my simÓn bolivar - santander

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Es un resumen de los libros , my simón bolivar y Santander , del escritor Fernándo Gonzáles.

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INDICE

Introducción.......................................................5Lucas Ochoa........................................................7-9Como arrojaron a Lucas de la universidad...........10-11Una carta de Lucas..............................................12-14Salida para Nueva York........................................15-16En Nueva York.....................................................17Visita a Lucas Ochoa...........................................18-21Porqué y cómo se casó Lucas...............................22Aparece el libertador............................................23-26Retrato................................................................27-29La voz..................................................................30-31

Mi Simón Bolívar

Fernando González

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INTRODUCCIÓN

Soy amigo de Lucas Ochoa. Algo así como su discípulo, aunque a ratos me burlo de él. Estoy convencido de que es necesaria cierta dosis de ironía para la admiración inteligente. Me explicaré: sólo los inferiores admiran con seriedad. La vida es en todas sus fases movimiento. Todo

vibra. Por ejemplo, la densidad proviene del grado de vibración de las moléculas, o mejor, de los electrones. De ahí que un sentimiento puro, la admiración pura... ¿Qué mujer ama a quien la adora ciegamente? Una pasión así carece de gracia.Pero es demasiada fi losofía para afi rmar que soy amigo de Lucas Ochoa. ¡Es tan sabrosa la metafísica!En todo caso, lo evidente es que Lucas y yo sostenemos como un primer princi-pio que el hombre es centro del universo, el cual es alimento para su conciencia.Emocional llamamos nuestro método. Comprender las cosas es conmoverse; hasta que uno logre la emoción intensa, no ha comprendido un objeto; mientras más unifi cados con él, más lo habremos comprendido. De ahí que sea tan viva la defi nición de la belleza cuando se hace consistir en la cualidad de los objetos que nos incita a poseerlos. El amor es la tendencia a la unifi cación. El supremo senti-miento místico es la concentración de la conciencia en Dios: una unifi cación tan completa, que llega a producir el éxtasis.Nosotros llamamos sabio al que ha sentido vivir el universo y ha vivido con él. De ahí la gran idea trascendental de Lucas, que verá el lector más adelante, acerca de la conciencia. Por ella divide así a los hombres: fi siológicos, hombres maridos, hombres cívicos, patriotas, continentales y hombres de conciencia cósmica. Este último es el sabio; se ha unifi cado con el universo y percibe esa unifi cación; se percibe a sí mismo como Dios. ¿No somos hijos de Dios y, por consiguiente, dioses?El sabio, mediante el método emocional, ha percibido la voluntad de todos los seres y las ansias de todo lo que existe. Mediante ese método ha hecho que su conciencia, por decirlo así, avanzara sus raíces, como inmenso árbol, a través de todo lo que existe, para nutrirse de ello. “Nada es extraño a mí”. En realidad, la conciencia es todo en el hombre y el secreto de la sabiduría consiste en vivir con todas las cosas. Para entender al niño hay que tener la emoción infantil. Para entender a los astros hay que vivir con ellos...Me viene ahora el recuerdo de un albéitar: el caballo no se dejaba colocar en la pista y caracoleaba fogoso.

Cómo no perseguirlo, a Lucas, mi vecino?... Sus barbas efíme-ras, muertas en las mejillas, son retrato de su ánimo; indican sus grandes ritmos, euforias y depresiones. Durante treinta

o cuarenta días crecen y vemos entonces al loco, de ojos ansiosos parecidos a los de Benito Mussolini... (cuando retratan a este señor, ensaya unos ojos feroces como si fuera a comerse a Francia y a la señora Kolontay).Si Lucas está en posesión de sus barbas, su andar es variado, rápido o lento y sus ideas van en pos del reposo o de alguna mujer y habla de la castidad. Sus vestidos son anchos, viejos vestidos enviados por algún hermano rico. En sus bolsillos van los tratados acerca de los Budas, de los astros lejanos, teologías, magias y libretas...Era un día de barbas. Los rayos solares calentaban hasta el el hervor cuando me encontré con Lucas. ¡Pobre Lucas! Sonreía. Y me confesó el motivo: delante iban unas jóvenes mujeres y él hacía una semana que padecía por el ímpetu carnal, por su gran capacidad de ser absor-bido por la hembra: me dijo:“Hace días que lucho y al primer descuido se desvía mi imaginación. Ahora sonrío. Pienso: ¡Qué agradable lo que estoy sintiendo al ir en pos de estas

LUCAS OCHOALUCAS OCHOA

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mujeres armo-niosas! Me salvaré, pues

sonrío. He logrado desdoblarme ya y contemplar objetivado al Lucas Ochoa

sátiro. Ahí va delante el lascivo Lucas, y yo, la razón pura, voy aquí contigo riéndome de él, del

pobre atormentado.“Agosto 30.—Lucas Ochoa no se enoja. Será una razón pura.

Será lento, muy lento. Tiene Lucas treinta y cinco años. Lo encontré un día al descender de la montaña Santa Elena

en cuyas faldas está la ciudad. “Por todas esas cimas —me dijo señalando las que enmarcan el estrecho valle del río— voy en los días sin trabajo, detrás de Lucas, espiando al hombre apasiona-do, aconsejándolo...”.Era domingo. Venía con las manos en los bolsillos de los panta-lones y con el andar pausado del hombre amigo de sí mismo. De lejos se veía el fi ngimiento, la imposición de la voluntad enfer-miza sobre los nervios locos, sobre las meninges irritadas. Es el hombre de su idea. ¿Cómo camina, o cómo habla o cómo ríe? Según su idea. Es el hombre indeterminado. Venía

con andar mecido y sonrisa despreciativa y de compla-cencia propia. ¿Qué pensaba? Sólo mías, porque lo

admiro, son sus confi dencias. “¿Cuándo lograré quererme a mí mismo —me dijo— como se

quiere el andaluz afi lador que va con paso circunspecto arrastrando

el mollejón y

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sonando de vez en cuando una mu-siquilla impertinente? Ahora cultivaré

un sentimiento que acaba de nacerme: el orgullo. Allá arriba, al borde de una

fuente diáfana, sentí de pronto que en el uni-verso puede uno engreírse cuanto quiera; que el

complejo emocional es la realidad. Todos estos son cabos de hombres, pedazos de humanidad envanecida.

Ocuparé todo el espacio como un Hermano Cristiano. Yo también, como él, soy hijo de Dios. Caminaré con desprecio

por todo lo humano y a todo lo miraré con desdén”.Otras veces sube a las montañas con sus hijos y los cui-

da con amor infinito, pero va anotando en la libre-ta: “No enojarse. Contención”.

Me interesa Lucas porque deseo que la re-velación de sus cuadernos íntimos haga

conocer al mundo, en su “Simón Bolívar”, la imagen que se formó del hombre Suramericano. Esas li-

bretas deben ser interesantes, porque en ellas debe palpitar el Simón Bolívar de un fi lósofo enfermo, quizás de un fi lósofo místico. Por-que ellas pueden decirnos de qué manera llegó a enamorarse Lucas de su héroe; cómo se fue formando la imagen a medida que aumen-taba el hervir de su cerebro; cómo lo extrajo, palpitante y nítido, del fárrago de la literatura hispanoamericana; qué hacía para ir en pos de su héroe, en busca de Simón, y, en fi n, cómo su conciencia, que se pierde en la locura, lucha por defenderse con el recuerdo de un hombre que fue todo amor a la tierra y a la realización de sueños.

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Los Padres Jesuitas expulsaron a Lucas, quien había demostrado demasiada personalidad desde su primer método y ensayo psicofi sio-lógico.

Don Juan de Dios, su padre, lo llevó a la Universidad de Antioquia.A los quince días, cuando ya había aprendido Lucas que el mapa de Suraméri-ca se parece a un jamón con tres grandes venas, una en la parte más ancha (que es el Amazonas) y que se encuentra amarrado a Norteamérica por una débil longaniza, le dijeron:—“Vea, jovencito. Allá en la capilla está el Padre Marulanda absolviendo estu-diantes. Vaya, confi ésese”.—“Yo no me confi eso”.Don Estanislao, el doctor Pacho Güedes y otros hombres ceremoniosos, docto-res vestidos de negro, fueron a don Juan de Dios y lo asustaron con la narra-ción de este caso único de rebeldía y con la descripción completa del maligno retraimiento de Lucas.La junta de estos señores, resolvió encomendar al Padre Marulanda la conver-sión del incrédulo.—“A ver, Lucas; hay que confesarse; camine, camine yo lo confi eso”.—“No, Padre, porque tengo un pecado que...”.

Cómo arrojaron a Lucas de la Universidad

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—“Vivíamos en Girardota, Padre, en una

finca, cuando a la vecina Rosa María le apareció en la bóveda pala-

tina un flemón así de grande y afirmaron que era un cáncer los médicos del pueblo.

Prometió al Señor Caído, doña Rosa, irse ca-minando de rodillas desde la puerta de la iglesia

hasta el nicho de la imagen. Y así lo hizo la vieja, siendo esto para todos motivo de santificación. Al

llegar al santuario del Señor Caído cogió un cabo de vela, manoseado por todas las beatas y por el sacristán, y se lo introdujo... y más aún: se lo tragó, pues fue en la boca donde se lo introdujo.Después de esto y al pasar Rosa María por cerca de mi burro, el animal le dio una coz en la boca tumbándole al mismo tiempo la inflamación y los dientes y deján-dola curada.Al volver a la finca me llené de una ira majestuosa

contra el burro milagrero y casi lo mato a palos. Desde entonces, Padre, estoy convencido de

que soy un hombre desgraciado y apenas propio para presbiteriano”.

La rectoría, en vista de este pe-cado, expulsó a Lucas de la

Universidad.

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Ningún esfuerzo humano he omitido para hacerme a todos los documentos precisos, según la psicología moderna, que me pongan en posesión del personaje.

En mil novecientos veinte, Lucas Ochoa tuvo una especie de amorío con una negra, vibrante como el caucho crudo, según expresión de mi propio biografi ado. De ella obtuve algunas cartas de Lucas, la siguiente de las cuales nos suministra datos preciosos acerca de su temperamento:“Mi ángel negro: Llovió durante un mes y hoy hace un sol abrasador y el cielo es todo tentación. Pienso en cosas agradables. Ayer crucé cerca al cadáver de un gato y me dije: debe haber olores que no percibimos. Lo mismo respecto a sonidos, sabores y luces. ¿Por qué, entonces, no podría haber otros seres que no vemos, ni oímos, ni sentimos, ni olemos...? Queda así comprobado, Negra, que es posible la existencia de seres igno-tos. Aquí, a mi lado, puede haber otros seres; un mundo dentro de éste. Creemos que el sonido que no oímos, no existe. ¡Es curioso el antropomorfi smo! ¡Cuántas maravillas y terrores habrá!Gustar es afi nidad entre el sujeto y el objeto. Aquí está el origen de la diversidad de clasifi caciones estéticas y morales, porque también el lobo tiende a asesinar, a devorar al hombre. ¡Cuán determinadas por nuestra

Una carta de Lucas

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constitución orgáni-ca son todas las apreciaciones!

Mi constitución orgánica, ya que perte-nezco a la especie homo, me hace parecer, que-

rida amiga, como el súmmum de todo lo agradable reposar sobre tu cuerpo.

Un gallinazo... Si yo fuera gallinazo, ¡cuánto me re-pugnaría tu carne negra, lavada y nueva...! ¿No te parece

esto muy curioso?Es evidente que todo esto no conduce a ninguna conclusión im-portante; ni esa ha sido, en modo alguno, mi intención. ¡Que Dios me libre de deducir proposiciones generales y pesimistas! Tampoco te enojes, pues con el mismo brío con que hoy comprimo contra mi cuerpo tu organismo vivo, devoraría los senos descompuestos de tu cadáver, si fuera yo un gallinazo. Te amaría con igual entusiasmo. El amor es afi nidad. Aquí tengo la prueba de ello. Oye: cuando estoy débil, fl áccido, después de tus caricias, siento desagrado al verte. Y la afi nidad entre tú y yo se restablece con dos días de reposada cas-tidad. Te amo, o sea, me atraes, porque entre tú y yo no puede

haber conversación: besas, pero no dialogas; murmuras úni-camente. Hablas para expresar tus sensaciones oscuras,

pues la conciencia no se ha especializado en ti.No deduzco nada de esta observación, a no ser

que los gustos dependen de la constitución orgánica; que sólo percibimos lo

que nos es posible; que

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las diversidades de conducta y de apreciación proceden de diferencias,

quizás débiles, de los organismos. Yo comía tierra, hace veinte años, poco más o menos. Hoy

me gusta el olor de la tierra mojada. Por eso orino contra las paredes sin cal y aspiro el vaho con delicia. Una

vez la abuela, para curarme, me hizo comer tierra amarilla: y después me dijo que era de cementerio.Ayer, mientras hacía eso, pensé: ¡Cuán lejos estoy de la divinidad y

de cuántas pequeñeces están llenos mis días!Pero oler un muro humedecido y formar en mi

patria una revolución son asuntos de igual importancia si se consideran desde el punto

de vista que no sea el aprecio que de ellas hacen mis conciudadanos.

Los seres determinados por formas son ilusos: irremediablemente

deben reaccionar. El ciento por ciento de los hombres viven ilusos. El que salió del vientre materno, entró al reino de las formas y como tal debe obrar. Fatalmente amará y su amor es materia, por espiritua-lizado que aparezca. Pero sí podemos ascender en ilusiones... Ese es el ideal religioso y el heroico. Cierto que el hombre todo es energía sexual, pero también es verdad que puede dirigirse a remotos ideales. ¿Dónde está la grandeza?Por consiguiente, he resuelto abandonarte. La lógica entre lo anterior y esta determinación no la entenderás tú. Yo nací para místico, místico tentado por la carne. Adiós”.

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Don Juan de Dios, hombre rico y prudente, decidió enviar a lucas a Nueva York, después de ser arrojado de la univer-sidad, para que allí terminara la formación de su corazón

y de su inteligencia y también de su cuerpo, a pesar de que era un mozuelo espigado y de buenos músculos. Al padre de Lucas le habían informado que en los Estados Unidos de la América del Norte los jóvenes era como enormes larvas, larvas de superhombres; que allá todos, hombres y mujeres, a causa de la gimnasia y de la inocencia eran como bolas de mantequilla, rubicundos y tiernos, y que muchos a los quince años lanzaban un balón hasta un kilómetro de distancia de un solo puntapié. Esto le hizo concebir el viaje de su hijo y formar la resolución inquebrantable de bautizar con el nombre de Dolly a su futura hija.Una mañana de febrero aparecieron en la portada de la hacienda cua-tro personajes: don Tomás Lalinde, ingeniero entonces del ferrocarril de Antioquia en el sector de Pavas; don Juan Arango que iba a Nueva York a estudiar el manejo de unas máquinas recién llegadas al alma-cén de sus consocios y el joven Hoyos que llevaba el laudable fin de aprender a repartir empréstitos así: dos millones para mí, uno para

Salida para Nueva York

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mi hermano Antonio, medio para mis

amigos yanquis y medio para el ferrocarril. También tenía el proyecto

de aprender un poco de ingeniería. El cuar-to de los personajes, el Padre Navarro, francis-

cano español, llevaba para Tierra Santa el precio de la salvación de las almas colombianas, el precio

de las medallas y del vino para consagrar. Tomaron a Lucas y se despidieron. Todos habían comulgado antes

de emprender el viaje y como estaban en santa gracia de Dios sostenían edificante y animada charla, menos Lucas que iba silencioso y pensaba:“Mi familia no me quiere y desea alejarme. De mí emana un fluido antipático. Nadie...”.La meditación de Lucas fue interrumpida en mitad de un bosque por la súbita aparición de un tigre que asustó la mula en que cabalgaba abstraído adelante de sus compañeros. Desbocada la caballería y maltratado Lucas no fueron a parar hasta la orilla del próximo

pueblo. Los santos compañeros comentaban: “Indu-

dablemente está perdido. Se fue adelante en busca de mujeres. Don Juan de

Dios no obtendrá nada de este sinvergüenza”.

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Llegó Lucas Ochoa a Nueva York. Los jóvenes en realidad muy fuertes, pero a causa del color no le agradó la juventud a Lu-cas. Una epidermis que deja escapar la alegría vital y los vellos

dispersos que salen cada uno de pequeñas protuberancias como de carne de gallina. Indudablemente, pensaba, ¡qué larvas de hombres más fuertes componen la juventud yanqui! Y apuntaba en su libreta:“Hay demasiada inocencia, demasiada naturalidad. Hay demasiado impudor natural”.Estudió matemáticas y una judía le robó el dinero, mientras lo abrazaba.Atentamente analizó la vida, fríamente, y concluyó en su cuaderno de notas que la prosperidad se debía a las siguientes circunstancias:“I.—No hay primos hermanos. Los pobladores han llegado de dife-rentes partes.II.—Nunca en la misma cama se acuestan los blancos con los negros, de suerte que no existe el mulato.III.—No hay vicios solitarios en la juventud.IV.—Cada uno depende económicamente de sí mismo y nadie sabe definir el concepto de Estado.

V.—Los sacerdotes usan pantalones”.

En Nueva YorkEn Nueva York

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Mediante ella expe-rimenté la ley del conato, a sa-

ber: inhibiendo todas las actividades, menos una, ésta adquiere una intensidad

como la de los rayos solares en el espejo ustorio.Se llamaba Mrs. Willson y era hija de Mrs. Olcott,

secretaria de H.P. Blavatsky. Pero... ¡Cuán difícil fue para mí el Yoga inhibitorio, desnudo al

lado de Mrs. Willson, desnuda también!Cuando logres inhibir todos los movimientos musculares, quedará unifi cado el campo mental —me decía la hija de la secretaria del fundador de la Teosofía—. Pero mis músculos, sobre todo uno, revelaban en los primeros días la irregularidad de mi campo mental...Sostenía la señora Willson que la sensualidad suramericana pro-venía precisamente de falta del Yoga muscular; que los latinos...

Yo le argumenté que no había sido siempre así, pues Cer-vantes asegura que en tiempos anteriores hubo en España

vírgenes que durante setenta años recorrieron, con su virginidad a cuestas, todas las rutas de Sierra Morena,

sin dormir una noche bajo tejado. Esto no es nada —interrumpió la señora Willson—; en los

Estados Unidos abundan las virginida-des centenarias.

En días anteriores ha

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Resolví visitar a Lucas y captarme sus apuntes con el cebo de la admiración.Era domingo y estaba en el baño, a descubierto, tendido cerca

del agua, con sus hijos, desnudos, recibiendo el sol de la mañana.—El cuerpo desnudo es una gran universidad —me dijo cuando entré—. Todo está en el cuerpo; la inteligencia es el resultado de la armonía cósmica orgánica.—En tus cuadernos, Lucas, hace falta el fenómeno clerical para com-pletar tu estudio profundo de la América del Sur.

—Todo aparecerá —me respondió—, y tendremos completa la cuna de nuestro héroe. En mi interior escudriñaré los datos. Practiqué las ciencias ocultas en la América del Norte: la Ciencia Cristiana, el Yoga, la Teosofía...Una viuda yanqui me enseñó a tenderme en una cama, desnudo, boca arriba, mirando a la techumbre, o hacia el cielo estrellado, para concentrar las fuerzas interiores, inhibir los músculos, las emociones, los pensamientos, los deseos, hasta percibir la imagen del yo, el cuerpo causal, fl otando en el techo o en las esferas interplanetarias.¡Cuánto debo a esa viuda! Ella fue mi maestra de concentración; me enseñó que todas las actividades se ejercen por medio de los músculos.

Visita a Lucas OchoaVisita a Lucas OchoaVisita a Lucas Ochoa

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bía yo invitado a mi joven pro-fesor de Psicología experimental

(Mr. Reed) para que fuéramos, al salir de clase, a ver subir las muchachas al tran-

vía. Muchas gracias —fue entonces su respues-ta—, usted sabe que yo no me ocupo de tranvías.

Comprendí, por el tono de su voz, que la juventud yanqui no tenía la noción de ver subir las muchachas al

tranvía. Y anoté en mi libreta: “Un pueblo que no se preocupa por las piernas, será eternamente un pueblo rico”.

A los dos meses yo era un experto en Yoga. Sabía que el hombre es un microcosmos y que mediante la

inhibición puede dirigir su fuerza mental en la dirección que elija y percibir con toda exacti-

tud lo que desee.¿Qué otra cosa sino grandes técnicos

en Yoga han sido los multimillo-narios yanquis?

Y la señora Willson me obsequió un libro titulado así: “Cien millonarios norteamericanos”.Supe por casualidad que muchos de mis compatriotas se habían consagrado a esas disciplinas. Que Pedro Nel Ospina (el Gene-ral) había adoptado el Yoga del petróleo, y el joven Hoyos, el de los empréstitos. Desnudos, mirando al techo, se concentraba el primero así: Oleoducto...Tropical... Subsuelo... Presidencia... y el segundo beatífi camente repetía: dos millones para mí... medio para el ferrocarril...Mientras me disciplinaba le correspondía el turno a un condiscí-

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pulo muy alto y tímido. Mrs. Willson me contaba sus difi cultades para hacer-lo desnudar: era Carlos Lindbergh que se entrenaba para ser el as del vuelo.¿Quién más preparado que el discípulo predilecto de la señora Willson, yo, Lucas, poseedor de aparatos de mensura psíquica, para describir el ambien-te social, la cuna material, el nido psicológico del héroe y para medirle las hormonas y los trifonas al Libertador? Porque tú debieras conocer que los trifonas tienen tanta importancia como las hormonas en una biografía. Estos son excitantes de la actividad funcional y provienen de glándulas especiales, mientras que los trifonas son sustancias fabricadas por ciertos glóbulos blan-cos de la sangre y presiden la cicatrización y regeneración de los tejidos.La gran actividad provenía de las hormonas en Bolívar, El Liberador; pero era un efecto de los trifonas su magnanimidad, el olvido de las injurias perso-nales. Al gran desgaste de los trifonas se debió la vejez prematura de este ser superior que efectuó su obra con hombres tan pequeños que toda su vida fue un perenne des de poder cicatricial.Interrumpí a Lucas, que era interminable cuando hablaba de su vida nor-teamericana, y como la fi nalidad de mi visita era instigarlo a una completa descripción de Suramérica, le dije:—Los dos años de matemáticas y además tus experimentos en la cama de la viuda y en la escuela del profesor Reed, te capacitan para medirle las glán-dulas de secreción interna al General Bolívar y a los pequeños héroes que lo acompañaron. Pero debes preparar el campo. Buscar dentro de tus células al negro, a la negra, al mulato, al cuarterón, al español criollo y al empleado público recién llegado de la metrópoli peninsular.Y a propósito, amigo Lucas: ¿cuando te reconcentrabas para percibir tu cuerpo mental, no viste, por casualidad, en la cama de Mrs. Willson a los Reverendos Padres?...Como únicamente el sueño después de un trabajo intenso y moderado es mejor que la alabanza, obtuve que me diera una libreta y la promesa de otras.

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Mañana te contaré la historia de mi matrimonio”. Amanecieron llenos de luz el valle y a montañas.Y Lucas me narró la historia, sentado sobre un mamelón que

domina todo el curso del río:—Hacía dos años que había vuelto de los Estados Unidos. Una mañana de luz, como ésta, conocí a Berenguela. Me dominó la energía del espacio entre sus ojos risueños. En ese lugar reside el aura de la inteligencia.Leyó por casualidad algunas de mis libretas y me dijo que me admiraba.—Yo deseo casarme con una mujer que me admire.Nada me contestó, pero me pidió más libretas. Cuando insistí, me dijo que me compadecía. Le llevé otros cuadernos, los más íntimos, diciéndole que quería casarme con una mujer que me compadeciera.Tampoco respondió, sino que al mes, después de leerme, me dijo que me despreciaba. Contestéle que yo quería precisamente casarme con una mujer que me despreciara; Por eso nos casamos.

En realidad, ¿qué otra cosa es el hombre, el hijo de Dios, sino un ser admira-ble, digno de compasión y despreciable?Yo me admiro, me compadezco y me desprecio.Hemos sido muy felices, ¿por qué?: porque nos casamos conociéndonos.

Por qué y cómo se casó LucasPor qué y cómo se casó LucasPor qué y cómo se casó LucasPor qué y cómo se casó Lucas

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Tal como queda descrito era el ambiente psíquico de Lucas Ochoa en enero de 1930, cuando apareció en él la obsesión del Liberta-dor Simón Bolívar y apareció en mí la idea de este libro.

Una mañana de sol, después de algún tiempo de no verlo, me dijo que tenía grandes noticias para comunicarme. Noticias anímicas —añadió— pues nosotros, hijos de los libros, no tenemos sino noti-cias psíquicas.A este nervioso hijo del libro hay que agarrarlo cuando hace sol y no hay vapor de agua en la atmósfera. Entonces —dice él— mi atman es cósmico.

Inmediatamente nos pusimos en camino hacia la quebrada “La Sebastiana”, muy rumorosa, que se despeña desde el alto de “Las Palmas” hasta el río Medellín.Por el camino nada quiso comunicarme. Hablaba, muy preocupado, acerca del dinero: “A los treinta y cinco años el intelectual necesita mucho dinero para realizar su mente. Estoy cansado de viajar alrede-dor de mí mismo, limitado por el cerco de mis prejuicios, limitado por las cimas que enmarcan este valle”.A pesar de su movilidad espiritual me sorprendió esta cantaleta del dinero en quien había escrito lo siguiente:

Aparece el libertadorAparece el libertadorAparece el libertadorAparece el libertador

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“Aquí estoy en el espacio, pero estoy en todas

partes, porque hay algo en mí que es ubicuo. Soy hijo de Dios y él es ubicuo.

En el hijo está el padre. ¿Puede no haber en mí algo de mi padre? No necesito riquezas, ni tengo la

intranquilidad viajera de San Pablo”.“Necesito —repetía por el camino— ir a Caracas; recorrer

toda Venezuela; remontar el Orinoco, el Apure y el Arauca; venirme por Casanare y pisar todo el territorio que fue teatro del drama boliviano”.De pies y desnudos sobre las grandes piedras de “La Sebastiana”, sobándonos los cuerpos con masajes mesméricos y las narices dilatadas al aire oloroso a musgo, oía yo a Lucas monologando de la siguiente manera: “Querido amigo Fernando: aprende a saber que somos cósmi-cos. El método es el emocional. Repite, hasta asimilártela, la siguiente frase: somos cósmicos, hijos de Dios. Expándete hasta donde lo permita la intensidad de tu espíritu, hasta

echar raíces en los astros. Realiza en ti el hecho de que estamos fl otando, circulando, a través del espacio.

La tierra abrazada por el sol. Somos tan hijos del sol como de la tierra. ¿No percibes que ésta

es poseída por el sol? ¿No percibes que el espacio está todo unifi cado?

Somos uno con el agua

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en que nos hundimos, con el musgo que olemos, con el universo que se

entra por nuestros poros. Aquí, en esta quebrada, en esta agua diáfana, se siente cuán

maravillosa es la continencia, la castidad del ojo, la castidad del oído, la castidad del tacto...”.

“Imitemos la educación que recibió el Libertador: Pongamos al sol, a toda la energía, cada parte de nues-

tros cuerpos desnudos. Pongamos al sol nuestras glándulas seminales y dejemos que él penetre en todos nuestros esfínteres.

Así fue educado Simón Bolívar, entre el agua, entre el aire. Nosotros hemos vivido entre los libros”.

“El sol penetra en mi garganta y calienta mis dientes duros. Para rehacer a Colombia debemos enseñar a los

niños el amor cósmico; alejarlos de las letanías, de las escuelas sentadas”.

Lo dejé revolcarse en la grama, sobre su madre —como llama él a la tierra— y cuando juz-

gué oportuno le dije:—¿Por qué temes a los perros? En tu última libreta...

—Yo sólo temo a los temblores de tierra y a las tempestades. A los perros... no. Es que ellos me recuerdan a Manuel. Tenía una gran energía; se acerca-ba a los perros rabiosos y estos se humillaban ante él. Así nos humillamos los hombres ante Dios.Respecto de las tempestades y los temblores de tierra te diré que mi espíritu se enloquece con una angustia indefi nible. Percibo entonces con evidencia que soy hecho; siento la tristeza de ser hechura.

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Desde hace algunos días estoy sentado a su puerta y no la abandonaré hasta que me entregue toda su grandeza, el secreto de su actividad.Hasta hoy estuve equivocado en la aplicación de mi método. Creaba yo el perso-naje, y resulta que éste debe ser real, independiente de nosotros, para asimilarnos su belleza. Primero fue Bolaños, luego Jacinto y después Elías; eran personajes creados por mí y, por lo tanto, sólo tenían lo mío. Pero claro está que en el método emocional los objetos que han de servirnos para nuestro acrecentamiento deben ser completamente objetivos. La belleza o energía está regada en el universo y pode-mos asimilárnosla.Ahora mi solo deseo y mi fi nalidad única son realizar en mí, vivirlo, a Simón Bolí-var. Pero necesito mucho dinero, porque mi héroe era inquieto y para revivirlo es preciso recorrer todo el lote americano que le sirvió de escenario. Necesito bañarme en los arroyos de las vecindades de Caracas, en el lago de Valencia, en donde lo hizo pasar su niñez el preceptor. Recorrer el Orinoco y sus llanuras... En fi n.El Buda me tiene hastiado; soy, en resumen, un metafísico que necesita cambiar de actividad.He descubierto que el único hombre cuya conciencia haya sido siempre continen-tal, en Suramérica, y que por instantes tuvo conciencia cósmica, fue el Libertador.A poco me dije a mí mismo: ¿Qué me importan mis personajes abs-tractos? Bajaré a la tierra a buscar al hombre de acción. Aquí tengo uno que recorrió, en ir y venir constante, millones de kilómetros cuadrados, bregando por formar hombres y patrias. Si no hubiera existido esta tierra por independizar de España, indudablemente no habrían podido aguantar en su casa a Simón Bolívar. Es el tipo de hombre de acción que yo necesito para curarme de mi cansancio ideológico.Ya me estaba separando de la tierra y ésta se empequeñecía. Soñaba con mi espíritu en las regiones interestelares y me parecía ver allá lejos un globo pequeño, y cerca otro más pequeño, como un lunar, el cual era la luna. Y me decía: ¿qué me importa lo humano? Todo es efímero; busco la esencia.

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Voy a animar al hombre que vivirá conmigo en “El Noral”. Ahora, en 1828, tiene 45 años y yo tengo 35; pero él revela 50. Comere-mos legumbres, arepa, y él preparará la ensalada, según las damas

de Francia; los domingos, oiremos misa sin cruzar las piernas al sentarnos; hablaremos de Voltaire, algo de los italianos e ingleses, y mucho de literatura española. Leeremos los clásicos latinos y griegos, en francés.Tiene el General mucho espacio entre la nariz y la boca; como en 1825 se afeitó los rubios bigotes y patillas, se percibe más esa característica del sensual, y la cara parece más larga.O¨Leary lo midió: cinco pies, seis pulgadas inglesas. Durante una hora me he ocupado en reducir esto a centímetros y en hacer señales en la pared. ¡Era muy pequeño! Un metro con sesenta y siete centímetros. Yo tengo un metro setenta y tres, y soy de estatura mediana. Después me fui a buscar individuos de un metro sesenta y siete centímetros a la carretera, para tener la percepción visual de los de ese tamaño.¡Qué individuo tan inquietante! Patillas y bigotes rubios, y pelo y ojos negros en una cara larga, morena, hacen un rostro inquietante. Así era hasta 1825. Agreguemos a esto los dientes perfectos, la nariz recta, menudo y endurecido el cuerpo y una vibración emotiva constante. La nariz recta, o sea, no forma ángulo, con la frente.

RetratoRetratoRetrato

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vi que eran muy delgadas, pero los músculos se percibían, no hipertro-

fi ados, formando surcos y vendajes. Es un hombre sin grasa. Su gran órgano es el

cerebro poderoso, y también el cerebelo; la frente se bomba y el cerebelo es protuberante, aunque no

parece cabezón, a causa de que el eje fronto-occipital es muy largo; en las sienes se estrecha la cabeza. Tejido adiposo,

no hay; todos son especializados.La pantorrilla gorda es de mujer; en Inglaterra, los hombres

tienen piernas que parecen zancos de madera, y es porque son andarines. Un hombre con pantorrilla rebullida, es

desagradable. El macho debe ser todo endurecido como un vergajo. Así es Su Excelencia: carece de

lo superfl uo y abunda en lo necesario, a saber, un esqueleto óseo relleno de

sustancia nerviosa y de glándulas, accionado por músculos. Pero

no músculos de circo. En el día de hoy estamos en los Llanos, en el Orinoco, en 1819, y tenemos 36 años. Antes de que reviva en mí y que me responda rápida y ásperamente, tendré que gastar días y días en mi método:1° Levantarme todas las noches a la una y meditar en algo acerca de él.2° Seguir su mismo régimen dietético y amueblar la casa como si él viviera aquí, descansando durante unos pocos días de sus gran-des trabajos, de los insultos de los rábulas bogotanos, encabeza-dos por Francisco de Paula Santander.

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Menudo, pequeño, altanero e inquieto. El hombre

alto es infantil; para ser jugoso hay que ser pequeño. Los órganos genitales pequeños,

los testículos duros y los cordones de que penden, cortos. El escroto debe permanecer adherido al bajo

vientre. Así es Su Excelencia, pues hoy nos bañamos juntos en el río...

O�Leary hace notar que el pecho es delgado, y así es, pero tiene una gran capacidad de la caja torácica. En un momento en que se estiró, levantó los brazos, hundió el vientre y sacó el pecho, se percibía el poder pectoral. Así, no me pareció delgado; en tal sentido, no estoy de acuerdo con O´Leary, a pesar de que el Libertador murió tísico: Esta enfermedad se le desarrolló en Bogotá, en septiembre de 1828. No hay que confundir la capacidad ósea con la gordura. En Estados Unidos, durante un tiempo que estuve en Garden Hospital, con motivo de una parálisis (hemiplegía derecha), vi muchos con-valecientes: quedaban anchos, a pesar de la fl acura. Mientras que en Suramérica he visto los gordos, que al enfl aquecer, quedan

delgados: ¡Todo es tejido adiposo!Después de que salió del río, observé que se acariciaba

los pies, antes de calzarse. Estos órganos, así como las manos, son pequeños y muy bien hechos.

En Bogotá guardan unas botas suyas que parecen de mujer.

Respecto de las piernas,

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Era metálica, parecía un clarín, dicen los que lo conocieron en su juventud. El General Miller, quien le conoció en 1824, dice que su voz era gruesa.

Es fácil la explicación: El Libertador comenzó a envejecer rápidamen-te en 1824. Su órgano principal, la causa de su genialidad, fueron las glándulas intersticiales: De ahí su gran voz metálica y su figura inquieta, para la que eran impropios los salones. No estaba bien sino en el ámbito suramericano. Desde 1824 comenzaron a degenerar esas glándulas, en provecho de las seminales, y por eso su voz se fue haciendo baja, voluminosa.

He observado que los hombres castos durante la juventud y edad madura, tienen voz metálica, vibrante, y que los jóvenes entregados al sexo poseen voz gruesa, baja, voluminosa.Se puede hacer la siguiente división:1º Hombres de voz gruesa: Buenos para amantes, muy lentos, sin voluntad, inteligencias opacas.2º Hombres de voz de clarín: Voluntad firme, sensualidad creadora, inteligencias cortantes, amantes pésimos, rápidos.He practicado observaciones durante estos cincuenta días que llevo

la vozla vozla voz

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de retiro: Los gallos que he dejado en el gallinero

cantan de un modo opaco y grueso, y los que tengo aislados parecen clarinetes.

¡Cuánta diferencia en la energía que emplean para saludar al sol! Pues el Libertador, en realidad, sólo

en Lima tuvo tiempo y ocasión para dedicarse al lecho. Antes no, por muy enamorado que fuera. La voz del

Libertador parecía un clarín, a causa de sus glándulas intersticiales óptimas.

Desde 1824, a los 41 años de edad, principió a envejecer, a causa de la atrofi a de las intersticiales, en benefi cio de las seminales, y de ahí su voz ronca.Por supuesto que estas son hipótesis. Determinar las causas de una decadencia orgánica, ya que el organismo es una sinergia, es algo imposible. Pero, en todo caso, el Libertador, comparado con cualquier joven de hoy, no fue mujeriego. Copio aquí un párrafo de la carta que escribí a una amiga que se documenta

acerca de él:“...Ahí va una carta inédita de Bolívar para doña Manuelita

Sáenz, escrita en 1829, en la cual la despide. Queda compro-bado que el Libertador no fue cónyuge. Era que doña

Manuelita se agarraba. ¡Pobre Bolívar, obligado a amanecer con ella, a pesar de su repugnan-

cia por los amores conversados!”.

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SantanderSantander

Fernando GonzálezIndice

Prólogo............................................ 3 Capítulo primero..........................5-10 Capítulo Segundo.......................11-13 Capítulo Tercero.........................14-15 Capítulo Cuarto.........................16-17 Capítulo Quinto........................1.8-19 Capitulo sexto............................20-21 Capítulo Séptimo.......................22-23 Capítulo Octavo..............................24

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PRÓLOGO

Cuál el lienzo para el retrato de Santander? En el ambiente psíquico del autor se recortará la imagen del que vamos a resucitar. Defi namos nuestro ambiente.Todo lo que sucede estuvo latente en la realidad anterior y está grávido

del futuro. El drama histórico es desarrollo, en zigzag, hacia el equilibrio divino, conjeturan unos, y en eterno retorno suponen otros. Los hombres intervienen en la historia como expresiones de la latencia, de lo que subyace y que brega por ma-nifestarse. De ahí que el universo sea voluntad y representación. Hombres históri-cos son aquellos en quienes encarna la potencia en forma de instintos y reacciones actuantes; en ellos o por ellos se representan los pueblos y la humanidad toda. De ahí el criterio para medir el grado de historicidad de un personaje, que consiste en la cantidad de latencia que representa.Como vemos, de aquí está ausente la vulgar idea de causa: lo que comunica su ser a otro; creación de la nada. Y está ausente la noción de libertad. No caben aquí insultos ni alabanzas. Nadie es culpable ni tiene gracia: el Ser, el único, la sustan-cia, se representa en desarrollo lógico, que se llama vida y, en cuanto se refi ere al hombre, historia. No cabe en este lienzo sino: ¿Quién era Santander, qué hizo y por qué? ¿Qué signifi ca?¿Quién tuvo la culpa de la Guerra Europea? Buen título para libro de políticos, que escriben tácticamente, es decir, para incitar determinado entusiasmo o pasión. Nuestra pregunta es: ¿Por qué esa guerra?¿Quién tuvo la culpa de la Conspiración, y de la muerte de la Gran Colombia? Cuestionario para políticos que deseen alindar su lote de terreno inculpando al vecino, creando odios, que es como se hacen y afi rman las fronteras. Nosotros sabemos cómo nacen el Diablo y las nacionalidades: el Diablo es el Dios de los vecinos, y la frontera psíquica son los contrastes, los odios.En tal sentido (y como los nacionalismos cumplen función biológica en el desarro-llo histórico) decimos que los prejuicios y las visiones incompletas son instrumen-tos en la marcha de la humanidad, constituyen el drama.Nosotros, los de este lienzo, nos preguntamos: ¿Por qué conspiraron contra Bolí-var, se disgregó la Gran Colombia, y por qué Suramérica es como la vemos y para dónde va? ¿Qué panorama se nos ofrece desde esta altura? La actividad de Bolívar es el círculo grandioso del cóndor, dentro del cual vuelan otras aves de menor plumaje y, a pesar de que el círculo las comprende, revolotean en sentidos opuestos las unas de las otras. O bien, es como flechas que se dirigen al norte, al sur, al oriente... pero que están dentro de la circunferencia.

CAPÍTULO PRIMERO

Un historiador debe comenzar por mu-cho antes del nacimiento de su héroe y por los augurios, como Plutarco lo practicara. Así, yéndonos lejos en la

prehistoria o historia racial de Santander, encontraremos, no que descendiera de Mercurio o Marte, sino algo mejor:

¡era antioqueño!... Por allá en mil setecientos y tantos, en la ciudad de Antioquia hallamos a un tal Rodrigo de Santander,

perteneciente al grupo que entró por el sur con Belalcázar. Rodrigo dizque engendró un hijo, que fue cura, y también otro que no se sabe

qué se hizo... Aparecen los Santanderes en la costa atlántica y después en la villa del Rosario de Cúcuta: la sangre antioqueña es como mancha de aceite que va cubriendo toda la nacionalidad.Meditemos bien en esta correría y en esta antioqueñada y tendremos augurios: las andanzas fueron desde el sur, circulando por las fronteras actuales de Colombia, deteniéndose en Antioquia, y el muchacho vino a nacer en el punto neurálgico de la frontera con Venezuela: “hombre representativo”, “héroe nacional”, “hombre de las leyes”. ¿Entienden los augurios?¡Y qué bella es la psico-biología! ¿Cómo explicar, sino por antioqueño, por los recuerdos prehistóricos del feto, el que Santander amara tanto el dinero, y el que fuera tan astuto para manejarlo? “Organizador de la victoria”. Dejó bellas haciendas, casonas en la Calle Real, becerros, morroco-tas y sobre todo créditos... Daba en mutuo, a interés. Todo eso es antioqueño. Apuntaba para publicarlas las limosnas que daba, como los antioqueños. En la agonía pretendió contrato leonino con Dios: la mangada del cielo a cambio de remordimientos.

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En todo es héroe nacional .

Abril 2 de 1792 - Mayo 6 de 1840: Cuarenta y ocho años, un mes y tres días,

contando por uno los del nacimiento y la muerte.Descontando dieciocho de niñez y primera ju-

ventud, tenemos treinta años, un mes y tres días de vida pública, durante los cuales imprimió su carácter,

o mejor, fue el núcleo activo humano en la formación psíquica, política y social de lo que se llama hoy Colombia.

Hijo y padre a un mismo tiempo de esta república. Padre de conservatismo y liberalismo, los cuales apenas se diferencian en que éste tiene remordimientos en la hora de la muerte y, por eso, es el hijo predilecto de Santander.Y anotamos el mes y los tres días, porque durante ellos fueron atroces sus remordimientos y el colombiano es antes que todo hombre de remordimientos en la hora de la muerte; en esto, principalmente, es héroe nacional.En todo caso, Juan Agustín Santander Colmenares y Manuela Omaña Rodríguez estaban muy contentos porque su primo Fortoul había dejado la gobernación de San Faustino de

los Ríos, y el cura Nicolás Mauricio Omaña, hermano de Manuela, estaba intrigando en Santafé ante el virrey

Ezpeleta para que nombraran a Juan Agustín. ¡La úni-ca y gran esperanza en esa pobreza en que estaban!

Por allá el 15 de julio de 1791 doña Ma-nuela quedó preñada, por la noche,

pues ese mismo día Juan Agustín se había posesionado

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de alcalde de San Faustino de los Ríos y estaba eufórico.De esta gravidez y gestación en tales circunstancias, inducire-mos que el feto se nutrió de emociones de gobierno y que sería gobernante, como efectivamente lo fue. Y como todo esto acaecía en la villa del Rosario de Cúcuta, precisamente en los linderos de la Nueva Granada con la Capitanía General de Venezuela, mojón de encuentros y contiendas entre vecinos, en los que tenía que intervenir el gobernador, con preocupaciones de Manuela, indu-ciremos también que el feto se nutrió de emociones de frontera. Y efectivamente eso fue lo que nació: el hombre de las fronteras, el que odiaba a los venezolanos, el que deshilachó la Gran Colombia y alinderó la Nueva Granada material y psíquicamente.Tenemos, pues, que el bulto que llevaba Manuela Omaña Rodrí-guez era nada menos que la conspiración de septiembre contra el Libertador, y la actual República de Colombia, partidos conserva-dor y liberal, Ospinas, Obandos, López, Olayas y Santos: era un bulto de dinamita. Manuela gestaba al hombre de las leyes...Francisco de Paula Santander nació el dos de abril de 1792. Un cura, su tío Nicolás Mauricio, vigiló la cuna y sus estudios, y como diez clérigos le rodearon en su cama mortuoria. Representativo: el niño colombiano es hijo de cura y aquí el cura es el comadrón de los espíritus: en esto Santander también es héroe nacional.No hay más documentos acerca de sus padres. Sus nombres no aparecen sino en el decreto que dijimos de nombramiento de gobernador de aldeas fronterizas y en la partida de bautismo del hijo Francisco. Éste nunca habló de sus progenitores sino en el testamento, y eso para decir que era su hijo y que eran de familias nobles: es decir, para cubrirse de nobleza. Utilitarista. No hay car-tas suyas en que se refi era a su madre; suyas no hay cartas amoro-sas. Vivió para alindar la Nueva Granada. No tenía intimidad. Porte grave, repelía el acercamiento como el 7

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tronco erizado de la palma de corozos; encarnación de la noción de frontera.

El hijo del alcalde de San Faustino no se entregará a nadie; no lo cogeremos en momento de abandono. Cuando

escriba cartas a sus conmilitones, en confi anza, será siempre grosero, jamás sentimental. Cuando hable de mujeres, por ahí en

postdatas, sus frases serán las del hombre de encontrones de mesón y nunca las del enamorado. No amó; usó del sexo en oportunidades

al azar. Era tan hombre de frontera interior, que es quizás el único que nunca haya padecido el sentimiento fi lial. Jamás lo cogeremos, ni en la

agonía, refugiándose en el ángel divino que siempre es la madre.Se casó viejo, cuatro años antes de morir, por conveniencias políticas, porque le acababa de nacer un hijo natural y la gente comentaba; por-que tenía ya remordimientos y se estaba acercando al clero. El día de su matrimonio dijo en alocución que publicó: “El matrimonio, que es el contrato más conforme a nuestra naturaleza y a la razón, ha merecido ser elevado a la dignidad de sacramento, desde la publicación del Evangelio. Hoy he pagado con toda mi voluntad este obsequio a la naturaleza y un homenaje a la religión católica y a la moral pública”.Contrato es lindero: las mutuas obligaciones alindan. Se casó para pagar a la naturaleza y a la moral, no por amor. Sixta Pontón Piedrahíta, también antioqueña, celebra contrato con Francis-co de Paula Santander; no se confunden en una sola carne y alma. Este hombre no se confunde con nadie, es encarna-ción de frontera.

En todo caso, de su niñez lejana no quedaron docu-mentos. Debieron existir, pero él arregló su historia, rompió comprobantes, pidió certifi cados, reunió cartas y boletas; todo para alindarse voluntaria-mente, para alindar su historia. Nos encontra 8

mos ante caso único, el de un

hombre que tenía el senti-miento hiperestesiado de su fi gura

histórica y que hizo todo lo posible para imponerla, tal como él la ambicionaba, a la

posteridad. Hombre siempre en guardia, en peren-ne posición histórica, sin admitir nunca familiaridad,

hasta el extremo que hizo decir a Pedro Bonaparte, quien lo conoció cuando culminaba su personalidad erizada:

“He conocido todas las majestades de Europa y puedo asegurar que no he visto a nadie en quien la naturaleza haya impreso con caracteres más fuertes el don de mando que en el general Santander”. Pedro Bonaparte no acertó en la expresión, lo cual es muy difícil. Nadie repelía como Santander la confi anza, la familiari-dad, la confusión de las almas, el sentimentalismo. Los que lo conocieron le aplicaron estos adjetivos: serio, grave y austero en lo exterior; caminar lento y acompasado; ligero y constante asomo de sonrisa en los labios delgados y comprimidos; asistía a reuniones y fi estas de populacho, pero sin inspirar confi anza.¡Era muy duro, muy frío, muy cubierto, el hijo del alcalde de San Faustino de los Ríos! Podemos inducir su lejana niñez: desde que principió a gatear, sus padres admiraban la lim-

pieza: cagaba, pero se comía la caca. No dejaba rastros. Hombre cubierto. Siempre se comió la caca; nunca

dejó las pruebas.

Por eso, por pudoroso, pues desde la cuna lloriqueaba cuando, para

bañarle, lo desvestía 9

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mamá Manuela, por eso lo bautizaron José, es decir, Francisco José de Paula. Acierto profético, pues él nunca se desnudará y bregará siempre porque la historia no pueda desnudarlo: tal es el origen del Archivo Santander.En ese hogar también nació una niña, a quien cristianaron con el nom-bre de Josefa, y la cual vivió con el héroe nacional, no propiamente en el mismo hogar, sino en la casa colindante, como veremos después. Con Santander nadie convivió.Compañeros de su niñez fueron sus primos hermanos Pedro For-toul y José Concha, quienes al escribirle lo llamarán don Pacho. Su alma disimulada y simuladora adquirió desde la niñez cierto respeto entre los suyos, el cual se tradujo con el título de don Pacho. Todos sus parientes, en presencia de este niño de labios delgados y comprimidos con un amago de sonrisa helada en las comisuras, y de ojillos grises y fríos, sentían que era un abismo, pero reconocían que era una cima. A su lado se experimentaba (y experimenta la historia al resucitarlo) ese cierto terror de un mal desconocido. Pero al mirarlo y estudiarlo había y hay que recono-cer que era muy bueno. De ahí el sobrenombre de don Pacho.Desde que lo conoció fue desnudado por el Libertador. No hay escrito de Santander que no sea venenoso, pero como las píldoras, que tienen el veneno envuelto en miel. Huía de lo nuncupativo.¡Qué psicólogo era el Libertador! En esa carta del tiempo de la luna de miel, Bolívar enrostra al hijo de la alcaldesa Omaña.En todo caso, el niño aprendió a leer y escribir y las declinaciones lati-nas. Su rúbrica parece una serpiente En su fi rma la a es abierta como una u; la n cae en el segundo brazo; la d se prolonga hacia arriba, hacia la derecha, como un puñal. Rasgos venenosos, enfermizos. Inteligencia subterránea y aguda. Rápido en la adaptación; poder genial mimético;recogimiento sobre sí mismo de felino, para el brinco. Frialdad de cocodrilo en la espera y ante los efectos de su reacción cruel. 10

CAPÍTULO SEGUNDO

Santander tiene trece años. Su tío vela por él desde la catedral de Santafé, en donde ejerce el sacerdocio. Así como le consiguió la alcaldía a Juan

Agustín, hace tiempo que está intrigando por una beca en el seminario de San Bartolomé. La obtiene al fi n, y en 1805

se lleva al muchacho.Allá, en la ciudad fría y teologal, semillero de jurisconsultos, tene-

mos a Santander de trece años, becado interno, destinado para cura. Estudia bien, pero su lucha terrible, la que va formando y desarro-

llando su carácter, es la de tener contento y sacarle dinero al tío cura. Su trato social ahora se reduce al tío; de él depende.¿Qué se hace la plata que consiguen los curas? ¿Alguien ha visto a uno que dé limosnas o que gaste en algo? Todos huelen a resinas, olor pegajoso, y sus bolsillos en las sotanas son profundos, difíciles, escolásticos y con sub-fondos. De los de Nicolás Mauricio salían los chimbos para Santander, pero después de mil representaciones psicológicas en que su espíritu de hábil simulador quedaba torcido: educación de seminario. Solamente los que hayan dependido de un tío sacerdote, o hayan sido gentes de sacristía, monaguillos, sacristanes, podrán saber lo astuta que se vuelve el alma del niño que convive con un clérigo. Hay que fi ngir vocación, actitudes compungidas, devotas. El cura hun-de mano, brazo y parte del antebrazo en el bolsillo abismo, lentamente; habla y habla, monologa, saca la punta de la lengua y se relame; sonríe, rezonga, y, por fi n, va retiran-do el brazo y en la extremidad de la mano aparece el chimbo: la centésima parte de lo esperado, codiciado y perseguido durante meses.Durante cinco años Francisco de Paula simula y

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obtiene. Se confi esa...

La confesión, como prácti-ca rutinaria que nos conquista el

aprecio social, convierte al hombre en simulador: aprende a ejecutar y a tapar el acto

con la actitud. Pervierte la conciencia. El sacristán, por ejemplo, es gran ladrón, depravado sexual, y ad-

quiere cara y modales de santo: queremos decir de santo de palo, de esos iconos pálidos, llorosos, compungidos y

ojibajos que sacan en las procesiones. ¿Por qué el sacristán no mira de frente? Este es el ambiente de seminario.La confesión nace de necesidad psíquica y tiene profundo signifi cado: desnudarse, anhelar ser bello, deshacer, reparar. Ahí tenemos la literatura confesional, tan profunda, hermosa y rica. Pero el confesonario católico, la casilla olorosa a rapé, la confe-sión como rutina social (y mucho más en las sociedades clericales de las colonias, en donde sirve para obtener éxitos, como tram-polín político), es el taller en donde se manufacturan las almas hipócritas y torcidas.Santander era de suyo de inteligencia hábil y mimética, y en ese seminario aprendió que el pecado se tapa con una acti-tud y que ésta produce éxito social. Aprendió a reprimir-

se en público, a ejecutar en la soledad y a tapar con actitudes: el gran cómico.

Así iba formándose nuestro héroe. Estudió algo de latín, historia romana, francés y gramá-

tica española (en una carta de 1809 escribe: “no me force”).

…y en 1809 princi12

pió a estudiar derecho.En julio de 1810, Francisco Santander Omaña estaba muy atareado preparando un examen acerca de juicios ejecutivos y ordinarios, cuando en ésas, el día 20, comenzó la Patria Boba (1810-1816), que fue otro seminario de rábulas en donde terminó su educación.Apenas fundaron en España Junta Suprema para defender los derechos de Fernando VII contra Napoleón, a los viejitos juris-consultos de Santafé se les alborotó la jurisdicción y cada uno quiso formar una Junta Suprema. Las disputas entre ellos, entre aldeas y regiones, acerca de jurisdicción, hasta que llegó Morillo y los mató, es lo que se llama grito de independencia, años heroicos y patria boba. Allí perfeccionó Santander su educación.Copiamos del Archivo Santander:“Certamen de práctica forense, así: La forma, el método y los términos propios con que se han de proseguir, defi nir y terminar los juicios ejecutivos y ordinarios, tanto civiles como criminales, constituye la materia del certamen público que sostendrá don Francisco de Paula Santander de Omaña, bajo la dirección del doctor Emigdio Benítez, catedrático de Derecho Real en este Colegio mayor y seminario de San Bartolomé el 11 de julio de 1810”. Este formulismo era lo que estaba aprendiendo nuestro hombre. Observemos los distingos formalistas: proseguir, defi nir y terminar. Si no ponen los tres verbos, el alumno podrá limitarse, por ejemplo, a defi nir. Esa es la mentalidad de la Nueva Granada. Ahora, en la plaza pública, en los campamentos de la guerra civil, estos caballeros discutirán acerca de centralismo y federalismo, jurisdicción de Santafé, Tunja y Cartagena. Aquí termina su aprendizaje, y en 1816 no quedará sino él, Francisco de Paula, que huye a los llanos de Casanare. A los otros, a los jurisperitos, llega Morillo y los fusila o los ahorca. 13

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un hijo en mujer de mi mismaación...”.

¿Qué encontramos en las almas de Custodio García, Camilo Torres, los

Restrepos, Lozanos y Francisco José de Caldas? Vergüenza de las castas inferiores. Las desprecian

aun más que los españoles, pues se sienten humi-llados al saber que están con ellos dentro del término

colonos. Odian a los chapetones y se sienten injuriados al ver que estos disfrutan de los altos empleos del gobierno.

Sienten que es injusticia que les hace el Rey el no tenerlos de inmediatos delegatarios de su poder divino sobre negros, indios y hombres de color. Creen en el poder divino de los reyes, pues una religión que muere como verdad sigue viviendo aún por mucho tiempo como sentimiento.Mestizos, mulatos, indios y negros odian a los criollos, porque estos se avergüenzan de ellos. Al chapetón le admiran y le aman; se ama lo que nuestro enemigo odia.No estaba, pues, madura Suramérica para la emancipación. Los criollos quisieron apenas quitar el poder a los chapeto-nes, para ejercerlo ellos en nombre del rey, para explotar en

representación del rey.Afortunadamente, como lo vimos, Bolívar desde el

primer instante se presentó con la idea de que Suramérica fuera teatro nuevo de nuevas

representaciones, e hizo guerra de monto-neras. Murieron los criollos, mezcló

sangres, ennobleció indios, negros y mestizos.

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CAPÍTULO TERCERO

Creemos haber pintado al niño y que está ahí recogido, como para comenzar a ga-tear por la Nueva Granada. Tiene toda su vida en latencia. Interrumpidos sus

estudios escolares, los terminará ahora entre las disputas de la Patria Boba (1810-1816).

¿Cómo es la sociedad de entonces? En primer lugar, toda acción se ejecuta para conseguir lo que no tenemos. Los que obran en

1810 son los criollos nobles, porque carecen del mando, que lo ejercen los funcionarios españoles venidos de la metrópoli y que a ella

volverán: virreyes, oidores, gobernadores...En un pueblo sin castas, unifi cada la raza, la revolución se hace para entregar el poder a todos, porque todos son iguales. ¿Pero aquí?Llegamos a la esencia del problema: que esta sociedad de que trata-mos se compone de castas, con matices intermedios innumerables. Comenzando por abajo, están el indio y el negro, esclavos, cuya composición de cuerpo y alma discuten los teólogos. Clase media son los criollos, descendientes ya lejanos de los conquistadores y primeros inmigrantes. Y la casta superior son los altos funciona-rios, que vienen, ejercen y retornan.Los matices provienen de que tanto el negro como el español son sensuales y se ajuntan con indias, blancas y negras. Pero los españoles con remordimiento, a escondidas. Tenemos así mulatos, mestizos y zambos. Es un horno. Los padres tienen vergüenza del hijo mezclado, y el hijo se jacta del padre blanco y se avergüenza de la madre. De ahí la vanidad, la susceptibilidad del mulato y del mestizo.Don Pedro, don Agustín, un atamento la siguien-te cláusula: “reconozco que en el año tal tuve

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CAPÍTULO CUARTO

Año de 1810:Copiamos del Diario de José María Ca-ballero, sastrecito que fue en la capital del virreinato de la Nueva Granada:

“ENERO.—Alcaldes para este año: el doctor Miguel Pey y Andrade, criollo; don Juan Gómez, chapetón”.

“Desde mediados del año pasado hasta el presente mes han subido los comistrajes a precios nunca vistos: la miel a 21 pesos la carga, y la

totuma a 2 pesos; las panelas a un real y cuartillo cada una; los alfando-ques a tres al real; el maíz blanco a 6 reales el palito y el timbame a 5 rea-

les; las turmas a dos reales y medio y lo mismo las arracachas; los plátanos hartones a 3 al real; la botella de aguardiente a 6 reales; la múcura de chicha a 3 pesos y los huevos a 3 al medio”.“MARZO 10.—Me descompuse un brazo por darle un revés a una gata”.

“ABRIL 26.—A las 11 tuvieron una discusión los señores cabildantes, estando en junta, en términos de agarrarse y aporrearse el procurador general, Dr. Igna-cio Herrera, criollo, y don Bernardo Gutiérrez, alférez real, chapetón. Hubo mucho alboroto, que fue menester que el alcalde de segundo voto, don Juan Gómez, pidiera auxilio a la guardia de palacio y ambos estuvieron presos en el cabildo hasta las 8 de la noche”.“MAYO 14.—Entraron las cabezas de don Vicente Cadena y don José Rosillo, cadete que había sido del regimiento Fijo de Carta-gena, y después del Auxiliar de esta capital. Fueron y subleva-ron gente por Los Llanos, en donde los arcabucearon, y se dice que sin confesión. El ejecutor de esta maldad fue el alférez Surga, chapetón”.“MAYO 17.—En este día enterraron las cabezas que trajeron de Los Llanos, en la capilla de la cárcel grande”. 16

“JULIO 6. –Entró el señor Oidor don Juan

Jurado, la mujer, y 10 hijas y un hijo, y se recibió al siguiente día”.

JULIO 20.—Francisco de Paula estaba atareado con el certamen de los juicios ejecutivos y ordinarios.

Entre la meditación se le entreveraba la imagen de la cama de Susana... No se concentraba. Iba precisamente en la

parte que trata de las disposiciones para la admisión de terce-rías... Me demandan...; llamo a varios amigos, Vicente Azuero1

por ejemplo, para que inicien tercerías... y el acreedor tiene que contentarse con una cuota en el prorrateo... Y mientras más valiosas fueren las tercerías... ¡No hay robo!... Todo queda cubierto por la sentencia... Todo es legal...Y sonreían los labios fríos y comprimidos, al sentir el arma que es la ley.En ésas iba, cuando oyó gran alboroto: ¡Qué hable Acevedo Gómez!...¡Era nada menos que el 20 de julio!Francisco Morales y José González Llorente, chapetón y criollo, se habían agarrado y dado de trompadas en una tienda, por motivo de un fl orero: ¡Cabildo abierto! Los chapetones, sor-prendidos, fraternizan. Junta Suprema: presidente, el virrey, pero ejerce el vicepresidente, don José Miguel Pey. Bailes

populares, discursos: ¡Ya mandamos nosotros!... ¡Viva Fernando VII!...

Pero el verdadero 20 de julio estalló en el alma de Francisco de Paula Santander. En ella fue

en donde nació esto que hoy padece la humanidad y que se llama Re-

pública de Colombia. 17

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CAPÍTULO QUINTO

Don Antonio Nariño estaba preso en Cartagena cuando el 20 de julio. Llega a Santafé el 8 de diciembre; redacta el periódico La Bagatela; critica la inac-

ción de Jorge Tadeo Lozano, que ha permitido el auge del federalismo, y le derriba del poder, al pobre Tadeo Lozano

que abandonó su Fauna Cundinamarquesa para mandar...Antonio Nariño siente que les amenaza el peligro. No es juriscon-

sulto; se ha formado entre sus libros, en largas prisiones y en viajes a Europa. Percibe que todos están obrando infantilmente, inocentes

niños envejecidos en los gabinetes. Su visión es bastante clara: visión del peligro y de la necesidad de acción y de unidad de mando, durante él: “Más parece nuestra revolución un pleito sobre tierras que una transfor-mación política para recuperar la libertad”. Su corazón es puro; no le impiden pequeños odios ni resquemores de aldea.Pero los jurisconsultos van alejándose de él. Ya le apellidan el tirano; afi rman que usa el mismo boato de los Virreyes. Nariño lucha incansa-ble y diplomáticamente por atraerles. Esto se hizo, piensan, para que todos mandemos.El Soberano Congreso le declara la guerra. Insiste en atraerles, aun a los que le traicionaron. A los insultos responde amorosamente. Le sitian en Santafé; les derrota y les perdona. En vano.A este gran hombre, por lo menos soñador de grandezas, ilustre, sufrido, de corazón purísimo, le atormentan todos. Cansado de luchas fratricidas, reúne la gente que puede y marcha para el sur, a Pasto, en donde siempre amenaza la reacción; vence en el Cauca, y continúa; se adentra en la oscuridad de Pasto; le traicionan, le abandonan y cae prisionero...:

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Pastusos, aquí tenéis a Nariño. Le llevan a

Cádiz, larga y oscura prisión, y le vere-mos de nuevo en 1821, para que Santander,

que ya manda en su departamento, le martirice.Antonio Nariño es el hombre de Colombia, pero

la historia ofi cial, fabricada por Santander y sus hijos espirituales, todo lo ha falsifi cado. La misma Bogotá de

hoy, cuna del mártir, acepta semejante historia.Así obran los actores impersonales B) y C) de este drama

llamado la Patria Boba.Desaparecido Nariño, viene el efímero reinado de los abogados, distingos y disputas, sueldos y prebendas, en el preciso instante en que navega, viento en popa, la expedición pacifi cadora que mandaron de España. Morillo sitia a los venerables señores en la altiplanicie bogotana, poco a poco, paladeadamente. Al verse perdidos, le escriben cartas de sumisión; no huyen: se esconden apenas en los vecindarios, en las casas curales. Son apacibles, gentes de gabinete que no han derramado sangre. Francisco José de Caldas pide perdón: es un sabio que desea terminar su obra de botánico. A todos ellos, poco a poco, los paci-

fi cadores les hacen arcabucear y descuartizar. Mueren arrepentidos, ahogados por los remordimientos.

“DOMINGO 17.—Se cogió una carta de Calzada para el mocho Vargas, Teniente Gobernador...

Esto tiene incomodado al público, pues si ya los que se precian de patriotas se

están carteando con el enemigo ¿qué aguardamos?

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CAPÍTULO SEXTO

No hubo tal ascenso! Observa desilusiona-do...; crisis...Encuéntrase con Rafael Urdaneta; conver-san... ¡Ya posee el secreto de los ascensos!...

Siete de agosto de 1811. La noche está oscura. Santan-der aguarda en una esquina. Silencio. Pasos...: se acerca un

desconocido, el francés Ulises Garner, alto, desgarbado, un ojo semimuerto. Se entregan mutuamente sendas bolitas de cristal...

Es la contraseña... ¡Sígame!...Caminan en silencio por la dormida Santafé. En la oscuridad de

una callejuela, Garner le venda y le lleva de la mano. Vueltas; llegan; el francés da tres golpecitos desiguales con el nudillo del índice. Entran, cuchicheo en el zaguán... Santander está en su ambiente propio. Le agarra otro, el hermano silencioso, y le arrastra por la senda purifi cado-ra: ¡Trepe esta escalera! ¡Arrójese a este abismo!... ¡Agáchese!..., y por fi n le deja, diciendo: Cuando oiga cerrar la puerta, destápese, medite en las preguntas que aquí le dejo, contéstelas, toque a la puerta y volveré por usted......¿Qué ve? Calaveras, puñales, ataúdes y un interrogatorio: ¿Cree usted en Dios? ¿Quién es Dios? ¿Quién es usted?...—Dios es el gran arquitecto del universo. Yo soy el hombre de las leyes.Llama. Le vendan y conducen. Está entre columnas. Está sentado en La Piedra Bruta. Cuchicheos... Estudian sus respuestas. Le destapan... Los hermanos están descu-biertos y el Venerable Maestro, José Ramón de Leiva, en un estrado, con el sombrero puesto...El francés Bailli. —¿Ju-ra us-ted res-pe-tar a las es-po-sas, mo-zas y her-ma-nas

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de los ma-sones...?No se oye claro el juramen-

to. Y el aprendiz retira sus manos de sobre la Biblia abierta. Entre columnas.

Bajo las espadas. B-O-A-Z, la palabra sagrada, el secreto de los secretos. Tres apretoncitos con el

pulgar. Un triángulo, un compás y una escuadra... Y sigue un chocolate santafereño, terminado el discurso del abogado

del diablo, que era nada menos que Rafael Urdaneta. P. D. —He conocido muchos HH.˙. en mi viaje a Margarita

y te he hecho conocer a ti y en Cumaná hice uno prisionero”. (Carta de Rafael Urdaneta a Santander el 21 de enero de 1820. Cada ser se encuentra en la vida indefectiblemente con aquellas circunstancias precisas para el desarrollo de su destino. La política de Santander será siempre de club, de secreto, de anónimos. En su oscura senda le acompañarán los HH.˙. Fran-cisco Soto, Florentino González, Vargas Tejada, Vicente Azuero, los Lleras... y ¡el puñal no se hallará! ¿Qué se hizo el empréstito de 1824?... ¿El empréstito de 20 millones?...“El secretario de hacienda Castillo fue quien se entendió con él. Ni yo fui recaudador del empréstito, ni me correspondía guardar

sus productos, ni pagar los gastos. (Era Vicepresidente encargado del poder).

Desafío a que este relato se desmienta con las pruebas correspondientes. El único banco en

donde a mi llegada de Francia deposité para mis gastos la mezquina suma de

doce mil pesos fue en el de Nueva York...

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CAPÍTULO SÉPTIMO

Mientras esta pelea de hombre-cillos en la tierra fría y alta de Santafé, unos rumores y unos jinetes emisarios, requemados

los rostros, se esparcen por la Nueva Granada... Se habla de un coronel Bolívar y de un manifi esto... Llegan a Tunja y

Santafé ejemplares de un folleto editado en Cartagena: a cada jurisconsulto le llega el suyo. Entran a Tunja cabalgadores bron-

ceados, rotos, olorosos a sudor y pólvora, que traen ofi cio tras ofi cio y carta tras carta. También llegan a Santafé, donde Nariño. ¿Qué

sucede? ¿Quién se atreve a perturbar la monotonía de esta patria boba, conventual y humanitaria?¿Qué es esto?, se pregunta en su despacho de Tunja monacal don Camilo Torres, hojeando el folleto. ¿Cúya es esta voz estelar? Y lee:“Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosa-mente de en medio de sus ruinas”.“Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a diri-girme a vosotros”.“El más consecuente error que cometió Venezuela al presentarse en el teatro político, fue sin duda la adopción del sistema tolerante”.“Los códigos que consultan nuestros Magistrados no son los que pueden enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios... Hemos tenido fi lósofos por jefes, fi lantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofi stas por soldados”.Camilo Torres está herido por el rayo. Ya no cree en congresos; ya no es sofi sta. Ha quedado deslum-brado como Saulo. Pero entran a su despacho Custodio García y José Manuel Restrepo...

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Torres. —¿Han leído el manifi esto?...

Restrepo. —Sí. Es un tirano. Oye este párrafo:

“La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su origen en las máximas fi lantrópicas de algunos

escritores que sostienen que nadie tiene derecho de privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber

delinquido contra la patria”.Rovira. —Y dicen que viene predicando guerra a muerte;

prometiendo libertad a los esclavos que maten a sus amos españoles y se unan al ejército...—¡Eso es mentira!, grita Torres; son calumnias... Diariamente recibo cartas suyas y sé quién es.Ante la actitud imponente de Camilo torres, los rábulas callan; sienten que todo ha cambiado en la Nueva Granada.Nariño recibe terrible golpe al leer el manifi esto. Está gravemen-te enfermo. Esa es la voz, la visión neta y la energía que deseaba para sí. ¡Partirá! ¡A Pasto! ¡Acción, acción!

“SÁBADO 27 DE MARZO DE 1813. —Llegó a Santafé el coronel don José Félix Ribas, enviado de un señor Bolívar,

que viene a tratar asuntos con el gobierno. Desde el viernes se está pidiendo una limosna para velar a

Nuestro Amo, por la salud del Presidente, que está muy enfermo”. (Caballero).

Se reúnen en conciliábulo los juriscon-sultos. Hay que atajar al doctor

Camilo Torres. 23

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CAPÍTULO OCTAVO

Por el camino de Santafé para Tunja. Sobre caballo fl acuchento, lento y gomoso, que fue todo lo que pudo sacarle al padre Omaña. La frente estrecha pero alta,

cabeza de bellota; pelo liso y mortecino como Judas, y sobre los temporales peinado para adelante; color rojizo el rostro, por los

venenos hepáticos; cierta pesadez del cuerpo, que se confunde con la solemnidad y, sobre todo, los ojillos grises, quietos. Es artrítico.

A pesar de que va con otros, está solo. Dos días hace que salieron, y dos días hace que no habla. Medita. Es el hombre dentro de sí mismo, pesando,

resintiendo, asimilando derrotas reales e imaginarias, nutriendo la reacción del mañana: la sierpe que se amarra a la chamiza para lanzar el mordisco...Cuatro pesos llevan para todos; cuatro pesos que le queman como cuatro insultos, así como las limosnas de comistrajos que le llevaron las Parises al hospital:“JUEVES 21. —Buen día. Hoy la piedad de las señoras cundinamarquesas, de esta capital, les ha llevado alimentos e hilas a los heridos, al hospital”.

“DOMINGO 24. —Ya se está poniendo en libertad a los prisioneros, y nuestro buen Presidente Nariño los va mandando por partidas

y les da 4 pesos para cada 10 hombres. Corre la chispa que Baraya ha renunciado el empleo y se viene a comprar una hacienda junto a Santafé: esto está malo. Ya verán en lo que viene a parar tanta benignidad”. (Caballero. Memorial citado).Mientras el caballo yerbea, en espera de los que entraron a beber chicha, Santander piensa:El padre Omaña está acabado. No tiene infl uencia; no fi gura en la Catedral; Nariño no le quiere... Todo va mal en mi carrera. La culpa es de los que me coloca-ron en esas secretarías.

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