medievalista y modernidad en el libro de buen amor...

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MEDIEVALISTAYMODERNIDADENELLIBRO DEBUENAMOR (NotasparaunEstudio) I LAPOSICIÓNESPIRITUALDELARCIPRESTEDEHITA Laprimeraimpresiónquedejalalectura del Librode Buen Amor esladeserunaobradegranatrevimientoenlas ideasyca ellenguaje . Siconsideramosahoralacondición desuautoryla épocaenquevivió,laperplejidadsubedepunto,ydeaquíderiva sin dudaeldesconciertoquedesorienta alacríticaalconsiderarla figuraenigmáticadelArcipreste deHita . Pocaspersonalidadesli- terariashandespertadotantassospechas, pocasaparecenenvueltas entandensasdificultades paralainterpretación,pocas despiertan tantacuriosidadenelsentidodeconocersilaobra esfrutacleuna experienciavividaosirespondasimplementea losresulto-,?,,,deuna observaciónaguda,adornadacontodaslasgalasdela imaginación . Loscríticosincurrenenfrecuentescontradicciones nijuzgarla figuradelArcipreste .Hayquienleconsideraunmodelodebuenas costumbres,unalmarectahondamenteafectada porlavidalicen- ciosadesutiempo,quedeclaralosvicios,sobretodolos delosclé- rigos,consentidoaleccionador .H ayquien,partiendodelasin- singularcomplacenciaqueexperimenta elArciprestealdescribir sin inmutarseescenasescabrosas,leconsideraun espírituregocijado .un, hombrepocomenosquelibertinoparaelcualnotienen secretolas liviandadeshumanas . Noseconcibeaunclérigohablandocontanto desparpajo,ni, sobrelabasedelasideascorrientesacerca delaEdadMedia,se aceptasinreparosel LibrodeBuenAmor dentrodelrigorascético quenosfiguramosconsustancialconlaépoca, Perosedebetenerencuentaquenilosclérigoseran modelos devirtudentonces,nilavidaestaba sujetaanormasdeestricta moralidad . Yprincipalmente,queelsiglodelArcipresteesunsiglo -74-

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MEDIEVALISTA Y MODERNIDAD EN EL LIBRODE BUEN AMOR

(Notas para un Estudio)

I

LA POSICIÓN ESPIRITUAL DEL ARCIPRESTE DE HITA

La primera impresión que deja la lectura del Libro de BuenAmor es la de ser una obra de gran atrevimiento en las ideas y cael lenguaje . Si consideramos ahora la condición de su autor y laépoca en que vivió, la perplejidad sube de punto, y de aquí deriva sinduda el desconcierto que desorienta a la crítica al considerar lafigura enigmática del Arcipreste de Hita . Pocas personalidades li-terarias han despertado tantas sospechas, pocas aparecen envueltasen tan densas dificultades para la interpretación, pocas despiertantanta curiosidad en el sentido de conocer si la obra es fruta cle unaexperiencia vivida o si responda simplemente a los resulto-,?,,, de unaobservación aguda, adornada con todas las galas de la imaginación .

Los críticos incurren en frecuentes contradicciones ni juzgar lafigura del Arcipreste . Hay quien le considera un modelo de buenascostumbres, un alma recta hondamente afectada por la vida licen-ciosa de su tiempo, que declara los vicios, sobre todo los de los clé-rigos, con sentido aleccionador . Hay quien, partiendo de la sin-singular complacencia que experimenta el Arcipreste al describir sin

inmutarse escenas escabrosas, le considera un espíritu regocijado . un,hombre poco menos que libertino para el cual no tienen secreto lasliviandades humanas .

No se concibe a un clérigo hablando con tanto desparpajo, ni,sobre la base de las ideas corrientes acerca de la Edad Media, seacepta sin reparos el Libro de Buen Amor dentro del rigor ascéticoque nos figuramos consustancial con la época,

Pero se debe tener en cuenta que ni los clérigos eran modelosde virtud entonces, ni la vida estaba sujeta a normas de estrictamoralidad . Y principalmente, que el siglo del Arcipreste es un siglo

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de crisis aguda para el medievalismo, un siglo donde luchan la tradición y el espíritu nuevo, de tal manera que no predomina sino laconfusión v el desconcierto, ya advertido en la nobleza que pug-na por avasallar el poder real, ya en la crisis del poder religioso, yaen el relajamiento de costumbres que invade las distintas esferasde la vida social .

En este ambiente de confusión, caótico en muchos aspectos,surge la figura del Arcipreste de Hita, mas no con las vestiduras yel continente severos de un predicador que pugna por sobreponerseal desmoronamiento de la vieja moral, sino con aires de hombreque sabe acomodarse a la vida, tomándola tal como se le ofrece, paravivirla y describirla sin falsas reconvenciones de moralista y sin re-pugnancias de ningún género .

Poco importa que el Arcipreste viviése o no las aventuras numerosas que corren a lo largo de su obra. Lo importante es que elLibro de Buen Amor, diferenciándose profundamente de toda la li-teratura española que le precede. se nos presenta con tal cantidadde observación directa de la realidad, con tan honda penetraciónen el conocimiento de los hombres, con tal libertad de pensamiento yde palabra, que marca sin duda una fecha importante

en la evolución de la literatura española, como lazo de uniónentre dos épocas .Hay en el alma del Arcipreste un dualismo profundo . De una

harte es el escritor de la Edad Media, hondamente penetrado de sen-tido religioso, que se arrepiente de sus pecados y formula sentidasinvocaciones a los santos . Tampoco se aparta, en lo literario, detenias y procedimientos propios de la época . Mas por otro lado yquizá con mayor fuerza y arraigo, es un escritor cuya sensibilidaddista mucho del medievalismo, y de aquí el gran contraste que seadvierte al compararle con los autores que le preceden, ante los cua-les aparece con un desenfado y un atrevimiento que desconcierta ala critica .

Sin proponernos hacer un estudio con pretensiones acerca deeste dualismo que liemos señalado en la figura interesantísima delArcipreste, intentaremos exponer algunos de los rasgos que caracte-rizan una y otra modalidad, colocándole como un escritor de transi-ción entre la Edad Media y el Renacimiento . Creemos que en esteconflicto de su alma reside todo el enigma que su obra suscita en laposteridad .

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II

MEDIEVALISMO

En una era de acentuada vida religiosa, en la cual el espíritucristiano dirige las actividades de los hombres, no podrá ser una ex-cepción cl Arcipreste de Hita, quien, en este aspecto por lo menos,no desmiente su condición de clérigo ni su filiación en el tiempo-

Su he en Dios aparece bien demostrada en toda la obra, cuyocomienzo, a semejanza de otros autores medievales --recuérdese aBerceo- es una invocación a la omnipotencia divina. La invoca Para que le saque de la prisión donde yace, la invoca también, másadelante, para obtener la "gracia que podiese hacer este libro" .

Y como la Virgen María es comienzo de todo bien, el Arciprestele compone Gozos a fin de que lleve a feliz término su empresa. Concantares a Santa María ha de terminar también su libro", comobuen cristiano . Sus sentimientos religiosos no quedan obscureci-dos a pesar de las escabrosidades frecuentes en el texto, y esto cons'

constituye precisamente su gran originalidad y lo que ha dado margena tan encontradas interpretaciones .

En este fondo religioso está vaciada toda la densa humanidadde la obra, lo cual lleva a pensar que Juan Ruiz no tiene inconve

niente en hacer una larga confesión de pecados mundanales, seguro de encontrar absolución en esa divinidad tutelar a quien se aco-

ge en sus horas de dolor y arrepentimiento .El Libro de Buen Amor presenta otro aspecto típicamente me

dieval. Nos referimos a la tradición juglaresca visiblemente reco-gida en muchas de sus páginas . Los siguientes versos ponen en evi-dencia que el Arcipreste era un poeta dado a los asuntos propios dela juglaría ;

Después fice muchas cantigas de danza e troteras,Para judías e moras, c pasa entendederas ;Para en instrumentos de comunales maneras ;El cantar que non sabes, óilo a cantaderas .Cantares fiz algunos de los que dicen los ciegos,E para escolares que andan nocherniegos,E para muchos otros por puertas andariegos,Cazurros c de burlas, non cabrian en diez priegos ."

Est. 1 .626" Estrofas 1.513 y 1.514

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la Arcipreste no tiene, según se deja ver, grandes pretensionesrespecto a la calidad de su poesía ; no se desliga de la condicióneminentemente popular del poeta juglaresco ; y no tiene inconveniente

en decirnos, casi al final de su libro :

Señores : hevos servida con poca sabidoría,Por vos dar solaz a todos fablevos en juglería,**

A continuación pide una recompensa que no es por cierto la ha-bitualmente solicitada por los juglares, sino un Pater Noster y unaAve María, recordando acaso su condición de poeta religioso .

Las cántigas de serrana, género bien representado en el Librode Buen Amor, imprimen también un sello medieval a la obra. Degran originalidad por la rudeza en el lenguaje y en el tipo de la serrana, constituyen un documento del mayor valor en la investigación re-lativa a los orígenes de la lírica* . Enlazan con la tradición litera-ria de las serranillas, sin perder por esto su recio vigor castellano,típico de la región y de la edad ruda en que aparecen .

El espíritu medieval surge vigorosamente, además, en la pre-ocupación objetiva que caracteriza el modo literario del Arcipreste,Ha de hablar de virtudes y de vicios, del amor, con sus mentiras yexcelencias, de pecados capitales y otros temas abstractos ; peroacude con frecuencia al ejemplo que ilustra, a la fábula que se ofre-ce como dato sensible, a las formas concretas cuya enseñanza obje-tiva, entrando por los sentidos, retrata el pensamiento mejor quelas palabras .

Con esto se relaciona también el crudo realismo en la expre-sión, la ausencia de eufemismos en el lenguaje de Juan Ruiz, quehabla en todo momento con franqueza ruda, sin velos ni pudores . Nodisimula su pensamiento con retoricismos, pues no ha llegadoaun la era de pudibundez que retuerce la idea entre laspalabras, obligándola a ocultar sus desnudeces . Y de aquí que sulibro constituya la más extraña amalgama de lo humano y lo divino,ofreciéndonos junto a una fervorosa plegaria religiosa una escenadel más subido color mundano .

** Est . 1 .633 .* Vid. Menéndez Nidal. La Primitiva poesía lírica española . Public.Ateneo de Madrid . 1919, pág . 32 .

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MODERNIDAD

El lirismo es el cauce por donde la poesía medieval se adentra en las honduras del renacimiento, Cuando el poeta cantasentí*

mientas individuales, cuando vuelca la intimidad de su ser en Ja for•ma externa de los versos, el hombre adquiere una personalidad auténticano es ya el anónimo autor de la épica sino el definidor de sus

propias inquietudes espirituales .En el proceso de la Edad Media hacía el Renacimiento . el das'

cubrimiento del individuo que implica la lírica tiene sin duda granimportancia. De la misma manera que el gótico está más cerca queel románico cle la sensibilidad renacentista, con el anhelo místico,de elevación, que representan las flechas destacándose sobre cl caer'

cuerpo del edificio, con el predominio de la agilidad que destruye demil modos las pesadas murallas del románico la lírica es un anhelode espiritualidad, urca puerta por donde se escapa el individuo, antes-atado y como hundido en el anónimo de la épica, Las pesadas armaduras del cruzado, el hierro que cubre su cuerpo . son tambiéncano una cárcel donde quedan ahogados todos los anhelos que sesalen de la consigna religiosa o política que le lleva a la guerra. Lostiempos heroicos que refleja la épica medieval son tiempos de hierro, sordos a los clamores del amor y a las delicadeza de la

vida

Y el Arcipreste de Hita es, ante todo, un gran lírico. Su poe síaestá por encima de todo convencionalismo de forum o de loa'

do . La gran variedad de metros que contiene su libro es unaprueba inequívoca de que repugna a su estética de versificador el sometimiento a determinados tipos de versos . La forma que escogeen cada caso viene a ser aquella más adecuada, por decisión con"ciento o inconsciente, a la expresión de sus sentimientos : con l ocasi, rebelde a las imposiciones externas, se ciñe únicamente a sucódigo supremo de poeta .

Antes que el Arcipreste, ningún otro versificador se había Per-mitido tantas libertades métricas. De manera que en este aspectosu posición marca rumbos enteramente nuevos y en cierto modo revolucionarios .

Lo interesante de comprobar no es tanto que tras el A rcipresteuna serie de poetas, siguiendo su ejemplo, se lance a la tarea de

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hacer versos sin sujeción a cánones determinados, sino que nuestroautor se encuentra fundamentalmente alejado de sus coetáneos encuanto a recursos de expresión . El verso en sus manos adquiereuna flexibilidad antes no conocida, y esta flexibilidad responde sinduda a una inquietud espiritual nueva e implica una reacción contralas normas tradicionales .

La inquietud revolucionaria de Juan Ruíz no se ha de ceñir, porlo demás, a procedimientos externos . Tiene también una gran sin-gularidad ideológica, que contrasta, desde luego, con la servidum-bre intelectual de sus contemporáneos, sometidos totalmente a laortodoxia religiosa .

La audacia de Juan Ruiz al hablar del amor y la mujer : no tie-ne paralelo en su tiempo . El Arcipreste de Talavera, con posterio-ridad, escribirá ciñéndose aun a la tradición de menosprecio, vecinadel anatema, que cruza la Edad Media en torno a la mujer. Peronuestro poeta, aunque hace concesiones a las ideas de su época yhabla en este sentido de "sus malas maestrías e su mucho mal sa-ber"*, está muy lejos de condenarla radicalmente . Por el contra-río, adopta una posición de franca discrepancia con las ideas co-rrientes :

Si Dios, cuando formó el home, entendieraQue era mala cosa la mujer, non la dieraAl home por compañera, nin dél non la feciera ;Si para bien non fuera, tan noble non saliera .**

En la opinión del Arcipreste, por tanto, la mujer se eleva con-siderablemente sobre el nivel de ser bajo y despreciable, origen delas desdichas del género humano, como instigadora del pecado ori-ginal. Es, según su manera de pensar, la compañera del hombre,de quien fue formada y cuyas buenas cualidades conserva . Tal de-claración, de tono polémico al parecer, implica, como se ve, una no-vedad inusitada para aquellos tiempos, y coloca a su autor en los:linderos del renacimiento .

Por otra parte, la predilección de Juan Ruiz por los autoresclásicos latinos de más acentuado paganismo, la influencia directa

" Est. 469 .*' Est . 109.

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o indirecta que ejerce sobre su espíritu la obra de Ovidio . nos muestra otra fase interesante de su personalidad . Es necesario despren-derse de muchas ideas recibidas, reaccionar contra determinadas ¡ni-posiciones religiosas, para poder, siendo clérigo el Arcipreste, idea-

identificarse espiritualmente con un autor pagano, henchido de mundanidad y de licencia así en las ideas como en la expresión .

La alegría del Arcipreste, su fino humorismo, la amable filoso-fía de la vida que se desprende de su libro, esa

su constante

disposiciónpara entregarse a los placeres del amor y a los goces de la exis

tencia, se salen sin duda del marco austero de la Edad Media, y lecolocan mas bien, entre las sensibilidades fronterizas del mundo renacentista.

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MARCELINO MENENDEZ Y PELAYO(1856-1912)

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SEMBLANZA DE MENENDEZ Y PELAYO

(1856 - 1912)

El 3 de noviembre último acaba de cumplirse el primer cente-nario del nacimiento en Santander de don Marcelino Menéndez yPelayo, personalidad de máximo relieve en las letras españolas. Entodos los pueblos de habla hispana se siente con este motivo el deberde rendir homenaje a este insigne varón

en quien estuvieron afortunadamente reunidas prendas intelectuales nada comunes,capacesde asegurarle el acatamiento general de maestro en las disciplinashistóricas v literarias que absorbieron su fecunda existencia .

Temperamento apasionado en su juventud, dueño de una briosapluma que se ensayó desde temprano en durísimas batallas por supatria y por su fe, ha sido en ocasiones abanderado póstumo desectarismos intransigentes, que mirados desde la trinchera contrariamas bien disminuyen que exaltan sus grandes cualidades

intelectuales.Perodescontada esa porción menos estimable que laardorosacondición juvenil o el celo religioso forzosamente dejaron en la vast

a producción de Menéndez y Pelayo, habrá de concluírse con justicia que ella constituye uno de los más grandes monumentos que la actividad individual de un hombre haya podido erigiren la tarea de

interpretar histórica y estéticamente la marcha de las letras españolas a lo largo de los siglos.

Es, pues, de justísima razón que quienes nos preocupamos porlos valores permanentes de la cultura hispánica

recordemos con orgullo, en esta sazón de centenario, la personalidad eminente del maestro santanderino, cuya certera piqueta desbrozó senderos y abriósurcos de fecunda trayectoria que ilustran y guían a cuantos, afa-nosos de saber, quieran adentrarse seriamente en el conocimientocle la literatura española .

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AÑOS DE F0RMACION

Ensu nativa ciudad de Santander evidenció Menéndez y Pe

layo, desde bien temprana edad. su extraordinaria vacación intelec tual. Preocupaba a su madre, muy particularmente, la incansable

propensión a la lectura, impropia de sus años . que el pequeño mostraba, pues llegó a comprobar que robaba a escondidas largas horas al reposo nocturno.Y cuando otros mozos de su edad se entregaban alegrementealjuego a a otras expansiones juveniles, el

concentraba sur afanes en la adquisición de libros, primer engendrode la que habría de ser, pasados leo años, una de las miss nutridasy valiosas bibliotecas particulares formadas en la península .

En Santander, gracias a su maestro don Francisco Ganuza, adquirió una magnífica preparación en la lengua latina, que le franqueóel acceso a los grandes escritores de ese idioma v con ello la posi-bilidad de compenetrarse Intimamente con aquella cultura . que nutrió su espíritu y disciplinó su estilo, ganándole definitivamente pa ra el culto fervoroso a la antigüedad clásica, que constituyó el soporte más valioso de su intensa actividad.

intelectual.El trato continuo con los poetas latinos le convirtió en devoto

admirador de los mismos, y no sólo se contentó con gustarlo en suidioma original sino que los tradujo decorosamente en lengua es

pañola.Compuso a su vez versos latinos, que atestiguan el dominio

alcanzado en el idioma de Horacio, su poeta predilecto, a quien consagró una oda en fidelísimo tributo de admiración.

Ya en posesión del titulo de Bachiller, en 1871 marchó Menendez Pelayo a Barcelona para emprender en aquella ciudad losestudios universitarios.La preferencia de la Universidad de Barcelona

sobre otras de España fue determinad a por el interés de un catedráticoamigo de la familia, residenteen lacapital catalana, y por cierta

prevención del padre del joven montañés contra las doctrinasracionalistas que propugnaban en Madrid algunos profesores.Que la

determinación fue acertada lo demuestran las dificultades, originadasen esas previstas incompatibilidades i ideológicas, con que MenéndezPelayo tropezó más tarde en Madrid' y sus propias declaracionescuando. al hacer en ocasión memorable el elogio de Milá y Fontanals, el gran maestro Catalán que tanto contribuyó a formarle inte lectualmente, da cuenta agradecida de los señalados beneficios que

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le proporcionó su paso por los claustros barceloneses .En ese discurso, que traduce el recuerdo emocionado de un

discípulo que conservó vivos, a través de los años, la gratitud y elafecto a la Universidad de . Barcelona, Menéndez Pelayo declara connobleza :

"En esta escuela me eduqué primeramente, y aunque lavida deI hombre sea perpetua educación y otras muchas irfluencias hayan podido telar con sus varios colores mi espíri-tu, que, a falta de otras condiciones, nunca ha dejado de serindagador y curioso, mi primitivo fondo es el que debo a laantigua escuela de Barcelona y creo que sustancialmente no selm modificado nunca . A cota escuela debí, en tiempos verdaderamente críticos para la juventud española, el no ser nikrausista ni escolástico, cuando estos dos verbalismos, menosdistantes de lo que parece se dividían el campo filosófico, yconvertían en gárrulos sofistas o en repetidores adocenados alos que, creían encontrar en una habilidosa construcción día

léctica el secreto de la ciencia y la última razón de todo lohumano y lo divino."(1)

De sus maestros barceloneses Menéndez Pelayo recuerda a dosron especial devoción : don Francisco Javier Llorens y don ManuelMilá y Fontanals . La educación filosófica de Cataluña en aquellostiempos debió al primero una de sus más firmes influencias, auncuando, a la manera de Sócrates, no dejó obra escrita, sino gra-bada en las mentes jóvenes que recibieron su enseñanza . "Maestrodel recto pensar y del recto vivir" le proclama con efusión sincera .

El joven santanderino sólo alcanzó la benéfica influencia deLlorens durante el penúltimo año de su profesorado . En cambio,mantuvo un estrecho contacto con el gran maestro Milá y Fontanales,no sólo durante el período de los estudios sino posteriormente .

Milá le cobró una estimación singularísima, quefue acrecentándose amedida que crecía la figura intelectual de Menéndez y Pelayo. Tes-timonio evidente de ello es el haberle constituido en heredero de suspapeles literarios. El discípulo, por su parte, encontró en Milá, apoco de conocerle y escucharlo en la cátedra, el orientador seguro ycomprensivo que su vasto afán de saber reclamada . `Recogí de suslabios -dice textualmente- la mejor parte de la doctrina literaria

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que en mi vida de profesor y de critico he tenido ocasión de aplicar yde exponer (2) . El nombre de Milá era conocido fuera de Espa-ña como el de un investigador serio y documentado, que cebandoa un lado los devaneos retóricos y la erudiclón confusa, fundamentan sus trabajos en un exigente análisis de las fuentes documentales,elevándose luego a interpretaciones a tono con los requisitos del mé-todo histórico, que implantó el primero en España y gracias al cualobtuvo cop su obra De la poesía heroico-popular castellana, impresa

en 1874 un triunfo resonante en los círculos científicos de Europa.Acerca de la manera como el maestro catalán actuaba en la

cátedra nos ha dejado el propio Menéndez y Pelayo In siguiente estampa, que extraigo del memorable discurso con que le rindió pú biloco homenaje:

"Su dicción era pausada, lenta, premiosa, monótona elademán y el gesto, algo opaca la voz y canto velada . Habíaconseguido a fuerza de estudio dominar su acento nadir° Ylimar las asperezas del lenguaje, y hablaba con, tan rara co

rrección que hubiera podido estamparse todo lo que decir. Pero no se veía en él ningún conato de agradar, ni cayó nunca

en artificios indignos de la severa exposición doctrinal . No hablaba al sentimiento sino a la razón, y era tan sobrio y reos''mico de palabras hablando como escribiendo . Amplificaba lomenos posible, pero fijaba con mucha insistencia las puntos culminantes pura que sirviesen como tema de meditación asus alumnos y fuesen despertando en ellos el hábito de pensar,al cual solían ser ajenos por su educación primera . .

. Aclaraba la lección con oportunos ejemplos que solía llevar escritostos, no fiándose ni aúna en esto de su felicísima y bien arde •nada memoria. Receloso contra las vaguedades de la estéticapura, presentaba siempre el hecho artístico al lado de la leo .

teoria, y hacía frecuentes aplicaciones a las diversas artes, con .lo cual agrandaba de un modo insensible el horizonte finto"

intelectual de sus discípulos ... En la clase de Milá no se hablabamás que de arte y de literatura, pero se respiraba una atmósferade pureza ideal, y Se sentía uno mejor después de oir aquellasplaticas, tan doctas y serenas, en que se reflejaban la concienciafiel varón justo cuyos labios jamás se mancharon con la hipocresíasin ni con la mentira". (3)

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Tal fue el hombre que mayor influjo ejerció sobre la forma-ción intelectual de Menéndez Pelayo . Todo lo contrario por ciertode las figuras retoricistas, de gran frondosidad exterior, que todavíase agitaban en el escenario, como rezagadas del tablado romántico .El contacto eficacísimo de Milá sirvió para que se templase un tanto en el joven de Santander el impetuoso tumulto de la pasión, quesobre todo cuando la espolean el celo religioso y patriótico, brotarácon fuerza de su pluma ; sirvió para disciplinarle en la búsqueda eru-dita, haciéndole huir del fárrago inútil, incoherente e inexpresivo ; leenseñó el camino cauteloso pero seguro del método científico, quepreserva de falsas generalizaciones y de extravíos imaginativos ; le in-trodujo con pase firme en el ámbito de la poesía popular, ense-ñándole a interpretarla y a percibir sus valores ; le comunicó, en fin,el gusto por la belleza serena, que el joven literato había bebidoya con avidez en las fuentes clásicas, guiándole hábilmente por lassendas en donde se hermanan en todo tiempo los productos ge-nuinos del arte .

En 1873 se trasladó Meléndez Pelayo a Madrid para proseguirsus estudios universitarios . Mas acá no lo esperaba la plácida nihospitalaria acogida que obtuvo en Catuluña, sino una grave contrariedad determinada por el predominio que en la cátedra de Metafísica ejercían las ideas krausistas, incompatibles del todo con la mentalidad del discípulo de Milá, forjada en el culto de ideales estéticosy afanosa de la claridad expositiva a que le tenían acostumbrado losautores clásicos . La repugnancia experimentada por Menéndez Pe-layo ante aquellas extrañas elucubraciones le acompañó toda la viday a ella debe asociarse el notorio despego que. manifestó bien prontohacia la cultura germánica, achacándole una impenetrable nebulosi-dad, repulsiva para el espíritu de claridad mediterránea .

En el tono tercero de la Historia de los heterodoxos españoles,publicado en 1882, arremetió fieramente contra los krausistas, apostrofándoles en los siguientes términos :

"Es una mala verguenza para España que cuando ya todoel mundo culto, sin distinción de impíos y creyentes, se mofa .ha con homérica risa de tales visiones, dignas de la cueva deMontesinos, uña horda de sectarios fanáticos, a quienes sólodaba fuerza el barbarismo (en parte calculado, en parte espora .

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espontáneo)de su lenguaje, hayan conseguido atrofiar el entendímiento de una generación entera, cargarla de serviles ligaduras, incomunicarla con el resto del mundo, y derramar sobre

nuestras cátedras una tiniebla más espesa que la de los camposCimmerios. Bien puede decirse de los krausistas lo que de losaverroístas dijo Luis Vives : "Llenó Dios el inundo de luz yde flores y de hermosura, y estos bárbaros le han llenado decruces y de potros, para descoyuntar el entendimiento huma

no,,."Porque los krausistas han sido huís que una escuela,

han sido una logia, una sociedad de socorros mutuos . una ti"bu, un círculo de alumbrados,

una fratría,...algo, ensuma, te

nebroso y repugnante a toda alma independiente y aborre cedora de trampontojos".(9•)

Como resultado de su enemiga contra el krausisnro Menéndez

Pelayo abandonó la Universidad Central para terminar en la deValladolid,lucidamente, la Licenciatura en Filosofía Y Letras. En esta

ciudad inició una fraternal amistad con don Gumersindo Laverde, enquien halló el joven santanderino un consejero bondadoso y Pródigoen sugestiones, una vez que Laverde se dió cuenta cabal de losritos intelectuales sobresalientes que l o distinguían, di' su formidablecapacidad de trabajo y de sus admirables dotes .lc escrito . Lasrelaciones intelectuale s entre uno v otro están abundantemente documentadas en la correspondencia que mantuvieron desde octubre de1874, hasta fines de 1890, cuando ocurrió l a muerte de Laverde. R ecordándole

con piadosa emoción en 1911, decía Menéndez Pelayo

"Varón de dulce memoria y modesta fama, recto en el pensar, elegante en el decir, alma suave y cándida, llena de virtud

y de patriotismo, purificada en el yunque del dolor hasta llegara la perfección ascética . , , escribió poco, pero muy selecto, ysu nombre va unido a todos los conatos de la historia de laciencia española, , muy especialmente a los míos, que acaso sill

su estímulo y dirección no se hubiesen realizado" .

El maestro montañés reconoce con singular lealtad, como puedeverse, hasta qué punto Laverde ejerció influencia en aquella obra

suya de juventud que se llamó La Ciencia española : A través de la

correspondencia sostenida entre ambos se advierte, en efecto, que La'verde le sugiere programas de trabajo de largo alcance, confiando

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en. la extraordinaria capacidad de su joven amigo, en quien colum-braba un providencial realizador de proyectos intelectuales a los cua-les no podrían dar cima sus propias y menguadas fuerzas .

De la estrecha relación intelectual con Laverde surgen trabajosfundamentales como la Biblioteca de traductores españoles, los Estudiassobre escritores montañeses, la Historia de los heterodoxas españolesy la Historia de las ideas estéticas, a los cuales Menéndez Pelayo con-sagró una gran parte de sus prodigiosas energías de investigador .

Muestra de esa bondadosa tutoría intelectual es, para citar uncaso, la carta que Laverde le dirigió el 7 de abril de 1876, a la cualpertenecen los siguientes extractos :

"En una serie de artículos que Gumersindo de Azcárateestá publicando con el título de El Self

Governmnent ylaMonarquía doctrinaria,hallo el siguiente párrafo: "Según que, por

ejemplo, el Estado ampare o niegue la libertad de la Ciencia, asíla energía de un pueblo mostrará más o menos su peculiar genialidad en este orden y podrá hasta darse el caso de que seahogue por completo su actividad, como ha sucedido en Españadurante tres siglos" . Estos tres siglos ya se sube que parael señor Azcárate son el siglo, XVI, el XVII y el XVIII . Nopuede uno leer con calma afirmaciones tan desprovistas de funda-mento, que contribuyen a generalizar erróneas creencias res-pecto a nuestro pasado científico . . . El asunto, como usted ve,es de importancia y de honra nacional, y, ya que yo no puedo,desearía que usted empuñase la pluma y refutase, con la exten-sión conveniente, en forma de artículo c de carta, el aserto in-fundado del buen Azcárate (y que no es una opinión suya tansolo), que se conoce estar más versado en la lectura de librosextranjeros que en la de españoles . . . Usted puede como nadie

escribir dicho artículo ; mándemelo y yo cuidaré de publicarledonde más convenga . Tiene esto tanto mayor interés, cuanto quoel ataque ya indirectamente contra el catolicismo' .

Menéndez Pelayo acogió con el mayor interés la sugestión delamigo y se dio a la tarea de componer el escrito solicitado, que vinoa ser el primero de les que forman La Ciencia Española. Laverdese mostró entusiasmado con el mismo, considerándolo una refuta-ción contundente del aserto de Azcárate, y lo remitió, con algunas

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ligeras modificaciones, a la Revista Europeas para que fuese publicado. Este trabajo de Menéndez y Pelayo, al cual siguieron otros

como continuación, atrajo en seguida la atención del público pensantede España en torno al fogosa defensor de los valores científicos dela península, y se inicia desde entonces su brillante carrera de es-critor público, entre los fragores de una enconada polémica .Hacia 1875 había terminado Menéndez Pelayo en Madrid susestudios del doctorado, que remató con una tesis sobre La Novelaentre los latinos, calificada por sus jueces con la nota de sobresa

liente. Obtuvo, además, en reñido concurso, el premio extraordina-rio del doctorado ; todo lo cual, unido a la fama creciente que sustriunfos como escritor le tenían ya conquistada, llenó de orgullo asus paisanos de Santander, quienes se dispusieron con la mayorespontaneidad a propiciar el desenvolvimiento intelectual del distin-guido conterráneo, ofreciéndole la oportunidad de ampliar estudiosen diferentes capitales de Europa . El Ayuntamiento de Santander,con tal fin, acordó otorgarle una subvención e invitó, a su vez, a laDiputación provincial para que hiciese otro tanto .

Con tales subsidios, que Menéndez Pelayo agradeció en unsentido oficio dirigido al Ayuntamiento de su ciudad natal, se dis-puso a emprender viaje, guiado, afirmaba, por dos objetivos funda-mentales : dirigido al uno a extender el radio de sus investigacio-nes, mediante el conocimiento de las literaturas extranjeras, cuyo es-tudio estaba sobre manera descuidado en España ; centrado el otro enla posibilidad de consultar directamente en las bibliotecas europeaslibros españoles rarísimos, de los cuales no había ejemplares en lapenínsula, impresos en ciudades de Italia, de los Países Bajos y deAlemania durante la época renacentista . Pensaba de tal suerte acre-centar los materiales indispensables para su comenzada Historia delos Heterodoxos españoles, mediante detenidas pesquisas en los fon-dos bibliográficos de Inglaterra, Bélgica y Alemania, donde habíaejemplares de libros comprados por exilados españoles en los siglosXVI, XVII y XVIII . En el oficio de gracias dirigido a la DiputaciónProvincial habla además de su proyectada Bibliografía de traductores

españoles de la antigüedad, que habría de enriquecerse con lasindagaciones logradas en bibliotecas extranjeras, . Con la ayuda de laDiputación Provincial podría detenerse ahora con más espacio enFrancia, Italia y Austria, para ensanchar el área de sus investiga-

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investigaciones . Promete aún, en gesto de agradecimiento, dedicar parte desus actividades a la historia de las letras montañesas .

La excursión intelectual de Menéndez Pelayo por las naciones cultasde Europa, gracias a la munificencia de sus comprensivos paisanos

nos, resultó, corno era de esperarse, de incalculables beneficios paraaquella mente abierta con avidez a los estímulos Culturales . Su erudiccion-

, ya muy vasta, se acrecentó considerablemente con las explora-ciones directas que consiguió realizar en las bibliotecas y archivoseuropeos de mayor importancia. Se agrandaron también los horizon-tes de su saber histórico, y afinó, mediante el contacto con culturasextrañas, su capacidad de comprensión hacia las mismos, reducien-do así las estridencias iniciales de su españolismo exclusivista. Des-de entonces sus obras, concebidas al principio como empeños decircuito doméstico, cobrarán lineamientos y proyecciones de amplitudinsospechada, como ocurre singularmente con la Historia de lasideas estéticas y los Orígenes de la novela, que no se circunscriben,ni con mucho, al marco de la península, sino que son extensísimascalas en ámbitos culturales de muy amplio volumen. El MenéndezPelayo historiador de las letras será, de tal suerte, un vigoroso escu-driñador del pasado, capaz de abarcar, con mirada de soberano em-puje, las raíces próximas o lejanas que nutren, como obedientes a unaempresa común, la historia literaria del viejo continente.

Aquel generoso gesto de los santanderinos dejó en el alma sensible de Menéndez Pelayo una imperecedera deuda de gratitud .Conocedor como nadie de los extraordinarios beneficios que el viajea través de la Europa culta hubo de proporcionarle, se sintió cadavez más ligado a su tierra por vínculos de amor y de profundo agra-decimiento . Y cuando ya su biblioteca particular había crecido hastael punto de convertirse en una de las más valiosas de propiedad pri-vada existentes en España, decidió legarla, por acto testamentario, asu amada ciudad de Santander, donde actualmente recibe la visitadiaria de sus paisanos y la de cuantos estudiosos se acercan a la cos-ta cantábrica en busca de las copiosas fuentes de saber atesoradaspor el maestro montañés .

Y no sólo con el legado de su biblioteca quiso exteriorizar lanoble espontaneidad de su reconocimiento a los santanderinos sinoque hubo de exaltar públicamente la trascendencia de la ayuda recibida, vinculándola a los mejores logros de su carrera . En discurso

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dirigido a la nueva generación hace este sentido recuerdo de bonda-des pretéritas :

"Yo sería ingrato, ciertamente, si no declarase en tan so-lemne ocasión como ésta que, gracias al generoso arranque(quizá olvidado ya en Santander) de los que os precedieron enel regimiento de la villa y en la administración de la provincia,pude llegar a sor un modesto, pero asiduo, trabajador de la ciencia literaria, importar a España algunas novedades útiles y educarme en la gimnasia del método histórico-crítico, en que tanto

comienzan a aventajarme mis discípulos ; entender con más altosentido lo español, y acrisolar el amor a la patria en el contras-te con lenguas y literaturas extrañas" .

LOS COMPONENTES DE LA PERSONALIDAD

Menéndez Pelayo emerge a la vida pública en circunstancias nada propicias para un andar sereno y desembarazado . Un ambiente

político turbulento, escindido entre quienes, como Castelar, que fue,su profesor en la Universidad de Madrid, defendían abiertamente lasideas liberales junto con el sistema republicano de gobierno, 1' losque se aferraban tozudamente a la institución monárquica, conside-rándol a hondamente, arraigada en la vida española . Es de advertir,además, que en el fondo do esa pugna política había también, por lomenos en señalados casos, urca fuerte disidencia ideológica, queabanderaba (lo un lado a los librepensadores y adversarios del cato-licismo, y arremolinaba en otro bando a fervientes defensores de lale católica, para quienes la acción contraria envolvía una especiede traición contra fundamentos esenciales del ser histórico de España .

Menéndez Pelayo habrá de tomar partido en defensa de la tra-dición cristiana de su patria . Pero su posición no es de entrega inc

ondicional a un catolicismo de intransigencias insalvables, como haquerido verse en distintas ocasiones . Debe recordarse que desdetemprana edad forja su espíritu en la lectura deleitosa (le los clásicos latinos y griegos, que le enseñaron el amor a la verdad y a la libre expresión del pensamiento ; que le acostumbraron a no encajarseen fórmulas de cerrado sectarismo ; que le abrieron los ojos haciamundos de belleza ideal no sometidos a ninguna clase de limitacio-nes dogmáticas .

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En el Prólogo a los Poetas bucólicos griegos, de don IgnacioMontes de Oca, obra publicada en 1880, el crítico santanderino dicecon entera convicción: "¿Y quien negará las grandezas morales e in-

intelectuales de griegos y latinos? Cuanto pueden alcanzar por sus fuer-zas el entendimiento y la voluntad humana, otro tanto alcanzaronellos" . Palabras que evidencian la hondísima huella que en la mente del gran escritor había dejado el trato asiduo con los autores de laantiguedad clásica . Admirador ferviente de Platón y de Aristóteles, dirá sin reticencias que la verdad total está en la deseada armoníade ambos filósofos (5), pensando acaso que el vuelo poético del unodebía hermanarse con la seguridad metódica del otro .

Lector apasionado del poeta latino Horacio, consideraba que laforma lírica más perfecta es la oda horaciana ; y tenía a Fray Luisde León por la más alta cima de la poesía española del siglo deoro, reconociendo que consiguió como ninguno otro impregnarsede las esencias líricas atesoradas en las obras del vate venusino yadueñarse además de los recursos técnicos de aquél hasta tal puntoque no vaciló en llamarle el Horacio cristiano . La oda horaciana,sostenía, no consiste en la imitación pura de Horacio en pensamientos, frases, etc., sino que "tiene por caracteres propios sobriedad depensamiento, ligereza rítmica, ausencia de postizos adornos, grandeesmero de ejecución . ., y generalmente es muy breve . Cumplidasestas y las demás condiciones externas del estilo de Horacio

(acertado uso de los epítetos, transiciones rápidas, etc.) la composición seráhoraciana, aunque exprese pensamientos españoles y cristianos, y hastamísticos" (6),

En la poesía de los clásicos, en la de Horacio particularmente,forjó Menéndez Pelayo, como puede verse, su concepción estética delverso . Nunca encontró, a pesar de su andar interminable por laspraderas líricas de copiosas literaturas, nada superior a las exquisitascadencias que desde niño aprendió a gustar en las odas de Horacio,refiriéndose al cual dijo, en un arranque de suprema exaltación :

La belleza eres tú ; tú la encarnaste .

Y en otra ocasión, reiterando una vez más su estrecha compe-netración con los valores estéticos de la cultura clásica, no superadosen su concepto por los de ninguna otra, declaró enfáticamente, de-sechando los reparos de algunos autores españoles acerca de ciertos

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pecados contra fa moral que se advierten en escritores griegos y la-tinos :

En arte soy pagano hasta los huesos.

Otro ingrediente de poderosa raigambre en la personalidadintelectual de Menéndez Pelayo en su pasión por la historia . Al llegar en 1871 a la Universidad de Barcelona tuvo la singular fortunade encontrar en Milá y Fontanals un maestro de riguroso saber, quele inició en la historia literaria, dándole a conocer sus

magnificos hallazgos en fa investigación de la tradición épica castellana . En elelogio de Milá al cual me he referido antes Menéndez Pelayo afirmaque a la escuela de Barcelona debió, en tiempos sobremanera críticospara la juventud española, el no desviarse hacía ninguno de los dossectarismos que, excluyéndose fieramente uno a otro, se repartían laspreferencias de los jóvenes . Escuchando la palabra pausada y se-segura de Milá, el joven montañés percibió cómo un modo de pensarhistórico, encauzado metódicamente, que rehuye fa improvisacióny se abroquela contra el apasionamiento, puede conducir a resultadosdel más alto valor.

Reprochaba, contrariamente, al Padre Fonseca, en un escritode juventud, su carencia de sentido histórico, por encastillarse enun dogmatismo cerrado ; pues la historia, sostenía, no tiene autori-dad ni valor cuando sirve de arma para defender una tesis apologéti-ca (7) . "Quien posea el verdadero sentido histórico -declara tex-tualmente -podrá entusiasmarse con sistemas distintos del suyo,y no los traerá para acomodarlos a sus ideas, sino que los pondrá en elmedio en que se desarrollaron, y comprenderá su razón de ser en elmundo" (8) .

Hay, sin embargo, en el Menéndez Pelayo joven, en el ardorosopolemista de La Ciencia Española y de Los Heterodoxos, materialessobrados para contradecir su propio pensamiento sobre la imparcia-lidad del historiador, enunciado con tanta convicción en sus reprochesal Padre Fonseca . Se deja arrastrar en las obras citadas por la im-petuosidad del combatiente, que triunfa visiblemente sobre los dic-tados de la reflexión serena . Pero es necesario contar también coneste elemento de índole pasional para una comprensión adecuadade la personalidad del escritor santanderino, pues una buena parte

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de su obra, la comprendida entre 1876 y 1882, que corresponde alperíodo polémico de su vida literaria, ofrece un evidente predominiode ingredientes emotivos determinados por causas de orden religiosoy patriótico que se compadecen muy poco con las exigencias de unaajustada exposición doctrinal.

He indicado ya que una firme sedimentación clásica, en la que so-brenadan, como frutos de suprema excelencia, el amor a la verdad yel culto a la belleza, constituye la savia primordial que nutre con suvigoroso impulso la vida intelectual de don Marcelino . Por otra par-te, una decidida vocación histórica facilita grandemente sus bús-quedas en el caudal inagotable de la cultura antigua, y le orienta tam-bién para adentrarse, como en casa propia, en el pasado cultural deEspaña. Este será, por cierto, el área donde se espaciará definitiva-mente su prodigiosa actividad de investigador, aunque, según dejoexpuesto, abarcando un amplísimo campo de relaciones con otrosorbes culturales .

Las preferencias de Menéndez Pelayo se concentrarán, ahora bien,en el Renacimiento español, porque en esta época se hermanan mag-níficamente, según su modo de pensar, el espíritu clásico, fecundadopor el cristianismo, y el genio nacional de España, que fue entoncesun recio valladar contra el germanismo . En un arranque de apasio-namiento juvenil se ensaña, en efecto, contra el influjo germánico,considerándolo nocivo para los pueblos mediterráneos . El sobre-nombre de "bárbaros" con que se designa en la historia europea alos invasores que destruyeron con sus feroces acometidas los cimien-tos del Imperio romano, continuaba siendo, para aquel fogoso defen-sor de la fe católica, una calificación de vigencia permanente, y nodudaba por ello en juzgar la Reforma como un nuevo brote de bar-barie nórdica que vino a turbar profundamente la existencia de lasnaciones europeas de origen latino.

`La propagación rápida del protestantismo -afirma enlos Heterodoxos -ha de atribuirse, entre otras causas, al odioinveterado de los pueblos del Norte contra Italia, a esa anti-patía de razas, que explica gran parte de la historia de Europadesde la invasión de los bárbaros hasta las luchas del Sacerdocioy el Imperio, o cuestión de las Investiduras, y desde ésta a laReforma . En los germanos corre siempre la sangre de Arminio,

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el que destruyó las legiones de Varo. Hay en ella una tendenciaa la división, que ha tropezado siempre con la unidad romanay con la unidad católica" (9) .

Si bien con el avance de los años y mediante un serio esfuerzoen el sentido de estudiar y comprender mejor la cultura germánica,Menéndez Pelayo mitigó un tanto la acritud de sus juicios de mo-cedad contra élla, debe aceptarse que no modificó radicalmente suposición, acaso porque no pudo vencer los prejuicios formados desdemozo al calor de su intemperancia religiosa .

En su Brindis del Retiro, pronunciado en 1881, con motivo delbanquete ofrecido en aquel recodo madrileño a los profesores ex-tranjeros que asistían a los actos conmemorativos del centenario deCalderón, Menéndez Pelayo hizo declaraciones que suscitaron aca-lorados comentarios entre los concurrentes y luego en la prensa, porla vehemencia de las ideas expresadas ante un público forastero, quedebió sentirse violentamente sacudido ante la inesperada agresividaddel orador . Esas declaraciones tienen, sin embargo, el singular va-lor de una confesión palmaria, sin reticencias ni estudiados eufe-mismos, de cuanto pensaba y sentía el gran autor montañés sobrecuestiones esenciales referentes al significado de la cultura hispáni-ca, y por ello me permito transcribirlas parcialmente en esta hora derecordación, creyendo que ilustran de modo inequívoco su intimidadespiritual.

"Brindo -dijo- por lo que nadie ha brindado hasta ahora :por las grandes ideas que fueron alma e inspiración de lospoemas calderoniamos. En primer lugar, por la fe católica,apostólica, romana, que en siete siglos de lucha nos hizo re

conquistar el patrio suelo, que en los albores del Renacimientoabrió a los castellanos las vírgenes selvas de América y a losportugueses los fabulosos santuarios de la india . Por la fe ca-tólica, que es el sustantivo, la esencia y lo más grande y lomás hermoso de nuestra teología, de nuestra filosofía, de mues-tra literatura y de nuestro arte .

Brindo por la nación española, amazona de la raza latina,de la cual fue escudo y valladar firmísimo contra la barbarie

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germánica y el espíritu de disgregación y de herejía que separóde nosotros las razas septentrionales .

En suma, brindo por todas las ideas, por todos los sentimientos que Calderón ha traído al arte ; sentimientos e ideasque son los nuestros, que aceptamos por propios, con los cualesnos enorgullecemos y vanagloriamos nosotros, los que senti-mos y pensamos como él, los únicos que con razón y con jus-ticia y derecho podemos enaltecer su memoria, la memoria delpoeta español y católico por excelencia ; del poeta de todas lasintolerancias e intransigencias católicas ; del poeta teólogo, delpoeta inquisitorial . . ." (10) .

Los párrafos transcritos parecen dar la razón a quienes, bus-cando afanosamente un abanderado de prestigio para intransigenciassectarias, miran en el gran escritor una especie de máximo pontíficeideológico con el cual se sienten fuertemente abroquelados para la .lucha . Cuando se deja llevar por impulsos instintivos, que brotan dosu temperamento apasionado, sobre todo en la etapa combativa de suvida, Menéndez Pelayo extrema, es verdad, la violencia de la expre-sión verbal, incurriendo en pecados de grave intolerancia .

En 1881 era todavia un mozo de veinticinco años, si bien conla aureola que sus trabajos de sabio en edad temprana le habíanganado en el consenso público . Con la circunstancia excepcional,en su favor de haber obtenido muy joven, tras reñidísimas oposiciones, la cátedra del doctorado en la Universidad de Madrid, y deocupar en la Academia Española uno dedos sillones reservados porla tradición a varones encanecidos en laboriosas faenas literarias.

Las declaraciones del Brindis tienen en algunos aspectos, cuan-do se vuelca contra la barbarie germánica o exalta la intransigenciareligiosa y hasta la política inquisitorial, una insólita virulencia . Pe-ro en lo fundamental representan el credo religioso y patriótico deMenéndez Pelayo, que nunca ocultó su fervoroso catolicismo ni el .entrañable apego a la misión secular cle su raza .

Amazona de la raza latina llamó a España, y este pensamien-to, aun cuando el propio autor se encarga de explayarlo en el pasa-je citado, en cuanto concierne a la resistencia española contra el

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germanismo luterano, requiere algunas otras precisiones que pongande relieve el valor fundamental que Menéndez Pelayo otorgaba a laraza en el desenvolvimiento de un pueblo .

Impregnado de las ideas predominantes en el siglo XIX, quepostulan la capacidad intrínseca de cada nación para forjar su propia historia, el escritor santanderino hace recaer ese modo de serespecífico, peculiar de los hombres que componen una nación, en lavirtualidad creadora de la raza . Lo que suele llamarse el genio nacio nalno es otra cosa, en su concepto, que la modalidadexpresiva

de los ingredientes raciales . Hay, sostiene, un vínculo más o me-nos íntimo entre los pensadores de un mismo pueblo y ninguno ca-rece, por ello, de una filosofía nacional más o menos influyente odesarrollada (11) .

La idea del lenguaje como signo distintivo fundamental de 101hombres que integran una nación, formulada a su vez por pensadores alemanes de comienzos del siglo XIX, debió llegar también aMenéndez Pelayo, en natural asociación con las ya mencionadas.En el programa redactado en 1878 para las oposiciones a la Cáte-dra del doctorado en la Universidad de Madrid, declara que no desco-noce ni niega en modo alguno la importancia de la lengua comoprenda de nacionalidad y signo de raza . Mas afirma que "ni losustancial ni lo formal lo da la lengua, sino el estilo ." Considera quela lengua es el instrumento mediante el cual se manifiesta el estilopropio de una raza, es el vehículo expresivo del genio nacional, cuyaexistencia es supuesto previo de toda manifestación lingüística (12) .La raza, la casta y por tanto "lo castizo" tienen para nuestro autorun valor especialísimo, como fundamento primordial y último de to-da acción histórica. Por ello, al calificar a España de "amazonade la raza latina", está significando que su razón de ser étnica es laraíz sustantiva de su comportamiento en la historia .

A la abrumadora tarea .de investigar cuál fuese el contenidobásico de ese comportamiento consagró Menéndez Pelayo sus mejo-res esfuerzos . Desengañado de la España en que le tocó vivir y pen-sando que las acciones de sus contemporáneos se encaminaban, re-negando de las tradiciones nativas, a socavar los cimientos de la cul-tura patria, quiso honradamente demostrar que sí había un pasado

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.del cual los españoles pudieran sentirse orgullosos . Una mirada decertera penetración histórica le hizo ver que el Renacimiento hispá-nico, donde se enlazaron armoniosament e la herencia greco-latina y elsedimento religioso cristiano, haciendo de la península un baluartede la fe, emporio de intensa cultura y atalaya de empresas descubri-doras, había sido el momento histórico que concentró con mayor vi-gor y lucimiento las energías creadoras de los españoles .

Nostálgico de esos tiempos gloriosos, buscaba en ellos refugio don-de mitigar la insatisfacción que le producía la esterilidad intelectualde su época, importadora de novedades forasteras y desdeñosa delos propios valores . El remedio para los males de España residía,por el contrario, en volver con afanes de conocimiento sincero a lasviejas fuentes donde los mayores encontraron impulso e inspiraciónpara lanzarse a grandes empresas .

Durante toda su vida le amargó duramente el despego de suscompatriotas hacia esa España pretérita donde él, en cambio, habíahallado los mayores halagos para su celo patriótico . En el home-naje que se le tributó en octubre de 1910, cuando fue elegido Direc-tor de la Academia de la Historia, se declaró a sí mismo obrero fir-me y constante de la historia intelectual de la península, y amplian-do conceptualmente esta idea añadió : "Lo que honráis en mi no esmi persona, no es mi labor, cuya endeblez reconozco, sino el pensa-miento capital que la informa, y que desde las indecisiones y tanteosde la mocedad me ha ido llevando a una comprensión cada vez me-nos incompleta del genio nacional y de los inmortales destinos deEspaña." (13)

NOTAS ;

(1) Menéndez

(2)(3)(4)

(5)

y Pelayo, Estudios y discursos de crítica históricay literaria. Tomo X, pág. 134, Edic . dirigida por Miguel Artigas, Santander,1942 .

"

"

Op, cit. pág . 136 .

"

"

"

Op, cit. pág . 155 .

Heterodoxos, III, págs . 731-732.

La Ciencia Española, I, pág . 294 .

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(6) Vid. Menéndez y Pelayo, Orígenes de la novela, Torno IV, Nueva Biblioteca de Autores Españoles. In-troducción do Adolfo Bonilla y San Mar-tín pág . 68 .

(7) Cfr. Laín Entralgo, Menéndez y Pelayo, Edit, juventud, 1945,p. 117.

(8) Menéndez y Pelayo, Ciencia, 11, 185 .(9)

"

"

"Hotorodoxos, IV, 16.

(10) Vid. Miguel Artigas, Menéndez y Pelayo, Santander, 1027, pág .172,

(11) Menéndez y Pelayo, Ciencia, I, 290-291, Ver sobre esto Laín Estralgo, Menéndez Pelayo, 171-174.

(12) Cfr, Lain Entralgo, Op. cit. 175-176.(13) Cfr. Menéndez Pelayo, Orígenes de la novela IV, Introducción

de Adolfo Bonilla, pág . 57.

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ESTUDIO SOBRE LA VOLUNTAD, OBRAAUTOBIOGRÁFICA DE AZORIN

I

LOS PERSONAJES

Azorín constituye la figura central del libro, si bien se encuentra supeditado, en la primera parte, a la personalidad de su maestro .La primera etapa de la vida de Azorín transcurre en el apartamiento de un pueblo, donde recibe las enseñanzas de un viejo desengañadoque ejercerá funesta influencia en su formación espiritual .

De natural ensimismado y taciturno, pocos esfuerzos serán nece-sarios para apartarle de toda ilusión mundana . Una tristeza hondava formando el sedimento fundamental de su vida interior, y estatristeza, que le impide ver con algún entusiasmo las promesas de laexistencia, le llevará a un renunciamiento anticipado, a una actitudpesimista que no es producto de experiencias amargas sino el resul-tado de una educación tendenciosa proyectada sobre un alma impre-sionable .

Muerto su maestro y lanzado a la vida madrileña, en busca dela gloria literaria, única verdadera aspiración acariciada en su mo-cedad, ya que el amor no ha sido algo esencial sino episódico, dada suincapacidad temperamental para sobreponerse a las dificultades queel tutor de Justina opuso a su matrimonio, pronto habrá de sufrirtambién una gran desilusión por lo tocante a sus ilusiones litera-rias . Las pequeñeces, las debilidades humanas no están excluidasdel inundo intelectual ; le socavan profundamente, a tal punto queno hay en Madrid un literato de corazón ancho .

Le consume un hastío indefinible . Todos sus ardimientos pasados le han ido abandonando, de tal [nodo que ahora se encuentra

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ante el triste espectáculo de la disgregación de su voluntad, perdidala fe idealista de sus primeros tiempos .

Al final de la segunda parte tiene ya por seguro su fracaso irre-mediable. Todos los estímulos que impulsan la vida de los demáshombres están alejados de la suya ; de manera que, en este momento,es el hombre desorientado y abúlico, propenso a dejarse arrastrarpor cualquier viento .

La tercera parte de la obra nos lo presentará, en efecto, en plenadispersión vital, haciendo una vida errabunda de pueblo en pueblo,sin encontrar en ninguno el sosiego necesario a su espíritu . Ni si-quiera los libros, que antes lo apasionaban, sirven de bálsamo quemitigue sus inquietudes . La vida literaria se le ha hecho insoporta-ble y la detesta . Ha llegado a despreciarse a sí mismo profundamente, considerándose un pobre hombre, un ser inapto para conti-nuar soportando la carga del vivir .

a

x

r

Justina e Iluminada, las dos mujeres que se cruzan con perspectivas matrimoniales en la vida de Azorin, ofrecen un contrasteviolento entre sí : la primera es la voluntad sometida y la segunda,la voluntad dominadora .

Justina, incapaz de sustraerse a los deseos de su tutor, sacrificasus ilusiones amorosas para consagrarse a la vida religiosa . Su psicología tiene evidentes coincidencias con la de Azorín, en cuantoambos están sometidos al yugo de sus respectivos maestros y ahogantodo impulso individual, toda tendencia reveladora de su propia personalidad . Así, ninguno de los dos hace nada para oponerse a la ruptura de sus relaciones, impuesta

por el celo religioso del tío deJustina, que, trueca su posible felicidad terrena en una especie desuplicio en el cual ella encontrará la muerte.

Iluminada, en cambio, es una mujer dueña de sí misma, rebel-de a toda imposición . Cuando su maestro muere, Azorín, el hombreincompleto, siente la necesidad de unirse a esa fuerza libre de la naturaleza, "enhiesta, fuerte, imperativa, sana", para que le ayude avivir . Como piensa que en ella todo es exuberancia, le halaga laidea de cobijarse en su feminidad desbordante, como niño que nece-sita de la tutela maternal .

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LAS IDEAS EN LA VOLUNTAD

Desde luego, al autor le preocupan las amarguras que afligen aEspaña. Se desprende del libro algo así como una nostalgia de latradición que perece. Azorín, que lleva incrustada el alma de laprovincia y más que de la provincia, del pueblo humilde y apartado,siente una gran repugnancia por el avance del internacionalismo,mediante el cual desaparecen las fisonomías nacionales para formatuna gran masa humana, uniforme y monótona . La vieja España,la legendaria y heroica, hoy que buscarla en los modestos labrado-res, cuya vida de resignación, ungida de hondo sentimiento cristiano,constituye el patrimonio del pasado.

Sus ideas al respecto no tienen, sin embargo, consistencia,Más adelante le veremos clamar contra el ritmo insoportable de lavida del pueblo, llena de vulgaridad y monotonía . Todo se repitadiariamente, del mismo modo, y acaba por sumirle en el fastidio .

Reconoce la necesidad de cambiar la estructura actual ,de España y habla de regeneración. Esta palabra se oye en labios de to-dos, se impone con suprema urgencia para acabar con una serie devicios nacidos del industrialismo, que ha convertido en fuentes deaprovechamiento personal las actividades más desinteresadas . Yano existe el romanticismo de los viejos tiempos, hoy nada se explica sino a base de dinero .

La regeneración, por eso mismo, no pasa de un deseo platónico .Un gran escepticismo se encuentra por debajo de las apariencias re-

generadoras ; los que disfrutan del orden establecido acogen la pa-labra con entusiasmo hipócrita, porque en el fondo sólo desean quecontinúen las cosas cono están, a fin de aprovecharse personalmente . Con lo cual la idea de regenerar a España no pasa de ser unahermosa quimera .

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En punto a literatura, Azorín declara que su época se diferencianotablemente del pasado literario español . El ritmo acelerado deIa vida impone ahora un ritmo acelerado en el arte de escribir . Latendencia mecanicista, característica de lo moderno, determina la

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producción rápida de ta novela o el estudio crítico, supeditando elarte a la celeridad,

Señala la emoción del paisaje como una conquista moderna ¿elarte literario y le concede tanta importancia que en su concepto es,e1 grado más alto a que puede llegar un escritor .

Otro carácter esencial de la estética nueva es la enemiga contrala coherencia y la corrección. Censura una y otra tanto en el diálogo como en la novela. Esta última, si ha de ser una imagen de

la vida, ha de captarla con la diversidad y le incoherencia propiasde la vida, que no obedece a un plan ni puede aceptarse literariamente sino en fragmentos, sensaciones separadas y hasta contradictorias,La vida es eso, una contradicción .

Con semejantes ideas Azorín no puede en rigor lógico, acercarse devotamente a los clásicos.Habrá de pronunciar juicios impla-cables contra la dramaturgia artificiosa del siglo de oro, estimandoque no hay en ninguna literatura un ejemplo de teatro más enfáticoe Insoportable .

Sólo en los primitivos, el Arcipreste de Hita, el Romancero, laCelestina, encuentra algo espontáneo, jovial, plástico, íntimo . El arte de estas obras y autores no es aparatoso, no suena a declamación,no hiere con el artificio.Constituye, por esto razón, su arte predi-lecto dentro de la literatura española .

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LA CONCEPCIÓN DE LA VIDA

Representa la obra un intento frustrado de darnos una filosofíade la vida española, con referencia especial a una hora de profundacrisis: la hora en que el ; autor surge a la vida literaria .

Sobre este fondo que constituya lo que podríamos llamar, el sus ,ira¿mm del libro, destacan filos dimensiones importantes, Una, ensentido amplificador, pretende extender el marco, elevándolo a unaconcepción general de la vida que pasa por encima de las fronteras .Otra dimensión, en sentido restrictivo, se circunscribe al protagonis ta

, Azorín, aunque su existencia simboliza, según expresión del autor,las inquietudes de la juventud de su tiempo .

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LA VOLUNTAD es sin duda un libro de emoción, y como tallibro, a través de sus páginas pueden seguirse fielmente las distintasetapas de un hondo dramatismo vital : se trata de buscar sentido, debuscar significado a una existencia que carece de razón fundamen-tal de ser, que ha nacido sin una base sólida donde poder asentar-se, que encuentra insegura la tierra bajo sus pies y forcejea inútil-mente por hallar solución al enigma de su propio existís.

¿Qué le ocurre a este hombre joven, huérfano de patria y deideales? Desde luego, el pasado no- le proporciona un contenidoalentador, una base histórica sobre la cual comenzar a forjarse unpresente con sentido retrospectivo. Es decir, la historia de Españano es una fuente de ejemplaridad, no surgen de su seno los estímulosnecesarios para que la juventud hinque fuertemente su timón en elpasado .

En efecto, nada hay más desolador y melancólico que esta tierraespañola . La historia de su cultura es una historia triste : "No busquemos en nuestro arte --nos dice--- un soplo de amplio y dulce humanismo, una vibración íntima por el dolor universal, una ternura,una delicadeza, un consuelo sosegador y confortante . Acaso lo másíntimo y confortador de toda nuestra literatura es la maravillosaepístola de Fernández de Andrade, y su lectura deja en el ánimola impresión del más amargo pesimismo" .

La lectura de la Epístola Moral, a la que Azorín se refiere, dejaen su espíritu terribles huellas : son falsos los esplendores mundanos :todo es vanidad y mentira . Y cle Fray Luis, el gran lírico, tampocoobtiene una solución consoladora : el maestro predica la excelenciade la vida retirada, desengañado del mundo y sus mentiras . Sólo unrefugio queda para el hombre de bien : la celda escondida, la intimi-dad consigo mismo, el consuelo en el propio dolor .

Y esta invitación nos lleva a un primer plano de LA VOLUNTAD, el ruralismo, en medio del cual Azorín comienza su peregrina-je por la vida . Conviene señalar antes, sin embargo, algún aspectoesencial que da tono general a la obra y a la interpretación de lavida española . La condición temperamental del español es unacondición estática. La reconquista, dentro de la península, y el des-cubrimiento de América, más tarde, le transforman en hombre deacción, pero uno uno y otro fenómeno obedecen a razones en ciertomodo extrañas a su propia psicología .

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Tomemos ahora al español en el apartado pueblo de Yecla, pueblo de labradores ingenuos y sencillos, a quienes mueve la fe de losantiguos místicos . Y aquí vamos a encontrarnos a la tierra obrandosobre el hombre de manera imperativa : "conforma los espíritus en mo-dalidades rígidas y los forja con actitudes rectilíneas, austeras . in-flexibles, propicias a las decididas afirmaciones de la tradición o delprogreso".

En este pueblo humilde viven dos clases de gentes : de una par-te, los labradores ingenuos y sencillos, cuya vida se desliza sin gra-ves complicaciones . De otra parte, seres de mayor categoría intelec-tual, que viven en hondo dramatismo . En calidad de directoresespirituales destacan Pucho, un viejo clérigo, y Yuste, el maestro deAzorín . Predica el primero a su sobrina, con unción religiosa, laconveniencia de abandonar las miserias terrenales, insinuándole la bea-titud de la vida perfecta. Yuste ha llegado también al desengaño,mas desde el punto de vista metafísico : la lectura de Schopenhauer,el filósofo del pesimismo, del cual conserva tres gruesos volúmenesen su biblioteca, ha obrado, pm' lo- visto, el prodigio de convertirleen un desengañado teórico que moldea el alma de Azorín en térmi-nos de su irremediable escepticismo .

El camino que se les ofrece a Justina y Azorín, sometidos a lainfluencia negativa del medio y a la autoridad dogmática de susmaestros respectivos, queda bien claro : ambos serán víctimas, la unade un misticismo mal aprendido, el otro de una enseñanza peor di-gerida .

La condición estática, a que antes aludimos, malogra la vidade estos jóvenes, incapaces de libertarse del yugo que les oprime . La

,místicaes una solución para esta quietud, para esta falta de horizon

tes vitales : es uno de los grandes recursos de que pueden disponer lasatinas reducidas a vivir sin contacto con el universo, en el aislamiento y la humildad de una vida rural.

Azorín es un, temperamento también dado a la mística . Pero sumaestro, algo escéptico además en materia religiosa, no ha encauzade su vida por tales derroteros . Yuste es el símbolo de las existencias fracasadas : la muerte obscura que le aguarda al término de laprimera parte del libro, es el remate lógico de su incapacidad paraenfrentarse a las luchas de la existencia . Tiene de antemano una pa-

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labra desgarradora para oponerse a toda actitud en la cual alumbreuna esperanza.

Azorín, a su lado, es el dócil instrumento de sus doctrinas negativas: la expresión que confirma la palabra o la frase categóricas .El ensimismamiento en que vive, fruto del desconcierto espiritual aque. le conducen las predicaciones de Yuste, constituye el único haberde su vida. teórica y parasitaria, cuya continuación la tendremosen la segunda porte, ya arrojado al inundo de la propia experiencia .Peru no han de faltarle, con todo, la autoridad y la memoria cons-tantes de quien le ha condenado para siempre a vivir con absolutaignorancia cle su propio destino.

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EL VALOR LITERARIO DE LA VOLUNTAD

Nos encontramos con un tipo de obra que proclama abierta-mente su ninguna relación con la novela del viejo régimen . Laestética de lo fragmentario, quo deriva de una concepción tambiénfragmentaria de la vida, y más que todo, de una especie de incohe-rencia espiritual en el autor, comunica al libro ese carácter extraño(le miscelánea filosófico-descriptiva, en la cual, a la verdad, lo menos importante es la novela.

Los elementos que habrían podido darle unidad de acción, formando la trama novelesca en torno al personaje principal, son casiepisódicos : las figuras de mujer que aparecen en el libro apenas tienen intervención en la primera parte. Luego se esfuman, dejandoa Azorín en absoluta soledad .

La acción, por tanto, es casi nula. Carece de complicaciones .La obra se mueve en el plano de lo estático, como lo requiere la vida ensimismada

.del personaje central . De aquí que lo descriptivoadquiera un lugar preponderante desde los primeros momentos, dom

inando en gran parte de la novela. Y sólo se concederá la alternativa al diálogo de tono filosófico o al monólogo de tipo confesio-

nal . Porque las conversaciones corrientes, la comunicación directaentre los personajes, el reflejo de la vida en sus pormenores cotidia .

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nos, todo esto ha desaparecido : los contados encuentros de la mujer y el hombre se nos presentan como cosa narrada,nocomo cosa

vivida .

Según propia confesión, la sencillez en la forma es la nota do-minante de su estilo. Mediante la sencillez ha llegado a poder decirtodo cuanto quiere, que es el mayor triunfo que puede alcanzar unescritor sobre el idioma.

Mediante la admisión de las palabras humildes, prosaicas, halogrado ensanchar su vocabulario ; de manera que no 1v asalta latentación de ser un escritor excesivamente escrupuloso en la elec-ción de su léxico .

Huye, además, de la ampulosidad oratoria .Contra esa tendencia, que censura duramente, considerándola uno de los más

graves defectos del teatro clásico, procura destruir la extensión delos párrafos, fragmentándolos en frases numerosas, entrecortadas,breves, que intentan ser, además, un recurso realista, porque el len-guaje usual de la vida contiene pausas e incoherencias .

En suma, Azorín quiere ser un escritor nuevo, hijode su tiem pon, y sus escritos reflejan esa perplejidade indecisión de aquellos

hombres que sintiendo la necesidad de romper con el pasado se en-cuentran, no obstante, desorientados ante el porvenir.