morgan, marlo - las voces del desierto

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LAS VOCES DEL DESIERTO MENSAJES Y SECRETOS DE LOS ÚLTIMOS SABIOS DE LA TIERRA MARLO MORGAN Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusión, y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN Para descargar de Internet: “ELEVEN” – Biblioteca del Nuevo Tiempo Rosario – Argentina Adherida a: Directorio Promineo: www.promineo.gq.nu Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.com

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Morgan, Marlo - Las Voces del Desiertos

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Voces del Desierto

LAS VOCES

DEL DESIERTO

MENSAJES Y SECRETOS DE LOS LTIMOS SABIOS DE LA TIERRA

MARLO MORGAN

Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusin, y con el propsito de que as como usted lo recibi lo pueda hacer llegar a alguien ms. HERNN

Para descargar de Internet:

ELEVEN Biblioteca del Nuevo Tiempo

Rosario Argentina

Adherida a: Directorio Promineo: www.promineo.gq.nu

Libros de Luz: http://librosdeluz.tripod.comLas Voces del desierto

Ttulo Original: Mutant Message Down Under

(1991, 1994 Marlo Morgan

Digitalizador: ( Gaviota

L-02 13/11/03

LAS VOCES DEL DESIERTO

Marlo Morgan

He aqu la historia de una mujer valiente, que realiz un largo viaje a pie con los aborgenes y asimil toda la sabidura de una tribu de remotos ancestros. Lo que ella aprendi y nos trasmiti es lo que nosotros necesitamos re- descubrir: el contacto con la naturaleza y la fe en el conocimiento profundo de nuestro propio ser.

Elizabeth Kbler-Ross

NDICE

AGRADECIMIENTOS

DE LA AUTORA AL LECTOR

1. LA DISTINGUIDA INVITADA

2. VOTOS FALSOS EN LA URNA

3. UN CALZADO NATURAL

4. PREPARADOS, LISTOS, YA!

5. UN POCO DE ENTUSIASMO

6. EL BANQUETE

7. QU ES LA SEGURIDAD SOCIAL?

8. TELEFONA SIN HILOS

9. UN SOMBRERO PARA EL OUTBACK

10. JOYAS

11. SALSA

12. ENTERRADA VIVA

13. LA CURACIN

14. TOTEMS

15. PAJAROS

16. LA COSTURA

17. LA MEDICINA DE LA MSICA

18. EVOCADORA DE LOS SUEOS

19. SORPRESA DURANTE LA CENA

20. DULCE DE HORMIGAS

21. LA GUA

22. MI JURAMENTO

23. LA REVELACIN DEL TIEMPO DE ENSUEO

24. ARCHIVOS PARA LA HISTORIA

25. LA PORTAVOZ

26. FELIZ NO CUMPLEAOS

27. ARREBATADA POR LAS AGUAS

28. BAUTISMO

29. LIBERADA

30. FINAL FELIZ?

CONTRAPORTADA

En una suerte de viaje casi mstico, una norteamericana de nuestros das nos cuenta su aventura fsica, pero sobre todo espiritual, en medio de una tribu que subsiste con las manos vacas en un paraje perdido del desierto australiano, donde no cuentan las posesiones, sino una maravillosa y simple filosofa de la vida que nos permitir comprender pro qu en estos tiempos y con tantos bienes materiales a nuestro alcance, en muchas ocasiones nos sentimos inquietos e insatisfechos.

En su odisea con dicha comunidad la autora es testigo de la forma de ser esencial y de la sabidura ancestral de esos aborgenes. Enfrentada da tras das a pruebas de resistencia y convivencia, se transforma en una mujer ms comprensiva de lo que significa estar viva, y de la posibilidad de no destruir nuestro mundo si asumimos que todos los seres vivientes somos interdependientes y formamos parte de la misma unidad universal.

Con la publicacin de este libro, dictado por esas voces ancestrales que nos llegan desde el corazn de la tierra, Marlo Morgan cumple lo prometido a la Gente Verdadera: transmitirnos a los Mutantes su mensaje urgente, que nos conmover por su sencillez, su sinceridad y su compromiso vital en un medio inhspito.

Voces del desierto narra la increble leyenda de una comunidad indgena australiana que dio una leccin de vida a una norteamericana contempornea, en un relato original destinado a convertirse en un clsico, y todo lo que ella aprendi durante una caminata que se prolong cuatro meses. Mientras recorre descalza ms de dos mil kilmetros, la autora aparece como testigo de rituales curativos, comparte comidas antes impensables para sus gustos refinados y, al mismo tiempo, aprende cmo viven y prosperan los aborgenes en armona natural con las plantas, los animales y la escabrosa geografa del desierto.

En nuestra sociedad moderna, hoy ms que nunca debemos reaprender que todos necesitamos recuperar el contacto con la naturaleza y confiar en nuestro conocimiento interior, orientndonos por sus consejos.

Marlo Morgan se define a s misma como una norteamericana comn y corriente: se cas, form una familia, se divorci y trabaj sin pausa mientras estudiaba para doctorarse como profesional de la salud. Actualmente est jubilada y vive en Missouri, Estados Unidos

AGRADECIMIENTOS

Este libro no existira de no ser por dos personas muy especiales, dos almas que me acogieron bajo sus protectoras alas y pacientemente me animaron a volar, a remontarme. Mis ms efusivas gracias a Jeannette Grimme y Carri Garrison por compartir este viaje literario con una profundidad ms all de toda medida.

Gracias al escritor Stephen Mitchell por su valiosa colaboracin y por animarme con estas palabras: Si no he traducido siempre las palabras, cuando menos he intentado traducir siempre su significado.

Gracias a Og Mandino, al doctor Wayne Dyer y a la doctora Elisabeth Kbler-Ross, todos ellos escritores y profesores de talento y personas autnticas.

Gracias al joven Marshall Bal por dedicar su vida a la enseanza.

Gracias tambin a ta Nola, al doctor Edward J. Stegman, a Georgia Lewis, Peg Smith, Dorothea Wolcott, Jenny Decker, Jana Hawkins, Sandford Dean, Nancy Hoflund, Hanley Thomas, a la reverenda Marilyn Reiger, al reverendo Richard Reiger, a Walt Bondine, Jack Small, Jeff Small y Wayne Baker de Arrow Printing, a Stephanie Gunning y Susan Moldow de Harper-Collins, a Robyn Bem, a Candice Fuhrman, y muy especialmente a Steve Morgan, presidente de MM Co.

El hombre no teje la trama de la vida, no es ms que una de sus hebras. Todo lo que le hace a la trama, se lo hace a s mismo.

JEFE INDIO SEATTLE

El nico modo de superar una prueba es realizarla.

Es inevitable.

EL ANCIANO CISNE NEGRO REAL

Slo cuando se haya talado el ltimo rbol, slo cuando se haya envenenado el ltimo ro, slo cuando se haya pescado el ltimo pez; slo entonces descubrirs que el dinero no es comestible.

PROFECA DE LOS INDIOS CREE

Nac con las manos vacas, morir con las manos vacas.

He visto la vida en su mxima expresin, con la manos vacas.

MARLO MORGAN

Dedico este libro a mi madre, a mis hijos Carri y Steve, a mi yerno Greg, a mis nietos Sean Janning y Michael Lee, y muy especialmente a mi padre.

DE LA AUTORA AL LECTOR

Este libro est basado en hechos reales e inspirado en una experiencia personal. Como podrn comprobar, yo no dispona de un cuaderno de notas. Se vende como novela para proteger a la pequea tribu de aborgenes de posibles problemas legales. He omitido detalles para complacer a amigos que no desean ser identificados y para garantizar que el emplazamiento de nuestro lugar sagrado contine siendo secreto.

He incluido informacin histrica importante para ahorrar al lector consultas bibliogrficas. Tambin les ahorrar un viaje a Australia. La situacin actual de los aborgenes es fcilmente observable en cualquier ciudad de Estados Unidos, donde la gente de color vive en un barrio concreto, ms de la mitad se encuentra en el paro, y la que tiene empleo realiza los peores trabajos. Su cultura parece haberse perdido; como los indgenas americanos, se han visto forzados a vivir en los lugares que se les asigna, y durante generaciones les han prohibido practicar sus ritos sagrados.

Lo que no les puedo ahorrar es este mensaje!

Da la impresin de que tanto en Amrica como en frica y Australia se est intentando mejorar las relaciones interraciales. Sin embargo, en algn lugar del rido corazn del Outback perdura un latido lento, firme y antiguo, y existe un grupo incomparable de personas a las que no les preocupa el racismo sino nicamente su prjimo y el entorno que lo rodea. Quien comprende esa pulsacin comprende mejor al ser humano o la esencia humana.

Este libro fue una obra pacfica que yo misma publiqu y que se convirti en motivo de controversia. De su lectura se desprendern varias posibles conclusiones. Al lector podra parecerle que el hombre al que me refiero como intrprete no respet aos atrs las leyes y normas del gobierno en cuanto a censo, impuestos, votaciones, explotacin del suelo, licencia de minas, registro de muertes y nacimientos, etc. Tambin es posible que ayudara a otros miembros de la tribu a infringirlas. Me han pedido que diera a conocer a este hombre y que condujera a un grupo por el desierto, siguiendo la misma ruta que hicimos nosotros. Pero me he negado. Habr por tanto quien diga tal vez que soy culpable de ayudar a esas personas a incumplir las leyes, o que miento y esa gente no existe ya que no he dado a conocer a los miembros de la tribu.

sta es mi respuesta: no hablo en nombre de los aborgenes australianos. Hablo tan slo en nombre de un pequeo grupo del Outback, al que denominan los Salvajes o los Antiguos. Volv a visitarlos y regres a Estados Unidos a finales de diciembre de 1993. Y nuevamente me bendijeron y aprobaron el modo en que estaba realizando esta misin.

Para mis lectores tengo una advertencia: algunas personas slo piden un entretenimiento. As que si usted es una de ellas, tendr que pedirle que lea, disfrute y olvide, como hara con cualquier otro buen espectculo. Aunque considere este libro como una novela, no quedar decepcionado, pues merece el dinero que ha pagado por ella.

Si por el contrario quien lee estas pginas es de los que escuchan los mensajes, ste le llegar alto y claro. Lo sentir en las entraas, en el corazn, en la cabeza y en la mdula de los huesos. Sabe una cosa? Muy bien podra haber sido usted el elegido para este walkabout (); y, crame, muchas veces deseara que as fuera.

Todos debemos vivir nuestras propias experiencias en una regin inexplorada, slo que las mas ocurrieron realmente en el Outback. Pero me limit a hacer lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar.

Ojal estas gentes conmuevan su corazn cuando pasen estas pginas. Escrib las palabras en ingls, pero su verdad no conoce idiomas. Les sugiero que prueben el mensaje, disfruten de lo que les parezca adecuado y desechen el resto. Despus de todo, sa es la ley del cosmos. Siguiendo las tradiciones de la gente del desierto, tambin yo he adoptado un nuevo nombre para reflejar un nuevo talento.

Con mis mejores deseos,

Lengua que Viaja

1

LA DISTINGUIDA INVITADA

Al parecer debera haber recibido algn tipo de aviso, pero yo no me percat de nada. Los acontecimientos ya se haban desencadenado. El grupo de depredadores se hallaba sentado a kilmetros de distancia aguardando su presa. Al da siguiente, una etiqueta sobre el equipaje que yo haba deshecho una hora antes rezara sin reclamar y ste permanecera almacenado, un mes tras otro. Iba a convertirme en uno de tantos norteamericanos desaparecidos en un pas extranjero.

Era una sofocante maana de octubre. Estaba de pie con la vista fija en el camino de entrada al hotel australiano de cinco estrellas, esperando a un mensajero desconocido. En lugar de recibir una advertencia, m corazn cantaba. Me senta muy bien, excitada, triunfante y preparada. Interiormente me deca: Hoy es mi da.

Un jeep descubierto enfil la entrada circular. Recuerdo que o el chirrido de los neumticos sobre el pavimento humeante. Una fina llovizna roci el metal oxidado por encima del follaje de los cayeputi intensamente rojos que flanqueaban el sendero. El jeep se detuvo y el conductor, un aborigen de treinta aos, me hizo un gesto con la mano para que me acercara. l buscaba a una americana rubia. Yo esperaba que me escoltaran a una reunin tribal aborigen. Bajo la mirada crtica de ojos azules del portero aussie* (australiano), el conductor y yo convinimos mentalmente en nuestro acierto.

Antes incluso de realizar torpes esfuerzos para subir al vehculo todo terreno a causa de los tacones, result evidente que me haba vestido de forma inadecuada. El joven conductor que tena a mi derecha llevaba pantalones cortos, una sucia camiseta blanca y zapatillas de tenis sin calcetines. Yo haba supuesto que utilizaran un automvil normal, tal vez un Holden, el orgullo de la industria automovilstica australiana, cuando me dijeron que pasaran a buscarme. Jams hubiera imaginado que me enviaran un vehculo completamente abierto. Bueno, en cuestin de vestuario prefera pecar por exceso que por defecto para asistir a una reunin en mi honor, con banquete y entrega de premio.

Me present. l se limit a asentir y actu como si supiera quin era yo. El portero frunci el ceo cuando pasamos por delante de l. Recorrimos las calles de la ciudad costera dejando atrs las hileras de casas con porche, las cafeteras y los parques de cemento sin hierba. Me aferr a la manilla de la puerta cuando dimos la vuelta a una plaza circular en la que convergan seis carreteras. Cuando enfilamos una de ellas, el sol qued a mi espalda. El traje de chaqueta de color melocotn que me haba comprado y la blusa de seda a juego empezaban a darme calor. Supuse que el edificio estara al otro lado de la ciudad, pero me equivocaba. Entramos en la carretera principal, que discurra paralela a la costa. Al parecer la reunin se llevaba a cabo fuera de la ciudad, ms lejos del hotel de lo que yo esperaba. Me quit la chaqueta, pensando en lo estpida que haba sido por no haberme informado mejor. Al menos llevaba un cepillo en el bolso, y la media melena teida y recogida en una elegante trenza.

No haba perdido la curiosidad tras recibir la primera llamada telefnica, aunque no poda decir que aquello me cogiera realmente por sorpresa. Despus de todo, no era la primera muestra cvica de reconocimiento que reciba, y mi proyecto haba tenido un gran xito. Tarde o temprano haba de notarse mi trabajo con los aborgenes adultos que vivan en las ciudades, en un ambiente marginal, que haban demostrado abiertamente tendencias suicidas, y en quienes haba conseguido inculcar el sentido de la utilidad y del xito financiero. Me sorprendi que la tribu de la que proceda la invitacin viviera a tres mil doscientos kilmetros, en la costa opuesta del continente, porque yo saba muy poco de las naciones aborgenes, excepto los comentarios superficiales que oa ocasionalmente. No saba si se trataba de una raza comn o si, al igual que los nativos americanos, existan grandes diferencias entre sus distintas lenguas.

Senta curiosidad sobre todo por saber qu pensaban regalarme. Otra placa grabada de madera para almacenar en Kansas City? Un simple ramo de flores? No, no podan ser flores, con cuarenta grados de temperatura; adems, resultaran muy engorrosas de llevar en el vuelo de regreso. El conductor haba llegado puntual, a las doce del medioda, como se haba acordado. As que, por lgica, estaba segura de que me ofreceran un almuerzo. Me pregunt qu demonios nos pondra para comer una asamblea de nativos. Esperaba que no fuera la tradicional comida australiana servida por un proveedor. Tal vez se tratara de un buffet improvisado y por primera vez podra probar platos aborgenes.

Esperaba ver una mesa cubierta de pintorescos cacharros. Me dispona a pasar por una experiencia maravillosa y nica y esperaba con ansia que fuera un da memorable. En el bolso, que haba comprado expresamente para la ocasin, llevaba una cmara fotogrfica de 35 mm y un pequeo magnetfono. No me haban dicho nada sobre micrfonos ni focos, ni me haban hablado de que pronunciara un discurso, pero yo iba preparada. Una de mis mayores cualidades era la previsin. Despus de todo tena cincuenta aos y en mi vida haba sufrido la suficiente vergenza y desilusin como para saber adoptar planes alternativos. Mis amigos destacaban mi eficacia. Siempre con un plan B en la manga, les oa comentar.

Un tren de carretera (como llaman los australianos a un grupo de enormes camiones remolque circulando en convoy) pas por nuestro lado en direccin opuesta. Los camiones emergieron de repente de las ondulaciones que produca el calor en el aire, justo en el centro de la carretera. Sal de mi ensoacin con una sacudida cuando el chfer dio un volantazo y dejamos la carretera para enfilar un camino de tierra desigual que se extenda durante kilmetros en medio de una niebla de polvo rojo. En algn lugar desaparecieron los dos profundos surcos y me di cuenta de que ya no haba camino delante de nosotros, bamos haciendo eses entre los arbustos y dando tumbos por el desierto accidentado y arenoso. Intent entablar conversacin varias veces, pero el ruido del vehculo descubierto, el roce de los bajos del chasis y los botes que daba mi cuerpo lo hacan imposible. Tena que mantener las mandbulas apretadas con fuerza para no morderme la lengua. Evidentemente, el chfer no tena inters en entablar conversacin.

La cabeza me rebotaba como si fuera una mueca de trapo. Cada vez haca ms calor. Tena la impresin de que las medias se me haban derretido en los pies, pero tema quitarme los zapatos por miedo a que salieran disparados a la planicie cobriza que nos rodeaba hasta donde alcanzaba la vista. No confiaba en que el conductor mudo se detuviera para recogerlos. Cada vez que se me empaaban las gafas de sol, me las limpiaba con el borde de la combinacin. El movimiento de los brazos abra la compuerta a un ro de sudor. Notaba que el maquillaje se estaba disolviendo y me imaginaba el colorete rosado de las mejillas resbalndome en churretes rojos hasta el cuello. Habran de concederme veinte minutos para arreglarme antes de la presentacin. Insistira!

Mir el reloj; haban transcurrido dos horas desde que entramos en el desierto. Haca aos que no pasaba tanto calor y que no me senta tan incmoda. El conductor permaneca callado, salvo algn canturreo ocasional. De pronto me di cuenta: No se haba presentado! Quiz no me hallaba en el vehculo correcto! Pero eso era una tontera. Yo no poda bajarme, y l desde luego pareca seguro de llevar la pasajera correcta.

Cuatro horas ms tarde nos acercbamos a una construccin de hojalata ondulada. En el exterior arda un pequeo fuego y dos mujeres aborgenes se levantaron al vernos. Ambas eran bajas y de mediana edad, iban escasamente vestidas y nos recibieron con una clida sonrisa. Una de ellas llevaba una cinta en el pelo de la que escapaban gruesos rizos negros en extraos ngulos. Las dos parecan delgadas y atlticas, con rostros llenos y redondos en los que relucan los ojos castaos. Cuando me baj del jeep, mi chfer dijo: Por cierto, soy el nico que habla ingls. Ser tu intrprete, tu amigo.

Fantstico! pens. Me he gastado setecientos dlares en el billete de avin, la habitacin del hotel y ropa nueva para mi presentacin a los nativos australianos, y ahora resulta que no saben ingls ni deben tener idea de la moda actual.

Bueno, all estaba, as que ms vala que intentara adaptarme, aunque en el fondo saba que no poda.

Las mujeres hablaron con speros sonidos extraos que no parecan frases sino palabras sueltas. Mi intrprete se volvi hacia m y me explic que deba limpiarme para poder asistir a la reunin. No comprend a qu se refera. Era cierto que estaba cubierta de varias capas de polvo y sudor por el viaje, pero no pareca que se fuera el significado. Me tendi una pieza de tela para envolverme el cuerpo, y que al desplegarla adquiri el aspecto de un harapo. Me dijeron que deba quitarme la ropa y ponrmelo. Qu? pregunt, incrdula. Habla en serio? l repiti las instrucciones con severidad. Mir a mi alrededor buscando un lugar donde cambiarme; no haba ninguno. Qu poda hacer? El viaje haba sido demasiado largo y haba soportado excesivas incomodidades como para negarme al final. El joven se alej. Oh, qu ms da. Estar ms fresca que ahora, me dije. As pues, con la mayor discrecin posible, me quit la ropa nueva y manchada, la dobl con esmero y me puse el atuendo nativo. Coloqu mis cosas sobre la piedra que momentos antes haba servido de asiento a las mujeres en su espera. Me sent ridcula con aquel trapo descolorido y lament haberme gastado el dinero en ropa para causar buena impresin. El joven reapareci. Tambin l se haba mudado.

Se acerc a m casi desnudo, vestido nicamente con un trapo a modo de baador y descalzo, como las mujeres junto al fuego. Me dio entonces instrucciones de quitrmelo todo: zapatos, medias, ropa interior, y todas las joyas, incluso los pasadores con que me sujetaba el pelo. Lentamente mi curiosidad empezaba a disiparse para dar paso a la aprensin; aun as hice lo que me peda.

Recuerdo que met las joyas en un zapato. Tambin hice algo que parece ser natural en las mujeres, aunque estoy segura de que no nos ensean a hacerlo: coloqu la ropa interior escondida entre las dems prendas.

Un manto de espeso humo gris se elev de los rescoldos cuando aadieron ms maleza seca. La mujer de la cinta en el pelo cogi lo que pareca el ala de un enorme halcn negro y lo abri para formar un abanico. Lo agit frente a m desde la cabeza a los pies. El humo se arremolin, sofocndome. Luego la mujer movi el dedo ndice en un crculo, lo que interpret como date la vuelta. El ritual del humo se repiti a mi espalda. Despus me dijeron que pasara por encima del fuego y a travs del humo.

Finalmente me dijeron que haba quedado limpia y que poda entrar en el cobertizo metlico. Cuando mi escolta masculino de color bronce rode conmigo el fuego en direccin a la entrada, vi que la misma mujer recoga todas mis cosas. Las sostuvo en alto sobre las llamas. Me mir, sonri, y al tiempo que nos reconocamos con la mirada, dej caer los tesoros que tena en las manos. Todas mis pertenencias arrojadas al fuego! La mujer me indic entonces con un gesto que pasara sobre el fuego atravesando el humo.

Por un momento m corazn dej de latir; lanc un profundo suspiro. No comprendo cmo no solt un grito de protesta y corr inmediatamente a recuperarlo todo. Pero no lo hice. La expresin del rostro de la mujer indicaba que su accin careca de malicia; lo haba hecho como el que ofrece a un extrao una inslita muestra de hospitalidad. Es slo una ignorante pens. No entiende de tarjetas de crdito ni de documentos importantes. Di gracias por haber dejado el billete de avin en el hotel. All tena tambin ms ropa, y ya me las ingeniara para atravesar el vestbulo con aquel atuendo cuando llegara el momento. Recuerdo que me dije: Hey, Marlo, eres una persona tolerante. No vale la pena que te salga una lcera por esto. Pero tom nota mentalmente de sacar ms tarde uno de los anillos de entre las cenizas. Con un poco de suerte el fuego se extinguira antes de que tuviera que volver a la ciudad en el jeep.

Pero no iba a ser as.

Slo despus comprend la simbologa que encerraba el acto de quitarme las valiosas joyas que yo consideraba tan necesarias. An me faltaba aprender que, para aquella gente, el tiempo no tena absolutamente nada que ver con las horas del reloj de oro y diamantes entregado para siempre al fuego.

Mucho tiempo despus comprendera que aquella liberacin del apego a los objetos y a ciertas creencias era un paso imprescindible en mi desarrollo humano hacia el ser.

2

VOTOS FALSOS EN LA URNA

Entramos por el lado abierto del cobertizo, formado por tres paredes y un techo. En realidad no haba necesidad de puerta ni ventanas. Se haba construido sencillamente para dar sombra o quiz como refugio para ovejas. En el interior, otro fuego rodeado por piedras intensificaba el calor. El espacio no pareca estar acondicionado: no haba sillas, pavimento, ni ventilador; no tena luz elctrica. Aquel lugar estaba hecho de hojalata ondulada, que se sostena precariamente en pie gracias a unos maderos viejos y podridos.

Mis ojos se adaptaron rpidamente a la penumbra y al humo, pese a la luminosidad a que haban estado expuestos durante las cuatro horas anteriores. Haba un grupo de aborgenes adultos de pie o sentados en la arena. Los hombres llevaban vistosas cintas de colores en la cabeza y plumas sujetas a los brazos y en torno a los tobillos. Vestan el mismo tipo de taparrabos que el conductor. ste no iba pintado, pero los dems tenan dibujos en el rostro, los brazos y las piernas. Haban usado el blanco para hacer puntos, rayas y otras figuras ms complejas. Dibujos de lagartos adornaban sus brazos, mientras que en las piernas y la espalda ostentaban serpientes, canguros y pjaros.

Las mujeres eran menos festivas. Tenan aproximadamente mi estatura: cerca del metro setenta. La mayora eran mayores, pero tenan la piel achocolatada, de aspecto suave y saludable. No vi ninguna con el pelo largo; la mayora lo tena rizado y muy corto. Las que lo tenan ms largo lo llevaban bien sujeto con una estrecha cinta entrecruzada alrededor de la cabeza. Una anciana de cabellos blancos que estaba cerca de la entrada llevaba una guirnalda de flores pintada a mano en torno al cuello y los tobillos. Las hojas, dibujadas al detalle y las flores con sus estambres constituan el toque artstico. Todas las mujeres vestan dos piezas de tela o una prenda atada en torno al cuerpo como la ma. No vi nios pequeos, slo un adolescente.

Mi mirada fue atrada por el hombre que luca el atuendo ms trabajado de todos. Tena los cabellos negros salpicados de gris, y la barba recortada acentuaba la fuerza y la dignidad de su rostro. En la cabeza llevaba un asombroso tocado hecho de brillantes plumas de papagayo. Tambin l se haba adornado brazos y tobillos con plumas. Alrededor de la cintura llevaba atados diversos objetos y ostentaba un peto circular de intrincada artesana, hecho de piedras y semillas. Algunas mujeres llevaban objetos similares aunque ms pequeos, a modo de collares.

El hombre tendi sus manos hacia mi, sonriente. Cuando mir sus ojos negros y aterciopelados tuve una sensacin de paz y seguridad absolutas. Creo que tena el rostro ms amable que jams he visto.

No obstante, mis emociones eran contradictorias. Los rostros pintados y los hombres de pie al fondo con lanzas afiladas como cuchillas me atemorizaban y, sin embargo, todos tenan una agradable expresin, y un sentimiento de bienestar y amistad pareca impregnar el ambiente. Consegu controlar mis emociones juzgando mi propia estupidez. Aquello no se pareca ni remotamente a lo que haba esperado hallar. Ni en sueos habra podido imaginar una atmsfera tan amenazadora en la que hubiera tanta gente con aspecto amable. Si m cmara no hubiera sido devorada por las llamas en el exterior de la choza, habra podido hacer hermosas diapositivas para mostrar a un pblico cautivado de parientes o amigos. Mis pensamientos volvieron al fuego. Qu ms se estaba quemando? Me estremec al pensarlo: el permiso de conduccin internacional, billetes australianos de color naranja, el billete de cien dlares que haba llevado durante aos en un compartimento secreto de mi monedero y que databa de mi poca juvenil como empleada de una compaa telefnica, uno de mis pintalabios favoritos, imposible de encontrar en este pas, el reloj de diamantes, y el anillo que me regal la ta Nola cuando cumpl dieciocho aos; todo eso alimentaba el fuego.

Mi inquietud se desvaneci cuando Outa, el intrprete, me present a la tribu. l pronunciaba su nombre alargando la u, y luego terminaba bruscamente con el ta.

Los aborgenes se referan al hombre fraternal de los increbles ojos como el Anciano de la Tribu. No era el hombre ms anciano del grupo, sino ms bien lo que nosotros consideraramos un jefe.

Una mujer se puso a entrechocar unos palos y pronto otros la imitaron. Los que portaban las lanzas empezaron a golpear el suelo con ellas, y algunos daban palmadas. Todo el grupo empez a cantar y salmodiar. Con un ademn de la mano me invitaron a sentarme en el suelo de arena. El grupo celebraba un corroboree o fiesta. Al terminar una cancin se iniciaba otra. Yo ya haba notado que algunos llevaban en los tobillos brazaletes hechos de grandes vainas, y cuando las semillas secas que stas contenan se convirtieron en carracas pasaron a ser el centro de atencin. En algunos momentos bailaba una sola mujer, luego un grupo. Algunas veces los hombres bailaban solos, otras los acompaaron las mujeres. Estaban compartiendo su historia conmigo.

Finalmente el ritmo de la msica se soseg, y los movimientos fueron ejecutndose mucho ms despacio hasta que cesaron por completo. Tan slo qued un ritmo muy regular que pareca sincronizado con los latidos de mi corazn. Todos permanecieron inmviles y en silencio. Miraron a su jefe. ste se levant y se acerc hasta situarse frente a m, con una sonrisa en los labios. Reinaba una indescriptible atmsfera de armona. Yo tena la sensacin de que ramos viejos amigos, pero no era cierto, claro. Supuse que su presencia me haca sentir cmoda y lo acept, sencillamente.

El Anciano se quit un largo tubo de piel de ornitorrinco que llevaba atado a la cintura y lo sacudi en alto, lo abri por el extremo y esparci el contenido en el suelo. A mi alrededor haba rocas, huesos, dientes, plumas y discos de cuero. Varios miembros de la tribu sealaron el lugar en que haba cado cada objeto. Para hacer las marcas en el suelo utilizaron indistintamente los dedos de los pies y de las manos. Despus volvieron a meter los objetos en la bolsa. El Anciano dijo algo y me la tendi. Aquello pareca Las Vegas, as que sostuve el tubo en el aire y lo sacud. Repet el juego abriendo el extremo y arrojando el contenido, sin controlar en absoluto dnde caa cada objeto. Dos hombres a cuatro patas midieron la distancia entre el lugar donde haban cado mis objetos y los del Anciano, tomando como referencia la longitud del pie de otro aborigen. Algunos miembros del grupo intercambiaron unos cuantos comentarios, pero Outa no se ofreci a traducrmelos.

Hicimos varias pruebas esa tarde. En una de las ms impresionantes se utilizaba una pieza de fruta de piel gruesa como la del pltano, pero en forma de pera. Me dieron la fruta de color verde claro y me pidieron que la bendijera. No tena la menor idea de lo que eso significaba, as que me limit a decir mentalmente, Seor mo, por favor, bendice este alimento, y se la devolv al Anciano. ste cogi un cuchillo, cort la parte superior y empez a pelarla. En lugar de pelarse hacia abajo como un pltano, la corteza se enrollaba en espirales. Todos los rostros se volvieron hacia mi. Me sent incmoda con aquellos ojos oscuros fijos en m. Ah, dijeron todos al unsono, como si lo hubieran ensayado. Ocurra lo mismo cada vez que el Anciano pelaba un trozo. Yo no saba si cada ah significaba algo bueno o malo, pero me pareci notar que la piel no se enroscaba normalmente cuando la cortaba y que, cualesquiera que fuesen los resultados de las pruebas, haba conseguido pasarlas.

Una mujer joven se acerc a m con una bandeja llena de piedras. Probablemente era un trozo de cartn ms que una bandeja, pero haba un montn de piedras tan alto que no poda ver el recipiente. Outa me mir muy serio y dijo: Elige una. Elgela con acierto. Tiene el poder de salvarte la vida.

Al punto not que se me pona la carne de gallina, a pesar de que tena calor y sudaba. Mis tripas reaccionaron con sonidos caractersticos. Los msculos contrados de mi estmago indicaban: Qu significa eso? Poder para salvarme la vida!

Mir las piedras. Todas parecan iguales. En ninguna vi nada de particular. Sencillamente eran guijarros de color gris rojizo y del tamao aproximado de una moneda de cinco centavos o de un cuarto de dlar. Dese que alguna brillara o pareciera especial. No tuve suerte. As que fing: las mir como si realmente las estuviera estudiando, y luego eleg una de encima y la levant con aire triunfal. En los rostros que me rodeaban se dibujaron sonrisas radiantes de aprobacin, y yo me alegr mentalmente: He escogido la piedra correcta!

Pero qu iba a hacer con ella? No poda dejarla caer y herir los sentimientos de aquella gente. Despus de todo, aquella piedra no significaba nada para m, aunque a ellos les pareciera importante. No tena bolsillos donde guardarla, as que me la met por el escote del atuendo que llevaba en ese momento, el nico lugar en que se me ocurri ponerla. Pronto me olvid de la piedra puesta a buen recaudo en el bolsillo de la naturaleza.

Despus de esto apagaron el fuego, desmontaron los instrumentos, recogieron sus escasas pertenencias y salieron al desierto. Sus torsos morenos, casi desnudos, brillaban bajo el fuerte sol mientras se colocaban en fila para el viaje. Al parecer la reunin haba concluido.., sin almuerzo y sin premio. Outa fue el ltimo en salir, pero tambin l ech a andar. Tras recorrer unos metros, se volvi y dijo:

Ven. Nos vamos.

Adnde vamos? pregunt.

De walkabout.

Adnde?

Al interior de Australia.

Fantstico! Cunto durar eso?

Aproximadamente tres cambios completos de la Luna.

Te refieres a caminar durante tres meses?

S, tres meses ms o menos.

Suspir profundamente. Luego anunci a Outa, que permaneca inmvil en la distancia:

Bueno, eso suena muy divertido, pero vers, no puedo ir. Hoy no es precisamente un buen da para que me marche. Tengo responsabilidades, obligaciones, un alquiler, facturas sin pagar. No he hecho los preparativos. Necesitara tiempo para arreglar las cosas antes de salir de excursin o de acampada. Quiz t no lo comprendas; yo no soy australiana, soy americana. No puedo ir a un pas extranjero y desaparecer. Tus funcionarios de inmigracin se alarmaran y mi gobierno enviara helicpteros a buscarme. Quizs en otra ocasin pueda acompaaros, si lo s con suficiente antelacin, pero hoy no. Hoy no me puedo ir con vosotros. Hoy no es un buen da, sencillamente.

Outa sonro.

Todo est en orden. Todo el mundo sabr lo que necesite saber. Mi gente oy tu grito de auxilio. Si alguien de la tribu hubiera votado en tu contra, no haran este viaje. Te han puesto a prueba y te han aceptado. Es un honor excepcional que no puedo explicar. Debes vivir la experiencia. Es muy importante que lo hagas en esta vida. Es para lo que has nacido. La Divina Unidad ha intervenido; es tu mensaje. No puedo decirte ms.

-Ven. Sguenos. Dio media vuelta y se alej caminando.

Yo me qued all parada, mirando el desierto australiano. Era vasto y desolado, aunque hermoso y, como las pilas Energizer, pareca durar y durar y durar. El jeep segua all, con la llave puesta en el contacto. Pero por dnde habamos venido? No haba visto carretera alguna durante horas, tan slo giros y ms giros. No tena zapatos, ni agua, ni comida. La temperatura del desierto en aquella poca del ao oscilaba entre los 38 y los 55 grados centgrados. Me alegraba de que hubieran votado aceptarme pero, y mi voto? Tena la impresin de que la decisin no dependa de m.

No quera ir. Me pedan que pusiera mi vida en sus manos. Acababa de conocer a aquella gente con la que ni siquiera poda hablar. Y si perda mi trabajo? Ya era bastante precario; no tena la menor seguridad de que algn da cobrara una pensin. Era una locura! Por supuesto que no poda irme!

Pens: Seguro que hay dos partes. Primero juegan aqu, en este cobertizo, y luego salen al desierto y juegan un poco ms. No irn muy lejos; no tienen comida. Lo peor que podra ocurrirme es que quisieran que pasara la noche ah fuera. Pero no, simplemente con mirarme ya se habrn dado cuenta de que no tengo madera de campista. Soy una mujer de ciudad, de las que toma baos espumosos! Pero prosegu puedo hacerlo si es necesario. Me mostrar tajante puesto que ya he pagado una noche en el hotel. Les dir que debo regresar maana antes de la hora en que he de dejar la habitacin. No voy a pagar un da ms slo por complacer a esta gente estpida y analfabeta.

Contempl al grupo, que segua caminando y que cada vez pareca ms pequeo. No tuve tiempo de usar mi mtodo Libra de sopesar pros y contras. Cuanto ms tiempo permaneca all pensando en qu hacer, ms se alejaban ellos de mi vista. Las palabras exactas que pronunci estn grabadas en mi memoria con tanta claridad como si fueran una hermosa incrustacin en lustrosa madera. De acuerdo, Dios. S que tienes un peculiar sentido del humoi pero esta vez de verdad que no te entiendo!

Con unos sentimientos que oscilaban rpidamente entre el miedo, el asombro, la incredulidad y la parlisis total, ech a andar en pos de la tribu de aborgenes que se llaman a s mismos los Autnticos.

No estaba atada ni amordazada, pero me senta prisionera. Me pareca ser la vctima de una marcha forzada hacia lo desconocido.

3

UN CALZADO NATURAL

Haba recorrido una corta distancia cuando not un dolor punzante en los pies. Mir hacia abajo y vi que me asomaban unas espinas. Me las arranqu, pero cada vez que daba un paso me clavaba ms. Intent avanzar saltando sobre un pie y extrayendo al mismo tiempo las lacerantes agujas del otro. A los miembros del grupo que se volvan para mirarme les debi parecer cmico. Sonrieron de oreja a oreja. Outa se detuvo para esperarme, y la expresin de su rostro pareca ms comprensiva cuando dijo: Olvdate del dolor. Scate las espinas cuando acampemos. Aprende a resistir. Fija la atencin en otra cosa. Despus nos ocuparemos de tus pies. Ahora no puedes hacer nada.

La frase Fija la atencin en otra cosa fue la que tuvo un mayor significado para mi. He trabajado como mdico con cientos de personas que sufran, sobre todo en los ltimos quince aos en que me he especializado en acupuntura. En situaciones terminales, a menudo el paciente debe decidir entre tomar una droga que le deje inconsciente o someterse a la acupuntura. En mi programa educativo a domicilio he utilizado esas mismas palabras. Esperaba que mis pacientes fueran capaces de hacerlo y ahora alguien esperaba lo mismo de mi. Del dicho al hecho hay un gran trecho, pero lo consegu.

Al cabo de un rato nos detuvimos para descansar un momento y descubr que la mayora de las puntas se haban partido. Los cortes sangraban y las agujas se me haban metido debajo de la piel. Caminbamos sobre spinfex. Es lo que los botnicos llaman hierba de playa, que se aferra a la arena y sobrevive donde hay poca agua gracias a sus hojas afiladas como cuchillos. La palabra hierba es muy engaosa porque esa planta no se parece a ninguna hierba que yo conozca, no slo porque sus hojas cortan sino porque adems las agujas que sobresalen de ella son como espinas de cactos. Al penetrar en mis pies me dejaron la piel irritada, roja, hinchada y escocida. Por suerte soy una mujer aficionada al aire libre, que disfruta tomando el sol moderadamente y que a menudo camina descalza, pero las plantas de mis pies no estaban en absoluto preparadas para el trato que les aguardaba. El dolor no cesaba y me brot sangre de todos los tonos, desde el rojo brillante hasta el marrn oscuro, a pesar de que yo trataba de no pensar en ello. Al mirarme los pies ya no distingua la laca descascarillada de las uas, del rojo de la sangre. Finalmente se me quedaron insensibles.

Caminbamos en completo silencio. Pareca muy extrao que nadie dijera nada. La arena estaba caliente, aunque no quemaba. El sol era clido, pero no insoportable. De tanto en tanto el mundo pareca apiadarse de m y me proporcionaba una breve brisa de aire fresco. Cuando miraba ms all del grupo, no distingua una lnea claramente definida entre el cielo y la tierra. En todas direcciones se repeta la misma escena, como una acuarela, en la que el cielo se mezclaba con la arena. Mi mente cientfica quera mitigar el vaco con unos lmites. Una formacin de nubes a miles de metros por encima de nuestras cabezas haca que un solitario rbol en el horizonte pareciera una con su punto. Tan slo oa el crujido de los pies sobre la tierra, como si unas tiras de Velcro se unieran y se separaran repetidamente. De vez en cuando alguna criatura del desierto rompa la monotona al moverse en un arbusto cercano. Un gran halcn pardo apareci de la nada y sobrevol encima de m cabeza en crculos. Sent que en cierto modo vigilaba mi avance. No se acerc a ninguno de los otros, pero yo tena un aspecto tan diferente al de los dems que pens que tal vez necesitaba inspeccionarme ms de cerca.

Sin previo aviso, la columna dej de caminar hacia el frente y se desvi. Me cogieron por sorpresa; no se haba dado ninguna instruccin de variar el rumbo. Todo el mundo pareci darse cuenta menos yo. Pens que tal vez ellos se supieran el camino de memoria, pero era evidente que no seguamos ningn camino en la arena con spinifex. Caminbamos sin rumbo por el desierto.

Mi cabeza era un torbellino de pensamientos. En el silencio me resultaba fcil observar mis pensamientos huyendo de un tema a otro. Estaba ocurriendo todo aquello realmente? Quiz fuera un sueo. Haban hablado de atravesar Australia. Eso no era posible! Caminar durante meses! Tampoco eso era razonable. Haban odo mi grito de auxilio. Qu significaba eso? Era algo a lo que estaba destinada... Menuda broma. No es que la ilusin de mi vida fuera precisamente sufrir explorando el Outback. Tambin me preocupaba la inquietud que mi desaparicin provocara en mis hijos, sobre todo en mi hija. Estbamos muy unidas. Pens en m casera, que era una matrona anciana y respetable. Si no pagaba el alquiler a tiempo, ella me ayudara a arreglar las cosas con los dueos. Apenas una semana antes haba alquilado un televisor y un aparato de video. Bueno, volver a tomar posesin de todo aquello sera una experiencia nica! En aquel momento no crea que estuviramos fuera ms de un da, como mucho. Despus de todo, no haba nada a la vista para comer o beber.

Me ech a rer. Era una broma ma, personal. Cuntas veces haba dicho que quera ganar un viaje extico con todos los gastos pagados? Ah lo tena, con provisiones incluidas. Ni siquiera tena que llevarme el cepillo de dientes. No era lo que yo haba pensado, desde luego, pero s lo que haba expresado ms de una vez.

A medida que avanzaba el da tena tantos cortes en las plantas y los lados de los pies que los cortes, la sangre coagulada y las hinchazones rojizas les daban el aspecto de unas extremidades feas, insensibles y teidas. Mis piernas estaban rgidas, los hombros quemados me escocan, y tena el rostro y los brazos en carne viva. Ese da caminamos durante unas tres horas. Los limites de m resistencia se expandan una y otra vez. A veces crea que si no me sentaba enseguida me desplomara. Entonces ocurra algo que atraa mi atencin. Apareca el halcn, lanzando sus extraos y horripilantes chillidos sobre mi cabeza, o alguien se pona a andar a mi lado y me ofreca un trago de agua de un recipiente de aspecto desconocido que no era de alfarera y que llevaba atado con una cuerda alrededor del cuello o la cintura. Milagrosamente la distraccin siempre me proporcionaba alas, me daba nuevas fuerzas, un nuevo soplo de aire. Por fin lleg el momento de detenerse para pasar la noche.

Inmediatamente todos tuvieron algo en que ocuparse. Encendieron un fuego sin usar cerillas, con un mtodo que record haber visto en el Manual del desierto para exploradoras. Yo nunca haba intentado hacer fuego dando vueltas a un palito en un agujero. Nuestros monitores no lo haban conseguido nunca. Apenas lograban producir el calor necesario para encender una llama diminuta, y al soplar sobre ella slo se consegua apagarla. En cambio aquella gente era muy experta. Algunos recogieron lea, y otros plantas. Dos hombres haban compartido una carga durante toda la tarde. Llevaban un trapo descolorido atado a dos largas lanzas, a modo de bolsa. Su contenido abultaba mientras caminaban, como si se tratara de enormes bolas. Lo depositaron en el suelo y sacaron varias cosas.

Una mujer muy anciana se acerc a mi. Pareca tan vieja como m abuela, que pasaba ya de los noventa. Sus cabellos tenan la blancura de la nieve. Unas suaves arrugas llenaban su rostro de pliegues. Su cuerpo era esbelto, fuerte y flexible, pero tena los pies tan secos y duros que parecan pezuas. Era la mujer que haba visto antes con la cinta de complicados dibujos, para el pelo, y los adornos en los tobillos. La anciana se quit una pequea bolsa de piel de serpiente que llevaba atada a la cintura y verti algo que pareca vaselina descolorida en la palma de su mano. Me enter de que era un ungento de aceite de hojas. Seal mis pies y yo asent a su oferta de ayuda. La mujer se sent frente a m, puso mis pies en su regazo, me frot el ungento en las llagas hinchadas y enton una cancin. Era una meloda tranquilizadora, casi como una nana. Le pregunt a Outa cul era su significado.

Le est pidiendo perdn a tus pies me contest. Les dice que los aprecias mucho. Les dice que todo el mundo en el grupo aprecia tus pies, y les pide que se pongan buenos y fuertes. Hace sonidos especiales para curar heridas y cortes. Tambin emite sonidos que extraen los fluidos de la hinchazn. Pide que tus pies se vuelvan fuertes y duros.

No fueron imaginaciones mas. Realmente not que la quemazn, el escozor y el dolor de las llagas empezaban a aplacarse, y sent un alivio progresivo. Mientras permaneca sentada con los pies en aquel regazo maternal, mi mente desafi la realidad de aquella experiencia. Cmo haba ocurrido? Dnde haba comenzado?

4

PREPARADOS, LISTOS, YA!

Empez en Kansas City. El recuerdo de aquella maana concreta se ha grabado de forma indeleble en mi memoria. El sol haba decidido honrarnos con su presencia tras ocultarse durante varios das. Yo haba ido temprano al consultorio con el propsito de prepararme para los pacientes con necesidades especiales. La recepcionista no sola llegar hasta dos horas ms tarde, y a m me gustaba aquel tranquilo intervalo de preparacin.

Mientras abra la puerta del consultorio con la llave, o que sonaba el telfono. Seria una emergencia? Quin poda llamar tan temprano y fuera de horas de trabajo? Me apresur a entrar en mi despacho para coger el telfono con una mano y darle al interruptor de la luz con la otra.

Me salud la voz excitada de un hombre. Era un australiano al que haba conocido en una conferencia mdica en California. Me llamaba desde Australia.

Buenos das. Qu le parecera trabajar en Australia unos cuantos aos?

Me qued muda y el telfono estuvo a punto de carseme de las manos.

Sigue ah? me pregunt.

S-s-s consegu balbucear. Dgame de qu se trata.

Me impresion tanto su extraordinario programa educativo de medicina preventiva que habl de usted a mis colegas. Quieren que consiga un visado para cinco aos y que se venga aqu. Me pidieron que la llamara. Podra confeccionar material educativo por escrito y ensear dentro de nuestro sistema de seguridad social. Sera maravilloso que pudiramos implantarlo, y adems a usted le dara la oportunidad de vivir en nuestro pas unos cuantos aos.

La sugerencia de abandonar la casa junto al lago en que viva, el consultorio acreditado y los pacientes que se haban convertido en amigos ntimos con el paso de los aos, fue como una estocada en mi tranquilidad, una intrusin como la que debe sentir el clavo al atravesar el tabln. Cierto que yo senta una gran curiosidad por la medicina pblica en la que se eliminan los beneficios econmicos del sistema sanitario privado, en el que las disciplinas funcionan conjuntamente sin que exista un abismo entre la medicina y los mdicos naturistas. Hallara colegas que se dedicaran realmente a la salud y a curar, a utilizar cualquier cosa que funcionase, o me hallara envuelta sencillamente en una nueva forma de manipulacin negativa, que es en lo que se ha convertido el tratamiento de las enfermedades en Estados Unidos?

Lo que ms me excit fue la mera mencin de Australia. Desde nia, hasta donde me alcanzaba la memoria, siempre haba sentido inters por leer todos los libros que caan en mis manos sobre las Antpodas. Desgraciadamente eran pocos. En el zoolgico buscaba siempre al canguro, y la rara oportunidad de ver un koala. En algn nivel oculto y misterioso era una bsqueda que siempre haba anhelado llevar a cabo. Me consideraba una mujer segura de s misma, educada, independiente y, que yo recordara, siempre haba tenido el ansia en el alma, la atraccin en el corazn, de visitar la tierra del otro lado del globo.

Pinselo me insti la voz australiana. Volver a llamarla dentro de quince das.

Desde luego no haba podido ser ms oportuno. Apenas dos semanas antes mi hija y su prometido haban establecido la fecha de la boda. Eso significaba que por primera vez en mi vida iba a ser libre para vivir en cualquier lugar de la Tierra que eligiera y para hacer cuanto deseara. Tanto mi hijo como mi hija me apoyaran plenamente, como de costumbre. Despus de mi divorcio, ms que hijos eran amigos ntimos. Pero ya eran adultos, tenan su propia vida, y yo experimentaba un deseo que se hacia realidad.

Seis semanas ms tarde, tras celebrarse la boda y haber transferido mi clientela, mi hija y una querida amiga me acompaaron al aeropuerto. Fue una extraa sensacin. Por primera vez en aos no tena coche, ni hogar, ni llaves; incluso las maletas que llevaba tenan cierres de combinacin. Me haba desembarazado de todas mis posesiones materiales excepto de unas cuantas cosas que haba depositado en un guardamuebles. Las reliquias de la familia se hallaban a salvo, al cuidado de mi hermana Patci. Mi amiga Jana me entreg un libro y nos abrazamos. Mi hija Carri sac una ltima foto y yo enfil la rampa alfombrada en rojo hacia una experiencia en el continente australiano. No conoca la magnitud de las lecciones que me aguardaban. Mi madre sola decirme:

Elige con prudencia, porque lo que pides podra muy bien ser lo que recibas. A pesar de que ella haba muerto varios aos antes, hasta el da que emprend el viaje no empec a comprender realmente la frase que tan a menudo repeta.

El vuelo desde el Medio Oeste hasta Australia es extraordinariamente largo. Por fortuna para los viajeros, incluso los grandes reactores tienen que detenerse peridicamente para repostar, por lo que se nos permiti respirar aire fresco al hacer escala en Hawai y de nuevo en Fidji. El reactor Qantas era espacioso. Las pelculas pertenecan al cine norteamericano ms taquillero del momento. Aun as, el viaje se hizo pesado.

En Australia el reloj va diecisiete horas por delante con respecto a Estados Unidos. Esto supone volar literalmente hacia el maana. Durante el viaje tuve que recordarme que al da siguiente el mundo seguira intacto y en marcha. En la tierra que nos aguardaba ya era el da siguiente. No era de extraar que los marinos de antao se congratularan alborozados cuando cruzaban el ecuador y la lnea marina imaginaria en que comienza el tiempo. An hoy este concepto asombra la mente.

Cuando llegamos a suelo australiano se fumig tanto el avin como a los pasajeros para evitar posibles agentes contaminantes en aquel aislado continente. En la agencia de viajes no me haban preparado para eso. Cuando aterriz el avin nos dijeron que permaneciramos sentados. Dos empleados de tierra recorrieron el avin desde la cabina del piloto hasta la cola blandiendo los aerosoles por encima de nuestras cabezas. Yo comprenda los motivos de los australianos, pero la comparacin entre m cuerpo y un insecto destructivo tena un efecto desmoralizador. Menuda bienvenida!

Al salir del aeropuerto me sent como en casa. De hecho hubiera dicho que an me hallaba en Estados Unidos de no ser porque el trfico transcurra en direccin opuesta a la nuestra. El taxista se sentaba tras el volante, a la derecha. Sugiri un cajero de cambio de moneda donde compr unos billetes de dlar demasiado grandes para mi monedero norteamericano, pero mucho ms vistosos y decorativos que los nuestros, y descubr unas maravillosas monedas de dos y veinte centavos.

En los aos que siguieron me acostumbr a Australia sin ninguna clase de problemas. Todas las ciudades importantes estn situadas en la costa. Todo el mundo est interesado en la playa y en los deportes acuticos. El pas tiene prcticamente los mismos kilmetros cuadrados que Estados Unidos y una forma similar, pero el interior es un yermo desolado. Yo conoca nuestro Painted Desert y el Valle de la Muerte. Sin embargo, a veces a los aussies les cuesta imaginar que en el corazn de Estados Unidos crezca el trigo y haya hileras interminables del alto maz amarillo. El interior de Australia resulta tan inhspito para la vida humana que el Real Servicio Areo de Medicina est siempre en funcionamiento. A los pilotos los envan incluso en misiones de rescate con gasolina o repuestos para automovilistas inmovilizados. A los pacientes los trasladan en aeroplano para recibir asistencia mdica. No hay hospitales en cientos de kilmetros a la redonda. El sistema educativo tiene adems un programa por radio para los nios que viven en las regiones ms remotas.

Las ciudades me parecieron muy modernas, con hoteles Hilton, Holiday Inn y Ramada, galeras comerciales, casas de moda y un trfico fluido. La comida era otra cosa. En mi opinin an estn aprendiendo a hacer algunas imitaciones bsicas de los platos tpicos norteamericanos, pero encontr un delicioso pastel de carne y patatas como el que haba comido en Inglaterra. Raras veces servan agua con las comidas, y nunca con cubitos.

Me encant la gente y su forma tan peculiar de utilizar la lengua inglesa.

En las tiendas me resultaba extrao cuando me daban las gracias antes de decir por favor. Ser un dlar gracias, seala el dependiente.

La cerveza es el gran tesoro nacional. Personalmente nunca me ha gustado demasiado la cerveza, as que no prob la variedad de la que estn tan orgullosos. Cada uno de los estados australianos tiene su propia cervecera y sus ciudadanos son muy susceptibles en cuestiones de lealtad, por ejemplo, a la Fosters Lager o ala Four X.

Los australianos utilizan palabras especificas para las diferentes nacionalidades. A menudo se refieren a los americanos como yanks, a un ciudadano de Nueva Zelanda como kiwi y a los britnicos como bloody poms. Una autoridad me explic que pom se refera al plumaje rojo de los militares europeos, pero otra persona afirm que proceda de las iniciales POM que exhiban en la ropa los convictos del siglo xix enviados a Australia; POM significaba Prisionero de Su Majestad*. (Las siglas se corresponden con el original en ingls, Prisoner of His Majesty. Bloody se emplea aqu coloquialmente y significa condenado, maldito, puetero. (N. de la T)

Lo que ms me gusta de los australianos es su entonacin cantarina al hablar. Por supuesto, me dijeron que era yo la que tena un acento diferente. Me parecieron gente muy acogedora, pues hacen que los extranjeros se encuentren como en casa y que desde un principio se sientan aceptados.

Los primeros das prob varios hoteles. Cada vez que me registraba en uno de ellos, me entregaban una jarrita metlica con leche. Observ que cada husped reciba la suya. En la habitacin encontraba una tetera elctrica, bolsitas de t y azcar. Al parecer los aussies adoran el t con leche y azcar. No tard mucho en descubrir que no era posible conseguir una taza de caf al estilo americano.

La primera vez que prob con un motel, su anciano propietario me pregunt si quera encargar el desayuno y me mostr un men escrito a mano. Solicit lo que quera y entonces l me pregunt a qu hora deseaba que me lo sirvieran en la habitacin. A la maana siguiente, mientras tomaba un bao, oi pasos que se acercaban a mi puerta, pero nadie entr ni llam. Lo que s o fue un extrao ruido parecido al de un portazo. Mientras me secaba, me lleg un olor a comida. Busqu por todas partes; no encontr nada, pero yo ola a comida sin lugar a dudas. Debe venir de la habitacin contigua, me dije.

Tard una hora ms o menos en prepararme y en hacer la maleta. Cuando estaba cargndola en el coche alquilado, un joven se acerc por la acera.

Buenos das, le ha gustado el desayuno? pregunt.

Sin duda se ha producido alguna confusin dije yo, sonriendo. No lo he recibido.

Oh, si, est aqu. Lo he trado yo mismo replic, dirigindose hacia un pomo que haba en la pared exterior de la habitacin del motel y levantando una tapa. Dentro del pequeo compartimento haba una bandeja agradablemente aderezada con huevos revueltos fros y gomosos. Luego entr en la habitacin y abri la puerta de un armarito para mostrar de nuevo la deprimente visin. Ambos nos echamos a rer. Lo haba olido, pero no lo haba encontrado. Era la primera de las muchas sorpresas que Australia me iba a deparar.

Los aussies fueron amables. Los encontr corteses cuando me ayudaron a buscar una casa de alquiler. Estaba situada en una zona residencial bien atendida. Todas las casas del barrio se haban construido ms o menos en la misma poca; todas tenan una sola planta y eran blancas, con porche en la fachada y a los lados. Ninguna de ellas, en principio, tena cerraduras en las puertas. Los servicios estaban divididos, el wter en un pequeo cuarto y la baera y el lavabo en otra habitacin. Los armarios no eran empotrados, sino antiguos armarios independientes. Ninguno de mis aparatos americanos funcionaba all. La electricidad es diferente y los enchufes tienen otra forma. Tuve que comprar un nuevo secador de pelo y las tenacillas de rizar.

El jardn posterior estaba lleno de flores y rboles exticos que florecan todo el ao gracias al clima clido. Por la noche se acercaban los sapos para disfrutar del perfume del follaje y parecan aumentar en nmero a medida que pasaban los meses. Estos animales son una molestia nacional, su poblacin est totalmente fuera de control, por lo que se han de matar y controlar en cada barrio. Al parecer mi jardn era un refugio seguro.

Los australianos me introdujeron en el juego de los bolos sobre hierba, un deporte al aire libre en el que todos los jugadores visten de blanco. Yo haba visto tiendas en las que no vendan ms que camisas, pantalones, faldas, zapatos y calcetines blancos, e incluso sombreros blancos. Fue un alivio hallar la respuesta a tan extraordinario y limitado comercio. Tambin me llevaron a un partido de ftbol segn las reglas australianas. Fue realmente rudo. Los jugadores de ftbol que yo haba visto hasta entonces llevaban gruesas protecciones acolchadas y cascos, e iban completamente tapados. Aquellos tipos vestan pantaln corto y camisetas de manga corta, y no llevaban ninguna proteccin. En la playa vi gente con sombreros de goma que se ataban bajo la barbilla. Segn me explicaron, servan para indicar que el sujeto en cuestin era un salvavidas. Tambin tienen patrullas especiales de salvavidas contra tiburones. No es corriente que a uno se lo coma un tiburn, pero el problema tiene suficiente importancia como para justificar un entrenamiento especial.

Australia es el continente ms llano y seco del planeta. La proximidad de las montaas a las costas hace que la mayor parte del agua de lluvia cada se dirija hacia el mar y deje el 90 por ciento de la tierra semirida. Se puede recorrer en avin los tres mil doscientos kilmetros que separan Sidney de Perth sin ver una sola poblacin.

Visit las principales ciudades del continente con motivo del proyecto sobre sanidad en el que trabajaba. En Estados Unidos dispona de un microscopio especial con el que poda utilizarse sangre entera, sin necesidad de alterarla o disgregar sus componentes. Observando una gota de sangre entera al microscopio es posible ver grficamente y en movimiento muchos aspectos de la qumica de los pacientes. Conectbamos el microscopio a una cmara de vdeo y a un monitor. Sentados junto al mdico, los pacientes podan ver as sus leucocitos, hemates, bacterias o grasas. Yo tomaba muestras, enseaba a los pacientes su sangre y despus peda a los fumadores, por ejemplo, que salieran a fumarse un cigarrillo. Tras unos instantes, sacbamos otra muestra para que vieran los efectos del cigarrillo. Se utilizaba este sistema para educar a los pacientes, pues ste es un modo directo de motivarles para que se hagan responsables de su propio bienestar. Los mdicos pueden utilizarlo para numerosas situaciones, tales como mostrar a los pacientes el nivel de grasas en la sangre o una reaccin inmunolgica lenta, y luego pueden hablar con los pacientes sobre el modo de ayudarse a si mismos. Sin embargo, en Estados Unidos las compaas aseguradoras no cubren el coste de las medidas preventivas, de modo que los pacientes deben pagrselo de su propio bolsillo. Nosotros confibamos en que el sistema australiano fuera ms receptivo. Mi tarea consista en demostrar la tcnica, importar e instalar el equipo, redactar instrucciones y realizar las prcticas de entrenamiento. Era un proyecto que realmente mereca la pena y yo estaba disfrutando de verdad en Australia.

Un sbado por la tarde visit el Museo de la Ciencia. El gua era una mujer alta, vestida con ropas caras, que mostr curiosidad por Estados Unidos. Estuvimos charlando y pronto nos hicimos buenas amigas. Un da propuso que comiramos juntas en un pintoresco saln de t en el centro de la ciudad que anunciaba adivinas. Recuerdo que estaba sentada en el local aguardando la llegada de mi amiga y pensando en que yo siempre era puntual, as que, por qu daba la impresin de tener un aura de magnetismo que atraa amigos impuntuales? Se acercaba la hora de cerrar. No iba a aparecer. Me inclin para recoger el bolso del suelo, donde lo haba colocado tres cuartos de hora antes.

Un hombre joven, alto, delgado, de piel oscura y vestido de blanco desde las sandalias al turbante se acerc a mi mesa.

Tengo tiempo de leerle la mano ahora me dijo en voz baja.

Oh, estaba esperando a una amiga, pero me da la impresin de que no va a poder venir. Volver otro da.

Algunas veces no hay mal que por bien no vengacoment, acercando una silla y sentndose al otro lado de la pequea mesa redonda para dos. Me cogi una mano. La volvi boca arriba y empez. No me miraba la mano; sus ojos permanecan fijos en los mos. La razn por la que ha venido a este lugar, no a este saln de t sino a este continente, es el destino. Hay alguien aqu con quien ha acordado una cita en beneficio mutuo. El acuerdo se realiz antes de que ninguno de los dos hubiera nacido. De hecho, decidieron nacer en el mismo instante, uno en la parte de arriba del mundo y el otro aqu, en las Antpodas. El pacto se realiz en el ms alto nivel de su yo eterno. Acordaron no buscarse el uno al otro hasta que hubieran pasado cincuenta aos. Ahora ha llegado el momento. Cuando se encuentren, se producir el reconocimiento inmediato de sus almas. Esto es todo lo que puedo decirle.

El hombre se levant y sali por la puerta que supuse que dara a la cocina del restaurante. Me haba quedado muda. No tena sentido nada de lo que me haba dicho, pero hablaba con tal autoridad que en cierto modo me sent impelida a tomrmelo en serio.

El incidente se complic cuando mi amiga me llam esa noche para disculparse y explicarme por qu no haba acudido a nuestra cita para comer. Se entusiasm cuando le cont lo que me haba ocurrido y prometi ir a ver al adivinador al da siguiente para que le diera informacin sobre su propio futuro.

Cuando me telefone de nuevo, su entusiasmo haba dado paso a la duda. El saln de t no tiene adivinos me dijo. Cada da hay una persona diferente, pero todas son mujeres. El martes fue Rosa, y no lee las manos, echa las cartas. Ests segura de que fuiste al lugar que te dije?

Yo saba que no estaba loca. Siempre he considerado la adivinacin como un mero entretenimiento, pero una cosa era segura: aquel joven no haba sido una imaginacin ma. O, bueno, de todas formas los aussies creen que los yanquis son unos excntricos. Adems, todo el mundo lo considera una diversin ms, y Australia est llena de cosas divertidas para entretenerse.

5

UN POCO DE ENTUSIASMO

Slo haba una cosa en el pas que no me gustaba. Tena la impresin de que los pobladores originarios del continente, los nativos de piel oscura llamados aborgenes, seguan estando discriminados. Se les trataba de modo muy parecido a como nosotros los americanos tratamos a nuestros nativos. La tierra que les dieron para vivir en el Outback es arenosa y sin valor, y la zona norte est configurada por escarpados riscos, maleza y matorrales. La nica zona razonable que an se considera como suya se ha declarado parque nacional, de modo que tienen que compartirla con los turistas.

No vi aborgenes ejerciendo ningn tipo de funcin social, ni caminando por la calle con colegiales de uniforme. No vi a ninguno en los servicios religiosos de los domingos, aunque asist a los de diversas confesiones. No vi a ningn aborigen trabajando como dependiente en las tiendas de ultramarinos, ni manejando paquetes en Correos, ni vendiendo artculos en los grandes almacenes. Visit oficinas gubernamentales y no vi a ningn empleado aborigen. No hall a ninguno trabajando en las gasolineras ni sirviendo a los clientes en los puntos de venta de comida rpida. Su nmero pareca escaso. Se vean en las ciudades, actuando en los puntos tursticos. Los veraneantes podan observarlos en los cercados de ovejas y ganado trabajando como ayudantes, a los que llaman jackaroos. Me dijeron que cuando un ranchero descubre ocasionalmente indicios de que un grupo nmada de aborgenes ha matado a una oveja, no lo denuncian. Los nativos slo cogen lo que de verdad necesitan para comer y, todo hay que decirlo, se les atribuyen poderes sobrenaturales para vengarse.

Una noche observ a un grupo de jvenes mestizos aborgenes de poco ms de veinte aos llenando unas latas de gasolina e inhalndolas luego mientras se dirigan caminando al centro de la ciudad. Se intoxicaron visiblemente con aquellos vapores. La gasolina es una mezcla de hidrocarburos y productos qumicos. Yo sabia que potencialmente poda daar la mdula sea, el hgado, los riones, las glndulas suprarrenales, la espina dorsal y todo el sistema nervioso central. Pero, al igual que el resto de personas que haba aquella noche en la plaza, no hice ni dije nada. No hice intento alguno por detener su estpido juego. Despus me enter de que uno de aquellos jvenes a los que haba visto haba muerto por intoxicacin de plomo y fallo respiratorio. Sent la prdida con tanta intensidad como la que hubiera sentido al enterrar a un viejo amigo. Fui al depsito de cadveres y vi los trgicos despojos. Como persona que dedicaba su vida a intentar prevenir las enfermedades, me pareci que la prdida de cultura y de perspectivas personales habran contribuido a aquel juego con la muerte. Lo que ms me preocupaba era mi actitud, porque los haba visto y no haba levantado un dedo por detenerlos. Interrogu a Geoff, mi nuevo amigo aussie. Era un hombre de mi edad, propietario de una importante concesionaria de automviles, soltero y muy atractivo, el Robert Redford de Australia. Habamos salido juntos varias veces, as que durante una cena a la luz de las velas, tras escuchar una sinfona, le pregunt si la gente era consciente de lo que estaba ocurriendo. No haba nadie que intentara hacer algo al respecto?

Me dijo: S, es triste, pero no se puede hacer nada. T no entiendes a los abos. Son primitivos, salvajes, gente del interior. Nos hemos ofrecido a educarlos. Los misioneros se han pasado aos intentando convertirlos. En el pasado eran canbales. An hoy siguen negndose a abandonar sus costumbres y viejas creencias. La mayora prefiere la dureza del desierto. El Outback es una tierra dura, pero ellos son la gente ms dura del mundo. Rara vez triunfan los que viven a caballo de las dos culturas. Es cierto que es una raza en extincin. Estn disminuyendo por voluntad propia. Son totalmente analfabetos, sin ambiciones ni empuje para el xito. Tras doscientos aos siguen sin encajar en nuestra sociedad, y ni siquiera lo intentan. Carecen de formalidad en los negocios y no son de fiar; actan como si el tiempo no existiera. Creme, no se puede hacer nada para motivarlos .

Pasaron unos cuantos das, pero yo no dejaba de pensar en el joven muerto. Habl de mi inquietud con una mujer que trabajaba tambin en la sanidad y que, como yo, estaba desarrollando un proyecto especial. Su trabajo la llevaba a tratar con ancianos aborgenes. Buscaba informacin sobre plantas, hierbas y flores silvestres que sirvieran para prevenir o tratar enfermedades, y que fuera cientficamente demostrable. La gente del interior era la de mayor autoridad en la materia. Su longevidad y la baja incidencia de las enfermedades degenerativas hablaban por s solas. Ella me confirm que no se haban hecho progresos hacia una autntica integracin de las diferentes razas, pero estaba dispuesta a ayudarme si yo quera descubrir qu poda conseguir otra persona.

Invitamos a veintids jvenes mestizos a una reunin. Ella me present. Aquella noche habl sobre el sistema de gobierno de libre mercado y sobre una organizacin llamada Junior Achievement para jvenes urbanos marginados. El objetivo era hallar un proyecto que aquel grupo pudiera fabricar. Les dije que les enseara a comprar materias primas, a organizar la mano de obra, a realizar el producto, comercializarlo y establecerse en el mundo de los negocios y de la banca. Se mostraron interesados.

En la siguiente reunin charlamos de posibles proyectos. Cuando yo era joven, mis abuelos vivan en Iowa. Recordaba haber visto a mi abuelo subir el armazn de la ventana, tirar de una cortinilla ajustable que llegaba hasta el alfizar y luego volver a bajarlo. La cortinilla proporcionaba una sombra de unos treinta centmetros en el interior. La casa en la que yo viva no tena cortinillas, como era tpico en la mayora de las casas viejas de las zonas residenciales australianas. El aire acondicionado no era habitual en las casas particulares, as que la gente se limitaba a subir el armazn de las ventanas y dejar que toda clase de criaturas aladas entraran y salieran volando. No haba mosquitos, pero tenamos una lucha diaria con las cucarachas voladoras. Me acostaba sola, pero a menudo me despertaba y descubra que comparta la almohada con varios insectos de cinco centmetros de largo, negros y de caparazn duro. Me pareci que las cortinillas serviran para protegerse de esa invasin.

El grupo decidi que las cortinillas serian un buen articulo para empezar sus negocios. Yo conoca a una pareja en Estados Unidos a la que podramos pedir ayuda. El era ingeniero en una gran empresa, y ella artista. Sabia que ellos disearan el proyecto original s yo les explicaba por carta lo que necesitaba. Lleg dos semanas ms tarde. Mi querida y anciana ta Nola me ofreci apoyo financiero en forma de prstamo desde Iowa para comprar los primeros suministros. Necesitbamos un local para trabajar. En Australia los garajes son escasos, pero el lugar est lleno de cobertizos abiertos para guardar coches, as que adquirimos uno y empezamos a trabajar al aire libre.

Cada uno de los jvenes mestizos acab dedicndose de forma espontnea y gradual a aquello para lo que estaba mejor dispuesto. Tenamos un contable, otro que se ocupaba de comprar los suministros y otro que se enorgulleca de llevar nuestro inventario al detalle. Disponamos de especialistas para cada fase de la produccin, e incluso varios representantes natos. Yo me mantuve al margen y observ cmo se iba formando la estructura de la compaa. Era evidente que, sin que yo les indicara cmo deba hacerse, ellos mismos haban convenido en que la persona a la que le gustaba ocuparse de la limpieza y el mantenimiento era tan importante para el xito del proyecto como los que realizaban la venta final. Nuestra estrategia consista en ofrecer a prueba las cortinillas, de forma gratuita, durante unos cuantos das. El cliente nos pagaba cuando volvamos a visitarlo, si las cortinillas haban resultado satisfactorias. Habitualmente nos hacan un pedido para las restantes ventanas de la casa. Tambin les ense la buena y tradicional costumbre norteamericana de pedir referencias.

Fueron pasando los das. Yo dedicaba mi tiempo a trabajar, escribir manuales, viajar, ensear y dar conferencias. La mayor parte de las tardes las pasaba disfrutando de la compaa de los jvenes mestizos. El grupo original permaneci intacto. Su cuenta corriente iba en aumento y establecimos fideicomisos para cada uno de ellos.

Durante un de fin de semana con Geoff le expliqu nuestro proyecto y mi deseo de ayudar a aquellos jvenes a ser econmicamente independientes. Tal vez las compaas no quisieran contratarlos como empleados, pero no podran impedirles que compraran una s conseguan el capital necesario. Supongo que presum un poco de mi contribucin al progresivo sentimiento de autoestima que iba naciendo en ellos. Geoff me dijo Estupendo, yank, pero cuando volvimos a vernos me entreg unos libros de historia. Sentada en su jardn con vistas al puerto ms hermoso del mundo, me pas una tarde de sbado leyendo.

En los libros de historia se citaba al reverendo George King, que el 16 de diciembre de 1923 haba escrito en el Australian Sunday Times: Los aborgenes de Australia constituyen, sin lugar a dudas, un tipo primitivo en la escala de la humanidad. No poseen una historia tradicional fiable de ellos mismos, de sus obras ni de sus orgenes. Si fueran barridos de la faz de la Tierra en el momento presente, no dejaran tras ellos una sola obra de arte a modo de recuerdo de su existencia como pueblo. No obstante, parece ser que han vagado por las vastas llanuras de Australia desde tiempos muy remotos.

Haba otra cita ms moderna de John Burless con respecto a la actitud de la Australia blanca: Yo te dar algo, pero t no tienes nada que yo quiera.

Un fragmento de etnologa y antropologa del Decimocuarto Congreso de la Asociacin para el Desarrollo Cientfico de Australia y Nueva Zelanda deca: Su sentido del olfato est subdesarrollado. Su memoria slo est levemente desarrollada. Los nios no tienen fuerza de voluntad. Son proclives a la traicin y a la cobarda. No padecen el dolor con tanta agudeza como las razas superiores.

Haba tambin libros de historia en los que se deca que un adolescente aborigen se converta en hombre cuando le rajaban el pene desde el escroto hasta el meato con un cuchillo de piedra embotado, sin anestesia y sin una sola muestra de dolor. Para ser considerado como adulto, era necesario que un hombre santo le partiera un diente con una roca, que su prepucio se sirviera como comida a los parientes masculinos y que lo enviaran al desierto, solo, aterrorizado y sangrando, para demostrar que poda sobrevivir. Los libros de historia decan tambin que eran canbales y que algunas veces las mujeres se coman a sus propios hijos recin nacidos, regodendose en las partes ms tiernas. En uno se contaba la historia de dos hermanos: el ms joven haba apualado al mayor en una disputa por una mujer. Tras amputarse l mismo la pierna gangrenada, el hermano mayor cegaba al pequeo, y luego vivan los dos felices para siempre jams. El mayor caminaba gracias a una prtesis de canguro y servia de lazarillo al otro, que le segua cogido de un largo palo. La informacin era espantosa, pero lo ms difcil de digerir era un panfleto informativo del gobierno sobre la ciruga primitiva en la que se afirmaba que, afortunadamente, los aborgenes tenan un umbral de dolor infrahumano.

Mis compaeros de proyecto no eran salvajes. En cualquier caso eran comparables a los jvenes marginados de mi propio pas. Vivan en sectores aislados de la comunidad, y ms de la mitad de las familias estaban en paro. A m me dio la impresin de que se contentaban con un Levis de segunda mano, una lata de cerveza caliente, y con que uno de ellos tuviera xito cada tantos aos.

Al lunes siguiente, de vuelta a nuestro proyecto de fabricacin de cortinillas, me di cuenta de que all haba un autntico apoyo mutuo, ajeno a mi mundo competitivo. Realmente fue un cambio muy agradable.

Interrogu a los jvenes sobre su herencia. Me dijeron que la significacin tribal se haba perdido hacia mucho tiempo. Unos pocos recordaban lo que sus abuelos les haban contado sobre la vida de los aborgenes, cuando ellos eran los nicos habitantes del continente. Por aquel entonces haba tribus de hombres de agua salada y hombres em, entre otros pueblos; pero a decir verdad, no deseaban que les recordaran su piel oscura y la diferencia que sta representaba. Confiaban en casarse con alguien de piel algo ms clara y que, con el tiempo, sus hijos acabaran mezclndose.

Nuestra pequea compaa tuvo un xito indudable, as que no me sorprendi recibir un da una llamada telefnica en la que se me invitaba a una reunin que iba a celebrar una tribu de aborgenes al otro lado del continente. La llamada me dio a entender que no era slo una reunin sino una reunin en mi honor. Por favor disponga lo necesario para asistir, me pidi una voz nativa.

Me compr ropa nueva y un billete de avin de ida y vuelta, e hice las reservas de hotel. Le dije a la gente con la que trabajaba que iba a estar ausente unos das y les habl de la peculiar llamada. Compart mi excitacin con Geoff, con mi casera y, por carta, con mi hija. Para mi era un honor que una gente que viva tan lejos hubiera odo hablar de nuestro proyecto y quisiera demostrarme su reconocimiento.

Le proporcionaremos el transporte desde el hotel hasta el lugar de reunin, me haba dicho la voz. Pasaran a recogerme a medioda. Evidentemente eso significaba que sera una comida con entrega de premio. Me pregunt qu tipo de men serviran.

Outa se present a las doce en punto, pero persista mi duda sobre lo que comen los aborgenes.

6

EL BANQUETE

La increble mezcla oleaginosa curativa, que se haca cociendo hojas y eliminando el residuo del aceite, hizo su efecto. Finalmente el alivio que not en los pies me dio el valor necesario para pensar en volver a levantarme. Un poco ms lejos, a mi derecha, haba un grupo de mujeres que parecan haber montado una cadena de produccin. Recogan grandes hojas; mientras una hurgaba en los matorrales y rboles muertos con un largo palo, otra sacaba un puado de algo y lo pona sobre una hoja. Luego se tapaba el contenido con una segunda hoja y se doblaba todo para entregar el paquete a otro que echaba a correr hacia la fogata y que lo enterraba entre las brasas. Sent curiosidad. Aqulla iba a ser nuestra primera comida juntos, el men sobre el que me haba estado preguntando durante semanas. Me acerqu cojeando para verlo ms de cerca y me qued atnita. La mano que hurgaba sostena un largo gusano blanco.

Volv a respirar hondo. Haba perdido la cuenta del nmero de veces que me haba quedado sin habla durante el da. Una cosa era segura: jams llegara a estar tan hambrienta como para comerme un gusano! Pero en aquel mismo momento estaba aprendiendo una leccin; nunca digas jams. Desde entonces he intentado borrar esa palabra de mi vocabulario. He aprendido que prefiero ciertas cosas y que otras las evito, pero la palabra jams no deja espacio para las situaciones inesperadas, y jams indica un lapso de tiempo demasiado largo.

Las noches eran un autntico gozo entre la gente de la tribu; contaban historias, cantaban, bailaban, jugaban y tenan conversaciones intimas. Fueron unos das de autntica participacin. Siempre haba actividades que realizar mientras aguardbamos a que se preparara la comida. Se daban muchos masajes y friegas en hombros, espalda, e incluso en el cuero cabelludo. Yo los vi pasando las manos por el cuello y la columna. Ms adelante, durante el viaje, intercambiamos tcnicas; yo les ense el mtodo norteamericano de estiramientos de columna y articulaciones, y ellos me ensearon el suyo.

Aquel primer da no vi que sacaran vasos, ni platos ni bandejas para servir la comida. Haba acertado en mis suposiciones: iba a mantenerse una atmsfera informal en la que se haran todas las comidas al estilo campestre. No tardaron mucho en sacar los recipientes de hojas dobladas de las brasas. Me tendieron la ma con la devocin de una enfermera particular. Observ que todo el mundo abra la suya y se coma el contenido con los dedos. Mi banquete, que sostena con una mano, estaba caliente, pero no se mova, as que reun el valor suficiente para mirar el interior. El gusano haba desaparecido. Al menos ya no tena el aspecto de un gusano sino el de una capa marrn desmenuzada, como de cacahuetes tostados o cortezas de cerdo. Creo que con esto s que podr, me dije. Lo prob... y estaba bueno. No saba que cocinaban por m y que no era una prctica comn, al menos eso de alterar completamente el aspecto de los alimentos.

Aquella noche me explicaron que les haban llegado noticias de mi trabajo con los aborgenes urbanos. A pesar de que aquellos jvenes no eran nativos al ciento por ciento y no pertenecan a su tribu, mi trabajo les haba demostrado que realmente me importaban. Me haban llamado porque ellos crean que yo peda ayuda. Comprobaron que mis intenciones eran sinceras. El problema era que, tal como ellos lo vean, yo no comprenda la cultura aborigen y menos an el cdigo de aquella tribu. Las ceremonias iniciales haban sido pruebas, por las que me consideraron aceptable y digna de adquirir el conocimiento de la autntica relacin de los humanos con el mundo en que vivimos, con el mundo del ms all, con la dimensin de la que procedemos y la dimensin a la que todos habremos de regresar. Iba a serme revelada la comprensin de mi propia existencia.

Mientras permaneca sentada, con los pies aliviados dentro de su preciosa y limitada provisin de hojas, Outa me explic el tremendo esfuerzo que supona para aquellos nmadas del desierto caminar conmigo. Me haban permitido compartir su vida. Nunca hasta entonces se haban asociado con personas blancas ni haban considerado siquiera tener ningn tipo de relacin con una de ellas. De hecho, siempre lo haban evitado. Segn afirmaban, el resto de tribus australianas se haba sometido a las leyes del gobierno blanco. Ellos eran los nicos que resistan. Solan viajar en pequeas familias de seis a diez miembros, pero se haban reunido para esta ocasin.

Outa dijo algo al grupo y cada uno de sus componentes me dijo algo a m. Me informaban de sus nombres. Las palabras me resultaban difciles, pero afortunadamente los nombres tenan significado. Ellos no usaban los nombres del mismo modo en que nosotros usaramos Debbie o Cody en Estados Unidos, as que relacion a cada persona con el significado de su nombre en lugar de intentar pronunciar la palabra en si. Cada uno de los suyos recibe un nombre al nacer, pero se sobreentiende que lo perder cuando crezca y que elegir un apodo ms apropiado por si mismo. Es de esperar que el nombre de cada persona cambiar varias veces durante su vida a medida que su sabidura, su creatividad y sus objetivos se definan asimismo con mayor claridad al transcurrir el tiempo. En nuestro grupo se hallaban Cuentista, Hacedor de Herramientas, Guardiana de los Secretos, Maestra en Costura y Gran Msica, entre otros muchos.

Finalmente Outa me seal y repiti la misma palabra a cada uno de ellos. Yo cre que intentaban aprender m nombre de pila, pero luego pens que lo que intentaban pronunciar era mi apellido. Erraba en ambos casos. La palabra que usaron aquella noche, y el nombre por el que siguieron nombrndome durante el resto del viaje, fue Mutante. Yo no comprend por qu Outa, que actuaba como intrprete entre nosotros, les enseaba un trmino tan extrao. Mutante para mi denotaba un cambio significativo en una estructura bsica que daba como resultado una forma de mutacin en lugar de la original. Pero en realidad careca de importancia pues, en ese punto, todo aquel da, mi vida entera estaba sumida en la confusin.

Outa me dijo que en algunas naciones aborgenes slo usaban ocho nombres en total; era ms bien un sistema de enumeracin. Consideraban que todas las personas de la misma generacin y el mismo sexo tenan igual parentesco, por lo que todos tenan varios padres, madres, hermanos, etc.

Estaba oscureciendo cuando me plante el mtodo ms aceptable de hacer mis necesidades. Lament entonces no haber prestado ms atencin al gato de m hija, Zuke, porque el nico medio existente consista en alejarse por el desierto, cavar un agujero en la arena, ponerse en cuclillas y cubrir lo depositado con arena. Me advirtieron que tuviera cuidado con las serpientes; se vuelven de lo ms activas cuando amaina el calor del da, antes de que empiece el fro de la noche. Yo me imagin ojos malvados y lenguas venenosas en la arena que se despertaban con mis movimientos. De viaje por Europa me haba quejado sobre el horrible papel higinico que encontraba. A Sudamrica me lo haba llevado de casa. En Australia la ausencia de papel era la ltima de mis preocupaciones.

Cuando regres junto al grupo despus de mi aventura en el desierto, compartimos una bolsa comunitaria de t de roca aborigen. Se haca echando rocas calientes en un recipiente de preciosa agua. El recipiente haba servido previamente como vejiga de algn animal. Se aadan luego hierbas silvestres al agua caliente y se dejaba reposar hasta que alcanzaba su punto. Este extraordinario recipiente fue pasando de uno en uno en ambos sentidos. Estaba buensimo!

Segn descubr, el t de roca de la tribu se reservaba para ocasiones especiales, como era el trmino de mi primer da de principiante en la caminata. Ellos eran conscientes de las dificultades que iba a experimentar sin zapatos, sombra o medio de transporte. Las hierbas aadidas al agua para hacer el t no pretendan dar variedad al men, ni eran tampoco un medio sutil de medicarse o alimentarse. Eran una celebracin, un modo de reconocer el esfuerzo del grupo. Yo no me haba rendido, no haba pedido que me llevaran de vuelta a la ciudad ni tampoco haba llorado. Sentan que me estaba impregnando de su espritu aborigen.

Despus cada cual se puso a aplanar su franja de arena y sac un atado de pieles de animales enrolladas del fardo comn que transportaban. Una anciana me haba estado mirando toda la noche con rostro inexpresivo.

En qu est pensando? le pregunt a Outa.

En que has perdido el olor a flores y en que probablemente provienes del espacio exterior. Sonre y ella me entreg mi atado de pieles. Su nombre era Maestra en Costura. Es de dingo me advirti Outa. Yo sabia que el dingo era el perro salvaje de Australia, similar al coyote o al lobo. Lo puedes usar para ponrtelo debajo, en el suelo, para cubrirte o para apoyar la cabeza.

Fantstico me dije. Podr elegir el medio metro de mi cuerpo que quiero tener cmodo!

Decid interponerlo entre mi cuerpo y las criaturas reptantes que imaginaba cercanas. Haca aos que no haba dormido en el suelo. Recordaba haber estado sobre una gran roca plana en el desierto del Mojave, en California, cuando era nia. Entonces vivamos en Barstow. La principal atraccin de los alrededores era un gran montculo al que llamaban colina B. Muchos das de verano coga una botella de naranjada Nehi y un sandwich de mantequilla de cacahuete y me iba de excursin a la cima y al otro lado de la colina. Siempre coma sobre la misma roca plana y luego me tumbaba de espaldas para contemplar las nubes y descubrir objetos en ellas. La infancia pareca muy lejana. Era curioso que el cielo siguiera siendo igual. Supongo que no les haba prestado demasiada atencin a los cuerpos celestes a lo largo de los aos. Sobre mi cabeza haba un dosel de cobalto salpicado de plata. Vea claramente la forma que se representaba en la bandera australiana, conocida como Cruz del Sur.

Mientras yaca all, pensaba en mi aventura. Cmo podra describir lo que haba ocurrido aquel da? Se haba abierto una puerta y yo haba entrado en un mundo que no saba que existiera. Desde luego no era una vida de lujo. Hasta entonces haba vivido en diferentes lugares y haba viajado a muchos pases en todo tipo de medios de transporte, pero nunca haba experimentado nada parecido. Supuse que estara bien despus de todo.

Al da siguiente les explicara a los del grupo que en realidad tena ms que suficiente con un da para apreciar su cultura. Mis pies resistiran el viaje de vuelta al jeep. Tal vez pudiera llevarme un poco del magnifico blsamo para los pies, porque realmente haba funcionado. Me bastaba una muestra de su estilo de vida, aunque el da no haba sido tan malo, salvo para mis torturados pies.

En el fondo les estaba agradecida por haber aprendido nuevas cosas sobre el modo de vida de otras gentes. Empezaba a comprender que por el corazn humano pasaba algo ms que sangre. Cerr los ojos y articul un silencioso gracias al ms alto Poder.

Alguien del otro extremo del campamento dijo algo. Lo repiti otro, y luego otro ms. Se lo estaban pasando, diciendo todos la misma frase, entrecruzando las voces de las figuras recostadas. Finalmente la frase lleg a Outa, cuya estera era la ms cercana a la ma. Se volvi y me dijo: De nada; ste es un buen da.

Algo sobresaltada por su respuesta a mis pensamientos no expresados, contest con un gracias y un de nada, esta vez en voz alta.

7

QU ES LA SEGURIDAD SOCIAL?

A la maana siguiente, antes de que el sol pudiera baarme con sus rayos, me despert el ruido de la gente recogiendo las escasas pertenencias diseminadas que habamos usado la noche anterior. Me dijeron que los das se hacan cada vez ms calurosos, as que caminaramos durante las horas ms frescas de la maana, descansaramos y reanudaramos nuestro viaje hasta entrada la noche. Dobl la piel de dingo y se la entregu a un hombre que estaba guardando las cosas. Las pieles quedaron a mano, porque cuando el calor apretara ms buscaramos refugio, construiramos un wiltja, o paravientos de broza, o utilizaramos nuestras pieles de dormir para hacernos sombra.

A casi ningn animal le gusta el resplandor del sol. Slo los lagartos, araas y moscas permanecen alerta y activos a cuarenta grados. Incluso las serpientes se han de enterrar en caso de calor extremo, de lo contrario mueren deshidratadas. A veces no es difcil distinguir a las serpientes porque nos oyen llegar y sacan la cabeza del suelo arenoso para descubrir la fuente de la vibracin. Por suerte en aquella poca yo no saba que hay doscientos tipos diferentes de serpientes en Australia, de los que ms de setenta son venenosos.

Lo que s aprend aquel da fue la extraordinaria relacin que tienen los aborgenes con la naturaleza. Antes de iniciar la marcha formamos un cerrado semicrculo, encarados todos hacia el este. El Anciano de la