memorias de la radio. géneros y rituales de escucha en los orígenes de la radiofonía argentina

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1 Memorias de la radio. Géneros y rituales de escucha en los orígenes de la radiofonía argentina Andrea Calamari, Hugo Berti Facultad de Ciencia Política y RRII. Universidad Nacional de Rosario [email protected] Introducción “Hablar de la radio es hablar de una cosa que no sé si era necesaria, pero que todos los días escuchaba, esperábamos la hora nada más que para escuchar; si no eran noticieros, propaganda daban muchas también, yo mucho de chica no me acuerdo porque vivía en el campo y ahí no teníamos radio, pero al venirnos a la ciudad ya compramos un aparato, mis padres, era una cosa rara, y con el tiempo se extrañaba si no estaba prendido. Yo de chica, había programas para chicos, pero yo el que más me acuerdo es de Tarzán, salía del colegio y volvía a mi casa y lo primero que hacía era dejaba los útiles y ponerme a escuchar Tarzán, era un programa para chicos muy entretenido, todo los días se escuchaba, era diario el programa, y después también mi mamá con las vecinas escuchaban mucho radio pero a la noche. Ya después de cenar se sabían reunir entre ellas, cuatro o cinco vecinas, tejían, escuchaban un programa muy lindo que había, no me acuerdo en este momento la emisora, pero se llamaba El Glostora Tango Club, que pasaban tangos, después venía una…no era novela, bueno un programa de una familia que era muy conocida en esa época que se llamaba Los Pérez García, también era imperdible todos los días, muy buenos actores, por lo menos en esa época, yo era chica y también los escuchaba, porque la radio era para toda edad, ahí no había restricciones de edad ni nada, se podía escuchar con toda la familia, después mucho radio teatro, la gente se entusiasmaba, todos nos entusiasmábamos escuchando, y eran como ya digo muy buenos actores. En este momento me acuerdo de varios pero bueno no los voy a nombrar, ya a esta altura están mucho mayores que yo, otros ya ni están. Pero la radio en la casa, era una cosa, como decir, una persona más, cuando no estaba uno ya extrañaba, ¿qué pasa que no está la radio encendida, qué pasa? Era lo único que teníamos, aparate a lo mejor ir al cine, pero la radio era una cosa casi casi indispensable. Se había hecho un hábito.

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Autores: Andrea Calamari y Hugo BertiPonencia presentada en el XV Congreso de la Red de Carreras de Comunicación Social y Periodismo de la República Argentina "Mapas comunicacionales y territorios de la experiencia“ San Salvador de Jujuy, 15, 16 y 17 de agosto de 2013.

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Memorias de la radio. Géneros y rituales de escucha en los orígenes de la

radiofonía argentina

Andrea Calamari, Hugo Berti

Facultad de Ciencia Política y RRII. Universidad Nacional de Rosario

[email protected]

Introducción

“Hablar de la radio es hablar de una cosa que no sé si era necesaria, pero que todos

los días escuchaba, esperábamos la hora nada más que para escuchar; si no eran

noticieros, propaganda daban muchas también, yo mucho de chica no me acuerdo

porque vivía en el campo y ahí no teníamos radio, pero al venirnos a la ciudad ya

compramos un aparato, mis padres, era una cosa rara, y con el tiempo se extrañaba

si no estaba prendido.

Yo de chica, había programas para chicos, pero yo el que más me acuerdo es de

Tarzán, salía del colegio y volvía a mi casa y lo primero que hacía era dejaba los

útiles y ponerme a escuchar Tarzán, era un programa para chicos muy entretenido,

todo los días se escuchaba, era diario el programa, y después también mi mamá con

las vecinas escuchaban mucho radio pero a la noche. Ya después de cenar se sabían

reunir entre ellas, cuatro o cinco vecinas, tejían, escuchaban un programa muy lindo

que había, no me acuerdo en este momento la emisora, pero se llamaba El Glostora

Tango Club, que pasaban tangos, después venía una…no era novela, bueno un

programa de una familia que era muy conocida en esa época que se llamaba Los

Pérez García, también era imperdible todos los días, muy buenos actores, por lo

menos en esa época, yo era chica y también los escuchaba, porque la radio era para

toda edad, ahí no había restricciones de edad ni nada, se podía escuchar con toda la

familia, después mucho radio teatro, la gente se entusiasmaba, todos nos

entusiasmábamos escuchando, y eran como ya digo muy buenos actores. En este

momento me acuerdo de varios pero bueno no los voy a nombrar, ya a esta altura

están mucho mayores que yo, otros ya ni están. Pero la radio en la casa, era una cosa,

como decir, una persona más, cuando no estaba uno ya extrañaba, ¿qué pasa que no

está la radio encendida, qué pasa? Era lo único que teníamos, aparate a lo mejor ir al

cine, pero la radio era una cosa casi casi indispensable. Se había hecho un hábito.

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Después los domingo también se escuchaba la radio, pero era otra cosa aparte

porque escuchaban los hombres, mi hermano fútbol, mucho fútbol había, se

transmitían partidos, y bueno resultado, eso era hasta la noche, los domingos era

toda la tarde después del almuerzo hasta la noche fútbol. Era ya digo una cosa

indispensable y casi parte de la familia.”1

En la rememoración de Rita aparecen entrelazados varios de los ejes centrales

sobre los que nos detendremos en este análisis sobre las memorias de la radio

construidas a lo largo de los años por los viejos oyentes del medio durante su

época de esplendor: décadas de los años treinta, cuarenta y cincuenta. Estamos

hablando del momento en que la radiodifusión como novedad técnica fue abriendo

paso a la conformación de un medio de comunicación masivo enfocado

fundamentalmente hacia el entretenimiento, dirigido a todas las edades y como

actor fundamental en la vida cotidiana familiar.

La radiodifusión en nuestro país comienza a desarrollarse en el año 1920 entre un

estrecho círculo de aficionados. Muy pocos años después logra un desarrollo y una

penetración en la sociedad de características inimaginables para un invento que

sus visionarios consideraban como un vehículo de cultura. Entre esa fecha y 1935

se va construyendo aquello que José Luis Fernández caracteriza como “lo

radiofónico”, un proceso complejo que “incluye varias series de fenómenos:

dispositivos técnicos que se van a ir incorporando al uso radiofónico generando

posibilidades y restricciones de construcción discursiva, géneros y estilos

radiofónicos que van a ir apareciendo y consolidándose y lo mismo va a ocurrir con

prácticas sociales nuevas –total o parcialmente, directa o indirectamente-

relacionadas con el nuevo medio.” (Fernández, 2008: 35)

En los años treintas la radio se populariza de tal modo que, a lo largo de una

década, el otrora “objeto de lujo”, privativo de las familias más pudientes, comienza

a extenderse a la casi totalidad de las familias argentinas. Las memorias de esos

años son retomadas aquí para dar cuenta del modo en que se rememoran tanto las

prácticas de escucha como aquello que escuchaban quienes eran niños o jóvenes

en esa época. Programas, géneros recordados, actores, elencos y compañías,

1 En adelante, los testimonios de los entrevistados serán reproducidos en cursiva.

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horarios en relación con las rutinas familiares, se entremezclan en relatos que se

convierten en una constante intersección entre lo autobiográfico y lo histórico.

Sabemos ya que la historia oral nos posibilita ir en busca, no de unos hechos

puntuales que, al modo de “datos”, nos permitirían reconstruir la historia del

medio –empresa que ya ha sido realizada-, sino de las significaciones otorgadas

por los entrevistados a aquellas prácticas de escucha de la radio. Sabemos también,

siguiendo a Mata (1991), que quienes relatan sus experiencias no son los mismos

que quienes las vivieron: han cambiado sus posiciones objetivas y subjetivas a lo

largo de los años, los juicios de valor y las apreciaciones están indisolublemente

ligadas al paso del tiempo y, paralelamente, su experiencia como oyentes de radio

(y consumidores de otros medios, especialmente la televisión) no ha terminado. En

este sentido, somos concientes de que la actualidad –momento en el que surgen los

relatos, las narraciones, los recuerdos- está inexorablemente marcada por el paso

del tiempo y por la ausencia de las sensibilidades y características de los años

evocados. Diremos al respecto, con Casullo, que podremos “interpretar al tiempo

en todo caso por lo que este tiempo últimamente nos sigue contando sobre lo que

fue aquello” que se rememora (Casullo, 1998: 14).

Sabemos ya que la radio debió atravesar un largo proceso de

adaptación/evolución, tanto como dispositivo técnico como medio de comunicación,

para posicionarse como tal, generar rituales y prácticas de escucha particulares,

ser reconocida y apropiada por sus oyentes. Mirta Varela (1999) en sus estudios

sobre los primeros años de la televisión en el país señala que la misma ya existía en

los sueños de los televidentes mucho tiempo antes de que el aparato fuera

comercializado en Argentina. Nada similar ocurrió con la radio. La radiodifusión

era “un sueño” para un puñado de radioaficionados, iniciados en el tema, los

“pioneros” de los primeros años del siglo veinte; los oyentes, por el contrario,

fueron construyéndose con el crecimiento del medio. Medio y audiencia fueron

formateándose de manera conjunta: si la televisión tenía como antecedente a la

radiofonía, ésta no contaba con un modelo a seguir.2 La radio fue el primer medio

masivo de comunicación de alcance popular y con llegada a todos los hogares. De

2 Desarrollamos en detalle algunos de estos aspectos en “Del invento al medio. Del pionero al oyente”, trabajo presentado en el VI Encuentro Panamericano de Comunicación, Córdoba, 2013. Autores: Calamari Andrea, Berti Hugo, López Verrilli Clara, Azziani Cristian y Miyar Valeria.

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alguna manera hubo que aprender a ser oyentes de radio, a ubicar el receptor

dentro de la casa, asignarle un lugar, adaptarse a horarios, construir rutinas, seguir

programas, conocer elencos, reconocer gustos, establecer prioridades. Las líneas

subsiguientes están destinadas a dar cuenta de algunas de estas prácticas a través

de la memoria de aquellos nóveles oyentes de radio.

Escuchas: quién, dónde, cuándo

Los recuerdos sobre los primeros años de escucha de la radio están

indisolublemente asociados con las características técnicas de los aparatos

receptores, principalmente en lo que respecta a los modos de alimentación

energética, a la duración de la carga de las baterías y a las dificultades presentadas

a la hora de sintonizar una emisora. Las rutinas familiares y las limitaciones

tecnológicas regulaban el uso de la radio. Hasta la llegada de la electricidad, la

radio funcionaba con energía acumulada que debía consumirse

administradamente, por lo tanto, los horarios de escucha se regulaban según la

presencia de los miembros de la familia en el hogar.

“La radio se prendía cuando a uno le gustaba el programa que daban a tal horario,

todo el día prendida la radio no, yo no me acuerdo que en mi casa la radio estuviera

prendida de la mañana a la noche, había horarios, porque había cosas que hacer (…)

los chicos iban a la escuela, la mamá limpiaba la casa, después que uno ya estaba

tranquilo, que terminaba sus quehaceres, que terminabas de estudiar, ahí se prendía

la radio, escuchábamos” (…) la radio no funcionaba todo el día porque había que

guardar la carga para los partidos de fútbol…”

Además de cierto uso racionado en función de las limitaciones técnicas, el consumo

de la radio se encontraba estrechamente ligado con las rutinas familiares, los

horarios laborales y la presencia de los distintos miembros de la familia. El horario

central de la radio durante los días laborables se situaba entre las 19:00 y las 21:00

horas, a veces al mediodía, es decir, aquellos horarios en los que todo el grupo

familiar estaba reunido.

“…se escuchaba en casa, era en aquel entonces lo que es ahora la televisión, se

esperaba al mediodía o bien a la hora de la cena que estaban los mejores programas.

Tanto cómicos, tanto las mejores orquestas típicas, los radio teatros, y era un motivo

de reunión. (…) Era un medio de reunión familiar”.

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Otro testimonio da cuenta del modo en que la rutina laboral condicionaba la

escucha: “casi siempre el radio lo tenían en el comedor. La gente comía, en la

mañana desayunaba, en el momento que estaba prendía el radio. Mucho no podía

escuchar, se escuchaba cuando uno tenía menos trabajo, había pocas oportunidades

de escuchar. Iba al comedor, se escuchaba a la noche, al mediodía, y después iba a

trabajar al campo, se trabajaba de temprano”.

En una época en que los hombres trabajaban fuera de la casa, el espacio doméstico

en el horario laboral estaba fuertemente marcado por la presencia femenina:

madres, tías, vecinas, amigas y los hijos conformaban la audiencia grupal en los

horarios no centrales de las programaciones. “La radio estaba en el negocio, porque

mi papá tenía negocio, y nos reuníamos con mis hermanos y mamá a escuchar,

empezaban después de comer, empezaban a las dos, dos y media (…) Y después a la

tardecita seguíamos con Los Perez García…”“… y después también mi mamá con las

vecinas escuchaban mucho radio pero a la noche. Ya después de cenar se sabían

reunir entre ellas, cuatro o cinco vecinas, tejían, escuchaban un programa muy lindo

que había…”

Moores identifica tres grandes cambios que se produjeron durante la década de

1930 y que fueron conformando una nueva configuración en torno a la radio. “En

primer lugar, el funcionamiento técnico y el estilo estético del conjunto de la radio

cambiaron drásticamente, convirtiéndose en una fuente de entretenimiento

compartida y en una pieza de moda de los muebles de la sala de estar. En segundo

lugar, se produce la introducción de los discursos de antena que posicionaban a su

oyente como la familia, buscando interpelar a las madres como monitores

femeninos de la vida doméstica. Por último, los organismos de radiodifusión

comenzaron a ordenar su programación en horarios fijos que giraban en torno al

ritmo de las rutinas diarias y sobre todo de las actividades imaginadas de la ama de

casa” (Moores, 1983:47). El autor, hablando de una “domesticación de la

tecnología”, remarca el papel fundamental que las madres, como organizadoras de

la vida doméstica, tuvieron para la conformación de una rutina de escucha,

proporcionando, de este modo, “las bases de los planes de los programadores”

(53).

Para la década de 1940 la radio ya se había convertido en un agente que actuaba

como “ordenadora del hogar, ordenaba la vida de todos, apenas eso, y de paso su

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destino”, así lo cuenta Hugo Paredero en un artículo citado en “Días de Radio”.

(Ulanovsky, 2004:141)

“Durante el día había noticiero y alguna que otra novela, también a las tres de la

tarde. Siempre las escuchaban las madres que estaban en la casa ¿viste?, porque las

mujeres no trabajaban, estaban siempre en la casa”.

“Recuerdo que a la hora de la siesta yo me ponía a jugar, mi mamá planchaba ropa, y

escuchaba programas de aquel tiempo, como La Matiné de Juan Manuel.”

Ya dijimos que la selectividad estaba estrechamente relacionada con las

limitaciones técnicas. Decidir qué y cuándo escuchar la radio “implicaba que se

pusieran de manifiesto esquemas sociales de percepción prexistentes que

funcionaban orientando esas elecciones, estructurando nuevas percepciones, tal

vez nuevas definiciones, de lo que es bello, feo, aceptable o preferible. En este

sentido, siguiendo tradiciones familiares y costumbres de época, el padre o jefe de

familia, cumple un rol fundamental en relación a la compra y uso del artefacto y,

junto con la madre -especie de jefa de familia del ámbito doméstico, mientras el

padre está trabajando-, suelen aparecer como los guías de unas escuchas

raramente individuales.” (Calamari, Miyar, López Verrilli, 2013)

“los domingos, era escuchar el futbol (…) con un fanatismo terrible, más que yo tenía

un hermano que era de Boca y de un puñetazo, rompió una radio. Era fanático de

Boca y como boca perdía”.

“…los domingos también se escuchaba la radio, pero era otra cosa aparte porque

escuchaban los hombres, mi hermano fútbol, mucho fútbol había, se transmitían

partidos, y bueno resultado, eso era hasta la noche, los domingos era toda la tarde

después del almuerzo hasta la noche fútbol”.

“Los domingos la radio era para mi papá, porque escuchaba un programa que se

llamaba La Pensión del Campeonato, que era todo introducción de lo que venía

después de los partidos de fútbol, escuchaba eso, la radio era para él…”

Los niños vivían una situación particular. Los entrevistados están rememorando,

con cierta nostalgia y mucho gusto, los años de su niñez; como destaca Arfuch, el

tema de la infancia es uno de los más recurrentes en cualquier entrevista y ésta

aparece como una “evocación mítica de cierta anacronía”. La rememoración reitera

“ciertas relaciones causales o explicativas que trazan líneas directas entre infancia

y madurez, entre virtualidad y (des) realización” (2010: 90).

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“Había programas para chicos, pero yo el que más me acuerdo es de Tarzán, salía del

colegio y volvía a mi casa y lo primero que hacía era dejaba los útiles y ponerme a

escuchar Tarzán, era un programa para chicos muy entretenido, todo los días se

escuchaba, era diario el programa”.

“La radio era para toda edad, ahí no había restricciones de edad ni nada, se podía

escuchar con toda la familia, después mucho radio teatro, la gente se entusiasmaba,

todos nos entusiasmábamos escuchando”. Las historias que narran todas nuestras

entrevistas tienden a la fragmentación -característica propia del género- y la

incompletitud, existe siempre la amenaza latente de interrupción súbita del

diálogo; la entrevista es azarosa como toda conversación. Existe algo así como una

historia abierta a sucesivas actualizaciones, esto hace que cada “historia” no sea

sólo la de un entrevistado particular sino que forma parte de una “historia

conversacional”: una especie de trama que sostiene a través del tiempo distintos

intercambios periódicos “donde a partir de ciertos supuestos se retoman temas,

argumentos, se definen posiciones de reconocimiento recíproco”. Una historia

conversacional que, como toda narración, es una “puesta en sentido” (Arfuch,

2010:82). La vida familiar, sus integrantes, los lugares ocupados por unos y otros

aparecen en los relatos dando cuenta no sólo de unas prácticas de las que fueron

protagonistas en su infancia, sino de las nostalgias que les provocan y el sentido

que les otorgan con el paso del tiempo.

“Y eran novelas que las escuchábamos todos, porque yo era chica, tenía 10, 12 años,

y la escuchaba con mi mamá y la escuchaba con mi abuela, que era una persona de

más de 50 años y las tres embelesadas”.

“Mientras cada uno hacía su tarea, escuchábamos, y cuando había cosas que

queríamos escucharlas con mucha dedicación, bueno, interrumpíamos la tarea para

escuchar mejor, pero estábamos toda la familia alrededor de la radio. Y cuando

cortaban para las propagandas bueno ahí hacíamos todos los comentarios y

gritábamos “qué lindo hoy, qué pasará, qué no pasará” entonces hacíamos los

comentarios entre toda la familia. Por eso es que eran programas que para la gente

de mi generación, han quedado muy grabados”.

Los relatos acerca de las novelas exigen una atención particular.. En algunos

hogares las novelas requerían una escucha atenta y esta escucha era

invariablemente familiar en el horario central de las programaciones.

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“Mi vieja que era loca de la novela, ya eran las diez de la noche, bueno, teníamos que

estar todos callados porque ya era la hora en que ella escuchaba las novelas, y ahí

por ahí enganchaba y por ahí no.”

“Nos poníamos al lado de la radio, toda la familia, para escuchar las novelas (…) en

ese entonces uno estaba atento al diálogo, se perdía algo, se perdía la novela, así que

era un silencio sepulcral. Ahí nadie hablaba para escuchar todo”.

Es ya un lugar común señalar que la radio de los años previos a la aparición de la

televisión era centro de reunión familiar. La radio llegó al espacio hogareño

reclamando un espacio-grande y central- y lo consiguió en poco tiempo. El gran

mueble ocupaba un lugar privilegiado: el comedor diario, el living o el living

comedor, recuerdan los oyentes. Debieron pasar algunos años para que las familias

pudieran darse el lujo de instalar un mueble más en otro espacio, por ejemplo, un

negocio propio. Para las radios portátiles faltaba aún mucho tiempo, por lo tanto, la

escucha individual y la fragmentación de audiencia eran cosas impensables. Como

la programación era para toda la familia, los contenidos de la radio eran también

motivo de conversación familiar, durante la cena o en los espacios de publicidad:

“…la reunión de familia, en la mesa estabas y se escuchaba la radio, pero la gente

también hablaba, porque uno comentaba con el otro cómo se lo había imaginado, o

la sorpresa que te llevabas cuando veías las fotos de los artistas, como vos te los

habías imaginado…”.

Si concebimos la recepción como un momento privilegiado del proceso

comunicativo, como una actividad productiva y un espacio de construcción de

sentido, en fin, si, al modo que plantea Barbero, desplazamos el eje de los medios a

las mediaciones, podemos pensar en la productividad significante de esa escucha

comentada en familia; podemos asomarnos, a través de los relatos de los oyentes, a

esos espacios donde el consumo, el conocimiento, los reconocimientos y

apropiaciones hacían de esa escucha familiar o grupal una instancia sumamente

rica en la que adquiere verdadero “espesor social lo que pasa en y por los medios y

tecnologías de comunicación” (Barbero en Haye, 2004: 106).

“Mientras cada uno hacía su tarea, escuchábamos, y cuando había cosas que

queríamos escucharlas con mucha dedicación, bueno, interrumpíamos la tarea para

escuchar mejor, pero estábamos toda la familia alrededor de la radio. Y cuando

cortaban para las propagandas bueno ahí hacíamos todos los comentarios y

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gritábamos “qué lindo hoy, qué pasará, qué no pasará” entonces hacíamos los

comentarios entre toda la familia. Por eso es que eran programas que para la gente

de mi generación, han quedado muy grabados”.

Siguiendo la perspectiva de las mediaciones para reflexionar sobre la recepción,

consideramos que es necesario pensar este proceso en toda su complejidad. En el

proceso comunicativo, sostiene Barbero, intervienen unos dispositivos de

producción, unos rituales de consumo, ciertos y específicos códigos de montaje, de

percepción y reconocimiento. Es decir, un proceso complejo que se completa

siempre en audiencias conformadas por sujetos sociales no aislados, siempre

situados en un entramado cultural, en un contexto histórico y cotidiano

determinado, posibilitador de ciertos vínculos en un juego de articulación de

mediaciones (Barbero, 1987).

Los entrevistados relatan unas experiencias de escucha familiar, hablan de una

época “donde todo se hacía en familia”, y “no había otra cosa” para hacer, no

obstante, como en todo relato autobiográfico, las apreciaciones no están exentas de

juicios de valor sobre un tiempo al que consideran “más sano”; un tiempo -el de su

infancia- de las novelas y los programas “para toda la familia”, una época que los

propios enrevistados consideran como “su época”.

Memorias de los contenidos y géneros de la radio

Los primeros oyentes de la radio concentraban su atención en la práctica

fascinante de escuchar un sonido emitido en directo y a distancia sin la presencia

física del locutor. Las limitaciones técnicas de los equipos de radio, pero también la

novedad del invento, hacían que la recepción fuera una fuente de placer en sí

misma para estas inquietas audiencias. Los contenidos, la programación, los

programas, tendrían en los inicios de la radiofonía una consideración secundaria,

subordinados a la experiencia maravillosa de sintonizar y captar los sonidos de las

emisiones radiofónicas.

Promediando la década de 1930, la radio ya estaba integrada a las rutinas

domésticas de muchos hogares argentinos. Las prácticas de escucha se

organizaban en horarios y las políticas domésticas establecían regímenes de

dominio sobre la selección de contenidos. Los relatos de los oyentes que

atravesaron sus infancias y adolescencia entre los años 30 y 40 hablan de una

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escucha selectiva y reconocen los géneros que se consolidaron en una época de

esplendor del medio.

Cuando en 1935 se funda Radio El Mundo los grandes géneros de la radiofonía

estaban incluidos dentro de la radio-emisión: el informativo, el show radiofónico,

el radioteatro y los programas de relatos deportivos (Fernández, 2008: 50). En la

programación de esta emisora de Buenos Aires a finales de los años 40 en el

horario central estaban algunos de los programas recordados con mayor afecto

por los entrevistados.

“…recordamos perfectamente a partir de las 19.30 hasta las 20.30 por radio El

Mundo, si mal no recuerdo. Eran programas de no más de quince minutos, (…)

estaba Peter Fox, después venia la orquesta de Alfredo De Ángelis a las 20 horas, y a

las 20.15 algo que uno nunca se va a olvidar, porque eran las situaciones familiares,

a través, de los Pérez García”.

Otro oyente menciona y valora en su relato las radios de Buenos Aires que llegaban

a Rosario y a las ciudades, pueblos y zonas rurales de la región: “…las radios que

había en ese momento, que eran las más importantes, que eran de Buenos Aires

lógico, eran Radio Splendid, Radio El Mundo, que no sé si sigue existiendo, que era la

más cheta en ese momento, vendría a ser, y Radio Belgrano, eran las tres radios más

importantes de esa época”.

Aunque el entrevistado no explica el significado que da a su apreciación

comparativa (“más cheta”), el testimonio introduce un reconocimiento de las

características diferenciales de las emisoras. Fernández (2008) sostiene que en

sus propios discursos publicitarios las radios de Buenos Aires se situaban en dos

posiciones corporativas: “la radio culta, transmisora de saber, educadora de su

público, y la radio partenaire, la radio que le da al oyente lo que él quiere

escuchar”. Estos posicionamientos también se observan en la interpretación que

este entrevistado hace sobre los argumentos de los programas “de corte campero”,

“para otro público”, en oposición a los programas de mayor nivel que lo tuvieron

como destinatario. “Hubo otros de menos nivel, para otro público que les gustaban

esos, por ejemplo los de corte campero. Nadie sabía quién era el padre de fulano, por

ejemplo si el padre de fulano es aquel entonces vos sos mi hermano, y cosas por el

estilo. Y siempre había un malo, y los malos eran malos muy malos y los buenos todo

buenos muy buenos, algo así, pero a la gente les gustaba”.

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En la ciudad de Rosario, la oferta de emisoras en el dial de aquellos años se

completaba con las radios locales de amplitud modulada que surgieron en la

década del 20 y que tenían alcance regional. “Acá en Rosario tenías LT3, LT2, LT1 y

LT8”.

“Uno la experiencia que tenía era, de radio nada, no había mucho, salvo las radios

principales de Buenos Aires y algunas de Rosario, que serían LT8, LT3 y LT2, después

no había otra”.

En ciudades de menor tamaño, las emisiones de las primeras radios locales se

escuchaban a través de parlantes colocados en la calle:“… se utilizaba como

supongo que había en otras partes del país unos altoparlantes en la calle, era toda

una novedad para nosotros, había esquinas clave donde había parlantes, se pusieron

unos parlantes que, si mal no recuerdo se llamaban bocinas y estas esquinas estaban

en la zona del microcentro que era mucho más pequeño en Pergamino en aquella

época”.

De los recuerdos de los entrevistados emergen referencias a los géneros,

contenidos y formatos de los programas, así como a los protagonistas de esas

voces que al ingresar en la imaginación del oyente adquirían personalidades

extraordinarias. Sus memorias nos hablan con pasión por las novelas, de

programas musicales, de emisiones deportivas y de humor. Los contenidos

informativos parecen relegarse a un segundo plano; no tenían un lugar

privilegiado en sus experiencias con el medio. Hay que puntualizar que estos

oyentes eran niños o jóvenes en los tiempos del relato, lo que podría explicar el

menor atractivo que despertaba en ellos los segmentos informativos. La escucha

de información se relaciona con una práctica de sus padres y con acontecimientos

que despertaron máximo interés, como la guerra o la muerte de Gardel:

“Mi padre en el año cuarenta, como quería escuchar las noticias de la guerra, se

compró una radio nueva…”

“…el abuelo se sentaba ya cuando era grande, se sentaba en el sillón y la hora del

informativo era silencio, escuchar, durante la guerra, en el 40, y más para los que

tenían familiares en Italia, en Francia”.

“Me acuerdo, fijate, la muerte de Gardel fue en 1935 y yo estaba en ese momento con

una gripe acá en esta casa, y me acuerdo que una persona nos viene a visitar y nos

dice: parece que ha habido un accidente de aviación y se ha matado Carlos Gardel.

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Bueno, yo ya tenía la radio, prendí la radio, y en ese momento tan desgraciado para

el país y para el mundo, se nos iba una de las figuras máximas del canto, un

representante argentino en todo el mundo (…) hasta que después llegaron los restos

de Gardel a Buenos Aires, las radios de Buenos Aires transmitían las distintas

alternativas, hasta el sepelio, los discursos en el cementerio La Chacarita en Buenos

Aires”.

La “domesticación” (Moores, 2000) de la radio consolidó su uso (a veces individual,

pero frecuentemente compartido) como fuente de entretenimiento en el espacio

del hogar. El género radioteatro proporcionó una matriz de contenidos para el

entretenimiento que Carlos y María Esther evocan expresando sus sentimientos.

“El radioteatro era muy lindo, escucharlo era hermoso”

“Nos volvíamos locas escuchando (…) realmente estábamos embelesadas y

angustiadas escuchando esas novelas.”

Los entrevistados hablan indistintamente de radioteatros o novelas, e igualmente

hacemos nosotros en este trabajo. Hay que remarcar que la denominación del

género como radioteatro no fue sino hasta aparecida la televisión. Cuando la

novela televisiva debió diferenciarse de su antecesora radiofónica, aparecieron las

denominaciones teleteatro y radioteatro. Aunque los entrevistados algunas veces

responden ante las preguntas acerca de los radioteatros que escuchaban, cuando

evocan espontáneamente, lo hacen refiriéndose a “la novela”. Excepcionalmente,

una oyente hace una distinción de formato entre radioteatro y novela, por su

característica seriada o de programa unitario: “Los sábados escuchábamos

radioteatro, no eran novelas eran radioteatros, eran programas que empezaban y

terminaban a la noche, no que seguían”.

Los gustos por las novelas distinguen entre las historias de temática rural y las

novelas románticas. Entre las primeras, el radioteatro producido en Rosario,

Chispazos de tradición, se recuerda con énfasis: “…escuchaba una obra que en su

tiempo era muy popular que se llamaba Chispazos de tradición, un radioteatro de

corte campero”.

Para ilustrar los recuerdos de las novelas románticas, recogemos enunciados

surgidos de la memoria de María Antonia y Eduardo sobre “El León de Francia”, un

radioteatro que fue interpretado por distintos elencos en la radio de Rosario, a lo

largo de varios años, y que alcanzó un notable éxito en sus giras por los pueblos de

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la región: “…ese León de Francia lo escuchamos por diferentes actores, durante

años”.

“…y en Rosario lo que predominaba después de las una de la tarde más o menos, eran

los radioteatros, radioteatros, radioteatros. Y ahí se juntaba la familia. Si vos hablás

con una persona grande te va a decir Ah cuando escuchábamos el León de Francia,

claro era lo único que había”.

Ana relata con entusiasmo su experiencia de escucha de Genoveva de Brabante:

“…hasta una novela que se llamaba Genoveva de Brabante, esa era tan linda, tan

linda. Era la vida de una mujer, que era como santa, se había escapado en el monte,

había criado el hijo, nosotros después la fuimos a ver al teatro (dice con entusiasmo)

al teatro del pueblo y nos fuimos a verla, esa nunca me voy a olvidar yo de eso…”.

Las compañías de Norberto Blesio y Alfonso Amigo competían en las radios

rosarinas por captar la atención de los oyentes: “Eran épocas del radioteatro (…)

Estaba Norberto Blesio que tenía su compañía en LT3 y estaba Alfonso Amigo que

tenía su compañía en LT2 “.

Los programas del horario central de Radio El Mundo durante la década del 40 y

entrados los años 50, ocupan un lugar privilegiado en las memorias de los oyentes.

Los problemas de Los Perez García se perpetuaron en una frase transmitida por

generaciones de los oyentes a sus hijos: “tienen más problemas que los Pérez

García”. La serie atrajo la atención de audiencias masivas que diariamente seguían

la vida de esta familia. “…había una serie, que la escuchaba todo el mundo (…) todos

juntos, hombres, mujeres, se llamaban Los Pérez García. Los Pérez García era una

familia, era una familia que contaba su vida, todos los días había un problema, era a

las 8 de la noche…”

En la misma franja horaria, el Glostora Tango Club acompañó los gustos musicales

de la época y fue uno de los programas más emblemáticos de la emisora durante

este periodo. “En la noche que nos reuníamos así todos escuchábamos el Glostora

Tango Club, Los Pérez García y había un programa también que era como de

misterio que a mí me encantaba pero yo no me acuerdo más el nombre…estaban

todas las noches, me parece que era radio El Mundo, Alfredo De Angelis con su

orquesta típica, después escuchábamos también a Juan Darienzo con su orquesta

típica en esa época cantaba Echagüe, me acuerdo que a nosotros lo que más nos

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gustaba cuando cantaba Echagüe era El tarta, que el tango se llamaba El tarta y El

tigre Millán…”.

Héctor y su jazz, Peter Fox lo sabía y ¡Qué pareja Rinsoberbia! completan el

recuerdo de los programas de Radio El Mundo en la época de mayor impacto de la

emisora porteña.

Rita utiliza la comparación con ficciones televisivas para explicar a su nieta la

inscripción genérica y los contenidos de las emisiones radiofónicas, establece

asociaciones de anuncios publicitarios, hace referencia al formato, expresa sus

apreciaciones y rememora las emociones que le producía la escucha.

“…un poquito más tarde escuchábamos… ya con mis padres porque era el programa

de toda la familia ¡Qué pareja Rinsoberbia! que lo presentaba el jabón Rinso, que era

un jabón famoso como si fuera ahora el Ala o el Ace (…) Eran las aventuras de un

matrimonio, Blanquita Santos y Héctor Mazelli. Ahora los que ven en la tele Casados

con Hijos, de Franchella, bueno, era más o menos unas aventuras así (…) en radio

(…) había un cuñado que vivía con ellos, que hacía las mil y una, y bueno, y nos

divertíamos con las aventuras de ese matrimonio, que también era un programa

cortito de 15 minutos. Eran programas muy lindos, muy sanos, donde toda la familia

podía escucharlos. Y después también solíamos escuchar algo que era (…)

prácticamente para todos los argentinos, que eran Los Pérez García. Los Perez García

fue… un programa famosísimo, que después hicieron en televisión algo parecido con

La Familia Falcón. Pero cuando se creó la imagen de esa familia, que era un

matrimonio grande con los hijos, los nietos, decían todos los días una nueva sorpresa,

todos los días una nueva emoción porque era una familia grande que le pasaba de

todo, cosas lindas, cosas no tan lindas, y todos nosotros sufríamos y nos

alegrábamos…”

Humor y ficción se fusionaban en un programa que los domingos se emitía antes

de las transmisiones de los partidos de futbol y que alcanzó gran repercusión entre

las audiencias masculinas, pero que también atrajo la escucha de las mujeres del

hogar, algunas de ellas sin ocultar su afición deportiva. Gran Pensión El

Campeonato se emitió por Radio Nacional (luego Radio Belgrano) durante 13 años

desde el inicio de la década del 40, y es reconocido y clasificado dentro del género

“cómicos”.

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“Entre los programas cómicos, el más famosos era la Pensión El Campeonato, que era

sobre futbol, todos los domingos, que se cargaban distintos personajes, estaba el

millonario, el estudiante, el tano, representando a Boca, y como en esa época los

partidos se jugaban los domingos nada más, los domingos a la tarde, todo el mundo

los escuchaba antes de escuchar los partidos por radio”.

Ya entrados los años 50, los domingos al mediodía los oyentes disfrutaban de otro

ciclo humorístico, La Revista Dislocada, de Délfor Dicásolo.

“…los domingos, no sé, hace ya más de 50 años, solía escuchar, acá con mis abuelos,

mientras preparaban la comida, La Revista Dislocada de Délfor, que después fue un

programa muy famoso que se llevó a la televisión. Era un programa largo, muy

cómico. En ese momento había muchos cuadros y nos reíamos mucho mientras

hacíamos las cosas, preparábamos la mesa. Solíamos disfrutar de la mañana

escuchando ese programa”.

Mientras el Glostora Tango Club reproducía los gustos por la música popular

porteña, la tradición folklórica tenía también sus espacios de reconocimiento en las

audiencias radiales, en una época donde la población rural aún era numerosa y se

aceleraba el proceso migratorio del interior a las grandes ciudades.

“…escuchábamos mucha música, música popular, extranjera poco, poca música

extranjera, por ejemplo más nacional, mucho folklore, estaba La tropilla de Huachi

Pampas se llamaba, ahora que me acuerdo, eso escuchaba mi papá a la mañana

cuando se levantaba, después que empezamos con la radio a batería, se levantaba mi

papá temprano a las seis de la mañana y él escuchaba eso y otros grupos folklóricos

que yo no los tengo muy presente, me acuerdo de eso porque me llamaba la atención

por su nombre, La tropilla de Huachi Pampas, si tenían mucha presencia y cantaban

El arriero, Cuando para chile me voy, toda esas cosas…”

Un componente característico del lenguaje del medio va a ser importante en la

constitución social de lo radiofónico desde tiempos tempranos: la interacción con

el oyente. Complaciendo su pedido se transformó en un fenómeno de la radio de

producción local en Rosario convocando a los oyentes a participar en la selección

musical del programa.

“…más que nada yo y Vilma que éramos las más grandes, escuchábamos

Complaciendo su pedido, era un programa de música popular que animaba un señor

que se llamaba Severito y la mujer que lo acompañaba se llamaba Clarita, bueno

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entonces vos mandabas una carta, toda una ceremonia, mandar una carta por correo

y a lo mejor a la semana recién te la pasaban. Bueno como te decía toda una

ceremonia, mandar una carta, por ejemplo a mí me gustaba, yo siempre tuve una

inclinación por la música de músicos importantes. Yo pedía la música por ejemplo la

música jinetes en el cielo de Boris Garfunkel, una orquesta que era un sueño, a mi me

gustaba eso. Por ejemplo Vilma, ella pedía otro tipo de canciones, por ejemplo en

aquella época estaba muy de moda las orquestas características, la de Varela

Varelita, la de rosario que era Atilio Cabestre, había otra que se llamaba, no me

acuerdo en este momento. Y mandábamos la carta, entonces a la semana nosotros

estábamos pendientes de la radio, era por la mañana, habrá sido por ejemplo de 9 a

12 sería el programa, no recuerdo muy bien. Entonces esas tres horas estábamos

pendientes para ver si nos leía la carta y nos complacían con nuestra canción”.

“…a la mañana, estaba Clarita y Severito, era un programa de música, información,

todo en contacto con el público, que se hablaba por teléfono, muchos años estuvo

Clarita y Severito…”

Como dijimos anteriormente, aunque las emisoras construían perfiles corporativos

discretos, la programación del medio se dirigía de manera privilegiada a un público

familiar, teniendo en cuenta que el aparato receptor en el hogar era único y se

ubicaba en un espacio doméstico de uso común.

Sólo un programa de la década del 50 destaca en la escucha de la audiencia infantil

como destinado específicamente para ese segmento, el ya mencionado Las

aventuras de Tarzán. “Cuando yo volvía de la escuela que iba a la tarde, algunos

años que fui de mañana y otros de tarde, llegaba a casa, puntualmente, a tomar la

leche, con Toddy, que todavía está el famoso Toddy, porque escuchaba a Tarzán, que

era un programa que lo presentaba Toddy. Y todos los días eran episodios de 15

minutos más o menos: Las aventuras de Tarzán, que era Cesar Llanos que lo

representaba en radio con Mabel Landó y estaba Tarzanito, que lo hacía Oscar

Robito, que después fue un famoso actor de cine…”

En este testimonio surgen también aspectos del universo radiofónico que se

recuperan en muchas de las entrevistas de nuestros oyentes: el formato de los

programas radiales y las modalidades de inserción de anuncios publicitarios.

Las aventuras de Tarzán y otros programas exitosos de la época (por ejemplo, los

ya citados de Radio El Mundo), tenían una duración episódica de 15 minutos, un

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formato que no se encontrará con frecuencia en las programaciones de periodos

posteriores y que por ello los entrevistados destacan.

Fernández (2008) apunta que frente a las opciones contrapuestas entre el modelo

europeo de radio como servicio público y el modelo comercial norteamericano,

este último se había impuesto en la mayor parte de las emisoras del país y que por

lo tanto ya estaba presente con fuerza la publicidad. La modalidad prevalente de

presencia publicitaria en el medio era el auspicio del programa, que alcanzaba su

mayor “visibilidad” cuando la marca se integraba al nombre del programa, como en

el ya mencionado Glostora Tango Club (Glostora era la marca de un producto

fijador para el cabello). Distintos testimonios de los oyentes recuerdan a los

auspiciantes:

“…uno lo escuchaba a Luis Sandrini, que lo auspiciaba Aceite Ricoltore y salía por

media hora aproximadamente, y un día determinado a la semana”.

“…en aquel entonces había un solo auspiciante, vos podías, escuchabas a Fioravanti

relatar los partidos de futbol los días domingos, y era la compañía Tabaco Nobleza,

todo el programa lo auspiciaban ellos…”

“…después estaba un programa que era de Palmolive, sí de Palmolive, creo que era

Teatro de Palmolive a la tarde creo”.

Los publicidad se anunciaba con frases rimadas y jingles que quedaron en el

anecdotario personal y aún podían ser repetidos y cantados por los oyentes

muchos años después.

“…estaba Alfonso Amigo que tenía su compañía en LT2, en LT2 la patrocinaba la

máquina de coser Lander, eran unas máquinas de coser… y tenían un jingle (canta)

Suave como pétalo de rosa, hecha para mano de mujer, Lander es la máquina

preciosa, para bordar, para tejer…”

“…y una familia vecina que tenía cuatro chicos, pero el más chico tendría unos 4 años

y salía una persona mayor con una voz gruesa y hacía la propaganda de ropa viste,

ropa de trabajo (…) la propaganda era El tiempo pasa, la ropa queda si es de Roveda,

y del miedo que le tenía agarró la escoba y le metió un golpe…”

A modo de cierre

La radio es el medio del relato incorpóreo y fugaz por excelencia. Un medio hecho

de tiempo. En nuestras entrevistas, no obstante, el tiempo del que está hecha la

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radio adquiere otro espesor: fragmentos de lo vivido, recuerdos personales,

sonidos sintonizados se van entremezclando en relatos que rememoran y

actualizan “esa época que parece que no existió”, como dijo uno de ellos. Algunas

escenas familiares aparecen indisolublemente ligadas a un programa, la

rememoración de un elenco reactualiza horarios y rutinas compartidas, algunas

canciones evocan lugares o personas. En este trabajo intentamos detenernos en

dos aspectos fundamentales de las historias de vida de nuestros entrevistados en

relación a sus memorias de la radio: qué escuchaban y cómo lo hacían.

Las formas de la entrevista, como vimos, tienden a la fragmentación y la

yuxtaposición de temas y momentos. Queda pendiente para futuras

aproximaciones el trabajo con las entrevistas como narraciones, como espacios de

memoria en los que se rememora y también se resignifica lo recordado. Esta tarea,

sin embargo, no es motivo de estas líneas.

Bibliografía citada

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Barbero, Jesús Martín (1987) De los medios a las mediaciones. Comunicación,

cultura y hegemonía. Editprial Gilli. Barcelona.

Calamari, Miyar, López Verrilli (2013) “El radio era un mueble” en Mediatizaciones

en foco. Mariana Maestri y Rubén Biselli (coordinadores) UNR Editora. Rosario En

http://www.cim.unr.edu.ar/archivos/cuadernocim_1.pdf

Fernández, José Luis (2008) La construcción de lo radiofónico. Buenos Aires. La

Crujía.

Haye, Ricardo (2004) El arte radiofónico, algunas pistas sobre la constitución de su

expresividad, La Crujía. Buenos Aires.

Mata, Marta Cristina Mata (1991) “Radio: memorias de la recepción.

Aproximaciones a la identidad de los sectores populares”, en Diálogos de la

Comunicación Nº 30, recuperado. Disponible en:

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http://www.dialogosfelafacs.net/wp-content/uploads/2012/01/30-revista-

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Moores, Shaun (2000): "Media and Everyday Life in Modern Society". Edinburgh

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Varela, Mirta (1999) “De cuando la televisión era una cosa medio extraña.

Testimonios sobre la primera década de la televisión argentina” en Audiencias,

cultura y poder. Estudios sobre la televisión. Buenos Aires: Eudeba.

Ulanovsky, Carlos (2004) Días de Radio Tomo 1 y 2, Emecé, Buenos Aires.