nacho 14 (santa teresa de jesús)

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Santa Teresa de Jesús Página 1 Santa Teresa de Jesús Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida por el nombre de Santa Teresa de Jesús o simplemente Teresa de Ávila (Ávila, 28 de marzo de 1515 Alba de Tormes, 4 de octubre de 1582), fue una religiosa, doctora de la Iglesia Católica, mística y escritora española, fundadora de las carmelitas descalzas, rama de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (o carmelitas). Familia Se llamaba Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, aunque generalmente usó el nombre de Teresa de Ahumada hasta que comenzó la reforma de la que se hablará más abajo, cambiando entonces su nombre por Teresa de Jesús. El padre de Teresa era Alonso Sánchez de Cepeda, descendiente de familia judía conversa. Alonso tuvo dos mujeres. Con la primera, Catalina del Peso y Henao, tuvo dos hijos: María y Juan de Cepeda. Con su segunda esposa, Beatriz Dávila y Ahumada (emparentada con muchas familias ilustres de Castilla), que murió cuando Teresa contaba con unos 12 años, tuvo otros diez: Hernando, Rodrigo, Teresa, Juan (de Ahumada), Lorenzo, Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana. Infancia Según relata la propia Teresa en los escritos destinados a su confesor y reunidos en el libro Vida de Santa Teresa de Jesús, desde sus primeros años mostró Teresa una imaginación vehemente y apasionada. Su padre, aficionado a la lectura, tenía algunos romanceros; esta lectura y las prácticas piadosas comenzaron a despertar el corazón y la inteligencia de la pequeña Teresa con seis o siete años de edad. En dicho tiempo pensó ya en sufrir el martirio, para lo cual, ella y uno de sus hermanos, Rodrigo, un año mayor, trataron de ir a las «tierras de infieles», es decir, tierras ocupadas por los musulmanes, pidiendo limosna, para que allí los descabezasen. Su tío los trajo de vuelta a casa. Convencidos de que su proyecto era irrealizable, los dos hermanos acordaron ser ermitaños. Teresa escribe: En una huerta que había en casa, procurábamos como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas piedrecitas, que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo... Hacía (yo) limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario... Gustaba (yo) mucho cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios como que éramos monjas.Parece que perdió a su madre hacia 1527, o sea a los 12 años de edad. Ya en aquel tiempo su vocación religiosa había sido continuamente demostrada. Aficionada a la lectura de libros de caballerías: Comencé a traer galas, y a desear contentar en parecer bien, un mucho cuidado de manos y cabello y olores, y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa... Tenía primos hermanos algunos... eran casi de mi edad, poco

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Page 1: Nacho 14 (Santa Teresa de Jesús)

Santa Teresa de Jesús Página 1

Santa Teresa de Jesús

Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida por el nombre de Santa Teresa de

Jesús o simplemente Teresa de Ávila (Ávila, 28 de marzo de 1515 – Alba de Tormes,

4 de octubre de 1582), fue una religiosa, doctora de la Iglesia Católica, mística y

escritora española, fundadora de las carmelitas descalzas, rama de la Orden de Nuestra

Señora del Monte Carmelo (o carmelitas).

Familia

Se llamaba Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, aunque generalmente usó el

nombre de Teresa de Ahumada hasta que comenzó la reforma de la que se hablará más

abajo, cambiando entonces su nombre por Teresa de Jesús.

El padre de Teresa era Alonso Sánchez de Cepeda, descendiente de familia judía

conversa. Alonso tuvo dos mujeres. Con la primera, Catalina del Peso y Henao, tuvo

dos hijos: María y Juan de Cepeda. Con su segunda esposa, Beatriz Dávila y Ahumada

(emparentada con muchas familias ilustres de Castilla), que murió cuando Teresa

contaba con unos 12 años, tuvo otros diez: Hernando, Rodrigo, Teresa, Juan (de

Ahumada), Lorenzo, Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana.

Infancia

Según relata la propia Teresa en los escritos destinados a su confesor y reunidos en el

libro Vida de Santa Teresa de Jesús, desde sus primeros años mostró Teresa una

imaginación vehemente y apasionada. Su padre, aficionado a la lectura, tenía algunos

romanceros; esta lectura y las prácticas piadosas comenzaron a despertar el corazón y la

inteligencia de la pequeña Teresa con seis o siete años de edad.

En dicho tiempo pensó ya en sufrir el martirio, para lo cual, ella y uno de sus hermanos,

Rodrigo, un año mayor, trataron de ir a las «tierras de infieles», es decir, tierras

ocupadas por los musulmanes, pidiendo limosna, para que allí los descabezasen. Su tío

los trajo de vuelta a casa. Convencidos de que su proyecto era irrealizable, los dos

hermanos acordaron ser ermitaños. Teresa escribe:

“En una huerta que había en casa, procurábamos como podíamos, hacer ermitas,

poniendo unas piedrecitas, que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en nada

para nuestro deseo... Hacía (yo) limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad

para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario... Gustaba (yo) mucho

cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios como que éramos monjas.”

Parece que perdió a su madre hacia 1527, o sea a los 12 años de edad. Ya en aquel

tiempo su vocación religiosa había sido continuamente demostrada. Aficionada a la

lectura de libros de caballerías:

“Comencé a traer galas, y a desear contentar en parecer bien, un mucho cuidado de

manos y cabello y olores, y todas las vanidades que en esto podía tener, que eran hartas,

por ser muy curiosa... Tenía primos hermanos algunos... eran casi de mi edad, poco

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Santa Teresa de Jesús Página 2

mayores que yo; andábamos siempre juntos, teníanme gran amor y en todas las cosas

que les daba contento, los sustentaba plática y oía sucesos de sus aficiones y niñerías, no

nada buenas... Tomé todo el daño de una parienta (se cree que una prima), que trataba

mucho en casa... Con ella era mi conversación y pláticas, porque me ayudaba a todas las

cosas de pasatiempo, que yo quería, y aun me ponía en ellas, y daba parte de sus

conversaciones y vanidades. Hasta que traté con ella, que fue de edad de catorce años...

no me parece había dejado a Dios por culpa mortal”.

Mudanza física y espiritual

Afectada por una grave enfermedad, volvió a casa de su padre, y ya curada, la llevaron

al lado de su hermana María de Cepeda. Luchando consigo misma, llegó a decir a su

padre que deseaba ser monja, pues creía ella, dado su carácter, que el haberlo dicho

bastaría para no volverse atrás. Su padre contestó que no lo consentiría mientras él

viviera. Sin embargo, Teresa dejó la casa paterna, y entró el 2 de noviembre de 1533 en

el convento de la Encarnación, en Ávila, y allí profesó el día 3 de noviembre de 1534.

Tras entrar al convento su estado de salud empeoró. Padeció desmayos, una cardiopatía

no definida y otras molestias. Así pasó el primer año. Para curarla, la llevó su padre con

su hermana. En dicha aldea permaneció Teresa hasta la primavera de 1536. De vuelta en

Ávila, el (Domingo de Ramos de 1537), sufrió un paroxismo (accidente peligroso o casi

mortal, en que el paciente pierde el sentido y la acción por largo tiempo) de cuatro días en

casa de su padre, quedando paralítica por más de dos años. Antes y después del

paroxismo, sus padecimientos físicos fueron horribles.

Favores espirituales

A mediados de 1539 Teresa recuperó la salud; la tradición lo atribuyó en su día a la

intercesión de San José. Con la salud Teresa recuperó las aficiones mundanas, fáciles de

satisfacer, puesto que la clausura sólo se impuso como obligatorio a todas las religiosas

a partir de 1563. En esa época Teresa de Ávila vivió nuevamente en el convento, donde

recibía frecuentes visitas.

Afligida un tiempo después, abandonó la oración (1541). Según su testimonio se le

apareció Jesucristo (1542) en el locutorio con semblante airado, reprendiéndole su trato

familiar con seglares. No obstante, la monja permaneció en él durante muchos años,

hasta que se movió a dejar el trato de seglares (1555) a la vista de una imagen de Jesús

crucificado.

El padre de Teresa falleció en 1541. El sacerdote que lo había asistido en sus últimos

momentos se encargó de dirigir la conciencia de Teresa rememorando las últimas

palabras del padre de ésta. Posteriormente, impresionada por estas palabras, Teresa

enmendó su conducta y estuvo dispuesta a corregir sus faltas. Al cabo, Teresa se

conformó con la lectura de las Confesiones, de San Agustín.

Tuvo en 1558 su primer rapto y la visión del infierno. Hizo voto (1560) de aspirar

siempre a lo más perfecto; San Pedro de Alcántara aprobó su espíritu y San Luis Beltrán

le animó a llevar adelante su proyecto de reformar la Orden del Carmen, concebido

hacia dicho año.

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Santa Teresa de Jesús Página 3

Teresa quería fundar en Ávila un monasterio para la estricta observancia de la regla de

su orden, que comprendía la obligación de la pobreza, de la soledad y del silencio. Por

mandato de su confesor escribió su vida (1561), trabajo que terminó hacia junio de

1562; por consejo de Soto volvió a escribir su vida en 1566.

Aquí es oportuno copiar al biógrafo francés Pierre Boudot:

“En todas las páginas (del libro de su vida) se ven las huellas de una pasión viva, de una

franqueza conmovedora, y de un iluminismo consagrado por la fe de fieles. Todas sus

revelaciones atestiguan que creía firmemente en una unión espiritual entre ella y

Jesucristo; veía a Dios, la Virgen, los santos y los ángeles en todo su esplendor, y de lo

alto recibía inspiraciones que aprovechaba para la disciplina de su vida interior. En su

juventud las aspiraciones que tuvo fueron raras y parecen confusas; sólo en plena edad

madura se hicieron más distintas, más numerosas y también más extraordinarias. Pasaba

de los cuarenta y tres años cuando por vez primera vivió un éxtasis. Sus visiones

intelectuales se sucedieron sin interrupción durante dos años y medio (1559–1561). Sea

por desconfianza, sea para probarla, sus superiores le prohibieron que se abandonase a

estos fervores de devoción mística, que eran para ella una segunda vida, y la ordenaron

que resistiera a estos arrobamientos, en que su salud se consumía. Obedeció ella, mas a

pesar de sus esfuerzos, su oración era tan continua que ni aun el sueño podía interrumpir

su curso. Al mismo tiempo, abrasada de un violento deseo de ver a Dios, se sentía

morir. En este estado singular tuvo en varias ocasiones la visión que dio origen al

establecimiento de una fiesta particular en la Orden del Carmelo.”

El biógrafo francés alude al suceso que refiere la santa en estas líneas:

“Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... No era grande, sino

pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy

subidos, que parece todos se abrasan... Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al

fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón

algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo,

y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me

hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo

dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es

dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto.

Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo

dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que duraba esto andaba como

embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era

mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado.”

Vida de Santa Teresa, cap. XXIX

Inicio de las fundaciones a lo largo de España

A fines de 1561 recibió Teresa cierta cantidad de dinero que le remitió desde el Perú

uno de sus hermanos, y con ella se ayudó para continuar la proyectada fundación del

Convento de San José. Para la misma obra contó con el concurso de su hermana Juana,

a cuyo hijo Gonzalo se dice que resucitó la Santa.

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Santa Teresa de Jesús Página 4

Descontenta con la «relajación» de las normas que en 1432 habían sido mitigadas por

Eugenio IV, Teresa decidió reformar la orden para volver a la austeridad, la pobreza y la

clausura que consideraba el auténtico espíritu carmelitano. Pidió consejo a Francisco de

Borja y a Pedro de Alcántara que aprobaron su espíritu y su doctrina.

Después de dos años de luchas llegó a sus manos la bula de Pío IV para la erección del

convento de San José, en Ávila, ciudad a la que había regresado Teresa. Se abrió el

monasterio de San José (24 de agosto de 1562); tomaron el hábito cuatro novicias en la

nueva Orden de las Carmelitas Descalzas de San José; hubo alborotos en Ávila; se

obligó a la Santa a regresar al convento de la Encarnación, y, calmados los ánimos,

vivió Teresa cuatro años en el convento de San José con gran austeridad. Las religiosas

adictas a la reforma de Teresa, dormían sobre un jergón de paja; llevaban sandalias de

cuero o madera; consagraban ocho meses del año a los rigores del ayuno y se abstenían

por completo de comer carne. Teresa no quiso para ella ninguna distinción, antes bien

siguió confundida con las demás religiosas no pocos años.

La reforma propugnada por Teresa junto a San Juan de la Cruz, que, como se verá,

comprendió también a los hombres, se llamó de los Carmelitas Descalzos.

Últimas fundaciones y muerte

Supo que en Granada se había fundado el decimosexto convento de carmelitas, y uno de

descalzos en Lisboa. El decimoséptimo de descalzas lo fundó ella en Burgos, donde

escribió sus últimas fundaciones, incluyendo la de dicha ciudad. Saliendo de Burgos

pasó por Palencia, Valladolid, cuya priora la echó del convento, Medina del Campo,

cuya priora también la despreció, y Peñaranda. Al llegar a Alba de Tormes (20 de

septiembre) su estado empeoró. Recibido el viático y confesada, murió la noche del 4 de

octubre de 1582. Su cuerpo fue enterrado en el convento de la Anunciación de esta

localidad, con grandes precauciones para evitar un robo. Exhumado el 25 de noviembre

de 1585, quedó allí un brazo y se llevó el resto del cuerpo a Ávila, donde se colocó en la

sala capitular; pero el cadáver, por mandato del Papa, fue devuelto al pueblo de Alba,

habiéndose hallado incorrupto (1586). Se elevó su sepulcro en 1598; se colocó su

cuerpo en la capilla Nueva en 1616, y en 1670, todavía incorrupto, en una caja de plata.

Beatificada Teresa en 1614 por Paulo V, e incluida entre las santas por Gregorio XV el

12 de marzo de 1622, fue designada (1627) para patrona de España por Urbano VIII. En

1626 las Cortes de Castilla la nombraron copatrona de los Reinos de España, pero los

partidarios de Santiago Apóstol lograron revocar el acuerdo. Fue nombrada Doctora

honoris causa por la Universidad de Salamanca y posteriormente fue designada patrona

de los escritores.

En 1970 se convirtió en la primera mujer elevada por la Iglesia Católica a la condición

de Doctora de la Iglesia, bajo el pontificado de Pablo VI. La Iglesia Católica celebra su

fiesta el 15 de octubre.

Obra literaria

Cultivó la poesía lírico-religiosa. Llevada de su entusiasmo, se sujetó menos que

cuantos cultivaron dicho género a la imitación de los libros sagrados, pareciendo, por

tanto, más original. Sus versos son fáciles, de estilo ardiente y apasionado, como nacido

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Santa Teresa de Jesús Página 5

del amor ideal en que se abrasaba Teresa, amor que era en ella fuente inagotable de

mística poesía.

Las obras místicas de carácter didáctico más importantes de cuantas escribió la santa se

titulan: Camino de perfección (1562–1564); Conceptos del amor de Dios y Castillo

interior o Las moradas. Además de estas tres, pertenecen a dicho género las tituladas:

Vida de Santa Teresa de Jesús (1562–1565) escrita por ella misma y cuyos originales se

encuentran en la biblioteca del Monasterio de San Lorenzo del El Escorial; Libro de las

relaciones; Libro de las fundaciones (1573–1582); Libro de las constituciones (1563);

Avisos de Santa Teresa; Modo de visitar los conventos de religiosas; Exclamaciones del

alma a su Dios; Meditaciones sobre los cantares; Visita de descalzas; Avisos;

Ordenanzas de una cofradía; Apuntaciones; Desafío espiritual y Vejamen.

También escribió poesías, escritos breves y escritos sueltos sin considerar una serie de

obras que se le atribuyen. Escribió Teresa también 409 Cartas, publicadas en distintos

epistolarios. Los escritos de la santa se han traducido a varios idiomas. El nombre de

Santa Teresa de Jesús figura en el Catálogo de autoridades de la lengua publicado por la

Real Academia Española.

Enseñanzas

Teresa transmite con espontaneidad su experiencia personal. Primero más de 20 años de

oración estéril (sequedad o acedía), coincidiendo con enfermedades por las que padece

tremendos sufrimientos. Después, a partir de los 41 años, fuertes y vivas experiencias

místicas, a las que sus confesores califican como imaginarias o incluso como obra del

demonio, aunque Teresa confía en su origen divino por el efecto que dejan de paz,

refuerzo de las virtudes (especialmente de la humildad) y anhelo de servir a Dios y a los

otros. La Inquisición vigiló muy de cerca sus escritos temiendo textos que incitaran a

seguir la reforma iniciada ya en Europa. Muchos de sus textos están autocensurados,

temiendo esta vigilancia. Su manuscrito "Meditaciones Sobre El Cantar de los Cantares"

fue quemado por ella misma por orden de su confesor, en una época en que estaba

prohibida la difusión de las Sagradas Escrituras en romance. La experiencia vivida y

transmitida por Teresa en todos sus escritos se basa en la oración como el modo por

excelencia de relación y comunicación con Dios.

Reliquias y traslados

Nueve meses después de su muerte abrieron el ataúd y comprobaron que el cuerpo

estaba entero y los vestidos podridos. Antes de devolver el cuerpo al cofre de

enterramiento le diseccionaron una mano que envolvieron en una toquilla y la llevaron a

Ávila.

Reunido el capítulo de los descalzos, acordó que el cuerpo de Teresa debía volver a

Ávila y ser custodiado en el convento de san José. Se hizo el traslado un sábado de

noviembre de 1585, casi en secreto. Las monjas del convento de Alba de Tormes

pidieron quedarse con un brazo como reliquia. Cuando el duque de Alba se enteró del

traslado, envió sus quejas a Roma e hizo negociaciones para recuperarlo. El cuerpo

volvió de nuevo a Alba de Tormes.

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Santa Teresa de Jesús Página 6

Después de estos hechos no la volvieron a trasladar más, pero se sacaron varias

reliquias:

El pie derecho y parte de la mandíbula superior están en Roma.

La mano izquierda, en Lisboa.

El ojo izquierdo y la mano derecha, en Ronda (España). Esta es la famosa mano

que Francisco Franco conservó hasta su muerte, tras recuperarla las tropas

franquistas de manos republicanas durante la Guerra Civil Española.

El brazo izquierdo y el corazón, en sendos relicarios en el museo de la iglesia de

la Anunciación en Alba de Tormes. Y el cuerpo incorrupto de la santa en el altar

mayor, en un arca de mármol jaspeado custodiado por dos angelitos, en dicha

iglesia.

Un dedo, en la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París.

Otro dedo en Sanlúcar de Barrameda.

Dedos y otros restos santos, esparcidos por España y toda la cristiandad.

VIVO SIN VIVIR EN MÍ

Vivo sin vivir en mí,

y de tal manera espero,

que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí

después que muero de amor;

porque vivo en el Señor,

que me quiso para sí;

cuando el corazón le di

puse en él este letrero:

que muero porque no muero.

Esta divina prisión

del amor con que yo vivo

ha hecho a Dios mi cautivo,

y libre mi corazón;

y causa en mí tal pasión

ver a Dios mi prisionero,

que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!

¡Qué duros estos destierros,

esta cárcel, estos hierros

en que el alma está metida!

Sólo esperar la salida

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Santa Teresa de Jesús Página 7

me causa dolor tan fiero,

que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga

do no se goza el Señor!

Porque si es dulce el amor,

no lo es la esperanza larga.

Quíteme Dios esta carga,

más pesada que el acero,

que muero porque no muero.

Sólo con la confianza

vivo de que he de morir,

porque muriendo, el vivir

me asegura mi esperanza.

Muerte do el vivir se alcanza,

no te tardes, que te espero,

que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte,

vida, no me seas molesta;

mira que sólo te resta,

para ganarte, perderte.

Venga ya la dulce muerte,

el morir venga ligero,

que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba

es la vida verdadera;

hasta que esta vida muera,

no se goza estando viva.

Muerte, no me seas esquiva;

viva muriendo primero,

que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle

a mi Dios, que vive en mí,

si no es el perderte a ti

para mejor a Él gozarle?

Quiero muriendo alcanzarle,

pues tanto a mi Amado quiero,

que muero porque no muero.

Actividades:

1. ¿Cuál es el tema principal del poema?

2. ¿Cuál es el recurso estilístico más característico del poema? Explica en qué consiste y

encuentra ejemplos.

3. Indica las palabras que dan el sentido de falta de libertad.

4. ¿A qué estilo literario pertenece? Justifícalo.

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Santa Teresa de Jesús Página 8

VUESTRA SOY, PARA VOS NACÍ

Vuestra soy, para Vos nací,

¿qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,

eterna sabiduría,

bondad buena al alma mía;

Dios alteza, un ser, bondad,

la gran vileza mirad

que hoy os canta amor así:

¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criastes,

vuestra, pues me redimistes,

vuestra, pues que me sufristes,

vuestra pues que me llamastes,

vuestra porque me esperastes,

vuestra, pues no me perdí:

¿qué mandáis hacer de mí?

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,

que haga tan vil criado?

¿Cuál oficio le habéis dado

a este esclavo pecador?

Veisme aquí, mi dulce Amor,

amor dulce, veisme aquí:

¿qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,

yo le pongo en vuestra palma,

mi cuerpo, mi vida y alma,

mis entrañas y afición;

dulce Esposo y redención,

pues por vuestra me ofrecí:

¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida:

dad salud o enfermedad,

honra o deshonra me dad,

dadme guerra o paz crecida,

flaqueza o fuerza cumplida,

que a todo digo que sí:

¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,

dad consuelo o desconsuelo,

dadme alegría o tristeza,

dadme infierno o dadme cielo,

vida dulce, sol sin velo,

pues del todo me rendí:

¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis, dadme oración,

si no, dadme sequedad,

si abundancia y devoción,

y si no esterilidad.

Soberana Majestad,

sólo hallo paz aquí:

¿qué mandáis hacer de mi?

Dadme, pues, sabiduría,

o por amor, ignorancia;

dadme años de abundancia,

o de hambre y carestía;

dad tiniebla o claro día,

revolvedme aquí o allí:

¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando,

quiero por amor holgar.

Si me mandáis trabajar,

morir quiero trabajando.

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Santa Teresa de Jesús Página 9

Decid, ¿dónde, cómo y cuándo?

Decid, dulce Amor, decid:

¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme Calvario o Tabor,

desierto o tierra abundosa;

sea Job en el dolor,

o Juan que al pecho reposa;

sea viña fructuosa

o estéril, si cumple así:

¿qué mandáis hacer de mí?

Sea José puesto en cadenas,

o de Egipto adelantado,

o David sufriendo penas,

o ya David encumbrado;

sea Jonás anegado,

o libertado de allí:

¿qué mandáis hacer de mí?

Esté callando o hablando,

haga fruto o no le haga,

muéstreme la ley mi llaga,

goce de Evangelio blando;

esté penando o gozando,

sólo vos en mí vivid:

¿qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para vos nací,

¿qué mandáis hacer de mí?

SOBRE AQUELLAS PALABRAS

"DILECTUS MEUS MIHI"

Ya toda me entregué y di,

y de tal suerte he trocado,

que es mi Amado para mí,

y yo soy para mi Amado.

Cuando el dulce Cazador

me tiró y dejó rendida,

en los brazos del amor

mi alma quedó caída,

y cobrando nueva vida

de tal manera he trocado,

que es mi Amado para mí,

y yo soy para mi Amado.

Hirióme con una flecha

enherbolada de amor,

y mi alma quedó hecha

una con su Criador;

ya yo no quiero otro amor,

pues a mi Dios me he entregado,

y mi Amado es para mí,

y yo soy para mi amado.

COLOQUIO AMOROSO

Si el amor que me tenéis,

Dios mío, es como el que os tengo,

Decidme: ¿en qué me detengo?

O Vos, ¿en qué os detenéis?

- Alma, ¿qué quieres de mí?

? Dios mío, no más que verte.

? Y ¿qué temes más de ti?

? Lo que más temo es perderte.

Un alma en Dios escondida

¿qué tiene que desear,

sino amar y más amar,

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Santa Teresa de Jesús Página 10

y en amor toda escondida

tornarte de nuevo a amar?

Un amor que ocupe os pido,

Dios mío, mi alma os tenga,

para hacer un dulce nido

adonde más la convenga.

¡OH HERMOSURA QUE EXCEDÉIS!

¡Oh hermosura que excedéis

a todas las hermosuras!

Sin herir dolor hacéis,

y sin dolor deshacéis,

el amor de las criaturas.

Oh ñudo que así juntáis

dos cosas tan desiguales,

no sé por qué os desatáis,

pues atado fuerza dais

a tener por bien los males.

Juntáis quien no tiene ser

con el Ser que no se acaba;

sin acabar acabáis,

sin tener que amar amáis,

engrandecéis nuestra nada.

AYES DEL DESTIERRO

¡Cuán triste es, Dios mío,

la vida sin ti!

Ansiosa de verte,

deseo morir.

Carrera muy larga

es la de este suelo,

morada penosa,

muy duro destierro.

¡Oh sueño adorado!

sácame de aquí!

Ansiosa de verte,

deseo morir.

Lúgubre es la vida,

amarga en extremo;

que no vive el alma

que está de ti lejos.

¡Oh dulce bien mío,

que soy infeliz!

Ansiosa de verte,

deseo morir.

¡Oh muerte benigna,

socorre mis penas!

Tus golpes son dulces,

que el alma libertan.

¡Qué dicha, oh mi Amado,

estar junto a Ti!

Ansiosa de verte,

deseo morir.

El amor mundano

apega a esta vida;

el amor divino

por la otra suspira.

Sin ti, Dios eterno,

¿quién puede vivir?

Ansiosa de verte,

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Santa Teresa de Jesús Página 11

deseo morir.

La vida terrena

es continuo duelo:

vida verdadera

la hay sólo en el cielo.

Permite, Dios mío,

que viva yo allí.

Ansiosa de verte,

deseo morir.

¿Quién es el que teme

la muerte del cuerpo,

si con ella logra

un placer inmenso?

¡Oh! sí, el de amarte,

Dios mío, sin fin.

Ansiosa de verte,

deseo morir.

Mi alma afligida

gime y desfallece.

¡Ay! ¿quién de su amado

puede estar ausente?

Acabe ya, acabe

aqueste sufrir.

Ansiosa de verte,

deseo morir.

El barbo cogido

en doloso anzuelo

encuentra en la muerte

el fin del tormento.

¡Ay!, también yo sufro,

bien mío, sin ti,

Ansiosa de verte,

deseo morir.

En vano mi alma

te busca oh mi dueño;

Tú, siempre invisible,

no alivias su anhelo.

¡Ay! esto la inflama,

hasta prorrumpir:

Ansiosa de verte,

deseo morir.

¡Ay!, cuando te dignas

Entrar en mi pecho,

Dios mío, al instante

el perderte temo.

Tal pena me aflige

y me hace decir:

Ansiosa de verte,

deseo morir.

Haz, Señor, que acabe

tan larga agonía;

socorre a tu sierva

que por ti suspira.

Rompe aquestos hierros

y sea feliz.

Ansiosa de verte,

deseo morir.

Mas no, dueño amado,

que es justo padezca;

que expíe mis yerros,

mis culpas inmensas.

¡Ay!, logren mis lágrimas

te dignes oír:

Ansiosa de verte,

deseo morir.

Page 12: Nacho 14 (Santa Teresa de Jesús)

Santa Teresa de Jesús Página 12

ALMA, BUSCARTE HAS EN MÍ

Alma, buscarte has en Mí,

y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,

alma, en mí te retratar,

que ningún sabio pintor

supiera con tal primor

tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada

hermosa, bella, y así

en mis entrañas pintada,

si te perdieres, mi amada,

Alma, buscarte has en Mí.

Que yo sé que te hallarás

en mi pecho retratada,

y tan al vivo sacada,

que si te ves te holgarás,

viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres

dónde me hallarás a Mí,

No andes de aquí para allí,

sino, si hallarme quisieres,

a Mí buscarme has en ti.

Porque tú eres mi aposento,

eres mi casa y morada,

y así llamo en cualquier tiempo,

si hallo en tu pensamiento

estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme,

porque para hallarme a Mí,

bastará sólo llamarme,

que a ti iré sin tardarme

y a Mí buscarme has en ti.

PASTORES QUE VELÁIS

¡Ah, pastores que veláis,

por guardar vuestro rebaño,

mirad que os nace un Cordero,

Hijo de Dios Soberano!

Viene pobre y despreciado,

comenzadle ya a guardar,

que el lobo os le ha de llevar,

sin que le hayamos gozado.

Gil, dame acá aquel cayado

que no me saldrá de mano,

no nos lleven al Cordero:

¿no ves que es Dios Soberano?

¡Sonzas!, que estoy aturdido

de gozo y de penas junto.

¿Si es Dios el que hoy ha nacido,

cómo puede ser difunto?

¡Oh, que es hombre también junto!

La vida estará en su mano;

mirad, que es este el Cordero,

Hijo de Dios Soberano.

No sé para qué le piden,

pues le dan después tal guerra.

Mía fe, Gil, mejor será

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Santa Teresa de Jesús Página 13

que se nos torne a su tierra.

Si el pecado nos destierra,

y está el bien todo en su mano,

ya que ha venido, padezca

este Dios tan Soberano.

Poco te duele su pena;

¡oh, cómo es cierto del hombre,

cuando nos viene provecho,

el mal ajeno se esconde!

¿No ves que gana renombre

de pastor de gran rebaño?

Con todo, es cosa muy fuerte

que muera Dios Soberano.

AL NACIMIENTO DE JESÚS

Hoy nos viene a redimir

un Zagal, nuestro pariente,

Gil, que es Dios omnipotente.

Por eso nos ha sacado

de prisión a Satanás;

mas es pariente de Bras,

y de Menga, y de Llorente.

¡Oh, que es Dios omnipotente!

Pues si es Dios, ¿cómo es vendido

y muere crucificado?

¿No ves que mató el pecado,

padeciendo el inocente?

Gil, que es dios omnipotente.

Mi fe, yo lo vi nacido

de una muy linda Zagala.

Pues si es Dios ¿cómo ha querido

estar con tan pobre gente?

¿No ves, que es omnipotente?

Déjate de esas preguntas,

muramos por le servir,

y pues El viene a morir

muramos con El, Llorente,

pues es Dios omnipotente.

Las Moradas del Castillo Interior (o más simplemente: Las Moradas) es el

último libro que escribió Santa Teresa de Jesús . Según muchos, su mejor obra;

y una de las cumbres de la mística cristiana y de la prosa española del Siglo de

Oro.

Año 1577, España, ciudad de Toledo. Teresa tiene 62 años, muchos achaques

de salud y su obra de reformadora y fundadora peligra: la Inquisición la está

mirando con malos ojos (han secuestrado su autobiografía) y llueven ataques

de los calzados y disgustos sin fin.

Es en ese momento que Gracián y otros de su entorno, que conocen lo que esta

monja sabe y lo bien que se expresa, la empujan a escribir algo: aunque más no

sea para sermonear un poco a sus hijas...

A regañadientes -como se ve en el prólogo- Teresa obedece. Empieza en junio y

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Santa Teresa de Jesús Página 14

se interrumpe a principios de julio, cuando debe viajar a su tierra natal, Avila.

Allí reanuda el libro a fines de octubre y lo termina en noviembre.

Apenas dos meses netos de escritura, y en circunstancias adversas. No hay

tiempo ni para corregir ni para releer...

Pero el caso es que Teresa está inspirada : sus monjas se asombran al verla

escribir rapidísimo, como si le dictaran. Y al final, ella misma se siente

satisfecha con el resultado.

No es para menos.

Las Moradas son una alegoría de los grados de la vida espiritual, yendo desde la

ascética hasta la mística. Una doctrina segura, vivida; y en la pluma salerosa de

Teresa.

Para no olvidar que sabiduría, felicidad y santidad van juntas.

Prólogo:

1. Pocas cosas que me ha mandado la obediencia, se me han hecho tan dificultosas

como escribir ahora cosas de oración; lo uno, porque no me parece me da el Señor

espíritu para hacerlo ni deseo; lo otro, por tener la cabeza tres meses ha con un ruido y

flaqueza tan grande, que aun los negocios forzosos escribo con pena [2].

Mas, entendiendo que la fuerza de la obediencia suele allanar cosas que parecen

imposibles, la voluntad se determina a hacerlo muy de buena gana, aunque el natural

parece que se aflige mucho; porque no me ha dado el Señor tanta virtud que el pelear

con la enfermedad continua y con ocupaciones de muchas maneras se pueda hacer sin

gran contradicción suya. Hágalo el que ha hecho otras cosas más dificultosas por

hacerme merced, en cuya misericordia confío.

2. Bien creo he de saber decir poco más que lo que he dicho en otras cosas que me han

mandado escribir, antes temo que han de ser casi todas las mismas; porque así como

los pájaros que enseñan a hablar no saben más de lo que les muestran u oyen, y esto

repiten muchas veces, soy yo al pie de la letra.

Si el Señor quisiere diga algo nuevo, Su Majestad lo dará o será servido traerme a la

memoria lo que otras veces he dicho, que aun con esto me contentaría, por tenerla tan

mala que me holgaría de atinar a algunas cosas que decían estaban bien dichas, por si

se hubieren perdido. Si tampoco me diere el Señor esto, con cansarme y acrecentar el

mal de cabeza por obediencia, quedaré con ganancia, aunque de lo que dijere no se

saque ningún provecho [3].

3. Y así, comienzo a cumplirla hoy, día de la Santísima Trinidad, año de 1577 [4] en este

monasterio de San José del Carmen en Toledo adonde al presente estoy, sujetándome

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en todo lo que dijere al parecer de quien me lo manda escribir, que son personas de

grandes letras [5].

Si alguna cosa dijere que no vaya conforme a lo que tiene la santa Iglesia Católica

Romana, será por ignorancia y no por malicia [6]. Esto se puede tener por cierto, y que

siempre estoy y estaré sujeta por la bondad de Dios, y lo he estado a ella [7]. Sea por

siempre bendito, amén, y glorificado.

4. Díjome quien me mandó escribir [8] que como estas monjas de estos monasterios

de nuestra Señora del Carmen tienen necesidad de quien algunas dudas de oración las

declare, y que le parecía que mejor se entienden el lenguaje unas mujeres de otras, y

con el amor que me tienen les haría más al caso lo que yo les dijese, tiene entendido

por esta causa será de alguna importancia, si se acierta a decir alguna cosa; y por esto

iré hablando con ellas en lo que escribiré, y porque parece desatino pensar que puede

hacer al caso a otras personas.

Harta merced me hará nuestro Señor, si alguna de ellas se aprovechare para alabarle

algún poquito más: bien sabe Su Majestad que yo no pretendo otra cosa; y está muy

claro que, cuando algo se atinare a decir, entenderán no es mío, pues no hay causa

para ello, si no fuere tener tan poco entendimiento como yo habilidad para cosas

semejantes, si el Señor por su misericordia no la da.