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Movido por el Espíritu de Cristo y el deseo de hacerlo reinar entre los hombres el Padre Jorge Murcia Riaño , Sacerdote diocesano, funda la Compañía de
SAN JUAN EVANGELISTA
“Yo os saludo con el alma emocionada”
COMO EL APOSTOL SAN JUAN TENEMOS
TAL VIDA DE AMISTAD ÍNTIMA
CON JESUS
Las Juanistas encontramos en el apóstol y evangelista un ejemplo de amor y fidelidad a Jesús. Seguimos su espiritualidad y vivimos su testimonio de fe, caridad y perpetua juventud, para responder a las exigencias del mundo actual.
Ya no os llamo siervos a vosotros os llamo amigos por que todo lo que he oído a mí padre, os lo he dado a conocer.(Jn 15,15).
Las Juanistas en permanente oración, crecemos en intima amistad con Jesús
Que es fuerza para impulsar nuestra misión en la Iglesia.
Reunidas en el nombre del Señor en “estrecho y fiel grupo” encontramos nuestra razón de ser en el misterio de la Comunión trinitaria.
Nuestra Consagración nos exige vivir en Comunidad los votos de pobreza, castidad y obediencia. Como signo del Reino de CRISTO EN LA Iglesia.
Las Hermanas enfermas y ancianas, participan en la medida de sus fuerzas en la vida y misión de la Congregación.
Valorar y aceptar a las hermanas en su propia realidad.
SENTIR CON LA IGLESIA
Como Juanistas nos insertamos en la realidad del mundo de hoy, siendo solidarias con la situación del momento histórico que vivimos,
El espíritu de familia vivido en sencillez y alegría es distintivo de la comunidad.
Nuestra manera de proceder, clara y precisa, franca y abierta, sin una sombra de oscuridad o de misterio, será siempre una de las normas invariables de conducta.
Las cuatro consejeras generales ayudan a la superiora general en el servicio de autoridad .
Fieles a la confianza que la comunidad deposita en cada una promueven la unidad, el buen espíritu y trabajan por la fidelidad en la misión .
Nos llama a consagrarnos a El en la vida religiosa, consciente y libremente, para vivir en plenitud el amor a Dios y a los hermanos.
Las Juanistas conservamos el Sentido de autoridad , como animación que reaviva, permanentemente en la comunidad, el sentido de pertenencia, comunión y participación.
LA CONVERSIÓN DEL CORAZÓN A DIOS ES INHERENTE A NUESTRA VIDA RELIGIOSA.
La vitalidad de nuestra familia Juanista y la fidelidad a la misión apostólica que la Iglesia nos ha confiado , dependen en gran parte de la formación de las hermanas y del grado de madurez necesario para hacer una opción libre y responsable,
Convencidas de esta verdad nos esforzamos por adquirir una amplia preparación espiritual e intelectual, y cultural que nos permita una fecunda labor apostólica.
La formación es un proceso que se va dando mediante mediante etapas sucesivas. Es tarea de toda nuestra vida y nos compromete a todas por igual. CONST.88
En la medida en que vivamos y compartamos nuestra experiencia de Fe, de Fraternidad,
y de Misión, e irradiemos con alegría nuestra consagración Juanista, somos testimonio que motiva a las jóvenes a aceptar el llamado del Señor.
)
Tomé el librito de la mano del ángel y lo devoré y fue en mi boca dulce como la miel pero, cuando lo comí, se me amargaron las entrañas. (Ap.10,10
La oración es vida que expresamos en una continua búsqueda de Dios que nos amo primero y nos invita a vivir en la intimidad con El , y a comprometernos con nuestros hermanos.
QUE TODO LO VUESTRO VAYA A JESUS POR MARÍA
Las mujeres con frente alta comulgamos diariamente con la hostia del trabajo que ennoblece y dignifica
Las Juanistas por nuestro espíritu propio estamos
llamadas a vivir la norma fundamental
AMOR E INMOLACIÓN.
Alegría, sencillez, sinceridad, apertura, respeto, generosa hospitalidad, servicio desinteresado. Cariño y preocupación por la familia de las hermanas en su propia realidad. Const.39
Cada comunidad Juanista es un hogar donde vivimos : el espíritu de familia en acogida,
aceptación, afecto y delicadeza de atenciones.
La castidad vivida por el Reino, construye y
vivifica la Comunión fraterna.
GRACIAS DOÑA SOLITA POR EL TESTIMONIO DE AMOR, DETALLES, ACOGIDA, ESPÍRITU DE FAMILIA QUE COMPARTIO SIEMPRE CON NOSOTRAS
La eucaristía, alimento que sostiene y conforta nuestra vida consagrada, es fuente de unidad y fecundidad para la misión Apostólica.
