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MÁS IGUALDAD. REDES PARA LA IGUALDAD Universidad de Sevilla Pabellón de Uruguay - Facultad de Filologia 25 al 27 octubre 2012 Congreso Internacional AUDEM (Asociación Universitaria de Estudios de Mujeres)

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  • MS IGUALDAD.REDES PARA LA IGUALDAD

    Universidad de SevillaPabelln de Uruguay - Facultad de Filologia

    25 al 27 octubre 2012

    Congreso Internacional AUDEM(Asociacin Universitaria de Estudios de Mujeres)

  • Congreso Internacional De La Asociacion UniversitariaDe Estudios De Las Mujeres (Audem)

    MAS IGUALDAD. REDES PARA LA IGUALDAD

    Milagro Martn Clavijo(editores)

  • CONGRESO INTERNACIONAL DE LA ASOCIACION UNIVERSITARIA DE ESTUDIOS DE LAS MUJERES (AUDEM)MAS IGUALDAD. REDES PARA LA IGUALDADMilagro Martn Clavijo (editora)

    Imagen de portada: Eva y el manzano de Adriana Assiniwww.adrianaassini.it

    2012Arcibel Coleccin: AUDEM

    Comit cientfico internacional: Iris M. Zavala (Universidad de Utrech), Mercedes Gonzlez De Sande (Universidad de Oviedo), Mara Rosal Nadales (Universidad de Crdoba), Milagro Martn Clavijo (Universidad de Salamanca), Vernica Pacheco Costa (Universidad Pablo Olavide), Elena Jaime de Pablos (Universidad de Almera), Socorro Surez Lafuente (Universidad de Oviedo), Ana Mara Daz Marcos (Universidad de Connecticut), Antonella Cagnolati (Universidad de Foggia), Isabel Gonzlez (Universidad de Santiago de Compostela), Estela Gonzlez de Sande (Universidad de Oviedo), Elena Lpez Torres (Universidad de Cdiz), Pilar Muoz Lpez (Universidad Autnoma de Madrid), Aurora Lpez Lpez (Universidad de Granada), Salvatore Bartolotta (UNED de Madrid), Laura Viuela Surez (Universidad de Oviedo), Alejandra Moreno lvarez (Universidad de Oviedo), Concha Fernndez Soto (Universidad de Almera), Alejandra Pacheco Costa (Universidad de Sevilla).

    ISBN: 978-84-15335-31-3

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    Almeda, Elena, Universidad de Granada, Mujer y moda a lo largo del XVIII: una cuestin de poder

    Arias Bautista, Mara Teresa, Presidenta de la Agrupacin Atenesta de Estudios sobre la Mujer Clara Campoamor, El humor feminista de Nuria Pompeia

    Arroyo Vzquez, Mara Luz, UNED, La campaa por la igualdad de derechos de la mujer de Elisabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony en Estados Unidos

    Barbato, Lucia, Universidad de Granada, La voz del intrprete como indicador de calidad en la interpretacin ante la Justicia: estudio de expectativas y evaluacin de calidad de las Magistradas de Euskadi

    Barrionuevo Prez, Raquel, Universidad de Sevilla, Harriet Hosmer, escultora de heronas mitolgicas

    Bartolotta, Salvatore, UNED, MDNA forever

    Bermejo Patn, Fernando, Universidad de Castilla-La Mancha, La participacin de la mujer en el dividendo demogrfico de Espaa

    Bigalli, Davide, Universit di Milano, Giovanna dArco: dea della notte o amazzone cristiana?

    Bretones Martnez, Carmen, Universidad de Sevilla, Mona Caird: una feminista radical de la cultura anglosajona finisecular

    Cabillas, Mara, Universidad Pablo de Olavide, Haciendo Historia con historias: Charlotte Delbo y el Holocausto Judo

    Cagnolati, Antonella, Universit di Foggia, El monopolio del hombre. La reflexin de Anna Kuliscioff sobre la desigualdad de las mujeres en el mundo laboral

    Calvo Garca, Guadalupe, Universidad de Cdiz, Qu significa el amor para las adolescentes con xito escolar?

    Caraballo Enstvez, Samuel-Zurian, Francisco A., Universidad Complutense de Madrid, La transicin en Espaa y su relacin con la representacin de la mujer en la serie Anillos de Oro de Radio Televisin Espaola

    Cardoso, Vera Lcia, Belo Horizonte, Minas Gerais Brasil, Media: el caso de la ex escola tcnica federal de minas gerais-CEFET-MG

    Carnino, Giovanna, Universit di Torino, Violencia contra las mujeres y violencia de gnero: reconsiderando la teora feminista entre diferencia y subversin

    Carro Fernndez, Susana, Universidad de Oviedo, La danza de las furias

    Casoli, Andrea, Universidad de Sevilla, La formazione maschile di Frida Kahlo

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    Castillo Villanueva, Alicia, Universidad de Limerick, Violencia y empoderamiento en las escritoras espaolas: de la postransicin al nuevo milenio

    Cerrato, Daniele, Universidad de Sevilla, Letture ed educazione delle donne nellItalia medievale

    Ciccarelli, Laura, UNED, Sofonisba Anguissola e i moti dellanimo

    Collantes, Snchez, Beatriz Mara,- Alonso, Mara Elisa, Universit Paris X Nanterre- La Dfense-Universit de Lorraine, La necesidad de la apertura del ordenamiento jurdico a nuevas personas-sujetos de derecho. Carencias de la lgica binaria en el derecho

    Collufio, Anna Maria, Le signore del castello e altre donne. La condizione femminile in Italia tra la fine del secondo e linizio del terzo millennio: casi clinici ed esperienze professionali

    Collufio, Claudia Lidia, Universidad de Sevilla, Mujeres Desesperadas y otras chapuzas sobre las mujeres

    Cuadrada Majo, Coral Universidad Rovira y Virgili, Tarragona, Las mujeres en los orgenes de Torreforta (Tarragona)

    Donoso-Vzquez, Trinidad-Velasco Martnez, Anna, Universidad de Barcelona, La formacin universitaria en gnero como toma de conciencia de las dinmicas generizadas

    Fernndez Soto, Concha, Universidad de Almera, La herencia del Tenorio de Aldelaida Muiz y Ms (1892): nica mujer para una parodia del mito donjuanesco

    Ferreira dos Santos, Eunice- dos Santos Ribeiro, Lilian Adriane, Universidade Federal do Par (UFPA-/Amaznia/Brasil)-Universidad de Sevilla, Las escrituras de las mujeres paraenses en el canon amaznico: tramas que marcan diferencias

    Ferrer Alcantud, Cor, Universidad Complutense y Autnoma de Madrid, Mujeres influyentes en la repblica de Roma: el ejercicio del poder femenino a travs de las asociaciones religiosas

    Gallego, Durn, M del Mar, Universidad de Huelva, Identidad hbrida y migracin en Ms all del mar de arena de Agns Agborton y En un lugar del Atlntico de Fatou Diome

    Garca, Carla Cristina, Pontificia Universidade Catlica de So Paulo-PUC, Reinas Piratas y otras Seoras del Mar

    Garca Conesa, Isabel Mara-Juan Rubio, Antonio Daniel Centro, Universitario de la Defensa (CUD), Maryse Cond: una mujer en busca de su propia identidad

    Gonzlez Clavijo, Eduardo, Universidad de Vigo, Inge Lehmann: La geloga danesa cansada de luchar con los hombres

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    Gonzlez De Sande, Estela, Universidad de Oviedo, La conquista de la igualdad en el campo cinematogrfico: temticas y objetivos comunes de las directoras italianas a partir de los aos ochenta

    Gonzlez De Sande, Mercedes, Universidad de Oviedo, Cristina da Pizzano y su lucha a favor de la igualdad femenina

    Gonzlez Moreno, Juana Mara, Universidad Internacional de Andaluca- Universidad Autnoma de Barcelona, El lenguaje jurdico o la violencia sutil contra las mujeres (a propsito de la regulacin del embarazo forzado en el Estatuto de Roma y en la reciente reforma del Cdigo Penal espaol)

    Gonzlez Naranjo, Roco, Universit di Limoges-Huelva, La rebelin de Penlope

    Graci, Salvatrice, UNED, Il Giappone e le donne: scrittrici, geishe, e loriginale vicenda di una pittrice di nome OTama

    Gutirrez Garca, Andrea- Delgado lvarez, M Carmen, Universidad Pontificia de Salamanca, Anlisis del discurso sobre prostitucin en jvenes

    Hernndez Morn, Mara Reyes, Universidad de Huelva, Feminizacin de las migraciones y empleo de las mujeres inmigrantes en Huelva

    Jaime de Pablos, M Elena, Universidad de Almera, Incesto y trauma en The Invisible Worm de Jennifer Johnston

    Martn Clavijo, Milagro, Universidad de Salamanca, La resistencia siciliana: el grito de Maria Occhipinti

    Morales Monguillot, Paula, Doctoranda en Estudios de Gnero (C. E. A. U. N. C.). Licenciada en Comunicacin Social (E. C. I. - U. N. C.) Becaria de Investigacin - Secretara de Ciencia y Tecnologa (S. E. C. y T. - U. N. C.), Violencia Meditica y cultura androcntrica: un mapeo contemporneo de ciertos diacrticos en la comunicacin radiofnica argentina

    Muoz Lpez, Pilar, Universidad Autnoma de Madrid, Visibilizacin de la identidad en las producciones de mujeres artistas en la Historia del Arte y en el Arte Contemporneo

    Neiger, Giovanna, Universit IULM Milano, Per un linguaggio gender-free. Uno sguardo agli usi non sessisti della lingua italiana e di quella tedesca

    Nocco, Giovanna, Universidad de Bari, Un altro specchio dellEuropa:una donna sotto lo sguardo di Borges

    Pacheco Costa, Vernica, Universidad Pablo Olavide de Sevilla, Sufragistas sobre el escenario en la lucha por los derechos de las mujeres en el Reino Unido

    Palomo, Carmen, Universidad de Sevilla, Palabras para un viaje obligado: los textos autobiogrficos de dos escritoras del exilio de 1939

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    Picelli, Federica, Universidad de Sevilla, Nana: il potere femminile secondo Niki de Saint Phalle

    Pocia, Andrs, Universidad de Granada, Ida Ramundo vedova Mancuso, la mscara ms apasionante tejida por Elsa Morante

    Porcel Garca, Mara Isabel, Universidad de Sevilla, Las mujeres de...: artistas y musas en las sombras en la Literatura y las Artes

    Poveda Sanz, Mara, Universidad Complutense, Conquistadoras y exiliadas: formacin y profesin de las exiliadas intelectuales en Mxico

    Pulido Polo, Marta, Universidad de Sevilla-Universidad de Cdiz, Comunicacin en igualdad: la gestin de la comunicacin organizacional desde una perspectiva de gnero

    Reyes Ferrer, Mara, Universidad de Murcia, Reinterpretando la historia a travs de la imagen y la palabra: otra historia es posible

    Ferreira dos Santos, Eunice, Universidad Federal de Par-Brasil (UFPA). dos Santos Ribeiro, Lilian Adriane, Universidad de Sevilla-Espaa, Las escrituras de las mujeres paraenses en el canon amaznico: tramas que marcan diferencias

    Romero Rodrguez, Juan Alberto, Universidad de Sevilla, El fracaso de la revolucin: la imagen de la mujer en el arte europeo de fin de siglo

    Rosal Nadales, Mara, Universidad de Crdoba, Para comerte mejor. Revisin y subversin en la poesa contempornea

    Rubn Vzquez de Parga, Isabel, Maruja Mallo: viajes, amistades y exilios

    Sez Mndez, Leonor, Universidad de Murcia, La igualdad desde la paz

    Safi, Nadia, Universidad de Granada, Las mujeres y el lenguaje misgino en la poesa rabe andalus

    Sagredo Santos, Antonia, UNED, El Instituto Internacional y su labor a favor de la igualdad: dimensin cultural de las relaciones Espaa-Estados Unidos

    Soler Arteaga, M Jess, Universidad de Sevilla, El Urogallo, una revista de los aos 70

    Luna Gonzlez , Esther, Soria Ortega, Vanessa, Universidad de Barcelona, Metodologa pedaggica para el fomento de la participacin de las mujeres en la comunidad

    Stucchi, Marianna, UNED, Almodvar: diversit o uguaglianza?

    Suarez Villegas, Juan Carlos, Universidad de Sevilla, La triple vulnerabilidad de la mujer inmigrante

    Surez Ortega, Magdalena-Botella Prez, Paula, Universidad de Sevilla, Trayectorias acadmicas, profesionales y vitales de mujeres gitanas: entre el deseo y la realidad

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    Torres Lpez, Nuria, Universidad de Almera, This Charming Man de Marian Keyes: maltrato a la mujer en la Literatura Contempornea Irlandesa

    Velasco de Castro, Roco, Universidad de Extremadura, Solidaridad y empoderamiento en Marruecos: El testimonio vital de Aicha Channa

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    Mas igualdad. Redes para la igualdad

    MUJER Y MODA A LO LARGO DEL XVIII: UNA CUESTIN DE PODER

    Elena Almeda MolinaUniversidad de Granada

    estado de la cuestin

    El siglo XVIII se inicia en Espaa en 1700 con el ascenso al poder de la monarqua borbnica y la subida al trono de un rey francs nieto de Luis XIV, Felipe V (1700-1746), casado con la italiana Mara Luisa de Saboya. Desde este momento se inicia un proyecto ilustrado cuyo eje ser racionalizar el Estado y todos los mbitos de la vida cotidiana, con el propsito de borrar cualquier signo de decadencia de la poca anterior. Para ello, era conveniente rodearse de una nueva lite poltica dispuesta a modificar las estructuras de la sociedad en aras del progreso y del bienestar. Durante el reinado de Carlos III (1759-1788), esposo de Mara Amalia de Sajonia, dicho proyecto reformista llega a su mximo esplendor, para lo cual los llamados canales de la Ilustracin (prensa ilustrada, Sociedades Econmicas, nuevas Intendencias) resultaron imprescindibles. A partir de aqu comienza un declive de la razn ilustrada que coincide en el tiempo con el gobierno de Carlos IV y M Luisa de Parma (1788-1808), nacido a la luz de la violenta explosin de la Revolucin francesa y el nuevo rgimen instaurado tras la muerte en la guillotina de los reyes de Francia, lo cual afect de manera ostensible al gobierno del pas.

    Este cambio de monarqua y con l, la nueva manera de hacer poltica, transformaron profundamente las costumbres y el sistema de relaciones sociales, si bien no afectar por igual a todos los espacios y estamentos de la sociedad y tendr un ritmo diverso, pues no todos los sectores acogern por igual todas estas novedades (Palacios Fernndez 2002:4). El caso ms obvio es el de las clases populares, que sencillamente, no podan acogerse a los nuevos usos, pues su estilo de vida estaba basado casi en la pura supervivencia y por lo tanto muy alejado de la acogida de las luces, mientras que un alto porcentaje de la nobleza, especialmente la nobleza ociosa, y la incipiente burguesa estaban ms atentos a los gustos extranjeros marcados por el pas vecino, convertido en filn de magisterios.

    Los Borbones comienzan un proceso de racionalizacin del comportamiento como parte de su proyecto ilustrado en el que el concepto de civilizacin1 se intenta colar por todos los mbitos de la sociedad. La corte francesa era elegante y refinada y esta nueva sociabilidad y maneras civilizadas se introducen en Espaa, sobre todo en aquellas ciudades que estaban abiertas a las novedades, como eran Madrid, Barcelona, Sevilla o Cdiz, aunque no exenta de problemas ticos, conductuales y de todo tipo porque al mismo tiempo ello supona el resquebrajamiento de las formas de vida tradicionales representadas por majos y majas. Para los hombres ilustrados del Setecientos los hechos sociales y culturales que conlleva la civilizacin suponan aceleracin, movimiento, opinin, duda, variedad, debate. Civilizar era un objetivo de la Ilustracin tanto en Espaa como en otros pases y la civilizacin era el estado moderno al que aspiraba un sector de la poblacin. Principios imprescindibles de esta nueva forma de vida civilizada eran las frmulas galantes y la cortesa, el cortejo, las tertulias y los cafs, el teatro y los bailes de mscaras, los paseos y los salones, todos ellos nuevos espacios pblicos convertidos en instrumentos ilustrados. Sin embargo, esta conquista de los nuevos lugares era vista por los sectores refractarios de la sociedad como formas negativas de conducta, de modo que asistir a tertulias, frecuentar cafs, ser asiduo en las reuniones en los salones de moda, seguir las modas francesas en la indumentaria, etc., podan entenderse y se entendan como formas de hipocresa, irreligiosas y, desde luego, no espaolas. Quiere esto decir que ser manlo o petimetre, aceptar o no los peridicos y los nuevos lugares de sociabilidad, usar sombrerito o mantilla, preferir el brasero o la chimenea, no fueron simples ancdotas que contar hoy, sino que tras esas

    1) Esta palabra se documenta por supuesto de forma satrica por primera vez en Espaa en 1763, en un sainete de Ramn de la Cruz titulado precisamente La civilizacin, pero no se recoge en el diccionario de la RAE hasta 1817, accin y efecto de civilizar. CIVILIZAR, hacer culto y sociable.

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    Congreso Internacional De La Asociacion Universitaria De Estudios De Las Mujeres (Audem)

    elecciones, haba una carga ideolgica, una postura ante los cambios civilizadores y una opinin poltica que trascenda una apuesta vital (lvarez Barrientos 2001: 148).

    En este acomodamiento a los nuevos usos y costumbres, la construccin de la apariencia y la imagen pblica era de una importancia vital, pues era el modo de participar de la nueva sociabilidad. Los miembros de esta nueva sociedad (refirindonos exclusivamente a la alta sociedad) realizaban visitas, paseaban, asistan a tertulias, bailes, fiestas, teatros, etc. y la mujer adquiri un protagonismo que no haba tenido nunca hasta entonces, pues empez a dominar los espacios pblicos: dejaron de ser invisibles y abandonaron el encierro en su hogar, precisamente porque ste se abri a la esfera pblica: en l, por ejemplo, se realizaban tertulias muchas de ellas a lo largo del XVIII fueron lideradas por mujeres, sobre todo en Cdiz-, se acogan igualmente los consejos del abate en materia de indumentaria o se reciba a los cortejos, fundamentalmente en el tocador, escenario privilegiado para construir la apariencia donde ella es la protagonista absoluta (Vega y Molina 2005: 98 y siguientes).

    En efecto, merece la pena detenernos en la revisin de la situacin de la mujer en la sociedad del siglo XVIII, cuyo inicio plantea un panorama muy parecido al de la centuria precedente. La creencia generalizada en el siglo XVIII consideraba que las mujeres no eran unos seres autnomos o racionales; los deberes familiares las privaban de autonoma y la anatoma dictaba que era la emocin, y no la razn, la que gobernaba sus vidas. Como aquella era una sociedad hormada sobre la desigualdad, no resultaba extrao aceptar el privilegiado estatus masculino frente al femenino, pues en esta sociedad patriarcal, que aceptaba una permanente minora jurdica de las mujeres, se le arrogaba al varn un poder sobresaliente sobre las mujeres y en consecuencia, stas haban de obedecer y aceptar el poder del cabeza de familia. En definitiva, al igual que las mujeres en la sociedad del Antiguo Rgimen, en el mundo heredado por la Ilustracin stas no posean una identidad propia, sino que indirectamente, eran consideradas en funcin del linaje familiar al que pertenecieran, que siempre era representado por el varn (Fernndez Vargas 2008: 114-115). Por tanto, las tareas que le eran comunes y reconocidas como tal se limitaban a las labores domsticas, la atencin del marido y de los hijos, hilar y dirigir a los criados si los haba- y apenas poco ms. No sala de casa salvo para asistir a misa y tampoco le estaba permitido leer, so castigo de ser motejada de (Palacios Fernndez 2002: 7). Esto demuestra cmo, a pesar de su vocacin universal, la Ilustracin a menudo pareca dedicar la misma energa a designar a grupos sociales enteros (las mujeres, los campesinos o los pobres) como sordos a la voz de la razn que a construir un mundo mejor, por lo que seguir habiendo mujeres ignorantes y analfabetas excluidas del progreso social, si bien no todas afortunadamente.

    Las mujeres de las clases populares soportaban unas condiciones de higiene pblica y personal que mucho distaban de ser las adecuadas cuando existan. Aposentadas bien en los arrabales de la ciudad, bien en stanos, covachuelas, pisos altos o buhardillas del casco urbano, haban de intentar diariamente ordenar, acondicionar y proveer la alimentacin y el vestido de las personas de su hogar, adems los trabajos extradomsticos en los que participaran. Todo ello nos permite intuir una existencia cotidiana de la sociedad popular bulliciosa, ruidosa, ubicada en plazas y calles y con fricciones y tensiones frecuentes. Poco espacio haba, por tanto, para la ociosidad, un concepto que, si bien se reitera como algo para erradicar por parte de los ilustrados, no parece que, con esos condicionantes, deba de extenderse tal apreciacin hacia la mayora de las mujeres de las clases populares, en donde el trabajo diario era real.

    Por un lado, ser soltera era lo mismo que ser un cero a la izquierda en opinin de Josefa Amar y por otro, el ser una mujer casada representaba tener que llevar una vida discreta, fuera de la rumorologa del barrio y por supuesto, cumplir con la propagacin de la estirpe segn los preceptos cristianos y transmitir los valores inmutables familiares y afectivos. No obstante, en la realidad de esta sociedad popular, el cdigo del honor no era tan encorsetado ni tan rgido como en las clases medias y aristocrticas y puesto que Madrid deseaba modernizarse e incorporar los nuevos valores civilizados, se pretendan cancelar comportamientos del pasado a este respecto, cabe decir que los majos y majas, como representantes de los tipos populares, mantenan un planteamiento tradicional en sus relaciones de pareja, a la par que se mostraban con arrogancia como la quintaesencia de la identidad nacional, en contra del clima liberal y

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    Mas igualdad. Redes para la igualdad

    europesta que se estaba instaurando en los comportamientos de las clases superiores (Fernndez Vargas 2008: 110-125).

    La otra cara de la moneda la conformaban las mujeres pertenecientes a la alta sociedad. En trminos generales (porque un sector de la nobleza se mantuvo ms apegado a la tradicin) en un contexto en donde se valora sobre todo la sociabilidad, la mujer y su mundo cambian sobremanera a lo largo de la centuria. Rompiendo con los usos tradicionales, la mujer sale de casa, se integra en la sociedad y la anima, tomando conciencia de su condicin femenina y exigiendo un puesto en la sociedad para colaborar en la transformacin de la misma acorde con el ideario reformista. Pasea por el Prado (si bien esto tambin lo harn las mujeres de las clases populares en la medida de sus posibilidades), participa de los espectculos pblicos como los toros o el teatro y se hace acompaar del cortejo que en no pocas ocasiones se convirti en el amante. En resumen, el viejo concepto de recato fue sustituido por el de marcialidad, en la que las mujeres adoptaban una actitud ms libre ante el amor, que escandalizaba a clrigos tridentinos y conservadores, o a costumbristas castizos que observaban con enojo estos nuevos usos (Palacios Fernndez 2002: 6-7).

    De lo que no hay duda es que las mujeres aprovecharon muy bien los nuevos espacios de la nueva sociedad, que permitieron abrir el debate sobre la igualdad de sexos y en los que la voz femenina era escuchada. Valgan como ejemplo los salones espacios informales de expresin- madrileos liderados por las aristcratas espaolas, en los que ellas ejercan su liderazgo discreta pero firmemente: el saln abierto en 1749 por Rosa Mara de las Nieves de Castro y Centurin, condesa de Lemos y marquesa de Sarria (1691-1772), ubicado en su palacio madrileo de la Plaza de Santiago y al que llam Academia del Buen Gusto; el de Mara Lorenza de los Ros, marquesa de Fuerte Hjar, mujer culta y de refinada educacin francesa; el saln ms famoso de Madrid, abierto por la duquesa de Benavente y condesa de Osuna, Mara Josefa Alfonsa Pimentel y Tllez-Girn (a quien Don Manuel de la Pea, Marqus de la Bondad Real, ejerca de cortejo) o el de Francisca de Sales Portocarrero y Ziga (1754-1808), sexta titular del estado de Montijo y Condesa del mismo nombre que abri su saln a un grupo muy especial de intelectuales. Todas se revelaron como un grupo de mujeres con una personalidad fuerte, intelectualmente bien preparadas e influyentes, que podan modificar decisiones polticas o enfrentarse a los socios varones de la Matritense cuando no compartan sus puntos de vista (Fernndez Vargas 2008:150). Como socias de la Junta de Damas, las mujeres de la alta sociedad intervinieron notablemente en los temas candentes de la sociedad y el principal de todos ellos en relacin al propsito de esta comunicacin, fue la consabida polmica en torno al lujo, que les afectaba directamente como miembros distinguidos de la clase aristocrtica, por ser los ms proclives a abandonarse con desmesura a los abusos en materia de indumentaria.

    Nacimiento de la moda y polmica sobre el lujo en el XVIII 1.1. Vestirse es uno de los hechos ms cotidianos que realiza el ser humano, pero la moda nos referimos

    concretamente a la historia de la moda como tal, no a sus precedentes- es una invencin dieciochesca, pues nacimiento tiene lugar al mismo tiempo que el de la sociedad de consumo2. Surge en el XVIII en la corte versallesca de Luis XIV (nico personaje que poda mantener el estilo de vida que l mismo instaur y que estaba ntimamente relacionado con el lujo exquisito y excesivo y la ociosidad de hombres y mujeres) en el seno de una sociedad principalmente esttica y se erige desde el principio en un signo claro de identidad y en un efectivo cdigo de comunicacin, que va evolucionando a lo largo del tiempo hasta convertirse en una actitud ante la vida ligada al concepto de cultura.

    En Espaa, la influencia de lo francs se dejar sentir hasta en la lengua, pues en este momento se acogen muchos trminos de la lengua francesa, y buena parte de los mismos designan elementos indumentarios. Es preciso hacer hincapi en el concepto de novedad, pues en efecto, la sociedad dieciochesca conoci

    2) El propio trmino moda, que proviene del francs, aparece por primera vez en el Diccionario de Autoridades en 1734 como uso, modo costumbre. Tmase regularmente por el que es nuevamente introducido, y con especialidad en los trages y modos de vestir. En el diccionario de carcter enciclopdico de Esteban de Terreros, que vio la luz a finales del XVIII, se define como costumbre, uso que se ha introducido de nuevo en hablar, vestir, &c. Suelese decir la gran moda por aquella que es mui sobresaliente, y nueva, que la siguen los de mejor capricho, mas apasionados de modas. Ahora, pues, nacen tambin las nociones de gusto y de conciencia esttica.

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    Congreso Internacional De La Asociacion Universitaria De Estudios De Las Mujeres (Audem)

    muy bien un placer desmedido en el inmediato anhelo de lo nuevo, y sucumbi al hechizo del lujo y la novedad, tal es el imaginario cultural de la Espaa del XVIII. Y el propio Feijoo apuntaba ya en 1726 que los excesos de la moda provenan de Francia, identificada con la ligereza y la frivolidad. Ello provoc muchas crticas durante todo el siglo por parte de los ilustrados e intelectuales, que se cebaban sobre todo en la figura femenina las petimetras- y en los petimetres o currutacos, hasta el punto de generarse una controversia sobre si el lujo era positivo o no para la nacin y, al mismo tiempo, una diatriba contra estos personajes como figuras que encarnaban esa fascinacin por la moda y el adorno, adems de representar el gusto extranjerizante y la falsedad artificiosa (Daz Marcos 2008: 37). De hecho, los viajeros extranjeros en nuestro pas durante el XVIII constataron el hecho de que la llegada de la monarqua borbnica supuso cambios no slo en la poltica, sino tambin en las costumbres y en las modas de las espaolas, en especial en las mujeres de la corte porque lgicamente eran casi las nicas que podan permitirse el derroche en artculos de lujo. En 1777, el ingls Philip Thicknesse describa que el vestido de las espaolas segua la moda francesa: Como estars esperando escuchar algo sobre las mujeres en Espaa te dir que cuando salen de sus carruajes todas estn vestidas siguiendo la moda Francesa (British Library, A years Journey through France and part of Spain, 1777, citado en Fernndez Vargas 2008: 193). Las mujeres consuman y algunas sin mesura para desgracia de la economa de su hogar- todos aquellos productos que les permitan seguir al dictado las modas dictadas por Francia y las lucan en los nuevos espacios pblicos.

    El debate en torno al lujo se desarroll en la prensa ilustrada de Madrid a lo largo de la segunda mitad de siglo en consonancia con el periodo lgido de la puesta en marcha del proyecto reformista borbnico, con Carlos III como gobernante- entre El Pensador de Clavijo y Fajardo (1762- 1769) y El Correo de los Ciegos de Madrid (1786-1791). El eje principal de la polmica fue la discusin en torno a los efectos perniciosos del lujo o a su pretendida utilidad, pues tambin exista una lnea de pensamiento acorde con los postulados del escocs David Hume que sostena que una creciente sofistificacin de la sociedad conduca a un aumento de la sociabilidad. Los principales oponentes fueron los representantes de lo castizo, esto es, los majos y majas habitantes de los barrios centrales de Madrid Maravillas, Barquillo, Lavapis...- que reivindicaban con su atuendo, hbitos alimenticios, costumbres, lenguaje (gustaban de hablar con aire de taco), sistema de valores, el modo de ser genuinamente espaol. Ilustran un aspecto clave relacionado con la moda y la indumentaria de la poca: la idea de patriotismo frente a lo extranjerizante, percibido como un atentado a la idiosincrasia castiza. No obstante, en el caso de las majas, que es lo que nos interesa, los excesos las llevaban a convertirse a menudo incluso en caricatura, porque sobreactuaban con frecuencia llegando a la chabacanera y a la insolencia. Por tanto, representar el papel de majos o majas con voluntad reivindicativa no era un comportamiento natural frente a la afectacin de las mujeres de las altas esferas que sern llamadas petimetras, pues ambas eran exceso y artificio (Daz Marcos 2008: 44). De cualquier modo, estos personajes resultaron muy atractivos para ciertos sectores de la alta nobleza; los bailes de mscaras y las fiestas de carnaval se convertan en ocasiones ideales para disfrazarse y jugar a ser lo que no se era, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo, y disfrazarse de majo o maja representaba una ocasin ideal para tener ms libertad esttica y ertica. Esto supuso un grave problema cuando se constat el peligro de confusin real de clases sociales, y es que apropiarse de los modales, el porte, el lenguaje y el atuendo de las clases populares, aplebeyaba los usos y costumbres de la nobleza, fenmeno conocido como majismo. Incluso en 1799 el propio Goya escribi aquello de el mundo es una mscara; el rostro, el traje, la voz, todo es fingido. Todos quieren aparentar lo que no son, todos engaan y nadie se conoce (Vega y Molina 2005: 89). Elocuentes palabras que ponen de manifiesto cmo la construccin de la apariencia a travs de la indumentaria fue el motor imprescindible para la ostentacin de la imagen pblica. As qued expresado tambin en el Diario de Madrid en 1788:

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    [] el luxo es una vanidad tonta, y costosa: es un gasto vicioso que la costumbre ha hecho casi preciso; y en otros terminos mas claros, es un lacayo con camisola, dos reloxes, y hebillas de plata: una cocinera con basquia, medias de seda, y mantilla de toalla: un artesano o menestral con capa de grana, galones de o vestido de terciopelo (Biblioteca Nacional, Diario de Madrid, 15 de Enero de 1788, citado en Fernndez Vargas 2008: 188).

    Sin embargo, se estaba tambin de acuerdo en que lo perjudicial no era el lujo en s, sino la direccin que haba tomado, orientada hacia el consumo de artculos innecesarios y despreciables en detrimento de la industria nacional, de lo cual la culpa principal recaa en las mujeres. Incluso algunos peridicos, como El Censor o el propio El Pensador, justificaron racionalmente que dicho comportamiento era el fruto de la falta de expectativas de las mujeres en la sociedad dieciochesca, cuya vida se limitaba al convento o a la casa y, sobre todo, resaltaban la carencia de una educacin que fomentara en ellas otra serie de virtudes. Tanto es as que algunas mujeres obviamente las mejor preparadas- se atrevieron a escribir cartas a los peridicos para exponer que la culpa de que las seoras gastasen tanto en modas la tenan los hombres:

    Pobres de nosotras. Sujetas casi siempre a la tyrania de los hombres, notenemos mas guia, que su exemplo, ni mas voluntad, que sus caprichosEs verdad que empleamos mucho tiempo en un adorno demasiadamenteafectado; pero el usarlo nosotras no es prueba evidente deque gusta a los hombres? Nuestros padres tratan con descuido nuestraeducacin en la infancia: nuestras madres contribuyen a que hagamosun gruesso caudal de vanidad, y coquetera en la juventud: nuestrosmaridos y Cortejos perfeccionan la obra Ah! Y que distintas seramos,si los hombres no fueran como son! (El Pensador, Pensamiento XVIII, citado en Fernndez Vargas 2008:196).

    Se propuso como solucin la creacin de un traje nacional, propuesta que vio la luz en 1788 en un opsculo titulado Discurso sobre el luxo de las seoras y proyecto de un trage nacional, escrito supuestamente por una mujer, M.O., pero que ocultaba con cierta seguridad la autora masculina. Se diriga a Floridablanca y ste lo envi inmediatamente a la recin creada Junta de Damas. El propsito fundamental persegua arbitrar un modo ms clarificador en las maneras de vestir, y para ello se propusieron tres modelos diferentes: La Espaola, La Carolina y La Borbonesa o Madrilea en funcin del grupo social al que se perteneca, con la condicin de que tanto los materiales como los tejidos y adornos utilizados en su confeccin provinieran de la industria nacional. La paradoja vino dada en que al analizar las estampas de estos trajes nacionales los tres vestidos seguan las modas francesas sin los dos elementos ms genuinamente espaoles: la mantilla y la basquia (Vega y Molina 2005: 154), si bien este hallazgo debe matizarse, en opinin de los estudiosos.

    El hecho es que las mujeres socias de la Junta de Damas no aceptaron, en primer lugar, su culpabilidad en la cuestin de los abusos en cuanto a modas y en segundo lugar, manifestaron su rechazo a la propuesta del traje nacional, pues crean en otra solucin ms acorde con los postulados de la Ilustracin: invertir en la educacin como base sobre la que asentar un verdadero cambio en las costumbres y en el respeto a la libertad individual. Para predicar con el ejemplo, a partir de 1787 fueron las damas las encargadas de las cuatro escuelas erradicadas en las parroquias madrileas de San Gins, San Sebastin, San Martn y San Andrs. Desde esos nuevos espacios se enseaba a ms de doscientas alumnas provenientes de los sectores populares ms desfavorecidos a cardar, hilar, tejer y coser piezas de lencera, a la vez que se las instrua en la lectura, escritura y el canto (Fernndez Vargas 2008: 164).

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    la mujer icono de la moda en el siglo ilustrado

    Durante todo el siglo XVIII la moda (tanto masculina como femenina) en Espaa es francesa. Esta moda evoluciona notablemente a lo largo del siglo y el vestido de la mujer se va adaptando a los sucesivos cambios. Sobre el cuerpo se llevaba siempre una camisa y el tontillo, para ahuecar las faldas; los vestidos franceses por excelencia fueron la bata y el vestido a la polonesa, pero sobre todo, donde ms se aprecia la influencia gala es en la profusin de adornos, de medias de seda, zapatos, tocados y de todo tipo de complementos (lazos, abanicos, quitasoles, mantillas, broches, etc.). Al construir Inglaterra, paralelamente, su imperio martimo y colonial fueron desapareciendo paulatinamente las diferencias estamentales del Antiguo Rgimen como fruto de la revolucin, lo que signific la hegemona inglesa en el comercio e importacin de nuevos tejidos (algodn, muselina, linn, batista) que, a su vez, harn las delicias de Francia, que rpidamente comenz a imitar el estilo sencillo y prctico de la burguesa inglesa las mujeres se vistieron entonces con el tpico robe la anglaise, un traje de telas vaporosas y ligeras que propici la importacin de las muselinas inglesas. Para fines de siglo, dicha moda ha sido adoptada y transformada por Francia y desde aqu se importa al resto de Europa. Espaa, en donde para entonces todava la polmica sobre el traje nacional estaba en boga, aunque tambin sometido a algunas modificaciones, no quedar ajena a esta evolucin. Con la Revolucin Francesa la moda dio un giro radical y volvi a cambiar, ahora a imitacin de las estatuas clsicas, como si las mujeres fueran nuevas vestales o musas. Por tanto, a mediados de los 90 aparece el vestido camisa, un vestido sencillo, vaporoso y casi transparente con talle alto, a la altura del pecho. Muchas mujeres de la alta aristocracia espaola se apuntaron enseguida a la nueva moda, y as podemos ver a la condesa de Chinchn retratada por Goya en 1800 con este atuendo e incluso a la propia reina Mara Luisa, quien de inmediato se hizo eco de la nueva moda3 y as se le impuso a Goya como nuevo retrato de recepcin valga para ello el retrato realizado tambin en 1800 La familia de Carlos IV, en donde aparece la reina con vestido camisa al estilo de la corte, es decir, adornado de manera rica y ostentosa, de una forma natural, sin peluca ni postizos o armazones (Leira Snchez 2008: 222).

    No obstante, la principal peculiaridad de la moda espaola del siglo XVIII es que junto a estas modas extranjeras coexisti una vestimenta tpicamente espaola cuyas dos prendas principales eran la basquia o guardapis una falda larga de color negro en la mayora de las ocasiones cuyo uso fue obligatorio hasta 1810 aproximadamente- y la mantilla (segn el D. de Autoridades, una especie de cobertura de bayeta, grana u otra tela con que las mujeres se cubren y abrigan). Todas las mujeres sin excepcin tenan y usaban estas dos prendas (la diferencia estribaba en la calidad de sus tejidos seda o muselina para las clases altas y lana para las populares- y en los adornos), pues de hecho, eran obligatorias para salir a la calle y por tanto, se llevaban encima de los trajes franceses. Hay muchos testimonios que han dejado buena cuenta de estos usos; entre ellos, el de Blanco White es muy clarificador: El traje de paseo de las seoras no se distingue por su variedad. A no ser que est ardiendo la casa, una mujer espaola no saldr a la calle sin unas anchas enaguas de color negro la basquia o saya- y un amplio velo que cae de la cabeza a los hombros y que se cruza delante del pecho a modo de chal4, al que llamamos mantilla (Blanco White, testimonio citado en Vega y Molina 2005: 156).

    Merece tambin la pena escuchar las palabras del clrigo Joseph Townsend en 1787 a propsito del atavo de estas mujeres (citado en Plaza Orellana 2009: 33-34):

    Algunas tienen la suficiente habilidad como para mantener el cortejo en secreto, lo que no resulta difcil en Espaa, donde las seoras van a misa tan tapadas que no se las reconoce con facilidad. Todas usan para esta tarea el vestido caracterstico del pas, que incluye la basquia, o refajo de seda negra, y la mantilla, que hace las veces de manto y velo, permitindolas ocultar la cara por completo. De esta guisa tienen total libertad para ir a donde les apetezca. Si la sigue un criado debe ganrselo

    3) No en vano, fue clienta de Rose Bertin la modista de la reina de Francia y reina de los salones de moda por excelencia, Mara Antonieta. 4) Curiosamente, el trmino chal, de origen eminentemente francs, no se documenta en el diccionario de la RAE hasta 1817, definido como especie de manteleta que usan las mugeres, suelta y tan ancha en los extremos como en el medio.

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    para evitar molestias. Por otra parte, como la casa entera est a disposicin de las visitas durante todo el da y al marido, que ocupa un lugar casi completamente insignificante en el hogar, apenas se le ve, y cuando aparece se muestra perfectamente extrao para todas las visitas, el amante pueda pasar completamente desapercibido

    No es de extraar por tanto que muchas mujeres de la aristocracia se hicieran retratar, todas ellas por Goya, luciendo basquia y mantilla: la Marquesa de la Solana 1795, la Duquesa de Alba en 1797, la Marquesa de Santiago o la propia reina Mara Luisa en 1799. Y tan arraigada estaba esta tradicin, que cualquier cambio no era bien recibido. Como ancdota, la relatada por el viajero alemn Wilhem von Humboldt cuando unas mujeres decidieron, en la Semana Santa de 1799, usar basquias de color lila: el pueblo, hombres y mujeres, las ha seguido por el Prado, les ha arrancado los vestidos y arrojado piedras [] El Rey ha expedido una cdula contra semejante extravagancia en el vestir. Al pueblo no le gusta ver las valiosas basquias y no quieren que se aparte del vestido tpico (citado en Vega y Molina 2005: 156).

    Las palabras del clrigo Towsend resultan tambin muy reveladoras para abordar el tema de las visitas y del cortejo5, caracterstico igualmente de este siglo y con gran poder para influir en la construccin de la apariencia, como se expresa burlonamente en un peridico de la poca: Lo que la hace estar alegre y risuea es que las gentes [] ven que es mujer de mrito, y de importancia porque tiene cortejo. Esto es lo que la anima, la ensancha y la ahueca. El Don Cortejo es joven, rico, de buena familia, bien parecido, petimetre, y capaz, slo si se atiende a su figura, a ocasionar guerras civiles entre las damas [] (Citado en Vega y Molina 2005: 156).

    De igual modo, otra figura tpica que acompaaba a la mujer en su tocador para instruirla y aconsejarla en materia de indumentaria era el abate. Un dibujo de Goya incluido en el lbum de Madrid representa a una mujer una petimetra- en primer plano tirndonse del pelo en actitud de rabia con el siguiente comentario: Manda que quiten coche, se despeina, y arranca el pelo y patea, porque el Abate Pichurris le ha dicho en sus ocicos que estaba descolorida. Valga esto como ejemplo de los comportamientos caprichosos y ridculos a los que llevaba la obsesin por la moda (Vega y Molina 2005: 114).

    Estas mujeres pedigeas, derrochadoras y obsesionadas con la moda fueron llamadas, en efecto, petimetras o damas o madamitas de nuevo cuo. Como tipos sociales, las petimetras fueron producto de una creacin cultural en la modernidad del mundo civilizado y de hecho, no es casual que los trminos petimetre y petimetra procedan de una expresin francesa, pues estos personajes se caracterizaban precisamente por la fascinacin por todo lo francs, y por un lenguaje salpicado de galicismos6. La petimetra se opona por definicin al ideal femenino patriarcal y hogareo; era una mujer coqueta y adicta a las modas que se haca acompaar con frecuencia del cortejo o del pretendiente con quien conversaba frvolamente sobre sus temas favoritos: modas, vestidos, peinados y cosmticos. Gustaba de todas las extravagancias y novedades (hasta el punto de mudar de gustos y hbitos vestimentarios cada da) y la dominaba el deseo de agradar, competir socialmente y gastar hasta arruinarse. Las petimetras rechazaban de plano todo lo que tuviera que ver con lo nacional para vestirse:

    Yo me he educado con las maneras ms finas, y en todas mis cosas me manejo por los resortes de la extravagancia y delicadeza. Hallo un no s qu de tosco y grosero en las producciones nacionales, que slo me elastizan las ideas e inventos de los Extranjeros, tanto para la mesa, como para el ornato exterior. Todo lo ultramarino y forastero tiene para m un aire elegante y vigoroso, que conglutinado a mi espritu, me llena de noble elevacin, que me hace concebir un soberano desprecio de todas las

    5) Este amoroso fue tambin conocido como chichisveo, definido en el D. de Autoridades desde 1729 (y hasta 1869) como Es-pcie de galanto, obsequio y servicio cortesano de un hombre una muger, que no reprehende el empcho; pero le condena por peligroso la conciencia. Es voz Italiana, de donde se ha introducido en Espaa.6) Petimetre es definido en el D. de Autoridades en 1737 como el joven que cuida demasiadamente de su compostura, y de seguir las modas. Es voz compuesta de palabras Francesas, introducida sin necesidad. Petimetra no se documenta, pero viene a ser lo mismo.

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    cosas que sirven al uso de la baja plebe, y as, todo lo que no viene de Pars, Londres o msterdam es para m enteramente contentible. (Citado en Vega y Molina 2005: 127).

    El ritual diario que seguan estas damas fue tambin irnicamente criticado en la prensa. As, por ejemplo, El Pensador dedica el pensamiento XX a ridiculizar el comportamiento de una de ellas:

    Levantase por la maana una Dama de estas La primera diligencia es tomar chocolate Da Madama una buelta a su casa con pretexto de ver si reyna en ella el orden, y el asseo; pero en la realidad solo por hacer un poco de ejercicio, y digerir su chocolate: empieza a reir a sus criados y criadas. Suspende por un rato esta gresca, y passa Madama al tocador. Suponese que entran l las visitas: de otro modo no sera posible que sufriesse las dos horas del martirio cuotidiano, ni las quatro, que corresponden al peynado de primera classe con rosas, y claveles. Acabada esta faena, empieza la de vestirse, que segn la delicada prolijidad de las Damas, y el sin numero de frioleras, y dijecillos, que emplean en adorno, no deja de ser un trabajo ms que mediano, tolerable solo por el afan de parecer bien, que es el deseo innato en las mujeres [] (Hemeroteca Municipal de Madrid, El Pensador (1762-1767), citado en Fernndez Vargas 2008: 194).

    Como ya hemos dicho, la prensa incida tambin en la vana necesidad por parte de las mujeres de consumir artculos innecesarios y trados de fuera (se lleg incluso a engaar vendiendo como artculos extranjeros algunos productos nacionales para poder darles salida) que llevaban al despilfarro y al derroche. As se lamentaba en El Pensador (Pensamiento LIII) un hombre casado para dar a conocer todos los gastos de su mujer petimetra. La enumeracin de los gastos es larga:

    [] yo tengo solo dos mil ducados de renta. Quinientos se van en el coche; trescientos en la casa, ya son ochocientos; y doscientos se lleva el peluquero. Pues ahora entremos con el gasto diario de comida, criados, y criadas, que no para seguramente en mil ducados; refrescos, que pasan de cuatrocientos, y aposentos en la Comedia, que no bajan de doscientos: ya gasto mucho mas de lo que tengo Y de donde sacaremos ahora para batas, abanicos, desabillees, cofias, cintas, flores, marruecas, y otra mil zarandajas, que solo el diablo ha podido inventar? (Citado en Fernndez Vargas 2008: 198-199).

    Ciertamente, donde ms se apreciaron las extravagancias fue en el uso de accesorios como relojes, dijes, cajitas, cadenas, plumas, cintas, abanicos, etc; algunos fueron prohibidos porque suponan la ruina para la industria nacional (gorros, guantes, calcetas, fajas, redecillas, cintas, ligas y cordones) y otros, como decimos, falsificados (Vega y Molina 2005: 128). Para estos perifollos se dejaban guiar por las modistas7, quienes introducan las modas extravagantes y favorecan el declive de las costumbres la modista del XVIII ms conocida fue Rose Bertin, la modista de Mara Antonieta. No obstante, el ser petimetra no estaba reido con el uso de la basquia y la mantilla, por lo que se poda perfectamente llevar un traje francs a la moda como basquia y mantilla a la ltima, porque tambin cambiaban de formas y adornos, y seguir presumiendo de petimetra.

    En definitiva, la moda fue por aquel entonces smbolo de lo efmero y la mujer, su mayor adalid. Como explica Patrizia Calefato, la moda introduce unos caracteres antitticos con respecto a la cotidianidad, mediante los cuales ella misma se define: caprichosa, voluble, extraa, arbitraria, privada de motivaciones. En este sentido, la moda entra a formar parte de la imagen del mundo invertido (citado en Vega y Molina 2005: 130-131).

    7) Es curioso que el trmino modista hasta 1869 no se define por la RAE como mujer que corta y hace los vestidos y adornos elegantes de las seoras, y la que tiene tienda de modas; hasta ese momento la palabra se refera a el que adopta y sigue las modas y el que hace las modas o tiene tienda de ellas. Sin embargo, en los sainetes de don Ramn de la Cruz y en el Correo de Madrid, ya por los ltimos aos del siglo, la palabra tena el significado con el que hoy se la conoce.

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    conclusiones

    La moda fue la protagonista del siglo ilustrado por las controversias que gener y con ella, la mujer se convirti, por un lado, en su principal icono y por otro, en el blanco de todas y las ms mordaces crticas. Sin duda, las mujeres del XVIII encontraron en la moda el subterfugio ideal para llenar su tiempo y as construyeron una imagen cimentada en la falsedad que, en numerosos casos y por ignorancia, las hizo sentirse satisfechas consigo mismas. Lo que s est meridianamente claro es que de cualquier manera, consiguieron conquistar nuevos espacios y alcanzar nuevas cotas de libertad que a su vez llevaron al debate ilustrado y sacaron a la luz las necesidades que se haban de solventar con el gran instrumento legado por la Ilustracin: educacin.

    Por lo tanto, a travs de la moda y a pesar de los no pocos impedimentos, las mujeres conquistaron un poder que las hizo elevarse sobre s mismas.

    referencias bibliogrficas

    lvarez Barrientos, J., La civilizacin como modelo de vida en el Madrid del siglo XVIII, Revista de dialectologa y tradiciones populares, 56 (2001), pp. 147-162.Daz Marcos, A., Usas de bata y reloj: visiones de la moda en el siglo XVIII, Actas del Curso Folklore, literatura e indumentaria (2008), Madrid, Museo Nacional del Traje, pp.38-52. On-line/CD publication.Fernndez Vargas, V. (direc.), El Madrid de las Mujeres: aproximacin a una presencia invisible (1561-1833), Madrid, Direccin General de la Mujer, 2008.Leira Snchez, A., La moda espaola en 1808, Espaa 1808-1814. De sbditos a ciudadanos. Catlogo de exposicin, Toledo, 2008, vol. I, segunda parte, pp. 217-228.Palacios Fernndez, E., La mujer y las letras en la Espaa del siglo XVIII, Madrid, Laberinto, 2002.Plaza Orellana, R., Historia de la moda en Espaa. El vestido femenino entre 1750 y 1850, Crdoba, Almuzara, 2009.R.A.E., Nuevo Tesoro Lexicogrfico de la lengua espaola, 1 edicin, Madrid, Espasa Calpe, 2001, edicin en DVD-ROM.Vega, J., y Molina, A., Vestir la identidad, construir la apariencia. La cuestin del traje en la Espaa del siglo XVIII, Madrid, Centro Cultural Conde Duque, 2005.

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    EL HUMOR FEMINISTA DE NURIA POMPEIA

    Mara Teresa Arias Bautista Agrupacin Atenesta de Estudios sobre la mujer Clara Campoamor

    Semblanza de Nuria Pompeia

    Nuria Vilaplana Buixons, ms conocida por el pseudnimo de Nuria Pompeia, vio la luz en Barcelona, en la primavera de 1931, concretamente, el dos de mayo y, por tanto, con el despertar de una Espaa Republicana llena de ilusiones y esperanzas. Sus primeros pasos, y los que la vieron crecer como mujer, se sucedieron en el barcelons barrio del Ensanche1, el distrito ms poblado de tan hermosa ciudad, donde pueden encontrarse sus vas y plazas ms conocidas.

    Inspirada por la naturaleza, que debi insuflar en su mente infantil y juvenil el gusto por lo bello, curs estudios de Arte en la Escuela Massana, situada en el antiguo Hospital de Santa Cruz, que haba abierto sus puestas en 1929 gracias al legado del filntropo del que recibi su nombre.

    Su formacin intelectual, sus valores y prioridades la empujaron hacia una visin del mundo crtica, en abierto desacuerdo con la injusticia social y, especialmente, con el atropello que la sociedad patriarcal ejerca sobre las mujeres.

    Aunque, como ella misma ha confesado, comenz a dibujar como pasatiempo y despus de otras muchas actividades hasta que lleg a creer que poda hacerlo dignamente (Navarro Arisa 1983), lo cierto es que se cuenta entre la pioneras del cmic y del cmic feminista, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, al utilizar dicho medio para ridiculizar los tpicos machistas y sensibilizar a las mujeres acerca de su posicin en el mundo. En su opinin el humor es una defensa ante la agresividad del mundo y ante la realidad de todo lo malo y desagradable el humor es un arma, pero no un arma de ataque, sino de defensa ante lo estpido, lo terrible y lo grotesco que puede llegar a ser el mundo (Navarro Arisa 1983).

    La obra de Nuria Pompeia es extensa, compleja y merecedora de un estudio profundo, ms que de un captulo dedicado a rememorarla. Su labor como escritora y dibujante ha quedado impresa en numerosos medios de nuestro pas como el Diario de Barcelona y revistas como Trinfo, Cuadernos para el Dilogo, Sbado Grfico, Por Favor, Vindicacin Feminista, Dunia, El Mon, LHora, Oriflama, Emakunde y un largo etc. En revistas extranjeras: Linus, Charlie Hebdo y Brigitte, o en obras como cartas a una idiota espaola de Lidia Falcn. Ha colaborado con Clij (Cuadernos de literatura infantil y juvenil), as como con Cuadernos de Pedagoga.

    Durante algn tiempo public crnicas culturales en La Vanguardia, escribi guiones para televisin espaola e incluso dirigi el programa Quart Creixent, en 1984. Su nombre, a lo largo del siglo pasado, ha permanecido unido al de relevantes personalidades de la cultura por la fecundidad y profundidad de sus conocimientos.

    Sus libros de humor grfico y narrativa comenzaron en 1967. Desde entonces su pluma y su dibujo han servido para denunciar cuanto ha estimado indecoroso para la mujer y la sociedad. Muchas de sus vietas pueden parecer haber perdido hoy el frescor del momento, o pueden, incluso, considerarse pasadas de moda2; sin embargo, muchos de sus contenidos siguen estando desafortunadamente presentes. Obras de humor grfico son: Maternasis, Y fueron felices comiendo perdices, Pels segles dels segles, La educacin de Palmira, Mujercitas y Cambios y recambios. De narrativa: Cinc cntims, Inventari de lultim dia y Mals endreos.

    1) Nac en un piso de la izquierda del Ensanche barcelons, coincidiendo, cronolgicamente, con el advenimiento de la Repblica y la llegada de las golondrinas y del brote de las hojas tiernas de los pltanos que bordeaban -y bordean- las calzadas de la mayora de las calles de este barrio. En aquella casa transcurri mi infancia y parte de mi juventud, salvo los tres aos de la guerra civil y de los largos veranos que pasaba en el Maresme, en la finca de la abuela de Arenys de Mar, as como con estancias en Sant Joan de les Abadesses, al pie de los Pirineo (Pompeia 1989: 131).2) Nada hay ms perjudicial para la carga satrica de un dibujo que el paso del tiempo. Las vietas son productos de consumo que hay que servirlos frescos. El impacto de una stira es mayor cuanto mayor es su imbricacin con el hecho concreto que origina dicha stira, pero tambin cuantos ms vnculos intelectuales o emocionales es capaz de establecer con el pblico (Capdevila 2012).

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    Ha recibido diversos premios y reconocimientos, entre ellos la Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona en el ao 2000, el premio Rosa del Desierto a su trayectoria profesional, otorgado por la Asociacin de Mujeres Periodistas de Catalua, en el 2003, y la Cruz de San Jorge en 2007 (Carrasco, M., Corcoy, M. y Roig, M., 2011).

    los logros de las mujeres republicanas

    Ser mujer en Espaa en el primer cuarto del siglo XX no era tan diferente a como haba sido serlo tiempos antes. El patriarcado dominante, generador de doctrina, de moral y de costumbres, estableca que el destino de las mujeres era ser madres y tal responsabilidad y cometido esencial, considerado consustancial al hecho diferencial de ser mujer, estaba por encima de cualquier otra veleidad femenina. Dado que este era el destino de las mujeres, de cualquier situacin social, lo interesante era que admitiesen ciegamente dicho destino y para ello se las educaba, estableciendo como meta trascendental y medio el matrimonio y, en consecuencia, el paso de las mujeres del dominio paterno al marital. Los varones gobernaban la vida de las mujeres, mantenindolas como menores de edad perpetuas que deban solicitar permiso a sus padres, tutores o maridos para la realizacin de prcticamente cualquier actividad relevante fuera del hogar.

    Pero, como acabo de sealar, Nuria Pompeia comenz a vivir cuando Espaa se llenaba de proclamas de libertad y las expectativas del pueblo eran inmensas. Se pretenda arrumbar el caciquismo, la represin, impulsar la industria, el comercio, dar alas a las nuevas ideas y nuevas oportunidades a quienes soaban con ellas. De ah que durante el exiguo perodo de tiempo en que las II Repblica, con sus luces y sus sombras, gobern, se hicieron posibles, algunas de las aspiraciones femeninas reclamadas desde hacia tiempo. Ya desde el primer momento de su proclamacin muchas mujeres, comprometidas con su presente social, y decididas a impulsar un nuevo futuro, se lanzaron a las calles3 convirtindose en sujetos activos para cambiar la Historia (Samblancat Miranda 2002:25). Con todo, y a pesar de la euforia, para las que estaban viviendo aquellos das todo avance pareci lento, excesivamente arduo, y en ocasiones amargo, por las consecuencias que tanto de forma inmediata, como a la larga, debieron arrostrar.

    Ello no fue bice para su silencio y, a pesar de todas las crticas e impedimentos que las rodearon, dejaron or su voz en manifestaciones, peridicos, salones vanguardistas como el Ateneo de Madrid, Liceos, Colegios Profesionales, Academia de Jurisprudencia, Tribunales, Sindicatos femeninos, Asociaciones y Organizaciones Internacionales, etc.

    De forma imparable, cada vez un mayor nmero de mujeres fueron accediendo a los estudios universitarios y consiguiendo sus respectivas titulaciones. Se cont con ellas en los Partidos Polticos, e incluso fundaron los propios, entusiasmadas por compartir los aires democrticos4. Ocuparon puestos de relevancia en la Administracin5, lo que nunca antes haba ocurrido, y en los distintos escalafones de la misma. Ejercieron como abogadas, mdicas, maestras, periodistas Se sentaron en el Congreso y, aunque en una batalla solitaria, Clara Campoamor arranc a la Asamblea el voto femenino, en contra de todo pronstico, por la multitud de quienes asistan temerosos a los innumerables cambios que se estaban produciendo.

    Las mujeres exigieron el divorcio, la libre disposicin de los bienes, el derecho al reconocimiento de la paternidad de sus hijos e hijas naturales, la igualdad de trato ante la ley, la abolicin de la prostitucin, la despenalizacin del adulterio y el amancebamiento y tantas otras demandas aplazadas desde siempre.

    3) No es extrao que la eclosin de entusiasmo que gener la proclamacin de la Repblica el 14 de abril de 1931 adquiriera desde muy pronto tonos y simbologa femeninos y que la prensa ofreciera durante esos das numerossimas fotos de mujeres desfilando con gorro frigio, esgrimiendo la espada de la Justicia, luciendo lazos rojos u ondeando banderas tricolores, en grupos desbordantes de alegra, a pie, en au-tomviles o asomadas expectantes a un balcn para contemplar, como decan algunos pies de foto, la alegra de un pueblo que despierta. Alegra y despertar de que se sentan partcipes y, en buena medida, protagonistas, con una fe ilimitada en el porvenir que ese da se abra para ellas (Aguilera Sastre).4) Clara Campoamor fund la Unin Republicana Femenina (Capel Martnez 2007:37).5) Victoria Kent fue nombrada Directora General de Prisiones, cargo que acept con gran responsabilidad y sabiendo las dificultades que le aguardaban (Gutierrez Vega 2001: 48). Clara Campoamor lo fue como Directora General de Beneficencia, aunque dimiti al ao siguiente por discrepancias ideolgicas (Fagoaga 1986:188).

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    Mas igualdad. Redes para la igualdad

    las mujeres durante el franquismo

    A lo largo del siglo XX, poco a poco, las mujeres de los pases occidentales fueron alcanzando objetivos, especialmente, cuando por motivos de supervivencia se vieron obligadas a ocupar los miles de puestos de trabajo que los varones dejaron vacos por las contiendas mundiales. En Espaa, al estallar la terrible Guerra Civil, las mujeres siguieron operando a ambos lados del frente, tanto en la vanguardia, como en la retaguardia del conflicto e, igualmente, se hicieron cargo de tareas desatendidas por los brazos masculinos entregados a los fusiles. No obstante, su participacin fue hacindose cada vez ms molesta e incluso a no ser bien vista (Capel Martnez 2007:43). El herosmo femenino deba situarse fuera de las trincheras, sirviendo, abnegadamente, en todo aquello para lo que se la requiriera: Para las mujeres el herosmo consiste ms en hacer bien todos los das lo que tenga que hacer, que en morir heroicamente Porque su temperamento soporta mejor la constante abnegacin de todos los das que el hecho extraordinario6.

    Finalmente, el triunfo del ejrcito sublevado y la instauracin de la dictadura condujeron la situacin de las mujeres a decenios atrs, con la anuencia de una sociedad temerosa de incurrir en desgracia con el nuevo rgimen. No descubro nada si afirmo que los planteamientos sobre la femineidad y sus relaciones con el mundo volvieron a situarse en el siglo anterior. Basta leer las consignas de cualquier manual del XIX, o principios del XX, y las dictadas desde el aparato de poder franquista a travs de la Seccin Femenina, para percatarse de esa realidad:

    D. Miguel era un laborioso empleado con este sueldo llenaba perfectamente las atenciones de su familia, gracias la inmejorable administracin y al buen arreglo de su buena esposa doa Matilde, que poda pasar como perfecto modelo de ese tipo, sublime en su modesta sencillez, que se llama mujer de su casa D. Miguel, antes de contraer matrimonio haba seguido su carrera Contrajo matrimonio con doa Matilde, joven de modesta posicin y regular belleza, pero modelo de laboriosidad y virtud, que le haba hecho y le haca tan feliz como puede serlo un hombre en la tierra Tambin se senta feliz doa Matilde al ver que su esposo saba apreciar y agradecer los esfuerzos que haca para dirigir perfectamente los quehaceres domsticos, y al observar los excelentes resultados que en sus hijos producan sus enseanzasDoa Matilde se ocupaba de repasar la ropa blanca y don Miguel lea el peridico de la nocheEs ms difcil de lo que a primera vista parece, queridas nias, llenar los deberes de ama de casa. No basta para ello ser bondadosa y tener aplicacin y talento; es necesario, adems, tener laboriosidad, orden, limpieza, prudencia y economa; y estas virtudes deben practicarse desde la niez, y nadie mejor que una buena y cariosa madre puede ensearlas Los hombres tienen demasiado quehacer y en qu pensar si han de procurarse los recursos necesarios al mantenimiento y comodidad de la familia, para que puedan descender a los detalles del gobierno domstico Una mujer de su casa ha de ser trabajadora, y solo merece este nombre la que ocupa todo su tiempo atendiendo en primer lugar a los quehaceres domsticos y luego a las labores, prefiriendo entre estas ltimas, las tiles, a las de puro adorno Lo que si debe evitar cuidadosamente es estar mano sobre mano. Las personas verdaderamente laboriosas descansan de un trabajo dedicndose a otro ir a la compra, preparar la comida, barrer la casa, fregar, coser la ropa, la de su marido y la de sus hijos Si alguna vez el esposo falta al respeto u ofenda a la mujer en un momento de arrebato, vale ms soportar en silencio la injusticia, que contestarla con apasionadas querellas La principal fuerza de la mujer, hija, es la dulzura (Fernandez, S.C. y Ruiz, M. 1901: 10 y ss.).

    Este texto, al igual que los textos franquistas, empeados en la forja de la mstica de la femineidad7, se explican por s mismos: los hombres ganaban el pan fuera de casa y el resto de responsabilidades recaan

    6) Seccin Femenina, Enciclopedia Elemental, 1957 (Otero 2004: 24).7) El plan de formacin de la Seccin femeninaNo pretende la creacin de culturas superiores, sino el desarrollo en la mujer de los con-ceptos prstinos y eternos, dolorosamente olvidados. Medina, revista de Seccin Femenina, 25 enero 1942 (Otero 2004: 24).

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    sobre las mujeres quienes, necesariamente, haban de entregar todo su tiempo para la buena marcha del hogar, de la familia, y de la sociedad en su conjunto: A travs de toda la vida, la misin de la mujer es servir. Cuando Dios hizo el primer hombre, pens: No es bueno que el hombre est solo. Y form a la mujer, para su ayuda y compaa, y para que sirviera de madre. La primera idea de Dios fue el hombre. Pens en la mujer despus, como un complemento necesario, esto es, como algo til8.

    En ambos discursos, las tareas interminables de las mujeres sern una y otra vez enumeradas en casa, en el colegio, en la iglesia, en la prensa, la radio, la televisin, la publicidad, recalcndose que en cualquier circunstancia deban mantener el buen humor9, la buena disposicin y la entrega de s mismas en aras de la felicidad. Por supuesto, deban disponer del talante sacrificado y dulce necesario para aguantar, si se producan, los malos tratos de sus compaeros.

    No podan perder el tiempo en vacuidades; mirarse al espejo no era cosa de buenas madres, sino de malvadas madrastras, tal y como relataban los cuentos. Las mujeres eran educadas en hallar el placer dando placer, en reparar lo que los dems estropeaban.

    Los lemas generados por el nacional-catolicismo intentaron arrebatar del imaginario femenino cualquier veleidad intelectual10 en desacuerdo con su naturaleza, pues esta no les haba dotado de capacidades para hacerlo: Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer nada ms que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho11. Mensajes como este, que tendan a ser absolutamente crebles por venir de labios de una mujer poderosa, condujeron a demasiadas mujeres a olvidar -o a intentar hacerlo quienes no pudieron-, sus pretensiones de ascenso social, econmico, intelectual o poltico12. A olvidar -o intentar hacerlo-, todo lo que no fueran las tradicionales tareas de hija reverente, esposa sumisa y madre abnegada13.

    Hbilmente se jug con el lenguaje y con el intelecto femenino para convencer a las nias, jvenes y mujeres de que todo se haca por su bienestar, conforme al plan organizado por un ser superior que haba dictado el lugar de cada individuo, segn su sexo, edad y condicin.

    Replegadas en el recinto del hogar, el reino donde refulgan las Cenicentas, se transformaron en esclavas libres de ejercitar el cuerpo14 y el alma nacionalsindicalista15 para alcanzar el mrito del reconocimiento. Las consignas, las imgenes, repetidas hasta la saciedad en todos los medios propagandsticos

    8) Seccin Femenina, Formacin Poltico-Social, primer curso de Bachillerato, 1962 (Otero 2004: 24).9) La mujer espaola tiene que ser generosa, sacrificada y alegre en todos los momentos, Adelante!, tercer curso escolar, 1959, Editorial Escuela Espaola (Otero 2004:91).10) No hay que ser nunca una nia empachada de libros, que no sabe hablar de otra cosa; no hay que ser una intelectual. Seccin Feme-nina, El libro de las Margaritas, 1940 (Otero 2004:91).11) Discurso de Pilar Primo de Rivera en 1942 (Otero 2004: 24).12) -Cmo sirven los hombres? / - Con las ideas, el valor, las conquistas y llevando la direccin de la Poltica.-Y las mujeres? / -Preparndose para fundar familias donde se formen las nuevas generaciones. Seccin Femenina, Enciclopedia Elemental, 1957 (Otero 2004: 34).13) Hija, madre, mujer, es nuestra tarea dar sin tasa ni medida; tiempo, amor, Nuestras armas son comprensin y amor, amor que no rehya el propio sacrificio, Medina, revista de Seccin Femenina, 12 julio 1942 (Otero 2004: 31).14) Una mujer que tenga que atender a las faenas domsticas con toda regularidad, tiene ocasin de hacer tanta gimnasia como no lo har nunca, verdaderamente, si trabajase fuera de su casa. Solamente la limpieza y abrillantado de los pavimentos constituye un ejemplo eficacsi-mo, y si se piensa en los movimientos que son necesarios para quitar el polvo de los sitios altos, limpiar los cristales, sacudir los trajes, se darn cuenta que se realizan tantos movimientos de cultura fsica que, aun cuando no tienen como finalidad la esttica del cuerpo, son igualmente eficacsimos precisamente para este fin. Teresa, revista de Seccin Femenina, marzo de 1961 (Otero 2004:150). Yo os aconsejo una serie de ejercicios prcticos; tan prcticos que, adems de ser muy tiles para vuestra belleza, lo van a ser tambin para la de vuestra casa. Los tiles de esta serie de ejercicios no van a ser ni una raqueta, ni bicicleta, ni stick, ni patines, etc., sino que estos van a ser sustituidos por la escoba, los zorros, la gamuza, el cepillo, etc. Y las cremas de belleza por una caja de cera, lquido limpiacristales, agua Y todo esto bien movido, con un delantal coquetn, har verdaderos milagros. Medina, revista de la Seccin Femenina, 29 noviembre 1942 (Otero 2004:151).15) Vosotras, como buenas madres cristianas y espaolas, tenis la obligacin de ensear a vuestros hijos en los primeros meses de su vida a hacer la seal de la Cruz y darles la primera idea de Dios, y al mismo tiempo, mezclando las enseanzas, y como buenas madres espaolas y nacionalsindicalistas, tenis la obligacin de ensearles de pequeitos a saludar brazo en alto, a decir Arriba Espaa! Darles las primeras nociones de la doctrina de la Falange, adaptndola, en los primeros tiempos, a su inteligencia, despertando en ellos el cario y la admiracin por Jos Antonio y por el Caudillo. Mercedes Surez Valds de la Seccin Femenina, Infancia de hoy, juventud de maana, gua de la madre nacional-sindicalista, 1940 (Otero 2004:55).

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    y por las instructoras de la F.E.M. (Formacin del Espritu Nacional), intentaron borrar lo sembrado durante siglos y cuyos frutos se vislumbraron durante la II Repblica de la mano del feminismo, convertido, en poca franquista, en el mayor enemigo de las mujeres16.

    Restaar las heridas demogrficas ocasionadas por la guerra; parir, se convirti en misin de obligado cumplimiento para las mujeres17. Una maternidad desposeda18 que acataba las normas polticas y las del varn que las tutelaba. Todo ello sin una queja, arropadas en el silencio19 y el respeto debido a las innumerables autoridades situadas sobre su cabeza20.

    el humor grfico como herramienta poltica y de denuncia feminista.

    La Real Academia define el humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cmico, risueo o ridculo de las cosas. Tambin como la actividad profesional que busca la diversin del pblico mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Parodiar la realidad con humor, grficamente, nos conduce a una nueva definicin, a la del cmic: narraciones con dibujos, reproducidos en serie y comercializados en lbumes independientes, o insertados en tiras o pginas en los peridicos (Dez Balda 2005: 429), o, simplemente, segn la Academia a la: serie o secuencia de vietas con desarrollo narrativo.

    La historieta, el cmic, tiene ya un largo recorrido por la Historia. Sin embargo, ha sido desestimado durante mucho tiempo como herramienta de anlisis21, a pesar de resultar una fuente indispensable desde el punto de vista histrico y social22 . Su importancia ha sido defendida por quienes lo consideran una manifestacin cultural digna de entrar en los museos (Dopico 2010).

    El cmic juega con la realidad y el imaginario buscando la complicidad del lector. Adems, posee un valor simblico intrnseco porque traduce en smbolos el lenguaje verbal, atrae la mirada sin esfuerzo y es vehculo transmisor de estereotipos (Dez Balda 2005: 429 y ss.).

    En Espaa el cmic se desarroll profusamente durante la dictadura de Primo de Rivera y la II Repblica (Pons 2011:29). Durante la guerra lo utilizaron ambos bandos, con fines polticos y propagandsticos. Posteriormente, el franquismo, aprovechando su potencial para lanzar sus proclamas,

    16) -Y el feminismo? - El centro vital de la mujer europea es el hogar, y el cumplimiento sagrado de su sagrada misin en este mundo es ser madre. Discurso de Pilar Primo de Rivera en el Congreso de Viena. Medina, revista de Seccin Femenina, 4 octubre 1942 (Otero 2004: 33).17) Espaa necesita para aumentar su riqueza y poder mejorar las condiciones de vida del espaol medio elevar su poblacin, necesita repo-ner con generaciones vigorosas y tiles el terrible hueco que han dejado las generaciones cadas en los campos de batalla. Falange Espaola, Auxilio Social, 1940 (Otero 2004: 38).18) Todo nio que en Espaa nace, a travs de los brazos de su madre, pertenece a Espaa. Carmen de Icaza Anuario de 1940, Seccin Femenina (Otero 2004: 46). Vuestra misin es criar muchos hijos fuertes y sanos para Dios, Espaa y la Falange. Mercedes Surez Valds, de la Seccin Femenina, Infancia de hoy, juventud de maana, gua de la madre nacional-sindicalista, 1940 (Otero 2004: 115).19) Calladas, con verdadero espritu de abnegacin y sacrificio porque mientras ms abnegadas, ms falangistas y ms femeninas seremos. Medina, revista de Seccin Femenina, 6 diciembre 1945 (Otero 2004: 38).20) A base de una sumisin respetuosa y amorosa a la jerarqua, cuyas direcciones y consejos sern sagrados para ella. Seccin Femenina, Enciclopedia elemental, 1957 (Otero 2004: 45). La jerarqua familiar es el padre. No le proviene al padre la autoridad de su fuerza fsica, o de la superioridad social o econmica. Le proviene directamente de Dios. De esta autoridad se dice que es de institucin divina. As, el padre es, en la familia, el representante de la paterna autoridad de Dios, Seccin Femenina, Formacin Poltico Social, quinto curso de Bachillerato, 1965 (Otero 2004: 115).21) La historieta ha sido prcticamente ignorada por una sociedad que, en general, la considera como un producto para nios Como consecuencia el lector apenas encontrar un puado de buenos libros dedicados a este arte de contar historias mediante imgenes y palabras. Esta situacin evidencia la necesidad de renovar los estudios de la cultura visual en este mbito y de general un corpus terico bsico dedicado a la historia del cmic espaol. Nuevos trabajos de investigacin de carcter histrico, semitico, sociolgico, pedaggico y bibliogrfico, que aborden con rigor, profundidad y metodologa adecuada el estudio de este medio icnico-verbal (Dopico 2010).22) Si los historiadores se detuviesen a repasar las vietas de cualquier poca, aparte de pasrselo bomba, daran con una taxonoma tan variadas de temas, enfoques y detalles que, seguro, les aportaran valiossimos datos a sus estudios. Y es que los humoristas no solamente han tocado con sus ironas desde el precio de la patata al ltimo desbarajuste del gobierno de turno, sino que en las vietas permiten visualizar perfectamente el momento que retratan, al incluir no solo las prendas de vestir y los detalles del paisaje interior y exterior- sino que incluyen las letrillas y canciones, las locuciones o latiguillos que estn de moda, pasando por toda suerte de detalles aparentemente nimios que permi-ten obtener una radiografa muy precisa del momento histrico en que la vieta se dibuj (Capdevila 2012).

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    lo convirti en una forma de cultura popular de singular xito que llen los espacios de ocio de varias generaciones. Eso s, como todo el entramado estaba en manos masculinas y destinado inicialmente a los varones, su enfoque era sesgado, preado de tpicos y construido segn los arquetipos establecidos por el programa oficial. Los cmics femeninos fueron, igualmente, orientados por hombres, o por mujeres que seguan los guiones prefijados. Se perpetuaron as las ideas patriarcales23 destinadas a miles de nias, o no tan nias, completando la presin educacional para hacer de la mujer espaola un ser piadoso, dcil y abnegado cuyo principal, nico y sagrado destino era la familia y el matrimonio (Ramrez 1975: 19). De ah que los asuntos que realmente preocupaban a las mujeres no solan recogerse en los cmics.

    El panorama tom otro rumbo en los albores de los setenta, cuando las mujeres comenzaron a ser dueas de sus destinos y a buscar los medios donde expresar sus inquietudes:

    Las mujeres han creado a partir de los aos 70 un cmic alternativo y feminista en el que se narran con humor y realismo vivencias propias o de mujeres reales, crebles y prximas: en ellos adems encontramos el reflejo de los sentimientos y de la sexualidad femenina no distorsionada por la visin androcntrica. Este cmic es una novedad, muchas veces es autobiogrfico y en l las lectoras nos reconocemos24.

    Las mentiras no podan durar eternamente y, an a costa de sus idelogos, fueron cayendo los mitos hispanos del nacional-catolicismo. El miedo a la censura, a la crcel y a la tortura de la mente y del cuerpo se abri en canal para dejar paso, nuevamente, al desafo de la libertad. En un momento dado, tras aos de madurez, Espaa inici un camino sin retorno hacia un destino quizs menos universal, pero ms acorde con la exigencia de los tiempos. Entonces, las mujeres volvieron a dejar or su voz discrepante, exigiendo los espacios que se les haban vetado durante unos aos harto salobres.

    No fue un camino de rosas. Romper los moldes fraguados durante tantos aos debi resultar, a las ms avezadas feministas espaolas, una tarea titnica. Pero, sin desnimo, se pusieron manos a la obra cada una desde el lugar que le toc vivir, ampliando en ondas, como la piedra arrojada a las aguas de un estanque, su mbito de influencia y sus formas diferentes de entender la existencia.

    Nuria Pompeia lo hizo con su genio creador, poniendo en evidencia la sarta de patraas que haban ocupado la mente femenina -y masculina-, durante dcadas. De ella se ha dicho: humorista grfica, pionera en un oficio dominado por los hombres, se gan un espacio propio y un respeto por su estilo grfico y su punto de vista irnicamente femenino25. Una mujer que iba a sorprender y a dotar de talente personalsimo lo que tocaba26.

    aproximacin a la obra de Nuria Pompeia

    La amplitud de la obra de Nuria Pompeia me obliga, al intentar analizarla, a seleccionar y a resumir. Un anlisis que entraa, como principal dificultad, la de pretender convertir en palabras lo que fue concebido para entenderse con la mirada, de forma directa y rpida.

    Me he centrado pues en su obra grfica y en tres de sus ttulos donde, a mi entender, la autora vuelca la denuncia de una ideologa preada de tpicos, al tiempo que ejerce una labor didctica imprescindible.

    23) El contenido de todas estas historias, en la lnea romntica cultivada por numerosos comics americanos y britnicos, revela una vez ms la ideologa tradicional sobre el amor y el matrimonio, la supremaca masculina, el sometimiento femenino, la represin sexual, la vocacin familiar de la mujer, toda una serie de ideas y sentimientos que la burguesa biempensante trataba de imbuir en las jovencitas de su poca (Vzquez De Parga 1980: 232). 24) Dossier de la Exposicin Mujeres creadoras en el mundo del cmic, UCM, 2008.25) As se anunciaba a Nuria Pompeia en la 2 muestra dedicada al humor grfico en Barcelona, CaricArt 2012.26) Se integraba en nuestro equipo una nueva firma en el humor espaol: la de Nuria Pompeia, catalana, con una formacin muy completa, que le sirve de plataforma para observar, con mirada original, el mundo actual, la problemtica de la sociedad de masas. Su humor, incisivo y sinttico resulta, adems, valorado por sus excepcionales dotes de dibujante. Con la serie las metamorfosis, comenzaba la colaboracin de Nuria Pompeia, que sum a la calidad e intencin del humor que Triunfo cultivaba, las de su originalidad grfica y temtica, absolutamente identificadas con la poca. (Ezcurra 199: 86).

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    Las mujeres precisaban que alguien verbalizara, o gritara desde el mutismo aparente de las imgenes, la vergonzosa situacin en que el rgimen franquista las haba situado.

    Puede decirse que las obras seleccionadas lo son de denuncia serena y pasmada, a semejanza de la cara de Palmira, una de sus protagonistas, ante los agrios conflictos de un maltrato estructural que se respira a lo largo de sus vietas, sin reflejar la extrema crueldad o el sadismo de la otra violencia, la inferida, que queda pergeada en las mujeres que se guarecen bajo la mesa frente a los arrebatos varoniles27. Una violencia que ha segado de forma directa o indirecta numerosas vidas, segn se insina en estas historietas y que es complicado resolver en el cmic, porque entonces dejara de serlo. Nuria Pompeia nos hace sonrer con las pequeas tragedias cotidianas que tanto hicieron sufrir a las mujeres y hace gala de una gran penetracin, agudeza de ingenio, capacidad de reconocer los males ocultos y exponerlos a los ojos de quien quiera verlos.

    La estructura de su dibujo es sencilla, con trazos precisos que presentan a unos personajes desprovistos de lo superfluo, pero dotados de una serie de atavos gestuales muy desarrollados que nos comunican las emociones, ideas y sentimientos de cada momento, aunque no existan dilogos entre ellos. Dichos personajes suelen aparecer recortados contra su espacio, sin cubrir de color, salvo cuando utiliza el negro. El espacio o no existe, o se reduce a formas esquemticas que recogen lo esencial de cada uno de ellos. El lector no precisa nada ms para ubicar la escena. Los textos, escuetos y sencillos, glosan el dibujo sin dejar hueco a la duda, cerrando la imagen de conjunto a la espera, nicamente, de ser interpretada tal y como fue concebida.

    Y fueron felices comiendo perdicesLo poco habitual de este tipo de relatos salidos de la mano de las primeras dibujantes, hizo necesario,

    en la contraportada, indicar: Este es un libro de cuentos para adultos. Un libro de cuentos que comienza donde terminan los libros de cuentos para nios tal vez nos encontremos en presencia de un nuevo gnero, mezcla de cuento-cmic-folletn, en donde el humor negro sirve para ocultar una extraa ternura por la condicin humana. Y por la condicin de la mujer.

    La obra se articula en tres captulos, tres biografas en las que las protagonistas se iluminan con un fuerte color naranja que tie su pelo y otros elementos de las vietas. El negro se utiliza para aumentar el dramatismo de las escenas. Sobre los personajes traslada su dolor, su soledad,. Sobre otras partes del dibujo incrementan la cruda realidad que alimenta la escena: la muerte, el luto, la noche, la sotana sacerdotal El dibujo se presenta en planos generales, uno por pgina. Los personajes no dialogan y la sucesin del relato se expresa por medio de un texto claro y directo, redactado en primera persona, que camina en la parte inferior del dibujo, o en esta y la pgina anterior, cuando el texto aparece en dos idiomas (cataln y castellano, en el primer relato, y francs y castellano, en el tercero). Las protagonistas no tienen nombre, lo que aumenta la capacidad de reconocimiento de quienes pudieron hallarse en similares circunstancias.

    Las tres historias parten del mismo punto: el da de la boda, destino final femenino que, en manos de la autora, se transforma en un principio de resultados dramticos. La primera de las mujeres, casada con un hombre diez aos mayor que ella, se ve abrumada por los sucesivos partos de gemelos (una hija y seis hijos en cuatro aos), las responsabilidades multiplicadas del hogar, el poco reconocimiento y cario que recibe, salvando los primeros tiempos, etc.

    La incapacidad de controlar su capacidad reproductiva, la empuja a rechazar sexualmente a su marido que se convierte en un borracho maltratador, que dilapida los bienes familiares hasta que se suicida. Viuda jovencsima, sin oficio ni beneficio, se encuentra con un montn de bocas que alimentar, pues por aadidura ha de cuidar tambin a su madre. Compaginar sus tareas con un duro trabajo, hasta que sus hijos van desfilando por muerte, porque siguen su camino, o porque la abandonan, como su hija,

    27) Las diferencias entre la violencia estructural e inferida han sido desarrolladas en (Arias 2007).

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    que la deja al cuidado de una hija por la que se desinteresa. Su nieta ser el consuelo de su vejez y a quien transmita sus conocimientos, hasta que el da de su boda, muere.

    La segunda historia, nos habla de una mujer empujada al matrimonio por su abuela. Su marido, bien situado, la confa al cuidado de su madre que la introduce en los tradicionales crculos burgueses femeninos dedicados a la caridad. De vez en cuando sirve de lucimiento de su marido que la rodea de lujos y la exhibe como smbolo de su triunfo social. La soledad y el tedio de su vida la empujan a entregarse, una tras otra, a relaciones de corta duracin con hombres que van cruzndose en su camino, hasta que su infidelidad salta a la prensa. El marido que conoce y transige con las andanzas de su esposa, porque l hace lo propio, considera intolerable la situacin, no accede a la separacin para evitar el escndalo y la confina junto a sus padres. Ella termina dndose a la bebida e intentando el suicidio que no surte el efecto apetecido y la deja tetrapljica.

    El tercer relato es el de una joven, cuyo padre es un maltratador, que se casa obligada por estar embarazada. An adolescente, se haba ocupado de sus hermanos. Trabaja y estudia para labrarse su futuro que ve inicialmente quebrado por su embarazo. Muerta su hija rompe con su marido y con una madre autoritaria. Se une a un grupo marxista y vive con sus compaeros las vicisitudes de la clandestinidad y los ideales. Trabaja en todo lo que puede para subsistir, hasta que en un momento dado, es abandonada por sus compaeros, por llevar sus ideas a las ltimas consecuencias. Entiende, entonces, que su vida carece de sentido e intenta suicidarse. Sobrevive y retoma su vida como secretaria de un editor con quien se casa. l es un hombre mayor que muere pronto. Tras una depresin asume la direccin de la editorial y la hace triunfar. Decide usarla como plataforma de denuncia, donde proyectar sus ideales, y se arruina. Junto a su secretaria marcha de pueblo en pueblo pregonando sus consignas hasta que, muerta aquella. ve cerrarse el crculo de su vida y se une a un grupo de mayores que la acogen con cario.

    En definitiva, las protagonistas, que parten del mismo punto, siguen caminos diferentes: una se adapta a los roles tradicionales, dedica su vida a los dems a costa de un gran sufrimiento personal que se resume en la frase: Fue un ataque al corazn Porque yo haba sufrido mucho en este mundo y las pas moradas muchas veces Si lo contara, no acabara (Pompeia, 1970: 116). Otra trasgrede las normas morales impuestas a las mujeres y acaba encerrada en una vida sin sentido que solo puede rumiar una y otra vez: As me paso el da: recordando porque tengo mucho que recordar Si lo contara, no acabara (Pompeia, 1970: 199). En cuanto a la tercera, que tambin rompe con los esquemas impuestos, pero con la miel en los labios de un nuevo mundo que se ofrece a las mujeres, ve como los ideales se le escapan entre las manos mientras los predica y defiende: Y lleg la paz, la paz tan afanosamente perseguida... Algunas veces tengo la tentacin de contarles mi historia pero no me atrevo. Porque si empezara, no acabara (Pompeia, 1970: 278).

    Las tres historias estn preadas de denuncias contra el patriarcado y la injusta sumisin que bajo l padecan las mujeres: el matrimonio como meta femenina, la importancia de nacer nio o nia para tener o no expectativas, la vigilancia para que las nias y adolescentes no despertaran a propuestas inconvenientes, el trato degradante recibo por las jvenes esposas, la exhibicin de la esposa como smbolo de triunfo social, la maternidad obligada y descontrolada, la dura faena callada y silenciada que mantena atribuladas a las mujeres : las pas moradas para sacar adelante a aquella tropa. Las noches, medio despierta; los das medio dormida (Pompeia, 1970: 42). La necesidad de las mujeres de suavizar las situaciones de maltrato: se pona como loco, aunque nunca lleg a ponerme la mano encima (Pompeia, 1970: 55 y 187). La permisividad con los comportamientos masculinos: beber, acosar, salir a echar una canita al aire, desatender a los hijos/as Denuncia, tambin, la existencia de un machismo larvado en los partidos polticos que auguraban un nuevo futuro, o los desencuentros con la madre, ariete que el patriarcado ha utilizado para socavar cualquier pretensin de independencia femenina, etc.

    La educacin de PalmiraLos personajes de esta obra, dotados de gran expresividad e inmediatez, siguen siendo representados

    de forma similar a la anterior, sin color, salvo por el negro, utilizado para aumentar la tensin de la escena.

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    Mas igualdad. Redes para la igualdad

    Los textos traducen la representacin grfica