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NOVIEMBRE 2005 Año XXIII. Nº 187 ANDRÉ SE MUERE Esta mañana, después de la misa, la hermana Serafina me dijo que André no estaba bien, que no lograba controlar la infección y que no le que- daba mucho tiempo. Antes de comenzar la jor- nada con la sesión de Cáritas, fui a verlo a su casa, una pequeña choza al lado del mercado. Es sastre y, al mismo tiempo, cobra la cotización a las mujeres que vienen a buscar agua a la bomba para su mantenimiento. La habitación huele mal, no hay ventilación, ¡la infección es enorme! Todos los útiles de su trabajo están esparcidos por el habitáculo. André está tumbado sobre su estera y mi espíritu viaja en el recuerdo. UNA DESGRACIADA CAÍDA Me llamaron para ir a su pueblo por- que “un chico se cayó de un árbol”, alguien llamado Sabi. Lo subí al coche y me lo llevé a Pereré, la familia no quería ir al hospital. No podía moverse y yo me preguntaba si no tendría la columna partida, tenía diecisiete años. Ahora estaba con él, después de años de sufrimiento y operaciones para colo- carle las caderas. Quedó paralizado de cintura hacia abajo y no pudo hacerse nada, sólo el cuidado de las religiosas y el cariño de su madre. (Pasa a pág. 2) Sabi André a la salida de misa. La muerte de André EL REGALO DE LA SANTIDAD Participar plenamente del Reino de Dios es algo que sólo El puede darnos. El gozo de la Vida Eterna, porque se sale del tiempo, no es un premio que uno gana con su esfuer- zo y sacrificio, no es una recompen- sa a los méritos personales, es un don, un regalo que el Padre nos da en Jesucristo simplemente por Amor. Nadie puede salvarse, es Dios quien nos salva. Nacemos con el don de la salvación, de la santidad, nacemos con Jesucristo porque “todo fue creado por El y para El”, incluso cada uno de nosotros. Se nos encomienda el cuidado de ese rega- lo, se nos llama a mimar la presencia de Jesucristo en nuestra vida para que su luz nos ilumine y su amor envuelva al mundo. Esa es la res- ponsabilidad enorme que tenemos los seres humanos: no perder lo que ya se nos dio; que el Cristo que habita en cada uno de nosotros y en el mundo entero, sea verdaderamen- te el rey de la Vida, de la mía, de la de todos y de la de todo. Es la prác- tica de la caridad lo que permite a Dios afianzar su reino. Son benditos del Padre los que dan el pan al ham- briento, el agua al sediento, hospita- lidad al extranjero, atención a los enfermos y esperanza en el desáni- mo. Son dichosos y felices porque viven la misericordia, la sencillez, el don de sí para la paz y la justicia. No se tienen por santos, ni siquiera son conscientes de que lo son: “¿cuándo hicimos eso por ti?”; pero viven en el amor, y eso es suficiente para que el regalo de Cristo siga vivo en ellos… por toda la eternidad. SMA - Sociedad de Misiones Africanas

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Page 1: NOVIEMBRE Año XXIII. Nº 187 La muerte de AndréTodos los útiles de su trabajo están esparcidos por el habitáculo. André está tumbado sobre su estera y mi espíritu viaja en

NOVIEMBRE2005Año XXIII. Nº 187

ANDRÉ SE MUEREEsta mañana, después de la misa, la hermana

Serafina me dijo que André no estaba bien, queno lograba controlar la infección y que no le que-daba mucho tiempo. Antes de comenzar la jor-nada con la sesión de Cáritas, fui a verlo a sucasa, una pequeña choza al lado del mercado. Essastre y, al mismo tiempo, cobra la cotización alas mujeres que vienen a buscar agua a la bombapara su mantenimiento. La habitación huele mal,no hay ventilación, ¡la infección es enorme!Todos los útiles de su trabajo están esparcidospor el habitáculo. André está tumbado sobre suestera y mi espíritu viaja en el recuerdo.

UNA DESGRACIADA CAÍDAMe llamaron para ir a su pueblo por-

que “un chico se cayó de un árbol”,alguien llamado Sabi. Lo subí al cochey me lo llevé a Pereré, la familia noquería ir al hospital. No podía moversey yo me preguntaba si no tendría lacolumna partida, tenía diecisiete años.Ahora estaba con él, después de añosde sufrimiento y operaciones para colo-carle las caderas. Quedó paralizado decintura hacia abajo y no pudo hacersenada, sólo el cuidado de las religiosas yel cariño de su madre.

(Pasa a pág. 2)

Sabi André a la salida de misa.

La muerte de AndréEL REGALO DELA SANTIDAD

Participar plenamente del Reinode Dios es algo que sólo El puededarnos. El gozo de la Vida Eterna,porque se sale del tiempo, no es unpremio que uno gana con su esfuer-zo y sacrificio, no es una recompen-sa a los méritos personales, es undon, un regalo que el Padre nos daen Jesucristo simplemente porAmor. Nadie puede salvarse, es Diosquien nos salva. Nacemos con eldon de la salvación, de la santidad,nacemos con Jesucristo porque“todo fue creado por El y para El”,incluso cada uno de nosotros. Se nosencomienda el cuidado de ese rega-lo, se nos llama a mimar la presenciade Jesucristo en nuestra vida paraque su luz nos ilumine y su amorenvuelva al mundo. Esa es la res-ponsabilidad enorme que tenemoslos seres humanos: no perder lo queya se nos dio; que el Cristo quehabita en cada uno de nosotros y enel mundo entero, sea verdaderamen-te el rey de la Vida, de la mía, de lade todos y de la de todo. Es la prác-tica de la caridad lo que permite aDios afianzar su reino. Son benditosdel Padre los que dan el pan al ham-briento, el agua al sediento, hospita-lidad al extranjero, atención a losenfermos y esperanza en el desáni-mo. Son dichosos y felices porqueviven la misericordia, la sencillez, eldon de sí para la paz y la justicia. Nose tienen por santos, ni siquiera sonconscientes de que lo son: “¿cuándohicimos eso por ti?”; pero viven enel amor, y eso es suficiente para queel regalo de Cristo siga vivo enellos… por toda la eternidad.

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UNA MUJER DIGNASu madre estuvo siempre a su lado. Es

una mujer guapa y elegante que muestrauna gran madurez y un profundo controlde sus sentimientos. Yo la llamo “presi-denta”, porque es la responsable de lasmujeres de la comunidad. Me saluda y medice:

—No te preocupes, si las monjas no sehubieran ocupado de él como lo hanhecho, no estaría ahora con vida.

—Tú también estás siempre a su lado.—Yo soy su madre, es normal, ¿no?

¡Cuántos meses esta mujer ha pasado enel hospital con su hijo, lejos de su casa, enuna región donde no se habla su lengua!Sin embargo, nunca se desanimó, Siempreestuvo al lado de su hijo.

UN POBRE DE BUENCORAZÓN

Sabi, que cambió su nombre por el deAndré, paseaba con su silla de ruedas. Devez en cuando, venía a verme y a contarmesus historias. Cuando Jean fue al centro deformación de catequistas, se presentó concinco euros y me dijo:

—Toma, no soy rico, pero Jean es miamigo y está lejos de su casa, tengo queayudarle con algo.

Ahora estaba allí, a su lado, junto a sumadre. La hermana Serafina le limpió laboca. Yo tuve que volver a la formación deCáritas para hablar de la oración de losenfermos. A pocos metros teníamos un casoconcreto. Sabi estaba en el tercer año delcatecumenado. Decidimos bautizarlo esatarde con todos los miembros de Cáritas.

LO DESEABA CON TODO SUCORAZÓN

Llegamos a su casa con los cancioneros yel tam-tam, aunque el ambiente no estabapara mucha fiesta. Rezamos, llenos de emo-ción, plegarias bellísimas que, seguramente,agradaron a Dios y consolaron a todos losque estábamos allí. Su madre hizo una ora-

ción de acción de gracias por su hijo.MURIÓ AYER POR LA TARDE

Al día siguiente, a las cinco de la maña-na, llaman a mi puerta. No tuve necesidadde grandes explicaciones para comprenderlo que sucedía.

—André se fue —me dijo su hermano.Despertamos a los que participaban en

la formación de Cáritas e hicimos unavigilia de oración. Al amanecer, se prepa-ró la tumba y lo enterramos. Vino muchagente, ¿quién no lo conocía? ¡No teníaenemigos! El entierro fue algo complicadoporque era hijo de jefe y gemelo. Por pri-mera vez vi que se llenaba la tumba dealgodón, es la costumbre para los gemelos,según me explicaron. Los cristianos colo-caron una cruz de madera. Después de la

misa, uno de los hermanosme dijo que iban a recubrir la

tumba con cemento para protegerla.FUNERALES PARA ALGUIENIMPORTANTE

Decidimos hacer la misa de funerales alos ocho días, en su pueblo. Acudió todoel mundo y con gran emoción. La capilli-ta se llenó a reventar de cristianos y deno creyentes. Pensé que André era her-mano de todos, nunca tuvo enemigos ysiempre se preocupó de los demás. Desdesu enfermedad, se hizo amigo de Jesús.Cuando venían a verlo, él les hablaba desu fe. De alguna manera, era un misione-ro, a pesar de su situación. Todos los quele acompañaron se sintieron reconforta-dos. ¿Quién ayudaba a quién? André notuvo hijos, sin embargo tuvo unos fune-rales como un gran jefe; de cierta mane-ra lo era, podría ser perfectamente unpersonaje del Evangelio.

La muerte de André(Viene de la pág. 1)

Preparando la tumba.

François du Penhoat, autor de este artículo.

SMA - Sociedad de Misiones Africanas Página 2

AYÚDANOS A AUMENTARNUESTRA FAMILIA

Si conoces personas interesadas en la Misión de laIglesia y en África, y preocupadas por la justicia y lapaz, haznos llegar sus datos y les enviaremos sincompromiso nuestro boletín “Selva y Sabana”.Gracias por tu colaboración.

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C O N C I E N C I A M I S I O N E R A

COMIENZA LA MISIÓNEmpiezo a visitar unos trece pueblos en Korhogo, al norte de

Costa de Marfil, y me gusta y me lío con la pobreza. He estadoatendiendo a dos mujeres que se nos morían porque no tienen anadie de la familia. Las llevamos al hospital, a noventa kilómetros,le hicieron radiografías, análisis de tuberculosis y les compramoslas medicinas, porque no tienen ni un céntimo. Ya sabéis que elpaís está cortado por la guerra civil que estalló hace tres años.

LOS DESASTRES DE UNA GUERRAYo me encuentro en la zona rebelde. Korhogo es una ciudad de

unos tres cientos mil habitantes que malviven como pueden. Losservicios públicos no funcionan como es debido, no hay escuelasni hospitales ni administración. Los funcionarios tuvieron quehuir. Los bancos están cerrados, el comercio y otras actividadeseconómicas casi paralizados. Un sabotaje nos ha cortado el telé-fono y llevamos siete meses sin agua potable.

LAS ENFERMEDADES AUMENTANLa pobreza se pasea por la calle, el analfabetismo se sitúa en el

setenta y cinco por ciento, la media de vida ha bajado hasta los cua-renta y ocho años y, por supuesto, la mortalidad infantil va en aumen-to. Los casos de paludismo, meningitis, sarampión, tifus, amebiasis ydesnutrición se han triplicado desde que comenzó la guerra.

EL MIEDO NO DESAPARECELa población vive con mucho miedo, se les ve tristes y deprimi-

dos. El treinta de octubre acabó el mandato del actual presidente ylos rebeldes y la oposición amenazan con reanudar las hostilidadessi no se nombra un Primer Ministro de su agrado. Es cierto que lastropas de la ONU y de Francia se interponen entre los dos bandoscon once mil soldados; pero aún así, se vive con mucha inseguridad.

NO PERDEMOS LA ESPERANZALa gente tiene unas ganas enormes de volver a vivir y de recuperar

la libertad, y nos piden con lágrimas en los ojos que les ayudemos asobrevivir, que ellos pondrán la mano de obra necesaria. Hemos empe-zado dos proyectos: perforar dos pozos entre cincuenta y setentametros de profundidad para tener agua potable y evitar enfermedades,el coste de cado uno asciende a unos diez mil ochocientos euros; el otroproyecto consiste en la construcción de un dispensario con cinco camasy sala de partos, un total de veintinueve mil ochocientos treinta euros.Hay otros proyectos en marcha, como la construcción de salas para laalfabetización, una escuela de costura y una nueva iglesia.

El día de Todos los Santos tuvimos la misa sobre el terreno dela futura capilla. Se prepararon los cantos, las lecturas, monagui-llos… Estoy contento, a pesar de todo, porque lo que hacemosahora va a servir para el futuro.

Ramón Bernad

La pobreza se pasea por la calle

Ramón Benad en Avidjan.

Ramón en un control de los rebeldes.

ACTIVIDADES DE DICIEMBRE6 DICIEMBRE:

FIESTA DE LA FUNDACIÓN DE LA SMAa las 11 h. en la parroquia de San Pablo de la Cruz

(Avda. de Los Madroños n.o 40).Todos los miércoles, en nuestra casa de Madrid,

a las 20,30 h., os invitamos a la Eucaristíay a un ágape fraterno.

Para más información llama al 91 300 00 41.

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Ramón con los milicianos de la guerrilla.

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SABIDURÍA AFRICANA

Yo, Kwassi Yoman, os cuento por qué lamuerte apareció en el mundo.

Hubo un tiempo en el que no habíanada, Dios lo hizo todo, incluso al hombreque era el preferido del Creador. Éste ledijo:

—Hombre, tú subirás al cielo antes demorir.

Un día, Dios envió un delegado a latierra para buscar a un viejo y llevárseloal cielo. El hombre no debía morir en latierra. El enviado encontró al viejo y ledijo:

—Ha llegado tu hora, Dios me ha envia-do a buscarte.

Pero el anciano contestó:—¡Ahora no puede ser! Voy a hacer un

sacrificio a los espíritus protectores de lafamilia. Voy a sacrificar un caballo.

El delegado de Dios quedó pensativo.Al rato exclamó:

—Si es como dices, de acuerdo.

Una vez hubo regresado al cielo, Dios lepreguntó:

—¿Qué te dijo el viejo?

El enviado respondió:—Me dijo que va a hacer un sacrificio a

los espíritus y que cuando termine llegará.

Pasó una semana. Dios volvió a enviar asu delegado para que regresara con elviejo. Cuando se encontraron en la tierra elenviado dijo al anciano:

—Llegó tu hora, vamos.

El viejo protestó:—¡Eh! Hoy voy a sacrificar un buey a

los espíritus del bosque. Vuelve a Dios ydile que en cuanto termine estaré listo.

Discutieron durante unos instantes, peroel anciano no cambió de parecer. El men-sajero regresó a Dios que preguntó:

—¿Dónde está el viejo?

Su enviado respondió:—Se disculpa, pero está ocupado con

otro sacrificio; dice que no tardará.

Dios repuso:—Vale, no pasa nada.

Tres días después, Dios envió por terce-ra vez al delegado en busca del viejo. Dijoel mensajero al anciano:

—Dios dice que subas inmediatamente, nohay más tiempo, debes obedecer sus órdenes.

El viejo gritó:—Dile a Dios que no he terminado con

mis sacrificios… Me queda muy poco, queespere un momento.

El mensajero llevó a Dios la respuestadel anciano. Al oír las palabras de suenviado dijo:

—¿Qué? Este viejo empieza a cansarme.Me obliga a dejarlo en la tierra hasta que lamuerte lo arranque de allí a la fuerza.

Esta es la razón por la que la muertellegó al mundo. Al principio, Dios dejabacaer una escalera por la que subían loshombres antes de que murieran.

Cuento Anyi-Bonarecogido por Silvano Galli

Cómo la muerte llegó a la tierra

Edita: SOCIEDAD DE MISIONES AFRICANAS (S.M.A.). Director: José Antonio Ferrer Administración: François du Penhoat. Suscripción: 4 €.C/. Asura, 34 - 8043 MADRID Tel.: 91 300 00 41 • Fax: 91 388 56 58.E-mail: [email protected]. Legal. M-38.305-1983

Subían al cielo antes de morir. Un sacrificio a los Espíritus.

SMA - Sociedad de Misiones Africanas Página 4

En la casa de mi Padre hay un lugar para todos (Jn 14,2)Recordamos y rezamos.María Rodríguez AlteaAmalia Gómez-JareñoLos primeros miércoles de mes, en nuestra casa de Asura, celebra-mos la Eucaristía por nuestros amigos y colaboradores difuntos.