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Número 1. Abril 2009

Dirección

Elisabet, ñam

Equipo de redacción

Boris Rudeiko, Elisabet, Esther, ñam, pepsi

Diseño y fotografía

Margarita, pepsi

Publicidad y comunicación

Esther

Colaboradores prosófagos

B. Miosi, Gabi, Nelo, Laren

Colaboradores externos

José María Lafuente

Agradecimientos

Alberto Vázquez Figueroa Rosa Montero Arlette Geneve

Montserrat Rico Góngora Julio Maruri.

La Redacción no se hace responsable de las opiniones expresadas por los colaboradores

externos y los autores entrevistados.

Se prohíbe la reproducción de las imágenes y los contenidos publicados sin el consentimiento de su autor. Para la reproducción total o parcial de algún texto o imagen, se ruega contactar con la Redacción

a: [email protected]

© Prosófagos, 2009

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Hace más de un año, en algún lugar del mundo virtual, hubo quienes entonaron una Balada para un loco; y fue respondida de inmediato por un discreto pero entusiasta puñado de voces. Así nació Prosófa-gos, como resultado de un sueño colectivo: el de crear un espacio que nos permitiera expresar las ideas en libertad, compartir, aprender y crecer como escritores.

Prosofagia, revista que da hoy sus primeros pasos, nace del corazón mismo de Prosófagos; por eso, es y será el producto del esfuerzo y colaboración de todos los compañeros que se sumen a la iniciativa.

¿Qué queremos ofrecer en estas páginas? Ficciones y pistas para el camino. Todos los que entramos en estos foros amamos la literatura, escribimos y pretendemos escribir cada vez mejor; y tal vez soñamos con publicar nuestras obras un día, o ya hemos comenza-do el arduo trayecto entre editoriales y agencias.

Sabemos que cada escritor debe recorrer su propia senda; pero conocer las rutas de aquellos que ya han alcanzado experiencia y reconocimiento siempre es enseñanza y estímu-lo. Por eso dedicamos este primer número a las entrevistas realizadas a autores consagrados, quienes han tenido la generosidad de contarnos cómo ha sido y es su relación personal con la literatura.

En otros números, acercaremos a los lectores selecciones de nuestros relatos, para que puedan disfrutar de un viaje por los terruños de la imaginación de nuestros compañeros de foro.

Finalmente, no olvidamos que quien ama se afana por conocer más, así que también construiremos espacios para pensar la Literatura y sus formas de hacer.

Sin más,

os invitamos a pasar estas hojas y entrar…

ED

ITO

RIA

L

Prosofagia:Fiebre virulenta altamente contagiosa que se caracteriza por una afición voraz a la ficción en prosa. Dícese también de una pasión desmedida por la literatura.

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Revista LiteRaRia pRosofagia - núm. 1 - abRiL 2009

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Alberto Vázquez-Figueroa (pág. 7 )

Rosa Montero (pág. 15 )

Montserrat Rico Góngora(pág. 23 )

Arlette Geneve (pág. 31 )

Julio Maruri (pág. 39)

COnTEnIDO

Revista LiteRaRia pRosofagia - núm. 1 - abRiL 2009

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REVistA LitERARiA

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Vázquez-Figueroa

No le agrada que le llamen escritor de best sellers; dice que sus libros no tienen los ingredientes básicos que los conforman, y tiene razón. Cualquiera que lea algún libro tomado al azar del gran repertorio de su bibliografía, encon-trará historias interesantes que, además de proporcionar entretenimiento, dejan alguna enseñanza. tal es el caso de Coltán, una novela publicada después de Por mil millones de dólares, y que toma algunos de sus personajes. sin embargo, Coltán es más que una novela de ficción: es una denuncia a una triste realidad que se está viviendo actualmente en la República Democrática del Congo. su actual presidente, Joseph Kabila, hijo del dictador que depuso al anterior por medio de un golpe de estado con la ayuda de los presidentes de Uganda y Ruan-da, firmó nuevos tratados con empresas canadienses y norteamericanas. el san-guinario dictador anterior tenía fuertes lazos comerciales con capitales imperia-listas de origen francés. ¿Pero por qué todo este embrollo?, se preguntaría uno. ¿Qué tiene que ver la desproporcionada pobreza de una tierra tan rica como la del Congo con una novela llamada Coltán? La República Democrática del Congo, dueña de las vetas diamantíferas más importantes, así como de minas de cobre y cobalto, explotadora de petróleo en su reducido litoral desde 1975, y que por si fuera poco, se estima que posee alrededor de un octavo del potencial hidroeléctrico mundial, también tiene los yacimientos más importantes de coltán. Un mineral escaso e indispensable para la fabricación de aparatos de uso generalizado en comunicaciones, satélites, mi-siles y todo lo relacionado con los sistemas electrónicos de aviones, centrales atómicas y espaciales, fibra óptica, y en un aparato que se ha vuelto insustitui-ble: los teléfonos móviles. El Congo tiene el ochenta por ciento de este mineral en sus tierras. El resto está repartido entre tailandia y Brasil. Copio un extracto de la polémica novela:

Por Blanca Miosi

Alberto Vázquez-figueroa

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La Sociedad Minera de los Grandes Lagos tiene el monopolio en el sector y financia al movimiento rebelde Reagrupación Congoleña para la Democracia que cuenta con unos 40.000 soldados, apoyados por Ruanda. Con la venta de diaman-tes ganaban unos 200.000 dólares al mes. Con el coltán ganan más de un millón. Informaciones reservadas de las Naciones Unidas revelan que el tráfico lo organiza la hija del presidente kazako, Nursultan Nazarbaev, que está casada con el director general de una empresa kazaka que extrae y refina uranio, coltán y otros minerales estratégicos. Ésta es, a grandes rasgos, la tela de araña de un negocio internacional que está alimentando una guerra en el corazón de África y empobreciendo a los ciu-dadanos de uno de los países más ricos de la Tierra. Pero hay más: el Servicio de Información para la Paz Internacional ha realizado un minucioso estudio sobre las vinculaciones de empresas occidentales con el coltán y, por tanto, con la financia-ción de la guerra en la República Democrática del Congo. Alcatel, Compaq, Dell, Ericsson, HP, IBM, Lucent, Motorola, Nokia, Sie-mens y otras compañías punteras utilizan condensadores y otros componentes que contienen tántalo (coltán); también lo hacen las compañías que fabrican estos componentes como AMD, AVX, Epcos, Hitachi, Intel, Kemet, NEC. Hay que subra-yarlo una vez más: estos oscuros negocios son, en primera instancia, los culpables de una guerra no por olvidada menos dramática. Con un agravante: se teme que sobre el mismo territorio de la República Democrática del Congo pese la amenaza de la fragmentación. Es decir, la división en varios estados, lo que facilitaría la ex-plotación de sus recursos. Ya lo denunció en su día —y por eso lo asesinó el ejército ruandés— monseñor Christophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu.

El escritor ha recibido amenazas, pues toca intereses de empresas trans-nacionales, tal como ocurrió cuando publicó su novela Vivir del viento, en la cual trata el tema de los consorcios dedicados al oscuro negocio que existe tras las aspas de la energía eólica. Él ha dicho públicamente que a estas alturas de la vida no se volverá un cobarde, no después de haber sorteado el fuego de bandos enemigos mientras trabajaba como corresponsal de guerra.

Con lo antes expuesto, creo que es fácil comprender los motivos que me llevaron a entrevistar a este famoso escritor, y dado que no le gusta hablar de-masiado acerca de las setenta y cuatro novelas que lleva escritas; la última: Saud el leopardo, a la venta únicamente a través de internet, llevaré a ustedes una en-trevista sui géneris, pues se trata de una visita virtual a su estudio en Lanzarote, una isla del archipiélago canario, frente a las cosas del sur de Marruecos.

Alberto se prestó con la entereza que lo caracteriza y me siguió el juego:

Principios de noviembre, 2008

Un poco intimidada por encontrarme en presencia de Alberto Vázquez-Figueroa, respiro profundo, como aconsejaba mi profesora de oratoria; según ella, haciéndolo con el diafragma se perdía el miedo. Estoy en su casa de Lanzarote, arriba, en su estudio, el lugar donde cobran vida las maravillosas

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historias que millones de personas disfrutan. Las cortinas descorridas ofrecen una soberbia vista al mar. Me invita a tomar asiento mientras él se sitúa detrás de su escritorio, deseando tal vez resguardarse de las preguntas que sabe haré. sus ojos traviesos de color azul intenso me miran sonrientes, mientras pregunta en tono familiar:

—¿No te molesta si fumo, no? —Por supuesto que no, está usted en su casa.

En realidad detesto el olor del puro, pero no pienso echar a perder una opor-tunidad como esta.

Viste una camisa de color azul marino de mangas largas que lleva medio arremangadas, en un estilo casual que le va muy bien con su aspecto de hombre de mundo, que sabe hacer uso de su poder; porque aunque él diga que no, lo tiene. Por lo menos en el mundo editorial.

—soy todo tuyo. Pregunta lo que quieras —dice en tono jovial.

—¿tiene usted un ritual para escribir? me refiero al momen-to de empezar una nueva novela, algo que acostumbra hacer o que le signifique concentración. —En absoluto: escribo cuando me apetece y no tengo ninguna “manía de escritor”.

—¿Puede escribir con ruido? ¿necesita música o prefiere el silencio? —prefiero el silencio. soy sordo de un oído a causa de un accidente de inmersión y la música me disturba.

—En alguna parte leí que era usted un mujeriego empedernido, ¿alguna mujer que lo marcó en su vida, formó parte de alguna de sus novelas? —Varias mujeres marcaron mi vida pero desde luego nunca han formado parte de una novela; todas fueron maravillosamente reales. —He leído algunos libros suyos, y lo que más llama la atención en ellos es el ritmo. La acción es uno de sus sellos, ¿tiene algo que ver con su forma de ser? —supongo que se me puede considerar “un hombre de acción”, aunque sea por el hecho de que jamás estoy quieto.

Alberto Vázquez-figueroa

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—Usted tiene la impresionante cantidad de setenta y cuatro novelas es-critas; sería igual de impresionante que todas fuesen igual de buenas. ¿Cuáles cree usted que son sus peores novelas? si es que las puede recordar... —No podría tener memoria para eso puesto que casi la mitad son malas; algunas incluso malísimas.

—¿Qué lo mueve a seguir escribiendo? ¿Cree que aún le quedan temas por tocar?

—Cada día al abrir la prensa o ver la televisión descubres que hay tema por tocar. Lo malo es que me falta tiempo.

—Está escribiendo algo en estos momentos? —Estoy mejorando mi novela Saud el leopardo. —La mayoría de los escritores con cierta fama son prácticamente inacce-sibles. sin embargo he visto que usted pone sus obras al alcance de todo el que desee, y también tiene la amabilidad de responder los correos que le envían; no sólo eso, en su blog le hacen peticiones de novelas que según parece usted envía a los lectores que no pueden adquirirlas. ¿A qué se debe que sea usted diferente? ¿Es acaso una promesa por algún favor recibido? —El que actúa por una promesa hace algo que no está en consonancia con su forma de ser natural. Yo actúo así porque es mi manera de ser y me ape-tece.

—En todo caso, le aseguro que su táctica es muy buena. tiene lectores incondicionales por millones; pocos escritores pueden decir lo mismo. ¿Nunca le ha sucedido que de pronto se encuentra sin ideas para su próxima obra? —Me quedan ideas para el resto de mi vida; lo malo es que no puedo pu-blicarlas todas.

—Me lo imaginaba. su creatividad es envidiable. —Gracias.

—La desalación del agua de mar por ósmosis inversa es un invento que parece que no ha tenido una entusiasta acogida en su tierra. ¿Cómo le vino la idea? —Es fruto de mi época como buceador profesional y un poco de sentido común. En realidad es muy simple; tan solo había que pensar un poco.

—Usted ha escrito mucho acerca del desierto, también ha vivido en él, ¿sueña con la idea de que algún día pueda hacer de él un edén? —El desierto debe seguir siendo el desierto, aunque me gustaría pensar que algún día podría cambiar una minúscula parte de él y hacerlo habitable. Con eso me basta.

Alberto arruga la frente y mira a través de la ventana hacia el horizonte. Exhala el humo del puro y se queda en silencio. Parece sentirse muy cómodo en

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mi presencia, como si yo no existiera. Respeto esos momentos de introspección o quién sabe, de creatividad. Después de todo, estamos en el sitio donde nacen todas sus novelas; el ambiente está impregnado de imaginación, de olor a tabaco, de noches en vela. Me siento privilegiada. No siempre se está en presencia de la creación.

Se vuelve hacia mí y pienso que va a preguntarme si es todo.

—¿Cómo se te ocurrió hacerme esta loca entrevista? —sólo lo pensé y me dije: tal vez a Alberto Vázquez-Figueroa le guste que lo visite virtualmente en su estudio, tal vez él quiera participar en este juego, y veo que no me equivoqué. Usted tiene espíritu aventurero, le entusiasman los experimentos, si no, no fuese inventor, tal vez algún día escriba algo al respecto, tal vez...

—Está bien, Blanca, no sigas, aquí el entrevistado soy yo —dice, abruma-do por mi balbuciente verborrea.

—Bueno, pues, entonces mi siguiente pregunta sería: ¿se siente satisfe-cho de su vida? ¿si tuviera que cambiar algo de lo que ha hecho, qué sería? —Esa no es una pregunta, son dos, y bastante trilladas, por cierto —co-menta, sonriendo. —Es verdad. se nota que es un hombre satisfecho. Le diré entonces lo que pienso de usted: Ha tenido la suerte de vivir experiencias que marcaron su vida desde muy joven, ha tenido el arresto suficiente como para enfrentar los traba-jos más extremos, ha tenido la suerte de poseer a las mujeres más apetecibles, y encima, ha tenido la brillantez suficiente como para ser el escritor más leído de España y tal vez del mundo, y a estas alturas de la vida, vive con una mujer que lo adora y a quien usted ama. tomando en cuenta todo eso, siente usted temor de tener demasiado de la vida. Y sabe que todo tiene un precio. ¿Cuál podría ser el suyo a cambio de todo lo que ha recibido? Hasta estoy por creer que ha hecho un pacto con el diablo, pues ser corresponsal de guerra y salir ileso ya de por sí es increíble. Por eso le pregunté si estaba pagando una promesa... y usted se rió.

Alberto V-F mira el reloj que lleva en la muñeca. Siento que es hora de salir de su vida, de su estudio y de Lanzarote. Me mira y me hace un guiño cómplice.

—No puedo afirmar ni negar lo que has dicho. ¿Comprendes? —Está bien, Alberto, gracias por la entrevista: es usted tal como lo había imaginado.

Siento que muchas cosas quedaron en el aire. Siento que tras la fachada de hombre amable existe un misterio.

—Detrás de mí no hay ningún misterio; soy tan simple como parezco—. afirma, rotundo, como si me hubiese leído el pensamiento, pero creo que ni es tan simple ni lo parece.

Alberto Vázquez-figueroa

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—sólo algo más: ¿Qué le diría a sus lectores? —Procuren que no les devore la crisis.

Sonríe y se despide con un beso en mi mejilla.

Hago un gesto y me esfumo. Tengo ahora en mis manos la entrevista; creo que nunca hice una igual. También es verdad que nunca antes hice una entrevista.

Agradezco a Alberto la oportunidad de prestarse a este experimento. Es sin lugar a dudas un personaje fascinante.

Para mayor información acerca de la vida y obra del autor:

http://www.vazquezfigueroa.es

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Alberto Vázquez-Figueroa nació en Santa Cruz de Tenerife, en 1936, aunque creció en África. Profesor de submarinismo primero y periodista después, ha viajado por un centenar de países, y asistido, como corresponsal, a acontecimientos tales como las guerras y revoluciones de Guinea, Chad, Congo, República Dominicana, Bolivia, Guatemala.

Como escritor, ha publicado más de cuarenta libros, entre ellos:

Tuareg, Ébano, Manaos, Océano, Yáiza, Maradentro, El perro, Viracocha, La iguana, Nuevos Dioses, Bora Bora, la serie Cienfuegos, La ordalía del veneno, El agua prometida, la obra de teatro La Taberna de los Cuatro Vientos .

Nueve de sus novelas han sido adaptadas al cine.

Sus últimas novelas publicadas son:

Por mil millones de dólares,

Saud el Leopardo,

Coltán

Alberto Vázquez-figueroa

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El escritor toma un grumo auténtico de la existencia, un nombre, una cara, una pequeña anécdota, y comienza a modificar-lo una y mil veces, reemplazando los ingredientes o dándoles otra forma... ... No me gustan los narradores que hablan de sí mismos, y con esto me refiero a aquellos que intentan vengar o justificar su peripecia personal por medios de sus libros. Creo que la madurez de un novelista pasa ineludiblemente por un aprendizaje fundamental: el de la distancia con lo narrado. El novelista no sólo tiene que saber, sino también sentir que el narrador no puede confundirse con el autor. (Extracto de La loca de la casa, Rosa Montero)

La escritora Rosa Montero, autora de veintisiete libros publicados, de los cuales diez son novelas, galardonada con doce premios literarios y de re-conocimiento a su labor como periodista, suele decir que ella prefiere escribir novelas. Considera que es el género literario que le apasiona. Ama la soledad, y eso se refleja en su manera de ser, independiente y segura de sí misma, aunque la escritura es:

« Un trabajo tremendamente inseguro, lleno de vértigos: escribir es en-cerrarse en una esquina de tu casa, es un trabajo muy solitario. Y escribir novela es muy duro, una carrera de larga distancia. tardas años en hacer una novela, y durante todo ese tiempo, estás escribiendo mentiras y pensando, “pero esto, ¿puede interesarle a alguien?”. todo el rato estás en el borde de un pozo, pre-guntándote “¿estaré haciendo el imbécil? ¿Le puede interesar a alguien?” y al mismo tiempo es muy importante para ti lo que estás haciendo, así que es una contradicción. Es un trabajo absurdo, escribir. Y le pasa a todos los escritores. »

Pensé que me gustaría conocer un poco más de cerca a una mujer de este calibre; he leído su libro La loca de la casa, que no me atrevo a llamar novela,

Rosa MonteroPor Blanca Miosi

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porque es más una mezcla de ensayo y novela, o una suerte de recorrido por la vida y secretos de los grandes de la novela. Me puse en contacto con ella y acce-dió gustosa a esta entrevista, una agradable sorpresa, pues pensé que sería casi inaccesible.

Delgada, su corto cabello castaño luce impecable, y su sonrisa familiar, cálida, como en tantas fotos que he visto de ella. tiene el encanto de los que llenan la pantalla. Me invita a entrar y nos dirigimos a su rincón, el lugar donde fabrica sus sueños. o mejor dicho, donde los plasma, pues Rosa está fabricando constantemente, en cualquier sitio y a cualquier hora. su escritorio es de recia madera, y se puede ver a través de la ventana un frondoso abedul.

Me ofrece asiento frente a ella y me mira sonriendo. Por primera vez me fijo en sus ojos, enormes, negros. no puedo evitar sentir que su mirada es triste; por eso, le pregunto:

—¿te sientes satisfecha de tu vida? De tu vida fuera de la literatura. —Me siento una verdadera privilegiada. En primer lugar, para mí escri-bir, y leer, también es vida, y además vida de primera calidad. Pero aparte de eso, soy muy vitalista, muy disfrutona, me encantan muchísimas cosas y he tenido una vida muy intensa, llena de viajes, de amigos, de amores y desamores, de alegrías y angustias, de peripecias… Estoy satisfecha, sí.

—Ya sé que es difícil separar ambas cosas, pero supongo que habrá mo-mentos que los dedicas simplemente a pasarla bien, como tomar una buena copa de vino con alguien que te agrade, aunque no sepa nada de libros... ¿o tu pareja tiene que, necesariamente, formar parte de ese mundo? —Vuelvo a decirte lo mismo. Yo lo paso de maravilla leyendo y escribien-do. Pero además de eso, tengo muchos amigos y los cuido muy bien, creo que lo mejor que soy en la vida es ser buena amiga. Y vivo con el mismo hombre desde hace veinte años, con sus más y sus menos, claro, pero una relación viva, precisamente por eso, por los altibajos. Me encanta caminar por el monte, salir con mis perros, bueno, mi perra, porque mi perro grande acaba de morirse, eso sí que ha sido un dolor. Y me encanta estar con mi familia, escuchar música, ir al cine, ir al teatro, ver exposiciones, incluso bailar me gusta… Y en efecto, no es necesario que todas las personas a las que quiero sepan de libros.

—Lo digo porque en tu obra se palpa el fatalismo, he leído un cuen-to precioso: El puñal en la garganta y el comienzo de Historia del Rey Transparente, ambas escritas en primera persona, ambas cuya protagonista es una mujer, y aunque los temas son diferentes, se nota mucho de rebeldía en ellas. ¿Es así como sientes que debería ser la mujer? —Mil gracias por tu elogio, cariño, pero qué va. Yo no escribo sobre mujeres, no me interesa absolutamente nada escribir sobre mujeres, escribo sobre seres humanos, y lo que sucede es que la mitad del género humano, la mitad más uno, somos mujeres… Así es que, ¿por qué no poner protagonistas femeninas? Pero mi Leola, la protagonista de Historia del Rey Transparente, rebelde y luchadora, habla de esa búsqueda esencial en el ser humano que es el intento de encontrar tu propio lugar en el mundo, y eso es exactamente igual en los hombres y en las mujeres. Por otra parte, no soy nada fatalista, justo al

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ISTAcontrario. todos mis libros hablan de que el destino no está escrito, soy una voluntarista y creo que siempre tenemos una elección. No podemos controlar lo que nos sucede, somos hijos del azar, pero sí podemos controlar, sí podemos decidir cómo respondemos a lo que nos sucede. Y en esa elección, por pequeña que sea, se juega nuestra humanidad y nuestra dignidad. Como dije en Historia del Rey Transparente, «los hombres suelen llamar destino a aquello que les sucede cuando pierden las fuerzas para luchar».

—Como periodista tienes oportunidad de conocer a muchos personajes famosos, ¿qué significa para ti hacer una entrevista? —Es un género periodístico precioso, pero llevo demasiados años trabajando de periodista, he hecho más de dos mil entrevistas y estoy un poco cansada de hacerlas.

—En cambio, yo que empiezo a hacerlas, siento mucha ilusión al poder comunicarme con las personas que admiro. Entre las más de dos mil que has hecho, ¿podrías recordar cuál fue la más difícil y por qué? —...Uf, no sé, por fortuna se te van olvidando, porque, si no, no te quedaría espacio en la memoria para nada más. Pero bueno, una muy difícil fue la de Yasir Arafat. Me tuvo un año detrás hasta conseguirla, luego estuve como diez días en túnez en stand by, esperando a que me llamaran para hacerla en cualquier momento, y cuando la hice, en dos madrugadas seguidas, resultó ser un tipo terrible, correoso, dictatorial e intratable. Alguien con quien era imposible hablar. solo declamaba consignas.

—supongo que en las madrugadas es muy difícil ser tratable —comento, y ella hace un gesto con los ojos mirando hacia arriba—. ¿te preocupa cuando una novela tuya no tiene la misma acogida que la anterior? —...Ya no. Es difícil salirse de esa presión absurda del mercado, todo a tu alrededor te empuja para competir contigo misma, pero si haces una buena gimnasia mental, consigues salirte de esa trampa. Aprender este tipo de cosas te hace más libre, y es una de las pocas ventajas de envejecer.

—¿Crees que alguien feliz pueda ser buen escritor? —Me mira y sonríe levemente mientras juguetea con su collar. tal vez no es la primera vez que se lo preguntan—. tienes la apariencia de ser una mujer de éxito, y escribes precioso, tal vez haya algo en tu vida que te haga infeliz y tu inspiración provenga de esa insatisfacción, de ese desear algo que no tienes, no sé, dime tú... —Gracias por lo de escribir precioso. Pues verás, nadie puede ser feliz todo el tiempo… La felicidad absoluta no existe. Y, por otro lado, creo que tanto los escritores como los lectores voraces, y los escritores también somos lectores voraces, tanto unos como otros, digo, somos personas que a lo mejor aparentamos ser muy sociables y estar plácida y sólidamente insertados en la vida, pero creo que todos somos gente con una cierta fisura que nos separa del mundo. Digamos que somos personas que no acabamos de integrarnos del todo en nuestro entorno, en nuestra sociedad, o en nuestra familia, o en nues-tra época, o… hay una cierta incomodidad, un pequeño abismo que cubrimos con un puente de palabras, palabras leídas o palabras escritas. Por otra parte,

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como decía el escritor romano terencio, “nada de lo humano me es ajeno”. todos llevamos dentro el germen de todo, el barrunto de los dolores más atroces y de la alegría más extrema. Por último, detesto ese tópico que une la desgracia con el arte, como si cuanto más desgraciado, mejor artista fueras. Es una estupidez que la historia de la literatura se encarga de desmentir. —Qué bien que lo aclaras, yo también he pensado que no es necesario ser infeliz para comunicar sentimientos de tristeza. Leí en una entrevista que te hicieron que eres de las que cree que es mentira que hoy se lee menos que nunca. Yo estoy de acuerdo. Quería preguntarte: ¿Crees que hoy se escribe más que nunca? —Pues es una buena observación, y es muy probable que así sea. sí, seguramente también se escribe más que nunca.

—A esos escritores en ciernes, a los noveles que frecuentan los foros literarios como el de Prosófagos, que tienen esperanzas de publicar algún día, ¿cuál sería el consejo de oro que les darías? —Leer mucho, escribir mucho, tener una paciencia de elefante, tener confianza en ti mismo, quiero decir confianza en que algún día llegarás a escribir algo estupendo, y al mismo tiempo ser muy autocrítico, no enamorarte de lo que escribes y aprender a cortar y tirar. Y, por último, no vivir de la literatura… Hay que mantener la parte creativa lo más libre posible, y si pretendes vivir de tus novelas, por ejemplo, tendrás que publicar con demasiada frecuencia y seguramente intentarás escribir libros “que se vendan”. Querer ser leído es algo natural, todos queremos que nos lean, y el que diga que no, miente; pero no puedes escribir pensando en lo que tú crees que los otros van a querer leer, tienes que escribir lo que necesitas escribir… tienes que escribir para el lector que llevas dentro, tienes que intentar escribir el libro que te gustaría leer. De modo que, para poder ser libre, hay que vivir económicamente de otra cosa. Yo vivo del periodismo.

—sí, creo que la confianza es una de las cualidades necesarias para lograr las metas, pero no todos los que empiezan la tienen, ¿aconsejarías estudiar literatura? Hay muchos talleres de literatura donde enseñan a escribir novelas, ¿crees que se pueda asistir a algún curso para convertirse en escritor? —No creo que sea necesario estudiar literatura, filología, lingüística… es más, lo teórico creo que se da de patadas con la creatividad. o sea que en algún caso incluso podría ser negativo. En cuanto a los talleres y demás, pueden es-tar bien, porque te ayudan a hacer tu propio camino acompañado de otros que tienen las mismas ambiciones, y con los consejos de alguien con más experiencia. No hay que sacralizar los talleres, pero pueden ser un incentivo y un apoyo.

—Estoy de acuerdo. ¿Cómo fue que Carmen Balcells empezó a trabajar en tu carrera? ¿Fue difícil publicar tu primera novela, Crónicas del desamor? —No, qué va, no fue difícil, al contrario, fue una pura casualidad. Yo era muy conocida como entrevistadora de EL PAÍS y una editorial recién creada, Debate, que por entonces era muy pequeñita, me propuso hacer un libro de entrevistas y feminista. Dije que sí, me dieron un pequeño adelanto, me lo gasté y empezaron a pasar los meses y me daba una pereza espantosa escribir más entrevistas además de las muchas que hacía para el periódico. Así es que, como por entonces yo siempre tenía algún proyecto de novela entre manos, hablé con

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ISTAellos y les dije que si querían les escribía algo narrativo y que si no, les devolvía el dinero. Y ellos me dijeron: vale, así abriremos la colección de novela. Porque ni colección de narrativa tenían. Y así salió Crónica del desamor, que fue la primera novela que publicó Debate. El año que viene hará treinta años. En cuan-to a Carmen Balcells, simplemente nos citamos, hablamos, y a ambas partes nos interesó el acuerdo.

—¿Qué se siente ser famosa? Que te reconozcan en la calle, ¿alguna vez te han detenido para pedirte un autógrafo o tomarse una foto contigo?, ¿te molesta? —Yo me hice “famosa” muy temprano, cuando EL PAÍS triunfó de la noche a la mañana en la transición y nos hizo famosos a unos cuantos jóvenes que colaborábamos en el periódico. Yo tenía unos veinticinco o veintiséis años, y al principio fue algo muy angustioso. Porque primero recibes una ola de amor tremendo, y todos queremos que nos quieran, claro, y te da miedo perder ese amor, pero no sabes cómo retenerlo, porque la gente no te ama a ti, sino a una Rosa Montero que cada cual se ha inventado, de repente hay miles de Rosas Monteros y todos quieren que seas como ellos te ven (tú, por ejemplo, me imaginas triste) Y después de esa ola desconcertante de amor, llega también una ola de odio, tan arbitraria como la primera pero aún más insoportable. Durante dos o tres años fue muy angustioso. De hecho, asumí la dirección del suplemento dominical de EL PAÍS por entonces, porque quería dejar de firmar y que la gente se olvidara de mí. Por fortuna no se olvidaron, porque que te conozcan también tiene sus ventajas, cuando digieres la angustia y te proteges y distancias de todo eso. A estas alturas ya estoy totalmente protegida… Vivo al margen de ese ruido exterior, o todo lo al margen que puedo, y no me siento famosa en absoluto. Pienso que la gente me reconoce poco, no he querido nunca trabajar en televisión justamente para que no me conocieran más, y además la gente que te conoce, los lectores, son personas de lo más cariñosas, respetuosas y fantásticas. Cuando alguien me para y me dice que lee mis libros o mis artículos, me siento feliz y muy agradecida.

—En La loca de la casa dices que recuerdas los momentos pasados llevando la cuenta de los amores que has tenido y los libros que has escrito; debes haber tenido muchos novios —no puedo evitar reír—, ¿tiene ello algo que ver con los temas que escoges escribir? —En primer lugar, La loca de la casa no es un libro autobiográfico. está lleno de mentiras narrativas, de ficciones… por ejemplo, no tengo ninguna hermana, ni melliza ni no melliza. Y luego ten en cuenta que soy muy mayor y tengo bastante vida a las espaldas… Así es que también tengo algunos amores y algunos desamores, como antes dije. En cuanto a si esto tiene algo que ver con los temas, me parece que no entiendo la pregunta. Mis temas principales son la supervivencia, la memoria, el paso del tiempo, las dificultades de madurar, la aventura de vivir, el dolor de perder, el poder, el fanatismo… El amor también, pero no es el tema principal de ninguna de mis novelas.

—Pensé que era un poco autobiográfico por lo que dice en la contratapa del libro. Ya veo que debemos cuidarnos de ellas. Por último: ¿Estás trabajando actualmente en algún libro? —Estoy tomando notas… Pero tardará bastante en salir a la luz. Por lo menos dos o tres años.

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Rosa estira la espalda y da un largo suspiro. Es natural y sencilla, pese a que su presencia se impone. Tal vez sea por eso.

—Muchas gracias, Rosa, por acceder a esta entrevista y por tus palabras.

Nos despedimos con dos besos en las mejillas, le doy un abrazo, un cáli-do abrazo. Mis dedos hacen el gesto acostumbrado y desaparezco para aparecer frente a mi pantalla. Ahora que leo la entrevista, me parece increíble, ¡estuve en casa de Rosa Montero! Los chicos de Prosófagos no me lo van a creer. Es cierto lo que dice Rosa, la imaginación no tiene límites. Agradezco a esta genial escritora por permitirme unos minutos de su tiempo, y por recibirme en su casa de manera virtual.

Para mayor información acerca de la vida y obra del autor:

http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/montero/home.htm

(Página oficial de Rosa Montero)

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La periodista y escritora Rosa Montero nació en Madrid, en 1951. Luego de colaborar en diversas revistas y diarios, llega a EL PAÍS. Su actividad como periodista le ha valido diversos premios, entre ellos el premio Nacional de Periodismo (modalidad artículos y re-portajes literarios) en 1980, y el premio Rodríguez Santamaría (Asociación de Prensa de Madrid) a la trayectoria profesional, en 2005.

En 1979 publica su prime-ra novela, Crónicas del desamor. Desde entonces, ha escrito once novelas, además de cuentos infantiles y relatos, y obtenido diversos premios, tanto nacionales como en el extranjero.

Sus últimas novelas son:

El corazón del Tártaro, 2001;

La loca de la casa, 2003;

Historia del rey transparente, 2005;

Instrucciones para salvar

al mundo, 2008.

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Montserrat es una de esas personas en las que detrás de una silueta menuda adivinas un alma grande; detrás de su aparente seriedad y su prosa impecable, atisbas ramalazos de ironía y una originalidad muy propia. No ha querido facilitarme una fotografía “de estudio”, sino esa instantánea en pleno corazón de Barcelona, junto a la rompedora escultura de una vaca, que a ella le gusta especialmente porque asegura que simboliza muchas cosas…

tengo el gusto de conocer a Montserrat como amiga y mentora, ¡ella fue una de las personas que me animaron a escribir! también conozco otra faceta suya, más discreta e ignorada. Dos mañanas por semana, imparte clases de es-pañol a un grupo de mujeres inmigrantes recién llegadas a nuestro país. Con esas clases les da mucho más que nociones de nuestra lengua: está compartien-do experiencias, apoyándolas, dialogando con ellas y construyendo un puen-te entre culturas. Es un puente sólido, forjado sobre la amistad entre mujeres. Montserrat rompe totalmente con aquel tópico que hace del escritor un ser un

Montserrat Rico GóngoraPor Elisabet

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poco “elevado”, alejado de la dura realidad del día a día. En estas clases, donde cultiva otra vertiente de las letras, deja aparte la ficción para protagonizar, junto con otras mujeres, una historia real, la de la pura vida.

Montse Rico nació en Barcelona en 1964. Casada y madre de dos hijos, sabe lo que es trabajar duro para mantener un hogar sin dejar de lado su carrera literaria. Aúna el rigor de la investigadora concienzuda y la inspiración de la escritora que, a veces, me cuenta, le llega mientras está cocinando un guiso de lentejas para su familia. Actualmente, colabora como articulista en varias revistas, imparte conferencias y no deja de escribir. Ha publicado tres novelas históricas; la última de ellas, La abadía profanada, ha tenido una gran acogida y ha sido reeditada más de diez veces. tiene en el tintero otros proyectos y novelas inéditas, que espera ir publicando en los próximos años.

Hemos hablado muchas veces, pero en esta entrevista aprovecho la ocasión para ahondar un poco más en esas dos pasiones que la mueven desde niña y que han configurado su vida entera: la literatura y la historia.

―montse, ¿a qué edad comenzaste a escribir por afición? ¿Cuándo decidiste convertirte en escritora? ―Hacia los ocho años, aunque creo que ya contaba historias antes de saber escribir con un lápiz. Nunca decidí ser escritora. Era algo que pertenecía a mi ser más íntimo. Nadie puede cambiar su anatomía, o escapar de las acechanzas genéticas. A veces, se decide ser escritor, otras se acepta como algo que no puedes cambiar porque te crea y te define.

―¿Cuáles fueron tus primeras lecturas, las que más te marcaron en tu infancia? ¿Han influido en lo que ahora escribes? ―Recuerdo con cariño un poema de Machado que hablaba de “pegasos, lindos pegasos, caballitos de madera...”. El escritor nacido en el palacio de las Dueñas fue mi primer maestro. El libro de lectura de la escuela, cuando tenía ya diez años, me enseñó a conocer fragmentos de los clásicos y algunas fábulas que siempre te enseñaban una buena lección. A los doce años descubrí a Gustavo Adolfo Bécquer y, dos más tarde, acepté que los sevillanos, por alguna circunstancia difícil de clarificar, me cautivaban. permíteme que guarde el secreto de quién fue el tercer sevillano.

―¿Qué escritores admiras o consideras como tus “maestros”? ―muchos. De todos se aprende. Me fascinan italo Calvino, isabel allende, Umberto eco ―aunque no todas sus obras―, garcía márquez, Mercedes salisach...

―tu primera novela, Cartas a Lucrecia, obtuvo un premio y ha sido publicada por una editorial importante, Plaza & Janés. ¿Nos puedes hablar de esa experiencia? ―Yo nunca he obtenido un premio con una novela. Por una confusión apareció en un medio de prensa que había sido finalista al premio Plaza & Janés, cuando aún no había publicado nada. Curiosamente, mi primera novela se editó con esa editorial, lo que atribuí a que la vida se nos anticipa a través de numerosos signos que nos marcan un camino.

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―¿por qué te has decantado por la novela histórica? ―por mi pasión por la historia, aunque en cada una de las narracio-nes que recreo siempre hay un sitio reservado al sentimiento humano, que es algo sempiterno.

―¿Qué te impulsa a elegir ciertos temas o períodos históricos para tus novelas? ―Un impulso no del todo racional. El trabajo analítico llega después. Considero que el arte se sueña más que se planifica.

―¿Qué haces para documentarte y dar el ambiente adecuado a tus novelas? ―Leer mucho; buscar testimonios, si el tiempo en que se va a desarrollar la acción lo permite; hacer de roedor de archivos o bibliotecas y algo fundamental: intentar que el primer mes en que inicio la redacción no tenga que cumplir deberes extraordinarios. Mi inspiración tiene biorritmos.

―pese a la diferencia de lugares y épocas, ¿se puede hablar de un leit motiv o un hilo conductor en tus obras? ―sí, por supuesto. Los temas que abordo son esos manidos de los que hablaron todos los escritores y poetas: el amor, el desamor, el odio, la ambición, pero aderezados con mi sal y pimienta, que no es mejor, ni peor, sólo distinta.

―sobre tus personajes, ¿hay algunos que puedan considerarse tus alter ego? ¿Dejas mucho de ti en ellos? ―Lo dejo todo. supongo que soy ya una especie de puzzle repartido en mi obra. En el fondo soy parte de mis héroes y villanos, porque los creo por adhesión o repulsión exactamente como elegimos a quienes queremos que caminen junto a nosotros en el azaroso sendero de la vida.

―Cuando escribes, ¿piensas en las posibles reacciones de tus lectores? ―nunca.

―¿Cuáles son tus proyectos en el futuro, como escritora? ―Los proyectos no los hago yo para el futuro, el futuro los hace para mí, y es muy reservado. Permíteme que te salga al paso con el poema de Machado: «caminante no hay camino, se hace camino al andar».

―según me has contado, haces algo que muy pocos escritores practican hoy: escribir a mano tus obras. ¿por qué? ¿Crees que esto influye en tu estilo y en la forma de tus novelas? ―soy de la época del bolígrafo y del lápiz. Para mí escribir es parte de un ritual. soy incapaz de crear delante del ordenador algo que requiera una larga elaboración. No sabría decirte por qué, pero, si algo positivo se puede extraer del esfuerzo, es que estás obligada a hacer como mínimo una segunda lectura del texto cuando, finalmente, has de recurrir a las nuevas técnicas. mira si me

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gusta poco esta pantalla fría que no tengo web, ni participo en foros, ni nada de eso. prefiero las tertulias viendo la cara a los amigos, como se hacía a la vieja usanza.

―se suele decir que la novela histórica es un género que gusta mucho porque a la vez que distraer y evadir al lector, le está aportando conocimientos y cultura. ¿Crees que es así? ¿Qué opinas de esa vieja máxima, según la cual todo buen libro debe “instruir y recrear” a la vez? ―por supuesto. La máxima es magnífica.

―¿Cuánto tiempo te lleva escribir una novela? ¿Descansas entre una y otra? ―en todas he tardado entre dos y tres años. sin prisas, pero sin pau-sas. sólo descanso un par de meses entre novela y novela e inmediatamente comienzo a buscar documentación para la próxima. si la promoción me lo permite, porque las cosas han cambiado sustancialmente desde la publicación de La abadía profanada.

―Como poetisa, has ganado varios premios y eres jurado de diversos certámenes. ¿Qué tipo de poesía cultivas, y qué te inspira a componer versos? ―Con la poesía sí que he ganado premios. Mi estilo es muy clásico en sus formas. Me gustan los romances y sonetos. Hay quien considera este género la hermana hospiciana de la literatura, pero a mí me parece su melaza y creo que no debo ir desencaminada cuando en la antigua Grecia a los poetas se les exculpaba de ir a la guerra. incluso, si me apuras, te diré que en la gran eclosión histórica que representó el humanismo, se protegió a los poetas. La italia renacentista promulgaba que todo poeta podía, incluso debía ser considerado tocado por la inspiración divina, que todo poeta era un cristiano que ignoraba serlo. El problema siempre estriba en saber distinguir a los poetas de los meros versificadores. Lo que me dio la poesía para el ejercicio de la prosa fue la capacidad de sintetizar.

―también has cultivado la literatura para niños y jóvenes con tu libro Un pingüino a la deriva. ¿Puedes explicarnos el por qué de la incursión en este género? ―porque tenía historias que explicar a mis hijos. La maternidad nos vuelve un poco niños. Junto a mi hija emprendimos la aventura como parte de un juego. El resultado es que aprendió geografía y ha salido tan viajera como el pingüino.

―Desde hace muchos años te dedicas a las letras y empleas gran parte de tu tiempo en tu actividad como escritora. ¿se puede realmente vivir de la literatura? ―Yo siempre soy muy elusiva con esta pregunta que refleja un espíritu materialista de la sociedad. Aprendí a responderla bajo todas sus formas. Cuando me preguntan si se puede comer de la literatura, respondo que depende de lo que comas o de la frugalidad de tu dieta. si me preguntan si se puede vivir, simple y llanamente les digo que para vivir se necesita alimentar el cuerpo y para sobrevivir, el alma. La mía te aseguro que no está anémica.

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―¿Has escrito algún libro por encargo? si no es así, ¿lo harías? ―no. Y aunque no se puede decir: “de este agua no beberé”, procuraré que sea así por siempre.

―tocando temas “políticamente incorrectos”… se dice que el mundillo literario está plagado de envidias y rivalidades entre escritores. ¿Es realmente así? otros hablan de grandes amistades… ¿Cuál es tu experiencia? ―De eso hay en todas partes. Yo que me defino como agnóstica, creo más que nadie en la munificencia de Dios, de modo que me levanto para construir mi vida y no para destruir la de los demás. Hay gente que me cae peor o mejor, pero nunca le pondría la zancadilla. En cuanto a las amistades, creo que tengo pocos, pero los mejores amigos del mundo. son de esos que envejecen contigo y que se te pegan al corazón con la fuerza de una garrapata. Mis amigos acaban teniendo solera como el buen vino. No nos vemos mucho, pero sabemos recíprocamente que existimos. también es cierto que, a veces, me he desengañado de alguien, pero eso forma parte del oficio de sentir.

―¿Qué te aporta el contacto o la amistad con otros autores? ―La amistad siempre aporta. En esto yo tengo mi propio “amistómetro”, sé que la amistad entre los de mi gremio se ha afianzado, casualmente, cuando acabamos hablando de todo menos de literatura. No falla, créeme.

―¿te han plagiado alguna vez tus escritos o te han robado ideas? ¿Qué puedes decirnos al respecto? ―Creo que sí, pero evito comentarios.

―algunos best seller, pese a su éxito, pecan de un discutible valor literario e incluso de poco o nulo rigor, cuando se trata de novelas pretendidamente históricas… No es necesario mencionar ejemplos. ¿Por qué crees que esos libros, pese a todo, triunfan? ―porque, aunque no nos guste aceptarlo, el mundo se nos está haciendo mediocre. Vivimos en una época de cambio y de declive, en un mundo mercantilista donde vale el guarismo más que la letra.

―¿Crees que la figura del escritor es bien valorada en nuestra sociedad? ―no. Está mejor valorada la de la señora que se acostó con el cuñado del butanero que le llevaba la bombona de butano a la hermana del torero, por poner un ejemplo. La culpa la tenemos nosotros que no alzamos la voz para protestar y nos vamos hundiendo en el légamo de la mediocridad.

―sobre el futuro de los libros se especula mucho. Hay quienes aseguran que, en pocos años, toda la literatura circulará por internet y en formatos digitales, con lo cual los derechos de autor y el mundo editorial se van a

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tambalear. ¿Crees que los libros tradicionales desaparecerán? ¿Qué piensas de todo esto? ―Creo que el soporte papel nunca desaparecerá. Al menos yo no leería un libro en una pantalla. no sabes lo que duele el espinazo. prefiero el mullido sofá y la manta sobre las piernas si hace frío, mientras tengo entre las manos un libro.

―para terminar, puesto que estamos en un foro literario donde muchos de sus miembros aspiran a ser publicados un día, ¿qué consejos le darías a un escritor novel que quiere publicar sus obras? ―no desfallecer.

―Y a los que ya hemos publicado nuestros primeros libros… ¿qué nos puedes aconsejar? ―ser cautos. Ganar una batalla no es ganar la guerra, lo tengo claro porque aún estoy en el campo de maniobras.

―gracias, Montse, por tu tiempo y disponibilidad.

Referencias en la web sobre Montserrat Rico:

http://www.lecturalia.com/autor/1398/montserrat-rico-gongora

(Ficha de autora y sus obras)

http://www.lecturalia.com/libro/11595/la-abadia-profanada

(La abadía profanada)

http://www.lecturalia.com/libro/11596/bajo-un-cielo-purpura-1478-1504

(Bajo un cielo púrpura)

http://www.bibliolimpo.com/autor.php?t=l&codper=2861&pe=Montserrat_Rico_Góngora

(Cartas a Lucrecia)

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Montserrat Rico (Barcelona, 1964) es hispanista y escritora. Colabora habitualmente en diversos medios de pren-sa escrita (Alhora, Historia y Vida, Andalu-cía en la Historia) así como en programas de radio, y mantiene una prolija y cono-cida actividad como conferenciante por su forma de conjugar el rigor histórico y la amenidad en los temas que aborda. Participa en tertulias literarias, talleres de escritura, jurados de certámenes poéticos y literarios, entre ellos el Federico García Lorca.

Ha publicado narrativa, relatos bre-ves, literatura juvenil y poesía. Su obra le ha valido un galardón en los XXXIII Juegos Florales del Campo de Cartagena y el Pre-mio Palco en reconocimiento a su trayecto-ria profesional.

Es autora de las novelas Cartas a Lucrecia (2000), Bajo un cielo púrpura (2004) y La abadía profanada (2007), con la cual obtuvo un gran éxito de ventas y de crítica.

Su última novela, publicada por Ediciones B, es Pasajeros en la Niebla (2009).

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Cada año más de quinientos manuscritos son presentados al Premio Planeta, uno de los más cotizados en el ámbito literario, tanto por su valor en metálico, como por el empuje que pueda dar a la carrera del escritor que resulte ganador. este año quedó entre los diez finalistas, maría martínez (Arlette Geneve), con su novela El carcelero de Isbiliya. indagué con curiosidad en la red y descubrí, con sorpresa, que se trata de una escritora que tiene tres novelas publicadas. La primera, Las espinas del amor, es una de las más solicitadas en la Biblioteca Provincial de Alicante, al lado de Un día de Cólera de Arturo Pérez Reverte y El código da Vinci de Dan Brown. Muchos motivos para que se despertara mi interés en conocerla, y aquí traigo una entrevista que estoy segura, será de interés para quienes están empezando a escribir. Me dirijo entonces a la ciudad de Elche, en Alicante, España.

Arlette me hace pasar al amplio salón de su casa, desde donde se pue-de apreciar una terraza repleta de flores. al observar mi atención, me dirige gentilmente hacía allá. Puedo aspirar de cerca el intenso aroma del romero, y admirar la piscina de aguas azul profundo que se destaca en el jardín.

—En un ambiente como este debe ser fácil hacer volar la imaginación —comento. —sí, me gusta estar rodeada de belleza, no tengo un lugar especial para escribir, suelo ir con mi portátil de un lado a otro de la casa, dependiendo de las escenas o del estado de ánimo en que me encuentre al escribir —responde ella, sonriendo.

Pasamos al salón y nos sentamos en unos sillones muy cómodos; enfrente, la chimenea encendida procura un acogedor ambiente.

Arlette GenevePor Blanca Miosi

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—Cuéntame el camino que seguiste hasta la publicación de tu primera novela, Las espinas del amor. —soy una mente inquieta. Ya de niña escribía cuentos y relatos cortitos que regalaba en las ocasiones especiales a familiares y amigos. Después, en la adolescencia, le di salida a los sentimientos extremos con la poesía, que es un género que me apasiona, aunque muchos lo consideren minoritario. Y, a medi-da que maduraba como escritora, comencé a escribir manuscritos más largos. Quería escribir una historia en inglaterra donde la protagonista principal, Aurora, fuese española, ¿por qué digo algo así? Porque es una necesidad para mí magnificar las excelentes cualidades que siempre nos han caracterizado como, el valor, la lealtad y el humor. en mis novelas trato de reflejar otros muchos sentimientos que, desgraciadamente, están infravalorados en nuestra sociedad actual: el amor por la familia, el interés por los amigos y el honor patriótico definido, pero respetuoso. He querido dejar constancia de este se sentimiento porque algunos escritores/as, cuando mencionan a los espa-ñoles en sus novelas, lo hacen de una forma ingrata. Parcial. He tratado de contrarrestar un poco ese sentimiento anglosajón de superioridad. Rendirle un pequeño tributo a nuestra integridad y forma de ser tan especial, marcada por este sol cálido que nos moldea y afina hasta el resultado final, un español orgulloso de sus raíces y dispuesto a comerse el mundo… tema aparte es que nos lo permitan.

—Veo que es una especie de escritura reivindicativa, y creo que no sólo ocurre con los escritores españoles, sucedía también, pero al revés, con la escritura latinoamericana. me refiero a que estaba supeditada a temas estrictamente regionalistas, en los que se hablaba de penurias, pobreza, esclavitud, pero me parece que esa visión está cambiando. Y ese primer manuscrito, ¿lo presentaste tú misma a una editorial o lo hiciste a través de un agente literario? —Desconocía por completo cómo funcionaba el mundo editorial, pero, una amiga me animó a presentar el manuscrito a una editorial. Elegí tres al azar sin saber qué género admitían, y dos de ellas me respondieron de forma afirmativa para sorpresa mía. finalmente elegí vía magna porque querían publicar el manuscrito completo, algo que yo exigía. Hay que tener en cuenta que Las espinas del amor tiene casi seiscientas páginas. —¿Por qué escogiste un tema histórico? —Porque me gusta escribir sobre una época que no he vivido. Me atrae el reto de meterme en la piel del protagonista, resulta adictivo. tienes que pensar igual que en el siglo XViii por ponerte un ejemplo, utilizar el vocabulario de esa época, vestirte con trajes que pesaban diez kilos y ser capaz de moverte sin caerte… es todo un reto.

—Ya lo creo, ¡trajes de diez kilos! ¿Cómo recopilas la información? —tengo dos enciclopedias en mi casa, hago uso de ellas, y por supuesto, internet.

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ISTA —¿Cuánto escribes diariamente? —Depende de la inspiración. Hay días que escribo diez páginas, otros simplemente corrijo o busco información que necesito para una escena determinada, porque escribir por escribir no sirve.

—tengo entendido que has publicado dos veces con la editorial Vía Magna, ¿te sientes cómoda con ellos? —Absolutamente, mi editor, Gabriel, me da libertad para ser yo misma y para escribir lo que me gusta.

—Háblame de tu segunda novela. —Waterfallcastle es una novela ambientada en el año 1195, trata sobre un Highlander que tiene que venir desde Escocia a Castilla para proteger a la hija de su rey, Guillermo McAtholl, ya que el príncipe Juan Plantagenet desea a la castellana muerta. Es una novela que contiene intrigas de poder. secretos, trai-ciones y, por supuesto, una historia de amor.

—suena muy interesante. Dicen que la primera novela suele ser la mejor, la segunda, es la prueba de fuego, tú ya pasaste esas pruebas y te has superado en la cuarta, El carcelero de Isbiliya, una novela que tiene como escenario Andalucía, igual que la primera, Las espinas del amor. Para haber lle-gado a ser finalista en el premio planeta, supongo que es una novela excelente, desde todo punto de vista. ¿tienes ayuda en la corrección o edición de tus no-velas? —Cuando un manuscrito mío va a ser publicado, la propia editorial es quien se encarga de corregirlo. En mi caso particular, han sido Vía Magna y Vestales, la editorial argentina con la que he publicado la tercera novela, La últi-ma Cita. Para El carcelero de Isbiliya, no he tenido más ayuda que la del corrector de Word.

—No pretendo que cuentes toda la trama de la novela, pero explícame de qué se trata. —La novela da comienzo con la pérdida de la fortaleza de Alarcos, que era la frontera más avanzada del reino de Castilla. En la historia he tratado de reflejar los sentimientos encontrados entre los cristianos y los musulmanes cuando luchaban por retener una tierra que creían que les pertenecía. El avan-ce almohade casi hasta las murallas de toledo. La división entre los diferentes reinos cristianos. odios. Venganzas. Expiaciones…

—¿Has recibido ofertas para su publicación? —sí.

—¿Qué diferencia existe entre la Arlette Geneve de antes del concurso, y la de ahora? —Antes era una mente inquieta, ahora, soy mucho más inquieta. No puedo evitar reír ante su ocurrencia, Arlette es una mujer espontánea.

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—Y a propósito, el nombre que utilizas en tus novelas es un seudónimo, muy sugerente, por cierto, ¿cuál fue el motivo fundamental por el que no usaste María Martínez? —Arlette Geneve es el nombre de mi hija, a la que adoro. Es un enorme privilegio poder usarlo como escritora. Me siento muy orgullosa de lo que representa. —¿Cuánto tiempo tardas en escribir una novela? ¿Y cuánto en su repaso? —Depende del género. La novela histórica suele llevarme más tiempo que la novela contemporánea porque tengo que documentarme y buscar información. Con El carcelero de Isbiliya he tardado un año.

—He tenido oportunidad de saborear tu literatura, una de un estilo abrasador, inconforme, y que sabe exactamente qué palabras colocar para despertar sentimientos, te leo un fragmento que traje de tu cuento Guarismo del uno, apasionante, casi depredador, diría yo:

¡Estoy enamorada! Bailo en las emociones juveniles que creía olvidadas y llenas de polvo para siempre. Mi estómago ruge impaciente y las alas de mariposa me siguen acariciando el cielo de la boca ante la espera de verlo otra vez. tan impaciente, tan lujurioso, tan lleno de vida que me desconcierta, la duda, sospecha, temor, indecisión, desconfianza me ciegan, me anulan y sólo atino a alzar mis hombros en inquieto interrogante de ¡qué me importa! Me da vergüenza mirarlo, sonreírle, dejar que acaricie mis pechos caídos de desidia amorosa. La mujer que hay en mí necesita el aliento que me inspira el olor de su pelo, su barba sin rasurar, los labios finos y ardientes a mis demandas. tiene veinticinco años de magnífica potencia y me hace sentir como una asalta cunas pero, qué bonito cuando pasea su culo desnudo ante mis requerimientos lascivos maduros y tormentosos. Atrás se quedan las baldosas húmedas de sudor frío y beato. Nada puede evitar que lo mire cuando duerme en el lado caliente que dejó mi marido sin remordimiento. sopla mis años rancios y píos que me han acompañado en el largo camino pedregoso e hiriente a los deseos más elementales. Maneja la llave de grifa con absoluta maestría, en clara muestra de cómo maneja mis ansias escondidas en un arcón de miedos y complejos ya secos. La vida ha recomenzado para mí, como las golondrinas que regresan cuando el invierno deshiela las hojas verdes de la esperanza como un campo sembrado de ilusiones y planes. Hoy me siento renacida, resurgida en la más completa certidumbre de que todos los penes, no son defectuosos. —Me costó trabajo escogerlo, pues el texto íntegro expele la misma fuerza y belleza. Me produjo la sensación de leer a simone de Beauvoir, o a oriana Fallaci, ambas escritoras recalcitrantes, poseedoras de estilos magistrales, no quiero decir con esto que no tengas tu propio estilo, que es indudable que lo tienes, es la manera como sabes llegar al lector. —Ese relato en concreto lo escribí invadida por un sentido extremo de ira. me dejaba acariciar por las palabras, les permitía aflorar a voluntad por mi piel para expresarse a su antojo, libres. Poderosas. Me sentí carne de la

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ISTAprotagonista. Bebí sus lágrimas. Abracé su inconformismo y rabié su impotencia ante las injusticias que la golpeaban por el hecho de ser una mujer.

—sí, fuerza es lo que se respira al leer el texto. ¿Qué piensas que debería hacer un escritor novel para llegar a publicar? —¡¡¡No rendirse nunca!!! tocar puertas aunque estén cerradas hoy, porque es posible que se abran mañana —afirma con vehemencia. —¿Qué consejos podrías dar a los escritores de Prosófagos, o El Recreo, algunos de ellos también muy buenos, pero que no han tenido la suerte de ser publicados? —Voy a darles el consejo que no me dieron a mí (esta frase de película me encanta).

Confía siempre en tu instinto. Busca un sello editorial donde pueda encajar tu novela. Usa una carta de presentación corta pero efectiva y, si aún así, no consigues que te la publiquen, entonces preséntala a concursos, no importa que sean pequeños, medianos. Muévela, haz ruido, que te oigan.

—¿En estos momentos tienes alguna nueva novela en ciernes? ¿Cuál es tu siguiente proyecto? —El año próximo saldrán dos novelas más publicadas. Una con Vía Mag-na, que será histórica, y otra con Vestales, contemporánea.

—¿No es contraproducente publicar más de una novela a la vez? Me refiero al mercadeo, a la parte estrictamente práctica. —Vestales es una editorial argentina, Vía Magna, española. Creo de todo corazón que no es contraproducente publicar dos novelas al año porque son completamente diferentes. trato de llegar a todas las personas posibles. tengo lectoras que me escriben hablándome de la Última cita, contándome sus opiniones, si hubiese sido histórica no la hubiesen leído, curioso ¿verdad? Y con las Espinas, igual. son lectores que nunca hubiesen leído contemporánea. Por ese motivo creo que es imprescindible para un autor que sea capaz de moverse en todos los géneros y épocas.

—¿se pueden conseguir tus novelas de la Editorial Vestales en España? —Afortunadamente, Vestales trae los libros a España. se pueden conseguir en las grandes superficies como el Corte inglés, Casa del Libro, Heartmaker.

Arlette geneVe

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—María, o ¿Arlette? Ha sido un verdadero placer conversar contigo, te agradezco que me hayas abierto las puertas de tu preciosa casa. ¿Quisieras decir algunas palabras a las personas que a partir de esta entrevista te conocerán me-jor, y posiblemente sean tus futuros lectores?

—Que me escriban y me cuenten qué les parecen mis historias. Que me ayuden con sus opiniones objetivas sobre los aspectos en los que puedo mejorar y crecer como escritora. Que nunca olviden que escribo para ellos y por ellos.

Arlette me acompaña a la salida, mientras escucho el trinar de dos pájaros que parecen despedirse de mí. Una gata birmana pasea por el teclado del piano y luego se acuesta sobre él, mirándome, atrevida. Nos reímos de su descaro, y luego de un beso cariñoso, mi mano ya acostumbrada al gesto de re-tirada me regresa a la pantalla.

Para saber más de Arlette Geneve o para comunicarse con ella:

Web: http://www.arlettegeneve.es

E-mail: [email protected]

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ISTAArlette geneVe

Arlette Geneve (María Martínez) reside en la ciudad de Elche (Alicante, Es-paña). Comparte su tiempo entre su familia, su vocación por las letras y el diseño en un estudio de arquitectura.

Escribe novela de ficción histórica y contemporánea, así como poesía, relatos cortos y cuentos infantiles. Por sus relatos y cuentos obtuvo el Primer premio Huétor Vega Gráfico, 2008 y el Segundo premio Víctor Pradera. Ha sido finalista del pre-mio Planeta 2008 por su última novela, El Carcelero de Isbiliya.

Su intensa actividad como escritora se refleja en sus tres novelas publicadas: Las espinas del amor (histórica, 2007); La última cita (contemporánea, 2008); Waterfallcastle. La Promesa del Highlander (histórica, 2008), más otras dos que serán publicadas en el próximo año.

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Guerreros (1999-2000)

Óleo/lienzo 162,2 x 130 cm

Firma: Maruri/2000 (áng. inf. dcho.)

Colección particular - santander (España)

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ISTAJulio MaruriPor José María Lafuente

Inicio de la década del 40. La guerra civil española ha finalizado, y en esos años la muerte se ha llevado… ¡se ha llevado a tantos! A Federico García Lorca, Unamuno, Antonio Machado; y Miguel Hernández morirá en breve. otros, han debido exiliarse, y la lista es también larga y terrible: ya no están en España Juan Ramón Jiménez, ni Alberti, Cernuda, salinas o Guillén. Con persistencia, la poesía se hará presente en quienes quedaron… y en la pluma de una nueva generación, creciendo al amparo de revistas, colecciones y premios, en cafés y tertulias, provincia a provincia, trazo a trazo.

Santander, 1944. Comienza a editarse una de las revistas más importantes de la década: Proel. Entre sus decididos colaboradores se encuentran José Hierro, José Luis Hidalgo y Julio Maruri. Es allí donde Julio publica su primer libro de poemas: Las aves y los niños. En 1947, el grupo santanderino de la revista Proel es reconocido en los premios Adonais: José Hierro es galardonado con este premio y Julio Maruri obtiene un accésit por Los años. Poco después, Julio realiza su primera exposición —dibujos a tinta china—, en la sala del diario Alerta.

VIDEO ENTREVISTA:

julio mAruri

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Santander —Estamos en casa de Julio Maruri y nos disponemos a hacer estas preguntas que nos han hecho llegar nuestros amigos de Prosófagos. Bueno, Julio, primera pregunta: ¿Cómo fue tu inicio en la poesía? ¿Cómo fue ser poeta de Proel? —… el colegio se llamaba Santo Ángel, pero eran las ciencias las que tenían más importancia y lo religioso, pues… como historia, ¿verdad?... la historia bíblica. No había dictado, no había redacciones; pero más tarde sí se introdujo la redacción. Y la primera vez el tema fue santander: escribir sobre santander. se hizo una página que terminaba con una frase como: «regada por las espumosas aguas del Mar Cantábrico». Pues me dieron a mí la nota, y me sacaron así… como a relucir (ríe, Julio) Creo que es el sentido de la escuela: ¡no tuve miedo a escribir! Y no tuve miedo. Como más tarde no tuve miedo a entrar en una librería, o entrar en una sala de exposiciones. No es que te enseñen; lo que hacen es abrirte y que tú puedas el día llegado, el día bueno, entrar en el Ateneo para ver una exposición de solana. Y ese es el principio de la cosa. ¿Usted es escritor? Pues mire, empecé ahí,con esas páginas.

—¿Y luego, en Proel, Julio? —Primero estuve en Madrid cinco años, en el servicio militar; en la primavera del 43 me encuentro con un chico, Emilio Ernesto Niveiro, y a él le interesa que yo escriba versos. Está en relación con Vicente Aleixandre y le escribe que me ha encontrado. Y Vicente Aleixandre responde que vayamos a verle. Me habla de Proel; me dice que en santander hay unos chicos tal, que escriben, me habla de José Luis Hidalgo. Digo: «¡José Luis Hidalgo! ¡si fue amigo de la infancia!». Y entonces, me liberan; nos liberan a la quinta del 41, llamada del biberón por los catalanes de la quinta; vengo a santander y encuentro a estos chicos. A Leopoldo Rodríguez Alcalde, a Carlos salomón, a Enrique sordo y a otros. Y como yo he publicado ya en Espadaña un poema, y vengo con Sombra del Paraíso, que Vicente Aleixandre acababa de publicar, pues hay una especie de cosa… el que viene de fuera, ¿verdad?... el que viene de Madrid. Entonces ellos me hablan de Proel; y me presentan al Director, Pedro Gómez Cantolla, el subsecretario del movimiento. Y yo le pregunto: «Pero, ¿hay que ser falangista para escribir en su revista?». «Ah no, no». Eso lo ha contado él… Luego, ese mismo verano, llegaron Hierro y José Luis Hidalgo. Y claro, José Luis Hidalgo y yo inmediatamente nos reconocimos porque habíamos sido amigos de infancia, cuando José Luis vivía aquí, en santander. Hierro tardó en escribir porque hubo oposiciones, como él había pertenecido a la roja internacional y había estado en la cárcel. Acababa de salir en ese momento, cuarenta y cuatro… tardó un poco en publicar en la revista, pero poco. Yo, al director, a Cantolla, le dije: «si Hierro no publica en Proel tampoco publicaré, dejo de publicar y me desintereso».

—Julio, ¿por qué, de todos los temas posibles, en el primer libro se habla de las aves y los niños? también se relaciona, de alguna manera, o está presente en los primeros dibujos: los primeros dibujos son de niños. ¿Es premeditado, es casual, sale así…? —Quizás se explicaría por lo que Françoise Dolto, psicoanalista parisina de un gran renombre en francia y en los países de lengua francesa, define como «el dandi». El dandi es alguien que busca la belleza; y que vive en lo bello. Dice que el dandi, el auténtico dandi es eso, el amor de lo bello. Que es su valor. Y también que hay los falsos dandis: los que imitan a los dandis… son los que se prostituyen. Bueno, esto se me ocurre ahora, ¿eh?... Porque… Las aves y los niños es un cuento de hadas, pero mezclado con otras cosas, de tipo sentimientos. Es

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ISTAdecir, es biográfico, quizás… lo sentido, lo “resentido”, la actitud del alma en la vida. Un poco de contemplar…, de vivir un poco en las nubes, también. De leer en las cosas sin ir muy lejos.

—La segunda parte, el segundo libro, Los años, pues es ya una cosa muy de amor, de amor auténtico. No de amor auténtico, bueno, yo he llegado a aceptar esa palabra que dice: «Que el amor no existe, existen pruebas de amor». si la poesía amorosa puede ser una prueba de amor, entonces se puede decir así . Y hay realmente una experiencia grande del amor, y casi como algo imposible, inaccesible. Eso es lo que se lee a través de Los años. siempre, siempre me ha chocado que una mujer cante una copla de hombre y que un hombre cante una copla de mujer, y Los años puede leerlo una mujer, como mujer que ama, y puede leerlo un hombre, como hombre que ama. ¡Pero tampoco era como un método! Fue así, como dejando abierto el campo… también hay elementos estéticos: lo que podríamos llamar el dandi, de belleza y eso.

—Julio, ¿te has sentido parte de alguna corriente literaria? —No, nos hemos sentido de un grupo de amigos, realmente. No de corriente literaria, de amigos. Con Bousoño… Hay una foto en el sardinero… Estamos sentados Hierro, Hidalgo, Bousoño y yo. Bousoño acaba de llegar de México. Vino a santander a vernos porque teníamos relación, a partir de Vicente, y entonces estamos allí y Bousoño dice: ¡Aquí están los mejores poetas de España! Una cosa infantil, ¿verdad? ¡Aquí estamos los mejores poetas de España! En su entusiasmo, ¿verdad? Pero éramos amigos. Yo no he tenido ningún sentimiento de que esos poetas no eran grandes poetas, ¡formidables! Y que vivíamos... Porque nos interesaba la pintura, nos interesaba el teatro, hicimos obras de teatro. ¡Había que ver a Pepín Hierro haciendo El caballero de Olmedo, todo tieso, con una admirable dicción; además la gravedad castellana, la del misterioso caballero, todo aquello, Doña inés, luego yo con Pilar Miquelarena haciendo de Fabia, yo haciendo de tello. Ricardo Gullón habló de eso en uno de sus escritos, de que parece que yo era un buen actor, misterioso y divertido…

Las primeras pinturas —… Pintar venía también de mis doce años. De mi padre, cuando me puso en manos de José Herrera: tenía un taller para carteles y alumnos ya mayores. Era cliente de mi padre en El diluvio, y a mi padre… pues no le gus taba mi escritura, porque él tenía una escritura caligráfica admirable, pero yo, jajaja, ¡le daba carácter a mi escritura, supongo! Él le dijo un día: «Hombre, José,

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yo tengo un chaval que tiene una escritura, pues, bueno, ¿no podrías adecentarle un poco?». «Hombre, pues sí». Un alumno; pero aparte de eso, amistad, porque José Herrera era un hombre estupendo; luego sufrió, porque él estuvo con la República a fondo, y bueno, “desapareció”. Pues allí fui con un gran cuaderno de tapas duras y con las líneas para escribir. Había unos mozos que estaban en pupitres altos, dibujando. Estaban preparándose para la Publicidad, para lo que fuera... y yo, ¡pues un chavaluco! Herrera me puso en un rincón, donde había una mesita baja y me dice: «tú te sientas aquí. Aquí tienes colores, papeles, pues aquí trabajas». Y de escritura, ¡nada!... Pasaba mi hora de curso dibujando. Y entonces, un buen día le dije a mi padre: «Papá, a mí me gustaría tener un caballete», y dice: «Pues mira, muy bien, baja al carpintero y que te haga, un eso, como tú quieres». Vivíamos en la calle del sol en el número cuatro, y enfrente había un carpintero; bajé, y me hizo una planchuca con patas atrás, lo que yo tenía en la cabeza. Y cuando estuvo hecho, tres días después, inicié mis pinturillas, mis paisajes, algunas cosas así.

Pues luego más tarde me dio por hacer dibujos, ¿verdad? Los niños, y Cossío los vio y dijo: «Pues sí, no está mal, Julio, ¡esto hay que exponerlo!». Y Beltrán de Heredia se encargó de exponerlos. Cossío me hace un elogio estupendo, y además me empuja para exponer, y [más tarde] cuando expuse en Madrid… que yo, fraile, ¡no tenía derecho a estar en Madrid…!

—Fue la exposición que Pancho estuvo vigilando. Es una historia preciosa. —sí, fue algo que me emocionó. Pancho era así.

—La exposición fue en la librería de Fernando Fe. —Eso es, era la sobrina la que se encargaba de ello, la sobrina de Fernando Fe. Y yo estaba muy contento. Pancho Cossío estaba allí cada tarde, para hablar de mí, representarme. Yo creo que es el Pancho bueno de París, del socorro internacional, de todo aquello, con Buñuel, de jóvenes revolucionarios …

Los años como fraile Carmelita En 1950 Julio Maruri ingresa en la Orden de los Carmelitas Descalzos; pero continuó escribiendo y pintando. En 1958 obtiene el Premio Nacional de Literatura, por la antología poética que había publicado Pablo Beltrán de Heredia

—Julio, ¿qué te llevó a ingresar como fraile en una orden? —Ya, a eso siempre…

—Es una pregunta architípica.

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ISTA —A eso siempre he respondido… Aquí he tenido una interviú que se me hizo hace un tiempo. pues yo me negué a responder. en fin, es decir que… ¡que inventen lo que quieran! Bueno, algo sí se puede decir: en ese momento pasé por una crisis, así de pronto, una caída en la que me vi completamente aislado de todo. Y luego he sabido que hacia la treintena puede haber ese fenómeno. Este fenómeno de un silencio total y que no es una depresión. Ya no se va al café cada tarde, después de comer, a hablar de arte con los compañeros o los señores. Con los Cossío, con Pancho… Ya no… Hay una especie de “lejos”… Y bueno, todo ello fundado en algo que era muy profundo en mí, y que me daba la vuelta. Y, no, no puedo decir más.

—Julio, ¿cómo pudiste compatibilizar la vida de fraile con la literatura y la pintura? —Pues literatura muy poca de fraile. Yo escribí cosas en la Rigada; allí estuve un año. Me metieron un año para ver si resistía la vida de ermita, ¡y la resistí! Por lo que oí, el Provincial, que era un padre bastante ingenuo, se extrañaba porque le habían dicho que muy bien y que yo estaba encantado. En el colegio con los chavales, cuando empecé, porque tenía que aprender latín y cosas así —que no aprendí—, pues allí encantado de la vida, con una blusa y unas alpargatas. Y luego en ese desierto, ya ordenado, como pez en el agua. Aquí, en la Rigada, donde está el monasterio…

—sí, en Hoznayo. —sí. Es un palaciuco del siglo XViii con dos torres. Yo quise tener una celda en la torre. Y la torre tenía dos ventanas, una daba hacia la costa y otra daba hacia las tierras, hacia el valle. Conseguí que además de tener la ventana hacia el valle, que me abriesen la ventana hacia la costa. Nadie había vivido allí, porque era en el último, bajo el tejado de la torre, de la torre izquierda cuando se entra en el jardín, en la huerta. Y así, pues vinieron y quitaron los ladrillos que cerraban. Y ahí escribir, sí.

—Julio, ¿qué significó para ti el premio nacional de Literatura? ¿Lo esperabas? —No, no lo esperaba, no. Esto fue cosa de Pablo, Pablo Beltrán de Heredia, gran amigo y un personaje… enorme.

—Ahora que estamos con lo de El epistolario, me parece increíble lo que habéis hecho juntos en los años cincuenta, incluida la Antología. Pero cuando ves lo que Pablo hacía además de aquello… es un hombre que ha trabajado lo indecible. —sí, una capacidad de dirigir, de organizar, con un sentido estético muy grande, de equilibrio. Bueno, él está detrás de imprenta Bedia, está detrás de Peñalabra, de la Fundación santillana, de las exposiciones...

—Y él es el que presenta tu antología al Premio Nacional, porque tú estabas en ese momento en el convento.

julio mAruri

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—Exactamente. Por eso, para mí… ¡fue una sorpresa!... Claro que en el contexto mío, de fraile, yo no lo saboreé como si hubiese sido el chaval en Madrid. Pero muy bonito, y pude ofrecerle a mi padre el importe del premio para pagarle las cosillas que le había robado cuando chaval, ¿verdad?

—¿Cuánto era el importe, Julio? —Eran veinticinco mil pesetas.

—Pero es mucho dinero para entonces, los años cincuenta. El 58. —sí, sí, era dinero, era dinero. Y el título del Premio de la Asociación de Poesía era Premio José Antonio Primo de Rivera.

—¡Ah! ¿Así se llamaba? —José Antonio Primo de Rivera era poeta, le daban por poeta y por cosa política. Yo lo supe por la prensa, en algún periódico que lo decían así.

—Y el Premio gustó a los hermanos religiosos. Estaban muy contentos y eso fue ocasión para que fuera a Bruselas, porque allí se formaba la iglesia de Bruselas, y el Prior pidió que me enviaran allí. —Pues fue el mejor servicio que te pudo hacer el Premio Nacional. Que te hubieran mandado a Bruselas para conocer allí otro mundo.

En Bruselas, Maruri organiza la exposición de Teresa de Ávila; cuan-do el General de la Orden ve las fotos, se apresura a convocarlo a Roma, para la exposición de la Iglesia en Vaticano II.

—… el General de la orden, viendo las fotos, me llama a Roma: «¡ohh! tenemos aquí un problema, hemos alquilado un stand en la Feria, en la Mostra Italiana, y no sabemos… porque es un espacio tan grande… ¡Que venga, que venga, que coja el tren o el avión y que venga lo antes posible!». Pues llego a Roma, y me encuentro con un fraile milanés, pero que habla francés, y que es el tesorero de la Casa Generalícia. Me lleva al sitio y me da los planos y me dice: «Bueno... habíamos comprado esto, alquilado, pero nos damos cuenta que no sabemos qué hacer y cómo hacer». Digo: «¿Y tiene fotografías?». «Pues sí». «¡Ah! Pues tráigame todas las que pueda». Me trae dos cajas de fotos, un par de tijeras, y el plano y lo que mide todo. Y yo calculo de tanta altura y tal, empiezo a recortar y a hacer caras. Yo podía haber hecho carrera, ¿sabes?, de “encuadrador”, de montador. El caso es que al día siguiente paso dos o tres horas por la noche cortando... y como vengo de realizar ese trabajo, en la escuela de Bruselas… Y hago un montaje de las fotos. El hombre, entonces, viene por la mañana a ver. Y dice: «¡Plus angélique!». Ja ja ja, ¡Por Dios! ¡Y así fue!

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—Las fotografías de esa exposición… —sí, las hizo un fraile fotógrafo, que me siguió por

algunos sitios. En el Vaticano, estoy de espaldas entre aquellos guardias admirables, con sus gorros de plu-mas negras; enfrente se ven las columnas salomónicas de donde está el Papa, Juan XXiii, el único Papa que realmente ha habido en la iglesia, ¿verdad? Es así, ¡y peor para los que no lo crean!

Vicente Aleixandre, según Julio Maruri

—Julio, conociéndole y habiendo tenido relación con él, ¿cómo viviste el otorgamiento del Nobel a Vicente Aleixandre? —¡Hombre!... Era una cosa tan esperada, no esperada como decir… tan deseada, ¡era tan importante que a Vicente Aleixandre le dieran el premio Nobel! Porque Aleixandre fue el puente entre la España muerta o asesinada, o tocada, o… cada uno pondrá sus adjetivos, y nosotros, que éramos inocentes, nosotros teníamos quince años cuando estalló la guerra, dieciséis…

—o sea, ¿crees que Vicente fue el nexo de unión entre las dos generaciones? —Claro que sí, claro que sí, claro, claro. su obra y su presencia, porque es su presencia.

—Pero es muy curioso eso que has dicho de Vicente, de la presencia, no tanto del magisterio. Porque eso no se enseña, no hay técnica… A ver, ¿cómo se hace un poeta? —El poeta está ahí. Los poetas estuvieron allí. Eran una familia, eran amigos, bien, no amigos, porque no se puede hablar de amistad… ...Y es eso, Vicente te da una respiración y una libertad. Yo no tengo nada de Vicente Aleixandre en mis poesías de poeta menor. Y Hierro tampoco, Hidalgo tampoco, y Bousoño tampoco, y ninguno. Vicente Aleixandre no dijo qué hay que escribir, ni cómo nada, porque eso no se dice, no se puede, ¿verdad? Y no es una técnica; tiene una práctica, y la práctica se afina con los años. por eso hay poetas que cuando reeditan, corrigen. Yo he visto correcciones de Car-litos Bousoño, correcciones de sus poemas de antes. Yo mismo cogería cosas y diría: «Aquí fui un poco tal, esta palabra yo la quitaría».

julio mAruri

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Francia —Julio, cambiando totalmente de tercio, pero yo creo que es una cosa muy curiosa y que hemos hablado también muchas veces, de las diferen-cias de países. tú, has vivido tanto en España como en Francia. ¿Reconoces influencias en el quehacer normal del escritor y de artista que se puedan considerar distintivas de cada país? —Bueno, claro, hay la lengua, la lengua... Yo me arreglo mejor hoy en día escribiendo en francés que en castellano. Cómo decir, se desliza mejor…

—o sea, que viviendo en Francia tantos años, porque en Francia has vivido cuarenta años, desde principios de los sesenta (y en Bélgica también estás con franceses) hasta entrado el 2000… —Antes, porque en el 52 tomé el hábito, e inmediatamente me mandaron a Francia. A Fontainebleau, donde pasé un año, y luego a Lille con otros estudios.

—o sea que ahora, ¿te sentirías más cómodo escribiendo en francés? Es curioso… —sí, sí, más suelto. Mucho más suelto, mucho más, sí, sí. He escrito muy poco en francés, poquísimo. He hablado, sí. Y las Promenades, todo es hablado, pero escrito. Cosas que han sido escritas son un artículo en Bélgica sobre los ornamentos modernos, sobre la liturgia, y también un artículo, prólogo a Poemas, en el que yo hablo a alguien que encuentra mis poesías: concebí eso, un chaval de los arrabales de París que entra en el FNAC, y ve la poesía, está tentado por ella, y le hablo.

—Pero, ¿ha sido un privilegio haber vivido en Francia? Porque has podido vivir en otro nivel intelectual, cultural, de pueblo. Es decir, se siente que a pesar de lo que se pueda decir desde aquí, la clase media francesa —no el parisino de turno—, la clase media francesa es extraordinaria. —Claro, eso lo vemos allí, en los pueblos franceses. En cada pueblo hay un castillo. Aquí se considera, y los historiadores han considerado, que en el gran siglo francés y esas épocas, eran los señores tiránicos que mataban a todo el mundo alrededor, y que las gentes llanas vivían miserablemente. Pero, ¿cómo había un castillo? Y es enorme, y alrededor está todo armonioso, como si aquel château fuese un ejemplo, un modelo. No son las iglesias; están las grandes catedrales, pero en lo ordinario, son unas iglesias modestas. El château es una maravilla. Y todo eso es un ambiente, esa atmósfera. La clase media francesa es cultivada, lee, es la que llena los teatros y los cines, porque claro…

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Les Samuels: Maruri como profesor —Bueno, yo estoy en Bruselas, en la orden. Deciden enviarme a España, porque ya «huele mal». Por ejemplo, cometo una indiscreción terrible cuando el Congo Belga se libera. Hay guerra en el Katanga. Y digo: «¿Qué hay en el Katanga de especial, para que se continue en el Katanga, queriendo guardarlo?». Me dicen: «No, hombre, son las minas». Y me cuentan que hay minas. ¡El escándalo que supone!... El fraile rojo, que les dice que no se quieren ir del Katanga por las minas, para guardarlo y explotarlo. Y que están manejando toda clase de provocaciones. Así que al final ya están hartos de mí (se ríe) y entonces se acuerdan de volverme a España. Primero me mandan a un convento, justamente de monjas africanas de Katanga, que las habían refugiado en Bélgica. Y de allí vienen a de-cirme que tengo que marchar a España. Y yo, pues vuelvo a España, pero digo: «No, no vuelvo a España, quiero irme a Francia y quedarme en Francia».

Julio es acogido en Fontainebleau, y a fines del 65, invitado a formar parte de Les Samuels, una escuela para niños con dificultades, en Vieux-Moulin, en Compiègne; más que una escuela, un proyecto educativo bastante particular, y en el que Maruri se integró como profesor de pintura. Pese a los años transcurridos, habla con pasión de su estadía en Les Samuels, de Cramard, su director, del gozo de trabajar allí, de los logros obtenidos. —… A Cramard le proponen venir para dirigir, para abrir este proyecto. Él consulta con su esposa, porque ella había sido enseñante titular, él no, de modo que ella tiene el poder de abrir el colegio. Y aceptan. Dejan todo, dejan su piso, dejan todo y se van, se instalan allí y se abre el colegio. Empieza a funcionar, porque mandan gentes, mandan niños con dificultades, ¿verdad? Era un colegio con todas las exigencias del colegio. En los programas, en todo, y el ideal era que los alumnos pudieran pasar a secundario; estaban en primario: empezó con niños de once, doce años, y catorce y hasta quince. Me dan cama, cien metros cuadrados de taller ¡para mí! … Era el granero de esa casa; la casa principal era de estilo normando, piedra, muebles de madera y todo eso y luego una cosa moderna, un añadido con dormitorios. Allí tengo una habitación con un cuarto, en un rincón de los cien metros cuadrados. Y estoy allí, yo pinto, mis pinturas vienen de Bélgica, donde están, todos los papeles. Julio narra cómo trabajaban; de las constantes reuniones entre los profesores, de la modificación por la práctica: «ninguna teoría, ninguna tesis… se trata simplemente de estar presente». Y así, cuenta, por ejemplo, que: —Había un gran jolgorio, el refectorio, los chavales que gritan, los profesores que comen en el comedor en lo alto y todo eso… Un buen día se define que los profesores tienen que comer con los alumnos, es un pensionado, pues cada profesor se pone en una mesa con los alumnos, son mesas partidas así, por grupos… y se acaban los follones, ya no hay gritos (ríe).

julio mAruri

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—En vez de tanta retórica de «que no chillen, de qué tal»- Así suavemente, y volvemos a la presencia. —En la mesa, cuando llegan los platos, yo digo: «¿Quieres servir? sirve». Y eso me sale espontáneamente, no tengo ni idea de estar con alumnos y chavales, y nada... y uno de ellos va sirviendo de las sartenes a los platos y poco a poco, así, poco a poco vamos trabajando… Ciertos profesores se van para siempre; es como en La Trapa, el que no está contento se va, simplemente dejan que se vayan. es una modificación que se hace, por práctica, ¿verdad? vamos descubriendo cosas, se hace una reunión cada viernes…

—La cuestión era la presencia —La cuestión es la presencia.

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ISTAjulio mAruri

Julio Maruri nació en Santander, en 1920. En la década del 40 forma parte del grupo de escritores de la revista Proel, donde publica su primer libro de poemas. En 1951 ingresa al Carmelo Reformado, aunque continúa escribiendo y pintando; más tarde, suma la docencia a sus otras actividades. Ha vivido en Francia y Bélgica, y actualmente reside en Santander.

Ha publicado, entre otros: Las aves y los niños (1945); Los años (1947), galar-donada con el accésit del premio Adonais; Obra Poética (1957), por la cual obtiene el Premio Nacional de Poesía; Algo que canta sin mí. Poesía 1944-1992 (1993); Artículos perdidos (1994), Poemas en Caravanes n.º 5 (2001); De un Santander perdido (2002); Paseando con Sabine Mamou/Promenades avec Julio Maruri (2002)

Como pintor, posee una extensa trayectoria, y ha expuesto sus obras en salas y galerías de Francia, España e Italia.

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