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10 más de dos años de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario (26.618), en Lincoln, y a pesar de unas tibias averiguaciones, todavía no se ha efectuado ningu- na boda gay. Esta realidad llamati- vamente dista de lo que ocurre en otros partidos aledaños donde los casos de matrimonios celebrados entre personas del mismo sexo –si bien no alcanzan cifras espectaculares- ya contem- plan la apertura de los primeros listados. No obstante, tras la sanción el pasado 9 de mayo de la Ley de Identidad de Géne- ro (26.743), la oficina local del Registro de las Personas ha computado hasta ahora un solo trámite y, según pudo saber Telémaco de boca de su propia solicitante, pertenece a Lorena Paola Romano. “Cuando fui a tra- mitar el cambio de identidad, en el Registro me dijeron que yo con mi iniciativa había roto el hielo que hacía rato no se rompía acá”, cuenta Lorena (29) -oriunda de San Isi- dro- en su casa del barrio Plan 100, donde vive desde hace nueve años. “Valoro mu- cho esta ley, llevo muchos años esperando poder cambiar la identidad y con el nuevo documento empiezo a hacer un tratamien- to de tres años y después me puedo hacer la operación de reasignación de sexo”, dice Lorena, que desde los 14 años se gana la vida ejerciendo la prostitución. Quien también aguarda por la llega- da de su nuevo DNI es la linqueña Tamara Sánchez (24), enfermera en el Hospital In- terzonal Gral. de Agudos de Junín, que se anticipó a la jugada y empezó a tramitar su cambio de identidad en el Registro de las Personas de la ciudad de La Plata unos días después de sancionada la ley. “Hace cua- tro meses empecé los trámites en La Plata porque acá todavía no estaba la posibili- dad. Después, por un accidente que tuve en moto, no pude viajar y hace unas semanas volví y lo completé; en un mes me va llegar el DNI por correo”, dice Tamara, que no oculta su alegría. Y confiesa que la nueva partida de nacimiento se la dio para que la guarde a su mamá: “Ella me lo pidió, es uno de los papeles más impor- tantes de mi vida y sé que ella lo va a guardar mejor que yo. Sentí mucho orgullo y mi mamá enseguida me abrazó porque, más allá de lo que pasamos, ella siempre estuvo orgullosa de que yo me superara e hiciera las cosas bien”, dice Sánchez; “Pupy” para sus amigas, una de ellas folklorista, le propuso que pasara a llamarse Tamara, por la cantan- te Tamara Castro. <<Si querés hacer plata en Lincoln ten- drías que poner un bar gay y afuera un pues- to de panchos. Adentro del bar habría cua- tro personas, sería un fracaso. Pero afuera tendrías a todo el pueblo viendo qué putos entran>>. Estas palabras resultan cómicas y hasta graciosas por esa situación que a los lin- queñxs nos pinta de cuerpo entero y define cómo es nuestra sociedad. Sin embargo, en boca de alguien que elige una orientación sexual diferente a la heterosexualidad, las convierten en algo entre deplorable y una muestra de la carga de estigmas que pululan en el imaginario social local. El afloramiento de la sexualidad es casi, por regla, una vivencia traumática para el cuerpo y la psiquis de cualquier niña y/o niño que empezará a adolecer esa transfor- mación. De allí la a-dolescencia, dicen los es- pecialistas, etapa que puede prolongarse un poco más allá de la barrera de los 20 años. Telémaco conversó con vecinxs de la comunidad Gay, Lésbica, Transexual, Travesti y Bisexual (GLTTB) para saber cómo se vive una elección sexual y de género diferente en las tierras que rinden homenaje a Abraham Lincoln, uno de los más vastos luchadores por las libertades individuales. ¿Qué es ser puto? ¿Qué es ser torta? ¿Y una travesti? ¿Y bisexual? Los vientos de cambio que asoman y los resabios más conservadores de una sociedad que no es ajena a las transformaciones culturales de la Argentina. Por Juan Ignacio Sago

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Nota de tapa - Telémaco #2

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más de dos años de la sanción de la

Ley de Matrimonio Igualitario (26.618), en Lincoln, y a pesar de unas tibias averiguaciones, todavía no se ha efectuado ningu-na boda gay. Esta realidad llamati-vamente dista de lo que ocurre en otros partidos aledaños donde los casos de matrimonios celebrados entre personas del mismo sexo –si bien no alcanzan cifras espectaculares- ya contem-plan la apertura de los primeros listados.

No obstante, tras la sanción el pasado 9 de mayo de la Ley de Identidad de Géne-ro (26.743), la oficina local del Registro de las Personas ha computado hasta ahora un solo trámite y, según pudo saber Telémaco de boca de su propia solicitante, pertenece a Lorena Paola Romano. “Cuando fui a tra-mitar el cambio de identidad, en el Registro me dijeron que yo con mi iniciativa había roto el hielo que hacía rato no se rompía acá”, cuenta Lorena (29) -oriunda de San Isi-dro- en su casa del barrio Plan 100, donde vive desde hace nueve años. “Valoro mu-cho esta ley, llevo muchos años esperando poder cambiar la identidad y con el nuevo documento empiezo a hacer un tratamien-to de tres años y después me puedo hacer la operación de reasignación de sexo”, dice Lorena, que desde los 14 años se gana la vida ejerciendo la prostitución.

Quien también aguarda por la llega-da de su nuevo DNI es la linqueña Tamara Sánchez (24), enfermera en el Hospital In-terzonal Gral. de Agudos de Junín, que se anticipó a la jugada y empezó a tramitar su cambio de identidad en el Registro de las Personas de la ciudad de La Plata unos días después de sancionada la ley. “Hace cua-tro meses empecé los trámites en La Plata porque acá todavía no estaba la posibili-dad. Después, por un accidente que tuve

en moto, no pude viajar y hace unas semanas volví y lo completé; en un mes me va llegar el DNI por correo”, dice Tamara, que no oculta

su alegría. Y confiesa que la nueva partida de nacimiento se la dio para

que la guarde a su mamá: “Ella me lo pidió, es uno de los papeles más impor-tantes de mi vida y sé que ella lo va a

guardar mejor que yo. Sentí mucho orgullo y mi mamá enseguida me abrazó porque, más allá de lo que pasamos, ella siempre estuvo orgullosa de que yo me superara e hiciera las cosas bien”, dice Sánchez; “Pupy” para sus amigas, una de ellas folklorista, le propuso que pasara a llamarse Tamara, por la cantan-te Tamara Castro.

<<Si querés hacer plata en Lincoln ten-drías que poner un bar gay y afuera un pues-to de panchos. Adentro del bar habría cua-tro personas, sería un fracaso. Pero afuera tendrías a todo el pueblo viendo qué putos entran>>.

Estas palabras resultan cómicas y hasta graciosas por esa situación que a los lin-queñxs nos pinta de cuerpo entero y define cómo es nuestra sociedad. Sin embargo, en boca de alguien que elige una orientación sexual diferente a la heterosexualidad, las convierten en algo entre deplorable y una muestra de la carga de estigmas que pululan en el imaginario social local.

El afloramiento de la sexualidad es casi, por regla, una vivencia traumática para el cuerpo y la psiquis de cualquier niña y/o niño que empezará a adolecer esa transfor-mación. De allí la a-dolescencia, dicen los es-pecialistas, etapa que puede prolongarse un poco más allá de la barrera de los 20 años.

Telémaco conversó con vecinxs de la comunidad Gay, Lésbica,

Transexual, Travesti y Bisexual (GLTTB) para saber cómo se vive una elección

sexual y de género diferente en las tierras que rinden

homenaje a Abraham Lincoln, uno de los más

vastos luchadores por las libertades individuales.

¿Qué es ser puto? ¿Qué es ser torta? ¿Y una travesti?

¿Y bisexual? Los vientos de cambio que asoman y los

resabios más conservadores de una sociedad que no es

ajena a las transformaciones culturales de la Argentina.

Por Juan Ignacio Sago

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¿Pero qué pasa con ese adolecer en el niño gay, en la torta o en la chica travesti? ¿Qué pasa cuando quien debe afrontar esa etapa de crecimiento también se ve obstaculizado por los parámetros de “normalidad” que se le imponen a su propia subjetividad? ¿Cuáles son los efectos que su entorno -la familia, la escuela, el club, amigas y amigos- le produ-cen? Como en un juego de mamushkas, pri-mero hay que quitarse el clóset; pero luego habrá que caminar contra el paredón, esca-par al acoso del dedo que señala, clasifica, estigmatiza y acorrala.

“Una de las razones por las cuales me fui de Lincoln fue para poder vivir mi sexualidad más libremente y fortalecerme; es lo que llamamos sexilio [NdR: fenómeno por el que personas con identidades distintas a la he-terosexual se ven obligados a emigrar de su barrio, su comunidad o su país]”, cuenta Sil-via Palumbo (48), artista lesbiana-feminista, condición con la que tuvo que lidiar durante su juventud en un núcleo familiar ligado a la policía y un contexto social hostil como fue la última dictadura militar para toda mani-festación que se opusiera a los valores de la “civilización occidental y cristiana”. “No creo que la invisibilidad sea saludable para nadie. Muchísimas compañeras lesbianas que están en el clóset terminan con problemas muy se-veros: alcoholismo, depresión. Ahora no tan-to, pero diez años atrás era muy difícil vivir en un pueblo como Lincoln y lo sigue siendo. Tengo amigas acá, que viven heterosexuali-zadas; la cultura heterosexual es muy brutal”, dispara Palumbo.

“No soy de responder porque ya no me afecta. Capaz que me doy vuelta y le digo: ‘decime algo que yo no sepa que soy’ por-que me está diciendo lo que soy, me está afirmando lo que soy. Hay gente que usa dos o tres palabras para un mismo término y, en realidad, es lo mismo. Que te digan ‘puto’ lo tomo como algo natural. Te dicen: puto, gay, trolo, y es lo mismo. O maricón. Hay una frase que me causó risa porque no tiene sentido…‘puto relajado’. ¿Cómo es un puto relajado? Me da risa eso”. Carlos Alberto Bramajo (38), empleado en una casa de familia y estudian-te de Trabajo Social, dice no sentirse “bicho raro”, pero todavía nota la mirada examina-dora de la gente de Lincoln al pasar. “Creo que Buenos Aires es más destapado y los prejuicios no están tan presentes como en las ciudades chicas. Acá cualquier chico se viste con un jean ajustado y una remera y ya lo etiquetan que es tal cosa. En Buenos Aires

6.000 MATRIMONIOS A principios de 2012, según el Registro Provincial de las

Personas, en la provincia se habían realizado 835 uniones y en la zona se contabilizaban: Junín, 9; Nueve de Julio, 9; Riva-

davia, 4; Gral. Villegas, 1; Bragado, 1; Pehuajó, 1; Pergamino, 5; 25 de Mayo, 4; Gral. Pinto, 1. Para mayo, se registraban 1.455 matrimo-

nios igualitarios en territorio bonaerense, siendo la provincia con mayor cantidad de bodas, aun por encima de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que al mes de julio había validado 1.405, según difundió la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). Ambas regiones concentran casi la mitad de las uniones (2.860) sobre un

total de más de 6.000 registradas en todo el país. Lincoln, por el momento, no pa-rece ser un bastión más donde se esté “legalizando” la igualdad de derecho para

las personas de la comunidad GLTTB

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casi que podés andar desnudo en la calle que no pasa nada. Incluso en Junín, yo iba a la facultad, andaba caminando y en la calle era uno más. He nacido acá, me he criado acá y todavía algunos se asombran de ver-me. Si fuera de otro lado, bueno. Pero soy de acá”, relata Bramajo.

Alejandro Sarco (36) es dueño de un parripollo y, más allá de su bisexualidad, cuenta que en su negocio le va muy bien. Dice que nunca se sintió discriminado por su orientación. Sin embargo, al referirse a la vida en Lincoln es muy claro: “Con mi ex pa-reja, que hasta hace poco vivía acá, íbamos a todos lados juntos, pero obviamente no nos tomábamos de la mano ni nos besába-mos en la calle. Eso yo lo cuidaba porque la sociedad es muy prejuiciosa. Me gusta-ría que se pudiera hacer como en Buenos Aires, donde anda gente por las plazas, se sientan, se besan. Eso acá no lo podés ha-cer porque enseguida te están mirando, te sacan el cuero”.

“Hay una diferencia grande entre el gay del pueblo y el gay de Buenos Aires. El gay de Buenos Aires tiene sus pares, se junta con otros gays, es distinto al gay de acá que tiende a juntarse sólo con chicas. El gay de allá puede conocer a mucha más gente. Cuando me fui de acá me dejé de juntar con chicas y pasé a tener un montón de ami-gos”, explica Maximiliano Torrilla (29), casi trazando una interpretación sociológica de lo que es la vida gay en Lincoln, donde vol-vió a radicarse tras haber vivido en Capital

Federal durante más de diez años. Para su sorpresa, la ciudad cambió, y mucho. “Cuan-do me fui era un pueblo y cuando volví me encontré con una ciudad; faltan muchas cosas, pero creció bastante. Y si me vine fue por eso. Con mi pareja lo hablamos y diji-mos: ‘Hoy se puede vivir en Lincoln’. Aparte tengo otra mentalidad. Lo que no me gusta es que hay muy pocas opciones: vas al bar o vas al boliche… y murió. Pero tenés alterna-tivas: te podés ir a Junín, a Rosario, yo trato de no encerrarme acá”.

La vida social para alguien de la comu-nidad GLTTB linqueña es problemática. No hay espacios libres “del qué dirán”, ni espa-cios friendlies en los que poder soltarse por un instante. El espectro de variedades es estrecho y eso abarca, obviamente, las po-sibilidades del amor. “Esto a mucha gente le da temor y más que nada a las mujeres, porque las lesbianas tenemos un problema tremendo ya que para la sociedad dejamos de ser ‘mujeres’, dejamos de ser ‘madres’, de-jamos de cuidar a los hombres porque pasa-mos a cuidar otras mujeres y dejamos de ser reproductoras del patriarcado. Esto genera

más rechazo que el que se propina a un gay. Yo tengo una doble opresión: como mujer y como lesbiana”, dice Palumbo.

Carlos Bramajo, Caro para sus amigas, con-sidera que las nuevas generaciones tienen una mentalidad más abierta y que por los conocimientos que dominan, “nosotros, al lado de ellos, éramos unos pavos”. Y ensegui-da recuerda que su infancia estuvo signada por el rechazo que sus gestos y sus modos poco “normales” para un nene producían en su madre: “Cuando tenía 9 o 10 años mi madre me llevaba al psicólogo porque no me aceptaba como gay, me llevaba, me lle-vaba… Hasta que la psicóloga le dijo: ‘Mire, señora, su hijo es así’”.

Tamara tampoco la tuvo fácil: “Cuando tenía 12 años, mis viejos me echaron por mi condición sexual y viví sola hasta los 16 en una casa desocupada que tenía una amiga, pero sola, porque ella estaba en la casa de sus padres. Después me fui a vivir con mis abuelos y gracias a ellos mis viejos me vol-vieron a aceptar”. “Pupy” reconoce su fe ca-tólica y ser seguidora de la Virgen de Luján; y que hace tiempo no pisa la Iglesia, aunque es de ir a las peregrinaciones y eso no le ge-nera contradicciones, más allá de que ya no prefiera hablar con algún párroco. “Una vez un sacerdote me dijo: ‘¿Sabés por qué sos travesti?’. ‘No’, le contesté. ‘Porque una chica murió y se reencarnó en vos’. Yo lo miré y me

“Me parece súper

interesante que cada ser

huMano pueda deconstruir,

construir y recrear su

género coMo tenga ganas”

(paluMbo)

Silvia Palumbo. “La música me salvó, fue algo reparador”.

Lorena Romano. “Quisiera dejar la calle. Mi idea siempre fue ser terapeuta”.

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dije ‘no puede ser tan ignorante’”, cuenta Tamara y se le escapa la risa. “La verdad, nunca me hice esa pregunta. Yo creo que es algo normal porque no es que me hice de grande”, dice respecto a cómo se presentó en ella su identidad travesti.

Según los estudios de género, en el origen la distinción es macho o hembra, hembra o macho. Es decir, no hay una di-reccionalidad natural entre genitalidad y sexualidad. No hay un camino natural que una al pene con la masculinidad y a la vagina con la femineidad. “La identidad de género es una construcción cultural. Los primeros cuestionamientos del géne-ro asignado por haber nacido hembra o macho vienen de la mano del feminismo. Me parece súper interesante que cada ser humano pueda deconstruir, construir y re-crear su género como tenga ganas”, sostie-ne Silvia Palumbo.

“El gay no es el que juega a las muñecas ni el que anda en tutú. Yo no jugaba a la pe-lota, pero sí jugaba al rugby. Ahora juego a la PlayStation, tengo mis cosas, pero no soy como el estereotipo que muestran en la tele. Eso hay que cambiarlo. Un ejemplo era Juan Castro, que proponía otro prototi-po de gay distinto a Ronnie Arias o Flavio Mendoza”, observa Maxi.

Así, lo que determina la afirmación de una identidad de género es un ordenamien-to simbólico -la ropita rosa para la nena, la celeste para el nene, las muñecas para ella, los autitos para él- que nos va induciendo en el proceso de sexuación; poco a poco, nos encamina hacia la bolsa de las “muje-res” o la de “varones”. Y podríamos aceptar que también podemos “hacernos”: gays o

tortas, bisexuales o travestis. Y hay más.“No es tan complicado si tenés una fami-

lia que es abierta, que realmente quiere ver feliz a un hijo y lo acepta tal cual es, como sea. Yo me di cuenta a los 10 años. No era

de jugar a la pelota, siempre andaba con mis compañeras jugando a la soga, me gus-taban todos esos juegos femeninos. Y un día le dije a mi papá que yo no me sentía un chico, que a mí me gustaba la ropa de mujer y no me gustaba vestirme como va-rón. ‘Ya lo sabía, pero tenía que salir de tu boca’, me respondió. Entonces empecé a usar guardapolvo con tablitas y cinturón, tenía el pelo largo a la cintura y usaba dos trencitas. Fue un impacto fuerte tanto para mis compañeros como para mis maestros. Si bien sabían que yo era afeminada, no se imaginaban que iba a cambiar rotunda-mente de un año para el otro”, explica Lo-rena, quien no es de aquellas que dan pena, como canta Andrés Calamaro (Ver aparte).

“le dije a Mi papá que no Me

sentía un chico, que a Mí Me

gustaba la ropa de Mujer

y no Me gustaba vestirMe

coMo varón. ‘ya lo sabía,

pero tenía que salir de tu

boca’, Me respondió.”

(lorena)

JUGUETERÍA LIBRERÍA DIARIOS REVISTAS GOLOSINAS

Sarmiento y Güemes - Lincoln (BA)

Maxi Torrilla. “Yo primero salí del closet y después viví”.

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La homofobia, el rechazo, la discrimina-ción, la segregación, la misoginia, el andro-centrismo, son todas formas de lo mismo: el heterosexismo encarnizado que manda a: callar, guardar, no mostrar, reprimir, ser nor-mal. Son estas formas de opresión las que no permiten Ser y obligan a Estar Siendo. La identidad sexual, como toda identidad, se muestra precaria, aún aquella que creemos no tiene cuestionamientos que hacerse como la heterosexual. De lo contrario, ¿por qué tanta necesidad de catalogar, señalar y estigmatizar a quien a�rma una elección sexual diferente?

“Para mí si sos homofóbico es porque te gustan los putos, simple. No podés tener tanta homofobia para con un puto que no te hizo nada y no te va a hacer nada más que mantener una charla o mirarte, porque cualquiera te puede mirar hoy día”, apunta Tamara.

Los discursos acerca del sexo, que hoy encontramos estallados en nuestra socie-dad, son parte de una preocupación que empezó a manifestarse en las sociedades de la época victoriana (siglo XIX). Allí, se-gún el �lósofo Michel Foucault, podemos detectar la presencia de un dispositivo de sexualidad cuya razón de ser es la de “pro-

liferar, innovar, anexar, inventar, penetrar los cuerpos [de una manera] cada vez más detallada y controlar a las poblaciones de manera cada vez más global”. Era necesario garantizar la reproducción biológica de la especie. Y será necesario que la sexualidad de la especie humana se ajuste al disposi-tivo de alianza, de unión, que dé paso a la familia como célula que permite regular los nacimientos, el cuerpo femenino (procrea-dor), la precocidad de la infancia (se casti-gará la masturbación) y la especi�cación (neutralización) de los perversos (nuestros desviados: putos, tortilleras, bisexuales, transexuales, travestis, queers).

“Si bien en mi entorno siempre se supo que yo era lesbiana, tardé mucho tiempo en decirlo abiertamente y naturalizarlo. Y como decimos siempre todas: una nunca termina de naturalizarlo porque la mayoría de la gente da por sentado que una es he-terosexual, entonces te ves obligada a decir ‘en realidad, yo soy lesbiana’, y a veces una tiene más fuerza y otras menos fuerza para hacerlo”, dice Silvia, y deja al descubierto ese mundo que, como dice ella a través de la música, todavía le duele.

“A mí me gustan las dos cosas, me da exactamente lo mismo una mujer que un varón. Hace poco estuve a punto de casar-me con una persona de Buenos Aires. Lo

“SI SOS HOMOFÓBICO ES PORQUE

TE GUSTAN LOS PUTOS, SIMPLE.

NO PODÉS TENER TANTA

HOMOFOBIA PARA CON UN

PUTO QUE NO TE HIZO NADA”

(TAMARA)

Tamara Sánchez. “Siempre traté de progresar. Nunca le di el gusto a nadie que me cerrara la puerta y me dijera ‘quedate adentro’ ”.

Moreno 86Tel. Fax: 02355 - 422095

Lincoln - Bs As

Alberdi 729 Lincoln - Tel (02355) 423630 Fax: 02355 431948 - [email protected]

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*“Desde chicos, todos sufrimos las mismas violencias, tanto más brutales porque eran, en

muchos casos, inconscientes y hasta ‘bienintencionadas’. Aprendimos a entrever en la palabra maricón, ade-más de una injuria, una amenaza, y toda nuestra subjetividad se formó teniendo como referencia esa pre-vención. Para sobrevivir nos vimos obligados a vivir en un mundo secre-to y solitario, re�ejado en los modos de nuestra imaginación y de nuestro deseo”

(Leopoldo Brizuela, escritor, Clarín 09/09/2003)

conocí por chat, se vino un día y se quedó a vivir conmigo. Pero prácticamente me usó, yo le di todo lo que no tenía y después él agarró y se fue. Menos mal que no me casé”, relata Sarco, y esa frustración rápidamente se convierte en una anécdota simpática, o así parece cuando nos mira, cede un mate, y suelta su risa histriónica. En el mundo gay es muy común que Internet se haya vuelto una gran aliada a la hora de producir en-cuentros virtuales que luego entablan vín-culos más allá de las “fronteras sociales”.

Cuántos gays hay en Lincoln, pregun-tamos. “Ciento y pico, pero el tema es que lo digan. No sé cuantos están dispuestos como yo a salir y decirlo. De esos seremos veinte. Me pidieron hacer una entrevista y acá estamos. No sé por qué existe esa men-talidad, no sé qué será. Pero si vos entrás a Badoo o Manhunt [NdR: dos sitios cuyo �n es conocer personas mediante el chat, y muy populares entre la comunidad gay] y ponés Lincoln, te salen 200 per�les. Acá somos pocos y nos conocemos mucho”, sentencia Maxi.

Telémaco aclara que todavía no se ha desligado de su concepción androcéntrica y heterosexista, pero proclama con Naty Menstrual: Que cada cual haga de su culo un pito, de su pito una concha y de su docu-mento una revista Pronto. Antes de actuar, mejor, guarde(monos) el dedito.

Alejandro Sarco. “Me parece bien que hoy dos varones puedan criar a un chico”.

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- ¿Por qué un libro con la historia de la homosexualidad?

Siempre me llamó mucho la atención la discriminación, no entendía el porqué, cuál era su raíz. Muchas veces, notaba que la sola presencia de un gay o una lesbiana, en algún lugar, modi�caba el comportamiento de la gente. Te miraban distinto, y no terminaba de entender por qué. Entonces empecé a intentar contestarme de dónde venía eso. El libro tiene ese tono de asombro. Así encontré mucho material y me pareció interesante po-nerlo todo en contexto desde la investigación periodística.

- ¿Si no lo hubiese escrito Bazán, sólo lo hubiese escrito otro homosexual?

En 2001 escribí una nota en la revista No-ticias sobre lo que era el destape de la confe-sión gay. En ese momento éramos muy pocos los que escribíamos sobre la cuestión gay y éramos gays. Se daba por sentado que si ese tema te interesaba era porque eras gay. Lo cual me llamaba la atención porque les decía ‘Vos escribís sobre los sobornos en el Senado, pero no necesitás ser un corrupto para que te interese’. Sin embargo, para escribir sobre este tema parecía que sí. El libro comenzó por un impulso vital para responder a una pregunta que yo me hacía. Sí, en aquel momento sólo lo podía haber escrito alguien con un interés gay. Hoy ya no lo creo así.

“El mercado nos aceptó antes que el Estado”

-¿Cuándo empezó a hablarse abierta-mente en los medios de comunicación de los derechos de los gays? ¿Fue antes de la san-ción de la Ley de Matrimonio Igualitario?

Esa tapa de Noticias signi�có la primera vez que una revista de consumo masivo ha-blaba del tema de la diversidad sexual sin una mirada moralista. La editorial no estaba muy convencida, era una jugada arriesgada. Para ellos la idea era ‘Si la gente compra la revista es porque es un tema que ya se puede deba-tir, si no les gusta, nos fuimos al carajo’. Fue el número más vendido del año, en un año en que renunció López Murphy, cayó De la Rúa,

etc. Y las revistas masivas, la televisión, la ra-dio entendieron que era más negocio estar a favor que en contra. Cuando notan que el mercado se banca comprar una revista así, es porque algo había cambiado.

- Como que el mercado también volvió a “diversi�carse”…

Después de la crisis argentina y la Guerra en Irak, el turismo internacional entendió que viajar por el hemisferio norte era complicado. Había pasado el atentado de Atocha (Madrid), entonces empezaron a mirar al sur. ¿A qué lu-gar del sur vas siendo un gay con dinero y del primer mundo? La ley de Unión Civil en Ca-pital Federal daba cierta idea de país friendly, no había caníbales que se los comiesen. Acá se hizo un congreso muy importante de turis-mo gay. Nosotros, en el fondo de la miseria, veíamos dólares y euros y no nos preguntába-mos si eran héteros o gays: venía guita. Has-ta 2003 para una pareja gay pedir una cama matrimonial en un hotel era un problema. Los hoteles se dieron cuenta que no tenía que ser así, tenían un nuevo mercado. Es triste, pero los gays fuimos, primero, aceptados por el mercado que por el Estado. Fuimos, primero, clientes antes que ciudadanos. Es muy triste, pero funcionó así. Hay una fuerte presencia gay extranjera, se nota en todo el país.

El periodista Osvaldo Bazán (49) es autor de Historia de la homosexualidad en la Argentina (editorial Marea), libro prolí�co que recupera la historia gay desde la llegada de Colón a América hasta la

actualidad. Un libro que, sin proponérselo, fue usado como argumento por el diputado Agustín Rossi en el debate en el Congreso que dio

sanción a la Ley de Matrimonio Igualitario en julio de 2010.

“Como me parecía que la ley salía, me fui a dormir. Cuando a las 6AM me levanto para ir a trabajar, veo en la computadora un montón de mensajes de felicitación. Voy a Youtube, veo el cierre de Rossi y me emocioné muchí-simo. Mi profesión no me puede dar una alegría mayor

que la que tuve en ese momento. Sentí que había cumplido mi trabajo; sirvió para algo”.

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“Formar una familia es lo que más anhelo en mi vida”

Es domingo y atravesamos el barrio Plan 100 en dirección sur. A nuestra espalda, el Leonardo Costa; a la de-

recha, iluminada, se ve la canchita del Hogar Virgen Niña. Bajamos la ventanilla y pregun-tamos por la calle Malvinas Argentinas. Una señora quiere saber a quién buscamos. Res-pondemos que a Lorena. La mujer deja en-trever una sonrisa socarrona; nos dice que es cruzando la esquina. La tarde llega a su �n, no hay chicos ni chicas en las calles, el barrio está a oscuras. El auto en que nos movemos no co-labora: es rojo y de vidrios polarizados.

Nuestra visita es previsible incluso para Lo-rena, que nos espera con la puerta entornada. Ha visto todo desde la ventana. Ella es tan alta como nosotros. Aun en su casa luce unos za-patos animal print con tremendos tacos y lleva un jean ajustado. Nos sentamos alrededor de la mesa. Junto a la ventana está la tele encen-dida. El ambiente es amplio pero una pantalla de gas a garrafa nos calefacciona, expidiendo un ruido aletargador que sólo percibiremos al desgrabar la entrevista. Lorena se sienta a la cabeza, tiene el mate listo: yerba y azúcar en cantidades su�cientes. A su espalda, en un rincón, se levanta su santuario al Gauchito Gil. “Le pido protección y que me haga el favor en el trabajo. Y siempre me va bien”, cuenta Lore-na, que asegura conocer todas las habitacio-nes de los tres telos de Lincoln, y que todas las noches se para a orillas de la ruta y llega a completar jornadas de hasta 15 o 20 clientes.

- ¿Cómo es el per�l de tus clientes?De 18 a 60 años. Hay casados, solteros, con

novias. La trampa está buena, porque vos es-tás con alguien que sabés que tiene compro-miso, que anda escondido. En Lincoln, mucha

gente que sale conmigo al otro día la veo: en un negocio, con la mujer, en el trabajo. Nunca voy a hablar nada, pero a veces me pongo a pensar: ‘A él lo conozco, con él intimé’. Es como un sue-ño cumplido lo prohibido.

- ¿Te han pedido cosas raras?Sí, montones. Me han pedido ser activa

y pasiva, pero lo mío es ser pasiva. Hay gente con la que decís: ‘Mirá lo que resultó’. Conmi-go podés hacerte un libro si querés, ¿sabés la plata que sacamos? Si se me a�ojara la lengua, me linchan, me sacan la roja, mal. Me gano el respeto de la gente por eso. Siempre digo que no pagan el sexo, me pagan el silencio. El sexo sería algo secundario.

-¿Qué es lo que busca el cliente en vos?La fantasía de estar con una mujer que tiene

pene, y obviamente muchos saben que el sexo es mejor que con una mujer. Siendo travesti y siendo hombre sé lo que le gusta a un hombre en la cama. Mi ideal es generar y que me gene-re placer; ahí es cuando es satisfactorio, cuando me gusta, cuando me da ganas. Pero hay per-sonas que son frías, se acuestan y te piden que hagas tu trabajo. Yo compartiría la idea de que disfrutemos los dos. El solo hecho de acostarte con alguien por dinero lo dice todo. Imagina-te todo lo que pasa por la mente, todo lo que sentís cuando no sentís nada por alguien. Esto es una actuación, tengo que convencer a cual-quiera de que es el mejor amante.

La conversación desemboca en su llegada a la ciudad en 2003, la mirada de alguien que no nació acá y que sólo sabía que en Lincoln había carnavales. “Es una ciudad grande con alma de pueblo. Con buena gente pero muy cerrada. Cuando vine me costó un montón co-

nocer gente y hacer amistades. Siempre que pedí trabajo me dijeron: ‘después te llamamos’, y eso es por mi condición sexual”. Luego todo �uye hacia las preocupaciones recurrentes, cuestiones que, a veces, Lorena –más allá de su buen ánimo y positividad- siente que no pue-de resolver: “Para mí es un bajón la soledad, acá no tengo familiares. Tengo amigos, pero no es lo mismo que tener tu familia o estar de novia, acompañada. Eso es distinto”.

Pese a que se desplaza en moto -y no a poca velocidad- Lorena tiene algo de diva en sus gestos, en su pose. Dice que imita a Moria Ca-sán y le envidia su lengua karateca, porque ella también es de no callarse lo que piensa. “A un amigo le digo: ‘Vos sos tan vulgar’, o repito esa otra frase que siempre dice: ‘Se quieren colgar de mis tetas’”, y jura que son muchos los que sueñan con colgarse de sus lolas en Lincoln.

Lorena no conoció a su madre biológica y se crío con su abuela paterna. “Madre es la que te cría, no la que te pare. No le guardo rencor, le agradezco que me dio la vida. Pero yo creo que ni una perra abandona a sus cachorros y ella lo hizo”, a�rma. Sin embargo, reconoce tener un instinto maternal que cada tanto le a�ora en sueños: “He soñado montones de veces que estaba en la casa de una amiga y le decía ‘Mirá, boluda, la panza que tengo’. Me miraba en el espejo y parecía una sandía la panza, era gigan-tesca. Y me despertaba tocándome el vientre y me daba cuenta de que no era así, y me quería morir”, se lamenta. Pero con�esa que eso no le quita las esperanzas: “Formar una familia es lo que más anhelo en mi vida y adoptar no un hijo, sino tres o cuatro. Adoptar, para mí, es un gesto de más amor que alquilar un vientre”.

Producción: P. F. y J. C. G. - Fotos: Juan Cruz García