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Primera mitad del siglo IIIDos tendencias aparecen en la comunidad de Roma en la época del Papa Víctor I (189-199): el montanismo (cristianismo asiático, influencia del Apocalipsis de Juan, fin del mundo, tensión Iglesia-Imperio, martirio como ideal, fue combatido por el papa Eleuterio) y el monarquianismo (basado en las doctrinas de Práxeas —venido de Asia para advertir a los romanos sobre el montanismo—, ampliado por Noeto y, en cierta manera, tolerado por Ceferino y Calixto).

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TEMA 13: LOS ESCRITORES ROMANOS DEL SIGLO III

a) Caractersticas generales de la literatura y de la teologa romana de este siglo

Primera mitad del siglo III

Dos tendencias aparecen en la comunidad de Roma en la poca del Papa Vctor I (189-199): el montanismo (cristianismo asitico, influencia del Apocalipsis de Juan, fin del mundo, tensin Iglesia-Imperio, martirio como ideal, fue combatido por el papa Eleuterio) y el monarquianismo (basado en las doctrinas de Prxeas venido de Asia para advertir a los romanos sobre el montanismo, ampliado por Noeto y, en cierta manera, tolerado por Ceferino y Calixto).

Hiplito (c.170 a 235) del cual ya hemos hablado en otra leccin aparece en este clima, y es fundamental el conocimiento de su teologa para comprender el ambiente teolgico romano a durante la primera mitad del siglo III. A Hiplito hemos de identificarle con un sacerdote romano desterrado junto con Ponciano a Cerdea en 235 y sepultado cerca de la va Tiburtina (parece que es suya la estatua cerca de esa va, que contiene una lista de obras de Hiplito del 210 al 224).

Los escritos de Hiplito son tpicamente romanos, de origen petrino (es decir, sirio y judo-palestinense), en los que se notan ecos de las Homilas clementinas, tambin de influencia petrina.

Tambin tiene la influencia de Ireneo (de quien se presenta como discpulo, segn Focio) y por tanto de Asia. Se nota en la estima de Hiplito por el Apocalipsis. Adems, comparte el milenarismo de los asiticos y cree en la inminencia del fin del mundo. Tiene hostilidad frente a la filosofa y preferencia por el estoicismo (como Melitn).

Es un precioso testigo de la liturgia romana.

Dos corrientes se advierten en Roma en el siglo III: 1) la corriente apocalptica (que obedece a ciertas caractersticas antiguas de la Iglesia romana: cfr. el Pastor de Hermas), culto a los mrtires Pedro y Pablo, favorecida por el montanismo;

2) la corriente de la jerarqua que se muestra favorable a la moderacin, a la indulgencia, a la bsqueda de la unidad entre los grupos y al dilogo con el poder imperial.

En su Elenchos (Refutacin de todas las herejas), Hiplito critica violentamente a Ceferino y a Calixto. La violencia era el tono habitual. Hiplito realmente ataca un "ambiente", el de los cristianos que pertenecen a las clases dirigentes (Marco Aurelio Carpforo, Marcia, Minucio Felix, etc.). Calixto era un gran administrador, que dialoga con los hombres ricos del imperio. Ceferino y Calixto no son dos intelectuales, sino hombres de accin. Hiplito suea con una Iglesia de santos en conflicto con el mundo, pobres, sin bienes.

Sin embargo, cuando Calixto intuy el peligro del Monarquianismo, no dud en condenar a Sabelio.

Hiplito aparece como representante del viejo presbiterado romano, con su tradicin catequtica y sus prcticas litrgicas. Se nota su hostilidad hacia los diconos y a una concepcin ms monrquica del episcopado. Hiplito escribe en griego, aunque en Roma los cristianos hablaban en latn desde mediados del siglo II.

Hiplito, sin embargo, no es un antagonista del papa ni un cismtico. Sus escritos respiran la ms pura tradicin. Su violencia procede, en gran parte, de un gnero literario. Fu el representante de un integrismo que la Iglesia hizo bien en no aceptar, pero fue tambin un gran doctor de la Iglesia, venerado como santo.

Segunda mitad del siglo III

El final del siglo III es el prembulo de las controversias doctrinales del siglo IV.

Monarquianismo: Noeto de Esmirna, Epgono (en tiempo del papa Vctor), Cleomene (poca de Ceferino y Calixto) y Sabelio (cirenense de la Pentpolis, que llega a Roma en tiempo de Ceferino y es discpulo de Cleomene).

Calixto condena a Sabelio el 217 (a pesar de sus innegables preferencias por el Monarquianismo).

Sabelio muere en 257, pero en Cirenaica sus doctrinas cobran fuerza. Dionisio de Alejandra enva cartas a los obispos que apoyan el sabelianismo, en las que expone la distincin entre el Padre y el Hijo, punto que negaban los sabelianos. Los obispos de la Cirenaica recurren a Roma (el papa era Dionisio, sucesor de Sixto). La tradicin teolgica romana era monarquiana, subrayando la unidad de la sustancia divina.

Hiplito segua la lnea de Justino: subsistencia propia del Logos. Mientras que Calixto haba favorecido a Clemente. Orgenes haba sostenido la inferioridad del Logos con respecto al Padre y tuvo que justificarse con el papa Fabin. Dionisio de Alejandra era discpulo de Orgenes.

Dionisio sostena que el Hijo es creado (poiema) y un producto (geneton). Lo acusaban de decir que el Hijo no es consustancial al Padre (homoousios).

Ante una condenacin de su doctrina en un snodo romano, Dionisio de Alejandra enva una Apologa al papa en la que le explica que est plenamente de acuerdo con la doctrina trinitaria de Roma, pero que prefiere utilizar su vocabulario propio (no acepta la palabra homoousios porque dice que no est en la Escritura).

Ambos obispos condenan el Monarquianismo y el subordacionismo, pero mantienen las diferencias propias de las escuelas alejandrina y romana.

Otro conflicto es el de Antioqua, aunque tambin influye en la iglesia romana. Pablo, que era un obispo tpicamente oriental, mantiene la prctica de las virgines subintroductae de la iglesia siria arcaica.

Los helenistas de Antioqua (Luciano, Malaquin) le acusan de sostener la doctrina de Artemn que prolongaba en Roma, a mediados del siglo III, el adopcionismo de Teodoto de Bizancio.

Sin embargo, su doctrina ms bien se parece a la de Berilio de Bostra: subrayar la unidad de Dios y la humanidad de Cristo.

Luciano de Antioqua (partidario de Orgenes) condena a Pablo de Samosata por su modalismo, y condena la utilizacin de la palabra homoousios para designar la unidad de la naturaleza divina. Adems, el snodo de Antioqua afirma que el Verbo asume un cuerpo, tal como lo hara Apolinar de Laodicea, en Antioqua, un siglo ms tarde.

Bibliografa: Danielou

b) Novaciano

En este clima teolgico y disciplinar, Novaciano lleg a desempear un papel muy prominente en la comunidad romana a mediados del siglo III. Sin embargo, sabemos relativamente poco acerca de su vida. Era natural de Roma. Fue bautizado estando gravemente enfermo, pero nunca recibi la confirmacin. Por eso el clero y el pueblo romano se opusieron a que Fabin le ordenase sacerdote. Posea una formacin descollante. Era un "lder" nato. Viva retirado, quiz como eremita, hasta que estall la persecucin de Decio. Al morir el Fabin en el verano de 250, tomo bajo su responsabilidad la comunidad de Roma. Escribe tres cartas a Cipriano, en las que le apoya en la cuestin de los lapsi. Al ser elegido Cornelio, en lugar suyo, obispo de Roma, se convirti en el abanderado del partido rigorista y se hizo elegir obispo de Roma (antipapa).

Propugnaba una Iglesia pura y de los puros. Si se pecaba gravemente no poda seguirse perteneciendo a la Iglesia. En su postura subyacen ideas estoicas ms que bblicas.

Segn el historiador Scrates, Novaciano padeci el martirio en la persecucin de Valeriano.

San Jernimo nos informa que Novaciano "escribi Sobre la Pascua, Sobre el sbado. Sobre la circuncisin, Sobre el sacerdocio, Sobre la oracin. Sobre los alimentos de los judos, Sobre el celo, Sobre Atalo y sobre otros muchos temas, especialmente un gran volumen Sobre la Trinidad" (De vir. ill. 70), Dos de estos ttulos se han conservado entre las obras de Tertuliano; otros dos, no mencionados por Jernimo, se han descubierto en la herencia literaria de Cipriano.

1. Sobre la Trinidad (De Trinitate)Poco sabemos de la repercusin de este primer gran tratado del primer telogo romano.Este libro fue probablemente escrito entre el 240 y 251 y es la primera gran aportacin latina a la teologa que apareci en Roma. San Jernimo comete un grave error y rebaja considerablemente los mritos de esta obra cuando afirma que "es una especie de eptome de la obra de Tertuliano" (De vir. ill. 70), aludiendo evidentemente al Adversus Praxean, que es una defensa de la doctrina de la Trinidad. Compuesta en prosa potica y notable por su forma y su contenido, el De Trinitate es la mejor y la ms extensa obra de Novaciano, la que le ha valido su fama de telogo. Por lo completo de su teologa, por la riqueza de la argumentacin bblica y por la influencia que ha ejercido en los telogos posteriores, admite comparacin con los Primeros principios de Orgenes, aunque la sobria teologa occidental est lejos de poseer la envergadura de la especulacin alejandrina. Resume de una manera clsica la doctrina de la Trinidad desarrollada por Tefilo de Antioqua, Ireneo, Hiplito y Tertuliano, pero no por eso carece de originalidad e independencia. De hecho, su manera de tratar el problema es mucho ms exacto y sistemtico, mucho ms completo y extenso que la de ningn ensayo anterior.

Aunque la palabra "trinidad" (trinitas) no aparece ni una sola vez en toda la obra, - usada ya treinta aos antes por Tertuliano- toda ella trata de este dogma. Tomando como base el antiguo smbolo romano, el tratado se presenta en forma de exposicin de los tres principales artculos del Credo. La introduccin al primer captulo, que versa sobre Dios creador, en su entusiasta descripcin del universo, revela ya la influencia de la filosofa estoica.

La regla de verdad exige que creamos, primero, en Dios Padre y Seor Todopoderoso, es decir, en el Hacedor perfecto de todas las cosas. El suspendi el cielo encima de nosotros, colocado en su empinada altura; consolid la masa de la tierra bajo nuestros pies, extendi los mares, cuyas olas fluyen libremente en todas direcciones. El proporcion todas estas cosas con suma abundancia y orden, cada una con su operacin propia y adecuada. En el firmamento del cielo coloc el sol, que se levanta en la aurora de cada da para dar luz con sus rayos; la brillante esfera de la luna, creciendo hasta la plenitud segn sus fases mensuales, a fin de aliviar la oscuridad de la noche, y las centelleantes estrellas, cuyos rayos varan de intensidad. Obedeciendo a su voluntad, cubren ellas su recorrido segn la ley de su rbita, para sealar a los hombres los das, los meses, los aos y las estaciones, y para que sirvan de signos y para otros fines tiles. Sobre la tierra, asimismo, levant montaas con sus elevadas cimas, excav valles profundos, igual las llanuras. Seleccion diferentes especies de animales para proveer a las variadas necesidades del hombre... Tambin en el mar, admirable como es por su inmensidad y por su utilidad para el ser humano, form criaturas vivientes de todas clases, unas de tamao moderado, otras de dimensiones enormes... Pero no es esto todo, pues el oleaje embravecido y las corrientes de las aguas podran haber usurpado un dominio que no es el suyo, en detrimento de su propietario humano. Pero Dios les seal unos lmites que no pueden franquear, y cuando el ronco bramido de las olas y las espumantes aguas que suben del abismo atraviesan el ocano y llegan a la orilla, se ven obligadas a retroceder. No pueden traspasar los lmites que se les han impuesto, sino que obedecen a leyes fijas de su ser, enseando a los hombres cmo hay que guardar las leyes divinas con el ejemplo de obediencia que nos proporcionan los mismos elementos.

El resto del primer captulo trata de la creacin del hombre y de las potencias espirituales. Los captulos 2-8 examinan la esencia de Dios y sus atributos.

La secunda parte, que comprende los captulos 9-28, es una defensa de las dos naturalezas y de su unin en Cristo, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, prometido en el Antiguo Testamento y revelado en el Nuevo. Se refutan el docetismo, el ebionitismo, el adopcionismo, el modalismo y el patripasianismo.La tercera parte trata brevemente del Espritu Santo (c. 29), de sus dones a la Esposa de Cristo, la Iglesia, y de su obra en la Iglesia.

La cuarta parte, que comprende los captulos 30 y 31, demuestra la unidad y trata de probar que la divinidad del Hijo no es un obstculo a la misma. El ltimo captulo expone la relacin eterna del Hijo con el Padre contra diferentes herejas.

No hay nada en el tratado que indique que haya sido compuesto despus de la ruptura de su autor con la Iglesia de Roma. Por otra parte, parece que Cipriano lo conoca ya cuando escribi su obra De unitate Ecclesiae. Debe de haber sido escrito, por lo tanto, antes de la persecucin de Decio.

El texto del De Trinitate se ha conservado entre las obras de Tertuliano. Por haberse perdido los manuscritos, los nicos testigos para el texto de este tratado son las ediciones impresas de Mesnart-Gagneius (Pars 1545), Gelenio (Basilea 1550 1 y Pamelius (Amberes 1579).

2. Sobre los alimentos de los judos (De cibis iudaicis).

Es una de las tres obras que Novaciano escribi contra los judos y que menciona San Jernimo (De vir. ill. 70): De circumcisione, De sabbato y De cibis iudaicis. Todas ellas se presentaban en forma de cartas a los hermanos, pero es sta la nica que queda de las tres. Sin embargo, en la introduccin se alude a las otras dos como ya publicadas anteriormente: "He demostrado plenamente, segn creo, en dos cartas anteriores, cuan perversos son los judos y cuan lejos estn de entender la Ley. En ellas se probaba de manera absoluta que ellos ignoran lo que es la verdadera circuncisin y el verdadero sbado; y su ceguera creciente es confundida en esta carta, en la que he tratado brevemente de sus alimentos." Luego Novaciano intenta demostrar que las leyes relativas a los alimentos deben entenderse espiritualmente, como dice San Pablo (Rom. 7,14). Llamar a unos animales puros y a otros inmundos significara que el divino Creador, despus de haberlos bendecido todos como buenos, los habra reprobado luego en parte. Tamaa contradiccin no se le puede atribuir, y por eso hay que restablecer la aplicacin espiritual, que es la ms apropiada. Novaciano da este interesante resumen de la historia del alimento humano:

Para empezar por el principio de las cosas, que es por donde me conviene empezar, el nico alimento de los primeros hombres fueron las frutas y el producto de los rboles. Mas luego el pecado traslad el deseo del ser humano de los frutos de los rboles a los productos del suelo, cuando la misma actitud de su cuerpo daba testimonio del estado de su conciencia. Si la inocencia haba levantado al hombre hacia el cielo para coger sus alimentos de los rboles mientras tuviera buena conciencia, el pecado, por el contrario, una vez cometido, inclin al hombre hacia la tierra y hacia el suelo, invitndole a recoger los granos. Ms tarde, cuando se introdujo el uso de la carne, el favor divino provey al hombre con diferentes clases de carnes, adecuadas, en general, a las circunstancias. Pues mientras se necesitaba un alimento ms tierno para hombres an tiernos e inexpertos, se les dio un alimento que no se preparaba sin esfuerzo. Sin duda, esta disposicin buscaba su propio bien, para que no cayeran de nuevo en el placer del pecado, si el trabajo impuesto por el pecado no hubiera sido para ellos una exhortacin a la inocencia. Pero como en adelante no es ya el paraso solamente el que hay que cultivar, sino el mundo entero, se le ha ofrecido al hombre un alimento de carne ms consistente, para aadir algo al vigor del cuerpo humano, para bien de su trabajo. Todas estas cosas, como ya dije, se deben a la gracia y a la disposicin divina (2).

Si la Ley distingue entre animales puros e impuros, no quiere decir nada en contra de estas criaturas de Dios:

Son los caracteres, las acciones y las voluntades de los hombres los que vienen simbolizados por esos animales. Son puros si son rumiantes; esto es, si tienen siempre en la boca, a manera de manjar, los preceptos divinos. Son de pezua hendida si con paso firme de inocencia andan por los caminos de la justicia y de toda virtud de vida... As, pues, la Ley pone en los animales como un espejo de la vida humana, en el que los seres humanos pueden ver la imagen de diversos castigos. Toda accin viciosa, por ser contraria a la naturaleza, ser condenada ms gravemente en las personas, cuando esas mismas cosas, aunque naturalmente ordenadas en los brutos, son, no obstante, censuradas en ellos (3).

Si la Ley prohbe comer carne de cerdo, es porque reprueba la vida impura e inmunda, que se deleita en la basura del vicio y coloca su bien supremo, no en la generosidad del alma, sino en la sola carne. Si proscribe la comadreja, es porque reprueba el hurto. El milano, el gaviln y el guila simbolizan a los salteadores y gente violenta, que viven del crimen; el gorrin, la intemperancia; el mochuelo, a los que huyen de la luz de la verdad; el cisne, a los orgullosos y altaneros; los murcilagos, a los que buscan la oscuridad de la noche y del error, etc.

La prohibicin de tantas clases de carnes para los judos se explica tambin de esta otra manera: para obligarles al servicio del nico Dios: Hubieran podido tener la audacia de preferir los abominables manjares de Egipto a los banquetes divinos del man, y el jugoso trato de sus enemigos y dueos a la libertad. "La moderacin es siempre la compaera de la religin, ms an, relacionada y emparentada con ella; porque la lujuria es enemiga de la santidad" (4). "Pero ahora Cristo, el trmino de la ley, ha venido disipando todas las oscuridades de la ley... Porque el glorioso Seor, el celestial Maestro y el ordenador de la verdad perfecta, ha venido, de quien, finalmente, se dice con toda verdad y justicia (Tit. 1,15): 'Todo es limpio para los limpios'" (5). El verdadero y santo alimento tiene que entenderse ahora alegricamente, como la verdadera fe, una conciencia sin mancilla y un alma pura. La abrogacin del Antiguo Testamento no significa, sin embargo, que la lujuria sea permitida a los cristianos, ni que no deban practicarse ms el ayuno y la continencia. "Nada ha reprimido tanto la intemperancia como el Evangelio, y nadie ha dado leyes tan estrictas contra la glotonera como Cristo, de quien se dice que proclam bienaventurados a los mismos pobres y felices a los hambrientos y sedientos" (6). En el ltimo captulo, Novaciano pone en guardia contra el caso de alimentos que han sido ofrecidos a los dolos:

En cuanto pertenece a la creacin de Dios, toda criatura es pura. Pero cuando ha sido ofrecida a los demonios, est contaminada por haber sido ofrecida a los dolos. Una vez que se ha hecho esto, ya no pertenece ms a Dios, sino al dolo. Y cuando se toma en alimento esa criatura, alimenta a la persona que la toma para el demonio, no para Dios, hacindolo comensal del demonio, no de Cristo (7).

El mtodo que sigue Novaciano para interpretar las normas del Levtico se parece al de la Epstola de Bernab, de la primera mitad del siglo II. Ya mucho antes, Filn, contemporneo de Cristo, interpret los animales como smbolo de las pasiones humanas (De plantatione 43), y el Ps.-Aristeas, un judo helenizado, explic de la misma manera a los griegos los preceptos del Antiguo Testamento. Pero nadie trat este tema tan extensamente antes de Novaciano. El fue quien prepar el camino al exceso de alegora que invadi el arte y la literatura medievales.

En este tratado, el autor demuestra conocer bien a Sneca y Virgilio. En gran nmero de pasajes se pueden sealar imgenes y fraseologa tomadas de esos autores. Por ejemplo, recuerda una censura de Sneca contra los que beban demasiado temprano por la maana (Epist. 122,6) cuando reprocha a los cristianos, "cuyos vicios han llegado a tal extremo que, cuando ayunan, beben temprano por la maana, porque no juzgan que es cristiano beber despus de las comidas, a menos que el vino derramado dentro de sus venas vacas y desocupadas baje directamente despus del sueo; pues parece que saborean menos la bebida si el vino viene mezclado con el alimento" (6).

En todo el tratado no se halla ninguna alusin al cisma. De la introduccin se deduce que fue escrito durante una ausencia forzosa lejos de la comunidad, probablemente durante la persecucin de Galo y Volusiano del ao 253:

Nada hay, queridos hermanos, que me ate tan fuerte, nada que remueva y excite tanto el aguijn de mi preocupacin y ansiedad, como el temor de que vosotros podis sufrir algn menoscabo por causa de mi ausencia. Trato de poner remedio procurando hacerme presente en medio de vosotros con mis frecuentes cartas. Y aunque me vea en la precisin de escribir cartas por razn de mi deber, del cargo que he aceptado y del mismo ministerio que me ha sido confiado, vosotros aumentis esta obligacin ma estimulndome a que os escriba con vuestras continuas misivas. Aun siendo yo inclinado a estas expresiones peridicas de afecto, vosotros me acuciis todava ms recordndome que permanecis firmes en el Evangelio (1).

La captatio benevolentiae con que concluye este pasaje aparece tambin en la salutacin que precede a la carta en los manuscritos: "al pueblo que permanece firme en el Evangelio" (plebi in evangelio perstanti).

Transmisin del texto.El texto del De cibis iudaicis no se encontraba, hasta el ao 1893, ms que en las ediciones antiguas de Tertuliano, que conservan tambin el De Trinitate. Ese ao se descubri un manuscrito en la biblioteca de San Petersburgo que contiene nuestro tratado juntamente con versiones latinas de la Epstola de Santiago, la Epstola de Bernab y los escritos de Filastro. La edicin de Landgraf y Weyman se basa en este Codex Petropolit, saec. IX; el Codex 1351 de la biblioteca de Santa Genoveva de Pars, descubierto por A. Wilmart, no es sino una copia del anterior, hecha en el siglo XV.

3. De spectaculis.

En esta obra, que se encontr entre las de San Cipriano, Novaciano condena la asistencia a espectculos pblicos y corrige a los que no se avergenzan de justificar su presencia en esos juegos con citas bblicas. La madre de todas estas diversiones es la idolatra, prohibida a los cristianos (c.1-3). El autor describe con viveza las distintas clases de atracciones paganas, mostrando la crueldad, los vicios y las brutalidades que ellas defienden y propagan (c.4,8). "El cristiano tiene espectculos ms nobles, si lo desea. Tiene placeres verdaderos y provechosos, con tal que se recoja dentro de s mismo" (9). Novaciano demuestra a la vez su formacin en la filosofa estoica y su fe cristiana, cuando al final recuerda a sus lectores la belleza del mundo (cf. De Trinitate 1) y la dignidad de los espectculos que proporciona la Sagrada Escritura:

Tiene la belleza del mundo para contemplarla y admirarla. Puede contemplar la salida del sol y su puesta, examinar cmo produce la sucesin de los das y las noches. Puede admirar la esfera de la luna, que con sus crecientes y menguantes indica el curso de las estaciones; las huestes de brillantes estrellas y las que centellean en lo alto con extremada movilidad. Las partes del ao se suceden regularmente. Los mismos das y las noches se distribuyen en perodos de horas. Que considere la pesada masa de la tierra, equilibrada por las montaas, y los ros que corren y sus fuentes, la inmensidad de los mares, con sus olas y orillas... Que estas, digo, y otras obras divinas constituyan los espectculos de los fieles cristianos. Qu teatro construido por mano de hombre podr jams compararse con obras como stas? (9).

Que el fiel cristiano, repito, se dedique a las Sagradas Escrituras. All encontrar espectculos dignos de su fe. Ver a Dios creando su mundo, creando, no solamente los dems animales, sino tambin esa hechura maravillosa y superior que es el ser humano. Contemplar el mundo en la plenitud de sus delicias y en la justicia de sus naufragios, que recompensan a los buenos y castigan a los impos. Ver mares que se secan en favor de un pueblo, y mares que manan de la roca para ese mismo pueblo. Ver en algunos casos la fe en lucha con las llamas, bestias salvajes subyugadas por la piedad y amansadas por la dulzura. Ver tambin almas que han vuelto de la misma muerte... Y entre todas estas cosas contemplar un espectculo mucho mayor an, ver a aquel demonio que haba triunfado sobre el mundo entero cmo yace postrado a los pies de Cristo. Qu grande es este espectculo, hermanos!... Este es el espectculo que puede contemplarse aun cuando se haya perdido la vista. Este es un espectculo que no pueden darlo ni pretores ni cnsules, sino solamente Aquel que es nico y est por encima de todas las cosas (10).

Esta obra est inspirada en Tertuliano, quien escribe un tratado con el mismo ttulo; depende tambin del Ad Donatum de Cipriano.

4. Sobre las ventajas de la castidad (De bono pudicitiae).

La introduccin de esta excelente obra (c.1-2) presenta numerosos puntos de contacto con el tratado De cibis iudaicis. Tambin aqu se lamenta el autor de estar ausente de su rebao, con el cual se mantiene en contacto por medio de cartas: "Por mis cartas procuro hacerme presente entre vosotros, y me dirijo a vosotros en la fe, segn tengo por costumbre, mediante las amonestaciones que os envo" (1), y les exhorta a permanecer firmes en el Evangelio: "Os conjuro, pues, que os establezcis en la solidez de la raz del Evangelio y que estis siempre armados contra los asaltos del diablo" (ibid.). Exhorta a sus lectores a la castidad (c.2), que conviene a los que son templos del Seor, miembros de Cristo y morada del Espritu Santo. Contrapone (3) esta virtud a su enemiga, la inmodestia. Pues la primera confiere al cuerpo su dignidad, a la vida moral su gloria, a los sexos su carcter sagrado, a la modestia su salvaguardia. Es la fuente de la pureza, la paz del hogar, la corona de la concordia y la madre de la inocencia. La otra, por el contrario, es el enemigo de la continencia, el delirio peligroso de la lujuria, la ruina de la buena conciencia, la madre de la impenitencia y la deshonra de la propia raza. Hay tres grados de castidad: la virginidad, la continencia y la fidelidad conyugal (c.4). Esta ltima fue decretada cuando la creacin del hombre y renovada por Cristo y sus Apstoles (c.5-6). Pero "la virginidad y la continencia estn por encima de toda ley; nada hay en las leyes del matrimonio que pertenezca a la virginidad, pues sta, por su encumbramiento, trasciende todas ellas... La virginidad se coloca en el mismo plano de los ngeles; ms an, si lo consideramos bien, veremos que aun los supera, porque luchando con la carne reporta una victoria contra la naturaleza, lo que no hacen los ngeles" (c.7). Jos en Egipto (c.8) y Susana (c.9) son ejemplos gloriosos de castidad. Los dos resistieron a todas las tentaciones y recibieron su recompensa. Pero el mayor premio consiste en que "el haber vencido al placer es el mayor de los placeres, y no hay mayor victoria que la que victoria sobre los propios deseos... El que elimina los deseos, elimina tambin los miedos, porque el miedo se origina del deseo. El que domina sus deseos, domina sobre el pecado; el que domina sus deseos demuestra que la malicia de la familia humana yace derrotada a sus pies; el que ha dominado sus deseos se ha dado a s mismo una paz duradera; el que supera sus deseos recobra su propia libertad, conquista difcil aun para las naturalezas nobles" (c.11). Al final (c.12-13) trata de los peligros que acechan a esta virtud y los medios para protegerlos.

Todo el tratado depende de los escritos de Tertuliano De virginibus velandis, De cultu feminarum y De pudicitia y tambin del De habitu, virginum de Cipriano.

5. Cartas

De las dos cartas que Novaciano escribi a Cipriano de Cartago (Epist. 30,36) ya hemos hablado. B. Melin ha demostrado recientemente eme tambin la epstola 31 es seguramente de Novaciano. Va dirigida a Cipriano por Moiss, Mximo, Nicstrato y otros confesores romanos en respuesta a una carta suya (Epist. 28), y prueba que el suave reproche de Cipriano por haberle censurado su huida durante la persecucin, haba dado su fruto. Por lo que se refiere a los lapsos, estn de acuerdo con la opinin de CiprianoTeologa de NovacianoLa obra De Trinitate sent la reputacin de Novaciano como telogo. Evitando todo vestigio de platonismo, adopta el mtodo silogstico y dialctico de los estoicos y aristotlicos, empleado tambin por sus adversarios monarquianos. Este procedimiento result eficaz, sobre todo por lo que atae a sus abundantes y bien seleccionadas citas de la Escritura, que dan a la obra la ventaja de una mayor seguridad y de un mayor poder de conviccin. El desarrollo de la doctrina trinitaria llega aqu a una meta de perfeccin para el perodo preagustiniano, y se lee como un manual de cristologa occidental.

En la exposicin de la doctrina trinitaria sigue el camino trazado por Justino, Tefilo, Ireneo, Hiplito y, sobre todo, Tertuliano. As, afirma con todos sus predecesores que el Logos estuvo siempre con el Padre, pero que fue enviado por El en un momento determinado del tiempo con el fin de crear el mundo:

El Hijo, por ser engendrado del Padre, est siempre en el Padre. Cuando digo "siempre," no quiero decir que es ingnito. Afirmo, por el contrario, que naci. Pero el que naci antes de todo tiempo, debe decirse que existi siempre en el Padre, puesto que no se le pueden fijar fechas al que es anterior a todos los tiempos. El est eternamente en el Padre, pues de otra suerte el Padre no sera siempre Padre. Por otra parte, el Padre es anterior a El, pues el Padre debe ser necesariamente antes que el Hijo, como Padre; puesto que El no conoce origen, debe existir necesariamente antes que el que tiene un origen. El Hijo, pues, es necesariamente anterior al Padre, porque reconoce El mismo que existe en el Padre; tiene un origen, puesto que naci, y por el Padre de una manera misteriosa; con todo, a pesar de haber nacido y tener as origen, es en todo semejante (vicinus) al Padre, precisamente debido a su nacimiento, puesto que naci del Padre, el cual es el nico que carece de origen. El, pues, cuando el Padre quiso, procedi del Padre, y el que estaba en el Padre, porque proceda del Padre, no siendo otra cosa que la Substancia divina. Su nombre es el Verbo, por el cual fueron hechas todas las cosas, y sin el cual nada fue hecho. Porque todas las cosas son posteriores a El, pues vienen de El, y, consiguientemente, El es anterior a todas las cosas (pero despus del Padre), considerando que todas las cosas fueron hechas por El. Procedi del Padre, por cuya voluntad todas las cosas fueron hechas. Dios, con toda certeza, procedente de Dios, constituyendo la segunda Persona despus del Padre, por ser Hijo, sin desposeer por eso al Padre de la unidad de la divinidad (De Trin. 31).Introdujo en el latn cristiano los trminos incarnari y Praedestinatio este ltimo an en sentido cristolgico. La cristologa es para el autor de gran inters: Cristo vino al mundo con un cuerpo real (De Trin 56) pero no es solo hombre sino tambin Dios (idem). Basta constatar cmo Cristo es invocado por los creyentes; l es utriusque substantiae concordia (De Trin 140). En cuanto Dios no se identifica con el Padre, sino que es una segunda persona con El (De Trin 146). Porque ha venido en nuestra carne puede salvarnos (De Trin 53). Sin embargo, el autor no desarrolla o plantea el tema de la remisin de los pecados por/con muerte de Cristo cuya realidad asume como muestra de su humanidad real (mas no como expiacin de los pecados de los hombres). El Dios Palabra (Deus sermo) reviste en la encarnacin el cuerpo, se despoj de l como una tnica al morir y lo reviste para siempre en la resurreccin (De Trin 124). Por ello la Encarnacin, por si sola, obra la salvacin, ya que el Hijo de Dios se hizo hijo del hombre y el hijo del hombre, Hijo de Dios (De Trin 134). La Palabra de Cristo Maestro confiere al creyente inmortalidad y naturaleza divina (De Trin 84).Novaciano intenta seguir un camino medio entre las dos tendencias opuestas del monarquianismo, el dinmico o adopcionista, que consideraba a Cristo como a un hombre colmado de poder divino o revestido posteriormente de la dignidad divina, y el modalista o patripasianista, segn el cual Cristo no era sino una nueva manifestacin del mismo Padre. Est tan empeado en hacer resaltar la unidad de la divinidad, que no se atreve a usar el vocablo trinitas, empleado por Tefilo, Hiplito y Tertuliano. Por eso, comete el mismo error, haciendo al Hijo subordinado al Padre:

Y puesto que recibe la santificacin del Padre, se sigue que no es el Padre, sino el Hijo. Porque, de haber sido el Padre, no habra recibido la santificacin, antes bien la habra dado. En cambio, El sostiene que ha recibido la santificacin del Padre. Al recibir esta santificacin, prueba que es inferior al Padre, y demuestra con eso que es el Hijo, no el Padre. Afirma, adems, que fue mandado por el Padre. As, pues, el Seor Cristo vino porque fue enviado por obediencia; lo cual prueba tambin que no es el Padre, sino el Hijo, el cual habra ciertamente sido el que enva y no el enviado, de haber sido el Padre. Mas no fue el Padre el enviado; de haberlo sido, el hecho de ser enviado probara que el Padre est sometido a otro Dios (ibid. 27).

Cristo permanece sometido por siempre a su Padre. Es su mensajero, el ngel del gran consejo:

La nica explicacin plausible es que El (Cristo) es a la vez ngel y Dios. Mas esa descripcin no puede convencer ni referirse al Padre, quien es solamente Dios; pero se puede aplicar con propiedad a Cristo, de quien ha sido revelado que no es solamente Dios, sino tambin ngel. Es evidente, pues, que no fue el Padre quien habl a Agar en este pasaje (Gen. 21,17), sino Cristo, que no es solamente Dios, sino Aquel a quien se aplica con propiedad el ttulo de ngel, en virtud de haber sido hecho "el ngel del gran consejo" - ngel, porque manifiesta la intencin escondida en el seno del Padre, como declara Juan (lo. 1,18) -. Y considerando que Juan dice que esta Persona, que revela los planes ocultos del Padre, se hizo carne, a fin de poder manifestar esos planes, se sigue que Cristo no es solamente hombre, sino tambin ngel; y, adems, las Escrituras nos lo presentan no solamente como ngel, sino como Dios. Esta es nuestra fe cristiana. Puesto que, si rehusamos reconocer que fue Cristo quien habl a Agar en este pasaje, debemos o hacer a un ngel Dios o colocar a Dios Padre entre los ngeles (ibid. 18).

Cristo es el siervo del Padre, cuyos preceptos siempre obedece:

Es, pues, parte de la misma verdad que El (Cristo) no hace nada segn su propia voluntad, ni nada lleva a cabo segn su propio consejo, ni viene de s mismo, sino que obedece todo mandato y orden del Padre. Su nacimiento prueba que es el Hijo, mas su obediencia sumisa declara que es el ministro de la voluntad del Padre, de quien tiene el Ser. Y as tributa la debida sumisin al Padre de todas las cosas, aunque sea Dios, adems de ser ministro; y as, por su obediencia demuestra que el Padre, de quien toma su origen, es un solo Dios (ibid. 31).

Novaciano, ante el temor de ser acusado de ditesmo, acenta an ms el subordinacionismo de sus predecesores. Le parece que puede salvar mejor la unidad de la divinidad concibiendo al Logos como una manifestacin personal, pero temporal y pasajera, del Padre. A El devolver el Logos al final toda autoridad, y a El volver, como vuelven las olas al mar. De ah, pues, que todas las cosas estn colocadas bajo sus pies y entregadas al que es Dios, y el Hijo reconoce que todas las cosas le estn sujetas como un don recibido del Padre; as El restituye al Padre toda la autoridad de la Divinidad. El Padre aparece como el nico Dios verdadero y eterno; El es la nica fuente de este poder de la Divinidad. Aunque es transmitida al Hijo y concentrada en El, vuelve de nuevo al Padre a travs de su comunidad de Substancia. El Hijo aparece como Dios, porque evidentemente la divinidad le ha sido comunicada y conferida; eso no obstante, el Padre se revela como nico Dios, ya que progresivamente esa misma majestad y divinidad, como una grande ola que vuelve sobre s, remitida de nuevo por el mismo Hijo, vuelve y desanda el camino hacia el Padre, que la dio (ibid.).Si el Hijo es inferior al Padre, el Espritu Santo es a su vez inferior al Hijo:

El Parclito recibi su mensaje de Cristo. Mas si lo recibi de Cristo, Cristo es superior al Parclito, pues el Parclito no habra recibido de Cristo de no ser inferior a Cristo. Esta inferioridad del Parclito prueba que Cristo, de quien recibi su mensaje, es Dios. Aqu tenemos, pues, un poderoso testimonio de la divinidad de Cristo. Vemos, en efecto, que el Parclito es inferior a El, y recibe de l el mensaje que entrega al mundo (ibid. 18).

De la personalidad del Espritu Santo, Novaciano trata con brevedad y sin precisin. No describe las relaciones del Espritu Santo con el Padre y el Hijo, como lo hace de las relaciones entre estos dos ltimos, a pesar de que Tertuliano, a quien sigue, hizo al menos un ensayo en este sentido (Adv. Prax. 4 y 8). Es curioso observar que llama al Hijo secundam personam post Patrem (10), mas no se atreve a llamar al Espritu Santo tertiam personam, como lo haba hecho Tertuliano (Adv. Prax. 11).

Novaciano hace, sin embargo, afirmaciones interesantes sobre las relaciones entre el Espritu Santo y la Iglesia. Dice que, prometido desde tiempos muy remotos y debidamente concedido en el momento previsto, el Espritu Santo operaba en los profetas de una manera temporal y que en los Apstoles actuaba de una manera permanente:

As, pues, es uno e idntico Espritu el que est en los profetas para hacer frente a una situacin particular, y en los Apstoles permanentemente. En otras palabras, est en unos, pero no para quedar en ellos para siempre, en los otros para morar siempre en ellos; en los unos como distribuido con moderacin, en los otros como derramado en su plenitud; en los unos como dado parcamente, en los otros como concedido generosamente. Pero no fue otorgado antes de la resurreccin del Seor, sino dispensado por la resurreccin de Cristo... Supuesto que el Seor deba entonces irse al cielo, no poda menos de dar el Parclito a sus discpulos, pues de otra suerte los habra dejado, de modo imposible de justificar, en la posicin de hurfanos y los habra abandonado sin una persona que fuera su abogado y guardin. Porque es El (el Parclito) quien fortaleci sus almas y espritus, quien les manifest claramente los misterios del Evangelio, quien les ilumin para que entendieran las cosas divinas, quien les dio la fuerza de no temer ni las cadenas ni la crcel por el nombre del Seor. An ms, hollaron bajo sus pies las mismas potencias y los tormentos del mundo, solamente porque estaban armados y fortalecidos por El, porque posean dentro de s mismos los dones que este mismo Espritu distribuye y concede, como adornos, a la Iglesia, la Esposa de Cristo (29).

El Espritu Santo hace que la Iglesia sea perfecta y completa por esos dones y la conserva incorrupta e inviolada en la santidad de una virginidad y de una verdad perptuas.

El es quien designa a los profetas en la Iglesia, el que instruye a los doctores, distribuye las lenguas, obra actos de poder y curaciones, hace milagros, concede el discernimiento de espritus, asigna los puestos de gobierno, sugiere consejos y dispone en su propio lugar y con el debido orden todos los dems dones de la gracia. As, pues, El hace perfecta y completa a la Iglesia del Seor, en todo lugar y en toda cosa... Concede a los Apstoles ser verdaderos testigos de Cristo, manifiesta en los mrtires la fe inquebrantable de la religin, encierra en el pecho de las vrgenes la maravillosa continencia de una inviolada castidad, conserva en los dems hombres, sin corrupcin ni mancha, las leyes de la doctrina de Cristo; destruye a los herejes, corrige a los descarriados, convence a los incrdulos, descubre a los impostores y reprende a los malvados; El guarda a la Iglesia incorrupta e inviolada en la santidad de una virginidad y de una verdad perpetuas (29).

Nosotros recibimos el Espritu Santo de Cristo, sobre quien descendi en su bautismo:

Solamente en Cristo habit plena y enteramente, no menguado en medida o porcin alguna, sino dispensado y enviado en toda su desbordante abundancia, de manera que las personas pueden disfrutar lo que yo llamara un primer sorbo de gracia, que brota de Cristo. Porque el manantial del Espritu Santo en la plenitud de su Ser permanece siempre en Cristo, a fin de que de El puedan salir los ros de dones y de obras, porque el Espritu Santo vive en El en rica abundancia (ibid.).

El Espritu Santo es el autor de nuestro nuevo nacimiento en el bautismo:

El es quien realiza nuestro segundo nacimiento del agua. As, pues, El es, como si dijramos, la semilla de la generacin divina, el consagrante del nacimiento celestial, la garanta de la herencia prometida, el documento escrito, por decirlo as, de eterna salvacin, para hacernos templos de Dios y establecer en nosotros su morada... Nos ha sido dado para que viva en nuestros cuerpos y obre nuestra santificacin, para preparar nuestros cuerpos por su accin en nosotros, para la vida eterna y para la resurreccin de la inmortalidad. Al mismo tiempo acostumbra nuestros cuerpos en S mismo a mezclarse con las potencias celestiales y a asociarse a la eternidad divina del Espritu Santo. Porque, en El y por El, nuestros cuerpos aprenden el camino de la inmortalidad, al aprender a conducirse con templanza de acuerdo con sus decretos. Porque El es quien tiene "tendencias contrarias a la carne," pues "la carne tiene tendencias contrarias a las del Espritu" (Gal. 5,17); El es el que refrena los apetitos insaciables de la lujuria, el que domina los deseos irrefrenables, el que extingue las pasiones ilcitas, el que vence los asaltos furibundos, el que rechaza la embriaguez, aleja la avaricia, pone en fuga el libertinaje; El es quien realiza la unin de los seres humanos en el amor y los une por el afecto; el que hace desaparecer las sectas, explica las reglas de la verdad, disipa a los herejes, arroja a los malvados lejos de las puertas y guarda los Evangelios (ibid).

Por ser el De Trinitate de Novaciano el primer tratado teolgico de origen romano escrito en latn, su terminologa y sus frmulas dogmticas precisas poseen particular inters. Han influido profundamente en el pensamiento latino y han capacitado al Occidente para disputar con los griegos en igualdad de condiciones en las controversias cristolgicas.Cristo es Deus y homo (11), es dei filius (9) y tiene auctoritas divinitatis (31) y no hay inaequalitas o dissonantia divinitatis (31) entre El y el Padre. La marcada distincin que l hace entre la humanidad y la divinidad en Cristo no impide usar las siguientes expresiones para explicar la unin de las dos naturalezas en Cristo: Concretio permixta (11) in unam foederasse concordiam (13), ex verbi et carnis coniunctione concretus (14), utrumque in Christo confoederatum, coniunctum, connexum (16), Deum et hominem sociasse (16), divinitatis et humilitatis concordia (16), concordia terrenorum atque caelestium (18), Deum homini et hominem Deo copulare (18), connexione et permixtione sociata (19), ex utroque connexum, contextum atque concretum (19) in eadem utriusque substantiae concordia (19), foederis confabulatione sociatum (19), societatis concordia (22), concordiae unitatem cum personarum tanen distinctione (22). Estas citas demuestran que Novaciano no se content con adoptar las frmulas de Tertuliano para expresar la unin y distincin de las dos naturalezas, sino que forj nuevas expresiones y dio un significado ms amplio a la terminologa de Tertuliano. Toma de ste las frmulas: Una substantia, tres personae - ex substantia Dei - semper apud patrem - duae substantiae - una persona, pero por su parte introdujo los verbos incarnari y se exinanire. As, habla del verbum Dei incarnatum (24), e influenciado por Phil. 2,6-11, emplea para el nacimiento de Cristo quo tempore se etiam exinanivit (22) y dum in nativitatem secundum carnem se exinanisse monstratur (22). Fue el primero en usar en sentido cristiano praedestinatio, palabra destinada a jugar un papel tan importante en la historia de la teologa. Comparte con Tertuliano el concepto de la obra divina economa, traduciendo la palabra griega o por dispositio, y con Cipriano el uso ms antiguo de praefigurare (14; 23), que no se halla en Tertuliano.Por ltimo, el contenido de la fe es la moral: a travs del cumplimiento del mandato evanglico el creyente se hace merecedor de la ayuda del Espritu (De Trin 164); el lastre de pecado de la humanidad est visible en la mortalidad y en la esclavitud de las pasiones y debilidades de la carne. Es por eso que la salvacin se alcanza por la fe y una rigurosa vida moral. La moral y la doctrina ocupan el primer plano y no tanto los sacramentos y la gracia.Bibliografa: Drobner, 198-199. Quasten I 516- 534 DPAC II 1558-1560 Trevijano 153-161