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LA FUNDACIÓN INFORMA BOLETÍN SETIEMBRE, 2017 REENCONTRANDO NUESTRO Mes de la niñez Cuando hablamos de la niñez es remembrar lo que alguna vez fuimos. Algunos añoran la infancia como una etapa privilegiada de la historia personal; unos conservan memorias vividas a pesar de los años transcurridos; otros apenas tienen evocaciones que se pierden entre vagas reminiscencias. En Como se afirma en la psicología, la infancia es como la “matriz extra uterina” que nos contiene y en la que nos desenvolvemos los primeros años de existencia. Es como la cera maleable en donde se imprimen, como sellos, las impresiones que quedarán en la profundidad de nuestra mente . Resulta como el rompecabezas donde se van articulando las diversas piezas que irán construyendo nuestra identidad y personalidad. Para los adultos, la niñez resulta como el “paraíso perdido” de nuestra propia vida. Tenemos que dar nuevamente con él. A veces deseamos retornar pero hemos olvidado el camino y no encontramos quien nos pueda guiar. Mientras transcurre la vida vamos perdiendo todas las características de la niñez: Confianza en los otros; inocencia, ingenuidad, capacidad de jugar y de soñar; iniciativa, imaginación y creatividad; empezar siempre algo nuevo; conocer las cosas y preguntar -sin vergüenza alguna- por lo que ignoramos; ser afectivos y expresivos sin condicionamientos, espontáneos, auténticos, frescos, ocurrentes, risueños, tímidos o extravertidos, simpáticos, alegres y tantas, tantas otras buenas condiciones que vamos, penosamente, olvidando y perdiendo mientras crecemos, como si fuera una erosión que desgasta la vida, haciéndonos endurecer, poniéndonos rígidos y calculadores, serios, precavidos y desconfiados. Tenemos que volver a recordar cómo era y cómo sentía, cómo veía el mundo aquél niño que alguna vez fuimos. Reconquistar el “niño perdido” no significa ser inmaduros o incompletos sino re-encontrarnos con nuestra propia esencia, con lo más genuino de nosotros mismos que hemos extraviado u olvidado. Volvemos al niño que fuimos cuando experimentamos, como en aquél entonces, sentimientos de indefensión, vulnerabilidad, fragilidad, abandono; o también sensaciones de cariño, cuidado, tibieza y contención o cuando dejamos volar nuestra fantasía, ensueño, magia. Propongámonos a intentar conectarnos con el niño que somos o con el que fuimos. Rescatarnos y reconquistarnos desde nuestra infancia.. Te invitamos a acercarte a la casa de tu infancia, descálzate, pisa la hierba, corre, sentí la brisa que te recorre, pené los pies en el agua transparente de un riachuelo, bailá al son de la música que brota de adentro tuyo, escucha tu canción preferida , despliega tus brazos al sol, ¡imagínate a dónde podríamos llegar si tuviéramos alas! niño interior

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Page 1: Mes de la niñez REENCONTRANDO NUESTRO C niño interior · Que Dios nos acune en la misericordia de sus brazos y en la compasión de su entrañable amor. Que el Padre del cielo nos

LA FUNDACIÓN INFORMA

BOLETÍN SETIEMBRE,

2017

REENCONTRANDO NUESTROMes de la niñez

Cuando hablamos de la niñez es remembrar lo que alguna vez fuimos. Algunos añoran la infancia como una etapa privilegiada de la historia personal; unos conservan memorias vividas a pesar de los años transcurridos; otros apenas tienen evocaciones que se pierden entre vagas reminiscencias. En Como se afirma en la psicología, la infancia es como la “matriz extra uterina” que nos contiene y en la que nos desenvolvemos los primeros años de existencia. Es como la cera maleable en donde se imprimen, como sellos, las impresiones que quedarán en la profundidad de nuestra mente . Resulta como el rompecabezas donde se van articulando las diversas piezas que irán construyendo nuestra identidad y personalidad.

Para los adultos, la niñez resulta como el “paraíso perdido” de nuestra propia vida. Tenemos que dar nuevamente con él. A veces deseamos retornar pero hemos olvidado el camino y no encontramos quien nos pueda guiar.

Mientras transcurre la vida vamos perdiendo todas las características de la niñez: Confianza en los otros; inocencia, ingenuidad, capacidad de jugar y de soñar; iniciativa, imaginación y creatividad; empezar siempre algo nuevo; conocer las cosas y preguntar -sin vergüenza alguna- por lo que ignoramos; ser afectivos y expresivos sin condicionamientos, espontáneos, auténticos, frescos, ocurrentes, risueños, tímidos o extravertidos, simpáticos, alegres y tantas, tantas otras buenas condiciones que vamos, penosamente, olvidando y perdiendo mientras crecemos, como si fuera una erosión que desgasta la vida, haciéndonos endurecer, poniéndonos rígidos y calculadores, serios, precavidos y desconfiados.

Tenemos que volver a recordar cómo era y cómo sentía, cómo veía el mundo aquél niño que alguna vez fuimos. Reconquistar el “niño perdido” no significa ser inmaduros o incompletos sino re-encontrarnos con nuestra propia esencia, con lo más genuino de nosotros mismos que hemos extraviado u olvidado.Volvemos al niño que fuimos cuando experimentamos, como en aquél entonces, sentimientos de indefensión, vulnerabilidad, fragilidad, abandono; o también sensaciones de cariño, cuidado, tibieza y contención o cuando dejamos volar nuestra fantasía, ensueño, magia.

Propongámonos a intentar conectarnos con el niño que somos o con el que fuimos. Rescatarnos y reconquistarnos desde nuestra infancia..Te invitamos a acercarte a la casa de tu infancia, descálzate, pisa la hierba, corre, sentí la brisa que te recorre, pené los pies en el agua transparente de un riachuelo, bailá al son de la música que brota de adentro tuyo, escucha tu canción preferida , despliega tus brazos al sol, ¡imagínate a dónde podríamos llegar si tuviéramos alas!

niño interior

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Encuentra tu niño interno…VIVE, VIVE UN DÍA A LA VEZ COMO LO HACEN LOS PEQUEÑOS

A QUIENES CADA UNO DE USTEDES APOYAN DIBUJANDO SONRISAS CADA INSTANTE MIENTRAS SE ENCUENTREN EN ESTE MUNDO.

De todas las etapas humanas, la infancia es la más determinante de todo el proceso posterior de la vida. Crecemos biológica, psicológica y afectivamente, un gran porcentaje de nuestro ulterior desarrollo.

En la niñez nos abocamos a la gran tarea del descubrimiento y la exploración de la realidad y de la vida que nos rodean. Nos autoconocemos permanentemente y comenzamos la socialización con otras personas, insertándonos en una familia y en el circuito de otras relaciones.

Nosotros ya no somos niños. Sin embargo, alguna vez lo hemos sido. Cuando recordamos la niñez y evocamos al niño que fuimos podemos sentir diversas emociones: Alegría, nostalgia, agradecimiento o quizás, también, por qué no, otras sensaciones no tan positivas.

Cuando te conectás con el niño que fuiste, el que lleva tu nombre y tu historia, ¿qué imagen es la que viene?; ¿cuál es el retrato en el que te ves y te reconocés a vos mismo?; ¿qué lugares recordás?; ¿qué olores te son

familiares?; ¿qué paisajes se dibujan?; ¿qué voces escuchás?; ¿qué anédoctas recordás?

El Paraíso PerdidoLa vida comienza con una “primera infancia” y termina con una “segunda infancia”. La vejez o senectud es una “última infancia”: Volvemos a lo esencial de la vida; dejamos de trabajar y empezamos a disfrutar; gozamos de las cosas simples de la vida y de los afectos sencillos y perdurables; nos permitimos tiempos gratuitos; volvemos a “jugar” con la vida como al principio, despreocupándonos del peso y de las cargas que se han sumado y acumulado a lo largo del camino…

El final de cada cuentoNo todos los cuentos infantiles tienen, como la misma vida, un “final feliz”. No todas las historias son alegres

o terminan bien. Algunas son bastante dramáticas por cierto.

¿Por ejemplo, conocés la historia de Rapunzel?

Rapunzel era una joven prisionera de una bruja que la había puesto en lo alto de una torre, sin acceso alguno. Cuando la bruja quería subir, le pedía a Rapunzel que dejara caer su larga trenza y subía, como si fuera una soga, gracias al extenso cabello dorado. Un día, un príncipe, supo de ese secreto de la bruja y –de la misma manera- subió hasta el encuentro de la prisionera. Cuando la bruja lo supo, cortó la trenza y envío a la doncella al bosque, mientras que al príncipe, lo encegueció con un hechizo. Pasado mucho tiempo, enceguecido el príncipe y perdida la joven, se encontraron en la oscuridad del bosque y se reconocieron. Rapunzel, entonces, abrazó al príncipe ciego y lloró de alegría. Sus lágrimas rodaron hasta tocar los ojos secos y oscurecidos del príncipe. Las lágrimas bañaron los ojos inundándolos, otra vez, de una nueva y tibia luz. Así el príncipe recuperó su vista: A menudo en la vida, las lágrimas de unos se convierte en la luz de otros.

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Infancias robadasEn el mundo en el cual vivimos, en la era de la “globalización”, muchos de los nuevos excluidos que genera el sistema son los niños. Hoy mucho se habla de los “derechos del niño”; sin embargo, existen también muchas y graves violaciones a esos derechos. El “día del niño” es para recordar social y solidariamente de manera fundamental a esos niños, los “nuevos pobres”.

La niñez actual en nuestra realidad en estado de riesgo social continuo es un fenómeno altamente preocupante. Se patentiza en algunas de las siguientes situaciones críticas: Los niños de la calle; los bebés abandonados, maltratados o golpeados; la venta de bebés; la desnutrición infantil; el alto porcentaje de mortalidad infantil; los niños explotados por el mundo laboral de los adultos; la analfabetización y la deserción escolar prematura; los niños insertos en las nuevas configuraciones de familias y ensambles vinculares; la problemática de la adopción; la delincuencia juvenil; la rehabilitación e inserción social de los menores que delinquen; el tráfico de órganos, la prostitución y la pornografía infantil; los niños abusados y víctimas de la violencia; los niños portadores de VIH; los niños agresivos en las escuelas; la drogadicción infantil; la extrema indigencia en la algunos viven; los niños cyberdependientes y los que son objetos de la publicidad orientada para crear conductas de consumismo infantil; los niños con carencias de roles maternos y paternos, masculinos y femeninos; los niños criados afectivamente de manera abandónica por sus padres; los niños sin límites; etc.

Vivimos en una sociedad en la que los niños no son privilegiados: ¿Qué podés hacer para contrarrestar toda esta fuerza de muerte?; ¿si fuera un hijo, un nieto o un sobrino tuyo el que padeciera algo de esto?; ¿cómo reaccionarías?...

El Dios NiñoJesús en el Evangelio aparece rodeado de niños y -a pesar de que los apóstoles quieren alejar- el Señor bendice. Además nos exhorta a todos a ser como niños para poder entrar en su Reino. Volver a ser como niños es volver a ser humanos. Reconquistar nuestra esencia y nuestra alma.

Nuestro Dios hecho hombre no sólo quiere a los niños sino que, también, Él mismo se sometió a las leyes del crecimiento humano. Por el misterio de la Encarnación, Dios se hace niño, nace de una mujer, vive en una familia, aprende a hacerse humano. El Niño Dios que adoramos en la cuna del Pesebre en la Navidad nos ilumina la mirada de fe en la niñez.

Jesús fue un niño como todos los demás niños de su pueblo. Creció rodeado del afecto de María y de los cuidados de José. Vivió y jugó en una casa humilde sostenida con el esfuerzo del trabajo cotidiano. La cadencia de la oración resguardaba la semilla de la fe de ese hogar.

María, la Madre, también fue niña. La Virgen Niña muestra la delicadeza, la ternura y la suavidad propia de la cándida inocencia de toda niñez.

Pongamos a todos los niños en el corazón del Dios Niño y hagamos una ronda tomados de la mano con la Virgen. Que no nos avergüence volver a ser como niños. Que el ángel de la guarda, dulce compañía, nos cuide y nos acompañe cada día.

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Que Dios nos acune en la misericordia de sus brazos y en la compasión de su entrañable amor. Que el Padre del cielo nos cante una nana, una canción de cuna, que nos haga vivir serenos. Que nos arrulle eternamente su cariño para que estemos en paz.

Querido Dios, cántame una canción como las que me cantaba mamá. Cántame como cuando era niño. Cántame para que la oscuridad nunca me toque, para que los miedos no me paralicen, para que los malos sentimientos no lleguen a mi alma.

Querido Dios, cántale a los niños y cántale también a los que ya no somos niños. Todos los necesitamos, aunque a veces no nos animemos a pedírtelo. Nos da vergüenza. Nos sentimos grandes pero, en verdad, seguimos siendo pequeños.

Cántale a los pobres y a los enfermos, a los viejitos y a los olvidados, a los que están encerrados y a los que no tienen pan, casa, trabajo, familia o amigos.

Cántanos a todos. Que escuchemos, muy dentro de nosotros tu dulce e inconfundible voz que nos susurra.

Cántame, cánteme una canción para que vuelva ser el niño que aún soy…

Publicado el 7 de Augosto del 2010 por Eduardo Casas