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Raisa Pagés Periodista de “Granma” Nunca he dejado de sembrar HORTALIZAS E n el patio de su casa actual en Guanabacoa, Ana continúa con su pasión de sembrar. En ocho me- tros cuadrados de patio de tierra, plantó matas de limón, naranja agria, guayaba y hasta un melocotonero, in- tercalado con plantas condimentosas. En los troncos de las matas insertó orquídeas, además de las paredes de un interior unas 150 macetas colgadas con plantas ornamentales. Cuando la joven, una capitalina, nacida y criada en la barriada populosa de Luyanó, les dijo a sus padres que estudiaría Agronomía, ellos se sorprendieron. No había antecedentes en la familia por ese oficio, a no ser su madre que siempre mantenía plantas decorativas dentro del hogar. Aquella muchachita, rubia, de grandes ojos verdes, de hablar bajito, obtuvo diploma de Oro en su graduación hace 25 años en la actual Universidad Agraria de La Habana, en San José. Por sus notas sobresalientes fue ubicada en las Fuerzas Armadas, al terminar su servicio social en Corralillo, en Villa Clara, se abrieron para ella las puertas de Horti-FAR, en Punta Brava. ciudad en los espacios vacíos. Escribe tus experiencias, le indicó Raúl, y vas a extenderla en las unidades de las FAR. También le comentó a la joven que enviaría allí a todos los delegados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, para que vieran esa forma e producir vegetales y le advirtió que le mandaría un regalito para aquel encuentro. “Me mandó un altoparlante para que me escucharan los Diputados, porque decía que yo hablo muy bajito y no me iban a escuchar”, recuerda Anita ahora al cabo de 20 años de aquel momento trascendental en su vida. “Escribí un manual con mis experiencias. En aquella época se conocían las técnicas de hidropónicos y zeopó- nicos, pero no en canteros con materia orgánica. Un trabajador del Ministerio de la Agricultura me sugirió que les llamáramos organopónicos, nombre con que hoy se conoce esta tecnología en Cuba. “Comenzamos a difundir la tecnología dentro de las unidades de las FAR. En 1990, fui para el gran organo- pónico construido en un área aledaña a la sede central del ministerio, en la Plaza de la Revolución. Estuve seis años en ese gran organopónico. Durante ese tiempo, el general de brigada Sio Wong, que dirigía el Instituto Nacional de la Reserva Estatal, construyó uno similar en plena quinta avenida. Aunque no conocía personalmente a Sio Wong, me enviaba mensajes con retos emulativos en rendimientos. “En 1991 se organizó un encuentro en el Instituto de Investigaciones de Agricultura Tropical (INIFAT) para realizar el primer taller de la tecnología de organopóni- cos. Con especialistas de ese instituto, ya dirigido por el doctor Adolfo Rodríguez Nodals, elaboramos un manual y recorrimos todo el país para explicar las técnicas del organopónico en todos los municipios. “Allí en el INIFAT fue que conocí personalmente al ge- neral Sio Wong, quien se reunió con nosotros para trabajar en pro de eliminar vertederos en la ciudad, aprovechar los sustratos que dejaban de materia orgánica y construir organopónicos en los pedazos libres de la capital. “Sio Wong no solo rescató las tradiciones de sus ances- tros chinos sino que promovió la estética y el respecto por en entorno urbano, para mí es el padre de la agricultura urbana en Cuba”, considera la ingeniera. Cuando se hizo en 1994 el segundo encuentro nacio- nal de organopónicos, Ana Luisa hizo público por primera vez aquel encuentro que sostuvo con el General de Ejér- cito Raúl Castro el 27 de diciembre de 1987, cuando le orientó que continuara y perfeccionara esa experiencia. En esa reunión se propuso esa fecha para celebrar el Día Para la ingeniera agrónoma Ana Luisa Pérez Rodríguez, su tarea inicial, en esa unidad las FAR, era pregerminar semillas de aguacate y mango en sustratos y después sembrar las posturas en grandes bolsas de plástico. Para facilitar su labor, se le ocurrió hacer canteros de materia orgánica con gualderas de tablas de palma e instalarles riego localizado. Allí, en lo que fuera el antecedente del organopónico actual, sembró lechugas, cebollas, fresas, con muy buenos resultadazos productivos. El 27 de diciembre de 1987, cuando el General de Ejér- cito Raúl Castro hizo un recorrido habitual por empresas de las FAR, la ingeniera Ana Luisa le enseñó sus canteros y aprovechó la ocasión para contarle lo útil que sería extender esta forma de producir vegetales dentro de la Visita de Raúl Castro al Centro Hortifar, en 1987

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Page 1: Nunca he dejado de sembrar hortALizAs - actaf.co.cu 2007-3/03-Nuncadejado.pdf · tros cuadrados de patio de tierra, plantó matas de limón, naranja agria, guayaba y hasta un melocotonero,

Raisa PagésPeriodista de “Granma”

Nunca he dejado de sembrar hortALizAs

En el patio de su casa actual en Guanabacoa, Ana continúa con su pasión de sembrar. En ocho me- tros cuadrados de patio de tierra, plantó matas de

limón, naranja agria, guayaba y hasta un melocotonero, in-tercalado con plantas condimentosas. En los troncos de las matas insertó orquídeas, además de las paredes de un interior unas 150 macetas colgadas con plantas ornamentales.

Cuando la joven, una capitalina, nacida y criada en la barriada populosa de Luyanó, les dijo a sus padres que estudiaría Agronomía, ellos se sorprendieron. No había antecedentes en la familia por ese oficio, a no ser su madre que siempre mantenía plantas decorativas dentro del hogar.

Aquella muchachita, rubia, de grandes ojos verdes, de hablar bajito, obtuvo diploma de Oro en su graduación hace 25 años en la actual Universidad Agraria de La Habana, en San José. Por sus notas sobresalientes fue ubicada en las Fuerzas Armadas, al terminar su servicio social en Corralillo, en Villa Clara, se abrieron para ella las puertas de Horti-FAR, en Punta Brava.

ciudad en los espacios vacíos. Escribe tus experiencias, le indicó Raúl, y vas a extenderla en las unidades de las FAR. También le comentó a la joven que enviaría allí a todos los delegados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, para que vieran esa forma e producir vegetales y le advirtió que le mandaría un regalito para aquel encuentro.

“Me mandó un altoparlante para que me escucharan los Diputados, porque decía que yo hablo muy bajito y no me iban a escuchar”, recuerda Anita ahora al cabo de 20 años de aquel momento trascendental en su vida.

“Escribí un manual con mis experiencias. En aquella época se conocían las técnicas de hidropónicos y zeopó-nicos, pero no en canteros con materia orgánica. Un trabajador del Ministerio de la Agricultura me sugirió que les llamáramos organopónicos, nombre con que hoy se conoce esta tecnología en Cuba.

“Comenzamos a difundir la tecnología dentro de las unidades de las FAR. En 1990, fui para el gran organo-pónico construido en un área aledaña a la sede central del ministerio, en la Plaza de la Revolución. Estuve seis años en ese gran organopónico. Durante ese tiempo, el general de brigada Sio Wong, que dirigía el Instituto Nacional de la Reserva Estatal, construyó uno similar en plena quinta avenida. Aunque no conocía personalmente a Sio Wong, me enviaba mensajes con retos emulativos en rendimientos.

“En 1991 se organizó un encuentro en el Instituto de Investigaciones de Agricultura Tropical (INIFAT) para realizar el primer taller de la tecnología de organopóni-cos. Con especialistas de ese instituto, ya dirigido por el doctor Adolfo Rodríguez Nodals, elaboramos un manual y recorrimos todo el país para explicar las técnicas del organopónico en todos los municipios.

“Allí en el INIFAT fue que conocí personalmente al ge-neral Sio Wong, quien se reunió con nosotros para trabajar en pro de eliminar vertederos en la ciudad, aprovechar los sustratos que dejaban de materia orgánica y construir organopónicos en los pedazos libres de la capital.

“Sio Wong no solo rescató las tradiciones de sus ances-tros chinos sino que promovió la estética y el respecto por en entorno urbano, para mí es el padre de la agricultura urbana en Cuba”, considera la ingeniera.

Cuando se hizo en 1994 el segundo encuentro nacio-nal de organopónicos, Ana Luisa hizo público por primera vez aquel encuentro que sostuvo con el General de Ejér-cito Raúl Castro el 27 de diciembre de 1987, cuando le orientó que continuara y perfeccionara esa experiencia. En esa reunión se propuso esa fecha para celebrar el Día

Para la ingeniera agrónoma Ana Luisa Pérez Rodríguez, su tarea inicial, en esa unidad las FAR, era pregerminar semillas de aguacate y mango en sustratos y después sembrar las posturas en grandes bolsas de plástico. Para facilitar su labor, se le ocurrió hacer canteros de materia orgánica con gualderas de tablas de palma e instalarles riego localizado. Allí, en lo que fuera el antecedente del organopónico actual, sembró lechugas, cebollas, fresas, con muy buenos resultadazos productivos.

El 27 de diciembre de 1987, cuando el General de Ejér-cito Raúl Castro hizo un recorrido habitual por empresas de las FAR, la ingeniera Ana Luisa le enseñó sus canteros y aprovechó la ocasión para contarle lo útil que sería extender esta forma de producir vegetales dentro de la

Visita de Raúl Castro al Centro Hortifar, en 1987

Page 2: Nunca he dejado de sembrar hortALizAs - actaf.co.cu 2007-3/03-Nuncadejado.pdf · tros cuadrados de patio de tierra, plantó matas de limón, naranja agria, guayaba y hasta un melocotonero,

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de la Agricultura Urbana, tradición que se mantiene desde entonces.

Ciudades hortícolasUno de los orgullos personales de Anita es haber

contribuido a acercar la producción de hortalizas a la ciudad, para que no tuvieran que venir de largas dis-tancias y pudrirse una parte en el trayecto. Cada vez que observa organopónicos por toda la ciudad, siente que allí está un pedacito de su vida.

Su esposo es ingeniero navegante y su hijo hizo las pruebas de ingreso y fue aceptado para iniciar la Licenciatura en Periodismo, el año entrante. No hay seguidores por ahora en su familia, a no ser los futuros nietos.

“Nunca he dejado de sembrar vegetales, aunque ahora trabaje como subdirectora de la empresa CO-MAGRO, del Ministerio del Interior. Yo no puedo estar sin plantar matas, me gusta tocar la tierra con mis manos. Cultivar plantas es una pasión que no me abandona y me hace sentir muy bien”, expresa.

Anita, 20 años después