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BIBLIOTECA MUNDO HISPANO NOVELAS Y OTROS PARA MUJERES LA MUJER Y SU MUNDO TOMO II por Débora Coconi De Sedaca EDITORIAL MUNDO HISPANO © 2006

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BIBLIOTECA MUNDO HISPANO

NOVELAS Y OTROS PARA MUJERES

LA MUJER Y SU MUNDO TOMO II

por Débora Coconi De Sedaca

EDITORIAL MUNDO HISPANO © 2006

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LA MUJER Y SU MUNDO

II

FRENTE AL HOGAR Y LA SOCIEDAD

DEBORA COCONI DE SEDACA

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ContenidoPresentación

Introducción

PRIMERA PARTE: LA MUJER FRENTE AL HOGAR

Capítulo 1. La Mujer Frente Al Esposo1. � La mujer frente al marido creyente2. � La mujer frente al marido que no comparte su vocación de serviciocristiano3. � La mujer frente al marido inconverso

Capítulo 2. La Mujer Frente A Los Hijos:SU ACTITUD FRENTE A ELLOS

Capítulo 3. La Mujer Frente A Sus Familiares1. � Relaciones entre suegra y nuera2. � Relaciones entre consuegras3. � Relaciones entre cuñadas4. � La mujer como hermana mayor

SEGUNDA PARTE: LA MUJER FRENTE A LA SOCIEDAD

IntroducciónCapítulo 1. Mis Vecinas Y YoCapítulo 2. Trabajando JuntasCapítulo 3. Seamos AmigasCapítulo 4. También A Nosotras Nos Concierne

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PresentaciónNos ofrece la autora, en este segundo tomo de �LA MUJER Y SU MUNDO�, unnecesario y total complemento de los temas tratados en el primero.

Decíamos allí que era preciso encontrar una obra como ésta por el nuevo lugarque la mujer enfrenta en el mundo actual. No basta, por lo tanto, que la mujerse analice a sí misma y vea qué tiene que aprender para su vida interior. Todoello es necesario, básico y por eso, paralelamente, la lectura y estudio de aquelprimer libro es imprescindible.

Pero también lo es la de este segundo. Porque no basta quedarse dentro de sí.Eso significaría que no es mucho lo que ha cambiado. Con la misma agilidad,profundidad y multitud de ejemplos prácticos, la autora nos proyecta ahora alos múltiples aspectos de la vida de la mujer moderna en el hogar,comenzando por su función de esposa y terminando con su posible actuaciónen las esferas conductoras del país. Para cada caso, hay un análisis y unarespuesta cristiana y práctica.

Reiteramos nuestro agradecimiento por este trabajo, cuya utilidad sedescuenta. Esperamos que sean muchas las mujeres cristianas que puedanaprovecharlo en todo nuestro continente y, a través de ellas, sea beneficiadotambién el Reino de Dios.

Convención Femenil BautistaArgentinaComisión de Publicaciones

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IntroducciónEn la primera parte de nuestro enfoque de la mujer y su mundo, hemos tratadode enfrentarla consigo misma, en los límites de su mundo interior, con susdilemas y conflictos y su relación con Dios. En esta segunda parte es nuestropropósito ubicar a la mujer en su vida de relación, en el plano de su hogar yde su vida familiar, y más allá de éste, en el mundo de las relaciones quetrascienden ese círculo de intimidad. Queremos, tomadas de la mano, caminarjuntas por esos senderos que conforman nuestro mundo de cada día e irdescubriendo en ellos cómo actuamos y qué esperan de nosotras quienes nosrodean y comparten nuestra vida cotidiana. Queremos en suma encontrar elcamino hacia una completa realización de nuestra función de mujer en el lugardonde Dios nos ha colocado. En la medida que logremos alcanzar esteobjetivo, habremos cumplido el propósito que nos impusimos al escribir estaspáginas, teniendo así la satisfacción que la tarea que nos fuera encomendadaha sido provechosa.

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PRIMERA PARTE

LA MUJER FRENTE AL HOGAR

Capitulo 1. — La Mujer Frente Al EsposoEl corazón de su marido está en ella confiado.

Su marido también la alaba.(Prov. 31:11-28 b)

1. — La mujer frente al marido creyente

En el capítulo primero de la primera parte ya hemos desarrollado elpensamiento de que Dios creó a la mujer para ser ayuda idónea para el hombre.Pensaremos ahora en lo que debiera ser una correcta actitud frente al esposo yalgunas de las consecuencias que de ella derivan.

Eugenia Price, en su libro �De mujer a mujer�, dice que una armonía real esnecesaria para que dos personas de sexo opuesto vivan juntas bajo un mismotecho... y �armonía� repitiendo la definición del diccionario Webster significa�adaptación de una parte a otra�.

¿Cuántas de nosotras deseamos realmente adaptarnos a otra persona, aunqueesa sea nuestro esposo, a quien sin duda amamos y a quien prometimos cuidary defender hasta que la muerte nos separe? Lejos están quizás los días delnoviazgo, cuando la actitud del uno hacia el otro era de cortesía, aceptación yrespeto mutuo. Por supuesto, toda mujer normal no puede esperar que la lunade miel continúe indefinidamente, lo cual, según Eugenia Price, convertiría almundo en un caos. La luna de miel es en realidad el primer período de eseajustamiento, de esa adaptación del uno hacia el otro, donde recién comienzana conocerse realmente cómo son los caracteres de cada uno de los cónyuges, yvan aflorando las diferencias de los distintos ambientes y cultura de las queambos proceden.

Tomemos en consideración, en primer lugar, cuál debiera ser la actitud de laesposa, cuyo compañero comparte con ella los mismos ideales de fe y deobediencia a Dios en todos los órdenes de la vida. En tales condiciones, losproblemas que ella tiene que afrontar son los propios y comunes de cualquier

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esposa. La gran diferencia reside en que ésta puede contar con el amor y lacomprensión del esposo. El precepto divino de que

�el hombre dejará su padre y a su madre para unirse a su esposa, y losdos llegarán a ser como uno solo� (Mat. 19: 5)

tiene en este caso particular una realización total.

De una completa rendición a Dios y a su voluntad, surge como consecuencianatural una entrega sin reservas del uno hacia el otro. Cada uno buscaráagradar a su compañero, �no buscando su propio bien, sino el del otro�(1 Cor. 10:24).

Por supuesto, en la práctica, cuando se suceden a diario las múltiplescomplejidades a que la mujer está sujeta en sus tareas y responsabilidades deama de casa, no siempre es posible mantener uniforme ese �espíritu dulce ytranquilo� a que el apóstol Pedro alude dirigiéndose a las esposas (1 Ped. 3: 4).Sobre todo, luego de un día, como suceden muchos, cargado de contrariedad eimprevistos, no resulta fácil esperar al esposo, al regreso de su trabajo, concalma y serenidad, mostrándose tierna y cariñosa. Y sin embargo, esto es loque el esposo espera encontrar en su hogar: aquella compañera dulce y tiernaque él conoció y amó, aquel espíritu armonioso que sabía dialogar sobre losdistintos puntos de vista, buscando encontrar una solución aceptable paraambos. Eso es lo que él soñó cuando formó su hogar; que éste fuera unremanso de paz, donde descansar de sus propias fatigas, donde olvidar susmúltiples problemas de trabajo, donde aflojar las tensiones a que se encuentrasometido durante las largas horas del día. Pero sucede a menudo que despuésde un largo y agitado día, al llegar a la puerta de su casa, buscando �aflojar�todas esas tensiones, se encuentra con una esposa irritada y contrariada, quien,en lugar de esperarlo con una palabra amable, con una demostración de cariñosimple pero sincera, le aguarda con una larga lista de contrariedades que ellatuvo durante el día, de los disgustos que los chicos le causaron. Y si enrealidad espera al esposo es para que éste se �conduela� de su situación y que�ponga en vereda� a los hijos, a quienes ya ha advertido �Ya verás, cuandollegue papá�, poniendo con esta actitud en serio peligro la armonía yestabilidad del hogar, y creando en los hijos la figura de un padre que lejos deser el amigo, a quien se espera para compartir sus juegos, es un ser a quien sedebe temer y, si es posible, evitar.

¡Cuántos hogares de esposos creyentes, conocedores ambos de los preceptosdivinos, sobre los cuales en un principio cimentaron la formación del mismo,se han convertido en un lugar carente de tibieza y acogimiento, porque laesposa echó en el olvido

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�que el amor tiene paciencia, es bondadoso y no envidioso; no espresumido ni orgulloso, no se enoja ni es rencoroso; todo lo soportacon confianza, esperanza y paciencia� (1 Cor. 13: 4-5, 7).

Alguien ha dicho que el hogar es como un mundo en miniatura, donde nosolamente los esposos, sino toda la familia converge como a una playa deestacionamiento para el tráfico con el mundo, pero es también una poderosafortaleza con las intrusiones del mundo; una defensa para la intimidad y elgoce natural de los lazos afectivos de amor y compañerismo entre los distintosseres que configuran cada familia.

El matrimonio no termina con la boda ni con la luna de miel; es en realidadrecién entonces cuando comienza. Toda esposa, y más aún toda esposacristiana, ha de tener presente ciertos principios básicos, si en realidad deseaque la armonía y el amor perduren en su hogar.

En primer lugar, debe haber una aceptación del esposo tal y como él es, consus gustos, con sus rarezas, con sus hobbies, no tratando de cambiarlo anuestra propia manera de ser, sino más bien buscando los puntos de contacto,procurando un ajustamiento de nuestros gustos y �manías� ...que también lastenemos. Para ello debemos siempre recordar que el ambiente y las costumbresen el cual nosotras crecimos y fuimos educadas difieren mucho, en términosgenerales, del ambiente y las costumbres en que nuestro esposo se desarrolló.Y aquellos años formativos, con las impresiones que dejaron en el carácter, nose pueden ni borrar, ni cambiar, con sólo desearlo, por más bien intencionadaque una sea. No siempre lo que a mí me gusta, o aquello a lo que estoyacostumbrada es lo mejor y muy bien puede ser que, cediendo un poco cadauno, se pierda algo de lo que nosotras queremos, pero se gane en afecto yestimación. Esto nos lleva a la consideración del segundo principio quecreemos indispensable para mantener la estabilidad del matrimonio, y es el dela comprensión mutua, que como lo define la señora Nydia de Bedrossian ensu libro �La complicada tarea de ser mujer�, es la capacidad de entender alcónyuge.

¡Cuánta dosis de comprensión necesitamos cada día para entender los cambiosen el estado de ánimo de nuestro esposo, sus actitudes en el hogar y fuera deél! Muchos de los problemas se resolverían más fácilmente si tratáramos deentender las preocupaciones que lo abruman, tal como lo hacíamos cuandoéramos novios. Es que entonces, justo es reconocerlo, dedicábamos mástiempo para conversar con él, nos interesábamos más en saber cuáles eran susgustos, sus ambiciones, sus proyectos y procurábamos participar en elloscuánto podíamos. Pero con el correr de los días y de los años, por la lógicarutina de la convivencia diaria, nuestro interés hacia todo lo suyo, hacia su

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mundo, ha disminuido. A veces estamos tan absorbidas con nuestros propiosproblemas y preocupaciones, que casi hemos olvidado lo que significa�compartir� los mismos con nuestro esposo. Esto nos conduce a considerar eltercer principio, básico para el mantenimiento de la armonía conyugal y essaber compartir. La carga de las responsabilidades hogareñas se hace másliviana y fácil de llevar cuando ésta es compartida por los esposos. Antes deconstituir el hogar, todo fue planeado por los dos en común acuerdo.

Aunque para ello fueron necesarios muchos días y largas horas deconversación, todo fue estudiado y decidido aun en los más pequeños detalles:la casa, los muebles, el arreglo y disposición de los mismos, el presupuestofamiliar, los detalles de la boda, etc. En los primeros tiempos se siguió elmismo principio de compartir las responsabilidades, de la misma manera queeran compartidos los goces y privilegios del matrimonio. Esta actitud prosperóhasta la llegada del primer hijo: Todo estaba también calculado; la ropita delbebé, la internación de la mamá, el médico que la atendería en el parto, el lugardonde el bebé iba a permanecer en la casa, la persona que le atendería cuandola mamá volviera al trabajo, etc. Pero poco a poco cuando las cosas y lassituaciones se sucedieron dejando de ser novedad, el esposo fue más y másdescargando las responsabilidades domésticas y la administración delpresupuesto familiar en la esposa. Después de todo, ¿no es ella suficientementepráctica para entenderse con los precios de los alimentos, variables cada día,con la ropa de los chicos, con los problemas del servicio doméstico, másagudos cada vez, como para que él, acuciado con los problemas más serios desu propio trabajo, indispensable para mantener la estabilidad familiar, se veaprecisado a inmiscuirse en los pequeños problemas domésticos que son terrenopropio de la mujer? Los extremos siempre son malos y tanto mal hace unaesposa que �descarga� en su marido toda la andanada de las tribulacioneshogareñas, como aquella que permite que su esposo ignore todo lo que pasa ensu casa, ya sea para evitar los disgustos o por simple conveniencia.

Una y otra actitud implica riesgos: la primera, la de descargar en el maridotodas sus tribulaciones, consigue que éste se canse del relato tedioso de cosasque a la distancia parecen triviales y pierda interés en la conversación con laesposa buscando otros escapes o entretenimientos para descargar los conflictosque le afectan a él particularmente, a los que la esposa está ajena.

La segunda actitud, la de la esposa que piensa que es más sabio no abrumar almarido con las contrariedades de cada día, manteniéndole ignorante de todoslos problemas, sólo conseguirá que éste poco a poco descuide suresponsabilidad como cabeza del hogar, llegando en algunos casos aconvertirse en un extraño dentro de su propia casa. Se necesita una buena dosis

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de sentido común, unida a la experiencia que los años van otorgando,supeditadas sobre todo a una entera dependencia de Dios, para que cada esposasepa cómo actuar en cada caso. Sobre todo, que reconozca el valor del diálogofranco y sincero con el esposo que ayudará a ambos a compartir la difícil tareade hacer que el matrimonio perdure y sea feliz. Después de todo, el amor entrelos esposos es como una planta fina y delicada a la cual hay que cuidar cadadía para evitar que se marchite y seque.

Con tristeza hemos comprobado muchas veces que, aun en matrimonios en queambos cónyuges son creyentes, por el descuido o la negligencia de una oambas partes en cultivar eso tan precioso que es el amor, se ha llegado asituaciones irremediables convirtiéndose en dos seres que conviven bajo unmismo techo, pero que prácticamente son extraños el uno al otro. A veces unapalabra dicha fuera de tiempo o algo que debimos decir en el momentooportuno, una actitud mal interpretada causan recelos, desconfianza, pequeñasheridas, hondas y difíciles de cicatrizar. Es como dijo el poeta del �Cántaroroto�: �No lo toquéis, ya está quebrado�.

La demostración de afectos y de ternura, el compartir no sólo los problemas,sino también las alegrías, es algo que no debe perderse con el correr deltiempo; la mujer los necesita para poder vivir. A veces imperceptiblemente, elhombre va dejando la costumbre de dar un beso a su esposa al salir o al volverdel trabajo o si lo da, lo hace distraídamente como una costumbre y nada más.Sé de una esposa que suele preguntar a su marido: �¿Me quieres?� Y cuandoeste le contesta �¿No sabes acaso que te quiero?�, ella replica �Sí, lo sé, perome hace bien oírtelo decir�.

Lo mismo podríamos decir de otras sencillas y simples demostraciones deafecto y de ternura, que no por ser simples dejan por eso de ser menosimprescindibles.

Pero no siempre podemos culpar al esposo de esta falta en la demostración deafecto. A menudo, somos nosotras mismas quienes por nuestro nerviosismo,causado por el cansancio físico a través de un día complicado por múltiplestareas, no estamos con ánimo de recibir caricias y menos aun de brindarlas.Debemos ser sinceras y reconocer que muchas veces nuestros esposos sientenla necesidad de ser afectivos con nosotras, por el solo placer de sentir quetodavía su esposa es algo importante para él.

En otro orden de las relaciones familiares, ¿no es perfectamente natural quedemostremos nuestra ternura hacia nuestros hijos, haciéndoles objeto denuestras caricias, no importa cuál sea el estado físico o de ánimo en que nosencontremos? Alguna de ustedes objetará que esa expresión de amor maternal

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es la de un amor desinteresado, queriendo implicar con ello, que no busca otrosfines, como sería el amor del esposo que quiere hallar la compensación a suamor y a su ternura. ¿No es esto acaso lo que nos agradaba recibir en nuestronoviazgo: demostraciones afectivas, ternura, interés? ¿No miramos con unpoco de envidia a aquellos jóvenes que, como nosotros un día, tomados de lamano, se miran largamente a los ojos, despreocupados de quienes los rodean ypensando únicamente el uno en el otro? A esta expresión de afectividad que notiene prejuicios, ni temor en sus demostraciones al ser querido, WilliamBarclay la llama �la inconciencia� del amor, ejemplificándola con la actitud deMaría, la hermana de Lázaro, cuando, según el relato de Juan en su capítulo12, versículos 1 a 3, ungió los pies de Jesús con un costoso perfume y los secócon sus cabellos. En esta acción, María, queriendo demostrar a Jesús su amor ydevoción hizo dos cosas que no eran recomendables para una mujer respetablede su época; acercarse a un hombre y soltarse sus cabellos, ambas delante delpúblico. Pero María, necesitaba expresar su amor y su devoción a Jesús,ofreciéndole lo más costoso que ella poseía y, al hacerlo, no le importó lareacción que su actitud provocaría en los demás hombres presentes en la cena.Como lo explica Barclay, cuando dos personas realmente se aman la una a laotra, viven en un mundo que sólo a ellas les pertenece, y puedentranquilamente caminar entre una muchedumbre tomados de la mano, sinsiquiera pensar en lo que la gente pueda decir acerca de ellos. Simplemente segozan en compartir su amor.

¿Por qué, ya como esposas, cambiamos de actitud y hasta a veces nos cuestarecibir y dar muestras de afecto a quien antes nos desvivíamos por hacerleconocer la medida de nuestro amor? ¿No es acaso en el matrimonio, dondeesas expresiones son verdaderamente legítimas y deseables? Cuidemos deinvestigar si no somos nosotras mismas la causa de la apatía y aparentefrialdad de nuestro esposo y seamos suficientemente sinceras al descubrirnuestra falla, pues quizás aún estamos a tiempo de restaurar la armonía yrenovar los afectos que se habían vuelto rutinarios. Sepamos compartirresponsabilidades y afectos.

En cuarto lugar está la actitud del Amor Desinteresado, es decir, el amor quese da sin pedir nada. Volviendo nuevamente a William Barclay en el ejemplode María de Betania, él dice que el amor no es amor si calcula los costos, esdecir, que el amor da todo lo que posee y su única queja es que no tiene aúnmás para dar. Como lo expresa el apóstol Pablo, �el amor no es egoísta�(1 Cor. 13: 5). O. Henry, el genial maestro de las historias breves, tiene unamuy apelativa que él tituló �El regalo mágico�, en la cual nos relata de unajoven pareja quienes eran muy pobres y muy enamorados. Cada uno tenía unaúnica y especial posesión. Delia, la esposa, tenía un cabello tan hermoso, que

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era su gloria. Cuando se lo soltaba, casi la cubría como un manto. Jim, elesposo tenía un reloj de oro que había heredado de su padre y que guardabacon sincero orgullo.

Era víspera de navidad y Delia tenía solamente 87 centavos de dólar paracomprar a Jim un presente. Ella hizo la única cosa que pudo hacer: salió yvendió su cabello por veinte dólares. Y con la ganancia compró una fina ycostosa pulsera para el precioso reloj de Jim. Este vino a la noche a su hogar.Cuando vio los cortos cabellos de Delia, se detuvo estupefacto. No era porqueél no la quisiera o la amara menos, en realidad ella estaba más hermosa quenunca. Lentamente él le extendió su regalo: éste era un juego de costosaspeinetas con brillantes adornos en sus bordes para su hermoso cabello; Jimhabía vendido su reloj de oro para comprar este regalo para ella. Cada unohabía dado al otro todo lo que él o ella tenía para dar. �El verdadero amor nopuede expresarse de otra manera mejor que dando todo lo que posee�.

Para concluir estos sencillos pensamientos prácticos, acerca de cómo debemosconducirnos frente a nuestro esposo� creyente, digamos que debiera existirsiempre en nosotras una actitud de respeto y consideración mutuos que hagasentir que él es para nosotras la persona más importante en nuestra vida. Paraponerlo en las palabras que en una oportunidad mi propio esposo me dijera:�No debemos olvidar nunca que tú eres lo mejor que yo poseo en la vida, y quetambién yo soy lo mejor que tú posees�. Estas palabras trato de tenerlas muypresentes en mi corazón y el recordarlas me ha servido de ayuda, sobre todocuando alguna nube quiere oscurecer el horizonte de nuestra armoníaconyugal. El que nuestro esposo sienta que es digno de nuestro respeto yconsideración, ayudará para que nosotras también seamos objeto de su propiorespeto, no sólo en la intimidad del hogar, sino también fuera de él. Esto es loque quiso expresar el apóstol Pedro, cuando pidió:

�a los esposos que sean comprensivos con sus esposas, dándoles elhonor que a ellas les corresponde, no solamente porque la mujer es másdelicada, sino también porque ellas tienen la misma vida que Dios ensu bondad ha dado a los esposos� (1 Ped. 3: 7 V.P.).

La señera Ruth Stafford Peale, autora del libro �La aventura de ser unaesposa�, en un artículo escrito para una revista cristiana, señala que solamentetres cosas bastan para que el matrimonio no sea, como muchos piensan, unaaventura difícil y exigente. Ella dice que somos nosotros los que quizás locomplicamos demasiado olvidando que el matrimonio es, en último análisis,una relación en la que dos seres humanos tratan de hallar libertad ysatisfacción, y no es tanto lo que piden. Explica seguidamente cuáles son esostres principios básicos para la felicidad conyugal:

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1°) Cada cónyuge necesita sentir que es el principal en los anhelos delotro, es decir, que su felicidad y bienestar ocupan el lugar preferente,por encima de todas las demás felicidades y bienestar. Que él o ella sonel número uno.

2°) Cada uno necesita la fuerza del otro. La vida está llena de cargaspesadas; nadie debe estar obligado a soportarlas por sí solo.

3°) Cada uno necesita saber que es necesario para el otro, ser elprimero para alguien, ser ayudado por alguien, ser necesario paraalguien. Tres cosas nada más, pero bastan para asegurar la felicidad enel matrimonio.

2. — La mujer frenite al marido que no comparte su vocaciónde servicio cristiano

Pensaremos ahora en algunas situaciones que conflictúan a algunas mujerespor el hecho de que aun siendo su marido creyente y perteneciendo ambos a lamisma congregación, no existe entre ellos coincidencia en la puesta en prácticade los principios espirituales que sustentan. Algunas de estas situaciones mehan sido sugeridas en un grupo de señoras que componen mi clase de laescuela dominical, cuyas edades oscilan entre los cuarenta y cincuenta años.Estas situaciones no son menos complejas y difíciles que aquellas otras dondeel marido no es creyente. En unas y otras, la actitud del esposo repercute nosólo en su compañera, sino que afecta a toda la familia. Esta puede ser causadapor una escasa participación en los planes de la iglesia en razones de un trabajomuy absorbente y que le deja escaso margen de tiempo libre. Puede sertambién que su oficio o empleo le obligue a trabajar en horas del día domingo,imposibilitándole así el estar presente en los servicios del día del Señor. Estasituación se agudiza aún más, cuando, por la crítica situación económicacausada por las crecientes presiones y dificultades para mantener la familia enun mínimo de dignidad y decoro, el esposo busca un trabajo extra queforzosamente le lleva a emplear horas del día domingo para poder cumplir conél.

La mujer que está en su casa más tiempo, o que, aun trabajando fuera de suhogar, dispone del día domingo y puede asistir a los cultos participandoactivamente en los programas de su iglesia, ve resentida su armonía conyugal,llegando esta situación a reflejarse en los hijos por la falta de la compañía delpadre en algo que debiera ocupar el primer lugar en la vida familiar: laasistencia de toda la familia a la iglesia en el día del Señor.

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Hay especialmente mujeres que componen una pareja joven, con hijospequeños, cuya formación espiritual se está recién modelando. Si bien es ciertoque es la madre en el hogar la que tiene el privilegio de inculcar en la mentedel niño las primeras nociones de Dios, de su amor y su cuidado, de la relaciónfilial que tenemos con El, enseñándole las primeras, y simples oraciones de dargracias por la comida, etc., no es menos cierto que la figura del padre,acompañando y colaborando con estas enseñanzas, es de un valor incalculable.¡Cuánto más cuando, llegado el día domingo, si la madre ha sido sabia en crearun ambiente de alegre expectativa por el día del Señor y la asistencia a sutemplo, luego tiene que salir acompañada únicamente de sus hijos, quienes venal padre yendo para su trabajo como cualquier día laboral! ¡Cuánta paciencia,sabiduría, discreción, comprensión, tacto, para no mostrar disgusto odesencanto ante los hijos, son necesarios para la mujer que enfrenta unasituación de esta naturaleza! Una señora comentó una vez su experienciapersonal. Viéndose su esposo forzado a realizar un trabajo los domingos, ellase quedaba también en casa para poder tener todo en orden y esperarlo con unabuena comida, ya que era el único día en la semana que el esposo venía a lacasa para almorzar. A la tarde, después de una siesta reparadora de energías, yde algún paseo, ambos concurrían juntos al culto vespertino de la iglesia... y sesentían satisfechos. Su hijita que asistía a la escuela dominical llevada por sumaestra, que siempre pasaba temprano a buscarla, comenzó a darse cuenta queotros chicos como ella iban a la iglesia el domingo por la mañanaacompañados por sus padres, y participando todos de la escuela dominical ydel culto devocional. Este descubrimiento le llevó a pedir a su mamá que laacompañara ella también como otras madres lo hacían. El reclamo de la niñadespertó inquietud en el corazón de la madre, y también conflicto porque noquería defraudarla, pero temía al mismo tiempo, descuidar la atención a suesposo, quien se afanaba tanto para que nada les faltara. Como mujer prudente,conversó el asunto con su esposo, consultándole acerca de lo que debía hacer.Fue él mismo � ella dijo � quien la animó a que preparara con anticipaciónla comida el día sábado y al regresar de la iglesia el domingo podría en unmomento terminar lo que le faltara. El mismo se ofreció a ayudarla, aunque nocomieran exactamente a la hora, como lo habían hecho hasta ahora todos losdomingos. De común acuerdo, así lo hicieron; grande fue la alegría de la niñacuando el siguiente domingo su maestra pasó a buscarla, y ella le dijo que yano era necesario que viniera más porque su mamá la llevaría todos losdomingos. Con la alegría de su hija, la madre también se sintió feliz. Pero loque esta señora quiso hacer resaltar en su relato, era el hecho de que nosolamente ella se sintió contenta por haber complacido a su hija, sino que en supropio corazón comenzó a sentir una experiencia nueva y renovadora. Eracomo si su alma hubiera estado vacía y hambrienta, y ahora se sentía saciada.

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Las horas en esas mañanas de domingo se le pasaban tan rápidamente, quevolvía a su hogar renovada, no sólo espiritual sino también físicamente.

Su mismo esposo comenzó a notar este cambio en ella: mostraba más alegría,menos acritud y resentimiento frente a su marido que aun el día domingo teníaque estar fuera de casa. El resultado fue que él también anheló tener esa mismaexperiencia. Comenzaron a orar juntos sobre el problema. Era evidente que elsueldo de un solo trabajo no alcanzaba para cubrir las exigencias del hogar.Pero fueron constantes en su ruego al Señor por ayuda. Aún pasaron variosmeses; la respuesta no fue inmediata y algunas veces el desaliento se apoderóde ellos. Sin embargo, persistieron en su pedido al Señor, y por fin la respuestavino: más horas de trabajo en el día sábado, con un trabajo más remunerativo yla consecuencia feliz de que toda la familia estuvo junta alabando al Señor ensu día, en su templo. Hoy, esta señora es maestra en una de las clases de laescuela dominical, su hija ha crecido y tanto ésta como el esposo se desarrollanen las actividades de la iglesia, viviendo todos una vida cristiana armoniosa yfeliz.

Otra vez decimos, no todos los problemas son iguales, ni se resuelven de lamisma manera. No se puede dar un patrón general; pero cada una de las queconocemos a Cristo a quien queremos obedecerle, tenemos a nuestro alcanceuna poderosa arma, que es la oración, por medio de la cual podemos encontrardirección y sabiduría para enfrentar estos problemas de nuestra vida familiar.Si hacemos uso constante y consciente de ella, la victoria será nuestra.

A menudo tenemos que recordarnos a nosotras mismas que el mismo SeñorJesucristo está completamente identificado con nosotras en nuestros problemasaunque ellos nos conciernan sólo a nosotras en particular. Por lo tanto, Diosmismo tendrá la respuesta, si nosotras tenemos la suficiente sabiduría yconstancia para llevarla a su presencia en oración.

�Echa sobre Dios tu carga, y El te sustentará�. Que sea ésta nuestra diariaexperiencia.

3. — La mujer frente al marido inconverso

En el grupo al que hicimos referencia en el capítulo anterior, hay algunasmujeres cuyes maridos no comparten con ellas sus creencias e inquietudesespirituales. Algunos simplemente no se preocupan por lo que sus esposascreen o dejen de creer, en materia de fe. Son simplemente indiferentes.Algunos de ellos les han dicho:

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�No te prohibo que vayas a la iglesia, puedes hacer lo que te guste, pero a míno me molestes con la religión�. Otros, en cambio, son celosos de la presenciade su esposa en el hogar, y no consienten o no comprenden por qué ella y sushijos � si los hay � deben estar en la iglesia el domingo, siendo que éste es elúnico día en que toda la familia puede estar reunida. Algunas de estas esposasse resienten que sus maridos no creyentes no les permiten que aun sus hijos lasacompañen a la iglesia. El argumento que esgrimen para esto, es que a los hijosse les debe dar la oportunidad de tomar sus propias decisiones.

En cada uno de estos casos mencionados y otros similares, que puedenpresentarse, la esposa creyente se formula la pregunta: �¿Qué debo hacer yopara atraer a mi marido hacia mi fe personal en Dios?�, �¿cómo puedoconvencerle de la necesidad que siento espiritualmente de asistir a los serviciosregulares de la iglesia, dando parte de mi tiempo sin descuidar misobligaciones en el hogar?�, �¿cómo lograr que él comprenda que la vida queyo vivo, no es sólo mía para hacer de ella lo que yo quiera, ni tampoco de él, nide mis hijos por más que yo les ame a uno y a otro, sino que sobre todas lascosas pertenece a Dios, quien es mi Señor y Dueño?�

Con sinceridad reconocemos que no es fácil, ni aun posible, dar una respuestacategórica a cada uno de estos interrogantes. Nuestra actitud como esposascreyentes debiera ser, en primer lugar, de comprensión. Esto significa en lamedida de lo posible, colocarnos en el lugar del otro; mirar la situación desdesu punto de visita, es decir, del punto de vista de una persona no creyente;volver con el pensamiento al plano donde nosotras mismas estábamos cuandoaún no habíamos tenido una experiencia personal con Cristo, es decir cuandono teníamos la fe que hoy poseemos. Colocándonos así podremos darnoscuenta que no es tan fácil para nuestro esposo aceptar la idea de que él debecompartir el amor, la devoción, el tiempo y la dedicación de su esposa queantes le habían pertenecido por completo, con alguien extraño a su vida: Dios,la iglesia, los hermanos. En su subconsciente experimenta una especie defrustración, de celos no comprendidos, por no ser ya él solo el dueño delcorazón y los pensamientos de su compañera. Esto despierta en él unsentimiento de oposición a que su esposa �abandone� el hogar por la iglesia, oque dé algo del dinero que él gana con su trabajo para los planes de lacongregación, los cuales no entiende ni justifica. Es ésta, sin duda, unasituación difícil, pero no sin esperanza, estando Dios de nuestra parte.Situándonos en el terreno de la comprensión, y tratando de penetrar en lamente y pensamientos de nuestro esposo no creyente, llegaremos a aceptarlotal cual él es: alguien que no está interesado en algo que no ve y que no sientecomo lo vemos y lo sentimos nosotros. Gracias sean dadas a Dios, que en estasituación no estamos solas. Dios mismo es nuestro aliado y El puede darnos la

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gracia suficiente y la sabiduría necesaria para que nuestro esposo seadespertado a un interés por conocer lo que nosotras conocemos y creemos.Como esposas de maridos no creyentes, no deberíamos rogar tanto al Señorpor ayuda, sino por sabiduría y capacidad para que El se haga conocer a travésde nuestra conducta diaria. Muchas esposas cristianas bien intencionadas,interpretando las palabras de Jesús:

�El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el queama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma sucruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí� (Mat. 10:37),

toman la actitud de asistir a la iglesia y de participar activamente en todos susprogramas, no importa lo que pase o cual sea la oposición que su actituddespierte en su familia, y muy especialmente en su marido. Con esto sóloconsiguen que su fe sea aún menos atractiva para ellos.

Me viene a la memoria, a propósito de este tema que estamos exponiendo, elrelato que una vez leí de un pastor en cuya congregación tenía como miembroa una mujer fiel, cuyo esposo era un prominente abogado de la ciudad, peroateo. En cuanta oportunidad ella tuvo de entablar con él un diálogo en materiade religión, fue rechazada. Ella era libre, él le decía, para creer lo que quisiera,pero que a él lo dejara tranquilo con su libre pensamiento. A pedido de laesposa, el mismo pastor fue en varias oportunidades a visitarlo a su estudio deabogado.

Las conversaciones fueron largas, interesantes, pero sin ningún resultadopositivo, desde el punto de vista espiritual. Habiendo ambos decidido, laesposa y el pastor de común acuerdo, no importunarle más, con sus creenciasen materia de religión, siguieron en cambio llevando el problema a la presenciade Dios en oración. En oportunidad de celebrarse una serie de conferenciasespeciales en la iglesia, con la visita de un pastor invitado, una de las noches elpastor local quedó sumamente impresionado al descubrir desde el pulpito, lapresencia en medio de la congregación de este abogado, tan conocido para él.Pero más grande fue aún su asombro cuando al hacer el predicador lainvitación de aceptar a Cristo, a aquellos que públicamente quisieran hacerlo,el hombre aludido fue uno de los primeros. Al terminar la reunión, el pastor sedirigió inmediatamente hacia él. Una inquietud y una pregunta le preocupaban:�¿Qué fue lo que le impulsó a usted a venir a la iglesia, aceptando lo que contanta firmeza había siempre rechazado?�. La respuesta fue simple y precisa: loque me movió a venir y a aceptar a Cristo fue la conducta de mi esposa, sucarácter siempre apacible y tranquilo, aun a pesar de mis respuestas hirientes yaun cínicas, burlándome de su fe�. Muchas veces una correcta conducta

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cristiana es más efectiva y convincente que el más elocuente y bien preparadosermón predicado desde un púlpito.

Es evidente que la aceptación de una fe que fue extraña al hogar cuando este seformó, o cuya puesta en práctica había sido delegada o descuidada ya fuera porconveniencias sociales o de cualquier otra índole, produce siempre crisis, alhacerse ésta presente en las actuaciones cotidianas de la persona, o como en elcaso particular que nos ocupa, de la esposa. Es que la persona de Cristo y laaceptación de su mandamiento trastornan no sólo la vida en particular de lapersona que los recibe sino que afecta hasta sus últimas implicancias su vidade relación en la familia y en todas las esferas donde actúa.

El apóstol Pablo ante la evidencia de situaciones así, corrientes perofuertemente controvertidas en los primeros tiempos del cristianismo, demujeres judías y gentiles que aceptaban el evangelio de Jesucristo, mientrassus esposos permanecían fieles a la religión heredada de sus mayores, dirige aestas un mensaje de simpatía y lleno de esperanzas:

�Ustedes las esposas, sométanse a sus propios esposos, para que sialguno de ellos no cree en el mensaje, puedan ser convencidos por elcomportamiento de sus esposas sin necesidad de palabras al ver suconducta pura y afectuosa�. (1 Ped. 3: 1 y 2. V.P.).

Un arma, el silencio, muy difícil de esgrimir para nosotras las mujeres quetanto nos gusta el argumentar.

Presten mucha atención las esposas que se encuentran en una situación así, alhecho de que el apóstol Pedro no les aconseja en ninguna manera que seaparten o abandonen al marido que no comparte su misma fe. Un pensamientosimilar es el que presenta el apóstol Pablo dirigiéndose a las mujeres queformaban parte de la congregación de la iglesia de Corinto.

�Si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivircon ella, no lo abandone� (1 Cor. 7:14).

Ambos apóstoles, Pablo y Pedro, estaban seguros que la esposa cristiana, enlos albores del cristianismo, debía permanecer junto a su esposo, mientras éstelo consintiera en tiempos en que él tenía poder legal para dejar a la esposa quehabía renunciado a la religión que ambos profesaban. Hoy, gracias a Dios lasesposas estamos liberadas de semejantes ataduras, pero la advertencia delapóstol Pablo, tiene plena vigencia para las esposas del día de hoy. Cómo loseñala William Barclay, en su comentario del pasaje antes aludido (1 Ped. 3: 1,2), el apóstol no le dice a una esposa en tales circunstancias, que debe predicar,ni siquiera argumentar o invitar al marido tratando de convencerlo o de

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convertirlo a sus creencias religiosas. Simplemente le dice que tiene que seruna buena esposa; por la predicación silenciosa de su vida, debe tirar abajo lasbarreras de prejuicios y hostilidad para ganar a su marido. La sumisión a quehace referencia el apóstol, es como lo mencionábamos en la primera parte denuestro libro, al hablar de la función de la mujer, no una sumisión servil eimpuesta, sino la sumisión voluntaria que es el resultado de un amor genuino yverdadero, una sumisión que no está basada en el orgullo, sino en el instintivodeseo de servir. Para lograr esta actitud, la esposa debe revestirse de la pureza,que implica fidelidad en el amor conyugal, y en todas las actitudes hacia elmarido. Ha de tener presente que Dios la ha colocado en una posición detestimonio que (debe empezar por casa) como si Dios le dijera:

(Sé mi testigo junto a tu esposo para que él pueda conocer quien soyyo, por el amor que yo te he dado y que tú irradias dándole lo mejor deti misma).�

Sea tu anhelo, esposa de un marido no creyente, el alcanzar que el Señor tepurifique, librándote de todo egoísmo, orgullo y vanidad para que identificadacon Cristo, puedas caminar con El haciendo que su Reino se adelante entrenosotros... y que tu esposo sea uno más en el Reino de los cielos queesperamos.

Reflexiones Para La Meditación Personal

La mujer virtuosa es corona de su marido, mas la mala como carcoma en sushuesos (Prov. 12: 4).

La mujer sabia edifica su casa, mas la necia con sus manos la derriba(Prov. 14: 1).

�¿Cómo podré yo, me preguntas, hacer de tal manera atractiva cadaparte de mi casa para que mi marido no vaya a buscar distracciones yajenas compañías fuera de ella?

Para que en el hogar se asiente majestuosamente la diosa de la paz,deben sostener en su sitial estas inconmovibles columnas: cariñomutuo, e invariable, sinceridad mutua, consideración, simpatía,rectitud, trabajo, bondad, energía, justicia y moral. Y para terminar, miamiga, no necesito decirte que la dueña de esta casita tan hermosa yrisueña debe presentarse atractiva, hechicera a toda hora, para que losveleidosos amorcillos no impulsen la veleta que puede haber en esecorazón que tan tiernamente te ama�. (Alicia M. de Trelles, �Cartas auna madre�).

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De Dios es la mujer prudente (Prov. 19:14).

El corazón de su marido está en ella confiado (Prov. 31:11).

El hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y losdos llegarán a ser como uno solo; así que ya no son dos sino uno solo(Mat. 19: 5; Ef. 5:31).

De la esposa depende mucho el fracaso o el éxito de la vida de sumarido, cualquiera sea su vocación o profesión. Si su trabajo es tal queella no pueda ayudarlo activamente, por lo menos puede ella rodearlode amable simpatía. Puede conservar el hogar alegre, atractivo y feliz,de manera que ahí encuentre el descanso y la inspiración para continuarsu esfuerzo (Emma Williams, �Vida de hogar en la Biblia�).

Oración de la esposa buenaYo tenía sueños... y esperaba solacon mucha expectativa y con mucha ilusión...yo soñaba mucho...yo soñaba siempre...con mi casa limpiacon el príncipe azul;con los pequeñitos y sus alegríascon sus risas locas y sus juegos simples,con sus revoltijos y su sonreír...yo soñaba mucho...yo soñaba siempre...y rogaba quedo a mi Padre Diosque me hiciera dócil,que me hiciera buenapara cuando él llegaracon su noble amor¡Y el milagro vino...!Nos quisimos mucho, y nos comprendimos...juntos despertamos a nuevas mañanas,juntos caminamos por largas jornadas...con dicha y sosiego, con casa y manjaren dolor y pena, pobreza y necesidad;en salud y en dicha,en sufrimiento y enfermedad.Juntos caminamos siempre,con los hijos buenos que el Señor nos dio;con sus alegrías y pequeñas penascon sus grandes triunfos y felicidad.

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Juntos inclinamos nuestras cabezas,y dijimos quedo, silenciosamente: �Que sea hechaSeñor, tu voluntad�, cuando no nacieronlos que esperamosdurante siete lunas, soñando sin cesar.Juntos servimos a Quien nos uniera,juntos le seguimos donde nos llamara...¡Cuántas, muchas veces, lo digo con pena,se quedó muy lejos en la lontananzala muchacha simple, la chiquilla buenala noviecita tierna que él amó y soñó!¡Cuántas, muchas veces, el cansancio y la fatigael corazón opacó...! y las dulces palabras,las caricias tiernas fueron olvidadasy no hubo sueños para compartir.Y él se puso triste porque no entendíael porqué del cambio de la que él quería...;pero muy paciente supo esperar...y callado, cariñosamente, ayudó de nuevoa su compañera a reconocer,que el amor no cambia, que el amor no muere,que el amor es simple, pero indestructible.Y que el Dios Eterno, que un día unierasus vidas plenas para juntos en la vida andar,está velando siempre para que ese cariño,ese amor sincero no acabe jamás.Para que sus vidas en dolor o en calmajuntas continúen hasta la eternidad.

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Capitulo 2 — La Mujer Frente A Los Hijos: SuActitud Frente A Ellos

Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada (Prov. 31:28).

Irá delante del Señor para poner a los padres en paz con sus hijos, ypara que los rebeldes aprendan a obedecer, (Luc. 1:17).

�Ningún hogar es completo sin niños; y no puede venirle a una mujerfelicidad más grande que la maternidad�.

Esta incomparable experiencia de gozo y felicidad, la de una madre al dar vidaa su hijo, trae aparejada consigo una tremenda responsabilidad. Es que lainfluencia de una madre no cesa con la educación del niño, sino que secontinúa aun en la edad madura, proyectándose a través de toda la vida delhijo.

Se ha dicho que todo niño es la representación de la madre. En la Biblialeemos el refrán, que muy bien puede ser aplicado a todos los hijos: �Cual lamadre, tal la hija� (Eze. 16:45). Esta es una verdad que no se puede alterar:que ninguna madre puede enseñarle a su hijo, lo que ella misma no es. Comolo afirma Emma Williams, en su libro �Vida de Hogar en la Biblia�:

�Una madre debe vivir lo que enseña, porque es su vida más que susdichos, lo que tiene influencia sobre sus hijos. Así no puede enseñarveracidad, cuando promete una cosa a su hijo para que se comportebien, y luego no cumple su promesa; ni honestidad, cuando el hijo veque ella no da (buena medida); no puede enseñar afabilidad, cuandoella es áspera; ni dominio propio, si fácilmente se altera; ni podráhacerle conocer a Dios, si ella misma no es una buena creyente�.

Debemos recordar que la mente del niño es como la arcilla que sólo aguarda lamano del artista para ser moldeada. Las influencias que el niño recibe en lasprimeras etapas de su vida son las formativas, las que determinarán el carácterdel mismo en su edad adulta y su capacidad de adaptación o no a la sociedad.Los inadaptados sociales, cuya derivación es la delincuencia juvenil, no sonsino el resultado de niños abandonados o descuidados de la atención maternalen la primera infancia. Pediatras, psicólogos y sociólogos, señalan la tremendaimportancia de la relación maternal, afirmando que ésta es insustituible en laformación del niño.

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Si tuviéramos este principio presente, seríamos quizá más cuidadosas no sóloen el cuidado físico de nuestros hijos, sino más aún en la influencia que sobreellos estamos ejerciendo. Nos inquietará saber que el futuro de la vida denuestro hijo depende en gran parte, de que nuestra actitud hacia ellos y hacia lavida sea una de positiva creatividad, dependiendo en todo de la guía ydirección de Dios. La sabiduría del precepto bíblico �Instruye al niño en sucamino, que aun cuando fuere viejo no se apartará de él� (Prov. 22: 6) tienecompleta vigencia en el día de hoy y hallaremos satisfacción en la medida enque nos esforzamos por cumplirlo.

No cabe duda que, entre todas las tareas que a la mujer es dado realizar, la másdifícil y riesgosa de todas es la que concierne al cuidado, educación y crianzade los hijos. Cuando éstos son pequeños, los trabajos en el hogar se multiplicancasi al infinito: el cuidado de la ropa, la preparación de las comidas, lasmamaderas, el aseo, todo se sucede en una cadena interminable. Se da porsentado que el trabajo de la madre en el hogar nunca se acaba. Y si a estasucesión de hechos naturales, se suma el que la madre, por las presiones de lavida moderna, se vea obligada a trabajar fuera de casa, los problemas seagrandan. La mujer en tales condiciones se ve sujeta a presiones aún mayores,ya que está obligada a dejar por largas horas la responsabilidad que le competecomo madre, delegándola en otras personas que no siempre es idónea. Lacriada, para quien esté en condiciones de pagarla y mantenerla debidamente,las guarderías infantiles, que los órganos estatales o a menudo las mismasfábricas proporcionan, las escuelas de doble escolaridad, son una salidaplausible para tal situación. Pero aun contando con estas ventajas, quegeneralmente proporcionan los grandes centros urbanos, nada puede suplir osuplantar la presencia de la madre junto al hijo. En el caso de la mujer quetrabaja fuera de casa, debe ella esforzarse por suplir en la vida de su hijo, loque no puede darle en las horas que su trabajo la retiene fuera de su casa.

Acotamos las conclusiones del Dr. A. Rascovsky, respecto de la mujer quetrabaja fuera de casa y su relación con el hijo:

�Desde el advenimiento de la época industrial, la mujer ha hecho unaimportantísima contribución al progreso, no sólo industrial, mediantesu inclusión en los cuerpos de trabajo activo, sino también en lasfinanzas, en el comercio, en la universidad, en las artes y en lasciencias, etc.

El mundo y la sociedad se enriquecieron enormemente con tal aporte.Pero solo en determinado sentido, en un importante sentido. Pero notan importante como el terrible deterioro que representó el abandono yla denigración de la función fundamental de la mujer: la maternidad.

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Durante el período fértil, la función y el trabajo específico de la mujeres la gestación y la crianza de los hijos. Desde un enfoque social noexiste ninguna proporción con cualquier otra función que ésta puededesarrollar�.

En la relación madre-hijo se dan infinitas situaciones y los conceptos varíanenormemente en cuanto a la época y el ambiente en que se efectúan. Ennuestra niñez y juventud, el rol de la madre en la relación con el hijo era deuna mayor preponderancia. La tendencia en el día de hoy es la de distender oaflojar tal actitud. El hijo, en especial el adolescente, tiende a rebelarse de latutela maternal, la que considera una traba a su individualidad. ¿Hasta dónde lecompete a la madre respetar esa individualidad, permitiendo al hijo hacer suspropias decisiones en materia de amigos e integrarse muchas veces en gruposcon los que no le es fácil coincidir?

Es bien cierto que en la mayoría de las madres, existe latente un instinto desuperprotección del hijo; este instinto no es agraviante siempre que no sellegue a extremos, mientras el niño es aun pequeño y necesita naturalmente dela tutela de la madre. En la medida en que ese niño va creciendo ydesarrollándose, esa tutela ha de irse aflojando y distendiendo, para irconsolidando su propia personalidad, así como el bebé recién nacido sedesprendió del cordón umbilical, que, en los meses de la gestación, representópara él el vínculo vital que le aseguró su normal formación y desarrollo. Hastadonde la madre ha sido sabia en su capacidad de imprimir en la mente y en elcorazón del niño principios fundamentales e inconmovibles de fe, amor,compasión, generosidad, etc., el hijo podrá independizarse de su madreadecuadamente. La mujer como madre ha de tener siempre presente que unadependencia normal y organizada en las etapas iniciales del hijo, conduce auna independencia adecuada en el proceso de su maduración.

�En el convulsionado mundo en que vivimos, cuando observamos laperplejidad de muchos ante el conflicto generacional, ante la rebeliónjuvenil, ante la adicción a las drogas, ante los índices alarmantes de laenfermedad mental, ante la violencia desencadenada sin frenos,tenemos la inevitable necesidad de buscar en los comienzos delindividuo y de la sociedad que integra, que comenzó en la relación conla madre, cuáles fueron las irregularidades que sufrió el proceso desocialización. Y aquí caemos indefectiblemente en la observación delos abandonos precoces, en las desconsideraciones iniciales para losderechos elementales del que nació con una madre y un padre quedebieron ejercer sus correspondientes funciones. Estos abandonosaparentemente insignificantes encierran una tremenda trampa adonde

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quedará toda la familia y la sociedad atrapada. No sabemos si lafractura que se ocasionó en esos días en el niño tendrá algunarestauración posible, quizás nunca, en la medida del daño causado�.(Dr. A. Rascovsky).

Dentro del cuadro de perplejidad de la madre frente a lo que considerarepentina independencia del hijo, lo que acusa más graves proporciones es elde las rebeldías juveniles. Hijos que han sido educados dentro de rígidasnormas de fe en Dios, respeto y consideración a sus padres, maestros osuperiores, rompen esos principios y tratan de �vivir su vida�, de manejarse así mismos. El tema de sus canciones revela ese aspecto de la juventud denuestros días. De una de ellas, entre tantas, acotamos estas frases: �Conlibertad y sin promesas, viviendo el día nada más...�.

La mujer-madre se encuentra ante un profundo dilema que no sabe cómoresolver: presionar al hijo para que haga lo que ella cree es lo mejor; o dejarleentera libertad de acción, respetando su individualidad, para evitar laformación de los tan mentados �traumas�, que muchas veces no son sino laexcusa para poder hacer lo que el muchacho o la chica quieren.

A veces la madre se atormenta vanamente por acallar sus protestas ante elnuevo orden de cosas, en razón de que la época en que viven nuestros hijos estotalmente distinta de aquella en que vivimos nosotras. Es otro el medio, lascostumbres son distintas y aun los principios que parecían inamovibles, estánsiendo rudamente atacados. Todo va renovándose y nosotras también debemosrenovarnos si no queremos estancarnos y quedar mentalmente atrasadas.

Hay madres creyentes que se sienten perplejas ante la amonestación bíblicaenfáticamente dirigida a los padres, de criar a sus hijos �con disciplina� y laresultante rebeldía cuando tal disciplina es aplicada en la práctica. Esta fraseaislada del texto cambia su sentido cuando éste es tomado en su completasignificación:

�Ustedes padres, no hagan enojar a sus hijos, sino más bien críenloscon disciplina, dándoles instrucción para que crean en el Señor�(Ef. 6: 4. V. P.).

La disciplina es útil y provechosa en la medida que ésta ayude a encausar lavida de nuestros hijos hacia normas de conducta elevadas, sobre las cuales vana cimentar sus propias vidas. Deseamos lo mejor para nuestros hijos y, porsobre todo, queremos que ellos un día puedan ocupar un lugar en la sociedad,donde sean respetados por sus convicciones de fe; por su carácter, por su valor,en suma por todas esas virtudes que hacen a un hombre y a una mujer dignosde consideración y de respeto. Para ello, nosotras las madres tenemos que

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saber cómo actuar frente a ellos; tenemos que estar seguras de que esadisciplina que hemos impuesto en el hogar no sea un agravio a la personalidaddel hijo o de la hija, que sepamos respetarlos como alguien que merece serescuchado y considerado. Y no tengamos temor de pedir perdón cuando elenojo nos lleve a ser injustos con ellos. Es ésta una virtud que, de practicarlaen nuestras relaciones familiares, nos evitaría muchas lágrimas y amarguras.Este es el mejor camino para conservar la confianza y amistad de nuestroshijos y, lo que es mejor aún, tendremos su respeto, ya que ellos verán ennosotras una persona igual, con sus virtudes y sus defectos, pero con una grancapacidad de amar, sabiendo perdonar y también pedir perdón. ¿No es éste elpremio a que, como madres tenemos derecho de aspirar?

El mismo apóstol Pablo que escribiera esa amonestación a los padres, en sucarta a los efesios, desarrolla igual pensamiento en la carta que escribió a laiglesia de Colosas. Así podemos leer en el capítulo 3, versículo 21: �Padres, nohagan enojar a sus hijos para que no se desanimen�. (V. P.), es decir queadvierte a los padres del peligro que entraña provocar en los hijos enojo porcausa de una disciplina demasiado estricta. Esta puede producir dos cosas,desánimo o desaliento, como lo señala el apóstol, lo cual es síntoma de unajuventud sin espíritu de lucha o, por el contrario, puede provocar en los hijosuna declarada rebeldía contra todas las normas de orden y respeto establecidasen el hogar y aun contra todo lo que constituye la fuerza espiritual y religiosade los padres. Dice William Barclay que hay tres maneras como los padrespueden hacer injusticia a sus hijos:

1°) Podemos olvidar que las cosas cambian y que las costumbres de unageneración no son iguales a las de otra y podemos como padres causar un dañoirreparable olvidando esta verdad.

2°) Podemos ejercer tal control sobre sus vidas que éste sea un insulto anuestra forma de criarlos y educarlos. Este control significa que no confiamosen nuestro hijo o hija; es preferible a veces cometer errores en la crianza denuestros hijos, por confiar demasiado en ellos, que no por haberlos controladodemasiado.

3°) No debemos olvidar nunca el deber de animarlos, de reconocer lo que hanhecho bien. El pintor Benjamín West dice que un beso de su madre fue lo quelo convirtió en pintor. Relata que en una ocasión su madre tuvo que salir y lodejó encargado de cuidar a su hermanita Sally. En la ausencia de la madre, elchico descubrió algunos frascos de tinta de colores y comenzó a dibujar conellos el retrato de su hermanita. Al regreso de la madre, ésta encontró uncompleto desorden y manchas de tinta por todos lados. Cualquiera de nosotrashubiera reaccionado con gritos y reprimendas, pero ella no dijo nada. Tomó el

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pedazo de papel en sus manos y mirando el dibujo con admiración, dijo: �¡EsSally!� y entonces se levantó, abrazó y besó al muchacho, quien desdeentonces siguió adelante con el arte así descubierto. Una palabra de alientopuede muchas veces más que una recompensa.

Por sobre todas las cesas, si tenemos que disciplinar a nuestros hijos, que estadisciplina sea el complemento de una instrucción capaz de guiarles alconocimiento de Dios. No nos podemos quejar, como he oído algunas madres,de que no hay comunicación con los hijos, que son como extraños en la casaadonde sólo llegan para dormir o cambiarse de ropa. Muchos hijos en realidadno ven a su madre sino en ciertas horas y, en ocasiones, pocas veces en lasemana; ellos olvidan que el hogar debe ser un santuario donde predomine ungenuino espíritu de amor personificado en el ejemplo maternal. Como madres,no cometamos el error de lamentarnos cuando sea demasiado tarde. Tratemosde ser lo suficientemente comprensivas para penetrar en su mundo tratando deentender o al menos de respetar sus puntos de vista, aunque a menudo difieranen mucho de los nuestros. Vayamos a �su campo� si queremos atraerlos alnuestro.

Como bien lo ha sintetizado el Dr. Miranda, eminente médico argentino, haytres principios fundamentales para combatir la crisis con nuestros chicos:quererlos, conocerlos y tenerles confianza. ¿Principios simples o difíciles depracticar? De nuestra sabiduría como madres y de nuestro deseo de que el hijosea feliz, pero más aún de nuestra confianza en que el futuro de nuestro hijoestá en las manos de Dios, de quien dependemos, resultará la realización de lavida y del carácter de ellos, ya que ellos serán lo que nosotros hemos sembradoen sus vidas, serán lo que hayamos hecho con sus vidas... Como lo expresaracon tanta ternura la delicada escritora Poldy Byrd:

�Te diré, tal vez con lágrimas en los ojos, algo que aprendí mirando ami alrededor, mirando dentro de mí, sufriendo mucho y queriendomucho: (Si vos no sos feliz, tu hijo nunca será feliz. Yo sé que lucharáspara ser feliz, porque querés lo mejor para tu hijo)�.

¿Queremos que ésta sea una realidad en nuestras vidas como madres, y en lasde nuestros hijos?: ¡Ahora mismo debemos comenzar la tarea!

Reflexiones Para La Meditación Personal

Herencia de Dios son los hijos; bienaventurado el hombre que llenó su aljabade ellos. (Sal. 127: 3-5).

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Déjame Guiar a un NiñoAmado Señor, yo no te imploro,

que Tú me envíes alguna elevada obra tuya,algún llamamiento noble o una tarea maravillosa.

¡Oh, dame la mano pequeña de un niño;para sostenerla en la mía!

Permite que enseñe la senda a un chicuelo,por ese camino tan dulce y extraño

que guía hacia ti.

Dame una voz pequeñita que pueda enseñar a orar,dame dos ojos brillantes para mirar tu faz;

y la única corona que te pido, Amado Señor.es ésta: que pueda enseñar a un pequeño.

No imploro estar por siempre entre los sabios,entre los dignos, entre los grandes.

Yo únicamente te suplico, quecalladamente, de la mano,

un niño y yo pasemos por Tu puerta.(Adaptado)

Para mí era todo

Había nacido con las dotes del corazón y la inteligencia; y yo lo habíadirigido desde los primeros pasos; Enseñele a leer sin molestia, de edadde tres años y medio, al calor de la chimenea, escribiendo con uncarbón las palabras, en un libro en blanco que todavía existe. Allí estáescrito de esta edad con su mano y carbón la palabra �Sarmiento�, paramostrarme que ya entendía.

La muerte lo ha arrebatado, como una linda flor que se quiebra sobre sutallo.

Tengo que conformarme, y ya estoy más resignado, aunque el recuerdode sus gracias infantiles, sus juegos conmigo me haga llorar más que laidea de su trágica y sangrienta muerte. No puedo recordarlo sino alegrey riendo y esto me hace sufrir más. � (Domingo Faustino Sarmiento,“En la muerte de su hijo”)

Padre Nuestro celestial, que te ocupas aún de la caída de un gorrión, te damosgracias porque tu mirada infinita está sobre todos tus hijos en todas partes.Señor Jesucristo, Tú que usaste a un niño como símbolo del reino de Dios, tetraemos en este día a los niños del mundo. Concede que, sean cuales fueren suscircunstancias, sean salvados de aquellas fuerzas que hieren:

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el hambre, el abandono, el odio y la falsedad. Da a cada una denosotras sentido de responsabilidad maternal, para que todos los niñosdel munmdo puedan hallar su herencia plena en ti. � (Sra. Niemoller,Día Mundial de Oración)

A Otra Madre:

Te equivocas, ¡oh, madre! Tu hijo es bueno. Es extraño que yo lo sepa y tú loignores. Este es aquel a quien recibiste como a un ángel, a quien pusiste lacorona de tus besos para que fuese tu rey.

¡Tu voz era tan dulce!... ¡Tus manos eran tan suaves! Ahora tus ojos preguntanpor todo eso, porque éll es peequeño aún, lo será toda la vida para ti.

―Hijito, tú que eres tan bueno�―Nuestro hijo, que es bueno�

Así se habla en las casas donde salen los hombres de bien. Nada te quite tuconvencimiento en la bondad de tu hijo. No lo despojes de la confianzamaternal, porque esto es arrebatarle la vida que le diste.

No habría fe, si las madres la perdieran; ni esperanza en lo futuro, si las madresla destruyeran en su hijo.

Yo sé que ansía ser feliz. Ayúdalo con tu amor para que lo consiga; bésalo acada error, para que perciba materialmnente tu pesar y nunca le anticipes lascrueldades del mundo.

Si tu voz y tus manos lo degradan prematuramente, ¿quién lo podrá redimir?Yo sé que sufrirá mucho, que andará penosamente la senda de su vida.

¡Dulcifícante y bríndale tu ternura mientras viva!(Constancio Vigil, “El Erial”)

Oración de la Madre BuenaJunto a la cama de la niña tiernaoro y sonrio, canto y suspiro por ese retazo de mi corazón.Nos trajo ¡alegría!, engrandeció nuestro amor�Fue la primera del hogar soñado,fue la que esperamos juntos los dos.Luego otros vinieron más tardea llenar de dicha nuestro corazón;y junto a sus camas velamos sus sueños,suspiramos mucho... y lloramos también.La dicha fue grande, grande la alegría,

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pero también fue grande la responsabilidad,de criarlos nobles, de criarlos buenosenseñarlos siempre en Tu gran amor.Y a veces, ¡qué pena! fallé en la tarea,la más noble y grande de nuestra misión.Yo no supe con mi ejemplo siempremostrarles lo bueno de mi corazón,decirles con hechos cuánto los amaba,cuánto dependía en su tierno amor.Pero Tú me ayudaste a saber quererlos,a poder decirles que yo no era siemprela mujer perfecta, la madre excelente,porque era humana y frágil y a veces, ¡cuántas!se quebró la fuerza de mi corazón.Sin embargo, yo quise siempreque ellos supieran que Tú los amabasque Tú los guiaríasy que ellos un día quisieran tambiénlas cosas más nobles, las cosas más bellastodas esas cosas que su padre amó.Yo quise que ellos sintieranque el tiempo se pasa y que la vida enseñaque nada se aprende sin pena y dolor...Juntos yo y su padre quisimos llevarlespor el sendero del amor de Dios,mientras eran niños,mientras los teníamosjuntos en la casa, bajo el mismo sol;no fuera que un día, con pena infinitasintiéramos lo mismo como en la canción:�¡cuanto crecieron nuestros hijos,tan pequeñitos hasta ayer!¡Altos están como cipresesel tiempo voló!...Como capullos florecidos son arencados del rosalla vida ya me los reclama,ya nada puedo aconsejarlesporque libres son.¡Es el amor que los reclamael tiempo ya voló!... f1

¡Oh Padre en los cielos, haz que yo sea siempreaunque encanecida y sin juventud,la madre amorosa, la madre sencillaque el hijo soñó!Para que los años que puedas prestarme

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sea para ellosremanso y consuelo, ayuda y sosténpara que puedan un día también darte graciaspor la madre buena,que en tu bondad sus vidas colmó.

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Capitulo 3. — La Mujer Frente A Sus Familiares

1. — Relaciones entre suegra y nuera.Tu nuera, que te ama... es de más

valor para ti que siete hijos(Rut. 4:15)

El pasaje de madre natural a madre política es uno de los más riesgosos ydifíciles que la mujer debe afrontar. En la época moderna, con laindependización de la célula hogar, estableciéndose los hijos casados en sucasa separados de sus padres, los roces son menores y los conflictos másatenuados que en años atrás cuando los hijos se casaban y quedaban a vivir conlos padres, generalmente del esposo. En tales casos, la relación suegra-nuerasolía ser de mucha tirantez sobre todo si la primera continuaba manejando todala casa y la segunda pasaba a formar parte de la familia, pero sólo en un planosecundario. Esta era la primera sólo en el corazón de su esposo. Felizmentecon la mayor independencia de la mujer, al descubrir ésta sus posibilidadescomo persona humana alcanza también una mayor libertad en el plano de lasrelaciones familiares. Pero aún así, cerca o lejos, viviendo bajo un mismotecho, o separadas una de otra, lo que prevalece y en realidad importa es laactitud con que ambas se tratan.

Si la madre ha sido sabia y consciente de su papel de tal, respetará y lograráamar a la joven que su hijo eligió por compañera. El problema está en quemuchas veces nos sentimos celosas de nuestro hijo; nadie sabe hacerle tan biencomo nosotras las comidas que a él le gustan; ni plancharle las camisas de lamejor manera... y muchas otras cosas más. O bien abrumamos a la joven conuna larga lista de cosas que deberá hacer o no hacer para que nuestro hijo sesienta feliz. Lógicamente la nuera reacciona tratando de distanciarse, poniendouna barrera entre ella y su madre política de cuya tutela anhela sustraerse... yhará también todo lo posible por alejar a su marido del lado de la madre.

Aquí aparece nuevamente el papel de la �comprensión� jugando el másimportante de los roles: el de salvaguardar no ya nuestro propio hogar, sino elhogar del hijo. Comprensión y amor van tomados de la mano: comprender parapoder amar, y amar para poder comprender. �El que tiene amor tienepaciencia�, paciencia para esperar con confianza que la joven nuera se vayaejercitando en el manejo de la casa, en la dirección del hogar, en la crianza delos hijos, en mantener equilibrado el presupuesto familiar, etc., etc. Todo esorequiere práctica que únicamente se adquiere con el correr de los días, los

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meses y los años. Aunque las comparaciones nunca son buenas, a veces esconveniente que volvamos con la memoria a los días primeros de nuestromatrimonio y recordemos todos los pequeños percances que tuvimos que pasarantes de que las comidas estuvieran a la hora y en su punto o que pudiéramosatender a los invitados serenas y tranquilas, teniendo toda la casa en orden y lamesa y los alimentos listos antes de que éstos se hicieran presentes. Unanecdotario sería poco para registrarlo todo... ¿por qué, no ser entoncesindulgente con nuestra nuera que hace sus primeras armas como dueña decasa?, ¿por qué criticarla, cuando en realidad lo que necesita es una palabra dereconocimiento o una mano de ayuda? ¡Es tan fácil hacer feliz a alguien, sisolamente nos lo proponemos! ¡y más fácil aún si ese alguien es la esposa denuestro hijo! De la misma manera es simplemente fácil hacerla infeliz,perdiendo su confianza y su cariño, con solamente tener para ella ojos críticosy palabras hirientes.

Y viceversa, la joven recién casada ha de mirar a su suegra como una madre,madre política, pero madre al fin; una madre que ha luchado, sufrido quizáspara que su hijo lograra un lugar digno en la vida, lo ha alentado en su trabajo,en sus estudios, le ha prestado ayuda para adquirir la casa, para tener losmuebles, para hacer en fin que a su esposa no le faltara nada para hacerla feliz.¿Por qué entonces no mirarla con cariño, por qué no pasar por alto susprejuicios de persona mayor �chapada a la antigua�?

Hay entre los libros de la Biblia uno que se destaca muy particularmente entrelos demás por su profundo contenido de ternura, expresado entre dos mujeresque se comprendieron y se amaron: una suegra y una nuera. Hoy a tantossiglos de distancia de la época en que ocurrieron los hechos que el libro de Rutrelata, causa aún admiración la actitud de nobleza, dignidad, mutuo apoyo ycompañerismo que estas dos mujeres tuvieron la una para con la otra. Pero elhecho que más apela al sentimiento de quien lee con detención sus páginas, esel de que fue la más joven, es decir la nuera, quien dio el primer paso en eseacercamiento que perduró luego a través de toda la vida de ambas.

�No me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque adonde quieraque tú fueres, iré yo, y donde quiera que vivieres, viviré. Tu puebloserá mi pueblo y tu Dios, mi Dios�. (Rut. 1:16).

Sin lugar a dudas, fue el carácter lleno de amor, entendimiento y fe de lasuegra, el que tan profundamente impactó el corazón de la nuera. La actitud deRut para con su suegra fue elogiada y reconocida por todos:

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�He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muertede tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra dondenaciste, has venido a un pueblo que no conociste antes�. (Rut. 2:11).

Dios bendijo a ambas, a la suegra y a la nuera con una bendición particularpara cada una: Rut tuvo el privilegio de tener de nuevo el hogar y la familiaque había perdido:

�Booz tomó a Rut, y ella fue su mujer..., y Dios le dio que concibiese ydiese a luz un hijo� (Rut. 4:13).

Y a Noemí la bendijo con el amor de su nuera, una verdadera hija para ella, yla alegría del nieto tan esperado:

�Tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para tique siete hijos. Y tomando Noemí el hijo, lo puso en su regazo, y fue suaya� (Rut. 4:15-16).

Los mismos principios tienen aplicación a la relación de la mujer-suegra consu yerno. Muchas veces queremos exigir de éste más de lo que nosotrasmismas esperábamos de nuestros maridos cuando nos casamos con él. Es quetodo nos parece poco para nuestra hija y queremos que su esposo sea lo mejor,perfecto en todo. Las madres somos humanas, muy humanas, y por serlo¡cuántos errores cometemos! De nuevo el amor y la comprensión deben sernuestros aliados: el amor que pasa por alto muchas cosas y la comprensión queallana diferencias y soporta los errores.

Después de todo, lo único válido es que mi hija o mi hijo sean felices conaquel o aquella que escogieron para formar su hogar; que se amen el uno alotro, de tal forma que juntos puedan andar por el camino de la vida, unidos enuna recíproca entrega de amor y devoción, ascendiendo juntos la escala de lasublimación de la vida.

Tengo una nuera y tengo un yerno y ambos son para mí tan queridos como mispropios hijos; con ellos he pasado momentos muy felices, cuyo recuerdoguardo en lo íntimo de mi corazón. A ellos les debo en gran medida el que mihijo y mi hija tengan hoy hogares felices, cimentados en un verdadero amor,aunque no exento de dificultades, pero sí llenos de la presencia y guía denuestro Dios... y en realidad eso es lo que cuenta.

2. — Relaciones entre consuegras

En el plano de las relaciones familiares, existen ciertos lazos de parentescopocas veces mencionados, quizás por estar ubicados en un lugar secundario en

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el árbol genealógico. Sin embargo, en muchos casos, estos hacen inclinar labalanza de la armonía familiar hacia uno u otro lado: nos referimosespecíficamente a las relaciones entre consuegras.

En las relaciones de las suegras entre sí, o consuegras como se designacomunmente este lazo de parentesco, existe a menudo una notable distinción.Si ambas mujeres han sido conocidas o amigas desde sus años jóvenes, y hantenido la dicha, como en mi caso particular, de que los hijos de ambas formenpareja, la relación entre ellas por regla general se consolida al establecersevínculos familiares estrechos y permanentes.

Otras veces ocurre que, a pesar de que ambas mujeres se conocían ya, y aunformaban parte del mismo círculo de amistades, teniendo también muchascosas en común, con la unión permanente de las dos familias, la relación defranca amistad que antes existía se deteriora a causa de malos entendidos,causas triviales, etc., llegando en muchos casos a un distanciamiento total. Estasituación ya trae lógicamente preocupación y congoja al corazón de los hijos,quienes ven resquebrajada su propia armonía familiar por esta causa. ¿Cuál esel factor predominante en el corazón y la actitud de ambas madres que conducea tan triste y penoso final de unas relaciones que, por el contrario, debieronhacerse más sólidas aún? El factor determinante de una situación así son, porregla general, los celos causados por el afán de cada madre de continuar siendola primera no sólo en la vida de su hijo o hija, sino también en los hogares deéstos. A la nuera la tolera, y puede que aun llegue a quererla sinceramente; loque no puede soportar es que otra persona que no sea ella misma llegue a serrecibida y aun consultada en asuntos particulares que atañen al hogar del hijo ode la hija. La hostilidad suele hacerse aún mayor cuando las consuegras erandesconocidas la una para la otra, hasta que sus hijos se encontraron y en virtudde ello fueron puestas frente a frente. Los celos, que de acuerdo al diccionario,son el resultado de la inquietud de la persona que teme que aquella a quienama dé la preferencia a otra, hacen una obra perniciosa y devastadora al anidaren el corazón de las consuegras. Cada una por su lado se esfuerza por tener laprimacía en el hogar del hijo o de la hija y, cuando aparecen los nietos, hacetodo lo posible para que familiares y amigos sepan que ella es la abuela. Segúnsu modo de pensar y de actuar, ella es la que sabe cuidarlos mejor. La quetiene los mejores consejos, la que se preocupa por el bienestar de los nietos,pasando por alto el hecho de que éstos también tienen otra abuela, a la cual leasisten los mismos derechos y privilegios que ella pretende ostentar comoexclusivos.

Si nosotras, mujeres, estamos en esa condición de consuegras, demostremosque amamos realmente a nuestros hijos, tendiendo un puente de cariño y

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amistad sincera hacia la otra madre que, aunque quizás de mentalidad, métodosy aun gustos diferentes, es también una madre que a su manera, y de acuerdo asus aptitudes y posibilidades quiere y gusta el bienestar y la felicidad de lessuyos.

Evidencia lo poco común que parece ser el que las consuegras se entiendanrecíprocamente, una experiencia que tuve no hace mucho en el hogar de mihija. Hallándome de visita en su casa, con motivo de un acontecimientofamiliar que nos había reunido a las dos madres, fuimos las dos consuegrasjuntas a efectuar algunas compras en un comercio del barrio, donde elpropietario que ya nos conocía nos atendió amablemente. Más tarde, mi hijavolvió al mismo lugar y el hombre le comentó la extrañeza que le habíacausado el vernos a las dos madres juntas. El nos había visto separadas... perono imaginó siquiera que pudiéramos tratarnos así, con tanta familiaridad ycariño. Mi hija le explicó: �Es que mi mamá y mi suegra son amigas...�

Tanto han tergiversado sus actitudes las consuegras, que un vínculoperfectamente normal en la vida de toda familia, y yo diría en la vida de todamujer, es mirado desde afuera como algo tan poco común que, aldesenvolverse normalmente provoca comentarios de admiración y sorpresa,rivalidades, celos, conflictos que deben ser superados, si de veras queremosque nuestros hijos alcancen la realización de sus sueños e ideales, en laconformación de una familia feliz y completa, en la que todos tienen cabida,aun las consuegras.

3. — Relaciones entre cuñadas

Es ésta otra relación de parentesco común a toda familia normal, vínculo que,sin embargo, trae consigo a menudo sus asperezas y conflictos. Un desmedidoamor fraternal suele traer aparejado celos entre las cuñadas a las que les cuestaaceptar la intrusión de una �extraña� en el círculo familiar. Temer lodesconocido es una característica muy humana, y este hecho se hace másevidente en el plano de las relaciones familiares: tenemos miedo de que lacuñada se inmiscuya en nuestra vida privada, sobre todo si su personalidad ycarácter son más fuertes que el nuestro. Lo que anteriormente decíamos de lasuegra y de la hermana mayor que critican al hijo o al hermano,respectivamente, porque la mujer que escogió por compañera no es de suagrado, tiene también vigencia en el orden de las relaciones entre cuñadas.Muy difícil les es muchas veces, a cada una, delimitar sus responsabilidades ysus privilegios; generalmente cada una de ellas espera poder continuarinfluyendo en el hogar que el hermano constituyó, con las lógicasconsecuencias de celos y tirantez entre ellos. Si cada una tuviera presente que

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cada acción desleal, cada murmuración o cada queja contra la cuñada la afectano sólo a ella, sino que alcanza también al hermano, a quien en ningunamanera se quiere dañar, seríamos más cuidadosas en nuestro proceder. Enrealidad, lo que debiera existir sería una prolongación del afecto fraternal quese proyecte hacia la esposa del hermano a la que se recibe como a unaverdadera hermana, a quien debe amarse, cuidar y proteger de igual maneracomo lo haría con una hermana carnal. Fuerza es reconocer que la juventud ennuestros días nos da una clara lección de tolerancia en cuanto a que, sinprejuicios de ninguna clase, brinda su amistad y sin complejos recibe a lacuñada, a quien muchas veces más que amiga, la hace confidente y partícipe desus secretos sueños y realizaciones. Si tal fuera también la actitud de nosotrasmismas hacia nuestras cuñadas, en lugar de perder a un hermano, habremosganado una amiga y una hermana, la que con el correr de los años puedeconvertirse en nuestra más leal y constante compañera. Conocemos, y este esel lado positivo del problema, mujeres que sabiamente lo han hecho así, y hoydan gracias a Dios porque El les ha concedido el gozo de poder contar con talamistad. Aquí también podemos aplicar el consejo del sabio, cuando dijo: �Entodo tiempo ama el amigo y es como un hermano en tiempo de angustia�(Prov. 17:17).

4. — La mujer como hermana mayor

En las familias numerosas, la hermana mayor juega un papel importantísimoen el quehacer familiar: ayuda y muchas veces suplanta a la madre en elcuidado de los hermanitos mientras aquella presta su mayor atención a quien oquienes más la necesitan, es decir, los hijos más pequeños. Otras veces, no esel número de hermanos lo que reclama su participación como hermana mayor,y la madre descansa en su colaboración para poder atender mejor al pequeñomás necesitado.

Mucho me llamó la atención este verano la presencia de una preciosa niñita deunos ocho o nueve años, en un departamento vecino al nuestro, que expresabasu cariño y cuidados, como sólo los niños saben hacerlo, a un hermosocachorrito negro. Conversando un día con la mamá, se asomó a la puerta de sudepartamento un pequeño niño cuyas piernecitas enclenques apenas sosteníanun cuerpo desproporcionado. La niña, sin dejar su cachorro, puso su manecitasobre la cabeza del chico con tanta naturalidad y ternura como lo hacía con superrito. Pensé entonces en la sabiduría de esa madre, quien para librar a su hijade la angustia que podría despertar en ella el hecho de saber que su hermanítoera un niño anormal, compensó esa falta de comunicación fraternal con elregalo de ese animalito, a quien ella podía libremente hacer objeto de sucariño, a la vez que compartía sus juegos con él.

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Mientras la madre está presente en el hogar, ha de procurar que laparticipación de la hija mayor en las tareas y responsabilidades hogareñas nosobrepase su capacidad física o emocional.

Siempre recuerdo una niña a quien conocí, escondiéndose detrás de la puerta,disgustada porque no se le permitía ir a la escuela ese día, en razón de que lamamá estaba próxima a recibir un hermanito más y necesitaba, por lo tanto, asu hija mayor en la casa para cuidar a los otros chicos.

La actuación de la hermana mayor se agudiza cuando falta la madre en elhogar y la mujer-niña repentinamente, a causa de la adversidad, se convierte enmujer-madre de quienes no son sus hijos. Conozco a una señora a quien le tocóvivir una experiencia semejante. Perdió a su mamá cuando apenas entraba enla adolescencia; siendo la mayor de ocho hermanos, se vio obligada entonces adejar la escuela, cosa que hasta el día de hoy lamenta, y forzada a asumir unaresponsabilidad impropia de sus años. El padre, que era quien sostenía el hogareconómica y moralmente, falleció cuando su hija mayor era apenas una joven;las tareas con la consecuente responsabilidad fueron para ella aún mayores.Algunos de los hermanos comenzaban entonces a trabajar y ella misma cosíapara afuera logrando encontrar horas extras a su trabajo en la casa, para estatarea adicional que le remuneraba alguna ayuda monetaria. Los hermanos, lasmujeres primero que sumaban cinco con ella, fueron casándose, formando sushogares, estableciendo una familia. Sin embargo, no terminaron lasobligaciones de la hermana mayor: se preocupaba de los noviazgos de sushermanas, de los detalles del casamiento, de la futura casa, etc. Estaban, escierto, las buenas tías, pero a ella, que nunca fue madre, aunque también habíaya formado su propio hogar, recurrían siempre las hermanas con cualquierproblema; cuando uno de los pequeños enfermaba o cuando una de lashermanas y aun de las cuñadas esperaban un nuevo bebé, o cualquier otracontingencia natural, ¿a quién recurrir sino a ella, la hermana mayor, si lossiete hermanos menores no habían conocido otra madre en su primerajuventud?

Siempre tuvo a su lado a la menor de sus hermanas y, aunque ésta luegotambién se casó, esta señora dedicó entonces el mayor caudal de su ternura a lasobrinita, como si fuera en verdad una hija suya. Hoy esta niña, ya casi unaseñorita, tiene en realidad dos madres: la suya propia y la otra, la tía, la quefue, por las circunstancias de la vida, madre de su propia madre. Hoy que susalud se ha quebrantado, aunque no es una mujer anciana, cosecha el fruto detanto amor y desvelo: sus hermanas, los hijos de ellas, a los cuales se agregan�sobrinos postizos�, se desviven por atenderla y mimarla. Es que la hermanamayor fue para todos la madre que perdieron, y reencontraron en el corazón el

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amor de la hermana mayor. Hay en la Biblia, en el Antiguo Testamento, en ellibro de Éxodo, una ilustración conmovedora y perfecta de una niña, hermanamayor de tres hermanos, cuyo amor y cuidado jugaron un papel único en elfuturo de sus hermanos menores. Esta es María, la hermana mayor de Aarón yde Moisés.

Se la menciona por primera vez cuando �la imaginación de la madre puesta alservicio del amor�, prepara el salvamento de su pequeño hijo, un bebé de tansólo tres meses, para librarlo del sanguinario decreto real que había ordenadola muerte de todos los niños varones recién nacidos entre las familias hebreas.Fue María la encargada de cuidar del niño escondido en una cesta de juncos,calafateada con betún y colocada entre las plantas a orillas del río. Debíaprocurar que la corriente del río no arrastrara la improvisada barquilla con supreciosa carga. Sin duda, ella también fue adiestrada por su madre, la quecorrió junto a la princesa egipcia cuando ésta rescató al bebé escondido en elcarrizal. María le ofrece los servicios de una nodriza hebrea para criarlo,porque el niño lloraba. Sus pies descalzos habrán corrido rápidamente por lahúmeda ribera del río hasta llegar a la cabaña que era su hogar; allí buscó a sumadre y la presentó a la hija del faraón, quien sin la menor sospecha de que lamujer era la propia madre del bebé, le encargó la crianza del mismo. VolvióJocabed a su casa apretando el cuerpecito sonrosado y tibio del pequeñoMoisés, el que sólo por el amor y cuidado de Dios le era devuelto con vida. Lamadre lo crió en su casa, en su propia cabaña; como hebrea y temerosa de Diosjunto con los alimentos y cuidados maternales, habrá sin duda alimentado elalma y el corazón del hijo con el conocimiento de su Dios-Jehová, con lapremura del tiempo que se le escapaba de las manos, porque ese niño no eramás su hijo, era prestado, ya que la princesa le había dicho: �Lleva este niño ycríamelo y yo te lo pagaré�.

Nadie fuera de su Dios, su marido y sus hijos María y Aarón sabían que ellaera en realidad la madre del niño tan milagrosamente salvado. Pero fue sinduda María, la hermana mayor, la primera ayudante en los primeros años de lavida de Moisés. Quizás fue ella quien le enseñó a dar los primeros pasos y abalbucear las primeras palabras y estamos seguros, que cuando llegó el tiempocuando el niño tuvo que ir a vivir al palacio de la princesa, su corazón sintiótanta congoja como la propia madre. No sabemos nada de lo que pasó conMaría ni con su madre Joeabed en todos estos largos años en que Moisés viviócomo hijo de la hija del rey.

Sin embargo, el relato nos dice que años más tarde, ya convertido Moisés en ellíder que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto, María estuvo presentejunto a él, guiando como profetiza a las mujeres hebreas en el canto de júbilo

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por la victoria obtenida. Desde entonces, la vida de María apareceestrechamente ligada a la de sus dos hermanos menores a quienes no obstanteel derecho que le daba su mayor edad, demostró siempre respeto y sujeción,porque supo reconocer en ellos a los escogidos de Dios. María, de quien nuncase menciona que se hubiera casado, fue quien sin duda suplantó a la madrecuando ésta faltó en el hogar, la que ayudó y enseñó a su cuñada Sófora en lacrianza a la manera hebrea de sus dos sobrinos. A pesar de ello, la actitudsiguiente de María no es sin duda la más digna de elogio. Es muy difícil, casiimposible diríamos para una hermana mayor, igual que para una madre,convencerse de que el niño que ella ayudó a criar ha crecido, y que ella ya notiene derecho a criticar o a controlar sus actos. Parece ser éste el caso deMaría, quien junto con su hermano Aarón �murmuraron� � nosotros diríamos�criticaron� � contra Moisés a causa que éste tomó otra mujer por esposa.Esto era permitido en aquella época; el problema estaba en que esta segundaesposa era una extranjera y tanto María como Aarón no pudieron tolerarla.Parece ser en este caso que María tuvo más culpa, por el hecho de que ella solafue castigada aunque Aarón asumió también su parte de culpa. El pecado porcriticar al hermano por su casamiento con una mujer que no era de su gusto, esun caso bastante común de roce y distanciamiento entre hermanos aun en el díade hoy.

Debemos decir, sin embargo, que Moisés y Aarón se unieron para rogar a Diospor el restablecimiento, de la hermana que había sido por El castigada con laplaga de la lepra. Debemos reconocer que la directa intervención de Dios en elcastigo de María fue más bien causado por el excesivo celo de ésta en losasuntos familiares de su hermano, lo que sin embargo no impidió que los trescontinuaran adelante en su jornada hacia la tierra prometida, estrechamenteunidos en los vínculos de amor fraternal. Aunque ella era en realidad unaprofetiza de relevante actuación es, sin embargo, en su papel de hermanamayor, que su nombre ha quedado registrado en las páginas de la historiabíblica.

Es innegable que el papel tutelar de la hermana mayor no llega nunca adesaparecer, si bien es cierto que por la natural formación de nuevos núcleosfamiliares tiende a distenderse con el correr del tiempo. Aun así, la proyecciónde su influencia y el respeto que de ella emanan no se pierden jamás. No debeolvidar tampoco la hermana mayor que el mismo Dios puso sobre sus hombrosdesde el principio de la familia humana esta responsabilidad de cuidado yprotección al hermano menor, cuando reclamó de Caín la vida de su hermanodiciéndole: �¿Dónde está Abel, tu hermano?�, pregunta que halla respuesta conlo que ha llegado a ser clásica excusa de evasión de su responsabilidad comohermano o hermana mayor: �¿Soy yo guarda de mi hermano?� (Gén. 4: 9).

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Dios espera que nosotras mujer-hermana mayor, lo seamos conscientes de estaresponsabilidad que El nos ha dado, y sepamos cumplirla en la medida denuestras posibilidades y de nuestra dependencia en su guía y protección.

5. — La mujer como abuela

�Me acuerdo de la fe sincera que tienes. Tu abuela�, y tu madre;�tuvieron esa fe primero, y estoy seguro de que también tú la tienes�.(2 Tim. 1: 5. V.P.).

Cuando yo era niña la abuelita, la nona, gran-ma, era siempre una anciana decabellos blancos, de manos rugosas, de mirada entre tierna y candorosa quetejía sentada en su sillón de hamaca, sin molestarse por el bullicio que hacíansus nietos correteando a su alrededor. Ya mayor, descubrí que el cuadro debonanza de las abuelas de antaño no era el mismo en el día de hoy.

Es sorprendente, a la vez que hermoso comprobar que hay muchas mujeres,todavía jóvenes y en la plenitud de su belleza física, que ya son abuelas. Tal esel caso de una de mis alumnas en la clase de señoras de la escuela dominical;una mujer de una finura y belleza física notables y que siendo aún joven ya esabuela de un niño de cinco años. Tanto ella como su hija mayor se casaronambas a la edad de diecisiete años.

Es muy común hoy día encontrar a abuelas que, en la plenitud de suscapacidades físicas e intelectuales, gozan de esa experiencia realmentemaravillosa de llegar a ser abuelas. Es de veras una bendición de Dios, cuandouna puede escuchar la voz de su nietita llamándonos �abuela, abuelita�. Laemoción que entonces sentimos es indescriptible y este gozo es renovado concada nuevo nieto que irrumpe en el cuadro familiar.

Sin embargo, la experiencia de ser abuela no siempre es de gozo para ésta. Aveces es motivo de dolor y de vergüenza, porque el niño llegado al hogar no esel fruto de una unión legal, sino el resultado inocente de la falta de alguno delos hijos. ¡Qué difícil se vuelve entonces la situación de la abuela! Por un ladoestá ese pequeño, a menudo de padre o madre desconocidos, a quien sinembargo hay que proteger y amar y, por otra parte, está su orgullo maternalherido, debiendo sin embargo, armarse como de una coraza para podersoportar las murmuraciones y las críticas de familiares y amigos. El pequeño,que no es en ninguna manera culpable, se convierte en �el niño que nadiequería�, pero a quien no se puede despojar de sus legítimos reclamos de amory comprensión. ¡Cuántos hombres y mujeres ya adultos, a quienes he conocidopersonalmente, que nunca conocieron a sus padres naturales por haberlosperdido prematuramente o por haber sido abandonados por éstos, fueron

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criados por sus abuelos a pesar del esfuerzo que representaba para ellos criar yeducar a un niño, habiendo ya pasado la edad normal para ejercer la función depadres!

Conocí muy de cerca a una abuela y su nieto en esta condición tan particular.Siendo ella y su esposo creyentes sinceros en Dios y habiendo formado suhogar en una atmósfera de respeto y de temor, tuvieron que soportar latremenda prueba de saber que su hijo mayor era padre de una criaturailegítima. Sobreponiéndose al dolor y la vergüenza, esta mujer sabia yprudente buscó a la madre y al niño a quienes no conocía. Habiéndolosencontrado después de muchos inconvenientes, trajo a ambos a su casa. Elpequenito se encontraba en condiciones tan deplorables de salud, dealimentación y de higiene, que las fibras del corazón de esta mujer seestremecieron, e inmediatamente comenzó a prodigar a ambos todo su cuidado.Lamentablemente, la joven en razón de su estado de salud tuvo que serinternada en un hospital, falleciendo poco tiempo después y así esta señoraconvertida imprevistamente en abuela se hizo cargo del pequeño cuya vidatambién pendía de un hilo. El niño fue reconocido legalmente por el padre,quien a instancias de su madre había contraído matrimonio �in artículo mortis�con la madre del niño.

Aquellos primeros meses en la vida del pequeño fueron casi un calvario para laabuela: todos los días muy temprano tenía que acudir al hospital de niñosadonde le brindaban la atención y cuidados médicos que el bebé necesitaba. Elinvierno con sus lluvias y sus fríos fue testigo de este cuadro de la abuelacaminando apresuradamente con el pequeño envoltorio arropadito entre susbrazos. Muchas veces sus fuerzas flaquearon y también sus esperanzas desacar a flote al pequeño, hasta que por fin la época crítica pasó y con alegría laabuela vio que su propia fe se había acrecentado en la prueba. Como Ana ellapudo entonces decir �Por este niño oraba y Dios me dio lo que le pedí�.(1 Sam. 1:27).

No cabe duda que, sin llegar a estos casos extremos, la abuela tiene unafunción muy importante que cumplir en los hogares de sus hijos, colaborandode cuanta manera esté a su alcance en el cuidado de los nietos. Esta ayuda esde mucho más valor cuando su hija o nuera se ven obligadas a trabajar fuera decasa. Muchas madres, especialmente cuando la relación es de suegra a nuera,recelan de la tutela de las abuelas por sentir que éstas malcrían a sus hijos. Sinnegar el hecho de que muchas veces esto es verdad, nos atrevemos nuevamentea citar al Dr. Arnaldo Rascovsky, quien, en una serie de notas, hace estareferencia a la presencia de los abuelos en el hogar.

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�Es evidente que el más poderoso y eficaz substituto para la funciónparental son los abuelos. Como lo ha señalado recientemente MargaretMead (la más prestigiosa socio-antropóloga del mundo contemporáneo)uno de los importantes factores de la grave crisis generacional de losEstados Unidos reside en la carencia de la asistencia de los abuelospara el cuidado, tratamiento y educación de los niños, debida a lascondiciones de vida en ese país donde, es común que los hijos alcasarse se muden de ciudad o de comunidad. Pierden así su relaciónestrecha con el marco familiar anterior que, en este caso, deja decumplir sus compromisos tutelares y amorosos con la tercerageneración. Allí los abuelos pasan a ser meros visitantes esporádicos desus hijos y nietos. Es decir que esta separación constituye unareiteración del abandono que se inició en la infancia de los padres,cuando eran los respectivos hijos de sus padres.

Los abuelos tienden a reparar en los nietos muchos de los errorescometidos con los hijos, compelidos por sentimientos inconscientes deculpa y de otra índole que buscan una compensación. Pueden realizaresta labor preparatoria equivocadamente o con errores, pero en generalconstituyen un agente natural de primera línea para proteger y amparara los hijos de sus hijos. Por otra parte, están munidos de elementospsicológicos ponderables y son fuertemente estimulados por lospequeños que les llenan la decadente vida senil de nuevos estímulos yfinalidades. Se realiza así una tarea recíproca con beneficio sustanciosopara ambas partes. Más aún, es probable que no haya una fuerzareparatoria para la vejez de mayor valor y que tanto contribuya a unalongevidad feliz. Los abuelos llegan a manifestar una paciencia y unatolerancia que ellos mismos no tuvieron para con sus hijos. Sonmejores padres de sus nietos y suelen antagonizar las actitudesdespóticas de los padres. Por supuesto, éstas son consideracionesteóricas que no pueden aplicarse a todos los casos. Existen malosabuelos como existen malos padres y manifestaciones de inmadurez ysadismo en todos los niveles, pero es un hecho de observación común,la tendencia de los abuelos a modificar sus actitudes negativasanteriores y a dulcificar el tratamiento general que brindaron antaño asus hijos, en los hijos de sus hijos�.

Un ejemplo de la repercusión que la influencia sabia y acertada de la abuelapuede tener en la vida del nieto, la encentramos en Timoteo, el joven hijo, enel ministerio del apóstol Pablo, a quien éste hace recordar la herencia espiritualrecibida de su abuela materna, cuando le escribe:

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�Me acuerdo de la fe sincera que tienes. Tu abuela Loida y tu madreEunice tuvieron esa fe primero, y estoy seguro de que tú también latienes� (2 Tim. 1: 5. V.P.).

Más adelante el mismo apóstol agrega:

�Tú sigue firme en lo que has aprendido, de lo cual estás convencido.Tú sabes quién te lo enseñó, pues desde niño conoces las SagradasEscrituras que pueden instruirte y llevarte a la salvación por medio dela fe en Cristo Jesús� (2 Tim. 4:14, 15. V. P.).

¡Incuestionable ejemplo de la repercusión que la influencia de una abuelapuede tener de manera positiva en la vida de su nieto! Estos ejemplos puedenrepetirse y ocurren a menudo en el día de hoy; pasaríamos mucho tiempoenumerándolos. Sin embargo, hay uno en particular que no quisiera dejar demencionar, por el significativo matiz que la enseñanza de una abuela tuvocomo una moderna Loida en la vida de su nieta y por extensión, en otrosmiembros de la familia. Entre el grupo de las señoras mayores de la escueladominical de la iglesia a la cual pertenezco, me llamaba la atención una señorade unos setenta años de edad, quien cada domingo venía a la case, trayendoademás de su Biblia un cuaderno con notas, en el cual había escrito larespuesta a cada una de las preguntas que la revista auxiliar para alumnos traíasobre la lección a estudiar. En más de una ocasión y, a su pedido, traje sucuaderno a mi casa para repasar con más detenimiento sus respuestas; confiesoque poco o nada tenía que corregir o agregar a lo escrito por ella. Concuriosidad, un domingo le pregunté en la clase: �Doña Leticia, ¿cómo haceusted a su edad, para realizar este trabajo de estudio, que no solamente ledemanda tiempo, sino también esfuerzo?�. Yo sabía que ella quedaba alcuidado de la casa y de su nieta, una niña entonces, mientras su hija estabaafuera todo el día atendiendo su negocio muy lejos de la casa. En aquelentonces, doña Leticia tenía además su propia madre de edad muy avanzada:eran por tanto cuatro generaciones reunidas en un mismo techo. Sencillamente,ella contestó a mi pregunta más o menos de la siguiente manera:

�Como mi nieta está todas las tardes conmigo en casa, porque va a laescuela por la mañana, después que ha preparado sus lecciones ydeberes para el día siguiente, yo me siento con ella y con la Biblia, larevista para alumnos y un cuaderno, y le pido que me ayude a contestarlas preguntas de la lección para el domingo siguiente. De esta manera,yo me preparo y ella va aprendiendo lo que le voy explicando de laBiblia, tratando de contestar los interrogantes que ella me presenta amedida que vamos estudiando la palabra de Dios�.

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Esta experiencia simple, pero tocante de la abuela y su nieta fue una vezvisualizada por ambas en un programa especial sobre el hogar, realizado por elgrupo femenil de la iglesia. Ese trabajo de constancia y paciencia de la abuelaLeticia produjo resultados felices: la nieta iba siempre con la abuela a losservicios regulares de la iglesia. Un día la jovencita tuvo una experienciaprofunda y personal con Cristo, experiencia que luego ella misma relató en lacongregación. Poco tiempo después fue bautizada y entonces su madre, o seala hija de doña Leticia se sintió impulsada para acompañar a su hija y a sumamá en la asistencia a la iglesia. El ambiente de compañerismo y de amistadque allí privaban, junto con la exposición de la palabra de Dios, tocaron sucorazón y no mucho después ella también pasó a formar parte del número delos fieles por su personal aceptación de Cristo, como Salvador y Señor de suvida.

Un día comenté a la abuela acerca de la gran diferencia entre la vida de sunieta apenas una adolescente, pero segura de sí misma y firme en susconvicciones, activa en todos los programas de la iglesia, y su hermana mayor,quien no es creyente y afronta una tremenda crisis en su hogar, habiendo yainiciado los trámites para el divorcio de su esposo y la tenencia del hijo. Larespuesta de doña Leticia fue rápida y sencilla:

�La diferencia, hermana, está en que la menor de mis nietas tiene aDios como centro de su vida y su hermana no conoce esta experiencia�.

Es este un hecho concreto y hermoso de la vida real, que de ser imitado pormuchas abuelas, tendría resultados sorprendentes e incalculables en susalcances.

No podemos cerrar este comentario un poco extenso sobre las abuelas, sindejar de mencionar el lado negativo del mismo, sin el cual éste quedaríaincompleto. Así como hay madres que no quieren serlo, aunque ésta sea unaactitud antinatural, hay también abuelas que por diversas razones fútiles,diríamos nosotros, quieren eludir no sólo su responsabilidad de tales, sino peoraún, su condición de abuelas. Conocí una señora que se hacía llamar �tía� porsu nieta, porque, siendo una mujer joven todavía, tenía temor de que susallegados y amigos la consideraran vieja por el hecho de ser abuela y ella noquería perder su reputación de mujer joven y bonita. No son pocas,lamentablemente, las mujeres que se encuentran en esta condición, infelices ennuestro concepto ya que desconocen la íntima satisfacción de sentirse�realizadas� en el cabal concepto de la palabra. En la sublime función de serdoblemente madres: de los propios hijos, en primer lugar, y de los hijos denuestros hijos después, añadiendo con esto nuevo vigor, estímulo y sentido anuestra vida de mujer.

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Es entonces, cuando la proyección de nuestras vidas, por la influencia benéficaen las generaciones que nos siguen, alcanza sentido de eternidad. No haymayor bendición en la vida de toda mujer, que el saber que no solamente hacumplido la función que le ha sido dado realizar en la vida, sino también queha marcado rumbos en las vidas de aquellos a quienes ha podido influir.

Grandmama FannyTeje de memoriala abuelita ciega,su tacto la guía

con fina destreza.

Los nietos no temenal frío que llega,

pues la abuela tejesin perder la cuenta.

El recuerdo invadecon olas de pena,

trayendo a su mentevívidas escenas.

Piensa en sus montañas,¡quién volver pudiera!,

mas ¡nunca sus ojosvolverán a verlas!

Sus “valles valdenses”¡qué lejos se encuentran!

Pero en sus recuerdossiempre los acerca.

Cuando está cansadalas agujas deja,

camina al solcito,despacio pasea.

Muy lento caminay jamás tropieza;

no pisa a los pollosni al can “Bocanegra”.

Los irracionalesse apartan al verla.Le libran el pasoa la dulce abuela.

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Después del paseoGrandmamá regresa

a seguir tejiendosus cálidas prendas.

Teje de memoriala abuelita ciega

y en “patois” f2 murmuralos puntos que cuenta.

Alicia Gonnet de Lahourcade(con permiso de la autora)

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SEGUNDA PARTE

LA MUJER FRENTE A LA SOCIEDAD

IntroducciónEl hombre como ser humano ha sido creado y adaptado para vivir en sociedad.En los albores del mundo dijo Dios: �No es bueno al hombre que esté solo�(Gén. 2:18), y el sabio de la antigüedad exclamó: �Está un hombre solo y sinsucesor, que no tiene hijo ni hermano...� (Ecl. 4: 8).

Se ha dicho que el hombre, usando el término en su sentido genérico, no es unaostra encerrada en su caparazón por más bonita que sea; es un pájaro hechopara levantar vuelo en alas del espíritu y en compañía de sus congéneres. Eslógico entonces, que en la última parte de nuestro libro busquemos de colocara la mujer en el medio en que se desenvuelve, es decir, en la comunidad dondevive. Así trataremos de ver cuál es su conducta, cuáles son sus oportunidades ycuáles las responsabilidades que le competen.

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Capitulo 1. — Mis Vecinas Y YoSus vecinas fueron a felicitarla al saber que el

Señor había sido tan bueno con ella. (Luc. 11:57. V. P.).

El primer circuito en que debemos pensar de donde la vida de relación de lamujer se desenvuelve es el barrio donde vive. Este círculo lo configuran susvecinas, las que viven a su alrededor que pueden o no ser conocidas o amigas.Son simplemente mis vecinas.

Recuerdo haber leído, cuando yo era niña, la historia de una mujer a quientodos llamaban �la tía Casca� (abreviatura de Cascarrabias) porque era tanmala, tan mala, que aun las personas mayores rehuían su compañía y los chicosni se le acercaban. En su soledad, llenaba el vacío de sus horas, hamacándoseen su sillón y repitiendo con tono monocorde y monótono �Nadie me quiere,nadie me quiere�; esta frase servía de título sugestivo al libro. En ciertomomento y por obra de la casualidad, esta mujer encontró un niñito que habíasido abandonado; lo llevó a su casa, lo cuidó y lo protegió cariñosamente. Losvecinos, temían por lo que pudiera pasarle al chico en manos de una vieja agriay antipática, como era la tía Casca. Sin embargo ella, que no tenía quien laquisiera, porque le había faltado alguien a quien querer, se transformó por elmilagro del amor hacia aquel chico desconocido y desvalido que un día llegó asu puerta, en una viejita simpática, a pesar de sus arrugas, y amable, a pesar desu voz cascada. Desde entonces, nadie la conoció más como la �tíaCascarrabias�, nombre que fue olvidado, y simplemente todos los que lavisitaban y ahora la querían en el barrio, cariñosamente la llamaban �la tíaCasca�.

A nuestras vecinas las vemos casi a diario barriendo la acera, llevando loschicos a la escuela, haciendo las compras, en la peluquería, etc. A vecesconversamos con ellas de cosas intrascendentes del tiempo, de los chicos, delmarido; de cómo están las cosas, que el dinero no alcanza, que ya no sabemoscómo estirar el sueldo, etc., etc. ¿Nos hemos preguntado alguna vez acerca decómo son en realidad nuestras vecinas, qué piensan, qué sienten y muyespecialmente, qué es lo que ellas piensan de nosotras? ¿Saben ellas quiénessomos en realidad y qué creemos en materia de fe? Una vez me dijo una señoraque en la peluquería de su barrio oyó a sus vecinas hablar acerca de la señorade un pastor, quien también era cliente de ese negocio, haciendo comentariostan elogiosos de ella al punto de que la señora que me lo relató quedóimpresionada por la manera en que la actitud de esta esposa de pastor había

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influido, sin ella saberlo, de tal modo que estas vecinas suyas tuvieron unconcepto tan elevado de ella. Es que lo que somos, en realidad no se reflejatanto cuando estamos �actuando� conscientemente, sino cuando nuestro serinconsciente actúa y acciona con naturalidad.

Quienes tienen el privilegio de vivir muchos años en el mismo barrio, suelenllegar a hacer verdaderas amistades con sus vecinas: son ellas quienes correnen su ayuda en los momentos de necesidad, quienes en caso de accidente o deenfermedad están listas a buscar apresuradamente a un médico; saben dóndeestán las cosas de la casa en una emergencia mejor que los propios familiares.¡Cuánta sabiduría y conocimiento del corazón humano tenía el que hace tantosaños dijo: �Mejor es el vecino cerca que el hermano lejos� (Prov. 27:10)!Conozco el caso de unas mujeres, que se turnaban día y noche para cuidar a suvecina enferma, viuda y cuya única compañía era un hijo varón que no podíaatender a su madre a causa de su trabajo.

En cambio, en nuestro trabajo misionero, nos tocó atender a una señoraanciana y sola, que se había quebrado un brazo. No teniendo quién le hicierauna taza de té o de caldo, porque su carácter hosco y agresivo impedía todaamistad con sus vecinos, la trajimos a nuestra casa, donde se sintió feliz. Entreel grupo de los que asistían a nuestra Misión encontró amistad y calor y noquería irse. Siendo una mujer muy culta, su trato no era del todo desagradable,y aun nuestro hijo menor simpatizó con ella, porque conversaban acerca delibros y de otras cosas que a ambos les interesaban. Pero su soledad, elabandono de su marido, de su única hija y la pérdida de su madre, que segúnella, fue la única persona que la quiso de verdad, habían marcado de tal modosu carácter, que se había convertido en un ser agresivo, con un corazóncargado de rencores, indeseado e indeseable para los que la rodeaban. Cuandoentramos por vez primera a su casa, si es que así podía llamarse a undepartamento sin luz eléctrica, sin agua corriente, con las paredesdescascaradas, etc., la impresión que tuvimos fue tremenda por el cuadro desoledad y abandono que allí encontramos. Tanto la dueña de la casa, como losvecinos, sabiendo quiénes éramos, comenzaron a pedirnos que sacáramos aesta señora de allí. Hasta entonces, la única compañía que ella había tenidodiariamente eran siete perros, que hubo que sacar antes de entregar la casa.Varias veces, cuando la llevábamos al hospital para sus curaciones, nos habíarogado que la dejásemos morir: su vida había perdido todo sentido para ella yeran inútiles las palabras de aliento y de esperanza que le decíamos, pues sucorazón estaba �helado�. Después de un tiempo de permanencia en nuestracasa, la instalamos en un hogar evangélico para ancianos, donde podía vivir enun ambiente cristiano, con cuidados y atención como nunca antes había tenido.Periódicamente la visitábamos, pero lejos de mostrar gratitud, su carácter se

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había hecho más hosco aún: no hablaba ni con su compañera de pieza, no ibaal comedor para compartir las comidas, pocas veces tenía una palabra amablepara quienes compartían los días con ella, y nunca había una sonrisa en surostro. Los largos años de aislamiento en que había vivido no se podían borraren unos pocos meses. Sin embargo, un día, se hizo el milagro: un llamadotelefónico, una hija, un nietito irrumpiendo en la vida de esa mujer. Elreencuentro, que debió haber sido emocionante fue sin embargo difícil en elprimer momento, pero roto luego el hielo por la presencia del pequeño, estamujer tan amargada y triste, se fue dulcificando por la magia de la voz infantilque la llamaba cariñosamente �abuelita�. Entonces, por primera vez en muchosaños, de sus ojos secos comenzaron a brotar lágrimas. La hija, que habíaviajado desde una ciudad lejana en busca de su madre de quien se habíaseparado al contraer matrimonio, hizo los arreglos necesarios para llevárselaconsigo y proporcionarle el hogar que durante tanto tiempo le había faltado.Fue un final feliz, pero fue largo y penoso el camino recorrido; ¡qué distintohubiera sido si el corazón en lugar de encerrarse en sí mismo se hubiera abiertoy su mano se hubiera extendido hacia los demás como prueba de buenavecindad.

Una de las tragedias de las grandes ciudades es que los vecinos a menudo no seconocen, aunque vivan en edificios de departamentos enfrentados unos con losotros. Si queremos contar con la cálida compañía de alguna vecina, sobre todocuando nos vemos obligadas a guardar cama o simplemente si deseamoscharlar un rato como nos agrada hacerlo a menudo, debemos nosotras dar elprimer paso hacia ellas. No esperemos encontrar una mano tendida hacianosotras, ni una puerta abierta invitándonos a entrar, si no vamos hacia ellasprimero, con nuestra simpatía, con nuestra palabra de amistad. No necesitamosllevar colgado en el pecho un rótulo que diga: �Yo creo en Dios�, para quenuestras vecinas sepan lo que nosotras creemos. Si Dios está en el centro denuestra vida, lo que somos en realidad se reflejará en cada momento, en cadasituación que estemos viviendo, en cada acción que estemos realizando.Aunque ni siquiera estemos hablando de religión, en nuestra conversación senotará lo que creemos y sentimos.

�No se enciende una lámpara y se pone debajo de la mesa, sino sobre elcandelero y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestraluz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras yglorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos� (Mat. 5:15, 16).

Estas palabras de Jesús corroboran lo que estamos tratando de decir, que sonnuestros hechos más que nuestras palabras los que dirán a nuestros vecinos laclase de persona que somos. La respuesta a la pregunta: �¿Cómo me ven y

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conocen mis vecinas?� es �me conocen por lo que realmente soy, una personadispuesta a extender una mano de ayuda por amor a Cristo quien es el quedirige mi vida�. O por el contrario, me verán como a una mujer cuyas actitudesy palabras contradicen su afirmación de mujer cristiana.

De cada una de nosotras únicamente depende cómo nos juzguen nuestrasvecinas y si ellas desean o no nuestro compañerismo; un carácter alegre ydispuesto gana más amistades que el mejor regalo que pudiéramos ofrecer. �Lamujer que teme a Dios, ésa será alabada: le darán el fruto de sus manos, y laalabarán en las puertas sus hechos�. (Rey Lemuel, Prov. 31:31).

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Capitulo 2. — Trabajando JuntasSe quedó con ellos y trabajaban juntos. (Hech. 18: 3).

De las veinticuatro horas del día, la mujer que trabaja fuera de su casa pasa porlo menos diez horas fuera de ella. Las ocho horas de jornada laboral, sin contarlas horas extras que se suman al tiempo que emplea en viajes y otrascontingencias, son algunas de las cosas que apartan a la mujer de su hogar. Suscompañeras de trabajo llegan a conocer los problemas y preocupaciones que leembargan mejor aún que su propia familia. A menudo, llega a su casa tancansada por el trabajo, disgustada por los problemas que ha tenido que afrontarque se siente sin fuerzas ni deseos para comentar sus cosas íntimas con lossuyos. El trabajo puede ser muy atractivo y podemos gozar de la profesión quehemos elegido y estamos ejerciendo, pero aun así, hay momentos en que lapresión a que el trabajo nos somete, sumada a los problemas personales, es tangrande que nuestro temperamento se siente incapaz de soportarlo. Aun lasmismas jovencitas que cursan sus estudios secundarios o universitarios, lo cuales también trabajo, sienten sobre sí la presión de la competición y, aunquerealicen su tarea con gusto, sus reservas físicas y morales suelen decaer otambalear en el esfuerzo por salir adelante en la tarea que se han impuesto.

Esto que decimos de quienes estudian, tiene la misma aplicación para las quetrabajan, como profesionales, empleadas u obreras de fábrica y aun para lasamas de casa cuyo trabajo rutinario se prolonga casi a través de las veinticuatrohoras del día. ¿Cómo reacciona nuestro temperamento ante los imprevistos deltrabajo que se multiplica y cuyas situaciones inesperadas pueden repetirse casihasta el infinito? ¿Cómo nos ven nuestras compañeras de trabajo encircunstancias semejantes? ¿Nos conocen como personas equilibradas quesaben �capear el temporal�, poniendo en juego los mejores recursos de nuestrocarácter y de nuestro espíritu?

¿Mostramos espíritu optimista cuando se nos pide reemplazar a un compañeroque abandona su trabajo con pretextos fútiles y nosotras sentimos que lainjusticia nos hiere y nuestro cuerpo y mente reclaman un descanso quenecesitan pero que no podemos concedernos? En otro orden de relación, no yacon los compañeros, sino ante un jefe con el cual no simpatizamos por su faltade cordialidad y su autoritarismo evidente para con sus subalternos, ¿cómoreaccionamos cuando éste nos pide quedarnos fuera de las horasreglamentarias para completar una tarea inconclusa? ¿Qué no decir cuandosabemos de la conducta de algunas compañeras en situaciones que nos vemosforzadas a callar para no ser desleales? ¡Cuántas cosas grandes o pequeñas que

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se presentan en nuestro trabajo cotidiano ponen a prueba nuestrotemperamento y nuestra resistencia física y moral! Muchas veces,lamentablemente nuestra reacción no condice con lo que profesamos ser; unapalabra agria, una contestación desconsiderada desdice lo que afirmamos creer.Nuestra conducta diaria en la oficina, en el taller o en la fábrica, debiera ser laafirmación de nuestras creencias, sin que se llegue al reproche de nuestroscompañeros, como ha ocurrido en ocasiones cuando uno de ellos no creyenteha tenido que decirnos: �¿Por qué no enfrentas los problemas en la mismaforma en que nos predicas a nosotros?�. Nuestra vida debe ser una unidad, enla cual Dios y sus ordenanzas tengan vigencia en todos los órdenes y en todaslas actividades que nos compete realizar. Quienes comparten con nosotrastantas horas del día no tendrán quizás otra oportunidad de conocer a Dios,personal y real, sino por medio de nuestro ejemplo. De nuestra actitud frente aellos y del trato que les brindemos, dependerá no sólo el éxito o el fracaso deltrabajo que estamos realizando, sino también el logro o el desacierto enhacerles conocer la verdad de Dios. Para que este conocimiento de Dios através de nuestro ejemplo diario no aparezca confuso u opacado por unaconducta en desacuerdo con la creencia sustentada, necesitamos estar munidasde su gracia y de sabiduría. Pero por sobre todo, nuestro corazón debe estarlleno de amor, de ese amor que

�tiene paciencia, que es bondadoso y no envidioso, que no espresumido ni orgulloso, que no es grosero ni egoísta, que no se enoja nies rencoroso... ese amor que todo lo soporta con confianza, esperanza ypaciencia�. (1 Cor. 13: 4-7. V.P.).

Ese amor, en fin, que nos ayuda a darle a nuestro compañero que es miprójimo lo mejor de nosotras mismas, cueste lo que costare. Ese amor que nosfortalece en la lucha diaria contra la injusticia, contra toda falta decompañerismo, contra toda ofensa mezquina o contra toda malignidadcaprichosa, para que ese amor ayude a quienes trabajan conmigo a conocer aCristo como el Enviado de nuestro Padre que está en los cielos y puedantambién descansar en El con sus propios problemas e inquietudes. Habremosasí cumplido nuestra misión de testigos suyos en el lugar donde estamostrabajando.

Reflexiones Para La Meditación Personal

Todo lo que te viniere a la mano para hacerlo hazlo según tus fuerzas.(Ecl. 9:10).

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Mi corazón gozó de todos los trabajos; y ésta fue mi parte de toda mifaena. (Ecl. 2:10).

Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacerbien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre goce elbien de toda su labor (Ecl. 3:10, 12).

Dios los ama a ustedes y los ha escogido para ser de El. Vivan, pues,vestidos de las virtudes de compasión, bondad, humildad,mansedumbre y paciencia. Tengan paciencia unos con otros, yperdónense, si alguno tiene una queja contra otro. Así como Cristo lesperdonó, así hagan también ustedes. Sobre todo, tengan mucho amor,que es lo que une y completa todas las cosas (Col. 2:12-14. V. P.).

Tu segundo hogarEs el lugar donde trabajas, donde pasas muchas horas de tu vida.Donde forjas tu porvenir, tu destino futuro.Porque ese lugar es tan importante como tu hogar.es que debes ser respetuosa y fuerte a la vez.Dar y recibir. Comprender. No juzgar ni acusar.Llegar todos los días con el ánimo bien dispuestocon una sonrisa cordial, si es posible.Escuchar confidencias sin desparramarlas a tu alrededoro burlarse de ellas. Ayudar a todos con solidaridady dar oportunidad de que te ayuden con la misma calidad humana.Si logras todo eso,ese lugar de trabajo, donde pasas parte importante del díaserá tibio y grato, acogedor, amistoso...Y si te quedas en él durante muchos años, lo amarás.Si te vas,recordarás con gratitud los momentos que pasaste allí.Si vives en tensión,acosada por la enemistad de tus compañeros.no hallarás nunca la inmensa alegría de trabajar feliz,en paz, en armonía. (De �Guía del Hogar�).

Tengan ustedes cuidado, para que no pierdan el resultado de su trabajo,sino que reciban su recompensa completa. (2 Jn. 1: 8).

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Capitulo 3. — Seamos AmigasEn todo tiempo ama al amigo,

y es como un hermano entiempo de angustia (Salomón).

�Es mi amiga�. Decimos así simplemente como si el ser amiga o el teneramigos formara parte implícita de nuestro mundo cotidiano. Sin embargo, noes así. ¡Hay tanta gente que no tiene amigos! Esta afirmación pareciera serfalsa, pero nosotras sabemos que hay muchas personas solas en medio de lamuchedumbre que se mueve, que dialoga; hay muchos tristes en medio de losque ríen bulliciosos y alegres. Tener amigos es en realidad un don de Dios, donque necesitamos cuidar, proteger, procurando que nada lo hiera, evitando elroce que lo puede destruir.

¡Mis amigos! ¿Quiénes son mis amigos? Sin duda, no son los que están lejosde nosotras, ni aquellos que no nos conocen y que, por no conocernos, nopueden saber lo que sentimos, ni lo que constituyen nuestros sueños.

Amigos son aquellos que están cerca de nosotros con su cariño, con sucomprensión, con su interés por todo lo que nos concierne. No quiere decir quevan a estar constantemente a nuestro lado, porque la amistad se convertiría enmonotonía, perdiendo ese grato color de novedad que la embellece. Amistadsignifica saber que allí están y que podemos contar con ellos y con sucompañía cuando los necesitamos. ¡Qué serenidad llena nuestro espíritucuando tenemos esta certeza! ¡Tengo una amiga que me ama y es para mícomo una hermana en tiempo de angustia... y también de felicidad, porque conla amiga no se comparten solamente las tristezas y las amarguras, sino tambiénlos momentos felices, las satisfacciones sencillas que nos da la vida! Cuandotenemos un gran dolor, una amargura que nos lastima, necesitamos el corazónamigo en quien descargar nuestra pena y desilusión. Ese amigo puedeescucharnos sin hacernos reproche, puede ayudarnos porque nos ama y noscomprende.

Cuando estamos tristes y melancólicas, aun sin saber por qué, qué bien noshace tener a nuestro lado a la amiga, la compañera de muchos años que con susola presencia nos estimula y nos devuelve el ánimo como si nos dijera:

�Ya amanecerá un nuevo día y el gris y la neblina de hoy se disipará....vendrán otros días alegres y otras horas dichosas que borrarán lasombra de tu desaliento�.

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A veces, no ya la pena, sino una alegría grande y profunda nos invade de talmodo que no podemos encerrarla en nuestro corazón y tenemos quecompartirla con alguien: las satisfacciones que nos dan nuestros hijos, lasexpresiones del novio o del esposo, los éxitos de nuestro trabajo, en fin tantascosas que nos depara la vida, que necesitamos compartir con quien es nuestroamigo. Para todo esto están los amigos de quienes no quisiéramos prescindirjamás.

La mujer de la parábola que relató Jesús, que habiendo perdido algo que paraella era de mucho valor y que lo había encontrado después de una búsquedapaciente y diligente, corrió a llamar a sus amigas para contarles lo que le habíapasado y para que éstas se alegraran juntamente con ella por el final feliz de laexperiencia vivida. Es que el ser humano necesita la amistad de otras personas,Dios no creó al hombre ni a la mujer para estar solos, los creó para vivir ensociedad. Por eso el hombre es por naturaleza una criatura sociable y cuando lefaltan los contactos sociales se vuelve infeliz e intratable. Todos necesitamosde otras personas para satisfacer nuestras demandas interiores. ¡Necesitamostener amigos! Para lograr el contacto social con otras personas, debemosconocer y ejercitar el arte de la amistad. Para que esto sea posible debemos sercordiales con los demás, dando lo mejor de nosotras mismas a las personas conquienes tenemos compañerismo, no rehusar nuestra amistad por pruritosegoístas, si no queremos que nuestra vida se torne estéril y hueca. Quien noprocura hacerse de amigos o quien siente como una carga el trato con losdemás se sumerge a sí mismo en una tediosa soledad.

El secreto para alcanzar una auténtica felicidad es saber compartir con otroslos bienes de que nosotros disfrutamos; es darnos plenamente sin egoísmos; esamar sin retaceos ni mezquindades. Es como decía San Francisco de Asís:

“Que no busque yo tanto ser consolado, como consolar:ser comprendido, como comprender;

ser amado, como amar. Porque dando, se recibe;olvidándose, se encuentra;

perdonando, se alcanza el perdón”.

Esto sin duda no es siempre fácil: hay quienes tienen más facilidad que otrospara hacer amistades y aun así les resulta difícil conservarlas. Que una amistadse mantenga viva y perdure a través de los años es uno de los mayores logrosde la vida. Las amistades suelen formalizarse con facilidad para muchos: bastaque tengan algunas cosas en común, cierta afinidad, y ya nace una amistad. Loque importa es saber conservarla. Es tener la predisposición y el tacto parapoder colocarnos en la situación de la otra persona compenetrándonos de susproblemas y de sus necesidades. �No podemos esperar el placer de la amistad

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sin el deber, ni el privilegio sin responsabilidad�. Cuando así obramos, lasatisfacción de haber hecho bien, de haber ayudado a alguien a ser feliz, noshace sentir satisfechas con nosotras mismas y en paz del espíritu y con nuestroDios.

Aquella mujer estadounidense sorda, ciega y muda antes de cumplir los dosaños de edad, que se llamó Hellen Keller, quien luego aprendió a leer y aescribir al tacto y más tarde a hablar por el trabajo paciente y perseverante deotras dos mujeres admirables, Ana Sullivan y Sara Fuller, escribía así de laspersonas cuyas manos tocaba para poderlas conocer:

�Días rosados en nuestra vida son aquellos en que encontramospersonas que nos conmueven tanto como un bello poema; personascuyo apretón de manos nos llena de inexpresable simpatía y cuya dulcey rica naturaleza imprime a nuestros anhelantes e impacientes espíritusuna serenidad maravillosa que es divina en su esencia. Merced a ella,las perplejidades, irritaciones y pesares que nos han absorbido, pasancomo un sueño desagradable y despertamos para ver con nuevos ojos yoír con nuevos oídos la belleza y armonía de este mundo de Dios. Lasnaderías de nuestra existencia cotidiana florecen súbitamente enbrillantes posibilidades. En una palabra, mientras tales amigos están anuestro lado, sentimos que todo anda bien. Puede ser que nunca losvimos antes y que jamás vuelvan a cruzarse en nuestro camino, pero lainfluencia de su carácter sereno y dulce es como una libación vertidasobre nuestro descontento y experimentamos su benéfico contacto...

�Las manos de aquellos con quienes me encuentro me hablan con mudaelocuencia... Hay manos que parecen tener rayos de sol, de suerte quesu contacto infunde calor en el corazón�.

Son los jóvenes quienes por regla general tienen más facilidad para haceramistades que las personas adultas. Es que la juventud es más confiada queaquellos que hemos vivido más años y que, por la experiencia adquirida, noshemos vuelto más cautelosos al brindarnos a los demás. Quizás debiéramosaprender un poco de ellos y recordando nuestros propios años juveniles sermás amables, más cordiales y de esta manera recibiremos en retribución unaabundante cosecha de amigos que enriquecerán nuestra vida y la llenarán denuevo encanto.

La experiencia de los campamentos que une a jóvenes de distintas categoríasayudando a nivelar las diferencias sociales o de otra índole; la convivencia enretiros o en lugares de descanso, a través de un trato más personal ydesprovisto de las trabas que el ambiente social de la ciudad impone, son a

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menudo campo propicio para forjar amistades que perduran a través de losaños. Personas de sexo opuesto, especialmente jóvenes, han formado parejaque culminó en matrimonio como corolario de una amistad así iniciada. Quizásalgunas de nosotras hayamos protagonizado una experiencia similar y connostalgia rememoramos ahora aquellos días ya un poco lejanos. Si laexperiencia fue positiva, contribuyamos para que lo sea también para otros.Todo lo que como mujeres podemos hacer para ayudar a forjar nuevasamistades sinceras en cualquier etapa de la vida, se verá plenamenterecompensado con la satisfacción de saber que hemos brindado calor humanoy sentido de dirección a alguien que lo necesitaba.

En qué medida tenemos que mostrarnos reticentes en nuestro contacto diariocon las personas, o en qué medida tenemos que entregarnos francamente aellos, fue la preocupación del Dr. Albert Schweitzer durante su juventud.Según su propia declaración,

�tenemos que comportarnos con cierto tacto cuando se trata de losdemás, y no tratar de meternos en sus asuntos cuando nadie nos lo pide.Pero al mismo tiempo, tenemos que tener siempre conciencia delpeligro que implica esta reticencia y esta discreción, impuestas por eltrato diario con la gente. No puede ser que nos comportemos siempre,delante de extraños, como absolutos extraños. Ninguna persona puedeser un perfecto extraño con respecto a otra persona o, por lo menos nopuede serlo de manera duradera. El hombre se debe al hombre. Elhombre tiene derecho al contacto con el hombre. La ley de ladiscreción tiene que ser temperada y violada constantemente por losderechos de la cordialidad, Demasiada incomprensión existe entre laspersonas, porque no nos atrevemos a entregarnos de corazón, sinreticencias�.

Cuando se ha logrado el ideal de hacernos amigos con la gente los resultadosde esta actitud amistosa se irán haciendo evidentes: habrá mayor comprensión,más tolerancia, y la tristeza y la soledad irán menguando. Aquellos quehabremos ganado con nuestra amistad, por el acercamiento que con ellostengamos, llegarán a conocernos y a valorarnos mejor cada día.

Este conocimiento mutuo y recíproco nos hará descubrir no solamente losideales y anhelos de cada uno, sino también las bases sobre las cuales estáfundada la vida espiritual de quienes forman el círculo de amigos. A través deuna amistad forjada en el transcurso del tiempo, nuestros amigos se daráncuenta cómo reaccionamos en las distintas circunstancias que necesariamentetenemos que afrontar y por ese conocimiento, si es positivo, desearán sabercuál es la base de nuestra fe, en dónde reside la fortaleza que nos sostiene en

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las dificultades y en las pruebas. Por nuestro intermedio, nuestros amigosconocerán al Amigo por excelencia, Aquel cuya amistad es permanente y nopasajera, cuyo Amor es constante y no efímero, cuyo sostén es duradero einconmovible. �No los llamo siervos�, dijo Jesús casi al término de su vidaterrenal, �porque el siervo no sabe lo que hace su patrón. Los llamo misamigos porque les he dado a conocer todo lo que el Padre me ha dicho�. Esaamistad única y perfecta, que es la amistad con Jesús, es la que llena de luz elsendero de nuestra vida, es la que nos sostiene en las perplejidades y embates,es la que nos alienta para esperar cada mañana con una nota de esperanza en elcorazón. Ese Amigo está con nosotros todos los días y hasta el fin de nuestracarrera terrenal y no nos deja al traspasar los umbrales de la eternidad, sino quenos sostiene con su mano hasta conducirnos a su mansión de paz. El nosproporciona su amistad invariable y duradera y nos hace el regalo de laamistad preciosa de nuestros amigos mientras vivimos en este suelo. Por eso ledamos gracias por la amistad que nos eleva y nos sostiene, por los amigos quela enriquecen con su presencia constante e invariable.

Seamos amigas unas de otras para hacer que éste, nuestro mundo de cada día,sea más placentero, más deseable de vivir en él, sea un mundo mejor en el cualel Amigo Eterno que nunca cambia, tenga la preeminencia.

Reflexiones Para La Meditación Personal

La fidelidad es el primer requisito para conservar a un amigo. La manera deconquistar un amigo es serlo uno mismo... La amistad que empieza basada enel sentimiento no vivirá ni prosperará si sigue fundándose únicamente en elsentimiento.

El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo;

Y un amigo hay más unido que un hermano (Salomón. Prov. 18:24).

El milagro de la amistad se ha manifestado demasiado a menudo eneste sombrío mundo, para que podamos permitirnos dudas de suposibilidad o de su maravillosa belleza.

Quiere a tus amigos

Quiere a tus amigos, y no te prives de ellos. Díselo, y repítelo amenudo. Pruébaselo, y reitera la prueba. Aplica tu corazónampliamente queriéndolos de verdad. Festéjalos, hazlos felices, iluminasu camino, ábreles las puertas de tu casa. ¡Toda hora pasada junto a

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ellos es hora de gracia! Las ocasiones que más se lamentan son las deamar que se han perdido. (Carlos Wagner).

Oración Matinal

Déjame hacer esta mañana algo que quite un poco de tristeza al mundo.

Dame la gracia de aumentar el gozo de la vida que anda tan escaso.

Ayúdame para no herir con alguna acción egoísta o con alguna palabrairreflexiva el corazón de mi amigo.

Ayúdame para no pasar de largo frente a las necesidades humanas. Para nopecar por mi silencio cuando se haga necesario hablar en defensa de los otros.

Aunque sean muy escasas mis posesiones materiales, permíteme dar algo queaumentará mi hacienda: Una palabra bondadosa o un pensamiento estimulante.Ayúdame para dejarlos caer misericor-diosamente en los corazonesquebrantados que encuentre en mi camino.

Que al caer la noche, en el silencio de mi alcoba, pueda decirme mi conciencia:�El mundo fue mejor hoy porque tú viviste� (Ella Wheeler Wilcox).

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Capitulo 4. También A Nosotras Nos Concierne“Y otras que le ayudaban con lo que tenían”.

(Luc. 8: 3)

La mujer, a lo largo de la historia de la humanidad, ha hecho en menor omayor grado un aporte valioso al progreso de la misma. Este aporte se haacrecentado en la época moderna tras una lucha tesonera, casi titánica, en lacual la mujer logró superar la barrera de inviolabilidad dentro de las paredes desu casa donde una sociedad creada y manejada por hombres la había sujetado.�Desde el advenimiento de la época industrial, la mujer ha hecho unaimportantísima contribución al progreso, no sólo industrial, sino mediante suinclusión en los cuerpos de trabajo activo, como también en las finanzas, en elcomercio, en la universidad, en las artes y en las ciencias, etc. El mundo y lasociedad se enriquecieron con tal aporte. El trabajo de la mujer aplicado acualquiera de las actividades constituye una aportación inestimable para elproceso cultural�. Esto no ocurre sólo en la etapa joven de la vida de la mujer,y en la de su plena maduración: hoy vemos a mujeres que, habiendo cumplidosu primer ciclo funcional como esposas y madres de una familia,encontrándose en la etapa de su vida en la que, superados ya los problemasbiológicos de la menopausia, han iniciado una nueva y fructífera, trabajando enaquello que desearon hacer antes y no pudieron. Han dado así un nuevosentido a sus vidas y encontrado el equilibrio emocional que favorece elrejuvenecimiento y el estímulo en esta nueva época de su vida. Se ha dado ennuestro país el caso de una señora, obstétrica de profesión, quien completó sucarrera universitaria siendo ya abuela. Según ella misma contó en unaentrevista periodística en ocasión de recibir el diploma de su doctorado, habíatenido por condiscípulo en las aulas de la universidad a un joven en cuyonacimiento ella había tenido participación, puesto que había atendido a lamadre del mismo en el momento del parto. Ejemplos como éste no sólo sondignos de mención, sino más aún, de imitación; para que no sea tan limitado elnúmero de las que lo hacen. Otra señora, esposa de pastor, teniendo hijosmenores que aún dependían de ella, y colaborando en todo con las tareaspastorales en su congregación, se inscribió junto con su esposo en launiversidad donde aquel alcanzó el grado de doctor en filosofía y letras y ellael de profesora en la misma materia. Hoy en su plena madurez goza delsingular privilegio de viajar por el país y por el extranjero representando a lamujer evangélica y con ella a la mujer argentina, lo cual es realmente digno demención.

Es en el campo de la enseñanza donde quizás la mujer más se ha destacado,porque es allí donde tiene mayores oportunidades de desarrollar al máximo sus

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capacidades. La esfera de su influencia alcanza de este modo, no sólo a susdiscípulos, sino que más allá de ellos se extiende a la familia de las que estosforman parte. A pesar de las limitaciones (pocas vacantes disponibles, exiguasremuneraciones, etc.), las cuales no son exclusivas de nuestro país, cada día seabren nuevos campos en la enseñanza: especialidades como maestrasjardineras, para escuelas diferenciales, para escuelas de sordos, mudos, ciegos,de niños espásticos, etc. Una carrera, creada no hace mucho tiempo en nuestropaís, es la de musicoterapia, o sea la curación o el tratamiento de ciertos casosde sordera infantil que impide al niño a aprender a hablar porque no oye, o dedesarreglos psicopatológicos que se corrigen en el 90% de los casos por laaplicación de la música en la enseñanza. Esta ofrece un vasto y todavía virgencampo de realización de su vocación a jóvenes con estudios secundariosaprobados; en campos anexos a la medicina, centenares de jóvenes desarrollanmagníficamente sus aptitudes como auxiliares médicas, instrumentistas,auxiliar de cirugía, etc., etc. Y no podemos dejar de mencionar la antigua,sacrificada y más noble de las profesiones, porque exige de quien la practicaun total olvido de sí misma para consagrarse enteramente al servicio deaquellos que están a su cuidado: nos referimos específicamente a la mujerenfermera.

En otros campos diferentes en su acción, pero no por eso de menorsignificancia, la mujer argentina descuella y está a la cabeza de muchos paísesespecialmente de Latinoamérica; nos referimos al campo de las finanzas, de losnegocios, donde la mujer de nuestro país a fuerza de pulmón se ha abiertocamino en un terreno que era hasta hace poco tiempo propiedad exclusiva delhombre. Hoy contamos en la Argentina con una organización que agrupa aestas mujeres para la unión y defensa de sus intereses, llamada Liga deMujeres Profesionales y de Negocios. En el orden de las profesionalesindependientes, sería imposible enumerar la larga lista de mujeres quedesarrollan sus actividades en el campo de la medicina, la jurisprudencia, laingeniería, la agronomía, etc., etc., y en cada una de estas ramas de la cienciavemos destacarse alguna mujer por mérito propio y corolario justo a sucapacidad y dedicación. Así contamos con catedráticas en las distintasfacultades, profesionales en equipos de investigación premiadas por lostrabajos realizados en su respectiva especialidad; jueces miembros de laSuprema Corte de Justicia de la Nación, integrantes de equipos en obras deingeniería, etc., etc. No hace mucho he tenido noticia, de una antiguacondiscípula mía, quien ha estado ocupando el cargo de juez en su ciudadnatal, en el cual ha puesto en evidencia, no sólo su capacidad profesional, sinotambién su firme ética cristiana.

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Permítaseme que de en medio de esa pléyade de mujeres que cada día dan desus fuerzas, de su energía y de su capacidad, en una palabra de lo mejor de símismas en servicio a la sociedad, pueda mencionar solamente una en razón dehaber tenido su formación en un hogar de profunda raigambre evangélica, bajocuya influencia muchos jóvenes de ambos sexos desparramados en distintoslugares del país, encontraron sentido y vocación para sus vidas; nos referimosa una destacada personalidad del Instituto de Rehabilitación del Lisiado.Cuando el Dr. Albert Sabin visitó nuestro país últimamente, en el estradopreparado para la ocasión en el Teatro Municipal Gral. San Martín, en mediode todas las personalidades que estaban a su alrededor, esta notable mujer fueubicada junto al insigne médico. Sus méritos son reconocidos por su laborincansable y sacrificada, en beneficio de los niños y jóvenes afectados por elterrible flagelo de la parálisis infantil que azotó nuestro país en 1956. En sulugar de trabajo, en el Instituto María Ferrer, donde pasa la mayor parte de lasveinticuatro horas del día, resulta casi imposible encontrarla libre paraconversar con ella; es que se debe a sus enfermos, por cuyo mejoramientofísico y moral lucha incansablemente. Un grupo de mujeres evangélicas estácolaborando en esa institución, prestando servicio voluntario, ayudando a losmuchachos y chicas que literalmente viven dentro de los pulmotores, ya que acausa de la parálisis que afectó los centros motores del organismo, han perdidoel uso de sus miembros de locomoción. Sin embargo, aun en condiciones tanprecarias para la vida, estos muchachos no solamente sobreviven, sino que hanlogrado superar sus crisis. Se cuenta entre ellos un joven poeta que dicta susversos a las voluntarias o con la ayuda de un grabador también donado pormujeres evangélicas, registra sus poesías que luego alguna de éstas transcribeal papel. Otra joven pinta cuadros usando la boca para retener el pincel,habiendo llegado a exponer algunas de sus creaciones. Otra más, habiendocursado allí mismo, en el Instituto, sus estudios secundarios, actualmente asistea la universidad conducida por una voluntaria, llevando consigo un aparato quele es indispensable para la respiración fuera del pulmotor, sin cuya ayudamoriría irremediablemente. En este mundo de casos incurables y de cosasmilagrosas, ganadas por obra de la fe y del amor, se mueve esta médica. Por suinspiración y consejo, otro grupo de mujeres evangélicas se propuso donar a lainstitución un brazo electrónico que permite al enfermo el uso de sus brazos ymanos. Al no existir en el país ninguno de estos aparatos, y siendo sumamentecostosos, se solicitó ayuda a la Fraternidad de la Moneda Mínima,organización mundial con sede en la India, que bajo la dirección e inspiraciónde la señora Shanti Salomón (su nombre significa paz), une a las mujerescristianas del mundo en una fraternidad de oración y ofrendas voluntarias pormedio de la moneda de menor valor de cada país, las cuales son destinadascomo ayuda en casos de calamidades, tragedias, etc., como una respuesta

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práctica al mandato de Dios: �Amarás a tu prójimo, como a ti mismo�. Laayuda pedida tuvo rápida respuesta, ya que se consideró una calamidadnacional la epidemia de parálisis infantil que en nuestro país anuló las vidas detantos jóvenes. Hoy, esta mujer cristiana planea la formación de un equipo deingenieros electrónicos que aprendan a manejar el aparato y sobre todo queconozcan la manera de construirlo, en razón del elevado costo que representacomprarlo en el exterior; de esta manera también el uso del brazo electrónicopodría estar en disponibilidad para un mayor número de enfermos, ya que cadauno de éstos puede ser utilizado por una sola persona, lo que limitagrandemente su ayuda por el gran número de los que lo necesitan.

Muchas otras mujeres profesionales, cuyos nombres no son tan conocidos, opasan quizás desapercibidos para muchos, prestan nobles y desinteresadosservicios en hospitales, sanatorios, clínicas privadas, hogares de niños ogeriátriccs, etc., cumpliendo no sólo con una vocación a la que consagran susvidas, sino más aún poniendo en práctica la acción misericordiosa del buensamaritano, por amor a Cristo y en obediencia a su mandato: �Vé, y haz tú lomismo�.

Quizás alguna de nosotras no hayamos aún descubierto la vocación de nuestrasvidas, o habiéndola encontrado no nos ha sido posible cristalizarlo; nodebemos por eso desalentarnos sino que, cobrando nuevo aliento y esperanza,debemos buscar la manera y la posibilidad de nuestra realización en unavocación digna y acorde con nuestras aptitudes. Recordemos, sin embargo, quecada día que pasa, cada momento no se recuperan jamás, y son muchos losadultos y los niños que viven a nuestro alrededor que están necesitando de unaayuda que sólo nosotras podemos prestarle. Necesitamos fe, coraje y decisiónpara poder alcanzar ese fin. De nuevo recordemos de Toyohiko Kagawa, quienasí expresara su anhelo de servicio:

Dios, que mora en mi manoconoce el plan ignorado

de lo muchoque hará El por el mundo

usando m¡ mano.

¿Debe la mujer cristiana actuar en política? Es ésta una pregunta candente y deactualidad que la mujer de hoy se hace, frente a la responsabilidad que tienecomo ciudadana de un país libre y democrático y por la tremendaresponsabilidad que el ejercicio de sus derechos representa en cuanto a lainfluencia que, por su posición política, pueda ejercer en el ámbito familiar yde sus relaciones más cercanas. Mujeres, esposas y madres, que no tienen ideasdefinidas acerca de qué sector político deben apoyar, que no tienen seguridad

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para sí mismas, ¿cómo podrán aconsejar a sus hijos que recién comienzan aejercer como ciudadanos su derecho al voto? En nuestra clase de la escueladominical, conversamos mucho al respecto y nuestra conclusión fue más omenos así: somos ciudadanos de un país que nos ha otorgado el privilegio deelegir a nuestros gobernantes por el ejercicio libre del sufragio, en un pie deigualdad con el hombre, y no podemos dejar de ejercer ese derecho, ya que encierta medida, estamos inclinando con nuestro voto la balanza del sufragio enuno u otro sentido. Debemos tener muy presente que ante todo somosciudadanas del Reino de Dios y que los derechos y obligaciones de esaciudadanía ocupan el primer lugar y están por encima de los derechos yobligaciones que nuestro país reclama de sus ciudadanos. ¿Cómo conciliarentonces las dos posiciones? En el ejercicio de nuestros derechos comociudadanas del Reino de Dios, ¿no estaremos quizás colocando en situaciónantagónica con las demandas de nuestra ciudadanía nacional? No cabe dudaque la o las respuestas a estos interrogantes necesitarían un detenido examenpara que ellas sean debidamente contestadas. Sin embargo, podemospreguntarnos cuáles son en primer lugar las demandas del Reino de Dios alcual pertenecemos quienes profesamos fe en Cristo Jesús. �Nosotros somosciudadanos del cielo� (Fil. 3:20). La primera y principal de estas demandasestá contenida en el mayor de todos los mandamientos: �Amarás al Señor tuDios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todastus fuerzas. El segundo mandamiento es parecido a éste: �Amarás a tu prójimo,como te amas a tí mismo� (Mar. 12:30-31). Estos dos mandamientos forman elcimiento en el cual se basa toda la estructura del Reino de Dios; todas las otrasdemandas del reino, como ser las demandas éticas o morales, derivan y estáncentradas en este mandamiento del Amor. Hasta tanto el ejercicio de éstas noesté en contraposición con las demandas del país al cual pertenecemos, es decira nuestra ciudadanía terrenal, podemos y debemos con plena libertad participaren la vida pública del mismo.

¿Pueden las demandas de uno y otro llegar a oponerse? ¿Podemos saber si conel ejercicio de nuestro voto no estamos ayudando a que estas demandas seanobstaculizadas? Para la solución de estos problemas tenemos a nuestro alcanceel caudal de sabiduría divina que liberalmente se nos ofrece � �Si a alguno deustedes le falta sabiduría, pídale a Dios y Dios se la dará; pues El da a todossin limitación� (Stg. 1: 5) � y podremos así darnos cuenta de que hay unaserie de principios básicos que forman la salvaguarda de nuestra fe cristiana.Tenemos entonces la obligación de buscar en los distintos planteos políticosque se nos presentan aquél que más seguridad nos ofrezca de que esosprincipios fundamentales para nuestra convivencia como ciudadanos del Reinovan a ser defendidos. Algunos de estos principios fundamentales son los

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siguientes: el derecho de adorar a Dios según los dictados de nuestraconciencia � �Al Señor tu Dios adorarás, y a El sólo servirás� (Mat. 4: 8) � ;el derecho de celebrar libremente nuestro culto, sin imposiciones de ningunanaturaleza por parte del estado; el derecho a que nuestros hijos reciban laeducación que creemos más conveniente para ellos. En este punto comomujeres-madres debemos estar dispuestas a defender con todas nuestrasfuerzas el derecho que las leyes de nuestro país nos otorgan que la enseñanzadebe ser obligatoria, gratuita y laica. La escuela del estado siempre fue ennuestro país un baluarte y un estandarte de orgullo frente a las demás nacionesdel mundo; acerca de este derecho debemos como mujeres cristianas plantar labandera de nuestra profesión sin fluctuar, porque de la defensa del mismoresultará el bienestar futuro de nuestros hijos o su confusión espiritual. Estosmismos derechos han sido enunciados también en la declaración de losderechos humanos por las Naciones Unidas y su repetición pareciera obvia asimple vista; sin embargo, no es tan simple si recordamos que en mayor omenor grado en distintas épocas y en distintos países, muchos de estosderechos han sido sutil y gradualmente cercenados, y los creyentesevangélicos, sus iglesias, y por ende, sus familias han sufrido directamente elimpacto de la supresión de tales libertades.

Volviendo a la pregunta inicial de este tema: �¿Debe la mujer cristiana actuaren política?�, podemos concluir que no solamente puede hacerlo, sino quetambién debe hacerlo; esto siempre que su actuación en la vida pública estécondicionada a la defensa de los derechos de los ciudadanos del reino de Dios.No es muy común que la mujer evangélica ocupe en nuestro medio un lugardestacado en la actuación política, aunque hay algunas que han ocupado cargospúblicos de menor relevancia. Sabemos, sin embargo, que hombres de probadaconvicción evangélica lo han hecho y su influencia en la comunidad en la queactúan ha sido de incalculable valor. Firmemente, creemos que, de darse lascondiciones de respeto y honestidad que son necesarias, la mujer evangélicaprestaría un aporte valiosísimo en la vida pública del país que representa.

En el año 1972 se realizó en la ciudad de Buenos Aires, en el ámbito delTeatro Municipal General San Martín, un congreso a nivel internacional ygubernamental para �la defensa de los derechos de la mujer�. Asistieronrepresentantes de países latinoamericanos, incluyendo el nuestro, mujeres queocupan u ocupaban entonces puestos importantes en sus respectivos gobiernos.Se habló allí de la liberación de la mujer, de sus derechos de igualdad frente alhombre y de todas las derivaciones subsecuentes de esta declaración. Fue delamentar la ausencia de la mujer evangélica en un congreso de tal envergadura,donde su presencia y su voz hubieran puesto la nota afirmativa de los derechosque sustenta y que cree son los más valederos, porque emanan de las fuentes

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creadoras de nuestra entera personalidad, Dios mismo, más aún cuando de lasconclusiones del mismo surgieron decisiones que serán puestas en ejercicio enlos países que las refrendaron, y de las cuales parece surgir sutilmente undesmedido énfasis hacia la �pareja�, en desmedro de nuestro conceptocristiano del matrimonio. Es éste uno de los ejemplos en que la actuaciónpública de la mujer cristiana puede hacer de contrapeso en conclusiones quegravitan en asuntos que atentan contra los grandes principios de unidadfamiliar.

En otro orden de cosas, tiene la mujer cristiana una amplia esfera de acción enla que logra hacerse sentir su influencia y es formando parte en lasorganizaciones de padres, de madres de familia, sociedades de fomento,cooperadoras escolares y hospitalarias, de hogares de niños, ancianos, etc.,dependientes del estado, y en las que su participación es no solamente valiosasino también muy benéfica. Sé de una señora, miembro de una iglesiaevangélica, quien formaba parte de la comisión de padres de la escuela delestado a la que concurrían sus hijos, y desde esa posición luchó decididamenteporque se desarraigara de la escuela la costumbre de la venta de rifas abeneficio de la cooperadora de la misma. Su esfuerzo no se limitó a la meraintervención teórica, hablando y poniendo sus puntos de vista sobre elproblema, sino que prepuso algo práctico. Como respuesta a la venta de rifas,presentó el proyecto de una venta mensual de artículos donados por lasmadres, como también un buffet con alimentos adquiridos a bajo precio. Suproposición fue aceptada como prueba; el mismo esposo de esta señora, enforma desinteresada y en apoyo de una causa que él también creía justa, sepuso al frente del buffet; en tales ocasiones, dejaba su indumentaria de jefe deuna gran empresa y con ropas sencillas se ocupaba de la preparación y ventade sandwiches y otros alimentos además de las bebidas gaseosas. Mientrastanto, su esposa habilidosa, dirigía y deleitaba a los chicos en juegos yentretenimientos con premios; el resultado fue más que efectivo: las entradasde la cooperadora aumentaron en un sesenta o setenta por ciento más de lo queantes se le pagaba por medio de las rifas, los chicos estaban felices con esasfiestas y las madres y padres tenían la oportunidad de conocerse y relacionarseentre sí, y muy especialmente estuvieron interesados en saber cuales eran lasconvicciones que llevaron a esta señora a iniciar una tan decidida campaña porla abolición de las rifas.

Sé de muchas mujeres cristianas que, en mayor o menor medida, estánejercitando su influencia benéfica en el mejoramiento de las condiciones devida en las llamadas �villas de emergencia� u otras similares, en los reductosindígenas, etc., por su participación activa en las organizaciones de bienpúblico y social que las amparan. Creemos sinceramente que ninguna mujer

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que se precie de ser cristiana, debiera en el día de hoy estar marginada o ajenaa los problemas que vive nuestra sociedad, y aun debiera hacer algo por sumejoramiento.

En nuestro esfuerzo por servir a otros, no debiéramos, sin embargo, trabajarsolas, si no queremos que las fuerzas se debiliten y los buenos propósitos sediluyan. El mundo en que vivimos es el mundo de TODOS, de los que creen ysienten como nosotras, como de los que tienen una fe diferente y aun de losque no tienen ninguna. Si, como mujeres, sentimos nuestra responsabilidadante Dios de que la vida nos es dada con un caudal de posibilidades no paranuestro beneficio personal, sino para el servicio de OTROS, hemos deaprender a ejercitarlas en el compañerismo, en el esfuerzo común, porque noestamos aisladas, sino que vivimos en comunidad, necesitándonos los unos alos otros. No solamente configuran mi mundo, mi familia, mis vecinas, miscompañeras de trabajo, sino también los otros, los que viven un poco más allá,cuyos rostros desconozco, y cuyos nombres son extraños para mí. Ellostambién forman parte de este mundo que es de TODOS y yo debo unirme parapoder ayudar. A mí también me conciernen sus necesidades: las físicas y lasespirituales. Sólo en la medida en que yo esté dispuesta a aliviarlas, mi vidatendrá gravitación de eternidad, cumpliendo así el propósito que Dios tienepara cada una de nosotras. El espera que realicemos esta parte de nuestra tareapara que el mundo sea alumbrado por nuestra luz y todos vean nuestras obrasbuenas y por medio de ellas glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos.

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Reflexiones Para La Meditación PersonalMujeres en la Biblia de destacada actuación en la vida

pública de su nación.

Mujer guía:

�María la profetiza... tomó un panadero en su mano, y todas las mujeressalieron en pos de ellas...� (Exo. 15:20).

Mujer gobernante, juez:

�Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetiza,mujer de Lapidod, y acostumbraba sentarse bajo la palmera deDébora... y los hijos de Israel subían a ella a juicio� (Jue. 4: 4-5).

Mujer reina:

�Oyendo la reina de Sabá la fama de Salomón vino a probarle conpreguntas difíciles� (1 Rey. 10: 1).

�Y el rey amó a Ester... y puso la corona real en su cabeza, y la hizoreina� (Est. 2:17).

Mujer profetiza:

�Estaba también allí Ana, profetiza... y no se apartaba del templo,sirviendo de día y de noche� (Luc. 2:36-38).

Mujer importante:

�Había allí una mujer importante que invitaba insistentemente alprofeta a que comiese� (2 Rey. 4: 8).

Mujer de empresa:

�Una de ellas, se llamaba Lidia, era de la ciudad de Tiatira; eravendedora de telas finas, de color púrpura� (Hech. 16:14-15).

Mujer servicial:

�Había en la ciudad una mujer que se llamaba Dorcas. Esta pasaba suvida haciendo bien y ayudando a los necesitados. Cuando llegó Pedro...todas las viudas lo rodearon ... y le mostraron los vestidos y camisasque Dorcas había hecho cuando vivía� (Hech. 9:36-39).

Mujer diaconisa:

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�Les recomiendo a nuestra hermana Febe, que ha estado sirviendo en laiglesia. Recíbanla bien en el nombre del Señor como se debe hacerentre los hermanos en la fe y ayúdenla en cualquier cosa que necesiteporque ella ha ayudado a muchos, y también a mí mismo� (Rom. 16: 1-2).

La mujer que instruye:

�Cuando le oyeron Priscila y Aquila (su esposo) le llevaron aparte y leexplicaron más claramente el camino de Dios� (Hech. 18:26).

Se mide por el servicio

No se mide jamás el éxito de la vida por el corte irreprochable de tutraje; ni por la tela fina de que están hechos. aunque las hayasseleccionado con gusto y con cuidado; ni tampoco se mide por el precioelevado que has pagado por ellos.

No se mide jamás el éxito de la vida por el monto de tu cuenta en elbanco o por el número de tierras que posees.

No es cuestión de prestigio o de rango; ni es cuestión de tendones,músculos y huesos.

El éxito de la vida no se mide jamás por el número de sirvientes queacuden a tu llamado.

No son las cosas que posees las que determinan el éxito sino el servicioque tus manos van dando por el camino. � (Anónimo)

Dios nos ha dado diferentes capacidades, según lo que El ha queridodarle a cada uno. Debemos usar bien esas capacidades. Si Dios nos hadado la capacidad de dar mensajes recibidos de El, debemos hacerlosegún la fe que tenemos; si nos ha dado la capacidad de servir a otros,debemos servir bien. El que sepa enseñar, debe dedicarse a laenseñanza; el que sepa animar a otros, debe dedicarse a hacerlo. El queda debe hacerlo sin interés propio. El que dirige debe hacerlo con todocuidado; el que ayuda a los necesitados, debe hacerlo con alegría.(Rom. 12: 5-8. V.P.)

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Notasft1 �Amanecer, Anochecer�. Canción de la obra �El Violinista sobre el tejado�.ft2 patois: dialecto usado por los valdenses. (Se pronuncia patuá)