y es un prefijo que acompaña a los nombres de varios emperadores primitivos (Ti-chi, Ti-k’i, Ti-siang, Ti-ch’u, etc.). A veces se cita el nombre sin el prefijo.

(193) M o n g era el nombre de su familia; k o el suyo propio, o pequeño nombre, como dicen los Chinos; s e , es el modo honorífico de nombrar a uno.

(194) Las nueras hubieran podido sospechar que quería sorprenderlas, y en su consecuencia se habría disminuido en ellas la confianza y el afecto.

(196) C h u casta; K i nombre de una reina muy célebre en los tiem­pos antiguos.

32

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I N D I C E G E N E R A ! .

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I N D I C E G E N E R A L

Advertencia sobre esta edición ........................................... 7Reglas de pronunciación aplicables a las palabras chinas

empleadas en esta o b r a ................................................... 11

Prim era Parte

DESDE LOS ORIGENES HASTA LA DINASTÍA DE CHÓU LA MITOLOGÍA Y LA LEYENDA

I. — La cosmogonía fabulosa ......................................... 19II. — Fu-Hi (2852-2738 antes de J. C.) ....................... 23

III. — Shon-Nung (2737-2705 antes de J. C.) .............. 28IV. — Huang-ti (2705-2595 antes de J. C.) ................... 29V. — Supuesta civilizavión extranjera en tiempo de

H uang-ti...................................................................... 33VI. — Otros hechos de H uang-ti.................................... 38

VII. — Shau-hau (2594-2511 antes de J. C.) ................ 42VIII. — Chuan-hü (2510-2433 antes de J. C.) .............. 43

IX. — Ti-k’u (2432-2363 antes de J. C.) ...................... 43X. — Ti-chI (2362-2358 antes de J. C.) ...................... 44

LAS LEYENDAS DE CONFUCIO

I .— Yau (2357-2258 antes de J. C.) ............................. 44II. — Shun (2258-2206 antes de J. C.) ........................... 48

III. — La dinastía de Hia (2205-1766 antes de J. C.) . . 49IV . — Yü o Ta-yü (2205-2198 antes de J. C.) ............ 50V. — Sucesores de Yü ..................................................... 57

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502

T o r r a s - .

G. ONCKEN Y F. HIRTH

LA DINASTÍA DE SHANG O DE YIN(1766-1122 antes de J . C.)

I. — Ch’ong-t’ang (1766-1754 antes de J. C.) ............ 62II. — Los sucesores de Ch’ong-t’ang .......................... 63

III. — Chóu-sin (1154-1122 antes de J. C.) .................. 69IV. — Wong-wang, duque de Chóu (1182-1135 antes de

J. C.) ........................................................................ 74V. — Wu-wang y la caída de la dinastía de Shang . . . . 78

VI. — Cultura del período de los S hang........................ 87

Segunda Parte

LA DINASTÍA DE CHÓU (1122-249 antes de J. C.)

DESDE WU-WANG HASTA K’ANG-WANG LA AUTORIDAD IMPERIAL

I. — Wu-wang, rey de Chóu (1122-1116 antes de J. C.) 113II. — Ch’ong-wang (1115-1079 antes de J. C.) .......... 123

III. — El “ Chóu-li” ............................................................... 126IV. — Origen de la brújula en C h ina............................... 144V. — Reinado de Ch’ón-wang (continuación) ............ 153

VI. — K’ang-wang (1078-1053 antes de J. C.) ........ 155

OCASO GRADUAL DEL PODER CENTRAL

I. — Chau-wang (1052-1002 antes de J. C.)II, — Mu-wang (1001-947 antes de J. C.)

III. — Kung-wang (946-935 antes de J. C.) VI. — P-wang (894-879 antes de J. C.) .V. — P-wang (894-870 antes de J. C.) .

VI. — P-wang (894-879 antes de J. C.) .VIL — Li-wang (878-842 antes de J. C.) .

VIII. — El período de Kung-ho (841-828 antes IX. — Süan-wang (827-782 antes de J. C.) X. — Yu-wang (781-771 antes de J. C.) . .

XI. — P’ing-wang (770-720 antes de J. C.)

de C.)

156157165166 166 166 167 170 170 185 191

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XII. — Geografía del período de Ch’un-ts’iu (722-481antes de J. C.) ......................................................... 195

XIII. — Huan-wang (719-697 antes de J. C.) ................ 210

EL SIGLO DE LOS “CINCO CAUDILLOS”1685-591 antes de J. C.)

I. — Chuang-wang (696-682) ..................................... 211II. — Hi-wang (681-677 antes de J. C.) .................... 230

III. — Hui-wang (676-652 antes de J. C.) .................. 230IV. — Siang-wang (651-619 antes de J. C.) ................. 230V. — K’ing-wang (618-613 antes de J. C.) .............. 232

VI. — K’uan-wang (612-607 antes de J. C.) ................ 232VII. — Ting-wang (606-586 antes de J. C.) ................ 232

LA ÉPOCA DE LAU-TZI Y DE CONFUCIO

I. — Kién-wang (585-572 antes de J. C.) .............. 235II. — Ling-wang (574-545 antes de J. C.) ................ 236

III. — King3-wang (544-520 antes de J. C.) .................. 241IV. — KingCwang (519-496 antes de J. C.) .................. 241

LOS ESTADOS CONTENDIENTES

I. — Yüan-wang (475-469 antes de J. C.) .............. 264II. — Chon-ting-wang (468-411 antes de J. O.) ...... 266

III. — K’au-wang (440-426 antes de J. C.) .................. 267IV. — Wei-lié-wang (425-402 antes de J. C.) .............. 267V. — An-wang (401-376 antes de J. C.) .................... 276

VI. — Lié-wang (375-369 antes de J. C.) .................... 277VII. — Hién-wang (368-231 antes de J. C.) ................ 277

VIII. — Los filósofos Yang Chu y Mo Ti ...................... 278IX. — Mencius ................................................................. 284X. — Chuang-tzí ............................................................. 299

XI. — Filósofos menores ................................................. 305XII. — Su Ts’in y Chang I ............................................... 308

XIII. — Shon-tsing-wang (320-315 antes de J. C.) ........ 313XIV. — Nan-wang (314-256 antes de J. C.) .................. 314XV. — Los “ Cuatro Nobles” ............................................ 321

XVI. — La supremacía de Ts’in (256-221 antes de J. C.) 327

HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 503

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504 G. ONCKEN Y F . H IETH

T e r c e r a P a r t e

CRONOLOGÍA DE LOS SOBERANOS DE CHINA HASTA EL FIN DE LA DINASTÍA DE CHÓU

Período mitológico y legendario ........................................... 333Las leyendas de Confucio ..................................................... 333Dinastía de Hía (2205-1766 antes de J. C.) ..................... 334Dinastía de Shang o de Yin (1766-1122 antes de J. C.) . 334Los duques de Chóu antes de Wu-wang ........................... 335Dinastía Imperial de Chóu (1122-249 antes de J. C.) . . . 336Príncipes de Ts’in ................................................................. 337Príncipes de Tsin .................................................................. 338Usurpadores de la casa de K’ü-wu (678-376 antes de J. C.) 339Príncipes de We'i ................................................................... 340Príncipes de Han ................................................................... 340Príncipes de Chau ................................................................. 340Príncipes de Ch’u ................................................................. 341Príncipes de Yen ................................................................... 342Príncipes de Ts’i ................................................................... 343Príncipes de Lu ..................................................................... 345Príncipes de Sung ................................................................. 346Príncipes de Ch’ón ............................................................... 347Príncipes de Ts’au ................................................................. 348Príncipes de Chong ............................................................... 349Príncipes de Ts’ai ................................................................. 350Príncipes de We'i ................................................................... 351Príncipes de Wu ................................................................... 353Reyes de Y ü é ............................................................................ 353

C u a r t a P a r t e

SÍNTESIS CRONOLÓGICA DESDE LA DINASTÍA DE TS’IN HASTA LA INVASIÓN MONGÓLICA

(220 antes de J . C. al año 1278) p or Enrique d e L yl

I. — Dinastía de Ts’in (220 a 206 antes de J. C.) . . 357II. — Dinastía de Han Occidental (206 antes de J. C.

a 8 después de J. C.) ............................................. 362III. — La dictadura de W ang-M ang................................. 368IV. — Dinastía de Han Oriental (25-220) .................... 370V. — Los tres reinos ....................................................... 375

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HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 505

VI. -— Dinastía de Tsin ................................................... 377VII. — El Imperio del S u r ................................................. 380

VIII. — El Imperio del N o rte ............................................. 382IX. — Dinastía S u y ........................................................... 383X. — Dinastía de Tang .................................................. 385

XI. — Las cinco dinastías................................................ 397XII. — Dinastía de Sung .................................................. 399

XIII. — Ocaso de la dinastía Sung y del Im perio .......... 407XIV. — San-Kiao o las tres doctrinas................................. 413

N O T A S

Anotaciones del Dr. Federica Hirth y aclaracionesde Enrique de Lyl, del N9 1 al N9 195 ................ 489/497

P A U T A G R Á F I C A

Grabados en texto

Dos Emperadores Celestes con el ángulo y el compás . . . 20Arado primitivo ..................................................................... 22La esfera del emperador S h u n ............................................. 24Fu-hi, inventor de instrumentos musicales junto a sus

creaciones............................................................................ 25Escritura ch in a ........................................................................ 26Ssi'-ma Tsien. H istoriador..................................................... 27Yelmos utilizados por la infantería imperial ................... 30Chen, instrumento primitivo, combinación de flauta y ór­

gano .................................................................................... 32Carro antiguo de v ia je ........................................................... 34Soldados de la China Antigua del N o r te ........................... 35Doncellas chinas paseando en uno de los más antiguos me­

dios de transporte utilizado en el Antiguo Imperio. 39Pescador del Sur de China ................................................. 40Militar y ciudadano del tiempo de Y a u ............................... 45Campesinos de distinta condición social del tiempo de Yau 47 El emperador Shun instala en la entrada de su palacio

un instrumental para conocer la V erd a d ................... 48Molinero .................................................................................... 51Silla de caña de bambú utilizada antiguamente en las re­

sidencias del Sur ........................................................... 53China durante la dinastía de Hia (2205-1766 antes de

J. C.) ................................................................................ 55

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506 G. ONCKEN Y F. HIRTH

Antiguo violín popular en todo el Im perio ......................... 58El emperador H an-cho........................................................... 60Vendedor ambulante de alimentos con su carro impulsa­

do a vela .......................................................................... 63El emperador Chung-tsung, asiste a la tradicional fiesta

de las linternas ............................................................... 65Barbero ambulante con sus implementos de trabajo . . . . 67Chou-sin y la emperatriz presenciando el suplicio del fuego 70 Sillón palanquín utilizado por altos dignatarios imperiales 75 Tañedor del “ Cuerno de Oro” , clarín guerrero para señales 79Sala de una casa de la Antigua C h in a ............................... 80Tipo de mujer china de la cam paña................................... 84Sillón-cama convertible de caña de bambú utilizado anti­

guamente en el Sur ........................................................... 87Tung-chung-shu, filósofo del período de los S han g.......... 89Carro de guerra de soldados de t r o p a ................................. 94Tipo de hombre chino de la cam paña................................... 96Carro de guerra de un general............................................. 99Dormitorio de una casa de la China del N o r te ................ 102Músicos chinos tañendo el chée ........................................... 105Monedas Antiguas................................................................... 107Jarrones y vasos de cobre, creación de artífices del pe­

ríodo de Chóu .................................................................... 114Jarrones de metal trabajado pertenecientes al período de

la dinastía Chóu .............................................................. 116Lanzas, hachas y sables de la infantería ch in a .............. 119Choza de campesinos del Sud ............................................. 121El emperador Ch’ong-wang con sus ministros y favoritos 123Jarrones y pebetero de cobre de la época de C h óu .......... 128Carretilla utilizada para transporte de materiales.......... 130Monedas Antiguas ................................................................. 134Monedas Antiguas ................................................................. 138Moneda antigua circular ..................................................... 142Tipo de soldado tártaro de las provincias del Norte del

Imperio .............................................................................. 146Máquina de guerra utilizada para escalar murallas . . . . 150Timbal antiguo de percusión a m artillo ............ ............. 154Máquina de guerra portadora de teas incendiarias para

la conquista de las ciudades............ ' ........................... 157Cama de una persona de la nobleza..................................... 161^Recipiente de bronce para sacrificios utilizado en la épo­

ca de Chóu ................ .................................................... 163Cardador de algodón en rama utilizando métodos primi­

tivos .................................................................................. 168

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Orquesta palaciega de la corte de un antiguo emperador 171 Antigua carretilla de transporte para pasajeros y mer­

cancías .............................................................................. 176Funeral de un chino de la clase media ............................. 180Relieve en piedra, con representaciones mito-realistas des­

cubiertas en la cámara mortuaria de un jerarca dela antigüedad ................................................................. 182

Emperador implorando los favores de los dioses . . . . . . 186Una familia china dedicándose al tejido de la se d a ........ 189Mineros chinos de la antigüedad lavando arenas aurífe­

ras de Kang-Kiang ....................................................... 192Recipiente de bronce para uso litúrgico, de la época de

Chóu ................................................................................ 196Ataúd de madera policromada, con base de color blanco,

gris y azul, este último representativo del luto rigu­roso .................................................................................. 198

Campesinos chinos en la cosecha del a r r o z ....................... 202Zapato de una doncella china de la antigüedad, cuya pe

queñez la distinguía de sus congéneres de otras razas 204 Implementos y armas utilizados por las tropas de la an­

tigüedad ............................................................................ 208Comerciante de la Antigua China, luciendo su atavío ca­

racterístico y sus maletas de viaje ............................ 213El emperador recibe al pueblo en su p a lacio ................... 219Pulseras en espiral trabajadas en oro labrado con moti­

vos zoomorfos ................................................................. 223Puente construido en el siglo VI antes de J. C................. 228El emperador Siang-wang ................................................... 231Actor chino de los antigüos teatros circulantes.............. 234Kung-fu-tseu (Confucio) y su discípulo ........................... 238El filósofo Lau-tzi ................................................................. 245Kung-fu-tseu (Confucio) y Meng-tse-u (Mencius) ........ 252Comediante chino ................................................................... 255Escena familiar, de un cuadro m u ra l................................. 259Ornamento floral de un tejido de s e d a ............................... 265Templo antigüo ..................................................................... 268Emperador partiendo para una expedición cinegética . . 274Cesta de marfil trabajado, con representación de escenas

de la vida rural ............................................................. 279Carro de guerra de un príncipe im perial........................... 284Timbal gigante utilizado en las grandes ceremonias oficia

les ...................................................................................... 290Tipo de chino autóctono ....................................................... 292División parcelaria de Mencius ........................................... 297Tipo chino autóctono del Sur ............................................. 303

HISTORIA DE LA CHINA ANTIGUA 507

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508 G. ONCKEN Y F. HIRTH

Junco de un personaje de la corte ..................................... 307Tapiz chino con motivos cinegéticos ................................... 311Su-tzi ........................................................................................ 318Pabellón de caza de una residencia r u r a l ......................... 320Fan Tsu, canciller del emperador Chau-siang................ 323Animal fabuloso, guardián de piedra colocado sobre la

tumba de un emperador ............................................... 325Han-fu-song .............................................................................. 328El Emperador Shi-Hwang-ti ............................................... 358Shi-Hwang-ti es atacado por los nobles al abolir el siste­

ma fe u d a l......................................................................... 359Shi-Hwang-ti dirige la recuperación de un recipiente sa­

grado caído en el r í o ..................................................... 360Elevación y corte de la Gran Muralla ............................... 361Planta de la Gran M uralla................................................... 361Cofre de marfil esculpido. Dinastía T s in ........................... 362Chino de clase adinerada de la época de H a n .................. 363Chino de clase adinerada de la época de H a n .................. 365Jinete mongol .......................................................................... 366Carruajes de la época de Han ............................................. 370Arado de época de H a n ......................................................... 372Pintura que representa a una alta dignataria de la corte,

debido a Ku-Kai-Chi....................................................... 376Escena familiar, pintada por Ku-Kai-Chi de una serie

“ Virtudes de la Mujer” , que representa a una matronapeinando a su esposo ..................................................... 378

Cabeza de Buda ..................................................................... 379Wu-ti analizando la doctrina de los textos búdicos.......... 381Procesión religiosa ................................................................. 382Procesión religiosa ................................................................. 384Un oficial extrae una flecha del caballo del emperador

Tai-Tsung de la dinastía T a n g ..................................... 386Estela nestoriana de O lopan ................................................. 388Lucha ante una fortaleza en los tiempos de la emperatriz

Wu-Hau ............................................................................ 390El poeta L i-T a i-P o................................................................. 391Dibujo de Wu-Tao-Tzu, representando a un jerarca de los

infiernos, condenando al fuego eterno a dos pecadores 392 El emperador Tsuang-Tsung y su amante Yang-Kwei-Fei

se disponen a partir a una expedición placentera .. 393Estela nestoriana ................................................................... 394Relieve de una escultura de Honan, esculpido por un artí­

fice de la dinastía Tang ............................................... 395Templo chino ........................................................................... 398Junco de carga utilizado desde épocas remotas en los trans­

portes fluviales. Epoca Sung ....................................... 400

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Carruajes de gala de época de la dinastía Sung . -M*lGuerrero de época de la dinastía Sung ........ -W2Residencia veraniega. El estilo arquiteetc-n;»;-:- r==>:-Sr-

ta a la dinastía S u n g ................................... -J»j4Sacerdotes budistas en la época de la decaden^ Im­

perio .....................................................................Paisaje de Huan-Ho ................................................. 4 i*:Cementerio chino de la época de la dinastía Sung . 4>SGengis Khan ................................................................. . 4^Tipo chino con influencia mongólica ............................... 4LOUgetei ....................................................................................... 4 i iTipo chino con influencia tártara ....................................... 412

Láminas en colores

Mapa de China Antigua (adaptación de H. A. Sforza) . . 16Vestido masculino de la Antigua China (según una pin­

tura de la época) ........................................................... 52Li-Yuan, fundador de la dinastía de Tang demuestra su

destreza en el manejo de las armas (cuadro de H.M. Burton) ........................................................................ 104

Li-Tai-Po recitando ante el emperador Tsuang-Tsung(cuadro de H. M. Burton) ............................................ 158

La emperatriz Wu-Hau (según una pintura de la época) 206 El mariscal Yo-Fei (según una pintura de la época) . . 248El emperador Tai-Tsung recibe a los emisarios de Bizan-

cio (cuadro de H. M. Burton) ................................... 294Vestido femenino de la Antigua China (según una pin­

tura de la época) ............................................................. 344Shi-Hwang-Ti, constructor de la Gran Muralla ordena la

quemazón de los textos literarios y filosóficos (cua­dro de H. M. Burton) ................................................... 396

Un emperador se envenena al querer hacerse inmortal(cuadro de H. M. Burton) ............................................. 464

Láminas en negro

Constelación de Kuei (de una pintura antigua,) .............. 28Arte de la Antigua China (según H. A. S fo r z a ) .............. 56Biblioteca pública ( cuadro de H. M. Burton) .................. 100Arte de la Antigua China (según H. A. Sforza) .......... 132Incursión de los pueblos bárbaros del Norte (cuadro de

HISTORIA DE LA CHINA ANTIGCA 5 M

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510 G. ONCKEN Y F. HIRTH

H. Sepping Wright) ..................................................... 166Arte de la Antigua China (según H. A. Sforza) .............. 200Arte de la Antigua China (según H. A. S fo r za ) .............. 232La lucha en el puente (calco de E. Chavannes) .............. 262Plaga de langosta ( cuadro de H. Sepping Wright) ........ 282El primer libro impreso (foto cortesía Museo Británico) 308La Gran Muralla (foto de H. G. Ponting) ...................... 358Impresor de la Antigua China (cuadro de H. M. Burton) 386Animal fabuloso (colección de Berth Laufer) ................ 406La pagoda de Sung-Shan (foto de H. G. Ponting) .......... 430Los templos de Lung-Món (foto de H. G. Ponting) . . . . 448El Buda de Yüng-Kang (foto de H. G. P on tin g ) .............. 482Indice General ........................................................................ 501