nacionalidad e indianidad , el papel del indígena en el proceso de configuración del méxico...

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NACIONALIDAD E INDIANIDAD: EL PAPEL DEL INDÍGENA EN EL PROCESO DE CONFIGURACIÓN DEL MÉXICO INDEPENDIENTE 1 Manuel FERRER MUÑOZ Es importante advertir, en primer lugar, que las afirmaciones que se vier- ten en esta ponencia encierran una fuerte dosis de provisionalidad, pues soy consciente de la enorme complejidad de la cuestión que aquí se afronta y de la necesidad de estudiar más pormenorizadamente la materia y de iluminarla con el manejo de una documentación más cuantiosa. Aun así, y para justificar una audacia que a muchos podrá parecer te- meraria, quiero decir que he dedicado a este estudio más de dos años y que esa investigación se ha materializado en un extenso libro del que soy uno de los autores —María Bono López es coautora y esposa de quien suscribe estas líneas—, que acaba de publicarse con el título Pue- blos indígenas y Estado nacional en México en el siglo XIX. 2 En las páginas de ese libro se han contemplado la realidad indígena y su entronque en el Estado nacional mexicano preferentemente desde la perspectiva de la mirada que sobre ella extendieron algunos historia- dores, juristas e intelectuales del siglo XIX: no sólo los contemporáneos de la independencia, sino también los que elaboraron su obra en fechas más tardías. Esa vertiente historiográfica se ha complementado con abun- dantes referencias a los conflictos sociales que tuvieron a los indios como actores. Por eso, no se trata de un estudio que pudiera caracterizarse en exclusiva como de historia intelectual, sino de un trabajo que ha pro- 259 1 Una versión anterior de este texto fue presentada como ponencia para el IV Congreso In- ternacional de Hispanistas que se celebró en Burgos, del 3 al 7 de julio de 1998. 2 México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1998. El proyecto de investigación en que se inserta este libro ha sido posible gracias a la finan- ciación concedida por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México, y ha rendido otros resultados importantes: entre otros, La cuestión de la esclavitud en el México decimonónico: sus repercusiones en las etnias indígenas, Bogotá, Instituto de Estudios Constitucionales Carlos Restrepo Piedrahita, 1998, y una obra colectiva titulada Los pueblos indios en el parteaguas de la inde- pendencia de México, que se halla en prensa.

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Ciudadanía en México, siglo XIX

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  • NACIONALIDAD E INDIANIDAD: EL PAPEL DEL INDGENAEN EL PROCESO DE CONFIGURACIN DEL MXICO

    INDEPENDIENTE1

    Manuel FERRER MUOZ

    Es importante advertir, en primer lugar, que las afirmaciones que se vier-ten en esta ponencia encierran una fuerte dosis de provisionalidad, puessoy consciente de la enorme complejidad de la cuestin que aqu seafronta y de la necesidad de estudiar ms pormenorizadamente la materiay de iluminarla con el manejo de una documentacin ms cuantiosa.Aun as, y para justificar una audacia que a muchos podr parecer te-meraria, quiero decir que he dedicado a este estudio ms de dos aosy que esa investigacin se ha materializado en un extenso libro del quesoy uno de los autores Mara Bono Lpez es coautora y esposa dequien suscribe estas lneas, que acaba de publicarse con el ttulo Pue-blos indgenas y Estado nacional en Mxico en el siglo XIX.2

    En las pginas de ese libro se han contemplado la realidad indgenay su entronque en el Estado nacional mexicano preferentemente desdela perspectiva de la mirada que sobre ella extendieron algunos historia-dores, juristas e intelectuales del siglo XIX: no slo los contemporneosde la independencia, sino tambin los que elaboraron su obra en fechasms tardas. Esa vertiente historiogrfica se ha complementado con abun-dantes referencias a los conflictos sociales que tuvieron a los indios comoactores. Por eso, no se trata de un estudio que pudiera caracterizarse enexclusiva como de historia intelectual, sino de un trabajo que ha pro-

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    1 Una versin anterior de este texto fue presentada como ponencia para el IV Congreso In-ternacional de Hispanistas que se celebr en Burgos, del 3 al 7 de julio de 1998.

    2 Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Instituto de Investigaciones Jurdicas,1998. El proyecto de investigacin en que se inserta este libro ha sido posible gracias a la finan-ciacin concedida por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologa de Mxico, y ha rendido otrosresultados importantes: entre otros, La cuestin de la esclavitud en el Mxico decimonnico: susrepercusiones en las etnias indgenas, Bogot, Instituto de Estudios Constitucionales Carlos RestrepoPiedrahita, 1998, y una obra colectiva titulada Los pueblos indios en el parteaguas de la inde-pendencia de Mxico, que se halla en prensa.

  • curado hacer simultneas esas reflexiones con una atenta observacinde los problemas especficos que afectaron a las etnias indgenas despusde que Mxico hubiera emprendido un rumbo nacional propio.

    Me parece que la tarea que se ha llevado a cabo constituye una apor-tacin til, que se sita en lnea con la labor emprendida con anterioridadpor otros investigadores, estudiosos del enfoque con que los diversossectores de la opinin ilustrada de Mxico observaron las realidades in-dgenas. Pienso, por ejemplo, en el Espejo de discordias de Andrs Lira3donde, al atender al cuadro que de la sociedad mexicana trazaron Zavala,Mora y Alamn, se recogen valiosas anotaciones sobre el acercamientode esos autores al mundo indgena; o en el catlogo de noticias que,con el ttulo El indio en la prensa nacional mexicana del siglo XIX,public en 1987 el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores enAntropologa Social. Fuera del mbito mexicano, y a una escala msreducida, con objetivos ms delimitados, puede mencionarse la investi-gacin llevada a cabo por Marta Irurozqui sobre los anlisis de la realidadindgena boliviana que se contienen en las obras de Franz Tamayo y deAlcides Arguedas.4

    Se ha pretendido delinear una panormica muy amplia y abrir unadiversidad de vas de estudio y de acercamiento a lo indgena y a suencuadre en el proyecto nacional de Mxico, diseadas a partir de unestudio detallado de la obra escrita de los autores ms significados porla trascendencia de las opiniones que acerca de los indios expresaronen sus obras histricas, jurdicas o literarias.

    Estoy seguro de que muchos especialistas coincidirn conmigo en laoportunidad de un trabajo de la naturaleza del que se presenta hoy eneste foro, en el que prima un carcter de sntesis. Si los estudios analticosestn sobradamente justificados, tambin es cierto que algunas veces seresienten de la carencia de un aparato terico y metodolgico, que per-mita comparar los resultados obtenidos en un determinado estudio mo-nogrfico con la informacin extrada a partir de la observacin de otroscasos particulares. Las advertencias de Eric Van Young y de Rosa VestaLpez Taylor acerca de las investigaciones histricas sobre las haciendas

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    3 Lira, Andrs, Espejo de discordias. La sociedad mexicana vista por Lorenzo de Zavala,Jos Mara Luis Mora y Lucas Alamn, Mxico, Secretara de Educacin Pblica, 1984.

    4 Cfr. Irurozqui Victoriano, Marta, Qu hacer con el indio? Un anlisis de las obras deFranz Tamayo y Alcides Arguedas , Revista de Indias, Madrid, vol. LII, nms. 195-196, 1992,pp. 559-587.

  • mexicanas (vase, infra, en nota 33) cobran validez para otros muchosmbitos de conocimiento del pasado.5 Historiadores como David J. We-ber y David Piera Ramrez han resaltado la utilidad de los trabajos desntesis:6 el segundo, al hilo del pensamiento de Marc Bloch. Cosa di-ferente es que al menos por lo que se refiere a Piera Ramrez elxito haya acompaado a sus esfuerzos.

    Inevitablemente, el cuadro que nace de la utilizacin de las fuentesque se han enunciado refleja el modo en que las realidades indgenasfueron contempladas desde fuera. Queda para otros estudiosos un anlisiscomplementario, de extraordinario inters, que habra de permitir recons-truir el modo en que los indgenas observaron el Estado criollo-mestizoque aspir a instalarse en el viejo solar novohispano. A ellos recuerdolas prevenciones que formul Leticia Reina acerca de los problemas plan-teados por la seleccin del material documental.7

    A la pregunta obligada sobre la posibilidad de escribir adecuadamenteacerca del pasado indgena, la respuesta debe ser afirmativa, pero conmatices.8 Que la empresa es hacedera lo demuestran los magnficos tra-bajos aparecidos en la coleccin Historia de los pueblos indgenas deMxico, editada por dos prestigiosas instituciones mexicanas: el Centrode Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social y elInstituto Nacional Indigenista. Las limitaciones que comporta esa tarease desprenden de la simple lectura de esas mismas monografas, que noocultan la dificultad de la limitacin de fuentes, que implica una cons-tante provisionalidad en la presentacin de resultados.

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    5 Cfr. Lpez Taylor, Rosa Vesta, Consolidacin y desintegracin de una hacienda jalisciensedel siglo XIX. El caso de El Tarengo, en La Barca, Jalisco. 1880/1930 , Estudios Sociales (Gua-dalajara), nms. 12-14, mayo-agosto de 1994, pp. 25-37 (p. 26).

    6 Cfr. Weber, David J., La frontera norte de Mxico, 1821-1846. El sudoeste norteamericanoen su poca mexicana, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1988, p. 23, y Piera Ramrez,David, La frontera norte: de la independencia a nuestros das , Estudios de Historia Moderna yContempornea de Mxico, Mxico, vol. XII, 1989, pp. 27-50 (pp. 27-28).

    7 Cfr. Reina, Leticia (coord.), Las luchas populares en Mxico en el siglo XIX, Mxico, Centrode Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social, Cuadernos de La Casa Chata,1983, p. 17.

    8 A esas dificultades se refiere Margarita Loera en un interesante artculo donde desvela al-gunos aspectos de una comunidad indgena a partir del anlisis de ms de un centenar de memoriastestamentarias: cfr. Loera, Margarita, La herencia indgena como mecanismo de reproduccin cam-pesina: Calimaya en la poca colonial , Historias, Revista de la Direccin de Estudios Histricosdel Instituto Nacional de Antropologa e Historia, Mxico, nm. 4, abril-diciembre de 1983, pp.11-27.

  • Al propsito enunciado en los prrafos anteriores ha de aadirse elya aludido enfoque adicional, que busca arraigar esos puntos de vistaen el contexto histrico, y concretar as la naturaleza social y polticadel permanente conflicto entre el Estado mexicano y las etnias indgenas.

    Brota de ah una dificultad aadida, que deriva de la obligada par-cialidad en la seleccin de hechos considerados reveladores de la con-flictividad indgena que, en realidad como ha mostrado Romana Fal-cn, representan tan slo la punta del iceberg. Ciertamente, huboinnumerables gestos de rechazo del orden establecido, de carcter menosestentreo incumplimiento de normas sociales y de trabajo, lentituden las labores, provocaciones, robos de pequea cuanta..., que casino dejaron huella documental. Y, sin embargo, como escribi la mismaautora, estas formas ubicuas y soterradas de ir paliando los rigores deldominio constituyen el trasfondo obligado para cualquier investigacinque se precie de sincera.9

    Soy consciente del riesgo que comporta la heterogeneidad de pers-pectivas con que he tratado de asomarme a la realidad indgena, y re-conozco la inevitable dependencia de unos pocos documentos, por mu-chos que hayan podido ser consultados: slo en lo referente a las fuentesjurdicas se ha procurado una cierta exhaustividad, al menos en lo quese refiere a legislacin federal.

    La investigacin realizada se complica extraordinariamente en la me-dida en que quiere ser comprensiva de toda la realidad indgena, yelude circunscribirse a las etnias que poblaron determinados espacios geo-grficos. Por fuerza se seguirn muchos vacos y otras tantas omisiones,inevitables cuando el propsito era tan ambicioso. El esfuerzo llevado acabo limitado por las razones que acaban de exponerse quiere servirde pauta referencial y conceptualizadora para indagaciones pormenoriza-das que desarrollen los mismos anlisis en marcos regionales y locales:si se alcanzara ese objetivo, la tarea realizada habr valido la pena.

    Esa invitacin a profundizar en estudios de mbito regional y localconduce a la necesidad de reformular de nuevo los interrogantes que seplante Brigitte Boehm de Lameiras: tenemos muchos Mxicos o uno

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    9 Cfr. Falcn, Romana, Las rasgaduras de la descolonizacin. Espaoles y mexicanos a me-diados del siglo XIX, Mxico, El Colegio de Mxico, 1996, pp. 117-118. Cfr. Gemez Pineda,Arturo, El abigeato como resistencia indgena en Yucatn, 1821-1847 , Relaciones. Estudios deHistoria y Sociedad (Zamora, Mich.), vol. IX, nm. 35, verano de 1988, pp. 53-91 (p. 54).

  • solo? Para entender a Mxico debemos conocer primero sus partes ydespus el conjunto, o el conjunto engloba a las partes y hace innecesariasu comprensin? .10 Aun asumiendo la hiptesis de la pluralidad de M-xico, persiste la duda metodolgica acerca de la primaca temporal quese haya de conceder a una u otra indagacin.

    Ciertamente, el conjunto no hace innecesaria la comprensin de laspartes, pero s proporciona un marco de referencia provisional, precisadode reacomodaciones que se derivarn del estudio de las partes, que fa-cilita una primera va de aproximacin al conocimiento histrico: conmayor razn si reflexionamos sobre el carcter hipottico y problemticode las regiones, que no pueden considerarse sin ms como hechos asu-midos, aunque posean a la vez un valor heurstico que las dota de ca-pacidad para explicar la nacin y el Estado.11 Prevalece, en ltimotrmino, la dificultad sealada por Guillermo Bonfil, que conserva ac-tualidad en nuestros das: no existe, hasta el momento, una obra queaborde en conjunto las regiones culturales de Mxico .12

    Adems, persiste el riesgo que plantea cualquier acercamiento a loindio en cuanto tema de investigacin que slo con gran esfuerzo decomprensin es contemplado como algo que no se distancia del es-tudioso para alienarse en objeto de estudio, abordado desde una men-talidad occidental que slo con gran esfuerzo logra dejar de consideraraquellas comunidades como elementos marginales o extraos.13 Y eso

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    10 Boehm de Lameiras, Brigitte, El enfoque regional y los estudios regionales en Mxico:geografa, historia y antropologa , Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad (Zamora, Mich.),vol. XVIII, nm. 72, otoo de 1997, pp. 15-46 (p. 17).

    11 Cfr. ibidem, pp. 26 y 40, y y Aboites Aguilar, Luis, Norte precario. Poblamiento y colo-nizacin en Mxico (1760-1940), Mxico, El Colegio de Mxico-Centro de Investigaciones y Es-tudios Superiores en Antropologa Social, 1995, p. 279. Algunas obras de consulta tiles para obteneruna visin panormica sobre los aspectos metodolgicos de la cuestin y sobre los estudios regio-nales en Mxico son: Gmez Mendoza, Josefina, et al., El pensamiento geogrfico. Estudio inter-pretativo y antologa de textos (de Humboldt a las tendencias radicales), Madrid, Alianza Editorial,1992; Prez Herrero (comp.), Regin e historia en Mxico (1700-1850). Mtodos de anlisis re-gional, Mxico, Instituto Mora-Universidad Autnoma Metropolitana, 1991; Ortega Noriega, Sergio,Hacia la regionalizacin de la historia de Mxico , Estudios de Historia Moderna y Contempo-rnea de Mxico, Mxico, vol. VIII, 1980, pp. 9-21, y Serrano lvarez, Pablo, Anlisis y pers-pectivas de los estudios histricos regionales mexicanos , Estudios de Historia Moderna y Con-tempornea de Mxico, Mxico, vol. XVI, 1993, pp. 215-229.

    12 Bonfil Batalla, Guillermo, Mxico profundo. Una civilizacin negada, Mxico, Secretara de Edu-cacin Pblica-Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social, 1987, p. 74.

    13 Cfr. Miranda, Jos, Los indgenas de Amrica en la poca colonial: teoras, legislacin,realidades , Cuadernos Americanos, Mxico, ao XXIII, vol. CXXXII, nm. 1, enero-febrero de1964, pp. 153-161 (p. 159).

  • cuando no se mira al indio en brutal expresin de Francisco Bulnescomo una mquina de carne para morir o matar por cualquiera causao sin causa , dotado de razn inferior e incapaz de competir con lasdignas ideas de los hombres blancos; como carne de can en tiemposde guerra, segn denunciara Agustn Aragn, o como una raza laque hemos sacrificado en los campos de batalla .14

    Ese ha sido, de hecho, el enfoque que ha predominado entre los his-toriadores del siglo pasado y entre muchos de la actual centuria, que demodo casi invariable han contemplado a las etnias indgenas exclusiva-mente en sus relaciones con los Estados que las cobijan: la accingubernamental y administrativa tropezar ac o all con los grupos in-dgenas y estos tropiezos sern las nicas cosas referentes a los indiosque reseen las historias nacionales de los pases que tienen en su senodensos contingentes cobrizos .15

    Con demasiada frecuencia se ha hablado de los indgenas para negarla identidad y la conciencia histrica de los pueblos americanos, cuyosintegrantes son metamorfoseados en la mente de no pocos intelectualesdesde la condicin de seres humanos a la de indgenas , hasta el puntode justificarse la tremenda asercin de Sartre, que aseguraba que el re-sultado de la colonizacin no haba sido ni hombre ni bestia, es elindgena .16 Salta a la vista la semejanza de ese juicio con el expuestopor Arnold Toynbee en su Estudio de la historia, cuando hablaba deldeformado modo de comprender a las gentes indgenas, frecuente entre

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    14 Cfr. Bulnes, Francisco, El verdadero Daz y la Revolucin, Mxico, Editorial Contenido,1992, pp. 14 y 50; Aragn, Agustn, Poblacin actual de Mxico y elementos que la forman. Suscaracteres y su condicin social , en Sierra, Justo (ed.), Mxico. Su evolucin social, Mxico,Ballesc y Compaa, Sucesor, Editor, 1900, t. I, vol. I, pp. 19-32 (p. 30), e intervencin ante laCmara de Diputados de Justo Sierra, el 5 de diciembre de 1887: Diario de los Debates de laCmara de Diputados. Dcimatercera Legislatura Constitucional, t. III, Correspondiente a las se-siones verificadas durante el primer perodo del segundo ao, Mxico, Imprenta de El PartidoLiberal , 1890, t. III, p. 647 (5 de diciembre de 1887). Tambin Jess Romero Flores y JavierRodrguez Pia se han referido a la utilizacin de los indgenas como carne de can durantelos conflictos de la pennsula de Yucatn: particularmente, desde 1839 (cfr. Romero Flores, Jess,Historia de los Estados de la Repblica Mexicana, Mxico, Ediciones Botas, 1964, p. 440, y Laguerra de castas. Testimonios de Justo Sierra OReilly y Juan Surez Navarro, Mxico, ConsejoNacional para la Cultura y las Artes, 1993, prlogo de Javier Rodrguez Pia, p. 14).

    15 Miranda, Jos, Los indgenas de Amrica en la poca colonial: teoras, legislacin, reali-dades , p. 159.

    16 Cit. en Dieterich, Heinz, Emancipacin e identidad de Amrica Latina: 1492-1992 , Nues-tra Amrica frente al V Centenario. Emancipacin e identidad de Amrica Latina: 1492-1992,Mxico, Joaqun Mortiz-Planeta, 1989, pp. 35-50 (p. 38).

  • los pensadores occidentales que contemplan a los indgenas como si for-maran parte de la flora y de la fauna local, como cosa infrahumana .17

    Sera una petulancia considerarse inmunizado contra esas tendencias:tan generalizadas estn que su contagio por smosis constituye un peligroprximo que a todos acecha. Pregunten, si no, a quienes elaboraron lalista de sinnimos del programa Word 6.0 de Microsoft, tan difundidoen Espaa y en Mxico, que incurrieron en aberraciones tan lamentablescomo las de considerar intercambiables con la palabra indio las deantropfago y salvaje .

    Es preciso considerar, al mismo tiempo, que cualquier estudio hist-rico que se proponga acometer la investigacin sobre los modos de vidade los pueblos indgenas no puede prescindir de un indeludible punto departida: hablamos de pueblos, en plural, porque son muchas las etniasque ocupaban el solar de lo que haba sido el virreinato de la NuevaEspaa. Esta diversidad complica extraordinariamente el anlisis, porqueesas etnias nunca manejaron proyectos de conjunto, ni se vieron enfren-tadas a los mismos problemas.

    Si de Oaxaca se ha escrito que es sinnimo de pluralidad culturaly que constituye un escenario social de muy difcil totalizacin a causade su notabilsima diversidad estructural, que dificulta la extrapolacin delos resultados obtenidos hacia otros mbitos regionales,18 qu no decirdel entero territorio de la repblica, habitado por decenas de grupos t-nicos y extendido a lo largo de espacios geogrficos tan dilatados y tanvariopintos? Particular relevancia presentan los casos de los norteosmayos y yaquis, los pueblos nmadas o seminmadas de esas latitudesseptentrionales, o los mayas del Yucatn, protagonistas y vctimas delos ms lamentables episodios de la historia decimonnica de Mxico,que proporcionan ejemplos ilustrativos sobre esa heterogeneidad de plan-teamientos.

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    17 Cit. en Zea, Leopoldo, La ideologa liberal y el liberalismo mexicano , en VV. AA., ElLiberalismo y la Reforma en Mxico, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, EscuelaNacional de Economa, 1973, pp. 467-522 (p. 484).

    18 Cfr. Barabas, Alicia M., y Bartolom, Miguel A., Presentacin , en Barabas, Alicia M.,y Bartolom, Miguel A. (coords.), Etnicidad y pluralismo cultural. La dinmica tnica en Oaxaca,Mxico, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Direccin General de Publicaciones, 1990,pp. 7-12 (p. 7), y Barabas, Alicia M., y Bartolom, Miguel A., La pluralidad desigual en Oaxaca ,ibidem, pp. 13-95 (p. 15).

  • Despus de las prevenciones sealadas en los prrafos anteriores, ycon la mayor apertura de espritu para la recepcin de crticas y de ob-servaciones discrepantes, que sern bienvenidas, enuncio a continuacin,de modo sinttico, los aspectos que considero ms relevantes de los es-tudios que he realizado en los ltimos aos, y las conclusiones que deellos pueden extraerse.

    El Nuevo Rgimen no aport ventajas para los indgenas de Mxico,ni antes ni despus de la independencia. En nada les ayud la Consti-tucin gaditana de 1812, cuando todava permaneca el territorio bajoel dominio de Espaa; y de poco sirvieron a sus intereses las bases delPlan de Iguala, ni siquiera el texto constitucional de 1824. Convertidospor las leyes en ciudadanos, los indios no se hallaron en condicionesde aprovechar la igualdad jurdica que les ofreca el nuevo sistema degobierno, porque partan de una posicin de notable desventaja. La abo-licin de las leyes discriminatorias que, hasta poco antes de la emanci-pacin, haban regulado el estatuto de los indgenas, y el arraigo delprincipio de igualdad jurdica y civil no produj[eron] mejora algunaen la situacin general de los indgenas .19 Por mucho que se predicarala igualdad, su estatus social y econmico segua siendo el mismo, aun-que se les hubiera equiparado jurdicamente a los dems estratos de lasociedad:

    pero haba algo ms: esta declaratoria de igualdad no slo pretenda poner fina las desigualdades que sufra el indgena, tambin a las que le protegan. Laigualdad de que se le dotaba implicaba la desaparicin de todas las desigual-dades, tanto de las que eran para el indgena una carga, como las que eranun privilegio.20

    El problema radicaba, segn Ignacio Ramrez, caracterizado diputadodel Congreso, conocido por sus opiniones radicales, en que no era su-ficiente que la Constitucin de 1857 proclamara la igualdad a los cuatrovientos y reconociera el carcter ciudadano a los pertenecientes a lasetnias indgenas: en vano la Constitucin respeta esos grupos comocompuestos de ciudadanos, y aun reconoce en ellos la soberana del mu-

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    19 Powell, T. G., El liberalismo y el campesinado en el centro de Mxico (1850 a 1876),Mxico, Secretara de Educacin Pblica, Sep-Setentas, 1974, p. 22.

    20 Zea, Leopoldo, La ideologa liberal y el liberalismo mexicano , cit., p. 510.

  • nicipio; leyes secundarias, sostenidas por el punible inters de unos cuan-tos acaudillados por los hacendados, pesan sobre el indgena y se lepresentan con el antiguo disfraz de una necesaria tutela .21

    En opinin de Beatriz Uras, el carcter quimrico de las aspiracionesconstitucionales resida en la imposibilidad de cimentar un sistema igua-litario en una sociedad polarizada entre las clases privilegiadas y la masaindgena que segua siendo considerada inmadura para la libertad .22Considerar a los indgenas como mexicanos sin ms haba sostenidoantes Leopoldo Zea, era un buen punto de partida. Ya no lo fue elconsiderar que bastaba esta declaracin para romper esa desigualdad real,econmica y social en que se encontraban .23

    Aunque el designio liberal pretendiera hacer tabula rasa del pasadoconformador de las desigualdades sociales, stas seguan subsistiendo einhabilitaban a determinados individuos para participar en una compe-tencia en la que se vean reducidos a una posicin de inferioridad: aldestruirse, por ejemplo, las comunidades indgenas y las leyes que losprotegan, se obliga a los indios a participar en una lucha con una ab-soluta carencia de medios para resistir, tan siquiera, los primeros embatesde los que ya posean pltora de ellos .24 El indio desamortizado ydescomunado deba hacer frente a la profunda alteracin social quedesencaden la ideologa liberal solo, individualmente, sin ms armasque su propia resistencia .25

    Incluso cabe pensar, con Marcela Lagarde, que la nivelacin jurdicaocultaba el propsito de destruir el sistema de propiedad comunal y deconvertir a los indios en propietarios individuales de sus parcelas que,de esta manera, quedaran desamortizadas y en condiciones de incorpo-rarse al mercado de la tierra.26 Por eso, Velasco Toro califica la procla-

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    21 El Semanario Ilustrado, 23 de octubre de 1868, en Ramrez, Ignacio, Obras completas, 8vols., Mxico, Centro de Investigaciones Cientficas Ing. Jorge L. Tamayo, 1984-1989, vol. II,Escritos Periodsticos-2, pp. 396-398 (p. 396).

    22 Uras Horcasitas, Beatriz, Historia de una negacin: la idea de igualdad en el pensamientopoltico mexicano del siglo XIX, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Instituto deInvestigaciones Sociales, 1996, p. 82.

    23 Zea, Leopoldo, La ideologa liberal y el liberalismo mexicano , cit., p. 512.24 Ibidem, p. 504.25 Bonfil Batalla, Guillermo, Mxico profundo, cit., p. 153.26 Cfr. Lagarde, Marcela, El concepto histrico de indio. Algunos de sus cambios , Anales

    de Antropologa (Mxico D. F.), vol. 2, 1974, pp. 215-224 (p. 217). Donald J. Fraser se planteael interrogante de si la inclusin en la ley Lerdo de 1856 de las corporaciones civiles que abar-caban tambin a las comunidades indgenas fue un disfraz, o una medida que se derivaba de la

  • mada igualdad funesta para el indgena, pues desde el punto de vistajurdico el indio dej de existir y con l, el sistema comunal pas aconsiderarse fuera de la ley por especial y privativo, o sea, contrario a laigualdad y opuesto al concepto liberal de propiedad privada .27

    El anticorporativismo del Nuevo Rgimen no compaginaba, pues, conla mentalidad indgena, que primaba lo comunal sobre lo particular. Poreso la resistencia que encontraron los propsitos innovadores de las Cor-tes espaolas y, posteriormente, de los primeros congresos mexicanos.28Esa oposicin resultaba inevitable, porque los cambios de mentalidadobedecen siempre a un ritmo mucho ms lento que el de los procesospolticos.

    Los indgenas, despus de alcanzada la Independencia, perseveraronen su empeo por defender su peculiar mundo institucional: los avataresexperimentados en la direccin del colegio de San Gregorio, de que mehe ocupado en un artculo que acaba de publicarse,29 no son sino unbotn de muestra, bien significativo desde luego. Precisamente la causade las fricciones entre el liberal Jos Mara Luis Mora y Juan de DiosRodrguez Puebla, rector de San Gregorio durante largos aos, fue lapostura de este ltimo en defensa de los derechos y de la exclusividadde los indgenas en el Mxico independiente: por decirlo con palabrasde Mora, la formacin de un sistema puramente indio, en que ellos lofuesen exclusivamente todo .30

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    ideologa liberal que impregnaba el pensamiento de los polticos de la poca. Al cabo de un inte-ligente y acucioso estudio, responde que el combate a este tipo de propiedad fue deliberado, puesMiguel Lerdo se mostr siempre irreductible ante todo aquello que pudiera infringir el principiode la plena propiedad privada: cfr. Fraser, Donald J., La poltica de desamortizacin en las co-munidades indgenas, 1856-1872 , Historia Mexicana, Mxico, vol. XXI, nm. 4, abril-junio de1972, pp. 615-652 (pp. 618, 637, 639, 640, 642 y 646), y Covo, Jacqueline, Las ideas de la Reformaen Mxico (1855-1861), Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Coordinacin deHumanidades, 1983, p. 416.

    27 Velasco Toro, Jos, Indigenismo y rebelin totonaca de Papantla, 1885-1896 , AmricaIndgena, Mxico, vol. XXXIX, nm. 1, enero-marzo de 1979, pp. 81-105 (p. 83).

    28 Cfr. Pastor, Rodolfo, Campesinos y reformas: La mixteca, 1700-1856, Mxico, El Colegiode Mxico, 1987, pp. 427-428.

    29 La difcil andadura del colegio de San Gregorio durante el siglo XIX: unos episodioscrticos , Liber ad honorem Sergio Garca Ramrez, 2 vols., Mxico, Universidad Nacional Aut-noma de Mxico, Instituto de Investigaciones Jurdicas, 1998, vol. I, pp. 193-209.

    30 Mora, Jos Mara Luis, Mjico y sus revoluciones, 3 vols., Mxico, Instituto Cultural Helni-co-Fondo de Cultura Econmica, 1986 (edicin facsimilar de la de Pars, Librera de Rosa, 1836), vol.I, p. 67. Vase, tambin Hale, Charles A., El liberalismo mexicano en la poca de Mora, 1821-1853,

  • Las demandas procedentes del mundo rural fueron an ms perentoriasy, en la medida en que se contraponan a la orientacin dominante enlas leyes federales y estatales, se tornaron en fuentes permanentes dedisputa. Esa falta de armona entre las disposiciones legislativas y lasrealidades sociales que esos preceptos pretendan regular contribuy aldescrdito y al frecuente incumplimiento de la norma jurdica, que sevio privada del necesario prestigio para sustentar un autntico Estadode derecho.

    Exista, por supuesto, un marco legal, que se perfila como una facetacuyo estudio no puede ser desatendido; pero el juego poltico real re-basaba con mucho los preceptos jurdicos y se regulaba por una seriede complejos mecanismos lealtades antiguas, redes clientelsticas,amistades, compadrazgos, acuerdos verbales, ocultos y ajenos a aquellasdisposiciones que contaban con firmas y sellos oficiales31 que, condemasiada frecuencia, restringan de modo decisivo la operatividad delas leyes y de los recursos ante los tribunales.

    Por otro lado, la modificacin de las condiciones sociopolticas pro-vocada por la Independencia aceler movimientos migratorios que, hastaentonces, haban avanzado con una considerable lentitud. Tras la sepa-racin de Espaa, fue intensa y acelerada la penetracin de mestizos enespacios que, durante siglos, haban sido privativos de los indgenas, sinque otros grupos raciales hubieran competido con ellos por la posesinde la tierra. Una de las manifestaciones ms estentreas de esa intromi-sin mestiza fue la competencia que se estableci entre los municipiosde nueva creacin y las viejas repblicas de indios. Como expres acer-tadamente Pablo Valderrama, se pas del poder simbolizado en la varadel gobernador y el respeto a los ancianos al de los oficios del alcalde

    NACIONALIDAD E INDIANIDAD 269

    Mxico, Siglo XXI, 1972, pp. 224-225; Velzquez, Gustavo G., La diputacin del Estado de Mxicoen el Supremo Congreso Constituyente de 1824. Notas bibliogrficas, Toluca, Gobierno del Estadode Mxico, 1977, pp. 67-69; Lira, Andrs, Los indgenas y el nacionalismo mexicano , El na-cionalismo y el arte mexicano (IX Coloquio de Historia del Arte), Mxico, Universidad NacionalAutnoma de Mxico, Instituto de Investigaciones Estticas, 1986, pp. 19-34 (pp. 26-27); UrasHorcasitas, Beatriz, Historia de una negacin, pp. 138-140, y Gonzlez y Gonzlez, Luis, El indioen la era liberal. Obras completas, Mxico, Clo, 1996, vol. V, p. 158.

    31 Falcn, Romana, Jefes polticos y rebeliones campesinas: Uso y abuso del poder en elEstado de Mxico , en Rodrguez O., Jaime E. (ed.), Patterns of Contention in Mexican History,Los ngeles, UCLA, 1992, pp. 243-273 (p. 246).

  • municipal, con evidente desventaja para la autoridad indgena tradicio-nal .32

    En efecto, la dependencia de cabeceras municipales mestizas provocuna escisin entre indios de campana , que se mantenan respetuososcon los vnculos comunitarios tradicionales, e indios conscientes de sucondicin de ciudadanos, que daban prioridad a su dependencia respectoa los nuevos ayuntamientos. Consecuentemente, se ahondaron las dife-rencias entre unos y otros sectores indgenas y se facilit la emancipacinde la comuna de individuos que haban conseguido labrarse una situacineconmica de relativa prosperidad.

    La incorporacin de miembros de las comunidades indgenas al mer-cado laboral al trabajo en las haciendas, muy en particular pudocontribuir a fomentar esos cambios y a promover una relativa desinte-gracin de la tradicional cohesin comunitaria, en la medida en que ace-leraba el proceso de diferenciacin social y econmica: aunque no puedageneralizarse el impacto desculturizador de las haciendas.33

    Los gobiernos que se sucedieron en el mando de la Repblica con-sideraron la atraccin de colonos extranjeros como la tabla de salvacina que haba que aferrarse para incorporar a Mxico al carro de la mo-dernidad, y para tornar productivas inmensas superficies de tierras in-cultas. Para muchos, la presencia de esos inmigrantes servira tambinpara diluir la abrumadora densidad demogrfica indgena y, a travs delmestizaje o del beneficioso influjo de los recin llegados sobre los abo-

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    32 Valderrama Rouy, Pablo, Resistencia tnica y defensa del territorio en el Totonacapanserrano: Cuetzalan en el siglo XIX, en Escobar Ohmstede, Antonio (coord.), Indio, nacin y co-munidad en el Mxico del siglo XIX, Mxico, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos-Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social, 1993, pp. 189-205 (p.193).

    33 Como ha puesto de manifiesto Lpez Taylor, la falta de una propuesta terica y metodolgicapara el estudio de las haciendas ha provocado la acumulacin de datos aislados, difciles de compararentre s (cfr. Lpez Taylor, Rosa Vesta, Consolidacin y desintegracin de una hacienda jalisciensedel siglo XIX, p. 26). Por esa misma razn nos parece prudente el consejo de Mario HumbertoRuz sobre el cuidado que se ha de tener para no vincular indiscriminadamente la vida en lashaciendas con la prdida de la identidad indgena: cfr. Ruz, Mario Humberto, Etnicidad, territorioy trabajo en las fincas decimonnicas de Comitn, Chiapas , en Reina, Leticia (coord.), La rein-dianizacin de Amrica, siglo XIX, Mxico, Siglo XXI-Centro de Investigaciones y Estudios Su-periores en Antropologa Social, 1997, pp. 267-293 (pp. 267 y 291-292). Con todo, no puede de-satenderse la importancia de algunos estudios, no tan recientes, en los que se ha buscado integrarlas investigaciones singulares en un modelo explicativo: cfr., por ejemplo, Nickel, Herbert J., Mor-fologa social de la hacienda mexicana, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1988.

  • rgenes, involucrar a las etnias indgenas en el proyecto nacional, queexiga su previa inmolacin. Un espaol residente en Mxico, Anselmode la Portilla, denunci en 1871 la injusticia que encerraba esa actitud: Pobres indios!, tan humildes y miserables como son, hacen todo eneste pas; y todava dicen que estorban! .34

    La ocupacin inacabada del norte y su carcer amenazado ,35 con-secuencia parcial de un fracaso colonizador, impidieron la integracinde los centros habitados y de los estados que confinaban con las fronterasseptentrionales, que no alcanzaron a establecer una red de conexionesni a superar el aislamiento en que se debatan: alejados del centro dedecisiones de la capital de la repblica, tampoco consiguieron establecernexos perdurables entre s. En consecuencia, sus pobladores hubieronde vrselas muchas veces con los indios nmadas, provistos casi exclu-sivamente de sus propios medios: de ah el carcter dramtico que re-visti la disputa por el territorio entre mexicanos blancos y mestizos eindgenas que seguan aferrados a sus hbitos trashumantes. Slo duranteel porfiriato empez a revertirse esta situacin, por la confluencia devarias causas concatenadas entre s: fundamentalmente, la extincin vir-tual de los nmadas, y la marginacin de otros grupos indgenas, comolos yaquis y mayos, que vieron desaparecer sus aspiraciones de autono-ma. Estos procesos fueron posibilitados por la estabilizacin poltica deMxico, que permiti el logro de un entendimiento con Estados Unidospara poner freno a las depredaciones de los brbaros , y dot de su-ficientes energas al Ejecutivo federal para domear la resistencia deyaquis y mayos e imponer sus programas de colonizacin.

    La conflictividad desencadenada por los pueblos indgenas para de-fender su amenazada identidad tuvo su momento crtico en los aos cen-trales del siglo cuando, concluida la calamitosa guerra entre Mxico yEstados Unidos, sobrevino un desquiciamiento del poder que incit alos miembros de muchas comunidades a empuar las armas contra lospropietarios de haciendas y contra las autoridades municipales.36 La se-

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    34 Cit. en Powell, T. G., El liberalismo y el campesinado en el centro de Mxico (1850 a1876), p. 153. Vicente Garca Torres edit en 1856 un libro de Anselmo de la Portilla, tituladoHistoria de la Revolucin de Mxico contra la dictadura del general Santa Anna, 1853-1855.

    35 Cfr. Aboites Aguilar, Luis, Norte precario, cit., p. 275.36 Ya durante la contienda, como advierte Enrique Florescano, muchos pueblos se haban le-

    vantado tanto en defensa de sus tierras como de la nacin invadida por el extranjero. Adems, la

  • gunda mitad de la centuria se abri, pues, con un notable incrementoen las conflagraciones promovidas por indgenas campesinos, que corriparejo a una intensificacin de las medidas represivas de parte de lasfuerzas encargadas del mantenimiento del orden pblico.

    En efecto, con objeto de prevenir las resistencias de los indgenas,perjudicados por las legislaciones anticomunales que en casi todos losestados de la Federacin haban venido promulgndose a lo largo detreinta aos, los gobiernos estatales impulsaron la creacin de cuerposde polica rural, que deberan financiarse con las aportaciones de losterratenientes.

    No obstante, la insuficiencia de medios en que se desenvolvieron esasunidades casi con carcter general aminor el impacto del proyectadoenvite contra la fuerza comunal:37 slo bajo la presidencia de Comonfortse logr, en enero de 1857, la expedicin de una ley orgnica de segu-ridad que regulaba la formacin de una fuerza rural de polica;38 y duranteel gobierno reformista de 1861 se crearon varios cuerpos de milicia rural,ideados para mejorar la seguridad de los viajeros.39

    Conforme nos acercamos al final del siglo, va consolidndose unapoltica cada vez mejor definida, que busca la asimilacin de los ind-genas como medio para integrarlos en el Estado nacional. En ese pro-yecto, la educacin juega un papel decisivo, en conformidad con el pos-tulado liberal asumido por los positivistas de educar para integrar .Una de las consecuencias de la aplicacin de este principio sera el pro-

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    guerra contra los ejrcitos extranjeros provoc tambin un alza generalizada de los impuestos, dela leva y de la demanda de alimentos y de armas, lo cual produjo ms descontento en el campoy en las ciudades : Florescano, Enrique, Etnia, Estado y Nacin. Ensayo sobre las identidadescolectivas en Mxico, Mxico, Nuevo Siglo, Aguilar, 1997, pp. 374-375.

    37 Cfr. Tutino, John, De la insurreccin a la revolucin en Mxico. Las bases sociales de laviolencia agraria, 1750-1940, Mxico, Ediciones Era, 1990, p. 220.

    38 Cfr. Vanderwood, Paul J., Los rurales mexicanos, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,1982, pp. 24-27; Hamnett, Brian R., Races de la insurgencia en Mxico. Historia regional 1750-1824, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1990, pp. 240-241; Powell, T. G., El liberalismo yel campesinado en el centro de Mxico (1850 a 1876), cit., p. 86, y Dubln, Manuel y Lozano,Jos Mara, Legislacin mexicana Coleccin completa de las disposiciones legislativas expedidasdesde la independencia de la Repblica, 19 ts., Mxico, Imprenta del Comercio, a cargo de Dublny Lozano, Hijos, 1876-1890, t. VIII, nm. 4,867, pp. 347-360 (16 de enero de 1857).

    39 Cfr. Scholes, Walter V., Poltica mexicana durante el rgimen de Jurez 1855-1872, Mxico,Fondo de Cultura Econmica, 1972, p. 99; Vanderwood, Paul J., Los rurales mexicanos, cit., p.38, y Gonzlez y Gonzlez, Luis, El indio en la era liberal, cit., pp. 355-357.

  • psito de extinguir las lenguas indgenas o, en el mejor de los casos,de reducirlas a curiosidades arqueolgicas.

    Si recurrimos a un catecismo de la doctrina cristiana en lengua otom,que public en 1826 fray Joaqun Lpez Yepes, descubriremos la opi-nin que habra de imponerse entre la inmensa mayora de quienes re-flexionaron sobre la viabilidad de la pluralidad lingstica indgena enel seno de una comunidad que se quera identificada con un ideal comn,ya fuera religioso, como en el caso de fray Joaqun, ya poltico, comopretendan los liberales artfices del Estado nacional. En la breve intro-duccin que precede al texto, Lpez Yepes justificaba el propsito desu obra, que consideraba imprescindible para que los indgenas pudieranentender los contenidos de los misterios de la fe y de las oraciones delos devocionarios, que recitaban como papagayos, sin entender el signi-ficado de las palabras que pronunciaban. Y expres su posicin sobrela pluralidad lingstica del mundo indgena, que l consideraba coinci-dente con la que dominaba entre los legisladores: las leyes [...] quieren,s, que se procuren extinguir tantas y tan brbaras lenguas, que tanto retardany dificultan la instruccin y civilizacin de los Pueblos. Ojal, se hubieranextinguido todas, y que todos hablsemos un solo lenguage! .40

    Justo Sierra, destacadsima figura de los tiempos del porfirismo y unode los ms brillantes polticos e intelectuales de su poca, explicit muyclaramente sus puntos de vista sobre la difusin de los idiomas indgenas,que apuntaban en la ya indicada direccin de relegarlos a la condicinde reliquias del pasado: nuestra idea es absolutamente opuesta laconservacin de estos idiomas con otro carcter que el de simples do-cumentos arqueolgicos . Por eso, recomend el aprendizaje del caste-llano en las escuelas, en nombre de la unidad nacional, porque este co-nocimiento contribua a derribar esa barrera formidable opuesta launificacin del pueblo mexicano , y proporcionaba un valioso apoyo algran diseo liberal, que proyect las escuelas como centros de contactodel indgena con el mundo moderno [...], centros de civilizacin .41

    Los tiempos de la Reforma y del rgimen porfirista sern prdigosen declaraciones en favor de la promocin de los indgenas, necesitados

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    40 Lpez Yepes, Joaqun, Catecismo y declaracin de la doctrina cristiana en lengua otom,con un vocabulario del mismo idioma. Compuesto por el R. P. Fr. Joaqun Lpez Yepes, Predicadorapostlico, y Discreto del Colegio de Propaganda fide de N. S. P. S. Francisco de Pachuca, Mxico,Oficina de Alejandro Valds, 1826, p. 5.

    41 La Libertad, 6 de marzo de 1883.

  • de acceder a los beneficios de la civilizacin: porque los autores de esasrecomendaciones se muestran incapaces de arbitrar otros medios dife-rentes de la atraccin del mundo indgena hacia los valores occidentales.

    As, muchos informes llegados a las secretaras de Hacienda y deFomento entre 1877 y 1889 coincidieron en atribuir la pobreza del pasa la vagancia de la poblacin; y sealaron como armas de combate laeducacin y, para los indgenas, la enseanza del espaol como vehculointegrador,42 cuyo uso se iba extendiendo de modo paulatino pero irre-frenable: por errnea que se suponga la estimacin que se realiz elprimero de esos aos, el descenso relativo en las cifras de hablantes delenguas indgenas que en ellas se constata (39% de la poblacin total)se ve corroborado por las informaciones censales.43

    Por eso, la expedicin de un decreto por la legislatura de Chihuahua,donde se dispona la fundacin de escuelas para indgenas, arranc uncomentario de satisfaccin a El Universal, que exterioriz su contentopor las posibilidades que se abran as para los indgenas, refugiadoshasta entonces en su propia cultura.44 una reflexin que sintonizaba ad-mirablemente con otra crnica posterior del mismo peridico que, alproclamar la necesidad de una regeneracin de la raza indgena, achacabaa la estrecha vida en comunidad la causa de que an no se hubieranadentrado en la civilizacin los indios de Oaxaca, autores de revueltasque haban llenado de terror a los dems habitantes del estado.45

    En abierto contraste con esos postulados y esos programas, durantelos ltimos decenios de siglo acab de elaborarse la liturgia reguladoradel culto a los hroes precortesianos, que ofreca celebraciones anuales,como la que desde 1887 convocaba el Ayuntamiento capitalino cada 21de agosto, para conmemorar la memoria de Cuauhtmoc ante el monu-mento inaugurado en aquel ao por Porfirio Daz, con asistencia de nu-merosos escolares indgenas.46 La figura de Cuauhtmoc, que sus

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    42 Cfr. Coso Villegas, Daniel, Historia Moderna de Mxico, 10 vols., Mxico, Hermes, 1955-1972, vol. VII, El Porfiriato. La vida social (por Moiss Gonzlez Navarro), p. 145.

    43 Cfr. ibidem, pp. 529-530.44 Cfr. El Universal, 9 de agosto de 1888, en Rojas Rabiela, Teresa (coord.), El indio en la

    prensa nacional mexicana del siglo XIX: catlogo de noticias, 3 vols., Mxico, Secretara de Edu-cacin Pblica, Cuadernos de La Casa Chata, 1987, vol. III, p. 167.

    45 Cfr. El Universal, 3 de junio de 1896, en ibidem, p. 258.46 Cfr. Lira, Andrs, Los indgenas y el nacionalismo mexicano , cit., p. 33; Diario de los

    Debates de la Cmara de Diputados. Decimotercera Legislatura Constitucional, t. III, p. 481 (26

  • heroicas acciones rene el simbolizar el amor la patria ,47 se prestabacon singular idoneidad a la encarnacin de los ideales que queran pre-servarse como cimientos del espritu nacional mexicano.

    La triste realidad es, sin embargo, que a los promotores de esos ritualesincomodaba la presencia del indio contemporneo, que apreciaban slocomo un estorbo para el progreso nacional, y que serva nicamentepara material de acarreo en desfiles patriticos, como los que permitirana Porfirio Daz demostrar la popularidad del presidente.48 En otros con-textos, sin embargo, esa comparecencia era cuidadosamente evitada,como en las grandes recepciones de Palacio Nacional, atendidas por mo-zos de servicio de raza blanca, peinados a lo Porfirio Daz .49 Y esque las tradiciones indgenas, sostena Francisco Bulnes, siempre fueronconsideradas adorables: pero en tanto se conservaran incultas.50

    En consecuencia, se impuls una poltica de exclusin justificada ennombre de la modernidad , que responda al repudio social del indiopor parte de gentes que alardeaban de hallarse encaramadas a una po-sicin distinguida y que, en su desprecio hacia lo indgena, llegaban alempleo de expresiones como no... no hay cuidado por los perros, queno muerden ms que a los indios .51

    Carlos Martnez Assad acert a expresar de modo elocuente lo quea finales de siglo poda esperar de esos programas modernizadores unpueblo como Tomochic, perdido en la Sierra de Chihuahua, que puedeser adoptado como arquetipo de tantos otros:

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    de noviembre de 1887), y Surez Corts, Blanca Estela, Las interpretaciones positivistas del pasadoy el presente (1880-1910) , en Garca Mora, Carlos (coord.), La antropologa en Mxico. Panoramahistrico, 15 vols., Mxico, Instituto Nacional de Antropologa e Historia, 1987, vol. II, pp. 13-77(pp. 33-34).

    47 El Monitor Republicano, 25 de agosto de 1891.48 Cfr. Coso Villegas, Daniel, Historia Moderna de Mxico, vol. IV, El Porfiriato. La vida

    poltica interior. Parte Segunda, cit., pp. 320-321. Tal vez venga al caso recordar las danzas delos xtoles que, durante el carnaval de Mrida, recorran las casas caracterizados con algunos ele-mentos de la antigua indumentaria indgena, danzando y cantando en maya: de esta manera con-tribuan al colorido y espectacularidad de las celebraciones de la capital yucateca, que presumade no verse superada en los carnavales sino por Venecia y Nueva Orlens: cfr. ibidem, vol. VII,El Porfiriato. La vida social (por Moiss Gonzlez Navarro), cit., p. 708.

    49 Cfr. Bulnes, Francisco, El verdadero Daz y la Revolucin, cit., p. 249.50 Cfr. ibidem, p. 22.51 Payno, Manuel, El hombre de la situacin, Mxico, Imp. de Juan Abadiano, Escalerillas

    nm. 13, 1861, p. 150.

  • Tomochic, un pueblo con un perfil tradicional, poco esperaba de la moder-nizacin poltica de la que nada poda obtener aparte de las exigencias impo-sitivas, de la prdida de su espacio vital otorgado a las compaas en explo-tacin para el negocio de la economa primario-exportadora y de la aceptacinde autoridades forneas, ajenas a la identidad que daba cohesin a su comu-nidad.52

    Liberales y positivistas contemplaron siempre el mundo indgena des-de la perspectiva de la modernidad, que llevaba consigo la homogenei-zacin de los ciudadanos y la supresin de distingos. Fracasaron, sinembargo, en su empeo por eliminar a los indgenas. stos adquirieronconciencia del peligro y, al identificar el perfil del enemigo que perseguasu extincin, acentuaron sus rasgos distintivos, se replegaron sobre smismos y abrazaron la rebelin, la resistencia y el separatismo tnico.En lugar de convertirse en ciudadanos, fortalecieron las identidades deraza y acometieron un proceso que Leticia Reina y Cuauhtmoc Velascohan llamado de reindianizacin.53

    No andaba descaminado el suizo-alemn Enrique Rbsamen cuandosealaba que la unidad nacional alcanzada en los campos de batalla ne-cesitaba, para consolidarse, de la unidad intelectual y moral del pas.Slo una vez que se alcanzara este objetivo, y cuando los ms humildeshijos de la patria fueran, efectivamente, ciudadanos libres, quedara asen-tada la independencia.54 El problema radica en que las mentes de esasgentes sencillas se hallaban muy alejadas de los valores incluidos enlos programas liberal y positivista y, de otra parte, en que ninguna delas dos ideologas hizo nada por procurar a los indios un acomodo a lasnuevas estructuras que no contrariara sus tradiciones ni sus peculiaresmodos de vida.

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    52 Martnez Assad, Carlos, El gran poder de Dios en el origen de un mito , en VV. AA.,Las formas y las polticas del dominio agrario. Homenaje a Franois Chevalier, Mxico, Univer-sidad de Guadalajara-Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1992, pp. 260-275 (p. 264).

    53 Cfr. Reina, Leticia, y Velasco, Cuauhtmoc, Introduccin , en Reina, Leticia (coord.), Lareindianizacin de Amrica, siglo XIX, cit., pp. 15-24 (p. 15); Reina Aoyama, Leticia, Etnicidady gnero entre los zapotecas del istmo de Tehuantepec, Mxico, 1840-1890 , en ibidem, pp. 340-357(p. 340), y Powell, T. G., El liberalismo y el campesinado en el centro de Mxico (1850 a 1876),cit., p. 22.

    54 Cfr. Zea, Leopoldo, Del liberalismo a la Revolucin en la educacin mexicana, Mxico,Instituto Nacional de Estudios Histricos de la Revolucin Mexicana, 1956, p. 136.

  • El desencuentro entre la clase poltica y las comunidades indgenasno era, en el fondo, sino expresin de la incompatibilidad radical sus-tentada en una ficcin esquizofrnica entre el Mxico imaginarioy el Mxico profundo , que implicaba la negacin del pueblo real yla asuncin de la tarea de crear un nuevo pueblo; y, en otra escala, lasustitucin de las no-culturas existentes por una cultura que haba deresponder a las aspiraciones de ese pueblo fabricado en el laboratorioconstitucional.55

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    55 Cfr. Bonfil Batalla, Guillermo, Mxico profundo, cit., pp. 106-111 y 157.