muñoz sugaret jorge - el naufragio del bergantin joven daniel, 1849. el indigena en el imaginario...

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Universidad Academia de Humanismo Cristiano. TIEMPO HISTÓRICO. N°1 /133-148/. Santiago-Chile. 2010 133 RESUMEN ABSTRACT EL NAUFRAGIO DEL BERGANTÍN JOVEN DANIEL, 1849. EL INDÍGENA EN EL IMAGINARIO HISTÓRICO DE CHILE Jorge Muñoz Sougarret* Durante los últimos veinte años ha surgido con fuerza el tema indígena dentro de la historiografía chilena, siendo apareja- do tal proceso por una nueva lectura, ahora política, de los actuares pasados de tal grupo étnico. Aquella lectura, en casos específicos, no es conducente a lo vivido y experimen- tado por muchas comunidades indígenas, tal es el caso del naufragio del Joven Daniel. Por tanto, nos hemos propuesto abordar este tema desde sus fuentes judiciales has- ta su reproducción histórica, de casi siglo y medio, para poder presentar las variaciones y tergiversaciones que ha sufrido su relato, junto al cambio político que han experi- mentado sus actores en la reconstrucción histórica. During the last twenty years the in- digenous topic has arisen strongly inside the Chilean historiography, being prepa- red such a process by a new reading, now politics, of there will act passed from such an ethnic group. at reading, in specific cases, is not conducive to lived and expe- rienced by many indigenous communities, such it is the case of the shipwreck of the Jo- ven Daniel. erefore, we have proposed to approach this topic from his judicial sources up to his historical reproduction, of almost century and a half, to be able to present the variations and misrepresentations that his statement has suffered, close to the political change that his actors have experienced in the historical reconstruction. CLAVES KEY WORDS Mapuche, Indigenous memory, Ideology, Historical reconstruction. Mapuche, memoria indígena, Ideología, Reconstrucción histórica. * Universidad de Los Lagos. E-mail: [email protected]

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  • Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Tiempo HisTrico. N1 /133-148/. Santiago-Chile. 2010

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    Resumen AbstRAct

    El naufragio dEl BErgantn JovEn daniEl, 1849. El indgEna En El imaginario histrico dE chilE

    Jorge muoz sougarret*

    Durante los ltimos veinte aos ha surgido con fuerza el tema indgena dentro de la historiografa chilena, siendo apareja-do tal proceso por una nueva lectura, ahora poltica, de los actuares pasados de tal grupo tnico. Aquella lectura, en casos especficos, no es conducente a lo vivido y experimen-tado por muchas comunidades indgenas, tal es el caso del naufragio del Joven Daniel. Por tanto, nos hemos propuesto abordar este tema desde sus fuentes judiciales has-ta su reproduccin histrica, de casi siglo y medio, para poder presentar las variaciones y tergiversaciones que ha sufrido su relato, junto al cambio poltico que han experi-mentado sus actores en la reconstruccin histrica.

    During the last twenty years the in-digenous topic has arisen strongly inside the Chilean historiography, being prepa-red such a process by a new reading, now politics, of there will act passed from such an ethnic group. That reading, in specific cases, is not conducive to lived and expe-rienced by many indigenous communities, such it is the case of the shipwreck of the Jo-ven Daniel. Therefore, we have proposed to approach this topic from his judicial sources up to his historical reproduction, of almost century and a half, to be able to present the variations and misrepresentations that his statement has suffered, close to the political change that his actors have experienced in the historical reconstruction.

    clAves Key woRds

    Mapuche, Indigenous memory, Ideology, Historical reconstruction.

    Mapuche, memoria indgena, Ideologa, Reconstruccin histrica.

    * Universidad de Los Lagos. E-mail: [email protected]

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    Incluso antes de la vuelta a la demo-cracia en el ambiente histrico chi-leno ya se comenzaba a configurar la apreciacin de que existan sucesos, per-sonajes y sectores excluidos de la recons-truccin nacional. Siendo as se constru-y la idea que exista una batalla por la memoria de aquellos sectores sociales, memoria que haba sido vejada no sola-mente por el gobierno militar sino tam-bin por la historiografa de izquierda, obrerista y poltico partidista. La bs-queda de aquella memoria conciente y coherente signific la apertura de la historiografa a un contingente inmenso de nuevos personajes y actores. Sin des-merecer lo anterior, aquella lectura de oposicin a la escuela tradicional, im-puso proyectos polticos a sectores que, en apariencia, no habran llegado a tales niveles de asociatividad y reproduccin de sus elites comunitarias. Siendo el caso ms notable el de los grupos mapuches.Nos hemos propuesto, en este trabajo, considerar la lectura historiogrfica en torno a un caso especfico el naufragio del joven Daniel, limitado a un espacio fsico, y poltico, en apariencia pacfico, como fue la frontera sur de la Araucana. Realizando una reconstruccin continua de cmo, desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, se erigi el relato his-trico de este suceso. La contraposicin de las fuentes nos permitir apreciar los juicios vertidos, las tergiversaciones y, finalmente, realizar una evaluacin de cmo se ha construido la memoria ma-puche desde la historiografa, y los tin-tes polticos que aquella ha adquirido.

    lA situAcin geneRAl de lA fRonteRA suR hAciA mediAdos del siglo XiX

    Anterior al inicio del relato del naufragio nos parece que es necesaria una contextualizacin del espacio como de sus habitantes. Posterior a la con-quista del territorio austral por el ejr-cito republicano, el papel privilegiado de la regin por su relacin estrecha, poltica como econmica, con Lima desapareci, las elites locales se vieron desplazadas de cargos de injerencias y gran parte de la poblacin opt por asentarse en los campos, despoblando los villorrios. Dentro de aquel contexto, el papel econmico de las poblaciones indgenas adquiere una nueva impor-tancia. Ya fuese por su nmero o control de las rutas, su participacin impidi la estagnacin regional posibilitando, en tanto, la acumulacin por los orga-nismos religiosos de estos excedentes.La poblacin Mapuche Huilliche an cuando superior en nmero a la pobla-cin mestiza o europea segn el Cen-so de 1826, en la Provincia de Valdivia, casi cuatro a uno, a excepcin de las rebeliones del perodo tardo-colonial, siempre mantuvo una tranquila con-vivencia con los otros grupos, tanto indgenas como mestizos. Percibido aquello por los distintos Gobiernos, coloniales como republicanos, vieron en las Misiones el medio ms efectivo de asimilacin. Dentro de tal dinmi-ca la Misin pasara a jugar un rol de faro, que atrae al viajero pero tambin lo gua. Asumiendo, por tanto, dos ta-reas fundamentales: Educar y comerciar.La simple exposicin de los cdigos edu-

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    cativos o el carcter de los religiosos no permiten cuantificar lo exitosas que fue-ron, pero por sus estadsticas podemos percibir que gran parte de sus alumnos no eran indgenas sino hijos de mesti-zos1. Aquello que pudo haber aparecido como un fracaso se nos presenta como sustancial para entender el cariz he-terogneo adoptado por las misiones. La Misin no solamente estaba erigida como escuela e iglesia sino, tambin, como punto de reunin de los distin-tos poderes y jerarquas estatales. Pervi-vieron al mundo colonial una serie de agentes estatales que se reunan bajo el amparo misional, adoptaron el espa-cio fsico como lugar de informacin y dilogo con los indgenas y usaron el espacio inmaterial, de las ensean-zas divinas, para reforzar su autoridad.El Comisario de naciones, juez, polica y conciliador, apareca en la cspide buro-crtica, siendo seguido por una serie de lenguaraces o Capitanes de amigos. Los ltimos fueron la bisagra que uni al mundo mestizo republicano con la orga-nizacin comunitaria Huilliche, por su papel de conocedores de ambas lenguas (y sus cdigos culturales) vivieron la do-ble relacin de ser necesarios pero sin tener la plena confianza de ninguno de los dos sectores. Para el mundo indgena estos Capitanes nicamente realizaban

    tropelas y abusos, desde el robo de in-fantes hasta agresiones fsicas2. En tanto para la dirigencia del Estado chileno, era su contacto con el mundo indgena el motivo de su corrupcin y disipacin3.Los roces presentados asumen un pa-pel secundario si lo comparamos con los excedentes obtenidos por el comer-cio, las misiones asumieron un papel de epicentro de los distintos intercambios. En torno a ellas vivieron conchabadores (comerciantes a intercambio), pequeos agricultores indgenas y mestizos, junto a viajeros que llegaban a las mismas con diversas especies, siendo la ms impor-tante el ganado o sus cueros. Incluso antes de 1850 dcada del surgimiento de las curtiembres en Valdivia ya exis-ta un precedente de intercambio de cueros y animales en pie, los que eran trados tanto de la Araucana como del otro lado de la cordillera4. Aquella participacin dentro del mercado de intercambio les permiti enfrentar de buena manera el cambio de dirigencia poltica del pas, pero tal significancia econmica no les fue correspondida con un proceso de reconocimiento poltico.Son muchos los casos de discrimi-naciones realizadas por los jueces de primera instancia contra de los ind-genas, acoso policial o desdn de las autoridades, pero fueron las palabras

    1 Razn de las Escuelas primarias que existen en el Dep. de la Unin, 20 de Mayo 1843 y Carta del Intendente Jos Igna- cio Garca al Gobernador de la Unin, 22 de Agosto 1843, Archivo Nacional, Gobernacin de La Unin (ANGU), Tomo II, fojas 326 y 300. 2 Un misionero se refiere en estos trminos del Capitn Mariano del Ro: Los indgenas no le tengan el menor respeto, por borracho y torrante; pues se pone lo mas de las veces tomar licor con ellos, y en vez de evitar los desordenes el mismo arma peleas, los desafia los insulta y muchas vecs les pega sin piedad []. Carta del Misionero Constancio de Ponzore al Gobernador de La Unin, 31 de Diciembre 1852, Archivo Nacional, Ministerio del Interior (ANMI), Vol. CCL, foja 469.3 Carta del Intendente Juan Miguel Riesco al Ministro, 3 de Marzo 1851, ANMI, Vol. CCL, foja 277. 4 Pascual Coa, Testimonio de un cacique mapuche (Santiago de Chile: Ed. Pehun, 1973), 45-46; Jorge Pinto, Integracin y desintegracin del espacio fronterizo. La Araucana y Las Pampas 1500-1900, en Jorge Pinto (ed.), Araucana y Pampas. Un mundo fronterizo en Amrica del Sur (Temuco: Universidad de la Frontera, 1996), 33-35; Ral Mandrini, Proceso de especializacin regional en la economa indgena pampeana (s. XVIII-XIX): El caso del suroeste bonaerense, Boletn americanista 41 (1991): 119; y Desarrollo de una sociedad indgena pastoril en el rea interserrana bonaerense, separata del Anuario de Iehs 2 (1987): 85-86.

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    del Cacique Huentequeo, en 1849, las que ms ntidamente nos muestran la impotencia del mundo indgena:

    Tambien nosotros se [nos] impide que trabajemos chicha de nuestras arboleras, y cuando los encuentran tomando en nuestras casas los lle-ban amarrados la carcel y los cas-tiga cruelmente, pero los espaoles trabajan para benderlas nosotros mismos y con esto compran nuestros terrenos, nuestros hijos []

    Por qu se nos trata con tanta opre-cion pribandolos de todo derecho? Se nos ha dicho que nos cristianemos [sic] para que tenga mas valor nues-tra provincia y estemos subjugados las leyes del catolicismo, todo lo ha-cemos con exactitud, y cumplimos todos los deberes como cristianos, y por qu no tenemos nosotros las mismas bentajas? Por qu no se les consede que governemos nosotros nuestros mosetones basallos y que estos no se metan en asuntos de los espaoles y que nosotros como caci-ques gobernemos5.

    Todo lo anteriormente planteado aparece cual teln de fondo del conflic-to que presentaremos. El naufragio del Joven Daniel corri el velo que mante-na la clase poltica sobre el indgena, por primera vez admiti abiertamente un plan de integracin territorial de la Araucana junto a su desprecio por sus ocupantes, y marc el fin de la concep-cin de Nacin Mapuche para la clase criolla. Este vrtice, en su reconstruc-cin historiogrfica, tambin asume un papel coyuntural, permitindonos considerar que en la batalla por la me-

    moria existieron sectores doblemente vencidos, en su vida y en el recuerdo.

    el nAufRAgio del beRgAntn Joven dAniel, 1849

    Durante la oscura noche del lti-mo da de Julio de 1849, el bergantn Joven Daniel encall en los roqueros cercanos a la costa de Puaucho (prxima al lago Budi, norponiente de la Villa de Valdivia). Durante la primera semana del mes siguiente se comenzaron a tener las primeras informaciones de los sucesos, junto a los primeros testigos un ind-gena, Santiago Millaguir, siendo infor-mado rpidamente el Gobierno central del balance preliminar: Toda la carga fue hurtada y los ocupantes asesinados por los indgenas a cargo del Cacique Curin6.El respectivo sumario se inici con la declaracin de Millaguir, de veinte aos aproximadamente, quien se hizo presen-te en el lugar de los hechos alrededor de seis das despus de ocurrido el naufragio. Apareciendo en ella una imagen dantesca:

    En aquella playa empeso a mirar por todas partes i no veia mas que desas-tres i desgracias entre ellas el triste espectculo de doce cavesas de cris-tianos espa-rramadas, brasos i piernas votados dispersamente en la playa, lo qe manifestava aver cido asesinados, i not qe dos cavesas sueltas astavan con unos tajos formidables, qe se co-nocia aver cido perpetrado con sable, qe reparo qe entre los cadveres se distiguan tres mugueres, qe aun se conocia su rostro eran de primera clase.

    5 Memoria de la solicitud que hase el Cacique Juan Felipe Guentequeo al Seor Presidente de la Repblica, 26 de Abril 1849, ANMI, Vol. CCL, fojas 90-91. 6 Carta del Intendente Juan Francisco Adriasola al Ministro, 4 y 5 de Septiembre 1849, ANMI, Vol. CCL, fojas 114 y 117.

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    Preguntando a los indgenas que ah se encontraban supo del naufragio, el sa-queo por la tribu de Curin, el rapto y posterior asesinato de un nio por el mismo cacique, junto a la violacin de las mujeres. Siendo lo ms inquietante, para las autoridades, la posibilidad de un levantamiento de los indgenas, colo-cando as en peligro a la villa valdiviana7.Posteriormente declar el Ayudante Joa-qun Sayago, primer representante esta-tal que lleg al lugar de los hechos, en-trevistndose con Millaguir y sabiendo por l la existencia de dos testigos ocula-res pero no encontr rastros del grupo dirigido por Curin, sin embargo, otras tribus de Toltn (par de millas al sur) que se encontraban intentando obtener parte de los restos del naufragio, estu-vieron prestas a responder sus preguntas. Luego de exculparse de los actos ah rea-lizados, intentaron guiar a Sayago a las supuestas tumbas, fracasando al no en-contrarlas para, finalmente, entregarle a l todos los bienes que alcanzaron a reco-ger: Papeles, ropas y siete onzas de oro8.Sayago envi dos Capitanes de amigos a parlamentar directamente con Curin, mientras continuaba con las investiga-ciones en la playa. Dos participantes de

    esta expedicin nos entregan interesan-tes informaciones, un lenguaraz (Pascual Pineda) declar que la voz jeneral era que los tripulantes habran muerto aho-gados. Contraponindose a eso, ahora un ayudante, describi el lugar del ac-cidente como una playa accesible y sin roqueros, infiriendo que fcilmente pu-dieron haberse salvado los nufragos9.El Intendente de Valdivia, incita-do por los relatos, opt por enviar un contingente militar para que se inter-nara a buscar expresamente a Curin y sus cmplices y los llevara a la justicia. Comisionando para tal efecto al oficial Miguel Jos Cambiazo y al teniente Francisco Beserra, como intrprete10.

    RenAce lA cuestin ARAucAnA: no de-JAR ni lA memoRiA de tAn eXecRAble RAzA

    La repercusin que todas es-tas noticias alcanzaron en la capital no es hoy conmensurable, incluso los ms frreos defensores del Gobierno co-menzaron a cuestionar la mano blanda e incompetencia al momento de tratar tan delicados asuntos11. Informaciones que eran complementadas con relatos de habitantes de la zona que, en apa-

    7 Bebiendo aguardiente en una casa cercana a la playa, Millaguir, relat como decan los ah presentes que [] los avian muerto todos, qe ya estavan muertos i, qe le avian de aser los gincas, qe si acaso asian llamamiento i se juntaran si los espao- les ivan con jente armada (subrayado en el original). Declaracin de Santiago Millaguir, 10 de Septiembre 1849, Archivo Nacional Histrico, Judicial Valdivia (ANHJV), legajo 44, exp. 5, fojas 2-4. 8 Declaracin de Joaqun Sayago, 20 de Septiembre 1849, ANJV, legajo 44 exp. 5, fojas 6 y 8. 9 Adems, Pineda, declara que las especies obtenidas por la expedicin fueron entregadas por el hermano de Curin, el Cacique Ancaanco. Declaracin de Pascual Pineda y Jos Pea, 21 de Septiembre 1849, ANHJV, legajo 44 exp. 5, foja 10.10 Pocos meses despus Cambiazo ser trasferido al penal de Punta Arenas, cercano al estrecho de Magallanes, donde iniciar una rebelin. Refirindose a l, Vicua Mackenna escribi: [] antes de ser el incendiario de Magallanes, Cambiazo haba sido juglar, tahr, envenenador, fsico, artista, conspirador, engendro eterno del mal en marcha hacia el abismo. Benjamn Vicua Mackenna, La juventud y el proceso de Cambiazo, Revista chilena de historia y geografa 64 (1930): 58.11 La famosa cuestion del naufrajio del Daniel; todo por la culpa del Ministerio de Junio. Si el presidente no hubiese alejado a sus consejeros en Setiembre, ni el Daniel hubiera naufragado, ni los indios hubieran cometido tropelas con los nufragos. Si el hecho es cierto, i sin embargo, i el gobierno necesita para obrar conocerlo en toda su estension, hai en aquel asunto un motivo de tomar medidas, no para chismear en Santiago o Valparaso, sino para poner remedio al mal, all donde ha ocurrido. La Tribuna (Santiago de Chile), 4 de Octubre 1849.

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    riencia, conocan de primera fuente los acontecimientos. Aquello ocurre con la carta de un valdiviano que in-cluso das antes de las primeras decla-raciones de los imputados y testigos directos, que ms adelante presentare-mos, ya indic detalles de quines fue-ron los nufragos y cmo murieron:

    Otras escenas de horror i de fiereza inaudita tambien tuvieron lugar con las seo-ras i nios, pues para con ellos ni la edad ni el sexo imponen consideraciones; de estas, unas, la moral se ofende al solo imajinrselas i no es posible detallarlas, i otras afec-tan al mas duro corazon si contempla al tierno infante arrebatado del rega-zo materno con el cuello retorcido por la agreste mano de un membru-do salvaje. Nadie, nadie escap de tan cruda carniceria []Maldicin sobre seres tan prfidos e imjen de la naturaleza en su lti-mo grado de corrupcin! Preciso es quitar este borron que afea al jnero humano, i no dejar, si es posible fue-ra, ni la memoria de tan excecrable raza12.

    Ocurra en paralelo que en Valdi-via llegaba Cambiazo con una serie de testigos oculares del suceso, siendo la de-claracin de Catalina Ayinman una de las ms interesantes. Ella habra presen-ciado a cuatro sobrevivientes un hom-bre, dos mujeres y una nia, quienes habran sido ayudados por los indgenas pero, luego de consumir un barril de aguardiente, habran muerto al hombre, a la mujer adulta y la nia pequea esta

    ltima por la misma mano de Curin. En tanto, [] auna seorita joben que bena la forzaron todos los que benan que despus de aber cometido este de-lito le dieron la muerte introducindole un palo agudo en las partes pudendas13. Esto ser confirmado por otro testigo ocular (Miguel Polmas), junto con reafir-mar que gran parte del botn se encon-traba en manos de la tribu de Curin14.Desde la capital el tema adquiri tono de cruzada contra la barbarie, pero tras tales argumentos ya se comenzaban a vislumbrar otros aspectos de fondo. Quizs el ms importante el econmi-co, tanto por la mantencin del ejr-cito como por la improductividad en que viva la Araucana15. En concierto a lo anterior, los rganos ms modera-dos de prensa comienzan a abandonar el discurso de reconocimiento del te-rritorio Mapuche como otro Estado imagen creada y mantenida por los parlamentos coloniales, hacia fines de octubre del ao que nos convoca apa-recieron los ltimos artculos de prensa que hablaron del Estado Mapuche16. En tanto, en la frontera sur de la Arau-cana, las villas se aprestaban a armarse para resistir la inminente llegada de las hordas araucanas. El Gobierno central, convencido por las noticias llegadas desde Valdivia, vislumbr que la nica solucin era una expedicin punitiva en contra de los indgenas17. La expe-

    12 Carta de J.B.E., Valdivia, 6 de Septiembre. La Tribuna (Santiago de Chile), 5 de Octubre 1849. 13 Declaracin de la indgena Catalina, 1 de Octubre 1849, ANHJV, legajo 44 exp. 5, foja 20 14 Copia de los originales enviados al Intendente, 11 de Octubre 1849, ANMI, Vol. CCL, foja 124. 15 La Tribuna. Santiago de Chile, 5 de Octubre 1849. 16 Esta paz forzada que cuesta mas que una guerra abierta nace de que Chile, uno de los estado limtrofes reconoce los derechos, la vida i la propiedad de los otros pueblos, i los habitantes de Arauco hacen profesin de no reconocer los derechos, la vida i la pro- piedad de los chilenos. La Crnica. Santiago de Chile, 21 de Octubre 1849. 17 Enviando dos expediciones que actuaran como tenaza, una por el norte y otra por el sur, para castigar definitivamente a los indgenas de Puancho. Dirigiendo la expedicin norte se encontr el Comisario de naciones Jos Antonio Ziga, un

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    dicin pareci contar con la abierta aprobacin de los medios de prensa, los que dejaban velar su representatividad de la opinin pblica18, pero durante tales instantes se vivieron las primeras exposiciones abiertas de eliminacin fsica y cultural del pueblo Mapuche. En dos editoriales del diario La Cr-nica aparece la crudeza de tales ideas:

    Los asesinos de los pasajeros del Joven Daniel no tienen ante dios, ni ante la civilizacin derechos [...] Chile por el contrario tiene el derecho de pro-veer a su seguridad presente i futura, i bajo este principio debe marchar en todos sus actos. Que Arauco sea Chi-le un da; que no haya otra lengua, otra relijion i otra raza que la suya en todo. [] mi humilde opinin, padre [re-firindose a las voces discordantes nacidas desde La Revista Catlica], es que se les aproxime cuatro piezas de artillera a metralla, i se les de una leccin en globo, que se les ensee lo nico que a Chile i la humanidad in-teresa que aprendan19.

    Qe no dicho lA veRdAd en lAs otRAs declARAciones, poR Qe estAbA olbidA-dA

    Antes de iniciar la accin puni-tiva, el General Jos Mara de la Cruz a cargo de la regin sur del pas rea-liz un parlamento, al cual convoc a todos los caciques amigos de las cer-

    canas de Puancho, escuchando de sus bocas las formas en que despreciaban y vilipendiaban a tal tribu, refirindo-se a ellos nicamente como asesinos y ladrones20. Aquellas gestiones, y la entrega pacfica de los principales in-culpados, permitieron que lentamente disminuyeran las tensiones regionales y las amenazas de un levantamiento general. Ahora quedara a los inculpa-dos contar su versin de los eventos.Divididos en dos grupos, el primero concentr a los principales inculpados, siendo procesados por un juzgado mi-litar en la ciudad de Concepcin, en tanto un segundo contingente queda-ra a cargo del juzgado valdiviano. Los caciques y sus mocetones repitieron el mismo discurso, an cuando participa-ron en el saqueo del barco nunca reali-zaron ningn agravio a los sobrevivien-tes, principalmente porque no los hubo. Pero s reafirmaron, tal cual el cacique Guerrapil, que todas las especies hurta-das fueron entregadas en su momento al ayudante Sayago. Que por su sim-ple nmero eran superiores a las siete onzas entregadas por l en Valdivia21.Tal presuncin de inocencia se habra visto confirmada por quien antes los condenaba, Catalina Ayinman. Al ser llamada nuevamente a declarar, ahora en Concepcin, dijo que nunca presenci

    experimentado lugarteniente de las montoneras de lo s Pincheiras convertido, ahora, al bando republicano. En tanto, por el sur, el General Benjamn Viel, antiguo soldado napolenico que particip en las guerras de independencias. La experiencia de los respectivos lderes nos demuestra la importancia que adquiri este tema para el Gobierno. 18 Los tristes detalles que han publicado oficialmente El Araucano sobre el fin desgraciado del Joven Daniel han sublevado un sentimiento de horror en toda la poblacin, sentimiento que se convierte bien pronto en la indignacin que inspiran atrocidades de que la historia de los salvajes mismo no presenta ejemplo. La Tribuna. Santiago de Chile, 5 de Noviembre 1849. 19 La Crnica. Santiago de Chile, 25 de Noviembre 1849. Siendo la segunda transcrita en La Tribuna. Santiago de Chile, 1 de Febrero 1850. 20 Artculo del diario El Correo del Sur, transcrito en La Tribuna. Santiago de Chile, 21 de Febrero 1850. 21 Declaracin del Alonso Currianco (Curin) y de Manuel Guerrapil, 15 de Enero 1850, ANHJV, legajo 44 exp. 5, fojas 30 y 32-33, respectivamente.

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    tal naufragio ya que estaba en Mehuin, dieciocho a veinte leguas al sur de Puan-cho, ya que haba sido repudiada por su esposo como por su to (el Cacique Curin) por bruja. Al ser inquirida por el juez militar sobre su declaracin, dijo que fueron los comisionados de Valdi-via los inventores de tal historia: [] concluyendo esta indgena protestando por su dios, por sus hijos i con lagri-mas en los ojos que era una falsa supo-sicin toda la declaracin citada22. La verdad rasgada dejaba ver, por primera vez, los dbiles cimientos de este juicio.Uno de los comandantes originales de la expedicin punitiva, Zuiga, en una carta (anexada al juicio) present a los indgenas de Puancho en una posicin nueva frente a sus pares. Adems de des-cartar lo anteriormente dicho por los primeros enviados desde Valdivia relati-vo a la limpieza de la playa la describe como una lnea de peascos, imposibles de sobrevivir a nado, escribi que los puanchinos [] estaban prontos a pa-gar con cuanto tubiesen no obstante no aber sido ellos solos los que se repartie-ron, pues qe a la noticia de la perdida enunciada ocurrieron muchos indios indias de las tribus becinas y se lleva-ron cuanto podian cargar. Siendo as, [] el mismo robo del cargamento

    les habria acarreado muchos enemigos entre aquellos que no havian logrado parte23. Un nuevo cuadro se confi-guraba, aquel en que las animosidades existentes entre las diferentes tribus habran sido asumidas por las parciali-dades republicanas y donde, al parecer, gran parte de las especies habran sido ya entregadas. Pero quin las tena?Tan simple pregunta busc ser respon-dida, por sus contemporneos, con la investigacin iniciada por el Auditor del Ejrcito. Calculando que los indgenas habran entregado 740 onzas (aproxi-madamente veintiun kilos) de oro y plata a Sayago y sus ayudantes24. Las incongruencias en las declaraciones, las sospechas del robo realizado por los val-divianos junto a los gastos que significa-ba mantener dos contingentes militares en una zona sin conflicto, obligaron a la autoridad a buscar nuevos mtodos de accin; el primero, intentar obte-ner lo ms posible de los indgenas25 y, lo segundo, redirigir la atencin de la opinin pblica haca otros conflictos siendo el ms importante el provo-cado por la Sociedad de la Igualdad.Coincidente con lo anterior, los juzga-dos militares decidieron devolver el caso al juzgado valdiviano. El juez Ramn Guerrero, al recibir el caso, se decidi

    22 Declaracin de Catalina Ayinman, 25 de Febrero 1850, ANHJV, legajo 44 exp. 5, fojas 45-46. 23 Carta de Jos Antonio Zuiga al Intendente, Febrero 1850, ANHJV, legajo 44 exp. 5, fojas 57 y 55. 24 Carta del Auditor del Ejercito al Juez de letras de la Provincia de Valdivia, 15 de Marzo 1850, ANHJV, legajo XLIV exp. 5. En un juicio levantado posteriormente por una empresa peruana que tena una serie de intereses en el barco, an se sigue hablando de las siete onzas y unas espuelas como los nicos bienes recobrados del naufragio. Es ms, el defensor de la causa peruana dice que habra existido una causa seguida contra el Ayudante Sayago, levantada por la Intendencia, pero de esta no existe, al menos en los archivos oficiales, copia o referencia. Carta enviada por el apoderado de Don Pedro Cardamo, Rafael Perez de Arse, 25 de Julio 1850, ANHJV legajo 5 exp. 6, foja 5. 25 Antonio Varas, antiguo ministro del Presidente Bulnes, le describa as al futuro Presidente Montt los hechos: Los indios de Puancho han andado tan vivos que han probado que no cometieron ninguno de los delitos que se les impugnaban. Declara- ciones contestes de muchsimos, dicen que no ha habido asesinatos ni robos. En cambio de esto, los indios se han comprome- tido a trabajar en la apertura y compostura (del camino) de Concepcin a Valdivia dndoles herramientas y una corta gratificacin al fin. Antonio Varas, Correspondencia de Don Antonio Varas. Candidatura presidencial de Don Manuel Montt, 1850-1851, Revista chilena de historia y geografa 33-37 (Santiago de Chile: s/ao): 353.

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    por poner rpido trmino al mismo rea-lizando un careo general, entre testigos e inculpados. Frente al grupo de Cam-biazo, la indgena Catalina Ayinman se desdijo sobre las presiones o tergiversa-ciones realizadas en su declaracin para, finalmente, decir: Qe no dicho la verdad en las otras declaraciones, por qe estaba olbidada, pero qe ahora no falto en nada ella. En resumen, nunca ob-serv lo que ocurri sino que repiti lo que le contaron26. Sin testigos oculares, sin pruebas fehacientes, junto a las in-congruencias ya antes planteadas, el de-fensor de los reos pregunta al juez, con un tono que buscaba otros odos, s el oir decir o contar sin echo fuese prueba suficiente para calificar los delitos por los ombres, seria la mayor injusticia27. Luego de mesurar las pruebas el juez Guerrero dict sentencia a favor de los reos, al no existir pruebas contunden-tes de su participacin en las muertes, pero relativo al hurto de las especies dijo que no las entregaron a la breve-dad [] por qe ignoran nuestras le-yes, i no an tenido medio de saberlas; ciendo por otra parte unos ombres idio-tas i semisalbajes, qe pudieron creer qe esos efectos les pertenecan por aberlos arrojado el mar28. Aun en la inocen-cia su culpabilidad trasunta sus actos.

    lA gueRRA (poR lA histoRiA) de ARAucoLa historia, al igual que otras

    ciencias humanas, ha pasado por pe-rodos de introspeccin y posterior cr-

    tica hacia sus predecesores temporales, para el contexto chileno aquel proceso se comenz a vivir durante la dcada de 1980. El retorno de muchos histo-riadores del exilio voluntario o forzoso que impuso la dictadura, muchos de ellos con postgrados obtenidos en el ex-tranjero, provoc un remezn interno en la academia. La bsqueda de nuevas identidades y actores sociales signific, tal cual lo plante Eduardo Devs, la construccin de una identidad propia, ajena tanto a la tradicin conservadora como obrerista-partidista29. Fue en la adolescencia de tal movimiento en que el conflicto con las historias oficiales ad-quiri su mayor virulencia, los temas a estudios indgenas, mujeres, peones, bandoleros, nios, vagabundos, etcte-ra supusieron la creacin de un mundo al revs para la historiografa nacional.Es en aquel contexto en que la cuestin de Arauco renace en los libros de histo-ria, entre ellos el Joven Daniel. El pro-blema mapuche adquiri una importan-cia fundamental ya que apareca como el vvido ejemplo que ningn silencio, incluso el de centurias, era eterno. En la bsqueda de aquel relato se confun-da lo representado con lo vivido, la imagen heroica del mapuche asociada en el imaginario popular del momento con la reaccin contra la dictadura fue reemplazada por un relato tortuoso y, a veces, fratricida en su relacin con el mundo criollo. La aparente oposicin entre estos dos mundos (mapuche y criollo) marc el tono de la discusin

    26 Declaracin de Catalina Ayinman, 10 de Abril 1850, ANHJV, legajo 44 exp. 5, foja s/n. 27 Carta del defensor, Jos Miguel Corts, al Seor Juez de Letras, Agosto 1850, ANHJV, legajo 44 exp. 5, foja 170.28 Vistos del Juez Ramn Guerrero, 13 de Septiembre 1850, ANHJV, legajo XLIV exp. 5, fojas 174-175. 29 Eduardo Dves, La cultura obrera ilustrada chilena y algunas ideas en torno al sentido de nuestro quehacer historiogrfico, Mapocho 30 (1991): 128.

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    futura, el rescate de la historia mapuche e indgena en general adquirir tonos de denuncia y reivindicacin. Menos evidente que lo anterior, estos relatos exhibieron la unicidad del Mapuche, el pueblo mapuche presentar esa unidad tan esquiva del mundo mestizo-popular. En las lneas siguientes intentaremos presentar una recopilacin de los distin-tos escritos que abordaron el problema del Joven Daniel, desde sus contempo-rneos a los escritos actuales, veremos los cambios de percepciones y relatos, las inflexiones ideolgicas y las defe-rencias con el tema. Esperando ver en los mismos las muecas que delaten a sus autores y proyectos, y la corres-pondencia de los mismos con los ac-tuares de los personajes de este drama.Las primeras representaciones del nau-fragio fueron poticas y pictricas, Ra-fael Santos realiz, en 1856, dos poe-mas sobre la herona romntica Elisa Bravo30. Imbuido en tal imagen, el pintor francs Monvoisin realiz dos pinturas que muestran el momento del rapto y posterior cautiverio. De-bern pasar ms de treinta aos para que se realice el primer recuento his-trico de los sucesos, ahora en la plu-

    ma de Benjamn Vicua Mackenna.Este polifactico hombre decimon-nico, desarroll al igual que noso-tros su relato en torno al juicio pero agregando un especial inters en la fi-gura de Elisa Bravo. Concluyendo as que Sayago era inocente y Cambiazo culpable sin argumentos muy vlidos, pero ya presentamos su opinin relati-va a l, admitiendo que todo fue una farsa producto de la imaginacin de Catalina Ayinman y otros. Pero no rea-liza comentarios sobre las posturas anti-indigenistas surgidas desde la opinin pblica criolla de su momento31. Un contemporneo, Diego Barros Arana, al abordar el tema se centr en las dis-cusiones parlamentarias y el, supuesto, robo de los comisionados de Valdivia. Negando el asesinato de los nufragos pero justificando la reaccin capitalina por las mentiras y exageraciones reali-zadas por los valdivianos en su esfuerzo por ocultar su apropiacin indebida32. Los juicios de Barros Arana, por tradi-cin y prestigio, fueron mantenidos y repetidos por una serie de historiadores posteriores (por ejemplo, Francisco En-cina y Ricardo Ferrando)33, solamente Sergio Villalobos emerge, levemente, de

    30 Elisa Bravo Jaramillo, hija de Miguel Bravo Aldunate y Carmen Jaramillo Jaramillo, nacida en Valdivia y casada, el 12 de octubre 1846, con Juan Baados Berendique. Esta mujer habra viajado en el bergantn, por lo que la prensa asocia a ella la historia sobre la violacin y posterior rapto por parte de los indgenas. Gabriel Guarda O.S.B., La sociedad en Chile austral antes de la colonizacin alemana 1645-1850 (Santiago de Chile: Ed. Andrs Bello, 1979), 454. El caso de Elisa Bravo es interesante, su nombre slo surge en el anlisis posterior de este evento. No existi mencin de ella en la prensa de la poca, an ms, en todos los juicios relacionados a este naufragio nicamente se la nombra una vez, y es en el juicio levantado por la empresa peruana ya citado, ya que en una citacin que se hace de todos los que tienen intereses involucrados se nombra a Don Miguel Bravo representando derechos propios i de su finada ija Doa Elisa Bravo. 25 de Julio 1850. ANHJV, legajo 5 exp. 6, foja 6. 31 Esto puede ser debido a que l se senta participe de esta visin, como queda comprobado cuando describe al cacique Curin: Su caudillo o toqui principal llambase Curianco, mas conocido entre sus jentes por el apelativo abreviado de Curin, sncope sin dudas de curado era un indio enorme, brio, impedido de andar por su excesiva gordura, fruto sta del aguardiente que ahueca sus cavidades y truca en alambique el cuerpo del salvaje. Benjamn Vicua Mackenna, Elisa Bravo o sea el misterio de su muerte. Con las consecuencias polticas i publicas que la ltima tuvo para Chile (Santiago de Chile: Imprenta Victoria, 1884), 11. 32 Diego Barros Barros, Un decenio en la historia de Chile (1841-1851), Tomo II (Santiago de Chile: Imprenta Universitaria, 1906), 341-42. 33 Francisco Encina, Historia de Chile. Desde la prehistoria hasta 1891, Tomo XIII (Santiago de Chile: Ed. Nascimento,

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    esta matriz. Despreciando el juicio no por los argumentos sino, ms bien, por el carcter poco fidedigno de las fuentes (indgenas), para terminar justificando la reaccin de la opinin pblica no por el robo sino por la conciencia herida de la sociedad nacional en su conjunto34.La primera reaccin a la historia oficial correspondera a uno de los esfuerzos ms ambiciosos en la reconstruccin de la historia de los pueblos indgenas, La historia del pueblo Mapuche de Jos Bengoa. El autor se propuso res-catar los fragmentos que mostraban segn su juicio la esencia y carcter discursivo del pueblo mapuche, y, sobre la base de ellos, cre un relato lineal. Sus fuentes, al momento de relatar el naufragio fueron dos: Historia de la civilizacin de la Araucana de Toms Guevara y el relato de Pascual Coa35.Guevara, un proto antroplogo de fines del diecinueve, que en su dilogo directo con los indgenas intent reconstruir la historia del Joven Daniel. Descartando tanto el asesinato como el rapto de Eli-sa Bravo. Sin embargo, Bengoa admite como cierto el asesinato utilizando su otra fuente, Pascual Coa. Cacique de la regin del Budi que relat su vida al padre De Moesbach al que su madre le cont sobre el naufragio, el asesinato y

    posterior rapto de las mujeres. Aun cuan-do el relato de Coa tiene similitudes con la realidad en nombres y lugares, hacia el final del mismo adquiere tonos, por decirlo menos, fantsticos. Los caci-ques luego de ser aprehendidos habran sido llevados a la capital (Santiago), por lo que el cacique principal de la zona, Huaquinpn, viaj a tal ciudad para so-licitar una entrevista con el Presidente Bulnes. En ella habra pedido la libera-cin de los caciques, lo que habra sido concedido por la primera autoridad36.La lectura de los eventos relatados, comparados con los extractos de pren-sa anteriormente citados, nos llevan a cuestionar la narracin de Coa. La aceptacin de Bengoa del relato, y la no inclusin en su libro de los ltimos eventos, permitieron un nuevo quiebre en la reconstruccin de este naufragio. Bengoa ser ledo y repetidos sus argu-mentos sin un mayor nivel de crtica37. La reconstruccin posterior adquirir nuevos matices pero pocos argumentos.Pinto Rodrguez, citando al diario El Mercurio con fecha de 1859, repeti-r la historia del naufragio y rapto, sin ahondar mucho en l38. Silva Galdames, en su historia de Chile, repite el argu-mento del asesinato y rapto de muje-res39. Gabriel Guarda, religioso que ha

    1970): 579-81; Ricardo Ferrando, Y as naci la fronteraConquista, guerra, ocupacin, pacificacin 1550-1900 (Santiago de Chile: Ed. Antrtica, 1986), 318-19. 34 En el fondo, todo el asunto haba sido la expresin colectiva de una conciencia herida por la existencia de hordas salvajes en un pas que luchaba por la dignidad. Sergio Villalobos, Tres siglo y medio de vida fronteriza, en Sergio Villalobos (ed.), Relaciones fronterizas en la Araucana (Santiago de Chile: Pontificia Universidad Catlica de Chile, 1982), 59. 35 Jos Bengoa, Historia del pueblo Mapuche. Siglo XIX y XX (Santiago de Chile: Ed. SUR, 1985), 163-164. 36 Coa, Testimonio de un cacique...12-16. 37 Los ejemplos ms evidentes sern los presentados por alumnos del mismo Bengoa que utilizarn sus fuentes, muchas veces, sin integrar voces de crtica a las mismas. Ver Natalia Caniguan, Municipio, identidad y alcalde Mapuche. Estudio de caso en la Comuna de Saavedra (tesis de Antropologa, Escuela de Humanismo Cristiano, 2007), 34. Disponible en: www.identidades.cl/pdf/tesisnatalia.pdf 20/11/2008 38 Jorge Pinto, Crisis econmica y expansin territorial: La ocupacin de la Araucana en la segunda mitad del siglo XIX, Estudios Sociales 72 (1992): 107. 39 Al ao siguiente (1849), el episodio del Joven Daniel, bergantn naufragado en las playas de Puancho, frente al lago

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    trabajado por muchos aos la historia de la frontera sur araucana, niega los ase-sinatos y raptos pero, basndose en un viajero (Guillermo Cox, que escribi en 1863) que dice haber visto viva a Eli-sa Bravo, cambia su opinin y se incli-na a la posibilidad, por lo menos, del rapto40. La historiadora Valeria Maino, ahora en un medio de difusin masiva como es la prensa, reafirma la tesis del asesinato y posterior rapto41. Francisca del Valle repite el mito del cautiverio, agregando que habra existido un de-creto del Presidente Montt, en 1852, instruyendo al Intendente de Arauco para iniciar la bsqueda de Elisa Bra-vo. Realizndose, finalmente, un juicio en la villa de Los ngeles con testigos oculares42. Para finalizar, Rolf Foerster, antroplogo reconocido por sus trabajos relativos a la cultura mapuche, escribi que durante la primera mitad del siglo XIX el Estado chileno intent crear un nuevo pacto de convivencia con los Mapuches. Aquel habra representado, para su tiempo, el modelo ms aventa-jado para llevar la civilizacin a los in-dgenas del sur, [] ms los sucesos en torno al naufragio del bergantn Joven Daniel (1849) mostraron al Gobierno y a la opinin pblica de la zona cen-tral lo ingenuos que haban sido43.

    pAlAbRAs finAlesDiversos investigadores vieron

    en el ao de 1850 un punto de no re-torno para la Araucana. Arnold Bauer plantea que Chile se encontraba en una disyuntiva, invertir activamente en tec-nologa o expandir las tierras de culti-vo, aun cuando existi la posibilidad para la realizacin de ambos, los grupos ligados al agro econmicos como po-lticos optaron por la segunda opcin. Jorge Pinto agrega a los motivos econ-micos, la cohesin interna que present la elite del pas en relacin a la ocupa-cin territorial de la Araucana para, finalmente, Luis Ortega escribir que incluso sin lo anterior ya para aquellos aos la antigua frontera infranqueable haba desaparecido. La migracin es-pontnea provoc la apertura social y cultural de la Araucana, por tanto, el proceso de asimilacin ya haba inicia-do su curso incontrarrestablemente44.Aun cuando la expansin hacia la Arau-cana no gir en torno al conflicto del Joven Daniel, ni este fue su detonan-te, s sirvi de punto de inflexin en el cambio de lenguaje poltico referido al problema mapuche. Adems, como imagen, le permiti a los grupos polti-cos obtener el apoyo irrestricto de la opi-nin pblica con lo limitado que aquel concepto resulta para el perodo que

    Budi, y que portaba mercaderas y pasajeros, de los cuales sobrevivieron un hombre, muerto por los lugareos, y varias mujeres raptadas e incorporadas en los serrallos de lonkos y ulmenes, inflam airadas reacciones contra los brbaros impos. Osvaldo Silva, Breve historia contempornea de Chile (Mxico D.F.: FCE, 1995), 205. 40 Guarda, Nueva historia de Valdivia (Santiago de Chile: Pontificia Universidad Catlica de Chile, 2001), 514. 41 Valeria Maino, Los naufragios. Una realidad olvidada. El Mercurio (Santiago de Chile), 10 de Agosto 2002. Disponible en: http://diario.elmercurio.cl/ detalle/index.asp?id={66f262c0-3cb9-417f-9d5b-500c65254d17} 19/11/2008. 42 Francisca Del Valle, El repertorio visual de las cautivas blancas en Chile en el siglo XIX, en Juan Manuel Martnez (ed.), Arte americano: Contexto y formas de ver (Santiago de Chile, RIL editores, 2006), 156-57. 43 Rolf Foerster, Del pacto colonial al pacto republicano, Revista Tefros 6/1 (2008): 3-4. Disponible en: www.unrc. edu.ar/publicar/tefros/revista/v6n1i08/ paquetes/foerster.pdf 25/11/2008. 44 Arnold Bauer, Expansin econmica en una sociedad tradicional: Chile central en el siglo XIX, Historia, IX (1970): 137- 221; Pinto, Crisis econmica, 85-124; Luis Ortega, La frontera carbonfera, 1840-1900, Mapocho 31 (1992): 131-148.

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    abordamos, permitiendo iniciar una campaa armada de eliminacin de la frontera interna, con sus costos incluidos.Para los indgenas de Puancho la situa-cin fue diametralmente distinta luego del naufragio, tal cual lo plante Coa, un porcentaje de ellos construy su re-cuerdo oral en torno a su culpabilidad en los asesinatos, en tanto un segundo grupo que fue desarraigado de su tierra y llevados casi ciento cincuenta kilme-tros al sur, donde se erige actualmente el poblado de Puaucho revive hoy este relato con impotencia, culpando de sus desgracias a los agentes valdivianos. Pero la historia, que ha jugado su papel de deus ex machina en este drama, tam-bin tuvo su palabra. Tanto los relatos conservadores con su desprecio hacia el objeto a estudio como los contempor-neos, con la idealizacin del mismo, han preservado una difusa idea del indgena. La instauracin de un modelo nico para la etnia mapuche, un pueblo, impu-so una resignificacin del proyecto po-ltico mapuche. Su presentacin como un movimiento social autnomo a es-paldas de los modelos estatales nacidos de la revolucin francesa con tradicin de resistencia cultural y su, virtual, des-apego de la economa capitalista, lo hizo aparecer como el eslabn perdido del mundo postsovitico45. Este movimien-

    to habra tenido la cohesin que le falt a los sectores populares de los primeros setenta aos del siglo XX, en tanto que sus reivindicaciones, ms antiguas que el sistema econmico actual, lo hacan ms vlido y representativo de los sec-tores desarraigados de las democracias post-dictaduras de la Amrica latina.La pregunta radica en cul es el cos-to que debemos pagar para obtener tal verdad, el caso presentado es pertinen-te para realizar tal anlisis. Aunque con variables, el centro del caso gira en tor-no a las mutuas recriminaciones, aspe-rezas y conflictos dentro de los grupos mapuches familiares como comuni-tarios no dndose evidencias de esta unicidad discursiva frente a su reverso criollo46. Dejando a un lado los intereses de la elite para participar en la discusin, todo el problema no supera el nivel de un conflicto domstico entre grupos humanos que viven cercanos, por lo mismo, hemos hecho hincapi en sus proyecciones histricas. Ya presentamos los destinos de los actores pero tambin son significativos los destinos del pro-pio historiador, al asumir una postura construye un nuevo relato que cubre los fenmenos que intenta develar. La per-secucin por ese pueblo dolido y renco-roso que responde con dureza y desdn a los otros, no nos deja percibir a aque-

    45 Como bien se sabe, la historia chilena no ha sido ni es una historia de la sociedad nacional. Los indgenas aparecen frente al Estado como el sector social ms alejado; ms an, marginales a l: no lo reconocen, lo niegan y lo combaten. Jos Bengoa, Los estudios de etnohistoria en Chile, Proposiciones 24 (1994): 209. Aquello se contrapone con la investigacin realizada por Jorge Pinto, relativa a la integracin econmica de la Araucana a principios del siglo XX, que nos plantea que con anterioridad a la dcada de 1930, la integracin econmica permiti el crecimiento y expansin comercial de las comunidades. Pinto, La nueva Araucana, 1900-1960, ponencia presentada en las XVII Jornadas de Historia de Chile (Pucn, 2007). 46 Incluso ms, en momentos de fuerte oposicin entre indgenas y criollos, los primeros aun mantenan conflictos entre s que impidieron, o retrasaron, su poder de reaccin frente al quiebre de su forma de vida independiente a las normas del Estado chileno. Vase Aurelio Daz Meza, Parlamento de Coz-Coz. Breve relacin del parlamento Mapuche de Coz-Coz. 18 de Enero de 1907 (Chile: Serindgena ediciones, 2002).

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    lla comunidad dividida, golpeada pero no inocente que nos presenta el relato.

    Los distintos grupos indgenas supieron moverse dentro de su reali-dad poltica, las alianzas extra-tnicas, los roces por las jerarquas y los conflic-tos maritales, nos presentan un cuadro complejo, pero comprensible, de inte-rrelaciones polticas y personales de es-tos individuos y sus comunidades. Los sectores Mapuches fueron ayer un actor poltico importante, al menos para la re-gin a estudio, pero nunca adquirieron los niveles de importancia o asociativi-dad que hoy se les asignan. La conflic-tividad nacida de las imposiciones me-morsticas incluye a los sectores que se sienten parte de la memoria hegemnica como a aquellos desplazados, pero no es concebible que en tal batalla intentemos crear presente hurgando en el pasado. La construccin del pueblo mapuche responde a un crecimiento de cientos de aos de conflictos pero tambin de consensos, si hoy observamos una cohe-sin dentro de tal etnia, se debe a su pro-pio desarrollo y temporalidad. Intentar acelerar tal proceso de cohesin va la construccin de una tradicin irreal es, nicamente, destruir la misma ra-zn de existir de este pueblo, su pasado.

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