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Índice

I. TEMA INTRODUCTORIO

¿Qué es la cuaresma?

I. Cambiemos nuestro

corazón en cuaresma

II. Tema: ¿Quién es Dios?

III. Tema: El Misterio Pascual

IV. Tema: María, modelo de

seguimiento y mujer plena

V. Tema: El Pecado, de

regreso al Padre

VI. Tema: Conversión, Vida

nueva en Cristo

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I. TEMA INTRODUCTORIO

¿QUE ES LA CUARESMA?

Cuaresma significa "cuarenta" y se aplica a los 40 días de intensa preparación a la fiesta de PASCUA.

Jesús se retiró durante 40 días.

Moisés aguardó 40 días antes de subir al Sinaí. Elías caminó durante 40 días hacia el Horeb. Y la marcha de los judíos por el desierto duró 40 años.

"40" es pues, un número

simbólico que expresa víspera, "preparación" intensa de algo importantísimo que, para nosotros, es la PASCUA

No se entiende la Cuaresma si no

es en función de la PASCUA. El tiempo de Cuaresma empieza el

Miércoles de Ceniza y acaba el Jueves Santo. En ese período no se canta el "Aleluya" ni se recita el "Gloria". En los primeros tiempos, la Cuaresma era un período de preparación intensiva al Bautismo, que se celebra en la noche de Pascua. El ser bautizado exige una coherencia y un cambio de mentalidad. TIEMPO DE CAMBIO El Miércoles de Ceniza se nos dice: "Convertíos y creed el Evangelio". La Cuaresma es pues, un tiempo de conversión. Convertirse significa "volver", "cambiar", "corregir el camino" "Renovarse" El cambio que queremos es pasar del "hombre viejo" al "hombre nuevo" "Hombre viejo" es el que vive a espaldas de Cristo

y del Evangelio. "Hombre nuevo" es el que sigue a Jesús y vive según el Evangelio. Cuaresma es cambiar de vida.

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Cambiemos nuestro corazón en cuaresma

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II. CAMBIEMOS NUESTRO CORAZÓN EN CUARESMA

(AYUNO)

El Miércoles de Ceniza es día de ayuno y

abstinencia. Los Viernes de Cuaresma son días

de abstinencia. (de los 14 a los 59 años)

Ayunar por ayunar no tiene sentido y no

hace a la gente mejor... Sobre todo en un

mundo en que muchos ayunan, no porque es

Cuaresma, sino porque no tienen qué comer.

Abstenerse de comer carne es un signo que

tiene su importancia por lo que significa.

El ayuno y la abstinencia son "signos de

conversión". No son "la conversión".

El ayuno es signo de que tú: - quieres "ayunar de pecados" - te solidarizas con los hambrientos - prefieres el pan de la Palabra - frenas el consumismo - quieres compartir lo tuyo. La abstinencia es signo de que tú: - quieres abstenerte del pecado - no te comes el pan de los pobres - te "mantienes en forma" por dentro. - Lo que interesa es cambiar el corazón.

La mortificación y la renuncia en las circunstancias ordinarias de nuestra vida, también constituyen un medio concreto para vivir el espíritu de Cuaresma. No se trata tanto de crear ocasiones extraordinarias, sino más bien, de saber ofrecer aquellas circunstancias cotidianas que nos son molestas, de aceptar con humildad, gozo y alegría, los distintos contratiempos que se nos presentan a diario. De la misma manera, el saber renunciar a ciertas cosas legítimas nos ayuda a vivir el desapego y desprendimiento.

El abstenerse de la comida y la bebida tienen como fin introducir en la existencia del hombre

no sólo el equilibrio necesario, sino también el desprendimiento de lo que se podría definir como "actitud consumística".

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El hombre de hoy debe abstenerse de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos: ayunar significa abstenerse de algo. El hombre es él mismo solo cuando logra decirse a sí mismo: No.

ORACION Ante todo, la vida de oración, condición indispensable para el encuentro con Dios. En la oración, si el creyente ingresa en el diálogo íntimo con el Señor, deja que la gracia divina penetre su corazón y, a semejanza de Santa María, se abre la oración del Espíritu cooperando a ella con su respuesta libre y generosa (ver Lc 1,38). Asimismo, también debemos intensificar la escucha y la meditación atenta a la Palabra de Dios, la asistencia frecuente al Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, lo mismo la práctica del ayuno, según las posibilidades de cada uno.

CARIDAD

La vivencia de Ia caridad ocupa un lugar especial. Así nos lo recuerda San León Magno: "Estos días cuaresmales nos invitan de manera apremiante al ejercicio de Ia caridad; si deseamos Ilegar a la Pascua santificados en nuestro ser, debemos poner un interés especialisimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en si a las demás y cubre multitud de pecados". Esta vivencia de la caridad debemos vivirla de manera especial con aquél a quien tenemos más cerca, en el ambiente concreto en el que nos movemos. Así, vamos construyendo en el otro "el bien más precioso y

efectivo, que es el de Ia coherencia con la propia vocación cristiana" (Juan Pablo II).

PRÁCTIVAS JUVENILES PARA ESTE TIEMPO DE LA CUARESMA PARA TI JOVEN 1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.

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2. Luchando por cambiar Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir. 3. Haciendo sacrificios La palabra sacrificio viene del latín “sacrum-facere”, que significa "hacer sagrado". Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio. 4. Haciendo oración Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma. Es una doctrina tradicional de la espiritualidad Cristiana que es un componente del arrepentimiento, de alejarse del pecado y volverse a Dios, incluye alguna forma de penitencia, sin la cual al Cristiano le es difícil permanecer en el camino angosto y ser salvado ( Jer 18:11, 25:5; Ez 18:30, 33:11-15; Jl 2:12; Mt 3:2; Mt 4:17; He 2:38 ). Cristo mismo dijo que sus discípulos ayunarían una vez que Él partiera ( Lc 5:35 ). La ley general de la penitencia, por ello, es parte de la ley de Dios para el hombre.

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III. TEMA: ¿QUIÉN ES DIOS?

Objetivo: Que en esta cuaresma, los jóvenes profundicemos en el ser de Dios a través de lo que Él mismo nos ha revelado para que, evitando las falsas imágenes, lo amemos y alabemos de corazón.

Oración Inicial: Señor, danos un corazón limpio para que podamos ver. A Ti abrimos los proyectos y planes de esta reunión: Acompáñanos. A Ti ofrecemos lo que somos y lo que tenemos: Acógelo. A Ti, que eres Dios de la Vida, te pedimos fuerza: Anímanos. Que nuestros corazones se alegren y regocijen hoy porque todo lo esperamos de Ti.

Introducción: Una de las palabras que todos los hombres y mujeres hemos pronunciado con diversidad de sentidos, emociones, intereses, pretensiones; es sin duda la palabra “Dios”. Pero ¿Quién es Dios? ¿Cómo es? ¿Qué conocemos de Él? ¿Es verdad todo lo que de Él se dice, se escribe, se implora, se alaba e incluso se desprecia? ¿Es importante en nuestra vida conocer a Dios? El rechazo a Dios toma, en nuestro tiempo, modalidades diversas, desde el ateísmo, la indiferencia religiosa, la superstición e incluso el culto al demonio. Actitudes que tienen múltiples causas: la necesidad de lo divino que todo hombre lleva en su corazón, a la sobrevaloración del progreso científico, a la rebeldía ante el escándalo del mal y del sufrimiento, al rechazo a un Dios y a una religión a los que sólo se conoce desde concepciones equivocadas. El Concilio Vaticano II subraya la responsabilidad de los cristianos respecto a las faltas al primer mandamiento: “En este origen del ateísmo pueden tener una parte no pequeña los creyentes, en cuanto que, por negligencia en la educación de la fe, por exposición falsificada de la doctrina cristiana o incluso por los defectos de su vida religiosa,

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moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión” (GS 19). Por otra parte, existe hoy, al igual que en la antigüedad, la tentación de postrarnos ante los ídolos, aun entre personas que se dicen creyentes. Existen formas de idolatría muy características de nuestro tiempo: la religión del poder, del dinero, de la raza, de la eficiencia física, del sexo, de las diversiones; así como el esoterismo, el ocultismo, el espiritismo, el gnosticismo, las cartas, los amuletos, el culto a los muertos, la magia, la brujería, los hechizos, la astrología, los médium, experiencias místicas orientales, la New Age, etc. Nuevos ritos y nuevos mitos ocupan hoy en modo ambiguo el corazón del hombre al grado que llegan adueñarse de su vida personal y social, olvidando al Dios vivo y verdadero (Cfr. Lc 8, 14), y no pocas veces mezclados con artículos del credo católico.

Dinámica: Se realiza una representación de un entrevistador y de Dios, y se presenta ante todos los jóvenes. Al final se pregunta que les pareció y qué piensan al respecto sobre las respuestas de Dios.

ENTREVISTA CON DIOS DIOS: Pasa, ¿Con que quieres entrevistarme? ENTREVISTADOR: Bueno, si es que tienes tiempo. D: (Riéndose) Mi tiempo se llama eternidad y alcanza para todo. E: Dios, ¡Qué envidia! D: ¿Qué preguntas vas a hacerme? E: Ninguna nueva ni difícil para ti. Por ejemplo: ¿Qué es lo que más te divierte de los hombres? D: Que se aburren de ser niños por la prisa de llegar a ser adultos y luego suspiran por regresar a niños. Que primero pierden la salud para tener dinero y enseguida pierden el dinero para recuperar la salud. Que de pensar en el futuro descuidan su hora actual, con lo que ni viven el presente ni el futuro. Que viven como si no fueran a morirse y se mueren como si no hubieran vivido. E: La flor que más te gusta. D: Cuando una madre arrulla a su hijo, la sonrisa del joven, la mirada del niño. E: Cuando llegue el fin del mundo ¿qué obra humana podrías salvar del incendio? D: Hay por ahí una que me entusiasma. No digo cual para no darles más trabajo a los policías de la ciudad. E: ¿Qué piensas de los astronautas? D: Me impresiona ver a las pequeñas hormigas escalando rascacielos, y una ráfaga de inteligencia en el silencio de los cosmos. E: Pero recordarás que uno de ellos dijo que no te vio. D: Tampoco vio allá el Estadio Jalisco y sin embargo existe. E: Señor, ¿cuál es el pecado que miras con mayor indulgencia?

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D: Confidencialmente te diré que no hay pecado al que no le tenga una infinita indulgencia. Sólo hay uno para el que me reservo todo el peso de la justicia: la humillación y el desprecio a cualquiera de mis hijos. E: ¿Por qué tu Hijo, Jesucristo, tuvo que morir en la cruz? D: Bueno, mi Hijo muere en la cruz, no porque me guste el sufrimiento o me goce con el dolor, sino todo lo contrario. Mi aparente silencio ante la muerte de mi Hijo, era un enorme gozo que me provoca la obediencia por amor. El sentido redentor de la muerte de mi Hijo es la obediencia, y Jesucristo muere de esa manera, por ser fiel a lo que le había mandado: dar a conocer mi amor y mi proyecto de vida nueva a los hombres, eso le ocasionó la muerte, y además porque los hombres matan, y mi hijo no fue la excepción. Pero como soy el Dueño de la vida, al resucitarlo manifiesto que el amor vence la maldad, la mentira, el odio, la misma muerte. Pesa más la obediencia de mi Hijo que las miles de desobediencias de los hombres. Y a través del misterio Pascual de Jesucristo pueden todos mis hijos vencer el mal y la muerte. E: Señor, ¿prefieres ser amado o temido? D: Si eres papá, ya tienes la respuesta. E: ¿Te molesta que en el mundo haya ateos? D: Te aseguro que muchos de ellos lo dicen y no lo son. Otros me buscan sin saberlo. Otros me llaman con distinto nombre, y les preocupo tanto que si no existiera no se esforzarían en negarme. E: ¿Tienes algo en contra de la liberación femenina? D: Yo soy feminista. Yo tuve la idea de la mujer, no descansé hasta hacerla. Sólo a partir de ella se completa la creación. E: ¿Por qué no terminas y acabas con todos los hombres que hacen mucho mal a la humanidad? D: Porque confío en la bondad que existe en cada uno de ellos, y porque los he creado con la capacidad de decidir, y aunque me duele cuando se dañan, no dejo de confiar en todos y cada uno de los seres humanos. E: ¿No crees que este mundo empañado por las crisis y los problemas agoniza y se hunde? D: He visto otros vientos y tempestades. En verdad te digo que la noche desemboca siempre en un nuevo amanecer. E: Por último, ¿Qué nos aconsejarías a todos tus hijos? D: Bueno, ya lo he dicho, pero con gusto te lo repito: Escuchen a mi Hijo amado, Jesucristo. Porque a través de Él, les he revelado de una manera tan cercana, amorosa, respetuosa, fiel, creativa y paternal el proyecto que tengo desde la eternidad para todos y cada uno de los hombres y mujeres. Contemplando a Jesucristo me contemplan a mí, escuchando a Jesucristo me escuchan a mí, amando a Jesucristo me aman a mí, confiando en Jesucristo confían en mí. Él es el camino, la Verdad y la Vida para volver a mi corazón para siempre. E: ¡Gracias!, por tanto Amor. Te hablaré esta noche antes de dormir. Y que tu presencia me acompañe. D: Con mucho gusto… y, no olvides que siempre estoy contigo.

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Contenido: ¿Podemos conocer a Dios? “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y solo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que os cesa de buscar” (CEC 27). No todas las personas se dan cuenta o reconocen que, lo que en verdad buscan en su vida es a Dios. Algunos lo llaman deseo de felicidad. ¿Quién no quiere ser feliz? Otros, lo llaman deseo de realización personal, de plenitud, etc. Consciente o inconscientemente todo hombre pregunta sobre Dios, y a lo largo de la historia y la cultura, en su rica y variada vida religiosa, se constata cómo de alguna forma se busca a Dios; por ejemplo, las pirámides son sólo una muestra de este esfuerzo, pues son templos, lugares en los que los pueblos, por medio de sus creencias, sus oraciones, su culto y sus sacrificios expresan de forma inconfundible su deseo, su sed de Dios. Pero no todos se dan cuenta de esta realidad. Muchos se han olvidado de Dios y buscan su felicidad donde no está, e incluso para muchos la existencia de Dios les parece incongruente, innecesaria, ingenua, superada. Caminos para conocer a Dios Dios sale a nuestro encuentro y nos da pruebas de su existencia que podemos descubrir con la inteligencia que él mismo nos ha dado. San Pablo en su Carta a los Romanos afirma: “lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se han hecho visible desde la creación del mundo, por medio de las cosas creadas” (Rom 1,20). Si ponemos atención podemos descubrir y conocer muchas cosas de Dios al contemplar la naturaleza que nos rodea. Todo lo que existe tiene un orden, los días y las noches, las estaciones del año, el movimiento de los planetas, el oleaje del mar, los ciclos de la naturaleza, etc. Y qué admiración nos provoca cuando vemos el microcosmos de cada ser vivo por simple y pequeño que nos parezca… Y sabemos que las cosas no se ordenan solas. Si el mundo y el universo tienen un orden tan perfecto, es claro que debe haber un ser inteligente que lo ordenó de la manera en que está. Aquél que ha ordenado todo lo que existe es Dios. Con nuestra inteligencia también podemos descubrir a Dios, reflexionando acerca del hombre. Los hombres experimentamos algunas realidades que no podemos explicar desde el punto de vista solamente físico o material. Tenemos sentimientos y deseos, tenemos la capacidad de ser bondadosos, buscamos y deseamos la verdad, gustamos de la belleza, tenemos un sentido del bien y del mal, queremos una felicidad que no se acabe nunca, somos libres y, podemos preguntarnos acerca de la existencia de Dios. Falsas ideas de Dios Podemos conocer a Dios por la razón pero, la razón, como las demás capacidades humanas son limitadas y puede equivocarse, por eso tiene que contemplarse con la revelación de Dios y la respuesta del hombre, es decir, con la fe.

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La búsqueda de Dios, sin Dios, lleva al hombre a graves errores. En nuestra sed de felicidad, de plenitud, de Dios ¿qué pasa si nos equivocamos?, ¿lograremos alcanzar la felicidad que anhelamos? Aquí está una de las causas fundamentales de la infelicidad de la humanidad que se derivan de conceptos e ideas falsas de Dios: dios es energía que todo lo abraza, es el árbol y es la lluvia… algo impersonal. dios es el mismo hombre que todo lo decide y lo juzga desde su limitada razón… dios es el trascendente que vive alejado el hombre… dios es muchos dioses… dios se goza y quiere el sufrimiento de los hombres… dios impide al hombre ser hombre… dios es un mito que adormece la conciencia… dios no puede evitar o quitar el mal… dios es el mismo hombre que por sí puede alcanzarlo todo… dios no existe y ni falta hace… Lo que Dios nos revela de sí mismo Dios conoce nuestra situación y sabe que necesitamos conocerlo para poder ser felices, y sabe que no es fácil conocerlo con nuestras propias fuerzas sin equivocarnos. Por eso Dios es quien nos habla, sale a nuestro encuentro, se nos revela. La mejor manera de conocer a Dios es escuchando lo que de sí mismo nos ha revelado y nos sigue revelando y así lo conozcamos sin equivocaciones.

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No se conoce una persona como si fuera un objeto, observando y calculando. En el núcleo más íntimo, puede ser conocida sólo si se expresa libremente, si comunica a los demás sus sentimientos, sus intenciones, sus pensamientos y sus decisiones, en un diálogo hecho de palabras y acciones, es decir, en una historia concreta. Mientras los secretos de la naturaleza vienen alcanzados del externo con la observación científica, el secreto propio de una persona consciente y libre se abre desde el interno por la vía de la auto-comunicación. Cuando Dios habla nos revela su intimidad, su misterio personal. No se trata de una mera información, ante todo de una llamada al corazón de los hombres, y estos se dan siempre que Dios habla al pueblo escogido, a los profetas, a los patriarcas, Abraham, Moisés, Isaías… A cada creyente hoy. En su íntima vida personal Dios no puede ser conocido por la vida de intuición o reflexión humana, sino sólo por su libre iniciativa. Por eso, “por la abundancia de su amor, Dios, habla a los hombres como amigos y trata con ellos a fin de invitarlos y recibirlos en su compañía” (DV 2). Dios aun permaneciendo invisible habla y se da a través de “obras íntimamente ligadas entre sí” (DV 2) y complementarias, es decir, a través de una historia. La revelación es la manifestación de Dios, es mostrarse, descubrirse ante nosotros, contarnos su secreto, decirnos su interioridad y su amor. La revelación de Dios es la expresión de su intimidad personal y de la relación amorosa que quiere establecer con los hombres. La causa de la revelación es que Dios nos ama y quiere manifestarnos su amor. Dios habla para comunicarnos su amor, no para enseñarnos cosas, no para darnos a conocer ciencias o teorías. La revelación no es la manifestación de verdades abstractas, sino la oferta de Dios al hombre. Dios busca al hombre en su Revelación. El fin de la revelación es manifestar a los hombres el amor de Dios, su intimidad, su misterio, sus planes de salvar al hombre, para que el hombre se haga participe de los bienes divinos que superan totalmente la inteligencia humana (Cfr. DV 11). Dios se nos revela plenamente en Jesucristo “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas, ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también el universo” (Heb 1,1-2). Dios se manifiesta plenamente en su Hijo Jesucristo, hecho hombre; en Él resplandece la revelación. “Cristo mediador y plenitud de toda la revelación” (DV 2). Jesucristo, Palabra hecha carne, habla las palabras de Dios, quien ve a Jesucristo ve al Padre. Él, con su presencia y su manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa resurrección y con el envío del Espíritu Santo, lleva a plenitud la Revelación, y la confirma con testimonio divino, a saber: Que Dios está con nosotros para darnos una vida eterna (Cfr. DV 4). El mismo Jesucristo en muchas ocasiones nos ha dicho: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9); “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10,30); “Nadie conoce al hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). Nuestro Dios, es un Dios que nos ama, y porque nos ama no deja de hablarnos. Y nos habla para dársenos a conocer y conociéndolo lo amemos y entremos a su Presencia.

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Dios se nos revela como un amigo, nos dice quién es, cuáles son sus planes de salvación, y nos muestra su amor. Él nos habla y nos manifiesta de muchas maneras su ser más profundo, escuchemos lo que Él nos dice de sí mismo a través de su palabra. Sólo Dios puede hablarnos bien de Dios Dios es Padre: “Cuando Israel era niño, yo lo amé y de Egipto llamé a mi hijo” (Os 11,1). Dios es Único: “Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno” (Dt 6,4). Dios es Trino: “La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor de Dios y la comunión en el Espíritu Santo, estén con todos ustedes” (2 Cor 13,13). Dios vivo: “¿hay algún mortal que, habiendo oído como nosotros la voz de Dios vivo hablando desde el fuego…?” (Dt 5,26). Dios es Espíritu: “Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Jn 4,24). Dios es Cercano: “El Señor iba delante de ellos durante el día en una columna de nube para marcarles el camino” (Ex 13,21). Dios es Santo: “Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso, toda la tierra está llena de su gloria” (Is 6,3). Dios es Perfecto: “Ustedes sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (MT 5,48). Dios es Justo: “El hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos” (Sal 146,7). Dios es Señor: “Yo soy el Señor. Yo soy el que soy” (Ex 3,14-15). Dios es Misericordioso: “El Señor es clemente y compasivo, paciente y lleno de amor; no está siempre acusando ni guarda rencor eternamente” (Sal 103,8). Dios es Fiel: “Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es un Dios fiel, que cumple sus pactos…” (Dt 7,9). Dios es Providente: “No se inquieten… ya sabe el Padre celestial lo que necesitan” (Mt 6,32). Dios es Amor: “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él” (1 Jn 4,16).

Oración Final:

En modo de oración cada joven responderá a la siguiente pregunta, exponiéndolo ante todos:

- ¿Qué podemos hacer para conocer mejor a Dios?

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El misterio pascual

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IV. Tema: El Misterio Pascual

Objetivo: Que los jóvenes profundicemos en las exigencias de ser seguidores de Jesús, descubriendo en Él el modelo de vida que Dios quiere que vivamos como sus discípulos y misioneros.

Oración Inicial: En ambiente de oración leer Hechos 2, 37-47 dos veces, y dejar unos momentos de

silencio.

Se termina con el Padrenuestro, tomados de las manos.

Introducción: En la actualidad se habla mucho de la separación fe-vida. Es decir, no llevamos a la práctica aquello de lo que hablamos o en lo que creemos. Cuantas personas que se dicen católicas, piensan que lo son por el hecho de ir a misa y dar limosnas los domingos. O por estar bautizados y confirmados. Cuántos empresarios, doctores… no viven su fe en la vida diaria. Si nos acercamos más todavía, cuántos laicos que son integrantes de algún grupo o movimiento cristiano llevan una vida exactamente igual a la de cualquier persona, ¿dónde está su compromiso de bautizado? Cuando alguien se integra a trabajar a una institución o compañía; o decide participar en algún equipo deportivo, lo primero que se le exige es “ponerse la camiseta”. Es decir, asumir la filosofía, la manera de pensar de ese grupo de personas; incluso hay a quienes les cambia la vida el simple hecho de relacionarse con otros en los que encuentran algo atractivo, algo que va con sus ideales. La pregunta entonces sería ¿es que los católicos no estamos tomando en serio el mensaje de Jesús? Muchos jóvenes no ven el grupo como un espacio vital, donde compartir la vida y madurar como personas. Un gran número de jóvenes va al grupo como pasatiempo. Por eso, particularmente en los umbrales de este nuevo milenio es necesario conocer a ese Jesucristo del que muchos hablan, pero no de una manera teórica, sino experiencial. Profundizar nuestra fe, saber cuál es su propuesta. ¿En qué consiste ser cristiano? El cristiano, dicho de una manera sencilla, es “el que cree en Jesucristo”. Por eso, el rasgo inicial de la identidad cristiana consiste en referirse a Jesús.

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Jesús constituye, para el que aspira a ser cristiano, una referencia no sólo ideológica o abstracta, sino una referencia vital, de impacto personal, de trato vivo y directo con alguien que es capaz de cambiar la propia forma de ser y de actuar. El cristiano es “el seguidor afectuoso de Jesús, que se vincula a su persona y decide seguir sus pasos”. El cristiano se define, pues, por el seguimiento de Jesús. Y lo importante aquí es lo que se convierte en principio motivador, es Jesús mismo. De ahí que Él sea el contenido principal. La realidad del ser cristiano no se da por generación espontánea ni se recibe pasivamente como se recibe el apellido o el patrimonio familiar. Tampoco puede decirse que sea fruto del ambiente en que uno vive o que se deba simplemente a la influencia del contexto social y religioso en el que uno ha crecido. La decisión de ser cristiano supone un acto de elección y de opción personal. La práctica del seguimiento de Jesús se vive con sencillez y normalidad, con radicalidad también, pero sobre todo pero con la frescura del Evangelio. Esto supone que, en algunos momentos y circunstancias especiales, encontraremos dificultades. Pese a todo, la vocación de ser cristiano sigue actualizándose en hombres y mujeres, también en jóvenes y niños, de nuestro tiempo. Vamos, pues, a compartir en nuestro grupo las ilusiones y dificultades que tenemos para ser y vivir como cristianos.

Dinámica: Presentar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, mediante un film. Prever

todo lo necesario: DVD - Cañón, Pantalla – TV, sonido. Solo proyectar aquellos capítulos donde se presenta la Muerte y Resurrección de Jesucristo.

Contenido: Dicen que, a menudo, la muerte es expresión de la vida. Puede que no siempre sea así, pero en el caso de Jesús tal observación se cumple a la letra. Desde luego su final no se produce simplemente como un accidente inesperado, sino, más bien, como consecuencia de una manera de vivir que, llevada hasta las últimas consecuencias, conduce a un conflicto inevitable. Jesús lo afronta con libertad y su toma de postura provoca un desenlace que solo puede ser entendido desde la extrema desnudes de un hombre coherente que, sostenido por el amor de Dios, proclama con su vida-y con su muerte-una palabra liberadora en la historia de los hombres. Quizá te hayas preguntado más de una vez, pero bueno, en definitiva ¿Por qué Jesús murió en la cruz? ¿Qué significa su muerte para todos los hombres? Y respecto a su resurrección ¿Cómo aconteció? ¿Qué significa para la humanidad? La muerte y la vida no son dos realidades separadas; la muerte está en el fondo de la vida y quererlas desunir es un signo de desequilibrio. Jesus no comenzó a consumar su muerte el día del viernes santo. En modo como Jesús vivió su pasión y su muerte no es de

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ninguna manera indiferente al modo como él, ya durante toda su vida, ha asumido las exigencias de su misión. La pasión es el culmen, pero Jesús no empezó a cargar la cruz en el momento en el que es echada brutalmente sobre sus hombros, sino que la ha cargado desde siempre, puesto que cargarla supone la aceptación coherente de la misión que el padre le ha confiado. Con su muerte en cruz, Jesús ha testificado en modo supremo lo que en su praxis y en su mensaje había dicho de sí mismo. La vida y la muerte de Jesús se corresponden y se complementan mutuamente y unidas constituyen la auto-manifestación singular con el Padre y su misión de salvador de los hombres. El sentido que se da a la vida es el que se da a la muerte, y el sentido que se da a la muerte es que se da a la vida. ¡Jesús ha muerto en la cruz! No hemos de quedarnos en el escenario político-religioso del tiempo de Jesús. Hemos de ir más al fondo, para comprender el significado de la muerte de Jesús. La muerte de Jesús no es solo obra de los poderes judíos y romanos, sino que en lo más profundo esta la obra salvadora de Dios que se hace presente a través de la libre auto-entrega de Jesús. Es una obediencia libre al Padre. Su muerte es una consecuencia de su opción irrevocable por Dios y por los hombres. Una actitud libre ante los acontecimientos que se le vienen encima. Afirma el teólogo alemán K. Rahner: “para que la muerte pueda manifestarse como muerte de libre libertad, ha de ser una muerte que pueda ser evitada”.

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Jesús hubiera podido evitar su muerte violenta, bastaba que dejara de hablar y actuar aquello que le condenaban. Si pudo prever el rumbo que tomaban las cosas, y no obstante todo, no se echó atrás, entonces podemos hablar ya de una libertad suya frente a la muerte. No es la fuerza de los acontecimientos que fatalmente se le vienen encima lo que gobierna y le arrebata su vida, sino que es Él mismo que dispone de ella con plena libertad y la entrega desde dentro, sin imposiciones de ningún género: “Tengo poder para dar la vida” (Jn 10, 17-18). La libertad de Jesús ha transformado un hecho horrible de traición y de muerte en el don supremo de sí por amor. La muerte de Jesús en la cruz no es solamente la última consecuencia de su valiente actuación, sino resumen y suma de su mensaje. Es la suprema concretización de lo único que le interesó: la venida del reino de Dios. Esta muerte es la figura de realización del reino de Dios por medio de la impotencia humana, de la riqueza mediante la pobreza, del amor en medio del abandono, de la plenitud en el vacío, de la vida a través de la muerte. Lo que le agrada al Padre y lo que nos redime no es lo sangriento de la muerte de Cristo, sino su entrega total y absoluta. Mucho más agrada al Padre la entrega de Jesús que lo que le desagrada la suma de los pecados de todos los hombres. Nuestra redención está en la persona de Jesús, en sus actitudes de amor, de entrega, de fidelidad y de obediencia. Estamos más unidos a Cristo es su obediencia, que a Adán en su desobediencia. Nuestro vínculo con Cristo en la gracia y la vida es más fuerte que con Adán en el pecado y la muerte (Cfr. Rm 5,4s; 1 Cor 15,45). ¡Jesús ha resucitado! Con la muerte violenta y vergonzosa de Jesús en la cruz parecía que todo había acabado. También los discípulos de Jesús entendieron su muerte como el fin de sus esperanzas. Defraudados y resignados volvieron a sus familias y su profesión. La muerte de Jesús, después de su condenación como falso profeta y agitador político, no es uno de tantos sucesos. Indudablemente tiene un significado especial. La muerte de Jesús habría seguido siendo un suceso más o menos importante, una de tantas injusticias llevadas a cabo por una ocupación extranjera, sin llegar a convertirse nunca en un acontecimiento histórico que ha cambiado los destinos de occidente, si unos testigos no hubieran afirmado algo aparentemente imposible e inesperado: el crucificado está vivo. La experiencia de ver, oír y palpar a Jesús vivo resucitado, provocó en los discípulos un cambio radical de su manera de vivir: sin miedo, con inmensa alegría y optimismo, y empezaron a decir, a cuantos querían y podían escucharles, que Jesús de Nazaret estaba vivo y operante en la comunidad (Cfr. Mt 28,16-20; Mc 16,14-20; Lc 24,36-49; Jn 20,19-29). La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz: “Anunciamos tu Muerte, proclamamos tu Resurrección, ven Señor Jesús”.

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Oración Final: Material: Cruz y Sirio o Vela Bendita.

Cada miembro de la comunidad tomará el Crucifijo en sus manos y poco a poco lo irán palpando con los ojos cerrados. Mientras el coordinador dice lo siguiente:

Imagínate enfrente de ti a Jesús solo o con María. Fíjate como están vestidos, ve los colores de su ropa, revisa cada una de sus posturas, movimientos y escucha con gran atención lo que te dicen; quizás no mueven sus labios pero tú entiendes lo que te dicen. Ahora, sería conveniente hacer esta pregunta a quienes están contigo en este momento. ¿Cuáles son tus intereses?

Silencio Pídele a Jesús que te ayude a descubrir qué diferencias existen entre los intereses de ambos. Por último dile que te muestre algunas soluciones para que los dos caminos se conviertan en uno y puedan vivir en un solo corazón, en una sola alma y en un solo Espíritu… Pídele que te muestre alternativas. Finalmente, pídele todas las gracias o regalos que necesitas para vivir en un mismo camino con Él y en este momento agradécele todo lo que te permitió descubrir.

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V. TEMA: MARÍA, MODELO DE

SEGUIMIENTO Y MUJER PLENA

Objetivo: Que los jóvenes descubramos en las actitudes de María el modelo perfecto de seguimiento a Cristo, para que, imitándola alcancemos la plenitud a la que hemos sido llamados.

Oración Inicial: Colocar una imagen de la Santísima Virgen María adornada

con un arreglo floral.

Iniciar con un canto a María.

Proclamar el Evangelio de San Lucas 1, 26-38.

Dejar unos momentos de silencio personal.

Hacer la siguiente oración del Beato Juan Pablo II: Ruega por nosotros, Madre de la Iglesia. Virgen del Adviento, esperanza nuestra, de Jesús la aurora, del cielo la puerta. Madre de los hombres, de la mar estrella, llévanos a Cristo, danos sus promesas. Eres, Virgen Madre, la de gracia llena, del Señor la esclava, del mundo la Reina. Alza nuestros ojos, hacia tu belleza, ¡Amén!

Proclamar el Ave María y un canto a nuestra Madre.

Introducción: Se ha reflexionado sobre el proyecto de Dios Padre, el Reino, de cómo seguir a Jesucristo y lo que implica ser su discípulo en la actualidad. Ahora contemplemos a María Santísima para descubrir en ella aquellas actitudes que la muestran como el mejor modelo de seguimiento de su hijo amado. En la Sagrada Escritura el objeto y centro de la revelación es Jesucristo. Hay varios pasajes que hablan de Jesucristo y de María de manera directa o indirecta: la Encarnación

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del Verbo, el nacimiento de Jesús, su presentación y su perdida en el templo a los doce años, su manifestación en Caná de Galilea, su pasión, muerte y resurrección, el envío del Espíritu Santo. El acontecimiento de Cristo no se dio sin María. “Mediante el misterio del Hijo se aclara también el misterio de la Madre”.

Contenido:

María, discípula de Jesús En la Iglesia de nuestros días, enfrentada al desafiante reto del “seguimiento de Cristo” en medio de nuestro mundo sometido a un profundo cambio cultural, aparece María como “modelo y prototipo” de un auténtico discipulado. María no perteneció al grupo de discípulos constituido formalmente por Jesús para que le siguieran, haciendo vida en común con Él (Cfr. Mc 3, 13-19; Lc 6, 12-16; Jn 15, 16). Ni siquiera formaba parte del grupo de mujeres “seguidoras” y “discípulas” de las que cuenta Lucas en su evangelio (Cfr. Lc 8,1-3). Perteneció al grupo de discípulos “domésticos” porque permanecían en su propia casa, en su pueblo natal: Zaqueo, José de Arimatea, Nicodemo, Marta y sus hermanos Lázaro y María, etc. Ella fue bienaventurada no tanto por haber llevado en su seno y amamantado de sus pechos a Jesús, sino por formar parte del grupo de los que, oyendo la Palabra de Dios, y guardándola en su corazón, se hacen discípulos (Cfr. Lc 11,27-28). Ella es bienaventurada porque, superando los simples lazos maternales, ha entrado a formar parte de la familia de Cristo, es decir, una familia de “oyentes de la Palabra” y generosos “realizadores” de la misma. La calidad de su discipulado obtiene el mérito en la expresión dirigida a los criados en las Bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). La orden de María era la expresión de lo que ella misma vivía y de lo que la primera comunidad había intuido en la relación de María con Jesús. La imagen global de María que nos ofrece el N. T., es la de una mujer que, con una coherencia extraordinaria, se puso siempre al servicio del Señor. Fue una mujer que escuchó la Palabra, la meditó en el silencio y en la oscuridad, superó la tentación de la incredulidad. Se colocó incondicionalmente al servicio de la causa de su Hijo. Fue perfecta “seguidora” de Jesús, aunque no siempre lo siguiera físicamente. Pero, ¿cuál fue la respuesta de María?, ¿cómo acogió este mensaje?, ¿qué actitudes descubrimos en ella para aceptar el proyecto de Dios en su vida?. Tengamos en cuenta que María era una joven con un proyecto de vida que ya había asumido, “desposada” significa que ya estaba comprometida en matrimonio con José. Y ante el saludo del ángel se desconcierta, pues el llamarla “llena de gracia” significa que es una mujer plena, un elogio que sacude todo su ser. Al escuchar el mensaje de Dios, cuestiona, pero no es una pregunta en la que involucre sus proyectos o reniegue de lo que vendrá después, ella cree en el proyecto de Dios, pero humanamente no sabe cómo podrá realizarse. Y a la respuesta del ángel expresa el “sí” de abandono total a la voluntad del Padre, dejando que Él obre en ella sus maravillas.

Escucha la voz de Dios. El “escuchar” para los judíos era de gran importancia en su vida. “Shemá Israel” era una actitud que no solo disponía a recibir un mensaje sino

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que disponía todo el ser de la persona para que ya desde el escuchar, se tuviera el deseo de acoger e ir realizando el mensaje como una “orden” que cambiaría su vida.

Por tanto, acepta el plan de Dios, renunciando a sus proyectos: María tiene la certeza de que, el que “renuncia a sí mismo y hace la voluntad de Dios es el más grande en el reino de los cielos”.

Se abandona a Dios para que él haga según su voluntad. En otras palabras deja a Dios ser Dios. El Omnipotente (el que todo lo puede), el Omnisciente (el que todo lo sabe), el Omnipresente (el que todo lo posee), va a obrar en ella. Así como el alfarero toma entre sus manos el barro para modelar un hermoso jarrón, así ella se abandona en las manos del Padre teniendo la certeza de que no puede estar en mejores manos para que haga en ella sus maravillas.

Está dispuesta a cumplir la misión que Dios ha escogido para ella: la certeza de ser la Madre de Dios con todas sus consecuencias. Primero dejar que se geste en su vientre para que al nacer le brinde todo su amor, ternura, cuidados, etc. Después educarlo, formarlo, acompañarlo en toda su vida hasta que se cumpla la obra de Dios en la historia.

Pocas veces aparece María en los evangelios, pero son suficientes, para mostrarnos que Ella es la primera y más perfecta discípula; así encontramos todas las características del discipulado según el corazón de Dios: la escucha amorosa y atenta (Lc 1,26-38; 11,27-28), la obediencia sin límites a la voluntad del Padre (Lc 1,38), la fidelidad hasta la cruz (Jn 19,25-27), ella continuó fielmente junto a la comunidad de los apóstoles, animando su oración y su unidad, e implorando con esa la venida del Espíritu Santo (Hech 1,14). María es el sí para Dios que nos debe de motivar a nosotros los jóvenes, además, no debemos olvidar que todo ello requirió del querer y de la voluntad de una jovencita, llamada María, es decir, de la presencia de un ser inmaculado predestinado por Dios, la mujer llena de gracia, quien aceptó ser la Madre de Dios y guardó todas las cosas en su corazón. La Virgen, que no es soberana, sino servidora; no es meta, sino camino; no es semidiosa, sino la humilde esclava de Dios; y es, por encima de todo, la Madre que sigue dando a luz a Jesucristo en nosotros. María es la mujer llena de gracia, la preferida del Señor. Ella hizo alianza de amor con Dios y le será fiel durante toda la vida. Es llamada gratuitamente por Dios, pero en su vocación supo responder fielmente al amor que Dios derramó en su corazón. Hoy vivimos en una época marcada por cambios profundos y acelerados, con sus consecuencias de confusión, miedo y desarraigo. Esta situación no es una invitación al desánimo, sino un llamado vigoroso a una profunda confianza y a la colaboración con el Padre Dios, Señor de la historia personal y de los pueblos. María es el modelo de esta actitud filial. Su vida también se desarrolló en un tiempo difícil. Ella conoció la incertidumbre, la persecución, la pobreza, la lucha, la muerte. A través de todas estas alternativas de su historia se adhiere a la voluntad del Padre, se abandona confiadamente a su conducción y colabora activamente con sus planes. El “sí” de María es para todos los cristianos una lección y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre en camino y en medio de santificación propia.

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María, al aceptar con plena disponibilidad las palabras del ángel Gabriel, que le anunciaba que sería la madre del Mesías, comenzó a tomar parte en su vida siendo protagonista, madre, maestra y ejemplo de toda virtud, aprendió a vivir en soledad sin sentirse sola, a contemplar en el silencio, a sentir sin reprochar y se convirtió en amiga y confidente enseñando con su ejemplo a vivir sin rencores, sin falsas caretas, compartiendo siempre con los demás en un ambiente armónico, sin miedos ni preocupaciones y manteniendo siempre una vida plena, llena de amor. Hoy en día se habla mucho de la promoción de la mujer. Y esto es muy importante y muy justo. El primero que quiso la promoción de la mujer es el mismo Padre Dios. Hizo de María el modelo y el prototipo de Mujer plena. Nos dice Benedicto XVI: “María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para nosotros escuela de fe destinada a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el Creador del cielo y de la tierra. El Papa vino a Aparecida con viva alegría para decirles en primer lugar: Permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas. Procuren acoger y guardar dentro del corazón las luces de ella, que por mandato divino, les envía desde lo alto” (Discurso al final del rezo del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, 12 de Mayo de 2007). La Virgen se convierte así en modelo para quienes acogen la palabra de Cristo. Ella, creyendo ya desde la Anunciación en el mensaje divino y acogiendo plenamente a la Persona de su Hijo, nos enseña a ponernos con confianza a la escucha del Salvador, para descubrir en él la Palabra divina que transforma y renueva nuestra vida. Asimismo, su experiencia nos estimula a aceptar las pruebas y los sufrimientos que nos vienen por la fidelidad a Cristo, teniendo la mirada fija en la felicidad que ha prometido Jesús a quienes escuchan y cumplen su palabra. Somos invitados a meditar una vez más en el misterio de nuestra vida, nos toca a nosotros sentir el fuerte deseo de llegar a esta meta, la plenitud.

Dinámica: Repartir a cada joven un trocito (20 cm. Aprox.) de galón dorado, listón o algo

similar.

Se les dice a los jóvenes que en silencio van a pensar en cinco cosas que quieran agradecerle a María, y por cada cosa que vayan pensando van a hacer un nudo en el listón o galón dorado. Al terminar van a unir las dos puntas de tal manera que figure una corona del rosario.

Se les pide que piensen en un título que les gustaría darle a María y lo mencionen al momento que ofrecen su corona al cuadro de la Virgen María.

Oración Final:

Concluir en momento de oración diciendo: Guía: Dios envía al ángel Gabriel con una joven de la ciudad de Nazaret llamada María. Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Guía: María estaba desposada con un hombre llamado José de la descendencia de David. Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!

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Guía: A María le desconcierta el saludo del ángel, quizá incluso le tuvo miedo. Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Guía: El ángel la tranquiliza y le explica cuál es la misión que se le ha encomendado, ser la Madre de Dios. Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Guía: Concebirás por obra del espíritu Santo y darás a luz un hijo al que pondrás por nombre Jesús. Todos: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Todos: María, pequeña María. La siempre dócil a la voz del Creador. La discípula fiel y prudente. Tú eres la estrella de la evangelización. La Madre de todos nosotros. La joven de la esperanza. Guía: Aseméjanos a ti y enséñanos a caminar por la vida tal como tú lo hiciste: Fuerte, digna, sencilla y bondadosa, repartiendo amor, paz y alegría. En nosotros, recorre nuestro tiempo, preparándolo para Cristo Jesús” Amén.

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VI. TEMA: EL PECADO, DE REGRESO AL PADRE

Objetivo: Que los jóvenes conozcamos las características del pecado para que aprendamos a discernir y busquemos acciones que les permita regresar al Padre con un corazón renovado.

Oración Inicial:

Colocar un mural de papel cartulina o algo semejante con medidas de un metro y medio de largo por un metro de ancho, de color que se prefiera.

Dibujar en el un marco de un cuadro del que se utiliza para las fotografías. Escribir la frase “Mi familia es un regalo de Dios”.

Al iniciar la oración se pide a los asistentes que escriban los nombres de las personas que integran su familia.

Se continua con la siguiente oración: Guía: Encontrarse con Jesús es la más maravillosa de las aventuras. De repente se hace el encontradizo, aparece y se pone en medio de tu vida llenando de sentido tu caminar incierto, te llena de ilusión y ya nada es igual. Cuando te preguntas ¿qué quiere Dios de mí? No tienes más que mirar a Jesús. Eso es lo que Dios quiere de ti. Que ames como él amó, sobre todo a los más pobres.

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Que pases por la vida haciendo el bien, curando, sanando, perdonando, escuchando al Padre y haciendo lo que a él le agrada. Que pongas a Dios en el Centro de la vida, de veras, cueste lo que cueste. Que seas profeta de la esperanza. Que des vida a quien no la tiene. Que seas instrumento de paz y de fraternidad. Que te sientas hijo de un Padre que es toda bondad y misericordia y que te comprometas a revelar su rostro a todos los que encuentres en tu camino. Si caminas con Él, todo tendrá un sentido nuevo. Te hará mujer/hombre nuevo. Sólo ÉL ES CAPAZ DE HACER NUEVAS TODAS LAS COSAS.

Introducción:

Es triste escuchar entre las personas de hoy decir que no van a misa, que no se confiesan, o que no hacen el bien porque se les sale el diablo, y aman más las cadenas, la esclavitud, la soledad que la libertad, alegría, paz y realización que da el vivir en Dios. La invitación del Señor respeta siempre la libertad de los que llama. Hay casos en que el hombre, al encontrarse con Jesús, se cierra al cambio de vida al que Él lo invita. Fueron numerosos los casos de contemporáneos de Jesús que lo vieron y oyeron, y sin embargo, no se abrieron a su palabra. Pero también se dan muchísimos casos como el de Zaqueo, quien había vivido para el poder y el tener, defraudando y engañando, y el encontrar a Jesús da un cambio radical a sus valores; sufre esa metanoia (conversión interior), y arrepentido abandona esos pequeños ídolos de apariencia, riqueza, poder y se vuelve a Dios devolviendo cuatro veces más de lo defraudado a quien había sido despojado y dando la mitad de sus bienes a los pobres. Así para muchos, encontrar a Jesús es encontrar la plenitud y el sentido de su vida, y no temen las consecuencias que trae consigo la conversión. Nuestros jóvenes no son ajenos a esta situación cultural, y viven en una sociedad que, a pasos agigantados, se va descristianizando; una sociedad que piensa y actúa al margen del Dios verdadero. Influenciados por la sociedad secularizada, muchos jóvenes son indiferentes a todo lo que se relacione con la religión cristiana como Iglesia, fe, salvación, santidad, reconciliación, moral, mandamientos, compromiso con los oprimidos, etc. no les dice nada ni les interesa en lo absoluto. Actitudes que en las condiciones actuales y con el paso del tiempo se van generalizando.

Contenido:

Definición del Pecado El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como “Una palabra, un acto o un deseo contrario a la ley eterna”.

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El pecado es una ofensa a Dios “Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces” (Sal 50, 6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones. El pecado es alejarse del Padre El pecado consiste en no reconocer a Dios como Dios, y por tanto, en no reconocer la dependencia total que el hombre tiene respecto a Él. Al independizarse del Creador, el hombre se desocupa de su verdad, ya que la verdad de su ser es precisamente la dependencia de Dios y la ordenación a él como sumo bien. De ahí que el más grande de los pecados, sea la soberbia, es decir, el creer no necesitar de Dios; y esa actitud se manifiesta cada que no hacemos su voluntad, que ignoramos su querer, que optamos por nuestra frágil y pequeña voluntad. Por consiguiente el pecado es una culpa libre y responsable, porque tenemos la capacidad y el querer para hacer o no hacer lo que Dios nos manda, que siempre es para nuestro propio bien, para nuestra plenitud, para hacer lo que realmente somos: hijos amados de Él y hermanos entre todos los hombres. Y al no realizar lo que somos, lo que Dios nos pide, desgarra interiormente a quien lo comete, causa repercusiones negativas sobre la fraternidad humana y subvierte la ordenada relación que el hombre debe mantener con todo lo creado. Al separarse de Dios, el hombre se incapacita para establecer una verdadera relación con los demás, se pone en conflicto con los demás, dando lugar a relaciones fundadas sobre la injusticia y la violencia, y no sobre el reconocimiento de la dignidad personal del otro. ¿Entonces qué es el pecado?

- Es reusar consiente y libremente el don del Padre. - Es titubear en la aceptación al Amor del Padre en Cristo. - Es la falta voluntaria de congruencia de las actitudes de vida con la opción

fundamental por Cristo. - Es la falta concreta de un acto incongruente con la actitud de vida Cristiana y por el

que se optó libre y conscientemente. Tipos de Pecado

a) El pecado “Original” Es la situación pecadora que nosotros experimentamos y padecemos. Ese “pecado hereditario” se funda en un hecho libre e histórico del hombre, es un “pecado original” que nos influye negativamente, y que nosotros ratificamos, con nuestras opciones negativas.

- Que la situación de pecado que padecemos es culpa del hombre - Que, aunque no es posible precisar en qué consistió aquella decisión concreta, ni

por qué fue realizada, somos todos solidarios en cierta forma con ella - Que a esa fatal situación responde la voluntad de salvación de Dios, expresada en

Cristo que nos brinda un acercamiento mayor al Padre que lo que el pecado nos aleja.

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- Que la fuerza del amor de Dios, derramado por el Espíritu Santo en el mundo está operando ya, gracias a la acción de los cristianos. A nosotros nos corresponde dar una manifestación concreta, dentro de nuestra historia de esa presencia de la gracia.

- Pero que, la plena realización sobre el pecado sólo será alcanzado al final de los tiempos, cuando Cristo sea todo en todos, cuando lleguemos a la nueva tierra y nuevos cielos.

b) El pecado colectivo

Es el conjunto de opciones de las personas de un grupo, de una sociedad, por las que el conjunto se opone a la realización del Plan de Dios sobre los hombres. Pecado organizado, por ejemplo: por una asamblea legislativa, por un partido político, que viola los derechos de la comunidad que se opone al amor de Dios. Cada integrante de ese grupo es responsable ante Dios de las injusticias aceptadas o promovidas colectivamente. Es responsable en la medida en que por sus acciones u omisiones, permitió o favoreció que se llevara a cabo la injusticia.

c) Pecado estructural

Es la situación social creada por la libertad de los hombres y por la cual se propicia o se promueve una injusticia. Estas situaciones injustas pueden referirse a la forma como una sociedad tiene organizada su producción, su consumo, sus formas de gobierno, sus clases sociales. Ejemplos de pecado estructural en el mundo son:

- La situación de pasividad de muchos y el tipo de educación que se da, que lleva a la sumisión, reprimiendo la participación, la creatividad, la iniciativa personal.

- La prioridad que se da a las cosas, al dinero, sobre las personas. - El consenso de la manipulación y de la mentira de muchos medios de comunicación

social, ignorando la verdad y la libertad. - La facilidad de los grupos de poder ceder a la presión de los influyentes, violando las

normas de la injusticia.

d) El pecado personal Es la aceptación de la incoherencia entre nuestra opción fundamental por el Señor y nuestras actitudes y comportamientos concretos, demasiado alejados del estilo de vida del Señor Jesús y de su amor. El pecado esclaviza al hombre. Entre los pecados más esclavizantes, o raíces de pecado, podemos mencionar: la actitud de pecado, el egoísmo y la idolatría del hombre. No existe poder humano capaz de liberarnos de la esclavitud que supone todo pecado. Sólo Cristo, muerto y resucitado, es nuestro Salvador y libertador. Él ha quitado “el pecado del mundo” (Jn 1,29). Jesús nos ha dejado su Espíritu que habita en nosotros, para llenarnos de la gracia y realizar en nosotros día a día la liberación del pecado, que incluye también, en su sentido integral, la liberación de la muerte y de todos los males que agobian a los hombres.

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Esta liberación integral se realiza sólo parcialmente en esta tierra, en espera de ser consumada en la ciudad celeste. Dimensiones del Pecado

El pecado como rechazo de Dios: dimensión religiosa Cualquier pecado del hombre tiene una referencia a Dios, va contra Dios. Esta referencia solo es comprensible desde la fe. Quien no cree en el Dios vivo de Jesucristo, quien no cuenta con su salvación, difícilmente puede comprenderlo. El pecado será precisamente lo que se opone a todo esto:

- Una negación y un rechazo del amor de Dios. - Un reto a la amistad y salvación que Dios nos ofrece. - Un “no” de infidelidad a la Alianza. - Un rechazo del proyecto y los planes de comunión con Dios. - Es prescindir de Dios en mi vida…

El pecado como rechazo a los demás: dimensión social-eclesial. El amor de Dios y el amor a los hermanos son algo inseparable, son dos aspectos indisociables del único “Sí” al Dios de la Alianza. Todo pecado contra Dios es también un pecado contra la comunidad de los que están unidos a Dios y creen en Él. Todo pecado contra el hombre es un pecado contra Dios que vive y ama al hombre, hasta el punto de identificarse con él; “Lo que hicisteis a los demás, a Mí me lo hicisteis…”

- En el plano social: se manifiesta también en el influjo que unas situaciones sociales de pecado tienen en mí, al moverme a pecar, o quizás al condicionarme.

- En el plano eclesial: afecta a la comunidad, perturba y lesiona sus relaciones con ella y con todos los que la integran.

El pecado como rechazo o negación de sí mismo: dimensión personal. Cuando el hombre peca, quiere de algún modo, verificar en sí mismo su capacidad y sus posibilidades. Indica también que todo pecado es una actitud personal, una decisión libre y consciente. No podemos negar nuestra libertad ni nuestra responsabilidad en el pecado, aunque a veces parece condicionada.

Dinámica: Soy criatura amada y soñada por Dios pero, existe el pecado dentro y fuera de mí. Tengo la capacidad de darle la espalda a Dios, de no ser libre, de tomar cadenas y esclavizarme. El pecado nos daña, nos enferma, somos alérgicos al pecado. Aunque, como dice San Pablo, veo el mal y lo repruebo, contemplo el bien y lo apruebo, pero sin embargo, hago el mal que no quiero (Rom 7,7-25). Dios tiene sus brazos abiertos y está siempre dispuesto a perdonar a todo aquél que se acerque a Él con el corazón arrepentido. Jesucristo nos dejó un medio que nos permite estar seguros del perdón. Dejó a la Iglesia su propio ministerio de perdonar los pecados con

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el poder de Dios. Jesús resucitado encomienda a sus apóstoles, y en ellos a la Iglesia: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá” (Jn 20,23).

Que los jóvenes hagan en una papeleta que se les repartirá, un examen de conciencia en base a las siguientes preguntas:

¿Qué necesito cambiar? ¿Qué puedo hacer? ¿Deseo realmente cambiar? ¿Qué quiero hacer? Ante el pecado del hombre y su lejanía del proyecto divino, Dios Padre mantiene siempre su amor fiel al hombre; lo quiere lleno de vida; lo quiere nuevo, busca renovarlo a través de su Hijo, Jesucristo, que constituye a los hombres su auténtica dignidad de hijos de Dios. Y un medio privilegiado es el Sacramento de la Reconciliación. Jesús es el Amigo verdadero que te promete palabras de verdad y de vida, que es fiel a sus promesas, que te ama y te busca. Él es primero, y que nada más te pide amor a cambio de tus pecados. Por muy perdidos y vacíos que sean tus pasos, todavía tienes tiempo para salvarte y retomar la altura. Para volver a encontrar el camino que te lleva a casa, allá donde Dios Padre te está esperando y te llama al gozo del encuentro, del abrazo y de tu redención. Está allá a dos pasos de ti, con la puerta abierta de par en par, y tú eres siempre su hijo muy querido y esperado. Ve, échate a sus pies, recupera tu dignidad, y tu rostro de hijo de Dios. Regresa con Cristo vencedor. Ésta es una alegría que tu mundo nunca podrá ofrecerte. Crean en el Evangelio. Creer que Dios nos AMA, creer que Dios ha enviado a su Hijo a encontrarnos y a dar la vida por nosotros, creer que Dios busca nuestro bien, creer que Dios es Padre y Padre amoroso, son valores indispensables para los jóvenes de hoy.

Oración final: Colocar sobre una mesa la Sagrada Biblia.

Proclamar solemnemente el Evangelio de San Juan 16,25-33.

Momento de silencio para reflexión personal.

Entregar a cada uno, una estampa o separador en la que escribirán alguna sentencia o frase que los motiva a afrontar las dificultades y superar las crisis.

Una vez escrito sobre la estampa, colocarla sobre la mesa alrededor de la Biblia.

Canto: “Nadie te ama como yo”.

Se toma una de las estampas, pero que no sea la propia.

Padre Nuestro.

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VII. TEMA: CONVERSIÓN, VIDA NUEVA EN

CRISTO

Objetivo: Que los jóvenes confrontemos nuestra vida y nuestro proceder con la propuesta de Jesús de vivir en el amor como camino de conversión continua que nos ayude a tener valores cristianos.

Oración Inicial: Acondicionar el lugar con una imagen eucarística, velas, flores y todo aquello que

favorezca el ambiente de oración.

Colocar una imagen grande de Jesús como signo de su presencia; colocar una mesita con un mantel blanco y sobre ella un cirio encendido. Utilizar música de preferencia al Espíritu Santo, mirar por un momento las imágenes dejando que nos hablen, nos interpelen, y al final entonar el canto Mi Amigo Jesús.

Posteriormente leer solemnemente el pasaje evangélico de Lucas 19,1-10 (Jesús y Zaqueo). Y hacer una breve reflexión sobre la nueva actitud que Zaqueo toma al

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encontrar y hospedar a Jesús en su casa (conversión, cambio, arrepentimiento, restituir, vida nueva, salvación).

Introducción: Una primera exigencia o consecuencia para recibir la vida nueva alcanzada por Jesucristo, es la conversión: un cambio profundo de vida. Un dejar ver… y comenzar a…, se trata de dejar con decisión lo que se opone al plan de Dios, para volver y seguir el proyecto del Padre. Vivimos un proceso acelerado con cambios culturales insospechados (Cfr. SD 230), marcados por el secularismo, donde la fe queda al margen y no tiene nada que ver o decir con la familia, la educación, la economía, la ciencia, la política, la ecología, etc. dentro de una situación de globalización. “La ruptura entre el Evangelio y la cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo” lo ha afirmado no sin tristeza el Papa Pablo VI. Una sociedad que intenta construirse de espaldas al proyecto de Dios, va generando una cultura de muerte. Aquí radica una de las principales causas de que el hombre de hoy le vaya perdiendo el sentido a la vida, vea la existencia como un absurdo, no logre encontrar motivos para esperar. También se constata que en la mayoría de los jóvenes “creyentes”, que asisten a misa cada ocho días, que participan en algún grupo o movimiento juvenil, que portan en su pecho una imagen religiosa, viven una fe abstracta, privada, fría, vacía, sin ninguna proyección a la vida comunitaria. Son cristianos sólo en el templo, en el silencio de sus habitaciones, en los salones de la parroquia, en lo “profundo y oculto” de su corazón, pero no lo son en la escuela, en la familia, en el grupo de amigos, en el barrio, en la fábrica u oficina, en la sociedad. Cristianos de ocasión y evento, con una vivencia de su fe intimista y privatizada que no tiene implicaciones en lo cotidiano de sus vidas. Y nosotros, ¿Qué expresamos cuando hablamos de nuestra relación con Dios? Por lo general, encontramos vacío, confusión, dejadez, inconformidad, timidez, rutina, abandono y, sobretodo, una gran nostalgia de plenitud y de felicidad. Si no hay una toma de conciencia sobre nuestra propia vida, sobre el sentido que le estamos dando; si no hay un reconocimiento de nuestros errores, nunca emprenderemos el regreso a casa; y seguiremos vagando por rumbos desconocidos. Al contemplar desde lejos lo que hemos dejado podremos tener una nueva visión, así como Zaqueo se dio cuenta de cuán alejado estaba del querer de Dios e inmediatamente emprendió el camino de regreso a casa.

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Contenido:

El encuentro con Cristo vivo conduce siempre a la conversión y a la reconciliación con Dios y con el hermano, culmina en la comunicación de vida con él y fructifica en la solidaridad con los más necesitados. Sólo recorriendo el camino de una auténtica conversión es posible dirigirse confiadamente hacia la meta, que es la comunicación con Dios en Cristo, y poder dar frutos abundantes de amor y solidaridad en el Espíritu. Jesús llama a la conversión. Llamada que es parte esencial del anuncio del Reino de Dios: “El plazo se ha cumplido, el Reino de Dios está llegando, conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15). Todos los hombres y mujeres están llamados a entrar en el Reino de Dios y de modo particular, Jesús llama a los pecadores: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mc 2,17). Es una invitación a la conversión sin la cual no se puede entrar en el Reino. ¿Qué es la conversión? El ser humano tiende a buscar la libertad y en algunas ocasiones siente que la religión lo limita. Entonces Dios pasa a ser un yugo, por eso el hombre se aleja de lo que le “estorba”. Pero así como en los productos que se elaboran siempre hay una revisión de calidad, así en nuestra vida es necesario revisar de nuestro caminar. Si no hay una toma de conciencia de nuestra propia vida sobre el sentido que le estamos dando; si no hay un reconocimiento de nuestros errores, nunca emprenderemos el retorno a la casa; y seguiremos vagando con rumbos desconocidos. Al contemplar desde lejos lo que hemos dejado podremos tener una nueva visión, así como Zaqueo se dio cuenta cual alejado estaba al querer de Dios e inmediatamente emprendió el camino de regreso. Se trata, pues, de una revisión de nuestra vida, que nos lleve a emprender un camino de auténtica conversión, al optar por Cristo, como lo hicieron los primero seguidores. Entendemos en esta conversión, como cambio radical en nuestra vida que podemos contemplar desde dos aspectos: Liberarnos del pecado y libertad para elegir el bien. Nos referimos a una conversión interior, que no se queda en obras externas u formalismos, si no que mira a la conversión del corazón. Sin ella, las obras permanecen estériles y engañosas. La conversión no se trata de un modo distinto de pensar a nivel intelectual, de ideas, de razonamientos, si no de la revisión profunda del propio actuar a la luz de los valore y criterios del reino. Se trata de una nueva vida en la que no haya separación entre la fe y las obras de nuestro vivir cotidiano. Se trata de una disponibilidad total a la voluntad Del padre, hasta dar la vida. Convertirse significa un cambio de mentalidad y de actitudes, un cambio radical. Pero un cambio que ha de ser experimentado en positivo, como paso a una situación personal mejor que la anterior y no como una especie de salto en el vacío, o como negación

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como la propia personalidad. La conversión no consiste en dejar crecer de ser como uno mismo; pueden dejar de ser malos simplemente. Si no en haber descubierto la posibilidad y conveniencia de ser de otra manera, de ser mucho mejor y hacer todo lo posible por llegar a conseguirlo. La conversión no mira tanto a un pasado que hay que enmendar, cuanto a un futuro que se puede mejorar. Convertirse es mirar con esperanza hacia lo nuevo, es dejarse ganar por la llamada del futuro que Dios nos hace. Se trata de vivir un nuevo modo de Amar, una capacidad de entrega de compromiso y entrega con los demás, que haga creíble la adhesión a Jesús y al reino. También se debe de manifestar de un nuevo modo de convivir y de compartir, anuncio de la posibilidad de vivir como hermanos reconciliados y unidos. Llamados a testimoniar la realidad del reino de la fraternidad y la paz, ofreciendo espacios de libertad y de comprensión, de amor sincero y de respeto de los derechos te todos (Cfr. Jn 17,21) Éstas son algunas de las exigencias más importantes u claras de una conversión auténtica. Características que pide el movimiento de la conversión. 1.- Sentir necesidad de un cambio. 2.- Descubrir que vale la pena convertirse. 3.- Es gracia y no empeño voluntarioso. 4.- Tiene una dimensión social. 5.- Es permanente.

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1. Sentir necesidad de un cambio, no es fácil debido a que vivimos en una sociedad secularizada y postmoderna que nos inculca la instalación confortable, el disfrute de lo que se considera ventajoso. Es vislumbrar el “deber ser” partiendo de lo que somos en realidad. Es tener los pies en la tierra y la mirada en el cielo. Se trata de tener la sencillez de reconocer lo que no es auténtico dentro de nosotros. En fin, es reconocernos necesitados de perdón y de un cambio profundo; necesitamos de un Salvador, yo no soy mi salvador. Es aceptar mi pequeñez, mi pecado, mi infelicidad, mi amargura, mi soledad, mi falta de sentido a la vida. Ello se logra en el conocimiento sincero de uno mismo, en el deseo de alcanzar una mayor coherencia y una realización personal más auténtica, donde los seres humanos, llamados a la plenitud de vida, podemos encontrar las bases para un cambio. En el interior de cada cual resuena insistente la llamada y la invitación a cambiar y a mejorar, ahí es donde puede y debe ser escuchada. Pero hemos de ir más allá de la necesidad y optar por deseo: que es la puerta del encuentro con Dios. Desear la paz, la libertad, la verdad, la justicia, la sabiduría, etc. Si actuamos por necesidades una vez satisfechas las olvidamos. Y el deseo siempre nos lleva a más y más.

2. Vale la pena convertirse. Es la plenitud de vida que Cristo ofrece a cada hombre y a la humanidad entera. El mismo lo dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Se trata de una plenitud de vida que abarca todas las dimensiones de la existencia: los aspectos materiales (curación del cuerpo) y espirituales (perdón de los pecados); la dimensión individual (realización de la persona) y social (construcción de una sociedad más justa y fraterna); lo presente (“aquí y ahora”) y lo futuro (llegará a su plenitud al final de los tiempos). Es reconocer nuestro origen: venimos de un Dios que es Amor, que nos amó desde antes que naciéramos y que por amor nos ha creado. En la vivencia de ese amor nos realizamos y nos llena de plenitud en lo más profundo y esencial de nosotros mismos. Es vivir en la libertad, en la verdad y en la felicidad de los hijos de Dios. Es pues un tesoro que vale la pena vender todo con alegría con tal de tenerlo (Cfr. Mt 13,44).

3. Es gracia, es obra del Espíritu: La conversión no sólo es obra o esfuerzo humano. Es movido por la gracia, a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero. El corazón del hombre es de piedra y está endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (Cfr. Ez 36, 26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones. Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El darse cuenta de la situación de pecado es una gracia de Dios que nos concede el don de la verdad de la conciencia, y también es regalo de Dios el don de la certeza de la redención. Ser conscientes de nuestro pecado y ser conscientes de nuestra redención: doble gracia

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de Dios. Se trata de un estilo de vida guiada y sostenida por el Espíritu Santo que se acepta por la fe, se expresa por el amor y, en esperanza, es conducida a la vida de la comunidad eclesial y a la comunión solidaria con la sociedad (EA 29). Se ha de pedir y con insistencia.

4. Es amor al hermano: La conversión implica un volver al hermano, una caridad fraternal que abarca las necesidades del prójimo “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a sus hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4,20). La conversión nos lleva a revisar nuestras relaciones con el hermano, con nuestra comunidad, con nuestra Iglesia, así como las relaciones en el ámbito social, político, religioso, cultural; hacer más humanas y evangélicas las estructuras, las instituciones, los medios de comunicación social, etc. Cambiar de estructuras generadoras de injusticias, mentira, opresión, división, muerte, por estructuras de promoción, verdad, justicias, comunión, vida. Se trata de vivir un nuevo modo de amar, una tal capacidad de entrega y compromiso por los demás que haga creíble la adhesión a Jesús y al Reino. También se debe manifestar en un nuevo modo de convivir y de compartir, anuncio de la posibilidad de vivir como hermanos reconciliados y unidos. Llamados a testimoniar la utopía del reino de la fraternidad y de la paz, ofreciendo espacios de libertad y de comprensión, de amor sincero y de respeto de los derechos de todos. Estas son algunas de las exigencias más importantes y claras de una conversión interior auténtica.

5. Es toda la vida. La conversión en esta vida nunca es una meta plenamente

alcanzada; no se puede decir que ya hemos llegado, que ya somos santos, que por fin lo logramos… En el camino que todo cristiano está llamado a recorrer siguiendo a Jesús es un caminar que abarca toda la vida y siempre implica todos los tiempos y todos los lugares de nuestra existencia. No podemos decir que hemos llegado al cien por ciento, siempre habrá actitudes, posturas, conductas, acciones, ideas que mejorar según el querer del Padre. Eso reclama una continua y permanente vida de oración, meditación de la Palabra de Dios, vivencia celebrativa de los sacramentos, criterios orientativos de la Iglesia… lo que favorece una mayor conciencia de las exigencias del Evangelio y de los compromisos concretos y reales para con Dios, con el hermano y consigo mismo. La meta es “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Siempre se está en camino hacia la casa Paterna.

Dinámica: Conviértanse, no es suficiente decirlo, pensarlo o creerlo, se requiere hacerlo, dar pasos acertados, mantener el caminar siempre hacia la novedad del Reino. Quizás muchos de los católicos no hemos hecho una opción radical por Jesús, quizá ni siquiera hemos tenido un encuentro personal con Jesús vivo… quizá la división entre lo que decimos creer

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y lo que hacemos en la vida cotidiana no se deba a que no hemos sabido o querido encontrarnos con el Dios Amor, no nos fiamos, no le creemos… o no hemos sabido escucharle en lo cotidiano de nuestra vida.

Realizar la siguiente actividad:

Darle a cada joven una copia de la actividad para poder realizarla.

Contestar a los siguientes cuestionamientos cada uno y después, compartirla entre todos.

1. Si yo fuera Zaqueo y supiera que Jesús va a pasar por mi colonia, sentiría:

a) Curiosidad b) Algo de pena por ver un hombre tan digno – yo tan indigno- c) Alegría

2. Al escuchar que Jesús me llamaba y que quería comer en mi casa, hubiera dicho: a) Que la casa no estaba limpia y mejor otro día. b) No había nada en el refrigerador pero que iríamos a un restaurante. c) Que lo poco que hay en casa lo compartiremos. d) Con mucho gusto pero quisiera saber por qué desea comer conmigo.

3. Al saber que Jesús quiere comer conmigo, me hubiera sentido: a) Digno de una visita como la suya. b) Humillado. c) Orgulloso. d) Contento y dispuesto a recibir a Jesús según mis posibilidades.

Entregar a cada joven una papeleta en forma ovalada beige (simulando un pan).

Escribir detrás de la papeleta 3 respuestas a la siguiente pregunta:

- ¿Qué actitudes voy a tomar para acercarme más a Cristo?

Oración final:

Entregar una copia de la siguiente oración a cada participante y leerla a dos coros.

Colocar las papeletas de la actividad anterior en un recipiente en el cual, se depositen después de la oración siguiente:

Señor, Dios nuestro, Tú que nos entregaste como alimento espiritual El sacramento salvador de tu Hijo Concédenos la abundancia de tu poder y de tu gozo Para que podamos servirte con mayor entrega Y merecer recibir nuevos beneficios.

Mientras se depositan las papeletas se pone de fondo el canto “Tuyo soy”.