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Trigueirinho MÁS ALLÁ DEL KARMA EDITORIAL kier

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Trigueirinho

MÁS ALLÁ

DEL KARMA

EDITORIAL

kier

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LIBROS DE TRIGUEIRINHO Publicados por la Editorial Kier (Argentina) y

Por la Editora Pensamiento (Brasil) 1987 –

También vivimos mientras soñamos La energía de los rayos en nuestra vida

1988 –

De lo irreal a lo real Hora de crecer interiormente. (El mito de Hércules, Hoy) La muerte sin miedo ni culpa Caminos para la cura interior

1989 –

Erks – Mundo interno. Miz Tli Tlan –Un mundo que Despierta Aurora – Esencia Cósmica Curativa Señales de contacto El nuevo comienzo del mundo La quinta raza Padrones de conducta para la nueva Humanidad Nuevas señales de contacto Los jardineros del espacio

1990 –

La búsqueda de la síntesis La nave de Noé Tiempo de retiro y tiempo de vigilia

1991 –

Puertas del cosmos. Encuentro interno (La ConscienciaNave) La hora del rescate El libro de las señales Mirna Jad – Santuario Interior Las llaves de Oro

1992 –

De las luchas a la Paz La morada de los Elisios (19921995) Hora de Curar (La existencia Oculta) El resurgimiento de Fátima (Lis) Historia escrita en los Espejos (Principios de Comunicación Cósmica) Pasos actuales Viaje por mundos sutiles Secretos develados (Iberah y Anu Tea) La creación (En los Caminos de la Energía) El misterio de la cruz en la actual transición planetaria El nacimiento de la humanidad futura

1993 –

A los que despiertan

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Paz interna en tiempos críticos La formación de curadores La voz de Amhaj El visitante (El Camino hacia Anu Tea) Profecías a los que no temen decir sí La cura de la Humanidad Los números y la vidas (Una Nueva Comprensión de la Simbología Oculta en los

Números) Niskalkat (Un Mensaje para los Tiempos de Emergencia) Encuentros con la Paz Nuevos Oráculos Un nuevo impulso astrológico

1994 –

Confines del Universo (Nuevas Revelaciones sobre Ciencia Oculta) Bases del mundo ardiente (Indicaciones para Contactar los Mundos Suprafísicos) Contactos con un monasterio intraterreno Los océanos tienen oídos La trayectoria del fuego Léxico esotérico de la obra de Trigueirinho

1995 –

Luz dentro de ti 1996 –

Portal para un reino Más allá del karma.

1997 –

No estamos solos Vientos del espíritu El encuentro del templo La paz existe

1998 –

Camino sin sombras Colección CHARLAS DE TRIGUEIRINHO

Matrimonio, Unión y Cura Vida en serenidad La vida se renueva Para salir del sufrimiento Despertar a la transformación Oportunidades de crecimiento Curar es simple

1999 –

Toque divino Colección CHISPAS DEL CIELO

Aromas del espacio A las puertas de una nueva vida Más luz en el horizonte Campanario cósmico Nada nos falta Sagrados misterios Islas de Salvación

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Al lector

Imagine una piedra arrojada al medio de un lago. El impacto causado en la superficie del

agua a raíz de su caída produce una serie de ondas concéntricas. Y esas ondas, al propagarse,

a su vez causan otros fenómenos que variarán en grado e intensidad, dependiendo de lo que

encuentren en el camino.

Así como una piedra lanzada al agua, todo lo que realizamos en el nivel físico–etérico, en

el emocional y en el mental repercute en el universo, generando efectos. Incluso al pestañear,

intervenimos en las estrellas más distantes. La actividad emocional y la mental influyen aun en

mayor proporción que la física, pues la energía está menos condensada y las interacciones son

más intensas en los niveles donde ocurren. No hay movimiento en el mundo material que no

origine otros movimientos. Se le da el nombre de ley del karma o ley de causa y efecto al

poder regulador de esa dinámica que encadena acciones a reacciones.

Además, las consecuencias de un movimiento se reflejan en la fuente generadora a fin de

mantener el equilibrio del universo, o sea, los efectos de una acción vuelven al punto de

origen. Llamamos a eso retorno kármico, que puede ser negativo o positivo, dependiendo de la

cualidad de la causa principal y de la transformación del impulso al recorrer el universo. Sin

embargo, el hombre común aún no constató todo esto y no reconoce la ley de karma. Él “tira

piedras al agua” descuidada y continuamente, sin tener en cuenta lo que sucederá después.

Si comprendemos la ley del karma, vemos que los acontecimientos de nuestras vidas, el

trazado de nuestro destino terrestre, no son el castigo de un Dios impiadoso o una suerte

casual, sino el encadenamiento de causas y efectos. La ley del karma permite el equilibrio de

los impulsos generados. Comprendiéndola, somos ayudados a simplificar la vida, a evitar los

conflictos que engendramos normalmente.

Pero, aunque hasta hoy esa ley material haya sido básica en el proceso evolutivo de la

Tierra, los seres humanos siempre tuvieron la posibilidad de trascenderla. En esta época, esa

posibilidad se extiende a un número mayor de personas y todo el planeta pasa por una

transformación singular.

Usando una vez más la analogía de la piedra tirada al lago, diríamos que la propagación

del movimiento ondulatorio se limita, prácticamente, a la superficie del agua. A medida que la

piedra se hunde, es diferente el comportamiento del universo que le rodea. De la misma

manera, la ley del karma actúa en los niveles de existencia concretos, superficiales; pero en

los niveles profundos no nos pautamos por ella, sino por lo que se denomina ley evolutiva

superior, o por aspectos aún más elevados de la Ley del Equilibrio.

Ahora, muchos son preparados para pasar a la ley evolutiva superior, para la actuación

consciente en esos niveles más profundos de la existencia, y éste es el tema del que

trataremos.

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Introducción

Esta serie de reflexiones surgió de una sugerencia del Editor, quien nos señaló la

necesidad de que los lectores conocieran la ley del karma, tuvieran ayuda para convivir con

sus implicancias y, sobre todo, aprendieran a trascenderla.

Aunque en varios países de Oriente las informaciones sobre esta ley se difundan

bastante, prácticamente se excluyó su enseñanza a la cultura occidental. Las noticias y

comentarios sobre los acontecimientos diarios, transmitidos por los medios masivos de

comunicación, demuestran cuán ignorada es todavía. Asesinatos, robos, accidentes, victorias,

festejos, disputas y encuentros se enfocarían de otra manera si se tuviese en cuenta la ley del

karma, pues quien la conoce, sabe que no existe la casualidad, como tampoco víctimas,

culpables o motivos para la perplejidad frente a cualquier hecho.

Como según esa ley todo proviene de lo que un día se sembró, podemos comprender que

la miseria, la escasez y las hostilidades sobrevienen de malas acciones, mientras que la

verdadera prosperidad es fruto de obras benéficas. En esa línea de pensamientos, también es

útil saber que se pueden evitar o reorientar muchas cosas negativas conforme nuestra actitud.

Pero a pesar de que la ley del karma regule el destino, existen hechos que no se pueden

atribuir sólo a su actuación, como ciertas enfermedades manifestadas por seres de evolución

elevada. El cáncer de Sri Ramana Maharshi, así como las dolencias de otros instructores

espirituales y de personas en el camino de la santidad, por ejemplo, están más allá de ese

ámbito; en esos casos, los males pueden ser un servicio prestado por ellos, un trabajo oculto y

silencioso en sus células físicas que repercute de modo benéfico y purificador en el karma de

toda la especie humana.

Todos los átomos existentes provienen de un único “reservorio” y, al encarnar, atraemos

una porción de ellos para formar nuestras células y constituir nuestros cuerpos; así asumimos

parte del karma general de los átomos del planeta. De la misma forma, el trabajo de

purificación que podamos hacer en nosotros se refleja en ese “reservorio” cuando se le

devuelven los átomos al término de la encarnación.

Santa Teresa de Ávila, en su libro Fundaciones, relata que le quedaba claro cuando algún

malestar de las monjas orientadas por ella sucedía en beneficio del mundo –“mortificaciones

asumidas por amor a Dios”, decía– o cuando era fruto de imperfecciones o un desajuste

meramente circunstancial.

Se ve que la mayoría de las situaciones provienen del retorno de las acciones pasadas, y

que hay otras que el ser asume como servicio a la humanidad; pero también están las que

surgen simplemente para aumentar la “gloria de Dios”. Casi siempre son incomprensibles para

la mente racional, y un ejemplo típico es el episodio citado en el evangelio sobre la criatura

que, habiendo nacido ciega, no por su culpa ni la de sus padres, fue curada por Jesús. Ninguno

de ellos había sembrado, en el pasado, aquella ceguera.

¿Qué significa un acontecimiento en “gloria a Dios”? Es una gran oportunidad de que en

los planos materiales penetren destellos de las realidades suprafísicas. Se pasa por la prueba

para que esas realidades, más allá de toda ley material, lleguen para sanarla, manifestando así

su potencia trascendente, su omnisciencia. Si el lector profundiza sus reflexiones silenciosas

llegará a descubrir otros significados de los hechos en “gloria a Dios” que se ven en el mundo.

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Además, hay circunstancias en nuestra vida que no están relacionadas con el reequilibrio

de actos practicados en el pasado, ni con una ofrenda de purificación de la humanidad, ni

tampoco con esa sublime gracia1 de la que acabamos de hablar; éstas pueden ser la

preparación de nuevos aspectos de nuestro ser para lo que viviremos en el futuro. La forma en

que suceden, sin embargo, no contradice la ley del karma, sino que la utiliza en sintonía con

leyes superiores.

Como dijimos, hasta hoy en Occidente casi no se estudia la ley del karma. No obstante,

aunque no se la difundiera, siempre fue posible encontrar informaciones al respecto. Si alguien

comienza a recorrer conscientemente el camino espiritual, de algún modo llega a conocerla

para comprender los hechos del destino y colaborar en su transformación.

Inmersos en el trabajo de instrucción espiritual, no podíamos dejar de presentar en

nuestros libros, desde diferentes puntos de vista, un tema tan necesario. Lo que ya habíamos

publicado al respecto fue seleccionado y reunido aquí con muchos agregados y comentarios

dilucidadores. No obstante, lo que destaca la presente síntesis es el hecho de que la ley del

karma es sólo una etapa en la evolución de la especie humana. Vivida con inteligencia, se pasa

a otras etapas, en las que el alma queda libre para recorrer caminos más amplios que el de

una vida individual con las limitaciones propias de todo ego.

Si el lector comprende las enseñanzas de la ley del karma, verá que le proporcionan

claves importantes para vivir con armonía. Además, vislumbrará el camino para ingresar en

áreas de la consciencia donde la ley evolutiva superior toma el lugar de esa sabia ley material.

Como dijimos en el libro Caminos para la Cura Interior2, se realizan muchos cambios en

la vida de los que asumen su proceso evolutivo. Habiendo ampliado la consciencia, su vida se

vuelve más universal y, por lo tanto, se rige por fuerzas de mayor potencia y alcance. Así,

ellos se liberan del círculo limitado de los acontecimientos puramente personales, para

participar activamente de la infinita obra de la creación universal. Se elevan a otro nivel de

existencia y, por su intermedio, la energía creativa puede fluir con más libertad.

Todos los que se encuentran receptivos a la transformación y a las realidades de los

mundos suprafísicos son intensamente ayudados. Esos mundos ya forman parte de nuestra

vida en los planos donde se encuentra nuestro ser interior, y su pulsar ya se puede percibir en

el corazón de muchos. Al respecto, en libros anteriores describimos diversas experiencias de

trabajos de cura realizados en planos de existencia sutiles, obteniendo como resultado gran

armonía, purificación y elevación.

Hoy, se pueden recorrer simultáneamente varias etapas evolutivas, indicando la

presencia y la acción de leyes nuevas en la órbita planetaria. El tema de la ley del karma y de

su superación, por lo tanto, hoy tiene muchas posibilidades de volverse más accesible.

1 Gracia. Acción de las energías suprafísicas en los planos materiales. La gracia es la exteriorización de algo ya

realizado en el mundo interior. 2 Editorial Kier, Buenos Aires.

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Parte I

LA LEY DEL

KARMA

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Karma y neutralidad

La ley de causa y efecto, o ley del karma, puede sintetizarse en la conocida frase: “El

hombre cosecha lo que siembra”. Según esa ley, las acciones, los sentimientos y los

pensamientos producen efectos que retornan a quien los generó a corto, mediano o largo

plazo.

Así, lo que se vive hoy, determina el futuro; por eso en algunos idiomas poco filosóficos

se acostumbra emplear la palabra destino para traducir el término sánscrito karma o karman,

aunque no sea la adecuada, pues dicho término engloba contenidos más amplios como, por

ejemplo, el impulso para el surgimiento de la moral.

Por su precisión y claridad, la ley del karma es en extremo simple, tanto de comprender

como de tener en cuenta en nuestra vida diaria. Fue una de las primeras leyes presentadas a

la humanidad. Podemos ver uno de sus aspectos más primarios en la Biblia, cuando Moisés

afirma: “Ojo por ojo, diente por diente”, y uno de los más avanzados en el clásico Bhagavad–

Gita, epopeya escrita en los orígenes de la India, cuyo personaje, el Príncipe Arjuna, descubre

la libertad que deviene de actuar sin apegarse a los frutos de la acción.

Así enseña el Bhagavad–Gita:

“ El ignorante trabaja

por los frutos de su acción;

el sabio también debe trabajar,

pero, sin deseo,

guiando los pies del hombre

hacia el camino del deber.”

“ Aquel que actúa sin codicia ni maquinación,

por los frutos de la acción,

queda libre de sus cadenas;

sus actos se desprenden de él,

consumidos por la llama del conocimiento.

Dando la espalda a los frutos,

él nada necesita;

el Espíritu es suficiente y

él actúa, pero más allá de la acción.”

Quien busca el camino espiritual se dispone a manifestar el bien, la verdad y la belleza

en el propio ser y en el universo. No obstante, la más elevada expresión de la armonía

intrínseca en la vida requiere plena libertad, la disolución de todos los lazos que ligan la

consciencia a la materia, incluso los positivos. Para ello se necesita mucho más que buenas

acciones equilibradoras de actos negativos: es necesario neutralidad al actuar.

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En realidad, se camina hacia la verdadera liberación no sólo practicando el bien y

sembrando así un futuro promisorio, pues esto genera lazos positivos. La liberación viene del

desapego por todo lo que se hace, se siente o se piensa. Aunque esa condición marque una

etapa evolutiva adelantada, existe quien se esfuerza por alcanzarla, a pesar de que el medio

ambiente en general lo incite a involucrarse emocional y mentalmente con lo que pasa dentro

y fuera de las personas.

Se observa que la ley del karma apunta al progreso continuo rumbo a la armonía, sobre

todo mediante el servicio al bien universal, desinteresado por los resultados. Para alcanzar tal

meta, la vía más directa es esa neutralidad.

Cuando la persona ya no está apegada a ninguna acción, sea positiva o negativa, puede

trascender las ligazones con los hechos y, por lo tanto, con la ley del karma. La recomendación

de “estar en el mundo sin ser del mundo”, hecha por Jesús, sintetiza esa anhelada situación.

La araña crea su universo sin atarse a él, teje su tela sin enredarse en ella. Pero el

hombre, al construir su vida sobre la Tierra, comúnmente se mezcla con ella, se apega a lo

que hace y crea. Es como si estuviese preso en un aposento y una vela pequeñita fuese toda la

luz disponible. Su visión es difusa y realiza muchas experiencias en su tan querida prisión. Teje

su tela con pensamientos, sueños, deseos y objetivos personales. Así construye su propia vida,

sin conseguir ver el verdadero diseño planeado para ésta desde siempre. Queda enmarañado

en los hilos.

Pero, en un momento dado, ese tejedor oye dentro de sí la orden de destruir su amada

tela. Entonces comienza a practicar el desapego, a desatar los viejos lazos y a evitar que se

creen ligaciones superfluas. Ingresa, por fin, en el camino de retorno a los mundos de donde

un día partió como pura consciencia.

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Una ley con muchas caras

La ley del karma no es nada más que un aspecto, material, de una ley de mayor alcance:

la Ley del Equilibrio, que rige la existencia entera.

La Ley del Equilibrio está en todo: desde el pulsar de los diminutos átomos hasta el de

las estrellas. Se expresa de diferentes modos, en diferentes ámbitos, llevando siempre a los

seres a la realización. Hasta ahora, la enseñanza espiritual de la humanidad terrestre

necesitaba dar énfasis a su expresión más concreta, la ley del karma, pues era una de las

directrices primordiales de la vida en la superficie del planeta.

La Ley del Equilibrio puede percibirse en diferentes niveles:

Al regir la existencia externa de los seres y su evolución dentro de los límites de la vida

planetaria ―en ese caso se la denomina ley del karma;

Al regir la interacción de los seres con la vida del sistema solar ―en ese caso se la

denomina ley evolutiva superior;

Al regir la interacción de los seres con la vida cósmica ―en ese caso se expresa de

otras formas, más puras.

El ámbito de actuación de la ley del karma comprende los niveles densos de los

universos. Desde el universo diminuto de una célula hasta el de grandes galaxias están, en el

nivel material, bajo su regencia. Es una ley exacta, perfecta; mantiene el equilibrio en ese

nivel. En la humanidad gobierna, sobre todo, a los que no despertaron al mundo espiritual,

abarca toda su existencia externa. El grado de compromiso con el mundo concreto, la fuerza

de los lazos creados con éste, indicará en qué medida ese aspecto material de la Ley del

Equilibrio determinará el curso de su vida.

La ley del karma se expresa en la Tierra de manera específica; casi siempre toma un

carácter negativo porque el ser humano, valiéndose del libre albedrío, elige considerando

especialmente sus propias necesidades y deseos individuales. Pocas veces tiene en cuenta la

necesidad general o algún aspecto del plan evolutivo. Debido a eso, crea más débitos que

créditos kármicos y equilibra poco ese estado de desarmonía, pues al no ser imparcial,

continúa formando vínculos.

Para el hombre común, la ley del karma es un instrumento de purificación y la “escuela”

donde aprende a usar el libre albedrío. Era necesario un instrumento así, preciso y de cierta

manera infalible, que pudiese proporcionar exactamente el retorno de sus acciones, en general

contrarias a los ritmos superiores del cosmos.

Mientras el ser humano intenta construir a ciegas su existencia terrena, la ley del karma

lo acompaña como un maestro de infinita sabiduría; mientras devasta áreas del planeta en

provecho propio y se lanza inconscientemente al placer y al deleite, el dolor y el sufrimiento

―agente de la ley del karma― son los medios más adecuados para su enseñanza. Desde los

orígenes se aplicó ese método sensitivo para su evolución, y forma parte del mismo el carácter

compulsivo del nacimiento y de la muerte física, pues una sola encarnación no sería suficiente

para equilibrar tantas acciones poco sabias.

Mientras esa ley tiene como campo de acción básico el nivel mental, el emocional y el

etérico–físico de la existencia, la ley evolutiva superior actúa en el nivel intuitivo y en el

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espiritual, y formas aún más puras de la Ley del Equilibrio lo hacen en el nivel monádico y en

el divino.

Niveles de Cuerpos y Ley actuante

consciencia Núcleos del ser

1. Divino Regente monádico Aspectos

más puros de la

2. Monádico Mónada Ley del Equilibrio

3. Espiritual Cuerpo de luz Ley evolutiva

superior

4. Intuitivo Alma

5. Mental Cuerpo mental concreto

y cuerpo mental abstracto

6. Astral Cuerpo astral Ley del karma

(o emocional)

7. Etérico–físico Cuerpo etérico–físico

Bajo la ley del karma, el individuo cree que está separado del universo, y así vive

constantemente procesos “propios”, o se adapta a procesos que son de los demás. Eso ocurre

por los diversos vínculos y compromisos que él va creando: uniéndose a algo o a alguien,

comienza a compartir el karma del objeto de su apego.

Sin embargo, bajo la ley evolutiva superior, los seres siguen movimientos universales

ordenados y cíclicos, movimientos incluidos en la evolución de grupos de almas, sin permitirse

experiencias repetidas, típicas de los que están en la superficie de la vida, simbólicamente

representada por la existencia en la superficie de un planeta material. De hecho, la faz de un

planeta corresponde a la consciencia superficial de aquel astro que, sin embargo, abriga en su

órbita una vida suprafísica, que corresponde a su consciencia profunda, a su esencia

imperecedera.

En algunos detalles, la ley del karma es flexible y, siempre que es posible, el destino le

presenta al ser tareas altruistas que tienen en cuenta no sólo el lado concreto de la vida. Esa

oportunidad de desenvolvimiento por encima del plano material, tan necesaria para un

individuo como para la humanidad entera, posibilita un paso muy importante hacia la

liberación ―el desinterés por los resultados de la propia acción, el desapego, la plena donación

de sí― y tiene amplias y especiales repercusiones en los tiempos actuales.

Como dijimos en el libro Niskalkat3, la vida sobre la Tierra debe latir cristalina y

manifestar uno de los patrones vibratorios custodiados por el arquetipo solar4. Esencia y forma

deben unificarse, y el hombre es el eslabón para esa unificación.

El dolor, presente en la vida humana debido a la trama kármica que se debe equilibrar,

ya no enturbiará los ojos de quienes se entreguen a esa esencia. Tampoco lo hará la

oscuridad, pues ellos se convertirán en un foco de luz resplandeciente que pronunciará los

tiempos nuevos.

3 Editorial kier, Buenos Aires.

4 Arquetipo solar. Estructura energética que contiene los patrones de perfección que se expresarán en este sistema

solar.

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La Tierra se transforma con rapidez y la acción de las fuerzas de purificación se

intensificará. Los que asumieron el compromiso de colaborar para esa transformación evolutiva

descubren, dentro de sí, la alegría de servir y de donarse. El desapego encuentra en ellos un

campo fecundo, pues aprenden que la forma es efímera, y la esencia, incorruptible.

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Parte II

EL KARMA EN LA VIDA

DE UN SER HUMANO

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La enseñanza del karma

Se sabe que en la Tierra siempre hubo violencia y masacre de inocentes, así como

explotación no sólo de miembros del propio reino humano, sino también del reino animal, del

vegetal y del mineral.

Como hasta ahora fueron alternándose, sin resolverse, ciclos de acciones desequilibradas

y ciclos de impacto de las consecuencias generadas por éstas, el juego del karma se perpetúa

y al hombre le cuesta darse cuenta de que una vida recta, de renuncia al deseo, es el camino

directo para la liberación. En este punto Buda fue bastante explícito, pero a través de los siglos

sus enseñanzas repercutieron poco en la vida diaria de la mayoría de las personas, aunque

estén vivas en su mundo interno.

Mientras los seres humanos entienden los hechos basándose en sus creencias o actúan

según su conocimiento personal, permanecen circunscritos al retorno de las acciones que

realizan, a la necesidad de equilibrarlas, en fin, a la ley del karma. Basados en propósitos

individuales o egoístas, sus actos contribuyen poco para el bien del Todo y siempre demandan

reacciones neutralizadoras, que pueden llegar por intermedio de otros seres o de la naturaleza.

Esas reacciones pueden ser purificadoras, pues desmantelan estructuras enfermizas de los

individuos, de grupos e incluso de pueblos y civilizaciones enteras. Sin embargo, si están

imbuidas de fuerzas humanas, provocarán nuevas reacciones. Y así surgen y se propagan las

complicaciones kármicas de esta humanidad.

No obstante, puede hacerse mucho por aquellos que ya están conscientes de la

necesidad de un cambio en ese modelo vicioso. Podrá implantarse en ellos un nuevo estado

que contribuirá en la transformación de la faz de la Tierra, a medida que vayan entrando en los

ritmos de la ley evolutiva superior; pero antes que nada, es necesario que aprendan a

comportarse bajo la regencia de la ley del karma.

Estamos creando karma continuamente ―positivo o negativo― y transformándolo, o

librándonos de él, según nuestras actitudes. El trabajo con el karma, por consiguiente, debe

hacerse durante toda nuestra permanencia en la Tierra.

Todo individuo tiene un karma básico, del que forman parte la fecha de nacimiento y de

la muerte, encuentros y acontecimientos importantes durante la encarnación, la presencia o

ausencia de enfermedades congénitas, accidentes graves y otros hechos relevantes. A partir

del karma básico, que es preexistente al nacimiento físico mismo, el individuo va construyendo

la trama de su propia vida y, como consecuencia, su trayectoria se va volviendo más ardua o

más fácil. El karma básico debe ser, en principio, totalmente aceptado; sólo es posible

mejorarlo después de esa aceptación.

En el aprendizaje que la ley del karma ofrece, las dádivas también son pruebas; es

necesario saber usar correctamente los dones y los bienes que la vida nos entrega. Cuando

desperdiciamos los recursos disponibles, sean materiales, intelectuales o espirituales,

generamos karma restrictivo, lo que redunda en escasez de esos recursos en la misma vida o

en una futura, en perjuicio de las tareas que nos caben.

Como todo está incluido en una Consciencia Única, fuente de toda manifestación, no hay

detalle que no deba considerarse en la búsqueda del equilibrio y de la armonía. Todo lo que

nos rodea y todo lo que somos, debe convertirse en un instrumento de servicio y utilizarse de

manera adecuada. En este sentido, el agua, la electricidad, el alimento, el dinero, el

transporte, el trabajo, el sueño, la palabra, el sentimiento y el pensamiento dejan de

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pertenecernos y pasan a verse como son en realidad: expresiones de esa consciencia

omnipotente.

El ser humano crea débitos kármicos al desligarse aparentemente de la Consciencia

Única, al identificarse con sus partes y con su aspecto temporal. En principio, la mayoría de las

personas no han sido liberadas del condicionamiento terrestre por la ley del karma debido a su

falta de preparación para tratar con dos fuerzas antagónicas a la evolución: las fuerzas del

deseo por lo superfluo y de la ilusión de que el nivel físico es la única realidad, o la única

importante. Sólo con la neutralización de esas fuerzas la vidas puede ser menos restringida

por el karma y volverse, en consecuencia, más libre.

A cierta altura, el ser interior desencarna. Cíclicamente necesita estar fuera del mundo

material para hacer su síntesis y preparar condiciones futuras más favorables, siempre que el

karma tejido por el ego durante la permanencia en la Tierra lo permita. Entre esas condiciones

está la formación de cuerpos adecuados para las nuevas situaciones que se le presentarán.

Es principalmente entre un nacimiento y otro cuando el individuo interno e inmortal revé

sus actos, sentimientos y pensamientos pasados y, si es medianamente evolucionado, se

propone equilibrar las desarmonías provocadas en la encarnación reciente. Toma decisiones

que están claras sólo mientras está fuera de los cuerpos terrenos.

Con la reencarnación, los nuevos vehículos ―el etérico–físico, el emocional y el mental―

casi no tienen memoria consciente de lo que pasó en sus vidas anteriores, ni de las decisiones

tomadas fuera de la esfera material. Es en el cuerpo del alma, que no es denso como los

demás, donde está registrado de manera lúcida ese nuevo impulso y la claridad de propósitos.

En la mayoría de los casos, al reencarnar el individuo no tiene noción de lo que realmente vino

a hacer a la Tierra. Eso se nota en la vacilación que se apodera de muchos ante los rumbos

que deben tomar en la vida.

Es así como las oportunidades de equilibrar faltas pasadas son poco reconocidas, sobre

todo porque no suelen coincidir con las aspiraciones humanas y superficiales de la persona,

que está influenciada tanto por la hereditariedad como por el medio ambiente. Ella no acepta

positivamente las situaciones en las que debería prestar servicio a los demás y tener

comprensión (y no rechazo) por las debilidades ajenas. Encaradas como incómodas, dejan de

constituir una posibilidad de crecimiento de consciencia y posterior liberación.

Ese desconocimiento de las decisiones evolutivas tomadas entre una encarnación y otra,

se va disolviendo cuando el alma, ya madura, guía a la personalidad, iluminándola con

sabiduría y compasión. Siempre que se establece un contacto con el alma, la posibilidad de

que esa luz llegue a la consciencia externa se hace notar, y aumenta cada vez más cuando hay

empeño y receptividad por parte de esa conciencia externa.

En el mito de los Trabajos de Hércules hay un episodio en el cual el héroe salva a una

joven que estaba por ser devorada por un monstruo, equilibrando así su acción anterior de

haberle quitado la vida a una reina5. En ese episodio se encuentran enseñanzas claras sobre la

ley del karma. Hércules había matado a quien lo había recibido bien y después salvó a alguien

necesitado de libertad. Ya maduro para comprender mejor el camino de la vida y de la muerte,

que en el fondo es uno solo a pesar de tener nombres diferentes, de ahí en adelante el héroe

estaba mejor preparado para nuevas tareas.

El mito de los Trabajos de Hércules constituye un itinerario para los que perciben la

importancia de superar la ley del karma y desvincularse de la rueda interminable de

renacimientos en la superficie de la Tierra.

Ese trabajo específico muestra que, como cada uno de nuestros actos resuena

infinitamente, moviendo vibraciones en todos los niveles de consciencia, las acciones

beneméritas equilibran acciones anteriores inarmónicas, disolviendo el karma engendrado.

Destaca, además, que saldando deudas kármicas aliviamos el antagonismo innato en el ser

5 Ver capítulo “El cinturón de la unión”, en el libro Hora de Crecer Interiormente (El Mito de Hércules, Hoy), del

mismo autor, Editorial kier, Buenos Aires.

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humano. A medida que el karma se equilibra en un ser, sus aspectos masculinos y sus

aspectos femeninos también se equilibran, y así no hay grandes dificultades para su evolución

superior.

Hay ciertos procedimientos básicos que, si se incorporan en la vidas de las personas,

facilitan la disolución de la trama kármica que las sujeta a ciclos encarnatorios. Algunos de

ellos son el cultivo de la inofensividad y de la compasión.

Es raro que alguien recuerde que una actitud agresiva casi siempre nace de la

inseguridad. Quien agrede, en general lo hace porque siente que sus valores personales son

amenazados, y sólo el amor y la neutralidad, nunca una nueva agresión, logran que se

trasciendan esos estados de ánimo. Un grado suficiente de autocontrol que no permita dejarse

llevar por conflictos y una conducta basada en el amor fraterno rompen la trama del karma

negativo, pues con esto no se es agente de la reacción generada por la acción conflictiva.

Para permanecer en esta actitud, es necesario tener una aspiración verdadera por el

crecimiento de todos, para no provocar resentimientos y para que al tratar con la desarmonía

no se cree más desarmonía. La certeza de que dentro de todos habita la luz y la bondad, nos

posibilita confiar en la capacidad de los demás y tener actitudes pacíficas. Entonces, algún día

la convivencia humana podrá tornarse fraterna, sin los vínculos y sin los resentimientos que las

experiencias negativas dejan invariablemente.

Quien se empeña en evolucionar, debe aprender a tener paciencia y a profundizar su

sentido de observación. En ciertas fases de la vida puede suceder que la persona piense que

no está progresando o que nada promisorio le está sucediendo, aunque trabaje para ello. Sin

embargo, la realidad no es tan así. Por el hecho de dedicarse con seriedad a la evolución y,

con ello, estar siendo transformada intensamente, muchos acontecimientos previstos en su

destino básico pueden ser suavizados o no ocurrir. Se puede posponer la fecha de

desencarnar, se pueden aliviar las enfermedades y detener los desastres, o reducir sus efectos

gracias al desenvolvimiento reciente de cualidades superiores en su ser. Esto es así porque al

tornarnos útiles, nuevos elementos y condiciones ―que incluyen el abastecimiento de

necesidades más amplias que las individuales― comienzan a formar parte de nuestra vida.

En realidad, prestamos mucha atención a las cosas negativas que nos suceden, pero no

sabemos los males y problemas que dejamos de sufrir por haber realizado un trabajo

consciente con el karma. Una señora que conocí, por ejemplo, estaba destinada a tener una de

las más dolorosas formas de cáncer, y cumplió el destino de pasar por tal enfermedad, pero

sin el menor dolor físico. Debido a que, entre el momento en que su yo interno optó por ese

modo de purificación y el momento en que el cáncer debería manifestarse, esa señora realizó

muchos actos benéficos y se conscientizó de leyes espirituales a las cuales antes no se había

dedicado, el proceso por el cual debería pasar, fue aliviado a tal punto que el fin de su

encarnación fue bastante tranquilo.

Como ya hemos dicho, comienzan a suceder grandes cambios cuando realmente nos

entregamos a un nivel de existencia más elevado. Con la expansión de nuestro estado de

consciencia entramos en un karma más general y pasamos a estar regidos por un destino que

es la interacción de varios destinos mayores. En lo que sucede con nosotros no predomina

nuestro karma, sino esa interacción, donde se incluyen el karma de grupos, el del país y,

eventualmente, el del planeta. Nuestra vida se integra a fuerzas potentes, salimos del ámbito

de las limitaciones personales.

Conozco individuos que vivían con grandes restricciones materiales, y las resolvieron al

ingresar abnegadamente en el camino espiritual prestando servicio junto con un grupo

altruista; conozco otros que quedaron libres de lazos kármicos personales para servir en

ámbitos mayores, como, por ejemplo, el de un país o el del planeta. Personas que estaban

limitadas por deberes básicos y circunscritas al ámbito familiar, se vieron de repente en esos

procesos de transformación, libres para dedicar su tiempo y energía a causas universales. No

se quiere negar el valor del deber cumplido en todos los círculos, hasta en los restringidos y

personales, pero las cuentas kármicas pueden ser reordenadas y nuevos factores y elementos

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pueden surgir para suplir la falta de personas que antes eran imprescindibles en determinados

ambientes, dejándolas disponibles para tareas mayores.

Es importantísimo destacar el valor de la cooperación. Un servicio universal no se realiza

con un solo individuo, sino con un grupo, o con varios grupos. Tales servicios dependen de la

participación de seres más evolucionados que el promedio de la humanidad, dichos seres

pueden estar encarnados o no.

Los casos más bellos de comunión espiritual de seres superiores con los hombres de la

superficie de la Tierra suceden en razón del karma positivo generado por algún trabajo

benéfico que hayan hecho en cooperación en otros tiempos, en encarnaciones en las que

estuvieron juntos.

Un acto de cooperación es, pues, valioso para toda la eternidad y por eso siempre es

bueno perfeccionarnos en ese sentido. Un modo de hacerlo, es disponernos a desempeñar

nuestras tareas lo mejor posible, ya sea cuando estamos solos, ya sea acompañados. Es claro

que no podemos saber, sólo con la percepción humana, lo que de hecho es mejor; pero

podemos, eso sí, desear saberlo, lo que desde ya produce un profundo efecto positivo.

A partir del momento en que tomamos conocimiento de la ley del karma y buscamos

equilibrar las acciones pasadas, las transformaciones se dan más o menos rápidamente y con

mayor o menor evidencia. Dependiendo de la intensidad de nuestra aspiración, es posible

atraer la gracia y la misericordia de niveles superiores de consciencia. Las palabras del

BhagavadGita, dichas por el ser interior, aseguran que una decisión fundamental y sintética

lleva a la liberación:

“ Dedica todas tus acciones a Mí.

Luego, prosigue y lucha.

“ La acción no me contamina.

No deseo los frutos de la acción.

Un hombre que comprende

mi naturaleza al respecto,

Nunca se vuelve esclavo de la propia actividad.”

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Los lazos familiares en

el juego kármico

En un grupo familiar entran en juego ligazones kármica significativas. Las circunstancias

que un alma encuentra en ese ámbito pueden convertirse en factores de crecimiento o en

obstáculos. Por ello, un paso importante que el alma da en su desenvolvimiento es el de poder

participar de la definición de su grupo familiar antes de encarnar. Tal posibilidad de intervenir

conscientemente en la preparación y conformación de ese ambiente depende del grado

evolutivo que ella alcanzó.

Las almas poco evolucionadas no eligen el grupo familiar en el cual encarnan; como

tienen sed de experiencias en la materia, son atraídas por los lazos emocionales y mentales

que tengan con alguna pareja. Pero las de evolución media pueden, dentro de ciertos límites,

prever el grupo familiar del que participarán y hasta prepararse en los planos internos para

llegar a formarlo en el plano físico.

Las almas que poseen la facultad de elegir el grupo familiar no siempre optan por la

convivencia con personas con quienes tendrán una relación fraterna, amistosa y alegre. Ya

adquirieron algo de madurez y buscan saldar débitos con el mundo material y con ese grupo

para luego integrarse en relaciones universales. Organizan la encarnación de modo de avanzar

en el camino de la libertad, y saben que para eso necesitan superar dificultades de toda índole,

en especial las creadas con otros seres en el pasado. Hay, entonces, encarnaciones

deliberadamente preparadas para tales depuraciones.

De cualquier manera ―teniendo o no la posibilidad de elegir el grupo familiar―, el ser

encarnante siempre está insertado en el mejor ambiente que la ley del karma disponga para

su evolución. Si toma consciencia de esto, pasa a aceptar y a comprender situaciones

familiares conflictivas y está apto para resolverlas o para tomarlas como un estímulo para su

propio perfeccionamiento o el de los demás. Pero sin el ejercicio del amor–sabiduría y de la

compasión, los lazos se vuelven cada vez más fuertes y tensos, reteniendo al ser en estados

de desarmonía que determinan etapas siguientes aún más oscuras y frustrantes.

El vínculo kármico entre padres e hijos se refleja directamente en su proceso evolutivo.

Si el ser humano fuera más receptivo a las leyes espirituales, seguiría la sabia orientación que

proviene de ellas y reconocería que sólo una mínima parcela de la humanidad debe procrear.

Sin embargo, no es esto lo que sucede, y en considerable número de seres vienen al mundo

sin estar preparados, atraídos por el magnetismo denso de los contactos sexuales entre

personas que no están listas para educar a otras, ni apoyarlas en el crecimiento.

Hoy día, el proceso de encarnación de un alma presenta algunas características. Ese

proceso se desorganiza cada vez más debido a la promiscuidad sexual generalizada, al número

creciente de abortos provocados y a la gran cantidad de personas que procrean sin querer. El

ritual de los nacimientos dejó de existir en los planos internos de la vida.

Mientras que, hasta hace algún tiempo, los nacimientos se organizaban teniendo en

cuenta grupos de almas que debían estar juntas por diversas afinidades, hoy ese

escalonamiento equilibrado en la mayoría de los casos ya no es posible. Son tantas las

oportunidades de fecundación (incluidas las artificiales), que no es posible mantener un alma

poco evolucionada en los planos internos de la existencia sin interferir en su libre albedrío, ya

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que las puertas del mundo material se abren debido al acto promiscuo y ella es atraída

naturalmente por la densidad extrema que se vive en este mundo.

La procreación en condiciones adversas al progreso espiritual puede, en ciertos casos,

hacer más lenta la evolución del ser que encarna, y también la de los padres, para el resto de

esa vida. En estos casos el nacimiento está comprometido desde sus bases, y la energía

espiritual encuentra obstáculos para vitalizar los cuerpos que recibirán al alma encarnante; en

los padres, esa energía interna se retira aún más. De ahí que haya tanta incomprensión y

aridez durante los años de convivencia, tanta miseria y abandono.

Muchos seres podrían pasar por curas mientras están desencarnados, y las parejas que

los traen prematuramente al mundo material, sin estar preparados, generan un karma pesado.

Dicho karma puede repercutir de tal manera que esos padres, de ahí en adelante, no consigan

desarrollar nada más de modo adecuado.

La falta de consciencia con relación a la procreación, la herencia genética familiar y el

karma engendrado en centenas de encarnaciones son fardos que en determinado momento se

vuelven demasiado pesados. La voluntad y la aspiración personales no siempre pueden aliviar

tal carga, y hay casos en que ni siquiera la energía del ser interno tiene posibilidades de

retirada del todo. Ocurre que, de cierto modo, el ser interno también tiene que seguir los

dictámenes de la ley del karma en todo lo que se refiere a los niveles externos. Así, sólo las

ayudas superiores, trascendentes, pueden cambiar algunas situaciones.

Pero, a pesar de que estamos en tiempos de tanto desorden, esas ayudas nunca

estuvieron tan disponibles. Esto se debe a que, como veremos más adelante, ahora en la

Tierra se preparan profundas transformaciones que se manifestarán en plenitud en tiempos

venideros, pero que ya se anuncian.

Las ayudas llegan cuando la persona decide cambiar de actitud de verdad y no dejarse

llevar más por experiencias que, aunque parezcan sin importancia y pasajeras, pueden traer

desequilibrios para el resto de la vida. Además, las ayudas llegan cuando se deposita fe en la

realidad suprafísica, y no únicamente en las aptitudes personales. Mientras la persona se

apoya sólo en su potencial humano y sobre todo cuando sigue su propia manera de resolver

los problemas, no está realmente abierta a la acción de la gracia ―acción que es capaz de

transformarlo todo.

Basada en leyes suprafísicas, la gracia puede retirar obstáculos normalmente

infranqueables para la ascensión, no sólo de un ser, sino de un grupo, de un reino de la

naturaleza o de esferas de vida aún más amplias. Las consecuencias de su actuación son

imprevisibles. Cura, transforma y conduce la consciencia a niveles que de otra forma serían

inaccesibles. La acción de la gracia puede cambiar a las personas, puede despertarlas para

realidades hasta entonces impensadas.

Muchas de las dificultades actuales de la relación familiar son fruto del mal uso del

potencial creativo del ser humano. Hoy, la mayor parte de su manantial de energía se canaliza

hacia la actividad sexual ―la expresión más densa de la creatividad.

Sin embargo, si la persona despierta para actividades creativas superiores, va entrando

en equilibrio y su vida afectiva por fin se serena; se integra entonces, con mayor facilidad, a

obras más sutiles, obras universales en beneficio de los semejantes. La elevación de la energía

creativa la vuelve fuerte para que no se envuelva demasiado en el acostumbrado juego de

intereses emocionales y mentales de la vida cotidiana.

Vale destacar que la búsqueda del uso correcto de la energía creativa no debe tener una

connotación represiva. A determinada altura de su evolución, el alma deja de vitalizar las

acciones de la personalidad en el campo de las relaciones, y entonces esa conscientización es

espontánea, natural, pues refleja una madurez interior. El impulso sexual se pacifica, y el

individuo se vuelve más receptivo a los impulsos espirituales.

Esa transformación, en realidad, nunca se limita al ámbito individual; toca a otros seres

que, del mismo modo, pueden comenzar a perfeccionar su expresión creativa.

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A propósito de la relación en el grupo familiar, tengamos en cuenta algunas conductas

que facilitan la convivencia sin reforzar los lazos kármicos:

Considerar que un ambiente familiar adverso puede ser propicio para saldar débitos

kármicos recientes o hasta muy viejos;

Ser responsable y cuidadoso tanto con los familiares como con las demás criaturas,

evitando preferencias y apegos posesivos estimulados por los hábitos y la cultura

tradicional;

No fomentar conflictos que provengan del hecho de que los miembros de la familia

tengan diferentes intereses o caminos, lo cual es común en medio del desorden de la

actualidad.

Como gran parte de las familias constituyen escuelas de perfeccionamiento y oportunidad

de depuración, es probable que, si uno de sus integrantes actúa de forma inusitada y fuera de

los patrones de la mayoría, esto irrite a los demás y provoque antagonismo. En estos casos, él

debe invocar y desarrollar la imparcialidad y la neutralidad. Así será posible evitar conflictos, y

el legítimo espíritu fraterno (no el vínculo emocional y mental) podrá prevalecer y expresarse

de modo cada vez más universal.

Los lazos familiares no son necesariamente limitantes, pero es raro que no lo sean. Uno

de los pocos ejemplos que se conocen en que los miembros de una familia se ayudaron unos a

otros, despojados de la necesidad de experiencias humanas, fue el de Teresita de Lisieux. Los

padres de Teresita, poseedores de profundas aspiraciones espirituales, tuvieron nueve hijos,

de los cuales sólo cinco, mujeres, sobrevivieron; todas ellas adhirieron a la vida monástica. Por

las características que todos los integrantes de aquella familia presentaban sin excepción, se

ve que eran un grupo de almas dedicadas más a la expresión de energías suprahumanas que a

la satisfacción de deseos o a la realización de proyectos de orden personal, material y externo.

Por lo general, a los hogares les falta la cualidad energética requerida para que las almas

se sirvan de ellos como campo de evolución superior. Incluso en los que aún consiguen

mantenerse organizados, se acostumbra tener en cuenta tan sólo la evolución material y

mantener los patrones establecidos por la sociedad, frustrantes para las almas. Así, las almas

que tienen que realizar obras universales y de gran alcance en el plano físico necesitan del

contacto o de la convivencia con núcleos desprovistos de lazos familiares, donde se les brinda

la oportunidad de diluir las afinidades restrictas al parentesco y de liberarse de los apegos.

Estaba previsto que en la superficie de la Tierra se formase un gran número de dichos

núcleos, que ya actúan en niveles de existencia internos, a través de grupos con metas

espirituales y con una vida de servicio en común. Pero son rarísimas las oportunidades de

encontrarlos en el plano material. Y las almas con profunda necesidad de instrucción han sido

atraídas hacia los núcleos internos, suprafísicos.

En esta etapa evolutiva del planeta, se puede tomar consciencia de los contactos

realizados en los niveles internos. En nuestro libro Contactos con un Monasterio Intraterreno6

describimos vivencias subjetivas importantes experimentadas concomitantemente con la vida

externa y humana. Son vivencias aún esporádicas, pero no imposibles.

Lo que sucede en esos núcleos en general difiere mucho de la convivencia familiar

común. La familia estimula las facetas egoístas de sus miembros: apoya el camino de

realización personal y enaltece el amor propio; alimenta cierta obligación de convivencia,

muchas veces no confesada, en especial entre padres e hijos. Así, cercena en muchos casos la

libertad tan necesaria para que las personas tomen los rumbos a los que estaban destinadas.

Lo ideal sería que la institución familiar desempeñase el papel de primer instructor del

ser que encarna en ella, preparándolo para encontrar la propia regencia interna y para

reconocer la parte que le corresponde en el progreso del mundo. Sin embargo, en general no

está capacitada para cumplir dicho papel, y el ser encarnante encuentra más obstáculos que

facilidades para percibir realidades universales en el campo afectivo y en el espiritual.

Actualmente, cuando las instituciones creadas para ayudar a los seres inexpertos se

desmoronan (como la familia, las religiones, el estado y otras), es necesario tener verdadera

6 Editorial kier, Buenos Aires.

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necesidad de llegar a la vida espiritual para emprender tal búsqueda por sí mismo y con los

apoyos mínimos.

La familia, como institución, está cargando un pesado karma, difícil de resolver si quienes

la integran, permanecen en el nivel de los lazos de afinidad o de rechazo. Una parte de los

actuales problemas en relacionarse dentro de la familia se debe a esto, y también al hecho de

que, como grupo social, para muchos, ya no tenga sentido.

No obstante, se esperan transformaciones grandes y radicales. La situación que se

observa en la actualidad, aunque parezca sin esperanza, será modificada con el surgimiento de

una nueva forma de convivencia, que reflejará la interacción entre almas y no se basará en

afinidades o rechazos puramente humanos. También significativos cambios se realizarán en la

constitución misma del ser humano en un próximo ciclo del mundo, como veremos más

adelante.

La resolución adecuada de los problemas de relación entre las personas tiene amplias

repercusiones: influye hasta en el desarrollo planetario. Si el planeta hoy tiene el papel de

recibir en su órbita tantos seres que necesitan cura y armonización, y el papel de depurar y

transformar las impurezas que circulan en el sistema solar, en épocas venideras tendrá, sin

duda, otras atribuciones. Como los frutos del mañana provienen de semillas lanzadas en el

presente, nuevas formas de convivencia aún no manifestadas, si se las acepta, pueden cobrar

vida poco a poco.

La Evolución reserva para la humanidad terrestre formas de existencia aún desconocidas.

Ya se dijo que en el futuro nacerán criaturas que no necesitarán de padres. Según la Iniciada

H.P. Blavatsky7, esa forma de procreación se implantará primero en los animales y luego se

extenderá a la especie humana; “las mujeres tendrán hijos sin fecundación previa”, y en los

ciclos finales del planeta, todavía distantes, “aparecerán individuos capaces de reproducirse

por sí mismos”.

En el libro La Quinta Raza8, presentamos algunos esbozos sobre la forma como se

perpetuará la especie humana en un ciclo futuro, cuando la constitución de la Tierra sea más

sutil: la criatura no nacerá por vía uterina; el periodo de gravidez será de tres meses y no

transcurrirá en el vientre de la madre, sino en su plexo cósmico, en el cuerpo etérico; el

organismo tenderá a simplificar sus funciones.

Así como ocurre hoy con el apéndice ileocecal, en el futuro los órganos de reproducción y

ciertas glándulas seguirán el camino de extinción gradual. Algunas señales de transformación

profunda son evidentes, aunque la ciencia las explique con evasivas. En realidad, hay países

en los que se nota una creciente cantidad de jóvenes estériles y, aunque se presenten varias

hipótesis sobre las razones de este fenómeno, éstas sólo encubren una realidad de hecho

inexplicable para los modelos científicos normales.

La forma como se realiza la reproducción en una civilización material depende de las

leyes evolutivas bajo las cuales se encuentra. En los mundos intraterrenos y en los

extraterrestres avanzados no existe reproducción sexuada porque esos mundos están hechos

de materia más sutil. En la humanidad de superficie de la Tierra, sin embargo, la reproducción

sexuada fue el medio proporcionado por la naturaleza a partir de cierta fase. No obstante, el

ser humano no lo comprendió ni lo empleó correctamente. Incluso entre quienes trataban de

guiarse, por preceptos elevados, muchos comprendieron en forma errónea una expresión

bíblica que, según traducciones e interpretaciones dudosas, afirma que deberían crecer y

multiplicarse. En esto encontraron justificaciones para dejarse llevar por el deseo. Dicho

concepto bíblico, en realidad, se refería a ampliaciones de consciencia y no a la proliferación

descontrolada de la especie, como sucedió.

Uno de los principales motivos de que el caos se haya instalado en la Tierra es el

crecimiento demográfico más cuantitativo que cualitativo. Aunque haya habido casos de seres

que encarnaron conscientes de las obras que les correspondía realizar en beneficio del mundo,

esto es muy raro. En situaciones como éstas, en que existe una tarea mayor que cumplir, el

7 La Doctrina Secreta, Volumen VI, Editorial kier, Buenos Aires.

8 De Trigueirinho, Editorial kier, Buenos Aires.

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alma usa la voluntad espiritual y crea una forma–pensamiento9 lo suficientemente fuerte como

para contactar a los que le servirán de padres en el plano físico. Sin embargo, incluso en esas

situaciones, se utiliza lo que Sri Aurobindo denominó “métodos groseros de la naturaleza

física” para traerlos a la vida concreta.

En el próximo ciclo de la Tierra, la continuidad de la especie humana no incluirá fuerzas

sexuales ni cópula, sino la voluntad espiritual y las energías que la complementan. La ley del

nacimiento continuará existiendo para algunos, sin embargo, la llegada de un ser humano al

plano material será posible gracias a una interacción interna, en niveles suprafísicos. Incluso

en esos niveles abstractos, el ser encarnante mismo reunirá la substancia para sus cuerpos

terrestres, y la energía etérica de los padres ayudará en su materialización. El proceso de

gestación vigente en la etapa actual habrá sido, pues, trascendido.

9 Formapensamiento. Aglomerado de energías y fuerzas generado por el poder inherente al pensamiento. Su cualidad

varía de acuerdo con el impulso que le dio origen. Las formas–pensamiento permanecen activas por determinado

periodo y pueden ser vitalizadas o desvitalizadas, conforme el grado de adhesión que le tengan las personas.

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Reequilibrio y cura

por medio del karma

Desde un punto de vista amplio, todo lo que existe, cumple una función en el plan

evolutivo de los universos. Según ese plan, también las enfermedades se producen debido a

una necesidad de orden en la vida y sirven para el perfeccionamiento de las criaturas que las

sufren y para el equilibrio de su karma negativo.

Cuando el ser ya está consciente en el nivel del alma, antes de encarnar, ve su meta

evolutiva y, en base a eso, programa situaciones que le proporcionarán los desenvolvimientos

necesarios en el transcurso de la vida que inicia sobre la Tierra. Como ese programa se traza

con la ayuda del alma y se apoya en las fuerzas que por la ley del karma estarán disponibles,

siempre tiene en cuenta el grado de fortaleza de la persona. Por ello, una enfermedad

programada nunca es más grave que la capacidad de soportarla.

El hecho de no aceptar la enfermedad y de reaccionar contra ella es lo que la vuelve

pesada o demasiado fuerte. Esto es así incluso en lo que se refiere al dolor físico.

Cuando una enfermedad programada antes del nacimiento físico se manifiesta, la

persona se ve ante la necesidad de encontrar dentro de sí las fuerzas para trascender el

estado de dolencia, fuerzas que de otro modo ella no desarrollaría. Sin embargo, no se las

debería emplear para luchar contra la enfermedad, sino para encararla como una situación

reequilibradora, para ubicarse frente a ella de forma inteligente y cooperante.

Alguien que haya robado, por ejemplo, puede contraer una enfermedad más o menos

crónica en las manos; el esfuerzo para tratarla o para convivir pacientemente con ella es capaz

de producir, en el cómputo general de las energías de su ser, una compensación con respecto

a la acción practicada en el pasado.

Para mitigar los dolores o para soportar las molestias, la persona debe apelar de modo

especial a las energías que posee dentro de sí misma. Es como si las enfermedades acelerasen

el despertar de una nueva comprensión y, en consecuencia, la adquisición de nuevos hábitos.

Así, si al pasar por una enfermedad sabemos crecer por medio de ella, adquiriremos más

fuerzas de las que teníamos, las cuales, entonces, serán usadas para el desarrollo anhelado

por nuestro yo interno. A veces ese fortalecimiento puede ocurrir en la misma encarnación en

que surgió la enfermedad, o sea, el nuevo potencial puede surgir a corto plazo; otras veces,

somos preparados por experiencias más o menos prolongadas y los resultados sólo se

manifestarán en una vida futura.

También existen casos en que las personas propensas a tomar rumbos equivocados

contraen, de antemano, enfermedades a fin de evitar opciones contrarias a las

determinaciones de su alma. Una persona apta y destinada a vivir en castidad y que no esté

dispuesta a sumirla, puede, por ejemplo, tener problemas en los órganos genitales, ya sean

congénitos o adquiridos en la encarnación presente, limitándola en sus prácticas sexuales.

Según la sabiduría antigua, la principal función del sufrimiento es preparar al cuerpo para

ser menos susceptible a los desequilibrios. Por la acción de un dolor, residuos de viejos

comportamientos inarmónicos se eliminan de las células y, al mismo tiempo, en ellas se

graban las impresiones que evitarán que el ser vuelva a comprometerse con circunstancias

negativas análogas.

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Se puede equilibrar mucho gracias a las pruebas y molestias en el campo de la salud,

pero no siempre el resultado benéfico de dicho equilibrio aparece en esa misma encarnación.

En algunos casos el impulso positivo sólo aparece en la encarnación siguiente: el nuevo cuerpo

se presenta saludable en aquella parte purificada en la vida anterior.

Entre las diversas experiencias que se pueden tener con las enfermedades, hay algunas

especialmente ilustrativas. Por ejemplo, el hábito de encerrarse en sí mismo de manera

egoísta, sin comunicarse lo suficiente con el mundo exterior y con los semejantes, puede

equilibrarse mediante el sarampión, a veces contraído aun en edad física avanzada. Sin

embargo, lo más común es que ésta y otras enfermedades surjan en los primeros años para

liberar a la persona, cuanto antes, de algunos desequilibrios básicos de la vida anterior. Las

tendencias consideradas por el yo interno como indeseables y desactualizadas son retiradas de

la nueva personalidad por medio de ciertas enfermedades infantiles. Por otro lado, elementos

hereditarios que él no quiere aceptar o a los cuales no puede adaptarse porque no sirven para

sus propósitos, son expulsados principalmente mediante la acción de las fiebres.

Mientras la fiebre quema las sustancias inadecuadas presentes en los nuevos cuerpos,

tanto en el físico como en los sutiles, la persona es ayudada a superar la inclinación por el

deseo de cosas materiales y superfluas, y a disolver algunas ilusiones con la forma física, con

el sentimiento y con el pensamiento. Las “realidades” de esos niveles más concretos de

existencia no son nada ante el hecho de que el yo interno comienzo a volverse lúcido. Si no

existiesen tales recursos, ¿cómo haría él para, dentro de una personalidad obstinada, aún

inconsciente de hechos más amplios, retirar lo inútil y sanar las desarmonías?

Cuando se trata de transformar un pasado caído en el olvido, pero depositado en las

camadas más profundas del subconsciente, aparecen las neurosis, las neurastenias y algunos

casos de histeria: formas que la naturaleza encuentra para disolver en el hombre los residuos

indefinibles de lo que ya no le es útil. Existen, sin embargo, acontecimientos que van

quedando en el llamado “archivo kármico”, pues no siempre se puede planear un gran número

de experiencias purificadoras o armonizadoras en la misma encarnación. Los efectos de esos

acontecimientos se compensan en el transcurso de las vidas, proceso que puede ser largo o

no, si en cada pasaje por la Tierra el ser adopta conductas evolutivas y elevadas, trata de

evitar nuevas causas de desequilibrio o compensa ese estado negativo con actos positivos.

Aunque sea posible crecer en consciencia estando desencarnado, los débitos kármicos

realizados en el mundo material normalmente sólo se pueden saldar en ese mismo mundo.

Esto es así debido a la necesidad de que las partículas materiales vivan las acciones contrarias

a aquellas de las que anteriormente participaron. Por eso, los ajustes kármicos en general se

realizan durante la vida física, y las enfermedades son instrumentos eficaces para esas

transformaciones.

Especialmente con relación a las enfermedades del cuerpo emocional, se puede decir que

existen diversas maneras de tratar al ser humano. Una de ellas, desactualizada para quien

adhiere al camino espiritual, es inducida a que se reencuentre con los núcleos no resueltos en

el pasado, desentrañándolos mediante un análisis psicológico. Cuando la persona tiene

capacidad para realizar una elaboración inteligente, tal procedimiento puede ser en parte

liberador, pero es muy raro salir de las encrucijadas y lleva años para lograr lo que una cura

interior haría en pocos momentos.

Esa reconstrucción exhaustiva de los hechos pasados aún es el método más usado en la

psicología tradicional. Sin embargo, si la persona no trasciende la influencia de las fuerzas

contrarias a la evolución que existen en ella misma, el nudo kármico no se deshace y las

situaciones traumáticas o incómodas podrán repetirse, aunque con otras apariencias y

pretextos.

Una manera efectiva de tratar al cuerpo emocional es que la persona, ante todo, busque

la reconciliación dentro de sí misma. Esto no implica una concesión a las fuerzas involutivas;

en realidad, se trata de aceptar el lado negativo propio, sabiendo que esa aceptación básica e

indispensable no es pasiva, pues a partir de ésta se inicia un proceso de transformación que

enfoca la realidad presente.

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31

Desde el punto de vista evolutivo y espiritual, las imperfecciones, cuando se las acepta

para transformarlas, impulsan al progreso; en cambio, cuando las capas superficiales del ser

las rechazan, dejan de producir ese efecto y pasan a constituir sólo una purificación de

residuos de acciones, sentimientos y pensamientos negativos.

Además, es bueno tener en cuenta que hablar de los sufrimientos por mero desahogo, o

reaccionar contra ellos, impide que en el carácter se implante el valor moral y espiritual que

ellos proporcionarían.

Todo habitante de este planeta lleva, en su interior, la vibración que lo identifica con la

esfera que dejó en el plano cósmico al ingresar en el plano terrestre. Esa vibración se expresa

de formas que tal vez no concuerden con las tendencias de la mentalidad hoy vigente. Es

mejor, por lo tanto, abstraernos de deducciones precipitadas o de ideas estereotipadas y

arraigadas en la mente común. Paul Brunton dice, en su libro Perspectivas10, que nuestra gran

pérdida es no sentir la necesidad de santificar nuestros días.

El ser humano puede decir poco sobre las causas de lo que le sucede a menos que le

llegue claridad de niveles supramentales; sin embargo, cualesquiera que éstas sean, todos los

acontecimientos de su vida le brindan condiciones propicias para la evolución y, de acuerdo al

caso, para la santificación.

El término santificación se refiere al proceso de equilibrio kármico producido mediante la

sustitución de actos, sentimientos y pensamientos negativos por otros positivos y, después, se

refiere al proceso por el cual esos actos, sentimientos y pensamientos se vuelven neutros.

Quien alcanzó cierto grado de realización mística dedicándose a esa autopurificación lo expresa

en virtudes, en altruismo y en entrega de sí al mundo espiritual, con fe, devoción y fidelidad a

las leyes evolutivas. En este campo, que la mayoría aún no exploró, existen diferentes niveles

de realización.

La santidad es una etapa que todas las almas viven, a medida que se van liberando de

apegos y, por lo tanto, de los lazos kármicos; no se trata de un camino de penitencia, sino del

abandono progresivo de la voluntad personal, humana, para cumplir una voluntad mayor e

interior que existe en el ser mismo.

Así, un día se llega a la verdadera libertad.

10

Editorial kier, Buenos Aires.

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Parte III

LIBERACIÓN DEL

KARMA

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35

La salida de laberinto

Durante eras, los seres humanos, aunque no quisiesen ni supiesen, caminaban según la

ley del karma, pues ella guiaba, y guiará aún por un tiempo, la evolución material en la Tierra.

El karma debía cumplirse compulsivamente, porque era la vía de evolución del planeta. Esta

condición todavía es la de muchos, pero como ya dijimos, se la está trascendiendo.

Preguntas como: “¿Qué hice para merecer tal suerte?”, “¿Cuándo acabará esto?”, eran

constantes en la mayoría de las personas. Estaba implícita una idea de obligatoriedad y de

opresión. Sin embargo, algunas no hacían dichas preguntas; el karma estaba allí y ellas

sabiamente intentaban equilibrarlo sin crear obstáculos. De ese modo, caminaban rápidamente

hacia la salida de la rueda de las encarnaciones.

En la actualidad, sobre todo por la adhesión a un poder supremo y divino, y con

neutralidad ante los hechos de la vida, un número cada vez mayor de personas encuentra

fuerzas para lidiar con los efectos de sus acciones pasadas y tiene posibilidades de trascender

la ley del karma. Pueden disolver la idea de que cumplir un deber es algo pesado. Quien

expresa naturalmente la energía de amor, encara los deberes como tareas que deben

realizarse porque son para el bien. Hace todo con simplicidad, sin lamentaciones, comentarios

o razonamientos superfluos ―manera suave de distanciarse del ámbito de la ley del karma.

Otra forma de superar la ley del karma es la oración sincera, la ofrenda y la apertura a

niveles de existencia más elevados, la entrega a metas espirituales. Sin embargo, es necesario

tener claro en qué consiste esa oración libertadora.

La oración que pide el propio bien o el de otros transcurre en nivel humano e

inevitablemente crea karma, aunque algunas veces sea positivo; es la oración desinteresada,

hecha como pura donación a la Fuente de la Vida, la que mueve energías supramentales y

atrae leyes superiores.

Se dice que la manera más libre y directa de orar es entregarle todo a Dios. Si esa

Consciencia Suprema sabe lo que hace, si nos conoce mejor que nosotros mismos, si con

mayor perfección provee nuestras necesidades, ¿qué sentido tendría pedirle alguna cosa?

Enfocar la consciencia en el nivel del alma, en el nivel intuitivo, o más allá, es la forma de

no engendrar karma con la oración, de no engancharse en circuitos de deudas o retribuciones.

Una energía divina, a la que podemos llamar misericordia, eleva al ser humano hasta

niveles que son inaccesibles en los procesos normales de la ley del karma. Esta poderosa y

sabia energía fluye en la oración desinteresada y proporciona cura, armonía y liberación.

A pesar de que, a través del tiempo, al término misericordia se le haya agregado una

fuerte carga emocional, cuando se lo aplica en su acepción más pura, designa esa energía que

cura y transforma los niveles materiales, humanos y psicológicos. Gracias a la misericordia

divina, saldos kármicos positivos que permanecían “archivados” pueden modificar las

situaciones y proporcionar oportunidades favorables para el desarrollo de la consciencia.

Esa misericordia es la respuesta del mundo interior a una necesidad del hombre, de la

humanidad o del planeta. Por ejemplo, cuando una persona hizo todo lo que estaba a su

alcance para avanzar en el camino de la liberación, pero la limitación de sus cuerpos

materiales le resulta insuperable, la misericordia divina se le revela. Es una energía que

proviene de niveles espirituales y constituye la base del perdón. Caracteriza la continua ayuda

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que las Jerarquías11 ofrecen a los hombres, a pesar de que ellos hayan respondido poco a sus

estímulos de progreso.

La mayor equivocación de quien se aparta de la Ley es juzgar que su error es más

grande que la misericordia divina, y con ello no se dispone a recibirla.

Como el karma humano es principalmente parte del bagaje del ego, para trascender el

ámbito de vigencia de la ley de causa y efecto, se debe tener al alma, o a otro núcleo de

consciencia aún más elevado, como regente de la existencia.

La búsqueda de esa trascendencia a través de la participación activa del alma que anhela

esa liberación lleva a las etapas de superación del libre albedrío, don que al comienzo es uno

de los instrumentos de aprendizaje y fortalecimiento del ego, pero que en fases avanzadas del

camino evolutivo comienza a bloquear el progreso.

El libre albedrío es una particularidad de la etapa humana de la evolución del ser sobre la

Tierra, es la facultad de elegir por sí mismo la acción que realizará; de modo general, hasta

hoy estaba pautado por tendencias personales, con frecuencia oscuras. El ejercicio del libre

albedrío determinó muchas de las características actuales del planeta y acarreó, entre otras

consecuencias, el estado de contaminación física y psíquica en que se sumergió.

En todas las épocas, poquísimos seres consiguieron superar el libre albedrío, seres que

pudieron expandir la consciencia y sobrepasar el nivel en que vive la mayoría. Abrieron el

camino para los demás y en nuestra época esta conquista está más generalizada. Es que el

libre albedrío forma parte de la cosmogonía humana vinculada al sistema energético de los

chakras, y ahora se está sustituyendo este sistema.

Cuando alguien supera el libre albedrío buscando cumplir la voluntad transpersonal

existente dentro del propio ser, una nueva energía comienza a impregnar su consciencia,

dándole un mayor impulso evolutivo y concediéndole una visión amplia del propósito de su

vida individual, grupal o de la vida planetaria.

El avance del ser humano con relación al libre albedrío se sucede así:

Mientras es primitivo, el hombre en realidad no elige; dirigido, sigue los impulsos de

las fuerzas que circulan en sus cuerpos, y la ley del karma traza, de manera estricta,

su destino. Casi no participa aún de la determinación de ese destino.

En el individuo de evolución media, las fuerzas del deseo y las del pensamiento se

disputan la soberanía sobre sus acciones; es entonces cuando el libre albedrío alcanza

su máxima expresión. Esta confrontación continúa hasta que las fuerzas del

pensamiento predominan y, en una etapa más avanzada, se unen a la voluntad del yo

interno.

En aquellos cuya alma guía hasta cierto punto a la personalidad, el libre albedrío, a

pesar de existir aún, deja de preponderar. Son sus núcleos profundos y las Jerarquías

que los inspiran, quienes determinan los hechos de real importancia, sea para su

evolución, sea para el servicio que deben prestar.

Por último, cuando el alma asume totalmente la conducción de la personalidad, se

supera el libre albedrío. Es así como, de a poco, las leyes superiores pasan a regir la

existencia humana, sustituyendo la ley del karma.

La transformación que ahora está ocurriendo en un número cada vez mayor de personas

las conduce a la esencia de la vida espiritual y divina. Su entrega a esa esencia las lleva a

superar el libre albedrío y a disolver las fronteras del ego, pues esas fronteras son las que

mantienen a la consciencia material apartada de su fuente interna.

11

Jerarquías. Consciencias que trascendieron las leyes materiales y subieron los excelsos escalones de la existencia

espiritual. Como un cuerpo unificado y cohesionado, transmiten a los habitantes del universo donde actúan las

orientaciones para el cumplimiento del propósito evolutivo.

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La liberación mediante

el cumplimiento de leyes más amplias

Al venir al mundo material el hombre trae consigo, oculta, la llave de su origen cósmico.

La historia de esta humanidad fue, y es, dolorosa porque esa llave interna quedó en el olvido,

aunque siempre haya sido posible reencontrarla.

La fe, irrestricta e incondicional, en la existencia de una Inteligencia Suprema por encima

de todas las cosas es uno de los medios para descubrir dicha llave, pues abre el camino que

conduce a la percepción de la inmortalidad. Esa fe es portadora de energías sutiles que

introducen a la persona en una vida regida por leyes superiores a las materiales.

El karma se va transformando de a poco con el cambio de actitud del hombre. Sin

embargo, lo que se puede llamar real transformación del karma se basa en esa fe, y es llevada

a cabo por Jerarquías que inspiran a la vida externa para cumplir designios cósmicos. Cuando

esta transformación ocurre, el ser se libera relativamente de vínculos compulsivos físicos,

emocionales y mentales, y puede encarnar con propósitos muy definidos, como por ejemplo, el

de servir al plan evolutivo.

A medida que el ser humano crece en consciencia, su comprensión acerca de la ley del

karma va cambiando. Deja de verla como mero instrumento para compensar errores

cometidos en el pasado y reconoce que es un medio infalible y de extrema utilidad para

realizar la meta superior de la vida. Comienza a descubrir esta meta cuando profundiza el

desapego. Empieza a notar que la ley del karma está presente en diversos niveles de

existencia y que actúa de diferentes formas; desde entonces coopera con ella de manera

inteligente, sin resistirse a la transformación que propone la voluntad mayor. Ya no es sólo

actor en el propio destino, sino colaborador efectivo de la evolución, un verdadero creador.

Basados en la fe, nuestra constitución material y psíquica puede cambiar por completo y

reencontrar gradualmente la llave que abre los portales de nuestra realidad inmortal, donde ya

no existen el ayer ni el mañana, tan sólo existe el eterno presente, sin karma. La fe es un faro

que ilumina todo el trayecto por las tortuosas veredas de los mundos materiales,

conduciéndonos siempre a leyes superiores a la del karma.

Un considerable número de almas se empeñaron en clarificar el karma durante varias

encarnaciones y, en el momento actual, sus personalidades podrían estar regidas por leyes

superiores; a pesar de eso, permanecen bajo la ley del karma debido a la inercia o a la falta de

osadía para asumir un nuevo estado.

En general, se trata de seres que han madurado por la experiencia y que no se dejan

llevar por la maldad que caracteriza a la mayoría, pero algunas conductas tradicionalmente

aceptadas y consideradas como positivas que ellos adoptan, impiden que se sumerjan en lo

desconocido. Para esos seres, las responsabilidades personales tienen tanto valor que relegan

a segundo plano las obras de cuño espiritual y de alcance universal.

Aquellos que demoran en abandonar lo que ya no les corresponde, a veces son

impulsados a salir del letargo a través de la pérdida compulsiva de bienes o de la ruptura

inarmónica de ciertos lazos afectivos. Para la personalidad, estas privaciones pueden resultar

un sufrimiento, pero para el yo interno, que tiene a la vista desenvolvimientos más profundos

y libres, es una oportunidad esperada por mucho tiempo.

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Los impulsos enviados desde lo Alto para esas separaciones nunca llegan

prematuramente; aguardan que la personalidad tenga fuerzas suficientes para asumir la etapa

que se abrirá, con el mínimo de posibilidades de retroceder. Cuando los seres superan el limbo

de las vivencias repetidas, donde todo parece ya conocido, experimentan la plenitud que sólo

la ausencia de vínculos personales puede proporcionar.

Disolver los lazos que atan la consciencia al ego, con sus hábitos y vicios, ir más allá de

lo que es posible para la mayoría, renunciar a las propias ideas, opiniones y gustos, y

despojarse de todo lo superfluo adquirido a lo largo de la vida, exige una voluntad férrea. Mas

sólo así se consigue llegar a las leyes mayores, bajo las cuales el karma no existe.

En el Nuevo Testamento se dice que los llamados para seguir al Maestro eran exhortados

a no perder tiempo mirando para atrás y a anunciar el reino de Dios. Los que son capaces de

ejercer la voluntad al punto de hacer esto, experimentan una indescriptible levedad, y las

tramas del karma ya no les impiden anunciar ese reino mediante obras de tenor trascendente.

Los que se liberan, saben que nada se pierde cuando se renuncia a algo o a alguien.

Pasado el momento del acto de desapego, se puede reencontrar de manera inconcebiblemente

más elevada y esencial lo que se dejó. Estamos unidos a una Consciencia que lo abarca todo.

Entre los factores que nos impiden percibir esa unión real de todas las partes de un Todo está

la costumbre de la convivencia en sentido común y los recuerdos de hechos del pasado. Todo

esto puede continuar presentándose después del acto de desapego, en caso de no haber

rechazado con decisión.

Las expansiones de consciencia y la adopción de metas universales reducen la influencia

de la ley del karma; aunque, en realidad, desde un punto de vista estricto, ella sólo deja de

actuar por completo cuando la consciencia se une con firmeza a la Fuente de la Vida ―donde

todo se percibe dentro del Todo. En ese estado ya no hay separación entre transmisor y

receptor, diferencia entre Creador y criatura. Es una condición muy interna, imposible de

describir con palabras, y sólo se revela a los que tienen el coraje de emerger del

comportamiento trivial de la mayoría.

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Parte IV

MÁS ALLÁ

DEL KARMA

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La transmutación monádica

En la Tierra ya se notan cambios en los mecanismos de nacimiento y muerte, y la

vigencia de una ley fuera del ámbito del karma: la ley de la transmutación monádica. Aunque

hace mucho tiempo que está actuando en este planeta, esa ley sólo ahora se da a conocer de

un modo más amplio. En épocas pasadas, poquísimos sabían algo al respecto, y la ley de la

transmutación monádica raramente, en casos especiales, regía el ingreso en el mundo

material.

La creciente incorporación de la ley de la transmutación monádica en la vida de la

humanidad terrestre cambia por completo una serie de conceptos sobre la forma como un yo

interno ingresa en el mundo material. Una nueva libertad acompaña la ley de la transmutación

monádica en la vida de la humanidad terrestre cambia por completo una serie de conceptos

sobre la forma como un yo interno ingresa en el mundo material. Una nueva libertad

acompaña la expansión derivada del establecimiento de esa ley, pues da por tierra con gran

parte de la dinámica de la ley del karma, el interminable girar de la rueda de las

encarnaciones.

En el ser humano, la mónada es un núcleo más profundo que el alma, y se da a conocer

cuando se amplía la consciencia. Representa una voluntad superior a la del alma; por ello, en

ciertos escritos cristianos se la denomina Padre. En la transmutación monádica, esa esencia

cósmica del ser humano ―la mónada, o espíritu― se retira de los cuerpos de la personalidad y

los cede a otra mónada, más evolucionada. La que se retira ya debe haber completado la

etapa evolutiva prevista para aquella encarnación y, en general, la mónada que ingresa en

ellos no necesitaría encarnar compulsivamente, pues viene a realizar alguna tarea en los

planos materiales. Mediante esta forma de servicio, ambas mónadas crecen en luz y

consciencia.

Las leyes superiores rigen la transmutación monádica, pues la ley del karma ya no

corresponde totalmente al estado evolutivo de la mónada que parte, ni al estado de la que se

aproxima a la vida concreta. No obstante, en las transmutaciones actuales, la mónada que

ingresa en el mundo material asume el karma de los cuerpos que pasa a ocupar, aunque

ejerce cierto control sobre el mismo. Esa mónada está liberada, pero no se puede decir lo

mismo de los cuerpos, que están formados por elementos densos y que sufren influencias

hereditarias y del pasado de sus átomos en este planeta.

En la transmutación monádica, la mónada que parte, trasciende la ley de la muerte y ya

no encarnará según los parámetros de la ley del karma. En cuanto a la mónada encarnante,

trasciende la ley del nacimiento físico ―o puede haberla trascendido antes―, lo que tal vez no

haya ocurrido aún con la que le cede los cuerpos.

A la mónada encarnante se le ahorra la experiencia de la gestación uterina, de la infancia

y de la adolescencia, etapas superfluas para la tarea que debe prestar. Ingresando en cuerpos

ya formados y listos para llevar adelante el servicio que se le encargó, permanece encarnada

únicamente el tiempo necesario para cumplirlo. Un ser transmutado, por lo tanto, no sólo está

libre de la ley del karma, sino que también lo está de la ley de la reencarnación como se la

conoce, bastándole tener cuerpos disponibles y adecuados para la tarea que debe cumplir al

manifestarse físicamente.

Existen seres extraterrestres que cuando necesitan servir en el plano físico se valen de la

transmutación monádica. Éste será un método accesible a la mayoría de los habitantes de la

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superficie terrestre en su próxima etapa evolutiva, como vimos en nuestro libro Señales del

Contacto12, que narra un episodio de transmutación monádica.

Bajo la ley de la transmutación monádica los seres pasan al mundo suprafísico sin

apegos por lo que están dejando aquí en la Tierra y sin ansiedad por lo que irán a encontrar en

el lado interno de la vida; otros ingresan en el mundo físico libres de los traumas que la

gestación y el parto siempre provocan, como así también de las fases de crecimiento y

formación, preparatorias para la vida sobre la Tierra.

Varios instructores espirituales hicieron alusión a la transmutación monádica. En el libro

El Evangelio según San Lucas13, Rudolf Steiner afirma: “Ocurre, por ejemplo, que una

individualidad, al llegar a cierta etapa de su evolución, necesite condiciones diferentes de las

que le fueron dadas inicialmente. Puede suceder entonces que un ser humano, al llegar a

determinada edad, de repente se desmaye y parezca muerto. En estos casos, se produce una

transformación: el Yo abandona los cuerpos y otro Yo ocupa su lugar”. Steiner agrega:

“Semejante permuta de Yo se produce también en otros casos; es un fenómeno conocido por

todo ocultista”.

También Djwal Khul, el Maestro Tibetano, dijo en 1920 que ese fenómeno ―al que

denominaba “obsesión divina”― sería cada vez más común en los años siguientes: “En la

obsesión divina, el individuo coopera consciente y voluntariamente con Aquel que busca

inspirarlo, ocupar o emplear sus vehículos inferiores (los cuerpos externos). El motivo siempre

será prestar mayor ayuda a la humanidad […] Cuanto más la raza humana desenvuelva la

continuidad de consciencia entre el físico y el emocional y, después, el mental, más frecuente y

mejor comprendido será ese proceso de intercambio”14.

La transmutación monádica se realiza bajo el aura benéfica de seres libres, que sirven

como puntales de los hechos energéticos involucrados. Cuenta, también, con la actuación de

devas evolucionados, cuya presencia casi siempre es esotérica. Presupone el cierre del archivo

kármico de la mónada que parte, así como la creación del conducto vibratorio que permite la

entrada de la nueva energía monádica. Estos procesos no serían posibles sin la participación

de energías más que la monádica.

A propósito de temas como éste, desconocidos aún para la mayoría, se puede citar un

dicho de Goethe: “Un hombre no llega a comprender cosa alguna, a menos que la ame”. El

gran poeta se refería a la necesidad de percibir hechos sutiles a través del sentimiento del

corazón y no tanto por vías racionales.

12

Editorial kier, Buenos Aires. 13

Editorial kier, Buenos Aires. 14

Cartas sobre Meditación Ocultista, publicado por Fundación Lucis, distribuido por Editorial kier, Buenos Aires.

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El nuevo código genético

El código genético de un ser humano es mucho más que una composición físico–química;

es un conjunto de condiciones energéticas determinadas por el arquetipo de la humanidad en

cada ciclo evolutivo. No se reduce a la organización de las sustancias de un organismo ni a su

funcionamiento, sino que incluye su estado de consciencia. Excede, por lo tanto, el nivel

material, y es un recurso del plan evolutivo para conducir los seres al patrón energético que

están destinados a expresar.

Por ser un agente para la materialización de patrones arquetípicos y, tratándose de

patrones dinámicos, un código genético es modificado o sustituido por los regentes de la

evolución, conforme la necesidad. Dichos ajustes se realizan cuando los seres humanos se

alejan del patrón arquetípico de un ciclo determinado o cuando hay realmente un cambio de

ciclo. En la historia de esta humanidad, ya hubo por lo menos cuatro cambios de código

genético.

La encrucijada a la cual los seres humanos llegaron, por no trascender la polarización en

los niveles más concretos de la vida, se sumó a lo que ocurre en la Tierra, un planeta físico

que debe sutilizarse y transferirse al nivel etérico, exento de la actual densidad. En esa

situación, en que se exigen transformaciones profundas, se volvió necesario un impulso

inmaterial más fuerte, y un nuevo código genético, el GNA15, comienza a implantarse en la

humanidad en los niveles suprafísicos.

Este planeta se está sutilizando de manera progresiva, y la humanidad que lo habitará,

deberá tener componentes genéticos adecuados para expresar lo que la consciencia planetaria

requiere en su ascensión.

El nuevo código genético se está implantando en el diez por ciento, aproximadamente,

de los seres humanos que se encuentran en la órbita terrestre, estén encarnados o no. En el

plano físico, los cuerpos se volverán más sutiles; en el plano espirituales, esto sucederá segú

leyes que le son propias. Tuvimos oportunidad de enunciarlas en forma sintética en el La

Trayectoria del Fuego16.

Las características hereditarias, tales como altura, color de piel, fisonomía, presencia o

ausencia de defectos físicos, así como algunos rasgos psicológicos, hasta ahora se transmitían

de padre a hijo por los cromosomas, y es justamente esto lo que comienza a cambiar.

Para los que están recibiendo el GNA, se derrumba toda esta antigua estructura de

herencia y karma; como es de origen estelar e inmaterial, el GNA no condiciona un ser al

pasado de su especie.

El DNA, vigente en la humanidad en el ciclo que ahora se cierra, es de origen animal y

pudo llevarla hasta determinado escalón. Ahora, para una mayor integración con las realidades

internas, se hace necesario el GNA.

Cuando el hombre aún tiene el DNA y está bajo la ley del karma, él actúa en el plano

físico creando valores materiales y generando carencias o abundancia, según la cualidad de las

acciones realizadas. Con los sentimientos, crea valores en el plano de los placeres y de los

15

Esta sigla no se refiere a una sustancia química específica, sino a un campo electromagnético. 16

Editorial kier, Buenos Aires.

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disgustos, estableciendo así una situación emocional positiva o negativa, de acuerdo con la

naturaleza de ellos. Con los pensamientos, crea valores en el plano de las ideas, lo que acarrea

ideales elevados y, por lo tanto, salud mental, o pesimismo, apreciaciones críticas y

desequilibrio, dependiendo del carácter de ellos.

Con el nuevo código genético el hombre ya no será prisionero de sus propias y limitadas

creaciones. Además, estará despojado de agresividad y podrá comprender que los bienes son

de todos y no sólo de algunos, y que se deben usar para desenvolver la consciencia espiritual y

no para satisfacer al egoísmo.

Debido a su origen, el GNA le otorga al hombre estabilidad, unidad de pensamiento y

sentido de fraternidad, posibilitándole vivir conscientemente en niveles internos y de acuerdo

con las leyes que los gobiernan. Con la implantación de ese nuevo código genético, se

introduce una nueva vibración en su mundo subjetivo. Esa vibración se proyecta de nivel en

nivel, sintonizando todos los átomos de sus cuerpos con su frecuencia, que es sutil y está

unida a la meta cósmica del yo interno.

De acuerdo con lo que ya vimos, a fin de prepararnos para la transición de la ley del

karma a la ley evolutiva superior, debemos realizar en la vida diaria lo que es bueno, benéfico

y útil, desapegados de todo fruto. Esa enseñanza es antigua como el mundo, mas sólo ahora,

con la implantación del nuevo código genético, un mayor número de personas podrá

comprenderla y practicarla. Es que, en el antiguo código, el DNA, incluso los que buscan la

vida espiritual se comportan como el apóstol Pablo, que expresó que no hacía el bien que

quería, y sí el mal que no pretendía.

Pero la expansión que está por llegar no se basa solamente en el cambio del código

genético, ni en la trascendencia de la ley del karma. Hasta ahora, sobre todo en el cerebro,

sólo las células de vibración densa estuvieron activas, soportando los desajustes en los

cuerpos del hombre. Sin embargo, será despertado un importante número de células

destinadas a manifestar y a captar ondas energéticas de planos espirituales y divinos.

El despertar de esas células forma parte de la amplia reestructuración de la vida física de

esta humanidad. Depende del contacto de la consciencia material con el alma, contacto que

proporcionará una percepción más libre de egoísmo y con menor tendencia a la creación de

vínculos entre personas, cosas y circunstancias. Con una mayor proporción de células activas

saludables, en un futuro no lejano, muchos serán capaces de adherir a lo aparentemente

desagradable, a fin de ayudar en la evolución de grupos y del planeta. Superarán el plano de

los deseos y podrán servir con libertad a las energías constructoras de las obras evolutivas en

el cosmos.

El GNA puede desenvolverse y manifestarse también en los planos más densos de la

existencia, cuando encuentra receptividad a lo que él inspira y estimula. Si en la persona no

hay apertura para la transformación, ella puede rechazar el nuevo código, que entonces se

retira a niveles subjetivos hasta la disolución de los nódulos resistentes. Dependiendo del

grado de la reacción contraria a los impulsos inmateriales del GNA, éste puede incluso ser

cancelado, para que sólo en un ciclo futuro la persona se integre a esa cadena evolutiva.

Con el advenimiento del nuevo código genético, debidamente asumido, se prevé la

unidad de aspiración y de meta en el nivel mental de los seres humanos. El GNA trae patrones

cósmicos de existencia en la Tierra y constituye el fundamento de la Nueva Humanidad. Es un

código genético que predispone al ser a la sutilización y su vibración es la puerta de acceso de

la consciencia a las experiencias y a una vida en planos superiores. Valiéndose de él, el

potencial energético de esos planos es utilizado para tornar más fluida la materia. Este

proceso, en íntima colaboración con el alma, tiene el papel de dinamizar y de facilitar la

madurez de la consciencia.

La capacidad de recibir el GNA está determinada por la afinidad interna del ser con lo que

irradia este código. El GNA debe corresponder a las aspiraciones de quien lo recibe; así, tanto

la persona lo atrae como es atraída por él. El trabajo sutil que ese código genético puede

realizar, o sea, permitirle que gobierne la vida por el palpitar del espíritu, aún es un misterio

para la mayoría y continuará siéndolo hasta que la pureza y la entrega a la Ley Mayor ―la del

Amor–Sabiduría― se hayan convertido en la línea maestra de sus pasos.

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Concluido el karma terrestre, el nuevo hombre dispondrá de otros recursos, porque

tendrá cuerpos más puros, más sublimes, desprovistos de libre albedrío. Con el nuevo código

genético, los seres accederán al Conocimiento con mayor facilidad y cumplirán las tareas

determinadas por la nueva ley evolutiva. Expresarán el verdadero amor y sabrán formar parte

de una armonía que los integra definitivamente al orden de los universos más adelantados.

Mediante la aspiración por ascender a planos superiores sin provocar daños ni transgredir

la ley del amor, desarrollarán potenciales hasta hoy inéditos. Al cumplir esa ley sublime,

tendrán asegurada la propia ascensión, lo que se reflejará en toda la humanidad. Vivirán la

unión menos condicionados. Su existencia transcurrirá en la inalterable armonía de los niveles

espirituales del cosmos, proyectada finalmente aquí en la Tierra.

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47

El despertar del

consciente derecho

Los lazos con cosas, ideas, personas, tendencias y formas de vida que el hombre crea,

quedan archivado en una parte de su consciencia. En esa área, llamada consciente izquierdo,

es donde se aloja el poder del karma, como así también la susceptibilidad a los deseos y otros

factores que llevaron esta civilización a la decadencia.

No obstante, otra parte de la consciencia humana es capaz de equilibrar las tendencias

del consciente izquierdo y de instaurar en el ser la armonía con leyes superiores. A ésta le

damos el nombre de consciente derecho. Está relacionada con la conexión con niveles

abstractos, donde se revelan patrones arquetípicos y directrices del plan evolutivo. El

consciente izquierdo, por otro lado, está relacionado con la cognición por medio de los sentidos

externos y con la repetición de patrones conocidos; se refiere, por lo tanto, a la sintonía con

hechos concretos, con ideas triviales y maneras obvias de vivir, perpetuadas por las

costumbres y por tradiciones de toda índole.

Ciertas nociones sobre el nivel etérico de la existencia son importantes para comprender

los cambios que liberarán algunos seres humanos de la regencia de la ley del karma.

Por el cuerpo etérico circulan corrientes eléctricas que permiten la transmisión de

impulsos nerviosos, comunicando a los órganos físicos de conducta adecuada para el buen

funcionamiento de todo el organismo. Además, la fuerza de cohesión del cuerpo físico proviene

de este cuerpo.

Mientras que en el cuerpo físico los aglomerados de células forman órganos que, a su

vez, constituyen sistemas, en el cuerpo etérico existen núcleos de energía interligados. La

mayor o menor limpidez de estos circuitos energéticos determina el grado de salud y de

armonía de la parte física.

Existen una infinidad de circuitos energéticos en el cuerpo etérico, aunque no todos

tienen la misma importancia. Algunos son ejes alrededor de los cuales giran los otros. Tanto el

trayecto descrito por la energía en esos circuitos como los núcleos activados en ellos

corresponden a la necesidad de expresión y de relación del ser humano con el universo que lo

rodea.

Estos circuitos se expresan de acuerdo con el grado de sensibilidad y con el nivel de

madurez espiritual de cada ser. Así, el cuerpo etérico de quien está concentrado en cosas

densas es diferente del cuerpo etérico de alguien cuya existencia se fundamenta en el

altruismo. En uno y en otro, están activos diferentes centros energéticos. Sin embargo, salvo

estas particularidades individuales, existe un modelo de cuerpo etérico para todos los

miembros de una humanidad en determinado ciclo evolutivo.

En el cuerpo etérico del ser humano regido por la ley del karma, cuyo código genético es

el DNA, se destacan siete centros ―vórtices de energía denominados chakras―, localizados en

el aura, próximos a la columna vertebral.

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Los instructores del pasado pusieron énfasis en esos chakras y, teniéndolos como base,

ofrecieron algunas llaves para el trabajo evolutivo

consciente. En Un Tratado sobre Magia Blanca, de

Alice Bailey, por ejemplo, se dice que la vida pura y

correcta es la forma más simple de adecuar las

energías a las necesidades evolutivas y de activar

mecanismos y estructuras vitales hasta entonces

adormecidas.

Según esa obra y muchas otras basadas en

el sistema de los chakras, la personalidad, el aspecto

de la materia del ser humano, alcanza su

apogeo cuando las energías que están

latentes en la base de la columna llegan a la

cabeza y desde allí son llevadas al centro

existente entre las cejas, el centro ajna. Después,

cuando las energías del centro sacro son

sublimadas, reorientadas y elevadas hacia el centro

de la garganta, y se supera el interés sexual,

el ser humano se torna una fuerza consciente

creadora en los mundos superiores. Además,

cuando las energías del plexo solar son transmutadas y reorientadas hacia el centro del

corazón, él alcanza la consciencia de grupo y se transforma en un servidor de la humanidad.

Éste fue el trabajo de elevación de la energía desarrollado durante todo el ciclo que ahora

finaliza. Hoy, sin embargo, este circuito de los chakras se está desactivando y uno nuevo ―el

del consciente derecho― comienza a actuar en seres pioneros. La energía se traslada

gradualmente de un sistema hacia otro. Para comprender este proceso, se debe tener en

cuenta que:

En cada etapa del planeta existe una estructura etérica básica, un patrón arquetípico

que expresar.

El 8.8.88 se inició un nuevo ciclo planetario y solar, y un periodo de purificación intenso

en la Tierra; debido a esto, los niveles de consciencia en el planeta están pasando por

transformaciones profundas.

Un nuevo código genético regirá la formación de los cuerpos de los seres humanos.

De este modo, aumenta el potencial energético disponible para el hombre, y el manantial

que antes se distribuía entre siete centros principales (los siete chakras) se concentra y

expresa a través de tres (el cerebral derecho, el cardíaco derecho y el plexo cósmico).

Posteriormente, este potencial expandirá su acción, pues otros dos centros, llamados

supraluminares, se sumarán a los tres. Si estamos atentos, veremos que esta “nueva”

constitución energética del hombre ya estaba implícita en antiquísimas instrucciones y, en

forma esotérica, en los más avanzados conceptos sobrentendidos en las expresiones de sabios

como Sri Aurobindo. No obstante, sólo con la transición ocurrida el 8.8.88, estos asuntos

quedaron finalmente explícitos.

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En la transferencia del sistema de chakras para el sistema del consciente derecho, la

energía del centro de lo alto de la cabeza, del centro ajna y de parte del centro laríngeo se van

fundiendo en un único centro, el cerebral derecho, en el cual la capacidad cognitiva y la

capacidad creativa estarán unificadas, llevando al ser humano a una interacción con el mundo

externo más equilibrada. La actividad mental analítica y concreta pasa de a poco al ámbito

subconsciente y se automatiza, así como lo son hoy las funciones orgánicas del cuerpo físico.

El centro cardíaco derecho sintetiza la energía del centro cardíaco del antiguo sistema de

chakras y recibe una parte de la energía del plexo solar y del centro laríngeo. Así, el potencial

de amor y el de creatividad impersonal estarán reunidos y actuando juntos, lo que cambiará

por completo la convivencia entre los seres humanos. Las dificultades derivadas de relaciones

egoístas dejarán de existir, pues el centro cardíaco derecho posee mayor abertura a la

vibración del alma, núcleo en que la vida fraterna es una realidad ya establecida.

Las energías canalizadas por el centro sacro y por el centro de la base de la columna,

como así también parte de las canalizadas por el plexo solar, convergen hacia el centro

localizado del lado derecho del tronco, debajo de la última costilla, el plexo cósmico. Por lo

tanto, se supera la sublimación de los aspectos instintivos realizada por el trabajo evolutivo

basado en el sistema de chakras. El hombre con los centros del consciente derecho activos ya

no enfocará su energía en un nivel tan denso, y elevarla, para él, representará una

considerable ampliación de consciencia.

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Centros del Chakras que están siendo

consciente derecho absorbidos en los centros del

consciente derecho

Centro cerebral derecho Centro de la cabeza

Centro ajna

Centro laríngeo

Centro cardíaco derecho Centro laríngeo

Centro cardíaco

Plexo solar

Plexo cósmico Plexo solar

Centro sacro

Centro de la base de la columna

La elevación de la energía en los centros energéticos de un ser humano es una

consecuencia natural del cambio de polarización de su consciencia; por lo tanto, no debería

hacer nada para forzarla. En los planos externos, la transferencia completa del antiguo sistema

de chakras para el circuito del consciente derecho proviene de una elevación energética

espontánea, del hecho de que las fuerzas del ego ya no dominen y de que se haya renunciado

al libre albedrío. De esta manera, las fuerzas del ego se van integrando a las energías del

alma, lo que otorga al individuo un mayor autocontrol y el contacto con leyes suprafísicas, en

especial con la ley evolutiva superior.

Por esta breve exposición se pueden entrever los efectos de esas transformaciones sobre

la trascendencia de la ley del karma. Todo lo que sujeta al ser a la cadena de acciones y

reacciones queda impregnado y controlado por otras leyes, más sutiles. El grado de vibración

que los vórtices del consciente derecho le otorgan, lo vuelven apto para ingresar en

frecuencias superiores a las comunes.

La transición del consciente izquierdo para el derecho no es brusca, ya que debe

acompañar la reordenación de la estructura energética de los cuerpos de la personalidad. De a

poco, va emergiendo una nueva forma de ver los hechos, que toma el lugar de la antigua, más

limitada y enfocada sobre sí misma. Como consecuencia inmediata, el despertar del consciente

derecho coliga al ser con leyes más sutiles que la del karma, en especial con la ley evolutiva

superior, porque se inserta en un flujo en el que la armonía en los universos puede

consolidarse sin impedimentos. El consciente derecho está basado en la comunión y

desenvuelve en el ser un carácter pacífico, llevándolo a vibrar en niveles suprafísicos y

cósmicos.

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Parte V

EL KARMA EN LA VIDA

DE LOS PLANETAS

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53

Vínculos que

Perduran por eras

Así como el hombre en su esencia profunda e inmaterial es un espíritu, o mónada, un

cuerpo celeste es un logos, núcleo de consciencia y de pura energía. Un logos está en

desenvolvimiento y, por lo tanto, cada uno está en determinado grado evolutivo ―de ahí la

diferencia entre los cuerpos celestes.

El logos de la Tierra conduce su evolución según el propósito mayor de su existencia y

abarca todo lo que está presente en su orbe. No obstante, a pesar de esa conducción y del

intenso trabajo de Jerarquías espirituales de seres avanzados, encargadas de llevar adelante el

cumplimiento de ese propósito, la vida externa de la Tierra llegó a un estado de conflicto

extremo, debido al mal uso del libre albedrío.

Un planeta es más que un mero cuerpo celeste: es un universo compuesto de varios

mundos, niveles y dimensiones. Se origina gradualmente por la convergencia de corrientes de

vida oriundas de diversos puntos del cosmos, sobre todo del sistema solar donde se encuentra.

Los actuales conflictos de la Tierra derivan de diversos factores, entre los cuales citamos:

Débitos kármicos engendrados por el planeta y por el sistema solar, que deben

saldarse;

La forma heterogénea como se pobló la Tierra en el actual ciclo evolutivo. Aquí llegaron

seres transmigrados de varias áreas del universo, y no todos tuvieron experiencias

positivas antes de convertirse en humanos. Trajeron consigo, por lo tanto,

antagonismos no resueltos y profundos traumas;

El hecho de que las razas humanas que hasta hoy convivieron en la Tierra tengan que

llegar a un equilibrio entre sí, como se nota por su comportamiento. Hasta ahora no se

han disuelto diferencias profundas, y de ahí proviene el gran número de guerras y

estados crónicos de animosidad.

En el transcurso de las etapas evolutivas de la humanidad, a medida que ella confirmó su

opción por el libre albedrío y perdió el contacto con estados de pureza, su karma fue cada vez

más negativo. Aun así, sus desvíos siempre ocurrieron dentro de los límites permitidos por

leyes mayores que, como se sabe, abarcan realidades que se superponen a las regidas por

leyes menores.

Uno de los reflejos de ese agravamiento del karma humano en la Tierra, planeta no

consagrado17, fue el surgimiento de enfermedades colectivas que sirven como expurgación. La

primera de ellas, la sífilis, apareció como consecuencia de la promiscuidad sexual entre los

hombres primitivos, y entre ellos y los animales, en la antigua Lemuria18.

17

Planeta no consagrado. Planeta que aún no incorporó completamente aspectos y atributos de la consciencia logoica

solar y que, por lo tanto, irradia energía conflictiva en niveles vibratorios más densos. 18

Lemuria. Continente hoy desaparecido; en gran parte se encuentra en el fondo del actual océano Pacífico. En la

época lemuriana, el ser humano desarrolló el cuerpo físico.

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54

La tuberculosis fue otro mal planetario que se manifestó; surgió en la Atlántida19 como

elemento de equilibrio cuando el hombre, al dejar de usar todos los recursos disponibles en su

ser en aquella época, ahogó en sí mismo gran parte del progreso espiritual que podría haber

alcanzado.

Esa limitación autoimpuesta perdura hasta los días de hoy, y es evidente en la dificultad

que tiene la mayoría en desvincularse de planos de consciencia conocidos para ingresar en

nuevos niveles.

Una enfermedad planetaria, el cáncer, vino para purificar a los seres humanos, para

neutralizar su antigua maldad. A medida que la ciencia controla esas enfermedades

planetarias y éstas dejan de ser fatales, van apareciendo nuevas, como el SIDA y otras,

muchas de las cuales aún no se detectaron.

Ciertas enfermedades epidémicas funcionan como instrumentos de juicio20, llevando a

desencarnar a un gran número de personas. Forman parte de los recursos usados por la

naturaleza para recuperar el orden perdido en el planeta debido a la superpoblación. Muchos

de los que desencarnan por medio de estas enfermedades entran, en los planos sutiles, en una

especie de sueño profundo prolongado, hasta que la puerta de un nuevo esquema planetario

se abra para ellos. Sin embargo, ésta no es una regla general.

Por medio de las epidemias y de otras formas de selección, la Tierra va pagando sus

deudas kármicas más burdas, lo que no deja de ser una manera de prepararse para nuevos

ciclos, regidos por una evolución superior, inmaterial.

A primera vista, se puede pensar que las Jerarquías espirituales podrían prestar una

ayuda más significativa a la sufrida superficie de la Tierra; pero es necesario tener en cuenta la

ley del karma y la dependencia que, hasta ahora, los seres humanos crearon con esa ley. A

medida que la humanidad trasciende ese ámbito, puede recibir dádivas mayores, que siempre

estuvieron disponibles, como sucedió en el caso de María Magdalena (mencionado en el Nuevo

Testamento), en el de Pablo de Tarso, en el de San Agustín y en el de muchos otros que

salieron de una condición vibratoria bastante densa y, en la misma encarnación, pasaron a

niveles de comunión con realidades cósmicas y con miembros de esas Jerarquías.

En la fase actual, la Tierra recibe impulsos intensos para que los seres humanos vayan al

encuentro de esas dádivas, lo que ocurrirá plenamente cuando se equilibren las acciones

inarmónicas de estas últimas eras. Las fuerzas de la naturaleza, también conducidas por

consciencias elevadas, actuarán con potencia en ese equilibrio y cada individuo recibirá, en la

medida exacta, el retorno de las transgresiones que cometió, pues la ley del karma es precisa

y justa.

Con esa purificación global, se modificará el nivel vibratorio de la Tierra, que tendrá la

oportunidad de seguir otras leyes: las que ordenan la evolución ascensional de los planetas.

De ahí en adelante se ubicará entre los que participan conscientemente de la fraternidad

cósmica, preservándola y profundizándola.

19

Atlántida. Continente hoy desaparecido, en gran parte se encuentra en el fondo del actual océano Atlántico. En la

época atlante, posterior a la lemuriana, el ser humano desarrolló el cuerpo emocional. 20

Juicio. Proceso de selección utilizado para homogeneizar las vibraciones de determinado ámbito, sintonizándolo con

un nuevo ciclo evolutivo. Consciencias logoicas y entidades elevadas lo llevan a cabo, teniendo como objetivo el

bien de todos.

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El karma de los reinos

que evolucionan en la Tierra

No sólo el hombre, sino también las criaturas de todos los reinos de la naturaleza y todas

las partículas del mundo tangible poseen débitos y créditos kármicos.

Mientras que en el reino humano el karma es individual, la situación de los reinos

infrahumanos es diferente. La evolución de los animales, de los vegetales y de los minerales se

fundamenta en el karma de la especie a la cual pertenecen, con excepción de los animales que

se aproximan a la individualización21, que ya reencarnan y comienzan la formación de su alma.

A él se suma el karma de la materia que compone sus cuerpos materiales.

En los reinos infrahumanos, la ley del karma hace que cada ser reciba el retorno de la

interacción de toda la especie con el universo. Además, para cada especie animal, vegetal o

mineral existe una entidad regente que actúa como transformador de las energías que fluyen

entre el alma–grupo22 y los seres de la especie respectiva. Con esa entidad trabajan las

consciencias solares, sumamente elevadas, que coordinan la aplicación de la ley del karma en

el ámbito del sistema solar.

En el reino humano cada individuo recibe el retorno de sus propios actos y una parte del

retorno de las acciones de toda la humanidad. Ese proceso es diferente en los reinos

infrahumanos, ya que en ellos cada ser “es toda la especie”.

La humanidad ocupa una posición de gran importancia, pues para los reinos

infrahumanos constituye la meta que, en algún lugar del cosmos, deberán alcanzar un día. El

hombre debería ser el intermediario entre los seres de esos reinos y las emanaciones del reino

espiritual. Sin embargo, como en la mayoría de los casos él tiene tendencias involutivas,

conduce las corrientes de vida infrahumanas según fines oscuros, agravando con ello su propio

karma.

El hecho de que el hombre esté implicado, de manera directa o indirecta, en la

contaminación de la tierra, del agua y del aire, en la devastación de bosques y matanza de

millones de animales, aumenta sus débitos kármicos considerablemente. Incluso individuos de

elevada aspiración contribuyeron para ello. No obstante, quienes se disponen verdaderamente

a saldar esos débitos podrán hacerlo a corto plazo.

La energía fluye con una intensidad especial sobre los que están decididos a cambiar la

condición limitativa en que se encuentran. Las consecuencias de las acciones desequilibradoras

practicadas en el pasado pueden disolverse por medio de acciones opuestas a las anteriores.

Aunque hayan sido errores graves, la misericordia divina, como dijimos, nunca deja de actuar.

“Los últimos serán los primeros”, dice una conocida Ley.

21

Individualización. Formación del alma individualizada, que ocurre en la transición de una mónada del reino animal

al reino humano. 22

Almagrupo. Núcleo por intermedio del cual la esencia de los seres que evolucionan en el reino mineral, en el

vegetal y en el animal, se expresa y contacta los niveles materiales. Un almagrupo acoge las experiencias de cada ser

que la compone, las sintetiza y las comparte con todos.

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56

Para la ciencia esotérica, los pensamientos y palabras negativas y densas son, en gran

parte, responsables por los fenómenos destructivos de la naturaleza y por la ferocidad de los

seres infrahumanos. En realidad, la agresividad emanada de la humanidad, sus pensamientos

de odio y destrucción y la masacre de millones de animales repercuten negativamente en los

núcleos internos de las especies. Aunque con respecto al reino animal todo eso forme parte del

pago de deudas kármicas para con el reino humano, sus efectos son graves. Contrajeron esas

deudas en tiempos pretéritos, cuando animales gigantescos diezmaban a los hombres

primitivos, no sólo en el plano físico concreto, sino también en el etérico y en el astral.

Sin embargo, poco a poco, algunos seres humanos fueron tomando consciencia de la

ayuda que deben prestar al reino animal. Especialmente en esta época, existen muchos

animales preparándose para ingresar en el reino humano en un ciclo futuro y, para ello,

comienzan a desarrollar un alma individual. Esa alma se forma en condiciones favorables

cuando no está marcada por la violencia y cuando se la preserva de entrar en contacto con las

vibraciones densas de un ambiente donde haya promiscuidad sexual entre los seres humanos.

Los animales en vías de individualización requieren un trato distinto de los demás.

Necesitan mantener una relación fraterna con el ser humano para impregnarse del estado de

consciencia que será su próximo escalón evolutivo. Su desarrollo se facilita sobremanera en

ambientes donde no prevalecen las fuerzas instintivas, donde hay orden y donde el amor

incondicional es el conductor de la vida. En esos ambientes, la polarización del animal puede

transferirse de la región del sacro a la cardíaca y a la mental con menos dificultad, y pueden

madurar con tranquilidad los núcleos que, en esas áreas superiores, servirán de base para el

alma en formación.

El reino vegetal fue el que cumplió mejor el propósito de su existencia en la Tierra y, por

lo tanto, puede contribuir mucho en el equilibrio kármico que ahora se lleva a cabo en el

planeta. Ejerce un papel relevante en la transmutación de vibraciones etéricas y no alcanzó la

plenitud debido a la densidad del campo psíquico de esta civilización. No obstante, el reino

vegetal no está exento de karma negativo, como se puede notar en las agresiones que sufre

en todas partes del mundo.

Con la purificación y con el juicio en marcha en el planeta entero, dejarán de existir

algunas especies vegetales que no corresponden a la vibración que se instalará en el futuro.

Otras, una vez cumplidos sus ciclos de servicio, también desaparecerán. Después de ese

equilibrio kármico y de esa renovación de las especies. Habrá una comunicación interna entre

el hombre y los vegetales. La actividad agrícola, cuyo único fin hoy es el sustento del propio

hombre, será sustituida por una colaboración recíproca y creativa.

Por haber cumplido su parte en la fase actual del plan evolutivo para la Tierra, el reino

vegetal abrió un camino rumbo a niveles de existencia elevados, camino que los demás reinos

utilizarán en el futuro.

En su evolución, el reino mineral desenvuelve la capacidad selectiva. Lo hace al expresar

su amplia gama de ejemplares, dando a cada uno de ellos características propias mediante la

interacción específica entre átomos y moléculas.

La situación kármica de ese reino es la de la materia misma: tiene débitos kármicos

considerables, cuyas señales son tanto la contaminación del ambiente provocada por el ser

humano, como la transformación de la costra terrestre provocada por las fuerzas de la

naturaleza. Después de la purificación completa de la Tierra, en ese reino se plasmarán nuevas

formas, y se profundizará su interacción con los demás.

Hoy, los minerales pasan por un proceso de sutilización intenso y en el ciclo futuro se los

reconocerá como puntos focales de energías extraplanetarias. Entonces la humanidad estará

más adelantada, ya no usará cristales, piedras ni metales en forma tan distorsionada; podrá

trabajar y cooperar con ese reino sobre bases evolutivas.

Gran parte de los elementos químicos que constituyen los minerales y los cuerpos

existentes en este planeta posee isótopos radiactivos en una proporción cuidadosamente

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57

controlada por las Inteligencias regidoras de la naturaleza. Esos elementos radiactivos resultan

de la condensación de fuerzas cósmicas introducidas en la materia pero no asimiladas. Se

transforman mediante un proceso fundamentado en ciclos, hasta llegar al estado no radiactivo,

proceso por el cual se absorben esas fuerzas cósmicas excedentes.

Al desequilibrar la proporción entre partículas radiactivas y no radiactivas se interfiere en

la capacidad del sustrato material del planeta de recibir y procesar fuerzas siderales. Por eso,

al manipular la energía atómica, el ser humano altera la interacción de la Tierra con la vida

extraplanetaria.

En sus Agendas23, Paul Brunton dice: “Lo que hicieron los científicos fue destruir el

átomo, la materia prima creada por Dios y utilizada por Él pare componer el universo.

Liberaron fuerzas destructivas y las lanzaron al mundo y, con ello, introdujeron fuerzas

degenerativas en medio de la humanidad. Incluso el uso comercial pacífico de la energía

nuclear en reactores provoca esos males, y los mecanismos de seguridad no son capaces de

controlarlos”.

Debido a la actual densidad de la Tierra, la mayoría de los hombres comprende poco al

reino elemental y sólo tiene noticias generales acerca de las fuerzas que lo componen. Cuando

reciben un impulso para cumplir tareas, esas fuerzas pueden tomar la forma de seres, algunos

llamados elementales de la tierra, del agua, del fuego o del aire. Pero el futuro le reserva a la

humanidad conocimientos más profundos al respecto.

Hoy se sabe que, siendo esas fuerzas intrínsecas a los diversos niveles de consciencia

existentes, el reino elemental no sigue por completo el plan evolutivo y, cada vez que se aleja

de las metas propuestas, crea débitos kármicos.

El reino elemental es fundamental en la cadena evolutiva de la Tierra y trabaja junto con

los otros reinos. Su equilibrio kármico ocurre, casi siempre, mediante la acción violenta de

energías etéricas que, provenientes del cosmos y del interior de la Tierra, ajustan el patrón

vibratorio de la sustancia terrestre al previsto por el regente del planeta. El empleo de

tecnología y de armamentos nucleares dificulta mucho ese equilibrio.

El reino dévico ―del cual forma parte la evolución angélica― responde con perfección a

los propósitos de las Jerarquías planetarias y cósmicas y, por lo tanto, no genera karma. La

estructura funcional de ese reino también es escalonada, y cada nivel se encarga de tareas

distintas y complementarias: captación y transmisión de ideas arquetípicas, construcción de

moldes etéricos para concretarlas, ajuste permanente del patrón creado al original, destrucción

de formas trascendidas, entre otras funciones.

Los devas y los ángeles habitan los planos suprafísicos y evolucionan al cumplir el

propósito que se les da a conocer, y no exactamente al adquirir experiencia en los sucesos

temporales. No buscan resultados al realizar tareas, pues trabajan sin ningún interés. Su

campo de consciencia está libre de vínculos, apegos y vicios ―factores que contribuyen para

que permanezcan fuera del ámbito de la ley del karma. Ese reino es, por lo tanto, un referente

imprescindible para los seres humanos.

La relación consciente del hombre con el reino dévico es fundamental para concretar el

plan evolutivo, pero para que exista, se necesita una pureza extrema. Tal relación será

ampliamente efectiva en el próximo ciclo de la Tierra, cuando la humanidad sea más sutil,

pues sólo quien está libre de vínculos personales y a camino del reino espiritual puede

establecerlo sin impedimentos.

Tanto el reino espiritual y el reino divino, como el dévico, evolucionan fuera del ámbito

de la ley del karma. En éstos se incluye gran parte de las Jerarquías internas planetarias y

extraplanetarias. Con las transformaciones globales que ahora se observan, en el ciclo futuro

el reino espiritual podrá aflorar con mayor libertad sobre la faz de la Tierra.

Lo que hasta hoy se percibió y se reveló a la humanidad sobre esas Jerarquías es una

mínima parte de dichos reinos sublimes. Quienes las componen ya no se encuadran en los

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Volumen VII, publicado por Editorial kier, Buenos Aires.

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sucesivos grados iniciáticos de la ascensión humana; los superaron y obedecen leyes más

amplias.

Para que la humanidad de la superficie de la Tierra pudiese aproximarse más al plano

espiritual, y lo hiciese de manera consciente, los atributos y las tareas de las Jerarquías, que

en realidad son inmateriales e impersonales, fueron presentadas de modo casi concreto, de

forma que la mente humana pudiese concebirlos. Sin embargo, transcurrida esa etapa

preparatoria y tras haber ensanchado sus fronteras mentales, el hombre se volvió capaz de

estar ante la esencia de las Jerarquías sin tantos velos y personificaciones.

Mientras el ser humano no puede avanzar por sí mismo para ir más allá de las leyes

materiales, las Jerarquías espirituales lo guían, protegen y auxilian; cuando ya consigue

elevarse, lo colman de dones convirtiéndolo en un colaborador. El hecho de

actuarconlasJerarquías disuelve el karma generado en el pasado de la Tierra y prepara al

reino humano para la libertad del Hombre Cósmico.

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La regencia de

la ley del karma en los planetas

La ley del karma ejerce una función reequilibradora no sólo en el ser humano, sino en

todo el universo material y, por eso, los planetas existentes en ese ámbito pasan por una

etapa en que esta ley los rige antes de ingresar en un estado evolutivo superior. Algunos ya

cumplieron esa etapa y adquirieron conocimientos que los llevaron a trasponer las fronteras

materiales. En esta galaxia, la Tierra es el planeta que carga el karma más oscuro y que se

resiste a la purificación. Todos los demás la aguardan para compartir designios mejores.

Sólo los planetas en evolución en el nivel físico, en el astral y en el mental se encuentran

bajo la ley del karma. Además de la Tierra, otros planetas del sistema solar evolucionan en

esos niveles, pero se desenvuelven en armonía con sus metas espirituales; así, el karma,

aunque exista, no los limita tanto. También existen planetas en este mismo sistema solar que

interactúan fuertemente con leyes distintas de la ley del karma; están en lo que podríamos

llamar estado de vigilia, y su vida no es física.

Existen, pues, diferentes rumbos que el hombre puede tomar al transmigrar de este

planeta, cuando llega el momento de hacerlo. Cuando Jesús se refirió a las muchas moradas

de la Casa de Su Padre, probablemente hablaba de esa diversidad de mundos, donde existen

distintos modos de equilibrio.

Se puede aliviar el karma del planeta mediante la liberación del karma de los seres que

viven en su órbita y, como vimos, esto es posible en el reino humano a medida que los

pensamientos, sentimientos y acciones van dejando de centrarse en el ego para seguir

propósitos altruistas. Esto es fácil de comprender, pero no es tan simple de poner en práctica.

No obstante, se vuelve cada vez más factible a medida que se concretan ciertos cambios,

como el despertar del consciente derecho, la sustitución del actual código genético en la

humanidad y el alineamiento de la Tierra con leyes superiores.

La ley del karma está vinculada a la fase en que la Tierra, para evolucionar, necesitaba

mucha ayuda externa. Si no fuese por esa ayuda, ya estaría desintegrada. Un planeta regido

por la ley del karma está sujeto a equilibrar sus transgresiones anteriores y, como sus etapas

son cíclicas, en general vuelve a caer en ellas.

Los planetas que siguen la ley evolutiva superior, por otro lado, tienen una trayectoria

ascendente continua pues no reinciden en desarmonías de esa manera.

Bajo la ley evolutiva superior, los planetas de hecho aprenden por medio de la

experiencia; con cada lección superan sus limitaciones y avanzan. No son como los que están

bajo la ley del karma, que repiten sus errores hasta llegar a un juicio, como éste en que ahora

se encuentra la Tierra. Son momentos necesarios, pues entonces, lo que está comprometido

con la involución se separa de lo rescatable y se encamina hacia planos de existencia más

elevados.

El cosmos no se estanca y tiene un ritmo vibrante. Una Inteligencia omnipresente

conduce todo lo que existe a la expansión y, para ello, cambia la conformación de los

universos, los ajusta ―incluyendo a todos los seres que los integran― a la perfección de leyes

cada vez mayores y más amplias.

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Nueva etapa

Si consideramos las actuales posibilidades de transformación natural de la vida de esta

humanidad, constataremos que son mínimas. No obstante, en lo íntimo de todos vibra la

certeza de que “algo” es inminente, algo no del todo conocido, que no se sabe cómo se

manifestará, pero que renovará la faz de la Tierra.

La idea de que el planeta se aproxima a una nueva etapa de vida no es una utopía, sino

una percepción fundada en la verdad. Y, como esa etapa no se implantará por mérito de los

seres humanos, se puede afirmar que una parte de la vida terrena ya está más allá del karma.

La llegada de esa vida, tan esperada por todos, no será fruto de movimientos sociales,

políticos ni ideológicos. En realidad, la nueva Tierra es un estado de consciencia, ya existente,

que sólo espera el momento de aflorar.

A medida que reconozcan la ruina completa a la que llegó la actual civilización, muchos

encontrarán esa nueva vida ya lista dentro de sí. En realidad, hay quienes recorren el camino

espiritual interiormente, sin tener plena consciencia de ello. El cambio será un paso natural,

que darán sin resistir ni vacilar. La nueva vida, silenciosa, ya penetró en su ser. Desapercibida,

afirmó las bases e irradió energías.

Sin motivo aparente, esos seres descubren que no pueden continuar actuando como de

costumbre y, así, se van liberando de la ley del karma. Sin saber cómo, se vuelven receptivos

a lo superior que negaron en el pasado. Ven que dentro de sí florecen la lucidez, el equilibrio,

la sintonía con la armonía universal. Su existencia es absorbida en esferas más amplias. Se

dirigen a aquello que, sin saberlo, siempre aspiraron. Vencen el temor, van más allá de las

ideas acerca de lo que el hombre pueda realizar. Sobre ellos se cierne una sagrada Presencia.

Hoy estamos en una importante fase de esa aproximación, y llegamos a un umbral

delicado: la sustancia concreta de la Tierra se deshace en luz para acoger esa nueva vida. Por

eso se efectúan reordenamientos y un clamor interno vuelve a sonar intensamente. El flujo de

la gran corriente no será interrumpido y el planeta se integrará en el camino cósmico que lo

aguarda.

La nueva humanidad comenzó a formarse hace milenios y ahora su advenimiento es

seguro e inevitable, a pesar de las apariencias. Sus vestiduras fueron tejidas en los niveles

internos del planeta, y algunos ya aprenden a usarlas. Con esas ampliaciones, el hombre será

capaz de expresar imparcialidad, neutralidad y universalidad. Tendrá consciencia de todo y

será fraterno con sus semejantes, estén éstos en trajes corporales o en forma de luz, como en

los cielos se presentan tantos visitantes extraterrestres. Finalmente la humanidad de la

superficie terrestre podrá irradiar amor crístico y servir en varios planetas.

El nuevo hombre se liberará de los proyectos de realización personal y se abocará al

descubrimiento de lo que podrá llevarlo a la plenitud como ente cósmico. Buscará el contacto

con la esencia interior, que amplia límites y lo impulsa a trascender su lado humano y sectario.

Su existencia será servicio, amor y voluntad en nombre de la perpetuación de la Luz.

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En la nueva fase, encontrar la esencia no será sólo una aspiración, sino una realidad

vivida. No habrá enfermedades, y las pequeñas desarmonías se equilibrarán mediante el

contacto con energías de cura irradiadas por fuentes naturales y supranaturales, que los seres

humanos conocerán muy bien.

Todos sabrán cuál tarea vinieron a realizar en la Tierra, tarea incluida en un amplio plan

evolutivo. Aprenderán a controlar los vientos, las lluvias, el curso de las aguas y a cooperar

conscientemente en la armonía interplanetaria, en el orden donde las leyes superiores

coordinan el flujo de los acontecimientos y la estructuración de las formas.

Los miembros de la humanidad tendrán unidad mental entre sí, fruto del contacto con

niveles de consciencia intuitivos. El sentido de separatividad dejará lugar a la constatación de

la existencia como una totalidad.

El ser humano se consagrará cocreador del universo por haber trascendido la ley del

karma, por dejar de aplicar el libre albedrío para optar por lo que es divino, por reconocer que

es parte de un mundo sideral, por vivir consciente de su realidad interna cada vez más

luminosa.

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Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva:

pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron,

y el mar ya no existía…

Y oí una gran voz del cielo que decía:

“He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres,

y morará con ellos y ellos serán su pueblo,

y Dios mismo estará con ellos.

Y limpiará Dios toda lágrima de sus ojos,

y ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor,

porque las primeras cosas son pasadas”.

Apocalipsis 21,14

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INDICE

Págs.

Al lector …………………………………………………………………………………………………………………………….. 5

Introducción …………………………………………………………………………………………………………………… 7

Parte I

LEY DEL KARMA

Karma y neutralidad …………………………………………………………………………………………………………. 11

Una ley con muchas caras ……………………………………………………………………………………………….. 13

Parte II

EL KARMA EN LA VIDA

DEL SER HUMANO

La enseñanza del karma ………………………………………………………………………………………………….. 19

Los lazos familiares en el juego kármico ………………………………………………………………………… 23

Reequilibrio y cura por medio del karma ……………………………………………......................... 29

Parte III

LIBERACIÓN DEL KARMA

La salida del laberinto ………………………………………………………………………………………………………. 35

La liberación mediante el cumplimiento de leyes más amplias …………………………………..... 37

Parte IV

MÁS ALLÁ DEL KARMA

La transmutación monádica …………………………………………………………………………………………….. 41

El nuevo código genético………………………………………………………………………………………………….. 43

El despertar del consciente derecho …………………………………………………........................... 47

Parte V

EL KARMA EN LA VIDA

DE LOS PLANETAS

Vínculos que perduran por eras ………………………………………………………………………………………. 53

El karma de los reinos que evolucionan en la Tierra ……………………………………………………… 55

La regencia de la ley del karma en los planetas ……………………………………...................... 59

Nueva etapa ……………………………………………………………………………………………………………………… 60