miedos: la percepción del riesgo al servicio de unos pocos

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Antropología de sociedades contemporaneas

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    Miedos: la percepcin del riesgo al servicio de unos pocos Josep Fortuny

    Mira, haya lo que haya arriba es mejor saberlo que no saberlo. Por qu?.

    Por qu. Bueno, pues porque no nos gustan las sorpresas. Las sorpresas asustan. Y no nos gusta estar asustados. Y ah arriba podra haber cosas que necesitamos. Es preciso echar un vistazo.

    Vale. Cormac McCarthy, La carretera

    El hombre del saco, el lobo de Caperucita, los gigantes, los fantasmas, los monstruos creaciones de la imaginacin, productos de las mentes humanas en la vigilia o durante el sueo, son relatos que las madres utilizan, en algn momento, para mantener al alcance de la vista a sus hijos en medio del fragor de las inacabables tareas cotidianas. Son construcciones que nacen con una orientacin, que tienen una funcin ms all de la depuracin por catarsis de las emociones biopsicolgicas que padece cualquier ser vivo. Todos esos discursos inventados acerca de incontables peligros son mentiras, falsedades, cuentos, instrumentos que se manejan para conseguir un fin. A los nios pequeos se les ensea que mentir est mal pero, a la vez, se les asegura, con la practica del cuento, que ciertas mentiras son licitas cuando estn orientadas a un fin determinado que se considera bueno. En estos momentos contradictorios es cuando nuestra civilizacin se autoafirma.

    Se trata de una emocin, el miedo, que produce una sensacin intensa, en general desagradable, a partir de la percepcin de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Una emocin instintiva, primaria, que se manifiesta en muchos animales, por supuesto tambin, en los seres humanos, y que proviene del rechazo natural al riesgo o la amenaza. La ansiedad es una de sus consecuencias, el terror, el pnico, su mxima expresin.

    Pero, sin menoscabo de los aspectos psicolgicos, el propsito de este escrito es subrayar, desde una perspectiva terica, algunos (pocos) de los hechos y algunas (pocas) de las ideas de la contemporaneidad globalizada que se pueden considerar consecuencia o efecto de la percepcin del temor. En tanto que el miedo no es ms que una reaccin frente a la posibilidad de un peligro, cul es la entidad y de donde provienen los riesgos que nos intimidan y nos atemorizan en el mbito de lo social, de lo poltico?. Se trata de riesgos que provocan un temor subjetivo, individual, pero con consecuencias colectivas y que, adems, de modo directo o indirecto, proporcionan una serie de rditos a las elites que gobiernan el planeta. Conocer, saber ms, siempre ha sido el instrumento ms eficaz para acabar con los fantasmas y para delatar a quienes los manejan.

    "Que viene el Drake!" La literatura acadmica sobre el tema es muy extensa, pero hay una serie de autores que configuran un denominador comn conceptual. En el origen de nuestra modernidad Thomas Hobbes es el primero de la lista y el que tiene ms presencia, continua siendo uno de los autores que mejor explica la estructuracin social del miedo y su efecto en la conducta humana. En muchos aspectos, que no se van a detallar en este ensayo, nuestro mundo sigue funcionando de la misma manera que Hobbes describi hace ms de 300 aos. En la actualidad los pases, como los individuos, se temen, se miran con recelo y tratan de mostrar su poder al resto. Aunque sepamos que somos ms fuertes que

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    nuestros vecinos, tememos el dao que estos nos puedan ocasionar. Que del miedo surjan conceptos como paz, igualdad y libertad, y que un cierto nmero de personas incluso crean en ellas, nos proporciona la medida de la trascendencia del pensamiento hobbesiano.

    A finales del siglo XVI, en el contexto de la Guerra anglo-espaola, (1585-1604), aparece el hito histrico de la Armada Invencible, (Grande y Felicsima Armada, Great and Most Fortunate Navy o Invincible Fleet). En el ao 1588 el rey Felipe II de Espaa se propuso invadir Inglaterra y destronar a Isabel I. Para lo cual, envi a su poderosa flota naval, precedida de una gran campaa diplomtica orientada en especial a infundir terror por medio de la amenaza. Precedida, tambin, por la propaganda inglesa contra los espaoles y su leyenda negra asociada. Es curioso, en este sentido, que ms o menos por los mismos aos, los espaoles, especialmente en las colonias, a quien tenan pavor era a los corsarios ingleses, hasta el extremo de que el grito "que viene el Drake!", (por Francis Drake), era anticipo de muerte y destruccin. Durante mucho tiempo las abuelas amenazaron con el Drake a los nietos que no queran comer la sopa o ir a la cama. Todava hoy, perdido ya su significado original, en algunos lugares de Sudamrica el Drake es sinnimo de nuestro Coco. Pues bien, en aquel mismo ao 1588 naci Thomas Hobbes. Segn palabras propias de su autobiografa: tanto miedo concibi mi madre que pari gemelos: a m y al miedo, al mismo tiempo. Miedo, al desembarco y al saqueo de los despiadados soldados espaoles. El ataque de Felipe II fracas, pero la Guerra con Espaa se extendi 16 aos ms, y la temida Armada Invencible se convirti en un asunto instrumental recurrente de la poltica exterior de Inglaterra.

    Para Hobbes el miedo fue el principio de todo. Vivi convencido de que el miedo est en el origen de la sociedad y de que es lo que une a los hombres. Es cierto que el ser humano no puede vivir solo, que necesita de los dems. Pero, segn l, no es cierto lo que deca Aristteles acerca de que algo interno y noble, en nuestros orgenes, nos impuls a compartir con los dems. Toda sociedad se forma por conveniencia o por vanagloria, esto es: por amor propio, no de los dems dej dicho. El ejemplo ms a mano de este egosmo est en la naturaleza, (la gran maestra): los animales no tienen amigos. Cada uno defiende su territorio y ve al otro como un posible rival. Para sobrevivir, los animales, deben estar en permanente alerta. Un estado de incertidumbre que, en sus orgenes, nuestra especie no quiso o no pudo soportar. Por lo tanto, el ser humano se uni a su enemigo: el otro ser humano. El miedo es reciproco. Lo natural, (en sentido biolgico), en esta situacin, sin tica, sin buenas o malas costumbres o intenciones, es suponer que el fuerte acaba con el dbil. Pero, entre los humanos, no hay rival despreciable y nadie est seguro de ser el ms fuerte. Por eso lo que impulsa a dos rivales a trabajar en comn es el temor que se provocan mutuamente.

    La civilizacin, en tanto que convivencia basada en una terica igualdad, nace del miedo. Los derechos que se asignan los humanos a si mismos, modifican y contradicen las leyes de la naturaleza. El consenso y la convencin son el resultado de la necesidad humana de vivir en grupo, de reconocerse en el otro. Y son artificiales. Ese es su valor. La tranquilidad es producto de la seguridad y la seguridad slo la proporciona el saberse igual al otro. Es ms prctico aliarnos que separarnos, sumar que restar. La evidencia de que el consenso es la nica va que puede garantizar la paz nos ha hecho inculcar este hecho de generacin en generacin a lo largo de la Historia.

    En la libertad individual siempre hay lmites, la igualdad social tiene como resultado la auto imposicin de leyes que coartan nuestro libre albedro. Las leyes civiles o religiosas, nos constrien. Existen para vigilarnos y para recordarnos que somos obra suya. El terror a lo desconocido, desde

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    siempre, nos ha hecho crear dioses a nuestra imagen y semejanza. La sociedad igualitaria llegar, si llega, a serlo porque un da tuvimos miedo. Preferimos un mundo que suma voluntades a costa de ceder libertad.

    Construir sobre la base del temor hace parecer a Hobbes un personaje oscuro. Sin embargo la suya es una intencin muy luminosa. Hobbes cree que no sentirse amenazado constantemente es la condicin necesaria para que podamos desprendernos del miedo y dedicarnos a la creacin. La educacin que l propone, trata de quitarnos el miedo y nos quiere hacer entender que la dignidad humana est por encima de cualquier limitacin.

    En el terreno poltico, esto tiene un nombre para Hobbes: la monarqua absoluta, smbolo de soberana. Est claro que da igual que el monarca absoluto sea nico, que imponga lo que considera conveniente para todos y reprima cualquier desviacin o que, quien tome las decisiones, sea un grupo de elegidos, una asamblea abstracta del pueblo que dice actuar en su nombre, pero que prohbe la disidencia.

    A partir de los planteamientos de Hobbes, Danilo Zolo, (2009), explica como el sistema poltico moderno ejerciendo el monopolio legtimo de la fuerza, (por medio del derecho penal, del sistema judicial, instituciones penitenciarias, de la pena de muerte, instrumentos esenciales que tienen como finalidad la contencin del miedo), obtiene un doble resultado. Por un lado, el estado, (el Leviatn), impone y garantiza las reglas para todos. Los que las cumplen y las padecen lo hacen porque les conviene, por su propia estabilidad y por su propio beneficio. El resultado es la confianza, que produce un gran ahorro en la inversin de recursos para el control burocrtico y la represin de lo pblico y lo privado. Por otro, el sistema poltico moderno, es el encargado de excluir o, al menos, moderar las expectativas colectivas de riesgos que podran sufrir los individuos y que provocaran graves reacciones individuales y sociales: el pnico, la angustia, la depresin, el delirio, la locura, la violencia, la guerra civil.

    Se establece as, en nuestras sociedades, una dialctica entre miedo y seguridad que alcanza todas las manifestaciones de lo poltico. Una lgica orientada ha cohesionar lo colectivo y Zolo cree, con acierto, que cohesin significa hacer al grupo ms discriminante hacia el exterior y ms represivo en su interior. En esta dialctica, si crece la percepcin del riesgo aumentan los enemigos imaginarios (pero bien identificados), para aumentar la demanda de seguridad y la oferta de proteccin. Este aumento de la necesidad de confianza, a su vez, contribuye a aumentar la percepcin colectiva de potenciales desastres. En funcin de los intereses de cada grupo social, las amenazas y la seguridad se van a calcular de manera diferente. Por eso, si los riesgos que compartimos y aceptamos lo requieren, las libertades polticas conquistadas se podrn restringir para conseguir una mayor proteccin. Como viene siendo la norma del capitalismo, aquellos que dispongan de mayores recursos dispondrn de niveles ms elevados de proteccin. La prctica de la proteccin poltica, como ya estableci Hobbes, implica represin. Quienes no pertenezcan a los grupos privilegiados van a exigir su cuota de proteccin en tanto que se trata de un bien comn que se presenta como escaso. El conflicto est servido: [y] cuanto ms aguda es la percepcin colectiva de la escasez del bien seguridad ms agonstica es la competencia entre grupos, ya que cuanto ms extendido est el miedo social, ms elevados son los niveles de agresividad, (ZOLO, 2007).

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    Sobrevivir y supervivencia La antroploga mexicana Virginia Garca Acosta, (2005), menciona al socilogo alemn Niklas Luhmann, como uno de los especialistas ms influyentes de los ltimos aos en los estudios sobre el riesgo; se remite a la antroploga inglesa Mary Douglas, a Jean-Louis Fabiani y Jacques Thyes, a Denis Duclos, a Patrick Peretti-Watel, etc., la lista de autores ocupados y preocupados por las catstrofes y todas sus consecuencias, parece muy frondosa. Autores como Ulrick Beck, David Garland, Loic Wacquant, Zygmunt Bauman, Robert Castel, Luciano Gallino, etc., hacen su aportacin desde la perspectiva de la globalizacin como fenmeno que ha impuesto el sistema econmico capitalista a nivel planetario. En este marasmo de diferentes explicaciones de los conceptos que proponen autores y escuelas distintos, y con la consecuente polmica y confusin es necesario tener en cuenta una distincin bsica para entender el problema del miedo.

    Est claro que la percepcin del riesgo es, en s, una construccin social, culturalmente determinada, lo cual no es lo mismo que construir socialmente los riesgos. Para ilustrar esta afirmacin Garca Acosta desempolva una carta que envi Jean-Jacques Rousseau a Voltaire con motivo del terremoto de Lisboa de 1755 en el que fallecieron entre treinta mil y setenta mil personas. [L]os desastres no son naturales, le Escribi Rousseau a Voltaire:

    La gran mayora de nuestros males fsicos son obra nuestra. Teniendo el caso de Lisboa hay que considerar que si no hubiera habido 20 mil casas de 6 o 7 pisos, y que si los habitantes de esta gran ciudad hubieran estado mejor y ms ligeramente distribuidos, el dao hubiera sido mucho menor y quizs incluso nulo, como si nada hubiera ocurrido. (Rousseau, Jean-Jacques, 1756, Correspondance de Rousseau a Voltaire sur le desastre de Lisbonne).

    No son los riesgos los que se construyen culturalmente, sino su percepcin. La construccin social de riesgos remite a la produccin y reproduccin de las condiciones de vulnerabilidad que definen y determinan la magnitud de los efectos ante la presencia de una amenaza. Por lo tanto es lo social el principal responsable de los procesos de desastre, (GARCA ACOSTA, 2005).

    Marc Abls, (antroplogo y etnlogo, discpulo de Claude Lvi-Strauss, director de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales de Pars, EHEES), centra su inters, sobre todo, en las instituciones y en la poltica, pero su enfoque es humanstico y, por medio de la etnografa y de la famosa mirada distante del antroplogo, intenta dar respuesta a aquello que en el propio mbito de la poltica institucional queda sin analizar * . En su articulo de 2007, De la globalitzaci al global-politic, publicado en el nmero 30 de la Revista dEtnologia de Catalunya, hablando de las ONGs como instrumentos de una poltica globalizada, plantea tangencialmente la idea de las sociedades de la supervivencia que tiene mucho que ver que ver con el miedo como fenmeno social y, de paso, con el hilo conductor de este ensayo. En su articulo Abls habla del cambio que se pone en marcha a partir de los siglos XVII i XVIII en las sociedades europeas. Hasta este momento la tierra y sus productos haban configurado los modos clsicos de poder y quien gobernaba quera apropiarse de los bienes y de la riqueza de las tierras. En esa coyuntura, el fundamento fsico del poder era el soberano. Con la modernidad se pone en marcha una forma de ejercer el poder que concierne a los cuerpos, a lo carnal de los sujetos, lo cual implica una idea nueva de soberana. Quien gobierna necesita del "tiempo de trabajo" de sus sbditos. Desde entonces el fundamento del poder se * http://tv.us.es/antropologia-instituciones-y-practicas-politicas-contemporaneas/ Supervivencia para Abls (citando a Elias Canetti) no es lo mismo que "sobrevivir" en tanto que situacin donde el riesgo es un enemigo a batir muy cercano y otorga sensacin de invulnerabilidad, de amenaza vencida. http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Accidentes_nucleares_civiles

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    construye a partir de los "sistemas continuos y permanentes de vigilancia" (Foucault citado por Abls, 2007). Es la madre diligente, intimidando a los nios para vigilarlos, enfrentada a la madre afectuosa, que educa dejndoles ser nios.

    Este cambio, ser el instrumento esencial para el desarrollo del capitalismo industrial. El nuevo poder no es regulador, jurdico ni legal, se refiere a lo biolgico, al cuerpo y la mente humanos, es disciplinario y est dirigido a normalizar las conductas. Se construye a partir de las "ciencias del hombre" (las Geisteswissenschaften de Dilthey), de la medicina y la medicalizacin de las costumbres y la tecnologa orientada a las colectividades, (el desarrollo de la higiene pblica, las instituciones de asistencia social, la preocupacin por la demografa y por el entorno, crean una nueva normativa de conducta que diluye el alcance de lo disciplinario, para dar paso a un proyecto encaminado a alargar la vida y a crear sensacin de seguridad).

    El capitalismo, por medio del poder de esta nueva forma de actitud social (trabajo), penetra indirectamente a travs del hombre en el grupo, en lo colectivo. Y se convierte en aquello que Foucault llama "biopoltica", aquello que trata a las poblaciones desde un punto de vista cientfico y poltico al mismo tiempo. El nuevo sbdito de la soberana es la sociedad, en tanto que entidad indivisible de especmenes vivos, singulares e individuales. Se controlan los procesos que afectan a la vida, que siempre es cotidiana, (procesos como el nacimiento, la vejez, la muerte, la salud). Son procesos absolutamente contingentes a escala individual, pero que tienen, efectos econmicos y polticos determinantes en lo social porqu tambin son fenmenos con implicaciones en lo colectivo. Los estados van a colocar, poco a poco, las cuestiones biolgicas, de la vida, entre sus preocupaciones y sus previsiones. Costumbres y estilos de vida de los individuos, en principio, son asuntos menos interesantes para las administraciones que la demografa o las nacionalidades para los cuales es necesario controlar el crecimiento, la disminucin y los desplazamientos de las poblaciones.

    Para Abls, en nuestros das, se ha producido una ruptura entre nuestro modo de representarnos la poltica, que tiene que ver con el individuo como ciudadano, y nuestro modo de vivir lo que es poltico, que tiene que ver con ese sujeto biopoltico del que hablaba Foucault. Esta dualidad esconde en su dinmica un desplazamiento de lo poltico. Si la escenificacin de la poltica sita las preocupaciones por vivir y por sobrevivir en primer plano, relega los temas de soberana y los problemas de los ciudadanos al olvido. As, nuestra relacin con lo poltico recuerda la que plantea Gabriel Garca Mrquez en su conocida novela El coronel no tiene quien le escriba. Por un lado, estamos preocupados, igual que el coronel, por nuestra dignidad y nuestra relacin con la administracin, mientras que por otra parte, como le ocurre a la mujer del coronel, no nos podemos sustraer a la necesidad de comer cada da, ms all de las estrategias para manifestar tal preocupacin.

    Nuestra cotidianidad se constituye a partir de ciertos fenmenos que permiten observar las preocupaciones que configuran nuestro modo de actuar en sociedad, (los datos inmediatos de la conciencia de los que habla Henri Bergson). Uno de los aspectos comunes de esas preocupaciones es que nos sitan ms all de los limites de seguridad del estado-nacin tradicional. Los problemas que se nos plantean tienen un componente global y se explican o se intentan explicar, a partir de acontecimientos que no podemos controlar, ni individualmente, ni como colectividad, (por ejemplo: el Estado Islmico, el cambio climtico, la prima de riesgo, etc.). Pues bien, esta percepcin de impotencia es el decorado de la actuacin poltica. Todo sucede como si la capacidad de iniciativa ciudadana estuviese sometida a una reafirmacin, ms o menos explicita, de esa impotencia ligada a

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    una duda radical de nuestras condiciones de pertenencia. Somos o hacemos?, queremos o podemos?.

    Lo preocupante es que a partir de este estado de cosas lo colectivo se vuelve ms difuso y comienza a tener ms que ver con la supervivencia que con la convivencia. La convivencia se relaciona con la idea tradicional de la polis como ncleo de acciones cerrado, ajeno a lo que ocurre tras sus muros y por tanto tranquilizador. Por descontado la convivencia no est exenta de conflictos y de temores. Las teoras polticas lo explican muy bien: en la convivencia hay violencia, hay relaciones de dominio, hay enemigos sealados como comunes. La convivencia se plantea sosegada en la teora de Habermas, que resuelve conflictos mediante procesos de comunicacin, argumentativos; o se plantea destructiva, por las pasiones propias de los seres humanos, tal como hemos visto ms arriba que la describi Hobbes en el siglo XVII. Sin embargo, todos los tericos coinciden en un punto: la existencia real o potencial de comunidades en las que el principal objetivo de los individuos es preservarse a si mismos como grupo estable.

    Pero, que pasa cuando la convivencia no representa el objetivo principal de los ciudadanos, de las sociedades que, por lo que sea, de repente se fijan otras prioridades?. Cuestiones como la de la supervivencia que se corresponden con el desmoronamiento de los estados-nacin, protectores de las sociedades de Occidente, con la perdida, a causa de los efectos perversos de la globalizacin, de los referentes que se defendan como indestructibles. Una supervivencia que se hace necesaria ante el debilitamiento de los lazos sociales y de los marcos institucionales, de los limites territoriales que se vuelven indefinidos, (pensemos en las fronteras de Melilla en el estado espaol, por ejemplo, que expresan de manera plstica, sangrienta, el temor a la alteridad). Y, qu pasa con las creencias religiosas y su reciente (relativa) sustitucin por un estado laico pero asistencial?, religin y estado que ofrecan ambos, por medio de simbolizaciones distintas, eso si, (no es lo mismo la esperanza de la redencin post mortem que la esperanza en el progreso), una seguridad frente al porvenir. Precisamente aquella seguridad que ha desaparecido al final del siglo XX.

    Este desplazamiento de prioridades, de la convivencia a la supervivencia, presenta un orden nuevo en el que no hay garantas de que nuestra vida presente sea coherente con el porvenir. Ms all de los problemas de convivencia, gestin y seguridad ciudadanas, mas all de la seguridad que garantizan, o lo pretenden, los avances de la ciencia y la tcnica, cual va a ser nuestra relacin con el mundo de maana?, sobreviviremos?. El imaginario futuro ya no es el de gente vestida con chndales plateados, viviendo en un mundo impoluto, entre abundancia y felicidad, que se prescribi en la dcada de los 50. Hoy el futuro que narra la ficcin meditica es apocalptico, post apocalptico, transitado por zombis y canbales.

    Precariedad, incertidumbre y un porvenir sin futuro. Son los estragos de la ciencia, (segn Ulrich Beck, uno de los efectos ms llamativos del desarrollo cientfico es que ha provocado mucha ms inseguridad y angustia de la que ha conseguido eliminar), los efectos de la inseguridad, (que para Beck caracteriza lo que designa "segunda modernidad" como sociedad del riesgo global) por la omnipresencia de la incertidumbre. El futuro es, en este planteamiento, una amenaza a enfrentar y la percepcin generalizada es la de que no hay ninguna solucin definitiva. Cmo es, en este contexto, nuestra relacin con la poltica? Si poltica es la manera en la que el individuo se une al colectivo y la Supervivencia para Abls (citando a Elias Canetti) no es lo mismo que "sobrevivir" en tanto que situacin donde el riesgo es un enemigo a batir muy cercano y otorga sensacin de invulnerabilidad, de amenaza vencida.

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    representacin que ste se construye de su lugar en la sociedad, resultan muy escasos los medios polticos en una situacin de supervivencia como la actual. Para Beck de las nuevas exigencias se desprende un "principio de precaucin" que obliga a lo poltico a anticiparse escogiendo las soluciones adecuadas desde la perspectiva de lo peor.

    Esto es parte de lo que Abls denomina "global-politic", o el nuevo escenario de teora y de accin, en el que las llamadas ONGs, (organizaciones no gubernamentales), tienen un papel trascendental. Su actividad se centra en la necesaria y urgente "economa sostenible", que es en suma, economa de la supervivencia, alternativa al porvenir alevoso de la universal mercantilizacin centrada en el desarrollo para el provecho, un porvenir de catstrofes regulares, cmo Chernbil en 1986 y Fukushima en 2011. Adems, por medio de estas organizaciones, de manera directa o indirecta, el individuo se proyecta, se imagina a si mismo, como actor a escala global. Hay muchos ejemplos de solidaridad masiva que Abls enumera, son colectivas reacciones generosas de la poblacin de los pases desarrollados en situaciones de crisis como fue el tsunami, el diciembre del 2003. Fenmeno caritativo que se explica, entre otras razones, (es Navidad, vivimos bien mientras otros padecen, hay turistas occidentales entre las vctimas, por el uso de internet y de las nuevas tecnologas de la comunicacin, etc.), se explica digo, por el hecho de que son los ciudadanos quienes quieren asumir directamente sus compromisos, saltndose, al menos en apariencia, a los mediadores de los gobiernos tradicionales. Hay comportamientos y prioridades que se han modificado con la globalizacin y aqu, dira que ms que de miedo cabe hablar de valor. Valor para enfrentar un grado de angustia que es, a su vez, producto de un grado de concienciacin.

    Los medios de comunicacin se hacen eco de grandes acontecimientos planetarios con los que tenemos que convivir. Emocionalmente todos los que queramos podemos participar del magno evento, a travs de la pantalla del televisor, o tambin pecuniariamente. Las cuestiones que hasta el momento pertenecan al mbito puntual de la tica o de la religin pasan a ser habituales. Los desastres naturales que se retransmiten en directo, provocan el "terror sacro" de otras eras y provocan la empata, la compasin, la caridad y el altruismo. Si constantemente pensamos que nuestro mundo y nuestra vida estn amenazados y pueden desaparecer, apostar por lo sostenible es una reaccin coherente, por eso el fenmeno de las ONGs es resultado de un mundo precario y determinado por el riesgo.

    En este contexto, de "profunda angustia antropolgica" Abls recuerda que tanto las proposiciones de Beck, (el rgimen cosmopolitico), como las de Negri i Hardt, (el imperio), formulaciones para cuestionar el concepto de estado-nacin por medio, ya sea de una democracia garantista de los derechos humanos, ya por medio de una autoafirmacin como agente de la "multitud", terminan ambas con referencias a lo religioso, al concepto de amor propio y del amor como fuerza de oposicin a la muerte. "Resulta sintomtico", dice Abls. Parece una renuncia al pensamiento crtico frente a un proceso que no permite ofrecer, con los medios propios del pensamiento crtico, un porvenir del todo estable y liberado de riesgos.

    En las sociedades en les cuales la amenaza es un ingrediente del presente, vivir y sobrevivir se mezclan sobre un fundamento muy diferenciado. Hay que reclamar la reorganizacin de un equilibrio social necesario entre lo que se refiere explcitamente a la vida (sobrevivir) y lo que tiene http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Accidentes_nucleares_civiles

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    que ver con los medios para enfrentar la muerte (supervivencia). El equilibrio emocional individual y el ordenamiento jurdico-legal de tales sociedades toman su sentido desde la perspectiva del riesgo y de la necesaria precaucin. Es por esto mismo, por lo que ciertos temas globales como el del medio ambiente, la financiarizacin de la economa, la seguridad internacional, el terrorismo y el narcoterrorismo, las deslocalizaciones y la explotacin laboral, las migraciones, etc., estn tan presentes en las relaciones entre el poder y la sociedad. Son las consecuentes desigualdades entre ricos y pobres, base de los desequilibrios sociales y causa del reparto asimtrico de los daos colaterales que provocan los desastres.

    La cuestin de la supervivencia se impone, tanto en el plano local como en el global, como un elemento de ciudadana. La "angustia antropolgica" que se centra en la supervivencia puede decidir nuestra representacin del mundo y nuestras maneras de intervenir en l, modificando nuestras prioridades, nuestros temas de discusin y nuestras iniciativas. Cabe preguntarse cmo sern nuestras relaciones sociales, qu ser lo poltico y qu ser lo sagrado. Porque el alcance de lo sagrado est presente y se expresa en la reaccin "humanitaria" de solidaridad, (segn Abls, rituales expiatorios), que desencadenan las grandes catstrofes, y se expresa en el numero creciente de voluntarios o en la bsqueda de alternativas "espirituales" a un mundo "materialista". Fe y esperanza, se imponen.

    Si en las sociedades de la convivencia se buscaba como ideal, la separacin entre el poder civil y el poder religioso, para construir una sociedad laica que distinguiera con eficacia el mundo de la creencia del mundo de la gestin, resulta que en las sociedades de la supervivencia no es posible esta distincin por lo que lo sagrado y lo profano se vuelven nter-permeables y se manifiestan ostentosamente, tanto en la liturgia meditica como en el discurso institucional de la globalizacin.

    La consecuencia ms palpable de esta "poltica de la supervivencia" es el miedo que sienten las personas. El miedo que se ha incrustado en nuestras vidas cotidianas, en nuestra intimidad, a travs de los medios de informacin, del piln de difusin de infundios que hemos instalado en el centro de nuestra sala de estar. Nos atormenta el miedo a las amenazas que pesan sobre nuestras cabezas y lo compartimos con la familia, con el vecino y en la escuela. Permitimos que por precaucin, para protegernos, (bsicamente del miedo), los idearios polticos construyan las instituciones, las locales y las globales, que nos administran la vida, en lugar de hacer nosotros la poltica a partir de nuestras propias instituciones. Apelamos a la seguridad en nuestros hogares, en las calles de nuestro barrio, pero tambin en nuestras fronteras, las nacionales y las trasnacionales. Por precaucin, que es la primera manifestacin del miedo, dejamos que quienes nos explotan orienten y organicen nuestras vidas diarias, nuestras aspiraciones colectivas y hasta que decidan nuestro voto, la nica supuesta libertad de la que gozamos en estas, tan valoradas, democracias.

    Juan sin miedo En conclusin, no se trata de dejar de lado la vertiente psicolgica, pedaggica o relativa a la antropologa paleontolgica o fsica que hay detrs de la cuestin del miedo. Tampoco se trata de minimizar o negar abiertamente los riesgos que lo provocan. Pero si se trata de darles a los riesgos la dimensin adecuada en cada coyuntura. De todas las fbulas de la literatura infantil clsica conviene rescatar la de Juan sin miedo o Historia de uno que hizo un viaje para saber lo que era miedo (Mrchen von einem, der auszog, das Frchten zu lernen) de los hermanos Grimm. Al protagonista le llamaban "sin miedo" simplemente porque no le tena miedo a nada, no sabia lo que era el miedo.

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    Pero era curioso y quera conocerlo, por lo que sali en su busca. Ni brujas, ni ogros, ni castillos encantados repletos de fantasmas y tenebrosas criaturas sirvieron para hacerle conocer el miedo. Lo nico que consigui fue la mano de la princesa. Y fue en el seno de una aparente apacible existencia matrimonial donde Juan descubri el miedo gracias a su mujer que, un buen da cansada quiz, de verlo holgazanear, le despert de la siesta arrojndole agua fra.

    Juan sin miedo no era un alocado inconsciente, la prudencia que le inspir su esposa lo demuestra, pero s tenia capacidad de enfrentarse a las situaciones adversas conocidas o desconocidas, tenia lo que los psiclogos y antroplogos llaman resiliencia. Resiliencia como la tienen los pastores turkanas del noroeste de Kenia para quienes la sequia, no es un riesgo a temer, sino que constituye parte de su ambiente, con el cual han vivido y convivido por generaciones, (Terrence McCabe citado por Garca Acosta, 2005).

    Hay un miedo que es poltico y, por tanto, que nos afecta cada da porque nuestras existencias son poltica. El miedo existe y no necesita de engaos para manifestarse. No podemos vivir angustiados por falacias y descuidar nuestra existencia. Referencias ABLS, M. (2007) De la globalitzaci al global-politic. Revista d'Etnologia de Catalunya, n 30.

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