mistral dos poemas

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Escóndeme Escóndeme que el mundo no me adivine. Escóndeme como el tronco su resina, y que yo te perfume en la sombra, como la gota de goma, y que te suavice con ella, y los demás no sepan de dónde viene tu dulzura... Soy fea sin ti, como las cosas desarraigadas de su sitio; como las raíces abandonadas sobre el suelo. ¿Por qué no soy pequeña como la almendra en el hueso cerrado? ¡Bébeme! ¡Hazme una gota de tu sangre, y subiré a tu mejilla, y estaré en ella como la pinta vivísima en la hoja de la vid. Vuélveme tu suspiro, y subiré y bajaré de tu pecho, me enredaré en tu corazón, saldré al aire para volver a entrar. Y estaré en este juego toda la vida. SIN TI Desde que me quedé sin ti, me quedé sin un árbol, sin un hilo de agua, sin tierra en la tierra. Y me vino esta ansia de andar, no por ir buscando el paisaje sino por ir buscando la fatiga. Delante de las puestas de sol maravillosas yo no me he detenido; una fragancia que venía de las cercas próximas no me ha hecho volver el rostro. Esa, dicen, tiene hambre de tierra, la divina ambición de todos los vientos.

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EscndemeEscndeme que el mundo no me adivine.Escndeme como el tronco su resina, yque yo te perfume en la sombra, comola gota de goma, y que te suavice conella, y los dems no sepan de dndeviene tu dulzura...

Soy fea sin ti, como las cosas desarraigadasde su sitio; como las races abandonadassobre el suelo.

Por qu no soy pequea como la almendraen el hueso cerrado?

Bbeme! Hazme una gota de tu sangre, ysubir a tu mejilla, y estar en ellacomo la pinta vivsima en la hoja de lavid. Vulveme tu suspiro, y subiry bajar de tu pecho, me enredaren tu corazn, saldr al aire para volvera entrar. Y estar en este juegotoda la vida.

SIN TIDesde que me qued sin ti, me qued sin un rbol, sin un hilo de agua, sin tierra en la tierra. Y me vino esta ansia de andar, no por ir buscando el paisaje sino por ir buscando la fatiga.

Delante de las puestas de sol maravillosas yo no me he detenido; una fragancia que vena de las cercas prximas no me ha hecho volver el rostro.Esa, dicen, tiene hambre de tierra, la divina ambicin de todos los vientos.

Y es mentira, porque yo no tengo ms que el ansia de una fatiga mayor que sta, que rompa los huesos y los esparza, por fin, en el camino.