olga campos serena

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  • 7/27/2019 Olga Campos Serena

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    Resumen

    En el artculo se lleva a cabo un anlisis de las bases en las que descansa el para-

    digma tico tradicional. La pretensin es mostrar que la propuesta humanista fallaen su pretensin de justificar que la responsabilidad moral de los agentes moralesse dirige a todos yslo a los seres humanos. En la parte final se apuesta por una pro-

    puesta alternativa ms plausible.

    Palabras clave: racionalidad moral, especiesmo, igualdad.

    Abstract

    The paper conducts an analysis of the foundations upon which rests the traditio-nal ethical paradigm. The aim is to show that the humanist analysis fails when tryto justify the moral responsibility of moral agents foralland only human beings. Inthe final part is defended a more plausible alternative proposal.

    Keywords: moral rationality, speciesism, equality.

    Revista de FilosofaVol. 36 Nm. 2 (2011): 63-84

    ISSN: 0034-8244http://dx.doi.org/10.5209/rev_RESF.2011.v36.n2.38407

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    Ms all de una concepcin instrumental delvalor de los animales: la irracionalidad del

    paradigma humanista

    (Beyond an instrumental conceptionof the value of animals: the irrationality

    of the humanist paradigm)

    Olga CAMPOS SERENA

    Recibido: 28 de junio de 2011Aceptado: 20 de diciembre de 2011

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    El punto de partida de este trabajo es la necesidad de poder determinar qupapel han de jugar los animales no humanos en la evaluacin moral de las situacio-nes en las que nuestros intereses se ven envueltos. La concepcin de una comuni-

    dad moral en la que no tienen cabida los animales no humanos forma parte de lascoordenadas ticas del paradigma humanista. La lectura cristiano-agustiniana de laconcepcin estoica y aristotlica llev a interiorizar la idea de que los animales hansido creados con el nico fin de satisfacer nuestras demandas1. Esto se traduce enuna concepcin instrumental de los mismos desde la que se admite que su conside-racin estar en funcin del servicio que presten a nuestros intereses2.

    Resulta entonces irrenunciable la necesidad de comprobar si las razones queofrece la tica tradicional para negar la considerabilidad moral de los animales sesostienen. Y preguntar tambin si, al margen de sentimientos como el de compasin

    o benevolencia, podra defenderse en su caso la satisfaccin de un criterio relevan-te para la pertenencia a la comunidad moral3.A lo largo de la historia se han sucedido diversas revoluciones ideolgicas que

    han tenido como consecuencia la ampliacin progresiva del grupo de los miembrosque forman dicha comunidad. Una visin histrica de los lmites de la misma per-mite comprobar que el proceso tendra la forma de diferentes crculos concntricosque cada vez abarcan a ms individuos a los que se les reconocen derechos morales,y donde el siguiente paso sera reconocer el valor intrnseco de algunos animales.Ello no supondra un compromiso con una respuesta concreta a la pregunta por cu-les seran especficamente nuestras obligaciones hacia los animales, sino con la ideade que ellos tambin son la clase de individuos que tienen un valor en s mismos.

    Reivindico la necesidad de poner orden en la discusin, para la adecuada argu-mentacin a favor del reconocimiento de dicho valor en los animales. Dado que la

    propuesta tradicionalmente asumida apuesta por la exclusividad humana en estesentido, se puede decir que el objetivo se cifrar en la pretensin de justificar laampliacin de la comunidad moral. Defender que la posicin humanista no se sos-tiene en ninguna de las dos versiones en las que habitualmente se presenta.

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    1 Es til consultar al respecto Garca Trevijano (1999), donde accederemos a una seleccin textos filo-sficos histricos importantes en la discusin por la consideracin moral de los animales.2 Hay que reconocer no obstante algunas excepciones histricas en este sentido. En 1892 Henry SaltpublicaAnimal rights, una exposicin entonces novedosa del tema.3No puede pasarse por alto que la ampliacin de la comunidad moral ms all de los seres humanospodra plantearse de manera ms o menos restrictiva. Apostar por la plausibilidad de un enfoquesen-socentrista donde lo que cuenta para la atribucin de valor intrnseco es la posibilidad de contar conun inters en evitar el dolor. Pero esta no es la nica forma en que podra entenderse la crtica a la ticatradicional, pues existen tambin propuestas ecocntricas y biocntricas. Vase Schweitzer (1929), pp.246-247 y Leopold (1949). Para conocer las dificultades tanto tericas como prcticas de estos anli-

    sis holistas vase Schnfeld (1992), pp. 359-361 y Warren (1997), pp. 24-49.

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    1. La propuesta especiesta

    En un primer contexto humanista la especie a la que cada individuo pertenece

    se considera relevante. Lo que funciona como criterio de considerabilidad moral, deconcesin de valor intrnseco, es la pertenencia a la especieHomo Sapiens. Por ello,desde este paradigma humanista, slo los seres humanos tienen valor intrnseco. Detal forma que la pretensin no es encontrar un rasgo concreto comn a todos loshumanos, pues el mero hecho de ser humano ya concede en s mismo una conside-racin moral especial.

    Pero, en tanto que desde el punto de vista cientfico se considera el antropocen-trismo como una posicin anacrnica, parece lgico preguntar por qu tendra queseguir siendo el paradigma vigente en tica. Sin embargo, la idea en la que parecedescansar esta propuesta es la de que no es necesario justificar por qu slo nuestraespecie tiene valor intrnseco. En este contexto que parece funcionar como una ide-ologa, y al que DeGrazia (1996, pp. 56-57) se refiere como The sui generis view, seest produciendo una discriminacin por el mero hecho de no pertenecer a una espe-cie concreta. Ello suele conocerse como especiesmo y obedece a un fuerte prejuicioen torno a la exclusividad moral de los seres humanos (Midgley 1983, pp. 98-99)4.

    El especiesmo es un tipo de discriminacin tan insostenible como el racismo oel sexismo. Si se est interesado en afirmar que el sexo o la raza son caractersticasmoralmente irrelevantes, entonces habr que hacer lo mismo con respecto a la espe-cie si se quiere ser coherente. La cuestin es que si se mantuviera con relacin a laespecie que las razones no cuentan, entonces el racista o el sexista podran mante-ner lo mismo.

    Si se quiere mantener que la analoga con el sexismo y el racismo no es apro-piada, entonces deber encontrarse algo quejustifiquepor qu slo los miembros dela especieHomo sapiens tienen valor intrnseco. Esto es, debera poder mostrarse laexistencia de razones a favor de dicha exclusividad moral que llevaran a dejar deconsiderar arbitraria la propuesta. Por tanto, los interesados tendran que identificaralguna caracterstica responsable de nuestra superioridad en este sentido. Peroentonces habra que notar que en tal caso ya no estaramos en un contexto propia-mente especiesta, en tanto que ahora las razones contaran. Ello provocara una dis-cusin distinta a la que tiene lugar cuando se afirma que los nicos que merecen

    proteccin moral son los seres humanos por el hecho de serlo. Siendo esta ltimauna afirmacin arbitraria que descansa en un prejuicio y que, por tanto, no puedeservir para justificar la concesin de valor intrnseco.

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    4 Hay quien ha apuntado la posibilidad de establecer una distincin con relacin a esta idea tambinen el plano de la concrecin de las obligaciones. Se trata de percatarnos de lo que M. L. Gerrek ha lla-mado especiesmo modificado. Lo que el autor pretende sealar es que actitudes tan diferentes pornuestra parte hacia especies distintas de animales no humanos (por ejemplo los domsticos y los des-

    tinados a la alimentacin) resulta arbitrario e inconsistente. Vase Gerrek (2004).

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    Adems de la arbitrariedad, en otro plano podran citarse algunas implicacionesprcticas que resultaran muy controvertidas. La discriminacin a la que puede lle-var una propuesta de este tipo queda de manifiesto con el planteamiento de una

    situacin hipottica en la que nos encontrsemos con individuos idnticos a noso-tros en todos los sentidos moralmente relevantes (capacidad de sufrir, de razonar,etc.) menos en la pertenencia a nuestra especie. Parece que estaramos de acuerdoen que sera una consecuencia problemtica el hecho de tener que dejar fuera delmbito moral a tales individuos (LaFollette y Shanks 1996, p. 43).

    En la misma lnea seala D. DeGrazia (1996, pp. 58-61) que, asumiendo que elHomo erectus es la especie desde la que evolucionamos, resulta arbitrario mantenerque si hubiera sobrevivido esta otra especie de homnidos sus miembros no mere-ceran estar dentro de la comunidad moral. No hay una separacin gentica claraentre ellos y nosotros, no es posible sealar el momento concreto en el que elHomoerectus mut aHomo sapiens. Si analizamos este asunto desde el punto de vista dela informacin gentica entonces no debemos dejar de tener en cuenta que, si bienlos chimpancs son muy diferentes a nosotros en muchos aspectos, por otro ladosomos enormemente parecidos genticamente (compartimos un 98.77% del ADN).Si la biologa usara un criterio basado en la relacin gentica entonces homnidos,chimpancs y quizs gorilas deberan formar parte del mismo grupo. Por tanto, ade-ms de la arbitrariedad, tampoco podramos mantener de forma coherente que es la

    pertenencia a la especieHomo sapiens lo que tendra que determinar el que un indi-viduo tenga o no valor intrnseco.

    En la argumentacin clsica en torno a la supuesta exclusividad moral de loshumanos tambin suele introducirse en la discusin una referencia a la idea deper-

    sona como aquello que designa a los individuos con valor intrnseco. La idea quese asocia a esta versin del paradigma humanista es la de que ser una persona sig-nifica pertenecer a la comunidad moral y que en concreto los nicos individuos queforman parte de la misma son los seres humanos.

    Resulta imprescindible profundizar en este concepto con el objetivo de evitar laambigedad que rodea al trmino y poder as determinar si se est introduciendoalgn elemento relevante que pudiera modificar la evaluacin del argumento huma-

    nista5. Hacerse cargo de la apuntada ambigedad del trminopersonapasa por per-catarse de la necesidad de distinguir un uso puramente normativo o evaluativo(moral o legal) y uno puramente descriptivo (uso convencional del trmino)(Feinberg 1980). Se habla depersonas en un sentido normativo cuando se adscri-

    ben propiedades morales. De manera que atribuir personeidad de forma normativaa algn individuo supone atribuir cualidades morales como derechos o deberes perono (necesariamente) algn tipo de caracterstica observable (sea pertenecer a una

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    5 Si se quieren conocer los orgenes de la idea de persona y las definiciones clsicas del trmino que

    irn en esta lnea puede consultarse DeGrazia (2006), pp. 40-42.

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    especie particular o un determinado grado de conciencia). Sin embargo, un usoemprico o descriptivo del trmino s nos exige que contemos con aquellas caracte-rsticas que por convencin harn de cualquier individuo que las posea una perso-

    na. De forma que utilizar el trmino en este sentido s nos proporciona informacinacerca del individuo en cuestin. Si en este caso ser una persona depende de la pose-sin de las caractersticas a, b y c, entonces no debe haber problema en aceptar quealguien que las posea ser persona en este sentido descriptivo. Es una cuestin deconvencin. Por ello Feinberg (1980) se refiere a ello como the commonsense con-cept of personhood (el concepto de personeidad del sentido comn), e insiste enque este uso es meramente descriptivo y no supone la atribucin de derechos, debe-res o cualquier otra caracterstica normativa.

    Si bien estamos ante usos del trmino que podran ser independientes, otra cosaes que pensemos que ese uso descriptivo puede ser til para identificar las caracte-rsticas que pueden servir como base para justificar la adscripcin de derechosmorales. De hecho hay quien podra estar interesado en admitir que debera haberuna relacin relevante entre ambos usos del trmino. De forma que, desde esta asun-cin, el grupo de individuos que se designa en cada uso debera coincidir. Los indi-viduos con determinadas caractersticas acordadas que se consideran personas (usodescriptivo) seran los mismos que el grupo de individuos con valor intrnseco (usoevaluativo). Es decir, habra que evaluar la posibilidad de entender que aquellosindividuos que habitualmente describimos como personas son los nicos que for-maran la comunidad moral. Hechas las aclaraciones terminolgicas, y suponiendola relacin propuesta entre los dos usos del trmino, vemos que el argumento huma-nista tendra en este contexto la siguiente forma:

    1. Slo las personasd tienen valor intrnseco2. Los animales no son personasd3. Entonces, los animales no tienen valor intrnseco

    Situados en el anterior contexto del paradigma humanista comprobamos uninters por que el criterio acordado para el uso descriptivo de persona sea la perte-

    nencia a la especieHomo Sapiens. Lo que ello significa es que la personeidad serauna caracterstica predicada exclusivamente de los seres humanos. De forma que elanterior argumento tendra que ser en este caso traducido como sigue:

    1. Slo los miembros de la especieHomo Sapiens tienen valor intrnseco2. Los animales no son miembros de las especieHomo Sapiens3. Entonces, los animales no tienen valor intrnseco

    Desde la propuesta humanista entonces se estara entendiendo que para ser per-

    sona, desde el uso descriptivo del trmino, hay que pertenecer a la especie Homo

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    Sapiens (Sapontzis 1987, pp. 47-69). As, puede verse que la idea de que la especi-ficacin evaluativa del trmino vendr determinada por esta interpretacin concre-ta del aspecto descriptivo del mismo nos conduce al mismo punto. La forma en la

    que aqu se est interpretando el criterio para la personeidad hace que el argumen-to acabe siendo igual; que se trate, en definitiva, de una propuesta arbitraria que nospermite catalogarla de especiesta.

    Lejos del criterio de la especie es fcil comprobar que el uso descriptivo quehabitualmente hacemos del concepto de persona se extiende a algunos casos msall de la especieHomo sapiens6. Esto es, asociamos la personeidad a un determi-nado grupo de habilidades con independencia de la especie. Dejando al margen lacuestin de si es el hecho de ser una persona lo que debe asociarse al valor intrn-seco, lo que ahora me interesa es comprobar que desde el momento en que dicho

    valor se relaciona con la presencia de determinadas capacidades nos situamos en uncontexto muy distinto.Si el objetivo dentro de la tradicin humanista seguir siendo el de perseguir la

    exclusividad moral de los seres humanos, ahora se comprende la necesidad de darrazones al respecto. Se mejora as la argumentacin humanista analizada, propo-niendo la racionalidad como criterio de concesin de valor intrnseco.

    2. La racionalidad moral y los humanos no racionales

    Es amplia la tradicin filosfica en la que podra apoyarse la idea de que es lacapacidad racional (el lgos de los griegos y la ratio de los latinos) lo que justificala diferente consideracin moral de humanos y animales. Sabemos que ya desdeAristteles se define al ser humano como un animal racional. La racionalidad nosdistingue de los animales no de un modo accidental sino esencial. Si lgos signifi-ca en griego a la vez razn y palabra entonces, tal como apunta Diego Gracia (2002,

    pp. 134-139), debemos situar aqu el origen del requisito de la capacidad de hablarcomo algo necesario para ser una entidad moral. Aristteles reconoce que los ani-males tienen asthesis, es decir, que son capaces de sentir placer y dolor. Tambin

    pueden recordar, tienen mnme. Por ambas cosas los animales tienen experiencia(empeira). Ahora bien, aunque tengan las cualidades sealadas no son racionales,carecen de lgos, y siendo as no merecen consideracin moral alguna (para los

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    6 David DeGrazia seala el caso de Spock (de la serie Star Trek) y de los personajes del Planeta de losSimios como ejemplos en los que estaramos dispuestos a catalogar como personas a individuos que noson humanos. Vase DeGrazia (2006), p. 41. Para el autor estos casos nos sirven para comprobar quela personeidad no depende de la especie sino de un determinado grado de conciencia que permita capa-cidades como autonoma, racionalidad, autoconciencia, competencia lingstica, sociabilidad, capaci-

    dad para llevar a cabo acciones intencionales y agencia moral. Vase DeGrazia (2006), pp. 44-46.

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    griegos, la empeira no necesita de lgos; por ello no es conocimiento sino algo pre-vio). Tambin en los textos bblicos (Evangelio de Marcos 5, 1-13 y 11, 12-22) serecoge la herencia de la idea de superioridad del hombre7. La interpretacin que se

    llev a cabo desde el cristianismo de los presupuestos estoicos y aristotlicos poneel acento en una tajante separacin entre humanos y animales en todos los planos.En el plano moral la consecuencia fue una concepcin instrumental del valor de losanimales que todava perdura.

    En la tradicin racionalista occidental el hecho de que los humanos seamos losnicos capaces de entender las reglas del juego moral es lo que cuenta para restrin-gir los lmites de la comunidad moral. La capacidad de llevar a cabo juicios mora-les impersonales funciona aqu como condicin de posibilidad para contar con pro-teccin moral. De manera que la capacidad de razonar moralmente es lo que se pos-

    tula como relevante8

    . Por tanto, afirman, nuestro tratamiento de los animales noest gobernado por la ley moral.Sin embargo, la mayora de los representantes de esta postura insisten en que no

    podemos tratar a los animales de cualquier manera. Pretenden as hacerse cargo denuestras intuiciones acerca de que debemos medir nuestra conducta con los anima-les en algn sentido. En tanto que no pertenecen a la comunidad moral, la intuicinde que no debemos maltratarlos toma la forma de una obligacin indirecta9. Porejemplo, desde la doctrina kantiana se insiste en que no podemos tratar como nos

    plazca a los animales porque ello podra llevarnos a hacer lo mismo con los indivi-duos autnomos. As, las prescripciones indirectas no tendrn ms fuerza que la de

    procurar evitar el endurecimiento de nuestro carcter moral10.La proteccin moral que ello supondr para los animales no ser muy significa-

    tiva. Adems parece que la presuncin de que la crueldad hacia los animales seextender a nuestras relaciones entre seres racionales es bastante gratuita. Tratar

    bien a los animales no es garanta de que se respeten los derechos de los seres huma-nos, ni tampoco al contrario. Habra que percatarse de que lo que realmente subya-ce tras esto es la intuicin de que la capacidad de sufrir de los animales no es irre-levante. Por ello no se establecen obligaciones indirectas hacia los objetos y seniega que la mxima que permite maltratar a los animales pueda universalizarse.

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    7 Se puede encontrar un anlisis del papel de los animales en la teologa en Linzey (1994).8 Podemos ver un amplio anlisis de esta cuestin en Sapontzis (1987).9 Aunque suele asociarse el establecimiento de obligaciones morales indirectas hacia los animales conla doctrina Kantiana, no se debe olvidar que lo mismo ha sido defendido por otros pensadores hist-ricos como Plutarco, santo Toms o John Locke. De la misma forma se encuentran representantesactuales de esta idea, es el caso de Peter Carruthers. Vase Carruthers (1992). A nivel ms general,Mary Midgley lleva a cabo un amplio anlisis del papel de los animales en la tradicin racionalista ensu libroAnimals and why they matter. Vase Midgley (1983).

    10 Sobre el papel de los animales en la moral kantiana puede consultarse Cavalieri (2001), pp. 47-59.

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    Algunos defensores de la atribucin de derechos morales a los animales quierenresaltar lo que consideran un injustificado olvido de sus verdaderas capacidadescognitivas. Puede que algunos animales cuenten con un nivel de racionalidad sufi-

    ciente que lleve a poder reconocer desde esta propuesta su valor intrnseco tambin.Los ltimos avances en etologa, neurofisiologa y los nuevos diseos experimenta-les arrojan luz acerca de las capacidades reales de las dems especies. Unas capaci-dades muy superiores a las que hasta hace poco se les atribua, y que ponen de mani-fiesto la necesidad de adoptar un enfoque gradualista al respecto. Lejos de las dife-rencias categricas, en los ltimos aos se ha podido constatar la presencia de algu-nas acciones con un cierto grado de carga moral en determinados animales(DeGrazia 1996, pp. 208-210).

    S. F. Sapontzis plantea que podramos acordar mantener que en determinadoscontextos no sea necesario contar con una racionalidad de tipo humano para poderreconocer que se est llevando a cabo un acto moral. Propone distinguir dos dimen-siones diferentes dentro del valor moral. Una que es independiente del agente y otraque s estar en relacin con el mismo. En el primer caso se refiere al valor moralde una accin que es independiente de la relacin del agente con la accin. Porejemplo cumplir una promesa o prevenir un asesinato son un tipo de actos a los quese les podra atribuir un determinado valor moral al margen de las razones del agen-te para llevarlos a cabo o de si el agente es consciente o no de que est realizandotales actos. En el segundo caso se refiere a la existencia de una dimensin distintadel valor moral que s depende de la comprensin por parte del agente de la situa-

    cin y de su accin, incluyendo su significado moral y sus motivos para actuar11.La cuestin es que es slo la segunda de las dimensiones la que se refleja en el argu-mento clsico. Reconocer tambin la existencia de una dimensin del valor moralindependiente del agente podra permitirnos contemplar a algunos animales comoagentes morales en un determinado grado.

    Sin embargo, puede que los defensores del paradigma racionalista insistan enque la capacidad que ellos estn proponiendo s requiere poder actuar conforme arazones; unas razones que seran compartidas por cualquier otro individuo situadoen el mismo lugar. Y se requerira que uno sea capaz de respetar los derechos mora-

    les de los dems. En definitiva, una racionalidad moral que demanda un determina-do tipo de complejidad moral del que hemos de admitir que carecen los animales.Ahora bien, si es esta ltima la interpretacin correcta del requisito racionalis-

    ta, entonces adems de los animales habr otro grupo de individuos incapaces desatisfacerlo. Me refiero al conjunto de seres humanos que tienen unas capacidadescognitivas por debajo de las que poseen los seres humanos adultos normales. Bebs,

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    11 En palabras del autor: while an honest act done to impress a friend has equal moralai value with anhonest act done because it is honest, the moralad value of the second action is superior to the moraladvalue of the first action. Finally, moral can be used in the ordinary, inclusive sense to refer to the

    moralaiplus moralad value of an action. Sapontzis (1987), p. 31.

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    nios pequeos e individuos con una discapacidad cognitiva grave (conocidos en suconjunto habitualmente como casos marginales humanos) presentarn la mismadificultad que los animales para la racionalidad moral.

    Desde el argumento de los casos marginales

    se quiere poner de manifiesto unaincoherencia en el planteamiento de aquellos que defienden la capacidad de razonarmoralmente como criterio para atribuir valor intrnseco12. La cuestin es que si eseste el requisito entonces tanto los animales como los casos humanos sealadoscareceran de tal valor. Pero el hecho es que aquellos que proponen este criterio asu vez insisten en que tal grupo concreto de humanos s tienen valor intrnseco. Deforma que no se podra mantener, con coherencia, que el hecho de no contar con laapuntada capacidad hace que los animales carezcan del pertinente valor. Hastaahora no sabemos cul sera el criterio de considerabilidad moral ms adecuado, y

    por tanto tampoco sabemos qu individuos tendrn valor intrnseco, pero lo que ses fcil ver es que el esquema racionalista es incoherente. El argumento podraesquematizarse de la siguiente forma13:

    1. Si una capacidad tal como la agencia moral es necesaria para la considerabi-lidad moral entonces los animales no son moralmente considerables.

    2. Los humanos marginales son moralmente considerables a pesar del hecho deque ellos carecen de agencia moral.

    3. Si los humanos marginales son moralmente considerables, entonces ningunacapacidad de la que ellos carecen puede ser necesaria. (Tanner 2006, p. 52)

    Lo que parece haber debajo del punto de vista tradicional es la pretensin demostrar que todos los humanos son moralmente considerables pero no los animales.Algo que pasa por poder encontrar alguna capacidad que posean todos los humanosy de la que a su vez carezcan los dems animales. Pero la caracterstica propuesta,la racionalidad moral, no les permite alcanzar justificadamente su objetivo.

    Su pretensin de combinar el criterio racionalista (que asegurara la irrelevan-cia moral de los animales) con la atribucin de valor intrnseco a los humanos mar-ginales les lleva a explorar distintas posibilidades que sirvieran para explicar por

    qu dicho grupo de humanos forman parte de la comunidad moral aunque no seancapaces de racionalidad moral.

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    12 La primera referencia se encuentra en Jan Narveson (1979), p. 164. Otros autores reivindican la ter-minologa argument from species overlap por entender denigrante la ms usual. Vase al respectoDombrowski (1997) y Wilson (2005).13 Ha habido muy diversas formulaciones del argumento de los casos marginales. Si bien insisten enel mismo punto la presentacin del argumento puede variar. Julia Tanner recoge distintas versiones dediferentes autores como Peter Singer, Richard Ryder o Andrew Linzey. Para ver citados algunos frag-mentos relevantes al respecto y las referencias concretas vase Tanner (2006), p. 51. Es especialmen-te interesante ver cmo D. A. Dombrowski analiza en profundidad el argumento de los casos margi-

    nales en su volumenBabies and Beasts.

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    Los defensores del paradigma racionalista quieren rebatir la acusacin de inco-herencia afirmando que el criterio propuesto s es lo que determina el valor intrn-seco, pero mantienen que la clave est en percatarnos de que los humanos margina-

    les son un caso especial porque hay importantes razones en juego para que as sea.Sin duda el objetivo ya es cuestionable desde el principio, al margen del resultadode la evaluacin de las apuntadas razones. No obstante podra preguntarse acerca dequ podra ser eso que hace a los humanos no racionales tan especiales en la eva-luacin, a diferencia de los animales no humanos.

    Desde el conocido argumento de la pendiente resbaladiza se mantiene que con-ceder valor intrnseco slo a los humanos que posean racionalidad moral podradesencadenar un peligroso abuso, esto es, podramos caer en una pendiente resba-ladiza que nos llevara finalmente a justificar toda clase de atrocidades morales.Este argumento, mantienen, servira para justificar la inclusin de los humanos mar-ginales en el mbito moral y dejar fuera a los animales, puesto que lo ltimo no ten-dra la consecuencia sealada (Carruthers 1992, pp. 115-120). Pero la cuestin es siapelar a la posibilidad de caer en una pendiente resbaladiza podra funcionar como

    justificacin. Parece que dudosamente. Sabemos que en muchas sociedades huma-nas tradicionales no estaban de acuerdo con la idea de que todos los humanos con-taran con proteccin moral, y sin embargo esto no les llev a caer en la sealada

    pendiente14. Es cierto que en muchos casos se llevaban a cabo determinadas prc-ticas, la del infanticidio por ejemplo, como la nica forma de sobrevivir en unmedio hostil. No obstante tambin son comunes otras sociedades en las que laexclusin de algunos humanos no obedeca a cuestiones relacionadas con la super-vivencia, sin que ello desencadenara las consecuencias que predice el argumento.Por ejemplo, en la Roma y Grecia clsicas fue habitual la prctica del infanticidioen este sentido. Tambin en el Japn del siglo XVIII y entre algunos grupos de laPolinesia15.

    No obstante, al margen de estas razones es obligado preguntar si la forma en queel argumento otorga derechos a los humanos marginales acaso no sera demasiadoindirecta. Su valor intrnseco estara dependiendo de la anticipacin de posiblesconsecuencias que consideramos indeseables desde un punto de vista moral. Parececlaro que, si la pretensin es justificar por qu los humanos incapaces de racionali-dad moral merecen estar dentro de la comunidad moral, lo ms adecuado seraencontrar un criterio de inclusin relevante que stos satisfagan.

    Por otro lado, tambin se ha apelado a la idea de equilibrio reflexivo rawlsianosealando que debemos partir de las creencias morales comunes para, desde ah,construir una teora moral plausible. Tales creencias morales comunes, afirman,

    pasan por incluir a todos y slo los seres humanos en el mbito moral, esto es, esta-

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    14 Un anlisis ms extenso puede encontrase en Dombrowski (1997), pp. 128-129.

    15 Si interesa indagar en esta cuestin vase Kuhse y Singer (1985), pp. 99-107.

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    ramos ante una razn para incluir en la comunidad moral a los casos humanos mar-ginales aunque no satisfagan el criterio de la racionalidad moral16. Peter Carruthers(1992, pp. 16-111) entiende que desde un marco terico como ste (esto es, asu-

    miendo la racionalidad moral como criterio inclusivo y el punto de vista del equili-brio reflexivo) estaremos en disposicin de poder explicar por qu tales humanosdeben estar dentro de la comunidad moral sin que ello suponga tener que hacer lomismo en el caso de los animales. Pero si asumiramos la idea de equilibrio refle-xivo no deberamos pasar por alto que ste tambin nos exige coherencia en nues-tros planteamientos. Lo que ello implica es que deberamos tratar casos semejantesde forma semejante, pues en la moral no puede haber dobles baremos. Si no encon-tramos ninguna diferencia moralmente relevante entre ambos grupos entonces ten-dremos que admitir que estamos ante casos semejantes (individuos incapaces de

    racionalidad moral). Est en juego nuestro concepto de justicia. La necesidad de tra-tar de forma similar casos similares es una importante creencia moral comn quenos llevara a cuestionar el objetivo inicial de los humanistas (Dombrowski 1997,

    pp. 124-127).Para muchos la apuntada similitud acaba al percatarnos de la potencialidad de

    los humanos marginales para llegar a ser individuos que pueden satisfacer el crite-rio inclusivo. La potencialidad para llegar a tener las capacidades de los adultos nor-males, y as poder contar entonces con racionalidad moral, sera lo que justifica queellos tengan valor intrnseco mientras que los animales no (Leahy 1991, pp. 18-25).Pero es fcil percatarse de que, independientemente de la relevancia del argumen-to, ste no es capaz de abarcar a todo el grupo de los humanos incapaces de racio-nalidad moral, como es el caso de los humanos cognitivamente discapacitados. Deforma que este anlisis, si algo pudiera mostrar, ser slo con respecto a los nios

    pequeos (Dombrowski 1997, pp. 122-124)17. Pero la cuestin fundamental es queresulta dudoso que lo que se plantea desde el argumento pueda funcionar a modo de

    justificacin. La potencialidad de un nio pequeo para llegar a ser un adulto (conlas capacidades que le permitira satisfacer el criterio) no nos legitima para tratarlo

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    16 J. Rawls entiende que en el caso de las obligaciones morales es necesario tener un sentido de la jus-

    ticia, puesto que stas se adquieren mediante el acuerdo. Pero sabiendo que tenemos obligaciones dejusticia hacia los humanos no autnomos, sera obligado preguntar por qu el velo de ignorancia en laposicin original no es lo suficientemente opaco como para que desconozcamos tambin la especie ala que perteneceremos. La mayora de los contractualistas responden afirmando que el pacto slo tienesentido entre individuos racionales. Se hace una excepcin con los humanos no racionales porque elloes lo que parece exigirse si perseguimos un equilibro reflexivo. Vase Rawls (1971), pp. 505-512.17 Tampoco puede pasarse por alto que asumir el argumento de la potencialidad nos comprometeracon una postura abolicionista en torno al aborto y la investigacin con embriones. Si algunos defen-sores de este argumento intentaran desligarse de la idea de que es malo permitir el aborto por eleccino la investigacin con embriones no podran porque tendran muchos problemas para explicar por qulos nios pequeos tienen valor intrnseco debido a su potencialidad y sin embargo los fetos humanos

    o los embriones, que tambin la tienen, carecen de tal valor. Consltese Regan (1999), pp. 21-29.

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    como tal desde el principio. El que alguien tenga la capacidad de llegar a ser X noes razn suficiente para atribuirle los derechos de X, pues no tiene las caractersti-cas que le hacen ser a X portador de esos derechos.

    Tambin suele plantearse el argumento de las clases, desde el que se sugiere quetodos los humanos, con independencia de sus capacidades individuales, poseernvalor intrnseco porque los humanos son la clase de individuo que posee dicho valormoral. Si el argumento fuese correcto entonces los humanos marginales pertenece-ran a la comunidad moral mientras que los animales no. A pesar de que podramosreconocer diferentes versiones de este argumento todas ellas insisten esencialmen-te en el mismo punto18: es la clase a la que uno pertenece, y no las capacidades indi-viduales, lo que importa a la hora de determinar la considerabilidad moral.Entonces, segn el argumento, un humano marginal tendr estatus moral porque al

    ser miembro de una clase determinada, la nuestra, est en relacin con aquellos (loshumanos normales) que tienen valor intrnseco. Pero resulta difcil compatibilizarnuestras intuiciones en torno a la proteccin moral que entendemos que merecencon el hecho de que stos acaben recibiendo su estatus moral por asociacin.Adems, al margen de ello, el problema es que muchas veces no se sabe exactamen-te a qu se refieren los proponentes del argumento cuando hablan de clase. ParaTanner (2006, p. 54), interesada en cuestionar el argumento, podra entenderse serde una clase como tener las caractersticas normales del grupo. Pero hacer des-cansar el estatus moral en cmo son la mayora de los humanos sera contingente.Si la mayora de los humanos perdiera su nivel de racionalidad entonces los anima-les no humanos s tendran estatus moral. Una conclusin que los proponentes delargumento no estaran dispuestos a aceptar. Tambin podra interpretarse ser deuna clase como tener las caractersticas naturales del grupo. Pero surgira un pro-

    blema en torno a la veracidad de la conclusin: el hecho de que la mayora de loshumanos sea naturalmente racional no significa que todos los humanos lo sean.Adems, una cuestin aadida es que resulta problemtica la idea de que hemos deconcebir las especies como clases naturales. La teora de la evolucin de Darwinapunta en este sentido: las especies no son inmutables, en tanto que hay individuosque evolucionan hasta formar nuevas especies (trasmiten los rasgos nuevos a lasiguiente generacin). Si esto es as no parece que tenga mucho sentido hacer des-cansar la atribucin de valor moral en la idea de clase natural. La pretensin deque ello coincida con los lmites de nuestra especie tal como los concebimos hoy esuna posicin anacrnica y obvia la contingencia. Pero las crticas a las que se veexpuesto el argumento de las clases no acaban aqu, puesto que desde el mismo tam-

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    18 Son muchos los autores que de una u otra forma han mantenido esta idea. Thomas Scanlon, CarlCohen o Roger Scruton son algunos de ellos. Julia Tanner repasa el ncleo de sus propuestas al res-pecto. Se pueden encontrar las referencias concretas en Tanner (2006), pp. 53-54.

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    bin se podran elaborar argumentaciones racistas y sexistas19. Como afirma PeterSinger (1974, pp. 124-126), si dado el estado mental de los humanos marginalesreconocemos injusta la idea de aprovecharnos de un defecto aislado, entonces no

    est claro qu podra servir para justificar el aprovecharnos de una limitacin msgeneral. Es decir, entendemos razonable que el hecho de que tales humanos noalcancen la complejidad mental de los dems no es una buena razn para negarlesconsideracin moral. Si esto es lo que argumentamos para estos casos particularesde humanos lo mismo debera ser mantenido en el caso de otros grupos que, aun-que ms amplios, se encuentran en una situacin cognitiva paralela. Parece quetenemos que reconocer que la argumentacin es especiesta, en tanto que al final laforma en que aqu se intenta justificar el valor intrnseco de los individuos humanosque no cumplen el criterio acaba descansando en el hecho de que son miembros de

    nuestra propia especie.Tampoco resulta adecuado hacer referencia al supuesto vnculo que nos une atodos los humanos como aquello que podra ayudar a determinar el grupo de los quehan de contar con valor intrnseco aunque no sean capaces de razonar moralmente.Se estara apelando a la especial relacin que supuestamente establecemos entretodos los humanos y al vnculo que ello genera entre nosotros (Nelson 1985, pp. 15-20). Ahora bien, lo que puede estar criticndose desde aqu es el igualitarismo uni-versal de algunas posiciones ticas para pasar a mantenerse que si podemos dar

    prioridad a los intereses de la familia y amigos entonces estar legitimado hacer lomismo con los miembros de nuestra especie20. Pero el hecho es que apuntar a la

    posibilidad de reconocer las afecciones parciales en la determinacin de las obliga-ciones morales no significa tener que negar valor intrnseco a aquellos hacia los queno tengamos tales afecciones (Sapontzis 1987, pp. 139-140; 151-154)21. Adems, laexigencia de imparcialidad que caracteriza a la tica se vera desafiada si se admi-tiera la posibilidad de realizar juicios morales fundamentados en exclusiva desde

    posiciones parciales.Los diferentes argumentos analizados quieren explicar por qu tendramos tam-

    bin que conceder valor intrnseco a los humanos sin racionalidad moral a pesar deno satisfacer el criterio propuesto en segunda instancia desde el paradigma huma-nista. Se ha apuntado dnde se sitan las dificultades en cada caso particular y esfcil ver que pesa como idea de fondo los beneficios que obtenemos del hecho dedejar fuera de la esfera moral a los animales no humanos. Las diferentes estrategias

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    19 Puede verse un tratamiento ms sistemtico de estas objeciones en Tanner (2006), pp. 54-59.Adems es muy interesante el anlisis que lleva a cabo S. D. Wilson en su artculo The species-normaccount of moral status. Vase Wilson (2005).20 Puede verse el interesante anlisis que al respecto lleva a cabo Jeff McMahan partiendo de la pro-puesta de T. M. Scanlon. Vase McMahan (2002), pp. 217-228 y Scanlon (1998), p. 18521 Debera reconocerse la diferencia entre la pregunta de por qu ciertos individuos tienen valor intrn-

    seco y la de cunto peso tienen los intereses de cada individuo.

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    analizadas introducen una adicin ad hoc. La clausula ad hoc es que no slo quie-nes tienen racionalidad moral, sino tambin aquellos que son similares, pertenecena la misma clase, son potencialmente racionales, etc. tienen valor intrnseco. El pro-

    cedimiento no es aceptable si se aade una nueva clausula sin aadir nueva infor-macin sobre lo que realmente cuenta para la concesin de valor intrnseco.Los defensores del paradigma humanista en su formulacin mejorada no han

    sido capaces de encontrar alguna caracterstica moralmente relevante que distinga aesos casos humanos marginales de los animales no humanos. Pero lo fundamentales lo cuestionable de la pretensin de concederles a todos los humanos valor intrn-seco aunque haya algunos que no puedan cumplir el criterio de considerabilidadmoral propuesto. Se presenta con fuerza el hecho de que en ambos casos hay un

    paralelismo cognitivo que no puede pasarse por alto a la hora de concretar las res-ponsabilidades morales de los agentes morales. Si se optara por mantener como cri-terio inclusivo la racionalidad moral, la nica forma de evitar la acusacin de inco-herencia sera excluir de la esfera moral tanto a los animales como a los individuoshumanos que no satisfacen el criterio. O bien podra optarse por un criterio distin-to, la capacidad de sentir, que permitira asegurar directamente el valor intrnsecode los humanos marginales y nos llevara a mantener lo mismo con respecto amuchos animales.

    3. La igualdad como ideal moral: la plausibilidad de la alternativa sensocentrista

    Aunque tradicionalmente slo se contempla la posibilidad de establecer obliga-ciones indirectas hacia los animales, la propuesta que reivindica la ampliacin de lacomunidad moral parece ms plausible que su alternativa. Permitira evitar un para-digma alternativo (el humanista) que nos hace ser especiestas, o incoherentes, o noslleva a otorgar slo un valor instrumental a los humanos no racionales.

    Si compartimos la pretensin de que todos los miembros de nuestra propia espe-cie formen parte de la comunidad moral entonces no se puede proponer ningunacaracterstica relacionada con la racionalidad moral como criterio de considerabili-

    dad moral si se quiere ser coherente. Es fcil ver que la inteligencia, la autonomao la agencia moral no son compartidas por todos los seres humanos, y que postula-mos valor intrnseco al margen de las diferencias que tienen lugar al respecto detales caractersticas relacionadas con la racionalidad moral.

    Es habitual apelar al importante grado de similitud que existe entre todos losseres humanos como una razn que permite atender a las demandas de liberacin delos diferentes grupos humanos oprimidos histricamente (esclavos, mujeres, etc.)sin que ello nos llevara a tener que reconocer las exigencias morales de quienes pos-tulan la liberacin animal. Su razonamiento apunta a que las similitudes de todos

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    los humanos nos llevaran a prescribir iguales derechos para todos nosotros, insis-tiendo en la relevancia moral de lo que supone que se no pueda ser el caso de losdems animales. La idea sera que las diferencias entre ellos y nosotros son gran-

    des, lo que imposibilita compartir derechos. Sin embargo es fcil reconocer tambinla existencia de diferencias relevantes dentro de nuestro propio grupo que llevara ala necesidad de postular derechos diferentes (por ejemplo, hablar del derecho alaborto es algo que slo tiene sentido en el caso de las mujeres). Lo que ello sugie-re es que el hecho de que existan diferencias no es un obstculo para que el princi-

    pio bsico de la igualdad sea extensivo a todos los miembros de la especia humana.Ahora bien, la nica manera de que ello sea posible es asumiendo que el principiode igualdad no descansa en caractersticas de tipo fctico, pues ello hara imposiblela pretensin.

    Abandonar la bsqueda de una igualdad real es condicin de posibilidad parauna efectiva aplicacin del principio de igualdad a seres humanos muy diferentes.La clave est en percatarse de que el principio descansa realmente en un idealmoral: debemos tratar a los dems de manera que sus intereses iguales cuenten dela misma forma. Esta idea permite lograr una adecuada justificacin del principio,a la vez que es compatible con el reconocimiento de diferentes derechos en funcinde la existencia de diferentes intereses (Singer 1974, pp. 109-112).

    Entender la igualdad como igual consideracin nos permite justificar la preten-sin de que el principio se extienda a todos los seres humanos, pero tambin noslleva a tener que reconocer que ha de ser tambin legtimamente aplicado a muchosanimales no humanos. Estos tendrn intereses que habrn de ser igualmente consi-derados. El inters ms bsico es el inters en no sufrir, una caracterstica que com-

    parten todos los individuos capaces de tener experiencias conscientes negativas.Dado que el objetivo primordial de la moral es evitar que los individuos se veandaados, la pretensin de prestar consideracin al sealado inters se ve respaldadadesde lo que podra concebirse como un imperativo.

    La idea que subyace es la de que los propios intereses son, desde un punto devista neutral, iguales en importancia a los intereses de cualquier otro. Este principiode igual consideracin de intereses est en lnea con la forma en que autores como

    Bentham o Sidgwick incorporaron esta idea de igualdad dentro del contexto de unatica utilitarista. Una idea que puede formularse de formas diferentes pero cuyoncleo esencial parece un lugar comn tambin de la filosofa moral ms contem-

    pornea.El principio de igual consideracin de intereses ha sido objeto de un amplio an-

    lisis, dentro del cual tambin encontramos apuntados los aspectos en los que stepuede resultar ms problemtico. Surge la discusin en torno a cuestiones de tipometodolgico, como la pregunta en torno a la posibilidad de lograr identificar lassituaciones en las que estamos ante intereses iguales (DeGrazia 1996, pp. 11-35, 72-

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    74). Sin embargo parece que habra que aceptar que una comparativa a grandes ras-gos es plausible pues, aunque se reconozca que no puede compararse con exactitudentre seres humanos diferentes ni entre especies distintas, muchas veces la exacti-

    tud no es necesaria. En la mayora de las ocasiones podremos identificar con facili-dad dnde se est dando el sufrimiento mayor sin necesidad de comparacionesexactas (Singer 1979, pp. 76-77).

    Hay autores que han preguntado si realmente es algo tan obvio que la raznrequiere la adopcin del principio de igual consideracin de intereses (Maclean1993, pp. 55-60). La idea de que la racionalidad requiere imparcialidad, y que laimparcialidad requiere la adopcin del principio de igualdad podra ser problemti-ca. Un juicio, mantiene Maclean, puede ser imparcial o desinteresado y a la vezincompatible con la idea de que debemos dar igual peso a los intereses de todosaquellos afectados por nuestras acciones. La conexin no es necesaria porque esteelemento imparcial definitivamente puede estar presente en la justificacin de unaaccin que sea incompatible con el hecho de otorgar la misma consideracin a losintereses de todos. Lo que habra que analizar es si esto implica que se podra lle-gar a justificar que nuestros intereses pesan ms que los de los animales no huma-nos22. Podran instarnos a comprender que estara en juego un tipo de razonamien-to similar al que nos permite justificar la legitimidad de optar por salvar la vida denuestro propio hijo frente a la de un desconocido. Sin embargo habra que pregun-tar si realmente podemos fundamentar la existencia de un vnculo exclusivo entretodos los seres humanos al estilo del que un padre tiene hacia su hijo. Algo ms quedudoso que por otro lado requerira mostrar la pertinencia de que tal caracterstica

    juegue dicho papel en la evaluacin moral. Porque por un lado, adems de que larelacin paterno-filiar presenta caractersticas nicas, hay quienes desarrollan tam-

    bin vnculos fuertes hacia algunos animales, y por otro el requisito de imparciali-dad propio de la tica parece quebrarse si se admite el grado de parcialidad deman-dado por la argumentacin. No deja de parecer intuitiva, por una cuestin consis-tencia lgica, la idea de que dos intereses iguales en no sufrir merecen la mismaconsideracin con independencia de quines los tengan.

    Afirmar que los intereses de todos los humanos pesan lo mismo mientras quelos de los individuos que pertenecen a otras especies pesan menos no es fcil de jus-tificar. Podra entenderse que se falla en trminos de consistencia lgica porque enrealidad lo que se est proponiendo es una moral para los humanos y otra distinta

    para los animales, sin poder explicar cmo se relacionan o por qu son diferentes.

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    22 Bonnie Steinbock tambin ha querido desafiar el anlisis que hace Singer del principio de igualdad,al entender que los resultados a los que la interpretacin singeriana nos lleva resultan demasiado con-traintuitivos. Frente a ello la autora reivindica una posicin privilegiada para nosotros en la comuni-dad moral. Puede profundizarse en su propuesta consultando Steinbock (1978), pp. 247-256.

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    Parece que hemos de considerar igual los intereses iguales de todos los que los ten-gan sin importar la especie, lo que supone formular la regla formal de justicia23.

    Los aspectos esenciales que deberamos tener en cuenta sobre el mencionado

    principio de igual consideracin de intereses seran los siguientes. En primer lugar,estamos ante un principio formal, lo que significa que se dirige a la forma que debetener el razonamiento moral y no al contenido. Lo nico que nos est diciendo esque debemos tratar de igual forma los casos iguales. En segundo lugar, el principiode igual consideracin no hace que necesariamente tengamos que tratar a todos losindividuos como iguales en todos los sentidos (diferentes intereses darn lugar a untrato distinto). En tercer lugar, este principio es un componente necesario de cual-quier teora moral (Francione 2000, pp. 82-85).

    Desde el paradigma humanista no se propuso una caracterstica equivocada,

    ms bien se trata de ver que es innegociable que hemos de partir de lo que podraentenderse como una condicin de posibilidad de la nueva interpretacin del prin-cipio de igualdad. Querer atender por igual a los intereses de los individuos nosobliga a contar con el prerrequisito que posibilita la presencia de tales intereses, asaber, la capacidad para experimentar sufrimiento y felicidad. La igual considera-cin refiere a los intereses individuales y stos slo estarn presentes en el caso deque uno pueda verse afectado por las acciones de los dems, lo cual vendr deter-minado a su vez por la capacidad para sufrir. No hay justificacin moral para notomar en cuenta el sufrimiento de cualquiera que pueda experimentarlo. Entender laidea de igualdad como un principio de igual consideracin nos permite estar enlnea con esta idea tan bsica.

    No es difcil ver que la sensibilidad es la caracterstica moralmente relevante sitenemos presentes los requisitos que debera satisfacer un criterio inclusivo paraque su asuncin estuviera justificada. Tiene que ser general, esto es, aplicable acualquier entidad y capaz de resolver todas o la mayora de cuestiones en torno alestatus moral. Debe conectar el estatus moral a propiedades empricas del indivi-duo. Por supuesto tiene que ser moralmente relevante. Y dando un paso ms habraque aadir un cuarto prerrequisito tomado de James Rachels (1990). El autor inda-ga en las razones que justificaran una diferencia de trato y resalta la necesidad detener en cuenta que lo que puede justificar un tratamiento diferente depender de laclase de trato que est en cuestin en cada caso24. Lo que esto implica es que debehaber una conexin entre el estatus propuesto y el criterio adoptado. En el anlisis

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    23 De una forma u otra suele mantenerse que el principio de igualdad es bsico en tica. Podemos verun anlisis de cmo se articula este principio en teoras ticas muy diversas consultando DeGrazia(1996), pp. 45-46.24 Por ejemplo, a la hora de justificar por qu administramos la nica dosis de penicilina disponible alenfermo A o B parece que lo relevante es el tipo de dolencia de cada uno y no sus expedientes acad-

    micos. Vase Rachels (1990), p. 176.

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    de Cavalieri (2001, p. 32) ello se traduce en que el criterio inclusivo debe poseer untipo de relevancia que podramos definir como contextual. Es obvio que el nuevocriterio cumple con esta exigencia de relevancia contextual mejor que las propues-

    tas de corte racionalista. La capacidad de sentir se relaciona con un inters en evi-tar el sufrimiento y parece que ello, y no un alto grado de racionalidad, es lo rele-vante si el contexto es el de la concesin de proteccin moral.

    Puede justificarse la asuncin del criterio de la sensibilidad desde el imperati-vo de no daar. Es as porque los individuos conscientes que no son racionales sinduda pueden verse daados con las acciones de los que s lo son, y esto es algo quedebera poder ser tenido en cuenta en la determinacin de nuestra responsabilidadmoral. En tanto que desde la moral hay una preocupacin por proteger a los indivi-duos del dao, lo lgico es hacer efectiva tal proteccin para todo el que tenga uninters en evitar el sufrimiento. Si los seres conscientes irracionales cuentan con elapuntado inters, entonces parece justificado abandonar como criterio de conside-rabilidad moral la racionalidad moral y defender en su lugar la capacidad de sentir.

    La propuesta de la racionalidad moral como criterio inclusivo daba lugar a unadistincin entre agentes y pacientes morales en la que slo los primeros formaban

    parte de la comunidad moral. Pero deberamos preguntarnos por la coherencia dedefender que los agentes morales, encargados de determinar las obligaciones mora-les, son individuos ms valiosos (Warren 1997, pp. 121-164 y 224-225). Porqueresulta bastante difcil admitir que las personas con la capacidad en cuestin quedeciden ser inmorales sean ms valiosas que otros individuos que carecen de ella.Es ms, si asumiramos el argumento, no habra una razn plausible para no creerque la habilidad para elegir ser inmoral quita valor al grupo de los que tienen auto-noma moral de la misma forma que se mantiene que la habilidad para elegir sermoral lo aade (Gruzalski 2004, pp. 3-11).

    Finalmente resulta arbitrario entender que slo los que puedan llevar a caboactos morales tendrn valor intrnseco (Sapontzis 1987, pp. 1-46). Por ello habraque superar una concepcin estrecha del valor y dejar de ver extensiblemente equi-valentes las preguntas: quin formula los principios? y para quin se formulan los

    principios? La posibilidad de diferenciar tales preguntas pasa por defender una fun-

    damentacin de la tica no estrictamente racionalista.Por tanto, una cosa es que los agentes morales sean los encargados de determi-

    nar las obligaciones morales y otra distinta que ellos sean los nicos beneficiariosde pleno derecho de tales obligaciones. La idea de que puesto que los seres huma-nos son los nicos que reconocen deberes tambin deben ser ellos los nicos bene-ficiarios de derechos puede ser cuestionada si reconocemos como nuevo criterio deconsiderabilidad moral la sensibilidad. Ello servir para darle un nuevo sentido a ladistincin clsica entre ser agente y ser paciente moral. Los agentes morales sonaquellos individuos con responsabilidades morales mientras que los pacientes

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    morales son aquellos que pueden resultar beneficiados o perjudicados segn sedeterminen tales responsabilidades25.

    Atendamos por un momento a varias intuiciones presentes en el fondo de esta

    discusin. Parece que estamos interesados en poder reconocer una adecuada protec-cin moral a los humanos marginales, lo cual pasa por poder asegurar su valorintrnseco. Al mismo tiempo en general estamos dispuestos a reconocer una impor-tante diferencia en el plano moral entre nios pequeos o discapacitados cognitivosincapaces de racionalidad moral y aquellos casos que son objeto de una toma dedecisiones en contextos biomdicos, como es el caso de los humanos en estadovegetativo persistente y de los embriones (Dombrowski 1997, pp. 25-40). Por otrolado, tambin debemos percatarnos de que la intuicin en contra del maltrato gra-tuito de los animales no se agota en el reconocimiento de deberes indirectos.

    Habra que ver en qu descansa el inters por proteger a tan diversos individuosmientras que no a otros. Parece que en la asuncin del imperativo de no daar,sabiendo que la capacidad de sentir es lo que se relaciona con la experiencia desufrimiento y que el sufrimiento es condicin de posibilidad del dao. De forma que

    pasar a defender la apuntada capacidad como criterio inclusivo no es arbitrariopuesto que no estamos ante una propiedad biolgica ms. Estamos ante algo defi-nitivamente ligado al mbito moral en tanto que la moral parece surgir de nuestra

    preocupacin por determinados daos que parecen injustos26.Sin duda el xito del paradigma animalista est sujeto a la constatacin de expe-

    riencias mentales negativas en los animales no humanos. El punto de partida paraatribuir a muchos animales las emociones conscientes que posibilitan su capacidadde sentir se sita en el abandono de la tesis del abismo ontolgico y su sustitucin

    por la del continuo evolutivo con gradaciones, donde se niega la existencia de unadiscontinuidad radical entre el mundo de los animales humanos y no humanos.Tendr un papel determinante el argumento de la analoga, que viene dado por elconjunto de varias argumentaciones que ponen el acento en las similitudes de

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    25 En palabras de Pablo de Lora: [] slo algunos seres humanos alcanzan la condicin de agentemoral. Pero esto slo nos permite identificar a los protagonistas de la tica, no necesariamente a su

    objeto, al mbito de aplicacin de las restricciones a nuestro comportamiento en la forma de ciertosdeberes morales. Podra resultar que, entre los destinatarios de tales obligaciones, hubiera que incluirno slo a quienes son agentes morales sino tambin a los pacientes morales, es decir, a aquellos quese ven afectados por las acciones de los dems sin ser ellos mismos agentes. De Lora (2003), p. 135.26 Como ha afirmado Francisco Lara: La idea no parece tan descabellada. Si se acepta normalmenteque el objetivo esencial de la moralidad es fijar normas de conducta que prohban daar al otro, pare-cera arbitrario inferir que slo los seres racionales pueden ser objeto de nuestras obligaciones mora-les. Es que no pueden ser daados los irracionales? Al fin y al cabo se trata de seres cuyo sufrimien-to no se reduce a una simple respuesta fisiolgica, a estmulos externos. Son seres que, al igual quenosotros, bsicamente se interesan por evitar el sufrimiento y que pueden no conseguirlo en virtud decmo nos comportemos con ellos. Por qu no mantener entonces que la moralidad es una cuestin

    simplemente de no daar a todo aquel que pueda ser daado?. Lara (2006), p. 110.

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    muchos animales con nosotros en aspectos relevantes para la identificacin deldolor27.

    Finalmente, la ampliacin de la comunidad moral tendr que ir seguida de una

    discusin en torno a cmo se concretan las obligaciones que tenemos hacia los ani-males y qu fuerza han de tener estas. Los deberes que supone para nosotros el reco-nocimiento de su considerabilidad moral es algo que necesariamente habr quedeterminar.

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