nueva entrada a la antropología de los olores: los aromas

4
DOMINGO 20 DE OCTUBRE DE 2002 NO. 64 Nueva entrada a la antropología de los olores: los aromas de lo sagrado en Morelos Ricardo Melgar Pasa a la página II Si aceptamos la premisa de que las hierofanías de lo sagrado expresan las señas de lo que don Gregorio Wein- berg denominaría los tiempos, des- tiempos y contratiempos de cada cul- tura, ésta nos permitirá entender me- jor porqué la sociedad morelense tra- duce una forma diferencial religiosa del territorio multicultural y multiétni- co llamado México, acrecentada por el curso globalizador. El reto radica en situarnos en la construcción cultu- ral de los olores, entre el ritual reli- gioso y las hierofanías. Otras culturas pueden servirnos de espejo sin salir- nos de América Latina y del placer de la lectura, gracias a Bárbara Ko- nieczna y Patricia Suárez, leemos en las páginas del fascinante libro El Pén- dulo de Foucault de Humberto Eco, un registro ficcional del ritual umban- da en Brasil, del que nos permitimos transcribir sólo un fragmento: “Falta- ban los orixás, pero su presencia se intuía en los rostros de los presentes, y en el olor dulzón de la caña de azú- car y de los alimentos guisados, en la acritud de todas aquellas transpira- ciones debidas al calor y a la excita- ción por la gira que estaba a punto de comenzar. Apareció el pai-de-santo, que se sentó junto al altar y acogió a algunos fieles, y a los invitados, perfumándo- les con bocanadas densas de su puro, bendiciéndoles y ofreciéndoles una taza de licor, como en un rápido rito eucarístico (....) Empezaron los sa- humerios que el pai-de-santo- hizo con un turíbulo, en un impenetrable olor a incienso indio con oraciones a Oxalá y a Nossa Señora”.1 Hace un par de meses, dos antropólogos, Mi- guel Morayta y el que este escribe, experimentamos la presencia expan- siva de las tradiciones afro religiosas en Santa Catarina, una localidad con Fotos: Barbara Konieczna

Upload: others

Post on 18-Oct-2021

8 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

DOMINGO 20 DE OCTUBRE DE 2002 NO. 64

Nueva entrada a la antropología de los olores:los aromas de lo sagrado en Morelos

◆ Ricardo Melgar ◆

Pasa a la página II

Si aceptamos la premisa de que lashierofanías de lo sagrado expresan lasseñas de lo que don Gregorio Wein-berg denominaría los tiempos, des-tiempos y contratiempos de cada cul-tura, ésta nos permitirá entender me-jor porqué la sociedad morelense tra-duce una forma diferencial religiosadel territorio multicultural y multiétni-co llamado México, acrecentada porel curso globalizador. El reto radicaen situarnos en la construcción cultu-

ral de los olores, entre el ritual reli-gioso y las hierofanías. Otras culturaspueden servirnos de espejo sin salir-nos de América Latina y del placerde la lectura, gracias a Bárbara Ko-nieczna y Patricia Suárez, leemos enlas páginas del fascinante libro El Pén-dulo de Foucault de Humberto Eco,un registro ficcional del ritual umban-da en Brasil, del que nos permitimostranscribir sólo un fragmento: “Falta-ban los orixás, pero su presencia se

intuía en los rostros de los presentes,y en el olor dulzón de la caña de azú-car y de los alimentos guisados, en laacritud de todas aquellas transpira-ciones debidas al calor y a la excita-ción por la gira que estaba a puntode comenzar.

Apareció el pai-de-santo, que sesentó junto al altar y acogió a algunosfieles, y a los invitados, perfumándo-les con bocanadas densas de su puro,bendiciéndoles y ofreciéndoles una

taza de licor, como en un rápido ritoeucarístico (....) Empezaron los sa-humerios que el pai-de-santo- hizocon un turíbulo, en un impenetrableolor a incienso indio con oraciones aOxalá y a Nossa Señora”.1 Hace unpar de meses, dos antropólogos, Mi-guel Morayta y el que este escribe,experimentamos la presencia expan-siva de las tradiciones afro religiosasen Santa Catarina, una localidad con

Foto

s: B

arba

ra K

onie

czna

DO

MIN

GO

20

DE

OC

TUBR

E D

E 20

02II

Nueva entrada...Viene de la página I

relevantes presencias nahuas. Olien-do a caña, perfumes de Orishas,aromas de sahumerios orientales ydulzonas fragancias de veladoras defrutas cruzadas con las infaltables yenvolventes bocanadas de tabaco,fuimos en diversos momentos en-salmados con los matices seleccio-nados y aplicados a cada uno, porun respetado y experimentado ba-balao nativo. Muchos otros pudie-ron vivir experiencias rituales simi-lares en Amatlán y Tepoztlán, paraobviar a la cosmopolita Cuernava-ca. Sin lugar a dudas, en el camporeligioso la multiculturalidad del si-glo XXI ya no es ajena a los esce-narios rurales morelenses, tampoco alas simbólicas marcas aromáticas desus rituales.

IEl tema que nos ocupa, queda claroque va más allá de las hierofanías ve-getales de que nos habla Mircea Elia-de, llámense árbol de la vida, árbolcósmico, árbol de mayo, etc.,2 aun-que se aproxime a ellas desde susmárgenes y atributos simbólicos. Estetiempo floral y aromático muy more-lense que transita entre fines de sep-tiembre y principios de noviembre, esdecir entre la flor de pericón y la florde cempasúchil o cempoalxóchitl, espropicio para tal reflexión. Tiempo deSan Miguel, los muertitos y las deida-des sumergidas de la Xochiquetzal, laXochipilli y hasta de la Coatlicue, para

ir a la búsqueda de más olores.Los aromas y humos son equivalen-

tes en el proceso ritual religioso, deallí en parte se explica su complemen-taridad y secuencialidad. Aromas yhumos -léase también vapores- , com-parten a su manera, su propia levedady ascenso hacia el territorio de lo altodonde moran los dioses, aunque deotro modo puedan también comuni-carnos con las deidades del inframun-do. Aromas y humos son los simbóli-cos transmisores de plegarias y agra-decimientos, aunque también puedenexpresar las señas de una revelación opresencia de lo sagrado y aún de lodemoníaco. En su plano más terrenal,aromas y humos emergen de su próxi-ma materialidad, la cual alimenta sa-humerios y ofrendas florales o gas-tronómicas. Y aquí la oposición en-tre lo crudo y lo cocido aunque cuentase queda corta en la explicación, porlo que quizás debería ser acompaña-da de las series binarias hedor/perfu-me, vaporoso/denso y quizás de al-gunas otras más.

La recepción cristiana en los esce-narios nahuas de Morelos, complicólos referentes simbólicos de los olo-res y humos, al confluir los códigosculturales del mediterráneo españolcon los mesoamericanos, lo que noes lo mismo que suscribir la existen-cia de un proceso sincrético que pre-tende convertirlo todo en fácil mez-cla o fusión. Intentemos pues una mí-nima etnografía sobre este rincón ol-vidado de nuestro imaginario more-lense, para darle visibilidad a nuestro

heterodoxo mirador antropológico.Las imágenes de bulto, los cristos y

los santos tienen su “olor”, nos lo hareiterado más de un mayordomo deCoajomulco, Huitzilac y Santa María;también las cruces, por eso dicen quela tradición no quiere que se hagan demetal ni de piedra porque con esosmateriales ya no huelen. Otros veci-nos de Coajomulco nos manifestaronque la antigua “cruz de la misión” queestá en la capilla perdió su olor cuan-do le metieron pintura. En realidad, “elolor del santo” se abre como un aba-nico de aromas, algunos identificables.Perder el olor puede en algunos casosrepresentar la pérdida de fuerza de laimagen pero no siempre, si aparecenotros atributos compensatorios, parti-cularmente asociados a la piedra, a laindumentaria, a las flores, al copal y alas veladoras.

IIUna pregunta cae por su propio peso:¿cuáles son los olores de lo sagradoy qué funciones simbólicas cumplen?Las apariciones de las imágenes sa-gradas revelan viejas huellas aromá-ticas aunque desconocemos su pre-sunto simbolismo, porque nos remi-ten a códigos culturales diferenciadosy a veces confrontados. Para la tra-dición cristiano-occidental, el olor desantidad -según lo refrendó un con-troversial Concilio- debe correspon-der a las fragancias de las rosas aun-que cada orden religiosa les adscri-bió además otros aromas florales. Sien lo general “oler a rosas” es oler a

santidad, las metáforas marianas tu-vieron variaciones; por ejemplo, losfranciscanos adscritos a la lectura desan Francisco suprimen las metáfo-ras de las rosas y el lirio para signifi-car los atributos sagrados de la “hijay esclava del Padre, madre de Jesu-cristo y esposa del Espíritu Santo”.3Mirando desde este contexto es in-evitable otra pregunta: ¿en la tradi-ciones mesoa-mericanas existían aro-mas asociados con sus deidades? Enel curso de medio milenio los nahuasde Morelos -y no sólo ellos-, han con-figurado una tradición dual sobre losolores de lo sagrado y sus usos ri-tuales. Recordemos que la dualidadde los aromas quedó encarnada enalgunos relatos míticos mesoameri-canos sobre Xochiquetzalt. Uno deellos cuenta como Mictlantecuthli,mediante lavado ritual convirtió lasflores de mal olor extraídas de lavulva de la diosa por mandato deTezcatlipoca, en atractivas floresperfumadas.4 Tanto en el relato mí-tico como en el relato literario o et-nográfico, no necesariamente se caeen posturas esencialistas.

Entre fines de septiembre y princi-pios de octubre, resulta relevante lacruz floral de pericón, cuyo consumoritual es muy extendido en Morelosdurante la fiesta de san Miguel queacabamos de celebrar. La huellamesoamericana se expresa tanto en elsimbólico uso del perfume del pericóncomo en su figura simétrica. A lo quese agrega que la cruz de pericón cum-

Pasa a la página IV

DO

MIN

GO

20

DE

OC

TUBR

E D

E 20

02III

Retablo de la Virgen de los Dolores, Tlayacapan◆ Margarita Avilés y Macrina Fuentes ◆

“Copal”

Nuestro patrimoniodesconocido

En nuestro recorrido por Tlaya-capan, Morelos, visitamos la pa-rroquia de San Juan Bautista enla cual podemos admirar el re-tablo lateral izquierdo de la Vir-gen de los Dolores

Es éste un retablo de estiloneóstilo, pintado sobre tela, conun nicho que alberga una escul-tura para vestir, con peluca yresplandor, que representa a laDolorosa. Están representadosdos cuerpos con columnas lisasy estiradas, tres calles y remate.El conjunto del retablo describeuna sola escena: la de la cruci-

Teresita Loera y Anaite Monterforte Nombre científico:Bursera jorullensis

(H.B.K.) EnglerFamilia:

Burceraceae

La planta a la que en esta ocasiónharemos referencia, el “Copal”, for-ma parte de lo que se denomina poralgunos autores como Bosque Tro-pical Caducifolio o Selva Baja Ca-ducifolia, el cual presenta un hábi-tat de clima cálido, cuyas condicio-nes secas repercuten en la expre-sión vegetal que predomina en estaextensa vegetación, presente en al-gunas regiones como: la cuenca delrío Balsas y en Morelos.

Uno de los componentes con ma-yor número de especies es el géne-ro Bursera, entre ellas está Burserajorullensis, que presenta práctica-mente el mismo patrón que la ma-yoría de los ejemplares que predo-minan en la Selva Baja Cadu-cifolia. El porte que presen-tan algunas de las especiesque se desarrollan en estehábitat, son de árbolespequeños con ramifica-ción a niveles bajos,formando una ampliacopa, que generalmen-te llega a medir lo mis-mo que la altura del pe-queño árbol tiene, corte-za exfoliante, es decir, lascapas externas de la cor-teza se desprenden en láminas del-gadas y transparentes ad-quiriendo el aspecto papi-ráceo, dejando expues-tas las partes mas inter-nas, lustrosas y deatractivos colores. Ensu mayoría emanan re-sina, dependiendo de la es-pecie, el aroma varia de muy inten-so a suave. Además, en el periodomas seco, tiran sus hojas.

En Morelos actualmente, el uso de

Foto

: arc

hivo

del

Cen

tro

INA

H M

orel

os

su resina se reporta para resolverproblemas respiratorios, muscularesy circulatorios. De uso ritual y reli-gioso. La resina de esta especie y

de otras, es empleada parasahumar, principalmente en

día de muertos y en trata-mientos curativos.En las referencias históri-

cas del siglo xvi, están la citade Badiano en “El LibellusMedicinalibum IndorumHerbis” menciona a una

especie del género Burseraque se empleaba “cuando se

hincha la vena pinchada” pre-parándose en cocimiento junto

con otras plantas.En “Las Obras Completas

de Francisco Hernández”,menciona a COPALQUÁ-HUITL o árbol gumífero. Esta

especie la reporta para Quauh-náhuac y Mechoacan, comentan-

do lo siguiente “El sahumerio de estagoma, así como el de la madera mis-ma del árbol o el de la raíz, quita eldolor de la cabeza cuando provienede causa fría, cura la estrangulacióndel útero, y, hablando en general, ali-via todas las enfermedades origina-das de causa fría y húmeda”

Nicolás Monardes,en sus obrascita que: “Traen de nueva Españados géneros de resinas que se pa-recen mucho: la una de ellas llamancopal y la otra animé. El copal esuna resina muy blanca y muy lúciday transparente. Traenlá en unos pe-dazos grandes que parecen tajadasde diacitrón muy claro. Tiene me-diano olor, pero no tan bueno comoel animé. Con este copal hacían losindios sahumerios en sacrificios yasí era frecuente el uso de él en lostemplos por los sacerdotes”.

Esta especie forma parte de la Co-lección Nacional de Plantas Medi-cinales del Centro INAH-Morelos.

fixión de Cristo situada en laparte central del segundo cuer-po. Los personajes de las calleslaterales se hallan sobre peanas;cada una de las representacio-nes se ve enmarcada por perfi-les mixtilíneos y se ubican de lasiguiente manera: en el primercuerpo, en la primera calle laimagen de María Magdalena y lade San Juan, en la tercera. Enla primera y tercera calles delsegundo cuerpo, respectivamen-te, se observan a Dimas y Ges-tas. En la parte superior se apre-cia un busto de Dios Padre.

Archivo fotográfico Fuentes-Aviles

COPALQUÁHUITL enObras Completas deFrancisco Hernández

CódiceBadiano

El Yauhtli

DO

MIN

GO

20

DE

OC

TUBR

E D

E 20

02IV

Consejo Editorial: Barbara Konieczna, Ricardo Melgar, Lizandra Patricia Salazar, JesúsMonjarás-Ruiz y Miguel Morayta

Coordinación: Patricia Suárez Ortega

Formación: Sandra S. Acevedo Martínez

[email protected] Jalisco No 4, Las Palmas Tels/fax. 3-18 39 08 y 318 39 16

ple una tradicional adscripción pro-tectora de las milpas, según la coor-denada ritual de marcar los cuatrosrumbos, sin renunciar a la protecciónde las casas de las potenciales in-cursiones nefastas del “maligno”. Laflor de pericón cumple la función deun aromático campo de protecciónsagrada en el imaginario regional delugares y seres.

En esa misma dirección debe consi-derarse el simbolismo floral asociadocon el aparicionismo morelense, so-bre el cual existen muchos relatos alrespecto. Así, los aromas cambiantesde nardo, sándalo y lináloe anuncia-ron la hierofanía de la virgen de Tlate-nango.5 Por otro lado, los olores del“maligno” son también identificables yvan más allá del azufre o lo hediondo; ylos que buscan el contacto o la protec-ción frente a él, utilizan fragancias flora-les y sustancias orgánicas que les pare-cen pertinentes. A diferencia de los aro-mas clasificados conforme a las fronte-ras de lo divino y lo maligno, el copal yel tabaco como aroma y “sahumerio”revelan su dualidad y liminaridad al serusadas por brujos y curanderos.

IIIHacia los años veinte se comienzan aintroducir las urnas de vidrio como dis-positivo de protección de las imáge-nes de bulto en las capillas de los pue-blos, como es el caso de Tetela deVolcán y tantos otros; tres décadasmás tarde ingresa el uso de las pintu-ras de esmalte. A este proceso pare-ce que le subyace, inconscientemente,el peso de esa controvertida matriz hi-gienista moderna de desodorizar es-pacios, cuerpos muebles, inmuebles yseres humanos.6 Los aromas de lasmaderas, pastas y resinas distintivas decada santo, con motivo de la introduc-ción de las urnas, quedaron bajo con-trol casi exclusivo de los mayordomos.

En cambio, no fueron ¾al parecer¾restringidos los aromas florales, fruta-les, del copal, del incienso del ocote ydel ingo, que promueven los mayor-domos y ofrendantes nativos o pere-grinos; al evidenciar la presencia de unsimbolismo aromático que reforzabael sentido de la espacialización deltiempo ritual, como si configurase eva-nescentes tramas de reciprocidad. Elaroma, como el humo de los sahume-rios, significa el lugar sagrado. A dife-rencia de los aromas y humos del in-cienso, el copal y el ocote que sonpermanentes, los propiamente floralesy selectos exhiben sus marcas estacio-nales y de ecosistemas complementa-rios. Las “banderitas” utilizadas enCoatetelco como símbolo luminoso,cromático y aromático de su ofrendaa los aires, son confeccionadas conastillas de ocote, estambres de colo-res verde, blanco y rojo, y un pedaci-to de ingo y de chapopote; los cualesle imprimen una intensa y peculiar car-ga aromática.7 En Coajomulco, floresdel lugar como agapandos y alcatra-ces, entre otras, se complementan conlas fragancias de las flores que vienen

de las partes bajas; portadas comoofrendas por los mismos mayordomos,familias de la localidad o peregrinos.La predilección por las ofrendas decomidas calientes y bien condimenta-das, vaporosas y fragantes como elmolito verde recién servido en los al-tos de Morelos, debe hacer sentir supresencia a los dioses y difuntos, me-diadores de los primeros, vía la fuerzade sus inquietantes y humeantes fra-gancias. Don Julio, un vecino de San-ta María, pensando desde lo profanopero también desde lo sagrado, nosdijo: ...en la comida uno comienzacomiendo por el olor, la diferencia esque nosotros comemos todo, nuestrosmuertitos y los santos sólo los oloresde lo que les damos. 8

De otro lado, debemos sumar la con-servación de vastas colecciones devestidos de los santos donadas por losmayordomos y padrinos con sus res-pectivas familias, ya que representanun visible y aromático puente de reci-procidad con la imagen sagrada y pro-tectora, además de un capital simbóli-co inapreciable. Los roperos de lossantos fungen como una especie decartografía de favores y lealtades fa-miliares e intracomunitarias, que esnecesario renovar y ampliar en cadaciclo ritual. Al decir de un mayordo-mo, la ropa conserva el olor del santo.

Recordemos que el copal, la conoci-da resina y corteza olorosa, era que-mado para perfumar a las deidadesdurante las ceremonias sagradas pre-hispánicas y limpiarlas de las “impure-zas del aire”; al mismo tiempo servíacomo vehículo de comunicación con losdioses. Además de ello, el copal que-daba bajos los dominios de Tláloc,quien también fue conocido como el“señor del copal”. En la actualidad, elcopal sigue gravitando en los procesosrituales contemporáneos tanto de cu-ración como de celebración de los san-tos patrones en los pueblos de filiaciónnahua de Morelos. De las tres varieda-des usadas para fines veneracionales enesta entidad, la más popular es la cono-cida como “copal de santo”. La distin-ción simbólica del copal y el humo delcopal sigue presente, aunque con mati-ces locales; el primero para significar sunexo con el árbol, y el segundo comomensaje dirigido a Dios o a los santos.En un trabajo, un curandero de Cuente-pec hizo explícita alusión al decir en sulectura del huevo: “Ese santo quieremucho humo de copal”.9

IVEn general, creemos haber logrado unainédita aproximación al campo simbó-lico que configura lo que hemos deno-minado los perfumes de lo sagradoentre los nahuas del estado de More-los, apoyándonos en convergentesejemplos históricos y etnográficos desus diversas tradiciones veneraciona-

Nueva entrada...Viene de la página II

les. Sin lugar a dudas, nos hemos dis-tanciando de la visión limitada del pre-tendido sincretismo o hibridación reli-giosa, para proponer un juego másplástico de interacciones y presenciasacerca de los muchos sedimentos cul-turales sobre lo sagrado que pueblany gravitan en nuestro muy plural imagi-nario morelense.

Notas:1.Eco, 2002:275-2762.Eliade, 1984: 32,246-2983.Pyfferoen y Van Asseldonk, 2000: 6.4.Gonzalèz, 1991:203-204.5. López, 1990: 386. Corbin, 19877. Maldonado, 1998: 170.8. Entrevista del autor, 15 de agosto de20029.González, 1991: 47; Heyden, 1993:217-218.10.Comunicación del Dr. Francisco Gar-cía, 11 de mayo de 2001

BibliografíaBatlle Pérez, Manuel et al. (1984), Tepoz-tlán, Morelos, estudio para la conserva-ción y rehabilitación, Tesis de maestría enarquitectura, México: ENCRyM-INAH.Corbin, Alain (1987), El perfume o elmiasma: el olfato y lo imaginario social.

Siglos XVIII-XIX, México: Fondo deCultura Económica.Eco, Humberto (2002), El péndulo deFoucault, Editorial Plaza & Janés, Bar-celona, (Cuarta Edición).Eliade, Mircea (1984), Tratado de His-toria de las Religiones, Editorial ERA,México.González Torres, Yololt (1991), Diccio-nario de Mitología y Religión de Meso-américa, México: Larousse, 228 pp.Heyden, Doris (1993), “El árbol en elmito y el símbolo”, en Estudios de Cul-tura Nahuatl, vol. 23, México: IIH/UNAM, 201-219 pp.López, Beltrán Lauro Pbro.(1990) Nues-tra Señora de los Milagros que se veneraen el Santuario de Tlatenango, Morelos.Editorial Tradición , Cuernavaca.Maldonado Jiménez, Druzo (1998), Dio-ses y santuarios: religiosidad indígena enMorelos. (Época prehispánica, Colonialy Etnografía actual), Tesis de doctoradoen Antropología, México: ENAH, 436 pp.Pyfferoen, Ilario y Optato, Van Assen-donk (OFM)(2000), María Santísima yel Espíritu Santo en San Francisco deAsís, 17 pp.Siller, Clodomiro (1993), “La religión in-dígena”, en Hacia una Historia Mínimade la Iglesia en México, México: JUS-CEHILA, 13-32 pp.

NOTA◆◆◆◆◆ El contenido de losartículos que se publi-can es responsabilidadde sus autores.