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El Cultural NÚM.213 SÁBADO 17.08.19 [Suplemento de La Razón ] ESGRIMA JUAN CARLOS SAAVEDRA CARLOS VELÁZQUEZ 50 AÑOS SIN JACK KEROUAC ALMA DELIA MURILLO LA INTELIGENCIA DE LAS FLORES CONTRACULTURA LSD HIPPIES WOODSTOCK ALTAMONT BEATLES IGGY POP DAVID BOWIE VIAJE A LA LUNA ROGELIO GARZA CARLOS MIRANDA 5O ANIVERSARIO UTOPÍA Y DESENGAÑO JOSÉ EMILIO PACHECO UN MONÓLOGO TEATRAL RECUPERADO Arte digital > A partir de imágenes en freepik.com y vecteezy.com > Staff > La Razón EC_213.indd 3 16/08/19 17:36

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El CulturalN Ú M . 2 1 3 S Á B A D O 1 7 . 0 8 . 1 9

[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

ESGRIMAJUAN CARLOS SAAVEDRA

CARLOS VELÁZQUEZ50 AÑOS SIN JACK KEROUAC

ALMA DELIA MURILLOLA INTELIGENCIA DE LAS FLORES

CONTRACULTURA LSD

HIPPIES WOODSTOCK

ALTAMONT BEATLES IGGY POP

DAVID BOWIEVIAJE A LA LUNA

ROGELIO GARZACARLOS MIRANDA

5O ANIVERSARIOUTOPÍA Y DESENGAÑO

JOSÉ EMILIO PACHECOUN MONÓLOGO TEATRAL RECUPERADO

Arte digital > A partir de imágenes en freepik.com y vecteezy.com > Staff > La Razón

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SÁBADO 17.08.2019

El Cultural02

DIRECTORIO

Roberto Diego OrtegaDirector

@sanquintin_plus

Julia SantibáñezEditora

@JSantibanez00

Director General Editorial › Adrian Castillo Coordinador de diseño › Carlos Mora

CONSEJO EDITORIAL

Contáctenos: Conmutador: 5260-6001. Publicidad: 5250-0078. Suscripciones: 5250-0109. Para llamadas del interior: 01-800-8366-868. Diario La Razón de México. Nueva época, Año de publicación 11

Carmen Boullosa • Ana Clavel • Guillermo Fadanelli • Francisco Hinojosa • Fernando Iwasaki • Delia Juárez G.Mónica Lavín • Eduardo Antonio Parra • Bruno H. Piché • Alberto Ruy Sánchez • Carlos Velázquez

El Cultural[ S u p l e m e n t o d e La Razón ]

Twitter: @ElCulturalRazon

Facebook: @ElCulturalLaRazon

El relato “La reina”, que José Emilio Pacheco publicó en 1963 dentro del volumen El viento distante, tuvo una primera versión en formato de monólogo teatral en un acto. El autor, con apenas 19 años entonces, lo publicó el 7 de abril de 1958 en el suplemento dominical del periódico

El Nacional. La obra ha permanecido desconocida hasta hoy, que Edgardo Bermejo la recupera en el marco del ochenta aniversario del nacimiento del escritor. Agradecemos encarecidamente

la anuencia de Cristina y Laura Emilia Pacheco para compartir este hallazgo con los lectores de El Cultural.

“LA REINA”U N M O N Ó LO G O TE ATR AL

JOSÉ EMILIO PACHECO

La versión teatral de “La reina” no fue incluida junto con otros rescates de su obra narrativa publicada entre 1956 y 1984, que el propio José Emilio Pacheco reunió muchos años después en La sangre de Medusa y otros cuentos mar-

ginales (Era, 1990). En 1958 publicó los relatos “La sangre de Medusa” y “La noche inmortal” dentro de la colección Cuadernos del Unicornio, dirigida por Juan José Arreola.

En el prólogo a La sangre de Medusa... Pacheco recuerda que en aquellos años de su iniciación en las letras, publicar “sin nadie que me corrigiera y bajo la noción entonces vigente de la ‘espon-taneidad’ (difundir lo que saliera al primer intento, sin reescri-tura ni versiones sucesivas)” formaba parte de sus afanes como joven escritor. También apunta: “Corrijo, suprimo, añado, aclaro, cambio títulos con la certeza de que [...] si es una falsificación se trata de falsificar un cheque caducado hace bastantes años. Pre-fiero ver en los textos iniciales la colaboración entre un escritor

precoz y otro tardío que aún está aprendiendo su oficio. Al joven que fui le digo en desagravio que las modificaciones a los textos de años más próximos no han sido menos severas”. En otro lu-gar del mismo prólogo abunda: “Su primitiva estructura sigue intacta. Podemos cambiar todo menos nuestra visión del mundo y nuestra sintaxis”.

En efecto, el relato atroz y despiadado de una joven veracruza-na marginada, ofendida y traumatizada por su extrema obesidad, el mismo que aparece en el cuento “La reina” de 1963, quedó dibu-jado en este primer ejercicio desde la dramaturgia. El narrador, poeta, traductor y ensayista mexicano señaló más de una vez que los textos nunca están acabados y uno tiene el deber “de mitigar su imperfección”. En ese sentido resulta interesante asomarse a esta pieza teatral suya, que cinco años después apareció, mucho más robusta, en forma de un relato cuya prosa y estilo prefiguraban al narrador dueño de un universo propio en el que se convirtió.

PRESENTACIÓN EDGARDO BERMEJO

El carnaval quemaba en sus mejillasel último arrebol de mi deseo.

GILBERTO OWEN

ESCENOGRAFÍA

Habitación en el segundo piso de una casa de puerto. Al centro, una cama; a la derecha, una cómoda; a izquierda, un tocador con grandes

lunas. Al lado de la cama, un buró y encima de éste, un radio. Sobre la cómoda, algunos periódicos y revistas de muñequitos. Atrás, una ventana amplia que da al patio de la casa; a los lados de ésta, retratos.

La acción, a las ocho de la noche en el puerto de Veracruz, durante un carnaval.

Personaje único: Adelina. Una muchacha excesivamente gorda, de cara agradable pero hundida en la grasa. Trae un vestido sencillo El joven José Emilio Pacheco.

y fresco, pero con un cinturón apretadísimo que le da un aspecto grotesco.

ACTO ÚNICOAl levantarse el telón entra Adelina con un vaso gigantesco de batido de crema. Vie-ne canturreando y asienta el vaso sobre la cómoda. ADELINA: “Hay en tus ojos el verde esme-ralda que brota del mar, y en tu boquita la sangre marchita que tiene el coral”. (De la có- moda toma un recorte y lee).ADELINA: Leche imperial: una copita de rom- pope, ¾ de leche, dos cucharaditas de azú- car, canela, helado de vainilla al gusto. Suficiente para tres personas. (Deja el recorte y toma el batido). Hummm... está rico. (Pren-de el radio y mientras llega el sonido, vuelve a beber).

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SÁBADO 17.08.2019

El Cultural 03

RADIO: Y ahora nuestros micrófonos se trasladan a los elegantes salones del Club Rotario para asistir al gran baile del Car- naval en honor de su graciosa majestad Graciela I. ADELINA: (Que al oír lo anterior ha apaga-do violentamente el radio). ¡Estúpida! ¡Por todos lados! ¡Ni que estuviera tan bonita! (Toma un periódico). Tiene nariz de camo-te. Buen cuerpo y nada más. De cara estoy mejor yo. (Deja el periódico y va a mirarse al gran espejo). Tengo bonitos ojos... Ya los quisiera... y me porto mejor... ¡No, no ando con muchachos!... Ojalá la expulsen de verdad las madres (Caminando alrededor del cuarto). El carnaval es pura perdición. ¡Qué habría hecho para ser reina!... ¡Odio-sa! Quisiera ir al baile nomás para criticar-la, como hizo ella cuando mi fiesta. ¿Qué le importaba que tuviera diecisiete y me festejaron los quince? (Se sienta en el bor- de de la cama. Saca un bombón y se lo come). No soy la única que ha hecho eso. Y lo que andaba diciendo: (Con voz falsa, remedando a Graciela) “¿Vieron el primer vals? Yo estaba atacada de risa. Parecía una ballena flotando en las olas”... ¡Envidiosa! Ahora toda la escuela me dice “Cantoya”, claro, ella empezó... Me tiene envidia por-que soy más bonita y aplicada. ADELINA: (Después de una pausa larga) Si quisiera yo podría ser reina. Si mi papá quisiera daría dinero. ¡Todo es dinero, pe- ro en eso nada de belleza, ni de nada!... Pero no me quieren, desde que nació el niño (Parándose). Hace ya siete años. ¡Pinche Óscar!... ¡Ay, prometí no volver a decir esa palabra! Un bombón para que se me quite. (Lo toma). Y ni en la casa, don-de más debían quererme, me respetan... A cada rato, Gorda por aquí, Gorda por allá... Me da mucho coraje... Me llamo Adelina y ya... ¡Cómo friegan!ADELINA: (Mientras pasea a lo largo de la habitación). Mi mamá no me quiere nada. Papá sí, pero ella lo domina. (Toma un re- trato. Besa el marco) ¡Tan chulo mi papaci-to! ¡Qué bien se ve de marino! (Súbitamen-te). ¡Estúpida Graciela! Tú eres hija de un tendero y yo, del Comodoro Solís. (Vuelve el cuadro a su sitio). Mi papá no fue a la guerra porque no hubo, pero es muy va-liente: salvó a unos náufragos. ¡Cómo se fue a casar con mi mamá! ¡Es mala, igno-rante, no me quiere!ADELINA: (Mientras vuelve a sentarse en la cama). Y yo, qué pena en el baile de

coronación. ¿Para qué habré ido con ella?... Metió una de patas... ¡Como siempre!... Y nadie me sacó a bailar. Al contrario, hasta se estaban riendo de mí... Por mi mamá, claro... Y ahí voy de imbécil con Graciela. (Nuevamente con voz falsa) “Felicidades, reina. Me da mucho gusto, chula”... ¡Pero qué ojos me echaban los cadetes! ¡Me co-mían con la mirada!... No bailaron conmigo porque eran de la corte y tenían que estar con las princesas. Si no, ¡hubieran vis-to! (Pausa breve). Y ahora en la mañana, ¡qué asco! en el desfile, ahí aplastadota en el calor y el sol y ella trepada en el carro con su coronota de cartón, y toda la broza aplaudiendo. Broza, sí, gente mal educada y más en Carnaval... El tipo disfrazado de Diablo. ¡Qué odioso, bestia, pinche másca-ra! (Imitando voz gruesa) “Ábrete, ballena-to, que ahí va el arpón”. Ha de ser chilango el desgraciado... Lástima que no estaba ahí mi papá para que le diera en toditita... Y mi madre riéndose. (Imitando a la madre). “¿Ya ves? ¿Ya ves? Te digo que no comas tanto”.Del patio se oyen gritos, es la voz de la madre.MADRE: (Desde abajo). ¡Gorda! ¡Gorda! ¡Baja! Dice la Güera que si no vas con ella al Zócalo.ADELINA: (Asomándose. Grita). No voy. Que no suba. Me siento mal. (Se sienta en el filo de la cama). ¿A qué voy? ¿A que me tiren cuetes y me apretujen? Ni lo mande Dios. Yo no le veo el chiste a eso de andar vueltas y vueltas alrededor de los mucha-chos. Además, el domingo iba pasando Sergio y hasta me saludó, cuando las Ra-mírez (Voz falsa) “¡Quihúbole, Cantoya!” Brutas hijas de su... Además, Hortensia no es tan delgadita que digamos... Y es prieta como el chapopote... Su mamá trabaja en el Rincón del Brujo y no les da pena. (Hace una pausa con la mirada fija en las duelas del piso). Bueno, ya me cansé de que me digan gorda... Voy a ponerme a dieta... No, porque me debilito. Mejor hago ejercicio. No lo he hecho porque hace mucho calor... en las mañanas me da pereza y además me levanto a la carrera... Pero hoy comienzo... Ahorita... El año que entra yo soy la reina, ¡verán si no!ADELINA: (Va hacia el centro de la habita-ción. Levanta los brazos y se inclina). Uno... Dos... Es fácil... No llego, pero con la prác-tica... Ni modo que a la primera vez toque las puntas... Y hay otro... (Va hacia el borde de la cama y hace una sentadilla). Esto es

mejor. (Hace otra. Trastabilla). ¡Uh, por poco me caigo! Me falta práctica, mucha práctica. Ya me dio sed (Va hacia la cómo-da, toma un trago de batido). Si hago esto todos los días, el año que entra estaré del-gada. Voy a poner al Óscar de bufón y a mi mamá de bruja... Está más gorda que yo. ¡Come como cerdo! Bueno, otra vez. (Re-pite dos veces los ejercicios). Ya me cansé. Al rato sigo. Voy a ver que hay en el radio. (Lo prende). RADIO: Damas y caballeros: estamos en el gran baile. (Cambia de estación)... Club Ro-tario ofrece a (Cambia)... Majestad Gracie-la Primera.ADELINA: ¡Chin! En todas las estaciones. (Toma el batido y se sienta en la cama). RADIO: (Mientras se inician los danzones de Agustín Lara que durarán todo el parla-mento) Y ahora su graciosa majestad cim-bra su cuerpo de palmera arrancada a una canción de nuestro gran Agustín, a ritmo de sus inmortales danzones... La reina, amigos radioescuchas, es realmente be-llísima... Lástima que no haya televisión, para que vuestros ojos puedan disfrutar de su figura. Ahora se desliza en gráciles movimientos en brazos de su apuesto chambelán. (Siguen los danzones. Ahora es “Palmera”). Y, amigos míos, la noche es digna ofrenda del trópico a su soberana... Es una auténtica noche jarocha, embalsa-mada de brisas y cocuyos que iluminan el rumor de las...ADELINA: (Se incorpora con violencia y apaga el radio). ¡Ya! ¡Ya! ¡Ni que fuera la Venus de Milo!... Pero van a ver que el año que entra (Con redoblado rencor) ella va a ser la que oiga por radio... Se les van a caer las babas a las de la escuela... Será una sor-presa para todos: Su Majestad Adelina Pri-mera. (Hace una gran caravana). Y no voy a invitar a ninguna de las que me molestan... Vendrán muchos artistas de México y a lo mejor hasta trabajo en el cine... Mi papá va a estar orgulloso y entonces sí se fija- rá en mí. Y Sergio va a ser mi chambelán... La Güera se va a morir de la rabia y deja-rá de ser su novia... Aprenderé a nadar y ahora sí voy a ir los domingos a Mocambo para que vean mi cuerpo los turistas... A lo mejor pesco un millonario gringo... Haré que internen al Óscar para que no me mo-leste... Hay que pensar en mi vestido de reina... De una vez porque si no se echa el tiempo... Que sea de organdí, como de no-via, y con crinolina para que se vea mejor mi cintura. (Da una vuelta como de danza ciñéndose el abdomen con ambas manos). Un año no es mucho. Y voy a ser la mejor reina de todos los carnavales veracruza-nos... Pobre Graciela, me verá desde la ca-lle, como cualquiera, para que la empujen los chilangos y los jotos. VOZ DE LA MADRE: (Desde el patio). ¡Gor-da! ¡Gorda! ¿Ya recortaste las fotos de la coronación? Están en el Excélsior... Para que vea Graciela que te ocupas de ella. Gorda, contesta. ¿Estás en el baño, o estás comiendo? Ya me dijo Óscar que te hiciste un batido, ahora no cenas de castigo. ADELINA: (Que ha escuchado el anterior parlamento en una actitud inmóvil, casi hierática, grita cuando termina de oírse la voz de su madre y después se arroja llo-rando sobre la cama). No estoy en ningún lado... no me sigan molestando. (Mientras hunde sus lágrimas en la almohada). ¡Pin-che vida! ¡Pinche vida! ¡Pero van a ver el año que entra! Mientras, cae rápido el telón.

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“Y SERGIO VA A SER MI CHAMBELÁN... LA GÜERA SE VA A MORIR DE LA RABIA Y DEJARÁ

DE SER SU NOVIA... APRENDERÉ A NADAR Y AHORA SÍ VOY A IR LOS DOMINGOS A MOCAMBO

PARA QUE VEAN MI CUERPO LOS TURISTAS... A LO MEJOR PESCO UN MILLONARIO GRINGO... .

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SÁBADO 17.08.2019

El Cultural04

En los años sesenta del siglo XX, las expresiones de la contracultura juvenil y en especial el idealismo hippie —de la mano del rock— impugnaron por principio la guerra de Vietnam y el belicismo. La llamada generación

de las flores promovió, en su lugar, “hacer el amor y no la guerra”, la vida comunitaria, el amor libre, el uso de drogas suaves como la marihuana y el LSD. Los grandes festivales de rock surgieron como una liberación,

la promesa de una convivencia distinta, que en Woodstock y Altamont conoció su esplendor y su ignominia.El cincuenta aniversario de estos eventos remite a un año de huellas profundas que detallan las siguientes páginas.

ROGELIO GARZA

En julio de 1969, el ser humano caminó en la superficie de la Luna durante la misión espa-cial del Apolo 11. Después de

eso el mundo no volvió a ser el mismo. Su efecto, como el de un gran ácido, fue sintetizado por el astronauta Neil Armstrong en su frase célebre de los chicos pasotes con tamaños zapatitos.

Mientras eso sucedía en el espa-cio, acá en la Tierra un grupo de via-jeros emprendía otro tipo de travesía mental y espiritual, a través del cos- mos contracultural sesentero, mon-tados en la música, la electricidad y las drogas. Woodstock y Altamont, los lados opuestos más elevados de la psicodelia, fueron las concentracio-nes cumbre de aquella corriente de pensamientos alucinados.

Antes del alunizaje el ser humano había llegado al espacio y conquista-do la Luna en la literatura, el cómic, el cine, el radio, la televisión y las drogas. Astronautas y psiconautas se encontraron en el 2013, cuando Chris Hadfield, comandante de la Estación Espacial Internacional, empezó a grabar música y videos espectacu-lares estando en órbita. Una de esas canciones, incluida en el disco Space Sessions: Songs From a Tin Can, es pre-cisamente “Space Oddity” de David Bowie, el tema que abre su disco tam-bién aparecido hace cincuenta años.

PSICODELIA: LA ESPIRAL EN

LA MENTE HUMANAMientras unos viajeros llegaban a la Lu- na, otros viajaban al centro de la men-te. En 1969 la psicodelia alcanzó su punto más alto y también el más te-rrorífico. La psicodelia es una espiral de pensamiento que gira a través de la historia y que conecta al hongo corne-zuelo con el LSD, Eleusis con Woods-tock, Upsala con Coachella, el Centro Ceremonial Otomí con el Sónar, el chamanismo con la psiquiatría y los viajes de la mente con los de la red.

En Filosofías del Underground, Luis Racionero mapea la gran tradición de pensamiento subterráneo, confor-mada por las corrientes filosóficas no socráticas-cristianas, opositoras al monopolio del racionalismo y al cris- tianismo, que corren en tres ver-tientes: individualistas, orientales y psicodélicas. Como corriente de pensamiento y método de conoci-miento, la psicodelia parte de las ex-periencias inducidas por el consumo de sustancias psicoactivas, naturales o sintéticas, que permiten la expan-sión de la mente con fines rituales, curativos, creativos y recreativos.

Cultos, rituales y fiestas paganas fueron prohibidos por el cristianis-mo. Sin embargo, aquellas corrientes heterodoxas permanecieron bajo la superficie. La psicodelia tuvo sus guardianes europeos en la brujería y la alquimia medievales, cuyas prác-ticas requerían raíces, plantas, hon-gos y animales psicoactivos como la

mandrágora, la amanita muscaria y el sapo bufo. Pura farmacopea fantásti-ca. En América, las tradiciones ritua-les y medicinales de las plantas de conocimiento se han mantenido vi-vas entre los diversos pueblos prehis-pánicos hasta hoy. Los rituales con ayahuasca, peyote y hongos sobrevi-ven a lo largo y ancho del continente. Acá poseemos un conocimiento mi-lenario del teonanácatl y del peyote, plantas que se redescubrieron el si-glo pasado y se popularizaron en los años sesenta, con la divulgación que hicieron diversos personajes como Robert Gordon Wasson, Ernst Jünger, Aldous Huxley, Carlos Castaneda y Fernando Benítez, entre otros.

Esas tres vertientes de pensa-miento alterno confluyeron donde las condiciones permitieron su ma-nifestación, como el punto donde brotan los hongos por la inclinación, la humedad y los rayos del sol: Es-tados Unidos. Es el periodo del un-derground llamado counterculture, contracultura (o cultura de equi-librio), que floreció en el Este y el Oeste gringos, y se extendió por Eu-ruapan: psicodelia, comunas, filoso-fía oriental, anarquismo y el vehículo para todo eso: el rock.

Entre una galaxia de sustancias, quizá la más asequible y popular —además de la marihuana— fue la síntesis del genial bioquímico suizo Albert Hofmann, legal hasta 1967, con efectos increíbles y tan barata que la regalaban. En 1938, el doctor investigaba los alcaloides del corne-zuelo —hongo del centeno, el trigo y

@rogeliogarzap

LOS DOS LADOSD E L A P SICO D ELIA

Woodstock y otros viajes

“MIENTRAS UNOS VIAJEROS LLEGABAN A LA LUNA, OTROS VIAJABAN AL CENTRO DE LA MENTE.

EN 1969 LA PSICODELIA ALCANZÓ SU PUNTO MÁS ALTO Y TAMBIÉN EL MÁS TERRORÍFICO.

LA PSICODELIA ES UNA ESPIRAL DE PENSAMIENTO QUE GIRA A TRAVÉS DE LA HISTORIA .

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El Cultural 05

la cebada—, cuando encontró la die-tilamida tártriga, derivada del ácido lisérgico o LSD-25. Sabía que el corne-zuelo se usaba en la antigüedad para facilitar los partos con menos dolor, por eso lo investigaba. También sabía que el pan y el ciceón hechos con los granos infectados surtían un efecto psicodélico. Hongos, pan y cerveza se consumían en las fiestas paganas de la fecundidad, como la festividad nórdica de la Antigua Upsala en Sue-cia y los Misterios Eleusinos en Grecia que datan de 1500 a. C. Ambas fies-tas duraban nueve días de intoxica-ción, música y baile. Se asistía por lo menos una vez en la vida y estaba prohibido hablar sobre la experien-cia. Por eso tanto misterio, revelado por el doctor Hofmann en su libro El camino a Eleusis: Una solución al enigma de los misterios (FCE). Los al-caloides de estas plantas funcionan como llaves en el cerebro. La glándu-la pineal, productora natural de DMT, fue llamada por Descartes “la puerta a la visión del espíritu”. En sus libros LSD, My Problem Child y The History of LSD, Hofmann vislumbró los al-cances espirituales de su descubri-miento y evitó llamarlo alucinógeno: prefirió el término enteógeno, dios dentro de nosotros.

El LSD explotó en las mentes de la juventud universitaria estaduniden-se por dos vías: la encabezada en la Costa Este por los psicólogos expul-sados de Harvard, Timothy Leary, Ralph Metzner, Richard Albert y la Liga para el Descubrimiento Espiri-tual (Turn on, tune in, drop out). Y la otra, más acelerada e innovadora, li-derada en la Costa Oeste por el escri-tor Ken Kesey (El Capitán Viajes), el beat Neal Cassady, los Merry Prank-sters, Jerry Garcia y Grateful Dead. Estos dejaron la meditación para los estirados del Este, recorrieron el país a bordo del camión de colores Fur-thur, organizando las Pruebas de Áci-do que relata Tom Wolfe en Ponche de Ácido Lisérgico, bacanales lisérgi-cas multimedia para liberar la mente. Kesey asistió a las clínicas psiquiátri-cas de California, donde el ejército y la CIA pagaban 75 dólares a los vo-luntarios en las pruebas con LSD y otras sustancias. Era parte del plan MK-Ultra, buscaban armas de control mental. Pero con Kesey el tiro les salió por la culata: ahí des-cubrió el potencial del LSD y escribió su célebre novela Alguien voló sobre el nido del cuco, de la que Milos Forman hizo la película Atrapado sin salida. Haight & Ashbury en San Francisco, el rock psico-délico, el periodismo gonzo,

las comunas, el cine experimental, los Be-In y el Verano del Amor no hubieran sido posibles sin el ácido que fabricaban Augustus Owsley Stanley III, Nicholas Sand y Tim Scu-lly, quienes mantuvieron aceitado al movimiento hippie con sus crea-ciones: el Purple Haze y el Sunshine. Woodstock y Altamont fueron las mayores concentraciones psicodéli-cas de la historia, todas las corrientes del underground se congregaron ahí, para brillar cegadoramente como una sola, en misterios eleusinos moder-nos. Hasta ese momento, la también llamada Nación Woodstock era la reunión juvenil contracultural más importante de todos los tiempos.

TRES DÍAS DE PAZ,MÚSICA E INTOXICACIÓN

Los organizadores de Woodstock, encabezados por Michael Lang, cons-truían un estudio de grabación en me-dio del bosque. Para inaugurarlo se les ocurrió organizar un concierto local. El primero en la lista era Bob Dylan, por ser un vecino del pueblo; sin embargo, Dylan nunca confirmó su presencia y luego de quejarse por la cantidad de hippies que rondaba su casa, viajó a Inglaterra para tocar en el Festival de la Isla de Wight. La publicidad y la venta de boletos fueron locales, es-peraban a 25 mil personas del área de Nueva York y convocaron a 32 grupos del momento, como Richie Havens, Ravi Shankar, Joan Baez, Santana, Ja-nis Joplin, Sly & The Family Stone, Joe Cocker, Ten Years After, Crosby, Stills, Nash & Young y Jimi Hendrix. El inge-niero Chip Monck construyó el esce-nario y Bill Hanley diseñó el sistema

de audio como si fuera un anfiteatro en las faldas de un cerro, con torres de bocinas distribuidas entre los cerros circundantes.

Pero el 15, 16 y 17 de agosto los orga-nizadores y las autoridades se sacaron de onda ante el medio millón de per- sonas que arribaron al terreno de Max Yasgur en Bethel, Nueva York, a media hora del pueblo de Wood- stock. El área colapsó durante la in-vasión hippie. La asistencia desbor-dó cualquier expectativa e intento de contención, así que dejaron fluir a los ríos de personal y el concierto se declaró gratuito.

Al margen de la visión romántica que existe sobre el festival, dos tes-timonios de la época coinciden en señalar que el área parecía una zona de desastre o de guerra: la crónica de Rock Scully, el mánager de Grate-ful Dead, en su libro Living With The Dead, y la autobiografía de Pete Townshend, Who I Am, donde escri-be su testimonio sobre el concierto. El desastre logístico debido al exceso de gente, la interminable lluvia y el lodo fue lo más alucinante. Ante el trá- fico en las carreteras, los organizado-res y el ejército transportaban a los grupos y artistas en helicópteros que sobrevolaban la zona llevando agua. La carencia de sanitarios y prime-ros auxilios, así como la escasez de agua y alimento, empezaron a causar estragos entre los asistentes. Al se-gundo día saquearon los puestos de hot dogs.

Scully narra las interminables nego- ciaciones con los organizadores has-ta entrada la noche del 15 de agosto, cuando al fin les entregaron su con-trato firmado. Grateful Dead exigía el contrato y un adelanto para evitarse

otro festival como el de Monterey, donde los or-ganizadores desapare-cieron con el dinero de la taquilla y enseguida pu-blicaron una película y un disco sin pagar un centavo a los grupos. Grateful Dead se cobró llevándose el equipo de sonido para realizar el primer Be-In en el Gol-den Gate Park. Los acusa- ron de robo, pero después del Be-In devolvieron todo con una nota de agradecimiento. Ahora, en Woodstock, Grateful Dead llegaba y se iba en helicóptero. Sólo Scully y el guitarrista Bob Weir fueron en limusinas ati-borradas de ácido y gru-pies. Debieron caminar un par de kilómetros en

“EN WOODSTOCK, EL DESASTRE LOGÍSTICO DEBIDO AL EXCESO DE GENTE, LA INTERMINABLE

LLUVIA Y EL LODO FUE LO MÁS ALUCINANTE. ANTE EL TRÁFICO EN LAS CARRETERAS, LOS

ORGANIZADORES Y EL EJÉRCITO TRANSPORTABAN A GRUPOS Y ARTISTAS EN HELICÓPTEROS .

Fuente > Woodstock 40th Anniversary Ultimate Collector's Edition

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El Cultural06

el lodo, con un maletín metálico que contenía ochocientas pastillas de áci-do Sunshine. Con la lluvia empezaron a disolverse y empaparon la ropa de Scully que absorbió todo aquello. El maletín escurría un rastro naranja a su paso.

Cuando Grateful Dead salió a es-cena, quisieron proyectar las imá-genes de las Pruebas de Ácido, pero el viento sopló y su enorme pantalla se convirtió en una vela, moviendo el escenario “como un barco en un océano de lodo”. Como piratas, Scu-lly y su hermano cortaron los ama-rres que sostenían la pantalla y la dejaron ir en la tormenta. Mientras esto sucedía, por los altavoces se ad-vertía a la audiencia que no tomara las pastillas de ácido café que estaban ocasionando malos viajes. No termi-naban de anunciar esto cuando Wavy Gravy, el payaso lisérgico encargado de la seguridad, brincó al escenario para lanzar al público puños de pas-tillas cafés. Lo último que recuerda Scully es la imagen desde el helicóp-tero elevándose: medio millón de personas hacinadas durante tres días en el fondo de un sembradío atasca-do de lodo. Parecía Vietnam, asegura.

Para Pete Townshend, Woodstock se trataba de una revolución musical. Pero la escena que lo recibió al llegar fue la de una multitud que huía de un ataque aéreo. Al poner un pie en tie-rra se hundió hasta las rodillas en el lodo y describe el backstage como un fango espeso con una carpa donde había agua caliente, café soluble y té. A los pocos minutos de preparar-se un té, supo que toda el agua tenía ácido. Le tocó presenciar el accidente del tipo que se cayó desde lo alto de una torre. Enseguida entró a la car-pa de primeros auxilios, donde ya-cían algunos accidentados y varios chavos pasados de ajos. Al caminar por ahí narra una escena de bosque encantado: hadas desnudas que bailaban en- tre los árboles, bandejas de toques, ácidos, hachís, hongos, y duendes tocando instrumentos musicales. Además del episodio con el yippie Abbie Hoffman, al que Townshend bateó fue-ra del escenario, los Who tuvieron otro incidente du- rante su presentación. Al-guien apareció a sus pies mientras tocaban haciendo trastabillar a Roger Daltrey. Townshend lo pateó ha-cia fuera del escenario, al foso de la prensa, y el tipo aterrizó de espaldas con una cámara de cine. Era Mi-chael Wadleigh, el director del documental que con el

paso de las décadas hizo legendario al Festival de Woodstock.

EL LADO OSCURODE LA PSICODELIA

Otros consumidores de ácido en una comuna hippie eran el asesino psico-délico Charles Manson y su agradable Familia de rubias con la mente alre-vesada. En agosto de 1969 salieron del desierto californiano, iluminados por las ideas mansonianas sobre una guerra racial, para perpetrar los ase-sinatos de siete personas a ritmo de “Helter Skelter” de los Beatles. Entre el 8 y el 9 de agosto fueron pasados a cuchillo la actriz Sharon Tate —con ocho meses y medio de embarazo—, Jay Sebring, Abigail Folger, Voytek Frykowski, Steven Parent, y Leno y Rosemary LaBianca. Previamente habían asesinado a puñaladas al pro-fesor de música Allen Hinman para apropiarse de su casa y una herencia. El desquiciado Manson, un tipo ator-mentado desde la infancia y asesino favorito de los medios, pasó el resto de su vida en la cárcel, donde se or-questó una carrera musical con una veintena de discos grabados entre las rejas. Murió en noviembre de 2017, comprometido con una joven segui-dora, a la edad de 83 años.

Manson anunciaba con sangre lo que ya se veía venir: el trágico final de la gran fiesta psicodélica. No todos estaban sintonizados en el amor. El otro lado de Woodstock fue el festi-val de Altamont, en California, el seis de diciembre de 1969, donde murió Meredith Hunter a manos de los Án-geles del Infierno. Como en todas las historias, existen dos versiones de los hechos en el llamado Woodstock del Oeste: la de los vencedores, en este caso los Rolling Stones; y la de

los vencidos, los Ángeles del Infier-no. En el testimonio de los vencidos, la crónica que hace su líder, en su au-tobiografía The Life and Times of Sonny Barger and the Hell’s Angels Motorcycle Club, Jagger y Richards son correspon-sables de lo sucedido.

La iniciativa del concierto sur-gió entre los Rolling Stones, Gra-teful Dead y Jefferson Airplane, concretamente entre los mánagers Sam Cutler, Rock Scully y un hipster emprendedor llamado Emmet Grogan. En un principio, la idea era un concier-to gratuito en el Golden Gate Park con-tra la violencia de las pandillas en San Francisco, desatada entre negros, chi-nos, latinos y varios clubes de motoci-clistas. Y para que los Stones pudieran culminar la gira de Let It Bleed, criticada por el precio de los boletos, y ponerle fin a su película Gimme Shelter, dirigi-da por Albert y David Maysles. Cuan-do lo tramaban, Cutler dijo que los Stones habían contratado a los Hell’s Angels de Londres para mantener el orden en Hyde Park. Keith Richards lo secundaba, afirmando que los ángeles eran hermosos. Scully les advirtió que los ángeles ingleses eran como niños de guardería junto a los de California. Desoyendo, Grogan cerró el trato con el presidente de los Ángeles del Infierno de San Francisco, Pete Knell: escoltar a los Rolling Stones en su trayecto al es-cenario y vigilar el orden alrededor del escenario por 500 dólares en barriles de cerveza. Y como en la canción del elefante que se columpiaba, los Ánge-les de San Francisco fueron a llamar a los de Oakland y a los de San José.

Tuvieron problemas para encontrar la locación porque nadie les daba el permiso ni quería hospedar una inva-sión de psicodélicos. Dos noches an-tes de la fecha anunciada, Dick Carter, propietario de la pista de carreras de Altamont, accedió a rentar su terreno. Por las prisas faltaron planeación y los servicios más básicos. Monck, el mis-mo ingeniero que hizo el escenario de Woodstock, diseñó y construyó el de Altamont en tiempo récord de un día. Pero lo hizo casi al ras del suelo, a petición de Jagger y Richards, y eso causó demasiados problemas cuando empezaron a tocar los grupos porque todo el mundo quiso subirse.

Arribaron cerca de 300 mil almas colocadas que colapsaron la zona. El testimonio de los músicos que llegaban a inspeccionar el área pobla-da desde un día antes coin-cide en que se percibía un ambiente ominoso, cargado de malas vibras. En el trans-curso del día, mientras se cocinaba la tragedia, toca-ron Santana, los Flyin’ Bu-rrito Brothers, Crosby, Stills, Nash and Young y Jefferson Airplane, cuyo cantante Marty Balin fue noqueado por un ángel del infierno apodado Animal. A Jagger, tan pronto como bajó del helicóptero, un asistente lo golpeó y amenazó con ma-tarlo. Los de Grateful Dead llegaron cuando empeza-ban los brotes de violencia

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Los Stones en escena, durante

el desastre de Altamont.

“TUVIERON PROBLEMAS PARA ENCONTRAR LOCACIÓN PORQUE NADIE QUERÍA HOSPEDAR UNA

INVASIÓN DE PSICODÉLICOS. DOS NOCHES ANTES DE LA FECHA, DICK CARTER, PROPIETARIO DE LA PISTA DE ALTAMONT, ACCEDIÓ A RENTAR SU TERRENO .

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entre los motociclistas y el público, sintieron un ambiente tan pasado y pesado que decidieron no tocar y mejor volaron lejos. Sabia decisión. Al principio les quisieron cargar el muerto porque el cuerpo de Mere- dith Hunter, por algún motivo, termi-nó abajo del camper que les habían asignado. La mayoría de la gente ha-bía llegado 48 horas antes y pasó el día entero bajo el sol, hasta la madre de alcohol, ácido y metanfetami-na, y en constante fricción con los motociclistas. Estos se pusieron fu-riosos cuando la multitud jaló con sus choppers y pasó encima de ellas para saltar al escenario. Sonny Bar-ger critica a los Rolling Stones por sembrar el clima de violencia y hacer esperar demasiado, lo que puso mal y de malas a todo el personal que ha-bía acampado desde la noche ante-rior. Lo que buscaban los Stones era crear el clima perfecto para cantar “Sympathy for the Devil”, y lo consi-guieron. Salieron a tocar muy tarde, cuando las cosas ya estaban fuera de control. A lo largo del disco Altamont Festival se escuchan las constantes interrupciones por trifulcas, discu-siones y llamados a la calma, que empezaron con Jefferson Airplane.

Pudo ser uno de los mejores con-ciertos de los Rolling Stones, el más memorable. El set de canciones era perfecto, pero interrumpido en repe- tidas ocasiones por las peleas, los regaños de Jagger y las advertencias de que dejarían de tocar. Se desata-ron broncas durante “Sympathy For The Devil” y “Love In Vain”, enton-ces Keith Richards dijo que se iba e intentó bajarse del escenario. Pero Barger lo detuvo, le puso una pistola en la espalda y le ordenó que siguiera tocando. El relámpago verde de Me-redith Hunter sucedió cuando ter-minaba la siguiente canción, “Under My Thumb”. El estudiante de arte de diecinueve años intentó llegar al escenario en diversas ocasiones, iba hasta el sombrero de metanfetamina, en un vistoso traje verde, echando bronca y armado con una pistola .22 que sacó y apuntó hacia el frente. Alan Passaro, uno de los motociclis-tas, le quitó el arma con una mano y con la otra lo apuñaló seis veces en la espalda y la cabeza. “Ningún hippie es mejor que el peor de nosotros”, decla-ró Barger a la radio en defensa de los motociclistas.

El exagente del FBI, Mark Young, reveló que antes de terminar 1969 los Ángeles del Infierno intentaron matar a Mick Jagger mientras descan-saba en un yate cerca de Nueva York, en venganza por responsabilizarlos. Pero una tormenta frustró sus planes, volcando el bote en el que intentaban llegar. Desde entonces, el grupo de rock y el club de motoristas se cargan al muerto recíprocamente, aunque la historia oficial absolvió a los rocke-ros de calentar a la multitud, llevarla hacia el precipicio y contratar seme-jantes servicios de seguridad. Para la prensa y los medios, fueron los mo- tociclistas quienes asesinaron a la contracultura a puñaladas. When af-ter all / It was you and me.

EL PROTOPUNKA decir de Sonny Barger, Altamont no significó el fin de nada. Para los Án-geles del Infierno fue un día normal. El discurso del flower power y la Era de Acuario era basura intelectual de los universitarios. Sin embargo, sí hu- bo un cambio radical que pudo sen-tirse en la actitud nihilista y en la mú-sica de la siguiente generación que repudiaba la psicodelia y prefería la heroína y la cocaína: el heavy metal y el punk.

1969 fue un año de producciones históricas: la gran ópera rock Tommy de los Who, que inauguró esta ver-tiente; Abbey Road, el último de los Beatles juntos; Led Zeppelin, su de-but del blues y el rock que influyó en el heavy metal; In The Court Of The Crimson King, que en estos días pasa de gira por México; y Let It Bleed de los Rolling Stones, marcado por la historia de Merry Clayton, la can-tante de soul que perdió a su bebé momentos después de hacer el coro de “Gimme Shelter”, por la fuerza vocal y emocional de su interpreta-ción. Pero hubo otros tres discos que anunciaban la siguiente revolución artística, que hoy sigue vigente en las nuevas generaciones porque a todo se le endilga la etiqueta de punk: The Velvet Underground de Velvet Un-derground, The Stooges de Iggy Pop y Space Oddity de David Bowie.

The Stooges, integrado por el llama-do Padrino del punk y los hermanos Ron y Scott Asheton, fue un grupo de garage rock poco convencional cuyo sonido imitaba el sonido de las plan-tas acereras en su natal Michigan. Las canciones de Iggy Pop despertaron el espíritu juvenil de los años setenta, un estado anímico oscuro y destruc-tivo: “1969”, “I Wanna Be Your Dog”, “We Will Fall”, “No Fun”, “Real Cool Time”. Nadie había tocado así las gui- tarras ni cantado ese tipo de cosas con tal rabia. Un rompimiento to-tal que fue un escándalo. Punk es el término que los críticos de rock Len-ny Kaye y Lester Bangs empezaron

a utilizar para definir la música de este primer disco de The Stooges que fue producido por John Cale.

También apareció el tercer disco de The Velvet Underground, el grupo li-derado por Lou Reed, de quien se dice que libró al rock de la academia. Des-pués de él no se necesitó saber tocar la guitarra para formar un grupo. Un par de años después, el periodista y cari-caturista John Holmstrom, editor de la revista Punk, definió esta corriente como una mano inexperta.

Aunque Velvet Underground ya había sacado sus obras maestras des-de 1967, este Velvet Underground es un renacimiento por varias razones. Es el primer disco del grupo sin John Cale (bajista-tecladista, compositor y productor), y el primero con Doug Yule como sustituto. También procu-raron sacudirse la influencia de Andy Warhol y The Factory. Esto ocasionó un giro en la música y las letras, me-nos experimental y más accesible, un sonido en el que combinaban las ba-ladas suaves de letras fuertes, “Candy Says”, “Pale Blue Eyes” y “Jesus”, con canciones rockeras y letras más fuer-tes aún: “Beginning To See The Light”, la experimental “The Murder Mis-tery” y ese patrimonio del rock que es “What Goes On”, su ritmo hipnótico y su solo interminable de guitarra.

En esta nueva corriente, quizá el disco más significativo de 1969 fue David Bowie, reeditado en 1972 con el título Space Oddity, la canción que abre el disco, sobre el Major Tom flotando en su cápsula. Es una rare-za inspirada en parte por la película 2001: A Space Odyssey de Stanley Ku- brick, en parte por la hazaña del Apolo 11 y por Yuri Gagarin, el primer hom-bre en orbitar alrededor de la Tierra encapsulado en el Vostok 1, en 1961. Fue producido por Tony Visconti, quien también toca el bajo, una amalgama de folk dylaniano con el rock progresivo y la psicodelia en grandes canciones: “Letter To Her-mione”, “Cygnet Committee”, “God Knows I’m Good” y la fantástica “Me- mory Of A Free Festival”. David Bowie fue el gran heraldo musical de lo que vendría en las siguientes dé- cadas después del punk, siendo él un instigador de aquel sonido en can-ciones como “Hang On To Yourself” y produciendo el mejor material de su comadre, la Iguana Pop. Un artista adelantado a su tiempo, el andrógi-no espacial con el pelo rojo y erizado cincuenta años después suena vigen-te: For here am I sitting in my tin can / Far above the world / Planet Earth is blue / And there’s nothing I can do.

“PUDO SER UNO DE LOS MEJORES CONCIERTOS

DE LOS ROLLING STONES. EL SET DE CANCIONES ERA PERFECTO, PERO

INTERRUMPIDO EN REPETIDAS OCASIONES POR LAS PELEAS .

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Conforme progresan los estu-dios cosmológicos que buscan explicar el origen de la Luna, se consolida la hipótesis de que

un cuerpo cuasiplanetario chocó con la Tierra en formación, hace cuatro mi- llardos de años (un millardo equivale a mil millones), y que esto la escindió en dos cuerpos con una proporción de 1 a ¼. La mejor evidencia es el alejamien-to de nuestro satélite, al ritmo de unos tres centímetros por año, lo cual impli-ca que alguna vez estuvieron tan cerca que formaron un solo cuerpo.

La distancia media entre la Tierra y nuestro satélite es de 385 mil kilóme-tros. A la ridícula velocidad que podía alcanzar una nave terrestre en julio de 1969, significaba viajar unos diez días en una lata gobernada por una com-putadora con menos memoria que un celular actual. Así de descomunal fue aquel planteamiento del Apolo 11.

EL 24 DE DICIEMBRE de 1968, la mi-sión número 8 del Programa Espacial Apolo de Estados Unidos circundó la Luna por primera vez y reveló fotos inauditas de su mítico lado oscuro. En sólo siete meses a partir de ese mo-mento hubo otras dos misiones que cir- cundaron el cuerpo celeste al que ya habían viajado literariamente Cyrano de Bergerac y Julio Verne, este último con verdadera clarividencia científi-ca. No recuerdo bien cuál era mi gra-do de conciencia en esos días, pero sí el de mi ánimo cuando el Hombre —ya abundan quejas contra el patriar-cado, por Dios— iba a descender y pi-sar la superficie lunar.

Primero fue el despegue que pon-dría en órbita el módulo lunar. Luego vendría el alunizaje y el culminante descenso de Neil Armstrong por la escalera, su primera pisada y la fra-se histórica que pronunció. Vino la foto clavando la bandera gringa “en nombre de toda la humanidad”, una conferencia con el presidente en tur-no, recoger piedras y moverse por un área determinada dando brinquitos tipo canguro con neuritis.

Mi corta edad me acendró la idea, predominante en la época, de que el futuro estaba más vivo que nun- ca. Haber llegado a la Luna era la

garantía más fehaciente de que la mo-dernidad iba en el carril de alta. Mi ge-neración fue quizá la primera y única que pudo creer que, al llegar a la edad adulta, ser astronauta podía resultar algo factible, real, para nada un sueño guajiro extraído de un cómic.

Armstrong tenía 38 años cuando pisó la arena lunar. Yo tendría 38 en el año 2000, fecha señalada como la glorificación del futuro: los coches iban a volar, el Concord era el primo-génito de aviones que irían al espacio como a la panadería, la medicina nos haría inmortales, entraríamos en con-tacto con civilizaciones alienígenas. Sería el antes y después de la historia humana, superior en importancia a la del planeta. Fui uno de miles o millo-nes de herederos incondicionales de una promesa que no se iba a cumplir. Por alguna razón, recuerdo más o me-nos bien las voces de Jacobo Zablu-dovsky, Miguel Alemán y el olvidado Ken Smith mientras narraban su cró-nica histórica; diez años después ya se sentía ingenua.

ES ENTRE EXTRAÑO e incómodo re-cordar lo que uno presenció cincuen-ta años atrás, sobre todo si hablamos de un hito comparable con el descu-brimiento de América hace 500 años y cacho. Me explico. Poco antes de llegar al quinto piso reparé en que po- día dar un testimonio vívido de lo que es medio siglo visto desde los asombros del Renacimiento o quizá

la Ilustración. Había vivido uno de los momentos de mayor vértigo de la historia humana y qué fácil, concebi-ble, me pareció multiplicar por dos y verme al final del Porfiriato; por cua-tro, cuando las guerras napoleónicas y nuestra independencia estaban a la vuelta; nueve veces medio siglo me acercaban a una tertulia imposible con Quevedo, Cervantes, Lope y Gón-gora, o con Shakespeare y Marlowe. Un milenio era todavía más pequeño, desde luego. Al mismo tiempo, sin embargo, cincuenta o sesenta años son la eternidad que me separa de Huxley, Orwell, el Bradbury joven y otros titanes de la mal llamada cien-cia ficción (cuyo significado literal la ajusta con total exactitud al concepto anglosajón original de ficción científi-ca), la cual ha sido desastrosa al con-cebir las utopías seudocientíficas y, peor, seudoliterarias en lengua espa-ñola. Y es que el universo hispano no tuvo proximidad con la tecnología.

De modo que cincuenta años pue-den servirme con esplendidez como unidad de medida para la conmemo-ración este año de la llegada humana a la Luna.

NO SE PUEDE obviar el hecho de que la década de los sesenta, en materia espacial, fue el marco de una absurda carrera tecnológica entre las dos gran-des potencias enfrascadas en una Guerra Fría de dilapidación económi-ca, pero también cultural. Había un auge de las televisoras basado en una cobertura aplastante de la carrera espacial de parte de Occidente. Esto ocurría por encima de la castrada in-formación soviética que logró ocultar durante muchos años que su progra-ma espacial fracasó a finales de los años sesenta. Un accidente descomu-nal acabó con su capacidad de com-petencia cuando la tecnología de los cohetes Soyuz se colapsó en un lan-zamiento crucial.

El proyecto Apolo sumó otras seis anodinas misiones exitosas, con la excepción del muy emotivo Apolo 13 que fue como de película de Ho-llywood (reconstruida con inexpli-cable solvencia por el mediocre Ron Howard) y tuvo en vilo a la especie

Además de convocar afanes poéticos en todos los siglos, el único satélite de nuestro planeta ha fungido como una suerte de imán para la fantasía de cada generación. La llegada del ser humano a la Luna,

en 1969, generó entusiasmos en su momento. Con los años surgieron las suspicacias, sobre todo a partir de la supremacía del video. El siguiente ensayo aborda los varios significados

que implica tanto creer que Neil Armstrong pisó la superficie lunar, como dudar o negarlo de modo terminante.

SEGUIMOSEN L A LU NA

El vuelo del Apolo 11.

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CARLOS MIRANDA@carma1962

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humana durante unos días, con desenlace feliz. Sucedió en abril de 1970. La misión Apolo 17 convenció a los pocos entusiastas restantes de que ir a la Luna a recoger piedras era demasiado costoso y la aventura in-tersatelital recibió una eutanasia se-guramente justificada, aunque sirvió para el desarrollo estratégico de los transportadores, las estaciones en ór-bita, los telescopios y no olvidemos la Guerra de las Galaxias de Reagan, que reventó la economía soviética.

Me cuesta precisar cuánto tiempo transcurrió para que surgieran y se volvieran llamativos los cuestiona-mientos del viaje a la Luna y qué sig- nifican, pero estoy seguro de que hablan mucho de nuestra especie y de la obsesión actual con las fake news. ¿Debemos suponer que, de haber existido los celulares en 1969, nadie pondría en duda la hazaña si Aldrin y Armstrong se hubieran to-mado una selfie?

No recuerdo tal escepticismo an-tes de los años ochenta, cuando los videos cobraron enorme trascen-dencia. La aplastante influencia de YouTube me hizo indudable que la aseveración de la falsedad del viaje a la Luna era y es una creencia que au-mentó exponencialmente de los años noventa a la actualidad, luego de la explosión del Challenger a segundos de su despegue, en 1986. La descon-fianza general se gestó y nutrió con las guerras de Corea y Vietnam, Wa-tergate, Irán-contras, Chernobyl, Irak 1 y 2, la caída del muro de Berlín, el 9-11, el colapso financiero de 2008. Basados en el morbo propio de la ig-norancia, es decir, del amarillismo, los agoreros del mundo convencie-ron a la Generación X, a los hipsters y los milenials, víctimas propiciatorias, de que hay conspiraciones hasta por parte de nuestras sombras (a ellos les recomiendo ver el minidocumental registrado en www.youtube.com/watch?v=DqaNOm08A44). Tienen motivos, pero no razón.

Quizá fue Isaac Asimov quien seña-ló que contar con la Luna marca una condición del todo excepcional para que una civilización trascienda su propia planetariedad. Una especie de ventaja en forma de trampolín con el que no cuenta la mayoría de plane-tas del sistema solar para salir de su continente corpóreo. Este factor su- ma a la paradoja de Fermi, la cual se cuestiona por qué, en un universo tan vasto y con altas probabilidades de vida inteligente, ninguna civiliza-ción nos ha contactado.

Ahora contemplamos de nuevo el satélite terrestre como epígono del primer gran salto interplanetario

tripulado a Marte, a la vez que se pla-nifica explotar los calculados recur-sos minerales que guarda.

QUIERO ENFATIZAR que la conspi-racionitis podría aportar virtudes creativas si sus supuestos fueran convertidos en ficción científica. Lo anterior me conduce a una inevitable valoración de la Luna como tema fíl-mico y no negaré que Space Odyssey, de Kubrick, se erige como la cumbre, si bien no me fascina. Lo digo porque la aparición del monolito en la Lu-na contrasta de manera apabullante con la fallida —por obvia— secuencia inicial de los ¿australopitecos? Se muestran como animalitos silvestres de bondad natural hasta que la barra horizontal, como una antivacuna, les inocula maldad y se desgracian a fe-murazos y humerazos.

La interpretación conspirativa que involucra a Kubrick es muy perni-ciosa porque ha nutrido bien a los conspiranoicos. Cuando le mencio-naban el asunto, don Stanley se po-nía de mal humor y nunca se rebajó a contestar preguntas al respecto. Por su parte, su hija no se ha cansado de desmentir que el director, hombre ético, jamás hubiera participado en semejante fraude. No recuerdo si lo dijo el productor de Odisea del espacio, pero existe una espléndida respuesta, que quiero reivindicar como la mejor que he conocido so-bre el tema: es obvio que la llegada a la Luna fue un montaje para el que Hollywood y el gobierno de Nixon no repararon en gastos. En consecuen-cia, contrataron al mejor director del mundo, alguien que pudiera elaborar el engaño, sólo que resultó el mayor perfeccionista y aceptó con la condi-ción de que le financiaran el montaje infalible: un viaje a la Luna auténtico, cuidando el más ínfimo detalle.

Otra gran película es The Right Stuff, en la que el protagonista (Sam She-pard) es la estrella del equipo de pi-lotos de pruebas que eligió la NASA para tripular las cápsulas que circun-daban la Tierra, en este caso, el Mer-cury 7. Mencionar esta obra de Philip Kaufman, de 1983, conduce inevita-blemente a evocar la maravillosa co- media de Clint Eastwood, Space Cow- boys , tan anticlimática como lo mejor que ha dirigido el último ci-neasta titánico.

Pregunto a gente menor de cua-renta años si cree que la Misión Apolo fue un engaño y la mayoría respon- de que sí con expresión de “¡por favor!,

¿qué usted no?”. Encuentro un apren-dizaje trascendente en esta manifes-tación de una brecha generacional y me pregunto: ¿quién vive en la Luna al final de esta segunda década del siglo XXI: ellos o yo? Temo que hay que decirles a los chicos: “Houston, we have a problem”.

EN CONVERSACIÓN con un amigo reconocido como una de las gran-des mentes que analizan la historia mundial, opiné de pasada sobre los viajes al espacio. Él se declaró con-vencido de que la llegada a la Luna fue un montaje. Le pregunté en qué se basaba, me habló de las explicacio-nes de varios científicos rusos: que el descenso vertical de una nave era im-posible porque, a falta de atmósfera, no se podía desacelerar hasta casi cero para descender en línea recta; era físicamente imposible y estaba probado. Mi primer impulso fue ha-blarle de la inercia y de cómo se pue-de controlar, pero no soy físico. Sí lo inquieté cuando referí los aviones caza ingleses que despegan y aterri-zan de forma vertical; luego me fui a mi casa a buscar en YouTube los vi-deos de los científicos rusos. Di con ellos, aunque con dificultad, porque son de principios de los años seten-ta. Sólo pude unir un par de hilos: el gran historiador que es mi amigo nació y vivió su primera adolescen-cia en Alemania Oriental. Es un poco mayor que yo, así que apreciamos de forma muy distinta, en la infancia, un mismo fenómeno que casi es la última epopeya humana después de la conquista de Tenochtitlán, cuan-do nacía esta que llamamos era de la información.

Apunto el dato de mayor trascen- dencia que nos dejó el Apolo 11 a quienes atestiguamos la misión lu-nar: ha sido hasta hoy, cierta o tru-queada, la primera y única ocasión en que nuestra especie pudo obser-varse a sí misma a través de la mirada de tres individuos. El hecho nos hizo sentir, más que pensar, que todos somos el mismo. Es simple filosofía. Ese día creímos que en verdad tenía-mos futuro. Hoy lo dudamos porque en el extremo opuesto de aquellas horas del domingo 20 de julio de 1969 —un rato que nos igualó más que cualquier Navidad, excepto la de Dickens—, los engaños de la vida real nos hacen temer unos de otros y cumplimos la odiosa idea del nefasto Sartre sobre el infierno. Henos en una Luna pinkfloydiana.

“QUIZÁ FUE ISAAC ASIMOV QUIEN SEÑALÓ QUE CONTAR CON LA LUNA MARCA

UNA CONDICIÓN EXCEPCIONAL PARA QUE UNA CIVILIZACIÓN TRASCIENDA SU PROPIA PLANETARIEDAD. UNA ESPECIE DE VENTAJA EN FORMA DE TRAMPOLÍN .

El primer hombre

en la Luna.

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“ TENGO QUE RELEER TODO LO QUE ESCRIBIÓ

KEROUAC , DICE EN EL DOCUMENTAL

UN DYLAN DE 78 AÑOS. ES UN LLAMADO A QUE

LA OBRA DE JACK SEA DESCUBIERTA POR LAS

NUEVAS GENERACIONES ”.

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El 21 de octubre de 1969 murió Jack Kerouac. El escritor que aglutinó en sí mismo algunos de los elogios más lapidarios de su época: “el héroe de toda una generación”, “El Rey de los Beats”. Etiquetas que lo proveyeron

de una fama que terminó por aniquilarlo. Y aunque en la actualidad la Generación Beat está extinta, la figura de Kerouac vuelve a ocupar su lugar como el escritor esencial que es en este 2019, cuando se cumplen cinco décadas de su partida.

En Rolling Thunder Revue, el documental de Martin Scorsese sobre Bob Dylan que apareció hace apenas unos meses en Netflix, Dylan le comenta a Allen Ginsberg que leyó Mexico City Blues en 1959, en Minneapolis. Su amigo Dave Whitaker se lo prestó. Dylan confiesa que el libro le voló la cabeza. Ambos están de pie ante la tumba de Kerouac, en Lowell. Hicieron una parada durante la gira para visitar el sepulcro del autor de En el camino.

Dylan lee fragmentos de poemas y una línea resulta perfecta de tan premonitoria. “Cuando la roca sea aire, ahí estaré”. Y la toma de la lápida en el cementerio cristaliza el momento. Ese que Kerouac había vislumbrado con la bola de cristal de la poesía. Ese alto en el camino para mostrarle sus respetos a Jack por parte de Dylan es una botella lanzada al futuro que ahora es recobrada en el documental. La influencia que tuvo Kerouac en Dylan es determinante para la tradición poética norteamericana. Con el tiempo, Dylan terminaría ganando el Premio Nobel. Y la voz de Kerouac le otorgó una dirección en sus inicios, cuando comenzaba a formarse a sí mismo como poeta.

“Tengo que releer todo lo que escribió Kerouac”, dice en el documental un Dylan de 78 años, el actual. Y eso es un llamado a que la obra de Jack sea descubierta por las nuevas generaciones. No existe elogio más grande. Durante toda su carrera Dylan se ha dedicado a rendir tributo a los clásicos de la música. Lo hizo con el folk, en World Gone Wrong y Good as I Been to You, y ahora lo hace con la poesía, al reverenciar a Kerouac y a Ginsberg.

MÚSICA PARA LA GENERACIÓN BEAT El mito de Kerouac continúa intacto. Y el interés histórico que despierta su persona sigue vigente. En abril de 2019 comenzó a circular una imagen tomada el 13 de septiembre de 1953 por el fotógrafo Bob Parent. En ella se ve a Thelonius Monk al piano y a Charlie Parker en el sax. Detrás se ve una porción del público que acudió aquella noche al bar Open Door. En la primera mesa se puede ver a un hombre con un cigarro en la mano. Presumiblemente se trata de Kerouac. Jack estuvo obsesionado con varios saxos, incluido Bird. Pero hasta este hallazgo no había un documento fotográfico que capturara al escritor y a quien fuera su inspiración y modelo para crear el estilo que lo catapultaría al estrellato: la prosa espontánea.

La postal fue tomada en la época en que Kerouac escribía (o planeaba escribir) Los subterráneos. Y aunque la historia en la ficción se desarrolla en la ficción, según Joyce Johnson, antigua pareja de Jack y autora de Personajes secundarios, donde narra su historia como chica beat, su novio Kerouac estaba por esos días en Nueva York. Y afirma que “parece él”. Los subterráneos es quizá la novela más importante del autor después de En el camino. Es una exploración de la prosa bop. Aquella que le imprimiría un carácter original a su voz. Influjo que consiguió al imitar a sus músicos héroes.

Parker sería la influencia de los dos principales vanguardistas de aquellos años. Kerouac y Coltrane. La obsesión de ambos por Bird los llevaría a seguir un destino fatalista. Parker murió a los 34 años, a consecuencia de los excesos. Pero dejó una huella imborrable en la pluma de Kerouac y en el sax de Coltrane. Éste último murió en 1967, a los 40, por complicaciones hepáticas a causa de su abuso de la

heroína. Las similitudes entre su vida y la de Kerouac son abrumadoras. Jack también murió de una cirrosis que se complicó con una hemorragia, una hernia y una pelea días antes de ingresar al hospital. Ambos fueron profundamente religiosos. Coltrane abrazó la religión negra y Kerouac se convirtió primero al budismo zen y hacia el final de sus días retornó a la fe católica de su infancia.

Pero la mayor similitud entre ambos es que la religión más apasionada que profesaron fue la música y las letras. En este sentido, más que un rockstar, Kerouac vivió y murió como un jazzman.

VISIONES DE NEAL CASSADYLa Generación Beat fue un grupo conformado por Kerouac, William Burroughs y Allen Ginsberg. La obra de Jack partió de muchas premisas. Una de las más importantes fue: escribe sobre tus amigos. Así comenzó a tomarlos como personajes de sus novelas. A Burroughs le dedicó una obra: Dr. Sax. Ginsberg aparece en casi todas sus narraciones. Pero fue Neal Cassady quien protagonizó su libro más famoso: En el camino.

Las conexiones entre los beats son algo que escapa a toda lógica. Un año antes de que muriera Jack, Neal había fallecido en San Miguel de Allende, México. Y en 1997, meses después de que partiera Ginsberg, Burroughs los alcanzó. Las conexiones espirituales entre estos cuatro resultan innegables. Más que simples coincidencias, la muerte de ambas parejas parece más un acuerdo que obra del azar. Lo que ha convertido a la Generación Beat en un hito dentro de la historia de las letras universales.

La producción de Kerouac es monumental. A los libros publicados en vida se han sumado más de una docena de inéditos. Y poco a poco el retrato completo de la generación se ha complementado con testimonios de otros miembros tardíos y de gente que estuvo a su alrededor. Uno de los libros que desafía la visión unilateral de la Generación Beat es la novela (también de corte autobiográfico) de Carolyn Cassady: Fuera del camino. Carolyn era el último eslabón de una cadena que hacía tiempo se había roto. Era el último testigo de la acelerada vida de su esposo Neal y de su ocasional amante Jack. Y ese triángulo amoroso se extinguió el 20 de septiembre de 2013, año en que ella murió en Bracknell, Reino Unido.

EL VAGO QUE SE CONSUMIÓ EN ALCOHOLSe presume que en 1947 Kerouac ya tenía una versión de En el camino. El famoso scroll, el rollo de teletipo gigante en que mecanografió la primera versión. Pasarían diez años para que por fin pudiera publicarla y la fama fue instantánea. De ser un aspirante que había luchado una década contra la frustración, mientras observaba cómo escritores con menos talento publicaban sus textos, se convirtió en un fenómeno. Pese a que él mismo había tomado como filosofía de vida el primer precepto del budismo: “Todo es sufrimiento”. Se dedicó a beber hasta matarse por no soportar una fama para la que no estaba preparado.

En los últimos años se han adaptado al cine dos de sus novelas, En el camino y Big Sur, con pésimos resultados. Parece una maldición. Kerouac y Hollywood vivirán peleados hasta el final de los tiempos.

5 0 A Ñ O S S I NJ A C K K E R O U A C

PorCARLOS

VELÁZQUEZ

E L C O R R I D O D E L E T E R N O R E T O R N O

@charfornication

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SÁBADO 17.08.2019

El Cultural 11

@AlmaDeliaMC

El ventilador refleja su movimiento sobre la superficie convexa de una cuchara, contemplarlo me hipnotiza: “gira”, digo en voz baja. Y amorosamente, pienso en ella.

Cuando le pregunté a mi abuela por qué los girasoles se llamaban así, respondió que giraban buscando al sol. Las flores son muy listas, agregó. Tendría ocho años y una curiosidad imbatible que me hacía acribillar a preguntas al adulto que me acompañara.

El recuerdo de mi abuela me abruma, ¿cómo se puede querer tanto a alguien? ¿sentirse incluso más ligado a una persona después de muerta que cuando vivía? La abuela que me cortó el ombligo, la que me dio unas buenas palizas, la que me cuidó y me contó chistes en las madrugadas, la abuela que me enseñó a observar las flores.

Emprendí entonces una secreta campaña de espionaje contra los girasoles, tenía que ver el momento exacto en que torcieran el cuello como Linda Blair en El exorcista para comprobar que mi abuela hablaba verdad. Nunca ocurrió, no vi al girasol torcerse como poseído por Satán sino en un documental de esos que despliegan tecnología observando milimétricamente la naturaleza y sus especies.

Me pregunté entonces si existirían también las giralunas, unas flores blancas y con forma de medias lunas —así las imaginaba— que torcieran el cuello buscando la luz de la luna y acudí a mi fuente de sabiduría para preguntarle; soltó una de sus prodigiosas carcajadas. Luego empujó la montura de sus lentes hacia abajo y me miró: ésas no las conozco, pero a la mejor existen y no las hemos visto porque todo ocurre durante la noche.

Lo que siguió fue una ardua campaña nocturna de observación. No llegué muy lejos porque para la tercera noche de maldormir me venció el sueño. Pocas mañanas después, mientras contemplaba a mi abuela hablando con sus rosales, me acerqué con intención de preguntarle porqué unas rosas eran rojas y otras blancas pero el pinchazo de una espina en su dedo y el subsecuente espectáculo de la sangre recorriendo su piel, me detuvo.

Las flores se defienden, me dijo, mientras avanzaba a la pileta de agua fría para lavarse y yo la seguía, atacando un durazno verde que me encantaba comer así porque sabía ácido.

Las flores se defienden fue lo mismo que años después yo leería en La inteligencia de las flores, de Maurice Maeterlinck: las espinas son para defenderse, también los olores fuertes y ésa que se cerraba al contacto y que mi abuela llamaba vergonzosa tenía un mecanismo sensitivo de protección.

Todo aquello me volvía loca, me imaginaba batallas legendarias entre flores e insectos y otros enemigos que mi cabeza concebía; esas proyecciones me hacían pasar horas en el huerto o tirada debajo de un árbol arruinando mi ropa de por sí paupérrima para contemplar aquel mundo paralelo.

Maurice Maeterlinck escribió La inteligencia de las flores por allá de 1902, también escribió sobre la vida de las abejas y la vida de las termitas porque la curiosidad y el asombro eran la base de su espíritu; el milagro que obran la curiosidad y la disciplina.

El caso es que las flores germinaron en mí —nunca mejor traído— no una vocación de botánica o fitología, sino de cuentacuentos, o de escritora para darle sofisticación a la cosa, pos oigan. Así me inventé tantas historias de amor y de guerra.

No exagero si digo que contemplando el interior de las flores relaté épicas batallas y escenarios donde las flores de manzanilla eran un ejército de súbditos de los girasoles que eran, a su vez, esclavas del Sol y un fantástico etcétera que todavía hoy me asombra. Mi abuela me regaló ese mundo.

Hasta que un día, con treinta años y en mitad de la selva, encontré una orquídea. El interior de esa flor fue mi Aleph personal, como Borges vi el universo ahí.

Sobre la orquídea dice Maurice Maeterlinck: “La flor promedio de nuestras orquídeas representa con bastante exactitud una boca fantástica y abierta de dragón chino”. El interior de la orquídea es la boca de un dragón, me digo ahora, y siento cómo se me atora en el cogote una bola de algodón que sabe a llanto, lo que me habría gustado leerle esto a mi abuela.

Este libro ha sido la golosina de mis últimos días, mi pase mágico a aquellos años; recientemente publicado por Zopilote Rey —preciosa editorial oaxaqueña— y acompañado por unas perturbadoras fotografías microscópicas, es un libro que contiene el universo.

Las flores envenenan y dan vida, seducen, polinizan, son drogas duras, ofrenda de amor, testimonio de muerte, celebraciones de bodas y jardín de desdichas. Son infinitas. Las flores son humanas, pienso ahora mismo.

Lo dice bien este fragmento de Maeterlinck:

Se diría que las ideas acuden a las flores de la misma manera que se nos ocurren a nosotros, tantean la misma oscuridad, encuentran los mismos obstáculos, la misma voluntad, el mismo desconocimiento. Conocen las mismas leyes, las mismas decepciones, los mismos triunfos lentos y difíciles. Parece que tienen nuestra paciencia, nuestra perseverancia, nuestro amor propio; la misma inteligencia matizada y diversa, casi la misma esperanza y el mismo ideal.

Luego del episodio del pinchazo en el dedo volví a pensar en las giralunas pero con terror, qué tal si encontraba una y con la orilla puntal me rebanaba media mano. Dejé el asunto por la paz y no volví a recordarlo hasta que un millón de años después escuché esa canción, “Giraluna”, de Luis Eduardo Aute. Perdón por la referencia para quienes abominan de todo lo que suene a trova.

Los giros del ventilador siguen reflejándose sobre la cuchara, yo los miro convertidos en orquídea, en mi Aleph y me apropio de las inagotables palabras de Borges:

[...] vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra [...] vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

C R Ó N I C A S P L U T O N I A N A S

“EL INTERIOR DE LA ORQUÍDEA ES LA BOCA DE UN DRAGÓN, ME DIGO AHORA, Y SIENTO CÓMO SE ME ATORA EN EL COGOTE UNA BOLA DE ALGODÓN QUE SABE A LLANTO ”.

L A I N T E L I G E N C I AD E L A S F L O R E S

PorALMA DELIA MURILLO

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El Cultural12

Juan Carlos Saavedra es, quizá, el único director teatral en México que forma y dirige actores con debilidad visual. Su proyecto empezó hace doce años, cuando fundó la Compañía Teatro Ciego con la idea de profesionalizar el quehacer escénico

desde la invidencia y la diversidad. Sin embargo, sus montajes no sólo presentan un espectáculo desde la sombra o para las minorías, sino que son valorados por todo tipo de público.

Saavedra es también director general del Encuentro de Teatro de Discapacidad, Teatro para Todos y Todas, Otros Territorios. Estudió actuación en la Academia M&M Studio y en el CIT (Centre for Indigenous Theatre), en Toronto, Canadá. Ha sido beneficiado en tres ocasiones por el Programa Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del FONCA. Como actor, director y productor ejecutivo ha realizado más de una docena de montajes, con los cuales ha participado en distintos festivales nacionales e internacionales.

Actualmente la compañía presenta Comedia Diversa, ciclo de stand up comedy en el Centro Cultural El Hormiguero; además montará en el Centro Cultural Helénico la pieza Avísame si te vas. Por otro lado, la compañía se prepara para participar en el séptimo encuentro de teatro de discapacidad, que se llevará a cabo en San Luis Potosí, Xalapa y la Ciudad de México.

¿Cuál es la complejidad de realizar proyectos que incluyen públicos con discapacidad?El teatro inclusivo, incluyente o que involucre a personas con discapacidad es todavía más complicado que el teatro tradicional, porque la pregunta de fondo es si las personas con discapacidad tienen oportunidad de formarse como actores profesionales o como profesionales de cualquier disciplina artística. Ya existen espacios, por ejemplo, para el área musical, porque se cree que un ciego puede tener oído absoluto. Además de la falta de profesionalización, es aún más difícil ofrecer al público un espectáculo hecho por personas con discapacidad porque si un proyecto de teatro regular lucha por tener público, esto ocurre más aún con este tipo de proyectos. Al saber que no hay escuelas para profesionalizar actores ciegos, en la compañía hemos decidido crear nuestras propias estrategias de formación actoral con profesionales de las artes escénicas. Hoy tenemos a cuatro actores formados con nosotros y que están trabajando en puestas en escena.

¿Cuántos planos trabajas en un montaje?Al principio creábamos espectáculos en la oscuridad, pero decidimos salirnos de ese confort porque hay una creencia de que las personas ciegas sólo pueden hacer montajes sensoriales y no es así. El stand up comedy nos llevó a darnos cuenta de que hay público que nos está siguiendo. Decidimos trabajar en montajes para todo tipo de audiencias y específicamente sobre la ceguera o los cieguismos, que son aquellos gestos involuntarios que caracterizan los cuerpos con discapacidad visual. Hemos trabajado esa discapacidad para hacerla una herramienta escénica. Hablamos, somos irónicos e intentamos desmitificar la ceguera, con la idea de iniciar un proceso creativo y de compartir experiencias con el espectador. Le dejamos claro que, aunque somos ciegos, pueden vernos y hasta burlarse de eso.

¿Por qué te interesó este tipo de teatro?Inicié hace doce años. Básicamente junté dos ideas: crear teatro en la oscuridad con actores ciegos. Alguna vez presencié un montaje en la oscuridad, pero lo realizaban personas sin problemas visuales; entonces pensé que sería muy bueno que los actores fueran ciegos, porque trabajar en esas condiciones debería implicar cierto lenguaje. Después convoqué a un grupo de ciegos y como no había actores profesionales, decidí

enseñarles. No sabía cómo, pero empezamos el camino de la enseñanza de ida y vuelta. Poco a poco se sumaron profesionales del arte escénico y ya tenemos una escuela con cuatro actores en funciones. Somos una compañía profesional como cualquier otra.

¿Cuál es la herramienta más importante que has aprendido para el oficio del teatro?La máxima en esta compañía es conocer y respetar nuestras diferencias. No necesariamente nos referimos a una discapacidad, sino a cualquier situación.

¿Qué implica, en términos de producción, este tipo de puestas en escena que llegan a públicos diversos?Hacemos lo mismo que cualquier otra compañía: aplicamos en convocatorias para obtener fondos, becas, apoyos privados. Luchamos por los mismos espacios, pero no nos escudamos en la incapacidad. Al momento de producir, todo el equipo se involucra desde cero al trabajar con las personas ciegas. Nosotros debemos construir cada pieza a partir de la ceguera y sin ella: la escenografía, la iluminación, la utilería. Hacer teatro con personas que tienen discapacidad requiere ser puntuales en las propuestas, eso lo hemos aprendido con el tiempo. También somos una compañía que se arriesga, que prueba cosas nuevas. El próximo noviembre vamos a estrenar un espectáculo que se llama Odio que los abrazos no duren más de cuatro horas. Habla sobre el amor, es un espectáculo entre músicos y actores ciegos. Recordemos que, como son espectáculos para todo tipo de audiencia, trabajamos en la audiodescripción y también hay alguien en vivo que narra lo que sucede en el escenario. Somos una compañía tradicional, en el sentido de que en cada montaje trabajan doce o quince personas. Proponemos un teatro de calidad, el hecho de que haya alguna discapacidad implícita no significa que no hacemos bien las cosas. No queremos que aplaudan un montaje porque los actores son ciegos, sino por el trabajo profesional, estético y poético que se realiza en cada función.

¿Cómo es el proceso que has diseñado para profesionalizar a estos actores?Durante los primeros años yo era el encargado de darles herramientas, acondicionamiento físico, actuación. Después llamamos a otros profesionales de la voz y de la actuación, de la investigación escénica, escenógrafos, iluminadores, dramaturgos, especialistas en comedia, stand up, cabaret, bailarines. Hemos creado una metodología de enseñanza para profesionalizar a los actores. Nuestro primer piloto concluye en noviembre y en ese momento haremos un diagnóstico de nuestro método, para que durante el siguiente año podamos aún mejorarlo. Yo creo que cualquiera puede ser actor, sólo hay que profesionalizarse. No sólo los ciegos: también los chavos con espectro autista pueden ser actores. La cuestión es explorar ese territorio.

“AL SABER QUE NO HAY ESCUELAS

PARA PROFESIONALIZAR ACTORES CIEGOS, EN LA

COMPAÑÍA HEMOS DECIDIDO CREAR

NUESTRAS ESTRATEGIAS DE FORMACIÓN ACTORAL”.

PorALICIA

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Montaje de Avísame si te vas.

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