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Clío, 2006, Nueva Época, vol. 6, núm. 36 Movilidad social en San Quintín: el caso de las trabajadoras agrícolas indígenas inmigrantes Lya Niño * Introducción En las últimas décadas se ha documentado un importante y constante flujo migratorio indígena a diversos estados de la frontera norte de México, por ejemplo la población que habla alguna lengua indígena en Baja California se incrementó en un 43.13% de 1990 al 2000. Esto es, hay indígenas inmigrados a diversos municipios fronterizos, resaltando que 86% se ha dirigido a alguno de estos seis puntos: Ensenada, Tijuana, Juárez, Mexicali, Matamoros y Reynosa. La presencia indígena en Baja California y principalmente en la RAVS ha despertado el interés de activistas y académicos, quienes se han centrado principalmente en la denuncia de la brecha social existente entre las altas tasas de ganancias que perciben los –––––––––––––– * Investigadora en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma de Baja California.

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Clío, 2006, Nueva Época, vol. 6, núm. 36

Movilidad social en San Quintín: el caso de las trabajadoras agrícolas indígenas inmigrantes

Lya Niño*

Introducción En las últimas décadas se ha documentado un importante y constante flujo migratorio indígena a diversos estados de la frontera norte de México, por ejemplo la población que habla alguna lengua indígena en Baja California se incrementó en un 43.13% de 1990 al 2000. Esto es, hay indígenas inmigrados a diversos municipios fronterizos, resaltando que 86% se ha dirigido a alguno de estos seis puntos: Ensenada, Tijuana, Juárez, Mexicali, Matamoros y Reynosa.

La presencia indígena en Baja California y principalmente en la RAVS ha despertado el interés de activistas y académicos, quienes se han centrado principalmente en la denuncia de la brecha social existente entre las altas tasas de ganancias que perciben los

–––––––––––––– * Investigadora en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma de

Baja California.

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productores y las precarias condiciones de vida y laborales de los trabajadores agrícolas indígenas.1

Sin negar lo anterior, el presente trabajo se centra en la situación particular que vive la mujer indígena inmigrante2 en relación al proceso de movilidad social y los obstáculos que la inhiben. Hasta los años ochenta son pocos los estudios en torno a la experiencia migratoria de la mujer. Al respecto diversas autoras han documentado que en los estudios de migración, la mujer fue considerada como acompañante

–––––––––––––– 1 Everardo Garduño, Efraín García y Patricia Morán, Mixtecos en Baja California, el caso de

San Quintín, Mexicali, B. C. México, Universidad Autónoma de Baja California, 1989; Everardo Garduño, “Éxodo del país de las nubes”, Video, Mexicali, B. C. México, UABC, 1989; Sergio Ortiz, “Mixtecos”, Video, Mexicali, B. C. México, UABC, 1990; Everardo Garduño, “Mixtecos en Baja California, el caso de San Quintín” en Estudios Fronterizos, núms. 24-25, Mexicali, B. C. México, Instituto de investigaciones Sociales, Universidad Autónoma de Baja California, abril-mayo-agosto, 1991; Mercedes G. López, “El trabajo infantil en el Valle de Mexicali, en la frontera con Estados Unidos. Niñas y niños jornaleros agrícolas y la cuestión escolar”, Foro y Taller Interinstitucional. Trabajo infantil y educación. Memorias, Mexicali, B. C. México, UNICEF, UABC, UPN, SEDESOL, 1994; Jorge Zavaleta, “Indicadores situacionales de niños jornaleros en el Valle de San Quintín, Baja California”, Memorias del foro y taller interinstitucional “trabajo infantil y educación”, Mexicali, B. C. México, UNICEF, UABC, UPN, SEDESOL, 1994; Armando Gutiérrez, “Condiciones de vida de los trabajadores agrícolas de San Quintín”, Video, Mexicali, B. C. México, UABC, 1996; José A. Moreno, “La familiarización del empleo agrícola en los distritos de riego del noroeste, notas para su estudio”, en Societas, Revista del Colegio de sociólogos de Baja California. Año 1, Núm. 1. Mexicali, B. C. México, 1997; José A. Moreno, “Flexibilidad y precariedad en los mercados de trabajo agrícolas de Baja California” en Primer foro de trabajo en el campo michoacano, Michoacán, México, CIDEM, SEDESOL, Jornaleros agrícolas, Colegio de Michoacán, 1999; Pro Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, A. C., La esclavitud en México, campesinos, migrantes y sus derechos humanos, México, 1998; Laura Velasco, “Imágenes de violencia desde la frontera México-Estados Unidos: migración indígena y trabajo agrícola” en El Cotidiano, Núm. 101, México, Universidad Autónoma Metropolitana, mayo-junio, 2000; Elizabeth Maier, “Encuentros, empoderamiento y construcción del análisis a través de la investigación, acción, narrativas de disciplinamiento, enajenación y auto-rescate corporales de mujeres indígenas inmigradas a Baja California”, Mimeo, 2001; Fausto Torres, Jornaleros agrícolas del Valle de Maneadero, Unidad audiovisual para obtener el grado de sociólogo, Mexicali, B.C., UABC, 2001; Rodolfo De La Fuente y José Luis Molina, San Quintín, un camino hacia el corazón de la miseria, Mexicali, B.C., Gobierno del estado de Baja California, ICBC, UPN, 2002; Lya Niño, José L. Molina y José A. Moreno, “Condicionantes de género en las mujeres migrantes oaxaqueñas” en Revista Universitaria, Año 2. Núm. 45, enero-marzo. Mexicali, B. C., UABC, México, 2003; José A. Moreno y Lya Niño, “Nivel de bienestar de los trabajadores agrícolas en los valles de San Quintín y Mexicali” en Revista de Ciencias Marinas, Vol. 30. Núm. 1ª, 2004; Lya Niño, “Vicisitudes del capital social: Procesos de empoderamiento de las mujeres indígenas inmigrantes a Tijuana y San Quintín”, tesis de Doctorado, Universidad Autónoma de Sinaloa, 2005.

2 Se utiliza el término de inmigrantes para distinguirlas de las mujeres indígenas nativas del Estado de Baja California.

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por lo que fue prácticamente invisible su presencia;3 a lo anterior agregamos que más escasas aún son las investigaciones que abordan la problemática de la mujer indígena y la enfocan en su calidad de actor social.

Partimos de la premisa de que es necesario tener en cuenta la situación contradictoria de la mujer, los problemas, injusticias y obstáculos a los que se enfrentan a su llegada, pero también necesitamos considerar sus estrategias, contextos y recursos. Al respecto nos sumamos a la postura de Villarreal4 quien afirma: “lo importante es atender a los procesos, considerar la resistencia de las mujeres, su capacidad para maniobrar y no verlas únicamente como víctimas o sujetos pasivos”.

Para explorar el proceso de movilidad social en las vidas de las mujeres a nivel intergeneracional e intrageneracional, retomamos algunas de las variables contempladas por la sociología, éstas son ingreso, empleo, educación y vivienda, así como los obstáculos a los que se enfrentan desde su llegada a la región. Se presupone que una ganancia (cuantitativa o cualitativa) en estos indicadores nos habla indirectamente de satisfactores que llevan implícito ciertos elementos de poder.

Para lo anterior, nos apoyamos principalmente en dos casos, así como en entrevistas a profundidad realizadas a mujeres indígenas y a diversas autoridades; en la observación participante y no participante en campamentos y en algunos de los espacios donde se ––––––––––––––

3 Ofelia Woo, Las mujeres también nos vamos al norte, México, Universidad de Guadalajara. Laura Velasco, “Migración femenina y estrategias de sobrevivencia de la unidad domestica: un caso de estudio de mujeres mixtecas en Tijuana” en Soledad González et. al (comps.), Mujeres, migración y maquila en la frontera norte. México, México, El Colegio de México: El Colegio de la Frontera Norte, 1995; Laura Velasco, “Imágenes de violencia desde la frontera México-Estados Unidos: migración indígena y trabajo agrícola” en El Cotidiano, Núm. 101, México, Universidad Autónoma Metropolitana, mayo-junio, 2000; Marina Ariza, “Género y migración femenina: dimensiones analíticas y desafíos metodológicos” en Dalia Bassolss y Cristina Oehmichen (eds.), Migración y relaciones de género, México, GIMTRAP, UNAM, 2000; Marina Ariza, Ya no soy la que dejé atrás...Mujeres migrantes en República Dominicana, México, IIS: Plaza y Valdés, 2000; Ivonne Szasz, “Migración y relaciones sociales de género: aportes de la perspectiva antropológica” en Estudios Demográficos y Urbanos, Vol. 9, núm. 1, Núm. 25, enero-abril, 1994; M. Cristina Oehmichen, “Mujeres migrantes en el proceso de cambio cultural, Análisis de las normas de control social y relaciones de género en la comunidad extraterritorial”, Tesis de Doctorado, México, UNAM, 2001.

4 Magdalena Villarreal, “La reinvención de las mujeres y el poder en los procesos de desarrollo rural planeado” en La Ventana, Revista de estudios de género, Num. 11. Vol. II, México, Universidad de Guadalajara, 2001.

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desenvuelven las mujeres tales como campos agrícolas, dependencias de gobierno, no gubernamentales y negocios particulares, así como en sus hogares. La etapa de trabajo de campo se realizó en el periodo de mayo del 2003 a noviembre de 2004.

Antecedentes La inmigración indígena a la frontera internacional México-Estados Unidos tiene parte de su explicación en la capacidad de absorción de mano de obra de los distintos sectores de la economía, así como en la adyacencia a la frontera de los campos agrícolas de Estados Unidos.

El flujo migratorio indígena pionero a la RAVS está asociado principalmente al despegue horticultor en Ensenada a fines de la década de 1950, y la escasez de mano de obra disponible en la región. Lo anterior motivó a los productores a contratar trabajadores provenientes del sureste de la república así como a los que ya se encontraban laborando de manera temporal en los campos agrícolas de Sinaloa.

Esta región se localiza aproximadamente a 190 kilómetros de la ciudad de Ensenada, en la parte sur del estado de Baja California, tiene una extensión de 51,952 km2 y se compone de Camalú, el valle del Rosario y de San Quintín. En Baja California y en la RAVS, el cultivo de hortaliza ha sido una de las actividades propulsoras de la economía. Como muestra de ello mencionamos que Baja California incrementó su participación en la producción nacional de hortaliza del 12% al 25% entre 1989 y 1999 y representó el primer lugar en la balanza comercial y el cuarto de la población ocupada en el subsector.5 Sin embargo actividades pertenecientes al sector agropecuario, pesquero, turístico, de comercio y de servicios tienen una importante presencia. La población económicamente activa es de 23 mil 893 habitantes que corresponden al 65.08% del total de la población.6

La región se ha caracterizado por la incorporación de tecnología de punta en su proceso productivo, por un alto rendimiento por hectárea, por sus altas tasas de ganancia, así como por una serie de ––––––––––––––

5 Sonia Lugo, Belem D. Avendaño y Saturnino T. Peña, Estructura de mercados, análisis, costos y encadenamientos productivos de exportación de Baja California: el cebollín y el tomate, México, Universidad Autónoma de Baja California-Fundación Produce A. C., 2004.

6 Adolfo De La Fuente, op. cit., p. 42.

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fenómenos sociales, tales como: a) La plurietnicidad. El componente indígena en la población juega un papel importante, de acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2000, la población del Valle de San Quintín es de 36 mil 732 habitantes. De este número se calcula que 13 mil personas son indígenas, cifra que se ve incrementada en el periodo de marzo a octubre con el arribo de hasta 50 mil jornaleros agrícolas migrantes, distribuidos en diversos campamentos.7 Los indígenas pertenecen a diversos grupos étnicos, siendo el grupo mixteco el más numeroso, el cual representa el 61% del total de la población indígena migrante, le sigue el zapoteco con un 27%, el triqui con un 10%, y el náhuatl y el tarasco con 1% cada uno.8 b) Segmentación de los trabajadores. Es la población indígena quien desempeña las tareas más arduas y de más baja remuneración, mientras que a otros grupos como los Sinaloenses, preferentemente se les contrata para realizar actividades más calificadas como lo es el empaque de las hortalizas. c) Violación a los derechos humanos y laborales de los trabajadores agrícolas. Al ser inmigrantes y no contar con una casa, la mayor parte de ellos se instala en los campamentos de carácter “gratuito”, propiedad del patrón o ranchero. Sin embargo, las pobres condiciones materiales de éstos generan un alto costo social para los trabajadores y sus familias; una muestra contundente de la violación a sus derechos laborales es la retención del pago de sus salarios hasta por tres semanas consecutivas (La Crónica de Baja California, 1999).

Las Mujeres Indígenas En el panorama anteriormente descrito, la situación de las mujeres no es mejor que la del resto de los trabajadores; por ejemplo, los derechos laborales de la madre trabajadora no se respetan: realizan trabajos pesados durante el periodo de gestación y posparto, menos del 1% de ellas tiene los descansos necesarios para amamantar a sus hijos y solamente el 9% las seis semanas pre y pos parto que establece la ley.9

–––––––––––––– 7 Ibid., p. 41. 8 Ibid., p. 57. 9 Jesús Moret y Celsa Cosío, Los jornaleros agrícolas de México, México, D.F., Universidad

Autónoma de Chapingo-Diana, 2004, pp. 120.

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La presencia de la mujer indígena migrante en la RAVS data de mediados de los años ochenta, se asocia principalmente con la incorporación de los cultivos de invierno como la fresa y el cebollín, los cuales demandan grandes volúmenes de fuerza de trabajo. Lo anterior condujo a un nuevo patrón migratorio: la migración familiar con intención de residir permanentemente en la región, restando así importancia a la migración temporal hasta entonces prevaleciente y mejor conocida como de “hombres solos” y/o “trabajadores golondrinos”.

A principios de los años noventa, la participación de la mujer indígena en los campos agrícolas jugaba un papel importante. Por ejemplo, para 1991 el 55.3% de la mano de obra ocupada en las actividades agrícolas correspondió a las mujeres,10 en cambio otros autores señalan que es menor, que fluctúa entre 25% y 30% del total de la fuerza laboral pero que en algunas actividades, como la cosecha del tomate y el corte de flores, representan el 80% y hasta el 100% de los trabajadores.11 Como podemos ver, no hay consenso en el nivel de participación femenina, sin embargo es significativa. No es fortuito que desde esa época se haya aplicado en la región el término “feminización de los mercados de trabajo”, el cual hace referencia a la importante participación relativa de mujeres en dicho sector.

Nos preguntamos si la amplia participación femenina en los mercados de trabajo se refleja en una movilidad social ascendente. Antes de pasar a explorar dicho proceso en las vidas de las mujeres, se presenta un panorama general de los estudios en torno a la movilidad social y algunos de sus hallazgos.

Movilidad Social La movilidad social se refiere al movimiento de individuos y grupos entre diferentes posiciones socioeconómicas. Ésta se puede analizar de manera horizontal o vertical. De acuerdo con la teoría social, en los países desarrollados es muy típica la movilidad horizontal. Se alude a la traslación geográfica de un barrio a otro o entre ciudades y regiones. En cambio la movilidad vertical implica un desplazamiento en la escala socioeconómica.

–––––––––––––– 10 José A. Moreno, “La familiarización…”, op. cit., 1997. 11 Jesús Moret, op. cit., 2004.

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Respecto a la movilidad social, Giddens12 nos dice que la movilidad lateral y la vertical con frecuencia se combinan y que la existencia de esta última en una sociedad, es un indicador de su “apertura”, lo cual implica que los actores sociales pueden ascender o descender en la estructura de clase. Hay dos formas de estudiar la movilidad social: la intrageneracional y la intergeneracional.

Los estudios de movilidad tienen su origen en los años veinte. Un estudio pionero fue el de Pitrim Sorokin, publicado en 1927. Comprende un vasto conjunto de sociedades diferentes, tales como Roma y China. Este mismo autor realizó uno de los primeros estudios en Estados Unidos. Concluye que las oportunidades para un ascenso rápido son más limitadas de lo que se sugiere. A finales de los años sesenta, Peter Blau y Otis Duncan, realizan un estudio minucioso de movilidad social. Seleccionaron una muestra nacional de 20 mil individuos y llegaron a la conclusión de que hay mucha movilidad vertical en los Estados Unidos, pero que casi toda se produce entre posiciones ocupacionales muy cercanas. Y que la movilidad de largo alcance no es habitual. Asimismo, concluye el autor que a pesar de que existe movilidad descendente intergeneracionalmente e intrageneracionalmente, este tipo de movilidad es mucho menos común que la ascendente. Explica que lo anterior se debe a que los trabajos profesionales y de cuello blanco* han crecido mucho más rápidamente que los de cuello azul, esto implica un desplazamiento que ha creado vías para que los hijos de los trabajadores de cuello azul se trasladen a posiciones de cuello blanco.13

Uno de los estudios de movilidad social internacional más conocido es el realizado por Lipset y Bendix,14 donde analizaron los datos de nueve sociedades industrializadas y se centraron en la movilidad de los trabajadores de cuello azul a los de cuello blanco.

–––––––––––––– 12 Anthony Giddens, Sociología, Madrid, España, Alianza Editorial, 2000. * Una tradicional clasificación de los trabajadores utilizada en los EEUU los subdivide en dos

grandes grupos “trabajadores de cuello azul” y “trabajadores de cuello blanco”. Conforman el primer grupo los obreros y operarios industriales y el segundo los empleados administrativos, los técnicos y los ejecutivos ver: http://www.fcs.ucr.ac.cr/~iis/metod.htm

13 Otis Duncan y Peter M. Blau, “What determines occupational success?” en Three centuries of social mobility in America, Lexintong, Edward Pessen Ed. D. C. Health and Company, 1974.

14 Seymour Lipset y Reinhardt Bendix, Social Mobility in Industrial Society, Berkeley, University of California press, 1967.

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Concluyeron los autores que en los Estados Unidos y en los países europeos se presenta una apertura similar para el logro de movilidad y que todos los países industrializados estaban experimentando cambios similares respecto de la expansión de los trabajos de cuello blanco.

En los años noventa destaca el estudio de Robert Erikson y John Goldthorpt.15 En su libro The Constant Flux estudian el fenómeno en Europa occidental y oriental, los Estados Unidos, Japón y Australia. Concluyen que a largo plazo los índices de movilidad no tendían a aumentar, que las cifras totales de este indicador “se mueven de una manera que podría parecer que no tienen dirección”. Y que los índices de movilidad en Estados Unidos no eran sustancialmente mayores que en el resto de los países estudiados.

Los recuadros siguientes se derivan del trabajo etnográfico realizado y tienen como propósito introducir al lector sobre el proceso de movilidad social. El primero corresponde a la señora Leticia, quien lleva más de 20 años viviendo en diversos campamentos. Durante su etapa productiva trabajó en la cosecha de hortaliza, actividad que desempeñan o han desarrollado en algún momento de su vida la mayor parte de las mujeres indígenas que trabajan en la región. El segundo recuadro corresponde a la señora Piedad, quien desde hace ya algunos años dejó atrás la vida del campamento así como el trabajo en los campos agrícolas.

–––––––––––––– 15 Robert Erikson y John Golthorpe, The constant flux. A Study of Class Mobility in Industrial

Societies, U. K., Oxford, Clarendon, 1993.

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Las brisas. Un campamento de tantos Sobre una tabla de madera pintada de blanco, una leyenda marca la entrada al campamento “Las Brisas”:

”Atención se proive el paso aveyculos y sin negocio alguno todoveyculo probedor que pase favor dekitary poner el mecate gracias atentamente el campamento las brisas”.

A nuestra llegada a éste nos recibió el campero,* preguntando el motivo de nuestra visita. La promotora social que me acompañaba había trabajado allí anteriormente, lo que facilitó nuestro ingreso, mas no por eso disminuyó la vigilancia.

“Miseria y desolación” fue lo primero que me vino a la mente al ingresar al campamento. Fue como entrar a una dimensión desconocida de la frontera norte que se alardea de un alto nivel de bienestar de la población.

Conforme íbamos recorriendo el campamento me dio la impresión de que era un pueblo miniatura acotado por los límites de la propiedad del patrón. A la entrada se encuentra una iglesia no católica, al fondo las bañeras, los lavaderos y las letrinas de un metro cuadrado. Más adelante se ubica la escuela primaria bilingüe (de mixteco-español), una guardería en construcción, así como una pequeña tienda de abarrotes. Al lado derecho se disponen las galeras de lámina con decenas de cuartos pequeños sin ventilación, tras algunas puertas abiertas se deja ver la falta de muebles. La gente come en el piso de tierra. Las galeras forman cuadras y entre ellas hay calles angostas de tierra. A la izquierda de las galeras aparecen unos cuartos, igual de pequeños pero con muros de block y ventanas.

Había gran actividad a lo largo y ancho del campamento. Al parecer, al momento de nuestro arribo la gente recién regresaba de los campos de hortalizas. Con música ranchera de fondo, había quienes cargaban leña para su casa; las mujeres cocinaban afuera de sus cuartos, otras, se dirigían a los lavaderos a tallar la vestimenta que inevitablemente se había ensuciado en los surcos durante su jornada en el campo. Un grupo de hombres conversaba en lengua indígena.

Pese a la baja temperatura de esa tarde del mes de octubre, los niños pequeños, que aparecían por doquier, se mostraban con camisetas de

–––––––––––––– * El campero es el representante del patrón en el campamento. Sus funciones son muy

variadas, van desde asignar viviendas a los jornaleros hasta garantizar el orden y cuidado del campamento, ver apartado de vivienda.

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algodón y descalzos y perros sarnientos circulaban por el campamento ante el regreso de sus “amos”.

La historia de Leticia

Tocamos la puerta de la casa de la señora Leticia, pero fue en vano, aún no había llegado de la faena. Sus parientes ya habían regresado del campo y al parecer también habían tomado sus alimentos, pues comentaban los pormenores de la jornada de trabajo sentados en cajas de plástico frente a la vivienda. Aprovechamos para sentamos a conversar con ellos y hacer tiempo mientras llegaba la señora Leticia.

Vestida de falda larga y delantal, calzando tenis blancos sin calcetín, con lenta cadencia al andar; la blanca y despeinada cabellera salía de su trenza. Entonces, con el rostro ajado por los años, la pobreza y la mirada triste, llegó Leticia. Estaba de regreso del diario y largo recorrido por el ejido. Ella habla y entiende muy poco el español; su hija y su yerno, que viven en el cuarto de lado, nos hicieron favor de ayudarnos cuando la conversación se atoraba por problemas del idioma.

Era evidente que se encontraba sumida en un mar de incertidumbre y desesperanza. Al vernos, lo primero que dijo fue “ya no puedo trabajar, a donde quiera que voy no me dan trabajo”. El motivo: el deterioro de su estado de salud. Un pie le duele mucho al andar.

Cuenta Leticia que su cuerpo ya no tiene fuerza, la fue dejando poco a poco en los campos de tomate y de cebollín de Sinaloa y San Quintín, donde trabajó desde que era una niña. Ahora el patrón ya no la quiere allí, le dice que ya no hay más trabajo para ella, que se vaya a descansar. Señala su yerno: “el patrón tiene miedo que se muera aquí o en el campo, porque sale muy caro enviar el cuerpo a Oaxaca, con sus familiares”.

Actualmente trabaja recogiendo botes de aluminio en las afueras del campamento. Le pagan a siete pesos el kilo, pero tarda entre ocho y 13 días en juntarlo. La posibilidad de encontrar botes en el ejido es más alta que en los campamentos, pero aquel se encuentra a varios kilómetros de distancia. Esto no sería gran problema si Leticia no tuviera evidentes problemas de salud. Por otro lado, dado el bajo poder adquisitivo de la población que vive en esa área, prefieren bebidas en envase de plástico o “retornables” que de aluminio, pues éstas últimas son más caras. Si no fuera por los parientes que le ayudan, no se sabe cuál sería su suerte.

Leticia llegó a San Quintín hace ya casi 20 años, acompañada de sus cuatro hijos. Se vinieron de Sinaloa porque les dijeron que en San Quintín pagaban mejor. De entonces a la fecha ya tiene nietos de 28 años y bisnietos de hasta

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13 años de edad. Es así que la familia de Leticia se compone de cuatro generaciones que viven en dos pequeños cuartos contínuos al de ella.

En el cuarto a mano izquierda viven dos familias; la primera está compuesta por su hija, su yerno y sus nietos; la segunda familia por su nieta de 28 años y sus bisnietos; y en el del lado derecho vive uno de sus nietos con su esposa e hijos. Leticia ocupa el cuarto del centro.

Es el mismo que ocupaba con su hijo hasta antes de su muerte, acaecida el año pasado. Ese hijo a quien aún llora su muerte le ayudaba mucho con el gasto.

No sabe qué fue lo que le pasó. Cuenta que la vida de su hijo se le escapó muy pronto de las manos, que en el Seguro Social no lo quisieron atender y lo llevaron con un médico particular a Tijuana, quien les pidió cuarenta mil pesos para operarlo. Pero por más que se esforzaron no lograron reunir la cantidad. Le pidieron dinero a su patrón pero éste no les prestó. Los paisanos del campamento reunieron veinticinco mil pesos, de los cuales aún deben trece mil. El dinero conseguido apenas les alcanzó para cubrir la estancia en la ciudad de Tijuana y los gastos del sepelio.

Leticia nunca fue a la escuela, no sabe cuántos años tiene ya que, según afirma, “no tengo papeles* porque yo crecí en el campamento”.

Sólo recuerda que quedó huérfana de ambos padres cuando estaba “chiquita, chiquita”.

Salió desde niña a trabajar a los campos de Sinaloa y posteriormente en compañía de su marido. Tuvo cuatro hijos que sacó adelante sola, sin su marido, quien murió cuando le cayó un rayo encima. No les dio estudio porque desde chicos empezaron a trabajar. Los nietos de Leticia tampoco fueron a la escuela, pero sus bisnietas estudian la secundaria.

Desde que Leticia salió de su pueblo no ha regresado. Le gustaría regresar a Oaxaca, dice, pero no cuenta ni con dinero ni tiene adónde llegar. Su hermanastro, hijo del primer matrimonio de su papá, se apropió de la casa y con su difunto esposo nunca construyó una, pues siempre vivieron en los campamentos.

–––––––––––––– * La señora Leticia no cuenta con acta de nacimiento.

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Piedad: “aprender sobre la marcha: voy caminando y aprendiendo”

“En los controles, Piedad Robles. Estamos al aire en la voz del valle, XEQUIN”, anunció el spot en la radio. En la cabina, apresuradamente Piedad hacía los últimos preparativos para dar comienzo al programa que se trasmitiría en unos instantes al aire, en lengua mixteca y con línea abierta a los interesados.

Piedad lleva más de ocho años trabajando en la radio bilingüe del Instituto Nacional indigenista (INI)*, esta es la única radio local de San Quintín y es de carácter cultural, con énfasis en el desarrollo y atención a la comunidad. En la radio, diariamente se leen decenas de avisos que los miembros de la comunidad mestiza, zapoteca, mixteca —entre otros— quieren trasmitir a la comunidad entera o a un pariente en especial.

Piedad proviene de una familia de trabajadores agrícolas. Trabajó por más de veinte años en la zafra y en los campos agrícolas de Sinaloa y San Quintín, y dice que nunca imaginó que algún día trabajaría en la radio. Entrar a trabajar en la radio no fue nada fácil. Una vez que el INI lanzó la convocatoria, Piedad, al igual que otros aspirantes, entraron en el proceso de selección. Los requisitos eran hablar una lengua indígena, conocer las costumbres y tradiciones indígenas y del valle de San Quintín y presentar un examen oral y escrito de la lengua, así como acudir a una entrevista. El examinador era un productor de radio muy prestigiado que venía de la ciudad de México.

Con el paso del tiempo el trabajo en la radio ha sido muy fructífero. Allí aprendió el manejo del equipo de producción y edición, grabación de efectos especiales, realización de entrevistas, así como la elaboración de sus propios programas. Tampoco soñó con que algún día viajaría en avión, sin embargo, a partir de su contratación en la radio ha viajado a diversos estados de la república, lo cual le ha parecido fascinante.

–––––––––––––– * Actual Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos indígenas.

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La capacitación, así como la participación en múltiples talleres y seminarios sobre la experiencia femenina en la radio en diversos estados de la república, la estimuló a tal grado que a su regreso del Encuentro Intercontinental de Mujeres intentó conformar un grupo. Para su sorpresa descubrió que ya existía uno pequeño así que decidió impulsarlo.

A partir de su trabajo en la radio, hay un cambio importante en su vida material. Su desempeño en el INI le ha permitido gozar de mejores condiciones y prestaciones laborales que en los trabajos anteriores, principalmente en los campos agrícolas donde trabajó más de veinte años. Actualmente combina su trabajo de la radio con otras actividades: la venta de ropa, la renta de unos “cuartitos”, como promotora en la Educación para Adultos (INI), a este último trabajo asiste después de su trabajo en la radio, algunos días entre semana termina su jornada laboral entre nueve y diez de la noche.

Recuerdos de la niñez

Nació en Santa María, Oaxaca. Desde muy pequeña salió de su pueblo. Las deudas que día a día iban en aumento orillaron a don Justo, a su esposa Ana y a sus tres hijos pequeños a salir a trabajar de forma temporal en la zafra, en Veracruz y a los campos agrícolas en Sinaloa. Mientras viajaban de Veracruz a Sinaloa y Oaxaca, Piedad nunca tuvo una casa, en Oaxaca vivían “arrimados” en casa de sus hermanos mayores o de su tía materna. Y en Veracruz y Sinaloa en ranchos, campamentos propiedad del productor, cuya característica principal es la precariedad que se manifiesta en los escasos servicios públicos y de infraestructura.

Al respecto Piedad recuerda: “...De soltera a mi papá nunca le conocí una casa. Me acuerdo que en Oaxaca tenía una casita pequeña de madera, pero cuando regresamos ya no existía la casa, entonces nos fuimos a vivir con mi hermano, después a Sinaloa, también con mi hermano o en los campos... . donde la gente hacía sus necesidades [fisiológicas] a la orilla del río porque no había ni letrinas.”

A pesar de su condición de migrante, Piedad logró terminar la escuela primaria, aunque en forma irregular; al respecto Piedad cuenta: “Yo no

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estudié como cualquier niño que está en la escuela y estudia todo el año, no. Mis estudios fueron salteados. Entre abril y mayo, cuando regresábamos a Oaxaca, me inscribían en la escuela y estudiaba todo mayo y parte de junio y, salíamos de vacaciones, entonces yo ya cursaba un año más. En septiembre volvía a la escuela y estudiaba hasta noviembre y a veces hasta diciembre porque a mediados de enero salíamos nuevamente a Sinaloa, entonces yo estudiaba muy poco, regresábamos a Oaxaca entre abril y mayo y volvía a entrar a la escuela y cursar otro año...”

Cuenta que durante su niñez, el trabajo en los campos agrícolas estaba prohibido para la mujer, pero eso no fue obstáculo para que Piedad trabajara aun siendo una niña. A sus nueve años de edad fue disfrazada de hombre para ingresar a los campos agrícolas. Recuerda: “me compraron pantalones, camisas de hombre, pañuelos para amarrarme la cabeza para que no se me mirara el cabello largo y dijeron que era un niño ¿no? Mi primer trabajo fue de “zorra”, tenía que “acarrear” el agua para los fumigadores”. Piedad recuerda que la primera vez que intentó acarrear el agua no pudo con el peso de los botes y su padre tuvo que auxiliarla.

Después de algunos meses de noviazgo en Sinaloa, se casó por el civil con Rafael, un joven mixteco. Una vez nacida su primera hija se fueron a vivir al valle de San Quintín. Rafael ya conocía porque de soltero había trabajado allí, así que llegaron rentando a un conocido de él. Una vez que nació el segundo hijo, Rafael sintió mayor presión por construir su propia casa. Una casa en Oaxaca, tal y como siempre lo habían soñado. Así que decidió salir a trabajar de manera temporal a Estados Unidos. Tal como lo había acordado previamente la pareja; Rafael se fue a Estados Unidos y Piedad se quedó al cuidado de las dos hijas pequeñas. Sin embargo, la ausencia del marido le fue muy difícil de sobrellevar así que se las ingenio para reunirse con él.

Trabajaron durante algunos meses en Estados Unidos, cuando se acabó la temporada de cosecha emprendieron el retorno a San Quintín y de forma inmediata a su terruño (Oaxaca) a cumplir su sueño. Entre Rafael, su papá y su hermano hicieron una casa de abobe, como la de los ricos. Sin embargo, una vez que construyeron la casa se acabó el dinero ya no hubo más para vivir en Oaxaca, así que tuvieron que emprender el regreso a San Quintín. A su regreso a San Quintín, Piedad decidió hacer los trámites para comprar un lote. Al respecto recuerda: “Se me ocurrió comprar un lote, pero yo no podía

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porque en ese momento yo no trabajaba, sólo mi esposo, así que mientras él trabajaba yo hacía los trámites. Llegaba mi esposo por la tarde y le decía: ya fui a Inmobiliaria del Estado y me dicen que necesitas una carta de trabajo; el acta de nacimiento y el acta de matrimonio... Entonces iba y le sacaba copias a los documentos. Y luego iba y le decía... Esa fue la forma que compramos un terreno, pero no pudimos construir”.

“Si mi trabajo está en el campo... Ahora sí, ya soy alguien”

Desde muy joven aprendió a “atender parto”, su difunta madre, una mujer mixteca fue la que le enseñó. Con el paso del tiempo fue invitada a tomar un curso y a certificar sus conocimientos en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pero ella tenía miedo de hacerlo. Se resistía al pensar que su trabajo estaba en el campo. Con el transcurso de los días empezó a preguntarse si con un papel podría cambiar su vida y de qué forma; si con ese papel ya sería alguien en la vida y podría salir del campo, donde llevaba más de 20 años de arduo trabajo. Aunque Piedad decidió tomar el curso, la desconfianza y la inseguridad la agobiaron ante sus problemas con el español; además no estaba familiarizada con la formalidad que exigen las instituciones. Sin embargo el curso le fue muy fructífero. Piedad recuerda el día en que obtuvo su certificado: “Cuando me dieron el reconocimiento del IMSS como partera, me sentí bien, decía yo, ¡ay! Ahora sí, ¡ya soy alguien! Ahora sí tengo un papel, entonces me preguntaba: “pero, ¿para qué me puede servir este papel?”. Entonces me respondía “así salgo del campo”. Después me integraron a las campañas de vacunación... Mi hermano, que ahora en paz descanse, se sentía orgulloso de mí, estaba contento porque su hermana trabajaba en una institución”.

Fue así que Piedad “salió del campo”. Desde entonces a la fecha ha trabajado en diversas instancias gubernamentales.

Como vimos en los recuadros anteriores, difícilmente podemos

hablar de un comportamiento homogéneo en el proceso de movilidad de las mujeres. En general, las mujeres enfrentan obstáculos que afectan sus vidas y en particular el proceso de movilidad social. Algunos de éstos son: violación de los derechos laborales por parte del patrón, falta de información, falta de redes sociales a su llegada –en algunos casos-, presión social, machismo/violencia/alcoholismo, vergüenza, racismo, costumbres, en particular la práctica de la venta

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de la novia, y la pobreza. Por cuestiones de espacio sólo nos detendremos en el último.

Los trabajadores agrícolas son unos de los grupos más pobres en el país. Al respecto un estudio comparativo entre jornaleros mestizos agrícolas del valle de Mexicali y los jornaleros indígenas de la región de San Quintín, (en torno a las necesidades básicas insatisfechas, tales como alimentación, vivienda, educación y salud) documenta que ambos grupos viven en situación de extrema pobreza. Sin embargo, la situación es más aguda aun en las población indígena de San Quintín.16

En el mismo estudio, el 77% de los habitantes indígenas en San Quintín son pobres, ya que no perciben el mínimo requerido para satisfacer las necesidades de una familia que son al menos tres salarios mínimos para una familia de 4.2 habitantes en promedio. En el estudio también se menciona que los salarios son muy bajos si se tiene en cuenta que Baja California es un área donde se pagan unos de los más elevados salarios de la república mexicana y donde los precios de lo servicios y productos son relativamente altos.

Movilidad intrageneracional Blau y Duncan muestran en su estudio realizado en Estados Unidos que la movilidad social descendente es menos frecuente que la ascendente. Sin embargo, nos preguntamos cuál es la situación de las mujeres en el contexto de México, particularmente el de las mujeres indígenas que habitan en la región de estudio. Para este caso la movilidad intergeneracional da cuenta hasta qué punto se desplazan las mujeres en la escala social durante su vida laboral.

La mayoría de las mujeres entrevistadas desempeñan alguna actividad remunerada, en el ámbito informal y/o formal, lo cual es congruente con la alta participación femenina en la estructura productiva de la entidad para el año 2000, la cual era del 33.3%.17 Históricamente la población indígena económicamente activa en la región se ha situado en el sector agrícola, desempeñando principalmente actividades relacionadas con la cosecha de hortalizas. Sin embargo, esta actividad presenta una serie de desventajas

–––––––––––––– 16 José A. Moreno y Lya Niño, op. cit., 2004. 17 INEGI; XII Censo General de Población y Vivienda, México, 2000.

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respecto a otras. Por ejemplo, es un trabajo muy arduo, cuyo desempeño demanda un gran esfuerzo físico; no es fortuito que la mayor parte de las mujeres entrevistadas que trabajan o han trabajado en el campo se quejen de dolores físicos, principalmente los relacionados con la espalda, columna y pies.18 Otra posible desventaja es la incidencia del “factor temporal”. La temporalidad se articula con los ciclos productivos de los principales cultivos hortícolas. En términos generales, el ciclo productivo se conoce como “temporada alta” de cosecha que comprende el periodo que va de marzo a octubre, cuando hay una mayor afluencia de trabajadores agrícolas a la región; y la “temporada baja”, que abarca los meses entre noviembre y abril, periodo en el que tiende a disminuir el número de horas de trabajo e ingreso para los trabajadores. Algunos autores mencionan que durante la temporada alta la cifra de trabajadores que llegan a la región puede alcanzar hasta los 50 mil trabajadores, provenientes en su mayoría de los estados de Oaxaca, Michoacán, Guerrero y Sinaloa.19

Otra desventaja es una escasa posibilidad de ascenso en el sector. La cosecha de hortalizas es una actividad intensiva en mano de obra y poco calificada, donde casi 95% de la mano de obra requerida se centra en las labores de siembra y cosecha, mientras que el resto de las actividades son mas calificadas y se distribuye de la siguiente manera: regadores 2.4%; apuntadores 0.2%; mayordomos 2.7%; y camperos .5%,20 con la salvedad de que los últimos puestos son principalmente ocupados por hombres.

De ahí que sustituir el trabajo del campo por otra actividad remunerada sea conveniente. Por lo tanto, es de esperarse que las mujeres que trabajan en el campo busquen o conciban la salida de éste como un paso importante hacia el ascenso en la estructura social, esto es, mejorar sus condiciones de vida y posición social. Asimismo, los estudios de movilidad social consideran que el cambio en el sector

–––––––––––––– 18 Dorsopatía es el dolor originado en la parte baja de la espalda y está asociada a las

jornadas de trabajo prolongadas, durante las cuales se tiene la necesidad de permanecer encorvado por lapsos largos y en lugares húmedos, así como por hacer esfuerzo con los músculos de la espalda y no con los de las piernas.

19 Adolfo De la fuente y José Luis Molina, op. cit., p. 41. 20 Ibid., p. 62.

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de actividad de la estructura productiva afecta la posición de clase, lo cual equivale a movilidad vertical –como se mencionó anteriormente.

Hay quienes ya salieron pero en forma “involuntaria”. Tal puede ser el caso de Leticia, que “ya salió del campo” pero la razón de ello fue el cese de su contratación (en forma verbal). La señora Leticia tuvo que cambiar de actividad, pero en forma contraria a lo socialmente deseable, y se ubicó en una actividad con mayor incertidumbre que la ya que tenía en el campo. A pesar de lo difícil que resulta un ascenso en la estructura agrícola o sustituir el trabajo del campo por otra actividad, se han dado casos de mujeres que así lo han hecho.

Por ejemplo, hay quienes han sustituido sus labores en el campo por el desempeño de un sinfín de actividades por cuenta propia, dando masajes (o como dicen ellas, “sobando”) y en la venta de comida.

También destaca otro grupo de mujeres, éstas han sustituido sus labores en el campo por un trabajo en las dependencias de gobierno principalmente en programas que tienen como objetivo a la población indígena. Entre éstas destacan las actividades como promotoras educativas en el INEA; de promotoras de salud del IMSS, así como diversas actividades en la radio bilingüe del INI.

Estas mujeres han dado un giro radical en sus vidas, ya sea en términos de una mayor flexibilidad en términos de horarios, mayor ingreso y mayor estatus en su colonia y comunidad, principalmente el último grupo mencionado, quienes han pasado de ser trabajadores de cuello azul a cuello blanco.

El proceso de movilidad en términos de ingreso es muy variable, comprende la descendencia, permanencia y ascendencia de éste. En el caso de la movilidad descendente, citamos el caso de la señora Leticia. Cuando trabajaba en el campo su nivel de ingreso mensual oscilaba dentro del rango de $2,240.00 a $3,136.00 pesos,21 mas al perder el trabajo y dedicarse a la colecta de botes de aluminio, su ingreso se ha deteriorado aún más. Actualmente Leticia recibe siete pesos por el kilo de aluminio, que vende en costales de tres kilos. El tiempo requerido para colectar un costal de botes es entre dos y tres

–––––––––––––– 21 El pago por tarea se calculó a 560 pesos semanales, el máximo a destajo se calculó con

base en la recolección de cincuenta cajas diarias que equivale a 350 pesos diarios durante dos meses, que es lo que dura la fase más intensa de la cosecha de la fresa; para los diez meses restantes se consideró el pago por tarea, es decir, 560 pesos por semana. El mínimo a destajo se basa en el equivalente a la recolección de 16 cajas diarias, lo que equivale a 112 pesos diarios.

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semanas. Lo anterior significa que para reunir un salario mínimo diario de 45 pesos,22 Leticia requiere entre cinco y seis semanas. Esto evidencia que su ingreso actual está por debajo del percibido anteriormente y sobre todo, muy por debajo del mínimo requerido para sobrevivir. Entonces nos preguntamos ¿cómo hace para sobrevivir?

Lo sucedido a la señora Leticia, así como a otras mujeres en condiciones similares, la ha situado en lo que Wilson llama la infraclase.23 Esta última corresponde al sector de la población que se ubica en la parte más baja de la estructura social; es decir, a los excluidos.

El mantenimiento del ingreso a través del tiempo es otra manifestación de la movilidad social de este grupo de mujeres. Una de las principales formas de hacerlo es desempeñando la misma actividad en periodos prolongados. Hemos encontrado un grupo de mujeres que ha trabajado por más de veinte años en el campo y ha mantenido su nivel de ingresos. Lo que actualmente equivale a un rango de $2,400.00 a $3,500.00, esto es 1.65-2.59 vsm por tarea y a destajo respectivamente.

En el otro extremo se ubican las mujeres que presentan una alta movilidad ascendente, por ejemplo, Piedad, percibe un ingreso que oscila de $4,000.00 a $6,000.00 pesos 24 al mes 2.96-4.4 vsm, producto de su trabajo como locutora de la radio en combinación con el desempeño de otras actividades complementarias. Sin embargo, a pesar de que hay un incremento en el ingreso de Piedad con respecto al que percibía en el campo, y que su ingreso global supera el salario mínimo diario en Baja California, esto es, de 45 pesos,25 sus ingresos aun están por debajo del mínimo requerido para satisfacer sus necesidades básicas. En el estudio en torno a la canasta normativa de Baja California, Ortega26 muestra que un hogar citadino de entre

–––––––––––––– 22 45 pesos es el salario mínimo diario para Baja California a partir de diciembre de 2003. 23 W. Julius Wilson, The Truly Disadvantaged: the Inner City, the Underclass and Public

Policy, Chicago, University of Chicago Press, 1987. 24 Moreno y Niño señalan que tan sólo l 7.3% de la población indígena percibe entre dos y

tres veces el salario mínimo v.s.m. mientras aproximadamente 80% de estos percibe entre 1 y 2 v.s.m.

25 Al mes de diciembre de 2003, de acuerdo al Índice Nacional de Precios. 26 Guadalupe Ortega, Reporte final del proyecto: canasta normativa de bienestar en Mexicali,

1999, Mexicali, B. C. México, Instituto de Investigaciones Sociales-UABC, 1999.

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cuatro y cinco integrantes requiere 8.7 vsm y uno rural un promedio de 7.4 vsm para satisfacer sus necesidades básicas.

La educación es otra de las variables utilizadas por la sociología contemporánea para conocer la movilidad social de un conglomerado humano o de un individuo. El nivel educativo de la población indígena inmigrante a la RAVS es muy bajo, incluso uno de los más bajos a nivel nacional; para ejemplificar lo anterior retomamos el estudio comparativo sobre los niveles mínimos de bienestar entre la población trabajadora mestiza del valle de Mexicali y la población indígena en el valle de San Quintín. En lo referente a la educación vemos que el 27% de los trabajadores del valle mexicalense ha terminado el sexto grado de primaria y el 12 % concluyó la secundaria; en el Valle de Quintín, el problemas es más grave aun, ahí solamente el 10.2% terminó la primaria y el 2.8 % la secundaria. De igual forma mientras el 17.5% de los miembros del hogar de los jornaleros agrícolas del valle de Mexicali es analfabeta (excluyendo a los menores de 4 años) en el valle agrícola de San Quintín es del 28.8%.27

Difícilmente se podría hablar de un comportamiento educativo uniforme de las mujeres indígenas a partir de su llegada. Se han encontrado casos de mujeres, incluso mujeres jóvenes, que manifiestan “no saber hacer las cuentas”, así como casos de mujeres que a su llegada a las RAVS continúan con sus estudios y logran concluir la licenciatura.

En la historia de vida de las mujeres se entreveran y relacionan una serie de variables como: el motivo de salida del lugar de origen, el tipo de acompañante, la etapa del ciclo de vida por la que atraviesan a su llegada, el tipo de trabajo desarrollado a su arribo, el uso de recursos sociales, el nivel de escolaridad a su llegada.

En términos generales, algunas constantes en las vidas de las mujeres que incrementaron sus estudios una vez que llegaron a la RAVS son: la etapa del ciclo de vida en la que encontraban a su llegada, el estado civil que tenían al momento de su llegada, el tipo de vivienda en el que se instalaron sean los campamentos, una casa independiente o un cuarto de una cuartería –los dos últimos tipos de asentamientos se localizan en colonias populares.

–––––––––––––– 27 José A. Moreno y Lya Niño, op. cit., 2004.

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Por ejemplo: las mujeres que llegaron en la etapa de la niñez, así como las que ya nacieron en la RAVS y sobre todo que no viven o vivieron en campamentos, han logrado los más altos estudios. De forma similar, quienes llegaron recién casadas y con un solo hijo y acompañadas de su familia y su marido han continuado con sus estudios. Lo anterior se puede ejemplificar con el caso de Piedad, quien cursó la secundaria abierta en la RAVS y actualmente contempla la posibilidad de ingresar a la preparatoria, asimismo en su trabajo ha tenido la oportunidad de capacitarse continuamente, en cambio, las mujeres y los niños que viven en los campamentos presentan mayor dificultad para dar continuidad a los estudios previamente realizados, como es el caso de la señora Leticia y su familia.

El concepto de movilidad social desarrollado por la sociología resta importancia al tema de la vivienda, sin embargo, el análisis de ésta es de gran importancia en la historia de vida de las mujeres indígenas inmigrantes. La afirmación anterior tiene sustento en la existencia de un patrón de asentamiento patriviral en la estructura social indígena, en el que, al casarse o unirse en pareja, la mujer se traslada a vivir a la casa de los suegros, limitando así la adquisición de una vivienda.

Nos enfocamos en el papel de las mujeres en el proceso de adquisición de vivienda y/o el mejoramiento material, la existencia de servicios públicos mínimos como la electricidad, agua por tubería, letrina propia, así como el material de los pisos, los muros y techos de la vivienda. En la RAVS existen principalmente tres tipos de vivienda, estas son: los campamentos, las cuarterías y las viviendas independientes.

Los campamentos han sido uno de los principales puntos de recepción de la población indígena que llega a la RAVS. El productor, aludiendo al carácter temporal del trabajador inmigrante, los hospeda en los campamentos de su propiedad.

Estos cumplen la función de vivienda para el trabajador mientras desempeñan sus labores en el campo y su derecho a ellos se otorga en calidad de préstamo. De esa manera el productor asegura la disposición de la mano de obra y el trabajador se evita gastos de alojamiento y traslado. Las viviendas que se localizan en los campamentos y que alojan a los trabajadores agrícolas y sus familias son cuartos diminutos de lámina galvanizada de 4x4 m2, sin ventilación

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y con evidente precariedad que el frío y la brisa nocturna se cuela al interior. Los servicios públicos son escasos, no hay alumbrado ni drenaje, no se cuenta con agua por tubería, sólo hay tomas de agua en diversos puntos del campamento, no cuentan con energía eléctrica, sólo se presta el servicio por unas horas durante el día y en la mayoría de estas viviendas aún se cocina con leña. El campamento es estrictamente custodiado por el campero, trabajador al servicio del productor que tiene como obligación custodiar el acceso a éstos, su cuidado y organización.

Con intención de trabajar de forma temporal, en la temporada alta de cosecha llegan cientos de trabajadores, mismos que en buena medida se instalan en los campamentos, dando lugar al hacinamiento y la inseguridad, sobre todo para las mujeres adultas y las niñas, quienes están expuestas a violaciones, principalmente por los hombres emigrantes que viven solos. La falta de servicios públicos ha sido señalada como un factor de riesgo que incide de manera especial en las mujeres y en los menores.

Las cuarterías están integradas por un grupo de viviendas de dos a tres pequeños cuartos en forma de vecindades, que comparten los servicios y una zona común de baños. El otro tipo de vivienda son las casas independientes de más reciente creación y que se han vuelto más comunes en los últimos años. Entre 1996 y 1999 se incrementaron de 16 a 43 el número de colonias donde se localiza este tipo de viviendas.28

No ponemos en duda que la vivienda de los campamentos sea una alternativa para el ahorro y la sobrevivencia de los trabajadores, sin embargo, el costo social que implica vivir en campamentos, como ya se destaca en el recuadro, es muy alto.29

De igual forma que dejar atrás el “trabajo del campo” refleja movilidad social, como se vio en el apartado anterior, asimismo sucede con el campamento. Es socialmente deseable dejar atrás la vida del campamento. En términos generales podríamos decir que confina al individuo a la posición más baja de la estructura social, además tiene

–––––––––––––– 28 PRONJAG; Panorámica General de la Problemática de los Jornaleros en San Quintín, B. C.,

México, 1999. 29 Aunque hay quienes han encontrado algún pequeño nicho económico y social en el

campamento. Entonces la vida en él se vuelve estratégica.

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un fuerte impacto negativo en las futuras generaciones y se incrementa cuando la estancia pasa de ser temporal a permanente.

En los campamentos prevalece el hacinamiento y la inseguridad. La falta de servicios públicos ha sido señalada como un factor de riesgo que incide de manera especial en las mujeres y en los menores.

En cuanto a la vivienda en el lugar de destino, hemos encontrado desde la construcción y el mejoramiento material, hasta el polo opuesto; es decir, personas, familias enteras que han vivido en los campamentos en forma continua por más de quince años. Se presentan algunas características de ambos procesos.

San Quintín está viviendo un proceso de compra y construcción de vivienda acelerado. Dicho mejoramiento es perceptible a simple vista en las colonias Lomas de San Ramón, Maclovio, Flores Magón y Santa Fe. En este proceso, las mujeres han jugado un papel importante en la gestión de los terrenos así como en la adquisición de las escrituras, como vimos en el caso de Piedad

Para algunas mujeres los cubiles de lámina de tres por cuatro metros cuadrados han quedado atrás, ahora viven en casas con dos y hasta cuatro habitaciones (sin contar la cocina) y por el espacio con que cuentan estos hogares, los metros de construcción están muy por arriba de las medidas de una vivienda de interés social. Los materiales de los muros también se han modificado, ya no son casas improvisadas de lámina galvanizada, ni puertas sin chapa, sino viviendas de concreto, ladrillo o block .

Los servicios públicos también han mejorado notablemente sobre todo en contraparte con los campamentos, en donde no se contaba siquiera con los servicios mínimos necesarios, como es la energía eléctrica. Ahora la mayor parte de las viviendas cuenta con este servicio.

Algunos de los motivos que expresan las mujeres para salir del campamento son las malas condiciones que imperan; un ambiente pluricultural cuyos problemas de comunicación causan fricciones, tanto en los adultos como en los niños; la idea de tener un espacio propio para tener sus propias plantas y para que el hombre descanse así como mayor libertad para tomarse el día o tomarse unas cervecitas en casa.

En el otro extremo se ubican lo casos de las mujeres donde el estatus de vivienda prestada en el campamento, aun después de 20

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años no cambia, ésta sigue siendo propiedad del patrón, como es el caso de la señora Leticia. Uno de los principales motivos que han inhibido el mejoramiento de las condiciones materiales de la vivienda, han sido la falta de apoyo o estrategias familiares que permitan incrementar el ingreso. Encontramos casos de mujeres viudas, o cuyos esposos tienen problemas de alcoholismo. En estos casos, aun después de 10 o 15 años de contar con las casas, algunas lucen improvisadas, o realizadas con material de desecho.

Movilidad intergeneracional Se entiende por movilidad intrageneracional, el hecho que las mujeres tengan mejor empleo, ingreso así como mejores condiciones materiales de vida que sus padres o abuelos. En Estados Unidos hay una alta movilidad vertical, lo anterior se debe a que los profesionales y trabajadores de cuello blanco han crecido mucho más rápidamente que los de cuello azul, esto implica un desplazamiento que ha creado vías para que los hijos de los trabajadores de cuello azul se trasladen a posiciones de cuello blanco. En este sentido la movilidad de largo alcance no es común.30

De acuerdo a la historia de vida de las mujeres entrevistadas se encontró una diversidad de situaciones. Algunas alcanzaron una incipiente movilidad intergeneracional mientras en otros casos fue alta.

La más lenta o incipiente, la representa la señora Leticia y su familia, quienes viven en el campamento las Brisas. Recordemos que la señora Leticia es una mujer analfabeta que nunca fue a la escuela y con serias dificultades para expresarse en español. Ni sus hijos, ni sus nietos fueron a la escuela, es hasta la cuarta generación que acuden a ella. Esto es, las bisnietas, jóvenes adolescentes están gestando los cambios para una movilidad social en el futuro próximo.

El tipo de empleo y posición social no cambia entre los hijos y nietos de esta mujer –salvo el de Leticia–, vienen de una familia de trabajadores agrícolas y aún continúan desempeñándose como tales. Esto implica que el salario percibido es bajo y las prestaciones sociales son “nulas”, reproduciendo con ello una situación de gran vulnerabilidad ante cualquier contingencia. Recordemos que no

–––––––––––––– 30 Otis Duncan y Peter M. Blau, op. cit.

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contaron con el suficiente apoyo de seguridad social, por lo que en los casos de extrema urgencia tuvieron que recurrir a los servicios particulares de un médico y no lograron reunir la cantidad que éste les pidió. Como resultado el hijo de Leticia muere y con ello viene una deuda que aún no terminan de pagar.

En cambio, la señora Piedad y su familia presentan una alta movilidad y de más largo alcance. Ella creció en un hogar de trabajadores agrícolas migrantes, actividad a la que se integró desde muy pequeña, como podemos ver en el recuadro. Esta señora llegó a la RAVS con sus padres, su esposo y su primera hija: en ese tiempo sólo contaba con estudios de primaria. Algunos años después concluyó la secundaria abierta y certificó sus conocimientos de partera.

Posteriormente su vida dio un giro radical en términos de movilidad: ingresó a trabajar en el sector gobierno, lo cual en términos sociológicos significa que pasó a ser una trabajadora de cuello blanco. Desde entonces se ha desempeñado en diversas dependencias donde ha recibido cursos de capacitación para el trabajo, como lo es en la radio del INI, donde adquirió capacitación en la elaboración de programas radiofónicos. Lo anterior le ha permitido mejorar las malas condiciones laborales de las que fueron objeto sus padres e incluso ella misma en el campo, así como mejorar sus condiciones materiales de vida. Actualmente cuenta con una casa amplia, con escrituras a su nombre, mientras que hasta antes de casarse sus padres nunca tuvieron su propia casa, qué decir de un carro.

Además, lo que nunca nadie antes había hecho en casa: viajar en avión, asistir a eventos, como a encuentros de mujeres radialistas, de mujeres indígenas. Lo anterior le permitió cambiar su estatus de jornalera al de “Piedad, la que trabaja en la radio”. Lo anterior parece haber irradiado a los hijos de "Piedad, que cuentan con el nivel de preparatoria. La hija mayor está por concluir su maestría y su único hijo varón estudió en el College en Estados Unidos.

Igualmente Piedad y su esposo, en un momento de su vida vivieron en casa de los padres de ella para ahorrar dinero con el fin de construir su casa. Los hermanos de Piedad también la han ayudado, así sea con la compra de alguna ropa para los sobrinos. Y una vez que los hermanos de Piedad emigran a Estados Unidos, estos invitaron a los sobrinos a trabajar y estudiar, asimismo a ella la apoyaron obsequiándole un vehículo de motor.

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Como mencionamos al principio, partimos del supuesto que una ganancia cualitativa o cuantitativa en estos indicadores en las vidas de las mujeres nos habla indirectamente de satisfactores que llevan implícito ciertos elementos de poder. Sin embargo, los múltiples esfuerzos por generarse un espacio de acción y movilidad social que hacen las mujeres en la vida cotidiana deja al descubierto la estrechez del concepto de movilidad social. Por lo tanto se vuelve crucial explorar sobre los factores y recursos sociales que en un momento dado apoyan el proceso de movilidad social y empoderamiento en las vidas de las mujeres.