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Morir en el golfo, novela mexicana del petróleo, de Héctor Aguilar Camín o

la verdad sospechosa Edith Negrín

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

HÉCTOR AGUILAR CAMÍN, MEXICANO, nacido en 1946, historiador, analista político y periodista, se inicia como narrador de ficciones con la colección de relatos Con el filtro azul, aparecida en 1979, y publica en 1986 su primera novela, Morir en el Golfo. La palabra inicial del título apela a los lectores aficionados al género negro, a la novela de acción, suspenso y crímenes; la final, una referencia geográfica, es una invitación a los lectores nacionales. El verbo en infinitivo sugiere un acto reiterado, común, una cierta forma de morir habitual en la región aludida; cuál pueda ser esta forma es una de las intrigas centrales de la trama, que no decepciona las expectativas.

El retorno al realismo Morir en el Golfo se inscribe en una tendencia general de retorno hacia el realismo,

que se observa en numerosos narradores latinoamericanos. A diferencia del predominio de la dimensión autorreferencial del discurso literario, que se observa en la década de los sesenta, la narrativa de los ochenta abandona en buena medida el hedonismo textual y propone una apertura del género a otras series discursivas-social, histórica, política-, replantea la necesidad de restituirle al acto literario la comunicación genuina.1

En el caso de la literatura mexicana, el movimiento estudiantil de 1968 fortaleció la orientación realista y la vocación testimonial, con frecuencia aunadas a una intención de denuncia de los problemas sociales, en las narraciones. Para algunos críticos, como Christopher Domínguez Michael, esta tendencia fue en detrimento de la calidad literaria de los textos, pues la exigencia moral o política guarda escasa relación con el arte narrativo. Para otros, como Sara Sefchovich, la renovación del interés por el país y la recuperación de la tradición mexicana de hacer retratos críticos de la sociedad, que se despiertan en los narradores después del movimiento del 68, son positivos. la estudiosa apunta que estos cambios se traducen en novelas que abandonan la metaficción-esto es, la narración que se refiere a la narración-, y buscan la sencillez en el relato; lo que predomina es el deseo de contar una historia. Sin embargo, John Brushwood tiene una

1 Observaciones de Hugo Verani que, a su vez, se apoya en un trabajo de Julio Ortega (Hugo Verani, «Disonancia y mitificación en las batallas en el desierto». la hoguera y el viento. José Emilio Pacheco ante la critica, Hugo Verani, ed., México: Ediciones Era/ Universidad Nacional Autónoma de México, 1993, 263).

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percepción más matizada: sostiene que la metaficción no se abandona, que está presente en muchas novelas mexicanas sobre todo en los setentas y que en éstas, a veces coexisten la autorreferencialidad y la referencia a acontecimientos externos al texto. El investigador anota asimismo un rasgo distintivo de las narraciones publicadas después de 1968: la alusión a la represión del movimiento estudiantil en Tlatelolco.2 La novela de Aguilar Camín responde a una intención realista, es decir construye su significación a través de un juego incesante entre el referente y su referencia, entre la ilusión y la alusión. 3

Morir en el Golfo relata la disputa por unas tierras fértiles situadas en Veracruz e Hidalgo, zona del Golfo de México, entre un poderoso líder petrolero, Lázaro Pizarro, y un político provinciano menor, Francisco Rojano, ambos parte del sistema de partido oficial que gobernó el país a lo largo de casi todo el siglo pasado. La descripción de las diversas etapas de la relación que va de la complicidad a la enemistad, entre estos personajes permite al autor incursionar en uno de los espacios centrales del poder político en México, el de los dirigentes sindicales que contribuyen al control corporativo de los obreros, es decir, a su subordinación al sistema político.

Lázaro Pizarro dirige una sección, situada en el estado de Veracruz, de una de las organizaciones con más fuerza económica y política, la agrupación de los trabajadores petroleros. Pizarro ha adquirido un gran poder para negociar con el gobierno, y mantiene el control sobre los trabajadores a través de una combinación de métodos paternalistas, populistas y caciquiles: por una parte, otorga todo tipo de ayudas---consejos, empleos, dinero--a través de una relación personal y afectuosa con los obreros y sus familias. Por otra, no vacila en practicar todo tipo de violencia, incluido el crimen, para exterminar a sus enemigos u obtener sus fines. Ha construido una especie de feudo, del que se siente orgulloso, en el cual los trabajadores laboran «voluntariamente» en huertos, cuya cosecha pueden comprar, los mismos, a mejores precios que en el mercado. Pizarro califica su experimento de «revolución popular obrera» y «revolución socialista» (p. 81).4 El emporio--luego se sabrá---es producto de la corrupción: a la compañía nacional de petróleos, PEMEX, el sindicato le cobraba los salarios de los trabajadores que se dedicaban a las tareas agrícolas, entre otros. El nombre del líder, de acuerdo a la estudiosa Gabriela De Beer, recuerda tanto a Lázaro Cárdenas, que ejerció políticas de apoyo a los trabajadores, como a Francisco Pizarro, el conquistador español cuyo nombre significa avasallamiento. Lázaro Pizarro es a la vez querido, temido y respetado por su comunidad. 5

A su vez Francisco Rojano está descrito como un arribista sin escrúpulos, miembro del Partido Revolucionario Institucional, que asume la presidencia municipal de un pequeño pueblo, Chicontepec, como parte de una carrera política que culminará (piensa

2 Christopher Domínguez Michael, ed., Antología de la narrativa mexicana del siglo XV, México: Fondo de Cultura Económica, 1989, tomo II, 470; Sara Sefchovich, «Una sola línea: la narrativa mexicana», Literatura mexicana hoy. Del 68 al ocaso de la revolución, Karl Kohut, ed. Frankfurt am Main: Vervuert, 1991, 52-53; John Brushwood, la novela mexicana (1967-1982), Méxifo: Editorial Grijalbo, 1985, 85, 105.

la definición de novela realista está tomada, más o menos libremente, del sociocrítico Claude Duch,rt (Claude Duchet, «Une écriture de la socialité», Poetique IV, 16, 1973, 44, 446-454.)

Héctor Aguilar Camín, Morir en el Golfo, México: Ediciones Océano, S.A., 1986. las pági~s que corresponden a las citas de la novela están entre paréntesis (EN).

Gabriela De Beer, «Narrativa y periodismo en Morir en el Golfo de Héctor Aguilar Camín». Revista lnteramericana de Bibliografia, Vol. XLII, 1992, 2, 219.



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él) con el gobierno de Veracruz. Rojano está casado con una mujer fuerte y seductora, Anabela, que establece una relación intima con el narrador-protagonista de la trama, un periodista cuyo nombre se ignora, conocido como «el Negro», color del petróleo. la acción de «el Negro», participante y testigo de los hechos, su constante reflexión sobre los mismos, deja ver la función de la prensa en el sistema político mexicano.

De acuerdo con su intención realista, el narrador hace explícitas las circunstancias. En cada uno de los nueve capítulos abundan las referencias a fechas y lugares. la acción de cada capítulo se enmarca entre noticias económicas o políticas; con frecuencia éstas se introducen cuando el periodista se refiere a los temas que trata en sus artículos. Por ejemplo: «la columna sobre la CIA y sus agentes mexicanos de febrero de 1975, la presencia ya actividades en México de la organización fascista chilena Patria y Libertad, de julio del mismo año, la conspiración golpista patronal de Chipinque, que luego denunció en un discurso el entonces secretario de la presidencia Ignacio Ovalle» (p. 47).

El eje presente de la narración se establece a partir de 1971, cuando el periodista restablece el contacto con sus antiguos amigos, Rojano y Anabela; el tiempo, señalado por los sexenios presidenciales, va desarollándose en forma progresiva lineal hasta llegar a 1980, en el último capítulo. Al inicio de la trama, «el Negro» recapitula los episodios de su amistad con la pareja; recuerda que la joven había decidido casarse con el político a pesar de sus malos tratos. El periodista evoca en especial un encuentro con Anabela, aún soltera, «el 14 de agosto de 1968» (p. 11 ), poco antes de la represión de Tlatelolco.

Los avatares de la trama llevan al narrador a describir la provincia y el campo, el territorio de Rojano y el de Pizarro. Recrea asimismo su propio entorno, el urbano, con los nombres de las calles, centros nocturnos, hoteles, restaurantes y burdeles, donde transcurrían sus horas fuera del trabajo.

Novela política, novela policíaca Morir en el Golfo enlaza también con la tradición de la novela política mexicana: con

esas obras que indagan en las entretelas del poder, en sus aspectos ocultos. la literatura canónica mexicana, desde la sombra del caudillo, la extraordinaria novela de Martín Luis Guzmán, aparecida en 1929, parece haberse rehusado a explorar los interiores del sistema político. Christopher Domínguez implica que esta negación obedece a la certeza de que escribir sobre el tema significa contaminarse de su «inmundicia». Así, referirse a esta temática fue una tarea dejada a lo que el crítico llama «subliteratura sexenal», cuyo representante «más literario» es Luis Spota. Entre paréntesis, el valor de las obras de Spota, por lo general bes! sellers, es aún objeto de discusiones. Algunos estudiosos las consideran narraciones excelentes; otros, efimera literatura de consumo.6

Domínguez señala que a partir de 1968, gracias a la progresiva evolución democrática del país, los escritores de prestigio se deciden de nuevo a abordar «la química del podern; así lo hacen, por ejemplo, Federico Campbell y Héctor Aguilar Camín. En tanto novelista político, este escritor es heredero tanto de la tradición contestataria del poder en la literatura más reconocida, la de Martín Luis Guzmán, como de la polémica producción de Luis Spota.7

6 Christopher Domínguez, Morir en el Golfo, Proceso, 485, 17 feb. 1986, 60. Un estudio que plantea los problemas de la novelística de Spota es el de Sara Sefchovich (Sara Sefchovich, Jdeol9gía y ficción en la obra de Luis Spota, México: Editorial Grijalbo, S.A., 1985).

Otto Granados Roldán destaca la calidad política de la novela (Otto Granados Roldán, «H.



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Las obras de Spota son por lo general novelas en clave, en una clave bastante simple, donde los personajes son fácilmente identificables con sus modelos reales: actores de la vida política o cultural contemporánea. Esta posibilidad de reconocimiento de los personajes permite establecer comunicación y complicidad con los lectores. Morir en el Golfo hace evidentes los personajes históricos recreados por los protagonistas: Lázaro Pizarro está sin duda inspirado en Joaquín Hemández Galicia, líder petrolero veracruzano conocido como «La Quina», quien llegó a tener un enorme poder político. «EL Negro» tiene muchos de los rasgos de Manuel Buendía, periodista mexicano de enorme influencia, que murió asesinado. 8 No obstante, para introducir cierta ambigüedad, en la novela actúa en algún breve pasaje, el propio Joaquín Hemández Galicia, como alguien muy cercano a Pizarro. Y también hace una fugaz aparición Manuel Buendía durante alguna entrevista periodística. Hay otros personajes que tienen un referente histórico y, por supuesto, algunos carecen de él. Francisco Rojano es un arquetipo de los políticos del partido oficial mexicano y Anabela un personaje femenino inspirado en la ficción, evoca a algunas mujeres de la novela negra.

En efecto, Morir en el Golfo lleva asimismo la huella de la novela negra norteameri-cana, como han reconocido sus comentaristas.9 Dado que la mayor parte de los lectores desconocen-desconocemos-. lo que ocurre en las altas esferas del gobierno, las estrategias de las narraciones policíacas, la intriga. el suspenso, la revelación, se vuelven especialmente adecuadas para la novela política. De hecho, la novela negra clásica, la norteamericana de las décadas veinte y treinta hace gala de un realismo que algunos críticos llaman «descamado» para describir la lucha por el poder político y/o económico, la ambición, el sexismo, la violencia y el individualismo, productos sociales de una época

"d d 10 corromp1 a y escompuesta. La agilidad narrativa de Morir en el Golfo tiene que ver tanto con el oficio

periodístico del autor, como con la herencia de la novelística de acción. En el primer capítulo, reunida la pareja Rojano con «el Negro», se plantea una intriga. El entonces aspirante a presidente municipal de Chicontepec pide a su amigo periodista ayuda para investigar varios crímenes, que supuestamente cometió Pizarro, para despojar de sus tierras a varias familias. Rojano muestra fotos y diversos testimonios al columnista. Luego se enterará éste de que ambos cónyuges poseían latifundios en la misma zona.

La novela mexicana y el petróleo Morir en el Golfo entronca asimismo con el grupo de novelas que, desde la década

de los veinte, hasta la de los noventa de la anterior centuria, aluden a la incidencia del petróleo en la vida social mexicana. En efecto, el mineral ha sido factor determinante en la economía y su representación en el imaginario colectivo ha ido adquiriendo connotaciones simbólicas.

A. C.8Del túnel político al viaje literario», La cultura en México, 1275, 10 sept. 1986, 47-48. Raúl Trejo Delarbre explica las identificaciones de los personajes de la novela con sus

modelos (Raúl Trejo Delarbre, «Héctor Aguilar Camín. El mundo desgraciadamente es real». La cultu¡:p en México, 1250, 29 ene. 1986, 51).

Véase Federico Patán, «Cinco y sus ojos» (reseña a Morir en el Golfo, entre otros), Nexos, 155, wv., 1990, 84.

Véase Mempo Giardinelli, El género negro, 1984 México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1996, p. 15.




Las novelas que tematizan el petróleo constituyen un corpus diverso, de acuerdo con las variantes del momento histórico, la visión y las diferencias ideológicas y escriturales de los distintos autores. Luis Mario Schneider, pionero en el estudio de esta serie novelística, localiza tres etapas históricas en su devenir. Una primera etapa incluye las novelas que se dedican al descubrimiento del mineral; relatan el despojo de sus tierras a los campesinos por parte tanto de las empresas privadas como de las gubernamentales. La siguiente agrupa las que se refieren a la expropiación del petróleo, llevada a cabo por el presidente Lázaro Cárdenas en 1936; y una tercera en la que el hidrocarburo se vincula a una multiplicidad de problemas; se trata de narraciones con un propósito de investigación, que están entre la denuncia y la protesta. 11

En la fase inicial, el petróleo aparece como un elemento portador de las fuerzas del mal, cuya súbita aparición, o descubrimiento, destruye los sentimientos solidarios de los tranquilos habitantes de las zonas agrarias, introduciendo la ambición y la codicia. En estas novelas se empieza a delinear una de las oposiciones generadoras constantes: los extranjeros que se van haciendo dueños de la riqueza mineral, frente a los nacionales que son corrompidos y despojados de sus terrenos.

En la segunda etapa, el esquema es parecido pero intensificado. La vida en los pueblos se describe como una especie de utopía, rota sabiamente por el hallazgo de algún yacimiento; se acentúa la perversidad de las empresas petroleras norteamericanas y británicas y se hace ver la necesidad urgente de quitarles los derechos sobre el petróleo. La riqueza del subsuelo simboliza, en este grupo de textos, la independencia nacional; la expropiación, una lucha fundamental contra el imperialismo. Se trata de novelas nacionalistas, sustentadas en la ideología de Lázaro Cárdenas.

La tercera etapa es irreductible a un esquema simplista, pues es parte de una literatura moderna que, en su totalidad, se ha vuelto más compleja. Algunas novelas, como las de Gerardo de la Torre, tienen que ver con la voz de los obreros del petróleo; la que ahora nos ocupa, reitero, con el juego del poder en México.

En Morir en el Golfo el petróleo no aparece constantemente en la trama: circula subterráneo, se ha vuelto sinónimo de poder y genera corrupción. El periodista, cuando se refiere a las estrategias del líder sindical las llama «el juego subterráneo de Pizarro» (p. 86).

Si en las primeras novelas sobre el tema, el hidrocarburo iniciaba procesos de corrupción, al despertar la ambición y la codicia, aquí la descomposición lo ha permeado todo: las relaciones laborales, las políticas y las amorosas. Del petróleo se ven sólo sus efectos: la concepción del trabajo obrero como algo infernal. Así, afirma Pizarro: «ahí donde está el trabajo está el infierno. Ahí está la mugre, está el sudor, están las heridas. Ahí es donde la gente se acaba, donde quema sus energías, pierde manos y piernas. Se dejan los años entre la suciedad, los accidentes, las malas pagas[ ... ]. Es una guerra de todos los días, los trabajadores contra sus trabajos, contra las máquinas, contra los engranes y los tomos y la grasa» (p. 63). Al trabajo atribuye el líder la muerte de su mujer, por falta de atención médica adecuada, así como el daño en su mano derecha, indicador de la destrucción de su cuerpo: «Le faltaban la mitad del dedo meñique y un metatarso del índice» (p. 54).

11 Luis Mario Schneider, «La literatura del petróleo en México», La novela mexicana entre el petróleo, la homosexualidad y la política, México: Nueva Imagen, 1997, 16.



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La extracción del mineral ha dañado la naturaleza. Relata el periodista: «Vi por la ventanilla el campo erosionado, los mecheros, la huella del paso petrolero en las afueras de Poza Rica y varios kilómetros de fábricas, manchas de aceite, talleres, el campo invadido por la proliferación de desechos metálicos» (p. 75).

La explotación del petróleo ha improntado negativamente asimismo las ciudades. Así, dice «el Negr0»de Poza Rica:

esas calles como ablandadas por la resolana del mediodía, su aglomeración de pipas ytrailers, revolvedoras estacionadas en las esquinas, autobuses de pasajeros atorados al doblar en las calles angostas, los penachos negros del diese! mal refinado. A lo lejos, por entre los edificios chaparros y contrahechos en su espantosa mezcla de dinero y mal gusto, el límpido cielo azul, claramente interrumpido aquí y allá por el humo como dibujado de los mecheros de gas encendidos que rodeaban la ciudad, haciendo borrosas y trémulas distintas franjas del horizonte. Circulamos entre tractocamiones y grúas y picops importadas, símbolos activos de la civilización petrolera, sus máquinas y sus desechos (p. 74).

Durante un viaje por la Huasteca, al periodista le llama la atención una vaca ahogándose en el chapopote, que un grupo de hombres trata de rescatar: <<Una vaca pinta, sumida hasta la panza, con todo y la cabeza, en la ciénaga». Más allá de la interpretación de Pizarro-eso le pasa a los bovinos «por meterse donde no les toca» (p.l 02)-, la escena simboliza el poder del mineral, su capacidad para tragarse a los seres vivos. Curiosamente, en otra novela del petróleo, Huasteca, de Gregorio López y Fuentes, publicada en 1939, aparece una escena similar.12

La verdad sospechosa Un núcleo generador de la novela es el juego entre la verdad y las apariencias. Como

periodista, «el Negro» está interesado en aprehender y comprender «la verdad» de los acontecimientos, en registrarla, en hacerla pública. Para fundamentar sus columnas, mantiene un archivo, hace entrevistas, viaja a los lugares de los hechos.

Sin embargo, las pruebas fehacientes de los sucesos resultan engañosas. Las fotografias de las personas ejecutadas que Rojano le muestra al periodista habían sido retocadas para simular la huella del tiro de gracia. Los fructíferos huertos del dirigente petrolero y el entusiasmo de sus partidarios son la fachada de un sindicalismo corrupto, vinculado con la riqueza subterránea. Inclusive el afecto y la pasión de Anabela por «el Negro» no son, tal vez, sino artimañas para utilizarlo en sus propósitos de venganza. Pese a sus pesquisas, el columnista no tiene claras las causas de la muerte de Pizarro-los lectores tampoco. Todos los personajes mienten: Rojano, Anabela, Pizarro, los informantes del «Negro» y él mismo. Lo visible es siempre ambivalente, la verdad es siempre sospechosa. Morir en el Golfo bien podría llevar como epígrafe el título de una novela de Daniel Sada, publicada en 1999: Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe.

12 Gregorio López y Fuentes, Huasteca (novela mexicana), México: Ediciones Botas, 1939, 15-17.




REFERENCIAS

John Brushwood, La novela mexicana (1967-1982), México: Editorial Grijalbo, 1985. Christopher Domínguez, «Morir en el Golfo» (reseña), Proceso, 485, 17 feb. 1986, 59-61. Christopher Domínguez Michael, ed., Antología de la narrativa mexicana del siglo XXMéxico:

Fondo de Cultura Económica, 1989, tomo II. Gabriela De Beer, «Narrativa y periodismo en Morir en el Golfo de Héctor Aguilar Camín».

Revista Interamericana de Bibliografía, Vol. XLII, 1992, 2, 215-221. Claude Duchet, «Une écriture de la socialité», Poetique IV, 16, 1973, 446-454. Mempo Giardinelli, El género negro, 1984, México, Universidad Autónoma Metropolitana,

1996. Otto Granados Roldán, «H .A.C. Del túnel político al viaje literario», La cultura en México,

1275, 10 sept. 1986, 47-48. Gregario López y Fuentes, Huasteca (novela mexicana), México: Ediciones Botas, 1939. Federico Patán, «Cinco y sus ojos» (reseña a Morir en el Golfo, entre otros), Nexos, 155, nov,

1990, 84. Luis Mario Schneider, «la Literatura del petróleo en México», La novela mexicana entre el

petróleo, la homosexualidad y la política. México: Nueva Imagen, 1997, 15-63. Sara Sefchovich, Ideología y ficción en la obra de Luis Spota, México: Editorial Grijalbo, S.A.,

1985. Sara Sefchovich, «Una sola línea: la narrativa mexicana». Literatura mexicana hoy. Del 68 al

ocaso de la revolución. Karl Kohut, ed. Frankfurt am Main: Vervuert, 1991, 47-54. Raúl Trejo Delarbre, «Héctor Aguilar Camín. El mundo desgraciadamente es real», La cultura

en México, 1250, 29 ene. 1986, 51. Hugo Verani, «Disonancia y mitificación en Las batallas en el desierto», la hoguera y el viento.

José Emilio Pacheco ante la crítica, Hugo Verani, ed., México: Ediciones Era/ Universidad Nacional Autónoma de México, 1993, 263-273.


Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Edith NEGRÍN. «Morir en el golfo», novela mexicana del p...-~~Centro Virtual Cervantes

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