mathiez, albert - la revolución francesa

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Albert Mathiez

La Revolucin francesa

El Cocodrilo Lector.

El Cocodrilo Lector Historia LA REVOLUCIN FRANCESA De ALBERT MATHIEZ (Haute Sane, 1874 Pars, 1932) Libro impreso fuente: EDITORIAL LABOR S.A. Biblioteca de Iniciacin Cultural 1 edicin en espaol (en dos tomos), 1935 Edicin original en francs: La Rvolution franaise (jusquau 9 Thermidor), Pars, Armand Colin, 1922-1924 Traduccin de Rafael Gallego Daz Esta edicin: diciembre, 2009

ADVERTENCIA GENERAL

Aunque de esta obra se ha suprimido voluntariamente por la clase de pblico a que va dirigida todo aparato de erudicin, no quiere ello decir que se haya prescindido de ponerla a tono con los ltimos descubrimientos cientficos. Los especialistas han de ver, al menos as lo esperamos, que ella se basa en extensa documentacin, a veces hasta indita, y que la interpretacin de la misma se ha llevado a cabo con una crtica independiente. La erudicin es una cosa y la Historia es otra. Aqulla investiga y rene los testimonios del pasado, estudindolos uno a uno y enfrentndolos para que de ello surja la verdad. La Historia reconstituye y expone. La erudicin es anlisis. La Historia, sntesis. En la ocasin presente hemos intentado hacer obra de historiador, es decir, que hemos querido trazar un cuadro, tan exacto, tan claro y tan animado como nos ha sido posible, de lo que fue la Revolucin francesa en sus diversos aspectos. Ante todo hemos procurado poner en claro el encadenamiento de los hechos, ex-

plicndolos por los modos de pensar de la poca y por el juego de los intereses y de las fuerzas en cada momento concurrentes, sin despreciar los factores individuales en todos aquellos casos en que hemos podido contrastar su accin. Los lmites que se nos haban impuesto no nos permitan decirlo todo. Venamos obligados a realizar una seleccin de sucesos. Esperamos no haber dejado en olvido nada de lo esencial.

CAPTULO I LA CRISIS DEL ANTIGUO RGIMEN

Las revoluciones, las verdaderas, aquellas que no se limitan a cambiar las formas polticas y el personal gobernante, sino que transforman las instituciones y desplazan la propiedad, tienen una larga y oculta gestacin antes de surgir a plena luz al conjuro de cualesquiera circunstancias fortuitas. La Revolucin francesa, que sorprende, por su irresistible instantaneidad, tanto a los que fueron sus autores y beneficiarios como a los que resultaron sus vctimas, se estuvo preparando por ms de un siglo. Surgi del divorcio, cada da ms profundo, entre la realidad y las leyes, entre las instituciones y las costumbres, entre la letra y el espritu. Los productores, sobre los que reposaba la vida de la sociedad, acrecentaban cada da su poder; pero el trabajo, si nos atenemos a los trminos de la legislacin, continuaba siendo una tara de vileza. Se era noble en la misma medida que se era intil. El nacimiento y la ociosidad conferan privilegios cada vez ms irritantes, para los que creaban y, realmente, posean la riqueza.

En teora, el monarca, representante de Dios sobre la tierra, gozaba de poder absoluto. Su voluntad era la ley. Lex Rex. En la realidad no lograba hacerse obedecer ni aun de sus funcionarios inmediatos. Mandaba tan suavemente que pareca ser el primero en dudar de sus derechos. Por encima de l se cerna un poder nuevo y annimo, la opinin, que iba trastrocando el orden establecido en los respetos humanos. El viejo sistema feudal reposaba esencialmente sobre la propiedad territorial. El seor confunda en su persona los derechos del propietario y las funciones del administrador, del juez y del jefe militar. Pero, desde haca ya mucho tiempo, el seor haba perdido sobre sus tierras todas las funciones pblicas, que haban pasado a los agentes del rey. La servidumbre haba desaparecido de casi todo el territorio. Slo en algunos dominios eclesisticos del Jura, de Nevers, de la Borgoa, quedaban personas sujetas a la mano muerta. La gleba, casi enteramente emancipada, slo permaneca unida al seor por el entonces bien dbil lazo de las rentas feudales, cuyo mantenimiento no poda justificarse ya como retribucin a los servicios prestados. Las rentas feudales, especie de arrendamientos perpetuos, percibidas bien en especie terrazgos bien en

dinero censos, apenas si producan a los seores una centena de millones por ao, suma poco importante en relacin con la disminucin constante del poder adquisitivo del dinero. Fijadas de una vez para siempre, haca ya siglos, en el momento de la supresin de la servidumbre, lo fueron con arreglo a una tasa invariable, en tanto que el precio de las cosas haba ido subiendo sin cesar. Los seores desprovistos de empleo, sacaban, sin embargo, la parte ms importante de sus recursos de las propiedades que se reservaron como de su peculiar dominio y que explotaban directamente o por medio de sus intendentes. Los mayorazgos amparaban y hacan persistir el patrimonio de los llamados herederos del nombre, pero, a su vez, hacan que los segundones que no lograban encontrar puesto en la milicia o en la Iglesia, se vieran reducidos a cuotas nfimas que bien pronto eran insuficientes para poder vivir. En la primera generacin se dividan el tercio de la herencia paterna, a la segunda el tercio de este tercio y as a travs de los tiempos. Reducidos a la penuria vense obligados, para poder subsistir, a vender sus derechos de justicia, sus censos, sus terrazgos, sus tierras, pero no piensan en trabajar: pasan por todo, todo, menos lo que ellos entienden

humillarse. Una verdadera plebe nobiliaria, muy numerosa en ciertas provincias, como Bretaa, Poitou, Boulogne-sur-Mer, lleg a formarse. Vegetaba ensombrecida en sus modestas y cuarteadas casas solariegas. Detestaba a la alta nobleza, poseedora de los empleos de la corte. Despreciaba y envidiaba a la burguesa de las poblaciones que progresaba y se haca rica en el ejercicio del comercio y de la industria. Defenda con aspereza sus ltimas inmunidades fiscales contra los ataques de los agentes del rey. Se haca tanto ms arrogante cuanto era ms pobre y menos poderosa. Excluida la baja nobleza de todo poder poltico y administrativo desde que el absolutismo monrquico tom carta de naturaleza con Richelieu y Luis XIV, los hidalgos de gotera llegaron, con frecuencia, a ser odiados por los campesinos, ya que aqullos, para poder vivir, hubieron de aumentar sus exigencias respecto al cobro de las rentas que les correspondan. La administracin de la justicia en los asuntos de pequea importancia, ltimo vestigio que les queda de su antiguo poder, se convierte, en manos de sus mal pagados jueces, en un odioso instrumento fiscal. Se sirven de tal medio para apoderarse especialmente de los bienes comunales, cuyo tercio reivindican en nombre del derecho de

eleccin. La cabra del pobre, desaparecidos los bienes comunales, no encuentra en dnde pastar, y las quejas de los desposedos se hacen cada vez ms acres. La pequea nobleza, a pesar del reparto en su provecho de las propiedades del comn de vecinos, se juzga sacrificada. En la primera ocasin manifestar su descontento. En lo por venir ser un elemento propicio al desorden. En apariencia la alta nobleza sobre todo las 4.000 familias que se decan presentadas que pulula cerca de la corte, que caza con el rey y monta en sus carrozas, no tiene derecho a quejarse de su suerte. Dichas familias se reparten los 33 millones a que ascienden los sueldos de los cargos en las casas del rey y de los prncipes, los 26 millones de las pensiones que, en macizas columnas, se alinean en el gran Libro rojo, los 46 millones a que montan las soldadas de los 12.000 oficiales del Ejrcito y que absorben ms de la mitad del presupuesto militar; todos los millones, en fin, de las innumerables sinecuras, tales como gobernadores de las provincias y otros puestos semejantes. Obtienen en su provecho ms de un cuarto del presupuesto total. Tambin recaen en miembros de estas familias las ricas abadas que el rey distribuye entre sus hijos segundo-

nes, tonsurados muchos de ellos a los doce aos. En 1789 ni uno solo de los 143 obispos existentes dejaba de ser noble. Estos gentiles hombres-obispos vivan en la corte, lejos de sus dicesis, de las que muchos slo conocan las rentas que les reportaban. Los bienes del clero producan unos 12 millones por ao, y el diezmo, percibido sobre los productos de los campesinos, produca otro tanto, es decir, que deben aadirse otros 240 millones a las dotaciones anteriores asignadas como ingresos de la alta nobleza. El bajo clero, que era quien aseguraba el servicio divino, slo obtena las caspicias. La porcin congrua de los prrocos se fij en 700 libras y en 350 la de los coadjutores. Mas tales pecheros de qu podan quejarse? Es visto que la alta nobleza costaba muy cara. Y como, adems, era duea de grandes dominios, que al ser vendidos bajo el Terror sobrepasaron la suma de 4.000 millones, debiera suponerse que dispone de recursos abundantes que haban de permitirle sostener su estado con magnificencia. La realidad llega a ser otra. Un cortesano es pobre si no tiene ms de 100.000 libras de renta. Los Polignac obtenan del Tesoro, en pensiones y gratificaciones, al principio 500.000 libras por ao, luego 700.000. Ahora bien,

conviene no olvidar que el cortesano pasa todo su tiempo en perpetua funcin de representacin. La vida de Versalles es una vorgine en la que desaparecen las mayores fortunas. A ejemplo de Mara Antonieta, se juega de un modo desenfrenado. Los vestidos suntuosos, bordados de plata y oro, las carrozas, las libreas, las caceras, las recepciones, los placeres exigen sumas enormes. La alta nobleza se endeuda y arruina con sin igual desenvoltura. Entrega a intendentes que la roban el cuidado de administrar sus rentas, de las que muchas veces ignora hasta el importe exacto. Biron, duque de Lauzun, don Juan notorio, a los 21 aos ha dilapidado 100.000 escudos y ha contrado deudas por unos 2 millones. El conde de Clermont, abad de SaintGermain-des-Prs, prncipe de la sangre, con 360.000 libras de renta, dise maa para arruinarse dos veces. El duque de Orlens, el mayor propietario de Francia, contrae deudas por valor de 74 millones. El prncipe de Rohan-Gumene quiebra por una treintena de millones, de los que Luis XVI contribuye a pagar la mayor parte. Los condes de Provenza y de Artois, hermanos del rey, deben a los 25 aos una decena de millones. Los dems cortesanos siguen la corriente, y las hipotecas se van amontonando sobre sus tierras. Los

menos escrupulosos se dedican al agiotaje para irse manteniendo a flote. El conde de Gunes, embajador en Londres, se ve mezclado en un asunto de estafa que tiene su eplogo en los tribunales. El cardenal de Rohan, obispo de Estrasburgo, especula en Pars con la venta de inmuebles que pertenecen a la Iglesia y que l enajena como solares para edificar. Hay otros, como el marqus de Sillery, marido de madame de Genlis, que convierten sus salones en verdaderos garitos. Todos tienen trato ntimo con las gentes del teatro y poco a poco se van descalificando. Obispos, como Dillon de Narbona y Jarente de Orlens, viven pblicamente con sus concubinas, que presiden sus recepciones. Cosa curiosa, estos nobles de la corte, que lo deben todo al rey, estn lejos de serle dciles. Muchos se aburren en su ociosidad dorada. Los mejores y los ms ambiciosos suean con una vida ms activa. Querran, como los lores de Inglaterra, desempear un papel en las funciones del Estado, ser algo ms que figurones. Reciban con satisfaccin las ideas nuevas, concilindolas con sus deseos. Muchos, y no de los menores, los La Fayette, los Custine, los dos Viomnil, los cuatro Lameth, los tres Dillon, que pusieron sus espadas al servicio de la libertad americana, a su regreso a

Francia son como figuras de oposicin a las viejas tendencias. Los otros se dividen en fracciones que intrigan y conspiran en torno de los prncipes de la sangre contra los favoritos de la reina. En la hora del peligro la alta nobleza no estar unida, ni mucho menos, en la defensa del trono. El orden de la nobleza comprende en realidad castas distintas y rivales de las que las ms potentes no son precisamente las que pueden alegar mayor antigedad en sus ejecutorias. Al lado de la nobleza de raza o de espada se ha constituido, al correr de los dos ltimos siglos, una nobleza de toga o de funcionarios que monopoliza los empleos judiciales y administrativos. Los miembros de los Parlamentos, encargados de aplicar la justicia en instancia de apelacin, estn a la cabeza de la nueva casta tan orgullosa y tal vez ms rica que la de la vieja sangre azul. Dueos de sus cargos, que han comprado muy caros y que se van transmitiendo de padres a hijos, los magistrados son de hecho inamovibles. La funcin de aplicar la justicia pone en sus manos al mundo innumerable de los litigantes. Se enriquecan y compraban grandes propiedades. Los jueces del Parlamento de Burdeos posean las mejores tierras. Los de Pars, cuyas rentas igualaban a veces a

las de los grandes seores, sentan enojo al no poder ser presentados como cortesanos por falta de escudos y cuarteles suficientes. Se encerraban en un torvo ceo altivo de ricos improvisados y aspiraban a dirigir el Estado. Como todo acto real, edicto, ordenanza y aun los mismos tratados diplomticos no puede entrar en vigor sino despus de que sus respectivos textos queden sentados en sus registros, los magistrados toman pretexto de este derecho de anotacin para inmiscuirse en la administracin real y aun para hacer advertencias. En el pas, obligado a ser mudo, slo ellos tienen el derecho de crtica y lo ejercen, para alcanzar popularidad, protestando contra los nuevos impuestos, denunciando el lujo de la corte, y haciendo pblicos los despilfarros y abusos de todo gnero. A veces se atreven hasta a lanzar rdenes de comparecencia ante ellos contra los ms altos funcionarios a quienes someten a interrogatorios o investigaciones depresivas o infamantes. As lo hicieron con el duque de Aiguillon, comandante de Bretaa. As lo harn con el ministro Calonne al da siguiente de caer en desgracia. Pretextando que en los tiempos antiguos el Tribunal de Justicia, el Parlamento propiamente dicho, no era sino una seccin de la asamblea general de los vasallos de la coro-

na, que los reyes, por aquellos entonces, venan obligados a consultar antes de establecer cualquier nuevo impuesto, alegando tambin que en ciertas sesiones de su corporacin los clebres Lits de justice los prncipes de la sangre, los duques y los pares venan a tomar asiento al lado de ellos, afirmaron que en ausencia de los Estados Generales, representaban los Parlamentos a los vasallos de la corona e invocaban el derecho feudal, la antigua constitucin de la monarqua, para poner en jaque al gobierno y a la realeza. Su resistencia llega hasta la huelga, hasta la dimisin en masa. Los diferentes Parlamentos del reino se coligan. Pretenden que no forman sino un cuerpo nico dividido en clases y los otros tribunales soberanos o supremos, el Tribunal de Cuentas y el Tribunal de Impuestos, que apoyan estas conductas facciosas. Luis XV, que era rey a pesar de su indolencia, acab por cansarse de su perpetua oposicin y, siguiendo los consejos del canciller Maupeou, suprimi, al final de su reinado, el Parlamento de Pars y lo reemplaz por consejos superiores limitados a las solas funciones judiciales. La debilidad de Luis XVI, cediendo a las que l crea exigencias de la opinin pblica, restableci, a su exaltacin al trono, el Parlamento y contribuy con ello a preparar la prdida

de su corona. Es cierto que las publicaciones ligeras y los libelos de los filsofos coadyuvaron a desacreditar al Antiguo Rgimen; pero no lo es menos que las interesadas advertencias y alegaciones de la gente de toga hicieron ms por extender entre el pueblo la irrespetuosidad y el odio hacia el orden establecido. El rey, que ve cmo actan en su contra los funcionarios que aplican en su nombre la justicia, qu confianza iba a poner en la obediencia que pudieran prestarle o en la adhesin que hubieran de tenerle los dems funcionarios que forman sus Consejos o que administran por l las provincias? No eran ya aquellos los tiempos en que los agentes del rey eran los enemigos natos de los antiguos poderes feudales a quienes aqullos haban desposedo de sus influencias. Los funcionarios se aristocratizan. Desde tiempos de Luis XIV se da a los ministros el tratamiento de monseor. Sus hijos se convertan en condes o en marqueses. Con Luis XV y Luis XVI, los ministros fueron escogidos, cada vez con ms rigor, entre los elementos nobles y no ya entre la nobleza de toga, sino tambin entre la vieja nobleza de espada. De los 36 personajes que desempearon las carteras desde 1774 a 1789, slo hay uno que no es noble, el ciudadano de Ginebra,

Necker, quien desde luego convirti en baronesa a su hija. Contrariamente a lo que con frecuencia se afirma, los mismos intendentes, sobre quienes descansaba la administracin provincial, no eran escogidos entre los hombres de nacimiento vulgar. Todos los que ejercieron tales funciones en el reinado de Luis XVI pertenecan a familias nobles o ennoblecidas y a veces desde haca muchas generaciones. Un de Trmond, intendente de Montauban, un Fournier de la Chapelle, intendente de Auch, podan remontar su genealoga de nobleza hasta el siglo XIII. Haba dinastas de intendentes como las haba de individuos del Parlamento. Es cierto que los intendentes, no teniendo su puesto en concepto de oficio enajenado, eran amovibles como lo eran los magistrados de Pars en los Consejos del rey, clase entre la que se reclutaban generalmente; pero sus riquezas y las funciones judiciales que ordinariamente se acumulaban a sus cargos administrativos, aseguraban en realidad su independencia. Muchos trataban de hacerse populares en su generalidad. No eran en modo alguno los dciles instrumentos que haban sido durante el gran siglo. El rey era cada vez menos obedecido. Los Parlamentos no hubieran sostenido tan frecuentes, largas y enconadas luchas con

los ministros, de saber que stos contaban con la cooperacin absoluta de todos los administradores, sus subordinados. Cada vez ms los diferentes rdenes de la nobleza afirmaban el espritu de solidaridad entre ellos y en ocasiones saban olvidar sus rivalidades para formar un frente nico en oposicin a los pueblos y a los reyes cuando stos, por azar, se sentan inspirados por el espritu de reforma. Los llamados pases de Estado, es decir, las provincias unidas al reino en tiempos relativamente recientes, que haban conservado como un esbozo de representacin feudal, manifiestan bajo Luis XVI tendencias particularistas. Los Estados de Provenza, en 1782, forzaron al rey, con su resistencia, a dejar sin efecto ciertas imposiciones sobre el consumo de aceites. Los de Bearn y Foix, en 1786, rehsan votar un nuevo impuesto. Por su parte, los de Bretaa, coligados con el Parlamento de Rennes, llegan a hacer fracasar a los intendentes del tiempo de Luis XV, a propsito de las prestaciones personales. Lograron ser ellos quienes asumieran la direccin de las obras pblicas. Con procederes tales, la centralizacin administrativa va perdiendo rigidez por no decir existencia. Por todas partes reina la confusin y el caos. En el

centro, dos rganos distintos: el Consejo, dividido en numerosas secciones, y los seis ministros, independientes los unos de los otros, simples secretarios de despacho en el sentido ms restringido del concepto, que ni deliberan en comn ni tienen todos entrada en el Consejo. Los diversos servicios pblicos van de un departamento a otro segn las conveniencias personales. El interventor general de Hacienda confiesa que le es imposible actuar dentro de los lmites de un presupuesto regular que no existe, a causa del embrollo que reina entre los diversos ejercicios, la multiplicidad de cajas y la falta de una contabilidad precisa y regular. Cada cual tira por su lado. Sartine, ministro de Marina, gasta millones a ms y mejor, a escondidas del interventor general. No existe unidad de criterio en las medidas tomadas o que deban tomarse; tal ministro protege a los llamados filsofos; otro, los persigue. Todos intrigan, y se sienten envidiosos los unos de los otros. Su gran preocupacin no es la de administrar bien la nacin, sino la de conservar el favor del amo o el de aquellos que viven en su ntimo alrededor. El inters pblico se tiene poco en cuenta. El absolutismo de derecho divino sirve para cubrir todas las arbitrariedades, todos los despilfarros y todos los abusos. Tambin los

ministros y los intendentes son detestados en su mayor nmero, y la centralizacin imperfecta que personifican, lejos de fortificar a la monarqua, hace que se ponga en contra de ella la opinin pblica. Las circunscripciones administrativas reflejan la formacin histrica del reino. No estn en relacin con las necesidades de la vida moderna. Las fronteras, aun aquellas que marcan la divisin con los pases extranjeros, no son precisas. No se sabe a punto fijo en dnde acaba y en dnde empieza la autoridad territorial del rey. Villas y lugares son a medias Francia e Imperio. El municipio de Rarcourt, cerca de Vitry-leFranois, en plena Champaa, paga tres veces 2 sueldos y 6 dineros, por vecino cabeza de familia, a sus tres seores feudales: el rey de Francia, el emperador de Alemania y el prncipe de Cond. La Provenza, el Delfinado, el Bearn, la Bretaa, la Alsacia, el FrancoCondado, etc., invocan las viejas capitulaciones en mrito a las cuales se haban unido a Francia, y consideran, ufanndose de ello, que, en sus territorios, el rey no es otra cosa que el seor, el conde o el duque. El alcalde del municipio de Morlaas, en el Bearn, formula, al comienzo del cuaderno de quejas de 1789, la siguiente cuestin: Hasta qu punto nos conviene de-

jar de ser bearneses para ser ms o menos franceses? Navarra contina siendo un reino distinto que rehsa el estar representado en los Estados Generales. Segn afirmaba Mirabeau, Francia no era otra cosa que un agregado inconstitudo de pueblos desunidos. Las viejas divisiones judiciales, bailas en el Norte y senescalas en el Medioda, son algo que permanece, en mezcolanza sorprendente, como superposiciones a los antiguos feudos. Las oficinas de Versalles no saben, a punto fijo, el nmero de juzgados que existan en Francia y, con mucho ms motivo, la extensin de cada uno de ellos. En 1789 cometieron curiosos errores en el envo de los edictos convocando los Estados Generales. La divisin militar, que data del siglo XVI, puede decirse que no ha variado; las circunscripciones financieras o generalidades administradas por los intendentes y que tienen su origen en el siglo anterior, no han sido ajustadas a las necesidades de los tiempos nuevos. Las llamadas provincias o dicesis eclesisticas han permanecido casi inmutables desde los tiempos del Imperio romano. Se entrecruzan a travs de las fronteras polticas. Sacerdotes franceses dependen de prelados alemanes, y viceversa. Cuando el orden social sea trastocado, la vieja

mquina administrativa, enmohecida, remendada, rechinante al menor roce, ser incapaz de dar de s esfuerzo alguno de seria resistencia. Enfrente de los privilegiados y de los funcionarios en posesin del Estado, se levantan, poco a poco, las nuevas fuerzas, nacidas del comercio y de la industria. De un lado, la propiedad feudal y de la tierra; de otro, la propiedad mobiliaria y burguesa. A pesar de las trabas del rgimen corporativo, menos opresivo, sin embargo, de lo que por muchos se ha credo a pesar de las aduanas interiores y de los derechos de peaje y similares; a pesar de las diferencias de pesos y medidas, tanto de extensin como de capacidad, el comercio y la industria han aumentado durante todo el siglo XVIII. Atendiendo a la cuanta de su comercio, Francia ocupa el lugar inmediatamente inferior a Inglaterra. Es duea del monopolio de su produccin colonial. La posesin de Santo Domingo le proporciona la mitad del azcar que se consume en el mundo. La industria sedera, que da vida en Lyon a 65.000 obreros, no tiene rival. Los aguardientes, vinos, tejidos y confecciones franceses se venden en el mundo entero. La misma metalurgia, cuyo desarrollo ha sido tardo, progresa. Creusot, que entonces an se lla-

maba Montcenis, es ya una factora industrial modelo, provista de los ltimos perfeccionamientos, y Dietrich, el rey del hierro de la poca, empleaba en sus altos hornos y en sus forjas de la Baja Alsacia, provistos de utillaje al estilo ingls, centenares de obreros. Un armador de Burdeos, Bonaff, posea, en 1791, una flota de 30 navos y una fortuna de 16 millones. Este millonario no constituye la excepcin, ni mucho menos. En Lyon, en Marsella, en Nantes, en el Havre, en Run, existen grandes fortunas. El florecimiento econmico es tan intenso que los bancos se multiplican en el reinado de Luis XVI. La Caja de Descuentos de Pars emite billetes anlogos a los del actual Banco de Francia. Los capitales comienzan a agruparse en sociedades por acciones: Compaa de Indias, compaas de seguros contra incendios, de seguros de vida, Compaa de las Aguas de Pars, etc. La fbrica metalrgica de Montcenis se constituy con capital emitido en acciones. Los ttulos cotizados en Bolsa, al lado de los valores del Estado, daban lugar a activas especulaciones. Ya, por aquel entonces, se practicaban operaciones a plazo. El servicio de la deuda pblica absorba, en 1789, 300 millones por ao, o sea algo ms de la mitad de

todos los ingresos del Tesoro. La Compaa de Arrendatarios Generales, que percibe por cuenta del rey los productos de los impuestos indirectos: subsidios, impuesto sobre la sal, tabaco, timbre, etc., tena a su frente financieros de primer orden que rivalizaban en magnificencia con los nobles ms encopetados. En manos de la burguesa se encuentra un caudal de negocios enorme. Los cargos de agentes de cambio duplican en una anualidad su valor en precio. Necker ha escrito que Francia posea cerca de la mitad del numerario existente en Europa. Los negociantes compran las tierras de los nobles empeados y construyen elegantes hoteles que hacen decorar por los mejores artistas. Los arrendatarios generales, que antes se mencionaron, tienen, como los grandes seores, casas en los arrabales de Pars, en que se rinde culto a los placeres. Las fincas de recreo se transforman y se embellecen. Un signo infalible de que el pas se enriquece es el de que la poblacin aumenta rpidamente y que el precio de los productos, de las tierras y de las casas experimenta un alza constante. Francia llega a contar 25 millones de habitantes, es decir, casi el doble que Inglaterra o Prusia. El bienestar desciende poco a poco de la alta burguesa a la media y a la pequea. Se viste y

se come mejor que antao. Sobre todo la instruccin se extiende. Las hijas del estado llano comienzan a llamarse seoritas, usan corpios ahuecados y emballenados, y compran pianos. El aumento de los impuestos sobre el consumo atestigua, tambin, el progreso del bienestar. No es en un pas agotado, sino, por el contrario, en un pas floreciente, en pleno auge, en el que estallar la Revolucin. La miseria, que a veces produce revueltas, no puede provocar las grandes conmociones sociales. stas nacen siempre del desequilibrio de clases. La burguesa posea, en efecto, la mayor parte de la fortuna francesa. Progresaba sin cesar, en tanto que las clases privilegiadas se arruinaban. Su mismo desarrollo le haca sentir ms vivamente las inferioridades legales a que segua condenada. Barnave se convirti en revolucionario el da en que un noble expuls a su madre de la localidad que ocupaba en el teatro de Grenoble. La seora Roland se queja de que, habindose visto obligada a detenerse, con su madre, para cenar, en el castillo de Fontenay, se les sirvi en la cocina. Heridas de amor propio: a cuntos habis convertido en enemigos del Antiguo Rgimen? La burguesa, que se ha adueado del dinero, se ha

enseoreado, tambin, del poder moral. Los escritores salidos de sus filas se han ido libertando, poco a poco, de la domesticidad con que su clase apareca ante los nobles. Escriben para la generalidad de los lectores, quienes aceptan sus obras, y, al escribir, siguen los gustos de la mayora de su clase y defienden sus reivindicaciones. Sus plumas irnicas se burlan sin cesar de todas las ideas sobre las que reposa el antiguo edificio, y sobre todo de las ideas religiosas. Su tarea en este punto se ve muy favorablemente facilitada por las querellas teolgicas que desacreditan a los hombres de la tradicin. De las luchas entre jansenistas y ultramontanos, la filosofa saca su provecho. La expulsin de los jesuitas, en 1763, ech por tierra el ltimo baluarte un poco serio que se opona al espritu nuevo. La vida religiosa deja de atraer a las almas. Los conventos se despueblan y las donaciones piadosas decaen a cifras nfimas. Los innovadores van ganando terreno. El alto clero apenas si opone resistencia. Los prelados cortesanos se creeran heridos si alguien les tuviera por msticos o aun devotos. Llevan su coquetera hasta el punto de ser ellos tambin propagadores de las modernas luces. Aspiran slo a ser, en sus dicesis, auxiliares de la administracin. Su celo hace ms referencias a

la dicha terrenal que a la celeste. Un ideal utilitario se impone uniformemente a cuantos hablan o escriben. La fe tradicional se deja relegada a cosa propia del pueblo como complemento obligado de su ignorancia y de su plebeyez. Los propios sacerdotes con cura de almas leen la Enciclopedia y se saturan de Mably, de Raynal y de Rousseau. Muchos de aquellos grandes seores que aplauden las audacias y las impertinencias de los llamados filsofos, no se dan cuenta de que las ideas religiosas son la clave que sostiene todo el arco sobre que reposa el Antiguo Rgimen. Cmo la libre crtica, una vez desencadenada, haba de contentarse con tan slo burlarse de las supersticiones? En su carrera ataca a las ms venerables instituciones. En su camino siembra al pasar, y en todos los campos, la duda y la irona. Y los ciegos privilegiados no quieren verlo! El conde de Vaudreuil, tierno amigo de la Polignac, hace representar en su castillo de Gennevilliers Las Bodas de Fgaro, es decir, la stira ms severa y ms audaz de la casta nobiliaria. Mara Antonieta influye para que la obra, hasta entonces prohibida, pueda representarse en la Comedia Francesa. Mucho antes de traducirse en sucesos, la Revolucin estaba hecha en los espritus, y entre sus

autores responsables es preciso incluir, sin excusa alguna, a muchos de aquellos que sern sus primeras vctimas. La Revolucin slo poda venir desde arriba. El pueblo de trabajadores, cuyo estrecho horizonte no se extenda ms all del ejercicio de sus respectivas profesiones, era incapaz de tomar la iniciativa y con mucha ms razn la direccin de ella. La gran industria apenas si comenzaba. En parte alguna formaban los obreros grupos coherentes. Los obreros y empleados de las diversas corporaciones de artes y oficios estaban divididos en hermandades rivales, ms atentas a querellarse unas contra otras por razones mezquinas que a formar un frente contra los patronos. Tenan, a ms, la esperanza y la posibilidad de ser patronos a su vez y andando el tiempo, ya que las modalidades de la industria en pequeo o domiciliaria era la forma normal de la produccin industrial. Y en cuanto a los otros, a los que comenzaban a ser empleados en las fbricas, eran en su mayor parte campesinos que consideraban su salario fabril como ayuda o complemento de sus recursos agrcolas. La mayor parte se mostr dcil y respetuosa con aquellos que les proporcionaban trabajo, hasta el punto de considerarlos, en 1789, como sus re-

presentantes naturales. Los obreros se quejaban, sin duda, de la exigidad de sus jornales, que no haban aumentado, al decir del inspector de fbricas seor Roland, con la misma rapidez y tnica que el precio de los productos. Se agitaban a veces, pero carecan del sentimiento preciso que hubiera de permitirles darse cuenta de que eran algo distinto del tercer estado. Los campesinos son las bestias de carga de esta sociedad. Diezmos, censos, terrazgos, prestaciones personales, impuestos reales, servicio militar: todas las cargas pesaban sobre ellos. Las palomas y la caza del seor destruan, impunemente, sus cosechas. Habitaban en casas construidas con tierra, frecuentemente cubiertas con caas y paja, a veces sin chimenea. Coman carne slo en los grandes das de fiesta, y el azcar no llegaba a ellos sino en caso de enfermedad. Comparados con los campesinos de hoy, es innegable que viven una vida miserable; pero tambin puede afirmarse que eran menos desgraciados de lo que fueran sus padres o lo que eran, a la sazn, sus hermanos los campesinos de Italia, de Espaa, de Alemania, de Irlanda o de Polonia. A fuerza de trabajos o de economas, algunos han podido comprar un pedazo de campo o de prado. El alza de los productos agrcolas

ha favorecido sus comienzos de liberacin. Los que ms se quejan son aquellos que no pudieron adquirir una parcela de tierra. stos claman ante el reparto de los bienes comunales llevado a cabo por los seores, ante la supresin de los baldos y del espigueo, que les priva de los pocos recursos que les produca el comunismo primitivo. Son tambin muchos los jornaleros que tienen que padecer del paro forzoso por crisis de trabajo y que se ven obligados a ir de granja en granja en busca de ocupacin. Entre ellos y la multitud de los vagabundos y mendigos es muy difcil trazar la lnea divisoria o diferencial. De entre este abigarrado conjunto se recluan los contrabandistas y matuteros de sal, en lucha perpetua con los agentes del fisco. Obreros y campesinos, capaces de producir breves sobresaltos con revueltas aisladas, no disciernen los medios de subvertir el orden social. Por aquel entonces slo hacen una cosa: aprender a leer. Pero al lado de ellos, y para iluminarlos, existen dos personas: el cura y el procurador; el cura, al que confan sus pesares; el procurador, que defiende, en justicia, sus intereses. Y el cura, que ha ledo los escritos del siglo, que conoce la existencia escandalosa que llevan sus superiores en sus palacios suntuosos, y que vive penosa-

mente con su asignacin o congrua, en lugar de predicar a sus fieles, como otras veces, la resignacin, lo que hace es pasar a sus corazones un poco de la indignacin y de la amargura en las que el suyo vive anegado. El procurador, por su parte, obligado, por necesidad profesional, a analizar los viejos libros feudales, no puede dejar de estimar en su justo valor los arcaicos ttulos en que encontraron asiento la riqueza y la opresin. Babeuf aprende a despreciar la propiedad practicando su profesin de hombre versado en el estudio de las cuestiones que tienen relacin con el derecho feudal. Se apena ante los campesinos, a quienes la avidez del seor que le emplea en organizar su archivo va a arrancar nuevas rentas olvidadas. Todas estas circunstancias unidas, van dando pbulo, desde mucho tiempo atrs, a una sorda labor de crtica que prepara la explosin. Cuando la ocasin propicia llegue, todas las cleras acumuladas aparecern en escena y armarn los brazos del populacho, excitado y guiado por una muchedumbre de descontentos.

CAPTULO II LA REBELIN DE LOS NOBLES

Para encauzar la crisis que todos prevean, hubiera sido preciso que a la cabeza de la monarqua existiera un rey... y slo se contaba con Luis XVI. ste, hombre obeso, de maneras vulgares, slo atento a los placeres de la mesa, diriga sus preferencias a la caza o al taller del cerrajero Gamain. El trabajo intelectual le fatigaba. Se dorma en el Consejo. Bien pronto fue objeto de burla para los cortesanos frvolos y ligeros. Se le vituperaba hasta en su propia antecmara. Sufri que el duque de Coigny le diera un escndalo a propsito de emolumentos. Su casamiento era cantera inagotable de zumbas crueles. La hija de Mara Teresa, con la que l se haba desposado, era linda, coqueta e imprudente: se lanzaba a los placeres con un ardor insaciable. En tanto que su fro marido permaneca en Versalles, Mara Antonieta marchaba al baile de la pera, en donde saboreaba las ms osadas familiaridades, recibiendo los homenajes de los ms afamados cortesanos: de un Lauzun, de un Esterhzy. Con cierta verosimilitud se le atribuan amores con el bello Fersen, coronel

del ejrcito sueco. Se saba que Luis XVI no haba podido consumar su matrimonio sino a los siete aos de casado, y aun gracias a una intervencin quirrgica. Las murmuraciones tomaban cuerpo en vergonzosas canciones, llenas de ultrajes, sobre todo despus del tardo nacimiento del Delfn. Desde los crculos aristocrticos, los epigramas llegaron a la burguesa y al pueblo, y la reina haba perdido su buena reputacin desde bastante tiempo antes de que la Revolucin estallara. Una aventurera, la condesa de Lamothe, descendiente de un bastardo de Carlos IX, hizo creer al cardenal de Rohan que tena el medio de reconciliarlo con Mara Antonieta, y que no era otro que el de ayudarla a comprar un magnfico collar que la tacaera de su marido le negaba. El cardenal celebr en diversas noches, y detrs de los bosques de Versalles, varias entrevistas con una mujer a quien tom por la reina. Cuando la intriga se descubri, por las demandas del joyero Boehmer, a quien el collar no haba sido pagado, Luis XVI cometi la imprudencia de recurrir al Parlamento para vengar su honor ultrajado. La condesa de Lamothe fue condenada; pero el cardenal fue absuelto entre universales aplausos. El veredicto significaba que el hecho de considerar a la reina de Francia como fcil

de seducir no era delito. Siguiendo consejos de la polica, Mara Antonieta se abstuvo durante largo tiempo de presentarse en Pars, para evitarse as manifestaciones desagradables. Por aquellos tiempos (1786), la Casa de la Moneda de Estrasburgo acu una cierta cantidad de luises de oro en los que la efigie del rey apareca como coronada por un cuerno bochornoso. Esta situacin haca concebir a los prncipes de la sangre esperanzas de subir al trono. El conde de Artois y el conde de Provenza, hermanos del rey, y el duque de Orlens, su primo, intrigaban en la sombra para aprovecharse del descontento que, entre los ms encumbrados cortesanos, haban hecho nacer las preferencias exclusivas de la reina por determinadas familias repletas de sus gracias y mercedes. Thodore de Lameth cuenta que un da la seora de Balbi, querida del conde de Provenza, le dijo: Sabis cmo se habla del rey en las tabernas cuando hay necesidad de moneda fraccionaria? Pues se arroja un escudo sobre el mostrador, y se aade: Cambiadme este borracho. Entiende Lameth que tal principio no era sino el medio inicial de sondearle, sobre la oportunidad de un cambio de monarca. Y el luego miembro de la Asamblea Legislativa no duda de que ciertos prncipes acariciaban el proyec-

to de que el Parlamento declarase la incapacidad de Luis XVI. A pesar de todo, ste ni oa ni vea nada. Su cetro iba cayendo de sus manos, hecho astillas, en su continuo dudar entre los reformadores hasta los partidarios de los abusos y corruptelas de los pasados tiempos. Y caminaba sin otra gua que el azar de las sugestiones de aquellos que le rodeaban y sobre todo de los deseos de la reina, que ejerca sobre su espritu un influjo creciente. La frase de Vaublant: En Francia son siempre los jefes de Estado y los ministros quienes derriban a los Gobiernos, debe tomarse aqu en su sentido ms literal. La ms recia crtica de los abusos, de que el rgimen agonizaba, la hicieron, en los prembulos de sus decretos, los ministros Turgot, Malesherbes, Calonne, Brienne y Necker. Sus edictos haban sido ledos desde los plpitos por los curas. Sus frases haban llegado hasta los odos de los ms humildes. La necesidad de las reformas se colocaba en ellos, bajo la gida del rey. Mas como las mudanzas prometidas se desvanecan pronto o slo se realizaban parcial e imperfectamente, a la amargura de los abusos se uni la desilusin del remedio. La prestacin vecinal pareca ms intolerable

a los campesinos desde que Turgot haba, vanamente, ordenado su supresin. Y as lleg a verse, en determinada ocasin, a los lugareos de la provincia del Maine invocar palabras del ministro para negar al marqus de Vibraye el pago de las rentas que reclamaba, sitiarlo en su castillo y obligarle a huir. La supresin de la mano muerta, realizada en los dominios de la corona por Necker, haca ms acerbo a los interesados su mantenimiento en las tierras de los nobles y eclesisticos. La abolicin, por Malesherbes, de la cuestin preparatoria, o sea la tortura, en los sumarios criminales, haca parecer ms inicua la permanencia de la llamada cuestin previa. La institucin, por Necker, de asambleas provinciales en las dos generalidades de Berri y Alta Guyena, en 1778, pareca la condena del despotismo de los intendentes, pero slo sirvi para exasperar el deseo de instituciones representativas, de las que las dos asambleas nuevas, nombradas pero no elegidas, no eran, a decir verdad, sino una caricatura. Descorazonaron ellas a los intendentes, cuya autoridad abatieron, sin provecho alguno para el poder real. Y as pudiera decirse de otras muchas veleidades reformadoras, que slo sirvieron para justificar y fortificar el descontento. No poda suceder de otra manera, teniendo en

cuenta, sobre todo, que a los decretos liberales sucedan rpidamente medidas reaccionarias, inspiradas por el espritu feudal, que eran aplicadas con todo rigor. El famoso Reglamento de 1781, que exiga a los futuros oficiales la prueba de cuatro cuarteles de nobleza para ingresar en las escuelas militares, fue algo que ejerci innegable influencia en la posterior defeccin del Ejrcito. Cuanto ms amenazada se vea la nobleza en sus privilegios, ms se las ingeniaba para consolidarlos. No slo excluy a los plebeyos de los grados militares, sino que hizo cuanto pudo para alejarlos de las funciones judiciales y de los altos puestos eclesisticos. Y en tanto que aplauda a Fgaro, maquinaba por agravar su monopolio. Otro rey que no hubiera sido Luis XVI, habra podido poner remedio a situacin tan anmala? Aunque no neguemos la posibilidad, estamos lejos de darla por segura. Desde que los Borbones haban arrancado a la feudalidad sus poderes polticos dirigieron sus esfuerzos, para consolarla, a colmarla de beneficios. Luis XIV y Luis XV crearon la nobleza que entendieron necesaria para su gloria y solidarizaron su trono con tales privilegios. Luis XVI se limit a seguir la tradicin establecida. Para emprender reformas radicales

hubiera necesitado entablar una lucha a muerte con los favorecidos. Y a las primeras escaramuzas emprendi la retirada. Por lo dems, lo que dominaba a las otras cuestiones era el problema financiero. Para hacer reformas, precisaba dinero. En medio de la general prosperidad, el Tesoro estaba cada vez ms exhausto. No poda llenrsele sino a costa de los privilegiados y con la autorizacin de los Parlamentos, poco propicios a sacrificar los intereses privados de sus miembros en aras del bien pblico. Cuanto ms se tergiversaba, ms profunda era la sima del dficit y ms se acentuaban las resistencias. Ya Luis XV, en los ltimos aos de su reinado, estuvo a punto de tener que declarar la bancarrota. La frrea mano del abate Terray evit la catstrofe y prolong por veinte aos la permanencia del rgimen. Desaparecido Terray, comenz nuevamente la zarabanda de los millones. Los ministros de Hacienda se sucedan con toda rapidez, y entre ellos, sin exceptuar a Necker, que slo fue un excelente contable, no hubo ni un solo financiero. Se economiz el chocolate del loro, como vulgarmente se dice, en los gastos de la casa real, lo que sirvi para irritar a los cortesanos, sin

provecho efectivo para el Tesoro, ya que, en cambio, las prodigalidades se multiplicaron: 100.000 libras a la hija del duque de Gunes para que se casara; 400.000 libras a la condesa de Polignac para pagar sus deudas; 800.000 libras para constituirle una dote a su hija; 23 millones para enjugar las deudas del conde de Artois; 10 millones para comprar al rey la residencia de Rambouillet; 6 millones para que la reina adquiriera el castillo de Saint-Cloud; y pudiera seguirse. Adase que todo esto eran minucias al lado de lo que supona la participacin de Francia en la Guerra de la Independencia Americana, que alguien ha calculado en 2.000 millones. Para hacer frente a todos estos gastos, Necker se vio en la precisin de llamar en todas las puertas pidiendo prestado de todas las maneras, llegando a tener que emitir deuda con intereses del 10 y del 12%. Con su famoso Informe enga a la nacin haciendo aparecer un excedente imaginario. Slo aspiraba a inspirar confianza a los prestamistas, y dio armas a los miembros de los Parlamentos que sostenan era intil y fuera de sazn la profunda reforma en materia tributaria. Terminada la guerra, el inquieto Calonne encontr el medio de, en tres aos, obtener an del crdito 653 millones, que hubieron de aadirse al monto de los

emprstitos precedentes. Era cosa sabida que el Rey Cristiansimo no calculaba sus gastos atendiendo a sus ingresos, sino stos atendiendo a sus gastos. En 1789, la deuda pblica ascenda a 4.500 millones. Durante los quince aos del reinado de Luis XVI se haba triplicado. A la muerte de Luis XV, el servicio de la deuda exiga 93 millones; en 1790 precisaba muy cerca de 300, y ello en un presupuesto total de ingresos que apenas si pasaba de los 500 millones. Entonces, como ahora, es innegable que en esta tierra todo tiene fin, y Calonne se vio obligado a confesar al rey que era prxima la bancarrota. Su ltimo emprstito se haba cubierto con grandsimas dificultades. Hubo de poner en venta nuevos oficios, reacuar moneda, aumentar las fianzas, enajenar dominios, rodear a Pars de una verdadera barrera de fielatos y obtener de los arrendatarios generales un anticipo de 255 millones, a descontar en los ejercicios siguientes. Lleg a estar dispuesto a tomar, como fianza, 70 millones de la Caja de Descuentos. Pero a pesar de todos estos expedientes extremos, el dficit llegaba a 101 millones. Y, a mayor abundamiento, se estaba en vsperas de una guerra con Prusia, a propsito de Holanda, y el ministro de la Guerra reclamaba crditos para atender a la defensa de

los patriotas de este pequeo pas, a quienes el rey haba ofrecido su ayuda en contra de los prusianos. Calonne se encontraba acorralado. No crea posible aumentar ms los impuestos existentes que, en menos de diez aos, haban sufrido un alza de 140 millones. Tema, por sobradas razones, que los Parlamentos le negasen el registro de todo emprstito y de todo nuevo impuesto. Sus relaciones con ellos eran muy tirantes: estaba en lucha abierta con el Parlamento de Pars, que haba hecho observaciones sobre la acuacin de la moneda; con el de Burdeos a propsito de los terrenos de la Gironda; con el de Rennes, por cuestiones relacionadas con el tabaco rap; con los de Besanon y Grenoble, a propsito de la sustitucin provisional de la prestacin vecinal por una contribucin pecuniaria. Calonne tom valerosamente y con todo ardor una resolucin extrema, y marchando en busca del rey, el 20 de agosto de 1786, le dijo: Seor, lo que el Estado necesita para recobrar su salud, no es posible lograrlo con medidas parciales; es necesario reedificar el edificio entero si es que queremos prevenir su ruina. Es imposible buscar nuevas materias impositivas; ruinoso el emitir a cada momento emprstitos y nuevas deudas; no es suficiente limitarse a slo reformas

econmicas. El nico partido que se puede tomar, el solo medio de llegar a establecer un orden verdadero en la Hacienda pblica, estriba en vivificar el Estado por entero por la reforma y extirpacin de cuanto en su constitucin hay de vicioso. Los impuestos existentes eran muy vejatorios y poco productivos, porque su reparto era defectuoso, por no decir francamente malo. Los nobles, en principio, estaban obligados a las vigsimas y a la capitacin, de la que estaban exentos los eclesisticos. A pagar la talla slo venan obligados los campesinos y aun variando, segn se tratase de pas de Estado o de eleccin,1 y ello tanto en su forma real, parecida a nuestra contribucin, cuanto a la personal, anloga a la cuota mobiliaria. Haba villas exentas, villas igualadas o concertadas, villas de pases redimidos, etc. Lo que antecede vale tanto como decir que reinaba una complicacin infinita. El precio de la sal cambiaba segn las personas y los lugares. Los eclesisticos, los funcionarios, los privilegiados, en virtud del llamado derecho de franquicia de la sal, la pagaban al solo precio de coste. Pero cuanto ms alejados se encontraban los parajes de las maQue vale tanto como decir de percepcin. El elegido cobraba los impuestos bajo la vigilancia del intendente.1

rismas o de las minas de sal, tanto ms pesada se haca la gabela y ms inquisitorial era su percepcin. Calonne propuso dulcificar la gabela y la talla, suprimir las aduanas interiores y pedir a un nuevo impuesto la subvencin territorial, que reemplazara a las vigsimas los recursos necesarios para nivelar los presupuestos. Pero as como las vigsimas se perciban en dinero, la subvencin territorial se percibira en especie sobre los productos de todas las tierras, sin distincin de propietarios eclesisticos, nobles o plebeyos. En este punto se impona la igualdad ante el impuesto. La Caja de Descuentos se convertira en Banco del Estado. Se crearan asambleas provinciales en aquellos territorios en que an no existieran, a fin de que el reparto de las cargas pblicas cesara de ser desigual y arbitrario. Como no poda contarse con los Parlamentos para que inscribieran en sus registros un plan de reforma tan vasta, se reunira una Asamblea de Notables que la aprobara. No se recordaba ocasin en que las asambleas elegidas y reunidas por el rey se hubieran opuesto a su voluntad. Pero se olvidaba que las cosas haban cambiado mucho en el ltimo siglo transcurrido. Los notables: 7 prncipes de la sangre, 36 duques,

pares o mariscales, 33 presidentes o procuradores generales de los Parlamentos, 11 prelados, 12 consejeros de Estado, 12 diputados de los llamados pases de Estado, 25 alcaldes o regidores de las principales ciudades, etc., en total 144 personajes, distinguidos por sus servicios o por sus funciones, se reunieron el 22 de febrero de 1787. Calonne hizo ante ellos, en elocuentes y justos trminos, el proceso de todo el sistema financiero. No se puede dar un paso deca en este vasto reino, sin encontrar en l leyes diferentes, usos contrarios, privilegios, exenciones y franquicias en materia de impuestos, derechos y pretensiones de toda especie, y esta disonancia general complica la administracin, interrumpe su curso, embaraza sus resortes y multiplica en todo momento y lugar los gastos y el desorden. En su discurso formulaba un cargo definitivo en contra de la gabela: impuesto tan desproporcionado en su reparto que hace pagar en una provincia veinte veces ms de lo que en otra se paga; tan riguroso en su percepcin que su solo nombre causa pavor..., un impuesto, en fin, cuyos gastos de recaudacin representan el veinte por ciento de lo que produce y que, por lo mucho que se presta al contrabando, hace condenar todos los aos a cadenas o a prisin a ms de 500 padres de

familia y ocasiona ms de 4.000 embargos anuales. A la crtica de los abusos sucedi la exposicin de sus proyectos de reforma. Los notables pertenecan, ya lo hemos visto, a la clase de los privilegiados. Innumerables folletos, inspirados por los miembros de los Parlamentos, los agobiaban con zumbas y epigramas, anunciando su capitulacin. Se decidieron a mantener una actitud rgida, inflexible, a fin de probar su independencia. Evitaron el proclamar que ellos no queran pagar los impuestos, y derivaron a mostrarse indignadsimos por el monto del dficit, que, decan, los haba dejado estupefactos. Recordaron que Necker, en su clebre Informe, aparecido cuatro aos antes, haba anunciado un excedente de los ingresos sobre los gastos. Exigieron que se les diera conocimiento de las piezas justificativas de la contabilidad del presupuesto. Reclamaron que el Tesoro real y su estado fueran comprobados todos los meses, y que todos los aos se imprimiese la cuenta general de ingresos y gastos, la que sera remitida para su conocimiento y verificacin al Tribunal de Cuentas. Protestaron, tambin, contra el abuso de las pensiones. Calonne, para defenderse, tuvo que hacer pblicos y patentes los errores del Informe de Necker. Replic ste y fue

desterrado de Pars. Toda la aristocracia, nobiliaria y parlamentaria, se irrit. Libelos virulentos se dedicaron a lanzar fango en contra de Calonne. Mirabeau form en el coro de los difamadores con su Denuncia contra el agiotaje, en que se acusa a Calonne de jugar en la Bolsa con los fondos del Estado. Debe reconocerse, por otra parte, que el ministro era vulnerable. Tena deudas, queridas, y un conjunto de amigos ntimos bastante sospechoso. El escndalo del golpe de Bolsa intentado por el abate de Espagnac sobre las acciones de la Compaa de las Indias acababa de hacerse pblico, y Calonne apareca complicado en el asunto. Los privilegiados encontraron la ocasin propicia para desembarazarse del ministro reformador. En vano tom ste la ofensiva haciendo redactar al abogado Gerbier unas Advertencias que eran un vivo ataque contra el egosmo de los nobles y un llamamiento a la opinin pblica. Las Advertencias, repartidas profusamente por todo el reino, aumentaron la rabia de los enemigos de Calonne. La opinin no reaccion segn l esperaba. Los rentistas se mostraron desconfiados. La burguesa no tom en serio los proyectos de reforma redactados en su provecho. El pueblo permaneci indiferente ante disputas superiores a sus medios intelectuales: necesi-

taba tiempo para meditar las verdades que se le hacan patentes, y que, en aquellos momentos, slo lograban excitar su asombro. La agitacin fue violenta en Pars, pero qued circunscrita a las clases superiores. Los obispos que tomaban asiento entre los notables exigieron la destitucin de Calonne. Luis XVI se someti y, a pesar de su repugnancia, acab por nombrarle un sucesor, recayendo la eleccin en el arzobispo de Toulouse, Lomnie de Brienne, designado por la reina. Los privilegiados respiraron a sus anchas, pero hay que confesar que haban tenido miedo. Se cebaron en Calonne. El Parlamento de Pars, a propuesta de Adrien Duport, orden una investigacin sobre sus dilapidaciones, y el ex ministro no tuvo otro recurso que el de huir a Inglaterra. Brienne, aprovechndose de un momento de debilidad, obtuvo de los notables y del Parlamento un emprstito de 67 millones, en rentas vitalicias, que, de momento, permiti evitar la bancarrota. Liviana tregua! El nuevo ministro, por la fuerza misma de las circunstancias, se vio obligado a hacer suyos los proyectos del hombre al que haba sustituido en el desempeo del cargo. Con ms espritu de perseverancia que su antecesor, trat de romper la coalicin existente entre

los privilegiados y la burguesa. Estableci asambleas provinciales en las que el tercer estado tena una representacin igual a la que sumaban los otros dos rdenes reunidos. Concedi a los protestantes los derechos inherentes al estado civil reconocido, levantando, con ello, unnimes protestas del clero. Transform la prestacin vecinal en una contribucin metlica, y pretendi, por fin, obligar a los nobles y al clero a que abonasen la contribucin territorial. Bien pronto la aristocracia de todo orden se sublev. Slo una comisin de las siete existentes adopt el nuevo proyecto de contribucin territorial; las otras seis se declararon sin poder bastante para asentir a l. Valan tanto sus respuestas como indicar la necesidad de convocar los Estados Generales. La Fayette iba ms lejos: reclam una Asamblea Nacional semejante al Congreso que gobernaba a los Estados Unidos y la concesin de una Carta que asegurase la periodicidad de esta Asamblea. Si Brienne hubiese tenido tanto valor como inteligencia, habra accedido a los deseos de los notables. La convocatoria de los Estados Generales, llevada a cabo voluntariamente en mayo de 1787, cuando el prestigio real no estaba an en entredicho, hubiera, sin duda alguna, consolidado el poder de Luis XVI. Los privile-

giados hubieran cado en sus propios lazos, y la burguesa hubiera comprendido que las promesas de reformas eran sinceras. Pero Luis XVI y la corte teman a los Estados Generales. Se acordaban de tienne Marcel y de la Liga. Brienne prefiri volver a llamar a los notables, dejando escapar con tal medida la ltima probabilidad de evitar la Revolucin. Desde este momento la rebelin nobiliaria, de la que la aristocracia judicial tom la direccin, no reconoci ya freno. Los Parlamentos de Burdeos, de Grenoble, de Besanon, etc., protestaron contra los edictos que concedan el estado civil y sus derechos a los herejes y heterodoxos, y que instituan las asambleas provinciales, cuya competencia teman. Alegaban, maosamente, que estas asambleas, nombradas por el poder pblico, no eran sino comisiones ministeriales sin independencia alguna, terminando por demandar la reunin de los Estados Feudales, de cuya convocatoria no se tena ya ni memoria. El Parlamento de Pars, en concomitancia con los Tribunales de Subsidios y de Cuentas, logra hacerse popular rehusando a Brienne el registro de un edicto por el que se sometan al impuesto del Timbre a las peticiones, recibos, correspondencia, peridicos,

anuncios, etc., y el 16 de julio reclama la reunin de los Estados Generales, al solo efecto de consentir deca el Parlamento los nuevos impuestos. Nuevamente el Parlamento rechaz el edicto sobre la subvencin territorial, denunciando las prodigalidades de la corte y exigiendo economas. El rey quiso hacer patente lo que le haba molestado tal oposicin, pero se content con celebrar, el 6 de agosto, una sesin presidida por l, en que los edictos quedaron registrados. Pero, al da siguiente, el Parlamento se reuni y anul, como ilegal, el registro hecho la vspera. Un destierro a Troyes castig esta rebelin, logrando la medida que la agitacin se extendiese a todos los tribunales de provincias y llegando ella a ganar a la burguesa: aparentemente, al menos, los magistrados resultaban defensores de los derechos de la nacin. Se les llam Padres de la Patria y se les llev en triunfo. Los curiales, mezclados entre los artesanos, empezaron a perturbar el orden pblico en las calles. De todas partes afluan peticiones a Versalles reclamando la restauracin del Parlamento de Pars. Los magistrados saboreaban su popularidad; pero en el fondo sentan profunda inquietud. Al reclamar la convocatoria de los Estados Generales haban querido,

por un golpe de efecto, ahorrar a la aristocracia de toga, de espada y de sotana, los gravmenes de las reformas financieras. Pero no estaban seguros de escapar a las decisiones de los Estados Generales. Si stos adquiran carcter de periodicidad, como quera La Fayette, los aristcratas teman perder su preponderancia en la vida poltica. Se comenz a parlamentar. Brienne renuncia al impuesto del Timbre y a la subvencin territorial. En compensacin se le otorgara una prrroga en la percepcin de las dos vigsimas, que seran cobradas sin distincin alguna y sin atender a razones de excepcin que pudieran alegarse, fuera cualquiera su motivo o causa. Mediante estas transacciones, el Parlamento registr, el 19 de septiembre, las decisiones tomadas y volvi a Pars, en donde fue recibido con fuegos artificiales. Desgraciadamente, las dos vigsimas cuya percepcin exiga tiempo no bastaban a cubrir las necesidades urgentes del Tesoro. Aunque Brienne abandon y dej en desamparo a los patriotas holandeses, quedando en mal lugar la regia palabra empeada, la bancarrota segua amenazando. Fue preciso acudir nuevamente al Parlamento solicitando la autorizacin de un emprstito de 420 millones, prometiendo que los Es-

tados Generales seran convocados en 1792. La guerra se inici nuevamente con ms violencia que antes. Ante la orden del rey que, el 19 de noviembre, mand registrar el emprstito solicitado, el duque de Orlens se permiti decir que tal medida era ilegal. Al da siguiente el duque fue desterrado a Villers-Cotterts, y dos consejeros amigos suyos, Sabatier y Frteau, encerrados en el castillo de Doullens. El Parlamento reclam la libertad de los proscriptos y, a propuesta de Adrien Duport, el 4 de enero de 1788, votaba unas peticiones a propsito de las rdenes arbitrarias de detencin o destierro lettres de cachet peticiones en las que insisti poco despus, no obstante la prohibicin real de ocuparse del asunto. En abril inmediato el Parlamento llev su audacia al punto de llenar de inquietud y zozobra a los suscriptores del ltimo emprstito y de alentar a los contribuyentes para que no pagaran las nuevas vigsimas. Esta actitud colm la paciencia de Luis XVI, quien hizo arrestar, en pleno Palacio de Justicia, a los consejeros Goislard y Duval de Eprmesnil, que se haban refugiado en l, y aprob los decretos que Lamoignon, ministro de Justicia, le present con objeto de poner fin a la resistencia de los magistrados y de reformar y reorganizar la justicia. Un Tribunal

Plenario, compuesto de altos funcionarios, sustitua al Parlamento en la funcin de registrar las decisiones reales. Los Parlamentos perdan el conocimiento de muchas causas civiles y criminales que antes le estaban conferidas. Todas ellas se entregaban, desde entonces, al juicio de los llamados grandes bailos, quienes, en nmero de 47, aplicaran la justicia entre los litigantes. Numerosos tribunales especiales, tales como el de la sal, impuestos y otros semejantes, fueron suprimidos. La justicia criminal se reformaba con un sentido ms humano, haciendo desaparecer el tormento y el interrogatorio sufrido en la fatdica banqueta. Se trataba de una reforma aun ms profunda que la propuesta por el canciller Maupeou en 1770, y la que tal vez, llevada a la prctica nueve meses .antes, es decir, con anterioridad al confinamiento del Parlamento en Troyes, hubiera tenido xito. La instalacin de las grandes bailas no encontr oposicin alguna, y es de creer que las palabras de Luis XVI denunciando al pas a la aristocracia de los magistrados, que queran usurpar su autoridad, encontraron eco. Pero despus de la sesin del 19 de noviembre, despus de haber sido atacado el duque de Orlens, la lucha no se empeaba slo entre el Ministerio y los Parlamentos. En torno de este conflicto ini-

cial, todos los otros descontentos y todas las quejosas querellas se haban manifestado y, lo que era peor, se haban coligado. El partido de los americanos, el de los anglmanos, el de los patriotas, que contaban entre sus proslitos no slo a miembros de la rancia nobleza y de la alta burguesa, sino tambin a consejeros judiciales como Duport y Frteau, entraron en escena. Sus jefes se reunan en casa de Duport o en la de La Fayette. En estas reuniones se vea al abate Sieys, al presidente Lepeletier de Saint-Fargeau, al abogado fiscal Hrault de Schelles, al consejero del Parlamento Huguet de Snoville, al abate Louis, al duque de Aiguillon, a los hermanos Lameth, al marqus de Condorcet, al conde de Mirabeau, a los banqueros Clavire y Panchaud, etc. Para todos stos los Estados Generales slo eran una etapa. Se transformara a Francia en una monarqua constitucional y representativa. Se aniquilara el despotismo ministerial. Las ideas americanas ganaban los clubes, las sociedades literarias, ya numerosas, los cafs, que se convirtieron, dice el consejero Sallier, en escuelas pblicas de democracia y de rebelin. La burguesa se agitaba tambin, pero a remolque de la nobleza. En Rennes la Sociedad Patritica Bretona co-

loc a su cabeza a grandes damas que se honraban con el ttulo de ciudadanas. Dicha entidad organiz una serie de conferencias que se dieron en una sala adornada con profusin de sentencias cvicas. A dicha sala se la llamaba pomposamente, y siguiendo el lxico antiguo, el Templo de la Patria. La direccin del movimiento era llevada an por la aristocracia judicial. Ella, desde Pars, transmiti a todos sus corresponsales de provincias la misma consigna e idnticas rdenes: impedir la instalacin de los nuevos tribunales de apelacin o grandes bailiatos, organizar la huelga de los tribunales inferiores, desencadenar, si fuera preciso, desrdenes, reclamar la convocatoria de los Estados Generales y la reunin de los antiguos Estados Provinciales. El programa se cumpli al pie de la letra. Los Parlamentos de provincia organizaron la resistencia con su numerosa clientela de hombres de ley y de toga. A fuerza de represiones y de arrestos fulminantes se dedicaron a provocar disturbios. La nobleza de espada se solidariz en masa con los Parlamentos. La nobleza eclesistica sigui igual senda. La asamblea del clero rebaj en tres cuartas partes el subsidio que se le haba solicitado. Y al mismo tiempo que tomaba tal resolucin, protestaba 15 de

junio del Tribunal Plenario, del que deca era tribunal del que la nacin tema siempre demasiadas complacencias. En Dijon y Tolouse se produjeron alteraciones de orden pblico. En las provincias fronterizas, tardamente unidas a la corona, la agitacin revisti caracteres insurreccionales. En Bearn el Parlamento de Pau, cuyo edificio haba sido cerrado manu militari, declar que haban sido violadas las viejas capitulaciones del pas. Los campesinos, excitados por los nobles, sitiaron al intendente en su residencia y reinstalaron a la fuerza y en sus antiguos puestos 19 de junio a los magistrados. En Bretaa la agitacin se desarroll libremente, sin traba alguna, merced a la lenidad, tal vez mejor complicidad, del comandante militar Thiard y, sobre todo, del intendente Bertrand de Moleville. Los nobles bretones provocaban a duelos y cuestiones personales a los oficiales del ejrcito que permanecan fieles al rey. Durante los meses de mayo y junio fueron frecuentes las colisiones entre las tropas y los manifestantes. En el Delfinado, el pas ms industrial de Francia, al decir del seor Roland, el tercer estado jug papel preponderante en estas conmociones, pero de acuerdo con los privilegiados. Despus de haber sido expulsa-

do de su palacio, el Parlamento declar que si los edictos eran mantenidos, el Delfinado se consideraba completamente desligado de su promesa de fidelidad al soberano, sublevndose la ciudad de Grenoble el 7 de junio, rechazando a las tropas a golpes de tejas que les arrojaban desde lo alto de las casas y reinstalando en su palacio al Parlamento entre el vocinglero voltear de las campanas de la ciudad. Enardecidos con la llamada Jornada de las Tejas, los Estados de la provincia se reunieron espontneamentesin convocatoria, ni autorizacin real, congregndose, el 21 de julio, en el castillo de Vizille, propiedad de los grandes industriales Prier. La asamblea, que el mando militar no se atrevi a disolver, decidi, a instancia y consejo de los abogados Mounier y Barnave, que, desde aquel momento, el tercer estado tuviera doble nmero de representantes y que en los Estados no se votase por rdenes, sino por cabezas. Invitaron a las dems provincias a que se les unieran y juraron no pagar ms impuestos hasta que hubieran sido convocados los Estados Generales. Las resoluciones de Vizille, tomadas con entusiasta unanimidad, se convirtieron prontamente en el deseo de todos los patriotas. Brienne slo habra podido triunfar de la rebelin si

el xito hubiese coronado sus intentos de romper la inteligencia establecida entre el tercer estado y los privilegiados. Dedicse a ello con todo ahnco y opuso las plumas de Linguet, de Rivarol y del abate Morellet a las de Brissot y Mirabeau. Anunci, el 5 de julio, la convocatoria prxima de los Estados Generales, y el 8 de agosto fij como fecha de su reunin la del 1. de mayo de 1789. Demasiado tarde! Aun las mismas creaciones suyas, tales como las asambleas provinciales, constituidas por l a su gusto, se le mostraron poco dciles. Muchas se opusieron al aumento de los impuestos que se les haba solicitado. La de Auvernia, inspirada por La Fayette, formul una protesta de tal modo viva, que hubo de sufrir una severa amonestacin del rey. La Fayette fue licenciado y dej de prestar servicios en el Ejrcito. Para concluir con la insurreccin del Bearn, de la Bretaa y del Delfinado, hubiera sido preciso estar seguro de las tropas, y stas, mandadas por nobles hostiles a las reformas y al ministro, se batan dbilmente, cuando no se negaban terminantemente a ello, como sucedi en Rennes. Muchos oficiales pidieron el retiro. Y, para colmo de desventuras, Brienne se vea reducido a la impotencia por falta de dinero. Las adver-

tencias y excitaciones de los Parlamentos por un lado y las alteraciones por otro, haban paralizado la percepcin de los impuestos. Despus de haber agotado todos los medios y expedientes, luego de haber puesto mano en los fondos de los Invlidos, en los de las suscripciones a favor de los hospitales y de los perjudicados por los pedriscos, de haber decretado el curso forzoso de los billetes de la Caja de Descuentos, Brienne tuvo que suspender los pagos del Tesoro. Estaba perdido. Los rentistas, que hasta entonces haban permanecido en silencio, pues se saban odiados por las gentes de justicia, juntaron sus gritos a los de los nobles y patriotas. Luis XVI sacrific a Brienne como antes haba sacrificado a Calonne, y pas por la humillacin de volver a llamar a Necker, a quien haba dimitido el 25 de agosto de 1788. La realeza haba perdido la capacidad de poder nombrar libremente a sus ministros. El banquero ginebrino, sabindose hombre necesario, puso condiciones: la reforma judicial de Lamoignon, causa ms visible de la revuelta, sera anulada; los Parlamentos volveran a sus antiguas funciones, los Estados Generales seran convocados para la fecha fijada por Brienne. El rey tuvo que aceptarlo todo. La rebelin nobiliaria haba puesto en trance dificilsimo a

la corona, pero haba franqueado el camino a la Revolucin. Brienne y despus Lamoignon, fueron quemados en efigie en la plaza de la Delfina, entre la general alegra. Las manifestaciones, que duraron varios das, degeneraron en motn. Hubo muertos y heridos. El Parlamento, recin restablecido, en lugar de prestar su debida asistencia a la autoridad, conden la represin y cit ante l al comandante jefe de la vigilancia nocturna, quien perdi su empleo. Las gentes de justicia alentaban al desorden y desarmaban a los agentes del rey. No sospechaban que bien pronto seran las vctimas de la fuerza popular desenfrenada.

CAPTULO III LOS ESTADOS GENERALES

Unidos, bien que mal, pero sin desacuerdo aparente para oponerse a los designios del despotismo ministerial, los nobles y los patriotas se dividen desde el momento en que Brienne cae. Los primeros, a quienes bien pronto se les llamar los aristcratas, no conceban la reforma del reino sino en la forma de un retorno a las prcticas de la feudalidad. Entienden que deben garantizarse a los dos primeros rdenes sus privilegios honorficos y tiles, y restituirles, por otra parte, el poder poltico que Richelieu, Mazarino y Luis XIV les haban arrebatado en el siglo precedente. A lo sumo consentiran, y de bastante mala gana, a pagar, desde entonces, la parte de contribuciones pblicas que pudiera corresponderles. Se crean, siempre, vivir en tiempos de la Fronda y del cardenal de Retz. Los nacionales o patriotas, por el contrario, queran la supresin radical de todas las supervivencias de un pasado maldito. No haban combatido ellos al despotismo para reemplazarlo por la oligarqua nobiliaria. Tienen puestas sus miradas en Inglaterra y en Amrica. La

igualdad civil, judiciaria y fiscal, las libertades esenciales, el Gobierno representativo, formaban el fondo invariable de sus reivindicaciones, cuyo tono llegaba hasta las estridencias de la amenaza. Necker, antiguo empleado del banquero Thlusson, que en una aventurada especulacin de Bolsa, operando sobre los consolidados ingleses, se haba enriquecido en vsperas del tratado de 1763, no era sino un recin llegado a las altas esferas, vanidoso y mediocre, muy dispuesto a adular a todos los partidos y en particular a los obispos, a quienes su cualidad de heterodoxo deba haber obligado a tratar con ciertas reservas. Satisfecho con haber logrado para el Tesoro algunos fondos, merced a emprstitos concertados con los notarios de Pars y con la Caja de Descuentos, dej pasar el momento de imponer su mediacin. La lucha le produca miedo. Haba prometido reunir los Estados Generales, pero no se atreva a reglamentar, con la urgencia debida, el modo de su convocatoria. Los privilegiados, como es natural, tendan a las formas antiguas. Como en 1614, fecha de la ltima vez que se reunieron, cada baila, es decir, cada circunscripcin electoral, no enviara sino un solo diputado de cada orden, cualesquiera que fuesen su poblacin e importancia.

La nobleza y el clero discutiran aparte. Ninguna resolucin sera valedera sino por el acuerdo unnime de los tres rdenes. Los patriotas denunciaron con indignacin este sistema arcaico, que conducira, en la prctica, al aplazamiento indefinido de las reformas, al descrdito de los Estados Generales y a la perpetuidad de los abusos. Los magistrados se obstinaron en la primera frmula. En 1614 las poblaciones haban sido representadas por los delegados de sus municipalidades oligrquicas, y los pases de Estado, por diputados que los listados haban elegido por s solos, sin intervencin de los otros habitantes. Los aldeanos no haban sido consultados. De mantenerse la vieja frmula, el tercer estado hubiera sido, seguramente, representado por una gran mayora de hombres de toga y de ennoblecidos. Necker permaneca perplejo ante uno y otro bando. Aprovechndose de estas vacilaciones, el Parlamento de Pars le tom la delantera, y el 25 de septiembre dict un decreto segn cuyos trminos los Estados Generales deban ser regularmente convocados y compuestos siguiendo las formas observadas en 1614. Los patriotas entendieron que este decreto constitua una traicin y se dedicaron a atacar a la aristocracia ju-

dicial. Es el despotismo de la nobleza deca Volney en el Centinela del Pueblo quien, en la persona de sus altos magistrados, regula a su gusto la suerte de los ciudadanos, modificando e interpretando a su placer el contenido de las leyes, erigindose en fuente de derechos: se cree autor de las leyes quien slo debe ser su ministro. Desde tal momento las plumas del tercer estado se dedicaron a denunciar la venalidad y la permanencia en determinadas familias de los cargos judiciales, los abusos de los encarecedores de la administracin de justicia, y a negar a un cuerpo de funcionarios el derecho de censurar las leyes o el de modificarlas. Declararon con rudeza y claridad que una vez reunidos los Estados Generales no quedara otro recurso que el de someterse, ya que la nacin sabra hacerse obedecer mucho mejor que lo haba logrado el rey. MarieJoseph Chnier proclam que la inquisicin judicial era mucho ms tremenda que la de los obispos. El Parlamento de Pars, intimidado, volvi de su acuerdo dictando el 5 de diciembre un nuevo decreto por el cual se rectificaba. En el decreto ltimo se aceptaba el hecho de que el tercer estado duplicara sus votos en los Estados, como ya suceda en las asambleas provinciales creadas por Necker y por Brienne. La capitula-

cin era intil y, adems, incompleta. El decreto no deca nada del voto por cabeza. La antigua popularidad del Parlamento se haba convertido, y no muy despacio, en execracin. Necker haba pensado, como vulgarmente se dice, sacudirse la mosca de encima, sometiendo las formas de la convocatoria a la Asamblea de Notables, nuevamente reunida por l. Los notables, como deba sospecharlo el ministro, se pronunciaron por las formas antiguas, y el da de su separacin el 12 de diciembre, cinco prncipes de la sangre: el conde de Artois, los prncipes de Cond y de Conti, los duques de Borbn y de Enghien, denunciaron al rey, en un manifiesto pblico, la revolucin inminente si, mostrndose dbil, ceda en el mantenimiento de las reglas tradicionales. Los derechos del trono decan se han sometido a discusin; los derechos de los dos rdenes del Estado dividen las opiniones, pronto los derechos de la propiedad sern atacados; la desigualdad de las fortunas ser presentada como objeto de reformas, etc... Los prncipes se excedan, porque, en aquella fecha, el tercer estado extremaba sus manifestaciones de lealtad a fin de tener de su lado al rey. Y no exista, por entonces, otra propiedad amenazada que la de los derechos

feudales. La tctica dilatoria de Necker slo haba conducido a aumentar las dificultades y a reunir en torno de los prncipes a la faccin feudal. Pero, inversamente, la resistencia de los privilegiados haba impreso al movimiento patritico un tal mpetu, un tal arrojo, que el ministro se sinti bastante fuerte para obtener que el rey resolviera, en definitiva, en contra de los deseos de los notables, de las manifestaciones de los prncipes. Mas, como siempre, sus medidas pecaron de incompletas. Concedi al tercer estado un nmero de diputados igual al de los otros dos rdenes reunidos, relacion el nmero de los representantes con la importancia de las bailas, permiti a los simples sacerdotes tomar asiento y parte en las asambleas electorales del clero, medida que deba conducir a las consecuencias ms funestas para la nobleza eclesistica; pero, a pesar de estas concesiones hechas a la opinin, no se atrevi a atacar la cuestin capital del voto por rdenes o por cabezas en los Estados Generales. Y la dej entregada a las pasiones desenfrenadas. La aristocracia opuso una resistencia desesperada, sobre todo en las provincias que haban conservado sus antiguos Estados o que los haban recuperado. En

Provenza, en Bearne, en Borgoa, en Artois, en el Franco-Condado, los rdenes privilegiados, sostenidos por los Parlamentos locales, aprovechronse de las sesiones de sus Estados para dedicarse a manifestaciones violentas en contra de las innovaciones de Necker y de las exigencias subversivas del tercer estado. La nobleza bretona adopt una actitud tan amenazadora, que Necker se vio obligado a suspender los Estados de la provincia. Los nobles excitaron a sus criados y a las gentes que estaban a su devocin en contra de los estudiantes de la Universidad que haban tomado partido por el tercer estado. Y se lleg a las manos. En los choques hubo diversas vctimas. De todas las poblaciones de Bretaa, de Angers, de Saint-Malo, de Nantes, la juventud burguesa acuda a Rennes para defender a los estudiantes, capitaneados por Moureau, el futuro general. Los gentiles-hombres, atacados y perseguidos en las calles, asediados en las salas de los Estados, hubieron de abandonar la ciudad con sus corazones ardiendo en rabia, y en enero de 1790 tuvieron que retirarse a sus casas solariegas. Despechados, juraron no hacerse representar en los Estados Generales. En Besanon, como el Parlamento tomara partido por los privilegiados, que haban votado una protesta

violenta en contra del Reglamento de Necker, la multitud se amotin e hizo objeto del pillaje la casa de muchos consejeros, sin que la fuerza pblica interviniera para defenderlos. Su jefe, un noble liberal, el marqus de Langeron, declar marzo de 1789 que el Ejrcito tena como funcin la de marchar en contra de los enemigos del Estado, pero no la de ir en contra de los ciudadanos. Un buen observador, Mallet du Pan, escriba en enero de 1789, sobrndole la razn: La discusin pblica ha cambiado de aspecto; no se habla ya sino secundariamente del rey, del despotismo y de la Constitucin; se trata, en realidad, de una guerra entre el tercer estado y los otros dos rdenes. Los privilegiados deban ser vencidos, y ello no solamente porque no podan contar con los agentes del poder real, cuya paciencia haban agotado con su anterior rebelin, ni porque estuviese en su contra la nacin entera, salvo una nfima minora de parsitos, sino porque estaban divididos. En el Franco-Condado, 22 gentiles-hombres protestaron contra las resoluciones de su orden y declararon que aceptaban el doble nmero de votos del tercer estado, la igualdad ante la ley y ante el impuesto, etc. La municipalidad de Besan-

on los inscribi en su lista de ciudadanos burgueses. En Artois, en donde slo estaban representados en los Estados los nobles de siete cuarteles y poseedores de un feudo local, los aristcratas no comprendidos en estas cualidades, sostenidos por el abogado Robespierre, protestaron de la exclusin de que eran objeto. Los hidalgelos del Languedoc manifestaron iguales quejas respecto a los altos barones de la provincia. La llamada nobleza de campanario, compuesta por los plebeyos que haban comprado cargos municipales que ennoblecan, se coloc, casi toda ella, del lado del tercer estado, sin que ste, por otra parte, llegara a mirarlos con buena voluntad. La agitacin se iba apaciguando. La convocatoria de los Estados Generales, anunciada y comentada desde los plpitos, por los sacerdotes de todas las parroquias, haba despertado grandes esperanzas. Todos los que tenan algo de que quejarse, y eran legin, prestaban atencin profunda a las polmicas que se suscitaban y se preparaban para el gran da. Burgueses y campesinos haban comenzado, desde haca dos aos, a practicar su aprendizaje poltico actuando en las asambleas provinciales, en las asambleas de los departamentos y en las nuevas municipalidades rurales crea-

das por Brienne. Estas asambleas haban repartido el impuesto, administrado la beneficencia y los trabajos pblicos, vigilado el empleo de los fondos locales. Estas municipalidades rurales, elegidas por los mayores contribuyentes, habanle tomado gusto al desempeo de sus funciones. Hasta entonces el sndico haba sido nombrado por los intendentes; pero elegido, desde las ltimas reformas, por los cultivadores, dej de ser un simple agente pasivo. Alrededor del Consejo, en que l formula sus opiniones, va formndose la opinin pblica de la poblacin. Se discuten los intereses comunes, se preparan las que han de ser sus reivindicaciones. En Alsacia, desde que las nuevas municipalidades se forman, su primer cuidado fue intentar el proceso de los seores, quienes se quejan amargamente de los abusos sinnmero a que ha dado lugar su establecimiento. La campaa electoral coincida con una grave crisis econmica. El tratado de comercio firmado con Inglaterra en 1786, al rebajar los derechos de aduanas provoc y permiti la entrada y el paso de las mercaderas inglesas. Los fabricantes de telas hubieron de restringir bastante su produccin. El paro alcanz en Abbeville a 12.000 obreros y 20.000 en Lyon. Y as y proporcio-

nalmente en los dems centros productores. Al finalizar el invierno, que fue muy riguroso, fue preciso organizar comedores y talleres de caridad en las grandes poblaciones, tanto ms cuanto el precio del pan aumentaba sin cesar. La cosecha de 1788 haba sido muy inferior a la normal. La penuria de forrajes se hizo tan grande y general, que muchos labradores se vieron forzados a sacrificar parte de sus ganados, a dejar grandes parcelas de tierra sin cultivo y a hacer la sementera sin emplear abono alguno en los terrenos. Los mercados estaban desguarnecidos. El pan no era solamente caro, sino que escaseaba: lleg a temerse que faltara. Necker arbitr el impedir las exportaciones de granos y hacer compras en el exterior. La crisis, lejos de mejorarse, empeoraba y aumentaba por momentos. Los necesitados dirigan miradas de envidia codiciosa a los bien repletos graneros de los grandes seores, eclesisticos o laicos, en que unos y otros encerraban el producto de los terrazgos y diezmos, de los censos en especies. Denunciaban, de numerosas maneras, la conducta de la aristocracia y de los privilegiados. Desde que en el mes de marzo comenzaron las operaciones electorales, estallaron las conmociones populares. La multitud se congrega alrededor de los graneros y de

los hrreos diezmeros, exigiendo la apertura de los mismos. La muchedumbre detuvo la circulacin de los granos, los detent y los tas por su propia y exclusiva autoridad. En Provenza los obreros y los campesinos sublevados no se contentaron con pedir la tasa de los granos y la disminucin del precio de los vveres, sino que exigieron la supresin del impuesto sobre la harina y luego intentaron, por la amenaza y la fuerza, que los seores y los eclesisticos renunciaran a los diezmos y a los dems derechos seoriales. A fines de marzo hubo sediciones y robos en cuadrilla en Aix, en Marsella, en Toln, en Brignoles, en Manosque, en Aubagne y en otros varios puntos. Perturbaciones anlogas, aunque de menor gravedad, se produjeron en Bretaa, en Languedoc, en Alsacia, en el Franco-Condado, en Guyena, en Borgoa y en la Isla de Francia. En Pars, el 27 de abril, la gran fbrica de papeles pintados de Rveillon fue saqueada en el curso de una sangrienta algarada. El movimiento no se diriga slo contra los acaparadores de gneros alimenticios, de los viejos sistemas impositivos, de los gravmenes sobre el consumo, del feudalismo, sino que se extenda contra todos los que explotaban al pueblo y vivan de su substancia. Estaba en relacin estrecha con la agitacin poltica.

En Nantes la multitud siti la casa Ayuntamiento al grito de Viva la libertad!. En Agde reclam el derecho de ser ella quien nombrara a los cnsules o supremos magistrados locales. En muchos casos la agitacin coincida con la apertura o comienzo de las operaciones electorales. Es ello fcilmente explicable: estas pobres gentes, desconocidas de las autoridades desde haca siglos, a quienes no se acuda sino para reclamarles el impuesto y la prestacin vecinal, ven que, de repente, son llamadas para que den su opinin sobre los asuntos del Estado, y al hacerlo se les advierte que pueden libremente dirigir sus quejas a sus agravios al rey. Su Majestad dice el Reglamento Real ledo desde los plpitos desea que de todos los mbitos de su reino, desde las ms apartadas habitaciones, quede cada uno seguro de que puede hacer llegar hasta l sus deseos y sus reclamaciones. La frase se les qued impresa en los odos y fue tomada al pie de la letra. Los desdichados creyeron que, decididamente, no estaba en su contra toda la autoridad pblica, como haba sucedido otras veces; que tenan un valedor en la cspide del orden social y que las injusticias haban, por fin, tocado a su trmino. Es esta consideracin la que les hace tan impulsivos. Con toda la fuerza de su voluntad y

con toda la rigidez de sus amargos sufrimientos pasados, se lanzaban hacia los objetos de sus deseos y de sus quejas. Haciendo cesar la injusticia, realizaban, o, al menos, as lo crean ellos, el pensamiento real. Ms tarde, cuando se percaten de su error, se apartarn del rey. Pero necesitarn tiempo para desengaarse. En medio de esta gran fermentacin se llev a cabo la consulta de la nacin. Desde haca seis meses, a pesar de la censura, a pesar del rigor de los Reglamentos sobre la imprenta, la libertad de prensa exista de hecho. Hombres de toga, sacerdotes, publicistas de todo gnero, ayer desconocidos y trmulos, criticaban ardorosamente todo el sistema social en los miles de folletos que eran ledos con avidez, lo mismo en los coquetones gabinetes femeninos de las damas de alcurnia, que en las humildes y desmanteladas chozas. Volney lanzaba en Rennes su Centinela del Pueblo, Thouret en Run su Aviso a los buenos normandos, Robespierre en Arras su Llamamiento a la nacin arresiana, Mirabeau en Aix su Llamamiento a la nacin provenzal, el abate Sieys su Ensayo sobre los privilegiados y luego su clebre Qu es el tercer estado?, Camille Desmoulins su Filosofa al pueblo francs, Target sus Cartas a los Estados Generales, etc. No qued abuso que no fuera denuncia-

do ni reforma que no fuera estudiada y exigida. La poltica dice madame de Stal era un campo nuevo que se abra a la imaginacin de los franceses; cada uno se senta halagado por la idea de representar en ella un papel, cada uno encontraba un objetivo que lograr en las mltiples eventualidades que desde todas partes se anunciaban. Los individuos del tercer estado se concertaban entre s, provocaban reuniones oficiosas en las corporaciones y comunidades de que formaban parte, sostenan frecuente correspondencia y comunicacin de poblacin a poblacin y de provincia a provincia. Redactaban peticiones y manifiestos y se dedicaban, con ardor, a reclutar firmas para los mismos. Ponan en circulacin modelos de cuadernos de quejas que hacan llegar hasta los ms recnditos rincones de las campias. El duque de Orlens, que pasaba por ser el protector oculto del partido patriota, haca redactar por Laclos las Instrucciones que l diriga a sus representantes en las bailas de sus tierras, y a Sieys, un modelo de Deliberaciones a tomar por las asambleas electorales. Necker orden a todos los funcionarios que guardasen la neutralidad ms absoluta, y si hubo quejas sobre este asunto, fueron denunciadas ms bien por los privile-

giados que, como en el caso de Amelot, intendente de Dijon, se lamentaban de que las autoridades ms bien favorecan a sus adversarios. Los Parlamentos intentaron hacer autos de fe con algunos folletos y publicaciones para ver si as lograban intimidar a sus autores e impresores. El de Pars cit ante l al doctor Guillotin por la publicacin de su Peticin de los ciudadanos domiciliados en Pars. Guillotin se present rodeado de una multitud inmensa que le aclamaba, y el Parlamento no se atrevi a arrestarlo. El mecanismo electoral, fijado por el Reglamento Real, era bastante complicado, pero de un gran liberalismo. Los miembros de los dos primeros rdenes haban de reunirse, precisamente, en la capitalidad de su baila para constituir la asamblea electoral del clero y la asamblea electoral de la nobleza. Todos los aristcratas de nobleza incontestable y transmisible tenan derecho de formar parte de la asamblea, personalmente. Las mismas mujeres nobles, que lo fueran por ttulo personal, y siempre que estuvieran en posesin de un feudo, podan hacerse representar por un procurador, mediante la correspon