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AGUSTíN YÁÑEZ, Al filo del agua. Novela. Ilustraciones de Julio Prie- to.-Editorial Porrúa,S. A. Mé- xico, 1947. En el ensayo, en la novela, en cuanto coto literario da paso su cu- riosidad, Agustín Yáñez ha mostra- do un empeño indeclinable por res- ' catar la esencia última de lo mexica7 no. Ello explica que su. voluntad creadora que los mdancólicos bardos de antier llamaban inspira. ción- acuda en cada a la fuente rusticana y sincera . de la provincia, que tiene por latitud la extensión to- da de la república, y donde ni en el tiempo pasado, ni al presentt, el hi- bridismo de la capital ha tenido la fuerza de penetración necesaria para transformar unos hábitos peculiares de vivir, trabajar, amar y morir. A fuerza de idas y venidas a ese venero de legítima humanidad --de donde él procede, además-, Yáñez encarna hoy por hoy una de las conciencias mexicanas mejor arraigadas a su suelo. Por eso puede lanzarse al desplante ---él, tan relativamente joven en re- LIBRERIA CE SA R CICERON Seminario, 10 Apartado 7758 MEXICO, D. F. ESPECIALIDAD EN OBRAS DE MEDICINA Sean para Texto o Consúlta TEXTOS ESCOLARES DE TODAS CLASES - NOVELAS - POESIA - FILOSOFIA - LITERATURA IN- FANTIL - OCULTISMO - NATU- RISMO, ETC., ETC. OBRAS TECNICAS - MANVALES DE ARTES Y OFICIOS UN NEGOCIO CULTURAL PUES- TO AL SERVICIO OEL PUEBLO Atención especial por Express, C. O. D. o Correo Reembolso, a pedidos foráneos Pida Lista de Precios y Descuento de Ma'yoreo Nuestra Organización le garan- tiza' un máximum de ventajas y seguridades MUNDO LIBROS lación con los sucesos- de recompo- ner con minucia literaria y emotiva, con matices alternados de fuerza y delicadeza, .la vida cotidiana de un pueblo cual,quiera de la región de Los Altos, en li época inmediatamente an- teriora la revolucionaria de 1910. ' Al titular el "Acto prepa- ratorio", ya el autor aparece envuelto en la atmósfera que va a resucitar. Ese "acto" sugiere una recapitulación pre- via, tocada de infuso misticismo" de los factores de sordidez, hipocresía y mediocridad que han de tocarnos las aristas alma durante la aventura ,de leer. El perfil del pueblo donde en .seguida presendaremos el hervor de las pasiones, trazado por Yáñez, es un resumen casi genérico, y en gran parte válido hasta el día, de esa exis- tencia estéril que arrastran niles de aldeas mexicanas que sólo respiran .automáticamente, sin un estímulo donde brille la luz del espíritu y la acción. Se siente 'uno deprimido ante estrechez tal, e ineludiblemente surge en la memoria la receta que apuntaba, allá por el "peregrino señor" Antonio Azorín: "Bastaría abrir las· puertas y dejar entrar el sol, salir, viajar, gritar, chapuzarse en agua fresca, correr, J saltar, comer grandes trozos de carne, para. que esta triste- za se acabase." El primer capítulo confirma el pre- sagio del prólogo. La duermevela de don Timoteo, seguida del sueño agi- tadísimoque convocó los fantasmas de tantos .deseos fallidos cuya reali- zación contiene el muro del bien' pare- cer y la simulación inhumana carac- terística del pueblo, dan ocasión a Yá- ñez para instrumentar un contrapun- to de sensaciones antagónicas descritas con certeros recursos oníricos. De ahí en adelante, nos gana el presentimiento de que el limpio río del amor no ha de correr por los cau- ces debidos; de que los arrestos de no- bleza se encenderán un instante para frustrarse en ceniza; de que cada man- dato normal de la sangre será acalla- do por la colectiva voluntad de aplas- tamiento de todo aquello que hace vibrar los días del hombre. Pronto siente el lector que se ahoga ante la aridez uniforme de las conciencias, determinada por la solidaridad de los vecinos en ,el encierro, el temor y la deformación de un dogma religioso que, aspirando decisivamente a la luz, se ejercita entre sombras de paredes y de almas. El ,autor presenta, como una rei- vindicación de los fueros de la ternu- ra, un episodio idílico entre una mu- jer colmada de dones y distinción, que va de paseo al pueblo por una temporada, y un adolescente con alas, soñador campanero--, que, sir- viéndose de su no cultivada aptitud para la música, sabe transmitir a los bronces, a voluntad, el desbordamien- to o el arrullo de su pasión sin voz por la mujer que escucha el tumulto de las campanas y comprende. No es aquella planicie el terreno adecuado para que brote la flor suprema del vi- vir: encono y calumnia despejan el campo. Aquí no hay tregua. Ni re- . dención. Marta y María, las sobrínás del cura, aunque caracterizadas de mane- ra obvia éonforme al bíblico patrón, son las siluetas que animan con jus- tos arranques humanos este ,retablo desolador. Fiel cada, una al destino que el novelista quiso conferirles, transitan, por las páginas con sus sen- timientos -anacible recato, iJ,llpa- ciencia bullente de vivir- al natural. . Hay otras mnchas escenas y figu-, ras que. Yáñez sabe animar con pulso viril. Así, por ejemplo, los norteños, "los que fueron a Estados Unidos", qt:ienes, ganados de un infantil des- castamiento, al retOrnar al pueblo 'desquician con sus costumbres e in- dumentaria la· calma ancestral; los contertulios dd mentidero imprescin- dible -"La Flor de' Mayo"-, don- de el rápido cierre observado de un' postigo cualquiera da pasto a induc- ciones desorbitadas, que -irán crecien- do con los días; la "loca" de Micaela Rodríguez, muchacha desenvuelta cu- yas redondeces presiden, en monopo- lio de lascivia, los sueños masculinos, y el arriscado Damián Limón, proto- tipo del héroe cuyas hazañas han de, rodar por montañas, villorrios y ciu-\ transmitidas en las guitarras y listones del corrido . ._ A lo largo de 400 páginas bien tridas de texto, Agustín Yáñez agota la crónica de este pueblo enemigo del sol y la sonrisa. No le arredra -y de- bemos alabárselo-- incurrir en lo pue- ril, subrayar con insistencia el matiz de un detalle; prodigar los latines que en una comuni- dad así interfieren hasta en lo coti- diano de la esfera civil. Es ese amon-' tonamiento de' sutiles observaciones lo que, mejor dibuja el contorno y la atmósfera. Y además, cuando lá co- rriertte narrativa le depara una co- yuntura propicia, ha sabido e'scribir páginas plenas de intensidad y be- lleza. Imposible sería cerrar esta apresu- rada reseña sin destacar la colabora- ción que Julio Prieto ha dispensado al novelista. Sus numerosos grabados, viñetas y letras capitales desbordan imaginación poética y bien atempera- da 1l)-alicia, indistintamente. Todas ellas, junto con las que realizó para el libro Moctezuma, el de la silla de oro, de Francisco Monterde, son 10- gros que pueden estimarse culminan- tes de su indiscutible aptitud para es- (a rama de la plástica editorial. Antonio ACEVEOO ESCOBEDO GONZÁLEZ DE MENDOZA, J. M., Las etapas del hombre (Papeles del ar- chivo sobre el Vate Frías).-Edi- torial "Beatriz de Silva" .-Méxi- ca, 1946. José D. Frías (la D. quería decir Daría, según advirtió en uno de sus instantes risueños) fué un poeta que nació y murió en tierra mexicana (1890-1936), pero que amó con de- lirio extrahumano la Poesía y sufrió, como pocos han sufrido. Su breve obra quedó compendiada en Versos escogidos (1933) Y en tres 0púscu- 'los: A Darío (1916), Bajo el clamor de las sirenas y la Antología de jóve- nes poetas mexicanos que publicó en París asociado a Guillermo Jiménez (1922). Escribió en varios periódi- cos, hizo cuatro viajes a Europa, fué profesor supernumerario de literatura gen,eral; corrector de estilo, jefe de publicaciones en la de Edu- .cación, adsáito a la Legación en Fran- cia; pero, sobre todo, un poeta que conocía su oficio más peligroso de todos-O y que no ha de morir mientras haya lectores de que sepan entenderla. Uno, de los amigos más leales que tuvo Frías se llama J. M. González Mendoza, quien ha dado a cono- UBROS DE TEXTO PARA' ESTUDIANTES DE UNIVERSIDADES y. ESCUELAS' TECNICAS Grandes existencias,en su versi6n original inglesa sobre: ARQUITECTURA ASTRONOMIA .ELECTRICIDAD FISICA GEOLOGIA MATEMATICAS ,EN GENERAr MINERALOGIA Visítenos personalmente o pídalos a AXEL MORIEL, SUCRS. San 'Juan de Letrán24, Desp. 116. Edificio Cook. Apartado 2762 MEXICO, D. F. UNIVERSIDAD DE ,MEXICO * 11

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Page 1: MUNDO - f002.backblazeb2.com · de todos-O y que no ha de morir mientras haya lectores de P~esía, que sepan entenderla. Uno,de los amigos más leales que tuvo Frías se llama J

AGUSTíN YÁÑEZ, Al filo del agua.Novela. Ilustraciones de Julio Prie­to.-Editorial Porrúa,S. A. Mé­xico, 1947.

En el ensayo, en la novela, encuanto coto literario da paso su cu­riosidad, Agustín Yáñez ha mostra­do un empeño indeclinable por res- 'catar la esencia última de lo mexica7no. Ello explica que su. voluntadcreadora ~so que los mdancólicosbardos de antier llamaban inspira.ción- acuda en cada v~z a la fuenterusticana y sincera .de la provincia,que tiene por latitud la extensión to­da de la república, y donde ni en eltiempo pasado, ni al presentt, el hi­bridismo de la capital ha tenido lafuerza de penetración necesaria paratransformar unos hábitos peculiaresde vivir, trabajar, amar y morir. Afuerza de idas y venidas a ese venerode legítima humanidad --de dondeél procede, además-, Yáñez encarnahoy por hoy una de las concienciasmexicanas mejor arraigadas a su suelo.

Por eso puede lanzarse al desplante---él, tan relativamente joven en re-

LIBRERIA

CE SA RCICERONSeminario, 10 Apartado 7758

MEXICO, D. F.

ESPECIALIDAD EN OBRASDE MEDICINA

Sean para Texto o Consúlta

TEXTOS ESCOLARES DE TODAS

CLASES - NOVELAS - POESIA ­FILOSOFIA - LITERATURA IN­

FANTIL - OCULTISMO - NATU-RISMO, ETC., ETC.

OBRAS TECNICAS - MANVALESDE ARTES Y OFICIOS

UN NEGOCIO CULTURAL PUES­

TO AL SERVICIO OEL PUEBLO

Atención especial por Express,C. O. D. o Correo Reembolso,

a pedidos foráneos

Pida Lista de Precios yDescuento de Ma'yoreo

Nuestra Organización le garan­tiza' un máximum de ventajas

y seguridades

MUNDOLIBROS

lación con los sucesos- de recompo­ner con minucia literaria y emotiva,con matices alternados de fuerza ydelicadeza, .la vida cotidiana de unpueblo cual,quiera de la región de LosAltos, en li época inmediatamente an­teriora la convulsió~ revolucionariade 1910. '

Al titular el prólog~ "Acto prepa­ratorio", ya el autor aparece envueltoen la atmósfera que va a resucitar. Ese"acto" sugiere una recapitulación pre­via, tocada de infuso misticismo" delos factores de sordidez, hipocresía ymediocridad que han de tocarnos lasaristas d~l alma durante la aventura

,de leer. El perfil del pueblo donde en.seguida presendaremos el hervor delas pasiones, trazado por Yáñez, esun resumen casi genérico, y en granparte válido hasta el día, de esa exis­tencia estéril que arrastran niles dealdeas mexicanas que sólo respiran

.automáticamente, sin un estímulodonde brille la luz del espíritu y laacción. Se siente 'uno deprimido anteestrechez tal, e ineludiblemente surgeen la memoria la receta que apuntaba,allá por 190~, el "peregrino señor"Antonio Azorín: "Bastaría abrir las·puertas y dejar entrar el sol, salir,viajar, gritar, chapuzarse en aguafresca, correr, J saltar, comer grandestrozos de carne, para.que esta triste­za se acabase."

El primer capítulo confirma el pre­sagio del prólogo. La duermevela dedon Timoteo, seguida del sueño agi­tadísimoque convocó los fantasmasde tantos .deseos fallidos cuya reali­zación contiene el muro del bien' pare­cer y la simulación inhumana carac­terística del pueblo, dan ocasión a Yá­ñez para instrumentar un contrapun­to de sensaciones antagónicas descritascon certeros recursos oníricos.

De ahí en adelante, nos gana elpresentimiento de que el limpio ríodel amor no ha de correr por los cau­ces debidos; de que los arrestos de no­bleza se encenderán un instante parafrustrarse en ceniza; de que cada man­dato normal de la sangre será acalla­do por la colectiva voluntad de aplas­tamiento de todo aquello que hacevibrar los días del hombre. Prontosiente el lector que se ahoga ante laaridez uniforme de las conciencias,determinada por la solidaridad de losvecinos en ,el encierro, el temor y ladeformación de un dogma religiosoque, aspirando decisivamente a la luz,se ejercita entre sombras de paredes yde almas.

El ,autor presenta, como una rei­vindicación de los fueros de la ternu-

ra, un episodio idílico entre una mu­jer colmada de dones y distinción,que va de paseo al pueblo por unatemporada, y un adolescente con alas,soñador ~l campanero--, que, sir­viéndose de su no cultivada aptitudpara la música, sabe transmitir a losbronces, a voluntad, el desbordamien­to o el arrullo de su pasión sin vozpor la mujer que escucha el tumultode las campanas y comprende. No esaquella planicie el terreno adecuadopara que brote la flor suprema del vi­vir: encono y calumnia despejan elcampo. Aquí no hay tregua. Ni re-

. dención.Marta y María, las sobrínás del

cura, aunque caracterizadas de mane­ra obvia éonforme al bíblico patrón,son las siluetas que animan con jus­tos arranques humanos este ,retablodesolador. Fiel cada, una al destinoque el novelista quiso conferirles,transitan, por las páginas con sus sen­timientos -anacible recato, iJ,llpa­ciencia bullente de vivir- al natural. .

Hay otras mnchas escenas y figu-,ras que. Yáñez sabe animar con pulsoviril. Así, por ejemplo, los norteños,"los que fueron a Estados Unidos",qt:ienes, ganados de un infantil des­castamiento, al retOrnar al pueblo'desquician con sus costumbres e in­dumentaria la· calma ancestral; loscontertulios dd mentidero imprescin­dible -"La Flor de' Mayo"-, don­de el rápido cierre observado de un'postigo cualquiera da pasto a induc­ciones desorbitadas, que -irán crecien­do con los días; la "loca" de MicaelaRodríguez, muchacha desenvuelta cu­yas redondeces presiden, en monopo­lio de lascivia, los sueños masculinos,y el arriscado Damián Limón, proto­tipo del héroe cuyas hazañas han de,rodar por montañas, villorrios y ciu-\dad~, transmitidas en las guitarras ylistones del corrido . . _

A lo largo de 400 páginas bien nu~

tridas de texto, Agustín Yáñez agotala crónica de este pueblo enemigo delsol y la sonrisa. No le arredra -y de­bemos alabárselo-- incurrir en lo pue­ril, subrayar con insistencia el matizde un detalle; prodigar los latinesmnemotécni~os que en una comuni­dad así interfieren hasta en lo coti­diano de la esfera civil. Es ese amon-'tonamiento de' sutiles observacioneslo que, mejor dibuja el contorno y laatmósfera. Y además, cuando lá co­rriertte narrativa le depara una co­yuntura propicia, ha sabido e'scribirpáginas plenas de intensidad y be­lleza.

Imposible sería cerrar esta apresu­rada reseña sin destacar la colabora­ción que Julio Prieto ha dispensadoal novelista. Sus numerosos grabados,viñetas y letras capitales desbordanimaginación poética y bien atempera­da 1l)-alicia, indistintamente. Todasellas, junto con las que realizó parael libro Moctezuma, el de la silla deoro, de Francisco Monterde, son 10-

gros que pueden estimarse culminan­tes de su indiscutible aptitud para es­(a rama de la plástica editorial.

Antonio ACEVEOO ESCOBEDO

GONZÁLEZ DE MENDOZA, J. M., Lasetapas del hombre (Papeles del ar­chivo sobre el Vate Frías).-Edi­torial "Beatriz de Silva".-Méxi­ca, 1946.

José D. Frías (la D. quería decirDaría, según advirtió en uno de susinstantes risueños) fué un poeta quenació y murió en tierra mexicana(1890-1936), pero que amó con de­lirio extrahumano la Poesía y sufrió,como pocos han sufrido. Su breveobra quedó compendiada en Versosescogidos (1933) Y en tres 0púscu­'los: A Darío (1916), Bajo el clamorde las sirenas y la Antología de jóve­nes poetas mexicanos que publicó enParís asociado a Guillermo Jiménez(1922). Escribió en varios periódi­cos, hizo cuatro viajes a Europa, fuéprofesor supernumerario de literaturagen,eral; corrector de estilo, jefe depublicaciones en la S~cretaría de Edu-

.cación, adsáito a la Legación en Fran­cia; pero, sobre todo, un poeta queconocía su oficio ~l más peligrosode todos-O y que no ha de morirmientras haya lectores de P~esía, quesepan entenderla.

Uno, de los amigos más leales quetuvo Frías se llama J. M. Gonzálezdé Mendoza, quien ha dado a cono-

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