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  • 8/2/2019 Notas sobre las polticas del patrimonio cultural. Andrs Maximiliano Tello

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    Cuadernos Intercultura les. Ao 8, N 15. Segundo Semestre 2010, pp. 115-131 115

    Notas sobre las polticas del patrimonio cultural1*

    Notes on cultural heritage policies

    Andrs Tello2**

    Resumen

    Este artculo analiza el discurso sobre el patrimonio cultural y la importancia que juegadentro del campo cultural en nuestras sociedades. Se realiza una revisin de tratados in-ternacionales sobre la materia, adems de una revisin histrica del concepto y el contextoactual en el cual se desenvuelven sus operaciones polticas en nuestra regin. La reflexinterica y el anlisis crtico en torno a estos tpicos nos llevarn a proponer una singular vi-sin de la figura del patrimonio cultural y sus implicancias sociales, polticas y econmicas.

    Palabras clave: patrimonio cultural, memoria, poder, globalizacin, culturas locales.

    Abstract

    This paper analyzes the speech on the cultural heritage and the role that it takes insi-de the cultural field in our societies. It takes into account international agreements onthis matter, besides a historical review of the concept and the current context in whichpolitical operations are developed in our region. The theorical reflection and the criticalanalysis concerning these topics will lead us to proposing a singular vision of the figureof the cultural heritage its social, political and economic implications.

    Key words: cultural heritage, memory, power, globalization, local cultures.

    *1 Recibido: junio 2009. Aceptado: noviembre 2010.

    Una primera versin de este trabajo fue presentada en el Congreso Latinoamericano y Caribeo

    de Ciencias Sociales, FLACSO 50 aos, realizado en la ciudad de Quito, Ecuador, en octubre de

    2007. La presente versin ha sido revisada y modificada para su publicacin.

    **2 Socilogo de la Universidad de Concepcin, Chile. Magster en Estudios Latinoamericanos, Univer-

    sidad de Chile. Doctorando en Filosofa con mencin en Esttica y Teora del Arte, Universidad de

    Valladolid, Espaa. Correo electrnico: [email protected]

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    1) Introduccin

    Cada vez presenciamos con mayor nfasis, y como nunca antes en nuestra regin, eldespliegue de una amplia gama de polticas orientadas al resguardo y el fomento delas llamadas culturas locales, de sus tradiciones y de sus nuevas formas o creaciones,consideradas como parte del desarrollo integral, pero por sobre todo de la propia iden-tidad cultural de nuestros pases. Semejante intensificacin de las llamadas polticasculturales a nivel regional y nacional coexiste con un contexto de apertura de fron-teras generalizado, un proceso de globalizacin de referentes simblicos e internacio-nalizacin de mercados, que puede traer consigo consecuencias irreparables para los

    distintos componentes de las culturas locales, sobre todo si asumimos que efectiva-mente el mercado ha demostrado no ser garante del desarrollo equitativo y diverso

    de la cultura.En este panorama la f igura del patrimonio cultural ha cobrado una centralidad

    vital dentro de polticas nacionales afanadas por asegurar los referentes identitarios. Demanera desigual a estas iniciativas de carcter institucional parecen estar, sin embargo,las de la investigacin y discusin terica desde una perspectiva cultural y un campomultidisciplinario, lo cual hace que no sea extrao que el propio concepto de patrimo-nio haya sido escasamente debatido en las ciencias sociales del continente. El presentetrabajo busca convertirse precisamente en una contribucin a esa discusin especfica,hasta ahora poco atendida.

    2) Patrimonium: Quin hereda y qu es lo que se hereda?

    Una de las definiciones ms comunes del patrimonio cultural nos dice que se le debeentender como aquello que nos es heredado por nuestros antepasados. De hecho,la palabra proviene del latn patrimonium, que designa lo que se hereda de parte delpadre de familia1. Ahora bien, cuando hablamos de patrimonio cultural se entiende quenos referimos a la conservacin y transmisin de los elementos constituyentes de unacultura. Coherente con esto, suele decirse que el patrimonio cultural tiene gran impor-tancia para la memoria de cada pueblo, de cada nacin, no como una memoria pasadasino como un activo de la memoria y no un pasivo de la nostalgia (Convenio AndrsBello, 1999:10). Pero adems, de aqu se desprende que -al igual como la memoria ysus recuerdos- el patrimonio cultural es una figura que opera socialmente de mane-

    ra distintiva y selectiva. Algunos observan esta operacin con optimismo sealandoque el patrimonio cultural es todo aquello que una sociedad considera propio, aquellode que se apropia, y dentro de ello, lo que considera relevante, digno de conservarse,transmitirse, perpetuarse (Cabeza y Simonetti, 1997:19).

    De este modo, se presume que el patrimonio, como manifestacin de una me-moria colectiva, es una especie de sntesis, un comulgar fundamental para el pueblo,

    1 Veremos ms adelante que ste es slo uno de los aspectos del significado latn del trmino pa-

    trimonio.

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    el objeto de la conmemoracin en comn que recibe y transmite la herencia culturaldefiniendo lo que somos, nuestra identidad. No obstante, lejos de esa imagen ideal querodea a la poltica patrimonial lo cierto es que, como ha sealado Jean-Louis Dotte, loslugares de la memoria son fabricados, un asunto de artificio, y por lo tanto, necesaria-mente, de olvido, puesto que el olvido es su condicin de existencia (1998:31). El patri-monio cultural opera socialmente bajo los mismos presupuestos de la nacin moder-na que Renan resumiera de la siguiente forma: la esencia de una nacin es que todoslos individuos tengan muchas cosas en comn, y tambin que todos hayan olvidadomuchas cosas(Citado en Dotte, 1998:29). Es decir, toma cuerpo no slo en la prcticapoltica de una memoria activa que conserva y protege lo que nos ha sido heredadosino que tambin despliega un olvido activo que segrega elementos de la cultura y lahistoria al patbulo de lo inmemorial. Esta operacin conjunta de incorporacin y segre-gacin es la manifestacin ms bsica de las polticas del patrimonio cultural.

    Ms all de esta primera implicancia bsica, si deseamos adentrarnos en la genea-loga del propio concepto y su funcionamiento social actual, debemos abordar su con-solidacin internacional, pues slo desde entonces el patrimonio cultural ha devenidodiscurso oficial y despliegue de prcticas polticas concretas en los pases Latinoameri-canos. Una breve revisin histrica nos muestra que sus primeros antecedentes datande 1889 y 1907, aos en que se realizaron las primeras convenciones internacionales enEuropa relacionadas con el tema. Pero su consolidacin real no se dar hasta la creacinen 1946 de la Organizacin de las Naciones Unidas para la Educacin, la Ciencia y laCultura (UNESCO), como organismo internacional dependiente de la ONU que se harcargo, hasta el da de hoy, tanto de las definiciones como del diseo y las recomenda-

    ciones polticas en torno al patrimonio cultural. As, el primer gran hito en la materiase da en 1954, ao en que se celebra la Convencin sobre la Proteccin de los BienesCulturales en caso de conflicto armado.

    La relevancia de este acuerdo radica en su aporte para consolidar la importanciamundial de la conservacin del patrimonio de cada pueblo y en su conviccin de quela proteccin del patrimonio pasa necesariamente por el establecimiento de normasinternacionales (Cabeza y Simonetti, 2005:5). Se trata entonces de una clara reaccinante la destruccin desatada durante las dos guerras mundiales de la primera mitaddel siglo XX, que adems de millones de muertes dejaron convertidas en verdaderasruinas importantes ciudades europeas. Por ello, la resolucin de la convencin estipulala necesidad de proteger y conservar los bienes culturales muebles e inmuebles (mo-numentos arquitectnicos, campos arqueolgicos, grupos de construcciones, obras de

    arte, libros, archivos, etc.), los edificios destinados a exponer o conservar bienes cultura-les (museos, bibliotecas, etc.) y los llamados centros monumentales (que comprendenun nmero considerable de cualquiera de estos bienes culturales).

    Sin embargo, en trminos formales, la primera definicin oficial dada por laUNESCO ver la luz en 1972. Ese ao se llev a cabo en la ciudad de Paris la Convencinsobre la proteccin del patrimonio mundial, cultural y natural, en el marco de la 17 re-unin del organismo internacional. La aceptacin de este acuerdo por parte de distin-tos Estados-nacionales a nivel mundial, ha implicado desde entonces su compromisoen adoptar polticas claras de identificacin, proteccin, conservacin y difusin delpatrimonio cultural presente en su territorio. El mismo documento sent las bases para

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    la formacin del Comit de Patrimonio Mundial, encargado del nombramiento de loque hoy conocemos como Patrimonio Cultural Mundial de la Humanidad (PCMH).

    Constituido por 21 Estados partes, que se renuevan peridicamente, este comitintergubernamental, segn lo que estipula la convencin, garantizar la representa-cin equitativa de las diferentes regiones y culturas del mundo. Por lo tanto, desde1972, una de las principales funciones de este comit es evaluar el inventario de bienespatrimoniales que cada Estado elabora en su territorio y que postula para inscribir en lalista del patrimonio mundial. A su vez, los lugares o bienes patrimoniales inscritos enesta lista pueden beneficiarse con la asistencia del Comit de Patrimonio Mundial enlas siguientes formas: asesoramiento cientfico y tcnico para restaurar y conservar losbienes, suministro de equipos, prestamos o concesiones. El comit define cuales sonlos bienes que se han de incluir en la lista de acuerdo a la necesidad de asegurar unaproteccin internacional a los bienes ms representativos de la naturaleza o del genio yla historia de los pueblos del mundo () y que considere por ello que poseen un valoruniversal excepcional siguiendo los criterios que haya establecido (UNESCO, 1972:6-8).

    Conjuntamente, desde la segunda mitad del siglo XX, la gran mayora de los pa-ses Latinoamericanos sern influenciados por estos tratados internacionales para poneren marcha la denominacin, recuperacin y restauracin de su patrimonio cultural. Laevidente condicin externa para la motivacin de los procesos de valorizacin patrimo-nial en nuestra regin ha sido catalogada por Gey Espinheira (2005) como una situacinde colonialismo, denominacin que puede ser reafirmada si prestamos atencin alcitado documento de 1972, que define como patrimonio cultural a:

    los monumentos: obras arquitectnicas, de escultura o de pintura monumenta-les, elementos o estructuras de carcter arqueolgico, inscripciones, cavernas ygrupos de elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto devista de la historia, del arte o de la ciencia, los conjuntos: grupos de construcciones,aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integracin en el paisaje les dun valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte ode la ciencia, los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y lanaturaleza, as como las zonas, incluidos los lugares arqueolgicos que tengan unvalor universal excepcional desde el punto de vista histrico, esttico, etnolgicoo antropolgico. (UNESCO, 1972:4. Las cursivas son nuestras).

    Tal definicin ha sido la gua para el listado actual del PCMH, y como podemos

    ver, se basa en un supuesto criterio de valor universal excepcional desde un puntode vista histrico, esttico, cientfico y antropolgico. Sin embargo, este listado no hahecho sino afirmar una supuesta primaca cultural europea por sobre el resto de loscontinentes y culturas, a tal punto que slo siete pases europeos llegan a tener msnominaciones en esa lista que todo el continente americano2. En ese sentido, el PCMHse asienta sobre un eurocentrismo, entendiendo este trmino como la pretensin eu-ropea de identificarse con la universalidad-mundialidad, hecho netamente colonial/

    2 Nos referimos a Espaa, Portugal, Francia, Alemania, Italia, Inglaterra y Rusia. Ver: UNESCO (2006).

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    moderno de haber confundido la universalidad abstracta con la mundialidad concretahegemonizada por Europa como centro(Dussel, 2000:48). Por lo tanto, el PCMH formaparte tambin de lo que Anbal Quijano (2000) ha denominando como colonialidadde poder, pues su designacin y su administracin no es en ningn caso ajena a unpatrn mundial dominante de poder/saber. Slo desde aqu cobra sentido esta pro-duccin actual del discurso de la universalidaden los regmenes y normas selectivas delpatrimonio mundial. Esto ltimo se manifiesta en la definicin misma del PatrimonioCultural Mundial de la Humanidad, ya que al reconocerse como sustentada a partir delpunto de vista de la historia, el arte y la ciencia, expresa ser produccin exclusiva dedisciplinas de un antiguo raigambre en el patrn mundial de poder colonial y su volun-tad de saber. Es decir, el valor universal excepcionalque acta como criterio abstracto deseleccin, para definir que bienes formarn o no formarn parte de la lista del patrimo-nio mundial, es ejecutado por disciplinas eurocntricas y no por los propios pueblossoberanos del patrimonio en cuestin. Estas disciplinas (historia, arte y ciencia) se des-prenden de la institucionalidad del saber colonial/moderno y han sido parte de sus me-canismos privilegiados para producir representaciones discursivas de lo no-europeoya que, por siglos, el poder ejercido por las potencias imperialistas europeas de entrarsin restricciones a otras localidades y examinar su cultura ha permitido la produccinde una serie de discursos histricos, arqueolgicos, sociolgicos y etnolgicos sobre elotro(Castro-Gmez, 1998: 174).

    El patrimonio cultural europeo -y su posicin privilegiada en las polticas de po-sesin, conservacin, administracin y difusin de bienes culturales- no puede desen-tenderse de los fantasmas del saqueo colonial que lo preceden. Prueba de ello son las

    inmensas colecciones de artes y civilizaciones no occidentales que albergan museoseuropeos como el de Quai Branly (Francia), el British Museum (Inglaterra) o el DalhlemMuseum (Alemania), y que engrosan actualmente los bienes culturales de estos pases.La mayora de los objetos que constituyen estas colecciones fueron apropiados duran-te las campaas militares imperialistas que emprendieron las potencias europeas entre1880 y 1914, y que las llevaron a controlar el 84,4% de la superficie del planeta (Mller,2007:36). Visto as, sin duda el patrimonio cultural puede llegar a ser definido, tal cual loobservara Benjamin, como un documento de la barbarie, ya que no sera ms que laexpresin de la historia de cortejos triunfales de los vencedores y su botn arrancadosobre los vencidos (Benjamin, 1995:52).

    De manera similar, si pensamos en la formacin de nuestros Estados-nacin, latradicin y el patrimonio cultural son generalmente designados, apropiados, reproduci-

    dos y transmitidos por los grupos o sectores dominantes y vencedores de la historia. Enun lenguaje sociolgico, parafraseando a Bourdieu (1997), hablamos de que el patrimo-nio, sus polticas y su gestin, actuaran exclusivamente sobre y enun capital simblicolegitimador de objetos o de prcticas que se hacen percibir como patrimoniales, es de-cir, con un valor que los distingue de otros y los distribuye preferencialmente dentro delcampo cultural. El patrimonio se constituye aqu como un capital simblico ya que noes un conjunto de bienes estables y neutros, con valores y sentidos fijados de una vezpara siempre, sino un proceso social que, como bien seala Garca Canclini, se acumu-la, se renueva, produce rendimientos, y es apropiado en forma desigual por diversossectores(1997: 94). A su vez, en torno al patrimonio cultural como capital simblico y a

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    su tasa de cambio, se despliegan diversas luchas de agentes sociales que pretendenconservar o transformar los bienes y las prcticas que lo constituyen. Esto significa queson las clases dominantes las que, en ltimo trmino, definen generalmente que bienesy prcticas culturales deben ser consideradas como patrimoniales, as como los meca-nismos empleados para asegurar su conservacin y difusin, aunque stas no estnlibres de las presiones que el resto de los agentes ejercern para cambiar dichos bieneso, incluso, crear nuevas prcticas que desafen los registros oficiales.

    Los emplazamientos dominantes que dirigen las polticas patrimoniales legiti-man adems una figura especfica para orientar y disear sus acciones a nivel local: lafigura del experto, el cual se consagra como nico agente tcnicamente calificado yautorizado para trabajar en los procesos de restauracin y conservacin patrimonial.Los equipos de expertos son generalmente forneos y se insertan en las dinmicas delas culturas locales desplazando los saberes y las prcticas de quienes habitan los lu-gares patrimoniales, tal como lo ha demostrado, por ejemplo, Eduardo Kingman (2004)respecto al desplazamiento del gremio de albailes de Quito en el proceso de restau-racin patrimonial de la misma ciudad. Una experiencia similar es vivida en la ciudadchilena de Lota, poseedora de un valioso patrimonio arquitectnico e industrial, testi-monio vivo de los procesos de modernizacin del siglo XIX y la explotacin industrialde carbn en el sur de Chile, y que hoy esta siendo restaurada principalmente bajo lasdirectrices de los equipos del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, y prcticamente conuna nula participacin de los habitantes de la ciudad (Tello, 2008). Adems, en Lota, laszonas de inters patrimonial han sido identificadas en desmedro de las construccionesque dan cuenta de las luchas obreras y la historia sindical de la ciudad, que dicho sea de

    paso, es una de las ms importantes del pas. Esta poltica de segregacin patrimonial,se ha traducido tambin en polticas de exclusin y represin social como en los casosde Guayaquil (Garcs, 2004) o Salvador de Baha (Ormindo, 2004), donde los habitanteslocales han sido desalojados y expulsados de los espacios pblicos bajo criterios delimpieza y extremas prcticas de vigilancia y control social.

    Todo esto apunta a la sigilosa intimidad que configura el nexo entre cultura yrelaciones de poder, que para nuestro caso se transcribe en el vnculo entre la polticacultural del patrimonio y el poder ejercido por los grupos hegemnicos de cada so-ciedad. El patrimonio cultural termina siendo concebido y administrado por sectoresdominantes de la sociedad, que restringen la seleccin de sus propiedades a los bienesculturales que legitiman el ejercicio de su poder o que, en su defecto, no lo ponenen entre dicho, intentando eliminar el carcter conflictivo de la herencia cultural. En

    ese sentido, el patrimonio cultural sirve de factora para la produccin de una identi-dad nacional, produce la realidad de lo memorable, del vnculo que nos une, mientrasdesecha arbitrariamente los vestigios culturales que ponen en jaque ese vnculo. Vol-vemos entonces a Renan: Para todos es bueno saber olvidar. De este modo, una delas caractersticas fundamentales de la poltica patrimonial es reducir la participacinde los ciudadanos o agentes sociales a la conmemoracin de una herencia que nonecesariamente eligieron y al olvido activo de lo que no desecharon por voluntad pro-pia. Quien hereda, al igual que quien escribe la historia oficial, no es ms que la clasesocial de los vencedores, y la herencia es lo que los dominadores definen que tendrque heredarse. La herencia dejada por unos pocos es implantada como el vnculo para

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    todos. Esta correspondencia, entre patrimonio cultural nacional y relaciones de poder,responde a una operacin similar a la experimentada por el patrimonio cultural mun-dial y la colonialidad de poder a nivel global.

    Todo esto nos presenta una cara oculta e intrnseca del patrimonio cultural oficial,su administracin y su funcionamiento, una primera tensin que le es constitutiva y quedificulta el hecho de que podamos hablar de patrimonio de la gente o de patrimo-nio de un pueblo, pues en el propio patrimonio cultural y su institucionalidad operaun mecanismo importante de legitimidad y dominacin con la que un grupo, clase ocultura se afianza como hegemnica. En otras palabras, el patrimonio cultural se haconfigurado como un recurso institucional, como un instrumento de domesticacin dela memoria y la cultura, desde el cual se fija la dispersin de sentidos y se construye unespacio de control social, poder y autoridad (Lacarrieu, 2004:162).

    3) Globalizacin, patrimonio cultural y rgimen mundial de mer-cancas

    En el ao 2003 se dio un cambio significativo en las nociones que configuraron el dis-curso y las polticas patrimoniales por ms de cincuenta aos a nivel internacional. Nosreferimos a la Convencin para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, quetuvo lugar en la 32 reunin de la Conferencia General de la UNESCO celebrada enPars. Enmendando, en cierta medida, la convencin de 1972 que, como hemos visto,

    circunscriba el patrimonio cultural slo a bienes materiales muebles e inmuebles, yconcretando, al menos nominalmente, una definicin ms democrtica e igualitaria.En base a esta convencin, se comenzar a manejar a nivel mundial una definicin depatrimonio cultural que integra elementos materiales e inmateriales considerados deacuerdo a la valoracin de cada pueblo. El patrimonio cultural ser comprendido desdeaqu como:

    () los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y tcnicas -junto conlos instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes-que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcancomo parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inma-terial, que se transmite de generacin en generacin, es recreado constantemen-te por las comunidades y grupos en funcin de su entorno, su interaccin conla naturaleza y su historia, infundindoles un sentimiento de identidad y conti-nuidad y contribuyendo as a promover el respeto de la diversidad cultural y lacreatividad humana. (UNESCO, 2003)

    La importancia que reviste el patrimonio cultural inmaterial se funda, tal comoseala el mismo documento ya citado, en su condicin de crisol de la diversidad cul-tural y garante del desarrollo sostenible. No obstante, lo cierto es que la muy recien-te preocupacin que gira en torno al patrimonio cultural inmaterial a nivel nacionale internacional, se desprende sin duda a raz del fenmeno de la globalizacin y sus

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    transformaciones econmicas y sociales, que afectan a todas las culturas locales y susidentidades especificas. Por lo tanto, es apropiado detenernos un momento a revisardicho contexto.

    En primer lugar, la globalizacin puede entenderse como el conjunto de trans-formaciones que desde hace ya dcadas se han manifestado con los nuevos mediosde comunicacin, la revolucin de las nuevas tecnologas de la informacin y, en ciertosentido, con los medios de transporte, que hacen que las distancias se vuelvan mscortas, que se diluyan las fronteras nacionales y que irradie una sensacin de supuestaconexin global. En este sentido, se trata de un proceso referido a la intensificacinde las relaciones sociales universales que unen a distintas localidades de tal maneraque lo que sucede en una localidad est afectado por sucesos que ocurren muy lejos yviceversa(Larran, 1996:27). Se habla por ello de una exposicin y convergencia de ml-tiples culturas que sera la principal caracterstica del fenmeno de la globalizacin.

    La globalizacin ha manifestado aspectos positivos en este sentido: ha permitidoel encuentro entre diferentes culturas ampliando la visin del mundo, el desarrollo deverdaderas redes sociales mundiales, la creacin de organizaciones internacionales decolaboracin, y un diverso intercambio de informacin y conocimientos, prcticamenteen tiempo real y alrededor de gran parte del globo. No obstante, sta actual condicinque vivimos dista mucho de la que a fines de los 60 Marshall MacLuhan haba vatici-nado para nuestra poca; encauzadas por el imperativo tecnolgico y los massmedianuestras sociedades se convertiran, a su juicio, en una aldea global o comunidadmundial que consagrara ideales progresistas y democrticos (Mattelart, 2002:109-119).Lejos de esto, gran parte de la revolucin tecnolgica y comunicacional ha servido

    principalmente como plataforma para la consolidacin de un mercado mundial y sucorrespondiente marketing global.

    La transnacionalizacin de la economa se nos presenta entonces como unode los verdaderos factores principales de la globalizacin y sus manifestaciones cul-turales y sociales. El actual modelo econmico neoliberal se ha implantado en granparte del globo y por ello, si bien no es un objetivo del presente trabajo, no pode-mos dejar de mencionar algunas de sus consecuencias que afectan, como veremos,tambin al patrimonio cultural: la apertura total de los mercados ha dado paso engran medida a que las economas de cada pas comiencen a ser controladas porempresas transnacionales, privatizando as la mayora de sus sectores productivos,reduciendo al mnimo la injerencia de los Estados nacionales en la administracinde los recursos y los bienes de sus territorios, dejando los mercados internos des-

    protegidos ante los vaivenes del libre mercado mundial; ante esto muchos pasessufren una extrema perdida de soberana, situacin que acenta la dependenciay la subordinacin, por ejemplo, de los pases latinoamericanos que generan unatransferencia neta de recursos al exterior (Snchez, 1999: 264-267); la privatizacintambin afecta a los recursos naturales, a los recursos humanos y a los espaciospblicos insertndolos a todos por igual en el mercado global; y, finalmente, comoproducto de la implantacin de la ideologa neoliberal que simplifica la libertadindividual a la figura del consumidor presenciamos la expansin de un individualis-mo hedonista, completando as el circulo perfecto del neoliberalismo: un mercadomundial para un consumidor universal.

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    Por otro lado, para comprender en buena parte donde radica la amenaza dela globalizacin sobre el patrimonio cultural debemos aclarar la configuracin actualde la geopoltica cultural a nivel mundial. Para empezar, es evidente que ya no nosencontramos ante los mismos mecanismos histricos con que el colonialismo proce-di en gran parte del mundo. Pero asimismo, y menos evidente quizs, ya no estamosfrente a sus mismas directrices lgicas, pues si bien an encontramos sus huellas (y lasrevisamos, por ejemplo, en la lista patrimonio cultural mundial), sus formas actuales yano operan bajo sus antiguos procedimientos. La ms bsica de esas lgicas consistien el binarismo cultural, un Yo dominante desplegndose sobre su Otro. De maneradistinta, actualmente en vez de una divisin binaria o una exclusin entre dos entida-des culturales supuestamente definidas, estamos inmersos en una inclusin diferencialque expresa la nueva estrategia del orden mundial, la cual reconoce las diferenciasexistentes o potenciales, las ensalza y las administra dentro de una economa generalde mando(Hardt y Negri, 2002:190), configurando as el triple imperativo del Imperio:incorporar, diferenciar y administrar. Sobre esta operacin, o bajo ella, se ha difundidoel mito de la tolerancia y la diversidad cultural, que todos los estados y organizacionesinternacionales profesan como principio de sus actos, sin embargo, como bien sealaEdgardo Lander, lo cierto es que:

    () en la sociedad del mercado total la diversidad cultural se convierte en unmito en la medida en que, aun celebrando la diferencia, el sometimiento de staa la lgica expansiva del mercado establece severos lmites a la posibilidad mis-ma de la preservacin y/o creacin de otros modos de vida. (Lander, 2002: 58).

    Dicho de otro modo, el discurso de la diversidad cultural se integra a la lgicaexpansiva del libre mercado global, y por ende, podemos decir que la incorpora-cin, diferenciacin y administracin de la cultura se realiza a travs de una mquinaaxiomtica3 de las mercancas. Esto no es mera nomenclatura terica, as lo prueban,por ejemplo, las fuertes tensiones y posiciones polticas que a nivel internacional hanseparado en materia cultural a Francia y Estados Unidos. El pas Europeo, ante la mer-cantilizacin ascendente de los productos culturales, ha planteado, sin mayor xito has-ta ahora, la necesidad de leyes de excepcin cultural, que procuren la irreductibilidadde estos productos a meras mercancas y que los protejan, por tanto, de los principioslibre-cambistas del Acuerdo general sobre el comercio de servicios (GATS), negociadoen Uruguay el ao 1993. Por otra parte, en oposicin a los postulados del gobierno

    francs, para Estados Unidos prima la idea de concebir a los productos culturales comoproductos comerciales, por ello, similares al resto de los productos del mercado inter-nacional y que deben regirse segn las normas de ste ltimo (Peltier, 2004:65-66). Y essta ltima posicin la fiel representante del funcionamiento actual del libre mercado yde la circulacin actual de los productos culturales dentro del mismo.

    3 Por maquina axiomtica entendemos, al igual que Flix Guattari (1989:17), la operacin mediante

    la cual determinado sistema (en este caso el rgimen de las mercancas) produce sus reestructura-

    ciones necesarias a partir de la extensin de sus propias prcticas o principios materiales, asegu-

    rando la continuidad de su funcionamiento.

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    Ante todo esto, emergen las siguientes preguntas: Cmo afecta el libre mercadoal patrimonio cultural? De qu modo opera el capitalismo sobre/en los bienes cultu-rales? Cmo se relacionan patrimonio cultural y mercanca? Una posible respuesta aestos cuestionamientos nos lleva a revisar brevemente la historia misma del conceptode patrimonio y de la valoracin de los productos culturales, pues solo trazando unagenealoga de ambos elementos nos encontramos con una segunda tensin consti-tutiva y fundamental del llamado patrimonio cultural, la cual va ms all de quiendesigna y elige la herencia, ya que nos enfrenta a la paradjica forma de su etimologay, nuevamente, a su funcionamiento social e histrico, para as entender su actual pro-blemtica en el libre-mercado mundial.

    Como es sabido, la valoracin de productos culturales tiene sus vestigios msremotos en la puesta en valor de los objetos que formaban parte de las primeras co-lecciones de arte de la antigedad occidental. Pero no ser antes de Roma donde esteafn coleccionista de objetos de arte se exhibir de manera ms imponente y pal-pable, puesto que conjuntamente a la avasalladora expansin territorial del imperioromano se llevaba a cabo tambin un expolio de las provincias y pueblos conquista-dos que aliment las colecciones de arte romanas. Pensemos en las imgenes de losconquistadores romanos en su desfile triunfal cargando los tesoros usurpados: obrasde arte, reliquias ceremoniales, objetos religiosos o funerarios, en fin; toda pertenenciacultural del pueblo vencido que tuviese algn tipo de valor para un incipiente mer-cado de obras de arte. Con el auge de un mercado internacional de obras de arte, elacaparamiento de los objetos artsticos singulares actu con frecuencia como smbolode prestigio y poder, lujo y ostentacin, propio de los conquistadores, objetos indispen-

    sables en los triunfos, o que eran incluidos en las villas como exhibicin de la riqueza obuen gusto de sus propietarios patricios (Gonzlez, 1999: 26). Desde aqu en adelantela recoleccin de estos productos culturales parece estar motivada por una singularconvergencia entre su carcter de valiosos tesoros y su cierto valor histrico y cultural.

    Este afn por las colecciones de objetos culturales se mantuvo durante toda lahistoria europea. Se present de forma ms discreta durante la edad media y luegocon una renovada intensidad durante el renacimiento donde comienza por primeravez a cobrar importancia la figura del monumento (del latn monere, recordar) comotestimonio material significativo del pasado, valorndose principalmente aquellos queprovinieran de la antigedad greco-romana. De esta manera, en concordancia con lahistrica y continua prctica de valoracin, recoleccin, preservacin y -por sobre todo-atesoramiento de objetos culturales, ser durante el siglo XVIII donde nacer la nocin

    de patrimonio histrico-artstico. Indiscutiblemente propiciada por el contexto de laIlustracin, comienza aqu tambin la tutela activa del Estado sobre los monumentos ylas obras de arte ejercitada a travs del control de las academias y los museos surgidospor voluntad regia, en perfecto acomodo con la ideologa del despotismo ilustradode fomento de las artes y del decoro urbano (Gonzlez, 1999: 26). Sin embargo, esterenovado inters no se tradujo en una prctica de valoracin integral de la culturamaterial de los diferentes grupos humanos, al contrario, las numerosas excavacionesarqueolgicas conducidas durante los siglos XVIII y XIX tuvieron, en su mayor parte,como nico fin recuperar objetos de inters artstico o de mercado, desdeando y sa-crificando todos aquellos otros que no parecieran tener valor comercial.

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    A la luz de estos hechos, se puede decir, como bien ha sugerido el antroplo-go James Clifford, que todo el proceso histrico vivido por Occidente de recoleccin,posesin, clasificacin y evaluacin de los objetos culturales ha estado asociado prin-cipalmente a la idea de la acumulacin (Clifford, 1995:260 y ss.). En este sentido, la ideay la prctica histrica de acumulacin que caracteriza a las colecciones occidentales deobjetos culturales insina una similitud -muy poco considerada hasta ahora- con el r-gimen de las mercancas en la economa capitalista. Esto lo podemos comprender demanera mucho ms ntida si nos remitimos a las clsicas apreciaciones sobre el carcterde las mercancas que Marx describi en El Capital. Aqu seal como todo productodel trabajo humano contiene dos factores elementales: valor de uso y valor de cambio.El primero, como su nombre lo indica, se constituye en el uso o consumo de los obje-tos producidos sin que medie en este un acto de cambio (entindase principalmentecambio monetario). El segundo valor, por el contrario, se caracteriza por la inmediataconversin de su objeto en dinero, con lo cual lo vuelve ajeno a su utilidad y lo somete ala abstracta valoracin monetaria (Marx, 1946:40-45). Semejante distincin es vital paraMarx, pues toda su crtica del capitalismo se lleva a cabo en nombre de la concrecindel objeto de uso contra la abstraccin del valor de cambio (Agamben, 1995:95). Por suparte, la historia occidental de la valoracin de los productos culturales nos demuestracomo el valor de uso original de estos objetos (pinsese nuevamente, por ejemplo, enun objeto ceremonial) se ve transformado a valor de cambio al insertarse en los merca-dos de obras de arte de la antigedad.

    Llegando a este punto, resulta paradojal constatar que las similitudes con el es-quema de Marx se encuentran ya en el significado original que tuvo en el derecho

    romano el trmino patrimonio, con el que luego, desde el siglo XVIII, se designarn enEuropa los productos culturales que se presuman valiosos. Como sealamos antes deforma ms somera, el trmino patrimonio proviene del latnpatrimonium, esta palabraencuentra sus primeras designaciones como patrimonio familiar en las leyes romanasde las XII tablas bajo las expresiones res familiares o familia pecuniaque, representando la

    potestasdelpatersobre las personas y bienes que constituan su propiedad familiar. Lamovilidad del patrimonio mediante la herencia y la titularidad de los bienes se expre-saban en unidad mediante la conversin de todos los elementos que lo forman a unacifra numrica que es representativa de su valor econmico (Hanisch, 1978:101-102).Dicho de otra manera, en su origen, el patrimonio no designaba ninguna otra cosaque no fuera convertible y expresable en un valor econmico, independiente de lamaterialidad o inmaterialidad de lo que traduca en dinero. La necesaria transmutacin

    entonces de la totalidad de los bienes que lo componen en activos econmicos marcala principal caracterstica del origen del concepto patrimonio en el derecho romano.Una vez que se ha abordado la etimologa del patrimonio no parece tan extraa

    coincidencia que la intima relacin histrica dada entre valoracin de bienes culturales yacumulacin mercantil se consagre en la modernidad europea designando a estos bie-nes como patrimonio cultural. De modo que, su nombramiento en el siglo XVIII comple-ta su ascenso definitivo, el cierre de su coincidente vnculo, es decir, su correspondenciaconstitutiva con las mercancasen un ya establecido mercado mundial capitalista.

    De acuerdo lo anterior, los efectos del mercado capitalista sobre y en el patrimoniocultural pueden entenderse en gran parte si abordamos aquello que el autor de El Capi-

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    tal denomin la rareza que encarnan las mercancas. Segn Marx, los productos del tra-bajo mirados desde su valor de uso no encierran nada extrao en tanto objetos produc-tos de trabajo humano y creados para satisfacer necesidades humanas, sin embargo, unavez convertidos en valor de cambio, las mercancas se presentan bajo un carcter fantas-magrico porque se muestran como si no provinieran del trabajo fsico y las relacionesmateriales que las hicieron posibles, lucen como si tuvieran vida propia (Marx, 1946:80).Esta particularidad de las mercancas fue entendida por Marx como el fetichismo inse-parable del sistema de produccin capitalista. Compartiendo esta mirada, y planteandouna tesis central para entender los efectos sociales del capitalismo actual, Guy Debordlleg a concluir que la cada tendencial del valor de uso en la economa capitalista actualha generado una sociedad del espectculo de imgenes-objeto, pura apariencia, dondela mercanca logra la ocupacin total de la vida social. En otras palabras, donde todo loque antes se viva directamente, se aleja ahora en una representacin (Debord, 1974: 69).

    De esta manera, al insertarse en el mercado mundial actual los bienes culturalesse ven afectados radicalmente, al punto de que el mismo patrimonio cultural terminapor convertirse en una mercanca. Esto se adjunta y se potencia con la tendencia actualen el campo institucional de las polticas patrimoniales que define el patrimonio enrelacin a cosas u objetos descontextualizados del entorno sociocultural en que seproducen y desde el cual obtienen eficacia simblica (Lacarrieu, 2004:157). Es decir,existe una tendencia cosificadora, de tangibilizar lo patrimonial, disocindolo de suvalor de uso: de las prcticas significantes, los saberes y el entramado de apropiacioneslocales, que le dan sentido a los productos culturales.

    Esta tendencia a la cosificacin o mercantilizacin del patrimonio se ha hecho

    patente en gran parte de las ciudades patrimoniales latinoamericanas, donde las inter-venciones urbanas han ido de la mano con el negocio y la especulacin inmobiliaria,con los sectores privados de la industria del turismo y con la pretensin gubernamentalde impulsar econmicamente localidades afectadas por la pobreza y el desempleo,sin que esto ltimo termine por solucionar ese tipo de problemas. Apuntando en estadireccin, se ha sealado que podramos hablar del diseo de verdaderas ciudades-empresas y de la produccin espectacular de marcas asociadas a su patrimonio cultu-ral: la marca-Bogota, la marca-Quito, la marca-Lima (Kingman, 2004:31). En Chile, es em-blemtico el caso de la marca-Valparaso, con ejes patrimoniales construidos en basea la restauracin de fachadas y edificios centrales, pero que realmente esconden la si-tuacin de marginalidad de sus espacios interiores. Esto demuestra que en las polticaspatrimoniales priman los intereses econmicos por sobre las orientaciones culturales

    en base a una participacin y apropiacin efectiva por parte de los habitantes de lasciudades o localidades que son objeto de estas polticas.De esta forma, se nos presenta la segunda tensin constitutiva, intrnseca, del

    concepto de patrimonio cultural y su funcionamiento social: El patrimonio nombraa los bienes culturales que deben conservarse, protegerse y difundirse como heren-cia de una cultura, pero en el mismo nombramiento realiza su tendencial conversinen mercanca, tomando los bienes una existencia independiente de las personas queson sus herederas, un distanciamiento de la cultura a la que pertenecieron y en la cualse crearon. Su nombramiento determina esta conversin en un doble sentido: por unlado, en la propia imputacin originaria sufrida por el patrimonio, en tanto que conce-

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    bido para designar slo aquello que puede ser convertible en un activo econmico; ypor otro lado, en su puesta en valor, posndose espectacularmente por sobre el restode los productos culturales, rodendolo del gesto propio del museo que sustrae a losobjetos de sus usos, descontextualizndolos y, por ello, aparentado su existencia inde-pendiente, es decir, como mercancas. Finalmente, luego de la operacin conjunta deambos efectos generados en el nombramiento patrimonial, al entrar al rgimen de lasmercancas los objetos patrimoniales se escinden de su cultura originaria, la herencia sedesprende para abandonarse a la circulacin libre-cambista.

    4) Cultura global y culturas locales

    Existe un tercer factor importante que afecta a las distintas culturas y sus produccionesespecificas en el contexto actual de la globalizacin, que va ms all de su designacincomo patrimoniales o no, y que sin embargo afecta igualmente al patrimonio cultural:hablamosde la homogenizacin cultural. Repercusin propia del hecho indiscutiblede que existan pases que conformen el centro de la produccin cientfica, tecnolgicay cultural a nivel mundial, generando una divisin del trabajo global a nivel cultural,en la cual unos pases producen y otros slo son receptores de esa produccin. Unbuen ejemplo de esto lo encontramos en la produccin de narrativas e imaginarios delmercado del cine, donde el 85% de las pelculas proyectadas en todo el mundo son demanufactura hollywoodense(Slachevsky, 2004:28). Tambin en el cibermundo, si con-sideramos las expresivas declaraciones del gerente general de Microsoft en Chile queArmand Mattelart cita para demostrar la clara conjugacin entre mercado mundial y

    jerarqua cultural: Internet es un continente gigantesco donde la capital es Estados Uni-dos, el lenguaje es el ingls y la moneda de transaccin es el dlar(Mattelart, 2002:147).Ambos ejemplos dan cuenta de una creciente subordinacin cultural asentada en elfomento a escala macro de un imaginario social que nos hace sentir parte de un mismomolde cultural, de evidente factura occidental.

    La homogenizacin cultural apunta a la instauracin de una sociedad de consu-mo, que instaura pautas de comportamientos y estandariza sistemas de vida principal-mente a travs de las nuevas tecnologas de informacin y comunicacin, mientras seasegura el mantenimiento de la economa capitalista. En este sentido la homogeniza-cin cultural se anexa a la maquina axiomtica de las mercancas del capitalismo mun-dial integrado, puesto que sus productos fantasmagricos -imgenes-objeto dira

    Debord- actan a la vez produciendo necesidades, axiomatizando finalmente nuestrospropios deseos, como bien ha sealado Jess Ibez:

    Lo que esta sociedad produce en realidad, mediante la publicidad, son necesi-dades. No se producen bienes y servicios para satisfacer necesidades preexisten-tes, sino que se producen incesantemente necesidades nuevas y ms variadas:para que podamos y queramos consumir la panoplia cada vez ms extensa ycompleja de productos.(Ibez, 1997:214).

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    Todo indica entonces que las culturas locales se encuentran en una vital encruci-jada. Por ello, hay quienes sealan que ante la tendencia homogenizante de una culturaglobal slo las sociedades con una mayor densidad cultural lograrn insertarse en elmundo transnacionalizado, mientras que las otras quedaran entregadas a la homoge-nizacin y el libre-mercado (Garretn, 2001:30). Ahora bien, lo cierto es que hoy cadacultura local esta inmediatamente expuesta a lo global, pues no hay un afuera delcapital globalizado.

    No obstante, en su localizacin, los agentes culturales experimentan conjunta-mente los procesos de desterritorializacin (con los riesgos de dispersin en la culturaindiferenciada promovida por el capital) y la potencialidad de reconstruir el conjunto desus modalidades de estar-en-comn, de generar mutaciones creadoras de territoriosexistenciales que, como seal Flix Guattari (1990), van en el sentido de una resin-gularizacin individual, colectiva y medio ambiental. Esto quiere decir que, de algunamanera, existe un afuera conectado a la misma categora del capital, como proponeChakrabarty, algo que se conforma al cdigo temporal dentro del cual aparece el ca-pital, a la vez violando ese cdigo, un afuera en el interior mismo del capital que nosrecuerda tambin que otras temporalidades, otras formas de hacer mundo, coexisteny son posibles (Citado en Beverley, 2001:154). En otras palabras, se trata del despliegueinmanente de un conjunto de prcticas locales de apropiacin y autonoma culturalque se traducen potencialmente en formas de modernidades alternativas.

    En este contexto, ciertamente, las producciones culturales que designa el pa-trimonio cultural se vuelven cada vez ms importantes, es decir, juegan un papel nomenor en la encrucijada de la cultura global (homogenizante) y las culturas locales.

    Esto debido a la centralidad que ha adquirido su figura en las polticas culturales tantonacionales como internacionales, lo que se est traduciendo en una propagacin debienes y lugares que pasan a ser nombrados como patrimoniales. Sin embargo, estatendencia -de patrimonializacin de la cultura- no alivia a la figura del patrimonio desus tensiones constitutivas, aunque al mismo tiempo intente proteger a los productosculturales locales de una amenaza externa.

    5) Conclusin

    A la luz de todo lo visto hasta ac, nos siguen rondando algunas preguntas Dnde ra-dica el posible valor estratgico de la figura del patrimonio, su importancia para las cul-

    turas locales en un contexto globalizante? Cmo proteger y conservar el patrimoniocultural-natural, material e inmaterial- ante el avance homogenizador de una culturaconsumista y mercantilizante? Pero sobre todo Cmo asegurarnos de que las tensio-nes del propio patrimonio no terminen por daar irreversiblemente a las culturas loca-les en su desarrollo? Como vemos, el patrimonio cultural se inserta en medio de todasestas problemticas de una manera confusa pues presenta sus propias tensiones inter-nas, las cuales revisamos y apuntan igualmente al debilitamiento de las culturas locales,pero a la vez nos es imposible negarle su condicin de estrategia para la proteccin delas amenazas externas que tambin ponen en peligro a las producciones culturales lo-

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    calizadas. En definitiva, la aparicin del discurso del patrimonio cultural, y sus prcticaspolticas, es tan reciente en nuestras sociedades que sera difcil evaluar si realmente lo-gra o no superar la amenaza de la homogenizacin y la prdida de las tradiciones cultu-rales. Por ahora, las contradicciones internas que presenta en su propio funcionamientosocial parecen indicar que deberamos, en cada caso, revisar crticamente la figura delpatrimonio cultural y sus operaciones, puesto que representan en s mismas un proble-ma y no una solucin estndar, ya sea en trminos econmicos, sociales o culturales.Esto apuntara finalmente a replantear y corregir las tensiones que el patrimonio hapresentado, buscando desmontar su figura actual mediante esfuerzos colectivos, quedesborden las participaciones nominales y devengan en una des-institucionalizacindel patrimonio traducida en el ejercicio real de una poltica cultural.

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