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Filologías Revista n° 0 septiembre-diciembre, 0, 2014 filologias.gnomio.com Neoestoicismo vs. Maquiavelismo en La cisma de Inglaterra de Calderón Mtro. Néstor D. López Reyes Universidad Autónoma Metropolitana Universidad del Valle de México [email protected] RESUMEN: Para el pensamiento español áureo, la condición de un “buen” gobernante se debía regir por una actitud de prudencia basada en los postulados que el neoestoicismo sugería. Tal actitud se reflejaba en los postulados de gobierno del monarca, obedeciendo a una actividad tanto moral como religiosa, ésta última, cimentada en la fe cristiana. En franca oposición, el pensamiento maquiavélico proponía una razón de Estado donde, tanto moral como religión, se veían sólo como un medio por el cual el gobernante accedía a un ejercicio del poder político con miras al beneficio de la sociedad en general y no a una simpatía particular. El gobernante se regía por operatividades que divorciaban razón de Estado del juicio moral y la virtud religiosa. En la tragedia de Calderón La cisma de Inglaterra, se aprecia no un gobernante regido por postulados maquiavélicos, sino que dejar en claro que sus personajes (Enrique VIII y el cardenal Volseo) obedecen a ciertas actitudes que se pueden identificar con el pensamiento maquiavélico en oposición a la filosofía neoestoica. La pugna que se genera entre ambas ideologías da como resultado el que la obra funcione como ejemplo para los reyes españoles, al apreciar de qué manera los gobernantes externos, por conducirse de forma inmoral y laica, pueden provocar cismas que afectan no sólo a ellos mismos, sino al reino entero. PALABRAS CLAVE: Neoestoicismo, maquiavelismo, tragedia, Calderón de la Barca, La cisma de Inglaterra. ara el pensamiento español áureo del siglo XVI y XVII, la condición de un “buen” gobernante se rige por una actitud de prudencia basada en ciertos postulados planteados por la filosofía del neoestoicismo. Esa actitud se ve reflejada tanto en el espacio moral como en el religioso-cristiano (mismos que van de la mano). En franca pugna, el maquiavelismo proponía una razón de Estado en la que moral y religión se veían sólo como un medio por el cual el gobernante accedía a un p

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septiembre-diciembre, 0, 2014

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Neoestoicismo vs. Maquiavelismo en La cisma de Inglaterra de Calderón

Mtro. Néstor D. López Reyes

Universidad Autónoma Metropolitana Universidad del Valle de México

[email protected]

RESUMEN:

Para el pensamiento español áureo, la condición de un “buen” gobernante se debía

regir por una actitud de prudencia basada en los postulados que el neoestoicismo

sugería. Tal actitud se reflejaba en los postulados de gobierno del monarca,

obedeciendo a una actividad tanto moral como religiosa, ésta última, cimentada en la

fe cristiana. En franca oposición, el pensamiento maquiavélico proponía una razón de

Estado donde, tanto moral como religión, se veían sólo como un medio por el cual el

gobernante accedía a un ejercicio del poder político con miras al beneficio de la

sociedad en general y no a una simpatía particular. El gobernante se regía por

operatividades que divorciaban razón de Estado del juicio moral y la virtud religiosa.

En la tragedia de Calderón La cisma de Inglaterra, se aprecia no un gobernante regido

por postulados maquiavélicos, sino que dejar en claro que sus personajes (Enrique VIII

y el cardenal Volseo) obedecen a ciertas actitudes que se pueden identificar con el

pensamiento maquiavélico en oposición a la filosofía neoestoica. La pugna que se

genera entre ambas ideologías da como resultado el que la obra funcione como

ejemplo para los reyes españoles, al apreciar de qué manera los gobernantes externos,

por conducirse de forma inmoral y laica, pueden provocar cismas que afectan no sólo a

ellos mismos, sino al reino entero.

PALABRAS CLAVE:

Neoestoicismo, maquiavelismo, tragedia, Calderón de la Barca, La cisma de Inglaterra.

ara el pensamiento español áureo del siglo XVI y XVII, la condición de un

“buen” gobernante se rige por una actitud de prudencia basada en ciertos

postulados planteados por la filosofía del neoestoicismo. Esa actitud se ve

reflejada tanto en el espacio moral como en el religioso-cristiano (mismos que van de

la mano). En franca pugna, el maquiavelismo proponía una razón de Estado en la que

moral y religión se veían sólo como un medio por el cual el gobernante accedía a un

p

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ejercicio del poder político con miras al beneficio de la sociedad. El gobernante se regía

por operatividades que divorciaban la razón de Estado del juicio moral. Así, en la

tragedia de Calderón de la Barca titulada La cisma de Inglaterra, se nos muestra el

desenvolvimiento de un gobernante regido por postulados maquiavélicos; la pieza deja

claro que sus personajes obedecen a ciertas actitudes que se identifican con este

pensamiento, opuesto al neoestoicismo, por supuesto, como fórmula para ejercer un

escarmiento ideológico hacia el espectador en general.1

El extenso pensamiento y la digresión que han generado las teorías de Nicolás

Maquiavelo son vastas e ineludibles. Más aun cuando se trata de uno de los

pensadores políticos más importantes que ha ofrecido el Renacimiento. Su legado

ideológico es, para muchos, un punto de partida en lo referente a la filosofía, al

pensamiento político y a la teoría social. Pero por más que el pensamiento

maquiavélico ilumine el camino de filósofos, pensadores, teóricos, ensayistas y críticos,

tanto adeptos como detractores, no sólo de nuestro momento histórico sino el de sus

contemporáneos, su mensaje influyó en una vasta producción literaria y no tan sólo

filosófica. La influencia que tuvo Maquiavelo predominó en el amplio espectro cultural,

tanto que trascendió las fronteras italianas hasta llegar a las puertas de la España de

los Siglos de Oro. Si bien en la península no se le vio con buenos ojos (aunque varios

pensadores aceptaron su postura ideológica, no sin cierto recato), mucha de la

producción literaria toma las armas para embestir el pensamiento del florentino.

El presente ensayo es un esfuerzo para dejar en claro la pugna entre el

maquiavelismo y el neoestoicismo, las cuales no sólo influyen a los textos que se

realizaron en su favor, sino que también su autoridad intervino en la literatura que lo

desacreditó y censuró. Esto surgió no como noticia de su inexistencia, al contrario, es

un vestigio y un referente del enorme predominio del pensamiento maquiavélico y del

temor que se le tenía en los reinos católicos y monárquicos, amparados por un

pensamiento contrarreformista neoestoico, como lo fue el teatro áureo. Así, interesa

analizar este conflicto en una obra teatral que actúa como campo de batalla de ambas

filosofías, y que se ve reflejado en la gestación de la tragedia de Calderón La cisma de

Inglaterra, para dar constancia de su existencia ideológica en su construcción.

1 En el subgénero calderoniano considerado como “tragedias de pecados de reyes” se puede apreciar un

buen ejemplo de la pugna entre la justa razón neoestoica y la inclinación por las pasiones mundanas. Siendo

monarcas los protagonistas, es fácil detectar la soberbia –o cualquier otro pecado atribuido- que dirige sus acciones en el ejercicio del gobierno. Baste un par de ejemplos: La vida es sueño y Los cabellos de Absalón,

entre otras.

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A Maquiavelo se le atribuye la frase “el fin justifica los medios” pues la premisa

abrevia muchas de sus ideas políticas. La frase también determina la separación entre

la ciencia política de la moral y la religión. Maquiavelo insiste en que la conducta

práctica política se debe desarrollar fuera de consideraciones éticas y morales que

estorben su libre ejercicio. Las recomendaciones que aparecen en su obra cumbre: El

príncipe (1513) para llevar a cabo un gobierno fuerte y estable, deja en claro la

búsqueda de poder y el prestigio de un gobierno que prescinde de consideraciones

ética-religiosas. La ética, la bondad, la fe y demás virtudes, son mera apariencia para

establecer el principio de la razón de Estado. La finalidad del Estado es su propia

supervivencia y ésta puede llegar a legitimar un mal menor a costa de evitar un mal

mayor. La razón de Estado acuñada por Maquiavelo, refiere a las medidas

excepcionales que ejerce un gobernante con objeto de conservar o incrementar su

fuerza. La pervivencia del mismo es un valor superior a otros derechos individuales o

colectivos.2

Visto lo anterior, hay fuerte oposición del pensamiento maquiavélico contra las

premisas del neoestoicismo tal y como lo entendía la España renacentista y barroca;

tanto maquiavelismo como neoestoicismo proponen normas de conducta para el

ejercicio de gobierno de la época. Ysla Campbell considera que tal filosofía es

simultánea con el universo teológico español de la época, y menciona:

En el Renacimiento y en el Barroco hay una tradición neoestoica que se revela en

algunas biografías y traducciones tanto de Séneca como de Epícteto […] Los puntos de contacto entre el estoicismo y el cristianismo –concepto de Dios, relaciones humanas

fraternales, resurrección- permitieron que tal filosofía fuera compatible con el universo

teológico del siglo XVII. (2009: 34)3

Lo anterior deja constatada la enorme importancia que el neoestoicismo posee en la

mentalidad del hombre de la España del siglo XVII. Las dificultades y crisis sociales

que atraviesa la España del periodo, unido al surgimiento del Estado moderno y al

2 La razón de Estado está estrechamente vinculada con el problema de la legitimidad que pudiera tener el

Estado para tomar este tipo de medidas y con el problema de proporcionalidad en el medio empleado en relación al beneficio obtenido o esperado. La razón de Estado estima lícito un mal menor si con ello se evita

un mal mayor. Baste un ejemplo: “Cuando uno quiere conservar aquellos Estados que estaban acostumbrados a vivir con sus leyes y en República, es preciso abrazar una de estas tres resoluciones: debes

o arruinarlos, o ir a vivir en ellos, o, finalmente, dejar a estos pueblos sus leyes, obligándolos a pagarte una

contribución anual, y creando en su país un tribunal de un corto número que cuide de conservártelos fieles. Creándose este Consejo por el príncipe, y sabiendo que él no puede subsistir sin su amistad y dominación,

tiene el mayor interés en conservarle en su autoridad. Una ciudad habituada a vivir libre, y que uno quiere conservar, se contiene mucho más fácilmente por medio del inmediato influjo de sus propios ciudadanos que

de cualquier otro modo.” (Maquiavelo, 1999: 23). 3 La crítica continua: “La figura más importante que introdujo en la península tanto el neoestoicismo como el

tacitismo fue Justo Lipsio, pensador belga que no sólo tuvo correspondencia con Quevedo […]” (Campbell,

2009: 34).

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peligroso maquiavelismo en boga, lleva a teóricos peninsulares4 a proponer un retorno

hacia el interior del hombre, el neoestoicismo. Se pretende que el ejercicio de gobierno

sea ante todo una suma de virtudes, tanto emanadas de dos elementos principales: la

razón y la religión católica. El magisterio de la razón, el aprendizaje religioso y, como

sugiere Campbell: “[…] la moral y la prudencia del príncipe se encuentran en el […]

estoicismo […] El vencimiento de las pasiones, la búsqueda del bienestar social con

una vida pacífica y la racionalización, serían factores imprescindibles de quien ejerciera

el poder. Sólo así el rey podía ser considerado representante de la divinidad y ejemplo

para los súbditos” (2009: 36). El choque ideológico-político generado por ambas

tendencias resulta en que los escritores y artistas se líen con determinado

pensamiento, vinculado a la defensa de la norma ideológica de una monarquía, en la

que se basa no sólo la existencia de ésta sino la suya propia.

Dada la reputada decadencia del reino español (en el preámbulo de su caída

inminente, después de haber sido uno de los reinos poderosos de la Europa

renacentista), los escritores y pensadores pretenden abolir ciertos juicios de la mente

de los habitantes mediante cierto maniqueísmo ideológico en sus obras. El imaginario

artístico es reflejo de la época, acentuando o negando mentalidades y condiciones,

surge de la crisis a que remite a menudo y de manera indirecta los textos literarios. No

sólo al pueblo se dirigen juicios y argumentos, también se aluden al comportamiento

de quienes gobiernan. Así, donde se expone con facilidad esta actitud promovedora es

en La comedia nueva, pues como espectáculo y fenómeno cultural, no sólo llega al

pueblo sino a toda la gama de estratos sociales.

En el teatro se aprecia la filosofía del neoestoicismo, el cual considera que: “[…]

es la filosofía ad hoc dadas las circunstancias decadentes del imperio. De su mano se

formula la racionalización de la política, pero integrada a la moral religiosa, […] opción

neutralizadora de los postulados del pensador florentino [por supuesto, aquí se alude a

Maquiavelo]” (Campbell, 2009: 362). Tal perspectiva tiende a mezclar tanto la actitud

religiosa cristiana con el ejercicio del “buen gobierno”, en franca oposición al

maquiavelismo. Otro crítico piensa que:

En una España que ignora a Galileo, rechaza a Montaigne y condena a Maquiavelo, la

desconfianza respecto de las innovaciones llegadas del extranjero y, particularmente, de

los descubrimientos científicos, el abandono de las disciplinas especulativas en beneficio

4 Justo Lipsio (1547-1606) con su Libro de la constancia, Pedro de Rivadeneira (1526-1611) con su Tratado

de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus estados, contra lo que Nicolás Maquiavelo y sus secuaces enseñan o Francisco de Quevedo (1580-1645) con Política de Dios,

gobierno de Cristo y tiranía de Satanás, entre otros.

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de las enseñanzas consideradas más “rentables”, como el derecho canónico, son otros

tantos signos de un desentendimiento de las élites. (Canavaggio, 1995: 14).

Los postulados teóricos del neoestoicismo contrarrestan los preceptos políticos de la

razón de Estado maquiavélica. A manera de ejemplo, analicemos la tragedia La cisma

de Inglaterra5 de Pedro Calderón de la Barca. Varios de sus personajes responden en

su construcción trágica a determinadas premisas ideológicas, más que nada como

crítica constructiva a favor de la alabanza del “buen gobierno” y ataque contra aquellos

que no cumplen con los credos morales-religiosos.

Ahora bien, más que puntear “acciones” que se llevan a cabo, el objetivo es

resaltar “actitudes”, puesto que lo primero llevaría a realizar un trabajo mucho más

extenso; aunque las actitudes enmarcadas a las que refiero sintetizan tanto acciones

como construcciones de los personajes. Neoestoicismo y maquiavelismo se oponen

francamente en el desarrollo de su carácter y determinan sus conductas vitales. Los

personajes aludidos son: Enrique VIII rey de Inglaterra y su privado el cardenal

Volseo6. Resumamos el argumento: Enrique VIII en un sueño ve la figura de una

mujer que borra los preceptos cristianos que él escribe a favor del matrimonio, el

sueño funciona como el fatum aristotélico del cual emanan las acciones del héroe

trágico. Posteriormente Ana Bolena es presentada en la corte y Enrique se enamora de

ella, aunque la identifica con la aparición onírica. Ante esto, Volseo se aprovecha de la

situación. Volseo desea alcanzar la silla pontificia que ha quedado vacante, deshacerse

de la reina Catalina de Aragón (un horóscopo le pronosticó que una mujer sería su

destrucción, misma que por diversas razones relaciona con la reina Catalina) y buscar

ascendencia. Para obtener esto, fragua una conspiración junto con Ana en donde

Catalina se verá sustituida y Ana tomará su lugar como nueva reina. Se genera una

escisión entre el Estado y la Iglesia, un cisma, pues el casamiento con Catalina fue por

disposición papal. Al final todo termina en tragedia.

Lo anterior determina cuáles son las motivaciones de los protagonistas. Al inicio

Enrique funge como rey racional, ético, religioso, ostentando virtudes consideradas

neoestoicas. Es un monarca justo, sabio, cauteloso y prudente. Basa sus actos y

acciones gubernamentales en pilares morales y religiosos, y detesta las enseñanzas

luteranas de la Reforma, a favor de la defensa de la fe católica. Todas esas

5 Los críticos la han datado de 1639-1652 aproximadamente. Tomo el dato de la edición que hace Francisco

Ruiz Ramón (1981). 6 Tomás Wolsey 1474-1530.

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características son un arma con las que ejerce el “buen” gobierno. Con ello delata una

preferencia ideológica política a la que aspira el gobernante peninsular, según nuestro

autor. Alexander Parker considera que: “Un rasgo especial de las obras del Siglo de

Oro español […] es que los reyes están con frecuencia presentes […] como objeto de

referencia. […] Esta “presencia” del monarca significa que había siempre una norma a

la que apelar.” (1991: 295). La norma a la que alude la presencia del rey se enfoca en

el buen comportamiento y la forma de gobierno neoestoica. Parker continua: “El

concepto del “buen rey” se basa en la forma que tenía de administrar justicia o en la

moralidad de su vida privada. Los numerosos tratados sobre la monarquía ideal no

tratan de teoría política práctica, sino de formas en las que la vida privada del rey

debía seguir el ejemplo de Cristo.” (1991: 296). Hasta este momento la construcción

del rey muestran el ideal de la virtud, el dominio de sí mismo mediante el uso de la

razón y la necesidad de ajustarse a la voluntad divina para regir estoicamente. Política

y religión van de la mano en perfecta simbiosis. Calderón deja en claro la actitud que

debe guiar al gobernante, no sólo en la península, sino en todo lugar en donde exista

una monarquía, Campbell piensa al respecto:

Inmerso en el declive de España, Calderón lleva al escenario problemas de actualidad, censuras y remedios en los que la constancia, la prudencia y, en general, el ejercicio de

la virtud, con el sometimiento de las pasiones mediante el uso de la razón, son la única

alternativa para conducir al Estado y la sociedad a la armonía. Los textos de ficción o basados en fuentes religiosas o históricas revelan un entorno cuestionado y una

alternativa reformista en la que el neoestoicismo […] juega un papel fundamental.

(2009: 363).

Todo lo anterior Enrique VIII lo desecha al enamorarse de Ana Bolena, mujer que

personifica al fatum (entendido desde la perspectiva aristotélica como uno de los

elementos constitutivos del héroe trágico en la piezas clásicas, visto como el hado o el

destino irremediable al que está sujeto el protagonista de la tragedia)7 y que al mismo

7 Tengamos en cuenta que la mayoría de los elementos que anuncian el destino son construcciones

sobrenaturales y fantásticas, tales como horóscopos, fenómenos astrales, sueños o presencias ominosas,

que funcionan a la perfección en las piezas teatrales trágicas desde la época clásica. También recordemos que en la tragedia áurea el término “destino”, anuncio, vaticinio o presagio es una disposición que permite al

personaje elegir desde su libre albedrío. Dios lo pone ante una encrucijada a sabiendas de cómo va a actuar,

pero siempre permite la decisión en el corazón del hombre. Ruiz Ramón dice: “[…] esa constante noción en el fatum de «orden inevitable» y de «encadenamiento fatal», no porque piense o crea yo que Calderón

piensa o cree en la inevitabilidad o la fatalidad del hado, lo cual sería a todas luces absurdo, por antihistórico, pensarlo, sino porque esa doble connotación constante en la noción de fatum o hado está

presente, con valor de elemento estructurante, en la construcción de la acción dramática de todas las

tragedias calderonianas. […] En efecto, el conflicto se estructura mediante la relación de oposición entre necesidad y libertad, siendo así los personajes responsables del curso de la acción, la cual depende de la

interpretación que cada uno de ellos da al contenido del Hado […] en el correspondiente sistema de bipolaridades que definen al personaje, el cual está dirigido por una fuerza rectora –ambición, soberbia,

pasión amorosa- que le imprime carácter, constituyéndose en fuerza generadora de todas sus acciones, a la

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tiempo ayuda a delatar, en el carácter del rey, su propensión hacia la pasión y al

cruento equívoco (hamartia); dice Enrique:

Entre luces, entre sombras

causas gusto y das horror;

entre piedad y rigor

me enamoras y me espantas; y, al fin, entre dichas tantas

te tengo miedo y amor. (I, vv. 853-858).8

Con estas palabras el rey Enrique rompe con la conducta del gobernante justo y

prudente, al dejarse influir por la pasión amorosa. La “presencia” significativa a la que

aludía Parker se ve sustituida por un vil remedo del gobernante. Enrique olvida sus

responsabilidades gubernamentales y su prudencia, y lo único que desea es poseer a

Ana.

Surge la otra cara de la moneda. Volseo se percata de la enfermedad amorosa9 de

Enrique y recuerda que su vaticinio le augura que sirviendo a un rey ascendería su

poder político y que una mujer sería su perdición. Por diversas circunstancias (las

cuales no mencionaré aquí, aunque tienen una significación importantísima para el

transcurso de las acciones dramáticas), este personaje relaciona a la reina Catalina de

Aragón con la mujer amenazante. Volseo se da a la tarea de separar a los reyes, ya

que con esta acción elimina a su supuesta rival, prometiendo a Enrique el casamiento

con Ana a cambio de divorciarse de Catalina, y arguyendo que su casamiento fue falso,

pues antes de Enrique, Catalina era esposa de su difunto hermano Arturo. Para esto,

Volseo hace uso de su astuta retórica:

Llama a tu parlamento,

y, junto haz un retórico argumento diciendo que te aflige la conciencia

a tomar contra el Papa esta licencia;

y, mostrando que es celo aqueste [sic.] intento, haz extremos, señor, de sentimiento.

Apártala de ti [alude a Catalina]; quedarás luego

libre para apagar el vivo fuego

que te abrasa [alude a Ana]; y después se tendrá modo para que el Papa lo componga todo;

vez que en fuente de error del juicio que conducirá al cumplimiento del Hado.” (Calderón y la…, 1984: 12-

13). 8 Todas las referencias al texto calderoniano son de la edición que prepara Francisco Ruiz Ramón de La

cisma de Inglaterra, 1981. vid. notas. 9 Roger Bartra identifica la enfermedad a la que refiero: “Los efectos devastadores del amor podía ocasionar,

tanto en el cuerpo social como en la constitución física de los hombres, había sido ampliamente discutidos desde tiempos antiguos y habían dado motivos para las más diversas interpretaciones. […] y permitió

reflexionar sobre las consecuencias catastróficas de las pasiones amorosas que atentaban contra las costumbres y dañaban física y espiritualmente a los enamorados.” (Cultura y…, 2011: 87-88). Lo anterior

deja claro los efectos catastróficos en el afectado de la pasión amorosa.

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que yo sólo deseo

tu gusto y tu salud. (II, vv. 1697-1708)

El rey acepta el consejo de su privado.10 Desconoce los mandatos eclesiásticos y

genera un cisma entre el Estado y la Iglesia, divorciándose y exiliando a la reina. Con

Catalina eliminada y con Ana de su lado, Volseo pretende ahora la Presidencia del

Reino.

La actitud de Volseo responde a circunstancias maquiavélicas, sus acciones lo

demuestran, pero ¿cómo es posible si al ocuparnos de la filosofía de Maquiavelo se

dejó en claro que sólo a los gobernantes les es dado el ejercicio propio de la razón de

Estado? El cardenal Volseo sólo es un privado al servicio del rey. Sin embargo -y

esperando se me excuse-, me he tomado la licencia de considerar sus acciones y

actitudes en el marco de la ideología maquiavélica, en donde la astucia y la omisión de

escrúpulos morales y religiosos, le sirven como medios idóneos para alcanzar sus

metas a favor del poder político individual y egoísta, que no favorece al Estado. Con

esto creo justificar no sólo al personaje inmerso en actitud maquiavélica, sino también

evidencio la pugna existente entre el neoestoicismo y el maquiavelismo como uno de

los motores que dan vida a la trama trágica. Por otro lado, el autor posee un marcado

pensamiento antimaquiavélico -al menos en lo que a esta pieza dramática se refiere-,

al depositar actitudes arteras en un consejero perverso y egoísta que ve sólo su

beneficio y no el de los demás, como le exige su papel en la corte, según las premisas

del credo moral de los Espejos de Príncipes,11 los cuales, si bien tienen su auge en la

época medieval, siguieron desempeñándose bien entrado en Renacimiento.

El personaje de Volseo se relaciona con el tema de la privanza y entorna con la

problemática del “mal consejero” de la tradición didáctico-literaria medieval de los

10

Respecto a los consejos de los privados Pedro de Rivadeneira tiene un texto interesante titulado: Tratado

de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus estados, contra

los que Nicolás Maquiavelo y sus secuaces enseñan (1595), donde expone que la teoría de Maquiavelo se

combate con la teoría del príncipe cristiano, dice: “[…] los reyes cuando se coronan suelen jurar de guardar las leyes, la justicia y la paz de la santa Iglesia; […] Pues si el sumo pontífice, que es el vicario de Dios en la

tierra, y el padre y maestro de todos los príncipes cristianos, promete de tomar consejo con los cardenales, ¿por qué no tomarían consejo los príncipes, pues no tiene tanta seguridad de ser favorecidos y alumbrados

del Señor? Que Cristo particularmente rogó por Pedro y le prometió su asistencia, la cual no ha prometido a

otro príncipe.” (El arte de…, 2008: 62-62). 11

Aparte de los Espejos de Príncipes en donde se recomienda cómo debe comportarse un consejero, una

visión contemporánea del tema la ofrece Francisco de Quevedo, en una de las pocas comedias que realizó,

titulada: Cómo ha de ser el privado (1628). Aquí se expone, aunque no sea lo imperante, lo que se entiende por un buen privado con valores morales. Esto nos ofrece una pista de cómo los autores manejaban ciertos

tipos que eran inmediatamente valorados por el espectador y su visión de mundo, como un elemento reconocido en el teatro y, por ende, se volvían lugares comunes. Otra obra moral del mismo autor es: La

cuna y la sepultura (1634), como su título indica, de enorme peso ideológico.

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llamados Espejos de Príncipes.12 En éstos se introducen las nociones de los Buenos

Consejeros de los monarcas, los cuales ayudan a regir adecuadamente y ofrecen las

recomendaciones apropiadas para identificar, por medio del exemplum, a los Malos

Consejeros y cuidarse de su influencia por ser perjudicial para el ejercicio del buen

gobierno. El privado entendido tiene la capacidad de regir el destino de los pueblos por

medio de sus exhortaciones. Esto es un motivo importante, ya que Volseo es también

un cardenal y está más cerca del conocimiento de Dios por sus votos eclesiásticos. En

la España de los Siglos de Oro y en muchas regiones de Europa, se considera que el

Rey es el representante de Dios en la tierra. El consejero-cardenal es un vínculo

terrestre con la sabiduría divina para ayudar a reinar de forma adecuada.13

Una de las corrupciones más comunes en las que caen los consejeros en tales textos

didácticos es la tan renombrada soberbia.14 Se identifica a estos consejeros como

malos, falsos o necios consejeros, por no asumir el código de conducta apropiado a su

condición servil y, por tanto, no evitan los vicios que les son tan propios tales como:

soberbia, envidia y codicia o avaricia, los cuales “[…] serán castigados con la muerte y

la pérdida del paraíso; mientras que los Reyes que no rechacen a éstos falsos

consejeros correrán el riesgo de perder su reino” (Piña, 2002: 75). Volseo es un

ejemplo claro de ello al excluir la enseñanza moral de los Espejos y vincularse con una

12

“Los Espejos de Príncipes constituyen un género cuya presencia en Europa se justifica históricamente por

la necesidad de defender ideológicamente la autonomía de la monarquía […] iniciada a finales del siglo XI por el Papa Gregorio VII, según las cuales los monarcas son súbditos del Papa, quien en realidad ejercía el

gobierno (Haro Cortés, La imagen, 7) [sic.]. Como respuesta, muchos gobernantes trataron de elaborar una

teoría política […] sin embargo, fue necesario fundir estas ideas con el cristianismo, y como consecuencia surgió la teoría teocrática según la cual el Rey sólo estaba sujeto a Dios de quien su poder emergía

directamente. La necesidad de sustentar ideológicamente la autonomía del poder real ocasionó que en Europa se escribieran un gran número de Espejos de Príncipes. De acuerdo con Hugo Óscar Bizzarri, la

tradición de los Espejos inició desde el periodo carolingio con la composición de Via regia de Smaragdus de

san Mihiel (“La estructura”, 98) [sic.]. […] En España, tanto en el prólogo del Libro de los doze sabios considerado el primer espejo de príncipes en Castilla, como en el prólogo de las Siete Partidas, se recurre al

tópico del espejo, en el que se plantea que el prototipo de Rey que se presenta en los libros es el espejo en

el que deben mirarse sus sucesores”. (Piña, “Las virtudes del saber…”, 2002: 24-25). 13

En la tesis citada, donde estudia a fondo el tema, Piña comenta lo siguiente: “[…] del conocimiento del

saber [del consejero] a quien posee un poder especial que consiste en la capacidad de solucionar las

distintas peripecias de la vida. Cabe decir que en el contexto de la corte, ese poder adquiere una mayor dimensión. Ahí el saber se presenta como un poder capaz de definir el destino de los reinos, pues el

consejero no sólo tiene que aplicar su conocimiento a su propia existencia, sino que además debe ayudar al Rey a dirigir el destino del reino; sin embargo, no se trata de un poder desmedido […] el aprendizaje del

saber se encuentra ligado a un código de conducta ideológicamente justificado a través del reconocimiento

de que el saber es un don de Dios, y de que el Rey es el representante de Dios en la Tierra, por lo que un deber ineludible del sabio consejero es usar su conocimiento para ayudarlo a gobernar.” (Piña, 2002: 74). 14

Para José Antonio Marina la soberbia es el pecado capital por antonomasia y descubre lo siguiente: “La

hybris, la desmesura, la soberbia, el afán de ser como dioses, es la pasión humana por excelencia. Lo deidón por antonomasia. […] En la mitología griega, la hybris de Prometeo, que robó el fuego a los dioses, dio

origen a la cultura humana. En la Biblia sucede algo parecido, puesto que nuestra historia empieza al ser expulsados del paraíso tras el pecado de nuestros primeros padres.” (2011: 69). Para Marina la nodriza de

todos los pecados es precisamente la soberbia.

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actitud en beneficio propio, vinculada con la perversa ideología maquiavélica; Francisco

López Estrada comenta en relación a esto:

[…] es representación del consejero soberbio y arrogante que pretende aprovecharse del

desvío del Rey por Catalina y de la atracción hacia Ana, y también de la ambición de esta

última. Calderón elabora hábilmente estas corrientes pasionales, y convierte a Wosley

(Volseo) en un lucrativo privado que lo que pretende es preparar el camino hacia el papado […] Calderón muestra el daño que puede hacer el que es inmoral e intriga con

las pasiones ajenas para lograr sus propósitos propios con daño para los de la nación.

(2002: 24).

Calderón refuncionaliza los elementos y motivos antiguos y tradicionales, y les trata

con un valor y una construcción contemporáneos. Nociones y concepciones comunes

podrían haber estado en la conciencia colectiva, pero Calderón los vuelve arte y

representación. No obstante poseen otro empleo: el hecho de que el argumento de la

obra que se analiza sea histórico es una herramienta de la que se vale para amparar la

dimensión ideológica que defiende, o sea, toma el material histórico para insertar un

elemento, sino verídico, al menos sí verosímil y hasta cierto punto, cercano y

“comprobable” para el espectador medio, mediante la cual puede introducir un credo al

cual se suma, aunque al final lo modifique a favor de la estética y artificio dramático.

También hay que recordar la pieza de corte histórico del padre jesuita Pedro de

Rivadeneira15 fuente del drama (más adelante hablaremos de este). Estos elementos

más la ideología neoestoica, dan como resultado una obra moralmente interesante

para el espectador del periodo y que responde al horizonte de expectativas de la época

y, por supuesto, a la ideología antimaquiavélica establecida.

La astucia con que Volseo lleva a cabo sus intrigas políticas ayuda a persuadir al rey, el

cual se deja engañar por conveniencia y prefiere el gusto a lo justo, su apetito lúbrico

en vez del ejercicio del buen gobierno; Volseo pone en acción su emboscada como lo

recomendaría Maquiavelo en El príncipe:

Así pues, viéndose […] en la necesidad de saber obrar completamente según la

naturaleza de los animales, debe entre ellos imitar a la zorra y al león a un tiempo;

porque el león no se defiende de las trampas, y la zorra no se defiende de los lobos. […] el que mejor supo obrar como zorra, tuvo mejor acierto. Pero es necesario saber

encubrir bien este natural, y tener gran habilidad para fingir y disimular: los hombres

15

Hay algunas modificaciones que el autor realizó a la figura de Volseo. En el momento de inspirarse en el

texto base no siguió el carácter personal que la obra le proponía, sino que lo dotó de algunos elementos que

le parecieron más apropiados para provocar un impacto dramático adecuado a su drama. Joachim Küpper

arguye: “[…] Calderón hizo modificaciones importantes, sobre todo respecto a Volseo. En el texto de Rivadeneira el cardenal no sólo es presentado bajo el aspecto más favorable en general, sino que hasta se

arrepiente después de su destitución como canciller y muere en la paz de Dios. En el drama de Calderón, en cambio, permanece en el pecado; su muerte está estilizada como suicidio, es decir, según el concepto

cristiano, como la tentativa de arrebatarle a Dios sobre la vida y la muerte”. (1988: 193).

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son tan simples, y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes, que quien

engaña encontrará siempre quién se deje engañar. (1999: 85-86).

Por supuesto, el que se deja engañar es Enrique VIII. Volseo actúa como la zorra

maquiavélica, la cual finge ser depositaria de la razón a favor de la pasión del rey,

disimulando ser su amigo, Volseo sugiere:

Cuando verdad no fuera,

y ciegamente tu afición quisiera

deshacer la razón y la justicia, ¿quién pensará de ti que fue malicia?

¿Quién pensará de ti que no lo has hecho

aconsejado de común provecho y tu misma conciencia?

Sal del yugo, sacude la obediencia,

repudia a Catalina: en un convento esté, pues es divina;

que cuando este partido se le ofrezca,

no dudo yo, señor, que le agradezca. Sin gusto, sin amor estás casado:

repúdiala, señor, pues has llegado

a tan notable extremo. (II, vv. 1679-1693).

Astucia y fingimiento relucen. Parece que Volseo actúa por fidelidad al rey pero lo hace

en beneficio propio; el autor florentino sugiere: “[…] y que parezca, al verle y oírle,

todo bondad, todo buena fe, todo integridad, todo humanidad, todo religión. Y no hay

otra cosa más necesaria para aparentar […] que esta última cualidad.” (Maquiavelo,

1999: 87). Volseo conspira de tal forma que cuando el rey pretenda remediar el daño

sea imposible:

[…] pues pienso hacer de modo que el que engañado agora [sic.]

y ciego queda

cuando quiera arrepentir, no pueda. (II, vv. 1720-22).

Ningún obstáculo moral o religioso impide a Volseo llevar a cabo su plan sin importar

las consecuencias. Un recurso inmoral justifica su empresa.

Ahora bien, los personajes que se retratan se deben contextualizar en Inglaterra, tal

vez por ello es tan severo el autor en lo que a pasiones humanas se refiere (cabe

mencionar que a Catalina de Aragón se le ve con indulgencia y al final es una mártir).

No omitamos tampoco la fuente de la pieza, la cual posee, para varios críticos, una

marcada ideología antimaquiavélica y contrarreformista: la Historia Eclesiástica del

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Scisma del Reino de Inglaterra (1588) de Rivadeneira;16 Campbell menciona lo

siguiente: “[…] el padre Rivadeneira, quien escribe contra Maquiavelo, y los escritores

peninsulares consideran que sus postulados llevan a la ruina del rey y del Estado: “por

ser una secta que Satanás ha inventado” [lo resaltado es del texto de Rivadeneira].”

(2002: 185). Volseo, asumiendo la corriente crítica de Rivadeneira, manifiesta ser

aliado de la ideología satánica maquiavélica que se vale de la mecánica de la astucia

para obtener lo que anhela, lo cual responde a una “falsa razón de Estado” como

asegura Ingrid Vindel Pérez: “[…] tanto el monarca como su segunda esposa [Ana] o el

mismo cardenal aglutinan de por sí suficientes atributos para hostigar a la vez […] las

disensiones religiosas, la “falsa razón de Estado” político-maquiavélica y oponer a todo

ello, en fin, esa “verdadera razón cristiana” que coronaba a la par política y teodicea.”

(2000: 387). Política y teodicea, o sea, neoestoicismo patente.

Triunfa Volseo, que como zorra o serpiente (enseguida explico esta relación)

maquiavélica. Persuade a Enrique quien conscientemente se deja engañar. Ambos

tienen un fallo a favor de sus pasiones particulares, en uno la pasión amorosa, en otro

la ambición de poder. Moral, religión y buen gobierno se ven suplantados por pasiones

deleznables que llevan a vicios morales y pecados. Por ello, los personajes

involucrados obtienen un castigo a manera de exemplum. Volseo es traicionado por

Ana, lo cual le genera el exilio decretado por el rey y su posterior suicidio. A su vez la

ambiciosa Ana envenena a Catalina y, al ser descubierta por Enrique con su amante,

es enjuiciada y condenada. Enrique queda arrepentido por la irreversibilidad de los

acontecimientos y el no haberse comportado como buen monarca. Al final, la ideología

imperante de esta pieza es la eterna pugna entre los poderes del bien (neoestoicos) y

los del mal (maquiavélicos). Pugna bien vs. mal, como el causante del conflicto

dramático.17 Así, el drama responde a cierto arquetipo, al menos la temática revela

16

Según Francisco Ruiz Ramón, el drama modifica ciertos puntos en lo referente a la personificación de los

protagonistas de la fuente, considera la obra de Rivadeneira altamente antimaquiavélica. Las modificaciones

que realiza Calderón se hacen a favor de la dramatización y tienen como finalidad la estética de generar y transformar en arte dramático un suceso histórico, o sea, con miras a transformar la historia en arte. Por el

lado de la ideología, no estoy seguro de tachar a Pedro de Rivadeneira como un autor español extremista, al menos en lo que a esta obra suya se refiere, lo que haré es amoldarme al criterio de Ruiz Ramón para

realizar mi análisis pero sin aliarme a su pensamiento y teoría, de esta manera respeto no sólo al crítico,

sino a un autor que merece más que sólo enmarcarlo por medio de una sola de sus obras, pues eso denotaría de mi parte una visión univoca. 17

Ciertos elementos de la obra de Calderón pueden asociarse en lo que modernamente Carl Jung denomina

arquetipos: “Los arquetipos son ciertos “motivos” que se repiten formalmente y con significación casi idéntica tanto en sueños y fantasías individuales como en la mitología y el folclor de los pueblos diversos.

[…] Se relacionan con el inconsciente colectivo. […] En Psicología y Religión (1948) Jung afirma que los arquetipos son formas e imágenes de naturaleza colectiva, es decir, comunes a los pueblos enteros y en

épocas determinadas que se dan casi universalmente como constituyentes de los mitos y, al mismo tiempo,

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ésta forma cuasi-mítica, como la identifica Jung, al figurar el conflicto ancestral

existente entre los poderes del bien y del mal. Küpper sostiene lo siguiente:

Considerando nuestro resultado concerniente al personaje de Enrique parece evidente

sobre qué “arquetipo” está basada la remodelación de los personajes Volseo y Ana. Por

lo visto se trata de una correspondencia “remimetizada” de los personajes alegóricos del

Diablo y de su compañero, presentados en los autos sacramentales. Esto no sólo es señalado a nivel de la acción, sino también a nivel de la verbalización en detalle. Las

descripciones de la reacción de Enrique cuando se ve confrontado con Ana corresponden,

en la mezcla de fascinación y horror, a lo que se dice en los autos cuando el personaje alegórico de la naturaleza humana se ve frente al Diablo [Como paralelo representativo

el auto: El divino Orfeo]. El reconocimiento correspondiente de la “verdadera” naturaleza

de Ana lo articula Enrique cuando la califica no sólo de “falsa esfinge”, es decir, de encarnación de la sensualidad. (1988:193).

Küpper relaciona la acción dramática con el soporte mítico de los autos sacramentales

de Calderón. Concibe la obra como la reelaboración del concepto popular del modelo

abstracto de los mitos católicos primigenios, es decir, el motín de Luzbel y del pecado

original. Pero no sólo los autos tienen una influencia mítica considerable, muchas

comedias comparten cierta construcción arquetípica en común. En esta línea, algunos

críticos establecen la relación en las acciones y personajes de La cisma de Inglaterra

con las formas arquetípicas y comparan lo que allí ocurre con lo que sucede en el texto

sagrado del Génesis.18

como productos individuales de origen inconsciente. […] El arquetipo se manifiesta en los símbolos, mitos y ritos de la humanidad.” (Paraíso, 1995: 41-42). 18

Me refiero al texto sagrado del libro del Génesis III en el Antiguo Testamento, específicamente el mito de

Adán y Eva. Vemos en primera instancia a un Volseo conspirador, identificado con la figura mítica de Satanás, a su vez personificado con la Serpiente y su característica astucia, que pretende ser aliado de Ana-

Eva. La propuesta que realiza se equipara con la fruta prohibida o el pecado de la carne, ésta relacionada

con la sensualidad femenina, que se utiliza para tentar a Adán, “[…] Eva nos ofrece un concepto de la mujer como fuerza primigenia que, junto al imperativo del Deseo Sexual, dominará al primer hombre”. (Erika

Bornay, 2001: 183). Volseo propone a Ana tentar a Enrique usando el amor-deseo que siente por ella. He aquí cómo Volseo manipula su palabra para tentar a la parte seductora, él mismo es un seductor, con miras

a un fin propio.

Según una edición anotada de la Biblia, el relato mítico cumple una triple instancia bien definida: “El relato distingue tres momentos: le Tentación, el Pecado y la Sentencia. Y para empezar se nos presenta el

Tentador, personificado con la Serpiente; éste es el adversario de Dios, listo para envenenar su obra.” (Génesis, Antiguo Testamento, 1991). Ana-Eva seduce a Enrique-Adán pues ella misma ha sido seducida por

Volseo-Satanás con la promesa de un bien posterior. Con esto se cumple un primer momento, la Tentación,

en paralelismo con el mito bíblico. El segundo momento, el Pecado, se cumplirá en la misma jornada cuando Enrique cede, a sabiendas que está obrando en contra de los establecimientos papales y religiosos y se casa

con Ana, cumpliéndose así una unión prohibida, realizada, en última instancia, gracias a las intrigas de

Volseo. Tal unión es equiparable a la Desobediencia de los hijos de Dios, al revelarse contra su mandato. Dios dijo que no comieran la fruta del Árbol prohibido del bien y del mal. Visto así, el denominado Mandato

de Dios puede ser equiparado con la unión del Rey y Catalina, realizada por el considerado mensajero de Dios en la tierra: el Papa. El rompimiento de los lazos matrimoniales por parte de Enrique es desobediencia

de la ley divina. “El pecado de Adán es una rebeldía contra Dios: el hombre come a pesar de que se la había

dicho: No comerás.” Hay que tener presente otra peculiaridad con el mito, ya que los que sufren las consecuencias del cisma son el pueblo inglés por las constantes guerras religiosas entre protestantes y

católicos, o sea, entre los habitantes de un mismo pueblo. Es curioso que precisamente la prole de Adán y Eva en las sagradas escrituras generen riñas entre hermanos, ya que sus hijos son Caín y Abel, este mito es

por demás conocido. El tercer momento –la Sentencia- se cumplirá en la jornada III, cuando Volseo haga

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Volseo, recreado como ser perverso y soberbio que pone su inteligencia al servicio del

mal, es quien lleva a cabo todo el juego dramático entre los personajes, entre tentados

y tentadores. Los deseos, tentaciones y pasiones de los mismos, son juguetes en el

tablero de la maquinaria trágica que pone en marcha. Así, Volseo es el personaje que

posee más connotaciones negativas y por ende es uno de los más maquiavélicos de

todos.

Todo termina en tragedia. Tragedia que trae consigo cierta ideología y detracción

política. Como se ha venido aseverando, La cisma de Inglaterra pretende exponer

inclinaciones políticas que preceptistas y pensadores peninsulares pretendían plasmar

en la consciencia moral de la época -a conveniencia de un orden ortodoxo regulado por

la monarquía institucional- y una imagen negativa y digamos satánica del pensamiento

de Maquiavelo. Vindel Pérez asegura:

[…] el propósito inicial no es otro que el de exponer las premisas políticas que los

autores anti-maquiavélicos (concretamente, aquellos escritores cristianos) se esforzaban por impugnar de manera incansable; y que, más allá de hacerse eco y de quedarse en

un nivel meramente expositivo, La cisma debe comprenderse desde una clave de

denuncia política […] (2000: 383).

La denuncia dice lo siguiente: advierte al monarca cómo la política y la moral religiosa

no pueden ni deben separarse, el cual debe atenerse a gobernar estoicamente

escuchando la conciencia religiosa, de no ser así sucumbirá como lo hizo el rey inglés.

El perverso Volseo pone su astucia, omitiendo la moral y la religión, al servicio de fines

políticos prácticos (pero con fines de ascendencia política egoísta y no de una

verdadera razón de Estado), obtiene su castigo. Enrique VIII olvida su prudencia para

obtener lo que su pasión le demanda. Suprime su “buena” actitud y supera los

obstáculos ético-religiosos para descubrir, al igual que Volseo, la ilegítima razón de

Estado, una actitud negativa con la que genera la ruptura cismática de las relaciones

entre el reino y Roma. Su elocuente argumento al divorciarse, desterrar a Catalina y

fragmentar los lazos con la Iglesia, lo delata. Tal acción responde a la conseja de

Maquiavelo: “[…] obrar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la

religión. Es menester que tenga el ánimo dispuesto a volverse según que los vientos

de la fortuna […] se lo exijan […] saber entrar en el mal, cuando hay necesidad.”

(1999: 87). Recordemos que se está analizando sólo la actitud del personaje, no si

manifiesta una razón de Estado efectiva.

caer a Enrique en la desgracia por culpa de sus pecados. El cisma se puede identificar con la expulsión del paraíso en el mito bíblico. Sólo hice aquí una mención obligada para apreciar los tres momentos a los que se

aludió.

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De esta manera, el rey que niega preceptos religiosos y éticos es un laico

inmoral, que no refleja el prototipo de un gobernante político-moral, sino a un príncipe

que conduce sus prácticas políticas en beneficio propio. Calderón denuncia la

inconveniencia de tener en el poder a un rey que se deja llevar por pasiones y que se

sirve de una actitud egoísta en beneficio de caprichos individuales, Vindel Pérez

especula: “No perdamos entonces el contraste: los ortodoxos no van a discernir acerca

de la ontología de un príncipe político y de un príncipe moral; sino sobre la

inconveniencia de un príncipe laico, operativo y, por ende, perverso y “el buen príncipe

cristiano” que hay que irradiar.” (2000: 385). La pieza responde, agrega la crítica:

“[…] a esa escisión de una actuación política que no contempla la moral como fin sino

como medio que [permite] la consecución de objetivos mediante operatividades

ilimitadas.” (Vindel, 2000: 395). Enrique VIII comienza siendo un modelo del buen

gobierno neoestoico y termina como un ejemplo negativo por su actitud, que repercute

en serias consecuencias históricas.

Finalmente la queja del rey surge y es una llamada de atención a aquellos

gobernantes al servicio de un juicio operativo artero, sin escrúpulos morales y

religiosos según la ortodoxia cristiana;19 así, la voz de Calderón también se desempeña

como el espejo de una época conflictiva en su ideología, ambivalente y dicotómica,

pero rica y fecunda en su literatura, Enrique dice:

Yo negar al Papa quise

la potestad, yo usurpé de la Iglesia un increíble

tesoro; […]

[…] ¡Ángel hermoso que en trono de luz asistes

[…]

dame favor, dame ayuda,

pues ya quiero arrepentirme! (III, vv. 2785-2788;2794-2795;2798-2799)

Con todo lo anterior expuesto, se cumple con los objetivos enunciados al inicio, y se

deja ver claramente que el teatro no sólo servía para divertir al vulgo, sino también

para impartir normas de comportamiento, por un lado y por el otro, desacreditaba

ciertos pensamientos que parecían peligrosos a una monarquía apoyada por la religión

cristiana, tal el caso de la filosofía de Nicolás Maquiavelo.

19

“[…] las teorías políticas (como otrora ocurriera con las científicas) tenían que ser contestadas desde

discursos enmarcados en una ortodoxia que tradujera inagotables términos de estrategia en otros de vanidad, ambición arrogancia y presunción: audacias que la ortodoxia cristiana, en fin, no aprobaba por

suponerlas más propias de un dios que de un hombre.” (Vindel Pérez, 2000: 395).

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