camino de perfección - teresa de jesús
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Finalidad de la reforma teresiana
La necesidad de una ética comunitaria para hacer una comunidad orante:
amor fraterno, desasimiento, humildad.
Cap. 16 – 18 oración activa y contemplativa / repercusión en la vida
comunitaria
Cap. 19 – 32 grados y matices de la oración vocal, mental, recogimiento,
quietud, y principios de unión
Cap. 27 – 42 el Paternoster Cap. 33-35 Devoción al Santísimo Sacramento
Cap. 36 Superación del sentimiento de la honra y aceptación de las posibles injurias
Cap. 37 Dignidad de la oración del Padrenuestro
Cap. 38-39 Las tentaciones
Cap. 40-41 Amor y temor de Dios / Ley y libertad
Cap. 42 Liberación del mal
en tu cuerpo. Toma una postura cómoda. Relájate, pues
“Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y grande satisfacción en el alma. Está tan
contenta de sólo verse cabe la fuente, que aun sin beber está ya harta” (C 31, 3).
: acéptate tal como eres; deja de lado todas las
preocupaciones y ocupaciones ... Este tiempo está reservado solo
para ti y para Él.... recoge tus pensamientos, pero si no lo logras, no
pelees con ellos, obsérvalos y déjalos pasar; “… nunca supe qué cosa era
rezar con satisfacción hasta que el Señor me enseñó este modo. Y siempre he hallado
tantos provechos de esta costumbre de recogimiento dentro de mí” (C 29, 7).
de su presencia. Jesús te está acompañando.
“Representad al mismo Señor junto con vos y mirad con qué amor y humildad os está
enseñando” (C 26,1).
es el amigo que está escuchando todo lo que tienes que
decirle... “Es muy amigo tratemos verdad con El. Tratando con llaneza y claridad,
que no digamos una cosa y nos quede otra…” (C 37,4).
algo que te ayude a vivir este momento especial. “…procurad traer una imagen o retrato de
este Señor que sea a vuestro gusto; no para traerle en el seno y nunca le mirar, sino para hablar muchas veces con
El, que El os dará qué le decir” (C 26, 9).
descúbrete mirado con amor, “Así que, hijas mías, procurad entender de Dios en
verdad que no mira a tantas menudencias como vosotras pensáis, y no dejéis que se os encoja el ánima y el ánimo,
que se podrán perder muchos bienes” (C 41, 8).
déjale hablar a él... aprende a escuchar esa palabra que no deja de dirigirte:
“¿Pensáis que está callado? Aunque no le oímos, bien habla al corazón cuando le pedimos de corazón” (C 24, 5).
que estás en el cielo: “¿Pensáis que importa poco saber
qué cosa es cielo y adónde se ha de buscar vuestro
sacratísimo Padre? (C 28, 1)… Ya sabéis que Dios está en
todas partes…adonde está Dios, es el cielo… adonde está
Su Majestad está toda la gloria. (C 28, 2) ¡Donosa
humildad, que me tenga yo al Emperador del cielo y de la
tierra en mi casa… (C 28,3)… Las que de esta manera se
pudieren encerrar en este cielo pequeño de nuestra alma,
adonde está el que le hizo… y acostumbrar a no mirar ni
estar adonde se distraigan estos sentidos exteriores, crea
que lleva excelente camino… (C 28,5)
Santificado sea tu
nombre: “Mas como
vio Su Majestad que
no podíamos santificar
ni alabar ni
engrandecer ni
glorificar este nombre
santo del Padre
Eterno conforme a lo
poquito que podemos
nosotros…” (C 30, 4)
Venga a nosotros tu
Reino: “… el gran
bien que me parece a
mí hay en el reino del
cielo, con otros
muchos, es ya no
tener cuenta con cosa
de la tierra, sino un
sosiego y gloria en sí
mismos, un alegrarse
que se alegren todos,
una paz perpetua, una
satisfacción grande en
sí mismos, que les
viene de ver que todos
santifican y alaban al
Señor y bendicen su
nombre y no le ofende
nadie”. (C 30, 5)
Padre nuestro:
“Buen Padre os tenéis,
que os da el buen
Jesús. No se conozca
aquí otro padre para
tratar de él. Y procurad,
hijas mías, ser tales que
merezcáis regalaros con
El, y echaros en sus
brazos…” (C 27, 6)
Hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo: “Porque todo lo
que os he avisado en este libro va
dirigido a este punto de darnos del
todo al Criador y poner nuestra
voluntad en la suya … Porque sin dar
nuestra voluntad del todo al Señor
para que haga en todo lo que nos
toca conforme a ella, nunca deja
beber de ella”. (C 32, 9)
Danos hoy nuestro
pan de cada día: “¡Oh
Señor eterno! ¿Cómo
aceptáis tal petición?
¿Cómo lo consentís? No
miréis su amor, que a
trueco de hacer
cumplidamente vuestra
voluntad y de hacer por
nosotros, se dejará cada
día hacer pedazos.
(C33, 4)… “Oh, válgame
Dios, qué gran amor del
Hijo, y qué gran amor
del Padre!” (C 33, 3)
Perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden: “Pues tened
mucha cuenta, hermanas, con que dice: «como
perdonamos»; ya como cosa hecha, como he dicho. Y
advertid mucho en esto, que cuando de las cosas que
Dios hace merced a un alma en la oración que he dicho
de contemplación perfecta no sale muy determinada y, si
se le ofrece, lo pone por obra de perdonar cualquier
injuria por grave que sea, no estas naderías que llaman
injurias, no fíe mucho de su oración…”
(C 36,8).
No nos dejes caer en la tentación: “El que podemos tener,
hijas, y nos dio Su Majestad es «amor y temor»; que el amor
nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir mirando
adónde ponemos los pies para no caer por camino adonde
hay tanto en que tropezar como caminamos todos los que
vivimos. Y con esto a buen seguro que no seamos
engañadas” (C 40, 1).
Y líbranos del mal: “Paréceme tiene razón el buen Jesús de
pedir esto para Sí… mas ¡tantas ofensas como se hacían a su
Padre y tanta multitud de almas como se perdían! Pues si acá
una que tenga caridad le es esto gran tormento, ¿qué sería en
la caridad sin tasa ni medida de este Señor? Y ¡qué gran
razón tenía de suplicar al Padre que le librase ya de tantos
males y trabajos y le pusiese en descanso para siempre en su
reino, pues era verdadero heredero de él!” (C 42, 1).
AMÉN
“Bendito sea y alabado
el Señor, de donde nos
viene todo el bien que
hablamos y pensamos
y hacemos. Amén”
(C 42, 7/Final del libro)