océanos de sangre · libro segundo. · capítulo vi

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Continuación Océanos de sangre

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AdvertenciaEsta historia contiene escenas de violencia y sexo explicito, y lenguaje adulto que puede ser ofensivo para algunas personas. No se recomienda para menores de edad.

2014, Ocanos de sangre.

2014, Nut

2014, Portada: Neith

Beta reader: Hermione Drake

Esta historia es ficcin. Personajes, ambientacin y hechos narrados, son el fruto de la imaginacin de la autora. Cualquier semejanza con la realidad o personas reales, es pura coincidencia.

Todos los derechos reservados. No est permitida la reproduccin parcial o total de esta obra sin el correspondiente permiso de la autora, con la que se puede contactar en este correo [email protected]

o en su blog: http://medianocheeneljardin.blogspot.com.es/

Ocanos de sangre

Nut

Libro Segundo

Captulo VICuando Ireeyi alcanz la playa, an no se insinuaban las primeras luces del amanecer en el horizonte. El resplandor de una luna plida y menguante, que se dejaba arrastrar con mansedumbre hacia el oeste, y el fulgor de las estrellas, le haban guiado hasta el pequeo campamento. Al pasar junto a las tiendas, escuch unas speras aspiraciones, montonas y sonoras, que reconoci como los ronquidos de la capitana Opndula. En el hogar arda un fuego bajo y Pravian, sentado sobre un tocn, hurgaba entre las brasas con el extremo de un palo delgado; la madera crepitaba y diminutas ascuas ascendan envueltas en tenues columnas de humo. Al escuchar los pasos del Capitn sobre la arena, el gigante lade un poco la cabeza y la mitad de su castigado semblante qued expuesto, iluminado por el resplandor de las mortecinas llamas.

Bonita escabechina coment Ireeyi alzando una ceja. No te da vergenza dejarte ganar por semejante intil?

Pravian apunt hacia el rostro del Capitn con el palo.

El patrn tampoco tiene buen aspecto. Te cogi desprevenido? se burl.

Prefiri no responder y con gesto contrariado se pellizc la nariz; la tena hinchada y caliente, y le hormigueaba. Era indudable que estaba bastante lastimada, aunque no tanto como su orgullo. Se acuclill junto al fuego, con los brazos apoyados en las rodillas y las manos enlazadas, y durante un buen rato ambos permanecieron en silencio contemplando las llamas.

No quieres preguntarme si lo he matado o es que tienes clara la respuesta? inquiri el Capitn.

Pravian inclin un poco la cabeza y se rasc la calva.

Ha sido un buen combate?

Le mir de soslayo antes de responder:

Lo ha sido.

Pidi clemencia?

Ireeyi solt una maldicin.

El muy hijo de perra tuvo la desfachatez de desafiarme a que le matara.

El gigante ensanch la boca en una acerba sonrisa y el fulgor de la hoguera ti de naranja sus aguzados dientes.

Quin lo iba a decir, eh, patrn? Nuestro pececito ya es todo un tiburn y ha aprendido a dar dentelladas.

Pero no con la suficiente fuerza.

Pravian ley en las lneas tensas de su rostro la frustracin y el enojo que le embargaban. El Capitn se puso en pie y, con los brazos en jarras, contempl las naves ancladas en la baha, cuyas siluetas se recortaban contra un horizonte estrellado.

Voy a levar anclas y a poner rumbo hacia Puerto Yloba. Cuando el Reina est reflotado, reunos conmigo all.

Cundo zarpas? se extra el gigante.

Ahora mismo.

An falta casi una hora para el amanecer y las reparaciones del Dragn no estn terminadas. Los daos en el velamen restarn velocidad a la fragata.

Podemos solventarlos mientras navegamos.

Los hombres duermen. Cuentan con una jornada ms en la isla. Protestarn.

Y qu?

Patrn, huir no es la solucin.

Se volvi veloz hacia l gigante y lo taladr con unas furibundas y flgidas pupilas que en la oscuridad de la noche resultaban espectrales.

No sigas ponindome a prueba, Pravian. Hoy ya has colmado de sobra mi paciencia.

El gigante le sostuvo la mirada, tranquilo, sin pretender desafiarlo.

Te orden que lo eliminaras mascull entre dientes. La mandbula se le tens hasta el punto de temblarle levemente. No me digas que ha sido capaz de vencerte; los dos sabemos que eso es imposible. Le has perdonado la vida en contra de mis deseos. Se le agriaron las palabras en la boca. Nunca me habas fallado antes.

Ahora tampoco respondi, alzando la comisura de la boca en una ambigua sonrisa. Sigo cuidando de los intereses del patrn.

Creo que no vemos las cosas de igual manera ironiz.

Tal vez el patrn debera...

Qu? le interrumpi, desabrido. Cmo era eso que dijiste? Aceptar el amor que quiere darme? Esboz una mueca asqueada. Amor? Qu os ha dado ltimamente a todos con el maldito amor? En nuestro mundo, en esta existencia catica que hemos escogido como vida, no hay cabida para nada semejante. Nuestra causa y eso del amor no son cosas compatibles.

Quin lo dice?

Yo! Se le crisp la expresin y, rabioso, dio una patada a un tronco que sobresala de la hoguera. Las llamas se avivaron con violencia y una lluvia de chispas salt en todas direcciones. Ni siquiera creo en esa fantasa infantil y mrame. Desde que volvi no puedo sacrmelo de aqu. Se golpe con un dedo en mitad de la frente. Esas cartas de navegacin podran suponer una importante baza a nuestro favor y en lo nico en lo que puedo pensar es en que las tenemos gracias a l. Acabamos de llevar a cabo una de las mejores ofensivas del ao y me provoca ms inters su pelea con Seske que el botn conseguido. Debera emplear mi tiempo en planear futuras incursiones y lo pierdo analizando sus actos y sus palabras, sus decisiones. Tendra que haberlo matarlo por traidor, por insubordinado, por descerebrado, y en vez de eso me dedico a retozar con l en mitad de la selva. Esto es una malsana obsesin. Debe haberme maldecido o algo as.

Solo te has enamorado, patrn.

Enamorado, dices? repiti ofendido. Bah! Llmalo como quieras. Sea lo que sea lo que me sucede, me hace perder la perspectiva y reemplazar mis prioridades, y eso es inaceptable. Tiene que marcharse. Si lo aparto de m, si lo mando lo ms lejos posible, si no vuelvo a verle, puedo sacarle de mi cabeza. Camin a un lado a otro, con los brazos cruzados sobre el pecho y los hombros encogidos. Ya lo hice una vez dijo en voz baja, casi para s. Ocpate de que lo lleven a Nsimo orden. Una vez all no me importa lo que haga con su vida, pero no quiero que se vuelva a acercar a mi flota.

Pravian suspir.

Patrn, ya lo exiliaste y mira dnde est ahora.

No dices que cuidas de mis intereses? Se inclin sobre l, desafiante. Pues ocpate de que esta vez no regrese.

Ireeyi le dio la espalda y se encamin hacia las rocas.

Da igual lo lejos que lo enves dijo el gigante, de nuevo concentrado en avivar el fuego. El miedo que sientes ahora no lo borrar la distancia.

Se detuvo en seco y gir el rostro a medias.

De qu miedo hablas? pregunt despacio, dando a su voz un tono glido y afilado.

Todo son excusas. Tu negativa a aceptar sus sentimientos y los tuyos no es sino miedo a que te vuelvan a arrebatar lo que ms te importa, a tener que enfrentar nuevamente el dolor de perder aquello que amas. El mismo dolor que sufriste cuando asesinaron a tu familia y que an te atormenta. No quieres amarlo porque temes volver a pasar por todo aquello y ese temor es tan grande que para ahogarlo prefieres sacrificar la vida que podras tener junto a Kert.

El semblante de Ireeyi se torn lvido. Clav la mirada en la nuca del gigante, pero se trag las palabras que senta arder en la boca.

T y tus malditos sermones. Estoy harto de escucharlos le solt al cabo de unos instantes. No pretendas actuar como mi padre, no lo eres, no le llegas ni a la suela de las botas. Mtete en tus asuntos y deja los mos en paz. Y haz lo que te he ordenado. Si vuelvo a ver a ese traidor te har a ti directamente responsable.

Se march con paso enrgico, mientras Pravian permaneci sentado, con sus pequeos y tristes ojos posados en el fuego.

El ligero frescor del alba despert a Kert y al instante supo que Ireeyi no estaba. Sooliento, se incorpor frotndose los ojos, y tiritando un poco bajo la ropa, se sent cruzando las piernas.

A su alrededor, la claridad griscea del amanecer se iba abriendo paso, desvaneciendo la oscuridad. Sobre el arroyo flotaba una sutil neblina y las primeras gotas de roco salpicaban la hierba aqu y all. En algn lugar de la arboleda un pjaro madrugador trin y al instante otro, un poco ms lejos, respondi a su canto.

Sacudi los hombros y estir la espalda. Le dola todo el cuerpo y no solamente por las contusiones y heridas que haba recibido luchando en la playa y en el templo. Volvi a temblar, pero esta vez no de fro, cuando los recuerdos de la turbulenta noche junto a Ireeyi se agolparon en su mente de forma sbita. El sexo, las discusiones, los conatos de lucha. Haban pasado una y otra vez por cada situacin igual que en una descabellada carrera en crculos; ambos con las emociones desencadenndose a cada palabra, grito o gesto. Discutan y tenan sexo, y de nuevo discutan y volvan a tener sexo, y l se senta como un pequeo barco de papel en la cresta de un tsunami, subiendo y bajando a merced de los vientos y las violentas olas, luchando con denuedo por mantener un rumbo que no saba a dnde le iba a llevar.

Djame creer por un instante que el mundo se reduce a ti y a m en este lugar, le haba dicho Ireeyi mientras se le abrazaba.

Ese sencillo gesto, y sus palabras, le haban hecho experimentar una inesperada serenidad. Durante unos minutos se sinti y se supo en paz con el mundo, con Ireeyi, consigo mismo. Pero esa placentera sensacin dur poco.

Cuando el Capitn lo solt, lo hizo casi con desprecio; se apart a un lado, tumbandose de espaldas, con la nuca apoyada en las manos y la vista en el cielo, reacio a dirigirle la mirada. Kert lo estuvo observando en silencio hasta que Ireeyi perdi la paciencia.

Deja de mirarme as le haba exigido, visiblemente molesto.

As cmo?

Como si algo hubiera cambiado. Ha sido solo un polvo. Nada ms.

Nada ms? El tono retador de Kert no debi gustarle, porque volvi hacia l una mirada severa. Entonces qu? inquiri resuelto. Qu va a pasar ahora?

Ahora?

S. Dentro de unas horas, maana. Qu va a suceder con nosotros?

Oh! exclam, forzando una voz de falsete. Pues que seremos un par de felices enamorados. Compuso una caricaturesca expresin de arrobamiento. Construiremos nuestro nidito de amor en La Dormida. Navegaremos hombro con hombro, capitaneando el Dragn. Pasearemos por cubierta cogiditos de la mano y las olas mecern nuestros cuerpos mientras hacemos el amor noche tras noche. Justo lo que t queras, verdad?

No te burles le reproch, sentandose con gesto malhumorado.

Ireey se levant de un salto.

Claro que me burlo! Fue hacia el arroyo y se meti en l chapoteando ruidosamente. No hay un ahora, Kert. No hay un maana. Nunca lo ha habido. Cundo vas a aceptarlo? Se detuvo con el agua a la altura de los muslos y comenz a lavarse. No puedes soportar cmo soy y yo no puedo soportar cmo eres.

He cambiado, por eso regres.

Mientes! exclam triunfal, casi como si hubiera estado esperando precisamente esas palabras.

Sali del arroyo estremecido de fro, pero eso no pareca importarle. Se acerc a Kert y este se puso en pie para enfrentarlo.

Mientes repiti, exhibiendo una desdeosa mueca. No ests aqu porque hayas cambiado, sino porque quieres hacerme cambiar a m. Quieres convencerme de que tus posturas son las acertadas, dirigir mis actos, imponerme tus principios. Pretendes que renuncie a mi venganza.

No! se exasper el joven. Quiero ayudarte a conseguirla. Por qu no lo entiendes?

Quieres que el monstruo se ablande. Pero no vas a lograrlo, porque el monstruo no puede ni quiere cambiar. Y dentro de un ao, cuando comprendas que todos tus esfuerzos son intiles, cuando tus escrpulos y tu compasin te hayan corrodo el alma, estars de nuevo al filo de un acantilado querindote quitar la vida. Lo recuerdas, Kert? Recuerdas todo ese dolor, toda esa desesperacin? De verdad quieres pasar por ello otra vez? Quieres obligarme a presenciar de nuevo tanto patetismo? Y por qu? Por una quimera amorosa? Por un poco de sexo?

No recordaba muy bien cul haba sido su rplica, en cambio s los gritos y las recriminaciones, y que haba faltado poco para pelearse de nuevo a golpes, aunque finalmente haban acabado uno en brazos del otro haciendo el amor.

Se levant y fue hasta el arroyo. En cuclillas, se lav la cara y bebi hasta saciarse. Escuch el gorgoteo de sus tripas y las not moverse, y eso le hizo caer en la cuenta de que no haba comido nada desde el almuerzo del da anterior. A su derecha descansaba su espada y un poco ms cerca el estilete continuaba clavado en la tierra. Tras limpiarlo en el faldn de su camisa, lo guard en la bota y recogi la espada. De pie, la sostuvo en sus manos y la contempl con cierta tristeza.

Le haba dicho que lo amaba. Mientras se ahogaba en la pasin arrolladora de aquel hombre, cuando la furia, la obstinacin, la impotencia que los embargaba a ambos se converta en duras palabras que solo llevaban a callejones sin salida, l le deca que lo amaba e Ireeyi enmudeca. O gritaba an ms fuerte. O intentaba golpearlo. O le besaba con la misma violencia que imprima a sus golpes.

Te amo haba afirmado Kert, durante uno de esos lapsos de silencio en el que ambos, agotadas las palabras, los reproches, las exigencias, se refugiaban. Y t me amas a m.

Se hallaban sentados uno al lado del otro, con las espaldas apoyadas en el tronco de la caoba. Desnudos, sudorosos; la piel caliente y los cuerpos exhaustos por el placer.

Me amas reiter. De lo contrario todo lo que hemos vivido en estos aos no tendra sentido, no habra sucedido.

Ireeyi emiti un leve y corto resoplido de burla.

Y qu si pudiera amarte? Algo sera diferente?

Kert le tom por el mentn y le oblig a volver el rostro hacia l.

Por qu tanto afn en negarlo? Si no me amaras, yo habra muerto en La Dormida y t no recordaras de m ni mi nombre.

El Capitn le agarr la mano y se la apart del rostro, pero no rehuy su mirada. Sus ojos, siempre tan hermticos, siempre tan inhspitos, parecan nublados por una ptina de melancola.

Qu ms da! musit. Lo nico que importa es que tenerte cerca me aleja de lo que es verdaderamente importante. Me haces perder el rumbo, Kerenter. No puedo arriesgarme a que mis sentimientos hacia ti lleguen a pesar ms que mi odio. Me haces dbil y yo a ti desgraciado. Por el bien de los dos debemos separarnos.

Kert entrelaz sus dedos con los del Capitn.

Te amo. Y t me amas. Dilo, Ireeyi, di que me amas. Por favor, dime que me amas. Deja que me lleve eso al menos.

Sus palabras no recibieron rplica. Ireeyi apart el rostro y se deshizo del agarre con un lento ademn, y Kert, agotado de pelear, de hablar, de intentar entender, de sufrir; no trat de retenerle. Resignado, apoy la cabeza en el tronco y apret los prpados para contener las lgrimas. No volvieron a discutir ni a hablar, no volvieron a hacer el amor. Y cuando el silencio se volvi insoportable, Kert decidi que haba llegado el momento de marcharse.

Tom sus ropas e, impaciente, se visti, y el Capitn, ensimismado, hizo otro tanto. Se dispuso a marcharse pero entonces Ireeyi le tom de la mano y sin mediar palabra lo gui para que volviera a tumbarse en el suelo. Su primera intencin fue rechazarlo; no ms sexo para silenciar los reproches y las suplicas, para aliviar la pesadumbre del alma, para ser solo carne e instintos. Pero no era eso lo que el Capitn quera; lo supo al ver su expresin extraamente clida, sus ojos, esos ojos capaces de helar los infiernos, quebrados por la tristeza.

Se tumb a su lado y ambos, embargados por una luctuosa emocin, se abrazaron, sabiendo que era la ltima vez. Y as, con aquel maldito silencio envolvindolos, el sueo los haba vencido.

Kert levant la vista hacia el cielo, donde la luz del sol comenzaba a cobrar intensidad. No quera volver a la playa; no haba reunido an las fuerzas necesarias para enfrentar lo que le esperaba all. Pero saba que era intil tratar de aplazar lo inevitable, as que se ech la espada al hombro y emprendi el camino. Al menos, esperaba que esta vez Ireeyi fuera lo suficientemente considerado como para verle marchar mientras parta al exilio.

Al llegar a la playa, de lo primero que se percat fue que el Reina de el Abismo, aprovechando la marea alta, haba sido devuelto a las aguas. Cont seis barcos en la pequea baha; los cont dos veces, porque no le salan las cuentas, y entonces advirti la ausencia del Dragn de Sangre.

Maldita sea!

Sinti que la laxa resignacin que haba anidado en l se cristalizaba y estallaba hecha pedazos. Corri hacia la orilla y camin airado arriba y abajo, sin importarle que las olas rompieran ruidosas contra sus botas; incrdulo y furioso ante la evidencia de que el Capitn Ireeyi haba partido de la isla.

Se ha largado. El muy cabrn se ha largado...

Y por qu no iba a hacerlo?

Kert reconoci la voz y salt a un lado, empuando la espada que desenvain tan solo un palmo. Pravian estaba a un par de metros de l, enhiesto como una montaa, con el rostro convertido en un mapa de contusiones, araazos y heridas y los redondos y aviesos ojos vueltos hacia l.

Tenas una cita con el patrn? inquiri burln. Movi los brazos y el joven retrocedi y sac la espada un palmo ms. El gigante sonri exhibiendo la dentadura y muy despacio cruz los brazos sobre el pecho. Queras un besito de despedida?

Crea que el Dragn an necesitaba reparaciones dijo Kert sin perderlo de vista.

As es.

Arrug en el entrecejo y sacudi la cabeza.

No lo entiendo. Cuando no hay ms remedio, es comprensible. Pero levar anclas as es una temeridad.

Lo es.

Entonces, por qu...?

Tena prisa por perderte de vista le cort. Y reljate, no te voy a hacer nada.

Kert hundi la cabeza y encorv la espalda, preparndose para rechazar un posible ataque.

Que te relajes, coo! vocifer. No me ha ordenado que te mate, solo que te empaquete y te tire en alguna playa perdida.

Lentamente, el joven envain la espada y se enderez. Un par de marineros que transportaban un pesado bal repararon en ellos al pasar y, sin detenerse, uno grit:

Otra vez de pelea con el traidor, Pravian? Quieres que te vuelva a vapulear?

Anda, por qu no te pones a cuatro patas? propuso el otro. As podr follarte a gusto.

Y ambos corearon con risotadas sus ocurrencias.

El gigante escupi en la arena y les dedic una sonrisa amplia y nada halagea mientras se alejaban.

Qu poco apreciis vuestros pellejos, putas cotorras! les grit y, volvindose hacia Kert, le recrimin: Mira cmo me pierden el respeto por tu culpa. Ahora tendr que cascar algunos crneos para poner las cosas en su lugar.

Voy a volver dijo, ignorando sus quejas.

Eh?

Da igual en que playa me tiris esta vez. Pienso volver.

Ah, eso. Pravian puso los brazos en jarras. Pues claro que vas a volver. Con ello cuento.

Con ello...? Mir confuso al gigante. Te burlas?

Lo tuyo sin duda tiene que ser un problema de aqu. Se golpe la cabeza con un dedo. De pequeo debi de darte una coz un mulo o te caste desde la cofa del mayor y aterrizaste con la mollera. De otro modo no se entiende tanta obstinacin ni tanto apego al sufrimiento. Pero no, no me burlo. Solt una especie de berrido que pretenda sonar como un suspiro resignado. Se aproxim a la orilla y, con aire meditabundo, contempl la baha. Espero de verdad que puedas volver.

Kert relaj los miembros, pero mantuvo las distancias. El comentario de Pravian le confunda, no entenda qu trataba de decirle, si es que quera decirle algo.

De repente record la frase ambigua sobre el Capitn que el gigante le haba farfullado el da anterior tras su pelea, y que en su momento no pens siquiera en detenerse a interpretar.

T habras podido salvar al patrn repiti reflexivo. Me dijiste algo as.

Pravian le mir, alzando inquisitivo sus invisibles cejas, fingiendo con descaro que no entenda sus palabras.

Ayer. Cuando estabas tirado en la arena le record. Dijiste que yo podra haber salvado al Capitn. Qu quisiste decir?

Apret los labios y emiti un prolongado gruido de fastidio.

A veces me vuelvo un sentimental. Nadie es perfecto.

Que queras decir? reiter con enojada impaciencia.

El gigante respir profundamente y de nuevo volvi la vista hacia el mar.

En la vida solo me importa una cosa confes.

Acabar con los Malditos intervino el joven con desgana, ya lo s. Ahrrame los detalles.

No listillo. l. Solo me importa l.

No pregunt a quin se refera, no haca falta. Observ su imperfecto perfil, aquel rostro tortuoso, horrendo antes incluso de las heridas y moratones, y alcanz a ver cmo a sus torcidos labios afloraba, fugaz e inesperada, una sonrisa afectuosa.

l es cada uno de los hijos que me mataron. La mujer, los hermanos, los amigos que vi morir ante mis ojos. l es quien me devolvi la dignidad y las esperanzas. Quien me hizo libre de nuevo. Al diablo con los Malditos! Ellos no significan nada para m. Mi razn de vivir no es una venganza intil. Desde el mismo instante en que nos conocimos en las entraas del infierno, l es mi nica razn para existir.

Lo entiendo musit Kert.

Solt una carcajada corta y desdeosa.

Qu vas a entender t, descerebrado! No puedes aunque lo intentes. Esto no va de sexo ni de enamoramientos estpidos, que segn parece es de lo nico que t s que entiendes. No es amor filial ni es amistad, no es compaerismo, no es lealtad, no es el pago de una deuda; es todo y a la vez mucho ms. Es respirar porque l respira. Sentir dolor cuando l lo siente. Rer cuando el re. Ser feliz si l lo es. Dej de hablar y meditabundo, perdida la mirada en el infinito, neg con la cabeza. Pero Ireeyi no es feliz; no puede serlo, porque alguien que solo vive de odio y para el odio, nicamente conoce eso. Y el odio te consume despacio, te corroe hasta que no deja nada de ti, ni bueno ni malo; nada. Y para cuando quieres darte cuenta, en tu interior solo hay un abismo hondo y helado. Sabes lo que es eso? No, claro que no. T quizs seas el mayor necio al sur de Parvilian, pero hay dentro de ti tanta fuerza, tanta humanidad, tantas esperanzas, que es imposible que sepas lo que es existir con esa nada incrustada en tu alma. En cambio, Ireeyi s.

Call, apretando los labios, como si las palabras fueran un bocado amargo. Kert sinti la tentacin de consolarlo, de posar la mano sobre su hombro; pero le pareci un gesto que aquel hombre considerara vano y ridculo, y se limit a esperar en silencio que volviera a hablar.

Cada da, el pozo de su alma, de esa que l cree que ya no tiene, es mayor y ms profundo, ms negro dijo al poco tiempo. Quera que conociera algo ms que el odio. Que esperara de la vida algo ms que la muerte. Se volvi despacio hacia el joven. Sus pequeos ojos lo escrutaron con dureza. Aquel da haces aos, cuando quisiste salvar al Maldito lanzndote tras l al mar, vi la cara del patrn y o su voz llamndote. En su semblante tendra que haber habido una expresin de clera o desprecio, o, lo ms razonable, de indiferencia. Pero vi miedo, y o el miedo en su voz. Un miedo del que l mismo no era consciente. Un miedo que no experiment ni siquiera cuando se arrastraba fuera de las minas de Marial trepando por los cadveres de cientos de hombres, mujeres y nios masacrados. Y entonces pens que tal vez t... t podras salvarlo.

De qu? inquiri con la voz engarrotada, sabedor de la respuesta.

De s mismo.

Entonces, aydame. Se le acerc, con la cabeza hacia atrs para poder mirarlo directamente a la cara. No acates su orden. Djame navegar contigo en el Reina.

Qu ganars con eso?

No s. Kert sacudi los hombros, desmoralizado. No s si gano algo o pierdo todo. No s. Pero por favor, dame una oportunidad. Si crees que realmente puede ser bueno para l que estemos juntos...

El gigante ense los dientes.

Bueno? Eso pens entonces. Pero si hubiera siquiera sospechado el sufrimiento que ibas a ocasionarle con tu jodido amor, te hubiera dejado pudrirte en las entraas del mar junto con aquel Maldito.

Pero no lo hiciste replic el joven con firmeza.

No le espet. Y ahora es demasiado tarde.

Aydame.

Si vuelvo a desobedecerle, esta vez me despellejar vivo.

Cundo le has...?

El resuello se le cort al sentir la punta del pual entre el mentn y la nuez. Casi le entraron ganas de rer al pensar que aquella era la segunda vez en menos de un da que le haban amenazado con degollarlo. Pero el inminente peligro no le permiti ni respirar.

Pravian se inclin sobre su rostro, sonriendo con su ttrica dentadura de tintorera y un brillo de obsceno triunfo en sus ojillos.

Si quiero matar a alguien, no me complico la vida con juegos malabares sise despacio, apretando un poco el pual, lo que oblig a Kert a ponerse de puntillas. Ni golpes ni estrangulamientos. Mi Hembra es rpida y eficiente, y con ella me sobra y me basta para deshacerme de pardillos como t. Te queda claro?

Clarsimo jade. Y ahora, vas a ayudarme?