Memorándum. La influencia de los Estados Unidos sobre México en materia religiosa

Cayetano Reyes García El Colegio de Michoacán

El “monroismo” católico es el tema central del documento infra escrito que ahora se presenta. El memorándum fue mimeografiado en la déca­da de los cuarenta de nuestro siglo xx, sin fecha ni firma. Un informante señaló que en 1943 la Unión Nacional de Padres de Familia lo remitió a la dirección del Partido de Acción Nacional, dos años después de ha­ber celebrado en Guadalajara el primer plebiscito en pro de la libertad de la enseñanza y reforma del Articulo Tercero Constitucional. La Unión Nacional de Padres de Familia ( u n p f ) surgió en la década de los treinta para protestar en contra de la educación socialista; fue dirigida por el licenciado Pérez Verdía y por el licenciado Agustín Navarro Flo­res. En 1941 los obispos al principio apoyaron la manifestación de los católicos, pero, posteriormente retiraron la ayuda a la u n p f . Situación que impulsó a editar en mimeografo el memorándum. Un informante proporcionó la copia y por obvias razones prefirió que su nombre que­dara en el anonimato. Las notas que a continuación se exponen van con el fin de esclarecer el conocimiento tanto de los autores como de los hechos mencionados.

El memorándum consta de 36 párrafos, numerados en forma se- cuencial, con excepción del párrafo 35 que fue eliminado. Esta elimi­nación queda aún en suspenso, pues no sabemos si fue voluntaria o involuntaria, ya que no se conoce el original. La información que con­tiene traza un desarrollo unilineal del imperialismo católico norteame­ricano y el desarrollo de la doctrina Monroe. Los 36 párrafos están divi­didos: Los tres primeros incisos sirven de introducción, son pequeños y vanan de época; y a partir del cuarto párrafo comienza a entrar al tema en forma directa.

El primer párrafo está dedicado a explicar la homogeneidad que dieron los católicos a Norteamérica, incluyendo en ésta a todos los dis­tintos países que hoy se incluyen al norte del Ecuador y que son cono­cidos con los nombres de Alaska, Canadá, Estados Unidos de Norte­américa, hasta México y Centroamérica. Indica que el cristianismo y la educación hispánica lograron la homogeneidad territorial.

El segundo párrafo fue ocupado en tratar el origen del monroismo y la separación de la Iglesia y del Estado, durante los procesos de In­dependencia y modernización de los mismos Estados en el siglo xix.

El párrafo tercero señala el inicio de la lucha de los protestantes contra los católicos y la persecusión de la Iglesia cristiana.

A partir de los párrafos cuatro y cinco, el memorándum comenzó a presentar hechos que demuestran el monroismo católico norteamericano, al inicio de la Revolución Mexicana de 1910, con el surgimiento y con­solidación política de bolcheviques, protestantes y de católicos traidores.

En los treinta párrafos siguientes presenta las pruebas publicadas de los hechos, las cuales demuestran la preponderancia del monroismo católico, su correlación con Wall Street, y con los prelados mexicanos que favorecen la vía México-Washington-Vaticano.

El párrafo final número 36 sirve para terminar con el grito que exi­ge el establecimiento de la vía directa México-Vaticano y Vaticano-Mé- xico, pidiendo eliminar a los católicos norteamericanos, los cuales fun­cionaban en son de intermediarios.

El contenido de la información del memorándum parece ser muy simple. Sin embargo, resulta relevante y luminoso, al ser comparado con el escaso conocimiento que se tiene de la Iglesia. Gente y corpora­ciones de la Iglesia, católicos, y cristianos; los cuales no son homogé­neos, sino muy heterogéneos.

Comúnmente los católicos han afirmado que el Estado Mexicano es jacobino. Es indudable que en la época posrevolucionaria el Estado no es un hermano de la caridad de la Iglesia. Por otra parte, tanto católicos como comunistas y socialistas mexicanos han señalado en forma para­lela y constante las distintas vertientes de intervención directa econó­mica y política del imperialismo norteamericano. El memorándum infra escrito es novedoso en cuanto a que presenta la posibilidad del análisis desde la perspectiva del imperialismo cultural norteamericano, vía religiosa. Vertiente señalada desde hace más de medio siglo y que

los estudiosos han marginado en sus investigaciones, indicando que no hay fuentes de información y que sólo los radicales rojos o blancos se fijan en esos detalles. El problema del conocimiento es la falta de infor­mación, de ahí la conveniencia de editar este tipo de documentos, pues, con cada grano de arena que se aporte, se podrán abrir nuevas brechas de estudio.

El memorándum no está fechado. Sin embargo, su información re­gistra hechos de la década de los cuarenta. El párrafo 30 menciona la datación más reciente. Indica que la “National Catholic Welfare Confe- rence” ha establecido un servicio de noticias, enviando una circular que está fechada el 31 de marzo de 1941. Por lo tanto, el párrafo señala indi­rectamente que su elaboración fue de mes y año posterior a esa fecha.

El memorándum que se edita no está firmado. Sin embargo, lleva el mismo título del documento manuscrito, de 24 páginas, de Palomar y Vizcarra: Memorándum relativo a la influencia de los e e .u u . sobre México en materia religiosa (Citado por Jean Meyer, 1979,1:62-66). La diferencia radica en que uno está manuscrito y el otro mimeografíado. El manuscrito tiene abreviado el nombre de Estados Unidos y el mi- meografiado lo escribe en forma completa. El manuscrito de Palomar consta de 24 páginas, y el mimeografíado está en 11 páginas tamaño oficio a renglón cerrado, si se pone en tamaño carta se extiende a 30 pá­ginas a doble espacio. El escrito de Palomar no tiene numerados los párrafos, el otro documento sí.

Otras diferencias se encuentran en la redacción y éstas se pueden distinguir fácilmente si ponemos con letras de mayor tamaño o con ne­gritas el texto de Palomar y con minúsculas simples el otro texto del memorándum:

10. Hubo entonces, contra aquel esfuerzo titánico que tendía a libertar a México, una combinación de energías: “LA CASA BLANCA, CONTI­NUANDO SU POLÍTICA TRADICIONAL, ANTIMEXICANA Y AN­TICATÓLICA; (el gobierno mexicano, simple agente de Washington;) EL SECTOR DEL ALTO CLERO NORTEAMERICANO QUE SECUNDA­BA LOS PUNTOS DE VISTA FUNDAMENTALES DE LA CASA BLANCA y que para ello se servía particularmente de la “National Catho­lic Welfare Conference”; la Banca de los Estados Unidos interesada en poner término material al conflicto; y dos prelados mexicanos, los exce­lentísimos señores Pascual Díaz y Leopoldo Ruiz y Flores, que desde la

iniciación de aquella fase de la persecución secular, manifestaron tenden­cias a entenderse de cualquier manera con el gobierno sectario. EL GOBIERNO MEXICANO SIMPLE AGENTE DEL GOBIERNO DE WASHINGTON; LA BANCA DE LOS ESTADOS UNIDOS” (PALO­MAR P.5 citado por J. Meyer 1979,1:65) La explicación fundamental de los sucesos posteriores se encuentra en el hecho de que el gobierno de la Casa Blanca hizo presión sobre los obispos norteamericanos para que, a su vez, persuadieran al clero mexicano, y por intermedio suyo, a todo el pue­blo, de la conveniencia de sujetarse a sus leyes antirreligiosas y antihuma­nas; bajo la amenaza de que, de no obrar en tal sentido los prelados norte­americanos, el gobierno de Washington les retiraría la confianza y buena amistad que hasta entonces de el había dispensado. Todo esto, por otra parte, debía llegar también a la Santa Sede.

15. En febrero de 1932, la Liga Nacional Defensora de la Libertad decla­ró que uno de los puntos más importantes de su programa era “infundir en el alma nacional la convicción de que nuestra patria tiene grandes destinos que cumplir como nación católica, y que no pueden sujetarse esos desti­nos, aunque aparezca la patria débil, al imperialismo norteamericano; de cualquier género que sea”. Con relación a esto, el excelentísimo señor Ruiz y Flores, delegado apostólico, en carta del 5 de abril del mismo año, hizo la indicación de que “si se hace mención del imperialismo america­no, debe hacerse en forma de que no se falte a la caridad cristiana, ni se provoquen conflictos innecesarios para nuestro país”. A esto contestó la liga: “EL IMPERIALISMO YANQUI ES PARA NOSOTROS, Y PARA TODOS LOS MEXICANOS QUE ANHELAN LA SALVACIÓN DE LA PATRIA, ALGO QUE ES EN SÍ MISMO MALO, Y COMO MALO DEBE COMBATIRSE ENÉRGICAMENTE. LA HISTORIA DEMUES­TRA QUE LA CASI TOTALIDAD DE LOS MALES NACIONALES QUE AQUEJAN A NUESTRA PATRIA SE DEBE AL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO” (PALOMAR, PÁG.10 citado por J.Meyer 1979, I: 66), El combatir contra ese imperialismo es caso de justicia, no de cari­dad”, caso de forzosa, necesaria y legítima defensa.

16. El día 1 de abril del mismo año de 1932, el periódico “Reconquista”, órgano oficial de la citada Liga, publicó un artículo que dice, entre otras cosas, refiriéndose veladamente a los norteamericanos y en particular a la “National Catholic Welfare (bienestar) Conference”: “Pero a nuestra reli­gión queremos comprenderla y defenderla con los caracteres genuinamen- te católicos que nuestra patria tiene”. NOSOTROS JAMÁS, COMO SE

HA HECHO EN ALGUNA OTRA NACIÓN ENSOBERBECIDA POR SUS GRANDEZAS MATERIALES Y SU “CONFORT”, HEMOS DESIGNADO NUESTRAS INSTITUCIONES CON EL CALIFICATI­VO DE “BIENESTAR”...Distinguiremos siempre, con ademán resuelto, ese catolicismo mil veces amado, del catolicismo desteñido que habla de bienestar y que, cuando alguna cristiandad amiga extiende su mano para ser socorrida en el infortunio, se niega petulante y egoísta, porque se com­promete su bienestar, su confort, y teme miserablemente verse objeto de las persecuciones de su gobierno, que anhela, desde hace ya centurias, el aniquilamiento de nuestra nacionalidad... “NO HAN SABIDO ESOS CATÓLICOS SENTIR LA UNIVERSALIDAD DE NUESTRA RELI­GIÓN” (PALOMAR PÁG. 10 citado por J.Meyer, 1979 ,1: 66). El 27 del mismo mes de abril, hizo saber la secretaría del arzobispado de México al autor del artículo que el excelentísimo señor Díaz “lo había visto con desa­grado” y le previno que procediese a hacer las correspondientes rectifica­ciones, porque, dijo la censura, que se ofendía a los católicos americanos. Esto se relata simplemente como síntoma del “monroísmo” eclesiástico, ya que no había materia canónicamente censurable.

22. En 1882 se fundó en New Haven, estado de Connecticut, E.U., una ins­titución semisecreta, a lo menos en su ritual, denominada “Orden de Ca­balleros de Colón”, la cual ha llegado a tener un desarrollo grande en aquel país y hace algunos años emprendió la tarea de insinuarse en México. Ha llegado así a constituirse una internacional católica, con sede principal en los Estados Unidos, de donde parten las normas generales, donde se publi­can los periódicos órganos oficiales de la institución, en donde general­mente se celebran sus congresos...” ESA ENTIDAD HA SIDO UN INS­TRUMENTO DE LA CONQUISTA PACÍFICA (YANQUI) ...ha introdu­cido prácticas desusadas en México e inconvenientes, como son ciertas reuniones sociales, ha difundido doctrinas o métodos paralizadores de la acción de los católicos mexicanos, equiparando nuestros problemas a los de Norteamérica, Y HA COLOCADO LA DIRECCIÓN DE UN SEC­TOR DE LOS MEXICANOS, A LO MENOS EN CIERTOS ASPECTOS RELIGIOSOS, SOCIALES Y CÍVICOS, EN MANOS NORTEAMERI­CANAS (LNDR. P. 14 citado por Meyer, J. 1979,1: 62)

36. Por último LOS CATÓLICOS MEXICANOS ENTIENDEN QUE EL ABATIMIENTO ECONÓMICO Y POLÍTICO DE SU NACIÓN , ORI­GINADO POR LA OBRA NEFANDA DE SU VECINO DEL NORTE, NO DEBE PESAR EN EL PLANTEAMIENTO Y RESOLUCIÓN DE

SU PROBLEMA RELIGIOSO QUE ES LA CLAVE DE TODA (la) AMÉRICA HISPANA. MÉXICO, CON UN CATOLICISMO CUATRO VECES SECULAR. MÉXICO, EL PAÍS BENDECIDO POR DIOS CON LA APARICIÓN DE LA VIRGEN DE GUADALUPE. MÉXICO, EL DE LAS MÁS ILUSTRES CATEDRALES. MÉXICO, EL SATURADO DE ARTE RELIGIOSO PROPIO Y ADMIRABLE. MÉXICO, EL QUE TUVO (su) ORIGEN EN LA MÁS EJEMPLAR DE LAS LABORES APOSTÓLICAS. MÉXICO, EL DE ARDENTÍSIMA FE ..., que no ha vacilado en ninguna de sus horas de angustia; MÉXICO, PUEBLO DE “CONFESORES Y DE MÁRTIRES” ... (según frase del Papa Pió x ii , de santa memoria; México, el de familias ejemplares) MÉXICO, LA PRI­MERA NACIÓN QUE PROCLAMÓ LA SOBERANÍA TEMPORAL DE CRISTO REY ... (y el predicador internacional de su culto;) MÉXICO, NUEVA ESPAÑA, FIEL TRASUNTO EN AMÉRICA DE LA ESPAÑA SANTA. MÉXICO, CABEZA EN AMÉRICA DE LA HISPA­NIDAD. MÉXICO, VALLADAR PUESTO POR LA PROVIDENCIA PARA CONTENER LOS DESBORDAMIENTOS ANGLOSAJONES (Palomar pág. 21 citado por J. Meyer, 1979:1, 66), no puede ser abando­nado a éstos, y muchísimo menos con un pretexto religioso. Las relacio­nes entre su Iglesia y la Santa Sede deben ser directas sin intervención alguna de los Estados Unidos, ni siquiera por razón de facilidad de comu­nicaciones: el Vaticano y México. México y el Vaticano.

Observando y comparando el número de página del manuscrito de Palomar con el número de párrafo de la edición mimeografiada se en­cuentra que las ideas expuestas tienen el mismo orden y son subse­cuentes. Los memorándum tienen un mismo origen: la Liga. Aunque su diferencia radica en la inclusión y eliminación de algunos conceptos. Es decir, la edición mimeografiada fue elaborada por algunos miembros de la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa.

La Liga surgió en 1925, en calidad de reacción defensiva en contra de los católicos que eran dirigidos por la c r o m y el Estado Mexicano. Trató de encausar las acciones político militares de los católicos radi­cales. Agrupó a distintos actores tanto a la generación del catolicismo social como a miembros del Partido Católico Nacional ( p c n ) , y a los combatientes que provenían de la Acción Católica de la Juventud Me­xicana ( a c j m ) . Los dirigentes recurrieron a la lucha armada para alcan­zar el poder. Sus componentes eran de costumbres urbanas, aunque en su mayoría tenía un origen provincial. A partir de su tercer comité

directivo, laboraron en la clandestinidad. El Comité especial de la Liga trabajaba por círculos cerrados, también denominados células de tra­bajo, primero se crearon en el Distrito Federal y posteriormente fueron diseminados en las provincias (Cfr. Meyer, J. 1979,1: 50, 55, 59).

De marzo de 1925 a septiembre de 1926 la Liga disfrutó del apoyo de los obispos, de los Caballeros de Colón, y de la Casa Blanca. Vieron con simpatía el movimiento civil de la Liga. Pero, negaron el apoyo directo a las acciones de guerra. En abril de 1927 el episcopado retiró oficialmente el apoyo, con excepción de dos o tres obispos. El Comité directivo de la Liga se consideró engañado y traicionado tanto por los norteamericanos como por los católicos norteamericanos, por los pre­lados Pascual Díaz y Leopoldo Ruiz y Flores, éstos últimos encargados de las Negociaciones con el Embajador Morrow, E. Portes Gil y el General Calles. En abril de 1927 La Liga envió memorial a Pió xi y comisionó especialmente a Manuel de la Peza para obtener una inter­vención contra monseñor Pascual Díaz. Sin embargo, Roma no contes­tó. El 30 de junio de 1927 la Liga se dirigió al episcopado explicando que, sin recursos económicos estaban perdidos. Necesitaban apoyo financiero para hacer la guerra. La negación fue rotunda y la respuesta fue trasmitida a Roma informando acerca del proceder de la Liga. La Liga resultó desacreditada ante Roma, obispos, católicos norteamerica­nos y mexicanos (Cfr. Meyer, J. 1979,1: 62, 63, 78, 79).

A partir de 1929 en la clandestinidad se esfumó la Liga Defensora de la Libertad Religiosa. Surgieron otras ligas, por ejemplo la Z. Temas que aún hay que estudiar minuciosamente.

Miguel Palomar y Vizcarra fue vicepresidente de la Liga. El inves­tigador que desee emprender las nuevas vertientes de estudio tiene que consultar los Fondos documentales de la Liga y de Palomar que se encuentran en el Centro de Estudios Universitarios de la Universidad Nacional Autónoma de México. Una copia de estos documentos se encuentran microfilmados en la Sección de Archivos de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia. Otras fuentes impor­tantes por consultar son los Archivos de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, localizados en el it e s o de Guadalajara, los cuales contienen un tomo, l n d r l diversos 1925-35, 91 documentos, 350 pá­ginas, otros 4 tomos de la l n d l r y de Palomar, de 1927 a 1942, inclu­yendo la historia completa de la Liga (Cfr. Meyer, J. 1980, II: 394-398).

En conclusión: el memorándum no tiene un autor único. Indudable­mente, surgió su elaboración de un “círculo de estudio” o célula de la Liga.

La l n d l r fue desbordada por la guerra, los “arreglos” y aconteci­mientos de la paz. Sin embargo, sus dirigentes mantuvieron correspon­dencia escrita hasta 1942. Las células de la Liga continuaron laboran­do en la clandestinidad.

MEMORÁNDUM RELATIVO A LA INFLUENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS SOBRE MÉXICO EN MATERIA RELIGIOSA

1. “Casi hasta fines del siglo x v ii ni Nueva York, ni Boston, ni Charles­ton, ni Quebec, sino la Ciudad de México era la metrópoli del hemisfe­rio occidental”.1 “No hay ciudad en el nuevo continente, sin exceptuar las de los Estados Unidos, que ostente tan variados y sólidos estableci­mientos científicos como la capital de México”.2 La grandeza de la ciu­dad era correlativa a la de todo el país: 3 892.460 kms cuadrados de territorio; ciudades cultas y populosas como Guadalajara, Puebla y Valladolid; cinco universidades; multitud de escuelas; familias profun­damente cristianas; organización municipal autónoma generalizada; elevación constante de las razas indígenas; misiones en el Japón y en las islas Filipinas; trabajos apostólicos y civiles que todavía en 1794 llegaban hasta Vancouver por el norte y hasta Guatemala por el sur y que han dejado particulares y admirables huellas en Arizona, Nuevo México y Texas, para no referimos sino a los puntos de México (Nueva España) más distantes de su centro; influencia cultural creciente sobre la misma españa peninsular... Y todavía, refiriéndose al siglo xix, era tal el esfuerzo civilizador mexicano que monseñor Francisco Clemente Kelly dice lo siguiente en su obra:3

Estaba México tan lleno de escuelas y colegios mayores antes de las con­fiscaciones que bien se justifica esta declaración arrasadora: hasta ese día jamás hubo sobre la faz de la tierra pueblo alguno que en tiempo tan corto hubiese realizado tanto en favor de la educación. Si se toman en cuenta las circunstancias de la época y las condiciones en que se consumaron tales esfuerzos y los obstáculos que debieron allanarse, se verá que la historia no presenta anales más sorprendentes en punto a logros y éxitos educativos.

2. Una vez independientes México y los Estados Unidos, se dedi­caron con increíble tenacidad a desorganizar a su vecino del sur, con el propósito de debilitarlo y apoderarse de su territorio, para lo cual, según el informe secreto enviado a su gobierno en 1812 por don Luis de Onís, ministro de España en Filadelfia, “habían de emplearse la seducción [...] los emisarios que fomentasen las disensiones, instigasen a la gue­rra civil, diesen armas y municiones [...]”

3. Además, desde la primera hora y a fin de realizar tales propósi­tos, los Estados Unidos, valiéndose particularmente de sus servidores en México, iniciaron una persecución implacable contra la iglesia cató­lica, aplicando lo que posteriormente sintetizaría así el presidente Teodoro Roosevelt: “La absorción de los países latinos por los Estados Unidos es larga y muy difícil, mientras estos países sean católicos”.

4. Para ilustrar la política de los Estados Unidos, convendrá aducir los siguientes testimonios: “ [...] los hechos han sido: primero, una in­tromisión constante y más o menos furtiva en los asuntos internos de México, llevada hasta el punto que impone a esta nación (se refiere a los Estados Unidos) grave responsabilidad por los hechos criminales de las facciones victoriosas “Los Estados Unidos no hubieran tenido la menor responsabilidad en lo que se ha hecho a la Iglesia en el caso de que la facción que hubiera hecho el daño no hubiera sido ayudada para triunfar por los Estados Unidos. Pero cuando los Estados Unidos toman parte en una guerra civil en México, en la forma que los señores Wilson y Bryan (y los demás políticos de antes y después, diremos nosotros) obligaron a nuestro gobierno a tomar parte, este país, por ese sólo hecho, se hace responsable de las horrendas injusticias, de las terri­bles violencias, cometidas por los revolucionarios victoriosos en cente­nares de creyentes de ambos sexos.4

Carranza y Obregón gobernaron a México en virtud de la aprobación de Washington. Fueron sostenidos en el poder por Washington. Siempre que se ha hecho algún esfuerzo por sacudir el régimen bolchevique (lo mismo que todos los demás regímenes anteriores y posteriores antinacionales, diremos nosotros) nuestro gobierno se enfada. Calles está ahora en el po­der y continúa su persecución contra la Iglesia porque sabe que está de

acuerdo con Washington. Las ametralladoras que se volvieron contra el clero y el pueblo de San Luis Potosí hace unas cuantas semanas, eran ame­tralladoras norteamericanas. Los rifles que hace dos semanas se usaron en la Ciudad de México contra las damas, en la profanación de la Iglesia de la Sagrada Familia, procedían de nuestro país. Nosotros, mediante nuestro gobierno, armamos a los bandidos asalariados de Calles. Nosotros lo sos­tenemos y rehusamos positivamente permitir al pueblo mexicano aprove­charse de la proximidad de nuestra frontera para levantarse eficazmente contra sus perseguidores. “Si Washinton quisiera únicamente dejar solo a México e interrumpiera la desleal ayuda al presente régimen bolchevique, Calles y su pandilla no durarían un mes.5Es un hecho que la intromisión del gobierno americano en nuestra vida nacional ha producido las siguientes consecuencias: separación de la Iglesia y el Estado; persecución de Iglesia por parte del Estado, hasta pre­tender subordinarla y aun destruirla; división de las clases directoras; retraso en el desenvolvimiento cultural de nuestro pueblo; estancamiento de algunas razas aborígenes (yaquis, mayas, huicholes, tarahumaras, etc.), con las consecuencias necesarias, entre las cuales hay que contar nuestras repetidas revoluciones [...]”. “[...] la raíz de nuestros males es la intromi­sión del gobierno Americano [...].6

5. Toda esta política se encaminaba y se encamina a deshacer a México desde fuera; pero por los años de 1828-1830 hubo un intento muy serio para producir la descomposición interna de la iglesia mexi­cana, consistente en las gestiones hechas por el gobierno de los Estados Unidos, a través de su cónsul en Roma, Sr. Félix Ciccognani, para la provisión de los obispados mexicanos, pretendiendo principalmente que fuera nombrado arzobispo de México el presbítero José María Alpuche, sacerdote masón y revolucionario. Por fortuna no prosperaron aquellos trabajos. En la secretaría de relaciones exteriores de México existen algunas constancias al respecto.7

6. ¿Hubo posteriormente algunos trabajos diplomáticos de Estados Unidos con el mismo propósito? No lo sabemos, pero en el año de1929, convencido el gobierno de aquel país del fracaso absoluto de la persecución sangrienta que realizaba en México con su beneplácito el señor Plutarco Elias Calles y que había traído una reviviscencia ardo­rosa de la fe católica y una acción armada y heroica que se anunciaba

ya victoriosa, inició una gravísima intromisión en los asuntos mexica­nos, aparentando defender los intereses de la Iglesia.

7. Durante la persecución antirreligiosa de los años 1914-1918, un sector de los católicos norteamericanos, particularmente Mons. Fran­cisco Clemente Kelley, se interesó en forma laudable por la suerte de la Iglesia mexicana, ayudando a los desterrados y haciendo públicas pro­testas, inclusive ante la Casa Blanca. Entre esas protestas la más nota­ble por su contenido y por su origen fue la formulada por el eminentísi­mo señor cardenal James Gibbons, arzobispo de Baltimore, en su pro­pio nombre y en el de toda la jerarquía norteamericana, con fecha de 1917. Entre otros párrafos notables, dicho documento contiene los siguientes:

El gobierno actual de México debe su existencia a los Estados Unidos de América [...] Queremos fijamos en el hecho únicamente por cuanto que re­sultó en mengua de la libertad religiosa y de la independencia de la Iglesia [...] No puede dudarse de que el propósito que en todo esto se tiene es ex­tirpar del pueblo su antigua fe. Sin el apoyo moral (y material, decimos nosotros) de los Estados Unidos, esta tiránica farsa de gobierno libre no existiría [...] Muy bien entendemos cuán graves responsabilidades pesan sobre nuestro gobierno y de buena gana quisiéramos no hacerlas mayores; pero, por cuanto las condiciones que prevalecen en la república vecina hie­ren las más elementales nociones de justicia y por cuanto debemos creer que esas condiciones provienen en gran parte de nuestra administración nacio­nal, nos sentimos en conciencia obligados a formular la presente protesta.

8. Esos antecedentes y la resuelta actitud asumida por los católicos norteamericanos con respecto al movimiento de liberación de Irlanda hicieron que, al exacerbarse la persecución en el año de 1925, bajo el régimen del señor Plutarco Elias Calles, los católicos mexicanos diri­gieran la vista a sus hermanos de Norteamérica, en demanda de ayuda y particularmente pidiéndoles que actuaran sobre su propio gobierno, para logar que éste dejara de sostener el régimen mexicano. Para hacer tales peticiones se aducían tres órdenes de razones fundamentales: A. la catolicidad misma de la Iglesia que hace hermanos a todos sus miem­bros y, aún más, la integración de todos en el cuerpo místico de Cristo.B. La justicia, por cuanto que casi todos los males que sufre México son

obra de los Estados Unidos. C. Y de caridad necesaria, porque la pro­ximidad de los dos países y la riqueza y poderío de los católicos norte­americanos concretaba en ellos la obligación de tender la mano a los perseguidos. Contra lo que era de esperarse, la mayor parte de los cató­licos norteamericanos no se interesó por el problema mexicano y los pocos que hicieron algún esfuerzo cesaron bien pronto en su intento, al advertir que la Casa Blanca adoptaba una actitud definitivamente favo­rable al gobierno mexicano.

9. Mientras tanto, resuelto el problema de la licitud del uso de la fuerza, los católicos mexicanos se lanzaron al campo de la lucha y du­rante tres años (1926-1929) llevaron a cabo una epopeya heroica, que colocó a México en la “cúspide de la cristiandad”.8

10. Hubo entonces, contra aquel esfuerzo titánico que tendía a li­bertar a México, una combinación de energías: La Casa Blanca, conti­nuando su política tradicional, antimexicana y anticatólica; el gobierno mexicano, simple agente de Washington; el sector del alto clero norte­americano que secundaba los puntos de vista fundamentales de la Casa blanca y que para ello se servía particularmente de la “National Catho- lic Welfare Conference”; la banca de los Estados Unidos interesada en poner término material al conflicto; y dos prelados mexicanos, los ex­celentísimos señores Pascual Díaz y Leopoldo Ruiz y Flores, que desde la iniciación de aquella fase de la persecución secular, manifestaron tendencias a entenderse de cualquier manera con el gobierno sectario. La explicación fundamental de los sucesos posteriores se encuentra en el hecho de que el gobierno de la Casa Blanca hizo presión sobre los obispos norteamericanos para que, a su vez, persuadieran al clero mexi­cano, y por intermedio suyo, a todo el pueblo, de la conveniencia de sujetarse a las leyes antirreligiosas y antihumanas; bajo la amenaza de que, de no obrar en tal sentido los prelados norteamericanos, el gobier­no de Washington les retiraría la confianza y buena amistad que hasta entonces les había dispensado. Todo esto, por otra parte, debía llegar también a la Santa Sede.

11. Se llegó así a celebrar entre los prelados mexicanos antes cita­dos y el gobierno los “arreglos” del 21 de junio de 1929, cuyos antece­dentes y esencia quedan explicados con las siguientes citas:

A. “Durante la guerra de Europa, la doctrina Monroe llegó a signi­ficar que cualquier asunto importante que México tuviera que tratar con Europa, debería tratarlo por conducto de Washington, y seguimos en igual condición”.9

B. “Creo que los acuerdos alcanzados producirán gran satisfacción a los Estados Unidos en todos sus círculos, no solamente entre los cató­licos, y estoy seguro que el arreglo producirá un gran efecto en pro de un mayor acercamiento entre Estados Unidos y México, país vecino, cuyo desarrollo y bienestar es mirado en mi país con gran simpatía. La remoción de las dificultades debe ser considerada como una ayuda a la idea del panamericanismo. Cuando en cualquier ocasión, en las escue­las o conferencias, se pueda decir que en México ha habido persecución religiosa, esa observación podrá ser brillantemente contestada, dicien­do que se trataba simplemente de mal entendimiento de principios, que ha sido ahora resuelto satisfactoriamente”.10

C. “A principios de 1928 se iniciaron negociaciones de paz entre la Iglesia y el Estado mexicano. Su iniciador fue el Sr. Morrow, nuevo embajador de los Estados Unidos en México. Llegaron más o menos a las mismas conclusiones que las de los acuerdos de junio de 1929. No tuvieron resultado efectivo”. “La negociaciones fueron después reanu­dadas. Las personas que en ellas desempeñaron los principales papeles son: Mons. Ruiz y Flores, arzobispo de Michoacán; Mons. Díaz, obis­po de Tabasco; el antiguo presidente Calles y el presidente actual Portes Gil, por parte de México; el embajador Morrow, el padre Burke, pau- lista, el padre Walsh, jesuita, por parte de los Estados Unidos; Mons. Fumasoni Biondi, delegado papal en los Estados Unidos, la Secretaría de Estado y Pío xi, por parte de Roma”. “Las leyes antirreligiosas le parecieron (al sr. Morrow) originadas de una idea de represalias políti­cas, más bien que de una antirreligiosa hostilidad de principios. Adquirida esa convicción, el sr. Morrow se dedicó a persuadir al gobierno mexicano de que los obispos aceptarían en lo sucesivo la Revolución como un hecho consumado. Resuelto este punto, no sería ya difícil obtener una interpretación de las leyes que la Iglesia pudiera aceptar”.11

En todo esto se trasluce el afán del Sr. Morrow por encontrar un terreno de entendimiento entre Roma y México: el embajador de los Estados Unidos trabajaba por su propio país.12[...] fuera de los que estaban, por compromisos, más interesados en llevar­los a cabo (los “arreglos”) no se veía formalidad ninguna, ni garantías, ni buena voluntad de llegar a la solución definitiva del conflicto religioso en nuestra patria; sino un artificio para acabar con el movimiento armado, que impedía al gobierno revolucionario de México obtener del norteame­ricano y de los banqueros de Wall Street la reanudación de la deuda exte­rior, a beneficio de ellos, y el permiso, si no plena autorización, para con­tinuar la obra altamente antipatriótica e infame de acabar con el catolicis­mo en nuestra patria.13

12. El contenido de las anteriores citas, aunque se refieren a afir­maciones hechas posteriormente, explican los sucesos: en el mes de junio de 1929 se presentaron en la Ciudad de México los mencionados señores Ruiz y Díaz, acompañados por el R.R Edmundo Walsh y por el sr. Morrow, y a espaldas del subcomité episcopal y con positivo despre­cio de la Liga Nacional Defensora de la Libertad, que encamaba el po­der civil legítimo y la resistencia a la tiranía, se entendieron con el gobierno mexicano, con el cual celebraron los acuerdos del día 21 de dicho mes, consignados exclusivamente y teniendo como texto único los dos documentos siguientes: I. Una declaración pública hecha por el sr. Emilio Portes Gil, Presidente de la república, que contiene tres pun­tos: A. El registro de los sacerdotes no significa que el Estado pueda inscribir como tales a los que no hayan sido nombrados por su superior jerárquico. B. “En lo que respecta a la enseñanza religiosa, la Constitu­ción y las leyes vigentes prohíben en manera terminante que se impar­ta en las escuelas primarias y superiores, oficiales o particulares, pero esto no impide que en el recinto de la Iglesia los ministros de cuales­quiera religión impartan sus doctrinas a las personas mayores, o a los hijos de éstas que concurran para tal objeto”. C. La Constitución y las leyes de la república garantizan a todo habitante el derecho de petición.II. Una declaración posterior, pero de la misma fecha, del Sr. arzobispo Ruiz y Flores, en que dice que el resultado de las conferencias tenidas con el presidente “se pone de manifiesto en las declaraciones que hoy expidió”, y que “como consecuencia de dichas declaraciones hechas

por el ciudadano Presidente, el clero mexicano reanudará los servicios religiosos de acuerdo con las leyes vigentes”.

13. Esto trajo como consecuencia: la inutilidad, en el orden tempo­ral y terreno, de los esfuerzos, los sacrificios, las lágrimas, la sangre y los heroísmos sin cuento realizados por todo un pueblo, no solamente en aquellos tres años, sino en todo un siglo que culmina en tal epope­ya; un gravísimo escándalo en toda la nación, que se sintió traicionada y a la cual se había dado la seguridad absoluta de la inflexibilidad fun­damental de la línea de conducta adoptada; el desprestigio del Episco­pado, ascendente hasta tocar las gradas del Solio Pontificio; el abando­no de los más sagrados derechos naturales, salvo el de celebrar los actos de culto dentro de los templos, con sujeción a las leyes civiles; la ren­dición incondicional y sin garantías del ejército cristero y el subse­cuente asesinato de la mayor parte de sus jefes y oficiales y de muchos de sus soldados; la desintegración de las fuerzas católicas de resisten­cia civil de todo orden; la infiltración del espíritu de derrota en casi todos los mexicanos; la entrega total de la niñez a la corrupción oficial marxista; la consolidación de un régimen antinacional sectario, calcu­lador de todos los derechos, destructor de toda riqueza, de todo orden, de toda moralidad; y la práctica subordinación de la Iglesia mexicana a los intereses de los Estados Unidos, dando así origen a un “panameri­canismo” o “monroísmo” eclesiástico, cosa que jamás había aconteci­do ni en México ni en parte alguna.

La pavorosa síntesis de tamaño desastre la hace el mismo señor arzobispo don Leopoldo Ruiz y Flores, en sus declaraciones publicadas en San Antonio de Texas el día 28 de agosto de 1935, que dicen: “Podemos decir que la Iglesia en México está muerta [...]”.

14. Todo esto es obra de los Estados Unidos, proseguida secular­mente y que ahora se desarrolla por dos caminos aparentemente opues­tos, pero que se complementan: I. el sugerir con apremio al gobierno de México que suspenda la persecución violenta: han disminuido los casos de confiscación de bienes eclesiásticos, son actualmente raros los ca­sos de encarcelamiento de sacerdotes, son menos frecuentes los asesi­natos de laicos católicos, los actos de culto se celebran generalmente sin obstáculo por parte del poder público... Todo lo cual ha traído un

claro y manifiesto apaciguamiento del pueblo, que deja al gobierno li­bertad para fomentar sin freno y sin tregua la enseñanza socialista, atea y francamente deshonesta; la corrupción y descristianización de las masas obreras y campesinas, que va alistando en sus organizaciones, de tendencias claramente marxistas; y otras muchas actividades grande­mente nocivas, que no enumeramos para concretamos de manera exclu­siva al terreno religioso. II. El fomentar las relaciones entre la jerarquía católica en los Estados Unidos y la jerarquía católica mexicana, con la aparente y decidida tendencia de inclinar a esta última a buscar para sus problemas una solución de “panamericanismo” o “monroísmo” ecle­siástico, lo cual coloca a México en una cierta dependencia de los Es­tados Unidos en materia religiosa y hace que los negocios de esta ín­dole se traten no directamente entre México y el Vaticano, sino por intermedio de los Estados Unidos y que se resuelvan con el criterio de la política nacional norteamericana, de desprecio a los mexicanos, y con el propósito deliberado de impedir que México cumpla sus provi­denciales destinos. De este “monroísmo” creciente señalamos a conti­nuación algunos casos típicos, tomados desde la época de su franca eclisión.

15. En febrero de 1932, la Liga Nacional Defensora de la Libertad declaró que uno de los puntos más importantes de su programa era “infundir en el alma nacional la convicción de que nuestra patria tiene grandes destinos que cumplir como nación católica, y que no pueden sujetarse esos destinos, aunque aparezca la patria débil, al imperialismo norteamericano; de cualquier género que sea”. Con relación a esto, el excelentísimo señor Ruiz y Flores, delegado apostólico, en carta del 5 de abril del mismo año, hizo la indicación de que “si se hace mención del imperialismo americano, debe hacerse en forma de que no se falte a la caridad cristiana, ni se provoquen conflictos innecesarios para nues­tro país”. A esto contestó la liga: “El imperialismo yanqui es para noso­tros, y para todos los mexicanos que anhelan la salvación de la patria, algo que es en sí mismo malo, y como malo debe combatirse enérgica­mente. La historia demuestra que casi la totalidad de los males nacio­nales que aquejan a nuestra patria se debe al imperialismo norteameri­cano. El combatir contra ese imperialismo es caso de justicia, no de caridad”, caso de forzosa, necesaria y legítima defensa.

16. El día 1 de abril del mismo año de 1932, el periódico “Recon­quista”, órgano oficial de la citada Liga, publicó un artículo que dice, entre otras cosas, refiriéndose veladamente a los norteamericanos y en particular a la “National Catholic Welfare (bienestar) Conference”:

Pero a nuestra religión queremos comprenderla y defenderla con los carac­teres genuinamente católicos que nuestra patria tiene. Nosotros jamás, como se ha hecho en alguna otra nación ensoberbecida por sus grandezas materiales y su “confort”, hemos designado nuestras instituciones con el calificativo de “bienestar” [...] Distinguiremos siempre, con ademán resuelto, ese catolicismo mil veces amado, del catolicismo desteñido que habla de bienestar y que, cuando alguna cristiandad amiga extiende su mano para ser socorrida en el infortunio, se niega petulante y egoísta, por­que se compromete su bienestar, su “confort”, y teme miserablemente verse objeto de las persecuciones de su gobierno, que anhela, desde hace ya centurias, el aniquilamiento de nuestra nacionalidad [...] No han sabido esos católicos sentir la universalidad de nuestra religión.

El 27 del mismo mes de abril , hizo saber la secretaría del arzobis­pado de México al autor del artículo que el excelentísimo señor Díaz “lo había visto con desagrado” y le previno que procediese a hacer las correspondientes rectificaciones, porque, dijo la censura, que se ofen­día a los católicos americanos. Esto se relata simplemente como sínto­ma del “monroísmo” eclesiástico, ya que no había materia canónica­mente censurable.

17. En el interior de la embajada de los Estados Unidos en México existe una placa de bronce enviada por el excelentísimo señor arzobis­po don Pascual Díaz, en la que se lee lo siguiente: “El pueblo mexica­no agradecido al excelentísimo señor embajador Dwight W. Morrow, a quien tanto debe”. Y lo que le debe fue el remache puesto a su cadena, ya no sólo en lo económico y político, sino en lo religioso...

18. A la muerte del mismo señor Morrow, acaecida el 5 de octubre de 1931, los periódicos de la Ciudad de México publicaron, entre otras, las siguientes declaraciones: “Mr. Morrow se significó en aquellos días (1929) como un gran amigo de México” (monseñor Pascual Díaz). “Yo creo que es una gran pérdida la del sr. Morrow, tanto para los Estados

Unidos de América, como para sus amigos, entre los cuales tuve el alto honor de contarme. La Iglesia de México tiene que recordar que el sr. Morrow hizo uso, desde su llegada a México, como embajador de los Estados Unidos de América, de sus oficios amistosos, demostrando un gran interés para allanar el camino, a fin de que se lograra un acerca­miento en el conflicto religioso”. Fue tan dolorosa la impresión causa­da por semejantes apreciaciones, que el escritor mexicano Diego Are­nas Guzmán, que no es católico, en su artículo editorial publicado en “El hombre libre”, bajo el título de “Nuestro criterio. ¿Qué habéis he­cho del espíritu público”, dice así: “[...] cuando oímos oraciones fúne­bres, casi un proceso de canonización en honor de Mr. Morrow, hechos por el más alto prelado de una Iglesia que fue traicionada con ayuda de las marrullerías del más inteligente prosecutor de la obra iniciada por Poinsett, no podemos menos que preguntar a la Revolución y a la Reac­ción: ¿Qué habéis hecho del espíritu público? [...] Quedamos en espera de que las próximas declaraciones de monseñor el Delegado Apostólico sean del tenor de esta frase pronunciada alguna vez por Mr. Morrow: “El general Calles es uno de los primeros estadistas del mundo”.

19. Razón tenía el señor Arenas Guzmán al escribir en ese enérgi­co y airado tono. El señor licenciado Víctor Velázquez, abogado de la embajada norteamericana, en declaraciones juradas del 29 de mayo de 1931 dijo: “En varias ocasiones discutí con Morrow la situación de los católicos en México y cuando le explicaba que el movimiento armado no prometía un triunfo militar, pero sí mantenía vivo el espíritu de defensa de los principios de libertad religiosa, él me contestaba que finalmente la Iglesia habría de someterse al gobierno. En varias oca­siones, quejándome de los atentados personales que sufrían los católi­cos, me dijo Morrow que se trataba de medidas de guerra, mismas que él parecía encontrar justificadas. El tono de nuestras conversaciones fue haciéndose agrio y, por lo mismo, suspendí mis visitas al embajador, visitas que hacía especialmente como órgano de información de un grupo de católicos. Poco tiempo después, que se dio a conocer el lla­mado arreglo religioso, el sr. Rublee, consejero privado del embajador, me llamó con un motivo profesional. En el curso de la conversación, este señor mostró extrañeza de que muchos católicos dieran muestra de indignación, a pesar del arreglo religioso. Con toda franqueza le expre­

sé mi sentir personal: La influencia del embajador americano se había hecho sentir en el nombramiento del arzobispo. La intromisión en este asunto del señor Morrow, cuya familia me constaba ser de protestantes activísimos, necesariamente hería nuestros sentimientos de mexicanos y de católicos. [...] Me autorizó el sr. Rublee a comunicar a mis amigos que no existía ningún compromiso formal de parte del gobierno y menos que del cumplimiento de ese supuesto pacto fueran garantes gobiernos sudamericanos y el de Norteamérica. [...] Días después hablé con el embajador, quien me ratificó su gran aprecio por el “obispo Díaz”, así lo llamaba en inglés, a quien siempre calificaba de hombre liberal, de gran tolerancia y de miras amplias. De esta suerte supe, con gran pena, que se había cumplido el vaticinio del embajador Morrow de lograr “la paz religiosa mediante la capitulación incondicional (“surren- der”) de la Iglesia. De mis conversaciones con los señores Rublee y Morrow obtuve concretamente esta declaración: “El arreglo religioso se hizo sin pacto alguno, sometiéndose la Iglesia a las leyes”.

20. En el año de 1836, un grupo de filibusteros norteamericanos establecido en el territorio mexicano de Texas, en connivencia (sic) con los Estados Unidos, proclamó la “independencia” de aquella región y su erección en república, para incorporarla algún tiempo después a la unión americana. El procedimiento es típico de ésta. En 1936, celebrá­ronse en los Estados Unidos y particularmente en Texas algunas festi­vidades para conmemorar aquel hecho y entre otros actos hubo una misa, dicha en San Antonio el 21 de abril del mismo año. El exmo. sr. arzobispo de Morelia y delegado apostólico, don Leopoldo Ruiz y Flores, entonces nuevamente desterrado y en aquella ciudad, fue invi­tado y concurrió a dicho acto, con enorme escándalo de todos cuantos lo supieron, por tratarse de una ceremonia religiosa celebrada para dar gracias a Dios por el robo cometido por una nación poderosa en otra más débil, por un pueblo protestante en un pueblo católico, y por la indignidad que suponía en un mexicano, católico, prelado y represen­tante del Sumo Pontífice. Muy otra fue la conducta del también deste­rrado obispo don José de Jesús Manriquez y Zárate, invitado igual­mente por el exmo. sr. arzobispo de San Antonio, a quien dijo estas palabras: “Francamente, yo no quiero asistir porque considero este acto indecoroso para un verdadero mexicano”.

21. Habiéndose exacerbado nuevamente la persecución, por los años de 1934 y siguientes, impuesta la enseñanza socialista (marxista) como precepto constitucional, clausurados casi todos los seminarios, reducido en muchos lugares y en grado sumo el número de sacerdotes, encarcelados y desterrados no pocos de ellos el propio delegado apos­tólico, pareció iniciarse entre los católicos de Estados Unidos un movi­miento de opinión favorable a la Iglesia mexicana, en el cual se distin­guieron particularmente los RR. PR Kenny, Curran y Coughun y de manera muy especial el exmo. sr. Miguel Curley, arzobispo primado de Baltimore. Se trató entonces de organizar una campaña intensa, con el objeto de prestar a los católicos mexicanos una ayuda efectiva y, más que de eso, de paralizar el apoyo del gobierno norteamericano al régi­men de México. Por presión de la casa Blanca, por incomprensión del delegado apostólico en México (mons. Ruiz y Flores), desautorizando algunas de las gestiones que se realizaban y, sobre todo, por la menta­lidad de ciertas altas autoridades eclesiásticas norteamericanas, que no han llegado a comprender la heroica grandeza del catolicismo mexica­no, fue transformándose y empequeñeciéndose aquel movimiento y ter­minó en una colecta de dinero, más o menos cuantiosa, destinada al establecimiento de un seminario para los estudiantes mexicanos, en territorio de los Estados Unidos, que se fundó en Nuevo México.

22. En 1882 se fundó en New Haven, estado de Connecticut, E.U., una institución semisecreta, a lo menos en su ritual, denominada “Or­den de Caballeros de Colón”, la cual ha llegado a tener un desarrollo grande en aquel país y hace algunos años emprendió la tarea de insi­nuarse en México. Ha llegado asi a constituirse una internacional cató­lica, con sede principal en los Estados Unidos, de donde parten las nor­mas generales, donde se publican los periódicos órganos oficiales de la institución, en donde generalmente se celebran sus congresos... Esa entidad ha sido un instrumento de la conquista pacífica, ha introducido prácticas desusadas en México e inconvenientes, como son ciertas reu­niones sociales, ha difundido doctrinas o métodos paralizadores de la acción de los católicos mexicanos, equiparando nuestros problemas a los de Norteamérica, y ha colocado la dirección de un sector de los mexicanos, a los menos en ciertos aspectos religiosos, sociales y cívi­cos, en manos norteamericanas.

23. Otras internacionales laicas, con sede en los Estados Unidos, han penetrado también en México, como son los “clubes” rotarios, de leo­nes, de shriners, etc. No tendría importancia desde el punto de vista del “panamericanismo” eclesiástico, dado que son generalmente anticatóli­cas, de manera encubierta o franca, si no fuera porque en los últimos tiempos han tratado no sólo de hacer adeptos entre los seglares, sino de congraciarse con las autoridades eclesiásticas. Por parte de algunas de éstas se advierte un movimiento de simpatía y, como ejemplos caracte­rísticos de esto, conviene citar el hecho de que algunas de las reuniones del Congreso Eucarístico celebrado en Chihuahua en el mes de junio de 1941 se verificaron en los salones de “rotary club” y el de que, el 4 de mayo anterior, al inaugurarse el congreso rotario en la ciudad de Mo- relia se verificó un acto del que dieron cuenta los diarios como sigue:

En la mañana del domingo, el ilustrísimo y reverendísimo señor doctor don Leopoldo Ruiz y Flores, arzobispo de Michoacán, ofició en la catedral una misa pontificial para los rotarios, que asistieron en su totalidad, a pesar de que fue a las 8 horas, habiendo hecho resaltar el hecho el señor León de la Barra, en su discurso inaugural, en el sentido de que ello demuestra que “Rotary”, contrariamente a lo que se dice, no es enemigo del clero y éste no se opone tampoco a los ideales rotarios de amistad y servicio y mutua comprensión.

24. Para el pueblo mexicano, el excelentísimo señor don José de Jesús Manríquez, obispo dimitente de Huejutla, ha sido una de las figu­ras más admirables de los últimos años, por su acrisolada virtud perso­nal, su valor, su entereza en la defensa de los derechos de la Iglesia, su patriotismo, su energía inquebrantable en la cárcel, en la pobreza y en el destierro. Por todo ello se ha visto con profunda pena que, al fin, des­pués de muchos años de prueba y de expatriación, el valeroso mitrado tuvo que dimitir, por razones que no son del dominio público, y que el negocio de su renuncia no fue tramitado por conducto de la delegación apostólica en México, sino que en él intervino directamente la delega­ción apostólica de los Estados Unidos, lo cual, con muchos otros ante­cedentes, hace suponer que Washington es el punto de observación de las cosas católicas de México, más aún, que está convirtiéndose así, dentro de un país casi pagano, en metrópoli religiosa de un pueblo cató­lico, de otra raza, otra lengua y otra cultura.

25. El 20 de julio de 1934, como preparación para que fuera apro­bada la enmienda constitucional que establece como obligatoria la en­señanza socialista (marxista) en todas las escuelas primarias, oficiales y privadas, el sr. Plutarco Elias Calles pronunció un discurso en la ciu­dad de Guadalajara, diciendo que “la revolución tiene el deber impres­cindible de apoderarse de las conciencias, de desterrar los prejuicios y de formar la nueva alma mexicana”. A la semana siguiente, el embaja­dor de los Estados Unidos, sr. Josefo Daniels, dirigiéndose al “Semina­rio Mexicano” (escuela de verano de la Universidad Nacional) aplau­dió calurosamente el discurso del sr. Calles, titulado entonces jefe máximo de la Revolución, y entre otras cosas dijo:

[...] el general Calles expresó, de una manera clara y concisa, como lo hiciera Jefferson hace algunas décadas, el espíritu de México actual [...] Para realizar estos ideales, únicos que pueden colocar a México en el alto puesto soñado por sus estadistas, el gobierno está convirtiendo las escue­las rurales en una institución social. La calidad y representación del sr. Daniels hizo que tales declaraciones fueran consideradas como gravemen­te injuriosas para los mexicanos, víctimas del sr. Calles y de los suyos. Otras muchas manifestaciones ha hecho el mencionado señor, de índole semejante, y además, cosa sabida es su filiación de masón y protestante. A pesar de ello y como táctica del “monroísmo” desde hace varios años con­curre a las procesiones del Santísimo Sacramento que se celebran en la catedral de México el día de pascua e indefectiblemente se le ve marchan­do tras del palio con vela encendida. Se pretende así hacer creer al pueblo de una hermandad religiosa que no existe y en realidad se ofende a los mexicanos y el embajador tiende a situarse en una posición de influencia cerca de las autoridades eclesiásticas.

26. En el mes de junio de 1939 llegó a la ciudad de México el sr. Michel Francis Doyle, amigo personal del Presidente señor F. D. Roosevelt y estuvo celebrando diversas entrevistas con católicos pro­minentes a fin de constituir un organismo méxico-americano que tuvie­ra por objeto fomentar la llamada “política del buen vecino”, para con­quistar la libertad religiosa y los demás derechos fundamentales, sobre la base de las conclusiones aprobadas en las Conferencias Panamerica­nas y de la doctrina Monroe. El sr. Doyle, huésped de la embajada nor­teamericana durante toda su estancia en México, en donde inclusive agasajó a varios prelados mexicanos, fracasó en su intento.

27. En las reuniones que tiene con sus sacerdotes el excmo. señor arzobispo de México don Luis M. Martínez, recomienda que no se ata­que a los Estados Unidos, diciendo que nuestros intereses son comunes y los males de México no se deben a aquel país, siendo así que los mis­mos prelados norteamericanos afirman lo contrario.

28. Algunos de los directores de los círculos de estudios de la Aso­ciación Católica de la Juventud Mexicana (en la arquidócesis de Mé­xico y en otros lugares) han sido severamente advertidos de que deben abstenerse de expresarse mal del imperialismo norteamericano.

29. De algunos años a esta parte, se realizan viajes frecuentísimos de prelados mexicanos a los Estados Unidos, que la opinión general interpreta como indicio de que allá se despachan los negocios eclesiás­ticos de México. Se dice que el encargado particularmente de mantener estas relaciones es el excmo. sr. obispo de Tulancingo don Miguel Da­río Miranda.

30. La “National Catholic Welfare Conference” ha establecido un servicio de noticias especialmente destinado a los países iberoamerica­nos, que tiene por objeto “la consolidación de los vínculos fraternales que ya unen a los católicos de nuestro hemisferio” y que proporciona­rá una “valiosa recopilación de [...] artículos autorizados sobre las acti­vidades católicas en todo nuestro continente [...]” y que “contribuirá eficazmente a promover la organización de una prensa continental ver­daderamente poderosa”.14 Se habla en ese documento como si el conti­nente fuera una unidad, una “panamerica” lo cual es inexacto, porque una es la América española, católica y otra la América sajona, común­mente protestante.

31. Con dicha circular fue enviado también un artículo firmado por el excelentísimo señor Gannon, obispo de Eris, que dice, entre otras cosas:

Debo a Dios la feliz ocasión de haber sido escogido para relacionarme per­manente e íntimamente con la jerarquía católica mexicana y, lo confiesocon la mayor sencillez y lealtad, siempre es uno de mis mayores placeres

el de departir e intimar con los levitas mexicanos que en Moctezuma se preparan para el servicio de la Iglesia y de su patria [...] Cuando en nues­tros periódicos se glorifican los vínculos económicos, comerciales y polí­ticos que relacionan a nuestra América, yo siento en lo más hondo de mi alma la necesidad de proclamar que existe otro vínculo, infinitamente más poderoso y dulce, más hermoso y noble, que todos los otros. Es el víncu­lo con que Cristo Nuestro Señor unió para siempre a los hombres y a las naciones todas hace dos mil años; es el vínculo dulcísimo de nuestra fe, que solidariza desde lo íntimo del espíritu, a más de veintidós millones de católicos de los Estados Unidos con más de cien millones de católicos de las otras Américas. Ningún cataclismo, ninguna tormenta, podrá jamás destruir este nobilísimo lazo de unión fraternal, si nosotros mismos, los católicos de todo el continente, no lo destruimos con nuestras mismas manos. Al pedir que las noticias católicas de la n .c .w .c . merezca la más cordial acogida en todos los pueblos de idioma castellano y portugués, no lo hago como un comerciante que busca salida para sus mercancías, lo hago como obispo cristiano, con los más elevados sentimientos de amor y con los más bien intencionados anhelos de servicio, deseoso de que todos nuestros pueblos sean educados e informados por una prensa católica mili­tante, que no solamente tenga espíritu patriótico y exclusiva visión y repercusión local, sino que sea, como la de nuestros adversarios, interna­cional y poderosa. Y lo hago, por fin, porque estoy convencido de que depende de ello nuestro porvenir y el porvenir de nuestros descendientes. [...] Todos los católicos de las Américas estamos obligados a unimos, urgentemente, con los sacrosantos lazos de la fe católica. Para ello es me­nester conocemos, comunicamos, escribimos: me parece que nada será tan útil como el boletín de noticias castellano y portugués que, con el auxilio de Dios, muy pronto difundiremos desde Washington. Por su medio los suscriptores, semanalmente, recibirán millares de palabras, que los infor­marán acerca de lo que interesa a la cristiandad de todas las Américas. Además, a través del boletín, que desde hace muchos años hemos publi­cado y que seguiremos publicando en inglés, los católicos norteamerica­nos aprenderán, más y mejor, a conocer y estimar a los católicos de las naciones hermanas del continente. Y de todo ello, no lo dudo, y ardiente­mente se lo suplico a Dios, ha de sobrevivir una mayor compenetración de nuestras comunes necesidades, una más consciente estima recíproca y, por fin, una coordinación eficaz de actividades bienhechoras y generosas.

32. La atenta lectura de lo transcrito en los dos puntos anteriores, sobre todo si se medita a la luz de sus antecedentes reales, no deja lugar

a duda: se habla de una “cristiandad” del continente Americano, de “ne­cesidades comunes”, de “coordinación eficaz de actividades”, de “nuestros pueblos”, de “nuestro porvenir y el porvenir de nuestros des­cendientes”, de una prensa “que no sólo tenga espíritu patriótico”, sino que sea “internacional”, de “nuestra América”, de un “vínculo” que “relacione (a los católicos de) nuestras Américas”, de un prelado norte­americano (el autor del artículo) “escogido para relacionarse permanen­temente e íntimamente con la jerarquía católica mexicana”. En una palabra, se concibe a los católicos de toda América como una unidad, lo cual es radicalemnte falso. Entre los católicos mexicanos y los nor­teamericanos, fuera de aquello que es consecuencia necesaria a la ve­cindad, no hay vínculo mayor que el existente entre los católicos mexi­canos y los católicos chinos, por ejemplo: no tenemos ni las mismas costumbres, ni la misma cultura, ni la misma secular disciplina ecle­siástica, ni la misma sangre, ni la misma lengua, ni los mismos intere­ses. Tratar de unimos por el simple hecho de que habitamos un mismo continente inmenso es dar a lo externo una preponderancia indebida sobre lo íntimo y sustancial, juntar así nuestros pueblos débiles y opri­midos con los Estados Unidos es conferir a éstos una primacía que si es perjudicial y dolorosa en el orden de lo económico, lo político y lo mili­tar, es intolerable en el terreno de lo religioso. Empeñarse en unir así a los católicos del continente es realizar una obra paralela al monroísmo o al panamericanismo político: un monroísmo, un panamericanismo religioso.

33. ¿Son expresión de la realidad, de una auténtica y verdadera adhesión fraterna y cristiana todas esas afirmaciones y protestas? Hay que negarlo rotundamente. “La ayuda prestada a los sacerdotes mexi­canos en Estados Unidos ha sido sumamente deficiente, y aún hay luga­res en donde aquellos han tenido que buscar el pan con el sudor de su rostro, por no encontrar benévola acogida entre algunos prelados de norteamerica”.15 “Por la gracia de Dios, son los mexicanos, como pue­blo, dignos de admiración. Pero nosotros no nos llevamos con ellos. Oficialmente, y a menudo de manera extraoficial también, no les hace­mos caso. Aceptamos lo que los demás dicen contra ellos. Hemos veni­do procediendo así por más de un siglo”. Y ello tiene raíces muchísimo mas profundas:

La gente anglosajona hereda un odio por España que data del reinado de Isabel de Inglaterra. [...] Fue un odio tan intenso, que siguió fluyendo, con la sangre, por las venas de sus descendientes, y fue un mal capaz de afec­tar a cuantos se mantuvieron en íntimo contacto con ellos, aún sólo por ha­blar, oír y escribir el idioma inglés. Ningún lector exigirá pruebas de esto. Si es sincero consigo mismo, sabrá que él es en sí la mejor prueba”.16

34. Lo que piensan de ello los católicos mexicanos se advertirá en la cita siguiente:

Poseído, como todos los miembros de la liga, de un intenso amor a la Igle­sia y a nuestra patria, me veo imperiosamente impelido a declarar, ante vuestra eminencia, que la conciencia católica mexicana hállase extraordi­nariamente alarmada por la intervención de ciudadanos norteamericanos en los asuntos religiosos de México. Esa alarma se funda en las siguientes razones: A. Los norteamericanos no tienen la formación mental de los mexicanos, no comprenden los sentimientos de éstos y sobre todo, los intereses nacionales norteamericanos, inspirados por un agudísimo impe­rialismo, los obliga a posponer a éste los verdaderos intereses de la reli­gión y de nuestra patria. B. la Casa Blanca es enemiga secular de la reli­gión y de nuestra patria, y los católicos norteamericanos, al servicio de aquella, inconscientemente favorecen sus proyectos, con gravísimo daños para ambas. C. El patriotismo mexicano bien entendido empieza a des­confiar, y esta desconfianza puede dar ocasión a males de gran trascen­dencia.17 A todas esas razones, hay que agregar que el “panamericanismo” eclesiástico que avanza es grandemente nocivo, no sólo para México, sino para la América Española entera y para toda la cristiandad: A. Porque el catolicismo de los norteamericanos está generalmente inficionado del indiferentismo protestante, disfrazado de tolerancia. B. Porque la indisci­plina de las costumbres de los norteamericanos es pavorosa, y no parecen estar libres de ella muchos de los mismos católicos. C. Porque en ese país puede decirse que, prácticamente, no existe la “vida interior”, la “vida es­piritual”, la “vida ascética” y “mística”, tal como el catolicismo la entien­de y practica. D. Porque el ejemplo del clero norteamericano, cuyos miem­bros tienen generalmente automóvil, cuenta en el banco, comodidades materiales, libertad para asistir a los espectáculos, etc. no es beneficioso para el mexicano, acostumbrado a la pobreza, la mesura, el sacrificio, la constante persecución... E. Porque el católico no deja de ser miembro de una patria y es muy posible que labore de preferencia por ella. F. Porque

el norteamericano generalmente desprecia al mexicano, particularmente si éste es indio, como que en su propio suelo los norteamericanos destruye­ron a los aborígenes. G. Porque durante generaciones han enseñado a los norteamericanos en las escuelas, en la tribuna, en el libro, en la prensa y en la práctica política que el “destino manifiesto” de su nación es dominar y absorber a los demás del continente. H. Porque se da lugar a que el impe­rialismo norteamericano trate de utilizar para sus fines la sagrada religión de Cristo, la organización de la Iglesia y la autoridad misma de la Santa Sede. I. Porque se despersonaliza a la Iglesia de México, sin beneficio alguno para ella y sí con gravísimo daño.

35. (Está excluido en la copia mimeografiada).

36. Por último, los católicos mexicanos entienden que el abati­miento económico y político de su nación, originado por la obra nefan­da de su vecino del norte, no debe pesar en el planteamiento y resolu­ción de su problema religioso, que es la clave del de toda la América hispana. México, con un catolicismo cuatro veces secular; México, el país bendecido por Dios con la aparición de la virgen de Guadalupe; México, el de las más ilustres catedrales; México, el saturado de arte religioso propio y admirable; México, el de ardentísima fe, que no ha vacilado en ninguna de sus horas de angustia; México, “pueblo de con­fesores y de mártires”, según frase del Papa Pío xi, de santa memoria; México, el de familias ejemplares; México, la primera nación que pro­clamó la soberanía temporal de Cristo Rey y el predicador internacio­nal de su culto; México, Nueva España, fiel trasunto en América de la España santa; México, cabeza en América de la hispanidad; México, valladar puesto por la Providencia para contener los desbordamientos anglosajones, no puede ser abandonado a éstos, y muchísimo menos con un pretexto religioso. L a s r e l a c i o n e s e n t r e s u ig l e s i a y l a S a n ­

t a S e d e d e b e n s e r d i r e c t a s , s i n i n t e r v e n c i ó n a l g u n a d e l o s E s t a ­

d o s U n i d o s , n i s i q u i e r a p o r r a z ó n d e f a c i l i d a d d e c o m u n i c a c i o n e s :

EL VATICANO Y MÉXICO. MÉXICO Y EL VATICANO.

Notas

1. Bolton, Herbert E., presidente de la American Historical Association, La Epopeya de la Máxima América.

2. Alexander von Humboldt, Ensayo Político sobre la Nueva España.3. Kelly, Francisco Clemente, El País de los Altares Ensangrentados.4. Roosevelt, Teodoro, “La guerra mundial, Norteamérica y la Situación

Mexicana”, capítulo “Nuestra responsabilidad en México”.5. Excmo. Sr. Arzobispo de Baltimore Miguel J. Curley, primado de la Igle­

sia Norteamericana, Revista Arquidiocesana de Baltimore, 11 de abril de 1926.

6. Excmo. Sr. obispo de Morelia y delegado apostólico Dr. Leopoldo Ruiz y Flores, “Indicaciones que pueden servir para orientar y unir a los buenos elementos que se interesen por la libertad de la Iglesia y la prosperidad de la patria”, San Antonio Texas, 27 de octubre de 1935.

7. Expediente núm. 5724, año 1830.8. Mons. Louis Picard, prólogo del libro Jusqu’au sang.9. “El balance de la revolución” conferencia pronunciada por el Lic. Luis

Cabrera, ex secretario de Hacienda, en la Biblioteca Nacional de México, el 30 de enero de 1931.

10. Rev. P. Edmundo Walsh, SJ. (norteamericano). Declaraciones publicadas en la prensa de México el 22 de junio de 1929.

11. R.P.A. Lugan, artículo publicado en la “Libre Belgique”, de Bruselas, el 18 de julio de 1929.

12. “La Pace nel Messico. L’accordo del 21 Giugno”. Artículo editorial de “L’Avvenire d’Italia” Bolinia, 4 de julio de 1929.

13. Carta de Mons. Lara y Torres, obispo de Tacàmbaro, a Mons. Leopoldo Ruiz y Flores, delegado apostolico y arzobispo de Michoacán, fechada en México el 10 de noviembre de 1931.

14. Circular enviada a los países hispanoamericanos, fechada el 31 de marzo de 1941.

15. Mons. José de Jesús Manriquez y Zárate, Nuevo mensaje al mundo civili­zado, 12 de febrero de 1929.

16. Mons. Francisco Clemente Kelley, México, el país de los altares ensan­grentados. pp. 5 y 11.

17. Rafael Ceniceros y Villareal, presidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad. Exposición de 16 de mayo de 1931, hecha ante la Secretaría de Estado del Vaticano.