nuevos movimientos sociales en alto fucha: acción
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Nuevos Movimientos Sociales en Alto Fucha: acción colectiva,
construcción y transformación en la huerta “Sembrando
Ilusión”
Daniela Farelo Gómez
Sofía Cárdenas, 2018. Huerta Sembrando Ilusión.
Monografía de grado para optar por el título de: antropóloga
Enero 2021
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Daniela Farelo Gómez
Monografía para optar al título de:
Antropóloga
Asesora:
Mónica Lucía Espinosa Arango
Universidad de Los Andes
Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Antropología
Bogotá, Colombia
Enero 2021
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DEDICATORIA
Esta monografía hace parte de un proceso de transformación en el que me escribo, me
(re)escribo e íntegro distintas experiencias que he tenido a lo largo de mi vida universitaria.
También es una historia que he construido con mucho amor, especialmente, para Doña
Adriana, Sofía, Don Humberto, Dana, Emilio, Sebas, Karol y las distintas personas que han
colaborado y han contribuido a que la huerta “Sembrando Ilusión” hoy sea una realidad que
podemos disfrutar y compartir. Esta historia es un esfuerzo por reconocer el valor de
nuestras creaciones colectivas y nuestras iniciativas político-culturales. Es un llamado a
comprender la política y lo político como partes intrincadas de la vida social, que nos
atraviesan y a las que contribuimos muchas veces, sin saberlo.
AGRADECIMIENTOS
Para empezar quiero agradecer al Universo por permitirme conocer el Alto Fucha. Quiero
agradecerle a Doña Adriana Beltrán, a Sofía Cárdenas, a Don Humberto Cárdenas y a Dana
Cárdenas por recibirme una y otra vez en su casa y en la huerta, por enseñarme a sembrar
y por compartir conmigo sus conocimientos sobre ese hermoso territorio. Quiero agradecer
a Sebastian Sastoque, Karol Enao y Emilio Ortiz por su colaboración en este proceso de
investigación. Quiero agradecer a mi directora de tesis Monica Espinosa por haber creído
en mí en todo momento (incluso en los momentos en que yo misma no lo hacía) y por
haberme motivado y orientado para construir esta investigación académica sin perder de
vista mis sentimientos y lo que soy. Quiero agradecer a mi mamá, mi hermana y mi papá
por sostenerme durante todo este proceso. También quiero agradecer a Ana Lombo y
Adriana Martínez por ayudarme y acompañarme en proceso de desenredar mis
experiencias. Finalmente quiero agradecerme a mí misma por permitirme poner todas
ideas en el papel.
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RESUMEN
En el Alto Fucha en el Distrito Capital de Bogotá (Colombia) se han implementado una serie
de reformas de renovación urbana, fundamentadas en el conocimiento experto, que han
ignorado los proyectos de estar en el mundo y los entrecruzamientos multiespecie que
distintas familias y personas han experimentado por varias décadas. A raíz del
planteamiento de estos proyectos de renovación en el Alto Fucha han surgido múltiples
manifestaciones colectivas, entre las que se destaca la construcción de la huerta
“Sembrando Ilusión”. Esta última ha permitido expresar el desacuerdo ante estos proyectos
de renovación urbana. Además, ha abierto camino para que las personas que participan allí
planteen nuevas formas de comprender y ejercer la ciudadanía, lo político y la política. Es
así como en esta monografía me interesa evidenciar cómo esos fenómenos de unión y
manifestación colectiva fortalecen lo que teóricamente se conoce como Nuevos
Movimientos Sociales. Asimismo, permiten la articulación de procesos transformación del
Alto Fucha y de las humanas(os) y no humanas(os) que se encuentran allí para construir
esta huerta.
Palabras Claves: Nuevos Movimientos Sociales, lo político, la política, Huerta “Sembrando
Ilusión”
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CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
Antecedentes (8)
Proyecto (18)
Metodología (20)
Consideraciones éticas (23)
CAPITULO 1 Enredos y entrecruzamientos en el devenir de la huerta “Sembrando
Ilusión”: Procesos de enredo entre lo político y la política. (26)
Primer entendimiento, primer movimiento, primer tejido: mi integración individual y
colectiva en el Alto Fucha y la huerta “Sembrando Ilusión”. (27)
Vida entre límites: enredos del Alto Fucha con las leyes, la institucionalidad el
desarrollo sostenible. (30)
Nuevos Movimiento Sociales: imbricación entre lo político y la política,
sedimentación y subversión. (35)
CAPÍTULO 2 Devenir en la huerta “Sembrando Ilusión”, heterogeneidad, discrepancias
y caminos múltiples en la acción colectiva. (45)
Entrecruzamiento de ritmos y formas de acción colectiva diversas. (46)
Aprendizajes enredados en los Nuevos Movimientos Sociales. (51)
REFERENCIAS (58)
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LISTA DE FIGURAS
Figura 1, Río Fucha (8).
Figura 2, Territorio Alto Fucha (9).
Figura 3, El lote en las etapas de limpieza (11).
Figura 4, Echando pica, pala, y carretilla (12).
Figura 5, Compartiendo el sancocho (15).
Figura 6, Reunión de balance y planeación (18)
Figura 7, Integración y celebración (20).
Figura 8, Construcción del muro de contención entre risas e historias (26).
Figura 9, Primeras siembra (29).
Figura 10, Primeras pinceladas (29).
Figura 11, Rellenando las llantas (31).
Figura 12, Amenaza Alta por remoción en masa (33).
Figura 13, Transmutando (35).
Figura 14, Aprendizajes en el río con doña Adriana (36).
Figura 15, Recorrido en la Huerta “Sembrando Ilusión” (40).
Figura 16, Compartiendo con el Río Fucha (42).
Figura 17, Cosechando amor, esperanza y libertad (45).
Figura 18, Alto Fucha en Riesgo (46).
Figura 19, Camaleón Andino (48).
Figura 20, Alas frágiles (50).
Figura 21, Floreciendo en el Fucha (50).
Figura 22, Entre corrientes (52).
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Figura 23, Las raíces del Fucha (53).
Figura 24, La cosecha para la familia (57).
Figura 25, Frutos del Alto Fucha (57).
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ANTECEDENTES
“No hay metamorfosis sin pérdida y sin visión, se puede
cambiar de forma sólo si se está dispuesto a perderse, a
maravillarse y a imaginar” (Melucci 1998,158).
Figura 1. “Vagón Cultural”. 2018. Río Fucha. Sentir el río de frente. Oír el agua chocando
con las rocas. Quitarse los zapatos. Sentir el agua en los pies. Primeras impresiones.
Primeros sentires. Primeros enredos. Humanas, aguas, piedras grandototas, retamo
espinoso, arbusto, insectos.
La historia que les voy a contar comienza en y con los cerros orientales del Distrito Capital
de Bogotá (Colombia). Empieza en una parte de la localidad de San Cristóbal que ha sido
denominada por algunas(os) de sus habitantes como “Alto Fucha”. Esta parte de la ciudad
está conformada, en su mayoría, por barrios periurbanos (Manila, Montecarlo, Gran
Colombia, Aguas claras, Laureles sur oriental (Ver figura 2) que se sitúan alrededor del río
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Fucha y de la Reserva Forestal Protectora de los Bosques Orientales, la cual cuenta con
13.224 hectáreas y fue creada mediante “la resolución 076 de 1977 del Ministerio de
Agricultura” (Alcaldía local de San Cristóbal). Es curioso porque, aunque esta parte de
Bogotá me era desconocida hasta el 2018, se encontraba muy cerca del centro de la ciudad
que, para ese entonces, era un espacio que frecuentaba diariamente debido a mi
experiencia de formación universitaria. Mi vida en Bogotá había empezado tres años atrás
y desde ese momento empecé a conocer esas montañas desde el privilegio de clase, desde
el contenedor seguro y aislado que me daba el hecho de pertenecer a la universidad de los
Andes. También desde la fascinación y la curiosidad por contemplar, desde fuera, lo que
me habían enseñado a nombrar como naturaleza.
Figura 2. Jhody Sánchez, 2019. Territorio Alto Fucha.
Cuando mi vida se enredó en y con el Alto Fucha, estaba cursando mi sexto
semestre universitario y, de cierta manera, estaba acostumbrada a ver los cerros de forma
cotidiana con gran fascinación ante su imponencia. A pesar de este encuentro habitual con
ellos, no estaba enterada ni me imaginaba las problemáticas y las diversas situaciones que
por varias décadas habían ocurrido allí. Fue en ese contexto que, para mí, conocer los
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cerros orientales desde el Alto Fucha (y los distintos humanos y no humanos que se
entrecruzaban con ellos) significó un (re)conocimiento (inconsciente, que aún sigo
comprendiendo) de esas montañas con las que me había encontrado desde mí llegada a
Bogotá en 2015, y que incluso hacen parte de la misma cadena montañosa (cordillera
oriental) con la que me había relacionado desde mi nacimiento y crecimiento en
Bucaramanga. Fue así como desde principios del 2018, empecé a enredarme con los cerros
orientales de Bogotá, ya no solo desde la atracción, el lente de la cámara, la intermediación
de edificios y barandas, sino a partir de los encuentros, las relaciones, las actividades y las
historias que las personas con las que me encontraba allí empezaban a contarme.
Recuerdo que llegué al Alto Fucha un domingo. Es día el Vagón Cultural (un
colectivo político-cultural del que hacia parte en ese entonces) fue convocado por Sofía
(habitante del barrio Manila y una protagonista de esta historia) para ser partícipes de la
construcción de una huerta urbana. A ella la habíamos conocido dos años atrás mientras
realizábamos una serie de talleres cartográficos en una Fundación del barrio 20 de Julio
(que también está ubicado en la localidad de San Cristóbal). Desde entonces, habíamos
estado en contacto, sin embargo, no fue hasta un tiempo después que Sofía nos invitó a
trabajar junto a la Señora Adriana (su mamá, quién también es protagonista de esta historia)
en la constitución de una huerta, que tenía como fin reaccionar ante el diseño y la
planeación de dos proyectos de renovación urbana llamados “El Sendero de las Mariposas”
y “El Parque Lineal Río Fucha”. Estos últimos eran dos proyectos planteados por la Alcaldía
de Bogotá, en ese momento gestionada por Enrique Peñalosa, que surgieron,
principalmente, con el fin de construir un complejo de atracción eco-turística que permitiera
la conexión de los cerros orientales, desde Chía hasta Usme (160 kilómetros de sendero).
A partir del diseño de estos proyectos, la Alcaldía de Bogotá, durante el periodo de 2016-
2020, por medio de instituciones como la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá
(EAAB) y el Fondo Nacional del Ahorro (FNA), entre otros, empezó a realizar una serie de
transformaciones y gestiones en la arquitectura, la infraestructura y el poblamiento de estas
zonas: el pavimento de las calles, la otorgación de licencias a entidades privadas para la
construcción de propiedad horizontal, la realización de encuentros y reuniones entre los
habitantes del Alto Fucha y la Secretaria Distrital de Hábitat (SDH), la revisión y
restructuración del Plan de Ordenamiento Territorial (POT), el envío de cartas a los
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habitantes del Alto Fucha en las que se afirmaba que debían ser reubicados en otras partes
de la ciudad, entre otros gestiones.
Figura 3. Sofía Cárdenas, 2018. El lote en las primeras etapas de limpieza. Esta es una
foto muy significativa porque muestra, en parte, el estado que tenía el lote antes de empezar
este proyecto. Es una foto que atestigüa todo el proceso de transformación y de relación.
Estos cambios que empezó a llevar a cabo la Alcaldía de Bogotá a raíz de la
planeación de estos proyectos de renovación urbana, ocasionaron que varios de las(os)
habitantes del Alto Fucha, que iban a ser afectados por este proyecto, experimentaran
desacuerdo e inconformidad ante las estrategias que se estaban empleando para su
diseño. Cuestión que llevó a que dentro de los barrios Montecarlo, Manila, Gran Colombia,
Laureles sur Oriental, entre otros, desde 2017, se gestaron diferentes iniciativas lideradas
por habitantes del sector y diversos colectivos político-culturales (de los que hago parte)
que tuvieron como objetivo promover el cuidado y la defensa de este espacio y sus
habitantes. Entre estas iniciativas se destaca la huerta “Sembrando Ilusión”. Esta última ha
sido un espacio que, desde su construcción, ha permitido la confluencia de diferentes
colectivos político-culturales (el Vagón Cultural y Huertopía), activistas independientes y
habitantes humanos y no humanos del Alto Fucha. Allí, se han llevado a cabo una serie
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actividades de construcción, integración, eco-turismo, cuidado y enseñanza ambiental, que
se construyen desde los conocimientos de los habitantes de estos barrios y que en su
mayoría han sido autogestionadas. Todas estas actividades se realizaban con el fin de
defender el Alto Fucha, generar la permanencia de los habitantes en ese espacio y
promover distintas maneras visibles de apropiación de este último.
Figura 4. “El vagón Cultural”, 2018. Echando pica, pala, y carretilla.
Es así como, desde que conocí al Alto Fucha, he sido testiga, al igual que mis
otras(os) compañeras(os) del colectivo Vagón cultural, de algunos encuentros, roces,
negociaciones y conflictos que varios de sus habitantes han tenido con distintas
instituciones distritales en proceso de ser, hacer y conocer en esta parte de Bogotá. Es
decir, he (o hemos presenciado) “el proceso que se lleva a cabo cuando conjuntos de
actores sociales moldeados y encarnados por diferentes significados y prácticas culturales
entran en conflicto entre sí” (Álvarez Dagnino, Escobar 1998, 7, traducción propia). Esta
manifestación de lo que se denomina políticas culturales, propició que las(os) integrantes
del Vagón Cultural, desde nuestra llegada, empezaramos a contribuir – muchas(os) de
nosotras(os) sin ser conscientes – y a apoyar distintas formas de acción colectiva a lo largo
de los cerros orientales, entre las que se destacan las ejecutadas por la colectiva Huertopia,
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Sofía y la señora Adriana, así como las realizadas por otras personas y formaciones
políticas, a las que iríamos conociendo a medida de avanzábamos con nuestra participación
en la huerta. En este sentido, esta serie de encuentros y articulaciones que tuvieron y
continúan teniendo cabida en el Alto Fucha y, en específico, en la huerta “Sembrando
Ilusión”, han permitido que allí se nutran lo que teóricamente es conocido como
Movimientos Sociales, particularmente de los Nuevos Movimientos Sociales. Es decir, los
procesos mediante los cuales se forjan fenómenos de movilización y manifestación
colectiva entre grupos sociales amplios o de sectores de clase que, poco a poco, hacen
sistemática su forma de acción colectiva y sus reclamos políticos. Se habla de “nuevos”
movimientos sociales debido a que estas formas de acción colectiva ya no ocurren solo a
partir de afiliaciones gremiales, laborales o de clase social, sino también de identidades
sexuales, políticas o étnicas, entre otras. Estos nuevos procesos políticos articulatorios han
sido llamados identity politics o cultural politics porque en ellos convergen formas de acción
colectiva heterogéneas, que responden a distintos deseos, orientaciones e intenciones.
También, porque sus participantes no poseen “la fuerza del aparato, sino el poder de la
palabra. Anuncian los cambios posibles, no en el futuro distante sino en el presente de
nuestras vidas” (Meluci 1999, 75). Es decir, los Nuevos Movimientos Sociales a diferencia
de los movimientos de corte clásico no se centran en la toma del poder en un futuro ideal y
lejano. Más bien, construyen en el presente las condiciones que den pie a la reconfiguración
de los cimientos, conceptos e ideas que conforman el mundo.
Teniendo en cuenta lo anterior, voy a reconocer a los diferentes participantes de la
huerta “Sembrando Ilusión”, colectivos, personas independientes, distintas(os) no
humanas(os) y habitantes del Alto Fucha, como integrantes de los nuevos movimientos
sociales. Es decir, deseo comprender a las distintas personas y colectivos que hemos
contribuido en este proceso político-cultural como sujetas(os) y seres con diversas
identidades, orientaciones, deseos, formas organizativas variadas y significaciones
heterogéneas de la acción colectiva. Para llevar a cabo este objetivo, quiero partir de la
comprensión sociológica que Alberto Melucci propone alrededor de este concepto. Aunque
Melucci representa el paradigma sociológico europeo enfocado en “la búsqueda de
identidad, autonomía y reconocimiento por parte de los agentes” (Zubiría 2016, 3), plantea
que es relevante reconciliar los acercamientos que se han erigido como dominantes
respecto a este fenómeno social: la teoría europea encaminada a la comprensión de la
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construcción de las identidades (Melucci 1995, 2010; Castells 1997; Touraine 1987,1999,
2001), y la teoría estadounidense relacionada principalmente con los acercamientos
macrosociales que favorecen los análisis estructurales (Tilly 2010; Tarrow 2004), aunque,
recientemente, también se relaciona con algunos aportes microsociales orientados al
entendimiento de la racionalidad de los actores (Olsen 2011). En diálogo con estos
panoramas teóricos dominantes, Melucci propone una comprensión de los nuevos
movimientos sociales fundada en
“la relación entre las experiencias de la vida cotidiana y la acción colectiva; entre las redes
ocultas en las que la gente trataba de hallar sentido a su propia existencia y las
manifestaciones públicas en las que expresaban sus reclamos, demandas y quejas, frente a
las autoridades” (Melucci 1999, 9).
Considero, que dicha aproximación a los movimientos sociales fue clave para el desarrollo
de esta investigación, ya que me sitúo en un contexto móvil que me permitió transcender,
más no huir o evadir, las concepciones dualistas (oculto-evidente, privado-público, formal-
informal estado-pueblo) que generalmente hacen parte del proceso de comprensión de este
fenómeno.
Ahora bien, desde que conocí el Alto Fucha y comencé a participar en la
construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”, jamás me imaginé que iba a terminar
indagando sobre movimientos sociales, a pesar de que de manera inconsciente me estaba
articulando con estas formas de acción colectiva. Recuerdo que cuando empecé a tener
intereses de investigación académicos en esta parte de Bogotá siempre deseaba aprender
más sobre el Río Fucha y sobre lo distintos no humanos que vivían a su alrededor. También
sobre las relaciones corporales con este espacio; algunas veces pensaba en comprender
con mayor profundidad las interacciones que ocurrían en la huerta a partir del
entrecruzamiento entre humanos y no humanos. La verdad nunca me proyecté abordando
los temas de lo político y la política, pues aunque conocía o decía conocer un poco sobre
ellos, a partir de algunas experiencias personales y académicas, no había logrado sentirme
cómoda hablando de ello, e incluso ni siquiera había podido identificarme a mí misma como
un ser político. Aunque en varias de mis clases de formación en antropología se insistía en
que, como científicas(os) sociales y sujetas(os) históricas(os) debíamos tener un
posicionamiento político a la hora de investigar y estudiar algo, yo no lograba comprender
esas palabras más allá del deber ser del quehacer antropológico y el discurso de mis
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profesores. De manera similar, me pasaba con mi participación en la construcción de la
huerta “Sembrando Ilusión”, la mayoría de veces no comprendía el carácter político que
tenían las actividades que realizábamos allí. Acompañaba y apoyaba el trabajo en ese
espacio, porque quería aprender; me llamaba la atención el hecho de construir una huerta,
me gustaba compartir con otras personas y estaba encantada de conocer una parte de
Bogotá rodeada por el Río Fucha y por los cerros orientales. Sin embargo, no lograba
comprender, de manera específica, como yo era o podía ser política o relacionarme con lo
político en ese espacio y, en general, en mi vida cotidiana. Algunas veces tampoco lograba
comprender de qué forma las personas y agrupaciones con las que yo me estaba
relacionando en la huerta ejercían lo político, más allá de las ideas clichés y dualistas que
generalmente predominan en las representaciones e ideas vinculadas con esta área de la
vida social: oculto-evidente, privado-público, formal-informal, estado-pueblo, oprimidos-
opresores, izquierda-derecha, buenos-malos, etcétera.
Figura 5. “El Vagón Cultural”, 2018. Compartiendo el sancocho; compartiendo el alimento;
compartiendo charlas e historias.
Cabe resaltar, que me detengo a profundizar en estas sensaciones y reflexiones
porque siento que uno de los retos más grandes de la monografía para mí ha sido el de
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identificar y reconocer qué cabe bajo los conceptos de lo político, la política y cuando un
problema o fenómeno se vuelve político. Podría pensarse que mi dificultad para discernir lo
estos asuntos es fruto del desinterés, el hipismo o la falta de profundización académica.
Estos argumentos parecerían convincentes para entender mi dificultad a primera vista
(incluso para mí misma hace un tiempo). A pesar de eso, el camino que marcó la creación
y articulación teórica de esta investigación me llevó a encontrarme con el libro “En torno a
lo político” (2007) de Chantal Mouffe; una teórica política belga que ha estado enfocada en
desentrañar y realizar una comprensión profunda de la democracia, el Estado y el
pluralismo, como una forma de promover una multipolaridad de poderes hegemónicos. La
lectura de este texto fue un punto clave en mi entendimiento de eso que yo había
denominado como un problema, pues me permitió reconocer que la incapacidad que yo
tenía para entender las situaciones y las experiencias de un modo político no estaba
aislada. En cambio, estaba relacionada con el predominio de la política democrática liberal,
que había estado vigente desde antes de mi nacimiento a mediados de los noventa, y que
tiene que ver con la adopción y la reproducción discursiva, consciente e inconsciente, de
una serie de valores tales como: la armonía, la reciprocidad, la empatía, la racionalidad, la
imparcialidad, el universalismo y el individualismo.
Estos valores que se han sedimentado a través de repetición y naturalización
cotidiana (de las que muchas veces no somos conscientes) ha conformado el “sentido
común” que ha acompañado el establecimiento de la democracia liberal globalmente. En
otras palabras, han tenido como consecuencia que a las personas que hemos sido
socializadas en occidente, o influidos por este, nos cueste reconocer la dimensión
antagónica y conflictiva de la vida social, en especial la que se vincula con lo político. Lo
anterior, debido a que la democracia liberar parte de valores ideales, de una comprensión
de las personas autocontenidas y de la creencia de la llegada a un estado final de la
humanidad. Estas condiciones llevan a que en las que el proceso relacional y transformativo
de lo político no tenga cabida con facilidad y a que predomine una visión dualista de la
política, en la que esta última es vista meramente como instituciones externas y asuntos
que deben ser tratados por expertos.
Considero que este reconocimiento es clave porque me permite ver como un orden social
como lo es la democracia liberal, el cual hasta hace unos meses atrás comprendía como
un concepto lejano y encerrado en los libros y en instituciones con las que no me identifico,
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está incrustado en mi forma de pensar, comprender el mundo, y en este caso concreto en
la manera en que concibo lo político y la política. Considero que el proceso de ser
consciente de esta situación ha llevado a que esta investigación haya estado marcada por
un proceso de desaprendizaje continuo, el cual ha involucrado incomodidades que pasan
por el cuerpo. Por ejemplo, la dificultad de poner las palabras en el papel, el bloqueo
creativo, la procastinación, el capricho y el dejar morir ideas que parecían estáticas.
También este ha sido un proceso que me ha permitido reconocer mis contradicciones y
limitantes a la hora de analizar, comprender y escribir sobre la construcción de la huerta
“Sembrando Ilusión”. Comparto todas estas ideas porque siento que los aprendizajes más
potentes que me ha dado este proceso de investigación y creación ha sido, como dice Silvia
Cusicanqui (2018), entender la teoría como un proceso enraizado o encarnado que “tiene
la raíz en la experiencia, que no niega la historia propia, ni la genealogía propia para la
comprensión del mundo y que concibe el saber como algo que porta todo ser humano”
(Cacopardo 2018, 33:00-33:25).En este orden de ideas, con en esta investigación, voy a
presentar a través de mi propia historia-encuerpada (hecha carne o cuerpo, más adelante
profundizaré sobre esto), la integración que he realizado de las historias enredadas que me
han contado, que he leído y que he presenciado a lo largo de mi crecimiento e integración
en la huerta “Sembrando Ilusión”. Estas historias han llegado a mí a raíz de los
entrecruzamientos que he tenido con habitantes del Alto Fucha, entre los que se destacan,
la señora Adriana (fundadora de la huerta), Sofía (su hija), Don Humberto (su esposo), la
colectiva Huertopia (conformada por algunas(os) habitantes del Alto Fucha) y los distintos
no humanos (Río Fucha, pulgones, saltamontes, árbol de papayuelo, uchuvas, calabazas
y maíz, entre otros), a quienes he conocido a partir de los encuentros antes mencionados.
Asimismo, mi propia historia de integración a la huerta también se teje por medio de
procesons de correspondencia que he tenido, especialmente, con tres integrantes del
colectivo “Vagón Cultural” – Karol, Sebastián y Emilio -- quienes me han acompañado de
manera cercana a lo largo de todo este proceso de investigación.
Finalmente, invito a las(os) lectoras(es) de esta monografía a que me acompañen a
componer-crear esta investigación a través de la caracterización de la huerta “Sembrando
Ilusión”, de sus participantes y de cómo la huerta y sus participantes devienen en lo que se
conoce como nuevos movimientos sociales. Para llevar a cabo este propósito iremos un ir
y venir entre lo cotidiano (lo particular, lo pequeño, lo no visto) y lo que se corresponde con
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procesos de orden estructural. En otras palabras, les mostraré las elecciones y decisiones
que me permitieron embarcarme en este proceso de construcción de conocimiento y que
hoy me permiten compartir estas compresiones con ustedes.
Figura 6. “El Vagón Cultural”, 2018. Reunión de balance y planeación entre las(os)
integrantes del colectivo “Vagón Cultural” y las(os) de la Colectiva Huertopia.
PROBLEMA
Actualmente América Latina atraviesa un panorama de desigualdad estructural,
devastación ambiental, violencia sistemática y precariedad que ha ocasionado que
diferentes movimientos sociales, alrededor del continente, se manifiesten y expresen su
inconformidad frente al proyecto democrático neo-liberal que continua vigente hoy en día.
Algunas de las críticas recurrentes hacía este orden político han estado relacionadas con
las limitaciones que tiene la condición de ciudadanía propuesta por este. Si bien es cierto
que la globalización de la democracia liberal en los años 90 permitió que sectores que
habían sido excluidos sistemáticamente obtuvieran, legalmente, facultades y derechos
ciudadanos, también es cierto que la puesta en marcha de esos derechos y capacidades
de participación ha estado minada por relaciones de poder asimétricas, por la desigualdad
de oportunidades y por la profundas desigualdades estructurales. En consecuencia, las
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formas de hacer, conocer y ser propuestas por diferentes grupos políticos culturales han
sido dejadas en un segundo plano.
Un ejemplo de esto puede verse en el “Alto Fucha”. Allí, como en otros barrios de
Bogotá, se han implementado una serie de reformas de renovación urbana, fundamentadas
en el conocimiento experto, que han ignorado los proyectos de estar en el mundo, las
formas autónomas de vida y las distintas relaciones que los habitantes de esta parte de
Bogotá han establecido con distintos seres no humanas(os) durante varias décadas. Este
panorama ha generado que en el Alto Fucha se fortalezcan escenarios como la huerta
“Sembrando Ilusión”, en los que a partir de la convergencia de acciones colectivas diversas,
se reformulan las concepciones de naturaleza, economía, cuidado y ciudadanía (Álvarez
Dagnino, Escobar 1998). En otras palabras, en estos espacios político-culturales se
plantean nuevas formas de comprender y ejercer diferentes concepciones del mundo, las
cuáles tienen efectos en la vida cotidiana de los habitantes del “Alto Fucha”. Es en este
contexto que me interesa conocer ¿De qué maneras los participantes de la huerta
“Sembrando ilusión” influyen en la reconfiguración de lo político en el Alto Fucha? En otras
palabras, me interesa comprender como las actividades y proyectos que se realizan en la
huerta “Sembrando Ilusión” afectan la manera en que se comprende y se ejerce lo político
en esa parte de Bogotá.
OBJETIVOS
El objetivo general de esta investigación será analizar de qué maneras los participantes de
la huerta “Sembrando Ilusión” influyen en la reconfiguración de lo político en el Alto Fucha.
Para profundizar en dicho objetivo, primero voy caracterizar la huerta “Sembrando Ilusión”
y sus participantes en relación con el Alto Fucha. Segundo, Interpretaré las acciones
colectivas que ocurren en la huerta. Tercero, evidenciaré las diversas maneras en que los
participantes de la huerta “Sembrando Ilusión” se entrecruzan con lo político y la política.
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METODOLOGÍA
“Importan qué pensamientos piensan pensamientos. Importa qué conocimientos conocen conocimientos. Importa qué relaciones relacionan relaciones. Importa qué mundos mundializan mundos. Importa qué historias cuentan historias” (Haraway 2019, 65)
Figura 7. Foto de Vagón Cultural, 2018. Integración y celebración después de la limpieza
entre el colectivo Vagón Cultural, la colectiva Huertopia, Sofía, Doña Adriana y algunos
habitantes del Alto Fucha.
La presente investigación va a ser de corte cualitativo, ya que deseo profundizar en la
calidad de los datos por encima de la cantidad. También, porque quiero ahondar en
aspectos como los sentimientos, las sensaciones, los recuerdos e intenciones que son parte
de la existencia humana, y que no pueden ser descritos y aprehendidos fácilmente a través
de parámetros cuantitativos. Es así como en esta investigación elegí emplear a lo largo de
dos años, de forma esporádica, la observación participante a través de mi integración en la
construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”. Mi participación en la construcción de esta
huerta urbana fue muy importante, ya que me permitió conocer el proceso de creación
desde mi experiencia como una persona cercana y me llevó a entender todos los procesos
necesarios de cuidado, limpieza, riego, desplazamiento de tierra y preparación de esta, para
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que el predio escogido pudiera devenir una huerta urbana. Además, esta participación me
llevó a ser testiga de varias dificultades que se atraviesan en proyectos político-culturales
que basan primordialmente en la autogestión y que se sitúan en barrios periurbanos.
Acompañé esta observación con notas de campo acerca de las sensaciones,
emociones, aprendizajes y análisis que iban a acompañando mi experiencia investigativa
en el Alto Fucha. Considero que este ejercicio fue importante, porque me permitió encontrar
el camino para integrarme de manera profunda en la investigación. De igual manera,
buscando ampliar mis conocimientos acerca de la construcción de la huerta, llevé a cabo
entrevistas semi-estructuradas y charlas informales con varios de los participantes de esta,
con el fin de entender con mayor profundidad sus impresiones, deseos, aprendizajes y
conflictos. Quiero destacar que, a pesar de que a lo largo de la construcción de la huerta
(que aún no termina), han participado diferentes habitantes del Alto Fucha, activistas
independientes y distintos colectivos político-culturales (muchos de ellos que no conozco),
en esta investigación me voy a enfocar en los entrecruzamientos y enredos que se
establecieron únicamente entre algunas(os) de nosotras(os). Lo anterior, debido a que a
partir de mis intereses investigativos y el espacio y tiempo limitado de esta monografía, me
parece pertinente poner atención de forma detallada en como los deseos, intenciones y
motivaciones subjetivas se articulan con procesos de resistencia que responden a luchas
de mayor escala.
Cabe mencionar, que el metatexto fotográfico que acompaña esta monografía ha
surgido, principalmente, a partir de mi enmarañamiento con Sofía, que como mencioné
anteriormente es una de las protagonistas de esta historia. A partir de nuestros encuentros
en la huerta y que se extienden más allá de esta he podido acompañarla y permitir que me
acompañe a visualizar sus fotos, escuchar las historias acerca de varias de ellas, de cómo
fueron posibles, de quiénes la acompañaban en ese momento, de que herramientas
empleo, entre otras cosas. Asimismo, mi entrecruzamiento con Sofía me ha permitido
compartir la experiencia de simplemente mirar y dejarse mirar por el Alto Fucha. Cuestión
que me permitió conocer esta parte de Bogotá con mayor profundidad. En este sentido, mi
decisión de incluir sus fotos como parte fundamental de la narrativa visual de esta
monografía, tiene que ver con la búsqueda de poder compartir mi experiencia de
aprendizaje junto a ella desde un lugar en el que mi voz y mi propia comprensión no sea la
que predomine. Es así, como pretendo que estas imágenes puedan dar una idea parcial de
22
Sofía y su voz expresada mediante una de sus actividades predilectas: la fotografía. Quiero
aclarar que con esto no pretendo evadir las relaciones de poder que reproduce este ejercicio
etnográfico, simplemente deseo acercarme a maneras más conscientes de representación.
Ahora bien, con el propósito de compartir y profundizar los entendimientos,
aprendizajes y análisis que he tenido a lo largo de mi participación en la construcción de la
huerta “Sembrando Ilusión”, decidí emplear el concepto de marañas (meshwork) propuesto
por Tim Ingold (2011). Más que ser una representación teórica del mundo, las marañas
tienen que ver con una manera de comprender y habitar el mundo. En otras palabras, en
esta investigación deseo entender el entramado de encuentros, relaciones y conflictos que
ocurren en la huerta “Sembrando Ilusión”, teniendo en cuenta la premisa según la cuál la
vida nace continuamente y se constituye a partir del entrecruzamiento entre seres que están
en constante movimiento y crecimiento. Este acercamiento me permite detallar y seguir las
múltiples maneras en que se enredan las líneas de existencia de seres humanos y no
humanos que convergen en el devenir de la huerta “Sembrando Ilusión”. En este sentido,
esta monografía va a mostrar como procesos políticos de resistencia y autonomía toman
forma a partir de la correspondencia de una multiplicidad de seres y entidades que habitan
en el Alto Fucha.
De igual manera, quiero emplear la noción de marañas con el fin de transmitir las
disposiciones que nutrieron y acompañaron la investigación-creación de esta monografía.
Es así como quiero evidenciar cómo:
Los ciclos de procesamiento involucrados en la percepción y la acción no son interiores a la
criatura de cuya mente estamos hablando, ya sea humana o no humana, ni la actividad de
esa criatura puede entenderse como el resultado meramente mecánico de uno o más
dispositivos cognitivos ubicados en la cabeza. Más bien, dicha actividad debe entenderse
como un aspecto del desarrollo de un sistema total de relaciones comprendidas por la
presencia encarnada de la criatura en un entorno específico. (Ingold 2013, 86, traducción
propia)
En otras palabras, deseo hacer énfasis en que la conformación de este ejercicio de escritura
es fruto de un acoplamiento a un tejido de existencia que deviene del Alto Fucha, pero que
transciende esa localización geográfica, y que además involucra un proceso de integración
del cuerpo para lograr un asentamiento de la ideas en el papel. He realizado este
acercamiento corporal en mi proceso de creación- investigación a partir de mi experiencia
23
de aprendizaje en las formaciones somáticas ofrecidas por Vivencia Eco somática. Este es
un laboratorio dirigido por Adriana Ordoñez, el cual busca el aprendizaje profundo a partir
de la navegación dentro de “los mapas sagrados del cuerpo, los mapas sin tiempo, los
mapas de todos los tiempos y los mapas vivos que sostienen (…), la conexión con los
mapas de la tierra y de lo poco que sabemos del universo” (Vivencia Eco Somática citar
bien). Me detengo a hablar de estos acercamientos a otras áreas diferentes a la
antropología, porque considero que estas aproximaciones del cuerpo han sido
fundamentales para mi trabajo, ya que me han permitido encuerpar (estar y ser) mis
aprendizajes académicos con el mundo en el que vivo. En otras palabras, estas son las
disposiciones que he elegido para habitar los puentes que encuentro entre las ideas
abstractas, el mundo cotidiano y el espacio en que me encuentro cuando investigo y creo.
Esta ha sido mi apuesta y experimento por construir conocimiento desde la integración del
cuerpo y de la mente.
Esa así como en esta monografía hace parte de un esfuerzo, limitado y a la vez
valioso, por seguir con la iniciativa de encuerpar la teoría. Es decir, por comprender que
“la única forma en que uno realmente puede saber las cosas es, a través de un proceso de
autodescubrimiento. Para saber las cosas debes crecer en ellas y dejar que crezcan en ti,
para que se conviertan en parte de quién eres” (Ingold, 2013, 1, traducción propia).
En este sentido, me interese recordar la importancia de no seguir construyendo y
promoviendo en la academia, y más allá de ella, los aprendizajes disociados, en los que
nos sabemos las ideas de memoria pero nos cuesta permitir que estas se asienten en el
cuerpo y que tomen forma en lo que somos. Así pues, mi deseo es crear una antropología
entrecruzada con otras formas de conocimientos y aproximaciones a la vida, que nos
permita compartir nuestras valiosas reflexiones y análisis más allá de nuestras jergas y
nuestros salones de clases. Una antropología que no se pierda en la indigestión informativa.
CONSIDERACIONES ÉTICAS
A diferencia de lo que muchas veces se piensa, los movimientos sociales están
conformados heterogéneamente. Es decir, no son “una familia feliz homogénea o una
"aldea global". En cambio, son un terreno de lucha minado por relaciones de poder, a veces
24
antidemocráticas, y los persistentes problemas de racismo, hetero / sexismo, destrucción
ambiental y otras formas de exclusión (Álvarez Dagnino, Escobar 1998, 17). Esta cuestión,
me parece clave, puesto que mi propia participación en la huerta como mujer, clase media
alta, investigadora vinculada a una institución superior, me hace reproducir distintas
relaciones de poder. Entre estas últimas están aquellas que tienen que ver con mi deseo
de ser “salvadora” de las personas con las que trabajo. Es decir, de creer ingenuamente
que puedo solucionar sus problemas. Cuestión que por obvias razones no es posible. Soy
consciente de que aunque este deseo muchas veces nazca de una empatía, este reproduce
lógicas paternalistas que nos hacen creer que tenemos que ser, especialmente los
académicos, los portavoces de la voz de los que hemos aprendido a estudiar como
oprimidos.
En búsqueda de abordar y trabajar esta relación de poder he buscado enfocar esta
monografía en mostrar, detalladamente, como mi experiencia encuerpada está atravesada
por las enseñanzas, contaminaciones y aprendizajes que he tenido a través de mi
enmarañamiento con distintas participantes de la huerta. Este panorama me lleva reconocer
que es vital no perder de vista que, aunque muchas de las acciones político-culturales que
ejercemos en la huerta “Sembrando Ilusión” están orientadas a reformular conceptos y
condiciones hegemónicas que nos oprimen, nos limitan o nos violentan, no significa que
nosotras(os) mismas(os) estemos exentos de reproducir estos últimos. Es decir, que en la
búsqueda de limitar la romanización acerca de los procesos de los que hacemos parte, en
este caso la huerta “Sembrando Ilusión, es esencial reconocer que nosotros pertenecemos
a un sistema más grande y que muchos de los principios que rechazamos también están
en nosotras(os) mismas(os). Lo anterior debido a que nuestras formas de ser, hacer y
conocer no solo están influidas por nuestras ideas e intenciones, también está atravesadas
por lo que un momento se configura como lo hegemónico.
Ahora bien, quiero destacar que “la ética no se trata de una respuesta correcta a un
otro radicalmente exteriorizado, sino de la responsabilidad y la rendición de cuentas por las
relacionalidades vivas del devenir de las que somos parte” (Barad 2007 en Haraway 2008,
289, traducción propia). En otras palabras, la ética nos habla de nuestra capacidad para
cultivar responshabilidades: disposiciones para responder, estar presente en relación e
interacción con otras(os) humanas(os) y no humanas(os) en nuestro proceso de habitar
esta tierra. Destaco esto, debido a que últimamente se han reactivado los procesos de
25
desalojo y reasentamiento en los cerros orientales de Bogotá, específicamente en la vereda
de Los Cerezos. Este asunto hasta cierto punto reactiva las posibilidades de que en el Alto
Fucha se adelanten de nuevo procesos de reasentamiento. Cabe mencionar, que estos
desalojos nos hablan del predominio de unas formas de gubernamentabilidad que tienen el
objetivo de condicionar y delimitar las maneras en que es posible habitar y existir en los
cerros orientales. Se plantea así que es necesario crear las condiciones para que lo que
se agrupa bajo el nombre de naturaleza vuelva a su estado original, lo que, desde esta
lógica, se entiende como lejos de la presencia humana. Considero que es relevante que
desde mi trabajo quede claro mi desacuerdo frente a las ideas del antropoceno, desde las
cuales se generalizan a todas las formas de existencia humana como destructivas. En este
sentido, quiero que mi trabajo logre transmitir que no hay una única forma de relación entre
humanas(os) y no humanas(os). Por lo tanto, tampoco es posible pensar que toda
vinculación entre estas(os) últimas(os) tenga consecuencias negativas. Considero que La
transformación de estas ideas puede contribuir a que abramos la posibilidad de tener en
cuenta otras formas de cuidado y rehabilitación que involucren nuevos enredos
multiespcies.
Así pues, considero que es urgente tratar esto, porque aunque no podamos salir del mundo
en el que vivimos, es preciso fortalecer los espacios en los que se promuevan los
encuentros entre lo político y la política. Es decir, en los que el conjunto de prácticas e
instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden” (Mouffe 2007, 16) se
entrecruce de manera contundente con el “contexto de conflictividad derivado de lo político”
(Mouffe 2007, 16) En así como esta investigación invita a reconocer la importancia de
propiciar espacios de des-sedimentación que permitan incluir nuevos criterios y nuevas
formas en las estructuras, políticas públicas y conceptos que influyen nuestras vidas y de
las vidas de las(os) no humanas(os) con las(os) que nos enmarañamos. En otras palabras,
es vital promover la creación de una esfera pública vibrante de lucha “agonista”, donde
puedan confrontarse diferentes proyectos políticos hegemónicos” y que nos permita
reconocer que “las cosas siempre podrían ser de otra manera, y por lo tanto todo orden
está basado en la exclusión de otras posibilidades”; que aún pueden ser materializadas. En
este sentido, esta monografía busca evidenciar formas de acción colectiva que surgen en
el Alto Fucha y que permiten como plantea Donna Haraway “Seguir con el problema” (2019).
Es decir, propiciar las condiciones y enredos para poder devenir en configuraciones
26
multiespecie que den cabida a la coexistencia de diferentes formas de existir y habitar este
mundo.
PRIMER CAPITULO
Figura 8. Vagón Cultural, 2018. Construcción del muro de contención entre risas e historias.
Decidimos conseguir llantas y colocarlas para proteger el lote de los derrumbes que podrían
ocurrir allí a raíz de la ubicación esquinera de este último.
Enredos y entrecruzamientos en el devenir de la huerta “Sembrando Ilusión”:
Procesos de enredo entre lo político y la política.
En este capítulo me voy a enfocar en evidenciar cuáles fueron los procesos que permitieron
que en el Alto Fucha se articularan las existencias de las(os) participantes del Vagón
Cultural (de las que hago parte), la Señora Adriana, Sofía, Don Humberto, y las(os)
participantes de la colectiva Huertopia en torno a la construcción de la huerta “Sembrando
Ilusión. En otras palabras, voy a recorrer los enredos, encuentros y situaciones que dieron
pie a que en la huerta “Sembrando Ilusión” surgieran distintos proyectos de acción colectiva.
Para llevar a cabo este propósito voy a abordar los conceptos de nuevos movimientos
sociales, lo político, la política y democracia. Lo anterior, con el fin de evidenciar como esta
maraña de existencias que surge en el Alto Fucha a partir de la construcción de la huerta
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“Sembrando Ilusión” se articula con intereses académicos, orientados a reflexionar acerca
del mundo cargado de urgencia, precariedad y devastación ambientalmente que habitamos
y enfrentamos hoy en día.
Primer entendimiento, primer movimiento, primer tejido: mi integración individual y
colectiva en el Alto Fucha y la Huerta Sembrando Ilusión.
Un domingo de la primera mitad del 2018 llegué en compañía de varias amigas(os) del
colectivo “Vagón Cultural” a la estación de Transmilenio de Restrepo, ubicada en la avenida
Caracas con Primero de Mayo. Allí nos esperaba Doña Adriana, quién es una de las
protagonistas de esta historia, para llevarnos a lo que se convertiría en la huerta
“Sembrando Ilusión”. Recuerdo que ese día, después de salir de la estación, tomamos un
bus en la Primero de Mayo, que nos llevó hasta los cerros orientales entre el tráfico, el ruido
y la pausa constante. Mientras lo hacía, Doña Adriana nos contaba que otras opciones de
transporte podíamos tomar y además nos iba presentado y (re)presentando las cosas que
aparecían ante nuestros ojos: el 20 de Julio y el Hospital de San Blas, entre otros. Recuerdo
que nos bajamos del bus en un barrio que ella nos presentó como San Cristóbal. Hicimos
una vaca, es decir, juntamos plata entre todas(os), y compramos un mercado para el
sancocho con el que almorzaríamos. Ese día Doña Adriana nos mostró las tiendas del barrio
San Cristóbal en las que a ella le daban mejores precios. Me acuerdo que luego de terminar
las compras, continuamos caminando en dirección a los cerros. Poco a poco fuimos
entrando en una parte de Bogotá dónde hace tres años, aún, las vías no estaban
pavimentadas, y dónde la tierra para algunas(os) de nosotras(os), por falta de costumbre y
sedentarismo, comenzaba a sentirse empinada especialmente en las pantorrillas y en la
dificultad para respirar. Parece simple pero el hecho de caminar cerro arriba exigió para
algunas(os) de nosotras(os), aquel día, que el cuerpo tomara otras posiciones (ir más lento,
respirar profundo, acomodar nuestros pies) o que el cuerpo recordara formas de andar que
relacionaba con otras situaciones como el deporte, los paseos fuera de la ciudad o
experiencias pasadas. Durante esta caminata nos encontramos con el Río Fucha sin
canalización. Nos encontramos con un rio que se movía entre casas, algunos comercios,
edificaciones antiguas (Instituto de Ciegos), distintos árboles, grandes piedras, la Escuela
de Logística del Ejército Nacional y diversos no humanos: insectos, pájaros, pequeños
reptiles, bacterias, hongos y malezas como el retamo espinoso. Para muchas(os) de
nosotras(os), en ese momento, ellos eran imperceptibles, ya sea por nuestro desinterés,
28
nuestro desconocimiento o simplemente por nuestro condicionamiento de ver y conocer
solo desde los ojos o desde una disposición visual en el que las formas de estar en el mundo
de algunos seres pasan desapercibidas.
Después de varios minutos caminando cerro arriba, las(los) integrantes del Vagón Cultural
llegamos junto a Doña Adriana al lote en el que se construiría la huerta “Sembrando
Ilusión”. El lote estaba ubicado en un barrio que ella nos presentó como Montecarlo. Allí
nos encontramos con un lote que, en primera instancia, parecía vacío. En este lote aún se
conservaban algunos rastros de una antigua casa: baldosas rotas, partes de pared, entre
otros. Hacía años una casa había estado ubicada ahí y debido a procesos de
reasentamiento, relacionados con el Alto Riesgo No mitigable en el Alto Fucha, sus
habitantes habían sido reubicados y la edificación estaba derruida. En ese lote también nos
encontramos –algunas(os) por primera vez, otras(os) por segunda o tercera, etcétera— a
Sofía, Don Humberto (Padre de esta última), otras(os) habitantes de estos barrios y varios
de las(los) integrantes de la colectiva Huertopia. Luego de ese primer saludo y
reconocimiento entre las personas que estábamos presentes, distribuimos las actividades
que había para realizar ese día. Algunas(os) ayudamos en la preparación del sancocho
pelando las papas, cortando la zanahoria o alistando el espinazo. Realizamos esta labor en
la casa de la señora Adriana, la cual estaba ubicada media cuadra más abajo. Mientras
tanto, otras(os) se quedaron en el lote echando pica, pala y carretilla. El día transcurrió
entre la preparación del sancocho, la integración, las risas, las charlas y la limpieza del lote.
Como no había muchas herramientas, apenas teníamos dos palas, dos picas y una
carretilla para más o menos 20 personas, las tareas de soltar la tierra, sacarla y trasladarla
se repartían y se mezclaban con los chistes y las enseñanzas. Las personas rotábamos de
cuando en cuando. Recuerdo que ese día fue la primera vez que mis manos, y quizás las
de otras compañeras(os) del colectivo Vagón Cultural, conocieron, sintieron y tocaron una
pica y una pala. La verdad es que en mi entorno y vida de clase media alta, esas realidades
no eran cotidianas. Recuerdo que ante mi torpeza y mi falta de fuerza con aquellas labores,
recibí algunos consejos de varias(os) habitantes del barrio sobre como agarrar la pala,
como acomodar los pies, como tomar la tierra, entre otros. Parece un dato aleatorio. Sin
embargo, mi desconocimiento sobre el uso de estas herramientas y los conocimientos y las
disposiciones corporales que varias de las personas con las que me encontraba y
(re)encontraba allí tenían, estaba relacionado con, primero, unas formas de hacer que
29
habían caracterizado la mayoría asentamientos de los barrios del Alto Fucha y, en general
varios de los barrios de los cerros orientales; segundo, con un aislamiento y un
desconocimiento de las formas de existir --ser, hacer y conocer-- que eran protagonistas
del proceso de habitar esta parte de Bogotá. Cabe mencionar, que durante este primer
enredo con el Alto Fucha no conocía ninguna de las historias acerca de cómo había ocurrido
el poblamiento de esta zona. De ahí que el camino que conformo la investigación-creación
de esta monografía estuvo marcado por la indagación de cómo este último se había
enredado con la institucionalidad en proceso de constituirse e integrarse como una parte
de Bogotá.
Figura 9. Sofía Cardenas, 2018. Figura 10. Sofía Cárdenas, 2018.
Primeras siembras. Primeras pinceladas.
30
Vida entre límites: enredos del Alto Fucha con las leyes, la institucionalidad y el
desarrollo sostenible.
Antes de continuar el relato, me parece importante recordar que el Alto Fucha está
situado alrededor y dentro de la Reserva Forestal Protectora de los Bosques Orientales
(Ver Mapa 2. Estas permiten ver que los límites son difusos). Es decir, está localizado en lo
que se denominó como franja de adecuación de esta última, a raíz de la resolución 463 del
2005 del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial (MAVDT) (Sánchez 2019).
Aunque esta resolución fue el abrebocas, al menos legal, para establecer un límite claro
entre lo que era reserva y lo que era ciudad o, en otras palabras, entre lo que es naturaleza
y lo que es cultura/sociedad, no fue sino hasta el 2013, que el Consejo de Estado, en el
fallo 947 en respuesta a una acción popular realizada también en 2005, estableció una serie
de lineamientos para la administración y adecuación de la reserva y de las zonas
periurbanas ubicadas a su alrededor. Cabe mencionar, que el involucramiento del consejo
de Estado en la gestión de la Reserva Forestal Protectora de los Bosques Orientales ocurrió
debido a que las normativas legales, desde su creación, se vieron plagadas de
contradicciones. Desde el establecimiento de la reserva en 1977, las medidas prohibían la
construcción dentro de en ella, pero se cruzaron con las licencias y proyectos que se
autorizaron a raíz de la implementación de la ley 388 de 1997, en la que el ministerio interior
ordenaba la creación de Planes de Ordenamiento Territorial (POT) (Sánchez 2019).
Estos desencuentros entre las normativas legales que dictaban el manejo de lo
denominado como “natural” y las encargadas de fomentar el desarrollo urbano hacen parte
de un conjunto más amplio de disposiciones, ya que durante décadas, Colombia ha
establecido relaciones con distintas organizaciones internacionales, entre las que se
destacan: la Organización de las Naciones Unidas (en 1976) y la Organización Mundial del
Turismo y el PNUMA (entre 2005 a 2009). Estas iniciativas han estado relacionadas con el
desarrollo de programas de recuperación y conservación ambiental, ecoturismo y la
búsqueda de desarrollo nacional e internacional ambientalmente sostenible (Corporación
Autónoma Regional de Cundinamarca 2016). En otras palabras, tienen que ver con la
adopción y aplicación de unos principios internacionales basados en el desarrollo
sostenible, los cuales tienen el objetivo de guiar la realización y gestión del cuidado
ambiental y del turismo y por ende, el relacionamiento de las personas con lo que se
denomina como naturaleza. Todo esto a través de la compresión de esta última como un
31
recurso limitado y externo a las personas que puede ser medido, aislado, clasificado e
integrado a las lógicas de planificación económicas enfocadas a la maximización racional y
efectiva de los recursos.
Figura 11. Vagón Cultural, 2018. Rellenando las llantas. Construir el muro de
contención implicaba llenar de tierra y piedras las llantas, también colocar palos que
funcionaran como sostén. La verdad que este muro fue construido desde el experimento,
la autogestión y el cariño al lugar. Ninguna(o) sabía concretamente que estábamos
haciendo y si nuestro invento iba a funcionar. A pesar de eso el muro hoy sigue siendo una
realidad.
Ahora bien, el hecho de que el Alto Fucha haga parte de la zona de amortigüación
y de consolidación de procesos urbanos de la Reserva Forestal Protectora de los Bosques
Orientales, ha tenido gran influencia en, las formas de existencia, las condiciones, las
circunstancias y los conflictos que han atravesado las(os) habitantes de esta parte de
Bogotá. El hecho de que Doña Adriana, Sofía, Don Humberto y otras personas y familias
habiten una zona de transición tiene como consecuencia, por un lado, que sus existencias
han estado marcadas por un limbo jurídico, ya que no hay una normatividad clara, que se
32
suma al hecho de que, como que pudimos conocer a lo largo de las charlas que entablamos
ese día y que se extendieron a otros encuentros posteriores, el poblamiento del Alto Fucha,
al igual que el de otros barrios de los cerros orientales como San Martín de Porres, Egipto
y Belem, ha consistido, primordialmente, en acuerdos de trabajo por el pago de los lotes de
vivienda, con quienes eran los dueños de las grandes canteras que se ubicaban allí. Esta
ocupación, que empezó desde mitad del siglo pasado, llevó a que la mayoría de habitantes
de estos barrios no contaran con títulos de propiedad de sus casas. Dicha cuestión causó
que esta parte de Bogotá, a lo largo de varias décadas, creciera por fuera de los
lineamentos legales que organizaban la vivienda en la ciudad. Es decir, estos barrios
crecieron por fuera de la provisión de servicios públicos, infraestructuras y equipamientos
comunitarios, tales como: sistema de acueducto y alcantarillado, disposición de basuras,
salones comunales y alumbrado público. Hasta hace muy pocos años e incluso, hasta hoy
en día la situación sigue así, por lo que sé. Esta situación ha llevado a que los habitantes
Alto Fucha, durante décadas hayan construido por medio de la auto-gestión salones
comunales, espacios de socialización, juegos y parques. Generalmente, estos esfuerzos
son articulados por la asociación de vecinos, que promueve la realización de actividades
como rifas y ventas, aunque en algunas ocasiones se cuenta con el apoyo de entidades no
gubernamentales y fundaciones por la relación de algunas(os) habitantes con estas
(Sánchez 2019). En este sentido, las(os) habitantes de esta parte de Bogotá han forjado
su existencia a partir de distintas circunstancias tales como: la falta de garantías en para el
desarrollo de una infraestructura, la incertidumbre legal, el desgaste ambiental --generado
por todos los efectos que dejó la explotación de arenisca y carbón-- y las dificultades
laborales que muchas(os) de sus habitantes atraviesan al no contar con contratos fijos y
garantías o al ubicarse en lo que se conoce institucionalmente como trabajo “informal”.
Cabe mencionar que los diferentes vínculos con la tierra que tienen estas familias se
relacionan con su origen campesino, un tema que profundizaré en el segundo capítulo.
Después de haber terminado la jornada de limpieza ese domingo, realizamos una
reunión de balace y de planeación del trabajo en la huerta. Allí nos contaron las(os)
integrantes de Huertopia, que el asentamiento del Alto Fucha (así como de otros barrios de
los cerros orientales) ha sido considerado como un “asentamiento informal” o como un “área
no habilitada urbanísticamente”, desde los distintos estudios realizados por investigadores
expertos contratados por el Distrito, a través de institutos y secretarías como: el Instituto
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Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (IDIGER), la Secretaria Distrital de
Hábitat (SDH) o la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) (Corporación
Autónoma Regional de Cundinamarca 2016, 254). La colectiva política-cultural Huertopia
también nos contó que a partir de varios procesos de veeduría y estudio sistemático de la
normatividad, labor que habían realizado a veces junto a otras organizaciones políticas,
habían aprendido que los deslizamientos de tierra, los fenómenos de remoción en masa,
las inundaciones, el desbordamiento del río y el rompimiento de tuberías eran denominados
como problemática de Alto Riesgo No Mitigable (Urbanos, Expandida y Huertopia 2019). El
hecho de que el Alto Fucha fuera nombrado así tenía como consecuencia que, las(os)
habitantes de esta parte de Bogotá fueran catalogadas(os) como “población en riesgo”,
desde los diagnósticos técnicos realizados por la Alcaldía de Bogotá. Esta denominación
ha hecho que en el Alto Fucha, desde los años 90, se lleven a cabo procesos de
reasentamiento de la población los cuáles, en un primer momento, fueron enmarcados por
los Planes de Ordenamiento Territorial (POTs); luego se consolidaron a través del decreto
255 de 2013 de la Alcaldía Mayor de Bogotá que establece los procedimientos para llevar
a cabo este proceso.
Figura 12. Mapa realizado por Comunes Urbanos (Arquitectura expandida- Colectiva
Huertopía), 2019. Amenaza Alta por remoción en masa. Resolución 0751 de 2018
(Vigente).
34
Cabe resaltar que en esa misma reunión de balance, la señora Adriana, Sofía, Don
Humberto, a las(os) integrantes del colectivo Vagón Cultural y a la colectiva Huertopia,
comentamos la razón por la cual habíamos reunido ese domingo. Veíamos con
preocupación la planeación de los proyectos de renovación urbana llamados el “Sendero
de las Mariposas” y el “Parque lineal del río Fucha”. Estos proyectos habían sido propuestos
por la Alcaldía de Bogotá durante la administración de Enrique Peñalosa (2016-2020).
Algunos meses antes de nuestra llegada allí, la colectiva Huertopia y otras(os) habitantes
del Alto Fucha, habían conocido dichos proyectos durante una serie de encuentros con la
Secretaria Distrital de Hábitat (SDH). En esas reuniones, ellas(os) entendieron que la
Alcaldía de Bogotá buscaba ejecutar propuestas de inversión, las cuales fueron
presentadas por medio de:
“imágenes de senderos “ecológicos” donde aún existen viviendas de los habitantes del Alto
Fucha, transformación completa de los salones comunales, ciclorutas y ampliación de las
vías donde por supuesto se verían afectadas algunas viviendas por estar dentro de los que
ellos determinan como espacio público, todas estas “prioridades” para el Distrito eran
totalmente opuestas a las necesidades reales” (Sánchez 2019, 20)
Al analizar la situación, surgieron sensaciones de rabia y frustración, así como una
sensación de indignación entre todos las(os) asistentes. Quienes se enteraron luego
también sintieron lo mismo. Allí empezó el germen de las acciones colectivas que se
empezarían a llevar a cabo en esta parte de Bogotá. Así pues, el desconcierto con las
propuestas que la Alcaldía de Bogotá buscaba implementar en el Alto Fucha y los cerros
orientales llevaron a que se gestaran procesos colectivos de resistencia. A través de
reuniones organizadas por la Colectiva Huertopia, algunas veces mediadas por las juntas
de acción comunal, se llegó al acuerdo de construir huertas urbanas en varios de los lotes
que habían sido abandonados por procesos de reasentamiento. Fue en este contexto que
Doña Adriana, Sofía, Don Humberto se enredaron con las(os) integrantes de la colectiva
Huertopia, ya no solo desde la relación de vecinos, sino a través del deseo común de
expresar su desacuerdo con políticas públicas que los estaban excluyendo de los procesos
de diseño y elección de las políticas y acciones que los iban a afectar
Fue en este contexto, cuando Sofía inició su labor de dar conocer la problemática
que estaba ocurriendo en el Alto Fucha; así se comunicó con Emilio, uno de los integrantes
del Vagón Cultural, con la idea de que apoyara las acciones que se iban a llevar a cabo.
35
Luego de uno de los encuentros entre Emilio, Sofía y su familia en el Alto Fucha, él decidió
proponernos a las(os) demás integrantes del colectivo que participaramos en este proyecto.
Nosotros nos reuníamos semanalmente para aprender y practicar teatro y circo. El proceso
de decidir nuestra participación incluyó un recuento de Emilio acerca de lo que él había
entendido que se quería hacer allí y luego procedimos a debatir compartiendo nuestras
opiniones, la manera como veíamos la problemática y las ideas que teníamos para nuestro
trabajo allí. Estos fueron los caminos que llevaron a que las existencias de las(os)
participantes del colectivo Vagón Cultural, las(os) integrantes de la colectiva Huertopia, la
señora Adriana, Sofía, Don Humberto y otras personas que asistieron ese domingo y luego,
de forma esporádica, a lo largo del año, empezaran a anudarse en torno a la construcción
de la huerta “Sembrando Ilusión”.
Nuevos Movimiento Sociales: imbricación entre lo político y la política;
sedimentación y subversión
Figura 13. Sofía Cárdenas, 2019. Transmutando.
36
Conocer estos caminos es relevante, puesto que a partir de los encuentros que ocurren en
ellos, se comienza a constituir, a veces de manera inconsciente como me ocurrió a mí, lo
que en esta monografía conceptualizo como un Nuevo Movimiento Social. Para las
personas que participamos en la huerta “Sembrando Ilusión”, el proceso de reconfiguración
y acción social, estuvo orientado a cuestionar las ideas dominantes de la Alcaldía de Bogotá
durante la administración de Enrique Peñalosa, especialmente, aquella que planteaba que
intervenir la Reserva Forestal Protectora de los Bosques Orientales era proteger el
Patrimonio Cultural y Ambiental bogotano. En general, estas concepciones estaban
basadas en la comprensión de la naturaleza como una parte externa y separada de las
personas, que podía ser medida, inventariada y delimitada.
Figura 14. El Vagón Cultural, 2018. Aprendizajes en el río con doña Adriana.
Como mencioné anteriormente, esta comprensión sobre el deber ser de las
relaciones entre humanas(os) y no humanas(os) no era exclusiva de esa administración
distrital, sino que hacía parte de las normativas ambientales que la Alcaldía de Bogotá había
37
implementado en distintas administraciones, cada una de ellas con sus matices. Todas ellas
habían estado en el proceso de “adecuar” los cerros orientales mediante el “Sendero
Ecológico San Francisco-Vicachá” y el “Sendero de la Quebrada la Vieja”, dos proyectos
que también hacen parte de la reserva antes mencionada. En estos senderos se ha
implementado la construcción de caminos equipados con barandas y vallas de información
con la clasificación de las especies; la contratación de guardabosques con el fin de controlar
el ingreso a estos espacios; la generación de protocolos que regulan la afluencia de
personas y los comportamientos en estas áreas protegidas (permisos tramitados a partir
de cartas, formularios, visitas guiadas por la Alcaldía); el desarrollo de planes de
ordenamiento y manejo ambiental de las cuencas y la creación/incorporación de una serie
de entidades que promueven el funcionamiento de los instrumentos antes mencionados:
Secretaria Distrital de Hábitat (SDH), Jardín Botánico de Bogotá, Empresa de Acueducto y
Alcantarillado de Bogotá (EAAB), la Corporación Regional de Cundinamarca (CAR) y el
Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (IDIGER), entre otros.
La manera en que las distintas administraciones de la Alcaldía de Bogotá han
gestionado los predios ubicados en los cerros orientales, ha estado vinculada con las
visiones tradicionales sobre la historia natural y la idea de una conservación sin gente, las
cuales han sido parte de la creación y desarrollo de jardines botánicos y parques
nacionales. La naturaleza siempre aparece como algo externo e incluso aislado de la acción
humana (Pratt 2008). Estas perspectivas son parte del conocimiento experto que es
empleado y legitimado por las instituciones del Distrito y, en general, del Estado. De allí
emerge la lógica que busca crear planes de protección de “lo natural”, en los que hay una
oposición entre los seres humanos y no humanos. Esta perspectiva del cuidado, la
conservación y la restauración parte de la premisa de alejar o controlar la presencia
humana, mediante una autoridad fundamentada por un conocimiento experto. Esta
estrategia de gestionar la reserva y los predios ubicados alrededor de ella permite que se
sigan fortaleciendo representaciones de la naturaleza dentro de categorías binarias:
ambiente-cultura, pasado-presente, atrasado-desarrollado, prístino-civilizado, entre otras
(Cronon 1996). En estos planes y procesos, así como en las estrategias de intervención de
las reservas, los diferentes no humanos continúan siendo comprendidos como mediadores
extra somáticos que solo adquieren participación en la vida social cuando se convierten en
instrumentos para el desarrollo humano (Ingold 2013). Este es el ideal que guía las
38
normativas de conservación nacional e internacional. Se desconoce así que muchas zonas
en las que se quiere implementar esta normativa ya están habitadas por un gran número
de personas y familias que tienen unas formas de ser, hacer y conocer diversas. Estas
formas de habitar, la mayoría de veces, entran en conflicto con la ideales de naturaleza
prístina que caracteriza este tipo de proyectos
Al presentar esta interpretación del panorama, quisiera demostrar que el Alto Fucha
ha estado atravesado por un proceso en el que “el discurso del desarrollo sostenible (…)
entra a participar en la producción de la realidad” (Escobar 1999, 80). Es decir, que las
personas que han habitado allí han experimentado una exclusión constante, al no caber
dentro de lo que se establece como “naturaleza” o dentro de lo que se establece como
“ciudad”. La normatividad define los límites que establecen quiénes pueden participar en la
habitación cotidiana de la reserva, ya que cumplen con la característica de ser personal
autorizado como guardabosques, biólogos, geólogos, etcétera. Estos últimos son los que
portan los conocimientos y protocolos para el trato específico de estos espacios. También
hay límites frente a las formas de existencia que son permitidas y corresponden a los
imaginarios legítimos para habitar la ciudad. Así pues, el hecho de que las(os) habitantes
del Alto Fucha vivan constantemente sujetos a estas fronteras, hace que la acción
promovida por Doña Adriana y Sofía, de tomar un predio abandonado por un proceso de
reasentamiento para convertirlo en una huerta, fuera clave debido a que era una manera
significativa de oponer resistencia a la experiencia recurrente de “tener que irse” y de ser
catalogados “población en riesgo” por el conocimiento experto.
La iniciativa de la huerta fue relevante ya que promovió que Don Humberto, sus familiares,
algunos vecinos, los integrantes de la colectiva Huertopia, las(os) participantes del colectivo
Vagón Cultural, entre otros, uniéramos fuerzas que permitieran, por un lado, manifestar el
deseo hacer un frente unido y organizado de cara a los proyectos de renovación urbana, y,
por otro lado, propiciar un encuentro entre la política y lo político. En otras palabras, la
construcción dela huerta “Sembrando Ilusión” dio paso a la creación de una identidad
colectiva, no uniforme ni estática, en la que las diferentes personas que participamos en
ella pudimos valorizar y dar sentido a la experiencia que estábamos atravesando allí.
También, en el que pudimos cuestionar algunos presupuestos impuestos, por ejemplo,
sobre la manera en que deben ser habitados y protegidos los cerros orientales. En uno de
los estudios realizados por las instituciones distritales se plantea que “para la mayoría de
39
habitantes de la ciudad no existe una relación estrecha o un vínculo afectivo que los ligue”
(Acueducto de Bogotá 17) a los cerros orientales. Estos presupuestos planteados por las
instituciones distritales, se enfrentan con la existencia de diversos enraizamientos y
relaciones profundas de cuidado que Doña Adriana, Sofía, Don Humberto, su familia y los
integrantes de Huertopia tenían con el Alto Fucha (sobre esto profundizaré en el segundo
capítulo). Es así, como la constitución de la huerta fue un escenario clave porque permitió
que muchas personas que éramos externas al Alto Fucha conociéramos las relaciones
entre humanas(os) y no humanos que se estaban omitiendo en los análisis públicos que
eran hechos por las administraciones distritales. Este proceso de identificación y disputa
que ocurrió en la huerta puede ser abordado a través del concepto de Agonismo (2007)
propuesto por Chantal Mouffe. Este último, se refiere a la constitución de relaciones entre
adversarios, es decir entre un nosotros y un ellos, que durante los procesos de disputa y
conflicto puedan reconocer la legitimidad de sus oponentes (Mouffe 2007). En otras
palabras, este concepto permite evidenciar como en la huerta “Sembrando Ilusión” se
promovió un proceso de continuo de lucha y disenso que permitió que las personas que
participábamos allí ejerciéramos nuestra capacidad de ciudadanía a partir de nuestra
asociación colectiva. Esto es importante porque permite evidenciar cómo lo político es una
dimensión de la vida social que se construye de manera relaciona y a partir del conflicto y
el disenso.
En este mismo orden de ideas, en la huerta “Sembrando Ilusión” realizamos la
problematización a las formas de vida posibles desde los acercamientos de la Alcaldía, a
través de procesos de validación colectiva. En dichos procesos, las(os) integrantes del
Vagón Cultural pudimos conocer, mediante charlas, recorridos y experiencias, los sentidos
y vínculos de afecto que se iban, además, incorporando a la construcción de la huerta. Con
la guía de Doña Adriana, Sofía y Don Humberto pudimos aprender dónde encontrar tierra
fértil y abonada para la huerta. También aprendimos como limpiar el río, como sacar agua
de él, como bajar hasta la orilla sin caerse; donde encontrar curabas, moras, uchuvas y
papayuelas para comer; dónde conseguir herramientas prestadas, como limpiar la tierra,
como sembrar, cuando sembrar, entre otros conocimientos. Asimismo, en algunas
ocasiones, aunque no tan frecuentes, las integrantes de la colectiva Huertopia nos llevaron
a conocer unas huertas que manejaban entre otros barrios del Alto Fucha. También nos
mostraron varias iniciativas que habían realizado tales como: espacios de lectura y la
40
modificación y restauración de varios espacios comunitarios. Todas estas experiencias que
fuimos teniendo las(os) integrantes del Vagón Cultural nos permitieron de algún modo
experimentar lo que la gente sentía al habitar el Alto Fucha. Del mismo modo, nos fueron
mostrando, de manera indirecta, cuales eran condiciones de vida, las formas de ser, hacer
y conocer de doña Adriana, Sofía, Don Humberto, las(os) integrantes de la colectiva
Huertopia y las(os) demás habitantes que fuimos conociendo a medida que eramos parte
de la construcción de la huerta.
Figura 15. Mesa Ambiental Uniandina, 2020. Recorrido en la Huerta “Sembrando Ilusión”.
Cabe mencionar, que las(os) habitantes del Alto Fucha con quienes estuvimos
trabajando no se encontraban en total desacuerdo con la idea de ver al Alto Fucha como
un espacio eco-turístico. De hecho, para la señora Adriana, su familia y los participantes
de la colectiva Huertopia, esto se veía como una forma de lograr un sustento económico
favorable ante la situación laboral precaria dada, el desempleo y los trabajos esporádicos.
Además, era la oportunidad de compartir con personas ajenas (como es mi caso y el de
41
varios de las(os) participantes del Colectivo Vagón Cultural) sus propios conocimientos y
experiencias sobre su historia de habitación del Alto Fucha. Este deseo de involucrar el
Alto Fucha en iniciativas eco-turísticas fue implementado por Huertopia, que comenzó a
realizar circuitos de visita con el fin de mostrar las huertas, los procesos culturales, la
problemática del Alto Riesgo no Mitigable y los procesos comunitarios que se llevaban a
cabo en barrios del Alto Fucha como Laureles y Gran Colombia. Paulatinamente, Huertopia
incluyó a Doña Adriana en este proceso y, con ello, a la huerta Sembrando Ilusión. Con el
paso del tiempo, doña Adriana comenzó a realizar sus propios recorridos eco-turísticos,
algunas veces acompaña de Sofía, Don Humberto y su hermano, así como de algunas de
las personas que habíamos hecho parte del Vagón Cultural.
Este esfuerzo de desarrollar espacios de acompañamiento y guía en el Alto Fucha
desde los conocimientos y recursos de algunos de sus habitantes nos permite apreciar
cómo el antagonismo que varias(os) de las(os) participantes de la huerta
experimentábamos ante las propuestas distritales convivía simultáneamente con el deseo
que varias de nosotras(os) teníamos por hacer y apoyar parte de los proyectos de desarrollo
de la ciudad, desde nuestras maneras diversas de existir, expresar y devenir en el Alto
Fucha. Es así como, en la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión”, se puede
evidenciar, primero, el interés que varios participantes teníamos por buscar la manera de
garantizar el derecho a participar en la definición misma de las normatividades y procesos
de política gubernamental, el derecho a definir en qué ser incluido (Álvarez Dagnino,
Escobar 1998). Es decir, en la huerta se buscó abrir la posibilidad de poder integrarnos en
los procesos de democracia a partir de la de reconfiguración de las nociones de ciudadanía,
representación política y participación.
A partir de que este gran interés por encontrar la manera de podernos sentir
integrados en los cambios que nos iban a afectar, de manera indirecta y directa, ya que
aunque muchos no residíamos allí ni estamos siendo afectados por procesos de
reasentamiento, estábamos siendo influidos por unas delimitaciones y unas normativas
sobre la relación de la naturaleza en la ciudad. Es así como el enfoque que guio la
construcción de la huerta “Sembrando Ilusión” fue muy importante, ya que, por un lado,
vinculó las actividades que empezamos a realizar allí con las luchas por la democracia.
Debatimos sobre las posibilidades de redefinición y de expansión de los límites de las
políticas institucionales, sobre las formas de participación, sobre lo que es o no ciudadanía.
42
La huerta permitió que emergiera un esfuerzo de las diferentes personas que participamos
allí, por proponer, reparar y reconstruir “concepciones alternativas de (…) naturaleza, (…)
economía, democracia o ciudadanía [turismo, entre otros] que alteran los significados
culturales dominantes, promulgan políticas culturales” (Álvarez Dagnino, Escobar 1998, 7).
Estas reconfiguraciones promueven el entrecruzamiento de lo político con lo social, pues lo
que se ha sedimentado a través de distintas prácticas cotidianas como lo “natural” o como
“sentido común” empieza a quebrarse, y con ello a dar paso a nuevos criterios de
entendimiento y relación. Esta posibilidad de participación y expresión que se abrió a raíz
de la construcción de la huerta “Sembrando Ilusión” es importante en tanto que funciona
como un escenario que permite manifestar los desacuerdos y antagonismos ante el orden
establecido por las instituciones distritales.
Figura 16. Mesa Ambiental Uniandina, 2020. Compartiendo con el Río Fucha.
La huerta emergió como un proceso de auto reconocimiento y reconocimiento
colectivo de diversas formas de ser, hacer y conocer. Además, nos ha dado la posibilidad
43
de ejercer formas de poder, que aunque limitadas y concretas, han dado pie a que las
personas que participamos en la huerta hayamos podido construir y comunicarnos entre
nosotras, y también entender desde nuestras realidades y experiencias (que son colectivas
e individuales simultáneamente) la distintas relaciones con las instituciones
gubernamentales. Con esto último me refiero a la búsqueda de recursos mediante
convocatorias, encuentros con las juntas de acción comunal y algunos representantes de
la alcaldía, entre otras. Considero que esto es importante porque la acción colectiva llevada
en la huerta “Sembrando Ilusión”, parte del reconocimiento de que no es posible salir del
sistema ni del mundo en que vivimos sino que debemos elegir como participar, incluso
estratégicamente, de la estructura que habitamos. Esta cuestión no implica en ningún
momento que deje de haber una relación antagónica con la institucionalidad distrital, ni que
se disuelvan las relaciones de poder y las desigualdades profundas. Simplemente cambia
el hecho de que las luchas no están únicamente enfocadas a la petición de recursos y la
búsqueda por mayor participación, sino que también están orientadas a manifestar
proyectos simbólicos y culturales que encarnan un significado y una orientación diferentes
de acción social (Melucci 1999, 70). Esto, de acuerdo con Melucci, “cambia la vida de las
personas, nuestra vida cotidiana cuando luchamos por cambios más generales en la
sociedad” (Melucci 1999, 70).
En fin, la huerta “Sembrando Ilusión” fue y ha sido un espacio en el que, sin que
muchos fuéramos conscientes de ello hasta hace muy poco, estábamos fortaleciendo y
aportando a diferentes iniciativas en las que se defendían otras formas posibles de vida en
los cerros orientales, que reñían con las propuestas de los ordenamientos desarrollados
por la Alcaldía de Bogotá. Las iniciativas como la de la huerta no estaban circunscritas al
Alto Fucha, sino que se extendían y se nutrían por medio de diferentes de huertas urbanas,
procesos de educación ambiental, teatro y relacionamiento social en Juan Rey, Altos de
Zuque, Las Cruces, Egipto, algunos barrios de Usme, entre otros. Asimismo, el desarrollo
de la huerta “Sembrando Ilusión” se anclaría, consciente e inconscientemente, con la Mesa
ambiental de los Cerros de Bogotá y las luchas que se estaban llevando en ella; también
con diferentes universidades en proyectos de investigación (La Universidad Pedagógica,
Los Andes --como es mi caso y el de Mesa Ambiental Uniandina (MAUA)--, la Universidad
Distrital y La Gran Colombia. Todo esto fluía también a través de activistas independientes
44
y colectivos político-culturales como Huertopia, El Vagón Cultura, Colectivo Arto Arte,
Arquitectura Expandida, entre otros espacios.
Estos diferentes lazos que se enredaron con la construcción de la huerta
“Sembrando Ilusión” estuvieron relacionados con los enredos y vínculos previos que las
personas que empezamos a participar allí teníamos. En consecuencia, estos diferentes
entrecruzamientos no funcionaron de manera unitaria ni ordenada. Más bien, fueron
surgiendo a medida que las personas que participábamos en la huerta crecíamos, nos
transformábamos y deveníamos con ella. Es así como la acción colectiva que surge en los
Nuevos Movimientos Sociales situados en la huerta “Sembrando Ilusión” es heterogénea y
su unidad siempre debe entenderse como parcial. El proceso no tiene el objetivo de
transformar a sus participantes en miembros de un partido político, como quizás se pensaba
con la lucha obrera. El objetivo está orientado, más bien, a “hacer que la sociedad oiga sus
mensajes y traduzca sus reivindicaciones en la toma de decisiones políticas, mientras los
movimientos mantienen su autonomía” (Melucci 1999, 76). Esta cuestión es relevante
puesto que muestra que la articulación de los participantes de la huerta, y de las personas
que la influyen, pasa por procesos de articulación- desarticulación variables, los cuales
dependen de relaciones y encuentros que van más allá del Alto Fucha.
45
SEGUNDO CAPÍTULO
Devenir en la huerta “Sembrando Ilusión”, heterogeneidad, discrepancias y caminos
múltiples en la acción colectiva
“Somos humus, no Homo, no ántropos; somos compost, no posthumanos” (Haraway
2019, 94)
Figura 17. Sofía Cárdenas, 2020. Cosechando amor, esperanza y libertad.
En este capítulo voy a abordar la siguiente pregunta: ¿qué ha implicado construir una huerta
urbana en el Alto Fucha? Es decir, voy a explorar las maneras en las que las(os)
participantes de la huerta “Sembrando Ilusión” nos hemos manifestado, hemos crecido y
nos hemos movido a través de las distintas líneas de existencia que se tejen a la huerta y
que se tejen a sí mismas, a medida que se entrecruzan entre sí. Es así como en este
capítulo me acercaré a las marañas simbióticas que ocurren y se constituyen a raíz de los
enredos entre humanos, no humanos e instituciones que devienen-con la huerta
46
“Sembrando Ilusión”. En el proceso de generarse mutuamente, estas marañas se
convierten en huerta y en participantes de esta. Asimismo, en este capítulo profundizaré en
las relaciones de los Nuevos Movimientos Sociales con el cambio social que se traduce en
derechos civiles y políticos, mejores posibilidades de vivienda, acceso a la salud y a la
educación. A través de estas relaciones y siguiendo distintos ritmos, los seres humanos que
somos parte de esta maraña nos vamos transformando directa e indirectamente. En este
sentido, en este capítulo busco aportar a aquellas aproximaciones teóricas (Haraway 2019)
(Tsing 2015) en las que se están pensando los cambios sociales a partir del
entrecruzamiento de distintas especies y de distintas partes de la vida social, antes
concebidas como dominios separados. De ahí que las(os) invite a acompañarme en este
proceso de reconfiguración, el cuál surge y está conectado con mi propio proceso de
reconfiguración y cambio a partir de mi participación en la huerta “Sembrando Ilusión”.
Figura 18. Alto Fucha en Riesgo, 2019. Tomada de:
https://enriesgoaltofucha.wordpress.com/
Entrecruzamientos de ritmos y formas de acción colectiva diversas
Desde hace unos meses, cuando realicé mis últimas entrevistas para esta
monografía, Emilio, quién fue mi compañero en el Vagón Cultural, me dijo que pensara en
que implicaba construir una huerta urbana hoy en día. Esa pregunta me quedó rondando
en la cabeza, y a medida que pasaban los días, fui reconociendo que la respuesta tenía
varias dimensiones o perspectivas. Una de ellas, tenía que ver con los temas de soberanía
alimentaria que han tenido gran influencia mundialmente en las últimas décadas, a raíz de
las preocupaciones ambientales por los excesos de los agroquímicos vertidos en la tierra y
en el agua, la progresiva infertilidad en especies de flora y fauna, la privatización de las
semillas y el establecimiento de unas formas problemáticas de producción de alimentos. Si
bien es cierto que este enfoque ha acompañado algunos momentos de la construcción de
la huerta, especialmente bajo la influencia de Huertopia, también lo es que en un inicio Doña
Adriana y Sofía, quiénes han sido las personas que se encargado de la labor de guiar, dirigir
47
y cuidar con tenacidad y constancia este espacio, deseaban que esta huerta estuviera
acompañada por una casa cultural, en la que se pudieran compartir espacios de encuentro
y socialización entre vecinas(os) y otras personas.
Esta fue una pequeña y primera discrepancia que surgió entre lo que Doña Adriana
y Sofía querían proyectar en la huerta y la manera en que la colectiva Huertopia apoyaba
la creación de huertas del Alto Fucha. Las(os) integrantes del Vagón Cultural no logramos
llegar acuerdos claros con los de Huertopia, ni a tener una relación cercana. Fue a partir de
esto que nuestro trabajo tomó un rumbo paralelo en el que no hubo encuentros directos la
mayoría del tiempo con Huertopia, durante la construcción de la huerta. Esta desvinculación
no impidió, en ningún momento, que ninguna(o) de las(os) colectivas(os) dejara de
participar en la huerta. Es más, permitió que cada una(o) aportara en ella desde sus propios
conocimientos y temporalidades.
Asimismo, esta situación llevó a que las(os) integrantes del colectivo Vagón Cultural
construyéramos una relación cercana y estrecha en la huerta “Sembrando Ilusión”
especialmente con Doña Adriana, Sofía y Don Humberto. Esto nos llevó a comprender, de
manera profunda para algunas(os) de nosotras(os), el grado de apego y afecto que la
Señora Adriana y Sofía, su hija, tenían con su barrio, que muchos habitan ya hace cuarenta
años. Para ellas era difícil pensar en que debían trasladarse; al fin y al cabo, allí habían
vivido durante toda su vida y habían construido una serie de relaciones de afecto, cuidado
y conflicto con distintos seres humanas(os) y no humanas(os), nativas(os) e
introducidas(os), que son parte de los ecosistemas del bosque altoandino y subpáramo de
los cerros orientales. Las(os) integrantes del Colectivo Vagón Cultural pudimos conocer y
enredarnos, en algunas ocasiones, con estas relaciones mientras caminábamos, hacíamos
limpiezas del río, jugabamos, sembrábamos, buscábamos tierra o recolectabamos frutas.
En estas actividades pudimos aprender que Doña Adriana tiene un afecto cercano y de
cuidado y limpieza con diferentes árboles y enredaderas que habitan alrededor del Río
Fucha. Ella se ha encargado de plantar y acompañar a crecer a estos árboles y
enredaderas y, con esto, a promover consciente e inconscientemente, la alimentación y la
co-habitación de otros seres no humanas(os) como abejas, colibríes, arañas y escarabajos,
que construyen sus formas de existir. Entre estas(os) seres no humanas(os) se encuentran
el sauco (Sambucus Nigra), la mora (Rubus Glaucus), la curuba (Passiflora Adulterina), la
calabaza silvestre (Curcubita subsp. Andreana) y el retamo espinoso (Ulex Europaeus).
48
Estos conocimientos que doña Adriana ha adquirido a partir de su enmarañamiento con
las(os) diferentes seres que habitan en el Alto Fucha es central en su participación activa
en la huerta. Doña Adriana es oriunda del municipio de Gama en Cundinamarca, y recuerda
como desde muy pequeña desarrolló una relación estrecha con el campo y con la siembra
de diferentes tipos de cultivos entre los que se destaca la papa. Esto es parte de su historia
familiar. El vínculo campesino de doña Adriana es muy importante, ya que en una época
en la que las huertas urbanas y los cultivos en casa están de moda y llenan las páginas de
redes sociales, parecería simple y sencilla la acción de sembrar y de hacer que surja una
huerta. La experiencia de acompañar el proceso de construcción de la huerta “Sembrando
Ilusión” me ha permitido acercarme a disposiciones corporales y afectivas que han sido
adquiridas a partir de la pertenencia, la experiencia y la participación activa en lo que Dona
Haraway llama holobiontes: “ensamblajes simbióticos, en cualquier escala espacial o
temporal, más similares a nudos de diversas relacionalidades intraactivas en sistemas
dinámicos complejos que a entidades en una biología” (Haraway 2019, 101). En otras
palabras, la capacidad de sembrar y que las cosas crezcan tiene que ver con la disposición
corporal de entrar en relación con distintos humanas(os) y no humanas(os) y permitirse
devenir con ellas(os) en ese proceso de encuentro.
Figura 19. Sofía Cárdenas, 2017. Camaleón Andino. Ver más fotos en
https://www.instagram.com/orbe_infimo/
49
Cabe mencionar, que estos entrecruzamientos no siempre son armónicos ni siempre
conflictivos. Como pudimos conocer varias de las(os) participantes de la huerta, doña
Adriana y otras(os) habitantes del Alto Fucha han tenido que aprender a lidiar y convivir con
el retamo espinoso (Ulex Europaeus). Este se encuentra actualmente extendido en todos
los cerros orientales y tiene la particularidad de que, como aprendí de doña Adriana, si no
se arranca de manera adecuada continua creciendo y quitándole espacio a otras plantas.
Mientras estuve participando en la huerta varias veces vi cómo doña Adriana en el proceso
de limpieza, cuidado y mantenimiento de esta arrancaba esta plaga de manera continua.
Así pues, el hecho de construir una huerta en el Alto Fucha ha implicado que doña Adriana
y todas(os) las(os) que hemos aprendido de su enseñanza entremos en una disposición de
respons-habilidad. Es decir, de cultivar la capacidad de responder y estar presentes para
comunicarse e interactuar con distintas(os) humanas(os) y no humanas(os), y en ese
proceso reconocer como regar las plantas, como podarlas, como sacar a las plagas, entre
otros saberes que se van tejiendo en el proceso de devenir en huerta y en participantes de
esta.
Los afectos de Sofía, la hija de doña Adriana, están enmarañados con los grillos, los
escarabajos, los pulgones, las mariposas, las arañas y anfibios, a los que contempla y toca
minuciosamente con el fin de conocerlos y registrarlos en fotos que comparte desde sus
redes sociales. El ejercicio fotográfico de Sofía es muy valioso, ya que implica un
conocimiento y relacionamiento profundo con distintas(os) seres no humanas(os) que van
desde insectos y anfibios, hasta cada uno de los árboles, arbustos, plantas pequeñas,
cultivos, piedras, etcétera, en las que estos animales viven. Es así como el proceso de
tomar fotos que realiza Sofía involucra muchas horas de encuentro, comunicación y
experimento, en las que ha aprendido a saber dónde encontrar, cómo mirar, como tocar (si
es el caso), dónde enfocar, a qué hora estar presente, y en general como convivir con otras
especies mientras se entrecruza con ellas. El proceso de Sofía, al igual que el proceso de
algunos de muchas de las(os) participantes que también tomamos fotos, se relaciona con
la familiarización con distintos signos indíciales (representaciones que inducen o causan
situaciones), icónicos (que comparten semejanzas con lo que representan) y simbólicos
que coexisten en “una ecología de seres dispares emergentes” (Kohn 2013, 34, traducción
propia). Es así, que el proceso de construcción de la huerta ha estado enmarañado a partir
de la participación de Sofía en procesos involucramiento con insectos, anfibios y plantas,
50
desde una interacción con ellos a través del lente fotográfico. Cuestión que me permite
recordar que “los bichos no preceden sus relaciones, se generan mutuamente a través de
una involución semiótica-material a partir de seres de enredos anteriores” (Haraway 2019,
100-101). Es decir, las personas que hemos participado en la huerta nos hemos ido
enredando paulatinamente a través de nuestro enmarañamiento con Sofía des sus de ser,
hacer y conocer en relación otras(os) que habitan el Alto Fucha.
Figura 20. Sofía Cárdenas, 2019. Figura 21. Sofía Cárdenas, 2019.
Alas frágiles. Floreciendo en el Fucha.
La huerta y la participación en ella no se circunscribieron en ningún momento a la
delimitación del lote en que se encontraba esta. Más bien, el hecho de participar constituyó
el inicio de aprendizajes como los que tienen que ver con el relacionamiento que doña
Adriana, Sofía y Don Humberto tenían con el Alto Fucha. Así también nosotros empezamos
a crear nuestras propias relaciones con el espacio. Quiero señalar que para mí, como una
persona en formación de investigación en antropología, esta experiencia me permitió:
51
“Reconocer que la encarnación de nuestro Ser-en-el-mundo permite descubrir un terreno
común en el que el yo y el otro son uno. Al usar el cuerpo de uno de la misma manera que
otros [lo hacen] en el mismo ambiente, uno se encuentra informado por un entendimiento
que luego puede ser interpretado de acuerdo con las propias costumbres o inclinaciones,
pero que permanece en un campo de actividad práctica y por lo tanto permanece consonante
con la experiencia de aquellos entre los cuales uno ha vivido” (Jackson 1983, 340-341,
traducción propia).
En este sentido, la experiencia de participar de la huerta para muchas de las personas ha
significado incluir, retomar, recordar e integrar distintas formas de ser, hacer y conocer con
las que nos estábamos la mayoría de nosotras(os) relacionadas(os). Considero que estos
procesos nos han permitido sentir y experimentar, especialmente a las(os) integrantes del
Vagón Cultural, desde otras posiciones y perspectivas, aunque sea de manera parcial y
momentánea. Los aprendizajes que se vincularon con la integración de esas nuevas
perspectivas nos llevaron a reconocer a que “somos contaminados por nuestros
encuentros; ellos cambian lo que somos a medida que hacemos camino para los demás”
(Tsing 2015, 27, traducción propia). En otras palabras, que el proceso de participar y aportar
en la huerta involucró llegar a ser con ella, con las otras y los otros que nos acompañaron,
a la vez que nos transformamos dejando de ser lo que fuimos y abriéndole camino a lo que
hemos sido desde que contribuimos a la creación de este proyecto desde formas de trabajo
colectivo.
Aprendizajes enredados en los Nuevos Movimientos Sociales.
Algunas de las experiencias y actividades que nos marcaron más a las personas del
colectivo Vagón Cultural fueron los recorridos a lo largo del río. En estos pudimos observar,
la presencia de plantas que perpetúan la vida del Río, ya que contienen sus filtraciones y
permiten la supervivencia de insectos, aves, hongos, bacterias y humanos que hacen parte
del ecosistema del Alto Fucha. De igual manera, durante estas caminatas, pudimos ver y
reconocer malezas como el retamo espinoso, que por su rápido crecimiento invade y
propaga incendios en los bosques altoandinos y subpáramos. Finalmente, en estos
espacios de socialización, limpieza y lavado que fueron parte de la construcción de la
huerta, pudimos observar la cantidad de escombros, desechos textiles, sanitarios y
alimenticios que polucionan el entorno generando malos olores, contaminado el agua,
etcétera. Aquí están plasmadas las desigualdades estructurales que se hacen evidentes en
52
los barrios periurbanos, los cuáles no cuentan con servicios de infraestructuras para el
depósito de desechos y basuras. Estos reconocimientos que tuvimos las(os) integrantes del
Vagón Cultural alrededor del río, nos permitieron presenciar y reflexionar acerca de las
“posibilidades de convivencia dentro de la perturbación ambiental” (Tsing 2015, 4), que son
parte de la vida cotidiana en el Alto Fucha.
Figura 22. Sofía Cárdenas, 2019. Entre corrientes.
En mi caso, esto me hizo reflexionar de nuevo sobre los programas distritales de
protección de los cerros orientales, que como lo mostré en el capítulo anterior, han estado
enfocados en promover la conservación ambiental con interferencias multiespecie
determinadas (Tsing 2015). Así pues, ¿Qué implica construir una huerta hoy en día? A esta
pregunta quiero agregarle la siguiente sub-pregunta: ¿que involucra hacerlo en una parte
de Bogotá como el Alto Fucha? Implica, por un lado, conocer a profundidad los
enraizamientos ecológicos que las personas que habitan allí tienen con las(os)
humanas(os) que allí existen, a la vez que las desigualdades estructurales que las(os)
53
atraviesan. Asimismo, involucra la consideración de contribuir a entender la problemática
ambiental de los cerros orientales y en general de Bogotá, considerando otras posibilidades
de cuidado para aquello que se agrupa en dichos programas como “naturaleza”, teniendo
en cuenta los enredos multiespecie.
Figura 23. Sofía Cárdenas, 2019. Las raíces del Fucha.
Luego de este análisis puedo plantear que la huerta no solo ha tenido que ver con
la manifestación, el cuestionamiento y la resistencia hacia los proyectos de renovación
urbana propuestos por la Alcaldía de Bogotá durante el periodo de 2016-2020. También ha
estado relacionada con el reconocimiento, la validación colectiva de formas de ser, hacer y
conocer en el Alto Fucha, que han sido posibles a partir de la realización de actividades en
la huerta “Sembrando Ilusión”. En otras palabras, la huerta ha sido un espacio en el que
han ocurrido procesos en los que se ha resistido a “la dominación en una variedad de
formas” (Ortner 2016, 170), a través del encuentro de diferentes formas de existencia.
Además, la huerta ha sido posibilitadora de proyectos político-culturales que han permitido
“producir o sostener cierto tipo de autenticidad cultural (o, incluso, personal) en los
márgenes del poder"” (Ortner 2016, 170). Ejemplos de esto son los enraizamientos
54
ecológicos de doña Adriana y Sofía, aunque también en los son las transformaciones que
atravesaron tres integrantes del colectivo Vagón Cultural. Para Karol, quién habitaba
relativamente cerca del Alto Fucha, el hecho participar en la huerta le permitió contemplar
“el río que (...) veía casi todos los días como un caño, ahora convertido en río y la posibilidad
precisamente de que algo nuevo naciera ahí” (Henao 2020, comunicación personal). En los
casos de Sebastian y Emilio, esta participación activa promovió un cambio en sus
percepciones acerca de lo que podía considerarse la política y lo político y además acerca
de cómo podía ejercerse estos conceptos en la vida cotidiana. Es así como para Sebastián,
“el rio Fucha y el Alto Fucha es el territorio que me devolvió la ilusión (...). Y fue porque ahí
fue donde yo empecé también a reflexionar y repensarme todo, una reflexión tanto personal
como política” (Sastoque 2020, comunicación personal). En otras palabras, para Sebastian
las actividades y relaciones que se establecieron en la huerta le permitieron profundizar y
encontrar algunas respuestas acerca de sus estrategias de manifestar sus desacuerdos
con la autoridad, y además le permitieron pensar acerca de otras formas de vinculación y
construcción política cotidiana. Para Emilio, trabajar en la huerta le permitió comprender
que “Lo importante es como las organizaciones entienden que los territorios son los que
tienen que llevar la batutas” (Ortiz 2020, comunicación personal) y “El vagón propicio el
espacio y el vagón se terminó pero sigue esa resistencia y eso es lo importante” (Ortiz 2020,
comunicación personal). Estos aprendizajes que tuvo Emilio fueron muy importantes para
la reconfiguración de su comprensión de las asociaciones políticas, pues lo llevaron a
reconocer que las personas que llegamos a trabajar a un espacio ajeno no implementamos
una serie de prácticas tales como análisis de coyuntura, hoja de ruta, reuniones y
proyecciones. Más bien, escuchamos, percibimos y aportamos desde lo que pide la
comunidad, permitiendo así que sean las mismas personas que habitan los espacios que
acompañamos las que guíen y fortalezcan sus procesos de resistencia. Destaco estas
mutaciones en las comprensiones de cada uno tanto con el espacio como con sus formas
de pensarse y expresarse, como con la experiencia política, debido a que fueron
propiciadas y pudieron devenir a partir de la participación en y con la huerta.
Considero que esta mutación de mi participación, así como la de otras(os)
participantes de la huerta “Sembrando Ilusión”, permite ver que la unión y acción colectiva
que surgió en un principio, con el fin de mostrar el desacuerdo con los proyectos de
renovación urbana de “El Sendero de las Mariposas” y “El Parque lineal del Río Fucha”, se
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desarrolló de un modo no teleológico en tanto no había un objetivo de partida unitario y un
lugar específico de llegada. Más bien, la experiencia me fue y nos fue mostrando que la
construcción de la huerta no cesaba, que se constituía de silencios, de paradas, de
desacuerdos, de acuerdos, avances, retrocesos, entradas, salidas, regresos y nuevos
miembros. También que las motivaciones que guiaban la acción mutaban y se
diversificaban de manera similar y paralela a las trasformaciones de las personas que
participábamos. Por consiguiente, la experiencia en la huerta me ha permitido reconocer
que,
“los movimientos no son entidades que avancen con esa unidad de metas que le
atribuyen los ideólogos. Son sistemas de acción, redes complejas entre los distintos niveles
y significados de la acción social. Su identidad no es un dato o una esencia, sino el resultado
de intercambios, negociaciones, decisiones y conflictos entre diversos actores (Melucci
1999, 12)
En otras palabras, los nuevos movimientos sociales se transforman y modifican a raíz de
factores que muchas veces exceden los límites geográficos, temáticos y políticos usuales
en los que se desarrollada la acción social. Esta forma de articulación que estuvo presente
y continua ocurriendo en la huerta evidencia que la participación en es heterogénea, somos
diversos los participantes. Esta es una característica de los nuevos movimientos sociales.
Estamos ancladas(os) en prácticas cotidianas diversas y, a la vez, estamos ubicados en
partes muy distintas de la estructura social (como es mi propio caso en relación con la
Señora Adriana, Sofía etcétera) y tenemos un acceso diferencial a los sistemas de
información. Esta heterogeneidad promueve que no haya una acción colectiva única, sino
que ocurra un proceso en el que la principal línea de acción se diversifica de distintas
formas y se acopla en algunos casos a los ritmos y transformaciones que llevan las(los)
distintas(os) participantes En este sentido, la acción colectiva que surgió en la huerta
“Sembrando Ilusión” es muy valiosa puesto que promovió proyectos colectivos de vida, en
los que varias de las personas que participamos experimentamos procesos de
autovalidación y validación colectiva en los que fortalecimos nuestra posición como
ciudadanos y sujetas(os) políticos.
A lo largo de las entrevistas, de las charlas e incluso de mi propio reconocimiento
en la investigación, pude observar que para las personas con las que trabajé (entre las que
me incluyo) tiende a darse una subestimación y desvalorización de lo que se hace, que a
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veces produce una baja autoestima. En esta tesis he planteado que esto tiene que ver con
los modelos ortodoxos mediante los cuales entendemos lo político y la política, no sólo
como si fueran opuestos, sino como si la política fuera como una parte externa a
nosotras(os) y a la vida social. No cuesta reconocer el potencial que tienen nuestras
acciones; David Slater, un geógrafo que se enfocó en profundizaren los estudios
postcoloniales, (1998) plantea que “lo político es entonces un movimiento vivo, una especie
de "magma de voluntades o antagonismos en conflicto"; es móvil y omnipresente, va más
allá pero también subvierte los entornos institucionales y las amarras de la política”. En este
sentido, considero que los movimientos sociales no solo son espacios de transformación
externa sino, más bien, espacios en los que el cambio social (traducido algunas veces en
el reclamo de derechos, participación política, entre otros) ocurre simultáneamente, aunque
en distintos ritmos, a través de la transformación de los seres que lo conforman. Es decir,
no hay separación, como lo hemos creído, entre adentro y afuera. Somos seres que
estamos en relación y diálogo constante con todo lo que está a nuestro alrededor y somos
seres en movimiento que mutamos en nuestras fibras más íntimas, muchas veces de
manera inconsciente, a la par de los proyectos de resistencia y demanda social en los que
nos involucramos. Esos proyectos de lucha nos atraviesan, atraviesan nuestros cuerpos y
atraviesan e influyen y son influidos por seres humanas(os) y no humanas(os) que terminan
marcando nuestra vida.
Esta monografía buscó mostrar que las experiencias e impresiones de un grupo de
personas que estuvieron en un espacio, desde sus acciones y experiencias, contribuyeron
y aportaron de manera limitada y pequeña pero valiosa, a eso que llamamos movimientos
sociales. Este trabajo me permitió volver la mirada a lo pequeño, a lo que se subestima, a
lo que parece sin potencial ni expectativas. Asimismo, me permitió recordar que las
personas, aunque no estemos ni manejemos espacios de gran poder, conservamos
“capacidades, a veces, muy significativas, para ejercer cierta influencia en los modos en que
se desarrollan los acontecimientos. La resistencia, entonces, también es una forma de
"poder-agencia" (Ortner 2016, 166-167).
Para finalizar, considero que es importante subrayar las experiencias e intentos políticos
que se tienen en diferentes partes de las zonas periurbanas de Bogotá, ya que nos permite
continuar dando fuerza al proceso de pensar lo político y la política más allá de miradas
reductoras e incluso más allá del dualismo entre naturaleza y cultura. En mi opinión, esto
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nos puede llevar a comprender que lo político, así como la cultura, son procesos intrincados
que se construyen y se re-crean diariamente, desde distintas prácticas intencionadas o des
intencionadas de las personas y de colectivos, las cuáles empiezan a cambiar el panorama.
Estamos pues ante múltiples formas de hacer y ser que están extendidas a lo largo de las
ciudades que habitamos y en encuentros, muchas veces, inesperados.
Figura 24. Sofía Cárdenas, 2020. Figura 25. Sofía Cárdenas, 2020.
La cosecha para la familia. Frutos del Alto Fucha.
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