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Page 1: Olmo

SENIOR DEL AÑO

Me siento muy honrado por recibir del Grupo Editorial Senda el nombramiento de Senior del Año. Es el mejor regalo que puede hacerme este año 2014, que tengo escrito en el libro de oro de mi vida, como el año del júbilo, o lo que es lo mismo, el año de mi jubilación. Agradezco además muy sinceramente el motivo para darme el premio que ha esgrimido este grupo editorial que tanto hace por los que ya somos mayores como yo. Me lo conceden porque apoyo el envejecimiento activo. La verdad es que activo, lo fui siempre. Pero eso sí, nunca llegué a pensar que a estas alturas, mi vida iba a seguir tan activa o más que cuando era joven. Desde que me jubilé, no paro. En serio. Me falta tiempo para hacer un montón de cosas que tenía pendientes. Y a veces, hasta llego a echar de menos unos momentos de pausa para sentarme, sin hacer nada, y ver crecer la hierba. ¿Quien ha dicho que la actividad es cosa de jóvenes? La actividad o la pasividad no la dan los años, la da la mente, el entusiasmo. Conozco amigos de más de 80 años que tienen una juventud de espíritu mucho más activa que jóvenes de 30. Y además están orgullosos de ser viejos. Viejos y activos. Hay que agradecer a la lengua española de las Américas, la rehabilitación cariñosa, entrañable, cordial, de la palabra viejo. Mientras aquí, por un pudor mal entendido utilizamos el eufemismo de la "tercera edad", al otro lado del charco, decir "mi viejo", es expresar un acto de profundo amor y respetuosa veneración. Acaso porque nuestros hermanos americanos aún conservan la buena costumbre de las sociedades antiguas, que mantenían al anciano en un puesto relevante. El mayor defecto de la sociedad opulenta ha sido el desprecio de la vejez y la adulación a la juventud. Hay que hacer todo lo posible por rehabilitar la imagen del anciano venerable, pues nuestra sociedad aún necesita la sabiduría de sus consejos. Por eso es digno de elogio el impulso de este grupo editorial para mejorar, promocionar y renovar la calidad de vida y la actividad de las personas mayores.

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Ahí están nuestros millones de compatriotas que han pasado de los 70. Nuestra obligación es que no se sientan viejos, evitar su marginación. Porque, bien mirado, estamos viviendo el renacimiento de una nueva gerontocracia. Han mejorado las expectativas de vida, y esa vida más larga ha de llenarse de contenido, de impulsos y de ilusiones.

Desde que era más joven siempre agradecí a nuestros queridos viejos su fidelidad a la radio. Con ocasión o sin ella, solía recitar el poema de Alberto Bourbon: “Cuando seamos viejos”. No se preocupen, no voy a recitarlo ahora, entre otras cosas, porque ya media España se lo sabe de memoria. Pero eran las mejores palabras que podía encontrar para darle gracias a esa inmensa multitud de ancianos con la oreja pegada al transistor.

Nuestros viejos oyentes, nuestros viejos amigos, creen en la radio que ama las palabras, en la radio que no adula a la juventud como valor de moda, sino que se relaciona con cualquier tipo de oyente, en razón a su valía como persona, en la radio que trabaja para formar las bases de un nuevo humanismo, más solidario y menos egoísta. La radio les ofrece compañía, información, entretenimiento, da sentido a su ocio, es la ventana que abre nuevos horizontes. Tomar conciencia de la realidad de nuestros viejos amigos es la mejor forma de prepararnos para el futuro. La vejez es nuestro espejo más sincero. La vida se mira en ella, y así descubre mejor cómo somos. Si amar es envejecer juntos, hemos de aprender a motivar a nuestros queridos viejos, para que ellos aún puedan sentirse protagonistas. Esto lo pensaba cuando tenía menos años, y ahora que soy viejo, pero me resisto a dejar de ser joven de mente y de espíritu, sigue siendo mi propuesta, mi deseo, y mi consejo para todos los de mi quinta. Con todos ellos quiero compartir mi premio, y a todos ellos les digo de corazón que si se empeñan, si se entusiasman, si no se dejan vencer por la agotadora rutina, o la estéril melancolía, también pueden ser a su modo y manera Senior del Año, también pueden sentir en las venas del alma, el envejecimiento activo. Gracias, amigos por acordarse de este viejo. Luis del Olmo