“mis queridas hijas, ahora que haréis vuestros votos y el … · el amor quien nos sostiene...

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“Mis queridas hijas, ahora que haréis vuestros votos y el cuarto de trabajar en la salvación de las almas redimidas por la preciosa sangre del Hijo de Dios, recordad que vuestra comunidad ha sido fundada con esta finalidad” (SJE)

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Page 1: “Mis queridas hijas, ahora que haréis vuestros votos y el … · el amor quien nos sostiene aquí…Que exista siempre la unión de los corazones entre nosotras; que haya una santa

“Mis queridas hijas, ahora que haréis vuestros votos y el cuarto de trabajar en la salvación de las almas redimidas

por la preciosa sangre del Hijo de Dios, recordad que vuestra comunidad ha sido fundada con esta finalidad”

(SJE)

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I. TIEMPO PARA ABRIRME Y ACOGER LA VIDA COMUNITARIA COMO SOSTÉN DE NUESTRO CELO

o Me detengo en la imagen de la portada: ¿qué veo? ¿qué mensaje me trasmite?

o Busco mi reacción ante la frase de san Juan Eudes. Escribo lo que me brota del corazón

o Evoco comunidades en las que he vivido, hermanas, que me han impactado con su testimonio de celo apostólico ¿qué huellas han dejado en mi vida?

o Acojo los art. 32 y 33 Const. y me quedo abierta a lo que Dios me dice en ellos.

Señor, tú me has llamado a vivir mi consagración en el seno de una comunidad

Me llamas a seguirte y construir tu Reinado en comunión con mis hermanas;

rompe mi individualismo y ábreme a la fraternidad

II. UN TIEMPO PARA CONTEMPLAR Y DAR GRACIAS En este segundo momento me dejo iluminar por la palabra de Dios y de la santa madre. Mi corazón, iluminado por estas palabras, está dispuesto para adorar y dar gracias por el don y llamado a la vida en común que anima y fortalece mi consagración y sostiene mi celo (cfr. Const. 40)

1. Textos: Jn 17, 21 ss.; I Cor 12.; Ef 4,3

o Contemplo: repito la frase o las frases varias veces, como si las escuchara de

Jesús y me dejo invadir hasta que toquen mi corazón

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2. EL VOTO Y NUESTRA VIDA EN COMÚN

“Tienen una joya preciosa y sagrada confiada a ustedes, es nuestro santo Instituto que está en sus manos, en vuestra persona. Mostradlo al mundo, mostradlo a todas las personas en toda su belleza” Santa María Eufrasia expresa así el aprecio que siente por el Instituto y continúa: “Nuestro Instituto fue fundado por medio del amor. Todas hemos sido traídas por el amor y es el amor quien nos sostiene aquí…Que exista siempre la unión de los corazones entre nosotras; que haya una santa competencia entre las hermanas en el esfuerzo por cumplir el designio, tan noble, de nuestra Congregación, esto es, la santificación de las almas” (Conf. 5)). Nuestro Cuarto Voto impregna toda nuestra vida personal y comunitaria, une la llamada y la misión en nuestra vida religiosa. Santa María Eufrasia nos llama a reflexionar sobre la Escritura donde cada llamada y cada misión están prefiguradas; es Dios que toma la iniciativa, que llama, que establece la alianza por medio de los patriarcas y de los Profetas. Es Dios quien conduce el pueblo a la comunión con Él y viceversa. La llamada y la misión son al mismo tiempo un hecho comunitario y personal. Nuestra parte en la alianza se expresa por medio del voto de celo, el carisma que Él nos regala es don de Dios. Nuestro carisma es garantía de la fidelidad de Dios mientras nos lleva o nos conduce a la comunión con Él y con su pueblo en su plan de salvación.

La alianza de nuestra familia religiosa

La alianza del Señor es con toda la Congregación de las hermanas de Santa María Eufrasia, extendida por todo el mundo. En efecto, nuestra fundadora considera a cada hermana responsable del cumplimiento de la alianza que se establece mediante el voto de celo: “Hija, mía, la obra santa está en sus manos”. Correspondemos a los dones naturales y de la gracia que recibimos y con cualquier otro don que la competencia humana y la ciencia puedan darnos. Por lo tanto, nuestra misión es sin duda personal. Somos llamadas individualmente para colaborar a la formación del cuerpo de Cristo, pero: “Al mismo tiempo tenemos necesidad unas de otras para llegar a la plenitud de Cristo. Siendo diferentes los dones que nos han sido concedidos por la gracia, nuestra unidad se expresa en la diversidad. Respetando la personalidad de cada hermana, reconocemos con gratitud que cada una ha sido escogida por el Señor y que enriquece el conjunto” (Const. integrada N°34) Por lo tanto nuestra misión es comunitaria. La fraternidad religiosa nace de la consagración y solidaridad en el proyecto común del Reino. En el nombre de Jesús hemos hecho una alianza recíproca por la causa de los hermanos y de las hermanas que claman por una vida justa…Buscamos, por consiguiente, cumplir unidas en comunidad la voluntad del Padre, como Cristo Jesús. Desde el inicio de nuestra fundación como hermanas del Buen Pastor, nuestro Cuarto Voto, inspirado por el carisma, era considerado un medio poderoso para abrirse a los signos de los tiempos al servicio del pueblo de Dios. Más aún todas nosotras somos conscientes que, mediante la fuerza del carisma, cualesquier ocupación o actividad nuestra es participación a la vida redentora de Jesús. Dice Santa María Eufrasia:

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“Cada momento de nuestra vida debe estar consagrado a la salvación de los otros. Cualesquiera sea nuestra ocupación, tenemos siempre la intención de trabajar por la salvación de las almas” (Conf. 63) El 3 de Junio de 1667, cuando finalmente las hermanas pudieron pronunciar sus votos con la aprobación Pontificia, san Juan Eudes en la última homilía a sus hermanas decía:

“Mis queridas Hijas, ahora que haréis vuestros votos y el cuarto de trabajar en la salvación de las almas redimidas por la preciosa sangre del Hijo de Dios, recordad que vuestra comunidad ha sido fundada con esta finalidad”

Más aún, Santa María Eufrasia enseñaba que esto no implica una coparticipación pasiva en el apostolado de una u otra hermana, sino que, al contrario, exige tres cosas: Un celo intenso, una profunda unión de los corazones y la comunión en la caridad de Cristo. Nuestras comunidades son apostólicas, ninguna existe para sí misma y cada miembro debe aportar lo mejor de sí para que su fin: “la entrega total a la obra salvadora de Dios”. Esto exige escuchando a santa María Eufrasia: “que cada una esté animada de un celo ardiente, activo, vigilante y una caridad sin límites”. Nuestras comunidades por lo tanto no pueden cerrarse sobre sí mismas, como un club de buenas personas, sino una comunidad abierta, atenta a las alegrías y sufrimientos de los más pequeñitos, de las más pequeñitas; una comunidad que tiene que vivir y alimentarse del contemplar la realidad juntas, atenta a la vida de los pobres y al compromiso de acuerdo a la situación que cada una vive. La vivencia y fidelidad a nuestro voto de celo compromete toda la persona y toda la vida…hasta el último instante. No hay jubilación

o ¿Qué me dice el Señor en estos textos a mí

personalmente? Seguramente algunas frases me llega más que otras. Las escribo

o Me quedo en silencio dialogando con mi Señor y

agradecida de lo que El me revela a través de mi santa madre

o Reconozco con gratitud que cada hermana ha sido

escogida por el Señor y que enriquece el conjunto (cfr. Const. 34)

Hermana, eres una bendición para mí. Cuando me miras hermana mía eres bendición para mí

y es tu mirada como agua clara, torrente, beso de Dios. Cuando te acercas y me das fuerzas eres bendición para mí y es tu presencia luz que recuerda el amoroso rostro de Dios Cuando interrogas lo que no ayuda, eres bendición para mí

y en el encuentro, vivo y presiento el compromiso que pide Dios.

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III. VIVO EL PERDÓN DESDE LAS ENSEÑANZAS DE LA MADRE

La vida fraterna

En sus Conferencias, María Eufrasia, habla constantemente de la vida en comunidad y entre otras cosas nos enseña que, sea la caridad, sea la justicia, nos obligan al cuidado de las personas y al mismo tiempo de la vida fraterna. Dice que es igualmente necesario tener el espíritu comunitario como el ser una excelente directora, profesora o trabajadora: “…La caridad y la justicia nos unen a cada una de nuestras hermanas y al Instituto entero.” El espíritu que debe animar a nuestra familia religiosa es la caridad recíproca y el celo apostólico: las dos virtudes no se separan. En el lecho de muerte la santa pedía a sus hermanas una promesa: “Prometedme, solicitaba, que permaneceréis siempre unidas en la caridad recíproca y en el celo por las almas” Nuestras Constituciones nos orientan claramente a hacer de nuestras comunidades lugares privilegiados de vivencia de nuestro voto de celo, haciendo eco al legado de la santa madre que nos llama a amarnos, es decir, a vivir en mutua comprensión y en una actitud de continuo perdón y reconciliación. (Art. 34 y 35) El celo, la compasión y la misericordia, deben ser activos hacia las hermanas como hacia las personas con quienes y por quienes desarrollamos la misión. En la comunidad nos enriquecemos por medio de los diversos dones y talentos, pero también por las debilidades de cada una. Por lo tanto se necesita nuestra aceptación y la empatía por cada una, así como es. Dice nuestra Santa, que vivir en actitud de aceptación y de perdón es vivir en profundidad el carisma de la misericordia. En esta actitud comprendemos las preocupaciones y las penas de las otras y nos acordamos de nuestra propia fragilidad humana. Esta actitud nos lleva aún más, a hacernos servidoras de nuestras hermanas y a comprender lo que quiere decir lavarse los pies las unas a las otras como lo hizo Jesús. La misericordia y la compasión cristiana nos hacen iguales, refuerzan al débil, crean armonía con el único lazo de unidad que es el amor a Cristo y el carisma de nuestro Instituto. Frente a este reto podemos afirmar que nuestro voto de celo nos urge a hacer de nuestras comunidades “escuelas de humanidad”,1 pues ¿qué testimonio de salvación podría dar una comunidad que no salva, en primer lugar a sus propios miembros? La comunidad como taller de humanidad lleva con valentía la tarea de superar la envidia, la competitividad celosa, la humillación, la frustración, la descalificación, etc. La autoestima, a partir de la experiencia común, es estima recíproca y colectiva, construcción común de humanidad nueva entre nosotras. Lo que en nuestra tradición llamábamos la “corrección fraterna” y que hoy llamamos “revisión de vida”, implica de hecho que esta construcción sea mutua. Más aún si nuestras comunidades son de verdad espacios de reconciliación, se vuelve una tierra de sanación. No somos una agrupación de personas de “élite” moral, sicológica, espiritual, sino enfermas como todo ser humano, dispuestas a dejarse sanar por el bisturí del amor fraterno acompañado de la corrección mutua. Mi comunidad es mi médico privilegiado y yo el médico de mis hermanas. La clave de esta experiencia de sanación comunitaria está en la confianza de cada una, en la fuerza sanadora del amor fraterno y confianza de la comunidad, en la capacidad de cada hermana para sanarse.

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1 Amedeo Cencini: Vida en comunidad: reto y maravilla; Ed. Sígueme 2003

En comunidad aprendemos a mirar la vida de cada una y la vida del grupo hacia adelante y no hacia atrás, desde la confianza y la esperanza puesta en Dios y en la otra, desde la verdad.

o Subrayo, escribo las frases que me incomodan y me invita a vivir algún perdón

o Anoto los pasos que daré para cambiar la situación

Dame, Señor, la fuerza de tu Espíritu de amor.

Úngeme con el aceite perfumado de la caridad ardiente; hazme sentir mi flojedad, mi inseguridad cuando estoy sola; hazme experimentar la alegría de ser muchas de ser “ellas”.

Ayúdame a hacer éxodo y dejar atrás la esclavitud de mi “Egipto”.

Rompe mi individualismo y ábreme a la fraternidad. Enséñame a compartir los dones para que florezcan y den fruto.

Quiero ser enviada por la comunidad en nombre tuyo Señor Jesús. ¡Feliz la mujer, Señor Jesús, que cuenta con el apoyo de sus hermanas!

¡Feliz soy Señor de seguirte desde el calor de la comunidad!

IV. ME ENTREGO A JESÚS Nuestras primeras hermanas junto con Santa María Eufrasia, tenían un fuerte sentido comunitario por la misión del Instituto y la unidad de la comunidad que se jugaba en torno a la misión. Las animaba un sentido de responsabilidad personal y comunitaria tan fuerte, que las hacía sentirse unidas, sea en el compromiso apostólico común o individual, como en el trabajo comunitario, en la oración o en cualquier otra cosa que hacían. Tenían, en una palabra, una misma alma y un solo corazón por la misión.

o Frente a esta realidad fecunda que vivieron Eufrasia y sus compañeras ¿cuál es el compromiso que me inspira el Espíritu?

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Nuestra santa madre, declaraba en 1857, que cada hermana es un don de Dios a la comunidad. Nos llama igualmente a reconocer con gratitud la riqueza en la diversidad de los dones de las hermanas y a sostenerlos debidamente.

o ¿Qué haré yo para que esto sea una realidad en mi comunidad?

o Frente al perdón vivido ¿cuál es mi compromiso?

Algo así. Padre, tu enviaste tu Espíritu sobre María Eufrasia

para que abriera amplios horizontes a la familia naciente del Buen Pastor. Fiel a su compromiso de vivir la misericordia en el contexto de su época,

sembró con comunidades misioneras, los cinco continentes Yo me comprometo a seguir sus pasos misioneros,

reconfortada, vivificada y apoyada por la comunidad

Al terminar este día estaré en condiciones de fortalecer mi pertenencia a la Congregación y a mi provincia,

y de dar más tiempo a mi comunidad, pues estoy convencida que la vida comunitaria sostiene mi celo,

reconociendo que cada hermana es bendición y don para mí, las necesito para construir con celo ardiente y perseverante

el reinado de Dios y llegar a la plenitud de Cristo

¡Si nos amamos y nos ayudamos mutuamente haremos maravillas!

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SME